Discriminación en razón de género en materia de violencia

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Ciencias Sociales
Discriminación en razón
de género en materia de
violencia en Costa Rica:
Derechos del varón como
víctima de violencia
intrafamiliar
Jaqueline Thorné Vélez1
Resumen:
La legislación nacional ha tendido a
presentar al hombre como el sexo
fuerte obligado a proteger a la mujer.
Sin embargo la mujer no está exenta
de ejercer violencia o maltrato sobre
los varones, más bien, esta situación,
según diferentes datos, va en
aumento. Es necesario complementar
los alcances de la legislación vigente,
donde
el
varón
se
encuentra
desprotegido de un modo u otro, de
modo que se otorgue una verdadera
igualdad en el trato de varones,
mujeres, niños y ancianos.
Palabras clave:
Violencia intrafamiliar / derecho de
familia / discriminación
Abstract:
National legislation has a tendency to
describe men as a strong figure
obligated
to
protect
women.
Nevertheless, women are not free
from mistreating men or generating
violence. This situation is increasing
according to different investigations.
It is important to enlarge the scope of
1
Egresada de Derecho, Universidad Latinoamericana de
Ciencias y Tecnología.
Rhombus
our current legislation, and include
men who are unprotected in one way
or the other. This seeks real equality
among men, women, children and the
elderly.
Key words:
Intrarelative violence / family right /
discrimination
Introducción
Reseña
histórica
sobre
la
violencia
En mayor o menor medida, la
agresividad y la violencia han sido
manifestaciones de poder, control y
dominio, típicamente asociados con la
fuerza física, y con el concepto de
masculinidad que con el paso del
tiempo ha construido la sociedad
(Campos y Salas, 2002).
Con el desarrollo de las ciencias
sociales, la evolución doctrinal del
concepto de persona y de los
Derechos Humanos inherentes al
hombre,
que
surgieron
y
se
desarrollaron como consecuencia de
los acontecimientos de la Segunda
Guerra Mundial, se ha establecido un
valor
negativo
a
cualquier
manifestación de violencia en contra
de otro ser humano (Convención
Americana
de
los
Derechos
Humanos).
De forma acertada, manifiesta Gracia
(2002) que los seres humanos están
proclives o demuestran un elevado
gusto potencial por la violencia, por lo
cual es obvio que la simple
declaración legal de rechazo a esta es
Revista Rhombus ISSN 1659-1623 Vol. 3, N° 7. Setiembre - Diciembre 2006
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insuficiente, cuando además, ha sido
históricamente aceptada como forma
de convivencia, donde son más
fuertes los estímulos hacia ella que en
contra. La violencia no solo se dio en
las relaciones entre extraños, entre
personas,
entre
grupos
y
organizaciones, sino también, se ha
dado entre las relaciones íntimas
dentro de un vínculo familiar.
Campos y Salas (2002) manifiestan
cómo ciertos factores en su mayoría
negativos incidieron en la creación de
patrones de violencia, como una
simple
forma
de
resolver
los
conflictos o de solucionar agravios.
Esta situación que a nivel de sociedad
se consideró como problema, también
se presentaba a lo interno de los
hogares
sin
que
se
le
diera
importancia, puesto que no es sino
hasta hace poco que pasó de ser
social y jurídico, a convertirse en un
problema familiar, es decir, en
violencia doméstica.
Ley contra la Violencia Doméstica
En el siglo pasado, por la década de
los noventa, la violencia intrafamiliar
dejó de ser un problema ajeno en
nuestro país. El grado de incidencias
en casos de abusos y hasta la muerte
de mujeres en manos de su pareja,
aunado al deseo de propiciar la
seguridad y el desarrollo personal a
los integrantes de la familia , en
especial a la mujer, quien se
presentaba como principal víctima de
violencia doméstica por un miembro
de este núcleo, evidenció no solo la
Rhombus
falta de atención, sino también de
legislación
dentro
de
nuestro
ordenamiento jurídico, que regulara
adecuadamente estas situaciones de
violencia,
la
cual
afectaba
la
convivencia y se presentaban como
una manera habitual de resolver los
conflictos familiares.
Con el fin de prevenir estos focos de
violencia que llegaron a convertirse
en un problema social y de salud
publica, se presentó ante la Asamblea
Legislativa el Proyecto de Ley de
Violencia Doméstica el 11 de mayo de
1992, orientado a proteger a las
víctimas de la violencia intrafamiliar,
a sancionar a los agresores y a tratar
de erradicar este flagelo (Proyecto de
Ley
de
Violencia
DomésticaExpediente No. 11.507).
A partir de este momento, se
aprobaron y ratificaron proyectos
importantes tales como: La Ley
contra el Hostigamiento Sexual en el
Empleo y la Docencia y la Convención
Interamericana
para
Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia
Doméstica
contra
la
Mujer,
respectivamente.
De 1994 a 1998, en el Gobierno de
José María Figueres, la primera dama,
señora Josette Altmann de Figueres,
toma como propia la lucha por lograr
la igualdad de la Mujer, junto con un
grupo de profesionales del sector
público y de Organizaciones No
Gubernamentales (ONG), y se dio a la
tarea de elaborar un plan nacional,
con el objetivo de atender y prevenir
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la violencia contra las mujeres, pero,
sobre todo, de motivar a los Estados
miembros de convenciones, acuerdos
y declaraciones, a ratificarlos, luego
de haberlos suscrito, para así
desarrollar, cambiar e implementar
leyes y políticas que combatan la
violencia del género (Proyecto de Ley
de Violencia Doméstica, expediente
No. 11.507).
Conjuntamente con el Estado, la
sociedad civil y los partidos políticos,
el proyecto de ley antes citado fue
aprobado como La Ley contra la
Violencia Doméstica No. 7586, a los
diez días del mes de abril de 1996,
con el apoyo de la mayoría de las
fracciones legislativas, publicada en
diario oficial La Gaceta, número
ochenta y tres del dos de mayo de
ese mismo año.
Con esto, vemos cómo el Estado y la
justicia intervienen cada vez más en
asuntos de índole privada, y las
víctimas de la violencia intrafamiliar
se
ven
obligadas
a
plantear
denuncias,
al
estar
amparadas
legalmente con la aprobación de esta
nueva norma, donde no solo se
regula
toda
manifestación
de
violencia doméstica, sino también se
hace un llamado de atención a los
ofensores, pues se contemplan una
serie de medidas de protección, las
cuales favorecen a las víctimas de
manera que pueden interrumpir este
ciclo de violencia.
La violencia doméstica se encuentra
definida en el artículo 2, inciso a, de
Rhombus
la Ley contra la Violencia Doméstica,
que establece:
Violencia Doméstica: Acción u
omisión, directa o indirecta,
ejercida contra un pariente por
consaguinidad,
afinidad
o
adopción, hasta el tercer grado
inclusive, por vínculo jurídico o
de hecho o por una relación de
guarda, tutela o curatela y que
produzca como consecuencia, el
menoscabo de su integridad
física, sexual, psicológica o
patrimonial. El vínculo por
afinidad subsistirá aún haya
finalizado la relación que lo
originó.
