Anexión-Restauración Parte 2 Archivo General de la Nación Vol. CLXXXV Academia Dominicana de la Historia Vol. CII César A. Herrera Anexión-Restauración Parte 2 Santo Domingo 2013 Cuidado de la edición: Andrés Blanco Díaz Diseño y diagramación: Juan Francisco Domínguez Novas Cotejo de originales: Jacqueline Abad Blanco Ilustración de portada: Grabado que muestra la ciudad de Santiago de los Caballeros anterior a 1863. Imprenta y Litografía de don Antonio Martín Lamy, La Habana. Primera edición, 2013 De esta edición © Archivo General de la Nación (Vol. CLXXXV) © Academia Dominicana de la Historia (Vol. CII) ISBN: 978-9945-074-85-7 Impresión: Editora Búho, S. R. L. Archivo General de la Nación Departamento de Investigación y Divulgación Área de Publicaciones Calle Modesto Díaz, núm. 2, Zona Universitaria, Santo Domingo, República Dominicana Tel. 809-362-1111, Fax. 809-362-1110 www.agn.gov.do Academia Dominicana de la Historia Calle Mercedes, núm. 204, Zona Colonial Santo Domingo, D. N., República Dominicana Tel. 809-689-7907, Fax. 809-221-8430 [email protected] www.academiahistoria.org.do Impreso en República Dominicana / Printed in Dominican Republic César A. Herrera ÍNDICE CAPÍTULO XXXI. Guerra de la Restauración Comentarios acerca de las depredaciones del ejército español. Persecución del presidente Salcedo. Desagradable misión encomendada a Luperón. Oficios acerca de esto. Asesinato del general Salcedo ............................401 CAPÍTULO XXXII. Guerra de la Restauración Polanco, dictador, su gabinete. Clima de pasiones políticas. Manifiesto de Polanco del 15 de octubre de 1864, para justificar el asesinato de Salcedo. Reanudación de las conversaciones para el canje de prisioneros y la paz...................................................................407 CAPÍTULO XXXIII. Guerra de la Restauración Un juicio lamentable de Objío acerca de la muerte de Salcedo. Optimismo en el triunfo de la causa restauradora. Proclama del vicepresidente don Ulises F. Espaillat. Síntesis de las campañas de las líneas del Sur y del Este. Calamitosa desocupación de El Seibo por las tropas del brigadier Baldomero de la Calleja. Un relato del general Gándara................................................ 415 397 398 César A. Herrera CAPÍTULO XXXIV. Guerra de la Restauración Conjuración de Pimentel contra Polanco. Reacción del gobierno frente a la conjuración. Embarazosa misión de Luperón. Particulares de las instrucciones que le dio el Provisorio al general Luperón. Documento del vicepresidente Ulises F. Espaillat acerca de la conjuración y abdicación del Gabinete de Polanco................................................................................423 CAPÍTULO XXXV. Guerra de la Restauración Luperón encargado del Poder Ejecutivo. Alocución del general Luperón. Ocupación de Santiago por la «revolución reformista». Don Benigno Filomeno de Rojas, jefe del gobierno. Exposición que hicieron al país los generales Pedro Pimentel, Benito Monción y Federico de Jesús García.......................................................433 CAPÍTULO XXXVI. Guerra de la Restauración Decretos acerca de la constitución del gobierno y convocatoria de la Asamblea Nacional. Restablecimiento de la Constitución votada por el Soberano Congreso Constituyente de Moca, el 19 de febrero de 1858. Propuesta de fusilamiento de los miembros del gabinete de Polanco. La Asamblea Nacional nombra presidente de la República al general Pimentel. Proclama.....................................................439 CAPÍTULO XXXVII. Guerra de la Restauración Texto completo de la Constitución de Moca como Carta Magna en el restablecimiento de la República..............451 CAPÍTULO XXXVIII. Guerra de la Restauración Dictadura de Pimentel. Movimientos revolucionarios que se levantaron contra él. Asedio de la capital. Continuación del proceso de las negociaciones para el canje de prisioneros y la evacuación de las tropas Anexión-Restauración 399 de Santo Domingo. Gestión oficiosa del señor don Federico Echinagusia por ante don Pablo Pujols. Carta de Pujols al general Gándara..........................................487 CAPÍTULO XXXIX. Guerra de la Restauración Conversaciones para concertar el convenio del canje de prisioneros y la paz. Carta del general Gándara a don Pablo Pujols al respecto. Carta de Gándara al general Hungría y la libertad del coronel Velazco como subterfugio para planear el canje de prisioneros. Sugestión de la Gándara a Pujols sobre canje de prisioneros. Misión de Deetjen, P. A. Pimentel, Curiel, Pujols y Manuel Rodríguez Objío..............493 CAPÍTULO XL. Guerra de la Restauración Rechaza Gándara los términos de la proposición de los comisionados dominicanos y sus conceptos. Noticias del cambio de la política española. La condición de Narváez para asumir la jefatura del gabinete. Efecto del cambio de la Guerra de la Restauración, comentarios de Gándara. Cartas de Polanco y Gándara sobre la reanudación de las conversaciones.................499 CAPÍTULO XLI. Guerra de la Restauración El pensamiento de Gándara acerca de la sumisión incondicional de los dominicanos. Su pesimismo. Orden de concentración de las tropas españolas. Misión del coronel Van-Halen ante Geffrard, interesante entrevista con el presidente haitiano. Misión de Ernesto Roumain y Mr. Daucet. Instrucciones dadas a la comisión............................................509 CAPÍTULO XLII. Guerra de la Restauración Efecto del informe de Van-Halen en Gándara. Noticias de España acerca de las negociaciones por las vías diplomáticas. Carta de los patriotas a S. M. la 400 César A. Herrera Reina. Derrocamiento del gobierno de Polanco. Plan para el canje de prisioneros.........................................................523 CAPÍTULO XLIII. Fin de la Guerra de la Restauración Comisión de los generales José del Carmen Reinoso, Melitón Valverde y presbítero Miguel Quezada. Algunos artículos del Convenio de El Carmelo. Razones que adujo el gobierno para desautorizar la comisión y rechazar el convenio. Abandono de Santo Domingo. Derrocamiento de Pimentel. Comienzo de la Segunda República. Evacuación simbólica del fatalismo patricida del pueblo dominicano..............................539 Documentos del Archivo General de Indias Colección de César A. Herrera................................................551 Bibliografía. ................................................................................717 Índice onomástico......................................................................719 CAPÍTULO XXXI GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Comentarios acerca de las depredaciones del ejército español. Persecución del presidente Salcedo. Desagradable misión encomendada a Luperón. Oficios acerca de esto. Asesinato del general Salcedo. Además del valor cívico y de la fe patriótica tan relevantes en este luminoso documento, se denuncian al mundo las depredaciones que el Ejército cometió sistemáticamente para contrarrestar la guerra de guerrilla que tanto daño hacía a los cantones y las columnas en marcha; pone énfasis este documento en el incendio de nuestras ciudades, y en que «el ejército ha yermado los campos que ha recorrido, a fin de agotar los recursos del país y aniquilar la revolución». La referida denuncia no carece de fundamento, para probarlo copiamos a continuación el siguiente párrafo de la obra Anexión y guerra de Santo Domingo, tomo II, del general Gándara, p. 186: «Batir y dispersar a los insurrectos era fácil, pero estéril; había que destruirles sus sembrados, sus conucos, sus rebaños, sus provisiones; disolver sus familias, sus tribus y aún sus grupos; había, en una palabra, que espantarlos, ahuyentarlos y desarmarlos, apoderándose de cuantos elementos indispensables para la guerra existían en 401 402 César A. Herrera su campo, sembrando en sus espíritus el desaliento y en sus filas la desmoralización…» Pero prosigamos el proceloso proceso de los acontecimientos suscitados por el acto dictatorial del Presidente y por la instauración del nuevo Gobierno sin la anuencia que de común acuerdo había creado el primer gobierno provisorio. Para secundar el movimiento sedicioso que se estaba fraguando con el designio de derrocar ese gobierno, por un oficio de Gaspar Polanco fue requerida la presencia de Luperón en Santiago. Pero enterado este de lo que estaba ocurriendo no bien llegó a la ciudad se negó a prestar su cooperación en esa empresa. Pero todo quedó consumado según hemos visto antes; y los generales Juan A. Polanco y P. A. Pimentel redujeron a prisión en Guayubín, al general Salcedo y el Provisorio dictó una orden de ostracismo contra él. Se le confió a Luperón, ironías del destino, la misión de conducirlo hasta la frontera conforme a la siguiente disposición: El Gobierno ha dispuesto que el señor general Gregorio Luperón cumpla la importante misión de pasar a La Línea Noroeste a entrevistarse con el general José A. Salcedo, en cualquier punto donde se halle, y exigirle que le siga hasta el pueblo de Dajabón, en donde, de acuerdo con el comandante de armas, hará que sin réplica sea cumplido lo resuelto por el Gobierno, de hacerlo pasar al extranjero según el pasaporte que a este fin se remite al citado general Salcedo. Las autoridades del tránsito no opondrán obstáculos de ninguna naturaleza al general en misión, antes bien, le auxiliarán y protegerán con todo lo que él solicite y fuese necesario. Santiago, 15 de octubre de 1864. El presidente: Gaspar Polanco. Refrendado: El ministro de la Guerra interino. Caminando Luperón en cumplimiento de su enojosa misión encontró al ex-presidente Salcedo en Benegas, lugar no muy distante de Santiago, y allí le comunicó las instrucciones de que era portador y la orden indeclinable de conducirlo a la frontera hacia Haití en camino del exilio. Aunque en principio y como primer Anexión-Restauración 403 impulso Salcedo se rebeló contra esa resolución inesperada, depuso su protesta, se avino a la intimación de Luperón y le suplicó que intercediese para que lo dejaran pasar algunas horas en Santiago. Accediendo a esa súplica el general Luperón dirigió al Gobierno el siguiente comunicado: Ciudadano general G. Polanco, presidente del Gobierno Provisional, Santiago. Ciudadano presidente y amigo: Son las ocho y media de la noche y ha treinta minutos que me encontré con el general José A. Salcedo, su comitiva y su señora. Después de algunas dificultades que han sido allanadas sin desgracia, me ha suplicado le permita llegar a Santiago para arreglar sus intereses antes de cumplimentar las órdenes de esa Superioridad. Tales han sido sus súplicas, que en la alternativa de ser inhumano o faltar a mi deber como soldado, he determinado detenerme en Navarrete y oficiar a Ud. uniendo mis súplicas a las del general Salcedo, para que se le conceda un lapso de tres horas en la ciudad de Santiago, para arreglar sus asuntos, haciéndome personalmente responsable del mal que pueda sobrevenir. Espero sus órdenes, general y amigo. Suyo, G. Luperón. Navarrete, 15 de octubre de 1864. En la respuesta, que no se hizo esperar, se ve claramente el designio de alejar del escenario de la política con la mayor premura al ex-presidente Salcedo, que ahora con más saña comenzó a ser perseguido por la facción sin tolerancia ni clemencia, que se había apoderado del Poder; la respuesta fue la siguiente: Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. Santiago, 16 de octubre de 1864. Gobierno Provisorio. Señor G. Luperón. Señor general: 404 César A. Herrera Acabo de recibir su oficio fechado en la noche de ayer y después de leído con bastante calma y enterado de todo, le doy contestación así: cumpla Ud. con la misión que se le ha confiado, del modo más estricto, por convenir así a los intereses de la Patria; haciendo continuar marcha al general Salcedo en compañía de Ud. hasta el lugar que indica la orden de ruta, expedida a Ud. por el Gobierno en fecha de ayer. La comitiva del señor Salcedo la hará Ud. continuar hasta esta ciudad en donde se presentará al Gobierno. Incorpórole a Ud. un oficial de confianza de su Estado Mayor. Dios guarde a Ud. muchos años. El presidente Gaspar Polanco. Antes de llegar este comunicado a su destino y no bien alumbraba el sol del 16 de octubre los cerros de Santiago cuando se constituía el cuerpo de Ministros que iba a corresponsabilizarse con los actos dictatoriales de Polanco. No habiendo podido Luperón cumplir su misión porque la autoridad de Haití se opuso de manera categórica y enérgica, el general Philantrope, jefe en Ouanaminthe de la guardia fronteriza, tuvo que tramitar el caso al Gobierno con todas las diligencias que requería urgentemente. De entre una serie de oficios concernientes a este asunto, cruzados entre Luperón y el Gobierno, en el del día 19 de octubre se le comunicó la resolución de que Salcedo se embarcase en Blanco para el extranjero y que él debía conducirlo a Guayubín y allí recibió otro despacho de Gaspar Polanco en que se le ordenó retornar a Santiago. El comandante Ramón Pacheco llevó al general José A. Salcedo a su confinamiento temporal, en Blanco, hasta que llegase un buque que lo transportase a las Islas Turcas, pero el exilio no tuvo efecto. Los acontecimientos políticos obligaron al presidente Polanco a pasar a Blanco y allí, después de considerar despectivamente la petición del general Gándara en favor de Salcedo y de dar oídos a la perfidia, dispuso por su propia autoridad y a espaldas de su gabinete el fusilamiento de Salcedo, que fue ejecutado frente al mar, en la playa de Maimón, por los coroneles Agustín Masagó y Anexión-Restauración 405 Martín Santos el día 5 de noviembre de 1864. La opinión pública consideró cómplice al Ministerio, que nada tuvo que ver con aquel horrendo e injustificable fusilamiento que arrancó a Manuel Rodríguez Objío el siguiente repudio: Las pasiones políticas han repetido varias veces aquella inculpación con la mala fe peculiar a los partidos; pero ellas deben caer ante la luz de la verdad y de la conciencia. La sangre de las víctimas no cae jamás sino sobre sus verdugos. La Gándara en el tomo II, p. 339, da la siguiente versión, aunque tal vez equivocada en parte, que revela la intención maligna y el designio pérfido de Polanco contra Salcedo: Entregado el ex-presidente Salcedo al sanguinario Chivo para que lo llevara al Seibo en calidad de preso, parece que tuvo el fin que semejante custodia le auguraba: el Chivo era enemigo personal de Salcedo, como de todo dominicano que desaprobaba sus abominables fechorías […]. La elección, pues, de tal hombre para custodiar al presidente caído muestra bien las intenciones del nuevo presidente; y, en efecto, poco tardó su guardián en encontrar en el camino la ocasión y el paraje convenientes para terminar su comisión, abrumando a Salcedo de insultos y atropellos lo remató a machetazos, después de llevar su crueldad hasta el extremo de hacerle presenciar la apertura de la fosa donde iba a enterrarle. Este crimen, que no supe oficialmente pronto, lo confirmaron la opinión pública por su escandalosa y repugnante notoriedad y la actitud del hijo de Salcedo, que formó partido contra Polanco apellidándolo asesino de su padre. Más adelante veremos confirmada esta acusación en la proclama que P. A. Pimentel, Federico de Jesús García y Benito Monción lanzaron al país el 25 de enero de 1865. El tal Perico, que no es otro que el truculento Juan A. Polanco, conjuntamente con P. A. Pimentel dieron comienzo a la persecución 406 César A. Herrera y tragedia de Salcedo cuando en Guayubín lo pusieron en estado de arresto el 11 de octubre en Botoncillo, a causa de las protestas de este contra la «evolución» de Polanco y su determinación de presentarse en Santiago. Pero el Gobierno Provisorio lo condenó a la deportación que como se ha visto culminó con su asesinato, masacrado, vapuleado o fusilado, no importa el modo, ni la mano que blandió el arma homicida, ni el lugar del holocausto de quien como él estaba iluminado con el fulgor del heroísmo en la guerra por la libertad. Le cupo la misma suerte con que el destino marca a los revolucionarios de la moral y de la religión, a los redentores de hombres y naciones; se cumplió en él el mismo sino; ese fatalismo con que América premia a sus iluminados en la acción heroica por la Patria y por la libertad. Muerte súbita o lenta, física o moral; pero al fin holocausto, y muchas veces cuando la vendimia llena los cestos y en las cubas fermentan ya el vino de las fastuosas bacanales cuyos sistros y tambores suelen apagar el miserere que entona la historia de América en la tumba de sus muertos ilustres. Cayó como Borrego y como Sucre, maestro José Antonio Salcedo, coronel brillante en los fastos de nuestras guerras de Independencia y general de los ejércitos de la Restauración… CAPÍTULO XXXII GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Polanco dictador, su gabinete. Clima de pasiones políticas. Manifiesto de Polanco del 15 de octubre de 1864, para justificar el asesinato de Salcedo. Reanudación de las conversaciones para el canje de prisioneros y la paz. El Gobierno Provisorio de Gaspar Polanco quedó formalmente construido con la nominación de su cuerpo de ministros desde el 16 de octubre de 1864, día en que entraron a formar parte del gabinete de conformidad con el decreto de esa fecha, los señores general Julián Belisario Curiel y coronel Candelario Oquendo, para la cartera de Guerra; generales Máximo Grullón y ciudadano Silverio del Monte para la de Interior y Policía; general Pablo Pujol y ciudadano Rafael María Leyba, para la de Hacienda y el coronel Manuel Rodríguez Objío para la de Relaciones Exteriores. El general Ulises Espaillat conservó su investidura de vicepresidente de la República. Si se piensa que este gobierno fue el producto de las maquinaciones pasionales que derrocaron el régimen anterior que tenía en su haber histórico cuanto se había hecho para reafirmar en el campo de batalla el principio de la nacionalidad y la protesta constante del inconsulto hecho de la Anexión; si se tiene en cuenta la repercusión que tuvo en la conciencia pública el vil asesinato de 407 408 César A. Herrera Salcedo antes de transcurrir un mes de la instalación del gabinete; si se especula un poco con la actitud siempre persuasiva, que Salcedo y el mismo Luperón pusieron en juego para contrarrestar los brotes reaccionarios y sumar a la causa a todos los dominicanos sin el discrimen de pasadas banderías políticas; si se consideran, en fin, los giros que la política española estaba tomando respecto del caso de la Anexión en Santo Domingo. Si se tiene en justa estimación todo eso, puede concluirse que si ciertamente el fermento del politiqueo quebrantaría la estructura del Gobierno y tendría nefastas proyecciones en lo porvenir, no menos cierto es que, sin negar la organización general que dio el gobierno de Polanco a la administración pública, no fueron por sus privativas providencias por lo que siguió adelante el carro de la guerra arrollando las huestes de España, y menos puede concederse que ese régimen salvase por sí y en razón de sus potestades la causa de la Restauración. Estaban igualmente enardecidos el mismo sentimiento de libertad y patria en el pueblo, el mismo ardor guerrero en los soldados leales a la causa y se consideraban las mismas principales posiciones conquistadas con excepción de Monte Cristi y Puerto Plata. ¡Presidente!... dijeron en sus puestos los generales Luperón, Manzueta, Monción, Pimentel, García, Rodríguez, Cabrera, Reyes, Tolentino, Cabral y otros tantos paladines alumbrados ya por los fulgores de la gloria. Ahí están prestos al combate con el mismo denuedo y fe en el triunfo definitivo de la idea restauradora por la que combatieron desde la rebelión de Moca, en las líneas del Noroeste, del Este y del Sur. El Manifiesto de Gaspar Polanco del 15 de octubre del segundo año de la Restauración, 1864, no pudo acallar el ruido triunfal de aquellas armas ni el loor de las apoteosis con que fueron saludados más de cien victorias y exaltados sus heroicos paladines. Sin duda, el manifiesto fue elocuente y reconfortante y nos trae a los cien años de aquellas gestas el clima del civismo y del patriotismo dominicano, ayer como hoy siempre en guardia; y no es menos cierto que aunque Polanco trató de reanudar las conferencias con Gándara en pro del canje de prisioneros y de la paz, la proclama alcanzó sus alientos con las noticias filtradas por Haití Anexión-Restauración 409 de que el «Ministro Narváez entraba en el poder con la condición previa del abandono de Santo Domingo», y que los dominicanos, gracias a su patriotismo, sus luchas y sacrificios, iban a obtener de los cambios políticos de la Corte, lo que Gándara no pudo darles valiéndose de las intrigas de las desavenencias del partidismo que derrocó el régimen de Salcedo y de las perturbaciones que siguieron al asesinato de este. En verdad, aunque algunas circunstancias pueden hacer aparecer a los dirigentes como inclinados a una paz nada honorable para la causa de la Restauración, y de que de sus desavenencias esperase el general Gándara la paz en las mejores condiciones para el pundonor de los soldados españoles, no le cupo la menor duda de que el sentimiento patriótico tenía al respecto la última palabra contra las pasiones de los jefes y a pesar de los intereses personales manifiestos u ocultos que estuvieron en juego. Es muy elocuente en este sentido que a raíz del reanude de las conferencias que intentó Polanco, le expresara Gándara al ministro de Guerra: «Temo que el Gobierno rebelde, aun cuando tenga un gran deseo al hacer la paz, no tenga autoridad suficiente para hacerse obedecer de las turbas armadas». El manifiesto de Polanco al país echó por tierra ese juicio de Gándara. Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. Gaspar Polanco, general de división, presidente del Gobierno Provisorio, etc., etc. El querer general de los pueblos y la aclamación unánime del Ejército Libertador me han llamado a ocupar la primera magistratura del Estado, desconociendo la autoridad que con el mismo carácter ejerció durante un año el general José A. Salcedo. La salvación de mi Patria reclamaba de algún tiempo atrás una reforma y solo bajo de este convencimiento me determiné a acaudillar el hecho que la produjo, bien ajeno de ambiciones personales. Habría deseado que la elección popular no hubiese recaído en mí para la presidencia del Gobierno Provisorio, y si me 410 César A. Herrera he sometido a ella lo he hecho solo para dar una prueba de acatamiento a la soberana voluntad de mis conciudadanos, imponiéndomelo como un sacrificio más en obsequio de ellos; y dispuesto a confirmar esa verdad el día en que se reúna la Convención Nacional, ante la cual depondré el poder de que se me ha revestido. La nación entera conoce bien las causas que han motivado la destitución del general Salcedo, pues no de otro modo pudo generalizarse el descontento que causaba su presencia en el Gobierno; pero yo no puedo eximirme de reseñarla tanto por mi satisfacción propia como para preservar a los dominicanos de cualquier calificación injusta con que sus enemigos intentan afrentarlos. Hace tiempo que la gloriosa Restauración iniciada en agosto para expulsar de nuestro suelo el despotismo ibero había perdido el vigor de los primeros días; a las victorias increíbles y a los hechos de armas portentosas han sucedido el desaliento y la inacción, y tal estado de decadencia, alentando las esperanzas de nuestros enemigos, inducíales a concebir la posibilidad de vencernos; y así era forzoso que aconteciese porque el primer mandatario de la Nación, alejado siempre del centro Gubernativo, destruía inconsultamente las mejores disposiciones del Gobierno y las anulaba sin consideración. Esta conducta, produciendo embarazos difíciles de vencer, contrariaba sin cesar la marcha de la Revolución; y existiendo un Ejecutivo en campaña y otro en la Capital, no existía en definitiva Gobierno alguno. Pensaba también el general Salcedo merecer el título de magnánimo, tolerando las demasías de los españoles, en tanto que esta tolerancia culpable cuando la energía era un deber, daba por resultado debilitar el espíritu público, constituyéndose involuntariamente en el candidato de una reacción, que si bien no debía tener éxito, pudiera poner la Patria en gran peligro. El ansia inmoderada de popularidad impulsaba frecuentemente al general Salcedo a decretar crecidas erogaciones de papel moneda, contrariando la voluntad de sus colegas en el Gobierno, para comprar a alto precio algunos voluntarios y Anexión-Restauración 411 aumentar así el crédito de la moneda, destruyendo de todo punto la base de nuestro sistema financiero. Perseverante en la idea de anular los actos de sus colegas, destruyó el Gobierno creado en 14 de septiembre de 1863 por elección general, porque este, en uso de sus facultades, había confirmado la sentencia de muerte que el Consejo de Guerra pronunció contra un traidor convicto y confeso constituyéndose desde luego el general Salcedo en dictador absoluto de la nación, sin consultar la voluntad de ella; creó arbitrariamente un Ministerio y reasumiendo los derechos de un pueblo que pelea por la libertad, cercenó esta y desorientó la opinión nacional; pero su dictadura poco atenta a la administración de los negocios públicos, y absorbida toda en su persona, dejaba desmoronarse poco a poco la grandiosa obra del 16 de Agosto, entregado a diversiones y placeres frívolos, que manchaban la dignidad del pueblo dominicano, cuya representación había absorbido. Los actuales representantes del Gobierno Español, que en vista de tantos desaciertos llegaron a concebir la posibilidad de una sorpresa diplomática iniciaron negociaciones de paz, y el general Salcedo ansioso de ella, diputó a Monte Cristi una compuesta de los generales A. Deetjen, Julián B. Curiel, Pablo Pujol, Pedro A. Pimentel y el coronel Manuel R. Objío, celebrándose algunas conferencias con el señor teniente general don José de la Gándara, cuya malicia, sorprendida por la Comisión, movió a esta a cortar las relaciones establecidas y regresar al campo dominicano dando el grito de alarma. El general Salcedo, adormecido por su sueño de paz, había completamente descuidado los cantones próximos a Monte Cristi; y aunque la actitud del pueblo y el eco de aquella alarma le indujeron a lanzar una alocución belicosa, concibió sin embargo la idea de diputar otra comisión, que probando su debilidad para con los enemigos, humillase la dignidad nacional. En medio de estas dilaciones y abandono le sorprendió el movimiento popular que produjo su caída, y los patriotas, reanimados por este hecho, han sentido renacer en ellos el 412 César A. Herrera vigor revolucionario que las circunstancias reclamaban. Yo me he complacido en dirigirles, penetrado de la necesidad que tal reforma exigía; con ella se ha asegurado la moralidad dominicana; ella ha dado nuevas garantías de triunfo a nuestra causa; ella ha salvado nuestra libertad. Si España persiste en su propósito de someter el pueblo que represento, y la guerra sigue siendo inevitable, mayores habrán de ser nuestras glorias; si ella quiere la paz, el camino para alcanzarla está expedito; los dominicanos rechazan su dominación; que desista de querer imponérsela. Mi presencia en el Gobierno es la representación del pensamiento nacional, que no tiene otro objeto sino la expulsión del enemigo común; arraigar el orden, el vigor republicano, la economía en la Hacienda Pública; regularizar y metodizar el servicio y activar con resuelta constancia la obra de la Restauración que el pueblo dominicano se ha propuesto. Creo haber cumplido con mi deber haciendo la presente exposición y anunciando mi programa: el mundo imparcial juzgará de los hechos. Santiago de los Caballeros, 15 de octubre de 1864; 21 de la Independencia, 2º. de la Restauración. Gaspar Polanco. Ni este manifiesto ni las razones aducidas para justificar el derrocamiento del Gobierno Provisorio de Salcedo y hasta su muerte podrán jamás cohonestar el horrendo crimen; y muchos de los elementos de juicios expuestos para repudiarlo e incriminarlo como cómplice de García no se han acreditado como irrecusables en la historia de la Restauración. Más adelante veremos en la carta que en relación con esas conferencias remitió a Gándara don Pablo Pujol, la austeridad cívica y la conciencia de la dignidad ciudadana con que concurrieron nuestros comisionados a las conferencias promovidas, no por Salcedo, sino por el mismo Gándara, mediante la oficiosa diligencia ante Pujol, del amigo de Gándara señor don Federico Echinagusia en Turquilán. De otra parte, no creemos que «la conjuración que produjo la caída de Salcedo» hiciera renacer el vigor revolucionario que Anexión-Restauración 413 las circunstancias reclamaban. Creemos sí, que la toma de Monte Cristi, el ataque de Puerto Plata y la conjuración fueron parte del descontento y del languidecimiento de la lucha; que esta redobló su entusiasmo no por ninguna cualidad excepcional de Polanco sobre las virtudes de Salcedo, patricio como él, con todos sus deplorables defectos, más humano, más tolerante y tal vez menos ambicioso de popularidad y de poder que él. La verdad inconcusa es, como dice el general Gándara, «que Polanco y sus conjurados aprovecharon las circunstancias que se les venían a las manos para hacerse dueños de la situación y pretendieron, desde luego, reanudar conmigo las negociaciones que interrumpía el violento golpe a que les impulsó la noticia de la entrada de Narváez en el Gobierno de España con resolución de cambiar la política de Santo Domingo abandonando la Isla», y Gándara agregó: «Los documentos oficiales que reproducimos, tomados del citado Boletín de Santiago, son bien extraños y por más que su ruda malicia disimule en ellas que la verdadera causa del golpe de Polanco era la entrada del ministerio de Narváez que, la última hora del Boletín descubríala palmariamente diciendo, entre otras cosas: «Sabemos de seguro que la cacareada expedición de 30,000 hombres se ha disuelto». El general Gándara, protagonista de aquel drama trágico de nuestra Restauración en sus últimos días, como capitán general de la isla, ha legado a la historia una serie de sentencias en relación con el asesinato de Salcedo que el historiador no puede soslayar ante los juicios apasionados que pretenden amenguar la estatura moral y el innegable patriotismo del héroe. Ni Polanco, ni los comisionados a las conferencias de Monte Cristi están exentos de la posible culpabilidad de apostasía que se insinúa en estas palabras de Gándara: Casi a la par con la noticia del cambio de ministerio que yo recibí algunos días después por correo, una carta de Pujol me manifestaba que no podrían reanudarse las negociaciones, ni volver los comisionados a mi campamento en el plazo de una semana como se habían ofrecido, porque el Gobierno César A. Herrera 414 de Madrid iba a darles, sin condición alguna, todo lo que yo les ofrecía a trueque de una sumisión absoluta. Aquella carta, después de todo, solo venía a comunicarme lo que era consecuencia del hecho ocurrido en España; una vez más sucedió entonces lo que es harto frecuente en aquellos desgraciados países; parte de los comisionados que estuvieron en mi campo se entendieron con los intransigentes y con Gaspar Polanco, que mandaba las fuerzas insurgentes cerca de Puerto Plata, para dar un golpe y suplantar violentamente a Salcedo, presentándole como traidor que había querido hacer la paz con los españoles. El 10 de octubre se dio el grito de Santiago, y, preso el infeliz Salcedo con aquellos generales más hombres de bien que no habían entrado en la conjuración, fue Polanco electo Presidente del Gobierno Provisional y dio entrada en el nuevo ministerio a tres de los infieles comisionados, Pujol, entre ellos. Salcedo fue víctima entregada por estos para salvar su responsabilidad y acaso sus cabezas […] Y agrega: Puestos de acuerdo con Polanco, aprovecharon hábilmente las circunstancias, que se le venían a la mano para hacerse dueños de la situación, pretendieron desde luego reanudar conmigo las negociaciones que interrumpía al violento golpe a que los impulsó la noticia de la entrada en el Gobierno de España, con la resolución de cambiar la política de Santo Domingo abandonando la Isla. Polanco y sus satélites hallaban en esa situación la inmensa ventaja sobre Salcedo de poder presentarse a sus conciudadanos como salvadores del país, mientras que aquel acababa de convenir de hecho por la mediación de sus comisionados en una sumisión incondicional a España. CAPÍTULO XXXIII GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Un juicio lamentable de Objío acerca de la muerte de Salcedo. Optimismo en el triunfo de la causa restauradora. Proclama del vicepresidente don Ulises F. Espaillat. Síntesis de las compañas de las líneas del Sur y del Este. Calamitosa desocupación de El Seibo por las tropas del brigadier Baldomero de la Calleja. Un relato del general Gándara. No podemos aceptar sino como injusto y despiadado el juicio de Rodríguez Objío según el cual «por un medio inicuo obtúvose un resultado útil a la causa del país», y calificamos como desprovista de todo sentimiento generoso la expresión del mismo comentarista «al sucumbir Salcedo bajo la cuchilla de la sospecha, los verdaderos culpables temblaron amedrentados en el seno de sus traidores conciliábulos y las intrigas de los reaccionarios fueron desapareciendo, hasta dejar campo libre a los patriotas […]. Salcedo, hombre de la restauración, personaje eminente no había tenido el derecho de ser benigno o indiferente para ellos […] la muerte de Salcedo cortó para siempre la serie de complots reaccionarios que tanto habían contrariado la marcha de la revolución». No alcanzamos comprender cómo puede levantarse alguien en el escenario de la historia a batir palmas al puñal que mata arteramente, que asesina por sospecha; ni cómo puede acreditarse el 415 César A. Herrera 416 juicio condenatorio de quien, sin aquilatar la estatura moral del que habiendo sido uno de los dioses mayores de la Restauración, lo arrastró al oprobio y escarnio de la posterioridad por errores no sancionados por los tribunales militares. Veremos más adelante hasta qué extremos llegaron las pasiones políticas, la suspicacia y los prejuicios tan pronto como el albor de la libertad resplandeció en los horizontes brumosos de la Patria… Es dificultoso creer que pocos días después, catorce del manifiesto de Polanco, se pudiera tozudamente sostener que la Revolución estaba muerta y que gracias a la conjura de este y al fusilamiento de Salcedo, despertó con el arresto y vigor que eran condición del triunfo de la causa redentora. Pues no, la Revolución no había muerto, ni aún estaba dormida; el ¿Quién vive? resonaba en todos los frentes, en todos los cantones, y en los confines de la tupida manigua el clarín lejano daba el rumbo sigiloso de las guerrillas en marcha. Plausible fue la Proclama de la llamada «renovación», porque en ella está el aliento redivivo de la Revolución que creyeron muerta los disidentes del Gobierno de Salcedo. Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. Gobierno Provisorio. Dominicanos: Hace catorce meses que el grito de Libertad lanzado en Capotillo resonó por toda la extensión de nuestra Patria inflamando en patriótico ardor sus bravos hijos. Las huestes invasoras arrojadas hacia el litoral por el empuje heroico de la Revolución, han permanecido allí hasta hoy, sin adelantar un solo paso en su plan de reconquista. El ruido de nuestros triunfos ha dado esplendor a nuestra gloria, y el mundo los refiere como una fábula de los tiempos heroicos. Muerta está ya la parte moral del diezmado ejército español, que no puede abandonar sus atrincheramientos; la expedición Anexión-Restauración 417 de treinta mil hombres se ha disuelto, y el espíritu nacional reanimado se apresta a consumar la grande obra de nuestra Restauración; la fe republicana se fortifica más y más; el Ejército Libertador se organiza y nuestras finanzas mejoran. ¡Dominicanos! El Gobierno que observa con placer la marcha de la Revolución; que estudia los movimientos del enemigo, y estrecha sus relaciones con el exterior puede y debe asegurase que nuestra Independencia está consolidada. La marcha triunfante de la Libertad en el suelo americano es ya un hecho consumado. ¿Quién la arrojará de su sagrado asilo? Dominicanos: A las armas. Santiago, 22 de octubre de 1864, 21 de la Independencia y 2 de la Restauración. El vicepresidente, Ulises F. Espaillat. Las Comisiones M. Grullón, J. B. Curiel. R. Leyba, P. Pujol y Manuel R. Objío. ¿Que el cambio del Gobierno español influyó en la reactivación de la guerra contra España? Tal vez, pero lo que no puede ponerse en duda es el hecho cierto y ya conocido de todos los dominicanos, incluso de los combatientes, que el sentimiento de la Corte era propicio, no al cese de la guerra, sino al retiro de todas las tropas de nuestro territorio y ese hecho no puede desestimarse como el más poderoso estímulo del enardecimiento de nuestros soldados, porque la idea de la reconquista de la Independencia y de la Libertad fue el pensamiento motriz en todo el curso de la guerra, ahora alcanzado el culmen de su realización no por obra exclusiva de Salcedo o de Polanco. El mismo 22 de octubre de 1864, día de la Proclama suscrita por el vicepresidente Ulises F. Espaillat y jefes de las Comisiones: Máximo Grullón, Julián B. Curiel, Rafael M. Leyba, P. Pujol y Manuel Rodríguez Objío; ese mismo día el teniente Araújo, en Arroyo Grande en El Seibo repelió un ataque con muchas pérdidas para el enemigo y obtuvo como consecuencia que las tropas de España evacuasen el cantón de Borrero; en un parte de guerra del general Manzueta se comunicó al Gobierno que en el camino de Guasa el coronel Santiago Silvestre sostuvo un combate desde las nueve de la mañana hasta muy entrada la tarde, en que unos setenta u 418 César A. Herrera ochenta hombres combatieron con doscientos españoles de tropa, que después de una carga al arma blanca se produjo la victoria a favor de nuestra causa con más de veinte muertos abandonados en el campo por el enemigo, y que en esos mismos días tomó a Guerra sin disparar un tiro el general Manzueta. En relación con la toma del pueblo de Guerra y de otros episodios circunstanciales dijo el general Eusebio Manzueta en su parte del 23 de noviembre lo siguiente: Hoy a las cinco y media de la mañana tuvo lugar mi entrada en esta población, sin tener que lamentar derramamiento de sangre dominicana. Como manifesté a mi Gobierno desde Higüero, había resuelto tomar a viva fuerza esta plaza en combinación con el general Marcos Evangelista Adón y con las fuerzas de él, las del Paso de la Muerte, Boca de Yabacao y Monte Grande la cual hubiera tenido efecto el miércoles, si en la noche del martes todas esas fuerzas no hubieran tenido que soportar en sabana rasa fuertes aguaceros, que mojaban enteramente sus armas y municiones. Este contratiempo me obligó a ordenar que cada partida fuese a cubrir su puesto hasta nueva disposición. En estos intermedios supe por mis espías que el enemigo intentaba desalojar la plaza, y dispuse acercarme anoche a sus inmediaciones con objeto de ver la realidad con la infantería y la caballería que tengo bajo mi mando, en el tránsito recibí comunicación del general Sandoval en que me suplicaba lo recibiese a él y a su familia, que estaba dispuesto a abrazar la causa, a lo que contesté satisfactoriamente. Anoche como a la una emprendió en efecto, el español, la marcha, no por el camino real de Monte Grande, sino por uno extraviado y pedregoso, queriendo evitar las fuerzas del general Marcos E. Adón, que estaban emplazadas aguardándole en la ruta principal. Cobardemente han preferido evadirse por una vereda llamada La Caleta, creyendo no hallar obstáculos, pero los bravos de Cayacoa y Carabela van en su seguimiento y Anexión-Restauración 419 es grande la mortandad. Muchos son los heridos y muertos y los efectos que recogen los nuestros… Se me han rendido ciento y pico de hombres con sus armas y municiones; paulatinamente se van presentado más, a medida que se penetran del modo con que se les trata […]. El día 11 de diciembre Manzueta participó al Gobierno que también Hato Mayor se había pronunciado por la Revolución; para esta fecha ya los españoles habían evacuado Los Llanos y Guerra y Blas Maldonado, con los criollos que había sacado de la guarnición de El Seibo, se adhirió a las milicias dominicanas en Guasa y era inminente la caída de El Seibo al empuje impetuoso del general Eusebio Manzueta, quien había concentrado sus tropas a poca distancia en el glorioso campo de Palo Hincado. En efecto, un parte de guerra del día 16 de diciembre de 1864 anunció la ocupación del pueblo por los soldados de Manzueta victoriosos en cien combates y el mismo intrépido general anunció que Macorís y Sabana de la Mar habían enarbolado la bandera de febrero secundando así las adhesiones, los pronunciamientos y las victorias sucesivas que estaban precipitando en el Este la evacuación de las tropas extranjeras diezmadas por la guerra, por la malaria y la buba, el general Anofele fue el más constante y fiel de los conmilitones de Manzueta en los marismos y cenagosas campiñas de aquella línea. En el Sur el espíritu de la sublevación estaba sacudiendo a los indiferentes que se habían mantenido sumisos al régimen de la Anexión, las tropas españolas eran batidas y derrotadas en Fundación y Otra Banda, las avanzadas del general José M. Cabral acometieron con buen éxito a una columna que marchaba sobre San Juan y se vieron forzados a cambiar de ruta hacia Neiba que fue tomada, pero sin provecho permanente porque el general José María Cabral, conocedor de la manigua del Sur, marchó con sus intrépidos soldados victoriosos en las jornadas de las guerras de Independencia y el memorable 5 de diciembre libró una de las más resonantes acciones del Sur, en La Canela, con un saldo para el enemigo de setenta y dos muertos y once prisioneros con cuarenta 420 César A. Herrera mulas y mucho parque como bajas del combate, extremadamente infausto para las tropas españolas sorprendidas por las descargas de la fusilería desde un bosquecillo pegado a La Canela y al otro día cayó Neiba en poder de Cabral. En el Norte y Noroeste, salvo uno que otro episodio heroico, nada de trascendencia ha merecido la cita de la historia. La razón es obvia, los combatientes de ambos mandos conocían ya la disposición de la Corte a poner término a la guerra y devolver a los dominicanos su Patria, su Independencia y su Libertad. Las tropas de Gándara situadas en sus reductos de Monte Cristi y Puerto Plata no contemplaron ninguna acción bélica que no fueran aquellas que debían de ejercitarse para mantener el honor de su bandera y allí aguardaron el desenlace que les abriera los horizontes del océano hacia España, y la única importancia que revistió todo el apresto de Polanco para movilizar dos mil hombres y recuperar a Monte Cristi fue el énfasis que quiso poner en la historia de su vigor y poderío. Los triunfos de las líneas del Norte, del Noroeste y del Sur marcan ya en estos días el fin de las jornadas restauradoras y cabe aquí presentar en forma sucinta algunas notas de la obra del general Gándara acerca de los episodios de El Seibo y de la forma como se comenzó a dar cumplimiento a la orden de concentración de las tropas españolas en Santo Domingo. Relatan Gándara y González Tablas que de los diversos en el Cuey, en uno de ellos se combatieron los españoles al machete contra nuestras tropas capitaneadas por Bernardino Pérez con más de veinte bajas en nuestras filas. En esa acción, que fue el día 7 entraron en combate fuerzas del batallón de la Reina y de las Reservas. El incremento que alcanzó la revolución en El Seibo determinó que se pidiesen refuerzos a Azua y en el vapor Europa arribó a la boca del Soco el segundo batallón de Tarragona y el día 19 se dio una batalla en Arroyo Salado en que nuestros soldados fueron puestos en derrota. Este pleito tuvo ocasión cuando nuestras guerrillas salieron de súbito contra un convoy que conducía a Hato Mayor el comandante Catalán con 190 hombres bajo su mando. Anexión-Restauración 421 El esfuerzo del batallón de Tarragona le permitió al brigadier Baldomero Calleja la reorganización de sus fuerzas y encomendó al coronel Rafael Santana una columna volante para limpiar de guerrilleros que atacaban a los convoyes a lo lago de su ruta. Después que nuestras tropas asaltaron a Santa Lucía, cerca de la población de El Seibo, fueron acometidas el día 24 por una columna de doscientos cincuenta hombres capitaneados por el general reservista don Eugenio Miches, pero fue repelido por los nuestros hasta el Cuey donde tuvieron que ceder y replegarse ante el ataque de las reservas que vinieron en su auxilio al mando del coronel de la reserva Florentino González. Por esos días, la Real Orden del 14 de octubre de 1864 determinaba someter a la Corte, la cuestión de Santo Domingo y la concentración de las tropas en la fortaleza del Ozama, mientras otra acción importante en el Cuey tuvo efecto los días 7 y 8 de noviembre cuando doscientos soldados del ejército, ciento noventa de las reservas y una pieza de artillería de montaña a las órdenes del general Miches, batió con buen éxito a nuestros soldados que no vencidos siguieron hostigando con denuedo redoblado en todos los frentes a las tropas enemigas. Y ya no quedaba otro recurso que el abandono de aquel último escenario de la Guerra Restauradora pudiera decirse; y el día 11 de diciembre, a las siete de la mañana levantó Calleja el campamento de El Seibo, como Alfau había levantado el de Guanuma… y emprendió el movimiento de retirada con más de ochocientos enfermos y heridos que ocuparon todos los caballos en aquel penoso convoy, de aquella columna larga y penosa que de improviso se vio atacada por la retaguardia, por la vanguardia y por los flancos al llegar al paraje de Santa Lucía, para disputarle el paso de Las Cuchillas. Dice Gándara que en todos los puntos fue rechazado el enemigo vigorosamente, que se peleó al arma blanca, que a las tres de la tarde «el enemigo, duramente escarmentado tuvo que retirarse y la columna llegó al Bejucal donde vivaqueó aquella noche». Luego se produjo la evacuación de Higüey el 24 de diciembre llevándose en su marcha trescientos veinte y seis enfermos y muchos civiles comprometidos en la Anexión. César A. Herrera 422 Pavorosa retirada Dejamos a la pluma del general Gándara el breve relato de la desocupación de El Seibo, para que no se pierda ningún detalle de sus peripecias durante la marcha hasta el instante mismo de su embarque. Cuenta Gándara que esta ...marcha fue muy penosa. La imposibilidad de dejar enfermo alguno por gravísimo que su estado fuese a merced del enemigo porque este hacía en El Seibo la guerra sin cuartel, obligaba a llevarlos a todos en la columna; y como hubiesen algunos moribundos, había que llevarlos en camilla atados sólidamente a las acémilas circunstancias que producía un nuevo embarazo, cual era de irlos enterrando a medida que morían durante la marcha, a fin, de evitar que sus cadáveres fueren profanados por aquellos bandos, práctica que siempre hubo que seguir en El Seibo con los que morían en el campo. Añádanse a tantas dificultades las malísimas condiciones del camino, en el que había hoyos donde el soldado se hundía en el fango hasta la rodilla, podrá tenerse idea de las penalidades sufridas en aquellas jornadas por nuestro ejército… El enemigo lo atacó por retaguardia y flanco derecho al llegar a Los Mameyes siendo vigorosamente rechazado por fuerzas de la Reina y San Marcial y tuvieron lugar a distinguirse sus bizarros jefes Zarzuelo y Sostrada. Igual suerte tuvo otro ataque al centro de la columna que rechazó personalmente Calleja con la Compañía de Granaderos. Las tropas tomaron posiciones sobre las alturas de Chavón, empezando el 26 el embarque en los vapores Pizarro, Águila y el transporte No. 3, que después de conducir a Santo Domingo los enfermos y el material y ganado regresaron a la rada de Chavón para embarcar el personal que lo efectuó el día 28. CAPÍTULO XXXIV GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Conjuración de Pimentel contra Polanco. Reacción del Gobierno frente a la conjuración. Embarazosa misión de Luperón. Particularidades de las instrucciones que le dio el Provisorio al general Luperón. Documento del vicepresidente Ulises F. Espaillat acerca de la conjuración y abdicación del Gabinete de Polanco. Aunque las negociaciones con la mediación de Geffrard para el canje de prisioneros y la paz abarcaron un período comprendido entre las postrimerías del régimen de Salcedo hasta los últimos días de la dictadura de Polanco en que culminó con la abrogación del Real Decreto de la Anexión, hemos creído más conveniente posponer el relato de los acontecimientos de este breve lapso, y darle prioridad a los sucesos que tuvieron comienzo con la conspiración del general Pedro Martínez y del general Pedro Antonio Pimentel hasta el derrocamiento de Polanco y la dramática abdicación de su Gabinete. Esto así, con objeto de que tanto las conversaciones oficiosas del comienzo de la mediación hasta su conversión en las negociaciones diplomáticas que en la Corte convinieron el retorno de la República Dominicana al goce de sus prerrogativas de pueblo libre y soberano no pierda la natural ilación que asegure el orden lógico de su particular proceso. 