in memoriam - Revistas Científicas Complutenses

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IN MEMORIAM
MANUEL ALONSO OLEA
Memoria de un Maestro Complutense
IN MEMORIAM
El Derecho español del Trabajo y la Seguridad Social necesitaba, hacia
la mitad del siglo XX, un esfuerzo fuera de lo común para salir de la condición de disciplina jurídica menor que entonces tenía. No bastaba con
la labor de uno o más juristas notables, que los hubo y los hay antes y
después de él. Hacía falta el jurista extraordinario que redefiniera la materia,
acotara sin contemplaciones su contenido, ordenara con autoridad sus plurales instituciones, y todo ello lo hiciera con la máxima competencia técnica,
el más profundo sentido moral, el mayor conocimiento cultural. Este jurista
excepcional fue Manuel Alonso Olea. Por ello y con toda razón, en el acto
de su investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Göttingen, el Decano de la Facultad de Derecho de la Georgia Augusta acertó
a calificar a Alonso Olea como «el hombre que como humanista europeo
ha cumplido de forma eficaz y efectiva la misión de construir el Derecho
del Trabajo en España».
Manuel Alonso Olea, nacido en Melilla el 19 de junio de 1924, hubo
de simultanear tempranamente el trabajo y los estudios para poder sufragarlos; primero los de bachillerato, después la licenciatura de Derecho, que
concluyó en la Universidad de Madrid (nuestra actual Complutense) con
Premio Extraordinario a los veintidós años; y luego la ardua preparación
de la oposición de Letrado del Consejo de Estado, que ganó cuando aún
no había cumplido los veintitrés. No tardó en ingresar, siempre por oposición, en el Cuerpo de Letrados del Instituto Nacional de Previsión, y
pronto —a partir de 1951— comenzó a mostrar su vocación por la investigación jurídica, centrada en la materia jurídico-laboral, tras algunas publicaciones iniciales en el ámbito del Derecho administrativo (aparecidas en
la Revista de Administración Pública de la que fue asiduo colaborador desde
su creación).
Su sólida preparación jurídica —en la que él siempre destacó con veneración el magisterio de Jaime Guasp—, se completó con sendas estancias
Revista Foro
Nueva época, núm. 0
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investigadoras en las Universidades de Columbia y Berkeley. En 1958 obtuvo la Cátedra de Derecho del Trabajo de la Universidad de Sevilla, y en
1965 la de Madrid, cuyo Departamento de Derecho del Trabajo y de la
Seguridad Social dirigió. En ambas Universidades agrupó en torno a su
magisterio a numerosos discípulos que habían de acceder a los niveles superiores del profesorado universitario. Su enorme capacidad de trabajo, su
sentido del deber y su generosidad se traducen en las más de cuarenta
tesis doctorales que dirigió.
Alonso Olea promovió con entusiasmo y constancia ejemplares los estudios sobre la materia jurídico-laboral, de un modo muy señalado desde
la dirección de dos grandes e influyentes revistas especializadas: primero,
la inolvidable Revista de Política Social que editaba el Instituto de Estudios
Políticos, y luego la Revista Española de Derecho del Trabajo, editada por
Civitas, que dirigió desde su primer número hasta el número 115, aparecido
al tiempo que ocurrió su muerte (23 de febrero de 2003).
Como parte destacada de su extraordinaria proyección internacional,
Alonso Olea promovió una fortísima corriente de cooperación con el laboralismo iberoamericano, siendo co-fundador, en 1972, de la Academia Iberoamericana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, de la que
fue Presidente, y, en 1982, de las Jornadas Luso-Hispano-Brasileñas; instituciones ambas que mantienen su pujanza a través de los años. Su participación en la Sociedad Internacional de Derecho del Trabajo fue asimismo larga y activa, y también presidió con gran autoridad la Asociación
Española de Derecho del Trabajo, de la que fue miembro fundador.
Los méritos académicos de Alonso Olea fueron subrayados en la forma
más alta, con su ingreso en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
y en la de Ciencias Morales y Políticas, así como con sus múltiples doctorados honoris causa españoles y extranjeros, sus nombramientos como profesor honorario y profesor visitante de numerosas Universidades extranjeras, su participación como ponente en innumerables congresos internacionales y sus incontables distinciones científicas (libros-homenaje, condecoraciones, etc.).
