Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 Bioética. Concepto y métodos Carlos Viesca T. Proponer una definición de Bioética es un asunto complejo, dado que el definir implica establecer los límites y señalar las características internas de lo definido y, en este caso particular, ambos han sufrido modificaciones importantes en el curso de su corta historia, que abarca apenas un tercio de siglo. Decir que es la intersección entre la ética y las ciencias de la vida, entendiendo biología en su más amplia acepción, es innegablemente correcto en términos de precisar un campo de la investigación humana, pero a la vez deja abierta al menos la configuración de una disciplina, de una vertiente política, de una perspectiva cultural.1 La pregunta debe formularse entonces en el sentido de si la Bioética es ¿Una nueva posición filosófica? ¿Una nueva propuesta ética? ¿Una disciplina académica? ¿Una nueva disciplina científica? ¿Una propuesta cultural? ¿Un híbrido interdisciplinario? o ¿Quizá un poco de todo esto? No ha faltado quien diga que Bioética no empezó siendo algo más que un neologismo afortunado. Creo pertinente señalar al respecto que si Callahan no hubiera publicado un artículo de revisión acerca de su posible significado en el primer número del Hastings Center Report, el cual llevó por título “Bioethics as a Discipline”,2 y con ello permitió que el término tuviera entrada en los índices de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, tal vez otra hubiera sido la historia. Es asimismo claro que si el término no hubiera tenido la difusión inmediata en las dimensiones en que la tuvo, el concepto se hubiera desarrollado de diferente manera. En dichos índices, a partir de 1974, se convirtió en el encabezado que 1 Callahan, D., “Bioethics”, en W. Reich, Encyclopedy of Bioethics, Revised edition, New York, Simon & Schuster, Macmillan, 1995, I, 248 2 Callahan, Daniel, “Bioethics as a Discipline” , Hastings Center Report, 1,1 1973, 66-73. 1 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 agrupaba una abigarrada diversidad de publicaciones cuyo común denominador era la inquietud ante lo que sucedía en la práctica y la investigación médicas a raíz de la continua introducción de nuevas y más complejas posibilidades tecnológicas. Es evidente que seguimos en el entrecruzamiento de las fronteras de la ética y las ciencias biológicas, pero, hablando en términos de sociología, puede afirmarse que la presencia y relevancia actuales del término “bioética” se debe a su afortunada y temprana aparición en revistas de impacto y su inclusión en un index oficial. Para mayor complicación, la disciplina a la que se refería Callahan en su artículo difería en aspectos fundamentales de la que fuera propuesta originalmente por Van Rensselaer Potter, a quien se debe el término. Para Helga Kuhse y Peter Singer, la razón de la existencia de la bioética se desprende del contexto en el cual surgió: es histórica, derivada de la conciencia moral que se desarrolló en los años sesenta del siglo pasado a raíz de que alcanzaron un nivel de conciencia pública los problemas inherentes a la atención de la salud y a la evolución de las ciencias biomédicas, así como las repercusiones en el mismo sentido de problemas histórico-sociales como fueron la crisis de los misiles en Cuba, la guerra de Vietnam y el movimiento feminista, entre otras cosas.3 LOS ORÍGENES DEL CONCEPTO Regresemos al concepto original de Potter a fin de establecer los hitos históricos de su formulación. En 1970 Potter publicó el artículo que habría de marcar el nacimiento de la disciplina. Llevó por título “Bioethics, the Science of Survival” y fue publicado en una revista de primerísimo nivel, Perspectives in Biology and Medicine, que estaba incluida en otro índex, el Index Medicus, lo que le dio entrada al mundo intelectual de la medicina.4 3Kuhse, Helga and Singer, Peter, “What is bioethics? A historical introduction”, en Kuhse, Helga and Singer, Peter, eds. A companion to Bioethics, Oxford / Boston, Blackwell Publishers, 2001, pp.3-11. 4 Potter, Van Rensselaer, “Bioethics, The Science of survival, Perspectives in Biology and Medicine, 14, 1970, 127-153. 2 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 Al año siguiente, dicho texto constituiría el primer capítulo del libro en el que Potter plasmaba sus reflexiones acerca de esa nueva disciplina científica, Bioethics, Bridge to the Future.5 El primer atisbo del tema es referido por Potter al dedicarlo a Aldo Leopold, por su libro, A Sand County Almanac, with other essays on conservation from Round River,6 que fuera para él fuente de reflexión y de preocupaciones al hacer conciencia de una responsabilidad que él llama bioética, siendo en su origen biológica y ecológica. La idea que retoma Potter es una “anticipación” de la extensión de la ética clásica a otra dimensión de ella, que vendrá a ser a bioética, la cual era expresada como un tercer estadio de la ética al ampliarse su campo a las obligaciones morales de los seres humanos para con la tierra y los animales y plantas que lo rodean, en una palabra, al medio ambiente inmediato, siendo los dos previos la relación (ética) entre individuos y la que se da entre éstos y la sociedad. Sin embargo, Potter no se detiene en plantear una simple extensión del campo de la responsabilidad ética, sino señala explícitamente el intento de “promover la formación de una nueva disciplina...”7 que sirva de puente entre las ciencias y las humanidades, y hace énfasis en dos aspectos: que la ética implica siempre una acción acorde con estándares morales y que la “ética humana” no puede ser separada ya de una comprensión realista de la ecología, entendida en su más amplia acepción, de manera que “los valores éticos ya no pueden ser separados de los hechos biológicos”.8 El concepto es complementado al señalar que deben desarrollarse éticas sobre la posesión y uso de las tierras, la vida silvestre, las poblaciones, los entornos urbanos, el consumo, las relaciones internacionales, la geriatría, etc., todas ellas áreas que implican problemas y requieren acciones que deben basarse tanto en valores éticos como en los hechos biológicos. Para él, el concepto evolucionista de la “supervivencia del más apto”, debería modificarse al de 5 Potter, Van Rensselaer, Bioethics, Bridge to the Future.(Englewood Cliffs, New Jersey, ed. Prentice Hall, 1971. 6 Leopold, Aldo, A Sand County Almanac, with other essays on conservation from Round River. (New York, Oxford University Press, 1966, pp.218-219, (la 1a ed. es de 1949). 7 Potter, Bioethics..., ed. cit., p. vii. 8 Ibíd., p. vii. 3 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 “la supervivencia del ecosistema en su totalidad”. Lograrlo sería la comprobación de la efectividad del sistema de valores. Ahora bien, Potter trae a colación una serie de “temas” – para usar su propia terminología – que son parte problemas, parte características de esta su nueva disciplina: a) la relación entre orden y desorden, entendiendo a este último como el elemento disruptivo de los procesos naturales, hecho que, pienso, se derivó fundamentalmente de su experiencia como oncólogo, b) el concepto del “conocimiento peligroso”, desprendido de la falacia cientificista de “más y mejor”, c) el progreso humano y la supervivencia, d) la obligación moral para con el futuro, e)el control de la tecnología y f) la necesidad de la interdisciplina. De tal manera, la Bioética puede definirse, de acuerdo con esta primera visión de Potter, como una forma de sabiduría, materializada como una “guía de acción”, cuyo fin es “el conocimiento de cómo emplear el conocimiento.”9 A esta disciplina la llama “Ciencia de la supervivencia”, siendo esta una primera fase para la mejora de la calidad de vida de los seres que pudieran ser afectados benéficamente por ella. Su origen se finca en las ciencias biológicas, su campo se amplía al incluir elementos de las ciencias sociales y las humanidades, en particular los “valores humanos”. Una necesidad expresa lleva a Potter a abogar contra la obligada restricción de las miradas provenientes de las especialidades, insistiendo en que para configurar su nueva disciplina no se necesitan ni botánicos ni zoólogos, sino biólogos, en orden de crear una ecología que incluya por igual humanos que plantas, animales y el medio ambiente físico. La referencia a problemas relacionados con la investigación médica como antecedentes directos y aún como causas inmediatas del surgimiento de la Bioética son ya lugares comunes; sin embargo, el Potter oncólogo, o más precisamente bioquímico dedicado al estudio del cáncer del hígado, cede lugar ante el Potter ecólogo al señalar en esta propuesta el antecedente correspondiente, que es el uso masivo e indiscriminado de pesticidas, cuya toma de conciencia refiere a la lectura del libro de Rachel Carson, Silent Spring.10 Asimismo llama la atención sobre 9 Ibíd., p. 1. 10 Carson, Rachel, Silent Spring,. Boston, Houghton Mufflin, 1962. 