Excmo. Sr. D. Donald Johnston, Secretario General de la OCDE

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CONFERENCIA DE PRESIDENTES DE COMISIONES DE ASUNTOS
EXTERIORES DE LOS PARLAMENTOS DE LOS ESTADOS MIEMBROS DE
LA UNIÓN EUROPEA Y DEL PARLAMENTO EUROPEO
DÍA 6 DE MARZO DE 2002
DISCURSO DEL SECRETARIO DE LA OCDE, EXCMO. SR. D. DONALD
JOHNSTON
Muchas gracias señora Presidenta, tengo que decirle que la cuestión de la ampliación
me interesa también mucho por múltiples motivos.
Deseo en primer lugar expresar mi satisfacción por encontrarme aquí y tener la ocasión
de reunirme con los presidentes de Comisiones de Asuntos Exteriores de la Unión
Europea, del Parlamento Europeo y también de Canadá, y, por supuesto, con los
numerosos miembros de la OCDE aquí representados. Me gustaría realizar algunas
observaciones generales sobre la OCDE y el trabajo que realiza, y mencionar por qué es
importante para los parlamentarios; luego, si es posible, propongo que se abra un turno
de preguntas. Voy a ser relativamente breve en mis observaciones para permitirnos,
quizá, responder a determinados aspectos relativos a la ampliación, que creo que es un
asunto de gran trascendencia para todos los aquí presentes.
Muchos de ustedes conocen la historia de la OCDE, cómo surgió la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico del organismo que administró el Plan
Marshall en el periodo de la posguerra. En 1960 el Plan Marshall dio por concluida su
labor y los miembros europeos, apoyados por Canadá y Estados Unidos, consideraron
que el trabajo realizado en la administración del Plan Marshall había sido tan importante
en términos de cooperación para el desarrollo económico que la OCDE debía continuar
incorporando miembros. La organización perdió, lógicamente, su papel de entidad
administradora de fondos, pero mantuvo lo que muchos creían su función más
importante, la de creación de instituciones. Y la razón por la que les planteo esto a
ustedes, personas que ostentan puestos de responsabilidad en materia de asuntos
exteriores, es porque sigo creyendo que la OCDE constituye un instrumento muy
importante de política exterior para todos nosotros, y que no se aprecia en su justa
medida debido a que el papel que desempeñamos a veces se percibe como de naturaleza
tecnocrática o estadística. Por ello quiero exponerles algunas de las actividades que
realiza la OCDE de forma que puedan entender la razón por la que me complace tanto
participar en esta conferencia dedicada directamente a asuntos exteriores.
A partir de 1960-61, tras la exitosa fundación de la OCDE, se incorporaron a la
organización otros países que le dieron una dimensión mundial: Japón, Australia, Nueva
Zelanda y, por supuesto, Canadá y Estados Unidos, si bien hasta 1994 la organización
permaneció de hecho con 24 miembros. Desde esa fecha tuvimos el placer de dar la
bienvenida a nuevos miembros, cuatro de los cuales están aquí presentes, pues son
países de la ampliación: Polonia, más recientemente, Eslovaquia, Hungría, y la
República Checa, y también, cómo no, Corea y México. De manera que la OCDE
cuanta ahora con 30 países, y también está presente la Comisión, y supongo que a ojos
de muchos sigue representando a los mejores países del mundo industrializado, lo que
es cierto; pero no es un club de ricos, algo de lo que a veces se le ha tachado. En efecto,
la OCDE cuenta con países que tienen una renta per cápita que va de 4.000-5.000
dólares a 35.000-36.000 dólares estadounidenses. Lo que es importante y que sirve de
elemento de cohesión entre estos países es perseguir objetivos comunes, los principios
de la democracia pluralista, los derechos humanos y la apertura y liberalización de los
mercados. Estos son los aspectos y las misiones fundamentales que la OCDE ha
perseguido durante muchos años.
