DERECHO A LA PROPIA IMAGEN

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DERECHO A LA PROPIA IMAGEN: ¿DERECHO PATRIMONIAL O VERTIENTE
DEL DERECHO A LA INTIMIDAD?
ARTÍCULO
Revista Jurídica UIPR
Volumen 44 • Número 1
Agosto – Mayo 2009 – 2010
44 Rev. Jur. U. Inter. P.R. 137 (2010)
Luis Daniel Dávila Pernas*
I. Introducción
II. Derecho a la propia imagen cobijado por el derecho a la intimidad
III. Derecho a la propia imagen: aspecto patrimonial
IV. Análisis estatutario de derecho comparado
V. Análisis jurisprudencial de derecho comparado
VI. Analogía: Ley de Propiedad Intelectual de Puerto Rico
VII. Conclusión y recomendaciones
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I. Introducción
Actualmente, el derecho a la propia imagen es un tema que está evolucionando dentro del
ordenamiento jurídico puertorriqueño. Un altísimo porcentaje de los casos que discuten la
doctrina de la apropiación de imagen, están relacionados con personas altamente reconocidas por
ser figuras públicas. Sin embargo, esto no es determinante a la hora de invocar este derecho.
Existen varias jurisdicciones donde se reconoce el derecho a la propia imagen como uno de
carácter fundamental, así otorgando a su titular la facultad erga omnes, haciéndolo oponible ante
todo el mundo. En Puerto Rico, el tema de la autoimagen se ha desarrollado como una vertiente
del derecho a la intimidad, protegido por la Constitución de los Estados Unidos{1}1 y la Carta de
Derechos de la Constitución de Puerto Rico.{2}2 Este artículo tiene como propósito, presentar el
marco jurídico que reconoce el derecho a la propia imagen como uno revestido de protección
constitucional, así como un posible futuro desarrollo del mismo como un derecho expreso,
individual y fundamental.
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II. Derecho a la propia imagen cobijado por el derecho a la intimidad
A. Derecho a la intimidad y dignidad del ser humano
El derecho individual a la intimidad es uno de los derechos de más alta envergadura en
nuestro ordenamiento jurídico. El derecho fundamental a la intimidad y la dignidad de las
personas está cobijado dentro de la Carta de Derechos de la Constitución del Estado Libre
Asociado de Puerto Rico. La misma dispone que “[l]a dignidad del ser humano es inviolable. ...”
y que “[t]oda persona tiene derecho a la protección de la ley contra ataques abusivos a su honra,
a su reputación y a su vida privada o familiar”.{3}3 El Tribunal Supremo de Puerto Rico ha
establecido que “[e]l mandato constitucional de que se proteja a las personas contra ataques
abusivos a su intimidad tiene por fuerza que examinarse teniendo presente consideraciones de
tiempo y lugar”.{4}4 Es por esto que ante un reclamo de violación al derecho de intimidad, “la
cuestión central es si la persona tiene derecho a abrigar, donde sea, dentro de las circunstancias
del caso específico, la expectativa de que su intimidad se respete”.{5}5 Esta norma, sacada de la
jurisprudencia norteamericana, ha sido aplicada en muchos casos de naturaleza penal, en
específico aquellos de registros y allanamientos irrazonables. Sin embargo, esto no limita la
aplicación de esta doctrina a casos de naturaleza distinta.
La protección constitucional a la intimidad va más allá de tan sólo un esfuerzo de
mantener el orden social. Se trata de imponer un límite a las personas de no inmiscuirse en la
vida privada de los demás ciudadanos. Dada la importancia y carácter de este derecho
fundamental, el Tribunal Supremo de Puerto Rico ha reconocido que “[l]a protección a lo
privado opera ex propio vigore y puede hacerse valer entre personas privadas, eximiéndolas así
del requisito de acción estatal necesario para activar los derechos constitucionales de los
ciudadanos”.{6}6 Las actuaciones privadas dentro del hogar forman parte de una zona de
intimidad personal que ninguna persona ni el Estado tiene derecho a penetrar. De sufrir una
intromisión de esta naturaleza, una persona puede invocar una causal en daños al amparo del
artículo 1802 del Código Civil de Puerto Rico.{7}7
Cierto es que a pesar de la ausencia de legislación específica en nuestro ordenamiento
jurídico que atienda expresamente una controversia sobre una violación al derecho de intimidad,
esto no constituye un obstáculo ya que no requiere invocar ley
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alguna. Basta con invocar las secciones 1 y 8 del artículo II de la Constitución del Estado Libre
Asociado de Puerto Rico, para instar una acción civil con el propósito de resarcir por los daños
causados mediante violaciones a tales disposiciones. Por otro lado, también pueden hacerse valer
estos derechos mediante una demanda en daños, siendo indemnizables los perjuicios causados
por una violación al deber de no intervenir con la privacidad de los demás bajo el artículo 1802
del Código Civil.{8}8
i. Derecho a la privacidad
No cabe duda que la intromisión en la vida privada o familiar de una persona da lugar a
una acción civil extracontractual en daños y perjuicios. El derecho a la privacidad protege a las
personas de la vergüenza y humillación que puede surgir cuando su nombre o imagen es usado
sin su consentimiento para propósitos de publicidad y comercio. Es decir, protege un derecho
personal a estar libre de cualquier ataque que tenga el efecto de perjudicar el bienestar emocional
del individuo. Es por esto que cualquier persona que revele o publique hechos relativos a la vida
privada de otro, tendrá que responder ante reclamos civiles extracontractuales comprendidos en
el artículo 1802 del Código Civil. Nuestra jurisprudencia nos permite concluir que existe una
causa de acción en daños y perjuicios contra aquel que sin consentimiento alguno, utilice o
reproduzca la imagen de una persona en momentos de su vida privada o fuera de ellos. De igual
manera se protege el nombre y la voz de las personas, abriendo el camino a una causa de acción
civil extracontractual en daños y perjuicios cuando se utilizan los mismos, sin el debido
consentimiento, para fines publicitarios o comerciales. Sobre el derecho a la privacidad, el
Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha expresado:
An actionable invasion of the right of privacy is the unwarranted appropriation or
exploitation of one’s personality, the publicizing of one’s private affairs with which the
public has no legitimate concern, or the wrongful intrusion into one’s private activities
in such a manner as to outrage or cause mental suffering, shame or humiliation to a
person of ordinary sensibilities.{9}9
En uno de los artículos más destacados dentro del ámbito del derecho a la intimidad, el
reconocido profesor William Prosser definió el término “privacidad” como uno abarcador que
incluye cuatro causas de acción disponibles para la imposición de responsabilidad
extracontractual.{10}10 Las mismas son: 1) protección del individuo contra la intrusión indebida
en su vida privada; 2) la prohibición de
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divulgar al público aspectos privados e íntimos de la persona, ocasionando vergüenza y
humillación como consecuencia de su publicación; 3) la responsabilidad por distorsionar y
representar bajo una falsa luz las características individuales de la persona, sacando
públicamente de contexto sus posturas o pronunciamientos sin que medie justificación alguna. 4)
Por último, el derecho a la intimidad incluye una causa de acción contra todo aquel que se
apropia indebidamente del nombre, imagen, o parecido de una persona para propósitos lucrativos
o comerciales.{11}11
Otra situación que podría tener el efecto de surgir una causa de acción por daños y
perjuicios es la investigación privada. Si la investigación resulta ser una intrusión irrazonable o
se realiza de una manera ostensible y atrevida, el investigador será responsable por los daños
causados por tal actividad.{12}12 El tomar una foto de las afueras de una casa, o su publicación,
no constituye una violación al derecho a la intimidad de las personas, según quedó establecido en
Mojica Escobar v. Roca.{13}13 En dicho caso, la esposa de un político (quien era figura pública)
y sus hijas, demandaron a un periódico y a su editor por haber tomado fotografías de su
residencia en Orlando, Florida y luego publicarlas en un artículo de dicho periódico. El
demandado alegó que el propósito de publicar el artículo con la foto era investigar el estado
financiero del senador y plantear interrogantes acerca de las fuentes de donde surgió el dinero
para comprar dicha casa. El Tribunal Federal para el Distrito de Puerto Rico concluyó que no
procedía una causa de acción en daños y perjuicio s por una violación a la intimidad ya que la
foto fue tomada desde una vía pública, y tan sólo contenía imágenes de la casa como tal y no de
personas.{14}14 Además, la demandante nunca se percató de la presencia del fotógrafo.{15}15 El
Tribunal añade que la publicación de la fotografía era el método más adecuado para obtener su
propósito legítimo.{16}16
En el 1992, un atleta reconocido y perteneciente al Salón de la Fama de la National
Football League (NFL), John Riggins, decidió vender su casa como parte de los trámites
pertinentes a su divorcio. El agente de Bienes Raíces creó un folleto de promoción que contenía
el nombre de John Riggins para anunciarse en distintas áreas sin el consentimiento del
jugador.{17}17 El máximo foro judicial del estado de Virginia resolvió que:
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The unauthorized use of a person’s name as an integral part of advertising matter has
almost uniformly been held actionable. And, a name is used for advertising purposes when
it appears in a pubication which, taken in its entirety, was distibuted for use in, or as part
of, an advertisement or solicitation for patronage of a particular product or service.{18}18
El Tribunal Supremo de Virginia resolvió a favor de Riggins y validó la
constitucionalidad de un estatuto del Estado que reconoce el derecho a la privacidad
expresamente. El estatuto lee así:
Code § 8.01-40(A) provides that if a person’s name, portrait or picture is used for
advertising purposes or for the purpose of trade without written consent, the person
may maintain a suit in equity to prevent the use, and may sue and recover damages for
any injuries resulting from such use.{19}19
ii. Derecho a la publicidad
Una de las diferencias más importantes entre el derecho a la intimidad o privacidad y la
protección del derecho a la publicidad es el valor económico del uso del nombre o de la imagen.