423 424 César A. Herrera Así, pues, veamos lo que ocurrió después que el 27 de diciembre de 1864 se enteró el Gobierno de la conjuración que estaban fraguando los generales Martínez y Pimentel. La reacción del Provisorio fue de franca tolerancia, de persuasiones diligentes para satisfacer en alguna forma las ambiciones y las pasiones que el larvado partidismo comenzaba a fomentar en los albores de las libertades políticas. En realidad, lo que buscaban, lo que querían los protagonistas de la conjuración era simplemente el Poder; el Poder, sin mediación de nadie que fuera extraño a su programa y, tal vez, a su malhadada divisa en pro de un tercer Estado libre e independiente en el Nornoroeste de la Isla, frustrado por la vigorosa realidad histórica de los dos pueblos que se comparten su soberanía. Pertinaces fueron las diligencias que hizo el Consejo de Ministros de Polanco para atraer al seno del Gobierno al general Pedro Martínez; y nada obtuvo con ofrecer a Pimentel la cartera de Guerra y hasta la presidencia de la República que incluso se le ofreció con un rasgo de desprendimiento poco usual. Pimentel sí quería el Poder; pero quería alcanzarlo mediante un movimiento revolucionario radical e incidental, como suelen decir los sediciosos de todas las banderías que enarbolan los rojos pendones de la guerra civil. Él y sus conjurados propugnaban por el derrocamiento total del Gobierno y la persecución de los miembros de su gabinete, sin parar mientes en la pulcritud de muchos de ellos y en el acendrado patriotismo con que se consagraron a servir con fidelidad la causa de la Restauración. El Gobierno encomendó a Luperón la misión de apaciguar y atraer a su seno al general Pedro Martínez, que se dispuso a cumplirla después que Polanco le permitió indagar las causas que movían al «Gobierno a proceder severamente contra dicho señor»; porque se creía, agregó, «bastante acreditado con el Gobierno para poder salir garante por el general Martínez». A estos pensamientos de Luperón dio Polanco el mismo día 6 de enero de 1865 la siguiente respuesta: Anexión-Restauración 425 Señor general Gregorio Luperón, La Vega. Mi estimado amigo y compañero: Contestando su muy atenta de hoy, debo decirle que Ud. como verdadero centinela de la Patria, puede y debe hacerme todas las demandas que crea oportunas, cree que ellas se relacionan con la cosa pública […]. Habiendo llegado al conocimiento del Gobierno que el general Pedro Martínez, lleno tal vez de miedo, tomó el partido de fugarse, dispuse escribirle con el señor José Lebrón, sujeto que siempre le acompaña, manifestándole que podía con toda seguridad presentarse al Gobierno. Aún no se ha dignado contestar, sin embargo; hoy me ha ofrecido el general Reyes Marión tomar a empeño la conciliación que hemos ofrecido al dicho general Martínez; pero si desatendiendo esta generosidad, insiste en su rebeldía, el Gobierno estará en el duro caso de tomar medidas serias. Pero nada provechoso para la paz pública fue el avenimiento de Martínez porque los sediciosos continuaron alentando en las filas de los soldados y en la conciencia popular el espíritu de la insurrección; inútiles fueron los expresados temores del Gobierno del daño que ese brote de guerra civil le hacía a la campaña en pro de la Restauración y menos beneficiosa fue la promulgación del decreto, mediante el que se convocó la Asamblea Nacional para el 27 de febrero. Ninguna de las providencias tomadas pudo conjurar la sublevación que ya había propagado en toda la Línea Noroeste la consigna de las hostilidades, con mengua del sentimiento de la revolución restauradora y postergamiento de cuanto se había puesto en juego para el canje de prisioneros y la consecución de la paz. Las pasiones del partidismo, los intereses de facciones y la egolatría que suele despertar la alta jerarquía del mando, o la preeminencia de circunstanciales propiciaciones políticas, comenzaron a desestimar los verdaderos valores de ese honorable patriciado que alcanzaron 426 César A. Herrera los héroes y prohombres de la Restauración y, una vez derrocado el Gobierno, lo epilogaron con la difamación y el escarnio, como para justificar los desacatos con que habían vulnerado todo principio de autoridad, alterado el orden público y preterido la primordial idea de la redención nacional. La marcha precipitada de Polanco al escenario de la conjuración ni su presencia en Dajabón surtieron ningún beneficio y más bien agravaron la situación al extremo de que el Provisorio, al retorno del Ministro de Relaciones Exteriores, que llegó a Santiago procedente de Dajabón a las 7 de la noche del 11 de enero, llamó angustiosamente a Luperón, entonces Gobernador de La Vega, en la forma siguiente: Gobierno Provisorio. Comisión de Guerra. Ciudadano general gobernador civil y militar de La Vega. Sírvase Ud. con toda la brevedad posible, enviar a esta toda la tropa que tenga acuartelada en esa y la que haya en Moca, pues así se requiere de toda urgencia. Dios y Libertad. El Presidente Polanco. La Comisión de Guerra; J. B. Curiel. Pero ese requerimiento no se limitó al simple envío de tropa; la gravedad de los acontecimientos era apremiante, ya los conjurados que en Dajabón, con el apoyo de Monte Cristi, pronunciaron el desconocimiento de la autoridad de Polanco, habían sublevado casi todos los pueblos fronterizos y hecho acto de presencia en Guayubín donde organizaron la marcha sobre Santiago, que debían salir, una de Moca, al mando del general J. de J. Salcedo; y otra de Guayacanes bajo las órdenes del general C. Medrano. Muchos de los más notables prohombres de la guerra restauradora estaban implicados en ese movimiento. La historia ha señalado, entre ellos, los nombres de los generales Antonio Pimentel, Benito Monción y Federico de Js. García; tildados los tres como los auténticos autores del pronunciamiento de Dajabón. Con estos generales provistos de fuertes contingentes de tropas levantadas en diversos cantones, la marcha sobre Santiago estaba en pie y ya no bastaban solo los refuerzos pedidos a Luperón, sino Anexión-Restauración 427 también parecieron necesarias la sugestión de su personalidad y su intrepidez y bizarría en cien combates para combatir a sus propios conciudadanos, leales como él, a la causa restauradora, contra sus mismos compañeros en la cruzada y, con ese propósito, incalificable a la luz de la sana razón, le remitió al Gobierno Provisorio el siguiente despacho: Gobierno Provisorio. Comisión de Guerra. Santiago, 16 de enero de 1865. Ciudadano general Luperón, etc. Por resolución de esta fecha ha dispuesto esta Superioridad nombrar a Ud., como por el presente le nombra, jefe superior de operaciones en las Líneas del Noroeste y delegado del Gobierno en las mismas, con la misión de reestablecer el orden en aquellos lugares, donde una insurrección inmotivada ha alterado y comprometido la seguridad del país, que como Ud. sabe está amenazado por un enemigo tenaz. Al efecto se pasa a Ud. un pliego de instrucciones, para que se sujete a ellas, y proceda como mejor crea en todo lo que no le prescriban Ud. procurará entenderse con el general J. A. Polanco. En esta misma fecha se comunica a los generales de aquellas Líneas, para que le acaten y reconozcan como su Jefe inmediato. El Gobierno, al confiarle tan grave misión, se promete un feliz resultado, confiando en su honor militar y en el verdadero patriotismo que a Ud. caracteriza complaciéndose en manifestar que la nación escribirá por ello una hermosa nota en su singular hoja de servicios. Dios y Libertad. El presidente G. Polanco. Refrendado J. B. Curiel y Adjunto. Y a continuación el pliego de Instrucciones: César A. Herrera 428 Gobierno Provisorio. Comisión de Guerra. Santiago, 16 de enero de 1865. Pliego de Instrucciones, que se pasan al general G. Luperón, jefe superior de operaciones de las Líneas del Noroeste, y delegado del Gobierno en las mismas, para que cumpla de conformidad a ellas la misión especial que por resolución de esta fecha ha acordado el Superior Gobierno someterle a cargo de proceder de acuerdo con el general Juan A. Polanco en todo aquello que no prescriban las presentes instrucciones. Primero: El ciudadano general Gregorio Luperón pasará a las Líneas de Guayubín y Dajabón, y donde, como jefe superior de operaciones mandará todas las fuerzas que allí existan. Segundo: El general Luperón permanecerá en ese destino hasta nueva disposición de esta Superioridad. Tercero: Los particulares que evacuará con toda urgencia desde el momento en que penetre en aquellas Líneas serán: 1º Restablecer el orden público; hacer respetar las autoridades que estén de buena fe y legalmente constituidas; 2º Remover todas aquellas cuya conducta diere lugar a ello, hasta que la marcha regular de la cosa pública siga su debido curso; 3º Proceder con todo empeño a la captura de los prevenidos generales Pedro A. Pimentel y Benito Monción, y se le recomienda evitar la efusión de sangre dominicana que tan preciosa es, para que no se diga que durante nuestra Restauración ella fue derramada de otra suerte que en defensa de la Patria. Dios, Patria y Libertad. El presidente, G. Polanco. La Comisión de Guerra, J. B. Curiel. ¡Oh numen de la guerra! ¡Oh Patria! Aún no habían cubierto las flores del batatillo de Maimón la tumba de Salcedo cuando la ciega pasión de las discordias fratricidas olvidaba su holocausto; víctima propiciatoria inmolada en el ara del numinoso Dios de las guerras civiles. Anexión-Restauración 429 No se me arguya que Pepillo Salcedo era cubano de nacimiento, porque él, como los dominicanos que cayeron de cara al sol combatieron en la manigua cubana por la libertad de la Patria de Maceo y de Martí, merecía bien de la Patria y el honor de la nacionalidad del suelo en que vivió como aquellos que consagraron su vida a la libertad cubana; que Cuba exaltó a la gloria y cubrieron sus cuerpos de héroes caídos en la contienda con el lábaro de la estrella solitaria. Pero Luperón, que había arrebatado la vida de Salcedo de las garras de sus gratuitos asesinos en la frontera, que cuando supo el hórrido asesinato fue al seno del Gobierno y con autoridad moral magnífica recriminó y condenó la comisión de aquel crimen y aconsejó con acento de admonición que los Ministros renunciaran de sus respectivas carteras… sin que nadie argumentase nada, nadie quisiese sincerarse en aquel momento y sin que nadie renunciase ni protestase… aunque nada obtuvo dejó para el comento de la historia la vaga sospecha de complicidad por omisión y un fatal augurio en la conciencia del pueblo. ¿Qué va a ocurrir? ¿Cuál va a ser ahora la conducta de Luperón respecto de esa conminación que lo exaltó de súbito a la condición de árbitro absoluto de aquella guerra civil cuyos comienzos se le hizo aparecer como cómplice? Pero las cualidades que adornaban a Luperón lo sacaron limpio de esa acusación. Algo debían valer en su defensa de Salcedo, su repudiación del crimen y esa postura de garante au trance de Federico García… quizás se apeló a esa misión para descubrir sus ideas y su sentimiento respecto de esa insurrección. Luperón puso como condición previo el compromiso de que todos los culpables fuesen perdonados, intimó responsablemente esa resolución al Gabinete reunido en pleno, pues se habían incorporado don Manuel Ma. Valverde y Pedro F. Bonó. No se aceptó la propuesta de perdón previo y su nombramiento fue abrogado aunque mediante el subterfugio de su nominación como Miembro Honorario del Gobierno nada menos que en representación del presidente Polanco. En la misma fecha que el Provisorio dio a Luperón esa singular prueba de confianza asumió el presidente Polanco la jefatura de las César A. Herrera 430 operaciones y estableció su cantón general en La Peñuela. Allí se le comunicó la dimisión de su Gabinete y la noticia de que el día 20 se había pronunciado La Vega y en la tarde de ese día arteramente fue hecho preso en Jaibón donde se había concertado una conferencia con los jefes de la insurrección. Con este hecho y la dimisión del Gabinete quedaba consumada la gestión del Gobierno Provisorio de Polanco no sin que en su período gubernativo se produjeran muchos actos heroicos en pro de la causa restauradora, como ya hemos señalado, y se alcanzaran algunos progresos en las negociaciones para el canje de prisioneros y la concertación de una paz honrosa para la República y el día 21 de enero de 1865 con la alocución del Gabinete renunciante y el nombramiento del general Gregorio Luperón como Encargado del Poder Ejecutivo quedó fijado el término del Provisorio de Polanco. Transcribimos a continuación textualmente los documentos que fijaron en la historia este inopinado acontecimiento. Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. Gobierno Provisorio. Dominicanos: En estos últimos días ha tenido lugar un pronunciamiento en las comunes de Dajabón y Guayubín desconociendo la autoridad del Gobierno. Los miembros que lo componen pusieron inmediatamente su renuncia en las manos del general presidente, ciudadano G. Polanco, deseosos de evitar la guerra civil y dispuestos como siempre a sacrificarse por el bien público. Hoy cree el Gobierno de su deber abdicar el poder de una manera solemne, con ánimo de evitar que la situación se prolongue y que el enemigo común se utilice de ella. Dado en Santiago a los 21 días del mes de enero de 1865, 21 de la Independencia y 2 de la Restauración. El vicepresidente Ulises F. Espaillat. Las comisiones: J. B. Curiel. Anexión-Restauración 431 P. Pujol, R. M. Leyba, P. Fco. Bonó, M. Ma. Valverde y Ml. R. Objío. Y al general Luperón se le trasmitió el siguiente despacho: República Dominicana. Gobierno Provisorio. Ciudadano general G. Luperón. Ciudadano: El Gobierno ha creído de su deber abdicar hoy el poder de un modo terminante y solemne. La gravedad de las circunstancias así lo exige. Ud. se servirá encargarse de la conservación del orden y de la tranquilidad pública. Dios y Libertad. Ulises F. Espaillat. J. B. Curiel, P. F. Bonó, P. Pujol, R. M. Leyba, M. M. Valverde y Ml. R. Objío. CAPÍTULO XXXV GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Luperón encargado del Poder Ejecutivo. Alocución del general Luperón. Ocupación de Santiago por la «revolución reformista». Don Benigno Filomeno de Rojas, jefe del Gobierno. Exposición que hicieron al país los generales Pedro Pimentel, Benito Monción y Federico de Js. García. La actitud de Luperón como encargado responsable de las funciones ejecutivas del Poder en ese momento en que las rivalidades del personalismo político habían exaltado las pasiones, entre ellas el odio a los miembros del Gabinete y las ambiciones del Poder, debía ser de conciliación y de concordia, y sobre todo de apaciguamiento, de disciplina y de orden, tal como lo reclamaba el estado de las negociaciones de la paz. He aquí la alocución que al hacerse cargo interinamente del Poder Ejecutivo dirigió al país el general Luperón: Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. Gregorio Luperón, general de división de los Ejércitos Libertadores, gobernador de La Vega y Encargado provisionalmente de la conservación del orden público. Dominicanos: 433 434 César A. Herrera Al encargarme el Gobierno Provisorio que acaba de abdicar de la conservación del orden y de la tranquilidad públicas, cumple a mi deber exigiros obediencia y respeto a mis disposiciones. Estoy seguro de que vuestra moderación es una garantía de que me será fácil llenar mi delicado cometido. Dominicanos: Las disensiones civiles deben ahogarse en su cuna, así lo ha creído el Gobierno Provisorio, así debe comprenderlo el pueblo. Con el objeto de que las circunstancias se desenvuelvan de un modo feliz, envío ahora mismo una Comisión a los señores Jefes del Movimiento Revolucionario ofreciéndoles un recibimiento pacífico, y excitándoles a que mantengan el orden y la disciplina en medio de sus tropas; como también a que el cambio no sea motivo de venganzas. Dado en Santiago a los 21 días del mes de enero del año 1865, 21 de la Independencia y 2 de la Restauración. G. Luperón. De nada valieron los encarecimientos de tolerancia, persuasión, orden y disciplina proclamados por el señor encargado del Poder Ejecutivo, de nada la intimidación de la autoridad personal de Luperón ni el contingente de tropas que este tenía en la ciudad de Santiago, pues tan pronto como los soldados del llamado «movimiento reformista» entraron en el pueblo y lo ocuparon militarmente, el 21 de enero de 1865, una hora después, a las 6 de la tarde fueron reducidos a prisión y engrillados luego los honorables miembros del Gabinete de Polanco. Los «reformistas» echaron sobre los hombros del señor general don Benigno Filomeno de Rojas la túnica de Neso de aquel Gobierno no sin antes lanzar al país una serie de resoluciones para justificar la sublevación y los actos dictatoriales que estaban llevando a cabo. Entre estas en la del 24 de enero de 1865 comenzó a vislumbrarse el fatal augurio que quedó en suspenso en la conciencia del pueblo la noche que Luperón, con motivo del pavoroso crimen de Salcedo, aconsejó la dimisión a los miembros del Gabinete de Polanco. He aquí el texto de la resolución: Anexión-Restauración 435 Exposición que hacen a sus conciudadanos los generales Pedro Pimentel, Benito Monción y Federico García, Jefes del Ejército Expedicionario. Dominicanos: El cumplimiento del más sagrado de los deberes, nos obliga a daros hoy cuenta de las poderosas causas que nos impulsaron a aceptar la dirección del movimiento que los pueblos en el uso de su más inmanente derecho, acaban de efectuar; desconociendo el Gobierno Provisorio y sustituyéndolo con otro que mejor inspirado represente la verdadera voluntad nacional. Dominicanos: Cuando en los meses de agosto y septiembre del año 1863, allá en las montañas de Capotillo y en los campos de Dajabón, Jácuba y Monte Cristi, un puñado de hombres dieron el grito de «Patria o Muerte», sacrificando sus familias, quemando sus hogares y ofreciéndose en holocausto a la libertad de nuestra Patria, vendida por media docena de traidores al Gabinete de Madrid, el general José Antonio Salcedo fue uno de nuestros más aventajados compañeros y el más generoso de nuestros soldados. Su desprendimiento y su abnegación patriótica lo señalaban de antemano para presidirnos en la titánica lucha que habíamos emprendido. A duras penas no obstante se logró que aceptara la Presidencia del Gobierno Provisorio, marchando enseguida como simple soldado a recoger nuevos laureles en los campos de batalla. Corría el mes de octubre del año expirado: por entonces España, fatigada de la lucha y creyendo sorprender nuestro patriotismo, ofreció la paz. El presidente Salcedo, creyendo ser de su deber imponerse de las proposiciones del Gabinete de Madrid, envió al campamento español una Comisión, tal vez arrastrado por la generosidad de su alma que hizo preceder por dos oficiales españoles, prisioneros de guerra, de elevada graduación a quienes dio la libertad, queriendo quizás de este modo 436 César A. Herrera facilitar en cuanto fuera compatible con su propia honra, las negociaciones no contando con la perfidia y las asechanzas de sus enemigos, que aprovechando la ocasión le supusieron complicidad y crimen, donde solo había generosidad y profundo patriotismo; y de todo de lo que hicieran un pretexto, pérfidamente manejados, para acusarlo ante el tribunal desapercibido de la opinión pública. Cayó del poder el general Salcedo; pero no se detuvo aquí la acción de sus gratuitos enemigos. Los demás miembros del Gobierno Provisorio presidido por el general Gaspar Polanco, y para quienes el general Salcedo era sin duda un obstáculo, decretaron su muerte y se la dieron atroz, oscura y clandestina. […] Ante ese atentado la sociedad se estremeció y los hombres más notables de nuestra Revolución, oficialmente calumniados, vigilados, sospechados y vejados, midieron su peligro por su mérito. El diferimiento indefinido por el nuevo poder de la Soberana Convención Nacional, cuya convocatoria había decretado el desgraciado general Salcedo para el día 29 de noviembre expirado; y ante la cual deponía de antemano un puesto que no apetecía, aumentaba para todos el peligro de la situación y acusaba al Gobierno Provisorio de bastardas ambiciones de mando absoluto y personal, de que ya los pueblos le sospechaban y de que ya empezaban a experimentar abundantes pruebas. El Gobierno Provisorio no se detuvo allí: al crimen de asesinato añadió el delito de Peculado, y la imposición inusitada en el país de odiosos monopolios; la Administración Fiscal corría parejas con la política… Agotado el sufrimiento, fatigada la paciencia, y alarmado el patriotismo ante el espectáculo de tantos yerros y desaciertos, el pueblo, asumiendo sus derechos derrocó ese Gobierno y le retiró sus poderes. Ningún interés personal, ningún móvil indigno ha dictado nuestra conducta en estas dolorosas circunstancias. Le ofrecemos al pueblo nuestra dirección sin condiciones. Anexión-Restauración 437 Hemos llamado para presidirnos, mientras se reúna la Convención Nacional, el más ilustrado y el más puro de nuestros estadistas. Tranquilos esperamos el fallo del Gran Jurado de la Nación; su veredicto será, nos atrevemos a esperarlo, nuestra justificación, y ojalá, dominicanos, sea esta la última vez que la violación de nuestros sagrados derechos, la infracción de nuestras leyes patrias y el peligro común, nos obliguen a salir de la oscuridad de la vida privada, único favor que esperamos alcanzar tan pronto como la Revolución Nacional, solemnemente expresada, nos descargue de esta penosa responsabilidad. Santiago, 25 de enero de 1865. Pedro A. Pimentel, Benito Monción y Federico García. CAPÍTULO XXXVI GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Decretos acerca de la constitución del Gobierno y convocatoria de la Asamblea Nacional. Restablecimiento de la Constitución votada por el Soberano Congreso Constituyente de Moca, el 19 de febrero de 1858. Propuesta de fusilamiento de los Miembros del Gabinete de Polanco. La Asamblea Nacional nombra presidente de la República al general Pimentel. Proclama. Entre otros decretos expedidos el día 24 de enero de 1865 merecen la cita los encaminados a constituir el Gobierno de transición, a la convocatoria de la Asamblea Nacional y al restablecimiento de la Constitución votada por el Soberano Congreso Constituyente en Moca, el día 19 de febrero de 1858, reputada como una de las Constituciones más avanzadas de América, que ponemos al fin de este capítulo. No necesitamos ponderar la importancia de los referidos decretos, basta pensar que ellos vinieron a proveer de los prerrequisitos legales al Gobierno y a definir el status de su beligerancia no como una Provincia de España en rebelión, sino como un Estado, como una Nación sojuzgada que venía luchando por su Independencia y su Libertad. 439 César A. Herrera 440 Los dos primeros decretos de ese día conciernen a la estructuración y organización del Gobierno; en estos se instituyó lo siguiente: Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. Los generales, jefes expedicionarios; encargados interinamente por la voluntad del Pueblo y del Ejército del Poder Ejecutivo. Considerando: Que los Miembros que componen el Gobierno Provisorio han dimitido el mando y que por tanto ha quedado vacante el poder de que estaban investidos y la salud pública exige se organice una Junta Superior Gubernativa que rija interinamente los destinos de la Nación, hasta tanto se reúna la Soberana Convención Nacional; que ha sido convocada para reunirse el día 27 de febrero en la ciudad de Santiago de los Caballeros; Considerando: Que la sociedad no puede quedar acéfala y que es indispensable organizar un Gobierno interino, compuesto de hombres que, por su patriotismo y servicio públicos, inspiren confianza a la Nación, en las críticas circunstancias en que se encuentra comprometida y capaces de hacer frente a las exigencias del Estado. Han venido en decretar y decretan: Art. 1. Son llamados a formar la Junta Superior Gubernativa, con su asiento en la ciudad de Santiago de los Caballeros, los generales Eusebio Manzueta, José Ma. Cabral, Juan Antonio Polanco, Teodoro S. Heneken, Benigno F. de Rojas, Vicente Morel, Pedro Prud’homme, Pedro Martínez y Eusebio Pereyra y el ciudadano Sebastián Ponserrate. Art. 2. Los miembros nombrados que no residan en la actualidad en la ciudad de Santiago y que estén ejerciendo algún destino o mando militar, que no puedan abandonarlo sin Anexión-Restauración 441 gran detrimento del servicio público, seguirán en sus respectivos destinos, quedando como Miembros Honorarios de la referida Junta Superior Gubernativa. Art. 3. Los miembros presentes procederían a organizar los departamentos diversos, que sean necesarios para el servicio público. Dado por nos en la Sala de Sesiones en el Palacio Nacional de Santiago de los Caballeros, a los 24 días del mes de enero de 1865, 21 de la Independencia y 2 de la Restauración. P. A. Pimentel, Benito Monción, Federico García. El secretario, Manuel Lovelace. De conformidad con el otro decreto el Gobierno quedó organizado por votación secreta en la forma siguiente: Presidente de la Junta Superior Gubernativa como Poder Ejecutivo mientras se reúna la Convención Nacional Soberana, general Benigno F. de Rojas; vicepresidente, general Gregorio Luperón. 