CAPITULO 4. El proceso civil de amparo especial

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El Derecho al honor
CAPITULO 4.
El proceso civil de amparo especial del derecho
al Honor, la Intimidad y la propia Imagen
(Breve aproximación).
1. CONSIDERACIONES GENERALES
La tutela de tales derechos fundamentales, consagrados en el tantas veces
citado Art.18.1 de la CE se encuentra efectuada en la LO 1/1982, de 5 de
mayo. Sin perjuicio de dejar para más adelante, por razones de una mejor
exposición sistemática, cuestiones como la de la legitimación activa y pasiva o el objeto procesal mismo que no es otro que el honor con todas las
cuestiones que se le plantean, seguidamente voy a hacer una breve referencia a algunos aspectos procedimentales. Vaya por delante que el procedimiento adecuado para sustanciar esta pretensión de tutela es el juicio
ordinario de la ley procesal común, es decir, el de la LEC de 2000. Lo
confirma el Art. 249.1.2º al afirmar que se decidirán en el juicio ordinario,
cualquiera que sea su cuantía… las que pretendan la tutela del derecho al
honor, a la intimidad y a la propia imagen, y las que pidan la tutela judicial
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civil de cualquier otro derecho fundamental, salvo las que se refieran al derecho
de rectificación. En estos procesos, será siempre parte el Ministerio Fiscal y su
tramitación tendrá carácter preferente. Esto es así porque el Art. 9.1 y la
Disposición transitoria segunda de la LODH, una vez derogada totalmente la ley 62/1978, deben reinterpretarse de acuerdo con la nueva LEC,
que desarrolla el mandato contenido en el Art. 53.2 de la CE en orden a
un procedimiento preferente y sumario para la tutela de los derechos fundamentales. Por cierto, que el calificativo “sumario”23 no se emplea aquí
en el sentido técnico del término como proceso en el hay una limitación
de los medios de cognición o de la actividad declarativa y la sentencia no
produce el efecto de cosa juzgada, sino como sinónimo de proceso rápido
y más veloz, rapidez que está justificada en función del objeto sobre el que
versa y que no es otro que la tutela de ciertos derechos fundamentales.
El procedimiento comienza mediante la presentación de la correspondiente demanda que debe reunir todos y cada uno de los requisitos que
establece con carácter general para este acto iniciador del proceso el Art.
399 de la LEC, tales como la identificación de las partes (demandante y
demandado), numerados y separados los hechos y fundamentos de derecho, y se fijará con claridad y precisión lo que se pida.
En cuanto a la pretensión, ha de estar sustanciada en la violación de alguno de los derechos fundamentales del Art. 18.1, en el caso que nos ocupa,
el honor, que constituye, por tanto, el objeto procesal en este procedimiento. Ahora bien, la singular característica del objeto procesal de este
amparo civil es que suele determinar la discusión no de uno sino de dos
derechos fundamentales, dado que cuando se alega la vulneración del
derecho al honor por una parte, suele contraalegarse por la otra el ejercicio del derecho a la información, la libertad de expresión o ideológica, con
23. Es procedimiento sumario aquel que no produce cosa juzgada, de modo que un proceso posterior no queda excluido, ni vinculado en cuanto a su resolución por la sentencia firme del procedimiento sumario. La ratio iuris que excluye el efecto de la cosa juzgada consiste en la falta de plenitud de la actividad procesal declarativa (alegaciones,
prueba, cognición judicial correspondiente sobre el objeto). ORTELL RAMOS
Manuel, Derecho Procesal Civil, Ed. Thomson Aranzadi, Págs. 643 y 644.
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lo que realmente el objeto procesal estaría conformado totalmente con
esos dos extremos y sobre ambos deberá pronunciarse la sentencia para ser
congruente. En suma, en ese conflicto entre el ejercicio de dos derechos
claves, el juez tendrá que decidir si se ha vulnerado uno u otro y otorgar
la tutela, decantándose por alguno de ellos.