La persona que solicita protección para el derecho a la publicidad tiene que probar valor
comercial de su imagen.
El derecho a la publicidad protege a los individuos de la explotación de sus nombres y
parecidos para propósitos comerciales. Es decir, protege un derecho propietario, concentrado en
el valor económico del nombre y parecido. La violación del derecho a la publicidad se convierte
en un enriquecimiento injusto, este fue el caso de Zacchini,{20}20 donde se transmitieron unas
imágenes en un noticiario por televisión de una acto completo de un artista. El artista cobraba la
entrada por una función que consistía en el lanzamiento de este por un cañón en una feria local.
El Tribunal Supremo de los Estados Unidos concluyó que:
The broadcast of a film of petitioner’s entire act poses a substantial threat to the
economic value of that performance… [T]his act is the product of petitioner’s own
talents and energy, the end result of much time, effort, and expense. Much of its
economic value lies in the “right of exclusive control over the publicity given to his
performance”; “if the public can see the act free on television, it will be less willing to
pay to see it at the fair.{21}21
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El Tribunal hace énfasis en el valor que tiene poseer el control absoluto de la
promoción de un acto o evento. Este control forma parte del derecho a la publicidad de las
personas. El apropiarse de este derecho consistiría en un enriquecimiento injusto a expensas
del sudor, tiempo y esfuerzo invertido por el artista. Sobre esto también se ha expresado el
Tribunal:
The rationale for protecting the right of publicity is the straight-forward one of
preventing unjust enrichment by the theft of good will. No social purpose is served by
having the defendant get free some aspect of the plaintiff that would have market value
and for which he would normally pay.”{22}22 “Moreover, the broadcast of petitioner’s
entire performance, unlike the unauthorized use of another’s name for purposes of trade
or the incidental use of a name or picture by the press, goes to the heart of petitioner’s
ability to earn a living as an entertainer. Thus, in this case, Ohio has recognized what
may be the strongest case for a “right of publicity” involving, not the appropriation of
an entertainer’s reputation to enhance the attractiveness of a commercial product, but
the appropiation of the very activity by which the entertainer acquired his reputation in
the first place.{23}23
La apropiación comercial del derecho a la publicidad en nuestro ordenamiento jurídico es
similar pero no idéntica al reconocido en otras jurisdicciones.{24}24 El tratadista Thomas
McCarthy expone la diferencia entre las violaciones al derecho de privacidad y derecho de
publicidad. Y así lo resume:
The appropriation type of invasion of privacy, like all privacy rights, centers on
damage to human dignity. Damages are usually measured by “mental distress”—some
bruising of the human psyche. On the other hand, the right of publicity relates to
commercial damage to the business value of human identity. Put simplistically, while
infringement of the right of publicity looks to an injury to the pocketbook, an invasion
of appropriation privacy looks to an injury to the psyche.{25}25
B. Libertad de expresión comercial
La libertad de expresión es uno de los valores de la más alta jerarquía en nuestro
ordenamiento jurídico. Es un derecho expreso y fundamental consagrado tanto en
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la Carta de Derechos del Estado Libre Asociado de Puerto Rico como en la Primera Enmienda
de la Constitución de los Estados Unidos. La sección cuatro del artículo II de la Constitución de
Puerto Rico dispone que “[n]o se aprobará ley alguna que restrinja la libertad de palabra o el
derecho del pueblo a reunirse en asamblea pacífica y a pedir al gobierno la reparación de
agravios”.{26}26 Por su parte, la Constitución federal garantiza que: “Congress shall make no
law respecting an establishment of religion, or prohibiting the free speech, exercise thereof; or
abridging the freedom of speech, or of the press; or the right of the people peaceably to
assemble, and to petition the Government for a redress of grievances.”{27}27 El informe de la
Comisión de Carta de Derechos de la Asamblea Constituyente reconoció que estos derechos
“cubren el ámbito general de la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y las
actividades propias para ejercitar a plenitud dentro de la más dilatada libertad la totalidad de
estos derechos”.{28}28 El derecho a la libertad de expresión es de tan alto rango constitucional
que ha sido catalogado como la “raíz indiscutible del sistema democrático de gobierno”.{29}29
El caso normativo que sienta las bases para el desarrollo de la doctrina de expresión
comercial se da en el estado de Virginia en la década de los setenta. Para esa década, existía una
ley que prohibía fulminantemente el difundir los precios de medicamentos en anuncios de
farmacéuticos. El interés de Virginia estaba basado en que los fármacos se crearon para el
bienestar de la salud de las personas y no para la explotación comercial por parte de los
farmacéuticos. El eje central de la controversia giraba en torno a si los anuncios debían
considerarse protegidos bajo la libertad de expresión. El Tribunal Supremo de los Estados
Unidos concluyó que la expresión comercial tiene lugar en el mercado de ideas.{30}30 Enfatiza
la importancia de la información que se le provee al consumidor. La expresión comercial tiene
su lugar en el mercado de ideas porque el consumidor tiene que estar bien informado para
seleccionar el mejor producto, que a su vez ayuda a estructurar mejor el mercado e incluso
beneficia al gobierno.{31}31
Por otro lado, declara que esa libertad de expresión comercial no es absoluta y que por lo
tanto puede ser reglamentada. El Tribunal Supremo Federal expresó:
In concluding that commercial speech, like other varieties, is protected, we of course
do not hold that it can never be regulated in any way. Some forms of commercial
speech regulation are surely permissible. We mention a
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few only to make clear that they are not before us and therefore are not foreclosed by
this case.{32}32
El máximo foro federal hace la salvedad que las restricciones serán apropiadas siempre y
cuando no obstruyan el intercambio de información de manera absoluta:
There is no claim, for example, that the prohibition on prescription drug price
advertising is a mere time, place, and manner restriction. We have often approved
restrictions of that kind provided that they are justified without reference to the content
of the regulated speech, that they serve a significant governmental interest, and that in
so doing they leave open ample alternative channels for communication of
information… Whatever may be the proper bounds of time, place, and manner
restrictions on commercial speech, they are plainly exceeded by this Virginia statute,
which singles out speech of a particular content and seeks to prevent its dissemination
completely.{33}33
En otras palabras, sí, se puede reglamentar. Incluso se podría prohibir en algunas
instancias, pero si el anuncio es cierto, tiene que dársele su espacio en el mercado de ideas. Se
podría prohibir cuando sea engañoso o ilegal y constituya un fraude. De otra manera el estado no
lo puede prohibir pero sí reglamentar. Cuando llegue el momento de reglamentar, no se le dará el
mismo valor que una expresión política. Se va a desarrollar un escrutinio intermedio para
determinar si la reglamentación es o no adecuada. El máximo foro judicial federal crea la
doctrina de brindarle alguna protección a la libertad de expresión comercial porque lo ve como
un caso de derecho del consumidor. Se enfoca en la importancia de proteger este derecho en un
sistema capitalista para lograr que las decisiones del mercado libre se perfeccionen.
