Maestros memorables

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MAESTROS MEMORABLES
El tipo de docentes que somos actualmente tiene mucho que ver con los maestros que
hemos tenido a lo largo de la vida. En la mayoría de los casos quienes dejaron más
profunda huella en nosotros fueron nuestros maestros de la infancia, a quienes tomamos
como referencia de lo que consideramos debemos ser o lo que debemos evitar al estar
frente a los alumnos.
Seguramente todos tenemos decenas de anécdotas de la niñez, con maestros que
recordamos después de tantos años, ya sea de manera positiva por sus enseñanzas y
amabilidad, y otros no tan gratamente, por su malhumor o métodos antipedagógicos.
A continuación presentamos algunas experiencias en las que los protagonistas recuerdan
con cariño a sus maestros o se quejan de ellos.
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Autor: Rodrigo Uribe Carvajal1
- ¡Uribe!, se queda un momento.
El profe pronunció las palabras con la amabilidad que lo acompañó por siempre y que por
el miedo no pude percibir. Sentí que mi estómago sufría las consecuencias de un mareo
repentino.
- "A uno sólo lo dejan por indisciplinado o por tonto", susurró a mi oído Bernal, uno de los
pocos amigos que recuerdo de mi paso por el temible bachillerato de la Escuela Normal
Nacional para Varones. Podría ser para varones, pero cuando Yañez, el eterno prefecto
de disciplina, o algún otro profesor soltaba la temible orden uno se dejaba descomponer
por el culillo y no había hombría que valiera.
1
Mediateca del sitio Colombia aprende, disponible en: Recuperado el 16 de diciembre de 2009 de:
http://www.colombiaaprende.edu.co/html/mediateca/1607/article-73505.html.
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El estómago se me acabó de recalentar cuando todos los compañeros salieron y yo
quedé en el salón, tan solitario como un saxofón guardado en su estuche, con una palidez
transformada en incendio voraz que subió de mis piernas a mi rostro, no sin antes dar
algunas vueltas por mi vientre. -No se afane, Uribe, sólo necesito que le lleve estos
zapatos a su papá para que me les haga una remonta completa. Del infierno a la gloria.
Del ¿qué he hecho para que me castiguen? al ¡uf, eso era todo!
Ahí empecé a tratar a Helio Hernán Buitrago. Profesor de Lenguaje y Literatura, Alias
"Flechitas". No dejé pasar la oportunidad. Mi profesor de Lenguaje, amigo de Secundino,
el mejor zapatero que yo haya conocido. Y no porque faltasen buenos zapateros en
Pamplona.
- Con gusto, profesor. A propósito, escribí esta poesía. Con esa calma que tanto le
envidié, leyó, levantó su vista y sentenció: - Concebir ideas es un paraíso, pero escribirlas
es un infierno. Usted está empezando a vivir. Úntese un poco más de los clásicos. Y ande
despacio que no hay tiempo.
Tomé los zapatos y salí con aire petulante. Afuera, a coro, se escuchó: ¡otro sapo!
Uno nunca sabe, de pronto el Tuerto López tampoco lo supo, cómo un par de zapatos
viejos puede causar tanta cercanía entre la gente. Luego de los zapatos fueron los tenis
los que pasaron por la vista, las manos, las leznas y los martillos de papá. Si había algo
en Helio era su desmedido pavor al desarreglo. El tablero del aula, su tablero, así lo
demostraba. Tres secciones verticales, mapas de ruta por la palabra con todas las
indicaciones unidas por flechas de distintos colores y formas y un agradable sabor a
orden y a comprensión que lo dejaba a uno con ganas de releer ese texto y de aplaudir a
Flechitas.
– Sólo se borra hacia abajo y con mucho cuidado. La cal nos puede dañar.
Le llevé los tenis reparados. Lo vi jugar, como defensa centro, en el destartalado estadio
de la Normal. Se parecía a Don Quijote. Imagínense a Don Quijote en pantaloneta, con
tenis –nuevos, eso sí - una cinta sobre la frente y una seguridad absoluta para pelear con
gigantes redondos y de cuero y verán a Helio.
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-Más que con los pies, el fútbol se debe jugar con la cabeza, nos repetía siempre. De eso
estuvimos seguros todos los que veíamos esos clásicos entre alumnos y profesores.
Helio, como Don Quijote, no tenía piernas para el fútbol.
- Uno en la vida nace, trasciende y se muere.
