VESTIGIOS DEL f1 - Biblioteca Nacional de Colombia

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VESTIGIOS
DE
L f1
Cuando por vez primera divisó el Conquistador la yasta llanura, se inundó en goce indefinible su corazón magnánimo. Las huestes
que le acompañaban sintiéronse invadidas por
una ' alegría infinita, recordando las largas horas de penalidades vividas hasta entonces, desde su salida de Sa_nta Marta. Todos percibieron en el silencio de la serranía por donde alcanzaron la Sabana de Bogotá, el rumor de una
inmensa colmena en afanoso movimiento; y
a sus oídos llegó, no el vibrante eco de altas
voces guerreras, sino el canto apacible de un
pueblo campesino, entregado al culto del trabaj"o.
Cuando los expedicionarios descendieron de
aquellos agrestes peñascos y contemplaron de
cerca la esplendidez de la Sabana, admirando
al propio tiempo la gracia de las habitaciones
chibchas, le dieron el nombre de Valle de los
Alcázares. En él fijaron su asiento, en él se
repusieron de las fatigas de aquella homérica jornada, y aquí se pusieron en contacto con
l,l.l1a agrupación humana humilde, sin las insorencias del caribe, sencilla, sin las pretensiones del antillano, dedicada a cultivar el campo regalado-para la posesión de sus mayores-por la mano bienhechora de Bochica.
A medida que avanzaron los españoles por
la verde extensión sabanera apreciaron mejor
la índole de la nación invadida. Doquiera encontraron habitaciones rústicas, a la vera de
opulentos · sembrados. Doquiera hallaron sombra propicia al descanso, a la orilla de rumorosos an-oyuelos - venidos de muy lejos, de colinas distantes envueltas casi por el manto
azul del firmamento. Y aquí y allá grupos esquivos de indígenas vestidos con mantas que
ellos mismos' tejieron, adornados con figurillas de oro labradas con sus propias manos, y
protegidos por bohíos cuya techumbre alzaron.
No fue característica de aquel pueblo la numerosa cantidad de armas puesta en manos de
sus · varones. Tampoco su empuje aguerrido y
LENGU/\
CHIBCHf1
tenaz. Preocupábase más bien por los tejidos
de algodón, cuyo desarrollo le atraía fama de
laborioso. Concedía mayor importancia a los
ritos de Nemqueteba, sabio, prudente y pacífico, que a las hecatombes humanas de que tenía noticia por indios de más allá de sus fronteras.
Si vivía en Ráquira era porque allí la cerámica cobraba cada día mayor impulso; si comerciaba con tribus vecinas era porque a cambio de los frutos de su trabajo recibía oro que
daría ocupación a infinita falange de artífices;
si procuraba mantener la integridad de su territorio hacíalo porque cada palmo de tierra tenía origen divino y resultaba apto para las faenas agrícolas; y, en fin, si daba muestras de
incansable actividad no era-ciertamente-porque preparase una guerra cruel contra sus vecino sino porque érale preciso dar sustento debido a sus mujeres y pan blando a sus hijos.
Sin dificultades numerosas lograron el conquistador y sus seguidores llegar a Hunza, centro cortesano capital del imperio; más tarde
avanzó hasta Teusaquillo, lugar de recreo del
Soberano, y hallando adecuado ese sitio apacible para fundar una ciudad que diese honra
a España y gloria a sus blasones, juntó el 6 de
agosto de 1538 a !os suyos y nos legó la noble
villa de que nos enorgullecemos y a cuyo amparo vivimos.
Con el trascurso de los años desapareció
aquel imperio; derrumbáronse el altar de sus
dioses y el sagrado techo de sus penates; fue
a purar a extrañas manos su riqueza; y hasta
su lengua cayó en olvido pues ya no habría de
rememorar hechos glorioso~ sino días de luto
y de ' amargura, precursores de la destrucción
definitiva. Acerca de sus vestigios actuales hemos preparado nuestra 1110c1estísima disertación.
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En los viejos archivos parroquiales de Tabio, aquel risueño poblado de la verde Sabana
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cuya fis.on.omÍa y tradici.ones c.onservan intact.o
el recuerd.o de ép.ocas ya desaparecidas, dim.os
lectura hace algl1n.os añ.os a la interesante acta levantada c.on m.otiv.o de la visita que a la
esc.ondida aldea hiz.o el arz.obisp.o de Santafé,
fray Cristóbal de T.orres.
