Alicante - Editorial Club Universitario

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VICENTE RAMOS:
ALICANTE
Biografía atípica e incompleta
LUIS BERESALUZE GALBIS
Título: Vicente Ramos: Alicante.
Autor: ©
Luis Beresaluze
I.S.B.N.: 84-8454-342-0
Depósito legal: A-334-2004
Edita: Editorial Club Universitario Telf.: 96 567 61 63
C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante)
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Printed in Spain
Imprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87
C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante)
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Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede
reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico,
incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de
información o sistema de reproducción, sin permiso previo y por escrito de
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A mi mujer
PRÓLOGO
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Luis Beresaluze ha escrito una biografía de Vicente Ramos que creo es a la vez poética y minuciosa; términos que quizá
a algunos parezcan contradictorios, pero que a mi juicio no lo
son. Es poética, porque Beresaluze se detiene morosamente en
cada detalle de esa vida haciendo, al describirlos, prosa casi
musical, melodiosa, cual suele ser la prosa poética. Minuciosa,
porque contiene gran número de detalles de la vida de Vicente
Ramos que ni siquiera yo, que me considero su amigo personal, e
incluso, cuando nos pareció adecuado, político, “de toda la vida”,
he conocido hasta ahora, al leer gozosamente también –como
fueron compuestas- estas líneas y las páginas, creo que no muchas, en que Beresaluze las condensa.
Contiene como digo, detalles incluso desconocidos de la
vida de Vicente Ramos, como cuando relata la reprimenda que
recibió del Delegado Provincial de Cultura, entonces omnímodo representante del sistema establecido, que ostentaba aquel
poder en el ámbito –tan vigilado- de las publicaciones, por la
afección de Vicente, pública y publicada, a Miguel Hernández;
cuya actitud –la suya- pudo defender eficazmente mediante la
exhibición de una carta de Miguel Hernández, en la que relataba,
desde Moscú, su decepción personal del comunismo a causa de
haber comprobado personalmente allí lo que el comunismo y sus
dirigentes estaban haciendo con el pueblo ruso. Algo que desde
entonces ha sido reiteradamente visto y comprobado por todos,
no obstante lo cual aún hay quienes ostentan y se amparan bajo
sus símbolos o su nombre, hasta el extremo de constituir partidos políticos legalizados e incluso concurrentes a las elecciones.
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Luis Beresaluze
Ahí también está el testimonio detallado y preciso de la
lucha de Vicente Ramos contra el pancatalanismo que lleva ya
tantos años pretendiendo introducirse entre nosotros los valencianos, hoy al parecer asumido por la izquierda, quizá sin otra
motivación que el propósito de hacer –en este tema como en
tantos otros- lo contrario de lo que hizo Franco.
Creo que gran parte de la obra de Vicente Ramos, que Beresaluze desmenuza tan cuidadosamente en este libro, no le fue
posible sino cuando tuvo acceso al Archivo Nacional de Salamanca, tan rigurosamente cerrado antes, incluso a los estudiosos o
creadores del relato histórico. Allí encontró Vicente cada uno de
los datos históricos precisos y rigurosos que necesitaba para algunos de sus trabajos, porque éste ha sido siempre y en cada una
de sus páginas el imperativo insoslayable de toda su creatividad.
Quizá por eso, ya pasados los relatos de la primera mitad
de su libro, Beresaluze también debió sentirse atrapado por la
expresión concreta y precisa que domina la vida de Vicente Ramos, hasta abandonar transitoriamente las hermosuras poéticas
de todo su texto por la expresión precisa de los que ha visto en la
vida de Vicente Ramos. Así relata que la obra de Vicente es toda
“el resultado de un trabajo objetivo, honrado, veraz, completo y
técnico”.
Creo que no puede describirse más ni mejor lo que ha
sido toda la obra de Vicente Ramos. Porque así creo que es en sí
mismo, objetivo, honrado, veraz, completo y técnico, el propio
Vicente Ramos.
José Manuel MARTÍNEZ AGUIRRE
Marzo 2004
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INTRODUCCIÓN
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No sé si mi condición de amigo, de muy amigo, de Vicente
Ramos Pérez desautoriza o avala este intento de poner de relieve
su alta figura, ante el horizonte de sus méritos, que se concretan,
reducen y amplían, al mismo tiempo, a Alicante, a lo alicantino, a
esta luz y esta sociedad cuya consideración morosa y enamorada
ha llenado toda su vida. Vicente Ramos es un estudioso, un investigador, un sabio, encariñado hasta la raíz más honda por las
materias objeto de su profesional dedicación. Y un trabajador ciclópeo. Ha echado sobre sus hombros la historia, la sociología, el
carácter, la cultura, los hechos y las maneras de las gentes de su
levante mediterráneo, dedicando a su estudio toda su prodigiosa e
infatigable actividad, que, a estas horas, alcanza, en rendimiento,
la categoria de excepcional prodigio literario, filosófico, humano
y humanista, poético, recogidos en un centenar de publicaciones
varias, libros, (decenas y decenas) , opúsculos, conferencias,
pregones, más infinidad de artículos de prensa, presentaciones
y prólogos de otros textos, abundante, rico, valioso y museable.