4 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 un símil, propuesto por Norman Berrill11 que le conduce a reflexionar sobre su propia profesión, la medicina, y a su especialidad, la oncología médica, al afirmar que la prioridad dada al cultivo de plantas útiles al hombre y su consecuente proliferación en el planeta, a expensas de otras especies, es el cáncer que la humanidad ha inoculado en nuestro ecosistema. Así, uno de los pilares de la Bioética es una biología mecanicista, con tendencias holistas, es decir comprehensivas, pero al fin y al cabo siempre mecanicista, en la que el “conocimiento peligroso” nos lleva no a paralizar los esfuerzos sino a adquirir más conocimiento que amplíe las posibilidades de juicio acerca de su posible utilización. Exige, además, que dichas aplicaciones estén basadas en una serie de paradigmas científicos entre los que se cuentan la realidad y pertinencia de la biología molecular, de las acciones enzimáticas, de los mecanismos de acoplación energética, de las estructuras celulares y de los organismos, de los azares del medio ambiente y de la adaptación, entre otros. Pero, dichos paradigmas deberán siempre, ineludiblemente, tamizarse a través del filtro de los valores éticos. Estas aseveraciones no son comprensibles fuera de la visión del mundo en la que Potter las inscribe. Un mundo naturalista, por supuesto, pero que integra la idea de propósito, proveniente del evolucionismo católico de Teilhard de Chardin. A ella se suman la “creencia” potteriana de que la evolución, ahora en términos darwinianos, inscribe una idea de progreso, y una fe en la ciencia, ahora considerada como proveedora de elementos para manejar la relación entre orden y desorden en los procesos humanos. Y nuevamente surge la imagen de la Bioética, al insistir en que el futuro de la humanidad va quedando en manos de la ciencia y el desarrollo tecnológico y en que la única posibilidad de control es la aplicación de juicios de valor cuando los hechos solos no son lo suficientemente demostrativos.12 Ahora bien, el problema queda planteado a través de una definición: para Potter la Bioética es una disciplina científica que se construye a partir de los hechos obtenidos en la investigación biológica de punta y de su consideración crítica en 11 Berril, Norman, Man’s Emerging Mind, New York, Dodd, Mead & co, 1955, p. 210. 12 Potter, Bioethics...ed. cit., p.82. 5 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 base a los valores éticos. En este punto Potter no refiere cuáles, infiriéndose que deben de ser los considerados como válidos en la sociedad norteamericana de su tiempo, aunque también cabe destacar que era ésta una sociedad en crisis, en la que se llevaba a cabo un viraje diametral con respecto a muchas de las tradiciones morales que se habían manifestado en ella en los años e incluso en los siglos previos. En esta Bioética, por la que lucha Potter, se esbozan dos campos, el estudio sistemático – científico – de la conducta humana en relación con los problemas previamente señalados, y la creación y desarrollo de un cuerpo interdisciplinario de conocimiento. Ética aplicada, es decir tendiente en primer término a la acción, con ánimo de asemejarse en su estructura a las ciencias biológicas, pareando paradigmas y valores, la Bioética que originalmente propuso Potter no dejaba de ser antropocéntrica, ya que hablaba de “supervivencia de la especie humana” aún cuando la insertaba en la conservación razonable del medio, y muy posiblemente etnocentrista, al considerar como universal la realidad norteamericana del momento. La Bioética es personalizada como una ciencia aplicada, ciencia en el sentido estricto del término, ya que tomaría la base dura de sus datos de las ciencias biológicas en expansión, pero dotada, como bien señala Kemp, de una capacidad de organización práctica dirigida a definir los ejes rectores para la orientación y la aplicación del saber.13 El sueño de Potter se dirigía a sentar las bases de una utopía científica en la que la nueva biología pusiera sus poderes al servicio de una ética responsable de la supervivencia de la vida en el planeta. La realidad tendría otros caminos reservados para ella. Es curioso y seguramente no casual el que unos seis meses después de la aparición del libro de Potter, el 1º de julio de 1971 se inauguró el The Joseph and Rose Kennedy Center for the Study of Human Reproduction and Bioethics, habiendo sido sugerido el nombre por André Hellegers, aunque pocos años después se transformó en el Kennedy Institute of Ethics, al hacerse claro para las personas que lo 13 Kemp, Peter, L’irrremplaçable, Paris, Les ëditions du Cerf, 1997, p. 136 6 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 dirigían que necesitaban un campo más amplio de expresión para sus reflexiones filosóficas que el que comprendía una bioética de la reproducción humana. Puede también resultar interesante el señalar que en los años inmediatos, si bien el término bioética fue difundido con éxito, lo más frecuente es que se tomó como sinónimo de la introducción del razonamiento ético a los problemas crecientes de una ética médica que se iba quedando sin sustento al aplicarse en una medicina tecnológicamente diferente y en una sociedad en crisis, aspectos que la alejaban definitivamente de sus orígenes. Es en este sentido en el que se acota el “legado de Hellegers”, es decir, la tendencia desarrollada en el instituto fundado por él en Georgetown, la cual puede caracterizarse por la apertura de vínculos y puentes de comunicación entre las personas interesadas en los problemas bioéticos, filósofos y médicos principalmente, y por la reducción del campo a la problemática inherente a la práctica médica.14 Desde entonces, un elemento importante de confusión ha sido la identificación entre bioética y ética médica o, si se quiere, ética de las ciencias de la salud, ampliación automática del campo conforme se ha considerado a la medicina estrictamente como ciencia aplicada, en un enfoque que me parece definitivamente reduccionista. La consagración de esta acepción del término se ha relacionado con la conferencia dictada en 1976 por la filósofa Sissela Bok en la Eastern Sociological Society de Boston, en la cual ella insistió rotundamente en que los principios fundamentales de esta nueva orientación de la Ética tenían como terreno de aplicación la teoría y la práctica de la medicina.15 Es en este sentido que, para 1978, en la primera edición de su Enciclopedia de Bioética, Warren Reich propone una nueva definición, la cual ha sido referida erróneamente como la propuesta original de Potter: “Estudio sistemático de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y la salud, analizadas a la 14 Gafo, Javier, 10 Palabras clave en Bioética, Pamplona, ed. Verbo Divino, 2000, p.16. 15 Bok, Sissela, “The Tools of Bioethics”, en S.J. Reiser, A.J. Dyck and W.J. Curran, Ethics in Medicine, Cambridge, Mass, / London, MIT, 1977. 7 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 luz de los valores y principios morales.”16 En esta definición se destacan exclusivamente los dos multicitados componentes, el mundo de lo biológico y el de la moral, pero se reduce el campo de acción de la nueva disciplina al estudio de la conducta humana propuesto como el ítem objetivo, el dato duro sobre el cual se debe basar esta nueva “ciencia”, quedando por demás confuso si es esta misma conducta la que es analizada desde la moral o si lo son las ciencias de la vida y la salud en cuanto producto de dicha conducta. El problema crucial, a mi modo de ver, se centra en la definición de un campo de conocimiento, el cual queda bien configurado en el resto de la Enciclopedia, más que en una nueva conceptualización de una forma de ética aplicada que pudiera coadyuvar en la solución de los inmensos problemas morales surgidos día con día a raíz del incremento de las posibilidades de acción derivadas de las innovaciones tecnológicas. El concepto queda abierto, poco preciso, en tanto que en cuatro volúmenes se despliega la temática que empíricamente va constituyendo un campo de conocimiento que, analizado en la particularidad de todos y cada uno de sus componentes, infiere la presencia y la superposición de múltiples campos disciplinarios, conceptuales y aún profesionales. Ya en esta primera edición Reich señalaba cuatro rasgos principales que encarnaba la Bioética: 1) Trata todo lo relativo a las cuestiones de valor que se plantean a los profesionales de la salud, 2) Incluye a la investigación biomédica y a la del comportamiento, independientemente de que tengan o no implicaciones terapéuticas, 3) Se ocupa de numerosas cuestiones sociales relacionadas con la salud pública, que van de la salud en el mundo al control de los nacimientos, 4) Desborda el campo de la vida humana para extenderse a la de animales y plantas.17 Llama la atención que en la misma obra, en el artículo sobre Bioética, escrito para la primera edición por K.Danner Clouser y el cual fue sustituido en la siguiente por el trabajo de Callahan previamente mencionado, se haga una diferenciación cabal de ambos términos, remarcando Clouser lo que significa el campo de la vida 16 Reich, Warrern, Encyclopedia of Bioethics, 4 vols., New York, Mac Millan Free Press, 1978, I, xix. 17 Reich, Encyclopedia..., p. XXII. 8 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 (bio –realm) en contraposición con el campo de la medicina, señalándose que el nuevo término ofrece dos ventajas fundamentales, la de sugerir una preocupación mucho más amplia que el ofrecer reglas de conducta dirigidas a un solo gremio y dar una connotación mayor a la ética y la ciencia y la tecnología de las que surgen los problemas a discutir.18 Lo primero que sale a discusión es precisamente el hecho de que la disciplina se define por los temas/ problemas que aborda, los que tampoco son nuevos, si no deben su origen y vigencia a que las posibilidades que abren el conocimiento y las aplicaciones de las nuevas tecnologías permiten el acceso a un saber hasta entonces inaccesible y a un quehacer que antes era imposible.19 Lo que él asume, es que la Bioética no es otra cosa que la ética ordinaria aplicada a un área especializada de preocupación, aunque reconoce que debe de ofrecer nuevos principios y no atenerse a reglas derivadas de planteamientos previos. Un punto fundamental que se pone en relieve es el hecho de que esta “nueva” orientación ética rebasa al individuo – agente moral, para adquirir una dimensión pública, que tampoco es meramente social. Asimismo, Clouser destaca que el hablar de la “nueva medicina”, la “nueva biología”, las “nuevas tecnologías” tampoco resuelve el problema, ya que son múltiples los temas que deben abordarse al constituirse de facto en problemas morales a raíz de lo que ahora se puede hacer y antes no era factible. De manera precisa Clouser destaca algunos aspectos que son definitorios: la bioética aborda viejos temas de manera diferente a la previamente empleada; sería conveniente definir su campo, pues se presenta como un acumulo de ítems sin un hilo conductor que los una y relacione entre sí; va más allá del agente moral para destacar la responsabilidad hacia la vida de generaciones futuras; va más allá de la vida humana para incluir todos los géneros de vida posibles. Para Kemp, esto sería de importancia capital al poderse constituir una nueva filosofía de la naturaleza a la que se extiende 18 Clouser, K. Daner, “Bioethics”, en Reich, Encyclopedia..., ed. cit., I: 115-121, reproducido en Thomasma, D., Le Roy Walters, Contemporary Issues in Bioethics, Belmont, Cal., Wardsword Publishing C o, 1989. 