Ética de la esposa del pastor

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No se puede aprender ética con simplemente leer un libro de texto. Según el diccionario
de la Real Academia Española, ética es una “parte de la filosofía que trata de la moral y de
las obligaciones del hombre”. Es un sistema fundamental de valores en el que basa su
vida. Conocer un código de ética puede ayudarlo a edificar su entendimiento de lo que
otros esperan en una situación determinada; no es una garantía de que usted responderá
conforme a esto. Usted es quien decide si actuará o no conforme a una norma
determinada de conducta. Cada profesión tiene sus reglas escritas o no escritas de la
conducta profesional que se espera. Los que trabajan en esa vocación son juzgados por
sus colegas y se les exhorta a vivir dentro de las normas decididas.
Nosotras, como esposas de pastor, también tenemos la obligación de trabajar conforme a
las pautas consideradas éticas en la profesión ministerial. La regla de oro dice: “Así que,
todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced
vosotros con ellos”. No siempre resulta fácil vivir bajo este principio, ni siquiera en la casa
pastoral. Tal vez es la razón de que los tres evangelistas – Mateo, Marcos y Lucas –
registran las siguientes palabras de Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a
sí mismo, y tome su cruz y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y
todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”.
Tomar su cruz y seguir a Cristo puede significar que usted tendrá que correr el riesgo de
ser mal interpretada por las personas que ama y las que la aman a usted. A todo pastor y
su esposa se les ha pedido o se les pedirá que actúen en cierta forma que va a abrir una
brecha en las relaciones ministeriales. A menudo debemos enfrentarnos unos contra
otros, con amigos y personas bienintencionadas. Por eso es importante que recordemos
que nuestra responsabilidad es tomar la iniciativa en el asunto. Tal vez debamos sacrificar
parte de nuestro orgullo y ego para poderlo hacer. En la mayor parte de los casos, los
feligreses desconocen los códigos de ética ministerial. Debido a esto, a veces nos piden
que participemos en actividades que pueden ofender o no pueden ser completamente
entendidas por otro pastor u otra esposa de pastor.
Veamos un ejemplo: sus antiguos miembros llaman para preguntar si su esposo puede
regresar a la ciudad en la que pastoreo una vez para celebrar un matrimonio. Esta puede
ser una situación difícil. Debemos tener cuidado de no permitir que nuestras emociones
influyan en nuestra decisión. Como esposa de pastor, es mejor que no se comprometa ni
confirme ningún compromiso relacionado con peticiones hasta que haya ido a través de
los canales adecuados. Siempre es bueno que recuerde que usted y su esposo ya no son
más el pastor de ellos. Invadir el ministerio del actual pastor y entrar en su esfera de
influencia sin su invitación sería una gran falta a la ética.
¿Cómo se aplica la ética?
Aplicar métodos de conducta ética significa que usted tendrá que reconocer los derechos
de otros. Un pastor mayor se dirigía a un grupo de ministros más jóvenes y dijo: “Su amor
a las personas sólo debe estar a un grado por debajo de su amor a Dios. Si no ama a las
personas, jamás podrá ayudarlas. Y cuando hablo de personas no sólo me refiero a las que
son encantadoras, sino también a las desagradables. El aislarse con unos cuantos amigos
es la forma más rápida de limitar su eficacia. Su corazón debe ser como un puerto que
recibe barcos de muchas tierras”.
Como esposas de pastor, a menudo nos sentimos tentadas a no acercarnos a los
hermanos problemáticos o malhumorados. Casi no nos detenemos a considerar que estas
personas nos pueden estar viendo en la misma forma en que nosotros las percibimos a
ellas.
Ser éticos también incluye las pequeñas cosas de la vida. Significa que
usted procurará con todas las fuerzas allanar el camino de la esposa de
pastor que siga después de usted. Si usted no puede aligerar la carga
de otra persona, por lo menos no haga su carga más pesada.
Ser éticos puede implicar que tengamos que ir una segunda milla
cuando tratamos con personas. Para tener buenas relaciones alguien
debe acceder, ir más allá de su deber para mantener la armonía entre
las personas y en el personal.
Hay otras formas en que nuestra actitud sale a flote. Las personas
siempre miden nuestros valores por la manera en que respondemos a
lo que ellas hacen por nosotras. A nadie le agrada, o nadie respeta ni quiere estar cerca de
una esposa de pastor ingrata o desagradecida.
En realidad toma tan poco tiempo y energía llamar a alguien para darle las “gracias” por el
plato enviado con alguna comida o por otro atento regalo. He observado que la esposa de
pastor que envía lo antes posible una nota de agradecimiento y muestra su sincera
gratitud, son personas genuinamente amables. Ellas se han enseñado a sí mismas a
responder en forma significativa a los esfuerzos de otras personas.
Hay una regla o medida por la que toda esposa de pastor debe vivir: “Así que, todas las
cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con
ellos”.
Considera lo siguiente:
1. No insista en permanecer en una iglesia después de que el pastor de la misma ya no es
su esposo.
2. No sea usted el espacio amortiguador entre su esposo y los hermanos. Si tienen algo
que decirle a él, deje que vayan directamente a él.
3. No comparta su vida personal con los miembros de la iglesia.
4. No provoque la crítica a usted misma o a su familia, por dejarse ver en público con
alguien del sexo opuesto sin la presencia de una tercera persona.
5. Cuando invite a oradores, no suponga automáticamente que usted puede grabar su
discurso o mensaje.
6. No use el material de otras personas sin reconocerles el crédito.
7. No espere de otra persona más de lo que usted haría.
8. No permita que la esposa de un orador invitado se siente sola en la iglesia. Preséntese
tan pronto ella llegue e invítela a sentarse con usted.
9. No permita que un ministro y su esposa que visitan su iglesia se vayan sin que usted les
haya dado un cordial agradecimiento.
Tomado del libro “Lo que toda
esposa de un pastor debe
saber” por Ruthe White.
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