1. Para el Despacho de la Gobernación, Justicia e Instrucción Pública, los generales Vicente Morel, Pedro Prud’homme y el ciudadano Sebastián Ponserrate; 2. Para el de Haciencia, Comercio y Relaciones Exteriores los generales Eusebio Pereyra y Teodoro Heneken. 3. Para el de Guerra y Marina los generales Pedro A. Pimentel, Benito Monción y Pedro Martínez. Decreto relativo a la constitución de la Asamblea Nacional Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. Los generales jefes expedicionarios, encargados interinamente por la voluntad del pueblo y del Ejército del Poder Ejecutivo. Considerando: Que el deseo del pueblo dominicano, por el cual hace tan cruentos sacrificios, es restaurar su libertad 442 César A. Herrera perdida y reconstituirse como Nación libre, soberana e independiente; Considerando: Que toda soberanía dimana directamente del pueblo y que solo cuando este ejerce el poder electoral, sin coacción de la fuerza bruta, los intereses de la sociedad están debidamente representados; Considerando: Que los Congresos Constituyentes, como emanación directa del pueblo, son soberanos, porque congregada la Nación allí por medio de sus delegados, debidamente electos, no tiene bajo el régimen democrático republicano autoridad a que esté subordinada; que pueda legalmente definirla y limitarle sus atribuciones; Considerando: Que el ex-Gobierno Provisorio, después de haber diferido indebidamente y de manera indefinida la Convención Nacional, convocada por su decreto de fecha 30 de septiembre del año expirado, la convoca de nuevo por otro decreto de fecha 14 de enero corriente para reunirse en la ciudad de Santiago el 27 de febrero, pero designándole y definiéndole en este último cuáles serán sus facultades y atribuciones, mientras que no le competía, como poder de hecho y transitorio, trazarle reglas y fijarle atribuciones a un Poder Soberano, compuesto de Representantes elegidos por los pueblos directamente en el pleno ejercicio de sus derechos. Considerando: Que en las elecciones que han tenido lugar bajo el imperio de los anteriores decretos y del ex-Gobierno Provisorio, se ha ejercicio la influencia del Poder, y que las Asambleas Electorales no han tenido la libertad debida que les corresponde; porque el Poder absorbente que ha existido ha ejercido indebidamente sobre ellos la fuerza y la coacción. Han venido en decretar y decretan: Art. 1º. Queda ratificada la convocatoria de la Convención Nacional para el día 27 de febrero en la ciudad de Santiago de los Caballeros y cuyas atribuciones, facultades, emolumentos Anexión-Restauración 443 etc. serán aquellos que como Congreso Soberano Constituyente se designe a sí mismo. Art. 2º. Para que la Convención Soberana Nacional sea la verdadera expresión de la voluntad de los pueblos, se procederá por cada común, pueblo o puesto militar, a la elección de nuevos representantes, en conformidad a las disposiciones de los decretos anteriores, en cuanto a la fórmula, número y modo de las elecciones. Art. 3º. En cada lugar en que se deban hacer una o varias elecciones de Representantes y de sus correspondientes suplentes, deberá la primera autoridad civil o aquella a quien corresponda en el momento en que se haya publicado este decreto tomar las disposiciones convenientes para que queden estas incluidas a más tardar para el día 20 del mes de febrero próximo venidero, debiendo esta efectuarse en la libertad, legalidad y publicidad correspondiente; Art. 4º. Los Representantes elegidos para componer la Convención Soberana Nacional, deberán reunirse sin falta en la ciudad de Santiago de los Caballeros el día 27 de febrero venidero. Art. 5º. Los administradores, subdelegados de Hacienda y comisarios ordenados, quedan autorizados para avanzar de las Cajas Públicas, las sumas necesarias según las distancias, para viáticos y cabalgaduras, remitiendo sus respectivos recibos, en calidad de envío de fondos de la Administración General de Hacienda de esta ciudad. Art. 6. El presente Decreto queda confiado para su puntual y leal ejecución, al celo y patriotismo de todas las autoridades civiles y militares y eclesiásticas de la República, y al de todos los ciudadanos dominicanos y naturalizados. Dado por nos en la Sala de Sesiones en el Palacio Nacional de la ciudad de Santiago de los Caballeros, a los veinticuatro días del mes de enero del año mil ochocientos sesenta y cinco, veintiuno de la Independencia y segundo de la Restauración. P. A. Pimentel, Benito Monción, Federico García. El secretario M. Lovelace. 444 César A. Herrera No obstante los conciliábulos en que se trató de anular la elección de los diputados, los pueblos que habían reconquistado su autonomía en el radio de la revolución iban a tener sus representantes por consulta comicial y el día 27 de Febrero constituida la Asamblea Nacional, nominaría las personas que respectivamente debían ocupar la presidencia y la vicepresidencia de la República, previa la adopción del estatuto que debía regir la vida institucional del país. Diez días antes de la solemne instalación de la Asamblea Nacional por ardites y obra de las pasiones de unos, de los intereses de otros y de las ambiciones de los más, se propuso en una de las sesiones de la Junta Superior Gubernativa el fusilamiento de Polanco y de sus ex-ministros. Según los datos que ha recogido la historia, se señaló como instigador principal el señor Teodoro Heneken, quien parece haber soplado al oído de Pimentel el «¡tú serás!» de la bruja de Macbeth, dice en el parco relato de Luperón, aunque Rodríguez Objío, más explícito, dice que «el inspirador de tales ideas fue el señor Rojas con el fin de desacreditar la reforma y adueñarse definitivamente del poder»… y agrega: «Varias veces se trajo al lápiz de la misma cuestión y otras tantas fue impugnado por Luperón, diciéndole que la Asamblea Nacional era el único tribunal que tendría fuerza bastante para juzgar, condenar y absolver a los miembros del Provisorio». Se esboza ahora, con más claridad el implícito vaticinio de Luperón cuando aconsejó la renuncia a los miembros del Gabinete de Polanco en ocasión del asesinato de Salcedo. Puede pensarse con todo rigor lógico que la denegatoria de esa dimisión implicaba, si no el baldón de una supuesta posición de cómplice, la flagrante co-responsabilidad que como gobernantes les incumbía. La estatura moral de Salcedo como soldado egregio de la Restauración lo habían convertido ya en un símbolo de amor a la Patria, de amor a la libertad; había alcanzado ya los perfiles de esa condición en que el heroísmo sublimiza el ideal en que los taumaturgos dejan de ser hombres para realizarse en la historia como símbolos. Anexión-Restauración 445 Dentro de los límites de lo propiamente humano, para valerme del pensamiento de Baltazar Gracián, Salcedo, el soldado luchador en pro de la libertad había llegado a ser ínclito por arte de su «razón de Estado individual». No apostató del excelso ideal que lo llevó a la guerra, ni prevaricó, ni cayó en el medro del peculado mediante los monopolios, ni en la vendimia nepotista. Pero tuvo el gran pecado que ha llevado a la muerte a tantos varones insignes de nuestra América, incluyendo a Lincoln: el pecado de ser el primero entre los excelentes; había sido entre los grandes capitanes de la cruzada libertadora; el primer Presidente de los Gobiernos de la empresa de la redención, y esas primerías de tiempo y de preeminencia entre los eminentes fueron bastante parte para el aliento de las intrigas, la resonancia del escándalo de su asesinato y de las sordas recriminaciones, de las cuales no supieron cuidarse los miembros del Gobierno Provisorio de Polanco para defender la acendrada dignidad que les era menester conservar sin sospechas para el patrimonio honorable de la posteridad. La encomiable honradez de los miembros de aquel Gabinete, el acrisolado honor de repúblicos que ya habían alcanzado algunos de ellos y la austeridad ciudadana con que habían desempeñado su cometido como funcionarios del Poder Ejecutivo se tuvieron en cuenta en las borrascosas sesiones plenarias de la Asamblea Nacional en que se sometió a juicio su presunta complicidad en el asesinato del prócer general José Antonio Salcedo. Aunque el Poder le fue formalmente entregado a la Asamblea esta determinó que fuera conservado por la Junta hasta la designación del presidente y del vicepresidente de la República, entonces el ministro de Guerra, general Pimentel, propuso a la Asamblea el fusilamiento del general Gaspar Polanco y de los miembros de su Gabinete, algunos de los cuales eran diputados al Congreso y, como providencia de la coacción y como intimidación, rodeó de soldados el recinto de la Cámara y emplazó frente a la puerta principal una pieza de artillería. Aquel aparato de fuerza, dice Luperón en Notas autobiográficas, era un golpe de Estado que se proponía dar Pimentel por consejo César A. Herrera 446 de Mr. Heneken, con el fin de lograr el fusilamiento de tantos patriotas como Espaillat, Pujol, Polanco y sus compañeros. El momento se hizo más pavoroso cuando los soldados con las armas en prevención se presentaron amenazantes en las puertas para apoyar con la fuerza las palabras de Pimentel que arrogante, inflamado en ira como un girondino vociferaba sus tremendas acusaciones contra Polanco y su Gabinete. La historia ha recogido las palabras de Luperón cuando en aquella borrasca pasional gritó a los atónitos representantes del pueblo: […] que la Asamblea Nacional no se había convocado para decretar el asesinato de distinguidos y buenos ciudadanos, sino para examinar los hechos de la revolución, promulgar una Constitución y elegir los primero mandatarios del pueblo. Que lo que el general Pimentel exigía como bárbaro tirano a la Asamblea, no podía ser concedido y mandó retirar la tropa, diciéndole que esa fuerza a la puerta de la Asamblea era un ultraje a la soberanía nacional; la tropa se retiró. Pero la Asamblea que debió rechazar de plano la propuesta de Pimentel no se limitó a declararse incompetente sino que dejó expedito el camino del enjuiciamiento de este proceso al Ejecutivo a quien «mandó nombrar un consejo de guerra que juzgara la causa». Luego la Asamblea Nacional sometió a votación secreta la elección del presidente y vicepresidente a la República y fueron electos para el primer rango Pedro Antonio Pimentel, para el segundo Benigno Filomeno de Rojas. El presidente Pimentel tomó posesión el 25 de marzo de 1865 y al ocupar la primera magistratura del Estado dictó al país la siguiente proclama: Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. Pedro Antonio Pimentel, presidente de la República y Encargado del Poder Ejecutivo. Anexión-Restauración 447 A LA NACIÓN Los reiterados sufragios de la Soberana Convención Nacional me han traído a ocupar la Primera Magistratura del Estado, cuyo encargo me está encomendado para que lo desempeñe mientras dure la guerra y hasta que se reúna en la capital de Santo Domingo un Congreso Constituyente, que será dentro de 90 días después de evacuado el territorio dominicano por las fuerzas españolas. Hubiera deseado que esta elección hubiese caído en cualquier otro ciudadano que con tanto patriotismo como el que yo poseo, pero con mayores luces, estuviese en aptitud de servir con más provecho los intereses de la Nación, pero de nada me valieron las súplicas que hice para que se me exonerara de este cargo teniendo en último que condescender ante la insistente expresión de los legítimos Representantes del pueblo. Poco debéis esperar de un soldado que no tiene otra ciencia que el habitual manejo de su espada, ni otras dotes de mando que los que se despliegan en medio de los campamentos. Esta franqueza que apreciaréis en lo que vale me autoriza hablaros en el lenguaje que me corresponde, en el que se explican los hombres de armas y en el que por inclinación acostumbro. Al dirigiros, pues, mi voz desde el elevado puesto en que se me ha colocado, quiero que me oigáis con atención, sin reparar el estilo, fijando solo en el peso de mis palabras el sentido llano de mis hondos pensamientos. La libertad e independencia de la República Dominicana, sostenidas en los campos de batalla, sin omisión de sacrificios, y la práctica de los principios constitucionales que sirven de garantía a la universalidad de los ciudadanos, son precisamente los términos en que se concretará mi administración. Nuestros derechos de libertad e independencia son incontrovertibles a los ojos de todo el mundo. Esto lo sabe la España porque como potencia europea no puede desconocer 448 César A. Herrera el principio de las nacionalidades; y sin embargo, esa nación que aspira colocarse al lado de las de primer rango, que con tanta gallardía se precia de noble e hidalga, da en medio de América ejemplos que la desacreditan. ¡Yo no comprendo semejante política; yo no sé cómo explicarme conducta de tan estupenda magnitud! ¡Quién mejor que la España, pudiera vivir en paz y buena armonía con los pueblos americanos, y aún, asimilar con ellos sus destinos, ayudándolos y protegiéndoles en sus condiciones independientes! Los errores de la España son grandes; yo los deploro con la sinceridad de un miliar honrado y patriota; pero, si perseverando en sus ideas de conquista; desatendiendo a los gritos de la razón, expresados por la prensa, insistiere en la guerra injusta que hace a la República Dominicana, que tiembla ante los horribles remordimientos de la conciencia y los funestos resultados de sus extravíos. Es mucha mengua para esa nación el empeño de querer emparejar sus armas con las de una República infinitamente inferior en fuerzas olvidándose de lo que fue ayer, de lo que debe ser hoy y de lo que le cuadraría ser mañana. Hágalo, no obstante, si quiere, y vuelva a la palestra que en las pampas y bosques, en los desfiladeros y en todas partes nos hallará siempre desplegados en guerrilla usando de nuestra táctica natural; y cuando no decidiendo, al menos dilatando la lucha hasta que suene la campana tremenda que ha de poner en armas a toda la América. Dominicanos: mi programa es que si la España se propone continuar la guerra, a la guerra es que tenemos que atenernos, con todas sus tristes consecuencias; pero si se quiere la paz de buena fe, si nos abriere la mano como ella sabe hacerlo, nos daremos un abrazo, haremos un holocausto y ante la conveniencia y los principios nos significaremos a la América con una bandera blanca símbolo de paz y de venturoso avenimiento. Yo soy militar, pero un militar sediento más de gloria que de sangre, que si peleo, es por la Patria, por su dicha por su Anexión-Restauración 449 bienestar y porque sea libre e independiente. A esto se limitan mis ambiciones; y realizadas que ellas sean, no aspiraré a otra cosa que a buscar en el retiro privado, en el sosiego del hogar doméstico la satisfacción de haber cumplido mis deberes. Compatriotas civiles y militares: bajo la égida de la Constitución y de las leyes está colocada mi autoridad, y allí están también a cubierta vuestras garantías. Acompañadme en este terreno, que en él no flota otra bandera que la dominicana y preponderan otros principios que los de la libertad e independencia. Dada en Santiago de los Caballeros a los 25 días del mes de marzo de 1865, año 22 de la Independencia y 2 de la Restauración. Pedro Antonio Pimentel. Uno de los primeros actos de Pimentel fue instaurar el Consejo de Guerra que debía conocer de la acusación de asesinato que pesaba sobre Polanco y los miembros de su Gabinete. El Consejo de Guerra se constituyó y, aunque el dictamen del señor fiscal, coronel Telésforo Hernández, fue de absolución; este tribunal condenó a Polanco, Oquendo y Medrano a la pena capital y al confinamiento en diversos puntos del país a los ex-ministros Espaillat, Pujol, Curiel, Delmonte, Leyba y Rodríguez Objío. Prófugo Polanco, se salvó del patíbulo, lo mismo, Oquendo que estaba fuera del país y luego fue perdonado. …Se había cumplido la inefable premonición de Luperón. La Soberana Asamblea Nacional, además de los actos reseñados, anota Rodríguez Objío, «dictó» una Ley de Hacienda, de imprenta y entre otras resoluciones la relativa a la libertad de cultos. Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. La Soberana Convención Nacional. Considerando: 1º. Que por el artículo 21 de la Constitución no se puede obligar a ninguno a que haga lo que la ley no manda, 450 César A. Herrera ni impedir lo que la ley no priva; 2º. Que entre los actos impolíticos del Gobierno Español, uno de ellos ha sido las persecuciones religiosas, la destrucción de los templos protestantes y la supresión de las escuelas metodistas que han sido de utilidad para el país; 3º. Que por los tratados celebrados por la República con Inglaterra y otras naciones se ha estipulado la libertad de conciencia y la tolerancia de cultos. Decreta: Artículo Único: Quedan restablecidas como lo estaban anteriormente en la República la libertad de conciencia y la tolerancia de cultos. Dado en la Sala de Sesiones de la Soberana Convención Nacional a los 22 días de marzo de 1865. 22 de la Independencia y 2 de la Restauración. Presidente B. F. de Rojas. Los secretarios A. E. Gazón, Miguel A. Rodríguez, V. Morel. CAPÍTULO XXXVII GUERRA DE LA RESTAURACIÓN Texto completo de la Constitución de Moca como Carta Magna en el restablecimiento de la República. Veamos ahora el texto completo de la adoptada Constitución de Moca del 19 de febrero de 1858. CONSTITUCIÓN DE MOCA 19 de febrero de 1858 Dios, Patria y Libertad REPÚBLICA DOMINICANA1 EN EL NOMBRE DE DIOS, AUTOR Y SUPREMO LEGISLADOR DEL UNIVERSO Nosotros los Representantes del pueblo dominicano, reunidos en Congreso Soberano Constituyente, deseando corresponder a las esperanzas de nuestros comitentes en orden a asegurar la independencia nacional, consolidar la unión, promover la paz y seguridad 1 «Libro de Actas del Soberano Congreso Constituyente» (1857-1858), folios 64 v. a 75 v. Archivo General de la Nación. 451 César A. Herrera 452 domésticas, establecer el imperio de la justicia y dar a la persona, a la vida, al honor, a la libertad, a la propiedad y a la igualdad de los dominicanos, las más sólidas garantías, ordenamos y decretamos la siguiente CONSTITUCIÓN TÍTULO I Sección 1ª Del territorio Art. 1º. El territorio de la República comprende todo lo que antes se llamaba parte española de la isla de Santo Domingo, y sus islas adyacentes. Los límites estipulados en el Tratado de Aranjuez de 3 de junio de 1777, que lo dividían de la parte francesa hasta 1793, quedan definitivamente fijados. Único. Ninguna parte del territorio de la República podrá ser jamás enajenada. Art. 2º. El territorio de la República se divide en tres Departamentos, que son: Seibo, Ozama y Cibao. Se subdividen en cinco Provincias y estas en Comunes; cuyos límites, divisiones y subdivisiones serán el objeto de una ley. Art. 3º La ciudad de Santiago de los Caballeros es la Capital de la República y el asiento del Gobierno. Sección 2ª De la Nación Art. 4º. La Nación dominicana es para siempre esencial e irrevocablemente libre, independiente y soberana, y no es ni será nunca el patrimonio de ninguna familia ni persona. Los funcionarios públicos, investidos de cualquier autoridad, son agentes de la Nación y responsables a ella de su conducta pública. Anexión-Restauración 453 TÍTULO II Sección 1ª De los dominicanos Art. 5º. Son dominicanos: 1º Todos los que gocen de esta cualidad al publicarse la presente Constitución. 2º Todos los nacidos en el territorio de la República de padres dominicanos y los hijos de estos. 3º Todos los nacidos en el territorio de la República de padres dominicanos que, habiendo emigrado, vuelvan a fijar su residencia en él. 4º Todos los españoles dominicanos y sus descendientes que, habiendo emigrado en 1844, no hayan tomado las armas contra la República, ni hayan hostilizado de modo alguno, y vuelvan a fijar su residencia en ella. 5º Todos los descendientes de oriundos de la parte antes española, nacidos en país extranjero, que vengan a fijar su residencia en la República. 6º Todos los nacidos en el territorio dominicano, de padres extranjeros, que invoquen esta cualidad cuando lleguen a su mayor edad. Art. 6º. Podrán ser dominicanos por naturalización, todos los extranjeros pertenecientes a naciones amigas, que fijen su domicilio en el territorio de la República, y hayan declarado, con un año de antelación, querer gozar de esta cualidad. Art. 7º. La ley arreglará el goce, la pérdida, y suspensión, de los derechos civiles y políticos. Art. 8º. Son deberes de los dominicanos: 1º Acatar la Constitución y las leyes, y respetar y obedecer a las autoridades establecidas por ella. 2º Contribuir para los gastos públicos. 454 César A. Herrera 3º Servir y defender a la Patria. 4º Velar por la conservación de las libertades públicas. Art. 9º. Todos los extranjeros, pertenecientes a naciones amigas, serán admitidos en el territorio de la República. Ellos gozarán en sus personas y propiedades de la misma seguridad que los dominicanos; estando, como estos, sometidos a las leyes y autoridades del país. Sección 2ª Derechos públicos de los dominicanos Art. 10. Los dominicanos nacen y permanecen libres e iguales en derecho, y todos son admisibles a los empleos públicos. Único. La esclavitud no existe, ni podrá existir jamás en la República. Art. 11. La libertad individual es un derecho sagrado e inviolable. Ninguno puede ser encausado ni reducido a prisión, sino en los casos previstos por la ley y en la forma que ella prescribe. Art. 12. Excepto en los casos de flagrante delito, ninguno puede ser encarcelado sino por orden motivada de Juez competente. Art. 13. Los individuos sorprendidos en flagrante delito podrán ser aprehendidos por cualquier persona; debiendo ser conducidos inmediatamente después por ante el juez competente. Si fuere de noche serán presentados a este, a más tardar, a las ocho de la mañana del siguiente día. Art. 14. Ningún dominicano podrá ser distraído de sus jueces naturales, ni juzgado en causas civiles, correccionales y criminales por Comisión alguna, sino por el Tribunal competente, determinado con anterioridad por la ley. Único. En ningún caso podrá abreviarse ni alterarse la forma de los juicios. Art. 15. La pena de muerte en materia política, queda para siempre abolida. Anexión-Restauración 455 Art. 16. No podrá imponerse jamás la pena de confiscación de bienes. Art. 17. Ninguno puede ser privado de su propiedad, sino por causa justificada de utilidad pública, con justa y segura indemnización, a juicio de peritos. Art. 18. El domicilio es sagrado e inviolable, y no podrá allanarse sino en los casos previstos por la ley y con las formalidades que ella prescribe. Art. 19. Los dominicanos pueden imprimir y publicar libremente sus ideas, sin previa censura; quedando, sin embargo, sujetos a lo que determine la ley. Art. 20. Regirán las mismas leyes en toda la República, y no habrá, en los juicios comunes, civiles, correccionales y criminales, más que un solo fuero para todos los dominicanos. Art. 21. A ninguno se le puede obligar que haga lo que la ley no manda, ni impedírsele lo que ley no priva. Art. 22. El secreto de la correspondencia y papeles es inviolable, excepto en los casos previstos por las leyes y con las formalidades que ellas prescriben. Art. 23. Los dominicanos tienen derecho de asociarse y reunirse pacíficamente y sin armas, en lugares públicos y particulares, conformándose a las leyes. Art. 24. Todos los empleados públicos son responsables del mal desempeño de sus funciones, y pueden ser denunciados, sin previa autorización, por cualquier ciudadano. Art. 25. Ninguna ley puede tener efecto retroactivo. Art. 26. No podrá hacerse ninguna ley contraria al espíritu ni a la letra de la Constitución. En caso de duda, el texto de la Constitución debe siempre prevalecer. Art. 27. Todos los dominicanos tiene el derecho de petición sobre cualquier negocio de interés público o privado, y de emitir libremente su opinión sobre la materia, sin responsabilidad alguna; pero ninguna asociación ni individuo en particular podrá peticionar en nombre del Pueblo ni arrogarse las facultades de este. Art. 28. La Religión Católica, Apostólica, Romana es la religión del Estado. César A. Herrera 456 TÍTULO III Del Gobierno y de la Soberanía Art. 29. El Gobierno de la República Dominicana es esencialmente civil, republicano, popular, representativo, electivo y responsable. Art. 30. La soberanía reside en la universalidad de los ciudadanos y se ejerce por tres Poderes, según las reglas establecidas por esta Constitución. Art. 31. Estos Poderes son: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial; se ejercen separadamente, son esencialmente independientes, y sus encargados no pueden delegarlos ni salir de los límites que les fija la Constitución. TÍTULO IV Del Poder Legislativo Sección 1ª Del Congreso Art. 32. El Poder Legislativo se ejerce por un Congreso, compuesto de un Senado y de una Cámara de Representantes. Sección 2ª De la Cámara de Representantes Art. 33. La Cámara de Representantes se compone de los Diputados elegidos por las Asambleas Electorales, en razón de uno por cada Común. Art. 34. En caso de muerte, renuncia o destitución de un Representante, el Gobernador del Departamento, por el órgano de la primera autoridad civil de la Común, cuya representación haya quedado vacante, convocará la Asamblea Electoral dentro del término de quince días, para que proceda a elegir nuevo Diputado. Anexión-Restauración 457 Art. 35. La Cámara de Representantes se elegirá por cuatro años y se renovará por mitad cada dos años. Art. 36. Para ser Representante se requiere: estar en el pleno goce de los derechos civiles y políticos, ser propietario de bienes raíces, y tener su domicilio en la Provincia a que pertenece la Común que lo elige. Art. 37. Los ciudadanos naturalizados no podrán ser nombrados Representantes sino tres años después de su naturalización. Art. 38. La Cámara de Representantes se reunirá el primero de febrero de cada año, y se instalará cuando haya mayoría absoluta de sus miembros. Sus sesiones durarán noventa días, y podrán prorrogarse por treinta días más, por disposición del Congreso o a pedimento del Poder Ejecutivo. Art. 39. La Cámara de Representantes tiene, como el Senado, la iniciativa de todas las leyes, y la facultad de acordar especialmente las siguientes: 1ª Sobre impuesto en general. 