Cuéntase en aquél pliego que la alocución
del prelad.o, después de haber sid.o pr.onunciada
p.or él mismo, fue vertida a la lengua chibcha
para c.on.ocimient.o de l.os indígenas que a la
cerem.onia asistían. Esta circunstancia n.os ha
hech.o pensar que n.o tan sól.o p.ol' descuido de
l.o.s primitiv.os d.octriner.os de la c.onquista se
percUó el c.on.ocimient.o escrit.o de aquel idi.oma,
sin.o también p.or incuria de quienes, much.os
añ.os adelante, aun 1.0 c.on.ocían en f.orma tal
que les permitía dirigir la palabra a un vast.o
c.oncurs.o. N.o es, acas.o, el m.oment.o de rec.orda"
las vicisitudes que sufrIer.on aquell.os códices
en cuyas páginas el alt.o criteri.o de nuestr.os
filól.og.os ha p.odid.o ra¡:;t!-ear un tant.o las características rle la lengua muisca. Otra .ocasión habré de disertar s.obre est.o, ya que de
s uy.o c.onstituye tema interesante por extrem,'.
Una de las primeras necesidades experimentadas por l.os conquistad.ores y c.olonizad.ores
españoles fue la de con.ocer hasta donde fuese
posible la lengua de l.os naturales. Sin lugar a
duda, ésta fue una de sus mayores pre.ocupaci.ones, a partir del moment.o en que l.os soldado!; de Jiménez de Quesada preguntar.on a
uno de los aborígenes de la altiplanicie su nombre, a 1.0 cual c.ontestó con las palabras musca puenunga. de donde salió (según an.ota
R.odríguez Freyle) el apelativo de "muiscas",
dado por los españoles a los p.obladores del Valle de l.os Alcáza res.
Ni el g.obierno civil ni la predicación podían
adelantar sin el c.on.ocimient.o de la lengua.
Ciertamente, seglares y h.ombres religi.os.os debier.on desde el primer m.omento dedicarse a
la tarea de estudiar y aprender el idioma de l.os
c.onquistad.os. Sobre este punt.o la Cor.ona hispana dio repetidas ordenanzas, cuyo cumplimiento era hart.o rigur.oso para los doctriner.os,
pues siend.o urgente-en sentir de los iberosenseñar a l.os indios la doctrina cristiana y
apartarlos de la idolatría, t.oda su actividad
debía dirigirse a la p.osesión de aquel medio
sin el cual aquella enseñanza y reducción eran
imposibles de t.odo punto.
Corrieron los años, y la colonización adelarrtó hasta 1'\1 extremo de incorp.orar a la vida civilizada los may.ores centr.os de población indígena, de los cuales irradiaba en busca de los
más apartad.os rinc.ones del territOri.o. Y tan
pr.ont.o c.om.o la lengua españ.ola fue c.on.ocida
en t.odas partes, y usada p.or l.os más, la chibcha cayó en desus.o y más tarde en abs.olut.o
.olvid.o. Estaba cumplida una etapa de extra.ordinaria imp.ortancia política para España, y dedifinitivamente b.orrada una de las características may.ores de aquel imperi.o cuyas riquezas
y p.oderí.o industrial s.orprendier.on a l.os hij.os
de Castilla.
Escas.os en extrem.o s.on l.os v.ocabl.os chibchas de que hallam.os mem.oria en las .obras
de l.os primitiv.os cr.onistas del Nuev.o Rein.o
de Granada. Sea porque n.o despertara interés
su us.o en aquell.os anales, sea p.orque deliberadamente l.os .olvidase cada un.o de aquell.os
antigu.os escrit.ores, es 1.0 ciert.o que muy escasas palabras del idi.oma fuer.on inc.orp.oradas
al text.o escrit.o en lengua castellana. Fernández Piedrahita menci.ona el v.ocabl.o thytua
(bohi.o) equivalente a casa .o cabaña, y hace
alusÍ'ón al calificativ.o thyguyes, aplicad.o a
las mujeres c.oncubinas del príncipe. Pero despierta en alt.o grado nuestra atención el hech.o
de que en numer.os.os pasajes en d.onde la voz
chibcha hubiera p.odid.o intercalarse sin mengua de la expresión, antes bien, c.on pr.ovecho
para su viveza y c.ol.orid.o, fue .omitida, prefiriend.o siempre el aut.or el v.ocabl.o español equivalente.
