DERECHOS HUMANOS Y LA INTEGRACIÓN REGIONAL Por José Raúl Torres Kirmser∗ En este Sexto Encuentro de Cortes Supremas del Mercosur y Asociados que se celebra en Brasilia, la capital de este noble y pujante país con el que mi Patria sostiene los más cordiales y fraternales vínculos, donde nuestras coincidencias pueden simbolizarse en el espíritu generoso del Mercosur y Asociados, abordaremos el tema “Derechos Humanos y la integración regional”. El tratamiento de este apasionante tema de los Derechos Humanos, ha sido pergeñado ya en la Reunión Preparatoria de este Foro, realizada en mi país el 22 de setiembre del corriente año, donde los representantes de cada uno de los países miembros del Mercosur, así como de sus Asociados, han descrito acabadamente el modo de internalización de las normas supranacionales en su derecho interno y el sistema de prelación de estas normas en sus distintas legislaciones. Celebramos, pues, que este Foro, que tiene un sitial de relevancia en el sistema judicial de la región, incluya en su agenda un tema como el que nos congrega ahora, de vigencia permanente, en pos del anhelo compartido de nuestras naciones por una justicia mejor. Si no hay respeto a los sagrados derechos del ser humano, si no existe un país con un sólido y seguro basamento democrático garantizado por una Constitución que el pueblo se dio a sí mismo libremente, no es posible hablar de integración regional. ∗ Ex Presidente de la Excelentísima Corte Suprema de Justicia del Paraguay y en la actualidad Vicepresidente 1ro. de la misma. Miembro del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Profesor Titular de Derecho Mercantil y Derecho Civil (Obligaciones) de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción. Miembro de la Comisión Nacional de Codificación y del Consejo Directivo de la Facultad de Derecho UNA. Es que queremos integrarnos entre pueblos libres, entre naciones que valoren el imperio del derecho, que quieran ser expresión de una irrestricta voluntad popular, donde se realizan elecciones periódicamente con toda transparencia, de acuerdo a los principios medulares de la Ley Fundamental. La auténtica integración no será obra de gobiernos totalitarios, sino de regímenes bien asentados en incuestionables preceptos democráticos. La auténtica integración es de naciones que aman la libertad, y no de países sojuzgados por la opresión. Es realmente trabajar por la integración regional velar para que en el ámbito judicial existan garantías eficaces para la vigencia de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Bien ha dicho el recordado Papa Juan Pablo II: “Allí donde se vulneren los derechos de la persona humana, allí se ataca a toda la humanidad”. Recordamos aquí que fueron cincuenta Estados, entre ellos el Paraguay, los que concretaron la organización de las Naciones Unidas por medio de la Carta de San Francisco suscrita el 25 de junio de 1945, una fecha realmente histórica. No podemos mantener la ingenua percepción de que los Derechos Humanos se agotan con las violaciones cometidas en regímenes totalitarios y dictaduras – que por otro lado constituye un pasado común para nuestras naciones-. Surgen cada día, nuevos capítulos concernientes a los derechos y a la dignidad humana, como son los derechos de los migrantes, de los indígenas, el tema de la pobreza extrema, lo atinente al derecho a la vida y la genética; la misma globalización acarrea efectos desfavorables que le son inherentes y que es necesario identificar a tiempo. Todo esto sin mencionar los atropellos al medio ambiente y a otros tantos derechos denominados de “tercera generación”. Al respecto, la actual Constitución paraguaya, sancionada en el año 1992, consagra con amplitud los derechos humanos, abarcando los de la primera, segunda y tercera generaciones. En la primera generación sobresalen el derecho a la vida, a la libertad, los derechos políticos y entre estos surge medularmente el sufragio, entendido como derecho, deber y función pública del elector. Los derechos de la segunda generación se definen en las cláusulas sociales, culturales y económicas que responden a la filosofía del constitucionalismo social, precisamente cuando nuestra Carta Magna consagra el Estado Social de Derecho, privilegiando el valor jurídico de la solidaridad. Los derechos de la tercera generación, que nuestra Constitución Nacional