2ª Sobre la guardia nacional. 3ª Sobre elecciones. 4ª Sobre la responsabilidad de los Secretarios de Estado y demás agentes del Poder Ejecutivo. Art. 40. Son atribuciones peculiares de la Cámara de Representantes: 1º Examinar la Cuenta de recaudación e inversión de las rentas públicas, que debe presentar anualmente al Congreso el Poder Ejecutivo. 2º Denunciar de oficio o por solicitud de cualquier ciudadano, ante la Cámara del Senado, al Presidente y Vicepresidente de la República, a los Secretarios de Estado, a los Ministros de la Alta Corte de Justicia, y a todo otro funcionario público, por mala conducta o mal desempeño en el ejercicio de sus funciones. César A. Herrera 458 Art. 41. Presentar candidatos al Senado para Jueces de la Suprema Corte de Justicia y de todos los demás Tribunales. Sección 3ª Del Senado Art. 42. La Cámara del Senado se compone de los Senadores nombrados por las Juntas Departamentales, en razón de dos por cada Provincia. Art. 43. El Senado se elige por seis años, y se renueva por mitad cada tres años. Art. 44. Para ser nombrado Senador se requiere: estar en el pleno goce de los derechos civiles y políticos, tener treinta años cumplidos, ser propietario de bienes raíces y estar domiciliado en el Departamento que represente. Único. Los ciudadanos naturalizados no podrán ser electos Senadores sino cinco años después de su naturalización. Art. 45. En caso de muerte, renuncia o destitución de un miembro del Senado, durante el receso de las Juntas Departamentales, la Cámara de Representantes elegirá un individuo que no sea de su seno y que reúna todas las cualidades requeridas por el artículo anterior; el cual durará en sus funciones hasta la próxima reunión de la Junta Departamental a quien pertenezca el nombramiento. Art. 46. El Senado se reunirá el día primero de febrero de cada año. Sus sesiones, en caso de necesidad, podrán prolongarse quince días más que las de la Cámara de Representantes. Art. 47. Son atribuciones del Senado: 1ª Sancionar las leyes que hayan tenido origen en una u otra Cámara, con la siguiente fórmula: Comuníquese al Poder Ejecutivo para su promulgación y ejecución. 2ª Suspender la sanción de las leyes acordadas por la Cámara de Representantes cuando tenga observaciones que hacerles. Anexión-Restauración 459 3ª Proponer proyectos de ley a la Cámara de Representantes sobre aquellas materias en que esta no tenga especialmente la iniciativa. 4ª Elegir, de los candidatos que le presente la Cámara de Representantes, los Jueces de la Suprema Corte de Justicia y demás Tribunales; pudiendo pedir, por cada juez que haya de nombrarse, otros candidatos que los propuestos. 5ª Admitir o no las renuncias que hagan los Jueces, y juzgar a estos en los casos previstos por la Constitución y las leyes. 6ª Decidir las cuestiones que puedan suscitarse entre las Comunes y Poderes del Estado. 7ª Presentar o negar su consentimiento para el ascenso de los oficiales superiores de tierra y mar, desde teniente coronel inclusive hasta el más alto grado. 8ª Juzgar al Presidente y Vicepresidente de la República, a los Secretarios de Estado, y a todos los funcionarios públicos, cuando sean denunciados por la Cámara de Representantes, por mala conducta o mal desempeño en el ejercicio de sus funciones; la condenación no podrá extenderse a más que a remover al empleado del ejercicio de sus funciones, y a inhabilitarle de poder poseer o gozar algún empleo de honor, de confianza o de provecho en la República. El empleado convicto quedará no obstante sujeto a ser acusado, juzgado, sentenciado y castigado en conformidad a las leyes comunes. Sección 4ª Disposiciones comunes a ambas Cámaras Art. 48. Los Cuerpos Colegisladores se reunirán en la Capital de la República. En circunstancias extraordinarias el Congreso podrá decretar y designar otro lugar para sus Sesiones legislativas. Art. 49. Excepto cuando se reúnan en Congreso, cada Cámara tendrá su local particular; verificará los poderes de sus miembros, y decidirá las dificultades que puedan presentarse acerca de ellos; nombrará los empleados de sus respectivas mesas, en la forma y por 460 César A. Herrera el tiempo estipulado en su Reglamento interior; tendrá la exclusiva facultad para poner a sus miembros en estado de acusación, para compeler a los ausentes a que concurran a las Cámaras y para admitir o no sus renuncias; para arreglar todo lo relativo a su policía interior, y para juzgar y castigar, de la manera que determinen sus reglamentos, tanto a sus propios miembros, como a los que los infrinjan en el recinto donde celebre sus sesiones. Art. 50. No podrán ser Representantes ni Senadores: El Presidente y Vicepresidente de la República, los Secretarios de Estado, los Ministros y Fiscal de la Suprema Corte de Justicia, los Gobernadores y Jefes Políticos; tampoco podrá ser un mismo individuo miembro a la vez de las dos Cámaras; y es incompatible durante las sesiones, el ejercicio de cualquier otro empleo público, con el de Representante y Senador. Art. 51. Las sesiones serán públicas; sin embargo, a pedimento de seis miembros en la Cámara de Representante, o de dos en el Senado, o de ocho en el Congreso podrán ser secretas. La mayoría decidirá después si a la materia que ha sido objeto de la sesión, debe dársele publicidad. Art. 52. Ni una ni otra Cámara podrán tomar resolución alguna, sin que esté presente una mayoría absoluta de sus miembros: para todo acuerdo concerniente a las leyes, será esta mayoría de las dos terceras partes de los miembros presentes. Art. 53. Se depositarán en las mesas respectivas de las Cámaras, las peticiones que se les dirijan, teniendo cada una de ellas el derecho de someterlas a los Secretarios de Estado, y pedirles los informes o aclaraciones que crean convenientes. Art. 54. Los miembros de ambas Cámaras son inviolables en cuanto a las opiniones que emitan en el ejercicio de sus funciones, desde el momento de su instalación; y no podrán ser reconvenidos ni procesados en ningún tiempo por ellas; gozan además, sus personas, de perfecta inmunidad durante las sesiones, desde que salen de su domicilio para ir a ellas, hasta que regresan a él, excepto por crímenes de traición, hechos de vergonzosa inmoralidad, por escándalo público o ser sorprendidos en flagrante delito. Anexión-Restauración 461 Sección 5ª Del Congreso y de sus atribuciones Art. 55. Las Cámaras no se reunirán en un solo Cuerpo, sino en los casos previstos por la Constitución o por algún motivo grave de utilidad pública. Art. 56. El Presidente del Senado lo es del Congreso, y el de la Cámara de Representantes ocupa la Vicepresidencia. Único. Corresponde al Presidente del Senado convocar el Congreso; en consecuencia, a él deberán dirigirse el Poder Ejecutivo o la Cámara de Representantes para su reunión. Art. 57. Es atributivo del Congreso verificar las actas de elección del Presidente y Vicepresidente de la República, computar los votos, perfeccionar la elección, ya sea la que resulte del escrutinio electoral o la que haga el Congreso en virtud del artículo 75; proclamarles, recibirles juramento y admitirles o negarles sus renuncias. Art. 58. Son atribuciones civil y criminal: 1ª Decretar la legislación civil y criminal. 2ª Decretar anualmente los gastos públicos en vista de los Presupuestos que le presente el Poder Ejecutivo. 3ª Decretar lo conveniente para la conservación, administración, fructificación y enajenación de los bienes nacionales. 4ª Contraer empréstitos sobre el crédito de la Nación, y decretar el establecimiento de un Banco Nacional. 5ª Determinar y uniformar el valor, peso, tipo, ley y nombre de la moneda, sin que esta pueda llevar el busto de persona alguna, y regular el valor de la extranjera. 6ª Fijar y uniformar el padrón de pesas y medidas. 7ª Decretar la creación y supresión de los empleos públicos no fijados por la Constitución, señalarles sueldos, disminuirlos o aumentarlos. 8ª Interpretar las leyes en caso de duda u oscuridad, suspenderlas y revocarlas. 462 César A. Herrera 9ª Decretar la guerra ofensiva en vista de los motivos que le presente el Poder Ejecutivo, y requerirle para que negocie la paz cuando fuere necesario. 10ªPrestar o negar su consentimiento a los tratados de paz, de alianza, de amistad, de neutralidad, de comercio y cualesquiera otros que celebre el Poder Ejecutivo, ninguno tendrá efecto sino en virtud de su aprobación. 11.Crear y promover por leyes la educación pública, el progreso de las ciencias, artes y establecimientos de utilidad común. 12.Conceder indultos y amnistías particulares, con las excepciones que el interés social y privado exija; en ningún caso podrá concederlos por crímenes. 13.Decretar en circunstancias únicas y apremiantes la traslación del Gobierno a otro lugar. 14.Prorrogar o no las sesiones ordinarias del Cuerpo Legislativo, a petición de la Cámara de Representantes o del Poder Ejecutivo. 15.Decidir definitivamente las diferencias entre las Juntas Departamentales, entre estas y los Ayuntamientos, y entre las Juntas Departamentales, Ayuntamientos y el Gobierno. 16.Decretar todo lo relativo al comercio extranjero, puertos de importación y exportación, caminos, división y deslinde de los Departamentos, Provincias y Comunes. 17.Decretar lo conveniente sobre la formación periódica de la estadística general de la República. 18.Decretar todo lo relativo a la inmigración de extranjeros industriosos. 19.Decretar la erección de nuevas Comunes. 20.Conceder privilegios exclusivos por limitado tiempo y otras ventajas e indemnizaciones para objetos de utilidad general reconocida y justificada, pero sin que estas tengan un carácter de monopolio. 21.Decretar la creación o supresión de Tribunales y Juzgados en los Departamentos, Provincias, y Comunes que no hayan sido establecidos por la Constitución. 22.Decretar el servicio y movilización de las guardias nacionales. 23.Escoger candidatos para Prelados, de la terna que le comunique el Poder Ejecutivo, para que este lo presente a Su Santidad. Anexión-Restauración 463 24.Reunirse de pleno derecho, en las épocas de elecciones ordinarias de Presidente y Vicepresidente de la República, el día quince de enero. 25.Usar, en las leyes y decretos, de la siguiente fórmula: El Senado y Cámara de Representantes, reunidos en Congreso, en nombre de la Nación, decretan. 26.Revisar, adicionar y reformar la Constitución del Estado en la forma y manera en ella prevista. Art. 59. El Congreso no delegará, a uno o muchos de sus miembros, ni a ningún otro Poder, funcionario o persona, ninguna de las atribuciones que le confiere esta Constitución, sino en los casos expresamente previstos por ella. Sección 6ª De la formación de las leyes Art. 60. Las leyes y decretos del Congreso pueden tener origen en cualquiera de las dos Cámaras, con excepción de aquellas que pertenecen exclusivamente a la Cámara de Representantes. Art. 61. Todo proyecto de ley o decreto admitido será discutido en tres sesiones distintas, con intervalo de un día por lo menos, en cada una de ellas. Art. 62. En caso de que el proyecto sea declarado urgente, podrá dispensarse esta última formalidad. Esta declaración y las razones que la motivaron, se pasarán a la otra Cámara junto con el proyecto de ley o decreto, para que todo sea examinado. Si esta Cámara no cree justa la urgencia, devolverá el proyecto para que se discuta con las formalidades legales. Art. 63. Los proyectos de ley o decretos que no hubieren sido admitidos en las dos Cámaras, no podrán volverse a proponer en ellas hasta la próxima reunión del Congreso; pero esto no impide que alguno o algunos de sus artículos formen parte de otros proyectos. Art. 64. Todo proyecto de ley o decreto admitido en una Cámara y discutido en ella, con las formalidades prescritas en esta 464 César A. Herrera Constitución, se pasará a la otra con la expresión de los días que ha sido discutido; y esta Cámara, observando las mismas formalidades, dará o rehusará su consentimiento o pondrá los reparos, adiciones y modificaciones que juzgue convenientes. Art. 65. Si la Cámara, en que haya tenido origen la ley, juzgare que no son fundados los reparos, adiciones y modificaciones propuestas, podrá insistir hasta por segunda vez con nuevas razones. Art. 66. Ningún proyecto de ley o decreto, aunque sea aprobado por ambas Cámaras, tendrá fuerza de ley mientras que no tenga la aprobación del Poder Ejecutivo. Si este lo aprobare, lo mandará ejecutar y publicar como ley; pero si hallase inconveniente para su publicación lo volverá a la Cámara de su origen con sus observaciones dentro de ocho días a contar de la fecha en que lo recibió. Art. 67. Los proyectos que hayan pasado como urgentes en ambas Cámaras serán aprobados u objetados por el Poder Ejecutivo dentro de dos días, sin ingerirse en la urgencia. Art. 68. La Cámara respectiva examinará las observaciones del Poder Ejecutivo y discutirá nuevamente el proyecto; si las hallare fundadas y versaren sobre el proyecto en su totalidad, se archivará y no podrá volverse a tratar de él hasta la inmediata reunión del Congreso; pero si se limitaren solamente a ciertos puntos, se podrán tomar en consideración, y se deliberará sobre ellos lo conveniente. Art. 69. Si la Cámara respectiva, a juicio de los dos tercios de los miembros presentes, no hallare fundadas las observaciones del Poder Ejecutivo sobre la totalidad del proyecto, lo pasará con esta expresión a la otra Cámara; y si esta las hallare justas, lo manifestará a la de su origen, devolviéndole el proyecto para que se archive; pero si tampoco las hallare fundadas, a juicio de las dos terceras partes de sus miembros presentes, se enviará el proyecto al Poder Ejecutivo para su aprobación y ejecución, sin que pueda negarla en este caso. Art. 70. Si pasado el término fijado en el artículo 66, y que, en conformidad al artículo 67, no hubiere devuelto el Poder Ejecutivo el proyecto de ley o decreto con sus observaciones, tendrá fuerza de ley, y como tal se mandará promulgar, a menos que corriendo aquel término, el Congreso haya suspendido su sesión o puesto en Anexión-Restauración 465 receso; en cuyo caso deberá presentarlo en los primeros ocho días de la próxima sesión. Art. 71. La intervención del Poder Ejecutivo en la forma dispuesta por los artículos anteriores, es necesaria en todos los actos y resoluciones del Congreso; pero se exceptúan los siguientes: 1º Los que tengan por objeto diferir para otro tiempo o trasladar a otro lugar las sesiones. 2º Cualesquiera otros actos en que no sea necesaria la concurrencia de ambas Cámaras. Art. 72. Cuando las Cámaras no hallaren fundadas las observaciones del Poder Ejecutivo, y que las dos terceras partes voten en favor de la ley, la votación será siempre nominal. TÍTULO V Del Poder Ejecutivo Sección 1ª Art. 73. El Poder Ejecutivo se ejerce por un Magistrado con la denominación de Presidente de la República. Sección 2ª De la elección, duración y cualidades del Presidente y Vicepresidente de la República Art. 74. El Presidente de la República será elegido por las Asambleas Electorales, en las que cada elector votará por dos individuos, uno de los cuales no ha de estar domiciliado en la Provincia donde se hace la elección. Las actas de elecciones serán remitidas, cerradas y selladas, a la Capital de la República y dirigidas al Presidente del Senado, que las abrirá en sesión pública en presencia 466 César A. Herrera del Congreso, y verificará y computará los votos. El individuo que haya tenido la mayoría absoluta de votos, será proclamado Presidente de la República. Art. 75. Cuando ningún ciudadano haya tenido la mayoría absoluta de votos, escogerá el Congreso los tres que más sufragios hayan obtenido en las Asambleas Electorales, y procederá, por votación secreta, a elegir uno de ellos. Si en este primer escrutinio ninguno obtuviere la mayoría absoluta, se procederá a nueva votación entre los dos candidatos que más votos obtuvieron en el primero, y, en caso de igualdad de votos se decidirá la elección por la suerte. Único. Todas estas operaciones deberán hacerse en una sola sesión permanente. Art. 76. Para ser Presidente de la República se requiere: estar en el pleno goce de los derechos civiles y políticos; ser dominicano de origen y propietario de bienes raíces; tener treinta años cumplidos y haber residido cuatro años consecutivos en el territorio de la República. El período constitucional es de cuatro años; se contará desde el primero del mes de marzo subsecuente a la elección. Ningún ciudadano que haya ejercido la Primera Magistratura podrá ser reelecto Presidente, sino después de haber transcurrido un intervalo de un período íntegro. Art. 77. Habrá un Vicepresidente que deberá reunir las mismas cualidades requeridas en el artículo anterior: será elegido con las mismas formalidades que el Presidente y durará en sus funciones cuatro años. El Presidente y Vicepresidente se elegirán con diferencia de dos años, el uno del otro, y el Vicepresidente no podrá ser electo Presidente, para el período inmediato, si ha ejercido el Poder Ejecutivo la mitad del último período constitucional. Art. 78. En caso de muerte, renuncia, destitución o impedimento temporal del Presidente de la República, el Vicepresidente ejercerá el Poder Ejecutivo; en los tres primeros casos, expedirá dentro de cuarenta y ocho horas un decreto de convocatoria a las Asambleas Electorales, para que se reúnan y procedan a la elección del nuevo Vicepresidente. Las Asambleas Electorales deberán Anexión-Restauración 467 reunirse a más tardar dentro de treinta días de la fecha del decreto de convocatoria. Uno y otro magistrado ejercerán sus funciones solamente por el tiempo que faltare a sus predecesores para cumplir sus respectivos períodos. Art. 79. Las mismas formalidades se llenarán para reemplazar el Vicepresidente, en caso de muerte, renuncia o destitución. El decreto de convocatoria será expedido por el Presidente de la República; a falta de Presidente y Vicepresidente de la República a la vez, el Consejo de los Secretarios de Estado ejercerá el Poder Ejecutivo, y dará el decreto de convocatoria con las mismas formalidades expresadas en el artículo anterior. Art. 80. En las elecciones extraordinarias de Presidente y Vicepresidente, entrarán estos a ejercer sus funciones treinta días a más tardar después de habérsele comunicado oficialmente su nombramiento; y cualquiera que sea la época en que entren a ejercer sus respectivos destinos, el período constitucional continuará para ellos su curso legal y sin interrupción, expirando en la época en que hubiere concluido el de cada uno de sus antecesores. Art. 81. El Presidente y Vicepresidente de la República, antes de entrar a ejercer sus respectivas funciones, prestarán, en presencia del Congreso Nacional, el siguiente juramento: Juro por Dios y los Santos Evangelios, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes del pueblo dominicano, respetar sus derechos y mantener la independencia nacional. Art. 82. El Presidente y Vicepresidente recibirán por sus servicios, los sueldos que la ley les señale, los cuales nunca serán aumentados ni disminuidos en su tiempo. Sección 3ª De las funciones, deberes y prerrogativas del Presidente de la República Art. 83. El Presidente es el Jefe de la Administración de la República, y como tal le corresponde conservar el orden y la tranquilidad interior contra todo ataque exterior. César A. Herrera 468 Art. 84. Son atribuciones del Poder Ejecutivo: 1ª Aprobar las leyes y decretos del Congreso y expedir todos los reglamentos y órdenes necesarias para su ejecución. 2ª Velar sobre la exacta observancia de la Constitución, y hacer que todos los funcionarios públicos desempeñen cumplidamente sus deberes. 3ª Convocar el Cuerpo Legislativo cuando el interés público lo exija, exponiendo las razones en el decreto de convocatoria. 4ª Dirigir las fuerzas de mar y tierra y disponer de ellas para la seguridad del Estado; pero nunca podrá mandarlas en persona. 5ª Disponer de las guardias nacionales para la seguridad interior de las Provincias y fuera de ellas, durante la guerra. 6ª Declarar la guerra, previo el decreto del Congreso. 7ª Nombrar y remover libremente los Secretarios del Despacho. 8ª Nombrar, con previo acuerdo y consentimiento del Senado, los oficiales superiores del ejército, desde teniente coronel inclusive, hasta el más alto grado. 9ª Nombrar, con arreglo a la ley, los demás oficiales del Ejército. 10.Nombrar los Ministros Plenipotenciarios, Enviados, y cualesquiera otros Agentes diplomáticos y Cónsules generales. 11.Dirigir las negociaciones diplomáticas. 12.Celebrar tratados públicos y convenios, y ratificarlos con previo acuerdo y consentimiento del Congreso. 13.Nombrar Jueces por comisión para llenar las vacantes que ocurran en los Tribunales durante el receso de las Cámaras, los que ejercerán sus funciones únicamente hasta la próxima reunión del Senado, a quien pertenece la elección. 14.Nombrar los Agentes fiscales y todos los demás empleados públicos, cuyo nombramiento no confiere la Constitución o la ley a ninguna otra autoridad. 15.Pedir al Cuerpo Legislativo la prórroga de sus sesiones ordinarias hasta por treinta días más. 16.Nombrar los Gobernadores Departamentales y los Jefes Políticos de las Provincias, tomándolos de los candidatos presentados por las Juntas Departamentales. Anexión-Restauración 469 17.Conceder retiros y licencias a los militares, y admitir o no las renuncias que hagan desde alférez hasta el más alto grado, según lo determine la ley. 18.Expedir patente de navegación. 19.Recibir los Ministros públicos extranjeros. 20.Promover el fomento de la instrucción pública, instituyendo escuelas náuticas, de agricultura, mineralogía, y de artes y oficios. 21.Cuidar de la exacta y fiel recaudación de las rentas públicas y de su legal inversión. 22.Cuidar que la justicia se administre pronta y cumplidamente, y que las sentencias se ejecuten. 23.Conceder cartas de naturalización. 24.Ejercer el Patronato de la República. 25.Conceder el pase o retener los Decretos conciliares y Bulas pontificias, sometiéndolas a quien corresponda, si contienen disposiciones generales, si versan sobre negocios particulares, gubernativos o puntos contenciosos. 26.Conmutar la pena capital por otra menos grave, por apelación hecha a su gracia, la cual produce suspensión de la ejecución. 27.Asistir a la apertura del Congreso en cada Sesión legislativa ordinaria, presentarle un Mensaje por escrito de la administración del año expirado y de la situación interior y exterior del Estado, en sus diversos ramos. En las elecciones ordinarias este Mensaje se presentará en el acto de prestar el nuevo electo el juramento constitucional. 28.Hacer todas las observaciones que juzgue oportunas y necesarias acerca de las leyes sancionadas por las Cámaras, devolviendo el proyecto dentro del término de dos días en las acordadas por urgencia, y de ocho por las demás; si sus observaciones no son acogidas, deberá promulgarlas y hacerlas ejecutar. 