derechos humanos y la integración regional

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DERECHOS HUMANOS Y LA INTEGRACIÓN
REGIONAL
Por José Raúl Torres Kirmser∗
En este Sexto Encuentro de Cortes Supremas del Mercosur y Asociados que
se celebra en Brasilia, la capital de este noble y pujante país con el que mi Patria
sostiene los más cordiales y fraternales vínculos, donde nuestras coincidencias
pueden simbolizarse en el espíritu generoso del Mercosur y Asociados, abordaremos
el tema “Derechos Humanos y la integración regional”.
El tratamiento de este apasionante tema de los Derechos Humanos, ha sido
pergeñado ya en la Reunión Preparatoria de este Foro, realizada en mi país el 22 de
setiembre del corriente año, donde los representantes de cada uno de los países
miembros del Mercosur, así como de sus Asociados, han descrito acabadamente el
modo de internalización de las normas supranacionales en su derecho interno y el
sistema de prelación de estas normas en sus distintas legislaciones.
Celebramos, pues, que este Foro, que tiene un sitial de relevancia en el
sistema judicial de la región, incluya en su agenda un tema como el que nos congrega
ahora, de vigencia permanente, en pos del anhelo compartido de nuestras naciones
por una justicia mejor.
Si no hay respeto a los sagrados derechos del ser humano, si no existe un país
con un sólido y seguro basamento democrático garantizado por una Constitución que
el pueblo se dio a sí mismo libremente, no es posible hablar de integración regional.
∗
Ex Presidente de la Excelentísima Corte Suprema de Justicia del Paraguay y en la actualidad
Vicepresidente 1ro. de la misma. Miembro del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Profesor
Titular de Derecho Mercantil y Derecho Civil (Obligaciones) de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad Nacional de Asunción. Miembro de la Comisión Nacional de Codificación
y del Consejo Directivo de la Facultad de Derecho UNA.
Es que queremos integrarnos entre pueblos libres, entre naciones que valoren el
imperio del derecho, que quieran ser expresión de una irrestricta voluntad popular,
donde se realizan elecciones periódicamente con toda transparencia, de acuerdo a los
principios medulares de la Ley Fundamental. La auténtica integración no será obra
de gobiernos totalitarios, sino de regímenes bien asentados en incuestionables
preceptos democráticos. La auténtica integración es de naciones que aman la libertad,
y no de países sojuzgados por la opresión.
Es realmente trabajar por la integración regional velar para que en el ámbito
judicial existan garantías eficaces para la vigencia de los derechos fundamentales de
los ciudadanos.
Bien ha dicho el recordado Papa Juan Pablo II: “Allí donde se vulneren los
derechos de la persona humana, allí se ataca a toda la humanidad”. Recordamos aquí
que fueron cincuenta Estados, entre ellos el Paraguay, los que concretaron la
organización de las Naciones Unidas por medio de la Carta de San Francisco suscrita
el 25 de junio de 1945, una fecha realmente histórica.
No podemos mantener la ingenua percepción de que los Derechos Humanos
se agotan con las violaciones cometidas en regímenes totalitarios y dictaduras – que
por otro lado constituye un pasado común para nuestras naciones-. Surgen cada día,
nuevos capítulos concernientes a los derechos y a la dignidad humana, como son los
derechos de los migrantes, de los indígenas, el tema de la pobreza extrema, lo
atinente al derecho a la vida y la genética; la misma globalización acarrea efectos
desfavorables que le son inherentes y que es necesario identificar a tiempo. Todo
esto sin mencionar los atropellos al medio ambiente y a otros tantos derechos
denominados de “tercera generación”.
Al respecto, la actual Constitución paraguaya, sancionada en el año 1992,
consagra con amplitud los derechos humanos, abarcando los de la primera, segunda y
tercera generaciones.
En la primera generación sobresalen el derecho a la vida, a la libertad, los
derechos políticos y entre estos surge medularmente el sufragio, entendido como
derecho, deber y función pública del elector.
Los derechos de la segunda generación se definen en las cláusulas sociales,
culturales y económicas que responden a la filosofía del constitucionalismo social,
precisamente cuando nuestra Carta Magna consagra el Estado Social de Derecho,
privilegiando el valor jurídico de la solidaridad.
