La desigual integración del este en la Unión Europea

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La desigual
integración del
este en la
Unión Europea
GABRIEL FLORES
Economista. Miembro del Consejo de Redacción de Papeles del Este
FERNANDO LUENGO
Profesor de Economía Aplicada I. Universidad Complutense
En la pasada década, los países del este fueron protagonistas de un
proceso de integración económica acelerada en los mercados comunitarios, que recibió el impulso decisivo tras el colapso de los sistemas
de tipo soviético. La Unión Europea (UE)
afrontó, tras la caída del muro de Berlín,
el doble reto de reorganizar el mapa político europeo y ampliar hacia el este el
mercado único.
Los acuerdos de asociación constituyeron
el fundamento jurídico para desarrollar
las relaciones bilaterales entre la UE y los
países del este. Uno de los objetivos centrales de los llamados acuerdos europeos
era establecer una zona de libre comercio
entre la UE y los países asociados de Europa central y oriental, eliminando gra-
dual y progresivamente las barreras que
limitaban los intercambios comerciales,
especialmente los de productos industriales. Estos acuerdos fueron precedidos y
acompañados de apoyos humanitarios,
técnicos y financieros que pretendían impulsar la orientación occidentalista de las
reformas y su viabilidad política.
Las decisiones de cooperación surgidas de
las instancias estatales y comunitarias se
desarrollaron al mismo tiempo que las de
numerosas empresas occidentales y grandes grupos multinacionales, que multipli-
caron los vínculos económicos entre ambas partes al intentar aprovechar las oportunidades que brindaba la liberalización y
la apertura de las economías del este.
A esos factores externos hay que añadir la
voluntad política de los gobiernos que surgieron del desplome de los sistemas de tipo soviético, que impulsaron reformas
económicas cuya finalidad estratégica era
la integración de sus economías en el mercado capitalista mundial —preferentemente, en el espacio económico europeo— y
la construcción de nuevas formaciones
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sociales y modos de producción, a imagen y semejanza de los que existían en
los países occidentales vecinos.
La decisión de los socios del Consejo de
Ayuda Económica Mutua (CAEM) de desmantelar fulminantemente sus instituciones y acuerdos de colaboración, dando
prioridad a las relaciones con la UE frente
a las regionales con los antiguos socios,
alentaron la nueva integración. Las crisis
bélicas yugoslavas y sus consecuencias,
en forma de bloqueo y desarticulación de
relaciones comerciales regionales, contribuyeron, especialmente en los Balcanes,
al fracaso de posibles alternativas al proyecto de integración que encarnaba la UE.
Una visión demasiado lineal del proceso
de integración europeo ha contribuido a
reforzar la impresión de que la inserción
económica es la consecuencia casi automática de una voluntad política compartida, capaz de concretar objetivos comunes
y de generar políticas e instituciones para
conseguirlos.
30
Sin embargo, la secuencia de los acontecimientos que han permitido desarrollar
la integración europea, al igual que la
mayor parte de los procesos de integración económica regional que se han desarrollado con cierto éxito en el mundo,
muestran un complejo entramado de decisiones políticas y económicas tomadas
por agentes privados e instituciones públicas que impulsan la vinculación de las
economías nacionales en mercados y entramados financieros y productivos supraestatales. Más aún, las vinculaciones
entre agentes económicos y empresas de
diversos países responden más a la lógica
propia de los negocios y de la actividad
económica que a la presión que pueda
ejercer o a las facilidades que pueda proporcionar cualquier acuerdo institucional.
Tras lograrse unas mínimas condiciones
de seguridad y estabilidad sociopolítica y
antes de iniciarse las negociaciones para
concretar la adhesión formal a un espacio
económico común, incluso antes de que
se atisben posibilidades mínimas de llevar a cabo la integración institucional, los
agentes económicos privados toman me-
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didas para disminuir costes, ampliar mercados o, más en general, reforzar su posición y mejorar sus resultados, que contribuyen de forma decisiva a la integración
económica.
Aunque, a efectos de exposición, conviene separar las diferentes formas que
adopta la integración económica, no deben olvidarse la complementariedad y las
múltiples interconexiones entre los aspectos financieros, comerciales, productivos y tecnológicos de la misma. Todos
esos ámbitos forman parte y constituyen
un único proceso integrador que nunca
es exclusivamente económico, pues comprende un denso entrecruzamiento de aspectos políticos, sociales y culturales.
Los países de Europa central y oriental
(PECOs) han experimentado una intensa
y desigual transformación, que ha afectado tanto a la configuración de sus economías como a los vínculos que los unen a
los mercados globales. Ofrecen, asimismo, un complejo balance de regiones y
sectores productivos desigualmente integrados en los mercados comunitario y
mundial y de sectores económicos y sociales ganadores y perdedores.
La disparidad de situaciones existentes y de
resultados obtenidos en la transformación
sistémica de las economías poscomunistas
no permite diferenciar de forma nítida, ni
mucho menos permanente, agrupamientos
estables de países con similares logros e
insuficiencias. Las tipologías que, por
ejemplo, distinguen entre países reformistas y no reformistas, y que con tanta proclividad utilizan diferentes organizaciones
internacionales, pueden dar cuenta de algunas diferencias estructurales entre los
países que integran ambos grupos, pero
no parecen las adecuadas para captar la
complejidad y diversidad de dinámicas de
transformación e integración en curso, cuyo estudio requiere una aproximación sectorial y regional y análisis transversales de
las reformas desarrolladas y de los resultados obtenidos.
En el primer apartado de este artículo se
analiza cómo la integración en los mercados comunitarios y la transformación sis-
témica han producido una significativa
diferenciación de los países del este candidatos. En los cuatro apartados siguientes se estudian los ámbitos en los que la
integración se ha desarrollado con más
intensidad y que revisten mayor trascendencia: los intercambios comerciales, la
subcontratación, la inversión directa extranjera y la emigración de la fuerza de
trabajo. En cada uno de esos apartados se
presta especial atención al dispar desarrollo de esos vínculos, tanto en términos espaciales como sectoriales, y a los contradictorios resultados de una integración
que siempre refleja un amplio abanico de
situaciones, tanto en lo que se refiere a la
intensidad de la inserción como a su calidad. En el sexto y último apartado, presentamos unas breves reflexiones sobre
las oportunidades y riesgos que aguardan
al futuro de la integración económica de
los países candidatos en los mercados comunitarios y sobre sus potenciales costes
y efectos positivos.
Integración,
transformación
y diferenciación
Los diez países del este candidatos a formar parte de la UE generaban en el año
2000 un 4,6% del PIB de la UE, lo cual suponía un 60% del producto español al tipo
de cambio del mercado, y algo más, un
10,7%, en paridad de poder adquisitivo,
que apenas superaba en un 15% la aportación española al producto comunitario.
La incorporación a la UE de los diez países
del este candidatos supondría una disminución del PIB por habitante comunitario
del 18%, al pasar de 20.200 a 16.500 euros, que en paridad del poder adquisitivo
se concretaría en un retroceso menor,
pues la disminución sería de un 13,5%,
pero suficiente para que el efecto estadístico de la ampliación dejase a España al
margen del Fondo de Cohesión, al superar el 90% de la nueva media comunitaria, y para que sólo Extremadura y Andalucía siguieran consideradas como regiones
menos desarrolladas, con un nivel de ren-
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ta por habitante inferior al 75% de la nueva media comunitaria, destinatarias de los
fondos estructurales vinculados al desarrollo de las regiones consideradas como Objetivo 1.
La ampliación de la UE también implicaría un notable aumento de las disparidades regionales existentes en la actualidad,
pues se añadirían, a las de la actual UE,
las de los países candidatos: las diez regiones comunitarias (NUTS nivel 2) más
ricas disponen de 3,2 veces más ingresos
por habitante que las diez más pobres;
entre los países candidatos, las diez regiones con mayor renta por habitante son
2,9 más ricas que las diez más pobres. El
abanico de esa desigualdad regional en
una UE ampliada a 25 socios aumentaría
en paridad de poder adquisitivo hasta 7,3
veces. A los tipos de cambio del mercado, las diferencias serían mucho mayores,
tanto porque aumentarían las rentas de
las regiones más ricas, en casi un 5%, como porque disminuirían en mayor cuantía las de las más pobres del este, en casi
un 70%.
Los países candidatos han aumentado, a
la par que su integración en los mercados
comunitarios, las diferencias que mantenían entre sí cuando en 1989 comenzaron
su transformación procapitalista.
En el año 2000, el PIB por habitante era,
en el país candidato más desarrollado, Eslovenia, menor al de los países comunitarios más atrasados, Grecia y Portugal, en
un 16% y en un 13%, respectivamente, en
euros y al tipo de cambio del mercado;
sin embargo, en paridad de poder adquisitivo el producto esloveno es superior al
griego, que ocupa el último lugar entre
los comunitarios, en un 5%, y está próximo al de Portugal.
La República Checa, el segundo país por
nivel de renta por habitante, se situaba en
el año 2000 en la mitad, aproximadamente, de los niveles de Grecia y Portugal, en
euros y al tipo de cambio del mercado;
en paridad de poder adquisitivo el producto checo era también inferior al griego y al portugués, pero tan sólo en un
14% y un 21%, respectivamente.
GRÁFICO 1
PRODUCTO INTERIOR BRUTO POR HABITANTE EN PARIDAD
DE PODER ADQUISITIVO
ECUS/EUROS
25.000
20.000
1990
1995
1996
1998
1999
2000
2001
15.000
10.000
5.000
0
a
aria
quia ungría Polonia . Checa manía slovenia Estonia Letonia ituania España Europe
H
L
Bulg Eslova
R
n
E
Ru
ó
i
n
U
FUENTE: The Vienna Institute for International Economic Studies, 2002.
