Efectos del reconocimiento del derecho a la negociación colectiva

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Efectos del reconocimiento
del derecho a la negociación
colectiva en la Constitución Europea
JUANA SERRANO GARCÍA *
INTRODUCCIÓN
S
obre el diálogo social en el ámbito europeo existen importantes trabajos
doctrinales1 que abordan este derecho
desde diferentes puntos de vista. Los arts.
138 y 139 del Tratado de la Comunidad Europea (TCE) en los que este derecho se reco-
* Profesora Titular de Derecho del Trabajo y Seguridad Social. Universidad de Castilla-La Mancha.
1
J. APARICIO TOVAR, «¿Ha incluido el Tratado de
Maastricht a la negociación colectiva entre las fuentes
del Derecho Comunitario?, Revista Española de Derecho del Trabajo, nº 68, 1994; A. BAYLOS GRAU, «La contrattazione collettiva dal punto di vista degli ordinamenti nazionali, AA. VV. La conttratazione collettiva in
Europa, EDIESE, Roma, 1998; M.E.CASAS BAAMONDE, «La
negociación colectiva europea como institución democrática (y sobre la representatividad de los «interlocutores sociales europeos»), Relaciones Laborales, nº 21,
1998; A. LO FARO, Funzioni e finzioni della contrattazione collettiva comunitaria, Giuffrè, Milán, 1999; M. RODRÍGUEZ PIÑERO, «La negociación colectiva europea hasta Maastricht» Relaciones Laborales, T. II, 1992 y «La
negociación colectiva europea tras Maastricht» Relaciones Laborales, T. II, 1992; G. SCHNORR, «I contratti collettivi in un´Europa integrata», Rivista Italina di Diritto
del Lavoro, T.I, 1993; J.M. SERRANO GARCÍA, «La negociación colectiva en el ámbito europeo. La eficacia de los
convenios colectivos comunitarios», Información laboral.Legislación y Convenios colectivos, nº 31, 2003;
F. VALDÉS DAL RÉ, «La contratación colectiva europea:
más que un proyecto y menos que una realidad consolidada», Relaciones Laborales, T. II, 1997.
noce expresamente han sido criticados por la
doctrina por su ambigüedad, lo que ha dado
lugar a numerosas interpretaciones en torno
a su sentido.
Ahora bien, la Constitución Europea (CE)
ha dado un paso adelante con respecto a los
citados preceptos y en su art. II-88 reconoce
una de las manifestaciones más importantes
del diálogo social, como es el convenio colectivo. El art.II-88 CE es un Derecho Fundamental incluido en la Carta de Derechos Fundamentales junto a otros derechos sociales y
económicos y compartiendo espacio con otros
de carácter civil y político, así como con otros
derechos de libertad e igualdad.
El objetivo específico de este estudio es
investigar la incidencia que tendrá sobre el
derecho europeo, en general, y sobre nuestro
sistema de relaciones laborales, en particular, el reconocimiento constitucional del derecho a la negociación colectiva. A estos efectos,
en primer lugar, indagaremos en los orígenes
comunitarios de este derecho porque su línea
evolutiva puede proporcionarnos alguna pista respecto a cuál es la intención del legislador cuando otorga un espacio constitucional a
la negociación colectiva, ya que éste puede
venir sólo a constatar una práctica ya presente entre los agentes sociales europeos, o bien,
a proporcionar una eficacia a los frutos de la
negociación colectiva –convenios colectivos–
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que ha sido, hasta el momento, discutida por
la doctrina, dada la ambigüedad de los preceptos del TCE. En segundo lugar, abordaremos las consecuencias jurídicas que para
nuestro ordenamiento y el europeo podrían
derivarse de la ubicación de este derecho en
la Carta de Derechos Fundamentales, que
conforma la Parte II de la Constitución Europea. En tercer lugar, abordaremos las peculiaridades y los vacíos de regulación que nos
encontramos en la determinación de los titulares del derecho. En cuarto lugar, nos ocuparemos de la diversidad del contenido de este
derecho cuando se ejercita a nivel europeo
para tratar de determinar qué manifestaciones de la negociación colectiva son las protegidas en el texto constitucional. Y para finalizar reflexionaremos sobre las diferentes consecuencias que el ejercicio del derecho europeo a la negociación colectiva tiene sobre el
ordenamiento europeo y sobre el sistema
español de relaciones laborales.
ORÍGENES DEL DERECHO
A LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA
EN LA NORMATIVA EUROPEA
No nos vamos a remontar a los orígenes de
la Comunidad Europea en los que apenas se
encuentran manifestaciones de diálogo social
y menos aún de negociación colectiva y empezaremos el recorrido evolutivo en el Acuerdo
de Política Social anexo al Tratado de la
Unión Europea (TUE), que dio un empuje
definitivo al diálogo entre los interlocutores
sociales. El TUE, firmado en Maastricht el 7
de febrero de 1992, inició una etapa fundamental en la política social comunitaria, tras
la aprobación del Protocolo sobre la política
social, firmado por los doce Estados miembros y anexado al Tratado de la Unión Europea, al recoger la voluntad de once Estados
firmantes (con la excepción de Reino Unido e
Irlanda del Norte) de lograr avances significativos en esta materia. Este Protocolo autorizaba a los once –luego se convierten en
catorce–, por medio del Acuerdo sobre Políti-
304
ca Social (APS), firmado el 31 de octubre de
1991, a recurrir a las instituciones, procedimientos y mecanismos del Tratado, pese a la
negativa británica, para adoptar y aplicar los
actos y decisiones necesarios para la aplicación de ese acuerdo. Esta solución pone fin al
impasse que sufrió Europa en política social,
al romper el blindaje del art. 100 del Tratado
y dejar de exigirse la unanimidad para todas
las materias sociales.
Los firmantes del Acuerdo de Política
Social declararon que sus objetivos eran la
consecución y garantía de los principios y
derechos ya recogidos por la Carta Social
Comunitaria2 y la utilización de las vías marcadas a estos fines fundamentadas todas en
el diálogo social. Los interlocutores sociales
buscan formas de cooperación a nivel europeo
en sectores tradicionales3 en los que ya, desde
hace muchos años, se aplican políticas comunes comunitarias y también en sectores
emergentes. El objeto de este diálogo fue, en
un primer momento, detectar los problemas
que pudieran guardar relación con el diálogo
social y ensayar un «vocabulario» común, lo
que explica que en esta fase el nivel de los
compromisos derivados del diálogo social sectorial hayan sido muy limitados. No obstante,
el nivel sectorial es crucial a este respecto, ya
que, en gran número de Estados miembros,
En el art. 1 APS se hace referencia a dichos objetivos: «la promoción de la ocupación, la mejora de las
condiciones de vida y de trabajo, una protección social
adecuada, el diálogo social, el desarrollo de los recursos
humanos para conseguir un nivel de empleo elevado y
duradero y la lucha contra las exclusiones». Dichos objetivos son inferiores a los que se plantea el art. 2 TCE,
pues el Acuerdo sólo habla de «protección social adecuada», ello con el fin de tener en consideración la
diversidad de los sistemas nacionales en cuanto a protección social.
3
En los sectores: agrícola, asegurador, de la aviación
civil, banca, madera, industria del calzado, transporte
ferroviario, comercio, construcción, electricidad, de la
limpieza, periodístico, de la navegación interior, pesca
marítima, correos, seguridad privada, servicios públicos,
azucarero, del tabaco, curtidos, telecomunicaciones,
textil, transportes marítimos, transportes por carretera.
2
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éste representa el punto de equilibrio de la
negociación colectiva que permite tener en
cuenta las especificidades consustanciales a
cada ámbito de actividad y que a la vez determina las condiciones generales en las que
pueden establecerse las relaciones laborales4.
Durante esta primera etapa el término
«diálogo» se utiliza con un sentido muy
amplio y omnicomprensivo, incluyendo
modalidades muy variadas, desde el diálogo
interprofesional en la cúspide, el diálogo
entre los comités consultivos interprofesionales o con el comité permanente de empleo. El
concepto de diálogo social se caracteriza por
su «ambigüedad y carácter abierto»5 y ello
provoca confusiones en lo que respecta a su
contenido.
Tras la reforma introducida por el Tratado
de Ámsterdam, aprobado el 2 de octubre de
1997 y en vigor desde el 1 de mayo de 1999, no
se lograron verdaderos avances en el diálogo
social europeo6. Ahora bien, no debe desmerecerse el esfuerzo por la integración europea
que se realiza en el art.1 de este Tratado que
ha implicado también a la política social
comunitaria, como vía para la consecución de
una Europa convergente e integrada en lo
social. El Tratado restauró la unidad y coherencia de la política social, integrando en el
cuerpo del Tratado de la Comunidad el
Acuerdo de Política Social de Maastricht
4
En este sentido se manifiesta la Comisión en el
Informe «Las relaciones laborales en Europa – 2000» elaborado en Bruselas el 6.3.2000 COM(2000) 113 final,
p. 7.
5
M. RODRÍGUEZ PIÑERO, «Diálogo social, participación y negociación colectiva», Relaciones Laborales, T. II,
1995, p. 93.
6
M. C. AGUILAR GONZÁLVEZ, «La negociación colectiva comunitaria», AA.VV., Una aproximación al Derecho
Social Comunitario, Tecnos, Madrid, 2000, p. 163. En
sentido contrario M. A. MOREAU que considera que sólo
tras las reformas introducidas por el Tratado de Amsterdam se confiere al diálogo social un papel sensiblemente mayor en el contexto europeo, «Sur la représentativité des partenaires sociaux européens», Droit Social, nº 1,
1999.
(capítulo 1 del título XI, nuevos artículos 136
a 145). A partir de la reforma producida en
Ámsterdam la política social comunitaria
vuelve a ser un asunto de todos los socios
comunitarios sin exclusión, lo cual asegura
un desarrollo de la Europa social mucho más
armónico e igualitario, aunque también más
pausado y flexible7.