Con esas palabras nos soltó toda la cátedra de inicio, nudo y desenlace; o de tesis,
argumentos y conclusión; y fue más allá cuando dijo:
- entre ustedes hay tres grupos de personas, los reyes, que tienen voluntad y saben; los
príncipes, que tiene voluntad pero no saben y los mendigos que ni saben ni tienen
voluntad.
Yo no sabía por qué ni a qué había entrado a la Normal. Ahí supe que, en mis juegos de
niño cuando mis hermanas recibían mis lecciones, había una razón muy unida al destino.
Delante de mí, el maestro Helio Hernán ahora se convertía en Rey de la palabra. El
número tres lo obsesionaba. Tres, eran las partes de su clase. Tres, su familia preferida.
Tres, la calificación más baja. Con Helio era una vergüenza sacar menos.
El tres se hizo más verdad cuando escuché la conversación entre mi papá y Helio. Papá
decía:
- Primero se mira el zapato, se negocia y se desarma, luego se le hacen los trabajos
principales con mucho cuidado, responsabilidad y orden y por último se pega, se cose y
se lustra: queda como nuevo.
Helio, aprendiz de múltiples oficios, repetía la lección. Desde el bachillerato hasta la
Universidad, donde lo encontraría después, pegó a su cuerpo la piel del aprendizaje
eterno.
Algunas noches, luego de tediosas clases universitarias, nos escapábamos – el grupo de
aprendices y admiradores creció- para donde Helio. Siempre lo encontramos metido entre
cientos de papeles y de libros que formaban un tapete en su comedor adaptado como
estudio y siempre con una hoja ya iniciada entre el rodillo de su vieja máquina de escribir.
– Para mañana les estoy preparando esto y aquello.
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Nunca dejó de sorprendernos con sus propuestas pedagógicas. En una de esas
sinrazones acertadas se le ocurrió, cuando yo cursaba el tercero de bachillerato, incluirme
en el reparto de "La historia del hombre que se convirtió en perro" Así nació mi pasión por
el teatro y el miedo tan berraco antes de entrar a escena. Y entonces supe que las
mujeres no quedan embarazadas con un beso.
Lo único que no preparó Helio Hernán fue su muerte o tal vez toda su vida fue el camino
que escogió para morir así. Un día antes de ocurrir me lo encontré en el parque principal,
en medio de un sol radiante como su sonrisa, comprando pan para su esposa y sus dos
hijos.
–Si hay algo que nos sobra a los pamploneses es el buen pan. Pa’cucas sabrosas las de
Pamplona.
Sonreímos, hablamos del gobierno, me pregunta por mamá.
- Desde que murió su papá nos aguantamos con los zapatos viejos, me dijo y se alejó de
allí, con la misma tranquilidad que le conocía desde hace años ahora más acentuada por
la jubilación. Helio murió envuelto en su amabilidad y su sapiencia. Se acostó, cerró sus
ojos y soñó con mundos posibles. Así lo encontraron al día siguiente. Abrigadito y
sonriente se nos escapó de la clase de la vida.
Cuando fui trasladado como docente a la, ahora, Normal Superior sentí que me
reencontraría en todos los lados con el fantasma cordial de Helio Hernán. Ya no hay
zapatos para papá, ni partidos de fútbol con Don Quijote como defensa. Me dirijo a clase.
– Allá viene el cucho Uribe otra vez con su aburrida clase de español y a embaucarnos
con Ensayo sobre la Ceguera y que Rosario Tijeras y que El Desbarrancadero. ¡Qué
fastidio!
Es "Pato", una de las voraces lectoras de una lucidez que va más allá de sus quince años
y mucho más allá del grado décimo. Pato, porque le encanta que le digan así, luego de su
andanada verbal sonríe con picardía y me comenta que es soportable La insoportable
levedad del ser. Es en este momento que recuerdo a Papá y a Helio Hernán cuando
decían: "La vida puede repetirse como el hombrecito de la lata de avena"
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Autor: José María Cañete Gálvez2
Pues si, experiencias positivas en la escuela tengo muy poquitas como la mayoría de mis
compañeros y las mejores son con los amigos de clase. Los profesores me han aportado
muy poco si me refiero a aprendizajes útiles y que de verdad me sirvan ahora. No me
acuerdo casi ni de las tablas de multiplicar así que....
Podría estar contando experiencias negativas toda la noche. Es más, no es la primera vez
que lo hago. Cuando me junto con mis antiguos compañeros de infancia y ahora amigos
(eso si que es aprendizaje significativo) empezamos a hablar y siempre salen vivencias
nuevas.
