LA VERDAD • DOMINGO | 2 DE NOVIEMBRE DE 2008 REGIÓN 21 I EL DIARIO DE UN DESCUARTIZADOR I EL SUMARIO SOBRE EL ASESINO DE FÉREZ Y JUMILLA «No se encuentran el brazo izquierdo ni la cabeza del cadáver», escribió el secretario incluido en el sumario sobre el crimen, que está en poder de este diario. «Podemos ver también parte de un tórax separado del resto del cuerpo, las dos piernas cortadas y separadas, el brazo derecho también seccionado debajo de una bolsa de plástico. La otra parte del tórax está dentro de una bolsa de basura negra, junto a un trozo de oreja». «Cerca del cadáver –prosigue el secretario judicial– se encuentra una sierra metálica con mango azul, manchada de sangre y otros restos. No se encuentra el brazo izquierdo ni la cabeza del cadáver». El misterio se resuelve pronto. Durante la práctica de esa diligencia, un guardia civil informa a Su Señoría de que en el Cortijo El Cerezo se ha encontrado abandonada la furgoneta Ford Courier de la víctima. Abandonada, muy probablemente por el asesino. La comisión judicial se desplaza al lugar. «Personados en el cortijo se observa la citada furgoneta, con la rueda trasera derecha atrapada entre dos piedras. En el maletero del vehículo se encuentra una bolsa de basura negra, la cual contiene una cabeza de hombre, ensangrentada, a la cual le falta la oreja derecha. En una bolsa del mismo tipo hallamos el brazo izquierdo ensangrentado. También encontramos en el maletero un serrucho metálico, con mango de madera, con sangre y restos». Horas después hallarán la mochila y, en ella, la fiambrera con los tres filetes de carne humana. EN EL SUELO Y ESPOSADO El asesino, el descuartizador, el aparente caníbal, está tendido en el suelo, boca abajo, en un huerto de almendros. Tiene los brazos a la espalda, inmovilizados por unas esposas, y la boca de una pistola apuntando a su cabeza. Un policía local de Férez ha logrado poner fin a su truculenta correría. No ha sido fácil atraparlo. De hecho, se ha tenido que jugar el tipo. Ya había intuido que sería así «Derribé la puerta del almacén y vi el charco de sangre», contó el policía local cuando su vecino Avelino García le ha telefoneado y, entre jadeos, mientras corría para salvar su vida, le ha explicado que un extranjero «con mala pinta y aspecto de vagabundo» acababa de atacarle y herirle con una navaja en la finca El Cerezo, a la que había acudido esa misma y sangrienta mañana del 15 de febrero a echarle de comer a las cabras y a los caballos. «¡Corre! ¡Ponte a salvo, que enseguida subo!», le había gritado antes de saltar al coche patrulla y encaminarse a toda velocidad hacia ese paraje rural. Llegó todavía a tiempo de observar cómo Avelino desplegaba sus apresuradas zancadas por el camino, seguido muy de cerca por un todoterreno al volante del cual iba un joven sucio, flaco y de mirada enloquecida. Avelino luchaba por su vida y si logró salvarla fue lanzándose de cabeza a la cuneta cuando ya el motor del vehículo le resollaba en la espalda. El agente inició entonces una larga persecución que sólo acabó cuando el chico se comió una curva y fue a empotrarse con el Land Rover contra un almendro. Allí, sobre los terrones, le puso las esposas. Sólo comenzó a ser consciente de que había hecho el servicio de su vida cuando, unos minutos después, el amigo Avelino, todavía temblando, le llamó para decirle que en la finca en la que había estado a punto de morir había una Ford Courier, AB-8218-M, abandonada. Los datos del vehículo llevaron al policía a identificar al propietario, le llevaron hasta sus familiares y acabaron llevándolo hasta la Finca del Tío Murciano, en la que le esperaba el cadáver descuartizado de un hombre. El cuerpo desmembrado de José Juárez Palacios. «Derribé la puerta del almacén a patadas y observé que había en el suelo restos de ropa, un charco de sangre y como restos de un cuerpo humano desnudo», declaró horas después ante la Guardia Civil. «La mujer y los familiares del señor Juárez, al ver que tiraba al suelo la puerta del garaje y entra- Las pruebas lo señalaron como el autor de otros dos apuñalamientos AUTORRETRATO. El chico y su perro, en un dibujo del diario. / S.A. El presunto asesino se negó a declarar, a entregar una muestra de saliva, a que le extrajesen sangre. Pero el ADN habló por él ba en el mismo –continuó su relato–, comenzaron a gritar y a ponerse histéricos». Intuyendo ya que lo que el policía local acababa de encontrar no iba a ser bueno. «Váyanse de aquí. Márchense a casa», les rogó el