Derechos humanos, refugio y asilo

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Notas para presentación en "Conferencia Hemisférica sobre Migración
Internacional: derechos Humanos y Trata de Personas en las Américas"
Tema 2: Derechos Humanos de los Migrantes
Bloque I: Derechos Humanos y movilidad de las personas
Presentación: "Derechos Humanos, refugio y asilo"
1. Relación entre el Derecho Internacional de los Refugiados y el Derechos
Internacional de los Derechos Humanos
2. Refugiados y Migración Internacional
3. Control migratorio y protección de refugiados
4. Lecciones aprendidas y recomendaciones finales
Es un honor y un real privilegio poder dirigirme a tan selecta audiencia con ocasión de
la Conferencia Hemisférica sobre Migración Internacional: Derechos Humanos y Trata
de Personas en las Américas.
La problemática de los refugiados requiere un análisis adaptado a un mundo en
constante mutación. Debe ser analizada en el contexto de un mundo globalizado, el cual
como lo manifestara ya el Alto Comisionado Ruud Lubbers tiene dos fases: Por un
lado, los bienes y el capital circulan alrededor del globo con gran facilidad. Por el otro,
la circulación de personas se vuelve más restrictiva, en particular aquella de los estratos
más vulnerables incluyendo los refugiados y solicitantes de asilo. Las Américas no son
la excepción. En efecto, si bien en cierto, nuestra región guarda una larga y generosa
tradición de asilo, también lo es, que existe un creciente interés por parte de los Estados
de adoptar mecanismos de control migratorio, aunado a prácticas restrictivas de asilo y
la implementación de políticas migratorias sin las debidas salvaguardas para las
víctimas de la persecución.
Superadas las graves crisis políticas y humanitarias en las Américas que originaron
afluencias masivas de solicitantes de asilo y refugiados, lamentablemente todavía
subsisten en la región, algunas situaciones que generan el desplazamiento forzado de
personas. Igualmente, debemos reconocer que tanto los métodos como los agentes de
persecución han variado, pero aún existen víctimas que requieren y merecen protección
internacional en el continente. Por otro lado, en un mundo globalizado se presume que
los extranjeros solicitantes de asilo y refugiados que ingresan al territorio nacional son
migrantes, hasta tanto no prueben lo contrario. En efecto, los refugiados comparten con
los migrantes su desplazamiento, las vías de acceso, y en muchos casos, son víctimas de
las mismas redes de traficantes y ven vulnerados sus derechos fundamentales. No
obstante lo anterior, en el caso de los refugiados hablamos de víctimas de una migración
forzada para salvaguardar la vida, la seguridad o la libertad ante una situación de
persecución, conflicto armado, y violaciones masivas de derechos humanos.
Dentro de este contexto, es necesario establecer el vínculo existente entre la migración y
la protección internacional de refugiados, y la debida relación que existe entre la
adopción de políticas migratarios, como derecho soberano de los Estados, y los
estándares de derechos humanos.
En este sentido, permitanme referirme brevemente a la complementariedad existente
entre las distintas ramas del Derecho Internacional.
1. Relación entre el Derecho Internacional de los Refugiados y el Derechos
Internacional de los Derechos Humanos
Renombrados pensadores y doctrinarios del Derecho Internacional, entre ellos el
distinguido Profesor Cançado Trindade, han desarrollado y vienen sosteniendo, con
argumentos cada vez más sólidos, la postura de que la protección internacional de la
persona humana se basa en tres grandes vertientes del derecho internacional, a saber: el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos, el Derecho Humanitario y el
Derechos Internacional de los Refugiados.
Según esta corriente doctrinaria, la compartimentación originaria de estas tres ramas del
Derecho se debió fundamentalmente a cuestiones derivadas de su origen histórico. En el
contexto actual, y en particular en los últimos 10 años, la convergencia de estas tres
vertientes se manifiesta de un modo inequívoco, sin que esto equivalga a sostener una
uniformidad total en los planos sustantivos o procesales. Esto lleva indudablemente a
admitir la existencia de una inevitable interacción normativa entre las tres vertientes,
cada una de ellas con medios específicos y diferenciados en lo relacionado a su
implementación, supervisión o control.
Es este concepto de complementariedad entre estas tres vertientes de la protección
internacional de los derechos humanos que deseamos destacar, y que será el norte de
esta presentación.
