El universalismo de Verdi y Schiller Axel Körner mujer Giuseppina Strepponi, se implicaron para encontrar un Nos resulta fácil pensar en Verdi como el compositor italiano argumento que el maestro pudiera aceptar. En este proceso por antonomasia, un italianissimo, arraigado en su finca rural fueron desechados un libreto que Eugène Scribe había escrito entre Piacenza y Parma, que deleita a la nación con música para el recientemente difunto Meyerbeer, y el King Lear de italiana, eternamente amado por su pueblo. Esta imagen tan Shakespeare. cuidadosamente construida, a la que contribuyó el propio Finalmente, Verdi cayó sobre un libreto basado en el Don Karlos Verdi, contrasta con sus largos viajes y sus estancias fuera de de Schiller; no era la primera vez que se le planteaba este Italia, y con sus múltiples producciones para teatros de ópera argumento, pero fue sólo en este momento cuando consideró en el extranjero. Su ópera Don Carlos, de 1867, plantea de que se daba por fin la ocasión adecuada. Otra fuente importante manera transparente estos contrastes. fue el drama Philippe II, roi d’Espagne de Eugène Cormon. Así Se trata de una obra realmente cosmopolita: está basada que, hacia finales de 1865, firmó por fin su contrato con l’Opéra en una pieza teatral alemana sobre la España del siglo XVI y empezó a componer Don Carlos en París (justo cuando en que escenifica una revuelta holandesa, y se compuso sobre un concierto escuchó por primera vez una obra de Wagner, la un libreto en francés para l’Opéra de París, siguiendo no una obertura de Tannhäuser, que no le impresionó favorablemente.) tradición italiana sino el estilo de la grand opéra francesa. Sin embargo, la mayor parte de la composición tendría lugar Además, su primera producción implicó un reparto de después, en su finca cerca de Busseto, y continuaría en su cantantes y bailarines provenientes de todas las partes de segunda ciudad de residencia, Génova, de nuevo en París y, Europa, y ya desde poco después de su estreno atravesó el por fin, en un balneario en los Pirineos. Océano Atlántico para terminar representándose por todo el El resultado pone de manifiesto muchos de los rasgos típicos de mundo. Adicionalmente, cabe recordar que en su lenguaje la grand opéra francesa: un reparto enorme musical se detectan elementos tanto Pone de manifiesto muchos de cantantes y figurantes, una organización alemanes como franceses e italianos. Dicho de los rasgos típicos de la en cinco actos y, siguiendo una tradición de otro modo, el Don Carlos de Verdi, con grand opéra francesa: un que remontaba al Antiguo Régimen, un su representación de pasiones políticas reparto enorme de cantantes mezcladas con pasiones amorosas en un y figurantes, una organización lujoso ballet. Para el estreno en París sería el propio compositor quien dirigiría los ensayos, idioma musical cosmopolita, conmueve en cinco actos y un lujoso que llegaron a 270 sesiones: Verdi siempre las emociones independientemente de las ballet apreciaba el cuidado con que los franceses sensibilidades nacionales. montaban sus producciones, al revés de lo que solían hacer Durante los años 50 y 60 del siglo XIX, hasta la versión en aquellos tiempos los teatros italianos. francesa de Macbeth estrenada en 1865, Verdi había El estreno tuvo lugar en l’Opéra el día 11 de marzo de 1867 trabajado de manera muy estrecha con los teatros parisinos. en presencia del emperador Napoleón III y la emperatriz Aunque estaba muy interesado en componer otra ópera más Eugenia de Montijo, en el momento culminante del esplendor para París, la consecución de un nuevo contrato le costaría representativo del Segundo Imperio, significado por la todavía más de un año. Tanto el nuevo director de l’Opéra inauguración de la Exposición Universal. desde 1862, Émile Perrin, como su editor Léon Escudier, y su 14 - ABAO-OLBE Política y psicodrama en Schiller Verdi no fue el primer compositor que trató el argumento de Don Carlos. El director del estreno londinense, el oriundo de Italia Michael Costa, había presentado su propia Don Carlos en el Royal Theatre at the Haymarket ya en 1844. Así que, compuesta sobre un libreto de Joseph Méry y Camille Du Locle, Don Carlos de Verdi fue una de las varias óperas inspiradas por la obra de Schiller. Entre las óperas de Verdi forma así un grupo junto a Giovanna d’Arco, I masnadieri, y Luisa Miller (a lo que se añaden otras referencias puntuales en otras obras). Schiller