A continuación se sitúan Hungría y Eslovaquia, y a mayor distancia Polonia y
Estonia, que son precisamente los cuatro países que muestran una evolución
más positiva en su PIB por habitante a
lo largo de la pasada década o, en el
caso de Estonia, en la segunda mitad de
la década. En el extremo opuesto, Bulgaria, Rumanía, Letonia y Lituania ocupan los últimos lugares y ofrecen la
evolución del PIB por habitante más
desfavorable.
A partir de 1993 o 1994, según los casos,
las economías del centro y este de Europa comienzan una etapa de crecimiento y
aceleran y diversifican su integración económica en los mercados comunitarios. La
mayoría de los países del este candidatos
mantienen desde entonces una senda de
crecimiento relativamente fuerte y estable
—con las excepciones de Bulgaria, Rumanía y, en menor medida, República Checa,
Lituania y Letonia—, que se concreta en
una gran diversidad de trayectorias, tanto
por la desigual forma en la que el hundimiento de los sistemas de tipo soviético y
del producto afectó a cada país, como por
la dispar suerte que corrió su integración
económica en los mercados occidentales
y la calidad de la estabilización macroeconómica conseguida.
Desde 1994, sólo tres países, Bulgaria, Rumanía y República Checa, han empeorado
su posición relativa respecto al producto
de la Unión Europea; los dos primeros,
porque han disminuido su producto por
habitante, y el tercero, porque creció en
menor cuantía que el de la UE. La distancia sigue siendo, no obstante, muy importante: de mantenerse las tasas de crecimiento medio anual conseguidas en el
período 1995-2000, supuesto que implica
que al menos tres países —Polonia, Estonia y Eslovaquia— asegurarían un diferencial de crecimiento de más de tres puntos
respecto a la media comunitaria, sólo Eslovenia alcanzaría y sobrepasaría en los
próximos 30 años la media de los 15 países
que hoy forman la UE (cuadro 1).
En los países del este candidatos, las diferencias sectoriales en los niveles de productividad del trabajo son tan importantes como las desigualdades regionales. En
1998, tras cinco años de fuerte crecimiento en la mayoría de las economías poscomunistas, la productividad media de la
UE era 2,5 veces la del conjunto de los
PECOs (cuadro 2).
La productividad del trabajo de los países
candidatos suponía, como media, un 40%
de la comunitaria, con notables diferen-
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cias entre los países: la productividad de
los más desarrollados (Eslovenia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) estaba tan alejada de los niveles medios de la
UE como de la mínima productividad que
reflejaban las economías más atrasadas
(Bulgaria, Letonia, Lituania y Rumanía).
De hecho, existía más proximidad entre
la productividad de los países candidatos
más desarrollados y la de las economías
comunitarias periféricas (Portugal, Grecia
e, incluso, España) que en el seno de los
PECOs.
La menor productividad sectorial en los
países candidatos la ofrece la agricultura, sector en el que el valor de este indicador es 3,6 veces el de los países candidatos. Las agriculturas que alcanzan la
mayor productividad entre los PECOs, la
eslovena y la checa, multiplican por 7 la
de las más atrasadas, la letona y la polaca. En general, los países en los que el
peso de la agricultura es mayor, por la
población ocupada (Rumanía, Bulgaria,
Polonia, Lituania y Letonia) o por el valor añadido (Bulgaria, Rumanía y Lituania), son los que muestran la menor
productividad del trabajo (cuadro 3).
32
Las diferencias que ofrecen los países
candidatos en la productividad de los demás sectores, siendo notables, no son tan
importantes como en el sector primario.
La productividad es mayor en los servicios que en la industria y, dentro del sector secundario, mayor en la construcción
que en el sector manufacturero, donde
los países candidatos más productivos
muestran mayor atraso relativo respecto a
la media comunitaria, pese a lo cual, Eslovenia y la República Checa se sitúan,
respectivamente, por encima de los niveles de Grecia y Portugal.
Esa menor productividad del sector manufacturero, tanto respecto a los demás sectores de cada economía nacional como en
relación con la media comunitaria, podría
explicarse por las dificultades para modernizar el tejido industrial que afrontan los
países con menores niveles de renta, débil
desarrollo tecnológico endógeno y limitada
capacidad para invertir en la innovación de
sus procesos productivos y productos.
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CUADRO 1
DISPARIDADES EN LA EVOLUCIÓN DEL PRODUCTO
PIB
de 2000
(1994 =
100)
Países
Polonia
Estonia
Eslovaquia
Eslovenia
Letonia
Hungría
Lituania
UE-15
R. Checa
Rumanía
Bulgaria
Crecimiento PIB per cápita
PIB
PIB per cápita de 2030
medio
de 2000
per cápita (UE-15=100) en PPA (*)
anual
(UE-15=100)
de 2000
y mismas tasas de
(1995- tipos de cambio (UE-15=100)
crecimiento que
2000)
de mercado
en PPA (*)
en 1995-2000
137,2
133,8
130,4
128,4
124,8
123,7
121,0
116,3
110,8
98,6
96,6
5,4%
5,0%
4,5%
4,3%
3,8%
3,6%
3,2%
2,5%
1,7%
-0,2%
-0,6%
20
17
17
44
15
22
15
100
23
8
7
39
37
48
71
29
52
29
100
58
27
24
90
76
86
120
42
72
36
100
(*) PPA = Paridad de Poder Adquisitivo.
FUENTES: Eurostat (2001) y elaboración propia.
CUADRO 2
DISPARIDADES EN LA PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJO EN 1998(*)
Agricultura
ManuConsfacturas trucción
Países
UE-15
España
Grecia
Portugal
Eslovenia
R. Checa
Hungría
Eslovaquia
PECOs-10
Polonia
Estonia
Lituania
Rumanía
Letonia
Bulgaria
100
112
63
54
94
88
77
54
28
13
46
26
24
12
37
100
94
55
50
58
53
49
42
41
38
26
30
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Comercio,
transporte,
comunicaciones
Finanzas,
servicios
a empresas
Servicios
públicos
Conjunto
de la
economía
100
113
88
61
80
63
67
73
69
61
55
45
60
42
27
100
114
130
76
82
54
99
107
66
43
44
47
77
31
69
100
91
77
65
86
54
52
45
47
49
38
30
28
27
21
100
95
72
55
71
58
58
53
41
38
37
30
32
27
25
100
96
105
52
72
72
54
51
58
68
41
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(*) Productividad del trabajo definida aquí como el valor añadido bruto, estimado en paridad de poder adquisitivo, que genera cada sector en relación con el empleo. Los datos que se ofrecen como PECOs-10 corresponden al conjunto de los países del este candidatos y a Turquía, cuya productividad es ligeramente superior a la media de aquéllos; por tanto, la productividad media de los 10 países del este candidatos
resultaría ligeramente inferior a la que figura en el cuadro.
FUENTE: Eurostat (2002).
Los datos relativos a la productividad del
subsector financiero y de servicios a empresas son ciertamente llamativos y presentan rasgos tan contradictorios que no
permiten formular siquiera una hipótesis
explicativa, pero ayudan a ilustrar la complejidad de los procesos de transformación sistémica. En efecto, el subsector fi-
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nanciero es el único en el que un país
candidato, Eslovaquia, se sitúa por encima de la productividad media comunitaria y el único también en el que algunos
de los países que ofrecen resultados
más desfavorables, Bulgaria y Rumanía,
se sitúan por encima de la media de los
PECOs (cuadro 2).
La importancia de la agricultura en algunas de estas economías hace que, como
media, el porcentaje del valor añadido
bruto del sector sea en los países candidatos cuatro veces mayor que en la UE.
Si se compara el empleo sectorial, la diferencia aumenta a seis veces. Esos datos ponen de manifiesto los esfuerzos
que todavía deben hacer varios países
candidatos, los de mayor extensión y
peso demográfico, para ajustar el empleo del sector y aumentar su eficiencia.
La extensión de la política agraria común (PAC) a los países del este, en los
términos que finalmente se aprueben,
deberá hacer compatibles la modernización del sector con la protección de los
afectados por el necesario ajuste del
empleo y por el previsible incremento
del precio de los alimentos.
En los demás sectores productivos, la distribución sectorial del VAB y del empleo
guarda, en general, mayores semejanzas
con las medias comunitarias, aunque las
diferencias entre los propios países del
este no dejan de ser importantes.
Integración comercial:
tendencias generales
y especialización
La integración comercial fue la primera
en desarrollarse y la que ha conocido
hasta el momento un crecimiento más intenso, especialmente en lo que se refiere
a los flujos desarrollados con la UE. La
expansión del comercio con los países
comunitarios no se ha concentrado en
momentos puntuales, antes bien ha sido
permanente a lo largo de toda la década,
intensa y muy significativa, tanto en cantidad como, de forma más localizada, en la
CUADRO 3
DISTRIBUCIÓN SECTORIAL DEL VALOR AÑADIDO BRUTO (VAB),
DEL EMPLEO (E) Y DE LA PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJO (P), 1998
Agricultura
Países
VAB
E
Manufacturas
P
VAB
Estonia
6,3 9,1 46
Letonia
4,3 17,6 12
Lituania
10,3 21,5 26
Bulgaria 21,1 26,2 37
Rumanía 16,1 38,1 24
Eslovenia
4,1 5,6 94
Eslovaquia 4,6 8,3 54
Hungría
5,5 7,5 77
Polonia
4,8 25,2 13
R. Checa
4,6 5,5 88
UE-15
2,6 4,8 100
21,2
23,4
23,9
24,9
30,4
32,0
28,1
28,2
27,6
35,3
23,8
E
P
25,9 26
18,4 29
20,0 30
26,5 20
26,3 31
33,6 58
30,1 42
28,0 49
23,4 38
32,8 53
20,3 100
Construcción
VAB E
6,4
6,9
8,6
3,7
5,9
5,6
7,1
4,6
8,7
8,0
5,4
P
7,3 41
6,1 39
7,1 45
4,1 29
4,4 53
6,9 72
9,3 51
6,2 54
6,1 68
8,2 72
6,8100
Servicios
VAB
66,0
65,4
57,3
50,2
47,6
58,3
60,2
61,7
59,0
52,1
68,1
E
Global
P
57,7 46
57,9 33
51,4 41
43,2 39
31,2 55
53,9 83
52,3 75
58,3 57
45,3 51
53,6 57
68,1 100
P
37
27
30
25
32
71
53
58
38
58
100
FUENTE: Eurostat (2002).
composición y la calidad de los productos intercambiados.