Como otros grandes juristas, el talento y la capacidad de trabajo de
Alonso Olea le permitieron compatibilizar su ingente actividad estudiosa
con el desempeño de relevantes cargos públicos: Director General de
Empleo, Director General de Jurisdicción del Trabajo, Presidente del Tribunal Central de Trabajo, en el que contribuyó de modo decisivo a la consolidación de una doctrina judicial de gran autoridad, miembro de la Comisión General de Codificación y de la Junta Electoral Central, delegado
español en el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas y en la
Conferencia de la OIT, etc.
El moderno Derecho del Trabajo a cuya edificación colaboró de modo
decisivo Alonso Olea, y con el que la doctrina española se iguala a las
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más prestigiosas del mundo, tiene sus pilares básicos en la espléndida Introducción al Derecho del Trabajo, y en tres grandes manuales —el Derecho
del Trabajo, las Instituciones de Seguridad Social y el Derecho Procesal del
Trabajo—, a los que se suma una producción monográfica a la que no
escapa ninguna materia de las comprendidas en nuestra disciplina: historia,
fuentes, contrato de trabajo, empresa y participación de los trabajadores,
sindicatos, convenios y conflictos colectivos, seguridad social, prevención
de riesgos laborales, procesos laborales, derecho administrativo e internacional del trabajo, jurisprudencia constitucional y judicial, etc.
El Derecho del Trabajo es estudiado y elaborado por el profesor Alonso
Olea prestando siempre atención a los fines sociales de esta importante
rama del ordenamiento jurídico. Ello no significa que para él los fenómenos
jurídicos sean puro subproducto de las relaciones económicas y sociales;
antes bien, el maestro piensa, frente a concepciones voluntaristas y arbitrarias de lo jurídico, que existe en el Derecho un ingrediente «natural»:
«el Derecho —escribió Alonso Olea— en parte es dado y en parte elaborado;
el Derecho en parte se hace y en parte se decubre; recordando a Ihering,
añade que los juristas y los legisladores «es más lo que encuentran que
lo que crean».
En la obra de Alonso Olea destaca la capacidad singular de aunar análisis y síntesis, casuística y abstracción. Esa capacidad integradora se refleja
en el tratamiento integrado de lo público y lo privado, lo individual y lo
colectivo, lo sustantivo y lo procesal, no como mundos segregados sino
como partes de una misma e indisoluble realidad.
Enemigo de la ambigüedad y rotundo siempre en la exposición de sus
ideas, Alonso Olea no aceptó nunca la difundida escisión, tan propia de
la doctrina alemana, entre un Derecho «individual» y un Derecho «colectivo» del trabajo. Así, dejó escrito en su prólogo a mi tesis doctoral,
por él dirigida (El poder de dirección del empresario, Madrid, 1965), que
«en la unidad de lo individual y lo colectivo está la verdad y en su separación
el artificio». Ajeno a planteamientos que prosperaron entre nosotros en
los años 70 y que erigían a las estructuras colectivas en eje y fundamento
explicativo de nuestra disciplina, el maestro defendió siempre la íntima unidad de lo individual y lo colectivo en el Derecho del Trabajo; una unidad,
por cierto, en la que la institución sustancial de base es el contrato de
trabajo, a cuyos fines cooperan los que él llamó «epifenómenos colectivos»,
queriendo significar con tal expresión su carácter «medial» o instrumental
frente a lo individual, alertando frente a los intentos de colectivizar el Derecho del Trabajo, que hubieran despeñado a la disciplina, según sus palabras,
«en un mero formulismo, en un análisis de estructuras, en un estudio de
procedimientos». Desconectadas de su función instrumental respecto de
las relaciones individuales de trabajo, resumirá el maestro, las instituciones
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colectivas tienden a «precipitarse contra el escollo seco y árido del formalismo estructural».
