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FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES
SEDE ACADÉMICA DE MÉXICO
Maestría en derechos humanos y democracia
VI (sexta) promoción
2012-2014
La inconstitucionalidad de la facultad de escogencia del juez que habrá de conocer
de una causa penal, otorgada al agente del Ministerio Público de la Federación, en
el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales
Tesis que para obtener el grado de Maestro en
Derechos Humanos y Democracia
Presenta:
Luis José Gómez Núñez
Director de tesis: Dr. Óscar Parra Vera
Línea de investigación: Estado, democracia y derechos humanos
México, D.F. Noviembre de 2014.
Esta tesis fue posible gracias al apoyo del Consejo de la Judicatura Federal
RESUMEN
La presente investigación es de carácter dogmático, con apoyo empírico. En ella se
examina la facultad entregada al Ministerio Público de la Federación (en el párrafo
tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales); que lo posibilita
para llevar el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto al del lugar de la comisión
de los hechos reputados como delito, dotándolo de competencia para conocer un caso
concreto, sin ser el predeterminado por la ley para ello. El estudio evidencia la existencia
de una regla de competencia ordinaria en materia penal. Por otra parte, aborda la historia
legislativa del surgimiento de las excepciones a la regla general de competencia, entre
las que se encuentra la relativa a esta investigación; asimismo, se enumeraron los
derechos y principios que se ven intervenidos con dicha facultad ministerial de
escogencia; lo que se demuestra por medio de la aplicación un examen de
proporcionalidad a la medida legislativa en cuestión; concluyéndose que, por regla
general, tal excepción a la competencia territorial ordinaria, no es compatible con los
derechos humanos contendidos en la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos y en los Tratados Internacionales de los que el Estado Mexicano es parte.
Palabras clave: competencia extraordinaria en materia penal, competencia territorial de
excepción, juez natural, juez ad hoc, independencia judicial, imparcialidad judicial,
igualdad de armas, adecuada defensa, facultad de escogencia del Ministerio Público.
i
ABSTRACT
This research is a dogmatic study, with empiric support. It is an examination about the
faculty delivered to the Federal Public Prosecutor (in the third paragraph of the article
10, of the Federal Code of Criminal Procedure); which makes it possible to bring the
conduct of a person for the commission of acts considered a criminal offense, before a
judge that the law does not authorize for it. The study displays the existence of a rule of
ordinary criminal jurisdiction. Moreover, shows the legislative history about the
emergence of the exceptions to the general rule of jurisdiction; including the exception
that in the present case we are studying; it also exposes the rights and principles which
are intervened with the ministerial faculty in comment. This is demonstrated by the
application of a test of proportionality to the legislative measure in question. It
concludes that, generally, this exception to the general rule of jurisdiction is not
compatible with the constitutional and international human rights.
Keywords: extraordinary criminal jurisdiction, extraordinary territorial jurisdiction,
natural judge, ad hoc judge, judicial independence, judicial impartiality, equality of
arms, right to defense, ministerial chosen faculty.
ii
DEDICATORIA
A mi Familia.
iii
AGRADECIMIENTOS
Agradezco infinitamente:
Al Consejo de la Judicatura Federal, al Instituto Federal de Defensoría Pública y a
la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales: por la valiosa oportunidad de
cursar la maestría en Derechos Humanos y Democracia, propiciando la adquisición de
nuevos conocimientos, que me permitirán brindar un mejor servicio.
Al doctor Óscar Parra Vera: por su paciente guía y gran sapiencia.
A mi esposa e hijos: por su apoyo incondicional y hacerme feliz día a día.
iv
ÍNDICE GENERAL
Contenido
RESUMEN..........................................................................................................................i
DEDICATORIA .............................................................................................................. iii
AGRADECIMIENTOS ....................................................................................................iv
ÍNDICE GENERAL........................................................................................................... v
ÍNDICE DE TABLAS ......................................................................................................ix
ÍNDICE DE GRÁFICOS ..................................................................................................ix
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................. 1
CAPÍTULO I...................................................................................................................... 4
LA COMPETENCIA TERRITORIAL ORDINARIA EN MATERIA PENAL Y
SURGIMIENTO DE LAS EXCEPCIONES ..................................................................... 4
1. Surgimiento de la facultad del agente del Ministerio Público de la Federación,
contenida en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos
Penales................................................................................................................................ 5
1.1. Estado de la cuestión, antes de la creación de excepciones competenciales .............. 5
1.2. Reformas al Código Federal de Procedimientos Penales, publicadas el diez de enero
de mil novecientos ochenta y seis. ..................................................................................... 5
1.3. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario
Oficial de la Federación el diez de enero de mil novecientos noventa y cuatro .............. 10
1.4. Reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, publicada en
el Diario Oficial de la Federación el dieciocho de junio de dos mil ocho. ...................... 14
1.5. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario
Oficial de la Federación el veintitrés de enero de dos mil nueve..................................... 17
1.6. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario
Oficial de la Federación el tres de mayo de dos mil trece ............................................... 21
1.7. Comparación entre la legislación vigente y el Código Nacional de Procedimientos
Penales, no vigente aún en materia federal ...................................................................... 21
1.8. Postura Institucional del Poder Judicial de la Federación en torno a la excepción de
competencia territorial contemplada en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código
Federal de Procedimientos Penales .................................................................................. 23
2. Competencia ordinaria en materia penal ...................................................................... 24
2.1. Jurisdicción y competencia ....................................................................................... 25
2.2. Criterios de competencia ........................................................................................... 30
v
2.3. Competencia territorial ordinaria .............................................................................. 32
2.3.1. Leyes privativas ..................................................................................................... 33
2.3.2. Tribunales especiales ............................................................................................. 34
2.3.3. Tribunales ordinarios ............................................................................................. 34
2.3.4. Relación entre la garantía al juez natural y el principio de territorialidad ............. 37
2.4. Competencia territorial ordinaria en materia penal ................................................... 40
2.4.1. El requisito de vecindad contemplado por el artículo 20 constitucional ............... 44
2.4.2 Juez natural versus tribunal del lugar de la comisión del hecho ............................. 46
2.4.3. Aspectos pragmáticos del principio de territorialidad ........................................... 47
2.4.4. Relación indisoluble y co-dependiente: binomio proceso-prueba ......................... 49
3. Competencia no ordinaria en materia penal ................................................................. 51
3.1 Excepciones a la competencia ordinaria en materia penal ......................................... 51
4. Recapitulación. ............................................................................................................. 53
CAPÍTULO II .................................................................................................................. 55
LA COMPETENCIA TERRITORIAL NO ORDINARIA EN MATERIA PENAL Y LA
VIOLACIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS PROCESADOS .................. 55
1. Principios y derechos involucrados en los procesos penales federales en México que
se ven afectados, cuando el agente del Ministerio Público de la Federación ejerce la
facultad de escogencia, contenida en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código
Federal de Procedimientos Penales. ................................................................................. 56
1.1. La tutela jurisdiccional. ............................................................................................. 56
1.1.1. El acceso a la justicia. ............................................................................................ 58
1.1.2. El debido proceso ................................................................................................... 60
1.1.3. El juez natural ........................................................................................................ 62
1.1.4. Imparcialidad del juzgador ..................................................................................... 68
1.1.5. Apariencia de imparcialidad .................................................................................. 71
1.1.6. Independencia del juzgador.................................................................................... 79
1.1.6.1. La elección de un juez para un caso determinado ............................................... 87
1.1.7. Aplicación del test del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, diseñado para
examinar la independencia e imparcialidad del juzgador en un caso concreto................ 92
1.1.8. Adecuada defensa................................................................................................... 98
1.1.9. Igualdad de armas ................................................................................................ 102
1.1.10. Justicia pronta..................................................................................................... 104
vi
1.1.11. Simulación del debido proceso .......................................................................... 106
1.1.12. Esfuerzos del Instituto Federal de Defensoría Pública ...................................... 108
2. Cuestionario practicado a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal a nivel
federal en México ........................................................................................................... 108
2.1. Cuestionario practicado a defensores públicos federales ........................................ 114
2.1.1. Causales más recurrentes según los defensores públicos federales ..................... 114
2.1.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los
defensores públicos federales ......................................................................................... 115
2.1.3. Alternativas distintas a la consignación en lugar diverso al de los hechos, que sean
menos lesivas para los derechos del procesado, según los defensores públicos federales
........................................................................................................................................ 121
2.2. Cuestionario practicado a jueces de Distrito ........................................................... 121
2.2.1. Causales más recurrentes según los jueces de Distrito ........................................ 121
2.2.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los
jueces de Distrito ............................................................................................................ 122
2.2.3. Derechos que los jueces de Distrito consideran se violan a los imputados, con el
ejercicio de dicha facultad de escogencia ...................................................................... 123
2.2.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos,
que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los jueces de Distrito . 123
2.3. Cuestionario practicado a secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito . 123
2.3.1. Causales más recurrentes según los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de
Distrito ........................................................................................................................... 123
2.3.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los
secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito .................................................. 124
2.3.3. Derechos que los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito
consideran se violan a los imputados, con el ejercicio de dicha facultad de escogencia
........................................................................................................................................ 125
2.3.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos,
que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los secretarios de estudio
y cuenta de Juzgado de Distrito ..................................................................................... 126
2.4. Cuestionario practicado a los agentes del Ministerio Público de la Federación ..... 126
2.4.1. Causales más recurrentes según los agentes del Ministerio Público de la
Federación ...................................................................................................................... 127
2.4.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los
agentes del Ministerio Público de la Federación............................................................ 127
vii
2.4.3. Derechos que los agentes del Ministerio Público de la Federación consideran se
violan a los imputados, con el ejercicio de dicha facultad de escogencia...................... 128
2.4.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos,
que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los agentes del
Ministerio Público de la Federación .............................................................................. 129
2.5. Promedios generales................................................................................................ 130
3. Recapitulación ............................................................................................................ 132
CAPÍTULO III ............................................................................................................... 136
EXAMEN DE PROPORCIONALIDAD DE LA FACULTAD OTORGADA AL
MINISTERIO PÚBLICO DE LA FEDERACIÓN PARA ELEGIR AL JUEZ ANTE EL
CUAL EJERCERÁ LA ACCIÓN PENAL ................................................................... 136
1. Inconstitucionalidad de la facultad otorgada al Ministerio Público, en el párrafo
tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, para llevar el
ejercicio de la acción penal ante un juez de Distrito distinto al del lugar de los hechos
reputados como delito .................................................................................................... 136
1.1. Aspectos importantes del Capítulo I ....................................................................... 136
1.2. Aspectos importantes del Capítulo II ...................................................................... 139
1.3. Pertinencia del estudio de proporcionalidad de la medida legislativa .................... 142
1.4. El principio de proporcionalidad ............................................................................. 144
1.5. Derechos fundamentales afectados ......................................................................... 146
1.6. Fines o propósitos de la facultad otorgada al agente del Ministerio Público de la
Federación, en el párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos
Penales............................................................................................................................ 148
1.7. Subprincipio de idoneidad. ¿Es idónea la medida que se analiza? ......................... 150
1.8. Subprincipio de necesidad. ¿Es necesaria la medida que se analiza? ..................... 153
1.9. ¿Es proporcional en sentido estricto la medida analizada? ..................................... 155
1.10. Propuestas concretas frente al problema de investigación .................................... 161
2. Conclusiones: ............................................................................................................. 163
a) Conclusiones parciales: ......................................................................................... 163
b) Conclusión final: .................................................................................................... 165
BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................... 166
DOCTRINA ................................................................................................................ 166
JURISPRUDENCIA INTERNACIONAL .................................................................... 168
INFORMES DE ORGANISMOS DE PROTECCIÓN DE DERECHOS HUMANOS 169
LEYES ......................................................................................................................... 169
viii
TRATADOS INTERNACIONALES............................................................................. 170
DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN ................................................................. 171
RESOLUCIONES DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN ....... 171
INICIATIVAS DE LEY................................................................................................ 172
JURISPRUDENCIA MEXICANA............................................................................... 172
JURISPRUDENCIA EXTRANJERA ........................................................................... 175
ANEXO .......................................................................................................................... 176
CUESTIONARIO PARA DEFENSORES PÚBLICOS FEDERALES ......................... 176
CUESTIONARIO PARA AGENTES DEL MINISTERIO PÚBLICO DE LA
FEDERACIÓN ........................................................................................................... 177
CUESTIONARIO PARA SECRETARIOS(AS) DE JUZGADO DE DISTRITO EN
MATERIA PENAL ...................................................................................................... 178
CUESTIONARIO PARA JUECES, JUEZAS, MAGISTRADOS o MAGISTRADAS DEL
PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN ............................................................... 179
ÍNDICE DE TABLAS
Tabla 1.............................................................................................................................. 18
Tabla 2............................................................................................................................ 112
Tabla 3............................................................................................................................ 114
Tabla 4............................................................................................................................ 115
Tabla 5............................................................................................................................ 121
Tabla 6............................................................................................................................ 121
Tabla 7............................................................................................................................ 122
Tabla 8............................................................................................................................ 123
Tabla 9............................................................................................................................ 124
Tabla 10.......................................................................................................................... 124
Tabla 11.......................................................................................................................... 125
Tabla 12.......................................................................................................................... 126
Tabla 13.......................................................................................................................... 127
Tabla 14.......................................................................................................................... 127
Tabla 15.......................................................................................................................... 129
ÍNDICE DE GRÁFICOS
Gráfico 1......................................................................................................................... 130
Gráfico 2......................................................................................................................... 131
Gráfico 3......................................................................................................................... 132
ix
INTRODUCCIÓN
El artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales faculta al
agente del Ministerio Público de la Federación para que, cuando lo considere necesario,
pueda llevar el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto al del lugar de la
comisión de los hechos reputados como delito; ello atendiendo a las características del
hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado, por razones de seguridad
en las prisiones o por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso.
Tal circunstancia provoca un alejamiento de los inculpados del lugar de la
comisión de los hechos —en algunos casos del lugar del juicio—, lo que en la práctica
dificulta la posibilidad de llevar a cabo una adecuada actividad probatoria, dada la
distancia entre el procesado y el lugar en que se encuentran físicamente los indicios,
testigos y evidencias de los hechos que serán materia de análisis en el proceso; sobre
todo, si tomamos en consideración que nuestro país es territorialmente muy extenso y el
lugar del juicio bien podría estar geográficamente muy distante del lugar donde
acaecieron los hechos a estudio.
Tal circunstancia desarticula la posibilidad defensiva del indiciado, pues significa
una importante reducción de su capacidad para desvirtuar la imputación que se le hace;
ya no por falta de pruebas, sino por su incapacidad material de acceder a ellas con
facilidad, o bien, de desahogarlas adecuadamente en el proceso, lo que le impone una
carga fáctica injustificada.
Ello es así, porque derivado de tales limitantes fácticas, el indiciado no estuvo en
posibilidad de desvirtuar las imputaciones que en su contra hizo el Ministerio Público,
mediante la preparación, ofrecimiento y adecuado desahogo de pruebas que son
necesarias para perfilar una adecuada estrategia de defensa en su beneficio. En ese
sentido las determinaciones judiciales que al efecto se dicten en esas circunstancias, bien
podrían ser injustas, al haberse dictado en un contexto de no respeto del debido proceso.
1
Condiciones limitativas éstas que no deben ser propiciadas por ninguna norma
del sistema penal mexicano, depositando en el Ministerio Público la facultad de elegir el
juez que deberá conocer de un asunto específico, con lo que se compromete la
independencia e imparcialidad de la Judicatura, convirtiendo en juez ad hoc a cualquiera
que se elija para conocer de la causa.
En ese sentido se plantea que la facultad entregada al Ministerio Público de la
Federación, para escoger el tribunal o posibles tribunales a los cuales llevará el ejercicio
de la acción penal, diferente de aquél que ejerce jurisdicción en el lugar de la comisión
del hecho reputado como ilícito, no es compatible con los derechos humanos
contendidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en los
tratados internacionales de los que el Estado Mexicano es parte.
Pues bien, tal aseveración es lo que busca demostrar el presente trabajo de
investigación, que primordialmente es de carácter dogmático, empero, busca apoyo
empírico en la opinión de diversos operadores jurídicos del sistema de justicia penal.
En ese derrotero, en el primero de los capítulos se procura entender el quid de las
instituciones jurídicas relacionadas con esa facultad ministerial; para ello, se recurre al
análisis dogmático de concepciones jurídicas relativas, partiendo de los conceptos de
jurisdicción y competencia, para arribar a la determinación de la competencia ordinaria y
la extraordinaria en materia penal.
En el segundo de los capítulos se exploran los derechos humanos y principios
que se consideran afectados con la medida en cuestión; además, se exponen los
resultados de un cuestionario formulado a los operadores jurídicos del sistema de justicia
penal federal.
En el tercero de los capítulos se realiza una recapitulación, para clarificar los
derechos humanos que protege la facultad de escogencia instrumentada a favor del
Ministerio Público, así como los derechos que se ven afectados con el ejercicio de ésta,
proponiendo resolver la colisión de esos derechos mediante la utilización de una
2
estructura argumentativa que se conoce como principio de proporcionalidad. Finalmente,
se abordan las conclusiones que se derivan de la investigación planteada.
3
CAPÍTULO I
LA COMPETENCIA TERRITORIAL ORDINARIA EN MATERIA PENAL Y
SURGIMIENTO DE LAS EXCEPCIONES
El párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales,
contempla una facultad entregada al Ministerio Público de la Federación, que constituye
una excepción a la regla general de competencia en materia penal, en tanto que permite
al fiscal federal, el llevar el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto del lugar de
la comisión de los hechos reputados como ilícitos, siempre que considere que se
actualiza, al menos una, de las razones siguientes: (1) las características del hecho
imputado, (2) las circunstancias personales del inculpado, (3) por razones de seguridad
en las prisiones o (4) por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del
proceso.
En el presente capítulo se plantea el estudio del surgimiento de la facultad en
comento, señalar si dicha facultad continuará existiendo en el Código Nacional de
Procedimientos Penales, cuál es la postura del Poder Judicial de la Federación al
respecto, así como explorar si existe una competencia ordinaria en materia penal, para
definir cuál sería entonces la extraordinaria, para ello considero importante analizar el
marco teórico más relevante con relación al tema; por eso, se propone un análisis de la
competencia que podría calificarse como genérica; mediante el análisis de una serie de
concepciones jurídicas, empezando por los conceptos de jurisdicción y competencia, a
partir de los cuales, se analizará el texto constitucional y legal, para arribar a la
identificación de la competencia ordinaria, así como la que por exclusión sería no
ordinaria.
4
1. Surgimiento de la facultad del agente del Ministerio Público de la Federación,
contenida en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos
Penales
1.1. Estado de la cuestión, antes de la creación de excepciones competenciales
Desde su publicación en el Diario Oficial de la Federación, el treinta de agosto
de mil novecientos treinta y cuatro, el Código Federal de Procedimientos Penales,
contemplaba en su artículo 6° que: ―Es tribunal competente para conocer de un delito, el
del lugar en que se comete‖.
Tal regla competencial, era acorde con lo dispuesto desde el cinco de febrero de
mil novecientos diecisiete, por la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, que en su artículo 20, fracción VI, estatuía: ―En todo juicio del orden
criminal, tendrá el acusado las siguientes garantías (…) VI.- Será juzgado en audiencia
pública por un juez o jurado de ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos del lugar y
partido en que se cometiere el delito…‖
Dicha regla de competencia, no sufrió cambio ni adición alguna, sino hasta casi
cincuenta y dos años después. Cabe mencionar que en la actualidad, la fracción VI, del
apartado A, del artículo 20, de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, todavía aplicable en los lugares en los que el nuevo sistema de justicia penal
aún no está vigente, estatuye que el inculpado tendrá exactamente la misma garantía.
1.2. Reformas al Código Federal de Procedimientos Penales, publicadas el diez de
enero de mil novecientos ochenta y seis.
Antes del diez de enero de mil novecientos ochenta y seis, las reglas de
competencia en materia penal no admitían excepciones, empero, según se advierte de la
exposición de motivos enviada por el ejecutivo a la Cámara de Senadores, el
veinticuatro de septiembre de mil novecientos ochenta y cinco, el entonces presidente de
la República, expuso la necesidad de abonar a la solución de cuestiones técnicas,
5
buscando como fin el resolver problemas que en la práctica aparecían frecuentemente y
que, a su juicio, no habían tenido, hasta entonces, solución suficiente.
Si bien el Ejecutivo federal no mencionaba a detalle esas problemáticas, en la
parte expositiva de motivos de su iniciativa, específicamente en el apartado denominado
―Reglas de competencia‖, dejaba ver la necesidad que advertía de reformar el artículo 6
del entonces Código Federal de Procedimientos Penales, que establecía la competencia
en función del lugar en que se comete un delito; puesto que aseguraba que, con base en
la experiencia, era cada vez más común que un ilícito, perpetrado en cierto sitio, tuviera
efectos en otros territorios.
Amparado en dicha razón, sugirió que se atribuyera competencia a cualquiera de
los juzgadores, de cualquiera de los territorios en que produjera efectos el ilícito, o bien,
donde hubiera varios órganos jurisdiccionales de la misma especialidad, al que hubiese
prevenido, conociendo en primer término.
Expresó su iniciativa de reformar el artículo 10 del Código Federal de
Procedimientos Penales, ―con el fin de resolver, sin margen a dudas o a interpretaciones
contradictorias, el tema de la competencia en los casos de delitos continuos o
permanentes, por una parte y continuados, por la otra‖ (De la Madrid, 1985).
En el Código Federal de Procedimientos Penales que se pretendía reformar, es
decir, el publicado el veinticuatro de diciembre de mil novecientos ochenta y cuatro, se
contemplaba que cuando por alguna razón tuvieran que practicarse diligencias judiciales
fuera del territorio jurisdiccional del tribunal que conozca del asunto, se encomendaría
su cumplimiento al de igual categoría del territorio jurisdiccional donde debieran
practicarse, o bien, a la autoridad del orden común por requisitoria, si las diligencias
debían practicarse en el territorio relativo al órgano jurisdiccional que conoce del asunto,
pero se le imposibilitaba el traslado hacía ese lugar.
Desde luego, un órgano jurisdiccional exhortado podía a su vez requerir a otro
del fuero común, para que desahogara las diligencias ordenadas por la autoridad judicial
6
federal exhortante, si tales diligencias debían realizarse en el territorio de la autoridad
exhortada y ésta no podía trasladarse al lugar en que habrían de llevarse a cabo, según se
advertía en el artículo 48 del entonces Código Federal de Procedimientos Penales.
Ello no parecía problemático, siempre que se tratara de diligencias que
podríamos calificar como genéricas, empero, en el caso de órdenes de aprehensión
libradas por autoridades judiciales federales, que debían ser cumplimentadas en un lugar
distinto al del lugar del juez que la ordenaba, las reglas entonces existentes disponían un
tratamiento distinto, que se encontraba plasmado en el artículo 52 del entonces Código
Federal de Procedimientos Penales.
Así es, cuando una autoridad judicial debía ordenar a la autoridad policial el
cumplimiento de una orden de aprehensión librada por un juez distinto al del lugar en
que la autoridad exhortada o requerida era competente, una vez que se le ponía a
disposición al detenido, luego de ejecutada la orden por la autoridad policiaca, el juez a
cargo de quien quedaba el detenido, debía poner el capturado a disposición de la
autoridad que había librado la orden de aprehensión, dentro de las veinticuatro horas
siguientes a la detención, pudiéndose adicionar, razonablemente, el tiempo suficiente
para recorrer la distancia que hubiere entre el lugar de la aprehensión y el de residencia
del tribunal que ordenó dicha detención.
Como se ve, en ese contexto, la autoridad exhortada o requerida únicamente
recibía al detenido, en cumplimiento a una orden de aprehensión librada por otro juez,
pero debía ponerlo materialmente a disposición del juez que ordenó su detención: dentro
de las veinticuatro horas siguientes, como regla general, más el tiempo razonable para
recorrer la distancia que hubiese entre las dos autoridades judiciales.
En ese contexto, se entiende que mientras era trasladado, para el detenido no
corría el término constitucional en el cual el juez que ordenó su detención debía
determinar si emitía auto de bien preso u ordenaba su libertad; no era sino hasta que se
7
encontraba materialmente a disposición del juez que ordenó su detención que empezaba
dicho término.
Es importante destacar que, en el caso narrado, el juez que libraba la orden de
aprehensión, necesariamente, era el competente en razón del lugar en que se cometió el
delito, porque así estaba establecido; por tanto, lo que podía motivar la necesidad de que
un juez distinto al del lugar de la comisión del delito tuviera que ordenar a la autoridad
policial que ejecutara la orden de marras, era el hecho de que el imputado se hubiese
abstraído del lugar en que presuntamente cometió un ilícito.
En la iniciativa de reforma que hemos venido comentando (enviada por el
Ejecutivo federal a la Cámara de Senadores el veinticuatro de septiembre de mil
novecientos ochenta y cinco), se propuso reformar los artículos 48 y 52 del entonces
Código Federal de Procedimientos Penales.
En relación al referido artículo 48, se mencionó que con la finalidad de resolver
dudas que en la práctica surgían, que conllevaban a resoluciones cuestionables,
específicamente en lo relativo a los autos de formal prisión (nunca se refirió a los de
libertad, lo que denota la postura inquisitiva del Ejecutivo federal), mencionó que éstos
deben dictarse en los plazos ―perentorios, improrrogables‖, siempre sin perjuicio de que
el proceso continuara, inmediatamente después, ante el jugador que deba seguir
conociendo de éste; por lo que era necesario aclarar que el cumplimiento por parte de la
autoridad exhortada o requerida, no implicaba prórroga o renuncia de la competencia
territorial que ordinariamente tenía la autoridad que ordenó la aprehensión.
Además, respecto del artículo 52 de referencia, sugirió que se estableciera en
éste, claramente, que el tribunal requerido debía tomar la declaración preparatoria al
inculpado, debía dictar en su caso, la resolución que prevé el artículo 19 constitucional
(auto de formal prisión, vinculación a proceso o libertad), para luego remitir de
inmediato al detenido, si lo hay, y la causa, al órgano que ordenó la aprehensión.
8
Con dicha regulación que proponía el Ejecutivo, encontraba obvio que se
observaba un mayor respeto a las garantías individuales del imputado.
Dichas propuestas, se convirtieron en derecho positivo, con la publicación de la
respectiva reforma el diez de enero de mil novecientos ochenta y seis, en el Diario
Oficial de la Federación, habiéndose expresado legislativamente en la forma siguiente:
ARTICULO 10.- Es competente para conocer de los delitos continuados y de los
continuos o permanentes, cualquiera de los tribunales en cuyo territorio aquéllos
produzcan efectos o se hayan realizado actos constitutivos de tales delitos.
(…)
ARTICULO 52.- En los casos del artículo anterior, el tribunal requerido tomará la
declaración preparatoria al inculpado, resolverá lo que proceda respecto de la libertad
caucional (sic), así como sobre su situación jurídica conforme al artículo diecinueve
Constitucional y remitirá de inmediato al detenido y las actuaciones, en su caso, a quien
libró la orden.
(…)
ARTICULO 48.- Cuando un tribunal no pueda dar cumplimiento al exhorto o
requisitoria, por hallarse en otra jurisdicción la persona o las cosas que sean objeto de la
diligencia, lo remitirá al tribunal del lugar en que aquélla o éstas se encuentren, y lo hará
saber al requeriente (sic).
El cumplimiento de los exhortos o requisitorias no implica prórroga ni renuncia de
competencia.
Como se ve, hasta entonces, cuando una persona era detenida en flagrancia, no
había duda de que la autoridad judicial competente era la del lugar de la comisión del
hecho reputado como delito; además, en el caso de delitos perpetrados en cierto sitio,
que podía tener efectos en otros territorios, se actualizaba una modalidad de la regla
genérica, en la que se dotaba de competencia para conocer de un delito a cualquiera de
los tribunales en cuyo territorio, se producían sus efectos o se hubiesen realizado actos
constitutivos de delitos.
Únicamente, en el caso de órdenes de aprehensión libradas en contra de personas
ausentes, en el lugar donde acaecieron los hechos reputados como delitos, el juez de
dicho lugar solicitaba que se ejecutara esa orden fuera del lugar de su competencia y,
necesariamente, la autoridad judicial ante quien se ponía a disposición al detenido, debía
9
resolver su situación jurídica en los términos del artículo 19 constitucional y luego
remitir a la persona y causa, al juez que originalmente era el competente.
Siguiendo a Aragoneses y López (2004), tal disposición contenida en el entonces
artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, pertenece a los llamados
fueros subsidiarios; al respecto, señalan que pertenece a los casos en los que aun
conociendo el lugar de comisión, la competencia territorial no se puede determinar, ya
porque el delito está formado por una pluralidad de conductas realizadas en sitios
distintos, ya porque la acción o resultado de la conducta a punir se surten en lugares
diferentes, por lo que por la aplicación de la teoría de la ubicuidad1, podrían ser
considerados competentes dos o más tribunales de dos o más circunscripciones
diferentes.
1.3. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario
Oficial de la Federación el diez de enero de mil novecientos noventa y cuatro
Posteriormente, el veintidós de noviembre de mil novecientos noventa y tres, el
Ejecutivo federal (Salinas, 1994), remitió a la Cámara de Senadores una iniciativa de
reforma a diversas leyes, entre ellas, al Código Federal de Procedimientos Penales, en la
que expuso que el problema de la delincuencia organizada había alcanzado dimensiones
muy importantes en México, especialmente en las acciones de narcotráfico en sus
diversas fases de producción, distribución y consumo, con sus variados efectos sociales,
económicos y políticos, efectos entre los cuales se da el de propiciar el aumento de las
acciones ilícitas en otras líneas también gravemente afrentosas de la paz y la seguridad
sociales. Aclaró que esa especie de delincuencia se había convertido en un grave
problema que obligaba a analizarlo, evaluarlo y enfrentarlo en sus múltiples
interacciones con máximo denuedo.
Reconoce en dicha iniciativa, el Ejecutivo de la Federación, que el artículo 6 del
cuerpo del leyes que proponía modificar, reconocía que es competente el tribunal del
1
―…que está presente a un mismo tiempo en todas partes‖. (RAE, 2003)
10
lugar donde se comente el delito, sin embargo, en el caso de la delincuencia organizada,
se daban con frecuencia situaciones que obligaban a adoptar otros criterios, como sería
el caso de: la competencia por conexidad y la competencia por razones de seguridad.
En el caso de la primera, señalaba que cuando se trata de delitos conexos, en que
concurren delitos federales y del fuero común, debía darse para conocer de tales
situaciones a la autoridad federal, atendiendo a que los delitos federales, por ser tales,
revisten mayor proyección de afectación al interés social que los del fuero común.
En el caso de la competencia por razones de seguridad, aclaró que se proponía
para resolver el problema de la inseguridad en las prisiones, provocada precisamente por
la presencia en éstas de individuos de quienes las organizaciones de las que formen parte
o a las que sirvieron al delinquir, suelen procurar su eliminación o usar sus amplios
recursos de toda índole para facilitarles la fuga; y sucedía también que, de pertenecer a
organizaciones rivales, esto propicia enfrentamientos en la misma prisión.
En esa iniciativa de veintidós de noviembre de mil novecientos noventa y tres,
para reformar el Código Federal de Procedimientos Penales, el entonces presidente de la
República (Salinas, 1994) reconocía que de facto, el Ministerio Público, para
salvaguardar la integridad física y aun la vida de algunos inculpados, se veía en la
necesidad de ejercitar la acción penal ante un juez distinto al del lugar de comisión del
delito, en cuyo territorio jurisdiccional exista un reclusorio de máxima seguridad.
Aduciendo la seguridad en las prisiones, advertía que, a veces, era necesario
trasladar a algunos reclusos a un centro distinto al del lugar en que resida el tribunal que
previno en el conocimiento de su proceso.
Resaltó que los procesos que se desarrollaban en esas condiciones, es decir,
cuando el imputado era trasladado, por motivos de seguridad, a un reclusorio de máxima
seguridad, o cuando se llevaba el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto del
lugar de la comisión del delito; se alargaban en su instrucción, dadas las dilaciones que
acarreaban los exhortos y otros despachos o comunicaciones, por lo que la solución que
11
encontraba era la de atribuir competencia excepcional a los tribunales del lugar donde
existan reclusorios de máxima seguridad, con independencia del lugar en que hubiesen
acaecido los hechos reputados como delito.
Tales proposiciones para legislar, fueron bien recibidas por la Cámara de
Diputados, la cual las pasó prácticamente indemnes a la Cámara de Senadores, la cual,
actuando como revisora de la de origen (Diputados), dictaminó que:
En el caso de la iniciativa de reforma a los Artículos 6 y 10 se introducen nuevas reglas
en materia de competencia. Al efecto, La competencia por conexidad cuando concurren
delitos federales y del fuero común, se otorga a la autoridad federal por considerar que
los delitos federales ―revisten mayor proyección de afectamiento (sic) al interés social
que los del fuero común‖. Por su parte la competencia por razones de seguridad que se
propone, obedece al interés de salvaguardar la integridad física y aun la vida de algunos
inculpados, por lo que se les recluye en prisiones que ofrecen mayor seguridad a dicha
integridad física; por este motivo se otorga competencia al juez en cuyo territorio
jurisdiccional exista un reclusorio de máxima seguridad.
Dicha iniciativa, vista con buenos ojos por ambas Cámaras, se cristalizó en
derecho positivo, mediante la publicación en el Diario Oficial de la Federación del
Decreto por el que se reformaban diversas leyes, entre ellas, el Código Federal de
Procedimientos Penales, el diez de enero de mil novecientos noventa y cuatro.
Como se lee en dicho decreto, se adicionaron dos supuestos de excepción a la
competencia territorial genérica, en los que se contemplaba:
(1) El supuesto de excepción previsto en el párrafo segundo del artículo 10 del
Código Federal de Procedimientos Penales, que contempla la posibilidad de que en caso
de que con una sola conducta se cometieran varios delitos (concurso ideal); o bien, de
que con pluralidad de conductas se cometieran varios delitos (concurso real); y que, en
ese caso, alguno de los delitos que se cometieran fuera de competencia del juez del fuero
común, pero se encontrare conexo, es decir, enlazado o relacionado de tal manera con
otro u otros delitos del fuero federal, que deban estudiarse, por su estrecha relación, en
un mismo proceso, el Ministerio Público Federal será competente para conocer de
dichos delitos y los jueces federales tendrán, asimismo, competencia para juzgarlos.
12
Como se lee, aparentemente, dicha regla excepcional no lo es en realidad, puesto
que —no necesariamente— los delitos del fuero común que se conecten con los delitos
del fuero federal, habrían de cometerse en lugares distintos, como para que en ese caso
se activara la competencia territorial excepcional; empero, dado que el legislador la
considera una excepción a la regla general de competencia contemplada en el artículo 6º
del Código Federal de Procedimientos Penales, se ha enlistado.
Así, el artículo 6 de Código Federal de Procedimientos Penales, en su redacción
actual, dispone que: ―Es tribunal competente para conocer de un delito, el del lugar en
que se comete, salvo lo previsto en los párrafos segundo, tercero y quinto del artículo
10‖.
(2) El supuesto de excepción previsto en el párrafo tercero del artículo 10 del
Código Federal de Procedimientos Penales, que contempla dos posibilidades:
a) La relativa a que si por razones de seguridad en las prisiones, atendiendo a las
características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado y a
otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso: el Ministerio Público
Federal considera necesario llevar el ejercicio de la acción penal ante otro juez distinto
al del lugar de comisión del delito, caso en que éste último será competente para su
juzgamiento.
b) La relativa a que si por razones de seguridad en las prisiones, atendiendo a las
características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado y a
otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso: el juez que ya conoce
de un proceso, de oficio o a petición de parte, estime necesario trasladar a un procesado
a algún centro de reclusión de máxima seguridad, caso en el que el tribunal del lugar en
que se encuentre dicho centro, será el competente para continuar con dicha causa penal.
En esa misma reforma, se derogaron los artículos 51 y 52 del Código Federal de
Procedimientos Penales que, como se resaltó líneas arriba, contenían las reglas para la
diligencia de exhortos en los que el objetivo era el ordenar se cumplimentara una orden
13
de aprehensión y resolver la situación jurídica del detenido, para ser remitido
inmediatamente ante la autoridad que emitió la respectiva orden de captura.
Cabe resaltar que, aunque en la exposición de motivos de la iniciativa de
veintidós de noviembre de mil novecientos noventa y tres, el entonces Ejecutivo federal
(Salinas, 1994), propuso la reforma de la parte que estudiamos del Código Federal de
Procedimientos Penales, razonando que sólo en el caso de conductas que al efectuarse
fueran contrarias, al mismo tiempo, a los ordenamientos del fuero común y el federal, así
como que por seguridad en las prisiones se justificaría la existencia de excepciones a la
competencia genérica en materia penal; de facto, al publicarse la nueva norma —como
se adelantaba líneas arriba— se adicionaron otras: ―atendiendo a las características del
hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado ―y‖ a otras que impidan
garantizar el desarrollo adecuado del proceso‖.
Como se verá después, una de estas tres causales, que poco se justificaron en
cuanto a su creación, servirán después al agente del Ministerio Público de la Federación,
para tratar de motivar la solicitud de actualización de la competencia excepcional, ante
los jueces de Distrito.
Empero, cabe señalar que en esos momentos, en realidad tales causales que no se
discutieron y fueron introducidas en la ley, lejos de dar manga ancha al Ministerio
Público para consignar personas en otro lugar distinto al de la comisión de los hechos, al
exigirse la actualización de todas ellas, por efecto del copulativo ―y‖ que las unía, en
realidad tal facultad que se había entregado al Ministerio Público era poco practicada.
1.4. Reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, publicada
en el Diario Oficial de la Federación el dieciocho de junio de dos mil ocho.
Entre tanto, mientras que el artículo 10 del Código Federal de Procedimientos
Penales, en su párrafo tercero, exigía al agente del Ministerio Público de la Federación la
actualización de todas las causales que preveía para justificar el ejercicio de la facultad
de escogencia en estudio; el Poder Constituyente Permanente modificaba varios
14
artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, tendentes al logro
de la ―reforma integral al sistema de justicia penal‖.
Dicha reforma, básicamente, consistía en la implementación de un nuevo sistema
de justicia penal —de corte acusatorio-adversarial—; además, específicamente en el
artículo 18 de la Carta Magna, introdujo algunas previsiones legales para el tratamiento
del fenómeno de la delincuencia organizada, como lo serían: la prisión preventiva
oficiosa para imputados por el delito de delincuencia organizada, la compurgación de
penas impuestas por dicho delito en centros especiales, la restricción de comunicaciones
a sentenciados e inculpados por el ilícito en comento, la imposición de medidas de
vigilancia especiales; y, lo que aquí nos interesa, la prisión preventiva de procesados
por el delito de delincuencia organizada, en centros especiales.
Empero, en el último párrafo de dicho artículo, se estableció que tales medidas
podrían ser aplicadas a otros internos que requirieran medidas especiales de seguridad,
en términos de la ley.
Tal indeterminación, respecto a qué interno requiere medidas especiales de
seguridad y cuál no, abría ya la puerta para un régimen de excepción mayor, pues hacía
posible que la prisión preventiva de ―otros internos‖ pudiera ser calificada por el
Ministerio Público ex ante, es decir, desde el momento mismo de la consignación; por lo
que se posibilitaba, al menos en teoría, que se pudiera consignar a una persona ante un
juez ordinariamente no competente —otra vez— bajo el argumento de medidas
especiales de seguridad y este tuviera que enfrentar un eventual proceso penal, interno
en un centro especial, probablemente distante del lugar de la comisión de los hechos,
dado que los centros especiales de máxima seguridad a que alude, no se encuentran
establecidos en todas las entidades del país.2
2
En la actualidad, existen 23 Centros Federales de Readaptación Social, en algunas entidades como
Nayarit y Durango, así como en las Islas Marías, se concentran un mayor número de ellos;
adicionalmente, no todos son considerados como de máxima seguridad, por tanto, no son idóneos para los
efectos aludidos en el artículo 18 constitucional. Dichos Centros Federales son: Centro Federal de
15
En esa ocasión, fueron diez las iniciativas que se estudiaron de forma conjunta
por las Comisiones Unidas de Puntos Constitucionales y de Justicia de la Cámara de
Diputados, que fungió como originaria. En relación al tema que nos ocupa, en su
dictamen determinó que:
Centros de alta seguridad para delincuencia organizada y otros internos que requieran
seguridad especial
Ahora bien, la pena de prisión afecta a uno de los mayores bienes que tiene el ser
humano: su libertad. Sin embargo, en ocasiones, el ciudadano que viola la ley debe ser
sancionado restringiéndole ese preciado bien. Los penales de máxima seguridad deben
estar reservados para aquellos procesados o sentenciados por delincuencia organizada y
otros internos que requieran medidas especiales de seguridad. Con este último supuesto,
nos referimos a los casos en que el delito no sea de los previstos para el régimen de
delincuencia organizada, pero que tal medida pueda justificarse dada la capacidad del
interno para evadirse de la acción de la justicia o para seguir delinquiendo desde los
centros penitenciarios, así como cuando exista peligro evidente de terceros hacia el
propio interno -como en el caso de ex miembros de instituciones policíacas- o que haya
una afectación psicológica que pueda poner en riesgo al resto de la comunidad
penitenciaria, entre otros supuestos.
Por su parte, en la Cámara de Senadores, las Comisiones Unidas de Puntos
Constitucionales; de Justicia; de Gobernación; de Seguridad Pública y de Estudios
Legislativos, en relación al tema que estudiamos, emitieron un dictamen en términos
muy similares, considerando justificada la medida; empero, aclararon que en el ejercicio
Readaptación Social No. 1 ―Altiplano‖, Estado de México; Centro Federal de Readaptación Social No. 2
―Occidente‖, El Salto, Jalisco; Centro Federal de Readaptación Social No. 3 ―Noreste‖, Matamoros,
Tamaulipas; Centro Federal de Readaptación Social No. 4 ―Noroeste‖, Tepic, Nayarit; Centro Federal de
Readaptación Social No. 5 ―Oriente‖, Villa Aldama, Veracruz; Centro Federal de Readaptación Social No.