Las estrategias de cambio sistémico colocaron el objetivo de la estabilidad monetaria en un lugar preeminente; el consiguiente ajuste de la demanda interna
favoreció la rápida expansión de las exportaciones y limitó el crecimiento de las
importaciones, contribuyendo a mantener
el equilibrio de las cuentas exteriores en
los primeros años de la transición. La firma de los acuerdos de asociación propició un desarme arancelario generalizado
—en la mayor parte de bienes industriales— y asimétrico —la UE se comprometía a una liberalización más rápida— que
consolidó e impulsó el comercio mutuo.
La reorientación, primero, y el crecimiento, después, del comercio exterior fueron
consecuencias de esa voluntad política de
abrir las economías del este a la competencia internacional y facilitar los intercambios comerciales con los vecinos occidentales, pero el papel determinante
que jugaron los acuerdos de asociación
no explica completamente el aumento de
las exportaciones a los mercados comunitarios durante la segunda mitad de los
años noventa.
El capital humano y la calidad de una parte del aparato productivo legados por los
sistemas de tipo soviético, que general-
mente se ignoran como factores explicativos, se encuentran en la base de esa capacidad para vender en los mercados comunitarios. Igualmente, el establecimiento de
tipos de cambio, que depreciaron intensamente las monedas de los países del este
respecto a las divisas occidentales, dio una
ventaja comparativa a los productos exportados por las economías poscomunistas, que influyó de manera notable en la
reorientación de sus ventas exteriores hacia los mercados comunitarios.
Posteriormente, en la nueva fase de crecimiento económico que se inició en torno a 1993, las muy diferentes formas de
deslocalización de la actividad productiva utilizadas por numerosas empresas
comunitarias y las inversiones directas
extranjeras, especialmente a partir de
1995, desempeñaron un papel clave en
el desarrollo del comercio exterior y,
más reciente y parcialmente, en la transformación cualitativa de la estructura de
los intercambios.
Tendencias generales
Las economías de los PECOs muestran un
grado muy notable de apertura externa,
superior incluso al de la UE, excepto en
los casos de Polonia y Rumania, los dos
países con mayor tamaño relativo y, por
tanto, con los mercados internos más am-
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plios y con mayores posibilidades de expansión (cuadro 4).
En todos los países candidatos, el comercio exterior total supera ampliamente el
50% del PIB y, por ello, la evolución de
las exportaciones y de las exportaciones
netas determina en gran medida las posibilidades de crecimiento de su renta nacional; en este sentido, PlanEcon Report
estima que una progresión del 1% en la
demanda agregada de la eurozona genera
un crecimiento en las exportaciones de
los países del este del 3,6%.
La proximidad cultural y geográfica, el
desigual interés (o perspicacia) y capacidad de las empresas comunitarias para
aprovechar las oportunidades que ofrecen las economías poscomunistas, el
apoyo institucional instrumentado en
cada país comunitario por las autoridades económicas para propiciar las relaciones económicas con los vecinos
orientales y, como contrapartida, los
obstáculos o las facilidades con que los
gobiernos poscomunistas responden a
las iniciativas de las empresas y gobiernos occidentales son algunos de los factores que explican la diferente evolución de los flujos comerciales.
34
Junto a esos factores sociopolíticos y culturales, otras causas de naturaleza específicamente económica, vinculadas a la
evolución de costes, rentas, estabilidad
macroeconómica, productividad o tipos
de cambio, contribuyen a explicar los resultados exportadores obtenidos por cada
una de las economías poscomunistas.
Como consecuencia, algunos PECOs y algunos sectores y regiones presentan
avances claros y notables en su comercio
exterior; en otros candidatos, en cambio,
el saldo de sus flujos comerciales con el
exterior es más confuso y, en algunos casos, estrictamente negativo.
La integración comercial no sólo ofrece
resultados muy diferentes, presenta también rasgos de profunda asimetría. En el
año 2000, el comercio entre la UE y los
países candidatos alcanzó un valor total
de 221.200 millones de euros. Mientras la
UE es el socio comercial dominante de
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CUADRO 4
EVOLUCIÓN DE LA DEMANDA EXTERNA EN PORCENTAJE DEL PIB
Exportaciones
Países
1996 1998
Estonia
R. Checa
Eslovaquia
Hungría
Eslovenia
Bulgaria
Letonia
Lituania
Rumanía
Polonia
UE-15
67,1
52,5
55,2
38,9
55,8
62,9
50,9
53,4
28,1
24,3
30,1
79,9
59,7
61,2
50,6
56,6
48,0
51,3
47,2
23,5
28,2
32,1
Importaciones
2000
1996
96,5
73,3
73,5
62,5
59,1
58,5
45,8
45,5
34,1
31,2
35,6
78,6
58,9
66,8
39,9
56,8
59,8
59,0
63,2
36,6
25,8
28,1
1998
Saldo comercial
2000
1996 1998 2000
90,4 100,8
61,0
77,1
72,2
76,0
52,7
66,7
58,2
62,7
50,9
64,1
64,8
54,3
59,1
51,9
31,5
39,9
33,4
38,1
30,4
34,9
-11,5
-6,4
-11,6
-1,1
-1,0
3,1
-8,1
-9,8
-8,4
-1,6
2,0
-10,5
-1,3
-11,0
-2,1
-1,5
-2,9
-13,5
.11,9
-8,1
-5,2
1,7
-4,3
-3,8
-2,5
-4,1
-3,6
-5,6
-8,5
-6,4
-5,8
-6,9
0,7
FUENTE: Eurostat (2001).
CUADRO 5
CUOTA COMERCIAL DE LA UE Y DE LOS PAÍSES
DEL ESTE CANDIDATOS EN EL AÑO 2000
Cuota (%) que representa
la UE-15 en el comercio
de cada país candidato
Países
Importaciones
Estonia
Hungría
Eslovenia
R. Checa
Polonia
Rumanía
Letonia
Eslovaquia
Bulgaria
Lituania
62,6
58,4
67,8
62,0
61,2
56,6
52,4
48,9
44,0
43,3
Exportaciones
76,5
75,1
63,8
68,6
69,9
63,8
64,6
59,1
51,1
47,9
Cuota (%) que representa
cada país candidato
en el comercio de la UE-15
Importaciones
0,3
2,1
0,6
2,1
2,3
0,7
0,2
0,7
0,3
0,2
Exportaciones
0,3
2,5
0,9
2,5
3,6
0,9
0,2
0,7
0,3
0,3
FUENTE: Eurostat (2001).
los PECOs, éstos apenas suponen el 11%12% de los intercambios extracomunitarios de la UE (cuadro 5), pese a lo cual se
han convertido en el segundo socio comercial de la UE, tras EEUU, cuyo comercio con los países comunitarios dobla el
valor del de los PECOs.
El principal socio de la UE entre los países
candidatos es Polonia (25,6% del comercio total), seguido muy de cerca por la
República Checa y Hungría (20,4% y
20,3%, respectivamente); entre los tres suman dos tercios de las transacciones comerciales globales de la UE con los PECOs.
La concentración del comercio comunita-
rio en estos tres países es correspondida
con la que se produce en la UE, donde
Alemania representa en torno al 40% de
los flujos comerciales con los países candidatos, seguida muy de lejos por Italia
(alrededor del 12%) y por Francia, Austria
y Reino Unido (que no llegan en ningún
caso al 10%).
Especialización comercial
Una primera aproximación al cambio estructural que se ha producido en la especialización exportadora de los países
del este candidatos puede obtenerse al
02 DESIGUAL INTEGRACION/ 345
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Página 35
LA DESIGUAL INTEGRACIÓN DEL ESTE EN LA UNIÓN EUROPEA
CUADRO 6
DESIGUAL ESPECIALIZACIÓN COMERCIAL: CONTRIBUCIÓN AL SALDO COMERCIAL (*) 1999
CUCI-Rev, 3 div.
24-madera y corcho
28-minerales metalíferos
33-refino de petróleo
56-fertilizantes
63-art. madera y corcho
65-fibra textil
67-hierro y acero
68-metales no ferrosos
71-maqu. gener. energ.
72-maquinaria especializ.
74-maquinaria industrial
75-equipos oficinas
76-telecomunicaciones
77-maquinaria eléctrica
78-vehículos de carretera
82-mobiliario
84-confección
85-calzado
87-material científico
Eslovenia Hungría R. Checa
7
7
-8
-12
Eslovaquia
Polonia Estonia Letonia
6
-10
11
5
-6
72
15
14
97
16
20
18
Lituania
Bulgaria Rumanía
13
16
12
13
-6
-19
18
20
-31
5
6
-8
-11
-5
-9
-5
-5
-9
-7
-16
-11
-5
-8
7
-7
-6
-7
15
11
21
15
43
-9
-15
17
11
-26
16
-7
-9
26
9
6
-9
-7
-11
-6
-7
-7
37
40
18
7
-6
11
13
-9
-13
-5
-10
-62
-24
21
27
-13
-14
-10
-14
-19
24
25
-9
6
36
42
6
-7
-6
-7
10
55
15
(*) Sólo se ofrecen los datos cuando el indicador supera un 5 por 1.000 del PIB. La trama más clara indica el sector que presenta mayor ventaja comparativa en cada
país; la más oscura, el que refleja mayor desventaja comparativa. La «contribución al saldo comercial» es la diferencia entre el saldo observado o real de una industria
y el saldo teórico que le correspondería a dicha industria en función de su peso en el total de los intercambios: (xj - mj) - (x - m) * (xj + mj) / (x + m). La «contribución
al saldo comercial» se expresa en milésimas del PIB para facilitar las comparaciones entre países y puede ser interpretado como un indicador de las «ventajas comparativas reveledas», porque permite medir el resultado (saldo comercial) de una industria en relación con el saldo comercial del conjunto de la industria.