3a ed. pp.54-64. 19 Ibíd., p.57. 9 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 la posibilidad / necesidad de un orden moral.20 Mas Clouser no se contenta con esta demarcación del terreno, sino insiste en que el que exista un nuevo campo de reflexión no implica de manera alguna el que se tenga que inventar una nueva metodología. Lo que debe hacerse es recurrir a los sistemas de moralidad existentes para disponer de un marco de referencia conceptual. De tal manera, la Bioética ni tendrá que innovar, ni se enfrentará a ellos, sino los llevará adelante al incluirlos en un terreno en el cual antes no se había siquiera insinuado la reflexión moral. Sin embargo, hay un punto más que me parece de suma importancia, que es el destacar la necesidad de que se establezcan políticas públicas que intervengan en la distribución de las cargas y beneficios inherentes a la solución que se dé o se intente dar a los problemas morales en cuestión. Esto implica no sólo la entrada en cuestión de instancias “estatales”, sino también la aparición del concepto de justicia incluido en la ética de la salud y la vida, el cual, aunque implícito en las acciones de seguridad social, no se había incorporado plenamente en términos de discusión moral. Otra definición, derivada de la que avalara en 1978, fue la que propuso el mismo Reich en la Introducción a la nueva edición de su Enciclopedia en 1995,21 corrigiendo esencialmente la dirección que se pretendía dar a la disciplina. Esta vez decía: “es el estudio sistemático de las dimensiones morales – incluyendo visión moral, decisiones, conductas y políticas – de las ciencias de la vida y de la atención de la salud, empleando una variedad de metodologías éticas en un escenario interdisciplinario.” Todo esto, añadía Reich, tomando en cuenta que las dimensiones morales que constituyen el terreno de la bioética están en constante evolución. También, haciendo honor a la idea primordial de Potter, señalaba que la intención era no circunscribirse a un campo de la ética médica a la que se pudiera sumar la ética de la investigación biomédica, sino optar por un campo que incluyera los aspectos sociales, ambientales y aún globales de las ciencias biológicas y de la salud, 20 Kemp, L’irremplaçable, p.173 y ss. 21 Reich, Warren, Encyclopedia of Bioethics, 2a. Ed. 5 vols., London /New York, Simon & Schuster and Prentice Hall International, 1995, p.xxi. 10 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 en el que aparecen el sexismo, la prostitución, la mutilación genital femenina, el abuso interpersonal, los derechos de los niños, las discapacidades, la pena de muerte, la ética de poblaciones, del manejo del ambiente, haciendo énfasis en la naturaleza no humana y en la biósfera y planteando expectativas hacia el bienestar de las generaciones futuras. En cierto sentido, esta visión ampliada se acerca más a la primera propuesta de Potter, que por su parte desembocó en una propuesta de Ética Global, la cual le acercó notablemente a los planteamientos de Hans Jonas. Sólo que ahora, en el nuevo planteamiento de Reich, la idea cobra cuerpo, aunque también es menester destacar que el fiel de la balanza se ha cargado al lado de la reflexión moral o incluso al de la aplicación práctica de reglas o principios morales y los datos duros de las ciencias biológicas y sus paradigmas se han tomado a priori por correctos, sin hacerlos objeto de discusión. ALGUNOS DESARROLLOS POSTERIORES. EL “PRINCIPIALISMO”. Un año después de la publicación de la Enciclopedia de Reich, en 1979, salió de prensas un texto que ha sido paradigmático para el pensamiento bioético, Principles of Biomedical Ethics de Tom Beauchamp y James Childress.22 Este es, quizá, el libro más citado en la literatura sobre bioética y la teoría que expone, la de los cuatro principios morales básicos aplicables a problemas de ética biomédica, es la más generalmente aceptada en la actualidad. Lo paradójico es que el libro no es un libro sobre bioética sino, como su título lo dice expresamente, sobre ética biomédica; a ello debe sumarse que la obra más importante en la que se recapacita sobre los alcances y significados de esta ética principialista, Principles of Health Care Ethics, de Raanan Gillon,23 versa asimismo sobre ética de la atención de la salud. La confusión más importante en este último cuarto de siglo es la que se da al identificar ética médica con bioética o el hacer de esta última un desarrollo postmoderno de la primera. 22 Beauchamp, Tom, Childress, James, Principles of Biomedical Ethics, New York & Oxford, Oxford University Press, 1979, 4a ed. 1994. 23 Gillon, Raanan, Principles of Health Care Ethics, London, Wiley and sons, 1994. 11 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 Comoquiera que sea, los cuatro principios individualizados por Beauchamp y Childress, respeto por la autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia, han sido aplicados en todas las latitudes para resolver problemas de bioética – y no sólo de ética biomédica – y se han constituido en un núcleo que resulta inseparable de la disciplina. Sin embargo, no todos los autores ni corrientes de pensamiento bioético coinciden en reconocer a los cuatro principios propuestos por Beauchamp y Childress, aún estando de acuerdo en que una ética de principios debe ser la que fundamente al pensamiento bioético. Una propuesta diferente es la que parte de Kemp y Rendtorff, la cual pone en relieve otros principios: aquellos de dignidad, autonomía, integridad y vulnerabilidad, en una óptica que no tiene como centro la “sacralización” de la autonomía, sino se orienta a considerar la interacción entre relaciones de poder, justicia y violencia, pretendiendo alcanzar una dimensión colectiva que trascienda a incorporar el terreno de lo que ellos mismos denominaron “bio – ley”.24 La propuesta, en última instancia, marca una separación de los criterios asumidos por los filósofos y médicos norteamericanos, para, a partir de una reificación de un antropocentrismo que va de la constatación del imago Deus a la tradición ilustrada de la irrepetibilidad e insustituibilidad del ser humano a la dimensión colectiva que adquiere la vulnerabilidad al referirse a los grupos que, de una manera sea esencial, sea accidental, son sujetos a riesgos específicos.25 LOS SISTEMAS DE MORALIDAD PÚBLICA La crítica más seria a esta bioética de principios se refirió al hecho de que se mantenía en un nivel de superficialidad con respecto a las teorías éticas y morales, a 24 ”. El texto original de Kemp fue publicado en danés: Kemp, Peter, “Etisk livssyn og moralsk praksis”, en Daniel Andersen, Carl Erick Mabeck y Povl Riis, ed.,Medicinisk Etik, Copenhague, 1985, pp. 57 y ss; las ideas son retomadas en Kemp, Peter, “From Ethics to Bioethics”, en Richard Kearney y Mark Dooley, eds., Questioning Ethics: Contemporary Debates in Philosophy, London /New York, 1999 25 Loureiro, José Carlos, “The Kemp Principles: A Bio – Legal Perspective”, en Jacob Dahl Rentdorff y Peter Kemp, Basic Ethical Principles in European Bioethics and BioLaw, 2 vols. Center for Ethics and Law, Copenhague/ Instituto Borja, Barcelona, 2000, II: 65-76. 12 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 la metaética en una palabra, y que, en realidad, se limitaba a la aplicación de “principios recibidos” es decir, prefijados.26 La crítica es de fondo, pues enfoca aspectos tanto de la esencia misma de la disciplina como metodológicos. Para el problema que nos ocupa, que es la personificación de la bioética, lleva a considerar si se puede realmente considerar como disciplina a la posible aplicación de una serie de principios que no se encuentran articulados por una teoría moral. De acuerdo a otros modelos de pensamiento, como el de Danner Clouser y Bernard Gert, por ejemplo, dicha articulación es imprescindible pues, sin ella, no se puede hablar de la existencia de un sistema; por ello proponen el que se consideren los sistemas de moralidad como punto de partida y los definen como el conjunto de normas morales que rigen y caracterizan la vida de una sociedad determinada. Para ellos, es esta moralidad que, además debe tener una validez punto menos que general al estar fundamentada en aquellos acuerdos en los que coinciden todas las personas que utilicen para ello su razón, obren de buena fe y manejen un mismo nivel de información.27 Lo más importante, es que una Bioética basada en los sistemas de moral común, es decir, socialmente justificados, y racionalmente propuestos, o sea razonablemente universales, para estos autores ofrece una raigambre y una estructura de la cual carecerían las aproximaciones derivadas de principios.28 No obstante y su aparente peso, los razonamientos así resumidos quedan en tela de juicio al confrontarse con la realidad de que, finalmente, los sistemas de moralidad no son por esencia universales, sino corresponden a contextos histórico culturales específicos, lo que incluye una cierta proporción de relativismo. 26 Clouser, K. Danner, Gert, Bernard, “A critique of principlism”, The Journal of Medicine and Philosophy, 15, 1990, pp. 219-236; Green, Ronald, “Method in Bioethics: a troubled assesment”, The Journal of Medicine and Philosophy, 15, 1990, pp. 179-197; K. Danner Clouser, Loretta Kopelman, eds. “Philosophical Critics of Bioethics”, Journal of Medicine and Philosophy, 1, 1990; Kopelman, Loretta, ed., Building Bioethics. Conversations with Clouser and friends on Medical Ethics, Dordrecht / Boston / London, Kluwer Academic Press, 1999. 27 Gert, Bernard, Charles M. Culver, K. Danner Clouser, Bioethics. A return to the fundamentals, New York / Oxford, Oxford University Press, 1997, pp.15-50. 