Los derechos de la tercera generación, que nuestra Constitución Nacional
consagra y garantiza, abarcan el derecho al desarrollo, a la paz, a un ambiente sano,
al cuidado de la riqueza cultural y artística de los pueblos.
Bregamos sostenidamente en nuestra Patria para que los derechos humanos
no tengan solamente una vigencia normológica, sino que adquieran una tangible
realidad sociológica, entendida como efectivo bien que dignifique al hombre y a la
sociedad, cuyo desenvolvimiento está enmarcado en principios de igualdad,
concordia y equidad. Augusto Roa Bastos, nuestro máximo escritor nacional, lo ha
expresado en su inconfundible estilo: “LA INIQUIDAD DE LA INEQUIDAD”. Por
eso tratamos de ser justos con la ley y justos con el alma, humanizando
genuinamente las relaciones individuales, los vínculos sociales que conducen a una
armónica y fructífera convivencia.
El Mercosur nació, es cierto, como un proyecto apremiado por formalizar un
mercado común y de libre tránsito de mercaderías y servicios sin trabas arancelarias.
Pero es dable destacar que desde sus orígenes, contempló también ideales más
profundos que iban más allá del aspecto meramente económico. En el pórtico del
Tratado de Asunción se menciona así a la integración como una condición
fundamental para acelerar los procesos de desarrollo económico con justicia social;
asimismo, que existe una necesidad de promover el desarrollo científico y
tecnológico de los Estados Partes y de modernizar sus economías para ampliar la
oferta y la calidad de los bienes y servicios, con el fin de mejorar las condiciones de
vida de sus habitantes. 1
De ahí que nuestro gran objetivo a la hora de dar nacimiento a este Mercado
Común de naciones libres, haya sido el desarrollo con justicia social; no el
portentoso desarrollo para beneficio de unos pocos, sino el bien para el disfrute de
todos quienes componen la sociedad, cuyo desarrollo deseamos sea justo y, por tanto,
equitativo.
Paulatinamente, al ir alcanzando las primeras metas trazadas en el camino de
la integración, los países miembros fueron estrechando sus lazos en la búsqueda de
consolidar los todavía frágiles pasos del novel propósito regional, procurando su
institucionalización como bloque. Era el momento de consolidar la democracia,
entendida como requisito esencial para formar parte del nuevo mercado. En este
contexto regional se suscribieron la Declaración Presidencial de Las Leñas el 27 de
junio de 1992, y el Protocolo de Ushuaia, el 24 de julio de 1998.
En este último Protocolo, se consagró que la plena vigencia de las
instituciones democráticas es condición esencial para el desarrollo de los procesos de
integración entre los Estados Partes. Así, desde la perspectiva de la democracia, se
estaba defendiendo vehementemente los derechos humanos. Consolidar la
democracia significa defender el trato igualitario entre los ciudadanos, proteger el
estado de derecho y respetar las garantías individuales.
Tal como menciona en un elocuente artículo el profesor Lincoln Bizzozero:
“Como se ha visto en el apartado precedente, los procesos de integración que han
surgido en América Latina en el contexto de las reformas de los años noventa,
partieron del presupuesto de que se edificaban sobre la base de regímenes
democráticos y que postulaban la libertad de mercado. Los derechos humanos
1
TRATADO DE ASUNCIÓN. Considerando.
fundamentales (derecho a la vida, integridad física, a la libertad de expresión y de
religión, entre otros) estaban implícitos en el régimen democrático. Con los inicios
de un proceso de integración se presenta el tema de la dimensión social en un sentido
amplio, es decir que se plantean los temas vinculados al respeto de determinados
derechos sociales que constituyen una condición para la libre circulación de las
personas, a la consideración de las asimetrías (regionales y sectoriales) y al trato de
las consecuencias sociales del desarrollo del proceso”2.
Atendiendo siempre las necesidades y urgencias reclamadas por la región, se
suscribió luego la Declaración Sociolaboral del Mercosur, el 10 de diciembre de
1998, instrumento que catalogamos como uno de los primeros ensayos regionales
que enfocan específicamente el tema de los derechos y garantías del ciudadano
desde su individualidad.