gozaba de un prestigio notable en Francia e Italia desde finales del siglo XVIII. Su obra Die Räuber de 1781 (el argumento del que se serviría Verdi para su I masnadieri), le había aportado fama en tierras alemanas y extranjeras. Don Karlos, Infant von Spanien, por su parte, fue escrita entre 1783 y 1787 como “poema dramático” en cinco actos, con unas dimensiones colosales no muy diferentes de las de la ópera que compondría Verdi más tarde. Al empezar su redacción, cuando todavía trabajaba como médico militar en Stuttgart y sólo empezaba a pensar en vivir de su producción literaria (y de sus admiradores pudientes), Schiller dejó su puesto con la intención de concentrarse en la obra, mientras temía ser detenido por deserción. Tanto la pieza de El Don Karlos de Schiller se estrenó en la ciudad Schiller como la de Verdi libre de Hamburgo en 1787, dirigido por uno comparten el hecho de de los más influyentes directores de teatro que el trasfondo histórico alemanes, Friedrich Ludwig Schröder. Para es casi irrelevante para el mensaje moral que esta ocasión, y a petición de Schröder, Schiller manifiestan efectuó varios cortes sustanciales pensando en reducir la obra a una versión de casi cuatro mil versos yámbicos, un procedimiento que Verdi seguiría ochenta años más tarde también con su ópera. La obra había sido publicada por entregas, fragmentariamente y en una versión incipiente, en la revista Rheinischer Thalia de Schiller; la versión completa se publicaría en Leipzig dos meses antes del estreno, seguida por otras ediciones más. Don Karlos fue apreciado también como material de lectura en ambientes sociales sorprendentemente amplios y variados, y esta extraordinaria popularidad conduciría a que las ediciones piratas superaran en gran cantidad a las oficiales (lo que no ayudó al autor a solucionar sus persistentes problemas económicos). Sería desorientador reducir el Don Karlos de Schiller a un simple mensaje de liberación de un poder extranjero, como lo sería Al timón de “la nave del Estado” no puede haber dos timoneles, pero tanto Felipe II como su hijo Carlos se consideraban a sí mismos responsables de esta importante función. En esto radica la tensión que alimenta desde sus capas más profundas los acontecimientos de la ópera. © Studiovd / Shutterstock DON CARLOS 15 En la fachada del actual Ayuntamiento de París, los ideales revolucionarios de “Libertad, igualdad y fraternidad” que tanto interesaban a Schiller y sus contemporáneos permanecen en la base, pero tras los incidentes de la Comuna se muestran superados por La Educación y El Trabajo, que figuran alegóricamente a ambos lados del reloj. Parte inferior del grupo escultórico central de la fachada principal del Ayuntamiento de París, con obra de Ernst-Eugène Hiolle (1882) y Aimé Millet (1883) © Ioan Panaite / Shutterstock también considerar la elección por Verdi de esta obra teatral como una mera referencia a la situación política de la Italia de su tiempo, o a las aspiraciones de los movimientos nacionales modernos en Europa. Schiller trata la libertad como un concepto complejo y sobre todo abstracto, conectando las nociones de libertad individual y espiritual con las colectivas y políticas. Esa noción de libertad está supeditada a tres determinantes diferentes de la acción dramática: la exposición de los personajes individuales, la evolución de las relaciones interpersonales, y el panorama circundante de situaciones políticas opresivas. Así, aunque la política constituya el trasfondo para la intriga del drama, no es el motor de la acción, y el contexto histórico queda más bien como pantalla en la que se proyectan los valores morales y las disposiciones emocionales y psicológicas de los protagonistas. En el aspecto histórico del argumento, el dramaturgo adquiere preeminencia sobre el historiador. Schiller había mostrado su serio interés por la historia, y no mucho tiempo después de terminar Don Karlos aceptaría una cátedra en la universidad de Jena que le fue ofrecida en reconocimiento a su Geschichte des Abfalls der Vereinigten Niederlande von der spanischen Regierung, o sea, Historia de la defección de las Provincias Unidas del gobierno español. Sería en su famosa lección magistral de esta cátedra en donde Schiller explicaría su idea del papel del historiador como educador de la Humanidad. Sin embargo, incluso como historiador, Schiller distinguía entre la historiografía profesional y la filosofía de la