Pero para variar pongo una positiva, mi profesor Juan. Sinceramente creo que sufría de
algún trastorno bipolar porque por momentos era el mejor profesor del mundo y otros un
terrorífico enemigo. Y no exagero. Con este profesor vivíamos momentos inolvidables en
la playa dando poesía y analizando las frases que creábamos nosotros, o dando
matemáticas justo al lado de la carretera para ayudarnos a aprender y vivenciar la
estadística...
Pero cuando se convertía en mister Hide se ponía serio, nos pegaba guantazos cuando
nos equivocábamos en responder cuando nos preguntaba, nos empujaba contra la pizarra
cuando no nos salían las ecuaciones, incluso una madre lo llegó a denunciar...
Bueno ahí lo dejo. Nada más y nada menos.
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Autora: Adriana Carolina Martínez Castillo3
2
Campus virtual de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Málaga. Recuperado el 16
de diciembre de 2009 de: http://ccedu.cv.uma.es/mod/forum/discuss.php?d=5912
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El maestro que más recuerdo es de la secundaria; se llama Norberto Gómez, y es del
área de física. Él es un maestro integral, no sólo te evaluaba las actividades vistas en
clase, sino que también veía como eras en las otras actividades del colegio. Veía como
era tu actitud, no sólo hacia la materia, sino hacia la vida. A veces nos contaba historias y
reflexiones sobre la vida. En muchas ocasiones dejaba de lado su materia, y se
interesaba más por el desarrollo personal de sus alumnos, que por el académico.
Lo interesante de mi profe es que no llevaba notas, y a veces los alumnos lo molestaban
por eso. Pero a él no le importaba, él tenía otra forma de evaluar, como les dije
anteriormente; te ve integralmente, y se lleva una idea de cada uno de sus alumnos, y así
es como los evalúa. Claro está que también tiene en cuenta los trabajos y actividades,
como cualquier otro profe.
Cada clase con él era más interesante que la anterior; a veces, cuando teníamos
investigaciones, él nos ponía a leer un poco de lo que habíamos hecho, y aunque no era
profesor de lenguaje, nos calificaba la postura, redacción, lectura, puntuación, y
expresión. Esto nos ayudaba bastante, no sólo para la materia, sino para las demás
áreas. Y a la hora de los consejos, era el mejor. Te escuchaba el tiempo que fuera
necesario y te hacía ver las cosas desde otro punto de vista; y cuando no podía hacer
nada, te apoyaba en lo que pudiera... A la hora del receso nos ganaba!, contaba chistes,
jugaba con nosotros, y cuando podía, nos invitaba la gaseosa en los partidos de fútbol...
Él es el mejor profe que he tenido, hizo que la física no fuera tan difícil, más bien
interesante.
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Autora: María del Carmen Beltran Río4
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Mediateca del sitio Colombia aprende. Recuperado el 16 de diciembre de 2009 de:
http://www.colombiaaprende.edu.co/html/mediateca/1607/article-73500.html
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Campus virtual de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Málaga, Recuperado el 16
de diciembre de 2009 de: http://ccedu.cv.uma.es/mod/forum/discuss.php?d=5912
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Yo he decidido contaros una que nos ocurrió estando en la facultad ya que, por suerte, no
me ha tocado vivir ninguna experiencia traumática en mi infancia, aunque las clases no
eran tampoco innovadoras.
Bueno de esto hace ya 4 años más o menos, estaba en 2º curso de Educación Infantil y
teníamos una asignatura que no me acuerdo muy bien del nombre pero que estaba
relacionada con las Habilidades Lingüísticas. El caso es que llega el “profesor” y nos dice
que el contenido de la asignatura es para estudiantes de Primaria y que no piensa
modificar su programación. Nosotros, como he de esperar, protestamos pero nos dio otra
opción que era mucho peor que la primera, por lo que tuvimos que resignarnos a su
programación.
Pero bueno no era tanto la teoría como el modo de dar clases, parecía que estábamos en
una clase de primaria: todos los días pasaba lista (imaginaros pasar lista a 130 personas
aproximadamente), no podíamos hablar y las actividades que teníamos que hacer, porque
nos dio un sinfín de actividades supuestamente dirigidas a alumnado de 2º y 3º de
primaria pero que algunas de ellas éramos incapaces de hacerlas, las iba preguntando
por orden alfabético, realizábamos 3 o 4 actividades por sesión.
Era una situación aburrida, con un ambiente de dictadura y con una gran desmotivación y
desinterés por parte del alumnado.
Lo que no me “entra en la cabeza” es la mentalidad de ese profesor ya que estaba
formando futuros profesores.
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Después de leer estas historias reflexionemos un poco cuando sean grandes, ¿cómo se
acordarán de nosotros nuestros alumnos?
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