APROXIMACIÓN A LOS CONCEPTOS DE INTERÉS COLECTIVO Y DIFUSO EN DERECHO ADMINISTRATIVO ESPAÑOL* Eloísa Carbonell Porras Catedrático de Derecho Administrativo I. Planteamiento; II. Los intereses colectivos en la legislación preconstitucional, y su reconocimiento en la Constitución y la LOPJ; III. Una distinción no perfilada técnicamente como punto de partida; IV. La legislación reguladora del procedimiento administrativo de 1992; V. La Ley reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa de 1998; VI. La Ley de Enjuiciamiento Civil de 2000; VII. ¿Cabe diferencia el interés difuso y el colectivo en el orden contencioso-administrativo? A propósito de la nueva letra i) del art. 19. 1 de la LJCA I. Planteamiento El derecho constitucional a la tutela judicial efectiva en su vertiente de acceso a la jurisdicción supuso un cambio significativo en la legitimación que reconocía la Ley reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa de 1956, que ha culminado con la vigente Ley 29/1998, de 13 de julio, de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa. Su exposición de motivos subraya que «nadie, persona física o jurídica, privada o pública, que tenga capacidad jurídica suficiente y sea titular de un interés legítimo que tutelar, concepto comprensivo de los derechos subjetivos pero más amplio, pueda verse privado del acceso a la justicia». A tal fin, el artículo 19 contempla ampliamente la legitimación activa en el proceso contenciosoadministrativo, pues, junto a la general de las personas físicas y jurídicas «que ostenten un derecho o interés legítimo», se reconoce también la de otros sujetos jurídicos, públicos y privados, incluyendo la de las «corporaciones, asociaciones, sindicatos y grupos y entidades a que se refiere el artículo 18 que resulten afectados o estén legalmente habilitados para la defensa de los derechos e intereses legítimos colectivos» —letra b)—. Se acoge así expresamente en el orden contencioso-administrativo una idea de legitimación que, desde 1985, contempla la LOPJ, * Este trabajo, en homenaje al Profesor Juan Alfonso Santamaría Pastor, ha sido realizado en el marco del Proyecto I+D+i del Plan Nacional titulado Los intereses colectivos: representación y defensa ante la Administración y los tribunales. Las "otras" legitimaciones (Referencia DER2011-26080) del que soy Investigadora Principal, así como como de los proyectos del Plan de Acción propia de la Universidad de Jaén con referencias UJA2013/08/50 y UJA2014/05/04, todos integrados en el en la Universidad de Jaén integrado en el Grupo de Investigación del Plan Andaluz de Investigación, Desarrollo e Innovación (PAIDI) SEJ-317. Una versión más amplia puede encontrarse en E. CARBONELL PORRAS, «Los intereses colectivos en la jurisdicción contencioso-administrativa», n la obra colectiva Intereses colectivos y legitimación activa, dirigida por E. CARBONELL PORRAS, y coordinada por R. CABRERA MERCADO, Thomson Reuters-Aranzadi, Cizur Menor (Navarra), 2014, págs. 33-104. 1 cuyo artículo 7. 3, se refiere a la protección por los juzgados y tribunales de los derechos e intereses legítimos «tanto individuales como colectivos». El reconocimiento de unos intereses que, calificados como colectivos o difusos, permiten acceder a los tribunales superando los tradicionales planteamientos personalistas no han pasado desapercibidos para la doctrina1. Incluso se ha afirmado que la actual evolución de la legitimación activa en el proceso contencioso-administrativo está condicionada por el progresivo reconocimiento de los intereses colectivos y su defensa jurisdiccional por las organizaciones creadas para ello2.En efecto, el legislador del siglo XXI ha comenzado a dedicar específica atención a esta cuestión, reconociendo con mayor o menor claridad, la legitimación en defensa de intereses colectivos. Con esta legitimación se contribuye, al menos en teoría, a facilitar el control sobre la Administración, al superarse la clásica vinculación entre la legitimación y la titularidad de situaciones jurídico-activas individualizadas, sin necesidad de consagrar la acción pública. Con carácter general, el reconocimiento de la legitimación activa en defensa de los intereses colectivos presupone la intervención del legislador, que habilita expresamente a unas determinadas organizaciones que son las que asumen la titularidad del interés colectivo, e implica un plus sobre la legitimación que corresponde a cualquier persona, física o jurídica, titular de derechos subjetivos e intereses legítimos3. La legitimación activa de las organizaciones 1 Diversos autores han prestado especial atención en los últimos tiempos al reconocimiento de los intereses legítimos colectivos, vid, en particular las monografías de J. SILGUERO ESTAGNAN, La tutela jurisdiccional a través de la legitimación de los grupos, Madrid, Dykinson, 1995; Mª I. GONZÁLEZ CANO, La protección de los intereses legítimos en el proceso administrativo, Valencia, Tirant lo Blanch, 1997; P. GUTIÉRREZ DE CABIEDES E HIDALGO DE CAVIEDES, La tutela jurisdiccional de los intereses supraindividuales: colectivos y difusos, Pamplona, Aranzadi, 1999; J. C. CABAÑAS GARCÍA, La tutela judicial del tercero: estudio sobre la legitimación indirecta, individual y colectiva en el proceso civil, Madrid, Dijusa, 2005; y M. JIMÉNEZ MEZA, La legitimación administrativa para la defensa de los intereses legítimos y los derechos subjetivos (Procedimiento administrativo, tributario y contencioso-administrativo), 2º ed. San José, Mundo gráfico, 1998. 2 Vid. F. CORDÓN MORENO, El proceso contencioso-administrativo, Pamplona, Aranzadi, 1999, pág. 104 ss, así como «De nuevo sobre la legitimación», en RDPr, núm. 1, 1997, pág. 77 ss. 3 Desde esta perspectiva, como he analizado con detalle, debe diferenciarse la legitimación en defensa de los intereses colectivos de otros supuestos con los que presenta cierta conexión como es la defensa colectiva de un derecho/interés legítimo individual o la representación por la organización de uno de sus asociados. Vid. E. CARBONELL PORRAS, «Los intereses legítimos colectivos en el proceso contencioso-administrativo», en la obra colectiva Derechos fundamentales y otros estudios en homenaje al prof. Dr. Lorenzo Martín-Retortillo, dir. L. Martín Rebollo, Zaragoza, Ed. Gobierno, Cortes y Justicia de Aragón, Caja Inmaculada, Ibercaja 2 representativas de intereses colectivos debe analizarse sobre la base de nuestro Derecho positivo, pues distintas normas se han referido a este tipo de intereses en los últimos tiempos. A este efecto, partimos ahora de una noción de interés colectivo coloquial, no perfilada técnicamente ni dogmática, sino opuesta al interés individual de una determinada persona física que acude a la jurisdicción como titular de un derecho subjetivo o un interés legítimo. La legitimación general del artículo 19. 1. a) de la LJCA comprende a las personas jurídicas que, obviamente, también son titulares de situaciones jurídico activas frente a la Administración pública. Sin embargo, debe notarse que lo que se pretende es precisar la legitimación que corresponde a ciertas organizaciones en defensa de unos intereses que sean susceptibles de calificarse como colectivos, y, por tanto, diferentes de los individuales, aunque no siempre resulta sencillo precisar cuándo están legitimadas en cuanto son titulares de un derecho subjetivo o de un interés legítimo como cualquier otro sujeto de derecho y cuando están legitimadas para la defensa de los intereses colectivos. Sin perjuicio de estas cuestiones, lo cierto es que no resulta sencillo delimitar qué se entiende por interés legítimo colectivo y sus posibles diferencias con la idea de interés difuso, si es que puede sentarse tal diferencia. Se trata, sin duda, de un tema históricamente complejo. Aun siendo plenamente consciente de las dificultades, seguidamente se intenta aportar algo de luz a estas nociones sobre la base de nuestro Derecho positivo y las diferencias que al respecto deben establecer en el proceso civil y en el proceso contencioso-administrativo. III. Los intereses colectivos en la legislación preconstitucional, y su reconocimiento en la Constitución y la LOPJ La defensa de los derechos e intereses de los ciudadanos frente a la Administración ha estado tradicionalmente condicionada por la perspectiva personalista e individualista que caracteriza nuestro ordenamiento jurídico y los de los países de nuestro entorno. Por ello, las normas relativas a la defensa de las situaciones jurídico-activas de los administrados hacían referencia a los intereses “personales”, idea que ponía de manifiesto que afectaban a unos concretos sujetos que eran los titulares del correspondiente interés. Esta perspectiva individualista del interés, por asimilación también con los derechos subjetivos, estaba presente en la Ley de Procedimiento Administrativa de 1958 y su concepto general de interesado. No obstante, su artículo 130, en relación con la participación en el procedimiento de elaboración de y Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, 2008, Tomo II, págs. 1395-1426. Una actualización de este trabajo que lleva por título «La legitimación en defensa de los intereses legítimos colectivos ante la jurisdicción contencioso-administrativa: delimitación y distinción de supuestos afines» ha sido publicada en la obra colectiva Tutela de Derecho en sede jurisdiccional, editada por el Fondo editorial del Poder Judicial del Perú remitida al Consejo del Poder Judicial del Perú, Lima, 2012, págs. 293-335 y en la Revista de Derecho Administrativo (ReDad) núm. 7, Chile-Thomson Reuter, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, 2013. 