1 L’ACCES A LA TERRE ET SON CONTROLE DANS LES PROJETS DE DEVELOPPEMENT AVEC DES FEMMES. NOTES SUR DEUX EXPERIENCES AU VERACRUZ, MEXIQUE ACCESS TO LAND AND CONTROL OF THIS RESOURCE IN DEVELOPMENT PROJECTS INVOLVING WOMEN. NOTES FROM TWO EXPERIENCES IN VERACRUZ, MEXICO EL ACCESO Y CONTROL DE LA TIERRA EN LOS PROYECTOS DE DESARROLLO CON MUJERES. APUNTES DE DOS EXPERIENCIAS EN VERACRUZ, MÉXICO1 ALMEIDA Elsa2, PEREZ Karla3 y VIDRIALES Georgina4 Résumé Le Mexique a été, au cours de ces dernières décennies, le lieu de profondes transformations rurales dans les modes de vie et en particulier dans l’accès à la propriété de la terre. En ce qui concerne la propriété sociale, l’un de ces changements est constitué par le léger progrès des femmes dans l’accès au droit à la terre face aux hommes. Toutefois, elles représentent moins de la moitié des propriétaires et ceci à cause des facteurs culturels jouant dans la distribution des biens et l’accès différencié aux chances d’emploi et de revenus entre les deux 1 Este trabajo fue presentado en el coloquio “Genre et agriculture familiale et paysanne, regards nord-sud. Débats entre mondes académique, du développement et de la formation” llevado a cabo en Toulouse,FRANCIA del 22 al 25 de mayo de 2012. 2 Geógrafa. Profesora-Investigadora del Centro de Estudios de Geografía Humana de El Colegio de Michoacán, A.C. México. Asesora de la estrategia de género del proyecto “Gestión Compartida de la cuenca del río Pixquiac”, SENDAS A.C. email: [email protected] 3 Antropóloga responsable de la línea de género en el proyecto “Gestión Compartida de la cuenca del río Pixquiac”, SENDAS AC, estudiante del máster Investigación Social aplicada al medio ambiente por la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla España. email: [email protected] 4 Antropóloga coordinadora del proyecto “Gestión Compartida de la cuenca del río Pixquiac” SENDAS AC, estudiante de la maestría Desarrollo regional sustentable por el Colegio de Veracruz, Xalapa, Veracruz. email. [email protected] 2 sexes ainsi que la division sexuelle du travail qui limite leur participation dans les initiatives locales de développement. Partant de deux expériences dans des ejidos paysans dans le sud-est du Mexique, cette conférence a pour objet de montrer les conséquences d’une distribution inégale de la terre dans la promotion de projets de développement avec des femmes en utilisant une analyse socio-spatiale. Resumen En las últimas décadas, México ha sido escenario de profundas transformaciones rurales en sus modos de vida y en particular en las formas de acceso a la tenencia de la tierra. En la tenencia social, uno de estos cambios es el ligero avance de las mujeres en el acceso a los derechos formales a la tierra frente a los varones. Sin embargo, ellas representan menos de la mitad de los propietarios debido a factores culturales en la distribución de los bienes, en el acceso diferenciado a las oportunidades de empleo y de ingresos entre ambos sexos, así como en la división sexual del trabajo, limitando su participación en las iniciativas locales de desarrollo. A partir de dos experiencias en ejidos campesinos en el sureste mexicano, esta ponencia tiene el objetivo de demostrar las consecuencias de la desigual distribución de la tierra en la promoción de proyectos de desarrollo con mujeres desde un análisis socio-espacial. Abstract In recent decades, the Mexican countryside has been the scene of profound transformations that have affected rural lifestyles and, especially, land tenure and access to land. Under the so-called social land tenure system (ejido), one of those changes has brought a modest advance in access to formal rights in land for women as compared to men, though the former still constitute less than half of all owners of land largely because of cultural factors that affect the distribution 3 of goods, differential access to employment opportunities and sources of income between the sexes, and the sexual division of labor, all of which limit women’s participation in local development initiatives. Based on experiences in two peasant ejidos in southeastern Mexico, the objective of this paper is to demonstrate, from a socio-spatial perspective, the consequences of the unequal distribution of land as it relates to the promotion of development projects involving women. En las últimas décadas, México ha sido escenario de profundas transformaciones rurales en sus modos de vida y, en particular, en las formas de acceso a la tenencia de la tierra. En la tenencia social, uno de estos cambios es el ligero avance en el acceso a los derechos formales a la tierra de las mujeres frente a los varones. Sin embargo, ellas representan menos de la mitad de los propietarios