Con las modificaciones incluidas en este
Tratado, en primer lugar, se pone fin a la fase
de integración social diferenciada que había
caracterizado toda la etapa anterior y que
había dificultado en parte la integración
social; en segundo lugar, se amplían las
materias que pueden regularse por mayoría
cualificada, neutralizando la posición de
opting-out de Gran Bretaña e Irlanda del
Norte8; en tercer lugar, se resuelven los problemas jurídicos institucionales que comportaba su atípica configuración jurídica, pues a
partir de la reforma introducida por este Tratado se cierra toda duda en torno a si los
acuerdos alcanzados por once y luego por
catorce tienen o no naturaleza jurídica de
actos comunitarios.
No obstante, el Tratado de Ámsterdam se
ha caracterizado por continuar en su línea de
escaso interés por la política social, es decir,
por no equiparar en el Derecho Comunitario
los objetivos sociales a los económicos9. En
esta etapa el diálogo social no ha conseguido
desligarse de los objetivos económicos aunque ha pasado a considerarse un instrumento
necesario para garantizar la competitividad
7
J. M. GÓMEZ MUÑOZ, «Empleo, crecimiento y convergencia tras la reforma de Ámsterdam y la Cumbre de
Luxemburgo (Un análisis de la nueva Política Social
Comunitaria en la Europa de la moneda única), Relaciones Laborales, nº 7, 1998, p. 1134 y 1154.
8
M. WEIS, «Il Tratado di Amsterdam e política sociale europea», Rivista del Diritto e Relazioni industriali, nº
1, 1998, p. 5.
9
En contra de esta opinión J. M. GÓMEZ MUÑOZ, que
entiende que la política social comparte su espacio normativo con otras políticas: «Empleo, crecimiento y convergencia ...», op. cit., p. 1154.
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en el mercado comunitario10. En este sentido,
en la Conferencia organizada en 2001 por la
CES, la CEEP, la UNICE y la UEAPME11 se
afirma que «el diálogo social permite afrontar
los desafíos de la reforma económica para
construir una «economía de mercado viable» y
tener «capacidad para hacer frente a la presión concurrencial y a las fuerzas del mercado
en el interior de la Unión» que constituye el
segundo criterio de Copenhague.
En esta línea de potenciación de la vía contractual continúa el Programa de Acción
Social (1998-2000)12 aunque éste especifica
que el diálogo social debe desarrollarse sobre
todo en materia de formación de los trabajadores, dados los numerosos cambios a los que
está sometido el mundo laboral. El Tratado
de Niza, alcanzado el 9 de diciembre de 2000,
reforma el art. 137 TCE ampliando el número de materias que pueden ser adoptadas por
mayoría cualificada del Consejo.
La Agenda de Política Social 2001-2005 de
28 de junio de 200013 exige para su efectivo
cumplimiento: promover la calidad de las
relaciones laborales fomentando el diálogo
En este sentido se expresa la Comisaria de Empleo
y Asuntos Sociales, Anna Diamantopoulou, en la Conference on Employment: European Social Dialogue in
Comerse, celebrada en Lisboa el 14 de abril de 2000:»
L’ambition affichée lors du Conseil européen de Lisbonne vise à rendre l’économie de l’Union européenne plus
dynamique et plus compétitive dans un contexte de
croissance durable favorisant la création de nombreux
emplois ainsi qu’une plus grande cohésion sociale. Pour
la première fois nous avons associé l’idée de compétitivité au concept de cohésion sociale. L’action politique ne
peut se suffire à elle-même. La participation de tous
ceux qui, comme les partenaires sociaux, créent et servent l’ossature économique est nécessaire. Les responsables politiques sont peut-être capables de mettre en
place un système adéquat accompagnant les mutations
de notre société, mais il est de la responsabilité des partenaires sociaux de guider les nombreux paramètres de
l’économie».
11
«Le dialogue social dans les pays candidats» Bratislava, 16 mars 2001.
12
COM (98) 259 final.
13
COM (2000) 379.
10
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social a todos los niveles, convertir el diálogo
en instrumento clave para el desarrollo del
modelo social europeo, incrementar la consulta a los interlocutores sociales para detectar
ámbitos de interés común para la negociación
colectiva y promover la interacción del diálogo social a nivel europeo y nacional a través
de mesas redondas.
El diálogo social interprofesional dio un
paso más en 2003 con la adopción de un programa plurianual de trabajo en el que las
partes sociales se comprometen a alcanzar
los objetivos fijados en Lisboa. Dicho programa supone un avance importante en el diálogo social europeo y muestra de ello es el último Acuerdo europeo sobre el Estrés Laboral
alcanzado el 8 de octubre de 2004.
El II Informe KOK presentado ante la
Comisión Europea el 3 de Noviembre de
200414 propone que los actores sociales asuman su responsabilidad y participen activamente en la consecución de la Estrategia de
Lisboa. En las actuaciones de la Comunidad
se advierte un interés por reforzar la vía
negociada, pese a que no se hayan creado
unas bases suficientemente sólidas para sostener sin dificultades que la contratación
colectiva interprofesional o sectorial europea
sea un instrumento más para el desarrollo de
la política social.
El último paso dado por el legislador ha
sido en la Constitución Europea donde ha
reconocido de forma expresa el derecho a
negociar y a celebrar convenios colectivos;
hasta este momento sólo se aceptaba a nivel
14
El Consejo Europeo que tuvo lugar en Bruselas en
marzo de 2004 invitó a la Comisión europea a establecer un Grupo de expertos encabezados por el ex-primer
ministro de los Países Bajos, Wim Kok, para llevar a cabo
una revisión independiente sobre la consecución de los
objetivos de Lisboa. El informe debía evaluar la salud del
proyecto unos meses antes de que se supere su ecuador
(junio 2005); de esta forma, el documento podría utilizarse como un punto de referencía fundamental en las
próximas cumbres europeas.
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comunitario el «diálogo social» que podía conducir si los interlocutores sociales lo deseaban al establecimiento de relaciones convencionales, acuerdos incluidos –art.139 TCE–.
Así pues, el texto constitucional en esta materia no se limita a constatar un derecho que ya
lo estuviera en la práctica, como se ha dicho
de otros derechos incluidos en la Carta de
Derechos Fundamentales, porque hasta el
momento sólo se garantizaba el derecho al
diálogo social y ahora se reconoce una de las
manifestaciones más importantes de este
diálogo como es el convenio colectivo15, ello
pese a que el legislador europeo no renueve la
denominación de «acuerdos» que utilizaba en
el art. 139 TCE y que, de nuevo, vuelve a recogerla en el art. III-212 CE, que sólo sufre
alguna pequeña modificación terminológica
con respecto al texto del 139 TCE.
EL DERECHO A LA NEGOCIACIÓN:
DERECHO FUNDAMENTAL
EN LA CONSTITUCIÓN EUROPEA
No podía redactarse el texto constitucional
europeo sin reconocer un ámbito de actividad
a la autonomía colectiva teniendo en cuenta
que es un elemento central que da sentido al
Derecho del Trabajo en la mayoría de los países miembros de la UE. La contratación colectiva constituye la forma de actuar colectivamente y de regular las condiciones de trabajo
más difundida y relevante en la generalidad
de estos Estados. El reconocimiento de este
instrumento en el ámbito europeo tendrá
unas repercusiones formales y materiales en
15
A. MARTÏN VALVERDE analiza brevemente el concepto diálogo social en la normativa comunitaria para
advertir que: 1) la UE diferencia diálogo de acuerdo.
2) que el diálogo social no es negociación colectiva,
pero crea condiciones propicias para acuerdos negociados y puede desembocar en ellos cuando las partes lo
consideren deseable, 3) que el término diálogo social se
utiliza tanto para las consultas a tres bandas como para
el diálogo bilateral: trabajadores empresarios en «Concertación social y diálogo social», Relaciones Laborales,
T. II, 1994, p. 340.
este ámbito que se proyectarán sobre los sistemas de relaciones laborales estatales.
El legislador garantiza el «derecho a negociar y a celebrar convenios colectivos» junto al
derecho de libertad sindical16 (art. II-72 CE) y
al derecho de huelga (art. II-88 CE), lo que
refuerza el reconocimiento implícito del principio de autonomía colectiva, que no está
expresamente reconocido en el texto constitucional y sin el cual difícilmente puede configurarse un sistema de negociación17. El estudio que realizó Lyon Caen en 197218, cuando
la política social y los derechos sociales estaban subdesarrollados a nivel europeo, fue
premonitorio, porque este autor ya avanzaba
entonces que era necesaria una negociación
colectiva comunitaria en tanto que ésta era el
corazón de cualquier sistema de relaciones
laborales.
El reconocimiento de la autonomía colectiva como fuente del derecho es un asunto que
compete únicamente a la norma suprema de
cualquier ordenamiento, en concreto, a la
Constitución de cada Estado y en el caso del
derecho comunitario a su Tratado Constitucional. La Constitución estructura y delimita
los principios jurídicos y derechos laborales
como el derecho a la negociación colectiva, de
16
A juicio de la CES aunque, la proposición final de
la Carta ha dejado de incluir de forma explícita, por
razones obsoletas, el nivel europeo cuando se trata de
derechos sindicales (Art.12: «Libertad de reunión y de
asociación», Art. 28: «Derecho de negociación colectiva
y de acción» y Art. 27: «Derechos de información y consulta de los trabajadores en el seno de la empresa»), la
Carta Europea, dirigida a nivel comunitario, debe incluir
los derechos sindicales a nivel de la UE y a nivel transfronterizo para ser significativa, y también para lograr su
objetivo y respetar la legislación europea existente en
materia de derechos.
17
F. NAVARRO NIETO, «El derecho de negociación
colectiva», en XXII Jornadas universitarias andaluzas de
Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social: la Constitución europea y las relaciones laborales, en http:// webdeptos.uma.es/dprivado/ laboral/images/jornadas/drasaez.doc.