Con esta breve pero necesaria introducción sobre la necesidad de un enfoque global
sobre la protección internacional de los derechos humanos, nos referiremos ahora a la
relevancia del Derecho Internacional de los Refugiados en este contexto.
Como se desprende de lo anterior, es claro que el Derecho Internacional de los
Refugiados no puede concebirse fuera del marco del Derecho Internacional de los
Derechos Humanos. Es en la violación de los derechos humanos donde radica la causa
fundamental por la que los refugiados se ven obligados a abandonar su país de origen y
solicitar asilo. Es también el principal obstáculo para asegurar un retorno seguro y digno
a dichos países.
Cuando las personas abandonan sus hogares para escapar de persecución o conflicto
armado, es a causa de la violación de los derechos fundamentales, tales como el derecho
a la vida, la libertad y seguridad, el derecho a la libertad de expresión, el derecho a no
ser sometido a tortura o tratos crueles, inhumanos, o degradantes, el derecho a la
privacidad y la vida familiar, el derecho a la libertad de movimiento y residencia, y el
derecho a no ser sometido a exilio arbitrario, por mencionar sólo algunos. Por
consiguiente, el respeto y vigencia de los derechos humanos en los países de origen es
la mejor manera de prevenir los movimientos forzados de personas.
El respeto a los derechos fundamentales es crucial para garantizar la admisión y la
protección eficaz de los refugiados en los países de asilo. Por otro lado, el mejoramiento
en la observancia de los derechos humanos en los países de origen es esencial para el
retorno de los mismos en condiciones de seguridad y dignidad.
Es en el Artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos que
encontramos el primer sustento normativo de la institución del asilo, concepto recogido
en la Convención de Ginebra de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados y en su
Protocolo de 1967. Esta noción de que en caso de persecución, toda persona tiene
derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país, ha sido también acogida en
instrumentos posteriores de derechos humanos. Entre ellos cabe mencionar, por su
relevancia en el contexto Americano, a la Declaración Americana de Derechos
Humanos de 1948 en su artículo 27 y la Convención Americana sobre Derechos
Humanos de 1969 en su artículo 22 (7) que aluden expresamente al derecho de buscar y
recibir asilo en caso de persecución.
Pero no son estas las únicas normas aplicables a la protección internacional de los
refugiados. Aparte de las normas específicas sobre asilo, todos los instrumentos
generales de derechos humanos y el derecho humanitario son aplicables para la
protección de los refugiados reconocidos y solicitantes de asilo, siguiendo la noción de
la complementariedad de estas distintas vertientes. Estos instrumentos garantizan los
derechos humanos básicos de todos los seres humanos sin distinción alguna, nacionales
y extranjeros.
Así, a los solicitantes de asilo y refugiados les asisten los derechos fundamentales
consagrados en los distintos instrumentos internacionales de derechos humanos, tanto
universales como regionales, además de los contemplados específicamente en la
Convención de 1951 y su Protocolo de 1967. El principio de no devolución es la piedra
angular de la protección internacional de refugiados, principio que está estrechamente
vinculado con el goce de una serie de derechos civiles, políticos, económicos, sociales y
culturales.
En América Latina, la Declaración de Cartagena sobre los Refugiados de 1984 enmarcó,
como se sabe, la protección de los refugiados en el universo conceptual de los derechos
humanos. La Declaración de Cartagena estableció un vínculo clarísimo entre el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional de Refugiados. Una
década después, la Declaración de San José sobre los Refugiados y Personas
Desplazadas de 1994 profundizó esas relaciones, dando énfasis a cuestiones actuales de
protección como el desplazamiento forzado y el derecho al asilo en su dimensión más
amplia.
La Conferencia internacional sobre Refugiados Centroamericanos (CIREFCA) elaboró
a su vez, en 1989 un documento titulado “Principios y Criterios para la Protección y
Asistencia de los Refugiados, Repatriados y Desplazados Centroamericanos en América
Latina” que reproduce en forma clara los conceptos de complementariedad de las
distintas vertientes del Derecho Internacional para la protección de la persona humana.
Reconoce que existe una relación estrecha y múltiple entre la observancia de las normas
relativas a los derechos humanos, los movimientos de refugiados y los problemas de
protección. Las violaciones graves de derechos humanos provocan movimientos de
refugiados, algunas veces en escala masiva, y dificultan el logro de soluciones duraderas
para estas personas. Destaca finalmente, que los principios y prácticas relativas a los
derechos humanos proporcionan reglas a los Estados y a los organismos internacionales
para el tratamiento de refugiados, repatriados y personas desplazadas.