historia. Respecto a su drama Die Verschwörung des Fiesko zu Genua, ambientada en la Génova del siglo XVI, y con la que Simon Boccanegra de Verdi tiene una vaga relación, insistió en que no lo había escrito por su contenido histórico. Tanto la pieza de Schiller como la de Los críticos modernos sobrecargan a menudo la importancia del contenido político de las obras de Schiller 16 - ABAO-OLBE Verdi comparten el hecho de que el trasfondo histórico es casi irrelevante para el mensaje moral que manifiestan. Es por esto por lo que el punto de partida del Don Karlos de Schiller no es realmente la revuelta de los Países Bajos, sino el psicodrama interpersonal entre los protagonistas de la pieza, que el autor tomó prestado de una novela histórica más de cien años anterior: la Histoire de Dom Karlos del Abate de Saint-Réal. Es esta novela la que inventa los amoríos del infante español y la tercera mujer de su padre, Élisabeth de Valois. Cuando empezó a escribir su pieza, además, Schiller sabía poco del infante como personaje histórico: un infante que pudo haber sufrido problemas de salud mental, que presuntamente planificó varios ataques al rey, y que murió en prisión, posiblemente como consecuencia de una huelga de hambre (a lo que siguió la muerte de su madrastra poco después, alimentando así las especulaciones sobre un doble asesinato). Para determinar el contexto histórico de su psicodrama, Schiller leyó una serie de estudios históricos y biográficos que incluía una traducción al alemán de la Synopsis histórica chronológica de España de Juan de Ferreras y García, y una biografía del rey español escrita por el popular dramaturgo y novelista LouisSébastien Mercier, Portrait de Philippe II, roi d’Espagne. Luego, a la hora de crear las escenas una por una, Schiller estudiaría también las biografías históricas de Robert Watson, The history of the reign of Phillip the Second, king of Spain, y de William Robertson, History of the reign of the Emperor Charles V. De acuerdo con sus ideales ilustrados, estas investigaciones alentaron a Schiller a enfatizar el papel de la Inquisición en la trama, utilizándolo para expresar su horror hacia esta institución del fanatismo católico (Verdi seguirá muy de cerca a Schiller en esto). Pero es la aproximación filosófica de Schiller al pasado lo que explica por qué siguió la convención literaria de su tiempo relacionados con la Hamburgische Dramaturgie en los círculos literarios en torno a su autor, el filósofo y dramaturgo alemán Gotthold Ephraim Lessing. Detrás de los ideales siempre hay un rostro humano. Escultura de un rostro colocada en un muro del barrio de Montmartre (París) © Christiaan May / Alamy de manipular conscientemente el rumbo de los acontecimientos y de introducir personajes ficticios para lograr sus objetivos dramatúrgicos. Desde el principio, el poeta decidió focalizar la obra en la amistad, centrándola en las escenas entre Karlos y Rodrigo, que emerge como principal personaje de la obra. El marqués de Posa, en cambio, se ve disminuido en la disyuntiva entre sus ideales ilustrados y las realidades concretas a su alrededor, deslumbrado por el conflicto entre la ambición moral y la virtud republicana. Este sino de Posa traza ciertos dilemas de la existencia humana que son, sin duda, independientes del contexto histórico concreto de la obra. Por los años en que escribió su Don Karlos, Schiller trabajaba como defensor de la tradición clásica, motivado por un interés genuino hacia la Humanidad en general. Sería una equivocación, por tanto, realizar una lectura de su obra desde el contexto de un nacionalismo emergente. Su concepto de Nationaltheater, prestado de Diderot, no tenía intención de propagar la excelencia de una nación en particular, sino de explorar la potencia estética de las artes con el objetivo del perfeccionamiento moral. Resulta evidente pues que, en relación con cuestiones de identidad nacional, los críticos modernos sobrecargan a menudo la importancia del contenido político de las obras de Schiller (y de Verdi, como veremos): Ante Wolfgang Heribert von Dalberg, intendente del Teatro Nacional de Mannheim, Schiller calificó su drama como “tableau de una familia principesca”, utilizando una expresión que implicaba, precisamente, poner el acento en las relaciones interpersonales por encima de los acontecimientos históricos específicos (algo que Verdi, a su vez, también seguiría estrechamente). Esta intención se refiere a un