En esta Declaración, los Estados Partes ratificaron que “el respeto irrestricto a
los derechos civiles y políticos de la persona humana constituye base irrenunciable
del proyecto de integración”, y que “la integración regional no puede restringirse a la
esfera comercial y económica, sino debe alcanzar la temática social, tanto en lo que
se refiere a la adecuación de los marcos regulatorios laborales a las nuevas realidades
configuradas por esa misma integración y por el proceso de globalización de la
economía, como el reconocimiento de un nivel mínimo de derechos de los
trabajadores en el ámbito del Mercosur”.
Destaca este instrumento el principio de la no discriminación por cuestiones
de razas, origen nacional, color, sexo u orientación sexual, edad, credo, opinión
política o sindical, ideología, posición económica o cualquier otro condicionante
social o familiar. Promueve también la igualdad de aquellas personas discapacitadas
físicas o mentales; consagra el derecho del “trabajador migrante”, así como otros
2
BIZZOZERO, LINCOLN, en “DERECHOS HUMANOS Y DIMENSIÓN SOCIAL EN LOS
REGIONALISMOS DEL SIGLO XXI. CONSTRUCCIÓN Y PERSPECTIVAS DESDE EL
ESPACIO DEL MERCOSUR. Publicado en el Observatorio de Políticas Públicas de Derechos
Humanos en el MERCOSUR. (www.observatoriomercosur.org.uy)
múltiples derechos y garantías relacionados con al ámbito laboral y social de las
personas.
Pese a toda esta evolución, en lo que hace a la materia específica de los
Derechos Humanos, la legislación regional resulta todavía exigua a pesar de que,
como se ha dicho, existen en forma creciente nuevas y variadas amenazas contra la
dignidad humana, y de que une a nuestros pueblos un pasado común de gobiernos
que han cometido múltiples atropellos a los derechos individuales, sin que hayamos
podido los países del Mercosur unificar criterios, compartir investigaciones e
informaciones que bien podrían haber formado el mayor rompecabezas de la historia
de esta parte de América del Sur en las décadas de los 70, 80 y 90.
En lo que respecta a la legislación internacional sobre los derechos humanos,
dice el constitucionalista Helio Juan Zarini: “En la segunda mitad del siglo XX se
produce un novedoso desarrollo jurídico, que trata de adecuarse al carácter
multinacional, con tendencia universalista de principios fundamentales basados en la
realidad contemporánea. Esa transformación jurídica consiste principalmente en la
constitucionalidad de numerosos derechos humanos, y en el carácter operativo y el
resguardo efectivo otorgado a aquellos, en cualquier Estado en que se encuentre el
beneficiario”3.
“Ello ha dado lugar al mayor desenvolvimiento de las relaciones
internacionales entre los Estados y a la proliferación de organismos jurisdiccionales
con rango de sujetos del derecho internacional”.
A mediados del siglo XX surge así el fenómeno de la integración
internacional o regional de las naciones, fenómeno que connota una autoridad
supranacional dentro de un marco geográfico o de integración político-económica, el
llamado “derecho comunitario”.
3
ZARINI, Helio Juan. Derecho Constitucional. Segunda Edición actualizada y ampliada. Edit. Astrea.
“Este se refleja –opina el tratadista Zarini– con toda claridad en los tratados y
en las convenciones internacionales (por ejemplo, Convenios sobre derechos
humanos), que garantizan el acceso de los Estados y de las personas a la jurisdicción
de tribunales que actúan a nivel trasnacional, supraestatal, con el propósito de
consolidar en el ámbito internacional un régimen de libertades colectiva e individual
y de justicia social, fundado en el respeto de los derechos humanos esenciales de las
personas”.
“Es decir, que en forma muy especial, abraza la finalidad de tutelar
internacionalmente los derechos esenciales de la persona, que así pasan a ser no solo
una ‘cuestión nacional’, sino, además, ‘una cuestión internacional’ en la que está
interesado el bien común internacional. Todo ello demanda la existencia de
organismos jurisdiccionales comunes, de carácter internacional, coadyuvantes o
complementarios de los que ofrece el derecho interno de un Estado para la protección
de los mencionados derechos”.