En Puerto Rico, se ha decidido que existen unos derechos con mayor jerarquía que otros.
Este es el caso entre la expresión política y la comercial. Es imprescindible distinguir la
expresión política de la expresión comercial en nuestro ordenamiento constitucional. El Tribunal
Supremo de Puerto Rico ha concluido que el valor superior otorgado a la libertad de expresión
“no supone una irrestricción absoluta, de forma que no pueda subordinarse a otros intereses
cuando la necesidad y conveniencia pública lo requieran”.{34}34 La expresión política recibe el
más alto grado de protección constitucional en nuestra sociedad pluralista. El libre intercambio
de ideas, opiniones e información sobre los procesos gubernamentales y políticos
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permite que la toma de decisiones se realice de manera democrática.{35}35 Es por esto que la
expresión política se distingue se distingue de las demás dentro del ámbito de la protección
constitucional a la libertad de expresión.
En múltiples ocasiones el Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha enfatizado la
preeminencia de la expresión política dentro de la jerarquía constitucional de protección a la
libertad de expresión: “…la Primera Enmienda fue “diseñada con el propósito de asegurar el
libre intercambio de ideas para promover los cambios políticos y sociales deseados por el
pueblo”{36}36 Aunque no cabe duda que la expresión para fines lucrativos y comerciales se
encuentra bajo el ámbito de protección de las constituciones de Puerto Rico y de Estados Unidos,
esta puede ser regulada sustancialmente por el Estado con mayor facilidad.{37}37 El propósito
fundamental de este tipo de expresión es promover una transacción comercial, no necesariamente
el libre intercambio de ideas. Por tanto, la expresión comercial está sujeta a una protección
constitucional menos rigurosa que otras formas de expresión, como lo es la expresión
política.{38}38 Nótese que el Tribunal Supremo de Puerto Rico, al citar a modo ilustrativo, acoge
las doctrinas del máximo foro federal y las aplica a nuestro ordenamiento jurídico.
C. Defensas oponibles al derecho a la propia imagen
i. Interés público y esfera de historia contemporánea
El interés público es una defensa oponible ante acciones de violación de derechos a la
propia imagen. Se considera admisible, sin perjuicio de otras causas de justificación, la
publicación o la toma de fotografías en la esfera llamada de historia contemporánea siempre y
cuando no se trate de la vida privada de la persona fotografiada. En estos casos, la doctrina
civilista reconoce que el derecho a la propia imagen debe ceder ante el interés público de acceso
a la información.{39}39 Del mismo modo, se permite la toma de fotografías de una persona
cuando esta aparezca en dicha foto como figura accesoria de una reunión, manifestación u otro
acto o suceso público, o de una localidad pública en donde se tome la fotografía.{40}40 Este es el
caso de Bonilla Medina v. P.N.P.,{41}41 donde se tomó y publicó una fotografía mientras
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pasaba una caminata de un partido político por una vía pública con motivo de promocionar su
candidato a gobernador para las elecciones generales, y donde aparecía una persona
estrechándole la mano a dicho candidato en el balcón de su residencia. El Tribunal Supremo de
Puerto Rico en este caso concluyó que la imagen fue captada en un acontecimiento de interés
público y en un lugar público, a la vista de todas las personas que se encontraban allí. Por tal
razón, la efigie del demandante, representa una figura accesoria para los efectos de la
fotografía.{42}42 A pesar de que el demandante no había prestado su consentimiento para la
publicación de la foto, esto era de poca importancia ya que está permitida la publicación al
tratarse de una figura accesoria. Además, los hechos no trataban de una persona que gozaba de
amplio reconocimiento en Puerto Rico. Dicha conclusión sustentó el carácter de accesoriedad de
la fotografía, por lo que se denegó un remedio en daños a favor del señor Bonilla.{43}43 Nuestro
máximo foro concluyó que la causa de acción no procedía conforme a derecho en esta situación.
Del mismo modo, no será necesario el consentimiento del sujeto objeto de la fotografía
cuando esta se reproduzca o publique por razón de interés público o de la misma persona.{44}44
En su artículo de Revista Jurídica, el autor, Roberto Colón Cortés, ofrece como ejemplo dos
situaciones donde la divulgación de una imagen, sin el debido consentimiento, queda exenta de
culpa debido a que responde a un interés público y social. El primer ejemplo es la divulgación de
las fotografías de delincuentes, puesto que la captura de estos criminales es de alto interés
público y benefician a la sociedad. La segunda situación es la distribución de una fotografía de
una persona desaparecida, pues ese mecanismo ayudaría a conocer su paradero.{45}45
Esta doctrina tuvo su nacimiento en el caso de Colón v. Romero Barceló,{46}46 el mismo
trata del uso de una fotografía del cadáver de un individuo en un anuncio de televisión con el
propósito de promocionar una enmienda constitucional al derecho de fianza de acusados
criminales. La foto fue utilizada sin el consentimiento de los familiares, incluso después de éstos
haber rechazado su diseminación en los medios de comunicación. El Tribunal cita al autor
español Santos Briz con el fin de demostrar que la reproducción de la imagen de una persona, sin
el debido consentimiento, constituye una infracción al artículo 1802 del Código Civil de Puerto
Rico. Y nos expone:
En virtud de este derecho toda persona puede oponerse a que se reproduzca su efigie o
se obtengan pruebas fotográficas de la misma, por personas a quienes
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no haya concedido autorización expresa o tácita. Se extiende la prohibición a
reproducir la imagen de otro en el teatro, el cine o la televisión; y comprende no sólo la
publicación de la imagen sino también la confección, dibujo o pintura de la misma sin
autorización cuando se oponga a legítimos intereses del afectado, en especial si según
el objeto de la fotografía o el modo y forma de su obtención resulta escandalosa o tuvo
lugar contra la voluntad conocida del perjudicado.{47}47
Nuestro Tribunal Supremo además determinó que no se justificaba el acto de publicar
una foto grotesca de un cadáver con el propósito de estimular a la gente a que salieran a votar
afirmativamente por una enmienda constitucional que restringía el derecho a la fianza de los
acusados criminales. Además concluyó que la causa de exclusión de antijuricidad referente al
interés público “prevalece cuando la intromisión a la intimidad es necesaria y inevitable y
constituye el medio más adecuado para obtener un fin lícito”.{48}48 En otras palabras, para
utilizar como defensa el interés público de algún acto en este tipo de casos se debe asegurar que
este: 1) sea el método más apropiado para lograr un objeto lícito, 2) que sea necesario e 3)
inevitable.{49}49
Es menester señalar que existe una gran diferencia entre los casos que tratan sobre el
derecho a la propia imagen y difamación. Algunos de los rasgos que distinguen la acción en
daños derivada de la violación al derecho a la propia imagen del libelo son: 1) que no se trata de
una publicación en ejercicio de la libertad de prensa, pues es una persona o entidad particular
quien promueve la publicación; 2) la acción en daños por violación al derecho a la propia imagen
no requiere que la reproducción tenga impacto ofensivo alguno, y; 3) la verdad no es
defensa.{50}50 Es decir, a diferencia de la difamación, la causa de acción por violar el derecho a
la propia imagen no está condicionada a la naturaleza falsa de la expresión imputada.{51}51
ii. Libertad de expresión artística y sátira política
La libertad de expresión artística y sátira política constituye una de las defensas oponibles
a una presunta violación al derecho a la propia imagen. Es menester señalar que las causas de
justificación, en específico la sátira, la parodia y la hipérbole retórica, sólo han sido reconocidas
por el Tribunal Supremo de Puerto Rico en casos de difamación, y no en casos de violación al
derecho a la propia imagen ni en casos de expresión comercial.{52}52 El máximo foro judicial
puertorriqueño define la figura
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de hipérbole retórica como una expresión alegadamente difamatoria que no es accionable si se
utiliza en un sentido figurativo, flexible y no necesariamente por su significado literal.{53}53 En
otras palabras, la hipérbole retórica se utiliza como defensa ante imputaciones de falsedad de una
expresión alegadamente libelosa.