De modo singular, esa jerarquización de las instituciones laborales está
patente en la concepción de Alonso Olea sobre el contrato de trabajo según
la cual éste es la pieza fundamental del ordenamiento laboral y, por tanto,
el objeto de estudio predilecto de la ciencia del Derecho del Trabajo. En
efecto, ya en 1955, en su extraordinario libro Pactos colectivos y contratos
de grupo (con el que, por otra parte, ponía de relieve su atención hacia
la dimensión «colectiva» de nuestra materia), proclamaba el maestro su
convencimiento de que al desgajarse el contrato de trabajo del arrendamiento de servicios se erigió en el «núcleo o centro de atracción para que
en su torno se fuera constituyendo una nueva rama del Derecho». Esta
misma idea, sobre la que vuelve en numerosos escritos, se acuña lapidariamente en la última edición de su Derecho del Trabajo: «El contrato de
trabajo es la institución central del Derecho del Trabajo; constituye a la
vez la raíz de su origen y la razón de ser de su existencia como disciplina
jurídica autónoma».
La dedicación científica de Alonso Olea al contrato de trabajo tuvo
por objeto privilegiado la indagación de sus raíces históricas; inicialmente
en su Introducción al Derecho del Trabajo y luego en una serie de artículos
sobre historia de las ideas sociales refundidos en el libro ya citado De la
servidumbre al contrato de trabajo, todo ello con independencia de las múltiples referencias filosóficas al contrato de trabajo que se encuentran en
su impresionante Alienación. Historia de una palabra.
Preocupado por la delimitación del contrato, el maestro insiste en que
el rasgo definidor del mismo es la «ajenidad» y no la «dependencia» en
que se encuentra el trabajador; y ello porque la verdadera obra del Derecho
del Trabajo respecto de esta última nota, la dependencia, no es otra que
la de su constante reducción o limitación; por otra parte, tal dependencia,
en la construcción de Alonso Olea, no es sino la otra cara, el corolario
si se quiere, del factor decisivo, la ajenidad, entendiendo por ésta el hecho
de que los frutos del trabajo se atribuyen originariamente al empresario
en virtud del contrato de trabajo: «lo esencial y definitorio del trabajo por
cuenta ajena está en la atribución originaria, en que los frutos desde el
momento mismo de producción pertenecen a otra persona, nunca al trabajador».
Ahondando en aspectos específicos del contrato de trabajo, Alonso Olea
indagó, sentando las bases doctrinales para ulteriores análisis, en la figura
del despido (en su temprano libro El despido), sobre la que sentó criterios
que perviven después de medio siglo; estudió repetidamente la institución
del salario y su evolución, dejó definitivamente claro en un brillante y juvenil
artículo de 1955 que la persona jurídica no puede ser trabajador, y sintetizó
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su profundo conocimiento del contrato laboral en sus Lecciones sobre contrato de trabajo, antecedente de su monumental Derecho del Trabajo. En
fechas más cercanas se ocupó, en artículos de revistas especializadas, de
aspectos del contrato de trabajo de la mujer (1995) y del trabajo amistoso
o benévolo, contrapunto del que sirve de objeto al contrato de trabajo
(1999).
El interés de Alonso Olea en el estudio del contrato de trabajo queda
patente en la que es su última investigación; lleva ésta el título de Los
proyectos de ley de contrato de trabajo del Instituto de Reformas Sociales (en
especial en cuanto a los privilegios salariales) y fue escrita para su integración
en un volumen de la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales
(pendiente de aparición cuando se escriben estas líneas), dedicado a conmemorar el centenario del Instituto de Reformas Sociales. El trabajo tiene
un especial significado emotivo: fue redactado por el profesor Alonso Olea
durante su última e irreparable enfermedad, y enviado para su publicación
exactamente ocho días antes de morir.
Su encendida defensa de la primacía del contrato de trabajo no llevó
al maestro a limitar a esa figura el ámbito de sus estudios; lejos de ser
un autor monotemático, Alonso Olea dominó todas las parcelas, tan variadas entre sí, de la disciplina, y aun de otras ajenas a ella, en especial el
Derecho civil, el administrativo, el procesal, el constitucional... Y, más allá
de la ciencia jurídica, Alonso Olea estudió con tanta constancia como frutos
la historia, la sociología, la filosofía... Los clásicos griegos y romanos, los
juristas españoles del siglo de oro, la ilustración, Hegel, tan admirado en
su concepción del Estado por el maestro, Marx, Sartre y tantos otros filósofos antiguos y modernos fueron objeto de su estudio constante.