Tanto como para llenar un día, Dios quiera que lejano, todas las
dependencias que para su Casa Fundación ha dispuesto el Ayuntamiento de su pueblo, Guardamar del Segura, a donde acudirán
un día los estudiosos del gran estudioso, los que quieran saber
de Miró, por ejemplo, de la mano y obra de quien más ha sabido
de él en el mundo entero. Y lo ha hecho, con el apasionamiento
dasapasionado que autorizan e imponen su sencillez, sobriedad, sosiego, rigor y altísimo nivel moral. Se apasiona por todo
lo nuestro, con aparente desapasionamiento. Disimulando la
pasión. Controlándola. La mejor pasión es el conocimiento. Forrando el corazón de muchísimo cerebro. Y el cerebro, la razón,
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Luis Beresaluze
de un finísimo espíritu. Vicente Ramos, además de el más grande
polígrafo de nuestra Comunidad, en estos momentos, (¡qué poco
me gusta, por cierto, esta palabra, aplicada, también, a la máquina de detectar mentiras, relación que, en su caso, parece una profanación!) es un hombre bueno y generoso y eso, en la biografía
amistosa de un amigo, tambien cuenta y, además, lo suyo. Con
decir que, sin Vicente, Azorín, Miguel Hernández y, sobre todo,
Gabriel Miró, no serían lo mismo para nosotros, sus hermanos
geográficos, sus entusiasmados paisanos, ya quedaría constado
lo mejor del bosquejo de biografía que comienzo a intentar. Sobre Azorín volcó su asombro paisano, técnicamente profesional,
como un especialista, profesor, filósofo, historiador y analista. A
Hernández se dedicó como un hermano y casi un padre. Estudiaba al artista inmenso y se apiadaba del hombre desgraciado, de
cuyos problemas incluso después de muerto, supo ocuparse con
heroica y bellísima generosidad, peligrosamente inoportuna y a
Gabriel ofrendó casi todo el trabajo de su vida, encontrando en el
titular de la, probablemente, mejor prosa española del siglo XX,
(él,Vicente, lo piensa) casi un motivo existencial. Si Gabriel Miró
fuera una religión, Vicente Ramos sería su Sumo Pontífice.
Vicente Ramos es un hombre Alicante. El hombre de
Alicante. Por eso he titulado este texto VICENTE RAMOS : ALICANTE. Alicante, su provincia, informan el universo, absolutamente universal por sus proporciones, de su obra tan cuantiosa.
No se ha ocupado de otra cosa. Es azoriniano por abolutamente
alicantino. Porque Azorín , a su modo , también lo es esencialmente. Un enamorado de su “tierrismo alicantino”. Llegó a decir
el maestro monovero que “de todas las provincias españolas Alicante es la más completa”. “Mi tierra amada”, la llama en otro
sitio. “Tierra de elegancia y de luz”, (parece puro mironismo).
“En la que se halla lo bueno y lo mejor de todas partes”. El hombre gris, del estilo gris, del aspecto gris, (el color del cerebro, al
fin), ve a su tierra gris. Yo ahí, disiento, pero Vicente se lo respeta. Yo la veo, marfil, ocre, beige, color hueso, por la parte media
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Vicente Ramos: Alicante
y central, Novelda, Elda, Villena, Agost, Monforte, La Romana,
Algueña, Pinoso, San Vicente, San Juan...Rojiza en Monóvar y
verde al sur y al norte, en la Vega Baja y las proximidades meridionales valencianas, con parajes casi pirenaicos.
Es azoriniano por la noción del tiempo. El tiempo deviniendo cosa y ambiente, segregando historia. El tiempo como
lugar y ocasión del ser, como fondo espacial de la duración antropológica. Y lo es por el aire. El aire azoriniano, por otra parte,
todo él como un aire con sombrero... Ese “humo dormido” que
dijo Miró tan bella como inexactamente. Es bonita la expresión
pero no airosa, no muy propia del aire, que lo primero que sugiere es transparencia y etereidad. El humo es denso y opaco,
y gris o blanco. De ser aire, es aire sucio. Enrarecido. Parece un
pecado diferir de Miró en relación con nuestro aire. Cada cual,
evidentemente, tenemos nuestro aire, vamos al aire nuestro. Y
respiramos un aire distinto. El humo, aunque dormido, es un
aire manchado. Yo, en el lugar de Miró, lo habría llamado, “fragmento de arco iris”, mejor.
Volviendo al aire y a las sobriedades y escasas exigencias
energéticas de nuestro clima bonancible, decía el maestro que
“el alicantino vive del aire”. Y en al aire tiene lugar la vida “incesable y eterna”. Esa vida que, para él, nace de la muerte (como
la semilla parabólica del Evangelio). “No hay final individual. El
fin, sin final, es fundirse con la naturaleza.” Un Dios muy natural
y una naturaleza muy divina. Decía de un amigo muerto: “Ha
vuelto al alma eterna de las cosas”. “Ser todo del tiempo, dolor
del tiempo”...Hay, como se ve, en las cosas de Azorín observadas
y puestas de relieve por Vicente Ramos, mucha premonición hernandiana...
Vicente es hernandiano por alicantino y por alicantino,
oriolano. Comprende y asimila como muy pocos, su abrazo infinito con la naturaleza. La poesía de Miguel nace como de una cópula telúrica. Miguel se casa con el universo. Lo abraza. Lo besa.