18
A la recherche de la convention collective européenne, Bruselas, 1972.
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forma que su desarrollo legislativo dependerá
de la modalidad de su reconocimiento constitucional. El carácter conformador de la Constitución significa que el impulso de los derechos sociales en la legislación europea y estatal no puede apartarse de lo previsto por la
Constitución19.
Y este derecho fundamental ha sido definido con una limitación inherente, al declarar
que existe conforme a la legislación de la
Unión y a las leyes y prácticas nacionales.
Esta previsión introduce notables limitaciones a la afectividad de este derecho en lo que
se refiere al estándar de protección que
pudiera establecer el TJCE, porque puede
provocar que este tribunal renuncie a que la
interpretación o aplicación del derecho fundamental sea uniforme en toda la Unión
Europea, imposibilitando así que el TJCE
mantenga una doctrina coherente de este
derecho contenido en la Carta20.
Así pues, dicha formulación puede conducir a interpretaciones contradictorias; por
esta razón la CES afirma que la única interpretación que da sentido a la inclusión de
estos derechos en la Carta de la UE es que los
derechos sean reconocidos y respetados como
tales y/o que su aplicación tenga lugar
mediante las disposiciones adecuadas que los
garanticen.
Pese a las dificultades de control que se
encontrará la Unión Europea, el otorgamiento de «derecho fundamental» a la negociación
colectiva no sólo tiene una indudable carga
formal sino también una serie de implicaciones materiales tanto a nivel europeo como
nacional. Desde un punto de vista formal,
consideramos que esta manifestación consti-
19
J. L. MONEREO PÉREZ, «Carta comunitaria de derechos sociales fundamentales de los trabajadores (II»,
Revista Española de Derecho del Trabajo, nº 57, 1993,
p. 83.
20
A. RODRÍGUEZ BEREIJO, «La Carta de los Derechos
Fundamentales de la Unión Europea y la protección de
los derechos humanos», op. cit., p. 30.
308
tucional va a tener un efecto general de promoción y refuerzo de otras disposiciones
comunitarias en las que se reconoce a los
interlocutores sociales el derecho a ser informados o consultados para alcanzar, en ocasiones, un acuerdo.
No en vano, entendemos que el texto constitucional no se pronuncia sobre un ámbito
concreto y lo deja abierto al «nivel adecuado»
precisamente con el fin de dar cobertura o
amparo a otras situaciones en las que está
presente el derecho a negociar. Este sería el
caso de la Directiva 94/45/CE, de 22 de septiembre de 1994, sobre la constitución de un
comité de empresa europeo o de un procedimiento de información y consulta a los trabajadores en las empresas y grupos de empresas de dimensión comunitaria21, cuyo art. 5
exige la creación de una comisión negociadora para alcanzar un acuerdo sobre la creación
de un comité de empresa europeo o un proceso de información y consulta. Las dificultades
en el proceso negociador impiden alcanzar
acuerdos en numerosos casos a los que será
de aplicación el Anexo de la Directiva22.
DOCE nº l 254 de 30/09/1994.
J.M. ZUFIAUR se manifiesta sobre la necesidad de
modificar la Directiva porque según el «aun siendo
indudables las aportaciones de los CEE a la europeización de las relaciones laborales, no se pueden obviar
algunas cuestiones pendientes que son fundamentales
y que deberían ser objeto de tratamiento en la próxima reforma. Así, la conveniencia de que las funciones
de información y consulta sean completadas con la de
negociación (de hecho, en bastantes comités se han
establecido acuerdos y códigos de conducta sobre
diversas materias), especialmente necesaria en los
procesos de reestructuración supranacional; el reconocimiento de la dimensión transnacional de las cuestiones abordadas, ya que en muchos casos, aunque las
decisiones afecten sólo a un país, repercuten en todos
los centros de la empresa (es algo que ya se recoge en
la directiva sobre implicación de los trabajadores en la
sociedad europea); el que la información sea completa y veraz y que tanto ésta como la consulta se produzcan con antelación suficiente de manera que el
resultado del procedimiento pueda influir y ser útil»
en «Los comités de empresa europeos», en , 12-082003.
21
22
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También el Reglamento nº 2157/2001/CE
de 8 de octubre de 2001 por el que se aprueba
el Estatuto de la Sociedad Anónima Europea23, se refiere a la necesidad de creación de
la Sociedad Anónima Europea, cuya constitución siempre ha arrastrado el problema de la
participación de los trabajadores en la empresa. La Directiva 2002/14/CE de 11 de marzo
de 2002 por la que se establece un marco
general relativo a la información y consulta
de los trabajadores en la Comunidad Europea24 ofrece algunas pautas para dar solución
precisamente a este problema, ofreciendo
diferentes fórmulas de participación, pero
para adoptar cualquiera de ellas es necesario
negociar.
Ante la diversidad de manifestaciones
colectivas que existen a nivel europeo se plantean una serie de cuestiones como: ¿cuáles
son los instrumentos colectivos que recibirán
la máxima protección constitucional, es decir,
cuál es el objeto del Derecho?, ¿quiénes son
sus titulares y destinatarios y cuáles son los
medios a disposición de aquellos para exigir a
éstos el cumplimiento de esta obligación que
el derecho impone?, porque si bien el art.II-88
CE puede contribuir a reforzar el derecho a
negociar, en general, no todos los resultados
de la negociación disfrutarán de la protección
que el legislador brinda a este derecho fundamental.
El art. II-88 CE es un derecho fundamental que deberá ser protegido debidamente,
garantizando su efectividad. Un derecho fundamental sólo puede considerarse legalmente existente cuando su realización esté respaldada por una sanción y pueda exigirse su
realización ante los Tribunales de Justicia.
La Constitución le otorga una garantía eficaz
a los derechos fundamentales reconocidos en
la Carta, evitando que se conviertan en una
mera declaración programática. La Constitución es el instrumento de control del respeto
23
24
DOCE nº L 294 de 10/11/2001.
DOCE nº L 080 de 23 /03/2002.
de los derechos fundamentales por parte de
las instituciones y de los Estados miembros
cuando ejercen sus competencias en el marco
de la Unión. «El contenido del catálogo de los
derechos recogidos por la Carta no depende
del catálogo de competencias: un derecho fundamental, que se respete como tal por la
Unión, aun cuando la Comunidad no disponga de competencia legislativa o ejecutiva
alguna respecto del mismo, debe, sin embargo, ser respetado por la Comunidad en el ejercicio de sus competencias»25.
Sin embargo, el legislador obvia en el art.
II-88 CE hacer toda referencia a las garantías del derecho, comprometiendo su fomento o
promoción a mecanismos o procedimientos de
negociación voluntaria –art. III-212–, del que
hablaremos con posterioridad. El derecho a la
negociación colectiva reconocido expresamente en el art. II-88 CE sufre los mismos
déficits que cuando se refiere a él el Tratado
de la Comunidad Europea –arts. 138 y 139–
con la diferencia de que ahora existe un reconocimiento constitucional que antes no existía. El legislador no ha sido demasiado
exhaustivo en su regulación ante la posibilidad de que ésta pudiera resultar inaplicable e
inasumible por la Unión y sus Estados miembros26, dada la diversidad que les caracteriza
en esta materia.
A pesar de sus evidentes deficiencias y de
la falta de algunos derechos (debido al man-
25
F. J. FONSECA MORILLO, «La gestación y el contenido
de la Carta de Niza», AA.VV.: La protección de los Derechos fundamentales en la Unión Europea, dir. F. J. MATÍA
PORTILLA, Civitas, Madrid, 2004, p. 98.
26
A. RODRÍGUEZ BEREIJO justifica la ambigüedad de la
redacción de algunos preceptos en las dos enfrentadas
posiciones existentes frente a la forma que debía adoptar la Carta, una optaba por la exhaustividad y otra por la
generalidad: «La Carta de los Derechos Fundamentales
de la Unión Europea y la protección de los derechos
humanos»; AA.VV.: Unión Europea y Derechos fundamentales en perspectiva constitucional, coord. N. FERNÁNDEZ SOLA, Dykinson, Madrid, 2004, p. 27. No obstante el autor rechaza que este documento sea simple
retórica vacía carente de trascendencia jurídica.
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dato limitado y a los compromisos políticos
contraídos con algunos gobiernos para lograr
el consenso) especialmente si lo vemos desde
una perspectiva de evolución. Supone una
gran mejora de la situación actual tener los
derechos sindicales existentes explícitamente recogidos por la UE de forma legalmente
vinculante.
Siempre han surgido discrepancias en el
seno de la doctrina al hablar de negociación
colectiva comunitaria, dadas las numerosas
lagunas que se encuentran, sobre todo, si se
espera una regulación detallada del derecho.
Sin embargo, ello no ha impedido su ejercicio
por parte de los agentes sociales y el logro de
acuerdos colectivos en este ámbito como son:
el Acuerdo marco sobre el permiso parental;
el Acuerdo marco sobre el trabajo a tiempo
parcial alcanzado por la CES, UNICE y
CEEP, el Acuerdo marco sobre el trabajo de
duración determinada alcanzado por la CES,
UNICE y CEEP, el Acuerdo marco sobre la
ordenación del tiempo de trabajo de la gente
del mar suscrito por la Asociación de Armadores de la Unión Europea (ECSA) y la Federación de Sindicatos del Transporte de la
Unión Europea (FST), el Acuerdo europeo
sobre la ordenación del tiempo de trabajo del
personal de vuelo en la aviación civil, el
Acuerdo marco sobre el teletrabajo o el último
alcanzado sobre el estrés laboral en 2004.