3 los reglamentos se hacía referencia a las «entidades que por Ley ostenten la representación o defensa de intereses de carácter general o corporativo»4. En la LJCA de 1956 podía encontrarse alguna aproximación a unos intereses supraindividuales en la llamada legitimación corporativa, que permitía impugnar directamente los reglamentos estatales a las «Entidades, Corporaciones e Instituciones de Derecho Público y cuantas entidades ostentaren la representación o defensa de intereses de carácter general o corporativo»5. La aprobación de la Constitución de 1978 y el expreso reconocimiento de los intereses profesionales y económicos ha supuesto un amplio reconocimiento de la legitimación activa de las organizaciones de trabajadores y profesionales. Con la Ley Orgánica 6/1985 de 1 de julio, del Poder Judicial se realiza una primera alusión a la legitimación de estas organizaciones con carácter general. En efecto, su artículo 7. 3 dispone que corresponde a los Juzgados y Tribunales proteger los derechos e intereses legítimos, tanto individuales como colectivos, precisando que «para la defensa de estos últimos se reconocerá la legitimación de las corporaciones, asociaciones y grupos que resulten afectados o que estén legalmente habilitados para su defensa y promoción»6. Esta expresa referencia a los intereses colectivos tendrá como consecuencia fundamental que comience a cuestionarse cuál es el sentido y alcance de este interés colectivo. II. Una distinción no perfilada técnicamente como punto de partida En una primera aproximación a los conceptos de interés colectivo y difuso, parece que la doctrina, las leyes y los tribunales se refieren a unos intereses que trascienden los de carácter personal o individual, destacando su dimensión supraindividual. Así el Tribunal Supremo —por ejemplo, sentencia de 25 de junio de 1992 (RJ 1992, 4672)— define el interés colectivo como «un interés indivisible correspondiente al grupo en su conjunto y, por tanto, no susceptible de 4 En relación con el procedimiento de elaboración de reglamentos en la LPA de 1958, M. REBOLLO PUIG, («La participación de las entidades representativas de intereses en el procedimiento de elaboración de disposiciones administrativas generales», en RAP núm. 112, 1988, pág. 99 ss) destacó que no existen interesados en el sentido técnico jurídico estricto entonces en vigor. 5 De esta cuestión se ocupó T. R. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, «Los sindicatos y el recurso contencioso-administrativo», en RAP núm. 55, 1968, págs. 133 ss. 6 Por otra parte, también se hace referencia a los intereses colectivos en el art. 110. 3 de la LOPJ después de la amplia modificación de la misma operada por la Ley 19/2003, de 23 de diciembre. Este precepto se refiere a los reglamentos del Consejo General del Poder Judicial con la finalidad de exigir que los proyectos se sometan a informe de las asociaciones profesionales de jueces y magistrado, de las corporaciones profesionales o «asociaciones de otra naturaleza que tengan reconocida legalmente representación de intereses a los que puedan afectan». 4 fraccionamiento entre sus miembros y como un interés que, aunque pueda ser divisible, lo es de manera refleja en sus consecuencias, que han de ser objeto de la oportuna individualización, pero no en su propia configuración general. De ahí la complejidad de la distinción». Estas dificultades se acrecientan si, además, se intenta diferencia un interés del grupo o de la colectividad de carácter difuso, como un interés diferente del interés colectivo. Se trata de nociones sumamente controvertidas pues, como con razón ha señalado NIETO, en la distinción entre intereses colectivos y difusos «lo único claro es que no se trata de meros intereses individuales —y esto es lo que tienen en común con los generales—; pero, a partir de ahí, nada nos afirma la doctrina con seguridad»7. MONTERO AROCA sostiene que los intereses colectivos se caracterizan por corresponder «a una serie de personas más o menos numerosas, que están o pueden estar determinadas o por lo menos no son absolutamente indeterminables entre las cuales existe un vínculo jurídico (pertenecer a un colegio profesional, son todos trabajadores del metal) existiendo una entidad que es persona jurídica a la cual se atribuye por ley la “representación institucional” para la defensa de ese interés. Esa persona jurídica no tiene ni pretende tener, la representación individual de cada una de las personas físicas implicadas (las cuales no han realizado la declaración de voluntad expresa de la representación voluntaria), pero sí tiene confianza de la “representación institucional“ del conjunto y en virtud de ella afirma, no la titularidad de los derechos individuales, sino un interés colectivo cuya defensa jurídica justifica la misma existencia de la persona jurídica» mientras que el interés difuso «corresponde a una serie de personas que están absolutamente indeterminadas de modo que la afectación a todas ellas deriva sólo de razones de hecho contingentes (como ser posibles consumidores de un mismo producto, vivir en un mismo lugar, ser destinatarios de una determinada campaña)… el interés difuso no es el de una categoría o profesión respecto del que existe una persona jurídica que lo defiende, este es el interés colectivo» s que coinciden, no tratándose ya de la suma de los intereses de los sujetos que componen el grupo, sino de un interés que pertenece a una pluralidad determinada de individuos (es decir, una comunidad de intereses o un interés supra-individual)» y se diferencia del interés difuso, no por el dato objetivo del interés, «del tipo de interés, sino en el grado de subjetivización del mismo; en cualquier momento cualquier interés, identificado con un derecho del ciudadano, puede ser colectivo o difuso, dependiendo de la concreción subjetiva 7 A. NIETO GARCÍA, «La Administración sirve con objetividad los intereses generales», en Estudios sobre la Constitución española. Homenaje al Profesor Eduardo García de Enterría, Madrid, Cívitas, 1991, III, pág. 2196. Siguiendo a ALMAGRO NOSETE («Tutela procesal ordinaria y privilegiada (jurisdicción constitucional) de los intereses difusos», en Revista de Derecho Público núm. 16, 1982-1983, págs. 93 ss), el Prof. NIETO se refiere al derecho a la salud, al medio ambiente, a la vivienda, a la familia, y a los derechos y libertades en general como intereses difusos constitucionales. 5 de los afectados, es decir, de la existencia o no de una comunidad unificada en cuanto a sus componentes»8 En la doctrina administrativista, SÁNCHEZ MORÓN diferencia la acción individual colectivamente ejercitada, la defensa individual de un interés colectivo y la defensa de colectiva de un interés colectivo, y se refiere al interés difuso o difundido como el interés de una pluralidad indeterminada o indeterminable de sujetos que, en potencia, pueden ser incluso todos los que integran la comunidad general de referencia, que se reconoce implícita o explícitamente por la norma: «Objetivamente el interés difuso se estructura como un interés perteneciente a todos y cada uno de los componentes de la pluralidad indeterminada de que se trate. No es un simple interés individual, reconocedor de una esfera personal y propia, exclusiva, de dominio. Tampoco es el interés propio de una comunidad organizada, constituido por la suma de los intereses (o de alguno de ellos) de los individuos concretos que la componen y, asimismo, exclusivo y excluyente. El interés difuso es el de todos y el de cada uno o, mejor dicho, es el interés que cada individuo posee por el hecho de pertenecer a la pluralidad de sujetos a que se refiere la norma en cuestión. El contenido o la consecuencia jurídica del interés difuso es el reconocimiento de una pluralidad de situaciones subjetivas relativas a sujetos individuales. En eso se diferencia del interés público, más o menos general, incluso cuando la pluralidad a la que se reconoce el interés sea tendencialmente coincidente con la totalidad de los ciudadanos. Es decir, que el interés difuso supone un plus de protección o una protección diversificada de un bien jurídico; pública por un lado y de los ciudadanos por otro»9. Respecto del interés colectivo, señala este autor, constituye una especificación del difuso pues hace referencia al interés de un grupo de ciudadanos que tiene unas características y aspiraciones comunes y, por ello, es un colectivo más o menos determinable. Se diferencia del interés difuso genérico en que precisamente supone una especificación o sectorialización de aquél de acuerdo a criterios subjetivos. El interés colectivo es el interés difuso de una comunidad menor, si bien ese grupo o comunidad de referencia se caracteriza por su permanencia o no ocasionalidad sectorialización de aquél de acuerdo a criterios subjetivos. El interés colectivo es, por tanto, «el interés de un grupo más o menos determinable de ciudadanos, perseguible de manera unificada, por tener dicho grupo unas características y aspiraciones sociales comunes»10. 8 J. MONTERO AROCA, La legitimación colectiva de las entidades de gestión de la propiedad intelectual, Granada, Comares, 1997, págs. 48-49. Del mismo autor, De la legitimación en el proceso civil, Barcelona, Boch, 2007, págs. 403-477, especialmente. 