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Anexión-Restauración
Parte 2
Archivo General de la Nación
Vol. CLXXXV
Academia Dominicana de la Historia
Vol. CII
César A. Herrera
Anexión-Restauración
Parte 2
Santo Domingo
2013
Cuidado de la edición: Andrés Blanco Díaz
Diseño y diagramación: Juan Francisco Domínguez Novas
Cotejo de originales: Jacqueline Abad Blanco
Ilustración de portada: Grabado que muestra la ciudad de Santiago de los Caballeros
anterior a 1863. Imprenta y Litografía de don Antonio Martín Lamy, La Habana.
Primera edición, 2013
De esta edición
© Archivo General de la Nación (Vol. CLXXXV)
© Academia Dominicana de la Historia (Vol. CII)
ISBN: 978-9945-074-85-7
Impresión: Editora Búho, S. R. L.
Archivo General de la Nación
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Impreso en República Dominicana / Printed in Dominican Republic
César A. Herrera
ÍNDICE
CAPÍTULO XXXI. Guerra de la Restauración
Comentarios acerca de las depredaciones del ejército
español. Persecución del presidente Salcedo. Desagradable misión encomendada a Luperón. Oficios
acerca de esto. Asesinato del general Salcedo ............................401
CAPÍTULO XXXII. Guerra de la Restauración
Polanco, dictador, su gabinete. Clima de pasiones
políticas. Manifiesto de Polanco del 15 de octubre
de 1864, para justificar el asesinato de Salcedo.
Reanudación de las conversaciones para el canje de
prisioneros y la paz...................................................................407
CAPÍTULO XXXIII. Guerra de la Restauración
Un juicio lamentable de Objío acerca de la muerte
de Salcedo. Optimismo en el triunfo de la causa
restauradora. Proclama del vicepresidente don Ulises
F. Espaillat. Síntesis de las campañas de las líneas del
Sur y del Este. Calamitosa desocupación de El Seibo
por las tropas del brigadier Baldomero de la Calleja.
Un relato del general Gándara................................................ 415
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398
César A. Herrera
CAPÍTULO XXXIV. Guerra de la Restauración
Conjuración de Pimentel contra Polanco. Reacción
del gobierno frente a la conjuración. Embarazosa
misión de Luperón. Particulares de las instrucciones
que le dio el Provisorio al general Luperón.
Documento del vicepresidente Ulises F. Espaillat
acerca de la conjuración y abdicación del Gabinete
de Polanco................................................................................423
CAPÍTULO XXXV. Guerra de la Restauración
Luperón encargado del Poder Ejecutivo. Alocución
del general Luperón. Ocupación de Santiago por la
«revolución reformista». Don Benigno Filomeno de
Rojas, jefe del gobierno. Exposición que hicieron al
país los generales Pedro Pimentel, Benito Monción
y Federico de Jesús García.......................................................433
CAPÍTULO XXXVI. Guerra de la Restauración
Decretos acerca de la constitución del gobierno
y convocatoria de la Asamblea Nacional. Restablecimiento de la Constitución votada por el
Soberano Congreso Constituyente de Moca, el 19
de febrero de 1858. Propuesta de fusilamiento de
los miembros del gabinete de Polanco. La Asamblea
Nacional nombra presidente de la República al
general Pimentel. Proclama.....................................................439
CAPÍTULO XXXVII. Guerra de la Restauración
Texto completo de la Constitución de Moca como
Carta Magna en el restablecimiento de la República..............451
CAPÍTULO XXXVIII. Guerra de la Restauración
Dictadura de Pimentel. Movimientos revolucionarios que se levantaron contra él. Asedio de la capital.
Continuación del proceso de las negociaciones para
el canje de prisioneros y la evacuación de las tropas
Anexión-Restauración
399
de Santo Domingo. Gestión oficiosa del señor don
Federico Echinagusia por ante don Pablo Pujols.
Carta de Pujols al general Gándara..........................................487
CAPÍTULO XXXIX. Guerra de la Restauración
Conversaciones para concertar el convenio del
canje de prisioneros y la paz. Carta del general
Gándara a don Pablo Pujols al respecto. Carta de
Gándara al general Hungría y la libertad del coronel
Velazco como subterfugio para planear el canje
de prisioneros. Sugestión de la Gándara a Pujols
sobre canje de prisioneros. Misión de Deetjen, P. A.
Pimentel, Curiel, Pujols y Manuel Rodríguez Objío..............493
CAPÍTULO XL. Guerra de la Restauración
Rechaza Gándara los términos de la proposición de los
comisionados dominicanos y sus conceptos. Noticias
del cambio de la política española. La condición
de Narváez para asumir la jefatura del gabinete.
Efecto del cambio de la Guerra de la Restauración,
comentarios de Gándara. Cartas de Polanco y
Gándara sobre la reanudación de las conversaciones.................499
CAPÍTULO XLI. Guerra de la Restauración
El pensamiento de Gándara acerca de la sumisión
incondicional de los dominicanos. Su pesimismo.
Orden de concentración de las tropas españolas.
Misión del coronel Van-Halen ante Geffrard,
interesante entrevista con el presidente haitiano.
Misión de Ernesto Roumain y Mr. Daucet.
Instrucciones dadas a la comisión............................................509
CAPÍTULO XLII. Guerra de la Restauración
Efecto del informe de Van-Halen en Gándara.
Noticias de España acerca de las negociaciones por
las vías diplomáticas. Carta de los patriotas a S. M. la
400
César A. Herrera
Reina. Derrocamiento del gobierno de Polanco. Plan
para el canje de prisioneros.........................................................523
CAPÍTULO XLIII. Fin de la Guerra de la Restauración
Comisión de los generales José del Carmen Reinoso,
Melitón Valverde y presbítero Miguel Quezada.
Algunos artículos del Convenio de El Carmelo.
Razones que adujo el gobierno para desautorizar la
comisión y rechazar el convenio. Abandono de Santo
Domingo. Derrocamiento de Pimentel. Comienzo
de la Segunda República. Evacuación simbólica del
fatalismo patricida del pueblo dominicano..............................539
Documentos del Archivo General de Indias
Colección de César A. Herrera................................................551
Bibliografía. ................................................................................717
Índice onomástico......................................................................719
CAPÍTULO XXXI
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Comentarios acerca de las depredaciones del ejército español. Persecución del presidente Salcedo. Desagradable misión encomendada a Luperón. Oficios acerca de esto. Asesinato del general
Salcedo.
Además del valor cívico y de la fe patriótica tan relevantes en
este luminoso documento, se denuncian al mundo las depredaciones que el Ejército cometió sistemáticamente para contrarrestar la
guerra de guerrilla que tanto daño hacía a los cantones y las columnas en marcha; pone énfasis este documento en el incendio de
nuestras ciudades, y en que «el ejército ha yermado los campos
que ha recorrido, a fin de agotar los recursos del país y aniquilar la
revolución».
La referida denuncia no carece de fundamento, para probarlo
copiamos a continuación el siguiente párrafo de la obra Anexión
y guerra de Santo Domingo, tomo II, del general Gándara, p. 186:
«Batir y dispersar a los insurrectos era fácil, pero estéril; había que
destruirles sus sembrados, sus conucos, sus rebaños, sus provisiones; disolver sus familias, sus tribus y aún sus grupos; había, en una
palabra, que espantarlos, ahuyentarlos y desarmarlos, apoderándose de cuantos elementos indispensables para la guerra existían en
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César A. Herrera
su campo, sembrando en sus espíritus el desaliento y en sus filas la
desmoralización…»
Pero prosigamos el proceloso proceso de los acontecimientos
suscitados por el acto dictatorial del Presidente y por la instauración del nuevo Gobierno sin la anuencia que de común acuerdo
había creado el primer gobierno provisorio.
Para secundar el movimiento sedicioso que se estaba fraguando
con el designio de derrocar ese gobierno, por un oficio de Gaspar
Polanco fue requerida la presencia de Luperón en Santiago. Pero
enterado este de lo que estaba ocurriendo no bien llegó a la ciudad
se negó a prestar su cooperación en esa empresa. Pero todo quedó
consumado según hemos visto antes; y los generales Juan A. Polanco y P. A. Pimentel redujeron a prisión en Guayubín, al general
Salcedo y el Provisorio dictó una orden de ostracismo contra él.
Se le confió a Luperón, ironías del destino, la misión de conducirlo hasta la frontera conforme a la siguiente disposición:
El Gobierno ha dispuesto que el señor general Gregorio
Luperón cumpla la importante misión de pasar a La Línea
Noroeste a entrevistarse con el general José A. Salcedo, en
cualquier punto donde se halle, y exigirle que le siga hasta el
pueblo de Dajabón, en donde, de acuerdo con el comandante
de armas, hará que sin réplica sea cumplido lo resuelto por
el Gobierno, de hacerlo pasar al extranjero según el pasaporte que a este fin se remite al citado general Salcedo. Las
autoridades del tránsito no opondrán obstáculos de ninguna
naturaleza al general en misión, antes bien, le auxiliarán y
protegerán con todo lo que él solicite y fuese necesario.
Santiago, 15 de octubre de 1864. El presidente: Gaspar Polanco. Refrendado: El ministro de la Guerra interino.
Caminando Luperón en cumplimiento de su enojosa misión
encontró al ex-presidente Salcedo en Benegas, lugar no muy distante de Santiago, y allí le comunicó las instrucciones de que era
portador y la orden indeclinable de conducirlo a la frontera hacia
Haití en camino del exilio. Aunque en principio y como primer
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403
impulso Salcedo se rebeló contra esa resolución inesperada, depuso
su protesta, se avino a la intimación de Luperón y le suplicó que
intercediese para que lo dejaran pasar algunas horas en Santiago.
Accediendo a esa súplica el general Luperón dirigió al Gobierno el
siguiente comunicado:
Ciudadano general G. Polanco, presidente del Gobierno Provisional, Santiago. Ciudadano presidente y amigo:
Son las ocho y media de la noche y ha treinta minutos que
me encontré con el general José A. Salcedo, su comitiva
y su señora. Después de algunas dificultades que han sido
allanadas sin desgracia, me ha suplicado le permita llegar a
Santiago para arreglar sus intereses antes de cumplimentar
las órdenes de esa Superioridad. Tales han sido sus súplicas,
que en la alternativa de ser inhumano o faltar a mi deber
como soldado, he determinado detenerme en Navarrete
y oficiar a Ud. uniendo mis súplicas a las del general Salcedo, para que se le conceda un lapso de tres horas en la
ciudad de Santiago, para arreglar sus asuntos, haciéndome
personalmente responsable del mal que pueda sobrevenir.
Espero sus órdenes, general y amigo. Suyo, G. Luperón.
Navarrete, 15 de octubre de 1864.
En la respuesta, que no se hizo esperar, se ve claramente el designio de alejar del escenario de la política con la mayor premura
al ex-presidente Salcedo, que ahora con más saña comenzó a ser
perseguido por la facción sin tolerancia ni clemencia, que se había
apoderado del Poder; la respuesta fue la siguiente:
Dios, Patria y Libertad.
República Dominicana.
Santiago, 16 de octubre de 1864.
Gobierno Provisorio.
Señor G. Luperón. Señor general:
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César A. Herrera
Acabo de recibir su oficio fechado en la noche de ayer y después de leído con bastante calma y enterado de todo, le doy
contestación así: cumpla Ud. con la misión que se le ha confiado, del modo más estricto, por convenir así a los intereses
de la Patria; haciendo continuar marcha al general Salcedo
en compañía de Ud. hasta el lugar que indica la orden de
ruta, expedida a Ud. por el Gobierno en fecha de ayer. La
comitiva del señor Salcedo la hará Ud. continuar hasta esta
ciudad en donde se presentará al Gobierno. Incorpórole a
Ud. un oficial de confianza de su Estado Mayor. Dios guarde
a Ud. muchos años. El presidente Gaspar Polanco.
Antes de llegar este comunicado a su destino y no bien alumbraba el sol del 16 de octubre los cerros de Santiago cuando se
constituía el cuerpo de Ministros que iba a corresponsabilizarse
con los actos dictatoriales de Polanco.
No habiendo podido Luperón cumplir su misión porque la
autoridad de Haití se opuso de manera categórica y enérgica, el
general Philantrope, jefe en Ouanaminthe de la guardia fronteriza,
tuvo que tramitar el caso al Gobierno con todas las diligencias que
requería urgentemente.
De entre una serie de oficios concernientes a este asunto, cruzados entre Luperón y el Gobierno, en el del día 19 de octubre se
le comunicó la resolución de que Salcedo se embarcase en Blanco
para el extranjero y que él debía conducirlo a Guayubín y allí recibió otro despacho de Gaspar Polanco en que se le ordenó retornar
a Santiago.
El comandante Ramón Pacheco llevó al general José A. Salcedo a su confinamiento temporal, en Blanco, hasta que llegase
un buque que lo transportase a las Islas Turcas, pero el exilio no
tuvo efecto. Los acontecimientos políticos obligaron al presidente
Polanco a pasar a Blanco y allí, después de considerar despectivamente la petición del general Gándara en favor de Salcedo y de dar
oídos a la perfidia, dispuso por su propia autoridad y a espaldas de
su gabinete el fusilamiento de Salcedo, que fue ejecutado frente al
mar, en la playa de Maimón, por los coroneles Agustín Masagó y
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405
Martín Santos el día 5 de noviembre de 1864. La opinión pública
consideró cómplice al Ministerio, que nada tuvo que ver con aquel
horrendo e injustificable fusilamiento que arrancó a Manuel Rodríguez Objío el siguiente repudio:
Las pasiones políticas han repetido varias veces aquella inculpación con la mala fe peculiar a los partidos; pero ellas deben
caer ante la luz de la verdad y de la conciencia. La sangre de
las víctimas no cae jamás sino sobre sus verdugos.
La Gándara en el tomo II, p. 339, da la siguiente versión, aunque tal vez equivocada en parte, que revela la intención maligna y
el designio pérfido de Polanco contra Salcedo:
Entregado el ex-presidente Salcedo al sanguinario Chivo para
que lo llevara al Seibo en calidad de preso, parece que tuvo el
fin que semejante custodia le auguraba: el Chivo era enemigo
personal de Salcedo, como de todo dominicano que desaprobaba sus abominables fechorías […]. La elección, pues, de
tal hombre para custodiar al presidente caído muestra bien
las intenciones del nuevo presidente; y, en efecto, poco tardó
su guardián en encontrar en el camino la ocasión y el paraje
convenientes para terminar su comisión, abrumando a Salcedo de insultos y atropellos lo remató a machetazos, después
de llevar su crueldad hasta el extremo de hacerle presenciar
la apertura de la fosa donde iba a enterrarle. Este crimen,
que no supe oficialmente pronto, lo confirmaron la opinión
pública por su escandalosa y repugnante notoriedad y la actitud del hijo de Salcedo, que formó partido contra Polanco
apellidándolo asesino de su padre.
Más adelante veremos confirmada esta acusación en la proclama que P. A. Pimentel, Federico de Jesús García y Benito Monción
lanzaron al país el 25 de enero de 1865.
El tal Perico, que no es otro que el truculento Juan A. Polanco,
conjuntamente con P. A. Pimentel dieron comienzo a la persecución
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César A. Herrera
y tragedia de Salcedo cuando en Guayubín lo pusieron en estado
de arresto el 11 de octubre en Botoncillo, a causa de las protestas
de este contra la «evolución» de Polanco y su determinación de
presentarse en Santiago. Pero el Gobierno Provisorio lo condenó
a la deportación que como se ha visto culminó con su asesinato,
masacrado, vapuleado o fusilado, no importa el modo, ni la mano
que blandió el arma homicida, ni el lugar del holocausto de quien
como él estaba iluminado con el fulgor del heroísmo en la guerra
por la libertad.
Le cupo la misma suerte con que el destino marca a los revolucionarios de la moral y de la religión, a los redentores de hombres
y naciones; se cumplió en él el mismo sino; ese fatalismo con que
América premia a sus iluminados en la acción heroica por la Patria
y por la libertad.
Muerte súbita o lenta, física o moral; pero al fin holocausto,
y muchas veces cuando la vendimia llena los cestos y en las cubas
fermentan ya el vino de las fastuosas bacanales cuyos sistros y tambores suelen apagar el miserere que entona la historia de América
en la tumba de sus muertos ilustres.
Cayó como Borrego y como Sucre, maestro José Antonio Salcedo, coronel brillante en los fastos de nuestras guerras de Independencia y general de los ejércitos de la Restauración…
CAPÍTULO XXXII
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Polanco dictador, su gabinete. Clima de pasiones políticas. Manifiesto de Polanco del 15 de octubre de 1864, para justificar el
asesinato de Salcedo. Reanudación de las conversaciones para el canje de prisioneros y la paz.
El Gobierno Provisorio de Gaspar Polanco quedó formalmente construido con la nominación de su cuerpo de ministros desde
el 16 de octubre de 1864, día en que entraron a formar parte del
gabinete de conformidad con el decreto de esa fecha, los señores
general Julián Belisario Curiel y coronel Candelario Oquendo,
para la cartera de Guerra; generales Máximo Grullón y ciudadano
Silverio del Monte para la de Interior y Policía; general Pablo Pujol
y ciudadano Rafael María Leyba, para la de Hacienda y el coronel
Manuel Rodríguez Objío para la de Relaciones Exteriores. El general Ulises Espaillat conservó su investidura de vicepresidente de
la República.
Si se piensa que este gobierno fue el producto de las maquinaciones pasionales que derrocaron el régimen anterior que tenía
en su haber histórico cuanto se había hecho para reafirmar en el
campo de batalla el principio de la nacionalidad y la protesta constante del inconsulto hecho de la Anexión; si se tiene en cuenta la
repercusión que tuvo en la conciencia pública el vil asesinato de
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César A. Herrera
Salcedo antes de transcurrir un mes de la instalación del gabinete;
si se especula un poco con la actitud siempre persuasiva, que Salcedo y el mismo Luperón pusieron en juego para contrarrestar los
brotes reaccionarios y sumar a la causa a todos los dominicanos sin
el discrimen de pasadas banderías políticas; si se consideran, en fin,
los giros que la política española estaba tomando respecto del caso
de la Anexión en Santo Domingo. Si se tiene en justa estimación
todo eso, puede concluirse que si ciertamente el fermento del politiqueo quebrantaría la estructura del Gobierno y tendría nefastas
proyecciones en lo porvenir, no menos cierto es que, sin negar la
organización general que dio el gobierno de Polanco a la administración pública, no fueron por sus privativas providencias por lo
que siguió adelante el carro de la guerra arrollando las huestes de
España, y menos puede concederse que ese régimen salvase por sí
y en razón de sus potestades la causa de la Restauración. Estaban
igualmente enardecidos el mismo sentimiento de libertad y patria
en el pueblo, el mismo ardor guerrero en los soldados leales a la
causa y se consideraban las mismas principales posiciones conquistadas con excepción de Monte Cristi y Puerto Plata.
¡Presidente!... dijeron en sus puestos los generales Luperón,
Manzueta, Monción, Pimentel, García, Rodríguez, Cabrera, Reyes, Tolentino, Cabral y otros tantos paladines alumbrados ya por
los fulgores de la gloria. Ahí están prestos al combate con el mismo
denuedo y fe en el triunfo definitivo de la idea restauradora por
la que combatieron desde la rebelión de Moca, en las líneas del
Noroeste, del Este y del Sur.
El Manifiesto de Gaspar Polanco del 15 de octubre del segundo
año de la Restauración, 1864, no pudo acallar el ruido triunfal de
aquellas armas ni el loor de las apoteosis con que fueron saludados
más de cien victorias y exaltados sus heroicos paladines.
Sin duda, el manifiesto fue elocuente y reconfortante y nos
trae a los cien años de aquellas gestas el clima del civismo y del
patriotismo dominicano, ayer como hoy siempre en guardia; y no
es menos cierto que aunque Polanco trató de reanudar las conferencias con Gándara en pro del canje de prisioneros y de la paz, la
proclama alcanzó sus alientos con las noticias filtradas por Haití
Anexión-Restauración
409
de que el «Ministro Narváez entraba en el poder con la condición
previa del abandono de Santo Domingo», y que los dominicanos,
gracias a su patriotismo, sus luchas y sacrificios, iban a obtener de
los cambios políticos de la Corte, lo que Gándara no pudo darles
valiéndose de las intrigas de las desavenencias del partidismo que
derrocó el régimen de Salcedo y de las perturbaciones que siguieron al asesinato de este.
En verdad, aunque algunas circunstancias pueden hacer aparecer
a los dirigentes como inclinados a una paz nada honorable para la
causa de la Restauración, y de que de sus desavenencias esperase el
general Gándara la paz en las mejores condiciones para el pundonor de los soldados españoles, no le cupo la menor duda de que el
sentimiento patriótico tenía al respecto la última palabra contra las
pasiones de los jefes y a pesar de los intereses personales manifiestos
u ocultos que estuvieron en juego. Es muy elocuente en este sentido
que a raíz del reanude de las conferencias que intentó Polanco, le
expresara Gándara al ministro de Guerra: «Temo que el Gobierno
rebelde, aun cuando tenga un gran deseo al hacer la paz, no tenga
autoridad suficiente para hacerse obedecer de las turbas armadas».
El manifiesto de Polanco al país echó por tierra ese juicio de
Gándara.
Dios, Patria y Libertad.
República Dominicana.
Gaspar Polanco, general de división, presidente del Gobierno Provisorio, etc., etc. El querer general de los pueblos y la
aclamación unánime del Ejército Libertador me han llamado
a ocupar la primera magistratura del Estado, desconociendo
la autoridad que con el mismo carácter ejerció durante un
año el general José A. Salcedo. La salvación de mi Patria
reclamaba de algún tiempo atrás una reforma y solo bajo de
este convencimiento me determiné a acaudillar el hecho que
la produjo, bien ajeno de ambiciones personales.
Habría deseado que la elección popular no hubiese recaído
en mí para la presidencia del Gobierno Provisorio, y si me
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César A. Herrera
he sometido a ella lo he hecho solo para dar una prueba
de acatamiento a la soberana voluntad de mis conciudadanos, imponiéndomelo como un sacrificio más en obsequio
de ellos; y dispuesto a confirmar esa verdad el día en que
se reúna la Convención Nacional, ante la cual depondré el
poder de que se me ha revestido. La nación entera conoce
bien las causas que han motivado la destitución del general
Salcedo, pues no de otro modo pudo generalizarse el descontento que causaba su presencia en el Gobierno; pero yo
no puedo eximirme de reseñarla tanto por mi satisfacción
propia como para preservar a los dominicanos de cualquier
calificación injusta con que sus enemigos intentan afrentarlos. Hace tiempo que la gloriosa Restauración iniciada en
agosto para expulsar de nuestro suelo el despotismo ibero
había perdido el vigor de los primeros días; a las victorias
increíbles y a los hechos de armas portentosas han sucedido el desaliento y la inacción, y tal estado de decadencia,
alentando las esperanzas de nuestros enemigos, inducíales a
concebir la posibilidad de vencernos; y así era forzoso que
aconteciese porque el primer mandatario de la Nación, alejado siempre del centro Gubernativo, destruía inconsultamente las mejores disposiciones del Gobierno y las anulaba
sin consideración. Esta conducta, produciendo embarazos
difíciles de vencer, contrariaba sin cesar la marcha de la Revolución; y existiendo un Ejecutivo en campaña y otro en la
Capital, no existía en definitiva Gobierno alguno. Pensaba
también el general Salcedo merecer el título de magnánimo,
tolerando las demasías de los españoles, en tanto que esta
tolerancia culpable cuando la energía era un deber, daba por
resultado debilitar el espíritu público, constituyéndose involuntariamente en el candidato de una reacción, que si bien
no debía tener éxito, pudiera poner la Patria en gran peligro.
El ansia inmoderada de popularidad impulsaba frecuentemente al general Salcedo a decretar crecidas erogaciones de
papel moneda, contrariando la voluntad de sus colegas en el
Gobierno, para comprar a alto precio algunos voluntarios y
Anexión-Restauración
411
aumentar así el crédito de la moneda, destruyendo de todo
punto la base de nuestro sistema financiero.
Perseverante en la idea de anular los actos de sus colegas,
destruyó el Gobierno creado en 14 de septiembre de 1863
por elección general, porque este, en uso de sus facultades,
había confirmado la sentencia de muerte que el Consejo
de Guerra pronunció contra un traidor convicto y confeso
constituyéndose desde luego el general Salcedo en dictador
absoluto de la nación, sin consultar la voluntad de ella; creó
arbitrariamente un Ministerio y reasumiendo los derechos
de un pueblo que pelea por la libertad, cercenó esta y desorientó la opinión nacional; pero su dictadura poco atenta a
la administración de los negocios públicos, y absorbida toda
en su persona, dejaba desmoronarse poco a poco la grandiosa
obra del 16 de Agosto, entregado a diversiones y placeres
frívolos, que manchaban la dignidad del pueblo dominicano,
cuya representación había absorbido. Los actuales representantes del Gobierno Español, que en vista de tantos desaciertos llegaron a concebir la posibilidad de una sorpresa diplomática iniciaron negociaciones de paz, y el general Salcedo
ansioso de ella, diputó a Monte Cristi una compuesta de los
generales A. Deetjen, Julián B. Curiel, Pablo Pujol, Pedro A.
Pimentel y el coronel Manuel R. Objío, celebrándose algunas conferencias con el señor teniente general don José de la
Gándara, cuya malicia, sorprendida por la Comisión, movió
a esta a cortar las relaciones establecidas y regresar al campo
dominicano dando el grito de alarma. El general Salcedo,
adormecido por su sueño de paz, había completamente descuidado los cantones próximos a Monte Cristi; y aunque la
actitud del pueblo y el eco de aquella alarma le indujeron a
lanzar una alocución belicosa, concibió sin embargo la idea
de diputar otra comisión, que probando su debilidad para
con los enemigos, humillase la dignidad nacional.
En medio de estas dilaciones y abandono le sorprendió el
movimiento popular que produjo su caída, y los patriotas,
reanimados por este hecho, han sentido renacer en ellos el
412
César A. Herrera
vigor revolucionario que las circunstancias reclamaban. Yo
me he complacido en dirigirles, penetrado de la necesidad
que tal reforma exigía; con ella se ha asegurado la moralidad
dominicana; ella ha dado nuevas garantías de triunfo a nuestra causa; ella ha salvado nuestra libertad. Si España persiste
en su propósito de someter el pueblo que represento, y la
guerra sigue siendo inevitable, mayores habrán de ser nuestras glorias; si ella quiere la paz, el camino para alcanzarla
está expedito; los dominicanos rechazan su dominación; que
desista de querer imponérsela. Mi presencia en el Gobierno
es la representación del pensamiento nacional, que no tiene
otro objeto sino la expulsión del enemigo común; arraigar
el orden, el vigor republicano, la economía en la Hacienda
Pública; regularizar y metodizar el servicio y activar con resuelta constancia la obra de la Restauración que el pueblo
dominicano se ha propuesto. Creo haber cumplido con mi
deber haciendo la presente exposición y anunciando mi programa: el mundo imparcial juzgará de los hechos. Santiago
de los Caballeros, 15 de octubre de 1864; 21 de la Independencia, 2º. de la Restauración. Gaspar Polanco.
Ni este manifiesto ni las razones aducidas para justificar el derrocamiento del Gobierno Provisorio de Salcedo y hasta su muerte
podrán jamás cohonestar el horrendo crimen; y muchos de los elementos de juicios expuestos para repudiarlo e incriminarlo como
cómplice de García no se han acreditado como irrecusables en la
historia de la Restauración.
Más adelante veremos en la carta que en relación con esas conferencias remitió a Gándara don Pablo Pujol, la austeridad cívica y
la conciencia de la dignidad ciudadana con que concurrieron nuestros comisionados a las conferencias promovidas, no por Salcedo,
sino por el mismo Gándara, mediante la oficiosa diligencia ante
Pujol, del amigo de Gándara señor don Federico Echinagusia en
Turquilán.
De otra parte, no creemos que «la conjuración que produjo
la caída de Salcedo» hiciera renacer el vigor revolucionario que
Anexión-Restauración
413
las circunstancias reclamaban. Creemos sí, que la toma de Monte
Cristi, el ataque de Puerto Plata y la conjuración fueron parte del
descontento y del languidecimiento de la lucha; que esta redobló su
entusiasmo no por ninguna cualidad excepcional de Polanco sobre
las virtudes de Salcedo, patricio como él, con todos sus deplorables
defectos, más humano, más tolerante y tal vez menos ambicioso de
popularidad y de poder que él.
La verdad inconcusa es, como dice el general Gándara, «que
Polanco y sus conjurados aprovecharon las circunstancias que se
les venían a las manos para hacerse dueños de la situación y pretendieron, desde luego, reanudar conmigo las negociaciones que interrumpía el violento golpe a que les impulsó la noticia de la entrada
de Narváez en el Gobierno de España con resolución de cambiar
la política de Santo Domingo abandonando la Isla», y Gándara
agregó: «Los documentos oficiales que reproducimos, tomados del
citado Boletín de Santiago, son bien extraños y por más que su
ruda malicia disimule en ellas que la verdadera causa del golpe de
Polanco era la entrada del ministerio de Narváez que, la última
hora del Boletín descubríala palmariamente diciendo, entre otras
cosas: «Sabemos de seguro que la cacareada expedición de 30,000
hombres se ha disuelto».
El general Gándara, protagonista de aquel drama trágico de
nuestra Restauración en sus últimos días, como capitán general de
la isla, ha legado a la historia una serie de sentencias en relación con
el asesinato de Salcedo que el historiador no puede soslayar ante los
juicios apasionados que pretenden amenguar la estatura moral y el
innegable patriotismo del héroe.
Ni Polanco, ni los comisionados a las conferencias de Monte
Cristi están exentos de la posible culpabilidad de apostasía que se
insinúa en estas palabras de Gándara:
Casi a la par con la noticia del cambio de ministerio que yo
recibí algunos días después por correo, una carta de Pujol me
manifestaba que no podrían reanudarse las negociaciones,
ni volver los comisionados a mi campamento en el plazo de
una semana como se habían ofrecido, porque el Gobierno
César A. Herrera
414
de Madrid iba a darles, sin condición alguna, todo lo que yo
les ofrecía a trueque de una sumisión absoluta. Aquella carta,
después de todo, solo venía a comunicarme lo que era consecuencia del hecho ocurrido en España; una vez más sucedió
entonces lo que es harto frecuente en aquellos desgraciados
países; parte de los comisionados que estuvieron en mi campo
se entendieron con los intransigentes y con Gaspar Polanco,
que mandaba las fuerzas insurgentes cerca de Puerto Plata,
para dar un golpe y suplantar violentamente a Salcedo, presentándole como traidor que había querido hacer la paz con
los españoles. El 10 de octubre se dio el grito de Santiago, y,
preso el infeliz Salcedo con aquellos generales más hombres
de bien que no habían entrado en la conjuración, fue Polanco
electo Presidente del Gobierno Provisional y dio entrada en
el nuevo ministerio a tres de los infieles comisionados, Pujol,
entre ellos. Salcedo fue víctima entregada por estos para salvar su responsabilidad y acaso sus cabezas […]
Y agrega:
Puestos de acuerdo con Polanco, aprovecharon hábilmente
las circunstancias, que se le venían a la mano para hacerse
dueños de la situación, pretendieron desde luego reanudar
conmigo las negociaciones que interrumpía al violento golpe
a que los impulsó la noticia de la entrada en el Gobierno
de España, con la resolución de cambiar la política de Santo
Domingo abandonando la Isla. Polanco y sus satélites hallaban en esa situación la inmensa ventaja sobre Salcedo de
poder presentarse a sus conciudadanos como salvadores del
país, mientras que aquel acababa de convenir de hecho por
la mediación de sus comisionados en una sumisión incondicional a España.
CAPÍTULO XXXIII
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Un juicio lamentable de Objío acerca de la muerte de Salcedo.
Optimismo en el triunfo de la causa restauradora. Proclama del
vicepresidente don Ulises F. Espaillat. Síntesis de las compañas de
las líneas del Sur y del Este. Calamitosa desocupación de El Seibo
por las tropas del brigadier Baldomero de la Calleja. Un relato del
general Gándara.
No podemos aceptar sino como injusto y despiadado el juicio
de Rodríguez Objío según el cual «por un medio inicuo obtúvose
un resultado útil a la causa del país», y calificamos como desprovista
de todo sentimiento generoso la expresión del mismo comentarista
«al sucumbir Salcedo bajo la cuchilla de la sospecha, los verdaderos
culpables temblaron amedrentados en el seno de sus traidores conciliábulos y las intrigas de los reaccionarios fueron desapareciendo,
hasta dejar campo libre a los patriotas […]. Salcedo, hombre de la
restauración, personaje eminente no había tenido el derecho de ser
benigno o indiferente para ellos […] la muerte de Salcedo cortó
para siempre la serie de complots reaccionarios que tanto habían
contrariado la marcha de la revolución».
No alcanzamos comprender cómo puede levantarse alguien en
el escenario de la historia a batir palmas al puñal que mata arteramente, que asesina por sospecha; ni cómo puede acreditarse el
415
César A. Herrera
416
juicio condenatorio de quien, sin aquilatar la estatura moral del
que habiendo sido uno de los dioses mayores de la Restauración,
lo arrastró al oprobio y escarnio de la posterioridad por errores no
sancionados por los tribunales militares.
Veremos más adelante hasta qué extremos llegaron las pasiones
políticas, la suspicacia y los prejuicios tan pronto como el albor de
la libertad resplandeció en los horizontes brumosos de la Patria…
Es dificultoso creer que pocos días después, catorce del manifiesto
de Polanco, se pudiera tozudamente sostener que la Revolución
estaba muerta y que gracias a la conjura de este y al fusilamiento de Salcedo, despertó con el arresto y vigor que eran condición
del triunfo de la causa redentora. Pues no, la Revolución no había
muerto, ni aún estaba dormida; el ¿Quién vive? resonaba en todos
los frentes, en todos los cantones, y en los confines de la tupida
manigua el clarín lejano daba el rumbo sigiloso de las guerrillas en
marcha.
Plausible fue la Proclama de la llamada «renovación», porque
en ella está el aliento redivivo de la Revolución que creyeron muerta los disidentes del Gobierno de Salcedo.
Dios, Patria y Libertad.
República Dominicana.
Gobierno Provisorio. Dominicanos:
Hace catorce meses que el grito de Libertad lanzado en
Capotillo resonó por toda la extensión de nuestra Patria inflamando en patriótico ardor sus bravos hijos. Las huestes
invasoras arrojadas hacia el litoral por el empuje heroico de
la Revolución, han permanecido allí hasta hoy, sin adelantar
un solo paso en su plan de reconquista.
El ruido de nuestros triunfos ha dado esplendor a nuestra
gloria, y el mundo los refiere como una fábula de los tiempos
heroicos.
Muerta está ya la parte moral del diezmado ejército español,
que no puede abandonar sus atrincheramientos; la expedición
Anexión-Restauración
417
de treinta mil hombres se ha disuelto, y el espíritu nacional
reanimado se apresta a consumar la grande obra de nuestra Restauración; la fe republicana se fortifica más y más; el
Ejército Libertador se organiza y nuestras finanzas mejoran.
¡Dominicanos! El Gobierno que observa con placer la marcha de la Revolución; que estudia los movimientos del enemigo, y estrecha sus relaciones con el exterior puede y debe
asegurase que nuestra Independencia está consolidada. La
marcha triunfante de la Libertad en el suelo americano es ya
un hecho consumado. ¿Quién la arrojará de su sagrado asilo?
Dominicanos: A las armas. Santiago, 22 de octubre de 1864,
21 de la Independencia y 2 de la Restauración. El vicepresidente, Ulises F. Espaillat. Las Comisiones M. Grullón, J.
B. Curiel. R. Leyba, P. Pujol y Manuel R. Objío.
¿Que el cambio del Gobierno español influyó en la reactivación
de la guerra contra España? Tal vez, pero lo que no puede ponerse
en duda es el hecho cierto y ya conocido de todos los dominicanos,
incluso de los combatientes, que el sentimiento de la Corte era
propicio, no al cese de la guerra, sino al retiro de todas las tropas
de nuestro territorio y ese hecho no puede desestimarse como el
más poderoso estímulo del enardecimiento de nuestros soldados,
porque la idea de la reconquista de la Independencia y de la Libertad fue el pensamiento motriz en todo el curso de la guerra,
ahora alcanzado el culmen de su realización no por obra exclusiva
de Salcedo o de Polanco.
El mismo 22 de octubre de 1864, día de la Proclama suscrita
por el vicepresidente Ulises F. Espaillat y jefes de las Comisiones:
Máximo Grullón, Julián B. Curiel, Rafael M. Leyba, P. Pujol y Manuel Rodríguez Objío; ese mismo día el teniente Araújo, en Arroyo
Grande en El Seibo repelió un ataque con muchas pérdidas para
el enemigo y obtuvo como consecuencia que las tropas de España
evacuasen el cantón de Borrero; en un parte de guerra del general
Manzueta se comunicó al Gobierno que en el camino de Guasa
el coronel Santiago Silvestre sostuvo un combate desde las nueve
de la mañana hasta muy entrada la tarde, en que unos setenta u
418
César A. Herrera
ochenta hombres combatieron con doscientos españoles de tropa,
que después de una carga al arma blanca se produjo la victoria a
favor de nuestra causa con más de veinte muertos abandonados en
el campo por el enemigo, y que en esos mismos días tomó a Guerra
sin disparar un tiro el general Manzueta.
En relación con la toma del pueblo de Guerra y de otros episodios circunstanciales dijo el general Eusebio Manzueta en su parte
del 23 de noviembre lo siguiente:
Hoy a las cinco y media de la mañana tuvo lugar mi entrada
en esta población, sin tener que lamentar derramamiento de
sangre dominicana.
Como manifesté a mi Gobierno desde Higüero, había resuelto tomar a viva fuerza esta plaza en combinación con el
general Marcos Evangelista Adón y con las fuerzas de él, las
del Paso de la Muerte, Boca de Yabacao y Monte Grande la
cual hubiera tenido efecto el miércoles, si en la noche del
martes todas esas fuerzas no hubieran tenido que soportar
en sabana rasa fuertes aguaceros, que mojaban enteramente
sus armas y municiones. Este contratiempo me obligó a ordenar que cada partida fuese a cubrir su puesto hasta nueva
disposición.
En estos intermedios supe por mis espías que el enemigo intentaba desalojar la plaza, y dispuse acercarme anoche a sus
inmediaciones con objeto de ver la realidad con la infantería
y la caballería que tengo bajo mi mando, en el tránsito recibí
comunicación del general Sandoval en que me suplicaba lo
recibiese a él y a su familia, que estaba dispuesto a abrazar
la causa, a lo que contesté satisfactoriamente. Anoche como
a la una emprendió en efecto, el español, la marcha, no por
el camino real de Monte Grande, sino por uno extraviado y
pedregoso, queriendo evitar las fuerzas del general Marcos
E. Adón, que estaban emplazadas aguardándole en la ruta
principal. Cobardemente han preferido evadirse por una vereda llamada La Caleta, creyendo no hallar obstáculos, pero
los bravos de Cayacoa y Carabela van en su seguimiento y
Anexión-Restauración
419
es grande la mortandad. Muchos son los heridos y muertos
y los efectos que recogen los nuestros… Se me han rendido
ciento y pico de hombres con sus armas y municiones; paulatinamente se van presentado más, a medida que se penetran
del modo con que se les trata […].
El día 11 de diciembre Manzueta participó al Gobierno que
también Hato Mayor se había pronunciado por la Revolución; para
esta fecha ya los españoles habían evacuado Los Llanos y Guerra y
Blas Maldonado, con los criollos que había sacado de la guarnición
de El Seibo, se adhirió a las milicias dominicanas en Guasa y era
inminente la caída de El Seibo al empuje impetuoso del general
Eusebio Manzueta, quien había concentrado sus tropas a poca distancia en el glorioso campo de Palo Hincado.
En efecto, un parte de guerra del día 16 de diciembre de 1864
anunció la ocupación del pueblo por los soldados de Manzueta
victoriosos en cien combates y el mismo intrépido general anunció que Macorís y Sabana de la Mar habían enarbolado la bandera
de febrero secundando así las adhesiones, los pronunciamientos y
las victorias sucesivas que estaban precipitando en el Este la evacuación de las tropas extranjeras diezmadas por la guerra, por la
malaria y la buba, el general Anofele fue el más constante y fiel de los
conmilitones de Manzueta en los marismos y cenagosas campiñas
de aquella línea.
En el Sur el espíritu de la sublevación estaba sacudiendo a los
indiferentes que se habían mantenido sumisos al régimen de la
Anexión, las tropas españolas eran batidas y derrotadas en Fundación y Otra Banda, las avanzadas del general José M. Cabral
acometieron con buen éxito a una columna que marchaba sobre
San Juan y se vieron forzados a cambiar de ruta hacia Neiba que
fue tomada, pero sin provecho permanente porque el general José
María Cabral, conocedor de la manigua del Sur, marchó con sus
intrépidos soldados victoriosos en las jornadas de las guerras de
Independencia y el memorable 5 de diciembre libró una de las más
resonantes acciones del Sur, en La Canela, con un saldo para el
enemigo de setenta y dos muertos y once prisioneros con cuarenta
420
César A. Herrera
mulas y mucho parque como bajas del combate, extremadamente
infausto para las tropas españolas sorprendidas por las descargas de
la fusilería desde un bosquecillo pegado a La Canela y al otro día
cayó Neiba en poder de Cabral.
En el Norte y Noroeste, salvo uno que otro episodio heroico, nada de trascendencia ha merecido la cita de la historia. La
razón es obvia, los combatientes de ambos mandos conocían ya
la disposición de la Corte a poner término a la guerra y devolver a los dominicanos su Patria, su Independencia y su Libertad.
Las tropas de Gándara situadas en sus reductos de Monte Cristi
y Puerto Plata no contemplaron ninguna acción bélica que no
fueran aquellas que debían de ejercitarse para mantener el honor
de su bandera y allí aguardaron el desenlace que les abriera los
horizontes del océano hacia España, y la única importancia que
revistió todo el apresto de Polanco para movilizar dos mil hombres y recuperar a Monte Cristi fue el énfasis que quiso poner en
la historia de su vigor y poderío.
Los triunfos de las líneas del Norte, del Noroeste y del Sur
marcan ya en estos días el fin de las jornadas restauradoras y cabe
aquí presentar en forma sucinta algunas notas de la obra del general
Gándara acerca de los episodios de El Seibo y de la forma como se
comenzó a dar cumplimiento a la orden de concentración de las
tropas españolas en Santo Domingo.
Relatan Gándara y González Tablas que de los diversos en el
Cuey, en uno de ellos se combatieron los españoles al machete
contra nuestras tropas capitaneadas por Bernardino Pérez con más
de veinte bajas en nuestras filas. En esa acción, que fue el día 7 entraron en combate fuerzas del batallón de la Reina y de las Reservas.
El incremento que alcanzó la revolución en El Seibo determinó
que se pidiesen refuerzos a Azua y en el vapor Europa arribó a
la boca del Soco el segundo batallón de Tarragona y el día 19 se
dio una batalla en Arroyo Salado en que nuestros soldados fueron
puestos en derrota.
Este pleito tuvo ocasión cuando nuestras guerrillas salieron de
súbito contra un convoy que conducía a Hato Mayor el comandante Catalán con 190 hombres bajo su mando.
Anexión-Restauración
421
El esfuerzo del batallón de Tarragona le permitió al brigadier
Baldomero Calleja la reorganización de sus fuerzas y encomendó al
coronel Rafael Santana una columna volante para limpiar de guerrilleros que atacaban a los convoyes a lo lago de su ruta.
Después que nuestras tropas asaltaron a Santa Lucía, cerca de la
población de El Seibo, fueron acometidas el día 24 por una columna de doscientos cincuenta hombres capitaneados por el general
reservista don Eugenio Miches, pero fue repelido por los nuestros
hasta el Cuey donde tuvieron que ceder y replegarse ante el ataque
de las reservas que vinieron en su auxilio al mando del coronel de la
reserva Florentino González.
Por esos días, la Real Orden del 14 de octubre de 1864 determinaba someter a la Corte, la cuestión de Santo Domingo y la
concentración de las tropas en la fortaleza del Ozama, mientras
otra acción importante en el Cuey tuvo efecto los días 7 y 8 de
noviembre cuando doscientos soldados del ejército, ciento noventa
de las reservas y una pieza de artillería de montaña a las órdenes
del general Miches, batió con buen éxito a nuestros soldados que
no vencidos siguieron hostigando con denuedo redoblado en todos
los frentes a las tropas enemigas. Y ya no quedaba otro recurso que
el abandono de aquel último escenario de la Guerra Restauradora
pudiera decirse; y el día 11 de diciembre, a las siete de la mañana
levantó Calleja el campamento de El Seibo, como Alfau había levantado el de Guanuma… y emprendió el movimiento de retirada
con más de ochocientos enfermos y heridos que ocuparon todos
los caballos en aquel penoso convoy, de aquella columna larga y
penosa que de improviso se vio atacada por la retaguardia, por la
vanguardia y por los flancos al llegar al paraje de Santa Lucía, para
disputarle el paso de Las Cuchillas.
Dice Gándara que en todos los puntos fue rechazado el enemigo vigorosamente, que se peleó al arma blanca, que a las tres de la
tarde «el enemigo, duramente escarmentado tuvo que retirarse y la
columna llegó al Bejucal donde vivaqueó aquella noche».
Luego se produjo la evacuación de Higüey el 24 de diciembre
llevándose en su marcha trescientos veinte y seis enfermos y muchos civiles comprometidos en la Anexión.
César A. Herrera
422
Pavorosa retirada
Dejamos a la pluma del general Gándara el breve relato de la
desocupación de El Seibo, para que no se pierda ningún detalle
de sus peripecias durante la marcha hasta el instante mismo de su
embarque.
Cuenta Gándara que esta
...marcha fue muy penosa. La imposibilidad de dejar enfermo alguno por gravísimo que su estado fuese a merced del
enemigo porque este hacía en El Seibo la guerra sin cuartel,
obligaba a llevarlos a todos en la columna; y como hubiesen
algunos moribundos, había que llevarlos en camilla atados
sólidamente a las acémilas circunstancias que producía un
nuevo embarazo, cual era de irlos enterrando a medida que
morían durante la marcha, a fin, de evitar que sus cadáveres
fueren profanados por aquellos bandos, práctica que siempre
hubo que seguir en El Seibo con los que morían en el campo.
Añádanse a tantas dificultades las malísimas condiciones del
camino, en el que había hoyos donde el soldado se hundía
en el fango hasta la rodilla, podrá tenerse idea de las penalidades sufridas en aquellas jornadas por nuestro ejército… El
enemigo lo atacó por retaguardia y flanco derecho al llegar
a Los Mameyes siendo vigorosamente rechazado por fuerzas
de la Reina y San Marcial y tuvieron lugar a distinguirse sus
bizarros jefes Zarzuelo y Sostrada.
Igual suerte tuvo otro ataque al centro de la columna que rechazó personalmente Calleja con la Compañía de Granaderos.
Las tropas tomaron posiciones sobre las alturas de Chavón,
empezando el 26 el embarque en los vapores Pizarro, Águila
y el transporte No. 3, que después de conducir a Santo Domingo los enfermos y el material y ganado regresaron a la
rada de Chavón para embarcar el personal que lo efectuó el
día 28.
CAPÍTULO XXXIV
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Conjuración de Pimentel contra Polanco. Reacción del Gobierno
frente a la conjuración. Embarazosa misión de Luperón. Particularidades de las instrucciones que le dio el Provisorio al general
Luperón. Documento del vicepresidente Ulises F. Espaillat
acerca de la conjuración y abdicación del Gabinete de Polanco.
Aunque las negociaciones con la mediación de Geffrard para el
canje de prisioneros y la paz abarcaron un período comprendido
entre las postrimerías del régimen de Salcedo hasta los últimos días
de la dictadura de Polanco en que culminó con la abrogación del
Real Decreto de la Anexión, hemos creído más conveniente posponer el relato de los acontecimientos de este breve lapso, y darle
prioridad a los sucesos que tuvieron comienzo con la conspiración
del general Pedro Martínez y del general Pedro Antonio Pimentel
hasta el derrocamiento de Polanco y la dramática abdicación de
su Gabinete. Esto así, con objeto de que tanto las conversaciones
oficiosas del comienzo de la mediación hasta su conversión en las
negociaciones diplomáticas que en la Corte convinieron el retorno
de la República Dominicana al goce de sus prerrogativas de pueblo
libre y soberano no pierda la natural ilación que asegure el orden
lógico de su particular proceso.
423
424
César A. Herrera
Así, pues, veamos lo que ocurrió después que el 27 de diciembre de 1864 se enteró el Gobierno de la conjuración que estaban
fraguando los generales Martínez y Pimentel. La reacción del
Provisorio fue de franca tolerancia, de persuasiones diligentes
para satisfacer en alguna forma las ambiciones y las pasiones que
el larvado partidismo comenzaba a fomentar en los albores de las
libertades políticas.
En realidad, lo que buscaban, lo que querían los protagonistas de la conjuración era simplemente el Poder; el Poder,
sin mediación de nadie que fuera extraño a su programa y, tal
vez, a su malhadada divisa en pro de un tercer Estado libre e
independiente en el Nornoroeste de la Isla, frustrado por la vigorosa realidad histórica de los dos pueblos que se comparten
su soberanía.
Pertinaces fueron las diligencias que hizo el Consejo de Ministros de Polanco para atraer al seno del Gobierno al general Pedro
Martínez; y nada obtuvo con ofrecer a Pimentel la cartera de Guerra y hasta la presidencia de la República que incluso se le ofreció
con un rasgo de desprendimiento poco usual.
Pimentel sí quería el Poder; pero quería alcanzarlo mediante un movimiento revolucionario radical e incidental, como
suelen decir los sediciosos de todas las banderías que enarbolan
los rojos pendones de la guerra civil. Él y sus conjurados propugnaban por el derrocamiento total del Gobierno y la persecución de los miembros de su gabinete, sin parar mientes en
la pulcritud de muchos de ellos y en el acendrado patriotismo
con que se consagraron a servir con fidelidad la causa de la
Restauración.
El Gobierno encomendó a Luperón la misión de apaciguar y
atraer a su seno al general Pedro Martínez, que se dispuso a cumplirla después que Polanco le permitió indagar las causas que movían al «Gobierno a proceder severamente contra dicho señor»;
porque se creía, agregó, «bastante acreditado con el Gobierno para
poder salir garante por el general Martínez».
A estos pensamientos de Luperón dio Polanco el mismo día 6
de enero de 1865 la siguiente respuesta:
Anexión-Restauración
425
Señor general Gregorio Luperón, La Vega.
Mi estimado amigo y compañero:
Contestando su muy atenta de hoy, debo decirle que Ud.
como verdadero centinela de la Patria, puede y debe hacerme todas las demandas que crea oportunas, cree que ellas
se relacionan con la cosa pública […]. Habiendo llegado al
conocimiento del Gobierno que el general Pedro Martínez,
lleno tal vez de miedo, tomó el partido de fugarse, dispuse
escribirle con el señor José Lebrón, sujeto que siempre le
acompaña, manifestándole que podía con toda seguridad
presentarse al Gobierno. Aún no se ha dignado contestar,
sin embargo; hoy me ha ofrecido el general Reyes Marión
tomar a empeño la conciliación que hemos ofrecido al dicho
general Martínez; pero si desatendiendo esta generosidad,
insiste en su rebeldía, el Gobierno estará en el duro caso de
tomar medidas serias.
Pero nada provechoso para la paz pública fue el avenimiento
de Martínez porque los sediciosos continuaron alentando en las
filas de los soldados y en la conciencia popular el espíritu de la
insurrección; inútiles fueron los expresados temores del Gobierno
del daño que ese brote de guerra civil le hacía a la campaña en pro
de la Restauración y menos beneficiosa fue la promulgación del
decreto, mediante el que se convocó la Asamblea Nacional para el
27 de febrero.
Ninguna de las providencias tomadas pudo conjurar la sublevación que ya había propagado en toda la Línea Noroeste la consigna
de las hostilidades, con mengua del sentimiento de la revolución
restauradora y postergamiento de cuanto se había puesto en juego
para el canje de prisioneros y la consecución de la paz. Las pasiones del partidismo, los intereses de facciones y la egolatría que
suele despertar la alta jerarquía del mando, o la preeminencia de
circunstanciales propiciaciones políticas, comenzaron a desestimar
los verdaderos valores de ese honorable patriciado que alcanzaron
426
César A. Herrera
los héroes y prohombres de la Restauración y, una vez derrocado el
Gobierno, lo epilogaron con la difamación y el escarnio, como para
justificar los desacatos con que habían vulnerado todo principio de
autoridad, alterado el orden público y preterido la primordial idea
de la redención nacional.
La marcha precipitada de Polanco al escenario de la conjuración ni su presencia en Dajabón surtieron ningún beneficio y más
bien agravaron la situación al extremo de que el Provisorio, al retorno del Ministro de Relaciones Exteriores, que llegó a Santiago
procedente de Dajabón a las 7 de la noche del 11 de enero, llamó
angustiosamente a Luperón, entonces Gobernador de La Vega,
en la forma siguiente:
Gobierno Provisorio. Comisión de Guerra. Ciudadano general gobernador civil y militar de La Vega. Sírvase Ud. con
toda la brevedad posible, enviar a esta toda la tropa que tenga
acuartelada en esa y la que haya en Moca, pues así se requiere
de toda urgencia. Dios y Libertad. El Presidente Polanco.
La Comisión de Guerra; J. B. Curiel.
Pero ese requerimiento no se limitó al simple envío de tropa; la
gravedad de los acontecimientos era apremiante, ya los conjurados
que en Dajabón, con el apoyo de Monte Cristi, pronunciaron el
desconocimiento de la autoridad de Polanco, habían sublevado casi
todos los pueblos fronterizos y hecho acto de presencia en Guayubín donde organizaron la marcha sobre Santiago, que debían
salir, una de Moca, al mando del general J. de J. Salcedo; y otra de
Guayacanes bajo las órdenes del general C. Medrano.
Muchos de los más notables prohombres de la guerra restauradora estaban implicados en ese movimiento. La historia ha señalado, entre ellos, los nombres de los generales Antonio Pimentel,
Benito Monción y Federico de Js. García; tildados los tres como los
auténticos autores del pronunciamiento de Dajabón.
Con estos generales provistos de fuertes contingentes de tropas
levantadas en diversos cantones, la marcha sobre Santiago estaba
en pie y ya no bastaban solo los refuerzos pedidos a Luperón, sino
Anexión-Restauración
427
también parecieron necesarias la sugestión de su personalidad y su
intrepidez y bizarría en cien combates para combatir a sus propios
conciudadanos, leales como él, a la causa restauradora, contra sus
mismos compañeros en la cruzada y, con ese propósito, incalificable a la luz de la sana razón, le remitió al Gobierno Provisorio el
siguiente despacho:
Gobierno Provisorio.
Comisión de Guerra.
Santiago, 16 de enero de 1865.
Ciudadano general Luperón, etc.
Por resolución de esta fecha ha dispuesto esta Superioridad
nombrar a Ud., como por el presente le nombra, jefe superior de operaciones en las Líneas del Noroeste y delegado
del Gobierno en las mismas, con la misión de reestablecer
el orden en aquellos lugares, donde una insurrección inmotivada ha alterado y comprometido la seguridad del país, que
como Ud. sabe está amenazado por un enemigo tenaz. Al
efecto se pasa a Ud. un pliego de instrucciones, para que se
sujete a ellas, y proceda como mejor crea en todo lo que no
le prescriban Ud. procurará entenderse con el general J. A.
Polanco. En esta misma fecha se comunica a los generales
de aquellas Líneas, para que le acaten y reconozcan como su
Jefe inmediato. El Gobierno, al confiarle tan grave misión,
se promete un feliz resultado, confiando en su honor militar
y en el verdadero patriotismo que a Ud. caracteriza complaciéndose en manifestar que la nación escribirá por ello una
hermosa nota en su singular hoja de servicios. Dios y Libertad. El presidente G. Polanco. Refrendado J. B. Curiel y
Adjunto.
Y a continuación el pliego de Instrucciones:
César A. Herrera
428
Gobierno Provisorio.
Comisión de Guerra.
Santiago, 16 de enero de 1865.
Pliego de Instrucciones, que se pasan al general G. Luperón,
jefe superior de operaciones de las Líneas del Noroeste, y
delegado del Gobierno en las mismas, para que cumpla de
conformidad a ellas la misión especial que por resolución
de esta fecha ha acordado el Superior Gobierno someterle a
cargo de proceder de acuerdo con el general Juan A. Polanco
en todo aquello que no prescriban las presentes instrucciones. Primero: El ciudadano general Gregorio Luperón pasará a las Líneas de Guayubín y Dajabón, y donde, como jefe
superior de operaciones mandará todas las fuerzas que allí
existan. Segundo: El general Luperón permanecerá en ese
destino hasta nueva disposición de esta Superioridad. Tercero: Los particulares que evacuará con toda urgencia desde el momento en que penetre en aquellas Líneas serán: 1º
Restablecer el orden público; hacer respetar las autoridades
que estén de buena fe y legalmente constituidas; 2º Remover
todas aquellas cuya conducta diere lugar a ello, hasta que
la marcha regular de la cosa pública siga su debido curso;
3º Proceder con todo empeño a la captura de los prevenidos generales Pedro A. Pimentel y Benito Monción, y se le
recomienda evitar la efusión de sangre dominicana que tan
preciosa es, para que no se diga que durante nuestra Restauración ella fue derramada de otra suerte que en defensa de la
Patria. Dios, Patria y Libertad. El presidente, G. Polanco.
La Comisión de Guerra, J. B. Curiel.
¡Oh numen de la guerra! ¡Oh Patria! Aún no habían cubierto
las flores del batatillo de Maimón la tumba de Salcedo cuando la
ciega pasión de las discordias fratricidas olvidaba su holocausto;
víctima propiciatoria inmolada en el ara del numinoso Dios de las
guerras civiles.
Anexión-Restauración
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No se me arguya que Pepillo Salcedo era cubano de nacimiento,
porque él, como los dominicanos que cayeron de cara al sol combatieron en la manigua cubana por la libertad de la Patria de Maceo
y de Martí, merecía bien de la Patria y el honor de la nacionalidad
del suelo en que vivió como aquellos que consagraron su vida a la
libertad cubana; que Cuba exaltó a la gloria y cubrieron sus cuerpos
de héroes caídos en la contienda con el lábaro de la estrella solitaria.
Pero Luperón, que había arrebatado la vida de Salcedo de las
garras de sus gratuitos asesinos en la frontera, que cuando supo el
hórrido asesinato fue al seno del Gobierno y con autoridad moral magnífica recriminó y condenó la comisión de aquel crimen y
aconsejó con acento de admonición que los Ministros renunciaran
de sus respectivas carteras… sin que nadie argumentase nada, nadie
quisiese sincerarse en aquel momento y sin que nadie renunciase ni
protestase… aunque nada obtuvo dejó para el comento de la historia la vaga sospecha de complicidad por omisión y un fatal augurio
en la conciencia del pueblo.
¿Qué va a ocurrir? ¿Cuál va a ser ahora la conducta de Luperón
respecto de esa conminación que lo exaltó de súbito a la condición
de árbitro absoluto de aquella guerra civil cuyos comienzos se le
hizo aparecer como cómplice?
Pero las cualidades que adornaban a Luperón lo sacaron limpio
de esa acusación. Algo debían valer en su defensa de Salcedo, su repudiación del crimen y esa postura de garante au trance de Federico
García… quizás se apeló a esa misión para descubrir sus ideas y su
sentimiento respecto de esa insurrección.
Luperón puso como condición previo el compromiso de que
todos los culpables fuesen perdonados, intimó responsablemente
esa resolución al Gabinete reunido en pleno, pues se habían incorporado don Manuel Ma. Valverde y Pedro F. Bonó.
No se aceptó la propuesta de perdón previo y su nombramiento
fue abrogado aunque mediante el subterfugio de su nominación
como Miembro Honorario del Gobierno nada menos que en representación del presidente Polanco.
En la misma fecha que el Provisorio dio a Luperón esa singular
prueba de confianza asumió el presidente Polanco la jefatura de las
César A. Herrera
430
operaciones y estableció su cantón general en La Peñuela. Allí se le
comunicó la dimisión de su Gabinete y la noticia de que el día 20 se
había pronunciado La Vega y en la tarde de ese día arteramente fue
hecho preso en Jaibón donde se había concertado una conferencia
con los jefes de la insurrección.
Con este hecho y la dimisión del Gabinete quedaba consumada
la gestión del Gobierno Provisorio de Polanco no sin que en su
período gubernativo se produjeran muchos actos heroicos en pro
de la causa restauradora, como ya hemos señalado, y se alcanzaran
algunos progresos en las negociaciones para el canje de prisioneros
y la concertación de una paz honrosa para la República y el día 21
de enero de 1865 con la alocución del Gabinete renunciante y el
nombramiento del general Gregorio Luperón como Encargado del
Poder Ejecutivo quedó fijado el término del Provisorio de Polanco.
Transcribimos a continuación textualmente los documentos
que fijaron en la historia este inopinado acontecimiento.
Dios, Patria y Libertad.
República Dominicana.
Gobierno Provisorio.
Dominicanos:
En estos últimos días ha tenido lugar un pronunciamiento
en las comunes de Dajabón y Guayubín desconociendo la
autoridad del Gobierno. Los miembros que lo componen
pusieron inmediatamente su renuncia en las manos del general presidente, ciudadano G. Polanco, deseosos de evitar
la guerra civil y dispuestos como siempre a sacrificarse por
el bien público. Hoy cree el Gobierno de su deber abdicar
el poder de una manera solemne, con ánimo de evitar que
la situación se prolongue y que el enemigo común se utilice
de ella. Dado en Santiago a los 21 días del mes de enero de
1865, 21 de la Independencia y 2 de la Restauración. El vicepresidente Ulises F. Espaillat. Las comisiones: J. B. Curiel.
Anexión-Restauración
431
P. Pujol, R. M. Leyba, P. Fco. Bonó, M. Ma. Valverde y
Ml. R. Objío.
Y al general Luperón se le trasmitió el siguiente despacho:
República Dominicana.
Gobierno Provisorio.
Ciudadano general G. Luperón.
Ciudadano:
El Gobierno ha creído de su deber abdicar hoy el poder de
un modo terminante y solemne. La gravedad de las circunstancias así lo exige. Ud. se servirá encargarse de la conservación del orden y de la tranquilidad pública. Dios y Libertad.
Ulises F. Espaillat. J. B. Curiel, P. F. Bonó, P. Pujol, R. M.
Leyba, M. M. Valverde y Ml. R. Objío.
CAPÍTULO XXXV
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Luperón encargado del Poder Ejecutivo. Alocución del general
Luperón. Ocupación de Santiago por la «revolución reformista».
Don Benigno Filomeno de Rojas, jefe del Gobierno. Exposición
que hicieron al país los generales Pedro Pimentel, Benito Monción
y Federico de Js. García.
La actitud de Luperón como encargado responsable de las funciones ejecutivas del Poder en ese momento en que las rivalidades
del personalismo político habían exaltado las pasiones, entre ellas
el odio a los miembros del Gabinete y las ambiciones del Poder,
debía ser de conciliación y de concordia, y sobre todo de apaciguamiento, de disciplina y de orden, tal como lo reclamaba el estado
de las negociaciones de la paz.
He aquí la alocución que al hacerse cargo interinamente del
Poder Ejecutivo dirigió al país el general Luperón:
Dios, Patria y Libertad.
República Dominicana.
Gregorio Luperón, general de división de los Ejércitos Libertadores, gobernador de La Vega y Encargado provisionalmente de la conservación del orden público. Dominicanos:
433
434
César A. Herrera
Al encargarme el Gobierno Provisorio que acaba de abdicar
de la conservación del orden y de la tranquilidad públicas,
cumple a mi deber exigiros obediencia y respeto a mis disposiciones. Estoy seguro de que vuestra moderación es una
garantía de que me será fácil llenar mi delicado cometido.
Dominicanos: Las disensiones civiles deben ahogarse en su
cuna, así lo ha creído el Gobierno Provisorio, así debe comprenderlo el pueblo. Con el objeto de que las circunstancias
se desenvuelvan de un modo feliz, envío ahora mismo una
Comisión a los señores Jefes del Movimiento Revolucionario
ofreciéndoles un recibimiento pacífico, y excitándoles a que
mantengan el orden y la disciplina en medio de sus tropas;
como también a que el cambio no sea motivo de venganzas.
Dado en Santiago a los 21 días del mes de enero del año 1865,
21 de la Independencia y 2 de la Restauración. G. Luperón.
De nada valieron los encarecimientos de tolerancia, persuasión, orden y disciplina proclamados por el señor encargado del
Poder Ejecutivo, de nada la intimidación de la autoridad personal
de Luperón ni el contingente de tropas que este tenía en la ciudad de Santiago, pues tan pronto como los soldados del llamado
«movimiento reformista» entraron en el pueblo y lo ocuparon militarmente, el 21 de enero de 1865, una hora después, a las 6 de la
tarde fueron reducidos a prisión y engrillados luego los honorables
miembros del Gabinete de Polanco.
Los «reformistas» echaron sobre los hombros del señor general don Benigno Filomeno de Rojas la túnica de Neso de aquel
Gobierno no sin antes lanzar al país una serie de resoluciones para
justificar la sublevación y los actos dictatoriales que estaban llevando a cabo.
Entre estas en la del 24 de enero de 1865 comenzó a vislumbrarse el fatal augurio que quedó en suspenso en la conciencia del pueblo
la noche que Luperón, con motivo del pavoroso crimen de Salcedo,
aconsejó la dimisión a los miembros del Gabinete de Polanco.
He aquí el texto de la resolución:
Anexión-Restauración
435
Exposición que hacen a sus conciudadanos los generales Pedro Pimentel, Benito Monción y Federico García, Jefes del
Ejército Expedicionario.
Dominicanos:
El cumplimiento del más sagrado de los deberes, nos obliga
a daros hoy cuenta de las poderosas causas que nos impulsaron a aceptar la dirección del movimiento que los pueblos
en el uso de su más inmanente derecho, acaban de efectuar;
desconociendo el Gobierno Provisorio y sustituyéndolo con
otro que mejor inspirado represente la verdadera voluntad
nacional.
Dominicanos: Cuando en los meses de agosto y septiembre
del año 1863, allá en las montañas de Capotillo y en los
campos de Dajabón, Jácuba y Monte Cristi, un puñado de
hombres dieron el grito de «Patria o Muerte», sacrificando sus familias, quemando sus hogares y ofreciéndose en
holocausto a la libertad de nuestra Patria, vendida por media docena de traidores al Gabinete de Madrid, el general
José Antonio Salcedo fue uno de nuestros más aventajados
compañeros y el más generoso de nuestros soldados. Su
desprendimiento y su abnegación patriótica lo señalaban
de antemano para presidirnos en la titánica lucha que habíamos emprendido. A duras penas no obstante se logró
que aceptara la Presidencia del Gobierno Provisorio, marchando enseguida como simple soldado a recoger nuevos
laureles en los campos de batalla. Corría el mes de octubre
del año expirado: por entonces España, fatigada de la lucha
y creyendo sorprender nuestro patriotismo, ofreció la paz.
El presidente Salcedo, creyendo ser de su deber imponerse de las proposiciones del Gabinete de Madrid, envió al
campamento español una Comisión, tal vez arrastrado por
la generosidad de su alma que hizo preceder por dos oficiales españoles, prisioneros de guerra, de elevada graduación
a quienes dio la libertad, queriendo quizás de este modo
436
César A. Herrera
facilitar en cuanto fuera compatible con su propia honra, las
negociaciones no contando con la perfidia y las asechanzas
de sus enemigos, que aprovechando la ocasión le supusieron complicidad y crimen, donde solo había generosidad
y profundo patriotismo; y de todo de lo que hicieran un
pretexto, pérfidamente manejados, para acusarlo ante el
tribunal desapercibido de la opinión pública.
Cayó del poder el general Salcedo; pero no se detuvo aquí
la acción de sus gratuitos enemigos. Los demás miembros
del Gobierno Provisorio presidido por el general Gaspar
Polanco, y para quienes el general Salcedo era sin duda
un obstáculo, decretaron su muerte y se la dieron atroz,
oscura y clandestina. […] Ante ese atentado la sociedad se
estremeció y los hombres más notables de nuestra Revolución, oficialmente calumniados, vigilados, sospechados y
vejados, midieron su peligro por su mérito. El diferimiento indefinido por el nuevo poder de la Soberana Convención Nacional, cuya convocatoria había decretado el
desgraciado general Salcedo para el día 29 de noviembre
expirado; y ante la cual deponía de antemano un puesto
que no apetecía, aumentaba para todos el peligro de la
situación y acusaba al Gobierno Provisorio de bastardas
ambiciones de mando absoluto y personal, de que ya los
pueblos le sospechaban y de que ya empezaban a experimentar abundantes pruebas.
El Gobierno Provisorio no se detuvo allí: al crimen de
asesinato añadió el delito de Peculado, y la imposición
inusitada en el país de odiosos monopolios; la Administración Fiscal corría parejas con la política… Agotado el
sufrimiento, fatigada la paciencia, y alarmado el patriotismo ante el espectáculo de tantos yerros y desaciertos, el
pueblo, asumiendo sus derechos derrocó ese Gobierno y
le retiró sus poderes.
Ningún interés personal, ningún móvil indigno ha dictado
nuestra conducta en estas dolorosas circunstancias. Le ofrecemos al pueblo nuestra dirección sin condiciones.
Anexión-Restauración
437
Hemos llamado para presidirnos, mientras se reúna la Convención Nacional, el más ilustrado y el más puro de nuestros
estadistas. Tranquilos esperamos el fallo del Gran Jurado de
la Nación; su veredicto será, nos atrevemos a esperarlo, nuestra justificación, y ojalá, dominicanos, sea esta la última vez
que la violación de nuestros sagrados derechos, la infracción
de nuestras leyes patrias y el peligro común, nos obliguen
a salir de la oscuridad de la vida privada, único favor que
esperamos alcanzar tan pronto como la Revolución Nacional, solemnemente expresada, nos descargue de esta penosa
responsabilidad. Santiago, 25 de enero de 1865. Pedro A.
Pimentel, Benito Monción y Federico García.
CAPÍTULO XXXVI
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Decretos acerca de la constitución del Gobierno y convocatoria
de la Asamblea Nacional. Restablecimiento de la Constitución
votada por el Soberano Congreso Constituyente de Moca, el 19 de
febrero de 1858. Propuesta de fusilamiento de los Miembros del
Gabinete de Polanco. La Asamblea Nacional nombra presidente de
la República al general Pimentel. Proclama.