Si bien es cierto que el legislador no es
exhaustivo en la ordenación del derecho, sí
utiliza términos muy precisos y claros que
tienen un significado muy concreto en el ordenamiento laboral de la mayoría de los Estados miembros, éste se refiere al derecho a
negociar y celebrar «convenios colectivos»,
que son una fuente clásica del derecho laboral. Por esta razón, ante la duda que se plantea en torno a si este derecho fundamental
trata de asegurar un «minimum social comunitario» para hacer frente a las tendencias
nacionales flexibilizadoras y desreguladoras
y a la disminución de las competencias en
materia social que están sufriendo los países
miembros o si pretende algo más, como sería
310
repartir las competencias normativas de las
instituciones de la Unión Europea en materia
social. A nuestro juicio, sin perjuicio de que
uno de los objetivos sea salvaguardar desde
la Comunidad lo socialmente existente en los
Estados miembros o, al menos, el mínimo
indispensable que debería existir en todo
caso en dichos Estados para poder asumir las
demandas de flexibilidad respetando unas
garantías sociales fundamentales27, el otro
fin que persigue el legislador es el reconocimiento del derecho a la negociación colectiva
limitando el poder normativo de las instituciones de la Unión Europea porque el art. II88 CE atribuye una facultad concreta a los
trabajadores, empresarios y sus organizaciones frente al poder28.
Es necesario subrayar a este respecto que
el reconocimiento de la negociación colectiva
como fuente de producción jurídica es inseparable de la garantía de su eficacia mediante
su formulación dentro del propio sistema
jurídico29. A este respecto es oportuno matizar que la previsión del art. II-88 CE debe
completarse con los arts. III-210 a 212 CE,
donde, en efecto, se contienen las previsiones
27
En este sentido se pronunció M. RODRÍGUEZ PIÑErefiriéndose a la Carta de Derechos Sociales Fundamentales, pero sus argumentos son extensibles a la Carta objeto de este estudio porque la intención del legislador puede no haber variado: «Los derechos sociales fundamentales y la Conferencia Intergubernamental», Relaciones Laborales, T. I, 1997, p. 55.
28
F. RUBIO LLORENTE, pese a hacerse eco de las palabras de JOSPIN en un discurso pronunciado el 26 de
mayo de 2001 en el Centro de Acogida de Prensa
extranjera de Paris referente a que la Carta sólo proclama valores sin contener preceptos jurídicos vinculantes, entiende que la única perspectiva desde la que se
puede entrar en el análisis de la Carta es la de entender
que los Derechos que en ella se enuncian no son simplemente valores sino facultades concretas frente al
poder: «Una Carta de dudosa utilidad», en AA.VV. La
protección de los Derechos fundamentales en la Unión
Europea, dir. F. J. MATÍA PORTILLA, Civitas, Madrid, 2004,
p. 186.
29
F. NAVARRO NIETO, «El derecho de negociación
colectiva», op. cit.
RO
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
JUANA SERRANO GARCÍA
de garantía institucional y procedimental de
la negociación en el ámbito europeo, pese a
que difiere la denominación que el legislador
atribuye a estos instrumentos colectivos, en
la disposición III-212 CE los denomina
«acuerdos» mientras que en el art.II-88 CE
«convenios colectivos».
CARACTERES DE LOS TITULARES
DEL DERECHO A NIVEL EUROPEO
Un aspecto llamativo de la regulación del
derecho a la negociación radica en su titularidad. El art. II-88 CE lo reconoce alternativamente a los trabajadores y los empresarios, o
sus organizaciones respectivas. Esta redacción contrasta con otros textos internacionales, como el Convenio nº 98 OIT (art. 4); la
Carta de Derechos Sociales Fundamentales
de l989 (art. 12), que reconocen la titularidad
a los trabajadores a través de sus organizaciones; o el TCE (art. 139) que reconoce el
derecho al diálogo a los interlocutores sociales. Nuevamente, la regulación contenida en
la Parte III de la Constitución Europea matiza la previsión del art. 88 CE, circunscribiendo sus previsiones a «los interlocutores sociales» –art.III-211 y 212–.
A nuestro juicio, la extensión del ámbito
subjetivo de este derecho a los trabajadores y
empresarios y no sólo a sus organizaciones
respectivas se debe al interés del legislador
por respetar y garantizar cualquier forma de
negociación colectiva sea cual sea el nivel en
el que se haya llevado a cabo e independientemente de los sujetos negociadores, siempre
se haya ejercido de conformidad con el derecho de la Unión y con las legislaciones o prácticas nacionales. Así pues, no son aplicables
al derecho constitucional previsto en el art.
II-88 CE las limitaciones que encontrábamos
a la hora de determinar los interlocutores
sociales legitimados para dialogar de acuerdo
con el art. III-211 y 212 CE.
El diálogo garantizado en dichos preceptos
se considera por una parte de la doctrina
limitado a los interlocutores sociales que
hayan sido consultados por la Comisión antes
de realizar cualquier propuesta en materia
social. Con la anterior regulación contenida
en el art. 138 y 139 del Tratado de la Comunidad Europea la doctrina consideraba lógico
reservar la decisión de negociar a las organizaciones consultadas aunque ellas tienen el
poder de abrir las negociaciones a otras organizaciones ausentes. Distinguen, por tanto,
entre quien tiene la iniciativa y quien puede
participar en la negociación, en tanto que la
iniciativa pertenecía exclusivamente a las
organizaciones sindicales y agrupaciones
patronales consultadas, mientras que la participación en las negociaciones se regulaba
exclusivamente por el principio del reconocimiento mutuo30. Con la amplia redacción que
recibe este derecho en el texto constitucional
al referirse a los titulares, actualmente, se
puede sostener que la negociación pueda
establecerse espontáneamente entre los actores sociales europeos, dejando la determinación de las partes contractuales exclusivamente a la autonomía sindical y al mecanismo del reconocimiento mutuo.
Los requisitos específicos de estos titulares del derecho a negociar sólo pueden venir
delimitados por el Derecho de la Unión. A
este respecto no existe una norma concreta,
sólo una Comunicación de la Comisión31 de
1993 en la que se determinan las notas que
deben reunir los agentes sociales si quieren
participar en las negociaciones dentro del
diálogo social interprofesional: 1) las organizaciones deben ser intersectoriales o estar
relacionadas con ciertos sectores y estar organizadas a escala europea; 2) las organizaciones deben estar formadas por organizaciones
30
C. VIGNEAU «Etude sur l´autonomie collective au
niveau communautaire», Revue Trimestrielle de droit
européen, nº 4, 2002, p. 674-675.
31
Comunicación referente a la puesta en marcha
del Protocolo sobre Política Social presentado por la
Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, COM
(93) 600.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
311
ESTUDIOS
que sean una parte integral y reconocida de
las estructuras nacionales de interlocutores
sociales con capacidad para negociar acuerdos y representar a todos los Estados miembros; 3) las organizaciones tenían que tener
unas estructuras adecuadas para participar
en los procesos de consultas. Atendiendo a
estos criterios se estimó que las tres grandes
organizaciones centrales (CES-ETUC, UNICE y CEEP) eran las más representativas a
escala europea, refiriéndose también a otras
que se consideró que tenían un papel que desempeñar en las consultas, pero no durante
las negociaciones32.
La mencionada Comunicación no agota las
dificultades surgidas en torno a la determinación de los sujetos negociadores, ya que no se
establecen los criterios de selección entre las
distintas organizaciones representativas, y la
Comisión no puede intervenir en su elección.
A ello se añade que la representatividad es
fundamental para garantizar la eficacia
general de un acuerdo porque tras firmar un
convenio colectivo éste será de aplicación tanto a empresas como a trabajadores que no son
miembros de las organizaciones firmantes, lo
que obligará a que éstas representen a la
mayoría de los afectados33. Los propios inter-
En 1996, el parlamento Europeo había propuesto
subordinar el derecho a la consulta a dos criterios suplementarios. La organizaciones europeas debían en primer lugar estar compuestas de organizaciones nacionales que se hayan adherido voluntariamente. Además
ésta debían justificar un mandato especial de representación de sus afiliados aportando la prueba de su representatividad. Estas exigencias no han sido recogidas por
la Comisión. Sobre las dificultades en la delimitación de
los órganos representativos y el desarrollo y evolución de
estas organizaciones europeas, véase: S.CLAUWAERT, R.
HOFFMANN, J. KIRTON-DARLING y E. MERMET, «Diálogo
social y coordinación de la negociación colectiva en
Europa», La negociación colectiva en Europa, MTAS,
Madrid, 2004, p. 293-336.
33
A. JACOBS plantea los diferentes problemas que
puede ocasionar la representatividad en este tipo de
convenios: «La concertación social europea», en AAVV.,
La negociación colectiva europea, MTAS, Madrid, 2004,
p. 356.
32
312
locutores sociales son quienes han de decidir
los que se van a sentar en la mesa de negociación y con quienes quieren llegar a algún compromiso34. La participación de los agentes
sociales a nivel comunitario queda ligada a su
propia autonomía y los derechos de asociación y sindicación siguen considerándose en
el texto constitucional materias reservadas a
la competencia de los Estados miembros, lo
que significa que las relaciones entre éstos
quedan marcadas por su reconocimiento
mutuo y ordenadas según los instrumentos
que en la esfera de su autonomía le son disponibles. No en vano la Comisión declara que
«el respeto al derecho de cualquier interlocutor social a elegir con quién quiere negociar es
un elemento clave de la autonomía de los
interlocutores sociales35.
Los interlocutores sociales que reúnan
dichos caracteres tendrán autonomía negocial, pues, si bien el principio de autonomía
colectiva no está recogido expresamente en el
ordenamiento europeo, éste puede deducirse
del análisis del art. II-88 CE y así ha sido
aceptado por la Sentencia del Tribunal de
Justicia de la Comunidad Europea –Primera
Instancia– de 17 junio l998 (Asunto 135/96),
que afirma de forma implícita la existencia de
un principio de autonomía negocial en los
arts. 138 y l39 TCE. A juicio del TJCE, «la iniciativa y el control de la fase de negociación
propiamente dicha del procedimiento, que se
rige por el ap. 4º del art. 3º y por el art. 4º del
Acuerdo [posteriores arts. 138 y 139 TCE, y
actuales III-211 y 212 CE, respectivamente],
corresponde exclusivamente a los interlocutores sociales interesados». Desde los arts.