9 La participación del ciudadano en la Administración pública, Madrid, CEP, 1980 págs 111118. El derecho a la salud constituye, según este autor, un interés público tutelado por el Estado que ejercer las facultades de actuación precisas, pero al mismo tiempo constituye un interés jurídico de todo ciudadano a una protección adecuada 10 Ibidem. págs 125-126. 6 Planteamiento similar realiza GONZÁLEZ CANO, que se refiere al interés colectivo como un interés que pertenece a una pluralidad determinada de individuos (es decir, una comunidad de intereses o un interés supraindividual) y se diferencia del interés difuso, no por el dato objetivo del interés, «del tipo de interés, sino en el grado de subjetivización de mismo; en cualquier momento cualquier interés, ... puede ser colectivo o difuso, dependiendo de la concreción subjetiva de los afectados, es decir, de la existencia o no de una comunidad unificada en cuanto a sus componentes»11. Por su parte, GONZÁLEZ PÉREZ ha manifestado sus dudas sobre la protección que pretende reconocerse con el interés difuso, que sería la que corresponde «a una serie de personas indeterminadas entre las que no existe vinculo jurídico». Para este autor, la posibilidad de acudir al juez en defensa de los bienes que el interés difuso quiere proteger no precisa un nuevo supuesto legitimador, pues frecuentemente existe un interés legítimo que permite acudir a los tribunales en su defensa y, en supuestos límite en los que resulte difícil o imposible la legitimación con las categorías tradicionales, considera más simple y sencillo admitir la acción pública en lugar de acudir a la figura de los intereses difusos12. Las dudas que suscita la virtualidad de una distinción entre los intereses colectivos y los difusos respecto del proceso contencioso-administrativo han sido destacada por otros autores. Así, por ejemplo, a propósito del artículo 19. 1. b) de la LJCA, EMBID IRUJO afirma que «tanto desde el plano de la capacidad como del de la legitimación, se incorporan al cuerpo de la LJCA de 1998, los intereses difusos, presentes en sectores de la colectividad no necesariamente organizados de modo perfecto y que ya tuvieron una cierta acogida en el art 7. 3 LOPJ. Muy probablemente el mayor efecto de esta presencia ha sido y seguirá siendo la de reforzar la capacidad de interpretación de los tribunales para apreciar en múltiples casos la presencia de, primero, capacidad procesal y luego y en línea directa de un interés legítimo para recurrir sin necesidad de realizar grandes disquisiciones en tomo a la vinculación del recurrente con el objeto del recurso»13. La sala de lo contencioso del Tribunal Supremo ha aludido en alguna ocasión a los intereses difusos y colectivos pero sin un claro afán dogmático, sino como una manifestación más de la progresiva ampliación de la legitimación activa en el orden contencioso11 La protección…, cit. págs. 97-98 12 J. GONZÁLEZ PÉREZ, Comentarios a la Ley reguladora de la Jurisdicción Contenciosoadministrativa (Ley 29/1998, de 13 de junio), Madrid, Cívitas, 4° ed, 2003, pág. 510 y 511 pone de manifiesto el esfuerzo de los procesalistas, especialmente los italianos, en diferenciar los intereses plurales, colectivos y difusos pero se cuestiona la relevancia de este último en la actualidad al haberse suprimido la legitimación corporativa. 13 «Las partes», en la obra colectiva Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contenciosoadministrativa, dirigida por J. LEGUINA VILLA y M. SÁNCHEZ MORÓN, Valladolid, Lex nova, 2ª ed, 2001, págs. 148 y 149. 7 administrativo. Con esta intención se recuerda la expansión que se ha producido en el concepto de legitimación activa con la idea de los intereses colectivos o de grupo que hoy acogen las leyes procesales y, seguidamente, se señala que esta ampliación tiene sus límites, destacando que: «en cuanto a los intereses colectivos cuya diferencia con los intereses difusos reconocidos por el art. 7 de la LOPJ , como aptos también para generar un título legitimador- se encuentra en que se residencia en tales entes, asociaciones o corporaciones representativas específicos y determinados intereses colectivos. A diferencia de éstos, los intereses difusos no tienen depositarios concretos y son intereses generales que, en principio, afectan a todos los ciudadanos y que, por su interés prevalente, han obtenido reconocimiento público, plasmado en algún instrumento, incluso en normas constitucionales, y que no deben confundirse con la legitimación que nace, excepcionalmente, de la acción popular, que corresponde a cualquier ciudadano y que debe ser reconocida expresamente por la Ley o de una acción de alcance general como reconoce la STEDH 4/81 de 22 de octubre (asunto Dudgeon contra Reino Unido)»14. IV. La legislación reguladora del procedimiento administrativo de 1992 La relevancia que se reconocía a los intereses colectivos también se tuvo en cuenta en la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común. El artículo 31 está dedicado al concepto de interesado que comprende a quienes sean titulares de intereses legítimos colectivos en las letras a) y c). En 14 Así se pronuncia la STS de 20 de mayo de 2011, acogiendo las ideas de la sentencia de 10 de noviembre de 2006. También aluden a los intereses colectivos y difusos en estos ambiguos términos, las SSTS de 31 mayo de 2006 (Ar. 3055) y de 20 de septiembre de 2005 (Ar. 7090). Esta última desestima el recurso de casación en interés de ley interpuesto por el Abogado del Estado contra la estimación del recurso contencioso-administrativo interpuesto por asociaciones de consumidores contra la desestimación presunta de la acción de responsabilidad contra Aeropuertos Nacionales. El TS aplica expresamente la legitimación representativa para ejercer acciones en defensa de los consumidores y usuarios que reconoce la LEC. Por su parte, la STS de 11 de marzo de 2000 (Ar. 2997), en relación con la legitimación de una asociación de consumidores para impugnar el Reglamento del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, se refiere a «los intereses colectivos, si se les quiere diferenciar con nitidez de los meros intereses difusos —reconocidos por el art. 7 de la LOPJ 6/1985, de 1 de julio, como aptos para generar un título legitimador— es preciso reconocer en ellos los que corresponden a los entes, asociaciones o corporaciones representativas o depositarias de los intereses de grupos profesionales y económicos. A diferencia de los colectivos, los intereses difusos no tienen depositarios concretos. Son intereses generales que en principio afectan a todos los ciudadanos y que, por su interés prevalente, han obtenido reconocimiento público, plasmado en algún instrumento jurídico, que puede ser del más variado signo, desde un acuerdo municipal hasta una norma constitucional». 8 efecto, los titulares de intereses legítimos individuales o colectivos son interesados en los procedimientos administrativos cuando los promueven y también si se personan en aquellos procedimientos que puedan afectar a dichos intereses. De acuerdo con este precepto, la titularidad de un interés legítimo colectivo conlleva la condición de interesado en los procedimientos, pero se aclara poco sobre quiénes son los titulares de esos intereses colectivos o cuál es su alcance y sentido. A este fin responde el artículo 31. 2 de la Ley, pues precisa que las asociaciones y organizaciones representativas de intereses económicos y sociales, serán titulares de «intereses legítimos colectivos en los términos que la Ley reconozca». En principio, de este precepto cabe deducir que no todas las organizaciones que representen intereses económicos y sociales son titulares de intereses legítimos colectivos y, por tanto, pueden ostentar la condición de interesado en los procedimientos que afecten a dichos intereses. Por el contrario, parece exigirse una ley que reconozca la titularidad de dichos intereses. Como ha manifestado la doctrina, esta remisión a las leyes es una buena muestra de las cautelas y recelos del legislador en el reconocimiento de los intereses legítimos colectivos15. En efecto, la legislación sobre procedimiento administrativo, por sí sola, no reconoce unos intereses colectivos como de la titularidad de determinadas asociaciones u organizaciones. Tampoco lo hace el art. 7. 3 de la LOPJ ni la actual LJCA, pues en ambos casos es precisa a habilitación legal para defender intereses colectivos, como a continuación se analiza. Ahora interesa poner de manifiesto otra cuestión que me parece imprescindible y que tiene como finalidad destacar la necesidad de diferenciar la legitimación activa en los procesos contencioso- administrativos de la condición de interesado en los procedimientos administrativo que, aunque tradicionalmente ha estado vinculada, tienen unas perniciosas consecuencias, y dificulta un análisis sistemático de los supuestos en los que se reconoce el acceso a la jurisdicción16. Lo primero sería superar cualquier equiparación entre la representación y defensa de intereses legítimos colectivos en el procedimiento administrativo y en el proceso contenciosoadministrativo. En el procedimiento administrativo, debería permitirse que cualquier organización de ciudadanos se persone y alegue cuanto considere oportuno en defensa de cualquier interés, sin necesidad de que una Ley haya reconocido la titularidad de unos intereses 15 Por todos pueden verse las reflexiones de 1. A. SANTAMARÍA PASTOR, «Los interesados», en la obra colectiva Comentario sistemático a la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, Madrid, Carperi, 1993, págs. 120-122. 