debido a factores culturales en la distribución de los bienes, en el acceso diferenciado a las oportunidades de empleo y de ingresos entre ambos sexos, así como a la división sexual del trabajo, lo cual limita su participación en las iniciativas locales de desarrollo. A partir de dos experiencias comunitarias en ejidos campesinos en el sureste mexicano, se demostrará la forma en que las asignaciones de género en el acceso y control de la tierra, el desconocimiento de los derechos de propiedad y la falta de información ponen en riesgo iniciativas locales de manejo de los recursos naturales en grupos organizados de mujeres. Los dos casos corresponden a experiencias de trabajo con mujeres campesinas en el estado de Veracruz, uno en la parte central del estado, en la cuenca del río Pixquiac y el otro al sur, en la región de Los Tuxtlas. Partimos de la evolución de cada una de las experiencias de trabajo en sus respectivos contextos para después presentar dos ejemplos que ilustrarán el sinuoso recorrido de los proyectos productivos cuando las mujeres no son propietarias de la tierra y del solar (figura 1). 4 El caso de la Cuenca del río Pixquiax La experiencia de trabajo en la parte central del estado tiene como marco el proyecto “Gestión compartida de la cuenca del río Pixquiac”.5 Este proyecto nació en el año 2005, como un esfuerzo de investigación aplicada entre un grupo de académicos y sociedad civil.6 Su objetivo fue proponer alternativas a los habitantes a partir de la movilización contra el libramiento carretero, que afectaría áreas de bosque de niebla y de abasto de agua para la región de Xalapa en donde se encuentra la capital del estado. Desde el inicio, el proyecto se planteó con el fin de reconocer la importancia de la cuenca como fuente de abasto de agua y de los demás servicios ambientales que ofrece a la Región. Partió de conjuntar y generar información y voluntades para construir una 5 Proyecto que desde un enfoque de investigación – acción, busca atender problemas concretos en la cuenca a través de alternativas para el manejo sustentable de sus recursos, plataformas de participación ciudadana, entre los más importantes de sus objetivos. (http://sendas99.wordpress.com y www.pixquiac.org) 6 Con la participación de la ONG Sendas, A.C. (Senderos y Encuentros para un Desarrollo Autónomo y Sustentable) y el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). 5 propuesta de acción para y con los habitantes de las zonas de abasto de agua, en posesión de los recursos naturales. La cuenca del río Pixquiac se ubica en la región montañosa central de Veracruz en una extensión de 10,727 hectáreas donde habitan cerca de ocho mil habitantes (INEGI, 2010). En este territorio, 60 por ciento de la tierra es propiedad privada y 40 por ciento pertenece a tierras ejidales (tenencia social) de nueve ejidos. Durante las cinco décadas en que la economía familiar de la cuenca dependió de los productos forestales, esta actividad no se llevaba a cabo con planes o permisos de aprovechamiento que la avalaran. Debido a esta forma de aprovechamiento ilegal, los recursos forestales disminuyeron y los habitantes comenzaron a diversificar sus actividades productivas optando por su incorporación en el sector de los servicios en las ciudades de la región. Este hecho contribuyó para que los propietarios de los bosques ejidales se dieran a la tarea de crear normas de regulación sobre el aprovechamiento de los espacios comunes y se llevaran a cabo actividades de reforestación y conservación de bosques (Sendas, 2008) (Paré y Gérez, 2012). Este aparente semi-abandono del bosque por parte de sus principales usuarios permitió que hoy en día, su recuperación en el caso de un ejido, cuente con una cobertura forestal de casi el 70 por ciento de su superficie (Paré y Gerez 2012).7 Actualmente, esta recuperación ha permitido que los propietarios de estas tierras sean beneficiados con diversos programas gubernamentales y de organismos no gubernamentales (ONG) que aplican esquemas de pago por servicios ambientales en la zona. Uno de ellos es el Programa de Compensación por Servicios Ambientales Hidrológicos del Pixquiac (PROSAPIX) del cual la ONG Sendas, AC., es la proveedora de los servicios de asesoramiento técnico. 7 Se trata del ejido San Pedro Buenavista. 