l`acces a la terre et son controle dans les projets de

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1 L’ACCES A LA TERRE ET SON CONTROLE DANS LES
PROJETS DE DEVELOPPEMENT AVEC DES FEMMES.
NOTES SUR DEUX EXPERIENCES AU VERACRUZ, MEXIQUE
ACCESS TO LAND AND CONTROL OF THIS RESOURCE IN DEVELOPMENT
PROJECTS INVOLVING WOMEN.
NOTES FROM TWO EXPERIENCES IN VERACRUZ, MEXICO
EL ACCESO Y CONTROL DE LA TIERRA EN LOS PROYECTOS DE DESARROLLO
CON MUJERES.
APUNTES DE DOS EXPERIENCIAS EN VERACRUZ, MÉXICO1
ALMEIDA Elsa2, PEREZ Karla3 y VIDRIALES Georgina4
Résumé
Le Mexique a été, au cours de ces dernières décennies, le lieu de profondes
transformations rurales dans les modes de vie et en particulier dans l’accès à la
propriété de la terre. En ce qui concerne la propriété sociale, l’un de ces
changements est constitué par le léger progrès des femmes dans l’accès au droit
à la terre face aux hommes. Toutefois, elles représentent moins de la moitié des
propriétaires et ceci à cause des facteurs culturels jouant dans la distribution des
biens et l’accès différencié aux chances d’emploi et de revenus entre les deux
1
Este trabajo fue presentado en el coloquio “Genre et agriculture familiale et paysanne, regards nord-sud.
Débats entre mondes académique, du développement et de la formation” llevado a cabo en
Toulouse,FRANCIA del 22 al 25 de mayo de 2012.
2
Geógrafa. Profesora-Investigadora del Centro de Estudios de Geografía Humana de El Colegio de
Michoacán, A.C. México. Asesora de la estrategia de género del proyecto “Gestión Compartida de la cuenca
del río Pixquiac”, SENDAS A.C. email: [email protected]
3
Antropóloga responsable de la línea de género en el proyecto “Gestión Compartida de la cuenca del río
Pixquiac”, SENDAS AC, estudiante del máster Investigación Social aplicada al medio ambiente por la
Universidad Pablo de Olavide, Sevilla España. email: [email protected]
4
Antropóloga coordinadora del proyecto “Gestión Compartida de la cuenca del río Pixquiac” SENDAS AC,
estudiante de la maestría Desarrollo regional sustentable por el Colegio de Veracruz, Xalapa, Veracruz. email.
[email protected]
2 sexes ainsi que la division sexuelle du travail qui limite leur participation dans les
initiatives locales de développement. Partant de deux expériences dans des
ejidos paysans dans le sud-est du Mexique, cette conférence a pour objet de
montrer les conséquences d’une distribution inégale de la terre dans la
promotion de projets de développement avec des femmes en utilisant une
analyse socio-spatiale.
Resumen
En las últimas décadas, México ha sido escenario de profundas transformaciones
rurales en sus modos de vida y en particular en las formas de acceso a la
tenencia de la tierra. En la tenencia social, uno de estos cambios es el ligero
avance de las mujeres en el acceso a los derechos formales a la tierra frente a
los varones. Sin embargo, ellas representan menos de la mitad de los propietarios
debido a factores culturales en la distribución de los bienes, en el acceso
diferenciado a las oportunidades de empleo y de ingresos entre ambos sexos, así
como en la división sexual del trabajo, limitando su participación en las
iniciativas locales de desarrollo. A partir de dos experiencias en ejidos
campesinos en el sureste mexicano, esta ponencia tiene el objetivo de demostrar
las consecuencias de la desigual distribución de la tierra en la promoción de
proyectos de desarrollo con mujeres desde un análisis socio-espacial.
Abstract
In recent decades, the Mexican countryside has been the scene of profound
transformations that have affected rural lifestyles and, especially, land tenure
and access to land. Under the so-called social land tenure system (ejido), one of
those changes has brought a modest advance in access to formal rights in land for
women as compared to men, though the former still constitute less than half of
all owners of land largely because of cultural factors that affect the distribution
3 of goods, differential access to employment opportunities and sources of income
between the sexes, and the sexual division of labor, all of which limit women’s
participation in local development initiatives. Based on experiences in two
peasant ejidos in southeastern Mexico, the objective of this paper is to
demonstrate, from a socio-spatial perspective, the consequences of the unequal
distribution of land as it relates to the promotion of development projects
involving women.
