NUEVAS POSIBILIDADES COMUNICATIVAS, NUEVAS

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NUEVAS POSIBILIDADES COMUNICATIVAS, NUEVAS RELACIONES CON EL
MUNDO, NUEVAS HERRAMIENTAS DE TRANSFORMACIÓN
El fondo, una vez más, es el poder que nos da la red para crear (y demoler) mitos, para
ganar el futuro contando historias. Porque la revolución, las nuevas libertades, son un
cuento, un hermoso cuento de futuro que se hace realidad cuando nos lo creemos, lo
compartimos y empezamos a vivir, hoy ya, en él. (Ugarte, 2005).
Crear, demoler, ganar el futuro… solo algunas pocas de las miles de acciones que se nos
han puesto a disposición gracias al crecimiento de las redes sociales y a su carácter
comunicativo libre, individual, participativo y viral. Ese tono optimista y elevado que
caracteriza la descripción de Ugarte sobre la nueva forma de hacer realidad las
revoluciones a través de las redes sociales, es una manifestación muy notable de la
sensación de poder que hemos empezado a adquirir al entrar en ese mundo virtual donde
todos podemos ser creadores y espectadores al mismo tiempo, donde somos escuchados
y vemos, como nunca antes, que tenemos la capacidad de emprender movimientos y
hacer aportes significativos en procesos de transformación social.
Y, aunque ese es un fenómeno que cobra cada vez más fuerza alrededor del planeta, no
es el único modo en que la internet, el auge de las redes sociales y la conectividad
ilimitada que esta tecnología posibilita han venido transformando el mundo en la última
década. Si bien el “ciberactivismo”, esa génesis de grandes movimientos políticos y
sociales en las redes, es un fenómeno de gran importancia en el panorama mundial
actual, también es cierto que la influencia de las redes sociales electrónicas es hoy visible
hasta en nuestros espacios, acciones y rutinas cotidianas. El acceso a la internet y el
crecimiento de las redes han cambiado de manera irreversible nuestra forma de
comunicarnos y los modos en que nos relacionamos con las demás personas e incluso
con otros lugares del mundo.
Hace quince años aún nos movíamos, nos conectábamos y nos manteníamos informados
apelando a los mismos recursos que habían estado vigentes por varias décadas: el
telégrafo, el correo físico tradicional, el teléfono, los medios masivos de comunicación.
Establecer contacto con personas en la distancia era una tarea demorada o bien,
excesivamente costosa. La sensación de distancia se acentuaba mientras esperábamos
días o tal vez semanas para tener noticias de alguien que se encontraba lejos y a quien
intentábamos contactar por medio del correo tradicional; los telegramas eran casi
mensajes en clave que se limitaban a transmitir lo estrictamente necesario y que impedían
por completo la expresividad; las noticias nos llegaban a través de la televisión, la radio o
la prensa y con frecuencia, el medio televisivo era esa vía principal por la que podíamos
saber algo más acerca de otros lugares del mundo.
Las nuevas tecnologías en telecomunicaciones que se han implementado de manera
especial en los últimos quince años han hecho posible que algunos de estos medios
desaparezcan y que la comunicación y la información tengan hoy plataformas sólidas que
permitan aumentar miles de veces la velocidad de conexión y transmisión de datos.
Ahora, la comunicación instantánea es una posibilidad tan absolutamente normal como lo
es abrir la llave y recoger un vaso de agua u oprimir el interruptor y tener la luz encendida
al instante.
Esas fueron las primeras grandes transformaciones del mundo que se dieron gracias a la
internet y a las nuevas tecnologías en telecomunicaciones. Transformaciones que, sin
duda, han representado un cambio radical en la manera de comunicarnos. No obstante, el
impacto de las redes sociales es un hecho que supera el ámbito puramente comunicativo
(en el sentido básico de enviar y recibir mensajes) y que viene a transformar las
dinámicas de la vida diaria, las relaciones socio-políticas y la manera como nos ubicamos
y nos vemos los seres humanos frente al mundo.
Las redes sociales electrónicas han dado un carácter totalmente nuevo al hecho de
vernos y ver a otros, de reconocernos y construir una identidad, de expresarnos y hablar
de lo que somos y lo que nos gusta, de participar en procesos y decisiones socialmente
importantes, de conectarnos con personas que se encuentran en otros lugares.
