FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES SEDE ACADÉMICA DE MÉXICO Maestría en derechos humanos y democracia VI (sexta) promoción 2012-2014 La inconstitucionalidad de la facultad de escogencia del juez que habrá de conocer de una causa penal, otorgada al agente del Ministerio Público de la Federación, en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales Tesis que para obtener el grado de Maestro en Derechos Humanos y Democracia Presenta: Luis José Gómez Núñez Director de tesis: Dr. Óscar Parra Vera Línea de investigación: Estado, democracia y derechos humanos México, D.F. Noviembre de 2014. Esta tesis fue posible gracias al apoyo del Consejo de la Judicatura Federal RESUMEN La presente investigación es de carácter dogmático, con apoyo empírico. En ella se examina la facultad entregada al Ministerio Público de la Federación (en el párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales); que lo posibilita para llevar el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto al del lugar de la comisión de los hechos reputados como delito, dotándolo de competencia para conocer un caso concreto, sin ser el predeterminado por la ley para ello. El estudio evidencia la existencia de una regla de competencia ordinaria en materia penal. Por otra parte, aborda la historia legislativa del surgimiento de las excepciones a la regla general de competencia, entre las que se encuentra la relativa a esta investigación; asimismo, se enumeraron los derechos y principios que se ven intervenidos con dicha facultad ministerial de escogencia; lo que se demuestra por medio de la aplicación un examen de proporcionalidad a la medida legislativa en cuestión; concluyéndose que, por regla general, tal excepción a la competencia territorial ordinaria, no es compatible con los derechos humanos contendidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en los Tratados Internacionales de los que el Estado Mexicano es parte. Palabras clave: competencia extraordinaria en materia penal, competencia territorial de excepción, juez natural, juez ad hoc, independencia judicial, imparcialidad judicial, igualdad de armas, adecuada defensa, facultad de escogencia del Ministerio Público. i ABSTRACT This research is a dogmatic study, with empiric support. It is an examination about the faculty delivered to the Federal Public Prosecutor (in the third paragraph of the article 10, of the Federal Code of Criminal Procedure); which makes it possible to bring the conduct of a person for the commission of acts considered a criminal offense, before a judge that the law does not authorize for it. The study displays the existence of a rule of ordinary criminal jurisdiction. Moreover, shows the legislative history about the emergence of the exceptions to the general rule of jurisdiction; including the exception that in the present case we are studying; it also exposes the rights and principles which are intervened with the ministerial faculty in comment. This is demonstrated by the application of a test of proportionality to the legislative measure in question. It concludes that, generally, this exception to the general rule of jurisdiction is not compatible with the constitutional and international human rights. Keywords: extraordinary criminal jurisdiction, extraordinary territorial jurisdiction, natural judge, ad hoc judge, judicial independence, judicial impartiality, equality of arms, right to defense, ministerial chosen faculty. ii DEDICATORIA A mi Familia. iii AGRADECIMIENTOS Agradezco infinitamente: Al Consejo de la Judicatura Federal, al Instituto Federal de Defensoría Pública y a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales: por la valiosa oportunidad de cursar la maestría en Derechos Humanos y Democracia, propiciando la adquisición de nuevos conocimientos, que me permitirán brindar un mejor servicio. Al doctor Óscar Parra Vera: por su paciente guía y gran sapiencia. A mi esposa e hijos: por su apoyo incondicional y hacerme feliz día a día. iv ÍNDICE GENERAL Contenido RESUMEN..........................................................................................................................i DEDICATORIA .............................................................................................................. iii AGRADECIMIENTOS ....................................................................................................iv ÍNDICE GENERAL........................................................................................................... v ÍNDICE DE TABLAS ......................................................................................................ix ÍNDICE DE GRÁFICOS ..................................................................................................ix INTRODUCCIÓN ............................................................................................................. 1 CAPÍTULO I...................................................................................................................... 4 LA COMPETENCIA TERRITORIAL ORDINARIA EN MATERIA PENAL Y SURGIMIENTO DE LAS EXCEPCIONES ..................................................................... 4 1. Surgimiento de la facultad del agente del Ministerio Público de la Federación, contenida en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales................................................................................................................................ 5 1.1. Estado de la cuestión, antes de la creación de excepciones competenciales .............. 5 1.2. Reformas al Código Federal de Procedimientos Penales, publicadas el diez de enero de mil novecientos ochenta y seis. ..................................................................................... 5 1.3. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario Oficial de la Federación el diez de enero de mil novecientos noventa y cuatro .............. 10 1.4. Reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, publicada en el Diario Oficial de la Federación el dieciocho de junio de dos mil ocho. ...................... 14 1.5. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario Oficial de la Federación el veintitrés de enero de dos mil nueve..................................... 17 1.6. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario Oficial de la Federación el tres de mayo de dos mil trece ............................................... 21 1.7. Comparación entre la legislación vigente y el Código Nacional de Procedimientos Penales, no vigente aún en materia federal ...................................................................... 21 1.8. Postura Institucional del Poder Judicial de la Federación en torno a la excepción de competencia territorial contemplada en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales .................................................................................. 23 2. Competencia ordinaria en materia penal ...................................................................... 24 2.1. Jurisdicción y competencia ....................................................................................... 25 2.2. Criterios de competencia ........................................................................................... 30 v 2.3. Competencia territorial ordinaria .............................................................................. 32 2.3.1. Leyes privativas ..................................................................................................... 33 2.3.2. Tribunales especiales ............................................................................................. 34 2.3.3. Tribunales ordinarios ............................................................................................. 34 2.3.4. Relación entre la garantía al juez natural y el principio de territorialidad ............. 37 2.4. Competencia territorial ordinaria en materia penal ................................................... 40 2.4.1. El requisito de vecindad contemplado por el artículo 20 constitucional ............... 44 2.4.2 Juez natural versus tribunal del lugar de la comisión del hecho ............................. 46 2.4.3. Aspectos pragmáticos del principio de territorialidad ........................................... 47 2.4.4. Relación indisoluble y co-dependiente: binomio proceso-prueba ......................... 49 3. Competencia no ordinaria en materia penal ................................................................. 51 3.1 Excepciones a la competencia ordinaria en materia penal ......................................... 51 4. Recapitulación. ............................................................................................................. 53 CAPÍTULO II .................................................................................................................. 55 LA COMPETENCIA TERRITORIAL NO ORDINARIA EN MATERIA PENAL Y LA VIOLACIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS PROCESADOS .................. 55 1. Principios y derechos involucrados en los procesos penales federales en México que se ven afectados, cuando el agente del Ministerio Público de la Federación ejerce la facultad de escogencia, contenida en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales. ................................................................................. 56 1.1. La tutela jurisdiccional. ............................................................................................. 56 1.1.1. El acceso a la justicia. ............................................................................................ 58 1.1.2. El debido proceso ................................................................................................... 60 1.1.3. El juez natural ........................................................................................................ 62 1.1.4. Imparcialidad del juzgador ..................................................................................... 68 1.1.5. Apariencia de imparcialidad .................................................................................. 71 1.1.6. Independencia del juzgador.................................................................................... 79 1.1.6.1. La elección de un juez para un caso determinado ............................................... 87 1.1.7. Aplicación del test del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, diseñado para examinar la independencia e imparcialidad del juzgador en un caso concreto................ 92 1.1.8. Adecuada defensa................................................................................................... 98 1.1.9. Igualdad de armas ................................................................................................ 102 1.1.10. Justicia pronta..................................................................................................... 104 vi 1.1.11. Simulación del debido proceso .......................................................................... 106 1.1.12. Esfuerzos del Instituto Federal de Defensoría Pública ...................................... 108 2. Cuestionario practicado a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal a nivel federal en México ........................................................................................................... 108 2.1. Cuestionario practicado a defensores públicos federales ........................................ 114 2.1.1. Causales más recurrentes según los defensores públicos federales ..................... 114 2.1.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los defensores públicos federales ......................................................................................... 115 2.1.3. Alternativas distintas a la consignación en lugar diverso al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los defensores públicos federales ........................................................................................................................................ 121 2.2. Cuestionario practicado a jueces de Distrito ........................................................... 121 2.2.1. Causales más recurrentes según los jueces de Distrito ........................................ 121 2.2.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los jueces de Distrito ............................................................................................................ 122 2.2.3. Derechos que los jueces de Distrito consideran se violan a los imputados, con el ejercicio de dicha facultad de escogencia ...................................................................... 123 2.2.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los jueces de Distrito . 123 2.3. Cuestionario practicado a secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito . 123 2.3.1. Causales más recurrentes según los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito ........................................................................................................................... 123 2.3.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito .................................................. 124 2.3.3. Derechos que los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito consideran se violan a los imputados, con el ejercicio de dicha facultad de escogencia ........................................................................................................................................ 125 2.3.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito ..................................................................................... 126 2.4. Cuestionario practicado a los agentes del Ministerio Público de la Federación ..... 126 2.4.1. Causales más recurrentes según los agentes del Ministerio Público de la Federación ...................................................................................................................... 127 2.4.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los agentes del Ministerio Público de la Federación............................................................ 127 vii 2.4.3. Derechos que los agentes del Ministerio Público de la Federación consideran se violan a los imputados, con el ejercicio de dicha facultad de escogencia...................... 128 2.4.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los agentes del Ministerio Público de la Federación .............................................................................. 129 2.5. Promedios generales................................................................................................ 130 3. Recapitulación ............................................................................................................ 132 CAPÍTULO III ............................................................................................................... 136 EXAMEN DE PROPORCIONALIDAD DE LA FACULTAD OTORGADA AL MINISTERIO PÚBLICO DE LA FEDERACIÓN PARA ELEGIR AL JUEZ ANTE EL CUAL EJERCERÁ LA ACCIÓN PENAL ................................................................... 136 1. Inconstitucionalidad de la facultad otorgada al Ministerio Público, en el párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, para llevar el ejercicio de la acción penal ante un juez de Distrito distinto al del lugar de los hechos reputados como delito .................................................................................................... 136 1.1. Aspectos importantes del Capítulo I ....................................................................... 136 1.2. Aspectos importantes del Capítulo II ...................................................................... 139 1.3. Pertinencia del estudio de proporcionalidad de la medida legislativa .................... 142 1.4. El principio de proporcionalidad ............................................................................. 144 1.5. Derechos fundamentales afectados ......................................................................... 146 1.6. Fines o propósitos de la facultad otorgada al agente del Ministerio Público de la Federación, en el párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales............................................................................................................................ 148 1.7. Subprincipio de idoneidad. ¿Es idónea la medida que se analiza? ......................... 150 1.8. Subprincipio de necesidad. ¿Es necesaria la medida que se analiza? ..................... 153 1.9. ¿Es proporcional en sentido estricto la medida analizada? ..................................... 155 1.10. Propuestas concretas frente al problema de investigación .................................... 161 2. Conclusiones: ............................................................................................................. 163 a) Conclusiones parciales: ......................................................................................... 163 b) Conclusión final: .................................................................................................... 165 BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................... 166 DOCTRINA ................................................................................................................ 166 JURISPRUDENCIA INTERNACIONAL .................................................................... 168 INFORMES DE ORGANISMOS DE PROTECCIÓN DE DERECHOS HUMANOS 169 LEYES ......................................................................................................................... 169 viii TRATADOS INTERNACIONALES............................................................................. 170 DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN ................................................................. 171 RESOLUCIONES DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN ....... 171 INICIATIVAS DE LEY................................................................................................ 172 JURISPRUDENCIA MEXICANA............................................................................... 172 JURISPRUDENCIA EXTRANJERA ........................................................................... 175 ANEXO .......................................................................................................................... 176 CUESTIONARIO PARA DEFENSORES PÚBLICOS FEDERALES ......................... 176 CUESTIONARIO PARA AGENTES DEL MINISTERIO PÚBLICO DE LA FEDERACIÓN ........................................................................................................... 177 CUESTIONARIO PARA SECRETARIOS(AS) DE JUZGADO DE DISTRITO EN MATERIA PENAL ...................................................................................................... 178 CUESTIONARIO PARA JUECES, JUEZAS, MAGISTRADOS o MAGISTRADAS DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN ............................................................... 179 ÍNDICE DE TABLAS Tabla 1.............................................................................................................................. 18 Tabla 2............................................................................................................................ 112 Tabla 3............................................................................................................................ 114 Tabla 4............................................................................................................................ 115 Tabla 5............................................................................................................................ 121 Tabla 6............................................................................................................................ 121 Tabla 7............................................................................................................................ 122 Tabla 8............................................................................................................................ 123 Tabla 9............................................................................................................................ 124 Tabla 10.......................................................................................................................... 124 Tabla 11.......................................................................................................................... 125 Tabla 12.......................................................................................................................... 126 Tabla 13.......................................................................................................................... 127 Tabla 14.......................................................................................................................... 127 Tabla 15.......................................................................................................................... 129 ÍNDICE DE GRÁFICOS Gráfico 1......................................................................................................................... 130 Gráfico 2......................................................................................................................... 131 Gráfico 3......................................................................................................................... 132 ix INTRODUCCIÓN El artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales faculta al agente del Ministerio Público de la Federación para que, cuando lo considere necesario, pueda llevar el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto al del lugar de la comisión de los hechos reputados como delito; ello atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado, por razones de seguridad en las prisiones o por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso. Tal circunstancia provoca un alejamiento de los inculpados del lugar de la comisión de los hechos —en algunos casos del lugar del juicio—, lo que en la práctica dificulta la posibilidad de llevar a cabo una adecuada actividad probatoria, dada la distancia entre el procesado y el lugar en que se encuentran físicamente los indicios, testigos y evidencias de los hechos que serán materia de análisis en el proceso; sobre todo, si tomamos en consideración que nuestro país es territorialmente muy extenso y el lugar del juicio bien podría estar geográficamente muy distante del lugar donde acaecieron los hechos a estudio. Tal circunstancia desarticula la posibilidad defensiva del indiciado, pues significa una importante reducción de su capacidad para desvirtuar la imputación que se le hace; ya no por falta de pruebas, sino por su incapacidad material de acceder a ellas con facilidad, o bien, de desahogarlas adecuadamente en el proceso, lo que le impone una carga fáctica injustificada. Ello es así, porque derivado de tales limitantes fácticas, el indiciado no estuvo en posibilidad de desvirtuar las imputaciones que en su contra hizo el Ministerio Público, mediante la preparación, ofrecimiento y adecuado desahogo de pruebas que son necesarias para perfilar una adecuada estrategia de defensa en su beneficio. En ese sentido las determinaciones judiciales que al efecto se dicten en esas circunstancias, bien podrían ser injustas, al haberse dictado en un contexto de no respeto del debido proceso. 1 Condiciones limitativas éstas que no deben ser propiciadas por ninguna norma del sistema penal mexicano, depositando en el Ministerio Público la facultad de elegir el juez que deberá conocer de un asunto específico, con lo que se compromete la independencia e imparcialidad de la Judicatura, convirtiendo en juez ad hoc a cualquiera que se elija para conocer de la causa. En ese sentido se plantea que la facultad entregada al Ministerio Público de la Federación, para escoger el tribunal o posibles tribunales a los cuales llevará el ejercicio de la acción penal, diferente de aquél que ejerce jurisdicción en el lugar de la comisión del hecho reputado como ilícito, no es compatible con los derechos humanos contendidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano es parte. Pues bien, tal aseveración es lo que busca demostrar el presente trabajo de investigación, que primordialmente es de carácter dogmático, empero, busca apoyo empírico en la opinión de diversos operadores jurídicos del sistema de justicia penal. En ese derrotero, en el primero de los capítulos se procura entender el quid de las instituciones jurídicas relacionadas con esa facultad ministerial; para ello, se recurre al análisis dogmático de concepciones jurídicas relativas, partiendo de los conceptos de jurisdicción y competencia, para arribar a la determinación de la competencia ordinaria y la extraordinaria en materia penal. En el segundo de los capítulos se exploran los derechos humanos y principios que se consideran afectados con la medida en cuestión; además, se exponen los resultados de un cuestionario formulado a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal. En el tercero de los capítulos se realiza una recapitulación, para clarificar los derechos humanos que protege la facultad de escogencia instrumentada a favor del Ministerio Público, así como los derechos que se ven afectados con el ejercicio de ésta, proponiendo resolver la colisión de esos derechos mediante la utilización de una 2 estructura argumentativa que se conoce como principio de proporcionalidad. Finalmente, se abordan las conclusiones que se derivan de la investigación planteada. 3 CAPÍTULO I LA COMPETENCIA TERRITORIAL ORDINARIA EN MATERIA PENAL Y SURGIMIENTO DE LAS EXCEPCIONES El párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, contempla una facultad entregada al Ministerio Público de la Federación, que constituye una excepción a la regla general de competencia en materia penal, en tanto que permite al fiscal federal, el llevar el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto del lugar de la comisión de los hechos reputados como ilícitos, siempre que considere que se actualiza, al menos una, de las razones siguientes: (1) las características del hecho imputado, (2) las circunstancias personales del inculpado, (3) por razones de seguridad en las prisiones o (4) por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso. En el presente capítulo se plantea el estudio del surgimiento de la facultad en comento, señalar si dicha facultad continuará existiendo en el Código Nacional de Procedimientos Penales, cuál es la postura del Poder Judicial de la Federación al respecto, así como explorar si existe una competencia ordinaria en materia penal, para definir cuál sería entonces la extraordinaria, para ello considero importante analizar el marco teórico más relevante con relación al tema; por eso, se propone un análisis de la competencia que podría calificarse como genérica; mediante el análisis de una serie de concepciones jurídicas, empezando por los conceptos de jurisdicción y competencia, a partir de los cuales, se analizará el texto constitucional y legal, para arribar a la identificación de la competencia ordinaria, así como la que por exclusión sería no ordinaria. 4 1. Surgimiento de la facultad del agente del Ministerio Público de la Federación, contenida en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales 1.1. Estado de la cuestión, antes de la creación de excepciones competenciales Desde su publicación en el Diario Oficial de la Federación, el treinta de agosto de mil novecientos treinta y cuatro, el Código Federal de Procedimientos Penales, contemplaba en su artículo 6° que: ―Es tribunal competente para conocer de un delito, el del lugar en que se comete‖. Tal regla competencial, era acorde con lo dispuesto desde el cinco de febrero de mil novecientos diecisiete, por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que en su artículo 20, fracción VI, estatuía: ―En todo juicio del orden criminal, tendrá el acusado las siguientes garantías (…) VI.- Será juzgado en audiencia pública por un juez o jurado de ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos del lugar y partido en que se cometiere el delito…‖ Dicha regla de competencia, no sufrió cambio ni adición alguna, sino hasta casi cincuenta y dos años después. Cabe mencionar que en la actualidad, la fracción VI, del apartado A, del artículo 20, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, todavía aplicable en los lugares en los que el nuevo sistema de justicia penal aún no está vigente, estatuye que el inculpado tendrá exactamente la misma garantía. 1.2. Reformas al Código Federal de Procedimientos Penales, publicadas el diez de enero de mil novecientos ochenta y seis. Antes del diez de enero de mil novecientos ochenta y seis, las reglas de competencia en materia penal no admitían excepciones, empero, según se advierte de la exposición de motivos enviada por el ejecutivo a la Cámara de Senadores, el veinticuatro de septiembre de mil novecientos ochenta y cinco, el entonces presidente de la República, expuso la necesidad de abonar a la solución de cuestiones técnicas, 5 buscando como fin el resolver problemas que en la práctica aparecían frecuentemente y que, a su juicio, no habían tenido, hasta entonces, solución suficiente. Si bien el Ejecutivo federal no mencionaba a detalle esas problemáticas, en la parte expositiva de motivos de su iniciativa, específicamente en el apartado denominado ―Reglas de competencia‖, dejaba ver la necesidad que advertía de reformar el artículo 6 del entonces Código Federal de Procedimientos Penales, que establecía la competencia en función del lugar en que se comete un delito; puesto que aseguraba que, con base en la experiencia, era cada vez más común que un ilícito, perpetrado en cierto sitio, tuviera efectos en otros territorios. Amparado en dicha razón, sugirió que se atribuyera competencia a cualquiera de los juzgadores, de cualquiera de los territorios en que produjera efectos el ilícito, o bien, donde hubiera varios órganos jurisdiccionales de la misma especialidad, al que hubiese prevenido, conociendo en primer término. Expresó su iniciativa de reformar el artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, ―con el fin de resolver, sin margen a dudas o a interpretaciones contradictorias, el tema de la competencia en los casos de delitos continuos o permanentes, por una parte y continuados, por la otra‖ (De la Madrid, 1985). En el Código Federal de Procedimientos Penales que se pretendía reformar, es decir, el publicado el veinticuatro de diciembre de mil novecientos ochenta y cuatro, se contemplaba que cuando por alguna razón tuvieran que practicarse diligencias judiciales fuera del territorio jurisdiccional del tribunal que conozca del asunto, se encomendaría su cumplimiento al de igual categoría del territorio jurisdiccional donde debieran practicarse, o bien, a la autoridad del orden común por requisitoria, si las diligencias debían practicarse en el territorio relativo al órgano jurisdiccional que conoce del asunto, pero se le imposibilitaba el traslado hacía ese lugar. Desde luego, un órgano jurisdiccional exhortado podía a su vez requerir a otro del fuero común, para que desahogara las diligencias ordenadas por la autoridad judicial 6 federal exhortante, si tales diligencias debían realizarse en el territorio de la autoridad exhortada y ésta no podía trasladarse al lugar en que habrían de llevarse a cabo, según se advertía en el artículo 48 del entonces Código Federal de Procedimientos Penales. Ello no parecía problemático, siempre que se tratara de diligencias que podríamos calificar como genéricas, empero, en el caso de órdenes de aprehensión libradas por autoridades judiciales federales, que debían ser cumplimentadas en un lugar distinto al del lugar del juez que la ordenaba, las reglas entonces existentes disponían un tratamiento distinto, que se encontraba plasmado en el artículo 52 del entonces Código Federal de Procedimientos Penales. Así es, cuando una autoridad judicial debía ordenar a la autoridad policial el cumplimiento de una orden de aprehensión librada por un juez distinto al del lugar en que la autoridad exhortada o requerida era competente, una vez que se le ponía a disposición al detenido, luego de ejecutada la orden por la autoridad policiaca, el juez a cargo de quien quedaba el detenido, debía poner el capturado a disposición de la autoridad que había librado la orden de aprehensión, dentro de las veinticuatro horas siguientes a la detención, pudiéndose adicionar, razonablemente, el tiempo suficiente para recorrer la distancia que hubiere entre el lugar de la aprehensión y el de residencia del tribunal que ordenó dicha detención. Como se ve, en ese contexto, la autoridad exhortada o requerida únicamente recibía al detenido, en cumplimiento a una orden de aprehensión librada por otro juez, pero debía ponerlo materialmente a disposición del juez que ordenó su detención: dentro de las veinticuatro horas siguientes, como regla general, más el tiempo razonable para recorrer la distancia que hubiese entre las dos autoridades judiciales. En ese contexto, se entiende que mientras era trasladado, para el detenido no corría el término constitucional en el cual el juez que ordenó su detención debía determinar si emitía auto de bien preso u ordenaba su libertad; no era sino hasta que se 7 encontraba materialmente a disposición del juez que ordenó su detención que empezaba dicho término. Es importante destacar que, en el caso narrado, el juez que libraba la orden de aprehensión, necesariamente, era el competente en razón del lugar en que se cometió el delito, porque así estaba establecido; por tanto, lo que podía motivar la necesidad de que un juez distinto al del lugar de la comisión del delito tuviera que ordenar a la autoridad policial que ejecutara la orden de marras, era el hecho de que el imputado se hubiese abstraído del lugar en que presuntamente cometió un ilícito. En la iniciativa de reforma que hemos venido comentando (enviada por el Ejecutivo federal a la Cámara de Senadores el veinticuatro de septiembre de mil novecientos ochenta y cinco), se propuso reformar los artículos 48 y 52 del entonces Código Federal de Procedimientos Penales. En relación al referido artículo 48, se mencionó que con la finalidad de resolver dudas que en la práctica surgían, que conllevaban a resoluciones cuestionables, específicamente en lo relativo a los autos de formal prisión (nunca se refirió a los de libertad, lo que denota la postura inquisitiva del Ejecutivo federal), mencionó que éstos deben dictarse en los plazos ―perentorios, improrrogables‖, siempre sin perjuicio de que el proceso continuara, inmediatamente después, ante el jugador que deba seguir conociendo de éste; por lo que era necesario aclarar que el cumplimiento por parte de la autoridad exhortada o requerida, no implicaba prórroga o renuncia de la competencia territorial que ordinariamente tenía la autoridad que ordenó la aprehensión. Además, respecto del artículo 52 de referencia, sugirió que se estableciera en éste, claramente, que el tribunal requerido debía tomar la declaración preparatoria al inculpado, debía dictar en su caso, la resolución que prevé el artículo 19 constitucional (auto de formal prisión, vinculación a proceso o libertad), para luego remitir de inmediato al detenido, si lo hay, y la causa, al órgano que ordenó la aprehensión. 8 Con dicha regulación que proponía el Ejecutivo, encontraba obvio que se observaba un mayor respeto a las garantías individuales del imputado. Dichas propuestas, se convirtieron en derecho positivo, con la publicación de la respectiva reforma el diez de enero de mil novecientos ochenta y seis, en el Diario Oficial de la Federación, habiéndose expresado legislativamente en la forma siguiente: ARTICULO 10.- Es competente para conocer de los delitos continuados y de los continuos o permanentes, cualquiera de los tribunales en cuyo territorio aquéllos produzcan efectos o se hayan realizado actos constitutivos de tales delitos. (…) ARTICULO 52.- En los casos del artículo anterior, el tribunal requerido tomará la declaración preparatoria al inculpado, resolverá lo que proceda respecto de la libertad caucional (sic), así como sobre su situación jurídica conforme al artículo diecinueve Constitucional y remitirá de inmediato al detenido y las actuaciones, en su caso, a quien libró la orden. (…) ARTICULO 48.- Cuando un tribunal no pueda dar cumplimiento al exhorto o requisitoria, por hallarse en otra jurisdicción la persona o las cosas que sean objeto de la diligencia, lo remitirá al tribunal del lugar en que aquélla o éstas se encuentren, y lo hará saber al requeriente (sic). El cumplimiento de los exhortos o requisitorias no implica prórroga ni renuncia de competencia. Como se ve, hasta entonces, cuando una persona era detenida en flagrancia, no había duda de que la autoridad judicial competente era la del lugar de la comisión del hecho reputado como delito; además, en el caso de delitos perpetrados en cierto sitio, que podía tener efectos en otros territorios, se actualizaba una modalidad de la regla genérica, en la que se dotaba de competencia para conocer de un delito a cualquiera de los tribunales en cuyo territorio, se producían sus efectos o se hubiesen realizado actos constitutivos de delitos. Únicamente, en el caso de órdenes de aprehensión libradas en contra de personas ausentes, en el lugar donde acaecieron los hechos reputados como delitos, el juez de dicho lugar solicitaba que se ejecutara esa orden fuera del lugar de su competencia y, necesariamente, la autoridad judicial ante quien se ponía a disposición al detenido, debía 9 resolver su situación jurídica en los términos del artículo 19 constitucional y luego remitir a la persona y causa, al juez que originalmente era el competente. Siguiendo a Aragoneses y López (2004), tal disposición contenida en el entonces artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, pertenece a los llamados fueros subsidiarios; al respecto, señalan que pertenece a los casos en los que aun conociendo el lugar de comisión, la competencia territorial no se puede determinar, ya porque el delito está formado por una pluralidad de conductas realizadas en sitios distintos, ya porque la acción o resultado de la conducta a punir se surten en lugares diferentes, por lo que por la aplicación de la teoría de la ubicuidad1, podrían ser considerados competentes dos o más tribunales de dos o más circunscripciones diferentes. 1.3. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario Oficial de la Federación el diez de enero de mil novecientos noventa y cuatro Posteriormente, el veintidós de noviembre de mil novecientos noventa y tres, el Ejecutivo federal (Salinas, 1994), remitió a la Cámara de Senadores una iniciativa de reforma a diversas leyes, entre ellas, al Código Federal de Procedimientos Penales, en la que expuso que el problema de la delincuencia organizada había alcanzado dimensiones muy importantes en México, especialmente en las acciones de narcotráfico en sus diversas fases de producción, distribución y consumo, con sus variados efectos sociales, económicos y políticos, efectos entre los cuales se da el de propiciar el aumento de las acciones ilícitas en otras líneas también gravemente afrentosas de la paz y la seguridad sociales. Aclaró que esa especie de delincuencia se había convertido en un grave problema que obligaba a analizarlo, evaluarlo y enfrentarlo en sus múltiples interacciones con máximo denuedo. Reconoce en dicha iniciativa, el Ejecutivo de la Federación, que el artículo 6 del cuerpo del leyes que proponía modificar, reconocía que es competente el tribunal del 1 ―…que está presente a un mismo tiempo en todas partes‖. (RAE, 2003) 10 lugar donde se comente el delito, sin embargo, en el caso de la delincuencia organizada, se daban con frecuencia situaciones que obligaban a adoptar otros criterios, como sería el caso de: la competencia por conexidad y la competencia por razones de seguridad. En el caso de la primera, señalaba que cuando se trata de delitos conexos, en que concurren delitos federales y del fuero común, debía darse para conocer de tales situaciones a la autoridad federal, atendiendo a que los delitos federales, por ser tales, revisten mayor proyección de afectación al interés social que los del fuero común. En el caso de la competencia por razones de seguridad, aclaró que se proponía para resolver el problema de la inseguridad en las prisiones, provocada precisamente por la presencia en éstas de individuos de quienes las organizaciones de las que formen parte o a las que sirvieron al delinquir, suelen procurar su eliminación o usar sus amplios recursos de toda índole para facilitarles la fuga; y sucedía también que, de pertenecer a organizaciones rivales, esto propicia enfrentamientos en la misma prisión. En esa iniciativa de veintidós de noviembre de mil novecientos noventa y tres, para reformar el Código Federal de Procedimientos Penales, el entonces presidente de la República (Salinas, 1994) reconocía que de facto, el Ministerio Público, para salvaguardar la integridad física y aun la vida de algunos inculpados, se veía en la necesidad de ejercitar la acción penal ante un juez distinto al del lugar de comisión del delito, en cuyo territorio jurisdiccional exista un reclusorio de máxima seguridad. Aduciendo la seguridad en las prisiones, advertía que, a veces, era necesario trasladar a algunos reclusos a un centro distinto al del lugar en que resida el tribunal que previno en el conocimiento de su proceso. Resaltó que los procesos que se desarrollaban en esas condiciones, es decir, cuando el imputado era trasladado, por motivos de seguridad, a un reclusorio de máxima seguridad, o cuando se llevaba el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto del lugar de la comisión del delito; se alargaban en su instrucción, dadas las dilaciones que acarreaban los exhortos y otros despachos o comunicaciones, por lo que la solución que 11 encontraba era la de atribuir competencia excepcional a los tribunales del lugar donde existan reclusorios de máxima seguridad, con independencia del lugar en que hubiesen acaecido los hechos reputados como delito. Tales proposiciones para legislar, fueron bien recibidas por la Cámara de Diputados, la cual las pasó prácticamente indemnes a la Cámara de Senadores, la cual, actuando como revisora de la de origen (Diputados), dictaminó que: En el caso de la iniciativa de reforma a los Artículos 6 y 10 se introducen nuevas reglas en materia de competencia. Al efecto, La competencia por conexidad cuando concurren delitos federales y del fuero común, se otorga a la autoridad federal por considerar que los delitos federales ―revisten mayor proyección de afectamiento (sic) al interés social que los del fuero común‖. Por su parte la competencia por razones de seguridad que se propone, obedece al interés de salvaguardar la integridad física y aun la vida de algunos inculpados, por lo que se les recluye en prisiones que ofrecen mayor seguridad a dicha integridad física; por este motivo se otorga competencia al juez en cuyo territorio jurisdiccional exista un reclusorio de máxima seguridad. Dicha iniciativa, vista con buenos ojos por ambas Cámaras, se cristalizó en derecho positivo, mediante la publicación en el Diario Oficial de la Federación del Decreto por el que se reformaban diversas leyes, entre ellas, el Código Federal de Procedimientos Penales, el diez de enero de mil novecientos noventa y cuatro. Como se lee en dicho decreto, se adicionaron dos supuestos de excepción a la competencia territorial genérica, en los que se contemplaba: (1) El supuesto de excepción previsto en el párrafo segundo del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, que contempla la posibilidad de que en caso de que con una sola conducta se cometieran varios delitos (concurso ideal); o bien, de que con pluralidad de conductas se cometieran varios delitos (concurso real); y que, en ese caso, alguno de los delitos que se cometieran fuera de competencia del juez del fuero común, pero se encontrare conexo, es decir, enlazado o relacionado de tal manera con otro u otros delitos del fuero federal, que deban estudiarse, por su estrecha relación, en un mismo proceso, el Ministerio Público Federal será competente para conocer de dichos delitos y los jueces federales tendrán, asimismo, competencia para juzgarlos. 12 Como se lee, aparentemente, dicha regla excepcional no lo es en realidad, puesto que —no necesariamente— los delitos del fuero común que se conecten con los delitos del fuero federal, habrían de cometerse en lugares distintos, como para que en ese caso se activara la competencia territorial excepcional; empero, dado que el legislador la considera una excepción a la regla general de competencia contemplada en el artículo 6º del Código Federal de Procedimientos Penales, se ha enlistado. Así, el artículo 6 de Código Federal de Procedimientos Penales, en su redacción actual, dispone que: ―Es tribunal competente para conocer de un delito, el del lugar en que se comete, salvo lo previsto en los párrafos segundo, tercero y quinto del artículo 10‖. (2) El supuesto de excepción previsto en el párrafo tercero del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, que contempla dos posibilidades: a) La relativa a que si por razones de seguridad en las prisiones, atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado y a otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso: el Ministerio Público Federal considera necesario llevar el ejercicio de la acción penal ante otro juez distinto al del lugar de comisión del delito, caso en que éste último será competente para su juzgamiento. b) La relativa a que si por razones de seguridad en las prisiones, atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado y a otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso: el juez que ya conoce de un proceso, de oficio o a petición de parte, estime necesario trasladar a un procesado a algún centro de reclusión de máxima seguridad, caso en el que el tribunal del lugar en que se encuentre dicho centro, será el competente para continuar con dicha causa penal. En esa misma reforma, se derogaron los artículos 51 y 52 del Código Federal de Procedimientos Penales que, como se resaltó líneas arriba, contenían las reglas para la diligencia de exhortos en los que el objetivo era el ordenar se cumplimentara una orden 13 de aprehensión y resolver la situación jurídica del detenido, para ser remitido inmediatamente ante la autoridad que emitió la respectiva orden de captura. Cabe resaltar que, aunque en la exposición de motivos de la iniciativa de veintidós de noviembre de mil novecientos noventa y tres, el entonces Ejecutivo federal (Salinas, 1994), propuso la reforma de la parte que estudiamos del Código Federal de Procedimientos Penales, razonando que sólo en el caso de conductas que al efectuarse fueran contrarias, al mismo tiempo, a los ordenamientos del fuero común y el federal, así como que por seguridad en las prisiones se justificaría la existencia de excepciones a la competencia genérica en materia penal; de facto, al publicarse la nueva norma —como se adelantaba líneas arriba— se adicionaron otras: ―atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado ―y‖ a otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso‖. Como se verá después, una de estas tres causales, que poco se justificaron en cuanto a su creación, servirán después al agente del Ministerio Público de la Federación, para tratar de motivar la solicitud de actualización de la competencia excepcional, ante los jueces de Distrito. Empero, cabe señalar que en esos momentos, en realidad tales causales que no se discutieron y fueron introducidas en la ley, lejos de dar manga ancha al Ministerio Público para consignar personas en otro lugar distinto al de la comisión de los hechos, al exigirse la actualización de todas ellas, por efecto del copulativo ―y‖ que las unía, en realidad tal facultad que se había entregado al Ministerio Público era poco practicada. 