concepto dramatúrgico introducido por Diderot en su Discours sur la poésie dramatique que luego animaría los debates Un mito patriótico inventado Estas cuestiones son más complejas en el caso de Verdi, que emergió como compositor influyente en tiempos en los que un número creciente de italianos educados se identificaban con el movimiento nacional italiano. Entre la elección del papa “liberal” Pio IX en 1846 y la Revolución de La primera referencia a un 1848, el movimiento nacional italiano se significado patriótico de había convertido de una pequeña secta de Nabucco data de finales conspiradores escondidos en un fenómeno de los años 70, más de de masas. Mientras tanto, ciertos miembros tres décadas después de de las élites aristocráticas del Norte de Italia, su estreno especialmente del Piamonte, desarrollaban su propio proyecto de unificación nacional, al principio como confederación de estados italianos existentes, y luego bajo el liderazgo de la Casa de Saboya, mediante una serie de guerras de liberación y anexiones territoriales. ¿Cuál fue la relación de Verdi con este movimiento, y hasta qué punto es relevante este contexto para nuestra recepción de su ópera Don Carlos? No cabe duda de que Verdi simpatizaba con el movimiento nacional italiano desde mediados de los años 40 del siglo XIX. En 1861, el compositor aceptó entrar en el nuevo parlamento italiano, y el rey le nominó más tarde para el senado. Pero desde finales de los años 50, el apoyo al movimiento nacional estaba muy extendido y ya no representaba un gesto de valentía política. Los propósitos políticos de Verdi como compositor por una parte y, por otra, la posibilidad de una recepción politizada de su obra por los públicos italianos plantea, pues, algunas preguntas: ¿Estaban esas óperas destinadas a representar una contribución estética al movimiento nacional italiano, como argumentan algunos académicos, músicos y políticos? Más importante aún, ¿entendieron los públicos de Verdi sus óperas como mensajes políticos? Y, si fuera éste el caso, ¿desde cuándo?. Una gran parte del debate sobre el hipotético contenido patriótico de las óperas de Verdi depende todavía de nuestra comprensión de Nabucco, estrenada en 1842 (es decir, 25 años antes de Don Carlos). Sin embargo, el hecho de que Verdi se hubiera convertido en un icono nacional en la época de la Unificación, en 1861, no dice mucho sobre la recepción de sus óperas en aquellos años 40. Nabucco fue un éxito espectacular pero, aunque contiene una escena muy conocida en la que el pueblo hebreo, esclavizado en Babilonia, lamenta la pérdida de su patria, no existe ni una sola fuente coetánea que establezca que este coro fuera entendido en referencia a la situación política de entonces en Italia. Si bien algunos investigadores arguyen que la censura haría imposible que la prensa comentara la presunta recepción patriótica de la obra, o que la conmoción durante la representación sencillamente no se informó, hay que constatar por el lado contrario que tampoco la prensa internacional mencionó ninguna manifestación de sentimiento nacional relacionada con DON CARLOS 17 Cuando en 1867 se estrenó Don Carlos en París, seis años después de la Unificación de Italia, el tema de la liberación nacional ya no era un tema controvertido o una preocupación política urgente las representaciones de Nabucco. Tampoco hubo ninguna alusión a un supuesto mensaje de patriotismo cuando, en aquellos mismos años, se interpretaron las óperas de Verdi en Londres, que acogía a una amplia comunidad de exiliados italianos, y en un momento en que, por razones políticas, Inglaterra estaba ansiosa de ver a Italia rebelarse contra sus supuestos opresores austríacos. Además, poco tiempo después de su estreno en La Scala, Nabucco se montó en Viena, Venecia y muchas otras ciudades de la monarquía Habsburgo, en la que los teatros estaban controlados directamente por la policía secreta. ¿Por qué las autoridades austríacas habrían permitido la representación de una ópera que presuntamente incitaba a los asistentes de todo el imperio a rebelarse contra sus dirigentes? ¿Se mostrarían completamente sordos los oficiales de la policía y los censores del aparato administrativo ante el hipotético nacionalismo de la obra? ¿Cómo fue posible que se programara esta ópera una vez que los teatros se reabrieron tras las insurrecciones de 1848? Todas estas observaciones arrojan dudas sobre la posible recepción política