FUENTE: Eurostat (2001).
comparar la evolución de la composición de las exportaciones en función de
la intensidad de los factores utilizados
en su producción.
Los mayores cambios corresponden a
Hungría, la República Checa y Polonia,
que han reducido drásticamente el porcentaje de manufacturas intensivas en recursos naturales y en trabajo vendidas en
los mercados comunitarios entre 1993 y
2000, 35 puntos en el caso húngaro y en
torno a la mitad en los otros dos países.
Esos mismos tres países son los que reflejan las mayores ganancias en el peso
de las exportaciones, lo cual sugiere
avances significativos en su reestructuración industrial.
En Hungría, los mayores avances se concentran en los sectores «basados en la
ciencia» (industrias farmacéuticas, de
componentes electrónicos, telecomunicaciones y espacial), caracterizados por la
innovación vinculada a altas inversiones
en I + D; en la República Checa y Polonia, las ganancias mayores se consiguen
en las industrias denominadas de «oferta
especializada», fundamentalmente, bienes
de inversión.
El índice de contribución al saldo comercial (cuadro 6) permite caracterizar la
cuantía del cambio estructural producido
y apreciar las diferencias en la calidad de
la especialización de cada país candidato
a partir de los sectores que concentran
las mayores ventajas y desventajas en sus
relaciones comerciales con la UE.
datos muestran ventajas comparativas,
concentradas especialmente en los subsectores de muebles, confección y productos de cuero; como era previsible, esa
especialización se intensifica en los países de menor renta por habitante y más
bajos salarios (bálticos, con la parcial excepción de Estonia, y balcánicos), confirmando un modelo exportador basado en
las industrias intensivas en trabajo, que
ha sido fomentado por la demanda comunitaria y por las estrategias de deslocalización e inversión directa de las empresas occidentales.
Algunas especializaciones actuales están
directamente relacionadas con las infraestructuras y los equipos heredados de los
regímenes de tipo soviético; así sucede
con las ventajas de Bulgaria en metales
no ferrosos (CUCI 68) y de Bulgaria y Eslovaquia en el hierro y el acero (CUCI
67). En los productos manufacturados
más intensivos en trabajo (CUCI 8, excepto el capítulo 87), todos los países candi-
Las diferencias fundamentales entre los
países candidatos no se establecen únicamente por la importancia de las ventajas comparativas en los productos más
intensivos en trabajo y materiales, sino,
sobre todo, por las tendencias que se observan en su evolución. En unos casos
(Hungría y la República Checa, claramente y, con menos intensidad y extensión, y mayores vacilaciones, Eslovenia,
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o
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G. FLORES / F. LUENGO
Eslovaquia, Polonia y Estonia) dichas
tendencias apuntan al parcial debilitamiento de esas ventajas y a su sustitución
por una especialización en sectores más
intensivos en capital y trabajo cualificado
(equipos de transporte, maquinaria no
eléctrica y componentes electrónicos).
En los demás países, las ventajas en productos intensivos en trabajo y materiales,
que exigen costes mínimos y basan su
competitividad en los precios, se consolidan y ensanchan, hasta el punto de que
deben considerarse un fruto del escaso y
vacilante progreso de las reformas, pero
también como un obstáculo añadido al
proceso de modernización.
Los países bálticos han consolidado sus
ventajas comparativas en materias primas y energía, gracias a una localización
y a unas facilidades portuarias que los
han convertido en países de tránsito del
petróleo y de las materias primas rusas,
bielorrusas y ucranianas, a los que en algunos casos también añaden valor, especialmente en los del refino de petróleo
(CUCI 33), materias primas y manufacturas del corcho y la madera (CUCI 24 y
CUCI 63).
36
Aunque todos los países candidatos
muestran una relativa debilidad en la producción de bienes de capital y de productos más intensivos en investigación y
desarrollo, otra diferencia fundamental
que aumenta en los últimos años es el
surgimiento de nuevas ventajas comparativas en productos intensivos en tecnología, como los elementos de transporte o
los productos eléctricos o electrónicos,
aunque en el caso de estos últimos se localizan preferentemente en Hungría y, en
menor medida, en Eslovenia, la República Checa y Estonia.
El crecimiento del comercio intraindustrial entre los países candidatos y la UE
permite apreciar nuevas facetas sobre la
calidad de la transformación de la especialización productiva y comercial de algunos países del este en mercados y
productos más intensivos en tecnología,
de demanda creciente y menor exposición a la competencia de los países con
bajos salarios.
ECONOMÍA INDUSTRIAL
o
N. 345 • 2002 / III
mento de 6 puntos; en Polonia, donde
aumentó en casi 5 puntos, pero sigue alejada de los niveles de los dos anteriores,
y en Eslovenia, donde un incremento de
sólo 3 puntos le hizo perder la posición
de cabeza, tras ser ampliamente rebasada
por Hungría y la República Checa.
Los progresos son también significativos
en Bulgaria y Rumanía, que sobrepasan
a Grecia, que revalida el último lugar entre los países comunitarios, tras sufrir
una pérdida relativamente importante en
ese período, y en Estonia y Lituania;
aunque esos cuatro países, y especialmente los dos bálticos, partían de niveles muy bajos.
Se considera que existe comercio intraindustrial «vertical» en el intercambio del
mismo tipo de productos cuando la diferencia en el valor unitario de exportaciones e importaciones supera el 15%. Generalmente, los países del este ocupan la
posición inferior en ese tipo de comercio
intraindustrial, es decir, compran los productos caros y venden los baratos; por
ello, si se pretende ponderar la calidad
de la especialización comercial conviene,
siguiendo la diferenciación que realiza K.
A. Soós, analizar específicamente el comercio intraindustrial «no inferior», que
incluye el de tipo «horizontal» (en el que
las diferencias en los valores unitarios
son inferiores a un 15%) y el de tipo «vertical no inferior» (en el que el país del este ocupa la posición superior, es decir,
exporta los productos caros e importa los
baratos, y deja la posición inferior a su
socio comunitario).
Entre 1993 y 2000, el porcentaje del comercio intraindustrial «no inferior» respecto al comercio total con la UE-12 progresó en todos los PECOs; de forma muy
significativa en la República Checa, que
aumentó en torno a 10 puntos el porcentaje del 7% alcanzado en 1993; en Hungría, que sigue ocupando la primera posición entre los países candidatos (algo
más de un punto por encima de la República Checa), tras experimentar un incre-
La adhesión a la UE tendrá múltiples consecuencias en el comercio exterior de los
países candidatos implicados. En primer
lugar, es previsible que aumenten aún
más los flujos comerciales, tanto con los
países de la actual UE como con los nuevos socios del este, a causa de la eliminación de obstáculos al libre movimiento de
bienes y servicios, que tendrá especial incidencia en los productos agrícolas, sector en el que se han conservado mayores
niveles de protección.
En segundo lugar, y como consecuencia
de la incorporación al mercado único, aumentará la presión competitiva, que tendrá, probablemente, consecuencias importantes sobre el nivel de empleo,
reduciéndolo, y sobre la productividad,
incrementándola, siempre que se concreten y aprovechen las economías de escala
y la previsible reducción de los niveles de
precios en la UE; aunque respecto a los
precios hay que tener en cuenta que en
los países candidatos el efecto reductor
se verá contrarrestado por el efecto contrario, de acercamiento paulatino a los niveles de precios comunitarios, siempre
que aumenten sus niveles de productividad y renta a un ritmo similar que en el
pasado inmediato.
En tercer lugar, habrá una pérdida de ingresos, debida a la eliminación de las barreras
arancelarias y a su reducción respecto a terceros países, que algunas estimaciones sitúan en torno al 1% de PIB.
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LA DESIGUAL INTEGRACIÓN DEL ESTE EN LA UNIÓN EUROPEA
Y en cuarto lugar, como probable consecuencia de los efectos anteriores, se agravará la delicada situación de la balanza
corriente, tanto en los países candidatos
que aceleren la modernización de su aparato productivo por la vía de las importaciones de bienes de capital o de las inversiones directas, como en los países menos
competitivos que no puedan compensar
con mayores ventas en los mercados comunitarios el previsible aumento de las
importaciones y la pérdida de posiciones
en sus mercados nacionales.
Algunos PECOs, los más desarrollados,
tienen mayores posibilidades para aprovechar las oportunidades de mayor accesibilidad a los mercados comunitarios y
de reducción de costes que ofrece la
ampliación; también para afrontar los retos que conlleva una mayor competencia
en los mercados nacionales y la vulnerabilidad asociada a su mayor dependencia de los mercados y redes productivas
internacionales.
En otros PECOs, los más atrasados, esas
posibilidades son mucho menores, y se
han reducido aún más por la escasa generosidad mostrada por los negociadores
comunitarios en temas claves, como la reforma de la PAC, la libre movilidad de la
mano de obra y la distribución de los
fondos estructurales y de cohesión.
Para los actuales países comunitarios, lo
normal y lo más probable es que la ampliación tampoco afecte de igual forma a
todos los socios. En algunos países, los
más cercanos, abiertos y con economías de
menor tamaño, que favorecen una mayor
incidencia del comercio exterior en el conjunto de la economía, el crecimiento potencial inducido por la intensificación de
los flujos comerciales con los PECOs podrá
concretarse en un aumento mayor del PIB
real. Los trabajos que han estimado los
efectos que sobre el crecimiento tendrá el
redespliegue comercial propiciado por la
ampliación señalan que serán positivos,
aunque poco significativos en las economías comunitarias, pues en el conjunto de
los 15 países de la actual UE apenas ocasionarían una ganancia anual de crecimiento del producto de un 0,05%; con impor-
tantes diferencias entre los que se presumen más beneficiados, Austria, Irlanda y
Holanda, y los que podrían verse afectados
negativamente, España y Reino Unido.