Ya numerosos constitucionalistas de América hablan de una “justicia
constitucional supranacional”, la que se instrumenta por normas que construyen el
“derecho procesal trasnacional”.
Como hemos citado en la Reunión Preparatoria, mi país reconoce el orden
jurídico supraestatal de conformidad al Art. 145 de la Carta Magna: “La República
del Paraguay, en condiciones de igualdad con otros Estados, admite un orden jurídico
supranacional que garantice la vigencia de los derechos humanos, de la paz, de la
justicia, de la cooperación y el desarrollo, en lo político, económico, social y
cultural”.
Fuimos el primer país del Mercosur en reconocer la supranacionalidad,
superando el antiguo concepto de la soberanía y el nacionalismo absolutos, pues se
ha considerado al orden jurídico internacional como un progreso dentro del concepto
de la solidaridad del hombre y de la humanidad.
Es así que a la hora de juzgar casos donde puedan verse envueltos los
derechos humanos, los instrumentos internacionales más utilizados por los
Tribunales de mi país son, quizás, la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948 y la Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de
San José de Costa Rica.
Sobre este último documento, firmado en San José de Costa Rica el 22 de
noviembre de 1969, cuando tuvo lugar la conferencia especializada interamericana
sobre Derechos Humanos, el mismo se proponía “consolidar en este continente,
dentro del cuadro de las instituciones democráticas, un régimen de libertad personal
y de justicia social fundado en el respeto de los derechos esenciales del hombre”, y
creaba como medios de protección de los derechos y libertades, dos órganos para
conocer de los asuntos relacionados con el cumplimiento de la Convención: la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de
Derechos Humanos.
El Pacto de San José de Costa Rica fue ratificado por el Paraguay en el año
1989. Igualmente, nuestro país reconoce la competencia de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos y de la Corte Interamericana y está
decididamente empeñado en hacer más eficaz el mecanismo de ejecución de
sentencias de esta última en el derecho interno, de manera a garantizar
adecuadamente el sistema regional de protección.
Debo resaltar también que en la ciudad de Asunción se celebró la sesión N°
XX de la Asamblea General de la OEA, en junio de 1990, en la cual se debatió y
aprobó el Protocolo a la Convención Americana de Derechos Humanos relativo a la
abolición de la pena de muerte.
Bien dice el constitucionalista René Balestra: “Las sociedades modernas
viven a la altura de los tiempos actuales, son sociedades libres donde un puñado de
valores que hacen a la dignidad, tienen vigencia institucional”.
“Los seres humanos –todos– queremos lo mejor; desde la caverna ese
impulso nos ha hecho progresar. Que significa elevar, ampliar, perfeccionar el
horizonte de nuestras existencias. Para nosotros y los seres que estimamos”.
No obstante la ratificación de estos importantes instrumentos de carácter
internacional, me toca reconocer, no sin cierto encogimiento, que en mi país todavía
hay mucho por hacer en cuanto a la aplicación de estas normas relativas a los
derechos humanos. Antes que la utilización indebida de este conjunto normativo
supraestatal, es más preocupante para mí la no utilización del mismo, es decir, la
falta
de costumbre de los operadores del derecho en invocar o aplicar
estas
valiosísimas herramientas legales, que a pesar de estar a su disposición, muchas
veces son olvidadas o soslayadas, quizás como consecuencia de una anémica
conciencia en cuanto a la importancia de la legislación internacional en la materia.
Queremos resaltar en este Foro los esfuerzos de la Corte Suprema de mi país
por dictar sentencias ajustadas a los Pactos y Convenciones suscritos y ratificados
por el Paraguay. Así, el máximo Tribunal de Justicia de la República llegó a
proclamar: “La Constitución Nacional, siguiendo el precedente sentado por la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, no enuncia taxativamente los
derechos humanos que hacen a la dignidad de las personas, sino que consigna
aquellos que considera fundamentales, con la clara advertencia de que tal
enunciación no excluye otros que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren
expresamente en la Constitución”.4
Otras ideas fundamentales sintetizó la Corte Suprema de Justicia al
sentenciar, en el fallo citado: “La enunciación de los derechos humanos
fundamentales, que hace la Constitución, y la partición del texto en dos partes; la
primera que contiene tal enunciación y concretas garantías para su vigencia; y una
segunda claramente diferenciada que organiza el Estado, brinda idea cabal de que
4
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. APLICACIÓN DEL PACTO DE SAN JOSÉ DE COSTA
RICA POR ÓRGANOS JURISDICCIONALES DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY, año 2005.