Lo estrecha. Se funde con él. Y ese universo es alicantino, es el
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Luis Beresaluze
universo de los universos de Vicente Ramos. “Las cosas de Dios”,
que decía el pobrecito cabrero. Hilozoísmo, luz, (nombre de Dios,
Luz de Luz), materia de Dios. No el panteísmo de las cosas siendo
Dios sino el animista Dios en las cosas, en todas las cosas. El aire
de Hernández es el espíritu de la naturaleza. Huele a tierra mojada y a sudor campesino. Aire espíritu del cuerpo y aire corporal
del alma.
Vienen todas estas reflexiones a propósito de Vicente Ramos . Del observador y ponderador de los tres aires alicantinos
de nuestros máximos genios literarios. A propósito del suyo propio. Del aire de Vicente Ramos Pérez. Yo definiría el aire vicentino como un aire a la vez marino, huertano, campestre y urbano.
El aire de Alicante. De todos los alicantes, el agraz, el marinero,
el universitario y culto, el ciudadano, volado por las palomas, el
social y hasta político...
El aire espiritual y religioso (para los griegos, y eso somos
los alicantinos sobre todo, el espíritu era un aire, el “pneuma”).
El transparentemente religioso y preciso, como polvo de cristal y
sustancia de prisma. Como un cuarzo molido, impalpable, traslúcido, incoloro, sutil, carne de gracia.
El aire de Vicente Ramos sería un aire inteligente, trabajado como se peina una brisa, sosegado como se amansa un
huracán, gravemente ingrávido, leve, alto y brillante. El aire del
donaire. El don del aire. Agua sin cuerpo. Aire griego y árabe,
judío y romano, del trabajo destilando inteligencia , de la inteligencia meciendo claridades , de la claridad desnudando lo real.
El aire alicantino de Vicente Ramos sería el más universal de los
aires alicantinos. El más especializado, levantino, suresteño, provinciano y provincial, marino y costero, abancalado y palmerero,
el aire que más oliera a sus pinos de Guardamar. El aire de todos
los aires del universo alicantino, ciudadano, rural, artístico, culto, el que da espacio a nuestra luz y escenario a nuestras clarividencias. El aire de los aires, como en ponderativo hebraico.
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Vicente Ramos: Alicante
Y comprendería, claro, no el aire de las divinizadas cosas sino el de Dios en ellas de Miguel Hernández, como ya se ha
dicho. El aire hondamente superficial de un animismo que sangra lirismo natural o naturaleza poética. Un aire patéticamente
natural y telúricamente trágico. El aire de un espíritu que huele
a cicatriz anticipada. La brisa de un sentimiento que late ,vibra,
suda, aire con sabor a hombre lastimado, a hombría dolida, a
premoniciones dramáticas, a realidad cruel que urge, presiona,
apesadumbra y hiere. A sueños de muerte en plena primavera.
Como el de Gabriel Miró, ese aire que sería un instante
de arco iris, una aurora boreal interrumpida, un relámpago roto,
un destello horizontal. Paisaje sin cuerpo, flor aspirada e intuída,
misericordia sin asiento físico. Una moralidad incorpórea. Una
atómica y atónita carne de belleza. Nácar impalpable. Nada sagrada. Nácar destilado. Falso cristal sin cuerpo, que refleja y trasluce, sin embargo. Fondo espacial de las cosas etéreas. Columna
vertebral del espíritu más puro. Atmósfera inmediata residente
en el pecho, atrapada entre las arborescencias pulmonares. Laminada luz, esplendor en polvo, brillantez cautivamente libre.
Espíritu del alma. Participación recogida, en el aliento de Dios.
Para Vicente Ramos, analista y considerador de todos
estos aires, desde el suyo propio, la vida es una cosa envuelta en
aire. Un aire que vive, que lava la sangre en una combustión sin
humo, cuyo humo es el aire, esa agua seca, agua sin gotas, alma
del agua, lo más ligero y grácil del planeta. El aire es hálito de la
tierra y perfil que pule las montañas.
Volviendo a los tres genios alicantinos vistos por este
cuarto genio que nos ocupa, para Vicente, Miguel Hernández sería un pobre aire enfermo, Gabriel, el aire respirado por el árbol
para acariciar el universo con dedos de espacio y el aire de Azorín, un espíritu delgadito y profundo, posándose sobre las cosas y
los hombres, en medio del tiempo.
Definitivamente, el aire , nuestro Cielo de aquí abajo, anticipado ensayo de la gracia del Paraíso... El aire de Alicante, que
es la tierra del aire...