29.Sellar las leyes y decretos del Poder Legislativo, y cuando no tenga observaciones que hacerles, dentro de tres días promulgar unas y otras con la siguiente fórmula: Ejecútese, comuníquese por la Secretaría N., publicándose en todo el territorio de la República, para su cumplimiento. César A. Herrera 470 Art. 85. Todas las providencias gubernativas del Poder Ejecutivo deberán deliberarse en Consejo de Secretarios de Estado. Art. 86. Ningún acto, decreto, reglamento, orden o providencia del Poder Ejecutivo, excepto los decretos de nombramiento y remoción de los Secretarios de Estado, será ejecutorio, si no está refrendado por el Ministro del ramo. Art. 87. El encargado del Poder Ejecutivo no tiene más autoridad ni facultades que las que expresamente le confieren la Constitución y las leyes; y no podrá ejercer el Poder Ejecutivo fuera de la Capital, excepto en el caso único de una conmoción en ella, a mano armada. Art. 88. Si, concluido el período constitucional, el Congreso no se hallare reunido, el Presidente cesará en sus funciones, encargándose de ellas el Vicepresidente. Sección 4ª De los Secretarios de Estado Art. 89. Para el despacho de todos los negocios de la Administración Pública habrá tres Secretarios de Estado, a saber: 1ª De Gobernación, Justicia e Instrucción Pública. 2ª De Hacienda y Comercio. 3ª De Guerra y Marina. Único. El encargado del Poder Ejecutivo encomendará el despacho de Relaciones Exteriores a aquel de los Ministros que lo juzgue conveniente. Aceptada la renuncia de un Secretario, procederá el Poder Ejecutivo a reemplazarle inmediatamente. El arreglo y organización de las Secretarias será objeto de una ley. Art. 90. Son atribuciones de los Secretarios de Estado: 1º Reunirse en Consejo de Estado con el encargado del Poder Ejecutivo y, como sus órganos inmediatos, comunicar sus órdenes en sus respectivos ramos. Ninguna orden expedida fuera Anexión-Restauración 471 de este conducto, ni decreto, providencia o reglamento alguno, que no sea autorizado por el respectivo Secretario, deberá ser ejecutado por ningún funcionario público ni persona privada. 2º Presentar los proyectos de ley necesarios para la buena dirección de la Administración Pública. 3º Asistir y tomar parte en la discusión cuando sean llamados oficialmente a las sesiones de las Cámaras, o cuando lo exijan los negocios de sus respectivos ramos, y sin tener voto deliberativo. 4º Responder a las interpelaciones que se le hagan en las Cámaras sobre los ramos de su administración. Art. 91. Los Secretarios de Estado son responsables de los actos del Poder Ejecutivo que refrendan, y solidariamente de las providencias dadas en Consejo de Ministros. Art. 92. Para ser Secretario de Estado se requieren las mismas cualidades que para ser Representante. TÍTULO VI El Poder Judicial Sección 1ª Art. 93. La Justicia se administrará por una Suprema Corte de Justicia, con su asiento en la Capital, y por los demás Tribunales y Juzgados que la ley establezca. Sección 2ª Art. 94. La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles, correccionales y criminales, pertenece exclusivamente a los Tribunales. La Ley establecerá en la criminal el juicio por Jurados. Art. 95. En ningún juicio podrá haber más de dos instancias. César A. Herrera 472 Sección 3ª Art. 96. La Primera Magistratura judicial del Estado reside en la Suprema Corte de Justicia, que se compondrá de un Presidente y cuatro Ministros, elegidos por el Senado, y de un Ministro Fiscal nombrado por el Poder Ejecutivo. Art. 97. Para ser Ministro de la Suprema Corte de Justicia se requieren las mismas cualidades que para ser Senador, y durarán en sus funciones cuatro años. Art. 98. Son atribuciones de la Suprema Corte de Justicia: 1ª Conocer de las causas que se formen contra el Presidente y Vicepresidente de la República, por delitos comunes. 2ª Conocer de las causas que se formen contra los miembros del Senado y Cámara de Representantes, por crímenes de Estado. 3ª Conocer de las causas que se formen contra sus propios miembros, por delitos comunes. 4ª Conocer de las causas contenciosas de los Plenipotenciarios y Ministros públicos extranjeros, acreditados cerca del Gobierno de la República. 5ª Conocer de las causas de responsabilidad que se formen contra los Secretarios de Estado, Agentes diplomáticos de la República y Gobernadores, por mal desempeño en el ejercicio de sus funciones. 6ª Conocer de las controversias que resultaren en los contratos y negociaciones que celebre el Poder Ejecutivo, por sí o por medio de agentes. 7ª Conocer de los recursos de queja contra los Tribunales de Apelación, por abuso de autoridad, exceso de poder, omisión, denegación o retardo culpable en la administración de justicia; y de las causas de responsabilidad contra los Jueces de estos Tribunales. 8ª Conocer de los recursos de fuerza. 9ª Conocer de las causas de presa de tierra y mar. 10.Conocer y decidir las cuestiones que se susciten entre dos o más Departamentos, Provincias o Comunes. Anexión-Restauración 473 11.Conocer de todas las causas civiles y criminales que se le sometan en apelación, y decidir soberana y definitivamente sobre la infracción de fórmulas o violaciones de la ley. 12.Conocer, como Corte marcial, de los recursos de nulidad contra las sentencias pronunciadas por los Consejos de Guerra. 13.Oír las dudas de los demás Tribunales, consultar al Congreso sobre ellas, por conducto del Poder Ejecutivo, e informar a este de lo que sea conveniente para la mejor administración de Justicia. 14.De oficio, para uniformar la jurisprudencia, reformar las sentencias de los demás Tribunales o Juzgados, pasadas ya en autoridad de cosa juzgada, que contengan algún principio falso o errado, o adolezcan de algún vicio radical, sin que su decisión pueda aprovechar ni perjudicar a las partes. Art. 99. Los miembros de la Suprema Corte de Justicia son responsables y están sujetos a juicio por ante el Senado: 1º Por crímenes de Estado. 2º Por infracción a la Constitución. 3º Por cohecho, mala conducta o mal desempeño en el ejercicio de sus funciones. Sección 4ª De los Tribunales de Apelación y otros Juzgados Art. 100. Para la mejor administración de justicia, se dividirá el territorio de la República en Distritos Judiciales, en los cuales se establecerán Tribunales de Apelación, de Primera Instancia, de Comercio y Jueces de Instrucción. Se dividirá también el territorio en circuitos para la administración de la justicia en lo criminal. Art. 101. Para ser Juez de estos Tribunales, se requiere tener veinte y cinco años cumplidos, la aptitud necesaria y las demás cualidades que se requieren para ser Representante. Art. 102. La ley organizará los Consejos de Guerra, los Juzgados inferiores, y designará la jurisdicción, atribuciones y emolumentos de estos. 474 César A. Herrera Título VII Del Régimen Interior de la República Sección 1ª Del Gobierno Político de los Departamentos Art. 103. La Gobernación Superior de cada Departamento reside en un magistrado con la denominación de Gobernador, dependiente del Poder Ejecutivo, de quien es agente inmediato constitucional, y con quien se entenderá por el órgano del Secretario del despacho respectivo. Art. 104. En todo lo perteneciente al orden de seguridad del Departamento de su gobierno político y económico, están subordinados al Gobernador todos los funcionarios públicos, de cualquier clase y denominación que sean y que residan dentro del Departamento. Art. 105. Para ser Gobernador se necesitan las mismas cualidades que para ser Senador. Art. 106. Los Gobernadores ejercerán funciones por cuatro años, y pueden ser reelectos. Art. 107. Las Provincias que no sean cabeza de Departamentos, serán regidas por Jefes Políticos subordinados al Gobernador, su duración y atribuciones serán determinadas por la ley. Art. 108. Son atribuciones del Gobernador: 1ªConvocar extraordinariamente las Juntas Departamentales cuando sea necesario, en conformidad a la Constitución. 2ª Someterles a principio de sus sesiones ordinarias, por escrito, una relación del estado interior del Departamento, con aquellas indicaciones que sean de utilidad pública, y propendan al progreso y bienestar del Departamento. 3ª Ejercer las demás atribuciones que le confiera la ley. Art. 109. La ley fijará la indemnización anual, que por sus servicios, deberán recibir los empleados de este ramo. Anexión-Restauración 475 Sección 2ª De las Juntas Departamentales Art. 110. Habrá en cada Capital del Departamento una Junta Departamental compuesta de un Diputado, por cada Común de las que compongan el Departamento, elegido por voto directo. Art. 111. Las Juntas Departamentales se reunirán de pleno derecho el día 15 de diciembre de cada año en la capital del Departamento, o extraordinariamente, cuando sean convocadas por el Gobernador. 1º Durarán sus sesiones ordinarias treinta días, y serán prorrogadas por diez días más en caso necesario. 2º Las sesiones extraordinarias durarán el tiempo fijado en la convocatoria, el que no podrá exceder de quince días. Art. 112. Las ordenanzas o resoluciones de las Juntas Departamentales se pasarán al Gobernador para que las haga ejecutar. Tendrá este el derecho de hacer objeciones dentro del término de tres días. Las objeciones serán consideradas por las Juntas Departamentales; si no la acoge, el acuerdo, ordenanza o resolución deberá llevarse a su cumplido efecto. Art. 113. Concluidas las sesiones, las Juntas Departamentales pasarán copia de sus resoluciones a la Cámara de Representantes, que solo podrá desaprobar aquellas que sean contrarias a la Constitución o a las leyes. Art. 114. Las Juntas Departamentales no podrán ejercer otras atribuciones que las que les confieren la Constitución y las leyes. Art. 115. Las Juntas Departamentales pueden llamar a su seno los Gobernadores, para consultarles sobre todo lo concerniente al bienestar y buena administración del Departamento. Art. 116. El empleo de Diputado Departamental no es incompatible con los demás cargos públicos, excepto con los de Presidente y Vicepresidente de la República, Secretarios de Estado, Gobernadores, Jefes Políticos y Comandantes de Armas. Los Diputados gozarán durante las sesiones de la retribución que les 476 César A. Herrera asignen sus respectivos Cuerpos, y tienen las mismas inmunidades por las opiniones emitidas en el ejercicio de sus funciones que los Representantes del Pueblo. Art. 117. Las Juntas Departamentales serán presididas por aquel de sus miembros que ellas mismas elijan por el tiempo estipulado en su Reglamento interior. Art. 118. Son atribuciones de las Juntas Departamentales: 1ª Poner en conocimiento del Poder Ejecutivo o de la Cámara de Representantes, con los datos necesarios, los abusos de poder y mala conducta del Gobernador y demás empleados públicos del Departamento. 2º Presentar anualmente a la Cámara de Representantes y al Poder Ejecutivo, lista de los individuos que sean aptos, en sus respectivos Departamentos, para los cargos de judicatura. 3º Presentar al Poder Ejecutivo listas para el nombramiento de Gobernadores y Jefes Políticos, y cuando estos delincan o falten a sus deberes, denunciarlos. 4º Pedir al Prelado Eclesiástico la remoción de los párrocos que tengan una conducta reprensible y perjudicial a la moral de sus feligreses, presentando los datos necesarios. 5º Recibir de las corporaciones y ciudadanos, los informes, peticiones o representaciones que estos les dirijan, si son de su competencia; y de no, elevarlos a quien corresponda. 6º Hacer por sí y por medio de los Ayuntamientos el reparto de las contribuciones decretadas por la Cámara de Representantes. 7º Formar los reglamentos que sean necesarios para la buena policía urbana y rural, y velar sobre su fiel ejecución. 8º Imponer contribuciones de patentes, derramas y otros arbitrios necesarios, que no sean contrarios a la Constitución o a las leyes, para formar las rentas internas del Departamento. 9º Fijar anualmente el Presupuesto de ingresos y egresos de sus respectivos Departamentos e imprimir y publicar anualmente el estado e inversión de sus rentas. 10.Crear escuelas públicas de todas clases, y proteger la instrucción, tanto dentro como fuera de las poblaciones. Anexión-Restauración 477 11.Promover, por cuantos medios estén a su alcance, el adelanto, fomento y perfección de la agricultura. 12.Decretar y promover la construcción, apertura y limpieza de caminos públicos. 13.Formar, por sí y por medio de los Ayuntamientos, el censo de la población y la estadística general del Departamento. 14.Favorecer los proyectos de inmigración de extranjeros. 15.Aprobar los impuestos de propios y arbitrios que establezcan los Ayuntamientos, y en uso de las facultades que le confieren la Constitución y la ley. 16.Recibir e intervenir los Presupuestos de ingresos y egresos de sus respectivos Ayuntamientos. 17.Acordar todo lo que juzguen conveniente y necesario al progreso y bienestar de sus Departamentos y felicidad de los habitantes, siempre que no invadan las atribuciones de las Cámaras, del Congreso o del Poder Ejecutivo y Judicial, y que no estén en contradicción con la Constitución o las leyes. 18.Pedir al Congreso o al Poder Ejecutivo cuanto juzguen conveniente para la prosperidad, mejora y fomento de su respectivo Departamento. Art. 119. Para ser Diputado de Departamento se necesitan las mismas cualidades que para Representante. Los Diputados durarán en sus funciones dos años. Sección 3ª De los Ayuntamientos Art. 120. Para el gobierno económico-político de las Comunes habrá Ayuntamientos en cada una de aquellas donde lo determine la ley; sus vocales serán elegidos por las Asambleas Electorales; presidirá las sesiones de los Ayuntamientos el vocal que ellos mismos elijan, que se titulará Corregidor. Art. 121. Como la primera autoridad civil en las Comunes donde no hayan Gobernador ni Jefe político, el Corregidor representará este último. 478 César A. Herrera Art. 122. También elegirán los Ayuntamientos uno o dos de sus miembros para ejercer las funciones de Alcaldes Constitucionales. Las atribuciones de los Alcaldes, como jueces, serán definidas por la ley. Único. Los Ayuntamientos durarán en funciones dos años. Sus atribuciones y organización serán determinadas por la ley. TÍTULO VII De las Elecciones y de las Asambleas Electorales Art. 123. Se establece el voto directo y sufragio universal. Las Asambleas Electorales se reunirán, de pleno derecho, el primer lunes de Noviembre de cada año en que deben ejercer las atribuciones que la Constitución y las leyes les designan. Único. En los casos extraordinarios se reunirán treinta días a más tardar después de la fecha del decreto de convocatoria. Art. 124. Son atribuciones de las Asambleas Electorales: 1ª Elegir al Presidente y Vicepresidente de la República. 2ª Elegir Diputados para la Cámara de Representantes. 3ª Elegir Diputados para las Juntas Departamentales. 4ª Elegir Regidores y Síndicos para sus respectivos Ayuntamientos, y donde no los haya, el Alcalde y Síndico del lugar. 5ª Reemplazar a todos los funcionarios cuya elección les pertenece, en los casos y según las reglas establecidas por la Constitución o la ley. Art. 125. Las elecciones enunciadas en el artículo anterior se harán por escrutinio secreto, por mayoría absoluta de votos, una después de otra y en sesión permanente. Art. 126. Las reuniones ordinarias de las Asambleas Electorales deberán efectuarse en el año anterior al de la expiración de los períodos constitucionales; excepto en los casos en que sean Anexión-Restauración 479 convocadas extraordinariamente y especialmente, para ejercer una o más de las atribuciones que les confiere la Constitución. Art. 127. En las elecciones para Presidente y Vicepresidente de la República, las Asambleas Electorales deberán remitir, inmediatamente después de concluidos sus trabajos, copias de las actas al Senado y Ministerio de Gobernación; y en las demás elecciones según lo disponga la ley. Art. 128. No podrán las Asambleas Electorales ejercer otras atribuciones que aquellas que les confieren la Constitución y la ley, y deberán disolverse inmediatamente después de agotada la elección. Art. 129. Para ser elector se requiere: estar en pleno goce de los derechos civiles y políticos, residir y estar domiciliado en la Común donde se vota y tener una de las cualidades siguientes: 1ª Ser propietario de bienes raíces, o arrendatario de un establecimiento rural, en actividad de cultivo. 2ª Ser empleado público u oficial de mar o tierra. 3ª Profesar alguna ciencia o arte liberal, o ejercer algún oficio o industria sujeta al derecho de patente. Art. 130. La ley arreglará y determinará las formalidades que se han de observar en las elecciones. TÍTULO IX De la Fuerza Armada Art. 131. La fuerza armada es esencialmente obediente; ella no tiene facultad de deliberar. Art. 132. El objeto de la fuerza armada es defender la independencia y libertad del Estado, mantener el orden público, y sostener la observancia de la Constitución y las leyes. Único. No habrá más fuerza armada permanente que la indispensablemente necesaria. César A. Herrera 480 Art. 133. El mando militar no afectará nunca el territorio sino a las personas puramente militares y en actual servicio. Art. 134. La ley no creará otros empleos militares que los que sean indispensablemente necesarios, y no se concederá ningún grado sino para llenar una plaza creada por ella. Art. 135. La ley establecerá las reglas de reclutamiento y ascensos en la fuerza armada, que se dividirá en ejército de tierra, armada y guardia nacional. Único. En ningún caso podrá crearse cuerpos privilegiados. Art. 136. El Poder Ejecutivo nombrará Comandantes de Armas en aquellas plazas o lugares que lo juzgue conveniente, cuyas atribuciones serán puramente militares; no pudiendo acumularse jamás las funciones de este empleo con las de Gobernador Departamental ni Jefe Político. Art. 137. La guardia nacional de cada Departamento estará bajo las órdenes inmediatas del Gobernador del Departamento o quien haga sus veces; no podrá movilizarse sino en los casos previstos por la ley, y todos los grados en ella serán electivos y temporales. Art. 138. Los individuos de la fuerza armada de mar y tierra serán juzgados por los delitos que cometan, por Consejos de Guerra, cuando estén en los casos previstos por el Código Penal Militar, y según las reglas establecidas por él; en todos los demás casos, o cuando tengan por coacusados a uno o muchos individuos de la clase civil, serán juzgados por los Tribunales ordinarios. TÍTULO X Disposiciones generales Art. 139. Ningún impuesto general se establecerá sino en virtud de una ley; ni podrá imponerse contribución departamental o comunal sin el consentimiento de sus respectivas Corporaciones. Las leyes que impongan contribuciones directas se harán anualmente. Anexión-Restauración 481 Art. 140. Toda contribución, en la forma de papel moneda, queda para siempre prohibida. Art. 141. No se extraerá del Tesoro público cantidad alguna para otros usos que los determinados por la ley, y conforme a los Presupuestos aprobados por el Congreso, que precisamente se publicarán cada año. Tampoco podrán depositarse fuera de las arcas públicas los caudales pertenecientes a la Nación. Art. 142. El Presupuesto de cada Secretaría de Estado se dividirá en Capítulos. No podrá trasladarse suma de un ramo a otro, ni distraer los fondos de su objeto especial, sino en virtud de una ley. Art. 143. Habrá una Cámara de Cuentas permanente, compuesta de ciudadanos nombrados por el Poder Ejecutivo, para examinar, aprobar o desaprobar las Cuentas generales y particulares de la República. En el mes de febrero de cada año deberán estar centralizadas, impresas y publicadas, bajo la responsabilidad del Secretario del Despacho de Hacienda, todas las Cuentas generales y particulares de la República, del año anterior. Art. 144. Ninguna ley, decreto ni reglamento de administración o policía, serán obligatorios, sino después de publicados en la forma que la ley requiere. Art. 145. Se prohíbe la fundación de toda clase de censos a perpetuidad, tributos, capellanías, mayorazgos y toda clase de vinculaciones. Art. 146. Ninguna plaza, ni parte del territorio de la República podrá ser declarado en estado de sitio, sino en los casos de invasión extranjera, efectuada o inminente, o de conmoción interior. En el primer caso la declaratoria toca al Poder Ejecutivo, y en el segundo al Congreso; pero si este no está reunido, el Poder Ejecutivo hará la declaratoria, convocándole inmediatamente para darle cuenta. La Capital no será, en ningún caso, declarada en estado de sitio sino por una ley. Art. 147. Ningún dominicano llevará insignia, decoraciones o distinciones que no estén expresamente designadas por la ley, ni exigirá títulos o denominaciones que ella no haya establecido. Art. 148. Las personas que ejerzan algún empleo de confianza u honor en la República, no aceptarán título, condecoración, 482 César A. Herrera presente o emolumento de ningún Rey, Príncipe o nación extranjera, sin el consentimiento del Congreso. Art. 149. En ningún caso podrá suspenderse la ejecución de una parte ni del todo de la Constitución. Su observancia y exacto cumplimiento queda confiado al celo de los Poderes que ella establece y al valor y patriotismo de todos los dominicanos. Art. 150. Se celebrarán anualmente con la mayor solemnidad en toda la República los días 27 de Febrero, aniversario de la Independencia, y el 7 de julio, aniversario de la Libertad; únicas fiestas nacionales. Art. 151. El pabellón nacional mercante se compone de los colores azul y rojo, colocados en cuarteles esquinados, y divididos en el centro por una cruz blanca, de la mitad del ancho de uno de los otros colores, que toque los cuatro extremos. El pabellón de guerra llevará además las armas de la República en el centro. Art. 152. El escudo de armas de la República es una cruz, a cuyo pie está abierto el Libro de los Evangelios, y ambos sobresalen de entre un trofeo de armas en que se ve el símbolo de la libertad, enlazado con una cinta en que va el siguiente lema: Dios, Patria y Libertad. Art. 153. En todos los casos en que, conforme a esta Constitución o a la ley, deban presentarse candidatos para el nombramiento de oficiales o empleados públicos, se entenderá que deben ponerse los nombres de cada uno de ellos en pliegos separados con relación de sus méritos, servicios y capacidad. Art. 154. Ningún funcionario ni empleado público, civil, político, eclesiástico o militar, entrará en el ejercicio de sus funciones, sin prestar previamente el juramento de sostener y defender la Constitución, y cumplir bien y exactamente los deberes de su empleo. Art. 155. El Presidente y Vicepresidente de la República jurarán de la manera prescrita en el artículo 81; los Presidentes de las Cámaras del Congreso, en presencia de la respectiva Cámara, los miembros de ella ante su Presidente; los demás funcionarios y empleados ante el encargado del Poder Ejecutivo o de las personas a quienes este cometa el encargo de recibir sus juramentos y en el orden arriba expresado. Anexión-Restauración 483 TÍTULO XI De la Revisión de la Constitución Art. 156. La presente Constitución no podrá revisarse sino cuando la proposición sea hecha por la Cámara de Representantes y admitida por las dos terceras partes de ella, en tres sesiones anuales consecutivas. Art. 157. El Congreso puede, en virtud de la proposición hecha por la Cámara de Representantes, y admitida por los dos tercios de aquel, decretar la revisión de la Constitución, designando y publicando los artículos y disposiciones que deban revisarse, y las razones de utilidad, necesidad o pública conveniencia. Art. 158. En la Sesión legislativa ordinaria o extraordinaria, subsecuente a aquella en que se haya dado el decreto de revisión, procede el Congreso a ella, debiendo estar presentes los dos tercios de sus miembros, por lo menos. Art. 159. El Congreso designará, en el decreto de revisión, el lugar y la época que juzgue conveniente para su reunión. TÍTULO XII Disposiciones Transitorias Art. 160. El Soberano Congreso Constituyente elegirá, por esta vez, el Presidente y Vicepresidente de la República; les recibirá juramento, y quedarán instalados en sus respectivos cargos. El primero durará en funciones hasta el primero de marzo de mil ochocientos sesenta y dos; y el segundo hasta el primero de marzo de mil ochocientos sesenta. Art. 161. Se declaran estar en su fuerza y vigor todas las leyes, reglamentos, disposiciones y decretos que no sean contrarios a la presente Constitución. Los Jueces de la Suprema Corte de Justicia, de los Tribunales de Primera Instancia y de todos los demás Juzgados, continuarán ejerciendo sus funciones y conociendo de las causas, en el mismo modo y forma, y con las mismas 484 César A. Herrera atribuciones que han ejercido, y hasta que sean legalmente reemplazados o que se organicen los Tribunales en la forma designada por esta Constitución. Art. 162. Queda autorizado el Poder Ejecutivo para nombrar interinamente los Gobernadores de Departamentos y los Jefes Políticos de Provincia, hasta que lo sean definitivamente de los candidatos que presenten las Juntas Departamentales en conformidad a esta Constitución. Art. 163. Los Ayuntamientos y todos los demás empleados públicos seguirán ejerciendo sus funciones, hasta nueva organización, siempre que no sean contrarias a esta Constitución. Art. 164. El Soberano Congreso Constituyente decretará, aún después de promulgada esta Constitución, las