Obviamente, Alonso Olea conocía muy bien la importancia social de
los fenómenos colectivos, y buena prueba es que sus primeros estudios
laborales se dedicaron al sindicalismo, entre ellos su tesis doctoral La configuración de los sindicatos norteamericanos, y que su primer libro fue Pactos
colectivos y contratos de grupo. En estos estudios, el gran jurista va diseñando
su teoría de las fuentes del Derecho del Trabajo, atento a su especificidad
—centrada en la figura de los convenios acordados por representaciones
de trabajadores y empresarios—; diseño que no cesará de perfilar y perfeccionar en sus estudios posteriores, y que alcanzará su expresión acabada
en la monografía Las fuentes del Derecho. En especial del Derecho del Trabajo
según la Constitución. En este extenso ensayo, que constituyó el discurso
de ingreso del autor en la Real Academia de Jurisprudencia, Alonso Olea
se propuso abordar «la mutación en el sistema de producción normativa
derivada del texto constitucional», dando noticia de «la conmoción constitucional sobre las formas de producción del Derecho y aquellos de sus
aspectos más notorios o más polémicos», y reelaborando, a la luz de la
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Constitución, la teoría de la ley, del reglamento, de las reglamentaciones
y ordenanzas laborales, de la costumbre y las resoluciones normativas y
del convenio colectivo, con una última reflexión sobre la incidencia de la
configuración autonómica del Estado en el sistema del Derecho del Trabajo
y la Seguridad Social.
Las obras del profesor Alonso Olea sobre Seguridad Social (la más
importante y conocida, las ya citadas Instituciones) y sobre procedimiento
laboral (el también citado Derecho Procesal del Trabajo, así como las precedentes La reclamación administrativa previa, y La materia contenciosa laboral, 2.a ed., Sevilla, 1967) son asimismo clásicas en la materia. Alonso Olea
supo, a la altura de 1959, someter a un riguroso sistema jurídico la dispersa
y casi caótica legislación que entonces regulaba la llamada previsión social.
En especial, su estudio del accidente de trabajo constituye uno de los esfuerzos más brillantes y perdurables que la doctrina ha dedicado a la identificación jurídica de un instituto de seguridad social. No fue casual la decisiva intervención de Alonso Olea en la elaboración de la trascendental Ley
de Bases de la Seguridad Social de 1963, hito del que arranca todo el
ulterior desenvolvimiento de esta importantísima materia. Los estudios
sobre Derecho procesal del trabajo de Alonso Olea son asimismo de referencia obligada al tratar de esta fundamental parte de la disciplina; una
vez más, su sentido integrador se manifestaba en su constante idea de aunar
el conocimiento sustantivo y procedimental de las instituciones. En fin,
su atención por la doctrina del Tribunal Constitucional resalta de modo
patente en los diecinueve volúmenes de su Jurisprudencia constitucional sobre
trabajo y seguridad social, una obra —inicialmente, exclusivamente suya, luego con la colaboración de otros autores— en la que son objeto de estudio
todas y cada una de las sentencias de dicho Tribunal recaídas en las materias
de referencia.
A poco más de un año de su muerte, las adhesiones que suscitó su
persona, tan llena de entusiasmo y de energía, a cuyo lado era imposible
el desánimo o la indiferencia; esas adhesiones las sigue suscitando su memoria. Los actos en reconocimiento de su labor histórica se han multiplicado
en España y fuera de ella. Hace unos meses, en un Congreso celebrado
en Lisboa, una de las voces más respetadas del Derecho del Trabajo mundial —el maestro Mozart Víctor Russomano— aplicaba a Alonso Olea las
palabras de un clásico: «Hay muertos con más vida que muchos vivos».
En efecto, Don Manuel vive y seguirá viviendo en nosotros y en quienes
nos sucedan en el estudio del Derecho del Trabajo, a través de su obra
inigualada y a través del ejemplo de su vida profesional y personal del que
podemos dar fiel testimonio los que tuvimos el privilegio de conocerle,
admirarle y tenerle como permanente referencia de ciencia y vida.
Alfredo MONTOYA MELGAR
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