VESTIGIOS DE L f1 Cuando por vez primera divisó el Conquistador la yasta llanura, se inundó en goce indefinible su corazón magnánimo. Las huestes que le acompañaban sintiéronse invadidas por una ' alegría infinita, recordando las largas horas de penalidades vividas hasta entonces, desde su salida de Sa_nta Marta. Todos percibieron en el silencio de la serranía por donde alcanzaron la Sabana de Bogotá, el rumor de una inmensa colmena en afanoso movimiento; y a sus oídos llegó, no el vibrante eco de altas voces guerreras, sino el canto apacible de un pueblo campesino, entregado al culto del trabaj"o. Cuando los expedicionarios descendieron de aquellos agrestes peñascos y contemplaron de cerca la esplendidez de la Sabana, admirando al propio tiempo la gracia de las habitaciones chibchas, le dieron el nombre de Valle de los Alcázares. En él fijaron su asiento, en él se repusieron de las fatigas de aquella homérica jornada, y aquí se pusieron en contacto con l,l.l1a agrupación humana humilde, sin las insorencias del caribe, sencilla, sin las pretensiones del antillano, dedicada a cultivar el campo regalado-para la posesión de sus mayores-por la mano bienhechora de Bochica. A medida que avanzaron los españoles por la verde extensión sabanera apreciaron mejor la índole de la nación invadida. Doquiera encontraron habitaciones rústicas, a la vera de opulentos · sembrados. Doquiera hallaron sombra propicia al descanso, a la orilla de rumorosos an-oyuelos - venidos de muy lejos, de colinas distantes envueltas casi por el manto azul del firmamento. Y aquí y allá grupos esquivos de indígenas vestidos con mantas que ellos mismos' tejieron, adornados con figurillas de oro labradas con sus propias manos, y protegidos por bohíos cuya techumbre alzaron. No fue característica de aquel pueblo la numerosa cantidad de armas puesta en manos de sus · varones. Tampoco su empuje aguerrido y LENGU/\ CHIBCHf1 tenaz. Preocupábase más bien por los tejidos de algodón, cuyo desarrollo le atraía fama de laborioso. Concedía mayor importancia a los ritos de Nemqueteba, sabio, prudente y pacífico, que a las hecatombes humanas de que tenía noticia por indios de más allá de sus fronteras. Si vivía en Ráquira era porque allí la cerámica cobraba cada día mayor impulso; si comerciaba con tribus vecinas era porque a cambio de los frutos de su trabajo recibía oro que daría ocupación a infinita falange de artífices; si procuraba mantener la integridad de su territorio hacíalo porque cada palmo de tierra tenía origen divino y resultaba apto para las faenas agrícolas; y, en fin, si daba muestras de incansable actividad no era-ciertamente-porque preparase una guerra cruel contra sus vecino sino porque érale preciso dar sustento debido a sus mujeres y pan blando a sus hijos. Sin dificultades numerosas lograron el conquistador y sus seguidores llegar a Hunza, centro cortesano capital del imperio; más tarde avanzó hasta Teusaquillo, lugar de recreo del Soberano, y hallando adecuado ese sitio apacible para fundar una ciudad que diese honra a España y gloria a sus blasones, juntó el 6 de agosto de 1538 a !os suyos y nos legó la noble villa de que nos enorgullecemos y a cuyo amparo vivimos. Con el trascurso de los años desapareció aquel imperio; derrumbáronse el altar de sus dioses y el sagrado techo de sus penates; fue a purar a extrañas manos su riqueza; y hasta su lengua cayó en olvido pues ya no habría de rememorar hechos glorioso~ sino días de luto y de ' amargura, precursores de la destrucción definitiva. Acerca de sus vestigios actuales hemos preparado nuestra 1110c1estísima disertación. *** En los viejos archivos parroquiales de Tabio, aquel risueño poblado de la verde Sabana 41 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos cuya fis.on.omÍa y tradici.ones c.onservan intact.o el recuerd.o de ép.ocas ya desaparecidas, dim.os lectura hace algl1n.os añ.os a la interesante acta levantada c.on m.otiv.o de la visita que a la esc.ondida aldea hiz.o el arz.obisp.o de Santafé, fray Cristóbal de T.orres. Cuéntase en aquél pliego que la alocución del prelad.o, después de haber sid.o pr.onunciada p.or él mismo, fue vertida a la lengua chibcha para c.on.ocimient.o de l.os indígenas que a la cerem.onia asistían. Esta circunstancia n.os ha hech.o pensar que n.o tan sól.o p.ol' descuido de l.o.s primitiv.os d.octriner.os de la c.onquista se percUó el c.on.ocimient.o escrit.o de aquel idi.oma, sin.o también p.or incuria de quienes, much.os añ.os adelante, aun 1.0 c.on.ocían en f.orma tal que les permitía dirigir la palabra a un vast.o c.oncurs.o. N.o es, acas.o, el m.oment.o de rec.orda" las vicisitudes que sufrIer.on aquell.os códices en cuyas páginas el alt.o criteri.o de nuestr.os filól.og.os ha p.odid.o ra¡:;t!