Entre otros decretos expedidos el día 24 de enero de 1865 merecen la cita los encaminados a constituir el Gobierno de transición,
a la convocatoria de la Asamblea Nacional y al restablecimiento de
la Constitución votada por el Soberano Congreso Constituyente
en Moca, el día 19 de febrero de 1858, reputada como una de las
Constituciones más avanzadas de América, que ponemos al fin de
este capítulo.
No necesitamos ponderar la importancia de los referidos decretos, basta pensar que ellos vinieron a proveer de los prerrequisitos
legales al Gobierno y a definir el status de su beligerancia no como
una Provincia de España en rebelión, sino como un Estado, como
una Nación sojuzgada que venía luchando por su Independencia y
su Libertad.
439
César A. Herrera
440
Los dos primeros decretos de ese día conciernen a la estructuración y organización del Gobierno; en estos se instituyó lo
siguiente:
Dios, Patria y Libertad.
República Dominicana.
Los generales, jefes expedicionarios; encargados interinamente por la voluntad del Pueblo y del Ejército del Poder
Ejecutivo.
Considerando: Que los Miembros que componen el Gobierno Provisorio han dimitido el mando y que por tanto ha
quedado vacante el poder de que estaban investidos y la salud
pública exige se organice una Junta Superior Gubernativa
que rija interinamente los destinos de la Nación, hasta tanto se reúna la Soberana Convención Nacional; que ha sido
convocada para reunirse el día 27 de febrero en la ciudad de
Santiago de los Caballeros; Considerando: Que la sociedad
no puede quedar acéfala y que es indispensable organizar un
Gobierno interino, compuesto de hombres que, por su patriotismo y servicio públicos, inspiren confianza a la Nación,
en las críticas circunstancias en que se encuentra comprometida y capaces de hacer frente a las exigencias del Estado.
Han venido en decretar y decretan:
Art. 1. Son llamados a formar la Junta Superior Gubernativa,
con su asiento en la ciudad de Santiago de los Caballeros, los
generales Eusebio Manzueta, José Ma. Cabral, Juan Antonio
Polanco, Teodoro S. Heneken, Benigno F. de Rojas, Vicente
Morel, Pedro Prud’homme, Pedro Martínez y Eusebio Pereyra y el ciudadano Sebastián Ponserrate.
Art. 2. Los miembros nombrados que no residan en la actualidad en la ciudad de Santiago y que estén ejerciendo algún
destino o mando militar, que no puedan abandonarlo sin
Anexión-Restauración
441
gran detrimento del servicio público, seguirán en sus respectivos destinos, quedando como Miembros Honorarios de la
referida Junta Superior Gubernativa.
Art. 3. Los miembros presentes procederían a organizar los
departamentos diversos, que sean necesarios para el servicio
público. Dado por nos en la Sala de Sesiones en el Palacio
Nacional de Santiago de los Caballeros, a los 24 días del mes
de enero de 1865, 21 de la Independencia y 2 de la Restauración. P. A. Pimentel, Benito Monción, Federico García.
El secretario, Manuel Lovelace.
De conformidad con el otro decreto el Gobierno quedó organizado por votación secreta en la forma siguiente:
Presidente de la Junta Superior Gubernativa como Poder
Ejecutivo mientras se reúna la Convención Nacional Soberana, general Benigno F. de Rojas; vicepresidente, general
Gregorio Luperón. 1. Para el Despacho de la Gobernación,
Justicia e Instrucción Pública, los generales Vicente Morel,
Pedro Prud’homme y el ciudadano Sebastián Ponserrate; 2.
Para el de Haciencia, Comercio y Relaciones Exteriores los
generales Eusebio Pereyra y Teodoro Heneken. 3. Para el
de Guerra y Marina los generales Pedro A. Pimentel, Benito
Monción y Pedro Martínez.
Decreto relativo a la constitución de la Asamblea Nacional
Dios, Patria y Libertad.
República Dominicana.
Los generales jefes expedicionarios, encargados interinamente por la voluntad del pueblo y del Ejército del Poder
Ejecutivo.
Considerando: Que el deseo del pueblo dominicano, por
el cual hace tan cruentos sacrificios, es restaurar su libertad
442
César A. Herrera
perdida y reconstituirse como Nación libre, soberana e independiente;
Considerando: Que toda soberanía dimana directamente del
pueblo y que solo cuando este ejerce el poder electoral, sin
coacción de la fuerza bruta, los intereses de la sociedad están
debidamente representados;
Considerando: Que los Congresos Constituyentes, como
emanación directa del pueblo, son soberanos, porque congregada la Nación allí por medio de sus delegados, debidamente
electos, no tiene bajo el régimen democrático republicano
autoridad a que esté subordinada; que pueda legalmente definirla y limitarle sus atribuciones;
Considerando: Que el ex-Gobierno Provisorio, después
de haber diferido indebidamente y de manera indefinida la
Convención Nacional, convocada por su decreto de fecha
30 de septiembre del año expirado, la convoca de nuevo por
otro decreto de fecha 14 de enero corriente para reunirse
en la ciudad de Santiago el 27 de febrero, pero designándole y definiéndole en este último cuáles serán sus facultades
y atribuciones, mientras que no le competía, como poder de
hecho y transitorio, trazarle reglas y fijarle atribuciones a
un Poder Soberano, compuesto de Representantes elegidos
por los pueblos directamente en el pleno ejercicio de sus
derechos.
Considerando: Que en las elecciones que han tenido lugar
bajo el imperio de los anteriores decretos y del ex-Gobierno
Provisorio, se ha ejercicio la influencia del Poder, y que las
Asambleas Electorales no han tenido la libertad debida que
les corresponde; porque el Poder absorbente que ha existido
ha ejercido indebidamente sobre ellos la fuerza y la coacción.
Han venido en decretar y decretan:
Art. 1º. Queda ratificada la convocatoria de la Convención
Nacional para el día 27 de febrero en la ciudad de Santiago de
los Caballeros y cuyas atribuciones, facultades, emolumentos
Anexión-Restauración
443
etc. serán aquellos que como Congreso Soberano Constituyente se designe a sí mismo.
Art. 2º. Para que la Convención Soberana Nacional sea la
verdadera expresión de la voluntad de los pueblos, se procederá por cada común, pueblo o puesto militar, a la elección
de nuevos representantes, en conformidad a las disposiciones
de los decretos anteriores, en cuanto a la fórmula, número y
modo de las elecciones.
Art. 3º. En cada lugar en que se deban hacer una o varias
elecciones de Representantes y de sus correspondientes suplentes, deberá la primera autoridad civil o aquella a quien
corresponda en el momento en que se haya publicado este
decreto tomar las disposiciones convenientes para que queden estas incluidas a más tardar para el día 20 del mes de
febrero próximo venidero, debiendo esta efectuarse en la
libertad, legalidad y publicidad correspondiente;
Art. 4º. Los Representantes elegidos para componer la Convención Soberana Nacional, deberán reunirse sin falta en la
ciudad de Santiago de los Caballeros el día 27 de febrero
venidero.
Art. 5º. Los administradores, subdelegados de Hacienda y
comisarios ordenados, quedan autorizados para avanzar de
las Cajas Públicas, las sumas necesarias según las distancias,
para viáticos y cabalgaduras, remitiendo sus respectivos recibos, en calidad de envío de fondos de la Administración
General de Hacienda de esta ciudad.
Art. 6. El presente Decreto queda confiado para su puntual y
leal ejecución, al celo y patriotismo de todas las autoridades
civiles y militares y eclesiásticas de la República, y al de todos
los ciudadanos dominicanos y naturalizados. Dado por nos
en la Sala de Sesiones en el Palacio Nacional de la ciudad de
Santiago de los Caballeros, a los veinticuatro días del mes
de enero del año mil ochocientos sesenta y cinco, veintiuno
de la Independencia y segundo de la Restauración. P. A. Pimentel, Benito Monción, Federico García. El secretario
M. Lovelace.
444
César A. Herrera
No obstante los conciliábulos en que se trató de anular la elección de los diputados, los pueblos que habían reconquistado su
autonomía en el radio de la revolución iban a tener sus representantes por consulta comicial y el día 27 de Febrero constituida la
Asamblea Nacional, nominaría las personas que respectivamente
debían ocupar la presidencia y la vicepresidencia de la República,
previa la adopción del estatuto que debía regir la vida institucional del país.
Diez días antes de la solemne instalación de la Asamblea Nacional por ardites y obra de las pasiones de unos, de los intereses
de otros y de las ambiciones de los más, se propuso en una de las
sesiones de la Junta Superior Gubernativa el fusilamiento de Polanco y de sus ex-ministros.
Según los datos que ha recogido la historia, se señaló como
instigador principal el señor Teodoro Heneken, quien parece
haber soplado al oído de Pimentel el «¡tú serás!» de la bruja de
Macbeth, dice en el parco relato de Luperón, aunque Rodríguez
Objío, más explícito, dice que «el inspirador de tales ideas fue
el señor Rojas con el fin de desacreditar la reforma y adueñarse
definitivamente del poder»… y agrega: «Varias veces se trajo al
lápiz de la misma cuestión y otras tantas fue impugnado por Luperón, diciéndole que la Asamblea Nacional era el único tribunal
que tendría fuerza bastante para juzgar, condenar y absolver a los
miembros del Provisorio».
Se esboza ahora, con más claridad el implícito vaticinio de Luperón cuando aconsejó la renuncia a los miembros del Gabinete de
Polanco en ocasión del asesinato de Salcedo. Puede pensarse con
todo rigor lógico que la denegatoria de esa dimisión implicaba, si
no el baldón de una supuesta posición de cómplice, la flagrante
co-responsabilidad que como gobernantes les incumbía.
La estatura moral de Salcedo como soldado egregio de la
Restauración lo habían convertido ya en un símbolo de amor a la
Patria, de amor a la libertad; había alcanzado ya los perfiles de esa
condición en que el heroísmo sublimiza el ideal en que los taumaturgos dejan de ser hombres para realizarse en la historia como
símbolos.
Anexión-Restauración
445
Dentro de los límites de lo propiamente humano, para valerme del pensamiento de Baltazar Gracián, Salcedo, el soldado
luchador en pro de la libertad había llegado a ser ínclito por
arte de su «razón de Estado individual». No apostató del excelso ideal que lo llevó a la guerra, ni prevaricó, ni cayó en el
medro del peculado mediante los monopolios, ni en la vendimia
nepotista. Pero tuvo el gran pecado que ha llevado a la muerte
a tantos varones insignes de nuestra América, incluyendo a Lincoln: el pecado de ser el primero entre los excelentes; había sido
entre los grandes capitanes de la cruzada libertadora; el primer
Presidente de los Gobiernos de la empresa de la redención, y
esas primerías de tiempo y de preeminencia entre los eminentes
fueron bastante parte para el aliento de las intrigas, la resonancia del escándalo de su asesinato y de las sordas recriminaciones,
de las cuales no supieron cuidarse los miembros del Gobierno
Provisorio de Polanco para defender la acendrada dignidad que
les era menester conservar sin sospechas para el patrimonio honorable de la posteridad.
La encomiable honradez de los miembros de aquel Gabinete,
el acrisolado honor de repúblicos que ya habían alcanzado algunos
de ellos y la austeridad ciudadana con que habían desempeñado su
cometido como funcionarios del Poder Ejecutivo se tuvieron en
cuenta en las borrascosas sesiones plenarias de la Asamblea Nacional en que se sometió a juicio su presunta complicidad en el
asesinato del prócer general José Antonio Salcedo.
Aunque el Poder le fue formalmente entregado a la Asamblea
esta determinó que fuera conservado por la Junta hasta la designación del presidente y del vicepresidente de la República, entonces
el ministro de Guerra, general Pimentel, propuso a la Asamblea
el fusilamiento del general Gaspar Polanco y de los miembros de
su Gabinete, algunos de los cuales eran diputados al Congreso y,
como providencia de la coacción y como intimidación, rodeó de
soldados el recinto de la Cámara y emplazó frente a la puerta principal una pieza de artillería.
Aquel aparato de fuerza, dice Luperón en Notas autobiográficas,
era un golpe de Estado que se proponía dar Pimentel por consejo
César A. Herrera
446
de Mr. Heneken, con el fin de lograr el fusilamiento de tantos patriotas como Espaillat, Pujol, Polanco y sus compañeros.
El momento se hizo más pavoroso cuando los soldados con las
armas en prevención se presentaron amenazantes en las puertas
para apoyar con la fuerza las palabras de Pimentel que arrogante,
inflamado en ira como un girondino vociferaba sus tremendas acusaciones contra Polanco y su Gabinete.
La historia ha recogido las palabras de Luperón cuando en aquella borrasca pasional gritó a los atónitos representantes del pueblo:
[…] que la Asamblea Nacional no se había convocado para
decretar el asesinato de distinguidos y buenos ciudadanos,
sino para examinar los hechos de la revolución, promulgar
una Constitución y elegir los primero mandatarios del pueblo. Que lo que el general Pimentel exigía como bárbaro
tirano a la Asamblea, no podía ser concedido y mandó retirar
la tropa, diciéndole que esa fuerza a la puerta de la Asamblea
era un ultraje a la soberanía nacional; la tropa se retiró.
Pero la Asamblea que debió rechazar de plano la propuesta de
Pimentel no se limitó a declararse incompetente sino que dejó expedito el camino del enjuiciamiento de este proceso al Ejecutivo a
quien «mandó nombrar un consejo de guerra que juzgara la causa».
Luego la Asamblea Nacional sometió a votación secreta la elección
del presidente y vicepresidente a la República y fueron electos para
el primer rango Pedro Antonio Pimentel, para el segundo Benigno
Filomeno de Rojas.
El presidente Pimentel tomó posesión el 25 de marzo de 1865
y al ocupar la primera magistratura del Estado dictó al país la siguiente proclama:
Dios, Patria y Libertad.
República Dominicana.
Pedro Antonio Pimentel, presidente de la República y Encargado del Poder Ejecutivo.
Anexión-Restauración
447
A LA NACIÓN
Los reiterados sufragios de la Soberana Convención Nacional me han traído a ocupar la Primera Magistratura del
Estado, cuyo encargo me está encomendado para que lo
desempeñe mientras dure la guerra y hasta que se reúna en
la capital de Santo Domingo un Congreso Constituyente,
que será dentro de 90 días después de evacuado el territorio
dominicano por las fuerzas españolas.
Hubiera deseado que esta elección hubiese caído en cualquier otro ciudadano que con tanto patriotismo como el que
yo poseo, pero con mayores luces, estuviese en aptitud de
servir con más provecho los intereses de la Nación, pero de
nada me valieron las súplicas que hice para que se me exonerara de este cargo teniendo en último que condescender
ante la insistente expresión de los legítimos Representantes
del pueblo. Poco debéis esperar de un soldado que no tiene
otra ciencia que el habitual manejo de su espada, ni otras
dotes de mando que los que se despliegan en medio de los
campamentos.
Esta franqueza que apreciaréis en lo que vale me autoriza
hablaros en el lenguaje que me corresponde, en el que se
explican los hombres de armas y en el que por inclinación
acostumbro.
Al dirigiros, pues, mi voz desde el elevado puesto en que se
me ha colocado, quiero que me oigáis con atención, sin reparar el estilo, fijando solo en el peso de mis palabras el sentido
llano de mis hondos pensamientos.
La libertad e independencia de la República Dominicana,
sostenidas en los campos de batalla, sin omisión de sacrificios,
y la práctica de los principios constitucionales que sirven de
garantía a la universalidad de los ciudadanos, son precisamente los términos en que se concretará mi administración.
Nuestros derechos de libertad e independencia son incontrovertibles a los ojos de todo el mundo. Esto lo sabe la España porque como potencia europea no puede desconocer
448
César A. Herrera
el principio de las nacionalidades; y sin embargo, esa nación
que aspira colocarse al lado de las de primer rango, que con
tanta gallardía se precia de noble e hidalga, da en medio de
América ejemplos que la desacreditan. ¡Yo no comprendo
semejante política; yo no sé cómo explicarme conducta de
tan estupenda magnitud!
¡Quién mejor que la España, pudiera vivir en paz y buena armonía con los pueblos americanos, y aún, asimilar con ellos
sus destinos, ayudándolos y protegiéndoles en sus condiciones independientes! Los errores de la España son grandes; yo
los deploro con la sinceridad de un miliar honrado y patriota;
pero, si perseverando en sus ideas de conquista; desatendiendo a los gritos de la razón, expresados por la prensa, insistiere
en la guerra injusta que hace a la República Dominicana, que
tiembla ante los horribles remordimientos de la conciencia
y los funestos resultados de sus extravíos. Es mucha mengua
para esa nación el empeño de querer emparejar sus armas
con las de una República infinitamente inferior en fuerzas
olvidándose de lo que fue ayer, de lo que debe ser hoy y de lo
que le cuadraría ser mañana. Hágalo, no obstante, si quiere,
y vuelva a la palestra que en las pampas y bosques, en los
desfiladeros y en todas partes nos hallará siempre desplegados en guerrilla usando de nuestra táctica natural; y cuando
no decidiendo, al menos dilatando la lucha hasta que suene
la campana tremenda que ha de poner en armas a toda la
América.
Dominicanos: mi programa es que si la España se propone
continuar la guerra, a la guerra es que tenemos que atenernos, con todas sus tristes consecuencias; pero si se quiere
la paz de buena fe, si nos abriere la mano como ella sabe
hacerlo, nos daremos un abrazo, haremos un holocausto y
ante la conveniencia y los principios nos significaremos a
la América con una bandera blanca símbolo de paz y de
venturoso avenimiento.
Yo soy militar, pero un militar sediento más de gloria que
de sangre, que si peleo, es por la Patria, por su dicha por su
Anexión-Restauración
449
bienestar y porque sea libre e independiente. A esto se limitan mis ambiciones; y realizadas que ellas sean, no aspiraré
a otra cosa que a buscar en el retiro privado, en el sosiego
del hogar doméstico la satisfacción de haber cumplido mis
deberes.
Compatriotas civiles y militares: bajo la égida de la Constitución
y de las leyes está colocada mi autoridad, y allí están también a
cubierta vuestras garantías. Acompañadme en este terreno, que
en él no flota otra bandera que la dominicana y preponderan
otros principios que los de la libertad e independencia.
Dada en Santiago de los Caballeros a los 25 días del mes de
marzo de 1865, año 22 de la Independencia y 2 de la Restauración. Pedro Antonio Pimentel.
Uno de los primeros actos de Pimentel fue instaurar el Consejo
de Guerra que debía conocer de la acusación de asesinato que pesaba sobre Polanco y los miembros de su Gabinete.
El Consejo de Guerra se constituyó y, aunque el dictamen del
señor fiscal, coronel Telésforo Hernández, fue de absolución; este
tribunal condenó a Polanco, Oquendo y Medrano a la pena capital
y al confinamiento en diversos puntos del país a los ex-ministros
Espaillat, Pujol, Curiel, Delmonte, Leyba y Rodríguez Objío.
Prófugo Polanco, se salvó del patíbulo, lo mismo, Oquendo
que estaba fuera del país y luego fue perdonado.
…Se había cumplido la inefable premonición de Luperón.
La Soberana Asamblea Nacional, además de los actos reseñados, anota Rodríguez Objío, «dictó» una Ley de Hacienda, de imprenta y entre otras resoluciones la relativa a la libertad de cultos.
Dios, Patria y Libertad.
República Dominicana.
La Soberana Convención Nacional.
Considerando: 1º. Que por el artículo 21 de la Constitución
no se puede obligar a ninguno a que haga lo que la ley no manda,
450
César A. Herrera
ni impedir lo que la ley no priva; 2º. Que entre los actos impolíticos del Gobierno Español, uno de ellos ha sido las persecuciones
religiosas, la destrucción de los templos protestantes y la supresión de las escuelas metodistas que han sido de utilidad para el
país; 3º. Que por los tratados celebrados por la República con
Inglaterra y otras naciones se ha estipulado la libertad de conciencia y la tolerancia de cultos. Decreta: Artículo Único: Quedan
restablecidas como lo estaban anteriormente en la República la
libertad de conciencia y la tolerancia de cultos. Dado en la Sala
de Sesiones de la Soberana Convención Nacional a los 22 días de
marzo de 1865. 22 de la Independencia y 2 de la Restauración.
Presidente B. F. de Rojas. Los secretarios A. E. Gazón, Miguel
A. Rodríguez, V. Morel.
CAPÍTULO XXXVII
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
Texto completo de la Constitución de Moca como Carta Magna en
el restablecimiento de la República.
Veamos ahora el texto completo de la adoptada Constitución
de Moca del 19 de febrero de 1858.
CONSTITUCIÓN DE MOCA
19 de febrero de 1858
Dios, Patria y Libertad
REPÚBLICA DOMINICANA1
EN EL NOMBRE DE DIOS, AUTOR Y SUPREMO
LEGISLADOR DEL UNIVERSO
Nosotros los Representantes del pueblo dominicano, reunidos
en Congreso Soberano Constituyente, deseando corresponder a las
esperanzas de nuestros comitentes en orden a asegurar la independencia nacional, consolidar la unión, promover la paz y seguridad
1
«Libro de Actas del Soberano Congreso Constituyente» (1857-1858), folios 64
v. a 75 v. Archivo General de la Nación.
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César A. Herrera
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domésticas, establecer el imperio de la justicia y dar a la persona, a
la vida, al honor, a la libertad, a la propiedad y a la igualdad de los
dominicanos, las más sólidas garantías, ordenamos y decretamos la
siguiente
CONSTITUCIÓN
TÍTULO I
Sección 1ª
Del territorio
Art. 1º. El territorio de la República comprende todo lo que
antes se llamaba parte española de la isla de Santo Domingo, y sus
islas adyacentes. Los límites estipulados en el Tratado de Aranjuez
de 3 de junio de 1777, que lo dividían de la parte francesa hasta
1793, quedan definitivamente fijados.
Único. Ninguna parte del territorio de la República podrá ser
jamás enajenada.
Art. 2º. El territorio de la República se divide en tres Departamentos, que son: Seibo, Ozama y Cibao. Se subdividen en cinco
Provincias y estas en Comunes; cuyos límites, divisiones y subdivisiones serán el objeto de una ley.
Art. 3º La ciudad de Santiago de los Caballeros es la Capital de
la República y el asiento del Gobierno.
Sección 2ª
De la Nación
Art. 4º. La Nación dominicana es para siempre esencial e
irrevocablemente libre, independiente y soberana, y no es ni será
nunca el patrimonio de ninguna familia ni persona. Los funcionarios públicos, investidos de cualquier autoridad, son agentes de la
Nación y responsables a ella de su conducta pública.
Anexión-Restauración
453
TÍTULO II
Sección 1ª
De los dominicanos
Art. 5º. Son dominicanos:
1º Todos los que gocen de esta cualidad al publicarse la presente
Constitución.
2º Todos los nacidos en el territorio de la República de padres
dominicanos y los hijos de estos.
3º Todos los nacidos en el territorio de la República de padres dominicanos que, habiendo emigrado, vuelvan a fijar su residencia
en él.
4º Todos los españoles dominicanos y sus descendientes que, habiendo emigrado en 1844, no hayan tomado las armas contra
la República, ni hayan hostilizado de modo alguno, y vuelvan a
fijar su residencia en ella.
5º Todos los descendientes de oriundos de la parte antes española,
nacidos en país extranjero, que vengan a fijar su residencia en la
República.
6º Todos los nacidos en el territorio dominicano, de padres extranjeros, que invoquen esta cualidad cuando lleguen a su mayor edad.
Art. 6º. Podrán ser dominicanos por naturalización, todos los
extranjeros pertenecientes a naciones amigas, que fijen su domicilio en el territorio de la República, y hayan declarado, con un año
de antelación, querer gozar de esta cualidad.
Art. 7º. La ley arreglará el goce, la pérdida, y suspensión, de los
derechos civiles y políticos.
Art. 8º. Son deberes de los dominicanos:
1º Acatar la Constitución y las leyes, y respetar y obedecer a las
autoridades establecidas por ella.
2º Contribuir para los gastos públicos.
454
César A. Herrera
3º Servir y defender a la Patria.
4º Velar por la conservación de las libertades públicas.
Art. 9º. Todos los extranjeros, pertenecientes a naciones amigas,
serán admitidos en el territorio de la República. Ellos gozarán en sus
personas y propiedades de la misma seguridad que los dominicanos;
estando, como estos, sometidos a las leyes y autoridades del país.
Sección 2ª
Derechos públicos de los dominicanos
Art. 10. Los dominicanos nacen y permanecen libres e iguales
en derecho, y todos son admisibles a los empleos públicos.
Único. La esclavitud no existe, ni podrá existir jamás en la
República.
Art. 11. La libertad individual es un derecho sagrado e inviolable. Ninguno puede ser encausado ni reducido a prisión, sino en los
casos previstos por la ley y en la forma que ella prescribe.
Art. 12. Excepto en los casos de flagrante delito, ninguno puede
ser encarcelado sino por orden motivada de Juez competente.
Art. 13. Los individuos sorprendidos en flagrante delito podrán
ser aprehendidos por cualquier persona; debiendo ser conducidos
inmediatamente después por ante el juez competente. Si fuere de
noche serán presentados a este, a más tardar, a las ocho de la mañana del siguiente día.
Art. 14. Ningún dominicano podrá ser distraído de sus jueces
naturales, ni juzgado en causas civiles, correccionales y criminales
por Comisión alguna, sino por el Tribunal competente, determinado con anterioridad por la ley.
Único. En ningún caso podrá abreviarse ni alterarse la forma
de los juicios.
Art. 15. La pena de muerte en materia política, queda para
siempre abolida.
Anexión-Restauración
455
Art. 16. No podrá imponerse jamás la pena de confiscación de
bienes.
Art. 17. Ninguno puede ser privado de su propiedad, sino por
causa justificada de utilidad pública, con justa y segura indemnización, a juicio de peritos.
Art. 18. El domicilio es sagrado e inviolable, y no podrá allanarse sino en los casos previstos por la ley y con las formalidades
que ella prescribe.
Art. 19. Los dominicanos pueden imprimir y publicar libremente sus ideas, sin previa censura; quedando, sin embargo, sujetos
a lo que determine la ley.
Art. 20. Regirán las mismas leyes en toda la República, y no
habrá, en los juicios comunes, civiles, correccionales y criminales,
más que un solo fuero para todos los dominicanos.
Art. 21. A ninguno se le puede obligar que haga lo que la ley no
manda, ni impedírsele lo que ley no priva.
Art. 22. El secreto de la correspondencia y papeles es inviolable,
excepto en los casos previstos por las leyes y con las formalidades
que ellas prescriben.
Art. 23. Los dominicanos tienen derecho de asociarse y reunirse pacíficamente y sin armas, en lugares públicos y particulares,
conformándose a las leyes.
Art. 24. Todos los empleados públicos son responsables del mal
desempeño de sus funciones, y pueden ser denunciados, sin previa
autorización, por cualquier ciudadano.
Art. 25. Ninguna ley puede tener efecto retroactivo.
Art. 26. No podrá hacerse ninguna ley contraria al espíritu ni a
la letra de la Constitución. En caso de duda, el texto de la Constitución debe siempre prevalecer.
Art. 27. Todos los dominicanos tiene el derecho de petición
sobre cualquier negocio de interés público o privado, y de emitir
libremente su opinión sobre la materia, sin responsabilidad alguna;
pero ninguna asociación ni individuo en particular podrá peticionar en nombre del Pueblo ni arrogarse las facultades de este.
Art. 28. La Religión Católica, Apostólica, Romana es la religión
del Estado.
César A. Herrera
456
TÍTULO III
Del Gobierno y de la Soberanía
Art. 29. El Gobierno de la República Dominicana es esencialmente civil, republicano, popular, representativo, electivo y responsable.
Art. 30. La soberanía reside en la universalidad de los ciudadanos y se ejerce por tres Poderes, según las reglas establecidas por
esta Constitución.
Art. 31. Estos Poderes son: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial; se ejercen separadamente, son esencialmente independientes,
y sus encargados no pueden delegarlos ni salir de los límites que les
fija la Constitución.
TÍTULO IV
Del Poder Legislativo
Sección 1ª
Del Congreso
Art. 32. El Poder Legislativo se ejerce por un Congreso, compuesto de un Senado y de una Cámara de Representantes.
Sección 2ª
De la Cámara de Representantes
Art. 33. La Cámara de Representantes se compone de los Diputados elegidos por las Asambleas Electorales, en razón de uno
por cada Común.
Art. 34. En caso de muerte, renuncia o destitución de un Representante, el Gobernador del Departamento, por el órgano de
la primera autoridad civil de la Común, cuya representación haya
quedado vacante, convocará la Asamblea Electoral dentro del término de quince días, para que proceda a elegir nuevo Diputado.
Anexión-Restauración
457
Art. 35. La Cámara de Representantes se elegirá por cuatro
años y se renovará por mitad cada dos años.
Art. 36. Para ser Representante se requiere: estar en el pleno
goce de los derechos civiles y políticos, ser propietario de bienes
raíces, y tener su domicilio en la Provincia a que pertenece la Común que lo elige.
Art. 37. Los ciudadanos naturalizados no podrán ser nombrados Representantes sino tres años después de su naturalización.
Art. 38. La Cámara de Representantes se reunirá el primero
de febrero de cada año, y se instalará cuando haya mayoría absoluta de sus miembros. Sus sesiones durarán noventa días, y podrán
prorrogarse por treinta días más, por disposición del Congreso o a
pedimento del Poder Ejecutivo.
Art. 39. La Cámara de Representantes tiene, como el Senado,
la iniciativa de todas las leyes, y la facultad de acordar especialmente las siguientes:
1ª Sobre impuesto en general.
2ª Sobre la guardia nacional.
3ª Sobre elecciones.
4ª Sobre la responsabilidad de los Secretarios de Estado y demás
agentes del Poder Ejecutivo.
Art. 40. Son atribuciones peculiares de la Cámara de Representantes:
1º Examinar la Cuenta de recaudación e inversión de las rentas
públicas, que debe presentar anualmente al Congreso el Poder
Ejecutivo.
2º Denunciar de oficio o por solicitud de cualquier ciudadano,
ante la Cámara del Senado, al Presidente y Vicepresidente de
la República, a los Secretarios de Estado, a los Ministros de
la Alta Corte de Justicia, y a todo otro funcionario público,
por mala conducta o mal desempeño en el ejercicio de sus
funciones.
César A. Herrera
458
Art. 41. Presentar candidatos al Senado para Jueces de la Suprema Corte de Justicia y de todos los demás Tribunales.
Sección 3ª
Del Senado
Art. 42. La Cámara del Senado se compone de los Senadores
nombrados por las Juntas Departamentales, en razón de dos por
cada Provincia.
Art. 43. El Senado se elige por seis años, y se renueva por mitad
cada tres años.
Art. 44. Para ser nombrado Senador se requiere: estar en el
pleno goce de los derechos civiles y políticos, tener treinta años
cumplidos, ser propietario de bienes raíces y estar domiciliado en
el Departamento que represente.
Único. Los ciudadanos naturalizados no podrán ser electos Senadores sino cinco años después de su naturalización.
Art. 45. En caso de muerte, renuncia o destitución de un
miembro del Senado, durante el receso de las Juntas Departamentales, la Cámara de Representantes elegirá un individuo que
no sea de su seno y que reúna todas las cualidades requeridas
por el artículo anterior; el cual durará en sus funciones hasta la
próxima reunión de la Junta Departamental a quien pertenezca
el nombramiento.
Art. 46. El Senado se reunirá el día primero de febrero de cada
año. Sus sesiones, en caso de necesidad, podrán prolongarse quince
días más que las de la Cámara de Representantes.
Art. 47. Son atribuciones del Senado:
1ª Sancionar las leyes que hayan tenido origen en una u otra Cámara, con la siguiente fórmula: Comuníquese al Poder Ejecutivo para su promulgación y ejecución.
2ª Suspender la sanción de las leyes acordadas por la Cámara de
Representantes cuando tenga observaciones que hacerles.
Anexión-Restauración
459
3ª Proponer proyectos de ley a la Cámara de Representantes
sobre aquellas materias en que esta no tenga especialmente la
iniciativa.
4ª Elegir, de los candidatos que le presente la Cámara de Representantes, los Jueces de la Suprema Corte de Justicia y demás
Tribunales; pudiendo pedir, por cada juez que haya de nombrarse, otros candidatos que los propuestos.
5ª Admitir o no las renuncias que hagan los Jueces, y juzgar a estos
en los casos previstos por la Constitución y las leyes.
6ª Decidir las cuestiones que puedan suscitarse entre las Comunes
y Poderes del Estado.
7ª Presentar o negar su consentimiento para el ascenso de los
oficiales superiores de tierra y mar, desde teniente coronel inclusive hasta el más alto grado.
8ª Juzgar al Presidente y Vicepresidente de la República, a los Secretarios de Estado, y a todos los funcionarios públicos, cuando
sean denunciados por la Cámara de Representantes, por mala
conducta o mal desempeño en el ejercicio de sus funciones;
la condenación no podrá extenderse a más que a remover al
empleado del ejercicio de sus funciones, y a inhabilitarle de
poder poseer o gozar algún empleo de honor, de confianza o
de provecho en la República. El empleado convicto quedará no
obstante sujeto a ser acusado, juzgado, sentenciado y castigado
en conformidad a las leyes comunes.
Sección 4ª
Disposiciones comunes a ambas Cámaras
Art. 48. Los Cuerpos Colegisladores se reunirán en la Capital de la República. En circunstancias extraordinarias el Congreso
podrá decretar y designar otro lugar para sus Sesiones legislativas.
Art. 49. Excepto cuando se reúnan en Congreso, cada Cámara
tendrá su local particular; verificará los poderes de sus miembros,
y decidirá las dificultades que puedan presentarse acerca de ellos;
nombrará los empleados de sus respectivas mesas, en la forma y por
460
César A. Herrera
el tiempo estipulado en su Reglamento interior; tendrá la exclusiva
facultad para poner a sus miembros en estado de acusación, para
compeler a los ausentes a que concurran a las Cámaras y para admitir o no sus renuncias; para arreglar todo lo relativo a su policía
interior, y para juzgar y castigar, de la manera que determinen sus
reglamentos, tanto a sus propios miembros, como a los que los infrinjan en el recinto donde celebre sus sesiones.
Art. 50. No podrán ser Representantes ni Senadores: El Presidente y Vicepresidente de la República, los Secretarios de Estado,
los Ministros y Fiscal de la Suprema Corte de Justicia, los Gobernadores y Jefes Políticos; tampoco podrá ser un mismo individuo
miembro a la vez de las dos Cámaras; y es incompatible durante las
sesiones, el ejercicio de cualquier otro empleo público, con el de
Representante y Senador.
Art. 51. Las sesiones serán públicas; sin embargo, a pedimento
de seis miembros en la Cámara de Representante, o de dos en el
Senado, o de ocho en el Congreso podrán ser secretas. La mayoría
decidirá después si a la materia que ha sido objeto de la sesión, debe
dársele publicidad.
Art. 52. Ni una ni otra Cámara podrán tomar resolución alguna, sin que esté presente una mayoría absoluta de sus miembros:
para todo acuerdo concerniente a las leyes, será esta mayoría de las
dos terceras partes de los miembros presentes.
Art. 53. Se depositarán en las mesas respectivas de las Cámaras, las peticiones que se les dirijan, teniendo cada una de ellas el
derecho de someterlas a los Secretarios de Estado, y pedirles los
informes o aclaraciones que crean convenientes.
Art. 54. Los miembros de ambas Cámaras son inviolables en
cuanto a las opiniones que emitan en el ejercicio de sus funciones,
desde el momento de su instalación; y no podrán ser reconvenidos ni procesados en ningún tiempo por ellas; gozan además, sus
personas, de perfecta inmunidad durante las sesiones, desde que
salen de su domicilio para ir a ellas, hasta que regresan a él, excepto
por crímenes de traición, hechos de vergonzosa inmoralidad, por
escándalo público o ser sorprendidos en flagrante delito.
Anexión-Restauración
461
Sección 5ª
Del Congreso y de sus atribuciones
Art. 55. Las Cámaras no se reunirán en un solo Cuerpo, sino
en los casos previstos por la Constitución o por algún motivo grave
de utilidad pública.
Art. 56. El Presidente del Senado lo es del Congreso, y el de la
Cámara de Representantes ocupa la Vicepresidencia.
Único. Corresponde al Presidente del Senado convocar el Congreso; en consecuencia, a él deberán dirigirse el Poder Ejecutivo o
la Cámara de Representantes para su reunión.
Art. 57. Es atributivo del Congreso verificar las actas de elección del Presidente y Vicepresidente de la República, computar
los votos, perfeccionar la elección, ya sea la que resulte del escrutinio electoral o la que haga el Congreso en virtud del artículo
75; proclamarles, recibirles juramento y admitirles o negarles sus
renuncias.
Art. 58. Son atribuciones civil y criminal:
1ª Decretar la legislación civil y criminal.
2ª Decretar anualmente los gastos públicos en vista de los Presupuestos que le presente el Poder Ejecutivo.
3ª Decretar lo conveniente para la conservación, administración,
fructificación y enajenación de los bienes nacionales.
4ª Contraer empréstitos sobre el crédito de la Nación, y decretar
el establecimiento de un Banco Nacional.
5ª Determinar y uniformar el valor, peso, tipo, ley y nombre de la
moneda, sin que esta pueda llevar el busto de persona alguna, y
regular el valor de la extranjera.
6ª Fijar y uniformar el padrón de pesas y medidas.
7ª Decretar la creación y supresión de los empleos públicos no
fijados por la Constitución, señalarles sueldos, disminuirlos o
aumentarlos.
8ª Interpretar las leyes en caso de duda u oscuridad, suspenderlas
y revocarlas.
462
César A. Herrera
9ª Decretar la guerra ofensiva en vista de los motivos que le presente el Poder Ejecutivo, y requerirle para que negocie la paz
cuando fuere necesario.
10ªPrestar o negar su consentimiento a los tratados de paz, de
alianza, de amistad, de neutralidad, de comercio y cualesquiera
otros que celebre el Poder Ejecutivo, ninguno tendrá efecto
sino en virtud de su aprobación.
11.Crear y promover por leyes la educación pública, el progreso
de las ciencias, artes y establecimientos de utilidad común.
12.Conceder indultos y amnistías particulares, con las excepciones
que el interés social y privado exija; en ningún caso podrá concederlos por crímenes.
13.Decretar en circunstancias únicas y apremiantes la traslación
del Gobierno a otro lugar.
14.Prorrogar o no las sesiones ordinarias del Cuerpo Legislativo, a
petición de la Cámara de Representantes o del Poder Ejecutivo.
15.Decidir definitivamente las diferencias entre las Juntas Departamentales, entre estas y los Ayuntamientos, y entre las Juntas
Departamentales, Ayuntamientos y el Gobierno.
16.Decretar todo lo relativo al comercio extranjero, puertos de
importación y exportación, caminos, división y deslinde de los
Departamentos, Provincias y Comunes.
17.Decretar lo conveniente sobre la formación periódica de la estadística general de la República.
18.Decretar todo lo relativo a la inmigración de extranjeros
industriosos.
19.Decretar la erección de nuevas Comunes.
20.Conceder privilegios exclusivos por limitado tiempo y otras ventajas e indemnizaciones para objetos de utilidad general reconocida
y justificada, pero sin que estas tengan un carácter de monopolio.
21.Decretar la creación o supresión de Tribunales y Juzgados en
los Departamentos, Provincias, y Comunes que no hayan sido
establecidos por la Constitución.
22.Decretar el servicio y movilización de las guardias nacionales.
23.Escoger candidatos para Prelados, de la terna que le comunique
el Poder Ejecutivo, para que este lo presente a Su Santidad.
Anexión-Restauración
463
24.Reunirse de pleno derecho, en las épocas de elecciones ordinarias de Presidente y Vicepresidente de la República, el día
quince de enero.
25.Usar, en las leyes y decretos, de la siguiente fórmula: El Senado
y Cámara de Representantes, reunidos en Congreso, en nombre de la Nación, decretan.
26.Revisar, adicionar y reformar la Constitución del Estado en la
forma y manera en ella prevista.
Art. 59. El Congreso no delegará, a uno o muchos de sus miembros, ni a ningún otro Poder, funcionario o persona, ninguna de
las atribuciones que le confiere esta Constitución, sino en los casos
expresamente previstos por ella.
Sección 6ª
De la formación de las leyes
Art. 60. Las leyes y decretos del Congreso pueden tener origen
en cualquiera de las dos Cámaras, con excepción de aquellas que
pertenecen exclusivamente a la Cámara de Representantes.
Art. 61. Todo proyecto de ley o decreto admitido será discutido
en tres sesiones distintas, con intervalo de un día por lo menos, en
cada una de ellas.
Art. 62. En caso de que el proyecto sea declarado urgente, podrá
dispensarse esta última formalidad. Esta declaración y las razones
que la motivaron, se pasarán a la otra Cámara junto con el proyecto
de ley o decreto, para que todo sea examinado. Si esta Cámara no
cree justa la urgencia, devolverá el proyecto para que se discuta con
las formalidades legales.
Art. 63. Los proyectos de ley o decretos que no hubieren sido admitidos en las dos Cámaras, no podrán volverse a proponer en ellas
hasta la próxima reunión del Congreso; pero esto no impide que
alguno o algunos de sus artículos formen parte de otros proyectos.
Art. 64. Todo proyecto de ley o decreto admitido en una Cámara y discutido en ella, con las formalidades prescritas en esta
464
César A. Herrera
Constitución, se pasará a la otra con la expresión de los días que ha
sido discutido; y esta Cámara, observando las mismas formalidades,
dará o rehusará su consentimiento o pondrá los reparos, adiciones
y modificaciones que juzgue convenientes.
Art. 65. Si la Cámara, en que haya tenido origen la ley, juzgare
que no son fundados los reparos, adiciones y modificaciones propuestas, podrá insistir hasta por segunda vez con nuevas razones.
Art. 66. Ningún proyecto de ley o decreto, aunque sea aprobado por ambas Cámaras, tendrá fuerza de ley mientras que no tenga
la aprobación del Poder Ejecutivo. Si este lo aprobare, lo mandará
ejecutar y publicar como ley; pero si hallase inconveniente para su
publicación lo volverá a la Cámara de su origen con sus observaciones dentro de ocho días a contar de la fecha en que lo recibió.
Art. 67. Los proyectos que hayan pasado como urgentes en ambas Cámaras serán aprobados u objetados por el Poder Ejecutivo
dentro de dos días, sin ingerirse en la urgencia.
Art. 68. La Cámara respectiva examinará las observaciones del
Poder Ejecutivo y discutirá nuevamente el proyecto; si las hallare
fundadas y versaren sobre el proyecto en su totalidad, se archivará y
no podrá volverse a tratar de él hasta la inmediata reunión del Congreso; pero si se limitaren solamente a ciertos puntos, se podrán
tomar en consideración, y se deliberará sobre ellos lo conveniente.
Art. 69. Si la Cámara respectiva, a juicio de los dos tercios de
los miembros presentes, no hallare fundadas las observaciones del
Poder Ejecutivo sobre la totalidad del proyecto, lo pasará con esta
expresión a la otra Cámara; y si esta las hallare justas, lo manifestará
a la de su origen, devolviéndole el proyecto para que se archive;
pero si tampoco las hallare fundadas, a juicio de las dos terceras
partes de sus miembros presentes, se enviará el proyecto al Poder
Ejecutivo para su aprobación y ejecución, sin que pueda negarla en
este caso.
Art. 70. Si pasado el término fijado en el artículo 66, y que, en
conformidad al artículo 67, no hubiere devuelto el Poder Ejecutivo
el proyecto de ley o decreto con sus observaciones, tendrá fuerza
de ley, y como tal se mandará promulgar, a menos que corriendo
aquel término, el Congreso haya suspendido su sesión o puesto en
Anexión-Restauración
465
receso; en cuyo caso deberá presentarlo en los primeros ocho días
de la próxima sesión.
Art. 71. La intervención del Poder Ejecutivo en la forma dispuesta por los artículos anteriores, es necesaria en todos los actos y
resoluciones del Congreso; pero se exceptúan los siguientes:
1º Los que tengan por objeto diferir para otro tiempo o trasladar
a otro lugar las sesiones.
2º Cualesquiera otros actos en que no sea necesaria la concurrencia de ambas Cámaras.
Art. 72. Cuando las Cámaras no hallaren fundadas las observaciones del Poder Ejecutivo, y que las dos terceras partes voten en
favor de la ley, la votación será siempre nominal.
TÍTULO V
Del Poder Ejecutivo
Sección 1ª
Art. 73. El Poder Ejecutivo se ejerce por un Magistrado con la
denominación de Presidente de la República.
Sección 2ª
De la elección, duración y cualidades del Presidente
y Vicepresidente de la República
Art. 74. El Presidente de la República será elegido por las
Asambleas Electorales, en las que cada elector votará por dos individuos, uno de los cuales no ha de estar domiciliado en la Provincia
donde se hace la elección. Las actas de elecciones serán remitidas,
cerradas y selladas, a la Capital de la República y dirigidas al Presidente del Senado, que las abrirá en sesión pública en presencia
466
César A. Herrera
del Congreso, y verificará y computará los votos. El individuo que
haya tenido la mayoría absoluta de votos, será proclamado Presidente de la República.
Art. 75. Cuando ningún ciudadano haya tenido la mayoría absoluta de votos, escogerá el Congreso los tres que más sufragios
hayan obtenido en las Asambleas Electorales, y procederá, por
votación secreta, a elegir uno de ellos. Si en este primer escrutinio ninguno obtuviere la mayoría absoluta, se procederá a nueva
votación entre los dos candidatos que más votos obtuvieron en el
primero, y, en caso de igualdad de votos se decidirá la elección por
la suerte.
Único. Todas estas operaciones deberán hacerse en una sola
sesión permanente.
Art. 76. Para ser Presidente de la República se requiere: estar
en el pleno goce de los derechos civiles y políticos; ser dominicano
de origen y propietario de bienes raíces; tener treinta años cumplidos y haber residido cuatro años consecutivos en el territorio
de la República. El período constitucional es de cuatro años; se
contará desde el primero del mes de marzo subsecuente a la elección. Ningún ciudadano que haya ejercido la Primera Magistratura
podrá ser reelecto Presidente, sino después de haber transcurrido
un intervalo de un período íntegro.
Art. 77. Habrá un Vicepresidente que deberá reunir las mismas
cualidades requeridas en el artículo anterior: será elegido con las
mismas formalidades que el Presidente y durará en sus funciones
cuatro años. El Presidente y Vicepresidente se elegirán con diferencia de dos años, el uno del otro, y el Vicepresidente no podrá
ser electo Presidente, para el período inmediato, si ha ejercido el
Poder Ejecutivo la mitad del último período constitucional.
Art. 78. En caso de muerte, renuncia, destitución o impedimento temporal del Presidente de la República, el Vicepresidente
ejercerá el Poder Ejecutivo; en los tres primeros casos, expedirá
dentro de cuarenta y ocho horas un decreto de convocatoria a las
Asambleas Electorales, para que se reúnan y procedan a la elección del nuevo Vicepresidente. Las Asambleas Electorales deberán
Anexión-Restauración
467
reunirse a más tardar dentro de treinta días de la fecha del decreto
de convocatoria. Uno y otro magistrado ejercerán sus funciones solamente por el tiempo que faltare a sus predecesores para cumplir
sus respectivos períodos.
Art. 79. Las mismas formalidades se llenarán para reemplazar
el Vicepresidente, en caso de muerte, renuncia o destitución. El
decreto de convocatoria será expedido por el Presidente de la República; a falta de Presidente y Vicepresidente de la República a
la vez, el Consejo de los Secretarios de Estado ejercerá el Poder
Ejecutivo, y dará el decreto de convocatoria con las mismas formalidades expresadas en el artículo anterior.
Art. 80. En las elecciones extraordinarias de Presidente y Vicepresidente, entrarán estos a ejercer sus funciones treinta días a
más tardar después de habérsele comunicado oficialmente su nombramiento; y cualquiera que sea la época en que entren a ejercer
sus respectivos destinos, el período constitucional continuará para
ellos su curso legal y sin interrupción, expirando en la época en que
hubiere concluido el de cada uno de sus antecesores.
Art. 81. El Presidente y Vicepresidente de la República, antes
de entrar a ejercer sus respectivas funciones, prestarán, en presencia del Congreso Nacional, el siguiente juramento: Juro por Dios
y los Santos Evangelios, guardar y hacer guardar la Constitución y
las leyes del pueblo dominicano, respetar sus derechos y mantener
la independencia nacional.
Art. 82. El Presidente y Vicepresidente recibirán por sus servicios, los sueldos que la ley les señale, los cuales nunca serán aumentados ni disminuidos en su tiempo.
Sección 3ª
De las funciones, deberes y prerrogativas
del Presidente de la República
Art. 83. El Presidente es el Jefe de la Administración de la República, y como tal le corresponde conservar el orden y la tranquilidad interior contra todo ataque exterior.
César A. Herrera
468
Art. 84. Son atribuciones del Poder Ejecutivo:
1ª Aprobar las leyes y decretos del Congreso y expedir todos los
reglamentos y órdenes necesarias para su ejecución.
2ª Velar sobre la exacta observancia de la Constitución, y hacer
que todos los funcionarios públicos desempeñen cumplidamente sus deberes.
3ª Convocar el Cuerpo Legislativo cuando el interés público lo
exija, exponiendo las razones en el decreto de convocatoria.
4ª Dirigir las fuerzas de mar y tierra y disponer de ellas para la
seguridad del Estado; pero nunca podrá mandarlas en persona.
5ª Disponer de las guardias nacionales para la seguridad interior
de las Provincias y fuera de ellas, durante la guerra.
6ª Declarar la guerra, previo el decreto del Congreso.
7ª Nombrar y remover libremente los Secretarios del Despacho.
8ª Nombrar, con previo acuerdo y consentimiento del Senado, los
oficiales superiores del ejército, desde teniente coronel inclusive, hasta el más alto grado.
9ª Nombrar, con arreglo a la ley, los demás oficiales del Ejército.
10.Nombrar los Ministros Plenipotenciarios, Enviados, y cualesquiera otros Agentes diplomáticos y Cónsules generales.
11.Dirigir las negociaciones diplomáticas.
12.Celebrar tratados públicos y convenios, y ratificarlos con previo acuerdo y consentimiento del Congreso.
13.Nombrar Jueces por comisión para llenar las vacantes que ocurran en los Tribunales durante el receso de las Cámaras, los que
ejercerán sus funciones únicamente hasta la próxima reunión
del Senado, a quien pertenece la elección.
14.Nombrar los Agentes fiscales y todos los demás empleados públicos, cuyo nombramiento no confiere la Constitución o la ley
a ninguna otra autoridad.
15.Pedir al Cuerpo Legislativo la prórroga de sus sesiones ordinarias hasta por treinta días más.
16.Nombrar los Gobernadores Departamentales y los Jefes Políticos de las Provincias, tomándolos de los candidatos presentados
por las Juntas Departamentales.
Anexión-Restauración
469
17.Conceder retiros y licencias a los militares, y admitir o no las
renuncias que hagan desde alférez hasta el más alto grado, según lo determine la ley.
18.Expedir patente de navegación.
19.Recibir los Ministros públicos extranjeros.
20.Promover el fomento de la instrucción pública, instituyendo escuelas náuticas, de agricultura, mineralogía, y de artes y oficios.
21.Cuidar de la exacta y fiel recaudación de las rentas públicas y de
su legal inversión.
22.Cuidar que la justicia se administre pronta y cumplidamente, y
que las sentencias se ejecuten.
23.Conceder cartas de naturalización.
24.Ejercer el Patronato de la República.
25.Conceder el pase o retener los Decretos conciliares y Bulas
pontificias, sometiéndolas a quien corresponda, si contienen
disposiciones generales, si versan sobre negocios particulares,
gubernativos o puntos contenciosos.
26.Conmutar la pena capital por otra menos grave, por apelación
hecha a su gracia, la cual produce suspensión de la ejecución.
27.Asistir a la apertura del Congreso en cada Sesión legislativa
ordinaria, presentarle un Mensaje por escrito de la administración del año expirado y de la situación interior y exterior del
Estado, en sus diversos ramos. En las elecciones ordinarias este
Mensaje se presentará en el acto de prestar el nuevo electo el
juramento constitucional.
28.Hacer todas las observaciones que juzgue oportunas y necesarias acerca de las leyes sancionadas por las Cámaras, devolviendo el proyecto dentro del término de dos días en las acordadas
por urgencia, y de ocho por las demás; si sus observaciones no
son acogidas, deberá promulgarlas y hacerlas ejecutar.
29.Sellar las leyes y decretos del Poder Legislativo, y cuando no
tenga observaciones que hacerles, dentro de tres días promulgar unas y otras con la siguiente fórmula: Ejecútese, comuníquese por la Secretaría N., publicándose en todo el territorio de
la República, para su cumplimiento.
César A. Herrera
470
Art. 85. Todas las providencias gubernativas del Poder Ejecutivo deberán deliberarse en Consejo de Secretarios de Estado.
Art. 86. Ningún acto, decreto, reglamento, orden o providencia del Poder Ejecutivo, excepto los decretos de nombramiento y
remoción de los Secretarios de Estado, será ejecutorio, si no está
refrendado por el Ministro del ramo.
Art. 87. El encargado del Poder Ejecutivo no tiene más autoridad
ni facultades que las que expresamente le confieren la Constitución
y las leyes; y no podrá ejercer el Poder Ejecutivo fuera de la Capital,
excepto en el caso único de una conmoción en ella, a mano armada.
Art. 88. Si, concluido el período constitucional, el Congreso no
se hallare reunido, el Presidente cesará en sus funciones, encargándose de ellas el Vicepresidente.
Sección 4ª
De los Secretarios de Estado
Art. 89. Para el despacho de todos los negocios de la Administración Pública habrá tres Secretarios de Estado, a saber:
1ª De Gobernación, Justicia e Instrucción Pública.
2ª De Hacienda y Comercio.
3ª De Guerra y Marina.
Único. El encargado del Poder Ejecutivo encomendará el despacho de Relaciones Exteriores a aquel de los Ministros que lo juzgue conveniente. Aceptada la renuncia de un Secretario, procederá
el Poder Ejecutivo a reemplazarle inmediatamente. El arreglo y
organización de las Secretarias será objeto de una ley.
Art. 90. Son atribuciones de los Secretarios de Estado:
1º Reunirse en Consejo de Estado con el encargado del Poder
Ejecutivo y, como sus órganos inmediatos, comunicar sus órdenes en sus respectivos ramos. Ninguna orden expedida fuera
Anexión-Restauración
471
de este conducto, ni decreto, providencia o reglamento alguno,
que no sea autorizado por el respectivo Secretario, deberá ser
ejecutado por ningún funcionario público ni persona privada.
2º Presentar los proyectos de ley necesarios para la buena dirección de la Administración Pública.
3º Asistir y tomar parte en la discusión cuando sean llamados
oficialmente a las sesiones de las Cámaras, o cuando lo exijan los negocios de sus respectivos ramos, y sin tener voto
deliberativo.
4º Responder a las interpelaciones que se le hagan en las Cámaras
sobre los ramos de su administración.
Art. 91. Los Secretarios de Estado son responsables de los actos
del Poder Ejecutivo que refrendan, y solidariamente de las providencias dadas en Consejo de Ministros.
Art. 92. Para ser Secretario de Estado se requieren las mismas
cualidades que para ser Representante.
TÍTULO VI
El Poder Judicial
Sección 1ª
Art. 93. La Justicia se administrará por una Suprema Corte de
Justicia, con su asiento en la Capital, y por los demás Tribunales y
Juzgados que la ley establezca.
Sección 2ª
Art. 94. La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles,
correccionales y criminales, pertenece exclusivamente a los Tribunales. La Ley establecerá en la criminal el juicio por Jurados.
Art. 95. En ningún juicio podrá haber más de dos instancias.
César A. Herrera
472
Sección 3ª
Art. 96. La Primera Magistratura judicial del Estado reside en
la Suprema Corte de Justicia, que se compondrá de un Presidente
y cuatro Ministros, elegidos por el Senado, y de un Ministro Fiscal
nombrado por el Poder Ejecutivo.
Art. 97. Para ser Ministro de la Suprema Corte de Justicia se
requieren las mismas cualidades que para ser Senador, y durarán en
sus funciones cuatro años.
Art. 98. Son atribuciones de la Suprema Corte de Justicia:
1ª Conocer de las causas que se formen contra el Presidente y
Vicepresidente de la República, por delitos comunes.
2ª Conocer de las causas que se formen contra los miembros del
Senado y Cámara de Representantes, por crímenes de Estado.
3ª Conocer de las causas que se formen contra sus propios miembros, por delitos comunes.
4ª Conocer de las causas contenciosas de los Plenipotenciarios y
Ministros públicos extranjeros, acreditados cerca del Gobierno
de la República.
5ª Conocer de las causas de responsabilidad que se formen contra
los Secretarios de Estado, Agentes diplomáticos de la República y Gobernadores, por mal desempeño en el ejercicio de sus
funciones.
6ª Conocer de las controversias que resultaren en los contratos
y negociaciones que celebre el Poder Ejecutivo, por sí o por
medio de agentes.
7ª Conocer de los recursos de queja contra los Tribunales de
Apelación, por abuso de autoridad, exceso de poder, omisión,
denegación o retardo culpable en la administración de justicia;
y de las causas de responsabilidad contra los Jueces de estos
Tribunales.
8ª Conocer de los recursos de fuerza.
9ª Conocer de las causas de presa de tierra y mar.
10.Conocer y decidir las cuestiones que se susciten entre dos o más
Departamentos, Provincias o Comunes.
Anexión-Restauración
473
11.Conocer de todas las causas civiles y criminales que se le sometan en apelación, y decidir soberana y definitivamente sobre la
infracción de fórmulas o violaciones de la ley.
12.Conocer, como Corte marcial, de los recursos de nulidad contra las sentencias pronunciadas por los Consejos de Guerra.
13.Oír las dudas de los demás Tribunales, consultar al Congreso sobre ellas, por conducto del Poder Ejecutivo, e informar a este de
lo que sea conveniente para la mejor administración de Justicia.
14.De oficio, para uniformar la jurisprudencia, reformar las sentencias de los demás Tribunales o Juzgados, pasadas ya en autoridad de cosa juzgada, que contengan algún principio falso o
errado, o adolezcan de algún vicio radical, sin que su decisión
pueda aprovechar ni perjudicar a las partes.
Art. 99. Los miembros de la Suprema Corte de Justicia son
responsables y están sujetos a juicio por ante el Senado:
1º Por crímenes de Estado.
2º Por infracción a la Constitución.
3º Por cohecho, mala conducta o mal desempeño en el ejercicio
de sus funciones.
Sección 4ª
De los Tribunales de Apelación y otros Juzgados
Art. 100. Para la mejor administración de justicia, se dividirá
el territorio de la República en Distritos Judiciales, en los cuales
se establecerán Tribunales de Apelación, de Primera Instancia, de
Comercio y Jueces de Instrucción. Se dividirá también el territorio
en circuitos para la administración de la justicia en lo criminal.
Art. 101. Para ser Juez de estos Tribunales, se requiere tener
veinte y cinco años cumplidos, la aptitud necesaria y las demás cualidades que se requieren para ser Representante.
Art. 102. La ley organizará los Consejos de Guerra, los Juzgados inferiores, y designará la jurisdicción, atribuciones y emolumentos de estos.
474
César A. Herrera
Título VII
Del Régimen Interior de la República
Sección 1ª
Del Gobierno Político de los Departamentos
Art. 103. La Gobernación Superior de cada Departamento
reside en un magistrado con la denominación de Gobernador, dependiente del Poder Ejecutivo, de quien es agente inmediato constitucional, y con quien se entenderá por el órgano del Secretario
del despacho respectivo.
Art. 104. En todo lo perteneciente al orden de seguridad del Departamento de su gobierno político y económico, están subordinados
al Gobernador todos los funcionarios públicos, de cualquier clase y
denominación que sean y que residan dentro del Departamento.
Art. 105. Para ser Gobernador se necesitan las mismas cualidades que para ser Senador.
Art. 106. Los Gobernadores ejercerán funciones por cuatro
años, y pueden ser reelectos.
Art. 107. Las Provincias que no sean cabeza de Departamentos,
serán regidas por Jefes Políticos subordinados al Gobernador, su
duración y atribuciones serán determinadas por la ley.
Art. 108. Son atribuciones del Gobernador:
1ªConvocar extraordinariamente las Juntas Departamentales
cuando sea necesario, en conformidad a la Constitución.
2ª Someterles a principio de sus sesiones ordinarias, por escrito,
una relación del estado interior del Departamento, con aquellas
indicaciones que sean de utilidad pública, y propendan al progreso y bienestar del Departamento.
3ª Ejercer las demás atribuciones que le confiera la ley.
Art. 109. La ley fijará la indemnización anual, que por sus servicios, deberán recibir los empleados de este ramo.
Anexión-Restauración
475
Sección 2ª
De las Juntas Departamentales
Art. 110. Habrá en cada Capital del Departamento una Junta
Departamental compuesta de un Diputado, por cada Común de las
que compongan el Departamento, elegido por voto directo.
Art. 111. Las Juntas Departamentales se reunirán de pleno
derecho el día 15 de diciembre de cada año en la capital del Departamento, o extraordinariamente, cuando sean convocadas por el
Gobernador.
1º Durarán sus sesiones ordinarias treinta días, y serán prorrogadas por diez días más en caso necesario.
2º Las sesiones extraordinarias durarán el tiempo fijado en la convocatoria, el que no podrá exceder de quince días.
Art. 112. Las ordenanzas o resoluciones de las Juntas Departamentales se pasarán al Gobernador para que las haga ejecutar.
Tendrá este el derecho de hacer objeciones dentro del término de
tres días. Las objeciones serán consideradas por las Juntas Departamentales; si no la acoge, el acuerdo, ordenanza o resolución deberá
llevarse a su cumplido efecto.
Art. 113. Concluidas las sesiones, las Juntas Departamentales
pasarán copia de sus resoluciones a la Cámara de Representantes,
que solo podrá desaprobar aquellas que sean contrarias a la Constitución o a las leyes.
Art. 114. Las Juntas Departamentales no podrán ejercer otras
atribuciones que las que les confieren la Constitución y las leyes.
Art. 115. Las Juntas Departamentales pueden llamar a su seno
los Gobernadores, para consultarles sobre todo lo concerniente al
bienestar y buena administración del Departamento.
Art. 116. El empleo de Diputado Departamental no es incompatible con los demás cargos públicos, excepto con los de
Presidente y Vicepresidente de la República, Secretarios de Estado, Gobernadores, Jefes Políticos y Comandantes de Armas. Los
Diputados gozarán durante las sesiones de la retribución que les
476
César A. Herrera
asignen sus respectivos Cuerpos, y tienen las mismas inmunidades
por las opiniones emitidas en el ejercicio de sus funciones que los
Representantes del Pueblo.
Art. 117. Las Juntas Departamentales serán presididas por aquel
de sus miembros que ellas mismas elijan por el tiempo estipulado
en su Reglamento interior.
Art. 118. Son atribuciones de las Juntas Departamentales:
1ª Poner en conocimiento del Poder Ejecutivo o de la Cámara de
Representantes, con los datos necesarios, los abusos de poder y
mala conducta del Gobernador y demás empleados públicos del
Departamento.
2º Presentar anualmente a la Cámara de Representantes y al
Poder Ejecutivo, lista de los individuos que sean aptos, en sus
respectivos Departamentos, para los cargos de judicatura.
3º Presentar al Poder Ejecutivo listas para el nombramiento de
Gobernadores y Jefes Políticos, y cuando estos delincan o falten a sus deberes, denunciarlos.
4º Pedir al Prelado Eclesiástico la remoción de los párrocos que
tengan una conducta reprensible y perjudicial a la moral de sus
feligreses, presentando los datos necesarios.
5º Recibir de las corporaciones y ciudadanos, los informes, peticiones o representaciones que estos les dirijan, si son de su
competencia; y de no, elevarlos a quien corresponda.
6º Hacer por sí y por medio de los Ayuntamientos el reparto de las
contribuciones decretadas por la Cámara de Representantes.
7º Formar los reglamentos que sean necesarios para la buena policía urbana y rural, y velar sobre su fiel ejecución.
8º Imponer contribuciones de patentes, derramas y otros arbitrios
necesarios, que no sean contrarios a la Constitución o a las leyes, para formar las rentas internas del Departamento.
9º Fijar anualmente el Presupuesto de ingresos y egresos de sus
respectivos Departamentos e imprimir y publicar anualmente
el estado e inversión de sus rentas.
10.Crear escuelas públicas de todas clases, y proteger la instrucción, tanto dentro como fuera de las poblaciones.
Anexión-Restauración
477
11.Promover, por cuantos medios estén a su alcance, el adelanto,
fomento y perfección de la agricultura.
12.Decretar y promover la construcción, apertura y limpieza de
caminos públicos.
13.Formar, por sí y por medio de los Ayuntamientos, el censo de la
población y la estadística general del Departamento.
14.Favorecer los proyectos de inmigración de extranjeros.
15.Aprobar los impuestos de propios y arbitrios que establezcan
los Ayuntamientos, y en uso de las facultades que le confieren
la Constitución y la ley.
16.Recibir e intervenir los Presupuestos de ingresos y egresos de
sus respectivos Ayuntamientos.
17.Acordar todo lo que juzguen conveniente y necesario al progreso y bienestar de sus Departamentos y felicidad de los habitantes, siempre que no invadan las atribuciones de las Cámaras,
del Congreso o del Poder Ejecutivo y Judicial, y que no estén
en contradicción con la Constitución o las leyes.
18.Pedir al Congreso o al Poder Ejecutivo cuanto juzguen conveniente para la prosperidad, mejora y fomento de su respectivo
Departamento.
Art. 119. Para ser Diputado de Departamento se necesitan las
mismas cualidades que para Representante. Los Diputados durarán
en sus funciones dos años.
Sección 3ª
De los Ayuntamientos
Art. 120. Para el gobierno económico-político de las Comunes
habrá Ayuntamientos en cada una de aquellas donde lo determine
la ley; sus vocales serán elegidos por las Asambleas Electorales; presidirá las sesiones de los Ayuntamientos el vocal que ellos mismos
elijan, que se titulará Corregidor.
Art. 121. Como la primera autoridad civil en las Comunes donde no hayan Gobernador ni Jefe político, el Corregidor representará este último.
478
César A. Herrera
Art. 122. También elegirán los Ayuntamientos uno o dos de sus
miembros para ejercer las funciones de Alcaldes Constitucionales.
Las atribuciones de los Alcaldes, como jueces, serán definidas por
la ley.
Único. Los Ayuntamientos durarán en funciones dos años. Sus
atribuciones y organización serán determinadas por la ley.
TÍTULO VII
De las Elecciones y de las Asambleas Electorales
Art. 123. Se establece el voto directo y sufragio universal. Las
Asambleas Electorales se reunirán, de pleno derecho, el primer
lunes de Noviembre de cada año en que deben ejercer las atribuciones que la Constitución y las leyes les designan.
Único. En los casos extraordinarios se reunirán treinta días a
más tardar después de la fecha del decreto de convocatoria.
Art. 124. Son atribuciones de las Asambleas Electorales:
1ª Elegir al Presidente y Vicepresidente de la República.
2ª Elegir Diputados para la Cámara de Representantes.
3ª Elegir Diputados para las Juntas Departamentales.
4ª Elegir Regidores y Síndicos para sus respectivos Ayuntamientos, y donde no los haya, el Alcalde y Síndico del lugar.
5ª Reemplazar a todos los funcionarios cuya elección les pertenece, en los casos y según las reglas establecidas por la Constitución o la ley.
Art. 125. Las elecciones enunciadas en el artículo anterior se
harán por escrutinio secreto, por mayoría absoluta de votos, una
después de otra y en sesión permanente.
Art. 126. Las reuniones ordinarias de las Asambleas Electorales deberán efectuarse en el año anterior al de la expiración de
los períodos constitucionales; excepto en los casos en que sean
Anexión-Restauración
479
convocadas extraordinariamente y especialmente, para ejercer una
o más de las atribuciones que les confiere la Constitución.
Art. 127. En las elecciones para Presidente y Vicepresidente
de la República, las Asambleas Electorales deberán remitir, inmediatamente después de concluidos sus trabajos, copias de las actas
al Senado y Ministerio de Gobernación; y en las demás elecciones
según lo disponga la ley.
Art. 128. No podrán las Asambleas Electorales ejercer otras atribuciones que aquellas que les confieren la Constitución y la ley, y
deberán disolverse inmediatamente después de agotada la elección.
Art. 129. Para ser elector se requiere: estar en pleno goce de los
derechos civiles y políticos, residir y estar domiciliado en la Común
donde se vota y tener una de las cualidades siguientes:
1ª Ser propietario de bienes raíces, o arrendatario de un establecimiento rural, en actividad de cultivo.
2ª Ser empleado público u oficial de mar o tierra.
3ª Profesar alguna ciencia o arte liberal, o ejercer algún oficio o
industria sujeta al derecho de patente.
Art. 130. La ley arreglará y determinará las formalidades que se
han de observar en las elecciones.
TÍTULO IX
De la Fuerza Armada
Art. 131. La fuerza armada es esencialmente obediente; ella no
tiene facultad de deliberar.
Art. 132. El objeto de la fuerza armada es defender la independencia y libertad del Estado, mantener el orden público, y sostener
la observancia de la Constitución y las leyes.
Único. No habrá más fuerza armada permanente que la indispensablemente necesaria.
César A. Herrera
480
Art. 133. El mando militar no afectará nunca el territorio sino a
las personas puramente militares y en actual servicio.
Art. 134. La ley no creará otros empleos militares que los que
sean indispensablemente necesarios, y no se concederá ningún grado sino para llenar una plaza creada por ella.
Art. 135. La ley establecerá las reglas de reclutamiento y ascensos en la fuerza armada, que se dividirá en ejército de tierra, armada
y guardia nacional.
Único. En ningún caso podrá crearse cuerpos privilegiados.
Art. 136. El Poder Ejecutivo nombrará Comandantes de Armas en aquellas plazas o lugares que lo juzgue conveniente, cuyas
atribuciones serán puramente militares; no pudiendo acumularse
jamás las funciones de este empleo con las de Gobernador Departamental ni Jefe Político.
Art. 137. La guardia nacional de cada Departamento estará bajo
las órdenes inmediatas del Gobernador del Departamento o quien
haga sus veces; no podrá movilizarse sino en los casos previstos por
la ley, y todos los grados en ella serán electivos y temporales.
