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Comunicación I
María del Valle Ledesma
comunicación 1
cátedra María del Valle Ledesma
1º cuatrimestre 2015
grupo docente
Adjunto
Jefe de Tp.
Docentes
Arq. Gustavo S. López.
Arq. Cristina L. Lacarpia.
Lic. Laura Iribarren
Arq. Raul Meligeni
Lic. Ana Villanueva
Lic. Alejandro Canepa
Lic. Oscar Martin
Condiciones de regularidad
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La materia se aprueba, según lo establece la FADU, mediante examen final en las fechas y horarios que
ésta dispone.
La condición de alumno regular, se adquiere cumplimentando los siguientes requisitos:
 Un mínimo del 75 % de asistencia (obligatoria a clases teóricas y prácticas)
 Aprobar, al final de la cursada, Los siguientes puntos:
1. Presentación de ejercicios; en el mismo se aplicarán todos los conocimientos adquiridos
durante el cuatrimestre. Se realizarán en grupos.
2. Se deben Aprobar UN (1) exámenes parciales. (dicho parcial cuentan con un recuperatorio
que se realizará en la fecha indicada en el cronograma) Se Recuperan los MISMOS temas del
parcial. (no se incorpora ninguno)
3. Se deben Aprobar Los trabajos prácticos que serán entregados en la fecha indicada en el
cronograma (dicha entrega NO se puede recuperar) de estar desaprobada se desaprueban los
practico y NO APRUEBA la materia.
Levantamiento de actas:
El día fijado para el mismo por la FADU, los alumnos deben presentarse a las 19:00 hs. Con libreta
universitaria. No se firman libretas en ninguna otra fecha salvo las indicadas por la FADU
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TRABAJO PRACTICO N º 1
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1-a) Realice una lectura comprensiva del texto y trabajando en grupo.
1-b) ¿Qué entiende a partir del texto por signo?
1-c) ¿El signo de definido por Ch S. Peirce responde las características que plantea Sigma?
1-d) ¿Puede identificar primeridad, segundidad, terceridad de los signos que propone?
1-e) ¿Qué se entiende por semiosis?
1-f) ¿Es posible pensar en un signo único?
.
Aplicación sobre la Lectura
Supongamos que el señor Sigma, en el curso de un
viaje a París, empieza a sentir molestias en el
«vientre». Utilizo un término genérico, porque el
señor Sigma por el momento tiene una sensación
confusa. Se concentra e intenta definir la molestia:
¿ardor de estómago?, ¿espasmos?, ¿dolores viscerales?
Intenta dar nombre a unos estímulos imprecisos; y al
darles un nombre los culturaliza, es decir, encuadra lo
que era un fenómeno natural en unas rúbricas
precisas y «codificadas»; o sea, que intenta dar a una
experiencia personal propia una calificación que la
haga similar a otras experiencias ya expresadas en los
libros de medicina o en los artículos de los periódicos.
El Señor Sigma –
Umberto Eco
Por fin descubre la palabra que le parece adecuada:
esta palabra vale por la molestia que siente. Y dado
que quiere comunicar sus molestias a un médico, sabe
que podrá utilizar la palabra (que el médico está en
condiciones de entender), en vez de la molestia (que
el médico no siente y que quizás no ha sentido nunca
en su vida).
Todo el mundo estará dispuesto a reconocer que esta
palabra, que el señor Sigma ha individualizado, es un
signo, pero nuestro problema es más complejo. El señor Sigma decide pedir hora a un médico.
Consulta la guía telefónica de París; unos signos gráficos precisos le indican quiénes son
médicos, y cómo llegar hasta ellos.
Sale de casa, busca con la mirada una señal particular que conoce muy bien: entra en un bar. Si
se tratara de un bar italiano intentaría localizar un ángulo próximo a la caja, donde podría estar
un teléfono, de color metálico. Pero como sabe que se trata de un bar francés, tiene a su
disposición otras reglas interpretativas del ambiente: busca una escalera que descienda al
sótano. Sabe que, en todo bar parisino que se respete, allí están los lavabos y los teléfonos. Es
decir, el ambiente se presenta como un sistema de signos orientadores que le indican dónde
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podrá hablar.