Hay que señalar, no obstante, que los mismos estudios señalan que la ampliación
del mercado único, cuya naturaleza y efectos son difícilmente desligables de los comerciales, tendrá efectos mucho más beneficiosos, ya que para el conjunto de la
UE podrían generar un crecimiento anual
del producto de casi cuatro décimas.
Tráfico de
perfeccionamiento pasivo
El vehículo inicial y, probablemente, el
factor que más ha contribuido a desarrollar la integración de las economías poscomunistas en redes productivas internacionales ha sido el desarrollo de alianzas
entre empresas y diferentes formas de cooperación. La heterogeneidad de esos
acuerdos productivos entre empresas dificulta su agrupamiento cuantitativo, el
análisis temporal de su evolución y la
comparación entre países. Por ello, debe-
mos centrar el análisis en el tráfico de
perfeccionamiento pasivo, que es una
forma específica de subcontratación internacional de fabricación de la que existen
datos de carácter sistemático gracias a su
especial régimen aduanero.
Desde 1986 existe en el mercado comunitario un régimen aduanero particular para
el «tráfico de perfeccionamiento pasivo de
acabado», que sólo grava el valor añadido
(diferencia entre exportación de la empresa comunitaria y reimportación de los
bienes acabados por la empresa no comunitaria) y una modalidad específica para
los productos textiles y de confección, especialmente favorable si los productos
son originarios de la UE y si el valor añadido por la empresa subcontratante no sobrepasa el 50% del producto final de la
empresa ordenante.
Los acuerdos europeos con los países del
este, al debilitar y eliminar restricciones
cuantitativas, estimularon el tráfico de perfeccionamiento pasivo, especialmente en
las industrias intensivas en mano de obra,
y reforzaron la dependencia productiva y
comercial de estos países con la UE.
ECONOMÍA INDUSTRIAL
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G. FLORES / F. LUENGO
El país de la UE más implicado en el tráfico de perfeccionamiento pasivo es Alemania, que concentraba en 1997 el 60%
de las reimportaciones procedentes de las
economías del este. Al igual que en la UE,
en los PECOs se da una mayor concentración en el comercio vinculado al tráfico
de perfeccionamiento pasivo que en el
comercio total. Los países centroeuropeos
que acaparaban buena parte del tráfico de
perfeccionamiento pasivo han comenzando a perder cuota a favor de los Balcanes.
En Polonia y Rumanía prevalecen los
acuerdos en los sectores de textil y confección; mientras en la República Checa
predomina en los productos eléctricos;
Hungría ocupa una posición intermedia,
con un mayor equilibrio entre productos
intensivos en trabajo y los de cierto nivel
tecnológico.
El tráfico de perfeccionamiento pasivo
creció aceleradamente entre 1989 y
1993, pero a partir de ese año desaceleró su crecimiento de manera regular,
hasta 1997; como consecuencia, entre
1993 y 1997, el comercio vinculado al
tráfico de perfeccionamiento pasivo disminuyó su peso en el comercio total entre la UE y los PECOs de un 9% a un
7%, aproximadamente.
38
En líneas generales, la subcontratación
genera vínculos económicos verticales y,
por tanto, dependencia de los inputs materiales, organizativos y tecnológicos que
aporta la firma principal; la empresa no
comunitaria permanece subordinada a
las normas de calidad y diseño que vienen determinadas y son controladas por
la empresa occidental. Como contrapartida, los acuerdos de tráfico de perfeccionamiento pasivo pueden convertirse en
un canal relativamente importante de
transferencia de equipos productivos y
tecnología, aunque al proliferar en sectores intensivos en trabajo, en los que
son más apreciadas las diferencias en los
costes laborales, la integración tecnológica que propicia suele ser de bajo nivel y
poca calidad.
El tráfico de perfeccionamiento pasivo se
sitúa entre las dos vías tradicionales de
penetración económica en los mercados
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o
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internacionales, la exportación y la inversión exterior, y puede considerarse como
una modalidad que combina rasgos de
las dos anteriores: es un acuerdo de producción que impulsa los intercambios exteriores, primero de exportación, por parte del país de la empresa ordenante, y,
tras el acabado, de importación de lo
producido en el otro país. Es, por tanto,
algo más que comercio exterior, ya que
implica la existencia de instrucciones detalladas, transferencia de tecnología y de
«saber hacer» y la responsabilidad final sobre el producto acabado y el control de
su calidad por parte de la empresa ordenante, pero algo menos que inversión
directa, pues no supone desembolsos o
compromisos de aportaciones de capital
ni implica mayores responsabilidades o
costes para la empresa occidental en tareas de dirección y gestión.
El tráfico de perfeccionamiento pasivo
tiene claras ventajas frente a la inversión
directa en el exterior para la empresa
principal ya que, al no ocasionar inversión accionarial ni tareas directas de dirección o gestión en la firma subcontratante, permite trasladar costes, disminuir
precios, aumentar márgenes y disponer
de capacidades adicionales de producción que, de no utilizarse, no generan
ningún coste.
Para las economías del este, el tráfico de
perfeccionamiento pasivo ha sido un
factor clave en la reestructuración de
una parte significativa del sector industrial intensivo en mano de obra, ya que
la cooperación con firmas occidentales
favoreció el aprendizaje técnico e industrial, así como la asimilación de los métodos de gestión. También permitió
transferencias de tecnología y una más
fácil adaptación a la demanda occidental, aumentó la competitividad y la supervivencia de parte del tejido productivo y contribuyó a que la pérdida de
empleos no fuese mayor.
Pero, no todo puede considerarse positivo. En el balance global del tráfico de
perfeccionamiento pasivo también hay
que imputar algunos costes y reflejar diversos efectos negativos o preocupantes.
Por ejemplo, la dependencia que genera
con la red comercial de la empresa occidental y la más que probable destrucción
y desbarajuste en las relaciones con sus
anteriores proveedores nacionales. Los
desajustes en las redes comerciales y productivas nacionales podrían consolidar
las diferencias con los niveles de desarrollo de los socios occidentales y, en definitiva, afianzar un tipo de integración que
genere vínculos productivos y tecnológicos escasos y de baja calidad, que no
permiten sostener el impulso inicial de
las exportaciones ni un desarrollo económico suficiente para impulsar la convergencia en los niveles de renta por habitante y en la productividad.
De consolidarse una integración productiva de baja calidad, con mínima transferencia de tecnología y débil impulso modernizador, asentada en los bajos costes
salariales, las posibilidades de que el tráfico de perfeccionamiento pasivo actúe
como factor de desarrollo sostenible son
escasas, dado que la renovación de esos
acuerdos de subcontratación depende
en gran medida del mantenimiento de
bajos niveles salariales que permitan seguir compitiendo con otros países de bajos salarios.
En la UE han predominado las consecuencias positivas del tráfico de perfeccionamiento pasivo. En primer lugar, ha
permitido disminuir costes en sectores
sensibles, especialmente en el textil, la
confección y el calzado, pero también
en otros de mayor calado tecnológico,
como la construcción mecánica o el
equipamiento eléctrico, mejorando su
competitividad y rentabilidad. Y, en segundo lugar, ha contribuido a que numerosas empresas comunitarias conocieran, de primera mano y con costes
mínimos, mercados en crecimiento y
evaluaran las oportunidades y los riesgos de instalarse en ellos.
El único y muy limitado efecto negativo
que el tráfico de perfeccionamiento pasivo
puede ocasionar a la empresa ordenante
es la ayuda involuntaria al surgimiento de
futuros competidores, posibilidad que aumenta al tratarse de países de desarrollo
02 DESIGUAL INTEGRACION/ 345
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LA DESIGUAL INTEGRACIÓN DEL ESTE EN LA UNIÓN EUROPEA
CUADRO 7
INVERSIONES DIRECTAS EXTRANJERAS ANUALES EN LOS PAÍSES DEL ESTE CANDIDATOS
EN TÉRMINOS ABSOLUTOS Y COMO PORCENTAJE DEL PIB (*)
1995
1996
1997
1998
1999
Países
Euros
% PIB
Euros
% PIB
Euros
% PIB
Euros
% PIB
Euros
% PIB
Polonia
Hungría
R. Checa
Estonia
Letonia
Lituania
Bulgaria
Rumanía
Eslovaquia
Eslovenia
2.797
3.675
1.960
154
136
55
60
320
181
235
2,9%
10,8%
4,9%
5,7%
4,0%
1,2%
0,7%
1,2%
1,3%
1,6%
3.542
1.803
1.125
119
301
120
86
207
279
210
3,1%
5,1%
2,5%
3,5%
7,4%
1,9%
1,1%
0,7%
1,8%
1,4%
4.328
1.928
1.148
235
460
313
445
1.071
154
414
3,4%
4,8%
2,5%
5,8%
9,3%
3,7%
5,0%
3,4%
0,9%
2,6%
5.678
1.815
3.303
513
318
826
479
1.812
504
178
4,0%
4,3%
6,5%
11,0%
5,8%
8,6%
4,4%
4,9%
2,7%
1,0%
6.821
1.849
5.932
284
334
456
756
977
306
78
4,7%
4,1%
11,6%
5,8%
5,2%
4,6%
6,5%
3,0%
1,7%
0,4%
Total PECOs-10
9.582
7.792
10.497
15.425
17.794
(*) En millones de ecus/euros y en porcentaje del PIB al tipo de cambio de mercado. Los datos de 1995 y 1996 corresponden a una serie diferente a la de los años
siguientes, lo cual puede contribuir a una ruptura en la comparabilidad de los datos.