Me resultaría imposible, por razones de brevedad en la duración de mi intervención,
describirles el trabajo que realiza la organización, que incluye la participación todos los
años en nuestros comités de unos 50.000 delegados de los distintos países, que se
ocupan de todos los aspectos políticos con la excepción del apartado de defensa. Es
interesante que los ministros de Asuntos Exteriores crean que ahora tienen que ver
menos con la OCDE, ya que en ella participan no sólo ministros de Asuntos Exteriores,
sino también ministros de Trabajo, Educación, Sanidad, y Ciencia y Tecnología, y se
tratan no sólo las cuestiones relativas a cambios estructurales sino también cuestiones
macroeconómicas. Pero de hecho, la OCDE está gobernada por un consejo de
embajadores, y ello ha sido así desde sus orígenes como organización para la
cooperación económica europea. De manera que, por decirlo así, los clientes principales
de la OCDE y los responsables de la organización en prácticamente todas las capitales
son, como es natural, los ministerios de Asuntos Exteriores, departamentos con los que
ustedes se encuentran especialmente relacionados.
Deseo ahora realizar unos comentarios generales sobre por qué creo que la OCDE es un
instrumento importante para la política exterior. El Plan Marshall nos enseñó a todos,
creo que para siempre, que la paz y seguridad vienen de la mano de la cooperación
económica y la interdependencia. Parte de la genialidad, por así decirlo, de los
estadistas de aquel periodo, como Jean Monnet y otros, fue básicamente establecer una
fuerte interdependencia europea. Muchos de los aquí presentes no son, quizá, tan
mayores como yo, pero cuando yo tenía 12 o 13 años visité Europa, sólo el Reino Unido
por aquel entonces, y vi la devastación. No había sistemas de pago, la mayoría de las
infraestructuras habían sido destruidas. A veces, hoy en día, reflexiono con ironía sobre
los problemas que se nos presentan actualmente, sobre la privatización de empresas y la
liberalización, que no dudo que sean desafíos importantes, pero pienso en los problemas
a que se enfrentaron los dirigentes del periodo 1945, 1946 y 1947, que hacían que nadie
pudiera imaginar siquiera la Europa de hoy. Son diferentes tipos de milagros. Miro la
Europa actual y les miro a ustedes debatiendo sobre la ampliación de la Unión Europea,
y lo considero en sí mismo un milagro, si uno piensa en los problemas que hubo en
aquel periodo.
¿Pero cómo se resolvieron aquellos problemas? Pues ello se llevó a cabo, en efecto, a
través de la cooperación, la construcción de instituciones y la interdependencia
económica, el establecimiento de sistemas de pago, el establecimiento, como he dicho,
de objetivos comunes y la cooperación y el desarrollo. Esta es la forma en que el
mundo debe progresar en muchos frentes. Y ahora permítanme que les facilite algunos
ejemplos sobre cómo ha contribuido la OCDE a materializar estos esfuerzos.
En primer lugar ya he dicho que la OCDE participa en todos los aspectos de la política
pública, pero ello implica asimismo desarrollo. El Comité de Ayuda al Desarrollo de la
OCDE es el foro donde tiene lugar toda la coordinación efectiva de la ayuda al
desarrollo, que incluye, naturalmente, la participación del Banco Mundial [A propósito,
sé que asiste a esta Conferencia mi amigo Jean-François Richards. Creo que les habló a
ustedes del Banco Mundial.] de la OMC, que asiste a todas nuestras reuniones. Por otra
parte, la OCDE no es una institución, es un proceso, un proceso impulsado por un
comité, que, a su vez, está gestionado por un secretario general, cargo que tengo el
honor de desempeñar. Esto es algo que le diferencia de las restantes instituciones,
porque cuando uno acude a la OCDE se encuentra cara a cara con sus homólogos, por
así decirlo, sus colegas de otras capitales. Pero esta función, que procede del Plan
Marshall, y la creación de una interdependencia, de una cooperación económica y de un
desarrollo es fundamental para apreciar la actuación de la OCDE. El resultado de ello
es la elaboración de directrices, códigos de conducta, y muchas otras cuestiones.
Contamos con unos 175 instrumentos.