28 Green, Ronald, Gert, Bernard, Clouder, K. Donner, “The method of Public Morality versus the method of Preinciplism”, The Journal of Medicine aand Philosophy, 18, no.5, october 1993, 477-489. 13 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 OTRAS APROXIMACIONES, UTILITARISTAS, A UNA DEFINICIÓN Pero, veamos otras aproximaciones. Para Tristram Engelhardt. “Bioética es un quehacer filosófico que surge naturalmente de la atención de la salud (“delivery of health care”) y el desarrollo de las ciencias biomédicas en contextos sociales marcados por el pluralismo y el rápido cambio tecnológico, sin la imposición de una ortodoxia”.29 En su caso, Engelhardt se limita también a hablar acerca de los problemas morales relacionados con las ciencias biomédicas, pero destaca dos puntos más que son cruciales: el contexto social en el que se ha dado el desarrollo de estas ciencias, con un componente distintivo que es el pluralismo, rasgo hasta entonces minimizado o ni siquiera tomado en cuenta, aún cuando es innegable que las sociedades contemporáneas son día con día menos homogéneas y están, por lo tanto, compuestas por extraños morales. El otro es de carácter negativo, sin la imposición de una ortodoxia, dice, lo que entraña el reconocimiento de minorías cuyos valores y virtudes son de diferentes rangos a los considerados como válidos por la mayoría. El no imponer, implica el ejercicio de la tolerancia, entendida en el sentido de permitir la coexistencia haciendo abstracción de las diferencias – cuando estas no afectan “paradigmas morales nucleares” – o, mejor, promoviendo el diálogo entre estos extraños morales, individual o colectivamente, en el ánimo de encontrar afinidades, puntos de aproximación y puntos de negociación.30 La posición filosófica entonces mantenida por Engelhardt le lleva a exigir un respeto irrestricto de la autonomía de la persona, sin la imposición de criterios religiosos, principales protagonistas de las ortodoxias. Siendo así, la bioética que pregona ha sido acusada de utilitarismo, aunque en realidad sus fuentes están en un liberalismo laico que, como se ha señalado, contempla el bien de minorías antes no tomadas en consideración. También basada en la moralidad presente en la o las sociedades en cuestión, la bioética es concebida por Engelhardt como un terreno de confluencia 29 Engelhardt, T. The foundations of Bioethics, New York/ Oxford, Oxford University Press, 1986, p.9. 30 Engelhardt, T. Bioethics and Secular humanism. The search for a common morality, Philadelphia, Trinity Press Intern.,1991. 14 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 disciplinar al que se hace objeto de reflexión filosófica y de propuestas de acción, lo que obliga al bioeticista a una continua agencia moral. No quedaría este breve recorrido completo sin tomar en consideración el pensamiento de Peter Singer, autor al que se ha acusado de utilitarismo extremo, pero que, en realidad, sobrepasa con mucho lo que abarca este rubro. El vínculo indiscutible radica en el papel primordial que confiere a la autonomía, pero su visión del bien común reviste una amplitud que no había sido imaginada por sus predecesores y no ha sido aceptada por muchos de los filósofos posteriores a él. El escándalo primordial deriva de su conceptualización del animal como dotado de conciencia y como poseedor, por lo tanto, de derechos. La respuesta afirmativa a la cuestión de si ¿existen personas que no son humanas? representa de entrada una ampliación brutal del campo de acción de la ética al establecer una comunidad que va más allá de la humanidad en lo tocante a la vigencia de los deberes morales, ya que serían ineludibles en múltiples ocasiones y con respecto a no humanos, animales en especial, en tanto que se verían restringidos y aún eliminados con respecto a seres considerados como humanos y, por lo tanto, como posesores de derechos morales, situación que queda fuera de toda posibilidad de discusión en otros contextos filosóficos.31 El meollo de los planteamientos de Singer radica en su negación de que exista un imperativo moral absoluto, ni siquiera universal, para varias de las prohibiciones que se consideran como tales, por ejemplo el matar, con la consiguiente abolición de la validez del principio de “santidad de la vida” y su sustitución por la propuesta de “el sentido de la vida”. En este último no se precisa ya de la existencia de ningún ser superior que lo valide, sino de la intención y del ejercicio consciente de su libertad por quien la vive.32 Al cabo de un primer tercio de siglo de existencia reconocida, se puede afirmar que la Bioética sustenta su individualidad en el cumplimiento de funciones específicas de la racionalidad práctica ejercida – esto es en forma de una ética 31 Ver al respecto Singer, Peter, Ética práctica, Gran Bretaña, Cambridge University Press, 1995, pp.136 y ss. 32 Singer, Peter, Ethics in to action, Lanham, R / Littlefield, 1998, cap. 6, reproducido en P. Singer, Una vida Ética.Escritos, Madrid, ed. Taurus, 2002, pp.327 y ss. 15 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 aplicativa - a través de los campos de los principios, del paradigma antropológico, de la operatividad de las normas, de la virtud y sus funciones motivantes.33 Si bien este recorrido a través de la historia de la configuración de un concepto no nos ha permitido proponer una definición integradora y actual de la Bioética, es claro que sí se ha obtenido la expresión fraseada de sus componentes, aún cuando no se precisan los límites entre el carácter “ontológico” de la disciplina y sus contenidos epistemológicos, problema tan importante como de difícil solución, ya que es muy frecuente que la disciplina sea definida por sus contenidos y no se vaya más allá . Esta distinción es el objetivo de la segunda parte de este trabajo. LA BIOÉTICA COMO DISCIPLINA Ya me he referido a la importancia que tuvo en su momento y se mantiene vigente hoy en día de la conceptualización elaborada por Callahan a fin de señalar la pertinencia de considerar a la bioética como una disciplina por derecho propio. Hablar de la confluencia de los avances tecnológicos, su aplicación en el campo de la salud y los dilemas y conflictos morales que se han generado a partir de ello se ha convertido en un lugar común. Sin embargo no la define como disciplina, sino sólo como un terreno de confluencia de varias disciplinas. Pero, ¿de qué manera pudiera ser caracterizada como tal? Una disciplina requiere de un objeto de conocimiento, de un campo de aplicación y de un discurso que le sea propio. Si se mantiene el que el objeto del conocimiento bioético se limita a los dilemas y conflictos derivados de la capacidad de “poder hacer” que confieren las aplicaciones biomédicas, ecológicas y sociales de las nuevas tecnologías sobre la vida misma, es seguro que caeremos una y otra vez en la tautología que conduce al vacío definitorio en el que lo definido no sólo forma parte, sino es sustancia de la definición. En cierto sentido, la definición de la utopía de Potter es más congruente, 33 Viafora, C., “Un cuadro storico e sistematico”, en Vent’anni di Bioetica, Roma, Fundazione Lanza/ Gregoriana Libreria Editrice, 1990, p.75. 16 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 ya que contiene dos afirmaciones de relevancia ontológica: es un tercer estadio del desarrollo de la ética, al configurarse como la relación que, yendo más allá de los propios seres humanos entre sí y con respecto a sus colectividades, se extiende al resto de los seres vivos, y como un puente tendido entre las dos culturas consideradas en su momento como incompatibles, aquella de las humanidades y la de las ciencias. En estos términos se puede proponer como un primer elemento de una definición la apertura de una dimensión novedosa, incluyente, en la que el hombre se establece como sujeto responsable de sus propias acciones en términos de género. El género humano da muestras de poder alcanzar una conciencia responsabilizante que le coloca frente al devenir de la vida en el planeta, devenir en el que está incluido el de su propia especie. Empleando y ampliando un concepto – que me parece afortunado – de David Roy, según el cual tipifica a la Bioética como uno de los medios puestos en acción por la sociedad de la segunda mitad del siglo XX para manejar (gestire) “los nuevos y vastos poderes sobre la vida”.34 Esto implica la posibilidad y, en cierto sentido, la necesidad de tomar responsablemente las riendas de lo que se realizará, así como el conferir una dirección deseada a la naturaleza, en primer término a la naturaleza humana, comprendiendo la posibilidad de una decisión de no intervenir. De tal manera, plantea Roy, lo que se da es un locus anthropologicus en el que el homo faber deviene en homo quaerens, siendo entonces su objeto la naturaleza, entendida como algo transformable a deseo, pero sobre la cual se tiene una obligación ética primaria que es la de definir con prudencia los caminos de dichas transformaciones. En estos términos, propondría una definición a discutir, entendiendo por Bioética una disciplina filosófica que se ocupa del análisis y busca de soluciones racionales, razonables y en búsqueda del bien, de los dilemas y conflictos éticos y morales derivados de la capacidad que actualmente tiene el hombre de modificar a la naturaleza viviente de manera consciente y con una dirección prevista. A ello debemos agregar como definitoria su característica interdisciplinaria, la cual define su campo de conocimiento. 34 Roy, David, “Orientamenti e tendenze della Bioetica nel ventennio 1970-1990”, en Corrado Viafora, Vent’Anni di Bioetica, Padova, Fondazione Lanza /Gregoriana Libraria Editrice, 1990, p.93. 