6 El PROSAPIX, con el fin de mejorar los ingresos y las condiciones de vida de los dueños en donde se generan los servicios ambientales, tiene como objetivo principal apoyar proyectos de reforestación y conservación de bosques, así como llevar a cabo proyectos para el mejoramiento de las actividades productivas. Este programa difiere de la política gubernamental en pago por servicios ambientales, al incluir a las mujeres en el proceso de gestión de la cuenca. En la medida que el programa gubernamental es dirigido a los titulares de la tenencia de la tierra, la participación es principalmente masculina, por ser ellos quienes poseen los derechos de propiedad a la tierra y de los recursos asociados. Este hecho ha significado la exclusión de las mujeres en la obtención de los beneficios directos, al limitar su participación activa. A pesar de lo anterior, desde la estrategia de género del proyecto de gestión de cuenca, así como del PROSAPIX han impulsado la inclusión de las mujeres en diferentes proyectos productivos, de mejoramiento de prácticas medioambientales y en talleres de reflexión. Estas acciones están encaminadas a la búsqueda de alternativas que contribuyan a establecer relaciones equitativas, reducir las brechas de la desigualdad y balancear la participación entre hombres y mujeres. De esta manera, el proceso en la cuenca propicia espacios de reflexión y análisis sobre las condiciones de género en relación al uso y manejo de los recursos naturales. Actualmente, sólo once por ciento de los integrantes del PROSAPIX son mujeres. Esta desigual participación obedece a que en sus inicios, este programa trabajó con los varones en su calidad de titulares de las tierras y como actores claves para la conservación de la cuenca. El caso de la Región de Los Tuxtlas El sur del estado de Veracruz fue asiento de la experiencia de trabajo con mujeres participantes en el proyecto Manejo Integrado de Solares. Entre 1996 y 7 2005, este proyecto encontró cobijo dentro del programa “Género y medio ambiente” en la organización no gubernamental Desarrollo Comunitario de Los Tuxtlas (Decotux, AC.) Esta ONG desde 1995 ha contribuido a la organización de grupos comunitarios y a la formación de promotores (as) campesinos (as). Con ellos se promovieron tecnologías de bajo impacto ambiental y se fomentó la participación de las mujeres. Su misión ha sido mejorar la calidad de vida de los pobladores rurales, mediante actividades de educación ambiental en las áreas de capacitación para la producción, salud comunitaria, educación, generación de infraestructura y servicios. Además, ha centrado sus esfuerzos en apoyar el desarrollo de proyectos productivos familiares y en ofrecer alternativas de solución a los problemas ambientales de la región, como fue la baja fertilidad de los suelos, la pérdida de biodiversidad y la deforestación, entre otros. El manejo sustentable de los solares y la recuperación de su biodiversidad fue la línea con la cual se inició el trabajo con los grupos de mujeres campesinas. Godínez (2006:371) señala que el esfuerzo de esta ONG estaba encaminado a mejorar la situación de las familias de las mujeres, a fortalecer su identidad de género y a conseguir relaciones armónicas entre ellas y ellos. El aprovechamiento diversificado del solar para la producción de alimentos, reforestación, rescate y fomento de la herbolaria, así como el uso de ecotecnias, favoreció la promoción de otras actividades, como la difusión de información sobre la defensa de los derechos de las mujeres, sobre el derecho a la salud y al bienestar emocional, así como la educación en nutrición familiar.8 Una estrategia compartida Si bien estas dos organizaciones no gubernamentales –Sendas y Decotux– presentan diferencias en su origen, tiempo de formación e inciden en dos regiones distantes y con diferentes historias de poblamiento, son coincidentes en 8 Las ecotecnias fueron: estufas ahorradoras de leña, gallineros composteros, chiqueros ecológicos. 8 sus estrategias.9 Una al sur del estado donde habitan pobladores con profundas raíces indígenas cuyo cultivo principal es el maíz y, la otra en el centro, en una zona forestal cuyo proceso de poblamiento fue producto de la inmigración de población mestiza que se asentó en la región para beneficiarse del reparto de tierras ejidales.10 Aunque con sus diferencias, ambas han tenido en común el acompañamiento de procesos en territorios con tenencia social (ejidos). En la tarea de apoyar la participación de las mujeres campesinas, comparten ideales, perspectivas, objetivos, estrategias de intervención y metodologías basadas en favorecer su participación activa atendiendo sus necesidades prácticas y estratégicas de género. La incorporación de las mujeres en los procesos de discusión y toma de decisiones en condiciones de igualdad de derechos y oportunidades, fue una de las principales líneas estratégicas del proyecto Manejo Integrado de Solares y es fundamental en el Proyecto Gestión Compartida de la Cuenca del Río Pixquiac. Ambas partieron de la aplicación de metodologías participativas, la discusión y la toma de decisiones dentro de los grupos comunitarios, así como la construcción de