Sin perjuicio de abundar más adelante en el conflicto entre tales derechos
(honor versus derecho de información y libertad de expresión) , decir que
se ha pasado jurisprudencialmente hablando por diversas fases o etapas, en
las que en ocasiones el honor le ha ganado la partida a la información y,
viceversa, también la información se ha colocado en otras en lugar prefe24
rente sobre el honor. Estas son, muy a grandes rasgos, las etapas que se
diferencian desde el punto de vista eminentemente jurisprudencial:
A) Fase de tutela hegemónica del derecho al honor. Es la que se extiende
desde la promulgación de nuestro texto constitucional hasta el dictado
de la Sentencia por el TRIBUNAL CONSTITUCIONAL 104/1986;
se mantenía la absoluta hegemonía del honor en base a lo contenido
en el Art. 20.4 de la CE, que condiciona el ejercicio de las libertades
de expresión a la protección de aquel derecho fundamental y reconociendo en una interpretación estrictamente gramatical que si hay algún
derecho absoluto, que no admite matices, ese es el honor, al que se
supeditan todos los demás. Avalan este planteamiento los AATC 413
Y 418/1983 Y 480/1986.
B) Fase de tutela hegemónica de las libertades de información y expresión. Se prolonga esta etapa desde la STC 104/1986 hasta la publicación de la STC de 6 de junio de 1990 y se fundamenta en el principio
de proporcionalidad y en el papel preponderante que juega la libertad
de expresión en un sistema democrático contribuyendo a la formación
de una opinión publica libre y plural. En este sentido, la Jurisprudencia
del TC no permanece al margen de lo establecido por el TRIBUNAL
24. GIMENO SENDRA Vicente y MORENILLA ALLARD Pablo, Los procesos de amparo…, op, cit, Págs. 31 y 32.
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EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS que, entre otras, en la
famosa sentencia del caso Lingens confirma este planteamiento.
C) Fase de prevalencia condicionada de las libertades de información y
de expresión. Es ésta la fase en la que nos encontramos actualmente y parte de la prevalencia de la información y la libertad de expresión pero no siempre y bajo cualquier circunstancia, sino que la
limitación del derecho al honor se encuentra justificada cuando se
ofrece una información veraz o cuando se respeta la dignidad omitiendo expresiones gratuitamente ofensivas o ultrajantes. El punto
de partida de esta doctrina se sitúa en la STC de 6 de junio de
1990, y en la valoración de los derechos en conflicto que exige una
constante labor de ponderación al juez competente. Volveré más
adelante sobre este punto.
En cuanto a las medidas cautelares que pueden adoptarse en este procedimiento, el Art. 9.2 de la LODH (Ley orgánica del derecho al honor) , de
una forma un tanto amplia e innominada, se refiere a todas aquellas que
sean necesarias para poner fin a la intromisión ilegitima de que se trate y
restablecer al perjudicado en el pleno disfrute de sus derechos, así como
para prevenir o impedir intromisiones ulteriores. Entre dichas medidas
podrán incluirse las cautelares encaminadas al cese inmediato de la intromisión ilegitima, así como el reconocimiento del derecho a replicar, la
difusión de la sentencia y la condena a indemnizar los perjuicios causados.
Bien, en torno a este punto y lo declarado en el Art. 9.2 ha tenido ocasión
de pronunciarse la STS de 14 de junio de 1995 que dice que dicho precepto determina que la tutela judicial de los mencionados derechos comprenderá la adopción de todas las medidas necesarias para poner fin a la intromisión
ilegitima de que se trate y restablecer al perjudicado en el pleno disfrute de sus
derechos, así como para prevenir o impedir intromisiones ilegitimas ulteriores,
señalando ejemplificativamente, entre otras, la difusión de la sentencia El
carácter imperativo con que se pronuncia el Art. 9, apartado 2, de la ley
1/1982, y la falta de exhaustividad en la fijación de las medidas y en su contenido o desarrollo, autoriza al juzgador para establecer las que crea más convenientes y adecuadas al caso, sin que su decisión pueda ser tachada de incon- 40 -
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gruente. Por lo demás, en cuanto a la adopción de estas medidas habrá que
estar a las normas contenidas en los arts 721 y siguientes de la LEC.