En el contexto del libelo, “[e]l humor, sea en forma de sátira, parodia, chistes, etc., rinde
una función dual al entretener y servir de crítica social simultáneamente. Como tal, amerita una
protección especial en nuestra sociedad”.{54}54 Como ya señalamos, la expresión comercial está
sujeta a una protección constitucional menos rigurosa que otras formas de expresión, como lo
eran las expresiones políticas que se encontraban en controversia con el derecho a la propia
imagen en los casos de Bonilla{55}55 y Colón.{56}56
Por otra parte, en el contexto de propiedad intelectual, el Tribunal Supremo Federal ha
esbozado que una parodia es aquella expresión que utiliza algunos elementos de la composición
original para crear una obra nueva que, por lo menos en parte, comente o se burle directamente
de la obra original.{57}57 El mero acto de insertar unas palabras burlescas sobre la fotografía de
una persona, no es suficiente para crear una obra nueva bajo la doctrina de parodia de propiedad
intelectual.{58}58 Del mismo modo, el máximo foro judicial federal ha expresado que la sátira
utiliza la obra original sin alteración o transformación significativa para criticar otro elemento
social, no relacionado necesariamente con la obra original misma, por lo que se requiere mayor
justificación para el mero acto de apropiación. Por tanto, la sátira tiene una protección
constitucional de menor jerarquía que la parodia, especialmente cuando se utiliza para propósitos
lucrativos y comerciales.{59}59
Un caso relacionado a este tema es el de Cardtoons L.C. v. Major League Baseball
Assoc.,{60}60 el mismo trata sobre la venta de unas tarjetas de peloteros de Grandes Ligas que
contenían sus imágenes en forma de caricaturas. Las imágenes mostraban a los jugadores en
situaciones variadas, ridiculizándolos muchas veces. En otras palabras, se utilizaban las tarjetas
de peloteros para vender la parodia. La parodia parece estar protegida cuando el propósito final
es vender la parodia misma. El tribunal expresó: “While the Supreme Court’s analysis does not
directly address the distinction between the two aforementioned types of commercial use, it does
recognize that a parody sold for profit has a stronger claim to First Amendment protection than a
parody used to advertise another unrelated product.”{61}61 En este
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caso se utiliza el derecho a la libre expresión para caricaturizar y exagerar los gestos de una
persona. El maximo foro judicial expresó: “Cardtoons added a significant creative component of
its own to the celebrity identity and created and entirely new product.”{62}62 El tribunal concluyó
que esto de por sí no violaba el derecho a la propia imagen de los peloteros.{63}63
Otro caso relacionado con el tema es el de ETW Corp. v. Jireh Publishing & Rick
Rush,{ } el mismo trata de una pintura creada por Rick Rush donde exponía la imagen del
golfista Tiger Woods al momento de ganar el torneo Master’s, en el año 1997. La empresa ETW
Corp. demandó al pintor alegando que eran ellos quienes tenían los derechos exclusivos de la
imagen del golfista y que la pintura vendida por Rush violaba esa protección. En este caso el
Tribunal Federal concluye que la pintura contenía elementos de creación y transformación de la
imagen y que por lo tanto estaba protegida por la Primera Enmienda de la Constitución de los
Estados Unidos; A estos efectos el Tribunal añade: “The evidence in the record revealsthat
Rush’s work consists of much more than mere literal likeness of woods. It is a panorama of
Woods’s victory at the 1997 Masters Tournament, with all the trappings of that tournament in
full view…These elements in themselves are sufficient to bring Rush’s work within the
protection of the First Ammendment”{65}65. El Tribunal además expone: “Applying this rule, we
conclude that Rush’s work has substantial informational and creative content which outweighs
any adverse effect on ETW’s market and that Rush’s work does not violate Woods’s right of
publicity”{66}66; es decir, afirma que los elementos de creatividad de la pintura tienen mayor
peso que el derecho de ETW Corp. a la imagen del golfista.
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En todos estos casos vemos como la clave se basa en los elementos de creatividad a la
hora de reproducir la imagen de una persona. Ésta es la razón por la cual el Tribunal Supremo de
Puerto Rico concluyó que la foto utilizada por Quizno’s Sub en el caso de Vigoreaux{67}67 no
contenía suficientes elementos de creatividad ya que tomaron una foto que había sido publicada
anteriormente en un rotativo del país, y así mismo la utilizaron. El Tribunal Supremo de Puerto
Rico nos expone:
[e]s evidente que la fotografía publicada del señor Vigoraux Lorenzana es una exposición
literal de su imagen que no tiene valor transformativo alguno que la convierta en una
parodia constitucionalmente protegida para propósitos de la doctrina y la jurisprudencia
mencionada. Como máximo se podría considerar que ésta es una sátira con una protección
constitucional
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muy limitada, dado el propósito comercial y mercantilista de la publicación del
anuncio.{68}68
III. Derecho a la propia imagen: aspecto patrimonial
A. Concepto de la imagen
El derecho a la imagen se deriva de la frase Ius Imaginum proveniente del derecho
romano. El mismo formaba parte del derecho público, el cual era exclusivo para los patricios ya
que consistía en exponer los retratos de algún antepasado que se haya desempeñado como
magistrado en el atrio de los palacios. Posteriormente éste se transmitió a la plebe, debido a que
ya podían ocupar los cargos que sólo eran de exclusividad de los patricios.{69}69
El concepto de la imagen también tiene sus raíces en el vernáculo del latín. La palabra
Imago o máscara, era utilizada para la reproducción del rostro de los difuntos utilizando una
careta de cera.{70}70 De aquí también se deslindan dos conceptos que tuvieron los romanos
acerca de este tema, los cuales el autor Espinoza Espinoza hace mención: 1) Derecho a la propia
imagen en vida de la persona y; 2) Derecho a la imagen post morten{71}71. En este orden de
ideas, las reproducciones de las imágenes, que en ese entonces sólo se plasmaban a través de la
pintura, escultura y de la mascarilla funeraria, suponían el asentimiento del representado o de sus
causahabientes.{72}72
Existen dos tipos de visiones sobre la existencia del derecho a la propia imagen. La
primera es la tesis positiva la cual nos señala que “en virtud de la cual se sostiene que toda
persona tiene un derecho absoluto y exclusivo sobre su propia imagen que lleva como correlato
la prohibición incondicional de difundirla sin el asentimiento del titular”.{73}73 Por otro lado,
existe también una visión opuesta o tesis negativa la cual “por medio de ésta se niega
categóricamente la existencia de un verdadero derecho a la propia imagen porque éste es
contrario al principio de sociabilidad, por medio del cual se juzga y conoce la conducta de los
demás”.{74}74
B. El derecho patrimonial
El patrimonio de la persona es el conjunto de relaciones jurídicas, sean activas (derechos)
o pasivas (obligaciones) que, en el momento de que se trate, forman su
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esfera patrimonial.{75}75 El activo patrimonial sirve, por un lado, a la satisfacción de los fines y
necesidades de la persona, y por otro, de garantía para sus acreedores, en cuanto del
cumplimiento de las obligaciones responde el deudor con todos sus bienes, presentes y
futuros.{76}76 Podríamos decir que el patrimonio es un conjunto o suma de derechos. No tiene
personalidad aparte de sus elementos. Cuando una persona muere, todo su patrimonio se
transmite. Sin embargo, una persona no puede transmitir todo su patrimonio mientras esté viva
puesto que tiene que quedarse con bienes suficientes para poder vivir.