Ac. y Sentencia No. 356/96 de la Corte Suprema de Justicia.
estos derechos existen con independencia del propio Estado, y son de imperativa
observancia por este, el cual se organiza para darles vigencia y validez y no para
limitarlos o coartarlos”.
Sobre la duración de la prisión preventiva, en el siguiente caso, un juez
inferior consultó a la Sala Constitucional de la Corte acerca de la duración máxima
de privación de libertad de una persona afectada por un auto de prisión preventiva; la
Corte opinó: “Una interpretación que exprese que la prisión preventiva puede durar
más de dos años, cuando el marco de la pena mínima que correspondiese sea
superior, constituye una grave violación del derecho positivo vigente, puesto que el
art. 19 de la Constitución Nacional establece el tope máximo de temporalidad para su
duración, no el mínimo, y violentar las garantías constitucionales llevaría a arriesgar
que el país sea sancionado por violación de los derechos humanos.”5
En otros casos similares y en relación al “plazo razonable” de duración de la
prisión preventiva, el más alto Tribunal de la República ha considerado adecuado
recurrir a los parámetros establecidos por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos como por el Tribunal Europeo de Derechos del Hombre.
Consideramos que el sufragio libremente emitido es la piedra angular de
nuestro ordenamiento democrático. Ningún voluntarismo puede actuar con
omnipotencia, pretendiendo anular el pronunciamiento del pueblo en las urnas, de ahí
que la Corte haya sentenciado: “Toda la materia que hace relación al derecho del
sufragio, a la organización de elecciones, es una materia que se despliega como un
derecho humano fundamental: el derecho a participar de la vida política que tiene
todo ser humano por imperativo de su dignidad esencial, de conformidad con lo
establecido en el Art. 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el
Art. 21 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, y el Art. 23 del
Pacto de San José de Costa Rica.
5
Corte Suprema de Justicia del Paraguay, Sala Constitucional • 01/11/2004 • Cabañas Mazacote,
Roberto s/ Homicidio con fines de robo (Ac. y Sent. Nº 1575)
Igualmente, se ha sentado jurisprudencia por la Corte, estableciendo que “la
materia electoral y, concretamente, el derecho de sufragio de los ciudadanos,
conforma un plexo de prerrogativas de la personalidad que no pueden resultar
menoscabadas, ni de cualquier manera interferidas por la acción de ningún órgano
del Estado” 6.
Hay que consignar también que en cuanto al derecho al sufragio, la Corte
dejó sentado: “Corresponde el rechazo de la acción de inconstitucionalidad cuando
no resulta clara la legitimación activa de un partido político para representar a sus
afiliados, electores individuales, ya que los derechos electorales son derechos
individuales y no difusos, y es preciso tratarlos desde esa perspectiva, puesto que el
poder popular se ejerce en el acto del sufragio (el voto de un elector individual), el
Art. 117 de la Constitución otorga el derecho del sufragio a los ciudadanos
individuales, y el 120 establece quiénes son los electores (siempre individuos)”. 7
Otros aspectos jurisprudenciales en materia de hábeas corpus ha sentenciado
el máximo Tribunal de Justicia del Paraguay: “La figura del hábeas corpus genérico,
legislada en la Constitución en el Art. 133, aunque no cuenta con una regulación
legal en materia procesal, es exigible de inmediato por tratarse de una garantía
constitucional arbitrada, precisamente, para la defensa de los derechos humanos de
las personas (Art. 45 de la Constitución)”. En cuanto al hábeas corpus reparador, rige
el criterio de que “la institución del hábeas corpus reparador se halla caracterizada en
la Constitución como la figura por la cual cualquier persona que se considere
indebidamente privada de su libertad de locomoción puede solicitar de la autoridad
judicial la cesación y las restricciones”.