16 M. SÁNCHEZ MORÓN, La participación... cit. pág. 112 señala que «el problema de los intereses jurídicos o de los intereses legítimos se ha venido estudiando desde la óptica de la legitimación procesal fundamentalmente. Sin embargo, es un tema de relevancia práctica esencial, en cuanto que sirve para fijar en el fondo las posibilidades de acción jurídica de un determinado sujeto, es decir, las modalidades de consideración de dicho sujeto por el Derecho. El problema de la legitimación ejerce una influencia esencial en todos los aspectos de elaboración jurídica». 9 legítimos colectivos. Si, por el contrario, de lo que se trata es de reconocer la legitimación activa de modo que quién es titular del interés legítimo colectivo interponga un recurso contenciosoadministrativo en su defensa, sí resulta razonable exigir que el legislador habilite expresamente para ello, precisando quién es el titular del interés legítimo colectivo en cuestión17. Sin embargo, como es sabido, la práctica jurisprudencial que rechaza que la defensa de la Administración cuestione la legitimación procesal de quién participó en el procedimiento administrativo dificulta esta distinción, sosteniéndose que la Administración no puede negar en vía judicial la legitimación a los interesados en el procedimiento administrativo previo. Con carácter general cabe afirmar que en la mayoría de las ocasiones la situación jurídico-activa que permite que un sujeto sea considerado como interesado en el procedimiento administrativo, estará legitimado para la interposición del recurso administrativo que proceda18. Pero cuando se trata de los intereses colectivos, debería arbitrarse otra solución. Se ha cuestionado que los tribunales se encuentren supeditados a la previa apreciación administrativa. En efecto, algunos autores ponen de la manifiesto que la doctrina que niega que los órganos jurisdiccionales puedan cuestionar la legitimación judicial de quién fue interesado en el procedimiento administrativo «carece de fundamento técnico-jurídico y existe una corriente opuesta que defiende la competencia del órgano judicial para decidir tales extremos, sin que al hacerla, resulte vinculado por el criterio adoptado por la Administración»19. Así lo ha puesto de relieve también la STS de 22 de mayo de 200837. 17 Como ha puesto de manifiesto C. CIERCO SIEIRA, La participación de los interesados en el procedimiento administrativo, Bolonia, Real Colegio de España, 2002, pág. 186 en Italia no se ha producido la equiparación entre la participación en el procedimiento administrativo y la ulterior legitimación para acceder a la justicia administrativa precisamente en relación con los intereses difusos. 18 Señala C. CIERCO SIEIRA, La participación..., cit. pág. 188- 189 que «esta regla encuentra su fundamento en el conocido brocardo venire contra factum propium non valet —con el que se resume la “doctrina de los actos propios”—, el cuál entronca a su vez directamente con los principios de buena fe y confianza legítima hoy proclamados en el art. 3. 1 de la LAP». 19 Vid. F. CORDON MORENO, El proceso contencioso-administrativo, Pamplona, Aranzadi, 1999, pág. 94 y V. GIMENO SENDRA, V. MORENO CATENA, 1. GARBERl LLOBREGAT y N. GONZÁLEZ CUELLAR, Comentarios a la nueva Ley reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa de 1998, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces, 1999 pág. 216. 37 La sentencia se dicta en el recurso de casación núm. 4810/2006 Ponente Excmo. Sr. EDUARDO ESPIN TEMPLADO, interpuesto por la Asociación Nuclear Ascó-Vandellós II contra la no admisión de su recurso contencioso administrativo por el TSJ de Madrid contra diversas resoluciones de los órganos ministeriales se pronuncia sobre la pretensión de la parte actora de que «una vez reconocida la legitimación activa en vía administrativa no cabe negarla en vía jurisdiccional», tesis que es rechazada en abstracto por el Tribunal Supremo. 10 Es cierto que esta vinculación entre la condición de interesado en el procedimiento administrativo y la legitimación activa en el proceso contencioso-administrativo ha permitido una progresiva ampliación de la legitimación antes incluso del artículo 24 de la Constitución. Parece claro que si la Administración considera que la relación de un determinado sujeto con el objeto del procedimiento administrativo afecta a sus derechos o intereses legítimos no podrá considerar que, cuando acuda a los Tribunales ha desaparecido esa relación legitimadora. Pero el supuesto es diferente cuando se trata de una expresa habilitación legal para la defensa de unos intereses que sólo en función de esa habilitación legal permiten acceder al proceso contenciosoadministrativo. Por eso, a mi juicio, debería separarse la defensa de los intereses colectivos en el procedimiento administrativo de la legitimación procesal. Sería deseable que respecto de las asociaciones y organizaciones de ciudadanos se permitiera su participación en los procedimientos administrativos en términos sumamente amplios y generalizados, sin necesidad de habilitaciones legales específicas. Otra cuestión es el acceso a la jurisdicción contenciosoadministrativa que sí podría condicionarse a la existencia de la habilitación legal para la defensa y representación ante los tribunales de los intereses colectivos. Por ello, este trabajo se centra en la legitimación activa en la jurisdicción contencioso-administrativa de los intereses legítimos colectivos, y no se ha prestado atención a la participación en los procedimientos administrativos, ni al concepto de interesado de la legislación de procedimiento administrativo20. 20 En esta línea destaca la legislación sobre medio ambiente que diferencia la participación en los procedimientos administrativos de la ulterior acción judicial. Concretamente el artículo 2 de la Ley 27/2006, de 18 de julio, de acceso a la información, de participación pública y de acceso a la justicia en materia de medio ambiente diferencia las personas interesadas y el público. El “público” es cualquier persona física o jurídica, así como sus asociaciones, organizaciones y grupos mientras que las personas interesadas son quienes lo sean según las reglas generales de le legislación de procedimiento administrativo y las personas jurídicas sin ánimo de lucro que cumplan los requisitos legalmente exigidos para la defensa de intereses legítimos colectivos. La distinción entre público y persona interesada que también es consecuencia de la normativa internacional y comunitaria ha sido analizada por J. A. RAZQUIN LIZARRAGA y A. Mª. RUIZ DE APODACA, Información, Participación y Justicia en materia de medio ambiente (Comentario sistemático a la ley 27/2006, de 18 de julio), Navarra, Thomson-Aranzadi, 2007, pág. 117 que ponen de relieve que recuerda a las diferencias que, en el orden administrativo, se aprecian entre el ciudadano y el interesado. También el Texto Refundido de la Ley de Evaluación de Impacto Ambiental, aprobado mediante el Real Decreto Legislativo 1/2008, de 11 enero, acoge la distinción entre público y personas interesadas respecto de la participación en el procedimiento para la evaluación del impacto ambiental. Vid., también, J. López Sánchez, “La legitimación procesal en materia de medio ambiente”, en El derecho a un medio ambiente adecuado (Director A. Embid Irujo), Iustel, Madrid, 2008, págs. 383-422. 11 Sin perjuicio de esto, respecto de la representación y defensa de los derechos e intereses de los ciudadanos que trascienden los de concretos individuos, debería, en mi opinión, diferenciarse con la finalidad de facilitar una amplia participación en los procedimientos previos a la adopción de las decisiones administrativas que no condicione el ulterior acceso a los tribunales. V. La Ley reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa de 1998 Naturalmente la evolución en el acceso a la jurisdicción contencioso-administrativo que se había producido con el reconocimiento constitucional del derecho a una tutela judicial efectiva se manifiesta en la regulación de la legitimación que realiza la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa. La exposición de motivos pone de manifiesto que la legitimación que realizaba la Ley de 27 de diciembre de 1956 se basaba en un criterio sustancia1mente individualista con ciertos ribetes corporativos, que la jurisprudencia ha reinterpretado con apoyo en el artículo 24 de la Constitución. Consecuencia de esta amplitud de la legitimación de los particulares, el artículo 19. 1 de la LJCA la reconoce, en su letra a), a quienes ostenten un derecho o interés legítimo y, en la letra b) a «corporaciones, asociaciones, sindicatos y grupos y entidades a que se refiere el artículo 18 que resulten afectados o estén legalmente habilitados para la defensa de los derechos e intereses legítimos colectivos». En realidad, el apartado contempla un supuesto que no está estrictamente vinculado con la legitimación sino con la capacidad, lo que explica la referencia al artículo 18, es decir, al acceso a los tribunales contencioso-administrativos de los grupos, entidades o cualquier estructura carente de personalidad43. Por otro lado, la habilitación legal resultaría exigible para esta legitimación, que es conceptualmente distinta de la que corresponde a la propia organización como sujeto titular de derechos e intereses legítimos, y la que pueden asumir en representación de uno de sus integrantes38. Al margen de estas cuestiones, interesa 43 Como es sabido, la inicial flexibilidad en la capacidad procesal que estableció el artículo 18 de la LJCA de 1998 (vid. P. MENÉNDEZ GARCÍA, «Comentario al artículo 18», en la obra colectiva Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso-administrativa de 1998, REDA núm. 100, edición especial, Madrid, Cívitas, 1999, pág. 213) ha quedado superada con la aprobación en 2000 de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil y la nueva regulación general de la capacidad procesal. Al respecto puede verse J. A. SANTAMARIA PASTOR, La ley reguladora de la jurisdicción contencioso-administrativa, Comentario, Madrid. Iustel-GómezAcebo&Pombo, 1. ª ed, 2010, pág. 215; R.O. BUSTILLO BOLADO, La aplicación de la Ley de Enjuiciamiento Civil en el Contencioso-Administrativo, Pamplona, Thomson-Aranzadi, 2005, pág. 86; o, E. CALVO ROJAS, «Capacidad y legitimación» en la obra colectiva Influencia de la Ley de Enjuiciamiento civil en el orden contencioso-administrativo y en el orden social, Madrid, CGPJ, 2000, pág. 71. 