138 y 139 TCE se deduce la existencia de una
facultad de los interlocutores sociales para
iniciar la negociación, cuyo reverso es la obligación de inhibición de la Comisión. En con-
34
En este sentido se expresa la Comisión en la
Comunicación sobre «la adaptación y fomento del diálogo social a escala comunitaria» COM (98) 322 final de
20 de mayo.
35
COM (98) 322 final de 20 de mayo.
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57
JUANA SERRANO GARCÍA
creto, se trataría de una facultad reconocida a
los interlocutores sociales consultados conforme al art. 138, ap. 2º y 3º TCE y que dispongan del requisito de «representatividad acumulada suficiente» en el ámbito de la negociación (requisito al que se refiere la STJCE
citada).
No obstante, hay que aceptar que los agentes negociadores no tienen plena capacidad
negocial porque si así fuera: 1) el convenio
alcanzado no precisaría transposición a través de una Decisión del Consejo o la intervención de los interlocutores sociales estatales;
2) su regulación incidiría directamente sobre
las relaciones individuales de trabajo –constituyendo o modificando situaciones jurídicas
subjetivas– prescindiendo de toda mediación
que no sea puramente interpretativa; 3) cualquier trabajador europeo podría evocar ante
el juez la aplicación de cláusulas contenidas
en el acuerdo colectivo europeo logrado. En
definitiva, los interlocutores sociales europeos no disfrutan de plena capacidad negocial
pero tal capacidad existe porque así se la
otorga el art. II-88 CE, esta capacidad no
deriva del empuje institucional sino del propio texto constitucional.
CONTENIDO DEL DERECHO
Se trata de determinar a qué tipo de manifestaciones colectivas le otorga el art. II-88
CE su máxima protección. Atendiendo al
tenor literal del precepto constitucional, que
exige que el derecho se ejerza de conformidad
con el Derecho de la Unión y con las legislaciones y prácticas nacionales, debe entenderse que éste extiende su reconocimiento tanto
a los convenios colectivos alcanzados a nivel
estatal de acuerdo a la legislación y práctica
nacional como a los convenios colectivos
adoptados de acuerdo a la normativa europea36.
36
No estamos de acuerdo con W. DAÜBLER, «La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea
A nivel estatal es fácil determinar las normas colectivas que disfrutan de eficacia vinculante, pero en el ámbito europeo existen
numerosas y muy diversas manifestaciones
de la autonomía colectiva que van desde los
códigos de conducta típicos del ámbito sectorial, los acuerdos que se alcanzan a nivel
interprofesional, como el alcanzado sobre el
contrato a tiempo parcial, los acuerdos alcanzados tras una consulta de la Comisión, que
acaban transformándose en Directivas como
por ejemplo la Directiva sobre el permiso
parental, los acuerdos que alcanzan los Comités de Empresa Europeos o los de los trabajadores en el seno de la Sociedad Anónima
Europea; o los acuerdos interprofesionales
que alcanzan los interlocutores sociales sin
intermediación de la Comisión como son el
Acuerdo sobre el Teletrabajo o sobre el Estrés
Laboral.
El art. II-88 CE legitima a las partes para
que establezcan relaciones convencionales a
nivel europeo y, por supuesto, alcancen convenios colectivos, introduciendo de esta forma una nueva fuente de producción de normas comunitarias al lado de los reglamentos,
de las decisiones y de las directivas: la fuente
y el derecho colectivo del trabajo» Revista de Derecho
Social, nº 17, 2002, p. 23, que afirma que el derecho a
la negociación, conforme al Derecho de la UE y las legislaciones y prácticas estatales que se reconoce «en los
niveles adecuados», supone aceptar que corresponde a
los interlocutores sociales determinar libremente el nivel
de negociación adecuado dentro del espacio europeo,
pudiéndose alternar o articular con la negociación de
nivel nacional. No obstante, entendemos que no significa que los mismos interlocutores sociales organizados a
nivel europeo pudieran decidir negociar en el ámbito
estatal, los legitimados en cada uno de los ámbitos son
diferentes. Estos mismos términos han recibido otra
interpretación por parte de L.E. DE LA VILLA GIL, «La Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea»,
Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, nº
32, 2001, p. 32, al considerar que el hecho de que el
derecho a la negociación colectiva se reconozca «en los
niveles adecuados» y no a «todos los niveles» tiene probablemente la intención de excluir el ámbito jurisdiccional de la Unión Europea.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
313
ESTUDIOS
negocial37. Ésta nace al margen de las tradicionales fuentes comunitarias –directiva,
reglamento o decisión–, en tanto que no es un
producto de las instituciones comunitarias,
sino de la autonomía colectiva. El legislador
admite que la regulación de las materias sociales no sólo es posible a través de las instituciones comunitarias sino también a través de la
actuación de los interlocutores sociales38. La
En este sentido G. LYON CAEN, «Négociaton collective et instruments juridiques de la Communauté», Intervento al Convengo sui Diritti fondamentali sociali ed economici nella Comunita Europea, Istituto Universitario
Europeo, Firenze, 4-6 dicembre, 1989; LO FARO defiende esta hipótesis al considerar que la negociación colectiva actual no es un producto real de la autonomía colectiva sino, más bien, una fuente comunitaria alternativa
de regulación y legitimidad: A., Funzioni e finzioni della
contrattazione collettiva op. cit., y F. GUARRIELLO, Ordinamento comunitario e autonomia collettiva, Franco Angeli, Milan, 1992, p. 51 o G. ZILIO GRANDI, Parti sociali e
contratto collettivo nell´Unione Europea, Giapichelli
editore, Torino, 1998, p. 169. Al respecto M. E. CASAS
BAAMONDE considera que es difícil sostener que la negociación colectiva es fuente del Derecho comunitario
cuando se desenvuelve sin sujeción a normas o pautas
que legitimen sus procedimientos y sus resultados: «El
principio de autonomía en la organización del sistema
europeo de negociación colectiva y el desarrollo de la
dimensión convencional del Derecho social comunitario», Relaciones Laborales, T. II, 1999, p. 69, aunque acaba aceptando que el «diálogo social» se ha convertido
en fuente de producción del derecho social comunitario. En contra, J. APARICIO TOVAR, pese a que el autor tiene sus sospechas respecto a la intención del legislador
cuando las invocaciones a la negociación colectiva se
producen al mismo tiempo que se auspicia una retirada
de la intervención legislativa, sobre todo cuando éstas se
acompañan de una falta de estímulo o incluso se desincentiva la acción sindical. Precisamente de esta forma
actúa el legislador cuando excluye la materia sindical y
de huelga de la competencia comunitaria «¿Ha incluido
el Tratado de Maastricht a la negociación colectiva ...»,
op. cit., p. 942. Sin embargo, A. JEAMMAUD afirma que la
ausencia de regulación jurídica relativa a una determinada práctica no impide nunca que tal práctica tome
cuerpo y prospere, «Per una discussione sulla contrattazione collettiva europea dal punto di vista degle ordinamenti nazionali», AA. VV.: La conttratazione collettiva in
Europa, EDIESE, Roma, 1998, p. 71.
38
En sentido contrario A. OJEDA AVILÉS, «La negociación colectiva europea», Relaciones Laborales, T. II,
37
314
autonomía implícitamente concedida a los
interlocutores sociales para intervenir en la
política social39 permite hablar de reparto del
poder normativo entre los órganos institucionales y los interlocutores sociales40.
La doctrina habla de una imperfecta delegación de poder normativo del legislador
europeo a las organizaciones de empresarios
y sindicatos porque mientras en los ordenamientos estatales la autonomía colectiva se
entiende como un poder concedido por la ley a
las organizaciones empresariales y sindicales
para producir normas imperativas y generales; la autonomía colectiva a nivel europeo no
responde a esta lógica puesto que el art. II-88
CE y el art. III-1 el TCE no consagra el efecto
imperativo y general de los acuerdos colectivos europeos, pero sí organizan un procedimiento de asociación de las partes sociales
1993, p. 78, afirma que el reforzamiento que se hace
del diálogo social, susceptible de desembocar en una
negociación colectiva europea, no significa que estos
instrumentos negociales se hayan incorporado al acervo comunitario como fuente de derecho. Al respecto
J. APARICIO TOVAR, «¿Ha incluido el Tratado de Maastricht a la negociación ...», op. cit., p. 919, considera
que si ello hubiera sido así se habría producido una
auténtica conmoción en las fuentes del derecho
comunitario.
39
Según M. D´ANTONA, el papel asignado a las partes sociales resulta insuficiente. Dicho autor refiriéndose
al Tratado afirma que éste reconoce la autonomía colectiva de las partes sociales como derecho privado pero
subordina la relevancia de éste en el ordenamiento
comunitario a la doble condición de que los sujetos sean
partes sociales representativas según el ordenamiento
comunitario y que intenten garantizar autónomamente
la eficacia de estos acuerdos a través del derecho privado: «Contrattazione collettiva e concertazione nella formazione del diritto sociales europeo», AA. VV.: La conttratazione collettiva in Europa, EDIESE, Roma, 1998,
p.103.
40
En este sentido A. BAYLOS GRAU: «La contrattazione collettiva dal punto...», op. cit., p. 59, A. LO FARO,
Funzioni e finzioni della contrattazione..., op. cit.,
p. 178; G. SCHNORR, «I contratti collettivi in un´Europa
...», op. cit., p. 322; W. DAÜBLER, «La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea ...», op. cit., p.
23 y F. VALDÉS DAL RÉ, «La contratación colectiva europea ...», op. cit., p. 74.