Hablamos entonces de derechos humanos en tres aspectos, a saber: nexo causal, sujetos
y soluciones. Por un lado porque los refugiados no son sólo migrantes que llegan a un
país distinto del propio, sino porque justamente se trata de personas que han visto
obligadas a salir de sus países en razón de violaciones a sus derechos fundamentales. Se
trata de personas que gozan igualmente de derechos fundamentales, independientemente
de su condición jurídica como extranjeros, solicitantes de asilo y refugiados. Por otra
parte, son precisamente dichas violaciones de derechos humanos las que obstaculizan su
retorno, y por ende, la búsqueda de soluciones.
Esta es la idea que debe prevalecer en cualquier discusión sobre política migratoria que
involucre directa o indirectamente a individuos en busca de protección internacional. No
se está exigiendo la extrapolación de principios o conceptos desconocidos al mundo de
las migraciones sino pura y llanamente el cumplimiento de las obligaciones contraídas
por los Estados en los instrumentos internacionales de Derechos Humanos.
Al respecto, resulta relevante indicar que los órganos de supervisión de derechos
humanos del Sistema Interamericano han reiterado el derecho soberano que asiste a los
Estados de adoptar políticas migratorias, pero igualmente han subrayado que este
derecho soberano debe respetar los límites establecidos por los instrumentos de
derechos humanos (i.e. resolución sobre medidas provisionales otorgadas por la Corte
Interamericana en Agosto de 2000 contra República Dominicana). Es claro que la
Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados y su Protocolo de 1967 como
instrumentos de derechos humanos son parte de esos límites.
2- Refugiados y Migración Internacional
Hasta los años 90’, el ACNUR rara vez hacía referencia al tema de las migraciones
internacionales en sus presentaciones públicas o documentos oficiales. En efecto, la
organización realizaba un esfuerzo consciente por mantener una clara distinción entre
los refugiados y otros tipos de migrantes como forma de subrayar la condición y las
necesidades específicas de protección de sus beneficiarios.
Sin embargo, el ACNUR debió reconocer que es cada vez mayor el número de personas
que se desplazan, no sólo entre países sino entre diversas regiones e incluso continentes,
llevados por un muy variado número de factores, la mayoría relacionados con el proceso
de globalización internacional.
En este sentido, según los datos del ACNUR, dentro de la cifra de cerca de 150 millones
de personas migrantes en el año 2000, se estimó que 14.7 millones fueron solicitantes
de asilo y refugiados.
La mayor parte de esta migración se caracteriza por no tener necesidades específicas de
protección, o por no estar relacionada con factores que impliquen cuestiones de
violación de los derechos humanos, y por ende, queda fuera del mandato del ACNUR.
Sin embargo, los Estados generalmente reconocen el valor de este tipo de migración
internacional, sea turística, laboral, de negocios o estudiantil, en la medida en que se
realice de forma regulada y predecible.
Las particulares características de los flujos migratorios actuales de naturaleza mixta
hacen cada vez más difícil poder distinguir entre refugiados y otros migrantes, lo cual
ha contribuido en cierta medida a dificultar la identificación y protección de aquellas
personas que sufren persecución, y por ello, requieren y merecen protección
internacional. Esto acarrea consecuencias tales como la existencia de una tendencia cada
vez mayor a considerar a los solicitantes de asilo como migrantes mientras no prueben
lo contrario, a quienes se aplican normas migratorias, sin tener en cuenta sus
necesidades específicas de protección, y los límites establecidos por los instrumentos
internacionales.
Señoras y señores,
Como consecuencia de los ataques del 11 de septiembre de 2001, las políticas
migratorias a nivel internacional y regional, se han impregnado de mayores
consideraciones en materia de seguridad. La Oficina del ACNUR, respalda todos los
esfuerzos ya sean multilaterales o regionales dirigidos a eliminar y combatir, de manera
efectiva, el terrorismo internacional. Sin embargo, en este proceso se debe garantizar un
equilibrio adecuado entre las necesidades legítimas de los Estados y la protección de los
derechos humanos de los individuos, en particular el derecho fundamental de toda persona
de solicitar asilo, previsto en el artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos, y en la Convención de la ONU de 1951 sobre los Refugiados. Esta
Convención, que constituye la piedra angular de la protección de los refugiados, ha sido
ratificada actualmente ratificada por 143 Estados, entre ellos todos los países
latinoamericanos (salvo un caso: Cuba).