Como corresponde a un Estado constitucional, la Corte ha sostenido, en
cuanto al derecho a la libertad: “Entre los valores fundamentales de nuestro
6
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. APLICACIÓN DEL PACTO DE SAN JOSÉ DE COSTA
RICA POR ÓRGANOS JURISDICCIONALES DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY. Ac. y
Sentencia No. 356/96. Pág. 57.
7
Ac. y Sent. No. 356/96, op. cit. pág. 58.
ordenamiento, la libertad constituye, luego del derecho a la vida, el soporte sobre el
cual descansan todos los otros bienes tutelados por el derecho, y el constituyente,
coherente con su postura filosófica de que los derechos que hacen a la dignidad de
las personas son los que justifican la creación del Estado, los ha revestido de las
máximas garantías de efectiva vigencia”.
En cuanto al derecho al trabajo, otro de los cimientos que dignifican a las
personas, la Corte Suprema se expidió en un caso referido a un docente jubilado
incorporado como funcionario de un Municipio, despedido por haberse considerado
que esta persona percibía dos remuneraciones del Estado, situación prohibida por el
Art. 61 de la Ley del Funcionario Público. El fondo de la cuestión radicaba, pues, en
que si una persona jubilada en la administración pública, era o no apta para
desempeñar otro cargo público. La Corte Suprema consideró que la jubilación es y
forma parte del patrimonio de las personas, como una deuda que el Estado tiene con
el funcionario que ha pasado de la actividad a la pasividad, por lo que la “jubilación”
no puede catalogarse como un “salario” o remuneración por los trabajos realizados, y
sí, como una “devolución” de los aportes. Todo esto, teniendo como base la
Constitución Nacional que contempla el derecho al trabajo, erigido como categoría
de un verdadero derecho humano que el Estado tiene la obligación de respetar
conforme a los diversos documentos internacionales que hemos citado.8
En cuanto al derecho a la huelga: En una acción de inconstitucionalidad
contra una sentencia recaída sobre la ilegalidad de una huelga del personal de
empresas del servicio de transporte público, que se extendió prácticamente en forma
indefinida, uno de los Ministros del más alto Tribunal –Dr. Oscar Paciello Candiaopinó que el transporte es un servicio público imprescindible para la comunidad y no
8
“Al limitar a los jubilados el acceso a la función pública, se está violentando el art. 47 de la
Constitución Nacional, que garantiza la igualdad, dado que si la única condición es la idoneidad, si
una persona cumple con esta exigencia, no se la puede discriminar por el hecho de ser jubilada, siendo
que además se conculcaría el derecho al trabajo que es erigido a la categoría de un verdadero derecho
humano, que el Estado tiene la obligación de respetar”. (Del voto del Dr. Sindulfo Blanco). Corte
Suprema de Justicia del Paraguay, Sala Penal • 19/10/2004 • Ferreira Acevedo, Damián c. Res. N°
8/01, dictada por la intendencia municipal de San Juan Bautista s/ Demanda de nulidad (Ac. y Sent.
N° 1484) • LLP 2005, 247
solamente se puede atribuir tal carácter al suministro de agua, energía eléctrica y
hospitales, limitación que considera arbitraria y por ende inconstitucional. Desde que
la ley no realiza una clasificación o determinación de cuáles son los servicios
considerados imprescindibles, tal tarea viene a recaer en los órganos jurisdiccionales,
y en consecuencia, se debió apelar a las enseñanzas del derecho comparado. Así, hay
países en los que esta cuestión ni siquiera tiene posibilidad de plantearse y se hallan
radicalmente excluidos de la posibilidad de realizar huelgas.
“En el ámbito del Mercosur, tenemos que la Constitución de la República
Federativa del Brasil, al igual que la nuestra, sanciona el derecho de huelga, y en su
reglamentación la Ley Nº 7783/89 en su artículo 10 establece una lista de servicios y
actividades que deben ser considerados esenciales. El inciso V del citado artículo
enfáticamente incluye entre ellos a los transportes colectivos.