El tratadista Federico Villalba Díaz ha expresado que tradicionalmente se ha considerado
el derecho a la propia imagen como un derecho personalísimo o existencial autónomo, como
emanación de la personalidad.{77}77 Del mismo modo, añade que junto al derecho personalísimo
o existencial que nos ocupa coexiste un derecho patrimonial, autónomo, sobre la propia
imagen.{78}78 Por lo tanto, existe una doble proyección, o dos visiones, sobre lo que constituye el
derecho a la propia imagen. “Coincidimos por ello con el autor antes citado, en que junto al
derecho personalísimo o existencial que nos ocupa coexiste un derecho patrimonial, autónomo,
sobre la propia imagen. Éste último con características particulares, dado que admite el retracto o
arrepentimiento por parte de la persona retratada, sin justificar los motivos de la decisión”.{79}79
En resumen, el concepto del derecho a la propia imagen tiene dos proyecciones jurídicamente
posibles, y opuestas en cuanto a sus rasgos constitutivos: 1) una dimensión personalísima y no
patrimonial, como atributo de la persona y; 2) una dimensión personal y patrimonial.{80}80 Por
otro lado, según el tratadista De Carreras Serra:
[E]l derecho a la propia imagen en su vertiente de derecho personalísimo, adquiere
dimensión constitucional propia, derivando de la dignidad humana y dirigido a proteger
la dimensión moral de las personas, por medio de la atribución a su titular un derecho
de contralor respecto de la información gráfica generada por sus rasgos físicos
personales que puede tener difusión pública. Que consiste en esencia en impedir la
obtención, reproducción o publicación de la propia imagen por parte de un tercero no
autorizado, sea cual sea la finalidad informativa, comercial, científica, cultural, etc.
perseguida por quien la capta o difunde. Guarda por su misma estructura y fines, una
muy estrecha relación con el derecho al honor y, sobre todo, con el derecho a la
intimidad.{81}81
Página: 152
IV. Análisis estatutario de derecho comparado
A. Constitución Española de 1978
Como punto de partida en este análisis, es preciso atender el artículo 18.1 de la
Constitución Española de 1978, mediante el cual se garantiza el derecho al honor, la intimidad
personal y familiar y a la propia imagen.{82}82 Por otro lado, el artículo 20 de la Constitución
Española de 1978 expone las limitaciones al derecho de información.{83}83 Si bien es cierto que
el artículo 18.1 de la Constitución Española de 1978 garantiza el derecho al honor, a la intimidad
personal y familiar y a la propia imagen; es la Ley Orgánica de 5 de mayo de 1982 la que ha
desarrollado la protección civil de estos derechos.
B. Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de protección civil del derecho al honor, a la
intimidad personal y familiar y a la propia imagen
El artículo 1.3 de la Ley de 5 de mayo de 1982 nos dice que “el derecho al honor, a la
intimidad personal y familiar y a la propia imagen es irrenunciable, inalienable e
imprescriptible”, añadiendo que “la renuncia a la protección prevista en esta Ley será nula, sin
perjuicio de los supuestos de autorización o consentimiento a que se refiere el artículo 2 de esta
ley”{84}84. Es decir, le da la facultad al titular de este derecho de consentir o permitir
intromisiones a su intimidad.
La Ley además regula con detenimiento quien puede autorizar o dar consentimiento a una
intromisión. El consentimiento ha de prestarlo el titular del derecho, ha de ser expreso y tiene
carácter de revocable en cualquier momento.{85}85 El carácter expreso es de estricto
cumplimiento y deja fuera toda posibilidad de admitir un consentimiento tácito. No es necesario
que el consentimiento expreso conste por escrito, pues la Ley no exige la documentación del
consentimiento. Además, la Ley permite la revocación del consentimiento prestado para una
intromisión a la intimidad. En protección a los posibles perjuicios causados al beneficiario del
consentimiento, se les incluyó en el artículo 2.3 que “habrán de indemnizarse en su caso los
daños y perjuicios causados, incluyendo las expectativas justificadas”.{86}86
Página: 153
El artículo 8 de la referida ley nos especifica una serie de intromisiones que no se
consideran ilegítimas. Más bien lo que hace es establecer una norma general que no debe
presumirse como numerus clausus. No serán ilegítimas: 1) las actuaciones autorizadas, o
acordadas por la Autoridad competente, de acuerdo con la ley; 2) cuando predomine un interés
histórico, científico o cultural relevante.{87}87
Por otro lado, el artículo 5 de la referida ley atiende el derecho a reclamar la protección y
los derechos de personas fallecidas. La Exposición de Motivos de la Ley explica que, “aunque la
muerte del sujeto de derecho extingue los derechos de la personalidad, la memoria de aquel
constituye prolongación de esta última que debe ser también tutelada por el Derecho”.{88}88 La
Ley permite, por vía de testamento, la designación de personas encargadas para hacer valer este
derecho. “No existiendo designación especial o habiendo fallecido la persona designada, la
legitimación corresponde al cónyuge, descendientes y hermanos de la persona afectada que
viviesen al tiempo de su fallecimiento. Si existiesen varios, la acción corresponde a cualquiera de
ellos.”{89}89
Los artículos 9.1 y 9.2 de la referida Ley disponen que “La tutela judicial de los derechos
examinados comprende la adopción de todas las medidas necesarias para poner fin a la
intromisión ilegítima y restablecer al perjudicado en el pleno disfrute de sus derechos, así como
para prevenir o impedir intromisiones ulteriores.”{90}90 “Entre las medidas mencionadas se
pueden incluir las de carácter cautelar, encaminadas al cese inmediato de la intromisión legítima,
así como al reconocimiento del derecho a replicar, la difusión de la sentencia y la condena a la
indemnización de daños y perjuicios.”{91}91
La Ley presume el perjuicio y ordena que la indemnización se extienda siempre al daño
moral, dándose los siguientes parámetros para su valoración: circunstancias del caso, gravedad
de la lesión efectivamente producida, difusión o audiencia del medio a través del que se haya
producido, y beneficio que haya obtenido el causante de la lesión como consecuencia de la
misma.{92}92 Finalmente, el artículo 9.5 establece que las acciones de protección tendrán un
plazo de caducidad de cuatro años a partir desde que el legitimado pudo ejercitarla.{93}93
C. El derecho de rectificación
En el 1984, debido a la alta incidencia de casos donde las personas que prestaban su
consentimiento deseaban rectificarse, se creó la Ley Orgánica de 26 de
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marzo de 1984. La misma establece unos mecanismos para tramitar con rapidez situaciones
donde se da una rectificación en el consentimiento prestado. Según el artículo 1 de la Ley, “toda
persona, natural o jurídica, tiene derecho a rectificar la información difundida, por cualquier
medio de comunicación social, de hechos que la aludan, que considere inexactos y cuya
divulgación pueda causarle perjuicios.” La rectificación sólo se permitirá exclusivamente “de los
hechos de información”{94}94 pues el Senado modificó el lenguaje que había sido aprobado originalmente por el Congreso de los Diputados, que establecía que la rectificación incluía “los
hechos y contenido de la información.” Entendió la Alta Cámara que era preciso limitar el
derecho de rectificación en este punto en aras de la libertad de expresión.{95}95
D. Código Civil de Italia
El artículo 10 del Código Civil de Italia establece lo siguiente:
En cualquier momento la imagen de una persona o de sus padres, de su cónyuge o los
hijos, estén expuestas o publicados fuera de los casos donde la exposición o
publicación consentida por ley, obre con perjuicio al decoro o a la reputación de la
misma persona o de dichos familiares, la autoridad judicial, a solicitud del interesado,
podrá disponerse que cese el abuso, independientemente del resarcimiento de los
daños.{96}96
E. Ley de Propiedad Intelectual de Argentina
El artículo 31 de la Ley de Propiedad Intelectual de Argentina establece lo siguiente:
El retrato fotográfico de una persona no puede ser puesto en el comercio sin el
consentimiento expreso de la persona misma, y muerta ésta, de su cónyuge e hijos o
descendientes directos de éstos, o en su defecto del padre o la madre. Faltando el
cónyuge, los hijos, el padre o la madre, o los descendientes directos de los hijos, la
publicación es libre. La persona que haya dado su consentimiento puede revocarlo
resarciendo daños y perjuicios. Es libre la publicación del retrato cuando se relacione
con fines científicos, didácticos y en general culturales, o con hechos o acontecimientos
de interés público o que se hubieren desarrollado en público.{97}97
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V. Análisis jurisprudencial de derecho comparado
La jurisprudencia del Tribunal Constitucional español establece las pautas para concluir
si el derecho a la información es de mayor envergadura que el derecho a la intimidad y el honor.