Vale mencionar que los instrumentos internacionales en materia de refugiados no ofrecen
protección a terroristas ni los protegen del enjuiciamiento penal. Por el contrario, hacen
posible y necesario revelar la identidad de las personas involucradas en actos de
terrorismo, prevén su exclusión de la condición de refugiado y no los protegen contra
enjuiciamiento penal ni la expulsión.
La preocupación del ACNUR incluye entonces dos aspectos: 1) que el solicitante de asilo
bona fide sea convertido una vez más en víctima como producto del prejuicio público y las
medidas administrativas o legislativas indebidamente restrictivas, y 2) que las normas de
protección a los refugiados que han sido cuidadosamente cimentadas, se desgasten
vulnerando así los principios básicos de protección de refugiados, en particular el principio
de no-devolución. La obligación de los Estados de no expulsar, repatriar o devolver a los
refugiados a territorios en los que su vida o su libertad corren peligro, es un principio
básico de protección consagrado en la Convención de 1951 (art. 33) que no admite reserva
y se ha convertido en norma del derecho consuetudinario internacional e incluye a los
solicitantes de asilo cuya situación todavía no se haya determinado.
La Resolución N° 1373 del Consejo de Seguridad del 28 de septiembre de 2001, insta a los
Estados a trabajar en conjunto para suprimir y prevenir los actos terroristas, de
conformidad con las disposiciones del derecho internacional. Esto es consistente con la
Convención de 1951 que específicamente excluye a las personas que hayan cometido
serios delitos no políticos. A su vez, la Resolución no debe ser interpretada y utilizada de
manera equivocada, para privar a los inocentes de sus derechos básicos.
Cualquier discusión sobre modificaciones a políticas migratorias, debe minimizar el
impacto negativo que puedan tener sobre los solicitantes de asilo de buena fe. Esto debería
adquirir relevancia para todos los estados partes de la Convención de 1951 y su Protocolo
de 1967. Su adhesión a la guerra global contra el terrorismo debe evitar el debilitamiento
de los estándares de protección a los refugiados, cuidadosamente construidos a lo largo de
los últimos 50 años. Todos debemos ser parte de un esfuerzo consolidado para asegurar
que los refugiados, quienes ya han sido perseguidos anteriormente, no vuelvan a ser
victimizados.
Señoras y Señores,
Ante el incremento de movimientos migratorios irregulares, los Estados han procurado
incorporar gradualmente distintos tipos de barreras migratorias y otras medidas de
control más estrictas tendientes a disuadir u obstruir la posibilidad de solicitar asilo
(requisito de visado, sanciones a las compañías aéreas, detención administrativa,
interceptación en alta mar, etc.). Sin embargo, estas medidas sólo han conseguido con
limitado éxito sus objetivos, fomentando en muchos casos el tráfico de migrantes. Esta
situación se ha visto agravada por la creciente incapacidad de los Estados – incluso
aquellos más prósperos – de establecer procedimientos justos, expeditos, efectivos y
eficientes para la determinación de la condición de refugiado
Estos mecanismos no han sido diseñados para distinguir efectivamente a las personas
con necesidades genuinas de protección internacional, de aquellas que no la requieren y
por ello, limitando el acceso a la protección de quienes requieren protección
internacional, poniéndoles en riesgo, y en muchos casos, pretendiendo aplicar criterios
eminentemente migratorios en contraposición a las normas y principios del Derecho
Internacional de Refugiados (i.e. no sanción por ingreso ilegal, detención administrativa
de solicitantes de asilo y refugiados, etc.). De esta forma, la definición de políticas
migratorias más restrictivas y las deficiencias en los procesos de control migratorio,
impactan negativamente sobre la eficiencia de los sistemas de asilo, y
consecuentemente, sobre la protección de aquellas personas necesitadas de protección.
Este tipo de medidas en muchos casos no hace más que fomentar prácticas de tráfico de
migrantes que se tornan cada vez más sofisticadas y que ponen en riesgo a los genuinos
solicitantes de asilo y la naturaleza misma de la institución de asilo: brindar protección
al perseguido.
Es así, que en los últimos tiempos, el ACNUR ha prestado especial atención a las
medidas adoptadas para combatir el tráfico de migrantes, y la trata de personas,
entendiendo que en la lucha contra estos delitos, se debe tener muy en cuenta la
repercusión que ello puede acarrear a las personas que requieren protección
internacional, y que se han convertido en víctimas involuntarias de estas prácticas.