Luego de esta norma, nuestra
legislación, ha aprobado en los
últimos años, leyes en defensa de la
mujer y la familia, tales como la Ley
General de Protección a la Madre
Adolescente, No. 7735, el diecinueve
de diciembre de 1997, y algunas
reformas al Código de Familia.
Asimismo, para facilitar la labor de los
jueces, el Poder Judicial publicó la Ley
contra
la
Violencia
Doméstica
Anotada y Concordada y un Manual
de
Procedimientos
de
Violencia
Doméstica, y emitió una circular que
recordaba los aspectos básicos de su
aplicación
(Corte
Suprema
de
Justicia: Circular No. 60-99).
No podemos olvidar otras situaciones
de máxima violencia como son privar
a los niños de alimento y obligar a las
mujeres a tener relaciones sexuales,
ambos generadores de violencia,
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apoyados por estudios realizados
desde
un
enfoque
de
género
feminista, el cual centra su interés en
los problemas de la mujer, viniendo
así a desatender en parte, las
necesidades de los varones en
general, pero sobre todo del varón
agredido; y es justo aquí, cuando se
presenta la otra cara de la moneda.
Aunque el Código de Familia se
encuentre inspirado en la igualdad
entre cónyuges (artículo 2, Código de
Familia), arrastra conceptos de índole
patriarcal, de responsabilidades y
deberes del varón, frente a una
presunta debilidad de las mujeres, el
cual desde el momento en que, en el
artículo 51 de la Constitución Política
de la República de Costa Rica (1949)
establece que “La familia, como
elemento natural y fundamento de la
sociedad,
tiene
derecho
a
la
protección
especial
del
Estado.
Igualmente tendrán derecho a esa
protección la madre, el niño, el
anciano y el enfermo desvalido”,
presenta de una u otra manera al
hombre como el sexo fuerte, obligado
a proteger a la mujer.
Como es de nuestro conocimiento, el
Derecho de Familia antes de 1949 se
encontraba regulado por el Código
Civil y después de varias reformas a
los artículos que se referían a la
familia, este Derecho pasó a ser
regulado por la Ley No. 5476 del 21
de diciembre de 1973, lo que generó
el nacimiento a nuestro Código de
Familia, llamando así la atención y el
interés por esta disciplina, la cual
Rhombus
estaba basada en un principio tan
importante como lo es la unidad de la
familia (Trejos y Ramírez, 1998).
Datos aportados por la Defensoría de
la Mujer y el Programa de la Mujer
Agredida, entre otros, señalaban la
necesidad de introducir en nuestro
ordenamiento jurídico una norma que
no solo les brindara protección a las
víctimas de violencia familiar, sino
también
los
mecanismos
para
terminar con esto, fines primordiales
del Proyecto de Ley contra la
Violencia Doméstica. También se
buscaba
introducir
un
proceso
especial que fuera conocido por los
Juzgados de Familia, en el que se
sancionaran los casos de violencia
doméstica aunque estos, de una u
otra
manera,
se
encontraran
tipificados y sancionados en otros
códigos o leyes, los cuales resultaban
insuficientes para prevenir y actuar
contra la invisibilidad de este flagelo
vivido en el seno familiar (Proyecto
de Ley contra la Violencia Doméstica,
expediente legislativo No. 11.507).
En la consulta del Proyecto de la Ley
de Violencia Doméstica, en los
aspectos que se referían a la
competencia de esta norma y en
concordancia con el artículo número
167 de la Constitución Política, en el
cual se estipula el funcionamiento y
organización del Poder Judicial, se
manifiesta en su artículo 8 del
Proyecto
de
Ley
de
Violencia
Doméstica (Expediente No. 11.507):
“Serán competentes para conocer y
ordenar las medidas de protección a
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que se refiere el artículo 5 de esta
ley, los órganos jurisdiccionales que
tengan competencia en materia de
familia”. Lo que significa que estos
procesos
serán
tramitados
y
conocidos por los Juzgados de Familia
y en ausencia de estos, por las
Alcaldías Mixtas.
El varón víctima de su propia
superioridad
No hay necesidad entonces de
preguntarnos quién generalmente es
la víctima de violencia doméstica, ya
que sin duda este papel recae sobre
las mujeres, pero ¿acaso los varones
no pueden ser unas posibles víctimas
de la violencia intrafamiliar? aunque
argumentos teóricos y empíricos
demuestren lo contrario, pues le han
atribuido a ellos un rol de poder sobre
la mujer, con lo que se establece así
una gran brecha de desigualdad.
Sin embargo, hoy por hoy, la mujer
no está exenta de ejercer violencia o
maltrato sobre los varones, más bien,
esta situación va en aumento, por lo
menos cuando de agresión verbal se
trata abundan los casos, sin dejar a
un lado las agresiones físicas, tal vez
en
menor
medida,
pues
se
registraron, según el informe del
Estado de la Nación del año 1996,
varones muertos a consecuencia de
malos tratos por parte de su cónyuge
o pareja, como también que la
cantidad de varones agredidos es
mucho mayor que el número de casos
reportados (Estado de la Nación,
1996).
Rhombus
Hoy, tal cual lo expone el informe que
presenta el servicio 911, al mes de
julio del año en curso son más de
ochocientos varones los que han
denunciado a dicho número algún tipo
de abuso o agresión por parte de sus
compañeras y esposas, lo cual implica
que también son víctimas de alguna
forma
de
violencia
intrafamiliar
(Arrieta, 2006).
Igualmente, el catorce de agosto del
presente año, se informó que una
mujer mató a un hombre con el cual
convivía como pareja desde hace
cinco años, al atacarlo con arma
blanca y darle seis puñaladas. Según
testigos (de acuerdo con la noticia),
este hombre era víctima de abusos y
agresiones por parte de su pareja,
desde hace más de dos años, lo cual
conocían sus familiares y vecinos
(Carvajal, 2006).
Ahora bien, esto nos lleva a la
presunción de que el varón no
denuncia o no acude a las instancias
judiciales por creer que la normativa
referente a la violencia doméstica es
sólo para la mujer. Recordemos que
la Ley contra la Violencia Doméstica,
existe y se creó para las mujeres
víctimas de agresión según dice el
expediente legislativo No. 11.507,
donde enfatiza que la mujer con
respecto al varón está en desventaja,
siendo ella a quien están dirigidas las
agresiones y, aunque supuestamente
cuando se aprobó el proyecto, no se
indica género, sexo ni edad, existe
una presunción de que el varón es
siempre el agresor, por lo tanto, se
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nota
desde
ya,
que
existen
discriminaciones desde el punto de
vista de lo masculino y lo femenino,
de la víctima y el agresor, quiénes
merecen castigo y quiénes necesitan
ayuda.