Art. 138. Los individuos de la fuerza armada de mar y tierra
serán juzgados por los delitos que cometan, por Consejos de
Guerra, cuando estén en los casos previstos por el Código Penal Militar, y según las reglas establecidas por él; en todos los
demás casos, o cuando tengan por coacusados a uno o muchos
individuos de la clase civil, serán juzgados por los Tribunales
ordinarios.
TÍTULO X
Disposiciones generales
Art. 139. Ningún impuesto general se establecerá sino en virtud
de una ley; ni podrá imponerse contribución departamental o comunal sin el consentimiento de sus respectivas Corporaciones. Las
leyes que impongan contribuciones directas se harán anualmente.
Anexión-Restauración
481
Art. 140. Toda contribución, en la forma de papel moneda,
queda para siempre prohibida.
Art. 141. No se extraerá del Tesoro público cantidad alguna
para otros usos que los determinados por la ley, y conforme a los
Presupuestos aprobados por el Congreso, que precisamente se publicarán cada año. Tampoco podrán depositarse fuera de las arcas
públicas los caudales pertenecientes a la Nación.
Art. 142. El Presupuesto de cada Secretaría de Estado se dividirá en Capítulos. No podrá trasladarse suma de un ramo a otro, ni
distraer los fondos de su objeto especial, sino en virtud de una ley.
Art. 143. Habrá una Cámara de Cuentas permanente, compuesta de ciudadanos nombrados por el Poder Ejecutivo, para examinar, aprobar o desaprobar las Cuentas generales y particulares
de la República. En el mes de febrero de cada año deberán estar
centralizadas, impresas y publicadas, bajo la responsabilidad del
Secretario del Despacho de Hacienda, todas las Cuentas generales
y particulares de la República, del año anterior.
Art. 144. Ninguna ley, decreto ni reglamento de administración
o policía, serán obligatorios, sino después de publicados en la forma que la ley requiere.
Art. 145. Se prohíbe la fundación de toda clase de censos a
perpetuidad, tributos, capellanías, mayorazgos y toda clase de vinculaciones.
Art. 146. Ninguna plaza, ni parte del territorio de la República
podrá ser declarado en estado de sitio, sino en los casos de invasión
extranjera, efectuada o inminente, o de conmoción interior. En el
primer caso la declaratoria toca al Poder Ejecutivo, y en el segundo
al Congreso; pero si este no está reunido, el Poder Ejecutivo hará la
declaratoria, convocándole inmediatamente para darle cuenta. La
Capital no será, en ningún caso, declarada en estado de sitio sino
por una ley.
Art. 147. Ningún dominicano llevará insignia, decoraciones o
distinciones que no estén expresamente designadas por la ley, ni
exigirá títulos o denominaciones que ella no haya establecido.
Art. 148. Las personas que ejerzan algún empleo de confianza u honor en la República, no aceptarán título, condecoración,
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César A. Herrera
presente o emolumento de ningún Rey, Príncipe o nación extranjera, sin el consentimiento del Congreso.
Art. 149. En ningún caso podrá suspenderse la ejecución de una
parte ni del todo de la Constitución. Su observancia y exacto cumplimiento queda confiado al celo de los Poderes que ella establece
y al valor y patriotismo de todos los dominicanos.
Art. 150. Se celebrarán anualmente con la mayor solemnidad
en toda la República los días 27 de Febrero, aniversario de la Independencia, y el 7 de julio, aniversario de la Libertad; únicas fiestas
nacionales.
Art. 151. El pabellón nacional mercante se compone de los colores azul y rojo, colocados en cuarteles esquinados, y divididos en
el centro por una cruz blanca, de la mitad del ancho de uno de los
otros colores, que toque los cuatro extremos. El pabellón de guerra
llevará además las armas de la República en el centro.
Art. 152. El escudo de armas de la República es una cruz, a cuyo
pie está abierto el Libro de los Evangelios, y ambos sobresalen de
entre un trofeo de armas en que se ve el símbolo de la libertad,
enlazado con una cinta en que va el siguiente lema: Dios, Patria y
Libertad.
Art. 153. En todos los casos en que, conforme a esta Constitución o a la ley, deban presentarse candidatos para el nombramiento
de oficiales o empleados públicos, se entenderá que deben ponerse
los nombres de cada uno de ellos en pliegos separados con relación
de sus méritos, servicios y capacidad.
Art. 154. Ningún funcionario ni empleado público, civil, político, eclesiástico o militar, entrará en el ejercicio de sus funciones, sin
prestar previamente el juramento de sostener y defender la Constitución, y cumplir bien y exactamente los deberes de su empleo.
Art. 155. El Presidente y Vicepresidente de la República jurarán de la manera prescrita en el artículo 81; los Presidentes de
las Cámaras del Congreso, en presencia de la respectiva Cámara,
los miembros de ella ante su Presidente; los demás funcionarios y
empleados ante el encargado del Poder Ejecutivo o de las personas
a quienes este cometa el encargo de recibir sus juramentos y en el
orden arriba expresado.
Anexión-Restauración
483
TÍTULO XI
De la Revisión de la Constitución
Art. 156. La presente Constitución no podrá revisarse sino
cuando la proposición sea hecha por la Cámara de Representantes
y admitida por las dos terceras partes de ella, en tres sesiones anuales consecutivas.
Art. 157. El Congreso puede, en virtud de la proposición hecha
por la Cámara de Representantes, y admitida por los dos tercios
de aquel, decretar la revisión de la Constitución, designando y
publicando los artículos y disposiciones que deban revisarse, y las
razones de utilidad, necesidad o pública conveniencia.
Art. 158. En la Sesión legislativa ordinaria o extraordinaria,
subsecuente a aquella en que se haya dado el decreto de revisión,
procede el Congreso a ella, debiendo estar presentes los dos tercios
de sus miembros, por lo menos.
Art. 159. El Congreso designará, en el decreto de revisión, el
lugar y la época que juzgue conveniente para su reunión.
TÍTULO XII
Disposiciones Transitorias
Art. 160. El Soberano Congreso Constituyente elegirá, por
esta vez, el Presidente y Vicepresidente de la República; les recibirá juramento, y quedarán instalados en sus respectivos cargos.
El primero durará en funciones hasta el primero de marzo de mil
ochocientos sesenta y dos; y el segundo hasta el primero de marzo
de mil ochocientos sesenta.
Art. 161. Se declaran estar en su fuerza y vigor todas las leyes, reglamentos, disposiciones y decretos que no sean contrarios
a la presente Constitución. Los Jueces de la Suprema Corte de
Justicia, de los Tribunales de Primera Instancia y de todos los
demás Juzgados, continuarán ejerciendo sus funciones y conociendo de las causas, en el mismo modo y forma, y con las mismas
484
César A. Herrera
atribuciones que han ejercido, y hasta que sean legalmente reemplazados o que se organicen los Tribunales en la forma designada
por esta Constitución.
Art. 162. Queda autorizado el Poder Ejecutivo para nombrar
interinamente los Gobernadores de Departamentos y los Jefes Políticos de Provincia, hasta que lo sean definitivamente de los candidatos que presenten las Juntas Departamentales en conformidad a
esta Constitución.
Art. 163. Los Ayuntamientos y todos los demás empleados públicos seguirán ejerciendo sus funciones, hasta nueva organización,
siempre que no sean contrarias a esta Constitución.
Art. 164. El Soberano Congreso Constituyente decretará, aún
después de promulgada esta Constitución, las leyes que considere
más necesarias para el establecimiento de la misma Constitución y
arreglo de algunas otras materias importantes.
Art. 165. En los primeros días del primer Congreso Nacional,
se verificará por cada Cámara el sorteo de los Senadores y Representantes que deban salir, para que sean renovados por mitad, o por
el número menor aproximado a ella, conforme a esta Constitución.
Art. 166. El Gobierno Provisional dará cuenta de sus actos y de
la administración de los fondos públicos, por el órgano del Poder
Ejecutivo, al primer Congreso Nacional, quien solo podrá descargarlo de la responsabilidad.
Dada en la sala de sesiones del Soberano Congreso Constituyente, en la heroica Villa de Moca, a los diez y nueve días del mes
de febrero del año de gracia de mil ochocientos cincuenta y ocho,
decimocuarto de la Patria y primero de la Libertad. El Presidente
del Congreso, Diputado por Santiago de los Caballeros, Benigno
F. Rojas. El Vicepresidente, Toribio L. Villanueva, Diputado por
Puerto de Plata. Lucas Gibbes, Diputado por Azua. Cristóbal José
de Moya, Diputado por La Vega. Carlos Roxas, Diputado por
Moca. Francisco de León, Diputado por Jarabacoa. Félix Ortiz,
Diputado por San Juan. Casimiro Pimentel, Diputado por San José
de Ocoa. Julián Padilla, Diputado por Samaná y Sabana de la Mar.
Ramón Guzmán, Diputado por Moca. A. Castillo, Diputado por
Anexión-Restauración
485
Guerra. J. Eufemio Hernández, Diputado por El Cotuí. J. Belisario Curiel, Diputado por Santiago de los Caballeros. J. Alfau,
Diputado por Higüey. Casimiro Cordero, Diputado por La Vega.
Juan Reynoso, Diputado por La Vega. P. Francisco Bonó, Diputado por Santiago de los Caballeros. Joaquín de Portes, Diputado
por Monte Cristi. Wenceslao de la Concha, Diputado por Puerto
Plata. Pedro Pineda, Diputado por San Cristóbal. M. de Lora, Diputado por Santiago de los Caballeros. D. V. de Moya, Diputado por
La Vega. J. A. Billini, Diputado por Baní. José A. Brea, Diputado
por Monte Plata y Boyá. F. A. Limardo, Diputado por Sabaneta. J.
A. Batista, Diputado por Azua. José Ma. Guzmán, Diputado por
Las Matas de Farfán. V. C. Duarte de Beger, Diputado por Los
Llanos. Federico Salcedo, Diputado por San Francisco de Macorís. José Ma. Rodríguez, Diputado por San Miguel. J. C. Tabera,
Diputado por Bánica. Alfred Deetjen, Diputado por Las Caobas.
A. R. D. Molina, Diputado por San Rafael. G. Riva, Diputado por
Hincha. Pedro P. de Bonilla, Diputado por Santo Domingo. José
R. Bernal, Diputado por el Macorís. D. A. Rodríguez hijo, Diputado por Guayubín. J. M. Pérez, Diputado por Neiba. Manuel Ma.
Valverde, Diputado por Santo Domingo. J. Santín, Diputado por
El Seibo. José María Morales, Diputado por El Seibo. S. Pujols,
Diputado por Santo Domingo. M. Ortiz, Diputado por Azua. Juan
Enemencio Ureña, Diputado por San José de las Matas. Marcelo
Alburquerque, Diputado por Bayaguana. Los Secretarios: Fauleau, Diputado por Santo Domingo. Pedro Bernal, Diputado por
El Seibo.
Medítese en la unción civilista y en la mística de la democracia
que inspiraban entonces, hace más de cien años el patriciado de
aquellos ilustres antepasados.
CAPÍTULO XXXVIII
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Dictadura de Pimentel. Movimientos revolucionarios que se
levantaron contra él. Asedio de la capital. Continuación del proceso
de las negociaciones para el canje de prisioneros y la evacuación
de las tropas de Santo Domingo. Gestión oficiosa del señor don
Federico Echinagusia por ante don Pablo Pujols. Carta de Pujol al
general Gándara.
El día 25 de marzo de 1865 asumió Pedro Antonio Pimentel las
funciones ejecutivas del Estado y formó su Gabinete del modo siguiente: Ministro de lo Interior y Policía, general José del Carmen
Reinoso; ministro de Justicia e Instrucción Pública, Vicente Morel
y ministro de Hacienda y Comercio, y Relaciones Exteriores, general Teodoro S. Heneken.
En el período comprendido entre el 25 de marzo y el 13 de
agosto del mismo año en que rescindió el mando en manos del
general José Ma. Cabral, tuvo Pimentel que afrontar muchas
situaciones políticas que no pudo superar a causa de los resentimientos y los odios que habían despertado en la conciencia
popular los desaciertos en su corta gestión gubernativa y las persecuciones de que fueron objeto muchos de sus conmilitones,
sin descontar la saña con que trató a los miembros del ministerio
de Polanco.
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César A. Herrera
En menos de dos meses, a contar desde el 1º de mayo tuvo que
movilizar el ejército para debelar las sublevaciones de Monción, y
la de Polanco, que justamente resentido con Pimentel enarboló la
enseña de la revolución y según algunos la bandera haitiana.
Este hecho es sensatamente negado por muchos de los historiadores de las gestas restauradoras. Sin embargo, no es dudoso
que ese movimiento tuviese conexiones con la idea ya señalada por
Geffrard de crear una especie de tercera República en el Noroeste
de la Isla.
Queda al menos el hecho sometido al esclarecimiento de la
historia pero, ante la duda y en bien del prócer es discreto a todo
comentarista suspender el juicio al respecto, pero vale apuntar que
el general Cabral, con tropas del Sur, el general Manzueta, con
soldados del Este y el general Marcos Adón en los campamentos
aledaños a Santo Domingo, con sus tropas victoriosas aguardaban
la orden de marcha para entrar en la Capital con banderas desplegadas a paso de vencedores.
No obstante la importancia que se le había atribuido a la toma y
posesión de Puerto Plata y de los parabienes que el general Gándara
recibió por esa acción de guerra tan esperada como soñada y tan
inútil como centro de operaciones para la campaña contra Santiago,
según el plan añorado por Gándara. Este, que ya presumía cuál sería
a la postre el resultado de las luchas políticas de España en cuanto al
caso dominicano, no dejó de abrigar la esperanza de obtener la sumisión del pueblo dominicano por otros medios que no fueran exclusivamente los de la guerra, tales como la sonsaca, el soborno y, sobre
todo, las circunstancias propicias que producirían las rivalidades y
las luchas partidistas de los caudillos de la Revolución Restauradora.
Pero la improbabilidad de recibir a tiempo la ayuda que esperaba de España y las dificultades cada vez mayores que tendría que
contemplar para llevar al cabo su plan de campaña contra el corazón mismo de la revolución, le fueron amenguando las esperanzas
de salir airoso de su empresa de pacificación del país tal como lo
había prometido a su salida de Cuba.
Así pues, tan pronto como lo creyó prudente comenzó el tanteo
para concertar por la mediación oficiosa del Presidente de Haití un
Anexión-Restauración
489
convenio para el canje de prisioneros y, sin duda, echar las bases de
un futuro entendimiento para la suspensión de las hostilidades y el
sustentamiento de una paz estable con sumisión de los dominicanos al dominio de España.
El primer paso en ese sentido lo dio el señor don Federico
Echinagusia una de las personas con quienes «contaba Gándara»,
para «inclinar a los insurrectos a la sumisión», según sus palabras
textuales. Y fue que en las Islas Turcas el señor Echinagusia indujo
a Pujol a que le escribiera en ese sentido a Gándara tan pronto
como retornara al país.
Como esta carta es el documento que abre, por decirlo así, las
negociaciones, creemos conveniente trasladarla a este ensayo de la
conocida obra Anexión y Guerra de Santo Domingo por el general
Gándara y cuyo texto completo es el siguiente:
Santiago de los Caballeros, 16 de agosto de 1864.
Excmo. señor:
En las Islas Turcas tuve una entrevista con don Federico
Echinagusia, que se me presentó como comisionado de V. E.,
aunque sin poderes escritos. Dicho señor me instó diferentes
veces para que me dirigiese a V. E. con el fin, según me dijo,
de ver si por ese medio se conseguía hacer cesar la guerra que
desgraciadamente aflige a este país. Idea tan halagüeña no
podrá sino encontrar en mí la aceptación más cordial. Pero
teniendo poderes para dar un paso, creí injustificable la acción
de dirigirme a V. E.; hoy, que desgraciadamente se encuentra mandando los ejércitos enemigos de mi patria, sin antes
tomar autorización de mi Gobierno, y para evitar dilaciones,
determiné ponerme en camino para esta, y desde aquí, con la
venia de mis colegas, escribo a V. E. Así lo he practicado y hoy
debidamente autorizado, tengo la honra de dirigirme a V. E.
Un año cumple, Excmo. señor, que el pueblo dominicano se
encuentra en armas para reivindicar sus derechos de pueblo
libre e independiente; un año durante el cual ha pasado por
490
César A. Herrera
todos los sinsabores de una guerra desigual, sellando lujosamente los campos de batalla con su preciosa sangre; un año
que lleno de abnegación soporta las penalidades consiguientes a esta lucha en un país asolado por el incendio de sus
campos, pueblos y ciudades; todo esto para demostrar ante el
mundo imparcial que la pérdida de la nacionalidad no llevó
impresa de modo alguno su imprescindible voluntad; lo que
tiene probado hasta la evidencia, y creo poder asegurar a V.
E. que la opinión pública en el exterior, y principalmente en
la misma Península ha fallado ya la causa que España sigue en
este desgraciado suelo, y que está acorde en reconocer que la
Anexión de la República Dominicana a la corona de España
fue el torpe engaño de un infiel mandatario que abusando de
la confianza que su patria en él había depositado, no rehuyó
de satisfacer sus miras personales y sorprender la buena fe de
dos naciones, la una noble, grande y generosa, y la otra sufrida, pero indómita y valiente. Sí, Excmo. señor; y no podría
ser de otro modo, porque los pueblos como los individuos
siempre reconocen los eternos principios de la justicia y de
la equidad. Ahora toca a V. E., que es el legítimo representante de la nación española en este suelo, y que palpa de más
cerca estas verdades informar a su Gobierno ya del estado
del espíritu público del país, ya de lo inútil de la conquista,
pues no puede corresponder su valor a los sacrificios que ella
exige, ya del poco o ningún honor que ejércitos disciplinados
pueden lograr en un país que se defiende por su clima mortífero para los europeos, por su vasto y desierto territorio,
por su pobreza proverbial, por el carácter espartano de sus
hijos, y, en fin, por la formal resolución que hombres decididos y determinados, que ya no poseen en el mundo más que
sus vidas, han tomado de ofrecerlas en holocausto antes que
volver a ver en su patria una dominación extraña. Toca a la
nación española, toca a V. E. el pesar estar razones y obrar
según le dicte el buen sentido, la conveniencia, la hidalguía y
antecedentes honrosos del pueblo español. Los dominicanos,
Excmo. señor, solo quieren mantener incólume su libertad e
Anexión-Restauración
491
Independencia. Que el Gobierno español, pues, entrando en
lleno en los grandes y elevados principios de la humanidad y
conveniencia política, dé una prueba de magnanimidad tan
característica de la nación española devolviendo a este pobre
y desgraciado país la paz y el sosiego, la tranquilidad y el reposo. Mi Gobierno, Excmo. señor, a pesar de los elementos
con quien cuenta para proseguir la guerra hasta lo infinito;
a pesar del entusiasmo que el pueblo dominicano desplegó a
medida que avanzaba la lucha, a pesar de los odios y rencores
que todo estado de guerra produce no creería justificar su
conducta siempre justa y por consiguiente templada, si no
me autorizase hoy a dar así este paso cerca de V. E. para ver
si, recabando una contestación a V. E. a la presente, se logra
dar fin a las presentes complicaciones.
Con este deseo, Excmo. Sr., tengo el honor de suscribirme
de V. E. con la consideración más distinguida su seguro servidor Q. B. S. M. Pablo Pujol. Excmo. señor general D. José
de la Gándara. Comandante en Jefe de las fuerzas españolas
en Monte Cristi.
CAPÍTULO XXXIX
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Conversaciones para concertar el convenio del canje de prisioneros
y la paz. Carta del general La Gándara a don Pablo Pujol al respecto.
Carta de La Gándara al general Hungría y la libertad del coronel
Velazco como subterfugio para planear el canje de prisioneros.
Misión de Deetjen, Pedro A. Pimentel, Curiel, Pujol y Manuel.
Rodríguez Objío.
No puede pedirse más discreción, más comedimiento, más altivez en la honorable hidalguía de esta carta, en la que antes que una
censurable sumisión, hay la expresa protesta de que «Los dominicanos, no desean, no, la guerra con España; solo quieren mantener
incólumes su libertad e independencia».
De ese documento nadie puede sacar un solo pensamiento, ni
una idea que pueda utilizarse para menguar la integridad moral de
Pujol ni el patriotismo del Gobierno de Salcedo.
Esta carta, por la respuesta, que mereció del general Gándara,
como se verá a continuación, en vez de halagar los sentimientos del
militar, y del español, exaltaron su ánimo hasta la fanfarronada según la cual «cada día que pasa aumenta mi fuerza»; ridícula, ante la
realidad de su ejército diezmado por las endemias y por el sistema
de guerrillas, y sobre todo, en contradicción con su convicción de
que al fin las Cortes, por obra de las luchas partidistas en España,
493
César A. Herrera
494
resolverían el caso en bien de los ideales de libertad del pueblo
dominicano. Más jactancia había en hacer esas declaraciones, que
baladronada en decir, como dijo el Gobierno de Salcedo mediante
la palabra de Pujol, «que por la firme resolución que hombres decididos y determinados que ya no posean en el mundo más que sus
vidas han tomado de ofrecerlas en holocausto antes que volver a ver
en su patria una dominación extraña».
En el tono de la respuesta de Gándara no se vislumbra el más
vago sentimiento de abjuración del ideal de reconquista que animaba de continuo el patriotismo de los dominicanos.
He aquí la carta, trasladada como la de Pujol, de la ya citada
obra de Gándara:
Monte Cristi, 13 de septiembre de 1864.
Señor don Pablo Pujol.
Muy señor mío y de mi consideración:
Hoy recibo la importante comunicación que se ha servido
Ud. dirigirme desde Santiago con fecha 16 de julio próximo
pasado.
Al contestarle no me es posible analizar su contenido, que
me llevaría a una larga discusión, probablemente inútil; diré
a Ud. sin embargo que con dificultad, podría Ud. haberse
dirigido a un espíritu más benévolamente dispuesto que el
mío para hacer justicia a algunas de sus consideraciones.
Desgraciadamente, la cuestión esencial que envuelve el escrito a que me refiero, la plantea Ud. de una manera inadmisible. Empieza Ud. por pedir más de lo que podría obtener con
una victoria completa sobre nosotros, y Ud. estoy seguro,
tiene la conciencia de que estamos muy lejos de esa situación.
Conozco la de Ud. y conozco la mía. Yo soy el más fuerte,
y cada día que pasa aumenta mi fuerza. No digo a Ud. esto
que para demostrarle que no puede pedirme una abdicación
completa.
Anexión-Restauración
495
Yo soy un general en jefe a quien su Gobierno le dice: Pide
cuanto necesites para vencer, y vence. He pedido y el Gobierno ha otorgado. Pero Ud. apela a la hidalguía de la nación española por mi intercesión, y no he de ser yo quien
estorbe el ejercicio de esa hidalguía en cuanto sea posible y
compatible con la honra de mi patria. Estoy exento de odio
y de toda pasión contra la parte del pueblo dominicano que
me hace la guerra, y sería para mi satisfacción grande poder
poner términos a sus males; pero es preciso que esa parte del
pueblo dominicano o sus representantes limitando sus aspiraciones a términos racionales, apelen, y no apelaran en vano
a su hidalguía que reconocen en la nación española, y sobre
todo el gran corazón de la Reina- Excuse hacer consideraciones de los males y complicaciones que la continuación de
la guerra traerá sobre este desgraciado país y sobre Uds., y
no quiero apelar a argumentos que pudieran interpretarse
por interesados y jactanciosos. Creo que la mejor y más hábil
política es la sinceridad y buena fe, y por eso he preferido al
contestar a Ud. adoptar la forma que esta carta tiene. Si ella
logra inspirar a Ud. y a sus colegas confianza en su palabra y
en mi rectitud, puede Ud. si le conviene (y les conviniese a
ellos) venir a este Cuartel general en la completa seguridad
del mayor respeto a su persona, en donde, con una conferencia particular, podremos a mejor inteligencia que por medio
de una larga serie de comunicaciones. Soy de Ud. con consideración, muy atento y seguro servidor, Q. B. S. M. José de
la Gándara.
Quedaba, y sin duda, expedito el camino hacia un próximo entendimiento para una suspensión de armas y un canje honorable y
humano de prisioneros, por lo que don José de la Gándara y Navarro el mismo día que pensaba dar respuesta a la carta de Pujol le
dio instrucciones al general Hungría para que escribiera a su amigo
el jefe insurrecto de El Duro y le remitiese uno de los prisioneros
de la cárcel de Puerto Plata quien cumplió rigurosamente la encomienda que se le había dado; este recurso, o ardid, o maniobra
496
César A. Herrera
no prevista ni vislumbrada siquiera en esas cartas surtió los efectos
cuyo logro soñaba don José de la Gándara y Navarro.
¡Cuán grata no sería mi sorpresa cuando el mismo día 13,
después de escrita mi contestación a Pujol, se presentó en el
campamento el teniente coronel Velazco, puesto en libertad
por los insurrectos como contestación a la carta de Hungría!
Y a esta exclamación agregó un juicio tan desconsiderado
como injusto, cuando dijo: «La infamia de su prisión quedaba
lavada hasta el punto que la infamia admite atenuaciones».
Este juicio es lógicamente irreductible a los términos de la equidad en cuanto a la afirmación del mismo general Gándara, «que el
alférez D. Miguel Musa o Mazas compañero y amigo de Velazco se
había granjeado muchas simpatías entre los rebeldes», pues, hasta
contrasta con las declaraciones de su coetáneo y actor en el escenario histórico de estos hechos, señor don Ramón González Tablas,
capitán de infantería a la sazón en la isla, quien dijo: «Sabemos que
el subteniente Mazas conocía y vivía con el presidente de la República, Pepillo Salcedo; que el teniente Cárdenas era secretario del
general Pimentel y que el Sr. Velazco fue amigo y hasta el consejero
de los principales insurrectos.
«No es posible, pues, que en ningún país, ni en ninguna guerra
hayan podido tratar mejor a los prisioneros. A los insurrectos que
tuvimos en nuestro poder los tratábamos con las consideraciones
debidas, vistiéndoles y alimentándoles mejor de lo que tenían por
costumbre; pero los teníamos presos y un prisionero lo que más
ama es la libertad. De consiguiente, si los españoles al discurrir
libremente de pueblo en pueblo, pasaron algunas privaciones, no
fue por espíritu dañino, sino por consecuencia de la miseria pública
que alcanzaba también a los hijos del país». Y agrega don Ramón
González Tablas: «Tenemos una verdadera satisfacción en pagar
este tributo de gratitud y justicia al pueblo dominicano al que siempre hemos juzgado caritativo y hospitalario».1
1
Historia de la dominación y última guerra de España en Santo Domingo, p. 195.
Anexión-Restauración
497
Como el mejor éxito había coronado la primera tentativa, el general Gándara no se durmió en sus laureles, y sin demora, mediante
una misiva muy afectuosa, no solo le daba las gracias al señor Pujol
por la libertad de Velazco sino que al mismo tiempo le sugería que
gestionase con el Gobierno la adopción del mismo procedimiento
para llevar al cabo el canje de prisioneros, y fue precisamente el
alférez, don Miguel Musa, quien el día 21 de septiembre le trajo la
respuesta de Pujol y en ella la noticia de que el Gobierno Provisorio había nombrado una comisión para que tratara con él «no solo
en cuanto al canje de prisioneros sino también para llegar» a la muy
necesaria inteligencia, por medio de una prudente política «[…]
relativamente a la cesación de la guerra y término de la presente
contienda».
Quizás, de la indeterminación o ambigüedad de los términos
condicionales de la suspensión de hostilidades y de la paz, hizo la
maledicencia una de sus armas para combatir al presidente Salcedo.
La comisión integrada por los generales Alfredo Deetjen, Pablo
Pujol, Pedro Antonio Pimentel, Julián B. Curiel y coronel Manuel
Rodríguez Objío, llegó el día 30 de septiembre al campamento de
Gándara y desde el momento en que fueron recibidos con salvoconducto y toque de parlamento para tratar de Gobierno a Gobierno
se había tácitamente otorgado el reconocimiento de beligerancia
de la cruzada redentora.
Es cierto que esta comisión no logró substanciar un acuerdo
definitivo; no pudo por carencia de instrucciones precisas aceptar
las proposiciones que les hizo La Gándara.
Del análisis de una carta que él remitió al Ministerio de Guerra
acerca de estas conversaciones sacaremos los pormenores más elocuentes en cuanto al sentimiento y pensamiento de aquellos hombres respecto de los propósitos que animaban al general Gándara.
Según la «carta semioficial» de este, al Ministerio de Guerra:
Los comisionados rebeldes traían la pretensión de hacer un
tratado en cuyo primer artículo se estableciera el acto moral
de su sumisión y el reconocimiento de nuestra superioridad, a condición de que en los artículos siguientes España
498
César A. Herrera
reconociera su independencia y se obligara a la evacuación
completa del país, dejándoles en libertad de establecer la forma de Gobierno que les conviniera, sin más compromiso por
su parte que el obligarse a no ceder su territorio a otro país,
ni dar a otro pueblo derechos que pudieran contrariar los
intereses de España en las Antillas.
Pero todo cuanto propusieron los comisionados dominicanos fue a base de la soberanía del pueblo y la capacidad de
contratar emanada del poder inmanente a un pueblo absolutamente libre, absolutamente independiente y soberano para
decidir su régimen gubernativo sin mediaciones ni restricciones; a base de ese ideario como conditio sine qua non, podían los comisionados ofrecer todo cuanto no colidiera con
su esencial mandato, ni viniese en desmedro del sacrosanto
sentimiento de la libertad que hacía toda la mística de la Revolución Restauradora.
CAPÍTULO XL
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Rechaza Gándara los términos de la proposición de los comisionados
dominicanos y sus conceptos. Noticias del cambio de la política
española. La condición de Narváez para asumir la jefatura del
Gabinete. Efecto del cambio en la Guerra de la Restauración,
comentarios de Gándara. Cartas de Polanco y Gándara sobre la
reanudación de las conversaciones.
Las ideas relativas a la independencia y a la evacuación completa del país fueron rechazadas sistemáticamente por la Gándara
considerándolas «como un absurdo inadmisible»; porque:
[…] el establecimiento de los españoles aquí era legal y sustentado por una parte bastante numerosa y muy importante del pueblo […] que no los consideraba de otra manera
que como súbditos rebeldes de S. M. la Reina y que en tal
concepto no había medio de tratar, ni entrar en arreglo de
ninguna especie, sino bajo la base de una sumisión absoluta
y el reconocimiento de nuestra autoridad; que en cambio de
esa sumisión les aseguraba la tranquilidad y el respeto a las
personas por todos los actos de guerra, que no podrían ser
causa, ni motivos de persecución para los que en ella hubieran tomado parte contra las autoridades legítimas; que se les
499
500
César A. Herrera
concedería toda la latitud posible para que consultando la
opinión del país, pudiera este acudir a los pies del trono en
representación de los agravios que creyera tener y en reclamación de los derechos a que pudiera aspirar, para que la
Reina y su Gobierno, oyendo sus quejas y tomando en cuenta
sus aspiraciones, les hicieran justicia y gracia […] que esta
proposición les pareció, a su vez, inadmisible; porque ni yo
les daba garantía ninguna, ni el Gobierno adquiría así compromiso de atender a sus reclamaciones, que es para ellos
lo esencial insistiendo, como insisten en protestar contra la
Anexión y en aspirar a su independencia y a gobernarse por
sí mismos […].
Sin ambages y de inmediato los representantes del Gobierno
Provisorio se pronunciaron en contra de la inesperada proposición
aduciendo, como mejor providencia de discreción y de prudencia,
que ellos no poseían poderes para convenir lo que les proponía.
Esta denegatoria, este rechazo, desencadenó todo el sentimentalismo de Gándara quien se deshizo en una serie de quejas y de
reproches no ajustados al comedimiento a que estaba obligado
respecto de quienes eran sus huéspedes honorables, invitados y
recibidos con todo el señorío que concierne a caballeros en misión
tan altruista como relevante.
Entre las cosas que dijo para obtener alguna promesa en favor
de sus ideas merecen la luz de la historia los siguientes:
Que España había aceptado la Anexión como un deber penoso que le imponían sus antecedentes históricos y su generosidad proverbial. Que al aceptar la Anexión sabía que hacía un
mal negocio y que no convenía a su política ni a sus intereses;
pero que satisfacía un sentimiento de raza amparando un
pueblo desgraciado que le pedía su protección. Que la nación
que había venido aquí con esos precedentes tenía derecho al
agradecimiento del pueblo dominicano, que le había pagado
con ingratitud, respondiéndole con la rebelión y con la guerra. Que esa nación no tenía ya más remedio que aceptar la
Anexión-Restauración
501
guerra, que era para ella guerra de honor nacional, y llevarla
a cabo empleando todas sus fuerzas y recursos para enseñar
a ese pueblo ingrato y rebelde que no puede con impunidad
desconocer sus obligaciones más sagradas. Que no siendo
para España, sino guerra de honor y de ningún modo guerra
de intereses, terminada la guerra por sumisión, España no
tenía ningún interés de seguir haciendo sacrificios en Santo
Domingo, y como la Reina y su Gobierno estarían dispuestos
a concederles más de lo que ellos pudieran apetecer, que era
preciso que la sumisión diera satisfacción a nuestra bandera y
que recibieran después como gracia de S. M., lo que ella solo
podía concederles y yo no podía pactar.
El general Gándara le concedió tanta fuerza de convicción a
esas y otras razones que creyó haber convencido a los comisionados
[…] de que no era imposible que nos entendiéramos conforme a mi pensamiento, que privada y particularmente
aceptaron; pero que no podían admitir en su calidad de
comisionados por no tener facultades para ello. Que darían
cuenta a su Gobierno y que harían todos sus esfuerzos por
llevar al ánimo de sus compañeros la convicción que yo había
producido en el suyo.
Tengo para mí, teniendo en cuenta la estructura moral de
estos comisionados y la decisión inquebrantable con que se
consagraron al ideal de la redención nacional, que esa condescendencia no fue sino un recurso, quizás no comedido,
para dar un corte a aquellas conversaciones enojosas que ya
lindaban en lo irrespetuoso, y que las promesas de una posible
sumisión en nada menoscababan el esencial, el inquebrantable y preeminente propósito de alcanzar la Independencia y
la Libertad.
Lo cierto es que en aquella entrevista no se llegó a nada definitivo que no fueran: a) La posible sumisión que para nosotros fue
una evasiva; b) las gestiones del caso dominicano ante la misma
502
César A. Herrera
Reina y c) el canje de prisioneros que prologó la total desocupación
del territorio.
No era dudoso que los patriotas pendientes siempre de las noticias de España estuviesen suficientemente informados de los acontecimientos políticos que afectaban la vida política de la Metrópoli,
y de cuáles serían las posibles perspectivas de las luchas contra la
Anexión en la misma Corte.
La verdad es que la crisis y caída del ministerio de don Alejandro Mon abrió el camino del Poder al general Narváez que asumió
el Gobierno el día 16 de septiembre. Veremos más adelante toda
la significación que tiene para la buena suerte de la causa dominicana la presencia en la jefatura del ministerio del general Narváez.
Al menos la prensa liberal de Madrid auguró en ese hecho la desocupación del territorio dominicano y los periódicos El Reino, La
Esperanza y La Correspondencia de España se pronunciaron en ese
sentido.
Es insoslayable el hecho de que el general Gándara cifraba
todo el buen éxito que soñaba para su empresa pacificadora en la
ayuda que sin duda le daría el ministro don Alejandro Mon, adicto como buen representante de la política conservadora a la obra
de O’Donnell, la odiosa Anexión que con tanto vigor repudiaba
la mayoría del pueblo dominicano. «Si se hubiera prolongado la
existencia de aquel ministerio, dije cincuenta años después, puede
asegurarse que más airosa hubiera salido de Santo Domingo la bandera española. Para lograrlo, hizo cuanto estuvo en su mano, mostrándose en sus relaciones conmigo siempre dispuesto a facilitarme
cuantos elementos fueran necesarios para terminar la guerra con una
derrota definitiva de los rebeldes, que los hubiera sometido incondicionalmente a nuestro arbitrio».
Los acontecimientos era propicios a nuestra causa y lo decimos
porque la caída del ministerio de Mon, de una parte, el triunfo
de los liberales con Narváez como jefe del Gobierno, de la otra,
y en razón a que la Anexión se había convertido en una bandera
de campaña política, era de presumirse un cambio favorable a la
desocupación del territorio dominicano y a la abrogación de la Real
Orden que nos anexó a los dominios de España.
Anexión-Restauración
503
Las noticias acerca del cambio del Gabinete no se hicieron esperar mucho tiempo y la supieron los miembros del Gobierno Provisorio antes que el general Gándara; y debió ser aplastante para
este el hecho de que la versión la transmitió Mr. Madiou Ministro
de Haití en España, con la coletilla de que el general Narváez había
asumido el Poder con la previa condición del abandono de Santo
Domingo.
El parte del ministro Madiou le llegó directamente al presidente Geffrard desde Jacmel, punto de las escalas del paquete inglés de
las Antillas que lo trajo a la Isla desde Londres e inmediatamente lo
transmitió al Gobierno Provisorio en Santiago de los Caballeros.
Algunos comentaristas y hasta historiógrafos han hecho ciertas
especulaciones acerca de los efectos que produjeron las noticias
del cambio del Gabinete español en el ánimo de los miembros del
Gobierno Provisorio de la Restauración. Entre esas consecuencias
como de más singular importancia, se citan la sublevación de Polanco, el derrocamiento de Salcedo, el vil asesinato de este y el
intento de Polanco de reanudar las negociaciones para el canje de
prisioneros, suspendidas en las circunstancias que ya hemos anotado más arriba.
Gándara, que más bien parece haber escrito su libro Anexión y
guerra de Santo Domingo con el propósito de sincerarse ante la historia de sus errores y justificar el catastrófico fracaso de su gestión
como capitán general de Santo Domingo, no desperdicia ninguna
ocasión para poner en sus escritos algunas ideas o algún juicio que
pueda servirle de fundamento para calificar peyorativamente la
devoción patriótica de los dominicanos, sus virtudes como combatientes por el santo ideal de la Libertad y, sobre todo, sus precarios
recursos para llevar hacia adelante contra el gran poder guerrero
de España, con sacrificios heroicos y fe en la causa, su designio de
perecer en la contienda en pro de la Libertad y de la independencia
de la República Dominicana.
Para el señor general Gándara el móvil inmediato de la conjuración de Polanco y de su exaltación a la jefatura del Gobierno
Provisorio fue la irrefrenable ambición de recoger para sí los laureles de la victoria de la Restauración que se vislumbraba ya en los
504
César A. Herrera
cambios de la política española, y con esa ambición relacionó el
asesinato del general Salcedo y el hecho mismo de las gestiones
del presidente Polanco para tratar de nuevo del canje de prisioneros; pero siempre poniendo Gándara énfasis de que las iniciativas
procedían siempre de los dominicanos y de que los comisionados
habían aceptado la paz a base de la sumisión previa como tampoco
fue cierto que Salcedo «lo había buscado con vivo interés para las
negociaciones».
Para darle fundamento, no más que histórico a cuanto concierne a este particular relato, transcribimos a continuación las palabras
textuales del general Gándara al respecto:
Casi a par con la noticia del cambio de ministerio, que yo
recibí algunos días después por correo, una carta de Pujol
me manifestaba que no podían reanudarse las negociaciones
ni volver los comisionados a mi campamento en el plazo de
una semana como me habían ofrecido, porque el Gobierno
de Madrid iba a darles sin condición alguna, todo lo que
yo les ofrecía a trueque de una sumisión absoluta. Aquella
carta después de todo, solo venía a anunciarme lo que era
consecuencia precisa del hecho ocurrido en España; una vez
más sucedió entonces lo que es harto frecuente en aquellos
desgraciados países: parte de los comisionados que tuvieron
en mi campo se entendieron con los intransigentes y con
Gaspar Polanco, que mandaba las fuerzas insurrectas cerca
de Puerto Plata, para dar un golpe y suplantar violentamente a Salcedo, presentándole como traidor que había querido
hacer la paz con los españoles… Puestos de acuerdo con
Polanco, aprovecharon hábilmente las circunstancias que se
les venían a las manos para hacerse dueños de la situación
y pretendieron desde luego reanudar conmigo las negociaciones que interrumpía el violento a que los impulsó la
noticia de la entrada de Narváez en el Gobierno de España,
con la resolución de cambiar la política de Santo Domingo
abandonando la Isla.
Anexión-Restauración
505
Hay un manifiesto contrasentido entre la estimación de las
negociaciones que habían emprendido los comisionados del presidente Salcedo y la propuesta que con ese mismo fin había hecho
al general Primo de Rivera el propio Gaspar Polanco en el mes de
octubre de 1863, esto es, en los mismos comienzos de la guerra
según el texto de Gándara:
Justamente aquel mismo Polanco, después tan célebre, había
tomado la iniciativa muy al principio de la guerra para un canje,
dirigiéndose en octubre de 1863 al general Primo de Rivera,
que mandaba en el Cibao quien creyó que acceder a ello sería
llevar a cabo un reconocimiento de beligerancia a favor de los
insurrectos, y puso dificultades; pero el auditor general de la
Isla, consultado al efecto, opinó por el contrario que el canje
no implicaba reconocimiento ni era otra cosa que un hecho
humanitario y de interés mutuo para los contendientes […].
Ahora la solicitud de la reanudación de las conversaciones tiene
otro tono y hasta se presenta la idea de que el propio Gándara tomó
la iniciativa de las interrumpidas conferencias al respecto. Tal vez el
tono un tanto altivo y la enfática manera de invitarlo a proseguir lo
que comenzado por él suspendieron ellos para mejor logro de los
propósitos de paz siempre explícitos, explique el resentimiento que
se trasluce en la respuesta del general Gándara.
La carta de Polanco dice:
Gobierno Provisorio de la República Dominicana.
Ministerio de Relaciones Exteriores.
Núm. 1.
Santiago de los Caballeros,
19 de octubre de 1864.
21 de la Independencia y segundo de la Restauración.
César A. Herrera
506
Excmo. señor:
De acuerdo con el Consejo de Gobierno he determinado
oficiar a V. E. a fin de que se digne participarme de un modo
definitivo si persiste V. E. en el propósito que tenía de canjear los prisioneros de guerra, siempre que sea en la forma
que el derecho de gentes prescribe: indicándome al mismo
tiempo el modo que V. E. conciba para saber a que atenerme
con respecto de los sucesos posteriores de la lucha que sostiene contra
el pueblo dominicano la Nación española.
Dios guarde a V. E. muchos años. El presidente del Gobierno, Gaspar Polanco. Refrendado, el Ministro de Relaciones
Exteriores, M. Rodríguez Objío. Excmo. Sr. teniente general D. José de la Gándara, Jefe de las fuerzas españolas,
Monte Cristi.
En la respuesta de Gándara, como era de esperarse, hay ante
todo, el rechazo de todo lo que para él tuviera visos de un reconocimiento de nuestra beligerancia, y después la aceptación del canje.
Aceptado así el hecho, sin que se pretenda deducir de él falsas
consecuencias ni violentas interpretaciones... Porque como había
dicho en el introito de su carta: «Desea Ud. que le diga de un modo
definitivo si persisto en mi propósito de canjear los prisioneros,
siempre que sea en la forma que el derecho de gentes prescribe. A
poco que Ud. reflexione comprenderá que, con arreglo al derecho
de gentes, no cabe el canje entre nosotros».
Bien se ve que para él los términos derecho de gentes tenían un
sentido casi ofensivo para su dignidad de representante de España
y, por eso, airado los eludía por parecerle la frase como introducida en la carta de Polanco para alcanzar el reconocimiento de
la beligerancia de la causa restauradora aun cuando de un modo
tácito.
En cuanto al canje, se manifestó dispuesto a entregar los prisioneros en Puerto Plata o en cualquier otro punto que se indicase
con anticipación; los que se encuentran en otras prisiones del país,
incluso los que se hallan fuera de la Isla.
Anexión-Restauración
507
Y concluyó su carta:
Con lo expuesto queda contestada la comunicación de Ud. a
que me he referido, pudiendo deducir de mi contestación las
consecuencias que a Ud. le parezcan convenientes respecto
de los sucesos posteriores de la lucha que sostenemos, quedando yo en igual libertad de conducirme del modo que mejor entienda. Dios guarde a Ud. muchos años. Monte Cristi,
27 de octubre de 1864. José de la Gándara.
Puede explicarse su aversión a la palabra beligerancia porque
no quería aceptar el nacional movimiento en contra de la Anexión
sino como una simple insurrección que podía debelar sin otras
proyecciones en lo internacional que los de una rebelión abortada
en su propia cuna según los proyectos de invasión al Cibao que
habían ocupado toda su atención desde el día mismo en que se le
recomendó la empresa de pacificar el país, ahora amenazado de los
más grandes de los fracasos. Por lo menos ya él comenzaba a sentir
los deprimentes efectos del pesimismo en que lo iban sumiendo
las adversidades, las dificultades y las contrariedades que crearon
las luchas partidistas de España y los sucesos heroicos favorables a
la causa de la Restauración que se habían producido en todos los
frentes de batalla no obstante las desavenencias que atormentaron
a nuestros prohombres singularmente en los dos últimos años de
la guerra.
CAPÍTULO XLI
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
El pensamiento de Gándara acerca de la sumisión incondicional
de los dominicanos. Su pesimismo. Orden de concentración de
las tropas españolas. Misión del coronel Van-Halen ante Geffrard,
interesante entrevista con el Presiente haitiano. Misión de Ernesto
Roumain y Mr. Daucet. Instrucciones dadas a la comisión.
El mismo general Gándara recuerda que su pensamiento era
igual al del general Dulce en las postrimerías de 1863 cuando «la
guerra había tomado un carácter resuelto y absoluto de revolución
anti-española».
Ese pensamiento había llegado a ser una consigna derrotista
en la expresión: «Vencer al enemigo y abandonar el territorio».
«Vencer», decía, «[…] porque lo pedía el honor de nuestra armas
y nuestra influencia en América; y agregaba: abandonar, porque
el país no nos quería, porque la anexión había sido obra de uno
de sus partidos cada día más odiado, y en tales circunstancias la
dominación, aún después de la victoria nos hubiera sido costosísima, estéril y llena de peligros de todas clases; que el general
Dulce “anticipándosele”, en 14 de septiembre de 1863 formulaba la opinión, de que “lo más prudente, lo más beneficioso,
patriótico y honroso” es renunciar a la dominación del territorio
de Santo Domingo, después de reducir a la obediencia al pueblo
509
510
César A. Herrera
sublevado, restableciendo en él el mismo Gobierno de quien lo
recibimos».
Pero ya no era solo el pesimismo, era también la desesperanza,
la falta de fe en la esperada sumisión que creyó posible como consecuencia de las ambiciones personales de los restauradores y del
furor de sus antagonismos que quebrantaran la unidad de la acción
y frustraran el nobilísimo propósito de la lucha.
Después de vanagloriarse con los comentarios de sus afortunadas empresas de Monte Cristi y de Puerto Plata, que según su
entender habían «descorazonado a los insurrectos de tal modo que
por sus propios pasos se venían a mi campamento a entablar negociaciones», se nos muestra compungido por el giro que tomaron
los acontecimientos y por la altivez, con que los dominicanos comenzaron a tratarlo. Sin ninguna reticencia manifestó el desfallecimiento de sus entusiasmos y de la arrogancia que desde su salida
de Santiago de Cuba hizo el énfasis de su promesa de someter a la
obediencia a los insurrectos dominicanos que ya habían sacudido
con sus gritos de Libertad y Patria todo el territorio nacional.
Sus palabras, que a letra copiamos a continuación, no nos permiten mentir:
Y sin embargo, aún contra mi voluntad tenía que irme rindiendo a la evidencia, pues la misma tardanza del nuevo
Gobierno en comunicarme instrucciones, era ya un síntoma
fatal que, unido a los anuncios de la prensa dentro y fuera de
España, representaba el abandono como cosa acordada por
los Ministros para llevarla con la aprobación de la Corona a
la resolución de los Cuerpos Colegisladores.
Y su angustia no le permitió refrenar esta exclamación:
Los intransigentes habían triunfado en el campo insurrecto.
Hombres de la calidad del Chivo y Monción se hallaban al
frente de las tropas dominicanas, envalentonadas con las noticias de que habían producido el triunfo de Polanco. Haití y
todos los enemigos de España en América simpatizaban ya con
Anexión-Restauración
511
la revolución que iba a humillarnos cuando menos se esperaba
y a la que todos también auxiliaban desembarazadamente.
Los malos presentimientos van a corresponder a la dura realidad que ya comenzaba a palpar el general de La Gándara.
En una carta que había recibido del subsecretario Jovellar se le
dijo sin ambages:
La cuestión será sometida a las Cortes en la legislatura próxima, aunque agregó, quizás como un reconfortante […] y los
3,000 reclutas cuyo envío está dispuesto, se alistarán y se le
comunicó además, que el nuevo Ministerio había meditado atentamente sobre la situación general del territorio de
Santo Domingo, condición de la guerra, gastos y cargas que
imponía a la Nación, estado sanitario del ejército y ventajas
que debía esperar el país de los resultados de la campaña, y
que, en vista de todo estaba resuelto a someter la cuestión al
acuerdo de las Cortes, con cuyo concurso había que contar
puesto que se trataba de los más altos intereses del Estado.
Mientras tanto, debía concentrar las tropas de mi mando en
corto número de posiciones sobre el litoral renunciando a
toda operación en el interior.
Lo más lamentable de la gravedad del caso, para Gándara, era
la situación moral en que lo colocaba el real ordenamiento de la
concentración de sus tropas sobre puntos del litoral y la prohibición de las operaciones militares en el interior del país. Como las
circunstancias de la guerra habían ya prácticamente producido la
concentración, no cabían otras providencias que las que fueren
menester al canje de los prisioneros y en ese sentido y para aliviar
en parte su pesadumbre, determinó promover las estancadas negociaciones esta vez mediante la mediación oficiosa del Presidente
Geffrard con el objeto de conservar un convenio, lo más honroso
que fuera posible tanto para él como para España, con el Gobierno
Provisorio del general Gaspar Polanco, pero siempre con la idea
prevalente de la sumisión sin condiciones de los patriotas.
512
César A. Herrera
El interés inmediato de Gándara como capitán general era
ahora el canje de los prisioneros de guerra y la sumisión de los
rebeldes en esas condiciones; para los dominicanos levantados en
armas contra la Anexión, eran la paz y la libertad sin restricciones.
Como los dominicanos no estaban dispuestos a pactar el canje
sino a base de la liberación y como el general de La Gándara
sabía de la ayuda material y moral que los insurrectos recibían casi
constantemente de los haitianos, consideró que sería conveniente a sus planes utilizar, pero de manera oficiosa, la intervención
del presidente Geffrard y, como ya hemos dicho, dispuso cuanto
fue necesario para poner en marcha su empresa ante la primera
autoridad haitiana y siempre con el pensamiento de eludir todo
incidente que pudiera ladear las gestiones al terreno de lo diplomático. Con esa idea ni siquiera aceptada el uso del vocablo neutralidad que solía invocar el Gobierno haitiano en relación con la
Guerra de la Restauración.
En una comunicación en que protestaba por la presencia del
Sr. Bonó en Cabo Haitiano, dijo Gándara al ministro de Negocios
Extranjeros, Mr. Augusto Elie, entre otras cosas:
El Presidente de Haití y los ministros en varios documentos públicos y en comunicaciones oficiales, al hacer
frecuente alarde de sostener la dignidad de su independencia, proclaman permanecer perfectamente neutrales
en la guerra que tiene lugar en la parte española de la
Isla. España respeta absolutamente la dignidad y la independencia de Haití; pero ese Gobierno no puede proclamar aquella neutralidad, ni consentirla España en el sentido
absoluto de la palabra, porque eso sería lo mismo que admitir
que Haití tenía el derecho de reconocer como beligerantes a los
insurrectos dominicanos.
Aprovechando las reclamaciones que suscitaron la presencia de
Bonó en Cabo Haitiano y las maniobras del general Cabral en la
frontera del Sur, y so pretexto de averiguar en el terreno la verdad
de los hechos, fue seleccionado el coronel Van-Halen para que
Anexión-Restauración
513
pasara a Port-au-Prince a entrevistarse con el cónsul de España señor Mariano Álvarez y obtener mediante sus buenos oficios una audiencia con el presidente Geffrard, en que prevalido de todo sigilo
y de la más extremada prudencia y discreción expusiese los deseos
de Gándara, pero como simples impresiones de él y sin comprometer en nada a su jefe a fin de producir la más firme impresión
de que se trataba de una visita oficiosa y de cortesía en ocasión de su
visita a la ciudad, pero en realidad era para tantear el ánimo del jefe
haitiano y conocer hasta dónde era factible utilizar su ascendiente
con los insurrectos para el objeto que perseguía; esto es, el canje de
los prisioneros y la sumisión de los rebeldes.
Obtuvo Van-Halen la audiencia diciéndole en la solicitud de
ella, que «había llegado con una comisión para el señor cónsul y
llevaba además el encargo de saludar en nombre del general Gándara a la primera autoridad en aquel Estado».
El informe de Van-Halen acerca de los pormenores e incidentes de esa entrevista es tan explícito como interesante.
La audiencia tuvo lugar en la residencia campestre de Geffrard,
en el paraje de Drouillard, donde recibió al distinguido visitante y
al señor cónsul de España con frases preambulares para dar testimonio de los vínculos de afectuosa sinceridad que lo unían a este
y de la distinción y gran aprecio en que lo tenía, hasta por encima
de los demás miembros del Servicio Consular acreditado en Haití.
Todas estas expresiones sujetas a ese comedimiento de palabras y
de gestos propios de un Jefe de Estado que cuida de la dignidad que
concierne a su elevada jerarquía.
Esta efusiva cualidad y los sentimientos de admiración que dijo
sentía por España, dieron asidero a Van-Halen para introducir el
asunto que realmente había motivado su viaje a Port-au-Prince y
le vino como anillo en el dedo, las protestas de «la franqueza y
lealtad con que siempre había procedido con España; pero como
en ese país se había dudado de que así fuera, le interesaba y tenía
en mucho que su proceder fuese conocido y apreciado por todos,
se felicitaba de que se le presentase ocasión de hablar conmigo y
Van-Halen sobre el particular» dice Álvarez; y siguió haciendo
protestas vehementes de que siendo tan sinceras sus simpatías por
514
César A. Herrera
España y sus celos manifiestos por conservar inquebrantables las
relaciones de buena amistad entre aquella nación y Haití tuviera
que lamentar que se dudase de sus sentimientos y se hubiesen
menospreciado sus propósitos de intervenir oficiosamente para
que se alcanzase un entendimiento entre los insurrectos dominicanos y los españoles para cimentar la paz; testificó todo cuando
había dicho en pro de esos sus deseos de paz y la alta estima en
que tenía la potestad moral de España haciendo que su encargado
de negocios en Washington diera lectura a una serie de documentos acerca de sus gestiones ante los Gobiernos de EE. UU. de
América, Gran Bretaña y Francia «para ver el modo de terminar
pacíficamente la guerra de Santo Domingo, previo el consentimiento de España».
Y a conversación seguida vino a dar a Van-Halen la acechada
ocasión de abordar el asunto que realmente lo había urgido a solicitar aquella audiencia que ya le era propicia al plan que tenía en
mentes el general Gándara.
No habiendo conseguido, prosiguió, ponerme de acuerdo y
estando tan interesado como he dicho a Ud. en la pronta
terminación de la guerra me dirigí al Gobierno español ofreciéndole mi mediación, más sin duda por mala inteligencia
del encargado de negocios de Haití, en Madrid, fue mal presentada la proposición y, entendiendo aquel Gobierno se le
ofrecía la mediación oficial la ha rechazado. Comprendo que
el Sr. Pacheco ha debido obrar de la manera que lo ha hecho,
porque no se me oculta que Haití no está a la altura necesaria
para que su mediación oficial pudiera haber sido aceptada
por España; pero por lo mismo que lo comprendo así y que
nunca he tenido otras ideas que la de una mediación oficiosa,
he deplorado el error, y hoy lo deploro más porque mientras
el Gobierno referido, mejor informado, no me autorice a
prestar mis buenos oficios, me juzgo incapacidad de prestarlos, y creo que en la actualidad hubieran podido contribuir
a facilitar que Uds. se entendieran con los dominicanos, con
quienes se tienen entabladas negociaciones.
Anexión-Restauración
515
Van-Halen, haciendo hincapié de que su visita no tenía «carácter alguno oficial», no se demoró en expresar su «manifiesta
extrañeza de que en los documentos oficiales que se me ha leído se
insista una y otra vez de que Haití desea ser y será neutral», y agregó: «Santo Domingo es una provincia española y de consiguiente
aquellos de sus hijos que nos hacen guerra, ni son más que rebeldes
ni se comprende que, con arreglo al derecho internacional, pueda Haití considerarlos de otra suerte ni tratar de su neutralidad
como si la nación sostuviera la guerra con otra. La amistad de Haití
para con España le impone entre otros deberes al de hacer que los
dominicanos sufran las consecuencias de su rebeldía impidiendo
que hallen en su territorio la protección y el auxilio más o menos
ostensible que se les dispensa y yo creo que el saberse que en documentos oficiales se titula el Gobierno neutral, podría aumentar su
protección y esta ser causa del conflicto con España que Ud. teme
y yo sentiría llegara a ocurrir».
El presidente Geffrard que lo escuchaba pacientemente no
pudo refrenar su disconformidad de la manera como el señor coronel de ingenieros Van-Halen interpretaba y enjuiciaba su frustrado
intento de mediar como árbitro aceptado por España y sobre todo
del uso de la palabra neutralidad que había usado en el documento
dirigido al Gobierno español.
Así fue que no bien había terminado de hablar el señor VanHalen cuando exclamó Geffrard diciéndole que no debía «tomar la
palabra neutralidad en el sentido que le da» porque «al usarla» «en
esos despachos y en otras ocasiones no he querido ni pretendo significar otra cosa, sino mi deseo y decisión de no favorecer de cierta
manera ni a Uds. ni a los sublevados […] vigilo e impido cuanto
puedo que los rebeldes encuentren la protección de que Ud. se
queja y sin que yo pueda negar que una parte de los haitianos simpatizan con los rebeldes, ni que falto de policía como aún está este
país, hallen medio de burlar la vigilancia de las autoridades, puedo
asegurar a Ud. que con bastante frecuencia, se les ha impedido que
entren contrabando de guerra, que estoy cada vez más decidido a
cumplir con lo que España tiene derecho a esperar, y que al mismo
tiempo está en mis intereses; que en ese sentido tengo dudas de
516
César A. Herrera
mis instrucciones, y que en consecuencia no debe temerse se le dé
a la palabra neutralidad otra interpretación que la que yo explico,
ni que produzca el resultado que Ud. ha dicho […]» Y entre otras
razones dijo categóricamente «que le parecía imposible que los
dominicanos se avinieran a someterse» y a conversación seguida el
coronel Van-Halen se expresó en el sentido que la intervención del
presidente Geffrard posiblemente había motivos para comprenderlo, que tal vez «sus gestiones con los rebeldes pudieran ayudar a
decidirlos a oír la voz de la razón […]»
A esta altura, tono y giros a que había llegado al diálogo y no sin
parecer meditar hondamente su respuesta el Presidente se dirigió
al señor cónsul y con énfasis ceremonioso le dijo:
Señores: Si Uds. me dijeran que el Gobierno de S. M. Católica no lo había de llevar a mal, yo les aconsejaría a los dominicanos que pidiesen humildemente al capitán general una suspensión
de armas para elevar a S. M. la Reina una exposición acogiéndose
a su benevolencia y apelando a su nobleza y generosidad a fin de
que le conceda su autonomía por creer sea el voto de los dominicanos
cuya opinión podría consultarse.
Van-Halen reiteró que no tenía ningún carácter oficial y que
nada de lo que dijera podía tener al respecto, pero que entendía
que el capitán general de Santo Domingo no podía tener a mal
los buenos oficios que quienes quieran pudieran prestar en tanto
fueran leales y agregó textualmente en su informe:
[…] pero yo dudo, sin que esto sea más que una apreciación
mía, pues nunca he oído hablar al general sobre el particular, que, después de lo ocurrido con los enemigos, lleve su
bondad a concederles la suspensión de armas, por lo mismo
que tan de buena fe ha tratado con ellos bajo la base de la
sumisión.
Esta réplica de Van-Halen surtió en el ánimo de Geffrard una
reacción de tal intensidad que no solo le contrarreplicó diciéndole:
Anexión-Restauración
517
[…] yo he dicho a Ud. mi opinión sobre ella y de consiguiente yo no
sabría aconsejarles que se sometieran porque sería inútil intentar
lo que no han de hacer aunque entre ellos hay algunos hombres
ilustrados que lo hayan pretendido […] no veo otro medio más
acertado que el aconsejarles lo que he manifestado. Ud. duda que
el capitán general acceda a otorgar la suspensión; no lo que
pierda en concederla, pero sobre todo, como con lo que yo
hago no contrae compromiso ninguno si logro que se la
pidan, puede negarla, concederla y romperla cuando reciba
órdenes de avanzar, ó entre en su cálculo hacerlo con solo
avisar algunos días antes […]. Voy a mandar un comisionado
con instrucciones en el expresado sentido; sé que me ha de
dar muy buen resultado; pero si así no fuera, me quedaría al
menos el consuelo de haber hecho cuanto he podido y de
haber obrado con la mejor fe del mundo.
Con esta resolución de Geffrard terminó la referida audiencia,
quedando él y el capitán general de conducirse en adelante como
mejor les pareciere según la circunstancia y la fuerza de los acontecimientos.
Van-Halen reflexionando que de la entrevista a su parecer, no
había resultado nada en cuanto al canje de los prisioneros se resolvió
a solicitar otra audiencia la cual fuele concedida y en ella comenzó
por decir que los comisionados del Gobierno de Santiago se habían
comprometido a llevar los prisioneros españoles al campamento
para el canje; que hacía catorce días que se había cumplido el plazo
que se convino para la entrega; que le había «parecido conveniente
volver a molestar su atención para que fijándola en el particular
pueda servirle de guía al dar sus instrucciones al comisionado que
piensa enviar […]». Con esto terminó la segunda entrevista de VanHalen y sin más nada que hacer retornó a Monte Cristi el día 25
de octubre.
El presidente Geffrard, procediendo de conformidad con su
mejor pensamiento y como lo había expresado a Van-Halen, nombró comisionados al coronel Ernesto Roumain y a Mr. Daucet, que
era representante del Gobierno haitiano en el Tribunal de Casación
518
César A. Herrera
de Haití, ayudante; y como pareciese a él imbricadas inextricablemente el canje y la paz, la misión vino con el doble objeto de tratar
con los insurrectos ambos asuntos según lo había pensado Geffrard
cuyos planes no escapaban a la perspicacia del astuto capitán general de la Colonia.
En el séptimo y octavo párrafos de las instrucciones confidenciales que recibió el coronel Ernesto Roumain para viabilizar su
viaje con todos los medios indispensables que debían proveerles
las autoridades en su ruta, se le precisó la manera como debía dar
comienzo a la conferencia, explicando:
[…] la posición difícil y aún peligrosa que la insurrección
dominicana ha creado al Gobierno de Haití […] las obligaciones de la neutralidad, las acusaciones y las amenazas de
que el Presidente, personalmente y su Gobierno han sido
objeto […] que el Presidente tiene motivos para esperar
que si la iniciativa de la paz se toma por los dominicanos,
esta iniciativa sería bien acogida por los españoles […]
y por último, que el coronel Roumain después de convencerse de que queda aceptada la vía de la conciliación
resumirá las proposiciones del Presidente en los siguientes
seis artículos:
1.Los dominicanos propondrán desde luego, al capitán general, una suspensión de hostilidades, que se motivará en sus
deseos de hacer una convocatoria al pueblo dominicano para
saber si quiere la paz o no, y dirigir después una súplica a S.
M. la Reina.
2.El canje de prisioneros seguirá inmediatamente a la suspensión de hostilidades.
3.Después del canje de prisioneros se procederá a la convocatoria del pueblo.
4.Si el plebiscito es favorable a la paz, se elevará una súplica a
la Reina.
5.Las hostilidades quedarán en suspenso durante todo el tiempo de las negociaciones, cada partido permanecerá in statu
Anexión-Restauración
519
quo conservando las posiciones que ocupaban al cesar las
hostilidades.
6.Si el capitán general recibía órdenes de su Gobierno de tomar la ofensiva, o si el plebiscito del pueblo dominicano no
es favorable a la paz, en uno y otro caso no se romperían las
hostilidades hasta después de un aviso e intervalo de algunos días.
Con estas instrucciones y previstas las circunstancias de que en
caso de objeciones o incidencias no aceptables debían ser consultadas con el Presidente entraron en negociaciones con los insurgentes los referidos comisionados de Geffrard en la ciudad de Santiago
de los Caballeros.
El Gobierno Provisorio de Polanco recibió a los representantes
del señor Geffrard con efusivas expresiones de sincero beneplácito y
con deferente solicitud no solo aceptaron la amistosa mediación sino
que con singulares demostraciones de confianza y fe en sus buenos
oficios la constituyeron en «árbitro y juez» de las negociaciones,
enfatiza el propio general Gándara quien ahora más exaltado por su
orgullo de español, de militar y de gobernante y ya algo menospreciado, repudió la contraproposición de los comisionados que, según
él, era la misma que Polanco había preparado en relación con las
conversaciones que se habían celebrado en Monte Cristi. La calificó
de «cosa inadmisible» porque le «pedían el desatino de que levantase
el bloqueo», y porque además, «en sus poderes a favor del Presidente haitiano tomaron los jefes rebeldes el título de miembros del
Gobierno Provisional de la República dominicana», cosa para él inaceptable, en una negociación donde Geffrard obraba oficiosamente
y no podía reconocerles a los dominicanos otro carácter que el de individuos de una provincia española en rebelión contra el Gobierno.
Las consecuencias de las observaciones y protestas del general
Gándara fueron que la contraproposición dominicana fue devuelta; Roumain motejado de inhábil y, en último análisis, un tanto
deteriorada la autoridad del general que los dominicanos ostensiblemente comenzaban a menospreciar y no teniéndolo en cuenta a
la postre para la solución del problema de la Restauración, porque
520
César A. Herrera
el cónsul español en Monte Cristi, señor Mariano Álvarez, de común acuerdo con el presidente Geffrard sacaron de las manos de
Gándara el asunto de las negociaciones y lo trasladaron del terreno
diplomático, pues el señor cónsul encauzó el caso dominicano hacia la Cancillería española que se apoderó de él sin ninguno de los
reparos y tiquismiquis con que Pacheco había rechazado antes la
amistosa, oficiosa y humanitaria intervención de Geffrard.
Gándara se lamentó amargamente del giro diplomático que
había tomado el asunto y calificó de torpe al cónsul, elogió a Pacheco por la entereza con que rechazó los propósitos de Geffrard
de intervenir oficialmente entre España y los rebeldes para la paz:
[…] Llorente no imitó a Pacheco». Es inexplicable, dijo,
«como un hombre de sus elevadas condiciones desconoció
de esa manera los términos y circunstancias de la cuestión
dominicana, fiando su acierto al criterio de nuestro cónsul y
a las ofertas de M. Madiou, para caer en el lazo hábilmente
tendido por los diplomáticos negros y embarazar mi acción,
esterilizando el propósito que yo había seguido. Benavides,
que siguió a Llorente, no fue más hábil ni más cauto y obró
sobre poco más o menos como él […] Así llegábamos al triste
desenlace que tuvo este problema, tan perjudicial para nuestros intereses como para nuestro buen nombre en el mundo.
Van-Halen, que había salido precipitadamente para Port-auPrince, tuvo la ocasión de leer en Palacio una carta de Polanco que le mostró el presidente Geffrard en la cual el Gobierno Provisorio hizo las dos siguientes proposiciones: a) que el
presidente haitiano propusiera al general en jefe del Ejército
Español «el canje de los prisioneros tanto políticos como de
guerra, sin consideración al número de una parte y otra» en
un puerto de Haití; b) «que los dominicanos propongan al
capitán general enviar a Madrid una comisión compuesta
de cuatro individuos, dos nombrados por el capitán general
y dos por ellos mismos. Que los dominicanos llevarían una
exposición, en cuya súplica pedirían a S. M. la Reina la paz
para su infortunado país, sus libertades y su independencia.
Anexión-Restauración
521
Cuando Van-Halen expresó que posiblemente el capitán general no aceptaría la de los comisionados. Como así resultó los dominicanos respondieron «[…] que se establecería en nota definitiva
que los dos comisionados españoles no tendrían otra misión que la
de ilustrar al Gobierno de S. M. sobre la situación militar y política,
y que los dos comisionados dominicanos serían exclusivamente los
encargados de presentar su súplica a S. M. la Reina, y luego dijeron
categóricamente que si el presidente de Haití o el general en jefe
del Ejército Español no aprobaban la idea de una delegación mixta,
que ellos “irían solos a Madrid”».
CAPÍTULO XLII
GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Efecto del informe de Van-Halen en Gándara. Noticias de España
acerca de las negociaciones por las vías diplomáticas. Carta de los
patriotas a S. M. la Reina. Derrocamiento del gobierno de Polanco.
Plan para el canje de prisioneros.
Desde que Gándara recibió esos informes de Van-Halen no
tuvo momento de reposo su angustiosa espera de noticias acerca
de los acontecimientos relacionados con la misión de los señores
Roumain y Daucet, y fue el día 3 de enero cuando en el vapor San
Quintín, que arribó a Santo Domingo, le llegó la de San Quintín,
pues con Van-Halen le vinieron nuevas de España, que el comandante del barco le había transmitido al general Izquierdo y este
se las hacía llegar formalmente con Van-Halen. Eran esas noticias
relativas al sesgo oficial que había tenido la mediación haitiana, con
la cooperación del cónsul de España en Port-au-Prince.
La cosa era tan grave para la política del capitán general que
este acogió las nuevas con reservas y se dispuso aguardar sumido en
honda pesadumbre y atormentadoras dudas la llegada de un barco
que debía llegar sin mucha demora con la ansiedad de recibir algún
despacho de España que confirmase las referidas noticias; y llegó
el barco, pero con una comunicación del capitán general de Cuba
participándole la llegada al puerto de La Habana de la corbeta de
523
524
César A. Herrera
S. M. Mazarredo con pliegos importantes del señor Álvarez. Fue
entonces cuando exasperado con la ignorancia afrentosa que lo
atormentaba que decidió reenviar a Port-au-Prince sin dilación a
Van-Halen, acompañado de don Manuel de Jesús Galván, de reconocida lealtad a la Anexión, a fin de que, además de las instrucciones rigurosas que llevaban acerca del estado de las negociaciones,
le trajeran informes circunstanciados «de la exactitud de los hechos
ocurridos».