Finalmente, recordar dos cosas más. La primera tiene que ver con el plazo
para solicitar por esta vía el amparo civil, pues el Art. 9.5 de la LODH establece una especialidad inevitable para garantizar que no se produzca una
pendencia indefinida en el tiempo de la posibilidad de reclamar, y es que ese
tiempo es de cuatro años desde que el legitimado pudo ejercitar las acciones
oportunas, pasado el cual sin hacerlo, pierde la posibilidad para siempre, por
lo menos, por esta vía. Y la segunda tiene que ver con la sentencia que dicte
el juez competente. Para evitar vicios de incongruencia, la sentencia deberá
pronunciarse sobre los siguientes extremos: el reconocimiento del derecho
fundamental vulnerado (se ha podido producir la vulneración o no, en cualquier caso, así habrá de declararlo) ; en su caso, las medidas necesarias para
su restablecimiento y si se solicitó indemnización para compensar el daño
moral experimentado, sobre ésta y su concesión y/o cuantificación tendrá
también que pronunciarse el juzgador de instancia. Todo ello, además a través de una especifica motivación de la sentencia que deriva del Art. 120 del
texto constitucional mismo. En relación a este último punto y en torno a los
pronunciamientos que ha de contener la resolución que se dicte en un asunto de entidad semejante, la STS de 4 de febrero de 1993 aduce que acogida la pretensión del recurrente, la tutela judicial comprenderá la difusión de la
sentencia en los términos solicitados en el suplico de la demanda y la indemnización del daño moral originado. Por cierto que en el supuesto objeto de esta
ultima resolución citada se concedió una indemnización casi simbólica. La
razón esgrimida por los magistrados era que en este caso, lo verdaderamente trascendente es la reparación moral concedida al perjudicado.
La fijación del “quantum indemnizatorio” es atribución de los juzgadores
de instancia. Generalmente queda excluida de la revisión casacional, salvo
que las pautas para fijarla que son las que marca el Art. 9.3 de la LO
1/1982 no hayan sido tenidas en cuenta por la sentencia recurrida o lo
hayan sido de manera claramente arbitraria, inadecuada o irracional,
pudiendo entonces ser revisada en esta vía casacional con carácter excepcional (STS 15 de julio de 1995).
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2. NATURALEZA DE LA ACCIÓN EJERCITADA:
ACCIÓN MIXTA (DECLARATIVA Y DE CONDENA)
El tipo de acción ejercitada conecta directamente con lo que se pide al
órgano judicial. Así, en base a lo estipulado en el Art. 5 de la LEC, que
establece las diferentes clases de tutela jurisdiccional puede pedírsele una
simple declaración, una condena, la constitución, modificación o extinción de una situación jurídica, la ejecución o la adopción de medidas cautelares. Esta petición o “petitum”, en definitiva, es uno de los grandes elementos delimitadores del objeto del proceso, concepto, no siempre de
fácil formulación pero de indudable interés procesal. Determinar el concepto de objeto del proceso es importante, por ejemplo, para fijar la competencia genérica de los tribunales del orden judicial civil, por revestir
carácter civil el asunto o materia suscitado por el actor. Igualmente es
necesario para delimitar la extensión de la jurisdicción española en el
ámbito internacional en materia civil. Asimismo, la competencia objetiva
depende también del objeto del proceso. Sin embargo, aun siendo importante para estos datos, con todo, el objeto del proceso no despliega en
estos campos su máxima incidencia sino que ésta se demuestra en cuestiones como la modificación de la demanda y de la contestación, y la congruencia porque será todo esto último lo que determine finalmente dicho
objeto y los puntos que tendrá que resolver la sentencia judicial. Y junto
a lo anterior, la noción de objeto del proceso demuestra su particular relevancia en las materias de acumulación de acciones y de autos, de la reconvención, de la litispendencia y de la cosa juzgada.