1.4. Reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, publicada en el Diario Oficial de la Federación el dieciocho de junio de dos mil ocho. Entre tanto, mientras que el artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, en su párrafo tercero, exigía al agente del Ministerio Público de la Federación la actualización de todas las causales que preveía para justificar el ejercicio de la facultad de escogencia en estudio; el Poder Constituyente Permanente modificaba varios 14 artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, tendentes al logro de la ―reforma integral al sistema de justicia penal‖. Dicha reforma, básicamente, consistía en la implementación de un nuevo sistema de justicia penal —de corte acusatorio-adversarial—; además, específicamente en el artículo 18 de la Carta Magna, introdujo algunas previsiones legales para el tratamiento del fenómeno de la delincuencia organizada, como lo serían: la prisión preventiva oficiosa para imputados por el delito de delincuencia organizada, la compurgación de penas impuestas por dicho delito en centros especiales, la restricción de comunicaciones a sentenciados e inculpados por el ilícito en comento, la imposición de medidas de vigilancia especiales; y, lo que aquí nos interesa, la prisión preventiva de procesados por el delito de delincuencia organizada, en centros especiales. Empero, en el último párrafo de dicho artículo, se estableció que tales medidas podrían ser aplicadas a otros internos que requirieran medidas especiales de seguridad, en términos de la ley. Tal indeterminación, respecto a qué interno requiere medidas especiales de seguridad y cuál no, abría ya la puerta para un régimen de excepción mayor, pues hacía posible que la prisión preventiva de ―otros internos‖ pudiera ser calificada por el Ministerio Público ex ante, es decir, desde el momento mismo de la consignación; por lo que se posibilitaba, al menos en teoría, que se pudiera consignar a una persona ante un juez ordinariamente no competente —otra vez— bajo el argumento de medidas especiales de seguridad y este tuviera que enfrentar un eventual proceso penal, interno en un centro especial, probablemente distante del lugar de la comisión de los hechos, dado que los centros especiales de máxima seguridad a que alude, no se encuentran establecidos en todas las entidades del país.2 2 En la actualidad, existen 23 Centros Federales de Readaptación Social, en algunas entidades como Nayarit y Durango, así como en las Islas Marías, se concentran un mayor número de ellos; adicionalmente, no todos son considerados como de máxima seguridad, por tanto, no son idóneos para los efectos aludidos en el artículo 18 constitucional. Dichos Centros Federales son: Centro Federal de 15 En esa ocasión, fueron diez las iniciativas que se estudiaron de forma conjunta por las Comisiones Unidas de Puntos Constitucionales y de Justicia de la Cámara de Diputados, que fungió como originaria. En relación al tema que nos ocupa, en su dictamen determinó que: Centros de alta seguridad para delincuencia organizada y otros internos que requieran seguridad especial Ahora bien, la pena de prisión afecta a uno de los mayores bienes que tiene el ser humano: su libertad. Sin embargo, en ocasiones, el ciudadano que viola la ley debe ser sancionado restringiéndole ese preciado bien. Los penales de máxima seguridad deben estar reservados para aquellos procesados o sentenciados por delincuencia organizada y otros internos que requieran medidas especiales de seguridad. Con este último supuesto, nos referimos a los casos en que el delito no sea de los previstos para el régimen de delincuencia organizada, pero que tal medida pueda justificarse dada la capacidad del interno para evadirse de la acción de la justicia o para seguir delinquiendo desde los centros penitenciarios, así como cuando exista peligro evidente de terceros hacia el propio interno -como en el caso de ex miembros de instituciones policíacas- o que haya una afectación psicológica que pueda poner en riesgo al resto de la comunidad penitenciaria, entre otros supuestos. Por su parte, en la Cámara de Senadores, las Comisiones Unidas de Puntos Constitucionales; de Justicia; de Gobernación; de Seguridad Pública y de Estudios Legislativos, en relación al tema que estudiamos, emitieron un dictamen en términos muy similares, considerando justificada la medida; empero, aclararon que en el ejercicio Readaptación Social No. 1 ―Altiplano‖, Estado de México; Centro Federal de Readaptación Social No. 2 ―Occidente‖, El Salto, Jalisco; Centro Federal de Readaptación Social No. 3 ―Noreste‖, Matamoros, Tamaulipas; Centro Federal de Readaptación Social No. 4 ―Noroeste‖, Tepic, Nayarit; Centro Federal de Readaptación Social No. 5 ―Oriente‖, Villa Aldama, Veracruz; Centro Federal de Readaptación Social No. 6 ―Sureste‖, Huimanguillo, Tabasco; Centro Federal de Readaptación Social Número 7 ―Nornoroeste‖, Durango; Centro Federal de Readaptación Social No. 8 ―Norponiente‖, Guasave, Sinaloa; Centro Federal de Readaptación Social No. 9 ―Norte‖, Ciudad Juárez, Chihuahua; Centro Federal de Readaptación Social No. 10 ―Nornoreste‖, Monclova, Coahuila; Centro Federal de Readaptación Social No. 11 Hermosillo, Sonora; Centro Federal de Readaptación Social número 12 ―CPS Guanajuato‖, Ocampo, Guanajuato; Centro Federal de Readaptación Social No. 13 ―CPS Oaxaca‖, Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca; Centro Federal de Readaptación Social No.14 ―CPS Durango‖, Gómez Palacio, Durango; Centro Federal de Readaptación Social No. 15 ―CPS Chiapas‖, Villa Comaltitlán, Chiapas; Centro Federal de Readaptación Social de Seguridad Máxima ―Laguna del Toro‖, Islas Marías; Centro Federal de Readaptación Social ―Morelos‖, Islas Marías; Centro Federal de Readaptación Social ―Bugambilias‖, Islas Marías; Centro Federal de Readaptación Social de Mínima Seguridad ―Aserradero‖, Islas Marías; Centro Federal de Readaptación Social Femenil ―Rehilete‖, Islas Marías; Centro Federal Femenil de Readaptación Social de Seguridad Mínima ―Zacatal‖, Islas Marías (aún no se encuentra en operación); Centro Federal Femenil ―Noroeste‖, Tepic, Nayarit y Centro Federal de Rehabilitación Psicosocial, Morelos. 16 de tal potestad ―nada pueda ser pretexto para aplicar este tipo de medidas especiales a luchadores sociales, por el solo hecho de serlo, situación que deberá estar prevista en la legislación secundaria‖. En la votación final del artículo 18, párrafo noveno, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en lo particular, se estableció su aprobación, en los términos que lo conocemos ahora. 1.5. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario Oficial de la Federación el veintitrés de enero de dos mil nueve Posteriormente, el artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, en su párrafo tercero, sufrió una modificación menor, pero no por ello menos importante, con motivo de la reforma a dicho ordenamiento publicada el 23 de enero de 2009, en el Diario Oficial de la Federación. En la exposición de motivos sometida a consideración de la Cámara de Diputados, nada se menciona en relación a las razones por las que se consideró proponer reformar el párrafo tercero del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales; empero, se puede deducir que tiene que ver con el cambio de la copulativa ―y‖, por la disyuntiva ―o‖, que permitiría el hecho de que con tan solo una de las causales contempladas en la fracción normativa en comento, se pudiera surtir la competencia territorial de excepción; además, se cambia el orden de las causales, para dejar de privilegiar, en primer término de aparición, a la causal de seguridad en las prisiones como motivación para que opere la excepción territorial en cuestión. Se llega a tal conclusión, luego de analizar los textos de legislativos, antes y después de la reforma; por lo que se considera útil, para hacer más gráfica la observación de que se trata, la transcripción de ambos textos en columnas paralelas: 17 Texto adicionado, según publicación del 10 de enero de 1994 en el Diario Oficial de la Federación Texto reformado, según publicación del 23 de enero de 2009 en el Diario Oficial de la Federación También será competente para conocer de También será competente para conocer de un asunto, un juez de distrito distinto al un asunto, un juez de distrito distinto al del lugar de comisión del delito, si por del lugar de comisión del delito, razones de seguridad en las prisiones, atendiendo a las características del hecho atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias personales imputado, a las circunstancias personales del inculpado, por razones de seguridad en del inculpado y a otras que impidan las prisiones o por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del garantizar el desarrollo adecuado del proceso, el Ministerio Público Federal proceso, cuando el Ministerio Público de considera necesario llevar el ejercicio de la la Federación considere necesario llevar el acción penal ante otro juez. Lo anterior es ejercicio de la acción penal ante otro juez. igualmente aplicable para los casos en Lo anterior es igualmente aplicable para que, por las mismas razones, la autoridad los casos en que, por las mismas razones judicial, de oficio o a petición de parte, la autoridad judicial, de oficio o a petición estime necesario trasladar a un procesado de parte, estime necesario trasladar a un a algún centro de reclusión de máxima procesado a algún centro de reclusión de seguridad, en los que será competente el máxima seguridad, en los que será tribunal del lugar en que se ubica dicho competente el tribunal del lugar en que se centro. ubique dicho centro. Tabla 1 Aquí, cabe resaltar que esta reforma se dio en un contexto nacional, en el que los tres Poderes de la Unión y de los tres órdenes de gobierno, así como de la sociedad civil, coincidían en que la situación de seguridad general era muy preocupante. En una conjunción de voluntades sin precedentes: representantes de los Poderes Ejecutivos Federal y Estatales, Congreso de la Unión, Poder Judicial Federal, 18 representantes de las asociaciones de Presidentes Municipales, medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil, empresariales, sindicales y religiosas, se habían dado cita en el marco de la Vigésima Tercera Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Seguridad Pública (en lo sucesivo CNSP), celebrada en Palacio Nacional el día veintiuno de agosto de dos mil ocho, en cuya ocasión decidieron signar el denominado ―Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad‖ (CNSP, 2008). En este, todos los asistentes reconocieron que la sociedad mexicana se encontraba profundamente agraviada por la impunidad, la corrupción, la falta de coordinación entre las autoridades, así como por un ambiente de inseguridad y violencia. Se sostuvo que muchas personas tenían miedo de transitar por las calles y plazas; por ello, la ciudadanía hizo patente su reclamo a las autoridades de una respuesta inmediata y contundente que diera resultados en el corto, mediano y largo plazos. Se reconocía que el Estado y la sociedad enfrentaban una situación crítica debido: tanto a la delincuencia común, que agravia cotidianamente a las familias, como al embate del crimen organizado, que es un fenómeno complejo, compuesto por un entramado de intereses y complicidades que trasciende fronteras. Asimismo, se denunció que el Estado enfrentaba el deterioro institucional de los organismos encargados de la seguridad pública, la procuración e impartición de justicia. Se sostuvo que la delincuencia había dañado el tejido social y había encontrado cobijo en familias y comunidades enteras. Con eso en mente, considerando que el crimen organizado y la delincuencia común representaban la principal amenaza a la seguridad de los mexicanos, quebrantando y transgrediendo sus derechos y libertades, se suscribió el acuerdo de referencia, que entre otras cosas, establecía los siguientes compromisos: El Poder Ejecutivo Federal, entre otros puntos, se comprometió a alcanzar los siguientes objetivos: 19 …V. Fortalecer la capacidad institucional del ministerio público federal. La Procuraduría General de la República se compromete a formular el protocolo de actuación e investigación, inicio de averiguaciones previas y procedimientos judiciales para mejorar la eficacia en la obtención de sentencias condenatorias. (…) XIII. Fortalecer el Sistema Penitenciario. La Secretaría de Seguridad Pública se compromete a construir dos Centros Federales de Readaptación Social de alta seguridad, incluyendo módulos especiales, para secuestradores (CNSP, 2008: 7). El Poder Legislativo Federal, entre otros puntos, se comprometió a alcanzar los siguientes objetivos: …XXIX. Dar trámite a las iniciativas que en materia de justicia y seguridad pública sean presentadas antes del día primero de octubre en cualquiera de las dos Cámaras del Congreso de la Unión. El Congreso de la Unión se compromete a dictaminar y votar todas las iniciativas presentadas (CNSP, 2008: 9). El Poder Judicial de la Federación, entre otros puntos, se comprometió a alcanzar los siguientes objetivos: …XXXIX. Favorecer la celeridad en los procesos. El Consejo de la Judicatura Federal concentrará a las personas sometidas a procesos penales relacionados con delincuencia organizada y narcotráfico, en reclusorios de alta seguridad minimizando las diligencias por exhorto y el riesgo que implica para la sociedad los traslados de reos peligrosos. Se dará competencia en todo el país a los juzgadores ubicados en los lugares que cuentan con reclusorios de alta seguridad (CNSP, 2008: 10). Dicho acuerdo, también contempló una serie de compromisos por parte de los representantes de las asociaciones de Presidentes Municipales, medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil, empresariales, sindicales y religiosas, lo que denota un concierto nacional en el sentido de que era necesaria la instrumentación de acciones para combatir la delincuencia: común y organizada. 20 1.6. Reforma al Código Federal de Procedimientos Penales, publicada en el Diario Oficial de la Federación el tres de mayo de dos mil trece En fecha más reciente, el tres de mayo de dos mil trece, se publicó en el Diario Oficial de la Federación, la adición de los párrafos: quinto y subsiguientes, del actual artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, como resultado de la iniciativa de reforma presentada por varios grupos parlamentarios de la Cámara de Senadores, el diecinueve de febrero de dos mil trece (Cámara de Senadores, 2013). Con motivo de dicha adición legislativa, se contempló una nueva causa de excepción a la competencia genérica contemplada en el artículo 6° del Código Federal de Procedimientos Penales, la cual hace referencia al caso en que se comentan delitos del fuero común en contra de algún periodista, persona o instalación, que afecten, limiten o menoscaben el derecho a la información o las libertades de expresión o imprenta. En esos casos, el Ministerio Público de la Federación podrá ejercer la facultad de atracción para conocerlos y perseguirlos, y los jueces federales tendrán, asimismo, competencia para juzgarlos, siempre que se presuma la intención dolosa en su comisión y se presente alguna de las circunstancias que se enumeran en ese propio artículo. 1.7. Comparación entre la legislación vigente y el Código Nacional de Procedimientos Penales, no vigente aún en materia federal3 En el recientemente promulgado Código Nacional de Procedimientos Penales, en el Libro Primero, Título III, Capítulo I, se analiza el tema de la competencia en materia penal. Según se observa, subsiste la problemática que aquí se ha propuesto estudiar, de hecho, las reglas de competencia que se encuentran hoy en día plasmadas en el Código Federal de Procedimientos Penales, prácticamente continúan incólumes. 3 A nivel federal entrará en vigor a partir del 24 de noviembre de 2014, según la “Declaratoria de la entrada en vigor del Código Nacional de Procedimientos Penales, a partir del 24 de noviembre de 2014, en los estados de Durango y Puebla”; publicada en el Diario Oficial de la Federación el veinticuatro de septiembre de dos mi catorce. 21 Así es, el artículo 22 del Código Nacional de Procedimientos Penales, prevé la figura de la ―Competencia por razón de seguridad‖. Se establece que: ―Será competente para conocer de un asunto un Órgano jurisdiccional distinto al del lugar de la comisión del delito, o al que resultare competente con motivo de las reglas antes señaladas, cuando atendiendo a las características del hecho investigado, por razones de seguridad en las prisiones o por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso‖. La redacción de tal precepto no es sintácticamente afortunada, de hecho parece incompleta; pues a pesar de que deja clara la posibilidad de que un órgano jurisdiccional distinto al del lugar de la comisión del delito sea competente para conocer de dicho asunto; dicha norma no aclara quién podrá disponer de tal potestad para elegir al órgano competente. Al parecer, la ―escogencia‖ deja de ser una facultad del Ministerio Público para constituir un derecho a favor del imputado, inclusive. Las causales para que dicha excepción competencial sea procedente, son: a) las características del hecho investigado, b) por razones de seguridad en las prisiones o c) por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso Desaparece del nuevo código procesal, la causal que atendía a: d) las circunstancias personales del inculpado, lo cual es consecuente con el espíritu general del código adjetivo que proscribe el derecho penal de autor. 22 1.8. Postura Institucional del Poder Judicial de la Federación en torno a la excepción de competencia territorial contemplada en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales El Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, con la finalidad dar cumplimiento a los diez compromisos que adquirió en el marco del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, suscrito el veintiuno de agosto de dos mil ocho, por los tres Poderes de la Unión de nuestro país, entre los que se contemplaba que ―se facilitaría la concentración de personas sometidas a procesos penales por delincuencia organizada y narcotráfico, en los reclusorios de alta seguridad, reduciendo el número de diligencias por exhorto y el riesgo que implica para la sociedad los traslados de reos peligrosos‖; el veintiocho de agosto de ese mismo año, emitió el ―Acuerdo General 21/2008‖, según el cual ―con la finalidad de evitar retardos en la impartición de justicia y salvaguardar el debido cumplimiento a lo establecido en los artículos 17, 19 y 20 de la Constitución General de la República, así como propiciar condiciones de mayor seguridad a la población evitando el traslado de procesados‖ (CJF, 2008a: 112), estatuyó que los jueces de Distrito del Primero, Segundo y Tercer Circuito, y los Mixtos con sede en aquellos lugares donde exista un centro federal de readaptación social de máxima seguridad, ejercerían jurisdicción en toda la República para conocer de aquellos asuntos que se encuentren en la hipótesis del artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales. Luego, mediante Acuerdo General 82/2008, el propio Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, apoyándose en la misma línea argumental, determinó que los jueces de Procesos Penales Federales que en lo futuro se lleguen a crear en aquellos lugares donde exista un centro federal de readaptación social de máxima seguridad, ejercerán jurisdicción en toda la República para conocer de aquellos asuntos que se encuentren en la hipótesis del artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales (CJF, 2008b: 121). 23 Con lo anterior, el Poder Judicial de la Federación, parece dejar de lado el criterio ordinario contemplado por la Constitución para que, con base en un acuerdo político, se facilitara la concentración de personas sometidas a procesos en los reclusorios de alta seguridad, actualizándose en automático la competencia excepcional en comento, con tan sólo incluirse entre los delitos consignados al juez, el de delincuencia organizada o contra la salud, convirtiendo prácticamente en ordinaria, una regla excepcional de competencia. 2. Competencia ordinaria en materia penal Así cabe señalar que el Código Federal de Procedimientos Penales, en su Título Primero, aborda las reglas generales para el procedimiento penal; en el Capítulo I, de dicho Título, trata el tema de la competencia, estableciendo la que es ordinaria, así como las excepciones a dicha categoría procesal; empero, para entenderla considero importante que como el presente estudio se enmarca en la dogmática jurídica como metodología para el análisis de la problemática planteada, se analicen los conceptos jurídicos relacionados que nos permitan hacer un análisis en abstracto del tema. Se propone también señalar las posturas que existen respecto de los distintos tópicos a tratar con relación a la competencia territorial en materia penal. En primer lugar se analizarán los conceptos de jurisdicción y competencia, en su acepción jurídica, para luego abordar los criterios de competencia en lo particular; en el ámbito de la competencia territorial, se identificará la que se puede calificar de ordinaria; asimismo, se analizarán los conceptos de leyes privativas y tribunales especiales, para identificar a los tribunales ordinarios; explicando la relación existente entre la garantía al juez natural y el principio de territorialidad, para orientar en la definición de la competencia territorial ordinaria en materia penal; dentro de cuyos valladares se analizarán tópicos como el requisito de vecindad contemplado por el artículo 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, algunas consideraciones respecto a la figura del juez natural en relación con el Tribunal del lugar de la comisión del hecho que se califica 24 como delito; para luego abordar de manera más específica el principio de territorialidad, en sus aspectos pragmáticos; y, se abordará la importancia del binomio proceso-prueba. Posterior a ello, por exclusión, se abordará la competencia no ordinaria en materia penal, aproximándonos brevemente a las excepciones a la competencia ordinaria en materia penal. 2.1. Jurisdicción y competencia Como lo sostienen Sara Aragoneses e Ignacio Cubillo (2004), el término jurisdicción tiene varios significados, entre los que destacan los tres siguientes: (1) es una de las tres funciones del Estado, con la administración y la legislación; (2) sirve para designar al complejo orgánico que desempeña tal función, y, (3) constituye un presupuesto del proceso. Levene (1993), por su parte, señala que el Estado tiene tres funciones fundamentales: la jurisdicción, la legislación y la administración. Citando a Goldschmidt, el Levene refiere que la jurisdicción es el deber o facultad del Estado de administrar justicia; pero ello no lo hace mediante un sólo órgano, sino que distribuye ese ejercicio entre diversas magistraturas, sin que ello implique la existencia de distintas jurisdicciones, porque esa función estatal sigue siendo unitaria, ya sea que se refiera a asuntos penales, civiles, etcétera, pues la magistratura en cuestión cumplirá con su función de dictar o declarar el derecho en cada caso; por tanto, no hay jurisdicción penal distinta de la civil, sino una competencia penal y otra civil de la misma jurisdicción. Me parece oportuno traer aquí, la precisión que hace Armenta Calderón, en relación a la jurisdicción, al responderse el cuestionamiento relativo a si la jurisdicción es un tema de derecho constitucional, o bien, es un tema de derecho procesal. Para el referido autor: ―quienes afirman lo primero parten de su característica fundamental: la jurisdicción es una de las tres funciones esenciales atribuidas a los órganos de gobierno; 25 en cambio, la corriente que la ubica en el campo del derecho procesal atiende fundamentalmente a la naturaleza del proceso, de los actos generados en su ejercicio, así como a su fin inmediato‖. (Armenta, 2003: 46) Entonces, la jurisdicción desde el ámbito constitucional corresponde pues a la identificación de la función de dictar el derecho, con uno de los órganos que lo integran: el poder judicial. Por otra parte, en el ámbito de lo puramente procesal, la jurisdicción es una categoría de orden práctico que hace referencia a la idoneidad del juzgador para conocer o llevar a cabo determinadas funciones o actos jurídicos. Díaz de León, entiende que ―la jurisdicción es un poder del Estado que sirve para resolver y dirimir los conflictos de intereses o litigios, que someten a su decisión las personas físicas o jurídicas y, que resuelve mediante sentencias que admiten la calidad de cosa juzgada‖. (Díaz de León, 1986: 1002) Advierte Díaz de León (1986) que autores como Couture señalan que en los países de Latinoamérica, el vocablo jurisdicción tiene hasta cuatro acepciones, que se refieren a la jurisdicción como ámbito territorial, a la jurisdicción como conjunto de poderes o autoridad de ciertos órganos del poder público, a la función de hacer justicia y a la jurisdicción como sinónimo de competencia. La primera de esas acepciones: jurisdicción como ámbito territorial, obviamente, está íntimamente relacionada con el territorio en que pueden realizarse ciertas diligencias. Según advierte el autor, dicho sentido es el que se le ha dado en más de algún texto legislativo, pero no es el más correcto. La jurisdicción como poder hace referencia a la prerrogativa, autoridad o poder de determinados órganos públicos, especialmente los del Poder Judicial, pero más a la investidura o jerarquía que a la función en sí. 26 La jurisdicción como función, revela cierta sinonimia entre el concepto de función judicial con el diverso de función jurisdiccional. Empero, no toda la función jurisdiccional corresponde al Poder Judicial, pues existen funciones jurisdiccionales a cargo de otros órganos que no corresponden al Poder Judicial; empero, tal sinonimia se ha construido porque, en términos generales, normalmente la función jurisdiccional es desarrollada por el referido Poder Judicial. Para Armenta (2002), tal visión de la función jurisdiccional como función judicial, surge a partir del advenimiento del Estado moderno, una vez consagrada la división de poderes; reservando la jurisdicción casi exclusivamente al Poder judicial monolítico, empero, aclarara que: función jurisdiccional y función judicial no son expresiones conceptualmente equivalentes, ni la segunda es tautológica, pues no es la repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras; en todo caso la segunda viene a ser especie de la primera. Por otra parte, en la última de las acepciones que Couture atribuye al vocablo jurisdicción en el foro latinoamericano, se encuentra la de jurisdicción como sinónimo de competencia, al respecto Díaz de León (1986) menciona que hasta el siglo XIX los conceptos de jurisdicción y competencia aparecen como sinónimos. Pues en no pocas ocasiones se alude indistintamente a la falta de jurisdicción como falta de competencia en sentido material, o bien, en sentido territorial. Ello, fue resultado de que en los textos legislativos de la época en mención fue consagrado en ese sentido; así, hoy en día se conservan en el lenguaje forense, residuos de legislaciones pasadas y se refiera aún a la jurisdicción y a la competencia como sinónimos. Ortego (2002), refiere que en las fuentes romanas la competencia, entendida como la cualidad o atribución que permite a un juez la decisión de un asunto concreto, viene expresada con el término ―jurisdicción‖. 27 Agrega que el término competencia aparece en numerosas ocasiones directamente relacionado con otro más amplio: el de ―jurisdicción‖ debido al sentido territorial de ambos conceptos, que aún está presente en algunas leyes procesales. Para Vázquez (1997) mientras que el concepto de jurisdicción es único e idéntico, la competencia es entendida como ―aptitud‖ y por ello mismo, es cambiante, múltiple y variable y su justificación responde a cuestiones prácticas como la división del trabajo judicial y la necesidad de adecuarlo a los requerimientos reales el servicio de justicia, adaptándolo a las particularidades regionales y de los objetos y personas puestos a la consideración del órgano jurisdiccional. Desde esta perspectiva, sostiene: ―la competencia es una sección de la jurisdicción (integrada por todas las competencias)‖. (Vázquez, 1997:145) Por ello concuerdo con Levene (1993) cuando señala que ningún juez carece de jurisdicción, pero sólo la ejerce dentro de los límites señalados por la ley, por lo que sólo puede faltarle competencia para entender en un asunto determinado. En consecuencia, tenemos que ―la competencia delimita la zona de conocimiento, intervención, decisión y ejecución del juez o tribunal, determinando el espacio, materia y grado de los asuntos que le incumben.‖ (Vázquez, 1997: 145) Algo diferente es lo sostenido por Aragoneses y Cubillo, pues para éstos autores: ―Todos los órganos que se integran en la jurisdicción ordinaria (por supuesto, también los que se encuadran en las jurisdicciones especiales) ejercen la función jurisdiccional o, si se prefiere, ―tienen jurisdicción‖ en sentido amplio, pero únicamente los órganos de cada concreto orden judicial poseen jurisdicción en sentido propio (o jurisdicción por razón del objeto o por la materia)‖. (Aragoneses y Cubillo, 2004: 26) Como se ve, al igual que los autores antes mencionados consideran que la jurisdicción es una función del Estado, cuyos determinados órganos ejercen la función jurisdiccional, pero en la especie asemejan a la competencia con lo que llaman ―jurisdicción en sentido propio‖. 28 Empero, en la obra consultada de éstos, al analizar la competencia penal, dichos autores sí concluyen que la jurisdicción actúa como presupuesto o base de la competencia y la competencia supone la medida de la jurisdicción. Ortego (2002), a su vez, considera que la ―competencia‖ es el derecho o facultad que tiene un juez para conocer de un asunto o causa. Llama la atención que la califique como ―derecho‖, asimilándola con ―facultad‖ para conocer de un asunto. Con relación a ésta última acepción de la jurisdicción, asimilada con la competencia, conviene dejar claras las diferencias de los conceptos, a más, que ya se ha señalado que la competencia es la medida de la jurisdicción. Aquí, me parece especialmente ilustrador citar la síntesis que de ello hace Ricardo Levene, como sigue: Mientras que la jurisdicción es un concepto genérico, es decir, una potestad del juez, la competencia es un concepto aplicado al caso concreto, pues no todos los jueces pueden intervenir en cualquier litigio, sino tan sólo en aquellos casos que la ley les permite. Conforme a tales conceptos, Castro define a la competencia como ―la medida o el alcance de la jurisdicción, o sea, los límites que la ley establece para el ejercicio de la jurisdicción a cada uno de los distintos órganos jurisdiccionales‖, y Alsina como ―la aptitud del juez para ejercer su jurisdicción en un caso determinado‖. Para Manzini, desde el punto de vista objetivo, ―es el ámbito legislativamente limitado dentro del cual un juez que tiene jurisdicción‖ puede ejercerla; y para Lascano ―es la capacidad reconocida a ciertos jueces para ejercer jurisdicción en determinados casos‖. (Levene, 1993: 201) Según se lee en el Diccionario Jurídico Mexicano (2000), del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, en su décima cuarta edición, la figura jurídica de la competencia es más amplia que la señalada —quizá a título sólo enunciativo— por Levene, cuando éste refería que ―no hay jurisdicción penal distinta de la civil, sino una competencia penal y otra civil de la misma jurisdicción‖ (Levene, 1993: 176). Así, en un sentido jurídico general, en el Diccionario Jurídico Mexicano se alude a la competencia como la idoneidad atribuida a un órgano de autoridad para conocer o llevar a cabo determinadas funciones o actos jurídicos. 29 2.2. Criterios de competencia En un sentido más técnico y especializado del derecho judicial, la doctrina aplicable ha determinado que existen otros criterios de competencia que el juzgador debe tomar en consideración, como presupuesto procesal4, antes de la iniciación y desenvolvimiento de un proceso judicial, entre los que se encuentran: a) El criterio material.- Es el criterio que se instaura en virtud a la naturaleza jurídica del conflicto objeto de litigio; por razón de la naturaleza de la causa, o sea de las cuestiones jurídicas que constituyen la materia litigiosa del proceso; o es la que se atribuye según diversas ramas del derecho sustantivo. b) El criterio territorial.- Es el comprendido como el ámbito espacial, en cuya esfera de acción pueden producirse los actos y sus efectos jurídicos, debe tomarse en cuenta el principio de extraterritorialidad, por el que el territorio se extiende al espacio que ocupan las embajadas, legaciones, ubicadas en el extranjero, así como el de naves y aeronaves. c) El criterio de cuantía.- Es el que distingue competencia a partir del monto pecuniario de los litigios a ventilarse. d) El criterio de grado.- En un sentido jurídico se emplea la palabra grado como sinónimo de instancia; se refiere a la aptitud de un órgano judicial de conocer de los pleitos en primera (órganos inferiores), o en ulterior instancia (órganos superiores). e) El criterio de prevención.- Se refiere a que cuando son legal y potencialmente competentes para conocer de un mismo negocio varios juzgados o tribunales, uno de ellos se anticipa a los demás y puede continuar ventilando el pleito, excluyendo a otros órganos. 4 Debiendo entender por presupuestos procesales: los requisitos necesarios para que el juez esté obligado a proveer sobre la demanda, tales como la competencia del órgano jurisdiccional y la capacidad de las partes. (De Pina, 1985: 396) 30 f) El criterio de turno.- Se refiere a la forma en que la labor judicial es distribuida entre varios tribunales que tiene igual circunscripción territorial de competencia, o que mantienen la misma competencia por razón de la materia, del territorio, de la cuantía y el grado. g) El criterio funcional.- Se refiere, en materia penal, a la separación funcional entre la instrucción y el juzgamiento. h) El criterio de conexión o conexidad.- Cuando existe conexidad de causas, por lo que pueden acumularse cuando hay identidad de personas y acciones, aunque las cosas sean distintas, o bien, cuando las acciones provengan de una misma causa, conexidad o conexión objetiva. Se trata de juicios diferentes que se suman al conocimiento de un juez, por acumulación o prórroga, en ese caso el juez que toque conocer será el competente para resolver ambos juicios. i) El criterio de elección.- En las legislaciones que se permite, los justiciables eligen, antes o durante el juicio mismo, al juzgador que ha de conocer y resolver el litigio; naturalmente entre varios órganos con igual competencia territorial, por cuantía, por materia, etc. j) El criterio de remisión.- Cuando se trata de establecer una correcta capacidad subjetiva en concreto (imparcialidad) y por excusa o recusación de un funcionario judicial, pasan los autos al que correspondería según la ley orgánica de los tribunales. k) El criterio de concurrencia o concurrente.- Es la que tienen varios tribunales, en principio, para conocer de cierta clase de negocios. l) El criterio de exclusividad o exclusiva.- Es la que tiene un tribunal para dirimir determinado litigio, sin que exista otro órgano que tenga igual competencia. m) El criterio de prórroga o competencia prorrogada.- Se refiere a la capacidad objetiva del órgano jurisdiccional, para conocer de una cuestión que está fuera de su 31 competencia (únicamente la territorial) normal, a virtud de la manifestación de la voluntad de las partes. n) El criterio subjetivo.- Este criterio de competencia se centra en el justiciable, en el sujeto al que se aplicará la justicia, es decir, para fincar la capacidad objetiva del órgano de juzgamiento se tiene en consideración la condición o calidad personal del justiciable, es una referencia directa a los fueros o privilegios personales, que se prevén en las normas nacionales, o bien, en las internas de origen internacional. 2.3. Competencia territorial ordinaria Definida la competencia, hemos advertido que existen varios criterios para determinarla, también hemos definido que se trata de un presupuesto procesal que, siguiendo a Rafael De Pina (1985), sería un requisito necesario para que el juez esté obligado a proveer sobre una demanda; por lo que ahora cabría preguntarnos si existe, entre los criterios analizados, alguno que pudiéramos definir como ―ordinario‖ por su generalidad, es decir, que independientemente de la materia pudiera ser el criterio informador de la competencia, esto es: si existe un ámbito dentro del cual genéricamente un juez tendría facultad para decir el derecho en el caso específico. Citando a Armenta (2003), éste hace referencia a que según Montero Aroca, en un sentido más preciso y delimitado, se destaca que el derecho constitucional es el punto de partida de toda la doctrina procesal; ya que para ―armar‖ el contenido, objeto y fin del derecho procesal, necesariamente, debe partirse de la concepción constitucional y analizar a su luz la función y estructura del llamado poder judicial. De lo anterior, se deduce que para encontrar el contenido, objeto y fin de una figura procesal es perfectamente válido —además: necesario— acudir a la Constitución o, de forma más precisa, al derecho constitucional para definir su dimensión. Así, tenemos que en el artículo 13 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se estatuye que nadie puede ser juzgado por leyes privativas ni por 32 tribunales especiales; integrando así la prohibición de ser juzgado por tribunales ad hoc, que son aquéllos: ―tribunales especiales, creados para el caso‖ (Corte IDH, Caso Apitz Barbera y otros vs. Venezuela, párr. 50). Corcuera (2002: 141), sostiene en relación con el artículo 13 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que ―aunque podría decirse que en este artículo se garantiza la igualdad de todos en la aplicación de la ley, el derecho a no ser juzgado ante tribunales especiales es de naturaleza distinta al derecho a no ser objeto de una ley privativa‖. Por tanto, si la naturaleza de los dos componentes de esa garantía consagrada en el artículo 13 constitucional son de diferente categoría, conviene definirlos para diferenciarlos. Para ello, se recurre a la interpretación jurisprudencial que en nuestro país existe al respecto. 2.3.1. Leyes privativas Para el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), las leyes privativas son aquéllas que ―se caracterizan porque se refieren a personas nominalmente designadas, atendiendo a criterios subjetivos y por el hecho de que después de aplicarse al caso previsto y determinado de antemano pierden su vigencia, encontrándose prohibidas por el artículo 13 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, debido a que atentan contra el principio de igualdad jurídica‖ (P./J. 18/98). Es decir, que tales normas no se encuentran investidas de las características de generalidad, abstracción y permanencia. En un antecedente más remoto que el citado anteriormente, la entonces Sala Auxiliar de la SCJN, determinó que una ley privativa se caracterizaba por lo siguiente: El análisis doctrinario de la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, conduce necesariamente a estas conclusiones: a) La ley es privativa, si la materia de que se trata desaparece después de aplicarse a un caso previsto y determinado de antemano; 33 b) La ley es también privativa cuando menciona individualmente (nominalmente) a las personas a las que se va aplicar; c) La ley no es privativa cuando se aplica sin consideración de especie o de personas a todos los casos que previene; d) La ley no es privativa cuando comprende a un determinado número de individuos; y e) Las leyes relativas a cierta clase de personas como los mineros, los fabricantes, los salteadores, los propietarios de alguna clase de bienes no son disposiciones privativas, porque comprenden a todos los individuos que se encuentran o lleguen a encontrarse en la clasificación establecida‖ (Tesis sin número asignado, 1969). 2.3.2. Tribunales especiales Por otra parte, en relación al concepto de tribunales especiales, la Primera Sala de la propia SCJN, ha concretizado que: ―Acorde con los criterios jurisprudenciales de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por tribunales especiales se entiende los que son creados exclusivamente para conocer, en un tiempo, de determinado negocio o de ciertas personas, sin tener un carácter permanente ni la facultad de resolver un número indeterminado de negocios de la misma materia…‖ (Tesis: 1a. CX/2011) Al resolver el amparo directo en revisión 2138/88, la propia Primera Sala de la SCJN, señaló que tribunales especiales son los que ―se constituyen en un momento determinado para juzgar de alguna conducta o hecho delictivo y que dejan de existir una vez satisfecha esa finalidad‖ (tesis sin número asignado, 1989a). 2.3.3. Tribunales ordinarios Una vez clarificado qué debemos entender por leyes privativas y tribunales especiales, se va allanando el camino para arribar a definir qué es un tribunal ordinario, para lograrlo se recurre a la sentencia emitida por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (Corte IDH) al resolver el caso Barreto Leiva vs. Venezuela, en ésta señala que: El artículo 8.1 de la Convención garantiza el derecho a ser juzgado por ―un tribunal competente […] establecido con anterioridad a la ley‖, disposición que se relaciona con el concepto de juez natural, una de las garantías del debido proceso, a las que inclusive se ha reconocido, por cierto sector de la doctrina, como un presupuesto de aquél. Esto implica que las personas tienen derecho a ser juzgadas, en general, por tribunales 34 ordinarios, con arreglo a procedimientos legalmente establecidos. (Corte IDH, Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, párr. 75) Encontramos aquí que la Corte IDH relaciona los conceptos de tribunal competente establecido con anterioridad por la ley con la garantía al juez natural, la que califica como una de las garantías del debido proceso; puesto que las personas tienen derecho a ser juzgadas, en general, por tribunales ordinarios, con arreglo a procedimientos legalmente establecidos con anterioridad a la contienda a ser juzgada, haciéndose clara la prohibición de ser juzgado por tribunales creados para el caso (ad hoc); empero, conviene resaltar que define que un sector de la doctrina ve la garantía del juez natural, como presupuesto del debido proceso. Ahora, llama la atención que se haga referencia a tribunales competentes y a tribunales ordinarios, casi como si formaran parte de la misma especie. Es decir, que al ser juzgado por un tribunal ordinario, necesariamente se estaría siendo juzgado por un tribunal competente y viceversa. Empero, hay un elemento que se requiere para poder hacer enlace entre esos dos conceptos, que es que el tribunal competente, lo sea en estricto respeto a la garantía del juez natural y establecido con anterioridad al caso concreto a dilucidar. Para entender más adecuadamente lo anterior, acudimos a lo escrito por Ruiz (1991), quien señala que en la tradición, la iurisdictio del juez ordinario se reconocía como ―nativa‖, en cuanto afectaba a todos aquéllos que, en una forma u otra, estaban ligados al territorio en que se desarrollaba la iurisdictio; ese territorio hacía, así, marca o señal de la misma jurisdicción. A pie de la página 36 de la obra en consulta, refiere que Picardi, en su obra ―Il giudice ordinario‖ afirma que la traducción de iudex-nativus por ―juez natural‖ es considerado como un supuesto claro de transliteración5. Según Ortego (2002) la relevancia del territorio para delimitar la competencia de un órgano investido de jurisdicción se aprecia ya en el Digesto, donde se disponía que 5 Acción y efecto de representar los signos de un sistema de escritura mediante los signos de otro. (RAE, 2003) 35 ―al que ejerce la jurisdicción fuera de su ámbito territorial se le puede desobedecer impunemente…‖ Así, de la simple lectura del artículo 13 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, podría interpretarse que la competencia ordinaria es la que corresponde a Tribunales creados con anterioridad al negocio determinado, para juzgar conductas o hechos, con independencia de la persona a que se le atribuyen, de carácter permanente, con facultad de resolver un indeterminado número de casos de la misma materia, aplicando a los justiciables leyes establecidas con anterioridad al hecho; pero, concatenando esto con lo señalado por la Corte IDH, en la sentencia dictada al resolver el caso Barreto Leiva vs. Venezuela, antes citada, tal tribunal ordinario debe cumplir, además, con el derecho a un juez natural, una de las garantías del debido proceso, a las que se reconoce como un presupuesto de aquél. Hasta aquí, según lo revisado en las referencias al juez natural, ordinario o legal, se advierte que en todas ellas la persona del juzgador guarda relación con un territorio determinado, en el que los juzgadores ejercen su acción de juzgamiento; que, según la tradición jurídica, era necesario que fuera el territorio del propio juez, para que conociera las costumbres del lugar. Según Francisco Ortego (2002), el ámbito del derecho al ―juez legal‖ alcanza también a la determinación competencial del órgano; en relación a dicha garantía señala: La determinación del órgano jurisdiccional competente para un caso concreto entronca directamente con el derecho al Juez legal o natural. Mediante esta expresión se hace referencia a un principio anglosajón que significa jueces de la tierra y que por razones de proximidad geográfica tiene su equivalente en el juez del lugar donde se comete el delito (―fórum delicti comissi‖) respecto al proceso penal, y en el juez del lugar del domicilio del demandado, respecto al proceso civil. En esencia, esta garantía, que se enmarca en la más amplia cláusula de ―debido proceso‖ (―due process of law‖), significa que nadie puede ser juzgado sino por el Juez preconstituido y establecido legalmente. 