-ear un tant.o las características rle la lengua muisca. Otra .ocasión habré de disertar s.obre est.o, ya que de s uy.o c.onstituye tema interesante por extrem,'. Una de las primeras necesidades experimentadas por l.os conquistad.ores y c.olonizad.ores españoles fue la de con.ocer hasta donde fuese posible la lengua de l.os naturales. Sin lugar a duda, ésta fue una de sus mayores pre.ocupaci.ones, a partir del moment.o en que l.os soldado!; de Jiménez de Quesada preguntar.on a uno de los aborígenes de la altiplanicie su nombre, a 1.0 cual c.ontestó con las palabras musca puenunga. de donde salió (según an.ota R.odríguez Freyle) el apelativo de "muiscas", dado por los españoles a los p.obladores del Valle de l.os Alcáza res. Ni el g.obierno civil ni la predicación podían adelantar sin el c.on.ocimient.o de la lengua. Ciertamente, seglares y h.ombres religi.os.os debier.on desde el primer m.omento dedicarse a la tarea de estudiar y aprender el idioma de l.os c.onquistad.os. Sobre este punt.o la Cor.ona hispana dio repetidas ordenanzas, cuyo cumplimiento era hart.o rigur.oso para los doctriner.os, pues siend.o urgente-en sentir de los iberosenseñar a l.os indios la doctrina cristiana y apartarlos de la idolatría, t.oda su actividad debía dirigirse a la p.osesión de aquel medio sin el cual aquella enseñanza y reducción eran imposibles de t.odo punto. Corrieron los años, y la colonización adelarrtó hasta 1'\1 extremo de incorp.orar a la vida civilizada los may.ores centr.os de población indígena, de los cuales irradiaba en busca de los más apartad.os rinc.ones del territOri.o. Y tan pr.ont.o c.om.o la lengua españ.ola fue c.on.ocida en t.odas partes, y usada p.or l.os más, la chibcha cayó en desus.o y más tarde en abs.olut.o .olvid.o. Estaba cumplida una etapa de extra.ordinaria imp.ortancia política para España, y dedifinitivamente b.orrada una de las características may.ores de aquel imperi.o cuyas riquezas y p.oderí.o industrial s.orprendier.on a l.os hij.os de Castilla. Escas.os en extrem.o s.on l.os v.ocabl.os chibchas de que hallam.os mem.oria en las .obras de l.os primitiv.os cr.onistas del Nuev.o Rein.o de Granada. Sea porque n.o despertara interés su us.o en aquell.os anales, sea p.orque deliberadamente l.os .olvidase cada un.o de aquell.os antigu.os escrit.ores, es 1.0 ciert.o que muy escasas palabras del idi.oma fuer.on inc.orp.oradas al text.o escrit.o en lengua castellana. Fernández Piedrahita menci.ona el v.ocabl.o thytua (bohi.o) equivalente a casa .o cabaña, y hace alusÍ'ón al calificativ.o thyguyes, aplicad.o a las mujeres c.oncubinas del príncipe. Pero despierta en alt.o grado nuestra atención el hech.o de que en numer.os.os pasajes en d.onde la voz chibcha hubiera p.odid.o intercalarse sin mengua de la expresión, antes bien, c.on pr.ovecho para su viveza y c.ol.orid.o, fue .omitida, prefiriend.o siempre el aut.or el v.ocabl.o español equivalente. R.odríguez Freyle, tan curi.os.o en sus investigaci.ones, y tan nimio en multitud de detalles descriptiv.os de un hecho .o de una situación, pasó también p.or alt.o s.obre expresi.ones muiscas que, en nuestr.o sentir, debieron ser p.opulares en l.os m.oment.os dedicad.os a trazar l.os cuadr.os del antigu.o "C~rner.o". A él le debem.os la narración del diál.og.o citad.o líneas arriba, ocurrid.o entre el invas.or españ.ol y el indi.o temer.os.o. Per.o ni un.o ni .otro, ni el erudit.o obispo de Santa Marta, ni el cr.onista santafereñ.o, dejan 42 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos adivinar .la causa de aquella preferencia que dejaba en