liderazgos. Tanto las mujeres de Los Tuxtlas como del Pixquiac comparten la marginación social que caracteriza a las mujeres campesinas pobres de este país. De acuerdo con la edad, muy pocas de ellas han asistido a la escuela y, es baja la proporción de mujeres con seis años de educación (3.6 por ciento en el Pixquiac). El rango de edad de las mujeres participantes es distinto si comparamos la estructura de los grupos. En el Pixquiac ellas tienen entre 17 y 70 años de edad, solamente el 1.4 por ciento son ejidatarias, alrededor del 2.2 por ciento son avecindadas y el 96.4 por ciento han nacido en sus comunidades.11 En los grupos de mujeres de Los Tuxtlas, la edad de las participantes era superior a los 25 y menor a los 55 9 La experiencia de acompañamiento a las mujeres de Los Tuxtlas, hace referencia a un proceso de varios años, suspendido hasta ahora por la ONG. Mientras que en la Cuenca del Pixquiac refiere a un acompañamiento reciente y vigente. 10 El ejido como producto de la Reforma Agraria Mexicana de 1915-17, es una figura legal de tenencia de la tierra y una forma de organización comunitaria basada en la propiedad común de la tierra. 11 Ejidatarias son las poseedoras legales de la tierra y del solar. Avecindadas son las que tienen la posesión únicamente del solar y posesionarias son las propietarias de la tierra, pero no del solar. 9 años. Ninguna de ellas era ejidataria, no más de cinco eran posesionarias de la tierra y tampoco se consideraban propietarias del solar. Dado que las mujeres de las dos regiones habitan territorios ejidales mantienen relaciones de parentesco con los propietarios de las tierras y de los solares, ya sea como esposas, madres, hijas o nueras, por mencionar los más cercanos. En las comunidades rurales ha sido común que las mujeres participen en la (o las) iglesia (s), la escuela rural o en el programa gubernamental “Oportunidades”,12 dirigido a las mujeres pobres, entre otros. Sin embargo, el acercamiento de las mujeres a las organizaciones no gubernamentales, les ha permitido experimentar nuevas formas de participación que contribuyen a mejorar sus capacidades y facilitar su empoderamiento a través del acceso a la información, capacitación y desarrollo de sus habilidades en un ambiente que intenta ser de confianza y respeto. Tanto el trabajo de Sendas como el de Decotux partieron de un diagnóstico participativo. En éste, resaltaron como principales necesidades de las mujeres: la atención a la salud familiar, la alimentación y espacios de participación femenina. En Sendas estas necesidades han sido incorporadas dentro de la estrategia de género de la ONG; traducidos en las líneas de trabajo de ahorro solidario; salud comunitaria y saneamiento ambiental, producción de huertos ecológicos y producción de flores. En Decotux los resultados del diagnóstico y de la planeación participativa fue la base para la construcción de una estrategia que avanzaba de acuerdo a las oportunidades de financiamiento. De esta manera distintos proyectos específicos fueron impulsados tratando de dar integralidad al uso de los solares. Estos proyectos fueron de producción orgánica de hortalizas, 12 Oportunidades es el programa social dirigido a las mujeres pobres para la atención de sus familias. Consiste en una compensación económica por la responsabilidad de atender la salud, la educación y la nutrición familiar. 10 construcción de estufas ahorradoras de leña, manejo de ganadería de traspatio con el establecimiento de gallineros composteros y chiqueros ecológicos, así como la reforestación del solar, entre otros. foto: Elsa Almeida Para la atención de las necesidades estratégicas, en ambas organizaciones se han abordado temas sobre los derechos de las mujeres y la violencia de género, entre otros, aprovechando los espacios de socialización y capacitación de los grupos, principalmente para el ahorro (casa de reunión para el ahorro) y para la atención de la salud (casa de la salud). En los grupos de la cuenca del Pixquiac, además se reafirman contenidos temáticos relacionados con las características de la cuenca 11 que habitan y se realizan acciones de sensibilización hacia un manejo de los recursos naturales compartido y sustentable. En los grupos de mujeres en Los Tuxtlas, los procesos organizativos iniciados con la asesoría y el acompañamiento de Decotux, sembraron semillas que en algunos casos aún se encuentran vivos. Algunos de los grupos han generado procesos sostenidos de auto-organización (Godínez 2006:343), además de que se crearon y fortalecieron liderazgos femeninos. Estos liderazgos son visibles en los puestos de representación al interior de las comunidades y ejidos. Las mujeres participan principalmente como promotoras del programa gubernamental “Oportunidades”; como representantes de la clínica de salud e incluso como representantes del poder municipal (agencia municipal). En las instancias del poder local relacionadas con la tenencia de la tierra, su participación es menor.13 En cambio, en un ejido de la Cuenca del Pixquiac se tiene la primera comisariada ejidal que representa el principal puesto de las instancias agrarias a nivel local. Las asesoras del Proyecto Gestión Compartida de la Cuenca señalan que el liderazgo de la comisariada ejidal ha sido construido por otras vías más allá de los asesores que acompañan el proceso regional. Si bien en el país hay regiones en donde estos puestos del poder local relacionados con la tenencia de la tierra han sido ocupado por mujeres, en los ejidos de incidencia de estos dos organismos no gubernamentales, excepto el caso que se menciona más arriba; aún no se ha tenido la experiencia. Una explicación es el bajo porcentaje de mujeres como sujetos agrarios y su edad, ya que muchas de las titulares de las tierras superan los 50 años y tienen un nivel educativo mucho más bajo que las mujeres jóvenes. Antes de que las mujeres campesinas se insertaran en estos procesos de gestión comunitaria, por su condición de género ya tenían una pesada carga de trabajo como responsables de la reproducción familiar. Su participación en estas nuevas 13 Como en el comisariado ejidal que viene a ser el puesto máximo del poder local en el ejido. 12 formas organizativas, si bien han abierto ventanas a información diferente que han ventilado sus ideas y contribuido a generar otras nuevas, también han aumentado la carga de trabajo. Al relacionar la participación de las mujeres y su interés por determinadas líneas de trabajo o proyectos específicos, en las dos experiencias presentadas aquí, encontramos que en los proyectos de ahorro y salud comunitaria, las mujeres tienen una mayor participación que en los proyectos productivos establecidos en la parcela o en el solar. Ante esto, nos preguntamos acerca de las causas de estas preferencias. Consideramos que la decisión de su participación en determinado proyecto depende del tipo de relación que las mujeres mantienen con los dueños de la tierra o del solar. En la medida que ellas no poseen los títulos de propiedad, el interés que implica la negociación del uso del espacio para el proyecto productivo, puede ser estimulado o inhibido según el tipo de relación que las mujeres mantengan con los familiares propietarios de los espacios, tal como lo demostraremos más adelante. El espacio del otro, un riesgo en los proyectos productivos Entre los factores que posibilitan la participación de las mujeres en proyectos que involucren el uso de la parcela o del solar, requiere la diferenciación si se trata de un proyecto individual para su establecimiento en espacios familiares o colectivos en los espacios de uso común.14 En principio, para que las mujeres participen en cualquier tipo de proyecto, en la mayoría de los casos, ellas requieren de la anuencia del cónyuge e incluso de la suegra. Dado el patrón de residencia y conyugalidad de las familias rurales, en la cual las hijas al casarse se integran a la casa paterna del cónyuge, su participación está condicionada a la 14 En los ejidos es posible encontrar algunos de estos espacios con destino específicos: la parcela escolar, la parcela de la juventud, la parcela de la mujer y las tierras de uso común. 13 calidad de las relaciones con los otros miembros del grupo familiar, y en particular con las mujeres. En segundo lugar, la participación está relacionada con la composición y el ciclo de la familia. Según el número de integrantes de la familia, la edad y su sexo, dependerá la distribución y el aumento o disminución de la carga de trabajo para las mujeres participantes en el proyecto. En este sentido, a mayor número de mujeres jóvenes y solteras que permanezcan en la familia, mayor posibilidad de participación tendrá la interesada en el proyecto. El tercer punto está relacionado con la posesión de los derechos y el control de la propiedad del solar y de la tierra. En la medida en que las mujeres no tengan la posesión de estos bienes, su participación en el proyecto dependerá del beneplácito de la familia o de la comunidad, según sea el caso. El cuarto punto y, relacionado con el anterior, tiene que ver con el patrón de herencia y con la migración. Derivado del patrón de herencia que tiende a favorecer a los hijos varones en la distribución de la tierra y de los solares, éstos son fraccionados para la construcción de las viviendas de los varones al momento de formar un nuevo hogar. Este fraccionamiento presenta una mayor intensidad en las regiones con fuerte migración, como en Los Tuxtlas, cuya