36 2.3.4. Relación entre la garantía al juez natural y el principio de territorialidad La relación juez natural – territorialidad, parece tener cuando menos dos aproximaciones. Recordando a Horvitz y López (2003), éstos deducían que el juez natural surge por el necesario conocimiento que debía tener el juzgador de la costumbre del lugar, en una época en la que la costumbre era la principal fuente del derecho. Es decir, para éstos: la territorialidad era el criterio primario para dotar de competencia a un juez para el caso dado. Pero Aragoneses y Cubillo (2004), consideran que en el caso de que el grado jurisdiccional (objetiva o funcionalmente competente) se componga de una pluralidad de órganos, es cuando entran en juego las normas de competencia territorial. Quizá ello sea así para los autores en cita, pues consideran que todos los órganos jurisdiccionales tienen jurisdicción en sentido amplio, mientras que sólo algunos la tienen en sentido propio; por lo que sólo cuando existan dos o más órganos que puedan conocer de una contienda, se decidirá cuál es el tribunal competente en función del territorio en que se sitúe el litigio, por lo que ese órgano pasará de tener una jurisdicción en sentido amplio, a ejercer una jurisdicción en sentido propio, al conocer de esa contienda, por ser el más cercano a la problemática concreta. Luego entonces, para unos la territorialidad es el criterio principal para asignar competencia, mientras que para otros, es el criterio accesorio para determinar a la autoridad competente. La diferencia en cuestión no es menor, pues para los que sostienen que la jurisdicción natural es determinada por el lugar en que se suscita la problemática a dilucidar, dicho criterio es de carácter más bien absoluto, pues consideran imperioso que el juez conozca la costumbre del lugar para resolver una problemática determinada, suscitada en ese propio lugar (criterio más bien identificado con sistemas jurídicos donde la costumbre del lugar tiene gran peso al resolver un litigio); pero, para quienes 37 sostienen que la jurisdicción es única, que recae en todos los órganos jurisdiccionales y, una vez que se ha determinado la materia y fuero de la problemática, advirtiendo que existen en toda la jurisdicción más de un órgano que puede conocer objetiva y funcionalmente de tal litigio, será el más próximo a la problemática el que conocerá de ésta; por lo que la territorialidad para éstos es un criterio más bien relativo. Si tradujéramos tales posturas a un sistema de Estado Federalizado, podría sostenerse que la primera de ellas, se identifica más con la competencia que surge para los órganos de una entidad federativa determinada (por ejemplo: Jalisco), en exclusión de los de otra entidad federativa; en este caso no existe mayor duda respecto a que la legislación del territorio, que se habrá confeccionado recogiendo la costumbre de la entidad, necesariamente privilegia la localidad como elemento vinculante de la competencia; pero, en sede interna, es decir, dentro del territorio de la propia entidad federativa, habrán de utilizarse criterios territoriales más relativos, para definir cuál de todos los órganos de dicha entidad será competente, dependiendo de su proximidad con el litigio; en este caso la territorialidad será un criterio menos absoluto. Empero, en materia penal —se adelanta— la Constitución prevé una división territorial por ―partidos‖, que de alguna manera resuelve esa relatividad, para identificar a la territorialidad como un criterio absoluto para fijar la competencia espacial en esa materia, pero no por el necesario acercamiento del juez con la costumbre del lugar, sino atendiendo a criterios más prácticos que tiene que ver con el desarrollo del proceso, a los que me referiré más adelante. Por otra parte, con la segunda de las posturas podríamos identificar el caso de los asuntos de fuero federal; pues tratándose de una problemática de competencia exclusiva de la Federación, todos los órganos jurisdiccionales federales serían competentes en principio, empero, debe echarse mano de un criterio de territorialidad para determinar cuál de todos los órganos federales es competente; en este caso el criterio territorial es secundario. 38 El problema de investigación propuesto se enmarca en la legislación federal, codificación que tiene efectos generales en todo el territorio nacional; por tanto, la territorialidad derivada de la necesidad imperiosa de que el juez conozca la costumbre del lugar para resolver una contienda determinada —suscitada en ese propio lugar— parece no ser el criterio informador en el caso; a más, que dada la generalidad de los preceptos jurídicos de la materia y fuero, el conocimiento de la costumbre del lugar no sería determinante —en la mayoría de los casos— a la hora de resolver un litigio. Más bien, se advierte que el constituyente tomó en consideración otros factores para establecer la competencia genérica en la materia, como se verá más adelante. Ahora que se ha tocado el tema específico de la materia penal, antes de pasar a definir si existe una competencia territorial ordinaria en ese campo, convendría señalar que para cierto sector de la doctrina, la competencia forma parte de la garantía de legalidad, como lo refirió Vallarta en sus disertaciones, insertas en su voto mediante el cual estableció la diferencia entre una autoridad ilegítima y una autoridad incompetente (Armenta, 2003). Para ese sector, la competencia deriva del principio de legalidad contemplado en el artículo 16 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, puesto que en este se establece que todo acto derivado del ejercicio de la función pública debe satisfacer ciertos requisitos; entre ellos que, en el caso del juzgador, sea el competente para ello. Tal postura no nos aclara nada en cuanto a cuál es el parámetro genérico y original que aquí se busca de la competencia; pues, en ese caso, la competencia se define sólo como un requisito de la legalidad. Se hace la acotación anterior, porque en la búsqueda de la competencia genérica en materia penal, no necesariamente debe considerarse bajo un principio de legalidad estricto, que la competencia genérica se fija en términos de lo señalado en el artículo 20, apartado A, fracción VI, respecto a que el indiciado tiene derecho a ser juzgado por un juez o tribunal vecino del lugar; puesto que blandiendo tal postura, se ha llegado a interpretar que, lo único que garantiza esa fracción normativa es: que sólo en el caso de 39 ser juzgado por jurado de ciudadanos, se exige el requisito de que sean vecinos del lugar, lo cual creo que no es correcto, como se verá a continuación. 2.4. Competencia territorial ordinaria en materia penal Quizá convenga iniciar este apartado con la afirmación de que ―[l]a ley asigna a los tribunales una circunscripción territorial para que ejerzan la jurisdicción con respecto a todas las causas que se susciten dentro de ella. La improrrogabilidad (sic) sin excepciones de la competencia penal conduce a la estrictez de este criterio territorial‖. (Clariá, 1998: 346) Para entender la implicación de esa afirmación, es necesario acudir a la definición de qué es prórroga de competencia. Para ello, considero importante partir del concepto jurídico de la autonomía de la voluntad. El principio dispositivo en el derecho, encuentra fundamento en que los derechos e intereses legítimos de los particulares, tiene un titular que es el único que puede solicitar la tutela jurídica a través de un proceso (Ortego, 2002). Consiste en que el ejercicio de la acción procesal está encomendado en sus dos formas, activa y pasiva, a las partes y no al juez. Sus principales aplicaciones son: a) a nadie puede obligársele a intentar o a proseguir una acción contra su voluntad; b) la aportación de las pruebas y formulación de alegatos, han de hacerla las partes conforme a las reglas que rigen la carga de la prueba y formulación o exposición de alegatos; c) los jueces deben sentenciar según lo alegado y probado en autos, respetando siempre los términos en que se formuló la litis; y, d) a las partes les corresponde intentar los recursos que la ley les concede contra las resoluciones que las perjudiquen (Pallares, 1973). Esa disponibilidad de los derechos subjetivos, también guarda relación con la competencia, cuando menos en materia civil, porque si un determinado juzgado carece de competencia para conocer de una contienda, queda válidamente fijada si el 40 demandado hace cualquier actuación que no sea la de promover la declinatoria del juez incompetente. Tal disponibilidad sólo se refiere a la competencia territorial, porque las normas sobre competencia objetiva y funcional, impiden que las partes fijen la competencia, a su libre albedrío, del tribunal que habrá de resolver el litigio, ello en función de la materia, de la cuantía o de su situación jerárquica en la pirámide de organización jurisdiccional. Es por esa razón que en ocasiones se ha dicho que las normas de competencia territorial se rigen por el principio dispositivo, porque lo que se dispone es precisamente el derecho que tienen las partes a litigar en determinado Tribunal (Ortego, 2002). Empero, el propio autor matiza diciendo que ―la elección de un determinado órgano jurisdiccional no es un derecho subjetivo sino una facultad concreta que la Ley ofrece a los litigantes primando así sus respectivos intereses y como medio de facilitar el desarrollo ulterior del proceso (…) Pues no puede caerse en la confusión de creer que cuando el legislador prohíbe la prórroga del fuero el proceso civil correspondiente te deviene inquisitivo, o que el principio dispositivo queda cercenado‖ (Ortego, 2002: 5253). Serra Domínguez, citado por Ortego (2002), señala que el carácter prorrogable de la competencia territorial en las leyes de enjuiciamiento civil del siglo XIX era la mejor manifestación de la autonomía de la voluntad. Bajo la voz autonomía de la voluntad, en el Diccionario Jurídico Mexicano (IIJUNAM, 2000), se alude a que cuando los particulares actúan libremente en la esfera del derecho lo hacen utilizando como instrumento a los actos jurídicos, dado que estos últimos son las manifestaciones de la voluntad destinadas a crear consecuencias jurídicas. Se agrega que por esa razón el dogma de la autonomía de la voluntad se ha desarrollado en torno a la libertad que tiene los autores de un acto jurídico para celebrarlo o no hacerlo y para determinar su contenido y alcances, del mismo modo se señala que algunos autores la asemejan a la libertad de contratación. 41 Existen importantes antecedentes jurisprudenciales, al respecto. En 1947, el Pleno de la SCJN, al resolver el conflicto competencial 141/46, suscitado entre el Juez Quinto de lo Civil del Distrito Federal y el Juez Mixto de Primera Instancia de Tlalnepantla, México; (la tesis en comento lleva por rubro: Sumisión expresa) determinó que: …tanto el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal, como el del Estado de México, reconocen el principio de que ―es Juez competente aquel al que los litigantes se hubieren sometido expresa o tácitamente cuando se trate del fuero renunciable‖ [por lo que] si la demanda se sometió a los tribunales de la Ciudad de México, hubo prórroga de jurisdicción territorial, autorizada por la ley (Tesis sin número asignado, 1947). En una diversa tesis aislada de la Quinta Época, en 1956, conformada al resolverse en el Pleno de la SCJN, el conflicto competencial 23/54, se determinó que ―se entiende sometido tácitamente al demandado, y que hay prórroga tácita, lo que en el fondo es lo mismo, por contestar la demanda‖. Ello siempre que el demandado diera ―contestación a la reclamación formulada en su contra sin hacer salvedad de ninguna especie‖, en cuyo caso ―la competencia en cuestión debe fincarse en favor del Juez a cuya jurisdicción se sometió tácitamente dicho demandado‖ (Tesis sin número asignado, 1956). Luego, en un criterio del año 1985, establecido por la entonces Tercera Sala de la SCJN, al resolver el conflicto competencial civil 78/84, suscitado entre los Jueces Cuarto de lo Civil de Puebla, Puebla y Vigésimo de lo Civil del Distrito Federal, siguiendo la misma línea argumentativa, determinó que: Si la demandada se sometió a los tribunales de una ciudad para el caso de incumplimiento de alguna de las obligaciones contraídas en una escritura de hipoteca, esta circunstancia basta para establecer la competencia si las legislaciones de los Estados cuyos Jueces compiten reconocen el principio de que ―es Juez competente aquél al que los litigantes se hubieren sometido expresa o tácitamente cuando se trate de fuero renunciable‖. (Tesis sin número asignado 1985) Por su parte, Rafael De Pina (1985: 451), define a la sumisión como ―acto jurídico mediante el cual se renuncia al derecho de demandar y ser demandado ante el tribunal que corresponde, para acatar la jurisdicción de otro tribunal‖. 42 Tal determinaciones judiciales y definición doctrinal orientan en relación a que existen casos en que los litigantes pueden disponer de la competencia, como en el caso de la materia civil y aún mercantil; pero como se anunciaba a principios del presente apartado, en materia penal la competencia territorial es improrrogable, o bien, en términos dispositivos: indisponible. Con esto en mente, analicemos el artículo 20, apartado A, fracción VI, de la Constitución6, el cual, al señalar las garantías del inculpado, contempla que éste será juzgado por un juez o jurado de ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos del lugar y partido en que se cometiere el delito. Al colegir esa disposición con el artículo 13 constitucional, se advierte que en nuestra Constitución —vigente aún en materia de procesos penales federales— el juez ordinario, en materia penal, además de ser predeterminado por la ley, debe ser natural del lugar donde se habrá de juzgar (vecino del lugar y partido en que se cometiere el delito); por lo que la prohibición de ser juzgado por tribunales especiales, pareciera que también contemplaría la prohibición de ser juzgado por jueces ajenos al lugar de la comisión del ilícito. Aparece también un indicio claro, respecto de que la territorialidad se vuelve un factor relevante a la hora de designar competencias, es decir, la exigencia de que el juez sea vecino del lugar, aparentemente, hace relación con la necesaria vinculación de éste a un territorio determinado, en cuya circunscripción podrá juzgar. Ahora bien, en la redacción constitucional actual, se conserva la disposición contenida en el artículo 13 constitucional, ya referido; empero, la relativa a la fracción VI, del apartado A, del artículo 20, aún vigente, ha desaparecido del nuevo texto, lo que posiblemente obedezca a que en el nuevo proceso penal acusatorio-adversarial, consagrado en la reforma constitucional que fuera publicada en el Diario Oficial de la 6 Relativo a la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 7 de mayo de 2008; aún vigente en materia de procesos penales federales, de conformidad con el artículo Segundo transitorio de la reforma a la Constitución publicada en el DOF el 18 de junio de 2008. 43 Federación el 18 de junio de 2008, se contempla como uno de los principios del proceso penal el de inmediación, que exige que el juez entre en relación directa con las partes y con los elementos de prueba que debe valorar para dictar el derecho; en ello nos detendremos más adelante. Luego entonces, la competencia ordinaria en materia penal, por virtud de lo ordenado en los artículos 13, en relación con el 20, apartado A, fracción VI, ambos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en relación con el 6° del Código Federal de Procedimientos Penales, se surte a favor del juez predeterminado por la ley, natural del lugar en que se reputa que se ha cometido el delito a juzgar. 2.4.1. El requisito de vecindad contemplado por el artículo 20 constitucional No obstante lo antes sostenido, diversos órganos del Poder Judicial de la Federación, han considerado que la garantía al juez natural, hace referencia únicamente a los jurados populares, no así al juez penal, como se verá a continuación. En 1960, al resolver el amparo en revisión 1670/60, la Primera Sala de la SCJN determinó que: ―el requisito de vecindad es exclusivo para quienes forman parte del jurado popular y no incluye a los jueces penales, dedicados profesionalmente a las tareas de la judicatura, lo que no ocurre con tales jurados populares, cuyos componentes eventualmente realizan tareas de justicia‖ (tesis sin número asignado, 1960); ello lo resolvió al dilucidar si el artículo 16 del entonces Código de Procedimientos Penales del Estado de Sinaloa vulneraba o no, al entonces artículo 20, fracción VI, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en tanto que dicha norma permitía continuar un proceso penal ante un juez de distinto partido judicial al en que se inició el proceso. La resolución, obviamente, no fue halagüeña para los intereses del quejoso, pues se determinó que los jueces estaban exentos del referido requisito de ser vecinos del lugar de la comisión del delito. 44 En 1989, el Segundo Tribunal Colegiado del Quinto Circuito, al resolver el amparo directo 267/89, en el que se cuestionó si la prisión preventiva debe cumplirse en el lugar del juicio; atendiendo a la garantía contenida en el artículo 20 constitucional, fracción VI, ya citada, el órgano colegiado determinó que dicha garantía se constituye como parte de la garantía general de audiencia, por lo que obviamente, cuando el procesado deba sufrir prisión preventiva, el lugar de reclusión estará en el mismo lugar del juicio (tesis sin número asignado, 1989b). Empero, en 2001, el Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito, al resolver el amparo en revisión 1/2001, en relación al mismo tema, determinó que la disposición constitucional en cita (artículo 20, apartado A, fracción VI), no impone como limitante que la prisión preventiva deba ser necesariamente en el mismo lugar de los hechos; por otra parte, interpreta que dicha garantía, en relación a que el inculpado será juzgado por un Juez o por un jurado de ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos del lugar y partido en que se cometiere el delito, se refiere sólo a los casos en que la persona sea juzgada por un jurado de ciudadanos, por lo que no es ineludible que la prisión preventiva se sufra en el lugar en que se hubieren cometido los hechos delictuosos. (Tesis II.1o.P.99 P) En 2002, el Pleno de la SCJN, en sendas resoluciones de los amparos en revisión 173/2001 y 444/2001 determinó, entre otras cosas, que ―…el requisito de vecindad es exigible únicamente para quienes integren el jurado popular, por entenderse que ellos conocen al acusado, el medio, costumbres y antecedentes, así como las circunstancias fundamentales que les servirán de base para normar su criterio…‖, agrega que el requisito de vecindad ―…no es exigible a los Jueces penales, dedicados ordinariamente a la impartición de justicia, lo que no sucede con el jurado indicado, cuyos integrantes sólo eventualmente realizan dicha tarea…‖ (Tesis P.XXIX/2002). No obstante, lo señalado en las tesis que se han citado con anterioridad, lo cierto es que ninguna de ellas es jurisprudencial; es decir, no reunieron, en su momento, los requisitos que al efecto exigía el Capítulo Único, del Título Cuarto, del Libro Primero, 45 de la entonces vigente Ley de Amparo, para ser consideradas como precedentes obligatorios para todos los juzgadores del país7; por ello, considero que aún queda espacio para debatir con nuevos argumentos tal cuestión, la cual se considera debe decantarse por considerar que la obligación de ser vecino del lugar, por supuesto, que sí incluye a los jueces penales. 2.4.2 Juez natural versus tribunal del lugar de la comisión del hecho Otro aspecto que cabe preguntarnos es si la garantía del juez natural, abarca a la persona del juzgador, como un parámetro subjetivo, o bien, abarca asimismo al órgano jurisdiccional, en un parámetro más objetivo. Al respecto, debemos retomar lo que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señala al respecto: ―A. Del inculpado: (…) VI.- Será juzgado en audiencia pública por un juez o jurado de ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos del lugar y partido en que se cometiere el delito‖. La constitución hace clara referencia a la persona del juez, o bien, a la persona de los miembros del jurado, el cual deberá ser vecino del lugar y partido [judicial] en que se cometiere el delito; de una sana lectura se advierte que no hace distinción entre juez y jurado, por el contrario, exige el requisito de vecindad para ambos. Líneas arriba, cuando se analizaba a la competencia ordinaria, únicamente desde la óptica del artículo 13 constitucional, sin adentrarnos en la materia penal, se determinó que la territorialidad no es necesariamente un criterio absoluto para la definición de competencias, empero, en ese apartado se hizo la aclaración de que en materia penal, las cuestiones de competencia obedecen a criterios más bien absolutos en cuanto a la territorialidad, por virtud de lo ordenado en el artículo 20, apartado A, fracción VI, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. 7 Con excepción de la tesis P.XXIX/2002, en la que al final de la publicación en el Semanario Judicial de la Federación, tomo XVI, de julio de 2002, aparece una nota en la que se señala que en sesión pública celebrada el veinticinco de junio del año dos mil dos, se aprobó dicha tesis aislada; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. Empero, se sigue publicando como tesis aislada. 46 Atendiendo a tal referencia, nos encontramos en el momento oportuno para señalar que, tratándose de la materia penal, la garantía relativa al juez natural sí es de carácter más riguroso; puesto que, si bien es cierto, que el artículo 20 constitucional hace referencia al derecho a un juzgamiento a cargo de un juez o jurado, vecinos de lugar y del partido en que se cometiere el delito, ello evidencia que al haber previsto criterios de división territorial tan puntuales, como lo son los partidos, el constituyente evidentemente buscó acercar la justicia penal a las personas; lo que seguramente obedece a cuestiones pragmáticas. En tal sentido podríamos concluir válidamente que la garantía del juez natural, no necesariamente exige que el juzgador sea nativo del lugar en que sucedieron los hechos, pero sí vecino de éste; es decir, que debe tener su residencia en el lugar (partido judicial) de los hechos a dilucidar; lo que abarca también al Tribunal, esto es, el Tribunal y el juez deben estar establecidos en el lugar, en que se hubiesen desarrollado los sucesos que se reputan de ilícitos; se insiste, en atención a aspectos más bien pragmáticos que se verán a continuación. 2.4.3. Aspectos pragmáticos del principio de territorialidad Trayendo aquí, el principio de territorialidad, aún desde la óptica del principio de jurisdicción universal en materia penal, cabe comentar que según lo refieren Márquez, C. y Martín, M: Ciertamente, la territorialidad no es un principio absoluto, y no se configura rígidamente. No obstante, el derecho internacional consuetudinario ha venido a consagrar el principio de territorialidad como la conexión más natural de jurisdicción penal. Como señala Martín Martínez: ―…este principio reconoce al Estado en cuyo territorio hubiese tenido lugar la comisión del ilícito (forum comissi delicti) un derecho preferente respecto a las jurisdicciones de otros Estados afectados por el delito. No sólo está vinculado a la noción de estatalidad, sino que también se apoya en razones de carácter práctico, tales como la inmediación y la correcta disposición y valoración de las pruebas.” (Énfasis añadido) (Márquez y Martín, 2010: 257) 47 Como se ve, según refieren los autores en cita, el principio de territorialidad, que justifica la competencia ordinaria del juez natural, no es absoluto, empero, la práctica internacional, ha dejado claro que dicho principio reconoce preferencia a la jurisdicción del Estado en donde ocurrieron los hechos, pero además, se apoya también en razones prácticas, como lo serían: a) la inmediación b) la correcta disposición y valoración de las pruebas Por su parte, la Comisión de Derecho Internacional (CDI) en el ―Primer Informe sobre el Proyecto de Código de Delitos contra la Paz y la Seguridad de la Humanidad‖, ha confirmado la importancia fundamental del principio de territorialidad en el derecho internacional contemporáneo, al afirmar que: ―[e]xiste una tradición sólidamente establecida de que la territorialidad de la ley penal constituye el principio fundamental del Derecho penal contemporáneo‖. (Márquez y Martín, 2010: 257) Además, Márquez, C. y Martín, M., aclaran que aún Amnistía Internacional, una de las organizaciones no gubernamentales propulsoras de la extensión extraterritorial de la jurisdicción penal de los Estados, ha reconocido que: [T]he primary form of national criminal jurisdiction is jurisdiction over crimes committed in the territory of a state (territorial jurisdiction). This form of jurisdiction is accepted by all states as an essential aspect of state sovereignty. It often has a number of practical advantages as the territorial state is the one where victims, witnesses, written and material evidence and the suspect usually are located, and it will have a presumed state interest in prosecuting the crime. (Márquez y Martín, 2010: 258) Es pues evidente, que existen un número de razones prácticas a la hora de considerar a la territorialidad, como criterio informador del derecho al juez natural, puesto que en el lugar de la comisión de la conducta que se reputa como delito, naturalmente tendrá lugar, también, la actividad probatoria, dada la presencia en tal localidad de víctimas, testigos, evidencia escrita y material, sospechosos de la comisión 48 del hecho, etcétera, lo que naturalmente posibilita a la Fiscalía y a la Defensa la presentación en juicio de las pruebas conducentes. Dicho principio también debe ser traducido a nivel nacional, así podemos dejar en claro que la orden constitucional de que los procesos se lleven a cabo en el lugar de los hechos reputados como ilícitos, obedece —entre otras— a las cuestiones de orden práctico que ya han quedado anotadas. De otra forma, es decir, sí solo la Fiscalía tiene la oportunidad de llevar a cabo la investigación previa en el lugar de la comisión del hecho, pero por una decisión arbitraria, o ejercicio de una potestad desmedida, entregada en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Penal Federal, ejerce acción penal en contra de un imputado ante un juez distante del lugar de la comisión de los hechos reputados de delictivos, se rompe con el principio de igualdad de armas, acabando con el delicado balance procesal en materia penal, favoreciendo a la Fiscalía durante el proceso, puesto que la Defensa encontrará barreras fácticas para probar, ante la lejanía de medios materiales y personales para lograrlo. Lo anterior, hace evidente que en materia penal, la actividad probatoria necesariamente pasa por el lugar de su producción, por lo que existen razones de peso para considerar que el indiciado deba ser internado —cuando sea procedente la prisión preventiva— en el lugar del juicio; que, además, deberá ser el lugar de la comisión del hecho reputado como ilícito; pues de lo contrario se harían nugatorias garantías, relativas al derecho a un debido proceso. 2.4.4. Relación indisoluble y co-dependiente: binomio proceso-prueba Así es, no hay proceso posible sin prueba, como tampoco hay actividad probatoria posible sin proceso, como lo refiere Díaz De León (1986: 1409): ―…el proceso no tanto requiere de la prueba, cuanto que la prueba necesita del proceso para 49 poderse objetivar; más aún, en el fondo del derecho, prueba y proceso vienen a coincidir…‖ El juzgador, para dictar sentencia, requiere del proceso como un camino cierto para arribar a una decisión justa; durante tal proceso, la prueba será la demostración material o materializada de los hechos a juzgar; dará un asidero al juzgador para dictar el derecho. Si pensáramos en el juzgador como un científico, podríamos decir que éste necesita de instrumentos para orientar su investigación, tal instrumento es el proceso, la metodología a seguir para el desahogo de la prueba, que finalmente le permitirá estructurar la tesis del caso. Así podríamos afirmar con Díaz De León (1986: 1411), que ―…la prueba es fundamental e ineluctable para el proceso. Sabemos que para llegar a la justicia no ha bastado ni basta tener razón. Requiérase, además, saberla exponer y probar para que el juez la pueda entender (…) Así pues, la cuestión se circunscribe a la materia de la prueba‖. Tal importancia que adquiere la prueba en el proceso, guarda relación con el principio de inmediación, que según Jorge Leonardo Frank (1986: 34), ―[constituye] la relación directa entre el juez y acusado, y entre el Tribunal y los medios de prueba (…) Entendemos entonces, que si el acusado no está presente o es rebelde —contumaz—, este principio de la inmediación no se puede concretar y que por lo tanto, es imposible dictar sentencia condenando al ausente o contumaz‖. Hasta aquí, parece que se revelan razones de la importancia del derecho al juez natural y de cómo éste guarda estrecha relación con razones prácticas, como la inmediación, que permite una adecuada disposición y valoración probatoria, principios que no pueden ser debidamente observados si el proceso se lleva a cabo fuera del lugar en que naturalmente la prueba tendría su producción, es decir, en el lugar de los hechos reputados como ilícitos. 50 Al repasar tales razones, el enunciado contenido en el párrafo, VI, del apartado A, del artículo 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, parece adquirir otro sentido, uno más vívido y práctico, lo que permite definir claramente que el constituyente quiso establecer que en materia penal la competencia territorial ordinaria es la que recae en un juez natural o vecino del lugar y partido en que se cometiere el delito. 3. Competencia no ordinaria en materia penal 3.1 Excepciones a la competencia ordinaria en materia penal Definida la competencia territorial ordinaria en materia penal, podemos ahora explorar si existen excepciones a esa regla genérica, pudiendo notar que del propio texto constitucional, así como del texto del Código Federal de Procedimientos Penales, sí se advierte la existencia de excepciones a dicha competencia ordinaria. Las excepciones a la competencia ordinaria en materia penal se encuentran contempladas en dos fuentes: A) En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos8, cuando señala en su artículo 18, párrafo noveno, que la reclusión preventiva de los inculpados a quienes se les imputan delitos en materia de delincuencia organizada se llevará a cabo en centros especiales, lo que necesariamente puede traer como consecuencia que el agente del Ministerio Público de la Federación ejercite acción penal ante el juez ordinariamente competente, pero dejando a su disposición al imputado en un centro de reclusión distante del lugar de la comisión del hecho; o bien, también podría ejercer acción penal ante un juez, en cuya circunscripción se encuentre un centro especial, de los mencionados en el referido artículo constitucional, en cuyo caso éste sería competente, no obstante que los hechos a dilucidar hubiesen sucedido en un lugar distante. 8 El texto corresponde a la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación, el 18 de junio de 2008. 51 De lo anterior tenemos que, al parecer, en el texto Constitucional actual se deja de hacer mención específica al derecho al juez natural y se contempla una excepción a la competencia territorial ordinaria, en el caso de que al imputado se le atribuya la comisión del delito de delincuencia organizada, siendo posible que esos ―centros especiales‖, en los que se internará a dichos imputados no existan en todas las circunscripciones territoriales de los jueces de Distrito que habrán de conocer de ese delito. Por el contrario, los jueces que se encuentran adscritos a Distritos en los que exista un centro de reclusión de máxima seguridad, necesariamente serán competentes y cuando se impute el delito de delincuencia organizada deberán conocer del asunto, sin exigir al agente del Ministerio Público de la Federación que justifique cualquiera de los extremos previstos en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales. Con relación a dicho tema, el Tribunal Colegiado del Trigésimo Primer Circuito, ha sostenido que la competencia territorial de excepción contenida en el párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, tiene asidero constitucional en el artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, de conformidad con el principio de supremacía constitucional y orden jerárquico normativo que rigen en el derecho mexicano, pero sólo tratándose del delito de delincuencia organizada, en cuyo caso, la competencia territorial por excepción prevista en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales, se surte a favor de los Jueces de Distrito de los lugares donde exista un centro federal de readaptación social de máxima seguridad. Considerando que en esos casos no existe la necesidad de practicar un análisis sobre las circunstancias personales del indiciado, las circunstancias del hecho imputado o las razones de seguridad en las prisiones que puedan impedir el desarrollo adecuado del proceso (Tesis XXXI.5 P). 52 B) En el Código Federal de Procedimientos Penales, en cuyo artículo 6°, en su segundo párrafo, así como en los párrafos segundo, tercero y quinto del artículo 10, de ese ordenamiento, se contemplan sendas excepciones: B.1) Competencia por prevención, de cualquiera de los jueces en cuyas circunscripciones tenga efecto un delito. B.2) conexidad de delitos del fuero común con delitos federales; B.3) competencia territorial de excepción por motivos de seguridad; y, B.4) delitos de fuero común cometidos en contra de periodistas, personas o instalaciones, que afecten, limiten o menoscaben el derecho a la información o las libertades de expresión o imprenta. 4. Recapitulación. Pues bien, podemos señalar que en el presente capítulo se analizó el surgimiento de la facultad entregada al agente del Ministerio Público de la Federación, contenida en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales, en virtud de la cual puede ejercer acción penal ante un juez distinto al del lugar de los hechos reputados como ilícitos. Para ello, se abordó el estado de la cuestión, antes de la creación de excepciones competenciales; se llevó a cabo un análisis de las reformas legislativas al Código Federal de Procedimientos Penales, publicadas el diez de enero de mil novecientos ochenta y seis, el diez de enero de mil novecientos noventa y cuatro, el veintitrés de enero de dos mil nueve y el tres de mayo de dos mil trece, para dar cuenta de la paulatina creación de excepciones a la competencia ordinaria en materia penal; se llevó a cabo una breve comparación entre la legislación vigente y el Código Nacional de Procedimientos Penales, no vigente aún en materia federal, para demostrar que la facultad en análisis subsistirá a favor del Ministerio Público en el nuevo sistema de justicia penal; asimismo, se expuso la postura institucional del Poder Judicial de la Federación en torno a la excepción de competencia territorial contemplada en el párrafo 53 tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, la cual, aparentemente, se decanta por su permisibilidad. Asimismo, se demostró la existencia de una competencia que podemos calificar de ordinaria o genérica en materia penal, para ello se analizaron los conceptos de jurisdicción y competencia, en su acepción jurídica, luego se abordaron los criterios de competencia en lo particular; ya en el ámbito de la competencia territorial, se identificó la que se puede calificar de ordinaria; asimismo, se analizaron los conceptos de leyes privativas y tribunales especiales, para identificar a los tribunales ordinarios; explicando la relación existente entre la garantía al juez natural y el principio de territorialidad, así se orientó la definición de la competencia territorial ordinaria en materia penal; dentro de cuyos valladares se analizaron tópicos como el requisito de vecindad contemplado por el artículo 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y algunas consideraciones respecto a la figura del juez natural en relación con el Tribunal del lugar de la comisión del hecho que se califica como delito; luego se abordó de manera más específica el principio de territorialidad, en sus aspectos pragmáticos; y, se expuso la importancia del binomio proceso-prueba. Posterior a ello, por exclusión, se abordó la competencia no ordinaria en materia penal, con base en lo cual fue posible una aproximación breve a las excepciones a la competencia ordinaria en materia penal, entre las que se encuentra la excepción territorial, que es de la que nos ocupa más específicamente en el presente trabajo de investigación. 54 CAPÍTULO II LA COMPETENCIA TERRITORIAL NO ORDINARIA EN MATERIA PENAL Y LA VIOLACIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS PROCESADOS En el capítulo anterior, se evidenció la existencia una competencia ordinaria en materia penal, así como la de algunas excepciones; una de ellas, es la contenida en el artículo 10, en su párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales; que posibilita al agente del Ministerio Público de la Federación el ejercer acción penal en contra de un imputado, ante un juez de Distrito que no es ordinariamente competente; ello, siempre que considere que se actualiza, al menos una, de las razones siguientes: (1) las características del hecho imputado, (2) las circunstancias personales del inculpado, (3) por razones de seguridad en las prisiones o (4) por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso. En la segunda parte, del párrafo tercero, del referido artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, se prevé que por las mismas razones, enumeradas anteriormente: el juez, que ya conoce de un proceso, de oficio o a petición de parte, puede estimar necesario trasladar a un procesado a algún centro de reclusión de máxima seguridad; en tal caso, el tribunal del lugar en que se encuentre dicho centro será el competente para continuar con dicha causa penal. Si bien las dos hipótesis tienen como condición necesaria para su operatividad, el hecho de que el agente del Ministerio Público de la Federación o bien el juez que ya conoce de un proceso, consideren que se actualiza cualquiera de las causales ya referidas, lo que motivaría suficientemente la necesidad de que en el supuesto a): ejercer acción penal ante un juez ordinariamente no competente y, en el supuesto b): ordenar el traslado del procesado a otro centro, haciendo competente a un diverso juez de la circunscripción de dicho centro; también es cierto, que en el segundo de los casos, partiríamos del supuesto de que el juez que propone tal traslado, renunciando con ello a 55 la tramitación del proceso, al ceder competencia a un juez de otra circunscripción, lo haría no sólo de oficio, sino también podría hacerlo a petición de parte; además, necesariamente deberían revelarse en el proceso, debidamente acreditados, hechos que encuadraran en cualquiera de las causales en comento, por lo que válidamente se podría presumir que no existiría per se un ejercicio arbitrario de tal facultad. Empero, en el caso del agente del Ministerio Público de la Federación es distinto. Puesto que con dicha facultad se posibilita, como se pretende demostrar, la afectación a las garantías procesales del imputado, que neutralizan la acción defensiva que pudiera ejercer éste último. Por tanto, en el presente capítulo me propongo analizar los derechos y principios que se considera resultan afectados, cuando el agente del Ministerio Público de la Federación ejerce tal facultad de escogencia, para lo cual se partirá de los derechos más generales, para luego arribar a los más específicos, evidenciando cómo se considera que se ven lesionados. 1. Principios y derechos involucrados en los procesos penales federales en México que se ven afectados, cuando el agente del Ministerio Público de la Federación ejerce la facultad de escogencia, contenida en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales. 1.1. La tutela jurisdiccional. El artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, contempla la prohibición de auto-tutela, es decir, que: ―Ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho‖. Esta es una de las diversas garantías, contenidas en dicho artículo, respecto de la cual, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al revolver el amparo indirecto 1670/2003, determinó que consiste en: 56 El derecho público subjetivo que toda persona tiene, dentro de los plazos y términos que fijen las leyes, para acceder de manera expedita —esto es, sin obstáculos— a tribunales independientes e imparciales, a plantear una pretensión o defenderse de ella, con el fin de que a través de un proceso en el que se respeten ciertas formalidades, se decida sobre la pretensión o la defensa y, en su caso, se ejecute esa decisión. Por su parte, José Ovalle Favela, define este derecho a la tutela jurisdiccional como: …el derecho público subjetivo que toda persona tiene para acceder a tribunales independientes e imparciales, con la finalidad de plantear una pretensión o defenderse de ella, a través de un proceso equitativo y razonable, en el que se respeten los derechos que corresponden a las partes, así como para que dichos tribunales emitan una decisión jurisdiccional sobre la pretensión o la defensa y, en su oportunidad, ejecuten esa resolución. (Ovalle, 2007: 152) En la misma obra, el autor en cita, señala que Jesús González García observa que de este derecho genérico a la tutela jurisdiccional se deriva tanto el derecho de acción de la parte actora, como el derecho de defensa de la parte demandada, esto es, así como ambas partes no tienen derecho a hacerse justicia por su propia mano, sí tienen, en cambio, derecho a que los tribunales les hagan justicia. La tutela jurisdiccional es un derecho de tipo genérico que, a su vez, se integra por tres derechos: el acceso a la justicia, el debido proceso y la eficacia de la sentencia o decisión (Parra y Saavedra, 2012: 17). Ahora bien, es necesario apuntar que si bien la tutela jurisdiccional, en términos llanos, es el derecho público subjetivo que posibilita el acceso a tribunales independientes e imparciales, sin obstáculos y respetando las formalidades del procedimiento respectivo, es decir, a través de un proceso equitativo y razonable, es menester reflexionar: en qué medida se ven afectado el debido proceso y el propio derecho de acceso a la justicia, en el caso de que una de las parte pueda escoger libremente, sin consentimiento de la otra, a quien habrá de resolver el caso concreto. Esto último nos lleva a analizar, aunque sea someramente, dos de los derechos que integran el referido derecho de tipo genérico, a la tutela jurisdiccional: acceso a la justicia y debido proceso. 57 1.1.1. El acceso a la justicia. El derecho de acceso a la justicia, como derivado del derecho a la tutela jurisdiccional, es considerado como un derecho fundamental, ya que posibilita el reclamo del cumplimiento de otros derechos, ante la violación en el ejercicio de éstos. Tanto es así, que Birgin y Kohen, han señalado que: ―el acceso a la justicia para ejercer los derechos y defender las libertades es el principal derecho —el más importante de los derechos humanos—, en un sistema legal moderno e igualitario que tenga por objeto garantizar, y no simplemente proclamar, los derechos de todos‖. (Birgin y Kohen, 2006: 15) Sostienen además las autoras, en la misma obra, que como todo derecho, el acceso a la justicia requiere un sistema de garantías que posibilite su pleno ejercicio. Ello supone la obligación del Estado de crear las condiciones jurídicas y materiales que garanticen su vigencia en condiciones de igualdad. El artículo 8.1 en conjunción con el 25 y 1.1, todos de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (en adelante CADH), son las disposiciones de las que se desprende el derecho al acceso a la justicia; así lo ha determinado la jurisprudencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (en lo subsiguiente CorteIDH), por ejemplo, en el caso Cantos vs. Argentina (CorteIDH, 2002), o en el en el Caso Furlan y Familiares vs. Argentina (CorteIDH, 2012), dichos numerales son del tenor siguiente: 8. Garantías Judiciales 1. Toda persona tiene derecho a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente independiente e imparcial establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter. Artículo 25. Protección Judicial 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente 58 convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales. 2. Los Estados partes se comprometen: a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso; b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en que se haya estimado procedente el recurso. Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos: 1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social. En sede nacional, ese derecho se deriva del contenido del artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, ya que según Ovalle, una interpretación más amplia del artículo 17 constitucional, debe conducirnos a afirmar que ―el derecho de acceso a la justicia no se limita a consignar la posibilidad meramente formal de acudir ante los tribunales para formular pretensiones o defenderse de ellas, sino que implica, además, el deber del Estado de remover todos aquellos obstáculos materiales que impidan o dificulten el acceso efectivo de las personas a los tribunales‖ (Ovalle, 2007: 153). Con el ejercicio de la facultad que se otorga al agente del Ministerio Público de la Federación en la fracción normativa que estudiamos9, se posibilita el alejamiento de las personas de los tribunales ordinariamente competentes, lo que conlleva a que a los procesados se les juzgue en un lugar distinto al de la comisión de los hechos que constituyen la materia prima del proceso, con lo que se dificulta enormemente su actividad probatoria en juicio. Por ello, si tomamos en consideración lo que Birgin y Kohen han señalado, en el sentido de que el derecho de acceso a la justicia es el más importante de los derechos 9 Tercer párrafo, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales. 59 humanos, pues es el que permite ejercer los derechos y defender las libertades y que el acceso a la justicia requiere un sistema de garantías que posibilite su pleno ejercicio, obvio es que con dicha facultad ministerial se contraría la obligación estatal de posibilitar el ejercicio pleno del derecho de acceso a la justicia. Recordemos, que como lo apunta Ovalle en la cita que de él se hizo líneas arriba, el Estado tiene el deber de remover todos aquellos obstáculos materiales que impidan o dificulten el acceso efectivo de las personas a los tribunales; por otra parte, Birgin y Kohen categóricamente señalaron que ello debe hacerse garantizando, y no simplemente proclamando, los derechos de todos; en se sentido considero que se hace patente que el Estado mexicano incumple con su deber de remover todos aquellos obstáculos materiales que impidan o dificulten el acceso efectivo de las personas a los tribunales; puesto que con prerrogativas como las que se estudian, otorgadas al agente del Ministerio Público de la Federación; inclusive se impone importantes óbices a los procesados en los juicios penales, que por efecto de la facultad en comento, deben enfrentar su proceso recluidos en un lugar distinto al de los hechos a estudio, lo que dificulta su posibilidad defensiva y se atenta en contra del derecho al debido proceso, como se verá a continuación. Así es, el acceso a la justicia no debe ser meramente formal, sino que también debe ser materialmente posible, por tanto, si el tribunal del juzgamiento se encuentra en un lugar distante al de la reclusión del imputado y, como solución a ello, se prevé la diligencia por medio de exhortos o videoconferencias, en realidad la presencia material del imputado no se encuentra garantizada, en tal sentido tampoco se garantizaría su pleno acceso a la justicia. 