leyes que considere más necesarias para el establecimiento de la misma Constitución y arreglo de algunas otras materias importantes. Art. 165. En los primeros días del primer Congreso Nacional, se verificará por cada Cámara el sorteo de los Senadores y Representantes que deban salir, para que sean renovados por mitad, o por el número menor aproximado a ella, conforme a esta Constitución. Art. 166. El Gobierno Provisional dará cuenta de sus actos y de la administración de los fondos públicos, por el órgano del Poder Ejecutivo, al primer Congreso Nacional, quien solo podrá descargarlo de la responsabilidad. Dada en la sala de sesiones del Soberano Congreso Constituyente, en la heroica Villa de Moca, a los diez y nueve días del mes de febrero del año de gracia de mil ochocientos cincuenta y ocho, decimocuarto de la Patria y primero de la Libertad. El Presidente del Congreso, Diputado por Santiago de los Caballeros, Benigno F. Rojas. El Vicepresidente, Toribio L. Villanueva, Diputado por Puerto de Plata. Lucas Gibbes, Diputado por Azua. Cristóbal José de Moya, Diputado por La Vega. Carlos Roxas, Diputado por Moca. Francisco de León, Diputado por Jarabacoa. Félix Ortiz, Diputado por San Juan. Casimiro Pimentel, Diputado por San José de Ocoa. Julián Padilla, Diputado por Samaná y Sabana de la Mar. Ramón Guzmán, Diputado por Moca. A. Castillo, Diputado por Anexión-Restauración 485 Guerra. J. Eufemio Hernández, Diputado por El Cotuí. J. Belisario Curiel, Diputado por Santiago de los Caballeros. J. Alfau, Diputado por Higüey. Casimiro Cordero, Diputado por La Vega. Juan Reynoso, Diputado por La Vega. P. Francisco Bonó, Diputado por Santiago de los Caballeros. Joaquín de Portes, Diputado por Monte Cristi. Wenceslao de la Concha, Diputado por Puerto Plata. Pedro Pineda, Diputado por San Cristóbal. M. de Lora, Diputado por Santiago de los Caballeros. D. V. de Moya, Diputado por La Vega. J. A. Billini, Diputado por Baní. José A. Brea, Diputado por Monte Plata y Boyá. F. A. Limardo, Diputado por Sabaneta. J. A. Batista, Diputado por Azua. José Ma. Guzmán, Diputado por Las Matas de Farfán. V. C. Duarte de Beger, Diputado por Los Llanos. Federico Salcedo, Diputado por San Francisco de Macorís. José Ma. Rodríguez, Diputado por San Miguel. J. C. Tabera, Diputado por Bánica. Alfred Deetjen, Diputado por Las Caobas. A. R. D. Molina, Diputado por San Rafael. G. Riva, Diputado por Hincha. Pedro P. de Bonilla, Diputado por Santo Domingo. José R. Bernal, Diputado por el Macorís. D. A. Rodríguez hijo, Diputado por Guayubín. J. M. Pérez, Diputado por Neiba. Manuel Ma. Valverde, Diputado por Santo Domingo. J. Santín, Diputado por El Seibo. José María Morales, Diputado por El Seibo. S. Pujols, Diputado por Santo Domingo. M. Ortiz, Diputado por Azua. Juan Enemencio Ureña, Diputado por San José de las Matas. Marcelo Alburquerque, Diputado por Bayaguana. Los Secretarios: Fauleau, Diputado por Santo Domingo. Pedro Bernal, Diputado por El Seibo. Medítese en la unción civilista y en la mística de la democracia que inspiraban entonces, hace más de cien años el patriciado de aquellos ilustres antepasados. CAPÍTULO XXXVIII GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Dictadura de Pimentel. Movimientos revolucionarios que se levantaron contra él. Asedio de la capital. Continuación del proceso de las negociaciones para el canje de prisioneros y la evacuación de las tropas de Santo Domingo. Gestión oficiosa del señor don Federico Echinagusia por ante don Pablo Pujols. Carta de Pujol al general Gándara. El día 25 de marzo de 1865 asumió Pedro Antonio Pimentel las funciones ejecutivas del Estado y formó su Gabinete del modo siguiente: Ministro de lo Interior y Policía, general José del Carmen Reinoso; ministro de Justicia e Instrucción Pública, Vicente Morel y ministro de Hacienda y Comercio, y Relaciones Exteriores, general Teodoro S. Heneken. En el período comprendido entre el 25 de marzo y el 13 de agosto del mismo año en que rescindió el mando en manos del general José Ma. Cabral, tuvo Pimentel que afrontar muchas situaciones políticas que no pudo superar a causa de los resentimientos y los odios que habían despertado en la conciencia popular los desaciertos en su corta gestión gubernativa y las persecuciones de que fueron objeto muchos de sus conmilitones, sin descontar la saña con que trató a los miembros del ministerio de Polanco. 487 488 César A. Herrera En menos de dos meses, a contar desde el 1º de mayo tuvo que movilizar el ejército para debelar las sublevaciones de Monción, y la de Polanco, que justamente resentido con Pimentel enarboló la enseña de la revolución y según algunos la bandera haitiana. Este hecho es sensatamente negado por muchos de los historiadores de las gestas restauradoras. Sin embargo, no es dudoso que ese movimiento tuviese conexiones con la idea ya señalada por Geffrard de crear una especie de tercera República en el Noroeste de la Isla. Queda al menos el hecho sometido al esclarecimiento de la historia pero, ante la duda y en bien del prócer es discreto a todo comentarista suspender el juicio al respecto, pero vale apuntar que el general Cabral, con tropas del Sur, el general Manzueta, con soldados del Este y el general Marcos Adón en los campamentos aledaños a Santo Domingo, con sus tropas victoriosas aguardaban la orden de marcha para entrar en la Capital con banderas desplegadas a paso de vencedores. No obstante la importancia que se le había atribuido a la toma y posesión de Puerto Plata y de los parabienes que el general Gándara recibió por esa acción de guerra tan esperada como soñada y tan inútil como centro de operaciones para la campaña contra Santiago, según el plan añorado por Gándara. Este, que ya presumía cuál sería a la postre el resultado de las luchas políticas de España en cuanto al caso dominicano, no dejó de abrigar la esperanza de obtener la sumisión del pueblo dominicano por otros medios que no fueran exclusivamente los de la guerra, tales como la sonsaca, el soborno y, sobre todo, las circunstancias propicias que producirían las rivalidades y las luchas partidistas de los caudillos de la Revolución Restauradora. Pero la improbabilidad de recibir a tiempo la ayuda que esperaba de España y las dificultades cada vez mayores que tendría que contemplar para llevar al cabo su plan de campaña contra el corazón mismo de la revolución, le fueron amenguando las esperanzas de salir airoso de su empresa de pacificación del país tal como lo había prometido a su salida de Cuba. Así pues, tan pronto como lo creyó prudente comenzó el tanteo para concertar por la mediación oficiosa del Presidente de Haití un Anexión-Restauración 489 convenio para el canje de prisioneros y, sin duda, echar las bases de un futuro entendimiento para la suspensión de las hostilidades y el sustentamiento de una paz estable con sumisión de los dominicanos al dominio de España. El primer paso en ese sentido lo dio el señor don Federico Echinagusia una de las personas con quienes «contaba Gándara», para «inclinar a los insurrectos a la sumisión», según sus palabras textuales. Y fue que en las Islas Turcas el señor Echinagusia indujo a Pujol a que le escribiera en ese sentido a Gándara tan pronto como retornara al país. Como esta carta es el documento que abre, por decirlo así, las negociaciones, creemos conveniente trasladarla a este ensayo de la conocida obra Anexión y Guerra de Santo Domingo por el general Gándara y cuyo texto completo es el siguiente: Santiago de los Caballeros, 16 de agosto de 1864. Excmo. señor: En las Islas Turcas tuve una entrevista con don Federico Echinagusia, que se me presentó como comisionado de V. E., aunque sin poderes escritos. Dicho señor me instó diferentes veces para que me dirigiese a V. E. con el fin, según me dijo, de ver si por ese medio se conseguía hacer cesar la guerra que desgraciadamente aflige a este país. Idea tan halagüeña no podrá sino encontrar en mí la aceptación más cordial. Pero teniendo poderes para dar un paso, creí injustificable la acción de dirigirme a V. E.; hoy, que desgraciadamente se encuentra mandando los ejércitos enemigos de mi patria, sin antes tomar autorización de mi Gobierno, y para evitar dilaciones, determiné ponerme en camino para esta, y desde aquí, con la venia de mis colegas, escribo a V. E. Así lo he practicado y hoy debidamente autorizado, tengo la honra de dirigirme a V. E. Un año cumple, Excmo. señor, que el pueblo dominicano se encuentra en armas para reivindicar sus derechos de pueblo libre e independiente; un año durante el cual ha pasado por 490 César A. Herrera todos los sinsabores de una guerra desigual, sellando lujosamente los campos de batalla con su preciosa sangre; un año que lleno de abnegación soporta las penalidades consiguientes a esta lucha en un país asolado por el incendio de sus campos, pueblos y ciudades; todo esto para demostrar ante el mundo imparcial que la pérdida de la nacionalidad no llevó impresa de modo alguno su imprescindible voluntad; lo que tiene probado hasta la evidencia, y creo poder asegurar a V. E. que la opinión pública en el exterior, y principalmente en la misma Península ha fallado ya la causa que España sigue en este desgraciado suelo, y que está acorde en reconocer que la Anexión de la República Dominicana a la corona de España fue el torpe engaño de un infiel mandatario que abusando de la confianza que su patria en él había depositado, no rehuyó de satisfacer sus miras personales y sorprender la buena fe de dos naciones, la una noble, grande y generosa, y la otra sufrida, pero indómita y valiente. Sí, Excmo. señor; y no podría ser de otro modo, porque los pueblos como los individuos siempre reconocen los eternos principios de la justicia y de la equidad. Ahora toca a V. E., que es el legítimo representante de la nación española en este suelo, y que palpa de más cerca estas verdades informar a su Gobierno ya del estado del espíritu público del país, ya de lo inútil de la conquista, pues no puede corresponder su valor a los sacrificios que ella exige, ya del poco o ningún honor que ejércitos disciplinados pueden lograr en un país que se defiende por su clima mortífero para los europeos, por su vasto y desierto territorio, por su pobreza proverbial, por el carácter espartano de sus hijos, y, en fin, por la formal resolución que hombres decididos y determinados, que ya no poseen en el mundo más que sus vidas, han tomado de ofrecerlas en holocausto antes que volver a ver en su patria una dominación extraña. Toca a la nación española, toca a V. E. el pesar estar razones y obrar según le dicte el buen sentido, la conveniencia, la hidalguía y antecedentes honrosos del pueblo español. Los dominicanos, Excmo. señor, solo quieren mantener incólume su libertad e Anexión-Restauración 491 Independencia. Que el Gobierno español, pues, entrando en lleno en los grandes y elevados principios de la humanidad y conveniencia política, dé una prueba de magnanimidad tan característica de la nación española devolviendo a este pobre y desgraciado país la paz y el sosiego, la tranquilidad y el reposo. Mi Gobierno, Excmo. señor, a pesar de los elementos con quien cuenta para proseguir la guerra hasta lo infinito; a pesar del entusiasmo que el pueblo dominicano desplegó a medida que avanzaba la lucha, a pesar de los odios y rencores que todo estado de guerra produce no creería justificar su conducta siempre justa y por consiguiente templada, si no me autorizase hoy a dar así este paso cerca de V. E. para ver si, recabando una contestación a V. E. a la presente, se logra dar fin a las presentes complicaciones. Con este deseo, Excmo. Sr., tengo el honor de suscribirme de V. E. con la consideración más distinguida su seguro servidor Q. B. S. M. Pablo Pujol. Excmo. señor general D. José de la Gándara. Comandante en Jefe de las fuerzas españolas en Monte Cristi. CAPÍTULO XXXIX GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Conversaciones para concertar el convenio del canje de prisioneros y la paz. Carta del general La Gándara a don Pablo Pujol al respecto. Carta de La Gándara al general Hungría y la libertad del coronel Velazco como subterfugio para planear el canje de prisioneros. Misión de Deetjen, Pedro A. Pimentel, Curiel, Pujol y Manuel. Rodríguez Objío. No puede pedirse más discreción, más comedimiento, más altivez en la honorable hidalguía de esta carta, en la que antes que una censurable sumisión, hay la expresa protesta de que «Los dominicanos, no desean, no, la guerra con España; solo quieren mantener incólumes su libertad e independencia». De ese documento nadie puede sacar un solo pensamiento, ni una idea que pueda utilizarse para menguar la integridad moral de Pujol ni el patriotismo del Gobierno de Salcedo. Esta carta, por la respuesta, que mereció del general Gándara, como se verá a continuación, en vez de halagar los sentimientos del militar, y del español, exaltaron su ánimo hasta la fanfarronada según la cual «cada día que pasa aumenta mi fuerza»; ridícula, ante la realidad de su ejército diezmado por las endemias y por el sistema de guerrillas, y sobre todo, en contradicción con su convicción de que al fin las Cortes, por obra de las luchas partidistas en España, 493 César A. Herrera 494 resolverían el caso en bien de los ideales de libertad del pueblo dominicano. Más jactancia había en hacer esas declaraciones, que baladronada en decir, como dijo el Gobierno de Salcedo mediante la palabra de Pujol, «que por la firme resolución que hombres decididos y determinados que ya no posean en el mundo más que sus vidas han tomado de ofrecerlas en holocausto antes que volver a ver en su patria una dominación extraña». En el tono de la respuesta de Gándara no se vislumbra el más vago sentimiento de abjuración del ideal de reconquista que animaba de continuo el patriotismo de los dominicanos. He aquí la carta, trasladada como la de Pujol, de la ya citada obra de Gándara: Monte Cristi, 13 de septiembre de 1864. Señor don Pablo Pujol. Muy señor mío y de mi consideración: Hoy recibo la importante comunicación que se ha servido Ud. dirigirme desde Santiago con fecha 16 de julio próximo pasado. Al contestarle no me es posible analizar su contenido, que me llevaría a una larga discusión, probablemente inútil; diré a Ud. sin embargo que con dificultad, podría Ud. haberse dirigido a un espíritu más benévolamente dispuesto que el mío para hacer justicia a algunas de sus consideraciones. Desgraciadamente, la cuestión esencial que envuelve el escrito a que me refiero, la plantea Ud. de una manera inadmisible. Empieza Ud. por pedir más de lo que podría obtener con una victoria completa sobre nosotros, y Ud. estoy seguro, tiene la conciencia de que estamos muy lejos de esa situación. Conozco la de Ud. y conozco la mía. Yo soy el más fuerte, y cada día que pasa aumenta mi fuerza. No digo a Ud. esto que para demostrarle que no puede pedirme una abdicación completa. Anexión-Restauración 495 Yo soy un general en jefe a quien su Gobierno le dice: Pide cuanto necesites para vencer, y vence. He pedido y el Gobierno ha otorgado. Pero Ud. apela a la hidalguía de la nación española por mi intercesión, y no he de ser yo quien estorbe el ejercicio de esa hidalguía en cuanto sea posible y compatible con la honra de mi patria. Estoy exento de odio y de toda pasión contra la parte del pueblo dominicano que me hace la guerra, y sería para mi satisfacción grande poder poner términos a sus males; pero es preciso que esa parte del pueblo dominicano o sus representantes limitando sus aspiraciones a términos racionales, apelen, y no apelaran en vano a su hidalguía que reconocen en la nación española, y sobre todo el gran corazón de la Reina- Excuse hacer consideraciones de los males y complicaciones que la continuación de la guerra traerá sobre este desgraciado país y sobre Uds., y no quiero apelar a argumentos que pudieran interpretarse por interesados y jactanciosos. Creo que la mejor y más hábil política es la sinceridad y buena fe, y por eso he preferido al contestar a Ud. adoptar la forma que esta carta tiene. Si ella logra inspirar a Ud. y a sus colegas confianza en su palabra y en mi rectitud, puede Ud. si le conviene (y les conviniese a ellos) venir a este Cuartel general en la completa seguridad del mayor respeto a su persona, en donde, con una conferencia particular, podremos a mejor inteligencia que por medio de una larga serie de comunicaciones. Soy de Ud. con consideración, muy atento y seguro servidor, Q. B. S. M. José de la Gándara. Quedaba, y sin duda, expedito el camino hacia un próximo entendimiento para una suspensión de armas y un canje honorable y humano de prisioneros, por lo que don José de la Gándara y Navarro el mismo día que pensaba dar respuesta a la carta de Pujol le dio instrucciones al general Hungría para que escribiera a su amigo el jefe insurrecto de El Duro y le remitiese uno de los prisioneros de la cárcel de Puerto Plata quien cumplió rigurosamente la encomienda que se le había dado; este recurso, o ardid, o maniobra 496 César A. Herrera no prevista ni vislumbrada siquiera en esas cartas surtió los efectos cuyo logro soñaba don José de la Gándara y Navarro. ¡Cuán grata no sería mi sorpresa cuando el mismo día 13, después de escrita mi contestación a Pujol, se presentó en el campamento el teniente coronel Velazco, puesto en libertad por los insurrectos como contestación a la carta de Hungría! Y a esta exclamación agregó un juicio tan desconsiderado como injusto, cuando dijo: «La infamia de su prisión quedaba lavada hasta el punto que la infamia admite atenuaciones». Este juicio es lógicamente irreductible a los términos de la equidad en cuanto a la afirmación del mismo general Gándara, «que el alférez D. Miguel Musa o Mazas compañero y amigo de Velazco se había granjeado muchas simpatías entre los rebeldes», pues, hasta contrasta con las declaraciones de su coetáneo y actor en el escenario histórico de estos hechos, señor don Ramón González Tablas, capitán de infantería a la sazón en la isla, quien dijo: «Sabemos que el subteniente Mazas conocía y vivía con el presidente de la República, Pepillo Salcedo; que el teniente Cárdenas era secretario del general Pimentel y que el Sr. Velazco fue amigo y hasta el consejero de los principales insurrectos. «No es posible, pues, que en ningún país, ni en ninguna guerra hayan podido tratar mejor a los prisioneros. A los insurrectos que tuvimos en nuestro poder los tratábamos con las consideraciones debidas, vistiéndoles y alimentándoles mejor de lo que tenían por costumbre; pero los teníamos presos y un prisionero lo que más ama es la libertad. De consiguiente, si los españoles al discurrir libremente de pueblo en pueblo, pasaron algunas privaciones, no fue por espíritu dañino, sino por consecuencia de la miseria pública que alcanzaba también a los hijos del país». Y agrega don Ramón González Tablas: «Tenemos una verdadera satisfacción en pagar este tributo de gratitud y justicia al pueblo dominicano al que siempre hemos juzgado caritativo y hospitalario».1 1 Historia de la dominación y última guerra de España en Santo Domingo, p. 195. Anexión-Restauración 497 Como el mejor éxito había coronado la primera tentativa, el general Gándara no se durmió en sus laureles, y sin demora, mediante una misiva muy afectuosa, no solo le daba las gracias al señor Pujol por la libertad de Velazco sino que al mismo tiempo le sugería que gestionase con el Gobierno la adopción del mismo procedimiento para llevar al cabo el canje de prisioneros, y fue precisamente el alférez, don Miguel Musa, quien el día 21 de septiembre le trajo la respuesta de Pujol y en ella la noticia de que el Gobierno Provisorio había nombrado una comisión para que tratara con él «no solo en cuanto al canje de prisioneros sino también para llegar» a la muy necesaria inteligencia, por medio de una prudente política «[…] relativamente a la cesación de la guerra y término de la presente contienda». Quizás, de la indeterminación o ambigüedad de los términos condicionales de la suspensión de hostilidades y de la paz, hizo la maledicencia una de sus armas para combatir al presidente Salcedo. La comisión integrada por los generales Alfredo Deetjen, Pablo Pujol, Pedro Antonio Pimentel, Julián B. Curiel y coronel Manuel Rodríguez Objío, llegó el día 30 de septiembre al campamento de Gándara y desde el momento en que fueron recibidos con salvoconducto y toque de parlamento para tratar de Gobierno a Gobierno se había tácitamente otorgado el reconocimiento de beligerancia de la cruzada redentora. Es cierto que esta comisión no logró substanciar un acuerdo definitivo; no pudo por carencia de instrucciones precisas aceptar las proposiciones que les hizo La Gándara. Del análisis de una carta que él remitió al Ministerio de Guerra acerca de estas conversaciones sacaremos los pormenores más elocuentes en cuanto al sentimiento y pensamiento de aquellos hombres respecto de los propósitos que animaban al general Gándara. Según la «carta semioficial» de este, al Ministerio de Guerra: Los comisionados rebeldes traían la pretensión de hacer un tratado en cuyo primer artículo se estableciera el acto moral de su sumisión y el reconocimiento de nuestra superioridad, a condición de que en los artículos siguientes España 498 César A. Herrera reconociera su independencia y se obligara a la evacuación completa del país, dejándoles en libertad de establecer la forma de Gobierno que les conviniera, sin más compromiso por su parte que el obligarse a no ceder su territorio a otro país, ni dar a otro pueblo derechos que pudieran contrariar los intereses de España en las Antillas. Pero todo cuanto propusieron los comisionados dominicanos fue a base de la soberanía del pueblo y la capacidad de contratar emanada del poder inmanente a un pueblo absolutamente libre, absolutamente independiente y soberano para decidir su régimen gubernativo sin mediaciones ni restricciones; a base de ese ideario como conditio sine qua non, podían los comisionados ofrecer todo cuanto no colidiera con su esencial mandato, ni viniese en desmedro del sacrosanto sentimiento de la libertad que hacía toda la mística de la Revolución Restauradora. CAPÍTULO XL GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Rechaza Gándara los términos de la proposición de los comisionados dominicanos y sus conceptos. Noticias del cambio de la política española. La condición de Narváez para asumir la jefatura del Gabinete. Efecto del cambio en la Guerra de la Restauración, comentarios de Gándara. Cartas de Polanco y Gándara sobre la reanudación de las conversaciones. Las ideas relativas a la independencia y a la evacuación completa del país fueron rechazadas sistemáticamente por la Gándara considerándolas «como un absurdo inadmisible»; porque: […] el establecimiento de los españoles aquí era legal y sustentado por una parte bastante numerosa y muy importante del pueblo […] que no los consideraba de otra manera que como súbditos rebeldes de S. M. la Reina y que en tal concepto no había medio de tratar, ni entrar en arreglo de ninguna especie, sino bajo la base de una sumisión absoluta y el reconocimiento de nuestra autoridad; que en cambio de esa sumisión les aseguraba la tranquilidad y el respeto a las personas por todos los actos de guerra, que no podrían ser causa, ni motivos de persecución para los que en ella hubieran tomado parte contra las autoridades legítimas; que se les 499 500 César A. Herrera concedería toda la latitud posible para que consultando la opinión del país, pudiera este acudir a los pies del trono en representación de los agravios que creyera tener y en reclamación de los derechos a que pudiera aspirar, para que la Reina y su Gobierno, oyendo sus quejas y tomando en cuenta sus aspiraciones, les hicieran justicia y gracia […] que esta proposición les pareció, a su vez, inadmisible; porque ni yo les daba garantía ninguna, ni el Gobierno adquiría así compromiso de atender a sus reclamaciones, que es para ellos lo esencial insistiendo, como insisten en protestar contra la Anexión y en aspirar a su independencia y a gobernarse por sí mismos […]. Sin ambages y de inmediato los representantes del Gobierno Provisorio se pronunciaron en contra de la inesperada proposición aduciendo, como mejor providencia de discreción y de prudencia, que ellos no poseían poderes para convenir lo que les proponía. Esta denegatoria, este rechazo, desencadenó todo el sentimentalismo de Gándara quien se deshizo en una serie de quejas y de reproches no ajustados al comedimiento a que estaba obligado respecto de quienes eran sus huéspedes honorables, invitados y recibidos con todo el señorío que concierne a caballeros en misión tan altruista como relevante. Entre las cosas que dijo para obtener alguna promesa en favor de sus ideas merecen la luz de la historia los siguientes: Que España había aceptado la Anexión como un deber penoso que le imponían sus antecedentes históricos y su generosidad