FUENTE: Eurostat (2002).
medio, con empresas y trabajadores capaces de asimilar con rapidez las técnicas y
métodos de gestión que utiliza su socio
occidental; aunque ese riesgo se minimiza
cuando, como suele suceder, la marca y la
diferenciación comercial suponen inversiones inalcanzables para la mayoría de las
empresas del este y los canales de distribución y venta están íntegramente en poder del socio occidental.
En el futuro inmediato, y más aún tras la
ampliación, es previsible que se afirmen
las tendencias que en los últimos años
han comenzado a percibirse y que el
tráfico de perfeccionamiento pasivo siga
desplazándose en una doble dirección:
hacia países del este menos desarrollados, en los que los costes laborales son
menores y crecen en menor cuantía que
la productividad, y hacia sectores que
generan más valor añadido, sin limitarse
a los sectores intensivos en trabajo. En
todo caso, lo previsible es que ese segundo movimiento hacia sectores de
mayor densidad tecnológica sea coyuntural, ya que lo normal será que la inversión directa extranjera gane peso, en
detrimento del tráfico de perfeccionamiento pasivo, y que la subcontratación
acabe siendo, en muchos casos, un paso
previo y preparatorio para la instalación
directa.
Inversión directa
extranjera
La integración productiva de algunas
economías poscomunistas recibió su impulso más espectacular de la inversión
directa extranjera procedente de la UE.
Actualmente, los grandes grupos multinacionales del mundo están instalados
en los PECOs.
En los primeros momentos de la transición
y posteriormente también en los países
con mayor riesgo, como Rumanía o Bulgaria, el predominio correspondió a los
proyectos que, como las empresas conjuntas, minimizan costes y riesgos y facilitan el acceso a mercados prometedores
y el conocimiento de empresas y directivos locales.
La firma de los acuerdos de asociación,
que liberalizaron la circulación de los flujos de inversión directa extranjera, y el
avance de las reformas permitieron la intensificación de las inversiones foráneas
en algunos de los PECOs. A partir de
1995 se intensifica la instalación mediante
filiales o inversión accionarial mayoritaria, fórmulas que exigen mayores desembolsos e implican asumir responsabilidades plenas en la gestión y en la dirección.
A cambio, facilitan la puesta en pie de
fórmulas más complejas de integración
vertical en redes de producción internacionales orientadas hacia los mercados
comunitarios y mundiales.
En términos generales, en los PECOs predominaron las inversiones destinadas a la
adquisición total o parcial de una empresa ya existente, especialmente por la vía
de aprovechar las facilidades a la participación extranjera en los procesos de privatización de empresas públicas, que de
forma muy desigual y en diferentes momentos, otorgaron los nuevos gobiernos
poscomunistas. Las inversiones de nueva
planta, que necesitan mayores desembolsos y compromisos financieros previos,
comprometen más recursos y esfuerzos y,
en caso de terminar en fracaso, provocan
mayores pérdidas, sólo en los últimos
años y en algunos países han alcanzado
una posición dominante.
La inversión directa extranjera ha sido
alentada por las ventajas fiscales y de instalación que ofrecía el país de acogida y
por los bajos costes laborales —respecto
de los comunitarios—, factores que sin
llegar a ser determinantes pueden frenar
o impulsar las decisiones de inversión.
Sin embargo, las cifras muestran de manera evidente que las inversiones directas
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se concentran y desarrollan no en los
países de menores salarios sino en los
que ofrecen un amplio abanico de ventajas vinculadas a su productividad y estabilidad socioeconómica, que se han visto
reforzadas por la progresiva afirmación
de la perspectiva de adhesión a la UE,
potencial de crecimiento de sus mercados, proximidad cultural y geográfica,
desarrollo de su capital humano o mejora
de sus infraestructuras (cuadro 7).
Los PECOs acumulan un stock de inversión directa extranjera que supone un
22% del PIB, porcentaje que se sitúa por
encima de la media mundial, que era, en
1998, del 14%, y que es superior, incluso,
a la media de la UE, 17% en 1998. En Estonia (36%), Hungría (33%), República
Checa (26%) y Letonia (25%) esos porcentajes eran superiores al 21,5% que suponía en la economía española. En todo
caso, a pesar de su relevancia, las inversiones directas recibidas por todos los
países de Europa central y oriental sólo
suponían, en 2000, un 2% del total mundial (gráfico 2), un 2,5% de las recibidas
por los países desarrollados y un 10,6%
de las captadas por los países y economías en desarrollo.
40
Si el promedio anual de las inversiones
directas recibidas entre 1990-1994 por
los países del este fue de 2.540 millones
de dólares, en el siguiente quinquenio,
entre 1995 y 1999, ese promedio se multiplicó por 5, alcanzando los 11.845 millones de dólares. La capacidad creciente de los países poscomunistas para
captar inversiones directas queda perfectamente reflejada en el aumento significativamente inferior que experimentaron en todo el mundo, que, en ese
mismo período, entre 1995 y 1999, se
multiplicaron por 3,5.
La mayor parte de esas inversiones, el
68% del total recibido por los PECOs, tuvo su origen en la UE (68,4%). Por países,
Alemania ocupaba a finales de 1999 el
primer lugar, con un 19% del stock total,
seguida de Holanda (14%), Estados Unidos (10,7%), Austria (7,1%), Francia (7%),
Reino Unido, Italia,... hasta llegar en los
últimos lugares al 0,5% de España, que se
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GRÁFICO 2
LA INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA EN LOS PECOs
PORCENTAJE SOBRE EL TOTAL MUNDIAL
2,5
2
1,5
1989
1995
1999
2000
1
0,5
0
Os
aria
quia slovenia Estonia
PEC
Bulg Eslova
E
gría Letonia
Hun
a
ania Polonia . Checa umaní
Litu
R
R
FUENTE: Unctad, 2001.
orientó preferentemente hacia los países
latinoamericanos (gráfico 2).
Las posibilidades de desarrollo futuro
de la inversión directa extranjera en los
países del este están directamente relacionadas con la expansión de sus mercados nacionales, el potencial que ofrece su adhesión a la UE y la escasa
importancia relativa que todavía tienen
los flujos de inversión procedentes de
los países comunitarios, ya que, a pesar
del fuerte crecimiento de los últimos
años, la inversión directa extranjera en
los PECOs sólo supone un 5% de la inversión total extracomunitaria.
Tres países, Polonia, República Checa y
Hungría, concentran las tres cuartas partes de las inversiones captadas por los
países candidatos. En los tres, la productividad del trabajo en el sector manufacturero se incrementó de forma notable
entre 1995 y 1998, sin que pueda achacarse dicha mejora a la reducción del
empleo, ni en la República Checa o en
Polonia, donde esa reducción fue, respectivamente, de un 2% y un 1%, ni, mucho menos, en Hungría, donde el nivel
de ocupación creció en un 5%. La mayor
eficiencia en la utilización del empleo
manufacturero se debió, en buena parte,
a las ganancias de productividad obteni-
das por las empresas que contaban con
participación extranjera. Entre 1998 y
1993, la distancia entre la productividad
de las empresas que contaban con participación extranjera respecto a la de las
empresas domésticas aumentó en un
31% en Hungría, un 15% en Polonia y un
12% en la República Checa.
La importancia de las exportaciones realizadas en 1998 por empresas participadas
por capitales extranjeros refuerza el argumento anterior: en Hungría, el 85,9% de
las exportaciones totales de manufacturas; en Polonia, el 52,4%, y en la República Checa, el 47%. Algo similar ocurría con
las ventas totales del sector manufacturero, ya que dependían de las empresas
con participación extranjera en un 70%,
en Hungría; un 40,6%, en Polonia, y un
32,1%, en la República Checa.
Por sectores, las instituciones de crédito y
seguros (17,4%) han sido el destino privilegiado de los inversores extranjeros en
los países candidatos; a continuación se
sitúan el comercio, recuperación y reparación (12,5%), productos alimenticios,
bebidas y tabaco (10%), material de transporte (7,8%), otros servicios destinados a
la venta (7,1%), energía (6,2%), transporte
y servicios anexos (4,8%) o minerales y
productos no metálicos (4,8%)
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LA DESIGUAL INTEGRACIÓN DEL ESTE EN LA UNIÓN EUROPEA
En la Europa suroriental son los subsectores vinculados a recursos naturales
(minas y petróleo) y ramas como maquinaria y equipos los que parecen más
atractivos a los inversores foráneos; en
Europa central, en cambio, son las actividades de mayor valor añadido, automóvil o aparatos eléctricos y el sector
terciario, telecomunicaciones o bancario,
los que concentran las preferencias. La
inversión directa extranjera se ha convertido en un mecanismo fundamental
de control exterior sobre sectores estratégicos (financiero y telecomunicaciones), de alta densidad tecnológica (productos eléctricos) y densidad media
(productos mecánicos, automoción, materiales plásticos).
Otros sectores, como el textil, la confección, el calzado o el cuero, han experimentado una menor internacionalización
mediante la inversión directa extranjera,
privilegiando formas diferentes, como el
tráfico de perfeccionamiento pasivo, pero
ambas vías han conseguido que la presencia exterior sea también significativa
en algunos sectores maduros de tecnología débil.
La importancia de la inversión sectorial
responde a muy diferentes razones y factores. En unos casos ha primado la estabilidad y la importancia de los mercados
regionales y domésticos, como en el de
alimentos, bebidas y tabaco. En otros, la
razón fundamental hay que buscarla en la
posibilidad de reducir costes y, con esa
ventaja, ampliar sus cuotas en los mercados del este y comunitarios. También la
posibilidad de sortear barreras arancelarias, actuales y futuras, o razones de proximidad, por ejemplo, en los materiales
de construcción, han contribuido, en ocasiones, a la implantación de empresas extranjeras en los PECOs.
Los beneficios de la transferencia de tecnología y de la difusión de cultura empresarial y técnicas de gestión que generan las inversiones directas son, en la
literatura especializada, poco discutidos,
al igual que las ventajas que impulsan al
mejorar la calidad de la oferta y aumentar
la productividad del trabajo, la competiti-
vidad y, en definitiva, la eficiencia de empresas y sectores.