1.1.2. El debido proceso Según lo refiere Sergio García Ramírez (2012: 19), ―el debido proceso constituye un límite a la actividad estatal, se refiere al conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias procesales a efecto de que las personas estén en condiciones de 60 defender adecuadamente sus derechos ante cualquier acto del Estado que pueda afectarlos‖. Aclara que, en materia penal, dicho derecho incluye tanto las garantías mínimas previstas en el artículo 8 de la Convención Americana, como otras adicionales que pudieran ser necesarias para la integración de este concepto. Requiere, en consecuencia, que ―un justiciable pueda hacer valer sus derechos y defender sus intereses en forma efectiva y en condiciones de igualdad procesal con otros justiciables‖ (García, 2012: 19). La Corte Interamericana se ha pronunciado en el sentido de que el debido proceso abarca varios extremos, entre ellos el derecho a ser oído con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley para la determinación de sus derechos. Salmón y Blanco (2012: 84), afirman que el debido proceso es el derecho base de todo sistema de protección de derechos y refieren que, dicho derecho, ―ha sabido incluir cada vez mayores garantías y contenidos en su definición misma, comprendiendo facetas distintas e innovadoras de garantías bien establecidas como el tribunal competente, independiente e imparcial, la noción de plazo razonable, el derecho de defensa o la protección judicial, entre otros‖. Ello me lleva a sostener, que dada la evolución dinámica que el debido proceso experimenta, además, dado su papel como pilar del sistema de protección de derechos, es dable incorporar en él distintas facetas o garantías que permitan proteger derechos humanos de manera más efectiva, para casos particulares como el que se estudia. De dicho desarrollo dinámico, también da cuenta García Ramírez, cuando señala que ―el debido proceso tiene progresión histórica: nuevos requerimientos agregan nuevos elementos, que pasan a integrarse en ese concepto‖. (García, 2012: 21) 61 Ahora bien, la CorteIDH en la opinión consultiva OC-9/87 de seis de octubre de 1987, al abordar las garantías judiciales en Estados de emergencia, aclaró que el debido proceso legal ―abarca las condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración judicial‖, ello me lleva a considerar que, el derecho en comento, se debe garantizar en todos los casos, a todas las personas, independientemente de la situación de emergencia, de las características de los sujetos implicados o de cualquier otra circunstancia existente, como lo serían: las condiciones de seguridad en las prisiones, las características del hecho imputado, las circunstancias personales del imputado, entre otras. El debido proceso, exige el cumplimiento —cuando menos— de los extremos contenidos en el artículo 8.1 de la CADH, a propósito del derecho del justiciable de ser oído ―por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial‖; además, como lo señalan Salmón y Blanco (2012: 84), se deben cumplir otros derechos íntimamente relacionados como ―la noción de plazo razonable, el derecho de defensa o la protección judicial, entre otros‖. 1.1.3. El juez natural El derecho al juez natural, me parece que viene a constituir uno de los principales presupuestos del debido proceso; en el tema que se estudia se considera que es de primer orden, por ello me propongo definirlo y resaltar aristas del derecho en cuestión que apoyan la hipótesis de que la facultad de escogencia del juez que habrá de conocer de un proceso, por parte del agente del Ministerio Público de la Federación, violenta la garantía del debido proceso. Se comenzará por definir el origen de ese derecho; así para Horvitz y López (2003), el derecho al juez natural tuvo su origen en el sistema feudal, donde la costumbre era la principal fuente del derecho, por lo que se hacía imprescindible que el juez y los jurados conocieran la vida local y las costumbres naturales del lugar; aclaran que, hoy en día, ese concepto dice relación con la predeterminación legal del juez, que 62 tiene por objeto asegurar, como garantía para el justiciable, la imposibilidad de influencia indebida, por las partes, en la designación del tribunal competente para el enjuiciamiento. Por su parte, Ruiz (1991), señala que ese derecho aparece por primera vez recogido en una norma de rango constitucional, en la Constitución francesa de 1791 (Título III, Capítulo V, artículo 4). Aclara que su antecedente legislativo, en el que se contemplaba con rango menor la hoy garantía en comento, era la denominada Ley de División de Poderes (Ley 16/1790, de 24 de agosto de ese año). Nos da cuenta de que apenas un año antes de la reunión de Estados Generales, los Parlamentos (Tribunales) de París realizaron una enumeración de las leyes del Reino, entre las que situaron ―el derecho de cada ciudadano de no ser jamás traído en alguna manera delante de otros jueces que de sus jueces naturales‖. El referido autor, empero, afirma que con seguridad la creación de tal institución (derecho al juez natural) corresponde al trabajo del Iluminismo y de la Revolución Francesa; aunque aclara que en ese momento el término juez natural era usado para definir al juez ordinario, como se advierte de la definición que ―La Enciclopedia‖ consignaba para el juez ordinario: ―es aquel que es el juez natural del lugar‖; además, lo define en contraposición con el juez extraordinario: ―a diferencia de los jueces de atribución o de privilegio y de los comisarios establecidos para juzgar ciertas discusiones, los cuales son jueces extraordinarios‖. Así, como se estableció en el capítulo anterior, la exigencia del juez natural adquiere un rango de importancia especial, puesto que como lo sostiene Sergio García Ramírez, ello ―determina la suerte del proceso en su conjunto, más allá de la observancia o inobservancia de otros datos del debido proceso, cuya eficacia se condiciona a la intervención del juez independiente, imparcial y competente‖ (García, 2012: 22). En su aspecto más obvio ―el derecho al juez natural impone la prohibición de juzgar a una persona a través de comisiones especiales, esto es ‗órganos que no son 63 jurisdiccionales, sino que han sido creados por designación especial de alguno de los otros poderes del Estado‘‖ (Horvitz y López, 2003: 62). En su segundo aspecto, es decir: ―en relación a la exigencia de que el tribunal competente deba encontrarse establecido por la ley con anterioridad al hecho objeto del proceso, el derecho al juez natural debe ser siempre estudiado en su dimensión garantista vinculada a la independencia e imparcialidad del juez‖ (Horvitz y López, 2003: 64). Cabe mencionar que el derecho a un juez natural se encuentra contemplado en los artículos 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH), además, en el artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), en los que se refiere que toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial establecido con anterioridad por la ley. Ya desde el caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, la CorteIDH al determinar si hubo violación a la CADH, como resultado del juzgamiento de cuatro ciudadanos chilenos en el Estado peruano, por un tribunal sin rostro, perteneciente a la justicia militar, condenándolos a cadena perpetua bajo el cargo de ser autores del delito de traición a la patria, se pronunció en relación a que: Constituye un principio básico relativo a la independencia de la judicatura que toda persona tiene derecho a ser juzgada por tribunales de justicia ordinarios con arreglo a procedimientos legalmente establecidos. El Estado no debe crear ―tribunales que no apliquen normas procesales debidamente establecidas para sustituir la jurisdicción que corresponda normalmente a los tribunales ordinarios‖ (CorteIDH, caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, párr. 129). Lo anterior, lo determinó aludiendo a los Principios Básicos Relativos a la Independencia de la Judicatura, adoptadas por el Séptimo Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Milán del 26 de agosto al 6 de septiembre de 1985, y confirmados por la Asamblea General en sus resoluciones 40/32 de 29 de noviembre de 1985 y 40/146 de 13 de diciembre de 64 1985. De ahí que la independencia de la judicatura se encuentre intrínsecamente relacionada con el derecho al juez natural, en lo que se abundará más adelante. En el ya citado caso Barreto Leiva vs. Venezuela, al analizar si existió violación a la CADH, respecto de la condena que le fuera impuesta al señor Oscar Enrique Barreto Leiva, de un año y dos meses de prisión por delitos contra el patrimonio público, como consecuencia de su gestión, en el año 1989, como Director General Sectorial de Administración y Servicios del Ministerio de la Secretaría de la Presidencia de la República; la CorteIDH, destacó la importancia de la notificación previa de cargos a los imputados, señaló que el secreto de la etapa sumarial implica que se restrinja el derecho a ser asistido por un defensor de libre elección del imputado, en esa etapa del proceso, además, el hecho que la Corte Suprema de Justicia haya sido el tribunal que conoció y sentenció en única instancia el caso de la presunta víctima constituía una violación de su derecho a ser juzgado por un tribunal competente, en razón de que no contaba con un fuero penal especial, así como una violación de su derecho a recurrir la sentencia condenatoria. Bajo ese contexto, la Corte IDH determinó, en el tópico que aquí nos interesa, que: El juez natural deriva su existencia y competencia de la ley, la cual ha sido definida por la Corte como la ―norma jurídica de carácter general, ceñida al bien común, emanada de los órganos legislativos constitucionalmente previstos y democráticamente elegidos, y elaborada según el procedimiento establecido por las constituciones de los Estados Partes para la formación de las leyes‖. Consecuentemente, en un Estado de Derecho sólo el Poder Legislativo puede regular, a través de leyes, la competencia de los juzgadores (CIDH, caso Barreto Leiva vs. Venezuela, párr. 76). Asimismo, en el caso Apitz Barbera y otros (“Corte Primera de lo Contencioso Administrativo”) vs. Venezuela, en el que se analizó si existió violación a la CADH, respecto de la destitución de los ex-jueces de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo Ana María Ruggeri Cova, Perkins Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz Barbera el 30 de octubre de 2003, por haber incurrido en un error judicial inexcusable al conceder un amparo cautelar que suspendió los efectos de un acto administrativo que 65 había negado el registro de una compraventa; pues bien en esa ocasión la CorteIDH determinó que: El artículo 8.1 de la Convención garantiza el derecho a ser juzgado por ―un tribunal competente [...] establecido con anterioridad a la ley‖. Esto implica que las personas ―tienen derecho a ser juzgadas por tribunales de justicia ordinarios con arreglo a procedimientos legalmente establecidos‖, razón por la cual el Estado no debe crear tribunales que no apliquen normas procesales debidamente establecidas para sustituir la jurisdicción que corresponda a los tribunales ordinarios. Con esto se busca evitar que las personas sean juzgadas por tribunales especiales, creados para el caso, o ad hoc (Corte IDH, caso Apitz Barbera y otros [―Corte Primera de lo Contencioso Administrativo‖] vs. Venezuela, párr. 50). Cabe hacer mención del caso Palamara Iribarne Vs. Chile, en el que la CorteIDH determinó que se había violado la CADH en perjuicio del señor Humberto Antonio Palamara Iribarne, dado que no obstante que era oficial retirado de la Armada chilena, en el momento de la prohibición de la publicación del libro titulado ―Ética y Servicios de Inteligencia‖, escrito por él, se desempeñaba como funcionario civil de la Armada de Chile en la ciudad de Punta Arenas; por lo que al someterlo a un proceso por dos delitos de desobediencia y luego por desacato, al haber dado una conferencia de prensa, habiendo sido condenado por tribunales castrenses; en lo que nos interesa señaló lo siguiente: 125. El derecho a ser juzgado por tribunales de justicia ordinarios con arreglo a procedimientos legalmente previstos constituye un principio básico del debido proceso. Por ello, para que se respete el derecho al juez natural no basta con que esté establecido previamente por la ley cuál será el tribunal que atenderá una causa y se le otorgue competencia. (…) 143. La Corte ha dicho que ―[c]uando la justicia militar asume competencia sobre un asunto que debe conocer la justicia ordinaria, se ve afectado el derecho al juez natural y, a fortiori, el debido proceso, el cual, a su vez, encuéntrase íntimamente ligado al propio derecho de acceso a la justicia‖. El juzgamiento de civiles corresponde a la justicia ordinaria (Corte IDH, caso Palamara Iribarne Vs. Chile, párrs. 125 y 143). Se advierte que aun cuando se encuentre establecido por la ley cuál será el tribunal que puede juzgar un caso concreto y se le otorgue competencia, ello no es suficiente. En el contexto del caso en comento, esa insuficiencia se refiere, entre 66 otras cosas, a la determinación o no de la calidad de militar del señor Palamara; empero, esa afirmación a consideración del suscrito es válida también para el caso de la determinación de otros factores externos que pueden influir en la imparcialidad del juzgador, como lo serían cualquier otro que, afectando la garantía del juez natural, necesariamente, afecte al debido proceso, el cual se haya íntimamente ligado al derecho de acceso a la justicia. En ese mismo sentido razonó la CorteIDH, en el caso Vélez Restrepo vs. Colombia, en el que dicha Corte afirmó que: ―en múltiples ocasiones ha[bía] indicado que ‗[c]uando la justicia militar asume competencia sobre un asunto que debe conocer la justicia ordinaria, se ve afectado el derecho al juez natural y, a fortiori, el debido proceso‘, el cual, a su vez, se encuentra íntimamente ligado al propio derecho de acceso a la justicia‖ (Corte IDH, caso Vélez Restrepo vs. Colombia, párr. 240, pie de pág. 230). Se abre así, la puerta para relacionar en el análisis de la garantía del juez natural otras relativas a la independencia e imparcialidad del juzgador, lo que se retomará líneas adelante. Cabe hacer la acotación de que tomando en consideración que el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN, 2013), al resolver la contradicción de tesis 293/2011, en sesión de 3 de septiembre de 2013 determinó que los Derechos Humanos de fuente internacional tienen rango constitucional, determinando también que las sentencias de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, aún en el caso de que México no sea el Estado condenado, sí son vinculatorias para todos los juzgadores de nuestro país; luego entonces, tal garantía judicial (derecho al juez natural) tiene plena vigencia y operatividad en el entramado jurídico nacional. De todo lo anterior, podemos pues concluir que los caracteres esenciales del derecho al juez natural, son: (1) la prohibición de ser juzgado por tribunales especiales, creados a modo para casos particulares, es decir, el derecho a ser juzgado por un juez 67 ordinario predeterminado por la ley; (2) que el juez que habrá de decidir el caso sea natural del lugar de los hechos a dilucidar judicialmente; y, (3) el derecho al juez natural, está vinculado a la independencia e imparcialidad del juez. Ya antes se había señalado que el derecho a ser juzgado por un juez natural, estaba considerado por cierto sector de la doctrina y ciertamente por la CorteIDH, como un presupuesto del debido proceso, en resumen como lo destaca la CorteIDH: ―las personas tienen derecho a ser juzgadas, en general, por tribunales ordinarios, con arreglo a procedimientos legalmente establecidos‖ (Corte IDH, Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, párr. 75). Ello nos lleva a concluir válidamente, con García Ramírez, que la ausencia de un órgano de enjuiciamiento dotado de esas características (juez natural) entrañaría una violación total al proceso. Inclusive, el citado autor señala que en ese contexto, sería innecesario entrar al examen de otras violaciones específicas de otros derechos. 1.1.4. Imparcialidad del juzgador El propio artículo 17 Constitucional en su parte relativa, dispone que: ―Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones de manera pronta, completa e imparcial.‖ Por su parte, el artículo 8.1 de la CADH, también establece el derecho de toda persona a ser oída por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial. Para Ovalle (2007) la imparcialidad es una condición esencial que deben satisfacer las personas que tienen a su cargo el ejercicio de la función jurisdiccional, debiendo, por ello, mantenerse ajenos o extraños a los intereses de las partes en litigio, sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas. 68 Tal ajenidad de los intereses de las partes, debe ser garantizada tanto subjetiva, como objetivamente; siendo el caso que como lo señala Cafferata (2000), la legislación supranacional sobre el derecho penal pone especial énfasis en la imparcialidad del tribunal y de las personas que lo componen, principio que se deriva de la necesidad de independencia de los jueces. Me parece ilustradora la afirmación que hace Cafferata, en la misma obra, respecto a que la imparcialidad exige que el juzgador no esté vinculado con ninguna de las partes, como tampoco debe propiciar el generar sospechas de su imparcialidad, así incluso las apariencias pueden revestir importancia, según un adagio: ―justice must not only be done: it most also be seen to be done‖. Por tanto, los tribunales deben inspirar la confianza que es indispensable, para lo cual también se deben tener en cuenta criterios de carácter orgánico del Poder Judicial. Desde ese punto de vista, la imparcialidad, que debe ser garantizada por el Poder Judicial en su conjunto, no sólo debe existir en la propia conciencia del juzgador, sino que además, deben existir rasgos aparentes de que se está garantizando dicha imparcialidad, de otro modo la desconfianza de los justiciables en la imparcialidad del órgano, puede traer como consecuencia que si bien, en su fuero interno el juzgador no carezca de imparcialidad, hacia el exterior, la imparcialidad del juez no se encuentre debidamente garantizada. Haciendo referencia al caso Aptiz Barbera y otros vs. Venezuela, García Ramírez (2012), señala que la imparcialidad exige que el juez que interviene en un litigio se aproxime a los hechos de la causa careciendo de manera subjetiva de todo perjuicio, pero también debe ofrecer las garantías suficientes de índole objetiva que permitan desterrar toda duda en el justiciable o la comunidad, respecto de la ausencia de imparcialidad. Además, el mismo autor, hace referencia a la Opinión Consultiva 20/09, en la que la Corte Interamericana examinó el régimen de los jueces ad hoc, conforme a la 69 CADH, señalando que la institución de los jueces ad hoc, en el ámbito de la CorteIDH, debe verse de forma restrictiva y el nombramiento de éstos debe limitarse a controversias interestatales, por lo que los magistrados deben excusarse de conocer de asuntos en el que es demandado el país del que son nacionales. Con base en lo anterior, señala que ello no se relaciona sólo con la independencia e imparcialidad, también se haya estrechamente vinculado con la necesidad de garantizar la capacidad procesal de todas las partes de conformidad con el debido proceso. Por tanto, deduzco que un juez imparcial, es aquél que no solo en el fuero interno, sino también hacia el exterior, da garantías de imparcialidad, inclusive posibilitando manifiestamente el que las partes tengan la capacidad procesal de ejercer el debido proceso plenamente. Me parece oportuno aquí, traer lo que al respecto se estableció en la ya multicitada sentencia dictada por la CorteIDH, en el caso Aptiz Barbera y otros vs. Venezuela, en el sentido de que ―el juez debe aparecer como actuando sin estar sujeto a influencia, aliciente, presión, amenaza o intromisión, directa o indirecta, sino única y exclusivamente conforme a —y movido por— el Derecho‖. (Corte IDH, Caso Apitz Barbera y otros vs. Venezuela, párr. 56) Asimismo, cabe resaltar las disertaciones del Tribunal Constitucional peruano, en relación a que ―El juez imparcial, no es sólo un derecho fundamental de las partes de un litigio, es también una garantía institucional de un Estado de Derecho establecida en beneficio de todos los ciudadanos y de la imagen de la Justicia, como pilar de la democracia‖ (TCP, STC 0512/2013-PHC/TC). Por otra parte, respecto a la imparcialidad debemos observar, que tal como lo ha sostenido la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, según se lee en la tesis aislada 2ª L/200210, al emitir sus resoluciones el juzgador debe cuidar que ―no dé 10 ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS ESTABLECE DIVERSOS PRINCIPIOS QUE INTEGRAN 70 lugar a que pueda considerarse que existió favoritismo respecto de alguna de las partes o arbitrariedad en su sentido‖. En tal estado de cosas, cabría preguntarnos si para el imputado existiría alguna sospecha de favoritismo, luego de haber sido condenado por un juez, de la elección del Ministerio Público, respecto de lo cual no pudo pronunciarse, porque tal facultad estaba reservada a la Fiscalía. En mi experiencia, las preguntas que mínimamente me hacen mis defendidos son: ¿por qué lo escogió a él y no a otro juez?, ¿no sería porque esperaba que este juez me condenara? En este sentido, entramos al campo de las apariencias, de aquello que puede no ser, pero que aparenta serlo. Tratándose de la imparcialidad, ésta no puede siquiera estar en duda. 1.1.5. Apariencia de imparcialidad En la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (Tribunal EDH), se ha dado mucha importancia a la apariencia de imparcialidad, en ésta reiteradamente se ha señalado que ―...debe recusarse todo juicio del que se pueda legítimamente temer una falta de imparcialidad. Esto se deriva de la confianza que los tribunales de una sociedad democrática deben inspirar a los justiciables…‖ (Tribunal EDH, Caso Cubber vs. Bélgica). La confianza que se pueda tener en los tribunales por parte de la sociedad, podría verse relacionada con el concepto de la buena imagen pública que debe tener el Poder Judicial. AQUEL DERECHO PÚBLICO SUBJETIVO, A CUYA OBSERVANCIA ESTÁN OBLIGADAS LAS AUTORIDADES QUE REALIZAN ACTOS MATERIALMENTE JURISDICCIONALES. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, tomo XV, mayo de 2002, página 299. 71 El Poder Judicial, así como cualquier otra corporación o institución, está integrada por personas, que son la faz de la institución de la que forman parte. El justiciable, puede mirar al Poder Judicial —o a cualquier otro poder— desde dos perspectivas: una objetiva que se concentra en la institución misma (de la que no se pueden excluir a las personas que lo integran) y otra subjetiva que se refiere propiamente a las cualidades de las personas que lo integran. Respecto a la perspectiva subjetiva, conviene citar a Salvador Cárdenas (2012: XIII), quien al referirse al tema del juez y su imagen pública, señala que desde la Edad Media, se le asignó al juez un papel ordenador de la sociedad, lo que le exigía no sólo contar con el criterio jurisdiccional para discernir el ius en cada caso, sino que además, debía representar el ordo iudiciarius, esto es, debía representar el conjunto de principios, normas y costumbres conforme a las cuales juzgaba. Tal exigencia dio lugar al surgimiento del honor de juez, pues éste debía mantener una buena fama y nombradía, así como una lealtad a ese orden, como garantía de la justicia de sus decisiones. Así se puede hablar de dos cualidades que deben distinguir a todo juez: por una parte, la preparación técnica; y por otra, sus prendas morales. La suma de dichas cualidades, integran hoy en día la imagen pública de respeto, también llamada honor, reputación, fama, decoro, autoridad, dignidad y prestigio. En cualquier caso se alude al crédito de una persona, basada en su confiabilidad y respeto (Cárdenas, 2012: XIV). La imparcialidad del juez, forma parte del ordo iudiciarius conforme al cual se juzga; por ello, el juez debe dar garantías personales que no engendren dudas respecto de su inclinación a favorecer a alguna de las partes en un litigio. Siguiendo la jurisprudencia del Tribunal EDH, en relación al artículo 6.1 del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales (CPDLHF)11, se observa que ha establecido, en diferentes sentencias, que la 11 ―6. Derecho a un proceso equitativo 1 Toda persona tiene derecho a que su causa sea oída equitativa, públicamente y dentro de un plazo razonable, por un Tribunal independiente e imparcial, establecido por la ley, que decidirá los litigios sobre 72 imparcialidad judicial es una de las exigencias del Estado de Derecho; de ahí la importancia de examinarla en cada caso concreto. Por regla general, ha considerado que se presume la imparcialidad personal del juzgador, aunque cabe cuestionarla por medio de prueba en contrario y afirma que las apariencias de imparcialidad son muy importantes —como se dejó establecido en el caso Cubber vs. Bélgica al que se hizo referencia líneas arriba—. Lo que destaca de la jurisprudencia del Tribunal EDH, en relación al tema en análisis es que ha diseñado un examen de la imparcialidad judicial, éste consiste en un primer nivel de análisis subjetivo, que se basa en determinar la imparcialidad de acuerdo con las convicciones personales de un juez concreto en un caso; en un segundo nivel, el examen objetivo es la averiguación de si el juez ofrece las garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima en ese respecto (Salado, 2014). El test subjetivo que de la imparcialidad de un juez se haga en un caso concreto, necesariamente debería pasa por los antecedentes conductuales de dicho funcionario; pues, la imagen pública de un juzgador necesariamente se construye con los actos pretéritos conocidos, que son los que hacen ostensible su convicción respecto de casos análogos. Sin embargo, abordar dicho estudio en cada caso concreto resultaría muy difícil, si no imposible. Por ello, el Tribunal EDH, aborda dicho test de una forma más sencilla y práctica: presume colmada la imparcialidad personal del juez, respecto de un asunto en particular, salvo prueba en contrario12. sus derechos y obligaciones de carácter civil o sobre el fundamento de cualquier acusación en materia penal dirigida contra ella…‖ 12 “…40. There are two tests for assessing whether a tribunal is impartial within the meaning of Article 6 § 1: the first consists in seeking to determine the personal conviction of a particular judge in a given case; the second in ascertaining whether the judge offered guarantees sufficient to exclude any legitimate doubt in this respect… 41. As to the subjective test, the personal impartiality of a judge must be presumed until there is proof to the contrary…” (Tribunal EDH, Caso Morel vs. Francia, parr. 40-42). 73 Tal forma de resolver dicho análisis me parece la más adecuada, porque serán entonces las partes en conflicto, sujetas a la determinación de una persona que ejerce como juzgador, quienes en todo caso podrían tener y, por eso mismo, manifestar objeciones concretas respecto de la dimensión subjetiva del juzgador con respecto a su imparcialidad. Por otra parte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, lleva a cabo el test objetivo, bajo una dimensión ajena a la conducta personal del juzgador, se trata más bien de determinar, tomando en cuenta incluso las apariencias —que pueden llegar a tener importancia en este campo, de ahí que se dé importancia al punto de vista de quien sostenga esa imparcialidad— si en realidad existe un temor objetivamente fundado de que tal percepción de imparcialidad puede ser real.13 O bien, en palabras de Juan Montero Aroca (2008: 784-785), se trata de determinar si, independientemente de la actitud del o de los jueces, existen hechos objetivos que autoricen a poner en duda la imparcialidad de alguno de aquéllos, o bien, asegurar que existen garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima sobre esa imparcialidad. En este tipo de examen, basta que existan hechos objetivos que puedan suscitar dudas, pues lo que está en juego no es la calidad personal del juzgador, del que se presume su imparcialidad, salvo prueba en contrario, lo que está en juego es la confianza que los tribunales de una sociedad democrática deben inspirar en el público y sobre todo en las partes del litigio. Tal examen fue aplicado en el caso Daktaras contra Lituania, en el que se analizó la independencia e imparcialidad del presidente de la división criminal del Tribunal 13 42. “As to the second test, when applied to a body sitting as a bench, it means determining whether, quite apart from the personal conduct of any of the members of that body, there are ascertainable facts which may raise doubts as to its impartiality. In this respect even appearances may be of some importance. It follows that when it is being decided whether in a given case there is a legitimate reason to fear that a particular body lacks impartiality, the standpoint of those claiming that it is not impartial is important but not decisive. What is decisive is whether the fear can be held to be objectively justified…” (Tribunal EDH, Caso Morel vs. Francia, parr. 40-42). 74 Supremo durante la casación de un caso, pues éste había intervenido previamente en ese mismo asunto, desempeñando funciones que podríamos asimilar a las del fiscal. El Tribunal EDH, consideró que no había problema respecto de la prueba subjetiva de imparcialidad, pero sí respecto de la prueba objetiva, al no poderse mantener la apariencia de imparcialidad del tribunal en lo que al pretendiente de la división criminal respecta14. Respecto a este último punto, el propio Tribunal EDH, en la misma sentencia señala que ―cualquier duda legítima sobre la imparcialidad de un tribunal es en sí misma suficiente para encontrar una violación de esta disposición‖ (traducción libre). No obstante, que en la sentencia en comento se aplicó el test en los niveles objetivo y subjetivo, para determinar la existencia o no de parcialidad, o bien, para aclarar si en el caso existía apariencia de parcialidad; lo que de suyo es una herramienta muy importante, lo cierto es que, al igual que Montero (2008), considero que en el contexto del caso en análisis, lo cuestionado no puede ser la imparcialidad sino la independencia. 14 “… 32. Under the objective test, it must be determined whether there are ascertainable facts, which may nevertheless raise doubts as to their impartiality. In this respect even appearances may be of a certain importance. What is at stake is the confidence which the courts in a democratic society must inspire in the public and above all in the parties to the proceedings (ibid., § 45). (…) 36. Furthermore, while it is true that the President did not sit as a member of the court which determined the petition, he did choose the judge rapporteur and the members of the Chamber from amongst those judges of the Criminal Division which he heads. (...) However, when the President of the Criminal Division not only takes up the prosecution case but also, in addition to his organisational and managerial functions, constitutes the court, it cannot be said that, from an objective standpoint, there are sufficient guarantees to exclude any legitimate doubt as to the absence of inappropriate pressure. The fact that the President's intervention was prompted by the first-instance judge only aggravates the situation. 37. The Government's argument that in some other cases the Supreme Court has rejected the appeal initiated by its President or the President of the Criminal Division makes no difference. As mentioned above, in assessing the compliance of each particular case with Article 6 § 1 of the Convention, any legitimate doubt as to the impartiality of a tribunal is itself sufficient to find a violation of that provision. 38. In the light of these circumstances, the Court finds that the applicant's doubts as to the impartiality of the Supreme Court may be said to have been objectively justified. Consequently, there has been a breach of Article 6 § 1 of the Convention.” (Tribunal EDH, Caso Daktaras vs. Lituania, párr. 32-38). 75 Empero, al abordar el tema por medio de la verificación de la existencia de imparcialidad —objetiva y subjetiva— el Tribunal EDH declaró que existió violación del artículo 6 del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales porque las dudas del demandante sobre la imparcialidad de la Corte Suprema de Finlandia estaban objetivamente justificadas; lo que me hace estimar que, en el contexto del caso Daktaras vs Lituania, si la persona encargada de designar a los jueces que van a conocer de un recurso de casación, actúa a la vez como fiscal; entonces el que las dudas, de la parte que se dice afectada con tal facultad, estén objetivamente justificadas, sería motivo suficiente para considerar que existe una violación al presupuesto procesal de la imparcialidad y, por ende, al debido proceso. Si trasladáramos tal opinión del Tribunal EDH, al contexto de la facultad de escogencia del juzgador que habrá de conocer de una causa, entregada al Ministerio Público en México, entonces, podríamos concluir que el hecho de que una de las partes pueda elegir el órgano ante el cual será parte, bien puede engendrar dudas en el imputado, que se encuentren objetivamente justificadas, con lo que podría declararse una violación a los artículos 17 Constitucional y 8.1 de la CADH, en nuestro caso, respecto a la falta de garantía de la imparcialidad del juzgador. En materia de Derecho arbitral, se ha desarrollado un concepto similar de apariencia de imparcialidad, que me parece puede ser ilustrador respecto del aplicable a los jueces. Según González de Cossío (2002), al analizar la institución de los árbitros, refiere que el tema de la independencia e imparcialidad de éstos, aparece muy ligado al de apariencia de imparcialidad [de los árbitros], por la sencilla razón de que el arbitraje se basa en la confianza. Por ello el árbitro, sostiene, no solo debe desplegar las credenciales intelectuales, académicas y profesionales requeridas por las partes, sino que además, debe contar con las virtudes morales de un juzgador. 76 En el caso de los juzgadores, también debe cuidarse escrupulosamente, como ha quedado definido, el tema de la confianza del justiciable y de la comunidad; por ello, me parece adecuado señalar que según Rodrigo Jijón Lefort (2014), la Suprema Corte de los Estados Unidos de Norteamérica, al debatir sobre sí debían imponerse a los árbitros los estándares de independencia e imparcialidad establecidos para los jueces, en el caso Com-Monealth Coating Corp vs Continental Causalty Co., concluyó que sí deben imponerse los mismos estándares e, incluso, que debían ser aplicados de manera estricta, ya que el laudo arbitral, normalmente, no admite recursos, lo que exige severidad en la imparcialidad de los árbitros. Como se ve, la estrictez del criterio de imparcialidad, está ligada a las consecuencias que pudiera tener la decisión en un campo específico. Por ejemplo, en materia arbitral, se acotó que como, normalmente, el laudo arbitral no admite recurso, entonces las consecuencias de una decisión emitida en un contexto de apariencia de parcialidad tendrían consecuencias graves que exigen mayor acuciosidad al respecto de la exigencia de imparcialidad de los árbitros. En la materia penal, en la que están en juego valores tan importantes como lo serían la libertad personal del imputado, por un lado, y los bienes jurídicamente protegidos por la norma penal, por el otro; la estrictez del criterio se encontraría bien justificada. Ello es así, porque las consecuencias de una decisión imbuida en un contexto de duda sobre la imparcialidad del juzgador, impacta en la confianza que la sociedad deposita en el Poder Judicial; en lo particular puede provocar una percepción de injusticia entre las partes, ya sea al imputado o a la víctima u ofendido. En ese sentido, creo que bien podríamos considerar, en abstracto, que tan lamentable sería una decisión en la que un juzgador en lo particular, o bien, un órgano jurisdiccional en términos más objetivos, del que existieran dudas de imparcialidad: emitiera una resolución que absolviera a un imputado, dejando en la víctima una sensación de injusticia; como también sería lamentable, que bajo un contexto de 77 apariencia de parcialidad se condenara al imputado, dejando a éste —e incluso a la sociedad— con dudas respecto a su imparcialidad. En otra arista, trayendo un ejemplo de la materia arbitral, puede ser muy natural que se espere que el árbitro que se elige para resolver un litigio o causa, resuelva conforme a los intereses de quien lo elige; así lo expone con un ejemplo Rodrigo Jijón, cuando narra que en un caso arbitral entre la República de Ecuador y otro, las autoridades del Gobierno ecuatoriano, la prensa de ese país y la opinión pública criticaron abiertamente al árbitro designado por el propio Estado, pues éste concurrió con los otros dos árbitros, en un laudo contrario a los intereses del Estado de Ecuador; sostenían los críticos que era su obligación, como árbitro designado por Ecuador, defender los intereses de ese Estado. 15 Inevitablemente viene a mi mente, la opinión emitida por la CIDH en su ―Informe sobre el uso de la prisión preventiva en las Américas‖, donde señaló que en México el anterior Presidente de la República tenía la práctica de criticar públicamente a los jueces, asimilando a ―impunidad‖ la excarcelación por parte jueces estatales y federales de personas detenidas por autoridades federales. ¿No es acaso, que podría considerarse que —como lo esperaba el Ejecutivo ecuatoriano de su árbitro designado— el Presidente de la República Mexicana esperara que el juez de su elección tuviera la obligación de resolver conforme a los intereses del Estado? 15 González de Cossío (2002), refiere que la falta de apariencia de imparcialidad e independencia, ha dado lugar a múltiples problemas en el campo arbitral internacional; exponiendo incluso un ejemplo evidente de ello, en el que un miembro del Tribunal Irán-Estados Unidos de América, el señor Nils Mángard, fue amenazado y violentamente atacado como consecuencia de la falta de guardar la apariencia de independencia e imparcialidad; tal cosa la cometió el señor Kashani, instigado y tolerado por el señor Shefeiei, ambos miembros del Tribunal designados por Irán. Tales árbitros justificaron su actuar, ante la afirmación de que el señor Mangard mostraba total sumisión a los deseos e intereses de empresas estadounidenses, con lo que se ocasionaba un daño irreparable a Irán; ello, amparados en que en expedientes estaba documentado que en todas las instancias en las que había participado el señor Mángard, votó a favor de los intereses de Estados Unidos, siendo que en las sesiones se había limitado a proporcionar el voto, ya sea favorable para los Estados Unidos o negativo para Irán, sin que a su parecer proporcionara —el señor Nils Mángard— argumentos que soportaran su postura. 78 No creo que se pueda descartar del todo esa posibilidad, sobre todo si tomamos en cuenta que, como lo tuvo por probado la propia CIDH, en el informe que se comenta, en México: ―…es de conocimiento público que la Procuraduría General de la República (PGR) ejerce una fuerte persecución como medida de presión hacia jueces que adoptan decisiones que le son contrarias en casos relacionados con delincuencia organizada…‖ (CIDH, 2013a, párr. 110). Sirva esto para hacer explícita, por un lado, la sospecha que para la sociedad puede existir respecto del juez ―designado‖ por una de las partes para resolver una causa, o bien, lo que se esperaría de un juez por parte de quien “lo designa”. Considero que la mejor manera de garantizar la imparcialidad —incluso la independencia judicial— es evitando fórmulas que permitan a alguna de las partes el hacer la elección directa del juzgador que habrá de conocer y resolver de un litigio. De esa manera no sólo se emitiría una imagen que beneficiaría la apariencia de imparcialidad de los juzgadores, sino que se reduciría el margen otorgado a uno de los Poderes de la Unión (Ejecutivo), para tratar de ejercer control, de forma directa o indirecta, en otro de los Poderes en mención (Judicial). Pues bien, continuando con el análisis dogmático, cabe señalar que la imparcialidad del juzgador, se encuentra reforzada y quizá condicionada, por otro presupuesto del debido proceso, es decir: la independencia del juzgador, de la cual conviene ocuparnos para entender adecuadamente la primera. 1.1.6. Independencia del juzgador En el apartado que antecede, se entró al estudio de la imparcialidad judicial, así como de apariencia de imparcialidad; en el tema de la independencia judicial, considero importante señalar que no podría decirse que se respeta el derecho al debido proceso, por parte de un Estado, si no es capaz de garantizar que el juzgador que concretamente 79 conocerá de la causa penal respectiva, es independiente y, quizá —en gran medida— motivado por eso mismo, imparcial. Para Cafferata (2000), la independencia del Tribunal respecto de todo tipo de poder o presión, política o social (que impida o esterilice cualquier intento de desequilibrar ―desde afuera del proceso‖ alguno de los platillos de la balanza, de la cual el juez es el fiel, garantiza también la imparcialidad con que se juzga. Así, el juez debe contar con la libertad necesaria para cumplir con sus funciones y tomar sus decisiones sin interferencias de ningún tipo, ya sean provenientes de otros poderes, otras instituciones o del propio poder judicial. No por esa libertad operativa que debe tener el juzgador, debe verse a la independencia judicial como un ―privilegio de los juzgadores sino como una garantía para el ciudadano‖. (Cafferata, 2000: 36) Por su parte, la jurisprudencia de la Corte Interamericana de los Derecho Humanos, específicamente, al resolver el Caso Reverón Trujillo Vs. Venezuela, hace clara mención a que: El principio de independencia judicial constituye uno de los pilares básicos de las garantías del debido proceso, motivo por el cual debe ser respetado en todas las áreas del procedimiento y ante todas las instancias procesales en que se decide sobre los derechos de la persona. La Corte ha considerado que el principio de independencia judicial resulta indispensable para la protección de los derechos fundamentales, por lo que su alcance debe garantizarse inclusive, en situaciones especiales, como lo es el estado de excepción (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela, párr. 68). En la misma sentencia (caso Reverón Trujillo Vs. Venezuela) la CorteIDH define las garantías que derivan de la independencia judicial: (1) un adecuado proceso de nombramiento, (2) la inamovilidad en el cargo y (3) la garantía contra presiones externas. Respecto del adecuado proceso de nombramiento, como garantía derivada de la independencia judicial destaca que: ―…todo proceso de nombramiento debe tener como función no sólo la escogencia según los méritos y calidades del aspirante, sino el 80 aseguramiento de la igualdad de oportunidades en el acceso al Poder Judicial. En consecuencia, se debe seleccionar a los jueces exclusivamente por el mérito personal y su capacidad profesional, a través de mecanismos objetivos de selección y permanencia que tengan en cuenta la singularidad y especificidad de las funciones que se van a desempeñar‖ (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela, párr. 74). En relación a la inamovilidad, destaca en la misma sentencia que: ―la inamovilidad es una garantía de la independencia judicial que a su vez está compuesta por las siguientes garantías: permanencia en el cargo, un proceso de ascensos adecuado y no despido injustificado o libre remoción. Quiere decir esto que si el Estado incumple una de estas garantías, afecta la inamovilidad y, por tanto, no está cumpliendo con su obligación de garantizar la independencia judicial‖ (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela, párr. 79). En cuanto a la garantía contra presiones externas, que es quizá la que más relaciona con la materia de esta investigación, la CorteIDH determinó que: 80. Los Principios Básicos disponen que los jueces resolverán los asuntos que conozcan ―basándose en los hechos y en consonancia con el derecho, sin restricción alguna y sin influencias, alicientes, presiones, amenazas o intromisiones indebidas, sean directas o indirectas, de cualesquiera sectores o por cualquier motivo‖. Asimismo, dichos principios establecen que la judicatura ―tendrá autoridad exclusiva para decidir si una cuestión que le haya sido sometida está dentro de la competencia que le haya atribuido la ley‖ y que ―[n]o se efectuarán intromisiones indebidas o injustificadas en el proceso judicial‖ (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela, párr. 80). Por su parte el Tribunal EDH, según da cuenta Montero Aroca (2008), ha establecido que para decidir si un tribunal es independiente es necesario atender al modo de designación y duración del mandato de sus miembros y a la existencia de medidas de protección contra las presiones exteriores. Mientras que, por otra parte, ha definido que la imparcialidad se aprecia en un doble sentido: subjetivo, que consiste en precisar la convicción personal de cada uno de los miembros del tribunal y, en sentido objetivo, en 81 atender a si existen garantías suficientes para excluir toda duda legítima u objetivamente justificada, e insistiendo en que las apariencias tienen también importancia. No obstante ello, en no pocas sentencias el Tribunal EDH ha procedido a examinar de forma concurrente esas dos notas caracterizadoras, con lo que ha acabado por considerar mezclados los dos derechos. En nuestra Constitución en el artículo 17, expresamente se señala que las leyes federales y las locales establecerán los medios necesarios para que se garantice la independencia de los tribunales. Lo que de suyo hace imperativo el que los juzgadores gocen de dicha independencia para dictar sus fallos, pero además, para la instrucción de los procesos. Citando a Agostino Carrino, Ovalle (2007) refiere que el verdadero e irrenunciable significado del principio de división de poderes reside en la independencia de la magistratura, pues de esa manera se puede garantizar que el poder judicial cumpla con su función de controlar la constitucionalidad y la legalidad de los actos de los otros poderes. Por ello, coincido cuando Cafferata (2000) afirma que las prohibiciones a los Poderes Ejecutivo y Legislativo de llevar a cabo intromisiones en la función jurisdiccional del Poder Judicial, no sólo tiene relación con evitar la posible usurpación de funciones jurisdiccionales por parte de otros poderes, sino que también se proscribe de esa manera un posible ejercicio informal de la función jurisdiccional a través de órdenes, presiones, sugerencias, etc. De esa manera, me parece claro que la facultad confeccionada por el legislador y entregada al ejecutivo, para que por medio del agente del Ministerio Público de la Federación16 pueda elegir al juzgador que conocerá de una determinada causa penal, 16 En la actualidad, según el artículo 1, de la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la República, dicha institución está ubicada en el ámbito del Poder Ejecutivo Federal. 