la oscuridad y el desconocimiento ri. cas manifestaciones de la mentalidad aborigen. Menos desdeñoso, el pueblo usaría numerosos vocablos pertenecientes al antiguo lenguaje; pero, ingrato hacia el imperio de donde tuvieron origen y manifestaron su esplendor, poco a poco los dejó de lado para adoptar de lleno las fórmulas del idioma en que se promulgaron las leyes de la Monarquía. Debido a esta circunstancia, hoy son escasís imas las palabras chibchas conocidas y usadas por las clases inferiores de la sociedad edificada sobre las ruinas de aquél. Y resulta labor harto difícil tropezar con los giros en cuya construcción aparezcan aquéllas. La sencillez de su rústica vida determinó, por otra parte, que el pueblo no diera a su lengua la amplitud de idiomas tales como el azteca o el quechua, r~cos en variedad de expresiones. A no ser en sitios cortesanos, en Hunza o Bacatá, el léxico ordinario sólo necesitaba referirse a los menesteres rurales y a los sucesos de mayor ocurrencia dentro de los cortos límites de un humilde cercado. De modo que una de las causas incontestables de la decadencia idiomática de los chibchas fue su escaso valor y significación delante del alud que vino a devastarlo todo. No ocurrió lo mismo, ciertamente, a pueblos enriqueci<!os por la civilización incaica; pues ellos tuvieron vigor suficiente para traducir a su lenguaje las ideas de los conquistadores, oponiendo a su empuje una valla que aun perdura en escondidos parajes de los Andes. Sin ahondar en la cuestión filológica diremos que el Chibcha carecía de las letras d, l, ll, ñ, 1', v; del mismo modo anotaremos que la lengua quechua careció de b, d, f, x, g, j, 1, n, según anota el Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales. Empero, este último idioma adquirió en la América Austral una extensión y preponderancia apreciables aun en los tiempos actuales. Es indispensable tener en cuenta, al ocuparnos .de esta materia, que precisamente en virtud de la conquista española fueron trasladados al territorio del Nuevo Reino de Granada . l1).u~hQS vocablos indígenas pertenecien- tes a dialectos de otras regiones americanas. Observación comprobada por el hecho de que los colonizadores se hicieron acompañar de aborígenes habitantes de diversas islas de las Ant illas, muy en particular de Haití, los cuales --como era natural-dieron a seres vivientes y a cosas el nombre aprendido en su tierra nativa. En efecto, el vocablo "maíz" es de origen haitiano, pero desde tiempos remotos sirve en la Sabana de Bogotá para designar la preciada gramínea que proporciona tan valioso sustento. Otras veces fue la lengua quechua la que agregó nuevas voces a la antigua terminología, como en el caso de "guaguo" y "guagua", aplicado a los niños; y es de saberse que aun hoy corre en el lenguaje habitual de las regiones del sur de Colombia. Cosa idéntica ocurre con la palabra "changa", significativa de pierna. Pero ni una ni otra llegaron a ser incorporadas en el lenguaje de los aborígenes muiscas, o a lo menos, no llegaron hasta nuestros días. De regiones peruanas también parece haber llegado el vocablo "guaco", aplicado a un ave gallinácea conocida en aquéllas; lo propio ocurre con el término "guayuco", igualmente usado en las tierras venezolanas y en las que demoran más acá del Táchira. Este último ha figurado, y figura, como sinónimo de "pampanilla". Entre los venezolanismos conocidos en nuestra patria y usados en ella es digno de notarse el vocablo "Guacharaca", aplicado también a una gallinácea común. Cierta planta umbelífera cultivada desde años muy distantes de los nuéstros lleva el nombre de "arra cacha" o "racacha" y sus tubérculos forman parte de los alimentos preferidos de nuestro pueblo. No diríamos que su nombre salió del idioma chibcha, tal como lo hallaron los iberos al tomar posesión de las r egiones conquistadas para la lengua, la religión y la raza de Castilla. Quizás no fuera posible determinar con exactitud su verdadero origen, como sucede con tántos y tántos vocablos que nacieron y se propagaron en diversas r egiones americanas, sin permitirnos adivinar sus patrios lares. Porque, en realidad, algunos años después