de la ópera “patriótica” más famosa de Verdi. De hecho, la primera referencia a un significado patriótico de Nabucco data de finales de los años 70, más de tres décadas después de su estreno, en un ensayo biográfico sobre Verdi que contó con la colaboración del propio compositor. Para entonces, además, Italia estaba ansiosa de superar, con la ayuda de mitos patrióticos, su desilusión respecto a los logros de la Unificación. Otra ópera de Verdi que viene caracterizada a menudo por su significado supuestamente patriótico es I Lombardi, estrenada en 1843, en la que aparecen italianos participando en las Cruzadas. Pero también aquí se suscitan vacilaciones: si esta obra estaba pensada de verdad como una referencia al Risorgimento, con Verdi como nuevo propagandista de la causa nacional, ¿cómo es posible que María Luisa de Habsburgo-Lorena, duquesa de Parma e hija de Francisco, primer emperador de Austria y segundo del Sacro Imperio Romano-Germánico, hubiera aceptado ser la dedicataria de la obra? Por otro lado, aunque las manifestaciones patrióticas relacionadas con las representaciones de Ernani y Attila están bien documentadas, no se puede mantener que todo el mundo las habría entendido en ese sentido. En cuanto a La battaglia di Legnano, estrenada en Roma en 1849 en medio de la Revolución, sí que apoyó el fervor nacionalista de la efímera República Romana; sin embargo, cuando fue puesta en escena por primera vez en Bolonia en 1860, poco después de la anexión de Emilia-Romaña, varios comentaristas afearon a Verdi el haber convertido un gran argumento patriótico a una “historia privada de amor y celos”. Es cierto que durante la Revolución de 1848 se imprimieron muchas colecciones de himnos y coros, pero no proporcionan pruebas de que los de Verdi tuvieran ningún papel en las asambleas patrióticas, o de que animaran a los revolucionarios en las barricadas. Tampoco hay menciones a Verdi en los diarios 18 - ABAO-OLBE o memorias de muchos protagonistas del Risorgimento (mientras que sí que las hay contrarias a la ópera en general, porque consideraban que, en estos años de revueltas nacionalistas, la ópera como género reflejaba las transformaciones políticas europeas de manera insuficiente). Así que, con este breve resumen podemos concluir que la conexión entre Verdi y la política es más compleja de lo que a veces se nos hace creer, y que el cuento de la supuesta contribución de sus óperas al Risorgimento se incluyó en el mito nacionalista muchos años después de sus respectivos estrenos. Lo que nos lleva otra vez al estreno de Don Carlos en 1867. Un Verdi cosmopolita Cuando en 1867 se estrenó Don Carlos en París, seis años después de la Unificación de Italia, el tema de la liberación nacional ya no era un tema controvertido o una preocupación política urgente. Venecia había sido incorporada al Reino de Italia, y sólo quedaba pendiente la posición de Roma, por entonces todavía gobernada por el Papa y protegida por tropas francesas. Hacia finales de 1867, el ejército de voluntarios de Garibaldi intentó liberar la ciudad papal, pero el ejército italiano, ansioso de evitar un conflicto bélico con Francia, le detuvo. Así que no es llamativo que, si bien un nacionalista italiano intentara asesinar a Napoleón III en 1858, cuando se dirigía al teatro de ópera, no se registrara ninguna agitación nacionalista relacionada con el estreno de Don Carlos. ¿Cuál fue, entonces, la fuerza que impulsó al compositor a la hora de esbozar su nuevo drama musical, si no fueron el patriotismo o la propaganda nacionalista? Como en el caso de Schiller, no fue el interés por los hechos históricos en sí. Verdi era consciente de que, a pesar de la proliferación de argumentos históricos en la ópera en general, el teatro musical nunca podía ser un medio adecuado para realizar análisis histórico-políticos: la Biblia es una fuente más adecuada para el estudio del reino de Nabucodonosor que su Nabucco. Así que, después de I Lombardi, Giovanna d’Arco y La battaglia di Legnano, Verdi ya no se interesó por componer óperas basadas en acontecimientos históricos específicos. Al igual que Schiller, Verdi utilizó Don Carlos para indagar en las relaciones humanas, representando los caracteres individuales y los conflictos psicológicos mediante recursos musicales. Ya había habido indicios claros de esta estrategia en Macbeth; en Il trovatore y La traviata, las inclinaciones psicológicas de sus protagonistas y las relaciones