17 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 LA BIOÉTICA Y SU CAMPO DE CONOCIMIENTO De acuerdo con lo discutido en los párrafos anteriores, el campo de conocimiento de la Bioética está constituido por los dilemas y problemas morales derivados de la aplicación o la hipotética posibilidad de aplicación del conocimiento generado por las ciencias de la vida. Sin embargo, no se puede construir tal conocimiento sin contar con aquél obtenido por dichas ciencias. De tal modo, está por un lado todo el conjunto de conocimientos desarrollados en el ámbito de la biología y las ciencias biomédicas, el cual es imprescindible para iniciar cualquier proceso de razonamiento bioético, aunque no constituye per se conocimiento bioético. Además, debe de sumarse a ello, también como antecedente, el conocimiento filosófico, jurídico, psicológico, antropológico, ecológico, sociológico, de las ciencias políticas, de las ciencias religiosas, etcétera, que resulta indispensable para dicha reflexión y las propuestas que de ella deriven, dada la complejidad de los problemas abordados y su vigencia en situaciones sociales concretas. Pero evidentemente todo este cúmulo de conocimientos no es bioético. Existe previo a que se dé la posibilidad de un conocimiento bioético, el cual deberá ser construido a partir de ellos. Ni siquiera de la suma de ellos, sino de la elaboración de razonamientos que capten, analicen y traduzcan a propuestas éticas los dilemas morales derivados de esta capacidad del hombre para modificar a la naturaleza que tan violentamente se ha incrementado en los últimos tiempos. INTERDISCIPLINA Y DIÁLOGO ENTRE EXTRAÑOS “CIENTÍFICOS” De tal modo, el primer requisito para poder construir el conocimiento bioético es la creación de un espacio de discusión interdisciplinaria de las causales provenientes de los diversos ámbitos a considerar con respecto a los problemas y dilemas morales detectados. Lo que se pretende desarrollar es lo que pudiera llamarse un “diálogo entre extraños científicos”, con la consecuente necesidad de la creación de puentes 18 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 de comprensión de los lenguajes de las disciplinas involucradas e incluso la creación de un lenguaje propio que conduzca a la posibilidad del establecimiento de un discurso. Para que tal fenómeno sea posible es condición previa el que no se tome como punto de partida un discurso que resulte hegemónico a priori, sino se mantenga lo que pudiera calificarse como una democracia entre las disciplinas participantes. Hablando de hegemonías, considero de fundamental importancia el que no sean excluidas las construcciones de conocimiento provenientes de culturas diferentes a la occidental moderna, en los entornos y contextos en los que esto sea procedente. Solamente a partir de entonces, se podrá pasar a la consideración de problemas y dilemas morales propios de la Bioética, los cuales deberán ser considerados bajo las diversas ópticas aportadas por las disciplinas involucradas, para así lograr al fin de cuentas la estructuración de un conocimiento que le sea propio. LA BÚSQUEDA DE UNA BIOÉTICA GLOBAL Como todos los sistemas de pensamiento ético, la Bioética mantiene una pretensión de universalidad, la cual, en el contexto histórico-social de fines del siglo XX y estos comienzos del XXI, toma la figura de globalizante, es decir la pretensión de una validez que se extienda a toda la humanidad, independientemente de su pertenencia a culturas diferentes, o a sistemas sociales distintos. Las premisas de la Bioética deben ser aplicables y, más aún, válidamente aplicables, en cualquier entorno al que los seres humanos estén integrados, se incorporen o tengan acceso. Sin embargo, el discurso de la Bioética finca sus bases en la cultura occidental moderna, y no sólo en ella, sino en su vertiente angloparlante y, más específicamente, norteamericana. De tal manera es como se puede hablar de una “sacralización” de la autonomía al convertir a lo que se aduce como “principio” para la reflexión moral, en un valor sustancial, en detrimento de otros elementos que pudieran servirle asimismo de guía. No me refiero a las dificultades que entraña la aplicación de alguno de los principios evocados, ni en el sistema de Beauchamp y 19 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 Childers ni en el de Kemp, sino al hecho de convertir un principio en valor – y esto en valor del máximo grado -, lo cual no necesariamente será aceptado en otros contextos socio-culturales. En este sentido, pienso que puede señalarse una situación de colonización de las percepciones morales de otros grupos humanos y otras sociedades diferentes de la norteamericana, mediante la imposición de un discurso de carácter ético que, en realidad viene a ser el de una moralidad con pretensiones de hegemonía global. En estos términos destacan las consideraciones de grupos de filósofos orientales, como Ruiping Fan, quien ha insistido recientemente en que la tradición de Confucio ofrece los elementos éticos para sustentar criterios tan fuertes y tan válidos como los presentados por los autores norteamericanos,35 o la exposición del olvido de los valores inherentes a la práctica médica china,36 pudiéndose hacer referencia a reflexiones paralelas provenientes de la cultura hindú o de contextos culturales que luchan por mantener su vigencia, como sucede en Japón,37 Hong Kong38 o en Filipinas.39 Como ejemplos de ello me limitaré a mencionar el principio expresado en la filosofía de Confucio con respecto a la amistad inconmensurable que une a toda la humanidad, lo que elimina la posibilidad de considerar extraños morales, convirtiendo a estos en amigos que expresan otros aspectos de su individualidad humana, pero que al fin y al cabo mantienen nexos de unión a través 35 Fan, Ruiping, “Reconstructionist Confucianism and Bioethics: A note on moral difference” en T. Engelhartdt y L. Rasmussen, Bioethics and Moral Content: National Traditions of Health Care Morality, Dordrecht / Boston, Kluwer Academic Publishers, 2002, pp. 281-288. 36 Tangiia Chang, “The physician patient relationship and Individualization of Treatment from the View of Traditional Chinese Medical Practice”, en T. Engelhartdt y L. Rasmussen, Bioethics and Moral Content: National Traditions of Health Care Morality, Dordrecht / Boston, Kluwer Academic Publishers, 2002, pp.35-47. 37 Hoshino, Kazumasa, Japanese and Western Bioethics, Dordrecht/ Boston / London, Kluwer Academic Publishers, 1997. 38 Tao Lai Po-Wah, Julia, Cross Cultural perspectives on the (Im)possibility of Global Bioethics. Dordrecht / Boston, Kluwer Academic Publishers, 2002. 39 Tan Alora, Angeles, and Josephine M. Lumitao, Beyond a WesternBioethics: Voices from the Developing World, Washington, DC, Georgetown University Press, 2000. 20 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 de una moralidad común fundada en la preocupación por el sufrimiento de otros;40 la consideración de la familia y no al individuo como núcleo de decisiones, rasgo que es común a prácticamente todas las corrientes filosóficas y sociales orientales; el particular significado de conceptos como el de wa, el cual para los japoneses engloba el sentido de pertenencia a la tradición ancestral y la dependencia de la autoridad consagrada, la cual tendrá siempre la última palabra en cualquier negociación, incluidas las relacionadas con decisiones referentes a la salud;41 o la existencia de conceptos, culturalmente cruciales, como el de pakikisama, que para la cultura tradicional filipina amalgama un ethos de lealtad, unidad, paz y cooperación, en síntesis, de armonía con los demás, con la consiguiente dilución de límites entre lo público y lo privado tal y como son consideradas en occidente.42 No puede dejarse de lado la necesidad de abrir un diálogo “global” en términos de bioética, dada la importancia de los temas abordados y de la inmensidad de los problemas generados ante el rampante desconocimiento de otredades filosóficas y la negación operativa de su existencia y de su capacidad para resolver problemas morales, demostrada a lo largo de cinco milenios de evolución cultural. Resulta obligado pensar en las características propias de la cultura mexicana contemporánea, con sus precisas raíces históricas, con su diversidad cultural, para definir los cómos y porqués de nuestra Bioética, la cual no debe necesariamente encarar los mismos problemas ni manejar idénticos valores a los propuestos en otros contextos. En este caso particular de México, aún cuando no se ha desarrollado un sistema ético a partir del pensamiento propio de las culturas prehispánicas, quedan algunos elementos vigentes que no pueden ser pasados por alto. Común con las culturas orientales es, por ejemplo, la pertinencia de la familia extensa en la toma de decisiones y del mantenimiento de líneas directas de autoridad en etapas de la vida en las que, en la cultura occidental, se encuentran abolidas. De tal modo, se confiere al concepto de autonomía una dimensión totalmente diferente, situación que es 40 Sui Chuen Lee, “Reappraisal of the foundations of Bioethics. A Confucian perspective”, en Tao Li Po Wah, Julia, Cross cultural perspectives on the (Im)possibility of Global Bioethics, ed. cit., 179- 193. 41 Hoshino, Kazumasa, Japanese and Western Bioethics, ed. cit., pp. 19 y ss. 42 Tan Alora, J: Lumitao, Beyond a Western Bioethics..,ed. cit., p 11 y ss. 21 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 también válida para establecer los límites de la libertad personal. Aún más, la coherencia con los valores y fines de un grupo mucho más amplio que la misma familia extensa, como sería el barrio (calpulli) o el poblado mismo e incluso la comunidad de los que fueron sus habitantes y sus descendientes después de que han emigrado a otros sitios, sigue teniendo un sentido preciso para calificar la validez moral de las decisiones. Otro ejemplo, hablar de Bioética laica en un país que, como el nuestro, ha enfrentado graves conflictos religiosos en lo tocante a la soberanía nacional y a la definición del estado, resulta congruente, hasta indispensable y obliga a definir un liberalismo secular cuyos fundamentos no tienen mayor cosa que ver con los planteamientos paralelos existentes en otros entornos, como son los Estados Unidos con sus grupos e instituciones que pregonan no un liberalismo, sino un humanismo secular.43 Tampoco deben pasarse por alto las características de la atención de la salud a través de la seguridad social, ni los problemas que plantea dicha atención en las comunidades indígenas, poseedoras de visiones del mundo y filosofías tan antiguas y válidas como las de cualquiera de las culturas orientales. Esta orientación hacia una Bioética con pretensiones de acceder y ofrecer verdaderamente vías para la resolución de la inmensa cantidad de problemas relacionados con la vida a un nivel que abarque a toda la humanidad y no sólo a aquellos grupos humanos que se auto proponen como posmodernos, da pie a nuevos problemas que no habían sido previstos previamente o que, como es el caso del relativismo moral, habían sido vistos como una complicación perversa que amenaza con desconocer las pretensiones de universalidad propias de la ética. BIOÉTICA Y RELATIVISMO MORAL. LOS APORTES DE LA ANTROPOLOGÍA. Una pregunta que considero imprescindible para poder formular cualquier fundamento de una bioética con pretensiones de universalidad, es decir, de validez 43 Engelhardt, Tristram, Bioethics and Secular Humanism. The search for a common morality, London / Philadelphia, SCM Press / Trinity Press International, 1991. en especial pp. 87-98. 