de realizada la conquista del imperio muisca, ya 43 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos che", en tratándose de uno de los más importantes renglones de su alimentación, porque las hojas de la planta que lleva ese nombre le siryen para envolver convenientemente una masa hecha de molimiento de maíz. Es sabido que así como en los países asiáticos ha predominado el arroz como base de mantenimiento, en los indo-hispanos figuró el maíz como alimento esencial de los aborígenes. Entra el precioso grano en la preparación de manjares gustados por los pueblos prehistóricos americanos Para ello empleaban los nuestros, desde tiempo inmemorial, el "quiche". En las admirables estrofas consagradas por don Diego Fallon a las Rocas de Suesca hallamos, usada por el poeta, una de las denominaciones chibchas acabadas de mencionar. Así leemos: Un pañuelo de musgo y lama verde, con prendedor de "quiche" al sería atado, remata el traje : 10 demás se pierde tras un dosel en el peñón tallado . .. En la primorosa colección de coplas populares boyacenses recientemente publicada por el doctor Cayo Leonidas Peñuela, hemos encon trado también una antigua denominación aborigen aplicada a cierto arbusto propio de terrenos áridos de estas comarcas. "Gaque" es un nombre cuyas características nos permiten creerlo de procedencia chibcha. La copla en cuestión aparece al lado de otras que no pode-mos dejar de trascribir como adorno de la presente lectura: i Quién fuera "gaque" de peña para no sentir verano; quién viviera entre tu peCho para ver su desengaño! I El cronista Simón nos refiere el procedimiento empleado por los aborígenes para embalsamar los cadáveres de aquellos individuos de su tribu, singularmente notados por sus servicios a ella. Y al .escribir sobre esto, nos dice cómo era usada la "mocoba", resina propia para conservar los cuerpos muertos. En la actualidad se ignora la materia prima que entraba en la composición de aquel producto. Concordante con este mismo punto hallamos el término "duho" aplicado al rústico mueble sobre el .cual. los chibchas colo~ban las momias de sus antepasados. El Beneficiado ·de Tunja, don Jual} de Castellanos, así nos lo declara en su famoso poema. otra voz ver~mos en seguida correspondiente a una de SUR nociones abstractas. "Los conceptos que tenían los chibchas sobre la inmortalidad del alma, la responsabilidad ultrat el'l'ena, los premios y castigos eternos, eran por todo extremo confusos y rudimentarios, escribe el ilustrado investigador doctor Gel'ardo An·ubla. Creían en una alma inmortal que en su idioma llamaban "fihisca". voz que qui e~e de~ir aliento. Idea ésta-agrega-que fue común en las naciones precolombinas, entre las cuales se consideraba que ' el cuerpo del hombre era "la simple envoltura de otro ser más sutil o espíritu invisible, especie de vapor compuesto de respiración, reflexión o sombra." El lp.ismo Padre Simón observa a propósito del vocablq "jeque", aplicado a los sacerdotes, que el término muisca fue "ogque", el cual no prosperó entre los españoles por la dificultad que hallaron en su pronunciación. Difícil sería precisar aquellas expresiones que la lengua de los invasores mudó arbitrariamente, tal como ocurrió con la acabada de mencionar. "Chimia" y "cubio" fueron voces chibchas igualmente. Corresponde la primera a cierta avecilla que formaba parte de la alimentación de los aspirantes ~l sacerdocio; y la s~­ gunda-aun hoy usada por los agricultorescorresponde a uno de los productos de las regiones frías del territorio. "Tata", "fotuto" y "guazabara" corren comúnmente usadas por los escritores de la conquista, aun los más esquivos en mencionar voces indígenas. ''Tata'' era .el nombre de la trompeta guerrera i "fotuto", instrumento de la misma naturaleza, y "gua~abara':' grito de guerra conocido más tarde como sinónimo 9.e combate o batalla. Ninguna de éstas figura en el léxico actual de nuestro pueblo. . '!Ana" y "gacha" recuerda el Padre Simón que corresponden al palo con que se menean los alimentos dentro de una vasija, y a la vasija misma. Ocurre 'con ellos como con los tér- 46 ©Biblioteca Nacional de Colombia S e n 'd e r o S millos citados en el párrafo anterior, pues no tienen aplicación actual. 