consagra y garantiza, abarcan el derecho al desarrollo, a la paz, a un ambiente sano, al cuidado de la riqueza cultural y artística de los pueblos. Bregamos sostenidamente en nuestra Patria para que los derechos humanos no tengan solamente una vigencia normológica, sino que adquieran una tangible realidad sociológica, entendida como efectivo bien que dignifique al hombre y a la sociedad, cuyo desenvolvimiento está enmarcado en principios de igualdad, concordia y equidad. Augusto Roa Bastos, nuestro máximo escritor nacional, lo ha expresado en su inconfundible estilo: “LA INIQUIDAD DE LA INEQUIDAD”. Por eso tratamos de ser justos con la ley y justos con el alma, humanizando genuinamente las relaciones individuales, los vínculos sociales que conducen a una armónica y fructífera convivencia. El Mercosur nació, es cierto, como un proyecto apremiado por formalizar un mercado común y de libre tránsito de mercaderías y servicios sin trabas arancelarias. Pero es dable destacar que desde sus orígenes, contempló también ideales más profundos que iban más allá del aspecto meramente económico. En el pórtico del Tratado de Asunción se menciona así a la integración como una condición fundamental para acelerar los procesos de desarrollo económico con justicia social; asimismo, que existe una necesidad de promover el desarrollo científico y tecnológico de los Estados Partes y de modernizar sus economías para ampliar la oferta y la calidad de los bienes y servicios, con el fin de mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. 1 De ahí que nuestro gran objetivo a la hora de dar nacimiento a este Mercado Común de naciones libres, haya sido el desarrollo con justicia social; no el portentoso desarrollo para beneficio de unos pocos, sino el bien para el disfrute de todos quienes componen la sociedad, cuyo desarrollo deseamos sea justo y, por tanto, equitativo. Paulatinamente, al ir alcanzando las primeras metas trazadas en el camino de la integración, los países miembros fueron estrechando sus lazos en la búsqueda de consolidar los todavía frágiles pasos del novel propósito regional, procurando su institucionalización como bloque. Era el momento de consolidar la democracia, entendida como requisito esencial para formar parte del nuevo mercado. En este contexto regional se suscribieron la Declaración Presidencial de Las Leñas el 27 de junio de 1992, y el Protocolo de Ushuaia, el 24 de julio de 1998. En este último Protocolo, se consagró que la plena vigencia de las instituciones democráticas es condición esencial para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Partes. Así, desde la perspectiva de la democracia, se estaba defendiendo vehementemente los derechos humanos. Consolidar la democracia significa defender el trato igualitario entre los ciudadanos, proteger el estado de derecho y respetar las garantías individuales. Tal como menciona en un elocuente artículo el profesor Lincoln Bizzozero: “Como se ha visto en el apartado precedente, los procesos de integración que han surgido en América Latina en el contexto de las reformas de los años noventa, partieron del presupuesto de que se edificaban sobre la base de regímenes democráticos y que postulaban la libertad de mercado. Los derechos humanos 1 TRATADO DE ASUNCIÓN. Considerando. fundamentales (derecho a la vida, integridad física, a la libertad de expresión y de religión, entre otros) estaban implícitos en el régimen democrático. Con los inicios de un proceso de integración se presenta el tema de la dimensión social en un sentido amplio, es decir que se plantean los temas vinculados al respeto de determinados derechos sociales que constituyen una condición para la libre circulación de las personas, a la consideración de las asimetrías (regionales y sectoriales) y al trato de las consecuencias sociales del desarrollo del proceso”2. Atendiendo siempre las necesidades y urgencias reclamadas por la región, se suscribió luego la Declaración Sociolaboral del Mercosur, el 10 de diciembre de 1998, instrumento que catalogamos como uno de los primeros ensayos regionales que enfocan específicamente el tema de los derechos y garantías del ciudadano desde su individualidad. En esta Declaración, los Estados Partes ratificaron que “el respeto irrestricto a los derechos civiles y políticos de la persona humana constituye base irrenunciable del