38 GONZÁLEZ PÉREZ (Comentarios...., cit. págs. 523 y 524) ha puesto de relieve que las entidades constituidas para velar por intereses determinados pueden ostentar legitimación en los siguientes supuestos: a) para actuar en nombre de sus asociados o colegiados en defensa de los 12 ahora centrarse en el reconocimiento de la titularidad de intereses colectivos que requiere una determinada habilitación legal según disponen expresamente la LJCA y la LOPJ. La habilitación para defender los intereses colectivos se encuentra implícitamente reconocida en la propia Constitución en relación con los intereses profesionales, económicos y empresariales. Con este alcance recordemos ahora los artículos 7 («los sindicatos de trabajadores y las asociaciones empresariales contribuyen a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios»), 52 (relativo a la «defensa de los intereses económicos que les sean propios» por las organizaciones profesionales); 36 (sobre los Colegios Profesionales); o, 127 (relacionado con las asociaciones profesionales de jueces, magistrados y fiscales). En todos estos casos el Tribunal Constitucional ha reconocido una amplia legitimación activa en defensa de los respectivos intereses. También el legislador, con apoyo más o menos implícito en la Constitución, habilita expresa y concretamente a determinadas organizaciones para que asuman la defensa de intereses legítimos colectivos. Los dos ámbitos más conocidos y, por ello, más estudiados por la doctrina, son la defensa de los consumidores 21. y la protección del medio ambiente22. derechos particulares de aquellos; b) para impugnar disposiciones generales de la Administración central; y c) en defensa de los derechos cuya defensa ostenten. En términos idénticos, J. L. NAVARRO PÉREZ, Las partes en el proceso contencioso-administrativo (estudio sistemático de los arts. 18 a 24 de la Ley 29/1998, de 13 de julio), Córdoba, Ibarra Arce, 2000, pág. 49. 21 Con apoyo en la expresa alusión en el art. 51 de la Constitución a los «legítimos intereses económicos» de los consumidores y usuarios, las asociaciones que los agrupan han gozado de una especial posición para la defensa y representación de intereses colectivos ante la Administración y los Tribunales. Así lo reconocía inicialmente el artículo 20 de la Ley 26/1984, de 19 julio, de Defensa de los Consumidores y Usuarios y el vigente TRLGDCU. Un estudio reciente de esta normativa lo realizan M. REBOLLO PUIG y M IZQUIERDO CARRASCO, «Protección de los intereses legítimos económicos de los consumidores y usuarios»; M. RODRÍGUEZ PORTUGUÉS, «Derecho de representación, consulta y participación y régimen jurídico de las asociaciones de consumidores y usuarios», y F. GASCÓN INCHAUSTI, «Procedimientos judiciales y extrajudiciales de protección de los consumidores y usuarios» en la obra colectiva La defensa de los consumidores y usuarios. Comentario sistemático del Texto Refundido aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2007, Madrid, Iustel, 2011. Puede verse, también, Y. DE LUCCHI LÓPEZ-TAPIA, La tutela jurisdiccional civil de los intereses de consumidores y usuarios, Madrid, Edisofer, 2005, y J.C. CABAÑAS GARCÍA, Los procesos civiles sobre consumidores y usuarios y de control de las cláusulas generales de los contratos (con jurisprudencia asociada), Madrid, Tecnos, 2005. 22 Sobre el medio ambiente como interés colectivo y su defensa puede verse J. JORDANO FRAGA, La protección del derecho a un medio ambiente adecuado, Barcelona, Bosh, 1995; L. PEREZ CONEJO, La defensa judicial de los intereses ambientales (estudio específico de la legitimación «difusa» en el proceso contencioso-administrativo), Valladolid, Lex Nova, 2002; I. SANZ RUBIALES, «La legitimación de las asociaciones ecologistas en el proceso judicial 13 Con carácter general, en todos estos supuestos la habilitación legal que permite interponer un recurso contencioso-administrativo se vincula con la defensa de intereses legítimos colectivos, eludiendo el empleo de la expresión “interés difuso”. Sin embargo, en 2007 se ha modificado la LJCA en este aspecto. En efecto, la Disposición Adicional sexta uno de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 marzo, de igualdad efectiva de mujeres y hombres, ha añadido una nueva letra 1) al artículo 19.1 de la LJCA que introduce la legitimación activa en el orden contenciosoadministrativo para la defensa del derecho de igualdad de trato entre mujeres y hombres, en los siguientes términos: «Para la defensa del derecho de igualdad de trato entre mujeres y hombres, además de los afectados y siempre con su autorización, estarán también legitimados los sindicatos y las asociaciones legalmente constituidas cuyo fin primordial sea la defensa de la igualdad de trato entre mujeres y hombres, respecto de sus afiliados y asociados, respectivamente. Cuando los afectados sean una pluralidad de personas indeterminada o de difícil determinación, la legitimación para demandar en juicio la defensa de estos intereses difusos corresponderá exclusivamente a los organismos públicos con competencia en la materia, a los sindicatos más representativos y a las asociaciones de ámbito estatal cuyo fin primordial sea la igualdad entre mujeres y hombres, sin perjuicio, si los afectados estuvieran determinados, de su propia legitimación procesal. La persona acosada será la única legitimada en los litigios sobre acoso sexual y acoso por razón de sexo» De este precepto interesa ahora destacar que se refiere a los intereses difusos, lo que añade más confusión a esta cuestión. Y, para intentar afrontarla, resulta imprescindible acudir a la Ley de Enjuiciamiento Civil de 2000, que se refiere a los intereses colectivos y difusos como nociones diferenciadas23. Sobre su base podrá volver a analizarse el sentido y alcance de la legitimación activa que ahora acoge el artículo 19. 1. i) de la LJCA. (Comentario a la STC 34/1994, de 31 de enero de 1994), en RAP núm. 141, 1996, pág. 155 ss; y J. Mª BAÑO LEÓN, «La tutela judicial del medio ambiente y la defensa de los intereses municipales», en la obra colectiva Derecho del Medio Ambiente y Administración Local, coordinada por J. Esteve Pardo, Barcelona, Fundación Democracia y Gobierno Local, 2006, pág. 374-375. 23 La Disposición Final cuarta de la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva entre hombres y mujeres también ha modificado la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil, y a la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, para la trasposición de la Directiva 97/80/CE del Consejo, de 15 de diciembre de 1997, relativa a la 14 VI. La Ley de Enjuiciamiento Civil de 2000 Para intentar aclarar el significado de las nociones de interés colectivo e interés difuso en nuestro Derecho hay que tomar en consideración las importantes novedades que acoge la Ley 1/2000, de 7 enero, de Enjuiciamiento Civil, que se refiere expresamente a ambos tipos de intereses. Así lo reconoce expresamente su exposición de motivos que, en relación con las partes, subraya que «aunque en verdad desborde ampliamente lo que es su reconocimiento y tratamiento procesal, parece oportuno dar razón del modo en que la presente Ley aborda la realidad de la tutela de intereses jurídicos colectivos, llevados al proceso, no ya por quien se haya visto lesionado directamente y para su individual protección, o por grupos de afectados, sino por personas jurídicas constituidas y legalmente habilitadas para la defensa de aquellos intereses». Con este alcance, el artículo 6 de la LEC que relaciona quienes pueden ser parte en los procesos ante los tribunales civiles presta especial atención a la defensa de los consumidores y usuarios y, en consecuencia incluye, en su apartado 7º a los «grupos de consumidores o usuarios afectados por un hecho dañoso cuando los individuos que lo compongan estén determinados o sean fácilmente determinables»; y en el apartado 8º a las «entidades habilitadas conforme a la normativa comunitaria europea para el ejercicio de la acción de cesación en defensa de los intereses colectivos y de los intereses difusos de los consumidores y usuarios»24. La acción de cesación tiene como finalidad obtener de los Tribunales el cese de las conductas que se consideran ilícitas e impedir que se repitan en el futuro y ha sido recogida en diversas leyes nacionales en consonancia con lo previsto en el Derecho comunitario, incorporándose además carga de la prueba en los casos de discriminación por razón de sexo. Con tal finalidad la disposición adicional sexta dos de la Ley Orgánica 3/2007 añade un nuevo apartado 7 al artículo 60 de la LJCA, con la siguiente redacción: «7. De acuerdo con las leyes procesales, en aquellos procedimientos en los que las alegaciones de la parte actora se fundamenten en actuaciones discriminatorias por razón del sexo, corresponderá al demandado probar la ausencia de discriminación en las medidas adoptadas y su proporcionalidad. A los efectos de lo dispuesto en el párrafo anterior, el órgano judicial, a instancia de parte, podrá recabar, si lo estimase útil y pertinente, informe o dictamen de los organismos públicos competentes». 