6 ―Sureste‖, Huimanguillo, Tabasco; Centro Federal de Readaptación Social Número 7 ―Nornoroeste‖,
Durango; Centro Federal de Readaptación Social No. 8 ―Norponiente‖, Guasave, Sinaloa; Centro Federal
de Readaptación Social No. 9 ―Norte‖, Ciudad Juárez, Chihuahua; Centro Federal de Readaptación Social
No. 10 ―Nornoreste‖, Monclova, Coahuila; Centro Federal de Readaptación Social No. 11 Hermosillo,
Sonora; Centro Federal de Readaptación Social número 12 ―CPS Guanajuato‖, Ocampo, Guanajuato;
Centro Federal de Readaptación Social No. 13 ―CPS Oaxaca‖, Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca;
Centro Federal de Readaptación Social No.14 ―CPS Durango‖, Gómez Palacio, Durango; Centro Federal
de Readaptación Social No. 15 ―CPS Chiapas‖, Villa Comaltitlán, Chiapas; Centro Federal de
Readaptación Social de Seguridad Máxima ―Laguna del Toro‖, Islas Marías; Centro Federal de
Readaptación Social ―Morelos‖, Islas Marías; Centro Federal de Readaptación Social ―Bugambilias‖, Islas
Marías; Centro Federal de Readaptación Social de Mínima Seguridad ―Aserradero‖, Islas Marías; Centro
Federal de Readaptación Social Femenil ―Rehilete‖, Islas Marías; Centro Federal Femenil de
Readaptación Social de Seguridad Mínima ―Zacatal‖, Islas Marías (aún no se encuentra en operación);
Centro Federal Femenil ―Noroeste‖, Tepic, Nayarit y Centro Federal de Rehabilitación Psicosocial,
Morelos.
16
de tal potestad ―nada pueda ser pretexto para aplicar este tipo de medidas especiales a
luchadores sociales, por el solo hecho de serlo, situación que deberá estar prevista en la
legislación secundaria‖.
En la votación final del artículo 18, párrafo noveno, de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, en lo particular, se estableció su aprobación, en los
términos que lo conocemos ahora.
1.5. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario
Oficial de la Federación el veintitrés de enero de dos mil nueve
Posteriormente, el artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, en
su párrafo tercero, sufrió una modificación menor, pero no por ello menos importante,
con motivo de la reforma a dicho ordenamiento publicada el 23 de enero de 2009, en el
Diario Oficial de la Federación.
En la exposición de motivos sometida a consideración de la Cámara de
Diputados, nada se menciona en relación a las razones por las que se consideró proponer
reformar el párrafo tercero del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos
Penales; empero, se puede deducir que tiene que ver con el cambio de la copulativa ―y‖,
por la disyuntiva ―o‖, que permitiría el hecho de que con tan solo una de las causales
contempladas en la fracción normativa en comento, se pudiera surtir la competencia
territorial de excepción; además, se cambia el orden de las causales, para dejar de
privilegiar, en primer término de aparición, a la causal de seguridad en las prisiones
como motivación para que opere la excepción territorial en cuestión.
Se llega a tal conclusión, luego de analizar los textos de legislativos, antes y
después de la reforma; por lo que se considera útil, para hacer más gráfica la
observación de que se trata, la transcripción de ambos textos en columnas paralelas:
17
Texto adicionado, según publicación del 10
de enero de 1994 en el Diario Oficial de la
Federación
Texto reformado, según publicación del 23
de enero de 2009 en el Diario Oficial de la
Federación
También será competente para conocer de También será competente para conocer de
un asunto, un juez de distrito distinto al un asunto, un juez de distrito distinto al
del lugar de comisión del delito, si por del
lugar
de
comisión
del
delito,
razones de seguridad en las prisiones, atendiendo a las características del hecho
atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias personales
imputado, a las circunstancias personales del inculpado, por razones de seguridad en
del inculpado y a otras que impidan las prisiones o por otras que impidan
garantizar el desarrollo adecuado del garantizar el desarrollo adecuado del
proceso, el Ministerio Público Federal proceso, cuando el Ministerio Público de
considera necesario llevar el ejercicio de la la Federación considere necesario llevar el
acción penal ante otro juez. Lo anterior es ejercicio de la acción penal ante otro juez.
igualmente aplicable para los casos en Lo anterior es igualmente aplicable para
que, por las mismas razones, la autoridad los casos en que, por las mismas razones
judicial, de oficio o a petición de parte, la autoridad judicial, de oficio o a petición
estime necesario trasladar a un procesado de parte, estime necesario trasladar a un
a algún centro de reclusión de máxima procesado a algún centro de reclusión de
seguridad, en los que será competente el máxima seguridad, en los que será
tribunal del lugar en que se ubica dicho competente el tribunal del lugar en que se
centro.
ubique dicho centro.
Tabla 1
Aquí, cabe resaltar que esta reforma se dio en un contexto nacional, en el que los
tres Poderes de la Unión y de los tres órdenes de gobierno, así como de la sociedad civil,
coincidían en que la situación de seguridad general era muy preocupante.
En una conjunción de voluntades sin precedentes: representantes de los Poderes
Ejecutivos Federal y Estatales, Congreso de la Unión, Poder Judicial Federal,
18
representantes de las asociaciones de Presidentes Municipales, medios de comunicación
y las organizaciones de la sociedad civil, empresariales, sindicales y religiosas, se habían
dado cita en el marco de la Vigésima Tercera Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de
Seguridad Pública (en lo sucesivo CNSP), celebrada en Palacio Nacional el día
veintiuno de agosto de dos mil ocho, en cuya ocasión decidieron signar el denominado
―Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad‖ (CNSP, 2008).
En este, todos los asistentes reconocieron que la sociedad mexicana se
encontraba profundamente agraviada por la impunidad, la corrupción, la falta de
coordinación entre las autoridades, así como por un ambiente de inseguridad y violencia.
Se sostuvo que muchas personas tenían miedo de transitar por las calles y plazas;
por ello, la ciudadanía hizo patente su reclamo a las autoridades de una respuesta
inmediata y contundente que diera resultados en el corto, mediano y largo plazos.
Se reconocía que el Estado y la sociedad enfrentaban una situación crítica
debido: tanto a la delincuencia común, que agravia cotidianamente a las familias, como
al embate del crimen organizado, que es un fenómeno complejo, compuesto por un
entramado de intereses y complicidades que trasciende fronteras. Asimismo, se denunció
que el Estado enfrentaba el deterioro institucional de los organismos encargados de la
seguridad pública, la procuración e impartición de justicia. Se sostuvo que la
delincuencia había dañado el tejido social y había encontrado cobijo en familias y
comunidades enteras.
Con eso en mente, considerando que el crimen organizado y la delincuencia
común representaban la principal amenaza a la seguridad de los mexicanos,
quebrantando y transgrediendo sus derechos y libertades, se suscribió el acuerdo de
referencia, que entre otras cosas, establecía los siguientes compromisos:
El Poder Ejecutivo Federal, entre otros puntos, se comprometió a alcanzar
los siguientes objetivos:
19
…V. Fortalecer la capacidad institucional del ministerio público federal.
La Procuraduría General de la República se compromete a formular el protocolo de
actuación e investigación, inicio de averiguaciones previas y procedimientos judiciales
para mejorar la eficacia en la obtención de sentencias condenatorias.
(…)
XIII. Fortalecer el Sistema Penitenciario.
La Secretaría de Seguridad Pública se compromete a construir dos Centros Federales de
Readaptación Social de alta seguridad, incluyendo módulos especiales, para
secuestradores (CNSP, 2008: 7).
El Poder Legislativo Federal, entre otros puntos, se comprometió a alcanzar
los siguientes objetivos:
…XXIX. Dar trámite a las iniciativas que en materia de justicia y seguridad pública sean
presentadas antes del día primero de octubre en cualquiera de las dos Cámaras del
Congreso de la Unión.
El Congreso de la Unión se compromete a dictaminar y votar todas las iniciativas
presentadas (CNSP, 2008: 9).
El Poder Judicial de la Federación, entre otros puntos, se comprometió a
alcanzar los siguientes objetivos:
…XXXIX. Favorecer la celeridad en los procesos.
El Consejo de la Judicatura Federal concentrará a las personas sometidas a procesos
penales relacionados con delincuencia organizada y narcotráfico, en reclusorios de alta
seguridad minimizando las diligencias por exhorto y el riesgo que implica para la
sociedad los traslados de reos peligrosos. Se dará competencia en todo el país a los
juzgadores ubicados en los lugares que cuentan con reclusorios de alta seguridad (CNSP,
2008: 10).
Dicho acuerdo, también contempló una serie de compromisos por parte de los
representantes de las asociaciones de Presidentes Municipales, medios de comunicación
y las organizaciones de la sociedad civil, empresariales, sindicales y religiosas, lo que
denota un concierto nacional en el sentido de que era necesaria la instrumentación de
acciones para combatir la delincuencia: común y organizada.
20
1.6. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario
Oficial de la Federación el tres de mayo de dos mil trece
En fecha más reciente, el tres de mayo de dos mil trece, se publicó en el Diario
Oficial de la Federación, la adición de los párrafos: quinto y subsiguientes, del actual
artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, como resultado de la
iniciativa de reforma presentada por varios grupos parlamentarios de la Cámara de
Senadores, el diecinueve de febrero de dos mil trece (Cámara de Senadores, 2013).
Con motivo de dicha adición legislativa, se contempló una nueva causa de
excepción a la competencia genérica contemplada en el artículo 6° del Código Federal
de Procedimientos Penales, la cual hace referencia al caso en que se comentan delitos
del fuero común en contra de algún periodista, persona o instalación, que afecten,
limiten o menoscaben el derecho a la información o las libertades de expresión o
imprenta.
En esos casos, el Ministerio Público de la Federación podrá ejercer la facultad de
atracción para conocerlos y perseguirlos, y los jueces federales tendrán, asimismo,
competencia para juzgarlos, siempre que se presuma la intención dolosa en su comisión
y se presente alguna de las circunstancias que se enumeran en ese propio artículo.
1.7. Comparación entre la legislación vigente y el Código Nacional de
Procedimientos Penales, no vigente aún en materia federal3
En el recientemente promulgado Código Nacional de Procedimientos Penales, en
el Libro Primero, Título III, Capítulo I, se analiza el tema de la competencia en materia
penal. Según se observa, subsiste la problemática que aquí se ha propuesto estudiar, de
hecho, las reglas de competencia que se encuentran hoy en día plasmadas en el Código
Federal de Procedimientos Penales, prácticamente continúan incólumes.
3
A nivel federal entrará en vigor a partir del 24 de noviembre de 2014, según la “Declaratoria de la
entrada en vigor del Código Nacional de Procedimientos Penales, a partir del 24 de noviembre de 2014, en
los estados de Durango y Puebla”; publicada en el Diario Oficial de la Federación el veinticuatro de
septiembre de dos mi catorce.
21
Así es, el artículo 22 del Código Nacional de Procedimientos Penales, prevé la
figura de la ―Competencia por razón de seguridad‖.
Se establece que: ―Será competente para conocer de un asunto un Órgano
jurisdiccional distinto al del lugar de la comisión del delito, o al que resultare
competente con motivo de las reglas antes señaladas, cuando atendiendo a las
características del hecho investigado, por razones de seguridad en las prisiones o por
otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso‖.
La redacción de tal precepto no es sintácticamente afortunada, de hecho parece
incompleta; pues a pesar de que deja clara la posibilidad de que un órgano jurisdiccional
distinto al del lugar de la comisión del delito sea competente para conocer de dicho
asunto; dicha norma no aclara quién podrá disponer de tal potestad para elegir al órgano
competente.
Al parecer, la ―escogencia‖ deja de ser una facultad del Ministerio Público para
constituir un derecho a favor del imputado, inclusive.
Las causales para que dicha excepción competencial sea procedente, son:
a) las características del hecho investigado,
b) por razones de seguridad en las prisiones o
c) por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso
Desaparece del nuevo código procesal, la causal que atendía a: d) las
circunstancias personales del inculpado, lo cual es consecuente con el espíritu general
del código adjetivo que proscribe el derecho penal de autor.
22
1.8. Postura Institucional del Poder Judicial de la Federación en torno a la
excepción de competencia territorial contemplada en el párrafo tercero, del
artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales
El Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, con la finalidad dar cumplimiento
a los diez compromisos que adquirió en el marco del Acuerdo Nacional por la
Seguridad, la Justicia y la Legalidad, suscrito el veintiuno de agosto de dos mil ocho, por
los tres Poderes de la Unión de nuestro país, entre los que se contemplaba que ―se
facilitaría la concentración de personas sometidas a procesos penales por delincuencia
organizada y narcotráfico, en los reclusorios de alta seguridad, reduciendo el número de
diligencias por exhorto y el riesgo que implica para la sociedad los traslados de reos
peligrosos‖; el veintiocho de agosto de ese mismo año, emitió el ―Acuerdo General
21/2008‖, según el cual ―con la finalidad de evitar retardos en la impartición de justicia
y salvaguardar el debido cumplimiento a lo establecido en los artículos 17, 19 y 20 de la
Constitución General de la República, así como propiciar condiciones de mayor
seguridad a la población evitando el traslado de procesados‖ (CJF, 2008a: 112), estatuyó
que los jueces de Distrito del Primero, Segundo y Tercer Circuito, y los Mixtos con sede
en aquellos lugares donde exista un centro federal de readaptación social de máxima
seguridad, ejercerían jurisdicción en toda la República para conocer de aquellos asuntos
que se encuentren en la hipótesis del artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de
Procedimientos Penales.
Luego, mediante Acuerdo General 82/2008, el propio Pleno del Consejo de la
Judicatura Federal, apoyándose en la misma línea argumental, determinó que los jueces
de Procesos Penales Federales que en lo futuro se lleguen a crear en aquellos lugares
donde exista un centro federal de readaptación social de máxima seguridad, ejercerán
jurisdicción en toda la República para conocer de aquellos asuntos que se encuentren en
la hipótesis del artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos
Penales (CJF, 2008b: 121).
23
Con lo anterior, el Poder Judicial de la Federación, parece dejar de lado el
criterio ordinario contemplado por la Constitución para que, con base en un acuerdo
político, se facilitara la concentración de personas sometidas a procesos en los
reclusorios de alta seguridad, actualizándose en automático la competencia excepcional
en comento, con tan sólo incluirse entre los delitos consignados al juez, el de
delincuencia organizada o contra la salud, convirtiendo prácticamente en ordinaria, una
regla excepcional de competencia.
2. Competencia ordinaria en materia penal
Así cabe señalar que el Código Federal de Procedimientos Penales, en su Título
Primero, aborda las reglas generales para el procedimiento penal; en el Capítulo I, de
dicho Título, trata el tema de la competencia, estableciendo la que es ordinaria, así como
las excepciones a dicha categoría procesal; empero, para entenderla considero
importante que como el presente estudio se enmarca en la dogmática jurídica como
metodología para el análisis de la problemática planteada, se analicen los conceptos
jurídicos relacionados que nos permitan hacer un análisis en abstracto del tema.
Se propone también señalar las posturas que existen respecto de los distintos
tópicos a tratar con relación a la competencia territorial en materia penal. En primer
lugar se analizarán los conceptos de jurisdicción y competencia, en su acepción jurídica,
para luego abordar los criterios de competencia en lo particular; en el ámbito de la
competencia territorial, se identificará la que se puede calificar de ordinaria; asimismo,
se analizarán los conceptos de leyes privativas y tribunales especiales, para identificar a
los tribunales ordinarios; explicando la relación existente entre la garantía al juez natural
y el principio de territorialidad, para orientar en la definición de la competencia
territorial ordinaria en materia penal; dentro de cuyos valladares se analizarán tópicos
como el requisito de vecindad contemplado por el artículo 20 de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, algunas consideraciones respecto a la figura del juez
natural en relación con el Tribunal del lugar de la comisión del hecho que se califica
24
como delito; para luego abordar de manera más específica el principio de territorialidad,
en sus aspectos pragmáticos; y, se abordará la importancia del binomio proceso-prueba.
Posterior a ello, por exclusión, se abordará la competencia no ordinaria en materia penal,
aproximándonos brevemente a las excepciones a la competencia ordinaria en materia
penal.
2.1. Jurisdicción y competencia
Como lo sostienen Sara Aragoneses e Ignacio Cubillo (2004), el término
jurisdicción tiene varios significados, entre los que destacan los tres siguientes: (1) es
una de las tres funciones del Estado, con la administración y la legislación; (2) sirve para
designar al complejo orgánico que desempeña tal función, y, (3) constituye un
presupuesto del proceso.
Levene (1993), por su parte, señala que el Estado tiene tres funciones
fundamentales: la jurisdicción, la legislación y la administración.
Citando a Goldschmidt, el Levene refiere que la jurisdicción es el deber o
facultad del Estado de administrar justicia; pero ello no lo hace mediante un sólo órgano,
sino que distribuye ese ejercicio entre diversas magistraturas, sin que ello implique la
existencia de distintas jurisdicciones, porque esa función estatal sigue siendo unitaria, ya
sea que se refiera a asuntos penales, civiles, etcétera, pues la magistratura en cuestión
cumplirá con su función de dictar o declarar el derecho en cada caso; por tanto, no hay
jurisdicción penal distinta de la civil, sino una competencia penal y otra civil de la
misma jurisdicción.
Me parece oportuno traer aquí, la precisión que hace Armenta Calderón, en
relación a la jurisdicción, al responderse el cuestionamiento relativo a si la jurisdicción
es un tema de derecho constitucional, o bien, es un tema de derecho procesal. Para el
referido autor: ―quienes afirman lo primero parten de su característica fundamental: la
jurisdicción es una de las tres funciones esenciales atribuidas a los órganos de gobierno;
25
en cambio, la corriente que la ubica en el campo del derecho procesal atiende
fundamentalmente a la naturaleza del proceso, de los actos generados en su ejercicio, así
como a su fin inmediato‖. (Armenta, 2003: 46)
Entonces, la jurisdicción desde el ámbito constitucional corresponde pues a la
identificación de la función de dictar el derecho, con uno de los órganos que lo integran:
el poder judicial.
Por otra parte, en el ámbito de lo puramente procesal, la jurisdicción es una
categoría de orden práctico que hace referencia a la idoneidad del juzgador para conocer
o llevar a cabo determinadas funciones o actos jurídicos.
Díaz de León, entiende que ―la jurisdicción es un poder del Estado que sirve para
resolver y dirimir los conflictos de intereses o litigios, que someten a su decisión las
personas físicas o jurídicas y, que resuelve mediante sentencias que admiten la calidad
de cosa juzgada‖. (Díaz de León, 1986: 1002)
Advierte Díaz de León (1986) que autores como Couture señalan que en los
países de Latinoamérica, el vocablo jurisdicción tiene hasta cuatro acepciones, que se
refieren a la jurisdicción como ámbito territorial, a la jurisdicción como conjunto de
poderes o autoridad de ciertos órganos del poder público, a la función de hacer justicia y
a la jurisdicción como sinónimo de competencia.
La primera de esas acepciones: jurisdicción como ámbito territorial, obviamente,
está íntimamente relacionada con el territorio en que pueden realizarse ciertas
diligencias. Según advierte el autor, dicho sentido es el que se le ha dado en más de
algún texto legislativo, pero no es el más correcto.
La jurisdicción como poder hace referencia a la prerrogativa, autoridad o poder
de determinados órganos públicos, especialmente los del Poder Judicial, pero más a la
investidura o jerarquía que a la función en sí.
26
La jurisdicción como función, revela cierta sinonimia entre el concepto de
función judicial con el diverso de función jurisdiccional. Empero, no toda la función
jurisdiccional corresponde al Poder Judicial, pues existen funciones jurisdiccionales a
cargo de otros órganos que no corresponden al Poder Judicial; empero, tal sinonimia se
ha construido porque, en términos generales, normalmente la función jurisdiccional es
desarrollada por el referido Poder Judicial.
Para Armenta (2002), tal visión de la función jurisdiccional como función
judicial, surge a partir del advenimiento del Estado moderno, una vez consagrada la
división de poderes; reservando la jurisdicción casi exclusivamente al Poder judicial
monolítico, empero, aclarara que: función jurisdiccional y función judicial no son
expresiones conceptualmente equivalentes, ni la segunda es tautológica, pues no es la
repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras; en todo caso la
segunda viene a ser especie de la primera.
Por otra parte, en la última de las acepciones que Couture atribuye al vocablo
jurisdicción en el foro latinoamericano, se encuentra la de jurisdicción como sinónimo
de competencia, al respecto Díaz de León (1986) menciona que hasta el siglo XIX los
conceptos de jurisdicción y competencia aparecen como sinónimos. Pues en no pocas
ocasiones se alude indistintamente a la falta de jurisdicción como falta de competencia
en sentido material, o bien, en sentido territorial. Ello, fue resultado de que en los textos
legislativos de la época en mención fue consagrado en ese sentido; así, hoy en día se
conservan en el lenguaje forense, residuos de legislaciones pasadas y se refiera aún a la
jurisdicción y a la competencia como sinónimos.
Ortego (2002), refiere que en las fuentes romanas la competencia, entendida
como la cualidad o atribución que permite a un juez la decisión de un asunto concreto,
viene expresada con el término ―jurisdicción‖.
27
Agrega que el término competencia aparece en numerosas ocasiones
directamente relacionado con otro más amplio: el de ―jurisdicción‖ debido al sentido
territorial de ambos conceptos, que aún está presente en algunas leyes procesales.
Para Vázquez (1997) mientras que el concepto de jurisdicción es único e
idéntico, la competencia es entendida como ―aptitud‖ y por ello mismo, es cambiante,
múltiple y variable y su justificación responde a cuestiones prácticas como la división
del trabajo judicial y la necesidad de adecuarlo a los requerimientos reales el servicio de
justicia, adaptándolo a las particularidades regionales y de los objetos y personas puestos
a la consideración del órgano jurisdiccional. Desde esta perspectiva, sostiene: ―la
competencia es una sección de la jurisdicción (integrada por todas las competencias)‖.
(Vázquez, 1997:145)
Por ello concuerdo con Levene (1993) cuando señala que ningún juez carece de
jurisdicción, pero sólo la ejerce dentro de los límites señalados por la ley, por lo que sólo
puede faltarle competencia para entender en un asunto determinado.
En consecuencia, tenemos que ―la competencia delimita la zona de
conocimiento, intervención, decisión y ejecución del juez o tribunal, determinando el
espacio, materia y grado de los asuntos que le incumben.‖ (Vázquez, 1997: 145)
Algo diferente es lo sostenido por Aragoneses y Cubillo, pues para éstos autores:
―Todos los órganos que se integran en la jurisdicción ordinaria (por supuesto, también
los que se encuadran en las jurisdicciones especiales) ejercen la función jurisdiccional o,
si se prefiere, ―tienen jurisdicción‖ en sentido amplio, pero únicamente los órganos de
cada concreto orden judicial poseen jurisdicción en sentido propio (o jurisdicción por
razón del objeto o por la materia)‖. (Aragoneses y Cubillo, 2004: 26)
Como se ve, al igual que los autores antes mencionados consideran que la
jurisdicción es una función del Estado, cuyos determinados órganos ejercen la función
jurisdiccional, pero en la especie asemejan a la competencia con lo que llaman
―jurisdicción en sentido propio‖.
28
Empero, en la obra consultada de éstos, al analizar la competencia penal, dichos
autores sí concluyen que la jurisdicción actúa como presupuesto o base de la
competencia y la competencia supone la medida de la jurisdicción.
Ortego (2002), a su vez, considera que la ―competencia‖ es el derecho o facultad
que tiene un juez para conocer de un asunto o causa. Llama la atención que la califique
como ―derecho‖, asimilándola con ―facultad‖ para conocer de un asunto.
Con relación a ésta última acepción de la jurisdicción, asimilada con la
competencia, conviene dejar claras las diferencias de los conceptos, a más, que ya se ha
señalado que la competencia es la medida de la jurisdicción. Aquí, me parece
especialmente ilustrador citar la síntesis que de ello hace Ricardo Levene, como sigue:
Mientras que la jurisdicción es un concepto genérico, es decir, una potestad del juez, la
competencia es un concepto aplicado al caso concreto, pues no todos los jueces pueden
intervenir en cualquier litigio, sino tan sólo en aquellos casos que la ley les permite.
Conforme a tales conceptos, Castro define a la competencia como ―la medida o el
alcance de la jurisdicción, o sea, los límites que la ley establece para el ejercicio de la
jurisdicción a cada uno de los distintos órganos jurisdiccionales‖, y Alsina como ―la
aptitud del juez para ejercer su jurisdicción en un caso determinado‖. Para Manzini,
desde el punto de vista objetivo, ―es el ámbito legislativamente limitado dentro del cual
un juez que tiene jurisdicción‖ puede ejercerla; y para Lascano ―es la capacidad
reconocida a ciertos jueces para ejercer jurisdicción en determinados casos‖. (Levene,
1993: 201)
Según se lee en el Diccionario Jurídico Mexicano (2000), del Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, en su
décima cuarta edición, la figura jurídica de la competencia es más amplia que la
señalada —quizá a título sólo enunciativo— por Levene, cuando éste refería que ―no
hay jurisdicción penal distinta de la civil, sino una competencia penal y otra civil de la
misma jurisdicción‖ (Levene, 1993: 176).
Así, en un sentido jurídico general, en el Diccionario Jurídico Mexicano se alude
a la competencia como la idoneidad atribuida a un órgano de autoridad para conocer o
llevar a cabo determinadas funciones o actos jurídicos.
29
2.2. Criterios de competencia
En un sentido más técnico y especializado del derecho judicial, la doctrina
aplicable ha determinado que existen otros criterios de competencia que el juzgador
debe tomar en consideración, como presupuesto procesal4, antes de la iniciación y
desenvolvimiento de un proceso judicial, entre los que se encuentran:
a) El criterio material.- Es el criterio que se instaura en virtud a la naturaleza
jurídica del conflicto objeto de litigio; por razón de la naturaleza de la causa, o sea de las
cuestiones jurídicas que constituyen la materia litigiosa del proceso; o es la que se
atribuye según diversas ramas del derecho sustantivo.
b) El criterio territorial.- Es el comprendido como el ámbito espacial, en cuya
esfera de acción pueden producirse los actos y sus efectos jurídicos, debe tomarse en
cuenta el principio de extraterritorialidad, por el que el territorio se extiende al espacio
que ocupan las embajadas, legaciones, ubicadas en el extranjero, así como el de naves y
aeronaves.
c) El criterio de cuantía.- Es el que distingue competencia a partir del monto
pecuniario de los litigios a ventilarse.
d) El criterio de grado.- En un sentido jurídico se emplea la palabra grado como
sinónimo de instancia; se refiere a la aptitud de un órgano judicial de conocer de los
pleitos en primera (órganos inferiores), o en ulterior instancia (órganos superiores).
e) El criterio de prevención.- Se refiere a que cuando son legal y potencialmente
competentes para conocer de un mismo negocio varios juzgados o tribunales, uno de
ellos se anticipa a los demás y puede continuar ventilando el pleito, excluyendo a otros
órganos.
4
Debiendo entender por presupuestos procesales: los requisitos necesarios para que el juez esté obligado a
proveer sobre la demanda, tales como la competencia del órgano jurisdiccional y la capacidad de las
partes. (De Pina, 1985: 396)
30
f) El criterio de turno.- Se refiere a la forma en que la labor judicial es distribuida
entre varios tribunales que tiene igual circunscripción territorial de competencia, o que
mantienen la misma competencia por razón de la materia, del territorio, de la cuantía y
el grado.
g) El criterio funcional.- Se refiere, en materia penal, a la separación funcional
entre la instrucción y el juzgamiento.
h) El criterio de conexión o conexidad.- Cuando existe conexidad de causas, por
lo que pueden acumularse cuando hay identidad de personas y acciones, aunque las
cosas sean distintas, o bien, cuando las acciones provengan de una misma causa,
conexidad o conexión objetiva. Se trata de juicios diferentes que se suman al
conocimiento de un juez, por acumulación o prórroga, en ese caso el juez que toque
conocer será el competente para resolver ambos juicios.
i) El criterio de elección.- En las legislaciones que se permite, los justiciables
eligen, antes o durante el juicio mismo, al juzgador que ha de conocer y resolver el
litigio; naturalmente entre varios órganos con igual competencia territorial, por cuantía,
por materia, etc.
j) El criterio de remisión.- Cuando se trata de establecer una correcta capacidad
subjetiva en concreto (imparcialidad) y por excusa o recusación de un funcionario
judicial, pasan los autos al que correspondería según la ley orgánica de los tribunales.
k) El criterio de concurrencia o concurrente.- Es la que tienen varios tribunales,
en principio, para conocer de cierta clase de negocios.
l) El criterio de exclusividad o exclusiva.- Es la que tiene un tribunal para dirimir
determinado litigio, sin que exista otro órgano que tenga igual competencia.
m) El criterio de prórroga o competencia prorrogada.- Se refiere a la capacidad
objetiva del órgano jurisdiccional, para conocer de una cuestión que está fuera de su
31
competencia (únicamente la territorial) normal, a virtud de la manifestación de la
voluntad de las partes.
n) El criterio subjetivo.- Este criterio de competencia se centra en el justiciable,
en el sujeto al que se aplicará la justicia, es decir, para fincar la capacidad objetiva del
órgano de juzgamiento se tiene en consideración la condición o calidad personal del
justiciable, es una referencia directa a los fueros o privilegios personales, que se prevén
en las normas nacionales, o bien, en las internas de origen internacional.
2.3. Competencia territorial ordinaria
Definida la competencia, hemos advertido que existen varios criterios para
determinarla, también hemos definido que se trata de un presupuesto procesal que,
siguiendo a Rafael De Pina (1985), sería un requisito necesario para que el juez esté
obligado a proveer sobre una demanda; por lo que ahora cabría preguntarnos si existe,
entre los criterios analizados, alguno que pudiéramos definir como ―ordinario‖ por su
generalidad, es decir, que independientemente de la materia pudiera ser el criterio
informador de la competencia, esto es: si existe un ámbito dentro del cual genéricamente
un juez tendría facultad para decir el derecho en el caso específico.
Citando a Armenta (2003), éste hace referencia a que según Montero Aroca, en
un sentido más preciso y delimitado, se destaca que el derecho constitucional es el punto
de partida de toda la doctrina procesal; ya que para ―armar‖ el contenido, objeto y fin del
derecho procesal, necesariamente, debe partirse de la concepción constitucional y
analizar a su luz la función y estructura del llamado poder judicial.
De lo anterior, se deduce que para encontrar el contenido, objeto y fin de una
figura procesal es perfectamente válido —además: necesario— acudir a la Constitución
o, de forma más precisa, al derecho constitucional para definir su dimensión.
Así, tenemos que en el artículo 13 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos se estatuye que nadie puede ser juzgado por leyes privativas ni por
32
tribunales especiales; integrando así la prohibición de ser juzgado por tribunales ad hoc,
que son aquéllos: ―tribunales especiales, creados para el caso‖ (Corte IDH, Caso Apitz
Barbera y otros vs. Venezuela, párr. 50).
Corcuera (2002: 141), sostiene en relación con el artículo 13 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, que ―aunque podría decirse que en este
artículo se garantiza la igualdad de todos en la aplicación de la ley, el derecho a no ser
juzgado ante tribunales especiales es de naturaleza distinta al derecho a no ser objeto de
una ley privativa‖.
Por tanto, si la naturaleza de los dos componentes de esa garantía consagrada en
el artículo 13 constitucional son de diferente categoría, conviene definirlos para
diferenciarlos. Para ello, se recurre a la interpretación jurisprudencial que en nuestro país
existe al respecto.
2.3.1. Leyes privativas
Para el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), las leyes
privativas son aquéllas que ―se caracterizan porque se refieren a personas nominalmente
designadas, atendiendo a criterios subjetivos y por el hecho de que después de aplicarse
al caso previsto y determinado de antemano pierden su vigencia, encontrándose
prohibidas por el artículo 13 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, debido a que atentan contra el principio de igualdad jurídica‖ (P./J. 18/98).
Es decir, que tales normas no se encuentran investidas de las características de
generalidad, abstracción y permanencia.
En un antecedente más remoto que el citado anteriormente, la entonces Sala
Auxiliar de la SCJN, determinó que una ley privativa se caracterizaba por lo siguiente:
El análisis doctrinario de la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
conduce necesariamente a estas conclusiones: a) La ley es privativa, si la materia de que
se trata desaparece después de aplicarse a un caso previsto y determinado de antemano;
33
b) La ley es también privativa cuando menciona individualmente (nominalmente) a las
personas a las que se va aplicar; c) La ley no es privativa cuando se aplica sin
consideración de especie o de personas a todos los casos que previene; d) La ley no es
privativa cuando comprende a un determinado número de individuos; y e) Las leyes
relativas a cierta clase de personas como los mineros, los fabricantes, los salteadores, los
propietarios de alguna clase de bienes no son disposiciones privativas, porque
comprenden a todos los individuos que se encuentran o lleguen a encontrarse en la
clasificación establecida‖ (Tesis sin número asignado, 1969).
2.3.2. Tribunales especiales
Por otra parte, en relación al concepto de tribunales especiales, la Primera Sala
de la propia SCJN, ha concretizado que: ―Acorde con los criterios jurisprudenciales de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, por tribunales especiales se entiende los que son
creados exclusivamente para conocer, en un tiempo, de determinado negocio o de ciertas
personas, sin tener un carácter permanente ni la facultad de resolver un número
indeterminado de negocios de la misma materia…‖ (Tesis: 1a. CX/2011)
Al resolver el amparo directo en revisión 2138/88, la propia Primera Sala de la
SCJN, señaló que tribunales especiales son los que ―se constituyen en un momento
determinado para juzgar de alguna conducta o hecho delictivo y que dejan de existir una
vez satisfecha esa finalidad‖ (tesis sin número asignado, 1989a).
2.3.3. Tribunales ordinarios
Una vez clarificado qué debemos entender por leyes privativas y tribunales
especiales, se va allanando el camino para arribar a definir qué es un tribunal ordinario,
para lograrlo se recurre a la sentencia emitida por la Corte Interamericana de los
Derechos Humanos (Corte IDH) al resolver el caso Barreto Leiva vs. Venezuela, en ésta
señala que:
El artículo 8.1 de la Convención garantiza el derecho a ser juzgado por ―un tribunal
competente […] establecido con anterioridad a la ley‖, disposición que se relaciona con
el concepto de juez natural, una de las garantías del debido proceso, a las que inclusive
se ha reconocido, por cierto sector de la doctrina, como un presupuesto de aquél. Esto
implica que las personas tienen derecho a ser juzgadas, en general, por tribunales
34
ordinarios, con arreglo a procedimientos legalmente establecidos. (Corte IDH, Caso
Barreto Leiva vs. Venezuela, párr. 75)
Encontramos aquí que la Corte IDH relaciona los conceptos de tribunal
competente establecido con anterioridad por la ley con la garantía al juez natural, la que
califica como una de las garantías del debido proceso; puesto que las personas tienen
derecho a ser juzgadas, en general, por tribunales ordinarios, con arreglo a
procedimientos legalmente establecidos con anterioridad a la contienda a ser juzgada,
haciéndose clara la prohibición de ser juzgado por tribunales creados para el caso (ad
hoc); empero, conviene resaltar que define que un sector de la doctrina ve la garantía del
juez natural, como presupuesto del debido proceso.
Ahora, llama la atención que se haga referencia a tribunales competentes y a
tribunales ordinarios, casi como si formaran parte de la misma especie. Es decir, que al
ser juzgado por un tribunal ordinario, necesariamente se estaría siendo juzgado por un
tribunal competente y viceversa. Empero, hay un elemento que se requiere para poder
hacer enlace entre esos dos conceptos, que es que el tribunal competente, lo sea en
estricto respeto a la garantía del juez natural y establecido con anterioridad al caso
concreto a dilucidar.
Para entender más adecuadamente lo anterior, acudimos a lo escrito por Ruiz
(1991), quien señala que en la tradición, la iurisdictio del juez ordinario se reconocía
como ―nativa‖, en cuanto afectaba a todos aquéllos que, en una forma u otra, estaban
ligados al territorio en que se desarrollaba la iurisdictio; ese territorio hacía, así, marca o
señal de la misma jurisdicción. A pie de la página 36 de la obra en consulta, refiere que
Picardi, en su obra ―Il giudice ordinario‖ afirma que la traducción de iudex-nativus por
―juez natural‖ es considerado como un supuesto claro de transliteración5.
Según Ortego (2002) la relevancia del territorio para delimitar la competencia de
un órgano investido de jurisdicción se aprecia ya en el Digesto, donde se disponía que
5
Acción y efecto de representar los signos de un sistema de escritura mediante los signos de otro. (RAE,
2003)
35
―al que ejerce la jurisdicción fuera de su ámbito territorial se le puede desobedecer
impunemente…‖
Así, de la simple lectura del artículo 13 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, podría interpretarse que la competencia ordinaria es la que
corresponde a Tribunales creados con anterioridad al negocio determinado, para juzgar
conductas o hechos, con independencia de la persona a que se le atribuyen, de carácter
permanente, con facultad de resolver un indeterminado número de casos de la misma
materia, aplicando a los justiciables leyes establecidas con anterioridad al hecho; pero,
concatenando esto con lo señalado por la Corte IDH, en la sentencia dictada al resolver
el caso Barreto Leiva vs. Venezuela, antes citada, tal tribunal ordinario debe cumplir,
además, con el derecho a un juez natural, una de las garantías del debido proceso, a las
que se reconoce como un presupuesto de aquél.
Hasta aquí, según lo revisado en las referencias al juez natural, ordinario o legal,
se advierte que en todas ellas la persona del juzgador guarda relación con un territorio
determinado, en el que los juzgadores ejercen su acción de juzgamiento; que, según la
tradición jurídica, era necesario que fuera el territorio del propio juez, para que
conociera las costumbres del lugar.
Según Francisco Ortego (2002), el ámbito del derecho al ―juez legal‖ alcanza
también a la determinación competencial del órgano; en relación a dicha garantía señala:
La determinación del órgano jurisdiccional competente para un caso concreto entronca
directamente con el derecho al Juez legal o natural. Mediante esta expresión se hace
referencia a un principio anglosajón que significa jueces de la tierra y que por razones
de proximidad geográfica tiene su equivalente en el juez del lugar donde se comete el
delito (―fórum delicti comissi‖) respecto al proceso penal, y en el juez del lugar del
domicilio del demandado, respecto al proceso civil.
En esencia, esta garantía, que se enmarca en la más amplia cláusula de ―debido proceso‖
(―due process of law‖), significa que nadie puede ser juzgado sino por el Juez preconstituido y establecido legalmente.
36
2.3.4. Relación entre la garantía al juez natural y el principio de territorialidad
La relación juez natural – territorialidad, parece tener cuando menos dos
aproximaciones.
Recordando a Horvitz y López (2003), éstos deducían que el juez natural surge
por el necesario conocimiento que debía tener el juzgador de la costumbre del lugar, en
una época en la que la costumbre era la principal fuente del derecho. Es decir, para
éstos: la territorialidad era el criterio primario para dotar de competencia a un juez para
el caso dado.
Pero Aragoneses y Cubillo (2004), consideran que en el caso de que el grado
jurisdiccional (objetiva o funcionalmente competente) se componga de una pluralidad de
órganos, es cuando entran en juego las normas de competencia territorial. Quizá ello sea
así para los autores en cita, pues consideran que todos los órganos jurisdiccionales tienen
jurisdicción en sentido amplio, mientras que sólo algunos la tienen en sentido propio;
por lo que sólo cuando existan dos o más órganos que puedan conocer de una contienda,
se decidirá cuál es el tribunal competente en función del territorio en que se sitúe el
litigio, por lo que ese órgano pasará de tener una jurisdicción en sentido amplio, a
ejercer una jurisdicción en sentido propio, al conocer de esa contienda, por ser el más
cercano a la problemática concreta.
Luego entonces, para unos la territorialidad es el criterio principal para asignar
competencia, mientras que para otros, es el criterio accesorio para determinar a la
autoridad competente.
La diferencia en cuestión no es menor, pues para los que sostienen que la
jurisdicción natural es determinada por el lugar en que se suscita la problemática a
dilucidar, dicho criterio es de carácter más bien absoluto, pues consideran imperioso que
el juez conozca la costumbre del lugar para resolver una problemática determinada,
suscitada en ese propio lugar (criterio más bien identificado con sistemas jurídicos
donde la costumbre del lugar tiene gran peso al resolver un litigio); pero, para quienes
37
sostienen que la jurisdicción es única, que recae en todos los órganos jurisdiccionales y,
una vez que se ha determinado la materia y fuero de la problemática, advirtiendo que
existen en toda la jurisdicción más de un órgano que puede conocer objetiva y
funcionalmente de tal litigio, será el más próximo a la problemática el que conocerá de
ésta; por lo que la territorialidad para éstos es un criterio más bien relativo.
Si tradujéramos tales posturas a un sistema de Estado Federalizado, podría
sostenerse que la primera de ellas, se identifica más con la competencia que surge para
los órganos de una entidad federativa determinada (por ejemplo: Jalisco), en exclusión
de los de otra entidad federativa; en este caso no existe mayor duda respecto a que la
legislación del territorio, que se habrá confeccionado recogiendo la costumbre de la
entidad, necesariamente privilegia la localidad como elemento vinculante de la
competencia; pero, en sede interna, es decir, dentro del territorio de la propia entidad
federativa, habrán de utilizarse criterios territoriales más relativos, para definir cuál de
todos los órganos de dicha entidad será competente, dependiendo de su proximidad con
el litigio; en este caso la territorialidad será un criterio menos absoluto. Empero, en
materia penal —se adelanta— la Constitución prevé una división territorial por
―partidos‖, que de alguna manera resuelve esa relatividad, para identificar a la
territorialidad como un criterio absoluto para fijar la competencia espacial en esa
materia, pero no por el necesario acercamiento del juez con la costumbre del lugar, sino
atendiendo a criterios más prácticos que tiene que ver con el desarrollo del proceso, a los
que me referiré más adelante.
Por otra parte, con la segunda de las posturas podríamos identificar el caso de los
asuntos de fuero federal; pues tratándose de una problemática de competencia exclusiva
de la Federación, todos los órganos jurisdiccionales federales serían competentes en
principio, empero, debe echarse mano de un criterio de territorialidad para determinar
cuál de todos los órganos federales es competente; en este caso el criterio territorial es
secundario.
38
El problema de investigación propuesto se enmarca en la legislación federal,
codificación que tiene efectos generales en todo el territorio nacional; por tanto, la
territorialidad derivada de la necesidad imperiosa de que el juez conozca la costumbre
del lugar para resolver una contienda determinada —suscitada en ese propio lugar—
parece no ser el criterio informador en el caso; a más, que dada la generalidad de los
preceptos jurídicos de la materia y fuero, el conocimiento de la costumbre del lugar no
sería determinante —en la mayoría de los casos— a la hora de resolver un litigio. Más
bien, se advierte que el constituyente tomó en consideración otros factores para
establecer la competencia genérica en la materia, como se verá más adelante.