Sigma desciende y se encuentra frente a tres cabinas más bien angostas. Otro sistema de reglas
le indica cómo ha de introducir una de las fichas que lleva en el bolsillo (que son diferentes, y
no todas se adaptan a aquel tipo de teléfono: por lo tanto,a de leer la ficha X como «ficha
adecuada al teléfono de tipo Y.») y, finalmente, una señal sonora le indica que la línea está libre;
esta señal es distinta de la que se escucha en Italia, y por consiguiente ha de poseer otras reglas
para «decodificarla »; también aquel ruido (aquel bourdonnement, como lo llaman los
franceses) vale por el equivalente verbal «vía libre».
Ahora tiene delante el disco con las letras del alfabeto y los números; sabe que el médico que
busca corresponde a DAN 0019, esta secuencia de letras y números corresponde al nombre del
médico, o bien significa «casa de tal». Pero introducir el dedo en los agujeros del disco y
hacerlo girar según los números y letras que se desean tiene además otro significado: quiere
decir que el doctor será advertido del hecho de que Sigma lo llama.
Son dos órdenes de signos diversos, hasta el punto de que puedo anotar un número de
teléfono, saber a quién corresponde y no llamarle nunca; y puedo marcar un número al azar,
sin saber a quién corresponde, y saber que al hacerlo llamo a alguien.
Además, este número está regulado por un código muy sutil: por ejemplo, las letras se refierena
un barrio determinado de la ciudad, y a su vez, cada letra significa un número, de manera que si
llamara a París desde Milán, debería sustituir DAN por los números correspondientes, porque
mi teléfono italiano funciona con otro código.
Sea como fuere, Sigma marca el número: un nuevo sonido le dice que el número está libre. Y
finalmente oye una voz: esta voz habla en francés, que no es la lengua de Sigma. Para pedir
hora (y también después, cuando explique al médico lo que siente) ha de pasar de un código a
otro, y traducir en francés lo que ha pensado en italiano. El médico le da hora y una dirección.
La dirección es un signo que se refiere a una posición precisa de la ciudad, a un piso preciso de
un edificio, a una puerta precisa de este piso; la cita se regula por la posibilidad, por parte de
ambos, de hacer referencia a un sistema de signos de uso universal, que es el reloj.
Vienen después diversas operaciones que Sigma ha de realizar para reconocer un taxi como tal,
los signos que ha de comunicar al taxista; cuenta también la manera como el taxista interpreta
las señales de tráfico, direcciones prohibidas, semáforos, giros a la derecha o a la izquierda, la
comparación que ha de efectuar entre la dirección recibida verbalmente y la dirección escrita
en una placa…; y están también las operaciones que ha de realizar Sigma para reconocer el
ascensor del inmueble, identificar el pulsador correspondiente al piso, apretarlo para conseguir
el traslado vertical, y por fin el reconocimiento del piso del médico, basándose en la placa de la
puerta.
Sigma ha de reconocer también, entre dos pulsadores situados cerca de la puerta, el que
corresponde al timbre y el que corresponde a la luz de la escalera; pueden ser reconocidos por
su forma distinta, por su posición más o menos próxima a la puerta, o bien basándose en un
dibujo esquemático que tienen grabado encima, timbre en un caso, lámpara en otro… En una
palabra, Sigma ha de conocer muchas reglas que hacen que a una forma determinada
corresponda determinada función, o a ciertos signos gráficos, ciertas entidades, para poder al
fin acercarse al médico.
Una vez sentado delante de él, intenta explicarle lo que ha sentido por la mañana: «J’ai mal au
ventre». El médico entiende las palabras, pero no se fía: es decir, no está seguro de que Sigma
haya indicado con palabras adecuadas la sensación precisa. Hace preguntas, se produce un
intercambio verbal. Sigma ha de precisar el tipo de dolor, la posición.
Ahora el médico palpa el estómago y el hígado de Sigma; para él algunas experiencias táctiles
tienen un significado que no tienen para otros, porque ha estudiado en los libros que explican
cómo a una experiencia táctil ha de corresponder determinada alteración orgánica. El médico
interpreta las sensaciones de Sigma (que él no siente) y las compara con las sensaciones táctiles
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que experimenta. Si sus códigos de semiótica médica son adecuados, los dos órdenes de
sensaciones han de corresponder.