presión sobre el espacio reduce las posibilidades para establecer los módulos de producción derivados del proyecto. Estos son algunos de los factores que no hay que perder de vista al intentar promover proyectos productivos. En el caso de los proyectos establecidos en espacios familiares, dependerá del estado de la relación que la mujer participante del grupo tenga con su familia política y, de su posición frente a los bienes, es mejor si ella es dueña o esposa del dueño del solar. Lo anterior intenta dar cuenta de las reflexiones que se han generado a partir de las observaciones directas en proyectos productivos en espacios familiares. Éstas muestran las posibles causas del rechazo o de la aceptación en la participación de los proyectos que implican la gestión del espacio. En los proyectos asentados 14 en espacios colectivos, las historias pueden ser diferentes. Para muestra presentamos en el siguiente apartado, dos casos de negociación del espacio comunitario por las mujeres. Dos historias de conflictos por el uso del espacio a. De hortalizas orgánicas a pollos de granja A principio del año 2000, un grupo de mujeres de los Tuxtlas gestionaron recursos para la producción de hortalizas. Este proyecto era una actividad derivada del diagnóstico y planeación participativa del proyecto manejo integral de solares en las comunidades campesinas de la región. Para la obtención del financiamiento del proyecto, el grupo de mujeres concursó en la convocatoria de un programa gubernamental. Uno de los requisitos era indicar el lugar en donde sería establecido el proyecto. Éste podía localizarse en tierras del colectivo de mujeres; en una parcela colectiva destinada para el beneficio de las mujeres rurales, conocida como parcela de la mujer o en parcelas comunitarias (UAIM o parcela escolar)15; o de uso individual-particular respaldadas por un convenio de préstamo, ya que la convocatoria no financiaba el pago del arrendamiento o la compra de las tierras. Las mujeres se dieron a la tarea de encontrar el espacio adecuado para el establecimiento de las hortalizas. Las participantes definieron como sitio ideal para su proyecto, una parcela cercana a la comunidad y al camino, así como un terreno plano. De todos estos criterios, la proximidad a la comunidad era el elemento que más peso tenía en la selección. Después de varios días de búsqueda 15 La legislación agraria mexicana determina la asignación de parcelas con destino específico. Entre ellas se encuentra la parcela escolar y la Unidad Agrícola Industrial de la Mujer, conocida también como la “Parcela de la mujer.” La dotación de esta última fue un derecho reconocido en la Ley Federal de la Reforma Agraria de 1971. 15 y de entrevistas con los dueños de las parcelas y con las autoridades del ejido, ellas no encontraron tierras disponibles de acuerdo a sus expectativas. Las parcelas ofrecidas y en arrendamiento se ubicaban distantes de la comunidad, con suelos de baja fertilidad y en pendientes pronunciadas. El hecho de no encontrar un espacio adecuado y apegado a los requisitos del programa gubernamental, no disminuyó el entusiasmo del grupo, ya que continuaron su búsqueda en la zona urbana. Esta decisión significaba establecer el proyecto en un terreno particular y sacrificar la independencia que le ofrecía un espacio neutro. Estas dificultades generaron conflictos y la deserción de algunas de las solicitantes, así como meter en aprietos a la promotora y a su asesora. A pesar de estos tropiezos, el proyecto fue aprobado con la propuesta de establecimiento en un terreno privado, respaldado con un acuerdo de préstamo hasta por cinco años. Sin embargo, la solicitud presentada fue para la producción de hortalizas y, al final, el grupo de mujeres recibió el financiamiento para establecer un módulo de producción para pollos de granja. Un proyecto ajeno a las necesidades de las mujeres, las cuales habían trabajado en la sensibilización, capacitación y planeación de las actividades. El argumento de los operadores del programa gubernamental fue que los módulos para hortalizas se habían agotado. La propuesta anterior iba a contra-corriente de los principios de un manejo sustentable del solar con prácticas ambientalmente sanas, ya que la producción de pollos de granja implicaba un tipo de manejo distinto a la concepción del proyecto. Durante los tres años del proyecto, las mujeres socias enfrentaron problemas en la distribución de trabajo y de las ganancias que intentaron solucionar buscando distintas alternativas. A pesar de la intención de encontrar soluciones colectivas a los problemas, el manejo de la granja era cada vez más individual que colectiva y el número de socias iba en franco descenso. Una de las razones que mantenía el