Ahora que se ha tocado el tema específico de la materia penal, antes de pasar a
definir si existe una competencia territorial ordinaria en ese campo, convendría señalar
que para cierto sector de la doctrina, la competencia forma parte de la garantía de
legalidad, como lo refirió Vallarta en sus disertaciones, insertas en su voto mediante el
cual estableció la diferencia entre una autoridad ilegítima y una autoridad incompetente
(Armenta, 2003).
Para ese sector, la competencia deriva del principio de legalidad contemplado en
el artículo 16 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, puesto que
en este se establece que todo acto derivado del ejercicio de la función pública debe
satisfacer ciertos requisitos; entre ellos que, en el caso del juzgador, sea el competente
para ello. Tal postura no nos aclara nada en cuanto a cuál es el parámetro genérico y
original que aquí se busca de la competencia; pues, en ese caso, la competencia se define
sólo como un requisito de la legalidad.
Se hace la acotación anterior, porque en la búsqueda de la competencia genérica
en materia penal, no necesariamente debe considerarse bajo un principio de legalidad
estricto, que la competencia genérica se fija en términos de lo señalado en el artículo 20,
apartado A, fracción VI, respecto a que el indiciado tiene derecho a ser juzgado por un
juez o tribunal vecino del lugar; puesto que blandiendo tal postura, se ha llegado a
interpretar que, lo único que garantiza esa fracción normativa es: que sólo en el caso de
39
ser juzgado por jurado de ciudadanos, se exige el requisito de que sean vecinos del lugar,
lo cual creo que no es correcto, como se verá a continuación.
2.4. Competencia territorial ordinaria en materia penal
Quizá convenga iniciar este apartado con la afirmación de que ―[l]a ley asigna a
los tribunales una circunscripción territorial para que ejerzan la jurisdicción con respecto
a todas las causas que se susciten dentro de ella. La improrrogabilidad (sic) sin
excepciones de la competencia penal conduce a la estrictez de este criterio territorial‖.
(Clariá, 1998: 346)
Para entender la implicación de esa afirmación, es necesario acudir a la
definición de qué es prórroga de competencia. Para ello, considero importante partir del
concepto jurídico de la autonomía de la voluntad.
El principio dispositivo en el derecho, encuentra fundamento en que los derechos
e intereses legítimos de los particulares, tiene un titular que es el único que puede
solicitar la tutela jurídica a través de un proceso (Ortego, 2002).
Consiste en que el ejercicio de la acción procesal está encomendado en sus dos
formas, activa y pasiva, a las partes y no al juez. Sus principales aplicaciones son: a) a
nadie puede obligársele a intentar o a proseguir una acción contra su voluntad; b) la
aportación de las pruebas y formulación de alegatos, han de hacerla las partes conforme
a las reglas que rigen la carga de la prueba y formulación o exposición de alegatos; c) los
jueces deben sentenciar según lo alegado y probado en autos, respetando siempre los
términos en que se formuló la litis; y, d) a las partes les corresponde intentar los recursos
que la ley les concede contra las resoluciones que las perjudiquen (Pallares, 1973).
Esa disponibilidad de los derechos subjetivos, también guarda relación con la
competencia, cuando menos en materia civil, porque si un determinado juzgado carece
de competencia para conocer de una contienda, queda válidamente fijada si el
40
demandado hace cualquier actuación que no sea la de promover la declinatoria del juez
incompetente.
Tal disponibilidad sólo se refiere a la competencia territorial, porque las normas
sobre competencia objetiva y funcional, impiden que las partes fijen la competencia, a su
libre albedrío, del tribunal que habrá de resolver el litigio, ello en función de la materia,
de la cuantía o de su situación jerárquica en la pirámide de organización jurisdiccional.
Es por esa razón que en ocasiones se ha dicho que las normas de competencia territorial
se rigen por el principio dispositivo, porque lo que se dispone es precisamente el derecho
que tienen las partes a litigar en determinado Tribunal (Ortego, 2002).
Empero, el propio autor matiza diciendo que ―la elección de un determinado
órgano jurisdiccional no es un derecho subjetivo sino una facultad concreta que la Ley
ofrece a los litigantes primando así sus respectivos intereses y como medio de facilitar el
desarrollo ulterior del proceso (…) Pues no puede caerse en la confusión de creer que
cuando el legislador prohíbe la prórroga del fuero el proceso civil correspondiente te
deviene inquisitivo, o que el principio dispositivo queda cercenado‖ (Ortego, 2002: 5253).
Serra Domínguez, citado por Ortego (2002), señala que el carácter prorrogable de
la competencia territorial en las leyes de enjuiciamiento civil del siglo XIX era la mejor
manifestación de la autonomía de la voluntad.
Bajo la voz autonomía de la voluntad, en el Diccionario Jurídico Mexicano (IIJUNAM, 2000), se alude a que cuando los particulares actúan libremente en la esfera del
derecho lo hacen utilizando como instrumento a los actos jurídicos, dado que estos
últimos son las manifestaciones de la voluntad destinadas a crear consecuencias
jurídicas. Se agrega que por esa razón el dogma de la autonomía de la voluntad se ha
desarrollado en torno a la libertad que tiene los autores de un acto jurídico para
celebrarlo o no hacerlo y para determinar su contenido y alcances, del mismo modo se
señala que algunos autores la asemejan a la libertad de contratación.
41
Existen importantes antecedentes jurisprudenciales, al respecto.
En 1947, el Pleno de la SCJN, al resolver el conflicto competencial 141/46,
suscitado entre el Juez Quinto de lo Civil del Distrito Federal y el Juez Mixto de Primera
Instancia de Tlalnepantla, México; (la tesis en comento lleva por rubro: Sumisión
expresa) determinó que:
…tanto el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal, como el del Estado de
México, reconocen el principio de que ―es Juez competente aquel al que los litigantes se
hubieren sometido expresa o tácitamente cuando se trate del fuero renunciable‖ [por lo
que] si la demanda se sometió a los tribunales de la Ciudad de México, hubo prórroga de
jurisdicción territorial, autorizada por la ley (Tesis sin número asignado, 1947).
En una diversa tesis aislada de la Quinta Época, en 1956, conformada al
resolverse en el Pleno de la SCJN, el conflicto competencial 23/54, se determinó que ―se
entiende sometido tácitamente al demandado, y que hay prórroga tácita, lo que en el
fondo es lo mismo, por contestar la demanda‖. Ello siempre que el demandado diera
―contestación a la reclamación formulada en su contra sin hacer salvedad de ninguna
especie‖, en cuyo caso ―la competencia en cuestión debe fincarse en favor del Juez a
cuya jurisdicción se sometió tácitamente dicho demandado‖ (Tesis sin número asignado,
1956).
Luego, en un criterio del año 1985, establecido por la entonces Tercera Sala de la
SCJN, al resolver el conflicto competencial civil 78/84, suscitado entre los Jueces
Cuarto de lo Civil de Puebla, Puebla y Vigésimo de lo Civil del Distrito Federal,
siguiendo la misma línea argumentativa, determinó que:
Si la demandada se sometió a los tribunales de una ciudad para el caso de
incumplimiento de alguna de las obligaciones contraídas en una escritura de hipoteca,
esta circunstancia basta para establecer la competencia si las legislaciones de los Estados
cuyos Jueces compiten reconocen el principio de que ―es Juez competente aquél al que
los litigantes se hubieren sometido expresa o tácitamente cuando se trate de fuero
renunciable‖. (Tesis sin número asignado 1985)
Por su parte, Rafael De Pina (1985: 451), define a la sumisión como ―acto
jurídico mediante el cual se renuncia al derecho de demandar y ser demandado ante el
tribunal que corresponde, para acatar la jurisdicción de otro tribunal‖.
42
Tal determinaciones judiciales y definición doctrinal orientan en relación a que
existen casos en que los litigantes pueden disponer de la competencia, como en el caso
de la materia civil y aún mercantil; pero como se anunciaba a principios del presente
apartado, en materia penal la competencia territorial es improrrogable, o bien, en
términos dispositivos: indisponible.
Con esto en mente, analicemos el artículo 20, apartado A, fracción VI, de la
Constitución6, el cual, al señalar las garantías del inculpado, contempla que éste será
juzgado por un juez o jurado de ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos del lugar y
partido en que se cometiere el delito.
Al colegir esa disposición con el artículo 13 constitucional, se advierte que en
nuestra Constitución —vigente aún en materia de procesos penales federales— el juez
ordinario, en materia penal, además de ser predeterminado por la ley, debe ser natural
del lugar donde se habrá de juzgar (vecino del lugar y partido en que se cometiere el
delito); por lo que la prohibición de ser juzgado por tribunales especiales, pareciera que
también contemplaría la prohibición de ser juzgado por jueces ajenos al lugar de la
comisión del ilícito.
Aparece también un indicio claro, respecto de que la territorialidad se vuelve un
factor relevante a la hora de designar competencias, es decir, la exigencia de que el juez
sea vecino del lugar, aparentemente, hace relación con la necesaria vinculación de éste a
un territorio determinado, en cuya circunscripción podrá juzgar.
Ahora bien, en la redacción constitucional actual, se conserva la disposición
contenida en el artículo 13 constitucional, ya referido; empero, la relativa a la fracción
VI, del apartado A, del artículo 20, aún vigente, ha desaparecido del nuevo texto, lo que
posiblemente obedezca a que en el nuevo proceso penal acusatorio-adversarial,
consagrado en la reforma constitucional que fuera publicada en el Diario Oficial de la
6
Relativo a la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 7 de mayo de 2008; aún
vigente en materia de procesos penales federales, de conformidad con el artículo Segundo transitorio de la
reforma a la Constitución publicada en el DOF el 18 de junio de 2008.
43
Federación el 18 de junio de 2008, se contempla como uno de los principios del proceso
penal el de inmediación, que exige que el juez entre en relación directa con las partes y
con los elementos de prueba que debe valorar para dictar el derecho; en ello nos
detendremos más adelante.
Luego entonces, la competencia ordinaria en materia penal, por virtud de lo
ordenado en los artículos 13, en relación con el 20, apartado A, fracción VI, ambos de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en relación con el 6° del Código
Federal de Procedimientos Penales, se surte a favor del juez predeterminado por la ley,
natural del lugar en que se reputa que se ha cometido el delito a juzgar.
2.4.1. El requisito de vecindad contemplado por el artículo 20 constitucional
No obstante lo antes sostenido, diversos órganos del Poder Judicial de la
Federación, han considerado que la garantía al juez natural, hace referencia únicamente
a los jurados populares, no así al juez penal, como se verá a continuación.
En 1960, al resolver el amparo en revisión 1670/60, la Primera Sala de la SCJN
determinó que: ―el requisito de vecindad es exclusivo para quienes forman parte del
jurado popular y no incluye a los jueces penales, dedicados profesionalmente a las tareas
de la judicatura, lo que no ocurre con tales jurados populares, cuyos componentes
eventualmente realizan tareas de justicia‖ (tesis sin número asignado, 1960); ello lo
resolvió al dilucidar si el artículo 16 del entonces Código de Procedimientos Penales del
Estado de Sinaloa vulneraba o no, al entonces artículo 20, fracción VI, de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en tanto que dicha norma
permitía continuar un proceso penal ante un juez de distinto partido judicial al en que se
inició el proceso. La resolución, obviamente, no fue halagüeña para los intereses del
quejoso, pues se determinó que los jueces estaban exentos del referido requisito de ser
vecinos del lugar de la comisión del delito.
44
En 1989, el Segundo Tribunal Colegiado del Quinto Circuito, al resolver el
amparo directo 267/89, en el que se cuestionó si la prisión preventiva debe cumplirse en
el lugar del juicio; atendiendo a la garantía contenida en el artículo 20 constitucional,
fracción VI, ya citada, el órgano colegiado determinó que dicha garantía se constituye
como parte de la garantía general de audiencia, por lo que obviamente, cuando el
procesado deba sufrir prisión preventiva, el lugar de reclusión estará en el mismo lugar
del juicio (tesis sin número asignado, 1989b).
Empero, en 2001, el Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo
Circuito, al resolver el amparo en revisión 1/2001, en relación al mismo tema, determinó
que la disposición constitucional en cita (artículo 20, apartado A, fracción VI), no
impone como limitante que la prisión preventiva deba ser necesariamente en el mismo
lugar de los hechos; por otra parte, interpreta que dicha garantía, en relación a que el
inculpado será juzgado por un Juez o por un jurado de ciudadanos que sepan leer y
escribir, vecinos del lugar y partido en que se cometiere el delito, se refiere sólo a los
casos en que la persona sea juzgada por un jurado de ciudadanos, por lo que no es
ineludible que la prisión preventiva se sufra en el lugar en que se hubieren cometido los
hechos delictuosos. (Tesis II.1o.P.99 P)
En 2002, el Pleno de la SCJN, en sendas resoluciones de los amparos en revisión
173/2001 y 444/2001 determinó, entre otras cosas, que ―…el requisito de vecindad es
exigible únicamente para quienes integren el jurado popular, por entenderse que ellos
conocen al acusado, el medio, costumbres y antecedentes, así como las circunstancias
fundamentales que les servirán de base para normar su criterio…‖, agrega que el
requisito de vecindad ―…no es exigible a los Jueces penales, dedicados ordinariamente a
la impartición de justicia, lo que no sucede con el jurado indicado, cuyos integrantes
sólo eventualmente realizan dicha tarea…‖ (Tesis P.XXIX/2002).
No obstante, lo señalado en las tesis que se han citado con anterioridad, lo cierto
es que ninguna de ellas es jurisprudencial; es decir, no reunieron, en su momento, los
requisitos que al efecto exigía el Capítulo Único, del Título Cuarto, del Libro Primero,
45
de la entonces vigente Ley de Amparo, para ser consideradas como precedentes
obligatorios para todos los juzgadores del país7; por ello, considero que aún queda
espacio para debatir con nuevos argumentos tal cuestión, la cual se considera debe
decantarse por considerar que la obligación de ser vecino del lugar, por supuesto, que sí
incluye a los jueces penales.
2.4.2 Juez natural versus tribunal del lugar de la comisión del hecho
Otro aspecto que cabe preguntarnos es si la garantía del juez natural, abarca a la
persona del juzgador, como un parámetro subjetivo, o bien, abarca asimismo al órgano
jurisdiccional, en un parámetro más objetivo.
Al respecto, debemos retomar lo que la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos señala al respecto: ―A. Del inculpado: (…) VI.- Será juzgado en
audiencia pública por un juez o jurado de ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos
del lugar y partido en que se cometiere el delito‖.
La constitución hace clara referencia a la persona del juez, o bien, a la persona de
los miembros del jurado, el cual deberá ser vecino del lugar y partido [judicial] en que
se cometiere el delito; de una sana lectura se advierte que no hace distinción entre juez y
jurado, por el contrario, exige el requisito de vecindad para ambos.
Líneas arriba, cuando se analizaba a la competencia ordinaria, únicamente desde
la óptica del artículo 13 constitucional, sin adentrarnos en la materia penal, se determinó
que la territorialidad no es necesariamente un criterio absoluto para la definición de
competencias, empero, en ese apartado se hizo la aclaración de que en materia penal, las
cuestiones de competencia obedecen a criterios más bien absolutos en cuanto a la
territorialidad, por virtud de lo ordenado en el artículo 20, apartado A, fracción VI, de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
7
Con excepción de la tesis P.XXIX/2002, en la que al final de la publicación en el Semanario Judicial de
la Federación, tomo XVI, de julio de 2002, aparece una nota en la que se señala que en sesión pública
celebrada el veinticinco de junio del año dos mil dos, se aprobó dicha tesis aislada; y determinó que la
votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. Empero, se sigue publicando como tesis aislada.
46
Atendiendo a tal referencia, nos encontramos en el momento oportuno para
señalar que, tratándose de la materia penal, la garantía relativa al juez natural sí es de
carácter más riguroso; puesto que, si bien es cierto, que el artículo 20 constitucional hace
referencia al derecho a un juzgamiento a cargo de un juez o jurado, vecinos de lugar y
del partido en que se cometiere el delito, ello evidencia que al haber previsto criterios de
división territorial tan puntuales, como lo son los partidos, el constituyente
evidentemente buscó acercar la justicia penal a las personas; lo que seguramente
obedece a cuestiones pragmáticas.
En tal sentido podríamos concluir válidamente que la garantía del juez natural, no
necesariamente exige que el juzgador sea nativo del lugar en que sucedieron los hechos,
pero sí vecino de éste; es decir, que debe tener su residencia en el lugar (partido judicial)
de los hechos a dilucidar; lo que abarca también al Tribunal, esto es, el Tribunal y el juez
deben estar establecidos en el lugar, en que se hubiesen desarrollado los sucesos que se
reputan de ilícitos; se insiste, en atención a aspectos más bien pragmáticos que se verán
a continuación.
2.4.3. Aspectos pragmáticos del principio de territorialidad
Trayendo aquí, el principio de territorialidad, aún desde la óptica del principio de
jurisdicción universal en materia penal, cabe comentar que según lo refieren Márquez,
C. y Martín, M:
Ciertamente, la territorialidad no es un principio absoluto, y no se configura rígidamente.
No obstante, el derecho internacional consuetudinario ha venido a consagrar el principio
de territorialidad como la conexión más natural de jurisdicción penal. Como señala
Martín Martínez:
―…este principio reconoce al Estado en cuyo territorio hubiese tenido lugar la comisión
del ilícito (forum comissi delicti) un derecho preferente respecto a las jurisdicciones de
otros Estados afectados por el delito. No sólo está vinculado a la noción de estatalidad,
sino que también se apoya en razones de carácter práctico, tales como la
inmediación y la correcta disposición y valoración de las pruebas.” (Énfasis
añadido) (Márquez y Martín, 2010: 257)
47
Como se ve, según refieren los autores en cita, el principio de territorialidad, que
justifica la competencia ordinaria del juez natural, no es absoluto, empero, la práctica
internacional, ha dejado claro que dicho principio reconoce preferencia a la jurisdicción
del Estado en donde ocurrieron los hechos, pero además, se apoya también en razones
prácticas, como lo serían:
a) la inmediación
b) la correcta disposición y valoración de las pruebas
Por su parte, la Comisión de Derecho Internacional (CDI) en el ―Primer Informe
sobre el Proyecto de Código de Delitos contra la Paz y la Seguridad de la Humanidad‖,
ha confirmado la importancia fundamental del principio de territorialidad en el derecho
internacional contemporáneo, al afirmar que: ―[e]xiste una tradición sólidamente
establecida de que la territorialidad de la ley penal constituye el principio fundamental
del Derecho penal contemporáneo‖. (Márquez y Martín, 2010: 257)
Además, Márquez, C. y Martín, M., aclaran que aún Amnistía Internacional, una
de las organizaciones no gubernamentales propulsoras de la extensión extraterritorial de
la jurisdicción penal de los Estados, ha reconocido que:
[T]he primary form of national criminal jurisdiction is jurisdiction over crimes
committed in the territory of a state (territorial jurisdiction). This form of jurisdiction is
accepted by all states as an essential aspect of state sovereignty. It often has a number of
practical advantages as the territorial state is the one where victims, witnesses, written
and material evidence and the suspect usually are located, and it will have a presumed
state interest in prosecuting the crime. (Márquez y Martín, 2010: 258)
Es pues evidente, que existen un número de razones prácticas a la hora de
considerar a la territorialidad, como criterio informador del derecho al juez natural,
puesto que en el lugar de la comisión de la conducta que se reputa como delito,
naturalmente tendrá lugar, también, la actividad probatoria, dada la presencia en tal
localidad de víctimas, testigos, evidencia escrita y material, sospechosos de la comisión
48
del hecho, etcétera, lo que naturalmente posibilita a la Fiscalía y a la Defensa la
presentación en juicio de las pruebas conducentes.
Dicho principio también debe ser traducido a nivel nacional, así podemos dejar
en claro que la orden constitucional de que los procesos se lleven a cabo en el lugar de
los hechos reputados como ilícitos, obedece —entre otras— a las cuestiones de orden
práctico que ya han quedado anotadas.
De otra forma, es decir, sí solo la Fiscalía tiene la oportunidad de llevar a cabo la
investigación previa en el lugar de la comisión del hecho, pero por una decisión
arbitraria, o ejercicio de una potestad desmedida, entregada en el artículo 10, párrafo
tercero, del Código Penal Federal, ejerce acción penal en contra de un imputado ante un
juez distante del lugar de la comisión de los hechos reputados de delictivos, se rompe
con el principio de igualdad de armas, acabando con el delicado balance procesal en
materia penal, favoreciendo a la Fiscalía durante el proceso, puesto que la Defensa
encontrará barreras fácticas para probar, ante la lejanía de medios materiales y
personales para lograrlo.
Lo anterior, hace evidente que en materia penal, la actividad probatoria
necesariamente pasa por el lugar de su producción, por lo que existen razones de peso
para considerar que el indiciado deba ser internado —cuando sea procedente la prisión
preventiva— en el lugar del juicio; que, además, deberá ser el lugar de la comisión del
hecho reputado como ilícito; pues de lo contrario se harían nugatorias garantías, relativas
al derecho a un debido proceso.
2.4.4. Relación indisoluble y co-dependiente: binomio proceso-prueba
Así es, no hay proceso posible sin prueba, como tampoco hay actividad
probatoria posible sin proceso, como lo refiere Díaz De León (1986: 1409): ―…el
proceso no tanto requiere de la prueba, cuanto que la prueba necesita del proceso para
49
poderse objetivar; más aún, en el fondo del derecho, prueba y proceso vienen a
coincidir…‖
El juzgador, para dictar sentencia, requiere del proceso como un camino cierto
para arribar a una decisión justa; durante tal proceso, la prueba será la demostración
material o materializada de los hechos a juzgar; dará un asidero al juzgador para dictar el
derecho.
Si pensáramos en el juzgador como un científico, podríamos decir que éste
necesita de instrumentos para orientar su investigación, tal instrumento es el proceso, la
metodología a seguir para el desahogo de la prueba, que finalmente le permitirá
estructurar la tesis del caso.
Así podríamos afirmar con Díaz De León (1986: 1411), que ―…la prueba es
fundamental e ineluctable para el proceso. Sabemos que para llegar a la justicia no ha
bastado ni basta tener razón. Requiérase, además, saberla exponer y probar para que el
juez la pueda entender (…) Así pues, la cuestión se circunscribe a la materia de la
prueba‖.
Tal importancia que adquiere la prueba en el proceso, guarda relación con el
principio de inmediación, que según Jorge Leonardo Frank (1986: 34), ―[constituye] la
relación directa entre el juez y acusado, y entre el Tribunal y los medios de prueba (…)
Entendemos entonces, que si el acusado no está presente o es rebelde —contumaz—,
este principio de la inmediación no se puede concretar y que por lo tanto, es imposible
dictar sentencia condenando al ausente o contumaz‖.
Hasta aquí, parece que se revelan razones de la importancia del derecho al juez
natural y de cómo éste guarda estrecha relación con razones prácticas, como la
inmediación, que permite una adecuada disposición y valoración probatoria, principios
que no pueden ser debidamente observados si el proceso se lleva a cabo fuera del lugar
en que naturalmente la prueba tendría su producción, es decir, en el lugar de los hechos
reputados como ilícitos.
50
Al repasar tales razones, el enunciado contenido en el párrafo, VI, del apartado
A, del artículo 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, parece
adquirir otro sentido, uno más vívido y práctico, lo que permite definir claramente que el
constituyente quiso establecer que en materia penal la competencia territorial ordinaria
es la que recae en un juez natural o vecino del lugar y partido en que se cometiere el
delito.
3. Competencia no ordinaria en materia penal
3.1 Excepciones a la competencia ordinaria en materia penal
Definida la competencia territorial ordinaria en materia penal, podemos ahora
explorar si existen excepciones a esa regla genérica, pudiendo notar que del propio texto
constitucional, así como del texto del Código Federal de Procedimientos Penales, sí se
advierte la existencia de excepciones a dicha competencia ordinaria.
Las excepciones a la competencia ordinaria en materia penal se encuentran
contempladas en dos fuentes:
A) En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos8, cuando señala
en su artículo 18, párrafo noveno, que la reclusión preventiva de los inculpados a
quienes se les imputan delitos en materia de delincuencia organizada se llevará a cabo en
centros especiales, lo que necesariamente puede traer como consecuencia que el agente
del Ministerio Público de la Federación ejercite acción penal ante el juez ordinariamente
competente, pero dejando a su disposición al imputado en un centro de reclusión distante
del lugar de la comisión del hecho; o bien, también podría ejercer acción penal ante un
juez, en cuya circunscripción se encuentre un centro especial, de los mencionados en el
referido artículo constitucional, en cuyo caso éste sería competente, no obstante que los
hechos a dilucidar hubiesen sucedido en un lugar distante.
8
El texto corresponde a la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación, el 18 de junio de 2008.
51
De lo anterior tenemos que, al parecer, en el texto Constitucional actual se deja
de hacer mención específica al derecho al juez natural y se contempla una excepción a la
competencia territorial ordinaria, en el caso de que al imputado se le atribuya la
comisión del delito de delincuencia organizada, siendo posible que esos ―centros
especiales‖, en los que se internará a dichos imputados no existan en todas las
circunscripciones territoriales de los jueces de Distrito que habrán de conocer de ese
delito.
Por el contrario, los jueces que se encuentran adscritos a Distritos en los que
exista un centro de reclusión de máxima seguridad, necesariamente serán competentes y
cuando se impute el delito de delincuencia organizada deberán conocer del asunto, sin
exigir al agente del Ministerio Público de la Federación que justifique cualquiera de los
extremos previstos en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de
Procedimientos Penales.
Con relación a dicho tema, el Tribunal Colegiado del Trigésimo Primer Circuito,
ha sostenido que la competencia territorial de excepción contenida en el párrafo tercero,
del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, tiene asidero
constitucional en el artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, de conformidad con el principio de supremacía constitucional y orden
jerárquico normativo que rigen en el derecho mexicano, pero sólo tratándose del delito
de delincuencia organizada, en cuyo caso, la competencia territorial por excepción
prevista en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos
Penales, se surte a favor de los Jueces de Distrito de los lugares donde exista un centro
federal de readaptación social de máxima seguridad. Considerando que en esos casos no
existe la necesidad de practicar un análisis sobre las circunstancias personales del
indiciado, las circunstancias del hecho imputado o las razones de seguridad en las
prisiones que puedan impedir el desarrollo adecuado del proceso (Tesis XXXI.5 P).
52
B) En el Código Federal de Procedimientos Penales, en cuyo artículo 6°, en su
segundo párrafo, así como en los párrafos segundo, tercero y quinto del artículo 10, de
ese ordenamiento, se contemplan sendas excepciones:
B.1) Competencia por prevención, de cualquiera de los jueces en cuyas
circunscripciones tenga efecto un delito.
B.2) conexidad de delitos del fuero común con delitos federales;
B.3) competencia territorial de excepción por motivos de seguridad; y,
B.4) delitos de fuero común cometidos en contra de periodistas, personas o
instalaciones, que afecten, limiten o menoscaben el derecho a la información o las
libertades de expresión o imprenta.
4. Recapitulación.
Pues bien, podemos señalar que en el presente capítulo se analizó el surgimiento
de la facultad entregada al agente del Ministerio Público de la Federación, contenida en
el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales, en virtud
de la cual puede ejercer acción penal ante un juez distinto al del lugar de los hechos
reputados como ilícitos. Para ello, se abordó el estado de la cuestión, antes de la creación
de excepciones competenciales; se llevó a cabo un análisis de las reformas legislativas al
Código Federal de Procedimientos Penales, publicadas el diez de enero de mil
novecientos ochenta y seis, el diez de enero de mil novecientos noventa y cuatro, el
veintitrés de enero de dos mil nueve y el tres de mayo de dos mil trece, para dar cuenta
de la paulatina creación de excepciones a la competencia ordinaria en materia penal; se
llevó a cabo una breve comparación entre la legislación vigente y el Código Nacional de
Procedimientos Penales, no vigente aún en materia federal, para demostrar que la
facultad en análisis subsistirá a favor del Ministerio Público en el nuevo sistema de
justicia penal; asimismo, se expuso la postura institucional del Poder Judicial de la
Federación en torno a la excepción de competencia territorial contemplada en el párrafo
53
tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, la cual,
aparentemente, se decanta por su permisibilidad.
Asimismo, se demostró la existencia de una competencia que podemos calificar
de ordinaria o genérica en materia penal, para ello se analizaron los conceptos de
jurisdicción y competencia, en su acepción jurídica, luego se abordaron los criterios de
competencia en lo particular; ya en el ámbito de la competencia territorial, se identificó
la que se puede calificar de ordinaria; asimismo, se analizaron los conceptos de leyes
privativas y tribunales especiales, para identificar a los tribunales ordinarios; explicando
la relación existente entre la garantía al juez natural y el principio de territorialidad, así
se orientó la definición de la competencia territorial ordinaria en materia penal; dentro
de cuyos valladares se analizaron tópicos como el requisito de vecindad contemplado
por el artículo 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y algunas
consideraciones respecto a la figura del juez natural en relación con el Tribunal del lugar
de la comisión del hecho que se califica como delito; luego se abordó de manera más
específica el principio de territorialidad, en sus aspectos pragmáticos; y, se expuso la
importancia del binomio proceso-prueba. Posterior a ello, por exclusión, se abordó la
competencia no ordinaria en materia penal, con base en lo cual fue posible una
aproximación breve a las excepciones a la competencia ordinaria en materia penal, entre
las que se encuentra la excepción territorial, que es de la que nos ocupa más
específicamente en el presente trabajo de investigación.
54
CAPÍTULO II
LA COMPETENCIA TERRITORIAL NO ORDINARIA EN MATERIA PENAL
Y LA VIOLACIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS PROCESADOS
En el capítulo anterior, se evidenció la existencia una competencia ordinaria en materia
penal, así como la de algunas excepciones; una de ellas, es la contenida en el artículo 10,
en su párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales; que posibilita al
agente del Ministerio Público de la Federación el ejercer acción penal en contra de un
imputado, ante un juez de Distrito que no es ordinariamente competente; ello, siempre
que considere que se actualiza, al menos una, de las razones siguientes: (1) las
características del hecho imputado, (2) las circunstancias personales del inculpado, (3)
por razones de seguridad en las prisiones o (4) por otras que impidan garantizar el
desarrollo adecuado del proceso.
En la segunda parte, del párrafo tercero, del referido artículo 10 del Código
Federal de Procedimientos Penales, se prevé que por las mismas razones, enumeradas
anteriormente: el juez, que ya conoce de un proceso, de oficio o a petición de parte,
puede estimar necesario trasladar a un procesado a algún centro de reclusión de máxima
seguridad; en tal caso, el tribunal del lugar en que se encuentre dicho centro será el
competente para continuar con dicha causa penal.
Si bien las dos hipótesis tienen como condición necesaria para su operatividad, el
hecho de que el agente del Ministerio Público de la Federación o bien el juez que ya
conoce de un proceso, consideren que se actualiza cualquiera de las causales ya
referidas, lo que motivaría suficientemente la necesidad de que en el supuesto a): ejercer
acción penal ante un juez ordinariamente no competente y, en el supuesto b): ordenar el
traslado del procesado a otro centro, haciendo competente a un diverso juez de la
circunscripción de dicho centro; también es cierto, que en el segundo de los casos,
partiríamos del supuesto de que el juez que propone tal traslado, renunciando con ello a
55
la tramitación del proceso, al ceder competencia a un juez de otra circunscripción, lo
haría no sólo de oficio, sino también podría hacerlo a petición de parte; además,
necesariamente deberían revelarse en el proceso, debidamente acreditados, hechos que
encuadraran en cualquiera de las causales en comento, por lo que válidamente se podría
presumir que no existiría per se un ejercicio arbitrario de tal facultad.
Empero, en el caso del agente del Ministerio Público de la Federación es distinto.
Puesto que con dicha facultad se posibilita, como se pretende demostrar, la afectación a
las garantías procesales del imputado, que neutralizan la acción defensiva que pudiera
ejercer éste último.
Por tanto, en el presente capítulo me propongo analizar los derechos y principios
que se considera resultan afectados, cuando el agente del Ministerio Público de la
Federación ejerce tal facultad de escogencia, para lo cual se partirá de los derechos más
generales, para luego arribar a los más específicos, evidenciando cómo se considera que
se ven lesionados.
1. Principios y derechos involucrados en los procesos penales federales en México
que se ven afectados, cuando el agente del Ministerio Público de la Federación
ejerce la facultad de escogencia, contenida en el párrafo tercero, del artículo 10, del
Código Federal de Procedimientos Penales.
1.1. La tutela jurisdiccional.
El artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
contempla la prohibición de auto-tutela, es decir, que: ―Ninguna persona podrá hacerse
justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho‖.
Esta es una de las diversas garantías, contenidas en dicho artículo, respecto de la
cual, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al revolver el amparo
indirecto 1670/2003, determinó que consiste en:
56
El derecho público subjetivo que toda persona tiene, dentro de los plazos y términos que
fijen las leyes, para acceder de manera expedita —esto es, sin obstáculos— a tribunales
independientes e imparciales, a plantear una pretensión o defenderse de ella, con el fin
de que a través de un proceso en el que se respeten ciertas formalidades, se decida sobre
la pretensión o la defensa y, en su caso, se ejecute esa decisión.
Por su parte, José Ovalle Favela, define este derecho a la tutela jurisdiccional
como:
…el derecho público subjetivo que toda persona tiene para acceder a tribunales
independientes e imparciales, con la finalidad de plantear una pretensión o defenderse de
ella, a través de un proceso equitativo y razonable, en el que se respeten los derechos que
corresponden a las partes, así como para que dichos tribunales emitan una decisión
jurisdiccional sobre la pretensión o la defensa y, en su oportunidad, ejecuten esa
resolución. (Ovalle, 2007: 152)
En la misma obra, el autor en cita, señala que Jesús González García observa que
de este derecho genérico a la tutela jurisdiccional se deriva tanto el derecho de acción de
la parte actora, como el derecho de defensa de la parte demandada, esto es, así como
ambas partes no tienen derecho a hacerse justicia por su propia mano, sí tienen, en
cambio, derecho a que los tribunales les hagan justicia.
La tutela jurisdiccional es un derecho de tipo genérico que, a su vez, se integra
por tres derechos: el acceso a la justicia, el debido proceso y la eficacia de la sentencia o
decisión (Parra y Saavedra, 2012: 17).
Ahora bien, es necesario apuntar que si bien la tutela jurisdiccional, en términos
llanos, es el derecho público subjetivo que posibilita el acceso a tribunales
independientes e imparciales, sin obstáculos y respetando las formalidades del
procedimiento respectivo, es decir, a través de un proceso equitativo y razonable, es
menester reflexionar: en qué medida se ven afectado el debido proceso y el propio
derecho de acceso a la justicia, en el caso de que una de las parte pueda escoger
libremente, sin consentimiento de la otra, a quien habrá de resolver el caso concreto.
Esto último nos lleva a analizar, aunque sea someramente, dos de los derechos
que integran el referido derecho de tipo genérico, a la tutela jurisdiccional: acceso a la
justicia y debido proceso.
57
1.1.1. El acceso a la justicia.
El derecho de acceso a la justicia, como derivado del derecho a la tutela
jurisdiccional, es considerado como un derecho fundamental, ya que posibilita el
reclamo del cumplimiento de otros derechos, ante la violación en el ejercicio de éstos.
Tanto es así, que Birgin y Kohen, han señalado que: ―el acceso a la justicia para ejercer
los derechos y defender las libertades es el principal derecho —el más importante de los
derechos humanos—, en un sistema legal moderno e igualitario que tenga por objeto
garantizar, y no simplemente proclamar, los derechos de todos‖. (Birgin y Kohen, 2006:
15)
Sostienen además las autoras, en la misma obra, que como todo derecho, el
acceso a la justicia requiere un sistema de garantías que posibilite su pleno ejercicio.
Ello supone la obligación del Estado de crear las condiciones jurídicas y materiales que
garanticen su vigencia en condiciones de igualdad.
El artículo 8.1 en conjunción con el 25 y 1.1, todos de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (en adelante CADH), son las disposiciones de las que se
desprende el derecho al acceso a la justicia; así lo ha determinado la jurisprudencia de la
Corte Interamericana de los Derechos Humanos (en lo subsiguiente CorteIDH), por
ejemplo, en el caso Cantos vs. Argentina (CorteIDH, 2002), o en el en el Caso Furlan y
Familiares vs. Argentina (CorteIDH, 2012), dichos numerales son del tenor siguiente:
8. Garantías Judiciales
1. Toda persona tiene derecho a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente independiente e imparcial establecido con
anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada
contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil,
laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.
Artículo 25. Protección Judicial
1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso
efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen
sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente
58
convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio
de sus funciones oficiales.
2. Los Estados partes se comprometen:
a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado
decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso;
b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y
c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en
que se haya estimado procedente el recurso.
Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos: 1. Los Estados Partes en esta
Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a
garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin
discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones
políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición social.
En sede nacional, ese derecho se deriva del contenido del artículo 17 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, ya que según Ovalle, una
interpretación más amplia del artículo 17 constitucional, debe conducirnos a afirmar que
―el derecho de acceso a la justicia no se limita a consignar la posibilidad meramente
formal de acudir ante los tribunales para formular pretensiones o defenderse de ellas,
sino que implica, además, el deber del Estado de remover todos aquellos obstáculos
materiales que impidan o dificulten el acceso efectivo de las personas a los tribunales‖
(Ovalle, 2007: 153).
Con el ejercicio de la facultad que se otorga al agente del Ministerio Público de
la Federación en la fracción normativa que estudiamos9, se posibilita el alejamiento de
las personas de los tribunales ordinariamente competentes, lo que conlleva a que a los
procesados se les juzgue en un lugar distinto al de la comisión de los hechos que
constituyen la materia prima del proceso, con lo que se dificulta enormemente su
actividad probatoria en juicio.
Por ello, si tomamos en consideración lo que Birgin y Kohen han señalado, en el
sentido de que el derecho de acceso a la justicia es el más importante de los derechos
9
Tercer párrafo, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales.
59
humanos, pues es el que permite ejercer los derechos y defender las libertades y que el
acceso a la justicia requiere un sistema de garantías que posibilite su pleno ejercicio,
obvio es que con dicha facultad ministerial se contraría la obligación estatal de
posibilitar el ejercicio pleno del derecho de acceso a la justicia.
Recordemos, que como lo apunta Ovalle en la cita que de él se hizo líneas arriba,
el Estado tiene el deber de remover todos aquellos obstáculos materiales que impidan o
dificulten el acceso efectivo de las personas a los tribunales; por otra parte, Birgin y
Kohen categóricamente señalaron que ello debe hacerse garantizando, y no simplemente
proclamando, los derechos de todos; en se sentido considero que se hace patente que el
Estado mexicano incumple con su deber de remover todos aquellos obstáculos
materiales que impidan o dificulten el acceso efectivo de las personas a los tribunales;
puesto que con prerrogativas como las que se estudian, otorgadas al agente del
Ministerio Público de la Federación; inclusive se impone importantes óbices a los
procesados en los juicios penales, que por efecto de la facultad en comento, deben
enfrentar su proceso recluidos en un lugar distinto al de los hechos a estudio, lo que
dificulta su posibilidad defensiva y se atenta en contra del derecho al debido proceso,
como se verá a continuación.
Así es, el acceso a la justicia no debe ser meramente formal, sino que también
debe ser materialmente posible, por tanto, si el tribunal del juzgamiento se encuentra en
un lugar distante al de la reclusión del imputado y, como solución a ello, se prevé la
diligencia por medio de exhortos o videoconferencias, en realidad la presencia material
del imputado no se encuentra garantizada, en tal sentido tampoco se garantizaría su
pleno acceso a la justicia.
1.1.2. El debido proceso
Según lo refiere Sergio García Ramírez (2012: 19), ―el debido proceso constituye
un límite a la actividad estatal, se refiere al conjunto de requisitos que deben observarse
en las instancias procesales a efecto de que las personas estén en condiciones de
60
defender adecuadamente sus derechos ante cualquier acto del Estado que pueda
afectarlos‖.
Aclara que, en materia penal, dicho derecho incluye tanto las garantías mínimas
previstas en el artículo 8 de la Convención Americana, como otras adicionales que
pudieran ser necesarias para la integración de este concepto. Requiere, en consecuencia,
que ―un justiciable pueda hacer valer sus derechos y defender sus intereses en forma
efectiva y en condiciones de igualdad procesal con otros justiciables‖ (García, 2012: 19).
La Corte Interamericana se ha pronunciado en el sentido de que el debido
proceso abarca varios extremos, entre ellos el derecho a ser oído con las debidas
garantías y dentro de un plazo razonable por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley para la determinación
de sus derechos.
Salmón y Blanco (2012: 84), afirman que el debido proceso es el derecho base de
todo sistema de protección de derechos y refieren que, dicho derecho, ―ha sabido incluir
cada vez mayores garantías y contenidos en su definición misma, comprendiendo facetas
distintas e innovadoras de garantías bien establecidas como el tribunal competente,
independiente e imparcial, la noción de plazo razonable, el derecho de defensa o la
protección judicial, entre otros‖.
Ello me lleva a sostener, que dada la evolución dinámica que el debido proceso
experimenta, además, dado su papel como pilar del sistema de protección de derechos,
es dable incorporar en él distintas facetas o garantías que permitan proteger derechos
humanos de manera más efectiva, para casos particulares como el que se estudia.
De dicho desarrollo dinámico, también da cuenta García Ramírez, cuando señala
que ―el debido proceso tiene progresión histórica: nuevos requerimientos agregan
nuevos elementos, que pasan a integrarse en ese concepto‖. (García, 2012: 21)
61
Ahora bien, la CorteIDH en la opinión consultiva OC-9/87 de seis de octubre de
1987, al abordar las garantías judiciales en Estados de emergencia, aclaró que el debido
proceso legal ―abarca las condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada
defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración judicial‖,
ello me lleva a considerar que, el derecho en comento, se debe garantizar en todos los
casos, a todas las personas, independientemente de la situación de emergencia, de las
características de los sujetos implicados o de cualquier otra circunstancia existente,
como lo serían: las condiciones de seguridad en las prisiones, las características del
hecho imputado, las circunstancias personales del imputado, entre otras.
El debido proceso, exige el cumplimiento —cuando menos— de los extremos
contenidos en el artículo 8.1 de la CADH, a propósito del derecho del justiciable de ser
oído ―por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial‖; además, como lo
señalan Salmón y Blanco (2012: 84), se deben cumplir otros derechos íntimamente
relacionados como ―la noción de plazo razonable, el derecho de defensa o la protección
judicial, entre otros‖.