En esta ley se reconoce la violencia
física, sexual y psicológica, pero se
legisla para reprimir la primera, lo
cual viene a favorecer a las mujeres
en dos sentidos, uno sería lo “justo” y
el otro, el “injusto”, por lo tanto, la
favorecen “justamente” por cuanto le
permiten denunciar a los hombres
agresivos que utilizan la violencia
física como forma de control y
dominio sobre la mujer y eso debería
constituirse como un delito que debe
prevenirse y castigarse. La favorecen
“injustamente” en aquellos casos
cuando la mujer es quien ejerce la
violencia psicológica contra el varón,
la cual es difícil de probar y es
minimizada o desatendida por los
jueces ante las posibilidades físicas
de los varones.
Por
lo
tanto,
se
deberían
complementar los alcances de la
legislación vigente, donde el varón se
encuentra desprotegido de un modo u
otro, y es cuando una forma de
interpretar la legislación costarricense
contra la violencia intrafamiliar debe
tener una perspectiva de género que
incluya
la
feminidad
y
la
masculinidad,
y
otorgue
una
verdadera igualdad en el trato de
varones, mujeres, niños y ancianos,
con base en el principio de igualdad,
el cual se encuentra estipulado en el
Rhombus
artículo 33 de la Constitución Política
(1949) que reza así: “Todo hombre es
igual ante la Ley y no podrá hacerse
discriminación alguna contraria a la
dignidad humana”.
Campos y Salas (2002) señalan que
los
ideales
de
masculinidad
prevalecientes en nuestra sociedades
han girado en torno a la destreza,
fuerza física y virilidad, así como
también el de ser el marido
“proveedor”,
garante
y
sostén
económico de la mujer y la familia, lo
que lo coloca en una situación de
poder, y presenta a su vez a la mujer
en desventaja con respecto al varón,
en cuanto a oportunidades sociales de
surgimiento en campos como el
estudio y el trabajo. Es aquí cuando
se
presenta
el
problema
al
parcializarse
y
fragmentarse
el
enfoque de género en el tema de la
violencia
intrafamiliar,
pues
la
concepción es que, en cuestiones de
pareja, el esposo es el que siempre
golpea e insulta a la esposa, ya que la
categoría de “violencia doméstica” no
es gratuita, lo “doméstico” hace
alusión a la mujer, pues ella es la que
siempre está en casa, proyectando la
figura del hombre como agresor y a la
mujer como víctima.
Es aquí cuando el varón como tal se
siente
desprotegido,
pues
las
sanciones estipuladas en las normas
existentes recaen generalmente sobre
él, sin derecho ni siquiera a que se le
aplique el indubio pro agredido,
contemplado en el artículo 13 de la
Ley contra la Violencia Doméstica,
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pues es al varón a quien se le
imponen las medidas de protección,
estipuladas en el artículo 1 de la Ley
contra la Violencia Doméstica (No.
7586 del 10-04-1996), que establece:
“Esta ley regulará la aplicación de las
medidas de protección necesarias
para garantizar la vida, integridad y
dignidad de las víctimas de la
violencia doméstica”. Como vemos
aquí, casi siempre la mujer es quien
resulta ser la víctima, pero puede
suceder
lo
contrario,
como
lo
podemos
interpretar
en
una
jurisprudencia del Tribunal de Familia
Voto No. 44-02, donde el juez A-quo,
ante la duda y la falta de pruebas,
aplica el principio indubio pro
agredido para el demandado, en este
caso, el varón.
La posición jurídica del varón
dentro del concepto de violencia
doméstica
Del año 1996, cuando entró en
vigencia la Ley contra la Violencia
Doméstica, al año 1999, hubo una
importante
actividad
judicial
vinculada con la aplicación de dicha
Ley, lo cual demuestra la aceptación
como recurso de las opciones que
brindaba esta normativa, que se
consideraba una norma “apropiada”
como un producto de la lucha por los
derechos de la mujer, lo cual nos
confirma una vez más, que la
violencia que se genera en el hogar
queda reducida a la figura del varón
que golpea a la mujer, que se ha
estereotipado, además de eso.
Rhombus
Esta Ley no fue diseñada para tratar
a la mujer agredida, sino los
problemas de violencia que se
presentan en el ámbito familiar. Cabe
aquí
destacar
tres
aspectos
fundamentales
que
abarca
esta
norma: primero, los artículos 1 y 2
hacen referencia a los fines de esta y
a las definiciones comprendidas en
ella; el segundo, comprendido por los
artículos que van del 3 al 19 se
refieren a las medidas de protección y
a todo lo referente al proceso judicial;
por último, el tercero, comprendido
entre los artículos del 20 al 24; está
relacionado con el papel del Estado
ante esta problemática de la Violencia
Intrafamiliar (Ley contra la Violencia
Doméstica, 1996).
Ahora bien, si es el varón quien se
encuentra
en
situaciones
de
desventaja ante posibles hechos de
violencia en los cuales él es el
agredido, entonces es cuando más
puede apreciarse que, aunque la Ley
no los restringe a ellos para que
hagan uso efectivo de ella, el número
de varones que presentan las
respectivas
denuncias
judiciales
continúa siendo bajo en comparación
con el de las mujeres. Podría decirse
que la baja incidencia sucede porque
los casos en que el varón es la
víctima son minoría, pero nada más
lejos de la realidad, ya que existen
innumerables situaciones de violencia
contra ellos, como también lo es el
poco acceso a las instancias judiciales
por eso: ¿Existe discriminación por
género en perjuicio del varón en la
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ejecución de los procesos de violencia
doméstica en sede judicial?
Para tratar de responder esta
pregunta podemos empezar por
mencionar uno de los factores que
influye en la baja incidencia de
denuncias
presentadas
por
los
varones víctimas de la violencia
intrafamiliar y su renuencia a acudir a
la sede judicial correspondiente e
iniciar un proceso de violencia
doméstica: el tipo de conocimiento
acerca de la Ley. No es un secreto
que muchos varones piensan que
esta normativa se creó para la mujer
y que, por lo tanto, ella es la única
favorecida con esta legislación, lo que
nos evidencia un alto grado de
ignorancia legal en esta temática para
buscar solución a los problemas que
enfrentan.
A este respecto, Fontena y Gatica
(2002),
al
presentar
un
caso
específico, recogen la opinión de un
afectado (varón) que manifiesta:
“…creo que hay una Ley que salió,
pero no la conozco… la mujer es
favorecida desde el punto de vista
legal, si la mujer diera un par de
coscachos no se iría presa… es la Ley
de la mujer”.
Sin embargo, las pocas denuncias
que los varones entablan de violencia
intrafamiliar, es porque el maltrato es
tal y tan crónico y su tolerancia ha
llegado a tal límite, que pierden el
temor a perder los hijos y hasta el
patrimonio; por lo tanto, volvemos al
punto
de
partida
de
nuestra
Rhombus
interrogante. La violencia en la
familia es la condensación de los
actos y conductas de todos los
miembros del grupo, o sea, todos
estos
son
participantes,
interactuantes y responsables.
Por ende, no podemos dejar de lado
que la mujer también puede ser la
figura agresora, pues tanto quien
provoca como quien responde a la
provocación son parte responsable de
las situaciones de violencia, por lo
que el varón hoy no en vano alega su
invisibilidad ante el problema de
agresión intrafamiliar en la cual él es
la víctima.