82 evidentemente violenta la independencia judicial, como también pone en duda la imparcialidad de quién habrá de resolver, como se expuso en líneas anteriores. Tal afirmación no es arbitraria de quien esto escribe, se encentra apoyada en la disertación que el Tribunal EDH, hace al resolver el caso Brudnicka y otros vs. Polonia, en el que analizaba la alegación de los solicitantes, en la que sostenían que las Cámaras Marítimas que habían oído el caso, no demostraban ser Tribunales independientes e imparciales. En el contexto de ese caso, el Tribunal EDH, consideró que los miembros del tribunal (Cámaras Marítimas) no debían evidenciar algún prejuicio o sesgo personal, además, el tribunal debía dar garantías objetivas de imparcialidad, excluyéndose cualquier duda al respeto; pero muy importante, fue la afirmación de que como los conceptos de independencia e ―imparcialidad objetiva‖ están estrechamente vinculados, el Tribunal se veía en la necesidad de analizarlos en su conjunto17. Entonces, dado el estrecho vínculo que existe entre independencia judicial e imparcialidad judicial, de carácter objetiva; la vulneración de la primera afecta o pone en riesgo a la segunda, y viceversa. Así es, mientras que la independencia judicial se refiere a que de facto debe existir una abstracción del Tribunal, respecto de todo tipo de interferencias de poder, presión política o social, sugerencias vinculantes o condicionantes, etcétera; que provengan del exterior del propio Tribunal —que incluso podrían provenir del Poder Judicial, más no del propio Tribunal o Juzgado—; la imparcialidad judicial objetiva, 17 “…38. In order to establish whether a tribunal can be considered to be “independent” within the meaning of Article 6 § 1, regard must be had, inter alia, to the manner of appointment of its members and their term of office, the existence of guarantees against outside pressures and the question whether the body presents an appearance of Independence… 39. There are two aspects to the requirement of “impartiality”. Firstly, the tribunal must be subjectively impartial, that is, no member of the tribunal should hold any personal prejudice or bias. Secondly, the tribunal must also be impartial from an objective viewpoint, that is, it must offer sufficient guarantees to exclude any legitimate doubt in this respect… 40. As the concepts of independence and objective impartiality are closely linked, the Court will consider them together as they relate to the instant case. 41. In maintaining confidence in the independence and impartiality of a tribunal, appearances may be important…” (Tribunal EDH, Caso Brudnicka y otros vs. Polonia, párr. 38-41). 83 concretamente exige una verificación transversal de si existen hechos objetivos que autoricen a poner en duda la imparcialidad del juzgador, o bien, la verificación de si el juez ofrece las garantías suficientes para excluir cualquier suspicacia legítima, que haga presumir que pudiera favorecer a alguna de las partes en el conflicto, a los ojos de la sociedad o de las partes en litigio. Además de ello, en el caso Pabla Ky vs. Finlandia, el Tribunal EDH, hace una aportación significativa al examen que hizo, por ejemplo, en la sentencia del caso Brudnicka y otros vs. Polonia, pues además de analizar como presupuestos de la independencia judicial: (1) la forma de designación de sus miembros y (2) la duración de su mandato, (3) la existencia de garantías contra presiones externas18; agregó un elemento más a considerar: (4) determinar si en el caso se presenta una apariencia de independencia19. En la propia sentencia que se comenta (caso Pabla Ky vs. Finlandia), el Tribunal EDH, deja ver que para determinar la apariencia de independencia, tiene importancia la opinión de la parte en litigio que argumenta tal falta de independencia; pero ello no es decisivo. Así, deja ver que la apariencia de independencia se refiere a la ausencia objetiva de dudas respecto de la dependencia del tribunal a alguna influencia externa, en términos similares que el examen de la apariencia de la imparcialidad, empero, en este caso, basta que existan hechos objetivos que puedan suscitar dudas sobre la falta de independencia 18 Presupuestos que se corresponden con las garantías que derivan de la independencia judicial, que en la jurisprudencia de la Corte IDH se han dejado establecidos: (1) un adecuado proceso de nombramiento, (2) la inamovilidad en el cargo y (3) la garantía contra presiones externas (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela, párrs. 74, 79 y 80). 19 “…26. In order to establish whether a tribunal can be considered “independent” for the purposes of Article 6 § 1 of the Convention, regard must be had, inter alia, to the manner of appointment of its members and their terms of office, the existence of safeguards against outside pressures and the question whether it presents an appearance of independence…” (Tribunal ECH, Caso Pabla Ky vs. Finlandia, párr. 26). 84 del tribunal, pues lo que está en juego es la confianza que los tribunales de una sociedad democrática deben inspirar en el público y sobre todo en las partes del procedimiento.20 Por ello, considero que deben utilizarse mecanismos que garanticen la independencia del Poder Judicial, pues si éste es incapaz de controlar la asignación de causas, de las que habrán de conocer sus jueces, se evidencia la falta de independencia en cuanto a tal circunstancia, no para que un juez la elija a modo, sino para que se garantice que un caso dado no puede ser elegido por el juzgador, pero tampoco por las partes. Al respecto, Baumman (1986: 150-151), señala que las disposiciones sobre el reparto de los asuntos (turno), ―no sólo protegen al imputado contra la elección de los jueces ad hoc, sino también la independencia judicial‖, refiere además, que en Alemania existen variadas normas que completan la protección del juez, como, por ejemplo, en la Ley de Organización Judicial que se prevé que ―ningún fiscal puede ejercer autoridad jerárquica sobre el juez‖. Cabe preguntarnos si el agente del Ministerio Público de la Federación ejerce algún tipo de autoridad jerárquica sobre un juez, al ser éste el que lo elija para el conocimiento de una causa penal, si éste no es el ordinariamente competente para ello. Me parece que no es así, empero, sí puede ejercer presiones de ese modo, como de hecho ha sucedido en nuestro país: Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en su ―Informe sobre el uso de la prisión preventiva en las Américas‖, en México existe una fuerte influencia que ejercen la opinión pública y los altos funcionarios ejecutivos sobre las autoridades judiciales. Aquí, se considera de suma importancia la cita de la parte conducente, dada su relación con el tema: 20 “… The Court is not persuaded that the mere fact that M.P. was a member of the legislature at the time he sat on the applicant company's appeal is sufficient to raise doubts as to the independence and impartiality of the Court of Appeal…” (Tribunal ECH, Caso Pabla Ky vs. Finlandia, párr. 34). 85 ...como ejemplo de este tipo de presiones provenientes de altos funcionarios de otros órganos del Estado hacia el Poder Judicial, en México el anterior Presidente de la República tenía la práctica de criticar públicamente a los jueces que actuaban en determinados casos de alto perfil mediático. En sus pronunciamientos el mandatario asimilaba a ―impunidad‖ la excarcelación por parte jueces estatales y federales de personas detenidas por autoridades federales, obviando deliberadamente el hecho de que tales decisiones judiciales no constituían una determinación definitiva en esos procesos. El primer funcionario del Estado llegó a manifestar públicamente: ―[n]o es que yo traiga algo contra los jueces, los aprecio, pero uno se cansa… Ahí hay un lío con impunidad, dicen que puede ser en nuestros órganos (la Procuraduría General de la República o la Policía Federal), pero yo creo que el Poder Judicial, local y federal, tiene mucho que mejorar en este aspecto‖. Este es un claro ejemplo del tipo de mensaje político que contribuye a construir una percepción pública de impunidad mediante el argumento de una ―puerta giratoria‖ (la policía detiene a los delincuentes y los jueces los dejan en libertad), y envía un mensaje político por medio del cual pretende trasladar la responsabilidad de la criminalidad al Poder Judicial. En este contexto, también es de conocimiento público que la Procuraduría General de la República (PGR) ejerce una fuerte persecución como medida de presión hacia jueces que adoptan decisiones que le son contrarias en casos relacionados con delincuencia organizada (CIDH, 2013a, párr. 110). En principio de cuentas, deberíamos considerar que cuando el Ministerio Público considera que se actualizan alguna de las causales que, según el artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, le permitirían ejercer la facultad de escogencia del órgano que habrá de conocer de una causa, o bien, cuando atribuye el delito de delincuencia organizada a un imputado en particular, dicho funcionario cuenta con una amplia gama de juzgadores que podrían conocer de la causa en comento; es decir, tantos juzgadores como órganos jurisdiccionales anexos a Centros Federales de Readaptación Social se encuentren en el país, a lo largo de varias regiones en nuestra nación; empero, goza de gran discrecionalidad para decidirse por uno o unos y no por otros. Entonces, si el Ejecutivo Federal, por medio de la institución del Ministerio Público, habiendo hecho uso de esa discrecionalidad, al final no se ve congraciado con tal elección, reacciona criticando públicamente y presionando de facto a los jueces, ello es una medida de presión ex post, como reprimenda política por no haberse adecuado el juez elegido a la pretensión del Ejecutivo. 86 Tal discrecionalidad, desde mi punto de vista, engendra la sospecha de que éste elegirá de entre todos los tribunales disponibles, aquél en el cual sus pretensiones punitivas encontrarán mejores resultados, pero en el caso de que no sea así, ejercerá presión sobre éste para que en futuras ocasiones, resuelva a pedir de boca del Ejecutivo Federal. Con ello, evidentemente se influye en el juzgador, si bien indirectamente (informalmente diría Cafferata), condicionando su independencia, cuando menos a los ojos de la sociedad. Por otra parte, no podemos dejar pasar desapercibido que el propio Poder Judicial de la Federación reconoce, en la presentación del ―Código de Ética del Poder Judicial de la Federación‖, que la sociedad, cada vez más, cuestiona o emite juicios que pueden trascender en la conciencia libre del juzgador, en virtud de que sus actos judiciales son sometidos al escrutinio público a través de los instrumentos de impacto social; por ello reconoce la necesidad de que sus juzgadores actúen con independencia, imparcialidad, objetividad, profesionalismo y transparencia (SCJN-CJF, 2004: 4). Por último, cabe traer aquí lo señalado por CIDH, en su publicación denominada: ―Garantías para la independencia de las y los operadores de justicia. Hacia el fortalecimiento del acceso a la justicia y el estado de derecho en las Américas‖, en el que con relación al tema sostiene: La independencia de todo órgano que realice funciones de carácter jurisdiccional es un presupuesto indispensable para el cumplimiento de las normas del debido proceso en tanto derecho humano y su ausencia afecta el ejercicio del derecho de acceder a la justicia, aparte de generar desconfianza y hasta temor, que orille a las personas a no recurrir a la los tribunales… [s]iendo claro en el derecho internacional la absoluta independencia que debe guardar el Poder judicial respecto de cualquier otro poder u órgano del Estado (CIDH, 2013b: párr. 30 y 32). 1.1.6.1. La elección de un juez para un caso determinado Aunque desde el capítulo anterior, se ha venido abordando la figura del juez natural y, ciertamente, ha sido recurrente su tratamiento, me gustaría aquí señalar que en un ejercicio de derecho comparado, podríamos exponer lo que Baumman (1986) señala 87 acerca de los esfuerzos efectuados en Alemania para evitar que un juez pueda ser elegido, para determinado caso, lo que se hace controlando el reparto de asuntos entre los distintos jueces o juzgados por parte de la presidencia, aclarando que tan solo en casos de necesidad es posible no tener en cuenta ese reparto. En la misma obra, expone como es menos compatible con el principio del juez determinado legalmente la fijación de la competencia con arreglo ciertos artículos de su legislación, que permite al Ministerio Público evitar un juez unipersonal no grato (por medio de un requerimiento penal más grave) o un tribunal de escabinos no grato (admitiendo una importancia especial del caso), logrando en este último caso, incluso otra instancia (Baumman, 1986: 140), de esa forma el Ministerio Público evita el que un juez o tribunal determinado conozca de determinado asunto, si sabe que con ello se vería afectada su pretensión, aunque para ello debiera clasificar la conducta imputada en otra más grave o arguyendo que un caso determinado tiene una importancia especial, que en realidad no tiene. Como se ve, el derecho al juez natural, predeterminado por la ley u ordinario, puede ser burlado si la legislación contiene facultades para que el Ministerio Público lo haga, pues éste —como parte que lo es en una causa penal— por naturaleza buscará que sus pretensiones punitivas sean congraciadas, para ello, no necesariamente podría sólo evitar un juez o tribunal no grato para éste, sino que en el caso de la excepción a la competencia territorial ordinaria en análisis, inclusive puede elegir uno, lo que no parece ser compatible con el derecho al juez natural. Aquí, cabría preguntarnos: si los precedentes judiciales de un determinado juez u órgano jurisdiccional, pueden servir al Ministerio Público como un indicador de dónde habría de consignar un asunto para lograr, cuando menos, que se vincule a proceso al imputado, mediante un auto de formal prisión, por ejemplo; o bien, si por el contrario, con base en el criterio observado en un juzgador, el Ministerio Público podría evitar consignar hechos ante él, no obstante que, en un determinado caso resulte ser el 88 ordinariamente competente, simplemente para eludir la posibilidad de que con base en dicho criterio, se libere o absuelva, al imputado. En el caso expuesto por Baumman (1986), lo que se advierte es que la legislación alemana que analiza permitiría al Ministerio Público el evitar un tribunal no grato para sus intereses, lo que de suyo, para el autor, es poco compatible con el principio del juez determinado legalmente; empero, esa forma de fijación de la competencia, en realidad es más limitada que la que analizamos en nuestra legislación nacional, habida cuenta que en Alemania, tomando en consideración lo que expone Baumman, no se permitiría que el Ministerio Público escogiera a la autoridad judicial que habría de conocer. En el caso que analizamos de la legislación nacional, el Ministerio Público no solo podría evitar un Tribunal que no le fuera grato, sino que además, podría elegir uno o un grupo de juzgadores, de la misma circunscripción territorial del lugar en que interne a un imputado detenido. Para ello, el Ministerio Público únicamente requeriría argumentar que se actualiza cualquiera de las causales en comento21, para que se le permitiese internar en un centro de reclusión distante del lugar de la comisión de los hechos al imputado, haciendo competente, cuando menos temporalmente, a un juez que ordinariamente no lo sería. Ahora bien, el quid de tal proceder es que una vez puesto a disposición del juez que no es ordinariamente competente, el detenido en contra de quien se ejerció acción penal, tiene el derecho a que sin demora se determine su situación jurídica, dentro de los términos legales establecidos para ello22; por tanto, de conformidad con el artículo 432 del Código Federal de Procedimientos Penales: el juez que no era el ordinariamente competente pero que esté conociendo del asunto, no podría declararse incompetente para 21 Cualquiera de las razones siguientes: (1) las características del hecho imputado, (2) las circunstancias personales del inculpado, (3) por razones de seguridad en las prisiones o (4) por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso. 22 Artículo 19 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. 89 seguir conociendo de esos hechos, sino hasta que se practiquen las diligencias que no admitan demora y, en caso de que haya detenido, de haberse dictado el auto de formal prisión o el de libertad por falta de elementos para procesar. Si conociendo que el criterio de ese juez o grupo de jueces, le puede llegar a ser favorable, el agente del Ministerio Público de la Federación consigna en el ámbito de la circunscripción territorial de éstos a un detenido, argumentando que se actualiza alguna de las causales previstas en el artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, surgirá para éstos la obligación de conocer del asunto, hasta desahogar las diligencias que no admitan demora; aunque después declinen competencia al ordinariamente competente, al considerar que no se actualiza ninguna de las causales previstas en el párrafo tercero, del artículo 10 el Código Federal de Procedimientos Penales; empero, entretanto, si se decretó auto de formal prisión en contra del imputado, sus efectos se surtirán durante todo el proceso, no obstante, que quien lo decretó no era ordinariamente competente para ello. En otro escenario, si el agente del Ministerio Público de la Federación logra que el juez elegido considere acreditada cualquiera de las causas para la operatividad de la competencia territorial de excepción en estudio, entonces, por efecto de lo ordenado en el cuarto párrafo, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, no operaría ya la declinatoria, por lo que el juez escogido por el agente del Ministerio Público de la Federación debería continuar conociendo del asunto, aun cuando no fuera el ordinariamente competente. Entonces, con independencia de si se actualizan o no las causales para que opere la competencia territorial excepcional, previstas en el párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, lo cierto es que la legislación prevé las condiciones para que con tan solo argumentar que se actualiza cualquiera de las causales en comento, aunque no sea verdad, el agente del Ministerio Público de la Federación puede elegir al juez o grupo de jueces que han de resolver la situación jurídica del 90 imputado23, con la seguridad —o cuando menos meridiana seguridad— de cuál puede ser el resultado, es decir, de que logrará vincular a proceso a dicho imputado, dada la elección que cuidadosamente habrá hecho del juzgador para el caso. A tal circunstancia debe adicionarse el que, cuando menos el Tribunal Colegiado del Trigésimo Primer Circuito en su tesis XXXI.5 P (2009), ha considerado que de conformidad con el principio de supremacía constitucional y orden jerárquico normativo que rigen en el derecho mexicano, tratándose del delito de delincuencia organizada, la competencia territorial por excepción prevista en el artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales, se surte a favor de los Jueces de Distrito de los lugares donde exista un Centro Federal de Readaptación Social de máxima seguridad, sin necesidad de que el agente del Ministerio Público de la Federación acredite la actualización de ninguna de las causales a que hace referencia dicho artículo. Arriba a ello, porque según su interpretación del artículo 18 constitucional, que dispone que para la reclusión preventiva en materia de delincuencia organizada se destinarán centros especiales, los cuales necesariamente deben ser de máxima seguridad; además, que de conformidad con Acuerdos Generales del Consejo de la Judicatura Federal24: los Jueces de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales de los lugares donde exista un Centro Federal de Readaptación Social de máxima seguridad, ejercerán jurisdicción en toda la República para conocer de aquellos asuntos que se encuentren en la hipótesis del artículo 10, párrafo tercero, del Código Federal de Procedimientos Penales. 23 En los términos del artículo 19 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Acuerdo General 21/2008 del Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, por el que se dota de competencia a los Juzgados de Distrito que se precisan para conocer de delitos cometidos en lugar distinto al de su jurisdicción, por razones de seguridad en las prisiones, así como el Acuerdo General 82/2008 del Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, por el que se reforma el diverso Acuerdo General 21/2008, por el que se dota de competencia a los Juzgados de Distrito que se precisan para conocer de delitos cometidos en lugar distinto al de su jurisdicción, por razones de seguridad en las prisiones. 24 91 Por esa razón, en el caso de que uno de los delitos imputados fuera el de delincuencia organizada, automáticamente se actualizaría la necesidad de que un juez de Distrito adscrito a cualquier lugar en el que existan centros federales de máxima seguridad, conozca del asunto al actualizarse, sin más, la competencia territorial excepcional que hemos estado analizando. El criterio recientemente señalado, no obstante que no es un precedente obligatorio, en mi experiencia he podido advertir que es ampliamente utilizado para justificar el internamiento de imputados en centros de máxima seguridad, distantes del lugar de la comisión de los hechos; para ello, únicamente se requiere que el agente del Ministerio Público de la Federación impute, cuando menos el delito de delincuencia organizada. 1.1.7. Aplicación del test del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, diseñado para examinar la independencia e imparcialidad del juzgador en un caso concreto Aunque el test diseñado para examinar independencia e imparcialidad de un juez, se ha extraído de casos específicos que el Tribunal EDH ha resuelto; considero que para efectos del estudio que nos ocupa, es viable analizar en abstracto si un juez escogido por el agente del Ministerio Público de la Federación, podría no ser imparcial o independiente; lo que se propone así en aras de que el presente estudio sirva como un parámetro objetivo generalizado, dejando sólo para el análisis concreto las circunstancias subjetivas del juez en examen. Recordemos que el examen completo, se compone de un análisis de la imparcialidad, —y como aquí se propone también de la independencia— en dos niveles, uno subjetivo y otro objetivo. Así en un primer nivel subjetivo, el análisis recae en la persona del juez o jueces que componen un Tribunal. Con ello en mente, se procede al examen, en abstracto, de la imparcialidad subjetiva del juzgador, que consiste en determinar si de acuerdo con las 92 convicciones personales de un juez determinado, se podría inclinar a favorecer a una de las partes que litigan un caso concreto. Pues bien, como el análisis que aquí se hace lo es en abstracto, lo más pertinente es tomar la solución que el Tribunal EDH ha adoptado, es decir, presumiremos colmada la imparcialidad personal del juez, puesto que no tenemos prueba en contrario que supere dicha presunción. Empero, en la aplicación de este test en casos particulares, la opinión de la parte que argumente parcialidad del juzgador, así como sus alegaciones y la prueba que de ello pueda ofrecer, aun indiciariamente, son importantes a la hora de considerar vencida, o no, tal presunción. En este apartado de análisis, considero que inciden cuestiones tan personales del juzgador, como el partido político en el que milita, el culto que profesa o si no practica ninguno, la escuela en la que estudio, sus trabajos anteriores, más una larga cadena de etcéteras, que pudiesen demostrar o cuando menos sembrar una sospecha válida en relación a que el juzgador pudiera inclinarse, por todo ello o parte de ello, a beneficiar o a perjudicar a una de las partes en litigio. En cuanto a la verificación de la independencia del juzgador, en un plano subjetivo, dicho examen se debería ceñir a verificar si de conformidad con los ideales, procedencia, antecedentes, creencias u otras categorías análogas, el juez en cuestión es proclive a mostrar sumisión respecto a un poder o autoridad externa, de derecho o de facto, o bien, ante otros funcionarios de su misma o superior categoría. Por ejemplo, si para resolver determinado asunto, espera el pronunciamiento que sobre un tema haga un líder político o religioso, o bien, que tuviera que solicitar autorización para conocer de un asunto en particular o para que se le imponga la obligación de hacerlo. Para considerar que existe una dependencia de un juez, éste tendría que evidenciar en sus resoluciones —ostensiblemente— su filiación política, sus creencias religiosas, sus ideales personales, su desdén hacia cierto sector de la sociedad o región 93 geográfica, o bien, su repulsión hacia ciertas conductas contrarias a dogmas o creencias de corporaciones clericales u otras manifestaciones análogas ajenas a la justicia; en franca sumisión a los principios de un partido político, una religión determinada, una ideología representante de cierto sector social, etcétera; con lo que se haría evidente que ese juzgador subjetivamente no goza de independencia como operador judicial. Pero, según considero, no es tan fácil demostrar la dependencia subjetiva del juzgador, pues para ello éste debe revelar de forma desbordante que efectivamente se somete voluntariamente a los intereses de otro poder o autoridad, de derecho o de facto; pues no bastaría el comprobar que en casos análogos resuelve siempre de la misma manera, pues desde mi punto de vista, lo único que ello revela es su criterio jurídico en relación a un tópico jurídico; sobre todo, si para arribar a dicha determinación funda y motiva adecuadamente sus resoluciones. Empero, si una de las partes, tiene la facultad de conocer el sentido en que un juez resuelve regularmente determinados casos, siendo que, además, tenga la facultad de escoger a un determinado juez para resolver una causa en concreto, muy probablemente elegirá de modo que se incremente importantemente la posibilidad de verse congraciado en cuanto a sus pretensiones; entonces, aún en contra de la voluntad del juzgador, éste se ve convertido en un juzgador ad hoc o a modo para el caso concreto, con lo que se pone en duda su independencia. Un segundo grado de análisis de la imparcialidad e independencia judiciales, opera a un nivel objetivo, en el que independientemente de la actitud del juez o de las situaciones subjetivas en que se encuentre ubicado, se debe examinar si existen hechos objetivos que autoricen a poner en duda la imparcialidad del juzgador, o bien, asegurar que existen garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima sobre esa imparcialidad; por otra parte, se debe analizar si éste puede contar con medidas de protección contra las presiones exteriores. 94 Antes de hacer el examen preciso la imparcialidad e independencia judicial de carácter objetivo, es menester recordar el análisis que de éstos tópicos ha llevado a cabo el Tribunal EDH en el caso Brudnicka y otros vs. Polonia; en el que afirmó que como los conceptos de ―independencia‖ e ―imparcialidad objetiva‖ están estrechamente vinculados, el Tribunal se veía en la necesidad de analizarlos en su conjunto25. En el caso en abstracto que analizamos, considero que podemos partir de asumir que el agente del Ministerio Público de la Federación no elegirá un juzgador azarosamente; cuando menos debe llevar a cabo una verificación de ciertos parámetros para escoger al que será el juez de la causa. De un análisis caritativo del ejercicio que de dicha facultad hace el agente del Ministerio Público de la Federación, tendríamos que pensar que éste únicamente toma en consideración como parámetros para elegir al juzgador: la seguridad e integridad física del imputado, así como el garantizar el adecuado desarrollo del proceso, evitando así dilaciones innecesarias, que genera la diligencia de exhortos y otros despachos análogos; empero, considero que con base en datos objetivos, que a continuación analizaremos, podemos deducir que esos no son los únicos criterios que toma en consideración a la hora de distribuir competencias excepcionales entre los jueces federales de su elección. Cabe señalar que mientras que la independencia judicial se refiere a que de facto debe existir una abstracción del Tribunal, respecto de todo tipo de interferencias de poder, presión política o social, sugerencias vinculantes o condicionantes, etcétera; que provengan del exterior del propio Tribunal —que incluso podrían provenir del Poder Judicial, más no del propio Tribunal o Juzgado—; la imparcialidad judicial objetiva, concretamente exige una verificación transversal de si existen hechos objetivos que autoricen a poner en duda la imparcialidad del juzgador, o bien, la verificación de si el juez ofrece las garantías suficientes para excluir cualquier suspicacia legítima, que haga 25 “…40. As the concepts of independence and objective impartiality are closely linked, the Court will consider them together as they relate to the instant case…” (Tribunal ECH, Caso Brudnicka y otros vs. Polonia, párr. 40). 95 presumir que pudiera favorecer a alguna de las partes en el conflicto, a los ojos de la sociedad o de las partes en litigio. Así, tenemos que la independencia se verifica considerando, entre otras cosas, si el juez fue designado de forma adecuada, es decir, fue nombrado ―exclusivamente por el mérito personal y su capacidad profesional, a través de mecanismos objetivos de selección y permanencia que tengan en cuenta la singularidad y especificidad de las funciones que se va a desempeñar‖ (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela, párr. 74). Pues bien, en un análisis en abstracto, tal característica del juzgador debe presumirse; empero, aun en un caso particular, salvo prueba en contrario, considero que debe presumirse que el nombramiento del juzgador se llevó a cabo bajo esos principios. En lo relativo a la verificación de la duración y seguridad del cargo, es decir, a si el juez goza de garantías de inamovilidad, que a su vez posibilite la (1) permanencia en el cargo, (2) un proceso de ascensos adecuado y transparente, así como (3) la limitación del despido injustificado o libre remoción. Al respecto es importante mencionar que ―…si el Estado incumple una de estas garantías, afecta la inamovilidad y, por tanto, no está cumpliendo con su obligación de garantizar la independencia judicial‖ (CorteIDH, caso Reverón Trujillo vs. Venezuela, párr. 79). La facultad que en abstracto se analiza —sin considerar elementos contextuales manifiestos en la sociedad mexicana— pareciera que no afecta la inamovilidad de un juez en particular, por lo que prima facie no podríamos considerar que un juez que es escogido para conocer de un asunto, pudiera ver comprometida su independencia, al ver en riesgo su permanencia en el cargo, encontrar limitaciones de las posibilidades de ascenso, o bien, que ello le haga temer su remoción o despido injustificado. Por otra parte, no se podría presumir en sentido contrario, que si el juez renuncia a observar su obligación de independencia, estaría garantizando para sí su permanencia 96 en el cargo, estaría haciendo méritos para su ascenso, o bien, disminuyendo drásticamente las posibilidades de un despido injustificado o su libre remoción. Empero, si tomamos en cuenta el contexto nacional expuesto a lo largo del presente trabajo de investigación, del que se advierte que según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en su ―Informe sobre el uso de la prisión preventiva en las Américas‖ (CIDH, 2013a), en México existe una fuerte influencia que ejercen la opinión pública y los altos funcionarios ejecutivos sobre las autoridades judiciales; enviando con ello un mensaje político a la sociedad, respecto a que son los jueces penales los responsables de la criminalidad en el país, sobre todo, de la proliferación de la delincuencia organizada; pues con la excarcelación de ―delincuentes‖ siembran la impunidad y el terreno propicio para la proliferación de la delincuencia. Por otra parte, en el mismo Informe se señala que es de conocimiento público que la Procuraduría General de la República ejerce una fuerte persecución, como medida de presión hacia jueces que adoptan decisiones que le son contrarias en casos relacionados con delincuencia organizada. Tales medidas de presión ejercidas sistemáticamente en nuestro país, en contra de los jueces que dejan en libertad a los detenidos acusados de delitos federales, provenientes inclusive del titular de uno de los Poderes de la Unión (Ejecutivo); sí puede hacernos presumir, aún en abstracto, que un juez penal que es elegido por el agente del Ministerio Público de la Federación sienta la presión de todo el aparato de Procuración de Justicia y Seguridad Pública, para que resuelva en determinado sentido, cuando menos la vinculación a proceso de un detenido. Es por todo lo anterior, que se considera que sí se afectan las garantías de imparcialidad e independencia judicial, con el ejercicio de la facultad en comento. Por ello, se insiste en señalar que el hecho de que un juzgador, en determinados casos resuelva siempre de cierta manera, no refleja más que su criterio jurídico y convicciones, que no necesariamente comprometen su imparcialidad e independencia, al 97 respecto de casos análogos; empero, cuando una de las partes tiene la facultad de elegir a un juzgador, que en determinados casos ha demostrado tener un criterio jurídico que favorecería la pretensión de la parte que lo elige, sin que la otra parte pueda pronunciarse al respecto de dicha elección; definitivamente, estimo que crea un desequilibrio procesal, convirtiendo al juzgador escogido en un juez ad hoc, aun en contra de su propia voluntad. En tal estado de cosas, se hace evidente que la imparcialidad e independencia judiciales, se ven comprometidas, por ello, sostengo que no debe existir norma alguna que permita a la Fiscalía elegir al juzgador que habrá de conocer de una causa penal en particular, menos aún si con ello se impactan derechos inherentes al debido proceso, como los ya mencionados, además, del derecho a un juez natural, a la adecuada defensa y de acceso a la justicia. 1.1.8. Adecuada defensa Según lo señala atinadamente Bernardo Salazar (2012): el debido proceso, como lo ha definido la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es un medio para asegurar, en la mayor medida posible, la solución justa de una controversia, a lo cual contribuyen el conjunto de actos de diversas características generalmente reunidos bajo el concepto de debido proceso legal. Así el derecho al debido proceso busca asegurar la adecuada defensa de quienes comparecen ante un juez a proteger, asegurar o hacer valer la titularidad de un derecho. Salmón y Blanco (2012: 282), han sostenido que la CorteIDH ha determinado que no basta con que la persona tenga un abogado, sino que debe permitírsele ejercer efectivamente la defensa del inculpado. Dan cuenta de que una situación contraria a esta garantía se presentó en el Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador, en el cual la Corte consideró que se violó el artículo 8.2.d de la CADH porque, a pesar de que en cierto momento procesal el señor 98 Chaparro contaba con un abogado, se impusieron barreras fácticas para que la presencia de sus defensores fuera ―solo formal‖. En la sede nacional, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la tesis de jurisprudencia 23/2006, determinó importantes rasgos del referido derecho humano a la adecuada defensa, resumiéndolo del siguiente modo: a) Toda persona, desde el momento en que el detenida y puesta a disposición del Ministerio Público, cuenta con la garantía de la adecuada defensa; b) La adecuada defensa es una garantía y no un mero requisito formal para validar las actuaciones ministeriales; c) La asistencia legal de un defensor no se reduce a la mera presencia física de éste en las diligencias de declaración ministerial, sino que debe prestar una ayuda efectiva al imputado, como su asesor legal; y, d) Previo a que el imputado emita declaración, es su derecho el entrevistarse con su defensor en forma privada, el agente del Ministerio Público, o en su caso el juez, deben permitirlo. Sostiene Bernardo Salazar que la adecuada defensa es un derecho humano, en tanto que el objetivo del conjunto de actos que conforman el derecho fundamental de debido proceso legal, es precisamente el aseguramiento de la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración judicial (Salazar, 2012: 537). En la contradicción de tesis 461/2012, la Primera Sala de la SCJN, al analizar si la orden administrativa de traslado de un procesado, de un centro de reclusión preventiva a otro, distante del lugar a aquél en que se sigue el proceso penal al imputado, reconoció que: …llevar el proceso en un lugar distinto al en que se encuentre el procesado representa un entorpecimiento en la participación efectiva de éste en su defensa, ya que si bien la 99 participación para tener tal calificativo (efectiva) no necesita la presencia física del procesado dentro de todas y cada una de las etapas del procedimiento, sí requiere que éste sea debidamente asistido por su asesor legal; lo que encuentra un obstáculo material si el procesado se encuentra en un lugar distinto en el que se sigue la causa penal (SCJN, Contradicción de tesis 461/2012, párr. 53). Considero pertinente señalar que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en su «Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria» correspondiente al año 2012, ha señalado que de los 17 Centros Federales visitados durante la aplicación de dicho diagnóstico, en 15 de ellos documentó un ―[e]scaso número de internos con procedimiento radicado ante juez local (varios internos con causa penal radicada en entidades distintas al lugar de reclusión)‖; constituyéndose como una de las deficiencias con mayor incidencia, a la par de la ―[f]alta de personal médico para atender a los internos‖ (CNDH, 2012: 485). Tal magnitud del problema, además, el hecho de que el tema del alejamiento del procesado del lugar en que se lleva su proceso, ya hubiese sido motivo de análisis de la Primera Sala de la SCJN, en vía de contradicción de tesis, evidentemente nos revela la generalidad de tal situación y el impacto generalizado al derecho a la adecuada defensa de los procesados. Asimismo, cabe resaltar que la propia Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al emitir la tesis de jurisprudencia 1a./J. 12/2012 (9a.) sostuvo, inter alia, que la garantía individual de defensa adecuada entraña una prohibición para el Estado, consistente en no entorpecer el ejercicio del derecho de defensa del gobernado; que el juez de la causa debe garantizar la posibilidad de defensa al permitir que se den todas las condiciones necesarias para que el inculpado sea debidamente asistido, tanto formal como materialmente y que el juez tiene la obligación de no impedir u obstaculizar el ejercicio de las cargas procesales que le corresponden dentro del proceso penal para desvirtuar la acusación del Ministerio Público. 100 En ese sentido, el juez debe garantizar el ejercicio del derecho a la adecuada defensa, mediante la generación de las condiciones necesarias para que el inculpado ejerza dicho derecho, de lo contrario, ello se convertiría en un mero requisito formal. El juez de la causa está obligado a permitir una instrumentación real de oportunidades defensivas, para que el imputado tenga oportunidades de descargo, pues de lo contrario, la aparente defensa del imputado, sólo serviría para legitimar una decisión a la que de cualquier manera se arribaría, existiera o no la posibilidad real de defensa. Dada la importancia de lo que la Primera Sala ha definido en la jurisprudencia 1a./J. 12/2012 (9a.), considero importante descomponer en elementos lo resuelto en la jurisprudencia recién citada, así tenemos que se considera que la adecuada defensa: a) Es una garantía individual que entraña una prohibición para el Estado de no entorpecer el ejercicio del derecho de defensa del gobernado. b) Que el juez de la causa debe garantizar la posibilidad de defensa al permitir que se den todas las condiciones necesarias para que el inculpado sea debidamente asistido, tanto formal como materialmente. c) Que el juez tiene la obligación de no impedir u obstaculizar el ejercicio de las cargas procesales que le corresponden dentro del proceso penal para desvirtuar la acusación del Ministerio Público. Esas tres obligaciones estatales, deben cumplirse a favor de los gobernados imputados en alguna causa penal; empero, en el caso de los inculpados que enfrentan prisión preventiva en un lugar distinto al de la comisión de los hechos o, peor aún, cuando, además, de lo anterior, su proceso se encuentra en lugar diverso al de su reclusión y al de la sucesión de los hechos a juzgar, pareciera que el cumplimiento de tales extremos se vuelve ilusorio. 101 1.1.9. Igualdad de armas Íntimamente ligado con el derecho a la adecuada defensa, se encuentra el principio de igualdad de armas —parafraseando a la Corte Constitucional Colombiana (CCColombia), cuando describió las características de los modelos procesales penales de ascendencia continental europea— podemos decir de éste, que está encaminado a asegurar que acusador y acusado puedan gozar de los mismos medios de ataque y de defensa, para hacer valer sus alegaciones y medios de prueba (CCColombia, sentencia C-591 de 2005). A tal definición arribó, partiendo de la que el Tribunal Constitucional Español (TCEspaña) hace al respecto: cuando señala que el principio de igualdad de armas y medios en el proceso, corolario de los principios de contradicción y bilateralidad ―…exige que las partes cuenten con medios parejos de ataque y defensa, ya que para evitar el desequilibrio entre las partes es necesario que ‹ambas dispongan de las mismas posibilidades y cargas de alegación, prueba e impugnación…›‖ (TCEspaña, STC 90/1994). Por su parte, la CorteIDH, en la Opinión Consultiva 16/99, de primero de octubre de mil novecientos noventa y nueve, en la que trató ―El derecho a la información sobre la asistencia consular en el marco de las garantías del debido proceso legal‖, al respecto del tema que nos ocupa, señaló que: ―para que exista ―debido proceso legal‖ es preciso que un justiciable pueda hacer valer sus derechos y defender sus intereses en forma efectiva y en condiciones de igualdad procesal con otros justiciables. Al efecto, es útil recordar que el proceso es un medio para asegurar, en la mayor medida posible, la solución justa de una controversia‖ (CorteIDH. OC.16/99, párr. 117). En el Informe sobre Terrorismo y Derechos Humanos, la CIDH, tomando como base de partida la Opinión Consultiva recién citada, al respecto de la igualdad procesal que debe regir entre las partes señaló que, para garantizar dicho derecho se debe incluso: “…reconocer y corregir toda desventaja real que las personas afectadas en los 102 procedimientos puedan tener y observar en ello el principio de igualdad ante la ley y el corolario que prohíbe todo tipo de discriminación‖ (CIDH, Informe sobre Terrorismo y Derechos Humanos, párr. 399). En virtud de lo anterior, tenemos que para que exista ―debido proceso legal‖, es necesario garantizar la igualdad de oportunidades de ataque y defensa, así como una paridad en la posibilidad de alegar, probar e impugnar; debiéndose reconocer y corregir toda desventaja real. Entonces, cabría preguntarnos si el hecho de que el agente del Ministerio Público de la Federación, cuente con la posibilidad de integrar pruebas a la averiguación previa, generadas en el propio lugar de la comisión del suceso reputado como ilícito, consignando los hechos ante el tribunal de su elección, ubicado fuera del lugar de los acontecimientos pretendidamente punibles, internando al imputado en un centro de reclusión distante del lugar de los hechos a dilucidar, constituye o no una ventaja indebida para una de las partes en el proceso penal. Evidentemente sí, puesto que al alejar al imputado del lugar en que acaeció el hecho reputado como ilícito, también lo aleja de la posibilidad de ofrecer y desahogar, en igualdad de armas, las pruebas con las que habría de desvirtuar la imputación; además, le impone cargas excesivas para siquiera lograr una comunicación con su defensa, todo lo cual me lleva a concluir que en las condiciones reseñadas sí existe un desequilibro procesal, que debe corregirse. Así es, tal como lo señalan la CIDH y la CorteIDH, respectivamente, el Estado debe ―…reconocer y corregir toda desventaja real que las personas afectadas en los procedimientos puedan tener…‖26, habida cuenta que ―…el proceso es un medio para asegurar, en la mayor medida posible, la solución justa de una controversia…‖27 Por lo tanto, el Estado tiene la obligación de eliminar tal facultad abusiva, que inclina la balanza a favor del Ministerio Público, en detrimento de las garantías judiciales de los 26 27 (CIDH, Informe sobre Terrorismo y Derechos Humanos, párr. 399) (CorteIDH. OC.16/99, párr. 117) 103 imputados y de sus familias, lo que impacta frontalmente al debido proceso legal, que en todo procedimiento judicial se debe observar a favor de los gobernados. 