1.1.3. El juez natural
El derecho al juez natural, me parece que viene a constituir uno de los principales
presupuestos del debido proceso; en el tema que se estudia se considera que es de primer
orden, por ello me propongo definirlo y resaltar aristas del derecho en cuestión que
apoyan la hipótesis de que la facultad de escogencia del juez que habrá de conocer de un
proceso, por parte del agente del Ministerio Público de la Federación, violenta la
garantía del debido proceso.
Se comenzará por definir el origen de ese derecho; así para Horvitz y López
(2003), el derecho al juez natural tuvo su origen en el sistema feudal, donde la
costumbre era la principal fuente del derecho, por lo que se hacía imprescindible que el
juez y los jurados conocieran la vida local y las costumbres naturales del lugar; aclaran
que, hoy en día, ese concepto dice relación con la predeterminación legal del juez, que
62
tiene por objeto asegurar, como garantía para el justiciable, la imposibilidad de
influencia indebida, por las partes, en la designación del tribunal competente para el
enjuiciamiento.
Por su parte, Ruiz (1991), señala que ese derecho aparece por primera vez
recogido en una norma de rango constitucional, en la Constitución francesa de 1791
(Título III, Capítulo V, artículo 4). Aclara que su antecedente legislativo, en el que se
contemplaba con rango menor la hoy garantía en comento, era la denominada Ley de
División de Poderes (Ley 16/1790, de 24 de agosto de ese año). Nos da cuenta de que
apenas un año antes de la reunión de Estados Generales, los Parlamentos (Tribunales) de
París realizaron una enumeración de las leyes del Reino, entre las que situaron ―el
derecho de cada ciudadano de no ser jamás traído en alguna manera delante de otros
jueces que de sus jueces naturales‖.
El referido autor, empero, afirma que con seguridad la creación de tal institución
(derecho al juez natural) corresponde al trabajo del Iluminismo y de la Revolución
Francesa; aunque aclara que en ese momento el término juez natural era usado para
definir al juez ordinario, como se advierte de la definición que ―La Enciclopedia‖
consignaba para el juez ordinario: ―es aquel que es el juez natural del lugar‖; además, lo
define en contraposición con el juez extraordinario: ―a diferencia de los jueces de
atribución o de privilegio y de los comisarios establecidos para juzgar ciertas
discusiones, los cuales son jueces extraordinarios‖.
Así, como se estableció en el capítulo anterior, la exigencia del juez natural
adquiere un rango de importancia especial, puesto que como lo sostiene Sergio García
Ramírez, ello ―determina la suerte del proceso en su conjunto, más allá de la observancia
o inobservancia de otros datos del debido proceso, cuya eficacia se condiciona a la
intervención del juez independiente, imparcial y competente‖ (García, 2012: 22).
En su aspecto más obvio ―el derecho al juez natural impone la prohibición de
juzgar a una persona a través de comisiones especiales, esto es ‗órganos que no son
63
jurisdiccionales, sino que han sido creados por designación especial de alguno de los
otros poderes del Estado‘‖ (Horvitz y López, 2003: 62).
En su segundo aspecto, es decir: ―en relación a la exigencia de que el tribunal
competente deba encontrarse establecido por la ley con anterioridad al hecho objeto del
proceso, el derecho al juez natural debe ser siempre estudiado en su dimensión garantista
vinculada a la independencia e imparcialidad del juez‖ (Horvitz y López, 2003: 64).
Cabe mencionar que el derecho a un juez natural se encuentra contemplado en
los artículos 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH),
además, en el artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(PIDCP), en los que se refiere que toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas
garantías, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial establecido con
anterioridad por la ley.
Ya desde el caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, la CorteIDH al determinar si
hubo violación a la CADH, como resultado del juzgamiento de cuatro ciudadanos
chilenos en el Estado peruano, por un tribunal sin rostro, perteneciente a la justicia
militar, condenándolos a cadena perpetua bajo el cargo de ser autores del delito de
traición a la patria, se pronunció en relación a que:
Constituye un principio básico relativo a la independencia de la judicatura que toda
persona tiene derecho a ser juzgada por tribunales de justicia ordinarios con arreglo a
procedimientos legalmente establecidos. El Estado no debe crear ―tribunales que no
apliquen normas procesales debidamente establecidas para sustituir la jurisdicción que
corresponda normalmente a los tribunales ordinarios‖ (CorteIDH, caso Castillo Petruzzi y
otros vs. Perú, párr. 129).
Lo anterior, lo determinó aludiendo a los Principios Básicos Relativos a la
Independencia de la Judicatura, adoptadas por el Séptimo Congreso de las Naciones
Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Milán
del 26 de agosto al 6 de septiembre de 1985, y confirmados por la Asamblea General en
sus resoluciones 40/32 de 29 de noviembre de 1985 y 40/146 de 13 de diciembre de
64
1985. De ahí que la independencia de la judicatura se encuentre intrínsecamente
relacionada con el derecho al juez natural, en lo que se abundará más adelante.
En el ya citado caso Barreto Leiva vs. Venezuela, al analizar si existió violación
a la CADH, respecto de la condena que le fuera impuesta al señor Oscar Enrique Barreto
Leiva, de un año y dos meses de prisión por delitos contra el patrimonio público, como
consecuencia de su gestión, en el año 1989, como Director General Sectorial de
Administración y Servicios del Ministerio de la Secretaría de la Presidencia de la
República; la CorteIDH, destacó la importancia de la notificación previa de cargos a los
imputados, señaló que el secreto de la etapa sumarial implica que se restrinja el derecho
a ser asistido por un defensor de libre elección del imputado, en esa etapa del proceso,
además, el hecho que la Corte Suprema de Justicia haya sido el tribunal que conoció y
sentenció en única instancia el caso de la presunta víctima constituía una violación de su
derecho a ser juzgado por un tribunal competente, en razón de que no contaba con un
fuero penal especial, así como una violación de su derecho a recurrir la sentencia
condenatoria. Bajo ese contexto, la Corte IDH determinó, en el tópico que aquí nos
interesa, que:
El juez natural deriva su existencia y competencia de la ley, la cual ha sido definida por
la Corte como la ―norma jurídica de carácter general, ceñida al bien común, emanada de
los órganos legislativos constitucionalmente previstos y democráticamente elegidos, y
elaborada según el procedimiento establecido por las constituciones de los Estados
Partes para la formación de las leyes‖. Consecuentemente, en un Estado de Derecho
sólo el Poder Legislativo puede regular, a través de leyes, la competencia de los
juzgadores (CIDH, caso Barreto Leiva vs. Venezuela, párr. 76).
Asimismo, en el caso Apitz Barbera y otros (“Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo”) vs. Venezuela, en el que se analizó si existió violación a la CADH,
respecto de la destitución de los ex-jueces de la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo Ana María Ruggeri Cova, Perkins Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz
Barbera el 30 de octubre de 2003, por haber incurrido en un error judicial inexcusable al
conceder un amparo cautelar que suspendió los efectos de un acto administrativo que
65
había negado el registro de una compraventa; pues bien en esa ocasión la CorteIDH
determinó que:
El artículo 8.1 de la Convención garantiza el derecho a ser juzgado por ―un tribunal
competente [...] establecido con anterioridad a la ley‖. Esto implica que las personas
―tienen derecho a ser juzgadas por tribunales de justicia ordinarios con arreglo a
procedimientos legalmente establecidos‖, razón por la cual el Estado no debe crear
tribunales que no apliquen normas procesales debidamente establecidas para sustituir la
jurisdicción que corresponda a los tribunales ordinarios. Con esto se busca evitar que las
personas sean juzgadas por tribunales especiales, creados para el caso, o ad hoc (Corte
IDH, caso Apitz Barbera y otros [―Corte Primera de lo Contencioso Administrativo‖]
vs. Venezuela, párr. 50).
Cabe hacer mención del caso Palamara Iribarne Vs. Chile, en el que la
CorteIDH determinó que se había violado la CADH en perjuicio del señor Humberto
Antonio Palamara Iribarne, dado que no obstante que era oficial retirado de la Armada
chilena, en el momento de la prohibición de la publicación del libro titulado ―Ética y
Servicios de Inteligencia‖, escrito por él, se desempeñaba como funcionario civil de la
Armada de Chile en la ciudad de Punta Arenas; por lo que al someterlo a un proceso por
dos delitos de desobediencia y luego por desacato, al haber dado una conferencia de
prensa, habiendo sido condenado por tribunales castrenses; en lo que nos interesa señaló
lo siguiente:
125. El derecho a ser juzgado por tribunales de justicia ordinarios con arreglo a
procedimientos legalmente previstos constituye un principio básico del debido proceso.
Por ello, para que se respete el derecho al juez natural no basta con que esté establecido
previamente por la ley cuál será el tribunal que atenderá una causa y se le otorgue
competencia.
(…)
143. La Corte ha dicho que ―[c]uando la justicia militar asume competencia sobre un
asunto que debe conocer la justicia ordinaria, se ve afectado el derecho al juez natural y,
a fortiori, el debido proceso, el cual, a su vez, encuéntrase íntimamente ligado al propio
derecho de acceso a la justicia‖. El juzgamiento de civiles corresponde a la justicia
ordinaria (Corte IDH, caso Palamara Iribarne Vs. Chile, párrs. 125 y 143).
Se advierte que aun cuando se encuentre establecido por la ley cuál será el
tribunal que puede juzgar un caso concreto y se le otorgue competencia, ello no es
suficiente. En el contexto del caso en comento, esa insuficiencia se refiere, entre
66
otras cosas, a la determinación o no de la calidad de militar del señor Palamara;
empero, esa afirmación a consideración del suscrito es válida también para el caso
de la determinación de otros factores externos que pueden influir en la
imparcialidad del juzgador, como lo serían cualquier otro que, afectando la
garantía del juez natural, necesariamente, afecte al debido proceso, el cual se haya
íntimamente ligado al derecho de acceso a la justicia.
En ese mismo sentido razonó la CorteIDH, en el caso Vélez Restrepo vs.
Colombia, en el que dicha Corte afirmó que: ―en múltiples ocasiones ha[bía]
indicado que ‗[c]uando la justicia militar asume competencia sobre un asunto que
debe conocer la justicia ordinaria, se ve afectado el derecho al juez natural y, a
fortiori, el debido proceso‘, el cual, a su vez, se encuentra íntimamente ligado al
propio derecho de acceso a la justicia‖ (Corte IDH, caso Vélez Restrepo vs.
Colombia, párr. 240, pie de pág. 230).
Se abre así, la puerta para relacionar en el análisis de la garantía del juez
natural otras relativas a la independencia e imparcialidad del juzgador, lo que se
retomará líneas adelante.
Cabe hacer la acotación de que tomando en consideración que el Pleno de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN, 2013), al resolver la contradicción de
tesis 293/2011, en sesión de 3 de septiembre de 2013 determinó que los Derechos
Humanos de fuente internacional tienen rango constitucional, determinando también que
las sentencias de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, aún en el caso de
que México no sea el Estado condenado, sí son vinculatorias para todos los juzgadores
de nuestro país; luego entonces, tal garantía judicial (derecho al juez natural) tiene plena
vigencia y operatividad en el entramado jurídico nacional.
De todo lo anterior, podemos pues concluir que los caracteres esenciales del
derecho al juez natural, son: (1) la prohibición de ser juzgado por tribunales especiales,
creados a modo para casos particulares, es decir, el derecho a ser juzgado por un juez
67
ordinario predeterminado por la ley; (2) que el juez que habrá de decidir el caso sea
natural del lugar de los hechos a dilucidar judicialmente; y, (3) el derecho al juez natural,
está vinculado a la independencia e imparcialidad del juez.
Ya antes se había señalado que el derecho a ser juzgado por un juez natural,
estaba considerado por cierto sector de la doctrina y ciertamente por la CorteIDH, como
un presupuesto del debido proceso, en resumen como lo destaca la CorteIDH: ―las
personas tienen derecho a ser juzgadas, en general, por tribunales ordinarios, con arreglo
a procedimientos legalmente establecidos‖ (Corte IDH, Caso Barreto Leiva vs.
Venezuela, párr. 75).
Ello nos lleva a concluir válidamente, con García Ramírez, que la ausencia de un
órgano de enjuiciamiento dotado de esas características (juez natural) entrañaría una
violación total al proceso. Inclusive, el citado autor señala que en ese contexto, sería
innecesario entrar al examen de otras violaciones específicas de otros derechos.
1.1.4. Imparcialidad del juzgador
El propio artículo 17 Constitucional en su parte relativa, dispone que: ―Toda
persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos
para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones
de manera pronta, completa e imparcial.‖
Por su parte, el artículo 8.1 de la CADH, también establece el derecho de toda
persona a ser oída por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial.
Para Ovalle (2007) la imparcialidad es una condición esencial que deben
satisfacer las personas que tienen a su cargo el ejercicio de la función jurisdiccional,
debiendo, por ello, mantenerse ajenos o extraños a los intereses de las partes en litigio,
sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas.
68
Tal ajenidad de los intereses de las partes, debe ser garantizada tanto subjetiva,
como objetivamente; siendo el caso que como lo señala Cafferata (2000), la legislación
supranacional sobre el derecho penal pone especial énfasis en la imparcialidad del
tribunal y de las personas que lo componen, principio que se deriva de la necesidad de
independencia de los jueces.
Me parece ilustradora la afirmación que hace Cafferata, en la misma obra,
respecto a que la imparcialidad exige que el juzgador no esté vinculado con ninguna de
las partes, como tampoco debe propiciar el generar sospechas de su imparcialidad, así
incluso las apariencias pueden revestir importancia, según un adagio: ―justice must not
only be done: it most also be seen to be done‖. Por tanto, los tribunales deben inspirar la
confianza que es indispensable, para lo cual también se deben tener en cuenta criterios
de carácter orgánico del Poder Judicial.
Desde ese punto de vista, la imparcialidad, que debe ser garantizada por el Poder
Judicial en su conjunto, no sólo debe existir en la propia conciencia del juzgador, sino
que además, deben existir rasgos aparentes de que se está garantizando dicha
imparcialidad, de otro modo la desconfianza de los justiciables en la imparcialidad del
órgano, puede traer como consecuencia que si bien, en su fuero interno el juzgador no
carezca de imparcialidad, hacia el exterior, la imparcialidad del juez no se encuentre
debidamente garantizada.
Haciendo referencia al caso Aptiz Barbera y otros vs. Venezuela, García Ramírez
(2012), señala que la imparcialidad exige que el juez que interviene en un litigio se
aproxime a los hechos de la causa careciendo de manera subjetiva de todo perjuicio,
pero también debe ofrecer las garantías suficientes de índole objetiva que permitan
desterrar toda duda en el justiciable o la comunidad, respecto de la ausencia de
imparcialidad.
Además, el mismo autor, hace referencia a la Opinión Consultiva 20/09, en la
que la Corte Interamericana examinó el régimen de los jueces ad hoc, conforme a la
69
CADH, señalando que la institución de los jueces ad hoc, en el ámbito de la CorteIDH,
debe verse de forma restrictiva y el nombramiento de éstos debe limitarse a
controversias interestatales, por lo que los magistrados deben excusarse de conocer de
asuntos en el que es demandado el país del que son nacionales. Con base en lo anterior,
señala que ello no se relaciona sólo con la independencia e imparcialidad, también se
haya estrechamente vinculado con la necesidad de garantizar la capacidad procesal de
todas las partes de conformidad con el debido proceso.
Por tanto, deduzco que un juez imparcial, es aquél que no solo en el fuero
interno, sino también hacia el exterior, da garantías de imparcialidad, inclusive
posibilitando manifiestamente el que las partes tengan la capacidad procesal de ejercer el
debido proceso plenamente.
Me parece oportuno aquí, traer lo que al respecto se estableció en la ya
multicitada sentencia dictada por la CorteIDH, en el caso Aptiz Barbera y otros vs.
Venezuela, en el sentido de que ―el juez debe aparecer como actuando sin estar sujeto a
influencia, aliciente, presión, amenaza o intromisión, directa o indirecta, sino única y
exclusivamente conforme a —y movido por— el Derecho‖. (Corte IDH, Caso Apitz
Barbera y otros vs. Venezuela, párr. 56)
Asimismo, cabe resaltar las disertaciones del Tribunal Constitucional peruano, en
relación a que ―El juez imparcial, no es sólo un derecho fundamental de las partes de un
litigio, es también una garantía institucional de un Estado de Derecho establecida en
beneficio de todos los ciudadanos y de la imagen de la Justicia, como pilar de la
democracia‖ (TCP, STC 0512/2013-PHC/TC).
Por otra parte, respecto a la imparcialidad debemos observar, que tal como lo ha
sostenido la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, según se lee en
la tesis aislada 2ª L/200210, al emitir sus resoluciones el juzgador debe cuidar que ―no dé
10
ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE
LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS ESTABLECE DIVERSOS PRINCIPIOS QUE INTEGRAN
70
lugar a que pueda considerarse que existió favoritismo respecto de alguna de las partes o
arbitrariedad en su sentido‖.
En tal estado de cosas, cabría preguntarnos si para el imputado existiría alguna
sospecha de favoritismo, luego de haber sido condenado por un juez, de la elección del
Ministerio Público, respecto de lo cual no pudo pronunciarse, porque tal facultad estaba
reservada a la Fiscalía.
En mi experiencia, las preguntas que mínimamente me hacen mis defendidos
son: ¿por qué lo escogió a él y no a otro juez?, ¿no sería porque esperaba que este juez
me condenara?
En este sentido, entramos al campo de las apariencias, de aquello que puede no
ser, pero que aparenta serlo. Tratándose de la imparcialidad, ésta no puede siquiera estar
en duda.
1.1.5. Apariencia de imparcialidad
En la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (Tribunal
EDH), se ha dado mucha importancia a la apariencia de imparcialidad, en ésta
reiteradamente se ha señalado que ―...debe recusarse todo juicio del que se pueda
legítimamente temer una falta de imparcialidad. Esto se deriva de la confianza que los
tribunales de una sociedad democrática deben inspirar a los justiciables…‖ (Tribunal
EDH, Caso Cubber vs. Bélgica).
La confianza que se pueda tener en los tribunales por parte de la sociedad, podría
verse relacionada con el concepto de la buena imagen pública que debe tener el Poder
Judicial.
AQUEL DERECHO PÚBLICO SUBJETIVO, A CUYA OBSERVANCIA ESTÁN OBLIGADAS LAS
AUTORIDADES QUE REALIZAN ACTOS MATERIALMENTE JURISDICCIONALES. Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, tomo XV, mayo de 2002, página 299.
71
El Poder Judicial, así como cualquier otra corporación o institución, está
integrada por personas, que son la faz de la institución de la que forman parte. El
justiciable, puede mirar al Poder Judicial —o a cualquier otro poder— desde dos
perspectivas: una objetiva que se concentra en la institución misma (de la que no se
pueden excluir a las personas que lo integran) y otra subjetiva que se refiere propiamente
a las cualidades de las personas que lo integran.
Respecto a la perspectiva subjetiva, conviene citar a Salvador Cárdenas (2012:
XIII), quien al referirse al tema del juez y su imagen pública, señala que desde la Edad
Media, se le asignó al juez un papel ordenador de la sociedad, lo que le exigía no sólo
contar con el criterio jurisdiccional para discernir el ius en cada caso, sino que además,
debía representar el ordo iudiciarius, esto es, debía representar el conjunto de principios,
normas y costumbres conforme a las cuales juzgaba. Tal exigencia dio lugar al
surgimiento del honor de juez, pues éste debía mantener una buena fama y nombradía,
así como una lealtad a ese orden, como garantía de la justicia de sus decisiones.
Así se puede hablar de dos cualidades que deben distinguir a todo juez: por una
parte, la preparación técnica; y por otra, sus prendas morales. La suma de dichas
cualidades, integran hoy en día la imagen pública de respeto, también llamada honor,
reputación, fama, decoro, autoridad, dignidad y prestigio. En cualquier caso se alude al
crédito de una persona, basada en su confiabilidad y respeto (Cárdenas, 2012: XIV).
La imparcialidad del juez, forma parte del ordo iudiciarius conforme al cual se
juzga; por ello, el juez debe dar garantías personales que no engendren dudas respecto de
su inclinación a favorecer a alguna de las partes en un litigio.
Siguiendo la jurisprudencia del Tribunal EDH, en relación al artículo 6.1 del
Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales
(CPDLHF)11, se observa que ha establecido, en diferentes sentencias, que la
11
―6. Derecho a un proceso equitativo
1 Toda persona tiene derecho a que su causa sea oída equitativa, públicamente y dentro de un plazo
razonable, por un Tribunal independiente e imparcial, establecido por la ley, que decidirá los litigios sobre
72
imparcialidad judicial es una de las exigencias del Estado de Derecho; de ahí la
importancia de examinarla en cada caso concreto.
Por regla general, ha considerado que se presume la imparcialidad personal del
juzgador, aunque cabe cuestionarla por medio de prueba en contrario y afirma que las
apariencias de imparcialidad son muy importantes —como se dejó establecido en el caso
Cubber vs. Bélgica al que se hizo referencia líneas arriba—.
Lo que destaca de la jurisprudencia del Tribunal EDH, en relación al tema en
análisis es que ha diseñado un examen de la imparcialidad judicial, éste consiste en un
primer nivel de análisis subjetivo, que se basa en determinar la imparcialidad de acuerdo
con las convicciones personales de un juez concreto en un caso; en un segundo nivel, el
examen objetivo es la averiguación de si el juez ofrece las garantías suficientes para
excluir cualquier duda legítima en ese respecto (Salado, 2014).
El test subjetivo que de la imparcialidad de un juez se haga en un caso concreto,
necesariamente debería pasa por los antecedentes conductuales de dicho funcionario;
pues, la imagen pública de un juzgador necesariamente se construye con los actos
pretéritos conocidos, que son los que hacen ostensible su convicción respecto de casos
análogos. Sin embargo, abordar dicho estudio en cada caso concreto resultaría muy
difícil, si no imposible.
Por ello, el Tribunal EDH, aborda dicho test de una forma más sencilla y
práctica: presume colmada la imparcialidad personal del juez, respecto de un asunto en
particular, salvo prueba en contrario12.
sus derechos y obligaciones de carácter civil o sobre el fundamento de cualquier acusación en materia
penal dirigida contra ella…‖
12
“…40. There are two tests for assessing whether a tribunal is impartial within the meaning of Article 6
§ 1: the first consists in seeking to determine the personal conviction of a particular judge in a given case;
the second in ascertaining whether the judge offered guarantees sufficient to exclude any legitimate doubt
in this respect…
41. As to the subjective test, the personal impartiality of a judge must be presumed until there is proof to
the contrary…” (Tribunal EDH, Caso Morel vs. Francia, parr. 40-42).
73
Tal forma de resolver dicho análisis me parece la más adecuada, porque serán
entonces las partes en conflicto, sujetas a la determinación de una persona que ejerce
como juzgador, quienes en todo caso podrían tener y, por eso mismo, manifestar
objeciones concretas respecto de la dimensión subjetiva del juzgador con respecto a su
imparcialidad.
Por otra parte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, lleva a cabo el test
objetivo, bajo una dimensión ajena a la conducta personal del juzgador, se trata más bien
de determinar, tomando en cuenta incluso las apariencias —que pueden llegar a tener
importancia en este campo, de ahí que se dé importancia al punto de vista de quien
sostenga esa imparcialidad— si en realidad existe un temor objetivamente fundado de
que tal percepción de imparcialidad puede ser real.13
O bien, en palabras de Juan Montero Aroca (2008: 784-785), se trata de
determinar si, independientemente de la actitud del o de los jueces, existen hechos
objetivos que autoricen a poner en duda la imparcialidad de alguno de aquéllos, o bien,
asegurar que existen garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima sobre esa
imparcialidad.
En este tipo de examen, basta que existan hechos objetivos que puedan suscitar
dudas, pues lo que está en juego no es la calidad personal del juzgador, del que se
presume su imparcialidad, salvo prueba en contrario, lo que está en juego es la confianza
que los tribunales de una sociedad democrática deben inspirar en el público y sobre todo
en las partes del litigio.
Tal examen fue aplicado en el caso Daktaras contra Lituania, en el que se analizó
la independencia e imparcialidad del presidente de la división criminal del Tribunal
13
42. “As to the second test, when applied to a body sitting as a bench, it means determining whether,
quite apart from the personal conduct of any of the members of that body, there are ascertainable facts
which may raise doubts as to its impartiality. In this respect even appearances may be of some
importance. It follows that when it is being decided whether in a given case there is a legitimate reason to
fear that a particular body lacks impartiality, the standpoint of those claiming that it is not impartial is
important but not decisive. What is decisive is whether the fear can be held to be objectively justified…”
(Tribunal EDH, Caso Morel vs. Francia, parr. 40-42).
74
Supremo durante la casación de un caso, pues éste había intervenido previamente en ese
mismo asunto, desempeñando funciones que podríamos asimilar a las del fiscal. El
Tribunal EDH, consideró que no había problema respecto de la prueba subjetiva de
imparcialidad, pero sí respecto de la prueba objetiva, al no poderse mantener la
apariencia de imparcialidad del tribunal en lo que al pretendiente de la división criminal
respecta14.
Respecto a este último punto, el propio Tribunal EDH, en la misma sentencia
señala que ―cualquier duda legítima sobre la imparcialidad de un tribunal es en sí misma
suficiente para encontrar una violación de esta disposición‖ (traducción libre).
No obstante, que en la sentencia en comento se aplicó el test en los niveles
objetivo y subjetivo, para determinar la existencia o no de parcialidad, o bien, para
aclarar si en el caso existía apariencia de parcialidad; lo que de suyo es una herramienta
muy importante, lo cierto es que, al igual que Montero (2008), considero que en el
contexto del caso en análisis, lo cuestionado no puede ser la imparcialidad sino la
independencia.
14
“… 32. Under the objective test, it must be determined whether there are ascertainable facts, which may
nevertheless raise doubts as to their impartiality. In this respect even appearances may be of a certain
importance. What is at stake is the confidence which the courts in a democratic society must inspire in the
public and above all in the parties to the proceedings (ibid., § 45).
(…)
36. Furthermore, while it is true that the President did not sit as a member of the court which determined
the petition, he did choose the judge rapporteur and the members of the Chamber from amongst those
judges of the Criminal Division which he heads.
(...)
However, when the President of the Criminal Division not only takes up the prosecution case but also, in
addition to his organisational and managerial functions, constitutes the court, it cannot be said that, from
an objective standpoint, there are sufficient guarantees to exclude any legitimate doubt as to the absence
of inappropriate pressure. The fact that the President's intervention was prompted by the first-instance
judge only aggravates the situation.
37. The Government's argument that in some other cases the Supreme Court has rejected the appeal
initiated by its President or the President of the Criminal Division makes no difference. As mentioned
above, in assessing the compliance of each particular case with Article 6 § 1 of the Convention, any
legitimate doubt as to the impartiality of a tribunal is itself sufficient to find a violation of that provision.
38. In the light of these circumstances, the Court finds that the applicant's doubts as to the impartiality of
the Supreme Court may be said to have been objectively justified. Consequently, there has been a breach
of Article 6 § 1 of the Convention.” (Tribunal EDH, Caso Daktaras vs. Lituania, párr. 32-38).
75
Empero, al abordar el tema por medio de la verificación de la existencia de
imparcialidad —objetiva y subjetiva— el Tribunal EDH declaró que existió violación
del artículo 6 del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y las
Libertades Fundamentales porque las dudas del demandante sobre la imparcialidad de la
Corte Suprema de Finlandia estaban objetivamente justificadas; lo que me hace estimar
que, en el contexto del caso Daktaras vs Lituania, si la persona encargada de designar a
los jueces que van a conocer de un recurso de casación, actúa a la vez como fiscal;
entonces el que las dudas, de la parte que se dice afectada con tal facultad, estén
objetivamente justificadas, sería motivo suficiente para considerar que existe una
violación al presupuesto procesal de la imparcialidad y, por ende, al debido proceso.
Si trasladáramos tal opinión del Tribunal EDH, al contexto de la facultad de
escogencia del juzgador que habrá de conocer de una causa, entregada al Ministerio
Público en México, entonces, podríamos concluir que el hecho de que una de las partes
pueda elegir el órgano ante el cual será parte, bien puede engendrar dudas en el
imputado, que se encuentren objetivamente justificadas, con lo que podría declararse una
violación a los artículos 17 Constitucional y 8.1 de la CADH, en nuestro caso, respecto a
la falta de garantía de la imparcialidad del juzgador.
En materia de Derecho arbitral, se ha desarrollado un concepto similar de
apariencia de imparcialidad, que me parece puede ser ilustrador respecto del aplicable a
los jueces.
Según González de Cossío (2002), al analizar la institución de los árbitros,
refiere que el tema de la independencia e imparcialidad de éstos, aparece muy ligado al
de apariencia de imparcialidad [de los árbitros], por la sencilla razón de que el arbitraje
se basa en la confianza. Por ello el árbitro, sostiene, no solo debe desplegar las
credenciales intelectuales, académicas y profesionales requeridas por las partes, sino que
además, debe contar con las virtudes morales de un juzgador.
76
En el caso de los juzgadores, también debe cuidarse escrupulosamente, como ha
quedado definido, el tema de la confianza del justiciable y de la comunidad; por ello, me
parece adecuado señalar que según Rodrigo Jijón Lefort (2014), la Suprema Corte de los
Estados Unidos de Norteamérica, al debatir sobre sí debían imponerse a los árbitros los
estándares de independencia e imparcialidad establecidos para los jueces, en el caso
Com-Monealth Coating Corp vs Continental Causalty Co., concluyó que sí deben
imponerse los mismos estándares e, incluso, que debían ser aplicados de manera estricta,
ya que el laudo arbitral, normalmente, no admite recursos, lo que exige severidad en la
imparcialidad de los árbitros.
Como se ve, la estrictez del criterio de imparcialidad, está ligada a las
consecuencias que pudiera tener la decisión en un campo específico. Por ejemplo, en
materia arbitral, se acotó que como, normalmente, el laudo arbitral no admite recurso,
entonces las consecuencias de una decisión emitida en un contexto de apariencia de
parcialidad tendrían consecuencias graves que exigen mayor acuciosidad al respecto de
la exigencia de imparcialidad de los árbitros.
En la materia penal, en la que están en juego valores tan importantes como lo
serían la libertad personal del imputado, por un lado, y los bienes jurídicamente
protegidos por la norma penal, por el otro; la estrictez del criterio se encontraría bien
justificada. Ello es así, porque las consecuencias de una decisión imbuida en un contexto
de duda sobre la imparcialidad del juzgador, impacta en la confianza que la sociedad
deposita en el Poder Judicial; en lo particular puede provocar una percepción de
injusticia entre las partes, ya sea al imputado o a la víctima u ofendido.
En ese sentido, creo que bien podríamos considerar, en abstracto, que tan
lamentable sería una decisión en la que un juzgador en lo particular, o bien, un órgano
jurisdiccional en términos más objetivos, del que existieran dudas de imparcialidad:
emitiera una resolución que absolviera a un imputado, dejando en la víctima una
sensación de injusticia; como también sería lamentable, que bajo un contexto de
77
apariencia de parcialidad se condenara al imputado, dejando a éste —e incluso a la
sociedad— con dudas respecto a su imparcialidad.
En otra arista, trayendo un ejemplo de la materia arbitral, puede ser muy natural
que se espere que el árbitro que se elige para resolver un litigio o causa, resuelva
conforme a los intereses de quien lo elige; así lo expone con un ejemplo Rodrigo Jijón,
cuando narra que en un caso arbitral entre la República de Ecuador y otro, las
autoridades del Gobierno ecuatoriano, la prensa de ese país y la opinión pública
criticaron abiertamente al árbitro designado por el propio Estado, pues éste concurrió
con los otros dos árbitros, en un laudo contrario a los intereses del Estado de Ecuador;
sostenían los críticos que era su obligación, como árbitro designado por Ecuador,
defender los intereses de ese Estado. 15
Inevitablemente viene a mi mente, la opinión emitida por la CIDH en su
―Informe sobre el uso de la prisión preventiva en las Américas‖, donde señaló que en
México el anterior Presidente de la República tenía la práctica de criticar públicamente a
los jueces, asimilando a ―impunidad‖ la excarcelación por parte jueces estatales y
federales de personas detenidas por autoridades federales.
¿No es acaso, que podría considerarse que —como lo esperaba el Ejecutivo
ecuatoriano de su árbitro designado— el Presidente de la República Mexicana esperara
que el juez de su elección tuviera la obligación de resolver conforme a los intereses del
Estado?
15
González de Cossío (2002), refiere que la falta de apariencia de imparcialidad e independencia, ha dado
lugar a múltiples problemas en el campo arbitral internacional; exponiendo incluso un ejemplo evidente de
ello, en el que un miembro del Tribunal Irán-Estados Unidos de América, el señor Nils Mángard, fue
amenazado y violentamente atacado como consecuencia de la falta de guardar la apariencia de
independencia e imparcialidad; tal cosa la cometió el señor Kashani, instigado y tolerado por el señor
Shefeiei, ambos miembros del Tribunal designados por Irán. Tales árbitros justificaron su actuar, ante la
afirmación de que el señor Mangard mostraba total sumisión a los deseos e intereses de empresas
estadounidenses, con lo que se ocasionaba un daño irreparable a Irán; ello, amparados en que en
expedientes estaba documentado que en todas las instancias en las que había participado el señor
Mángard, votó a favor de los intereses de Estados Unidos, siendo que en las sesiones se había limitado a
proporcionar el voto, ya sea favorable para los Estados Unidos o negativo para Irán, sin que a su parecer
proporcionara —el señor Nils Mángard— argumentos que soportaran su postura.
78
No creo que se pueda descartar del todo esa posibilidad, sobre todo si tomamos
en cuenta que, como lo tuvo por probado la propia CIDH, en el informe que se comenta,
en México: ―…es de conocimiento público que la Procuraduría General de la República
(PGR) ejerce una fuerte persecución como medida de presión hacia jueces que adoptan
decisiones que le son contrarias en casos relacionados con delincuencia organizada…‖
(CIDH, 2013a, párr. 110).
Sirva esto para hacer explícita, por un lado, la sospecha que para la sociedad
puede existir respecto del juez ―designado‖ por una de las partes para resolver una
causa, o bien, lo que se esperaría de un juez por parte de quien “lo designa”.
Considero que la mejor manera de garantizar la imparcialidad —incluso la
independencia judicial— es evitando fórmulas que permitan a alguna de las partes el
hacer la elección directa del juzgador que habrá de conocer y resolver de un litigio.
De esa manera no sólo se emitiría una imagen que beneficiaría la apariencia de
imparcialidad de los juzgadores, sino que se reduciría el margen otorgado a uno de los
Poderes de la Unión (Ejecutivo), para tratar de ejercer control, de forma directa o
indirecta, en otro de los Poderes en mención (Judicial).
Pues bien, continuando con el análisis dogmático, cabe señalar que la
imparcialidad del juzgador, se encuentra reforzada y quizá condicionada, por otro
presupuesto del debido proceso, es decir: la independencia del juzgador, de la cual
conviene ocuparnos para entender adecuadamente la primera.
1.1.6. Independencia del juzgador
En el apartado que antecede, se entró al estudio de la imparcialidad judicial, así
como de apariencia de imparcialidad; en el tema de la independencia judicial, considero
importante señalar que no podría decirse que se respeta el derecho al debido proceso, por
parte de un Estado, si no es capaz de garantizar que el juzgador que concretamente
79
conocerá de la causa penal respectiva, es independiente y, quizá —en gran medida—
motivado por eso mismo, imparcial.
Para Cafferata (2000), la independencia del Tribunal respecto de todo tipo de
poder o presión, política o social (que impida o esterilice cualquier intento de
desequilibrar ―desde afuera del proceso‖ alguno de los platillos de la balanza, de la cual
el juez es el fiel, garantiza también la imparcialidad con que se juzga.
Así, el juez debe contar con la libertad necesaria para cumplir con sus funciones
y tomar sus decisiones sin interferencias de ningún tipo, ya sean provenientes de otros
poderes, otras instituciones o del propio poder judicial.
No por esa libertad operativa que debe tener el juzgador, debe verse a la
independencia judicial como un ―privilegio de los juzgadores sino como una garantía
para el ciudadano‖. (Cafferata, 2000: 36)
Por su parte, la jurisprudencia de la Corte Interamericana de los Derecho
Humanos, específicamente, al resolver el Caso Reverón Trujillo Vs. Venezuela, hace
clara mención a que:
El principio de independencia judicial constituye uno de los pilares básicos de las
garantías del debido proceso, motivo por el cual debe ser respetado en todas las áreas del
procedimiento y ante todas las instancias procesales en que se decide sobre los derechos
de la persona. La Corte ha considerado que el principio de independencia judicial resulta
indispensable para la protección de los derechos fundamentales, por lo que su alcance
debe garantizarse inclusive, en situaciones especiales, como lo es el estado de excepción
(CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela, párr. 68).
En la misma sentencia (caso Reverón Trujillo Vs. Venezuela) la CorteIDH define
las garantías que derivan de la independencia judicial: (1) un adecuado proceso de
nombramiento, (2) la inamovilidad en el cargo y (3) la garantía contra presiones
externas.
Respecto del adecuado proceso de nombramiento, como garantía derivada de la
independencia judicial destaca que: ―…todo proceso de nombramiento debe tener como
función no sólo la escogencia según los méritos y calidades del aspirante, sino el
80
aseguramiento de la igualdad de oportunidades en el acceso al Poder Judicial. En
consecuencia, se debe seleccionar a los jueces exclusivamente por el mérito personal y
su capacidad profesional, a través de mecanismos objetivos de selección y permanencia
que tengan en cuenta la singularidad y especificidad de las funciones que se van a
desempeñar‖ (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela, párr. 74).
En relación a la inamovilidad, destaca en la misma sentencia que: ―la
inamovilidad es una garantía de la independencia judicial que a su vez está compuesta
por las siguientes garantías: permanencia en el cargo, un proceso de ascensos adecuado
y no despido injustificado o libre remoción. Quiere decir esto que si el Estado incumple
una de estas garantías, afecta la inamovilidad y, por tanto, no está cumpliendo con su
obligación de garantizar la independencia judicial‖ (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs.
Venezuela, párr. 79).
En cuanto a la garantía contra presiones externas, que es quizá la que más
relaciona con la materia de esta investigación, la CorteIDH determinó que:
80. Los Principios Básicos disponen que los jueces resolverán los asuntos que conozcan
―basándose en los hechos y en consonancia con el derecho, sin restricción alguna y sin
influencias, alicientes, presiones, amenazas o intromisiones indebidas, sean directas o
indirectas, de cualesquiera sectores o por cualquier motivo‖.
Asimismo, dichos principios establecen que la judicatura ―tendrá autoridad exclusiva
para decidir si una cuestión que le haya sido sometida está dentro de la competencia que
le haya atribuido la ley‖ y que ―[n]o se efectuarán intromisiones indebidas o
injustificadas en el proceso judicial‖ (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela,
párr. 80).
Por su parte el Tribunal EDH, según da cuenta Montero Aroca (2008), ha
establecido que para decidir si un tribunal es independiente es necesario atender al modo
de designación y duración del mandato de sus miembros y a la existencia de medidas de
protección contra las presiones exteriores. Mientras que, por otra parte, ha definido que
la imparcialidad se aprecia en un doble sentido: subjetivo, que consiste en precisar la
convicción personal de cada uno de los miembros del tribunal y, en sentido objetivo, en
81
atender a si existen garantías suficientes para excluir toda duda legítima u objetivamente
justificada, e insistiendo en que las apariencias tienen también importancia.
No obstante ello, en no pocas sentencias el Tribunal EDH ha procedido a
examinar de forma concurrente esas dos notas caracterizadoras, con lo que ha acabado
por considerar mezclados los dos derechos.
En nuestra Constitución en el artículo 17, expresamente se señala que las leyes
federales y las locales establecerán los medios necesarios para que se garantice la
independencia de los tribunales. Lo que de suyo hace imperativo el que los juzgadores
gocen de dicha independencia para dictar sus fallos, pero además, para la instrucción de
los procesos.
Citando a Agostino Carrino, Ovalle (2007) refiere que el verdadero e
irrenunciable significado del principio de división de poderes reside en la independencia
de la magistratura, pues de esa manera se puede garantizar que el poder judicial cumpla
con su función de controlar la constitucionalidad y la legalidad de los actos de los otros
poderes.
Por ello, coincido cuando Cafferata (2000) afirma que las prohibiciones a los
Poderes Ejecutivo y Legislativo de llevar a cabo intromisiones en la función
jurisdiccional del Poder Judicial, no sólo tiene relación con evitar la posible usurpación
de funciones jurisdiccionales por parte de otros poderes, sino que también se proscribe
de esa manera un posible ejercicio informal de la función jurisdiccional a través de
órdenes, presiones, sugerencias, etc.
De esa manera, me parece claro que la facultad confeccionada por el legislador y
entregada al ejecutivo, para que por medio del agente del Ministerio Público de la
Federación16 pueda elegir al juzgador que conocerá de una determinada causa penal,
16
En la actualidad, según el artículo 1, de la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la República,
dicha institución está ubicada en el ámbito del Poder Ejecutivo Federal.
82
evidentemente violenta la independencia judicial, como también pone en duda la
imparcialidad de quién habrá de resolver, como se expuso en líneas anteriores.
Tal afirmación no es arbitraria de quien esto escribe, se encentra apoyada en la
disertación que el Tribunal EDH, hace al resolver el caso Brudnicka y otros vs. Polonia,
en el que analizaba la alegación de los solicitantes, en la que sostenían que las Cámaras
Marítimas que habían oído el caso, no demostraban ser Tribunales independientes e
imparciales.
En el contexto de ese caso, el Tribunal EDH, consideró que los miembros del
tribunal (Cámaras Marítimas) no debían evidenciar algún prejuicio o sesgo personal,
además, el tribunal debía dar garantías objetivas de imparcialidad, excluyéndose
cualquier duda al respeto; pero muy importante, fue la afirmación de que como los
conceptos de independencia e ―imparcialidad objetiva‖ están estrechamente vinculados,
el Tribunal se veía en la necesidad de analizarlos en su conjunto17.
Entonces, dado el estrecho vínculo que existe entre independencia judicial e
imparcialidad judicial, de carácter objetiva; la vulneración de la primera afecta o pone en
riesgo a la segunda, y viceversa.