La inversión directa extranjera ha permitido financiar, en el período 1995-2000, los
déficit corrientes cosechados por buena
parte de los países candidatos: ampliamente en Bulgaria, República Checa y
Hungría, y en una cuantía menor en Estonia, Letonia y Eslovenia. En Eslovaquia,
Rumanía, Polonia y Lituania, por el contrario, el déficit corriente medio anual superó a la inversión directa extranjera; en
torno a los 900 millones de euros, en el
caso de los dos primeros, y en cantidades
significativamente menores en los otros
dos países.
La influencia de la inversión directa extranjera en el crecimiento de las exportaciones ha sido muy notable. Algunas estimaciones han intentado cuantificar su
importancia en los resultados exportadores: un incremento de 100 euros en la inversión directa extranjera por habitante
puede generar un crecimiento de las exportaciones del 5,3% en volumen. El
ejemplo más notable de esta influencia
es, entre los países candidatos, Hungría,
país en el que las empresas multinaciona-
les desempeñan un papel esencial en las
exportaciones. En el ámbito empresarial,
pueden mencionarse, como botones de
muestra, las filiales de Volkswagen en la
República Checa (Skoda) y en Eslovaquia
(VW Slovakia), que son los más grandes
exportadores de sus países; algo similar
ocurre con VW, Opel y Fiat en Polonia.
Respecto a otras variables, como la creación de empleo, la incidencia de la inversión directa extranjera ha sido menor y
menos positiva; pese a ello, las empresas
controladas por capitales extranjeros
ocupaban el 45% de la fuerza del trabajo
en el sector manufacturero de Hungría;
el 26%, en Polonia, y el 20%, en la República Checa. La mayor propensión a participar en los flujos comerciales con el
exterior de las empresas que cuentan
con inversores foráneos ha sido un factor
esencial en el desarrollo de las exportaciones e importaciones y en la integración comercial de estas economías en los
mercados comunitarios.
Sin embargo, los beneficios que generan
algunas inversiones directas son cuestionables y, en ocasiones, inferiores a los
costes. Algunas grandes empresas multi-
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nacionales que se han instalado en los
PECOs han contribuido a reconstruir mercados oligopólicos, han utilizado su gran
capacidad de presión para proteger sus
mercados y han propiciado más las compras a sus proveedores occidentales que
las exportaciones, contribuyendo así al
aumento del déficit comercial. En el mismo sentido, dada la propensión de la inversión directa extranjera a concentrarse
en unos pocos países y a localizarse en
las capitales de los mismos, ha podido
contribuir de forma notable a aumentar
las disparidades regionales y salariales,
sin que su influencia en la creación neta
de empleos pueda considerarse siempre
positiva ni, desde luego, decisiva.
Tampoco está claramente establecida la
existencia de relaciones directas de causa
a efecto entre inversión directa extranjera
y crecimiento económico del sector o de
la región implicados, alegándose a menudo como razón la débil inserción en el tejido industrial local que generalmente
propicia la empresa de capital extranjero
y su inclinación a mantener relaciones
comerciales con la empresa matriz y con
los proveedores occidentales.
42
El análisis de las interrelaciones entre inversión directa extranjera y crecimiento
económico en los PECOs revela vinculaciones complejas y multidireccionales y
situaciones muy diversas en los países
que muestran los niveles más altos, tanto
en términos absolutos de inversión directa extranjera como en inversión directa extranjera por habitante. En Hungría
el crecimiento económico ha recibido un
fuerte impulso de la notable presencia
de multinacionales extranjeras; en la República Checa, en cambio, la inversión
directa extranjera ha tenido consecuencias más positivas en la modernización
de la estructura productiva que en el
crecimiento global del producto; en Eslovaquia, con gobiernos renuentes, hasta
finales de 1998, a facilitar la participación de inversores foráneos en los procesos de privatización, la inversión directa
extranjera
parece
haber
desempeñado un importante papel en el
impulso tanto del crecimiento como de
la modernización tecnológica.
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Unas instituciones económicas y unas políticas reguladoras crecientemente homogéneas con las de la UE y el anclaje formal, como socios, en la UE representarán
un respaldo que impulsará los movimientos de capitales hacia los nuevos socios y,
en consecuencia, una competencia creciente para captar esos capitales.
Flujos migratorios
Polonia sólo recibió sustanciales entradas de inversión directa extranjera
cuando su crecimiento económico comenzó a ser robusto, lo cual no implica, necesariamente, una relación causal
inversa a la que parece existir en Hungría, pues podría indicar simplemente
un cambio en la predisposición de las
autoridades favorable a la venta de activos públicos a inversores extranjeros.
En Eslovenia, un crecimiento económico estable ha sido compatible con una
presencia pequeña de inversión directa
extranjera.
En el futuro inmediato, y más aún tras
la adhesión, lo más probable es que se
produzca, como en anteriores ampliaciones, un nuevo impulso de la inversión directa extranjera. Los factores que
respaldan esta previsión son numerosos: ventajas de localización de algunos
países y regiones en el eje de alto desarrollo Londres-Milán, que implican menores costes en transportes y seguros, y
economías de aglomeración que no
pueden ofrecer países más alejados; salarios medios en el sector manufacturero situados en niveles muy bajos, que
apenas representan un 16% de los españoles y un 11,5% de los de la UE; formación de la población, que en algunos
países candidatos es similar a la de los
más avanzados de la UE.
La transformación sistémica ha generado
cambios sustanciales en los mercados laborales de los países candidatos, sin que
los puestos de trabajo generados al calor
del crecimiento económico compensasen
los empleos perdidos durante la fase recesiva. Entre las principales transformaciones cabe mencionar, por su relevancia,
la disminución, en algunos casos de manera drástica, de la población activa, el
aumento del desempleo abierto y del empleo sumergido y las modificaciones en la
estructura sectorial del empleo.
La tasa de actividad (respecto a la población en edad de trabajar) no llega actualmente, en ningún país candidato, al
67,5% de la UE, y sólo en los casos de
Rumanía, Lituania, Estonia y República
Checa superaba ligeramente el 60% en
1998, mientras las tasas de desempleo doblaban el 8,2% comunitario en Eslovaquia, Polonia y Bulgaria, y lo superaban
ampliamente en los tres países bálticos.
La libre circulación de factores productivos que propicia el mercado único hace
tan inevitables las migraciones de trabajadores desde los países candidatos hacia
los actuales comunitarios como el movimiento de los capitales en sentido contrario. Si el fenómeno y el sentido de la migración están claros, no lo están tanto su
cuantía ni, menos aún, sus consecuencias
económicas, sociales y políticas en los
países implicados.
Al final de la década de los noventa, un
total de 830.000 personas procedentes de
los países candidatos residían legalmente
en la UE, de las que sólo algo menos de
300.000 trabajaban con contratos en re-
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LA DESIGUAL INTEGRACIÓN DEL ESTE EN LA UNIÓN EUROPEA
gla, cifra que apenas suponía un 5,5% del
total de extranjeros que trabajaban en
condiciones legales en la UE y un mínimo 0,2% de la fuerza de trabajo total de
la UE. Los trabajadores indocumentados
originarios de los países candidatos podrían alcanzar una cantidad mayor, alrededor de 600.000, que serían especialmente abundantes en las regiones
fronterizas, tanto en trabajos temporales
como en labores que pueden suponer el
paso de las fronteras, pero no exigen el
cambio de residencia. Dos países comunitarios, Austria y, en cuantía muy superior, Alemania, y dos países candidatos,
Polonia y Rumanía, eran el destino y el
origen, respectivamente, del 70% de los
830.000 residentes legales procedentes
del este.
La limitada apertura ofrecida al movimiento de personas por los acuerdos
europeos posibilitó una reducida emigración hacia la UE procedente de los
países del este, que apenas representó
en la década de los noventa un 15% del
total de inmigrantes recibidos por el
conjunto de los países comunitarios y
que sólo alcanzó cifras significativas en
Polonia (435.000 personas) y Rumanía
(155.000 personas). De los países bálticos, únicamente emigraron hacia la UE
un total de 30.500 personas, y de Hungría, 77.000; cuantía esta última similar a
la que en su conjunto procedía de Eslovaquia, Eslovenia y la República Checa.
Los estudios y modelos que cuantifican el
impacto potencial de las migraciones a la
UE adolecen de cierta fragilidad, debido a
la gran incertidumbre asociada a las previsiones y a las múltiples variables que
incidirán significativamente en dicho impacto: evolución de las economías y de
las diferencias en los niveles de renta y
salario, condiciones del mercado de trabajo, distancia geográfica y cultural, relaciones amigables o conflictivas históricas
y actuales con los países vecinos, política
comunitaria de inmigración que finalmente se aplique, acuerdos entre la UE y
los países candidatos sobre la libre circulación de trabajadores y la utilización del
margen propio del que dispone cada país
CUADRO 8
RESIDENTES EN LA UE PROCEDENTES DE LOS PECOs
EN 1998 Y PROYECCIONES PARA 2002-2030
Residentes
Residentes
de los
de los
PECOs-10 PECOs-10 (% de
la población)
Austria
Alemania
Italia
Reíno Unido
España
103.000
554.869
34.490
39.000
10.539
Total UE-15
853.128
1,3
0,7
0,1
0,1
0,0
Previsiones 2002-2030,
en números absolutos
2002
2005
40.547 30.020
218.430 161.720
13.577 10.052
15.353 11.367
4.149
3.072
2010
2020
2030
17.739
5.107
286
95.560 27.510 1.539
5.940
1.710
96
6.717
1.934
108
1.815
523
29
335.843 248.649 146.926 42.297 2.366
FUENTE: Eurostat (2001).
de la UE para desarrollar normas reguladoras específicas (cuadro 8).