Por eso, en relación con los varones
agredidos o víctimas de agresión
familiar, a ellos se les han negado sus
derechos humanos, puesto que su
situación se torna cada vez más
palpable, al ser indiscutiblemente
también víctimas de la violencia
intrafamiliar. Los casos denunciados
hasta el día de hoy no son ni el
reflejo de los casos reales que no
llegan a las instancias competentes,
lo que nos indica la existencia y el
manejo de una “cifra negra” que
oculta la realidad (Gracia 2002).
Sin embargo, a pesar de la existencia
de la discriminación de género en
perjuicio del varón, cada vez son más
los varones que se acercan a los
tribunales a solicitar ayuda, y aunque
desde el aparato estatal no se
desarrollan acciones especializadas
para atender esta situación, en la
sociedad civil sí se están realizando
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esfuerzos
para
problemática.
atender
esta
Pero lo que realmente es nuestro
objetivo es lograr que el varón acuda
a las instancias judiciales a presentar
tantas denuncias como casos haya, y
así entablar un proceso de violencia
doméstica en procura de que la
legislación costarricense llegue a un
nivel de especialización tal, que
garantice la igualdad de trato en la
justicia pronta y cumplida para los
varones,
donde
se
emprendan
cambios legales que permitan asumir
la violencia intrafamiliar contra el
varón, pues esta legislación tiene un
marcado acento femenino y los
profesionales
encargados
de
administrarla
apenas
recién
comienzan a tomar consciencia de
ello (Jiménez 2003).
La Ley contra la Violencia Doméstica
vino a detener de una manera eficaz
la continuidad en el tiempo de los
abusos; sin embargo, ya en la
práctica
dicha
norma
no
ha
funcionado correctamente dentro de
los parámetros fijados por ella, pues
no posee la posibilidad de una
solución integral para los conflictos
que a ella se someten, ni para las
injusticias cometidas hacia el varón
en su papel de víctima y a la vez
demandado, lo cual en la práctica ha
sido comprobado mediante votos que
más adelante mencionaremos.
En esta misma norma se aprecia la
desigualdad en el tratamiento de los
sujetos participantes del fenómeno,
Rhombus
pues observamos ideas y conceptos
que presuponen al varón como
agresor y a la mujer como víctima,
cuando la mujer también puede ser
potencialmente agresora. Podemos
sustentar esta apreciación en el
hecho de que la Ley contempla una
amplia
gama
de
medidas
de
protección en beneficio de la mujer
agredida, pero guarda un silencio
total sobre la imposibilidad de
implementar las mismas medidas
pero tendientes a proteger el varón
agredido, así como también contiene
serias deficiencias procedimentales.
Cabe anotar que en el Proyecto de
Ley de Penalización de la Violencia
contra las Mujeres Mayores de Edad,
actualmente en la corriente legislativa
como un expediente activo, sí se
establecen diferencias y presunciones
en razón del género, y se justifican en
una serie de datos estadísticos
elaborados por la Delegación de la
Mujer, en los cuales se expone en
algunos casos únicamente a mujeres
como
víctimas
de
violencia
intrafamiliar, y a los varones como
ofensores y agresores (Expediente
Legislativo No. 13.874).
Sin embargo, en el mismo expediente
se encuentran datos provenientes de
las llamadas mensuales que se
realizan a la línea 800-300-3000, en
diferentes meses del año 1999 y
2000, en donde sí se reflejan a los
varones (esposos, convivientes, hijos,
padres) como presuntas víctimas y
solicitantes de protección y auxilio
administrativo y judicial.
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Esto, junto con la visión social de
masculinidad
y
otros
prejuicios
producto del machismo, ha creado
una concepción feminista de la
violencia doméstica, que podría
resultar discriminatoria en cuanto al
acceso a la justicia de los varones
ante casos de violencia en su contra
(Campos y Salas, 2002).
Esta concepción se ve amparada en el
artículo
51
constitucional
antes
citado, ya que crea una presunción de
debilidad de las madres, hijos y
ancianos, frente a los varones, a
quienes se les asume como la parte
fuerte de la relación parental.
Pese a que como se indicó, la
redacción de la Ley en general no
hacía distinción de género, en
algunos casos sí podría dejar ciertas
dudas en cuanto a ello. Nótese, que
conjuntamente con la Ley contra la
Violencia Doméstica se promulgaron
decretos ejecutivos y leyes que
obligaban a utilizar ambos géneros en
la redacción de textos, es decir “los
niños y las niñas”, y no utilizar como
se hacía hasta entonces “los niños”
para referirse a ambos géneros.
Aun así, en el artículo primero, en el
segundo párrafo de la Ley contra la
Violencia Doméstica (No. 7586 del
10/04/1996)
se
establece
lo
siguiente:
Los jueces deberán procurar
que los agresores no utilicen
contra las víctimas la presente
Ley, cuyo principio rector es el
Rhombus
artículo 51 de la Constitución
Política.
Le
corresponderá
brindar protección especial a
madres, niños, personas de
sesenta años o más y personas
discapacitadas,
tomando
en
cuenta
las
situaciones
específicas de cada uno.
Al referirse únicamente este artículo a
“los agresores” e indicar que el
artículo rector es el 51 constitucional,
sí crea, al menos a nivel general, sin
considerar el caso concreto, una
discriminación en razón de género en
contra de los varones, que podría
eventualmente
desalentar
a
los
varones mayores de 12 años víctimas
de violencia intrafamiliar a acudir a
solicitar auxilio judicial.
Según los cuadros visibles en el
expediente
legislativo
13.874,
aportados por la Delegación de la
Mujer, de 1250 demandantes por
violencia
doméstica,
todas
son
mujeres y todos los demandados son
varones, lo cual implicaría que no
existe violencia doméstica en contra
de los varones; sin embargo, en los
registros de llamadas a la línea 800300-3000, esto cambia.
Un 4% de las llamadas denunciando
algún tipo de agresión en el año 1999
a dicho número fueron de hombres,
un 2% de las supuestas víctimas de
agresión
en
dicho
año
fueron
varones. Así mismo, se refleja que
entre los agresores están esposas,
exesposas, compañeras, hijas y
exnovias, no solo varones.
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Ciencias Sociales
Esto nos lleva a preguntarnos si son
estas cifras un reflejo de la realidad o
si solo podría existir una cantidad
mayor de casos de violencia en contra
de varones que no se denuncian.
La posición jurídica ventajosa de
la mujer dentro del proceso
Si bien el artículo 1º establece una
posible discriminación de género, que
ocurre de igual manera a lo largo de
las medidas de protección descritas
en el artículo 3, cuando no se refieren
a presuntos y presuntas agresores y
agresoras,
sino
simplemente
al
PRESUNTO AGRESOR (art. 3 de la Ley
contra la Violencia Doméstica), el
artículo 21 sí es abiertamente
discriminatorio, puesto que establece
que el ente rector en materia de
violencia doméstica será el Centro
Nacional para el Desarrollo de la
Mujer y la Familia, hoy Instituto
Nacional de las Mujeres INAMU, lo
cual ya implica per se la no
posibilidad del varón de acudir a
dicha institución (artículo 21 de la Ley
contra la Violencia Doméstica).
