Incendio de la Compañía 8 de Diciembre de 1863 III

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8 DE DICIEMBRE DE 1863
INCENDIO DE LA IGLESIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
ORIGEN DE LA CREACIÓN DEL CUERPO DE BOMBEROS DE
SANTIAGO.
Monumento a las víctimas del incendio de la Compañía, ubicada actualmente en el frontis Cementerio
General. Colección Museo Histórico Nacional.
Departamento Educativo
Museo Histórico Nacional
1593 llegada de los Jesuitas a Chile:
El 11 de Abril de 1593 arriba a Santiago de Chile la Orden de La Compañía de
Jesús, con la misión específica de establecer una residencia en “el corazón y cabeza del
Reino”, para de allí afirmar su presencia y labor en todo el resto del territorio. Para esta
tarea, se escogieron siete hombres, los que fueron dirigidos por el experimentado
sacerdote Baltasar de Piñas, quien fuera compañero inseparable de San Ignacio de
Loyola, santo Fundador de la Orden.
Este primer grupo de jesuitas fue alojado en el convento de Los Dominicos. El
recibimiento fue vibrante y los vecinos aportaron con 4.000 pesos para la nueva Orden,
dinero que se destinó a la compra de dos solares en el centro de la ciudad muy cerca de
la Plaza de Armas, lugar mismo de su fundación.
Historia del Templo:
Apenas llegaron los jesuitas construyeron una pequeña iglesia de adobes, que
fue necesario luego demoler por el deplorable estado en el que se encontraba. De
inmediato se iniciaron los trabajos para levantar un segundo templo, ya no tan modesto
como el anterior, sino de grandes proporciones y sólidos materiales. Sin embargo,
nuevamente vino un terremoto “gigante” el 13 de mayo 1647, que lo arrasó hasta sus
cimientos. Sobre sus ruinas, se levantó un lujoso templo, el que también fue arruinado
por el terremoto del 8 de julio de 1730, el que sería luego reparado, imprimiéndole la
suntuosidad recargada propia del siglo XIX.
Hacia 1767, la Compañía de Jesús fue expulsada de España y sus colonias, por
real cédula del 26 de Agosto de ese año y dictada por el rey Carlos III, que incluía la
confiscación de todos sus bienes y la interrupción de sus obras, lo que causó un
considerable daño al país, especialmente a su desarrollo científico y educativo.
La Orden retornaría a Chile en el año 1816, volviendo a ocupar sus templos y a
desplegar una ardua tarea tanto educativa como pastoral que se extiende hasta la
actualidad a través de instituciones como; los Colegios San Ignacio, la Universidad
Alberto Hurtado y el Hogar de Cristo, institución líder en América en atención a los
más necesitados.
Durante los años en que la Iglesia de la Compañía, como se llamó al Templo
Jesuita, permaneció cerrada, estuvo a cargo de los religiosos de la Orden de la Merced;
pero en la noche del 22 de Diciembre de 1769, ocurrió un incendio en la Catedral
Metropolitana, la que entonces fue reemplazada por la Iglesia de la Compañía, que
ocuparía su lugar hasta su restauración.
Luego, este Templo volvería a ser destruido, esta vez por un gran incendio, la
noche del 31 de Mayo de de 1841, que lo dejaría en ruinas y cuyo origen se atribuyó a
una lechuza empapada en aguarrás, que dejaron escapar los alumnos del Instituto
Nacional, la que habría volado hacia el campanario de la iglesia. Ese incendio destruyó
la techumbre y la gran torre del templo, pero como había sido ya costumbre, la
reconstrucción comenzó de inmediato y la reinauguración se realizó solemnemente el
día 4 de Abril de 1847.
Incendio de la Iglesia de la Compañía, Colección Archivo Fotográfico Museo Histórico Nacional
8 de Diciembre de 1863:
En noviembre de 1855, en pleno mes de María; y en la última noche de
celebración, el presbítero don Juan Bautista Ugarte fundó la institución de las Hijas de
María, con el fin de sostener y fomentar la devoción Mariana. La congregación reunió
pronto a 7.000 afiliadas, despertando la envidia de las antiguas devociones y
congregando cada año a
una inmensa cantidad de mujeres devotas de entre las
principales familias de la ciudad.
Es así como el día 8 de Diciembre de 1863, la iglesia se encontraba abarrotada,
principalmente por mujeres, porque correspondía el cierre del Mes de María. Se había
decorado el Templo con más de 7.000 luces, 1.200 globos de color, flores y adornos de
tul, que se había puesto en las paredes, las pilastras y los pedestales de las imágenes.