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Luis Beresaluze
Vicente Ramos, hombre alto, delgado, elegante, súmamente gentil que ha hecho de la vida de relación, es decir, del
amor al prójimo, una obra de arte, vive y trabaja frente al mar,
ante el que hace sus paseos por la enorme terraza correspondiente a sus dos pisos contiguos y unidos, en la playa de la Albufereta,
uno de los cuales está dedicado íntegramente, incluídas cocina y
baños, a sus libros, cuadros y papeles. Vicente Ramos es un hombre que ha puesto casa, como los viejos señorones del XIX hacían
con sus queridas, a sus libros y documentos... Allí, en aquellos
dos pisos de la calle del Sol Naciente, (no podía haber tenido
otro nombre la calle habitada por este marino, guardamarino,
que vive frente y junto al mar de la claridad y la sabiduría clásicas), trabaja y vive junto a Manolita, un lujo de compañía que
Dios le procuró, aquella muchachita de la que un día, poco antes
de ser estudiante universitario en Madrid, se enamoró como un
recluta y en cuyo escalafón de amor permanente y contínuo, no
ha alcanzado aún mayor graduación. Sigue amándola como un
recluta. Además de que precisamente por ella, por su amor por
ella, no pasó de la categoría de recluta, de soldado raso, en el
servicio militar, como se verá más adelante, cuando estaba en
condiciones de haber aspirado (caballeros aspirantes nos llamaban a los mílites universitarios antes de ser, en el primer curso,
sargentos) a la categoría de oficial, es decir, de alférez. Alférez de
complemento. De tanto amarse junto y frente al mar, ambos tienen los ojos muy claros. Ella, muy bonitos y expresivos, alegres
y cariñosos, creo recordar que tirando a un cierto verde dorado y
él de un azulillo metálico, muy penetrantes cuando te mira, apretando las cejas inquisidoras, como si te hiciese una radiografía.
En aquel doble piso de la calle del Sol Naciente, repito, del que
acaba de ausentarse otro auténtico sol familiar, su nieta Teresa
Cecilia, verdadero don del cielo, que vivía con los abuelos desde
muy niña, para hacer un máster en Madrid, donde compensará
la nostalgia de aquellos con la presencia de la también estudiante
allí su prima Cristina, otro encanto de criatura, otra nieta de su
corazón. Ahora, Vicente y Manolita mirarán el mar sin aquella
presencia primorosa que tanto formaba parte ya de su vida dia16
Vicente Ramos: Alicante
ria. Que era su mascotita personal, angelical y humana, habitual
e indispensable. Pero vayamos a nuestro asunto que va a dar para
mucho... Porque en Vicente Ramos, el gran alicantino, hay mucha materia. Intentemos ser capaces de manejarla con respeto y
acierto...Es un osado atrevimiento. Y una gozada,que se dice...
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LUZ INICIAL Y PRIMERAS LUCES
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Nace nuestro hombre en Guardamar del Segura un siete
de septiembre, el del año de gracia de 1919. Un año gracioso, que
se describe con sólo dos números, el primero y el último del sistema decimal, en orden repetido. 1 y 9 y otra vez 1 y 9. Como un
tartamudeo en las cifras. El año diecinueve- diecinueve. Porque
el cero es un vacío, un hueco, un número truco, que sólo sirve
para multiplicar mentalmente y de forma sencilla por diez o cien
o mil. Por otra parte, una maravillosa invención de los árabes, de
cuando los árabes inventaban, que hasta el álgebra les debemos,
aunque parezca mentira...
Su padre se llama Viente Ramos Cánovas y su madre Rosario Pérez Aldeguer. En lo relativo al Rosario,Vicente Ramos y
yo compartimos gran devoción. Yo tengo muchas Rosarios en la
familia próxima e inmediata. Y él, Vicente, una grandisima veneración por esa advocación de la Virgen, junto a la que estará
su madre, en lo Alto, que lo dejó a los dos años. Eso determinará
una fijación en nuestro retratado dulce y permanente, montada
sobre las pocas pero fortísimás vivencias que puede conservar
de aquellos únicos setecientos treinta días en que la tuvo cerca,
en que la vivió como hijo. En lo que de calor confortable, seguridad soportada entre brazos milagrosos, proximidad de la vida
en casi primerísima persona, entre dos, de roce epidérmico, de
perfume del seno, del eco emocional de montones de besos, del
sabor agridulce del pecho mordido y absorbido, de las primorosas y suavísimás caricias asimiladas, en lo que de todas esas
cosas pudiera Vicente conservar de aquella relación rota antes
de tiempo, ha consistido toda la ración de madre, de madre
madre, de su existencia, incompleta por este lado. Incompletísima. La madre es una instancia imprescindible. No sólo es
necesaria para nacer. Hace falta para vivir. Y aún añadiría, si
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Luis Beresaluze
no fuera un disparate en el tiempo, generalmente, hasta para
bien morir. Morir abrazado a la madre. Claro que eso sería pedir
demasiado a la vida. Pedir lo que la vida no puede ni debe dar.
Yo creo que algo de esa falta de madre ha suplido Vicente
Ramos con su hermoso amor por Manolita, en cierto modo suplente y complemento de aquella terrible falta. Si bien la segunda
esposa de su padre, doña Joaquina, es y será siempre, en su memoria, un referente tierno, agradecido y entrañable. Dice Vicente
que ella lamentaba no haber sido quien lo hubiera engendrado.
Imposible intentar ser más madre, no siéndolo... De ahí lo de entrañable. Lo habría querido resultado de sus entrañas...