Pero las sensaciones de Sigma llegan al médico a través de los sonidos de la lengua francesa; el
médico ha de comprobar si las palabras que se manifiestan por medio de sonidos son
coherentes,de acuerdo con los usos verbales corrientes, con las sensaciones de Sigma; pero
temeque éste utilice palabras imprecisas, no porque sean imprecisas sus sensaciones, sino
porque traduzca mal del italiano al francés. Sigma dice ventre, pero quizás quiere decir foie (y,
por otra parte, es posible que Sigma sea inculto, y que para él, incluso en italiano, hígado y
vientre sean entidad indiferenciada).
Ahora el médico examina las palmas de las manos de Sigma y ve que tienen manchas rojas
irregulares: «Mal signo —murmura—. ¿No beberá usted demasiado?». Sigma lo reconoce:
«¿Cómo lo sabe?». Pregunta ingenua; el médico interpreta síntomas como si fueran signos muy
elocuentes; sabe lo que corresponde a una mancha, a una hinchazón. Pero no lo sabe con
absoluta exactitud; por medio de las palabras de Sigma y de sus experiencias táctiles y visuales
ha individualizado unos síntomas, y los ha definido en los términos científicos a los que lo ha
acostumbrado la sintomatología que ha estudiado en la Universidad, aunque sabe a qué
síntomas iguales pueden corresponder enfermedades diferentes, y a la inversa.
Ahora ha de pasar del síntoma a la enfermedad de la cual es signo, y esto es cosa suya.
Esperemos que no tenga que hacer una radiografía, porque en tal caso tendría que pasar de los
signos gráfico–fotográficos al síntoma que representan, y del síntoma a la alteración orgánica.
No trabajaría con un único sistema de convenciones sígnicas, sino sobre varios sistemas. La
cosa se hace tan difícil, que es muy posible que equivoque el diagnóstico.
Pero de ello no vamos a ocuparnos. Podemos abandonar a Sigma a su destino (con nuestros
mejores deseos): si consigue leer la receta que le dará el médico (cosa nada fácil, porque la
escritura de los clínicos plantea no pocos problemas de descifrado), quizás se ponga bien y
pueda aún gozar de sus vacaciones en París.
Umberto Eco. Signo. Labor, Barcelona, 1976. Fragmento.
(Alessandria, Piamonte, 1932) Semiólogo y escritor italiano. Se doctoró en Filosofía en la Universidad de Turín, con L.
Pareyson. Su tesis versó sobre El problema estético en Santo Tomás (1956), y su interés por la filosofía tomista y la
cultura medieval se hace más o menos presente en toda su obra, hasta emerger de manera explícita en su novela El
nombre de la rosa (1980). Desde 1971 ejerce su labor docente en la Universidad de Bolonia, donde ostenta la cátedra de
Semiótica.
Se pueden definir dos presupuestos clave en la amplia producción del autor: en primer lugar, el convencimiento de que
todo concepto filosófico, toda expresión artística y toda manifestación cultural, de cualquier tipo que sean, deben situarse
en su ámbito histórico; y en segundo lugar, la necesidad de un método de análisis único, basado en la teoría semiótica,
que permita interpretar cualquier fenómeno cultural como un acto de comunicación regido por códigos y, por lo tanto, al
margen de cualquier interpretación idealista o metafísica.
Teniendo en cuenta este planteamiento, se puede comprender el porqué de la variedad de los aspectos analizados por
Umberto Eco, que abarcan desde la producción artística de vanguardia, como en Obra abierta (1962), hasta la cultura de
masas, como en Apocalípticos e integrados (1964) o en El superhombre de masas (1976).
A la sistematización de la teoría semiótica dedicó, sobre todo, el Tratado de semiótica general (1975), publicado casi al
mismo tiempo en Estados Unidos con el título de A Theory of Semiotics, obra en la que el autor elabora una teoría de los
códigos y una tipología de los modos de producción sígnica.
Durante los años del auge del estructuralismo, Eco escribió, enfrentándose a una concepción ontológica de la estructura
de los fenómenos naturales y culturales, La estructura ausente (1968), que alcanza su óptima continuación en Lector in
fabula (1979). En esta última obra, efectivamente, se afirma que la comprensión y el análisis de un texto dependen de la
cooperación interpretativa entre el autor y el lector, y no de la preparación y de la determinación de unas estructuras
subyacentes, fijadas de una vez por todas.