En las últimas décadas, México ha sido escenario de profundas transformaciones
rurales en sus modos de vida y, en particular, en las formas de acceso a la
tenencia de la tierra. En la tenencia social, uno de estos cambios es el ligero
avance en el acceso a los derechos formales a la tierra de las mujeres frente a
los varones. Sin embargo, ellas representan menos de la mitad de los propietarios
debido a factores culturales en la distribución de los bienes, en el acceso
diferenciado a las oportunidades de empleo y de ingresos entre ambos sexos, así
como a la división sexual del trabajo, lo cual limita su participación en las
iniciativas locales de desarrollo. A partir de dos experiencias comunitarias en
ejidos campesinos en el sureste mexicano, se demostrará la forma en que las
asignaciones de género en el acceso y control de la tierra, el desconocimiento de
los derechos de propiedad y la falta de información ponen en riesgo iniciativas
locales de manejo de los recursos naturales en grupos organizados de mujeres.
Los dos casos corresponden a experiencias de trabajo con mujeres campesinas en
el estado de Veracruz, uno en la parte central del estado, en la cuenca del río
Pixquiac y el otro al sur, en la región de Los Tuxtlas. Partimos de la evolución de
cada una de las experiencias de trabajo en sus respectivos contextos para
después presentar dos ejemplos que ilustrarán el sinuoso recorrido de los
proyectos productivos cuando las mujeres no son propietarias de la tierra y del
solar (figura 1).
4 El caso de la Cuenca del río Pixquiax
La experiencia de trabajo en la parte central del estado tiene como marco el
proyecto “Gestión compartida de la cuenca del río Pixquiac”.5 Este proyecto
nació en el año 2005, como un esfuerzo de investigación aplicada entre un grupo
de académicos y sociedad civil.6 Su objetivo fue proponer alternativas a los
habitantes a partir de la movilización contra el libramiento carretero, que
afectaría áreas de bosque de niebla y de abasto de agua para la región de Xalapa
en donde se encuentra la capital del estado. Desde el inicio, el proyecto se
planteó con el fin de reconocer la importancia de la cuenca como fuente de
abasto de agua y de los demás servicios ambientales que ofrece a la Región.
Partió de conjuntar y generar información y voluntades para construir una
5
Proyecto que desde un enfoque de investigación – acción, busca atender problemas concretos en la cuenca a
través de alternativas para el manejo sustentable de sus recursos, plataformas de participación ciudadana,
entre los más importantes de sus objetivos. (http://sendas99.wordpress.com y www.pixquiac.org)
6
Con la participación de la ONG Sendas, A.C. (Senderos y Encuentros para un Desarrollo Autónomo y
Sustentable) y el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM).
5 propuesta de acción para y con los habitantes de las zonas de abasto de agua, en
posesión de los recursos naturales.
La cuenca del río Pixquiac se ubica en la región montañosa central de Veracruz
en una extensión de 10,727 hectáreas donde habitan cerca de ocho mil
habitantes (INEGI, 2010). En este territorio, 60 por ciento de la tierra es
propiedad privada y 40 por ciento pertenece a tierras ejidales (tenencia social)
de nueve ejidos. Durante las cinco décadas en que la economía familiar de la
cuenca dependió de los productos forestales, esta actividad no se llevaba a cabo
con planes o permisos de aprovechamiento que la avalaran. Debido a esta forma
de aprovechamiento ilegal, los recursos forestales disminuyeron y los habitantes
comenzaron
a
diversificar
sus
actividades
productivas
optando
por
su
incorporación en el sector de los servicios en las ciudades de la región. Este
hecho contribuyó para que los propietarios de los bosques ejidales se dieran a la
tarea de crear normas de regulación sobre el aprovechamiento de los espacios
comunes y se llevaran a cabo actividades de reforestación y conservación de
bosques (Sendas, 2008) (Paré y Gérez, 2012). Este aparente semi-abandono del
bosque por parte de sus principales usuarios permitió que hoy en día, su
recuperación en el caso de un ejido, cuente con una cobertura forestal de casi el
70 por ciento de su superficie (Paré y Gerez 2012).7 Actualmente, esta
recuperación ha permitido que los propietarios de estas tierras sean beneficiados
con diversos programas gubernamentales y de organismos no gubernamentales
(ONG) que aplican esquemas de pago por servicios ambientales en la zona. Uno
de ellos es el Programa de Compensación por Servicios Ambientales Hidrológicos
del Pixquiac (PROSAPIX) del cual la ONG Sendas, AC., es la proveedora de los
servicios de asesoramiento técnico.
7
Se trata del ejido San Pedro Buenavista.