22 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 filosófica, se refiere a su campo de acción: ¿a qué humanidad se dirige? ¿a qué humanidad pretende comprender en sus consideraciones? Desde su cuna, la civilización occidental, griega por aquel entonces, hizo una separación radical entre griegos y bárbaros, queriendo decir entre humanos y animales parecidos, infinitamente parecidos al hombre. La vieja distinción entre prójimos y extraños cobra de hecho la dimensión de una separación entre lo humano y la animalidad, a lo más entre lo humano y lo sub-humano. Afortunadamente las cosas van cambiando y, particularmente a raíz de la secuenciación del genoma humano, es imprescindible aceptar un imperativo biológico de especie en el sentido de que todo lo que tenga un genoma humano es humano, sin entrar por ahora en el problema de diferenciar niveles de humanidad. Asimismo, la antropología nos ha llevado a la consideración de variables, a entender de una vez por todas que entre los propios seres humanos existen grandes diferencias dependientes unas de la adaptación biológica, las más de la cultura y que no significan en manera alguna detrimento ni falta en su humanidad. De tal forma, ser extraño cultural implica la posibilidad de ser extraño moral con respecto a otros seres humanos y es en este sentido en el que debe de insistirse en la calidad posmoderna de la bioética, que precisa de un reconocimiento de “variables”, insisto, que se expresan en guisa de diversidad. Consideremos primero algunas consecuencias de esta universalidad biológica del fenómeno humano. Un punto de gran relevancia, me parece que es el reconocimiento, por parte de teóricos de la evolución, como lo es Michel Ruse, de que no existen fundamentos biológicos para predicar la existencia de una ética normativa y menos aún la de un determinismo genético que la soporte, pero sí– y en este sentido abre las puertas a una discusión enriquecedora – del señalamiento de lo innegable que es la tendencia humana para objetivar una moral, al menos en la medida de inventar lo correcto y lo erróneo.44 Esto posibilita la multiplicidad de intentos, aunque deja patente la necesidad de considerar la validez de moralidades 44 Ruse, Michael, “Ude defense de l’éthique evolutioniste”, en J.P. Changeux, dir., Fondements naturels de l’éthique, Paris, editions Odile Jacob, 1993, pp. 31-64. 23 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 que mantengan posiciones diferentes y aún opuestas entre sí. En este sentido, una primera consecuencia antropológica sería el planteamiento de un escepticismo moral que, no obstante, obliga a pensar en cuáles de los rasgos de estas moralidades muestran una tendencia a ser más generales, a la universalidad si se quiere, y cuáles se mantienen particulares, diversas. En este sentido no es difícil mantener un “minimalismo moral”, como el que postulara Edward Wilson hace ya más de dos décadas al sostener que existen bases empíricas del pensamiento y las acciones morales y que, más aún, éstas tienen que ver con una tendencia “instintiva” a la protección de los semejantes, que él relacionaba con la tendencia biológica, en este caso bio-social, a la conservación de la especie.45 Más allá de esto, puede sostenerse como razonable la consideración de rasgos morales comunes a todos los grupos humanos que, quizá derivados de este sustrato biológico elemental, marcan la emergencia de una conciencia moral en el momento de dejar de ser instintivos para adquirir un nivel de considerandos racionales, de productos de reflexión. Este minimalismo no deja de tener implicaciones filosóficas de peso. Dejando fuera de consideración o aún eliminando todo tipo de creacionismo o de herencia religiosa se puede sostener una necesidad, una tendencia a la distinción entre lo correcto y lo incorrecto, que entre los seres humanos ha alcanzado su mayor grado dentro del universo biológico conocido. Ahora bien, tornemos al problema de la diversidad cultural y el pretendido relativismo moral derivado de ella. Me parece fuera de lugar toda discusión que se reduzca a plantear lo erróneo en las acciones moralmente significativas para otros o en su pensamiento moral, incluso en su razonamiento ético – cuya pluralidad debe también ser reconocida -, ya que implicaría la imposición de la propia perspectiva moral considerada a priori como “la correcta”. Una primera premisa para sustentar la validez del pensamiento bioético debe ser su negación de cualquier tipo de etnocentrismo, la cual, para ser válida, requiere asimismo de la consciencia de la propia identidad moral. En este sentido antropología obliga a una consideración de variables desprovista de juicios de valor y conduce – o debe conducir – a un 45 Wilson, E.O., On Human Nature, Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1978. 24 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 razonamiento meta-ético que indique una vía común en la búsqueda de una mayor universalidad de los juicios formulados. Esta actitud de apertura y cuestionamiento constante se encontraba ya implícita en la consideración que hacía Pellegrino hace ya más de una década y, por cierto, limitando su vigencia a la incorporación de nuevas tecnologías en los sistemas de atención de la salud, con respecto a la universalidad de los problemas y a la necesidad, por parte de cualquier sociedad existente en el planeta, de ofrecer una respuesta, sea de aceptación o de rechazo.46 No obstante, persiste el problema que implica, aún frente a la universalidad del reconocimiento del problema, la posibilidad, si no es que la seguridad, de respuestas varias.47 Antropológicamente hablando, la imposición de una bioética, llámese norteamericana, anglosajona o europea, llámese confucionista o budista o indígena mesoamericana, significa colonialismo y una falta crasa de respeto a la humanidad del otro, sin querer decir esto que los valores, principios o elementos de dicha moralidad no puedan ser correctos ni dejen de ser benéficos. A lo que obliga es a la consideración de la otredad y el reconocimiento de que existen diferentes “racionalidades” que ofrecen elementos de reflexión ética dignos de ser tomados en cuenta. Esta pluralidad de vías debe ser, a mi parecer, un elemento esencial de la bioética. EL DIÁLOGO ENTRE “EXTRAÑOS MORALES” Ahora bien, estas consideraciones nos llevan ineludiblemente al problema del diálogo entre extraños morales. El primer y por muchos siglos insalvable problema ha sido el de si realmente existe la voluntad de dialogar con extraños morales. La historia abunda en ejemplos de monólogos morales en los que el otro resulta siempre descalificado y sufre las consecuencias de dicha descalificación. En el mejor de los 46 Pellegrino, Edmond, “Itersections of Western biomedical ethics and world culture problematic and possibility”, Cambridge Quarterly Journal of Healthcare Ethics, 3, 1992, 191-196. 47 Gbadegesin, Segu, “Bioethics and cultural diversity” en H. Kuhse y P. Singer, A Companion to Bioethics, Oxford, Blackwell Publishers, 2001, pp. 24-31, en especial 25-26. 25 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 casos, quien conduce el monólogo deja generosamente abierta la puerta de la “conversión”, de la aceptación de la moralidad dominante para normar su vida en lo sucesivo. Sin embargo, la evolución histórica de las sociedades contemporáneas, la posibilidad sola de una globalización, conlleva el imperativo de dialogar. Es decir, el diálogo entre extraños morales se ha convertido en una necesidad histórica y social de acuerdo con la cual, por el hecho de compartir espacios sociales y no poder aislarse en ellos, individuos de diferentes culturas y, por ende, representativos de diversidades morales tienen la necesidad de modificar su propia moralidad ante la realidad que significa la moralidad del otro, quien a su vez vive una necesidad equivalente. Diálogo significa intercambio de puntos de vista, de reflexiones. Diálogo significa la posibilidad de modificar los propios puntos de vista en un proceso que va de la tolerancia con respecto a las diferencias encarnadas en el otro, hasta la adopción por ambas partes de los aspectos de su vida moral que les resulten aceptables con la consecuencia modificación de los sistemas de moralidad y su repercusión correspondiente a la reflexión ética concomitante. Esto da lugar a la posibilidad de un optimismo moral que es opuesto al escepticismo al que me refería párrafos atrás, ya que a series de valores, virtudes y principios morales que se denotan como relativas por el hecho de pertenecer a situaciones históricas y culturales contextualizadas, resultan provistas de validez absoluta en ámbitos específicos. Tal situación es derivada del sólo hecho de ser aceptadas como marco referencial definitivo – pudiérase decir como los componentes de un sistema de moralidad común - por un grupo de agentes morales en un contexto temporal también específico. Sin embargo, no se puede pasar por alto que todas y cada una de estas moralidades se configuran