24 Este apartado octava se introduce por la Ley 39/2002, de 28 octubre, de trasposición del Derecho comunitario en este punto, que introduce otros cambios en relación con el ejercicio de la acción de cesación. En efecto, esta acción trae causa de la Directiva 98/27/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de mayo de 1998, relativa a las acciones de cesación en materia de protección de los intereses de los consumidores que se refiere a los intereses colectivos como aquellos «intereses que no son una acumulación de intereses individuales de particulares que se hayan visto perjudicados por una infracción» 15 reglas específicas de legitimación que comprenden a sujetos diversos, incluidos organismos públicos25. Esta legitimación procesal para la defensa de los derechos e intereses de consumidores y usuarios se contempla con más detalle en el artículo 11 de la LEC, que es del siguiente tenor: 25 Para la protección de los consumidores y usuarios, están legitimados, además de las asociaciones, el Instituto Nacional del Consumo y similares de las Comunidades Autónomas, y el Ministerio Fiscal. Así lo establecieron las leyes 39/2002, de 28 octubre y por la Ley 44/2006, de 29 diciembre y ahora el artículo 54 del TRLGDCU. La legitimación activa en el ejercicio de la acción de cesación se ha regulado en términos similares en diversas leyes sectoriales como la Ley 26/1991, de 21 de noviembre, sobre contratos celebrados fuera de los establecimientos mercantiles; la Ley 21/1995, de 6 de julio, de los Viajes Combinados; la Ley 42/1998, de 15 de diciembre, sobre derechos de aprovechamiento por turno de bienes inmuebles de uso turístico; la Ley 25/1990, de 20 de diciembre, del Medicamento; la Ley 25/1994, de 12 de julio, relativa al ejercicio de actividades de radiodifusión televisiva; la Ley 7/1995, de 23 de marzo, de crédito al consumo, la Ley 7/1998, de 13 de abril, de condiciones generales de la contratación, o la Ley 34/1988, de 11 de noviembre, general de publicidad para incluir la publicidad comparativa de la acción de cesación que había quedado inicialmente excluida. Después de la Ley 39/2002, se ha reconocido la acción de cesación y la legitimación activa para ejercerla en defensa de intereses colectivos y difusos por las asociaciones habilitadas para ello en numerosas leyes sectoriales como Ley 23/2003, de 10 julio, de garantías en la venta de bienes de consumo; la Ley 28/2005, de 26 diciembre, de medidas frente al tabaquismo; la Ley 29/2006, de 26 julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios; la Ley 22/2007, de 11 de julio, de comercialización a distancia de servicios financieros. En relación con los entes públicos legitimados, además del Instituto Nacional de Consumo y los órganos o entidades similares de las Comunidades Autónomas y las Corporaciones locales, debe tenerse presente que la Disposición final octava de la Ley 44/2006, de 29 de diciembre, de mejora de la protección de los consumidores y usuarios, ha modificado la Ley 11/2001, de 5 de julio, por la que se crea la Agencia Española de Seguridad Alimentaria con la finalidad, entre otras cosas, de reconocer a la referida agencia la legitimación activa en el ejercicio de la acción de cesación frente a conductas que lesionen los intereses colectivos o difusos de los consumidores y usuarios tanto en el ámbito de la seguridad de los alimentos dirigidos al consumo humano como en lo referido a las alegaciones nutricionales. Sobre esta acción puede verse P. GONZÁLEZ GRANDA, «De la legitimación y otras cuestiones procedimentales para la tutela de la acción de cesación en materia de consumo», en RDPr núm. 1-3, 2003, págs. 211 ss, así como G. GARCIA-ROSTÁN CALVIN, «Juicio para la defensa de los consumidores y usuarios», en la obra colectiva Derecho Procesal Civil, Madrid, Iustel.com, 1ª ed, 2007. Del ejercicio de la acción de cesación por las Administraciones Públicas en materia de publicidad se ha ocupado M. REBOLLO PUIG, «Autotutela administrativa y cesación de la publicidad ilícita», en Estudios sobre consumo, núm. 33, 1995, pags. 11 y ss; y «Legitimación de las Administraciones Públicas para instar la cesación de la publicidad ilícita», en Estudios sobre consumo, núm. 37, 1996, pags. 11 y ss. 16 «1. Sin perjuicio de la legitimación individual de los perjudicados, las asociaciones de consumidores y usuarios legalmente constituidas estarán legitimadas para defender en juicio los derechos e intereses de sus asociados y los de la asociación, así como los intereses generales de los consumidores y usuarios. 2. Cuando los perjudicados por un hecho dañoso sean un grupo de consumidores o usuarios cuyos componentes estén perfectamente determinados o sean fácilmente determinables, la legitimación para pretender la tutela de esos intereses colectivos corresponde a las asociaciones de consumidores y usuarios, a las entidades legalmente constituidas que tengan por objeto la defensa o protección de éstos, así como a los propios grupos de afectados. 3. Cuando los perjudicados por un hecho dañoso sean una pluralidad de consumidores o usuarios indeterminada o de difícil determinación, la legitimación para demandar en juicio la defensa de estos intereses difusos corresponderá exclusivamente a las asociaciones de consumidores y usuarios que, conforme a la Ley, sean representativas 4. Asimismo, el Ministerio Fiscal y las entidades habilitadas a las que se refiere el artículo 6.1.8º estarán legitimadas para el ejercicio de la acción de cesación para la defensa de los intereses colectivos y de los intereses difusos de los consumidores y usuarios». Además de la legitimación de los perjudicados, interesa destacar que, respecto de asociaciones de consumidores y usuarios, el precepto incorpora la triple vía por la que asociaciones de consumidores y usuarios pueden acudir a los tribunales: en defensa de derechos e intereses de la asociación, en representación de los asociados y en defensa de intereses generales de los consumidores y usuarios. las las los los En relación con los afectados por los hechos dañosos, hay que subrayar que podrán reclamar a título individual pero también constituirse en grupo de afectados en los términos del art. 6. 7º de la LEC del que cabe deducir que cuando los afectados estén determinados o sean fácilmente determinables podrán demandar en juicio constituyéndose en grupo la mayoría de los afectados. Esta nueva regulación de la legitimación activa en el proceso de los grupos y asociaciones de consumidores y usuarios ha sido objeto de análisis por la doctrina que ha señalado que «por primera vez conceden a una asociación o grupo, actuando en defensa de intereses ajenos o plurales, ejercitar acciones de condena pecuniaria por daños individuales sufridos por los miembros de dicho colectivo»26. 26 Vid. Á. CARRASCO PERERA y Mª C. GONZÁLEZ CARRASCO, «¿Acciones de clase en el proceso civil?», en Aranzadi Civil núm.3/2001 ponen de relieve que hasta la LEC las asociaciones de consumidores estaban legitimadas para la defensa de los intereses de la propia asociación, para la defensa de los intereses de sus asociados y para la defensa de los intereses generales de los consumidores, si bien la operatividad real de la legitimación para la defensa de los intereses generales de los consumidores se limitaba a las acciones dirigidas a la cesación de conductas potencialmente dañosas, sin incluir, por tanto, las acciones de reclamación —salvo en defensa del asociado. Después de la LEC, J. SILGUERO ESTAGNAN, «Las acciones colectivas de grupo», 17 Si nos centramos en las nociones de intereses colectivos y difusos, parece claro que no son equiparables. Los intereses colectivos se vinculan con la existencia de unos perjudicados por un hecho dañoso que son un grupo cuyos componentes están perfectamente determinados o son fácilmente determinables, mientras que los intereses difusos implica una pluralidad de afectados «indeterminada o de difícil determinación». En el primer supuesto, la legitimación activa corresponde a las asociaciones de consumidores y usuarios, a las entidades legalmente constituidas que tengan por objeto la defensa o protección de éstos así como a los propios grupos de afectados, pero en el segundo «exclusivamente a las asociaciones de consumidores y usuarios que, conforme a la Ley, sean representativas». Que se trate de un proceso de tutela de intereses colectivos o de intereses difusos resulta relevante respecto del sujeto legitimado activamente, pero también en el régimen de publicidad e intervención en el proceso de los perjudicados para que hagan valer su derecho o interés individual, sin perjuicio de lo previsto para acción de cesación27. en Aranzadi Civil núm. 22/2003 se refiere, además de la legitimación de las asociaciones de consumidores y usuarios y de sus asociados, a la legitimación relativa a la defensa de los intereses generales de los consumidores y usuarios, lo que debe permitir la tutela de situaciones antes de que se produzca la lesión o daño a los afectados, los intereses colectivos, que la LEC hace corresponder con los de aquellos grupos cuyos miembros estén determinados o sean fácilmente determinables y los intereses difusos, que correlativamente se hacen corresponder a los grupos cuyos miembros sean indeterminados o de difícil determinación. Sobre este tema también pueden verse, entre otros, J. SILGUERO ESTAGNAN, «La protección procesal del interés colectivo de los consumidores», en Estudios sobre Consumo, núm. 49 , 1999, pág. 97; T. GONZÁLEZ CUETO, «La acción de cesación en la legislación española. Disposiciones nacionales y, en particular, la Ley 39/2002, de 28 de octubre», en Repertorio Aranzadi del Tribunal Constitucional num. 15/2003 (BIB 2003\1313)»; P. GUTIÉRREZ CABIEDES HIDALGO DE CABIEDES, «Artículo 11. Legitimación para la defensa de derechos e intereses de consumidores y usuarios», en la obra colectiva Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Civil, Cívitas, Madrid, 2001, págs. 132 ss, así como la obra colectiva Tutela de los consumidores y usuarios en la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, coordinada por S. BARONA VILAR, Valencia, Tirant lo Blanch, 2ª edición, 2003; A. DE LA OLIVA SANTOS, Curso de Derecho procesal civil, I (con I. DíezPicazo y J. Vegas), Madrid, Edit. Ramón Areces, 2012, págs. 399-432, especialmente. 