entre ellos constituyen también en el enfoque principal de estas obras. Otro ejemplo interesante del cambio gradual de enfoque en Verdi, desde las situaciones históricas específicas hasta la representación de dramas psicológicos, es Un ballo in maschera. Este proyecto había empezado como ópera sobre el asesinato del rey sueco Gustavo III, para terminar como historia ficticia sobre el asesinato de un gobernador inglés de Boston en Massachusetts. En este caso, el compositor aunó un panorama complejo de personajes individuales con una indagación excepcional del misticismo y de la superstición popular. Para su Don Carlos, el compositor encontró un enfoque similar con el emperador Carlos V. En ambos casos, la tarea compositiva se vio muy influida por la grand opéra, que muestra escenas similares en Robert le Diable o Le prohète de Meyerbeer, dos obras que Verdi admiraba muchísimo. También la literatura influyó en el pensamiento de Verdi sobre las situaciones dramáticas que deseaba explorar mediante la música. Aunque seguimos sin disponer de un catálogo pormenorizado de su biblioteca privada en Busseto, sus extensos viajes y estancias en Francia, Alemania e Inglaterra le ofrecieron muchas posibilidades de familiarizarse con las tendencias más recientes de la literatura europea y de los debates estéticos más generales. Así que no es de extrañar que asistiera a los teatros de las ciudades donde se hallaba no sólo para ver ópera sino también para formarse una opinión sobre las artes dramáticas en general. Verdi conocía la influyente crítica literaria de August Wilhelm Schlegel y sus ideas sobre la forma dramática, que desarrolló sobre la base de su revolucionaria traducción de las obras de Shakespeare. Sabemos también que leyó el ensayo De l’Allemagne de Madame de Staël, una figura enormemente influyente entonces en toda Europa sólo por detrás de J. J. Rousseau. Sus escritos abrieron el pensamiento alemán, en particular las ideas de Goethe y Schiller, al mundo francófono, sobre todo en el Norte de Italia, donde las élites a menudo hablaban el francés mejor que el italiano, pero no necesariamente dominaban el alemán. Madame de Staël analiza en De l’Allemagne, precisamente, tanto el clasicismo de Schiller como el nuevo romanticismo; en otro ensayo suyo, De l’influence des passions sur le bonheur des individus et des nations indaga sobre la relación entre las pasiones privada y política que caracterizaban el drama schilleriano y que más tarde lo harían también con la ópera verdiana. Durante los años 40, Verdi frecuentó un foro importante en relación a los debates sobre estos temas: el salón milanés de Chiara Maffei que, junto a Madame de Staël, demuestra que la vida intelectual europea de estos años no era un asunto exclusivamente masculino (también sabemos que en los conceptos estéticos y en las ideas que forman el trasfondo de los dramas de Verdi influyó fuertemente una serie de amigas). Uno de los resultados del contacto del compositor con Maffei es que el por entonces marido de Chiara, Andrea Maffei, le proporcionó el libreto para I masnadieri, su segunda ópera sobre un argumento schilleriano. La dimensión transnacional de estos debates y contactos demuestra, por otro lado, cuán engañoso resulta reducir la figura de Verdi a su italianità. No sólo sus óperas se basaron en fuentes literarias inglesas, francesas y alemanas, sino que también su estilo musical se vio profundamente influenciado por obras francesas y alemanas como consecuencia, al menos en parte, de su detallado estudio de obras históricas y coetáneas procedentes de toda Europa. Fueron sus viajes y sus lecturas en los terrenos del arte y de la literatura los que ayudaron a Verdi a desarrollar ese concepto de unidad dramática y de efecto teatral que es más característico del compositor que el énfasis en sus raíces italianas, o el cuento del artista patriótico. Don Carlos es sin duda Y es ese horizonte internacional de Verdi lo que una de las óperas más explica también por qué, a diferencia de los populares de Verdi, pero dramas de sus contemporáneos, los de Verdi su estreno no fue un son todavía hoy, más de un siglo después de su éxito rotundo, a pesar de muerte, plenamente elocuentes para públicos su excelente reparto de del mundo entero. cantantes Fortuna de Don Carlos Desde la segunda mitad del siglo XX, Don Carlos es sin duda una de las óperas más populares de Verdi, pero su estreno no fue un éxito rotundo, a