conflicto entre las socias fue la inversión en la construcción de la granja de pollos, que favorecería al dueño del lote más allá de los cinco años que 16 duraría el préstamo. Al final, los conflictos no resueltos contribuyeron al fracaso del proyecto. b. De producción de flores a hortalizas orgánicas El segundo caso ocurre en la Cuenca del Pixquiac, en el ejido San Andrés Tlalnelhuayocan en la comunidad de Rancho Viejo. Como ejido participante en el PROSAPIX y en el contexto de realizar acciones para promover la incorporación de las mujeres al programa, se destinaron recursos para un proyecto de reconversión productiva bajo un esquema de manejo colectivo con los grupos de mujeres. Las integrantes del grupo eran familiares de los titulares de las tierras del ejido, ya sean esposas, madres, hijas, hermanas o nueras. El proyecto estuvo acompañado de capacitación y de asesoría técnica, cuyo objetivo fue establecer módulos para la producción de flores como una actividad para la generación de ingresos para las mujeres. El primer paso fue la búsqueda del lugar en donde se establecería el proyecto. La tarea fue ardua. En un primer momento una de las socias ofreció la parcela de su propiedad. Esta opción fue rechazada por situarse distante del poblado. Con los miembros del ejido se gestionó el préstamo de una porción de las tierras de uso común. Esta solicitud no fue aceptada, a pesar de que las mujeres del grupo mantienen lazos de parentesco con los titulares de las tierras del ejido. Al final, el cónyuge de una de las socias prestó una pequeña superficie en el solar de su propiedad por un periodo de cinco años. Al parecer todo iba bien, ellas habían logrado tener el sitio para el proyecto productivo, los insumos, la capacitación y la asesoría técnica por parte de Proyecto de Gestión Compartida de Cuenca de Sendas. El proyecto fue exitoso en la producción y en la comercialización de las flores durante el primer ciclo. Posteriormente, los conflictos por la distribución inequitativa del trabajo y la falta de transparencia en los ingresos por la venta de las flores, debilitaron al grupo. A pesar de ello, para el siguiente ciclo ellas decidieron experimentar con la producción de hortalizas para la alimentación familiar. En este segundo ciclo, nuevamente la 17 distribución desigual del trabajo revive el conflicto, mismo que se profundiza con la falta de apropiación del espacio, ya que la tierra no era de ellas. Finalmente el cultivo fue abandonado, el grupo desintegrado y el proyecto colectivo terminó como una experiencia que lejos quedó de cumplir las expectativas de las mujeres. Foto: Productoras de hortalizas del Pixquiac. Georgina Vidriales. En el primer caso, las mujeres no encontraron un espacio colectivo así como tampoco el apoyo de la asamblea ejidal que alentara la puesta en marcha de este proyecto en manos de las mujeres y para beneficio de la comunidad.16 Esto 16 La Asamblea Ejidal es la autoridad máxima de los núcleos agrarios. A su vez es la instancia local integradora de la comunidad de titulares de las tierras en el ejido (ejidatarios y posesionarios). Teóricamente, la Asamblea es el ámbito de discusión y de toma de decisiones colectivas relativas al buen funcionamiento del ejido. 18 pone en relieve las dificultades que ellas enfrentan cuando no tienen el acceso de la tierra, no sólo a través del mercado de compra-venta, al no tener los recursos económicos para ello, sino también mediante el préstamo intrafamiliar de las tierras. Esto sucedió a tan sólo tres años de que las tierras del ejido fueran deslindas y certificadas por PROCEDE.17 Años más tarde, durante la revisión del expediente agrario, se encontró que en el reparto de tierras del ejido, su dotación incluía 20 hectáreas de tierras fértiles para el establecimiento de la parcela para la mujer. El mismo documento establecía que ésta debía estar en terrenos planos, próxima a la comunidad y al camino. Justo como las mujeres habían soñado el lugar para establecer su primer proyecto productivo. En 1997 con la titulación de las tierras, la asignación de esta parcela incluida en la dotación original del ejido, desaparece de los documentos oficiales. Además, no se hace ninguna referencia al lugar ni mucho menos a las personas a las que fue destinada esta superficie. Tierras de las cuales fueron despojadas las mujeres beneficiarias, sin que ellas supieran de su existencia. Al preguntar la ubicación de la parcela de la mujer, no sólo los ejidatarios, los posesionarios –viejos o jóvenes-, sino también las mujeres, desconocían la existencia de una parcela que por ley habría beneficiado a las mujeres en general y de la que fueron despojadas. De haber sido efectiva la dotación, en la actualidad habría contribuido al éxito del proyecto y al fortalecimiento de la organización del grupo. En el segundo caso, el proyecto parte de un programa más amplio que busca incorporar a las mujeres a un proceso regional: la gestión de la cuenca. Detrás de 17 En el marco de las políticas neoliberales, el gobierno mexicano puso en marcha el Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares Urbanos (PROCEDE). Este programa tuvo como objetivo la regularización de la tenencia de la tierra a través de la expedición y entrega de los certificados y los títulos correspondientes a las tierras de uso común, parcelas y solares urbanos. 