Así es, mientras que la independencia judicial se refiere a que de facto debe
existir una abstracción del Tribunal, respecto de todo tipo de interferencias de poder,
presión política o social, sugerencias vinculantes o condicionantes, etcétera; que
provengan del exterior del propio Tribunal —que incluso podrían provenir del Poder
Judicial, más no del propio Tribunal o Juzgado—; la imparcialidad judicial objetiva,
17
“…38. In order to establish whether a tribunal can be considered to be “independent” within the
meaning of Article 6 § 1, regard must be had, inter alia, to the manner of appointment of its members and
their term of office, the existence of guarantees against outside pressures and the question whether the
body presents an appearance of Independence… 39. There are two aspects to the requirement of
“impartiality”. Firstly, the tribunal must be subjectively impartial, that is, no member of the tribunal
should hold any personal prejudice or bias. Secondly, the tribunal must also be impartial from an
objective viewpoint, that is, it must offer sufficient guarantees to exclude any legitimate doubt in this
respect… 40. As the concepts of independence and objective impartiality are closely linked, the Court will
consider them together as they relate to the instant case. 41. In maintaining confidence in the
independence and impartiality of a tribunal, appearances may be important…” (Tribunal EDH, Caso
Brudnicka y otros vs. Polonia, párr. 38-41).
83
concretamente exige una verificación transversal de si existen hechos objetivos que
autoricen a poner en duda la imparcialidad del juzgador, o bien, la verificación de si el
juez ofrece las garantías suficientes para excluir cualquier suspicacia legítima, que haga
presumir que pudiera favorecer a alguna de las partes en el conflicto, a los ojos de la
sociedad o de las partes en litigio.
Además de ello, en el caso Pabla Ky vs. Finlandia, el Tribunal EDH, hace una
aportación significativa al examen que hizo, por ejemplo, en la sentencia del caso
Brudnicka y otros vs. Polonia, pues además de analizar como presupuestos de la
independencia judicial: (1) la forma de designación de sus miembros y (2) la duración de
su mandato, (3) la existencia de garantías contra presiones externas18; agregó un
elemento más a considerar: (4) determinar si en el caso se presenta una apariencia de
independencia19.
En la propia sentencia que se comenta (caso Pabla Ky vs. Finlandia), el Tribunal
EDH, deja ver que para determinar la apariencia de independencia, tiene importancia la
opinión de la parte en litigio que argumenta tal falta de independencia; pero ello no es
decisivo.
Así, deja ver que la apariencia de independencia se refiere a la ausencia objetiva
de dudas respecto de la dependencia del tribunal a alguna influencia externa, en términos
similares que el examen de la apariencia de la imparcialidad, empero, en este caso, basta
que existan hechos objetivos que puedan suscitar dudas sobre la falta de independencia
18
Presupuestos que se corresponden con las garantías que derivan de la independencia judicial, que en la
jurisprudencia de la Corte IDH se han dejado establecidos: (1) un adecuado proceso de nombramiento, (2)
la inamovilidad en el cargo y (3) la garantía contra presiones externas (CorteIDH, caso Reverón Trujillo
vs. Venezuela, párrs. 74, 79 y 80).
19
“…26. In order to establish whether a tribunal can be considered “independent” for the purposes of
Article 6 § 1 of the Convention, regard must be had, inter alia, to the manner of appointment of its
members and their terms of office, the existence of safeguards against outside pressures and the question
whether it presents an appearance of independence…” (Tribunal ECH, Caso Pabla Ky vs. Finlandia, párr.
26).
84
del tribunal, pues lo que está en juego es la confianza que los tribunales de una sociedad
democrática deben inspirar en el público y sobre todo en las partes del procedimiento.20
Por ello, considero que deben utilizarse mecanismos que garanticen la
independencia del Poder Judicial, pues si éste es incapaz de controlar la asignación de
causas, de las que habrán de conocer sus jueces, se evidencia la falta de independencia
en cuanto a tal circunstancia, no para que un juez la elija a modo, sino para que se
garantice que un caso dado no puede ser elegido por el juzgador, pero tampoco por las
partes.
Al respecto, Baumman (1986: 150-151), señala que las disposiciones sobre el
reparto de los asuntos (turno), ―no sólo protegen al imputado contra la elección de los
jueces ad hoc, sino también la independencia judicial‖, refiere además, que en Alemania
existen variadas normas que completan la protección del juez, como, por ejemplo, en la
Ley de Organización Judicial que se prevé que ―ningún fiscal puede ejercer autoridad
jerárquica sobre el juez‖.
Cabe preguntarnos si el agente del Ministerio Público de la Federación ejerce
algún tipo de autoridad jerárquica sobre un juez, al ser éste el que lo elija para el
conocimiento de una causa penal, si éste no es el ordinariamente competente para ello.
Me parece que no es así, empero, sí puede ejercer presiones de ese modo, como de
hecho ha sucedido en nuestro país:
Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en su
―Informe sobre el uso de la prisión preventiva en las Américas‖, en México existe una
fuerte influencia que ejercen la opinión pública y los altos funcionarios ejecutivos sobre
las autoridades judiciales. Aquí, se considera de suma importancia la cita de la parte
conducente, dada su relación con el tema:
20
“… The Court is not persuaded that the mere fact that M.P. was a member of the legislature at the time
he sat on the applicant company's appeal is sufficient to raise doubts as to the independence and
impartiality of the Court of Appeal…” (Tribunal ECH, Caso Pabla Ky vs. Finlandia, párr. 34).
85
...como ejemplo de este tipo de presiones provenientes de altos funcionarios de otros
órganos del Estado hacia el Poder Judicial, en México el anterior Presidente de la
República tenía la práctica de criticar públicamente a los jueces que actuaban en
determinados casos de alto perfil mediático. En sus pronunciamientos el mandatario
asimilaba a ―impunidad‖ la excarcelación por parte jueces estatales y federales de
personas detenidas por autoridades federales, obviando deliberadamente el hecho de que
tales decisiones judiciales no constituían una determinación definitiva en esos procesos.
El primer funcionario del Estado llegó a manifestar públicamente: ―[n]o es que yo traiga
algo contra los jueces, los aprecio, pero uno se cansa… Ahí hay un lío con impunidad,
dicen que puede ser en nuestros órganos (la Procuraduría General de la República o la
Policía Federal), pero yo creo que el Poder Judicial, local y federal, tiene mucho que
mejorar en este aspecto‖. Este es un claro ejemplo del tipo de mensaje político que
contribuye a construir una percepción pública de impunidad mediante el argumento de
una ―puerta giratoria‖ (la policía detiene a los delincuentes y los jueces los dejan en
libertad), y envía un mensaje político por medio del cual pretende trasladar la
responsabilidad de la criminalidad al Poder Judicial. En este contexto, también es de
conocimiento público que la Procuraduría General de la República (PGR) ejerce una
fuerte persecución como medida de presión hacia jueces que adoptan decisiones que le
son contrarias en casos relacionados con delincuencia organizada (CIDH, 2013a, párr.
110).
En principio de cuentas, deberíamos considerar que cuando el Ministerio Público
considera que se actualizan alguna de las causales que, según el artículo 10 del Código
Federal de Procedimientos Penales, le permitirían ejercer la facultad de escogencia del
órgano que habrá de conocer de una causa, o bien, cuando atribuye el delito de
delincuencia organizada a un imputado en particular, dicho funcionario cuenta con una
amplia gama de juzgadores que podrían conocer de la causa en comento; es decir, tantos
juzgadores como órganos jurisdiccionales anexos a Centros Federales de Readaptación
Social se encuentren en el país, a lo largo de varias regiones en nuestra nación; empero,
goza de gran discrecionalidad para decidirse por uno o unos y no por otros.
Entonces, si el Ejecutivo Federal, por medio de la institución del Ministerio
Público, habiendo hecho uso de esa discrecionalidad, al final no se ve congraciado con
tal elección, reacciona criticando públicamente y presionando de facto a los jueces, ello
es una medida de presión ex post, como reprimenda política por no haberse adecuado el
juez elegido a la pretensión del Ejecutivo.
86
Tal discrecionalidad, desde mi punto de vista, engendra la sospecha de que éste
elegirá de entre todos los tribunales disponibles, aquél en el cual sus pretensiones
punitivas encontrarán mejores resultados, pero en el caso de que no sea así, ejercerá
presión sobre éste para que en futuras ocasiones, resuelva a pedir de boca del Ejecutivo
Federal. Con ello, evidentemente se influye en el juzgador, si bien indirectamente
(informalmente diría Cafferata), condicionando su independencia, cuando menos a los
ojos de la sociedad.
Por otra parte, no podemos dejar pasar desapercibido que el propio Poder Judicial
de la Federación reconoce, en la presentación del ―Código de Ética del Poder Judicial de
la Federación‖, que la sociedad, cada vez más, cuestiona o emite juicios que pueden
trascender en la conciencia libre del juzgador, en virtud de que sus actos judiciales son
sometidos al escrutinio público a través de los instrumentos de impacto social; por ello
reconoce la necesidad de que sus juzgadores actúen con independencia, imparcialidad,
objetividad, profesionalismo y transparencia (SCJN-CJF, 2004: 4).
Por último, cabe traer aquí lo señalado por CIDH, en su publicación denominada:
―Garantías para la independencia de las y los operadores de justicia. Hacia el
fortalecimiento del acceso a la justicia y el estado de derecho en las Américas‖, en el que
con relación al tema sostiene:
La independencia de todo órgano que realice funciones de carácter jurisdiccional es un
presupuesto indispensable para el cumplimiento de las normas del debido proceso en
tanto derecho humano y su ausencia afecta el ejercicio del derecho de acceder a la
justicia, aparte de generar desconfianza y hasta temor, que orille a las personas a no
recurrir a la los tribunales… [s]iendo claro en el derecho internacional la absoluta
independencia que debe guardar el Poder judicial respecto de cualquier otro poder u
órgano del Estado (CIDH, 2013b: párr. 30 y 32).
1.1.6.1. La elección de un juez para un caso determinado
Aunque desde el capítulo anterior, se ha venido abordando la figura del juez
natural y, ciertamente, ha sido recurrente su tratamiento, me gustaría aquí señalar que en
un ejercicio de derecho comparado, podríamos exponer lo que Baumman (1986) señala
87
acerca de los esfuerzos efectuados en Alemania para evitar que un juez pueda ser
elegido, para determinado caso, lo que se hace controlando el reparto de asuntos entre
los distintos jueces o juzgados por parte de la presidencia, aclarando que tan solo en
casos de necesidad es posible no tener en cuenta ese reparto.
En la misma obra, expone como es menos compatible con el principio del juez
determinado legalmente la fijación de la competencia con arreglo ciertos artículos de su
legislación, que permite al Ministerio Público evitar un juez unipersonal no grato (por
medio de un requerimiento penal más grave) o un tribunal de escabinos no grato
(admitiendo una importancia especial del caso), logrando en este último caso, incluso
otra instancia (Baumman, 1986: 140), de esa forma el Ministerio Público evita el que un
juez o tribunal determinado conozca de determinado asunto, si sabe que con ello se vería
afectada su pretensión, aunque para ello debiera clasificar la conducta imputada en otra
más grave o arguyendo que un caso determinado tiene una importancia especial, que en
realidad no tiene.
Como se ve, el derecho al juez natural, predeterminado por la ley u ordinario,
puede ser burlado si la legislación contiene facultades para que el Ministerio Público lo
haga, pues éste —como parte que lo es en una causa penal— por naturaleza buscará que
sus pretensiones punitivas sean congraciadas, para ello, no necesariamente podría sólo
evitar un juez o tribunal no grato para éste, sino que en el caso de la excepción a la
competencia territorial ordinaria en análisis, inclusive puede elegir uno, lo que no parece
ser compatible con el derecho al juez natural.
Aquí, cabría preguntarnos: si los precedentes judiciales de un determinado juez u
órgano jurisdiccional, pueden servir al Ministerio Público como un indicador de dónde
habría de consignar un asunto para lograr, cuando menos, que se vincule a proceso al
imputado, mediante un auto de formal prisión, por ejemplo; o bien, si por el contrario,
con base en el criterio observado en un juzgador, el Ministerio Público podría evitar
consignar hechos ante él, no obstante que, en un determinado caso resulte ser el
88
ordinariamente competente, simplemente para eludir la posibilidad de que con base en
dicho criterio, se libere o absuelva, al imputado.
En el caso expuesto por Baumman (1986), lo que se advierte es que la legislación
alemana que analiza permitiría al Ministerio Público el evitar un tribunal no grato para
sus intereses, lo que de suyo, para el autor, es poco compatible con el principio del juez
determinado legalmente; empero, esa forma de fijación de la competencia, en realidad es
más limitada que la que analizamos en nuestra legislación nacional, habida cuenta que
en Alemania, tomando en consideración lo que expone Baumman, no se permitiría que
el Ministerio Público escogiera a la autoridad judicial que habría de conocer.
En el caso que analizamos de la legislación nacional, el Ministerio Público no
solo podría evitar un Tribunal que no le fuera grato, sino que además, podría elegir uno
o un grupo de juzgadores, de la misma circunscripción territorial del lugar en que interne
a un imputado detenido.
Para ello, el Ministerio Público únicamente requeriría argumentar que se
actualiza cualquiera de las causales en comento21, para que se le permitiese internar en
un centro de reclusión distante del lugar de la comisión de los hechos al imputado,
haciendo competente, cuando menos temporalmente, a un juez que ordinariamente no lo
sería.
Ahora bien, el quid de tal proceder es que una vez puesto a disposición del juez
que no es ordinariamente competente, el detenido en contra de quien se ejerció acción
penal, tiene el derecho a que sin demora se determine su situación jurídica, dentro de los
términos legales establecidos para ello22; por tanto, de conformidad con el artículo 432
del Código Federal de Procedimientos Penales: el juez que no era el ordinariamente
competente pero que esté conociendo del asunto, no podría declararse incompetente para
21
Cualquiera de las razones siguientes: (1) las características del hecho imputado, (2) las circunstancias
personales del inculpado, (3) por razones de seguridad en las prisiones o (4) por otras que impidan
garantizar el desarrollo adecuado del proceso.
22
Artículo 19 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
89
seguir conociendo de esos hechos, sino hasta que se practiquen las diligencias que no
admitan demora y, en caso de que haya detenido, de haberse dictado el auto de formal
prisión o el de libertad por falta de elementos para procesar.
Si conociendo que el criterio de ese juez o grupo de jueces, le puede llegar a ser
favorable, el agente del Ministerio Público de la Federación consigna en el ámbito de la
circunscripción territorial de éstos a un detenido, argumentando que se actualiza alguna
de las causales previstas en el artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales,
surgirá para éstos la obligación de conocer del asunto, hasta desahogar las diligencias
que no admitan demora; aunque después declinen competencia al ordinariamente
competente, al considerar que no se actualiza ninguna de las causales previstas en el
párrafo tercero, del artículo 10 el Código Federal de Procedimientos Penales; empero,
entretanto, si se decretó auto de formal prisión en contra del imputado, sus efectos se
surtirán durante todo el proceso, no obstante, que quien lo decretó no era ordinariamente
competente para ello.
En otro escenario, si el agente del Ministerio Público de la Federación logra que
el juez elegido considere acreditada cualquiera de las causas para la operatividad de la
competencia territorial de excepción en estudio, entonces, por efecto de lo ordenado en
el cuarto párrafo, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, no
operaría ya la declinatoria, por lo que el juez escogido por el agente del Ministerio
Público de la Federación debería continuar conociendo del asunto, aun cuando no fuera
el ordinariamente competente.
Entonces, con independencia de si se actualizan o no las causales para que opere
la competencia territorial excepcional, previstas en el párrafo tercero, del artículo 10 del
Código Federal de Procedimientos Penales, lo cierto es que la legislación prevé las
condiciones para que con tan solo argumentar que se actualiza cualquiera de las causales
en comento, aunque no sea verdad, el agente del Ministerio Público de la Federación
puede elegir al juez o grupo de jueces que han de resolver la situación jurídica del
90
imputado23, con la seguridad —o cuando menos meridiana seguridad— de cuál puede
ser el resultado, es decir, de que logrará vincular a proceso a dicho imputado, dada la
elección que cuidadosamente habrá hecho del juzgador para el caso.
A tal circunstancia debe adicionarse el que, cuando menos el Tribunal Colegiado
del Trigésimo Primer Circuito en su tesis XXXI.5 P (2009), ha considerado que de
conformidad con el principio de supremacía constitucional y orden jerárquico normativo
que rigen en el derecho mexicano, tratándose del delito de delincuencia organizada, la
competencia territorial por excepción prevista en el artículo 10, párrafo tercero, del
Código Federal de Procedimientos Penales, se surte a favor de los Jueces de Distrito de
los lugares donde exista un Centro Federal de Readaptación Social de máxima
seguridad, sin necesidad de que el agente del Ministerio Público de la Federación
acredite la actualización de ninguna de las causales a que hace referencia dicho artículo.
Arriba a ello, porque según su interpretación del artículo 18 constitucional, que
dispone que para la reclusión preventiva en materia de delincuencia organizada se
destinarán centros especiales, los cuales necesariamente deben ser de máxima seguridad;
además, que de conformidad con Acuerdos Generales del Consejo de la Judicatura
Federal24: los Jueces de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales de los lugares
donde exista un Centro Federal de Readaptación Social de máxima seguridad, ejercerán
jurisdicción en toda la República para conocer de aquellos asuntos que se encuentren en
la hipótesis del artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos
Penales.
23
En los términos del artículo 19 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Acuerdo General 21/2008 del Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, por el que se dota de
competencia a los Juzgados de Distrito que se precisan para conocer de delitos cometidos en lugar distinto
al de su jurisdicción, por razones de seguridad en las prisiones, así como el Acuerdo General 82/2008 del
Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, por el que se reforma el diverso Acuerdo General 21/2008, por
el que se dota de competencia a los Juzgados de Distrito que se precisan para conocer de delitos cometidos
en lugar distinto al de su jurisdicción, por razones de seguridad en las prisiones.
24
91
Por esa razón, en el caso de que uno de los delitos imputados fuera el de
delincuencia organizada, automáticamente se actualizaría la necesidad de que un juez de
Distrito adscrito a cualquier lugar en el que existan centros federales de máxima
seguridad, conozca del asunto al actualizarse, sin más, la competencia territorial
excepcional que hemos estado analizando.
El criterio recientemente señalado, no obstante que no es un precedente
obligatorio, en mi experiencia he podido advertir que es ampliamente utilizado para
justificar el internamiento de imputados en centros de máxima seguridad, distantes del
lugar de la comisión de los hechos; para ello, únicamente se requiere que el agente del
Ministerio Público de la Federación impute, cuando menos el delito de delincuencia
organizada.
1.1.7. Aplicación del test del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, diseñado
para examinar la independencia e imparcialidad del juzgador en un caso concreto
Aunque el test diseñado para examinar independencia e imparcialidad de un juez,
se ha extraído de casos específicos que el Tribunal EDH ha resuelto; considero que para
efectos del estudio que nos ocupa, es viable analizar en abstracto si un juez escogido por
el agente del Ministerio Público de la Federación, podría no ser imparcial o
independiente; lo que se propone así en aras de que el presente estudio sirva como un
parámetro objetivo generalizado, dejando sólo para el análisis concreto las
circunstancias subjetivas del juez en examen.
Recordemos que el examen completo, se compone de un análisis de la
imparcialidad, —y como aquí se propone también de la independencia— en dos niveles,
uno subjetivo y otro objetivo.
Así en un primer nivel subjetivo, el análisis recae en la persona del juez o jueces
que componen un Tribunal. Con ello en mente, se procede al examen, en abstracto, de la
imparcialidad subjetiva del juzgador, que consiste en determinar si de acuerdo con las
92
convicciones personales de un juez determinado, se podría inclinar a favorecer a una de
las partes que litigan un caso concreto.
Pues bien, como el análisis que aquí se hace lo es en abstracto, lo más pertinente
es tomar la solución que el Tribunal EDH ha adoptado, es decir, presumiremos colmada
la imparcialidad personal del juez, puesto que no tenemos prueba en contrario que
supere dicha presunción. Empero, en la aplicación de este test en casos particulares, la
opinión de la parte que argumente parcialidad del juzgador, así como sus alegaciones y
la prueba que de ello pueda ofrecer, aun indiciariamente, son importantes a la hora de
considerar vencida, o no, tal presunción.
En este apartado de análisis, considero que inciden cuestiones tan personales del
juzgador, como el partido político en el que milita, el culto que profesa o si no practica
ninguno, la escuela en la que estudio, sus trabajos anteriores, más una larga cadena de
etcéteras, que pudiesen demostrar o cuando menos sembrar una sospecha válida en
relación a que el juzgador pudiera inclinarse, por todo ello o parte de ello, a beneficiar o
a perjudicar a una de las partes en litigio.
En cuanto a la verificación de la independencia del juzgador, en un plano
subjetivo, dicho examen se debería ceñir a verificar si de conformidad con los ideales,
procedencia, antecedentes, creencias u otras categorías análogas, el juez en cuestión es
proclive a mostrar sumisión respecto a un poder o autoridad externa, de derecho o de
facto, o bien, ante otros funcionarios de su misma o superior categoría.
Por ejemplo, si para resolver determinado asunto, espera el pronunciamiento que
sobre un tema haga un líder político o religioso, o bien, que tuviera que solicitar
autorización para conocer de un asunto en particular o para que se le imponga la
obligación de hacerlo.
Para considerar que existe una dependencia de un juez, éste tendría que
evidenciar en sus resoluciones —ostensiblemente— su filiación política, sus creencias
religiosas, sus ideales personales, su desdén hacia cierto sector de la sociedad o región
93
geográfica, o bien, su repulsión hacia ciertas conductas contrarias a dogmas o creencias
de corporaciones clericales u otras manifestaciones análogas ajenas a la justicia; en
franca sumisión a los principios de un partido político, una religión determinada, una
ideología representante de cierto sector social, etcétera; con lo que se haría evidente que
ese juzgador subjetivamente no goza de independencia como operador judicial.
Pero, según considero, no es tan fácil demostrar la dependencia subjetiva del
juzgador, pues para ello éste debe revelar de forma desbordante que efectivamente se
somete voluntariamente a los intereses de otro poder o autoridad, de derecho o de facto;
pues no bastaría el comprobar que en casos análogos resuelve siempre de la misma
manera, pues desde mi punto de vista, lo único que ello revela es su criterio jurídico en
relación a un tópico jurídico; sobre todo, si para arribar a dicha determinación funda y
motiva adecuadamente sus resoluciones.
Empero, si una de las partes, tiene la facultad de conocer el sentido en que un
juez resuelve regularmente determinados casos, siendo que, además, tenga la facultad de
escoger a un determinado juez para resolver una causa en concreto, muy probablemente
elegirá de modo que se incremente importantemente la posibilidad de verse congraciado
en cuanto a sus pretensiones; entonces, aún en contra de la voluntad del juzgador, éste se
ve convertido en un juzgador ad hoc o a modo para el caso concreto, con lo que se pone
en duda su independencia.
Un segundo grado de análisis de la imparcialidad e independencia judiciales,
opera a un nivel objetivo, en el que independientemente de la actitud del juez o de las
situaciones subjetivas en que se encuentre ubicado, se debe examinar si existen hechos
objetivos que autoricen a poner en duda la imparcialidad del juzgador, o bien, asegurar
que existen garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima sobre esa
imparcialidad; por otra parte, se debe analizar si éste puede contar con medidas de
protección contra las presiones exteriores.
94
Antes de hacer el examen preciso la imparcialidad e independencia judicial de
carácter objetivo, es menester recordar el análisis que de éstos tópicos ha llevado a cabo
el Tribunal EDH en el caso Brudnicka y otros vs. Polonia; en el que afirmó que como
los conceptos de ―independencia‖ e ―imparcialidad objetiva‖ están estrechamente
vinculados, el Tribunal se veía en la necesidad de analizarlos en su conjunto25.
En el caso en abstracto que analizamos, considero que podemos partir de asumir
que el agente del Ministerio Público de la Federación no elegirá un juzgador
azarosamente; cuando menos debe llevar a cabo una verificación de ciertos parámetros
para escoger al que será el juez de la causa.
De un análisis caritativo del ejercicio que de dicha facultad hace el agente del
Ministerio Público de la Federación, tendríamos que pensar que éste únicamente toma en
consideración como parámetros para elegir al juzgador: la seguridad e integridad física
del imputado, así como el garantizar el adecuado desarrollo del proceso, evitando así
dilaciones innecesarias, que genera la diligencia de exhortos y otros despachos análogos;
empero, considero que con base en datos objetivos, que a continuación analizaremos,
podemos deducir que esos no son los únicos criterios que toma en consideración a la
hora de distribuir competencias excepcionales entre los jueces federales de su elección.
Cabe señalar que mientras que la independencia judicial se refiere a que de facto
debe existir una abstracción del Tribunal, respecto de todo tipo de interferencias de
poder, presión política o social, sugerencias vinculantes o condicionantes, etcétera; que
provengan del exterior del propio Tribunal —que incluso podrían provenir del Poder
Judicial, más no del propio Tribunal o Juzgado—; la imparcialidad judicial objetiva,
concretamente exige una verificación transversal de si existen hechos objetivos que
autoricen a poner en duda la imparcialidad del juzgador, o bien, la verificación de si el
juez ofrece las garantías suficientes para excluir cualquier suspicacia legítima, que haga
25
“…40. As the concepts of independence and objective impartiality are closely linked, the Court will
consider them together as they relate to the instant case…” (Tribunal ECH, Caso Brudnicka y otros vs.
Polonia, párr. 40).
95
presumir que pudiera favorecer a alguna de las partes en el conflicto, a los ojos de la
sociedad o de las partes en litigio.
Así, tenemos que la independencia se verifica considerando, entre otras cosas, si
el juez fue designado de forma adecuada, es decir, fue nombrado ―exclusivamente por el
mérito personal y su capacidad profesional, a través de mecanismos objetivos de
selección y permanencia que tengan en cuenta la singularidad y especificidad de las
funciones que se va a desempeñar‖ (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela,
párr. 74).
Pues bien, en un análisis en abstracto, tal característica del juzgador debe
presumirse; empero, aun en un caso particular, salvo prueba en contrario, considero que
debe presumirse que el nombramiento del juzgador se llevó a cabo bajo esos principios.
En lo relativo a la verificación de la duración y seguridad del cargo, es decir, a si
el juez goza de garantías de inamovilidad, que a su vez posibilite la (1) permanencia en
el cargo, (2) un proceso de ascensos adecuado y transparente, así como (3) la limitación
del despido injustificado o libre remoción. Al respecto es importante mencionar que
―…si el Estado incumple una de estas garantías, afecta la inamovilidad y, por tanto, no
está cumpliendo con su obligación de garantizar la independencia judicial‖ (CorteIDH,
caso Reverón Trujillo vs. Venezuela, párr. 79).
La facultad que en abstracto se analiza —sin considerar elementos contextuales
manifiestos en la sociedad mexicana— pareciera que no afecta la inamovilidad de un
juez en particular, por lo que prima facie no podríamos considerar que un juez que es
escogido para conocer de un asunto, pudiera ver comprometida su independencia, al ver
en riesgo su permanencia en el cargo, encontrar limitaciones de las posibilidades de
ascenso, o bien, que ello le haga temer su remoción o despido injustificado.
Por otra parte, no se podría presumir en sentido contrario, que si el juez renuncia
a observar su obligación de independencia, estaría garantizando para sí su permanencia
96
en el cargo, estaría haciendo méritos para su ascenso, o bien, disminuyendo
drásticamente las posibilidades de un despido injustificado o su libre remoción.
Empero, si tomamos en cuenta el contexto nacional expuesto a lo largo del
presente trabajo de investigación, del que se advierte que según la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, en su ―Informe sobre el uso de la prisión
preventiva en las Américas‖ (CIDH, 2013a), en México existe una fuerte influencia que
ejercen la opinión pública y los altos funcionarios ejecutivos sobre las autoridades
judiciales; enviando con ello un mensaje político a la sociedad, respecto a que son los
jueces penales los responsables de la criminalidad en el país, sobre todo, de la
proliferación de la delincuencia organizada; pues con la excarcelación de ―delincuentes‖
siembran la impunidad y el terreno propicio para la proliferación de la delincuencia.
Por otra parte, en el mismo Informe se señala que es de conocimiento público
que la Procuraduría General de la República ejerce una fuerte persecución, como medida
de presión hacia jueces que adoptan decisiones que le son contrarias en casos
relacionados con delincuencia organizada.
Tales medidas de presión ejercidas sistemáticamente en nuestro país, en contra
de los jueces que dejan en libertad a los detenidos acusados de delitos federales,
provenientes inclusive del titular de uno de los Poderes de la Unión (Ejecutivo); sí puede
hacernos presumir, aún en abstracto, que un juez penal que es elegido por el agente del
Ministerio Público de la Federación sienta la presión de todo el aparato de Procuración
de Justicia y Seguridad Pública, para que resuelva en determinado sentido, cuando
menos la vinculación a proceso de un detenido.
Es por todo lo anterior, que se considera que sí se afectan las garantías de
imparcialidad e independencia judicial, con el ejercicio de la facultad en comento.
Por ello, se insiste en señalar que el hecho de que un juzgador, en determinados
casos resuelva siempre de cierta manera, no refleja más que su criterio jurídico y
convicciones, que no necesariamente comprometen su imparcialidad e independencia, al
97
respecto de casos análogos; empero, cuando una de las partes tiene la facultad de elegir a
un juzgador, que en determinados casos ha demostrado tener un criterio jurídico que
favorecería la pretensión de la parte que lo elige, sin que la otra parte pueda
pronunciarse al respecto de dicha elección; definitivamente, estimo que crea un
desequilibrio procesal, convirtiendo al juzgador escogido en un juez ad hoc, aun en
contra de su propia voluntad.
En tal estado de cosas, se hace evidente que la imparcialidad e independencia
judiciales, se ven comprometidas, por ello, sostengo que no debe existir norma alguna
que permita a la Fiscalía elegir al juzgador que habrá de conocer de una causa penal en
particular, menos aún si con ello se impactan derechos inherentes al debido proceso,
como los ya mencionados, además, del derecho a un juez natural, a la adecuada defensa
y de acceso a la justicia.
1.1.8. Adecuada defensa
Según lo señala atinadamente Bernardo Salazar (2012): el debido proceso, como
lo ha definido la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es un medio para
asegurar, en la mayor medida posible, la solución justa de una controversia, a lo cual
contribuyen el conjunto de actos de diversas características generalmente reunidos bajo
el concepto de debido proceso legal.
Así el derecho al debido proceso busca asegurar la adecuada defensa de quienes
comparecen ante un juez a proteger, asegurar o hacer valer la titularidad de un derecho.
Salmón y Blanco (2012: 282), han sostenido que la CorteIDH ha determinado
que no basta con que la persona tenga un abogado, sino que debe permitírsele ejercer
efectivamente la defensa del inculpado.
Dan cuenta de que una situación contraria a esta garantía se presentó en el Caso
Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador, en el cual la Corte consideró que se violó
el artículo 8.2.d de la CADH porque, a pesar de que en cierto momento procesal el señor
98
Chaparro contaba con un abogado, se impusieron barreras fácticas para que la presencia
de sus defensores fuera ―solo formal‖.
En la sede nacional, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, en la tesis de jurisprudencia 23/2006, determinó importantes rasgos del referido
derecho humano a la adecuada defensa, resumiéndolo del siguiente modo:
a) Toda persona, desde el momento en que el detenida y puesta a disposición del
Ministerio Público, cuenta con la garantía de la adecuada defensa;
b) La adecuada defensa es una garantía y no un mero requisito formal para
validar las actuaciones ministeriales;
c) La asistencia legal de un defensor no se reduce a la mera presencia física de
éste en las diligencias de declaración ministerial, sino que debe prestar una ayuda
efectiva al imputado, como su asesor legal; y,
d) Previo a que el imputado emita declaración, es su derecho el entrevistarse con
su defensor en forma privada, el agente del Ministerio Público, o en su caso el juez,
deben permitirlo.
Sostiene Bernardo Salazar que la adecuada defensa es un derecho humano, en
tanto que el objetivo del conjunto de actos que conforman el derecho fundamental de
debido proceso legal, es precisamente el aseguramiento de la adecuada defensa de
aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración judicial (Salazar,
2012: 537).
En la contradicción de tesis 461/2012, la Primera Sala de la SCJN, al analizar si
la orden administrativa de traslado de un procesado, de un centro de reclusión preventiva
a otro, distante del lugar a aquél en que se sigue el proceso penal al imputado, reconoció
que:
…llevar el proceso en un lugar distinto al en que se encuentre el procesado representa un
entorpecimiento en la participación efectiva de éste en su defensa, ya que si bien la
99
participación para tener tal calificativo (efectiva) no necesita la presencia física del
procesado dentro de todas y cada una de las etapas del procedimiento, sí requiere que
éste sea debidamente asistido por su asesor legal; lo que encuentra un obstáculo material
si el procesado se encuentra en un lugar distinto en el que se sigue la causa penal (SCJN,
Contradicción de tesis 461/2012, párr. 53).
Considero pertinente señalar que la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos, en su «Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria» correspondiente
al año 2012, ha señalado que de los 17 Centros Federales visitados durante la aplicación
de dicho diagnóstico, en 15 de ellos documentó un ―[e]scaso número de internos con
procedimiento radicado ante juez local (varios internos con causa penal radicada en
entidades distintas al lugar de reclusión)‖; constituyéndose como una de las deficiencias
con mayor incidencia, a la par de la ―[f]alta de personal médico para atender a los
internos‖ (CNDH, 2012: 485).
Tal magnitud del problema, además, el hecho de que el tema del alejamiento del
procesado del lugar en que se lleva su proceso, ya hubiese sido motivo de análisis de la
Primera Sala de la SCJN, en vía de contradicción de tesis, evidentemente nos revela la
generalidad de tal situación y el impacto generalizado al derecho a la adecuada defensa
de los procesados.
Asimismo, cabe resaltar que la propia Primera Sala de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, al emitir la tesis de jurisprudencia 1a./J. 12/2012 (9a.) sostuvo,
inter alia, que la garantía individual de defensa adecuada entraña una prohibición para el
Estado, consistente en no entorpecer el ejercicio del derecho de defensa del gobernado;
que el juez de la causa debe garantizar la posibilidad de defensa al permitir que se den
todas las condiciones necesarias para que el inculpado sea debidamente asistido, tanto
formal como materialmente y que el juez tiene la obligación de no impedir u
obstaculizar el ejercicio de las cargas procesales que le corresponden dentro del proceso
penal para desvirtuar la acusación del Ministerio Público.
100
En ese sentido, el juez debe garantizar el ejercicio del derecho a la adecuada
defensa, mediante la generación de las condiciones necesarias para que el inculpado
ejerza dicho derecho, de lo contrario, ello se convertiría en un mero requisito formal.
El juez de la causa está obligado a permitir una instrumentación real de
oportunidades defensivas, para que el imputado tenga oportunidades de descargo, pues
de lo contrario, la aparente defensa del imputado, sólo serviría para legitimar una
decisión a la que de cualquier manera se arribaría, existiera o no la posibilidad real de
defensa.
Dada la importancia de lo que la Primera Sala ha definido en la jurisprudencia
1a./J. 12/2012 (9a.), considero importante descomponer en elementos lo resuelto en la
jurisprudencia recién citada, así tenemos que se considera que la adecuada defensa:
a) Es una garantía individual que entraña una prohibición para el Estado de no
entorpecer el ejercicio del derecho de defensa del gobernado.
b) Que el juez de la causa debe garantizar la posibilidad de defensa al permitir
que se den todas las condiciones necesarias para que el inculpado sea debidamente
asistido, tanto formal como materialmente.
c) Que el juez tiene la obligación de no impedir u obstaculizar el ejercicio de las
cargas procesales que le corresponden dentro del proceso penal para desvirtuar la
acusación del Ministerio Público.
Esas tres obligaciones estatales, deben cumplirse a favor de los gobernados
imputados en alguna causa penal; empero, en el caso de los inculpados que enfrentan
prisión preventiva en un lugar distinto al de la comisión de los hechos o, peor aún,
cuando, además, de lo anterior, su proceso se encuentra en lugar diverso al de su
reclusión y al de la sucesión de los hechos a juzgar, pareciera que el cumplimiento de
tales extremos se vuelve ilusorio.
101
1.1.9. Igualdad de armas
Íntimamente ligado con el derecho a la adecuada defensa, se encuentra el
principio de igualdad de armas —parafraseando a la Corte Constitucional Colombiana
(CCColombia), cuando describió las características de los modelos procesales penales de
ascendencia continental europea— podemos decir de éste, que está encaminado a
asegurar que acusador y acusado puedan gozar de los mismos medios de ataque y de
defensa, para hacer valer sus alegaciones y medios de prueba (CCColombia, sentencia
C-591 de 2005).
A tal definición arribó, partiendo de la que el Tribunal Constitucional Español
(TCEspaña) hace al respecto: cuando señala que el principio de igualdad de armas y
medios en el proceso, corolario de los principios de contradicción y bilateralidad
―…exige que las partes cuenten con medios parejos de ataque y defensa, ya que para
evitar el desequilibrio entre las partes es necesario que ‹ambas dispongan de las mismas
posibilidades y cargas de alegación, prueba e impugnación…›‖ (TCEspaña, STC
90/1994).
Por su parte, la CorteIDH, en la Opinión Consultiva 16/99, de primero de octubre
de mil novecientos noventa y nueve, en la que trató ―El derecho a la información sobre
la asistencia consular en el marco de las garantías del debido proceso legal‖, al respecto
del tema que nos ocupa, señaló que: ―para que exista ―debido proceso legal‖ es preciso
que un justiciable pueda hacer valer sus derechos y defender sus intereses en forma
efectiva y en condiciones de igualdad procesal con otros justiciables. Al efecto, es útil
recordar que el proceso es un medio para asegurar, en la mayor medida posible, la
solución justa de una controversia‖ (CorteIDH. OC.16/99, párr. 117).
En el Informe sobre Terrorismo y Derechos Humanos, la CIDH, tomando como
base de partida la Opinión Consultiva recién citada, al respecto de la igualdad procesal
que debe regir entre las partes señaló que, para garantizar dicho derecho se debe incluso:
“…reconocer y corregir toda desventaja real que las personas afectadas en los
102
procedimientos puedan tener y observar en ello el principio de igualdad ante la ley y el
corolario que prohíbe todo tipo de discriminación‖ (CIDH, Informe sobre Terrorismo y
Derechos Humanos, párr. 399).
En virtud de lo anterior, tenemos que para que exista ―debido proceso legal‖, es
necesario garantizar la igualdad de oportunidades de ataque y defensa, así como una
paridad en la posibilidad de alegar, probar e impugnar; debiéndose reconocer y corregir
toda desventaja real.
Entonces, cabría preguntarnos si el hecho de que el agente del Ministerio Público
de la Federación, cuente con la posibilidad de integrar pruebas a la averiguación previa,
generadas en el propio lugar de la comisión del suceso reputado como ilícito,
consignando los hechos ante el tribunal de su elección, ubicado fuera del lugar de los
acontecimientos pretendidamente punibles, internando al imputado en un centro de
reclusión distante del lugar de los hechos a dilucidar, constituye o no una ventaja
indebida para una de las partes en el proceso penal.
Evidentemente sí, puesto que al alejar al imputado del lugar en que acaeció el
hecho reputado como ilícito, también lo aleja de la posibilidad de ofrecer y desahogar,
en igualdad de armas, las pruebas con las que habría de desvirtuar la imputación;
además, le impone cargas excesivas para siquiera lograr una comunicación con su
defensa, todo lo cual me lleva a concluir que en las condiciones reseñadas sí existe un
desequilibro procesal, que debe corregirse.
Así es, tal como lo señalan la CIDH y la CorteIDH, respectivamente, el Estado
debe ―…reconocer y corregir toda desventaja real que las personas afectadas en los
procedimientos puedan tener…‖26, habida cuenta que ―…el proceso es un medio para
asegurar, en la mayor medida posible, la solución justa de una controversia…‖27 Por lo
tanto, el Estado tiene la obligación de eliminar tal facultad abusiva, que inclina la
balanza a favor del Ministerio Público, en detrimento de las garantías judiciales de los
26
27
(CIDH, Informe sobre Terrorismo y Derechos Humanos, párr. 399)
(CorteIDH. OC.16/99, párr. 117)
103
imputados y de sus familias, lo que impacta frontalmente al debido proceso legal, que en
todo procedimiento judicial se debe observar a favor de los gobernados.
1.1.10. Justicia pronta
En la materia penal, especialmente cuando el procesado se encuentra en prisión
preventiva, con opción o no a obtener su libertad provisional, la justicia debe ser pronta
y ajustada a plazos razonables.
En el ámbito nacional es en el artículo 17 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, donde se consagra dicha garantía a la justicia pronta, ya que
ordena que toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que
emitirán sus resoluciones de manera pronta.
Por otra parte, en el artículo 20 constitucional, apartado A, fracción VIII 28, prevé
como derecho del indiciado que éste debe ser juzgado ―…antes de cuatro meses si se
tratare de delitos cuya pena máxima no exceda de dos años de prisión, y antes de un año
si la pena excediere de ese tiempo, salvo que solicite mayor plazo para su defensa‖.
En el artículo 20, apartado A, fracción IX, del texto constitucional reformado,
que entrará en vigor, una vez que también lo haga a nivel federal el Código Nacional de
Procedimientos Penales, dispone que al prisión preventiva ―…no podrá exceder del
tiempo que como máximo de pena fije la ley al delito que motivare el proceso y en
ningún caso será superior a dos años, salvo que su prolongación se deba al ejercicio del
derecho de defensa del imputado‖.
Tales disposiciones son orientadoras para fijar cuál es el tiempo máximo que la
Constitución mexicana prevé para la duración de un proceso penal, plazo que se ha
flexibilizado, al pasar de un año como máximo, hasta el plazo máximo que fije la ley
como pena mayor para el delito que se impute al procesado, según podemos entender de
la disposición que posibilita que la prisión preventiva se prolongue hasta entonces.
28
Corresponde al texto publicado en el DOF el 7 de mayo de 2008, aún vigente en materia penal federal.
104
Empero, dichos plazos máximos, no necesariamente son un parámetro de plazo
razonable.
En relación al derecho a un plazo razonable Salmón y Blanco (2012: 188), han
señalado que dentro de las garantías mínimas contenidas en el artículo 8.1 de la
Convención Americana se encuentra el derecho a ser oído dentro de un plazo razonable;
el cual está estrechamente vinculado con el acceso a la justicia, puesto que parte de su
contenido implica que la solución de la controversia se produzca en un tiempo
razonable. Aclaran que una demora prolongada del proceso constituye por sí misma una
violación de las garantías judiciales.