6 El PROSAPIX, con el fin de mejorar los ingresos y las condiciones de vida de los
dueños en donde se generan los servicios ambientales, tiene como objetivo
principal apoyar proyectos de reforestación y conservación de bosques, así como
llevar a cabo proyectos para el mejoramiento de las actividades productivas.
Este programa difiere de la política gubernamental en pago por servicios
ambientales, al incluir a las mujeres en el proceso de gestión de la cuenca. En la
medida que el programa gubernamental es dirigido a los titulares de la tenencia
de la tierra, la participación es principalmente masculina, por ser ellos quienes
poseen los derechos de propiedad a la tierra y de los recursos asociados. Este
hecho ha significado la exclusión de las mujeres en la obtención de los beneficios
directos, al limitar su participación activa.
A pesar de lo anterior, desde la estrategia de género del proyecto de gestión de
cuenca, así como del PROSAPIX han impulsado la inclusión de las mujeres en
diferentes
proyectos
productivos,
de
mejoramiento
de
prácticas
medioambientales y en talleres de reflexión. Estas acciones están encaminadas a
la búsqueda de alternativas que contribuyan a establecer relaciones equitativas,
reducir las brechas de la desigualdad y balancear la participación entre hombres
y mujeres. De esta manera, el proceso en la cuenca propicia espacios de
reflexión y análisis sobre las condiciones de género en relación al uso y manejo
de los recursos naturales. Actualmente, sólo once por ciento de los integrantes
del PROSAPIX son mujeres. Esta desigual participación obedece a que en sus
inicios, este programa trabajó con los varones en su calidad de titulares de las
tierras y como actores claves para la conservación de la cuenca.
El caso de la Región de Los Tuxtlas
El sur del estado de Veracruz fue asiento de la experiencia de trabajo con
mujeres participantes en el proyecto Manejo Integrado de Solares. Entre 1996 y
7 2005, este proyecto encontró cobijo dentro del programa “Género y medio
ambiente” en la organización no gubernamental Desarrollo Comunitario de Los
Tuxtlas (Decotux, AC.) Esta ONG desde 1995 ha contribuido a la organización de
grupos comunitarios y a la formación de promotores (as) campesinos (as). Con
ellos se promovieron tecnologías de bajo impacto ambiental y se fomentó la
participación de las mujeres. Su misión ha sido mejorar la calidad de vida de los
pobladores rurales, mediante actividades de educación ambiental en las áreas de
capacitación para la producción, salud comunitaria, educación, generación de
infraestructura y servicios. Además, ha centrado sus esfuerzos en apoyar el
desarrollo de proyectos productivos familiares y en ofrecer alternativas de
solución a los problemas ambientales de la región, como fue la baja fertilidad de
los suelos, la pérdida de biodiversidad y la deforestación, entre otros.
El manejo sustentable de los solares y la recuperación de su biodiversidad fue la
línea con la cual se inició el trabajo con los grupos de mujeres campesinas.
Godínez (2006:371) señala que el esfuerzo de esta ONG estaba encaminado a
mejorar la situación de las familias de las mujeres, a fortalecer su identidad de
género y a conseguir relaciones armónicas entre ellas y ellos. El aprovechamiento
diversificado del solar para la producción de alimentos, reforestación, rescate y
fomento de la herbolaria, así como el uso de ecotecnias, favoreció la promoción
de otras actividades, como la difusión de información sobre la defensa de los
derechos de las mujeres, sobre el derecho a la salud y al bienestar emocional, así
como la educación en nutrición familiar.8
Una estrategia compartida
Si bien estas dos organizaciones no gubernamentales –Sendas y Decotux–
presentan diferencias en su origen, tiempo de formación e inciden en dos
regiones distantes y con diferentes historias de poblamiento, son coincidentes en
8
Las ecotecnias fueron: estufas ahorradoras de leña, gallineros composteros, chiqueros ecológicos.
8 sus estrategias.9 Una al sur del estado donde habitan pobladores con profundas
raíces indígenas cuyo cultivo principal es el maíz y, la otra en el centro, en una
zona forestal cuyo proceso de poblamiento fue producto de la inmigración de
población mestiza que se asentó en la región para beneficiarse del reparto de
tierras ejidales.10 Aunque con sus diferencias, ambas han tenido en común el
acompañamiento de procesos en territorios con tenencia social (ejidos). En la
tarea de apoyar la participación de las mujeres campesinas, comparten ideales,
perspectivas, objetivos, estrategias de intervención y metodologías basadas en
favorecer su participación activa atendiendo sus necesidades prácticas y
estratégicas de género. La incorporación de las mujeres en los procesos de
discusión y toma de decisiones en condiciones de igualdad de derechos y
oportunidades, fue una de las principales líneas estratégicas del proyecto Manejo
Integrado de Solares y es fundamental en el Proyecto Gestión Compartida de la
Cuenca del Río Pixquiac. Ambas partieron de la aplicación de metodologías
participativas, la discusión y la toma de decisiones dentro de los grupos
comunitarios, así como la construcción de liderazgos.