19 esta iniciativa existe un esfuerzo de sensibilización para la inclusión de todos sus miembros. Si bien el PROSAPIX apoyó el proyecto para las mujeres, éste dejó de lado la parte fundamental que tenía que ver con el lugar en donde se establecería el proyecto. Aunque las mujeres mantienen relaciones de parentesco con los propietarios de las tierras, carecen de los derechos de propiedad no sólo a la tierra sino también de los solares. Los dos casos anteriores reflejan las trabas que las mujeres campesinas enfrentan cuando carecen de los derechos a la propiedad. Este factor limita su incorporación a las iniciativas de desarrollo, cuando el uso y disponibilidad del espacio está de por medio. Ambos son ejemplo de cómo los derechos a la propiedad a la tierra y/o al solar como bienes valiosos están en posesión y bajo el control de los varones, quienes ejercen su poder. Esto revela una injusticia social, ya que en el marco de la reforma agraria y como producto de las demandas de la lucha revolucionaria, la dotación de las tierras y de los solares fue entregada al varón como jefe de las familias campesinas y para la construcción del patrimonio familiar. Aunque en el otro ejido habían sido dotadas de una parcela para la mujer, ésta nunca fue reconocida ni informada a las beneficiarias de dicha dotación. Reflexiones finales A lo largo de estas líneas se intentó demostrar con dos ejemplos concretos, que las iniciativas de participación de las mujeres en proyectos productivos, no son suficientes si no se toman en cuenta las prácticas sociales en el acceso y control de los derechos de propiedad en las familias y las comunidades rurales. En el acceso y control de la tierra y de los solares, aunque con escasos cambios, persiste la tendencia a favorecer a los varones. Esta práctica no sólo es reforzada por la división sexual del trabajo que determina que la tierra y los bienes valiosos 20 son para los hombres, sino también por el sistema familiar rural que combina el patrón de residencia, con la conyugalidad y la distribución de los bienes familiares. Lo ideal sería que las mujeres accedieran equitativamente, no sólo a los derechos a la propiedad de la tierra y del solar, sino también a su control. Ante un escenario como el de la tenencia social en México, en donde tan sólo el 20 por ciento del total de propietarios a la tierra y cerca del 40 por ciento de los solares son mujeres; nos preguntamos acerca de los caminos alternativos para que las mujeres sin acceso a la tierra y a los solares, puedan hacer uso de los espacios pertenecientes a la familia y a la comunidad, sobre todo si se trata de realizar actividades para el bienestar común. Las dos experiencias presentadas en este trabajo, relatan los esfuerzos de negociación del espacio para el establecimiento de proyectos productivos cuando las mujeres no son titulares de la propiedad de la tierra y del solar. La participación de las mujeres en los proyectos productivos ha sido promovida como una oportunidad de aprendizaje, de generación de ingresos y de empoderamiento en el campo feminizado. Con esta experiencia queda demostrado que tanto la tierra como el solar, al ser lugares cargados de códigos que dictan normas e indican quién puede tener acceso a ese lugar, quién no, y quién puede estar en todas partes (Little y Panelli, 2003), la tierra y el solar se convierten en espacios masculinizados donde las mujeres encuentran fuertes obstáculos para negociar su uso al interior de sus familias y en sus comunidades. En las iniciativas de mujeres estos factores impactan en sus proyectos, minan sus formas organizativas y desalientan sus esfuerzos con repercusiones no sólo a nivel personal, sino también al comprometer la vida comunitaria y los esfuerzos regionales por una vida con mejor calidad. 21 Bibliografía Almeida, E. 2012. Herencia y donación. Prácticas intra-familiares de transmisión de la tierra. El caso de un ejido veracruzano, en prensa, Revista Cuicuilco, 54. Deere, C. D. y León, M., 2002. Género, propiedad y empoderamiento: tierra, Estado y mercado en América Latina. 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