agente. No hacían falta más palabras. Bastaba con verle el rostro. Obedecieron. NO HABLÓ ÉL; HABLÓ EL ADN Se negó a declarar. Se negó a que le extrajesen sangre. Se negó a entregar una muestra de su saliva. Hubo que tomárselas con una orden judicial por delante. Se negó incluso a ofrecer su verdadera filiación y aseguró llamarse Andrew Martin, nacido en Plymouth (Inglaterra). Pero tampoco su colaboración fue necesaria. Sus huellas dactilares y su ADN desvelaron su identidad: Stefan Atzler, de 25 años, nacido en Donauworth (Alemania). Le señalaron como el autor de la muerte y descuartizamiento de José Juárez. Y aún habrían de deparar dos grandes sorpresas: le vincularon Niño monstruo y diario. / S.A. Otro guerrero. / S.A. «Había soñado que me había roto la mano derecha; estaba inflamada e hinchada de líquido. La situación empeoraba hasta que todo mi brazo era como un globo. Hice un orificio y entonces salió el líquido, pero la carne quedó blanda. Podía ver mis tendones y articulaciones moverse». Muchacha desnuda. / S.A. Atormentado, pero dispuesto a reinventarse: «No voy a darme por satisfecho hasta que haya terminado una lucha contra uno o más adversarios. He sido un cobarde toda mi vida, por una razón u otra. Siempre el miedo de que los otros se podrían reír de mí, que podría ser vergonzoso, que podría dolerme o que me humillarían. ¡Y ese miedo empeoraba todo!». Consciente de su insignificancia frente al universo, a la poderosa naturaleza: «El viento sopla por los campos, y yo estoy muy solo y muy pequeño. Ya viene la tor- Otro vagabundo. / S.A. menta. ¿Me romperá el cuello tal y como dobla la hierba?». Visionario enloquecido y sanguinario: «Tengo una idea, una visión de un guerrero demoníaco con el intento de asesinato de un indigente de 44 años, acuchillado el 19 de septiembre del 2005 en Amberg (Alemania); y le señalaron además como presunto autor del asesinato de un agricultor de Jumilla, Timoteo Navarro, de 62 años, cuyo cuerpo cosido a navajazos había sido hallado el 14 de enero del 2006 en el paraje de los Alberciales. Durante semanas, la Guardia Civil había errado, a ciegas, en pos de una pista que le ayudase a resolver este crimen incomprensible. Había barajado las hipótesis del robo, de la venganza por asuntos de tierras, de antiguas rencillas, incluso de faldas... Nada de eso existía. Sólo la acción irracional y bárbara de un joven alemán que había optado por vivir como un salvaje. Ya sólo permanece cubierta de misterio la razón por la cual no lo descuartizó y lo convirtió también en filetes. Quizás se creyó sorprendido y eso le hizo huir. O quizá una luz penetró durante un instante en su conciencia y le hizo desistir. Apenas una semana antes del crimen había escrito en su diario: «Seguimos hasta Yecla. El paisaje es cada vez más brutal (...). En el oeste hay molinos negros. El paisaje rocoso me parece diabólico y como una pesadilla. (...) Estábamos en el castillo y hacía muchísimo frío. Llevamos ya una semana en Los Minas. (...) Chucky es mi pequeño ángel negro, mi lobo. Es hora de que nos vayamos de aquí a otro sitio». Hasta ahí llega su relato. Luego se topó con Timoteo y, días más tarde, con Jesús. Ninguno de ellos sobrevivió al encuentro. Hoy, condenado a 24 años de prisión por el crimen de Férez, aguarda entre rejas el momento de ser juzgado por el asesinato de Jumilla. «¿Qué es mejor? ¿Vivir en una prisión con la visión de la libertad o vivir en libertad con la ilusión de una prisión? Al fin y al cabo, todo es ilusión. La verdad de cada uno está dormida en el propio corazón», había dejado escrito. Si lo que buscaba era una respuesta, ya la tiene. con una armadura hecha de huesos, carne y cuerno. Lleva una ballesta, también hecha de cartílagos y carne roja; también la cuerda es orgánica. El virote es de hueso. Es el que con la conciencia tranquila mata a una madre preñada, la abre y sin escrúpulos termina con la vida de niños cuya vida ni siquiera había empezado. (...) Un guerrero de carne y hueso, sangre roja, cartílagos y tendones y una piel blanca como leche». Un hombre sin control sobre sí mismo: «Cuanto más entiendo más tengo que resignarme, pero no me puedo excluir de ese concepto. Soy una parte, como un androide biomecánico, una marioneta con mando a distancia». Un escritor a lo McCarthy: «El cielo brilla en la luz de la tarde con un brillo glorioso de sangre que se rompe ardiendo en los ríos. El viento se mezcla con el polvo de los huesos y sopla profundamente a las ascuas de color rojo oscuro».