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57
JUANA SERRANO GARCÍA
europeas a la actividad normativa de la
Unión Europea41.
En este sentido el art. I-47 CE establece
que «La Unión Europea reconocerá y promoverá el papel de los interlocutores sociales a
escala de la Unión, teniendo en cuenta la
diversidad de los sistemas nacionales; facilitará el diálogo entre ellos». Este precepto se
desarrolla en los arts. III-211 y 212 CE que
establece dos métodos de legislación en
materia social. El primero consiste básicamente en que la Comisión, antes de presentar propuestas en el ámbito de la política
social, consulta a los interlocutores sociales,
de forma que ellos puedan decidir iniciar
negociaciones sobre ese tema, paralizando la
actividad legislativa de la institución comunitaria.
Si así lo deciden los interlocutores sociales, éstos tienen 9 meses prorrogables para
llegar a un acuerdo y si éste se produce, el
Consejo de Ministros, a petición conjunta de
los agentes sociales, transformará el acuerdo
a través de una decisión europea en Directiva. En esta forma de legislar el Parlamento
Europeo se limita a ser informado. La decisión del Consejo de Ministros se tomará por
unanimidad o mayoría cualificada según la
materia lo exija de acuerdo con los temas
referidos anteriormente. Si la materia
requiere unanimidad, el que haya acuerdo
de los agentes sociales debería dificultar el
veto de los Estados. Naturalmente, para que
el acuerdo se produzca es indispensable contar con la voluntad en este sentido de la
patronal. El acuerdo que fue fruto de esta
negociación acaba transformándose en una
Directiva comunitaria si así lo decide el Consejo, de esta forma se garantiza que ésta despliegue sus efectos, son los denominados
«acuerdos reforzados».
41
C. VIGNEAU, «Etude sur l´autonmie collective ...»,
op. cit., p. 673.
Los acuerdos alcanzados por esta vía no
disfrutan de los elementos esenciales para
hablar de negociación colectiva42. En primer
lugar, su inicio no corresponde a los interlocutores sociales sino a la Comisión, que es
quien posee la iniciativa de la consulta y es a
su vez la destinataria de la misma. Sólo a partir de esta consulta obligada de la Comisión a
los agentes sociales, éstos pueden decidir el
inicio del proceso negociador, sustrayéndoles
las competencias a los órganos comunitarios,
o bien, la emisión de un dictamen para que
sea tenido en consideración en la regulación
normativa. En segundo lugar, el procedimiento negociador está acotado en el tiempo y
en el contenido –no más de nueve meses– salvo prórroga expresamente concedida por la
autoridad comunitaria y sobre la materia que
ha sido sometida a consulta de los interlocutores sociales. En tercer lugar, el papel de
custodia que el Tratado atribuye a la Comisión y que le lleva a desarrollar un triple control que va desde la valoración de los criterios
de representatividad al de tutela de las exigencias de las pequeñas y medianas empresas hasta el de legitimidad de las cláusulas
del acuerdo respecto de las normas comunitarias. En cuarto lugar, su eficacia se reconduce a la decisión del órgano comunitario43.
Todo ello nos lleva a considerar que los
«acuerdos reforzados» no son producto de una
42
En sentido contrario, M. E. CASAS BAAMONDE estima que el procedimiento negocial requiere una primera
fase de consulta por parte de la Comisión, su objeto
material queda vinculado por la propuesta genérica de
aquella sobre la orientación de la intervención comunitaria y, por ende, por las competencias normativas de la
comunidad: «La negociación colectiva europea como
institución ...», op. cit., p. 8. De acuerdo con esta tesis
G. SCHNORR, «I contratti collettivi in un´Europa ...», op.
cit., p. 329.
43
No en vano, U. ROMAGNOLI afirma que «l´autonomia collettiva a livello comunitario ha avuto cattivi maestri. Infatti, se avesse interiorizato un insegnamento così
poco rispetosso per la memoria strorica accumulata nel
corso di secolari esperienze nazionali»: «I profili istituzionali della contrattazione collettiva europea», AA. VV.:
La conttratazione collettiva in Europa, EDIESE, Roma,
1998, p. 23.
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57
315
ESTUDIOS
negociación colectiva44 sino de la concertación45.
En definitiva, en el diálogo social surgido a
partir de una consulta de la autoridad comunitaria a los agentes sociales que acaba requiriendo la intervención del Consejo resulta
difícil reconocer el principio de autonomía
colectiva, si lo entendemos como el poder
otorgado a las partes para autorregular sus
intereses.
Pero el art. III-212 CE ofrece un segundo
procedimiento negociador que además consideramos está respaldado por el art. II-88 CE.
Desde esta vía se legitima otro tipo de manifestaciones de la autonomía colectiva en la
que no interviene ninguna institución comunitaria, lo que le ha ocasionado muchas dificultades para desplegar su eficacia vinculante. Dicho precepto constitucional habla de
«convenios colectivos» que se alcancen de conformidad con el derecho europeo y éstos son
los frutos de la negociación colectiva propiamente dicha, en la que predomina la horizontalidad de las relaciones –no intermediación
de ninguna institución–, la voluntariedad de
los interlocutores sociales en la búsqueda de
un acuerdo –ningún órgano comunitario
ordena el inicio de las negociaciones, la materia o el tiempo– y la capacidad para regular
directamente las relaciones laborales con
representatividad en el ámbito en el que
actúen: sectorial o interprofesional.
44
A. BAYLOS GRAU, «La necesaria dimensión europea
de los sindicatos y de sus medios de acción», Gaceta Sindical, nº 178, monográfico sobre «Reflexiones sobre la
Europa Social», 1999, p. 72. En sentido contrario M.
D´ANTONA que considera que deben ser calificados de
productos de la autonomía colectiva en tanto que tienen
su razón de ser en el poder originario de los grupos
sociales de autorregularse: «Contrattazione collettiva e
concertazione ...», op. cit., p. 108.
45
M. D´ANTONA, «Conttratatacione collettiva e concertacione...», op. cit., p. 106. Analiza el perfil institucional del convenio colectivo europeo: U. ROMAGNOLI, «I
profili istituzionali della contrattazione..., op. cit., ó T.
TREU, «Compiti e strumenti delle relazioni industriali nel
mercato globale», Lavoro & Diritto, nº2, 1999, p. 202.
316
La apuesta que hace el texto constitucional por el derecho a negociar y celebrar convenios colectivos supondrá un reto para los
interlocutores sociales porque las materias
que están excluidas de las competencias de la
Unión como las remuneraciones, el derecho
de asociación o sindicación, la huelga y el cierre patronal podrán ser abordadas por la
negociación colectiva46. Precisamente los convenios colectivos se caracterizan por tratar
materias como los salarios o las variables que
afectan a su cálculo, jornadas, descansos,
etc., evitando de esta forma que los convenios
colectivos europeos sean un mero instrumento de síntesis o de armonización de las diferentes experiencias nacionales.
El procedimiento definido en el art. III-212
CE establece un marco privilegiado de negociación colectiva que permite ejecutar el
art.II-88 pese a que las primeras disposiciones citadas hablen de «acuerdos» y la segunda de «convenios colectivos». Como ya se ha
señalado, el legislador ha debido homogeneizar la terminología, optando por este segundo
concepto que es el que responde a la nueva
realidad constitucional.
Los convenios colectivos europeos son, por
fin, reconocidos por su nombre en el ordenamiento europeo sin perjuicio de los impedimentos que se derivan del débil marco normativo que lo regula. Lyon Caen ya avanzó
algunos de ellos al referirse a los problemas
que se plantearían respecto al contenido,
donde el autor entiende que debería ser decidido autónomamente por las partes dentro de
los márgenes fijados por el orden público; a la
representatividad de los firmantes o a la aplicación (la jerarquía de las normas establecidas por el Tratado, el reconocimiento de éstas
por parte de los Estados miembros y la extensión de la aplicación). A pesar de ello el autor
M. GONZÁLEZ ZAMORA plantea esta posibilidad
como un reto para la CES, «Algunas reflexiones sobre la
Constitución Europea», Revista de Derecho Social, nº
26, 2004, p. 231.
46
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
JUANA SERRANO GARCÍA
no opta en su estudio por el establecimiento
de una legislación europea unificada para los
convenios colectivos, incluso advierte contra
el exceso de regulación. Lyon Caen propuso el
desarrollo de un «código de conducta para la
negociación colectiva comunitaria», con capítulos sobre la resolución de los conflictos relacionados con la aplicación y la interdependencia del diálogo social interprofesional y el
sectorial47.
No obstante, una parte importante de la
doctrina sostiene que la normativa comunitaria debería prever los requisitos formales y de
publicidad de los convenios, la capacidad
negocial de las organizaciones representativas, su ámbito de aplicación y su eficacia,
individualizar a la autoridad competente,
establecer su posición en el sistema de fuentes del Derecho europeo y la relación de los
convenios colectivos europeos con los convenios nacionales48 para poder sostener que
estamos ante una nueva fuente comunitaria.
Sin embargo, a nuestro juicio, una regulación
demasiado detallada de este derecho implicaría más inconvenientes que beneficios en la
ejecución de este derecho49. El legislador ha
dejado en manos de la autonomía colectiva su
ordenación50. El modelo de negociación colectiva diseñado en la Constitución Europea
presenta tanto ventajas como inconvenientes
47
A la recherche de la convention collective européenne, Bruselas, 1972.
48
Todas estas cuestiones dan lugar a un rico debate
doctrinal que habrá que resolver en un contexto de creciente diversificación entre los sistemas nacionales de
contratación colectiva y en una tendencia de los mismos
a descentralizar la negociación a nivel empresarial: F.
GUARRIELLO, Ordinamento comunitario e autonomia ...,
op. cit., p. 133.
49
L.E. DE LA VILLA GIL justifica las limitaciones de la
Carta y la nota de conservadora que le pone algún sector de la doctrina por el «ambiente político en el que se
ha cocido», «La Carta de Derechos Fundamentales de la
Unión Europea», op. cit., p. 32.
