XVIII CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA: EL RETO DE

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XVIII CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA:
EL RETO DE NUEVOS PACTOS SOCIALES EN CHINA
Francisco Javier Haro Navejas*
Para finales de 2012 ya deberíamos saber quién será el nuevo presidente de la
República Popular China y que asumirá el puesto alrededor de marzo del 2013.
La primera instancia política de donde surgirá quien encabece el poder chino
será el XVIII Congreso del Partido Comunista, a celebrarse en Beijing en
octubre.
Al igual que en todo sistema político, el funcionamiento del chino se da
en dos niveles entrelazados: el formal y el informal. En ellos los grupos
políticos se enfrentan para conquistar el recurso máximo, el poder, que les
permitirá tener a su mano otros recursos relativamente menores y situarse en
posibilidad de distribuirlos. En el primero, además de estar en preparación los
principales documentos políticos, ya se han realizado congresos partidarios
provinciales o de las regiones autónomas para elegir a los delegados ante el
Congreso Nacional; por ejemplo, en la Región Autónoma de Xizang (Tibet) y en
la de Guangxi a finales de junio de 2012 se eligieron 28 y 46 delegados,
respectivamente. La suma total de delegados será de 2270, cincuenta más que
en el congreso anterior. Tras bastidores, en el nivel informal, se da el
enfrentamiento de diferentes facciones políticas que buscan influir sobre el
proceso de designación-elección presidencial. La máxima expresión de las
pugnas ha sido todo lo relacionado con la caída de Bo Xilai, principal personaje
*
Experto en China profesor-investigador de la UCOL, ha escrito profusamente sobre política
exterior y relaciones de ese país con diferentes regiones del continente americano.
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político en Chongqing durante años y ex aspirante presidencial, y de su aliado
Ünnen Baatar, mejor conocido por su nombre han (“chino”) de Wang Lijun,
anterior jefe de la Oficina de Seguridad Pública de esa ciudad. Los llamados
escándalos de estos personajes han tenido como un personaje central a Gu
Kailai, esposa de Bo, y en ellos se encuentran involucrados ciudadanos y/o
gobiernos de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Vietnam, por lo menos.
El conjunto de éxitos logrados en china en las últimas décadas, digamos
por convencionalismo que tres, pero también los grandes tropiezos y
enfrentamientos en la sociedad china, incluidos los de Bo, tienen que ver con
los pactos políticos y sociales que se empezaron a forjar sobre todo con el
encarcelamiento de la esposa de Mao Zedong, Jiang Qing, y sus compañeros
de la llamada Banda de los Cuatro en octubre de 1976, apenas unas semanas
después de la muerte de Mao. Las reformas por sí mismas no lograron las
grandes transformaciones de la economía y de la sociedad, e igualmente del
sistema político.
En sus 91 años, los dirigentes del PC se han enfrentado a muchos retos,
los cuales no siempre han sorteado exitosamente. Los 30 años recientes
contrastan fuertemente con los otros 61 porque han sido relativamente menos
agitados y más fructíferos. Se ha logrado mantener la estabilidad en un
territorio claramente delimitado, que incluso ha crecido, y se ha podido
fortalecer la economía; además, se han convertido en un poder global, como
nunca lo habían logrado los chinos en alrededor de 200 años. Lo anterior se ha
alcanzado a través de una doble vía. La primera ha sido la de los acuerdospactos implícitos y explícitos entre diferentes grupos del aparato estatal, sobre
todo entre políticos de diferentes facciones civiles y entre éstas y los militares,
con el fin de enderezar el rumbo de la economía; entre la burocracia y la
sociedad, para desencadenar la energía social requerida para el crecimiento
económico; finalmente, entre actores internos y externos para permitir la plena
integración de la economía al mercado mundial. Los explícitos se encuentran
en el marco legal creado para ordenar el crecimiento económico, mientras que
los implícitos son de una mayor complejidad y tienen que ver con una serie de
conductas sociales que alientan ese mismo crecimiento, y entre las cuales es
posible encontrar lo mismo la corrupción que la legitimidad obtenida por el
gobierno por medios informales.
Al mismo tiempo, en pleno enfrentamiento y por diferentes razones,
algunos grupos han quedado marginados considerablemente de los acuerdospactos. Los desplazados o impedidos de los beneficios de los pactantes han
sido principalmente grupos urbanos afectados por la inflación o la falta de
trabajos, sectores rurales obligados a emigrar y élites regionales que han
buscado independizarse del Estado chino. Es necesario precisar que el
desplazamiento no necesariamente es unilateral, muchas veces algunos
grupos no saben pactar o no desean hacerlo. Cada caso requiere un análisis
específico.
Los pactos políticos y sociales que permitieron el fortalecimiento
económico de China, no solamente han transformado la economía. Lo
relevante es que, al cambiar la economía, esos grupos, estratos y clases que
han pactado desde fines de los años setenta, se han reinventado a sí mismos;
de hecho, la composición de la sociedad no se parece en nada a la de las
primeras tres décadas de la República Popular. Para mencionar algunos pocos
ejemplos, han aumentado los habitantes urbanos, en parte porque el número
de ciudades es mayor; existe un poderosos sector empresarial (industrial,
agrario, comercial, financiero y de servicios), inexistente antes de los años
setenta, posiblemente antes de los ochenta; los campesinos tienden a ser
menos, lo cual se debe al surgimiento de más empresas urbanas; por lo mismo,
existen menos industrias primarias, se incrementan las empresas de bienes y
servicios; por último, existe una creciente clase media, lo mismo en las zonas
rurales que en las urbanas.
Una de las aspiraciones de Deng Xiaoping, compartida hasta nuestro
días por políticos de muchos países, era la de tener consumidores de bienes
materiales pero no ciudadanos demandantes de mejores “bienes” políticos. La
aspiración es irrealizable, ya que la cambios en la estructura productiva, sobre
todo si ésta llega a ser tan radical, implican la transformación de la estructura
social, lo que conduce a la necesaria redistribución, de una forma u otra, de
todos los recursos de la sociedad, el poder incluido. En este nivel radican las
claves del futuro.
Las tareas del XVIII Congreso no son menores. Es posible catalogarlas
en tres categorías: primera, posibles reformas en materia organizativa;
segunda, la inminente incorporación de las aportaciones ideológicas de Hu a
los documentos programáticos partidarios; tercera, los enroques dentro de los
órganos de dirección partidaria y las incorporaciones a los mismos para
constituir el liderazgo que gobernará posiblemente hasta 2023. No obstante, la
principal tarea que los líderes ya han empezado a ver es la de la necesidad de
nuevos pactos político-sociales, necesidad impuesta por las transformaciones
económicas, pero sobre todo por las metamorfosis de la estructura social. Las
señales de que los acuerdos ya no se ajustan cabalmente al contexto actual
son muchos, se han mostrado descarnadamente en los acontecimientos de
Chongqing. La dirigencia ha tomado medidas importantes para remontar las
dificultades políticas, como la mayor tolerancia al disenso y la apertura de las
puertas
del
partido
a
grupos
etiquetados
en
el
pasado
como
contrarrevolucionarios.
Vistas con ojos de historiador, esas medidas son insuficientes.
Parafraseando, la principal contradicción radica entre el fortalecimiento de
diferentes clases sociales y las restricciones para que las mismas participen en
la redistribución del poder. China nunca había estado tan unida, pero el dilema
es cómo resolver la contradicción: ¿Una entre “nosotros y el enemigo”? O bien,
¿una “en el seno del pueblo”?
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