Algunos conceptos básicos del Tratado, en cambio, fueron estudiados nuevamente, discutidos y, en ocasiones,
modificados por el propio autor en una serie de artículos escritos para la Enciclopedia Einaudi y recogidos después
en Semiótica y filosofía del lenguaje (1984). El concepto de signo, especialmente, abandonando el modelo propio "de
diccionario" por un modelo "de enciclopedia", ya no aparece como el resultado de una equivalencia fija, establecida por el
código, entre expresión y contenido, sino fruto de la inferencia, es decir, de la dinámica de las semiosis.
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Seleccione dos por cada integrante del grupo (ejemplo grupo de cuatro alumnos
corresponden ocho imágenes) de los objetos de diseño que se encuentran a continuación.
Traduzca todo aquellos textos que no se encuentren en español.
Recupere el modo de circulación.
Verifique si forman parte de una campaña.
2-a) Reconozca y caracterice los procesos Icónicos, Indíciales y simbólicos.
2-b) Establezca las distintas relaciones con los géneros del diseño gráfico.
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Nota de opinión sobre la portada de la revista.
¿Madre o vaca? Madre lactante
Que la lactancia materna sea portada en los periódicos debería ser algo bueno, en principio. Pero cuando se trata de un reportaje
como el que publicó ayer el suplemento dominical de El Mundo (España), titulado (no se lo pierdan) «Madre o Vaca», y
que está plagado de ideas preconcebidas y datos erróneos, hay que reaccionar. Como periodista y madre lactante de un bebé de
20 meses, el reportaje, firmado por Carmen Machado, me ha parecido cuando menos ofensivo, por no hablar de poco riguroso y
parcial, y las imágenes que lo acompañan no sólo son de pésimo gusto, sino que también resultan insultantes.
No sé en qué cabeza cabe comparar a las madres que amamantamos a nuestros hijos con vacas. Como si dar el pecho,
aparte de esclavizarnos, nos convirtiera en animales. A estas alturas de la vida, los beneficios de la lactancia están más que
demostrados científicamente, y testimonios como el de la «abogada y periodista» Lidia Falcón, citada en el reportaje, lo que
demuestran es una total falta de información. Dice Falcón que las campañas a favor de la lactancia «son completamente falsas.
Después de un siglo de utilización de la leche artificial vemos que donde se creó y se empezó a usar, en EEUU y el norte de
Europa, los niños están sanísimos, y alcanzan una altura mayor que los del sur, y, por supuesto, que los africanos de las zonas
más pobres, pese a que éstos son amamantados en su práctica totalidad» (las cursivas son mías). O sea, que la razón de que los
niños africanos sean menos altos que los estadounidenses es que los primeros mamaron y los segundos se criaron con fórmula.
Bravo, Sra. Falcón, gracias por aclarárnoslo.
Y luego los inconvenientes de la lactancia materna citados en el artículo son de risa. Se nota que, buscando una dudosa
imparcialidad, han querido poner el mismo número de inconvenientes que de aspectos a favor, y claro, han tenido que sacar
inconvenientes de donde fuera. Por ejemplo este: «La madre lactante debe ingerir 500 calorías extras al día, ya que la
producción de leche implica mayor esfuerzo metabólico. La mujer debe ocuparse de llevar una dieta muy completa,
equilibrada y rica en vitaminas y ácido fólico». Igual que la mujer que no amamanta, igual que los hombres: todos deberíamos
seguir una dieta equilibrada, ¿cierto? Pero es que además, lo de las 500 calorías tampoco es veraz (¿o acaso las mujeres
africanas van por ahí contando calorías para asegurarse de producir suficiente leche? Ah, claro, lo olvidaba, es que su leche hace
que los niños se queden bajitos).