25
En este contexto, ORTELL RAMOS afirma que la teoría del objeto del
proceso presenta puntos de contacto con la teoría de la acción aunque se
sitúan en ópticas diferentes. La relación con el problema de la acción consiste en que, al margen del modo en que se conciba ésta última, o bien es
la propia acción lo que constituye el objeto del proceso, o bien mediante
el ejercicio de la acción, interponiendo la pretensión procesal, se proporciona al proceso su objeto. En cualquier caso, me parece que reconducir
25. Derecho Procesal Civil, op, cit, Pág. 270.
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exclusivamente el objeto a la acción y/o viceversa, seria parcial, pues dentro de ese objeto, como se anunciará hay otros aspectos que ayudan a configurarlo.
En esa línea, y en un intento de definición, la doctrina ha argumentado
que en sentido estricto el objeto del proceso es aquello sobre lo que versa
éste de modo que lo individualiza y lo distingue de todos los demás posibles procesos y ese objeto es siempre una pretensión, entendida como
petición fundada que se dirige a un órgano jurisdiccional, frente a otra
persona, sobre un bien de la vida26. Naturalmente, esa pretensión ha de ser
estar fundamentada y en el caso que nos ocupa, cuando se trata del derecho fundamental al honor, puede decirse que la pretensión es mixta, pues
de un lado, se solicita la declaración del derecho y el reconocimiento de su
vulneración (acción declarativa)27, y de otro, la condena al pago de una
indemnización en concepto de daño moral (acción de condena).
En síntesis, desde una perspectiva conceptual, y a mayor abundamiento,
podría argüirse que constituye el objeto del proceso el tema que debe
resolver el órgano jurisdiccional y son los titulares del derecho a la jurisdicción en cuanto actúan como promotores de la actividad jurisdiccional,
quienes introducen esos temas al incoar el proceso mediante el ejercicio de
aquel derecho (acción). Ahora bien, ese objeto inicial se completa en el
curso del procedimiento con los otros temas que introducen tanto los
adversarios procesales, como el propio órgano jurisdiccional, cuando la
ley le faculta para ello. Tales complementos o modificaciones no pueden
romper la conexión jurídica que desde el comienzo se establece entre
26. MONTERO AROCA Juan, GOMEZ COLOMER Juan Luis, MONTON REDONDO Alberto y BARONA VILAR Silvia, Derecho Jurisdiccional II, Proceso Civil, 9ª edición, tirant lo blanch, Valencia, 2000, Págs. 115 y 116.
27. El recurrente podría obtener la protección del derecho fundamental que estima lesionado
mediante un pronunciamiento declarativo en el que se le reconozca el derecho o libertad pública cuya lesión ha motivado la demanda de amparo. Tal pronunciamiento constituye en sí
mismo la reparación del derecho fundamental invocado, sin que su carácter declarativo le prive
de su efecto reparador, ya que a través del mismo no solo se obtiene el reconocimiento del derecho, sino que, además de proporcionar esta reparación moral, puede conllevar otro tipo de efectos al ser potencialmente generador de una futura indemnización. STC 232/2002.
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todos los temas que pueden ser debatidos dentro del mismo proceso. Por
consiguiente, en la delimitación del objeto procesal, habrá que estar a la
pretensión, a la contrapretensión y a las manifestaciones del juez que éste
verifique cuando se lo permita la ley, en cuanto contribuyen a la definitiva formalización del objeto del proceso como delimitador de la respuesta
judicial, prestación jurisdiccional o sentencia.
Y es que dentro del orden jurisdiccional civil, la tutela judicial puede tener
como fines:
– La declaración o reconocimiento de derechos e intereses legítimos
determinados (Dentro de esta, a su vez, suelen distinguirse las pretensiones mero declarativas, las declarativas de condena y las declarativo
constitutivas). Surgen así tres tipos de objetos declarativos, clasificación que se corresponde con la de las acciones o pretensiones en sentido general y los tipos de procesos declarativos porque en definitiva
están haciendo en todo caso referencia a una misma línea conceptual.