Vicente Ramos tiene una hermana, Rosario, que muere a
los siete años. Afortunadamente, el nuevo matrimonio del padre
le procura otra , Pilar Ramos López. Para la delicada sensibilidad
de Vicente habría sido muy duro aquel panorama vital, sin madre, huérfano, con la frustrante situación del hijo único, unidas
todas estas circunstancias al contínuo cambio de casa. Gracias a
Dios, muchas mujeres supliendo a la madre, sus tías, Rafaela y
Carmen, la abuela, su nueva madre , Joaquina, llenando el paisaje hembra, acogedor y complementario, de todo niño tendiendo
a ser hombre. La mujer es una indispensabilidad desde la cuna.
Hay que haber tenido mucha mujer, de pequeño, para valorarla,
de mayor...Sin mujer, la vida es menos vida...Menos naturaleza,
menos tierra, menos fertilidad y evolución...Menos universo...
Guardamar del Segura, otra señal grabada a fuego. Hay
destinos que marcan. Pienso que no hay pueblo en la provincia
más indicado para traer al mundo y abrirle los ojos a la luz, a
Vicente Ramos Pérez. Huerta y mar. Levante meridional. Vega
Baja. Mucha luz. Todo arena. Infinidad de pinos. Un pueblo muy
marinero. Un rincón muy mironiano. Que convierte a nuestro
hombre en guardamarino, o guardamarenco. Me gusta más la
primera forma, aunque comporte cierto sabor militar. Sea como
fuere, en hombre del mar, de la mar, para el mar. Ahí sigue mirándolo cada mañana, cuando de madrugada, se pone a trabajar
y cada tarde, a la hora de recoger y recogerse, a la hora, también
muy temprana, de irse a descansar de lo mucho que ha producido
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Vicente Ramos: Alicante
para nosotros, por el bien y la cultura y el provecho de sus paisanos.
Hijo de juez de paz y terrateniente, de hombre metido en
la política local, como el abuelo, que interviene ,con el ingeniero
Mira, en la repoblación de las dunas. Porque Guardamar es un
pueblo que tiene que defenderse de la arena plantando árboles.
No como se ponen en otras partes, para evitar la erosión del suelo
y la pérdida de su sustancia fértil, en el mar, sino poniéndole u
oponiéndole, mejor, árboles a la mar y su arena, para que no se
coman el suelo local. Enfrentándole un bosque a la duna. Una
defensa de celulosa al silicio que avanza, amenazando al pueblo
con la invasión del desierto. Las raíces apresan la arena, la inmovilizan, la atrapan, como sutiles manos subterrráneas, evitando
su avance hacia el daño ciudadano. Es bonita la idea del árbol, lo
verde, sometiendo a la arena, la hija de lo azul y violento, del mar
invasor, que, no pudiendo él mismo forzar a la ciudad con sus
falanges mojadas, confía a la arena su pretensión inundadora. Es
prodigiosa esa porfía tenaz y centenaria de la playa con el pueblo.
Como si le dijese que se retirase hacia el interior, que le diera más
espacio. Que aspira a cubrir los bancales y acabar con la huerta.
Es un duelo geográfico impresionante, lento e incontenible. Una
erosión del revés...
Como no es posible orillar un mínimo de documentación,
ni hay por qué hacerlo, sino todo lo contrario, procurarla y revestirla luego de humana interpretación, amistosa y , en lo posible,
enriquecedora y amena, vayamos a los comienzos de su formación, como párvulo, a cargo del maestro Martinetes y ya en la Escuela Nacional, bajo el magisterio, muy importante en la vida del
muchacho, de don Alfonso Marín y la influencia de su tía Rafaela,
durante los períodos de vacaciones, también maestra, en Castellón, primera persona que le inicia en la lectura, orientando sus
iniciales incursiones en el mundo de los libros. En el que será su
único mundo, para siempre y ya, casi, desde entonces. Vive tanto
para los libros, que, repito, ha puesto a los libros a vivir con él, en
su propia casa, la de los libros. Como si dijésemos, respetando su
independencia e intimidad. Los ha hecho sus vecinos próximos
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Luis Beresaluze
e inmediatos. Contiguos. No es que tenga muchos libros. Es que
tiene una casa llena de libros. Los libros son sus vecinos. Y les ha
otorgado , casi, privacidad y autonomía.
Amistades de la infancia, Luis Rivera, también mi muy
buen amigo, José Rodríguez, Celestino Verdú, Paco Medina y
otro Pepe, Ferrández.
Esas amistades que te hacen hombre, que empiezan a
hacerte hombre, sobre el fondo de la vida. El primer rudimento
social...