1.1.10. Justicia pronta En la materia penal, especialmente cuando el procesado se encuentra en prisión preventiva, con opción o no a obtener su libertad provisional, la justicia debe ser pronta y ajustada a plazos razonables. En el ámbito nacional es en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, donde se consagra dicha garantía a la justicia pronta, ya que ordena que toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que emitirán sus resoluciones de manera pronta. Por otra parte, en el artículo 20 constitucional, apartado A, fracción VIII 28, prevé como derecho del indiciado que éste debe ser juzgado ―…antes de cuatro meses si se tratare de delitos cuya pena máxima no exceda de dos años de prisión, y antes de un año si la pena excediere de ese tiempo, salvo que solicite mayor plazo para su defensa‖. En el artículo 20, apartado A, fracción IX, del texto constitucional reformado, que entrará en vigor, una vez que también lo haga a nivel federal el Código Nacional de Procedimientos Penales, dispone que al prisión preventiva ―…no podrá exceder del tiempo que como máximo de pena fije la ley al delito que motivare el proceso y en ningún caso será superior a dos años, salvo que su prolongación se deba al ejercicio del derecho de defensa del imputado‖. Tales disposiciones son orientadoras para fijar cuál es el tiempo máximo que la Constitución mexicana prevé para la duración de un proceso penal, plazo que se ha flexibilizado, al pasar de un año como máximo, hasta el plazo máximo que fije la ley como pena mayor para el delito que se impute al procesado, según podemos entender de la disposición que posibilita que la prisión preventiva se prolongue hasta entonces. 28 Corresponde al texto publicado en el DOF el 7 de mayo de 2008, aún vigente en materia penal federal. 104 Empero, dichos plazos máximos, no necesariamente son un parámetro de plazo razonable. En relación al derecho a un plazo razonable Salmón y Blanco (2012: 188), han señalado que dentro de las garantías mínimas contenidas en el artículo 8.1 de la Convención Americana se encuentra el derecho a ser oído dentro de un plazo razonable; el cual está estrechamente vinculado con el acceso a la justicia, puesto que parte de su contenido implica que la solución de la controversia se produzca en un tiempo razonable. Aclaran que una demora prolongada del proceso constituye por sí misma una violación de las garantías judiciales. Además, en la ya citada tesis 2ª L/200229, de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se previó por parte de los ministros que la componen, que las autoridades encargadas de la impartición de justicia deben resolver las controversias dentro de los términos y plazos que para tal efecto se establezcan en las leyes. La Convención Americana hace referencia al concepto de ―plazo razonable‖ como parámetro para verificar el cumplimiento de la obligación de los Estados de resolver cualquier controversia relativa a la determinación de los derechos humanos u obligaciones de las personas dentro de un límite temporal que, dependiendo de las circunstancias particulares del caso, sea prudente o justificado. Por su parte, la CorteIDH ha señalado que para determinar el plazo razonable en cada caso se deben tomar en cuenta: a) la complejidad del asunto, b) la actividad procesal del interesado, c) la conducta de las autoridades judiciales y d) la afectación generada por la duración del procedimiento en la situación jurídica de la persona involucrada en el mismo (Parra y Saavedra, 2012: 24). 29 ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS ESTABLECE DIVERSOS PRINCIPIOS QUE INTEGRAN AQUEL DERECHO PÚBLICO SUBJETIVO, A CUYA OBSERVANCIA ESTÁN OBLIGADAS LAS AUTORIDADES QUE REALIZAN ACTOS MATERIALMENTE JURISDICCIONALES. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, tomo XV, mayo de 2002, página 299. 105 Así, por ejemplo en la materia penal, si el procesado sufre una afectación ante la indefinición del plazo en que se ha encontrado sujeta a una investigación o a un proceso penal, nace una obligación para las autoridades a efecto de que el asunto se resuelva en un tiempo breve. La afectación en el tema que tratamos, se vuelve particularmente más sensible porque, generalmente, en contra de quien se ejerce la facultad de escogencia en estudio, son personas que están siendo procesadas por delitos de delincuencia organizada u otros que por su gravedad no permiten que el imputado acceda a la libertad provisional, por lo cual, todo el tiempo que dure su proceso permanecerá recluido; purgando una pena adelantada, cual preso sin condena. Adicionalmente, como se ha adelantado en apartados precedentes, cuando el procesado se encuentra recluido en un centro penitenciario, en un lugar distinto al del proceso y al de la comisión del hecho reputado como delictivo; en general, se originan las condiciones para una dilación procesal injustificada; dada la dificultad de desahogar pruebas, por lo que no podría ser atribuido al imputado o a su defensa, el que dada la lentitud del proceso, el plazo que debía ser razonable se hubiera dilatado en ejercicio del derecho de defensa. 1.1.11. Simulación del debido proceso Sin embargo, no obstante todo lo expuesto, bien podría decirse —como de facto es sostenido por algunos operadores jurídicos— que la adecuada defensa de los inculpados, como presupuesto del debido proceso, está garantizada mediante la designación oficiosa de un defensor público federal, para cada una de las diligencias que se habrá de llevar a cabo por la vía del exhorto o requisitoria, según sea el caso, así como mediante el sistema alternativo de diligencia por videoconferencia, en el que no es raro que un imputado cuente simultáneamente con hasta dos Defensores Públicos 106 Federales (en los sucesivo DPFS)30; uno, para que lo represente, momentáneamente, en el lugar en que se encuentra recluido y, otro, para que lo asista en el lugar del proceso, quien de facto lo representa ante el órgano jurisdiccional que lo procesa; práctica que no está prevista en la ley, pero que los jueces de Distrito han implementado como una simulación de garantismo. Podría decirse también, que el hecho de que el defensor designado por el inculpado, sea éste particular o público, no pudiera estar materialmente en el lugar en el que se encuentra el procesado, o bien, no pueda constituirse materialmente en el lugar en que habrá de desahogarse una prueba —de inspección judicial o de examen de testigo, por ejemplo— no es un impedimento para el ejercicio de la adecuada defensa; porque en todo caso, para no dejar en ―estado de indefensión‖ a los inculpados, se les nombraría un defensor de oficio, únicamente para que asista al desahogo de la diligencia en cuestión. Podrían idearse muchas soluciones prácticas para aparentar que se garantizan las obligaciones estatales que apuntábamos; empero, también podría sostenerse que la defensa se lleva a cabo mediante una estrategia que se despliega de forma integral, que el hecho de nombrar a un defensor de oficio para cada diligencia que habrá de desahogarse por exhorto fuera del lugar del juicio, en realidad no permite que se despliegue una estrategia de defensa definida ni continua; por lo que en realidad no existe una adecuada defensa en esos casos y, consecuentemente, tampoco se respeta la garantía del justiciable de un debido proceso. En ese sentido, considero que el tratar de simular el cumplimiento del debido proceso a favor de los inculpados, nos hace a todos parte del problema. 30 No obstante, que en el ―Acuerdo General 74/2008 del Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, que pone a disposición de los órganos jurisdiccionales el uso de la videoconferencia como un método alternativo para el desahogo de diligencias judiciales‖; se incluye de forma anexa el protocolo para el uso de la videoconferencia en los juzgados de Distrito en materia penal y de procesos penales federales; en cuyo punto 2.1. relativo al desahogo de la videoconferencia, en el inciso e), se prevé que cuando el inculpado participe directamente en la diligencia materia de la videoconferencia invariablemente deberá estar asistido de su defensor, sin que se mencione nunca que deba tener más de uno; en la práctica, los jueces tienden a nombrar, además, a un defensor público en la sede en que se encuentra el indiciado, cuando el proceso se instruye en un lugar distinto al de la reclusión del interno. 107 1.1.12. Esfuerzos del Instituto Federal de Defensoría Pública Aunque sea de forma breve, me gustaría señalar que el Instituto Federal de Defensoría Pública, ha realizado importantes esfuerzos para garantizar una adecuada defensa a favor de las personas a las que les presta el servicio de defensa penal, que se encuentran recluidas fuera del lugar en que se le instruye un proceso. Entre las acciones implementadas a su favor se encuentran las instrumentadas en la fracción II, del artículo 28, de las Bases Generales de Organización y Funcionamiento del Instituto Federal de Defensoría Pública31, esto es: la obligación de los DPF de practicar visitas necesarias a sus representados para realizar una defensa adecuada y de calidad; empero, cuando no puedan comparecer a los actos del proceso, por encontrarse los defendidos arraigados o recluidos en un lugar distinto a donde aquéllos estén adscritos, deberán solicitar el auxilio de sus homólogos para que éstos realicen las visitas que ambos estimen necesarias y los actos inherentes a la defensa. Tanto los defensores, como los homólogos deberán, oportunamente, compartir la información que resulte indispensable para llevar a cabo las visitas o actos procesales. 2. Cuestionario practicado a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal a nivel federal en México Con la finalidad de darle una base empírica al estudio que aquí se concretiza, se advirtió la necesidad de practicar una encuesta a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal. Para ello, se diseñó un breve cuestionario de siete preguntas para los defensores públicos federales (DPFS) y uno parecido de ocho preguntas para agentes del Ministerio 31 Expedidas por la Junta Directiva del Instituto Federal de Defensoría Pública, integrada por el magistrado César Esquinca Muñoa, Presidente, el doctor José Dávalos Morales, el doctor Héctor Fix Zamudio, el doctor Sergio García Ramírez, el maestro Gonzalo Moctezuma Barragán, el licenciado Amador Rodríguez Lozano y el doctor Jesús Zamora Pierce, el veinticinco de agosto de dos mil cuatro. Última reforma publicada el once de junio de dos mil doce, en el Diario Oficial de la Federación. 108 Público (AMPF), secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito (SRIOS) y jueces de Distrito, especializados en materia penal (JCS). La finalidad de ello, fue el generar información que permitiese llenar el espacio que existe entre el texto legal interpretado y su aplicación práctica por parte de los operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal. El llenar ese espacio, se consideró que generaría a su vez más tópicos de los que se ocuparía la dogmática jurídica, que se ha utilizado como método principal de estudio en el presente trabajo de investigación. Asumiendo que la realidad jurídica que estudiamos es el resultado de la puesta en práctica de la facultad de escogencia que se analiza en este estudio terminal, es por ello, que se consideró importante recurrir a un análisis empírico de la percepción de los operadores jurídicos del sistema, en que tiene aplicación la facultad estudiada. Es decir, no se busca con las encuestas el comprobar una teoría formulada con antelación, sino que con base en los resultados de éstas, encontrar vías de análisis de la problemática planteada; recurriendo, se itera, a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal, que vivencialmente dan significado a las aristas relacionadas con el tema de estudio. Así, se estableció que el aporte empírico que requiere esta investigación es de carácter cualitativo, pues se considera que la verificación empírica del fenómeno estudiado, en realidad retroalimentará la fase teórica para profundizar su estudio dogmático o, dicho en otras palabras, el punto de vista del sujeto estudiado se tomó en cuenta para el diseño del estudio teórico del tema. Se está consciente de que la información que aportan los sujetos de estudio está basada en su propia experiencia subjetiva; además, que los resultados son útiles para conocer, un poco más, una problemática en un ámbito específico; empero, el resultado de dichos cuestionarios permitió, cuando menos desde mi punto de vista, la realización de un estudio del fenómeno que nos ocupa de una manera más completa, pues luego de 109 su aplicación se tomaron en cuenta aspectos que se habían dejado de lado con el estudio estrictamente dogmático, como lo sería que la dificultad en la comunicación entre defensor y defendido sí incide en la adecuada defensa, o que las fallas en la comunicación y la dilación procesal, es también una preocupación de los operadores judiciales el sistema de justicia penal federal. En todo caso, se comprendió la problemática estudiada, como inserta en un fenómeno social más abierto y dinámico, para a partir de ello tomar una postura más atemperada a la hora de calificar aspectos de proporcionalidad de la medida, como se verá en el capítulo siguiente. Para el diseño de dichas preguntas, se definió primeramente cuál sería la unidad de análisis. Como se adelantaba líneas arriba, dicha unidad de análisis la constituyen los operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal, puesto que su percepción significativa es la que se tomó en cuenta para el estudio que se presenta, a quienes se les solicitó que contestaran los cuestionarios relativos, con el mayor sentido de objetividad y honestidad. Luego de ello se llevó a cabo una delimitación espacial para dicha encuesta. Tal delimitación se realizó atendiendo a los operadores jurídicos que estaban al alcance para ser entrevistados, por ello, se limitó a aquéllos que ejercían sus funciones en el Tercero y Vigésimo Cuarto circuitos judiciales federales, correspondientes a las entidades de Jalisco y Nayarit, que son en las que el suscrito me he desempeñado como defensor público federal, por lo que sería más factible aplicar entre dichos operadores jurídicos tales instrumentos. Si bien los cuestionarios se aplicaron en los meses de junio y agosto de dos mil catorce, la delimitación temporal se dejó abierta, puesto que la facultad que estudiamos existe desde el año de mil novecientos noventa y cuatro, según se dejó establecido en el capítulo I de este trabajo; por lo que uno de los cuestionamientos se refirió a la 110 experiencia en términos temporales que cada operador consultado tenía en la materia penal federal. Se adelanta que el promedio de experiencia los ubica a todos dentro del periodo en que se ha ejercido la facultad de escogencia en análisis, a más, que como dicha facultad se usa hoy en día, todos los operadores jurídicos que contestaron la encuesta han tenido la oportunidad de conocer de casos en los que se ejerció la faculta de escogencia relativa, con excepción un defensor público federal, con tan solo un año de experiencia, que a la fecha de la encuesta no había tenido ningún asunto de esa naturaleza. Ahora bien, delimitados la unidad de análisis y los ámbitos espaciales y temporales, se determinaron los atributos o dimensiones que se buscaban conocer con los cuestionamientos, esto es: la experiencia profesional de los absolventes, el antecedente laboral en el sistema de justicia penal, porcentaje de asuntos en los que se ha ejercido por parte del agente del Ministerio Público de la Federación la facultad en estudio, cual es la causal que más recurrentemente se utiliza para justificar su utilización, si el hecho de que el Ministerio Público hubiese ejercido tal facultad ha ocasionado problemas para el absolvente, qué tipo de problemas ha enfrentado, así como si considera que existan otras opciones además de la consignación en lugar distinto al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado. En el caso de jueces, secretarios y agentes del Ministerio Público, se les solicito, además, que refirieran si consideran que con el ejercicio de dicha facultad se violan derechos del imputado. Con eso en mente, se construyeron las categorías analíticas, dimensiones y fuentes para el cuestionario a aplicar, con el auxilio del cuadro siguiente: 111 Categoría analítica Operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal Dimensiones o atributos a) experiencia profesional de los operadores del sistema b) antecedente laboral de los operadores del sistema c) porcentaje de asuntos en los que se ha ejercido la facultad en estudio d) cual es la causal que más recurrentemente se utiliza para justificar su utilización e) si el ejercicio de tal facultad ha ocasionado problemas para la labor del absolvente f) qué tipo de problemas ha enfrentado g) otras opciones menos lesivas para los derechos del procesado h) si con el ejercicio de dicha facultad se violan derechos del imputado Fuente Encuestas a: 1) Defensores públicos federales 2) Jueces de Distrito 3) Secretarios de Estudio y cuenta 4) Agentes Público del Ministerio Tabla 2 Así, se solicitó a 47 defensores públicos federales, adscritos a distintas instancias (Agencias del Ministerio Público, Juzgados de Distrito y Tribunales Unitarios) de dos Circuitos Judiciales federales del país (el Tercero y el Vigésimo Cuarto), que respondieran la encuesta, siendo el caso que únicamente 19 de ellos accedieron a contestarla, 17 adscritos a Juzgado de Distrito y 2 adscritos a Tribunal Unitario; el resto de los defensores inquiridos, en síntesis, refirieron que por motivos de estabilidad laboral no deseaban contestar la encuesta, porque el Instituto Federal de Defensoría Pública es un órgano auxiliar del Consejo de la Judicatura Federal, siendo que éste último consciente y apoya la utilización de la facultad de escogencia en estudio, lo que precisamente se ha dejado establecido en el Capítulo I, del presente trabajo de investigación. En el caso de los secretarios de los Juzgados de Distrito, se solicitó a 20 de ellos(as), quienes laboran en Juzgados de Distrito especializados en la materia penal, de los dos Circuitos Judiciales federales ya mencionados, que contestaran el cuestionario de referencia; empero, únicamente 6 SRIOS, que laboran en 4 juzgados de Distrito 112 diferentes, accedieron a contestarlo; siempre y cuando sus titulares no se enteraran de ello. También se solicitó que lo respondieran a un total de 15 agentes del Ministerio Público, adscritos a dos Delegaciones Estatales de la Procuraduría General de la República; empero, no obstante que se les indicó que sus respuestas serían anónimas, únicamente 2 agentes en activo accedieron a contestar la encuesta; también accedió a hacerlo 1 agente del Ministerio Público que recientemente se había retirado de la función, por jubilación. Se pidió a un total de 11 jueces y juezas de Distrito que contestaran el cuestionario relativo; empero, sólo 2 juezas aceptaron contestarlo, negándose a hacerlo de su puño y letra. Ningún juez varón mostró disposición para contestar la encuesta, pero sí para comentar someramente el tema. Los absolventes que decidieron contestar, lo hicieron de forma anónima, empero, accedieron a llenar los formatos de su puño y letra; con excepción de las 2 juezas de Distrito que no desearon hacerlo; empero, contestaron brevemente las preguntas, mientras que el suscrito escribía sus respuestas en el apartado respectivo. Es importante mencionar, que todos los jueces consultados fueron amables y respetuosos; empero, dejaron claro —de distintas formas— que no podían dejar registro por escrito de su opinión con relación al tema, coincidiendo en esencia en señalar que todos ellos tenían o podían tener asuntos en su Juzgado, en los que el agente del Ministerio Público de la Federación hubiese ejercido o ejerciera esa facultad, en cuyo caso debían calificar las razones que arguyera, caso por caso, por lo que no podían adelantar una opinión que generara un prejuicio —más bien precedente— sobre el tema. Por otra parte, en la plática previa a la aplicación de la encuesta, accedieran o no a contestarla, pude percatarme que la gran mayoría de los operadores jurídicos del sistema de justicia penal a los que se les pidió contestarla, consideran que tal facultad puede llegar a ser problemática, cada uno desde su perspectiva; pero, todos coincidieron 113 también en que, en algunos casos, como lo sería cuando existen cuando menos datos que hagan presumir que el imputado pertenece a la delincuencia organizada, podría estar justificado ejercer tal facultad. 2.1. Cuestionario practicado a defensores públicos federales Así tenemos que a la luz de la encuesta realizada a defensores públicos federales (DPFS), a quienes se les cuestionó en relación al número de casos de que conoce en los que el agente del Ministerio Público de la Federación ha utilizado la facultad en estudio, ejerciendo acción penal en un lugar distinto al de la comisión de los hechos, al respecto todos los DPFS encuestados refirieron tener defendidos recluidos en un lugar distinto al del lugar de los hechos, por lo que el 100% de ellos tiene asuntos en esas condiciones, que representan el 24.3% del total de sus defensas; pero de éstos, sólo el 94.7% encontró en ello dificultades para el desarrollo de una defensa adecuada. La experiencia promedio en el sistema de justicia penal de los DPFS fue de 16 años y seis meses, por lo que en su mayoría se habrían imbuido en el referido sistema, cuando la facultad de escogencia ya había sido instrumentada. 2.1.1. Causales más recurrentes según los defensores públicos federales Entre las causales en las que el agente del Ministerio Público de la Federación justifica el ejercicio de la facultad en estudio, respecto de los asuntos que los DPFS conocen, resultó que la más recurrente fue la de: ―por razones de seguridad en las prisiones‖ con un 33.7%; seguida de la causal: ―atendiendo a las características del hecho imputado‖ con un 27%; según se muestra gráficamente en la tabla siguiente. Causales de la excepción más recurrentes según los defensores públicos federales Atendiendo a las características del hecho imputado Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado Por razones de seguridad en las prisiones Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso 27.0% 23.1% 33.7% 10.9% Tabla 3 114 2.1.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los defensores públicos federales Por otra parte, con relación a la problemática que esto les genera respondieron de la siguiente manera: Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los defensores públicos federales No conoce de manera directa a su defendid o No conoce la versión de los hechos de su defendid o Lentitud del proceso No hay plena defensa Violació n a la adecuada defensa No hay comunicació n directa con su defendido No tiene comunicació n con los familiares de su defendido Retraso en el desahogo de las diligencia s Dificultad ofrecimient o de pruebas Simulació n de defensa Desahog o de pruebas complejo Defendidos no reciben informació n Defendido s sienten que no tienen defensor 10.5% 5.3% 36.8 % 15.8 % 5.3% 57.9% 21.1% 26.3% 15.8% 5.3% 5.3% 5.3% 5.3% Tabla 4 De la tabla que antecede se advierte que el 57.9% de los DPFS encuestados considera que no puede llevar a cabo una adecuada defensa, ya que en las apuntadas condiciones no puede tener una comunicación directa con su defendido, lo que necesariamente trae como consecuencia que no pueda entrevistarse con éste, no pueda conocer su versión de los hechos directamente y se vea limitado para instrumentar una estrategia de defensa. A ese porcentaje, estimo que debe agregarse un 10.5%, relativo a los DPFS que consideraron que una de las problemáticas más graves que enfrentan, respecto de esos defendidos recluidos fuera del lugar del proceso, es que no conocen de manera directa a su defendido, lo que evidentemente propiciaría la formulación de líneas de defensa basados en las circunstancias de su representado; además, la mitad de ese porcentaje, es decir, el 5.3% del total de los encuestados, también dijo que no conoce la versión de los hechos de su defendido; en ese escenario, no cabe duda de la dificultad que enfrenta el imputado para que su versión de los hechos u otras circunstancias relevantes para su defensa puedan ser conocidas por su defensor, que es quien finalmente traducirá en clave jurídica todas esas circunstancias. Adicionalmente, el 21.1% de los DPFS encuestados, sostiene que en tales condiciones, no les es posible tener comunicación con los familiares de sus 115 representados, que son quienes en la mayoría de los casos apoyan a los DPFS en la preparación de los elementos de prueba a ofrecer en un proceso. Ello atendiendo a que los DPFS se encuentra adscritos a un órgano jurisdiccional determinado, sujetos a cargas de trabajo, que les impide llevar a cabo investigación de campo o traslados para entrevistas con sus defendidos o familiares de éstos, a otros lugares del país, a más que no existe un presupuesto instrumentado para ello. Por otra parte, debido a que las familias de sus representados generalmente residen en el lugar de los hechos, se origina que —dado que la instrucción del proceso se da en un lugar distinto al de la comisión de los hechos— no se pueda llevar a cabo una adecuada actividad probatoria, que permita el descargo de las imputaciones atribuidas a sus defendidos, ya que la precondición para ello no existe, es decir: la comunicación con quienes pueden facilitar los medios para el ofrecimiento de pruebas. Si sumamos todos esos componentes, relativos a la comunicación de los DPFS con sus imputados y sus familias, tenemos que el 94.7% de todos ellos, refiere —en distintas dimensiones—que la dificultad de comunicación ya señalada, constituye una barrera para ejercer una adecuada defensa. Cabe abundar en que, como se ha pretendido demostrar en la primera parte del presente capítulo, la comunicación con el defendido y con su familia —casi resulta tautológico decirlo— es de vital importancia para el desarrollo de una defensa de calidad. En el caso de la comunicación con el procesado, obvio es que si no se conoce su versión de los hechos, tampoco pueden conocerse circunstancias como la forma en que se llevó a cabo su detención, si existió incomunicación, coacción o violencia luego de ella; en caso de que existiera una declaración incriminatoria, si ésta la rindió libremente; su condición especial, que permitiese la prueba de que, en su caso, se actualiza a su favor de alguna excluyente del delito, causa de justificación, excusa absolutoria, etcétera. 116 Respecto de este tópico, me gustaría traer a este apartado lo que refirieron los secretarios de estudio y cuenta de los Juzgados de Distrito especializados en materia penal (SRIOS), a quienes se les practicó un cuestionario similar al de los DPFS; pues bien, el 16.5% de los SRIOS señaló que entre las principales problemáticas que encuentran cuando se ejerce la facultad ministerial en estudio, está el que: ―no se advierte de manera directa la situación real y necesidades del justiciable‖. Empero, las opiniones de dichos funcionarios se analizarán con mayor detalle en líneas posteriores. Por otra parte, cuando el delito o delitos que se le atribuyen al imputado no son considerados graves y la legislación procesal de la materia contempla la posibilidad de libertad provisional bajo caución a favor de los inculpados; muchas veces, al no lograrse comunicación con su familia, no se está en condiciones de garantizar las cantidades fijadas para ello; lo que redunda en que deberá enfrentar su proceso en reclusión; cuando indudablemente, de encontrarse en libertad, el propio representado puede colaborar con la localización de pruebas e indicios, para ofrecer a su favor. Por otra parte, sucede que habiendo logrado comunicación con sus familiares para que éstos si así lo tienen a bien, garanticen la libertad provisional de su pariente; de facto no les es posible a su familia el llevar a cabo tal circunstancia, puesto que dada la distancia del lugar de la comisión de los hechos —que la mayoría de las veces es el mismo de residencia habitual de la familia del inculpado— con el lugar del proceso, según me lo han expresado, les resultan más onerosos el traslado al lugar donde habrán de garantizar, que la propia cantidad fijada como garantía para que su pariente pueda acceder a la libertad provisional bajo caución. Desde la perspectiva del imputado, dada la dificultad en la comunicación de que se da cuenta, es común que éstos sientan que no están siendo representados y más común aún es que consideren que no reciben la información suficiente respecto de su asunto. 117 Así lo han señalado el 5.3% del total de los DPFS encuestados, pues refieren que en las condiciones apuntadas, sus defendidos no reciben información de su asunto, en tanto, que otro 5.3%, anota que sus representados sienten que no tiene defensor. Ahora bien, es menester considerar que dichas cifras son enteradas por DPFS; empero, si se cuestionara a los imputados que se encuentran en esas condiciones, muy probablemente, el porcentaje de éstos que consideran que en tales circunstancias sienten que no tiene defensa o no reciben suficiente información sería mayor. Como se apuntaba, la falta de comunicación con el imputado, provoca una dificultad para preparar las pruebas que habrán de ofrecerse y desahogarse en el proceso. En ese sentido se pronunció el 15.8% de los DPFS encuestados, pues sostienen que en tales condiciones uno de los principales problemas que enfrentan: es la dificultad para el ofrecimiento de pruebas, con lo que desde luego se obstaculiza la posibilidad de desvirtuar la acusación del Ministerio Público, tal como se advierte de la tabla 4. El hecho de que el porcentaje sea relativamente bajo, no significa que el resto de los DPFS no enfrenten dificultades para el ofrecimiento de pruebas; ya que, en mi experiencia, lo que significaría en realidad es que existe un importante obstáculo para el ofrecimiento de prueba idónea; es decir, la prueba que de forma adecuada o apropiada servirá más efectivamente para desvirtuar las acusaciones de la Fiscalía. Lo anterior lo sostengo, porque en la práctica forense de los DPFS, se hace el ofrecimiento de pruebas como interrogatorios a aprehensores, testigos de cargo y peritos oficiales, con la intención de ir desvirtuando la credibilidad de éstos, evidenciar errores en la integración de las averiguaciones, violaciones procesales u otras categorías análogas; pero ello no significa que dichas pruebas sean las más idóneas en todos los casos, o bien, que ese abordaje de defensa sea el más adecuado para todos los casos; además, no en todos los asuntos podemos ―desatar cabos‖, por lo que el ofrecimiento de prueba otorgada por el representado para acreditar extremos distintos a los señalados, es de vital importancia. 118 Pero, como los pruebas de descargo y las que acreditan la existencia de excluyentes de delito, excusas absolutorias, causas de justificación u otras categorías análogas; por regla general, los aporta el propio inculpado o su familia: en un contexto de falta de comunicación, su ofrecimiento se vuelve un galimatías. Pues bien, aun en caso de haber logrado un eficaz ofrecimiento probatorio, existe otra barrera a superar: su adecuado desahogo. Así tenemos que el 5.3% de los DPFS encuestados sostuvo que el desahogo de pruebas se vuelve complejo. Ejemplo de ello, sería el desahogo de los testimonios de descargo: dado que en el caso de testimoniales de descargo, al encontrarse los deponentes lejos del lugar del Tribunal que conoce de la causa, estos encuentran dificultades para trasladarse al lugar en que se les instruye la causa penal a los imputados, no siendo razonable exigirle un testigo que absorba el costo de ello; por lo que, generalmente, declaran haciendo uso del sistema de videoconferencia remota, por medio del cual, se establece comunicación entre dos órganos jurisdiccionales, uno en el que se instruye la causa y otro en el que físicamente se hace comparecer a los testigos; empero, las fechas para el desahogo de ese tipo de diligencias se fijan, por regla general, de forma distante, pues las agendas de ambos Juzgados deben estar libres en la fecha y hora que al efecto se señalen. Cuando la videoconferencia será tripartita o cuatripartita, por ejemplo para el desahogo de careos, en los que los careados se encuentran en más de dos o tres lugares, como ha llegado a suceder, la logística para lograr el desahogo de la prueba en cuestión, se vuelve muy compleja, además, las fechas para su desahogo se fijan de forma más distante aún. Ello nos lleva a mencionar otra de las problemáticas que los DPFS han resaltado, aunque en menor medida, pero no menos importante, sino que es consecuencia de las señaladas líneas arriba, me refiero a la lentitud con la que se desahoga el proceso, lo que 119 provoca un incumplimiento de la garantía a que las causas se resuelvan en plazo razonable. Así es, el 36.8% de los DPFS señaló que uno de los principales problemas que enfrenta cuando su defendido se encuentra recluido en un centro penitenciario distinto al del proceso, es el de la lentitud del procedimiento, a lo que se propuso adicionar el 26.3%, correspondiente a la opinión de los DPFS encuestados, que consideró que le resulta problemático el retraso en el desahogo de las diligencias, de lo que resulta que el 63.1% de las opiniones de los DPFS encuestados, en relación al tema que tratamos, empero, como el 21.1% de los encuestados señaló los dos problemas en comento, luego de considerarlos, en realidad representaría el 42.1% de las opiniones del total de los DPFS encuestados. Aunque en menor medida, existen otras problemáticas que los DPFS expusieron, ya que el 15.8% de los encuestados señalaron que en tales condiciones no hay plena defensa, el 5.3% consideró que como consecuencia de lo anterior, se viola el derecho a la adecuada defensa, además de un 5.3% que considera que en esos casos lo único que se logra en una simulación de defensa. En este tópico, es decir, el de garantizar las condiciones para llevar a cabo una adecuada defensa, se adelanta que de los jueces de Distrito (JCS) encuestados, el 50% consideró que lo que existe es un problema de comunicación entre DPFS; aunado al 50%, consideró que ello trae como consecuencia una actuación desordenada y heterogénea, además, que en tal condición pareciera que no hay una estrategia de defensa. 120 2.1.3. Alternativas distintas a la consignación en lugar diverso al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los defensores públicos federales Entre las alternativas que los DPFS sugirieron, distintas a la consignación en lugar diverso al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, se encuentran las siguientes: Alternativas distintas a la consignación en lugar diverso al de los hechos, según defensores públicos federales Creación de nuevos Recluir en Que en todas las Que el CEFERESOS centros estatales prisiones exista Consignación y Se implemente Consignación en procesado se para que se a los presos un módulo de procesamiento entrevista por el lugar de los recluya en el consigne y federales, para alta seguridad en el lugar de los videoconferencia hechos lugar del recluya al que estén en el para internarlos hechos para DPFS proceso procesado en el lugar de los en el lugar de los lugar de los hechos hechos hechos 42.1% 36.8% 5.3% 5.3% 5.3% 5.3% 5.3% Tabla 5 2.2. Cuestionario practicado a jueces de Distrito De la encuesta realizada a los JCS, en las que contestaron similares interrogantes, se advirtió que en promedio tiene 5 años como titulares de Juzgado; así como que en el 10% de los asuntos que conocen, el procesado está recluido en un lugar distinto al del lugar de los hechos. 2.2.1. Causales más recurrentes según los jueces de Distrito Del cuestionario practicado a JCS, se advierte que refirieron que las principales causales para que se considere actualizada la competencia territorial excepcional en estudio son: la relativa a las características del hecho imputado (25%) y por razones de seguridad en las prisiones (25%), según se advierte de la tabla siguiente: Causales de la excepción más recurrentes según los jueces de Distrito Atendiendo a las características Atendiendo a las circunstancias Por razones de seguridad en las del hecho imputado personales del inculpado prisiones 25.0% 0.0% 25.0% Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso 0.0% Tabla 6 121 2.2.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los jueces de Distrito Por otra parte, en relación a las principales problemáticas, respecto del tema que nos ocupa, resaltaron las siguientes: Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los jueces de Distrito Desproporcionalidad en cargas de trabajo entre Circuitos Judiciales Traslado de problemáticas de una región del país a otra Lentitud en la instrucción de las causas Problemas de comunicación entre DPF Actuación desordenada y heterogénea de los DPF Dilación en el desahogo de pruebas 50.0% 50.0% 50.0% 50.0% 50.0% 50.0% Tabla 7 Como se muestra en la tabla que antecede, los JCS advierten problemáticas concurrentes con los DPFS, pero dado su distinta posición como operadores jurídicos del sistema de justicia penal, observan otros problemas asociados con el ejercicio de la facultad de escogencia entregada al agente del Ministerio Público de la Federación. Así, como se adelantaba, éstos advierten un problema en la comunicación entre DPFS, que necesariamente afecta los intereses de los representados; que dado esos dos problemas fueron referidos por la misma fuente encuestada, podría sostenerse que el segundo sería consecuencia del primero de los problemas antes mencionados. Adicionalmente, y quizá en buena medida relacionado con lo anterior, los JCS advierten que otro de los problemas que se generan es la lentitud en la instrucción de las causas, dada la dilación que se presenta en el desahogo de pruebas, constituyendo un 50% de las opiniones que se emitieron, las que no se adicionan por haber provenido de la misma fuente. Otra de las problemáticas que los JCS sostienen que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia por parte del agente del Ministerio Público de la Federación, es que se trasladan problemáticas de una región del país a otra; lo que genera una desproporcionalidad en cargas de trabajo entre Circuitos Judiciales, ello constituye un 50% de las opiniones, las que no se suman por provenir de la misma fuente. 122 2.2.3. Derechos que los jueces de Distrito consideran se violan a los imputados, con el ejercicio de dicha facultad de escogencia Además de cuestionarles acerca de las problemáticas que se generan, se les cuestionó a los JCS si consideraban que con el uso de tal facultad por parte del agente del Ministerio Público de la Federación se impactan derechos de los imputados, refiriéndome el 50% que se violenta el derecho a la pronta impartición de justicia, el otro 50% consideró que no se violenta derecho alguno. 2.2.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los jueces de Distrito Opciones distintas Que se conozcan los asuntos en el Circuito que les corresponda y se refuerce la seguridad en los penales para ese fin Capacitar y dotar de mejores medios de comunicación a los defensores públicos 50.0% 50.0% Tabla 8 2.3. Cuestionario practicado a secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito En promedio, los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito (SRIOS) que fueron entrevistados tienen 5 años de experiencia en el área; del total de asuntos que conocen en el 65.8%, el procesado está recluido en un lugar distinto al del lugar de los hechos. 2.3.1. Causales más recurrentes según los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito De la encuesta practicada a los SRIOS, se advirtió que causal más recurrente para que se considere actualizada la competencia territorial excepcional en estudio, es ―por razones de seguridad en las prisiones‖, con un 63.5%; colocándose en un segundo plano 123 la relativa a ―las circunstancias personales del inculpado‖, con un 27.5%, resultando poco significativas el resto de las causales, según se advierte de la tabla siguiente: Causales de la excepción más recurrentes según los secretarios de estudio y cuenta Atendiendo a las Atendiendo a las características Por razones de seguridad en Para posibilitar el adecuado circunstancias personales del del hecho imputado las prisiones desarrollo del proceso inculpado 4.3% 27.5% 63.5% 4.3% Tabla 9 2.3.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito Por otra parte, de la aplicación del cuestionario se advirtió que las problemáticas que los SRIOS encuentran con el ejercicio, por parte del agente del Ministerio Público de la Federación, de la facultad de escogencia en estudio, son las siguientes: Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los secretarios de estudio y cuenta Lentitud del proceso Errores de comunicación No se advierte de manera directa la situación real y necesidades del justiciable Conflictos competenciales Lentitud en la notificación a los procesados Descontrol del proceso 83.3% 16.7% 16.7% 16.7% 16.7% 16.7% Tabla 10 En una tendencia similar a la de los DPFS y JCS, los SRIOS consideran que un problema importante en el contexto analizado es la lentitud del proceso, aunque para éstos tal problema parece más significativo, pues representa el 83.3% de las opiniones. Cabe apuntar aquí que el 16.7% de ellos consideró como problemática la lentitud en la notificación a los procesados, dado que se hacen por exhorto, ante las condiciones que estudiamos; lo que del mismo modo retrasa el procedimiento, pues en algunas ocasiones es indispensable esperar la notificación personal para el avance del procedimiento. También destacan que se ocasiona un descontrol del proceso, según el 16.7% de las opiniones, además se generan errores de comunicación, según otro 16.7% de los encuestado; todo lo cual de forma directa o indirecta, influye en violación a la garantía de plazo razonable. 124 Por otro lado, llama la atención que señalen como una problemática a los conflictos competenciales, cuya tramitación de conformidad con el procedimiento contemplado en el artículo 439 del Código Federal de Procedimientos Penales32, eventualmente puede redundar también en la violación a la garantía de plazo razonable; pues, mientras se resuelve el conflicto, la actividad de defensa se ve reducida ante la incertidumbre de dónde se habrá de continuar el procedimiento, por lo que aun cuando se ofrezcan medio de prueba, su desahogo, generalmente, se dilata en tanto se tiene la seguridad de ante qué órgano jurisdiccional habrán de desahogarse. En ese contexto, el 16.7% de las opiniones en ese sentido, finalmente redundan también en la violación a la garantía de pronta impartición de justicia, que puede tener sinonimia con la garantía de plazo razonable. 2.3.3. Derechos que los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito consideran se violan a los imputados, con el ejercicio de dicha facultad de escogencia En tanto, que a la pregunta de si considera que se violan derechos humanos del imputado, los SRIOS refirieron que sí, sosteniendo que prioritariamente se violenta la garantía de pronta impartición de justicia, con un 83.3% de las opiniones de los absolventes; seguidamente del derecho a la convivencia familiar del procesado, refiriéndose a ello el 33.3% de los SRIOS, lo que se advierte de la tabla siguiente: Violaciones a derechos humanos de los procesados según los secretarios de estudio y cuenta Pronta impartición de justicia No conoce la autoridad que lo juzgará Limitaciones en la convivencia familiar del procesado Se eleva el costo de los procesos para el Estado 83.3% 16.7% 33.3% 16.7% Tabla 11 32 El artículo 489 del Código Federal de Procedimientos Penales, dispone: ―El tribunal de competencias en los casos de los artículos 433 y 437, dará vista al Ministerio Público por el término de seis días y resolverá lo que corresponda dentro de los quince días siguientes, remitiendo las actuaciones al tribunal que declare competente‖. 125 Me parece oportuno el señalamiento que hacen el 16.7% de los SRIOS en relación a que se elevan los costos de los procesos para el Estado, puesto que al llevarse a cabo las diligencias por medio de exhortos, necesariamente se hace uso de servicios de estafetas, que representan un costo extra; por otra parte, para el desahogo de una probanza se distrae personal de los órganos jurisdiccionales que habrán de diligenciarla, por lo que sí se aumentaría el costo de los procesos. Si las diligencias se desahogan por el método alternativo de videoconferencia, también se generaría un costo adicional, dadas las horas de trabajo que invierten los técnicos de informática de la Dirección General de Tecnologías de la Información del Consejo de la Judicatura Federal, del personal de los Juzgados de Distrito que apoyará ―del otro lado de la pantalla‖ en la diligencia del exhorto, cuyos sueldos son pagados con erario público, por lo que en ese caso también se incrementan los costos de los procesos. 2.3.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los secretarios de estudio y cuenta de Juzgado de Distrito Opciones distintas Se internen los procesados en el lugar del juicio Se procese al imputado en el lugar de los hechos Crear más centros de alta seguridad Implementar medios tecnológicos para desahogar más rápido las diligencias 16.7% 16.7% 50.0% 16.7% Tabla 12 2.4. Cuestionario practicado a los agentes del Ministerio Público de la Federación En promedio, los agentes del Ministerio Público de la Federación (AMPF) que fueron entrevistados tienen 13 años de experiencia en el área; del total de asuntos que conocen en el 26.7%, el procesado está recluido en un lugar distinto al del lugar de los hechos. 126 2.4.1. Causales más recurrentes según los agentes del Ministerio Público de la Federación Como se ha referido, el cuestionario en cuestión fue aplicado también a agentes del Ministerio Público de la Federación, quienes señalaron que la principal causal con la que la Institución que representan justifica la utilización de la facultad en estudio, se encuentra aquella relativa a las características del hecho imputado (66.7%), seguida de las circunstancias personales del inculpado y por seguridad en las prisiones (16.7% ambas), según se advierte de la tabla siguiente: Causales de la excepción más recurrentes según los agentes del Ministerio Público de la Federación Atendiendo a las características Atendiendo a las circunstancias Por razones de seguridad en las del hecho imputado personales del inculpado prisiones 66.7% 16.7% Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso 16.7% 0.0% Tabla 13 2.4.2. Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los agentes del Ministerio Público de la Federación En relación a las problemáticas derivadas del ejercicio de la facultad en estudio señalaron las que se advierten en la siguiente tabla: Problemas que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia según los agentes del Ministerio Público de la Federación Se reduce el término para integrar la averiguación previa, pues deben prever tiempo para el traslado de los detenidos Se tiene que consultar el centro en el que se habrá de internar Se tiene que consultar el juzgado en el que se habrá de consignar No queda tiempo para hacer una verdadera investigación 33.3% 33.3% 33.3% 33.3% Tabla 14 Como se ve, para los agentes del agente del Ministerio Público de la Federación las problemáticas que genera la utilización de dicha facultad que les es entregada son distintas a las que los DPFS observan, pero nos revelan mucho en cuanto la práctica de su ejercicio. 127 El 66.6% de las opiniones se inclina por considerar que al hacer uso de dicha prerrogativa se reduce el término que para integrar la averiguación previa tiene el agente del Ministerio Público de la Federación, por lo que no queda tiempo para hacer una verdadera investigación33, pues deben prever tiempo para el traslado de los detenidos al lugar en que van a ser internados; ello, porque de rebasar el término que para resolver la situación jurídica del imputado que dispone el artículo 16 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el agente del Ministerio Público de la Federación incurriría en un delito34; motivo por el cual la reducción del plazo de investigación sí representa un problema para éste. Es menester destacar, que el resto de las problemáticas (que inciden en el mismo porcentaje, según los absolventes del cuestionario), están relacionadas con las anteriores, en tanto que en realidad representan las causas del problema de reducción del plazo para investigación y para poner a disposición del juez al detenido, pero revelan mucho en cuanto a que el lugar de la consignación de los hechos no es azaroso, puesto que para determinar ante qué juez habrá de llevar a cabo el ejercicio de la acción penal, el agente del Ministerio Público de la Federación debe consultarlo, seguramente con sus superiores; además, de que debe recibir instrucciones respecto del centro en que habrá de internar a los detenidos, para dejarlos a disposición del juez que elegirá para que conozca de los hechos consignados. 2.4.3. Derechos que los agentes del Ministerio Público de la Federación consideran se violan a los imputados, con el ejercicio de dicha facultad de escogencia En relación a si considera que con el ejercicio de dicha facultad se violentan derechos de los imputados, se pronunciaron por señalar que sí un 33.3% que considera que se le aísla de su entorno y otro 33.3% que se le aleja de su familia. Ambas violaciones que el agente del Ministerio Público de la Federación advierte son de 33 Se acumularon los porcentajes de las problemáticas denominadas: ―se reduce el término para integrar la averiguación previa, pues deben prever tiempo para el traslado de los detenidos‖ y ―no queda tiempo para hacer una verdadera investigación‖, pues se considera que, en esencia, se refieren al mismo problema. 34 Previsto en el artículo 225 del Código Penal Federal. 128 carácter territorial, en tanto que el alejamiento obedece a la distancia que habrá entre el lugar de reclusión del imputado y el de residencia de su familia35, que generalmente es el de la comisión de los hechos reputados como delito. Violaciones a derechos humanos del imputado según los agentes del Ministerio Público de la Federación Se le aleja de su entorno y se le aísla Se le aleja de su familia 33.3% 33.3% Tabla 15 Considero importante resaltar, que el 66.6% de los encuestados consideró que no se violentan derechos humanos del imputado con el ejercicio de la facultad apuntada, porque lo que dure su proceso, le cuenta para compurgar su eventual sentencia, además, siempre tiene un defensor público que lo represente, aunado a que consideran dicha medida como necesaria e instrumentada para la propia seguridad del imputado. 2.4.4. Otras alternativas, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado, según los agentes del Ministerio Público de la Federación Ninguno de los agentes del Ministerio Público de la Federación cuestionados ofreció otra opción alterna, además de la consignación en lugar distinto al de los hechos, que sean menos lesivas para los derechos del procesado. 35 El principal objetivo de la privación de la libertad, como pena judicial, es la readaptación social; en el artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se prevé a la readaptación social como un derecho, siendo el caso que uno de los medios para lograrlo es la convivencia familiar, lo que se deriva del derecho a compurgar la pena de prisión en el lugar más cercano a su domicilio, a fin de lograr su reinserción social; por lo tanto, el hecho de que el propio agente del Ministerio Público de la Federación considere que se viola su derecho a convivir con su familia, revela incompatibilidad de la medida con los fines de la Constitución. 129 2.5. Promedios generales La causa más recurrente para justificar la competencia territorial excepcional Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso Por razones de seguridad en las prisiones Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado Atendiendo a las características del hecho imputado 0.0% JUEZ 25.0% 0.0% 25.0% 4.3% 63.5% SRIO 27.5% 4.3% 0.00% 16.67% 16.67% AMPF 66.67% 10.9% DPF 33.7% 23.1% 27.0% Gráfico 1 Ahora bien, de los datos presentados anteriormente, se advierte de forma importante que, según la percepción de cada uno de los operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal, las causales para que se considere actualizada la competencia territorial de excepción más recurrentes son: ―por razones de seguridad en las prisiones‖ y ―atendiendo a las características del hechos imputado‖; siendo la primera la más repetida en el caso de DPFS, SRIOS y JCS, mientras que para los AMPF la segunda de las causales en comento representa una mayor incidencia. Por otra parte, de la opinión de todos los operadores del sistema de justicia penal a nivel federal que fueron consultados, tenemos que la causal con un mayor acaecimiento es la relativa a la seguridad de las prisiones, quedado en un segundo lugar característica del hecho imputado. 130 La causa más recurrente para justificar la competencia territorial excepcional, según el total de actores procesales Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso 3.8% Por razones de seguridad en las prisiones Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado Atendiendo a las características del hecho imputado 34.7% 16.8% 30.7% Gráfico 2 Llama la atención, que una de las causales que fuera sostenida por el Ejecutivo en su exposición de motivos de 1993, es decir, para ―posibilitar el desarrollo adecuado del proceso‖, tenga una incidencia tan baja en general (apenas 3.8%); empero, se reconoce que en relación a una de esas justificaciones que arguyó para la confección de la norma: ―seguridad en las prisiones‖, hoy en día tiene una utilización prioritaria por parte del agente del Ministerio Público de la Federación para justificar el ejercicio de dicha facultad de escogencia. Ahora bien, el porcentaje de asuntos de los que cada uno de los operadores jurídicos conoce, en los que el imputado está recluido en un lugar distinto al del lugar de los hechos, es el que se advierte del gráfico siguiente, siendo el caso que el promedio de todos ellos es 31.7%, del total; empero, se hace notar que el porcentaje que cada uno de los operadores jurídicos arguye es muy variado36: 36 Debo hacer la aclaración que, en el caso de los SRIOS, el porcentaje se eleva mucho; debido a que los SRIOS que aceptaron responder el cuestionario, son los que se ven más afectados con la medida en cuestión, puesto que se encuentran adscritos a «mesas de delincuencia organizada», esto es, tramitan de forma preferente, sobre otros de sus homólogos, asuntos en los que alguno de los delitos imputados al procesado es el de delincuencia organizada. 131 Porcentaje de asuntos en los que el procesado está recluido en un lugar distinto al del lugar de los hechos 65.8% 26.7% 24.3% 10.0% DPFS SRIOS AMPF JCS Gráfico 3 3. Recapitulación Pues bien, podemos señalar que en el presente capítulo se analizaron los derechos y principios que se considera resultan afectados, cuando el agente del Ministerio Público de la Federación ejerce tal facultad de escogencia del juzgador que habrá de conocer de una causa determinada. Se hizo el estudio del derecho a la tutela jurisdiccional, respecto de la cual se definió, en términos llanos, como un derecho público subjetivo, en razón del cual toda persona debe acceder sin obstáculos a tribunales independientes e imparciales, a plantear una pretensión o defenderse de una acusación. Se definió el derecho de acceso a la justicia como la garantía que posibilita acudir a los tribunales, en condiciones jurídicas y materiales que garanticen el poder formular pretensiones o defenderse de ellas, sin obstáculos que impidan o dificulten tal potestad, por lo que se planteó que ello supone la obligación del Estado de crear las condiciones jurídicas y materiales necesarias para garantizar la vigencia de ese derecho. 132 Respecto del derecho al debido proceso, se concluyó que es el derecho base de todo sistema de protección de derechos, que implica que se garantice en todos los casos, a todas las personas, un conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias procesales a efecto de que las personas estén en condiciones de defender adecuadamente sus derechos. Por lo que ve al derecho al juez natural, se dijo que éste viene a constituir uno de los principales presupuestos del debido proceso, que implica la prohibición de ser juzgado por tribunales especiales, creados a modo para casos particulares; que el juez que habrá de decidir el caso sea natural del lugar de los hechos a dilucidar judicialmente; y, que el derecho al juez natural, está vinculado a la independencia e imparcialidad del juez. Se estableció que el derecho al juez natural, predeterminado por la ley u ordinario, puede ser burlado si la legislación contiene facultades para que el Ministerio Público lo haga, pues éste —como parte que lo es en una causa penal— por naturaleza buscará que sus pretensiones punitivas sean congraciadas. Se abordó también el tema de la independencia del juzgador, que exige que quien habrá de juzgar cuente con la libertad necesaria para cumplir con sus funciones y tomar sus decisiones sin interferencias de ningún tipo, ya sean provenientes de otros poderes, otras instituciones o del propio poder judicial. Dicho tema se ligó con el de imparcialidad del juzgador, que se definió como una condición esencial que deben satisfacer las personas que tienen a su cargo el ejercicio de la función jurisdiccional, manteniéndose ajenos a los intereses de las partes, sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas. Se sostuvo que una parte importante de esa garantía es la de no propiciar el generar sospechas de su imparcialidad. Se recurrió al desarrollo que la Corte IDH y el Tribunal ECH han realizado con relación al tema de apariencia de imparcialidad, en virtud del cual se debe verificar si, independientemente de la actitud del o de los jueces, existen hechos objetivos que 133 autoricen a poner en duda la imparcialidad de alguno de aquéllos, o bien, asegurar que existen garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima sobre esa imparcialidad. Del mismo modo se abordó someramente el incipiente desarrollo en cuanto a la apariencia de independencia. Se hicieron esfuerzos por aplicar el test diseñado por el Tribunal EDH, para la verificación de las dos garantías en mención, resultando de la aplicación de éste que con la facultad de escogencia del juez que habrá de conocer de una causa, sí se violentan dichas garantías. Se abordó la garantía a la adecuada defensa, respecto del cual se dijo que es precisamente esa, la que el derecho al debido proceso busca asegurar. Se dijo que tal garantía entraña una prohibición para el Estado de no entorpecer el ejercicio de la defensa de los intereses de los particulares, se estableció la obligación estatal de garantizar las condiciones para su ejercicio, así como la obligación del juzgador de no impedir u obstaculizar el ejercicio de las cargas procesales que le corresponden dentro del proceso penal para desvirtuar la acusación del Ministerio Público. Íntimamente ligado con el derecho a la adecuada defensa se encuentra el principio de igualdad de armas, que exige que las partes cuenten con las mismas posibilidades de ataque y defensa, de alegar, de probar y de interponer recursos, para evitar el desequilibrio entre éstas; asimismo, surge para el Estado la obligación de reconocer y corregir toda desventaja real y objetiva entre las partes. También se abordó el derecho a una justicia pronta, en virtud del cual el Estado debe garantizar que los procesos se lleven en los plazos legales, los cuales además deben de ser razonables; se estableció que en la materia penal, especialmente cuando el procesado se encuentra en prisión preventiva, con opción o no a obtener su libertad provisional mediando una caución, es muy deseable que la justicia sea pronta y que se ajuste a plazos razonables, dado que en contra de quien se ejerce la facultad de 134 escogencia en estudio, generalmente, son personas que están siendo procesadas por delitos de delincuencia organizada u otros que por su gravedad no permiten que el imputado acceda a la libertad provisional, por lo cual, todo el tiempo que dure su proceso permanecerá recluido, purgando un pena adelantada. Del mismo modo se llevó a cabo la exposición de los resultados de los cuestionarios practicados a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal. Todo lo antes señalado, nos permitió evidenciar que cuando el Ministerio Público ejerce la facultad de escoger el juzgador que habrá de conocer de una causa, llevando el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto al del lugar de los hechos, pero además, al internar al procesado en un centro distante del lugar de su proceso, cuestión que la propia facultad en comento le permitiría; se lesionan gravemente los derechos humanos que en el presente capítulo se analizaron. Ahora bien, no obstante que existen derechos que se ven afectados o intervenidos con la facultad ministerial en cuestión, cabe preguntarnos si dicha intervención es razonable o proporcional en función de las justificaciones que se expusieron para confeccionar dicha medida legislativa, de ello me ocuparé en el capítulo siguiente. 135 CAPÍTULO III EXAMEN DE PROPORCIONALIDAD DE LA FACULTAD OTORGADA AL MINISTERIO PÚBLICO DE LA FEDERACIÓN PARA ELEGIR AL JUEZ ANTE EL CUAL EJERCERÁ LA ACCIÓN PENAL 1. Inconstitucionalidad de la facultad otorgada al Ministerio Público, en el párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales, para llevar el ejercicio de la acción penal ante un juez de Distrito distinto al del lugar de los hechos reputados como delito En el presente capítulo se llevará a cabo una recapitulación de los capítulos que anteceden; como base, para luego proceder al estudio de proporcionalidad de la facultad de escogencia del agente del Ministerio Público de la Federación; para posteriormente, proceder a formular las conclusiones a que se arriba con el presente trabajo de investigación. 1.1. Aspectos importantes del Capítulo I Como se puedo constatar a lo largo del Capítulo I, del presente trabajo de investigación, existe una competencia ordinaria en materia penal, expresada en el artículo 6° del Código Federal de Procedimientos Penales, respecto de la cual se considera que es tribunal competente para conocer de un delito, el del lugar en que se comete. Tal regla competencial, es acorde con el texto del artículo 20, apartado A, fracción VI, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que aún es aplicable, en los lugares en donde el nuevo sistema penal acusatorio-adversaria aún no tiene vigencia, en dicho precepto constitucional se dispone que en todo juicio del orden criminal, el acusado será juzgado en audiencia pública por un juez o jurado de 136 ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos del lugar y partido en que se cometiere el delito. Se dio cuenta, de las razones que arguyó el Ejecutivo Federal, para justificar la reforma del diez de enero de mil novecientos noventa y cuatro, en la que con base en el problema de la delincuencia organizada, que ya había alcanzado dimensiones muy importantes en México, especialmente en las acciones de narcotráfico en sus diversas fases de producción, distribución y consumo, se sugería la creación de un régimen de excepciones a la competencia genérica en materia penal. Se establecía así, la competencia por razones de seguridad, respecto de la que el Ejecutivo aclaró que se proponía para resolver el problema de la inseguridad en las prisiones, provocada precisamente por la presencia en éstas de individuos de quienes las organizaciones de las que formaban parte o a las que sirvieron al delinquir, suelen procurar su eliminación o usar sus amplios recursos de toda índole para facilitarles la fuga; y sucedía también que, de pertenecer a organizaciones rivales, esto propiciaba enfrentamientos en la misma prisión. Reconocía que de facto, el Ministerio Público, para salvaguardar la integridad física y aun la vida de algunos inculpados, se veía en la necesidad de ejercitar la acción penal ante un juez distinto al del lugar de comisión del delito, en cuyo territorio jurisdiccional exista un reclusorio de máxima seguridad. Aduciendo la seguridad en las prisiones, advertía que, a veces, era necesario trasladar a algunos reclusos a un centro distinto al del lugar en que resida el tribunal que previno en el conocimiento de su proceso. Resaltó que los procesos que se desarrollaban en esas condiciones, es decir, cuando el imputado era trasladado, por motivos de seguridad, a un reclusorio de máxima seguridad, o cuando se llevaba el ejercicio de la acción penal ante un juez distinto del lugar de la comisión del delito; se alargaban en su instrucción, dadas las dilaciones que acarreaban los exhortos y otros despachos o comunicaciones, por lo que la solución que 137 encontraba era la de atribuir competencia excepcional a los tribunales del lugar donde existan reclusorios de máxima seguridad, con independencia del lugar en que hubiesen acaecido los hechos reputados como delito. Se explicó, también, que el artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, en su párrafo tercero, sufrió una modificación menor, publicada el veintitrés de enero de dos mil nueve, en razón de la cual se cambió la copulativa ―y‖ que enlazaba los distintos supuestos que el Ministerio Público debía reunir para ejercer la competencia excepcional de marras; sustituyéndola por la disyuntiva ―o‖, que permitiría el hecho de que con tan solo una de las causales contempladas en la fracción normativa en comento, se pudiera surtir la competencia territorial de excepción; además, se cambió el orden de las causales, para dejar de privilegiar, en primer término de aparición, a la causal de seguridad en las prisiones como motivación para que opere la excepción territorial en cuestión. Se resaltó que la reforma recién citada, se efectuó en un contexto nacional en el que los tres Poderes de la Unión y de los tres órdenes de gobierno, así como de la sociedad civil, coincidían en que la situación de seguridad general era muy preocupante, lo que expresaron en el ―Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad‖. En este, todos los asistentes reconocieron que la sociedad mexicana se encontraba profundamente agraviada por la impunidad, la corrupción, la falta de coordinación entre las autoridades, así como por un ambiente de inseguridad y violencia. Igualmente, reconocieron que el Estado y la sociedad enfrentaban una situación crítica debido: tanto a la delincuencia común, que agravia cotidianamente a las familias; como al embate del crimen organizado, que es un fenómeno complejo, compuesto por un entramado de intereses y complicidades que trasciende fronteras. Por otra parte, se aclaró en dicho capítulo que en el Código Nacional de Procedimientos Penales, en su artículo 22, se contemplaba la figura de la ―Competencia por razón de seguridad‖, que preveía que un órgano jurisdiccional distinto al del lugar de 138 la comisión de un delito, podía ser competente, si atendiendo a las características del hecho investigado, por razones de seguridad en las prisiones o por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso, así se consideraba, por lo que el estudio que se realizaba sería pertinente, aun entrado en vigor el nuevo código adjetivo de la materia. Se estableció que en nuestra Constitución —vigente aún en materia de procesos penales federales— el juez ordinario, en materia penal, además de ser predeterminado por la ley, debe ser natural del lugar donde se habrá de juzgar (vecino del lugar y partido en que se cometiere el delito); por lo que la prohibición de ser juzgado por tribunales especiales, pareciera que también contempla la prohibición de ser juzgado por jueces ajenos al lugar de la comisión del ilícito. Aparece también un indicio claro, respecto de que la territorialidad se vuelve un principio relevante a la hora de designar competencias, que aunque no es absoluto, la práctica internacional, ha dejado en claro que dicho principio reconoce preferencia a la jurisdicción del Estado en donde ocurrieron los hechos, apoyándose en razones prácticas, como lo serían: c) la inmediación d) la correcta disposición y valoración de las pruebas Razones éstas, que bien pueden justificar la necesidad de privilegiar el principio de territorialidad en relación con el principio de juez natural, para entender que aún por razones prácticas, debe ser competente el juez del lugar de los hechos reputados como delitos. 1.2. Aspectos importantes del Capítulo II En el Capítulo II, se analizaron los derechos y principios que se considera resultan afectados, cuando el agente del Ministerio Público de la Federación ejerce tal facultad de escogencia del juzgador que habrá de conocer de una causa determinada. 139 Se hizo el estudio del derecho a la tutela jurisdiccional, respecto de la cual se definió, en términos llanos, como un derecho público subjetivo, en razón del cual toda persona debe acceder sin obstáculos a tribunales independientes e imparciales, a plantear una pretensión o defenderse de una acusación. Se definió el derecho de acceso a la justicia como la garantía que posibilita acudir a los tribunales, en condiciones jurídicas y materiales que garanticen el poder formular pretensiones o defenderse de ellas, sin obstáculos que impidan o dificulten tal potestad, por lo que se planteó que ello supone la obligación del Estado de crear las condiciones jurídicas y materiales necesarias para garantizar la vigencia de ese derecho. Respecto del derecho al debido proceso, se concluyó que es el derecho base de todo sistema de protección de derechos, que implica que se garantice en todos los casos, a todas las personas, un conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias procesales a efecto de que las personas estén en condiciones de defender adecuadamente sus derechos. Por lo que ve al derecho al juez natural, se dijo que éste viene a constituir uno de los principales presupuestos del debido proceso, que implica la prohibición de ser juzgado por tribunales especiales, creados a modo para casos particulares; que el juez que habrá de decidir el caso sea natural del lugar de los hechos a dilucidar judicialmente; y, que el derecho al juez natural, está vinculado a la independencia e imparcialidad del juez. Se estableció que el derecho al juez natural, predeterminado por la ley u ordinario, puede ser burlado si la legislación contiene facultades para que el Ministerio Público lo haga, pues éste —como parte que lo es en una causa penal— por naturaleza buscará que sus pretensiones punitivas sean congraciadas. Se abordó también el tema de la independencia del juzgador, que exige que quien habrá de juzgar cuente con la libertad necesaria para cumplir con sus funciones y 140 tomar sus decisiones sin interferencias de ningún tipo, ya sean provenientes de otros poderes, otras instituciones o del propio poder judicial. Dicho tema se ligó con el de imparcialidad del juzgador, que se definió como una condición esencial que deben satisfacer las personas que tienen a su cargo el ejercicio de la función jurisdiccional, manteniéndose ajenos a los intereses de las partes, sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas. Se sostuvo que una parte importante de esa garantía es la de no propiciar el generar sospechas de su imparcialidad. Se recurrió al desarrollo que la Corte IDH y el Tribunal ECH han realizado con relación al tema de apariencia de imparcialidad, en virtud del cual se debe verificar si, independientemente de la actitud del o de los jueces, existen hechos objetivos que autoricen a poner en duda la imparcialidad de alguno de aquéllos, o bien, asegurar que existen garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima sobre esa imparcialidad. Del mismo modo se abordó someramente el incipiente desarrollo en cuanto a la apariencia de independencia. Se abordó la garantía a la adecuada defensa, respecto del cual se dijo que es precisamente esa, la que el derecho al debido proceso busca asegurar. Se dijo que tal garantía entraña una prohibición para el Estado de no entorpecer el ejercicio de la defensa de los intereses de los particulares, se estableció la obligación estatal de garantizar las condiciones para su ejercicio, así como la obligación del juzgador de no impedir u obstaculizar el ejercicio de las cargas procesales que le corresponden dentro del proceso penal para desvirtuar la acusación del Ministerio Público. Íntimamente ligado con el derecho a la adecuada defensa se encuentra el principio de igualdad de armas, que exige que las partes cuenten con las mismas posibilidades de ataque y defensa, de alegar, de probar y de interponer recursos, para evitar el desequilibrio entre éstas; asimismo, surge para el Estado la obligación de reconocer y corregir toda desventaja real y objetiva entre las partes. 141 También se abordó el derecho a una justicia pronta, en virtud del cual el Estado debe garantizar que los procesos se lleven en los plazos legales, los cuales además deben de ser razonables; se estableció que en la materia penal, especialmente cuando el procesado se encuentra en prisión preventiva, con opción o no a obtener su libertad provisional mediando una caución, es muy deseable que la justicia sea pronta y que se ajuste a plazos razonables, dado que en contra de quien se ejerce la facultad de escogencia en estudio, generalmente, son personas que están siendo procesadas por delitos de delincuencia organizada u otros que por su gravedad no permiten que el imputado acceda a la libertad provisional, por lo cual, todo el tiempo que dure su proceso permanecerá recluido, purgando un pena adelantada. Del mismo modo se llevó a cabo la exposición de los resultados de los cuestionarios practicados a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal. 1.3. Pertinencia del estudio de proporcionalidad de la medida legislativa Parafraseando a Miguel Carbonell, convienen señalar que si aceptamos que no existen derechos absolutos, sino que cada derecho se enfrenta a la posibilidad de ser limitado; entonces, surge la cuestión relativa a determinar de qué manera y con qué requisitos se pueden limitar los derechos; es para ello que resulta útil el principio de proporcionalidad. Se trata, pues, de una técnica de interpretación cuyo objetivo es tutelar los derechos de mejor manera, expandiendo tanto como sea posible su ámbito de protección, pero haciendo que todos los derechos sean compatibles entre ellos, en la medida en que sea posible (Carbonell, 2008: 9). Dada la virtud de dicha herramienta interpretativa, para determinar la forma y la intensidad en que se pueden limitar derechos, sin extinguir su núcleo esencial, sino al contrario, expandiendo en la mejor medida posible su protección; luego entonces, en el presente trabajo, en el que necesariamente se advierte un enfrentamiento entre los 142 derechos fundamentales del procesado y aparentemente de la sociedad, considero que el método más adecuado para determinar si la facultad de escogencia entregada al agente del Ministerio Público de la Federación para elegir al juez que habrá de conocer de una causa, es constitucional o no, resulta ser el análisis de la medida legislativa en cuestión, a la luz del juicio de proporcionalidad. Cabe señalar que la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al resolver el amparo en revisión 173/2012, el seis de febrero de dos mil trece, estableció el criterio con el número de tesis: 1a. CCXV/2013 (10a.), en el que determinó cuales son los requisitos para considerar válidas las restricciones o la suspensión de derechos fundamentales, a la luz del artículo 1º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y el numeral 30 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Consideró pues que esos elementos validadores son: ―a) que [las restricciones] se establezcan en una ley formal y material (principio de reserva de ley) dictada en razón del interés general o público, en aras de garantizar los diversos derechos de igualdad y seguridad jurídica (requisitos formales)‖, lo que se considera que en el presente caso se encuentra satisfecho, ya que la restricción en estudio se encuentra prevista en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales; y ―b) que superen un test de proporcionalidad, esto es, que sean necesarias; que persigan un interés o una finalidad constitucionalmente legítima y que sean razonables y ponderables en una sociedad democrática (requisitos materiales)‖, lo que se propone analizar en el presente apartado, para determinar si es válida o proporcional la restricción de los derechos, que en el capítulo anterior se destacaron como afectados con la facultad de escogencia en estudio. Por tanto, con apoyo en lo ya argumentado, así como en lo determinado por la Primera Sala de la SCJN en el criterio invocado, respecto a los requisitos que deben cumplirse para determinar si una determinada restricción es válida o no, se considera 143 que en el caso que nos ocupa, la técnica para determinarlo es el examen de la norma en comento bajo el principio de proporcionalidad. A más que comparto con José Ángel Fernández (2010), que ―el examen decisivo en el control constitucional de las leyes penales es el denominado principio de proporcionalidad en sentido amplio‖. Si bien la norma en análisis es procedimental, sus efectos intervienen derechos fundamentales de la misma forma que lo podría hacer una norma sustantiva de carácter penal. 1.4. El principio de proporcionalidad Según Rubén Sánchez Gil (2008: 225), ―…[l]a idea de ―proporcionalidad‖ evoca una ―relación adecuada‖ entre cosas diversas, que la hace ―razonable‖ por ser ―armónica‖ y materialmente ―justa‖; además de emplearse en ciencias y artes formales (matemáticas, arquitectura, diseño, etc.), también ha sido parámetro de calificación de la conducta humana en la ética y el derecho‖. Ignacio Villaverde (2008), al preguntarse si pueden llegar a existir conflictos entre derechos fundamentales, explica que lo que en realidad sucede no es una colisión entre derechos, sino que la colisión se da entre el derecho fundamental y sus límites. Ello lo explica señalando que, en un caso concreto ―debe confrontarse cada derecho fundamental en presencia con sus límites constitucionales y solventar así su supuesta colisión‖. Para esa técnica ―no es necesario jerarquizar los derechos según el caso concreto y conforme un orden de valores o intereses preferentes en cada situación, sino examinar sus recíprocos límites y constatar cuál de las expectativas de conducta solapadas no está privada de protección‖ (Villaverde, 2008: 176). Explica Villaverde (2008), que la técnica de la ponderación conduce inevitablemente a la jerarquización entre los derechos fundamentales, por lo que se privilegia la aplicación de un derecho sobre otro, según la jerarquía de los valores o 144 intereses que encarnen, suspendiéndose, así, la aplicación de uno de los derechos en conflicto para el caso concreto. Fernández (2010), aclara que ese tipo de examen se compone de tres elementos: (1) la aptitud o idoneidad de la medida para alcanzar la finalidad propuesta; (2) la necesidad de la medida, la cual depende de la ausencia de una medida menos gravosa; y (3) la razonabilidad de la medida, también denominada como proporcionalidad en sentido estricto o ponderación. En el ámbito judicial nacional, en la sentencia dictada al resolver el amparo directo en revisión 2655/2010, la Primera Sala de la SCJN, citando a Laura Clérico, señaló que el principio de proporcionalidad es una técnica argumentativa dedicada a enjuiciar las medidas legislativas que intervienen derechos fundamentales, sostuvo que dicho principio normalmente no tiene un fundamento en normas constitucionales expresas; por lo que esa Primera Sala, justificaba la utilización del principio de proporcionalidad en el principio de legalidad y la prohibición constitucional de actuar de forma arbitraria, mandato que también considera que está dirigido al legislador. Cabe aquí traer, el razonamiento establecido en la tesis 1a./J. 2/2012 (9a.), de la Primera Sala de la SCJN, en la que al resolver el amparo en revisión 173/2008, estableció que: …el juzgador debe determinar en cada caso si la restricción legislativa a un derecho fundamental es, en primer lugar, admisible dadas las previsiones constitucionales, en segundo lugar, si es el medio necesario para proteger esos fines o intereses constitucionalmente amparados, al no existir opciones menos restrictivas que permitan alcanzarlos; y en tercer lugar, si la distinción legislativa se encuentra dentro de las opciones de tratamiento que pueden considerarse proporcionales. De igual manera, las restricciones deberán estar en consonancia con la ley, incluidas las normas internacionales de derechos humanos, y ser compatibles con la naturaleza de los derechos amparados por la Constitución, en aras de la consecución de los objetivos legítimos perseguidos, y ser estrictamente necesarias para promover el bienestar general en una sociedad democrática (PS-SCJN, 1a./J. 2/2012 [9ª]). Siguiendo las razones de esa Primera Sala, para justificar la aplicación del test de proporcionalidad y la forma que propone para abordar su estudio, se procede a su 145 aplicación al caso que nos ocupa. Para ello se hace necesario determinar el derecho o derechos que se consideran afectados con dicha medida, o en términos de Lopera (2008: 275): derechos fundamentales prima facie afectados por la ley penal. 1.5. Derechos fundamentales afectados En el capítulo anterior, se señaló que existen diversos principios y derechos involucrados en los procesos penales federales, que se ven afectados con la referida competencia territorial por excepción, pues inciden directamente en la posibilidad defensiva del imputado. Según los datos arrojados por el cuestionario aplicado a los operadores del sistema de justicia penal federal en nuestro país, los DPFS encuestados señalaron que el derecho que prioritariamente se afecta es el de adecuada defensa, motivado por diversas causas. Ello es así porque, desde el punto de vista de quienes ejercen la función de defensa, es decir, los DPFS encuestados, éstos percibieron que los dos derechos que como consecuencia del ejercicio de la facultad de escogencia resultan más afectados son el derecho a una adecuada defensa (94.7%) y a una pronta impartición de justicia (63.2%). En relación a la adecuada defensa, ese sentido el 94.7% de todos DPFS encuestados, sostuvieron que la comunicación con sus representados y sus familias era deficiente o nula, por lo que constituía una barrera para ejercer una adecuada defensa, en virtud que por esa causa no se pueda conocer la versión de los hechos del imputado, con lo que se ven limitados para instrumentar una estrategia de defensa. Por su parte, el 83.3% de los SRIOS encuestados piensa que el principal derecho afectado con dicha medida es el de justicia pronta. Además, el 50% de los JCS encuestados considera que la justicia pronta, no se garantiza en los procesos en los que el agente del Ministerio Público de la Federación ejerció la facultad en comento. 146 En el capítulo que antecede, se mostró mediante la aplicación del test diseñado por el Tribunal EDH, para determinar la imparcialidad e independencia judiciales, que al analizar en abstracto la facultad ministerial de escoger al juez que habrá de conocer de una causa determinada, se violentan dichas garantías del debido proceso. Se fue apuntando en el sentido de que la tutela jurisdiccional, el acceso a la justicia, la independencia e imparcialidad del juzgador, el derecho a un juez natural, a la igualdad de armas, así como al cumplimento de un plazo razonable, son principios y derechos involucrados que se pueden ver afectados; aclarando que todos esos son elementos que posibilitan un debido proceso que, dicho sea de paso, en materia penal, tal derecho: incluye tanto las garantías mínimas previstas en el artículo 8 de la Convención Americana, como otras adicionales que pudieran ser necesarias para la integración de este concepto. Requiere, en consecuencia, que “un justiciable pueda hacer valer sus derechos y defender sus intereses en forma efectiva y en condiciones de igualdad procesal con otros justiciables” (García, 2012: 19). Ahora bien, según vimos, la adecuada defensa es un derecho humano, que permite al inculpado comparecer ante un juez a proteger, asegurar o hacer valer la titularidad de un derecho o defenderse de una acusación de la mejor manera posible, es decir, en condiciones óptimas; puesto que el objetivo del conjunto de actos que conforman el derecho fundamental de debido proceso legal, es precisamente el aseguramiento de la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración judicial (Salazar, 2012: 537). Entonces, el derecho a un debido proceso, como medio para asegurar una adecuada defensa de los inculpados es el que se considera afectado en mayor intensidad con la medida que analizaremos en cuanto a su constitucionalidad. 147 1.6. Fines o propósitos de la facultad otorgada al agente del Ministerio Público de la Federación, en el párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales A lo largo del trabajo de investigación que nos ocupa, específicamente en el capítulo I, se daba cuenta de la evolución legislativa de la excepción a la regla de competencia genérica en materia penal de que nos ocupamos. Se sostuvo que de la exposición de motivos relativa a las reformas al Código Federal de Procedimientos Penales, del año mil novecientos noventa y cuatro, en relación a las excepciones a la competencia genérica establecida en el artículo 6°, de ese mismo cuerpo de leyes; se advertía que en la específica excepción territorial que nos ocupa, lo que preponderante motivaba la iniciativa era la inseguridad en las prisiones, provocada por la presencia en éstas de individuos de quienes las organizaciones de las que formen parte o a las que sirvieron al delinquir, suelen procurar su eliminación o usar sus amplios recursos de toda índole para facilitarles la fuga; y sucede también que, de pertenecer a organizaciones rivales, esto propicia enfrentamientos en la misma prisión. Se sostuvo por el Ejecutivo, autor de la iniciativa, que en aras de salvaguardar la integridad física y aun la vida de algunos inculpados, el Ministerio Público con frecuencia se veía en la necesidad de ejercitar la acción penal ante un juez distinto al del lugar de comisión del delito, en cuyo territorio jurisdiccional existía un reclusorio de máxima seguridad. Además, era pertinente —para que los procesos se pudieran desarrollar sin la dilación que acarrean los exhortos y otros despachos o comunicaciones— que se dotara de competencia a los tribunales de los lugares donde existieran reclusorios de máxima seguridad. Como se ve, lo que se buscaba garantizar era: (1) la integridad física de las personas recluidas en centros penitenciarios, así como (2) el adecuado desarrollo del proceso penal, evitando dilaciones inútiles. 148 Cabe mencionar que respecto del primero de los objetivos perseguidos: garantizar la integridad física de las personas recluidas, lo que se asocia a la causal relativa a ―por razones de seguridad en las prisiones‖, ésta sigue siendo la causa que más recurrentemente justifica la reclusión de personas fuera del lugar de los hechos o del proceso (34.7%), según se advierte del gráfico 2, del capítulo anterior. Empero, con relación a la segunda de las causales en comento, es decir: la de garantizar el adecuado desarrollo del proceso penal, ésa es hoy en día la menos invocada para justificar la facultad de escogencia del juez a conocer del proceso (3.8%), según se advierte del mismo gráfico en cita. Lo anterior, nos permite evidenciar que a diferencia de lo que planteó el Ejecutivo en su iniciativa, las razones que presumiblemente impidan el adecuado desarrollo del proceso, no obstante su indeterminación, lo que la vuelve una causal muy versátil, es la menos invocada por el agente del Ministerio Público de la Federación para justificar la utilización de la facultad de escogencia en estudio. En conclusión, en la iniciativa de reforma del Código Federal de Procedimientos Penales, el Ejecutivo federal consideró que la solución para la problemática de seguridad en las prisiones era recluirlos en prisiones que ofrecieran una mayor seguridad para resguardar la integridad física de los procesados sujetos a prisión preventiva; por ello, se justificaba el otorgar competencia al juez en cuyo territorio jurisdiccional exista un reclusorio de máxima seguridad, aun cuando en ese lugar no hubiesen ocurrido los hechos sobre los que se llevará el proceso. Por otra parte, para garantizar el adecuado desarrollo del proceso, la solución propuesta fue la misma, pues como el imputado habría de estar recluido en un centro de reclusión de máxima seguridad; si el juez adscrito a ese centro conociera del proceso, se facilitaría la diligencia de la causa, cuando menos en teoría. El legislativo, vio con buenos ojos a la iniciativa en comento, por lo que a la postre se cristalizó la reforma del párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de 149 Procedimientos Penales, entre otras disposiciones relacionadas; siendo el caso que el ejercicio de dicha facultad legislativa es constitucionalmente legítima, puesto que según el artículo 73, fracción XXI de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el Congreso tiene facultades para ello. Empero, cabe determinar si la forma en que se legisló al respecto es proporcional, para ello, como se adelantaba, se propone llevar a un análisis de los subprincipios de la proporcionalidad, como sigue: 1.7. Subprincipio de idoneidad. ¿Es idónea la medida que se analiza? Respecto del subprincipio de idoneidad, Lopera (2008: 275) aclara que éste se orienta a verificar que la medida legislativa constituye un medio idóneo para contribuir al logro del fin que con ella se persigue. Se entenderá que tal es el caso cuando sea posible establecer algún nexo de causalidad positiva entre la medida adoptada por el legislador y la creación de un estado de cosas en el que se incremente la realización del fin legislativo en relación con el estado de cosas existente antes de la intervención (Lopera, 2008: 275). Ya se ha definido que la finalidad que se persigue por parte del legislador al establecer dicha facultad de escogencia del juez que habrá de conocer de determinado asunto, otorgada al agente del Ministerio Público de la Federación, obedece a: (1) proteger la integridad física de las personas recluidas en centros penitenciarios y (2) el adecuado desarrollo del proceso penal. Se considera que la medida es idónea para lograr la consecución de los fines que se propuso, por los motivos siguientes: a) Respecto al objetivo de proteger la integridad física de las personas recluidas en centros penitenciarios, cabe señalar que éstos, por su propia naturaleza, deben ser lugares seguros para el encierro de personas que se encuentran en prisión preventiva o 150 compurgando una pena impuesta en sentencia firme; empero, dadas las circunstancias excepcionales de inseguridad, que en el marco de la delincuencia organizada se sucedían, la seguridad de los internos de las prisiones no estaba siendo garantizada por las autoridades penitenciarias. Cierto es, que dependiendo del tipo de delitos que se atribuye a cada uno de los internos en dichos centros, así como de sus características personales, deberían brindarse mayores garantías de seguridad o restricción de su contacto con otros internos que pudieran verse afectados por éste. También es cierto, que pudiera existir el riesgo de que se pretendiera llevar a cabo un rescate de algún interno, por parte de otras personas externas. Ahora bien, no obstante que los centros penitenciarios deben estar diseñados con base en una política penitenciaria que permita tener un control de tales situaciones, sin que necesariamente se ponga en riesgo la seguridad de las personas ahí recluidas, la realidad ha venido demostrando la fragilidad de dichas instituciones, ya por corrupción, ya por incapacidad37; ante lo cual se propuso como idónea la medida en comento, a más, que no existe otra que hubiese demostrado mejores resultados que la que tratamos. 