Las explicaciones que el cónsul Álvarez dio acerca de su conducta a Van-Halen a su llegada a Port-au-Prince el 15 de enero de
1865 no fueron satisfactorias y entre otras cosas este le comunicó
al capitán general que
[…] la solicitud de los rebeldes a la Reina había llegado; que
el Presidente, en vez de enviársela al cónsul confidencialmente por su secretario particular como con otros documentos
había hecho, estaba indicado a remitírsela de oficio para que
la elevara al Ministerio de Estado, hecho que alteraría completamente el carácter de la negociación, haciéndola oficial;
hecho autorizado con increíble ligereza por nuestro Ministro
de Estado, que en una conferencia con el representante haitiano en Madrid Mr. Madiou le había manifestado que podían
entregar o mandar la solicitud por el representante de S. M.
C. en Haití.
Baldíos fueron todos los esfuerzos que hizo Van-Halen para
evitar que a ese asunto se le diera ese curso oficial y quedase fuera
de la jurisdicción del capitán general, y no obstante todos los reclamos y las protestas de Van-Halen la carta fue remitida al Ministro
de Estado por el señor cónsul prevalido de la autorización que había recibido de la cancillería española. He aquí la histórica carta.
Anexión-Restauración
525
Carta de los patriotas a S. M. la Reina
Santiago de los Caballeros,
3 de enero de 1865.
El pueblo dominicano, señora, representado por sus gobernantes abajo firmados en cuyas manos han puesto su confianza, encomendándoles el cuidado de sus intereses y la defensa
de sus derechos, con el más profundo respeto suplica a V.
M. se digne echar una mirada compasiva sobre la situación
desastrosa de la porción oriental de la isla de Haití o Santo
Domingo.
Esta tierra, patria del pueblo dominicano, era apenas hace
cuatro años una República libre e independiente. Por circunstancias que V. M. ignora sin duda, y que sería en extremo penoso relatar, la libertad e independencia le fueron
arrebatadas y su patria anexada a las vastas posesiones de
vuestra gloriosa Monarquía. Durante tres años escasos ese
mismo pueblo sobrellevó impaciente la pérdida de sus más
caros y sagrados derechos; pero llegó un día en que la unánime voluntad de los dominicanos apeló a Dios y a su valor
para reconquistar la patria, la libertad y la independencia.
Hace más de diez y seis meses, señora, que esta pequeña
porción de la tierra ofrece al orbe entero el triste espectáculo de una lucha que aflige a la humanidad. Dignaos oír,
señora, la voz de todo un pueblo que se dirige a V. M. y a los
sentimientos generosos de vuestro gran corazón, pidiéndoos
hagáis cesar esta lucha y devolverle lo que hubo ayer perdido.
La voz del pueblo es la voz de Dios, es la de la verdad. Los
dominicanos con un profundo dolor dicen a V. M.: pensad,
Señora, que allí donde fueron ciudades florecientes no se vea
hoy más que montones de ruinas y cenizas; que sus campos
llenos de una vegetación lozana no ha mucho, están yermos
y desiertos; que sus riquezas han desaparecido; que por todas
partes se ven devastaciones y miseria; que a la animación y la
vida han sucedido la desolación y la muerte.
526
César A. Herrera
El pueblo dominicano, valiente y resignado, pero sensible
a estos infortunios, dice aún V. M.: en este drama homicida la sangre que corre de una y otra parte hace diez y seis
meses es una sangre preciosa; es la sangre de un pueblo
desgraciado e inocente, pero valiente como sus antepasados, la sangre de un pueblo hondamente experimentado,
resignado a hacer toda especie de sacrificios y resuelto a
sepultarse bajo las ruinas y las cenizas que se amontonan
a su rededor, ante que dejar de ser libre e independiente.
Es también la sangre de una nación grande, generosa y
caballeresca arrastrada por fatalidad en esta lucha sin gloria y sin provecho para ella, cuyos batallones valerosos,
lanzados quizás a su pesar en un suelo que no defienden
sino por honor militar, caen antes de combatir, victorias
de un clima mortífero.
Tal es, Señora, la verdad; tal es la horrible situación sobre
la cual los que suscriben, a nombre del pueblo dominicano,
llaman la elevada atención de V. M. Entre este pueblo y la
Nación Española no puede existir animosidad ni odio. Los
dominicanos no han tenido jamás la intención de empañar
el brillo de las armas españolas. Si entre dos pueblos ligados
ayer por estrechas relaciones y profundas simpatías se ha empeñado hoy una lucha fatal, la culpa de ello, si culpa hay, no
es del uno ni del otro.
El pueblo dominicano está convencido de que la duración
de la guerra no haría sino producir nuevas desgracias y desastres, y que en definitiva, a pesar de su valor, de sus heroicos esfuerzos, de sus cruentos sacrificios, la victoria como
siempre, quedaría por la superioridad de la fuerza. El pueblo
dominicano, en obsequio de la humanidad, se ha resuelto a
elevar a la consideración de V. M. esta exposición del estado
de su Patria, lleno de confianza en la magnanimidad de que
V.M. ha dado altas pruebas desde que ocupa el Trono de sus
mayores, por el órgano de la que suscriben suplica una vez
más a V. M. se digne hacer cesar la efusión de sangre y poner
término a una situación deplorable.
Anexión-Restauración
527
Que V. M. quiera que la paz se haga y la paz será hecha.
Que esta porción de tierra, patria de los dominicanos, sea
desprendida por vuestra Real y magnánima voluntad de las
vastas posesiones que forman la Monarquía Española. Esta
Nación aplaudiría tan generoso proceder, porque ella no será
por esto ni menos grande ni menos poderosa. Que la paz y la
tranquilidad sean por vuestra Real disposición, devueltas al
pueblo dominicano, y esta concesión será un acto de humanidad y de resplandeciente justicia. Gaspar Polanco, Ulises
Espaillat, Manuel Rodríguez Objío, Julián B. Curiel,
Silverio Delmonte, Rafael Ma. Leiba y Pablo Pujol.
Con el derrocamiento del Gobierno de Polanco terminó la mediación del presidente Geffrard y ahora no quedaba sino la cuestión
relativa al canje de los prisioneros para cuyo convenio nombró el
presidente Pimentel una comisión integrada por Teodoro Heneken, titular de la cartera de Relaciones Exteriores, y los ministros
Lafite y Reinoso, de parte del Gobierno Provisorio y Van Helen y
don Manuel de Jesús Galván.
Se rechazó de plano una propuesta de Teodoro Heneken según
la cual debía darse prioridad como objeto principal a la evacuación
de la Isla porque cursaba en las Cortes la revocación del decreto de
Anexión.
Sin duda la proposición estaba fuera de lugar, porque no había
derecho a contratar nada al respecto toda vez que esa propuesta
no pasaba de ser por el momento sino un asunto oficialmente en
trámite, así que a consecuencia de las deliberaciones las comisiones
acordaron que se procedería al canje de los prisioneros existentes
en Santo Domingo y Puerto Rico por las dos terceras partes de los
españoles que los revolucionarios tenían, «quedando el resto para
ser canjeados por los dominicanos presos y desterrados en España».
El día 1 de marzo se ausentaron hacia Santiago a dar cuenta de
lo concertado al Gobierno Provisorio y el 11 recibió Van-Halen la
respuesta informándole que el Gobierno había aceptado el canje a
base de hombre por hombre, que también mereció la aceptación
del capitán general.
528
César A. Herrera
Pero más tarde, ya en los preliminares del canje se produjeron
nuevas proposiciones del Gobierno revolucionario y siempre conforme al plan de «hombre por hombre» el canje quedó sujeto a la
estimación de tres categorías de milicianos «para que los beneficios
del canje alcanzaran al mayor número de individuos»; se prosiguió
según el parecer de Jiménez Bueno, el de oficiales y sargentos con
los de la misma clase, según las categorías de jefes, oficiales y sargentos; pero este señor, que era el gobernador de Puerto Plata, para dar
más amplitud propuso el canje a base de una proporción según la
cual se combinaban categorías diversas según los siguientes términos, un brigadier por dos coroneles; un coronel por dos tenientes
coroneles o comandantes. El Gobierno Dominicano no aceptó el
plan del referido Jiménez Bueno, pero el día 7 de abril de 1865, de
conformidad con solicitud de Gándara la comisión compuesta por
Melitón Valverde, Ramón Almonte y Manuel Tejada, llevaron al
cabo el canje de prisioneros.
Anexión-Restauración
Gaspar Polanco
529
530
Pedro Antonio Pimentel
César A. Herrera
Anexión-Restauración
Pablo Pujol
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532
Eugenio Perdomo
César A. Herrera
Anexión-Restauración
Manuel Rodríguez Objío
533
534
Carlos de Lora
César A. Herrera
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Ulises Franco Bidó
535
536
José María Cabral
César A. Herrera
Anexión-Restauración
Benigno Filomeno de Rojas
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538
Gregorio Luperón
César A. Herrera
CAPÍTULO XLIII
FIN DE LA GUERRA DE LA RESTAURACIÓN
SUMARIO
Comisión de los generales José del Carmen Reinoso, Melitón
Valverde y presbítero Miguel Quezada. Algunos artículos del
convenio de El Carmelo. Razones que adujo el Gobierno para
desautorizar la comisión y rechazar el convenio. Abandono de Santo
Domingo. Derrocamiento de Pimentel. Comienzo de la Segunda
República. Evocación simbólica del fatalismo patricida del Pueblo
Dominicano.
En realidad, después del canje de prisioneros ya no cabía otra
cosa que las conversaciones para la paz y contratar las condiciones
de la desocupación de las tropas españolas con tanta mayor razón
que las Cortes habían aceptado el proyecto de ley de Narváez cuyo
texto es el que sigue:
Art. 1. Queda derogado el real decreto del 10 de mayo de
1861, por el cual se declaró reincorporado a la Monarquía el
territorio de la República Dominicana.
Art. 2. Se autoriza al Gobierno para dictar las medidas necesarias a la mejor ejecución de esta ley dando en su tiempo
cuenta a las Cortes.
Madrid, 7 de enero de 1865. El Duque de Valencia, Antonio Benavides, Lorenzo Arrazola, Fernando Fernández
de Córdova, Manuel García Barzanallana, Francisco
539
540
César A. Herrera
Armero, Luis González Bravo, Antonio Alcalá Galiano,
Manuel de Seijas Lozano.
Antes de cumplirse los dos meses de la famosa carta que los
miembros del Gobierno Provisorio de Gaspar Polanco remitieron
a S. M. C. Doña Isabel II de Castilla, las Cortes no solo tenían
aprobado el proyecto, sino que S. M. lo había sancionado el día 1º
de mayo de 1865.
Así, pues, que en atención a una solicitud tramitada por Gándara al Gobierno por mediación de don Benigno Filomeno de Rojas
el Presidente Pimentel diputó una comisión compuesta por los
generales José del Carmen Reinoso, Melitón Valverde y presbítero
Miguel Quezada ante el capitán general Gándara y en la residencia
de este, El Carmelo, sustanciaron un convenio que no obstante las
facultades de que estaban prevalidos los comisionados dominicanos
mereció la reprobación y el rechazo casi unánime del Gobierno.
Con objeto de que el lector quede edificado acerca de las razones en que se fundó el Gobierno para desautorizar a sus comisionados, nos vamos a permitir copiar solo cuatro cláusulas del referido
«Convenio de El Carmelo» y, al leerlo, no olvide el lector cuáles
fueron siempre las ideas del general Gándara, tanto en las conversaciones acerca del canje de prisioneros como para la concertación
de la paz.
Art. 1º, 2º, 4º y 7º del Convenio celebrado en virtud de la
ley del 1º de mayo del actual, que deroga el Real Decreto
de 19 de 1861 que declaró reincorporado a la Monarquía el
territorio de la República Dominicana entre don José de la
Gándara, general en jefe del Ejército español y el general
Pedro Antonio Pimentel, presidente del Gobierno Provisional representado por los generales don José del Carmen
Reinoso, don Melitón Valverde y el presbítero don Miguel
Quezada, sus comisionados especiales.
Art. 1º. El pueblo dominicano al recabar su independencia por un acto de magnanimidad de la Nación Española,
Anexión-Restauración
541
reconoce y declara que esta obedeció a los méritos de la más
alta generosidad y nobleza, cuando tuvo a bien aceptar la
reincorporación de Santo Domingo a la cual prestaron las
circunstancias todo carácter de la espontaneidad y del libre
querer de los dominicanos, y que en esa virtud, España ha
estado dentro de los límites de su buen derecho al oponerse por medio de las armas a la restauración de la República
mientras pudo creer que contaba con la adhesión del país en
la gran mayoría de sus habitantes, y ha procedido con su tradicional hidalguía, cuando convencida de que la mayoría de
los dominicanos desean sobre todo su independencia nacional, ha suspendido el uso de la fuerza y renuncia para siempre
a la posesión del territorio de Santo Domingo, dando de este
modo una relevante prueba de su respeto a los legítimos derechos de cualquier pueblo, sin atender a su firmeza o a su
debilidad.
El pueblo dominicano declara asimismo que es su firme propósito conservar la generosa amistad de la Nación española, que le dio ser y origen, y en quien por esta misma causa
espera encontrar siempre mayor benevolencia y más eficaz
protección que en ningún otro pueblo.
Art. 2º. Se conviene en un canje recíproco de prisioneros
sin ejecución a número, calidad o categoría entregando cada
parte a la otra todos los que tengan en su poder, dándose
desde luego las órdenes para que se verifique la entrega respectiva en el punto más cercano a los depósitos.
Art. 4º. El Gobierno dominicano se obliga a pagar al de S.
M., una indemnización cuya ascendencia se estipulará en un
tratado posterior […] por los gastos de la guerra del Gobierno y administración del país, por las mejoras locales que son
productos del capital y administración española […]
Art. 7º. El Gobierno dominicano se obliga a no enajenar el
todo ni parte del territorio a ninguna nación ni pueblo, ni
establecer ningún convenio que perjudique los intereses de
España en sus posiciones de las Antillas, sin intervención y el
consentimiento del Gobierno español.
542
César A. Herrera
Sin duda alguna nuestros comisionados se extralimitaron en la
potestad moral que debía respaldar los poderes que se les confirió
como contratantes a nombre del Gobierno en las credenciales que
llevaron para que:
9 de mayo de 1865.
[…] negociaran de consuno con el Comisionado o Comisionados, en las radios de la plaza de Santo Domingo,
debidamente acreditados por S. M. C., o por sus representantes, sobre la desocupación del territorio, pueblos, plazas, puntos y ciudades que actualmente ocupan las armas
españolas, canje de prisioneros y sobre todo lo demás que
en general tenga referencia a la terminación de la guerra
con España, ajustando y celebrando una convención en
que se estipule la paz de la manera y en la forma que se le
instruye particularmente. Y rogamos se les dé entera fe y
crédito a lo que en nuestro nombre y con el de la República digan y hagan; comprometiéndose nuestro Gobierno a
todo lo que nuestros enviados y comisionados especiales,
generales José del Carmen Reinoso, Melitón Valverde y
presbítero Miguel Quezada hicieren en virtud de estas
cartas credenciales.
No obstante la solemnidad y amplitud del mandato que significó esa carta-credencial y las instrucciones particulares que se
les dieron a los comisionados, no tenían poderes para excederse
al extremo de desvirtuar el heroísmo y los sacrificios que el pueblo dominicano había consagrado a la causa de la Restauración,
y menos para introducir en ese convenio ningún postulado que
implicase la mancipación explícita que aparece en el texto del
artículo 7º.
Los artículos citados nos explican los móviles del repudio
unánime del Gobierno contra los comisionados y del rechazo del
convenio suscrito con el capitán general don José de la Gándara.
Recogemos toda la elocuencia de ese repudio y de ese rechazo en
Anexión-Restauración
543
las palabras del decreto del día 12 de junio de 1865 firmado por el
presidente Pimentel y sus ministros:
Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. Pedro Antonio Pimentel, presidente de la República. A todos los que las
presentes vieren y entendieren, sabed: Primero. Por cuanto
atendiendo a las atribuciones que nos confiere el inciso 10º del
artículo 83 de la Constitución en vigor, hubimos de nombrar
en fecha 9 del mes de mayo último, y accediendo a los reiterados deseos que nos habían comunicado en diferentes oficios,
por el señor general don José de la Gándara, a los señores generales José del Carmen Reinoso, Melitón Valverde y al señor
presbítero Miguel Quezada para que en clase de Comisionados especiales nuestros y como Representantes de la República, pasasen extramuros de la ciudad de Santo Domingo a tratar
con los Comisionados S. M. C. acerca de la terminación de
las hostilidades entre la República Dominicana y el Gobierno
de España y sobre la evacuación de nuestro territorio, por las
tropas españolas que ocupan aún parte de él.
Segundo. Que al efecto fueron revestidos dichos señores
comisionados especiales con las competentes cartas credenciales e instrucciones escritas, precisas, claras y terminantes,
para que en estricta conformidad con ellas y observando a la
letra su literal sentido, pactasen y negociasen con los comisionados de S. M. C., únicamente, lo que dichas instrucciones disponían, sobre la terminación de las hostilidades y la
desocupación de nuestro territorio, por las tropas españolas,
como lo ordena el Real Decreto, dado por las Cortes de España, y aprobado por S. M. C. la Reina, el día 1º de mayo
próximo pasado, por el cual se deroga el del 19 de mayo de
1861, que declaró incorporado a la Monarquía Española el
territorio de la República Dominicana.
Tercero. Que dichos señores comisionados, extralimitando
sus poderes, comprometiendo gravemente la suerte del futuro de la República y violando todas las leyes y decretos vigentes, y hasta la misma Constitución en vigor, han pactado
544
César A. Herrera
y negociado en fecha 6 del corriente mes de junio con el general D. José de la Gándara, un convenio constante de ocho
artículos […]
(Aquí el convenio de 6 de junio publicado anteriormente).
Cuarto. Por tanto y habiendo el referido Convenio, en su
conjunto y en sus diferentes artículos, sido ajustado por los
referidos Comisionados en contradicción expresa de las instrucciones y órdenes terminantes que al efecto recibieron,
con extralimitación de sus poderes y violando en dicho convenio las leyes, decretos y hasta la misma Constitución en
vigor.
Oído el dictamen de mi Consejo de Ministros. Oído el parecer del Consejo de Gobierno.
En virtud de las facultades que nos confiere el inciso 119 de
la referida Constitución en vigor, hemos venido en decretar
negarle como por estas presentes le negamos, nuestro asentimiento y aprobación declarando de la manera más formal y
solemne, dicho convenio, en cuanto concierne a la República
Dominicana, inaceptable, nulo y de ningún valor y efecto […]
A fin de que el lector conozca el grado del dispuesto y de
la cólera que sobrecogieron al general Gándara ponemos, aquí
los exaltados párrafos con que rechazó la nueva comisión que
nombró el presidente Pimentel, constituida por los señores generales don José María Cabral y don T. S. Heneken... Entre
otras cosas dijo:
En consecuencia y en vista de los papeles recibidos con la
carta a que contesto, que prueban una conducta en el Gobierno de Santiago, que me abstengo de calificar, pero que
reprueban todos los principios del derecho, de la razón y del
honor, declaro, para que puedan hacerlo saber V. V. a su Gobierno, que llevaré a cabo la evacuación del territorio hasta
donde me convenga, en las circunstancias que correspondan
a mis proyectos ulteriores; y que continuaré la guerra en la
Anexión-Restauración
545
forma que sea más ventajosa a los intereses y al honor de la
causa que represento.
Debo advertir a V. V. por último que de la vida de nuestros
prisioneros, durante el nuevo período, me respondan los
prisioneros dominicanos que están en mi poder y todas las
demás medidas que juzgue convenientes tomar contra toda
violencia que se intente contra ellos […] Santo Domingo, 26
de junio de 1865. José de la Gándara.
Pero su airada actitud no se limitó a los desplantes de esa carta
ni a las amenazas de bloqueo de todos los puntos de la República
ordenado el 5 de julio de 1865 al comandante general de la Marina señor brigadier don José Lozano, sino que, enfurecido, no solo
desmontó e inutilizó toda la artillería de los fuertes de la capital
sino que redujo a prisión a muchas personas honorables de la sociedad capitaleña, entre ellas algunas damas muy distinguidas por
su alcurnia y su posición.
El historiador García ha recogido los nombres de quienes
fueron encarcelados por el señor capitán general don José de la
Gándara para «garantir las vidas» de los prisioneros españoles, sin
cuidarse del trato generoso y gentil a que eran acreedoras todas
esas damas y caballeros de la buena sociedad dominicana y de claro
linaje español muchos de ellos.
Entre las sesenta y pico de personas aprehendidas, cita el ilustre
historiador las siguientes: señores Pedro Pablo Bonilla, José María
y Francisco Leyba Ramírez, Juan Pina, José Ma. Troncoso, Pedro
María de Mena, José de Jesús Castro, Rodolfo Labour, Juan Mella,
Francisco Del Monte, José Gabriel, Manuel de Jesús y Rafael María
García, José María y Felipe Calero, Faustino de Hoyo, José Quezada, Teófilo Geraldino, Luis Betances hijo, Miguel Mendoza y Lezo,
Miguel Garrido, Juan Fco. Travieso y Luis Alejandro Pérez.
Señoras: Elisa Dubreil de Travieso, Bernarda Objío Vda. Rodríguez, Isabel Pérez, Rosa Travieso de Calero.
Señoritas: Avelina y Elisa Travieso y Belén Pérez.
Pero todos eso actos de fuerza eran ya baldíos porque el general
Gándara no podía eludir las terminantes órdenes de desocupación
546
César A. Herrera
que la Corte le había trasmitido, de ahí que el canje de prisioneros
se hizo, como ya hemos dicho, los rehenes fueron puestos en libertad, y él compungido hasta exclamar:
Triste situación la mía en los momentos en que se me ordenó
salir de la Isla de Santo Domingo, a todo trance, y sin pretexto en contra, haciendo estériles los sacrificios de vidas y
dinero aventurados en aras de la honra nacional durante dos
años […]
Así pues, en vista de que […] la Reina (Q. D. G.) se ha dignado sancionar en 1º de mayo la Ley que deroga el Real
Decreto de 19 del mismo mes del año de 1861, impartió las
órdenes a los jefes del mar y tierra a fin de que se procediese
al embarque de las tropas, el cual, habiendo comenzado el
día 3 de junio terminó el 11.
El día 5 de junio todas las tropas de Azua y de Baní embarcaron
por los puertos de Las Calderas y Tortuguero y de allí zarparon
los barcos que los conducían rumbo a Guantánamo y Santiago de
Cuba. Pero el batallón Cuba, de las Reservas de Azua y Baní y familias leales fueron transportados a la capital. A los embarques de
Baní y Azua siguieron los de Monte Cristi en combinación con la
desocupación de Puerto Plata.
Estas operaciones en los puertos indicados se hicieron con el
concurso de los buques de la armada, Isabel la Católica, Francisco de
Asís, Pizarro, Ulloa, Hernán Cortés, León, San Quintín, Número 3,
Catalina, Águila y los vapores Vasco Núñez y Hamburgo.
Se fijó para el día 10 el abandono total de la plaza de Santo Domingo, de los fuertes y de los cantones de extramuros, pero fue el 11
cuando se concentraron en la Fortaleza las guarniciones de Galindo,
Pajarito y El Rosario, se dio comienzo a la desocupación, se ordenó
el cierre de las puertas de la plaza y a las ocho menos cuarto de la
mañana la breve guarnición que había quedado en tierra al mando
de Calleja para la protección de la retirada embarcó con el general
Gándara en el Águila. Él fue el último en tomar la escala del barco en
la retaguardia del miserable resto de su tropa deslucida y sin gloria.
Anexión-Restauración
547
Había terminado el oprobioso régimen de la Anexión, de esa
aventura en que embarcaron a la República las pasiones de la política, o el pavor a las invasiones haitianas, o la falta de fe en los
destinos del país o tal vez todos esos móviles de consuno como
anhelos de paz, de justicia y de libertad.
Ha terminado la revolución contra la Anexión… «[…] acogida
con júbilo por una fracción, que en ella vio el modo de medrar; recibida con indignación por otra; y aceptada sin júbilo así como sin
indignación por la generalidad que en aquel hecho, tan inesperado
como poco deseado, entrevió alguna compensación a lo que acaba
de perder». «Lo que la universalidad de los dominicanos deseó y
esperó del nuevo Gobierno como compensación, fue una buena
administración de Justicia» como dijo el insigne repúblico don
Ulises Francisco Espaillat. (Ideas de bien patrio, selección de Emilio
Rodríguez Demorizi).
Ha comenzado la era de la Segunda República con la sublevación fraguada en Santo Domingo por los generales José María
Cabral, Eusebio Manzueta, Marcos Evangelista Adón, Pedro Valverde y Lara y Esteban Adames.
Derrocado el presidente Pimentel fue exaltado a la presidencia
de la República el general Cabral con el pomposo título de El Protector de la Patria y surgieron en el palenque de las discordias civiles
las viejas banderías políticas ahora más ambiciosas, más pasionales
y más intolerantes.
No se han escuchado las dianas jubilosas de la redención de la
patria, no han repicado a gloria las campanas de la catedral […] no
han tronado los cañones del apostadero para saludar a la República rediviva […] La enigmática mueca de la Esfinge tebana, ayer
como hoy […] El muro almenado de la siete puertas […] Antígona
quejumbrosa en el campo desolado […] Símbolos del fratricidio
fatalista a que parece estar condenado de por vida el desventurado
pueblo dominicano […] ¡1863-1963! demagogias, satrapías […]
guerras civiles […] «Miserere» de Enrique Henríquez […].
¡Oh! prostituido genio de la guerra
que de un ámbito a otro el duelo espacias:
548
César A. Herrera
tu inicua destrucción al mundo aterra,
y aun tus brutales cóleras no sacias!
tus airados cañones
con su intenso relámpago, no alegran
generosos pendones:
proclaman la igualdad, no la reintegran;
ni infunden vigorosos ideales:
que reconstruyan en la noche aciaga
la fe de nuestros tristes inmortales:
noble faro extinguido
en la conciencia nacional, inerme;
eco viril que el desencanto apaga
gloria que el sueño de las tumbas duermes…!
Y, ¡oh! genio prostituido!
vas por las cumbres fulminando males.
Tus impasibles manos,
que inmolan, sin horror, seres humanos;
y que de un tajo vengador suprimen
engreídas cabezas de tiranos,
acaso fanatizan, no redimen:
arrebatan, deslumbran;
pero un ídolo abaten y otro encumbran…!
tiranicidios, el caos, el fatídico 29 de noviembre de 1916…
Proclama del capitán H. S. Knapp…
Tú, centuria, 1863-1963, ¿qué traes?... Confiemos nuestra fe
en la cultura cívica de la juventud... Hay augurios de tiempos
bonancibles... ¡Adelante, juventud!
DOCUMENTOS DEL ARCHIVO
GENERAL DE INDIAS
Colección del Lic. César A. Herrera
A. G. I., CUBA 1014 B
No. 16
Plaza de Santiago
Año de 1863
Comisión Militar ejecutiva
Proceso
Instituido contra el general don Juan Luis Franco Bidó, el coronel don Carlos de Lora, el capitán don Pedro Ignacio Espaillat
y el paisano don Eugenio Perdomo, acusados de complicidad en
la rebelión que estalló en esta ciudad la noche del 24 de febrero
pasado.
No. 180
Juez fiscal
El capitán de San Marcial
Don Francisco Dié
gpc
551
Secretario
El teniente de la Corona
Don Benito Gimeno
César A. Herrera
552
A. G. I. CUBA 1014 B
Comisión Militar de la provincia de Santiago,
fiscalía de la misma plaza
Don Benito Gimeno y Pando, teniente de la Compañía de
Cazadores del Segundo Batallón del Regimiento de la Corona
número tres de Infantería, secretario de esta causa de la Comisión Militar ejecutiva y permanente de esta provincia de la que es
fiscal el capitán del Batallón de San Marcial don Francisco Dié y
Pescetto.
Certifico: Que en la causa que por esta Comisión Militar y fiscalía se instruye sobre las ocurrencias que tuvieron lugar en esta
ciudad en la noche del día veinte y cuatro de febrero pasado y siguientes folios 24, 85 y 86 aparece la declaración de don Eugenio
Perdomo la que copiada a la su letra es como sigue.
Declaración de don Eugenio Perdomo
Sin levantar mano compareció ante el señor fiscal y presente
secretario don Eugenio Perdomo, preso en este fuerte, el que enterado por dicho señor fiscal de que se le iba a recibir declaración
ofreció decir verdad en cuanto fuere interrogado y siéndolo por su
nombre y profesión dijo llamarse como queda dicho y que pertenece al comercio de esta ciudad.
Preguntado: Dónde estuvo la noche del veinte y cuatro de febrero pasado y con quiénes.
Dijo: Que como a las siete y media de la citada noche estuvo
cenando en su casa, después de lo cual salió a dar un paseo por
la calle sin dirección ni objeto y encontrándose en ella con don
José María Gautier, se dirigieron por la del cementerio y al llegar
frente a la casa de los señores de Porter se encontraron con un
grupo de gente, unos armados con carabinas y sables y otros sin
armas; y aunque dicho grupo no les dijo nada ni al declarante
Anexión-Restauración
553
ni a Gautier, este se puso a hablar con ellos donde se quedó sin
que lo volviese más a ver; que el que declara siguió la calle del
cementerio abajo y llegando a los últimos bohíos se encontró con
otro pelotón entre los que conoció a Genaro, hermano de Pedro
Ignacio Espaillat, a Ramón Almonte, Domingo Curiel y Vidal
Pichardo, los cuales le dijeron: «Vamos en comisión al Ayuntamiento», a lo cual contestó el que declara: «Vamos»; que en el
tránsito le dijeron que iban a la casa consistorial en comisión para
pedir al cabildo protección y suplicarle que se pusiese a la cabeza
de dicho pronunciamiento; que llegaron al antedicho local donde por instancias de los que le acompañaban impuso al referido
Ayuntamiento (no como representante, sino como mediador) del
objeto de la comisión, añadiendo que dicha corporación avisase al
Gobierno a fin de que, poniéndose de acuerdo ambas autoridades,
tratasen de evitar la efusión de sangre y desórdenes consiguientes;
que el Ayuntamiento les contestó que permaneciesen tranquilos
y no armasen ningún desorden hasta que poniéndose de acuerdo
con el gobernador zanjasen las dificultades y entonces les dirían
lo que debían hacer; que oyendo entonces el que declara al señor
Evangelista Gil que los presos habían quedado sin custodia insistiendo en que era preciso ponerles una guardia para impedir que
se fugasen, salieron el señor Jacobo Rodríguez y él para ver si
llegaban a tiempo de impedir la fuga de los presos; que al llegar a
la plaza vieron una porción de gente, armados unos y desarmados
otros, gritando: «Viva la República Dominicana», entre otras cosas; oyendo decir sin que recuerde a quién, que Juan Antonio Alix
había sido el que soltó los presos; que recuerda haber visto que
estaban alineando los presos en la Plaza frente a la cárcel, aunque
no conoció quién era, y que recomendando el que declara a los
que encontraba por la Plaza que se contuvieran, se retiró hacia su
casa, y viendo que lo hacía al Ayuntamiento don Juan Luis Franco
Bidó (que no sabe cuándo había llegado a la Plaza ni para qué) se
fue con él y al llegar a la esquina de su casa oyó el tiroteo, por lo
cual se entró en ella no volviendo a salir en toda la noche.
Preguntado: Si en la noche de las ocurrencias que cita llevaba
alguna arma, quién se la dio y con qué objeto la llevaba.
554
César A. Herrera
Dijo: Que llevaba su espada, la cual sacó de su casa al salir de ella
y que llevó consigo porque viendo tanta gente armada por las calles
le pareció conveniente llevarla para su defensa.
Preguntado: Dónde se halló desde la última vez que volvió a su
casa en la noche que se cita.
Dijo: Que desde las seis de la mañana siguiente hasta las once,
poco más o menos, se estuvo paseando por el pueblo y habiendo
oído decir que le imputaban a él la fuga de los presos, se llenó
de temor por parecerle feo el delito que se le achacaba; entonces
cogió su caballo y se marchó del pueblo con dirección a Gurabo,
habiéndose antes afeitado completamente para desorientar a los
que pudieran conocerlo; que todo aquel día y los tres siguientes
los pasó en el campo sin entrar en casa alguna, al fin de los cuales
se dirigió al lugar llamado San Víctor en busca de José (apellido
ilegible), al que encontró en su conuco y pidiéndole que lo llevase a
donde se encontraba el general don José Hungría que creía era hacia Guayubín, y dirigiéndose ambos para dicho punto y sabiendo al
llegar al pueblo de La Peñuela que dicho general había ido a Monte
Cristi y que el general don Gaspar Polanco, vecino de Cañeo, había
prometido un indulto general a los que se presentasen voluntariamente, según debe constar por un oficio que dicho señor general
ha remitido a este Gobierno y teniente coronel de San Marcial, se
presentó en la tarde del día dos del presente mes desde cuyo punto
fue dirigido a esta ciudad acompañado de un solo muchacho.
Preguntado: Si conoce a un venezolano llamado don Ramón
Díaz, si la noche del veinte y cuatro que se cita se lo encontró en la
calle y si habló con él.
Dijo: Que solo lo conoce de vista y que ni en la noche por que
se le pregunta ni al día siguiente habló con él ni lo vio.
Preguntado: Poniéndole de manifiesto una pistola de dos cañones que ha sido entregada al señor fiscal por el señor gobernador, si
la reconoce como suya, cuándo la hubo y para qué.
Dijo: Que sí la reconoce por ser de su pertenencia; que la cogió de su casa (donde la tenía) cuando salió al campo el día veinte
y cinco y que la llevó consigo para su defensa como medida de
precaución.
Anexión-Restauración
555
Preguntado: Si antes de la noche del veinte y cuatro citado tuvo
conocimiento de lo que iba a ocurrir, si sabe quiénes fuesen los
instigadores del motín y si hubo reuniones preventivas para ello.
Dijo: Que ignora completamente los tres extremos de la
pregunta.
Preguntado: Si fue instigado u obligado a seguir a los revoltosos
por vías de fuerza o persuasión.
Dijo: Que los acompañó por persuasión.
Preguntado: Si alguna vez ha sido amonestado por la autoridad
sobre cuestiones políticas y en qué sentido.
Dijo: Que no habiéndose mezclado jamás en causas políticas, no
ha dado lugar a ninguna amonestación; que es cuanto al presente
puede decir y todo la verdad sin que tenga que añadir ni quitar, en lo
que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su declaración, manifestando ser de edad de veinte y cinco años, y firmándolo con el señor
fiscal. lo que certifico. E. Perdomo. Francisco Dié. Benito Gimeno.
Asimismo certifico: Que a folios 18 y vuelto aparece en la declaración de don Jacobo Rodríguez una pregunta contestada la que
copiada a la letra dice así:
Preguntado: Quiénes fueron los miembros de la comisión que
en nombre del pueblo se presentaron en el Ayuntamiento, según
anteriormente dice.
Dijo: Que entre ellos conoció a Eugenio Perdomo que llevaba
la palabra, Ramón Almonte y Genaro Espaillat, los cuales iban armados de carabinas o escopetas y el Perdomo una espada, así como
Espaillat una pistola.
Del mismo modo certifico: Que a folios 20 y vuelto se encuentra la contestación a una pregunta en la declaración de don Máximo
Grullón, la cual desglosada la parte correspondiente a estas actuaciones es como sigue.
Acto continuo se presentaron el señor Manuel Tejada, Ramón
Almonte y el señor Perdomo acompañados de otros varios que no
recuerda, y dijo el señor Perdomo «que querían reconquistar sus
derechos de dominicanos perdidos», a lo cual contestó el Ayuntamiento que se retirasen lejos de la población y no intranquilizasen
los habitantes de ella.
556
César A. Herrera
También certifico: Que a folios 35 y vuelto y 36 aparece en la
declaración de don Belisario Curiel una pregunta contestada que
exactamente dice como sigue.
Preguntado: Quiénes fueron los que se presentaron en la noche
del veinte y cuatro al Ayuntamiento como comisionados de los revoltosos, si iban armados y quién llevaba la palabra.
Dijo: Que entre las varias comisiones que se presentaron aquella
noche de parte de los revoltosos recuerda haber visto en la primera
a don Eugenio Perdomo, que llevaba la palabra, y un tal Genaro
que le acompañaba, cuyo apellido no recuerda; y en las demás don
Ramón Almonte, don Vidal Pichardo e Isidro Jimenes, siendo este
el que la llavaba en la última comisión; que iban armados de machetes y carabinas recordando aun que el Almonte estuvo cargando
la suya en el mismo Ayuntamiento.
De igual modo certifico: que a folios 44 y vuelto y en la declaración de don Alfredo Deetjen existe una pregunta contestada cuya
es copiada literalmente y dice así.
Preguntado: A quiénes conoció de los revoltosos que fueron al
Ayuntamiento del río.
Dijo: Que sorprendido por un acontecimiento para él tan
inesperado, no fijó bien la atención tanto más cuanto que se
halla sentado con las espaldas a ellos, pero que por la voz y por
lo que pudo ver conoció a don Eugenio Perdomo, don Ramón
Almonte, uno llamado Chuchú Ricart y otro tal Genaro, cuyo
apellido ignora, con otros más que no recuerda; debiendo añadir
de los que recuerda a Eusebio Gómez y de los con quienes habló
al otro lado del río recuerda únicamente los nombres de Eusebio
Lantigua (a) Lagaña y un tal Borbón, aunque a su mayor parte
de verlos.
Certifico: Asimismo, que a los folios 45 y vuelto aparece en la
declaración de don Vicente Morel parte de la contestación de una
pregunta la cual dice así: A pocos momentos de esto sorprendió al
Cabildo un gran grupo de hombres armados con armas blancas y
de fuego; entonces tomó la palabra don Eugenio Perdomo a nombre de la facción que él titulaba pueblo y manifestó al Cabildo que
estaban decididos a reconquistar sus derechos y nacionalidad con
Anexión-Restauración
557
otros muchos dicharachos dichos por él y varios de sus secuaces a
que no puso atención y más tarde se retiraron.
Certifico de igual modo, que a folios 60 y vuelto y 61 de la
declaración de don Pablo Pujol aparece parte de la contestación a
una pregunta la cual copiada dice así: Antes de salir Jacobo Rodríguez de la Casa Consistorial llegó una porción de gente armada y
entre ella don Eugenio Perdomo que llevaba la palabra diciendo
una porción de majaderías y entre ellas que querían nombrar una
Junta del seno del Ayuntamiento o todo él, a lo cual contestó este
por boca del señor Belisario Curiel (primero) y luego por otros,
que el Ayuntamiento no desconocía su misión y que no se hallaba
en el caso de traicionar un instituto.
Certifico también que a folios 70 hay en la declaración de Juan
de la Cruz Ureña una pregunta y parte de su contestación que copiada a la letra dice así:
Preguntado: Dónde se halló la noche del veinte y cuatro de febrero último y con quién.
Dijo: Que sobre las ocho de la noche que se cita, yendo el que
declara por la calle del cementerio se encontró con una porción de
paisanos armados entre los cuales recuerda a Ramón Almonte, Vidal
Pichardo, Eugenio Perdomo, Juan Ignacio Espaillat, Juan Antonio
Alix, Domingo Curiel y Ramón Pacheco, todos los cuales le dijeron
que los españoles querían hacerlos esclavos, con lo cual, entusiasmándolo, consiguieron que los siguiese aunque sin darle armas por
entonces (diciéndole) yéndose con ellos a la Plaza de Armas.
Certifico: Del referido modo que a los folios 77 y vuelto y en
la declaración de don Manuel de Jesus Ricart se halla parte de la
contestación a una pregunta que dice así:
El que declara, movido de curiosidad, se volvió a levantar y cogiendo un baston que es la única arma que tiene, se dirigió al Ayuntamiento donde entró en el mismo momento de llegar Eugenio
Perdomo con otros varios que no recuerda, cuyo antedicho señor
decía al Ayuntamiento que iba en nombre del pueblo pronunciado
que quería reconquistar sus perdidos derechos, a lo cual dicha Corporación contestó que el Ayuntamiento no haría más que evitar la
efusión de sangre.
558
César A. Herrera
Certifico: Del mencionado modo, que a folios 71 y vuelto y 74
en la declaración de don Ramón Díaz Rojas aparece una pregunta
contestada cuyo tenor es como sigue.
Preguntado: Si conoce a don Eugenio Perdomo, si lo vio la noche
del veinte y cuatro de febrero último y en tal caso qué habló con él.
Dijo: Que conoce el sujeto por que se le pregunta (pero no tiene
amistad con él) en dos veces anteriores que por asuntos mercantiles vino a esta población el que declara; que la noche que se le cita
hallándose él en la casa el señor (ilegible) donde se hospedaba, en
esta ocasión y como a las doce de la noche poco más o menos, sintió llamar a la puerta de la espalda de la casa, y no atreviéndose los
dependientes a abrir se repitió el llamado con violencia y entonces
abrieron aquellos entrando en la casa el señor Perdomo, quien venía
muy agitado y armado con una espada pidiendo un vaso de agua
el cual le fue servido marchándose con la misma precipitación que
había llegado.
Certifico: Del precitado modo que a folios 83 y vuelto y en la
declaración de don José Manuel Glas se encuentra una pregunta
contestada que copiada exactamente dice como sigue.
Preguntado: Si sabe o a oído decir de dicho Ramón Díaz que
haya tenido directa o indirectamente participación en los acontecimientos por que recientemente ha atravesado esta población.
Dijo: Que ignora lo que se le pregunta y que recuerda sobre la
pregunta anterior que como entre nueve y diez de la citada noche
del día veinte y cuatro llamó y entró en su casa Eugenio Perdomo
pidiendo un vaso de agua, el que cuando lo hubo bebido volvió a
salir de su casa; que dicho Perdomo iba armado espada y que no
habló nada en el poco rato que permaneció en dicha casa, más que
notificarle que Gautier había perecido en el encuentro que había
habido entre los insurrectos y las tropas de la Reina.
Certifico: Del precitado modo, que a folios 95 y vuelto y 96 en la
declaración de José Mundemón aparece una pregunta que contestada cuya copia es como sigue.
Preguntado: Si los de la ronda que se encontraron o alguna otra
persona les dijo a los dos que el general Polanco ofrecía indulto al
que se presentase.
Anexión-Restauración
559
Dijo: Que ni la ronda ni persona alguna les dijo nada de lo que
se le pregunta, lo cual es tan cierto que el que declara no tuvo noticia de lo ocurrido en esta ciudad ni supo que Perdomo andaba en
ello hasta después de hallarse en casa dicho general donde lo oyó a
soldados que andaban por fuera.
Certifico: Del susodicho modo, que a folios 108 y vuelto de la
declaración de Federico Larrinaga se halla parte de una contestación que dice así: que recuerda que había uno de los revoltosos que
iba y venía frecuentemente al pueblo (cree que al Ayuntamiento)
armado de una espada y a caballo el cual le parece fuera el señor
Perdomo.
De dicho modo certifico: Que a folios 141 y vuelto y 142 en la declaración del teniente coronel de San Marcial don Joaquín Zarzuelo consta en parte de la contestación de una pregunta contestada lo
que sigue.
Que en este verano pasado se dio un baile a un tal Quesada
por gratitud al comportamiento en Santo Domingo (según dijeron) pero con la condición expresa de que no asistiese europeo
alguno o mejor dicho español, según informes que le dieron al
que declara tomando un subido color político de cierta tendencia
más y más marcada, el carácter revolucionario en sujetos bien
determinados y en el semblante de los tildados como motores
siendo uno de ellos don Eugenio Perdomo que no se recataba de
manifestar su odio a los Españoles en conversaciones públicas,
según le dijo al subteniente don Nicolás Mocholi y haber vestido
en un baile de máscaras un traje haraposo con un letrero alusivo
al gobierno español a quien atribuía la miseria de la Isla desde su
anexión.
Certifico: Que a folios 76 y vuelto y 77 se encuentra la declaración de don Carlos de Lora que copiada a letra dice así:
Seguidamente el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Carlos de Lora el que enterado se le iba a recibir declaración sobre los particulares de que se halla ofreció decir verdad
en cuanto fuese interrogado y siéndolo por su nombre y empleo,
dijo llamarse como queda dicho y que es coronel de las milicias de
reserva de esta Isla.
560
César A. Herrera
Preguntado: Dónde se halló la noche del veinte y cuatro de febrero próximo pasado y con quién se acompañó durante toda ella.
Dijo: Que desde la oración de la noche que se le cita empezó a
ver algún movimiento en el pueblo lo cual notó por las salidas de las
mujeres de él; que el que declara estuvo solo en su casa y que como
a las siete cogió un bastoncito que es el que lleva frecuentemente y
se dirigió solo también a la Plaza de Armas para la casa de la señora
doña Juana Díaz Méndez que vive por detrás de la cárcel; que al
llegar a dicha Plaza halló a los presos sueltos en ella y no queriéndose
detener se dirigió a su casa por la calle donde vive don Alejandro
Reyes, permaneciendo en dicha su casa hasta las seis de la mañana
del día siguiente; que a esa hora salió de su casa dirigiéndose primero
hacia su tienda y parándose en la esquina de la casa del señor Deetjen
supo por don Ramón Quintero que un tal Genaro Espaillat le habían
un caballo la noche anterior; que almorzó aquella mañana con el
señor Alfred Ossorio; que después de esto se dirigió a su casa como a
las once y media de la mañana y que en la esquina de don Juan Francisco García lo llamó el ayudante de policía don Macario Jiménez el
cual lo condujo arrestado al fuerte donde se halla.
Preguntado: Si antes, durante o después de las ocurrencias de
la noche del veinte y cuatro del mes pasado tuvo noticias de ellas y
por quién.
Dijo: Que ni antes durante ni después de ellas tuvo conocimiento de semejantes ocurrencias; que solo como a las nueve y media
de la noche que se le cita, oyó unos tiros desde su casa pero que
no salió de ella a pesar de haberlos oído; que nunca ha preguntado
el motivo de aquellos tiros ni nadie se lo ha dicho y que aún en la
actualidad no sabe nada de lo ocurrido.
Preguntado: Si ha sabido que en la mañana del día veinte y cinco
aparecieron en la orilla izquierda del río una porción de amotinados y lo que ocurrió allí.
Dijo: Que no supo nada de esto.
Preguntado: Si pertenece a las reservas activas o pasivas y si cobra o no sueldo del Gobierno de S. M.
Dijo: Que pertenece a las reservas activas y que cobra en efecto
sueldo del Gobierno.
Anexión-Restauración
561
Preguntado: Si habiendo oído los tiros de que habla y debiendo conocer por ellos que algo ocurría de particular, por qué no se
presentó al señor gobernador de esta Plaza a ofrecer sus servicios
como militar que era.
Dijo: Que dos días antes de dicha noche se presentó al señor
gobernador según aviso del mismo, poniendo su firma al pie de
una lista que para el efecto había en el Gobierno y que dicho señor
gobernador le dijo que, en caso de necesitarlo, se le avisaría la razón por la cual no se presentó esa noche no obstante haber oído los
tiros, esperando el aviso antedicho; que nada más tiene que decir
y todo la verdad, en lo que se afirmó y ratificó leída que le fue esta
su declaración, manifestando ser de treinta y un años de edad y
firmándola con el señor fiscal de que yo, secretario, certifico.
Carlos de Lora Francisco Dié
Benito Gimeno
Certifico: Que a folios 23 de la declaración del paisano Manuel
Rancaño aparece una pregunta contestada, la que se copia integra
y dice así:
Preguntado: Quién era el jefe que capitaneaba los insurrectos.
Dijo: Que desde que salió de la cárcel el que declara hasta el
momento en que empezó el fuego era el jefe de todos el ya citado
don Juan Luis Franco Bidó acompañado de don Carlos de Lora; y
que en cuanto empezaron los primeros disparos el don Juan desapareció quedando de cabeza de todos don Carlos de Lora.
Certifico: Que a folios 25 y vuelto y 26 se halla una pregunta
contestada en la declaración de José Echavarría la que copiada a la
letra dice así:
Preguntado: Quién era el jefe de los insurrectos que se hallaban
en la Plaza de esta ciudad la noche del veinte y cuatro.
Dijo: Que los que vio disponer más y como jefes superiores
fueron don Juan Luis Franco Bidó y don Carlos de Lora; así como
quien los hostigaba más para que siguiesen a los insurrectos eran
José Carmen Lantigua y otro a quien no conoce.
562
César A. Herrera
Certifico: Que a folios 75 y en la declaración de Juan de la Cruz
Ureña hay una pregunta contestada que dice así:
Preguntado: Si antes de las ocho de la noche del día veinte y cuatro tuvo noticias de la reunión de la gente amotinada en el Fuerte
Dios.
Dijo: Que no tuvo noticia anterior, pues solamente lo supo
cuando encontró a los amotinados en la calle del cementerio debiendo añadir que vio entre ellos a Carlos de Lora y que ha sabido
que salieron heridos Justiniano Bonilla y Manuel Tejada, pero que
no sabe dónde paran.
Certifico: Que a folios 147 y en la declaración de José Ache y
Zapateria (sic), aparece parte de la contestación a una pregunta que
se copia así: Que al salir de la cárcel por dicha puerta encontró en
ella a Pedro Ruiz, a Carlos de Lora y a José Carmen Lantigua y un
poco más separados de ella como unos cincuenta hombres armados
de fusiles y machetes; que al salir los presos por la puerta echaron
los Ruiz, Lora y Lantigua un «Viva la República Dominicana» y
«Viva el general Bidó» que contestaron los del grupo mencionado;
que cuando hubieron concluido de salir de la cárcel los formaron
en la Plaza y los llevaron por detrás de dicha cárcel al Fuerte Dios
y llegando a él sin deternerse los volvieron hacer ir a la Plaza por
la calle del cementerio; que a su llegada a aquella los formaron a la
inmediación de la puerta por la espalda de la Iglesia donde llegó el
general don Juan Luis Franco Bidó al que se acercaron los dichos
Ruiz, Lora y Lantigua.
Certifico: Que a folios 153 y vuelto de la declaración de Román
Hernández aparece la contestación de una pregunta de la cual se
copia a su letra lo que sigue.
Que en la Plaza vio a don Juan Luis Franco Bidó, Juan de la
Paz, Manuel Tomás de Vargas, José Cepeda, José María Gautier,
Carlos de Lora, Vidal Pichardo, Eusebio Gómez, José Carmen
Lantigua, Nicolás Toribio, Marcos Pacheco y Juan Antonio Alix
recordando que este fue el que dio el grito de fuera de la cárcel
todos; que también recuerda que don Juan Luis Franco Bidó dio un
«Viva la República Dominicana» y les dijo que estaban en libertad,
que Carlos de Lora, Manuel de Jesús de Vargas y Juan de la Paz
Anexión-Restauración
563
querían que el declarante fuese con otros a romper las puertas de la
Alcaldía para sacar las armas que hay allí, y que entonces en vez de
ir a la Alcaldía, el que declara se fugó.
Certifico: Que a folios 3, 4, 5, 6, 7 y vuelto de la causa se encuentra la declaración del general don Juan Luis Franco Bidó, alcalde
ordinario de esta ciudad, la que copiada en su letra dice así:
Sin levantar mano dispuso el señor fiscal compareciese ante sí
y presente secretario don Juan Luis Franco Bidó, a quien previno
dicho señor se le iba a tomar declaración. Preguntado su nombre
y empleo dijo: llamarse como queda dicho y que es general de división en situación activa de las Reservas Provinciales de esta Isla
y alcalde ordinario de esta ciudad. Que si bien recibió oficio del
Excmo. capitán general Hungría y alcalde mayor salieron para
Guayubín como este señor gobernador le manifestase la última
noche de carnaval, que el Excmo. señor capitán general aceptaba
su dimisión; pero que debería continuar en su destino hasta que se
presentase el que lo había de reemplazar; por esta razon, la de estar
encargado de la Alcaldía Mayor interinamente y las circunstancias
que se atrevesaran creyó deber continuar hasta el regreso de ambos
señores para descargarse entonces de los dos citados empleos.
Preguntado: Si sabe por qué se halla preso.
Dijo: Que lo ignora y que su conciencia nada le remuerde.
Preguntado: Quién lo hizo preso y diga sus nombres.
Dijo: Que dos salvaguardias cuyo nombre ignora lo hicieron
preso de orden del señor gobernador y que a su llegada al Fuerte,
en la puerta del Cuartel sin haber visto al gobernador, el señor
comandante del Segundo Batallón del Regimiento de la Corona
don Juan López del Campillo lo puso en la habitación en que se
encuentra privado de comunicación.
Preguntado: Si tiene conocimiento de quiénes son los motores
de la revolución que estalló en esta ciudad la noche del veinte y
cuatro del que cursa.
Dijo: Que ignora quiénes hayan sido los motores de dicha revolución pues no recibió conocimiento de nadie respecto a ella, pero
que habiéndose constituido el Ayuntamiento en sesión a las ocho
de la noche del referido día veinte y cuatro por mandato del señor
564
César A. Herrera
gobernador de la provincia, sobre las nueve de dicha noche se presentaron en comisión por parte de los sublevados varios individuos,
entre ellos don Jacobo Rodríguez, procurador del Tribunal, el que
manifestó al Ayuntamiento de parte de dichos sublevados, que querían ser libres y constituirse en República Dominicana; que posteriormente, y en la misma noche, se presentaron otras dos comisiones
más con la misma petición, entre las cuales únicamente recuerda a
don Eugenio Perdomo, don Ramón Almonte, don Vidal Pichardo
y don Isidro Jimenes.
Preguntado: Qué determinaciones tomó como presidente del
Ayuntamiento.
Dijo: Que habiéndose constituido este como queda dicho de
orden del señor gobernador el que dijo tenía que comunicarle
algunas cosas, permanecieron en sesión, dando conocimiento al
referido gobernador de todo lo que todas las comisiones le participaban cuyos oficios deben obrar de dicho señor gobernardor; que
permanecieron en sesión toda la noche hasta que en atención a no
haber recibido contestación a un oficio que a las cinco de la mañana
pasaron al señor gobernador preguntándole si seguían en sesión o
se dilsovían, como no tuvieran contestación a dicho oficio continuaron en sesión hasta que prendieron algunos miembros del precitado Ayuntamiento a cuya hora no se encontraba en el local que
ocupa este, por haberse retirado a descansar a su casa a la una de la
tarde del día veinte y cinco; viniendo a saber el arresto de los demás
del Ayuntamiento sobre las cuatro de la tarde que se lo dijeron en
su misma casa sin que recuerde quién; así mismo a la precitada hora
supo que se había publicado la ley marcial en la que se prevenía que
el Ayuntamiento quedaba en permanencia con lo menos dos de sus
miembros; comprendiendo entonces que como presidente lo tenía
que abrir para poner a cubierto su responsabilidad, mandó buscar
al portero para que trajese la llave y presentado que fue este manifestó al que narra que le había dicho el señor gobernador que no lo
abriese y se guardase cubierta su responsabilidad, ofició al referido
señor gobernador comunicándole lo expuesto por el portero y suplicándole le dijese lo que había sobre el particular para saber a qué
atenerse a cuyo oficio no recibió contestación. Como a las nueve de
Anexión-Restauración
565
la noche fue llamado por seis salvaguardias armados en ocasión que
el declarante se hallaba recogido en su casa, los que le dijeron que
de orden del señor gobernador les acompañase al Fuerte; que ya
cerca de este se encontraron al ayudante de policía Nicario Jiménez, el que dispuso quedasen en aquel punto cinco de los referidos
policias y le acompañase solamente uno, el que lo presentó al señor
gobernador; que este señor lo mandó arrestado a uno de los cuartos
del Fuerte pero que antes de entrar en él lo volvió a llamar poniéndolo en libertad y diciéndole que estaba satisfecho de su inocencia
hasta que en el día de hoy, como al principio de esta declaración
lleva dicho, se le ha vuelto arrestar del modo que se halla.
Preguntado: Si en la noche del veinte y cuatro se presentó en la
Plaza cuando estaban en ella los revoltosos.
Dijo: Que habiendo llegado al Ayuntamiento una comisión de
los sublevados manifestando que estos se encontraban en la Plaza
en desorden queriendo venir al local del Ayuntamiento y no pudiéndoles contener suplicaban a esta Corporación les mandase un
oficial superior para que los contuviera y estableciese el orden; el
Ayuntamiento entonces, dirigiéndose al declarante como general,
le dijo que debía él ir. El que habla contestó al precitado Ayuntamiento que era muy viejo para ese caso, y como persistieran en
lo mismo les repitió las mismas razones añadiendo la de que era
presidente y no podía abandonar aquel local; continuó dicho Ayuntamiento haciéndole reflexiones como la de que por lo mismo de
que era viejo y prudente podría contenerlo y establecer el orden
ofreciéndole que agregarían otro miembro de la Corporación que
le acompañase, designando para esto a don Máximo Grullón; aunque con repugnancia por la parte del que habla y considerando
de que si no aceptaba el encargo de que se hace mención podría
resultar desgracia que en conciencia le hubiera repugnado después,
aceptó el cargo con el mencionado señor Grullón marchando seguidamente a la Plaza, donde encontraron a los revoltosos como
un enjambre de abejas alborotadas, sin que se entendiese lo que
decían; con mucho trabajo y llamándolos repetidas veces al orden,
pudo conseguir en un momento de calma entenderse con varios de
ellos a los que les preguntó quiénes eran los jefes para explicarles
566
César A. Herrera
el objeto de su misión; a lo que respondieron que no los había;
entonces el declarante preguntó nuevamente por los que eran más
caracterizados y resultando ser estos los comandantes de las milicias
de reservas don Ramón Almonte y don Vidal Pichardo, les encargó
a estos que hicieran callar a su gente dividiéndolos en dos bandos
para manifestarles dicha misión; que estos principiaron a imponer
silencio, lo que no podía lograr y solo a unos cuantos que formaron
círculo les dirigió la palabra en nombre del Ayuntamiento para que
no pensasen en ir al local del mismo, que entrasen en orden y se
retirasen; deseando el que declara concluir aquella misión cuanto
antes por salir de entre aquella turba donde se encontraban hasta
los criminales de la cárcel con los mismos revoltosos que los habían
sacado de ella y temía él que alguno lo asesinase porque a algunos
de ellos los había procesado; y apenas concluyó de expresar estas
palabras principió el tiroteo que tuvo lugar aquella noche entre las
tropas de S. M. la Reina y los sublevados, desistiendo desde este
momento en proseguir su cometido, retirándose solo a dar cuenta del hecho al Ayuntamiento, encontrando en el camino al señor
Grullón que iba también en la misma dirección y juntos entraron
en el Ayuntamiento, a quien dieron cuenta de lo ocurrido y la Corporación participó de oficio al señor gobernador el tiroteo que se
deja mencionado.
Preguntado: Si sabe quién puso en libertad a los presos que se
hallaban en la cárcel y si tiene que añadir o quitar alguna cosa.
Dijo: que no sabe quién pudo poner en libertad, pues que la noticia que recibió el Ayuntamiento fue de que los sublevados habían
abierto las puertas de la cárcel ignorando quién llevó la referida
noticia, como asimismo los que abrieron las puertas de dicha cárcel con respecto a sus nombres; que además de lo dicho tiene que
añadir que no puede precisar el número de las comisiones que de
los sublevados fueron al Ayuntamiento la noche del veinte y cuatro;
asimismo tiene que añadir que cuando creyó de su deber ir al local
del Ayuntamiento se dirigió a él y lo encontró cerrado, informado
por una vecina donde varias veces depositaba la llave de que esta
se la había llevado el portero, lo mandó a buscar para abrir el local
como se deja mencionado; que es por ahora cuanto puede decir,
Anexión-Restauración
567
que lo dicho es la verdad en lo que se afirmó y ratificó leída que
le fue esta su declaración, manifestando ser de edad de cincuenta
y siete años y firmándola con el señor fiscal de que yo, secretario,
certifico.
Juan Luis F. Bidó
Manuel Alonso
Benito Gimeno
Certifico: Que a folios 15 y vuelto y 16 y vuelto hay una ampliación de don Juan Luis Franco Bidó que copiada literalmente es
como sigue.
Incontinente el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario al señor general de división en comisión activa don Juan Luis
Franco Bidó, por haber pedido dicho señor que quería ampliar la
declaración que dio a tres vuelto y siguientes por lo que interrogado sobre lo que deseaba ampliar.
Dijo: Que sobre lo que manifestó en la declaración que prestó
en el día de hoy respecto a que el Ayuntamiento le instó a que fuese
a la Plaza a imponer orden entre los sublevados, tiene que añadir
por habérsele olvidado al dar dicha declaración que, además de las
excusas que expuso había dado al referido Ayuntamiento para no
presentarse en la Plaza con el fin indicado, lo hizo también de que
el general don Juan Evangelista Gil, miembro asimismo del Ayuntamiento, podía ir a desempeñar dicha comisión en razón a ser más
joven, a lo que contestó dicho señor Evangelista que él no podía
desempeñarla por el motivo de encontrarse enfermo. Asimismo
omitió, por habérsele olvidado cuando se le preguntó si sabía quién
había puesto en libertad los presos de la cárcel, el manifestar que
había sabido esta circunstancia por el síndico del Ayuntamiento
don Belisario Curiel, que por haberse acordado por el susodicho
Ayuntamiento si se podría tomar alguna medida para evitar la fuga
de los presos ofreció dicho señor Belisario el ir personalmente a
informarse y volviendo al poco rato al local del Ayuntamiento.
Dijo: «que era inútil toda medida para ello porque los insurrectos
les habían abierto las puertas y se encontraban fuera de la cárcel»,
César A. Herrera
568
a lo que expuso el declarante que sería preciso el hacerlos volver
a entrar en ella, pero objetó entonces el mismo señor Curiel que
eso lo creía imposible por hallarse dichos sublevados en la Plaza,
por lo que comprendió el que habla que tenía razón y como él
pensaba sería imposible volver a reducirlos a prisión; sucediendo
todo lo que acaba de decir antes de que el que habla desempeñase
su comisión de que se deja hecha mención en la Plaza. Que con
respecto a la comisión del Ayuntamiento que salió en la mañana
del día veinte y cinco al otro lado del río a verse con los insurrectos, solo tuvo conocimiento de su salida por haberlo hecho a su
presencia en el momento de volver de la Alcaldía Mayor de hacer
constar con presencia de los médicos y escribanos la muerte de
varios rebeldes que perecieron en el encuentro que tuvieron con la
tropa de S. M. la Reina en la noche anterior, pero que no supo el
verdadero objeto de dicha comisión, aunque supone sería con el de
que se entregaran los precitados rebeldes y se retiraran a sus casas;
que es cuanto tiene que decir sobre estos particulares, así como
que su conducta y comportamiento en su vida pública y privada
es notoria en toda esta ciudad así como en la de Santo Domingo;
que se somete al informe de su proceder y cualidades puedan hacer
las personas notables de la primera, así como en la última el excelentísimo señor teniente general don Pedro Santana y los señores
generales don Abad Alfau, don Miguel Lavastida, don Pedro Valverde y Lara, don Domingo de la Rocha, don Pedro Pablo Bonilla,
don Juan Nepomuceno, así como otros señores que no menciona
por no ser más difuso; concluyendo por suplicar al señor fiscal que
interrogue a los demás miembros del Ayuntamiento; que no tiene
más que añadir ni quitar, firmándola con el señor fiscal de que yo,
el secretario certifico.
J. Luis F. Bidó Francisco Dié Benito Jimeno
Anexión-Restauración
569
Certifico: Que a folios 47 y siguientes se encuentra una segunda
aplicación de don Juan Luis Franco Bidó que copiada dice así: El
mismo día el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a
don Juan Luis Franco Bidó, para recibirle ampliación a su anterior
declaración por ser así la voluntad del señor Bidó, ofreciendo decir
verdad en cuanto declarase.
Preguntado: Además de cuanto tiene manifestado en su dicha
declaración y primera ampliación, qué se le ofrece declarar.
Dijo: Que recuerda que en la mañana del veinte y seis antes de
que se le arrestase recibió una carta del señor Maximiliano Quesada,
viviente en la calle del Mendero, la que le dirigió como encargado
de la Alcaldía Mayor por ausencia de don Rojas, que la desempeñaba interinamente, avisando al que habla que «con lo ocurrido en la
noche del veinte y cuatro de febrero en la cárcel pública lo dejaron,
solo por lo que se retiró a su casa donde se halla a las órdenes de
la Alcaldía». Como este individuo se halla arrestado (le parece al
que declara) en el cuerpo de guardia o en el rastrillo y cree posible
haya visto y conocido dicho Maximiliano a los individuos que en la
noche mencionada abrieron las puertas y soltaron a él y a los demás
presos, con este motivo suplica el declarante al señor fiscal, tenga
la bondad de solicitar a dicho Maximiliano Quesada para que bajo
de juramento declare lo que sepa sobre estos particulares. También
se le puede interrogar sobre si había algunos otros arrestados en
su compañía para que también lo sean sobre lo mismo. Asimismo
suplicó al señor fiscal haga comparecer al guardian de la cárcel para
que informe si de los presos sueltos en la noche indicada ha sido
capturado o presentado alguno para que igualmente sean interrogados sobre quién los soltó. Que es cuanto puede decir sobre estos
particulares, además de lo que tiene manifestado, firmándolo con
el señor fiscal de lo que certifico.
J. Luis F. Bidó Francisco Dié
Benito Gimeno
570
César A. Herrera
Certifico: Que a folios 22 vuelto y 23 en la declaración de Manuel Rancaño se encuentran dos preguntas contestadas que se copian a la letra y dicen así.
Preguntado: ¿Qué ocurrió después de la hora que se cita en la
prisión donde se hallaba?
Dijo: Que poco después de las nueve, y habiéndose retirado
antes la guardia que custodiaba la cárcel, llegaron como unos cincuenta paisanos armados de machetes, carabinas y pistolas, los cuales les franquearon las puertas diciéndoles que salieran todos fuera;
que en efecto lo hicieron todos así y ya en la Plaza los formaron a
todos los presos y les dijeron que estaban en libertad haciéndoles
dar un «Viva la República Dominicana», estando en esto llegó don
Juan Luis Franco Bidó, el cual les dijo que por él se les había puesto
en libertad, que esperaba lo auxiliasen hasta perder la última gota
de sangre y que iban a dar el golpe bien dado como en Guayubín
sin robar, contando con hombres de espíritu y dándose el golpe de
modo que no hubiese ninguno.
Preguntado: Quién era el jefe que capitaneaba a los insurrectos.
Dijo: Que desde que salió de la cárcel el que declara hasta
el momento en que empezó el fuego era el jefe de todos el ya
citado don Juan Luis Franco Bidó acompañado de don Carlos
de Lora, y que en cuanto empezaron los primeros disparos el
don Juan desapareció quedando de cabeza de todos don Carlos
de Lora.
Preguntado: Si antes de empezar el fuego vio en la Plaza alguna
comisión del Ayuntamiento que llevase la misión de pacificar a los
amotinados o hacerles entrar en orden.
Dijo: Que no vio a ningún miembro del Ayuntamiento a excepción de don Juan Luis Franco Bidó, y que nadie trató allí de
contener ni apaciguar.
Preguntado: Si a él y a sus compañeros de cárcel se les dieron
armas.
Dijo: Que algunos de los presos las pidieron en efecto diciendo
que dónde irían ellos desarmados, a lo cual les contestó don Juan
Luis Franco Bidó que desde aquella hora hasta el otro día se les
darían cuantas quisieran.
Anexión-Restauración
571
Certifico: Que a folios 24 y vuelto, 25, 26 y vuelto se hallan en
la declaración de José Echavarría cuatro preguntas contestadas que
copiadas a la letra dice así.
Preguntado: Qué ocurrió después de la hora que cita en la prisión donde estaba.
Dijo: Que a esta hora y al salir de la cárcel (que fue uno de los
que lo efectuaron después de todos) encontró en la puerta de ella al
general don Juan Franco Luis Bidó, el que los arengó diciéndoles
que quedaban libres para siempre todos los presos que se encontraban en dicha cárcel y que a él le debían su libertad, que por esa
circunstancia se hallaban en el caso de defender la bandera dominicana hasta perder su última gota de sangre; que cuando hubo concluido el señor Bidó su arenga salió a la Plaza el que habla, donde
vio unos ochenta o cien hombres armados unos con machetes y
otros con carabinas.
Preguntado: Quién era el jefe de los insurrectos que se hallaban
en la Plaza de esta ciudad la noche del veinte y cuatro.
Dijo: Que los que vio disponer más y como jefes superiores
fueron don Juan Luis Franco Bidó y don Carlos de Lora, así como
quien los hostigaba más para que se marchasen con los insurrectos
eran José Carmen Lantigua y otro que no conoce.
Preguntado: Si vio en la Plaza, mientras estuvo en ella, alguna
comisión del Ayuntamiento tratando de apaciguar los ánimos o
calmar los revoltosos.
Dijo: Que no vio comisión de semejante especie ni individuos
del Ayuntamiento a excepción del alcalde ordinario don Juan Luis
Franco Bidó, el cual estuvo muy lejos de tratar de apaciguar los
ánimos, según ya deja expuesto.
Preguntado: Si al que declara y a sus compañeros de cárcel se les
ofrecieron o dieron armas por los insurrectos.
Dijo: Que no les dieron ninguna arma, pero que sí oyó decir a
don Juan Luis Franco Bidó y otros que no recuerda quiénes son,
que pronto tendrían armas.
Certifico: Que a folios 70 y vuelto y en la declaración de Juan de
la Cruz Ureña se encuentra una parte de declaración que copiada
a la letra dice así: Que a poco de salir los presos de la cárcel, Vidal
572
César A. Herrera
Pichardo mandó decir al Ayuntamiento por dos o tres comisionados, que tenía cuatro mil hombres a su disposición. por lo tanto
que determinase, después de lo cual llegó a la Plaza don Juan Luis
Franco Bidó y les dijo que se esperasen en la Plaza hasta por la mañana que el Ayuntamiento determinaría lo que había que hacerse.
Certifico: Que a folios 144 y y vuelto en la declaración del teniente coronel de San Marcial hay parte de la contestación a una
pregunta que copiada exactamente dice así:
Que observó que los miembros del Ayuntamiento tomaban
bajo de su responsabilidad y aprovaban lo dicho por el señor Curiel
y que el señor alcalde, don Juan E. Gil y otros individuos de dicha
Corporación razonaban siempre en ademán de apartárselas al señor gobernador.