pesar de su excelente reparto de cantantes, que El imaginario actual de la figura del Gran Inquisidor deriva de la serie de retratos de grandes eclesiásticos en la que destacan los de Rafael, Tiziano y Velázquez. El Greco también participó en esta serie con su retrato del cardenal Fernando Niño de Guevara, Inquisidor General cuyas funciones incluían casos similares al del infante Carlos de 1568. Retrato de don Fernando Niño de Guevara, de El Greco (1600) © World History Archive / Alamy DON CARLOS 19 incluyó a Marie Sasse en el papel de Élisabeth su parte, se acogían a las prácticas operísticas El estreno de Don Carlos y a Jean Morère como Don Carlos. Aunque habituales, y en ese sentido no parecen requerir fue celebrado como un logro no fuera inhabitual en la época del Segundo mayor comentario. Pero la modalidad de estos importante para la nación: Imperio francés, esta ópera desapareció de en opinión de muchos, la obra intentos es más significativa, pues en algunos la programación de l’Opéra en 1869. Así que de ellos sí que se detecta un cierto mensaje pertenecía legítimamente a podemos preguntarnos: si los franceses no de fondo nacionalista, con la aspiración Italia estaban demasiado interesados en la nueva de recuperar a Verdi para su nación, y el ópera de Verdi, ¿cómo reaccionaron los italianos? argumento de que sus obras no podían estar escritas en francés Don Carlos era muy distinta de lo que los públicos italianos y destinadas a los ciudadanos del mundo entero en general. exigían de una ópera, y ya desde muy pronto circularon versiones Optar por Bolonia para estrenar la ópera en Italia pocos meses en italiano modificadas para adaptarlas a los gustos cisalpinos. después la presentación del original en París no fue la decisión La mayoría de los espectadores y oyentes italianos familiarizados más obvia. Dos años antes, Bolonia había presentado el estreno con esta ópera nunca asistieron a la versión francesa original, italiano de la ópera póstuma de Meyerbeer sobre Vasco da Gama, sino a un Don Carlo italianizado, sometido a abreviaciones y L’Africaine, y pocos años más tarde sería el primer teatro italiano alteraciones, algunas de ellas autorizadas por el compositor, en producir una ópera de Wagner, Lohengrin, acontecimientos y otras no. Todas las modificaciones posteriores que hizo el ambos que generaron un interés internacional considerable. compositor serían realizadas sobre la base del libreto francés Pero aunque el Teatro Comunale había sido alabado por sus original: Verdi nunca hizo, realmente, una versión italiana de esta actualizadas producciones en estilo francés, y había mejorado ópera, y nunca adaptó su música a una traducción del libreto al mucho además desde la Unificación, Verdi no siempre había italiano. Así que, en rigor y al menos en cuanto al compositor, sido aceptado por su público, que consistía todavía en la nobleza Don Carlos siempre sería una ópera francesa. papal de la ciudad, habituada a volcarse en el gozo de las bellezas Los intentos de convertir Don Carlos en una ópera italiana, por del bel canto. Como demuestra el ingreso en la cárcel del infante Carlos, la cárcel es una herramienta habitual para controlar a los participantes en acciones revolucionarias. El teniente James Moody libera a correligionario durante la revolución americana, grabado de Robert Pollard (1785) sobre un original de Francis Jukes © Library of Congress 20 - ABAO-OLBE Antes del estreno italiano, la ópera había sido un éxito en Londres bajo la dirección de Michael Costa, que tradujo el libreto y cortó el primer acto para adaptarla a las convenciones teatrales locales. Hubo también reposiciones en Roma y Milán. En el plazo de pocos años, la ópera llegó a Bruselas, Budapest, Darmstadt y San Petersburgo, y en los primeros años de los 70 se representó en Barcelona, Praga, Lisboa, Madrid y Buenos Aires. A mediados de los años 80 se estrenó en La Scala una revisión en cuatro actos; esta reducción fue efectuada no sólo porque Verdi tenía dudas sobre la extensión original de la ópera, sino también porque la mayoría de los teatros italianos ya no podían permitirse estas obras extravagantes en la tradición de la grand opéra francesa, especialmente allí donde el público o los propietarios de los palcos exigían la representación de un ballet separado en la misma función. El hecho de que Don Carlos se extendiera entre épocas distintas explica la incomodidad de Verdi respecto a su