proyecto de integración”, y que “la integración regional no puede restringirse a la esfera comercial y económica, sino debe alcanzar la temática social, tanto en lo que se refiere a la adecuación de los marcos regulatorios laborales a las nuevas realidades configuradas por esa misma integración y por el proceso de globalización de la economía, como el reconocimiento de un nivel mínimo de derechos de los trabajadores en el ámbito del Mercosur”. Destaca este instrumento el principio de la no discriminación por cuestiones de razas, origen nacional, color, sexo u orientación sexual, edad, credo, opinión política o sindical, ideología, posición económica o cualquier otro condicionante social o familiar. Promueve también la igualdad de aquellas personas discapacitadas físicas o mentales; consagra el derecho del “trabajador migrante”, así como otros 2 BIZZOZERO, LINCOLN, en “DERECHOS HUMANOS Y DIMENSIÓN SOCIAL EN LOS REGIONALISMOS DEL SIGLO XXI. CONSTRUCCIÓN Y PERSPECTIVAS DESDE EL ESPACIO DEL MERCOSUR. Publicado en el Observatorio de Políticas Públicas de Derechos Humanos en el MERCOSUR. (www.observatoriomercosur.org.uy) múltiples derechos y garantías relacionados con al ámbito laboral y social de las personas. Pese a toda esta evolución, en lo que hace a la materia específica de los Derechos Humanos, la legislación regional resulta todavía exigua a pesar de que, como se ha dicho, existen en forma creciente nuevas y variadas amenazas contra la dignidad humana, y de que une a nuestros pueblos un pasado común de gobiernos que han cometido múltiples atropellos a los derechos individuales, sin que hayamos podido los países del Mercosur unificar criterios, compartir investigaciones e informaciones que bien podrían haber formado el mayor rompecabezas de la historia de esta parte de América del Sur en las décadas de los 70, 80 y 90. En lo que respecta a la legislación internacional sobre los derechos humanos, dice el constitucionalista Helio Juan Zarini: “En la segunda mitad del siglo XX se produce un novedoso desarrollo jurídico, que trata de adecuarse al carácter multinacional, con tendencia universalista de principios fundamentales basados en la realidad contemporánea. Esa transformación jurídica consiste principalmente en la constitucionalidad de numerosos derechos humanos, y en el carácter operativo y el resguardo efectivo otorgado a aquellos, en cualquier Estado en que se encuentre el beneficiario”3. “Ello ha dado lugar al mayor desenvolvimiento de las relaciones internacionales entre los Estados y a la proliferación de organismos jurisdiccionales con rango de sujetos del derecho internacional”. A mediados del siglo XX surge así el fenómeno de la integración internacional o regional de las naciones, fenómeno que connota una autoridad supranacional dentro de un marco geográfico o de integración político-económica, el llamado “derecho comunitario”. 3 ZARINI, Helio Juan. Derecho Constitucional. Segunda Edición actualizada y ampliada. Edit. Astrea. “Este se refleja –opina el tratadista Zarini– con toda claridad en los tratados y en las convenciones internacionales (por ejemplo, Convenios sobre derechos humanos), que garantizan el acceso de los Estados y de las personas a la jurisdicción de tribunales que actúan a nivel trasnacional, supraestatal, con el propósito de consolidar en el ámbito internacional un régimen de libertades colectiva e individual y de justicia social, fundado en el respeto de los derechos humanos esenciales de las personas”. “Es decir, que en forma muy especial, abraza la finalidad de tutelar internacionalmente los derechos esenciales de la persona, que así pasan a ser no solo una ‘cuestión nacional’, sino, además, ‘una cuestión internacional’ en la que está interesado el bien común internacional. Todo ello demanda la existencia de organismos jurisdiccionales comunes, de carácter internacional, coadyuvantes o complementarios de los que ofrece el derecho interno de un Estado para la protección de los mencionados derechos”. Ya numerosos constitucionalistas de América hablan de una “justicia constitucional supranacional”, la que se instrumenta por normas que construyen el “derecho procesal trasnacional”. Como hemos citado en la Reunión Preparatoria, mi país reconoce el orden jurídico supraestatal de conformidad al Art. 145 de la Carta Magna: “La República del Paraguay, en condiciones