Precisamente su abuela lo quiere cura. Gracias al Cielo
que también tiene sus designios, porque, de cura, no nos habría
dado tanto de sí en el terreno cultural, se cruza en su vida, en
la de su padre, para expresarlo mejor, otra mujer, otra madre,
la segunda de sus madres, la que más convive con él, Joaquina
López Gil, maestra de escuela ejerciente en Novelda, con la que
su padre se casa en 1927, cuando Vicente tiene siete años. Gran
persona que llena muchos vacíos de su vida y que acompaña a
su tía Rafaela en la incitación del chaval hacia el universo absorbente e impagable de la lectura. Ya será cura, si lo decide, cuando
sea capaz de decidirlo...Esta señora, absolutamente providencial,
me lo entronca especialmente, porque me lo hace durante una
temporada, noveldero. Vicente dice que es “eucarísticamente
noveldense”. Y Novelda es también mi pueblo, aunque no lo sea
realmente. Pero este es otro cantar y la biografía que nos ocupa
es la suya. Lo que me importa es su condición de noveldense, en
unos años en que yo, algo más joven, ya estoy también en el mundo y precisamente cerca de él, tambien en Novelda... Él estudia
en el Colegio dirigido por don Rogelio Buil, nombre y apellido de
maestros sucesivos, hijo y nieto, respectivamente, que conozco y
respeto. Y con ese motivo, llegada la edad, hace, en la Parroquia
Arciprestal de San Pedro Apóstol de Novelda su primera comunión. Esta vinculación con Novelda, episódica pero fundamental,
(allí se alimenta con Dios por primera vez, metaboliza a Cristo,
lo come y digiere), es un honor para mí y para Novelda, también
mi pueblo eucarístico y mucho más, aunque no nací en él. Somos
paisanos eucarísticos. Para mí bastante importante. Paisanos eu24
Vicente Ramos: Alicante
carísticos, en un pueblo que no es el nuestro, ni el suyo ni el mío,
aunque yo lo ame como si en él hubiera nacido...
En Mayo de 1931, primer año de la República, asiste al
examen de ingreso en el Bachillerato en el Instituto alicantino de
la calle Joaquín Costa. Primeros dos cursos en Elche, tercero en
Murcia y el resto en Alicante. Como se ve, al joven Ramos le mueven mucho el escenario vital. Tiene una vida familiar itinerante.
Guardamar, Murcia, Novelda, Alicante. Sin madre a los dos años
y sin la única hermana, poco después. Con nueva madre a los
siete, que le llena de nuevo el hueco fraterno. Y muy variado de
casa y ciudad. Estas cosas forman y marcan. Transtornan y hacen
fuerte.
Un profesor importante en su nueva vida académica, don
Fernando Puig Gil, definitivo en su formación filosófica. Ramos
se convierte en un devorador de libros. Frente al Instituto se abre
la Biblioteca Provincial. A su aire, lee caóticamente todo lo que
cae en sus manos, se relaja un tanto su formación religiosa y se
anarquiza, juvenilmente, como está mandado, con Nietzsche ,
Stirner y otras lecturas. Se hace anarquista temático, anarquista
intelectual, de codos y páginas, anarquista de papel, no dinamitero, un joven presuntamente libre, enfrentado a los poderes
y las autoridades. El ideal de mucha sociedad libre, libérrima,
rigiéndose espontáneamente por sus propias leyes sabia y automáticamente naturales... Es un soñador y un hombre bueno y le
sobran los naturales corsés y limitaciones que el deber impone a
los derechos. Junto a las dudas entre la Historia y la Filosofia, sobre la juvenil relajación religiosa, en el nacimiento a la vida de las
verdades elementalmente grandiosas de aquel “adolescente arrebatado y romántico” como él mismo se ha definido, a espaldas de
sus inquietudes literarias, filosóficas, éticas, sociales, el ideal se
dibuja como “poco Derecho y muchas libertades”. Un anarquista
temporero, de barro, con los pies muy cristianos, aunque él, de
momento, crea que lo ha olvidado. A su alrededor, España empieza a arder y Ramos no quiere enterarse. Él vive en un mundo
utópico, maravilloso, libre, digno, en el que la maldad de los
políticos no tiene ni espacio intelectual en que asentarse. La so25
Luis Beresaluze
ciedad perfecta y libre empieza a darle los primeros zarpazos. De
momento, arruina muchas de sus ilusiones, recién nacidas. Empiezan los desconciertos, los miedos, los asombros y el caos de
un mundo que se desequilibra por momentos. Vive en un país en
guerra. Esa cosa que no tenía cabida en sus ensoñaciones románticas y filosóficas. La gente se oculta, se persigue, se amenaza, se
mata, se odia... La vida se convierte en un pánico desorganizado.
Y él tiene dieciséis años... La peor edad para enfrentar una locura
colectiva como aquella...
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LA GUERRA
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No se puede marginar la lamentable cuestión en ninguna
biografía por ella afectada. Vicente Ramos tiene en 1936 casi diecisiete años. La guerra es el fondo social sobre el que empieza a
funcionar su escenario de hombre. En la ocasión, el escenario de
una tragedia. Tener dieciséis años en medio de una guerra es casi
un contra Dios. Como la peor de las borrascas sobre la primavera
de una vida. Una guerra, a la altura vital de las grandes preguntas
y definitivas inclinaciones.