Dice este mismo artículo que esta
institución (INAMU) será quien deba
velar por el cumplimiento y ejecución
de la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia CONTRA LA MUJER (el
destacado no es del título original), lo
cual implica una visión feminizada de
la
violencia
que
excluye
expresamente a los varones como
sujetos pasivos de esta.
Rhombus
De igual manera, establece a dicho
órgano
gubernamental
como
regulador y le da funciones, las cuales
también implican discriminación en
función del género en perjuicio de los
varones y su posibilidad de acceso a
los recursos estatales para prevenir y
combatir la violencia doméstica, por
ejemplo, la función tercera que
expresamente dice: “Fortalecerá el
conocimiento y la observancia del
derecho de la mujer a una vida libre
de violencia y a que se le respeten y
protejan sus derechos” (el destacado
no es del original) (artículo 21 de la
Ley contra la Violencia Doméstica).
Este
inciso
es
claramente
discriminatorio, por cuanto deja de
lado al varón como sujeto de
derechos, lo que hace suponer que
bajo los ojos del legislador el hombre
varón es consciente de sus derechos
mientras que las mujeres no (estas
necesitan ayuda, los varones no), sin
justificar la razón del diferente trato,
a personas que en principio y ante la
ley son iguales.
Este artículo no fue parte del proyecto
inicial que se presentó ante la
Asamblea Legislativa, sino que fue
propuesto vía moción en el transcurso
de la discusión del proyecto, lo cual
refuerza la naturaleza protectora de
las mujeres y los niños que esta ley
tiene.
Sin ignorar los abusos y agresiones
de las que han sido y son víctimas
miles de mujeres en nuestro país, lo
cierto es que este conjunto normativo
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no es una ley para prevenir la
violencia doméstica y realzar el
respeto por la dignidad humana, sino
que es una norma para prevenir la
violencia doméstica en contra de las
mujeres y el respeto por la dignidad
de estas y no del género humano,
como
en
derecho
corresponde
(Expediente Legislativo No.11.507).
En la presentación y justificación del
proyecto
de
Ley,
nuevamente
impulsado con una nueva propuesta
en el año 1993, un año después de
haberse recibido el primero, se indica
con claridad la orientación protectora
de la mujer que dicho proyecto tenía,
marcando desde ese momento los
fines que se pretendían cumplir con
dicha Ley y la reivindicación social de
la mujer que se esperaba con dicha
normativa. Al respecto se menciona
en la presentación del proyecto lo
siguiente
La discriminación que sufren las
mujeres
abarca
todos
los
ámbitos de la sociedad. La
familia no es la excepción y es
precisamente ahí donde las
mujeres están siendo más
violentadas generalmente por
su esposo y compañero (…) Es
alarmante el hecho de que
alrededor del 40% de las
familias costarricenses están
siendo afectadas por alguna
forma de violencia (física,
psicológica,
sexual
y
económica), donde las víctimas
de
las
mismas
son
mayoritariamente
mujeres,
adolescentes, niñas y hijos,,
Rhombus
donde los principales agresores
son los esposos, compañeros y
padres…(Expediente Legislativo
11.507).
Actualmente, la realidad nos dice que
muchas mujeres ejercen un rol de
fuerza y control en sus hogares, aún
con presencia de varones en ellos
como parejas. Muchas mujeres son
profesionales,
económicamente
activas y autosuficientes, y en
algunos casos (tal vez muchos) aún
con esposo o compañero son el
sostén económico del hogar.
Esto si bien puede generar violencia
en su contra, también cambia el eje
de poder, por lo que la presunción de
debilidad que fue en su momento
establecida principalmente en razón
de
dependencia
económica,
vulnerabilidad e ignorancia, quede
fuera de contexto y razón, máxime
cuando las mujeres luchan por
igualdad sin discriminación, lo cual
implica a su vez ausencia de
privilegios o trato preferencial en
razón de su sexo o género.
A partir de la lectura objetiva de esta
ley, es justo decir que se crean dudas
en el lector en cuanto a las
posibilidades de un varón de acudir
con ella a los estrados judiciales en
busca de auxilio. La interpretación
requiere conocimientos jurídicos y
manejo de herramientas propias del
especialista en Derecho, que no tiene
el hombre común, iletrado, no
abogado, sencillo, entre otros, para
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quien en principio
destinada esta Ley.
también
está
Al crearse una organización para la
defensa de los derechos de las
mujeres y darle a esta la rectoría en
materia de violencia doméstica, y no
crearse una institución similar que
defienda a los varones, se da una
clara indefensión como resultado de
un trato desigual, que genera una
imposibilidad psicológica y jurídica de
acudir a los tribunales de justicia, y
responde
ideológicamente
a
la
orientación inicial del proyecto de ley:
proteger a las mujeres de la violencia
masculina.
Mientras una mujer puede acudir al
Patronato Nacional de la Infancia
(PANI) para que le protejan a sus
hijos de una agresión, y acudir al
INAMU para presentar una denuncia
de violencia doméstica, un varón no
sabe con certeza a cuál institución
debe acudir para ser asesorado, sin
contar que existe sobre él una
presunción de culpabilidad o de
fortaleza con la cual tendrá que
luchar (artículo 51 de la Constitución
Política y artículo 1º de la Ley contra
la Violencia Doméstica).
En apariencia, como antes se indicó,
la Ley no hace distingo de género; sin
embargo, la aprobación del proyecto
que le dio origen y su respectiva
discusión, sí tuvo una clara dirección:
proteger a las mujeres de la violencia
de la cual eran víctimas por parte de
varones. Tal es así, que fueron los
grupos de organizaciones de mujeres
Rhombus
los que fueron recibidos en las
audiencias
de
la
Comisión
Permanente de Asuntos Sociales de la
Asamblea
Legislativa,
y
fueron
igualmente estos grupos a nivel
nacional quienes dieron su apoyo por
escrito a este proyecto y quienes
tuvieron real injerencia en el proceso
de aprobación de la ley (Expediente
Legislativo No. 11507).
Esta visión femenina de la ley no solo
la tuvieron los grupos externos al
plenario legislativo o únicamente las
legisladoras defensoras del proyecto,
sino que también se dio a lo interno
de la misma comisión, tal es así que
en la sesión de la Comisión
Permanente de Asuntos Sociales
número 29, de las trece con treinta
horas del cinco de julio de mil
novecientos noventa y cuatro, el
diputado
VILLALTA
FERNÁNDEZ,
miembro de dicha comisión, entre
otros comentarios, hizo el siguiente:
También debemos tener en
cuenta que en todo momento el
texto está orientado tomando
como agresor al hombre. En
algunas partes puse a la mujer
también, porque la realidad es
que se da en las dos líneas. Si
ustedes leen todo el texto, este
está dirigido, como es obvio por
razones lógicas, hacia la mujer;
pero
también
convendría
introducir que la agresión puede
ser de la mujer hacia el
hombre. No son muchos los
casos,
pero
sí
los
hay
(Expediente
Asamblea
Legislativa No. 11507).