R.odríguez Freyle, tan curi.os.o en sus investigaci.ones, y tan nimio en multitud de detalles
descriptiv.os de un hecho .o de una situación,
pasó también p.or alt.o s.obre expresi.ones muiscas que, en nuestr.o sentir, debieron ser p.opulares en l.os m.oment.os dedicad.os a trazar l.os
cuadr.os del antigu.o "C~rner.o". A él le debem.os la narración del diál.og.o citad.o líneas arriba, ocurrid.o entre el invas.or españ.ol y el indi.o
temer.os.o.
Per.o ni un.o ni .otro, ni el erudit.o obispo de
Santa Marta, ni el cr.onista santafereñ.o, dejan
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adivinar .la causa de aquella preferencia que
dejaba en la oscuridad y el desconocimiento ri. cas manifestaciones de la mentalidad aborigen.
Menos desdeñoso, el pueblo usaría numerosos vocablos pertenecientes al antiguo lenguaje; pero, ingrato hacia el imperio de donde
tuvieron origen y manifestaron su esplendor,
poco a poco los dejó de lado para adoptar de
lleno las fórmulas del idioma en que se promulgaron las leyes de la Monarquía.
Debido a esta circunstancia, hoy son escasís imas las palabras chibchas conocidas y usadas por las clases inferiores de la sociedad edificada sobre las ruinas de aquél. Y resulta labor harto difícil tropezar con los giros en cuya
construcción aparezcan aquéllas.
La sencillez de su rústica vida determinó,
por otra parte, que el pueblo no diera a su lengua la amplitud de idiomas tales como el azteca o el quechua, r~cos en variedad de expresiones. A no ser en sitios cortesanos, en Hunza
o Bacatá, el léxico ordinario sólo necesitaba referirse a los menesteres rurales y a los sucesos
de mayor ocurrencia dentro de los cortos límites de un humilde cercado. De modo que una
de las causas incontestables de la decadencia
idiomática de los chibchas fue su escaso valor
y significación delante del alud que vino a devastarlo todo. No ocurrió lo mismo, ciertamente, a pueblos enriqueci<!os por la civilización
incaica; pues ellos tuvieron vigor suficiente para traducir a su lenguaje las ideas de los conquistadores, oponiendo a su empuje una valla
que aun perdura en escondidos parajes de los
Andes.
Sin ahondar en la cuestión filológica diremos que el Chibcha carecía de las letras d, l, ll,
ñ, 1', v; del mismo modo anotaremos que la
lengua quechua careció de b, d, f, x, g, j, 1, n,
según anota el Inca Garcilaso de la Vega en
sus Comentarios Reales. Empero, este último
idioma adquirió en la América Austral una
extensión y preponderancia apreciables aun en
los tiempos actuales.
Es indispensable tener en cuenta, al ocuparnos .de esta materia, que precisamente en
virtud de la conquista española fueron trasladados al territorio del Nuevo Reino de Granada . l1).u~hQS vocablos indígenas pertenecien-
tes a dialectos de otras regiones americanas.
Observación comprobada por el hecho de que
los colonizadores se hicieron acompañar de aborígenes habitantes de diversas islas de las Ant illas, muy en particular de Haití, los cuales
--como era natural-dieron a seres vivientes
y a cosas el nombre aprendido en su tierra
nativa.
En efecto, el vocablo "maíz" es de origen
haitiano, pero desde tiempos remotos sirve en
la Sabana de Bogotá para designar la preciada
gramínea que proporciona tan valioso sustento.
Otras veces fue la lengua quechua la que agregó nuevas voces a la antigua terminología,
como en el caso de "guaguo" y "guagua", aplicado a los niños; y es de saberse que aun hoy
corre en el lenguaje habitual de las regiones
del sur de Colombia. Cosa idéntica ocurre con
la palabra "changa", significativa de pierna.
Pero ni una ni otra llegaron a ser incorporadas
en el lenguaje de los aborígenes muiscas, o a
lo menos, no llegaron hasta nuestros días.
De regiones peruanas también parece haber
llegado el vocablo "guaco", aplicado a un ave
gallinácea conocida en aquéllas; lo propio ocurre con el término "guayuco", igualmente usado en las tierras venezolanas y en las que demoran más acá del Táchira. Este último ha figurado, y figura, como sinónimo de "pampanilla". Entre los venezolanismos conocidos en
nuestra patria y usados en ella es digno de
notarse el vocablo "Guacharaca", aplicado también a una gallinácea común.