Acude a la secretaría del Instituto para matricularse de
sexto curso y le exigen un aval político. Un aval político a un
adolescente a quien faltan dos meses para tener 17 años. Su amor
por la razón, su fe en la sociedad, sus exigencias intelectuales e
ilusiones anarquistas se encuentran con la imbécil burocracia de
guerra de un centro que exige a un chiquillo el suficiente historial
político como para que alguien, con poderes, lo confirme, avalándolo. Se le acaban Aristóteles y Platón, Kant y Rubén Darío,
Schopenhauer y los clásicos greco-romanos. El profesor Puig, a
quien tanto admiraba, con quien tanto departía, finalizadas las
clases, como alumno dintinguidísimo, le hace y firma el aval. Lo
único que podía acreditar con su aval aquel buen maestro era
que en Vicente Ramos se daba un alumno excepcional. Para vivir
en la ciudad, para andar por la calle, no servía aquel aval. Valía
sólo para matricularse en un Instituto. Para poder ser un ciudadano y no acabar detenido sin el menor motivo, por cualesquiera
tontería, había que afiliarse a un partido de la situación y obtener el carné correspondiente. El salvoconducto era una licencia
para ser medianamente ciudadano. Para que no te empapelaran
tenías que ir convenientemente empapelado. Acaba teniendo
un carné de la CNT porque uno conseguido anteriormente en la
Unión Republicana fue anulado desde Guardamar argumentan29
Luis Beresaluze
do que era hijo de católico. Simultáneamente con las irregularidades y disparates de la guerra, descubre a Miró. Como quien
encuentra una flor entre la basura. Acudía normalmente a leer
a la Biblioteca Alicantina del Ayuntamiento. Allí, Eduardo Irles
le regala un libro de Miró, “La novela de mi amigo”. Se produce
el natural deslumbramiento. Se hace en su interior, para siempre, la luz de Miró. Miró es para Vicente como una revelación,
en el sentido hasta religioso del término. Ingresa en el Ateneo
Científico, Literario y Artístico de Alicante, se hace amigo de Manuel Molina, conoce a Miguel Hernández a quien tiene ocasión
de estrechar la mano y alcanza la plaza de profesor de primera
enseñanza en el Grupo Escolar Máximo Gorki, de Alcoy, donde
imparte clases hasta que movilizan su quinta. Se hace profesor,
a los 18 años, en cursillo acelerado, como los que en la otra zona
se utilizaban para fabricar alféreces provisionales, para suplir a
los auténticos maestros a quienes la guerra había apartado de
la pizarra y dotado de un mosquetón. Hace la instrucción en el
cuartel de Benalúa y es llamado a filas , teniendo como sucesivos
escenarios de guerra Castellón, Granada, Extremadura y Requena, de regreso, como destino final. Vuelve a Alicante cuando un
superior le dice: “Vicente, vete a Alicante, esto ha terminado”. Es
Marzo de 1939. Aún no tiene veinte años. En la guerra, ve morir
gente en sus brazos, es nombrado Miliciano de Cultura, lee a los
soldados, para entretenerles y a sí mismo, para satisfacer su sed
de saber incontenible. Escribe cartas a los analfabetos. No pega
un tiro. Para algo habría de servirle su carné de practicante, que
lo hace destinar a Sanidad. Ayuda a quien puede y espera a que
el sentido común vuelva a instalarse entre los parietales de sus
hermanos enloquecidos. Acude a Valencia , ya nacional. Por el
camino, todo es confusión, gente que se va, grupos que regresan,
familiares que se reencuentran y abrazan... Nadie sabe muy bien
donde está, con quien está, si son rojos los que se van, o nacionales los que se acercan. Todo este episodio, andando, con los pies
lastimados, que le hacen acceder a un hospital donde, al contestar a la pregunta de a qué ejército pertenece, contestada por él
que al republicano, da lugar a que lo manden a la plaza de toros,
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Vicente Ramos: Alicante
a la que, gracias a Dios, no accede. Alguien, una persona mandada por la Providencia, un ángel anónimo, un fantasma personal,
amigo y protector, sin motivo que lo justifique, lo introduce en el
Hotel Metropol y allí espera a que la misma persona le indique
cuando sale para Alicante un tren de mercancías. Hay ángeles.
Yo creo en ellos. Yo tengo uno descomunal. Y Vicente lo tuvo en
aquel momento. Nadie sabe de cuantos horrores posibles en probables campos de concentración lo puso a salvo aquella extraña
criatura que ni conocía antes ni conoció después. Que estuvo allí,
para salvarle, para ayudarle, para hacerle volver a tener fe en que
hay cosas por encima que nos manejan y cuidan. Yo pienso que
fue una intervención prodigiosa de su madre desde el Cielo. Vicente Ramos es más racional y menos apasionado que yo. No sé
que pensará. Vicente Ramos ha visto mucho. Ha sufrido mucho.
Ha aprendido demasiado. Recupera la fe. No hacía falta tener un
espíritu tan fino como Ramos para volver a la fe después de haber
asistido a tanta atrocidad sin sentido. Y vuelve a la idea de patria,
de España, de la bandera, del destino personal dentro del destino
de un pueblo grande, cuajado de historia. Muchas veces se acordará de aquel Cirineo, de aquel buen samaritano, de aquel santo
vulgar y anónimo que se hizo cargo de su destino, maltrecho y
confuso, orientándolo hacia Alicante para volver a empezar. En
la vida de Vicente Ramos hay muchas personas importantes. Conocidas y reconocidas. A las que ha podido manifestar su reconocimiento. Pocas para él como aquella suerte de manifestación
de Cristo, cuando ejercía de lastimado y hundido Ben Hur, como
aquella criatura milagro que será, para siempre, eternamente, su
vínculo con la fe en Dios y en los hombres. Un perpetuo motivo
de oración y gratitud. En aquella España demoníaca y loca, en la
que hay que volver a empezar, él, además de a su santo protector
y sin nombre, de aquel fraternal y aunténtico soldado desconocido, tenía a Miró. Y se tenía a sí mismo, que no era ninguna tontería. Había descubierto a Miró.