50
Sobre este tema A. JACOBS se plantea quien debería establecer ese marco negociador si deben ser las instituciones o los propios interlocutores sociales: «La concertación social europea», op. cit., p. 346.
para los agentes, el proceso y sus resultados51, dado que el legislador llama a la autonomía colectiva a renovarse en el seno del
marco institucional de la política social52, es
decir, conservando sus raíces53.
No obstante, estos frutos de la negociación
colectiva no disfrutan de eficacia vinculante
directa sino indirecta54, puesto que el art. II88 CE garantiza la eficacia de estos convenios
colectivos si se realizan de conformidad con el
Derecho europeo y a estos efectos el art. III212 CE exige que la aplicación de éstos se realice «según los procedimientos y prácticas
propios de los interlocutores sociales y de los
Estados miembros». Éstos cobrarán eficacia
tras ser transpuestos por los interlocutores
sociales nacionales de cada Estado.
REPERCUSIONES EN EL ÁMBITO
ESTATAL DEL RECONOCIMIENTO
CONSTITUCIONAL DEL DERECHO
A LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA
Si partimos de que los convenios colectivos
europeos son fuente del derecho europeo,
51
En este sentido se pronuncia Deinert, O., «Der
europalsche Kolleektivertrag: Rechtstatsacliche und
rechtsdogmatische Grundlagen einer gemeineuropaischen Kollektiwertragsautonomie» Rostocker Arbeiten
zum Internationalem Recht, Baden-Baden, Nomos, citado por S. CLAUWAERT, R.....»Diálogo social y coordinación de la negociación colectiva en Europa», op. cit., p.
318.
52
A este respecto F. PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL afirmaba que «una de las características morfológicas que
singularizan al Derecho comunitario europeo en su breve historia, es la utilización ad nauseam del método de la
«modificación por superposición». Los cambios en la
Comunidad no se operan replanteando el marco general y reescribiendo los preceptos que lo regulan, sino
insertando en el viejo marco –el Tratado de la Unión
Europea es paradigma y corolario de ello- preceptos e
instituciones nuevas que lo trastocan e imponen su
general reconsideración»: El Derecho Social Comunitario en el Tratado de la Unión Europea, Civitas, Madrid,
1994, p. 15.
53
U. ROMAGNOLI, «I profili istituzionali della contrattazione ...», op. cit., p. 19.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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317
ESTUDIOS
aunque muy peculiar en tanto que su eficacia
es de carácter indirecto, nuestro sistema de
relaciones laborales deberá garantizar el
efectivo cumplimiento de estos instrumentos
colectivos de igual forma que lo hace con el
resto de las fuentes comunitarias. Ahora
bien, a diferencia de lo que sucede con las
otras fuentes del derecho europeo, en cuyo
cumplimiento el Estado juega un papel fundamental, en este supuesto el protagonismo
lo deben asumir los interlocutores sociales
nacionales.
nica del mandato56 y porque el incumplimiento de esta obligación supone el de un derecho
fundamental. Ello nos lleva a plantearnos
¿en qué medida un trabajador podría reivindicar alguna de las cláusulas de un acuerdo
colectivo europeo como afiliado a una de las
federaciones o confederaciones nacionales
miembro de alguna de las partes signatarias?
o si ¿podría un juez nacional admitir la existencia de un mandato implícito entre el trabajador afiliado y la organización europea
signataria del acuerdo?
La eficacia indirecta de esta fuente de
derecho europeo deriva en una obligación
para los agentes sociales nacionales, que son
los únicos que pueden dar efectividad a la
norma. Frente a lo que sucede con el resto de
las normas europeas, en este caso el Estado
debe permanecer al margen en la ejecución
de estos instrumentos colectivos, sin otra función que la que tenga atribuida por el ordenamiento de cada Estado ante estos instrumentos colectivos55.
No es posible sostener que un trabajador
pueda alegarlo directamente antes de ser
transpuesto al ordenamiento español porque
estos acuerdos están privados de efecto imperativo y automático sobre los contratos individuales de trabajo. Aunque la Constitución
reconozca el derecho expresamente no se puede defender la imperatividad y automaticidad de estos acuerdos porque la Constitución
Europea continúa exigiendo que su transposición se efectúe siguiendo las prácticas y procedimientos nacionales.
Los agentes afiliados a las organizaciones
sindicales y empresariales firmantes están
obligados a negociar en el ámbito estatal porque las organizaciones europeas a las que
están afiliadas o federadas utilizarán la téc-
El art. III-212 CE se limita a señalar que
«la aplicación de los acuerdos celebrados a
La CES se configura como una verdadera persona
jurídica que actúa como sujeto sindical autónomo en el
ámbito comunitario, trascendiendo la suma de los mandatos de cada una de las organizaciones sindicales nacionales que forman parte de ella. Sus estatutos le permiten
asumir decisiones en la contratación colectiva por mayoría, y puede considerarse por tanto, una organización
sindical comunitaria plena, subjetivamente distinta de las
organizaciones nacionales afiliadas. No sucede lo mismo
con la UNICE y la CEEP en cuyos estatutos no se define
claramente el ámbito de su mandato contractual. En consecuencia, si bien las organizaciones sindicales europeas
de los trabajadores se dotan de estatutos y de regla endoasociativas con el fin de vincular directamente a los sindicatos nacionales, el contenido de los convenios alcanzados a nivel comunitario, faltaría que de la misma forma
actuara la contraparte. Sin embargo las dos asociaciones
europeas más importantes –UNICE y CEEP– se enfrentan
a problemas de legitimación interna y no está claro que
pueda deducirse de sus estatutos la existencia de un
mandato de las asociaciones empresariales estatales en
favor de las organizaciones europeas.
56
54
Según W. DAÜBLER, se debe hablar de eficacia normativa indirecta porque requiere la intervención de terceros para que pueda desplegar sus efectos: «La Carta
de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea
...», op. cit., p. 23. En el trabajo que realicé sobre «La
negociación colectiva en el ámbito europeo...», op. cit.,
p. 39 hablo de que este tipo de pactos goza de «eficacia
obligatoria reforzada» basándome únicamente en el art.
139 TCE, actualmente contamos también con el precepto constitucional II-88 que nos permite sacar otro
tipo de conclusiones respecto a la eficacia de este tipo
de acuerdos.
55
En otro trabajo que realicé denominado «La
negociación colectiva en el ámbito europeo....», op. cit.,
p. 41 y ss. Se explica la razón por la que estimo que el
Estado no juega un papel destacado, al compararlo con
el que desarrolla de vigilante y garante en la aplicación
de una Directiva cuando éste opta porque la transposición de este tipo de normas comunitarias se realice por
los interlocutores sociales nacionales.
318
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
JUANA SERRANO GARCÍA
escala de la Unión se realizará, ya sea según
los procedimientos y prácticas propios de los
interlocutores sociales y de los Estados miembros...», sin concretar la obligatoriedad de los
Estados o de los interlocutores sociales de dar
efectivo cumplimiento a estos acuerdos o la
forma adecuada de hacerlo. No obstante, la
Comisión en la Comunicación sobre «la adaptación y fomento del diálogo social a escala
comunitaria» de 20 de mayo de 1998 adquiere
«el compromiso de ayudar a los interlocutores
sociales a crear procedimientos de información y control que aseguren una aplicación
efectiva a nivel nacional»57.
A tenor de la redacción del art. III-212 CE
la eficacia del convenio colectivo europeo queda sometida a la «actividad» –no a la voluntad– de los interlocutores sociales58, porque
para que produzca efectos entre los empresarios y trabajadores nacionales se requiere su
«internalizzazione» 59 mediante la negociación colectiva propia de cada sistema60 y quienes están obligados a hacerlo son las organizaciones empresariales y sindicales presentes en los Estados miembros. La opción del
legislador por la utilización de la negociación
colectiva nacional genera dificultades en tanto que existen importantes diferencias en la
estructura sindical existente entre los Estados y además en los ordenamientos nacionales los acuerdos alcanzados entre las partes
no tienen la misma eficacia en todos ellos,
COM (98) 322 final de 20 de mayo.
La imperatividad del verbo realizar que utiliza el
art. III-212 CE cuando dice «la aplicación de los acuerdos celebrados a escala de la Unión se realizará, ya sea
según los procedimientos y prácticas propios de los
interlocutores sociales y de los Estados miembros...»nos
lleva a la conclusión de que la aplicación de los convenios no es algo que puedan decidir los interlocutores
sino una obligación para éstos.
59
En este sentido se pronuncia A. J EAMMAUD «Per
una discussione sulla contrattazione...»,, op. cit.,p. 79.
60
Precisamente la fórmula «según los procedimientos y prácticas propios de los interlocutores sociales y de
los Estados» supone el reconocimiento por parte del
legislador de la diversidad de los sistemas.
57
58
cuando se trata de otorgarle eficacia normativa en el ámbito estatal.
El cumplimiento de estos acuerdos no
depende del consenso del que las partes firmantes disfruten61, sino del grado de imperatividad de las disposiciones comunitarias en
las que se contiene este derecho, así como de
los caracteres más o menos rígidos o vinculantes que para las partes sociales tiene el
«deber de negociar» en el plano nacional. El
convenio colectivo europeo como fuente extrainstitucional del Derecho europeo no goza de
ninguna de las ventajas de las tradicionales
fuentes, en la medida que no están obligados
a trasponerlo en un periodo de tiempo determinado, ni a aplicarlo directamente, sin perjuicio de su obligación de comenzar el proceso
negocial en el ámbito nacional cuando alguna
de las partes sociales llame a la otra a su inicio.