de igualdad con otros Estados, admite un orden jurídico supranacional que garantice la vigencia de los derechos humanos, de la paz, de la justicia, de la cooperación y el desarrollo, en lo político, económico, social y cultural”. Fuimos el primer país del Mercosur en reconocer la supranacionalidad, superando el antiguo concepto de la soberanía y el nacionalismo absolutos, pues se ha considerado al orden jurídico internacional como un progreso dentro del concepto de la solidaridad del hombre y de la humanidad. Es así que a la hora de juzgar casos donde puedan verse envueltos los derechos humanos, los instrumentos internacionales más utilizados por los Tribunales de mi país son, quizás, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y la Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica. Sobre este último documento, firmado en San José de Costa Rica el 22 de noviembre de 1969, cuando tuvo lugar la conferencia especializada interamericana sobre Derechos Humanos, el mismo se proponía “consolidar en este continente, dentro del cuadro de las instituciones democráticas, un régimen de libertad personal y de justicia social fundado en el respeto de los derechos esenciales del hombre”, y creaba como medios de protección de los derechos y libertades, dos órganos para conocer de los asuntos relacionados con el cumplimiento de la Convención: la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El Pacto de San José de Costa Rica fue ratificado por el Paraguay en el año 1989. Igualmente, nuestro país reconoce la competencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de la Corte Interamericana y está decididamente empeñado en hacer más eficaz el mecanismo de ejecución de sentencias de esta última en el derecho interno, de manera a garantizar adecuadamente el sistema regional de protección. Debo resaltar también que en la ciudad de Asunción se celebró la sesión N° XX de la Asamblea General de la OEA, en junio de 1990, en la cual se debatió y aprobó el Protocolo a la Convención Americana de Derechos Humanos relativo a la abolición de la pena de muerte. Bien dice el constitucionalista René Balestra: “Las sociedades modernas viven a la altura de los tiempos actuales, son sociedades libres donde un puñado de valores que hacen a la dignidad, tienen vigencia institucional”. “Los seres humanos –todos– queremos lo mejor; desde la caverna ese impulso nos ha hecho progresar. Que significa elevar, ampliar, perfeccionar el horizonte de nuestras existencias. Para nosotros y los seres que estimamos”. No obstante la ratificación de estos importantes instrumentos de carácter internacional, me toca reconocer, no sin cierto encogimiento, que en mi país todavía hay mucho por hacer en cuanto a la aplicación de estas normas relativas a los derechos humanos. Antes que la utilización indebida de este conjunto normativo supraestatal, es más preocupante para mí la no utilización del mismo, es decir, la falta de costumbre de los operadores del derecho en invocar o aplicar estas valiosísimas herramientas legales, que a pesar de estar a su disposición, muchas veces son olvidadas o soslayadas, quizás como consecuencia de una anémica conciencia en cuanto a la importancia de la legislación internacional en la materia. Queremos resaltar en este Foro los esfuerzos de la Corte Suprema de mi país por dictar sentencias ajustadas a los Pactos y Convenciones suscritos y ratificados por el Paraguay. Así, el máximo Tribunal de Justicia de la República llegó a proclamar: “La Constitución Nacional, siguiendo el precedente sentado por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no enuncia taxativamente los derechos humanos que hacen a la dignidad de las personas, sino que consigna aquellos que considera fundamentales, con la clara advertencia de que tal enunciación no excluye otros que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en la Constitución”.4 Otras ideas fundamentales sintetizó la Corte Suprema de Justicia al sentenciar, en el fallo citado: “La enunciación de los derechos humanos fundamentales, que hace la Constitución, y la partición del texto en dos partes; la primera que contiene tal enunciación y concretas garantías para su vigencia; y una segunda claramente diferenciada que organiza el Estado, brinda idea cabal de que 4 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. APLICACIÓN DEL PACTO DE