Cierta planta umbelífera cultivada desde
años muy distantes de los nuéstros lleva el
nombre de "arra cacha" o "racacha" y sus
tubérculos forman parte de los alimentos preferidos de nuestro pueblo. No diríamos que su
nombre salió del idioma chibcha, tal como lo
hallaron los iberos al tomar posesión de las
r egiones conquistadas para la lengua, la religión y la raza de Castilla. Quizás no fuera posible determinar con exactitud su verdadero
origen, como sucede con tántos y tántos vocablos que nacieron y se propagaron en diversas
r egiones americanas, sin permitirnos adivinar
sus patrios lares.
Porque, en realidad, algunos años después de
realizada la conquista del imperio muisca, ya
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che", en tratándose de uno de los más importantes renglones de su alimentación, porque las
hojas de la planta que lleva ese nombre le siryen para envolver convenientemente una masa hecha de molimiento de maíz. Es sabido que
así como en los países asiáticos ha predominado el arroz como base de mantenimiento, en
los indo-hispanos figuró el maíz como alimento
esencial de los aborígenes. Entra el precioso
grano en la preparación de manjares gustados
por los pueblos prehistóricos americanos Para
ello empleaban los nuestros, desde tiempo inmemorial, el "quiche".
En las admirables estrofas consagradas por
don Diego Fallon a las Rocas de Suesca hallamos, usada por el poeta, una de las denominaciones chibchas acabadas de mencionar. Así
leemos:
Un pañuelo de musgo y lama verde,
con prendedor de "quiche" al sería atado,
remata el traje : 10 demás se pierde
tras un dosel en el peñón tallado . ..
En la primorosa colección de coplas populares boyacenses recientemente publicada por
el doctor Cayo Leonidas Peñuela, hemos encon trado también una antigua denominación aborigen aplicada a cierto arbusto propio de terrenos áridos de estas comarcas. "Gaque" es un
nombre cuyas características nos permiten
creerlo de procedencia chibcha. La copla en
cuestión aparece al lado de otras que no pode-mos dejar de trascribir como adorno de la presente lectura:
i Quién fuera "gaque" de peña
para no sentir verano;
quién viviera entre tu peCho
para ver su desengaño!
I
El cronista Simón nos refiere el procedimiento empleado por los aborígenes para embalsamar los cadáveres de aquellos individuos
de su tribu, singularmente notados por sus servicios a ella. Y al .escribir sobre esto, nos dice
cómo era usada la "mocoba", resina propia para conservar los cuerpos muertos. En la actualidad se ignora la materia prima que entraba en la composición de aquel producto.
Concordante con este mismo punto hallamos
el término "duho" aplicado al rústico mueble
sobre el .cual. los chibchas colo~ban las momias de sus antepasados. El Beneficiado ·de
Tunja, don Jual} de Castellanos, así nos lo declara en su famoso poema. otra voz ver~mos
en seguida correspondiente a una de SUR nociones abstractas.
"Los conceptos que tenían los chibchas sobre la inmortalidad del alma, la responsabilidad ultrat el'l'ena, los premios y castigos eternos, eran por todo extremo confusos y rudimentarios, escribe el ilustrado investigador
doctor Gel'ardo An·ubla. Creían en una alma
inmortal que en su idioma llamaban "fihisca".
voz que qui e~e de~ir aliento. Idea ésta-agrega-que fue común en las naciones precolombinas, entre las cuales se consideraba que ' el
cuerpo del hombre era "la simple envoltura de
otro ser más sutil o espíritu invisible, especie
de vapor compuesto de respiración, reflexión
o sombra."
El lp.ismo Padre Simón observa a propósito
del vocablq "jeque", aplicado a los sacerdotes,
que el término muisca fue "ogque", el cual no
prosperó entre los españoles por la dificultad
que hallaron en su pronunciación. Difícil sería
precisar aquellas expresiones que la lengua de
los invasores mudó arbitrariamente, tal como
ocurrió con la acabada de mencionar.
"Chimia" y "cubio" fueron voces chibchas
igualmente. Corresponde la primera a cierta
avecilla que formaba parte de la alimentación de los aspirantes ~l sacerdocio; y la s~­
gunda-aun hoy usada por los agricultorescorresponde a uno de los productos de las regiones frías del territorio.
"Tata", "fotuto" y "guazabara" corren comúnmente usadas por los escritores de la conquista, aun los más esquivos en mencionar
voces indígenas. ''Tata'' era .el nombre de la
trompeta guerrera i "fotuto", instrumento de
la misma naturaleza, y "gua~abara':' grito de
guerra conocido más tarde como sinónimo 9.e
combate o batalla. Ninguna de éstas figura en
el léxico actual de nuestro pueblo.