Tanto las mujeres de Los Tuxtlas como del Pixquiac comparten la marginación
social que caracteriza a las mujeres campesinas pobres de este país. De acuerdo
con la edad, muy pocas de ellas han asistido a la escuela y, es baja la proporción
de mujeres con seis años de educación (3.6 por ciento en el Pixquiac). El rango
de edad de las mujeres participantes es distinto si comparamos la estructura de
los grupos. En el Pixquiac ellas tienen entre 17 y 70 años de edad, solamente el
1.4 por ciento son ejidatarias, alrededor del 2.2 por ciento son avecindadas y el
96.4 por ciento han nacido en sus comunidades.11 En los grupos de mujeres de
Los Tuxtlas, la edad de las participantes era superior a los 25 y menor a los 55
9
La experiencia de acompañamiento a las mujeres de Los Tuxtlas, hace referencia a un proceso de varios
años, suspendido hasta ahora por la ONG. Mientras que en la Cuenca del Pixquiac refiere a un
acompañamiento reciente y vigente.
10
El ejido como producto de la Reforma Agraria Mexicana de 1915-17, es una figura legal de tenencia de la
tierra y una forma de organización comunitaria basada en la propiedad común de la tierra.
11
Ejidatarias son las poseedoras legales de la tierra y del solar. Avecindadas son las que tienen la posesión
únicamente del solar y posesionarias son las propietarias de la tierra, pero no del solar.
9 años. Ninguna de ellas era ejidataria, no más de cinco eran posesionarias de la
tierra y tampoco se consideraban propietarias del solar. Dado que las mujeres de
las dos regiones habitan territorios ejidales mantienen relaciones de parentesco
con los propietarios de las tierras y de los solares, ya sea como esposas, madres,
hijas o nueras, por mencionar los más cercanos.
En las comunidades rurales ha sido común que las mujeres participen en la (o las)
iglesia (s), la escuela rural o en el programa gubernamental “Oportunidades”,12
dirigido a las mujeres pobres, entre otros. Sin embargo, el acercamiento de las
mujeres a las organizaciones no gubernamentales, les ha permitido experimentar
nuevas formas de participación que contribuyen a mejorar sus capacidades y
facilitar su empoderamiento a través del acceso a la información, capacitación y
desarrollo de sus habilidades en un ambiente que intenta ser de confianza y
respeto.
Tanto el trabajo de Sendas como el de Decotux partieron de un diagnóstico
participativo. En éste, resaltaron como principales necesidades de las mujeres:
la atención a la salud familiar, la alimentación y espacios de participación
femenina. En Sendas estas necesidades han sido incorporadas dentro de la
estrategia de género de la ONG; traducidos en las líneas de trabajo de ahorro
solidario; salud comunitaria y saneamiento ambiental, producción de huertos
ecológicos y producción de flores. En Decotux los resultados del diagnóstico y de
la planeación participativa fue la base para la construcción de una estrategia que
avanzaba de acuerdo a las oportunidades de financiamiento. De esta manera
distintos proyectos específicos fueron impulsados tratando de dar integralidad al
uso de los solares. Estos proyectos fueron de producción orgánica de hortalizas,
12
Oportunidades es el programa social dirigido a las mujeres pobres para la atención de sus familias. Consiste
en una compensación económica por la responsabilidad de atender la salud, la educación y la nutrición
familiar.
10 construcción de estufas ahorradoras de leña, manejo de ganadería de traspatio
con el establecimiento de gallineros composteros y chiqueros ecológicos, así
como la reforestación del solar, entre otros.
foto: Elsa Almeida
Para la atención de las necesidades estratégicas, en ambas organizaciones se han
abordado temas sobre los derechos de las mujeres y la violencia de género, entre
otros, aprovechando los espacios de socialización y capacitación de los grupos,
principalmente para el ahorro (casa de reunión para el ahorro) y para la atención
de la salud (casa de la salud). En los grupos de la cuenca del Pixquiac, además se
reafirman contenidos temáticos relacionados con las características de la cuenca
11 que habitan y se realizan acciones de sensibilización hacia un manejo de los
recursos naturales compartido y sustentable.