– La ejecución de estos derechos en cuanto definitivamente ciertos.
– La adopción de medidas cautelares que aseguren la efectividad del
correspondiente proceso judicial.
Estas modalidades de tutela, a su vez, se traducen en diferentes tipos procesales: proceso de declaración, proceso de ejecución y proceso cautelar.
Volviendo al objeto del proceso y sus elementos delimitadores, la doctrina
cita concretamente tres: los sujetos (quien pide y frente a quien pide); el
petitum (lo que se pide), y la causa de pedir (razón por la que se pide). A
todos estos elementos suele llamárseles identidades procesales de la acción.
En lo que respecta al petitum, decir que es importante porque determina
la clase de tutela jurídica solicitada por el actor, y en función de ello hablaremos de acciones de condena, mero declarativas y /o constitutivas; ejecutiva o cautelar.
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Cuando nos encontramos ante un objeto declarativo de condena, el actor
lo que pretende es la condena del demandado. Dicha condena se puede
materializar en la realización de prestaciones de dar, hacer o no hacer (Art.
1088 CC). Concretamente cuando se trata de condena a entregar una cantidad el actor tendrá que delimitarla y cuantificarla en su importe, sin que
pueda solicitarse su determinación en ejecución de sentencia, o fijando claramente las bases con arreglo a las cuales se deba efectuar la liquidación,
de forma que ésta consista en una pura operación aritmética. Cabe que la
condena consista en prestaciones de tracto sucesivo (alimentos) y puede
consistir, igualmente en abstenciones u omisiones.
De otro lado, en el objeto de mera declaración el actor lo que pretende es
una declaración de certeza jurídica concretada a los derechos o relaciones
jurídicas que pide sean reconocidos a su favor sin que tal reconocimiento
exija ninguna prestación aunque de suyo la declaración suponga un respeto especial de aquel o aquellos contra quienes se actúa como demandados.
La utilidad de este tipo de acción se ve mucho más claramente en relación
a los derechos reales o en aquellos derechos de carácter permanente que
originan un estado. Su planteamiento debe basarse en un claro interés
motivado por un acto perturbador o por un principio de litigio, justificativos de la utilidad de la declaración.
Finalmente, cuando se trata de un objeto declarativo constitutivo se pretenden unos efectos jurídicos que no se pueden producir por la sola voluntad de los interesados, sino que requieren, necesariamente, de la sentencia
judicial como condición impuesta por el Derecho para que aquellos efectos se produzcan. Tal es lo que ocurre con la acción de divorcio, la de nulidad matrimonial o la de incapacitación de una persona.
En el marco apuntado, insistir en la naturaleza mixta de la acción en que
se pide la tutela del derecho al honor.
Seguidamente, y ya para concluir con este epígrafe, aludir brevemente a la
causa de pedir o “causa petendi”. Todo lo que se pide debe tener una base
o un fundamento, una razón de ser. Esto es lo que se quiere expresar con
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este elemento y es aquello en los que el demandante apoya su pretensión.
Es un conjunto de hechos jurídicamente relevantes para fundar la petición, por lo que no consiste en normas o calificaciones jurídicas. Son
hechos históricos, acontecimientos concretos de la vida social, por lo que
queda excluido que formen parte de la causa de pedir los argumentos (que
no son hechos) y los medios de prueba (que son instrumentos para
demostrar los hechos). Eso si, debe tratarse de hechos relevantes es de un
punto de vista jurídico y puede tratarse de varios hechos, posibilidad que
contempla el Art. 400 de la LEC que exige que cuando lo que se pida en
la demanda pueda fundarse en diferentes hechos o en distintos fundamentos o títulos jurídicos, habrán de aducirse en ella cuantos resulten
conocidos o pueda invocarse al tiempo de interponerla, sin que sea admisible reservar su alegación para un proceso ulterior.
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