Sobre este tema concluyó que la libertad de información es uno de los pilares de toda sociedad
democrática, y que las restricciones a la libertad de información deben de ser permitidas de
manera excepcional. “[e]n la confrontación de la libertad de información con el derecho a la
intimidad y al honor aquella goza, en general, de una posición preferente”.{98}98 Sin embargo,
para que pueda otorgarse preferencia a la libertad de información, se requiere la veracidad de los
hechos y afirmaciones contenidas en ella o, por lo menos, el empleo de la diligencia exigible
para contrastar su veracidad.{99}99
Por otro lado, el Tribunal Constitucional español también ha afirmado que:
La preferente libertad de información ampara la publicación de los hechos noticiables
cuando tales hechos sean de interés público, o de interés público el conocimiento de
determinadas facetas de personas de notoriedad pública, y que el ejercicio de la libertad
de información carece del efecto legitimador en las intromisiones al honor y a la
intimidad cuando se ejercitan de manera desmesurada y exorbitante, fuera de su
contenido y finalidad.{100}100
El Tribunal Constitucional español además reconoce que existen unos derechos
fundamentales que son de mayor jerarquía que otros cuando se enfrentan entre sí.
La libertad de expresión, en cambio, es un derecho fundamental más debilitado en su
enfrentamiento con los del artículo 18 (derecho al honor, intimidad y a la propia imagen). No
ampara expresiones injuriosas o despectivas ni las que carezcan de relación alguna con el
pensamiento que se formula o con la información que al propio tiempo se comunica.{101}101
Luego del nacimiento de la Constitución Española de 1978, un tema que no ha carecido
de controversia es si el derecho al honor que protege el artículo 18 de dicha Constitución puede
tener como titular a una persona jurídica.{102}102 La jurisprudencia, hasta ahora, considera que el
honor sólo se puede invocar cuando hablamos de la persona física. “La persona jurídica tendrá
dignidad, prestigio, crédito, que podrá defender en base al artículo 1.902 del Código civil, por las
normas de la responsabilidad extracontractual, pero no es el sujeto contemplado en la Ley
1/1982”.{103}103
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VI. Analogía: Ley de Propiedad Intelectual de Puerto Rico
Tomando en cuenta el historial legislativo y judicial sobre el concepto de la propiedad
intelectual, podemos concluir que la Ley de Propiedad de Puerto Rico fue creada más bien para
llenar un vacío creado por las lagunas comprendidas en el caso de Osorio Ruíz v.
Secretario.{104}104 La creación de una doctrina nueva, clara y precisa no puede lograrse tan sólo
por vía judicial. Es por eso que se crea legislación para atemperar aquellas decisiones que no
cubren todas las áreas de ciertas doctrinas. El caso de Osorio discute varias teorías en cuanto a
que constituye la propiedad intelectual, parecido a Vigoreaux en cuanto a que constituye el
derecho a la propia imagen. El Tribunal en el caso de Osorio, favorece una teoría que reconoce la
índole polifacética de la propiedad intelectual e intenta armonizar los intereses en potencial
conflicto. En resumen, el Tribunal Supremo de Puerto Rico recomienda que cada caso deberá
examinarse a la luz de sus propios hechos. Es por esto que en el 1988, con el propósito de
eliminar confusión en los jueces y la comunidad jurídica, se creó la Ley de Propiedad Intelectual
de Puerto Rico.
VII. Conclusión y recomendaciones
Considerando el impacto y penetración de los medios de comunicación en Puerto Rico, es
necesario preguntarnos si para la adecuada protección de los ciudadanos, es menester legislar
para establecer expresamente una garantía al derecho a la propia imagen, o si existe suficiente
protección bajo la premisa de que éste es un corolario del derecho a la intimidad. La respuesta es
en la afirmativa. Una de las grandes deficiencias que contiene nuestro ordenamiento jurídico en
la actualidad, es la carencia de consistencia al momento de identificar la doctrina aplicable en
controversias bajo el ámbito del derecho a la propia imagen. Hemos sido testigos de momentos
en donde se han proliferado imágenes de cadáveres, ciudadanos comunes y figuras públicas sin
el debido consentimiento de los mismos o sus familiares. Nuestro propio Tribunal Supremo ha
reconocido que “la tendencia actual predominante, tanto en el derecho civil como en el derecho
común anglosajón, es el reconocimiento de la protección de la imagen como un derecho
independiente.”{105}105
Toda persona tiene un derecho absoluto y exclusivo sobre su propia imagen. Como
mencionamos anteriormente, el derecho a la propia imagen ha sido reconocido como un derecho
personalísimo o existencial autónomo, como emanación de la personalidad.{106}106 Sin embargo,
existe otra vertiente que ilustra cómo junto al
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derecho personalísimo o existencial que nos ocupa, coexiste un derecho patrimonial, autónomo,
sobre la propia imagen. La protección al derecho a la propia imagen no puede limitarse a tan sólo
invocar un derecho subjetivo para invocar una causa de acción en daños por violación al derecho
a la intimidad. Es por esto que crear legislación sobre el particular no es tarea fácil.
La solución más práctica sería añadir un artículo a la Ley de Propiedad Intelectual que
atienda el derecho a la propia imagen. Sin embargo, el hecho de que sea práctica no la convierte
en ideal. Esto es así ya que el derecho a la propia imagen es uno marginal al derecho de
propiedad intelectual. Si analizamos el derecho a la propia imagen estrictamente como vertiente
del derecho a la intimidad, el mismo podría ser protegido por una enmienda a la Ley de
Propiedad Intelectual. Estamos hablando de un derecho personal, donde se protegería a los
individuos de vergüenza y humillación producida cuando utilizan su nombre o imagen. Aquí
tiene cierta afinidad con el derecho moral, donde se busca resaltar la personalidad de la persona.
¿Y qué ocurre con su derecho patrimonial, en específico, el valor económico del nombre? Esta
interrogante no puede ser resuelta por una simple enmienda a una Ley.
Es por esto que se necesita una legislación especial, ya que el derecho a la propia imagen
tiene unas características muy peculiares. Recordemos que una violación a la privacidad produce
un daño emocional a la psiquis humana, mientras que una violación al derecho a la publicidad
produce un daño económico al bolsillo. Si es un derecho patrimonial o de publicidad lo que
estamos tratando de proteger, debemos enfocarnos en el valor económico del nombre para
propósitos comerciales. En el mundo contemporáneo, la explotación de las imágenes de artistas y
celebridades es indudablemente un gran negocio, que se utiliza constantemente en los mercados
lucrativos de la publicidad.{107}107 Por lo tanto, es imprescindible el definir la plusvalía del
nombre o imagen para poder proteger adecuadamente a las personas.