. '!Ana" y "gacha" recuerda el Padre Simón
que corresponden al palo con que se menean
los alimentos dentro de una vasija, y a la vasija misma. Ocurre 'con ellos como con los tér-
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S e n 'd e r o S
millos citados en el párrafo anterior, pues no
tienen aplicación actual.
'Un adjetivo sustantivado, así conocido en
tiempos de la conquista, fue el vocablo "guecha"
propio de los hombres más valientes en la pelea y más diestros en el manejo de las armas.
En la forma gramatical dich·a . aparece en antiguas páginas de nuestra historia.
El preci~so mineral en cuya búsqueda anduyieron de1'\alados -los ambicio os conquista"dores, y 'por él cual verificaron penosas travesías
hasta Somondoco y Muzo, fue llamado "guacata" ]101' los muisca . Y si é1'\tos lo codiciaban,
i cómo no hahía de sei' buscado sin descanso por
los. españole deslumbrados por el esplendor
de nuestras ricas esmeraldas!
En sus costumbres idolátricas los chibchas
emplearon el "m€>que" a modo de incienso propiciatorio delante de la divinidad. Pero nos ocurre la duda de si esta voz fue solamente conocida por los muiscas, o si corrió idéntica en otra:;
lenguas americanas. A esta duda nos lleva la
circunstancia de que en la obra del célebre Berna!" Díaz del Castillo. c~'eeinos haber encontrado este vocabio con significación semejante.
La hechicería también nos ofrece la palabra
"yopa", equivalente al polvillo obtenido mediante el moli!l1iento de ciertas hojas conocidas
de los mohanes. En su calabacillo érales preciRO llevar siempre, así la cal y el hayo como
los polvos denominados "yopa".
Los mensajeros o embajadores fueron llamados "quemes", y COl! tal nombre figuran en
el libro de uno de los más antiguos cronistas
del Nuevo Reino.
Refiriéndonos a los nombres de cosas , resulta extraño que los indígenas hubieran permitido su total olvido, a tiempo que expresiones
geográficas de menor ' uso, tal vez, tomaban
carta de naturaleza en el habla de los castellanos obteniendo--merced a ello--llegar en
la plenitud de su significación primitiva hasta
nuestros días. El léxico aborigen en 10 relativo
a la fauna y a la flora del extenso país de Cundinamarca debió ser muy dilatado, y no deja
por -elló de ser sorprendente que de él solamente nos queden escasas muestras. Ignoram?~ .el .nombre de las infinitas especies de pájaros que 'habitan a "la sombra de nuestros bos-
ques, la denominación de los 'cuadrúpedos propios de los montes y llanuras comprendidos en
los linderos del imperio, y-como hemos visto
líneas atrás-resulta deficiente sobremanera
el número de las expresiones chibchas en uso
al tratar de las plantas, de sus flores y frutos.
Esto se confirma si nos detenemos a considera.!' que, v. g., no ha llegado ha~ta los días que
corren el vocablo chibcha correspondiente a venado, de qu e estaban lleno el tupido boscaj e y las vertientes de los ríos. Tambi~n es
oportuno decir que ignoramos la YOZ correspondiente a conejo, animal doméstico en extremo conocido y apreciado por los aborígenes
de nuéstra Sabana. Pero de tántas y tántas especies de mamíferos como poblaban y aun pueblan aquellos lugares, han sido olvidadas por
complet9 las antiguas denominaciones. Como
h umild~ vestigio de ellas conservan nuestros
labradores vocablos tales como "cafuche" y
"tinaj o".
De las aves es bien poco lo que sabernos. Ignoramos el nombre que dieron al águila, habitadora de los altos riscos y de las eminencias
solitarias. Ocurre lo mismo con diversas rapaces comunes en nuestros bosques y montai1as. Y si conocemos el de cierta ave nocturna
cuya denominación figuta entre otros peruanismos, es porque 10 recuerda su grito peculiar
en las noches serenas: el "guaco".
Arboles y plantas también se vieron desposeídos de su nombre .de edades remotas. Al sauce, cuyo ramaje se inclina hacia la linfa pura,
¿ cómo le' llamaron ? Y a tántas gramíneas como
decoran y enriquecen el campo que fue suyo,
¿ qué denominación les dieron? Bien corta huella nos dejó su lenguaje.