Además, en la ya citada tesis 2ª L/200229, de la Segunda Sala de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, se previó por parte de los ministros que la componen, que
las autoridades encargadas de la impartición de justicia deben resolver las controversias
dentro de los términos y plazos que para tal efecto se establezcan en las leyes.
La Convención Americana hace referencia al concepto de ―plazo razonable‖
como parámetro para verificar el cumplimiento de la obligación de los Estados de
resolver cualquier controversia relativa a la determinación de los derechos humanos u
obligaciones de las personas dentro de un límite temporal que, dependiendo de las
circunstancias particulares del caso, sea prudente o justificado.
Por su parte, la CorteIDH ha señalado que para determinar el plazo razonable en
cada caso se deben tomar en cuenta: a) la complejidad del asunto, b) la actividad
procesal del interesado, c) la conducta de las autoridades judiciales y d) la afectación
generada por la duración del procedimiento en la situación jurídica de la persona
involucrada en el mismo (Parra y Saavedra, 2012: 24).
29
ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE
LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS ESTABLECE DIVERSOS PRINCIPIOS QUE INTEGRAN
AQUEL DERECHO PÚBLICO SUBJETIVO, A CUYA OBSERVANCIA ESTÁN OBLIGADAS LAS
AUTORIDADES QUE REALIZAN ACTOS MATERIALMENTE JURISDICCIONALES. Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, tomo XV, mayo de 2002, página 299.
105
Así, por ejemplo en la materia penal, si el procesado sufre una afectación ante la
indefinición del plazo en que se ha encontrado sujeta a una investigación o a un proceso
penal, nace una obligación para las autoridades a efecto de que el asunto se resuelva en
un tiempo breve.
La afectación en el tema que tratamos, se vuelve particularmente más sensible
porque, generalmente, en contra de quien se ejerce la facultad de escogencia en estudio,
son personas que están siendo procesadas por delitos de delincuencia organizada u otros
que por su gravedad no permiten que el imputado acceda a la libertad provisional, por lo
cual, todo el tiempo que dure su proceso permanecerá recluido; purgando una pena
adelantada, cual preso sin condena.
Adicionalmente, como se ha adelantado en apartados precedentes, cuando el
procesado se encuentra recluido en un centro penitenciario, en un lugar distinto al del
proceso y al de la comisión del hecho reputado como delictivo; en general, se originan
las condiciones para una dilación procesal injustificada; dada la dificultad de desahogar
pruebas, por lo que no podría ser atribuido al imputado o a su defensa, el que dada la
lentitud del proceso, el plazo que debía ser razonable se hubiera dilatado en ejercicio del
derecho de defensa.
1.1.11. Simulación del debido proceso
Sin embargo, no obstante todo lo expuesto, bien podría decirse —como de facto
es sostenido por algunos operadores jurídicos— que la adecuada defensa de los
inculpados, como presupuesto del debido proceso, está garantizada mediante la
designación oficiosa de un defensor público federal, para cada una de las diligencias que
se habrá de llevar a cabo por la vía del exhorto o requisitoria, según sea el caso, así
como mediante el sistema alternativo de diligencia por videoconferencia, en el que no es
raro que un imputado cuente simultáneamente con hasta dos Defensores Públicos
106
Federales (en los sucesivo DPFS)30; uno, para que lo represente, momentáneamente, en
el lugar en que se encuentra recluido y, otro, para que lo asista en el lugar del proceso,
quien de facto lo representa ante el órgano jurisdiccional que lo procesa; práctica que no
está prevista en la ley, pero que los jueces de Distrito han implementado como una
simulación de garantismo.
Podría decirse también, que el hecho de que el defensor designado por el
inculpado, sea éste particular o público, no pudiera estar materialmente en el lugar en el
que se encuentra el procesado, o bien, no pueda constituirse materialmente en el lugar en
que habrá de desahogarse una prueba —de inspección judicial o de examen de testigo,
por ejemplo— no es un impedimento para el ejercicio de la adecuada defensa; porque en
todo caso, para no dejar en ―estado de indefensión‖ a los inculpados, se les nombraría un
defensor de oficio, únicamente para que asista al desahogo de la diligencia en cuestión.
Podrían idearse muchas soluciones prácticas para aparentar que se garantizan las
obligaciones estatales que apuntábamos; empero, también podría sostenerse que la
defensa se lleva a cabo mediante una estrategia que se despliega de forma integral, que
el hecho de nombrar a un defensor de oficio para cada diligencia que habrá de
desahogarse por exhorto fuera del lugar del juicio, en realidad no permite que se
despliegue una estrategia de defensa definida ni continua; por lo que en realidad no
existe una adecuada defensa en esos casos y, consecuentemente, tampoco se respeta la
garantía del justiciable de un debido proceso.
En ese sentido, considero que el tratar de simular el cumplimiento del debido
proceso a favor de los inculpados, nos hace a todos parte del problema.
30
No obstante, que en el ―Acuerdo General 74/2008 del Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, que
pone a disposición de los órganos jurisdiccionales el uso de la videoconferencia como un método
alternativo para el desahogo de diligencias judiciales‖; se incluye de forma anexa el protocolo para el uso
de la videoconferencia en los juzgados de Distrito en materia penal y de procesos penales federales; en
cuyo punto 2.1. relativo al desahogo de la videoconferencia, en el inciso e), se prevé que cuando el
inculpado participe directamente en la diligencia materia de la videoconferencia invariablemente deberá
estar asistido de su defensor, sin que se mencione nunca que deba tener más de uno; en la práctica, los
jueces tienden a nombrar, además, a un defensor público en la sede en que se encuentra el indiciado,
cuando el proceso se instruye en un lugar distinto al de la reclusión del interno.
107
1.1.12. Esfuerzos del Instituto Federal de Defensoría Pública
Aunque sea de forma breve, me gustaría señalar que el Instituto Federal de
Defensoría Pública, ha realizado importantes esfuerzos para garantizar una adecuada
defensa a favor de las personas a las que les presta el servicio de defensa penal, que se
encuentran recluidas fuera del lugar en que se le instruye un proceso.
Entre las acciones implementadas a su favor se encuentran las instrumentadas en
la fracción II, del artículo 28, de las Bases Generales de Organización y Funcionamiento
del Instituto Federal de Defensoría Pública31, esto es: la obligación de los DPF de
practicar visitas necesarias a sus representados para realizar una defensa adecuada y de
calidad; empero, cuando no puedan comparecer a los actos del proceso, por encontrarse
los defendidos arraigados o recluidos en un lugar distinto a donde aquéllos estén
adscritos, deberán solicitar el auxilio de sus homólogos para que éstos realicen las visitas
que ambos estimen necesarias y los actos inherentes a la defensa. Tanto los defensores,
como los homólogos deberán, oportunamente, compartir la información que resulte
indispensable para llevar a cabo las visitas o actos procesales.
2. Cuestionario practicado a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal a
nivel federal en México
Con la finalidad de darle una base empírica al estudio que aquí se concretiza, se
advirtió la necesidad de practicar una encuesta a los operadores jurídicos del sistema de
justicia penal federal.
Para ello, se diseñó un breve cuestionario de siete preguntas para los defensores
públicos federales (DPFS) y uno parecido de ocho preguntas para agentes del Ministerio
31
Expedidas por la Junta Directiva del Instituto Federal de Defensoría Pública, integrada por el
magistrado César Esquinca Muñoa, Presidente, el doctor José Dávalos Morales, el doctor Héctor Fix
Zamudio, el doctor Sergio García Ramírez, el maestro Gonzalo Moctezuma Barragán, el licenciado
Amador Rodríguez Lozano y el doctor Jesús Zamora Pierce, el veinticinco de agosto de dos mil cuatro.
Última reforma publicada el once de junio de dos mil doce, en el Diario Oficial de la Federación.
108
Público (AMPF), secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito (SRIOS) y
jueces de Distrito, especializados en materia penal (JCS).
La finalidad de ello, fue el generar información que permitiese llenar el espacio
que existe entre el texto legal interpretado y su aplicación práctica por parte de los
operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal. El llenar ese espacio, se
consideró que generaría a su vez más tópicos de los que se ocuparía la dogmática
jurídica, que se ha utilizado como método principal de estudio en el presente trabajo de
investigación.
Asumiendo que la realidad jurídica que estudiamos es el resultado de la puesta en
práctica de la facultad de escogencia que se analiza en este estudio terminal, es por ello,
que se consideró importante recurrir a un análisis empírico de la percepción de los
operadores jurídicos del sistema, en que tiene aplicación la facultad estudiada.
Es decir, no se busca con las encuestas el comprobar una teoría formulada con
antelación, sino que con base en los resultados de éstas, encontrar vías de análisis de la
problemática planteada; recurriendo, se itera, a los operadores jurídicos del sistema de
justicia penal, que vivencialmente dan significado a las aristas relacionadas con el tema
de estudio.
Así, se estableció que el aporte empírico que requiere esta investigación es de
carácter cualitativo, pues se considera que la verificación empírica del fenómeno
estudiado, en realidad retroalimentará la fase teórica para profundizar su estudio
dogmático o, dicho en otras palabras, el punto de vista del sujeto estudiado se tomó en
cuenta para el diseño del estudio teórico del tema.
Se está consciente de que la información que aportan los sujetos de estudio está
basada en su propia experiencia subjetiva; además, que los resultados son útiles para
conocer, un poco más, una problemática en un ámbito específico; empero, el resultado
de dichos cuestionarios permitió, cuando menos desde mi punto de vista, la realización
de un estudio del fenómeno que nos ocupa de una manera más completa, pues luego de
109
su aplicación se tomaron en cuenta aspectos que se habían dejado de lado con el estudio
estrictamente dogmático, como lo sería que la dificultad en la comunicación entre
defensor y defendido sí incide en la adecuada defensa, o que las fallas en la
comunicación y la dilación procesal, es también una preocupación de los operadores
judiciales el sistema de justicia penal federal.
En todo caso, se comprendió la problemática estudiada, como inserta en un
fenómeno social más abierto y dinámico, para a partir de ello tomar una postura más
atemperada a la hora de calificar aspectos de proporcionalidad de la medida, como se
verá en el capítulo siguiente.
Para el diseño de dichas preguntas, se definió primeramente cuál sería la unidad
de análisis. Como se adelantaba líneas arriba, dicha unidad de análisis la constituyen los
operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal, puesto que su percepción
significativa es la que se tomó en cuenta para el estudio que se presenta, a quienes se les
solicitó que contestaran los cuestionarios relativos, con el mayor sentido de objetividad y
honestidad.
Luego de ello se llevó a cabo una delimitación espacial para dicha encuesta. Tal
delimitación se realizó atendiendo a los operadores jurídicos que estaban al alcance para
ser entrevistados, por ello, se limitó a aquéllos que ejercían sus funciones en el Tercero y
Vigésimo Cuarto circuitos judiciales federales, correspondientes a las entidades de
Jalisco y Nayarit, que son en las que el suscrito me he desempeñado como defensor
público federal, por lo que sería más factible aplicar entre dichos operadores jurídicos
tales instrumentos.
Si bien los cuestionarios se aplicaron en los meses de junio y agosto de dos mil
catorce, la delimitación temporal se dejó abierta, puesto que la facultad que estudiamos
existe desde el año de mil novecientos noventa y cuatro, según se dejó establecido en el
capítulo I de este trabajo; por lo que uno de los cuestionamientos se refirió a la
110
experiencia en términos temporales que cada operador consultado tenía en la materia
penal federal.
Se adelanta que el promedio de experiencia los ubica a todos dentro del periodo
en que se ha ejercido la facultad de escogencia en análisis, a más, que como dicha
facultad se usa hoy en día, todos los operadores jurídicos que contestaron la encuesta
han tenido la oportunidad de conocer de casos en los que se ejerció la faculta de
escogencia relativa, con excepción un defensor público federal, con tan solo un año de
experiencia, que a la fecha de la encuesta no había tenido ningún asunto de esa
naturaleza.
Ahora bien, delimitados la unidad de análisis y los ámbitos espaciales y
temporales, se determinaron los atributos o dimensiones que se buscaban conocer con
los cuestionamientos, esto es: la experiencia profesional de los absolventes, el
antecedente laboral en el sistema de justicia penal, porcentaje de asuntos en los que se ha
ejercido por parte del agente del Ministerio Público de la Federación la facultad en
estudio, cual es la causal que más recurrentemente se utiliza para justificar su utilización,
si el hecho de que el Ministerio Público hubiese ejercido tal facultad ha ocasionado
problemas para el absolvente, qué tipo de problemas ha enfrentado, así como si
considera que existan otras opciones además de la consignación en lugar distinto al de
los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado. En el caso de
jueces, secretarios y agentes del Ministerio Público, se les solicito, además, que
refirieran si consideran que con el ejercicio de dicha facultad se violan derechos del
imputado.
Con eso en mente, se construyeron las categorías analíticas, dimensiones y
fuentes para el cuestionario a aplicar, con el auxilio del cuadro siguiente:
111
Categoría analítica
Operadores jurídicos del sistema
de justicia penal federal
Dimensiones o atributos
a) experiencia profesional de los
operadores del sistema
b) antecedente laboral de los
operadores del sistema
c) porcentaje de asuntos en los
que se ha ejercido la facultad en
estudio
d) cual es la causal que más
recurrentemente se utiliza para
justificar su utilización
e) si el ejercicio de tal facultad ha
ocasionado problemas para la
labor del absolvente
f) qué tipo de problemas ha
enfrentado
g) otras opciones menos lesivas
para los derechos del procesado
h) si con el ejercicio de dicha
facultad se violan derechos del
imputado
Fuente
Encuestas a:
1) Defensores públicos federales
2) Jueces de Distrito
3) Secretarios de Estudio y
cuenta
4) Agentes
Público
del
Ministerio
Tabla 2
Así, se solicitó a 47 defensores públicos federales, adscritos a distintas instancias
(Agencias del Ministerio Público, Juzgados de Distrito y Tribunales Unitarios) de dos
Circuitos Judiciales federales del país (el Tercero y el Vigésimo Cuarto), que
respondieran la encuesta, siendo el caso que únicamente 19 de ellos accedieron a
contestarla, 17 adscritos a Juzgado de Distrito y 2 adscritos a Tribunal Unitario; el resto
de los defensores inquiridos, en síntesis, refirieron que por motivos de estabilidad
laboral no deseaban contestar la encuesta, porque el Instituto Federal de Defensoría
Pública es un órgano auxiliar del Consejo de la Judicatura Federal, siendo que éste
último consciente y apoya la utilización de la facultad de escogencia en estudio, lo que
precisamente se ha dejado establecido en el Capítulo I, del presente trabajo de
investigación.
En el caso de los secretarios de los Juzgados de Distrito, se solicitó a 20 de
ellos(as), quienes laboran en Juzgados de Distrito especializados en la materia penal, de
los dos Circuitos Judiciales federales ya mencionados, que contestaran el cuestionario de
referencia; empero, únicamente 6 SRIOS, que laboran en 4 juzgados de Distrito
112
diferentes, accedieron a contestarlo; siempre y cuando sus titulares no se enteraran de
ello.
También se solicitó que lo respondieran a un total de 15 agentes del Ministerio
Público, adscritos a dos Delegaciones Estatales de la Procuraduría General de la
República; empero, no obstante que se les indicó que sus respuestas serían anónimas,
únicamente 2 agentes en activo accedieron a contestar la encuesta; también accedió a
hacerlo 1 agente del Ministerio Público que recientemente se había retirado de la
función, por jubilación.
Se pidió a un total de 11 jueces y juezas de Distrito que contestaran el
cuestionario relativo; empero, sólo 2 juezas aceptaron contestarlo, negándose a hacerlo
de su puño y letra. Ningún juez varón mostró disposición para contestar la encuesta,
pero sí para comentar someramente el tema.
Los absolventes que decidieron contestar, lo hicieron de forma anónima, empero,
accedieron a llenar los formatos de su puño y letra; con excepción de las 2 juezas de
Distrito que no desearon hacerlo; empero, contestaron brevemente las preguntas,
mientras que el suscrito escribía sus respuestas en el apartado respectivo.
Es importante mencionar, que todos los jueces consultados fueron amables y
respetuosos; empero, dejaron claro —de distintas formas— que no podían dejar registro
por escrito de su opinión con relación al tema, coincidiendo en esencia en señalar que
todos ellos tenían o podían tener asuntos en su Juzgado, en los que el agente del
Ministerio Público de la Federación hubiese ejercido o ejerciera esa facultad, en cuyo
caso debían calificar las razones que arguyera, caso por caso, por lo que no podían
adelantar una opinión que generara un prejuicio —más bien precedente— sobre el tema.
Por otra parte, en la plática previa a la aplicación de la encuesta, accedieran o no
a contestarla, pude percatarme que la gran mayoría de los operadores jurídicos del
sistema de justicia penal a los que se les pidió contestarla, consideran que tal facultad
puede llegar a ser problemática, cada uno desde su perspectiva; pero, todos coincidieron
113
también en que, en algunos casos, como lo sería cuando existen cuando menos datos que
hagan presumir que el imputado pertenece a la delincuencia organizada, podría estar
justificado ejercer tal facultad.
2.1. Cuestionario practicado a defensores públicos federales
Así tenemos que a la luz de la encuesta realizada a defensores públicos federales
(DPFS), a quienes se les cuestionó en relación al número de casos de que conoce en los
que el agente del Ministerio Público de la Federación ha utilizado la facultad en estudio,
ejerciendo acción penal en un lugar distinto al de la comisión de los hechos, al respecto
todos los DPFS encuestados refirieron tener defendidos recluidos en un lugar distinto al
del lugar de los hechos, por lo que el 100% de ellos tiene asuntos en esas condiciones,
que representan el 24.3% del total de sus defensas; pero de éstos, sólo el 94.7% encontró
en ello dificultades para el desarrollo de una defensa adecuada.
La experiencia promedio en el sistema de justicia penal de los DPFS fue de 16
años y seis meses, por lo que en su mayoría se habrían imbuido en el referido sistema,
cuando la facultad de escogencia ya había sido instrumentada.
2.1.1. Causales más recurrentes según los defensores públicos federales
Entre las causales en las que el agente del Ministerio Público de la Federación
justifica el ejercicio de la facultad en estudio, respecto de los asuntos que los DPFS
conocen, resultó que la más recurrente fue la de: ―por razones de seguridad en las
prisiones‖ con un 33.7%; seguida de la causal: ―atendiendo a las características del
hecho imputado‖ con un 27%; según se muestra gráficamente en la tabla siguiente.
Causales de la excepción más recurrentes según los defensores públicos federales
Atendiendo a las características
del hecho imputado
Atendiendo a las
circunstancias personales del
inculpado
Por razones de seguridad en
las prisiones
Para posibilitar el adecuado
desarrollo del proceso
27.0%
23.1%
33.7%
10.9%
Tabla 3
114
2.1.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según
los defensores públicos federales
Por otra parte, con relación a la problemática que esto les genera respondieron de
la siguiente manera:
Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los defensores públicos federales
No
conoce
de
manera
directa a
su
defendid
o
No
conoce la
versión
de los
hechos
de su
defendid
o
Lentitud
del
proceso
No hay
plena
defensa
Violació
n a la
adecuada
defensa
No hay
comunicació
n directa con
su defendido
No tiene
comunicació
n con los
familiares de
su defendido
Retraso en
el
desahogo
de las
diligencia
s
Dificultad
ofrecimient
o de
pruebas
Simulació
n de
defensa
Desahog
o de
pruebas
complejo
Defendidos
no reciben
informació
n
Defendido
s sienten
que no
tienen
defensor
10.5%
5.3%
36.8
%
15.8
%
5.3%
57.9%
21.1%
26.3%
15.8%
5.3%
5.3%
5.3%
5.3%
Tabla 4
De la tabla que antecede se advierte que el 57.9% de los DPFS encuestados
considera que no puede llevar a cabo una adecuada defensa, ya que en las apuntadas
condiciones no puede tener una comunicación directa con su defendido, lo que
necesariamente trae como consecuencia que no pueda entrevistarse con éste, no pueda
conocer su versión de los hechos directamente y se vea limitado para instrumentar una
estrategia de defensa.
A ese porcentaje, estimo que debe agregarse un 10.5%, relativo a los DPFS que
consideraron que una de las problemáticas más graves que enfrentan, respecto de esos
defendidos recluidos fuera del lugar del proceso, es que no conocen de manera directa a
su defendido, lo que evidentemente propiciaría la formulación de líneas de defensa
basados en las circunstancias de su representado; además, la mitad de ese porcentaje, es
decir, el 5.3% del total de los encuestados, también dijo que no conoce la versión de los
hechos de su defendido; en ese escenario, no cabe duda de la dificultad que enfrenta el
imputado para que su versión de los hechos u otras circunstancias relevantes para su
defensa puedan ser conocidas por su defensor, que es quien finalmente traducirá en
clave jurídica todas esas circunstancias.
Adicionalmente, el 21.1% de los DPFS encuestados, sostiene que en tales
condiciones, no les es posible tener comunicación con los familiares de sus
115
representados, que son quienes en la mayoría de los casos apoyan a los DPFS en la
preparación de los elementos de prueba a ofrecer en un proceso. Ello atendiendo a que
los DPFS se encuentra adscritos a un órgano jurisdiccional determinado, sujetos a cargas
de trabajo, que les impide llevar a cabo investigación de campo o traslados para
entrevistas con sus defendidos o familiares de éstos, a otros lugares del país, a más que
no existe un presupuesto instrumentado para ello.
Por otra parte, debido a que las familias de sus representados generalmente
residen en el lugar de los hechos, se origina que —dado que la instrucción del proceso se
da en un lugar distinto al de la comisión de los hechos— no se pueda llevar a cabo una
adecuada actividad probatoria, que permita el descargo de las imputaciones atribuidas a
sus defendidos, ya que la precondición para ello no existe, es decir: la comunicación con
quienes pueden facilitar los medios para el ofrecimiento de pruebas.
Si sumamos todos esos componentes, relativos a la comunicación de los DPFS
con sus imputados y sus familias, tenemos que el 94.7% de todos ellos, refiere —en
distintas dimensiones—que la dificultad de comunicación ya señalada, constituye una
barrera para ejercer una adecuada defensa.
Cabe abundar en que, como se ha pretendido demostrar en la primera parte del
presente capítulo, la comunicación con el defendido y con su familia —casi resulta
tautológico decirlo— es de vital importancia para el desarrollo de una defensa de
calidad.
En el caso de la comunicación con el procesado, obvio es que si no se conoce su
versión de los hechos, tampoco pueden conocerse circunstancias como la forma en que
se llevó a cabo su detención, si existió incomunicación, coacción o violencia luego de
ella; en caso de que existiera una declaración incriminatoria, si ésta la rindió libremente;
su condición especial, que permitiese la prueba de que, en su caso, se actualiza a su
favor de alguna excluyente del delito, causa de justificación, excusa absolutoria,
etcétera.
116
Respecto de este tópico, me gustaría traer a este apartado lo que refirieron los
secretarios de estudio y cuenta de los Juzgados de Distrito especializados en materia
penal (SRIOS), a quienes se les practicó un cuestionario similar al de los DPFS; pues
bien, el 16.5% de los SRIOS señaló que entre las principales problemáticas que
encuentran cuando se ejerce la facultad ministerial en estudio, está el que: ―no se
advierte de manera directa la situación real y necesidades del justiciable‖. Empero, las
opiniones de dichos funcionarios se analizarán con mayor detalle en líneas posteriores.
Por otra parte, cuando el delito o delitos que se le atribuyen al imputado no son
considerados graves y la legislación procesal de la materia contempla la posibilidad de
libertad provisional bajo caución a favor de los inculpados; muchas veces, al no lograrse
comunicación con su familia, no se está en condiciones de garantizar las cantidades
fijadas para ello; lo que redunda en que deberá enfrentar su proceso en reclusión; cuando
indudablemente, de encontrarse en libertad, el propio representado puede colaborar con
la localización de pruebas e indicios, para ofrecer a su favor.
Por otra parte, sucede que habiendo logrado comunicación con sus familiares
para que éstos si así lo tienen a bien, garanticen la libertad provisional de su pariente; de
facto no les es posible a su familia el llevar a cabo tal circunstancia, puesto que dada la
distancia del lugar de la comisión de los hechos —que la mayoría de las veces es el
mismo de residencia habitual de la familia del inculpado— con el lugar del proceso,
según me lo han expresado, les resultan más onerosos el traslado al lugar donde habrán
de garantizar, que la propia cantidad fijada como garantía para que su pariente pueda
acceder a la libertad provisional bajo caución.
Desde la perspectiva del imputado, dada la dificultad en la comunicación de que
se da cuenta, es común que éstos sientan que no están siendo representados y más
común aún es que consideren que no reciben la información suficiente respecto de su
asunto.
117
Así lo han señalado el 5.3% del total de los DPFS encuestados, pues refieren que
en las condiciones apuntadas, sus defendidos no reciben información de su asunto, en
tanto, que otro 5.3%, anota que sus representados sienten que no tiene defensor.
Ahora bien, es menester considerar que dichas cifras son enteradas por DPFS;
empero, si se cuestionara a los imputados que se encuentran en esas condiciones, muy
probablemente, el porcentaje de éstos que consideran que en tales circunstancias sienten
que no tiene defensa o no reciben suficiente información sería mayor.
Como se apuntaba, la falta de comunicación con el imputado, provoca una
dificultad para preparar las pruebas que habrán de ofrecerse y desahogarse en el proceso.
En ese sentido se pronunció el 15.8% de los DPFS encuestados, pues sostienen
que en tales condiciones uno de los principales problemas que enfrentan: es la dificultad
para el ofrecimiento de pruebas, con lo que desde luego se obstaculiza la posibilidad de
desvirtuar la acusación del Ministerio Público, tal como se advierte de la tabla 4.
El hecho de que el porcentaje sea relativamente bajo, no significa que el resto de
los DPFS no enfrenten dificultades para el ofrecimiento de pruebas; ya que, en mi
experiencia, lo que significaría en realidad es que existe un importante obstáculo para el
ofrecimiento de prueba idónea; es decir, la prueba que de forma adecuada o apropiada
servirá más efectivamente para desvirtuar las acusaciones de la Fiscalía.
Lo anterior lo sostengo, porque en la práctica forense de los DPFS, se hace el
ofrecimiento de pruebas como interrogatorios a aprehensores, testigos de cargo y peritos
oficiales, con la intención de ir desvirtuando la credibilidad de éstos, evidenciar errores
en la integración de las averiguaciones, violaciones procesales u otras categorías
análogas; pero ello no significa que dichas pruebas sean las más idóneas en todos los
casos, o bien, que ese abordaje de defensa sea el más adecuado para todos los casos;
además, no en todos los asuntos podemos ―desatar cabos‖, por lo que el ofrecimiento de
prueba otorgada por el representado para acreditar extremos distintos a los señalados, es
de vital importancia.
118
Pero, como los pruebas de descargo y las que acreditan la existencia de
excluyentes de delito, excusas absolutorias, causas de justificación u otras categorías
análogas; por regla general, los aporta el propio inculpado o su familia: en un contexto
de falta de comunicación, su ofrecimiento se vuelve un galimatías.
Pues bien, aun en caso de haber logrado un eficaz ofrecimiento probatorio, existe
otra barrera a superar: su adecuado desahogo.
Así tenemos que el 5.3% de los DPFS encuestados sostuvo que el desahogo de
pruebas se vuelve complejo. Ejemplo de ello, sería el desahogo de los testimonios de
descargo: dado que en el caso de testimoniales de descargo, al encontrarse los
deponentes lejos del lugar del Tribunal que conoce de la causa, estos encuentran
dificultades para trasladarse al lugar en que se les instruye la causa penal a los
imputados, no siendo razonable exigirle un testigo que absorba el costo de ello; por lo
que, generalmente, declaran haciendo uso del sistema de videoconferencia remota, por
medio del cual, se establece comunicación entre dos órganos jurisdiccionales, uno en el
que se instruye la causa y otro en el que físicamente se hace comparecer a los testigos;
empero, las fechas para el desahogo de ese tipo de diligencias se fijan, por regla general,
de forma distante, pues las agendas de ambos Juzgados deben estar libres en la fecha y
hora que al efecto se señalen.
Cuando la videoconferencia será tripartita o cuatripartita, por ejemplo para el
desahogo de careos, en los que los careados se encuentran en más de dos o tres lugares,
como ha llegado a suceder, la logística para lograr el desahogo de la prueba en cuestión,
se vuelve muy compleja, además, las fechas para su desahogo se fijan de forma más
distante aún.
Ello nos lleva a mencionar otra de las problemáticas que los DPFS han resaltado,
aunque en menor medida, pero no menos importante, sino que es consecuencia de las
señaladas líneas arriba, me refiero a la lentitud con la que se desahoga el proceso, lo que
119
provoca un incumplimiento de la garantía a que las causas se resuelvan en plazo
razonable.
Así es, el 36.8% de los DPFS señaló que uno de los principales problemas que
enfrenta cuando su defendido se encuentra recluido en un centro penitenciario distinto al
del proceso, es el de la lentitud del procedimiento, a lo que se propuso adicionar el
26.3%, correspondiente a la opinión de los DPFS encuestados, que consideró que le
resulta problemático el retraso en el desahogo de las diligencias, de lo que resulta que el
63.1% de las opiniones de los DPFS encuestados, en relación al tema que tratamos,
empero, como el 21.1% de los encuestados señaló los dos problemas en comento, luego
de considerarlos, en realidad representaría el 42.1% de las opiniones del total de los
DPFS encuestados.
Aunque en menor medida, existen otras problemáticas que los DPFS expusieron,
ya que el 15.8% de los encuestados señalaron que en tales condiciones no hay plena
defensa, el 5.3% consideró que como consecuencia de lo anterior, se viola el derecho a
la adecuada defensa, además de un 5.3% que considera que en esos casos lo único que se
logra en una simulación de defensa.
En este tópico, es decir, el de garantizar las condiciones para llevar a cabo una
adecuada defensa, se adelanta que de los jueces de Distrito (JCS) encuestados, el 50%
consideró que lo que existe es un problema de comunicación entre DPFS; aunado al
50%, consideró que ello trae como consecuencia una actuación desordenada y
heterogénea, además, que en tal condición pareciera que no hay una estrategia de
defensa.
120
2.1.3. Alternativas distintas a la consignación en lugar diverso al de los hechos, que
sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los defensores públicos
federales
Entre las alternativas que los DPFS sugirieron, distintas a la consignación en
lugar diverso al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado,
se encuentran las siguientes:
Alternativas distintas a la consignación en lugar diverso al de los hechos, según defensores públicos federales
Creación de
nuevos
Recluir en
Que en todas las
Que el
CEFERESOS
centros estatales
prisiones exista
Consignación y
Se implemente
Consignación en
procesado se
para que se
a los presos
un módulo de
procesamiento
entrevista por
el lugar de los
recluya en el
consigne y
federales, para
alta seguridad
en el lugar de los videoconferencia
hechos
lugar del
recluya al
que estén en el
para internarlos
hechos
para DPFS
proceso
procesado en el
lugar de los
en el lugar de los
lugar de los
hechos
hechos
hechos
42.1%
36.8%
5.3%
5.3%
5.3%
5.3%
5.3%
Tabla 5
2.2. Cuestionario practicado a jueces de Distrito
De la encuesta realizada a los JCS, en las que contestaron similares interrogantes, se
advirtió que en promedio tiene 5 años como titulares de Juzgado; así como que en el
10% de los asuntos que conocen, el procesado está recluido en un lugar distinto al del
lugar de los hechos.
2.2.1. Causales más recurrentes según los jueces de Distrito
Del cuestionario practicado a JCS, se advierte que refirieron que las principales
causales para que se considere actualizada la competencia territorial excepcional en
estudio son: la relativa a las características del hecho imputado (25%) y por razones de
seguridad en las prisiones (25%), según se advierte de la tabla siguiente:
Causales de la excepción más recurrentes según los jueces de Distrito
Atendiendo a las características Atendiendo a las circunstancias Por razones de seguridad en las
del hecho imputado
personales del inculpado
prisiones
25.0%
0.0%
25.0%
Para posibilitar el adecuado
desarrollo del proceso
0.0%
Tabla 6
121
2.2.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según
los jueces de Distrito
Por otra parte, en relación a las principales problemáticas, respecto del tema que
nos ocupa, resaltaron las siguientes:
Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los jueces de Distrito
Desproporcionalidad en
cargas de trabajo entre
Circuitos Judiciales
Traslado de
problemáticas de una
región del país a otra
Lentitud en la
instrucción de
las causas
Problemas de
comunicación
entre DPF
Actuación
desordenada y
heterogénea de los
DPF
Dilación en el
desahogo de
pruebas
50.0%
50.0%
50.0%
50.0%
50.0%
50.0%
Tabla 7
Como se muestra en la tabla que antecede, los JCS advierten problemáticas
concurrentes con los DPFS, pero dado su distinta posición como operadores jurídicos del
sistema de justicia penal, observan otros problemas asociados con el ejercicio de la
facultad de escogencia entregada al agente del Ministerio Público de la Federación.
Así, como se adelantaba, éstos advierten un problema en la comunicación entre
DPFS, que necesariamente afecta los intereses de los representados; que dado esos dos
problemas fueron referidos por la misma fuente encuestada, podría sostenerse que el
segundo sería consecuencia del primero de los problemas antes mencionados.
Adicionalmente, y quizá en buena medida relacionado con lo anterior, los JCS
advierten que otro de los problemas que se generan es la lentitud en la instrucción de las
causas, dada la dilación que se presenta en el desahogo de pruebas, constituyendo un
50% de las opiniones que se emitieron, las que no se adicionan por haber provenido de
la misma fuente.
Otra de las problemáticas que los JCS sostienen que se generan con el ejercicio
de la facultad de escogencia por parte del agente del Ministerio Público de la
Federación, es que se trasladan problemáticas de una región del país a otra; lo que
genera una desproporcionalidad en cargas de trabajo entre Circuitos Judiciales, ello
constituye un 50% de las opiniones, las que no se suman por provenir de la misma
fuente.
122
2.2.3. Derechos que los jueces de Distrito consideran se violan a los imputados, con
el ejercicio de dicha facultad de escogencia
Además de cuestionarles acerca de las problemáticas que se generan, se les
cuestionó a los JCS si consideraban que con el uso de tal facultad por parte del agente
del Ministerio Público de la Federación se impactan derechos de los imputados,
refiriéndome el 50% que se violenta el derecho a la pronta impartición de justicia, el otro
50% consideró que no se violenta derecho alguno.
2.2.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los
hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los jueces de
Distrito
Opciones distintas
Que se conozcan los asuntos en el Circuito que les corresponda y
se refuerce la seguridad en los penales para ese fin
Capacitar y dotar de mejores medios de comunicación a los
defensores públicos
50.0%
50.0%
Tabla 8
2.3. Cuestionario practicado a secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de
Distrito
En promedio, los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito (SRIOS)
que fueron entrevistados tienen 5 años de experiencia en el área; del total de asuntos que
conocen en el 65.8%, el procesado está recluido en un lugar distinto al del lugar de los
hechos.
2.3.1. Causales más recurrentes según los secretarios de estudio y cuenta de
Juzgado de Distrito
De la encuesta practicada a los SRIOS, se advirtió que causal más recurrente para
que se considere actualizada la competencia territorial excepcional en estudio, es ―por
razones de seguridad en las prisiones‖, con un 63.5%; colocándose en un segundo plano
123
la relativa a ―las circunstancias personales del inculpado‖, con un 27.5%, resultando
poco significativas el resto de las causales, según se advierte de la tabla siguiente:
Causales de la excepción más recurrentes según los secretarios de estudio y cuenta
Atendiendo a las
Atendiendo a las características
Por razones de seguridad en
Para posibilitar el adecuado
circunstancias personales del
del hecho imputado
las prisiones
desarrollo del proceso
inculpado
4.3%
27.5%
63.5%
4.3%
Tabla 9
2.3.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según
los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito
Por otra parte, de la aplicación del cuestionario se advirtió que las problemáticas
que los SRIOS encuentran con el ejercicio, por parte del agente del Ministerio Público
de la Federación, de la facultad de escogencia en estudio, son las siguientes:
Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los secretarios de estudio y cuenta
Lentitud del
proceso
Errores de
comunicación
No se advierte de
manera directa la
situación real y
necesidades del
justiciable
Conflictos
competenciales
Lentitud en la
notificación a los
procesados
Descontrol del
proceso
83.3%
16.7%
16.7%
16.7%
16.7%
16.7%
Tabla 10
En una tendencia similar a la de los DPFS y JCS, los SRIOS consideran que un
problema importante en el contexto analizado es la lentitud del proceso, aunque para
éstos tal problema parece más significativo, pues representa el 83.3% de las opiniones.
Cabe apuntar aquí que el 16.7% de ellos consideró como problemática la lentitud en la
notificación a los procesados, dado que se hacen por exhorto, ante las condiciones que
estudiamos; lo que del mismo modo retrasa el procedimiento, pues en algunas ocasiones
es indispensable esperar la notificación personal para el avance del procedimiento.
También destacan que se ocasiona un descontrol del proceso, según el 16.7% de
las opiniones, además se generan errores de comunicación, según otro 16.7% de los
encuestado; todo lo cual de forma directa o indirecta, influye en violación a la garantía
de plazo razonable.
124
Por otro lado, llama la atención que señalen como una problemática a los
conflictos competenciales, cuya tramitación de conformidad con el procedimiento
contemplado en el artículo 439 del Código Federal de Procedimientos Penales32,
eventualmente puede redundar también en la violación a la garantía de plazo razonable;
pues, mientras se resuelve el conflicto, la actividad de defensa se ve reducida ante la
incertidumbre de dónde se habrá de continuar el procedimiento, por lo que aun cuando
se ofrezcan medio de prueba, su desahogo, generalmente, se dilata en tanto se tiene la
seguridad de ante qué órgano jurisdiccional habrán de desahogarse.
En ese contexto, el 16.7% de las opiniones en ese sentido, finalmente redundan
también en la violación a la garantía de pronta impartición de justicia, que puede tener
sinonimia con la garantía de plazo razonable.
2.3.3. Derechos que los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito
consideran se violan a los imputados, con el ejercicio de dicha facultad de
escogencia
En tanto, que a la pregunta de si considera que se violan derechos humanos del
imputado, los SRIOS refirieron que sí, sosteniendo que prioritariamente se violenta la
garantía de pronta impartición de justicia, con un 83.3% de las opiniones de los
absolventes; seguidamente del derecho a la convivencia familiar del procesado,
refiriéndose a ello el 33.3% de los SRIOS, lo que se advierte de la tabla siguiente:
Violaciones a derechos humanos de los procesados según los secretarios de estudio y cuenta
Pronta impartición de justicia
No conoce la autoridad que lo
juzgará
Limitaciones en la convivencia
familiar del procesado
Se eleva el costo de los
procesos para el Estado
83.3%
16.7%
33.3%
16.7%
Tabla 11
32
El artículo 489 del Código Federal de Procedimientos Penales, dispone: ―El tribunal de competencias en
los casos de los artículos 433 y 437, dará vista al Ministerio Público por el término de seis días y resolverá
lo que corresponda dentro de los quince días siguientes, remitiendo las actuaciones al tribunal que declare
competente‖.
125
Me parece oportuno el señalamiento que hacen el 16.7% de los SRIOS en
relación a que se elevan los costos de los procesos para el Estado, puesto que al llevarse
a cabo las diligencias por medio de exhortos, necesariamente se hace uso de servicios de
estafetas, que representan un costo extra; por otra parte, para el desahogo de una
probanza se distrae personal de los órganos jurisdiccionales que habrán de diligenciarla,
por lo que sí se aumentaría el costo de los procesos.
Si las diligencias se desahogan por el método alternativo de videoconferencia,
también se generaría un costo adicional, dadas las horas de trabajo que invierten los
técnicos de informática de la Dirección General de Tecnologías de la Información del
Consejo de la Judicatura Federal, del personal de los Juzgados de Distrito que apoyará
―del otro lado de la pantalla‖ en la diligencia del exhorto, cuyos sueldos son pagados con
erario público, por lo que en ese caso también se incrementan los costos de los procesos.
2.3.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los
hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los
secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito
Opciones distintas
Se internen los procesados en
el lugar del juicio
Se procese al imputado en el
lugar de los hechos
Crear más centros de alta
seguridad
Implementar medios
tecnológicos para desahogar
más rápido las diligencias
16.7%
16.7%
50.0%
16.7%
Tabla 12
2.4. Cuestionario practicado a los agentes del Ministerio Público de la Federación
En promedio, los agentes del Ministerio Público de la Federación (AMPF) que
fueron entrevistados tienen 13 años de experiencia en el área; del total de asuntos que
conocen en el 26.7%, el procesado está recluido en un lugar distinto al del lugar de los
hechos.
126
2.4.1. Causales más recurrentes según los agentes del Ministerio Público de la
Federación
Como se ha referido, el cuestionario en cuestión fue aplicado también a agentes
del Ministerio Público de la Federación, quienes señalaron que la principal causal con la
que la Institución que representan justifica la utilización de la facultad en estudio, se
encuentra aquella relativa a las características del hecho imputado (66.7%), seguida de
las circunstancias personales del inculpado y por seguridad en las prisiones (16.7%
ambas), según se advierte de la tabla siguiente:
Causales de la excepción más recurrentes según los agentes del Ministerio Público de la Federación
Atendiendo a las características Atendiendo a las circunstancias Por razones de seguridad en las
del hecho imputado
personales del inculpado
prisiones
66.7%
16.7%
Para posibilitar el adecuado
desarrollo del proceso
16.7%
0.0%
Tabla 13
2.4.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según
los agentes del Ministerio Público de la Federación
En relación a las problemáticas derivadas del ejercicio de la facultad en estudio
señalaron las que se advierten en la siguiente tabla:
Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los agentes del Ministerio Público de la
Federación
Se reduce el término para integrar la
averiguación previa, pues deben prever tiempo
para el traslado de los detenidos
Se tiene que consultar el
centro en el que se habrá
de internar
Se tiene que consultar el
juzgado en el que se
habrá de consignar
No queda tiempo para
hacer una verdadera
investigación
33.3%
33.3%
33.3%
33.3%
Tabla 14
Como se ve, para los agentes del agente del Ministerio Público de la Federación
las problemáticas que genera la utilización de dicha facultad que les es entregada son
distintas a las que los DPFS observan, pero nos revelan mucho en cuanto la práctica de
su ejercicio.