Cualquier proyecto de ley que se presente ante la Legislatura de Puerto Rico, donde se
contemple una posible reglamentación al derecho a la propia imagen, deberá contener los
siguientes parámetros:
1. ¿Individuo goza de amplio reconocimiento? ¿Es una persona conocida? Estas preguntas
son esenciales para determinar el daño económico que podría surgir como consecuencia de
unos ingresos que pudieron haberse obtenido por medio de consentimiento en el mercado
publicitario. Además el daño económico podría emanar de un enriquecimiento injusto por
parte de un tercero que se ha lucrado a costa de la identidad de otra persona sin haber
mediado su consentimiento.
2. Es necesario que se tome en consideración las causas de justificación y las defensas
oponibles al derecho a la propia imagen que reconoce nuestra jurisprudencia y doctrina
civilista:
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a. Interés Público y esfera de la historia contemporánea: La doctrina civilista reconoce que
el derecho a la propia imagen debe ceder ante un interés público apremiante de acceso a la
información. Es por esto que se permite la toma de fotografías de una persona cuando ésta
aparezca como una figura accesoria de una reunión pública o llevada a cabo en un lugar
público.{108}108 Sin embargo esta excepción sólo prevalecerá cuando la intromisión a la
intimidad es necesaria y constituye el medio más adecuado. Se tiene que incluir el área de
la investigación privada, donde la autoimagen cede ante el interés público de capturar
fugitivos y delincuentes o ayudar a encontrar una persona desaparecida.{109}109 Libertad de
Expresión Artística y Sátira Política: Hasta ahora, la sátira, parodia e hipérbole, sólo han
sido reconocidas en casos de difamación.{110}110 Puesto que la hipérbole retórica se utiliza
como defensa ante imputaciones de falsedad de una expresión alegadamente
libelosa.{111}111 Sin embargo, la expresión política y artística recibe el más alto grado de
protección constitucional en nuestra sociedad.{112}112 Es por esto que se debe añadir la
parodia y la sátira como defensas oponibles. La parodia utiliza algunos elementos
originales de una obra para crear una completamente “nueva” que comente o se burle de la
original. Lo importante es determinar el propósito o función de dicha parodia o sátira, ya
que recibirá el máximo grado de protección si fue creada para entretener y servir de crítica
social y no para intereses lucrativos y comerciales.{113}113
3. Es imprescindible que se tome en consideración el valor que tiene la libertad de
expresión comercial. Como mencionado anteriormente, el derecho a la libertad de
expresión es uno de carácter fundamental de la más alta jerarquía. No obstante, este
derecho no es absoluto y puede ser reglamentado. Al ser reglamentado, no se le dará el
mismo valor que a una expresión política. Este principio fue determinante en la decisión
del caso de Vigoreaux. El Tribunal determinó que la función principal de la publicación del
anuncio no era entretener ni servir de crítica social, sino una estrictamente comercial, pues
sólo intentaba promover la venta de un emparedado.{114}114
Página: 159
4. Con el propósito de evitar un alto número de casos que traten la controversia de personas
que se arrepientan de brindar su consentimiento al uso de su propia imagen, es necesario
crear una cláusula dentro del proyecto de ley que atienda el derecho de rectificación. Se
debe analizar la Constitución Española de 1978 así como la Ley Orgánica del 26 de marzo
de 1984, a modo ilustrativo de cómo atemperar esta doctrina a nuestra jurisdicción.
La ausencia de legislación que atienda este tipo de controversias es la causa de nuestra
inestabilidad judicial. En este nuevo mundo del siglo XXI, en plena era de la globalización y
transnacionalización de ordenamientos jurídicos, hacen falta juristas abiertos y flexibles a
adoptar una casuística innovadora y uniforme. En la uniformidad está la clave, porque lo que es
igual no es ventaja.
Notas al Calce.
* Estudiante de segundo año y miembro del Cuerpo de Redactores de la Revista Jurídica de la
Universidad Interamericana. El autor desea agradecer la aportación y colaboración del profesor
y Lic. Pedro G. Salazar Díaz.
1
{1} Const. EE.UU. enmienda V, XIV.
2
{2} Const. P.R. art. II, §§ 1, 8.
3
{3} Íd.
4
{4} Pueblo v. Falú Martínez, 116 D.P.R. 828, 838 (1986).
5
{5} E.L.A. v. P.R.T.C., 114 D.P.R. 398, 402 (1983). (citando a Katz v. United States, 389 U.S.
347 (1967)).
6
{6} Vigoreaux Lorenzana v. Quizno’s Sub, 173 D.P.R._, 2008 T.S.P.R. 38, 7 (2008) [en
adelante, Vigoreaux].
7
{7} 31 L.P.R.A. § 5141. (Dicho artículo lee como sigue: “El que por acción u omisión causa
daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado. La
imprudencia concurrente del perjudicado no exime de responsabilidad, pero conlleva la
reducción de la indemnización”.).
8
{8} Colón v. Romero Barceló, 112 D.P.R. 573, 576-77 (1982) [en adelante, Colón].
9
{9} Zacchini v. Scripps-Howard Broad. Co., 433 U.S. 562, 569 (1977) (citando a Housh v.
Peth, 165 Ohio St. 35, 36(Ohio 1956)).
10
{10} William L. Prosser, Privacy, 48 Cal. L. Rev. 383, 386-88 nn. 17-58 (1960).
11
{11} Vigoreaux, 2008 T.S.P.R. en la pág. 14 (citando a William L. Prosser, Privacy, 48 Cal. L.
Rev. 383, 386-88 nn. 17-58 (1960)).
12
{12} Dopp v. Fairfax Consultants, Ltd., 771 F. Supp. 494, 497 (D.P.R. 1990).
13
{13} Mojica Escobar v. Roca, 926 F. Supp. 30, 35 (D.P.R., 1996).
14
{14} Íd. en la pág. 34.
15
{15} Íd.
16
{16} Íd. en la pág. 35.
17
{17} Town & Co. Prop., Inc. v. Riggins, 457 S.E. 2d 356, 362 (Va. 1995).
18
{18} Íd. (citando a Beverley v. Choices Women’s Medical Ctr., Inc., 587 N.E. 2d 275, 278
(N.Y. 1991); Flores v. Mosler Safe Co. 7 N.Y. 2d 276 (N.Y.1959)).
19
{19} Va. Code Ann. § 8.01-40(A).
20
{20} Zacchini, 433 U.S. en la pág. 575.
21
{21} Íd.
22
{22} Íd. en la pág. 576 (citando a Kalven, Privacy in tort law: were Warren and Brandeis
wrong? 31 Law and Contemp. Prob. 326, 331 (1966)).
23
{23} Íd.
24
{24} Allison v. Vintage Sports Plaques, 136 F. 3d 1443, 1446 (11th Cir. 1998).
25
{25} Íd. en la pág. 1447 (citando a J. Thomas McCarthy, McCarthy on Trademarks and Unfair
Competition § 28.6 (1997)).
26
{26} Const. P.R. art. II § 4.
27
{27} Const. EE.UU. enmienda I.
28
{28} Bonilla v. P.N.P., 140 D.P.R. 294, 298 (1996) (citando el Diario de Sesiones de la
Convención Constituyente de Puerto Rico vol. IV, 2594 (1961)).
29
{29} Mari Bras v. Casañas, 96 D.P.R. 15, 20-21 (1968).
30
{30} Va. Board of Pharmacy v. Va. Consumer Council, 425 U.S. 748, 762 (1976).
31
{31} Íd. en la pág. 765.
32
{32} Íd. en la pág. 770.
33
{33} Íd. en la pág. 771.