En los grupos de mujeres en Los Tuxtlas, los procesos organizativos iniciados con
la asesoría y el acompañamiento de Decotux, sembraron semillas que en algunos
casos aún se encuentran vivos. Algunos de los grupos han generado procesos
sostenidos de auto-organización (Godínez 2006:343), además de que se crearon y
fortalecieron liderazgos femeninos. Estos liderazgos son visibles en los puestos de
representación al interior de las comunidades y ejidos. Las mujeres participan
principalmente como promotoras del programa gubernamental “Oportunidades”;
como representantes de la clínica de salud e incluso como representantes del
poder municipal (agencia municipal). En las instancias del poder local
relacionadas con la tenencia de la tierra, su participación es menor.13 En cambio,
en un ejido de la Cuenca del Pixquiac se tiene la primera comisariada ejidal que
representa el principal puesto de las instancias agrarias a nivel local. Las
asesoras del Proyecto Gestión Compartida de la Cuenca señalan que el liderazgo
de la comisariada ejidal ha sido construido por otras vías más allá de los asesores
que acompañan el proceso regional. Si bien en el país hay regiones en donde
estos puestos del poder local relacionados con la tenencia de la tierra han sido
ocupado por mujeres, en los ejidos de incidencia de estos dos organismos no
gubernamentales, excepto el caso que se menciona más arriba; aún no se ha
tenido la experiencia. Una explicación es el bajo porcentaje de mujeres como
sujetos agrarios y su edad, ya que muchas de las titulares de las tierras superan
los 50 años y tienen un nivel educativo mucho más bajo que las mujeres jóvenes.
Antes de que las mujeres campesinas se insertaran en estos procesos de gestión
comunitaria, por su condición de género ya tenían una pesada carga de trabajo
como responsables de la reproducción familiar. Su participación en estas nuevas
13
Como en el comisariado ejidal que viene a ser el puesto máximo del poder local en el ejido.
12 formas organizativas, si bien han abierto ventanas a información diferente que
han ventilado sus ideas y contribuido a generar otras nuevas, también han
aumentado la carga de trabajo. Al relacionar la participación de las mujeres y su
interés por determinadas líneas de trabajo o proyectos específicos, en las dos
experiencias presentadas aquí, encontramos que en los proyectos de ahorro y
salud comunitaria, las mujeres tienen una mayor participación que en los
proyectos productivos establecidos en la parcela o en el solar.
Ante esto, nos preguntamos acerca de las causas de estas preferencias.
Consideramos que la decisión de su participación en determinado proyecto
depende del tipo de relación que las mujeres mantienen con los dueños de la
tierra o del solar. En la medida que ellas no poseen los títulos de propiedad, el
interés que implica la negociación del uso del espacio para el proyecto
productivo, puede ser estimulado o inhibido según el tipo de relación que las
mujeres mantengan con los familiares propietarios de los espacios, tal como lo
demostraremos más adelante.
El espacio del otro, un riesgo en los proyectos productivos
Entre los factores que posibilitan la participación de las mujeres en proyectos
que involucren el uso de la parcela o del solar, requiere la diferenciación si se
trata de un proyecto individual para su establecimiento en espacios familiares o
colectivos en los espacios de uso común.14 En principio, para que las mujeres
participen en cualquier tipo de proyecto, en la mayoría de los casos, ellas
requieren de la anuencia del cónyuge e incluso de la suegra. Dado el patrón de
residencia y conyugalidad de las familias rurales, en la cual las hijas al casarse se
integran a la casa paterna del cónyuge, su participación está condicionada a la
14
En los ejidos es posible encontrar algunos de estos espacios con destino específicos: la parcela escolar, la
parcela de la juventud, la parcela de la mujer y las tierras de uso común.
13 calidad de las relaciones con los otros miembros del grupo familiar, y en
particular con las mujeres. En segundo lugar, la participación está relacionada
con la composición y el ciclo de la familia. Según el número de integrantes de la
familia, la edad y su sexo, dependerá la distribución y el aumento o disminución
de la carga de trabajo para las mujeres participantes en el proyecto. En este
sentido, a mayor número de mujeres jóvenes y solteras que permanezcan en la
familia, mayor posibilidad de participación tendrá la interesada en el proyecto.