'Un adjetivo sustantivado, así conocido en tiempos de la conquista, fue el vocablo "guecha" propio de los hombres más valientes en la pelea y más diestros en el manejo de las armas. En la forma gramatical dich·a . aparece en antiguas páginas de nuestra historia. El preci~so mineral en cuya búsqueda anduyieron de1'\alados -los ambicio os conquista"dores, y 'por él cual verificaron penosas travesías hasta Somondoco y Muzo, fue llamado "guacata" ]101' los muisca . Y si é1'\tos lo codiciaban, i cómo no hahía de sei' buscado sin descanso por los. españole deslumbrados por el esplendor de nuestras ricas esmeraldas! En sus costumbres idolátricas los chibchas emplearon el "m€>que" a modo de incienso propiciatorio delante de la divinidad. Pero nos ocurre la duda de si esta voz fue solamente conocida por los muiscas, o si corrió idéntica en otra:; lenguas americanas. A esta duda nos lleva la circunstancia de que en la obra del célebre Berna!" Díaz del Castillo. c~'eeinos haber encontrado este vocabio con significación semejante. La hechicería también nos ofrece la palabra "yopa", equivalente al polvillo obtenido mediante el moli!l1iento de ciertas hojas conocidas de los mohanes. En su calabacillo érales preciRO llevar siempre, así la cal y el hayo como los polvos denominados "yopa". Los mensajeros o embajadores fueron llamados "quemes", y COl! tal nombre figuran en el libro de uno de los más antiguos cronistas del Nuevo Reino. Refiriéndonos a los nombres de cosas , resulta extraño que los indígenas hubieran permitido su total olvido, a tiempo que expresiones geográficas de menor ' uso, tal vez, tomaban carta de naturaleza en el habla de los castellanos obteniendo--merced a ello--llegar en la plenitud de su significación primitiva hasta nuestros días. El léxico aborigen en 10 relativo a la fauna y a la flora del extenso país de Cundinamarca debió ser muy dilatado, y no deja por -elló de ser sorprendente que de él solamente nos queden escasas muestras. Ignoram?~ .el .nombre de las infinitas especies de pájaros que 'habitan a "la sombra de nuestros bos- ques, la denominación de los 'cuadrúpedos propios de los montes y llanuras comprendidos en los linderos del imperio, y-como hemos visto líneas atrás-resulta deficiente sobremanera el número de las expresiones chibchas en uso al tratar de las plantas, de sus flores y frutos. Esto se confirma si nos detenemos a considera.!' que, v. g., no ha llegado ha~ta los días que corren el vocablo chibcha correspondiente a venado, de qu e estaban lleno el tupido boscaj e y las vertientes de los ríos. Tambi~n es oportuno decir que ignoramos la YOZ correspondiente a conejo, animal doméstico en extremo conocido y apreciado por los aborígenes de nuéstra Sabana. Pero de tántas y tántas especies de mamíferos como poblaban y aun pueblan aquellos lugares, han sido olvidadas por complet9 las antiguas denominaciones. Como h umild~ vestigio de ellas conservan nuestros labradores vocablos tales como "cafuche" y "tinaj o". De las aves es bien poco lo que sabernos. Ignoramos el nombre que dieron al águila, habitadora de los altos riscos y de las eminencias solitarias. Ocurre lo mismo con diversas rapaces comunes en nuestros bosques y montai1as. Y si conocemos el de cierta ave nocturna cuya denominación figuta entre otros peruanismos, es porque 10 recuerda su grito peculiar en las noches serenas: el "guaco". Arboles y plantas también se vieron desposeídos de su nombre .de edades remotas. Al sauce, cuyo ramaje se inclina hacia la linfa pura, ¿ cómo le' llamaron ? Y a tántas gramíneas como decoran y enriquecen el campo que fue suyo, ¿ qué denominación les dieron? Bien corta huella nos dejó su lenguaje. A este propósito sería interesante rastrear el origen del vocablQ "ahuyama", largamente conocido y usado por las clases populares, por referirse a uno de los productos constitutivos de 'su brdinario sustento. Sin que pretendamos que esta voz, como otras de procedencia incierta, formaron un día parte oe las formas idiomáticas chibchas. y ya que de esto hablamos, conviene recordar la modesta "uchuva", en cuya búsqueda andan