Cualesquiera sean los mecanismos implementados en el diseño de las políticas
migratorias, éstos deben contemplar los límites establecidos por los instrumentos
internacionales de derechos humanos y, en particular, garantizar el derecho a buscar y
recibir asilo, y por ende, han de contemplar salvaguardas específicas para aquellas
personas que requieren protección internacional.
Dentro del macrocosmos de la migración mundial y sus diferentes facetas, el desafío del
ACNUR continúa siendo preservar la institución del Asilo, asegurando que la
protección internacional sea efectivamente otorgada a aquellas personas que la
requieren y la merecen.
La armonización regional de las políticas, prácticas y procedimientos para el
reconocimiento de la condición de refugiado tiene un rol importante en lo relacionado
con el enfoque que se dé a la temática de las migraciones y el asilo.
El ACNUR recomienda que dichas políticas se construyan sobre la base de los
instrumentos internacionales (universales y regionales) en la materia y que se utilicen
las normas y estándares de derechos humanos para complementar la protección de
solicitantes de asilo y refugiados.
En cuanto a los procedimientos formales establecidos por los Estados para la
determinación de la condición de refugiado, éstos deben ser justos y eficientes, con los
criterios básicos establecidos en la Conclusión VIII del Comité Ejecutivo del Programa
del ACNUR, y deben transformarse en herramientas efectivas para encontrar un
equilibrio entre las necesidades de protección de los solicitantes de asilo y refugiados y
el legítimo interés de los Estados de prevenir que sus procedimientos de asilo sean
utilizados en forma indebida o abusiva, como un medio o canal alternativo para
conseguir la residencia en sus territorios por personas que de otro modo no podrían
obtenerla y que carecen de una genuina necesidad de protección.
En este sentido, resulta de particular importancia la aplicación de los artículos 1 y 2 de
la Convención Americana de Derechos Humanos, leídos en conjunto con los artículos 8
y 25 de dicha Convención. En efecto, los órganos de protección de derechos humanos
del Sistema Interamericano han establecido que las garantías legales o judiciales
establecidas en la Convención Americana igualmente son aplicables a los
procedimientos administrativos para la determinación y el ejercicio efectivo de derechos
(i.e. caso Baena contra Panamá) y en ende, resultan aplicables igualmente al derecho de
solicitar y recibir asilo.
Desgraciadamente, muchos Estados han comenzado a recurrir al establecimiento de los
denominados procedimientos especiales para tratar de forma simplificada las numerosas
peticiones de asilo que consideran como manifiestamente infundadas o claramente
abusivas, no siempre con la reserva de proveer un nivel básico de garantías procesales
para asegurar el respeto estándares establecidos en los instrumentos internacionales en
la materia.
En igual sentido, también se ha notado el incremento en la práctica de los Estados de
aplicr las denominadas “formas complementarias de protección” como forma
alternativas a la concesión de protección bajo los estándares de la Convención de1951.
Esto, bajo la forma de “estatuto humanitario”, “protección subsidiaria”, “estatutos
alternativos” o “permisos especiales de residencia”. ACNUR reconoce el valor de este
tipo de normas en la medida que sean complementarias al sistema de protección
internacional de los refugiados, y no sean usadas para substituir o bajar los estándares
contemplados en la Convención de 1951 y su Protocolo de 1967.
Se recomienda a los Estados, contar con procedimientos eficientes para tratar aquellas
solicitudes rechazadas, así como lo relacionado al retorno de dichas personas a sus
países de origen.
El ACNUR fomenta en este sentido la cooperación entre los países de asilo y los de
origen para facilitar los procedimientos de repatriación y paliar la carga del país de
asilo. Lamentablemente la imposibilidad de alcanzar estos objetivos repercute en forma
negativa sobre la credibilidad y propósitos de los mecanismos nacionales de asilo.
El ACNUR considera que muchas de las dificultades que enfrenta actualmente la
institución del asilo se deben en gran medida a la falta de información y al recelo que
entraña en los Estados la falta de una clara distinción entre refugiados, solicitantes de
asilo, y migrantes legales e ilegales, tanto por parte del público en general, como por
las mismas autoridades. Una mejor diseminación de materiales de información pública a
través del ACNUR y sus aliados pueden ser un instrumento importante para alcanzar
este objetivo.