El tercer punto está relacionado con la posesión de los derechos y el control de
la propiedad del solar y de la tierra. En la medida en que las mujeres no tengan
la posesión de estos bienes, su participación en el proyecto dependerá del
beneplácito de la familia o de la comunidad, según sea el caso. El cuarto punto
y, relacionado con el anterior, tiene que ver con el patrón de herencia y con la
migración. Derivado del patrón de herencia que tiende a favorecer a los hijos
varones en la distribución de la tierra y de los solares, éstos son fraccionados
para la construcción de las viviendas de los varones al momento de formar un
nuevo hogar. Este fraccionamiento presenta una mayor intensidad en las regiones
con fuerte migración, como en Los Tuxtlas, cuya presión sobre el espacio reduce
las posibilidades para establecer los módulos de producción derivados del
proyecto. Estos son algunos de los factores que no hay que perder de vista al
intentar promover proyectos productivos. En el caso de los proyectos
establecidos en espacios familiares, dependerá del estado de la relación que la
mujer participante del grupo tenga con su familia política y, de su posición
frente a los bienes, es mejor si ella es dueña o esposa del dueño del solar.
Lo anterior intenta dar cuenta de las reflexiones que se han generado a partir de
las observaciones directas en proyectos productivos en espacios familiares. Éstas
muestran las posibles causas del rechazo o de la aceptación en la participación
de los proyectos que implican la gestión del espacio. En los proyectos asentados
14 en espacios colectivos, las historias pueden ser diferentes. Para muestra
presentamos en el siguiente apartado, dos casos de negociación del espacio
comunitario por las mujeres.
Dos historias de conflictos por el uso del espacio
a. De hortalizas orgánicas a pollos de granja
A principio del año 2000, un grupo de mujeres de los Tuxtlas gestionaron recursos
para la producción de hortalizas. Este proyecto era una actividad derivada del
diagnóstico y planeación participativa del proyecto manejo integral de solares en
las comunidades campesinas de la región. Para la obtención del financiamiento
del proyecto, el grupo de mujeres concursó en la convocatoria de un programa
gubernamental. Uno de los requisitos era indicar el lugar en donde sería
establecido el proyecto. Éste podía localizarse en tierras del colectivo de
mujeres; en una parcela colectiva destinada para el beneficio de las mujeres
rurales, conocida como parcela de la mujer o en parcelas comunitarias (UAIM o
parcela escolar)15; o de uso individual-particular respaldadas por un convenio de
préstamo, ya que la convocatoria no financiaba el pago del arrendamiento o la
compra de las tierras.
Las mujeres se dieron a la tarea de encontrar el espacio adecuado para el
establecimiento de las hortalizas. Las participantes definieron como sitio ideal
para su proyecto, una parcela cercana a la comunidad y al camino, así como un
terreno plano. De todos estos criterios, la proximidad a la comunidad era el
elemento que más peso tenía en la selección. Después de varios días de búsqueda
15
La legislación agraria mexicana determina la asignación de parcelas con destino específico. Entre
ellas se encuentra la parcela escolar y la Unidad Agrícola Industrial de la Mujer, conocida también
como la “Parcela de la mujer.” La dotación de esta última fue un derecho reconocido en la Ley
Federal de la Reforma Agraria de 1971.
15 y de entrevistas con los dueños de las parcelas y con las autoridades del ejido,
ellas no encontraron tierras disponibles de acuerdo a sus expectativas. Las
parcelas ofrecidas y en arrendamiento se ubicaban distantes de la comunidad,
con suelos de baja fertilidad y en pendientes pronunciadas.
El hecho de no encontrar un espacio adecuado y apegado a los requisitos del
programa gubernamental, no disminuyó el entusiasmo del grupo, ya que
continuaron su búsqueda en la zona urbana. Esta decisión significaba establecer
el proyecto en un terreno particular y sacrificar la independencia que le ofrecía
un espacio neutro. Estas dificultades generaron conflictos y la deserción de
algunas de las solicitantes, así como meter en aprietos a la promotora y a su
asesora. A pesar de estos tropiezos, el proyecto fue aprobado con la propuesta
de establecimiento en un terreno privado, respaldado con un acuerdo de
préstamo hasta por cinco años. Sin embargo, la solicitud presentada fue para la
producción de hortalizas y, al final, el grupo de mujeres recibió el
financiamiento para establecer un módulo de producción para pollos de granja.
Un proyecto ajeno a las necesidades de las mujeres, las cuales habían trabajado
en la sensibilización, capacitación y planeación de las actividades. El argumento
de los operadores del programa gubernamental fue que los módulos para
hortalizas se habían agotado. La propuesta anterior iba a contra-corriente de los
principios de un manejo sustentable del solar con prácticas ambientalmente
sanas, ya que la producción de pollos de granja implicaba un tipo de manejo
distinto a la concepción del proyecto.