Quienes se han incorporado más recientemente a la Organización puede que conozcan
en cierta medida lo que ha constituido efectivamente un capítulo extraordinario de la
Historia: la construcción de Europa, y lo que está ocurriendo en Europa tiene que pasar
en otros lugares del mundo. Por ello la OCDE, además de con sus 30 miembros,
mantiene programas con 70 países no miembros, incluidos todos los presentes en esta
sala. Todos los que he visto que figuran en la lista tienen algún tipo de relación con la
OCDE y, en algunos casos, con programas para países concretos. Hemos elaborado un
programa de país para Rusia, para tratar de ayudar a Rusia a edificar sus instituciones,
crear su sistema tributario, establecer sistemas de apoyo financiero, etcétera, toda la
clase de cosas que constituyen los fundamentos de una economía de mercado abierta y
democrática. He escuchado aquí mencionar a los Balcanes cuando entraba en la sala.
Bien, de nuevo la OCDE está muy involucrada en los Balcanes, el pacto de estabilidad,
en el pacto de inversión, ya que la experiencia extraída del Plan Marshall, la cuestión de
la creación de instituciones como un poderoso instrumento de política pública, de
política exterior, es algo fundamental para la función que desempeña la OCDE.
A mi juicio, en la actualidad es una organización mucho más importante de lo que lo fue
en el pasado debido al fenómeno de la mundialización. En efecto, la globalización
supone que haya que establecer, en un universo cada vez mayor, la clase de cooperación
de que disfrutan los miembros de la OCDE en la actualidad. Y ello está ocurriendo
porque muchos de nuestros instrumentos, por ejemplo, el convenio para casos de
soborno y corrupción de funcionarios públicos, funcionarios públicos extranjeros, han
sido firmados por países que no son miembros de la OCDE. Lo mismo se puede decir,
de hecho, de muchas de estas directrices y de nuestras directrices sobre prácticas
empresariales y el principio de buen gobierno. Las normas relativas al buen gobierno
de las empresas multinacionales, especialmente cuando desarrollan actividades en
jurisdicciones extranjeras, elaboradas todas ellas por la OCDE no se imponen a nadie,
pero son normas en cuya gestación y desarrollo le gustaría participar a la mayor parte
del mundo. Recientemente, bueno, no tan recientemente, hace dos años, cuando realicé
mi última visita a China, adonde voy a volver dentro de unas semanas, me resultó
interesante encontrar que los principios de la OCDE sobre buen gobierno empresarial
habían sido adoptados o traducidos al chino, y se habían publicado con la declaración de
que se trataba de las normas que la industria china debía aplicar si querían seguir
atrayendo la inversión directa extranjera, en el entendido de que los inversores de la
OCDE se encontrarían cómodos con el buen gobierno empresarial en dicho país.
Y sobre el tema de la ampliación me gustaría decir algo, pero no estoy seguro de poder
ya que la ampliación también es un reto para la OCDE. La cultura de la OCDE se ha
basado mucho en el franco intercambio de puntos de vista de gente afín reunida en salas
de conferencia, intercambiando ideas prácticas, tratando de establecer, por ejemplo, en
nuestros sistemas sanitarios o de educación o en otros ámbitos los mecanismos que den
mejores resultados, y en este contexto los números tienden a ser importantes, y nos
hemos ampliado hasta ser 30. Y en nuestras reuniones ministeriales contamos ahora
con una muy amplia representación. El pasado año logramos una combinación de
ministros de medio ambiente y de finanzas que llegó a ser de 60 personas reunidas.
Todos ustedes saben lo difícil que es organizar encuentros con grupos de este tamaño y
mantener la misma clase de cultura. Pero, aparte de ello, existe la clara convicción
entre algunos miembros de la Unión de que los países candidatos a la ampliación de la
Unión deberían también convertirse en miembros de la OCDE. Celebro esta postura
adoptada por muchos países europeos y por la propia Comisión, porque significa que
ello va a obligarnos, quizá, a intentarlo y repensar cómo tenemos que organizarnos para
poder seguir siendo útiles para un conjunto tan amplio de participantes, si este fuere el
caso. No obstante, esto va a dar pie a que probablemente algunos miembros no
europeos digan que, si incorporamos más miembros europeos, también deberíamos
tratar de añadir también más países de otras partes del mundo para mantener un cierto
equilibrio internacional y geográfico dentro de la organización. Así que sólo planteo
este aspecto relacionado con la ampliación, aunque tengo mucho que decir sobre
muchos otros aspectos, pero creo, señora Presidenta, que es oportuno dar aquí por
concluida mi intervención y dejar paso al turno de preguntas.
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