3. Control migratorio y protección de refugiados
Como se desprende de lo anteriormente expuesto, la migración irregular se ha
constituido en los últimos años como unos de los mayores desafíos para los Estados en
gran parte del mundo lo que ha sembrado preocupación entre los gobiernos sobre las
posibilidades de ejercer efectivamente el control de sus fronteras y ha renovado
esfuerzos por combatir las redes de trafico de personas. Las Américas no ha sido la
excepción. En efecto, el ACNUR da seguimiento y asiste como observador tanto a las
reuniones de la Conferencia Regional de Migración denominada Proceso Puebla que
aglutina a los países de Norteamérica, Centroamérica y Panamá, como a las reuniones
regionales que en materia de migración vienen realizando los países de América del Sur.
Sin embargo, el ACNUR hace un llamado a los Estados para que este énfasis en el
control migratorio se dé dentro de un marco de respeto de los compromisos
internacionales de derechos humanos, con las debidas garantías para la identificación,
tratamiento y protección de solicitantes de asilo y refugiados.
El ACNUR comparte el interés y preocupación de los Estados en combatir el tráfico y
trata de personas a través de la cooperación bilateral y multilateral entre los Estados. Sin
embargo, es necesario distinguir las medidas que tienen por objeto combatir dicho
tráfico y la trata de personas, a través de la cooperación internacional, de aquellas
buscar disuadir a los solicitantes de asilo y refugiados de buscar protección en un
territorio, a través de la interceptación de personas fuera del territorio con el objeto de
prevenir o interrumpir el desplazamiento de personas que no cuentan con la debida
documentación, o el creciente uso de la detención administrativa en los países de asilo.
Con relación a las medidas de cooperación internacional para combatir el tráfico de
personas, en el año 2000 y en el marco de las Naciones Unidas se firmaron dos
Protocolos a la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada
Transnacional. Dichos protocolos referidos a: 1)Tráfico de migrantes por tierra, mar y
aire y 2) Prevención, Supresión y Penalización del Tráfico de Personas, especialmente
de Mujeres y Niños, aunque todavía no han entrado en vigor, han generado un interés
especial y una serie de iniciativas en el ámbito regional para regular la temática.
Estas iniciativas han tenido repercusión en el ámbito del MERCOSUR. En junio del
2001 se firmó la llamada “Declaración de Asunción sobre Tráfico de Personas y Tráfico
Ilícito de Migrantes” adoptada por el Grupo de Ministros del Interior del MERCOSUR
que declara, entre otros:
•
La condena a la figura del tráfico de personas y tráfico de migrantes
•
La voluntad de garantizar el pleno respeto de los derechos humanos de los
migrantes y sus familias
•
El compromiso de adoptar medidas legislativas necesarias para tipificar el tráfico de
personas y el tráfico de migrantes, así como las actividades ilícitas que se cometan
con el fin de posibilitarlo o facilitarlo
•
El propósito de establecer mecanismos de cooperación regional en materia de
asistencia técnica y capacitación para la investigación y detección de
organizaciones dedicadas al tráfico de personas y al tráfico de migrantes
•
La decisión de coordinar mecanismos para la detección de documentos falsificados
•
El empeño en promover el intercambio de información y la cooperación orientada a
la asistencia técnica y capacitación de recursos humanos para el tratamiento de las
víctimas del tráfico de personas y del tráfico de migrantes especialmente cuando se
trate de mujeres y niños
•
La disposición a adoptar medidas efectivas para impedir que sus países sean
utilizados como rutas de tráfico de personas y migrantes hacia otros Estados,
especialmente MERCOSUR, Bolivia y Chile
Esta primera Declaración en el marco de trabajo del MERCOSUR generó a posteriori la
redacción de un Acuerdo Regional contra el tráfico ilícito de Migrantes.
El ACNUR ha insistido que cualquier regulación tendiente a sancionar estos delitos
debe salvaguardar de manera expresa los derechos de las personas y las
responsabilidades asumidas por los Estados con arreglo al derecho internacional, en
especial la Convención de 1951 y el Protocolo de 1967.
Dichas salvaguardas han sido previstas en los dos Protocolos de las Naciones Unidas, y
han sido también recogidos en el Acuerdo Regional firmado en el ámbito del
MERCOSUR. El ACNUR ha celebrado la inclusión en estos instrumentos de este tipo
de cláusulas de salvaguardia diseñadas para garantizar los derechos de los solicitantes
de asilo y refugiados bajo la Convención de 1951 y el Protocolo de 1967, en particular
con relación al principio de no devolución y la adopción de disposiciones específicas
para la protección de migrantes que hayan sido víctimas de redes de tráfico ilegal, en
particular mujeres y niños.