Durante los tres años del proyecto, las mujeres socias enfrentaron problemas en
la distribución de trabajo y de las ganancias que intentaron solucionar buscando
distintas alternativas. A pesar de la intención de encontrar soluciones colectivas
a los problemas, el manejo de la granja era cada vez más individual que
colectiva y el número de socias iba en franco descenso. Una de las razones que
mantenía el conflicto entre las socias fue la inversión en la construcción de la
granja de pollos, que favorecería al dueño del lote más allá de los cinco años que
16 duraría el préstamo. Al final, los conflictos no resueltos contribuyeron al fracaso
del proyecto.
b. De producción de flores a hortalizas orgánicas
El segundo caso ocurre en la Cuenca del Pixquiac, en el ejido San Andrés
Tlalnelhuayocan en la comunidad de Rancho Viejo. Como ejido participante en el
PROSAPIX y en el contexto de realizar acciones para promover la incorporación
de las mujeres al programa, se destinaron recursos para un proyecto de
reconversión productiva bajo un esquema de manejo colectivo con los grupos de
mujeres. Las integrantes del grupo eran familiares de los titulares de las tierras
del ejido, ya sean esposas, madres, hijas, hermanas o nueras. El proyecto estuvo
acompañado de capacitación y de asesoría técnica, cuyo objetivo fue establecer
módulos para la producción de flores como una actividad para la generación de
ingresos para las mujeres. El primer paso fue la búsqueda del lugar en donde se
establecería el proyecto. La tarea fue ardua. En un primer momento una de las
socias ofreció la parcela de su propiedad. Esta opción fue rechazada por situarse
distante del poblado. Con los miembros del ejido se gestionó el préstamo de una
porción de las tierras de uso común. Esta solicitud no fue aceptada, a pesar de
que las mujeres del grupo mantienen lazos de parentesco con los titulares de las
tierras del ejido. Al final, el cónyuge de una de las socias prestó una pequeña
superficie en el solar de su propiedad por un periodo de cinco años. Al parecer
todo iba bien, ellas habían logrado tener el sitio para el proyecto productivo, los
insumos, la capacitación y la asesoría técnica por parte de Proyecto de Gestión
Compartida de Cuenca de Sendas. El proyecto fue exitoso en la producción y en
la comercialización de las flores durante el primer ciclo. Posteriormente, los
conflictos por la distribución inequitativa del trabajo y la falta de transparencia
en los ingresos por la venta de las flores, debilitaron al grupo. A pesar de ello,
para el siguiente ciclo ellas decidieron experimentar con la producción de
hortalizas para la alimentación familiar. En este segundo ciclo, nuevamente la
17 distribución desigual del trabajo revive el conflicto, mismo que se profundiza con
la falta de apropiación del espacio, ya que la tierra no era de ellas. Finalmente
el cultivo fue abandonado, el grupo desintegrado y el proyecto colectivo terminó
como una experiencia que lejos quedó
de cumplir las expectativas de las
mujeres.
Foto: Productoras de hortalizas del Pixquiac. Georgina Vidriales.
En el primer caso, las mujeres no encontraron un espacio colectivo así como
tampoco el apoyo de la asamblea ejidal que alentara la puesta en marcha de
este proyecto en manos de las mujeres y para beneficio de la comunidad.16 Esto
16
La Asamblea Ejidal es la autoridad máxima de los núcleos agrarios. A su vez es la instancia local
integradora de la comunidad de titulares de las tierras en el ejido (ejidatarios y posesionarios).
Teóricamente, la Asamblea es el ámbito de discusión y de toma de decisiones colectivas relativas al
buen funcionamiento del ejido.
18 pone en relieve las dificultades que ellas enfrentan cuando no tienen el acceso
de la tierra, no sólo a través del mercado de compra-venta, al no tener los
recursos económicos para ello, sino también mediante el préstamo intrafamiliar
de las tierras. Esto sucedió a tan sólo tres años de que las tierras del ejido fueran
deslindas y certificadas por PROCEDE.17 Años más tarde, durante la revisión del
expediente agrario, se encontró que en el reparto de tierras del ejido, su
dotación incluía 20 hectáreas de tierras fértiles para el establecimiento de la
parcela para la mujer. El mismo documento establecía que ésta debía estar en
terrenos planos, próxima a la comunidad y al camino. Justo como las mujeres
habían soñado el lugar para establecer su primer proyecto productivo. En 1997
con la titulación de las tierras, la asignación de esta parcela incluida en la
dotación original del ejido, desaparece de los documentos oficiales. Además, no
se hace ninguna referencia al lugar ni mucho menos a las personas a las que fue
destinada esta superficie. Tierras de las cuales fueron despojadas las mujeres
beneficiarias, sin que ellas supieran de su existencia. Al preguntar la ubicación
de la parcela de la mujer, no sólo los ejidatarios, los posesionarios –viejos o
jóvenes-, sino también las mujeres, desconocían la existencia de una parcela que
por ley habría beneficiado a las mujeres en general y de la que fueron
despojadas. De haber sido efectiva la dotación, en la actualidad habría
contribuido al éxito del proyecto y al fortalecimiento de la organización del
grupo.