siempre afanosos los hijos de nuestros 4'7' ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos labriegos. En pos de ella mencionaremos las "chuguas" o "rubas" propias del nebuloso páramo, y haremos notar que los labios de nuestros campesinos conservan estas dos voces en la corriente de sus comunes expresiones. La feliz circunstancia de haber publicado recientemente el ilustrado botánico doctor Enrique Pérez Arbeláez, un opósculo titulado "Plantas medicinales más usadas en Bogotá", nos ha permitido agregar a los nombres y~ registrados como de probable origen chibcha otros que veremos en seguida. Y sea del caso insistir en lo que atrás dijimos: no hemos venido a fallar sobre la ascendencia de unos u otros vocablos, pues para ello necesitaríamos cOl10cimientos filológicos de que estamos muy distantes. Pero interesados en coleccionar aquellos que hoy día corren en nuestro común vocabulario, debemos agrE=gar algunos anotados por el distinguido naturalista. Dando nombre a cierta maleza frecuente en los sembrados, cita la "chipaca", propia-a nuestro entender-de las regiones frías; menciona igualmente el chamico, del cual anota que tiene un área de dispersión variada y tuvo origen en la flora del Mar Caspio; también figura allí la rúchica, abundante en los matorrales que circundan la Sabana de Bogotá; sin dejar olvidados el chuleo, la guaba y el paico, advirtiendo que el nombre de esta última planta medicinal parece "aimará", y -por tanto-resulta importado de tierras peruanas. Si por su aspecto botánico es digno de a labanza el estudio del doctor Pérez Arbeláez, no lo es menos por la orientación práctica de sus observaciones. No es preciso detenernos a mencionar la bebida preferida del pueblo. Solamente haremos mención del vocablo, caído en desuso, con el cual se la denominaba "chicantana". Por el Padre Simón sabemos que el término "cke" era aplicado a la flecha, y "ckeschke" al garabato de la misma. Pero ignoramos las designaciones muiscas en lo tocante a otras de sus armas, Po! cierto no bastantes a poner temor en el corazón de sus conquistadores. Si nos adentráramos por la vereda filológi- ca, trataríamos de investigar el origen de vocablos tales como changua, chiza, chimbo y otros del mismo jaez, que a distancia parecen tener origen chibcha. Bien averiguado está el de "chizacá", yerba vulgar cuya florecilla es usada como beneficiosa para mantener la dentadura en perfecto estado. De paso diremos que ninguna de las tres expresiones mencionadas arriba tiene carta en el Diccionario de la Academia Española, que ha admitido otros interesantes provincialismos. "Changua" es uno de nuestros alimentos; "chiza" es un gusanillo común en las raíces de ciertas plantas, y "chimbo" es un trozo pequeño de carne. "Chamba" es vocablo incluído en el Diccionario citado mas no en el sen~ido de foso, sino en el de casualidad, apareciendo allí como sinónimo de "chiripa". Todos sabemos que la voz "chamba" es ampliamente conocida y usada por nuestros campesinos, desde tiempo inmemorial, que podría acusar su origen muisca. También suele hallar el viajero, en las lagunas que de trecho en trecho prestan brillantez a la Sabana de Bogotá, una apacible avecilla que los antiguos llamaron "caica", y cuyo nombre ha venilo intacto hasta nuestros días. También la onomatopeya jugó papel principal en el lenguaje chibcha, como puede comprobarse con la denominación de esta modestísima zancuda. Concluyendo aquí estos renglones haremos una observación final: cuando la hueste espaHola tomó posesión del imperio chibcha no encontró en los mayores centros de población de flU territorio diferentes dialectos cuya preponderancia parcial desmintiera la unidad de su constitución política, hecho éste que demuestra hasta dónde alcanzó la pujanza de aquella raza desventurada. No formaron los muiscas una nación dividida por diferencias idiomáticas, sino un todo concordante y armónico en parte esenciaHsima de la estructura social. Orgullo legítimo de los conquistadores venidos de allende los mares fue sin duda el abatimiento de un imperio caracterizado ya por la unidad de su lenguaje. 48 ©Biblioteca Nacional de Colombia MANUEL JOSE PORERO