O este otro: «Puede ser muy difícil de compaginar con la vida laboral. La leche puede extraerse y congelarse, pero es un
procedimiento engorroso y hace que el niño se acostumbre al biberón y pueda rechazar el pecho». Pues sí, sacarse leche puede
ser engorroso, y lo digo por experiencia, pero somos muchísimas las madres que hemos salido a trabajar y seguimos dando
el pecho. Y sí, a veces se siente como una carrera de obstáculos, pero el problema aquí no es la lactancia, el problema son las
pocas facilidades que se les da a las madres lactantes en los trabajos, las escasas 16 semanas de baja maternal y esa hora
ridícula que te dan para sacarte leche (en el baño muchas veces, para colmo, si no hay otro sitio). Si hay algo que cambiar aquí
son las condiciones laborales, pero incluso así, es posible amamantar si se quiere hacerlo. Y después del año de edad los niños
pueden estar muchas horas sin mamar, así que trabajar fuera no es obstáculo para la lactancia prolongada, y aquí se cae el
argumento de esas supuestas feministas que, según el reportaje, ven en las recomendaciones de la OMS en cuanto a amamantar
hasta los dos años «una estrategia para devolverlas a casa».
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Pero volvamos a ese hipotético inconveniente: sacarse leche «hace que el niño se acostumbre al biberón y pueda rechazar el
pecho». El biberón no es la única forma de darle al bebé la leche extraída. Se puede utilizar un vasito, como recomienda
Carlos González en su libro Un regalo para toda la vida. Con lo cual, este argumento en contra demuestra una vez más la
ignorancia de la periodista.
Y el inconveniente más ridículo de todos: «Deja únicamente en manos de la mujer la responsabilidad de la crianza». Que yo
sepa, un padre también puede cambiar pañales, bañar, acunar y mimar a su bebé, jugar con él, vestirle, salir a
pasear… Lo único que no puede hacer un padre es dar de mamar, como tampoco puede parir. Porque no, porque ellos no tienen
úteros. ¿Tenemos acaso que dejar de amamantar para estar en igualdad de condiciones con el hombre? Entonces también dejemos
de gestar y parir, y todos contentos.
Los inicios de mi lactancia no fueron nada fáciles, y puedo sentirme identificada con algunos de los testimonios de madres que
aparecen en el artículo, por ejemplo el de Lidia Curto, con el que la autora Carmen Machado abre el reportaje («Cada tres horas
yo miraba el reloj y decía, “¡Dios mío, otra vez esta tortura!”»). Sólo que, en mi caso, el personal sanitario no me presionó para
que siguiera amamantando. Lo que conseguí fue, salvo excepciones, una desoladora falta de apoyo a mi deseo de seguir
amamantando a pesar de las dificultades.
Mi hijo tenía frenillo submucoso, y ni su pediatra, ni su enfermera, ni la matrona de mi centro de salud, ni la monitora de la
Liga de la Leche supieron identificar el problema. Fueron dos meses y medio de aguantarme las lágrimas cada vez que mi
bebé pedía pecho. Por suerte y después de mucho buscar encontré el apoyo necesario y pude operar a mi hijo, y casi enseguida
comencé, por fin, a disfrutar de la lactancia.
En mis circunstancias, muchas madres hubiesen abandonado, y creo que nadie estaría en el derecho de juzgarlas. La decisión
acerca de amamantar o no corresponde exclusivamente a la mujer, y debe ser apoyada. Pero también es vital contar con
personal sanitario bien informado, porque los problemas de lactancia se pueden resolver si se cuenta con la información
adecuada.
Reportajes como este demuestran que todavía prevalecen muchas creencias erróneas en torno a la lactancia, y eso es algo
que se debe tomar muy en serio a nivel público. La educación en relación con este tema debe ser una prioridad, tanto en el
sector sanitario como entre el público en general, y publicaciones como El Mundo le hacen un flaco favor a la lactancia, cuyas
ventajas están fuera de toda discusión.
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Isologo campaña de amamantamiento y señalética en hospital “sala de lactancia”
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Señalética en VARIOS hospitales indicando “sala de lactancia”
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Utilizando las mismas imágenes seleccionadas en el Punto 2
3-a Respecto al enunciador ¿Qué elementos lo caracterizan?
3-b ¿Cómo queda construido el destinatario?
3-c ¿Qué tipos de contratos se establecen?
3-d ¿Enumere y ordene las jerarquías puestas en juego por el enunciador?
3-e ¿Cómo funcionan las relaciones entre las distintas operaciones enunciativas? ¿Hay lógica o
contradicción en el conjunto?
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