Sin embargo, el ACNUR ha manifestado su preocupación respecto a algunas
disposiciones que pueden afectar a los solicitantes de asilo cuando se convierten en
víctimas de tráfico. Al respecto, la práctica de interceptar embarcaciones en aguas
internacionales, la obligación de reforzar los controles en las fronteras y de adoptar
sanciones aplicables a los transportistas, o el compromiso a aceptar el retorno de
migrantes que han llegado a través de una red de tráfico, puede afectar de hecho a
aquellos que buscan y necesitan protección internacional.
Es de especial interés para el ACNUR que los Estados, al adoptar disposiciones internas
de aplicación, o acuerdos bilaterales o regionales, aseguren el establecimiento de
garantías mínimas para resguardar el derecho al asilo y la efectiva protección
internacional contra la persecución.
4- Lecciones aprendidas y recomendaciones finales
Se considera entonces esencial que los Estados, en ejercicio de su derecho soberano,
cuenten con múltiples herramientas para tratar con los complejos flujos de migrantes,
para evitar –entre otros- el abuso de los procedimientos nacionales de asilo y que los
mismos sean utilizados por aquellas personas que no requieran protección internacional,
lo cual contribuye al debilitamiento de la credibilidad del sistema en su conjunto.
El ACNUR recomienda fortalecer los mecanismos de protección nacionales en la
materia por medio de la efectiva aplicación de la Convención, y el uso de los
instrumentos regionales para brindar protección a quienes la requieren y la merecen por
medio de:
•
Una aplicación coherente y consistente de la definición de refugiado propuesta
por la Declaración de Cartagena de 1984.
•
En aquellos países que no han incorporado la definición de refugiado de
Cartagena en su legislación o que no la aplican en la práctica, se recomienda que
se brinde protección a quienes la requieren y merecen, a través de formas
complementarias de protección, en particular par quienes escapan de situación
de violencia generalizada, conflicto armado o violación masiva de los derechos
humanos, y no estén dentro de los motivos establecidos en la Convención de
1951 y su Protocolo de 1967.
•
La adopción de procedimientos justos y eficientes de determinación que
minimicen los efectos negativos de los controles migratorios cada vez más
restrictivos que están siendo aplicados, de conformidad con los estándares
internacionales y regionales en materia de refugiados y derechos humanos.
•
El establecimiento de procedimientos regionales comunes y armonizados que
ayuden a los Estados a lograr un debido balance entre las necesidades legítimas
de quienes requieren protección, y el rechazo de las peticiones de aquellas
personas que no la merezcan.
Si bien el rol que el ACNUR puede jugar en la reducción de las causas de las
migraciones irregulares es limitado, no lo es en cuanto a prevenir desplazamientos
originados a causa de violaciones a los derechos humanos, a través de acciones
concretas como:
•
Abogar por la desaparición de las causas que originaron los desplazamientos
forzados.
•
Estimular las acciones de alerta temprana y respuesta a situaciones de emergencia
generadoras de refugiados.
•
Canalizar la asistencia humanitaria internacional para reducir las causas de las crisis
de refugiados.
•
Estimular la repatriación segura y ordenada en seguimiento de los procesos de paz y
reconciliación en los países de origen.
El ACNUR reitera una vez más su disposición e interés en cooperar con los Estados para
encontrar soluciones a la problemática que enfrentan en el tema del asilo, y en la
problemática de los refugiados, en general. El nexo entre asilo, refugiados y paz no debe
ser desestimado. Al garantizar un acceso justo a los procedimientos de asilo, al garantizar
una vida digna y el acceso a los derechos básicos de la persona, estamos poniendo todos,
nuestro grano arena en la construcción de la paz y la seguridad regionales
Quizás en el momento por el que atraviesa el mundo, estas palabras suenan llenas de
utopía. Mas quizás sería oportuno recordar a Eduardo Galeano, el gran poeta uruguayo
que hablando sobre la utopía nos dice:
"Ella está en el horizonte: me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos,
camino 10 pasos y ella se aleja 10 pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar".
Nuestra propuesta es: Caminemos juntos y como dice Machado, hagamos el camino al
andar.
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