como etapas de procesos más amplios en los que las relaciones establecidas entre los diferentes grupos les confieren un carácter ya no de relatividad con su absoluto implícito, sino de provisionalidad. La perspectiva que se abre es la de buscar valores y virtudes que puedan ser compartidos por el mayor número de grupos de agentes morales y por un tiempo lo más largo posible. ¿Pudiera llamarse esto una tendencia a la universalidad? Quizás no, pero en definitiva sí marca un intento de generalizar, de globalizar, el 26 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 cual, al fin de cuentas, quedaría restringido por la validez temporal de la sociedad y la cultura que lo ha generado. En este sentido, la bioética podrá ser más global en la medida en que su discurso genere un diálogo plural, en el cual todas las voces sean audibles y considerables como elementos válidos de discusión. Es en este sentido en el que es plenamente pertinente la crítica que hace Donald C. Ainsle tanto a la teorías principialistas como a las utilitaristas, mencionando por nombre a Beauchamp, Childress, Engelhardt y Dworkin y señalando que todos ellos intentan establecer una bioética comprehensiva y dotada de políticas propias y definidas, dejando de lado la bioética aplicable a los problemas de la vida cotidiana y privando de voz a los individuos involucrados cuando estos no responden a un determinado contenido canónico. En una palabra, ignoran los desacuerdos de los agentes morales en su quehacer diario, pretextando conocer de manera total la forma en que todos y cada uno de ellos vive su corporeidad y su relación con su entorno.48 Por otra parte, no debe olvidarse que la bioética no es aplicable a todos los problemas morales posibles, sino específicamente a aquellos que se derivan de la relación entre la aplicación y las repercusiones del incremento del conocimiento de las ciencias biológicas y de las nuevas tecnologías con las ventajas, riesgos y peligros que representan, y que ello implica tanto abordajes derivados de puntos de vista teóricos y de la necesidad de definir políticas generales, como de dirimir los dilemas que afectan a individuos particulares en su vida diaria. EL DISCURSO DE LA BIOÉTICA Es indiscutible que tras treinta y cinco años de existir la Bioética ha logrado ocupar un lugar entre las disciplinas que la humanidad ha acuñado. Para ello ha definido un objeto de estudio y delimitado un campo que, por otra parte, crece día con día. En cierto sentido, la extensión hasta pretender alcanzar una dimensión “global” de lo 48 Asle, Donald C., “Bioethics and the problem of pluralism”, en Ellen Frankel Paul, Fred D. Y Jeffreey Paul, eds. Bioethics, Cambridge, Cambridge University Press, 2002. pp. 1-28, 27 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 que fuera en su origen una respuesta norteamericana a problemas que obviamente rebasaban con creces sus fronteras, marca una pauta. Pero, fundamentalmente, la Bioética ha establecido un discurso cuyas principales características son el manejo de conceptos provenientes de diversas disciplinas. Sólo que dichos conceptos operan en un nivel de interdependencia que conduce a una integración sui generis, ya que las respuestas no resuelven per se las problemáticas abordadas, sino orientan y remiten a los campos parciales en los que se generaron los problemas. Tal dinámica conlleva una incorporación constante de criterios que, sin dejar de pertenecer a la disciplina de la que proceden, sufren transformaciones cualitativas que les confieren otro nivel de operatividad. Es característica del discurso bioético la seria tendencia a evitar conflictos entre normas entre las que se generan tensiones morales y la constante controversia moral desencadenada por la reificación de dilemas dentro de marcos plurales. La primera estructuración del discurso bioético se dio alrededor de una polémica sostenida en torno a la validez o no de la aplicación de principios éticos a los que se atribuye un papel de marcos de referencia. El discurso de los principios, sean estos los ya clásicos de no maleficencia, beneficencia, justicia y autonomía, o los propuestos por la escuela danesa que incluyen al lado de este último los de vulnerabilidad, integridad y dignidad, o cualquier otro grupo derivado de la amplísima lista de posibilidades que ideara Ross,49 tiñe el pensamiento bioético en una buena proporción. Es así como, de entrada, la Bioética se apropió del discurso de la vieja Ética Médica al reconocer la importancia de los dos principios predicados desde hace 2,500 años por los médicos hipocráticos, el de beneficencia y el que ahora se denominó de no maleficencia. Pero de inmediato se amplió su contenido a fin de actualizarla, de dar cabida a las características del momento histórico y de los problemas morales y éticos inherentes a ellas, siendo incluidos dos principios más: el de autonomía y el de justicia, ambos asociados a las democracias y al individualismo 49 Ross, W.D., The right and the good, Oxford, Oxford Universirty Press, 1930. 28 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 neoliberal anglosajón.50 Como quiera que sea este primer discurso de la Bioética se orientó a la consideración de principios éticos como punto de partida de sus reflexiones y a un quehacer en el que el individuo autónomo y competente que llena los requisitos para ser definido en plenitud como persona, sea quien tome las decisiones. Sin embargo a pesar de que la aplicación de principios subyacente y previa a toda normatividad ha sido el método más empleado para resolver o tratar de resolver dilemas, no ha sido el único que ha contribuido a la estructuración del lenguaje de la disciplina. Paralelamente y aún contradictoriamente se ha desarrollado el lenguaje de las moralidades comunes, entre las que pueden destacarse tanto la que fundamenta al liberalismo secular, como la que se refiere a sistemas públicos informales o aún como la resurrección – debida por cierto a Engelhardt – de la recurrencia a comunidades morales “robustas”, que marcan el retorno a los absolutos creenciales.51 ¿Será este un riesgo premonitorio del fin de la Bioética? ¿será el de su reificación imperialista? En pocas palabras, podría darse lugar a una “impostación sacra de los valores”, con su riesgo de sujeción a lo divergente y con su correspondiente ventaja de ofrecer un marco referencial sólido,52 pero, ante todo, con la anulación del pluralismo. Esta última posibilidad, la de una globalización unificadora, a mi modo de ver privaría a la disciplina de la que es quizá la más complicada pero también la más propositiva de sus características. No obstante, el problema de la construcción de una ética – en este caso la bioética – implica otras muchas posibilidades más allá de la que se basa en la constatación de principios como marco referencial último. Sobre esto y a raíz de las 50 Ver al respecto: Beauchamp, Th., y Childress, J., Principles of Biomedical Ethics, ed. cit.; Childress, J., “A principle based approach”, en H. Kuhse and P. Singer, eds., A Companion to Bioethics, London, Blackwell, 2001, pp.61-71; Veatch, Robert, A Theory of Medical Ethics, New York, Basic Books, 1981, pp. 141 y ss; Jonsen, Albert, The Birth of Bioethics, New York / Oxford, Oxford University Press, 1998, pp.352-376. 51 Engelhardt, Tristram, “Morality, Universality and Particularity. Rethinking the Role of Community in the Foundations of Bioethics”, en Julia Tao Lai Po Wah, ed., Cross Cultural Perspectives on the (Im)Possibility of Global Bioethics, Boston/ Dordrecht, Kluwer Academic Press, 2002, pp.19-38. 52 Agazzi, Evandro, ; “Il luogo dell’etica nella bioetica”, en E. Agazzi, ed., Quale Etica per la Bioetica?, FrancoAngeli, 1990, pp. 9-21 29 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 críticas recibidas por parte de autores que detentan otras aproximaciones los mismos Beauchamp y Childress, quienes primero plantearon esta posibilidad, han modulado su postura marcando su concepción de los principios morales como parte de una red de normas morales cuya naturaleza misma las hace obligaciones prima facie y, además, son dinámicamente contrastados y delimitados por reglas que a su vez son susceptibles de diversos grados de especificación. De tal modo, reglas y principios derivarían de una moralidad común que impondría sus definiciones y valores.53 Al fin y al cabo, reglas y principios serán establecidos y tendrán un peso específico de acuerdo a un ideal de excelencia moral que, insisto, queda fincado en una moralidad común.54 En cierto sentido, este discurso tiende en los últimos años a aproximarse a un abordaje a partir de reglas absolutas, aún cuando se matice su contenido al referirse a sistemas morales operantes en la práctica aún cuando se pretende desconocer la relatividad inherente de facto a toda moralidad condicionada por límites espacio – temporales. Aproximaciones provenientes de éticas basadas en la virtud, intentos de referir todo a aspectos procedimentales, como serían los de la casuística, o aquellos derivados de una pretendida ética del cuidado, se han limitado a abordar de manera prácticamente exclusiva los aspectos médicos, de manera que no han construido discursos bioéticos generales dignos de ser tomados seriamente en consideración. A mi manera de ver, el discurso de la Bioética ha fluctuado entre dos polos: por una parte se ha esforzado – y con buen éxito – en tratar de dar respuestas prácticas a problemas concretos, y, por otra, a recurrir insistentemente a las teorías éticas, ahora en busca de referentes universalizables. Pero esto no la configura en su totalidad. Existe una tercera condición que es extensiva a los contextos de salud pública y más todavía al medio ambiente, incluso a la biósfera, dando lugar a la macrobioética: esta condición está dada por la existencia convertida en presencia expresa 53 Beauchamp, Tom L., Childress, James, F., Principles of Biomedical Ethics, 5th ed., Oxford / New York, Oxford University Press, 2001, pp.12-18. 54 Ibíd., pp.26-29, 43-50. 