34
{34} Vigoreaux, 2008 T.S.P.R. 38 en la pág. 17 (citando a Muñiz v. Administrador del Deporte
Hípico, 156 D.P.R. 18, 24 (2002); Bonilla v. P.N.P., 140 D.P.R. 294, 300 (1996)[en adelante
Bonilla]; Mari Bras v. Casanas, 96 D.P.R. 15, 21 (1968)).
35
{35} Íd. en la pág. 16 (citando a Bonilla v. P.N.P., 140 D.P.R. 294, 300 (1996)).
36
{36} Bonilla, 140 D.P.R. en la pág. 300 (citando a Roth v. U.S., 354 U.S. 476 (1957)).
37
{37} Vigoreaux, 2008 T.S.P.R. en la pág. 17; In re Gervitz Carbonell, 162 D.P.R. 665 (2004).
38
{38} Íd. (citando a modo ilustrativo, Bd of Trustees v. Fox, 492 U.S. 469 (1989); Posadas de
P.R. Assoc. v. Tourism Co. of P.R., 478 U.S. 328 (1986); Va. Pharm. Bd. v. Va. Consumer
Council, 425 U.S. 748 (1976), Capital Broad. Co. v. Mitchell, 405 U.S. 1000 (1972)).
39
{39} Bonilla, 140 D.P.R. en la pág. 301.
40
{40} Íd. (citando a Jaime Santos Briz, Derecho de Daños: prólogo del sr. Francisco Bonet
Ramón 178 (Ed. Revista de Derecho Privado 1963)).
41
{41} Bonilla, 140 D.P.R. en la pág. 294.
42
{42} Íd. en la pág. 302.
43
{43} Íd.
44
{44} Luis Diez-Picazo & Antonio Gullón, Sistema de Derecho Civil 377 (4ta ed., Tecnos
1985).
45
{45} Roberto Colón Cortés, Autor estudiante, Reconstruyendo la casa de cristal: la
responsabilidad civil extracontractual derivada de los daños ocasionados al derecho a la
intimidad, 72 Rev. Jurídica U.P.R. 695, 709 (2003).
46
{46} Colón, 112 D.P.R. en la pág. 57.
47
{47} Íd. (citando a Santos Briz, supra n.40, en la pág. 179).
48
{48} Íd. en la pág. 581.
49
{49} Colón Cortés, supra n. 45, en la pág. 709.
50
{50} Pérez Rosado v. El Vocero, 149 D.P.R. 427, 443 (1999).
51
{51} Vigoreaux, 2008 T.S.P.R. 38 en la pág. 24.
52
{52} Íd. (citando a Garib Bazain v. Clavell, 135 D.P.R. 475 (1994)) [en adelante, Clavell].
53
{53} Clavell, 135 D.P.R. en la pág. 486.
54
{54} Íd. en la pág. 488.
55
{55} Bonilla, 140 D.P.R en la pág. 294.
56
{56} Colón, 112 D.P.R. en la pág. 573.
57
{57} Campbell v. Acuff-Rose Music Inc., 510 U.S. 569, 580 (1994).
58
{58} Vigoreaux, 2008 T.S.P.R. 38 en la pág. 27.
59
{59} Íd. (citando a Campbell v. Acuff-Rose Music Inc., 510 U.S. 569, 581 (1994)).
60
{60} Cardtoons L.C. v. Major League Baseball Assoc, 95 F.3d 959 (10th Cir. 1996).
61
{61} Íd. en la pág. 1273.
62
{62} Íd. en la pág. 976.
63
{63} Íd. en la pág. 1275.
64
{64} ETW Corp. v. Jireh Publg. & Rick Rush, 332 F. 3d 915 (6th Cir. 2003).
65
{65} Íd. en la pág. 936.
66
{66} Íd. en la pág. 937.
67
{67} Vigoraux, en la pág. 27.
68
{68} Íd. en la pág. 28.
69
{69}
Luis
Pérez
Ayala,
Derecho
a
la
imagen,
http://www.pandectasperu.org/revista/no200408/lperez.html (accedido el 26 de mayo de 2010).
70
{70} Íd.
71
{71} Juan Espinoza Espinoza, Derecho de las personas 246 (3rd ed., Huallaga 2001).
72
{72} Íd.
73
{73} Íd. en la pág. 248.
74
{74} Pérez Ayala, supra n. 69.
75
{75} Manuel Albaladejo, Derecho Civil tomo I, §5, 506 (Bosch 2002).
76
{76} Íd. en la pág. 508.
77
{77} Luis Carranza Torres, ¿Qué es el derecho a la imagen personal?,
http://www.habeasdata.org/Carranza_Torres_Derecho_a_la_Imagen (accedido el 26 de mayo de
2010) (citando a Federico Villalba Díaz, Algunos aspectos acerca del derecho patrimonial y
extrapatrimonial sobre la propia imagen).
78
{78} Íd.
79
{79} Íd.
80
{80} Íd.
81
{81} Lluís De Carreras Serra, Derecho español de la información, cap. 11, 153-166 (UOC
2003).
82
{82} Const. ES. Art. 18.1 (1978). (Dicho artículo dispone: “Se garantiza el derecho al honor, a
la intimidad personal y familiar y a la propia imagen”).
83
{83} Íd. en la sec. 20.4. (Este artículo reza así: “Estas libertades tienen su límite en el respeto a
los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las Leyes que lo desarrollan y,
especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la
juventud y de la infancia”).
84
{84} Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de protección civil del derecho al honor, a la
intimidad personal y familiar y a la propia imagen [en adelante Ley Orgánica 1/1982].
85
{85} Íd. en los art. 2.1, 2.2.
86
{86} Íd. en el art. 2.3.
87
{87} Íd. en el art. 8.
88
{88} Luis Díez-Picazo y Antonio Gullón, Instituciones de Derecho Civil vol. 1, 225 (2ed. ed.,
Tecnos 1998) [en adelante Díez-Picazo y Gullón].
89
{89} Ley Orgánica 1/1982, en el art. 5.
90
{90} Íd. en el art. 9.1.
91
{91} Íd. en el art. 9.2.
92
{92} Díez-Picazo y Gullón, supra n. 88, en la pág. 226 (citando Ley Orgánica 1/1982 en el Art.
9.3).
93
{93} Ley Orgánica 1/1982, en el art. 9.5.
94
{94} Art. 2.2 de la Ley Orgánica de 26 de marzo de 1984.
95
{95} Díez-Picazo y Antonio Gullón, supra n. 88, en la pág. 229.
96
{96} Código Civil de Italia, art. 10 (1942).
97
{97} Ley de Propiedad Intelectual de Argentina, art. 31 (1933).
98
{98} STC 197/1991, de 17 de octubre.
99
{99} Díez-Picazo y Gullón, supra n. 88, en la pág. 223.
100
{100} Íd. (citando a S. 85/1992, de 8 de junio).
101
{101} Íd.
102
{102} Díez-Picazo y Gullón, supra n. 88, en la pág. 227.
103
{103} Íd. en la pág. 228 (citando a STS de 9 de febrero de 1989; STC de 8 de junio de 1988).
104
{104} Osorio Ruíz v. Secretario, 106 D.P.R. 49 (1977) [en adelante, Osorio].
105
{105} Vigoreaux, 2008 T.S.P.R. en la pág. 15.
106
{106} Carranza Torres, supra n. 77 (citando a Federico Villalba Díaz, Algunos aspectos acerca
del derecho patrimonial y extrapatrimonial sobre la propia imagen).
107
{107} Vigoreaux, 2008 T.S.P.R. en la pág. 18.
108
{108} Bonilla, 140 D.P.R en la pág. 302.
109
{109} Colón Cortés, supra n. 45, en la página 709.
110
{110} Vigoreaux, 2008 T.S.P.R. en la pág. 31.
111
{111} Íd.
112
{112} Íd. en la pág. 22.
113
{113} Íd. en la pág. 37.
114
{114} Vigoreaux, 2008 T.S.P.R. 38 en la pág. 33.
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