Existían la belleza, el amor, la dignidad, la esperanza .
Ahí estaba la vida, desparramada, abriéndose como una doncella, llena de perfumes y llamadas, de brillos y amaneceres, de
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Luis Beresaluze
responsabilidades y hombrías, de espiritualidad y fervor de los
sentidos. Y de razón de ser de las cosas. Algo que entonces tanta
falta le hacía. Había que volver al libro, a los libros y, sobre todo,
a Miró, a mucho Miró, a cada vez más Miró. Bañarse en la luz de
Miró...
Lo menos parecido a una guerra era el mundo interior de
Vicente Ramos. La violencia y la sangre no podían tener homologación en su universo de valores. Ni la victoria ni la derrota. Sólo
Dios sabe cuánto sufrirían el sentido del deber, de la laboriosidad, de la responsabilidad, del rigor y el sosiego, de aquel adolescente que quería a la libertad, libre de autoridades. Aquel joven,
por otra parte, tan señalado y autorizado por la Providencia para
ejercer la autoridad de sus superioridades morales e intelectuales
sobre tanto animal fratricida digno de lástima, más que de desprecio. Él iba a ser desde ya, entonces, muy pronto y definitivamente, en lo suyo, que es lo nuestro, una autoridad indiscutible.
Cuando, calmadas sus visceralidades anarquistas, si no resulta
una aberración atribuir a Vicente Ramos visceralidad alguna, se
entregase de lleno a la exigente racionalidad de sus pruritos morales, filosóficos, intelectuales y poéticos. Con la visceralidad de
la razón y la mente, que también el cerebro es una víscera, si no
la más valiente y dinamizadora, sí la más noble e importante.
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ALICANTE. RECOMIENZA EL FUTURO
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Ya tenemos otra vez a Vicente en Alicante, haciéndose
más hombre aún, iniciando amistades literarias y actividades
culturales. En su Alicante definitivo. Se acabaron el nomadismo
familiar y el subsiguiente y guerrero. Manuel Molina, el poeta
oriolano, su “co-sepulturero de Hernández”, como se verá más
adelante, Adolfo Lizón, Eduarlo Irles, Rafael Azuar, José Reolid, Francisco García Sempere, Luis Caballero del Pozo, Carlos
Fenoll, Juan Sansano...Vicente, desde joven es un papelero, un
acumulador de papeles, títulos y nombramientos. Aunque sea de
un carné de la CNT. Un conservador de documentos. Gracias a
Ernesto Ripoll, médico, director del Hospital Provincial del Pla,
había conseguido en su día el certificado de practicante. Ni sabe
ahora por qué quiso aquella titulación que, luego, en la guerra,
(siempre su ángel trabajando) le serviría para no disparar un
tiro. El caso era y es, ser cosas, servir al prójimo, resultar útil en
muchos campos, mejorar como persona para el superior provecho de los demás.
Escribe, para la “Hoja Oficial de Alicante”, varios artículos
de un subido tono patriótico y españolista, romántico e imperial,
históricamente inflamado, desde el disfrute ,obsesivamente experimentado, de la paz que los españoles acaban de alcanzar. La
paz, para Vicente Ramos, aun en aquellas calendas inicialmente
responsables y formadoras de su larga singladura, es un valor
parecido al que otorga a la libertad, una de las fijaciones más exigentes de su sentido moral de la existencia. La libertad es uno de
sus apasionamientos, si Vicente fuera hombre de ellos. Más bien
es un hombre desapasionadamente apasionado, apasionadamente, vuelvo a decir que sólo es un decir, equilibrado, riguroso,
racional, moral hasta las cachas. Un poeta filosófico. Un filósofo
historiador. Un historiador religioso y científico. Por tanto, un
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Luis Beresaluze
José Manuel Martínez Aguirre, alcalde, entrega el título de Hijo Adoptivo de Alicante a Vicente Ramos. Alicante, 5, febrero de 1977.
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ÍNDICE
PRÓLOGO ....................................................................................5
INTRODUCCIÓN .........................................................................9
LUZ INICIAL Y PRIMERAS LUCES ........................................ 19
LA GUERRA ...............................................................................27
ALICANTE. RECOMIENZA EL FUTURO ................................33
SITUÁNDOSE EN LA VIDA....................................................... 41
SE AMPLIAN HORIZONTES ................................................... 49
RECREAR LO QUE HUBO. CONTINUAR ................................55
MIGUEL DESCANSA POR DOS MIL PESETAS ......................63
LA OFERTA VENIDA DEL FRÍO ..............................................73
ENEMIGA CATALANISTA Y SINIESTRA ................................79
NUEVAS INCURSIONES ......................................................... 85
PREMIOS, HOMENAJES, INSIDIA CATALANA
Y TRABAJO ............................................................................... 89
REAL ACADEMIA E INSTITUTO ALICANTINO ...................105
A TOMO POR AÑO ................................................................... 111
MÁS VALENCIA Y CATALUÑA .............................................. 119
GUERRA VALENCIANA.
FIN DEL INSTITUTO.VUELTA DE MIRÓ. ............................ 127
ENTRE FRAGA Y CARRILLO.................................................. 135
EPÍLOGO ..................................................................................151
ANEXO FOTOGRÁFICO.......................................................... 157
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