Argentina el artículo 1º del Decreto Nº 2184/90 el
establece : “A
los
En la República
16 de octubre de ese año,
fines previstos en el presente decreto, serán considerados
servicios esenciales, aquellos cuya interrupción total o parcial puedan poner en
peligro la vida, la salud, la libertad o la seguridad, de parte de la población o de las
personas en particular: a) los servicios sanitarios y hospitalarios; b) el transporte...”.
En la República Oriental del Uruguay, con base en la Ley Nº 13720 el Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social declaró la calidad de servicios esenciales a numerosas
actividades, entre ellas los transportes de Montevideo, el 16 de mayo de 1988.
En
el Mercosur, pues, fuera de nuestro país, que no cuenta con una legislación sobre el
particular, la cuestión se halla resuelta: el transporte público de personas constituye
un servicio esencial. Por consecuencia, y visto que el Artículo 1º. del Tratado
respectivo establece: “El compromiso de los Estados Partes de armonizar sus
legislaciones en las áreas pertinentes, para lograr el fortalecimiento del proceso de
integración” no parece dudoso el sentido que se deba atribuir a esta decisión. … En
otras palabras, una huelga de tiempo indefinido del transporte, por el considerable
impacto de esta actividad, configura una injusticia social, y lo que es más grave, hace
prevalecer los intereses de un limitado sector de trabajadores, sobre los intereses
generales de la comunidad, hecho desde luego constitucionalmente inadmisible”.9
En relación a la extensión de la indemnización que debe abonar el Estado al
heredero de un desaparecido en la época de la dictadura, el más alto Tribunal de la
República falló: “La Ley N° 838/96 fue dictada en beneficio de las víctimas de la
dictadura, debiendo interpretarse a su favor las disposiciones contenidas en la misma,
razón por la cual no puede entenderse que las indemnizaciones allí previstas son
privativas de cualquier otra, ya que ello colisionaría con numerosas normas de
Derechos Humanos suscriptas por la República, y con la propia Constitución
Nacional, que en su artículo 39 establece el parámetro de "indemnización justa y
adecuada" por los daños y perjuicios de los que fuese objeto la persona, por parte del
Estado. De conformidad a los criterios interpretativos constitucionales y deducidos
también de las normas internacionales de Derechos Humanos, resulta evidente que la
vía breve y ágil establecida administrativamente por la Ley N° 838/96 para el cobro
de indemnizaciones por parte de las víctimas de la dictadura, fue prevista a favor de
estas, sin que por ello pueda conculcársele su derecho constitucional de reclamar la
mayor indemnización que pudiera corresponderle”10.
Estamos dando en el Paraguay pasos significativos para afirmar mejor el
Estado de Derecho que nos rige, y en cuyo marco brilla en todo su esplendor la
sagrada causa de los derechos humanos.
Como decía el respetado y siempre recordado maestro, Germán Bidart
Campos: “La teoría del Estado de Derecho es una tesis positivista engendrada por la
de la autolimitación. Es así como García Pelayo enseña que el precepto legal que
vincula al Estado ya no es un derecho “a priori” o trascendente (natural), sino un
9
ACCIÓN DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EL JUICIO: “EMPRESA DE TRANSPORTE
MCAL. LÓPEZ S.R.L. LÍNEA 38 S/ DECLARACIÓN DE ILEGALIDAD DE HUELGA”. AÑO:
1996 – No. 200.
10
Corte Suprema de Justicia del Paraguay, sala civil y com. • 06/09/2007 • Molas de
Maidana, Juana Dora c. El Estado Paraguayo s. Indemnización de Daños y Perjuicios
Materiales y Morales. (Acuerdo y Sentencia N° 870). • LLP 2007 (noviembre), 1285
derecho creado por el mismo Estado”. “Si la Constitución es el encuadramiento y la
legalización del poder, el Estado de Derecho viene a ser el aprisionamiento de ese
mismo poder por obra de la autolimitación estatal”. 11
En resumen: “Por la concepción del Estado de Derecho, el positivismo quiere
connotar a un Estado que se autolimita, creando su propio derecho positivo, al cual le
asigna materialmente un contenido coincidente con el del constitucionalismo
moderno. El defecto radica en suponer que la limitación objetiva del Estado proviene
de la voluntad estatal, que se autolimita, y no del orden natural de justicia”.