Las redes sociales han llegado a convertirse en ese “otro mundo” en el que podemos
“vivir” de vez en cuando, en el que podemos hacernos ver, “visitar” a otros y saber un
poco más de su vida, “hacernos amigos” o “seguidores” de personas que nunca en la vida
hemos visto cara a cara, y opinar sobre temas diversos. En el caso de Colombia, el
impacto más grande lo han tenido Facebook y Twitter. El primero tiene un carácter más
de red social que se presenta como ese “mundo” en el que personas, organizaciones,
productos y movimientos cuentan todo lo que les interesa de sí mismos por medio de
fotos, videos, mensajes y otro tipo de aplicaciones. Twitter, por su parte, tiene un carácter
más informativo y concentra su atención en lo que se escribe, y, aunque también ofrece
aplicaciones para fotos y videos y posibilidad de vincular contenidos externos, se centra
más en la información que se transmite por medio de textos.
En el caso de Facebook, es ciertamente impresionante la forma como esta red se ha
masificado y la enorme cantidad de personas que día a día se unen a ella. Pero no sólo
es cuestión de números. En realidad, la influencia de Facebook debe medirse en su
capacidad de transformar las relaciones entre las personas, así como el hecho de
haberse convertido en un nuevo medio por el cual ellas construyen su identidad. Esta red
es ante todo una “tribuna para hacerse ver”, para hablar de sí mismo, para mostrar la
mejor cara y para adquirir poder simbólico con base en los comentarios y acciones que
generan las publicaciones que cada quien hace en su perfil. Facebook es un entorno muy
visual que ofrece muchas posibilidades para mostrar lo que se hace o se piensa, así como
maneras interesantes de estar en contacto con otros. Es ese nuevo lugar virtual en el que
las personas interactúan y en el que se satisface la humana necesidad de ganar poder,
reconocimiento e importancia. Esa puesta a prueba de nuestra seguridad personal que
antes debíamos hacer en espacios físicos como el colegio, la universidad, el barrio o el
trabajo, hoy se lleva a cabo en una medida muy grande al interior de esta red social. De
ahí que tantos adolescentes quieran estar ahí y ganar popularidad a través de sus
publicaciones.
Con respecto a Twitter, el asunto es un poco diferente. Como se mencionó anteriormente,
éste es un medio que privilegia la comunicación escrita y que, si bien ha posibilitado la
interacción entre las personas y la exposición de inquietudes personales, su gran aporte
transformador se encuentra más a nivel de la información. Aunque frecuentemente
hablamos de Twitter como una red social, en realidad este es un sitio que fue concebido
con el propósito de hacer microblogging, es decir, un lugar en el que cada cual puede
hacer pequeñas publicaciones hablando del tema que desee. No obstante, su limitación
en la extensión de los textos publicados (140 caracteres) hace necesario que se piense
un poco mejor en lo que se va a decir. Este medio ha revolucionado la manera de
informar, ya que hace posible que, desde personas no profesionales con deseos de
hablar de algún tema, hasta grandes medios de comunicación, pasando por toda clase de
empresas y entidades, tengan una participación en asuntos de interés general y opinen
acerca de tópicos de actualidad.
Dada la gran cantidad de personas, medios y entidades que se encuentran en Twitter, en
este sitio se produce mucha información en muy poco tiempo y por eso viene a ser como
ese “boletín virtual de noticias” por medio del cual, en cuestión de segundos se puede
estar informado de una multiplicidad de temas. Aquí, el hecho de profundizar en una u
otra información es más un asunto de preferencia de quien lee las publicaciones y decide
hacer clic para consultar algún tema en particular.
A pesar de las diferencias que existen entre Facebook y Twitter, estas dos redes sociales
tienen puntos en común y han hecho un inmenso aporte a las posibilidades de
transformación de la realidad socio-política mundial. El principal de ellos es, sin duda, lo
que Ugarte llama «ciberactivismo»: “Podríamos definir «ciberactivismo» como toda
estrategia que persigue el cambio de la agenda pública, la inclusión de un nuevo tema en
el orden del día de la gran discusión social, mediante la difusión de un determinado
mensaje y su propagación a través del «boca a boca» multiplicado por los medios de
comunicación y publicación electrónica personal.” (Ugarte, 2005).