Certifico: Que a folios 147 y vuelto en la declaración de José
Ache y Zapatería se encuentra parte de la contestación a una pregunta que copiada a la letra dice así:
Que al salir de dichos presos por la puerta de la cárcel echaron
los Ruiz (Pedro), Carlos de Lora y José del Carmen Lantigua un
«Viva la República Dominicana» y «Viva el general Bidó», al que
contestaron los de un grupo cercano; que cuando acabaron de salir
de la cárcel los formaron en la Plaza y los llevaron por detrás de la
cárcel al Fuerte Dios, y llegando a él inmediatamente los volvieron
hacer ir a la Plaza por la Calle del Cementerio; que a su llegada a
la Plaza los formaron a la inmediación de la puerta principal de la
Iglesia, donde llegó el general don Juan Luis Franco Bidó al que
se acercaron los dichos Ruiz, Lora y Lantigua y el primero le dijo
a Bidó: «Mi general, aquí están los presos, pero no tienen armas»;
a lo que contestó Bidó «que ya se les darían». Añadió Ruiz «que
en la Alcaldía había algunas armas de fuego y muchos machetes»
«y que se los podrían dar», contestando a esto el referido general
Bidó «que inmediatamente cogiesen cinco o seis hombres fueran
por ellas y que si las puertas estaban cerradas las echasen abajo;
que seguidamente marchó Ruiz por las armas y entonces el general
Bidó dijo «Viva la República Dominicana», a lo que contestó todo
el grupo «Viva»; y de este salió la voz de «Viva el general Bidó» y
«Viva el Ayuntamiento».
Anexión-Restauración
573
Certifico: Que a folios 49 de la declaración de Juan Cabrera se
halla un párrafo que copiado a la letra dice así:
Que cuando salió el que declara a la Plaza, en la puerta de la
cárcel vio a Juan de la Paz, Ramón Pacheco, Manuel Jesús de Vargas, Vidal Pichardo y Juan Antonio Alix; que Vidal estaba diciendo
«Viva la República Dominicana» «Viva el general Bidó» y «Viva el
Ayuntamiento» y que se quedaron en esta y otras cosas por el estilo
cuando el declarante dijo a un tal Felipe Bidó que él se iba a escapar
a casa de su querida, que si lo acompañaba y aceptando dicho Bidó
la proposición se marcharon a la casa de su ya dicha querida sita en
el Barrio de San Miguel y calle de la Cuesta Blanca.
Certifico: Que a folios 153 y vuelto en la declaración de Ramón
Hernández hay un párrafo que copiado a la letra dice así:
Que en la Plaza vio a don Juan Luis Franco Bidó, Juan de la Paz,
Manuel Tomás Rojas, José Cepeda, José María Gautier, Carlos de
Lora, Vidal Pichardo, Emilio Gómez, José del Carmen Lantigua,
Nicolás Toribio, Marcos Pacheco, Juan Antonio Alix, recordando
que este es el que dio el grito de «fuera de la cárcel todos»; que
también recuerda que don Juan Luis Franco Bidó dio un «Viva la
República Dominicana» y les dijo que estaban en libertad.
Certifico: Que a folios 154 y vuelto en la declaración de don J.
Luis Luna existe un párrafo que literalmente copiado dice así: Que
ya abierta la puerta de la cárcel oyó el que declara una voz que decía
«fuera todos los presos», y preguntado el que declara quién era el
hombre que decía aquello, le contestó Pedro Ruiz, que era el alcalde ordinario; que entonces Juan de la Paz le trajo la llave de su casa,
y viendo el declarante los presos sueltos y mucha gente armada allí
se marchó a su casa donde acabó de pasar la noche.
Certifico: Que a folios 37, 38, 39 y 40 aparece la declaración del
paisano don Pedro Ignacio Espaillat que copiada a la letra dice así:
Acto continuo el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Pedro Ignacio Espaillat, preso en este Fuerte, el
que enterado por dicho señor de que se le iba a recibir declaración
ofreció decir verdad en cuanto se le interrogase y habiéndolo sido
por su nombre y empleo dijo llamarse como queda dicho y que es
capitán clasificado en activo de las milicias de reserva de esta Isla.
574
César A. Herrera
Preguntado: Dónde se halló en la noche del veinte y cuatro de
febrero pasado y con quién estuvo toda la noche.
Dijo: Que como a las siete de la noche se encontraba parado
en la esquina del señor Pou a tiempo que pasaba don José María
Gautier el cual le preguntó si no iba a la reunión, a lo cual le contestó que él no tenía más reunión que la de su casa, que entonces
dicho señor Gautier le contó que iba a haber una gran reunión
en el Fuerte Dios y que iban a venir al pueblo gritando «Viva la
República Dominicana»; que el que habla era muy conocido y
que por lo tanto podría contener a los revoltosos porque acaso
querrían golpear las puertas y atentar contra el fuerte; que antes
de acceder a lo que se le pedía pasó por casa de don Domingo Pichardo y don Vicente Reyes, a quienes debía favores, para
avisarles de lo que había comprendiendo que eran los dos más
comprometidos en caso de un motín semejante por haber sido los
que más cooperaron a la anexión; que después se dirigió al Fuerte
Dios donde trató de ver si podía desbaratar la reunión, comprendiendo, como a ellos mismos se lo dijo, que no era más que una
reunión de perdidos y borrachos; que a pesar de sus esfuerzos no
lo pudo conseguir; que entonces emprendieron el movimiento
hacia el pueblo diciendo el que declara a su cabeza y llegando a la
Plaza se quedó allí la mayor parte y unos pocos con el que habla
se dirigieron al Ayuntamiento cuando empezaron los tiros; que
antes de ir al Ayuntamiento se presentaron en la Plaza don Juan
Luis Franco Bidó y don Máximo Grullón encargando que se contuviesen en orden y que se esperasen hasta el día siguiente a fin
de que el Ayuntamiento, por quien iban comisionados, tomase sus
medidas; que estos dos mismos señores, al llegar preguntaron que
quién era el Jefe de aquella genta y contestando todos que nadie,
anduvieron buscando alguna persona de categoría militar y reparando en don Vidal Pichardo y don Ramón Almonte, los nombraron por jefes de toda la gente; poco después lo vieron al que
habla y le dijeron que él podía ayudar a los dos jefes nombrados;
que al retirarse los señores Bidó y Grullón fue cuando empezaron
los tiros, y que al oírlos el que declara se dirigió al Ayuntamiento
con unos cuatro que no conoce y manifestó que ya no era posible
Anexión-Restauración
575
mantener el orden puesto que ya había habido tiros y la gente
se había dispersado; que enseguida salió de la Casa Consistorial
dirigiéndose al campo no creyendo conveniente retirarse a su
casa, y en el camino se encontró con algunos de los dispersos los
cuales le hicieron volver al Fuerte Dios donde le dijeron, no sabe
quién, que había dicho el Ayuntamiento que se reuniese gente y
que al día siguiente se podría arreglar todo; que como lo que ya
quería él que declara era separarse de aquella reunión, viendo allí
un caballo ensillado, se lo pidió a su dueño, Ramón Martínez,
allí presente, con la excusa de ir a avisar gente; que en el caballo
marchó a una estancia cerca del pueblo donde pasó la noche sentado en una silla en compañía de varias mujeres; que a la mañana
siguiente, y no queriendo que creyese el Martínez que él se había
fugado con su caballo, se lo remitió con uno que pasaba hacia el
pueblo; que como a las siete de la mañana vino al pueblo a ver
cómo se hallaba, llegó a su casa y sabiendo por la voz pública que
se estaban reuniendo fuerzas al otro lado del río y que las familias
de sus vecinos se habían marchado al campo, sacó también a la
suya mandándola a la estancia de un cuñado suyo para desde allí
se fuese a Jacagua Alta, que él se quedó en el pueblo hasta las
once de la mañana sin ánimo de salir de su casa; pero al oír que se
decía que la gente revoltosa se reunía al otro lado del río, y que las
tropas se disponían a bajar en contra de aquellos, el que declara,
considerándose ya comprometido, se salió del pueblo dirigiéndose hacia el Palmar en donde vive un hermano suyo, pero que en el
camino reflexionó que podría comprometer a su hermano y acabó
de pasar el día y la noche en el campo; que al día siguiente supo
que los paisanos del río se habían rendido y considerando que por
esto el asunto se había hecho más sencillo, se dirigió a Jacagua a
reunirse con su familia y que en el camino lo encontró el alcalde
pedáneo don José Ramón Gómez, el cual lo prendió sin que el
que declara hiciera resistencia y lo condujo al Fuerte de San Luis.
Preguntado: Si supo por los mismos amotinados o por cualquiera
otra persona quién predispuso los ánimos o los indujo a la rebelión.
Dijo: Que no pudo averiguar nada puesto que aquello era una
confusión en que difícilmente se entendían.
César A. Herrera
576
Preguntado: Si además de don Ramón Almonte y don Vidal Pichardo vio entre los revoltosos a otras personas conocidas.
Dijo: Que además de los ya citados solo recuerda haber visto
a Manuel Tejada, vecino de esta ciudad, y al amo de la Panadería
Mecánica cuyo nombre ignora.
Preguntado: Si sabe cuándo, cómo y quién abrió las puertas de la
cárcel y dio libertad a los presos.
Dijo: Que lo ignora, pero que positivamente sabe que no era
ninguno de los que antes de llegar a la casa que habita el comandante Campillo vieron venir los presos solos ya fugados; que al
reunirse algunos en los que iban con el que declara llamaron a los
presos y todos juntos volvieron a la Plaza.
Preguntado: Cuántas comisiones les mandó el Ayuntamiento y
cuántas mandaron ellos aquel. De qué personas constaban unas y
otras y en qué sentido.
Dijo: Que no tuvo conocimiento de más que de la que ya deja
referida de los señores Bidó y Grullón.
Preguntado: Si conoce algunos de los revoltosos que se reunieron en la mañana del veinte y cinco a la otra parte del río.
Dijo: Que no conoce a ninguno de los que se le habla puesto
que únicamente supo que se estaban reuniendo por lo que se decía
de público en el pueblo.
Preguntado: Si sabe o cree que el Ayuntamiento o alguno de
sus miembros, ya con intención, ya por negligencia, coadyuvase
directamente a dar margen o aumento de vida a la insurrección.
Dijo: Que ni sabe semejante cosa ni a ninguno cree capaz de
ello; que nada más tiene que decir que lo dicho es la verdad a cargo
de su conciencia en que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su
declaración, manifestando ser de edad de treinta y ocho y firmándola con el señor fiscal de que yo, secretario, certifico.
Pedro Ignacio Espaillat
Francisco Dié
Benito Gimeno
Anexión-Restauración
577
Certifico: Que a folios 70 y en la declaración de Juan de la Cruz
Ureña aparece una pregunta contestada que se copia a la letra y
dice así:
Preguntado: Dónde se halló la noche del veinte y cuatro de febrero último y con quién.
Dijo: Que sobre de la noche que se le cita yendo el que declara
por la calle del Cementerio se encontró con una porción de paisanos armados entre los cuales recuerda a Ramón Almonte, Vidal Pichardo, Eugenio Perdomo, Pedro Ignacio Espaillat, Juan Antonio
Alix, Domingo Curiel y Ramón Pacheco, los cuales le dijeron «que
los españoles querían hacerlos esclavos» engañándolo por esto y
con lo cual consiguieron que los siguiese aunque sin darle armas
por entonces (diciéndole) yéndose con ellos a la Plaza de Armas.
Y para que consten y obren en este proceso los efectos consiguientes se copian literalmente las declaraciones que anteceden y
expido el presente testimonio compuesto de veinte y una hojas rubricadas por mí por mandato del señor fiscal que también lo firmó,
en Santiago de los Caballeros, a trece de marzo de mil ochocientos
sesenta y tres.
Firmado: Francisco Dié Benito Gimeno
Diligencia de haber recibido dos oficios del señor gobernador
interino de esta provincia
En el mismo día el señor fiscal recibió un pliego cerrado el
que abierto que fue se vio que contenía dos oficios del señor gobernador interino de esta provincia, traslados de otros del general
de las milicias de reservas don Gaspar Polanco; el primero sobre
la presentación de don Eugenio Perdomo y el segundo sobre la
aprensión del mismo en unión de otros, los cuales se unen a continuación para los efectos que haya lugar; y para que conste por
diligencia lo firmó conmigo el señor fiscal, lo que certifico.
Firmado: Francisco Dié
Benito Gimeno
César A. Herrera
578
A. G. I. CUBA 1014 B
Gogibierno Militar de Santiago
El señor general don Gaspar Polanco me dice lo que sigue.
Señor don A. Michel,
gobernador de la común de Santiago.
Le remito los individuos Eugenio Perdomo, José Nicodemus,
Francisco Ligero e Ignacio Cuba, los cuales en una ronda los he
cogido; por orden del señor gobernador se los remito. Le repito
me mande los fusiles y las municiones acompañadas de las piedras,
estos si los hay. Así es porque el 28 del expresado mandé un propio
para que me los mandara; esto fue por orden del señor gobernardor. Me hace el favor de mandármelo lo más pronto posible, pues
si me encuentro en este puesto por orden del señor gobernador y
me ha ofrecido en ese oficio que se lo hice a V. el 28 de mandarme
provisiones de Buocho para renovar mi gente, lo cual no hemos
visto nadie, en este punto tengo doscientos veinte y nueve hombres
y así me encuentro lo más afligido con ellos, pienso dejar uno en mi
lugar en este puesto, para yo marchar a Guayubín. La tropa que se
encontraba en el paso Real de Ámina a mi llegada aquí se retiró al
momento al paso Real de Mao prontamente y tomaron su destino
volando y los que fue siguiendo hasta el lugar de Piloto y no se
puede alcanzar, sin más de particular.
El general gobernador interino: A Michel
Señor fiscal Francisco Dié, capitán de San Marcial.
gpc
Anexión-Restauración
579
Diligencia pidiendo la lista de los subalternos presentes
de la guarnición para nombramiento de defensores
En esta ciudad, don Francisco Dié, juez fiscal de este proceso,
en vista de lo que resulta del testimonio anterior, estando ya en el
caso de proceder en plenario y tomar la confesión a los presuntos
reos, dispuso se oficiase al señor gobernador de esta provincia a
fin de que se sirviese mandar exacta relación de los subalternos de
la guarnición que estuviesen presentes en esta Plaza y leerla a los
acusados, don Eugenio Perdomo, don Juan Luis Franco Bidó y don
Pedro Ignacio Espaillat, para que entre ellos eligiesen sus defensores, lo que para que así conste firmó el señor fiscal de que certifico
como de haber pasado al señor gobernador el referido oficio.
Firmado: Francisco Dié
Benito Gimeno
Declaración de don Ulises Francisco Espaillat
Sin levantar mano el señor fiscal hizo comparecer ante mí el
secretario a don Ulises Francisco Espaillat el que, enterado que
se le iba a recibir declaración, juró decir verdad en cuanto fuese
interrogado y siéndolo de su nombre y empleo, dijo llamarse como
queda dicho y que era del Ayuntamiento segundo teniente alcalde.
Preguntado: Si asistió a la sesión del Ayuntamiento que tuvo
lugar el día veinte y cuatro de febrero y su noche.
Dijo: Que por haber recibido un oficio convocatorio del señor
gobernador asistió a dicha sesión.
Preguntado: Si el presidente de dicha Corporación salió de la
Casa Consistorial dónde, con (qué) objeto y cuándo volvió.
Dijo: Que en efecto salió dicho señor dirigiéndose a la Plaza
comisionado para tratar de sostener y sermonear a los sublevados;
y que volvió como al cuarto de hora poco más o menos.
Preguntado: Si oyó a dicho señor alguna palabra o vio en él
alguna demostración dudosa.
580
César A. Herrera
Dijo: Que no vio ni oyó nada sobre lo que se le pregunta.
Preguntado: Cuándo supo el Ayuntamiento la fuga de los presos
y por quién.
Dijo: Que lo supo después de regresar el señor Bidó de su comisión y que no recuerda si lo supo por el mismo señor o por uno
de los amotinados que a cada momento iban y venían. Que nada
más tiene que decir, y todo la verdad en que se afirmó y ratificó
bajo el juramento prestado. Leída que le fue esta su declaración
manifestando ser mayor de edad y firmándola con el señor fiscal,
lo que certifico.
Firmado: Ante mí: Francisco DiéU. F. Espaillat
Benito Gimeno
Declaración de don Pedro Curiel
Acto continuo el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Pedro Curiel, el que enterado se le iba a recibir declaración juró decir verdad en cuanto fuese interrogado y siéndolo
por su nombre y empleo dijo llamarse como queda dicho y que era
tercer regidor del Ayuntamiento de esta ciudad.
Preguntado: Si asistió a la sesión que tuvo el Ayuntamiento en el
día y noche del veinte y cuatro de febrero último.
Dijo: Que asistió por haber sido convocado por el señor gobernador.
Preguntado: Si el presidente del Ayuntamiento, señor Bidó, salió
de la casa consistorial, dónde, con qué objeto y cuando volvió.
Dijo: Que por elección del Ayuntamiento salió don Juan Luis
Franco Bidó acompañado (voluntariamente, según dijo, porque era
bastante anciano) por don Máximo Grullón, con el objeto de que
fuese a la Plaza a ver si era cierto que las tropas se habían retirado y los
presos seguían en su prisión; volviendo dicho señor al Ayuntamiento
diciendo que se había vuelto sin llegar a la Plaza porque habiendo
oído dos tiros juzgó prudente el volverse a dicho Ayuntamiento.
Preguntado: Si oyó a dicho señor alguna palabra o vio alguna
demostración dudosa en él.
Anexión-Restauración
581
Dijo: Que no vio nada de lo que se le pregunta.
Preguntado: Cuándo supo el Ayuntamiento que se habían fugado los presos y por quién, como asimismo quiénes se presentaron al
Ayuntamiento de parte de los revoltosos en comisión.
Dijo: Que no recuerda a qué hora llegó la noticia al Ayuntamiento de que los presos se habían fugado ni quién fue quien la
llevó, pero de lo que está seguro es de que dicha noticia llegó al
Ayuntamiento después de haber vuelto de cerca de los insurrectos
el señor Bidó de desempeñar su comisión, que asimismo recuerda
él que varios de los que se presentaron en la Sala Consistorial en
comisión de parte de los revoltosos fueron don Jacobo Rodríguez
(desarmado), don Eugenio Perdomo, don Ramón Almonte, don
Genaro Espaillat y don Domingo Curiel, estos cuatro últimos armados. Asimismo tiene que añadir que cuando el declarante vio
aquellas comisiones armadas de hombres que no tenían que perder
y camorristas (a excepción de Perdomo, a quien distingue por su
amistad) pidió permiso al presidente para retirarse y lo verificó
como a las nueve poco más o menos, que como a las doce de la
noche lo llamaron de parte del Ayuntamiento a cuyo llamamiento
no compareció y volviendo a llamarlo el Ayuntamiento diciendo
que había bajado del Fuerte la comisión que del Ayuntamiento se
hubiese mandado cerca del gobernador, se levantó el que habla y se
llegó al Ayuntamiento y en cuanto se hubo enterado del resultado
de la comisión se marchó a su casa sin que volviera a él, no obstante
de que a la mañana siguiente le volvió a decir el presidente que
volviese a él. Que es cuanto tiene que declarar y todo la verdad
en lo que se afirmó y ratificó, leída que le fue esta su declaración,
manifestando ser de cincuenta y cinco años de edad y firmándolo
con el señor fiscal, lo que certifico.
Firmado: Ante mí: Francisco DiéPedro Eugennio Curiel
Benito Gimeno
582
César A. Herrera
Declaración de don Macario de Lora
Incontinente compareció ante el señor fiscal y presente secretario don Macario de Lora, el que enterado se le iba a recibir declaración juró decir verdad en cuanto fuese interrogado, y siéndolo
de su nombre y empleo, dijo llamarse como queda dicho y que era
regidor del Ayuntamiento de esta ciudad.
Preguntado: Si asistió a la sesión que tuvo lugar en la noche del
veinte y cuatro del mes pasado.
Dijo: Que por convocatoria del señor gobernador asistió a la
sesión por que se le pregunta, pero que como a poco de abrirse
dicha sesión llegase el teniente coronel de San Marcial al local que
ocupa el Ayuntamiento y dijese que si tomaba más cuerpo la insurrección se vería en el caso de retirar la guardia de la cárcel donde
había setenta y tantos criminales, y de allí a poco volviese el doctor
Prieto de parte de dicho señor teniente coronel diciendo que iba
a avisar al Ayuntamiento de que se había retirado la guardia de la
cárcel, temiendo el que declara se marchasen los presos, sin pérdida
de tiempo, y empezasen a hacer desmanes por la población donde
tiene su casa de comercio, un poco después de lo dicho se retiró
a su casa; que como entre diez y once de aquella noche volvió al
Ayuntamiento por haber oído una corneta cerca de su casa y que
cuando llegó le dijeron los miembros de dicho Ayuntamiento que
había habido un encuentro entre las tropas de la Reina y los insurrectos en el cual habían muerto don José María Gautier y otros
dos más, y volviéndose a su casa en cuanto se hubo enterado de esta
ocurrencia, de donde no volvió a salir.
Preguntado: Si sabe fuesen comisionados por el Ayuntamiento
al lado de los revoltosos o vio entrar en el Ayuntamiento alguna
comisión de estos en el tiempo que permaneció en la sala capitular,
como si tiene algo más que añadir.
Dijo: Que durante el poco tiempo que se halló en la sala capitular ni fue nombrado miembro alguno del Ayuntamiento para ir
donde se hallaban los revoltosos ni de estos se presentó comisión
alguna. Que no tiene más que decir y todo es la verdad, en lo que se
afirmó y ratificó leída que le fue esta su declaración, manifestando
Anexión-Restauración
583
ser de edad de cuarenta y tres años y firmándolo con el señor fiscal
de que certifico.
Firmado: Ante mí: Francisco Dié Macario de Lora
Benito Gimeno
Nombramiento de defensores
En la misma Plaza, a trece de marzo del mismo año, el señor
fiscal de esta causa, con asistencia de mí el secretario, pasó a los calabozos de este Fuerte donde se hallan presos don Eugenio Perdomo,
don Carlos de Lora, don Juan Luis Franco Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat, acusados en este proceso para recibirles su confesión, a
quienes hizo saber se les iba a poner en Consejo de Guerra y previno
eligiera cada cual un oficial para que pudiera defenderle en la presente causa; y por mí el secretario se les leyó la lista de todos los señores
oficiales subalternos de los cuerpos de la guarnición, y habiéndole
oído y bien enterados de todo nombraron don Eugenio Perdomo
al abanderado de la Corona don Matías Ramos; don Carlos de Lora
a don Matías Fernández, subteniente del mismo cuerpo; don Juan
Luis Franco Bidó a don Ramón López y Marín, teniente del de San
Marcial y don Pedro Ignacio Espaillat a don José Cuervo y Muñoz,
ayudante del mismo cuerpo. Y para que conste por diligencia lo firmó dicho señor de que yo, el secretario, certifico.
Firmado: Francisco Dié
Benito Gimeno
Confesión de don Eugenio Perdomo
Inmediatamente preguntado por su nombre, edad, religión
y empleo, dijo: Que se llama don Eugenio Perdomo, de edad de
veinte y cinco años y natural de Santo Domingo, capital de esta Isla
católica apostólica y romana, y que pertenece al comercio de esta
ciudad y responde.
584
César A. Herrera
Preguntado: Habiéndole leído la declaración indagatoria que
tiene prestada a folios primero y siguientes, si es aquello lo que declaró, si conoce la firma que tiene puesta y si tiene algo que añadir
o quitar y si se ratifica en lo que ha declarado.
Dijo: Que lo que se le ha leído es lo mismo que declaró, que la
firma puesta al pie es de su puño y letra, que no tiene que añadir ni
quitar y que se afirma en su contenido.
Preguntado: Si sabe por qué se halla preso.
Dijo: Que sabe es por las ocurrencias de la noche del veinte y
cuatro de febrero pasado y responde.
Preguntado: Si en la noche antedicha, y además de las personas
que vio entre los amotinados si conoció algunos más que recuerde.
Dijo: Que recuerda haber visto en el Ayuntamiento a Manuel
Tejada, Vicente Tavares y Sebastián Rodríguez y en la Plaza a Pedro Ignacio Espaillat y Álvaro Fernández, como asimismo otros
muchos a quienes solo conoce de vista y responde.
Reconvenido: Si Gautier se lo encontró en la calle y le dijo que
se dirigía a la Sabana del Cementerio por donde casualmente iban
y venían los insurrectos.
Dijo: Que el echar por la calle del Cementerio fue efecto de
la costumbre que tiene de ir por allí; donde tiene objetos que le
llaman la atención y además por ver que por esa calle se agolpaba
toda la gente y responde.
Reconvenido: Puesto que los insurrectos con quienes fue al Ayuntamiento y a la puerta de este le dijeron que iban a comunicar a dicha
Corporación que se habían pronunciado en favor de la República,
por qué se reunió a ellos, y llevó la palabra sabiendo que iban en contra del Gobierno constituido y que hacerse eco de tales pretensiones
fue constituirse voluntariamente cabeza de la revolución.
Dijo: Que se reunió con los antedichos para sustraerse al compromiso de juntarse con los que se encontraban en el Fuerte Dios y
que si tomó la palabra fue a instancias de los que le acompañaban,
tratando de evitar mayor conflicto e ignorando el compromiso en
que se ponía y responde.
Reconvenido: Si como dice anteriormente se reunió a los amotinados que fueron al Ayuntamiento, por sustraerse del compromiso
Anexión-Restauración
585
de reunirse con los del Fuerte Dios, por qué no se metió tranquilamente en su casa que era el medio más sencillo para evitar todo
compromiso.
Dijo: Que no lo hizo así, en primer lugar, porque tuvo curiosidad en todo lo que pasaba, y en segundo, porque no creía que
el acompañante con aquella gente no le podría traer compromiso
alguno y responde.
Reconvenido: Cómo dice en su indagatoria que llevó la palabra
en el Ayuntamiento en nombre de los amotinados únicamente
porque estos no sabían expresarse bien, cuando consta que se
excedía en las espresiones que hizo al hablar a dicha Corporación, dando lugar a que se le creyese no intérprete sino parte
interesada.
Dijo: Que podrá ser que se excediera, pero que seguramente
sería un (ilegible) y una mala idea y responde.
Reconvenido: Cómo dice que después de los tiros se retiró a su
casa y no volvió a salir de ella en toda la noche, cuando en autos
consta que poco después de esta ocurrencia llamó y entró en la casa
de don José Manuel Glas a pedir un vaso de agua contando allí lo
que les había pasado hacia esa hora.
Dijo: Que en efecto sucedió lo que se le dice, lo cual se le olvidó
consignar en su indagatoria y responde.
Reconvenido: Si, como dice, se marchó de la Plaza al empezar los
tiros, cómo supo la muerte de Gautier que refirió según consta en
casa del señor Glas.
Dijo: Que lo supo estando parado en la puerta de su casa por
unos que pasaron por delante de ella cuyos nombres no recuerda
y responde.
Reconvenido: Si todo cuanto hizo aquella noche fue sin calcular
el compromiso en que se ponía; si por lo tanto no se creyó culpable
de complicidad en el motín, si tenía su conciencia tranquila respecto a la acusación que públicamente se le hacía de haber abierto la
puerta de la cárcel, por qué no se presentó a la autoridad a rebatir
semejante imputación y no solo huyó sino que se afeitó completamente para desorientar a los que le conociesen según él mismo dice
en su indagatoria.
586
César A. Herrera
Dijo: Que aunque con efecto no se creía culpable de complicidad
en las revueltas de la noche, como un dependiente le dijo al llegar a
su casa que el ayudante de policía y dos más habían estado a buscarlo,
se llenó de temor y se marchó del pueblo debiendo advertir que se
afeitó ya después de estar en el campo comprendiendo entonces lo
mal que había hecho sin pensar la noche anterior y responde.
Reconvenido: Cómo dice que se presentó al general Polanco sabiendo que dicho señor había ofrecido indulto a los que se presentasen voluntariamente, cuando consta de autos que fue aprehendido
por una ronda y que su guía José Mundemón no tuvo conocimiento
de semejante indulto antes de su detención.
Dijo: Que en efecto supo lo del indulto después de llegar casa de
dicho general, no antes, y responde.
Reconvenido: Cómo dice que no vio a don Ramón Díaz en la
noche del veinte y cuatro de febrero próximo pasado, según aparece en su indagatoria, cuando consta de autos que lo vio en casa del
señor Glas cuando fue a pedir el vaso de agua después del tiroteo
en la Plaza.
Dijo: Que como no tuvo presente la circunstancia de manifestar
el que había llamado a casa del señor Glas, se le olvidó asimismo
que en dicha casa vio a dicho Ramón Díaz, y responde.
Reconvenido: Cómo asegura que no se había mezclado jamás
directa ni indirectamente en cosas de política, cuando consta que
en un baile de máscaras se presentó con un traje haraposo con un
letrero alusivo al Gobierno Español achacándole la ruina de la Isla
desde la anexión.
Dijo: Que el traje con que se presentó en el baile mencionado
eran unos calzoncillos y una camiseta interior rosada encima de su
ropa natural, que el letrero decía «costumbre moderna» y que uno
y otro eran una crítica de dos o tres personas a quienes veía ordinariamente, veía de ese modo en la puerta de su casa, y responde.
Preguntado: Si sabe las penas en que incurren los que se mezclan
en asuntos políticos.
Dijo: Que ignora el contenido de la pregunta por no estar enterado del Código Español, que no tiene más que añadir, que lo
dicho es la verdad a cargo de su conciencia, en lo que se afirmó y
Anexión-Restauración
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ratificó leída que le fue esta su confesión, firmándola con el señor
fiscal, lo que certifico.
Firmado: Ante mí: Francisco DiéE. Perdomo
Benito Gimeno
Confesión de don Carlos de Lora
Seguidamente el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Carlos de Lora, coronel de las milicias de reserva
y clasificado en activo, el cual, preguntado por su nombre, edad,
patria, religión y empleo.
Dijo: Que se llama don Carlos de Lora, de edad de treinta y un
años y natural de esta ciudad, de religión católica apostica y romana
y que es coronel clasificado en activo de las milicias de reserva de
esta Isla, y responde.
Preguntado: Habiéndole leído la declaración indagatoria que
tiene hecha a folios setenta y seis de la causa madre, si es aquello lo
que declaró, si conoce la firma que tiene puesta al pie, si tiene algo
que añadir o quitar y si se ratifica en lo declarado.
Dijo: Que lo que se le ha leído es lo mismo que declaró, que la
firma es de su puño y letra, que no tiene nada que añadir ni quitar
y que se afirma en su contenido, y responde.
Preguntado: Si sabe por qué se halla preso.
Dijo: Que ignora la causa de su prisión, y responde.
Preguntado: Si tiene conocimiento en la ordenanza y leyes penales de las milicias a que pertenece.
Dijo: Que no las conoce ni las unas ni las otras, y responde.
Preguntado: Cuánto tiempo estuvo en la Plaza cuando pasó por
ella la noche del veinte y cuatro de febrero pasado al dirigirse a la
casa de doña Juana de Dios Méndez.
Dijo: Que no se detuvo nada en dicha Plaza, pues solamente la
atravesó para dirigirse a dicha casa, y responde.
Reconvenido: Cómo dice que no se detuvo en la Plaza y que pasó
casi toda la noche en su casa desde donde, según declara, oyó el
588
César A. Herrera
tiroteo, cuando de autos resulta que lo vieron en la Plaza la noche
citada en compañía de los revoltosos hasta después del tiroteo.
Dijo: Que niega el anterior cargo ateniéndose a lo que dijo en
su indagatoria, y responde.
Reconvenido: Si oyó, como dice, el tiroteo que hubo la citada noche desde su casa y comprendió que algo de extraordinario pasaba,
por qué no se presentó a la autoridad militar a pesar de no haber
recibido aviso puesto que debía comprender que un militar, en casos
semejantes, no necesita aviso alguno para cumplir con su obligación.
Dijo: Que no se presentó porque le parecía muy natural quedarse tranquilo y cerrado en su casa, y responde.
Reconvenido: Si, como dijo en su indagatoria, no se presentó al
gobernador la citada noche a pesar de haber oído el tiroteo esperando el aviso de dicho señor, por qué fue a la Plaza y se mezcló y
aun ayudó a los amotinados, según consta de autos.
Dijo: Que fue a la Plaza pero solo atravesándola con el objeto
que ya ha dicho, pero que no se mezcló ni ayudó en nada a los
amotinados, y responde.
Reconvenido: Puesto que no se presentó en la noche del veinte y
cuatro al señor gobernador, por qué no lo hizo a la mañana siguiente como debía y era natural que lo hiciese.
Dijo: Que no lo hizo esperando siempre el llamamiento del gobernador, y responde.
Reconvenido: Cómo dice en su indagatoria tomada siete días después de las ocurrencias que ni aun en aquella fecha sabía nada de
ellas, siendo así que al día siguiente las sabía todo el pueblo y tanto
más cuanto que hasta hoy ha estado entre otros arrestados por la
misma causa, los cuales necesariamente habrán hablado de aquellas.
Dijo: Que cuando se le hizo la pregunta en la indagatoria sin
duda no la comprendió bien puesto que después de su arresto ha
sabido algunas pequeñeces sobre ellas, como por ejemplo que había habido unos tiros aquella noche y cuatro o cinco muertos, y
responde.
Reconvenido: Cómo niega que estuvo en la Plaza con los insurrectos, cuando consta en la causa que no solo estaba con los amotinados
allí sino que hasta dio un «Viva la República Dominicana».
Anexión-Restauración
589
Dijo: Que es falsa la acusación que se le hace y dice.
Reconvenido: Cómo repite la negativa de haber estado en la Plaza con los revoltosos, cuando consta también que él era uno de los
que más figuraban entre aquellos.
Dijo: Que no estuvo en la Plaza según se le acusa, y responde.
Reconvenido: Cómo se obstina en seguir negando los cargos que
se le hacen, cuando de autos resulta que él, Manuel Jesús de Vargas y Juan de la Paz querían que cuatro o cinco presos fuesen a la
Alcaldía a romper las puertas para apoderarse de unas armas que
(existían) creían había allí.
Dijo: Que no es verdad la acusación que se le hace, pues él jamás
podría decir una cosa semejante, y responde.
Reconvenido: Cómo dice que la citada noche no llevaba más que
un bastoncito y en la Plaza consta estuvo armado.
Dijo: Que niega esta nueva acusación, y responde.
Preguntado: Si sabe dónde se halla Ramón Almonte, en cuyo
taller trabajaba el que declara, y si el día veinte y cuatro lo vio, a qué
hora se separó de él.
Dijo: Que no sabe dónde se halla en la actualidad y que el día
veinte y cuatro se separó de él como a las cinco de la tarde según lo
acostumbraba, no volviéndolo a ver más, y responde
Preguntado: Si el citado día veinte y cuatro, antes de separarse
de Almonte, este le dijo algo sobre el motín que habría de haber a
la noche, si sabe que el Almonte haya tenido parte en él y si notó en
aquel algo de sospechoso.
Dijo: Que nada le comunicó Almonte, que nada tampoco sabe
de él y que nada por fin le notó de sospechoso, y responde
Preguntado: Si sabe la grave responsabilidad de todo militar que
se mezcla en motines populares y si conoce las penas correspondientes a semejante falta.
Dijo: Que no sabe la primera ni conoce la segunda porque nada
sobre esto ha leído. Que es todo cuanto puede decir y toda la verdad, en lo que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su confesión,
firmándola con el señor fiscal de que yo, secretario, certifico.
Firmado: Francisco Die
Ante mí: Benito Gimeno
Carlos de Lora
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César A. Herrera
Confesión del general don Juan Luis Franco Bidó
A los catorce días de mismo mes y año compareció ante el señor
fiscal y presente secretario don Juan Luis Franco Bidó el cual, preguntado por su nombre, edad, patria, religión y empleo.
Dijo: Llamarse como queda dicho, de edad de cincuenta y siete
años, natural de esta ciudad, católico apostólico y romano y general
de división clasificado en activo de las milicias, de reserva de esta
Isla y es alcalde ordinario del Ayuntamiento de esta ciudad y por lo
tanto cobrando sueldo del Gobierno de S. M., y responde.
Preguntado: Habiéndole leído su indagatoria a folios tres y
vuelto y sus dos ampliaciones, la primera a folio quince vuelto y
la segunda a cuarenta y siete vuelto, si es aquello lo que declaró y
amplió, si conoce las firmas puestas al pie, si tiene algo que añadir
o quitar y si se ratifica en lo declarado.
Dijo: Que lo que se le ha leído es lo mismo que declaró y amplió,
que las firmas son de su puño y letra, que nada tiene que añadir ni
quitar y que se afirma en su contenido y responde.
Preguntado: Si sabe por qué se halla preso.
Dijo: Que verdaderamente lo ignora, pero que cree pueda ser
por ser miembro del Ayuntamiento y sobre las ocurrencias de la
noche del día veinte y cuatro del pasado mes y responde.
Preguntado: Si está enterado de las ordenanzas del Ejército y
Milicias y si conoce las leyes penales de aquel y las generales del
Reino.
Dijo: Que ignora unas y otras teniendo únicamente conocimiento del libro Tercero del Código Penal Civil que trata de las
faltas y el cual remitió la Real Audiencia a todos los alcaldes ordinarios por medio de su Gaceta, y responde.
Reconvenido: Por qué permitió que el señor don Belisario Curiel, síndico del Ayuntamiento en la sesión del veinte y cuatro de
febrero, sin su permiso y con tono insolente, se negase el primero
a que dicha Corporación subiese al Fuerte a incorporarse a la autoridad militar según invitación de esta.
Dijo: Que ya después de haber empezado el señor Curiel a
hablar le pareció bochornoso al que declara reprochárselo, pero
Anexión-Restauración
591
que seguidamente se dirigió a todos los miembros diciéndoles que
podrían usar la palabra, y responde.
Reconvenido: Por qué se negaron a subir al Fuerte a incorporarse al señor gobernador los miembros del Ayuntamiento, según
aquel los invitó, debiendo comprender que reunidas todas las autoridades se reconcentraba toda la fuerza, teniendo por lo tanto
doble vigor.
Dijo: En primer lugar, el Ayuntamiento creyó no debía salir
del lugar de sus sesiones ordinarias, y en segundo lugar, por considerarse una Corporación mediadora entre el pueblo y la fuerza, y
responde.
Reconvenido: Cómo dice que el Ayuntamiento quedó en su local
como mediador del pueblo y la fuerza armada, cuando debe conocer
que los amotinados no son pueblo sensato y que el Ayuntamiento,
al hacerse mediador de semejante gente, se rebaja y prostituye.
Dijo: Que determinó quedarse porque creía el Ayuntamiento al
principio que era el pueblo, pero que al fin se convenció en que era
una sublevación.
Reconvenido: Cómo pudo el Ayuntamiento creer lo que dice anteriormente el que declara, cuando sabía, por habérselo dicho así el
señor teniente coronel de San Marcial, que se temía una invasión de
gente armada y debe conocer que el verdadero pueblo ni se reúne, ni
se arma, ni trastorna una población en las tinieblas de la noche para
pedir cosas justas sino que las solicita a la luz del día, por escrito y
respetuosamente.
Dijo: Que al Ayuntamiento no le hizo impresión el saber que
la gente se había armado, por la costumbre que tiene de ver otras
sublevaciones de gente armada anteriores a la anexión.
Reconvenido: Si creía que el motín de esa noche era uno de tantos que había visto, qué resultados esperaba, según la experiencia
que confiesa y por qué no tomó medidas preventivas, sabiendo por
costumbre a qué atenerse respecto a dichas revoluciones.
Dijo: Que esperaban un resultado pacífico porque creía convencer a los amotinados con sus razones, y que las medidas que
tomaron fue participar lo que pasaba al gobernador, como se puede
ver por la correspondencia que se le remitió, y responde.
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César A. Herrera
Reconvenido: Puesto que el Dr. Prieto les reiteró que ya se había
retirado o se iba a retirar la Guardia de la cárcel y si el Ayuntamiento no tenía fuerza armada de que disponer para la custodia de los
presos, por qué aquel no echó mano de algunas personas pacíficas
y de confianza de las que siempre hay en todo pueblo para impedir
la fuga de los presos que por fin tuvo lugar.
Dijo: Que en cuanto el Ayuntamiento recibió por el señor Prieto el recado que se mandó a buscar el jefe de policía para ordenarle
fuese a la cárcel con gente a guardar los presos, que no recuerda
con quién se mandó este recado, pero que no encontraron al jefe
ni ninguno de la policía, que entonces salió el señor Curiel (don
Belisario) a adquirir noticias sobre los presos, volviendo de allá
muy poco diciendo que ya era inútil toda medida puesto que los
facciosos les habían abierto las puertas, y responde.
Reconvenido: Cómo dice que el Ayuntamiento tuvo noticia de la
fuga de los presos en la hora que cita anteriormente, cuando consta
que dicha noticia se recibió en el Cabildo después que el declarante
y el señor Grullón volvieron de la Plaza y aun consta que hay quien
cree que este acontecimiento se supo por el mismo que declara.
Dijo: Que es enteramente falso que se supo por quién y cuanto
deja expuesto, y responde.
Reconvenido: Siendo el que declara militar antes que alcalde, por
qué no dejó al Ayuntamiento que estaba como separado de la autoridad militar al no acceder a lo que aquella le proponía de reunirse
en el Fuerte, y por qué no se presentó en este a ofrecer sus servicios
como soldado leal, debiendo conocer que con los revoltosos no
tenían fuerza las buenas razones.
Dijo: Que creyó deber seguir al Ayuntamiento como presidente
de él que era, y responde.
Reconvenido: Cómo en el acta que se formó en el Ayuntamiento de la Sesión de la noche del veinte y cuatro de febrero no se
consignó el nombre de los revoltosos que fueron en Comisión a
dicho Ayuntamiento varias veces a él, como se hizo de todas las
personas que se presentaron aquella noche en la Casa Capitular
como el señor teniente coronel de San Marcial, señor ayudante de
ese Batallón y señor doctor Prieto.
Anexión-Restauración
593
Dijo: Que la omisión que se nota en el acta debe ser una falta
involuntaria la cual se hubiese remediado al poner en limpio dicho
documento, y responde.
Reconvenido: Cómo dice en su penúltima contestación que a
consecuencia de lo que el señor Prieto dijo al Ayuntamiento de
parte del teniente coronel se mandó buscar al jefe de la policía al
que no se le encontró, cuando precisamente consta en el acta que el
jefe de la policía se le mandó a buscar antes de la llegada de Prieto
y que se le encontró.
Dijo: Que de ese primer recado y respuesta no tuvo conocimiento sin duda por hallarse distraído, pero que asegura como
cierto la que ya deja referido, y responde.
Reconvenido: Cómo una novedad tan importante al Gobierno de
S. M. y a toda sociedad como la fuga de setenta y tantos criminales
de la cárcel no se hizo constar en el acta la hora que tuvo lugar
esta y el que llevó la noticia al Ayuntamiento y no que se hace sin
que conste circunstancia alguna, como si fuese una cosa de ningún
valor.
Dijo: Ignoraba esa omisión y que se hubiera remediado al haberse puesto el acta en limpio, y responde.
Reconvenido: Que cómo denominan al señor gobernador de la
Provincia con el epíteto de funcionario público simplemente mientras que el Ayuntamiento siempre se pone la palabra de «Ilustre».
Dijo: Que esta particularidad con respecto al epíteto con que
designa el señor gobernador debió ser un olvido involuntario que
se hubiese subsanado al ponerse en limpio dicha acta, y responde.
Reconvenido: Cómo llaman pueblo en el acta a los insurrectos
antes de su completa derrota en la Plaza, cuando después de esta
los denominan facciosos.
Dijo: Que, como ya ha dicho en unas de sus contestaciones
anteriores, al principio creyó el Ayuntamiento que la gente que
andaba reunida era el pueblo verdadero y después se convenció que
no era más que una completa vagabundería, de donde resulta la
diferencia de lenguaje que se hace notar, y responde.
Reconvenido: Cómo en otro lugar permite que en el acta se denomine a los insurrectos con el nombre de pueblo mientras que al
594
César A. Herrera
ejército de S. M. la Reina lo llama (como con desprecio) la gente de
tropa, antes de la derrota de los sublevados, mientras que después
de esta varían este lenguaje.
Dijo: Que no tuvo participación en la redacción del acta, que
luego no la leyó tampoco y que sigue en la creencia de que si se hubiese puesto en limpio se hubiesen rectificado todos esos defectos,
y responde.
Reconvenido: Cómo dice en su indagatoria que trató de apaciguar a los revoltosos en la Plaza, cuando consta de autos que no
solo no los contuvo ni trató de hacerlo, antes bien los alentó.
Dijo: Que es falsa la acusación que se le hace, y responde.
Reconvenido: Cómo niega el antecedente cargo, cuando consta
también que arengó a los presos y les dijo que a él le debían su
libertad y que esperaba por lo tanto que ayudasen a la revolución
hasta perder su última gota de sangre.
Dijo: Que es asimismo falsa esta nueva acusación, y responde.
Reconvenido: Cómo asegura que dijo a los insurrectos de la Plaza
que se retirasen a su Sabana y sobre todo que no fuesen al Ayuntamiento, cuando consta que lo que les dijo fue que se esperasen
en la Plaza hasta por la mañana, que sería cuando el Ayuntamiento
determinaría lo que debiera hacer.
Dijo: Que repite que lo que les dijo fue lo que deja expuesto,
pero nada más, y responde.
Reconvenido: Cómo se comprende que fuese a la Plaza a echar de
allí a los revoltosos, cuando consta que estando él en aquel punto
se le dieron vivas al mismo tiempo que a la República Dominicana
y al Ayuntamiento.
Dijo: Que con efecto oyó vivas según se refiere, a los que contestó por temor de que lo sacrificasen, y responde.
Reconvenido: Cómo se atrevió a nombrar jefes a los insurrectos,
como consta de autos y aun de su misma declaración, cuando debió
comprender que el medio mejor de deshacer cualquier motín es
quitarle esos jefes para que se desorganice.
Dijo: Que conocen mucho en esta ciudad su reputación para
que se crea pueda meterse en vagabunderías semejantes y que
se encargó a los comandantes don Vidal Pichardo y don Ramón
Anexión-Restauración
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Almonte que hicieran callar aquella gente fue para que se oyese la
misión del Ayuntamiento, y responde.
Reconvenido: Cómo trata de probar su conducta pacífica en la
sesión del Ayuntamiento, cuando de autos consta que hablaba allí
en tono y estilo de apostárselas al gobernador, dando con esto pie a
que los demás miembros se opusiesen a una reunión pacífica con el
señor gobernador, según este lo deseaba.
Dijo: Que la acusación que se le hace es falsa, y responde.
Reconvenido: Cómo niega su complicidad en el motín cuando de
autos resulta que estando en la Plaza y diciéndole Pedro Ruiz que
los presos no tenían armas, les contestó que ya se las darían.
Dijo: Que también es falsa esta nueva acusación.
Reconvenido: Cómo niega el antecedente cargo cuando resulta
de autos que mandó fuesen a la Alcaldía donde se decía que había
armas para apoderarse de ellas, añadiendo que si las puertas estaban
cerradas que las echasen abajo.
Dijo: Que es igualmente falsa toda la acusación, y responde.
Reconvenido: Cómo insiste en negar su participación en la revuelta cuando consta que en la Plaza dio por sí mismo un Viva la
República Dominicana y dijo a los presos que estaban en libertad.
Dijo: Que es completamente falsa esta nueva acusación, y
responde.
Preguntado: Por qué del día veinte y cinco de febrero no se presentó al gobernador, como militar que es, a ofrecerle sus servicios
en vez de permanecer en su casa dando pie a que se pudiera creer
que no era adicto a la autoridad militar que interinamente manda
esta provincia y, por lo tanto, al Gobierno de S. M. de quien recibe
sueldo mensual.
Dijo: Que el día veinte y cuatro, a tiempo de recibir la convocatoria para reunirse en el Ayuntamiento ya estuvo dispuesto para
ir a presentarse al gobernador a ofrecerle sus servicios, pero que
no lo hizo por cumplir la orden que se acababa de recibir; y que al
día siguiente veinte y cinco no lo efectuó porque habiendo estado
en Sesión toda la noche y mañana siguiente hasta cerca de la una, a
esta hora se retiró a su casa algo indispuesto y se acostó a descansar
despertándose pasadas las cuatro; que entonces supo que habían
César A. Herrera
596
sido arrestados los miembros del Ayuntamiento y que pasando entonces por su calle don Federico Peralta, le suplicó dijese al gobernador de su parte que si él era uno de los arrestados se daba por tal,
pero que suplicaba esperase para su comparecencia hasta la mañana
siguiente, razón por la cual no se presentó, y responde.
Preguntado: Por qué el Ayuntamiento estuvo la noche del veinte
y cuatro de febrero contemporizando con los insurrectos, en vez
de mandarles terminantemente que depusiesen las armas y se retirasen a sus casas empleando para ello la inmensa fuerza moral de
toda corporación de este género sobre los individuos de la misma
población.
Dijo: Que el Ayuntamiento hizo cuanto estuvo de su parte para
traerlos a la razón, por lo cual habiéndose sorprendido dicha corporación al saber que los amotinados se hallaban en la Plaza y pretendían ir a la Casa Consistorial, para evitarlo mandó la comisión
del que declara y señor Grullón, como ya queda referido. Que es
cuanto tiene que confesar y todo la verdad, en lo que se afirmó y
ratificó leída que le fue esta su declaración, firmándola con el señor
fiscal de que yo, secretario, certifico.
Firmado: Francisco Dié
Ante mí: Benito Gimeno
Juan Luis Franco Bidó
Confesión de Pedro Ignacio Espaillat
Incontinente el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Pedro Ignacio Espaillat, el que enterado se le iba a recibir
su confesión ofreció decir verdad en lo que fuese interrogado y
responde.
Preguntado: Su nombre, patria, edad, religión y empleo.
Dijo: Llamarse don Pedro Espaillat, natural de esta ciudad,
edad de treinta y ocho años, religión católica apostólica y romana y
capitán de las milicias de reserva de esta Isla, y responde.
Preguntado: Habiéndole leído su declaración que tiene hecha a
folio treinta y siete y siguiente de la causa madre, si es aquello lo
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que declaró, si conoce la firma que tiene puesta, si tiene algo que
añadir o quitar y si se ratifica en lo declarado.
Dijo: Que lo que se le ha leído es lo mismo que declaró, que la
firma que aparece al pie es de su puño y letra y que no tiene que
añadir ni quitar más que hacer la salvedad de que cuando vino a la
Plaza del Fuerte Dios venía reunido con los amotinados, pero no en
cabeza de ellos, pues quiere decir en su declaración que venía con
los de delante; que en todo lo demás se afirma y ratifica y responde.
Preguntado: Si sabe la causa por que se halla preso.
Dijo: Que supone que es por las ocurrencias del veinte y cuatro
del mes pasado, y responde.
Preguntado: Si es capitán (como dice) clasificado en activo de las
reservas de la isla y si como tal cobra sueldo del Gobierno de S. M.
Dijo: Sí, es tal capitán y que cobra sueldo, por lo tanto, del Gobierno, y responde.
Preguntado: Si tiene conocimiento de las ordenanzas del Ejército y Milicias y sabe su Código Penal.
Dijo: Que no tiene conocimiento ni de las unas ni del otro, y
responde.
Reconvenido: Puesto que don José María Gautier le dijo, como
él mismo confiesa en su indagatoria, que iban a reunirse en el
Fuerte Dios y venir al pueblo gritando «Viva la República Dominicana», por qué fue a dicho Fuerte con pleno conocimiento de
lo que sucedía allí.
Dijo: Que fue a dicho Fuerte con la intención de ver si los podía
convencer para que lo dejasen para la mañana siguiente para evitar
los desastres consiguientes a una noche en revolución, y responde.
Reconvenido: Si ya en el Fuerte Dios, como dice en su indagatoria, conoció que toda la gente que había allí reunida y armada
no eran más que vagabundos y borrachos, por qué no se separó de
ellos en aquel momento y se volvió a su casa tranquilamente.
Dijo: Que no lo hizo así porque en aquellos momentos no pensaba en su bien sino en el que podía hacer a la población pensando
que al otro día todo se concluiría, y responde.
Reconvenido: Si, como dice en su declaración, el objeto que tuvo
al ir al Fuerte Dios fue el de ver si podía influir con los amotinados
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César A. Herrera
para que se marchasen a sus casa; y si, como asegura, después no
pudo conseguir dicho objeto, por qué siguió con los revoltosos,
como consta de su misma declaración.
Dijo: Que siguió con ellos porque supuso que el motín se reduciría a asesinatos por venganzas particulares, a robos y otros
sucesos parecidos, los que creyó poder evitar y se figuró, como deja
expuesto, que a la mañana siguiente todo concluiría, y responde.
Reconvenido: Si, como le dijo Gautier y es la verdad, él es tan conocido y tiene tanta influencia con sus paisanos, por qué no empleó
eficazmente esa nombradía y ese predominio para que se volviesen
a sus casas tranquilamente y no para alentarlos con su presencia y
compañía, como lo hizo.
Dijo: Que cuando llegó al Fuerte Dios conoció que la gente que
estaba allí reunida no era la que él se persuadía fuese, y que con la
que encontró no podía tener influencia alguna, y responde.
Preguntado: Qué clase de gente era la que él creía encontrar en
el Fuerte Dios, según se desprende de la anterior contestación y
por qué motivo lo creía así.
Dijo: Que creía que la gente que estaba en el Fuerte Dios serían
personas que atendiesen a buenos consejos sin que para ello tuviese
más fundamento que lo que le dijo Gautier, y responde.
Reconvenido: Si, como dice anteriormente, reconoció que no tenía influencia con la gente que estaba en el Fuerte, de qué medios
pensaba valerse para evitar las tropelías de que habla.
Dijo: Que el medio de que se pensaba valer era engañarlos haciéndoles esperar hasta el día siguiente en el cual no tendrían apoyo
alguno, y responde.
Reconvenido: Si es capitán de las reservas activas y como tal cobra
sueldo de S. M., por qué no se presentó la citada noche al gobernador a ofrecerle sus servicios, como era su deber natural, y en vez de
esto se reunió a los amotinados haciendo, por lo tanto, causa común
con ellos contra el mismo Gobierno por quien recibía sueldo.
Dijo: Que hizo lo que deja manifestado porque creía ser más
útil a la humanidad entre los que se reunió por los motivos que ya
deja dichos, que al lado del gobernador, donde no tenía tropa que
mandar, y responde.
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Reconvenido: Cómo dice que su intención al reunirse con los
amotinados era la de apaciguarlos, cuando consta de autos que en
unión de otros propaló voces subersivas como la de decir aun aquella noche que los españoles querían hacerlos esclavos y sacarlos de
esta Isla y llevarlos a otras tierras, cuando demasiado le debe constar que los españoles ni quieren ni pueden hacer semejante cosa.
Dijo: Que sin responder por los demás que fuesen en su compañía puede asegurar por sí mismo que no dijo ni oyó cosa semejante,
y responde.
Reconvenido: Cómo dice en su indagatoria que no llevaba armas
algunas, cuando en autos consta lo contrario.
Dijo: Que únicamente llevaba su machete y este por pura precaución, y responde.
Reconvenido: Si, como dice, su intención al reunirse con los
amotinados fue buena y su conciencia no le hacía cargo alguno, por
qué huyó de la población siendo así que nadie lo perseguía.
Dijo: Que aunque en conciencia estaba tranquilo como en realidad había estado con los amotinados, y creyó que a la autoridad
no le constaba con qué objeto, temió ser arrestado y huyó por consecuencia, y responde.
Preguntado: Si supo lo que pasó en la Plaza durante y después de
los tiros, y por quién.
Dijo: Que no lo supo, puesto que cuando empezaron los tiros
fue, como deja dicho, al Ayuntamiento a notificarle esta ocurrencia
e inmediatamente se marchó al campo, y responde.
Preguntado: Cómo dice anteriormente y en su indagatoria, que
cuando empezaron los tiros fue al Ayuntamiento a notificarle esta
ocurrencia, cuando ningún miembro de dicha corporación hace
mención de haberlo visto y llevar tal noticia.
Dijo: Que bien pudieron no verlo puesto que no entró en el
Ayuntamiento y dijo lo que refiere en su indagatoria desde la calle
y sin deternerse.
Preguntado: Por qué razón fue, como dice, al Ayuntamiento a
llevar la noticia que lleva expresada y con qué objeto la llevó.
Dijo: Que la razón que tuvo para ir al Ayuntamiento a noticiarle
lo ocurrido fue porque, como ya tiene dicho, fue encargado por el
César A. Herrera
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general don Juan Luis Franco Bidó para que hiciese tener orden
del Ayuntamiento. Que no tiene más que decir y todo la verdad, sin
que tenga que añadir ni quitar, en lo que se afirmó y ratificó leída
que le fue esta su confesión, firmándola con el señor fiscal de que
yo, secretario, certifico.
Firmado: Francisco DiéPedro Ignacio Espaillat
Ante mí: Benito Gimeno
Diligencia de haber aceptado y jurado los defensores
A los quince días de dicho mes y año, ante el señor fiscal y presente secretario comparecieron los subtenientes del Regimiento de
la Corona don Matías Ramos y don Matías Fernández, el primero
defensor de don Eugenio Perdomo y el segundo de don Carlos de
Lora; asimismo comparecieron los tenientes de San Marcial don
Ramón López y don José María Cuervo, defensor asimismo el primero de don Juan Luis Franco Bidó y el segundo de don Pedro
Ignacio Espaillat, cuyos cuatro señores oficiales dijeron que aceptaban el cargo para que han sido nombrados por los acusados, y habiendo puesto la mano derecha tendida sobre el puño de su espada
prometieron bajo de su palabra de honor defender a los antedichos
acusados con verdad y arreglándose a lo que S. M. manda en sus
Reales ordenanzas; para que conste por diligencia lo firmaron con
el señor fiscal y secretario de que certifico.
Francisco Die, José Ma. Cuervo, Ramón López, Matías Ramos, Matías Fernández. Ante mí: Benito Gimeno
Diligencia de haber citado
a los defensores para las ratificaciones
En el mismo día, mes y año el señor fiscal mandó citar a los
señores don Matías Ramos, don Matías Fernández, don Ramón
López y don José María Cuervo, defensores de los acusados don
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Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora, don Juan Luis Franco
Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat, para que a las siete y media de
la mañana se hallen en el pabellón donde se encuentra establecida
esta fiscalía en el Fuerte de San Luis, para que asistieran a las notificaciones de los testigos que han declarado en este proceso, a los
que también se citó e hizo comparecer a la misma hora; y para que
conste por diligencia lo firmó dicho señor lo que yo, el secretario,
certifico.
Firmado Francisco Dié, Benito Gimeno, don José Echavarría,
don Ramón Rancaño, don Juan de la Cruz Ureña, don Jacobo Rodríguez, don Ulises Francisco Espaillat, don Pedro Curiel y don Macario de Lora.
Ratificación de don Vicente Morel
Acto seguido el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Vicente Morel, el que juró decir verdad en cuanto fuese
interrogado y preguntado: Habiéndosele leído su declaración a
folios cuarenta y ampliación al setenta y ocho vuelto si una y otra
es la que prestó, si la firma que la autoriza la reconoce por suya, si
tiene que añadir o quitar y si se afirma y ratifica en su contenido.
Dijo: Que la declaración y ampliación que se le han leído es la
que prestó, que la firma que la autoriza la conoce por suya, que tiene
que añadir que cuando dice en su ampliación que Sebastián Valverde iba y venía al Cabildo sin decir nada, debe entenderse que de
particular, porque alguna cosa hablaba con sus amigos lícitamente
como es regular; que al nombrado Perdomo, después de que habló
mucho por la facción, le dijo el que declara las palabras siguientes:
«El Cabildo en sus casos sabe que debe representar por los intereses
del pueblo» y dijo esto porque le molestaba oír a dicho Perdomo
invocar la palabra pueblo en cambio de su débil facción, lo mismo que
permitirse nombrar, como lo hizo, dos miembros del Ayuntamiento, cuyos nombres no recuerda, en Comisión representativa; como
comprendería, o no, el citado Perdomo que el grupo de facinerosos
602
César A. Herrera
con quien andaba y por quien hablaba no era pueblo ni tenía intereses que reclamar y que el Cabildo no podía ser su instrumento; pero
valido no sabe de qué dijo entonces: «Ya no son dos miembros los
que nombro, es todo el Cabildo». Este, callado un rato por prudencia según cree el que declara, dijo al grupo: «Daremos parte al señor
gobernador, disípense o retírense lejos del pueblo y no provoquen las
fuerzas del Gobierno». Por lo que corresponde al que declara como
el último que concurrió al Cabildo con la buena fe de costumbre
por tan solo obedecer a las órdenes del señor gobernador y después
que se le hicieron citaciones, la primera por la Circular ya dicha y la
segunda verbal por medio del portero del Ayuntamiento y cuando
llegó a dicho local lo encontró reunido y en sesión abierta. Como
solamente componía el que habla la décima o undécima parte de
la Corporación, tuvo que permanecer allí y pasar por el voto de la
mayoría que en su ausencia acordó continuar la sesión en la Sala
Capitular como ya lo tenía manifestado al señor gobernador, aunque
al que declara le repugnaba estar allí sorprendido y al juguete de un
motín armado que iba y venía y teniendo que oír sus pretensiones
criminosas, sin poderse retirar por no comprometerse con su mismo
deber, ni exponerse al peligro que se corría en las calles con los facinerosos en la noche del veinte y cuatro del mes pasado, sabedores
que las fuerzas del Gobierno se encontraban en el Fuerte tanto más
cuanto el que declara vive en uno de los extremos del pueblo. Que
no tiene más que añadir, en lo que se afirmó y ratificó leída que le
fue esta su ratificación y el juramento que prestó, firmándola con el
señor fiscal que certifico.
Firmado: Francisco DiéVicente Morel
Ante mí: Benito Gimeno
(Vienen a continuación las ratificaciones de don Máximo Grullón,
don Belisario Curiel, don Alfred Deetjen, don Pablo Pujol, don Federico
Larrinaga, don Manuel Tomás Ricart, don Ramón Díaz Rojas, don José
Manuel Glas, don Joaquín Zarzuelo, todos los cuales manifiestan no tener
que añadir ni quitar nada en sus anteriores declaraciones y ampliaciones y
se ratifican y afirman en ellas, firmándolo con el señor fiscal y secretario.)
Anexión-Restauración
603
(A continuación figura una diligencia de haber presenciado los defensores las ratificaciones anteriores.)
(A continuación figuran dos diligencias para citar a los testigos y a los
defensores a los careos.)
Careo del testigo Manuel Rancaño
con el acusado Carlos de Lora
En Santiago, a diez y seis de marzo del mismo año y a las seis de
su mañana, el señor fiscal de esta causa mandó traer a su presencia al
acusado don Carlos de Lora para practicar el careo haciendo entrar en
la habitación de este Tribunal al testigo Manuel Rancaño; y habiendo
exigido a don Carlos de Lora promesa de decir verdad, hizo dicho
señor levantar su mano derecha y preguntado: ¿Jurais a Dios y prometéis a la Reina decir verdad en el punto que os voy a preguntar?
Dijo: Sí, juro.
Preguntado: Al acusado si conoce el testigo que se le presenta,
si sabe le tenga odio o mala voluntad y si le tiene por sospechoso.
Dijo: Que conoce al testigo que se le presenta, que no sabe le
tenga odio ni mala voluntad y que no lo tiene por sospechoso
Y habiéndole leído en este estado la declaración del referido
testigo que obra a folios veinte y dos de la causa madre y preguntado si es conforme con ella, dijo: que no se conforma con la declaración que se le ha leído y que a la oración de aquella noche encontró
a don Vidal Pichardo, el cual dijo al que declara que si quería ir con
él aunque sin decirle a qué, a lo cual no accedió.
Preguntado: El testigo si conoce al que tiene presente y si es el
mismo por quien ha declarado y qué se le ocurre decir a lo que el
acusado reprueba de su declaración.
Dijo: Que conoce al que tiene presente, que es don Carlos de Lora,
el mismo por quien ha declarado y que se afirma y ratifica en su declaración y de no quedar conformes testigo y acusado en esta confrontación lo firmaron con el señor fiscal de que yo, el secretario, certifico.
Francisco Dié,
Carlos de Lora,
Ante mí: Francisco Gimeno
Manuel Rancaño
César A. Herrera
604
Careo del testigo José Echevarría
Carlos de Lora
con el acusado don
En la misma ciudad, día, mes y año, a las seis y cuarto de la
mañana el señor fiscal mandó traer a su presencia al acusado don
Carlos de Lora para practicar el careo, y haciendo entrar en la
habitación de este Tribunal al testigo José Echevarría y habiendo
exigido a don Carlos de Lora promesa de decir verdad, hizo dicho
señor levantar la mano derecha al testigo y preguntado: ¿Jurais
a Dios y prometéis a la Reina decir verdad en el punto os voy a
preguntar?
Dijo: Sí, juro.
Preguntado: Al acusado si conoce al testigo que se le presenta,
si sabe le tenga odio o mala voluntad y si le tiene por sospechoso.
Dijo: Que conoce de vista al testigo que se le presenta, que no
sabe le tenga odio ni mala voluntad ni lo tiene por sospechoso y habiéndole leído en este estado la declaración del testigo que aparece
a folios veinte y cuatro y vuelto de la causa madre.
Preguntado si se conforma con ella.
Dijo: Que no se conforma con dicha declaración.
Preguntado: El testigo conoce al que tiene presente, si es por
quién declaró y qué se le ofrece decir a la no conformidad que
manifiesta el acusado a su declaración.
Dijo: Que conoce al que tiene presente, que es don Carlos de
Lora, por quien ha declarado y que se afirma y ratifica de nuevo en
lo que tiene dicho; y de no quedar conformes testigo y acusado, el
primero hizo la señal de la cruz por no saber firmar, y firmándola el
segundo con el señor fiscal, lo que certifico.
Firmado: Francisco Dié, Carlos de Lora (hay una señal de cruz).
Ante mí: Benito Gimeno
Anexión-Restauración
605
Siguen a continuación los siguientes careos:
De don Román Hernández con don Carlos de Lora.
De don José Haché y Zapatería con don Carlos de Lora.
De don Juan de la Cruz Ureña con don Carlos de Lora.
De don Manuel Rancaño con don Juan Luis Franco Bidó.
De don José Echavarría con don Juan Luis Franco Bidó.
De don Román Hernández con don Juan Luis Franco Bidó.
De don José Haché y Zapatería con don Juan Luis Franco Bidó.
De don Juan de la Cruz Ureña con don Juan Luis Franco Bidó.
De don Juan de la Cruz Ureña con don Pedro Ignacio Espaillat.
Todos estos careos dan por resultado el que los acusados estiman como falsas las declaraciones de los testigos no quedando
conformes, lo cual firman con el señor fiscal y secretario.
(Figura a continuación una diligencia de haber presenciado los oficiales defensores los anteriores careos)
(Seguidamente va la diligencia de remisión del proceso al presidente
de la Comisión Militar Ejecutiva de la Provincia).
Santiago, 16 de marzo de 1863, a las 7 de la noche.
Al señor asesor de la Comisión Militar Ejecutiva para que en
término de diez y seis horas manifieste si está en disposición de
verse en Consejo de Guerra.
El T. C. presidente de la Comisión Mr.
Firmado: Luis Bustamante
606
César A. Herrera
Conclusión fiscal. Don Francisco Dié y Pescetto,
capitán de la Tercera Compañía del Batallón de
San Marcial número dos de Infantería
Vistas y examinadas detenidamente las declaraciones, cargos y
confrontaciones que aparecen en este proceso contra don Eugenio
Perdomo, del comercio de esta ciudad, don Carlos de Lora, don
Juan Luis Franco Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat, coronel el
primero de estos tres, general el segundo y capitán el tercero de
milicias en activo de esta Isla y acusados de complicidad en la rebelión ocurrida en esta ciudad la noche del veinte y cuatro de febrero
último y siguientes;
RESULTANDO: En los varios procedimientos evacuados plena y suficientemente probado que don Eugenio Perdomo de motu
propio, y sin que para ello se le hiciese ninguna violencia, tomó a
su cargo el llevar la voz por los rebeldes en el Ayuntamiento como
consta en las declaraciones que obran a folios tres, cuatro, cinco,
seis y vuelto y aun en su misma indagatoria a folio primero; haciéndose eco y jefe de ellos según marca terminantemente el artículo
ciento setenta y uno del Código Penal Civil.
RESULTANDO: Que don Carlos de Lora, coronel de reservas
en activo y por lo tanto cobrando sueldo del Gobierno de S. M., no
solo no se presentó al señor gobernador militar de esta Plaza, como
debía, a ofrecerle sus servicios como buen militar, sino que en vez
de esto se asoció a los rebeldes a quienes sirvió de jefe, según consta
en las declaraciones de varios testigos a folios ocho y nueve.
RESULTANDO: Que don Juan Luis Franco Bidó, como alcalde fue débil y tuvo poco tino en la presidencia del Ayuntamiento en
la sesión de la precitada noche y como general de Reservas activas,
en vez de ponerse al lado de la autoridad militar como era de su
deber, lo hizo al de los rebeldes y aun dio órdenes y vivas en contra
del Gobierno de su legítima Reina, alentando la revolución con su
presencia y mal ejemplo, como consta en las declaraciones de folios
trece, catorce, quince, diez y seis, diez y siete y diez y ocho.
RESULTANDO: En fin, que don Pedro Ignacio Espaillat,
también capitán de dichas reservas y cobrando sueldo, no solo no
Anexión-Restauración
607
cumplió como buen militar apoyando al señor gobernador y uniéndose a él y al Ejército sino que voluntariamente hizo causa común
con los amotinados, uniéndose a ellos y propalando voces subversivas en contra de un gobierno a quien tenía la obligación de servir
como militar, según consta a folios veinticinco y en la confesión de
don Eugenio Perdomo y su misma indagatoria a folios veinticinco
y diez y ocho.
CONSIDERANDO: Que las causas o razones que don Eugenio Perdomo alega para su descargo son tan sin fundamento y sin
visos de verdad que no merecen el más leve crédito, atendiendo sobre todo a su conducta pasada y antecedentes de no muy buena ley.
CONSIDERANDO: Que la tenaz y ridícula negativa de
don Carlos de Lora más en un cargo que lo acrimina que una
razón que le salva, siendo así que no ha presentado siquiera un
testigo justificativo de lo mismo que niega tan constante como
incalificablemente.