El arzobispo Valdivieso, que no miraba con buenos ojos el lujo y colorido que
el señor Ugarte había impreso al culto de María, descendió de su carroza en frente del
templo e inspeccionó los pomposos preparativos, salió algo abatido, repitiendo como
estribillo “¡Prudencia, prudencia, prudencia!”.
Desde las tres de la tarde, el gentío esperaba la apertura de las puertas. Las
damas mas distinguidas de la aristocracia y las jóvenes más conocidas de Santiago se
disputaban los sitios más privilegiados y nadie quería perderse esta la magnífica
celebración.
A las 5 de la tarde, se oyó el ruido de las llaves y de los cerrojos que anunciaban
la apretura de las puertas, lo que vino después fue un verdadero frenesí por ingresar al
interior de la iglesia. El templo quedó atestado y no era posible que entrara una persona
más.
Los sacristanes empezaron la laboriosa tarea de encender las más de 7.000 luces
de velas, de parafina y algunas de gas portátil.
Cerca de las 7 de la tarde comenzó la terrible tragedia. En el altar mayor y a los
pies de la imagen de la virgen se inicio el incendio, el viento provoco que la llama de
un vaso inflamara los hilos de tul de una de las flores que adornaban. Un hombre intentó
sofocar el fuego, de un soplo con la boca. Las chispas que despidieron los hilos con el
soplo, alcanzaron otras flores. El hombre en vez de dejar que se consumieran las pocas
flores que ardían y que además estaban aisladas, se quito la chaqueta y la comenzó a
golpear con energía, con la intención de apagar el fuego. Esta vez no fueron cuatro o
cinco, sino centenares de chispas, las que despidieron las flores incendiadas.
Entonces resonó en las altas bóvedas el grito siniestro de Fuego!!! Fuego!!! Y
comenzaron las llamas a subir, a propagarse y a tomar cuerpo en las galerías superiores,
cuya lujosa y abundante ornamentación facilitaba enormemente la obra de destrucción y
de muerte.
No se pudo sofocar el fuego, el que comenzó a tomar proporciones alarmantes.
El peligro era ya una amenaza y las miles de mujeres que hasta ese momento sólo eran
testigos del incendio, se pusieron todas en movimiento a la vez, empujadas por el
mismo resorte, y queriendo escapar de la hoguera, se precipitaron en masa a las
puertas, obstaculizándolas completamente. Era el principio de la tragedia.
Mientras tanto el fuego había alcanzado la cúpula y
tomado proporciones
inmensas. Las llamas se comunicaban por toda la techumbre. Lo que luego continuó fue
realmente desgarrador.
Monumento erigido a la memoria de las víctimas del incendio de la Iglesia de la Compañía en 1873,
ubicada en los jardines del Congreso Nacional de Santiago. Fotografía 1920, Colección Archivo
Fotográfico Museo Histórico Nacional.
La
concurrencia
continuaba
agolpándose
en
las
puertas,
intentando
infructuosamente salvar sus vidas. Los hombres más fuertes intentaban vanamente
rescatar desde el montón de mujeres, aunque sea a alguna pobre desdichada, que ya
comenzaban a recibir sobre sus cabezas trozos de madera incendiados que se
desprendían desde la techumbre y la cúpula.
Media hora desde iniciado el incendio, ya no era posible rescatar a ninguna
persona. Eran las ocho de la noche y el fuego dominaba las alturas de la iglesia, ya todo
había terminado.
En el incendio de la Compañía murieron alrededor de 2.000 personas, en su
mayoría mujeres. Los restos irreconocibles de los fallecidos fueron depositados en el
frontis del Cementerio General, en donde se erigió un monumento en su honor.
A un costado del Congreso Nacional en Santiago de Chile, donde se encontraba
la Iglesia de la Compañía de Jesús, se levantó un hermoso jardín, que en el centro
(lugar donde se encontraba el altar mayor) posee una escultura que recuerda a los que
allí murieron trágicamente.
Debido a esta horrible tragedia se crea el Cuerpo de Bomberos de Santiago,
cuerpo que funciona sólo con voluntarios, que recurren a los siniestros arriesgando su
propia vida.
Ruinas de la Iglesia de la Compañía en Santiago, 1863. Colección Archivo Fotográfico Museo Histórico
Nacional.
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