propia creación, y las dificultades a las que los directores de escena se enfrentaron para adaptarla a las necesidades puntuales del público. Sin embargo, este problema es también la clave de su éxito. A diferencia de la mayoría de las óperas de Verdi, Don Carlos se mantendría en el repertorio a lo largo del siglo XIX tardío y todo el siglo XX, gozando de un reconocimiento casi universal, y el hecho de que exista en muchas versiones distintas hace que cada realizador esté obligado a acercarse a ella con nuevos ojos, y que tenga que reflexionar sobre su estructura dramatúrgica y la mejor manera de comunicarla a su público. Hoy, Don Carlos es aclamada como una de las grandes obras de Verdi, y una de las pocas grands opéras que se representan todavía con regularidad y se aprecian en todo el mundo. Axel Körner © Giulio Gobbetti Formando parte de un contrato de tres temporadas con el empresario-estrella Luigi Scalaberni, el estreno italiano de Don Carlo subrayó la ambición del gobierno local por conseguir hitos culturales trayendo a sus tablas grandes obras del repertorio lírico europeo. En esto, el gobierno municipal era más avanzado que la mayoría del público, que expresó a menudo su insatisfacción con esa obsesión por producir obras extranjeras ajenas a las tradiciones locales, e incluso con la música demasiado moderna de Verdi. Varios periódicos boloñeses criticaron así el “ruido ensordecedor” de Nabucco cuando se oyó allí por primera vez, y más arriba hemos mencionado también la fría recepción al estreno local de La battaglia di Legnano. Por supuesto, Bolonia tenía también sus “rachas verdianas”: en 1850, el maestro mismo dirigió su Macbeth, y unos años mas tarde, el Teatro Comunale produjo Luisa Miller, Rigoletto, I due Foscari, I Vespri Siciliani y La traviata en el plazo de un solo año. Pero entretanto, un comentarista local escribió, después de haber visto I due Foscari, que “el compositor no tiene todavía la chispa de la genialidad”, y que Verdi “carece de pensamiento musical y no tiene el sentido de la melodía”. Rigoletto fue considerado “demasiado ruidoso”; Stiffelio “forzado” de manera artificial; Un ballo in maschera “música difícil” basada en “combinaciones armónicas y melódicas abstrusas”. Cuando el príncipe Umberto visitó Bolonia, el Teatro Comunale le ofreció Simon Boccanegra, pero los ciudadanos no apreciaron las melodías “abstrusas y complicadas” de esta ópera, y prefirieron en su lugar la “música paradisíaca de Rossini”. Hubo una mejor recepción para La forza del destino, pero el argumento se consideró demasiado complicado. El resultado es que Bolonia producía las óperas de Verdi sólo una o dos veces cada una y, normalmente, sólo varios años después de su estreno en otras ciudades. Incluso hubo óperas de Verdi que nunca llegaron al escenario del Teatro Comunale en vida de su autor. Como lugar significativo de la regeneración cultural nacional después de la Unificación, la complicada relación entre Bolonia y Verdi demuestra que el panorama del teatro lírico en la Italia del siglo XIX no se puede reducir a un entusiasmo claro por el maestro de Busseto. ¿Cuál fue, entonces, la reacción al estreno italiano de Don Carlo? Uno de los periódicos locales caracterizó el acontecimiento como “una verdadera fiesta artística”. Aunque la representación no apaciguó a quienes todavía añoraban el bel canto de una época ya lejana, la mayoría del público pudo apreciar sus innovaciones. El reparto, bajo la batuta del famoso Angelo Mariani, suscitó también un interés considerable por incluir a la soprano Teresa Stolz en el papel de Élisabeth. Pero lo que más contó fue el orgullo por el hecho de que fuera Bolonia, y no Milán o Nápoles, la ciudad que se apuntó el evento; el director del influyente mondo artistico milanés, Filippo Filippi, elogió por ello al Teatro Comunale de Bolonia como uno de los teatros destacados de Italia. En toda la península, el estreno de Don Carlos fue celebrado como un logro importante para la nación: en opinión de muchos, la obra pertenecía legítimamente a Italia. Historiador de la cultura y la vida intelectual, es profesor en la University College-London Centre for Transnational History. En 2009 apareció su libro sobre la política cultural en Italia desde la unificación hasta el fascismo, y en 2016 Princeton University Press publicará su volumen sobre la influencia norteamericana en el pensamiento político y cultural del Risorgimento. DON CARLOS 21