CONSIDERANDO: Que a pesar de la conducta tranquila,
la edad avanzada y la numerosa familia de don Juan Luis Franco
Bidó, este bien pudo en el momento de estar en la Plaza y entre los
revoltosos, viciar su carácter, desconocer sus años y olvidar su prole
arrastrado por el raudal impetuoso de la revolución.
CONSIDERANDO: Que las razones que en pro de su conducta ilegal y criminosa presenta don Pedro Ignacio Espaillat, no
son admisibles ni aun al criterio más nulo.
CONSIDERANDO: En fin, que todos cuatro, sin razón ni
derecho se hicieron reos en primer lugar de ingratitud a su antigua Madre Patria la noble y caballerosa España que después de
cuarenta y tantos años de separación los vuelve a acoger en su seno
olvidando el pasado, y los acaricia y considera, bien así como el
padre de la parábola del hijo pródigo.
CONSIDERANDO: En segundo lugar, que todos cuatro espontáneamente y sin justicia admisible se han constituido reos de
traición a la gloriosa bandera española que lleva bordada en cada
uno de sus pliegues una fresca hoja de laurel imperecedero; a esa
bandera que es tan conocida de todos los tiempos y de todos los
pueblos a la cual han mecido blanda y cariñosamente las heladas
César A. Herrera
608
brisas del polo y los ardientes céfiros de la zona tórrida, y a esa
bandera en fin que ellos debían tener a orgullo que ondease en los
arruinados y viejos muros de sus fuertes destruidos tantas veces por
las continuas guerras civiles que asolaban este mísero y desgraciado
país.
CONSIDERANDO: Por último, que quien voluntaria, libre
y espontáneamente se hace reo de los dos más feos crímenes que
tiene la humanidad, a saber, la ingratitud y la traición, no merece
que se le trate como hijo y amigo, sino como paria y extraño.
CONCLUYO POR LA REINA: Que don Eugenio Perdomo,
don Carlos de Lora, don Juan Luis Franco Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat, sean condenados a la última pena, según marca la
ley desde diez y siete de abril de mil ochocientos veinte y uno, el
artículo ciento setenta y ocho del Código Penal civil y demás reales
órdenes vigentes. Santiago de los Caballeros, diez y siete de marzo
de mil ochocientos sesenta y tres.
Firmado: Francisco Dié y Pescetto
Declaración de don Ulises Francisco Espaillat
Diligencia de haber entregado el proceso a los defensores.
Diligencia de haber devuelto el proceso a los defensores.
Diligencia de haber avisado a los capitanes para el Consejo
Diligencia de haberse reunido el Consejo
y presentándose los reos don Juan Luis Franco Bidó
y don Eugenio Perdomo
Don Francisco Dié y Pescetto, capitán de la Tercera Compañía
del Batallón de San Marcial número dos certifico:
Que hoy veinte de marzo de mil ochocientos sesenta y tres,
después de haber oído la misa del Espíritu Santo se ha juntado el
Consejo en la casa del señor brigadier gobernador de esta Plaza, presidido por el señor teniente coronel de artillería don Luis
Anexión-Restauración
609
Bustamante y en el cual se hallaban de jueces los capitanes del
Batallón de San Quintín don Fermín Daza y don Pablo Rodríguez
y Vera; los de San Marcial don Juan Delgado y don Francisco
Montaner, el de la Corona don José Lapuente y el del escuadrón
de Santo Domingo don José de los Ríos; y habiéndose hecho relación de este proceso y leídas las defensas de los procuradores,
fueron conducidos con buena custodia los reos don Juan Luis
Franco Bidó y don Eugenio Perdomo y presentados al Consejo; y
habiéndoseles tomado por mí juramento de decir verdad en cuanto expusiesen o contestasen y fueron preguntados por el señor
(fiscal) presidente y vocales sobre los puntos de información que
sobre ellos se han expuesto, todo con asistencia de sus respectivos
defensores, y no produjeron en su descargo razón que aminore
su crimen; y después de haber conferenciado y visto las defensas
de los defensores, se volvieron los reos con la misma custodia a la
prisión pasando el Consejo a votar; para que así conste todo, se
pone por diligencia que firmo fecha ut retro.
Firmado: Francisco Dié
Voto 6º.- Hallándose plena y terminantemente probado el
delito que se persigue en los reos don Eugenio Perdomo, don
Pedro Ignacio Espaillat, don Carlos de Lora y don Juan Luis
Franco Bidó, de cuyo delito se hallan confesos y convictos los
dos primeros y convictos los segundos, les condeno a todos cuatro a la pena de muerte pasados por las armas con arreglo al
artículo primero de la ley de 17 de abril de 1821 y disposiciones
vigentes.
Firmado: José de los Rios
En los mismos términos que el voto anterior están redactados
los siguientes:
Voto 5º.- Firmado por don Francisco Montaner.
Voto 4º.- Firmado por don Juan Delgado.
Voto 3º.- Firmado por don José Lapuente.
César A. Herrera
610
Voto 2º.- Firmado por don Pablo Rodríguez Vera.
Voto 1º.- Firmado por don Fermín Daza.
Voto del presidente .- Firmado por don Luis Bustamante.
Gpc
Sentencia
Visto y examinado el proceso formado por el capitán del Batallón de San Marcial don Francisco Dié y Pescetto contra el paisano
don Eugenio Perdomo, el general de Reservas de esta Isla don Juan
Luis Franco Bidó, el coronel de las mismas don Carlos de Lora y el
capitán de las propias milicias don Pedro Ignacio Espaillat, acusados de complicidad en la rebelión ocurrida en esta ciudad la noche
del veinticuatro de febrero pasado y habiendo hecho relación de
todo al Consejo de Guerra celebrado en este día, comparecido en
él los reos don Juan Luis Franco Bidó y don Eugenio Perdomo,
donde presidía el señor teniente coronel de artillería don Luis Bustamante; todo bien examinado, con la conclusión fiscal, defensas de
los procuradores y habiendo oído el parecer del señor Asesor don
Alejandro Angulo y Guridi, ha condenado en Consejo y condena a
los referidos don Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora, don Juan
Luis Franco Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat a la pena de ser
pasados por las armas, con arreglo a la ley de diez y siete de abril de
mil ochocientos veintiuno por unanimidad de votos. Santiago de
los Caballeros, veinte de marzo de mil ochocientos sesenta y tres.
Firmado: Luis Bustamante, Fermín Daza, José Lapuente,
Francisco Montaner, Pablo Rodríguez Vera, Juan Delgado,
José de los ríos.
Gpc
Anexión-Restauración
611
Defensa de don Eugenio Perdomo
Don Matías Ramos y Martín, subteniente abanderado del Segundo Batallón del Regimiento de la Corona número tres de Infantería y defensor nombrado por don Eugenio Perdomo, acusado
de ser jefe de la rebelión, hace presente al Consejo y expone en
favor de su defendido lo siguiente.
No pretendo negar el hecho por el cual se juzga a don Eugenio
Perdomo, él mismo lo ha confesado y a mí no me queda otra cosa
que hacer como su defensor que probar no su inocencia; lo debería
y de hecho sería una temeridad sin fundamento, puesto que está
probada hasta la evidencia su participación; solo sí que en vez de
aparecer autor de rebelión como lo califica el señor fiscal, no es más
que cómplice de una asonada reputada por la ley de sedición, pero
antes de combatir la acusación fiscal me circunscribiré a los hechos.
Desde el día 20 del próximo mes pasado se susurraba en esta
ciudad que en el pueblo de Sabaneta se había desplegado el pendón de la rebelión y que Guayubín y Monte Cristi habían corrido
la misma suerte; que un general de las reservas provinciales llamado Lucas Peña estaba a la cabeza de la insurrección y que se
había enarbolado en aquellos pueblos la bandera de la extinguida
República Dominicana; lo que dio lugar a que las autoridades,
con su buen celo, se preparasen tomando las medidas oportunas
y el señor general gobernador de esta ciudad saliese con tropas
para sofocar la insurrección quedando esta guarnición reducida
a un número bastante pequeño de tropas. Desde ese momento
principiaron a sentirse los movimientos de alarma en esta ciudad,
manifestándolo la salida al campo de algunas familias, y de las
mujeres de los barrios, costumbre que si no estoy mal informado tenían contraídas estos pueblos con las frecuentes invasiones
haitianas; a esta consecuencia la autoridad gubernativa hubo de
tomar las medidas que le parecieron oportunas a fin de hallarse
en estado de hacer frente a los sucesos; y en la noche del infausto
día veinte y cuatro de febrero, un número considerable de amotinados principiaron a dar voces por las calles y a pronunciar vivas a
la República Dominicana. Don Eugenio Perdomo, mi defendido,
612
César A. Herrera
joven de carácter exaltado y sin experiencia, se lanzó a la calle
con una espada en la mano, desposeído completamente del conocimiento de su acto y trascendencia y se dirige a los grupos; encuentra uno que nada le dice, encuentra a otro donde ve algunos
conocidos, y estos le comunican que se dirijen al Ayuntamiento
que está reunido en la Casa Consitorial donde van a reclamar sus
derechos perdidos de dominicanos; se une con ellos, llegan a la
sala del cabildo y, como mi defendido se expresa con más facilidad
que los que le acompañaban, le ceden la palabra y él, incauto,
poco experimentado en semejantes materias, pues que su nombre
no figura en ninguno de los cambios políticos, porque ha pasado
este infortunado país, sin el conocimiento necesario del poder,
valor y fuerza, del noble Gobierno de S. M. la Reina (q. Dios
g.) dirige la palabra a los concejales y les pide lo que le habían
dicho sus compañeros, expone el objeto de la rebelión, y una vez
contestado por el Ayuntamiento, y teniendo conocimiento de que
los presos de la cárcel quedaban abandonados y serían puestos
en libertad, para que tomasen parte en el movimiento, se lanza a
la plaza en compañía de Jacobo Rodríguez, con objeto de evitar
en lo posible semejante suceso, puesto que si bien es cierto que
se mezclaba en la rebelión lo hacía en la inteligencia de reclamar
los derechos que creía le asistían por su nacionalidad, como otros
muchos honrados ciudadanos, y con ellos, pero nunca mezclado
con criminales, que desprestigian con solo su presencia cualquier
causa por buena que sea, y menos contando con semejante apoyo;
mas cuando llegó ya estaban fuera de la cárcel y alineándoles no
sabe quién (pues no se fijó) el disgusto que este suceso le produce
le desanima y le hace retirarse a su casa; al siguiente día a las once
marcha al campo, en el que fue aprehendido y conducido a esta
ciudad.
Estos son los hechos por los cuales, señores, se le reputa
a mi defendido como cabeza de la rebelión, y por los cuales
se pide en la acusación contra él la pena capital, pena que en
modo alguno le corresponde puesto que, como se ve, no solo
no consta fuese jefe sino que ni aun tal se le puede considerar,
no hallándose incluido, por lo tanto, en el artículo del Código
Anexión-Restauración
613
Penal citado por el señor fiscal, por más que respete su parecer
del cual difiero.
Réstame, pues, tocar la prueba de testigos con que se le acusa,
y probar enseguida que don Eugenio Perdomo no es autor de la
sedición que se persigue y, por tanto, tampoco es acreedor a la pena
que contra él se pide.
Los testigos, para que a su declaración se pueda dar entera fe y
crédito, y para poder condenar sobre su aserto a la última pena, es
preciso que sean personas imparciales, que no tengan interés directo, ni indirecto, en el hecho que se averigua, y que lo sean de vista u
oído, con otras circunstancias que determinan las leyes y que omito
para no molestar por más tiempo la atención del Consejo; pero los
que deponen en la presente contra don Eugenio Perdomo no reúnen esta cualidad, son todos, o la mayor parte de ellos, coacusados
en el mismo hecho por el cual se persigue a mi defendido; y aun
sin estas circunstancias, ¿qué dicen en sus declaraciones? Dicen lo
mismo que ha confesado mi defendido en las suyas, y que yo repito
hoy porque la verdad no puede oscurecerse, y yo faltaría a la noble
misión de que estoy hecho cargo viniendo a sostener con falsedades
o inexactitudes ante la ilustre corporación que me escucha, dicen
solo y únicamente lo que mi defendido no ha negado, que dirigió
la palabra al Ayuntamiento, que le dijo él solo con buenos modos,
orden y compostura lo que le mandaron dijese y lo que hubieran
dicho todos a voces y en desorden; ¿pero existe acaso una sola declaración que le marque como caudillo? ¿Existe un solo testigo que
le marque como el autor de la rebelión? Ya que firmase documentos de clase alguna, ya siquiera que él arengase a los demás y se
hiciese el cabeza, no ya de la rebelión en general como hubiera sido
preciso para hallarse comprendido en el artículo que le incluye el
señor fiscal, sino ni aún a los grupos que llegaron al Ayuntamiento.
No señores, no existe un solo testigo de los muchos que declaran en el sumario que le marque como tal jefe, como tal cabeza
de grupo siquiera, solo dice (repito lo que él no niega) que habló,
que dijo, lo que le mandaron que hablase, por más que él pudiera
y lo haya hecho de muy buena voluntad pero que su mucha o poca
voluntad (cosa que pertenece a la conciencia) no le acrimina más
614
César A. Herrera
ni menos, puesto que no tomó por sí la iniciativa y solo fue un
intérprete que repetía con palabras más o menos floridas lo que
le dijeron que expusiese, lo que en manera alguna le hace estar
comprendido en el artículo 171, por más que se quiera decir que
está confeso puesto que si bien declara se rebeló, dice también que
no como autor sino como uno de tantos, cuya declaración no puede
menos de tomar en consideración, puesto que si admite la declaración del reo en la parte que le perjudica, habrá también de tomarse
en cuanto a la parte que le favorece, lo contrario sería un acto de
injusticia manifiesta, un acto de arbitrariedad, un abuso indefinible,
que no se comprendería, que no cabe en la instrucción del tribunal,
y probado queda, pues, que la prueba de testigos en nada agrava la
posición de mi defendido.
El artículo 171 del Código Penal dice: «En el caso de que la
rebelión no hubiese llegado a organizarse con jefes conocidos, se
reputarán que lo son los que de hecho dirijan a los demás, o lleven
la voz por ellos, o ejercer otros actos semejantes en representación
de los demás». La base, el fundamento de la acusación es que llevó
la voz; ¿puede comprenderse que esto signifique que repita lo que
le dicen? No señores, esta interpretación sería torcida, es más sería
hasta injusta e inmoral; y la ley carece de estos defectos; la interpretación es su lógica natural; supone el caso de existir jefes conocidos,
y que uno de los sublevados por sí y ante sí, sin iniciativa alguna se
constituye en el cicerón, digámoslo así, de los insurrectos; y por
si ante sí, pida, haga, diga y hable como cosa acordada tratada y
hablada, lo que le pareciere; en tal caso le comprendería el artículo
mencionado últimamente, pero no en modo alguno al que cual mi
defendido repita con estas o las otras palabras lo que se le suplique;
por lo tanto lógica y natural es su interpretación; sabido es de todos
que lo acontecido en esta ciudad tuvo su origen en el pueblo de
Sabaneta, donde los rebeldes proclamaron jefes, que oficiaban a
otros pueblos (como sucedió con San José de las Matas); y si bien
es verdad que don Eugenio Perdomo tomó la palabra en el Ayuntamiento, por los motivos que se expresan en la sumaria y que ya
tengo el temor de haber hecho mención, no por esto debe reputársele jefe o cabeza de la rebelión, había otros que acaudillaban la
Anexión-Restauración
615
facción en esta ciudad, y mi defendido no ha sido más que uno de
tantos ilusos arrastrados por la impetuosidad de su carácter, y por
su poca experiencia, como dije en un principio.
Por lo tanto, implorando a su nombre la magnanimidad del
ilustre Consejo, los sentimientos nobles y generosos de nuestra
Augusta Seberana; concluyo suplicando se le declare no ser mi defendido cabeza de la rebelión y se repute para la aplicación de la
pena en el caso que marcan los artículos 177, 178 del Código Penal,
por encontrarlo arreglado a justicia.
Santiago de los Caballeros, 20 de marzo de 1863.
Firmado: Matías Ramos
César A. Herrera
616
A.G.I. CUBA 1014 B
Defensa de don Carlos de Lora
Don Matías Fernández y Sanz, subteniente de la Tercera Compañía del Segundo Batallón del Regimiento de la Corona número
tres de Infantería y defensor nombrado por el coronel de Reservas
Provinciales don Carlos de Lora, acusado por los acontecimientos
que tuvieron lugar en la noche del veinte y cuatro de febrero próximo pasado.
Mucho podría hablar sobre los acontecimientos que han dado
lugar a estas actuaciones y particularmente al tratar de la parte que
se le supone en ellos a mi defendido. Sin embargo procuraré no
molestar al Consejo con inútiles digresiones que no reportarían
ventaja alguna a la claridad que debe llevar una defensa ni tampoco
a poder ilustrar a un Consejo, que desde luego comprendo no necesita de mis cortas luces para juzgar con la conciencia y rectitud
que debe caracterizar a todo tribunal.
Pasaré a rebatir con razones a mi parecer claras y sucintas los
cargos que el señor fiscal hace a mi defendido. Primero: en la
acusación fiscal le acusa de no haberse presentado al Gobierno
Superior Militar como era su deber desde el momento que oyó
los tiros o vio el movimiento revolucionario; debo hacer presente al Consejo que ignorando mi defendido como la mayor
parte de los de su clase, la ordenanza militar, habiendo recibido
orden del señor general gobernador interino al presentarse al
llamamiento de dicho señor gobernador el día anterior al que
tuvieron lugar los acontecimientos y habiendo recibido orden
Anexión-Restauración
617
de este señor para regresar a su casa y permanecer en ella hasta
que se le llamara; es indudable que mi defendido creyó cumplir
con su deber esperando el llamamiento de la autoridad militar,
a la que está subordinado y a la que en mi concepto debía obedecer puntualmente.
En cuanto que mi defendido se asociase a los insurrectos y les
sirviera de jefe, no está a mi parecer suficientemente probado este
cargo; pues si bien aparece por las declaraciones de José Haché
y Rancaño también es verdad que tanto las declaraciones de estos como las de José Echavarría, Ramón Hernández y Juan de la
Cruz Ureña no pueden merecer crédito suficiente para probar la
parte de complicidad que el señor fiscal quiere suponer tuvo mi
defendido, y si el señor fiscal hubiera examinado la conducta y los
antecedentes de los cinco que deponen en contra de mi efendido,
hubiese visto que el primero estaba sumariado por heridas, el segundo, tercero y cuarto por robo, y el quinto, que es el que más
favorece a mi defendido, pues solo lo acusa de haberlo visto en
la calle del Cementerio corroborando con este dicho lo que a mi
defeniddo dice en su declaración de haber regresado a su casa por
detrás de la cárcel teniendo por consiguiente que atravesar dicha
calle, también se halla preso por complicidad o sospecha de haberse
unido a los insurrectos, y según el artículo tercero, libro segundo,
título primero, capítulo nueve, sección segunda de las Reales ordenanzas no pueden ser testigos.
El segundo cargo que se hace a mi defendido es la tenaz y ridícula negativa y el no presentar ningún testigo justificativo; en
cuanto a su obstinación en negar, no conoce desde luego, es el temor de la ignorancia en que está todo el que como mi defendido se
ve por primera vez envuelto en un sumario; de la ignorancia de las
leyes que le juzgan y del temor que tiene a estos actos que ellos no
estaban acostumbrados a ver en la extinguida República. En cuanto
a que no presentó ningún testigo justificativo, debe tener presente
el Consejo que mi defendido vive solo; que en esa noche, después
de ponerse el sol, las pocas familias que habían quedado en esta
población se cerraron en sus casas; y además que siendo el vecindario donde vive mi defendido uno de los más despoblados de esta
618
César A. Herrera
ciudad, nada tiene de extraño no encontrara ninguna persona que
le viera entrar en su casa.
Otro de los cargos que se hace a mi defendido es el trabajar en
el obrador de don Ramón Almonte y no haber oído a este hablar
sobre la revolución, siendo así que es uno de los que se dice se halla
a la cabeza de ella; de aquí se deduce, según el parecer del señor fiscal, que mi defendido, en el mero hecho de trabajar en dicho taller
debe ser de la opinión del señor Almonte y espiarle sus acciones
y estar enterado de sus conversaciones con los amotinados; cosas
todas ajenas a todo hombre de orden y amigo del trabajo como es
mi defendido, porque ¿qué le importa a un artesano que el que le
proporciona trabajo sea de la opinión que quiera? Con tal que su
trabajo sea pagado puntualmente no debe atender a más.
Hasta aquí creo haber llenado mi deber rebatiendo al señor fiscal sus cargos que creo no se hallan muy bien fundados; ahora me
queda llenar un pequeño vacío que me queda y en el cual pienso hacer conocedor al Consejo de algunos sucesos que, además de bastar
por sí solos para atenuar los cargos que se imputan a mi defendido,
son de mucha mayor fuerza en atención a que no aparecen cargos
vehementes contra mi defendido. Debe el Consejo tener presente
que mi defendido, durante la extinguida República, fue once meses
guardaalmacén del Fuerte de San Luis, destino en mi concepto
que le hace aparecer como uno de los de más confianza para un
gobierno; que el día que se izó el pabellón español fue como de
los más entusiastas; que estando confeccionando unos fuegos artificiales para quemarlos en celebridad de tan fausto acontecimiento,
se le prendió fuego a una pólvora que tenía en la mano derecha y
cuya herida puede manifestar al Consejo; y por consiguiente creo
que un coronel de estos antecedentes que no cuenta con influencia
sobre las masas del pueblo para poderlas manejar a su antojo, que
no cuenta con recursos pecuniarios para poder sostener esas mismas masas que siempre se posan de parte del que más les ofrece y
cumple. No apareciendo como no aparece dicho señor en la causa
con malos antecedentes y sí como hombre laborioso y tranquilo;
¿se puede creer que haya esperado el momento en que un gobierno
justo y benigno rige la suerte del país para ponerse a la cabeza de
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una revolución tan descabellada como la que se acaba de sofocar?
El Consejo tomará en cuenta estas razones que tanto dicen en favor
de mi defendido. Todo lo expuesto evidencia la poca culpa de mi
defendido por lo cual, pido y suplico al Consejo se sirva eximir de
la pena capital al coronel don Carlos de Lora, y le señale alguna extraordinaria que sea compatible con su rectitud y conocida piedad.
Santiago de los Caballeros, veinte de marzo de mil ochocientos
sesenta y tres.
Firmado: Matías Fernández
César A. Herrera
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A.G.I. CUBA 1014 B
Defensa del general don Juan Luis Franco Bidó
Don Ramón López y Marí, teniente de la Tercera Compañía
del Batallón de San Marcial número 2 de Infantería y defensor
nombrado por don Juan Luis Franco Bidó, general de las Reservas Provinciales de esta Isla y alcalde ordinario de esta ciudad de
Santiago, acusado por los acontecimientos que tuvieron lugar en la
noche del veinticuatro de febrero último.
Señores presidente y vocales.
Vengo a la presencia de V. SS. honorables miembros de la
Comisión Militar permanente a desempeñar una misión noble y
sagrada, vengo pues a defender la causa de un hombre anciano y
honrado, padre de una numerosa familia y cuya conducta pública
y privada está exenta de toda tacha. Don Juan Luis Franco Bidó,
como miembro del Ayuntamiento, y su presidente interino, asistió
a la sesión extraordinaria que en la noche del veinte y cuatro de
febrero citado celebró la Corporación, y tuvo la desgracia de verse
casi forzado por sus compañeros para pasar a la plaza de armas,
donde existían un grupo de hombres sublevados contra el legítimo
Gobierno de S. M. (q. Dios g.) con el fin laudable de hablarles a
nombre del Ayuntamiento que se retirasen a sus casas, pero como
sucede comunmente en tales asonadas, el tumulto y la gran vocería
era tal que no pudo dirigirse al grupo y llamó a dos individuos para
que impusiesen silencio y explicar a los que allí estaban el objeto
de su comisión; cuando de esto se trataba, se rompió el fuego por
las tropas que iban a desvanecer el tumulto y como también los
Anexión-Restauración
621
insurrectos principiaron a hacer fuego, se persuadió el señor Bidó
que nada podía ya hacer allí y se retiró a la Sala Capitular para dar
cuenta a los demás miembros del Ayuntamiento.
Pero no podía figurarse mi defendido que de una acción tan
sencilla en apariencia y como el mismo la rebate, pudiera formársele una causa criminal pidiéndose contra él, por el señor acusador
fiscal, la pena capital y no hay nada más cierto, pero como para
apremiar las pruebas contra mi defendido es de rigurosa justicia
que estas sean deducidas de las declaraciones de los testigos que
contra él deponen, entro de lleno a probar quiénes son estos testigos y cuál sea su moralidad; deponen contra don Juan Luis Franco Bidó y se llaman estos Manuel Rancaño, José Echavarría, José
Haché, Ramón Hernández y Juan de la Cruz Ureña. El primero
está acusado y procesado criminalmente por complicidad de robo
de mercancías y efectos en la casa de comercio de don Pedro Tió
de esta ciudad siendo dicho individuo el que ocultaba los efectos
robados en su casa. El segundo, José Echavarría, está acusado y sumariado por robo de cerdos de complicidad con otros facinerosos,
que en época pasada tenían ranchería para robar cerdos en las montañas del Limón camino de Puerto Plata. El tercero, José Haché,
está también encausado por heridas. El cuarto, Román Hernández,
está sumariado por vago y ladrón cuatrero y el último está preso
por sospechoso de hallarse en la rebelión. Los cuatro primeros estaban encarcelados y se les instruía su sumaria como lo demuestra
el Oficio del señor alcalde mayor del partido que reverentemente
acompaño. Concluyo suplicando a los señores del Consejo que, por
lo que dejo expuesto, tengan compasión y caridad por mi defendido
y por su larga familia que todos imploran por la vida de su querido
padre, y se dignen indultarle de la pena capital, señalándole la que
en su ilustre criterio crean más justa y llevadera.
Santiago de los Caballeros, 20 de marzo de 1863.
Firmado: Ramón López
César A. Herrera
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A.G.I. CUBA 1014 B
Defensa de don Pedro Ignacio Espaillat
Don José María Cuervo y Muñiz, teniente ayudante del Batallón de San Marcial número dos de Infantería y defensor nombrado
por el capitán de reservas activas del país don Pedro Ignacio Espaillat, acusado de complicidad en las ocurrencias que tuvieron lugar
en esta Capital la noche del día veinticuatro y veinticinco del mes
de febrero próximo pasado.
Señores presidente y vocales.
DEFENSA
Al presentarme por primera vez de mi vida militar ante este
ilustrado Consejo a desempeñar un destino que, si bien por mi
lado me honra, y me llena de la más completa satisfacción, por
otro confieso que su gravedad me turba; confunde mi imaginación y hace que todo mi ser experimente un indescriptible
e inusitado temor, no solo por la actitud imponente de tantos
jueces cuya presencia me es tan respetable, no solo por la causa
que da motivo a esta asamblea, sino también por la convicción
íntima que tengo, por fuerte que sea mi conciencia y sinceros
mis deseos, me acompaña a la vez para desempeñar tan difícil
tarea la insuficiencia de mis luces y las flaquezas de mis fuerzas
que se hacen sentir más que sensiblemente al reflexionar que de
estos esfuerzos dependen la suerte de un honrado padre de familia, la felicidad de una esposa, la subsistencia, la felicidad y el
Anexión-Restauración
623
porvenir de unos infelices hijos, que entregados a mi impotente
habilidad, debe mi voz defender por ellos en este día, todo lo
que tiene más caro el hombre sobre la tierra, la vida, la honra y
la familia.
Pero toda esta intranquilidad, todos estos temores, señores,
desaparecen por la sola consideración que el señor presidente y
vocales que componen tan Ilustre Tribunal están animados de los
más bellos y nobles sentimientos que distinguen el corazón humano y de las más grandes virtudes civiles y militares que adornan a un
buen magistrado, descollando, por decirlo así, entre todas aquellas
que particularmente distingue a todos los españoles, y que es el
más bello ornamento del hombre; quiero decir… la consideración
y la clemencia. Animado, pues, de tan consoladoras convicciones
y poniendo toda mi confianza en la imparcialidad de los jueces y
en la causa que patrocino como en el noble instinto que la Providencia ha sembrado en el corazón de todos los hombres, como es
el amor de sus semejantes, manantial fecundo de todas las buenas
actuaciones, vengo, pues, animado de estos deseos a identificarme,
por decirlo así, con la suerte de mi cliente, para defenderle con
todo mi corazón y con todo mi entendimiento de la acusación que
contra él pesa por ante VV. SS., señores presidente y vocales de esta
respetable corporación.
Está acusado, señor presidente y vocales, por ante VV. SS. el señor don Pedro Ignacio Espaillat, natural de esta ciudad, de estado
casado, padre de siete hijos, hombre honrado y laborioso e intachable en su conducta como lo prueban todos sus antecedentes, nada
menos que del crimen de rebelión, ingratitud y de traición, y pide
contra él el señor fiscal nada menos también que la pena de muerte.
Señores: Por grande que sea la confianza que tiene el hombre
acusado de la integridad y capacidad de los señores jueces ante quienes se le hace comparecer para ser juzgado, es un derecho de que
el hombre no puede prescindir de discutir, ante todo con respeto,
acatamiento y reverencia, si la autoridad judicial que le interroga,
que le prende, que le oye, que le condena, o que lo absuelva; es
aquella que la ley ha erigido y ha revestido con autoridad suficiente
y con prioridad al hecho imputado.
624
César A. Herrera
Es un principio de la constitución que nos rige (Art. 9º.) que
ningún español puede ser procesado ni sentenciado sino por el juez
o tribunal competente en virtud de leyes anteriores al delito y en
la forma que estas prescriben; dispone también el artículo 19 del
Código Penal, que no será castigado ningún delito ni las faltas de
que solo pueden conocer los tribunales con pena que no se halle
previamente establecida por la ley, ordenanza o mandato de la autoridad a la cual estuviese conferida esta facultad.
Es otro principio universal de jurisprudencia que ninguna
ley tiene efecto retroactivo. ¿Si esto es cierto como ser atributivo de la jurisdicción militar hechos que, si bien existiesen,
no lo serían nunca más que de la jurisdicción real ordinaria?
La publicación de la Ley Marcial, la declaración del estado de
sitio por la autoridad competente no sustraen en ningún caso a
los súbditos de S. M. la Reina (q. Dios g.) de las garantías que
la carta constitucional les confiere, por los errores que cometiesen en el estado normal de la sociedad, por la promulgación
posterior, en vista de circunstancias apremiantes, de fórmulas
protectoras y de jurisdicciones en que tiene el hombre garantizados sus derechos por la amplitud de la defensa y por la madurez del juicio. Si las medidas enérgicas y necesarias que puede
y debe tomar la autoridad en casos dados y urgentes implicasen
el principio que sus efectos se extendiesen retroactivamente a
lo pasado, y no exclusivamente al porvenir ¿a dónde iría a tener
la sociedad?
La ley de diez y siete de abril de mil ochocientos veinte y cinco
puesta en vigor por el bando del Excmo. señor capitán general de
esta Isla, como también los artículos 167 y seguidos del Código
Penal, sostiene idénticamente las mismas salvaguardias; el primero
siquiera para establecer y definir jurisdicción, la publicación de un
bando fijando un término corto a los habitantes revoltosos para que
se retiren a sus hogares domésticos y, por consiguiente al orden;
por el segundo, la autoridad gubernativa intimará hasta dos veces a
los sublevados para que se disuelva; es esta intimación en uno y otro
caso la que fija y determina la jurisdicción a que pertenece cada reo,
el que después de ella, sea civil o militar, remite a la fuerza armada
Anexión-Restauración
625
o hace resistencia a la tropa o milicia que le prende, pertenece al
Consejo de Guerra.
El que no resiste al prenderle la autoridad civil pertenece a los
tribunales ordinarios, ya sea militar ya sea civil; en este último caso
se encuentra mi defendido Pedro Ignacio Espaillat dejando sin embargo el sano criterio de VV. SS. la apreciación de estas razones que
expongo como un deber de que no puedo prescindir en obsequio
de mi cliente.
Entrando en materia, diré ¿qué pruebas hay en el proceso para
apoyar tan grave esta acusación? No hay otras que la de haberle visto
aquella noche un testigo en la Calle del Cementerio y otro en el
Ayuntamiento, ninguno de ellos dice que mi defendido llevase armas
ni que vociferara en sentido subversivo. A las siete de la noche del
veinte y cuatro del mes próximo pasado se encontraba mi cliente en
manga de camisa en la esquina de la casa de don Gaspar Pou, inmediaciones donde el reo a quien defiendo tiene su pulpería y familia,
circunstancia que prueba algún tanto que Pedro Ignacio no pensaba
en aquellos momentos más que en sus asuntos domésticos, si más
después se unió a la multitud revolucionaria, también se ve en el proceso formado que mi defendido, después de los primeros tiros en la
Plaza de esta Capital, se retiró a pasar la noche en una estancia en las
inmediaciones de la ciudad, volviendo a ella a las primeras horas del
siguiente día veinticinco para disponer la salida de su esposa e hijos al
poblado con el nombre de Jacagua; lo que así ha verificado, marchándose él después en dirección al Palmar donde tiene un hermano, lo
que verificó poniéndose en el camino para salvar este pensamiento,
habiendo desistido de esta idea sobre su marcha, por haber pensado
que la hospitalidad que iba a pedir a su hermano podía, en vista de las
actuales circunstancias, comprometerle; causa que le obligó a retroceder y a dirigirse al punto de Jacagua donde tenía su esposa y demás
familia, no pudiendo tampoco realizar este pensamiento, pues en el
camino fue preso por el alcalde pedáneo José Ramón Gómez, cuya
declaración de dicho pedáneo falta en el proceso instruido, para con
ella dar mayor fuerza a la circunstancia de haberse entregado sin la
menor resistencia a dicha autoridad conduciéndole a este Fuerte de
San Luis donde se encuentra.
626
César A. Herrera
Estos son, señores, los hechos; y de ellos se desprende más que
evidentemente la no tan grave culpabilidad de mi defendido, la falta
de premeditación de conspirar, y finalmente la de no haber tenido
predisposición alguna para declararse contra la autoridad de nuestra
Augusta Soberana, puesto que hasta el momento de la ocurrencia,
durante ella y después nada hay que pruebe intención hostil de rebelarse. No será superfluo llamar insistentemente la atención del
Ilustre Consejo sobre los hechos ocurridos en la noche del veinte y
cuatro, me limitaré tan solo a decir que tan pronto como nuestros
soldados se dispusieron a la defensa y después de unos cuantos disparos y cargas a la bayoneta, consiguieron ver dispersa la nube que
por un instante oscureciera el horizonte de esta tranquila población.
Si desgraciadamente todo lo que he expuesto no pesase en la
mente de este respetable tribunal para exonerar a mi defendido de la
grave acusación que contra él se presenta, si los argumentos que he
creído de mi deber presentar en defensa del acusado fuesen insuficientes para escudarlo algún tanto de aquella, ¡ay! entonces vosotros
que estais constituidos como jueces, árbitros del destino de este infeliz padre de familia, de este honrado ciudadano que sois hábiles para
absolverle o condenarle, dejaos penetrar anticipadamente del cuadro
desolador que presentaría una viuda cargada con el abrumante peso
de siete hijos todos de tierna infancia anegada en llanto y con todo el
miserable prospecto de la necesidad, y de la pobreza.
Sed, pues, señores, benévolos y clementes jueces para todas
estas infelices criaturas, mirad Vs. Vs., señor presidente y vocales,
algún tanto con consideración al infortunado padre de aquellas;
no les quiteis de un golpe su consuelo, su apoyo y toda su felicidad
dejándolas en la más desamparada orfandad; por todo lo cual pido
y suplico a este respetable Consejo se digne eximir de la pena de
muerte que por el fiscal se pide, y castigarle con la pena inmediata
con arreglo a las ordenanzas militares, por el crimen que se le
imputa a mi cliente, Pedro Ignacio Espaillat. Santiago de los Caballeros, veinte de marzo de mil ochocientos sesenta y tres.
Firmado: José Ma. Cuervo
Anexión-Restauración
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A.G.I. Cuba 1014 B
Se consignan inmediatamente las siguientes diligencias:
De hacer entrega del proceso al teniente coronel presidente de
la Comisión Militar.
Un decreto del presidente de la Comisión Militar para que se
pase el proceso al señor capitán general de la Isla.
Un decreto del señor capitán general de la Isla pasando el proceso al magistrado auditor de la Capitanía General.
Dictamen del magistrado auditor
He examinado con detención suma el proceso instruido contra
don Juan Luis Franco Bidó, don Carlos Lora, don Pedro Ignacio
Espaillat y don Eugenio Perdomo, condenados a la pena de ser
pasados por las armas por unanimidad de votos por el Consejo de
Guerra creado en virtud del estado excepcional, publicado en el
Bando de V. E. de 26 de febrero último, reconociendo por fundamentos de la sentencia el hallar confesos a los unos y a todos
convictos del delito de rebelión determinado en el Art. primero de
la ley de 17 de abril de 1821.
El auditor no vacilaría en manifestar a V. E. que hallando arreglada la enunciada sentencia a los méritos del proceso se sirviera
prestarle su aprobación. No la propondremos, sin embargo, tan
incondicionalmente, mientras no se corrijan y subsanen algunos
defectos, que no por afectar más bien a la forma y situalidad del
proceso que a su esencia, deben pasar desapercibidos.
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César A. Herrera
Nos referimos principalmente a la sentencia (folio 61) cuya
redacción no está ajustada a los términos mismos de los votos de
los vocales del Consejo, constituyendo una diferencia notable y
fundamental. En los votos aparecen Eugenio Perdomo y consortes
condenados como reos del delito de rebelión con arreglo al artículo
primero de la de 17 de abril; en la sentencia se dice «acusados de
complicidad en la rebelión» y condenados en virtud de la misma ley
de 17 de abril pero sin determinar el artículo. Entre la complicidad
y el grado de criminalidad que comprende el artículo primero de
la citada ley puede decirse que existe un abismo. Los testimonios
que se diesen de esta sentencia se hallarían en contradicción con
la sentencia misma, o sea con el voto de los jueces; y además no
parecería equitativo ni justo considerar a los cómplices en la rebelión comprendidos en el artículo primero y escala máxima de
la penalidad. Los reos han sido acusados y condenados por haber
conspirado directamente y de hecho a trastornar o destruir o alterar
la constitución política de la Monarquía Española, según el texto
expreso del artículo primero de la ley excepcional; han sido acusados y condenados por haber inducido, determinado, promovido o
sostenido la rebelión o ser sus principales caudillos, según la letra
y espíritu del Artículo 168 del Código Civil; han sido condenados
o podido serlo por conjuración contra el comandante militar, oficiales o tropa en cualquier modo que se intente o ejecute, Art. 4º.,
título 3º. de las ordenanzas militares; o por conspiración sedición
o motín contra el Real Servicio, seguridad de las Plazas y países
pertenecientes al Reino Español o contra la tropa su comandante
u oficiales según el artículo 26, título 1º, tratado 8 de las mismas
ordenanzas, pero de ningún modo cómplices o meros ejecutores,
que es el carácter y calificación que podría darse a los reos por la
sola lectura del testimonio de la sentencia.
De otra omisión vamos también a hacer mérito, aunque fácil de
separación. Todo proceso o sumaria empieza por su razón de ser,
por el auto de oficio o parte en que se refieren los hechos más o
menos graves y criminales que han de ser objeto de la investigación
judicial. En los delitos de rebelión que actualmente se persigue
es aun de mayor necesidad este encabezamiento del proceso. El
Anexión-Restauración
629
Código Penal, en el número 1 del artículo 169 establece que si
los reos estuviesen constituidos en autoridad, o hubiese habido
combate entre los rebeldes y la fuerza pública fiel al Gobierno o
se hubiesen causado estragos que hayan puesto en peligro las vidas
de las personas, sufran la pena de cadena perpetua a la de muerte.
El artículo 167 del mismo Código impone la pena de muerte a los
reos de rebelión que se abran públicamente y en abierta hostilidad contra el Gobierno; para destronar al Rey; para usar, ejercer
o despojarle de las prerrogativas que la Constitución le concede;
para sustraer el Reino o parte de él, o algún cuerpo de tropas, de
la obediencia al Supremo Gobierno. Pues bien, en la causa de que
nos vamos ocupando no existe este parte oficial que tanto se recomienda por su importancia; y aquí, donde tan sencillo ha debido
ser allegar pruebas y documentos escritos y oficiales no resultan
otros que las confesiones de los reos y el testimonio de los testigos
más o menos complicados en los sucesos de la noche del veinte y
cuatro de febrero último. Suponemos, con bastante fundamento,
que el parte oficial obrará en la causa principal, y que el general
gobernador y demás autoridades militares o civiles habrán dado o
se les habrá pedido las correspondientes certificaciones o informes.
Suponemos igualmente que obrarán en la causa principal testimonios del acta de la sesión celebrada por el Ayuntamiento de Santiago de los Caballeros en la noche del veinte y cuatro de febrero
y de las diferentes comunicaciones que esta Corporación dirigió al
señor gobernador exponiendo las razones para no estar en tan difíciles circunstancias al lado de la primera autoridad militar y civil,
constituyéndose sin su permiso, probablemente contra el mandato
de esta en sesión permanente y hasta que a las cinco de la mañana
del día siguiente empezaron a arrestar a algunos de los concejales.
La circunstancia de haberse formado piezas separadas respecto de
los reos que resultaban convictos o confesos para no interrumpir
el curso de las primeras actuaciones y no demorar la sentencia y su
ejecución, con arreglo a lo dispuesto en el artículo 12 de la ley de
procedimiento de 17 de abril, no impedía ni ha debido ser obstáculo para la unión a este proceso de los testimonios enunciados, y el
asesor don Alejandro Angulo Guridi, que no previno la falta en el
630
César A. Herrera
dictamen de 27 de marzo y que asistiendo a la reunión del Consejo
no advirtió las diferencias que resultaban de la redacción de la sentencia con los votos de los vocales, ha incurrido en la censura que
el auditor no podría excusar y que V. E. hará efectiva en el modo y
forma que tenga por más conveniente.
En cuanto al fondo de la sentencia dictada por el Consejo
repetimos que la hallamos justa y arreglada a la resultancia de lo
actuado.
Don Juan Luis F. Bidó es triplemente culpable; como particular
induciendo, determinando, promoviendo y sosteniendo la rebelión
y contribuyendo en mucho a que llegara a consumarse, prestando
su nombre a la muchedumbre que le aclamaba; consintiendo que
penetrasen, sin protestar, en el local donde celebraba el Ayuntamiento sesión y oyendo a diferentes comisiones de hombres armados que en nombre del pueblo se declaraban en abierta hostilidad y
rebelión contra el Gobierno de la Reina de España y la integridad
de su territorio; es culpable como alcalde mayor y ordinario y, por
consiguiente, constituido en autoridad civil, por haber cedido más
o menos voluntariamente a las intimaciones y planes de los rebeldes e insurrectos consintiendo en que el Ayuntamiento se pusiese
un jefe superior que le organizase y dirigiera por vías que nunca
podían ser legales y sí muy expuestas a graves trastornos y lamentables desgracias; es culpable por no haberse negado y resistido,
cuando tantos deberes y altas razones de un orden superior se le
aconsejaban, a ser reconocido por la persona más caracterizada para
representar al Ayuntamiento entre los revoltosos, mezclándose con
ellos, preguntando por sus caudillos, escogiendo los más adictos
al movimiento insurreccional y aguardando del llamado pueblo la
confirmación y aprobación del nombramiento. Don Juan Luis F.
Bidó es culpable, por confesión propia, de haber dado «Vivas» a la
República Dominicana «Por el temor de que lo sacrificasen» y de
haberse constituido con el Ayuntamiento como «mediador entre el
pueblo y la fuerza».
Y es por último culpable, prescindiendo de otros muchos cargos
que contra el mismo resultan, como general y percibiendo sueldo del Gobierno, de haber estado en correspondencia con los ya
Anexión-Restauración
631
declarados enemigos sin orden del gobernador militar bajo cuyas
órdenes estaba, mezclándose en materias en inmediata conexión
con el Real servicio, incurriendo por lo tanto en la pena de muerte
prescrita en el artículo 5º., título 7º., tratado 8º. de las Reales ordenanzas militares, igualmente que en lo que se determina contra
los que emprendiesen o indujesen a cometer cualquier sedición,
conspiración o motín en el artículo 26, título 1º del mismo tratado.
Las únicas excusas que ofrece contra tan tremendas acusaciones, es lo sano de su intención y la ignorancia de las leyes, ordenanzas militares y Código Penal Civil.
Don Carlos de Lora, coronel de las Reservas y percibiendo
sueldo como los demás reos en situación activa, es el único de los
cuatro que no está confeso, pero sí plenamente convicto por el
testimonio de varios testigos de haber sido unos de los jefes de la
rebelión y de haber vitoreado a la República Dominicana y al general Bidó. También ignora las ordenanzas militares y leyes penales
civiles, y al ser reconvenido por no haberse presentado la noche del
24 y día siguiente al señor gobernador de la Plaza contesta que le
pareció muy natural quedarse tranquilo en su casa.
Don Pedro Ignacio Espaillat, capitán de las Reservas, confiesa
haberse unido a los insurrectos del Fuerte Dios, que pensaban aclamar la República y que emprendió con ellos el movimiento hacia el
pueblo yendo él a la cabeza. Que en la Plaza al presentarse don Juan
L. Franco Bidó le nombraron jefe con don Vidal Pichardo y don A.
Almonte para que les ayudase; pero que a continuación se oyeron
los tiros y se dirigió al campo y Fuerte de Dios donde le hicieron
creer que al día siguiente se arreglaría todo; que por la mañana volvió al pueblo, se consideró comprometido y huyó arrestándole en
el camino el pedáneo don José Ramón Gómez; que no se presentó
al señor gobernador por creerse más útil a la humanidad entre los
que se reunió para evitar desgracias y efusión de sangre, que al lado
de aquel donde no tenía tropas que mandar. Ante estas confesiones
no hay otra excusa y defensa que el testimonio de la conciencia
tranquila y buena intención que nos dice abrigaba el sumariado.
Don Eugenio Perdomo, paisano; confiesa haberse incorporado
a un grupo de hombres armados que iban a pedir al Ayuntamiento
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César A. Herrera
protección y el que se pusiera a la cabeza del pronunciamiento; que
él como mediador tomó la palabra para que la Corporación avisase
al gobernador y se pusieran ambas autoridades de acuerdo evitando
de este modo la efusión de sangre y desgracias consiguientes; que
el Ayuntamiento les contestó que se estuvieran quietos sin armar
desórdenes hasta que poniéndose de acuerdo con el gobernador
de la Plaza se zanjaran las dificultades y entonces les dirían lo que
deberían hacer; que habiendo oído decir se le achacaba la fuga de
los presos se llenó de temor por parecerle feo el delito, y salió del
pueblo a caballo afeitándose antes para que no le conociesen y,
por último, que acompañó a los revoltosos por persuasión. A esta
declaración propia hay que añadir la de diferentes individuos del
Ayuntamiento que convienen que el Perdomo se presentó armado
diciendo que querían y estaban decididos a reconquistar sus derechos de nacionalidad y de dominicanos libres. El ejemplo y prueba
de la alucinación fatal de que ha sido presa el Perdomo, nos los suministran las revelaciones del teniente coronel del Batallón de San
Marcial, don Joaquín Zarzuelo, y el regidor don Vicente Morel,
folios 13 y 43 vuelto.
De todo lo cual se deduce que el alzamiento de Santiago de los
Caballeros en combinación con los de otros puntos de la misma
Provincia se verificó públicamente, en abierta hostilidad contra el
Gobierno y de un modo violento y arbitrario, y que si en todos
sus autores y principales promovedores no se reconoce un principio de perversidad y de corrupción, han entrado por mucho en su
realización ambiciones ilegítimas e innobles de gentes turbulentas
y pérfidas. Ambiciones a las que es preciso poner un freno eficaz y
poderoso, si la autoridad y el Gobierno han de responder a sus fines
de orden y se ha de desenvolver en esta Isla el principio y germen
de progreso, civilización y de paz en el cual se encierra todo su
porvenir. Algo valen para un país sus instituciones políticas y la
base fundamental de la Monarquía en que descansan las nuestras,
para permitir a un puñado de hombres revoltosos el cambiarlas en
república o en la forma que mejor cuadre a sus culpables intentos
o retrógrados instintos. Pocos días hace se celebró en la Isla el segundo aniversario de su reincorporación a España.
Anexión-Restauración
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Actos legítimos y de derecho internacional han sancionado y revalidado después un acontecimiento provocado en su origen por el
solo impulso e interés del Gobierno que legítimamente la representaba. Desde entonces la Isla y Provincia de Santo Domingo, como la
de Puerto Rico y Cuba, pertenece de hecho y de derecho a la integridad de los dominios de España; y el dominicano como el castellano
o andaluz que se alza en rebelión abierta contra el Gobierno proclamando la república y provocando combates con la fuerza pública se
hace reo de un delito que las leyes excepcionales militares, políticas y
civiles señalan con la última pena. Expiación dolorosa y terrible, pero
justa y necesaria, para que sea una amenaza viva y perenne contra el
rebelde y una prenda segura de paz y de concordia entre los ciudadanos honrados, sin distinción de colores y de matices.
En conclusión: propongo y someto a la consideración de V. E.:
1º. Que se una a la presente causa testimonio del parte oficial que
debe obrar en cabeza de la principal, o en otro caso copia debidamente autorizada de la comunicación remitida a V. E. por
el señor gobernador de la Plaza de Santiago con fecha 25 de
febrero último, referente a los sucesos que tuvieron lugar en la
misma la noche del día anterior.
2º.Otro testimonio del acta de la sesión celebrada por el Ayuntamiento la noche del 24, en razón a haber servido de fundamento a varios de los cargos hechos a don Juan L. Franco Bidó.
También sería conveniente, aunque no les recomendamos rigurosamente y necesariamente, los relativos a las comunicaciones
que se dicen remitidas por el alcalde, en representación de la
municipalidad, al señor gobernador de la Plaza, en las que se
daba cuenta de las pretensiones de los insurrectos, estado de los
ánimos, y probablemente consejos y pareceres sobre las medidas que debieran adoptarse en vista de los acontecimientos que
se preparaban y se realizaron. Las actuaciones adjuntas, aunque
aparecen ramo desprendido del tronco principal son, por la
gravedad de la pena impuesta y reos a quienes alcanza, de una
importancia histórica judicial y debe procurarse que resalte en
ellas y resplandezca la luz y clara verdad de la justicia.
César A. Herrera
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3º Igualmente deberá unirse a la causa un ejemplar del Bando
en que se publicó la ley marcial por el señor gobernador de la
Plaza con expresión de la hora de su publicación por medio de
diligencia.
Y 4º. Que se redacte por el final nueva sentencia que firmarán los
SS. vocales y presidente del Consejo de Guerra arreglándose
en ella a los testimonios precisos de los votos que la anteceden,
según lo tienen previsto las ordenanzas y es de justicia.
De haber dado cumplimiento a los cuatro puntos que abraza
la conclusión de nuestro dictamen deberá dar conocimiento a V.
E. el presidente de la Comisión Militar, procediendo después y sin
necesidad de nueva consulta a la autoridad de V. E., a la ejecución
de la precitada sentencia, salvo que con más elevado criterio tenga
a bien resolver V. E. lo que mejor corresponda a los altos fines del
mando Superior que tan dignamente ejerce.
Santo Domingo, 3 de abril de 1863.
Firmado: Mauricio Hernando Navas
(Hay un sello en tinta que dice: «Capitanía General de Santo Domingo, E. M.»).
Santo Domingo, 9 de abril de 1863.
De conformidad con el precedente dictamen apruebo la sentencia pronunciada por la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente
contra el general de las Reservas Provinciales don Juan Luis Franco
Bidó, alcalde ordinario de Santiago de los Caballeros, el coronel de
las propias Reservas don Carlos de Lora, el capitán de las mismas
don Pedro Ignacio Espaillat y el paisano don Eugenio Perdomo;
ejecútese previa unión a este proceso de los documentos que expresa el anterior dictamen con las circunstancias que respecto a ellos
se manifiestan, redacción de sentencia de que se hace mérito con
lo demás que indica el señor auditor de guerra. Vuelva esta proceso
Anexión-Restauración
635
al señor presidente de la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente
para los fines que son consiguientes. Santiago, enmendado, vale.
Santiago, 15 de abril de 1863.
Pase al señor fiscal para que llene los extremos que abraza el
mandato del Excmo. señor capitán general a fin de reunir el Consejo de Guerra, para la redacción, que se previene, de la sentencia.
El T. C. presidente de la C. Mr.
Firmado: Luis Bustamante
Diligencia de haber recibido la causa
del T. G. Jefe de la Comisión
En la ciudad de Santiago, a los quince días del mes de abril del
mismo año, el señor fiscal recibió del teniente coronel de artillería
jefe de la Comisión Militar don Luis Bustamante esta causa; y para
que conste por diligencia lo firmó dicho señor fiscal de que yo, el
secretario, certifico.
Firmado: Dié
Benito Gimeno
Diligencia de unir a esta causa un testimonio
En el mismo día dispuso el señor fiscal se uniese a esta causa un
testimonio de los dos oficios del señor gobernador interino de esta
ciudad, el acta del Ayuntamiento y otro oficio de este no haciéndose de la copia del oficio que dicho señor general remitió al Excmo.
señor capitán general de la Isla con fecha veinte y cinco de febrero
pasado, ni la del Bando de publicación de la Ley Marcial de igual
fecha, por no haberse encontrado dichas copias en el Gobierno de
César A. Herrera
636
esta ciudad, como se ve por el oficio de la misma que se une a
continuación; y para que conste por diligencia lo firmó dicho señor
fiscal lo que certifico.
Firmado: Dié
Benito Gimeno
Figuran a continuación las copias de los oficios mencionados en
la diligencia anterior y la del acta del Ayuntamiento en la sesión de
la noche del 24 de febrero de 1863, así como copias de los oficios
cursados en esa noche al general gobernador interino, documentos
ya reproducidos en otra Sumaria copiada.
Anexión-Restauración
637
A.G.I. Cuba 1014 B
Gobierno Militar de Santiago
No me es posible remitir a V. S. la copia de la comunicación
que el general gobernador interino don A. Michel pasó al Excmo.
señor capitán general en 25 de febrero último con motivo de las
ocurrencias de esta Capital, que V. S. solicita en su atento oficio
de esta fecha, como igualmente el mismo documento del Bando
con que se publicó la Ley Marcial a consecuencia de los referidos
sucesos, por no encontrarse en la correspondencia archivada de
este Gobierno; no pudiendo dar explicaciones el referido general
Michel acerca del particular por hallarse en la Villa de Moca, pero
lo verificará tan pronto regrese a este punto.
Dios guarde V. muchos años.
Santiago, 15 de abril de 1863.
El general Gob.
Firmado: José Hungría
Señor presidente de la Comisión Militar.
Al margen dice: Santiago, 15 de abril de 1863. Al señor fiscal
para que se una a la causa haciendo constar por diligencia la imposibilidad de unir los documentos que expresa el oficio.
El T.C. presidente de la Comisión Militar.
Firmado: Luis Bustamante
César A. Herrera
638
Deiligencia de haber recibido un oficio
del señor presidente de la Comisión
En el mismo día, mes y año el señor fiscal recibió un oficio
del señor general gobernador transmitido por el señor teniente
coronel presidente de la Comisión Militar con la autorización de
dicho señor general para reunir de nuevo el Consejo de Guerra que
vio y falló esta causa, a los fines que se mencionan en el dictamen
del señor auditor de guerra y aprobación del Excmo. señor capitán
general que aparece a folios sesenta y dos y siguientes de esta causa;
y para que conste por diligencia se une dicho oficio y lo firmó el
señor fiscal de que certifico.
Firmado: Dié
Benito Gimeno
Gobierno Militar de Santiago
Contestando a su atenta comunicación de esta fecha puede V.
S. desde luego reunir a los S. S. vocales de la Comisión que tan dignamente preside para evacuar asuntos de su pertenencia, debiendo
advertirle que el capitán de caballería don José de los Ríos salió
para Santo Domingo con una comisión reservada del servicio.
Dios guarde a V. muchos años.
Santiago, 15 de abril de 1863.
El general gobernador
Firmado: José Hungría
Señor presidente de la Comisión Militar.
Al margen dice: Santiago, 15 de abril de 1863.
Al señor fiscal para los efectos consiguientes.
El T. C. presidente de la Comisión Militar.
Firmado: Luis Bustamante
Anexión-Restauración
639
Siguen después las siguientes diligencias:
Diligencias de haber avisado a los vocales y suplentes para el
Consejo de Guerra.
Diligencia de haberse reunido de nuevo el Consejo
Sentencia
Visto y examinado el proceso formado por el capitán del Batallón de San Marcial don Francisco Dié y Pescetto, contra el paisano
don Eugenio Perdomo, el general de milicias de reserva de esta
Isla don Juan Luis Franco Bidó, el coronel de las mismas don Carlos de Lora y el capitán de las propias reservas don Pedro Ignacio
Espaillat, reos del motín que tuvo efecto en esta ciudad la noche
del veinticuatro de febrero pasado, y habiendo hecho relación de
todo al Consejo de Guerra presidido por el señor teniente coronel
de artillería don Luis Bustamante, y comparecido en el ya dicho
Consejo de los reos don Juan Luis Franco Bidó y don Eugenio
Perdomo; todo bien examinado con la conclusión fiscal, defensas
de los procuradores, y oído el parecer del asesor don Alejandro
Angulo Guridi, ha condenado y condena el Consejo de Guerra a
don Eugenio Perdomo, don Juan Luis Franco Bidó, don Carlos de
Lora y don Pedro Ignacio Espaillat a ser pasados por las armas con
arreglo al artículo primero de la ley de diez y siete de abril de mil
ochocientos veintiuno, por unanimidad de votos.
Santiago de los Caballeros, veinte de marzo de mil ochocientos
sesenta y tres.
Firmado: Luis Bustamante y Campaner, Fermín Daza, José Lapuente, Juan Delgado, Pablo Rodríguez Vera, Ignacio Ulrich,
Francisco Montaner.
César A. Herrera
640
Notificación de la sentencia
En la Plaza de Santiago, a los diez y seis días del mes de abril
del mismo año, el señor don Francisco Dié y Pescetto, capitán del
Batallón de San Marcial y fiscal de la Comisión Militar de esta ciudad, en virtud de la sentencia dada por el Consejo de oficiales y
aprobada por el Excmo. señor capitán general de esta Isla, pasó con
asistencia de mí el secretario de la cárcel de esta ciudad, donde se
hallan el paisano don Eugenio Perdomo, el general de reservas de
esta Isla don Juan Luis F. Bidó, el coronel de las mismas don Carlos
de Lora y el capitán de las propias reservas don Pedro Ignacio Espaillat, reos en este proceso a efectos de notificársela; y habiéndoles
hecho poner de rodillas, les leí la sentencia de ser pasados por las
armas en virtud de la cual se llamó a los confesores hábiles de esta
población, para que se prepararan cristianamente; y para que conste por diligencia lo firmó dicho señor, lo que certifico.
Firmado: Francisco Dié
Benito Gimeno
Diligencia de haber recibido un oficio
y unirlo a estas actuaciones
Seguidamente el señor fiscal hizo salir del calabozo para la capilla a los tres reos don Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora y
don Pedro Ignacio Espaillat y leyó a don Juan Luis Franco Bidó el
oficio que se recibió el día anterior del señor brigadier comandante
general de esta Provincia, por el que se le indulta de la pena capital
el cual se une a continuación; y para que conste por diligencia lo
firmó dicho señor de que yo, el secretario, certifico.
Firmado: Dié
Benito Gimeno
Anexión-Restauración
641
Comandancia General del Cibao
El excmo. señor capitán general, con fecha 11 del actual mes,
dice lo siguiente:
Por consecuencia de los últimos sucesos ocurridos en esa
Provincia han sido juzgados por la Comisión Militar Ejecutiva
y Permanente el general de las Reservas Provinciales don Juan
Luis Franco Bidó, alcalde ordinario de dicha ciudad, el coronel
de las propias reservas don Carlos de Lora, el capitán de las
mismas don Pedro Ignacio Espaillat y el paisano don Eugenio
Perdomo y sentenciados todos cuatro con fecha 20 del mes pasado a la pena de ser pasados por las armas. Cuya sentencia ha
sido aprobada por mí con fecha 9 del que rige, previo dictamen
de mi auditor de guerra.
En este estado las cosas solo restaba ya ejecutar la sentencia,
pero deseando a la par que hacer patente la justicia que castiga al
delicuente, dar una prueba de los sentimientos piadosos de S. M.
la Reina (q. Dios g.), en vista de las facultades que me concede la
Real orden de 29 de mayo de 1855 y previo los informes de mi referido auditor de guerra y el voto consultivo del Real Acuerdo que
previene la disposición 2ª de la mencionada Rea1 orden de 29 de
mayo, vengo en nombre de la Reina en indultar de la última pena
conmutándola en la inmediata que deberá cumplir en el presidio
de Ceuta, al precitado don Juan Luis Franco Bidó, cumpliendo la
sentencia por lo que respecta a los otros tres reos y en la forma
decretada por mí en la causa de que llevo hecho mérito.
En su virtud entregará V. E. al presidente de la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente la precitada causa con traslado de este
oficio, para el cumplimiento de lo resuelto por mí en aquella, con la
modificación que corresponde por el presente indulto, previniendo el referido presidente remita después a esta Capitanía General
testimonio de la causa contra don Juan Luis Franco Bidó y correos,
para acompañarla al dar cuenta de este indulto para la soberana
aprobación.
Lo que traslado a V. para su conocimiento y que a la posible
brevedad disponga tenga puntual cumplimiento lo preceptuado
César A. Herrera
642
por la Autoridad Superior de la Isla reclamando de esta Comandancia General cuantos auxilios considere necesarios.
Dios guarde a V. muchos años.
Santiago de los Caballeros, 15 de abril de 1863.
El brigadier Comte. Gral.
Firmado: Manuel Buceta
Sr. presidente de la Comisión Militar de esta Plaza.
Anexión-Restauración
643
A.G.I. CUBA 1014 B
Diligencia de haberse ejecutado la sentencia
En la misma Plaza de Santiago y a los diez y siete días del referido mes y año, yo, el infrascrito secretario, certifico: que en virtud
de la sentencia de ser pasados por las armas, dada por el Consejo
Ordinario de la Comisión Militar, a don Eugenio Perdomo, don
Carlos de Lora, coronel de las milicias de reserva de esta Isla y don
Pedro Ignacio Espaillat, capitán de las mismas, y aprobada por el
Excmo. señor capitán general de esta Isla, se les condujo en buena
custodia dicho día y hora de las siete de la mañana a la explanada
frente del cementerio de esta ciudad, donde se hallaba el capitán
don Francisco Dié, fiscal de esta causa, y estaban formadas las tropas de la guarnición para la ejecución de la sentencia; y habiéndose
publicado el Bando por el sargento mayor interino de esta Plaza
según previene S. M. en sus Reales ordenanzas, se pasó por las armas a los dichos don Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora y don
Pedro Ignacio Espaillat en cumplimiento de ella, delante de cuyos
cadáveres desfilaron en columna inmediatamente las tropas de la
guarnición que se hallaban presentes, llevándolos luego a enterrar
las personas al efecto nombradas acompañándoles al cementerio,
donde quedan enterrados; y para que conste por diligencia lo firmó
dicho señor de que yo, el secretario, certifico.
Firmado: Francisco Dié
Benito Gimeno
César A. Herrera
644
Diligencia de entregar este proceso al señor presidente
con tres testimonios de condena de don Juan Bidó
En la referida ciudad de Santiago, a los quince días del mes de
mayo del indicado año, el señor juez fiscal pasó acompañado de
mí el secretario, a la casa morada del señor teniente coronel de
artillería presidente de la Comisión Militar para hacerle entrega
de este proceso y al mismo tiempo de tres testimonios de condena
contra don Juan Luis Franco Bidó, indultado de la pena capital por
el Excmo. señor capitán general de esta Isla y destinado a Ceuta
por diez años, lo cual efectuado se puso por diligencia que firmó el
señor fiscal y yo, el secretario, certifico.
Firmado: Dié
José Martínez
Santo Domingo, 26 de junio de 1863
Pase al señor gobernador militar interino de esta Plaza, para
que nombre un jefe y oficial de los de la guarnición de la misma,
que actuando respectivamente como fiscal y secretario procedan a
poner en libertad al general don Juan Luis Franco Bidó, comprendido en esta causa de conformidad con lo dispuesto por S. M. en su
Real Decreto de 27 de mayo último y en los términos prevenidos
en mi circular de esta fecha.
Firmado: Ribero
Anexión-Restauración
645
A.G.I. CUBA 1014 B
Gobierno Militar de la Plaza
Provincia de Santo Domingo
y
En virtud del Decreto del Excmo. señor capitán general de
esta Isla de fecha de hoy en el proceso formado por la Comisión
Militar de la Provincia de Santiago contra don Juan Luis Franco
Bidó, general de las reservas provinciales y alcalde ordinario de
dicha ciudad, nombro a V. fiscal para que actuando con el teniente
del Batallón de San Quintín don Mariano Botia como secretario, se
proceda a poner en libertad al citado don Juan Luis Franco Bidó,
comprendido en dicho proceso, de conformidad con lo dispuesto
por S. M. en su Real decreto de amnistía de 27 de mayo último y
en los términos prevenidos en la circular del Excmo. señor capitán
general de esta fecha.
Dios guarde a V. muchos años.
Santo Domingo, 26 de junio de 1863.
Firmado: José P. Malo
Señor 2º. comandante don Francisco Catalá y Alonso, del Batallón de Cazadores de Bailén.
César A. Herrera
646
A.G.I. CUBA 1014 B
Francisco Catalá y Alonso de Medina, Caballero de las Reales
Órdenes de San Fernando de primera clase y de la de San Hermenegildo, Benemérito de la Patria y condecorado con la medalla de
África, primer comandante graduado y segundo efectivo del Batallón de Cazadores de Bailén, etc.
Nombramiento de secretario
CERTIFICO: que habiendo sido nombrado por el señor gobernador interino de esta Plaza en su oficio anterior, para poner en
libertad al señor general de las Reservas Provinciales don Juan Luis
Francisco Bidó, previo juramento de fidelidad de S. M. la Reina
nuestra señora (q. Dios g.) y hacerlo constar en el presente proceso
formado a dicho señor general por la rebelión ocurrida la noche
del veinte y cuatro de febrero del corriente año en Santiago de los
Caballeros, hice comparecer a mi presencia al teniente del Batallón
de San Quintín don Mariano Botia y García, secretario nombrado para las presentes diligencias; el cual enterado de su cometido
acepta, jura y promete guardar sigilo y fidelidad en cuanto actúe; y
para que conste lo firmó conmigo en la Plaza de Santo Domingo y
veinte y seis de junio de mil ochocientos sesenta y tres.
Firmado: Francisco CataláMariano Botia
Anexión-Restauración
647
Diligencia de prestar juramento de fidelidad
el general don Juan Luis Francisco Bidó
Seguidamente el señor fiscal pasó acompañado de mí el presente
secretario a la Torre del Homenaje, de esta Plaza, donde compareció a su presencia el señor general de las Reservas provinciales don
Juan Luis Francisco Bidó, preso en dicha Torre, quien fue enterado
por el señor fiscal del Real Decreto de indulto de veinte y siete de
mayo del corriente año y disposiciones dadas por el Excmo. señor
capitán general de esta Isla para su aplicación, después de lo cual el
señor fiscal procedió a tomarle juramento según forma por el cual
prometió decir verdad en cuanto fuese interrogado.
Preguntado: Si jura a Dios y promete fidelidad a la Reina nuestra
señora (q. Dios g.) y no atentar jamás contra la tranquilidad pública
de este país o de cualquiera otro español y de guardar las leyes establecidas o que en lo sucesivo pudiese mandar observar el Gobierno
y si antes por el contrario sostendrá dichas superiores disposiciones
con su fuerza moral y materialmente si las circunstancias lo exigiesen, como es deber de todo ciudadano y más que todos los que
como el declarante están investidos del carácter militar.
Dijo: Que jura y promete fidelidad a S. M. la Reina nuestra
señora (q. Dios g.) y observar con toda religiosidad todas las leyes
que se publiquen y estén vigentes por el Gobierno en esta Isla o
cualquier otro país español, y sostenerlas por todos los medios a su
alcance si desgraciadamente ocurriese algún contratiempo político
en el país español que habite; y para que conste por diligencia lo
firmó con el señor fiscal leída que hubo esta su manifestación y con
el presente secretario de que certifico.
Firmado: Francisco Catalá Ante mí: Mariano Botia
J. Luis F. Bidó
César A. Herrera
648
a don Juan
Diligencia de poner en libertad
Luis Franco Bidó, general de las Reservas
Acto continuo el señor fiscal, previa la venia del señor gobernador de esta Torre del Homenaje y orden al señor oficial de guardia
que custodia al señor general de las Reservas provinciales don Juan
Franco Luis Bidó, puso a este señor en libertad pudiendo desde
luego abandonar la prisión; y para que conste por diligencia, lo
firmó el señor fiscal con el presente secretario de que certifico.
Firmado: CataláMariano Botia
Diligencia de entrega
Seguidamente el señor fiscal pasó acompañado de mí el presente secretario al Estado Mayor de esta Capitanía General y entregó
este proceso que consta de ochenta y siete hojas, sin la cubierta; y
para que conste por diligencia lo firmó el señor fiscal con el presente secretario que certifico.
Firmado: CataláMariano Botia
Santo Domingo, 28 de junio de 1863.
Puesto en libertad el general de las Reservas Provinciales don
Juan Luis Franco Bidó, pase al señor auditor para que manifieste si
se encuentra conclusa esta causa.
Firmado: Ribero
Anexión-Restauración
649
Excmo. señor:
Habiendo prestado el juramento a S. M. y las leyes del Estado
que determina el Art. 2º. del Real decreto de amnistía, y puesto en
libertad don Juan Luis F. Bidó, comprendido en esta causa, entiendo que es de archivar en la Capitanía General declaración conclusa
en todas sus partes por consecuencia del Real decreto de 27 de
mayo último o lo que V. E. considere más conveniente.
Santo Domingo, 30 de junio de 1863.
B.S. Firmado: Mauricio Hernando Navas.
Santo Domingo, 7 de julio de 1863.
Conforme, archívese, acusando recibo al presidente de la Comisión Militar.
