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La Patagonia reflotó de la ceniza
Un viaje por ‘la ruta de los siete lagos’. Desde San Martín de los Andes hasta Angostura se
aprecian paisajes de ensueño. Los lagos y nevados de la cordillera argentina seducen.
Santiago Estrella Garcés. Corresponsal en Buenos Aires Domingo 29/04/2012
Todos saben que la Patagonia es indomable, rebelde. Quizás en eso se defina
el ser que habita esa región. Así también deberán ser aquellos que deciden
dejar sus ‘pagos’ (terruño), Buenos Aires, por ejemplo, para instalarse en el sur
de Argentina, en la precordillera. No son pocos los que creen que el clima y la
naturaleza de la región templan el carácter de sus habitantes. Acostumbrados
al riguroso invierno, dicen “está fresquito”, cuando el viento cala los huesos a
cualquiera que venga de un invierno menos crudo. Los interiores, en cambio,
son un horno por la calefacción. Los lagos golpean a la vista entre sus
montañas con bosques de alerces, pehuenes, roble, ciprés, con las retamas
brotando a la vera de los caminos. O una alimentación que incluye jabalí y
ciervo. Desde el 7 de junio del año pasado, la naturaleza que tanto les ha dado,
les jugó una mala pasada: la erupción del volcán Puyehue dejó sobre varios
parajes importantes toneladas de cenizas y pérdidas que calculan por más de
USD 100 millones. Lo más afectado fue el turismo, actividad de la que
dependen casi en su totalidad en los pueblos de San Martín de Los Andes, Villa
La Angostura (provincia de Neuquén), San Carlos de Bariloche (Río Negro) y,
en menor medida, Esquel (Chubut), lugares a los que llegó EL COMERCIO.
“Las reservas cayeron a cero”, recuerda Matías Delfino, gerente del hotel Las
Balsas, uno de los más exclusivos de Villa La Angostura, la ciudad más
afectada por las cenizas del Puyehue. Varios hoteles cerraron temporalmente
sus puertas. “Tuvimos la suerte de que los dueños del hotel nos bancaron
(apoyaron) a todos los que trabajamos acá, pero lo cierto es que nadie se
animó a irse”, dice. En algunas localidades permanecieron hasta 28 días sin
luz. Las actividades se suspendieron y las familias se encerraron en sus casas.
Hubo, cuentan, el típico pánico cuando ocurre una catástrofe: la compra
indiscriminada de alimentos y agua. Ante el escenario espantoso que se vivía,
se puso en marcha un plan de contingencia que requirió de un crédito del BID
de USD 7 millones, según contó Juan José Fioranelli, ex secretario de Turismo
de la Villa. La tarea es larga. Se la nota al promediar los 150 km que unen San
Martín de los Andes con la Angostura, ‘la ruta de los siete lagos’. A los
costados del camino se apilan las cenizas removidas por más de 80 máquinas
y camiones. Para el desastre que vivieron los pobladores, el trabajo ha sido
encomiable; para los que llegan a esta región por primera vez, impacta. Los
árboles y arbustos son de color gris. Los lagos adquirieron un color turquesa
interesante, aunque algunos, como el Escondido, parecieran tener playas de
unos 200 m, pero no hay que dejarse engañar: es piedra pómez que flota en
las orillas. Según la mapuche Yolanda Curruhuinca, “se murieron animales, los
niños comenzaron a tener enfermedades pulmonares. Ya nos pasó en una
erupción anterior (1957), hubo una peste de piojos y pulgas poco después”. El
monitoreo señala que disminuye la actividad volcánica y actualmente la alerta
es amarilla. Aún hay días buenos y malos. Este Diario constató una ligera
ceniza en uno de los cuatro días en que recorrió la zona, pero “ahora no es
nada comparado a lo que era antes. Para cuando lleguen a la Villa, van a ver
que todo está mucho mejor”, cuenta el chofer del bus. Los caminos de acceso
a La Angostura están transitables. El casco urbano luce normal. Intervienen
constantemente en los caminos de montaña para que el ejercicio del turista sea
llevadero. “Incluso está más verde que antes. Es el efecto de la naturaleza. De
eso también se trata la Patagonia. Si ustedes hacen una excavación, van a ver
que el suelo tiene capas diferentes: es una zona de fuerte impacto natural”,
dice Nicolás Glave, de la Casa de Montaña Luma. A los 28 días del inicio del
desastre, ya el 70% de la industria reinició sus actividades. “Hay que sacarse el
sombrero ante los de La Angostura. Ellos sí que están poniendo el hombro y
persisten”, dice Daiana Smud, del hotel Llao Llao de Bariloche. Las cenizas del
Puyehue obligaron a cerrar el aeropuerto de Bariloche. Había que llegar hasta
Neuquén y viajar 400 km por tierra. Pero al mal tiempo buena cara. Las tres
provincias trabajaron en conjunto. “Teníamos que trabajar con la comunidad.
Eso es lo más importante que nos dejó el volcán”, dice Nahuel Alonso, director
de Esencia Travel. La más visitada Las ciudades más importantes de la
Patagonia argentina son Neuquén en el Alto Valle, Comodoro Rivadavia sobre
el mar y San Carlos de Bariloche en la cordillera. La Patagonia recibió su
nombre de los ‘patagones’, nombre dado a los aborígenes vistos por los
españoles que desembarcaron por primera vez en la costa atlántica. Se cree
que el origen del término patagón se debe al pie grande que poseían los
habitantes de la región. La región patagónica es una de las más visitadas de
Argentina, por sus numerosos paisajes y ciudades ubicadas al pie de la
cordillera de los Andes y en sus bellas costas. En la provincia del Neuquén se
halla la ciudad de Villa Traful, uno de los lugares de mayor belleza del
continente.
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