SAN JOSÉ DE COSTA RICA POR ÓRGANOS JURISDICCIONALES DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY, año 2005. Ac. y Sentencia No. 356/96 de la Corte Suprema de Justicia. estos derechos existen con independencia del propio Estado, y son de imperativa observancia por este, el cual se organiza para darles vigencia y validez y no para limitarlos o coartarlos”. Sobre la duración de la prisión preventiva, en el siguiente caso, un juez inferior consultó a la Sala Constitucional de la Corte acerca de la duración máxima de privación de libertad de una persona afectada por un auto de prisión preventiva; la Corte opinó: “Una interpretación que exprese que la prisión preventiva puede durar más de dos años, cuando el marco de la pena mínima que correspondiese sea superior, constituye una grave violación del derecho positivo vigente, puesto que el art. 19 de la Constitución Nacional establece el tope máximo de temporalidad para su duración, no el mínimo, y violentar las garantías constitucionales llevaría a arriesgar que el país sea sancionado por violación de los derechos humanos.”5 En otros casos similares y en relación al “plazo razonable” de duración de la prisión preventiva, el más alto Tribunal de la República ha considerado adecuado recurrir a los parámetros establecidos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos como por el Tribunal Europeo de Derechos del Hombre. Consideramos que el sufragio libremente emitido es la piedra angular de nuestro ordenamiento democrático. Ningún voluntarismo puede actuar con omnipotencia, pretendiendo anular el pronunciamiento del pueblo en las urnas, de ahí que la Corte haya sentenciado: “Toda la materia que hace relación al derecho del sufragio, a la organización de elecciones, es una materia que se despliega como un derecho humano fundamental: el derecho a participar de la vida política que tiene todo ser humano por imperativo de su dignidad esencial, de conformidad con lo establecido en el Art. 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Art. 21 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, y el Art. 23 del Pacto de San José de Costa Rica. 5 Corte Suprema de Justicia del Paraguay, Sala Constitucional • 01/11/2004 • Cabañas Mazacote, Roberto s/ Homicidio con fines de robo (Ac. y Sent. Nº 1575) Igualmente, se ha sentado jurisprudencia por la Corte, estableciendo que “la materia electoral y, concretamente, el derecho de sufragio de los ciudadanos, conforma un plexo de prerrogativas de la personalidad que no pueden resultar menoscabadas, ni de cualquier manera interferidas por la acción de ningún órgano del Estado” 6. Hay que consignar también que en cuanto al derecho al sufragio, la Corte dejó sentado: “Corresponde el rechazo de la acción de inconstitucionalidad cuando no resulta clara la legitimación activa de un partido político para representar a sus afiliados, electores individuales, ya que los derechos electorales son derechos individuales y no difusos, y es preciso tratarlos desde esa perspectiva, puesto que el poder popular se ejerce en el acto del sufragio (el voto de un elector individual), el Art. 117 de la Constitución otorga el derecho del sufragio a los ciudadanos individuales, y el 120 establece quiénes son los electores (siempre individuos)”. 7 Otros aspectos jurisprudenciales en materia de hábeas corpus ha sentenciado el máximo Tribunal de Justicia del Paraguay: “La figura del hábeas corpus genérico, legislada en la Constitución en el Art. 133, aunque no cuenta con una regulación legal en materia procesal, es exigible de inmediato por tratarse de una garantía constitucional arbitrada, precisamente, para la defensa de los derechos humanos de las personas (Art. 45 de la Constitución)”. En cuanto al hábeas corpus reparador, rige el criterio de que “la institución del hábeas corpus reparador se halla caracterizada en la Constitución como la figura por la cual cualquier persona que se considere indebidamente privada de su libertad de locomoción puede solicitar de la autoridad judicial la cesación y las restricciones”. Como corresponde a un Estado constitucional, la Corte ha sostenido, en cuanto al derecho a la libertad: “Entre los valores fundamentales de nuestro 6 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. APLICACIÓN DEL PACTO DE SAN JOSÉ DE COSTA RICA POR ÓRGANOS JURISDICCIONALES DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY. Ac. y Sentencia No. 356/96. Pág. 57. 