127
El 66.6% de las opiniones se inclina por considerar que al hacer uso de dicha
prerrogativa se reduce el término que para integrar la averiguación previa tiene el agente
del Ministerio Público de la Federación, por lo que no queda tiempo para hacer una
verdadera investigación33, pues deben prever tiempo para el traslado de los detenidos al
lugar en que van a ser internados; ello, porque de rebasar el término que para resolver la
situación jurídica del imputado que dispone el artículo 16 de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos, el agente del Ministerio Público de la Federación
incurriría en un delito34; motivo por el cual la reducción del plazo de investigación sí
representa un problema para éste.
Es menester destacar, que el resto de las problemáticas (que inciden en el mismo
porcentaje, según los absolventes del cuestionario), están relacionadas con las anteriores,
en tanto que en realidad representan las causas del problema de reducción del plazo para
investigación y para poner a disposición del juez al detenido, pero revelan mucho en
cuanto a que el lugar de la consignación de los hechos no es azaroso, puesto que para
determinar ante qué juez habrá de llevar a cabo el ejercicio de la acción penal, el agente
del Ministerio Público de la Federación debe consultarlo, seguramente con sus
superiores; además, de que debe recibir instrucciones respecto del centro en que habrá
de internar a los detenidos, para dejarlos a disposición del juez que elegirá para que
conozca de los hechos consignados.
2.4.3. Derechos que los agentes del Ministerio Público de la Federación consideran
se violan a los imputados, con el ejercicio de dicha facultad de escogencia
En relación a si considera que con el ejercicio de dicha facultad se violentan
derechos de los imputados, se pronunciaron por señalar que sí un 33.3% que considera
que se le aísla de su entorno y otro 33.3% que se le aleja de su familia. Ambas
violaciones que el agente del Ministerio Público de la Federación advierte son de
33
Se acumularon los porcentajes de las problemáticas denominadas: ―se reduce el término para integrar la
averiguación previa, pues deben prever tiempo para el traslado de los detenidos‖ y ―no queda tiempo para
hacer una verdadera investigación‖, pues se considera que, en esencia, se refieren al mismo problema.
34
Previsto en el artículo 225 del Código Penal Federal.
128
carácter territorial, en tanto que el alejamiento obedece a la distancia que habrá entre el
lugar de reclusión del imputado y el de residencia de su familia35, que generalmente es el
de la comisión de los hechos reputados como delito.
Violaciones a derechos humanos del imputado según los agentes del Ministerio Público de la Federación
Se le aleja de su entorno y se le aísla
Se le aleja de su familia
33.3%
33.3%
Tabla 15
Considero importante resaltar, que el 66.6% de los encuestados consideró que no
se violentan derechos humanos del imputado con el ejercicio de la facultad apuntada,
porque lo que dure su proceso, le cuenta para compurgar su eventual sentencia, además,
siempre tiene un defensor público que lo represente, aunado a que consideran dicha
medida como necesaria e instrumentada para la propia seguridad del imputado.
2.4.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los
hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los agentes
del Ministerio Público de la Federación
Ninguno de los agentes del Ministerio Público de la Federación cuestionados
ofreció otra opción alterna, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos,
que sean menos lesivas para los derechos del procesado.
35
El principal objetivo de la privación de la libertad, como pena judicial, es la readaptación social; en el
artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se prevé a la readaptación social
como un derecho, siendo el caso que uno de los medios para lograrlo es la convivencia familiar, lo que se
deriva del derecho a compurgar la pena de prisión en el lugar más cercano a su domicilio, a fin de lograr
su reinserción social; por lo tanto, el hecho de que el propio agente del Ministerio Público de la
Federación considere que se viola su derecho a convivir con su familia, revela incompatibilidad de la
medida con los fines de la Constitución.
129
2.5. Promedios generales
La causa más recurrente para justificar la competencia
territorial excepcional
Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso
Por razones de seguridad en las prisiones
Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado
Atendiendo a las características del hecho imputado
0.0%
JUEZ
25.0%
0.0%
25.0%
4.3%
63.5%
SRIO
27.5%
4.3%
0.00%
16.67%
16.67%
AMPF
66.67%
10.9%
DPF
33.7%
23.1%
27.0%
Gráfico 1
Ahora bien, de los datos presentados anteriormente, se advierte de forma
importante que, según la percepción de cada uno de los operadores jurídicos del sistema
de justicia penal federal, las causales para que se considere actualizada la competencia
territorial de excepción más recurrentes son: ―por razones de seguridad en las prisiones‖
y ―atendiendo a las características del hechos imputado‖; siendo la primera la más
repetida en el caso de DPFS, SRIOS y JCS, mientras que para los AMPF la segunda de
las causales en comento representa una mayor incidencia.
Por otra parte, de la opinión de todos los operadores del sistema de justicia penal
a nivel federal que fueron consultados, tenemos que la causal con un mayor
acaecimiento es la relativa a la seguridad de las prisiones, quedado en un segundo lugar
característica del hecho imputado.
130
La causa más recurrente para justificar la competencia
territorial excepcional, según el total de actores procesales
Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso
3.8%
Por razones de seguridad en las prisiones
Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado
Atendiendo a las características del hecho imputado
34.7%
16.8%
30.7%
Gráfico 2
Llama la atención, que una de las causales que fuera sostenida por el Ejecutivo
en su exposición de motivos de 1993, es decir, para ―posibilitar el desarrollo adecuado
del proceso‖, tenga una incidencia tan baja en general (apenas 3.8%); empero, se
reconoce que en relación a una de esas justificaciones que arguyó para la confección de
la norma: ―seguridad en las prisiones‖, hoy en día tiene una utilización prioritaria por
parte del agente del Ministerio Público de la Federación para justificar el ejercicio de
dicha facultad de escogencia.
Ahora bien, el porcentaje de asuntos de los que cada uno de los operadores
jurídicos conoce, en los que el imputado está recluido en un lugar distinto al del lugar de
los hechos, es el que se advierte del gráfico siguiente, siendo el caso que el promedio de
todos ellos es 31.7%, del total; empero, se hace notar que el porcentaje que cada uno de
los operadores jurídicos arguye es muy variado36:
36
Debo hacer la aclaración que, en el caso de los SRIOS, el porcentaje se eleva mucho; debido a que los
SRIOS que aceptaron responder el cuestionario, son los que se ven más afectados con la medida en
cuestión, puesto que se encuentran adscritos a «mesas de delincuencia organizada», esto es, tramitan de
forma preferente, sobre otros de sus homólogos, asuntos en los que alguno de los delitos imputados al
procesado es el de delincuencia organizada.
131
Porcentaje de asuntos en los que el procesado está recluido
en un lugar distinto al del lugar de los hechos
65.8%
26.7%
24.3%
10.0%
DPFS
SRIOS
AMPF
JCS
Gráfico 3
3. Recapitulación
Pues bien, podemos señalar que en el presente capítulo se analizaron los derechos
y principios que se considera resultan afectados, cuando el agente del Ministerio Público
de la Federación ejerce tal facultad de escogencia del juzgador que habrá de conocer de
una causa determinada.
Se hizo el estudio del derecho a la tutela jurisdiccional, respecto de la cual se
definió, en términos llanos, como un derecho público subjetivo, en razón del cual toda
persona debe acceder sin obstáculos a tribunales independientes e imparciales, a plantear
una pretensión o defenderse de una acusación.
Se definió el derecho de acceso a la justicia como la garantía que posibilita
acudir a los tribunales, en condiciones jurídicas y materiales que garanticen el poder
formular pretensiones o defenderse de ellas, sin obstáculos que impidan o dificulten tal
potestad, por lo que se planteó que ello supone la obligación del Estado de crear las
condiciones jurídicas y materiales necesarias para garantizar la vigencia de ese derecho.
132
Respecto del derecho al debido proceso, se concluyó que es el derecho base de
todo sistema de protección de derechos, que implica que se garantice en todos los casos,
a todas las personas, un conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias
procesales a efecto de que las personas estén en condiciones de defender adecuadamente
sus derechos.
Por lo que ve al derecho al juez natural, se dijo que éste viene a constituir uno de
los principales presupuestos del debido proceso, que implica la prohibición de ser
juzgado por tribunales especiales, creados a modo para casos particulares; que el juez
que habrá de decidir el caso sea natural del lugar de los hechos a dilucidar judicialmente;
y, que el derecho al juez natural, está vinculado a la independencia e imparcialidad del
juez.
Se estableció que el derecho al juez natural, predeterminado por la ley u
ordinario, puede ser burlado si la legislación contiene facultades para que el Ministerio
Público lo haga, pues éste —como parte que lo es en una causa penal— por naturaleza
buscará que sus pretensiones punitivas sean congraciadas.
Se abordó también el tema de la independencia del juzgador, que exige que
quien habrá de juzgar cuente con la libertad necesaria para cumplir con sus funciones y
tomar sus decisiones sin interferencias de ningún tipo, ya sean provenientes de otros
poderes, otras instituciones o del propio poder judicial.
Dicho tema se ligó con el de imparcialidad del juzgador, que se definió como
una condición esencial que deben satisfacer las personas que tienen a su cargo el
ejercicio de la función jurisdiccional, manteniéndose ajenos a los intereses de las partes,
sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas. Se sostuvo que una parte importante de
esa garantía es la de no propiciar el generar sospechas de su imparcialidad.
Se recurrió al desarrollo que la Corte IDH y el Tribunal ECH han realizado con
relación al tema de apariencia de imparcialidad, en virtud del cual se debe verificar si,
independientemente de la actitud del o de los jueces, existen hechos objetivos que
133
autoricen a poner en duda la imparcialidad de alguno de aquéllos, o bien, asegurar que
existen garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima sobre esa
imparcialidad. Del mismo modo se abordó someramente el incipiente desarrollo en
cuanto a la apariencia de independencia.
Se hicieron esfuerzos por aplicar el test diseñado por el Tribunal EDH, para la
verificación de las dos garantías en mención, resultando de la aplicación de éste que con
la facultad de escogencia del juez que habrá de conocer de una causa, sí se violentan
dichas garantías.
Se abordó la garantía a la adecuada defensa, respecto del cual se dijo que es
precisamente esa, la que el derecho al debido proceso busca asegurar.
Se dijo que tal garantía entraña una prohibición para el Estado de no entorpecer
el ejercicio de la defensa de los intereses de los particulares, se estableció la obligación
estatal de garantizar las condiciones para su ejercicio, así como la obligación del
juzgador de no impedir u obstaculizar el ejercicio de las cargas procesales que le
corresponden dentro del proceso penal para desvirtuar la acusación del Ministerio
Público.
Íntimamente ligado con el derecho a la adecuada defensa se encuentra el
principio de igualdad de armas, que exige que las partes cuenten con las mismas
posibilidades de ataque y defensa, de alegar, de probar y de interponer recursos, para
evitar el desequilibrio entre éstas; asimismo, surge para el Estado la obligación de
reconocer y corregir toda desventaja real y objetiva entre las partes.
También se abordó el derecho a una justicia pronta, en virtud del cual el Estado
debe garantizar que los procesos se lleven en los plazos legales, los cuales además deben
de ser razonables; se estableció que en la materia penal, especialmente cuando el
procesado se encuentra en prisión preventiva, con opción o no a obtener su libertad
provisional mediando una caución, es muy deseable que la justicia sea pronta y que se
ajuste a plazos razonables, dado que en contra de quien se ejerce la facultad de
134
escogencia en estudio, generalmente, son personas que están siendo procesadas por
delitos de delincuencia organizada u otros que por su gravedad no permiten que el
imputado acceda a la libertad provisional, por lo cual, todo el tiempo que dure su
proceso permanecerá recluido, purgando un pena adelantada.
Del mismo modo se llevó a cabo la exposición de los resultados de los
cuestionarios practicados a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal.
Todo lo antes señalado, nos permitió evidenciar que cuando el Ministerio Público
ejerce la facultad de escoger el juzgador que habrá de conocer de una causa, llevando el
ejercicio de la acción penal ante un juez distinto al del lugar de los hechos, pero además,
al internar al procesado en un centro distante del lugar de su proceso, cuestión que la
propia facultad en comento le permitiría; se lesionan gravemente los derechos humanos
que en el presente capítulo se analizaron.
Ahora bien, no obstante que existen derechos que se ven afectados o intervenidos
con la facultad ministerial en cuestión, cabe preguntarnos si dicha intervención es
razonable o proporcional en función de las justificaciones que se expusieron para
confeccionar dicha medida legislativa, de ello me ocuparé en el capítulo siguiente.
135
CAPÍTULO III
EXAMEN DE PROPORCIONALIDAD DE LA FACULTAD OTORGADA AL
MINISTERIO PÚBLICO DE LA FEDERACIÓN PARA ELEGIR AL JUEZ
ANTE EL CUAL EJERCERÁ LA ACCIÓN PENAL
1. Inconstitucionalidad de la facultad otorgada al Ministerio Público, en el párrafo
tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, para llevar
el ejercicio de la acción penal ante un juez de Distrito distinto al del lugar de los
hechos reputados como delito
En el presente capítulo se llevará a cabo una recapitulación de los capítulos que
anteceden; como base, para luego proceder al estudio de proporcionalidad de la facultad
de escogencia del agente del Ministerio Público de la Federación; para posteriormente,
proceder a formular las conclusiones a que se arriba con el presente trabajo de
investigación.
1.1. Aspectos importantes del Capítulo I
Como se puedo constatar a lo largo del Capítulo I, del presente trabajo de
investigación, existe una competencia ordinaria en materia penal, expresada en el
artículo 6° del Código Federal de Procedimientos Penales, respecto de la cual se
considera que es tribunal competente para conocer de un delito, el del lugar en que se
comete.
Tal regla competencial, es acorde con el texto del artículo 20, apartado A,
fracción VI, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que aún es
aplicable, en los lugares en donde el nuevo sistema penal acusatorio-adversaria aún no
tiene vigencia, en dicho precepto constitucional se dispone que en todo juicio del orden
criminal, el acusado será juzgado en audiencia pública por un juez o jurado de
136
ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos del lugar y partido en que se cometiere el
delito.
Se dio cuenta, de las razones que arguyó el Ejecutivo Federal, para justificar la
reforma del diez de enero de mil novecientos noventa y cuatro, en la que con base en el
problema de la delincuencia organizada, que ya había alcanzado dimensiones muy
importantes en México, especialmente en las acciones de narcotráfico en sus diversas
fases de producción, distribución y consumo, se sugería la creación de un régimen de
excepciones a la competencia genérica en materia penal.
Se establecía así, la competencia por razones de seguridad, respecto de la que el
Ejecutivo aclaró que se proponía para resolver el problema de la inseguridad en las
prisiones, provocada precisamente por la presencia en éstas de individuos de quienes las
organizaciones de las que formaban parte o a las que sirvieron al delinquir, suelen
procurar su eliminación o usar sus amplios recursos de toda índole para facilitarles la
fuga; y sucedía también que, de pertenecer a organizaciones rivales, esto propiciaba
enfrentamientos en la misma prisión.
Reconocía que de facto, el Ministerio Público, para salvaguardar la integridad
física y aun la vida de algunos inculpados, se veía en la necesidad de ejercitar la acción
penal ante un juez distinto al del lugar de comisión del delito, en cuyo territorio
jurisdiccional exista un reclusorio de máxima seguridad.
Aduciendo la seguridad en las prisiones, advertía que, a veces, era necesario
trasladar a algunos reclusos a un centro distinto al del lugar en que resida el tribunal que
previno en el conocimiento de su proceso.
Resaltó que los procesos que se desarrollaban en esas condiciones, es decir,
cuando el imputado era trasladado, por motivos de seguridad, a un reclusorio de máxima
seguridad, o cuando se llevaba el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto del
lugar de la comisión del delito; se alargaban en su instrucción, dadas las dilaciones que
acarreaban los exhortos y otros despachos o comunicaciones, por lo que la solución que
137
encontraba era la de atribuir competencia excepcional a los tribunales del lugar donde
existan reclusorios de máxima seguridad, con independencia del lugar en que hubiesen
acaecido los hechos reputados como delito.
Se explicó, también, que el artículo 10, del Código Federal de Procedimientos
Penales, en su párrafo tercero, sufrió una modificación menor, publicada el veintitrés de
enero de dos mil nueve, en razón de la cual se cambió la copulativa ―y‖ que enlazaba los
distintos supuestos que el Ministerio Público debía reunir para ejercer la competencia
excepcional de marras; sustituyéndola por la disyuntiva ―o‖, que permitiría el hecho de
que con tan solo una de las causales contempladas en la fracción normativa en comento,
se pudiera surtir la competencia territorial de excepción; además, se cambió el orden de
las causales, para dejar de privilegiar, en primer término de aparición, a la causal de
seguridad en las prisiones como motivación para que opere la excepción territorial en
cuestión.
Se resaltó que la reforma recién citada, se efectuó en un contexto nacional en el
que los tres Poderes de la Unión y de los tres órdenes de gobierno, así como de la
sociedad civil, coincidían en que la situación de seguridad general era muy preocupante,
lo que expresaron en el ―Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad‖.
En este, todos los asistentes reconocieron que la sociedad mexicana se
encontraba profundamente agraviada por la impunidad, la corrupción, la falta de
coordinación entre las autoridades, así como por un ambiente de inseguridad y violencia.
Igualmente, reconocieron que el Estado y la sociedad enfrentaban una situación crítica
debido: tanto a la delincuencia común, que agravia cotidianamente a las familias; como
al embate del crimen organizado, que es un fenómeno complejo, compuesto por un
entramado de intereses y complicidades que trasciende fronteras.
Por otra parte, se aclaró en dicho capítulo que en el Código Nacional de
Procedimientos Penales, en su artículo 22, se contemplaba la figura de la ―Competencia
por razón de seguridad‖, que preveía que un órgano jurisdiccional distinto al del lugar de
138
la comisión de un delito, podía ser competente, si atendiendo a las características del
hecho investigado, por razones de seguridad en las prisiones o por otras que impidan
garantizar el desarrollo adecuado del proceso, así se consideraba, por lo que el estudio
que se realizaba sería pertinente, aun entrado en vigor el nuevo código adjetivo de la
materia.
Se estableció que en nuestra Constitución —vigente aún en materia de procesos
penales federales— el juez ordinario, en materia penal, además de ser predeterminado
por la ley, debe ser natural del lugar donde se habrá de juzgar (vecino del lugar y partido
en que se cometiere el delito); por lo que la prohibición de ser juzgado por tribunales
especiales, pareciera que también contempla la prohibición de ser juzgado por jueces
ajenos al lugar de la comisión del ilícito.
Aparece también un indicio claro, respecto de que la territorialidad se vuelve un
principio relevante a la hora de designar competencias, que aunque no es absoluto, la
práctica internacional, ha dejado en claro que dicho principio reconoce preferencia a la
jurisdicción del Estado en donde ocurrieron los hechos, apoyándose en razones
prácticas, como lo serían:
c) la inmediación
d) la correcta disposición y valoración de las pruebas
Razones éstas, que bien pueden justificar la necesidad de privilegiar el principio
de territorialidad en relación con el principio de juez natural, para entender que aún por
razones prácticas, debe ser competente el juez del lugar de los hechos reputados como
delitos.
1.2. Aspectos importantes del Capítulo II
En el Capítulo II, se analizaron los derechos y principios que se considera
resultan afectados, cuando el agente del Ministerio Público de la Federación ejerce tal
facultad de escogencia del juzgador que habrá de conocer de una causa determinada.
139
Se hizo el estudio del derecho a la tutela jurisdiccional, respecto de la cual se
definió, en términos llanos, como un derecho público subjetivo, en razón del cual toda
persona debe acceder sin obstáculos a tribunales independientes e imparciales, a plantear
una pretensión o defenderse de una acusación.
Se definió el derecho de acceso a la justicia como la garantía que posibilita
acudir a los tribunales, en condiciones jurídicas y materiales que garanticen el poder
formular pretensiones o defenderse de ellas, sin obstáculos que impidan o dificulten tal
potestad, por lo que se planteó que ello supone la obligación del Estado de crear las
condiciones jurídicas y materiales necesarias para garantizar la vigencia de ese derecho.
Respecto del derecho al debido proceso, se concluyó que es el derecho base de
todo sistema de protección de derechos, que implica que se garantice en todos los casos,
a todas las personas, un conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias
procesales a efecto de que las personas estén en condiciones de defender adecuadamente
sus derechos.
Por lo que ve al derecho al juez natural, se dijo que éste viene a constituir uno de
los principales presupuestos del debido proceso, que implica la prohibición de ser
juzgado por tribunales especiales, creados a modo para casos particulares; que el juez
que habrá de decidir el caso sea natural del lugar de los hechos a dilucidar judicialmente;
y, que el derecho al juez natural, está vinculado a la independencia e imparcialidad del
juez.
Se estableció que el derecho al juez natural, predeterminado por la ley u
ordinario, puede ser burlado si la legislación contiene facultades para que el Ministerio
Público lo haga, pues éste —como parte que lo es en una causa penal— por naturaleza
buscará que sus pretensiones punitivas sean congraciadas.
Se abordó también el tema de la independencia del juzgador, que exige que
quien habrá de juzgar cuente con la libertad necesaria para cumplir con sus funciones y
140
tomar sus decisiones sin interferencias de ningún tipo, ya sean provenientes de otros
poderes, otras instituciones o del propio poder judicial.
Dicho tema se ligó con el de imparcialidad del juzgador, que se definió como
una condición esencial que deben satisfacer las personas que tienen a su cargo el
ejercicio de la función jurisdiccional, manteniéndose ajenos a los intereses de las partes,
sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas. Se sostuvo que una parte importante de
esa garantía es la de no propiciar el generar sospechas de su imparcialidad.
Se recurrió al desarrollo que la Corte IDH y el Tribunal ECH han realizado con
relación al tema de apariencia de imparcialidad, en virtud del cual se debe verificar si,
independientemente de la actitud del o de los jueces, existen hechos objetivos que
autoricen a poner en duda la imparcialidad de alguno de aquéllos, o bien, asegurar que
existen garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima sobre esa
imparcialidad. Del mismo modo se abordó someramente el incipiente desarrollo en
cuanto a la apariencia de independencia.
Se abordó la garantía a la adecuada defensa, respecto del cual se dijo que es
precisamente esa, la que el derecho al debido proceso busca asegurar.
Se dijo que tal garantía entraña una prohibición para el Estado de no entorpecer
el ejercicio de la defensa de los intereses de los particulares, se estableció la obligación
estatal de garantizar las condiciones para su ejercicio, así como la obligación del
juzgador de no impedir u obstaculizar el ejercicio de las cargas procesales que le
corresponden dentro del proceso penal para desvirtuar la acusación del Ministerio
Público.
Íntimamente ligado con el derecho a la adecuada defensa se encuentra el
principio de igualdad de armas, que exige que las partes cuenten con las mismas
posibilidades de ataque y defensa, de alegar, de probar y de interponer recursos, para
evitar el desequilibrio entre éstas; asimismo, surge para el Estado la obligación de
reconocer y corregir toda desventaja real y objetiva entre las partes.
141
También se abordó el derecho a una justicia pronta, en virtud del cual el Estado
debe garantizar que los procesos se lleven en los plazos legales, los cuales además deben
de ser razonables; se estableció que en la materia penal, especialmente cuando el
procesado se encuentra en prisión preventiva, con opción o no a obtener su libertad
provisional mediando una caución, es muy deseable que la justicia sea pronta y que se
ajuste a plazos razonables, dado que en contra de quien se ejerce la facultad de
escogencia en estudio, generalmente, son personas que están siendo procesadas por
delitos de delincuencia organizada u otros que por su gravedad no permiten que el
imputado acceda a la libertad provisional, por lo cual, todo el tiempo que dure su
proceso permanecerá recluido, purgando un pena adelantada.
Del mismo modo se llevó a cabo la exposición de los resultados de los
cuestionarios practicados a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal.
1.3. Pertinencia del estudio de proporcionalidad de la medida legislativa
Parafraseando a Miguel Carbonell, convienen señalar que si aceptamos que no
existen derechos absolutos, sino que cada derecho se enfrenta a la posibilidad de ser
limitado; entonces, surge la cuestión relativa a determinar de qué manera y con qué
requisitos se pueden limitar los derechos; es para ello que resulta útil el principio de
proporcionalidad.
Se trata, pues, de una técnica de interpretación cuyo objetivo es tutelar los
derechos de mejor manera, expandiendo tanto como sea posible su ámbito de protección,
pero haciendo que todos los derechos sean compatibles entre ellos, en la medida en que
sea posible (Carbonell, 2008: 9).
Dada la virtud de dicha herramienta interpretativa, para determinar la forma y la
intensidad en que se pueden limitar derechos, sin extinguir su núcleo esencial, sino al
contrario, expandiendo en la mejor medida posible su protección; luego entonces, en el
presente trabajo, en el que necesariamente se advierte un enfrentamiento entre los
142
derechos fundamentales del procesado y aparentemente de la sociedad, considero que el
método más adecuado para determinar si la facultad de escogencia entregada al agente
del Ministerio Público de la Federación para elegir al juez que habrá de conocer de una
causa, es constitucional o no, resulta ser el análisis de la medida legislativa en cuestión,
a la luz del juicio de proporcionalidad.
Cabe señalar que la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al
resolver el amparo en revisión 173/2012, el seis de febrero de dos mil trece, estableció el
criterio con el número de tesis: 1a. CCXV/2013 (10a.), en el que determinó cuales son
los requisitos para considerar válidas las restricciones o la suspensión de derechos
fundamentales, a la luz del artículo 1º de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos y el numeral 30 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Consideró pues que esos elementos validadores son: ―a) que [las restricciones] se
establezcan en una ley formal y material (principio de reserva de ley) dictada en razón
del interés general o público, en aras de garantizar los diversos derechos de igualdad y
seguridad jurídica (requisitos formales)‖, lo que se considera que en el presente caso se
encuentra satisfecho, ya que la restricción en estudio se encuentra prevista en el párrafo
tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales; y ―b) que
superen un test de proporcionalidad, esto es, que sean necesarias; que persigan un interés
o una finalidad constitucionalmente legítima y que sean razonables y ponderables en una
sociedad democrática (requisitos materiales)‖, lo que se propone analizar en el presente
apartado, para determinar si es válida o proporcional la restricción de los derechos, que
en el capítulo anterior se destacaron como afectados con la facultad de escogencia en
estudio.
Por tanto, con apoyo en lo ya argumentado, así como en lo determinado por la
Primera Sala de la SCJN en el criterio invocado, respecto a los requisitos que deben
cumplirse para determinar si una determinada restricción es válida o no, se considera
143
que en el caso que nos ocupa, la técnica para determinarlo es el examen de la norma en
comento bajo el principio de proporcionalidad.
A más que comparto con José Ángel Fernández (2010), que ―el examen decisivo
en el control constitucional de las leyes penales es el denominado principio de
proporcionalidad en sentido amplio‖. Si bien la norma en análisis es procedimental, sus
efectos intervienen derechos fundamentales de la misma forma que lo podría hacer una
norma sustantiva de carácter penal.
1.4. El principio de proporcionalidad
Según Rubén Sánchez Gil (2008: 225), ―…[l]a idea de ―proporcionalidad‖ evoca
una ―relación adecuada‖ entre cosas diversas, que la hace ―razonable‖ por ser
―armónica‖ y materialmente ―justa‖; además de emplearse en ciencias y artes formales
(matemáticas, arquitectura, diseño, etc.), también ha sido parámetro de calificación de la
conducta humana en la ética y el derecho‖.
Ignacio Villaverde (2008), al preguntarse si pueden llegar a existir conflictos
entre derechos fundamentales, explica que lo que en realidad sucede no es una colisión
entre derechos, sino que la colisión se da entre el derecho fundamental y sus límites.
Ello lo explica señalando que, en un caso concreto ―debe confrontarse cada
derecho fundamental en presencia con sus límites constitucionales y solventar así su
supuesta colisión‖. Para esa técnica ―no es necesario jerarquizar los derechos según el
caso concreto y conforme un orden de valores o intereses preferentes en cada situación,
sino examinar sus recíprocos límites y constatar cuál de las expectativas de conducta
solapadas no está privada de protección‖ (Villaverde, 2008: 176).
Explica Villaverde (2008), que la técnica de la ponderación conduce
inevitablemente a la jerarquización entre los derechos fundamentales, por lo que se
privilegia la aplicación de un derecho sobre otro, según la jerarquía de los valores o
144
intereses que encarnen, suspendiéndose, así, la aplicación de uno de los derechos en
conflicto para el caso concreto.
Fernández (2010), aclara que ese tipo de examen se compone de tres elementos:
(1) la aptitud o idoneidad de la medida para alcanzar la finalidad propuesta; (2) la
necesidad de la medida, la cual depende de la ausencia de una medida menos gravosa; y
(3) la razonabilidad de la medida, también denominada como proporcionalidad en
sentido estricto o ponderación.
En el ámbito judicial nacional, en la sentencia dictada al resolver el amparo
directo en revisión 2655/2010, la Primera Sala de la SCJN, citando a Laura Clérico,
señaló que el principio de proporcionalidad es una técnica argumentativa dedicada a
enjuiciar las medidas legislativas que intervienen derechos fundamentales, sostuvo que
dicho principio normalmente no tiene un fundamento en normas constitucionales
expresas; por lo que esa Primera Sala, justificaba la utilización del principio de
proporcionalidad en el principio de legalidad y la prohibición constitucional de actuar de
forma arbitraria, mandato que también considera que está dirigido al legislador.
Cabe aquí traer, el razonamiento establecido en la tesis 1a./J. 2/2012 (9a.), de la
Primera Sala de la SCJN, en la que al resolver el amparo en revisión 173/2008,
estableció que:
…el juzgador debe determinar en cada caso si la restricción legislativa a un derecho
fundamental es, en primer lugar, admisible dadas las previsiones constitucionales, en
segundo lugar, si es el medio necesario para proteger esos fines o intereses
constitucionalmente amparados, al no existir opciones menos restrictivas que permitan
alcanzarlos; y en tercer lugar, si la distinción legislativa se encuentra dentro de las
opciones de tratamiento que pueden considerarse proporcionales. De igual manera, las
restricciones deberán estar en consonancia con la ley, incluidas las normas
internacionales de derechos humanos, y ser compatibles con la naturaleza de los
derechos amparados por la Constitución, en aras de la consecución de los objetivos
legítimos perseguidos, y ser estrictamente necesarias para promover el bienestar general
en una sociedad democrática (PS-SCJN, 1a./J. 2/2012 [9ª]).
Siguiendo las razones de esa Primera Sala, para justificar la aplicación del test de
proporcionalidad y la forma que propone para abordar su estudio, se procede a su
145
aplicación al caso que nos ocupa. Para ello se hace necesario determinar el derecho o
derechos que se consideran afectados con dicha medida, o en términos de Lopera (2008:
275): derechos fundamentales prima facie afectados por la ley penal.
1.5. Derechos fundamentales afectados
En el capítulo anterior, se señaló que existen diversos principios y derechos
involucrados en los procesos penales federales, que se ven afectados con la referida
competencia territorial por excepción, pues inciden directamente en la posibilidad
defensiva del imputado.
Según los datos arrojados por el cuestionario aplicado a los operadores del
sistema de justicia penal federal en nuestro país, los DPFS encuestados señalaron que el
derecho que prioritariamente se afecta es el de adecuada defensa, motivado por diversas
causas.
Ello es así porque, desde el punto de vista de quienes ejercen la función de
defensa, es decir, los DPFS encuestados, éstos percibieron que los dos derechos que
como consecuencia del ejercicio de la facultad de escogencia resultan más afectados son
el derecho a una adecuada defensa (94.7%) y a una pronta impartición de justicia
(63.2%).
En relación a la adecuada defensa, ese sentido el 94.7% de todos DPFS
encuestados, sostuvieron que la comunicación con sus representados y sus familias era
deficiente o nula, por lo que constituía una barrera para ejercer una adecuada defensa, en
virtud que por esa causa no se pueda conocer la versión de los hechos del imputado, con
lo que se ven limitados para instrumentar una estrategia de defensa.
Por su parte, el 83.3% de los SRIOS encuestados piensa que el principal derecho
afectado con dicha medida es el de justicia pronta. Además, el 50% de los JCS
encuestados considera que la justicia pronta, no se garantiza en los procesos en los que
el agente del Ministerio Público de la Federación ejerció la facultad en comento.
146
En el capítulo que antecede, se mostró mediante la aplicación del test diseñado
por el Tribunal EDH, para determinar la imparcialidad e independencia judiciales, que al
analizar en abstracto la facultad ministerial de escoger al juez que habrá de conocer de
una causa determinada, se violentan dichas garantías del debido proceso.
Se fue apuntando en el sentido de que la tutela jurisdiccional, el acceso a la
justicia, la independencia e imparcialidad del juzgador, el derecho a un juez natural, a la
igualdad de armas, así como al cumplimento de un plazo razonable, son principios y
derechos involucrados que se pueden ver afectados; aclarando que todos esos son
elementos que posibilitan un debido proceso que, dicho sea de paso, en materia penal, tal
derecho: incluye tanto las garantías mínimas previstas en el artículo 8 de la Convención
Americana, como otras adicionales que pudieran ser necesarias para la integración de
este concepto. Requiere, en consecuencia, que “un justiciable pueda hacer valer sus
derechos y defender sus intereses en forma efectiva y en condiciones de igualdad
procesal con otros justiciables” (García, 2012: 19).
Ahora bien, según vimos, la adecuada defensa es un derecho humano, que
permite al inculpado comparecer ante un juez a proteger, asegurar o hacer valer la
titularidad de un derecho o defenderse de una acusación de la mejor manera posible, es
decir, en condiciones óptimas; puesto que el objetivo del conjunto de actos que
conforman el derecho fundamental de debido proceso legal, es precisamente el
aseguramiento de la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están
bajo consideración judicial (Salazar, 2012: 537).
Entonces, el derecho a un debido proceso, como medio para asegurar una
adecuada defensa de los inculpados es el que se considera afectado en mayor intensidad
con la medida que analizaremos en cuanto a su constitucionalidad.
147
1.6. Fines o propósitos de la facultad otorgada al agente del Ministerio Público de la
Federación, en el párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de
Procedimientos Penales
A lo largo del trabajo de investigación que nos ocupa, específicamente en el
capítulo I, se daba cuenta de la evolución legislativa de la excepción a la regla de
competencia genérica en materia penal de que nos ocupamos.
Se sostuvo que de la exposición de motivos relativa a las reformas al Código
Federal de Procedimientos Penales, del año mil novecientos noventa y cuatro, en
relación a las excepciones a la competencia genérica establecida en el artículo 6°, de ese
mismo cuerpo de leyes; se advertía que en la específica excepción territorial que nos
ocupa, lo que preponderante motivaba la iniciativa era la inseguridad en las prisiones,
provocada por la presencia en éstas de individuos de quienes las organizaciones de las
que formen parte o a las que sirvieron al delinquir, suelen procurar su eliminación o usar
sus amplios recursos de toda índole para facilitarles la fuga; y sucede también que, de
pertenecer a organizaciones rivales, esto propicia enfrentamientos en la misma prisión.
Se sostuvo por el Ejecutivo, autor de la iniciativa, que en aras de salvaguardar la
integridad física y aun la vida de algunos inculpados, el Ministerio Público con
frecuencia se veía en la necesidad de ejercitar la acción penal ante un juez distinto al del
lugar de comisión del delito, en cuyo territorio jurisdiccional existía un reclusorio de
máxima seguridad.
Además, era pertinente —para que los procesos se pudieran desarrollar sin la
dilación que acarrean los exhortos y otros despachos o comunicaciones— que se dotara
de competencia a los tribunales de los lugares donde existieran reclusorios de máxima
seguridad.
Como se ve, lo que se buscaba garantizar era: (1) la integridad física de las
personas recluidas en centros penitenciarios, así como (2) el adecuado desarrollo del
proceso penal, evitando dilaciones inútiles.
148
Cabe mencionar que respecto del primero de los objetivos perseguidos:
garantizar la integridad física de las personas recluidas, lo que se asocia a la causal
relativa a ―por razones de seguridad en las prisiones‖, ésta sigue siendo la causa que más
recurrentemente justifica la reclusión de personas fuera del lugar de los hechos o del
proceso (34.7%), según se advierte del gráfico 2, del capítulo anterior.
Empero, con relación a la segunda de las causales en comento, es decir: la de
garantizar el adecuado desarrollo del proceso penal, ésa es hoy en día la menos invocada
para justificar la facultad de escogencia del juez a conocer del proceso (3.8%), según se
advierte del mismo gráfico en cita.
Lo anterior, nos permite evidenciar que a diferencia de lo que planteó el
Ejecutivo en su iniciativa, las razones que presumiblemente impidan el adecuado
desarrollo del proceso, no obstante su indeterminación, lo que la vuelve una causal muy
versátil, es la menos invocada por el agente del Ministerio Público de la Federación para
justificar la utilización de la facultad de escogencia en estudio.
En conclusión, en la iniciativa de reforma del Código Federal de Procedimientos
Penales, el Ejecutivo federal consideró que la solución para la problemática de seguridad
en las prisiones era recluirlos en prisiones que ofrecieran una mayor seguridad para
resguardar la integridad física de los procesados sujetos a prisión preventiva; por ello, se
justificaba el otorgar competencia al juez en cuyo territorio jurisdiccional exista un
reclusorio de máxima seguridad, aun cuando en ese lugar no hubiesen ocurrido los
hechos sobre los que se llevará el proceso.
Por otra parte, para garantizar el adecuado desarrollo del proceso, la solución
propuesta fue la misma, pues como el imputado habría de estar recluido en un centro de
reclusión de máxima seguridad; si el juez adscrito a ese centro conociera del proceso, se
facilitaría la diligencia de la causa, cuando menos en teoría.
El legislativo, vio con buenos ojos a la iniciativa en comento, por lo que a la
postre se cristalizó la reforma del párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de
149
Procedimientos Penales, entre otras disposiciones relacionadas; siendo el caso que el
ejercicio de dicha facultad legislativa es constitucionalmente legítima, puesto que según
el artículo 73, fracción XXI de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, el Congreso tiene facultades para ello.
Empero, cabe determinar si la forma en que se legisló al respecto es
proporcional, para ello, como se adelantaba, se propone llevar a un análisis de los
subprincipios de la proporcionalidad, como sigue:
1.7. Subprincipio de idoneidad. ¿Es idónea la medida que se analiza?
Respecto del subprincipio de idoneidad, Lopera (2008: 275) aclara que éste se
orienta a verificar que la medida legislativa constituye un medio idóneo para contribuir
al logro del fin que con ella se persigue.
Se entenderá que tal es el caso cuando sea posible establecer algún nexo de
causalidad positiva entre la medida adoptada por el legislador y la creación de un estado
de cosas en el que se incremente la realización del fin legislativo en relación con el
estado de cosas existente antes de la intervención (Lopera, 2008: 275).
Ya se ha definido que la finalidad que se persigue por parte del legislador al
establecer dicha facultad de escogencia del juez que habrá de conocer de determinado
asunto, otorgada al agente del Ministerio Público de la Federación, obedece a: (1)
proteger la integridad física de las personas recluidas en centros penitenciarios y (2) el
adecuado desarrollo del proceso penal.
Se considera que la medida es idónea para lograr la consecución de los fines que
se propuso, por los motivos siguientes:
a) Respecto al objetivo de proteger la integridad física de las personas recluidas
en centros penitenciarios, cabe señalar que éstos, por su propia naturaleza, deben ser
lugares seguros para el encierro de personas que se encuentran en prisión preventiva o
150
compurgando una pena impuesta en sentencia firme; empero, dadas las circunstancias
excepcionales de inseguridad, que en el marco de la delincuencia organizada se
sucedían, la seguridad de los internos de las prisiones no estaba siendo garantizada por
las autoridades penitenciarias.
Cierto es, que dependiendo del tipo de delitos que se atribuye a cada uno de los
internos en dichos centros, así como de sus características personales, deberían brindarse
mayores garantías de seguridad o restricción de su contacto con otros internos que
pudieran verse afectados por éste. También es cierto, que pudiera existir el riesgo de que
se pretendiera llevar a cabo un rescate de algún interno, por parte de otras personas
externas.
Ahora bien, no obstante que los centros penitenciarios deben estar diseñados con
base en una política penitenciaria que permita tener un control de tales situaciones, sin
que necesariamente se ponga en riesgo la seguridad de las personas ahí recluidas, la
realidad ha venido demostrando la fragilidad de dichas instituciones, ya por corrupción,
ya por incapacidad37; ante lo cual se propuso como idónea la medida en comento, a más,
que no existe otra que hubiese demostrado mejores resultados que la que tratamos.
37
A propósito de tal situación en las cárceles del país, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, ha
emitido diversos informes que lo hacen visible, como lo serían: (1) ―Informe especial sobre la situación de
los derechos humanos en los centros de readaptación social y reclusorios preventivos varoniles y
femeniles del Distrito Federal‖, de 25 de junio de 2002; así como (2) ―Informe especial sobre la situación
de los derechos humanos en los centros de reclusión de la República mexicana, dependientes de Gobiernos
locales y municipales‖, de 2004; asimismo de forma anual desde el 2006 y hasta el 2012, ha emitido el (3)
―Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria‖, en cuyos años 2011 y 2012, se advierte que el
promedio nacional de las condiciones de gobernabilidad de la totalidad de los centros de reclusión en
México, están por el orden de 58.4% (2011) y 56.8% (2012); en tanto que los aspectos que garantizan la
integridad física y moral del interno, rondan los 63.5% (2011) y 60.09% (2012).
Por otra parte, en el ―Informe sobre los derechos humanos de las personas privadas de libertad en las
Américas‖, la CIDH, hace referencia al diverso ―Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos en
México‖, en el que se registró que: La corrupción, la insuficiencia de recursos o el proceder irreflexivo,
han propiciado que, en muchos casos, grupos de internos asuman indebidamente decisiones de
administración y mando. Es lo que se conoce como el “autogobierno carcelario”. Tal situación rompe el
principio de autoridad necesario, y con las condiciones de igualdad que deben prevalecer entre los
internos, propiciando abusos ilimitados.
Todo lo anterior nos permite evidenciar las condiciones de riesgo a la integridad física de las personas
privadas de su libertad en nuestro país.
151
Por otra parte, el supuesto que ahora comentamos, es hoy en día el más invocado
por el agente del Ministerio Público de la Federación para justificar el ejercicio de la
facultad que se estudia (34.7% de los casos), según se advierte del Gráfico 2, del
Capítulo II, del presente trabajo de investigación, formado con los resultados de los
cuestionarios aplicados a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal; siendo el
caso que, en la práctica, los jueces califican dicha causal, como procedente en un alto
porcentaje de todos los asuntos, lo que se evidencia de la existencia misma de las causas
penales en esas condiciones en los Juzgados de Distrito, cuyos funcionarios se
cuestionaron.
b) En cuanto al objetivo de garantizar un adecuado desarrollo del proceso penal,
el cual se posibilita permitiendo el ejercicio del derecho humano del debido proceso, que
a su vez se ve compuesto de varios presupuestos, entre los que se intervienen de forma
importante: el derecho a un juez natural del lugar de la comisión de los hechos reputados
como delito —tal como ya se ha dejado claro en capítulos precedentes—, el derecho a
una adecuada defensa; además, que debe garantizarse de forma previa: la independencia
e imparcialidad del juzgador, no obstante que esos aspectos se ven comprometidos con
la facultad de escogencia entregada al agente del Ministerio Público de la Federación, la
medida aún se considera idónea.