En el segundo caso, el proyecto parte de un programa más amplio que busca
incorporar a las mujeres a un proceso regional: la gestión de la cuenca. Detrás de
17
En el marco de las políticas neoliberales, el gobierno mexicano puso en marcha el Programa de
Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares Urbanos (PROCEDE). Este programa
tuvo como objetivo la regularización de la tenencia de la tierra a través de la expedición y entrega
de los certificados y los títulos correspondientes a las tierras de uso común, parcelas y solares
urbanos.
19 esta iniciativa existe un esfuerzo de sensibilización para la inclusión de todos sus
miembros. Si bien el PROSAPIX apoyó el proyecto para las mujeres, éste dejó de
lado la parte fundamental que tenía que ver con el lugar en donde se
establecería el proyecto. Aunque las mujeres mantienen relaciones de
parentesco con los propietarios de las tierras, carecen de los derechos de
propiedad no sólo a la tierra sino también de los solares.
Los dos casos anteriores reflejan las trabas que las mujeres campesinas
enfrentan cuando carecen de los derechos a la propiedad. Este factor limita su
incorporación a las iniciativas de desarrollo, cuando el uso y disponibilidad del
espacio está de por medio. Ambos son ejemplo de cómo los derechos a la
propiedad a la tierra y/o al solar como bienes valiosos están en posesión y bajo
el control de los varones, quienes ejercen su poder. Esto revela una injusticia
social, ya que en el marco de la reforma agraria y como producto de las
demandas de la lucha revolucionaria, la dotación de las tierras y de los solares
fue entregada al varón como jefe de las familias campesinas y para la
construcción del patrimonio familiar. Aunque en el otro ejido habían sido
dotadas de una parcela para la mujer, ésta nunca fue reconocida ni informada a
las beneficiarias de dicha dotación.
Reflexiones finales
A lo largo de estas líneas se intentó demostrar con dos ejemplos concretos, que
las iniciativas de participación de las mujeres en proyectos productivos, no son
suficientes si no se toman en cuenta las prácticas sociales en el acceso y control
de los derechos de propiedad en las familias y las comunidades rurales. En el
acceso y control de la tierra y de los solares, aunque con escasos cambios,
persiste la tendencia a favorecer a los varones. Esta práctica no sólo es reforzada
por la división sexual del trabajo que determina que la tierra y los bienes valiosos
20 son para los hombres, sino también por el sistema familiar rural que combina el
patrón de residencia, con la conyugalidad y la distribución de los bienes
familiares. Lo ideal sería que las mujeres accedieran equitativamente, no sólo a
los derechos a la propiedad de la tierra y del solar, sino también a su control.
Ante un escenario como el de la tenencia social en México, en donde tan sólo el
20 por ciento del total de propietarios a la tierra y cerca del 40 por ciento de los
solares son mujeres; nos preguntamos acerca de los caminos alternativos para
que las mujeres sin acceso a la tierra y a los solares, puedan hacer uso de los
espacios pertenecientes a la familia y a la comunidad, sobre todo si se trata de
realizar actividades para el bienestar común.
Las dos experiencias presentadas en este trabajo, relatan los esfuerzos de
negociación del espacio para el establecimiento de proyectos productivos cuando
las mujeres no son titulares de la propiedad de la tierra y del solar. La
participación de las mujeres en los proyectos productivos ha sido promovida
como una oportunidad de aprendizaje, de generación de ingresos y de
empoderamiento en el campo feminizado. Con esta experiencia queda
demostrado que tanto la tierra como el solar, al ser lugares cargados de códigos
que dictan normas e indican quién puede tener acceso a ese lugar, quién no, y
quién puede estar en todas partes (Little y Panelli, 2003), la tierra y el solar se
convierten en espacios masculinizados donde las mujeres encuentran fuertes
obstáculos para negociar su uso al interior de sus familias y en sus comunidades.
En las iniciativas de mujeres estos factores impactan en sus proyectos, minan sus
formas organizativas y desalientan sus esfuerzos con repercusiones no sólo a nivel
personal, sino también al comprometer la vida comunitaria y los esfuerzos
regionales por una vida con mejor calidad.
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