7 Ac. y Sent. No. 356/96, op. cit. pág. 58. ordenamiento, la libertad constituye, luego del derecho a la vida, el soporte sobre el cual descansan todos los otros bienes tutelados por el derecho, y el constituyente, coherente con su postura filosófica de que los derechos que hacen a la dignidad de las personas son los que justifican la creación del Estado, los ha revestido de las máximas garantías de efectiva vigencia”. En cuanto al derecho al trabajo, otro de los cimientos que dignifican a las personas, la Corte Suprema se expidió en un caso referido a un docente jubilado incorporado como funcionario de un Municipio, despedido por haberse considerado que esta persona percibía dos remuneraciones del Estado, situación prohibida por el Art. 61 de la Ley del Funcionario Público. El fondo de la cuestión radicaba, pues, en que si una persona jubilada en la administración pública, era o no apta para desempeñar otro cargo público. La Corte Suprema consideró que la jubilación es y forma parte del patrimonio de las personas, como una deuda que el Estado tiene con el funcionario que ha pasado de la actividad a la pasividad, por lo que la “jubilación” no puede catalogarse como un “salario” o remuneración por los trabajos realizados, y sí, como una “devolución” de los aportes. Todo esto, teniendo como base la Constitución Nacional que contempla el derecho al trabajo, erigido como categoría de un verdadero derecho humano que el Estado tiene la obligación de respetar conforme a los diversos documentos internacionales que hemos citado.8 En cuanto al derecho a la huelga: En una acción de inconstitucionalidad contra una sentencia recaída sobre la ilegalidad de una huelga del personal de empresas del servicio de transporte público, que se extendió prácticamente en forma indefinida, uno de los Ministros del más alto Tribunal –Dr. Oscar Paciello Candiaopinó que el transporte es un servicio público imprescindible para la comunidad y no 8 “Al limitar a los jubilados el acceso a la función pública, se está violentando el art. 47 de la Constitución Nacional, que garantiza la igualdad, dado que si la única condición es la idoneidad, si una persona cumple con esta exigencia, no se la puede discriminar por el hecho de ser jubilada, siendo que además se conculcaría el derecho al trabajo que es erigido a la categoría de un verdadero derecho humano, que el Estado tiene la obligación de respetar”. (Del voto del Dr. Sindulfo Blanco). Corte Suprema de Justicia del Paraguay, Sala Penal • 19/10/2004 • Ferreira Acevedo, Damián c. Res. N° 8/01, dictada por la intendencia municipal de San Juan Bautista s/ Demanda de nulidad (Ac. y Sent. N° 1484) • LLP 2005, 247 solamente se puede atribuir tal carácter al suministro de agua, energía eléctrica y hospitales, limitación que considera arbitraria y por ende inconstitucional. Desde que la ley no realiza una clasificación o determinación de cuáles son los servicios considerados imprescindibles, tal tarea viene a recaer en los órganos jurisdiccionales, y en consecuencia, se debió apelar a las enseñanzas del derecho comparado. Así, hay países en los que esta cuestión ni siquiera tiene posibilidad de plantearse y se hallan radicalmente excluidos de la posibilidad de realizar huelgas. “En el ámbito del Mercosur, tenemos que la Constitución de la República Federativa del Brasil, al igual que la nuestra, sanciona el derecho de huelga, y en su reglamentación la Ley Nº 7783/89 en su artículo 10 establece una lista de servicios y actividades que deben ser considerados esenciales. El inciso V del citado artículo enfáticamente incluye entre ellos a los transportes colectivos. Argentina el artículo 1º del Decreto Nº 2184/90 el establece : “A los En la República 16 de octubre de ese año, fines previstos en el presente decreto, serán considerados servicios esenciales, aquellos cuya interrupción total o parcial puedan poner en peligro la vida, la salud, la libertad o la seguridad, de parte de la población o de las personas en particular: a) los servicios sanitarios y hospitalarios; b) el transporte...”