27 Según dispone el art. 15 de la LEC cuando estén determinados o sean fácilmente determinables los perjudicados por el hecho dañoso, «el demandante o demandantes deberán haber comunicado previamente la presentación de la demanda a todos los interesados. En este caso, tras el llamamiento, el consumidor o usuario podrá intervenir en el proceso en cualquier momento, pero sólo podrá realizar los actos procesales que no hubieran precluído». Si el hecho dañoso perjudicó a una pluralidad de personas indeterminadas o de difícil determinación, «el llamamiento suspenderá el curso del proceso por un plazo que no excederá de dos meses y que se determinará en cada caso atendiendo a las circunstancias o complejidad del hecho y a las dificultades de determinación y localización de los perjudicados. El proceso se reanudará con la intervención de todos aquellos consumidores que hayan acudido al llamamiento, no admitiéndose la personación individual de consumidores o usuarios en un momento posterior, sin perjuicio de que éstos 18 La legitimación activa para defender intereses difusos que reconoce la LEC debe integrarse con la Ley que determine que asociaciones de consumidores y usuarios tienen el carácter de representativas. El Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias regula, en su artículo 24, la legitimación de las asociaciones de consumidores y usuarios. Su apartado 3 establece que «tendrán la consideración legal de asociaciones de consumidores y usuarios representativas las que formen parte del Consejo de Consumidores y Usuarios, salvo que el ámbito territorial del conflicto afecte fundamentalmente a una comunidad autónoma, en cuyo caso se estará a su legislación específica». Por lo tanto la defensa de los intereses difusos corresponde únicamente a estas asociaciones representativas y las demás podrán asumir la representación de los intereses colectivos o generales de los consumidores siempre que se hayan constituido conforme a lo previsto en el propio TRLGDCU o a la normativa autonómica que les resulte de aplicación. Las demás asociaciones, es decir, las asociaciones o cooperativas que no reúnen los requisitos exigidos en la legislación estatal o autonómica «sólo podrán representar los intereses de sus asociados o de la asociación, pero no los intereses generales, colectivos o difusos, de los consumidores» (art. 24. 2 del TRLGDCU). También el artículo 11 bis de la LEC, añadido por la Ley Orgánica 3/2007, de 22 marzo, de igualdad efectiva de mujeres y hombres, que introduce en la legislación procesal general una legitimación para la defensa del derecho a la igualdad de trato entre mujeres y hombres idéntica a la que se ha añadido para el proceso contencioso-administrativo. En efecto, el nuevo precepto establece que para la defensa del derecho de igualdad de trato entre mujeres y hombres, además de los afectados y siempre con su autorización, también estarán legitimados los sindicatos y las asociaciones legalmente constituidas cuyo fin primordial sea la defensa de la igualdad de trato puedan hacer valer sus derechos o intereses conforme a lo dispuesto en los artículos 221 y 519 de esta Ley. Estos preceptos no resultan de aplicación en el ejercicio de la acción de cesación que es aquella que «se dirige a obtener una sentencia que condene al demandado a cesar en la conducta y a prohibir su reiteración futura. Asimismo, la acción podrá ejercerse para prohibir la realización de una conducta cuando ésta haya finalizado al tiempo de ejercitar la acción, si existen indicios suficientes que hagan temer su reiteración de modo inmediato». Por otra parte, el art. 78 de la LEC, relativo a la improcedencia de la acumulación de acciones y sus excepciones, establece una regla específica para los procesos incoados para la protección de los derechos e intereses colectivos o difusos de los consumidores y usuarios promovidos por las asociaciones, entidades o grupos legitimados así como por los consumidores y usuarios afectados, permitiéndose la acumulación de procesos incluso de oficio. Y, en relación con las clases de diligencias preliminares así como quién debe solicitarlas, el art. 256 de la LEC dispone que «todo juicio podrá prepararse: ……6º Por petición de quien pretenda iniciar un proceso para la defensa de los intereses colectivos de consumidores y usuarios al objeto de concretar a los integrantes del grupo de afectados cuando, no estando determinados, sean fácilmente determinables. A tal efecto el tribunal adoptará las medidas oportunas para la averiguación de los integrantes del grupo, de acuerdo a las circunstancias del caso y conforme a los datos suministrados por el solicitante, incluyendo el requerimiento al demandado para que colabore en dicha determinación”. 19 entre mujeres y hombres, respecto de sus afiliados y asociados, respectivamente. Si los afectados son una pluralidad de personas indeterminada o de difícil determinación, «la legitimación para demandar en juicio la defensa de estos intereses difusos corresponderá exclusivamente a los organismos públicos con competencia en la materia, a los sindicatos más representativos y a las asociaciones de ámbito estatal cuyo fin primordial sea la igualdad entre mujeres y hombres, sin perjuicio, si los afectados estuvieran determinados, de su propia legitimación procesa» . Estas reglas de legitimación no rigen en los litigios sobre acoso sexual y acoso por razón de sexto en los que sólo goza de legitimación activa la persona acosada. Sin perjuicio de lo que seguidamente se indica sobre este precepto en el ámbito de la jurisdicción contencioso-administrativa, cabe deducir que, el punto de partida de la LEC es diferencia entre el interés colectivo y el interés difuso teniendo en cuenta que los perjudicados por el hecho dañoso estén o no determinados, lo que condiciona la legitimación y el desarrollo del proceso en orden a identificar a los concretos perjudicados. Pero tal criterio no parece aplicable en el orden contencioso-administrativo. Los perjudicados, los afectados por la actividad administrativa están siempre y sin ninguna duda legitimados y, por ello, pueden ejercer individual o colectivamente las acciones que consideren oportunas, y no es precisa ninguna regla específica de legitimación, ni tampoco que exista una concreta organización. Todos los afectados estarían, sin duda, legitimados para interponer el recurso contencioso-administrativo por la regla general del art. 19. 1. a) de la LJCA, aunque si deciden organizarse en un grupo de afectados e incluso constituir una asociación de tal forma que defienda conjuntamente sus situaciones jurídicas otorgando la representación oportuna puede facilitar el desarrollo del proceso. VII. ¿Cabe diferencia el interés difuso y el colectivo en el orden contencioso-administrativo? A propósito de la nueva letra i) del art. 19. 1 de la LJCA En efecto, la idea de interés difuso se ha recogido en el art. 19. 1. i) de la LJCA con ocasión de la aprobación de la indicada Ley Orgánica 3/2007 que también ha introducido, con la misma redacción, el nuevo art. 11 bis de la LEC. En consecuencia, la legitimación en el proceso civil y en el proceso contencioso-administrativo se ha regulado en términos idénticos. En primer lugar se establece que «para la defensa del derecho de igualdad de trato entre mujeres y hombres, además de los afectados y siempre con su autorización, estarán también legitimados los sindicatos y las asociaciones legalmente constituidas cuyo fin primordial sea la defensa de la igualdad de trato entre mujeres y hombres, respecto de sus afiliados y asociados, respectivamente». Este párrafo supone un supuesto de legitimación representativa que, como se indicó, permite que la organización acuda a la jurisdicción contencioso-administrativa en defensa y representación del concreto sujeto afectado por la actividad y la inactividad de la Administración sin perjuicio, como es obvio, que dicho sujeto comparezca por sí mismo. Desde este punto de vista, como se ha indicado no se trata de la defensa de intereses legítimos colectivos, sino de situaciones jurídico individualizadas que, además, ya se habían reconocido expresamente respecto de los sindicatos y los afiliados y que ahora se extendería a las asociaciones legalmente constituidas para la defensa de la igualdad de trato entre hombres y mujeres . La novedad, por tanto, radicaría en que las asociaciones también gozarían de la legitimación