Facebook y Twitter (y otras redes sociales en otros países) han hecho posible el
planteamiento de temas trascendentales, ya sea en el orden mundial o a nivel local, y la
creación de grupos, comunidades y movimientos que se congregan en torno a causas
comunes, casi siempre de tipo social y político. Muchos de esos grupos se han convertido
en inmensas muchedumbres que han conducido revoluciones con alcances
internacionales, por la cuales se ha llegado incluso a derrocar dictaduras. Las
«ciberturbas», como lo llama Ugarte, nacen y crecen en las redes sociales a una
velocidad impresionante, de la misma forma que se propagan los virus. Ese carácter
especial que tienen las redes distribuidas, grandes cantidades interconexiones entre
personas que se encuentran al mismo nivel, es un factor que hace posible esa viralidad
(propagación a alta velocidad), ya que son entornos en los que todos están conectados
con todos, de forma directa o indirecta, y las noticias se expanden fugazmente de boca en
boca, o mejor, de usuario en usuario.
Este modelo de interconexión replantea de manera definitiva el clásico modelo
comunicacional donde un emisor produce un mensaje y se lo hace llegar a una receptor
que, en muchas ocasiones, es pasivo. Con las redes sociales, todos podemos ser
emisores y receptores al mismo tiempo. Es más, podemos decidir qué vemos, qué
aceptamos, que causas apoyamos y también tenemos la posibilidad ilimitada de ser los
creadores de infinidad de mensajes.
Aquí, las nociones de poder, su uso y el acceso a él toman una nueva dimensión. Como
lo expresa Ugarte: “Porque el cambio en la estructura de la información que supondrá
Internet abrirá la puerta a una nueva distribución del poder. Con Internet conectando
millones de pequeños ordenadores jerárquicamente iguales nace la era de las redes
distribuidas, que abre la posibilidad de pasar de un mundo de poder descentralizado a
otro de poder distribuido. El mundo que estamos construyendo.” (Ugarte, 2005).
En Colombia encontramos ejemplos recientes de estas nuevas maneras de participar en
los asuntos de interés público e influir en procesos socio-políticos determinantes. Un caso
notable es, por ejemplo, la última campaña presidencial, en la que las más grandes
corrientes de opinión tuvieron lugar en las redes sociales, y los candidatos y partidos más
opcionados para obtener la Presidencia encontraron el espacio más estratégico para
difundir sus ideas y programas, e incluso para conducir campañas de desprestigio en
contra de sus oponentes. En esa campaña, como en ninguna otra en la historia de
nuestro país, la pasión política llegó a niveles jamás observados y millones de personas
que antes no se involucraban en temas políticos encontraron en las redes ese escenario
de opinión y participación del que antes huían en las calles y en la vida social. Si bien, en
esta campaña las apariciones de los políticos y la publicidad en los medios masivos
tradicionales fueron determinante en los resultados, la influencia de las redes sociales fue
un factor que catapultó como nunca las ideologías y los colores políticos, y condujo al
surgimiento de «ciberturbas» caminando hacia fines comunes.
Estos son hechos que evidencian y refuerzan la idea de que las redes sociales han
transformado nuestra vida y nuestro planeta a escalas impensadas. Desde el nivel más
privado y local hasta el nivel global, éstas han redefinido la comunicación, las relaciones,
los conflictos, las actividades, los planes, la economía, la política, la religión, etc. La vida
del ser humano se encuentra hoy en día frente a un universo de posibilidades de
comunicación y conexión.
Tenemos, como nunca, en nuestras manos el poder para difundir ideas y expresar
opiniones, para explotar nuestra creatividad y desarrollar herramientas que nos ayuden a
optimizar nuestras realidades. Nuestras acciones en las redes, si son estratégicas y bien
conducidas pueden, como dice Ugarte, “modificar los equilibrios internacionales entre
potencias cambiando el mapa del mundo". (Ugarte, 2005).
Transformar nuestra vida personal, transformar nuestro entorno cercano y ser partícipes
en la transformación de nuestro mundo son posibilidades infinitas que hoy están por
completo a nuestro alcance.
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