. En la República Oriental del Uruguay, con base en la Ley Nº 13720 el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social declaró la calidad de servicios esenciales a numerosas actividades, entre ellas los transportes de Montevideo, el 16 de mayo de 1988. En el Mercosur, pues, fuera de nuestro país, que no cuenta con una legislación sobre el particular, la cuestión se halla resuelta: el transporte público de personas constituye un servicio esencial. Por consecuencia, y visto que el Artículo 1º. del Tratado respectivo establece: “El compromiso de los Estados Partes de armonizar sus legislaciones en las áreas pertinentes, para lograr el fortalecimiento del proceso de integración” no parece dudoso el sentido que se deba atribuir a esta decisión. … En otras palabras, una huelga de tiempo indefinido del transporte, por el considerable impacto de esta actividad, configura una injusticia social, y lo que es más grave, hace prevalecer los intereses de un limitado sector de trabajadores, sobre los intereses generales de la comunidad, hecho desde luego constitucionalmente inadmisible”.9 En relación a la extensión de la indemnización que debe abonar el Estado al heredero de un desaparecido en la época de la dictadura, el más alto Tribunal de la República falló: “La Ley N° 838/96 fue dictada en beneficio de las víctimas de la dictadura, debiendo interpretarse a su favor las disposiciones contenidas en la misma, razón por la cual no puede entenderse que las indemnizaciones allí previstas son privativas de cualquier otra, ya que ello colisionaría con numerosas normas de Derechos Humanos suscriptas por la República, y con la propia Constitución Nacional, que en su artículo 39 establece el parámetro de "indemnización justa y adecuada" por los daños y perjuicios de los que fuese objeto la persona, por parte del Estado. De conformidad a los criterios interpretativos constitucionales y deducidos también de las normas internacionales de Derechos Humanos, resulta evidente que la vía breve y ágil establecida administrativamente por la Ley N° 838/96 para el cobro de indemnizaciones por parte de las víctimas de la dictadura, fue prevista a favor de estas, sin que por ello pueda conculcársele su derecho constitucional de reclamar la mayor indemnización que pudiera corresponderle”10. Estamos dando en el Paraguay pasos significativos para afirmar mejor el Estado de Derecho que nos rige, y en cuyo marco brilla en todo su esplendor la sagrada causa de los derechos humanos. Como decía el respetado y siempre recordado maestro, Germán Bidart Campos: “La teoría del Estado de Derecho es una tesis positivista engendrada por la de la autolimitación. Es así como García Pelayo enseña que el precepto legal que vincula al Estado ya no es un derecho “a priori” o trascendente (natural), sino un 9 ACCIÓN DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EL JUICIO: “EMPRESA DE TRANSPORTE MCAL. LÓPEZ S.R.L. LÍNEA 38 S/ DECLARACIÓN DE ILEGALIDAD DE HUELGA”. AÑO: 1996 – No. 200. 10 Corte Suprema de Justicia del Paraguay, sala civil y com. • 06/09/2007 • Molas de Maidana, Juana Dora c. El Estado Paraguayo s. Indemnización de Daños y Perjuicios Materiales y Morales. (Acuerdo y Sentencia N° 870). • LLP 2007 (noviembre), 1285 derecho creado por el mismo Estado”. “Si la Constitución es el encuadramiento y la legalización del poder, el Estado de Derecho viene a ser el aprisionamiento de ese mismo poder por obra de la autolimitación estatal”. 11 En resumen: “Por la concepción del Estado de Derecho, el positivismo quiere connotar a un Estado que se autolimita, creando su propio derecho positivo, al cual le asigna materialmente un contenido coincidente con el del constitucionalismo moderno. El defecto radica en suponer que la limitación objetiva del Estado proviene de la voluntad estatal, que se autolimita, y no del orden natural de justicia”. Sigue aseverando el tenaz y fervoroso luchador por la conquista de los derechos humanos: “La crítica a la teoría de la autolimitación y del Estado de Derecho puede hacerse desde dos ángulos. El uno, diciendo que una limitación surgida de la voluntad unilateral del Estado no es garantía suficiente, porque la misma voluntad que la establece y la consiente, puede destruir los límites asignados. El segundo, alegando que si el contenido material exigido al derecho positivo por el constitucionalismo moderno proviene también de una autolimitación estatal, la tutela de la libertad y de los derechos del hombre es artificial y es precaria, y no queda impuesta, en definitiva, por el deber ser ideal de la justicia por el derecho natural. Todo se resuelve, en suma, en voluntarismo estatal”. “Comprendemos entonces, asevera el eminente constitucionalista, que el formalismo de que haya un derecho creado por el Estado, al cual este se somete voluntariamente, peca por deficiencia, y que el contenido justo del derecho estatal no puede quedar librado a una autolimitación, sino que debe derivar de un orden objetivo de justicia, que es el derecho natural. Por eso, rechazamos la noción del Estado de Derecho, afiliada al positivismo y a la teoría de la autolimitación, y la sustituimos por la de justicia, derivada de la aceptación del derecho natural”. 