representativa. No obstante, esta legitimación representativa queda excluida en los litigios sobre acoso sexual y acoso por razón del sexo y 20 tampoco comprendería a las personas afectadas que no sean asociadas o afiliadas al sindicato o a la asociación que requerían otorgar los poderes oportunos para la representación. En segundo lugar, se establece que «cuando los afectados sean una pluralidad de personas indeterminada o de difícil determinación, la legitimación para demandar en juicio la defensa de estos intereses difusos corresponderá exclusivamente a los organismos públicos con competencia en la materia, a los sindicatos más representativos y a las asociaciones de ámbito estatal cuyo fin primordial sea la igualdad entre mujeres y hombres, sin perjuicio, si los afectados estuvieran determinados, de su propia legitimación procesal». En el proceso contencioso-administrativo se alude por ello a un termino tan confuso como el de interés difuso cuya defensa corresponde, además de a los afectados, a determinadas organizaciones. A mi juicio, lo que el legislador ha pretendido es reconocer que dichas organizaciones están legalmente habilitadas para defender los intereses legítimos colectivos, aunque no ha acertado al regularlo probablemente por incorporar a la LJCA una distinción propia del proceso civil28 En efecto, la Ley Orgánica 3/2007 parece inspirarse en la distinción el interés colectivo y el interés difuso que realiza el artículo 11 de la LEC respecto de las asociaciones de consumidores y usuarios para aplicarlo a la defensa de la igualdad de trato entre hombres y mujeres, pero sin adaptarlo a las peculiaridades del proceso contencioso-administrativo. En dicho precepto la LEC ha incorporado la distinción entre el interés colectivo y el interés difuso que, como se ha indicado tiene en cuenta que los perjudicados por el hecho dañoso estén o no determinados, lo que condiciona la legitimación y el desarrollo del proceso. Lo que no parece sencillo es extrapolar este criterio en el orden contencioso-administrativo pues si hay perjudicado por la actividad o inactividad de la Administración hay sin duda sujetos legitimados para acudir a la jurisdicción conforme a las reglas generales, es decir, hay un derecho o interés legitimo personal o individual de cada uno de los perjudicados29. Otra cuestión es qué concreto sujeto ejerza la correspondiente 28 El análisis de la tramitación parlamentaria no resulta ilustrativo al respecto pues el Proyecto de Ley Orgánica para la igualdad efectiva de hombres y mujeres (BOCG. Congreso de los Diputados, VIII Legislatura, Serie A, num. 92-1, de 8 de septiembre de 2006) no fue en este aspecto objeto de especiales controversias. De hecho el único cambio que se introduce se produce en el Senado al aceptarse la enmienda del grupo socialista relativa a la sustitución de la alusión a las asociaciones «con implantación en todo el territorio del Estado» por las asociaciones de ámbito estatal (vid. BOCG. Senado. VIII Legislatura, Serie II, de 21 de febrero de 2007). Otras enmiendas que se presentaron a la nueva letra i) del art. 19. 1 de la LJCA se refería al último inciso, relativo a la legitimación única del afectado en los supuestos de acoso sexual y por razón de sexto (Vid. las enmiendas núm. 478, del grupo socialista y la núm. 39, del Sr. Labordeta Subías, del grupo mixto en BOCG. Congreso de los Diputados, VIII Legislatura, Serie A, num. 92-10, de 22 de noviembre). 29 Afirma J. A. SANTAMARIA PASTOR, La ley reguladora de la jurisdicción contenciosoadministrativa, Comentario, Madrid. Iustel-Gómez-Acebo&Pombo, 1, ª ed, 2010, pág. 238 que el artículo 19. 1. i) legitima a los “afectados”, y «está mención sería, en puridad innecesaria, porque 21 acción o en condición de quién lo haga como tendremos ocasión de referir, pues cabe que los perjudicados-legitimados deciden organizarse en un grupo de afectados e incluso constituir una asociación de tal forma que defienda conjuntamente sus situaciones jurídicas otorgando la representación oportuna puede facilitar el desarrollo del proceso. Otra cosa diferente es la legitimación en el proceso contencioso-administrativo para la defensa de intereses legítimos colectivos que, como se ha indicado, son intereses supraindividuales que pertenecen a todos o a colectivos más o menos amplios y por ello, no se trata de identificar a los “afectados”, ni que estos estén más o menos determinados o, si se prefiere, los “afectados” somos tantos que individualmente no podríamos acudir individualmente a los tribunales pues nuestra relación con el objeto del proceso sería la propia de los intereses simples. Desde este planteamiento general, resulta criticable que el legislador no haya tenido en cuenta las diferencias sustanciales entre el proceso civil y el contencioso-administrativo y no se haya tomado la molestia de modificar la redacción a tales fines. Recordemos que la nueva letra i) del art. 19. 1 legitima, en primer lugar, a los sindicatos y asociaciones que se hayan constituido con tales fines para la defensa del derecho a la igualdad de trato de sus afiliados y asociados con su autorización lo que, como ya se ha indicado, constituye un ejemplo de legitimación representativa. En segundo lugar, y cuando los afectados sean una pluralidad de personas indeterminada o de difícil determinación, se legitima para demandar en juicio estos intereses considerados “difusos” exclusivamente «a los organismos públicos con competencia en la materia, a los sindicatos más representativos y a las asociaciones de ámbito estatal cuyo fin primordial sea la igualdad entre mujeres y hombres» sin perjuicio de la legitimación procesal de los afectados. El legislador incorpora aquí una regla que puede estar justificada en las relaciones entre particulares en las que las entidades y organizaciones indicadas puedan actuar procesalmente, por ejemplo, ejerciendo la acción de cesación en materia de publicidad, cuando no estén determinados quienes resultan afectados. Sin embargo, en el proceso contencioso-administrativo, como sabemos, cualquier “afectado” puede acudir a los tribunales impugnando las actuaciones de las Administraciones públicas contrarias al derecho de igualdad. La intención del legislador no es otra que habilitar a los organismos públicos con competencia en la materia, a los sindicatos más representativos, y a las asociaciones de ámbito estatal cuyo fin primordial sea la igualdad entre hombres y mujeres para acudir a los tribunales en defensa de ese derecho a la igualdad; es decir habilitar a estas organizaciones para la defensa de un interés legítimo colectivo que prescinde de que existan o no “afectados”. Sin embargo, la opción seguida por la Ley Orgánica 3/2007 de no tener en cuenta las diferencias entre el proceso civil y el proceso contencioso-administrativo pueden dificultar la efectividad de la tutela judicial de ese interés colectivo. Así, por ejemplo, cabe cuestionarse si la alusión a los sindicatos más representativos no supone una restricción respecto de la defensa de los intereses sociales y económicos de los trabajadores —y/o funcionarios— que asumen en general los sindicatos o las asociaciones profesionales y que, la legitimación de las personas afectadas (esto es “interesadas”) por la actuación administrativa ilegal vendría determinada por la letra a) de ese mismo artículo y apartado». 22 obviamente también incluye el principio de igualdad por razón de sexo30; o la posible contradicción entre la legitimación de los organismos públicos y la prohibición general de que los órganos administrativos y los entes instrumentales recurran contra la Administración en la que se integran31. De lo anterior, puede concluirse que en el proceso contencioso-administrativo no parece coherente diferenciar los intereses legítimos colectivos y los difusos en atención a la determinación o indeterminación de los afectados. La idea de interés legítimo colectivo hace referencia a la defensa de unos intereses que son comunes a todos o a amplios colectivos de ciudadanos que no podrían recurrir a título individual pues su relación con el objeto del proceso carecería de una vinculación peculiar de ese ciudadano, y que el legislador reconoce expresamente para posibilitar la efectiva realización de bienes jurídicos dignos de la máxima protección como sería los de los consumidores y usuarios, los medioambientales y el principio de igualdad en sus diversas manifestaciones. 30 Por ejemplo, en la STC 24/2001, de 29 de enero, se reconoce la legitimación de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras para impugnar un Acuerdo de la Diputación Foral de Guipúzcoa por el que se aprobaron las bases de la convocatoria del concurso-oposición para la provisión de doce plazas de bomberos, en el particular relativo a las pruebas físicas únicas para todos los aspirantes, por considerar que ello suponía una infracción del principio de igualdad por razón del sexto en relación con el artículo 23 de la Constitución. 31 El art. 20 de la LJCA prohíbe que los órganos administrativos y los entes de derecho público interpongan recurso contencioso-administrativo respecto de la Administración a la que pertenecen los primeros y dependen los segundos. Este precepto impide, a mi juicio, que un órgano u entidad con competencia en materia de igualdad de trato entre hombres y mujeres pueda recurrir la actividad de la Administración a la que pertenece luego la legitimación del art. 19. 1. I) sólo permitiría recurrir si la autora del acto o del reglamento es otra administración diferenciada. 23