37 A propósito de tal situación en las cárceles del país, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, ha emitido diversos informes que lo hacen visible, como lo serían: (1) ―Informe especial sobre la situación de los derechos humanos en los centros de readaptación social y reclusorios preventivos varoniles y femeniles del Distrito Federal‖, de 25 de junio de 2002; así como (2) ―Informe especial sobre la situación de los derechos humanos en los centros de reclusión de la República mexicana, dependientes de Gobiernos locales y municipales‖, de 2004; asimismo de forma anual desde el 2006 y hasta el 2012, ha emitido el (3) ―Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria‖, en cuyos años 2011 y 2012, se advierte que el promedio nacional de las condiciones de gobernabilidad de la totalidad de los centros de reclusión en México, están por el orden de 58.4% (2011) y 56.8% (2012); en tanto que los aspectos que garantizan la integridad física y moral del interno, rondan los 63.5% (2011) y 60.09% (2012). Por otra parte, en el ―Informe sobre los derechos humanos de las personas privadas de libertad en las Américas‖, la CIDH, hace referencia al diverso ―Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos en México‖, en el que se registró que: La corrupción, la insuficiencia de recursos o el proceder irreflexivo, han propiciado que, en muchos casos, grupos de internos asuman indebidamente decisiones de administración y mando. Es lo que se conoce como el “autogobierno carcelario”. Tal situación rompe el principio de autoridad necesario, y con las condiciones de igualdad que deben prevalecer entre los internos, propiciando abusos ilimitados. Todo lo anterior nos permite evidenciar las condiciones de riesgo a la integridad física de las personas privadas de su libertad en nuestro país. 151 Por otra parte, el supuesto que ahora comentamos, es hoy en día el más invocado por el agente del Ministerio Público de la Federación para justificar el ejercicio de la facultad que se estudia (34.7% de los casos), según se advierte del Gráfico 2, del Capítulo II, del presente trabajo de investigación, formado con los resultados de los cuestionarios aplicados a los operadores jurídicos del sistema de justicia penal; siendo el caso que, en la práctica, los jueces califican dicha causal, como procedente en un alto porcentaje de todos los asuntos, lo que se evidencia de la existencia misma de las causas penales en esas condiciones en los Juzgados de Distrito, cuyos funcionarios se cuestionaron. b) En cuanto al objetivo de garantizar un adecuado desarrollo del proceso penal, el cual se posibilita permitiendo el ejercicio del derecho humano del debido proceso, que a su vez se ve compuesto de varios presupuestos, entre los que se intervienen de forma importante: el derecho a un juez natural del lugar de la comisión de los hechos reputados como delito —tal como ya se ha dejado claro en capítulos precedentes—, el derecho a una adecuada defensa; además, que debe garantizarse de forma previa: la independencia e imparcialidad del juzgador, no obstante que esos aspectos se ven comprometidos con la facultad de escogencia entregada al agente del Ministerio Público de la Federación, la medida aún se considera idónea. Empero, se aclara que la medida legislativa en análisis puede ser idóneamente aplicada en forma más bien casuística, es decir, no respecto de todos los casos, sino en aquéllos en que sea necesaria, como en el caso de procesados respecto del delito de delincuencia organizada; pues de aplicarse de forma genérica para alcanzar los fines perseguidos, los cuales desde luego son nobles (proteger la integridad física de las personas recluidas en centros penitenciarios y el adecuado desarrollo del proceso penal), se estarían restringiendo de forma intensa derechos fundamentales. Así es, como tal facultad impone importantes restricciones a los derechos humanos de los imputados, como se describió a lo largo del Capítulo II de la presente investigación, debe ser aplicada específicamente a aquellos casos en que se encuentre 152 justificada, pues de aplicarse de forma genérica, se pondría en riesgo el adecuado desarrollo del proceso penal —que es precisamente uno de los objetivos de la facultad en estudio—; por lo que en la medida de lo posible debe garantizarse el ejercicio más amplio de los presupuestos del debido proceso, entre los que se encuentran el derecho al juez natural y el derecho a un juez independiente e imparcial, pues de lo contrario, la restricción sería absoluta, lo que eventualmente posibilitaría el uso indiscriminado de dicha medida, en cualquier caso. Lo antes señalado guarda relación con lo dispuesto en el párrafo noveno, del artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que posibilita ciertas restricciones a quienes se les procese por el delito de delincuencia organizada, entre las que se encuentra la potestad estatal para determinar su internamiento en centros de reclusión especiales, es decir, penales de máxima seguridad, según los dictámenes de las Comisiones pertenecientes a las Cámaras de Origen y Revisora, que analizaron la iniciativa de reforma a dicho artículo constitucional. Todo lo antes sostenido, permite concluir que la medida en análisis es idónea para los fines perseguidos por el legislador, en los específicos casos en que se atribuya la comisión de delitos de delincuencia organizada u otros que por su gravedad la justifiquen; pero no así para el caso de delincuencia común o en caso de delitos de bagatela. 1.8. Subprincipio de necesidad. ¿Es necesaria la medida que se analiza? Según Lopera (2008: 278), el análisis del subprincipio de necesidad se lleva a cabo mediante una comparación entre la medida enjuiciada y otros medios alternativos atendiendo a dos parámetros: (1) su idoneidad para promover el fin legislativo y (2) su menor lesividad en relación con los derechos fundamentales afectados por la intervención legislativa. 153 En el apartado anterior, quedó demostrada la idoneidad de la medida, para promover el fin legislativo (el cual se individualizó en el apartado 1.6. del presente capítulo). Además, como se evidenció en el Capítulo I, existe certidumbre en el sentido de que la medida era necesaria, dada la inseguridad generalizada en las prisiones, ligada a presuntos miembros de la delincuencia organizada. Por otra parte, la dilación procesal derivada de la diligencia de exhortos y otro tipo de comunicaciones, hacían necesario que se planteara que, cuando menos las pruebas en las que el indiciado participe directamente, puedan ser desahogadas con mayor prontitud, cuando este se procese por un órgano jurisdiccional del mismo lugar en que por motivos de seguridad se encuentre recluido. A más, que como se advierte de la exposición de los motivos para la propuesta de reforma, que se cristalizó con la creación de la facultad en cuestión, de facto, el agente del Ministerio Público de la Federación ya ejercía acción penal ante jueces ordinariamente no competentes, con base en los argumentos que precisamente motivan la reforma, es decir, para proteger la integridad física de las personas recluidas en centros penitenciarios (inclusive del propio inculpado) y para garantizar el adecuado desarrollo del proceso penal. En cuanto a la menor lesividad en relación con los derechos fundamentales afectados por la intervención legislativa, cabe señalar que para considerar una medida como necesaria, no debe existir otro medio menos lesivo e igualmente apto para alcanzar la misma finalidad. O dicho de otro modo, para que una medida sea necesaria no debe existir otra igualmente idónea que afecte en menor medida el derecho intervenido. En ese sentido, la medida legislativa es idónea, pero además, no se tiene noticia de la existencia de otras medidas que garantizaran la seguridad de las personas internas 154 en las prisiones, de forma más efectiva que la que se analiza; por lo que se advierte que dicha medida de facto, parece ser necesaria. 1.9. ¿Es proporcional en sentido estricto la medida analizada? Para Lopera (2008) el análisis de la proporcionalidad en sentido estricto consiste en una ponderación en la que toman parte, por un lado, los principios iusfundamentales afectados —en este caso, por la facultad de escogencia en estudio— y, por otro, los principios que ordenan la protección de aquellos bienes jurídicos que respaldan la intervención legislativa —en el caso, el posibilitar la seguridad en las prisiones, así como garantizar el adecuado desarrollo de los procesos penales—. Se trata de establecer si el grado de afectación de los primeros se ve compensado por el grado de satisfacción de los segundos. De ese modo se trata aquí de determinar si la importancia de la realización del fin (proteger la integridad física de las personas recluidas en centros penitenciarios y el adecuado desarrollo del proceso penal) es mayor que la importancia de los derechos intervenidos. Ahora bien, los derechos intervenidos son varios, entre los que destacan por su afectación el derecho a un juez natural, independiente e imparcial, así la igualdad de armas, justicia pronta y plazo razonable, que son todos ellos garantías integrantes del derecho al debido proceso, empero, como se dejó establecido en el capítulo que antecede, el objetivo del conjunto de actos que conforman el derecho fundamental de debido proceso legal, es precisamente el aseguramiento de la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración judicial (Salazar, 2012: 537). Así tenemos que, la adecuada defensa está considerada como un derecho humano, que permite al inculpado comparecer ante un juez a proteger, asegurar o hacer valer la titularidad de un derecho o defenderse de una acusación de la mejor manera 155 posible, es decir, en condiciones óptimas, para lo cual debe garantizarse, asimismo, el derecho de acceso a la justicia, el derecho al debido proceso, así como la independencia e imparcialidad del juzgador, el derecho a un juez natural y la impartición de justicia en un plazo razonable. Se insiste, todos estos derechos, constituyen derechos fundamentales que son condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración judicial; además, éstas deben asegurarse independientemente de la situación de emergencia, de las características de los sujetos implicados o de cualquier otra circunstancia existente, como lo serían: las características del hecho imputado, las circunstancias personales del inculpado, por razones de seguridad en las prisiones o por razones que se considere impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso; según se ha dejado claro en los capítulos precedentes. Tales derechos encuentran asidero en los artículos 14, 16, 17 y 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como en el 8° de la Convención Americana sobre los Derechos Humanos, por tanto, el derecho a la adecuada defensa, como concreción del conjunto de garantías en comento, tiene un peso en abstracto mayor que la medida que se analiza. Por su parte el derecho a la integridad física de los internos en dichos centros, se encuentra contemplado en el artículo 4°, 18, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como artículo 7° del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos y 5° de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Empero, en el sentido que lo ve el legislador, lo que busca en realidad es garantizar la seguridad en las prisiones, como una protección del interés público, justificando ello con el discurso de protección individual de la integridad física de los procesados; empero, como no entrega el legislador pruebas empíricas de que verdaderamente esa medida garantizará la seguridad en las prisiones e incluso de la 156 sociedad, debe entenderse que el derecho individual debe ser protegido, pues está por encima del que corresponde a la colectividad. Por su parte, el adecuado desarrollo del proceso, es un concepto jurídico indeterminado que podemos asimilar con el de debido proceso, que al buscar como objetivo primordial el garantizar condiciones para el despliegue de una adecuada defensa, obvio es que constituye un freno para el Estado a favor del particular; por lo que se hace prístino que el adecuado desarrollo del proceso, no debe ser visto como aparentemente lo vio el legislador secundario, es decir, como al servicio del interés público, en beneficio de la sociedad; sino que debe ser vislumbrado al servicio del interés particular del individuo que goza del derecho humano al debido proceso, como se advierte de la exposición de motivos en comento. Todo lo anterior, me lleva a concluir que como los derechos fundamentales gozan de una carga argumentativa a su favor, que sólo puede ser neutralizada si la intervención legislativa persigue como finalidad la satisfacción —en realidad— de otro derecho fundamental, lo que no ocurre en el caso, por las razones sostenidas líneas arriba, se hace evidente que el mayor peso, inclusive en concreto, lo tiene la protección del derecho a la adecuada defensa del inculpado, así como de la garantía a su favor del debido proceso legal. Por otra parte, no debemos perder de vista que lo que en realidad pretende favorecer el juzgador con la medida legislativa en comento, según se advierte de la iniciativa que motivó la reforma de 1994, es la de proteger la integridad física de las personas recluidas en centros penitenciarios, la cual evidentemente debe ser realizada mediante políticas públicas de carácter penitenciario, diferentes a la propuesta en el párrafo tercero, del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales. Por lo que, si bien por el momento la medida se considera idónea y necesaria — por no estar demostrado que exista otra mejor— no se descarta que existan otras más 157 óptimas por aplicar, como las señaladas por parte de los DPFS y SRIOS al responder el cuestionario del que se daba cuenta en el capítulo anterior38. Además, la pretendida pretensión de garantizar el adecuado desarrollo del proceso penal, pareciera que obedece a garantizar el adecuado desarrollo del proceso penal para concluir el asunto en una sentencia de condena, pues lo que en realidad sucede con el ejercicio de dicha facultad ministerial, es que se desarticula la posibilidad defensiva de los imputados, sometiéndolos a condiciones que neutralizan la posibilidad de ofrecer y desahogar pruebas, como se expuso en el capítulo II del presente trabajo. Así al ser tanto lo que se ven intervenidas las garantías de independencia judicial, imparcialidad judicial, adecuada defensa y de plazo razonable con la medida en estudio; en un escrutinio ponderativo de la medida, ésta parece perder peso ante los derechos humanos en comento. Las limitación a los derechos ya referidos, representan una barrera fáctica importante para la defensa del imputado; que redundaría en violación al derecho humano a un debido proceso. Cabría observar que, en el caso de imputados representados por defensor público, al encontrarse adscrito a un juzgado determinado, éste no podrá trasladarse hasta el lugar de la supuesta comisión del hecho reputado como delito, para llevar a cabo la obtención y preparación de las pruebas que habrá de ofrecer y desahogar en juicio; tales como testimoniales, inspecciones, peritajes, confrontaciones, recopilación documental, etcétera; a más, que como ya se dejó puntualizado, no hay proceso justo sin la posibilidad de probar. 38 Según se advierte en las tablas 5, 8 y 12 del capítulo anterior, que básicamente se concentran en 3 opiniones recurrentes: (1) que en todas las prisiones exista un módulo de alta seguridad para internar a los imputados en el lugar de los hechos; (2) crear más centros de alta seguridad a lo largo de toda la República, para que se consigne y recluya al procesado en el lugar de los hechos; y, (3) se refuerce la seguridad en los penales existentes para internar de forma segura a los imputados. 158 Por su parte, quienes cuenten con defensor particular —cuyos servicios son generalmente onerosos— tales actividades de preparación probatoria, necesariamente tendrá un costo económico para el indiciado; tan solo, a causa de los necesarios traslados de dichos profesionistas para la preparación y posterior desahogo de pruebas que pretenda ofrecer, lo que genera costes extraordinarios que debe soportar, en la mayoría de los casos, el inculpado o su familia; causando que aspectos tan importantes como su derecho a ofrecer y desahogar pruebas, dependa de su capacidad pecuniaria para presentarlas a juicio. Por eso sostengo, que lo que pareciera que en realidad subyace en la medida legislativa en examen, sería el proveer al Ministerio Público de la Federación de una herramienta más (facultad de escogencia del juzgador que habrá de conocer de una acusación en particular) para lograr el éxito de su empresa, inclusive a costa de la restricción a los derechos humanos de los imputados. Todo ello, lleva a concluir que la medida legislativa en análisis es desproporcionada, debiendo prevalecer sobre ésta los derechos humanos de los imputados, más allá de los intereses generales que pretenden justificar la reforma y subsiguientes adecuaciones, al párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, específicamente en la posibilidad entregada al agente del Ministerio Público de la Federación de elegir, de forma indirecta, al juez o probables jueces, que habrán de conocer de una acusación en particular, lo que evidentemente hace sospechar de una posible invasión a la esfera de facultades del Poder Judicial, según se ha expuesto en el capítulo precedente. Si lleváramos a cabo el examen estricto de la proporcionalidad, ya no mediante la ponderación de derechos en juego, que han quedado apuntados líneas arriba, sino mediante la ponderación entre el derecho fundamental y sus límites, como lo propone Villaverde (2008), entonces, tendríamos que definir cuáles son los límites a los derechos fundamentales intervenidos con la medida legislativa en cuestión. 159 Para ello resulta útil acudir a la propia Constitución, puesto que mientras por un lado, en los artículos 14, 16, 17 y 20 de su texto, contempla la protección de los derechos del debido proceso, a un juez natural, independiente e imparcial, como medio para asegurar una adecuada defensa de todos los inculpados; por otro lado, impone un límite a esos derechos, respecto de los procesados por el delito de delincuencia organizada, para cuya prisión preventiva se destinarán centros especiales39, según se lee en el párrafo noveno, del artículo 18 de la propia Constitución. Tal determinación del constituyente permanente, no necesariamente puede llegar a ser una limitación de los derechos que se consideran intervenidos con la medida, pues únicamente lo pudieran ser si el centro especial a que alude el artículo 18 constitucional se encuentra distante del lugar de la comisión de los hechos —aun del proceso— y el Ministerio Público de la Federación elige a un juez que ejerce jurisdicción el territorio en que se encuentra dicho centro, para internar a un imputado a quien no se le procesa por el delito de delincuencia organizada, de forma tal que se hiciera desproporcionada la carga para la defensa del indiciado. Se insiste, en los casos en los que tal excepción constitucional, afecte los derechos que se han referido resultan intervenidos con la medida en análisis, cuando no exista un centro de esas características en el lugar de la comisión del hecho reputado como ilícito, siendo el caso que el ilícito que se imputa no es necesariamente el de delincuencia organizada; entonces, no existiría proporcionalidad entre la limitación a los derechos fundamentales en juego y los límites impuestos en la Constitución, me refiero a los casos diversos a la delincuencia organizada, o bien, diversos a aquéllos casos de internos que requieran medidas especiales de seguridad. Así me parece claro que el propio sistema jurídico mexicano, nos demuestra que la excepción a la competencia territorial ordinaria, contenida en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, bajo específicas 39 La misma limitación de derechos, según el propio artículo 18 constitucional, podrá aplicarse a otros internos que requieran medidas especiales de seguridad, en términos de la ley. 160 circunstancias40, únicamente puede ser utilizada como un límite a los derechos constitucionalmente protegidos que se consideran intervenidos con dicha medida, cuando se trate de procesos que se sigan por el delito de delincuencia organizada; empero, para el resto de los delitos, siempre que el procesado no requiera medidas especiales de seguridad —para su propia seguridad— dicha facultad de escogencia otorgada al agente del Ministerio Público de la Federación es desmedida y desproporcionada. 1.10. Propuestas concretas frente al problema de investigación Por ende, la propuesta para solucionar tal situación, no sería el sólo reconocer la inconstitucionalidad de tal medida, para los casos de delincuencia común41, reservándola sólo para el caso de procesados que sufren prisión preventiva por el delito de delincuencia organizada, sino la expulsión del sistema jurídico mexicano de la faculta de escogencia del juez que habrá de conocer de una causa penal, otorgada al agente del Ministerio Público de la Federación, en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales. Hacerlo así, a juicio de quien esto escribe, de ninguna manera representaría un vacío legal respecto de la reglamentación secundaria de la previsión legal contenida en el párrafo noveno, del artículo 18 constitucional; debido a que la génesis de la disposición en comento es independiente de la prevista en el párrafo tercero, del numeral 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, relativa a la facultad de escogencia en estudio. Además, si bien dichas normas comparten algunos rasgos, como lo sería el posibilitar el internamiento de imputados en centros especiales, que no necesariamente se encuentren en el lugar de los hechos a estudio, ello sería consecuencia de razones 40 Cuando no exista un centro de máxima seguridad en la circunscripción territorial del juez que ordinariamente es el competente para conocer, por ejercer sus funciones en el territorio dentro del cual sucedieron los hechos reputados como ilícito. 41 Definida así en oposición a delincuencia organizada. 161 distintas; pues la disposición constitucional en cita prevé restricciones como parte de una política criminal diseñada para afrontar a la delincuencia organizada o excepcional; mientras que la facultad de escogencia que se propone desechar, parece tener como finalidad última la desarticulación de la capacidad defensiva de los imputados, desde el momento mismo de la consignación a los tribunales. Por eso, se considera que la expulsión del sistema jurídico de la facultad de escogencia en estudio, en nada afectaría los fines legítimos que pudiera enarbolar la medida que se desecha, puesto que para proteger tales fines, el artículo 18 de la Constitución contempla un estatus especial aplicable a los procesados y sentenciados por el delito de delincuencia organizada y aun a otros procesados que requieran medidas especiales de seguridad, que parece justificarse por el estado de cosas actual. En ese caso el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, podría quedar como sigue: En el caso de personas a las que se decrete auto de formal prisión, por el delito a que hace referencia el último párrafo, del artículo 18 constitucional; si en el territorio en que se hayan realizado los actos reputados como constitutivos de tal delito, no existiese un centro especializado para su reclusión, podrán ser trasladados a un centro de esas características, en cuyo caso podrá ser competente para conocer del asunto el juez de Distrito del lugar en que se interne al imputado para guardar prisión preventiva. Podrá ser igualmente competente el juez de Distrito que ejerce jurisdicción en el territorio en que se encuentre un centro especial, al que se traslade a un interno que requiera medidas especiales de seguridad, lo que se proveerá a petición de parte. Para el caso del artículo 22 del Código Nacional de Procedimientos Penales, podría disponerse: En el caso de personas a las que se decrete auto de vinculación a proceso, por el delito a que hace referencia el último párrafo, del artículo 18 constitucional; si en el territorio en que se hayan realizado los actos reputados como constitutivos de tal delito, no existiese un centro especializado para su reclusión, podrán ser trasladados a un centro de esas 162 características, en cuyo caso será competente para conocer del asunto un Órgano jurisdiccional del lugar en que se interne al imputado para guardar prisión preventiva. Será igualmente competente un Órgano jurisdiccional que ejerza jurisdicción en el territorio en que se encuentre un centro especial, al que se traslade a un interno que requiera medidas especiales de seguridad, lo que se proveerá a petición de parte. 2. Conclusiones: a) Conclusiones parciales: De forma preliminar cabe señalar que según se advierte de los capítulos I y II del presente trabajo de investigación, sí existe un derecho reconocido en la Constitución a ser juzgado por un juez natural del lugar del juicio; como también existe un derecho reconocido a ser recluido en un centro carcelario lo más cercano posible al del lugar en que se instruye el proceso, que debe ser también el más cercano posible al lugar de los hechos que se reputan como ilícitos, aun tratándose de centros especiales. Además, del estudio que se ha llevado a cabo en el presente trabajo de investigación se puede advertir que por regla general, la medida legislativa en análisis es desproporcionada; ya que con el ejercicio de la facultad de escogencia el agente del Ministerio Público de la Federación, violenta de forma indirecta el derecho al debido proceso, en tanto que afecta a la garantía de la adecuada defensa y el principio de igualdad de armas, a más que dificulta (aun en caso de defensores particulares con recursos) y en muchas ocasiones imposibilita (en el caso de los defensores públicos adscritos a un órgano distante, con imposibilidad para moverse) la comunicación entre el procesado y su o sus defensores, lo que desarticula a la Defensa. Además, el ejercicio de dicha facultad de escogencia, dado que aleja a los procesados del lugar de los hechos reputados como ilícitos, donde naturalmente se encuentran los elementos probatorios que serán llevados a juicio, en realidad retrasa injustificadamente la instrucción de los juicios, violentándose lo dispuesto en el artículo 17 constitucional; lo que conllevaría a que si un procesado fuera puesto en libertad, 163 mediante sentencia absolutoria, éste hubiese compurgado por más tiempo, una condena de forma adelantada y sin que existiera una sentencia en la que se le declare culpable. Por otra parte, los cuestionarios aplicados a algunos de los operadores del sistema de justicia penal federal, en dos entidades de la República mexicana, nos demuestran que, respecto del ejercicio de la facultad ministerial de escogencia del juez que habrá de conocer una causa penal, la preocupación de los defensores públicos federales se centra en la dificultad que las circunstancias enumeradas representan para lograr una efectiva comunicación con sus defendidos; por su parte, para los funcionarios jurisdiccionales, la mayor afectación la encuentran en el retraso innecesario del proceso. También se concluye que, paradójicamente, la causal relativa a posibilitar el adecuado desarrollo del proceso, no se cumpliría por regla general; dadas las circunstancias que se generan con el ejercicio de la facultad de escogencia, como son: la dilación importante del proceso penal, la limitación de las comunicaciones del defensor con su defendido, la dificultad para ofrecer y desahogar pruebas de descargo, etcétera. Por tanto, el adecuado desarrollo del proceso, debe verse más emparentado con el derecho a un debido proceso, el cual está instrumentado a favor del individuo como una garantía para limitar el poder punitivo del Estado, por lo que no debe verse como un instrumento para la protección de la sociedad en general. Además, se concluye que la seguridad en las prisiones no debería ser un factor objetivamente determinante para que se actualice la necesidad de ejercer dicha facultad por parte del agente del Ministerio Público de la Federación, pues se sobrentiende que los centros carcelarios por su propia naturaleza deben ser seguros. En todo casos, tratándose de delincuencia organizada, pudieran justificarse ciertas restricciones a dichos derechos, en la medida que no son absolutos; pero ello debe ser clara y objetivamente justificado por el agente del Ministerio Público de la Federación que pretende ejercitar la facultad de escogencia del centro de reclusión y autoridad judicial que habrá de conocer de los hechos de la consignación, análisis que se 164 debe llevar a cabo por parte del juez que corresponda conocer de la causa penal, caso por caso. Fuera de los casos de delincuencia organizada, la restricción a los derechos en estudio, deberían operar únicamente a favor del procesado que requiera medidas especiales de seguridad a su favor, por paradójico que parezca. Fuera de esos casos, la medida por regla general será desproporcionada. b) Conclusión final: Por regla general, no es compatible con los Derechos Humanos contendidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en los Tratados Internacionales de los que el Estado Mexicano es parte, una excepción a la competencia territorial ordinaria, que implique que el Ministerio Público de la Federación pueda elegir el Tribunal ante el cual llevará el ejercicio de la acción penal, diferente de aquél que ejerce jurisdicción en el lugar de la comisión del hecho reputado como ilícito, atendiendo a cualquiera de las condiciones de (1) seguridad en las prisiones, (2) características del hecho imputado, (3) circunstancias personales del inculpado o (4) por otras que impidan garantizar el desarrollo adecuado del proceso, como tampoco lo es que se interne al procesado en un lugar distinto del tribunal que conoce de la causa y que necesariamente debe ser natural del lugar de los hechos reputados como ilícitos. 165 BIBLIOGRAFÍA DOCTRINA Aragoneses, S. e Ignacio Cubillo (2004). 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Serie C No. 197. Corte IDH. Caso Garibaldi Vs. Brasil. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de septiembre de 2009. Serie C No. 203 Corte IDH. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 17 de noviembre de 2009. Serie C No. 206. Tribunal EDH. Caso Cubber vs. Bélgica. Sentencia de 26 de octubre de 1984. 168 Tribunal EDH. Caso Daktaras vs. Lituania. Sentencia de 10 de octubre de 2000. Tribunal EDH. Caso Brudnicka y otros vs. Polonia. Sentencia de 3 de marzo de 2005. Tribunal EDH. Caso Morel vs. Francia. Sentencia de 6 de julio de 2000. Tribunal EDH. Caso Pabla Ky vs. Finlandia. Sentencia de 22 de junio de 2004. INFORMES DE ORGANISMOS DE PROTECCIÓN DE DERECHOS HUMANOS CIDH (2002) Informe sobre Terrorismo y Derechos Humanos. CIDH (2011) Informe sobre los derechos humanos de las personas privadas de libertad en las Américas. CIDH (2013a) Informe sobre el uso de la prisión preventiva en las Américas. CIDH (2013b) Garantías para la independencia de las y los operadores de justicia. Hacia el fortalecimiento del acceso a la justicia y el estado de derecho en las Américas. Corte IDH. El derecho a la información sobre la asistencia consular en el marco de las garantías del debido proceso legal. Opinión Consultiva OC-16/99 de 1 de octubre de 1999. Serie A No. 16. CNDH (2002) Informe especial sobre la situación de los derechos humanos en los centros de readaptación social y reclusorios preventivos varoniles y femeniles del Distrito Federal. CNDH (2004) Informe especial sobre la situación de los derechos humanos en los centros de reclusión de la República mexicana, dependientes de Gobiernos locales y municipales. CNDH (2011) Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria. CNDH (2012) Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria. 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Acuerdo General 82/2008 del Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, por el que se reforma el diverso Acuerdo General 21/2008, por el que se dota de competencia a los Juzgados de Distrito que se precisan para conocer de delitos cometidos en lugar distinto al de su jurisdicción, por razones de seguridad en las prisiones, Diario Oficial de la Federación, 15 de diciembre de 2008, primera sección, 120-122. Consejo de la Judicatura Federal (2012). Acuerdo General 20/2012 del Pleno del Consejo de la Judicatura Federal, que establece, en razón de causas excepcionales, la suspensión indefinida del turno de nuevos asuntos a los Juzgados de Distrito de Procesos Penales Federales en el Estado de Nayarit, con residencia en El Rincón, Municipio de Tepic, y de los Juzgados de Distrito de Procesos Penales Federales en el Estado de Veracruz, con residencia en Villa Aldama. Diario Oficial de la Federación, 29 de junio, primera sección, 107-109. Consejo Nacional de Seguridad Pública (2008). Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad. Diario Oficial de la Federación, 25 de agosto, primera sección, edición matutina, 2-17. Congreso de la Unión (2014) Declaratoria de la entrada en vigor del Código Nacional de Procedimientos Penales, a partir del 24 de noviembre de 2014, en los estados de Durango y Puebla. Diario Oficial de la Federación, 24 de septiembre, primera sección, edición matutina, 2. RESOLUCIONES DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN Amparo directo en revisión 2655/2010, promovido por José Bugarín Lozano y otros, resuelto el 30 de noviembre de 2011. Tesis pendiente de publicación. Contradicción de tesis 461/2012. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, libro XIX, abril de 2013, Tomo 1, página 773. 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Presentada a la Cámara de Diputados el 22 de noviembre de 1993. Consultado en: http://legislacion.scjn.gob.mx/LF/DetalleProcesoLeg.aspx?IdLey=644&IdRef=1&IdProc=1 Cámara de Senadores (2013) Iniciativa para Reformar diversas disposiciones relativas a la Protección de Periodistas, así como Personas e Instalaciones Contra Actos que afecten, limiten o menoscaben el Derecho a la Información o las Libertades de Expresión o Imprenta. Presentada ante la propia Cámara de Senadores el 27 de noviembre de 2012. Consultado en http://legislacion.scjn.gob.mx/LF/DetalleProcesoLeg.aspx?IdLey=644&IdRef=67&IdProc=1 JURISPRUDENCIA MEXICANA Tesis sin número asignado, 1947. SUMISIÓN EXPRESA. Informe de 1947, materia civil, p. 204. Tesis sin número asignado, 1956. SUMISION TACITA POR CONTESTACION DE LA DEMANDA. Semanario Judicial de la Federación, tomo CXXVII, p. 691. 172 Tesis sin número asignado, 1960 CODIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES DEL ESTADO DE SINALOA. SU ARTICULO 16 ES CONSTITUCIONAL. Semanario Judicial de la Federación, 181-186, Segunda Parte, p. 18. Tesis sin número asignado, 1969 LEYES PRIVATIVAS, CONCEPTO CONSTITUCIONAL DE. Informe 1969, de la Sala Auxiliar de la SCJN, p. 58. Tesis sin número asignado, 1985 COMPETENCIA CIVIL POR SUMISION. PRORROGA DE LA COMPETENCIA TERRITORIAL AUTORIZADA POR LA LEY. Semanario Judicial de la Federación, 193-198 Cuarta Parte, p. 3. Tesis sin número asignado, 1989a TRIBUNAL ESPECIAL. NO SE CONFIGURA POR CAUSA DE IMPEDIMENTO DE UN INTEGRANTE DEL TRIBUNAL. Semanario Judicial de la Federación, tomo III, Primera Parte, Enero a Junio de 1989, p. 259. Tesis sin número asignado, 1989b PRISION PREVENTIVA, DEBE CUMPLIRSE EN EL LUGAR DEL JUICIO LA. CUANDO SE GUARDE EN LUGAR DIFERENTE, SE ADOPTARAN LAS MEDIDAS NECESARIAS PARA RESPETAR LAS FORMALIDADES ESENCIALES. Semanario Judicial de la Federación, tomo IV, Segunda Parte-1, Julio a Diciembre de 1989, p. 389. Tesis P./J. 18/98 LEYES PRIVATIVAS. SU DIFERENCIA CON LAS LEYES ESPECIALES. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo VII, Marzo de 1998, p 7. Tesis 1a./J. 9/99 COMPETENCIA TERRITORIAL DE EXCEPCIÓN (ARTÍCULO 10, PÁRRAFO TERCERO, DEL CÓDIGO FEDERAL DE PROCEDIMIENTOS PENALES). REQUISITO DE SEGURIDAD EN LAS PRISIONES, PARA EL TRASLADO DE UN PROCESADO A UNO DE MÁXIMA SEGURIDAD. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo IX, marzo de 1999, página 5. Tesis II.1o.P.99 P PRISIÓN PREVENTIVA EN LUGAR DISTINTO AL EN QUE SE COMETIERON LOS HECHOS. NO VIOLA LO DISPUESTO POR EL ARTÍCULO 20, FRACCIÓN VI, DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS, EN RELACIÓN CON EL ARTÍCULO 6o., PÁRRAFO SEGUNDO, DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES DEL ESTADO DE MÉXICO, EN VIGOR. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, tomo XIV, diciembre de 2001, página 1782. Tesis 2a. L/2002 (9a.) ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS ESTABLECE DIVERSOS PRINCIPIOS QUE INTEGRAN AQUEL DERECHO PÚBLICO SUBJETIVO, A CUYA OBSERVANCIA ESTÁN OBLIGADAS LAS AUTORIDADES QUE REALIZAN ACTOS MATERIALMENTE 173 JURISDICCIONALES. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, tomo XV, mayo de 2002, página 299. Tesis P.XXIX/2002 COMPETENCIA PENAL. LA GARANTÍA QUE OTORGA A LOS INCULPADOS EL ARTÍCULO 20, APARTADO A, FRACCIÓN VI, CONSTITUCIONAL, NO SE TRANSGREDE POR LOS NUMERALES 6o., PÁRRAFO PRIMERO, Y 10, PÁRRAFO TERCERO, DEL CÓDIGO FEDERAL DE PROCEDIMIENTOS PENALES, QUE PERMITEN CONOCER DE UN DELITO A UN JUEZ DE DISTRITO DISTINTO AL DEL LUGAR EN QUE AQUÉL SE COMETIÓ. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo XVI, Julio de 2002, p. 5. Tesis 1a./J. 23/2006 DEFENSA ADECUADA. ALCANCE DE DICHA GARANTÍA EN LA AVERIGUACIÓN PREVIA (INTERPRETACIÓN DE LA FRACCIÓN II, EN RELACIÓN CON LAS DIVERSAS IX Y X DEL ARTÍCULO 20, APARTADO A, DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL). Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo XXIII, mayo de 2006, p. 132. Tesis XXXI.5 P COMPETENCIA TERRITORIAL DE EXCEPCIÓN EN DELITOS DE DELINCUENCIA ORGANIZADA. SE SURTE A FAVOR DE LOS JUECES DE DISTRITO DE LOS LUGARES DONDE EXISTA UN CENTRO FEDERAL DE READAPTACIÓN SOCIAL DE MÁXIMA SEGURIDAD, EN ATENCIÓN AL PRINCIPIO DE SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL Y ORDEN JERÁRQUICO NORMATIVO. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo XXX, Octubre de 2009, p. 1405. Tesis 1a. CX/2011 TRIBUNALES ESPECIALES. LOS ARTÍCULOS 33 H Y 33 L, FRACCIÓN I, DE LA LEY ORGÁNICA DEL PODER JUDICIAL, 2o., FRACCIÓN I, 4o., FRACCIÓN II, INCISO A) Y 10 DE LA LEY DEL PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO, 1o., 3o. Y 16 DE LA LEY DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO, TODOS DEL ESTADO DE AGUASCALIENTES, VIGENTES A PARTIR DEL 6 DE JUNIO DEL 2009, NO LOS ESTABLECEN. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo XXXIV, Julio de 2011, p. 312. Tesis 1a./J. 2/2012 (9a.) RESTRICCIONES A LOS DERECHOS FUNDAMENTALES. ELEMENTOS QUE EL JUEZ CONSTITUCIONAL DEBE TOMAR EN CUENTA PARA CONSIDERARLAS VÁLIDAS. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, libro V, febrero de 2012, tomo 1, página 553. Tesis 1a./J. 12/2012 (9a.) DEFENSA ADECUADA. FORMA EN QUE EL JUEZ DE LA CAUSA GARANTIZA SU VIGENCIA. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, libro X, julio de 2012, tomo 1, página 433. 174 Tesis 1a. CCXV/2013 (10a.) DERECHOS HUMANOS. REQUISITOS PARA RESTRINGIRLOS O SUSPENDERLOS CONFORME A LOS ARTÍCULOS 1o. DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS Y 30 DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XXII, julio de 2013, Tomo 1, página 557. JURISPRUDENCIA EXTRANJERA Corte Constitucional Colombiana (2005) sentencia C-591, de En http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2005/c-591-05.htm, consultado en abril de 2014. Tribunal Constitucional Español (1994) STC 90/1994, de 17 de marzo de 1994. En http://www.mjusticia.gob.es/cs/Satellite/1292427062705?blobheader=application%2Fpdf&blob headername1=Content-Disposition&blobheadername2=AmbitoNacional&blob headervalue1=attachment%3B+filename%3DVer.PDF&blobheadervalue2=1288788927470, consultado en abril de 2014. Tribunal Constitucional Peruano (2013) STC 512/2013-PHC/TC de 19 de junio de 2013. En http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2013/00512-2013-HC.pdf, consultado en abril de 2014. 175 ANEXO Para llevar a cabo la demostración empírica de los derechos afectados con la facultad de escogencia en estudio durante el presente trabajo de investigación, se concibió un cuestionario que fue aplicado a varios de los operadores jurídicos del sistema de justicia penal federal, es decir: defensores públicos federales, jueces de Distrito, secretarios de estudio y cuenta adscritos a Juzgados de Distrito especializados en materia penal, así como a agente del Ministerio Público de la Federación. El cuestionario que para cada uno de los operadores jurídicos del sistema de justicia se diseñó de forma muy similar para todos ellos, difiriendo en sólo una pregunta el aplicado a los Defensores Públicos Federales. La respuesta a dichos cuestionarios se llevó a cabo por sus absolventes, entre los meses de junio y agosto de 2014, a operadores jurídicos que laboran en el Tercero y Vigésimo Cuarto Circuitos Judiciales, se solicitó a quienes los contestaron que lo hicieran con el mayor sentido de objetividad y honestidad. Pues bien, los cuestionarios que se aplicaron fueron los siguientes: CUESTIONARIO PARA DEFENSORES PÚBLICOS FEDERALES 1. Especifique en términos temporales su experiencia profesional en la defensa penal. - Fuero federal: - Fuero local: - Otro fuero: 2. ¿Alguna vez ocupó los puestos de agente del Ministerio Público, secretario de estudio y cuenta en materia penal o juez en materia penal? Especifique: - Agente del Ministerio Público (temporalidad e instancia): - Secretario de estudio y cuenta (temporalidad e instancia): - Juez en materia penal (temporalidad e instancia): 3. Aproximadamente, número o porcentaje de casos de los que Usted ha tenido a su cargo en defensa; en los que —atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado, por razones de seguridad en las prisiones o para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso— el agente del Ministerio Público de 176 la Federación ha consignado una averiguación previa en un lugar distinto al del lugar de los hechos reputados como ilícitos: 4. Cuál de las causales anteriores es más recurrente en los asuntos que ha referido, de ser posible refiera el porcentaje aproximado. - Atendiendo a las características del hecho imputado: - Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado: - Por razones de seguridad en las prisiones: - Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso: 5. Tal situación, ¿le ha generado problemas en su labor como defensor(a) público(a) federal o a la defensa de sus representados? 6. Tipos de problemas que ha enfrentado, como resultado de dicha situación. 7. ¿Considera que existen otras alternativas distintas a la consignación en un lugar distinto que sean menos lesivas para los derechos del procesado? CUESTIONARIO PARA AGENTES DEL MINISTERIO PÚBLICO DE LA FEDERACIÓN 1. Especifique en términos temporales su experiencia profesional como agente del Ministerio Público. - Fuero federal: - Fuero local: - Otro fuero: 2. ¿Alguna vez ocupó el puesto de juez, secretario de estudio y cuenta en materia penal o ejerció funciones como defensor público federal, inclusive: como defensor particular? - Defensor de Oficio (temporalidad e instancia): - Secretario de estudio y cuenta (temporalidad e instancia): - Juez en materia penal (temporalidad e instancia): 3. Aproximadamente, número o porcentaje de casos en los que: atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado, por razones de seguridad en las prisiones o para posibilitar el adecuado desarrollo del 177 proceso, ejerció la facultad prevista en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, consignando una averiguación previa en un lugar distinto al del lugar de los hechos reputados como ilícitos: 4. Cuál de las causales anteriores es más recurrente en los asuntos que ha referido, de ser posible refiera el porcentaje aproximado. - Atendiendo a las características del hecho imputado: - Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado: - Por razones de seguridad en las prisiones: - Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso: 5. Tal situación, ¿le ha generado problemas en su labor como agente del Ministerio Público de la Federación? 6. Tipos de problemas que ha enfrentado, como resultado de dicha situación. 7. ¿Considera que con dicha medida se violan derechos de la persona imputada como consecuencia de dicho cambio en la consignación? Si responde afirmativamente refiera cuáles, si responde negativamente diga el por qué. 8. De contestar afirmativamente a la pregunta anterior: ¿considera que existen alternativas distintas a la consignación en un lugar distinto que sean menos lesivas para los derechos del procesado? CUESTIONARIO PARA SECRETARIOS(AS) DE JUZGADO DE DISTRITO EN MATERIA PENAL 1. Especifique en términos temporales su experiencia profesional como secretario de estudio y cuenta. - Fuero federal: - Fuero local: - Otro fuero: 2. ¿Alguna vez ocupó el puesto de juez, agente del Ministerio Público o ejerció funciones como defensor público federal, inclusive: como defensor particular? Especifique: - Defensor de Oficio (temporalidad e instancia): 178 - Agente del Ministerio Público: (temporalidad e instancia): - Juez en materia penal (temporalidad e instancia): 3. Aproximadamente, número o porcentaje de casos de los que le tocó conocer en los que —atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado, por razones de seguridad en las prisiones o para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso— el agente del Ministerio Público de la Federación ejerció la facultad prevista en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, consignando una averiguación previa en un lugar distinto al del lugar de los hechos reputados como ilícitos: 4. Cuál de las causales anteriores es más recurrente en los asuntos que ha referido, de ser posible refiera el porcentaje aproximado. - Atendiendo a las características del hecho imputado: - Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado: - Por razones de seguridad en las prisiones: - Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso: 5. Tal situación, ¿le ha generado problemas en su labor como Secretario(a) de Estudio y Cuenta de un Juzgado en materia penal? 6. Tipos de problemas que ha enfrentado, como resultado de dicha situación. 7. ¿Considera que con dicha medida se violan derechos de la persona imputada? Si responde afirmativamente refiera cuáles, si responde negativamente diga el porqué. 8. De contestar afirmativamente a la pregunta anterior: ¿considera que existen otras medidas alternativas distintas a la consignación en un lugar distinto que sean menos lesivas para los derechos del procesado? CUESTIONARIO PARA JUECES, JUEZAS, MAGISTRADOS o MAGISTRADAS DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN 1. Especifique en términos temporales su experiencia profesional como juzgador. - Fuero federal: - Fuero local: - Otro fuero: 179 2. ¿Alguna vez ocupó el puesto de juez, agente del Ministerio Público o ejerció funciones como defensor público federal, inclusive: como defensor particular? Especifique: - Defensor de Oficio (temporalidad e instancia): - Agente del Ministerio Público: (temporalidad e instancia): - Defensor Particular (temporalidad e instancia): 3. Aproximadamente, número o porcentaje de casos de los que le tocó conocer en los que —atendiendo a las características del hecho imputado, a las circunstancias personales del inculpado, por razones de seguridad en las prisiones o para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso— el agente del Ministerio Público de la Federación ejerció la facultad prevista en el párrafo tercero, del artículo 10, del Código Federal de Procedimientos Penales, consignando una averiguación previa en un lugar distinto al del lugar de los hechos reputados como ilícitos: 4. Cuál de las causales anteriores es más recurrente en los asuntos que ha referido, de ser posible refiera el porcentaje aproximado. - Atendiendo a las características del hecho imputado: - Atendiendo a las circunstancias personales del inculpado: - Por razones de seguridad en las prisiones: - Para posibilitar el adecuado desarrollo del proceso: 5. Tal situación, ¿le ha generado problemas en su labor como Juzgador? 6. Tipos de problemas que ha enfrentado, como resultado de dicha situación. 7. ¿Considera que con dicha medida se violan derechos de la persona imputada? Si responde afirmativamente refiera cuáles, si responde negativamente diga el porqué. 8. De contestar afirmativamente a la pregunta anterior: ¿considera que existen otras medidas alternativas distintas a la consignación en un lugar distinto que sean menos lesivas para los derechos del procesado? 180