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Pese a que el primer proyecto
presentado a la Asamblea así como la
redacción final de la Ley en cuestión
no indican que esta norma es para la
protección de las mujeres, su espíritu
sí lo es, y lo fue durante su discusión
y aprobación. Pruebas de esto se
encuentran a lo largo de las muchas
discusiones de este proyecto, en cada
una de las actas de la Comisión, en
las participaciones de los señores
diputados en las sesiones plenarias
en donde se discutió el proyecto. La
diputada ALBÁN LÓPEZ, en la sesión
de las trece horas del diecinueve de
julio manifestó lo siguiente:
Realmente a mí, como mujer y
costarricense, me llena de gozo
que al fin en esta comisión y en
el
foro
de
la
Asamblea
Legislativa, estemos tratando
de legislar y dictaminar un
proyecto de tanta importancia,
para uno de los sectores más
vulnerables de la población
costarricense
(Expediente
Legislativo No.11.507).
Igualmente, continúa manifestando
dicha legisladora, en esta misma
sesión:
Es
por
eso
estimados
compañeros, que quiero decir
antes de concluir, que pienso
que la violencia no es cuestión
de las mujeres, que la violencia
doméstica contra las mujeres,
los niños y los ancianos en este
país es cuestión de todos…”
(Expediente
No.11.507).
Rhombus
Legislativo
La Ley contra la Violencia Doméstica
es una norma tramitada con la
finalidad de proteger a las mujeres,
niños y ancianos víctimas de alguna
forma de violencia. Esto es posible
concluirlo gracias a la lectura integral
del expediente legislativo de cita, de
las actas de discusión de la comisión
en la cual se tramitó el proyecto y de
los informes que los asesores
legislativos realizaron referentes a
este proyecto.
Según una de las ampliaciones de
uno de los informes rendidos dentro
de la tramitación del expediente
citado, este proyecto respondió a la
necesidad
de
impulsar
leyes
protectoras
de
los
sectores
vulnerables de nuestra sociedad,
principalmente
la
mujer
niña,
adolescente y adulta, e indica que
ya existía en la Ley de Promoción
Social de la Mujer, conocida como Ley
de
Igualdad
Real,
una
norma
sumamente completa que regulaba el
procedimiento cautelar en caso de
violencia
contra
la
mujer;
sin
embargo, no había surtido los efectos
deseados por diferentes problemas de
aplicación de la Ley, entre otros, la
falta
de
conocimiento
de
las
beneficiarias de dicha normativa, de
los procedimientos y existencia de
esta
(Expediente
Legislativo
No.11.507).
Para que una ley de esta naturaleza
sea efectiva debe tener la promoción
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e impulso suficiente para llegar a
aquellos que serán sus usuarios. Si
como se dispone en la Ley contra la
Violencia Doméstica en su artículo 21,
la promoción y divulgación de esta ley
corresponde al INAMU, que es por
disposición de la norma que la creó,
una institución protectora de las
mujeres, la línea de divulgación será
a favor de la prevención de la
violencia contra las mujeres, formas
de acceso a los recursos que prevé la
ley así como los derechos y medidas
de protección a su favor, y se dejarán
por fuera los derechos que podrían
también tener los varones que sean
víctimas de una situación de violencia
intrafamiliar.
En el expediente ya citado se
recomienda una serie de medidas, de
las cuales, según su redacción, se
desprende
la
posibilidad
de
promocionar
la
ley
y
sus
componentes
a
nivel
general.
Igualmente, considera como probable
la existencia de AGRESORAS, no
solo agresores; sin embargo, esto no
quedó plasmado en la redacción final
de lo que hoy es la ley.
Esta situación se agravará de ser
aprobada (nuevamente) la Ley de
Penalización
de
la
Violencia
Doméstica
contra
las
Mujeres
Mayores de Edad, por cuanto esta ley
crea abiertamente la presunción de
debilidad de las mujeres, penaliza la
violencia doméstica en contra de
estas (únicamente) y deja por fuera
la violencia contra los varones, como
si
esta
no
existiera
o
fuera
Rhombus
insignificante, tal cual se afirmó en el
plenario legislativo cuando se discutió
y aprobó, con lo que se creará una
clara discriminación en el trato y
acceso a la justicia entre víctimas de
un mismo fenómeno (Expediente
legislativo número No. 13874).
En esta ley se crean tipos penales
propios, en los cuales las víctimas o
sujetos pasivos de la acción descrita
por la norma serían únicamente las
mujeres, y se dejaría sin regulación
análoga con la misma fuerza y rigor,
casos en los cuales estas sean las
agresoras y las víctimas un varón. En
estos casos se deberá remitir no ya a
esta ley, sino a lo dispuesto por el
Código Penal, y se deberá hacer
previamente
un
estudio
de
subsunción de la conducta agresora
dentro
de
los
tipos
penales
contemplados por este.
Debe fomentarse el respeto a la
dignidad humana sin distingo de
género, de manera que se luche por
erradicar todo tipo de violencia dentro
del núcleo familiar sin distinguir el
sexo de la víctima o del agresor.
A su vez, deben crearse instituciones
que no respondan a una orientación
sexista ni discriminatoria en función
de roles sociales aprehendidos o
aceptados, sino que estén orientados
a la prevención y erradicación de la
violencia en general, sin importar
condición social, género, orientación
sexual, etc. Solo así, y sin dividir y
distinguir en un fenómeno que no
distingue como es la violencia
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Ciencias Sociales
intrafamiliar,
se
podrá
luchar
objetivamente contra los abusos y
vejaciones dentro de lo que debería
ser el lugar más seguro de un ser
humano: su hogar.
La interpretación judicial
Frente al estudio de la ley así como
del expediente legislativo que le dio
forma y origen, debe estudiarse la
interpretación judicial que de ella han
hecho
los
despachos
judiciales
competentes en la materia, el
concepto
judicial
de
violencia
doméstica, y la posición jurídica que
como víctima han tenido los varones
a lo largo de diez años de aplicación
normativa.
A modo de muestra, se hizo el
estudio del libro de entradas de
procesos de violencia doméstica en el
Juzgado Primero de Familia de San
José, teniendo como objeto de
estudio los casos ingresados desde el
primero de julio del año 1997, hasta
el treinta de junio del año 1998,
frente al estudio de las denuncias y
resoluciones judiciales del año que va
del 2005 a marzo del 2006, por
cuanto comprobamos que aunque
han
aumentado
un
poco
en
porcentajes
las
denuncias
interpuestas por los varones, los
fallos no han sido a su favor. A partir
de julio de 1997, este despacho
judicial
realizó
un
registro
independiente a la tramitación del
Juzgado, y creó un libro de entradas
específico para la materia de violencia
doméstica.
Rhombus
Igualmente,
se
estudiaron
las
resoluciones
del
TRIBUNAL
DE
FAMILIA que conoció en segunda
instancia las sentencias de los
procesos de violencia doméstica entre
el año 2005 y el 2006. Estas
resoluciones son visibles en la base
informática de datos que el Poder
Judicial tiene a disposición de los
usuarios bajo la página electrónica
http://200.91.68.20/scij/index_pj.asp
, en Tribunal de Familia, bajo los
caracteres
Derecho
de
Familia,
Violencia Doméstica. El estudio se
limita a las sentencias antes indicadas
dada la imposibilidad de conocer los
expedientes judiciales, ya que la
materia de familia y propiamente
violencia doméstica no es de acceso
público, sino que es privada de las
partes y sus abogados.