La iniciativa negociadora en el ámbito
estatal puede tenerla cualquiera de las dos
partes que deberá comunicárselo a la otra
–art. 89.1.1. ET–, sobre la que pesará el
«deber de negociar», es decir, el de alcanzar
un pacto que permita otorgar al convenio
europeo la fuerza vinculante que indirectamente le ha reconocido el ordenamiento
europeo. Nos hallamos ante un deber integrado por una prestación de hacer de carácter sustancialmente positivo, indivisible, de
tracto sucesivo, compleja, determinada por
la actividad –en el sentido de que no compele
a la contratación, sino a lo sumo a una disposición abierta al acuerdo– y plurilateral, en
tanto que no se limita al tradicional sinalagma contractual que vincula a empresario y
61
En este sentido se manifiestan aquellos autores
que defienden el carácter obligatorio de estos acuerdos: S. SCIARRA, «Il dialogo fra ordinamento comunitario
comunitario e nazionale del lavoro: la contrattazione
collettiva», Giornale di Diritto del Lavoro e Relazioni
Industriali», nº 56, 1992, p.741, M. M. RUIZ CASTILLO «El
diálogo social en el ámbito de la Unión Europea»,
Revista Española de Derecho del Trabajo, nº 85, 1997,
p. 719.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
319
ESTUDIOS
trabajadores, sino que presenta variables
limitadas a las relaciones entre éstos y sus
órganos de representación 62 . Las partes
están obligadas a negociar bajo el principio
de la buena fe.
Hay que resaltar que el instrumento en el
que los agentes sociales decidan transponer
el convenio debe tener eficacia general. En el
ordenamiento español debería utilizarse la
vía del art. 83.2 LET, que es a su vez la más
adecuada para la transposición de las Directivas comunitarias que son fruto de los
«acuerdos reforzados» cuando el Estado opte
por confiar a los interlocutores sociales la
aplicación de la norma comunitaria, ello pese
a que esta vía no se haya utilizado nunca.
Ahora bien, los convenios colectivos necesariamente requieren su inserción en un Acuerdo Interprofesional –art. 83.2 LET– o en la
propia negociación colectiva de sector. Este
tipo de convenios colectivos no son Acuerdos
marco, sino convenios propios que –junto a la
regulación de condiciones de trabajo– pueden
contener reglas sobre la estructura de negociaciones posteriores.
Esta vía no ha sido utilizada por los interlocutores sociales en nuestro país en el Acuerdo europeo sobre el Teletrabajo, pues éstos se
han limitado a incluir sus previsiones en el
documento anual que elaboran sobre criterios
para la Negociación Colectiva, negándole al
Acuerdo cualquier tipo de eficacia normativa
en nuestro país y sin que ello haya tenido,
hasta el momento, consecuencias jurídicas
concretas. Habrá que esperar a la entrada en
vigor del texto constitucional para conocer las
posibles reacciones que puedan derivarse de
la ausencia de otorgamiento de eficacia general a los instrumentos colectivos europeos. No
obstante, este trabajo tratará de adelantar
algunas ideas al respecto.
62
En este sentido, E. SÁNCHEZ TORRES, El deber de
negociar y la buena fe en la negociación colectiva, CES,
Madrid, 1999, p. 61.
320
Ante estos instrumentos colectivos los
interlocutores sociales estatales pueden reaccionar de forma inadecuada, como ha sucedido con el Acuerdo sobre el teletrabajo, o incluso no hacerlo. En cualquiera de los casos
–negándose a negociar alguna de las partes
sociales en el ámbito estatal o rechazando un
instrumento con eficacia normativa para su
transposición– se estaría incumpliendo el
derecho fundamental reconocido en el art.II88 CE. Pero ¿qué consecuencias jurídicas se
derivarían de esta conducta?. El propio texto
constitucional debería haberlas previsto pero
ante la ausencia de normas específicas sólo
nos queda recurrir a las pautas generales
previstas para los casos de incumplimiento
en el Tratado actual. Así pues, el órgano judicial supra-nacional que se encargará de hacer
cumplir el derecho, sancionando las conductas incumplidoras, será el propio TJCE, éste
ya ha revisado el Acuerdo alcanzado sobre el
permiso parental, concretamente en la Sentencia de 17 de junio de 1998 (Asunto T135/96). Ahora bien, ¿a quién sancionará
dicho Tribunal?: al Estado o a los interlocutores sociales nacionales incumplidores, si fuera a estos últimos, que parece lo más adecuado teniendo en cuenta que la obligación es de
ellos, ¿de qué forma podría sancionarlos?
Por otro lado, se plantea ¿cómo garantizar
una aplicación homogénea de estos Acuerdos
en todos los Estados de la Unión Europea,
teniendo en consideración que las instituciones deben mantenerse al margen en estos
supuestos?. La forma más adecuada es a través de la creación de un órgano de control por
parte de cada convenio negociado, de manera
que sean las propias partes negociadoras del
Acuerdo las que garanticen el cumplimiento
de las condiciones por parte de los convenios
estatales; no debe ser ningún órgano institucional porque se trata de una norma autónoma63.
63
C. VIGNEAU, «Etude sur l´autonmie collective au
niveau communautaire», op. cit., p. 671.
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JUANA SERRANO GARCÍA
ÓRGANO ENCARGADO
DEL EFECTIVO CUMPLIMIENTO
DEL DERECHO
La queja generalizada ha sido la ausencia
de un recurso general ante el TJCE por violación de derechos fundamentales accesible a
todas las personas. El ciudadano sólo tiene
ante sí las complicadas vías que le proporciona el recurso de anulación o el recurso por
omisión. En cambio tienen cerrado el acceso
al recurso por incumplimiento y en las remisiones prejudiciales su papel no deja de ser el
de mero espectador que trata de convencer al
juez interno para que eleve la cuestión ante el
TJCE. Por estas razones la doctrina ha propuesto la creación de un recurso general por
violación de los derechos fundamentales, permitiendo de esta forma a la persona acceder
al juez comunitario64.
Partiendo de esta premisa, las siguientes
cuestiones que se plantean son ¿quién estará
legitimado para obligar a negociar a los agentes sociales en el ámbito estatal, para sancionar conductas incumplidoras o quién debe
interpretar el art. II-88 CE?. No está definido
el órgano competente para hacer eficaz en
todo el territorio de la UE esos derechos fundamentales, aunque la doctrina maneja tres
posibles soluciones. La primera consistiría en
atribuir al Tribunal Europeo de los Derechos
del Hombre, con sede en Estrasburgo, la protección y aplicación de esos derechos. Esto,
sin embargo, encuentra el inconveniente de
que muchos países europeos tienen firmada
la Convención Europea de 4 de noviembre de
1950 y muchos no forman parte del ámbito
UE. Además el Tribunal Europeo no tiene
S. SANZ CABALLERO, «La Carta de Derechos Fundamentales de la UE en la Convención sobre el futuro de la
UE: un encaje de filigrana», Noticias de la Unión Europea, nº 221, 2003, p.55. La autora resalta la importancia
del acceso de los particulares a los recursos judiciales
porque no sirve de nada un texto sobre derechos fundamentales si se veda el acceso a los tribunales y no se puede reclamar en caso de violación de los derechos.
64
atribuidas competencias para declarar
inconstitucional una Ley de un Estado miembro de la UE, ni tampoco para resolver conflictos entre las autoridades de la UE y entre
las de estas últimas con las de los países no
miembros. Otra solución podría ser otorgar al
Tribunal de Justicia de las Comunidades
Europeas, con sede en Luxemburgo, jurisdicción expresa para aplicar la Carta de los
Derechos Fundamentales de la UE. Pero esta
salida chocaría con el cada vez más abrumador trabajo que padece el TJCE, que se
encuentra más volcado hacia la concreta
especialización que supone velar por el orden
público, económico y social de las normas
comunitarias (Reglamentos, Directivas y
Directrices) en el ámbito de la UE. Además,
como en el caso del Tribunal Europeo, no tiene atribuida competencia alguna sobre la
declaración de inconstitucionalidad.
Por estas razones la solución idónea para
algún sector de la doctrina consiste en configurar de nueva planta un Tribunal Constitucional para el ámbito de la UE, que podría
integrarse por magistrados designados por
cada Estado miembro, constituyéndose en el
específico órgano garante de la Constitución
Europea, con la función preeminente de
hacer valer ésta frente a todos los poderes de
la UE y de sus Estados miembros. El establecimiento de este Tribunal significaría garantizar la supremacía real de la Constitución
Europea, sometiendo a ella la Ley –cualquier
ley– mediante un control jurisdiccional, con
el fin de que por ninguna autoridad, incluido
el Parlamento de la UE, se pudiesen traspasar los límites materiales y formales de la
norma fundamental europea65.
El Tribunal Constitucional Europeo se
convertiría en intérprete supremo de la Constitución, sin que forme parte de los esquemas
Esta tesis respecto del órgano judicial competente
fue sostenida por J. F. MERINO MERCHÁN en «La Carta de
Derechos Fundamentales de la UE y su garantía constitucional», 2000, publicado en http//www.injef.com.
65
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57
321
ESTUDIOS
del poder judicial constituido. El Tribunal
Constitucional, así concebido, no sólo tendría
la importante función de anular las normas
consideradas inconstitucionales, con efectos a
partir del momento en que se produzca su
sentencia (ex nunc), sino que protegería la eficacia de los derechos fundamentales de la
Carta Europea, si bien este tipo de recursos
debería tener carácter subsidiario, dando a
los interesados la posibilidad de que la vulneración de sus derechos pueda ser reparada en
322
una vía previa interna: sólo se recurriría al
amparo constitucional una vez agotada la vía
judicial interna. El carácter concentrado que
debería asumir el Tribunal Constitucional
Europeo otorgaría una visión global uniforme
y única de su jurisprudencia en todo el espacio
UE. Pero también el Tribunal estaría encargado de resolver los conflictos entre los órganos constitucionales de la Unión Europea y
los que se planteasen entre estos últimos y los
poderes públicos de los Estados miembros.
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