Firmado: Ribero
(Hay un sello en tinta que dice «Capitanía General de Santo Domingo» –Estado Mayor–)
César A. Herrera
650
Archivo General de Indias -SevillaLegajo: Cuba 1014
Gpc
Cuba 2226
Copia
Pedro Santana, presidente de la República Dominicana,
a S. M. la Reina de España &&.
Mi grande y buena amiga:
Después que la Divina Providencia se dignó prestarme su poderosa mano para poner paz sobre este pueblo, destrozado por la
guerra civil, cuando con la misma protección había conseguido recuperar los sentimientos amistosos de otras naciones, alejados por
el mal gobierno que por sorpresa se apoderó del mando, concluida
al fin una tregua de cinco años con el enemigo que perturba nuestro sosiego, he debido preocuparme de lo que faltaba a ese mismo
pueblo para ser feliz, la confianza en el provenir. Diez y siete años
de inquietud continua nos han enseñado que nuestra situación
política nos condenaría a pasar por la larga serie de pruebas por
donde van pasando nuestras hermanas del continente sudamericano, si antes no somos arrebatados por algún Estado poderoso
que nos codicie. Semejante situación aleja la confianza que pudiera
prestar un gobierno fuerte y justiciero, destruye toda esperanza de
aprovechar las riquezas naturales de nuestro suelo, que tanto prometerían en circunstancias más favorables y obligan al que hoy es
responsable de la felicidad del pueblo a buscar mejor porvenir en
Anexión-Restauración
651
un orden de cosas más estable y duradero. Nuestro origen, nuestro
idioma, nuestra religión, nuestras costumbres, nuestras simpatías,
en fin nos inclinan a desear encontrar esa estabilidad en una más
perfecta unión con la que fue nuestra Madre, que la que existe, y
seguramente no se presentará jamas mejor oportunidad que la que
nos ofrecen hoy las circunstancias. Los sentimientos de amor hacia
la Nación Española harto debilitados hacía algún tiempo por los
arteros manejos del agente que interpretando a su conveniencia
las intenciones del Gobierno de V. M. sembró en los ánimos la
desconfianza, han revivido gracias a la conducta noble y generosa
que este ha observado con nosotros y la lealtad con que el de la
República ha sabido despertarlos. Por otra parte, el prestigio con
que el cielo me ha favorecido sobre un pueblo que durante diez y
siete años he conducido a la victoria, ha tomado más fuerzas con la
paz que le he traído en las convulsiones que ni directa ni indirectamente había promovido. ¿No sería pues este, señora, el momento
oportuno para estrechar más los lazos que unen ambos pueblos? Si
pasada esta oportunidad viniese una de esas convulsiones políticas a
que se hallan tan expuestas las nuevas Repúblicas, si los estragos de
la guerra civil enervasen el vigor del brazo que siempre ha vencido
a los haitianos, si amenazados por estos, una nación poderosa que
desde el Norte no aparta su mirada de águila sobre este codiciado
país, si quisiese aprovechar de aquella situación, ¿cuál sería entonces el resultado de esa reunión de circunstancias cuando tal vez mi
edad sexagenaria, mis dolencias y aun la misma muerte me hubieran privado de prestarle mis servicios a la República? Sus funestas
consecuencias que serían un mal grave para la Antilla dominicana,
por cuanto amenazaba sus pobladores, no lo serían menos para las
dos españolas que la tocan por sus extremos y deben sin duda llamar la atención de ambos Gobiernos. Si el de España, pues, tiene,
como me persuado, interés en evitarlas, Yo y la gran mayoría de la
Nación estamos dispuestos a aceptar la medida que sea conveniente
para asegurar la felicidad del pueblo dominicano y los intereses de
España, en sus posesiones americanas.
El cónsul que V. M. se ha servido mandar a esta República se ha
hecho acreedor, por su digna conducta, a mi aprecio y estimación y
César A. Herrera
652
sin duda habrá informado al Gobierno de V. M. de los sentimientos
de que nos hallamos animados hacia Vuestra Real Persona todos
los dominicanos. Yo, señora, su representante y la personificación
de esos sentimientos, he enviado a la Corte de V. M. un plenipotenciario para que os lo manifieste con más fidelidad.
Estas sinceras demostraciones de nuestro respetuoso afecto,
esas pruebas de nuestra inequívoca simpatía, inclinarán, no lo dudo,
señora, Vuestro Real Ánimo, a favor de los que fueron vuestros hijos. En tal confianza formo sinceros votos por vuestra prosperidad
y por la del Reino, cuya gobernación os está confiada, reiterandoos
la expresión de los sentimientos de aprecio con que soy, mi grande
y buena amiga, vuestro buen amigo.
Firmado: Pedro Santana
En el Palacio de Santo Domingo,
el 27 de abril de 1860.
Firmado: Pedro Ricart y Torres
Anexión-Restauración
653
A.G.I. CUBA 2266
Santo Domingo, 20 de octubre de 1860.
Excmo señor don Francisco Serrano
Gobernador y capitán general de la isla de Cuba
Excmo. señor:
Mi amigo don Pedro Ricart y Torres, ministro de Relaciones
Exteriores, de Hacienda y Comercio de la República, va a esa Isla
del mando de V. E. con una misión oficial que importa sobremanera al bien de este país. Aparte de esto, las estimables prendas
personales que le adornan, su patriotismo, caballerosidad y el decidido que ha puesto en el manejo de los negocios extranjeros de
la República, para encaminarles por la halagüeña senda por donde
hoy marchan, son circunstancias todas que le hacen altamente
acreedor a todo mi aprecio y buen afecto, como hombre público
y como particular. Por consiguiente, si mi recomendación puede
influir en el ánimo de V. E. para que se sirva acogerle benévolamente, yo la hago a V. E. tan encarecida, como puede suponer, si
atiende a los tantos títulos que el mencionado don Pedro Ricart
tiene para merecerla.
Me abstendré de hacer referencia especial a su amable señora
esposa, que le acompaña, pues temería hacer ofensa a los acreditados sentimientos de V. E. como noble español y como cumplido
caballero; pero no juzgo de más poner en su conocimiento que me
654
César A. Herrera
he tomado la libertad de darle el encargo de ofrecer la expresión
de mi profundo respeto a la Excma. Sra. Condesa de San Antonio.
Acepte V. E. las nuevas seguridades de mi más alta y afectuosa
consideración.
Firmado: Antonio A. Alfau
Anexión-Restauración
655
A.G.I. CUBA 2266
De Serrano al embajador español en EE.UU.
GOBIERNO
No. 3
Muy reservado.
La Habana, 5 de noviembre de 1860.
Excmo señor enviado extraordinario y ministro
plenipotenciario de S. M. en Washington.
Excmo. señor:
Se ha presentado en esta ciudad el Sr. don Pedro Ricart, ministro de Hacienda y de Relaciones Exteriores de la vecina República
de Santo Domingo, encargado por aquel Gobierno de proponer
por mi conducto al de S. M. la Reina la decisiva resolución de los
dominicanos de ponerse bajo el protectorado de España o bien incorporarse completamente a la monarquía como parte integrante
de su territorio.
V. E. comprenderá, desde luego, toda la gravedad que semejante paso lleva consigo y cuán seriamente debe fijar la atención del
Gobierno de S. M.
Ya V. E. tiene conocimiento de algunos antecedentes de este
importante asunto por la comunicación que redactada en cifra le
656
César A. Herrera
dirigí en 7 de julio último. En ella manifesté a V. E. mi modo de
ver esta cuestión, con el cual estaba V. E. de acuerdo según se sirvió
decirme posteriormente. No creía yo, sin embargo, entonces que
las cosas se precipitasen de tal modo que viniese Santo Domingo a
complicar en este momento nuestras dificultades, atendida la situación de Europa y la de este continente.
Conozco todos los peligros que la ocupación, el protectorado
o la incorporación de Santo Domingo puede acarrearnos; pero
conozco también que ciertos peligros no se evitan esquivándolos.
Digo esto porque el enviado de aquella República me ha manifestado sin rebozo que ha llegado ya para el país la hora crítica; que
ya no pueden aguardar más; que no pueden sostenerse sin la ayuda
de la España. Para ellos es cuestión de vida o muerte; de ser o de
no ser, de caer en poder de los negros o de los norteamericanos o
de ser españoles.
El conflicto para nosotros no puede ser más grave. Yo conozco
que si la España acepta la proposición de Santo Domingo corre inevitable peligro de la guerra con los Estados Unidos; pero también
conozco, y esto no se ocultará a la ilustración de V. E., que igual
o mayor peligro corremos si los norteamericanos se apoderan de
aquel país; ellos no pueden consentir que nosotros pongamos el
pie en aquel territorio; pero menos podemos consentir nosotros
que ellos se nos adelanten. Ahora mismo, y esto es cosa que debe
tenerla en cuenta, se hallan posesionados, so pretexto de explotar el
guano, de un islote adyacente a Santo Domingo (Alto Velo) territorio de la república. El Gobierno dominicano ha enviado fuerzas
para lanzarlos de allí y quién sabe las eventualidades que de aquí
pueden surgir.
En tan graves circunstancias, ¿qué partido tomar? Yo, por mi
parte, me propongo someter al Gobierno de S. M. la cuestión por
el próximo correo y esperar su resolución definitiva.
Los dominicanos, en medio de la crisis por que están pasando, imposibilitados de consolidar su nacionalidad, vuelven
la vista impulsados del instinto de conservación hacia la madre
España, que ha resucitado al mundo después de la campaña de
Marruecos.
Anexión-Restauración
657
El Gobierno español les ha alentado en cierto modo enviándoles auxilios que después de todo no son eficaces. De aquí el origen
de la gran dificultad presente.
Una vez presentada la cuestión de una manera que parece indeclinable, y teniendo en cuenta que en cualquier temperamento
que se adopte hay verdadero peligro, yo preferiría siempre al protectorado, la incorporación. Si al fin hemos de luchar, si hemos de
tomar alguna vez la iniciativa, este es el verdadero teatro donde
deberíamos ensayar nuestras fuerzas; aquí deberíamos arriesgar
algo, porque hay mucho que ganar en lo presente y lo futuro.
Mi opinión y mi deseo era que esta cuestión se aplazase, pero
contra mi voluntad se ha venido encima y es preciso resolverla de
alguna manera. El Gobierno de S. M. decidirá.
Acerca de estos asuntos de (lleva) guarda la mayor reserva, y
yo aprovecho la circunstancia de la salida de la Berenguela, para ese
país, confiando a su comandante esta comunicación que hará llegar
a manos de V. E. por medio de uno de sus oficiales.
El comisionado de Santo Domingo disfraza su pensamiento
con la negociación de un empréstito de $500,000, objeto ostensible
de su venida. Con él ha llegado también a esta ciudad el cónsul
general de España en la República, don Mariano Álvarez.
El Sr. Ricart se ocupa en redactar la proposición que ha de
hacerme en nombre de su gobierno; de este documento y de la
comunicación que me ha dirigido el presidente Santana, remitiré a
V. E. copia en la primera oportunidad.
Dios, etc.
César A. Herrera
658
A.G.I. CUBA 2266
La Habana, 29 de noviembre de 1860.
Excmo. Sr. don Pedro Santana
presidente de la República de Santo Domingo.
Excmo. señor:
El Sr. don Pedro Ricart y Torres, ministro de Hacienda y de
Relaciones Exteriores de esa república, me entregó la muy atenta
comunicación que se ha servido dirigirme V. E. con fecha 11 del
mes de octubre último y me ha manifestado extensamente el objeto
de la comisión que le ha traído a esta ciudad.
Como a V. E. no puede ocultarse, dicho asunto es de la más
alta importancia y transcendencia para los dos países y no me era
dado acerca de él tomar otra resolución que elevarlo al supremo
gobierno de S. M., como lo hice por el Vapor correo que salió de
este puerto el 12 del mes anterior.
Entretanto recae la decisión soberana, me complazco en
aceptar con la distinción debida la expresión de los nobles sentimientos de V. E. siempre encaminados a estrechar más y más los
vínculos de unión y simpatía de dos pueblos hermanos. Y para tal
objeto, como para ser digno intérprete de V. E., nadie pudiera
haber elegido más apropósito que al Sr. de Ricart y Torres, cuyas
excelentes prendas de carácter e inteligencia, juntamente con su
acreditada simpatía hacia la nación española, le hacen muy acreedor a las señaladas pruebas de afecto que he tenido el gusto de
tributarle.
Anexión-Restauración
659
Aprovecho esta ocasión de ofrecer a V. E. mi más afectuosa
amistad, como también el testimonio de toda mi consideración y
respeto.
Excmo. señor
Fdo.
660
César A. Herrera
A.G.I. CUBA 2266
Al. Excmo. señor don Antonio Abad Alfau
7 de diciembre de 1860.
Excmo señor:
El Sr. don Pedro Ricart y Torres, ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda de esa República, me ha entregado la atenta
carta de V. E, por la que me lo recomienda muy particularmente.
Las prendas personales de este caballero y de su digna y amable
esposa los hacen muy acreedores a que yo haya tenido el gusto de
deferir a la recomendación de V. E., atendiéndolos y obsequiándolos como se merecen y de la manera que me ha sido posible.
En esto, como en todo, me complazco en aceptar lo que me
viene de V. E. con la afectuosa estimación que le profeso.
Soy siempre de V. E. atento servidor y amigo q. s. m. b.
Fdo.
Anexión-Restauración
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A.G.I. CUBA 2266
Primera Secretaría de Estado
Dirección Política
Madrid, 9 de diciembre de 1860.
Sr. gobernador y capitán general de la Isla de Cuba.
Excmo. señor:
Queda V. E. autorizado para dar al Sr. Ricart una idea de las
instrucciones muy reservadas que con esta fecha se transmiten a
V. E.. pero cuidando al mismo tiempo de no dejarle sacar copia de
ellas, ni permitirle la lectura de los párrafos referentes al general
Santana y sus consejeros.
De Real orden comunicada por el Sr. Ministro de Estado, lo
digo a V. E. para su inteligencia.
Dios guarde a V. E. muchos años,
El subsecretario
Juan S. Comyn
Gpc
César A. Herrera
662
A.G.I. CUBA 2266
De Serrano al ministro de Estado
Habana, 11 de noviembre de 1860.
Excmo. señor ministro de Estado.
Excmo. señor:
Por los documentos Nos. 1, 2 y 3 cuyos originales tengo el
honor de acompañarle, conocerá V. E. la proposición que por mi
conducto hace al Gobierno de S. M. la Reina el de la República de
Santo Domingo.
A primera vista se comprende toda la gravedad que envuelve
un hecho semejante y cuán seriamente debe fijar la atención de
los consejeros de S. M. no solo por la trascendencia que lleva de
suyo un suceso de esta naturaleza, sino por la que pueda tener para
España el que nos ocupa, atendida su posición especial en estas
regiones, cualquiera que sea la resolución que se adopte.
Hace tiempo que el Gobierno de S. M. ha mirado con singular
interés todo lo que se refería a la República Dominicana, según se
ha servido manifestarme en diferentes Reales órdenes motivadas
por comunicaciones mías en que me había permitido llamar su
atención superior sobre el estado de aquel vecino territorio, cuyos
habitantes se envanecen de no haber dejado de ser nunca españoles.
Prueba de este mismo interés son los auxilios que ha enviado al
gobierno de la República y los que se propone seguirle proporcionando con el designio de tener una mano generosa y ayudarla a
Anexión-Restauración
663
consolidar una nacionalidad por tan contrarios elementos combatida; auxilios que le han avivado entre los dominicanos el deseo de
confundirse con nosotros.
Ni podía ser de otra manera, pues al ilustrado Gobierno de la
Reina no debía ocultarse el gran y permanente peligro que ofrece
para las posesiones españolas de este lado de los mares, que un
territorio enclavado entre nuestras dos ricas Antillas, que casi se
toca con ellas, se vea puesto por la propia debilidad a ser presa de
los eternos enemigos de nuestro poder y de nuestra raza en este
continente. V. E. sabe muy bien que semejante peligro no es ilusorio y mucho menos exagerado. Si los haitianos dominaran otra
vez a Santo Domingo como en los días de nuestra decadencia; si la
raza negra subyugara en aquel país a ese puñado de españoles que
peleando heroicamente hace 16 años e implorando nuestro socorro
sucumbirían por no haberle dado la España una mano generosa,
¿qué se diría de nosotros? ¿Y qué ejemplo para Cuba y Puerto Rico
el espectáculo de una nacionalidad negra, establecida entre las dos
islas y subyugadora de la raza blanca? Si los norteamericanos se
apoderasen del país qué asechanza tan continua contra la seguridad
de nuestros dominios. Rota esa cadena que la misma naturaleza
ha establecido para formar un todo indivisible, no solo tendríamos
que renunciar a todo engrandecimiento futuro sino que desde el
momento en que tal cosa aconteciese nos veríamos obligados a ponernos a la defensiva y en guardia con un enemigo situado casi en
nuestra casa; cuanto más que aun cuando así no fuese, nos suscitaría
indudablemente una competencia peligrosísima para nuestra industria y comercio. Santo Domingo yankee o haitiano es un dilema
terrible; cualquiera de sus extremos no puede ser más funesto para
España. Tal ha sido siempre mi convicción, más fortificada todavía
desde que el cónsul de S. M. en aquella República y el general Alfau
en comunicaciones que ya V. E. conoce me hicieron ver hace algunos meses la inminencia de este doble peligro cuando los disturbios
de las fronteras promovidos por las intrigas de los negros vecinos.
Así tuve el honor de manifestarlo a V. E. en mi despacho No. 3
fecha 12 de julio último al exponer las varias consideraciones acerca
de esta cuestión tan delicada. Yo creía entonces y creo ahora que
664
César A. Herrera
lo más conveniente para España sería que la República de Santo
Domingo, auxiliada eficazmente, pero de una manera indirecta por
nuestro Gobierno, se fuese consolidando, y aplazar para tiempos
mejores la realización de una unión indudablemente que reclama
el mutuo interés de los dos países y el constante deseo de los dominicanos. Pero hay dificultades que se vienen por sí mismas, sin
que haya fuerza humana que pueda evitarlas, y cuya gravedad no
disminuye por más empeño que se ponga en evadirlas.
De tal naturaleza es el que nos suscita el Gobierno de Santo
Domingo al proponer al de S. M. incorporación de la República
en la Monarquía Española o un protectorado de parte de la España
que la asegure en lo sucesivo de los peligros de que aquella se ve
amenazada, en la forma y bajo las condiciones que verá V. E. por el
documento No. 3 ya citado.
Dicho documento, que por su importancia acompaño original
a V. E., está suscrito por el Sr. Ricart y Torres, ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda de la República, el cual ha llegado a
esta ciudad acompañado del Sr. cónsul general de España en la misma, siendo conducidos ambos por el Vapor de S. M. Don Juan de
Austria. Con ellos vino accidentalmente el Sr. brigadier de estado
mayor don Antonio Peláez, enviado por mí a Santo Domingo en
el mes de septiembre para resolver una cuestion de disciplina con
motivo de la publicación de cierto periódico en que tomaba parte
un oficial del ejército español.
Al indicarme el Sr. Ricart el objeto de su venida en la primera
conferencia que tuve con él, le manifesté desde luego que por más
gratos que me fuesen los sentimientos de españolismo del pueblo
dominicano y por más convencido que estuviese de las mutuas ventajas que de su incorporación a la nación española, careciendo de
instrucciones del Gobierno de S. M. para un caso de tal naturaleza
y de tamaña transcendencia, era mi deber darle cuenta y someterle
la cuestión como único competente para resolverla.
Recomendé al propio tiempo al expresado Sr. ministro la mayor
reserva respecto del asunto, la que me fue prometida, indicándome
haber tomado como pretexto y objeto ostensible de su venida la
misión de negociar un empréstito en la plaza de La Habana, para
Anexión-Restauración
665
la cual por otra parte tiene encargo y autorización de su Gobierno.
Igual recomendación hice al cónsul Sr. Álvarez que vuelve inmediatamente a Santo Domingo decidido a emplear todo su influjo
en evitar cualquier manifestación inoportuna que es muy de temer,
atendido el impaciente deseo de aquellas gentes de izar la bandera
española según el general testimonio. En cuanto al Sr. Ricart, me
ha manifestado que permanecerá aquí hasta tanto que resuelva sobre su misión el gobierno de la Reina.
Sorprendido yo, Excmo. señor, por un suceso que sé bien se
veía venir de lejos, no lo esperaba en algún tiempo, he reflexionado
seriamente sobre él considerándolo bajo sus diversas fases, pensando las ventajas y los inconvenientes que puede haber así en aceptar
como en rechazar la proposición de los dominicanos.
Es innegable y de esta opinión participará sin duda el Gobierno
de S. M., que a España le conviene bajo todos conceptos, así para la
seguridad de sus Antillas, como para el aumento de su poder marítimo en estas regiones, condición indispensable de su prosperidad y
engrandecimiento futuro, la posesión de Santo Domingo.
La situación geográfica, la feracidad de su extenso territorio, lo
vario y benigno de su clima, la abundancia de sus maderas de construcción, sus minas carboníferas, las de oro, plata y otros metales y
la impoderable bahía de Samaná, todas estas circunstancias demuestran el ancho campo que nuestro comercio, industria y marina, hoy
día en camino de florecer, podrían encontrar en esa isla que unida
a Cuba y Puerto Rico, constituirían las tres un verdadero imperio,
haciendo a la España invulnerable en sus dominios trasatlánticos.
Acerca de este particular, suministra datos y consideraciones muy
apreciables el escrito del Sr. brigadier Peláez al darme cuenta del
desempeño de la comisión ya expresada, que en copia es adjunto
(documento No. 4) y sobre el cual llamo la atención de V. E.
Otra de las circunstancias que debe hacer más grata para la
España la incorporación de Santo Domingo y avalorar la conveniencia de este suceso es el sentimiento de españolismo que rebosa
en los pechos de aquellos habitantes, así blancos como de color,
sentimientos que lejos de debilitarse con las tristes vicisitudes por
que han pasado, se ha ido robusteciendo cada vez más y espía el
666
César A. Herrera
momento de explanarse. Así tuvo ocasión de observar el Excmo. señor comandante general de Marina, cuando viniendo de la Península tocó en aquellas aguas con el Vapor Pizarro; ahora ha podido
notarlo el brigadier Peláez durante su excursión reciente. En Santo
Domingo, la vista de un buque, de una bandera, de un uniforme
español es siempre prextesto para proclamar a España.
Con semejante adhesión y fidelidad que, sea dicho de paso, y
con la franqueza que me es propia, no es fácil encontrar en nuestras mismas Antillas; con los miles de soldados, sobrios, valientes
y leales que allí tiene a mano el Gobierno español, soldados que
han peleado y vencido uno por cada diez, con los negros y que,
una vez instruidos y disciplinados podrán combatir con los de
cualquier otra nación europea; con tales elementos, Excmo. señor, no es difícil probar la importancia que tendría para España,
bajo el punto de vista de su poder y seguridad, la posesión de
Santo Domingo.
Pero hay que tener en cuenta al mismo tiempo los graves inconvenientes que acarrearía desde luego la realización del proyecto del
Gobierno dominicano, bien se llevase a cabo la incorporación, bien
el protectorado, pues en mi sentir iguales dificultades ocasionarían
las dos cosas, cuando no fuesen mayores las que ofrecería la última.
Estos inconvenientes provendrían por una parte de las potencias europeas, y por otra de los Estados Unidos. De lo primero, el
gobierno de S. M. es el que está en el caso de poder juzgar con pleno conocimiento de causa; en cuanto a lo segundo, sería demasiado
aventurado suponer que la Unión Americana nos viese impasible
posesionarnos de Santo Domingo.
Bien es verdad que nuestro derecho en este caso sería perfecto,
toda vez que los mismos dominicanos confiesan haber reconquistado su país para guardárselo a la España como un sagrado depósito y
devolverlo en la ocasión oportuna; bien es verdad que su casi unánime deseo de unirse con nosotros prestaría nueva fuerza a nuestro
derecho, puesto que hechos consumados recientemente en la Europa van estableciendo la doctrina de las anexiones voluntarias. Sin
embargo, como todas estas cuestiones en que se disputan grandes
intereses no suelen ser en último resultado más que cuestiones de
Anexión-Restauración
667
fuerza, hay motivos para creer que los Estados Unidos tomarían
respecto de España una actitud que probablemente vendría a parar
en la guerra si nos incorporásemos el territorio dominicano. Y esto
no obstante que la Unión es muy adicta a las anexiones y ha dado ya
el ejemplo de intentar anexarse de hecho otros pueblos de distinta
religión y raza sin más derecho que la fuerza.
Yo creo, pues, probable una guerra con los norteamericanos en
el caso de que ocupemos a Santo Domingo, y a ella debe apercibirse el Gobierno de S. M. si se decide a llevar a cabo la empresa. Pero
también hay grave peligro y este es el lado más delicado de la cuestión y sobre el que llamo muy particularmente la atención de V. E.;
hay grave peligro en desaprovechar la ocasión que se nos ofrece,
si de resultado de nuestra repulsa los dominicanos que consideran
asunto de vida o muerte para ellos la unión con España, se arrojan
a impulsos del desaliento o del despecho en brazos de los Estados
Unidos, que como V. E. sabe les vienen, de tiempo atrás, poniendo acechanzas con torcido designio. En este caso no se ocultará a
la ilustración de V. E. que nos veríamos obligados a recurrir a las
armas tal vez para defender la integridad de nuestros territorios. Si
los norteamericanos se posesionasen de Santo Domingo, tendríamos que intentar el arrojarlos de allí, lo que sería más arriesgado y
difícil que defendernos, si llegamos allí primero con mejor y más
claro derecho.
Por los demás, Excmo. señor, tarde o temprano, hemos de correr los azares de esta guerra por la misma fuerza de las cosas, según
he tenido la honra de exponer a V. E. repetidas veces. Esta guerra
será inevitable desde el momento que España intente tomar en los
asuntos de este continente la poderosa iniciativa a que sin duda está
llamada, a no ser que se acerque para la Unión Americana la hora
de su decadencia y descomposición que algunos creen ya llegada
con motivo de la actual crisis presidencial.
Yo, por mi parte, sin prejuzgar la gravísima cuestión que es objeto del presente escrito, me creo en el deber de exponer a V. E.
estas consideraciones por si el Gobierno de S. M. se sirve tenerlas
en cuenta, al resolverlas del modo más conveniente, para lo cual
posee su elevado criterio y el conocimiento exacto del estado de las
668
César A. Herrera
relaciones de España con las otras potencias y de la actual situación
de la Europa.
No vacilo, sin embargo, en manifestar a V. E. que creo llegada
la hora de correr los riesgos de una empresa de la cual depende que
nuestra España llegue a ser un poder en América.
En el caso de que el Gobierno de la Reina se decida a prestar
oídos a la proposición de Santo Domingo, yo me atrevería a indicar
mi opinión acerca de la preferencia que debiera darse a uno de los
medios propuestos.
El Gobierno conoce a fondo cuáles son nuestros intereses en
América y el estado de las cuestiones pendientes y lo que debemos
esperar de los Estados Unidos. También posee datos exactos de
los medios de fuerza de mar y tierra con que contamos y, por lo
tanto, se encuentra en posición de calcular los refuerzos de buques,
tropas, cañones y pertrechos de todas clases que son indispensables
para el buen éxito de la empresa, si es que ha de acometerse.
Una cosa sí le ruego a V. E., y es que me comunique en el plazo
más breve posible instrucciones terminantes para la eventualidad
de que sospechando los norteamericanos algo de este asunto o por
cualquier otro motivo, se apoderasen de la bahía de Samaná o de
otro punto de la Isla de Santo Domingo antes de que recaiga la
resolución de S. M.
Si llega este caso y me encuentro sin instrucciones me veré
en un conflicto y tales pueden ser las circunstancias que me vea
obligado a obrar, optando por la incorporación que, con más ventajas, ofrece menos inconvenientes que el protectorado. Y si tal es
la resolución de la Reina (q. Dios g.) espero que V. E. me envíe
instrucciones precisas y que incline el ánimo del Gobierno de S.
M. para que se me provea de los medios necesarios para el intento.
La cuestión dominicana es, Excmo. señor, la más vital que tiene
la España en estas regiones; ante ella todas las otras desaparecen.
No ha venido tal como ahora se presenta por la voluntad de nadie.
La han traído la marcha misma de los acontecimientos y la nueva
posición que España ocupa desde la gloriosa campaña de África.
Quién sabe si nos la depara la Providencia para que nuestra Patria
principie a cumplir los destinos que le están reservados en América.
Anexión-Restauración
669
No se me oculta, y debo decírselo claramente al Gobierno de
S. M., que la anexión de Santo Domingo ha de imponer por lo
pronto a nuestra patria grandes sacrificios, además de los riesgos
consiguientes a tal empresa. Pero también es cierto que cuando hay
mucho que ganar no es locura arriesgarse.
Aquí termino la presente comunicación en la que he procurado
poner la menos pasión posible, atendida la naturaleza del asunto;
que no es fácil empeño ocultar la voz del sentimiento y contener la
explosión de un patriótico entusiasmo, al ver a nobles pero desgraciados hermanos nuestros acogerse al amparo de la madre común
e invocar el nombre de Isabel Primera al pretender engarzar en la
Corona de Isabel Segunda otra perla más de las Antillas.
Dios, etc.
César A. Herrera
670
A.G. I. CUBA 2266
GOBIERNO, CAPITANÍA GENERAL Y
SUPERINTENDENCIA DELEGADA DE HACIENDA
DE LA SIEMPRE FIEL ISLA DE CUBA
De Ricart y Torres a Serrano
Habana, noviembre de 1860
Excmo señor gobernador y capitán general de la isla de Cuba.
Excmo. señor:
El que suscribe, ministro de Estado en los Despachos de Hacienda, Comercio y Relaciones Esteriores de la República Dominicana, ha recibido especial encargo de su gobierno para trasladarse a
esta Isla y poner de manifiesto al Excmo. Sr. gobernador y capitán
general don Francisco Serrano las consideraciones que tiene la
honra de transcribir a continuación para que, si lo tiene por conveniente, se sirva elevarlas al conocimiento del Gobierno de S. M. C.,
quien sin duda alguna tomará con prontitud aquella resolución que
crea oportuna para poner a cubierto de una vez para siempre los
intereses de España en Santo Domingo. Penetrado el Presidente
de la República de la convicción profunda de que en las condiciones en que se encuentra esta, con los elementos que encierra y las
circunstancias que la rodean, no es posible evitar que marche de
día en día a su ruina y vaya a ser presa de una raza que ni hable
Anexión-Restauración
671
nuestra lengua, ni profese religión alguna ni tolere en fin sobre el
suelo dominicano la existencia de lo que llevara este nombre, desea
asegurar la felicidad de la Patria, poniéndola a la sombra protectora
de otra nación, cuyos usos, costumbres, lenguaje y religión son los
nuestros y cree conveniente, para el logro de este deseo, proponer
las bases de que semejante unión podría realizarse. Si esta se hiciese
por anexión, S. E. el presidente pediría:
1º. Que se conserve la libertad individual sin que jamás pueda restablecerse la esclavitud en el territorio dominicano.
2º. Que la República Dominicana sea considerada como una provincia de España y disfrute como tal de los mismos derechos.
3º. Que se utilicen los servicios del mayor número posible de aquellos hombres que los han prestado a la Patria desde 1844, especialmente en el ejército, y que puedan prestarlos en lo sucesivo
a S. M.
4º. Que como una de las primeras medidas mande S. M. amortizar
el papel actualmente circulante en la República.
5º. Que reconozca como válidos los actos de los Gobiernos que se
han sucedido en la República Dominicana desde su nacimiento
en 1844.
En el caso en que a la política de España no conviniese y prefiriese el Protectorado, el presidente pediría:
1º. Que S. M. garantizase el territorio de la República, cuyos límites son los que fija la constitución del Estado, esto es, los
reconocidos por el tratado definitivo entre España y Francia,
firmado en Aranjuez el 3 de junio de 1777.
2º. Que asimismo garantice S. M. C. la independencia y soberanía
de la nación dominicana y le facilite armamentos, pertrechos,
buques de guerra y tropas si las necesitase, en el caso que la
República sea amenazada por una invasión haitiana u otra,
como igualmente interponer sus buenos oficios, autoridad e
influencia en cualesquiera dificultad que pueda ocurrir entre el
Gobierno Dominicano y los de otras potencias.
César A. Herrera
672
3º. Que S. M. consienta que vengan de la Península, Cuba o Puerto Rico, sargentos y oficiales del ejército como hasta ahora para
la formación e instrucción del dominicano.
4º. Que S. M. consienta en que se establezca una corriente de inmigración de las Islas Canarias o de otros puntos de la Península, costeada por ella misma, reconociendo la República una
deuda nacional por la suma a que ascienda esta operación.
Por nuestra parte nos obligamos a:
1º. Que la República no celebrará tratados de alianzas ni convenios
especiales de guerra ofensiva sino de acuerdo con España.
2º. Que no celebrará tratados con ninguna otra nación contrarios a
la política y a los intereses de España.
3º. Que del mismo modo no arrendará puertos ni bahías ni hará
concesiones temporales de ellos, ni de terrenos, bosques, minas
y vías fluviales a ningún otro Gobierno.
4º. Que los oficiales y sargentos instructores, a su llegada a la República, si tal fuese el beneplácito de S. M. C., se les dará el
grado de ascenso inmediato.
5º. Que los puertos y buques de la República se franquearán para
el servicio de la Marina española.
Estas dos son las proposiciones que el infrascrito tiene encargo
de someter a la consideración del Excmo. señor capitán general,
vuelvo empero a manifestarle que el deseo preferente de S. E. el
presidente, de su Gobierno y de la mayoría de la nación dominicana sería que el Gobierno de S. M. C. admitiese la anexión,
como medio más útil y provechoso para ambos paíes. Y en apoyo
de este pensamiento presentará el infrascrito algunas de las razones en que funda su parecer. Si se estudia con atención e interés
la posición geográfica de Santo Domingo, colocada en el centro
de las Antillas españolas; si se consideran las riquezas naturales de
su suelo privilegiado; si se tienen en cuenta las virtudes patrias de
ese pueblo de valientes que con tantos sacrificios han combatido
contra los enemigos de su reposo y tranquilidad, rechazando con
Anexión-Restauración
673
no menos nobleza las sugestiones extranjeras con que constantemente lo asedian; si se registran en fin los anales gloriosos de su
historia desde su descubrimiento que presentan tantos ejemplos de
heroísmo y fidelidad a la madre patria, siendo uno de ellos y de los
más notables la reconquista hecha de su territorio en 1808 por el
esforzado dominicano don Juan Sánchez Ramírez, quien al frente
de un puñado de labriegos derrotó a los franceses en Palo Hincado
y se apoderó de la Capital después de un sitio de nueve meses; fácilmente se comprenderá que el interés bien entendido de la España,
la alta misión que la Providencia, sin duda, le tiene reservada en
la suerte futura de las Américas, la obligan necesariamente a unir
de una manera indisoluble los destinos de Santo Domingo con los
suyos, sirviendo para el perfecto enlace de ambos pueblos, su igualdad de origen, de usos, costumbres de religión y de sentimientos.
Hoy, Excmo. señor, el pueblo dominicano dirige su voz a España
y le dice: Hijos de aquella raza de valientes que asombró el mundo
con su arrojo e hidalguía, conservamos religiosamente en el fondo
de nuestros corazones, junto con el orgullo de nuestra raza, el recuerdo de la grata Administración que durante 328 años esparció
el bienestar y felicidad en nuestra patria. Bajo la enseña gloriosa de
Castilla hemos derramado copiosamente nuestra sangre, rechazado
invasiones extranjeras y en los 17 años de lucha continua que sostenemos con nuestros enemigos, cruentos y dolorosos sacrificios
hemos tenido que ofrecer en aras de la Patria para conservar incólume el suelo que nos legaron nuestros mayores. Pero los males
de esta han subido de punto, Excmo. señor, y ha llegado por fin el
momento en que se ha de decidir la suerte futura de Santo Domingo y el ministro que suscribe abriga la esperanza de que la Augusta
señora, que tan dignamente ocupa el solio de las España, la que tan
generosamente ofrecía sus joyas para atender a las necesidades de
su ejército de África, acogerá benigna nuestras súplicas y no desdeñará de engarzar en la noble corona que ciñe su Augusta frente, la
más hermosa de las Antillas a fin de que las generaciones venideras
sepan algún día con asombro y admiración que bajo el glorioso
reinado de Isabel Segunda, por la libre y espontánea voluntad del
pueblo dominicano, volvió a ser parte de los dominios españoles
674
César A. Herrera
la primada de las Indias, la Isla predilecta de Isabel Primera. La
verdad de los hechos expuestos, su importancia trascendental, las
explicaciones verbales que el interesado ha tenido la honra de dar
al Excmo. señor capitán general en las conferencias que han tenido, le hacen esperar que el ilustre general Serrano aprovechará
esta ocasión para prestar un poderoso apoyo a una empresa de tan
altas aspiraciones y que se encuentra tan en armonía con su noble
carácter y elevada inteligencia. Resta al infrascrito congratularse
por ser el órgano de estos sentimientos de amor y fidelidad hacia
la Nación española de quien desciende, y reitera al Excmo. señor
general Serrano las protestas de su muy distinguida consideración.
Pedro Ricart y Torres.
Está conforme. El secretario del Gobierno Superior Civil, Miguel Suárez Vigil.
Conforme.
Anexión-Restauración
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A.G.I. CUBA 2266
Primera Secretaría de Estado
Dirección Política
Del Ministro O’Donnell a Serrano
Reservado
Madrid, 8 de diciembre de 1860.
Sr. gobernador y capitán general de la Isla de Cuba.
Excmo. señor:
S. M. se ha enterado con vivo interés del Despacho en que V.
E. da cuenta de la Misión que ha llevado a La Habana el Sr. Ricart,
ministro de Relaciones Exteriores de la República Dominicana.
Aunque el Gobierno de la Reina (q. Dios g.) tenía noticia hace
ya tiempo del estado de los ánimos en aquel país, de las dificultades que se oponían a la consolidación del orden establecido, y del
sentimiento que abrigan hacia España los hombres que se hallan
al frente de sus negocios, no creía, sin embargo, tan cercano el momento en que se decidiesen resueltamente a volver a formar parte
de la nacionalidad española.
El Gobierno de S. M. preveía el suceso que motiva el Despacho
de V. E., pero es forzoso convenir en que las circunstancias actuales
no son las más a propósito para que la Nación española tome sobre
676
César A. Herrera
sí la grave responsabilidad de aceptar la incorporación a sus dominios del territorio que hoy constituye la República Dominicana.
V. E. sabe perfectamente cuáles eran las miras del Gobierno
de S. M. acerca de un punto tan importante como delicado. Su
política en América tiende a prestar, cuantas veces le sea posible,
una mano amiga a las Repúblicas de origen español; y si a este fin
se dirigen sus gestiones en general, V. E. no ignora cuán grande es
en particular la solicitud con que en España se miran los asuntos de
la banda oriental de la isla de Santo Domingo.
La situación especial de ese territorio, el modo tranquilo con
que allí se verificó la independencia, las pruebas de amistad que en
todas ocasiones ha dado a la Metrópoli, no podían pasar desapercibidas en la Península; pero si esas consideraciones pesaban mucho
en los consejos del Gobierno de S. M., no es menor la influencia
que en él ejercen miras de alta política, que hacen de Santo Domingo una perla preciosa en poder de la Nación que posee en el mar
de las Antillas las islas de Cuba y Puerto Rico. La tres islas reunidas
forman efectivamente un Imperio de inestimable valía, que reúne
todos los elementos necesarios para que la España, sin pretender
recuperar ninguna parte, pequeña ni grande, de los países de Tierra Firme no pueda nunca abandonar los intereses actuales y el
porvenir de la República Dominicana. Por eso se ha adelantado a
fomentar en aquella Isla la inmigración de industriales españoles y
a conceder todos los auxilios que han necesitado los súbditos de S.
M. que, huyendo de las persecuciones de Venezuela, han querido
fijarse en Santo Domingo con preferencia a las posesiones de España. No se ha contentado con esos pasos el Gobierno de S. M.: ha
ido más allá, prestándose a que oficiales españoles se colocasen a las
órdenes del Dominicano, sin perder por esa circunstancia sus derechos y preeminencias en el Ejército de la Reina, y auxiliando a la
República Dominicana con cañones y pertrechos de todo género.
Lejos de arrepentirse de haber seguido esta línea de conducta,
desea perseverar en ella, pero antes de aceptar la incorporación que
pretende el Gobierno Dominicano, conviene examinar muy detenidamente todas las razones que lidian en pro y en contra de una
cuestión de tanta gravedad.
Anexión-Restauración
677
La aceptación del Protectorado reúne, como dice V. E. muy
bien, todos los inconvenientes de la anexión, sin ninguna de sus
ventajas. Descartada esta hipótesis, forzoso es confesar que la incorporación inmediata no sería hoy ni prudente ni acertada, y que
llevada a cabo sin ningún género de complicaciones exteriores, que
es el caso más favorable posible, todavía habría que tener presente
la influencia que un acto de esa naturaleza ejercería en las demás
Repúblicas hispanoamericanas y en la misma isla de Santo Domingo. Por más que el general Santana y sus consejeros opinen
que el país entero es favorable a la reunión a España, por más que
fundados en esa creencia hayan tomado la iniciativa para ejecutarla,
el Gobierno de S. M. no se halla todavía plenamente convencido,
de que al realizarse lo que se pretende, no surgirán dificultades
interiores que colocarán a la España en una situación sumamente
embarazosa. Si el partido opuesto a la administración del general
Santana levantase la voz contra la medida que se propone, si no
hubiese una completa unanimidad, no solo se defraudarían las esperanzas del Gobierno, sino que se aplazaría indefinidamente la
consecución del objeto apetecido.
Un Gobierno puede arrostrar los peligros de una situación
creada por su política, cualesquiera que sean los obstáculos que
tenga que vencer; pero oponerse gratuitamente a que no coronando el éxito sus esfuerzos pueda todavía propagarse la opinión, de
que los sucesos ocurridos son obra exclusivamente suya, sería una
falta imperdonable, sería un error que el Gobierno de S. M. no
puede cometer de ningún modo. El mal éxito de la empresa o la
resistencia que en el caso contrario opusieran a la incorporación
parcialidades del mismo país cuya unanimidad de miras debe ser
el principal fundamento de la actitud de la España, crearía al Gobierno de S. M. una posición sumamente falsa, relativamente a las
demás naciones del Nuevo Mundo.
La España no es hoy bastante fuerte para que México, Venezuela y todas las Repúblicas de América comprendan la sinceridad
de su política, ni ha llegado aún el momento de que apoyándose en
la autoridad que vuelve a alcanzar en todas partes, pueda el Gobierno de la Reina ejercer sobre aquellos países una influencia eficaz.
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César A. Herrera
Para conseguir ese objeto es necesario que la República del Norte,
que hasta el día se ha presentado a sus ojos como el único Gobierno
cuya política era, bajo todos conceptos, si no enteramente igual al
menos muy análoga a la suya, pierda, por efecto de los acontecimientos que han empezado allí a verificarse y que en un plazo no
lejano adquirirán toda la gravedad que en sí encierran, el prestigio
inmenso que arrastra consigo el ejemplo de un país que ha recorrido victoriosamente sin sufrir el más ligero revés los primeros
ochenta años de existencia como nación independiente.
La cuestión del tiempo es, por lo tanto, de inmensa transcendencia para la España. Sus medios de acción crecen de día en día
y pronto podrá disponer de una escuadra respetable, mientras que
llegado el momento en que se divida en dos Estados de intereses
opuestos la Confederación Norteamericana, uno de ellos será aliado natural de la España en todas las contiendas que se vea obligada
a sostener en América.
La reunión de Santo Domingo, ejecutada de un modo que diese lugar a sospechas no destituidas de fundamento siquiera fuese
aparentemente, no solo haría volver la vista atemorizada hacia los
Estados Unidos a todas las Repúblicas de origen español, destruyéndose por esa misma desconfianza la base de nuestra política en
América, que debe ser siempre el sostenimiento de la unidad de
nuestra raza, sino que dando quizá al olvido por un instante sus
discordias interiores los partidos militantes en Norteamérica se
agruparían todos alrededor de la Doctrina de Monroe, principio
que hoy aceptan sin reserva, lo mismo los territorios de esclavos
que aquellos en donde impera el trabajo libre.
Las críticas circunstancias que está atravesando la Europa son
también parte muy principal para que el Gobierno de S. M. no
deba correr en esos lejanos mares, compromisos que distraerían
las fuerzas que hoy necesita tener agrupadas para hacer frente a las
eventualidades del porvenir.
He presentado a V. E. todas las consideraciones que el Gobierno de S. M. ha tenido en cuenta al redactar estas instrucciones. En
ellas encontrará V. E. explicados sucintamente los principios que le
guían en la cuestión de Santo Domingo. Forzoso es, sin embargo,
Anexión-Restauración
679
preveer todas las complicaciones que el estado de aquel país, y el
paso dado por su Gobierno, puedan producir en la actualidad.
El Gobierno de S. M. desea, por las razones expuestas, que se
aplace la incorporación a España de la República Dominicana, y a
ese objeto deben encaminarse todos los esfuerzos de V. E.; pero la
Reina desea al mismo tiempo prestar al Gobierno del general Santana y a cualquiera otro que esté impulsado por méritos idénticos
todos los auxilios de que pueda disponer.
Queda autorizado V. E., por lo tanto, para facilitar al Sr. Ricart
la contratación del empréstito que se propone levantar en Cuba
apoyando sus gestiones de una manera eficaz, pero sin comprometer la autoridad de V. E. ni la del Gobierno de S. M.
Si los haitianos intentasen atacar de nuevo las fronteras de la
República Dominicana, dará V. E. al Gobierno establecido en este
último Estado los auxilios de armas y pertrechos que necesite para
rechazar la invasión, ayudándole, llegado el caso, con un subsidio
de medio millón de reales.
Igual auxilio prestará V. E. al Gobierno Dominicano, si una o
más partidas de filibusteros de Norteamérica intentasen apoderarse
de cualquier punto de su territorio.
Si las atenciones que tiene que cubrir la Marina de ese Apostadero permitiesen a V. E. enviar a las aguas de Santo Domingo uno
o más buques de guerra que visitasen sus costas y se estacionasen en
varios puertos de la Isla, deberá V. E. hacerlo a la mayor brevedad
posible. Servirán para proteger las personas y propiedades de los
súbditos de S. M. y darán aliento al mismo tiempo a todos cuantos
prefieren en la República Dominicana la influencia de la España a
la de las naciones extranjeras.
Todas estas medidas llevadas a cabo con la prudencia y tacto
que distinguen a V. E., prepararán convenientemente el terreno, a
fin de que, llegado el momento oportuno, tome el Gobierno de S.
M. en Santo Domingo una resuelta que corresponda a la importancia que da a la cuestión, y al porvenir que cifra en una solución
española de las dificultades existentes en aquella Antilla.
Una eventualidad debe tomarse en seria consideración en los
asuntos de Santo Domingo. Pudiera muy bien suceder que la
680
César A. Herrera
iniciativa tomada por el general Santana estuviese realmente en
consonancia con los deseos unánimes del país y que lejos de ser
consecuencia de temores exagerados, de aspiraciones personales, o
de otra cualquier causa, fuese resultado de una situación insostenible que no pudiera prolongarse, y que así lo reconociesen todos los
dominicanos.
Si efectivamente fuese imposible aplazar la incorporación que
se pretende, y después de meditar V. E. detenidamente todas las
circunstancias del caso, y teniendo a la vista cuantos datos pueda
reunir para esclarecer la cuestión se convenciese V. E. de que la no
aceptación por parte de la España de la oferta del general Santana
daría lugar a que los Estados Unidos les ofreciesen su apoyo y se
apoderasen del algún punto importante de la Isla, como por ejemplo la bahía de Samaná, deberá V. E., para evitarlo, usar de todos
los medios que tiene a su disposición.
La España no puede consentir jamás que los norteamericanos
se apoderen de ninguna parte del territorio de Santo Domingo.
Si ese acontecimiento se verificase, colocada la República federal
entre las islas de Cuba y Puerto Rico, pondría en grave peligro su
seguridad, y no solo cortaría las comunicaciones de la Metrópoli
con la primera de aquellas posesiones, sino que dejaría aislado a
Puerto Rico, el día de un conflicto, respecto de la isla que en América le sirva de segunda madre patria.
Ante una perspectiva de esa naturaleza, no es posible vacilar
y V. E. queda autorizada para impedir que llegue a realizarse,
ya se trate de ejecutar la anexión a Norteamérica de una parte
o de todo el territorio dominicano con el auxilio de bandas de
filibusteros, o con fuerzas regulares del Gobierno de Washington. El de S. M. comprende la trascendencia de un acto de esa
naturaleza y arrostraría, para evitarlo, los peligros de una lucha
con la Unión.
En todo caso deberá V. E. hacer presente al Gobierno Dominicano, en nombre de S. M. que, el día en que V. E. se convenza de
que la incorporación es una necesidad perentoria, que no admite
dilación de ningún género, es condición indispensable para llevarla
a cabo, que el acto debe ser y parecer completamente espontáneo,
Anexión-Restauración
681
para dejar a salvo la responsabilidad moral de la España; y que las
tropas de la Reina no ocuparán anticipadamente ningún punto de
la Isla hasta tanto que las autoridades y el pueblo hagan la proclamación de una manera unánime y solemne.
Insisto tanto en la palabra unánime dándole el sentido de una
generalidad que evite todo compromiso, porque V. E. no ignora
que el mal éxito de la expedición de Barradas tuvo su origen en la
confianza que abrigaba el Gobierno de aquella época, de que los
mexicanos no opondrían la más ligera resistencia a la reunión que
entonces se proyectaba en la República de México. La mala semilla
que aquella tentativa sembró en toda América debe hacernos más
cautos en lo sucesivo.
S. M. desea que V. E. inculque en el ánimo del Sr. Ricart la
conveniencia de que guarde una reserva absoluta acerca de estas
delicadas (cuestiones) negociaciones, pues solo así podrán realizarse los deseos del pueblo dominicano, y cumplirse los votos que
hace la España por la prosperidad de sus hijos.
Sírvase V. E. abrir igualmente una cuenta donde consten los
anticipos de cualquier género que en virtud de esta Despacho
haga V. E. al Gobierno Dominicano, a fin de que la Nación pueda
reintegrarse en su día, de las sumas y pertrechos que se pongan a
disposición de aquella República.
Reasumiendo; es la voluntad de la Reina, de acuerdo con el
parecer de su Consejo de Ministros, que V. E. manifieste al Gobierno de Santo Domingo la satisfacción con que mira sus deseos
de volver a formar parte de esta monarquía; que conviene aplazarlos, sin embargo, en interés de tan noble empresa por el término,
al menos, de un año; tiempo suficiente para que el Gobierno pueda
prepararse para todas las eventualidades; y que solo faltaría a su
propósito de diferir la realización del proyecto con que se le brinda, en caso extremo, antes expresado de que los Estados Unidos
intentasen apoderarse a viva fuerza de alguna parte del territorio
de la República.
Al tacto y a la inteligencia de V. E. encomienda el Gobierno de
S. M. la prosecución de sus miras y sentimientos en esta importantísima cuestión que puede llegar a formar una página gloriosa en la
682
César A. Herrera
historia del reinado de nuestra amada Soberana, así como en la del
mando superior de V. E. en esa Isla.
De Real orden lo digo a V. E. para su conocimiento y efectos
consiguientes.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Leopoldo O’Donnell
Anexión-Restauración
683
A.G.I. CUBA 2266
Ricart y Torres a Serrano
Santo Domingo, 7 de marzo de 1861.
Excmo. señor don Francisco Serrano,
gobernador y capitán general de la isla de Cuba.
Excmo. señor:
Desde el día 22 del último mes llegué a esta ciudad donde mi
primer cuidado fue cumplir con el encargo que V. E. se sirvió hacerme de saludar en nombre suyo y dar seguridades de sus sentimientos de afecto y estimación al general presidente de la República. S. E. ha recibido con la mayor satisfacción estas seguridades,
manifestando al mismo tiempo, cuán agradecido está a V. E. del
interés que da tan positivas pruebas hacia este país y su porvenir y
fía en la continuación del noble empeño de V. E. para llegar pronto
y felizmente al deseado fin que todos nos hemos propuesto.
Sin pérdida de tiempo me ha impuesto también desde mi llegada de los sucesos más importantes ocurridos últimamente en este
suelo y que tienen conexión con el asunto capital que nos ocupa, a
fin de poder informar a V. E. conforme a la recomendación con que
se sirvió honrarme a mi despedida de La Habana. Dos incidentes
de suma gravedad he encontrado en nuestra política que pueden
influir siniestramente en la marcha de los asuntos, el primero ha
sido la llegada a esta ciudad de Mr. Patterson, que V. E. recordará
pasó por La Habana y se embarcó para esta ciudad a bordo del
684
César A. Herrera
Vapor Cuba. El objeto de esta venida que supusimos sería alguna
reclamación sobre el negocio del guano de Alto Velo, es de un carácter mucho más trascendental.
Este señor, junto con el general Cazneau y el coronel Febens,
me hablaron primero y después propusieron en una conferencia que
tuvieron con el Presidente de la República, los puntos siguientes:
1º. Acordar un empréstito al Gobierno por la suma de $500,000
pagando un interés módico y con un plazo dilatado cuya suma desde luego se pondría a disposición de la República.
2º. Establecer una corriente de inmigración para poblar la peninsula de Samaná costeada por ellos mismos.
3º. En cambio de estas ventajas ofrecidas al Gobierno le piden
privilegios exclusivos para abrir la navegación de los ríos Yuna
y Yaque (los dos principales de la Isla), facultad para establecer
un astillero por parte de los immigrados americanos; explotación
de las minas de carbón y todas las demás de la República, y la
concesión de algunas leguas de terrenos agrícolas en las riberas de
los mismos ríos Yuna y Yaque para el establecimiento de colonias
agricultoras.
Uno de estos señores me dijo que hoy más que nunca los Estados Unidos estaban dispuestos a empreder negociaciones con Santo Domingo, cuya suerte podía ser la más próspera si accedíamos
a sus deseos.
El Presidente les dijo que convenía sobremanera que sus proposiciones fuese formuladas por escrito, a fin de poderlas someter
a la consideación de su Gobierno y discutirlas con la madurez que
un negocio de tal cuantía requiere.
Contestaron que presentase el mismo Gobierno las bases que
les fueran más aceptables para el contrato a lo que, naturalmente,
no quiso prestarse el presidente.
Me parece inútil decir a V. E, que al trasmitirle estas proposiciones no he tenido otro objeto que el de poner a su vista
el pertinaz empeño con que los americanos codician este suelo a fin de poder extender su dominación en las Antillas, para
compensarse del desmembramiento que acaba de tener la Unión
Americana.
Anexión-Restauración
685
El segundo punto de que cumple a mis deseos informar a V. E.
es la actitud tomada por nuestros enemigos los haitianos en estos
últimos días. Comprendiendo sin duda que la senda política por
donde ha entrado el Gobierno Dominicano conduce este país a un
puerto de seguridad, donde ni podrían conservar esperanzas siquiera de inquietarnos, están preparándose de una manera formidable,
según las noticias fidedignas que hemos tenido, tanto de nuestros
agentes en Saint Thomas y Curacao, cuanto de nuestros espías de
la frontera. Pretenden, por lo visto, impedir con un golpe decisivo
la consecución de los planes que se trata de llevar a efecto y que sin
duda han podido traslucir. Cuánto hay de cierto es que sus esfuerzos son supremos y que cuentan hoy con elementos de que antes
habían carecido. Por estas razones estoy enteramente persuadido
de que es de suma importancia que el Gobierno de S. M. acorte el
plazo fijado para la realización de nuestros deseos, de lo contrario
el país, sin abrigo de los embates de diferente género a que está
expuesto, tal vez no pudiera resistirlas por el tiempo señalado como
plazo su incorporación a la Monarquía Española.
Por otro lado, S. E. el Presidente recibe todos los días excitaciones de los pueblos para alcanzar un objeto tan apetecido,
siendo de mi deber manifestar a V. E. que muchas de las personas
que no estaban enteramente acordes con el pensamiento del Gobierno, mejor instruidas de lo que se pretende, aceptan el proyecto con júbilo y entusiasmo manifestando esa misma impaciencia
que los demás por su realización. Todas las autoridades, así civiles
como militares, y las personas influyentes y de más representación del país, están impuestas de lo que se trata y acordes en cooperar ardientemente en llevarlo a cabo. Por lo tanto me parece
peligroso prolongar demasiado tiempo una situación que podría
hacerse comprometedora y me lisonjeo con la esperanza de que
V. E. tomará a empeño que la grande obra que nos ocupa se lleve
a cabo con toda felicidad sin dar lugar a que se susciten más luego
dificultades insuperables que alejen para siempre la probabilidad
de realizarla. Es de mi deber manifestar a V. E., igualmente, que
los pueblos, en su impaciencia de ver colmados sus más ardientes
deseos, tal vez no se atengan estrictamente a las prescripciones
686
César A. Herrera
del Gobierno y, por lo tanto, sería oportuno estar preparados para
cualquier eventualidad.
El señor ministro Lavastida ha pasado a las Provincias del Cibao
en Comisión del Gobierno, con el objeto ostensible de residenciar
aquellas administraciones, pero con la misión oficial de atender a la
seguridad de aquellos lugares amenazados, según noticias fidedignas, por una nueva invasión haitiana, y también para ocuparse del
asunto consabido.
Por fin los americanos me han comunicado junto con una carta
sus proposiciones, de las cuales tengo el honor de acompañar copias a V. E. traducidas literalmente del inglés por don Manuel de
Cruzat. Por su lectura verá V. E. la confirmación del pensamiento
que ya he expresado a V. E. en diferentes ocasiones de que sus planes son de colonizar la península de Samaná, haciéndose dueños de
la manera que siempre han practicado, es decir, por inmigraciones
sucesivas fundadas en alguna concesión de las principales riquezas de la Isla; pero es necesario no perder de vista que, si bien los
americanos procuran halagarnos y guardar todas las fórmulas de
la política para conseguir sus fines, más luego cuando trasluzcan
nuestros propósitos o desesperen de obtener el resultado de sus
gestiones, o se decidan a usar de la violencia bajo cualquier pretexto, e invadirnos con una partida de filibusteros, que se posesionen
de Samaná o de otros puntos.
He creído conveniente dar conocimiento oficiosamente de las
proposiciones presentadas a los cónsules francés e inglés, para que
en el Correo que salió el día 6 informasen a sus Gobiernos. El
primero de estos señores me dijo en presencia de don Mariano
Álvarez que sus instrucciones se reducían a evitar por todos los
medios posibles hasta favorecer ostensiblemente a los haitianos,
que los americanos directa o indirectamente tomasen pie en este
suelo, que por otra parte comprendía los peligros inminentes que
corría este país y veía como una cosa natural que los dominicanos
solicitasen amparo, protección y seguridad en una nación poderosa
que tuviese interés y simpatías en el país. En el mismo sentido está
el cónsul inglés.
Anexión-Restauración
687
Estas consideraciones y las que exponga verbalmente a V. E. el
señor don Mariano Álvarez, que pasa a La Habana con ese fin, no
dudo moverán el esclarecido ánimo de V. E. a tomar la resolución
que deseamos y que pondrá término feliz a una cuestión que es de
tanto interés para España y Santo Domingo, resolver a la mayor
brevedad.
Mi señora me ha encargado ruegue a V. E. se sirva hacer a la
Sra. Condesa la manifestación de sus sentimientos de aprecio y
consideración, deseando ambos que la niñita siga tan linda y en tan
buena salud, como la dejamos a nuestra salida, y esperando que la
ejecución de nuestros planes nos proporcione la ocasión de tener a
V. E. entre nosotros, para bien de nuestro país, y para demostrale la
sincera amistad y profunda gratitud que le profesamos.
Con estos sentimientos quedo de V. E.
Su atento servidor q. b. s. m.
688
César A. Herrera
A.G.I. CUBA 226
Habana, 14 de febrero de 1861
Excmo. señor Ministro de Estado.
Excmo. señor:
Según tuve el honor de ofrecer a V. E. en mi anterior despacho relativo a los asuntos de Santo Domingo, fechado el 5
de enero ultimo y señalado con el No. 59, comuniqué al Sr.
Ricart la resolución del Gobierno de S. M. contenida en la R. O.
muy reservada de 8 de diciembre, no acompañando copia de mi
comunicación a V. E. porque la encontrará unida a varios otros
documentos concernientes al mismo asunto que le remite por el
presente correo el Sr. cónsul general de España en aquella República. Entre ellos verá también V. E. copia de la contestación
que en 26 de enero me dirigió el Sr. Ricart, juntamente con su
nuevo escrito de 6 de este mes que por la misma razón juzgo
excusado reiterar a V. E.
Al propio tiempo que estas comunicaciones llegaban a mis manos otras dos del presidente Santana, que en copia van adjuntas
(Nos. 1 y 2) noticiándome los apuros y peligro de su administración
por efectos de combinados manejos entre haitianos, baecistas y filibusteros, contra la existencia de la nacionalidad dominicana. Estas
mismas noticias me eran comunicadas igualmente por el Sr. López
Molinero, que desempeña interinamente el Consulado de España
en aquel territorio y que ya habrá informado a V. E. de todos estos
particulares.
Anexión-Restauración
689
Por lo que de tales hechos y documentos se desprende verá V.
E. que el gobierno dominicano, desesperando de poder atravesar
con éxito las crecientes dificultades de su angustiosa situación sin
auxilios más directos y eficaces que los que hasta ahora ha recibido
de España, ha solicitado del de S. M. más eficaz ayuda formulando
su demanda el Sr. Ricart de la manera siguiente:
Primero: Que se le facilite a la República un empréstito de
$240,000, suministrados por cantidades mensuales de a $20,000,
hipotecando aquella la cuarta parte de las rentas de sus Aduanas,
que anualmente se elevan a $500,000 en la forma y bajo las condiciones que a su tiempo se acuerden con el Gobierno de S. M.
Segundo: El inmediato auxilio de $25,000 para atender a necesidades apremiantes que reclama el estado presente de las cosas.
Tercero: Que se acorte el plazo de un año fijado por el Gobierno de S. M. para la definitiva resolución de la cuestión pendiente, y
entretanto, el reclutamiento en esta isla de uno o más batallones de
voluntarios pagados por las cajas reales, pero con cargo a la deuda
contraída por la República.
Una vez formuladas de esta suerte las demandas del Gobierno Dominicano, el deber y la prudencia me aconsejaban de
consuno distinguir entre ellas las que según el espíritu y letra
de las soberanas instrucciones de 8 de diciembre podía yo resolver desde luego, de las que por su carácter y gravedad eran de
someterse a la resolución del gobierno supremo. En el primer
caso se encontraba la petición del auxilio de los $25,000. Así
pues, no sin reflexionarlo detenidamente y después de oído en
conferencia verbal el respetable voto de los Sres. comandante
general de Marina e intendente de Hacienda, quienes estuvieron
de acuerdo en la conveniencia de la medida, determinó facilitar al Gobierno Dominicano la expresada suma de $25,000, la
cual, puesta a mi disposición por el Sr. intendente general, ha
sido entregada al Sr. Ricart, bajo el competente recibo que en
copia (No. 3) incluyo a V. E. poniéndolo en conocimiento del
cónsul general de España para que ejerza en la aplicación de
estos fondos igual intervención y vigilancia que en la de otros
auxilios prestados anteriormente a la república. Durante todo el
690
César A. Herrera
curso del negocio se ha guardado la mayor reserva por cuantas
personas han intervenido en él.
Al adoptar esta medida, Excmo. señor, que ruego al Gobierno de S. M. se sirva aprobar, he tenido presente no solo los
términos de la R. O. de 8 de diciembre ya citada sino también
muy graves consideraciones. Si por haberle negado este corto
auxilio al Gobierno Dominicano se viese imposibilitado de hacer frente a las dificultades que le rodean y expuesto a sucumbir
ante los haitianos que ya no solo se proponen atacar la frontera,
sino que intentan atizar la rebelión en el interior del país, grave
responsabilidad sería la mía al comprometer por un exceso de
parsimonia intereses de mucha monta, frustrar las ulteriores
miras del Gobierno de S. M. sobre Santo Domingo y esterilizar
los costosos esfuerzos que está haciendo para sostener aquella
nacionalidad. Autorizado yo para auxiliar a la República con dinero y otros auxilios en el caso de que los haitianos ataquen la
frontera, o de que bandas armadas de filibusteros ocupen alguna
parte de su territorio, no he debido vacilar en facilitar parte de
esos subsidios con que podrán evitarse los conflictos, hoy día
que filibusteros, haitianos y sediciosos, alentados por la falta de
recursos del gobierno de Santo Domingo y sobreexcitados tal
vez por haberse transpirado algo de nuestros proyectos, parece
que se unen con el designio de embarazarlos.
Sometidos los otros puntos a la resolución del Gobierno de
S. M., tócame solo hacer a V. E. algunas observaciones acerca
de cada uno de ellos. Respecto del empréstito de $240,000, o
sea un subsidio mensual de 20,000 por el término de un año, al
Gobierno de Santo Domingo, creo que sería conveniente ministrar dicho auxilio toda vez que se reconoce indispensable para
sostener la situación en aquel país durante el plazo señalado por
el gobierno español para la incorporación del territorio de la
república en la Monarquía española. Por lo demás, si esta suma
ha de invertirse en la amortización del papel moneda, que es el
cáncer que devora aquella administración despojándole de crédito y recursos, el prestarla en la actualidad sería anticipar un
gasto imprescindible, supuesto que el primer acto del Gobierno
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691
español al realizarse la incorporación ha de ser forzosamente la
extinción instantánea de aquel miserable suplemento de moneda.
En buenas y rectas intenciones, hasta ahora no desmentidas, del
general Santana y sus consejeros y en la celosa intervención del
Sr. Álvarez puede encontrar el Gobierno de S. M. una garantía
de que la inversión de la suma que anticipe ha de corresponder
a un objeto nacional.
No sería tal vez difícil el reclutamiento en esta isla de un
batallón de voluntarios que, por ahora y mientras no llegase el
desenlace de la cuestión, apareciesen como al servicio de la República. Pero creo deber indicar a V. E. inconvenientes que llevaría
consigo la adopción de un medio que, no pudiendo llevarse en
secreto, ha de suscitar dificultades y conflictos sin dar por resuelta
la cuestión.
Resta el último punto cual es la pretensión de que se acorte el
plazo de un año señalado para que se realice la incorporación. Respecto de este grave particular, no me determinaré a inclinar el ánimo del Gobierno de S. M. Reina, ni es facil, atendido el estado de
los negocios, del mundo, decidir cuál partido será el más acertado.
Según que las cuestiones de Europa y de América se desenlacen,
así será más o menos difícil nuestra empresa en Santo Domingo.
Dentro de tres meses podrá ser más fácil que dentro de un año o
viceversa, según sea la marcha de los sucesos. Permítame V. E., sin
embargo, que le indique que en mi sentir, si el Gobierno de S. M.
se decide a obrar militarmente sobre México, con motivo de los
últimos graves acontecimientos, debería resolverse antes de llevar
a cabo empresa de aquel género la cuestión de Santo Domingo,
con tanto más motivo cuanto que los meses junio y julio son los
más apropósito para operar en las aguas de aquella Isla, porque
los rigores del clima alejan en esta época las expediciones de los
norteamericanos, al paso que más adelante los huracanes reinantes
al Sur de las Antillas serían un serio obstáculo para el empleo de
nuestros buques.
El Gobierno de S. M. decidirá lo más conveniente. Entretanto
me atendré estrictamente a las instrucciones recibidas procediendo
conforme a su genuino espíritu.
692
César A. Herrera
En el mismo sentido las he dado al Sr. cónsul general, como
verá V. E. por la copia de ellas que dicho funcionario le remite, y
tanto a él como al Sr. Ricart he recomendado verbalmente, con
el mayor empeño e insistencia, la conveniencia de que no se dé
ningún paso que no sea de acuerdo con las miras y el pensamiento
del Gobierno de S. M.
Concluyo participando a V. E. que en el día de mañana salen
para Santo Domingo los expresados señores a bordo del Vapor de
guerra Pizarro que envío a aquellas aguas en cumplimiento de lo
que V. E. de orden de S. M. me tiene recomendado. Dios, etc.
Excmo. señor.
Gpc
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693
A.G.I. CUBA 2266
La Habana, 21 de febrero de 1861.
Muy Sr. mío:
Acogidos por el Gobierno de S. M. la Reina como V. E. sabe,
los votos y deseos del noble y generoso pueblo dominicano, y
mientras llega el momento deseado que por mi parte procuraré
acelerar, dando cuenta a S. M. de las ventajas mutuas que encierra
la realización de tan grandioso pensamiento, debido en gran parte
a la poderosa iniciativa de V. E., desearía conocer para estudiarlo
y proponerlo oportunamente, los medios que crea V. E. necesarios
para la ejecución, tanto en el número de tropas de todas clases,
como de material y pertrechos de todo género, buques, distribución de las fuerzas, puntos de desembarco y de concentración,
recursos de todo género y cuanto pueda convenir y deba preveerse.
Al mismo tiempo reitero a V. E. la necesidad de emplear la
mayor circunspección y reserva hasta la resolución de la Reina,
tratando de desvanecer la alarma que cunde y las exactas noticias
que tienen ya por alguna indiscreción y por las sospechas que estos
pasos difíciles hayan podido hacer nacer.
Fdo. E. S. don Pedro Santana,
presidente de la República Dominicana.
Gpc
César A. Herrera
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A.G.I. CUBA 2266
Pedro Santana a Francisco Serrano
Santo Domingo, 18 de marzo de 1861.
Excmo. señor don Francisco Serrano,
gobernador y capitán general de la isla de Cuba.
Excmo. señor:
Tengo el honor y al mismo tiempo la gratísima satisfacción
de comunicar a V. E. que desde hoy tremola en nuestros muros y
fortalezas el glorioso estandarte de Castilla, y acompaño a V. E. la
carta que con este motivo dirijo a S. M. la Reina para que llegue a
sus manos por el noble conducto de V. E., así como una copia por
la cual podrá enterarse V. E. de su contenido. Por inesperado que
pudiera parecer tan grave y trascendental suceso, el más importante de cuantos registra la historia moderna de estos países, no debe
sorprender a V. E. a quien ya antes de ahora y muy particularmente
en mi última comunicación, di alguna idea del entusiasmo, con que
los dominicanos se habían espontaneado para unir sus destinos a
los de su antigua madre patria y de la natural impaciencia con que
deseaban realizar el cambio político que bajo tan equitativas bases
y con tanta generosidad e hidalguía, se dignó aceptar a propuesta
nuestra, el Gobierno de S. M. (q. Dios g.)