Empero, se aclara que la medida legislativa en análisis puede ser idóneamente
aplicada en forma más bien casuística, es decir, no respecto de todos los casos, sino en
aquéllos en que sea necesaria, como en el caso de procesados respecto del delito de
delincuencia organizada; pues de aplicarse de forma genérica para alcanzar los fines
perseguidos, los cuales desde luego son nobles (proteger la integridad física de las
personas recluidas en centros penitenciarios y el adecuado desarrollo del proceso penal),
se estarían restringiendo de forma intensa derechos fundamentales.
Así es, como tal facultad impone importantes restricciones a los derechos
humanos de los imputados, como se describió a lo largo del Capítulo II de la presente
investigación, debe ser aplicada específicamente a aquellos casos en que se encuentre
152
justificada, pues de aplicarse de forma genérica, se pondría en riesgo el adecuado
desarrollo del proceso penal —que es precisamente uno de los objetivos de la facultad
en estudio—; por lo que en la medida de lo posible debe garantizarse el ejercicio más
amplio de los presupuestos del debido proceso, entre los que se encuentran el derecho al
juez natural y el derecho a un juez independiente e imparcial, pues de lo contrario, la
restricción sería absoluta, lo que eventualmente posibilitaría el uso indiscriminado de
dicha medida, en cualquier caso.
Lo antes señalado guarda relación con lo dispuesto en el párrafo noveno, del
artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que posibilita
ciertas restricciones a quienes se les procese por el delito de delincuencia organizada,
entre las que se encuentra la potestad estatal para determinar su internamiento en centros
de reclusión especiales, es decir, penales de máxima seguridad, según los dictámenes de
las Comisiones pertenecientes a las Cámaras de Origen y Revisora, que analizaron la
iniciativa de reforma a dicho artículo constitucional.
Todo lo antes sostenido, permite concluir que la medida en análisis es idónea
para los fines perseguidos por el legislador, en los específicos casos en que se atribuya la
comisión de delitos de delincuencia organizada u otros que por su gravedad la
justifiquen; pero no así para el caso de delincuencia común o en caso de delitos de
bagatela.
1.8. Subprincipio de necesidad. ¿Es necesaria la medida que se analiza?
Según Lopera (2008: 278), el análisis del subprincipio de necesidad se lleva a
cabo mediante una comparación entre la medida enjuiciada y otros medios alternativos
atendiendo a dos parámetros: (1) su idoneidad para promover el fin legislativo y (2) su
menor lesividad en relación con los derechos fundamentales afectados por la
intervención legislativa.
153
En el apartado anterior, quedó demostrada la idoneidad de la medida, para
promover el fin legislativo (el cual se individualizó en el apartado 1.6. del presente
capítulo).
Además, como se evidenció en el Capítulo I, existe certidumbre en el sentido de
que la medida era necesaria, dada la inseguridad generalizada en las prisiones, ligada a
presuntos miembros de la delincuencia organizada. Por otra parte, la dilación procesal
derivada de la diligencia de exhortos y otro tipo de comunicaciones, hacían necesario
que se planteara que, cuando menos las pruebas en las que el indiciado participe
directamente, puedan ser desahogadas con mayor prontitud, cuando este se procese por
un órgano jurisdiccional del mismo lugar en que por motivos de seguridad se encuentre
recluido.
A más, que como se advierte de la exposición de los motivos para la propuesta de
reforma, que se cristalizó con la creación de la facultad en cuestión, de facto, el agente
del Ministerio Público de la Federación ya ejercía acción penal ante jueces
ordinariamente no competentes, con base en los argumentos que precisamente motivan
la reforma, es decir, para proteger la integridad física de las personas recluidas en
centros penitenciarios (inclusive del propio inculpado) y para garantizar el adecuado
desarrollo del proceso penal.
En cuanto a la menor lesividad en relación con los derechos fundamentales
afectados por la intervención legislativa, cabe señalar que para considerar una medida
como necesaria, no debe existir otro medio menos lesivo e igualmente apto para alcanzar
la misma finalidad.
O dicho de otro modo, para que una medida sea necesaria no debe existir otra
igualmente idónea que afecte en menor medida el derecho intervenido.
En ese sentido, la medida legislativa es idónea, pero además, no se tiene noticia
de la existencia de otras medidas que garantizaran la seguridad de las personas internas
154
en las prisiones, de forma más efectiva que la que se analiza; por lo que se advierte que
dicha medida de facto, parece ser necesaria.
1.9. ¿Es proporcional en sentido estricto la medida analizada?
Para Lopera (2008) el análisis de la proporcionalidad en sentido estricto consiste
en una ponderación en la que toman parte, por un lado, los principios iusfundamentales
afectados —en este caso, por la facultad de escogencia en estudio— y, por otro, los
principios que ordenan la protección de aquellos bienes jurídicos que respaldan la
intervención legislativa —en el caso, el posibilitar la seguridad en las prisiones, así
como garantizar el adecuado desarrollo de los procesos penales—.
Se trata de establecer si el grado de afectación de los primeros se ve compensado
por el grado de satisfacción de los segundos.
De ese modo se trata aquí de determinar si la importancia de la realización del fin
(proteger la integridad física de las personas recluidas en centros penitenciarios y el
adecuado desarrollo del proceso penal) es mayor que la importancia de los derechos
intervenidos.
Ahora bien, los derechos intervenidos son varios, entre los que destacan por su
afectación el derecho a un juez natural, independiente e imparcial, así la igualdad de
armas, justicia pronta y plazo razonable, que son todos ellos garantías integrantes del
derecho al debido proceso, empero, como se dejó establecido en el capítulo que
antecede, el objetivo del conjunto de actos que conforman el derecho fundamental de
debido proceso legal, es precisamente el aseguramiento de la adecuada defensa de
aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración judicial (Salazar,
2012: 537).
Así tenemos que, la adecuada defensa está considerada como un derecho
humano, que permite al inculpado comparecer ante un juez a proteger, asegurar o hacer
valer la titularidad de un derecho o defenderse de una acusación de la mejor manera
155
posible, es decir, en condiciones óptimas, para lo cual debe garantizarse, asimismo, el
derecho de acceso a la justicia, el derecho al debido proceso, así como la independencia
e imparcialidad del juzgador, el derecho a un juez natural y la impartición de justicia en
un plazo razonable.
Se insiste, todos estos derechos, constituyen derechos fundamentales que son
condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos
derechos u obligaciones están bajo consideración judicial; además, éstas deben
asegurarse independientemente de la situación de emergencia, de las características de
los sujetos implicados o de cualquier otra circunstancia existente, como lo serían: las
características del hecho imputado, las circunstancias personales del inculpado, por
razones de seguridad en las prisiones o por razones que se considere impidan garantizar
el desarrollo adecuado del proceso; según se ha dejado claro en los capítulos
precedentes.
Tales derechos encuentran asidero en los artículos 14, 16, 17 y 20 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como en el 8° de la
Convención Americana sobre los Derechos Humanos, por tanto, el derecho a la
adecuada defensa, como concreción del conjunto de garantías en comento, tiene un peso
en abstracto mayor que la medida que se analiza.
Por su parte el derecho a la integridad física de los internos en dichos centros, se
encuentra contemplado en el artículo 4°, 18, de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, así como artículo 7° del Pacto Internacional de los Derechos Civiles
y Políticos y 5° de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Empero, en el sentido que lo ve el legislador, lo que busca en realidad es
garantizar la seguridad en las prisiones, como una protección del interés público,
justificando ello con el discurso de protección individual de la integridad física de los
procesados; empero, como no entrega el legislador pruebas empíricas de que
verdaderamente esa medida garantizará la seguridad en las prisiones e incluso de la
156
sociedad, debe entenderse que el derecho individual debe ser protegido, pues está por
encima del que corresponde a la colectividad.
Por su parte, el adecuado desarrollo del proceso, es un concepto jurídico
indeterminado que podemos asimilar con el de debido proceso, que al buscar como
objetivo primordial el garantizar condiciones para el despliegue de una adecuada
defensa, obvio es que constituye un freno para el Estado a favor del particular; por lo
que se hace prístino que el adecuado desarrollo del proceso, no debe ser visto como
aparentemente lo vio el legislador secundario, es decir, como al servicio del interés
público, en beneficio de la sociedad; sino que debe ser vislumbrado al servicio del
interés particular del individuo que goza del derecho humano al debido proceso, como se
advierte de la exposición de motivos en comento.
Todo lo anterior, me lleva a concluir que como los derechos fundamentales
gozan de una carga argumentativa a su favor, que sólo puede ser neutralizada si la
intervención legislativa persigue como finalidad la satisfacción —en realidad— de otro
derecho fundamental, lo que no ocurre en el caso, por las razones sostenidas líneas
arriba, se hace evidente que el mayor peso, inclusive en concreto, lo tiene la protección
del derecho a la adecuada defensa del inculpado, así como de la garantía a su favor del
debido proceso legal.
Por otra parte, no debemos perder de vista que lo que en realidad pretende
favorecer el juzgador con la medida legislativa en comento, según se advierte de la
iniciativa que motivó la reforma de 1994, es la de proteger la integridad física de las
personas recluidas en centros penitenciarios, la cual evidentemente debe ser realizada
mediante políticas públicas de carácter penitenciario, diferentes a la propuesta en el
párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales.
Por lo que, si bien por el momento la medida se considera idónea y necesaria —
por no estar demostrado que exista otra mejor— no se descarta que existan otras más
157
óptimas por aplicar, como las señaladas por parte de los DPFS y SRIOS al responder el
cuestionario del que se daba cuenta en el capítulo anterior38.
Además, la pretendida pretensión de garantizar el adecuado desarrollo del
proceso penal, pareciera que obedece a garantizar el adecuado desarrollo del proceso
penal para concluir el asunto en una sentencia de condena, pues lo que en realidad
sucede con el ejercicio de dicha facultad ministerial, es que se desarticula la posibilidad
defensiva de los imputados, sometiéndolos a condiciones que neutralizan la posibilidad
de ofrecer y desahogar pruebas, como se expuso en el capítulo II del presente trabajo.
Así al ser tanto lo que se ven intervenidas las garantías de independencia judicial,
imparcialidad judicial, adecuada defensa y de plazo razonable con la medida en estudio;
en un escrutinio ponderativo de la medida, ésta parece perder peso ante los derechos
humanos en comento.
Las limitación a los derechos ya referidos, representan una barrera fáctica
importante para la defensa del imputado; que redundaría en violación al derecho humano
a un debido proceso.
Cabría observar que, en el caso de imputados representados por defensor
público, al encontrarse adscrito a un juzgado determinado, éste no podrá trasladarse
hasta el lugar de la supuesta comisión del hecho reputado como delito, para llevar a cabo
la obtención y preparación de las pruebas que habrá de ofrecer y desahogar en juicio;
tales como testimoniales, inspecciones, peritajes, confrontaciones, recopilación
documental, etcétera; a más, que como ya se dejó puntualizado, no hay proceso justo sin
la posibilidad de probar.
38
Según se advierte en las tablas 5, 8 y 12 del capítulo anterior, que básicamente se concentran en 3
opiniones recurrentes: (1) que en todas las prisiones exista un módulo de alta seguridad para internar a los
imputados en el lugar de los hechos; (2) crear más centros de alta seguridad a lo largo de toda la
República, para que se consigne y recluya al procesado en el lugar de los hechos; y, (3) se refuerce la
seguridad en los penales existentes para internar de forma segura a los imputados.
158
Por su parte, quienes cuenten con defensor particular —cuyos servicios son
generalmente onerosos— tales actividades de preparación probatoria, necesariamente
tendrá un costo económico para el indiciado; tan solo, a causa de los necesarios traslados
de dichos profesionistas para la preparación y posterior desahogo de pruebas que
pretenda ofrecer, lo que genera costes extraordinarios que debe soportar, en la mayoría
de los casos, el inculpado o su familia; causando que aspectos tan importantes como su
derecho a ofrecer y desahogar pruebas, dependa de su capacidad pecuniaria para
presentarlas a juicio.
Por eso sostengo, que lo que pareciera que en realidad subyace en la medida
legislativa en examen, sería el proveer al Ministerio Público de la Federación de una
herramienta más (facultad de escogencia del juzgador que habrá de conocer de una
acusación en particular) para lograr el éxito de su empresa, inclusive a costa de la
restricción a los derechos humanos de los imputados.
Todo ello, lleva a concluir que la medida legislativa en análisis es
desproporcionada, debiendo prevalecer sobre ésta los derechos humanos de los
imputados, más allá de los intereses generales que pretenden justificar la reforma y
subsiguientes adecuaciones, al párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de
Procedimientos Penales, específicamente en la posibilidad entregada al agente del
Ministerio Público de la Federación de elegir, de forma indirecta, al juez o probables
jueces, que habrán de conocer de una acusación en particular, lo que evidentemente hace
sospechar de una posible invasión a la esfera de facultades del Poder Judicial, según se
ha expuesto en el capítulo precedente.
Si lleváramos a cabo el examen estricto de la proporcionalidad, ya no mediante la
ponderación de derechos en juego, que han quedado apuntados líneas arriba, sino
mediante la ponderación entre el derecho fundamental y sus límites, como lo propone
Villaverde (2008), entonces, tendríamos que definir cuáles son los límites a los derechos
fundamentales intervenidos con la medida legislativa en cuestión.
159
Para ello resulta útil acudir a la propia Constitución, puesto que mientras por un
lado, en los artículos 14, 16, 17 y 20 de su texto, contempla la protección de los derechos
del debido proceso, a un juez natural, independiente e imparcial, como medio para
asegurar una adecuada defensa de todos los inculpados; por otro lado, impone un límite
a esos derechos, respecto de los procesados por el delito de delincuencia organizada,
para cuya prisión preventiva se destinarán centros especiales39, según se lee en el párrafo
noveno, del artículo 18 de la propia Constitución.
Tal determinación del constituyente permanente, no necesariamente puede llegar
a ser una limitación de los derechos que se consideran intervenidos con la medida, pues
únicamente lo pudieran ser si el centro especial a que alude el artículo 18 constitucional
se encuentra distante del lugar de la comisión de los hechos —aun del proceso— y el
Ministerio Público de la Federación elige a un juez que ejerce jurisdicción el territorio
en que se encuentra dicho centro, para internar a un imputado a quien no se le procesa
por el delito de delincuencia organizada, de forma tal que se hiciera desproporcionada la
carga para la defensa del indiciado.
Se insiste, en los casos en los que tal excepción constitucional, afecte los
derechos que se han referido resultan intervenidos con la medida en análisis, cuando no
exista un centro de esas características en el lugar de la comisión del hecho reputado
como ilícito, siendo el caso que el ilícito que se imputa no es necesariamente el de
delincuencia organizada; entonces, no existiría proporcionalidad entre la limitación a los
derechos fundamentales en juego y los límites impuestos en la Constitución, me refiero a
los casos diversos a la delincuencia organizada, o bien, diversos a aquéllos casos de
internos que requieran medidas especiales de seguridad.
Así me parece claro que el propio sistema jurídico mexicano, nos demuestra que
la excepción a la competencia territorial ordinaria, contenida en el párrafo tercero, del
artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, bajo específicas
39
La misma limitación de derechos, según el propio artículo 18 constitucional, podrá aplicarse a otros
internos que requieran medidas especiales de seguridad, en términos de la ley.
160
circunstancias40, únicamente puede ser utilizada como un límite a los derechos
constitucionalmente protegidos que se consideran intervenidos con dicha medida,
cuando se trate de procesos que se sigan por el delito de delincuencia organizada;
empero, para el resto de los delitos, siempre que el procesado no requiera medidas
especiales de seguridad —para su propia seguridad— dicha facultad de escogencia
otorgada al agente del Ministerio Público de la Federación es desmedida y
desproporcionada.
1.10. Propuestas concretas frente al problema de investigación
Por ende, la propuesta para solucionar tal situación, no sería el sólo reconocer la
inconstitucionalidad de tal medida, para los casos de delincuencia común41, reservándola
sólo para el caso de procesados que sufren prisión preventiva por el delito de
delincuencia organizada, sino la expulsión del sistema jurídico mexicano de la faculta de
escogencia del juez que habrá de conocer de una causa penal, otorgada al agente del
Ministerio Público de la Federación, en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código
Federal de Procedimientos Penales.
Hacerlo así, a juicio de quien esto escribe, de ninguna manera representaría un
vacío legal respecto de la reglamentación secundaria de la previsión legal contenida en
el párrafo noveno, del artículo 18 constitucional; debido a que la génesis de la
disposición en comento es independiente de la prevista en el párrafo tercero, del numeral
10, del Código Federal de Procedimientos Penales, relativa a la facultad de escogencia
en estudio.
Además, si bien dichas normas comparten algunos rasgos, como lo sería el
posibilitar el internamiento de imputados en centros especiales, que no necesariamente
se encuentren en el lugar de los hechos a estudio, ello sería consecuencia de razones
40
Cuando no exista un centro de máxima seguridad en la circunscripción territorial del juez que
ordinariamente es el competente para conocer, por ejercer sus funciones en el territorio dentro del cual
sucedieron los hechos reputados como ilícito.
41
Definida así en oposición a delincuencia organizada.
161
distintas; pues la disposición constitucional en cita prevé restricciones como parte de una
política criminal diseñada para afrontar a la delincuencia organizada o excepcional;
mientras que la facultad de escogencia que se propone desechar, parece tener como
finalidad última la desarticulación de la capacidad defensiva de los imputados, desde el
momento mismo de la consignación a los tribunales.
Por eso, se considera que la expulsión del sistema jurídico de la facultad de
escogencia en estudio, en nada afectaría los fines legítimos que pudiera enarbolar la
medida que se desecha, puesto que para proteger tales fines, el artículo 18 de la
Constitución contempla un estatus especial aplicable a los procesados y sentenciados por
el delito de delincuencia organizada y aun a otros procesados que requieran medidas
especiales de seguridad, que parece justificarse por el estado de cosas actual.
En ese caso el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de
Procedimientos Penales, podría quedar como sigue:
En el caso de personas a las que se decrete auto de formal prisión, por el delito a que
hace referencia el último párrafo, del artículo 18 constitucional; si en el territorio en que
se hayan realizado los actos reputados como constitutivos de tal delito, no existiese un
centro especializado para su reclusión, podrán ser trasladados a un centro de esas
características, en cuyo caso podrá ser competente para conocer del asunto el juez de
Distrito del lugar en que se interne al imputado para guardar prisión preventiva. Podrá
ser igualmente competente el juez de Distrito que ejerce jurisdicción en el territorio en
que se encuentre un centro especial, al que se traslade a un interno que requiera medidas
especiales de seguridad, lo que se proveerá a petición de parte.
Para el caso del artículo 22 del Código Nacional de Procedimientos Penales,
podría disponerse:
En el caso de personas a las que se decrete auto de vinculación a proceso, por el delito a
que hace referencia el último párrafo, del artículo 18 constitucional; si en el territorio en
que se hayan realizado los actos reputados como constitutivos de tal delito, no existiese
un centro especializado para su reclusión, podrán ser trasladados a un centro de esas
162
características, en cuyo caso será competente para conocer del asunto un Órgano
jurisdiccional del lugar en que se interne al imputado para guardar prisión preventiva.
Será igualmente competente un Órgano jurisdiccional que ejerza jurisdicción en el
territorio en que se encuentre un centro especial, al que se traslade a un interno que
requiera medidas especiales de seguridad, lo que se proveerá a petición de parte.
2. Conclusiones:
a) Conclusiones parciales:
De forma preliminar cabe señalar que según se advierte de los capítulos I y II del
presente trabajo de investigación, sí existe un derecho reconocido en la Constitución a
ser juzgado por un juez natural del lugar del juicio; como también existe un derecho
reconocido a ser recluido en un centro carcelario lo más cercano posible al del lugar en
que se instruye el proceso, que debe ser también el más cercano posible al lugar de los
hechos que se reputan como ilícitos, aun tratándose de centros especiales.
Además, del estudio que se ha llevado a cabo en el presente trabajo de
investigación se puede advertir que por regla general, la medida legislativa en análisis es
desproporcionada; ya que con el ejercicio de la facultad de escogencia el agente del
Ministerio Público de la Federación, violenta de forma indirecta el derecho al debido
proceso, en tanto que afecta a la garantía de la adecuada defensa y el principio de
igualdad de armas, a más que dificulta (aun en caso de defensores particulares con
recursos) y en muchas ocasiones imposibilita (en el caso de los defensores públicos
adscritos a un órgano distante, con imposibilidad para moverse) la comunicación entre el
procesado y su o sus defensores, lo que desarticula a la Defensa.
Además, el ejercicio de dicha facultad de escogencia, dado que aleja a los
procesados del lugar de los hechos reputados como ilícitos, donde naturalmente se
encuentran los elementos probatorios que serán llevados a juicio, en realidad retrasa
injustificadamente la instrucción de los juicios, violentándose lo dispuesto en el artículo
17 constitucional; lo que conllevaría a que si un procesado fuera puesto en libertad,
163
mediante sentencia absolutoria, éste hubiese compurgado por más tiempo, una condena
de forma adelantada y sin que existiera una sentencia en la que se le declare culpable.
Por otra parte, los cuestionarios aplicados a algunos de los operadores del sistema
de justicia penal federal, en dos entidades de la República mexicana, nos demuestran
que, respecto del ejercicio de la facultad ministerial de escogencia del juez que habrá de
conocer una causa penal, la preocupación de los defensores públicos federales se centra
en la dificultad que las circunstancias enumeradas representan para lograr una efectiva
comunicación con sus defendidos; por su parte, para los funcionarios jurisdiccionales, la
mayor afectación la encuentran en el retraso innecesario del proceso.
También se concluye que, paradójicamente, la causal relativa a posibilitar el
adecuado desarrollo del proceso, no se cumpliría por regla general; dadas las
circunstancias que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia, como son: la
dilación importante del proceso penal, la limitación de las comunicaciones del defensor
con su defendido, la dificultad para ofrecer y desahogar pruebas de descargo, etcétera.
Por tanto, el adecuado desarrollo del proceso, debe verse más emparentado con el
derecho a un debido proceso, el cual está instrumentado a favor del individuo como una
garantía para limitar el poder punitivo del Estado, por lo que no debe verse como un
instrumento para la protección de la sociedad en general.
Además, se concluye que la seguridad en las prisiones no debería ser un factor
objetivamente determinante para que se actualice la necesidad de ejercer dicha facultad
por parte del agente del Ministerio Público de la Federación, pues se sobrentiende que
los centros carcelarios por su propia naturaleza deben ser seguros.
En todo casos, tratándose de delincuencia organizada, pudieran justificarse
ciertas restricciones a dichos derechos, en la medida que no son absolutos; pero ello
debe ser clara y objetivamente justificado por el agente del Ministerio Público de la
Federación que pretende ejercitar la facultad de escogencia del centro de reclusión y
autoridad judicial que habrá de conocer de los hechos de la consignación, análisis que se
164
debe llevar a cabo por parte del juez que corresponda conocer de la causa penal, caso por
caso. Fuera de los casos de delincuencia organizada, la restricción a los derechos en
estudio, deberían operar únicamente a favor del procesado que requiera medidas
especiales de seguridad a su favor, por paradójico que parezca.
Fuera de esos casos, la medida por regla general será desproporcionada.
b) Conclusión final:
Por regla general, no es compatible con los Derechos Humanos contendidos en la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en los Tratados Internacionales
de los que el Estado Mexicano es parte, una excepción a la competencia territorial
ordinaria, que implique que el Ministerio Público de la Federación pueda elegir el
Tribunal ante el cual llevará el ejercicio de la acción penal, diferente de aquél que ejerce
jurisdicción en el lugar de la comisión del hecho reputado como ilícito, atendiendo a
cualquiera de las condiciones de (1) seguridad en las prisiones, (2) características del
hecho imputado, (3) circunstancias personales del inculpado o (4) por otras que impidan
garantizar el desarrollo adecuado del proceso, como tampoco lo es que se interne al
procesado en un lugar distinto del tribunal que conoce de la causa y que necesariamente
debe ser natural del lugar de los hechos reputados como ilícitos.
165
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CIDH (2002) Informe sobre Terrorismo y Derechos Humanos.
CIDH (2011) Informe sobre los derechos humanos de las personas privadas de libertad
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CIDH (2013a) Informe sobre el uso de la prisión preventiva en las Américas.
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Corte IDH. El derecho a la información sobre la asistencia consular en el marco de las
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CNDH (2002) Informe especial sobre la situación de los derechos humanos en los
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noviembre de 1950.
170
DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN
Pleno del Consejo de la Judicatura Federal (2008a). Acuerdo General 21/2008 del
Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, por el que se dota de competencia a los
Juzgados de Distrito que se precisan para conocer de delitos cometidos en lugar distinto
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Federación, 5 de septiembre de 2008, primera sección, 112-113.
Pleno del Consejo de la Judicatura Federal (2008b). Acuerdo General 82/2008 del
Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, por el que se reforma el diverso Acuerdo
General 21/2008, por el que se dota de competencia a los Juzgados de Distrito que se
precisan para conocer de delitos cometidos en lugar distinto al de su jurisdicción, por
razones de seguridad en las prisiones, Diario Oficial de la Federación, 15 de diciembre
de 2008, primera sección, 120-122.
Consejo de la Judicatura Federal (2012). Acuerdo General 20/2012 del Pleno del
Consejo de la Judicatura Federal, que establece, en razón de causas excepcionales, la
suspensión indefinida del turno de nuevos asuntos a los Juzgados de Distrito de Procesos
Penales Federales en el Estado de Nayarit, con residencia en El Rincón, Municipio de
Tepic, y de los Juzgados de Distrito de Procesos Penales Federales en el Estado de
Veracruz, con residencia en Villa Aldama. Diario Oficial de la Federación, 29 de junio,
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Consejo Nacional de Seguridad Pública (2008). Acuerdo Nacional por la Seguridad, la
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RESOLUCIONES DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
Amparo directo en revisión 2655/2010, promovido por José Bugarín Lozano y otros,
resuelto el 30 de noviembre de 2011. Tesis pendiente de publicación.
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Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) (2013), ―Versión taquigráfica de la
sesión pública ordinaria del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
celebrada el martes 3 de Septiembre de 2013, en la que se resolvió la contradicción de
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artículos del Código Penal para el Distrito Federal en Materia de Fuero Común y para
toda la República en Materia de Fuero Federal, del Código Federal de Procedimientos
Penales, del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, de la Ley de
Amparo Reglamentaria de los artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, de la Ley de Extradición Internacional, del Código Civil
para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia Federal,
de la Ley Federal de Responsabilidades de los servidores públicos, de la Ley Orgánica
del Tribunal Fiscal de la Federación, de la Ley del Tribunal de lo Contencioso
Administrativo del Distrito Federal, de la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la
Tortura, de la Ley de Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público Federal y de la Ley
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Consultado
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JURISPRUDENCIA MEXICANA
Tesis sin número asignado, 1947. SUMISIÓN EXPRESA. Informe de 1947, materia
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Tesis sin número asignado, 1956. SUMISION TACITA POR CONTESTACION DE
LA DEMANDA. Semanario Judicial de la Federación, tomo CXXVII, p. 691.
172
Tesis sin número asignado, 1960 CODIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES DEL
ESTADO DE SINALOA. SU ARTICULO 16 ES CONSTITUCIONAL. Semanario
Judicial de la Federación, 181-186, Segunda Parte, p. 18.
Tesis sin número asignado, 1969 LEYES PRIVATIVAS, CONCEPTO
CONSTITUCIONAL DE. Informe 1969, de la Sala Auxiliar de la SCJN, p. 58.
Tesis sin número asignado, 1985 COMPETENCIA CIVIL POR SUMISION.
PRORROGA DE LA COMPETENCIA TERRITORIAL AUTORIZADA POR LA
LEY. Semanario Judicial de la Federación, 193-198 Cuarta Parte, p. 3.
Tesis sin número asignado, 1989a TRIBUNAL ESPECIAL. NO SE CONFIGURA
POR CAUSA DE IMPEDIMENTO DE UN INTEGRANTE DEL TRIBUNAL.
Semanario Judicial de la Federación, tomo III, Primera Parte, Enero a Junio de 1989, p.
259.
Tesis sin número asignado, 1989b PRISION PREVENTIVA, DEBE CUMPLIRSE EN
EL LUGAR DEL JUICIO LA. CUANDO SE GUARDE EN LUGAR DIFERENTE, SE
ADOPTARAN LAS MEDIDAS NECESARIAS PARA RESPETAR LAS
FORMALIDADES ESENCIALES. Semanario Judicial de la Federación, tomo IV,
Segunda Parte-1, Julio a Diciembre de 1989, p. 389.
Tesis P./J. 18/98 LEYES PRIVATIVAS. SU DIFERENCIA CON LAS LEYES
ESPECIALES. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo VII, Marzo de
1998, p 7.
Tesis 1a./J. 9/99 COMPETENCIA TERRITORIAL DE EXCEPCIÓN (ARTÍCULO 10,
PÁRRAFO TERCERO, DEL CÓDIGO FEDERAL DE PROCEDIMIENTOS
PENALES). REQUISITO DE SEGURIDAD EN LAS PRISIONES, PARA EL
TRASLADO DE UN PROCESADO A UNO DE MÁXIMA SEGURIDAD. Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo IX, marzo de 1999, página 5.
Tesis II.1o.P.99 P PRISIÓN PREVENTIVA EN LUGAR DISTINTO AL EN QUE SE
COMETIERON LOS HECHOS. NO VIOLA LO DISPUESTO POR EL ARTÍCULO
20, FRACCIÓN VI, DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS
UNIDOS MEXICANOS, EN RELACIÓN CON EL ARTÍCULO 6o., PÁRRAFO
SEGUNDO, DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES DEL ESTADO DE
MÉXICO, EN VIGOR. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena
Época, tomo XIV, diciembre de 2001, página 1782.
Tesis 2a. L/2002 (9a.) ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. EL ARTÍCULO 17 DE LA
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
ESTABLECE DIVERSOS PRINCIPIOS QUE INTEGRAN AQUEL DERECHO
PÚBLICO SUBJETIVO, A CUYA OBSERVANCIA ESTÁN OBLIGADAS LAS
AUTORIDADES
QUE
REALIZAN
ACTOS
MATERIALMENTE
173
JURISDICCIONALES. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena
Época, tomo XV, mayo de 2002, página 299.
Tesis P.XXIX/2002 COMPETENCIA PENAL. LA GARANTÍA QUE OTORGA A
LOS INCULPADOS EL ARTÍCULO 20, APARTADO A, FRACCIÓN VI,
CONSTITUCIONAL, NO SE TRANSGREDE POR LOS NUMERALES 6o.,
PÁRRAFO PRIMERO, Y 10, PÁRRAFO TERCERO, DEL CÓDIGO FEDERAL DE
PROCEDIMIENTOS PENALES, QUE PERMITEN CONOCER DE UN DELITO A
UN JUEZ DE DISTRITO DISTINTO AL DEL LUGAR EN QUE AQUÉL SE
COMETIÓ. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo XVI, Julio de 2002,
p. 5.
Tesis 1a./J. 23/2006 DEFENSA ADECUADA. ALCANCE DE DICHA GARANTÍA
EN LA AVERIGUACIÓN PREVIA (INTERPRETACIÓN DE LA FRACCIÓN II, EN
RELACIÓN CON LAS DIVERSAS IX Y X DEL ARTÍCULO 20, APARTADO A, DE
LA CONSTITUCIÓN FEDERAL). Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
tomo XXIII, mayo de 2006, p. 132.
Tesis XXXI.5 P COMPETENCIA TERRITORIAL DE EXCEPCIÓN EN DELITOS
DE DELINCUENCIA ORGANIZADA. SE SURTE A FAVOR DE LOS JUECES DE
DISTRITO DE LOS LUGARES DONDE EXISTA UN CENTRO FEDERAL DE
READAPTACIÓN SOCIAL DE MÁXIMA SEGURIDAD, EN ATENCIÓN AL
PRINCIPIO DE SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL Y ORDEN JERÁRQUICO
NORMATIVO. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo XXX, Octubre
de 2009, p. 1405.
Tesis 1a. CX/2011 TRIBUNALES ESPECIALES. LOS ARTÍCULOS 33 H Y 33 L,
FRACCIÓN I, DE LA LEY ORGÁNICA DEL PODER JUDICIAL, 2o., FRACCIÓN I,
4o., FRACCIÓN II, INCISO A) Y 10 DE LA LEY DEL PROCEDIMIENTO
CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO, 1o., 3o. Y 16 DE LA LEY DEL
PROCEDIMIENTO
ADMINISTRATIVO,
TODOS
DEL
ESTADO
DE
AGUASCALIENTES, VIGENTES A PARTIR DEL 6 DE JUNIO DEL 2009, NO LOS
ESTABLECEN. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo XXXIV, Julio
de 2011, p. 312.
Tesis
1a./J.
2/2012
(9a.)
RESTRICCIONES
A
LOS
DERECHOS
FUNDAMENTALES. ELEMENTOS QUE EL JUEZ CONSTITUCIONAL DEBE
TOMAR EN CUENTA PARA CONSIDERARLAS VÁLIDAS. Semanario Judicial de
la Federación y su Gaceta, libro V, febrero de 2012, tomo 1, página 553.
Tesis 1a./J. 12/2012 (9a.) DEFENSA ADECUADA. FORMA EN QUE EL JUEZ DE
LA CAUSA GARANTIZA SU VIGENCIA. Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta, libro X, julio de 2012, tomo 1, página 433.
174
Tesis 1a. CCXV/2013 (10a.) DERECHOS HUMANOS. REQUISITOS PARA
RESTRINGIRLOS O SUSPENDERLOS CONFORME A LOS ARTÍCULOS 1o. DE
LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS Y 30
DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS. Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XXII, julio de 2013, Tomo 1, página 557.
JURISPRUDENCIA EXTRANJERA
Corte Constitucional Colombiana (2005) sentencia C-591, de
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http://www.mjusticia.gob.es/cs/Satellite/1292427062705?blobheader=application%2Fpdf&blob
headername1=Content-Disposition&blobheadername2=AmbitoNacional&blob
headervalue1=attachment%3B+filename%3DVer.PDF&blobheadervalue2=1288788927470,
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2013. En http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2013/00512-2013-HC.pdf, consultado en
abril de 2014.
175
ANEXO
Para llevar a cabo la demostración empírica de los derechos afectados con la facultad de
escogencia en estudio durante el presente trabajo de investigación, se concibió un
cuestionario que fue aplicado a varios de los operadores jurídicos del sistema de justicia
penal federal, es decir: defensores públicos federales, jueces de Distrito, secretarios de
estudio y cuenta adscritos a Juzgados de Distrito especializados en materia penal, así
como a agente del Ministerio Público de la Federación.
El cuestionario que para cada uno de los operadores jurídicos del sistema de
justicia se diseñó de forma muy similar para todos ellos, difiriendo en sólo una pregunta
el aplicado a los Defensores Públicos Federales.
La respuesta a dichos cuestionarios se llevó a cabo por sus absolventes, entre los
meses de junio y agosto de 2014, a operadores jurídicos que laboran en el Tercero y
Vigésimo Cuarto Circuitos Judiciales, se solicitó a quienes los contestaron que lo
hicieran con el mayor sentido de objetividad y honestidad.
Pues bien, los cuestionarios que se aplicaron fueron los siguientes:
CUESTIONARIO PARA DEFENSORES PÚBLICOS FEDERALES
1. Especifique en términos temporales su experiencia profesional en la defensa
penal.
- Fuero federal:
- Fuero local:
- Otro fuero:
2. ¿Alguna vez ocupó los puestos de agente del Ministerio Público, secretario de
estudio y cuenta en materia penal o juez en materia penal? Especifique:
- Agente del Ministerio Público (temporalidad e instancia):
- Secretario de estudio y cuenta (temporalidad e instancia):
- Juez en materia penal (temporalidad e instancia):
3. Aproximadamente, número o porcentaje de casos de los que Usted ha tenido a
su cargo en defensa; en los que —atendiendo a las características del hecho imputado, a
las circunstancias personales del inculpado, por razones de seguridad en las prisiones o
para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso— el agente del Ministerio Público de
176
la Federación ha consignado una averiguación previa en un lugar distinto al del lugar de
los hechos reputados como ilícitos:
4. Cuál de las causales anteriores es más recurrente en los asuntos que ha
referido, de ser posible refiera el porcentaje aproximado.
- Atendiendo a las características del hecho imputado:
- Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado:
- Por razones de seguridad en las prisiones:
- Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso:
5. Tal situación, ¿le ha generado problemas en su labor como defensor(a)
público(a) federal o a la defensa de sus representados?
6. Tipos de problemas que ha enfrentado, como resultado de dicha situación.
7. ¿Considera que existen otras alternativas distintas a la consignación en un
lugar distinto que sean menos lesivas para los derechos del procesado?
CUESTIONARIO PARA AGENTES DEL MINISTERIO PÚBLICO DE LA
FEDERACIÓN
1. Especifique en términos temporales su experiencia profesional como agente
del Ministerio Público.
- Fuero federal:
- Fuero local:
- Otro fuero:
2. ¿Alguna vez ocupó el puesto de juez, secretario de estudio y cuenta en materia
penal o ejerció funciones como defensor público federal, inclusive: como defensor
particular?
- Defensor de Oficio (temporalidad e instancia):
- Secretario de estudio y cuenta (temporalidad e instancia):
- Juez en materia penal (temporalidad e instancia):
3. Aproximadamente, número o porcentaje de casos en los que: atendiendo a las
características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado, por
razones de seguridad en las prisiones o para posibilitar el adecuado desarrollo del
177
proceso, ejerció la facultad prevista en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código
Federal de Procedimientos Penales, consignando una averiguación previa en un lugar
distinto al del lugar de los hechos reputados como ilícitos:
4. Cuál de las causales anteriores es más recurrente en los asuntos que ha
referido, de ser posible refiera el porcentaje aproximado.
- Atendiendo a las características del hecho imputado:
- Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado:
- Por razones de seguridad en las prisiones:
- Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso:
5. Tal situación, ¿le ha generado problemas en su labor como agente del
Ministerio Público de la Federación?
6. Tipos de problemas que ha enfrentado, como resultado de dicha situación.
7. ¿Considera que con dicha medida se violan derechos de la persona imputada
como consecuencia de dicho cambio en la consignación? Si responde afirmativamente
refiera cuáles, si responde negativamente diga el por qué.
8. De contestar afirmativamente a la pregunta anterior: ¿considera que existen
alternativas distintas a la consignación en un lugar distinto que sean menos lesivas para
los derechos del procesado?
CUESTIONARIO PARA SECRETARIOS(AS) DE JUZGADO DE DISTRITO EN
MATERIA PENAL
1. Especifique en términos temporales su experiencia profesional como secretario
de estudio y cuenta.
- Fuero federal:
- Fuero local:
- Otro fuero:
2. ¿Alguna vez ocupó el puesto de juez, agente del Ministerio Público o ejerció
funciones como defensor público federal, inclusive: como defensor particular?
Especifique:
- Defensor de Oficio (temporalidad e instancia):
178
- Agente del Ministerio Público: (temporalidad e instancia):
- Juez en materia penal (temporalidad e instancia):
3. Aproximadamente, número o porcentaje de casos de los que le tocó conocer en
los que —atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias
personales del inculpado, por razones de seguridad en las prisiones o para posibilitar el
adecuado desarrollo del proceso— el agente del Ministerio Público de la Federación
ejerció la facultad prevista en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de
Procedimientos Penales, consignando una averiguación previa en un lugar distinto al del
lugar de los hechos reputados como ilícitos:
4. Cuál de las causales anteriores es más recurrente en los asuntos que ha
referido, de ser posible refiera el porcentaje aproximado.
- Atendiendo a las características del hecho imputado:
- Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado:
- Por razones de seguridad en las prisiones:
- Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso:
5. Tal situación, ¿le ha generado problemas en su labor como Secretario(a) de
Estudio y Cuenta de un Juzgado en materia penal?
6. Tipos de problemas que ha enfrentado, como resultado de dicha situación.
7. ¿Considera que con dicha medida se violan derechos de la persona imputada?
Si responde afirmativamente refiera cuáles, si responde negativamente diga el porqué.
8. De contestar afirmativamente a la pregunta anterior: ¿considera que existen
otras medidas alternativas distintas a la consignación en un lugar distinto que sean
menos lesivas para los derechos del procesado?
CUESTIONARIO PARA JUECES, JUEZAS, MAGISTRADOS o MAGISTRADAS
DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN
1. Especifique en términos temporales su experiencia profesional como juzgador.
- Fuero federal:
- Fuero local:
- Otro fuero:
179
2. ¿Alguna vez ocupó el puesto de juez, agente del Ministerio Público o ejerció
funciones como defensor público federal, inclusive: como defensor particular?
Especifique:
- Defensor de Oficio (temporalidad e instancia):
- Agente del Ministerio Público: (temporalidad e instancia):
- Defensor Particular (temporalidad e instancia):
3. Aproximadamente, número o porcentaje de casos de los que le tocó conocer en
los que —atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias
personales del inculpado, por razones de seguridad en las prisiones o para posibilitar el
adecuado desarrollo del proceso— el agente del Ministerio Público de la Federación
ejerció la facultad prevista en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de
Procedimientos Penales, consignando una averiguación previa en un lugar distinto al del
lugar de los hechos reputados como ilícitos:
4. Cuál de las causales anteriores es más recurrente en los asuntos que ha
referido, de ser posible refiera el porcentaje aproximado.
- Atendiendo a las características del hecho imputado:
- Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado:
- Por razones de seguridad en las prisiones:
- Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso:
5. Tal situación, ¿le ha generado problemas en su labor como Juzgador?
6. Tipos de problemas que ha enfrentado, como resultado de dicha situación.
7. ¿Considera que con dicha medida se violan derechos de la persona imputada?
Si responde afirmativamente refiera cuáles, si responde negativamente diga el porqué.
8. De contestar afirmativamente a la pregunta anterior: ¿considera que existen
otras medidas alternativas distintas a la consignación en un lugar distinto que sean
menos lesivas para los derechos del procesado?
180
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