Sigue aseverando el tenaz y fervoroso luchador por la conquista de los
derechos humanos: “La crítica a la teoría de la autolimitación y del Estado de
Derecho puede hacerse desde dos ángulos. El uno, diciendo que una limitación
surgida de la voluntad unilateral del Estado no es garantía suficiente, porque la
misma voluntad que la establece y la consiente, puede destruir los límites asignados.
El segundo, alegando que si el contenido material exigido al derecho positivo por el
constitucionalismo moderno proviene también de una autolimitación estatal, la tutela
de la libertad y de los derechos del hombre es artificial y es precaria, y no queda
impuesta, en definitiva, por el deber ser ideal de la justicia por el derecho natural.
Todo se resuelve, en suma, en voluntarismo estatal”.
“Comprendemos entonces, asevera el eminente constitucionalista, que el
formalismo de que haya un derecho creado por el Estado, al cual este se somete
voluntariamente, peca por deficiencia, y que el contenido justo del derecho estatal no
puede quedar librado a una autolimitación, sino que debe derivar de un orden
objetivo de justicia, que es el derecho natural. Por eso, rechazamos la noción del
Estado de Derecho, afiliada al positivismo y a la teoría de la autolimitación, y la
sustituimos por la de justicia, derivada de la aceptación del derecho natural”.
11
BIDART CAMPOS, Germán J. Principios de Derechos Humanos y Garantías. Edit. Ediart,
Bs. Aires, 1991.
Agrega el preclaro hombre de derecho: “El Estado es algo que conviene al
hombre, porque hace a su modo de ser y de convivir. Aun libremente organizado de
su realidad empírica, no recibe de los hombres su contorno ni su fin. Es el derecho
natural el que marca objetivamente al Estado; el que le asigna el fin de bien común o
de justicia; el que lo delimita, y el que le atribuye la medida legítima del poder (o
sea, de lo que “puede hacer” para alcanzar rectamente aquel fin)”.
“El Estado no surge como un hecho de fuerza o de violencia al margen del
derecho, y es un fenómeno que solo se juridiza a posteriori. Surge dentro de un orden
natural que lo caracteriza y estructura como un fenómeno espontáneo de naturaleza
política y jurídica que hace a la convivencia humana”.
“El Estado elabora su derecho positivo, pero este debe concordar con el
derecho natural, o si se prefiere, debe ser justo para tener validez. El derecho positivo
injusto carece de validez”.
Severo crítico de los regímenes políticos totalitarios, decía Bidart Campos,
con la fuerza de una noble y fervorosa convicción: “El hombre es una persona que,
en virtud de su propia dignidad, merece que el Estado reconozca sus derechos
subjetivos y proteja su libertad”.
Distinguidos participantes de este Sexto Encuentro de Cortes Supremas
del Mercosur y Asociados: la integración regional puede alentar el desarrollo social
y económico de nuestros pueblos, pero básicamente esa integración tiene que buscar
la plena realización de millones de seres humanos a quienes no queremos ver como
súbditos, sino como auténticos ciudadanos conscientes de sus derechos y también de
sus deberes en el orden nacional e internacional.
Nuestras naciones miran a una libertad económica asegurada con criterios
equitativos, y anhelan a seguir gozando de una auténtica libertad política desde la
cual construir sociedades más libres, justas y fraternas, el verdadero objetivo del
mismo e irrenunciable espíritu del Mercosur y Asociados.
En suma, queremos la solidaridad para el progreso económico. Pero más
queremos la unidad espiritual y moral de nuestras naciones, firmes en la línea y
respeto a los derechos humanos, que es como decir firmes al imperio de la justicia
que honra y dignifique el ideal de la integración.
BIBLIOGRAFÍA
1-ZARINI, Helio Juan. Derecho Constitucional. 2da. edición actualizada y
ampliada. Edit. Astrea, Bs. Aires, Argentina.
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3-BIDART CAMPOS, Germán J. Principios de Derechos Humanos y
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5-FRIAS, Pedro J. Derecho Público, Edit. Depalma, año 1985, Bs. Aires,
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