Ni era ya posible, Excmo. señor, contener esos nobles arranques del pueblo dominicano, siempre adicto y jamás hostil, ni
Anexión-Restauración
695
siquiera indiferente, a su primitiva nacionalidad, sin arriesgar ni
comprometer el prestigio del Gobierno de la República, su autoridad protectora y los mismos sagrados intereses que con tan peligrosa conducta hubieran querido ponerse a salvo. Las infinitas
representaciones de los pueblos del interior y la franca decisión
que manifestaban a verificar por sí y ante sí los pronunciamientos
llegaron a constituir un gravísimo embarazo para el Gobierno que
procuró, en vano, persuadir a esos habitantes de la conveniencia
que había en retardar algo más su resolución. Forzado ya aquel por
las circunstancias se ha visto en la imperiosa necesidad de deferir a
tan justos deseos, y por consiguiente ha quedado desde esta fecha
Santo Domingo bajo la ilustrada y fuerte y eficaz protección del
Gobierno de S. M. C. reanudando así, por la libre voluntad de sus
hijos, los antiguos vínculos que por más de tres siglos los ligaran a
la noble España.
Al participar a V. E. tan grande acontecimiento, glorioso para
este país y no menos fausto para el Gobierno de S. M. C. siento un
dulcísimo placer en dar a V. E. las más expresivas gracias por la activa y decidida cooperación que se ha dignado prestar al Gobierno
de la República para que, cediendo a los deseos y conformándose
con los sentimientos de los dominicanos, pudiese arreglar con el
de S. M. los términos de una negociación tan interesante. A. V.
E. deben en mucha parte los hijos de este país el logro de sus nobles aspiraciones y este servicio importantísimo no solo empeñará
nuestra gratitud, sino que llenará una de las páginas más brillantes
de la historia política de V. E. Mucho sería, Excmo. señor, nuestro
contento si se dignase V. E. venir en persona a tomar posesión de
estos dominios en nombre de S. M.
Los portadores de esta comunicación serán los licenciados
señores don Apolinar de Castro y don Manuel de J. Heredia, a
quienes envío directamente a esa capital, el objeto de que llegue
cuanto antes a noticia de V. E. la novedad ocurrida y no se retarden
los auxilios que me prometo de V. E. como representante el más
autorizado en estos dominios de S. M. También he considerado
oportuno y conveniente mandar otra persona a Puerto Rico, para
participar al capitán general de aquella Isla el acontecimiento y no
696
César A. Herrera
dudo que si las circunstancias de aquel país permitieren al Excmo.
señor general Echagüe proporcionarnos algunas fuerzas, lo hará
muy gustoso tan digno jefe, propendiendo también, por su parte, a
que quede bien puesto entre nosotros el estandarte que ya tremola
y a que ni por un momento siquiera falte a estos nuevos súbditos de
la magnánima Isabel, el apoyo, amparo y protección eficaz que de
ella esperamos todos.
Con sentimiento de alta consideración, quedo de V. E.
Atento y seguro servidor, q. b. s. m.
Firmado: Pedro Santana
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A.G.I. CUBA 2266
Santo Domingo, 18 de marzo de 1861.
Excmo. señor don Francisco Serrano.
Muy estimado señor y amigo
Por fin tuvo lugar el fausto acontecimiento que había anunciado a V. E. a pesar de los esfuerzos que ha hecho el Gobierno para
contenerlo por el espacio de tiempo que deseaba el Gabinete de
Madrid. El pabellón español ondea ya sobre nuestras fortalezas. De
todas partes clamaban por la realización, y por fin empezaron los
pueblos del Maniel y otros a pronunciarse, y hubimos de hacerlo
aquí.
Nuestra obra está terminada, ahora empieza la de V. E. y sería
de desear que la principiara cuanto antes.
Yo felicito a V. E. por la parte que ha tenido en tan deseado
acontecimiento y felicito también al pueblo dominicano por la Era
venturosa que les espera.
Acepte V. E. los sentimientos de la más alta consideración con
que tengo el honor de ser de V. E.
Atento y seguro servidor q. b. l. m. de V. E.
Firmado: Antonio A. Alfau
César A. Herrera
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A. G. I. CUBA 2266
Santo Domingo, 18 de marzo de 1861
Excelentisimo señor don Francisco Serrano.
Muy señor mío querido y respetable amigo:
Aunque son breves los momentos de que puedo disponer, y el
Sr. general Santana participa a V. E. con esta fecha, y en la misma
ocasión, el fausto y glorioso acontecimiento que a las 8 de la mañana de hoy se ha consumado en esta capital, no quiero privarme
del indecible gusto de comunicarlo a V. particularmente para felicitarle y felicitarme a mí mismo, no ya solo por la importancia del
suceso, sino por la solemnidad, el orden, compostura y vivísimo
entusiasmo con que por toda la población se ha celebrado. El general Santana dirá a V. los justos motivos que vinieron a festinar
el pronunciamiento, precedido como fue de otros muchos en el
interior de la República, cuya importancia era fuera de límites, y
así excusaré repetir a V. esos pormenores, por innecesarios, aparte
de que la cortedad del tiempo y las graves ocupaciones que actualmente me rodean apenas me permitirían molestar la atención de V.
con su referencia.
Acaba de hablar con el general Santana y nosotros, el cónsul
francés en esta, y satisfecho de la espontaneidad con que el pueblo
votó y proclamó unánimemente su incorporación a España, nos
ha dado tal seguridad de que su Gobierno, lejos de contrariarla
ni oponerse a ella, la sabrá con gusto mediante las buenas relaciones que lo ligan con el de S. M. C. Fáltame solo dar a V. como
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dominicano y como buen español, las más expresivas gracias por
la activa y eficacísima cooperación que V. ha prestado para que se
llevara a feliz término este importante asunto; por las cordiales
simpatías que le debemos todos los hijos de este suelo y por los
nobles y buenos deseos que ha mostrado siempre en favor de la paz,
bienestar y felicidad nuestra. Dios querrá que se vean cumplidamente satisfechas, para lo cual ruego a V. se digne enviarnos lo más
pronto que sea posible los auxilios que necesitamos, lisonjeándome
al mismo tiempo la idea de que el glorioso suceso que actualmente
celebramos me proporcione a mí en particular y a todos los dominicanos generalmente la dulce satisfacción de abrazar y tener entre
nosotros al dignísimo Jefe a quien somos en gran parte deudores de
tan señalado beneficio.
Ruego a V. se sirva ponerme a los pies de la señora condesa (C.
P. B.) deseando que tanto ella como la linda Conchita, gocen de
perfecta salud. Pepa me encarga que exprese a VV. esos mismos
sentimientos y ambos nos reiteramos de usted seguro servidor y
amigo q. b. s. m.
Firmado: Pedro Ricart y Torres
César A. Herrera
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A.G.I. CUBA 2266
Consulado General y Encargaduría de Negocios
de España en la República Dominicana
Santo Domingo 18 de marzo de 1861.
Excmo. señor gobernador y capitán general de la isla de Cuba.
Muy señor mío:
La bandera española acaba de ser izada hoy en los muros de
Santo Domingo. El fausto acontecimiento que tengo la honra de
poner en conocimiento de V. E. se ha llevado a cabo libre, espontánea y pacíficamente, tal como lo deseaba el Gobierno de S. M. la
Reina (q. Dios g.) Incesantemente llegan a esta Capital las manifestaciones y actas que los pueblos de la nueva provincia española
se apresuran a dirigir al Excmo. señor don Pedro Santana, única
autoridad que, en nombre de S. M., queda al frente de los negocios
públicos. Este Consulado General, sin instrucciones a que poder
atenerse, sin precedentes que le sirvan de norma, por ser tal vez
único caso como el en que se encuentra, juzgó conveniente que
así que se le participara de una manera oficial el acto que tengo el
honor de poner en conocimiento de V. E. se consideraba ya como
concluida su misión, y que después de participarlo por su parte al
Gobierno de S. M., como lo hará inmediatamente, debía aguardar
sus órdenes, y el infrascrito además, las instrucciones de su digno e
inmediato jefe señor Álvarez.
Anexión-Restauración
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La actitud decidida de los pueblos, las continuas e incesantes
manifestaciones y actas de adhesión que se han anticipado a dirigir al
Excmo. señor don Pedro Santana, han puesto a tan ilustre caudillo en
la imperiosa necesidad de adelantar los acontecimientos; y considerando que sería muy conveniente que hubiese cuanto antes en el nuevo
territorio español alguna fuerza militar que patentizara la seguridad y
garantía que, en lo sucesivo han de disfrutar los leales dominicanos, el
general Santana se dirige en esta misma fecha al Excmo. señor capitán
general de Puerto Rico, rogándole se sirva enviar, ya que tan próxima
se halla la isla de su mando, quinientos o seiscientos hombres solamente. Esta pequeña fuerza, que es probable se halle en Santo Domingo,
antes que V. E. se digne disponer el envío de las más numerosas que
últimamente se pidieron con fecha 10 del corriente, será lo bastante
para llenar los fines que apetece el general Santana.
Dos goletas, ya con bandera española, saldrán esta tarde, llevando la una los presentes pliegos que en manos de V. E. pondrá el
señor don Apolinar de Castro hijo del último Ministerio de Gracia
y Justicia. La otra sale para Puerto Rico, conduciendo al señor don
Manuel Delmonte, portador igualmente de pliegos para el Excmo.
señor capitán general de aquella isla.
España tiene aseguradas sus Antillas; mayor influencia política en estas regiones; mayor su preponderancia en Europa; y si es
cierto que hoy ha de hacer algunos sacrificios, pequeños son sin
duda a los inmensos bienes que la posesión de este territorio ha
de reportarle. Rica y esplendorosa brilla hoy la Corona de Castilla
que al ser colocada en las augustas sienes de quien hoy la ciñe, no
parece sino que la Providencia manifiesta derramar sus dones sobre
tan excelsa señora, cual los derramó sobre la Primera Isabel.
Réstame felicitar respetuosamente a V. E. por la gran parte que
en esta empresa le pertenece; timbre será tal vez el más preciado de
cuantos ostentare la vida militar y política de V. E.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Besa la mano de vuestra excelencia, su atento seguro servidor.
Firmado: Eugenio Gómez Molinero
Gpc
César A. Herrera
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El cónsul español a Francisco Serrano
Santo Domingo, 26 de marzo de 1861.
Excmo. señor gobernador y capitán general de la Isla de Cuba
La Habana.
Muy señor mío:
Al Excmo. señor primer secretario de Estado dije en 20 del corriente lo que sigue.
«Me cabe la honra de poner en el superior conocimiento de
V. E. que el Pabellón de Castilla ondea en los muros de Santo
Domingo. Ya hoy la antigua Primada de las Indias vuelve a formar parte de la gran Monarquía Española. La República Dominicana, libre, espontánea y pacíficamente deposita su soberanía
en la que fue su Metrópoli. Muy elevadas consideraciones se
agolparán a la ilustrada mente de V. E.; tal vez dará origen a
encontrados sentimientos, la fausta nueva que me estaba reservado participar; tal vez la anexión de Santo Domingo alterará
las combinaciones de alta política que abrigará el Gobierno de
S. M., pero un pueblo que sin excitación de ningún género se
lanza a enarbolar nuevamente la bandera que casi siempre vio
tremolar en sus ciudades, en sus fortalezas y en sus bajeles; que
renuncia a su existencia, precaria sí, pero propia y exclusiva y
que la hacía figurar en el número de las naciones civilizadas,
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un pueblo que siempre se ha envanecido de su origen y cuyos
timbres ha mantenido como el mejor ornato de sus altares; un
pueblo en fin que se adelanta a la voz del hombre que cien veces
le ha conducido a la victoria y apremia cuanto puede acto tan
solemne; ese pueblo, digno es, a mi juicio, de recibir cuanto antes las garantías de seguridad y paz a que se ha hecho acreedor;
dignas son de respeto y grande estima su consecuencia y lealtad.
No son digresiones de este género las que deben figurar en Despachos que se han de dirigir a una Primera Secretaría Estado,
harto lo sabe el infrascrito, pero siendo ellas las que significan
la verdadera causa que ha precipitado tan grave cuestión, justo
debe ser el consignarlas. Numerosas manifestaciones, actas públicas con multitud de firmas de personas de condición diversa
han sido dirigidas al general Libertador; dignos son muchos de
estos documentos de elevarse al conocimiento de V. E., pero la
publicación que tendrán en la Gaceta Dominicana me eximirá
de este trabajo. Paso a dar a V. E. una ligera reseña del acto de
la proclamación tal como se me ha referido por persona encargada al efecto. El día antes de la proclamación, esto es el 17, se
tiraron multitud de paletas impresas y distribuidas por toda la
población; al día siguiente se hallaba la Plaza de Armas invadida
por un gentío inmenso, no solo de la ciudad sino de los campos.
El general Santana, acompañado de los ministros, senadores,
gobernador civil, comandante de armas, Estado Mayor General y las corporaciones del estado civil, el clero y autoridades
subalternas, subió al Palacio de Justicia, desde cuya galería,
uno de los ayudantes leyó el Manifiesto, del cual es adjunto un
ejemplar.
«Al grito de viva Da. Isabel 2ª, pronunciado por el general
Santana, la bandera española fue izada en la Torre del Homenaje, prisión del gran Colón y saludada con 101 cañonazos; todo
el día permanecieron izados los dos pabellones y a la postura del
sol se bajó el dominicano al son de otros 101 cañonazos y será
colocado, entrelazado con el de Castilla, debajo del Escudo de
las Armas de España en el Altar Mayor de la Catedral. Los vivas
que aparecen en el manifiesto fueron repetidos con entusiasmo
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César A. Herrera
por la multitud y retirado el general Santana a su morada, el
pueblo se entregó con expansión sincera a todo género de
manifestaciones sin que el incidente más leve haya turbado la
alegría de los dominicanos. Poco tiempo después de concluido
tan solemne acto, se notificó al cuerpo consular, oficialmente
e inmediatamente se presentó en esta Legación el Sr. Cónsul
de Francia Mr. De Zeltner. Manifestóme desde luego que sus
intrucciones no se reducían sino a impedir que la República Dominicana formara parte de los Estados Unidos y que, por tanto,
casi podía asegurar que el Emperador reconocería inmediatamente la anexión. Se mostró hasta resentido por no haber sido
invitado al acto que acababa de celebrarse, a lo que me pareció
deber contestar que siendo ese acto exclusivo del pueblo dominicano y de tal naturaleza que aún nuestros cargos quedarían
en suspenso hasta recibir instrucciones de nuestros respectivos
Gobiernos, no parecía que el de Santo Domingo debía invitar el
cuerpo consular que tendrá que recibir un nuevo Exequátur, si
por las potencias extranjeras se reconoce la anexión. Pasó después a hablar del modo con que había de contestar a la nota
que el general Santana dirigió a todos los cónsules, pues estaba
firmada únicamente con su apellido. Duda era de la que podía
sacarle, pues sabía que el general Santana, con una modestia
que tanto le honra, solo ejercería su autoridad y hasta que el
Gobierno de S. M. determinase lo que tuviere por conveniente,
despojándose de cuantos títulos y honores ha gozado hasta aquí;
adoptando la sencilla fórmula de Pedro Santana en nombre de
Da. Isabel 2ª. Reina de España; nuevo rasgo que realza la noble
figura del anciano vencedor de Las Carreras; propuse a Mr. De
Zeltner que fuéramos al Palacio del Gobierno; allí mediaron satisfacciones mutuas al ver la buena disposición de la Francia en
esta grave cuestión. La manifestación del Mr. De Zeltner, tanto
en esta Legación como la hecha al general Santana, no exigida
por nadie, y sí libre y espontánea, ha confirmado ser sinceras las
que en varias ocasiones ha hecho.
«Muy distinta ha sido la conducta de Mr. M. Hood, cónsul
inglés. En buena armonía, en cuanto al trato particular, ni una
Anexión-Restauración
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sola palabra me ha dirigido que tenga relación con el acto de la
anexión. Estudiando silencio pero en el que obra, a mi juicio,
más el despecho y animosidad contra los dominicanos que oposición directa y oficial; sin embargo que no deja de esparcir frases intencionadas entre las gentes de color que afortunadamente
hasta ahora no producen efecto alguno. El día 1 del corriente
llegó a esta rada la corbeta inglesa de Vapor Racer, dio la vela
el 14 sin saberse fijamente su dirección, sin embargo de que es
presumible haya ido con pliegos para el Cónsul inglés en Haití.
El Vapor Pizarro de la Marina de S. M. fondeado hasta ahora
en la próxima bahía de Ocoa, donde ha prestado un grande servicio, dando, con su presencia, fuerza moral a los pueblos de la
frontera, algo inquietos por la noticia de una pronta invasión,
volverá a esta rada mañana mismo; su digno comandante don
Jacobo MacMahon ha ofrecido al general Santana cuantos auxilios pudiera prestarle el buque de su mando en estos momentos
y puesto que se halla colocado el pendón de Castilla en esta
nueva provincia española, se ha creído muy conveniente que
parte de la dotación del Pizarro preste algún servicio militar en
la ciudad, cubriendo las guardias que se les designe, alternando
con el ejército dominicano. Habré molestado sin duda alguna
la alta atención de V. E. con tan extenso Despacho; requiérelo,
sin embargo, el grave acontecimiento que tengo el honor de
participar a V. E. la anexión de Santo Domingo a la que fue su
Metrópoli y del modo con que se ha hecho, consignada será en
los anales de la Historia, elevando a nuestra patria a inmensa
altura; su política de otros tiempos y la que hoy sigue en estas
regiones apreciada será más justamente que lo que hasta hoy lo
fue; el reinado de la Segunda Isabel, nueva analogía tendrá con
el de la Primera, tan admirado en todas épocas y por el mundo
todo; y la vida política de V. E. contará también con una página
más y más gloriosa que ninguna. Dígnese V. E. con tal motivo,
y si lo estima conveniente, elevar hasta las gradas del Trono mis
humildes testimonios de adhesión y respeto. Dígnese también
admitir la más sincera felicitación por tan fausto acontecimiento, cuyo éxito en tanto grado pertenece a V. E.»
706
César A. Herrera
Lo que tengo el honor de trasladar a V. E. en cumplimiento de
mi deber, participándole al mismo tiempo que siguen recibiéndose
continuamente las actas de la proclamación de la anexión de todos
los pueblos de la Isla, sin que en ninguna parte se haya alterado el
orden y la tranquilidad.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Besa la mano de V. E. su atento seguro servidor.
Firmado: Eugenio Gómez Molinero
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(Texto impreso)
Pedro Santana
En nombre de S. M. la Reina Doña Isabel II
Santo Domingo, 30 de marzo de 1861.
Al Excmo. señor gobernador y capitán general de la Isla de Cuba.
Excmo. señor:
Tengo la satisfacción de comunicar a V. E. que por todas partes
resuena el grito que la lealtad dominicana ha lanzado proclamando
por su Reina y Soberana a la excelsa Princesa Doña Isabel 2ª. En
nuestro poder obran ya los pronunciamientos de las provincias de
Santo Domingo, El Seibo, Azua, La Vega y Santiago, y en todas
ellas ondea el pabellón que asegura nuestras libertades.
Acepte V. E., pues, las felicitaciones que debemos hacernos mutuamente por la parte que cada uno de nosotros toma en el júbilo
general que experimentan los pueblos al ver asegurado su porvenir.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Firmado: Santana
Gpc
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César A. Herrera
A.G.I. CUBA 2266
La Habana, 16 de abril de 1861.
Excmo. señor ministro de Estado.
Excmo. señor:
En el despacho muy reservado de 26 del mes anterior, relativo a
los asuntos de Santo Domingo y que habrá puesto en manos de V.
E. mi primer ayudante el Sr. García Pirx tuve el honor de dar cuenta a V. E. de todo el curso de esta importante cuestión hasta aquella
fecha desde que con la vuelta del Sr. Álvarez a esta ciudad hubo
motivos para creer que en aquella isla iban a precipitarse graves
sucesos. Asimismo puse en conocimiento de V. E. las medidas que
después de un maduro examen me había creído en el imprescindible deber de tomar y las que me proponía adoptar en lo sucesivo en
el caso de que la hipótesis entonces probable de la proclamación de
España y alzamiento de la bandera española, en Santo Domingo,
llegase a ser un hecho irrevocablemente consumado.
Dos días después de escrito mi citado despacho, el 28 del pasado
marzo, la llegada de los Sres. don Apolinar de Castro y don Manuel
de Jesús Heredia, comisionados al efecto, vino a sacarme de dudas
con la evidencia de que el 18 del propio mes se había realizado con
toda solemnidad y entusiasmo aquel notable acontecimiento. Los
expresados comisionados me trajeron los despachos de los generales Santana y Alfau del Sr. Ricart y del Consulado español que
en copia son adjuntos (documentos 1, 2, 3 y 4). También pusieron
en mis manos una exposición en pliego cerrado dirigido a S. M. la
Anexión-Restauración
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Reina Nuestra señora, documento que por razón de su naturaleza
ha creído deber confiar a un comisionado especial que lo ponga en
manos del Excmo. señor presidente del Consejo de Ministros.
Colocado de esta suerte en presencia de un hecho consumado, y
a todas luces irremediable, forzoso era, Excmo. señor, llevar a cabo
las medidas que me había decidido a tomar el primer anuncio de su
inminente realización, y de que di cuenta a V. E. en mi despacho de
26 de marzo ya referido, en el cual expuse muy detenidamente las
graves consideraciones que me determinaban a echar sobre mí la
responsabilidad de un paso bien riesgoso, pero no impremeditado.
Aprestados, pues, todos los medios que se creyeron necesarios para
la expedición, y dadas las instrucciones competentes (copia No.
5) al Excmo. señor general Rubalcaba, jefe superior de la misma,
dicté la orden de embarque y salida de este puerto para el 30 de
marzo. No juzgo necesario informar a V. E. de los pormenores
técnicos y puramente militares relativos a las tropas expedicionarias, pues de ellos doy extensa cuenta por el conducto competente
al departamento de la guerra. Tengo, sin embargo, la satisfacción
de participar a V. E. que en menos de cuatro días, sin más recursos
que los ordinarios, de esta isla, y sin ningún género de ostentoso
alarde y sin violentar la marcha natural de las cosas, se ha visto
perfectamente equipada y abastecida de todo lo necesario, víveres,
municiones, utensilios, hospitales, etc., y puesto a bordo de los buques de guerra una brillante brigada de todas armas.
Este resultado que honra mucho a nuestra organización militar
y que enaltece el excelente espíritu de nuestro ejército, se ha debido
en gran parte al encomiable celo y patriótico entusiasmo de que
han estado animados cuantos han tenido que secundarme en las
presentes circunstancias.
Como los preparativos militares no podrán ser un misterio, y el
hecho que los motivaba era ya del dominio del público, creí conveniente que con la salida de las tropas coincidiese una manifestación,
si no oficial porque a ello se oponía la circunspecta y reservada
conducta que me he impuesto desde un principio semi-oficial al
menos, que fijase el verdadero carácter de la empresa, rectificando
errores y equivocadas apreciaciones hijas de la ignorancia o de la
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César A. Herrera
mala fe que pudieran presentar los hechos desfigurados y bajo un
aspecto desfavorable a los ojos de las naciones extrañas, con especialidad los Estados Unidos, cuyos agentes consulares en esta
ciudad no podían ignorar lo que pasaba ante sus ojos. En su virtud
la Gaceta del 29 publicó el artículo que verá V. E. en el ejemplar que
tengo el honor de acompañarle (documento No. 6). De esta suerte
explicaba la genuina significación de una empresa con la cual desde
un principio no me he propuesto otra cosa que asegurar los grandes
intereses de España y dejar más expedita la libertad de acción del
Gobierno de S. M. en la resolución definitiva del asunto.
Aquí toca llamar la atención de V. E. acerca del contenido de las
copias (Nos. 7 y 8) de las instrucciones dadas al cónsul de S. M. en
Haití con el objeto de que explicase a aquel Gobierno el verdadero
objeto de la ocupación de Santo Domingo.
Así las cosas, en la mañana del 30 de marzo zarpó del puerto
la expedición conducida por el general Rubalcaba en los vapores
de guerra Isabel la Católica y Velasco y fragata de hélice Berenguela
con otros varios transportes, no sin excitar el más vivo entusiasmo
del pueblo aglomerado en los muelles, que en aquellos momentos
solemnes cedía al influjo de un noble sentimiento, superior en determinados casos a los consejos de la prudencia.
Yo mismo, Excmo. señor, sentí latir fuertemente mi corazón al
ver salir nuestras naves cubiertas de soldados a no acostumbradas
empresas de muchos años acá, abriéndose un camino que puede ser
muy fecundo para la patria. Pero al propio tiempo debo confesar a
V. E. que me agobiaban muy graves cuidados, no solo por los riesgos
y dificultades que siempre he encontrado en la prosecución de este
arduo asunto, y cuya importancia no he disminuido al Gobierno
de S. M., sino por el recelo de que en el tiempo transcurrido desde
el 18 de marzo hasta el día de la llegada de nuestras tropas a Santo
Domingo sobrevinieren en aquel país turbaciones y disidencias,
que despojando al movimiento de su espontaneidad y unanimidad,
diesen pretextos a la malevolencia para suponer que no había sido
más que una intriga capaz de comprometer ante los otros pueblos
el carácter moral de España. Bien es verdad que como V. E. sabe,
yo había precavido en parte este inconveniente recomendando y
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previniendo explícitamente en todas mis instrucciones que no se
desembarcase un solo soldado, sin la previa seguridad de que reinaba la paz en el país, y de que la nueva situación no había encontrado
opositores. Mas así y todo no podía ocultárseme cuán desairado
papel hubieran representado nuestras tropas, retirándose a esta isla
sin acabar la empresa, presenciando desde los buques las luchas de
las facciones con motivo de nuestra bandera.
De tales dudas, que V. E. comprenderá lo angustiosas que deben
ser, cuando se está bajo el peso de graves responsabilidades, vino a
sacarme la llegada del vapor mercante Pelayo, que entró en este
puerto el 9 del presente habiendo salido el 4 de Santo Domingo, y
que había sido enviado anteriormente a la venida de los comisionados para traernos noticias del estado de las cosas en aquel país.
Las noticias no podían ser más satisfactorias, según verá V. E. por
las comunicaciones del encargado del Consulado y del comandante
del Pizarro (copias Nos. 9 y 10) y los impresos señalados con los
numeros 11, 12, 13, 14, 15 y 16 que son adjuntos. Con semejantes
datos fidedignos quedaba fuera de duda que la proclamación de la
Reina de España en Santo Domingo había sido un acto espontáneo
y unánime de la voluntad nacional, cuando a los 18 días de ignaugurar la situación del 18 de marzo, no se había presentado ni el más
leve síntoma de resistencia.
Con estas noticias coincidieron otras de diversa índole y que
vinieron a suscitarme nuevos cuidados, pues no parece sino que
la cuestión dominicana está destinada a tener de continuo en suspenso mi ánimo, mientras no reciba las precisas instrucciones del
Gobierno de S. M. Las nuevas alarmas se referían a la impresión
causada en los Estados Unidos por el primer anuncio del suceso de
Santo Domingo, y de lo que no me detengo a dar cuenta a V. E.,
pues, según he sabido posteriormente, ha sido informado V. E. con
toda copia de datos por el celoso ministro de S. M. en Washington.
Por más que yo tuviese ya experiencia de lo ruidosa que suele
ser, en determinados casos, la manifestación de la opinión pública
entre nuestros vecinos, y por más que la comunicación del señor
Álvarez, fechada el 5 en Nueva York (copia No. 17) me tranquilizace en parte acerca del objeto de los armamentos y aprestos que
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César A. Herrera
se hacían a toda prisa en aquella ciudad, no podía sin embargo
desentenderme de la posible eventualidad de un golpe de mano
que es siempre de tener aquellas gentes como tenga proporción
y fuerza suficientes para darlo; cuanto más que se anunciaba por
diferentes conductos confidenciales y aun se escribía de Nueva
York que los aprestos de buques y de hombres se dirigían contra
Santo Domingo. En este caso juzgué prudente reforzar la expedición española con la fragata Princesa de Asturias recien llegada
de la Península, que se dio a la vela el 13 del presente, y dirigí al
general Rubalcaba con la misma fecha las instrucciones que verá
V. E. en la copia No. 18 con el objeto de no perdonar medio de
evitar un conflicto que pudiera servir de obstáculo a la desembarazada acción del Gobierno de S. M. Asimismo, aunque confidencialmente, he recomendado a dicho general la conveniencia
de que se establezcan comunicaciones terrestres entre Samaná y
Santo Domingo, previniéndole que advierto al general Santana la
necesidad inmediata de establecer postas, interín puede utilizarse
la línea telegráfica y de que, desde luego, se comience a abrir un
camino capaz para el tránsito de la artillería.
Siguiendo el hilo de esta larga pero importante narración diré
a V. E. que al día siguiente de la salida de la Princesa, llegó el vapor
Velasco, despachado el 8 desde Santo Domingo con pliegos en que
se me comunicaba el feliz arribo y desembarco de la expedición,
verificado el día anterior y recibida en el país como si de largas
tierras hubiese llegado a una provincia española. La importante
comunicación del general Rubalcaba (copia No. 19) y la carta del
brigadier Peláez (No. 20) que no obstante su carácter privado creo
oportuno trasladarle, informarán plenamente a V. E. de todos estos
sucesos, sin que tenga necesidad de añadir nada al relato de los
expresados documentos acerca de los cuales llamo muy particularmente la atención de V. E.
La natural satisfacción que han producido en mí tan gratas noticias no ha dejado de aumentarse con otras que acabo de recibir
de Washington y Nueva York, que disipan los temores que podían
hacer concebir los anteriores anuncios relativos al destino de los
armamentos que se llevan a cabo en los Estados del Norte. Según
Anexión-Restauración
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asegura el Sr. Álvarez en su despacho del 7 (copia No. 21), dichos
aprestos se dirigen contra los disidentes del Sur; tal opina el Sr.
Tassara y tal es el unánime testimonio de las últimas noticias que
tenemos. Las declaraciones terminantes hechas por el Gobierno
de Washington al representante del Gobierno español parece también que no deben dejar duda acerca de esto mismo, que por otra
parte se halla corroborado por el estado crítico de los negocios de
la Unión.
Respecto de todos estos particulares, juzgo ocioso detenerme
a dar a V. E. más pormenores, pues V. E. se halla plenamente informado por varios despachos del Sr. Tassara y en particular por el
de 5 del presente mes, que dicho señor se ha servido comunicarme; cuanto más que el Sr. Álvarez los habrá dado de palabra más
extensos y auténticos antes de que esta comunicación llegue a las
superiores manos de V. E.
Hasta aquí, Excmo. señor, cuanto puedo informar a V. E. acerca
de los incidentes de esta cuestión gravísima desde mi último despacho relativo a la misma de 26 de marzo anterior. Durante este
corto período de 20 días se ha equipado y armado una brillante
expedición militar, ha desembarcado a trescientas leguas del punto
de su partida y ocupa actualmente un territorio importante donde,
en virtud de un suceso extraordinario, quizás único en los anales de
los pueblos, se ha tremolado la gloriosa bandera de España. Y todo
esto se ha realizado bajo los más favorables auspicios, sin tener el
más leve accidente que deplorar y al parecer, conjurados los peligros
inmediatos que, con razón, pudieran temerse desde el momento de
someter la empresa, de manera que hay motivos para esperar que
no sobrevenga ningún conflicto antes de que el Gobierno de S. M.
esté en situación de poderlo prevenir o de que esté apercibido para
arrostrarlo. Tal era mi deseo y confieso que hasta ahora ha sido
ayudado por la fortuna.
No es fuera de propósito, tributar en este lugar el debido elogio
a la eficaz cooperación prestada con singular celo por el dignísimo
capitán general de Puerto Rico, don Rafael Echagüe, al enviar un
batallón de aquel reducido ejército, primeras fuerzas que, por razón de la proximidad, pisaron al suelo dominicano.
714
César A. Herrera
Por lo que respecta al suceso principal que nos ha creado la
presente situación, forzoso es convenir en que han pasado las
cosas de manera que nadie podrá con justicia echar en cara a
la España, la menor responsabilidad en el acontecimiento del
18 de marzo, ni menos disputarle un derecho que se presenta revestido de todos los caracteres de la legitimidad. La circunstancia de haber proclamado los dominicanos sin la ayuda
de nadie su incorporación a la monarquía, contra la voluntad
expresa del Gobierno español, lo cual no era de ellos ignorada,
y el hecho inconcluso al par que significativo de haber sabido
conservar la tranquilidad más completa durante veinte días que
transcurrieron desde el pronunciamiento hasta el desembarco
de las tropas expedicionarias estas circunstancias bien notables
por cierto, ponen a cubierto, como ya he dicho antes, de toda
maligna interpretación, el carácter moral de la nación española,
y prestan a la intentada anexión de Santo Domingo un sello de
nobleza y espontaneidad que no es fácil encontrar en otros sucesos análogos que acaban de pasar de nuestros ojos y que casi han
recibido la sanción de Europa. Bajo este respecto, al Gobierno
de la Reina le sobran datos para contestar victoriosamente a
toda clase de razonamientos. Y tan es así que el Gobierno de
Washington para cohonestar sus representaciones ha tenido necesidad de desfigurar los hechos y suponer quiméricos planes de
reconquista en que él mismo no cree.
El Gobierno, pues, de S. M. se encuentra en una posición desembarazada y ventajosísima para resolver esta cuestión de la manera que juzgue más conveniente, que siempre será lo más conforme
al honor y verdaderos intereses de la España.
Por lo que toca a la línea de conducta que me he visto en
la necesidad de adoptar y acerca de la cual espero el fallo del
Gobierno Supremo, cada vez estoy más convencido de que, una
vez consumado el hecho, de la manera inopinada como se llevó
a cabo, los grandes intereses del país, los particulares de esta
Antilla, el honor de la bandera y del nombre español y el espíritu y letra de las instrucciones de 8 de diciembre, me imponían
el riguroso deber de hacer lo que he hecho. Obrando de otra
Anexión-Restauración
715
suerte no solo hubiera comprometido muy altos intereses, sino
que tal vez a la hora esta se nos hubieran presentado muy arduas
dificultades.
No necesito, Excmo. señor, detenerme a demostrar aquí que
los sucesos de Santo Domingo, ni han sido provocados por mí,
ni se han realizado con mi consentimiento. V. E. que ha seguido
atentamente todo el curso del asunto y a quien he comunicado
todos los antecedentes así oficiales como confidenciales que se
refieren a él, no ocultándole tampoco mis opiniones y leal parecer, se habrá convencido de que he hecho cuanto estaba en
lo posible para impedir un desenlace que antes y después he
juzgado prematuro. Los sucesos han venido sin embargo a sorprenderme por culpa de los hombres o por causas superiores a
su voluntad; y en semejante coyuntura no he tenido entre qué
escoger, he carecido de albedrío y me he visto obligado a echar
sobre mí una grave responsabilidad para alejarla del Gobierno
de la Reina.
Aquí terminaba naturalmente este larguísimo despacho, si no
me creyera en el deber de exponer brevemente a V. E. mi firme
convicción de que no es posible retroceder en el camino comenzado. El prestigio de nuestras armas tan justamente levantado después
de la campaña de Marruecos, la importancia que hemos adquirido
en este continente de algunos años a esta parte, las esperanzas que
los pueblos americanos de nuestra raza van fiando en nosotros, hoy
día que nuestro gran antagonista se debilita y decae, todo esto, Excmo. señor, quedaría visiblemente menoscabado si abandonásemos
la posición tomada, y su próxima e inevitable consecuencia sería
la inseguridad de nuestros intereses y aun de nuestras posesiones
en esta parte del mundo. Yo creo que es preciso ir adelante y me
afirmo tanto más en mi juicio, cuanto que la respetabilísima opinión del ministro de S. M. en Washington coincide con la mía, no
obstante encontrarse en el foco de donde puede venirnos el mayor
y más próximo peligro.
Con todo, Excmo. señor, si el Gobierno de S. M. la Reina en vista del amenazador aspecto de las cosas de Europa o de
sucesos y complicaciones que aquí no pueden preveerse, juzga
716
César A. Herrera
imprescindible la resolución contraria por exigirlo así el supremo
interés de la patria, no debe servirle de óbice lo ejecutado por mí
en esta circunstancias. Ante tan vitales consideraciones es bien poca
cosa el sacrificio personal y no le faltará la abnegación necesaria
para aceptarlo, a quien la ha tenido sobrada para cumplir lo que ha
creído su deber.
Dios, etc.
BIBLIOGRAFÍA
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Índice onomástico
A
B
Adames, Esteban 547
Adón, Marcos Evangelista 417,
488, 547
Alburquerque, Marcelo 485
Alcalá Galiano, Antonio 540
Alfau, Antonio Abad 421, 568, 654,
663, 797, 708
Alfau, Julián 485
Alfau Durán, Vetilio 717
Alix, Juan Antonio 553, 557, 562,
573, 577
Almonte, Ramón 528, 553, 555557, 564, 566, 574, 576-577, 581,
589, 595, 618, 631
Alonso, Manuel 567, 645
Álvarez, Mariano 513-514, 520,
524, 657, 665, 686-687, 691, 700,
708, 711, 713
Angulo Guridi, Alejandro 610,
629, 639
Armero, Francisco 539-540
Arrazola, Lorenzo 539
Batista, J. A. 485
Benavides, Antonio (Duque de Valencia) 539
Bernal, José R. 485
Bernal, Pedro 485
Betances hijo, Luis 545
Billini, José Antonio 485
Bonilla, Justiniano 562
Bonilla, Pedro Pablo de 485, 545, 568
Bonó, Pedro Francisco 429, 431,
485, 512
Botia y Garcí, Mariano 645-648
Brea, José A. 485
Buceta, Manuel 642
Bustamante y Campaner, Luis 601,
605, 608, 610, 635, 637-639
C
Cabral, José María 408, 419-420,
487, 512, 536, 544, 547
Cabrera, José 408
719
César A. Herrera
720
Cabrera, Juan 573
Calero, Felipe 545
Calero, José María 545
Calleja, Baldomero 420-422, 546
Castillo, A. 484
Castro, José de Jesús 545
Catalá Alonso de Molina, Francisco
420, 645-648
Cepeda, José 562, 573
Comyn, Juan S. 661
Concha, Wenceslao de la 485
Cordero, Casimiro 485
Cruz Ureña, Juan de la 557, 562,
571, 577, 601, 605, 617, 621
Cruzat, Manuel de 686
Cuba, Ignacio 578
Cuervo y Muñoz, José María 583,
600, 622, 626
Curiel, Domingo 557, 577, 581
Curiel, Julián Belisario 407, 411,
417, 426-428, 430, 441, 449, 485,
497, 527, 553, 556-557, 567-568,
572, 590, 592, 602
Curiel, Pedro Eugenio 580-581,
601
D
Daza, Fermín 609-610, 639
Deetjen, Alfredo 411, 485, 497,
556, 560, 602
Delgado, José 639
Delgado, Juan 601-610
Delmonte, Manuel 701
Delmonte, Severino 449, 527
Díaz, Ramón 554, 558, 586, 602
Díaz Méndez, Juana 560
Díaz Rojas, Ramón 558, 602
Dié y Pescetto, Francisco 551-552,
555, 561, 568-569, 576-581,
583-584, 587, 589, 596, 600-605,
608-610, 635-636, 638-640, 643644
Doucet (Mr.) 509, 518, 523
Duarte de Beger, Vicente Celestino 485
Dubreil de Travieso, Elisa 545
E
Echavarría, José 561, 571, 601,
605, 617, 621
Echinagusia, Federico 412, 489
Elie, Augusto 512
Espaillat, Genaro 555, 560, 580
Espaillat, Juan Ignacio 557
Espaillat, Pedro Ignacio 551, 553,
555, 573, 576-577, 579-580,
583-584, 596, 600-601, 605-610,
622-623, 625-627, 631, 634,
639-641, 643
Espaillat, Ulises Francisco 407,
415, 417, 430-431, 446, 449, 527,
547, 579, 608, 717
F
Fauleau, Francisco Javier 485
Fernández, Álvaro 584
Fernández de Córdova, Fernando
539
Fernández y Sanz, Matías 616
Flagg Bemis, Samuel 717
Franco Bidó, Ulises 535, 551, 553,
561-563, 567, 569-574, 579-580,
Anexión-Restauración
583, 590, 596, 600, 605-610, 620621, 627, 631, 633-634, 639-641,
644-645, 648
G
Galván, Manuel de Jesús 524, 527
Gándara, José de la 401, 404-405,
408-409, 411-413, 420-422,
488-489, 491, 493-497, 500-507,
509, 511-514, 519-520, 523, 540,
542-546, 717
García, Federico de Jesús 405, 408,
412, 426, 429, 435, 437, 441, 443
García, José Gabriel 445, 717
García, Juan Francisco 460
García, Manuel de Jesús 545
García, Rafael María 445, 545
García Barzanallana, Manuel 539
García Barzanallana, Manuel 539
García Lluberes, Leonidas 717
García Pirx (señor) 708
Garrido, Miguel 545
Gautier, José María 552-553, 558,
562, 573-574, 582, 584-585,
597-598
Gazón, A. E. 450
Geffrard, Fabré 423, 488, 503,
511-513, 515-520, 527
Geraldino, Teófilo 545
Gibbes, Lucas 484
Gil, Juan Evangelista 553, 567
Gimeno y Pando, Benito 551-552,
555, 561, 567, 569, 576-577,
479-581, 583, 587, 589, 596,
600-604, 635-636, 638, 640, 643
Glas, José Manuel 558, 585-586, 602
Gómez, Emilio 573
721
Gómez, Eusebio 556, 562
Gómez, José Ramón 575, 625, 631
Gómez, Manuel Ubaldo 717
Gómez Molinero, Eugenio 701,
706
González, Florentino 421
González, Luis 540
González Bravo, Luis 540
González Tablas, Ramón 420, 496,
717
Gracián, Baltasar 445
Grullón, Máximo 407, 417, 555,
565-666, 574, 576, 580, 592, 596,
602
Guzmán, José Ma. 485
Guzmán, Ramón 484
H
Haché y Zapatería, José 605, 617,
621
Heneken, Teodoro Stanley 440441, 444, 446, 487, 525, 527, 544
Henríquez, Enrique 547
Heredia, Manuel de J. 695, 708
Hernández, J. Eufemio 485
Hood, M. 704
Hoyo, Faustino de 545
Hungría, José 493, 495, 554, 563,
637-638
I
Isabel Primera de Castilla 669, 701,
703
Isabel Segunda de Castilla 540,
673-674, 696, 704-705, 707, 710
César A. Herrera
722
J
Jimenes, Isidro 556, 564
José Gabriel 545
Jovellar 511
K
Knapp, Harry S. 548
Knight, Melvin M. 717
L
Labour, Rodolfo 545
Lafite, Juan 527
Lantigua, Eusebio 556
Lantigua, José del Carmen 561562, 571-573
Lapuente, Fermín 609-610, 639
Larrinaga, Federico 559, 602
Lavastida, Miguel 568, 686
Lebrón, José 425
León, Francisco de 484
Leyba, Rafael María 407, 417, 431,
449
Leyba Ramírez, Francisco 545
Leyba Ramírez, José María 545
Ligero, Francisco 578
Limardo, F. A. 485
López del Campillo, Juan
López y Marín, Ramón 583
Lora, Carlos de 534, 551, 559, 561562, 570-572, 582-583, 587, 589,
600-601, 603-610, 615-616, 619,
627, 631, 634, 639-641, 643
Lora, Macario de 485, 582
Lovelace, Manuel 441, 443
Lugo Lovatón, Ramón 717
Luperón, Gregorio 402-404, 408,
424-431, 433-434, 441, 444-445,
449, 538, 718
M
Maceo, Antonio 429
Madiou, Thomas 503, 520, 524
Maldonado, Blas 419
Malo, José P. 645
Manzueta, Eusebio 408, 417-419,
440, 488, 547
Martí, José 423
Martínez, José 644
Martínez, Pedro 423-425, 440-441
Martínez, Ramón 575
Masagó, Agustín 404
Medrano, Candelario 426, 449
Mella, Juan 545
Mena, Pedro María de 545
Méndez, Juan de Dios 587
Mendoza y Lezo, Miguel 545
Michel, Achiles 637
Miches, Eugeno 421
Mocholi, Nicolás 559
Molina, A. R. D. 485
Mon, Alejandro 502
Monción, Benito 405, 408, 426,
428, 435, 437, 441, 443, 488, 510
Montaner, Francisco 609-610, 639
Monte, Francisco del 545
Monte, Silverio del 407
Morales, José María 485
Morel, Vicente 440-441, 450, 487,
556, 601-602, 632
Moya, Cristóbal José de 484
Moya, D. V. de
Anexión-Restauración
Mundemón, José 558, 586
Musa o Mazas, Miguel 495-496
N
Narváez, Ramón María 409, 413,
502-504, 539
Navas, Mauricio Hernando 634, 649
Nicodemus, José 578
O
O’Donnel, Leopoldo 502, 675, 682
Objío Vda. Rodríguez, Bernarda
545
Oquendo, Candelario 407, 449
Oquendo, Candelario 407, 449
Ortiz, Félix 484
Ortiz, M. 485
Ossorio, Alfred 560
P
Pacheco, Marcos 514, 520, 557,
562, 573
Pacheco, Ramón 404, 514, 520,
557, 573, 577
Padilla, Julián 484
Patterson (Mr.) 683
Paz, Juan de la 562, 573, 589
Peláez de Campomanes, Antonio
664-666, 712
Peña, Lucas 611
Peña Batlle, Manuel Arturo 718
Peralta, Federico 596
Perdomo, Eugenio 532, 551-552,
723
555-559, 577-579, 581, 583, 587,
600-601, 606-611, 613-614, 627628, 631-632, 634, 639-641, 643
Pereyra, Eusebio Pereyra 440-441
Pérez, Belén 545
Pérez, Isabel 545
Pérez, J. M. 485
Pérez, Luis Alejandro 545
Pichardo, Bernardo 718
Pichardo, Domingo 574
Pichardo, Vidal 553, 556-557, 562,
564, 566, 571-574, 576-577, 594,
603, 631
Pimentel, Casimiro 484
Pimentel, Pedro Antonio 402, 405,
408, 411, 423-424, 426, 428, 435,
437, 441, 443-446, 449, 484,
487-488, 496-497, 527, 530, 540,
543-544, 547
Pina, Juan 545
Pineda, Pedro 485
Polanco, Gaspar 402-409, 412-414,
416-417, 423-424, 426-430, 434,
436, 440, 444-446, 449, 487-488,
503-506, 510-511, 519-520, 527,
529, 540, 554, 558, 577-578, 586
Polanco, Juan Antonio 405, 427428
Ponserrate, Sebastián 440-441
Portes, Joaquín de 485
Pou, Gaspar, 574, 625
Prieto (doctor) 582, 592-593
Primo de Rivera, Miguel 505
Prud’homme, Pedro 440-441
Pujol, Pablo 407, 411-413, 417,
441, 446, 449, 489, 491, 493-497,
504, 527, 531, 557, 602
Pujols, S. 485
César A. Herrera
724
Q
Quesada, Maximiliano 559, 569
Quezada, José 545
Quezada, Miguel 539
Quintero, Ramón 560
R
Ramos y Martín, Matías 583, 600,
611, 615
Rancaño, Manuel 561, 570, 601,
603, 605, 617, 621
Reinoso, José del Carmen 527,
539-540, 542-543
Reyes, Alejandro 560
Reyes, Pablo 408
Reyes, Vicente 574
Reyes Marión, Luis 425
Reynoso, Juan 485
Ribero y Lemoine, Felipe
Ricart, Manuel de Jesús (Chuchú)
556-557
Ricart y Torres, Pedro 562-563,
655, 657-658, 660-661, 664-665,
674-675, 679, 681, 688-689, 692,
699, 708
Ríos, José de los 609-610, 638
Riva, Gregorio 485
Rocha, Domingo de la 568
Rodríguez, Domingo A. 485
Rodríguez, Jacobo 553, 555, 557,
564, 581, 601, 612
Rodríguez, José María 485
Rodríguez, Manuel (Chivo) 405
Rodríguez, Miguel A. 450
Rodríguez, Santiago 408
Rodríguez, Sebastián 584
Rodríguez Demorizi, Emilio 497,
717-718
Rodríguez Objío, Manuel 407, 415,
417, 444, 449, 497, 506, 527, 533
Rodríguez y Vera, Pablo 609-610, 539
Rojas, Benigno Filomeno de 434,
440-441, 444, 446, 450, 484, 537,
540, 563
Rojas, Manuel Tomás 573
Roumain, Ernesto 518, 520, 523
Roxas, Carlos 484
Ruiz (los) 562, 572
Ruiz, Pedro 562, 572-573, 595
S
Salcedo, Federico 485
Salcedo, José Antonio (Pepillo)
402-406, 408-417, 423, 426,
428-428, 434-436, 444-445, 485,
493-494, 496-497, 503-505
Sánchez Ramírez, Juan 673
Santana, Pedro 568, 652, 657, 661,
677, 679-680, 688, 691, 693, 696,
698, 700-705, 707-708, 712
Santana, Rafael 421
Santín, J. 485
Santos, Martín 467
Seijas Lozano, Manuel de 540
Serrano, Francisco 653, 655, 662,
670, 674675, 683, 694, 697-698,
702
Silvestre, Santiago 417
Sucre, Antonio José de 406
Anexión-Restauración
T
Tabera, J. C. 485
Tavares, Vicente 584
Tejada, Manuel 528, 555, 562, 576,
584
Tejera, Juan Nepomuceno 568
Tolentino, Juan Pablo 408
Toribio, Nicolás 562, 573
Travieso, Avelina 545
Travieso, Elisa 545
Travieso, Juan Francisco 545
Travieso de Calero, Rosa 545
Troncoso, José María 545
U
Ulrich, Ignacio 639
Ureña, Juan Enemencio
V
Valverde, Manuel María 429, 431,
485
725
Valverde, Melitón 528, 540, 542543
Valverde, Pedro María 547
Valverde, Sebastián 601
Valverde y Lara, Pedro 568
Van Halen, Francisco 527
Vargas, Tomás de 562
Vargas, Manuel de Jesús 562
Vargas, Manuel de Jesús de 573,
589
Vargas, Manuel Tomás de 562
Velazco (coronel) 496-497
Villanueva, Toribio L. 484
W
Welles, Sumner 718
Z
Zarzuelo, Joaquín 422, 559, 602,
632
Zeltner, Mr. De 704
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Archivo General de la Nación
Vol. I Vol. II Vol. III Vol. IV Vol. V Vol. VI Vol. VII Vol. VIII Vol. IX Vol. X Vol. XI Vol. XII Vol. XIII Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846.
Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1944.
Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección
de E. Rodríguez Demorizi, Vol. I, C. T., 1944.
Samaná, pasado y porvenir. E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1945.
Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E.
Rodríguez Demorizi, Vol. II, C. T., 1945.
Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección
de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1947.
San Cristóbal de antaño. E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago,
1946.
Manuel Rodríguez Objío (poeta, restaurador, historiador, mártir). R.
Lugo Lovatón, C. T., 1951.
Relaciones. Manuel Rodríguez Objío. Introducción, títulos y notas
por R. Lugo Lovatón, C. T., 1951.
Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1846-1850.
Vol. II. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1947.
Índice general del «Boletín» del 1938 al 1944, C. T., 1949.
Historia de los aventureros, filibusteros y bucaneros de América. Escrita
en holandés por Alexander O. Exquemelin, traducida de una
famosa edición francesa de La Sirene-París, 1920, por C. A.
Rodríguez; introducción y bosquejo biográfico del traductor
R. Lugo Lovatón, C. T., 1953.
Obras de Trujillo. Introducción de R. Lugo Lovatón, C. T., 1956.
Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E.
Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1957.
727
728
Vol. XIV César A. Herrera
Cesión de Santo Domingo a Francia. Correspondencia de Godoy, García
Roume, Hedouville, Louverture, Rigaud y otros. 1795-1802. Edición
de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959.
Vol. XV Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E.
Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959.
Vol. XVI Escritos dispersos. (Tomo I: 1896-1908). José Ramón López. Edición
de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.
Vol. XVII Escritos dispersos. (Tomo II: 1909-1916). José Ramón López. Edición
de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.
Vol. XVIII Escritos dispersos. (Tomo III: 1917-1922). José Ramón López.
Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.
Vol. XIX Máximo Gómez a cien años de su fallecimiento, 1905-2005. Edición de
E. Cordero Michel, Santo Domingo, D. N., 2005.
Vol. XX Lilí, el sanguinario machetero dominicano. Juan Vicente Flores,
Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXI Escritos selectos. Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. Edición de
A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXII Obras escogidas 1. Artículos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de
A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXIII Obras escogidas 2. Ensayos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de
A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXIV Obras escogidas 3. Epistolario. Alejandro Angulo Guridi. Edición de
A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXV La colonización de la frontera dominicana 1680-1796. Manuel
Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXVI Fabio Fiallo en La Bandera Libre. Compilación de Rafael Darío
Herrera, Santo Domingo, D. N., 2006.
Vol. XXVII Expansión fundacional y crecimiento en el norte dominicano (16801795). El Cibao y la bahía de Samaná. Manuel Hernández González,
Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXVIII Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño. Compilación de José
Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXIX Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXX
Iglesia, espacio y poder: Santo Domingo (1498-1521), experiencia
fundacional del Nuevo Mundo. Miguel D. Mena, Santo Domingo,
D. N., 2007.
Vol. XXXI
Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. I: 1492-1501. Fray
Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General de la
Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma
Español, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo I: Hechos sobresalientes
en la provincia). Compilación de Alfredo Rafael Hernández
Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007.
Anexión-Restauración
729
Vol. XXXIII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo II: Reorganización de
la provincia post Restauración). Compilación de Alfredo Rafael
Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXIV Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo XVII. Compilación de
Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXV Memorias del Primer Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo,
D. N., 2007.
Vol. XXXVI Actas de los primeros congresos obreros dominicanos, 1920 y 1922.
Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXVII Documentos para la historia de la educación moderna en la República
Dominicana (1879-1894). Tomo I. Raymundo González, Santo
Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXVIII Documentos para la historia de la educación moderna en la República
Dominicana (1879-1894). Tomo II. Raymundo González, Santo
Domingo, D. N., 2007.
Vol. XXXIX Una carta a Maritain. Andrés Avelino, traducción al castellano
e introducción del P. Jesús Hernández, Santo Domingo, D. N.,
2007.
Vol. XL
Manual de indización para archivos, en coedición con el Archivo
Nacional de la República de Cuba. Marisol Mesa, Elvira Corbelle
Sanjurjo, Alba Gilda Dreke de Alfonso, Miriam Ruiz Meriño,
Jorge Macle Cruz, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XLI
Apuntes históricos sobre Santo Domingo. Dr. Alejandro Llenas.
Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XLII
Ensayos y apuntes diversos. Dr. Alejandro Llenas. Edición de
A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007.
Vol. XLIII
La educación científica de la mujer. Eugenio María de Hostos, Santo
Domingo, D. N., 2007.
Vol. XLIV
Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1530-1546).
Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N.,
2008.
Vol. XLV
Américo Lugo en Patria. Selección. Compilación de Rafael Darío
Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. XLVI
Años imborrables. Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Santo
Domingo, D. N., 2008.
Vol. XLVII Censos municipales del siglo xix y otras estadísticas de población.
Alejandro Paulino Ramos, Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. XLVIII Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo I.
Compilación de José Luis Saez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. XLIX
Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo II,
Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. L
Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo III.
Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
730
Vol. LI
Vol. LII
Vol. LIII
Vol. LIV
Vol. LV
Vol. LVI
Vol. LVII
Vol. LVIII
Vol. LIX
Vol. LX
Vol. LXI
Vol. LXII
Vol. LXIII
Vol. LXIV
Vol. LXV
Vol. LXVI
Vol. LXVII
Vol. LXVIII
César A. Herrera
Prosas polémicas 1. Primeros escritos, textos marginales, Yanquilinarias.
Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo,
D. N., 2008.
Prosas polémicas 2. Textos educativos y Discursos. Félix Evaristo Mejía.
Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Prosas polémicas 3. Ensayos. Félix Evaristo Mejía. Edición de
A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.
Autoridad para educar. La historia de la escuela católica dominicana.
José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Relatos de Rodrigo de Bastidas. Antonio Sánchez Hernández, Santo
Domingo, D. N., 2008.
Textos reunidos 1. Escritos políticos iniciales. Manuel de J. Galván.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Textos reunidos 2. Ensayos. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés
Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Textos reunidos 3. Artículos y Controversia histórica. Manuel de
J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D.
N., 2008.
Textos reunidos 4. Cartas, Ministerios y misiones diplomáticas. Manuel
de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo,
D. N., 2008.
La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo
(1930-1961). Tomo I. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N.,
2008.
La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo
(1930-1961). Tomo II. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo,
D. N., 2008.
Legislación archivística dominicana, 1847-2007. Archivo General de
la Nación, Santo Domingo, D. N., 2008.
Libro de bautismos de esclavos (1636-1670). Transcripción de José
Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Los gavilleros (1904-1916). María Filomena González Canalda,
Santo Domingo, D. N., 2008.
El sur dominicano (1680-1795). Cambios sociales y transformaciones
económicas. Manuel Vicente Hernández González, Santo
Domingo, D. N., 2008.
Cuadros históricos dominicanos. César A. Herrera, Santo Domingo,
D. N., 2008.
Escritos 1. Cosas, cartas y... otras cosas. Hipólito Billini. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Escritos 2. Ensayos. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco
Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Anexión-Restauración
Vol. LXIX
731
Memorias, informes y noticias dominicanas. H. Thomasset. Edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. LXX
Manual de procedimientos para el tratamiento documental. Olga
Pedierro, et. al., Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. LXXI
Escritos desde aquí y desde allá. Juan Vicente Flores. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. LXXII De la calle a los estrados por justicia y libertad. Ramón Antonio Veras
(Negro), Santo Domingo, D. N., 2008.
Vol. LXXIII Escritos y apuntes históricos. Vetilio Alfau Durán, Santo Domingo,
D. N., 2009.
Vol. LXXIV Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista. Salvador
E. Morales Pérez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXV Escritos. 1. Cartas insurgentes y otras misivas. Mariano A. Cestero.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXVI Escritos. 2. Artículos y ensayos. Mariano A. Cestero. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXVII Más que un eco de la opinión. 1. Ensayos, y memorias ministeriales.
Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz,
Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXVIII Más que un eco de la opinión. 2. Escritos, 1879-1885. Francisco
Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo,
D. N., 2009.
Vol. LXXIX Más que un eco de la opinión. 3. Escritos, 1886-1889. Francisco
Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo,
D. N., 2009.
Vol. LXXX Más que un eco de la opinión. 4. Escritos, 1890-1897. Francisco
Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo,
D. N., 2009.
Vol. LXXXI Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano. Angel
Moreta, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXIII Perlas de la pluma de los Garrido. Emigdio Osvaldo Garrido, Víctor
Garrido y Edna Garrido de Boggs. Edición de Edgar Valenzuela,
Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXIV Gestión de riesgos para la prevención y mitigación de desastres en el
patrimonio documental. Sofía Borrego, Maritza Dorta, Ana Pérez,
Maritza Mirabal, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXV Obras, tomo I. Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo
Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXVI Obras, tomo II. Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo
Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. LXXXVIIHistoria de la Concepción de La Vega. Guido Despradel Batista,
Santo Domingo, D. N., 2009.
732
César A. Herrera
Vol. LXXXIX Una pluma en el exilio. Los artículos publicados por Constancio Bernaldo
de Quirós en República Dominicana. Compilación de Constancio
Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XC
Ideas y doctrinas políticas contemporáneas. Juan Isidro Jimenes
Grullón, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCI
Metodología de la investigación histórica. Hernán Venegas Delgado,
Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCIII
Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo I. Compilación de
Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCIV
Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo II. Compilación de
Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCV
Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo III. Compilación de
Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCVI
Los Panfleteros de Santiago: torturas y desaparición. Ramón Antonio,
(Negro) Veras, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCVII Escritos reunidos. 1. Ensayos, 1887-1907. Rafael Justino Castillo.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCVIII Escritos reunidos. 2. Ensayos, 1908-1932. Rafael Justino Castillo.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. XCIX
Escritos reunidos. 3. Artículos, 1888-1931. Rafael Justino Castillo.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. C
Escritos históricos. Américo Lugo, edición conjunta del Archivo
General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo,
D. N., 2009.
Vol. CI
Vindicaciones y apologías. Bernardo Correa y Cidrón. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. CII
Historia, diplomática y archivística. Contribuciones dominicanas.
María Ugarte, Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. CIII
Escritos diversos. Emiliano Tejera, edición conjunta del Archivo
General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Vol. CIV
Tierra adentro. José María Pichardo, segunda edición, Santo
Domingo, D. N., 2010.
Vol. CV
Cuatro aspectos sobre la literatura de Juan Bosch. Diógenes Valdez,
Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CVI
Javier Malagón Barceló, el Derecho Indiano y su exilio en la República
Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de
Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CVII
Cristóbal Colón y la construcción de un mundo nuevo. Estudios, 19832008. Consuelo Varela, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo
Domingo, D. N., 2010.
Anexión-Restauración
Vol. CVIII
733
República Dominicana. Identidad y herencias etnoculturales indígenas.
J. Jesús María Serna Moreno, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CIX
Escritos pedagógicos. Malaquías Gil Arantegui. Edición de Andrés
Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CX
Cuentos y escritos de Vicenç Riera Llorca en La Nación. Compilación
de Natalia González, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXI
Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra el
régimen de Trujillo en el exterior. Compilación de Constancio Cassá
Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXII
Ensayos y apuntes pedagógicos. Gregorio B. Palacín Iglesias. Edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXIII
El exilio republicano español en la sociedad dominicana (Ponencias
del Seminario Internacional, 4 y 5 de marzo de 2010). Reina C.
Rosario Fernández (Coord.), edición conjunta de la Academia
Dominicana de la Historia, la Comisión Permanente de
Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo
Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXIV
Pedro Henríquez Ureña. Historia cultural, historiografía y crítica
literaria. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXV
Antología. José Gabriel García. Edición conjunta del Archivo
General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Vol. CXVI
Paisaje y acento. Impresiones de un español en la República Dominicana.
José Forné Farreres. Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXVII Historia e ideología. Mujeres dominicanas, 1880-1950. Carmen
Durán. Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXVIII Historia dominicana: desde los aborígenes hasta la Guerra de Abril.
Augusto Sención (Coord.), Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXIX
Historia pendiente: Moca 2 de mayo de 1861. Juan José Ayuso, Santo
Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXX
Raíces de una hermandad. Rafael Báez Pérez e Ysabel A. Paulino,
Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXI
Miches: historia y tradición. Ceferino Moní Reyes, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Vol. CXXII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo I. Octavio A. Acevedo.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXIII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo II. Octavio A. Acevedo.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXIV Apuntes de un normalista. Eugenio María de Hostos. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXV Recuerdos de la Revolución Moyista (Memoria, apuntes y documentos).
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
734
César A. Herrera
Vol. CXXVI Años imborrables (2da ed.) Rafael Alburquerque Zayas-Bazán,
edición conjunta de la Comisión Permanente de Efemérides
Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N.,
2010.
Vol. CXXVII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura
de Trujillo. Tomo I. Compilación de Alejandro Paulino Ramos,
edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia
Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXVIII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura
de Trujillo. Tomo II. Compilación de Alejandro Paulino Ramos,
edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia
Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXIX Memorias del Segundo Encuentro Nacional de Archivos. Santo
Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXX Relaciones cubano-dominicanas, su escenario hemisférico (1944-1948).
Jorge Renato Ibarra Guitart, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXXI Obras selectas. Tomo I, Antonio Zaglul, edición conjunta del
Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXII Obras selectas. Tomo II. Antonio Zaglul, edición conjunta del
Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXIII África y el Caribe: Destinos cruzados. Siglos xv-xix, Zakari DramaniIssifou, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXIV Modernidad e ilustración en Santo Domingo. Rafael Morla, Santo
Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXV La guerra silenciosa: Las luchas sociales en la ruralía dominicana.
Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXVI AGN: bibliohemerografía archivística. Un aporte (1867-2011). Luis
Alfonso Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXVIILa caña da para todo. Un estudio histórico-cuantitativo del desarrollo
azucarero dominicano. (1500-1930). Arturo Martínez Moya, Santo
Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXVIII El Ecuador en la Historia. Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo,
D. N., 2011.
Vol. CXXXIX La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia,
1849-1856. Wenceslao Vega B., Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXL
Max Henríquez Ureña. Las rutas de una vida intelectual. Odalís G.
Pérez, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLI
Yo también acuso. Carmita Landestoy, Santo Domingo, D. N.,
2011.
Vol. CXLIII
Más escritos dispersos. Tomo I. José Ramón López. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Anexión-Restauración
Vol. CXLIV
735
Más escritos dispersos. Tomo II. José Ramón López. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLV
Más escritos dispersos. Tomo III. José Ramón López. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLVI
Manuel de Jesús de Peña y Reinoso: Dos patrias y un ideal. Jorge
Berenguer Cala, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLVII Rebelión de los capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno. Roberto
Cassá, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLVIII De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo colonial.
Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLIX Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1547-1575). Genaro
Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CL
Ramón –Van Elder– Espinal. Una vida intelectual comprometida.
Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo
Domingo, D. N., 2011.
Vol. CLI
El alzamiento de Neiba: Los acontecimientos y los documentos (febrero de
1863). José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez, Santo Domingo,
D. N., 2011.
Vol. CLII
Meditaciones de cultura. Laberintos de la dominicanidad. Carlos
Andújar Persinal, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CLIII
El Ecuador en la Historia (2da ed.) Jorge Núñez Sánchez, Santo
Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLIV
Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe (1789-1854). José
Luciano Franco, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLV
El Salvador: historia mínima. Varios autores, Santo Domingo, D.
N., 2012.
Vol. CLVI
Didáctica de la geografía para profesores de Sociales. Amparo Chantada,
Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLVII
La telaraña cubana de Trujillo. Tomo I. Eliades Acosta Matos,
Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLVIII Cedulario de la isla de Santo Domingo, 1501-1509. Vol. II, Fray
Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General de la
Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma
Español, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLIX
Tesoros ocultos del periódico El Cable. Compilación de Edgar
Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLX
Cuestiones políticas y sociales. Dr. Santiago Ponce de León, edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXI
La telaraña cubana de Trujillo. Tomo II. Eliades Acosta Matos,
Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXII
El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia del exilio republicano
español en la sociedad dominicana, 1938-1944. Juan B. Alfonseca
Giner de los Ríos, Santo Domingo, D. N., 2012.
736
Vol. CLXIII
César A. Herrera
Historia de la caricatura dominicana. Tomo I. José Mercader, Santo
Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXIV
Valle Nuevo: El Parque Juan B. Pérez Rancier y su altiplano. Constancio
Cassá, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXV
Economía, agricultura y producción. José Ramón Abad. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXVI
Antología. Eugenio Deschamps. Edición de Roberto Cassá, Betty
Almonte y Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXVII Diccionario geográfico-histórico dominicano. Temístocles A. Ravelo.
Revisión, anotación y ensayo introductorio Marcos A. Morales,
edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXVIII Drama de Trujillo. Cronología comentada. Alonso Rodríguez Demorizi.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXIX La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I, volumen
1. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXX
Drama de Trujillo. Nueva Canosa. Alonso Rodríguez Demorizi.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012
Vol. CLXXI El Tratado de Ryswick y otros temas. Julio Andrés Montolío. Edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXII La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I, volumen 2.
Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXIII La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III,
volumen 5. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXIV La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III,
volumen 6. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXV Cinco ensayos sobre el Caribe hispano en el siglo xix: República
Dominicana, Cuba y Puerto Rico 1861-1898. Luis Álvarez-López,
Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXVI Correspondencia consular inglesa sobre la Anexión de Santo Domingo a
España. Roberto Marte, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXVII ¿Por qué lucha el pueblo dominicano? Imperialismo y dictadura en
América Latina. Dato Pagán Perdomo, Santo Domingo, D. N.,
2012.
Vol. CLXXVIII Visión de Hostos sobre Duarte. Eugenio María de Hostos. Compilación y edición de Miguel Collado, Santo Domingo, D. N.,
2013.
Vol. CLXXIX Campesinos del Cibao: Economía de mercado y transformación agraria
en la República Dominicana, 1880-1960. Pedro L. San Miguel,
Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXX La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II, volumen
3. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXXI La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II, volumen
4. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Anexión-Restauración
737
Vol. CLXXXII De súbditos a ciudadanos (siglos xvii-xix): el proceso de formación de las
comunidades criollas del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo
Domingo). Jorge Ibarra Cuesta, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXXIII La dictadura de Trujillo (1930-1961). Augusto Sención Villalona,
San Salvador-Santo Domingo, 2012.
Vol. CLXXXIV Anexión-Restauración. Parte 1. César A. Herrera, edición conjunta
entre el Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana
de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2012.
Colección Juvenil
Vol. I
Vol. II
Vol. III
Vol. IV
Vol. V
Vol. VI
Vol. VII
Vol. VIII
Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007.
Heroínas nacionales. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2007.
Vida y obra de Ercilia Pepín. Alejandro Paulino Ramos. Santo
Domingo, D. N., 2007.
Dictadores dominicanos del siglo xix. Roberto Cassá. Santo Domingo,
D. N., 2008.
Padres de la Patria. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008.
Pensadores criollos. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008.
Héroes restauradores. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2009.
Dominicanos de pensamiento liberal: Espaillat, Bonó, Deschamps
(siglo xix). Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2010.
Colección Cuadernos Populares
Vol. 1
La Ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte. Juan Isidro Jimenes
Grullón. Santo Domingo, D. N., 2009.
Vol. 2
Mujeres de la Independencia. Vetilio Alfau Durán. Santo Domingo,
D. N., 2009.
Vol. 3
Voces de bohío. Vocabulario de la cultura taína. Rafael García Bidó.Santo
Domingo, D. N., 2010.
Colección Referencias
Vol. 1
Archivo General de la Nación. Guía breve. Ana Féliz Lafontaine y
Raymundo González. Santo Domingo, D. N., 2011.
738
Vol. 2
Vol. 3
César A. Herrera
Guía de los fondos del Archivo General de la Nación. Departamentos de
Descripción y Referencias. Santo Domingo, D. N., 2012.
Directorio básico de archivos dominicanos. Departamento de Sistema
Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2012.
Anexión-Restauración, parte 2, de César A.
Herrera, se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Editora Búho, S. R. L.,
en junio de 2013, Santo Domingo, R. D.,
con una tirada de 1,000 ejemplares.
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