A este propósito sería interesante rastrear
el origen del vocablQ "ahuyama", largamente
conocido y usado por las clases populares, por
referirse a uno de los productos constitutivos
de 'su brdinario sustento. Sin que pretendamos
que esta voz, como otras de procedencia incierta, formaron un día parte oe las formas
idiomáticas chibchas.
y ya que de esto hablamos, conviene recordar la modesta "uchuva", en cuya búsqueda
andan siempre afanosos los hijos de nuestros
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labriegos. En pos de ella mencionaremos las
"chuguas" o "rubas" propias del nebuloso páramo, y haremos notar que los labios de nuestros campesinos conservan estas dos voces en
la corriente de sus comunes expresiones.
La feliz circunstancia de haber publicado
recientemente el ilustrado botánico doctor Enrique Pérez Arbeláez, un opósculo titulado
"Plantas medicinales más usadas en Bogotá",
nos ha permitido agregar a los nombres y~
registrados como de probable origen chibcha
otros que veremos en seguida. Y sea del caso
insistir en lo que atrás dijimos: no hemos venido a fallar sobre la ascendencia de unos u
otros vocablos, pues para ello necesitaríamos
cOl10cimientos filológicos de que estamos muy
distantes. Pero interesados en coleccionar aquellos que hoy día corren en nuestro común vocabulario, debemos agrE=gar algunos anotados por
el distinguido naturalista.
Dando nombre a cierta maleza frecuente en
los sembrados, cita la "chipaca", propia-a
nuestro entender-de las regiones frías; menciona igualmente el chamico, del cual anota
que tiene un área de dispersión variada y tuvo origen en la flora del Mar Caspio; también
figura allí la rúchica, abundante en los matorrales que circundan la Sabana de Bogotá;
sin dejar olvidados el chuleo, la guaba y el
paico, advirtiendo que el nombre de esta
última planta medicinal parece "aimará", y
-por tanto-resulta importado de tierras peruanas. Si por su aspecto botánico es digno de
a labanza el estudio del doctor Pérez Arbeláez,
no lo es menos por la orientación práctica de
sus observaciones.
No es preciso detenernos a mencionar la bebida preferida del pueblo. Solamente haremos
mención del vocablo, caído en desuso, con el
cual se la denominaba "chicantana".
Por el Padre Simón sabemos que el término
"cke" era aplicado a la flecha, y "ckeschke"
al garabato de la misma. Pero ignoramos las
designaciones muiscas en lo tocante a otras
de sus armas, Po! cierto no bastantes a poner
temor en el corazón de sus conquistadores.
Si nos adentráramos por la vereda filológi-
ca, trataríamos de investigar el origen de vocablos tales como changua, chiza, chimbo y
otros del mismo jaez, que a distancia parecen
tener origen chibcha. Bien averiguado está el
de "chizacá", yerba vulgar cuya florecilla es
usada como beneficiosa para mantener la dentadura en perfecto estado. De paso diremos
que ninguna de las tres expresiones mencionadas arriba tiene carta en el Diccionario de
la Academia Española, que ha admitido otros
interesantes provincialismos. "Changua" es
uno de nuestros alimentos; "chiza" es un gusanillo común en las raíces de ciertas plantas, y "chimbo" es un trozo pequeño de carne.
"Chamba" es vocablo incluído en el Diccionario citado mas no en el sen~ido de foso, sino en el de casualidad, apareciendo allí como sinónimo de "chiripa". Todos sabemos que la voz
"chamba" es ampliamente conocida y usada por
nuestros campesinos, desde tiempo inmemorial,
que podría acusar su origen muisca.
También suele hallar el viajero, en las lagunas que de trecho en trecho prestan brillantez a la Sabana de Bogotá, una apacible avecilla que los antiguos llamaron "caica", y cuyo
nombre ha venilo intacto hasta nuestros días.
También la onomatopeya jugó papel principal
en el lenguaje chibcha, como puede comprobarse con la denominación de esta modestísima
zancuda.
Concluyendo aquí estos renglones haremos
una observación final: cuando la hueste espaHola tomó posesión del imperio chibcha no encontró en los mayores centros de población de
flU territorio diferentes dialectos cuya preponderancia parcial desmintiera la unidad de su
constitución política, hecho éste que demuestra hasta dónde alcanzó la pujanza de aquella
raza desventurada. No formaron los muiscas
una nación dividida por diferencias idiomáticas,
sino un todo concordante y armónico en parte
esenciaHsima de la estructura social. Orgullo
legítimo de los conquistadores venidos de allende los mares fue sin duda el abatimiento de
un imperio caracterizado ya por la unidad de
su lenguaje.
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MANUEL JOSE PORERO
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