11 BIDART CAMPOS, Germán J. Principios de Derechos Humanos y Garantías. Edit. Ediart, Bs. Aires, 1991. Agrega el preclaro hombre de derecho: “El Estado es algo que conviene al hombre, porque hace a su modo de ser y de convivir. Aun libremente organizado de su realidad empírica, no recibe de los hombres su contorno ni su fin. Es el derecho natural el que marca objetivamente al Estado; el que le asigna el fin de bien común o de justicia; el que lo delimita, y el que le atribuye la medida legítima del poder (o sea, de lo que “puede hacer” para alcanzar rectamente aquel fin)”. “El Estado no surge como un hecho de fuerza o de violencia al margen del derecho, y es un fenómeno que solo se juridiza a posteriori. Surge dentro de un orden natural que lo caracteriza y estructura como un fenómeno espontáneo de naturaleza política y jurídica que hace a la convivencia humana”. “El Estado elabora su derecho positivo, pero este debe concordar con el derecho natural, o si se prefiere, debe ser justo para tener validez. El derecho positivo injusto carece de validez”. Severo crítico de los regímenes políticos totalitarios, decía Bidart Campos, con la fuerza de una noble y fervorosa convicción: “El hombre es una persona que, en virtud de su propia dignidad, merece que el Estado reconozca sus derechos subjetivos y proteja su libertad”. Distinguidos participantes de este Sexto Encuentro de Cortes Supremas del Mercosur y Asociados: la integración regional puede alentar el desarrollo social y económico de nuestros pueblos, pero básicamente esa integración tiene que buscar la plena realización de millones de seres humanos a quienes no queremos ver como súbditos, sino como auténticos ciudadanos conscientes de sus derechos y también de sus deberes en el orden nacional e internacional. Nuestras naciones miran a una libertad económica asegurada con criterios equitativos, y anhelan a seguir gozando de una auténtica libertad política desde la cual construir sociedades más libres, justas y fraternas, el verdadero objetivo del mismo e irrenunciable espíritu del Mercosur y Asociados. En suma, queremos la solidaridad para el progreso económico. Pero más queremos la unidad espiritual y moral de nuestras naciones, firmes en la línea y respeto a los derechos humanos, que es como decir firmes al imperio de la justicia que honra y dignifique el ideal de la integración. BIBLIOGRAFÍA 1-ZARINI, Helio Juan. Derecho Constitucional. 2da. edición actualizada y ampliada. Edit. Astrea, Bs. Aires, Argentina. 2-FAYT, Carlos S. Supremacía constitucional e independencia de los jueces. Edit. Depalma, año 1994, Bs. Aires, Argentina. 3-BIDART CAMPOS, Germán J. Principios de Derechos Humanos y Garantías. Edit. Ediart, año 1991, Bs. Aires, Argentina. 4-GROS ESPIELL, Héctor. La Corte Interamericana de los Derechos Humanos con sede en Costa Rica, Montevideo, Uruguay. 5-FRIAS, Pedro J. Derecho Público, Edit. Depalma, año 1985, Bs. Aires, Argentina. 6-BIZZOZERO, Lincoln, en “DERECHOS HUMANOS Y DIMENSIÓN SOCIAL EN LOS REGIONALISMOS DEL SIGLO XXI. CONSTRUCCIÓN Y PERSPECTIVAS DESDE EL ESPACIO DEL MERCOSUR. Publicado en el Observatorio de Políticas Públicas de Derechos Humanos en el MERCOSUR. (www.observatoriomercosur.org.uy) 7-El Pacto de San José de Costa Rica. Debate en el Parlamento Paraguayo. Publicación oficial del Congreso Nacional. 8-CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Aplicación del Pacto de San José de Costa Rica por Organos Jurisdiccionales de la República del Paraguay, año 2005, Asunción, Paraguay. 9-CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Instrumentos normativos del Mercosur. División de Investigación, Legislación y Publicaciones, Centro de Estudios Judiciales, año 2006, Asunción, Paraguay.