La mayor parte de las estimaciones se inclinan por prever flujos migratorios limitados hacia los mercados laborales comunitarios y consideran muy probable que
el impacto se concentre, como hasta ahora, en unos pocos países. Los estudios
disponibles apuntan flujos de desigual
cuantía, pero en todos los casos limitada,
de entre 70.000 trabajadores anuales
(200.000 personas, si sumamos a los trabajadores sus familias) y 240.000, en condiciones de liberalización completa de los
movimientos migratorios. El potencial migratorio a largo plazo podría llegar a representar un escaso 1% de la población
actual de la UE, que sólo alcanzaría niveles relativamente importantes en Alemania y Austria. No pueden menospreciarse,
sin embargo, los efectos que una inmigración, relativamente poco importante,
puede ocasionar efectivamente en algunas regiones y en algunos aspectos relacionados con la degradación de los mercados laborales.
En todo caso, no conviene olvidar que la
libertad de movimientos es una parte
esencial de los derechos básicos de las
personas y del propio acervo comunitario
y que la transformación de las economías
del este necesita que mercados exteriores
más desarrollados absorban parte de la
población trabajadora que no va a encontrar, en sus propios países y a corto plazo, empleos sustitutivos a los que han
desaparecido en la pasada década y a los
que aún deben ser destruidos por la inevitable y pendiente reestructuración de
sus entramados productivos.
El libre movimiento de las personas
constituye uno de los capítulos fundamentales, el segundo, en el que se ha dividido el acervo comunitario de cara a
las negociaciones para la ampliación, y
uno de los puntos que ha ocasionado
mayores disensos y debates en las negociaciones, incluso antes de que el reforzamiento de la extrema derecha en algunos países comunitarios haya alentado
un nuevo tratamiento del fenómeno de
la inmigración.
Sectores significativos de la población europea perciben con temor los posibles
efectos negativos que, a corto plazo, tendría un incremento de la inmigración sobre sus empleos y salarios, sobre la capacidad financiera de sus Estados para
sostener las políticas de bienestar social,
sobre el debilitamiento del poder negociador de los sindicatos o sobre la inseguridad ciudadana. El avance electoral de la
extrema derecha xenófoba parece revelar
la existencia en los países comunitarios
de un bloque social emergente, que ya
ha empezado a condicionar el contenido
de las negociaciones y de los acuerdos
sobre el capítulo del libre movimiento de
las personas.
En los países del este, la propuesta comunitaria de un período transitorio con
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una duración máxima de siete años, que
cuenta con los precedentes de Grecia
en 1981 y de España y Portugal en 1986,
durante el que quedaría en suspenso
esa libertad de movimientos, fue recibida como lo que parece: un tratamiento
discriminatorio que, de aplicarse, podría
dar lugar a ciudadanos europeos de primera y segunda categoría. Crítica que
ayuda poco en los países candidatos a
considerar su adhesión a la UE como algo más que una decisión necesaria e inevitable.
La propuesta comunitaria no parece una
solución eficaz, pues sólo tiene en cuenta
los temores, poco fundados, cuando no
imaginarios, de una parte de la opinión
pública de algunos de los actuales países
miembros, mientras desconsidera las necesidades reales de las economías y de
las sociedades de los países candidatos.
La emigración a la UE, como en buena
parte de los procesos migratorios, depende tanto de la situación de los países de
origen como de las expectativas que generan los de llegada; mientras esa situación no varíe, no hay forma racional de
adaptar la inmigración a las necesidades
exactas de los países más desarrollados.
44
Consideremos, por último, a título de
simple hipótesis, que si finalmente se
confirmara como erróneo el diagnóstico
de que los problemas que afectan a los
mercados laborales comunitarios son
causados y agrandados por la inmigración o están directamente relacionados
con el aumento de los flujos migratorios,
tras un período de inútiles y costosos esfuerzos, la inmigración seguiría siendo
un problema, con el grave inconveniente de que los efectos económicos, sociales y políticos de una inmigración no regulada habrían sido mucho más nocivos
y seguirían las dificultades básicas de las
economías comunitarias para generar
empleo, aumentar la productividad y
mejorar la especialización productiva y
exportadora. Se habría perdido un tiempo muy valioso y, en lugar de un problema y un conflicto potencial relativamente benignos, tendríamos dos graves
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problemas y multitud de conflictos de
difícil solución.
Además de ineficaz, la propuesta comunitaria no parece ni justa ni equilibrada.
No es justa porque no contempla la discusión de las medidas reguladoras del
mercado laboral que pudieran minimizar
los potenciales costes sobre el empleo y
los salarios, ni considera los efectos económicos beneficiosos para ambas partes,
que todos los estudios señalan como
consecuencia de los flujos migratorios
previstos: para los países de la UE, pequeñas ganancias en términos de renta
por habitante y de recursos adicionales
para fortalecer las prestaciones sociales y
pequeños perjuicios en términos de desempleo para trabajadores comunitarios
de baja cualificación y de presión sobre
los salarios en las regiones fronterizas;
para los actuales países candidatos, ganancias potencialmente importantes, tanto en los mercados laborales nacionales
como en los presupuestos públicos, al disminuir la presión ejercida por los desempleados, y en la financiación exterior adicional que pueden representar las remesas
de los emigrantes.
Tampoco es una propuesta equilibrada,
porque trata de forma muy diferente los
argumentos de cada parte y desconsidera los posibles efectos negativos que
puede acarrear una decisión equivocada, especialmente en los países candidatos, en forma de desajustes monetarios,
financieros y presupuestarios, de inestabilidad social y política y de rechazo al
proyecto europeo.
Hungría fué el primer país en aceptar
provisionalmente un período transitorio
durante el que no se aplicaría esa libertad
de movimientos, a cambio de salvaguardar similar capacidad, más teórica que
previsiblemente efectiva, para someter a
un régimen recíproco a los ciudadanos
comunitarios y durante el mismo período
de aplicación que establecieran sus países
de origen. Esta solución fue aceptada
también por Letonia y Eslovaquia, pero
rechazada inicialmente por el resto de
gobiernos, que consideraron un agravio
inadmisible la propuesta comunitaria.
Las restricciones no afectarán, naturalmente, a aquellas personas cuya cualificación sea necesaria en algunos países de
la UE. La combinación de cuotas selectivas de inmigración para algunas categorías de trabajadores cualificados mientras
se establecen restricciones generales que
impedirán la migración de los de menor
cualificación o con cualificaciones innecesarias tendrá implicaciones altamente
problemáticas, tanto en la opinión que
sobre la UE se formen las sociedades de
los países del este como sobre la convergencia real de las economías poscomunistas, la financiación de sus sistemas de
protección social y la cohesión social.
El futuro de
la integración
de los países del este
en la UE
La integración de las economías poscomunistas en los mercados comunitarios ha
generado durante la pasada década y ofrecerá, tras la adhesión, múltiples posibilidades de crecimiento y desarrollo, que podrán aprovechar especialmente los países
comunitarios más avanzados, pero que
son esenciales también para la modernización y convergencia real de las economías poscomunistas.
Oportunidades no exentas de riesgos
económicos y sociopolíticos que afectarán especialmente a algunos de los nuevos socios, los que cuentan con equilibrios macroeconómicos y sociales más
precarios, menor estabilidad nominal y
reducido potencial productivo y competitivo. Riesgos relacionados con la destrucción de tejido productivo potencialmente
competitivo y con una moder- nización limitada, que podría aumentar la dualización de la estructura productiva y social,
ocasionar divergencias crecientes con los
países centrales de la UE y deteriorar las
condiciones de vida de una parte significativa de la población.
A nuestro entender, la intensificación de
la integración económica seguirá siendo,
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tras la ampliación, un objetivo imprescindible y, en parte, el resultado más
probable, pero la adhesión no está asegurada ni es la estación de destino obligatorio de todos y cada uno de los diez
países del este candidatos, al menos en
el horizonte previsible de esta primera
década del siglo XXI.
En sentido contrario, tampoco la ampliación garantiza, en toda circunstancia y
sin condiciones, que la integración de
las economías poscomunistas en los
mercados comunitarios siga desarrollándose y que sus efectos positivos superen
a los costes.
Una mayor integración económica no
asegura una mayor eficiencia ni más
bienestar en cada uno de los futuros países miembros de la UE y en el conjunto
de una UE ampliada. Los efectos positivos que suelen asociarse a los procesos
de integración económica requieren, para
materializarse, el desarrollo de reformas
estructurales e institucionales, que aún siguen pendientes en la mayoría de los países del este candidatos y que constituyen
una condición necesaria para afianzar su
competitividad y para generar crecimiento económico sostenido en las condiciones que rigen en el mercado único europeo.
Durante la pasada década, la creciente integración de las economías del este en
los mercados comunitarios no ha generado en todos los países crecimiento económico ni modernización. La diferenciación entre los países del este es uno de
los resultados más evidentes de la integración económica, en todos y cada uno
de los ámbitos analizados.
El análisis de los efectos contradictorios
que ha ocasionado la integración de las
economías poscomunistas en los mercados comunitarios nos ofrece indicios suficientes para no menospreciar los múltiples y difíciles obstáculos que aún debe
salvar el proceso de ampliación ni los
riesgos que conlleva, especialmente para
los PECOs, una mayor integración económica sin desarrollar las reformas econó-
micas e institucionales internas que aún
siguen pendientes.
Los riesgos para el conjunto del proyecto europeo tampoco deberían considerarse nimios: el aumento de la heterogeneidad económica real en una UE
ampliada no tiene por qué constituir, en
teoría, un coste neto inasumible, ni siquiera en el corto plazo, pero parecería
razonable que la ampliación de la UE
fuese acompañada del desarrollo o, al
menos, el mantenimiento de las políticas
comunes que en la actualidad impulsan
la convergencia real e institucional y la
cohesión territorial y social, y de los
compromisos financieros y mecanismos
institucionales que permitiesen aplicar
esas políticas comunitarias.
Bibliografía
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42, Serrano.
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