30 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 de un paciente, entendiendo por este término a cualquier sujeto en situación de riesgo, con carencia y necesidad. Esto no implica una problemática ni dilemas que sean necesariamente de carácter médico, ni siquiera referentes a problemas de salud, sino obliga a que dichas situaciones provengan de cualquier área del campo de acción e interés de la bioética, situaciones tan amplias y diversas como lo son la protección de los nichos biológicos, el cuidado de la biósfera, la preservación de especies en peligro de extinción, las medidas adecuadas para la creación y el manejo de seres biológicos transgénicos – sin importar su ubicación en la escala de lo viviente, por una parte, o la urgencia de mejorar las condiciones de vida y la repercusión del poder adquisitivo de los salarios para ello, o la ingente premura que reviste el acceso de todos los humanos a dotaciones suficientes de agua potable, por citar sólo algunos ejemplos. En un artículo relativamente reciente, Engelhardt señala y hace hincapié en la circunstancia histórica que ya no permite que la bioética se circunscriba a los viejos moldes de una ética profesional, al llevar al campo de la discusión pública una buena parte de conflictos que anteriormente se manejaban a un estricto nivel de privacía.55 Esta humanidad afectada, reclama ahora el derecho a la palabra y la representación de su problemática a través de su propio discurso. Tal situación ha traído a colación, más allá de la autonomía, la conciencia reflexiva o la competencia, la realidad de un empoderamiento por parte de la sociedad con respecto a decisiones que incumben directamente a sus miembros, sea de manera colectiva, sea individual. En una palabra, la Bioética ha marcado un cambio radical en la vida social al marcar la existencia de un creciente interés por las implicaciones que ella modula con respecto y a raíz de las diversas acciones públicas y privadas y de sus consecuencias, así como la toma de conciencia con respecto a la propia agencia moral. En una palabra, la humanidad entera se va convirtiendo o, mejor dicho, se puede ir convirtiendo en un “ser bioético”. Es en este mismo sentido en el 55 Engelhardt, H. Tristram, Jr., “The Ordination of Bioethicists as Secular Moral Experts”, en Elle Frankel, Paul, Fred D., Miller, Jeffrey Paul, Bioethics, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, pp.59-82, en particular 70 y ss. 31 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 que la Bioética a dado paso a la existencia indiscutible de una estructura diádica presente en todas las acciones que afecten o puedan afectar a cualquier manifestación de la vida, en las cuales lo que lleva a cabo una persona, que es por lo mismo un agente moral, recae en sus consecuencias sobre otra, que entonces encarna el papel de “paciente moral”. Esta estructura agente / paciente, que era considerada exclusiva de los actos médicos, cobra una dimensión inusitada al extenderse a cualquier tipo de acciones encaminadas a resolver problemas colectivos relacionados con la vida e incluso situaciones en las que el “paciente” puede ser una especie animal que sufre modificaciones importantes en su modo de vivir a raíz de cambios radicales provocados por el hombre en su habitat o un conejillo de laboratorio en quien se llevan a cabo experimentos, o bien el entorno mismo de una comarca afectada por la desecación de pantanos o la construcción de una presa, o aún la vida futura amenazada por la liberación de transgénicos en la naturaleza. La Bioética, entonces, amplía su campo, extendiéndose ahora al ámbito de las relaciones políticas y de la toma de decisiones en todo aquello que pueda afectar cualquier forma de vida presente y futura en el planeta y, yendo más allá, la calidad de existencia de esos mismos seres vivos. Así, en todo proceder bioético surge un nuevo elemento esencial que es la detención de un poder y el manejo de las relaciones derivadas de su ejercicio. Dicho poder había sido exclusivo de los expertos, y es en este sentido la crítica que, desde el campo de la sociología y de la filosofía política se hiciera tanto de la medicina como de las instituciones orientadas a la investigación orientada hacia áreas tan diversas que van desde la médica y la biológica hasta la aplicación de esquemas de explotación agrícola o de desarrollo urbano o industrial. Investida de los atributos de una filosofía social, la Bioética obliga a la introspección con respecto a temas de las moralidades comunes y a la comprensión misma de la autoridad política y de su apropiado ejercicio de una manera que Callahan ilustra como la transición a partir de “lenguajes cerrados”, como los de la medicina y la teología, a “lenguajes neutrales”, tales como los de la filosofía y el derecho, pero dando lugar finalmente a una forma de discurso 32 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 público.56 No obstante es preciso tener en mente que en última instancia no existen lenguajes neutrales, dado que no existen proposiciones neutrales acerca de ninguna interpretación del mundo, ya que en el fondo toda proposición encierra componentes de lucha por el poder,57 siendo al fin y al cabo el derecho un elemento de mantenimiento de un orden y, por lo tanto, la expresión de un poder socialmente aceptado, y la filosofía encarnando el discurso de una razón universalmente válida que reedifica la existencia de un poder inmanente al orden mismo del cosmos. Sin embargo, no debe de dejarse de tomar en cuenta que en su contextualización histórica la Bioética ha dado lugar a dos fenómenos sociales, ambos relacionados con la toma y ejercicio del poder, que son a la vez opuestos y complementarios. Por una parte, ha creado un nuevo tipo de expertos que, ahora partiendo de un lenguaje socialmente neutral, pueden ejercer un poder limitado solamente por lo que define como irremediablemente ajeno el sistema de moralidad común vigente en una sociedad determinada, o bien por la oposición autocrática y, en estos casos desprovista de autoridad moral, ejercida por parte de alguna instancia política previamente establecida. Por otra, dado que en los últimos tiempos este poder ha sido reclamado por la sociedad en pleno, por el ser humano en quien recaen en última instancia la responsabilidad y las consecuencias de las diversas acciones sobre la vida, se erige un prototipo de humano consciente que se sabe fuente y objeto a la vez de ese mismo poder y que no está ya dispuesto a prescindir de él. Este “empoderamiento”, parcialmente producto de la Bioética, marca una terrible contradicción. La sociedad, sea a un nivel individual, sea en términos de lo colectivo, se reconoce como elemento fundamental de la Bioética en el sentido en que a través de ella es como se hace posible la puesta en práctica de las decisiones y, por lo tanto, es condición sine qua non para la aplicabilidad de toda moralidad. 56 Wildes, Kevin, WM, “Bioethics as social philosophy”, en Ellen Frankel Paul, Fred D. Miller, Jeffrey Paul, Bioethics, Cambridge / New York / Melbourne, Cambridge University Press, 2002, pp 113-125; Callahan, Daniel, “Why America accepted Bioethics”, Hastings Center Report, 23, 6, 1993, S 8-9;Caplan Arthur, L., “What Bioethics brought to the public”, Hastings Center Report, 23, 6, 1993, S 14-15. 57 Good, Byron J., Medicine, rationality and experience, Cambridge / New York, Cambridge University Press, 1997 (1a ed., 1994), pp. 13-14. 33 de 35 Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 De tal modo, el discurso de la Bioética ha tomado el cariz del discurso del poder, de un empoderamiento, por parte de sus especialistas, en relación con la conciencia moral y de su uso compartido en un esquema individualista y democrático en el que se reconoce la capacidad de decisión de las personas y la necesidad de compartir con ellas algo de ese poder de decisión. Pero, no obstante, desconoce aún la multiplicidad posible de moralidades, de principios, de normas, de derechos. Aún con la consciencia de que es dueño de sus propias decisiones en la medida en que ejerza su autonomía, el individuo común y corriente continúa chocando irremisiblemente contra el muro de la autoridad establecida del experto, que ahora corre el riesgo de convertirse en algo profundamente carente de ética al desconocer los intereses y cuestionamientos del propio individuo, que es el origen y fin de su reflexión y quehacer. Así pues, se hace indispensable para la Bioética el incorporar a su discurso este aspecto del poder que, paradójicamente, requiere de una renuncia, al menos parcial de él, por parte del bioeticista, semejante a la que en su momento expresara el médico hipocrático al comprometerse bajo juramento a no dañar. Socialmente conveniente, éticamente indispensable, la abdicación voluntaria, consciente y reflexiva de dicha posibilidad, la que confiere un poder particular a quien la posee al ser posesor de la capacidad de beneficiar y perjudicar según fueran sus relaciones con los otros seres involucrados en el mismo problema, se traduce en un considerable incremento de su dimensión moral, de la toma de un poder de dimensiones cualitativamente diferentes en la medida en que se comparte. Pero, lo que es indudable, es que la Bioética puede ejercer un gran poder que le es a su vez definitorio, pues sin él se convertiría en palabrería hueca, carente de sentido. El futuro se muestra promisorio, tan promisorio como compleja es la tarea de construir para la Bioética una identidad tanto disciplinaria como discursiva. Por lo pronto, tenemos aún que hablar de bioéticas, tenemos que emplear métodos y discursos tan parciales como provisionales, tenemos que enfrentar el riesgo de la relatividad ética en la búsqueda de criterios de mayor amplitud, tenemos que formular vínculos inter y transculturales. Para este momento la Bioética es una disciplina característica del mundo posmoderno. Es interdisciplinaria, 34 de 35 es Diálogos de Bioética www.dialogos.unam.mx 12/junio/2007 esencialmente plural y por lo tanto es multiforme y políglota al tiempo que esta parcial indefinición se hace indispensable para delinear el camino hacia sus definiciones futuras. 35 de 35