En el caso del Juzgado de Familia del
Primer Circuito Judicial, entre el
primero de julio del año 1997 y el
treinta de junio del año 1998, se
registraron
201
denuncias
por
violencia doméstica, de las cuales 13
fueron presentadas por varones en
contra de mujeres, lo cual equivale al
6.46% de las denuncias recibidas en
dicho lapso (Libro de entradas de
denuncias por violencia doméstica en
Juzgado Primero de Familia del
Primer Circuito Judicial de San José).
En el caso de las resoluciones
judiciales, se escogieron al azar 16,
en
virtud
de
los
caracteres
seleccionadores
indicados
en
el
sistema, como “víctima”, “varón”,
“violencia doméstica” y “mujer”. De
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estas
16
resoluciones,
6
corresponden
a
sentencias
de
segunda instancia en procesos de
violencia doméstica cuya denuncia
fue interpuesta por varones en contra
de su pareja, esposa, exesposa, novia
o exnovia.
De estas 6 denuncias, en primera
instancia se levantaron las medidas
ordenadas interlocutoriamente en 5
casos, principalmente por no contar el
denunciante con pruebas (en algunos
casos suficientes y en otra por no
llevar del todo), no constituir a juicio
del juez violencia intrafamiliar, no
haber
demostrado
la
relación
asimétrica
de
poder
o
por
imposibilidad de aplicar el principio
indubio por víctima o pro agredido
(http://200.91.68.20/scij/index_pj.as
p).
En los 5 casos hubo apelación por
parte del varón presunta víctima y
solo en un caso se revocó la
sentencia y se mantuvieron las
medidas a favor del denunciante
varón. De la lectura integral de las
resoluciones de alzada, es posible
determinar que a ningún varón se le
aplicó el principio de indubio pro
agredido, aun cuando los hechos
denunciados suponían hechos dados
en la intimidad de la relación de
pareja, situación que sí se consideró
al menos en dos de las resoluciones
en donde la presunta agredida era
una
mujer
(http://200.91.68.20/scij/index_pj.as
p).
Rhombus
Los procesos cuya sentencia de
primera
instancia
fue
apelada,
provenían de Alajuela, San José,
Cartago y Desamparados.
En el caso de las denuncias
interpuestas ante el Juzgado de
Familia, de las 13 denuncias, 8
llegaron hasta sentencia, 1 de estas
fue apelada, 2 fueron archivadas, 2
fueron desistidas y en otro caso se
indicó terminada en la misma fecha
de su presentación.
A pesar de que los varones recurren
menos a los diferentes juzgados de
violencia doméstica en comparación
con las mujeres, también es cierto
que
sus
denuncias
son
más
rechazadas por aspectos tanto de
forma como de fondo, y les son
aplicados con mayor rigidez los
criterios técnicos que como se les
aplican a las presuntas víctimas
mujeres.
De la misma forma se accedió a la
página antes dicha del Poder Judicial,
pero esta vez ingresando con los
caracteres DERECHO DE FAMILIA,
TRIBUNAL DE FAMILIA Y SEVICIAS.
Se escogieron aquellas en las cuales
el actor fuera un varón. Se estudiaron
7 resoluciones que correspondían a
demandas de divorcio interpuestas
por varones o reconvenidas por ellos,
y cuya causal aducida para el divorcio
fue sevicias.
De los 7 casos, solamente en uno fue
declarada con lugar la demanda y en
los otros 6 no. En todos estos, con
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excepción de uno, en el cual se
determina que el actor es quien
incurre en la causal de sevicia en
contra de su esposa e hijos, se
establece que es posible que sí
existen problemas y malos tratos por
parte de la esposa del actor hacia
este; sin embargo, en todos se
considera que no hay suficientes
elementos para tener por demostrado
que esos malos tratos constituyen el
tratamiento
cruel,
humillante
y
denigrante que exige la sevicia, y de
existir no fue en ninguno de los
casos, ni para el juez de primera
instancia
ni
para
el
Tribunal
constantes
por
lo
tanto
no
constituyeron la causal de sevicia,
aunque, como se explicó antes,
existían malos tratos por parte de la
esposa y en dos de estos casos
existían
denuncias
de
violencia
doméstica por parte de los varones
contra sus esposas.
Nuestro criterio, después del estudio
de las resoluciones, es que existe
violencia intrafamiliar en contra de los
varones; sin embargo, el acceso a la
justicia por parte de estos es más
difícil que en el caso de las mujeres.
De la comparación entre resoluciones,
es posible determinar que existe una
rigidez más pronunciada en el
momento de aplicar normas y
principios
cuando
el
actor
o
denunciante es un varón que cuando
en situaciones iguales la denunciante
o actora es una mujer, situación
expuesta con mayor claridad al
aplicarse el principio de in dubio pro
agredido o valorarse la prueba en el
Rhombus
caso de divorcios interpuestos por los
esposos cuya causal sea sevicias en
su contra.
De los casos estudiados tanto de
violencia doméstica como de divorcio,
los varones denunciaban algún tipo
de violencia emocional o psicológica,
pero no física; sin embargo, en el
periódico Al Día, del 25 de julio del
presente año, se informa cómo al
servicio de emergencia 911, 836
varones, del 1º de enero al 30 de
junio de este año, denunciaron ser
golpeados o tener miedo de serlo, por
parte de sus esposas.
Los registros informáticos de los
juzgados de violencia no registran
denuncias diarias por parte de
varones como víctimas directas o en
nombre de sus hijos, de violencia
intrafamiliar; sin embargo, en dicha
noticia se indica como al menos 3
varones llaman al 911 denunciando
diariamente una situación de abuso
en su contra por parte de su pareja
(http://www.aldia.co.cr/ad_ee/2006/j
ulio/25/nacionales1.html).
En este artículo queda evidenciado
cómo no existe una institución oficial
que defienda o represente por parte
del Estado a los varones como
víctimas, ya que se le consultó su
opinión a la Asociación de Padres
Separados de Costa Rica y al INAMU,
pero
no
a
ninguna
institución
gubernamental que atienda a varones
víctimas de violencia.
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Si bien es cierto que no puede
compararse la incidencia de casos de
violencia doméstica contra varones y
contra mujeres, tampoco es correcto
minimizar esta situación, negar su
existencia o tacharla de insignificante
como lo hace la señora Judith Salas,
quien declara como encargada de la
Oficina
de
la
Mujer
(http://www.aldia.co.cr/ad_ee/2006/j
ulio/25/nacionales1.html).
Conclusiones
Hemos tratado de adentrarnos en la
razón de ser de una de las leyes más
importantes en materia de familia
que actualmente se encuentran
vigentes, con el fin de determinar si
existe en razón de género algún tipo
de discriminación en contra de los
varones. En el desarrollo de la
elaboración de este artículo hemos
llegado a la conclusión de que sí
existe una discriminación en razón del
género en perjuicio de los varones en
materia de violencia doméstica, desde
la ley hasta la ejecución de esta en
vía judicial, cuando estos son las
víctimas de algún caso o modalidad
de violencia intrafamiliar por parte de
sus compañeras o parejas mujeres.
Causas de esto podrían encontrarse
en patrones de conducta aprendidos,
costumbres,
valores,
edad
y
escolaridad,
entre
otros,
pero
principalmente
por
el
carácter
femenino de la Ley contra la Violencia
Doméstica y el desconocimiento que
las víctimas de violencia intrafamiliar,
principalmente varones, tienen de
esta, pues están convencidos de que
la norma
mujeres.
Rhombus
fue
creada
solo
para
Esta concepción o idea no está muy
lejos de la realidad, pues a lo largo
del estudio efectuado al expediente
legislativo No. 11.507, pudimos
demostrar que efectivamente esta
normativa desde el momento que
nació el proyecto de ley hasta que se
promulgó como tal, se fundamentó en
que las mujeres eran las únicas
agredidas por sus parejas, padres y
hermanos dentro de su hogar y, por
lo tanto, hacía falta una ley especial y
propia dentro del derecho de familia,
que tratara de prevenir y erradicar el
ciclo de la violencia que estaba
flagelando nuestros hogares, puesto
que hasta el momento de inicio de
discusión de dicha ley, la violencia
intrafamiliar no estaba regulada de
manera directa y se debía acudir a
normas supletorias del ordenamiento
penal especial y general y de familia.
De igual manera, tanto en el
expediente
legislativo
como
en
nuestra carta magna en su artículo
51,
del
cual
partimos
para
fundamentar nuestro problema, se
manifiesta de forma muy clara la
discriminación que existe hacia el
varón, ya que de una u otra forma se
trata de proteger siempre a la mujer,
quien se presume débil, indefensa y
desvalida, colocando en una supuesta
superioridad jurídica al varón, a quien
se le resta en buena parte su
capacidad como ser humano de ser
vulnerable, capaz de sentir y de vivir
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también la violencia intrafamiliar en
su condición de víctima.
En modo alguno queremos obviar que
la mayoría de los casos que se
denuncian son de mujeres agredidas
por sus parejas, pues esto es una
realidad vivida desde hace mucho
tiempo, la cual ha llegado a
convertirse no solo en un problema
social, sino también en un problema
de salud pública; sin embargo, los
varones pueden ser y de hecho son
víctimas de este fenómeno, lo cual se
demuestra en el incremento de
denuncias reportadas al 911 y a los
juzgados
especializados
en
la
materia, entre otros, donde si bien en
número no son comparables con las
denuncias de las mujeres, sí se dan.
Esto nos lleva a la conclusión de que
aunque sea menor la cifra de las
denuncias reportadas por los varones
agredidos
por
sus
parejas,
la
violencia intrafamiliar femenina en
contra de los varones sí existe.
La concepción social y legislativa de
que la Ley contra la Violencia
Doméstica es una norma de corte
feminista que únicamente protege a
las
mujeres
está
hondamente
grabada en la visión social de la
violencia y de conceptos como el de
masculinidad. La ley como tal y su
ejecución, en virtud de los principios
informadores del Derecho de Familia
no hacen más que reafirmarla, y
dejar a los varones indefensos ante
situaciones abusivas y agresoras de
sus compañeras, sean estas de hecho
o sus esposas.
Rhombus
Para lograr minimizar esta diferencia
de estatus jurídico que se da por
discriminación por género en perjuicio
de los varones, propiamente en
materia de violencia doméstica,
proponemos lo siguiente:
•
•
•
•
Un cambio de redacción en el
artículo 51 de la Constitución
Política de Costa Rica, que proteja
a las partes débiles del vínculo
familiar, independientemente del
género.
De no reformarse el artículo
constitucional
antes
indicado,
reformar el artículo primero de la
Ley contra la Violencia Doméstica,
en el sentido de suprimir cualquier
redacción
que
implique
discriminación en razón de género,
es decir, eliminar la referencia
obligatoria
al
artículo
51
constitucional.
Que se reforme el capítulo V de la
ley indicada, de manera que se
confiera a una institución que
actué sin distinción de género, las
funciones de regulador y ejecutor
de los planes de erradicación de la
violencia intrafamiliar, quitándole
al INAMU dichas funciones dada la
visión
parcializada
que
esto
implica.
Creación de campañas en contra
de la violencia intrafamiliar sin
distingo
de
género
a
nivel
nacional, con indicación clara de la
igualdad ante la ley de mujeres y
varones frente a hechos de
violencia, medios de acceder a los
procesos judiciales, protección,
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derechos y centros de apoyo y
asesoría.
Campaña de concienciación a
funcionarios judiciales sobre la
condición humana y social de los
varones víctimas de violencia
doméstica, tendiente a erradicar
cualquier tipo de discriminación en
el acceso a la justicia y sus
resultados.
Campaña
interdisciplinaria
tendiente
a
romper
con
estereotipos
discriminantes
y
agresores relacionados con la
masculinidad/feminidad y roles
sociales establecidos.
Somos conscientes de que la reforma
al artículo 51constitucional implicaría
un cambio en la concepción de familia
que tiene nuestro país; que requiere
voluntad política y madurez social,
que podríamos no tener; y que podría
llevar a una situación caótica y
abusiva de quienes efectivamente se
aprovechan
de
una
relación
asimétrica de poder.
Por esta razón consideramos como
viable la reforma al artículo primero y
capítulo quinto de la Ley contra la
Violencia
Doméstica,
ya
que
regularían el problema no como un
problema de un grupo social de un
género específico, sino como una
situación que afecta a personas que
sufren sin importar su sexualidad.
La creación de un órgano rector de
las campañas contra la violencia
intrafamiliar y cualquier clase de
abuso que se dé dentro del concepto
Rhombus
de familia y relaciones de poder, es
vital para que se luche integralmente
contra la forma más cruel de abuso y
agresión, que es la violencia en el
seno de la familia.
Si se crea un órgano que luche contra
la violencia, no por los varones ni por
las mujeres, se puede llegar a
soluciones integrales ante un flagelo
que no distingue género, raza,
religión, condición económica o edad.
La violencia no discrimina, el hombre
sí, y la ley no debería fomentar esta
discriminación.
Al crearse una única institución que
asesore a hombres y mujeres, que
lleve a cabo las campañas nacionales
o
locales
contra
la
violencia
doméstica, sin desigualdad o trato
preferencial hacia un género en
perjuicio del otro, sí se lograría llegar
a la tan aspirada igualdad de género
por la que miles de mujeres hemos
luchado a lo largo de los años.
El acceso a la justicia, a la asesoría, a
la protección y a la información por
parte del Estado no puede ser
monopolio por ley de un género,
porque esto, en lugar de erradicar la
violencia y la desigualdad, las afianza,
las hace evidentes y, en algunos
casos, las recrudece.
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