proverbial. Que al aceptar la Anexión sabía que hacía un mal negocio y que no convenía a su política ni a sus intereses; pero que satisfacía un sentimiento de raza amparando un pueblo desgraciado que le pedía su protección. Que la nación que había venido aquí con esos precedentes tenía derecho al agradecimiento del pueblo dominicano, que le había pagado con ingratitud, respondiéndole con la rebelión y con la guerra. Que esa nación no tenía ya más remedio que aceptar la Anexión-Restauración 501 guerra, que era para ella guerra de honor nacional, y llevarla a cabo empleando todas sus fuerzas y recursos para enseñar a ese pueblo ingrato y rebelde que no puede con impunidad desconocer sus obligaciones más sagradas. Que no siendo para España, sino guerra de honor y de ningún modo guerra de intereses, terminada la guerra por sumisión, España no tenía ningún interés de seguir haciendo sacrificios en Santo Domingo, y como la Reina y su Gobierno estarían dispuestos a concederles más de lo que ellos pudieran apetecer, que era preciso que la sumisión diera satisfacción a nuestra bandera y que recibieran después como gracia de S. M., lo que ella solo podía concederles y yo no podía pactar. El general Gándara le concedió tanta fuerza de convicción a esas y otras razones que creyó haber convencido a los comisionados […] de que no era imposible que nos entendiéramos conforme a mi pensamiento, que privada y particularmente aceptaron; pero que no podían admitir en su calidad de comisionados por no tener facultades para ello. Que darían cuenta a su Gobierno y que harían todos sus esfuerzos por llevar al ánimo de sus compañeros la convicción que yo había producido en el suyo. Tengo para mí, teniendo en cuenta la estructura moral de estos comisionados y la decisión inquebrantable con que se consagraron al ideal de la redención nacional, que esa condescendencia no fue sino un recurso, quizás no comedido, para dar un corte a aquellas conversaciones enojosas que ya lindaban en lo irrespetuoso, y que las promesas de una posible sumisión en nada menoscababan el esencial, el inquebrantable y preeminente propósito de alcanzar la Independencia y la Libertad. Lo cierto es que en aquella entrevista no se llegó a nada definitivo que no fueran: a) La posible sumisión que para nosotros fue una evasiva; b) las gestiones del caso dominicano ante la misma 502 César A. Herrera Reina y c) el canje de prisioneros que prologó la total desocupación del territorio. No era dudoso que los patriotas pendientes siempre de las noticias de España estuviesen suficientemente informados de los acontecimientos políticos que afectaban la vida política de la Metrópoli, y de cuáles serían las posibles perspectivas de las luchas contra la Anexión en la misma Corte. La verdad es que la crisis y caída del ministerio de don Alejandro Mon abrió el camino del Poder al general Narváez que asumió el Gobierno el día 16 de septiembre. Veremos más adelante toda la significación que tiene para la buena suerte de la causa dominicana la presencia en la jefatura del ministerio del general Narváez. Al menos la prensa liberal de Madrid auguró en ese hecho la desocupación del territorio dominicano y los periódicos El Reino, La Esperanza y La Correspondencia de España se pronunciaron en ese sentido. Es insoslayable el hecho de que el general Gándara cifraba todo el buen éxito que soñaba para su empresa pacificadora en la ayuda que sin duda le daría el ministro don Alejandro Mon, adicto como buen representante de la política conservadora a la obra de O’Donnell, la odiosa Anexión que con tanto vigor repudiaba la mayoría del pueblo dominicano. «Si se hubiera prolongado la existencia de aquel ministerio, dije cincuenta años después, puede asegurarse que más airosa hubiera salido de Santo Domingo la bandera española. Para lograrlo, hizo cuanto estuvo en su mano, mostrándose en sus relaciones conmigo siempre dispuesto a facilitarme cuantos elementos fueran necesarios para terminar la guerra con una derrota definitiva de los rebeldes, que los hubiera sometido incondicionalmente a nuestro arbitrio». Los acontecimientos era propicios a nuestra causa y lo decimos porque la caída del ministerio de Mon, de una parte, el triunfo de los liberales con Narváez como jefe del Gobierno, de la otra, y en razón a que la Anexión se había convertido en una bandera de campaña política, era de presumirse un cambio favorable a la desocupación del territorio dominicano y a la abrogación de la Real Orden que nos anexó a los dominios de España. Anexión-Restauración 503 Las noticias acerca del cambio del Gabinete no se hicieron esperar mucho tiempo y la supieron los miembros del Gobierno Provisorio antes que el general Gándara; y debió ser aplastante para este el hecho de que la versión la transmitió Mr. Madiou Ministro de Haití en España, con la coletilla de que el general Narváez había asumido el Poder con la previa condición del abandono de Santo Domingo. El parte del ministro Madiou le llegó directamente al presidente Geffrard desde Jacmel, punto de las escalas del paquete inglés de las Antillas que lo trajo a la Isla desde Londres e inmediatamente lo transmitió al Gobierno Provisorio en Santiago de los Caballeros. Algunos comentaristas y hasta historiógrafos han hecho ciertas especulaciones acerca de los efectos que produjeron las noticias del cambio del Gabinete español en el ánimo de los miembros del Gobierno Provisorio de la Restauración. Entre esas consecuencias como de más singular importancia, se citan la sublevación de Polanco, el derrocamiento de Salcedo, el vil asesinato de este y el intento de Polanco de reanudar las negociaciones para el canje de prisioneros, suspendidas en las circunstancias que ya hemos anotado más arriba. Gándara, que más bien parece haber escrito su libro Anexión y guerra de Santo Domingo con el propósito de sincerarse ante la historia de sus errores y justificar el catastrófico fracaso de su gestión como capitán general de Santo Domingo, no desperdicia ninguna ocasión para poner en sus escritos algunas ideas o algún juicio que pueda servirle de fundamento para calificar peyorativamente la devoción patriótica de los dominicanos, sus virtudes como combatientes por el santo ideal de la Libertad y, sobre todo, sus precarios recursos para llevar hacia adelante contra el gran poder guerrero de España, con sacrificios heroicos y fe en la causa, su designio de perecer en la contienda en pro de la Libertad y de la independencia de la República Dominicana. Para el señor general Gándara el móvil inmediato de la conjuración de Polanco y de su exaltación a la jefatura del Gobierno Provisorio fue la irrefrenable ambición de recoger para sí los laureles de la victoria de la Restauración que se vislumbraba ya en los 504 César A. Herrera cambios de la política española, y con esa ambición relacionó el asesinato del general Salcedo y el hecho mismo de las gestiones del presidente Polanco para tratar de nuevo del canje de prisioneros; pero siempre poniendo Gándara énfasis de que las iniciativas procedían siempre de los dominicanos y de que los comisionados habían aceptado la paz a base de la sumisión previa como tampoco fue cierto que Salcedo «lo había buscado con vivo interés para las negociaciones». Para darle fundamento, no más que histórico a cuanto concierne a este particular relato, transcribimos a continuación las palabras textuales del general Gándara al respecto: Casi a par con la noticia del cambio de ministerio, que yo recibí algunos días después por correo, una carta de Pujol me manifestaba que no podían reanudarse las negociaciones ni volver los comisionados a mi campamento en el plazo de una semana como me habían ofrecido, porque el Gobierno de Madrid iba a darles sin condición alguna, todo lo que yo les ofrecía a trueque de una sumisión absoluta. Aquella carta después de todo, solo venía a anunciarme lo que era consecuencia precisa del hecho ocurrido en España; una vez más sucedió entonces lo que es harto frecuente en aquellos desgraciados países: parte de los comisionados que tuvieron en mi campo se entendieron con los intransigentes y con Gaspar Polanco, que mandaba las fuerzas insurrectas cerca de Puerto Plata, para dar un golpe y suplantar violentamente a Salcedo, presentándole como traidor que había querido hacer la paz con los españoles… Puestos de acuerdo con Polanco, aprovecharon hábilmente las circunstancias que se les venían a las manos para hacerse dueños de la situación y pretendieron desde luego reanudar conmigo las negociaciones que interrumpía el violento a que los impulsó la noticia de la entrada de Narváez en el Gobierno de España, con la resolución de cambiar la política de Santo Domingo abandonando la Isla. Anexión-Restauración 505 Hay un manifiesto contrasentido entre la estimación de las negociaciones que habían emprendido los comisionados del presidente Salcedo y la propuesta que con ese mismo fin había hecho al general Primo de Rivera el propio Gaspar Polanco en el mes de octubre de 1863, esto es, en los mismos comienzos de la guerra según el texto de Gándara: Justamente aquel mismo Polanco, después tan célebre, había tomado la iniciativa muy al principio de la guerra para un canje, dirigiéndose en octubre de 1863 al general Primo de Rivera, que mandaba en el Cibao quien creyó que acceder a ello sería llevar a cabo un reconocimiento de beligerancia a favor de los insurrectos, y puso dificultades; pero el auditor general de la Isla, consultado al efecto, opinó por el contrario que el canje no implicaba reconocimiento ni era otra cosa que un hecho humanitario y de interés mutuo para los contendientes […]. Ahora la solicitud de la reanudación de las conversaciones tiene otro tono y hasta se presenta la idea de que el propio Gándara tomó la iniciativa de las interrumpidas conferencias al respecto. Tal vez el tono un tanto altivo y la enfática manera de invitarlo a proseguir lo que comenzado por él suspendieron ellos para mejor logro de los propósitos de paz siempre explícitos, explique el resentimiento que se trasluce en la respuesta del general Gándara. La carta de Polanco dice: Gobierno Provisorio de la República Dominicana. Ministerio de Relaciones Exteriores. Núm. 1. Santiago de los Caballeros, 19 de octubre de 1864. 21 de la Independencia y segundo de la Restauración. César A. Herrera 506 Excmo. señor: De acuerdo con el Consejo de Gobierno he determinado oficiar a V. E. a fin de que se digne participarme de un modo definitivo si persiste V. E. en el propósito que tenía de canjear los prisioneros de guerra, siempre que sea en la forma que el derecho de gentes prescribe: indicándome al mismo tiempo el modo que V. E. conciba para saber a que atenerme con respecto de los sucesos posteriores de la lucha que sostiene contra el pueblo dominicano la Nación española. Dios guarde a V. E. muchos años. El presidente del Gobierno, Gaspar Polanco. Refrendado, el Ministro de Relaciones Exteriores, M. Rodríguez Objío. Excmo. Sr. teniente general D. José de la Gándara, Jefe de las fuerzas españolas, Monte Cristi. En la respuesta de Gándara, como era de esperarse, hay ante todo, el rechazo de todo lo que para él tuviera visos de un reconocimiento de nuestra beligerancia, y después la aceptación del canje. Aceptado así el hecho, sin que se pretenda deducir de él falsas consecuencias ni violentas interpretaciones... Porque como había dicho en el introito de su carta: «Desea Ud. que le diga de un modo definitivo si persisto en mi propósito de canjear los prisioneros, siempre que sea en la forma que el derecho de gentes prescribe. A poco que Ud. reflexione comprenderá que, con arreglo al derecho de gentes, no cabe el canje entre nosotros». Bien se ve que para él los términos derecho de gentes tenían un sentido casi ofensivo para su dignidad de representante de España y, por eso, airado los eludía por parecerle la frase como introducida en la carta de Polanco para alcanzar el reconocimiento de la beligerancia de la causa restauradora aun cuando de un modo tácito. En cuanto al canje, se manifestó dispuesto a entregar los prisioneros en Puerto Plata o en cualquier otro punto que se indicase con anticipación; los que se encuentran en otras prisiones del país, incluso los que se hallan fuera de la Isla. Anexión-Restauración 507 Y concluyó su carta: Con lo expuesto queda contestada la comunicación de Ud. a que me he referido, pudiendo deducir de mi contestación las consecuencias que a Ud. le parezcan convenientes respecto de los sucesos posteriores de la lucha que sostenemos, quedando yo en igual libertad de conducirme del modo que mejor entienda. Dios guarde a Ud. muchos años. Monte Cristi, 27 de octubre de 1864. José de la Gándara. Puede explicarse su aversión a la palabra beligerancia porque no quería aceptar el nacional movimiento en contra de la Anexión sino como una simple insurrección que podía debelar sin otras proyecciones en lo internacional que los de una rebelión abortada en su propia cuna según los proyectos de invasión al Cibao que habían ocupado toda su atención desde el día mismo en que se le recomendó la empresa de pacificar el país, ahora amenazado de los más grandes de los fracasos. Por lo menos ya él comenzaba a sentir los deprimentes efectos del pesimismo en que lo iban sumiendo las adversidades, las dificultades y las contrariedades que crearon las luchas partidistas de España y los sucesos heroicos favorables a la causa de la Restauración que se habían producido en todos los frentes de batalla no obstante las desavenencias que atormentaron a nuestros prohombres singularmente en los dos últimos años de la guerra. CAPÍTULO XLI GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO El pensamiento de Gándara acerca de la sumisión incondicional de los dominicanos. Su pesimismo. Orden de concentración de las tropas españolas. Misión del coronel Van-Halen ante Geffrard, interesante entrevista con el Presiente haitiano. Misión de Ernesto Roumain y Mr. Daucet. Instrucciones dadas a la comisión. El mismo general Gándara recuerda que su pensamiento era igual al del general Dulce en las postrimerías de 1863 cuando «la guerra había tomado un carácter resuelto y absoluto de revolución anti-española». Ese pensamiento había llegado a ser una consigna derrotista en la expresión: «Vencer al enemigo y abandonar el territorio». «Vencer», decía, «[…] porque lo pedía el honor de nuestra armas y nuestra influencia en América; y agregaba: abandonar, porque el país no nos quería, porque la anexión había sido obra de uno de sus partidos cada día más odiado, y en tales circunstancias la dominación, aún después de la victoria nos hubiera sido costosísima, estéril y llena de peligros de todas clases; que el general Dulce “anticipándosele”, en 14 de septiembre de 1863 formulaba la opinión, de que “lo más prudente, lo más beneficioso, patriótico y honroso” es renunciar a la dominación del territorio de Santo Domingo, después de reducir a la obediencia al pueblo 509 510 César A. Herrera sublevado, restableciendo en él el mismo Gobierno de quien lo recibimos». Pero ya no era solo el pesimismo, era también la desesperanza, la falta de fe en la esperada sumisión que creyó posible como consecuencia de las ambiciones personales de los restauradores y del furor de sus antagonismos que quebrantaran la unidad de la acción y frustraran el nobilísimo propósito de la lucha. Después de vanagloriarse con los comentarios de sus afortunadas empresas de Monte Cristi y de Puerto Plata, que según su entender habían «descorazonado a los insurrectos de tal modo que por sus propios pasos se venían a mi campamento a entablar negociaciones», se nos muestra compungido por el giro que tomaron los acontecimientos y por la altivez, con que los dominicanos comenzaron a tratarlo. Sin ninguna reticencia manifestó el desfallecimiento de sus entusiasmos y de la arrogancia que desde su salida de Santiago de Cuba hizo el énfasis de su promesa de someter a la obediencia a los insurrectos dominicanos que ya habían sacudido con sus gritos de Libertad y Patria todo el territorio nacional. Sus palabras, que a letra copiamos a continuación, no nos permiten mentir: Y sin embargo, aún contra mi voluntad tenía que irme rindiendo a la evidencia, pues la misma tardanza del nuevo Gobierno en comunicarme instrucciones, era ya un síntoma fatal que, unido a los anuncios de la prensa dentro y fuera de España, representaba el abandono como cosa acordada por los Ministros para llevarla con la aprobación de la Corona a la resolución de los Cuerpos Colegisladores. Y su angustia no le permitió refrenar esta exclamación: Los intransigentes habían triunfado en el campo insurrecto. Hombres de la calidad del Chivo y Monción se hallaban al frente de las tropas dominicanas, envalentonadas con las noticias de que habían producido el triunfo de Polanco. Haití y todos los enemigos de España en América simpatizaban ya con Anexión-Restauración 511 la revolución que iba a humillarnos cuando menos se esperaba y a la que todos también auxiliaban desembarazadamente. Los malos presentimientos van a corresponder a la dura realidad que ya comenzaba a palpar el general de La Gándara. En una carta que había recibido del subsecretario Jovellar se le dijo sin ambages: La cuestión será sometida a las Cortes en la legislatura próxima, aunque agregó, quizás como un reconfortante […] y los 3,000 reclutas cuyo envío está dispuesto, se alistarán y se le comunicó además, que el nuevo Ministerio había meditado atentamente sobre la situación general del territorio de Santo Domingo, condición de la guerra, gastos y cargas que imponía a la Nación, estado sanitario del ejército y ventajas que debía esperar el país de los resultados de la campaña, y que, en vista de todo estaba resuelto a someter la cuestión al acuerdo de las Cortes, con cuyo concurso había que contar puesto que se trataba de los más altos intereses del Estado. Mientras tanto, debía concentrar las tropas de mi mando en corto número de posiciones sobre el litoral renunciando a toda operación en el interior. Lo más lamentable de la gravedad del caso, para Gándara, era la situación moral en que lo colocaba el real ordenamiento de la concentración de sus tropas sobre puntos del litoral y la prohibición de las operaciones militares en el interior del país. Como las circunstancias de la guerra habían ya prácticamente producido la concentración, no cabían otras providencias que las que fueren menester al canje de los prisioneros y en ese sentido y para aliviar en parte su pesadumbre, determinó promover las estancadas negociaciones esta vez mediante la mediación oficiosa del Presidente Geffrard con el objeto de conservar un convenio, lo más honroso que fuera posible tanto para él como para España, con el Gobierno Provisorio del general Gaspar Polanco, pero siempre con la idea prevalente de la sumisión sin condiciones de los patriotas. 512 César A. Herrera El interés inmediato de Gándara como capitán general era ahora el canje de los prisioneros de guerra y la sumisión de los rebeldes en esas condiciones; para los dominicanos levantados en armas contra la Anexión, eran la paz y la libertad sin restricciones. Como los dominicanos no estaban dispuestos a pactar el canje sino a base de la liberación y como el general de La Gándara sabía de la ayuda material y moral que los insurrectos recibían casi constantemente de los haitianos, consideró que sería conveniente a sus planes utilizar, pero de manera oficiosa, la intervención del presidente Geffrard y, como ya hemos dicho, dispuso cuanto fue necesario para poner en marcha su empresa ante la primera autoridad haitiana y siempre con el pensamiento de eludir todo incidente que pudiera ladear las gestiones al terreno de lo diplomático. Con esa idea ni siquiera aceptada el uso del vocablo neutralidad que solía invocar el Gobierno haitiano en relación con la Guerra de la Restauración. En una comunicación en que protestaba por la presencia del Sr. Bonó en Cabo Haitiano, dijo Gándara al ministro de Negocios Extranjeros, Mr. Augusto Elie, entre otras cosas: El Presidente de Haití y los ministros en varios documentos públicos y en comunicaciones oficiales, al hacer frecuente alarde de sostener la dignidad de su independencia, proclaman permanecer perfectamente neutrales en la guerra que tiene lugar en la parte española de la Isla. España respeta absolutamente la dignidad y la independencia de Haití; pero ese Gobierno no puede proclamar aquella neutralidad, ni consentirla España en el sentido absoluto de la palabra, porque eso sería lo mismo que admitir que Haití tenía el derecho de reconocer como beligerantes a los insurrectos dominicanos. Aprovechando las reclamaciones que suscitaron la presencia de Bonó en Cabo Haitiano y las maniobras del general Cabral en la frontera del Sur, y so pretexto de averiguar en el terreno la verdad de los hechos, fue seleccionado el coronel Van-Halen para que Anexión-Restauración 513 pasara a Port-au-Prince a entrevistarse con el cónsul de España señor Mariano Álvarez y obtener mediante sus buenos oficios una audiencia con el presidente Geffrard, en que prevalido de todo sigilo y de la más extremada prudencia y discreción expusiese los deseos de Gándara, pero como simples impresiones de él y sin comprometer en nada a su jefe a fin de producir la más firme impresión de que se trataba de una visita oficiosa y de cortesía en ocasión de su visita a la ciudad, pero en realidad era para tantear el ánimo del jefe haitiano y conocer hasta dónde era factible utilizar su ascendiente con los insurrectos para el objeto que perseguía; esto es, el canje de los prisioneros y la sumisión de los rebeldes. Obtuvo Van-Halen la audiencia diciéndole en la solicitud de ella, que «había llegado con una comisión para el señor cónsul y llevaba además el encargo de saludar en nombre del general Gándara a la primera autoridad en aquel Estado». El informe de Van-Halen acerca de los pormenores e incidentes de esa entrevista es tan explícito como interesante. La audiencia tuvo lugar en la residencia campestre de Geffrard, en el paraje de Drouillard, donde recibió al distinguido visitante y al señor cónsul de España con frases preambulares para dar testimonio de los vínculos de afectuosa sinceridad que lo unían a este y de la distinción y gran aprecio en que lo tenía, hasta por encima de los demás miembros del Servicio Consular acreditado en Haití. Todas estas expresiones sujetas a ese comedimiento de palabras y de gestos propios de un Jefe de Estado que cuida de la dignidad que concierne a su elevada jerarquía. Esta efusiva cualidad y los sentimientos de admiración que dijo sentía por España, dieron asidero a Van-Halen para introducir el asunto que realmente había motivado su viaje a Port-au-Prince y le vino como anillo en el dedo, las protestas de «la franqueza y lealtad con que siempre había procedido con España; pero como en ese país se había dudado de que así fuera, le interesaba y tenía en mucho que su proceder fuese conocido y apreciado por todos, se felicitaba de que se le presentase ocasión de hablar conmigo y Van-Halen sobre el particular» dice Álvarez; y siguió haciendo protestas vehementes de que siendo tan sinceras sus simpatías por 514 César A. Herrera España y sus celos manifiestos por conservar inquebrantables las relaciones de buena amistad entre aquella nación y Haití tuviera que lamentar que se dudase de sus sentimientos y se hubiesen menospreciado sus propósitos de intervenir oficiosamente para que se alcanzase un entendimiento entre los insurrectos dominicanos y los españoles para cimentar la paz; testificó todo cuando había dicho en pro de esos sus deseos de paz y la alta estima en que tenía la potestad moral de España haciendo que su encargado de negocios en Washington diera lectura a una serie de documentos acerca de sus gestiones ante los Gobiernos de EE. UU. de América, Gran Bretaña y Francia «para ver el modo de terminar pacíficamente la guerra de Santo Domingo, previo el consentimiento de España». Y a conversación seguida vino a dar a Van-Halen la acechada ocasión de abordar el asunto que realmente lo había urgido a solicitar aquella audiencia que ya le era propicia al plan que tenía en mentes el general Gándara. No habiendo conseguido, prosiguió, ponerme de acuerdo y estando tan interesado como he dicho a Ud. en la pronta terminación de la guerra me dirigí al Gobierno español ofreciéndole mi mediación, más sin duda por mala inteligencia del encargado de negocios de Haití, en Madrid, fue mal presentada la proposición y, entendiendo aquel Gobierno se le ofrecía la mediación oficial la ha rechazado. Comprendo que el Sr. Pacheco ha debido obrar de la manera que lo ha hecho, porque no se me oculta que Haití no está a la altura necesaria para que su mediación oficial pudiera haber sido aceptada por España; pero por lo mismo que lo comprendo así y que nunca he tenido otras ideas que la de una mediación oficiosa, he deplorado el error, y hoy lo deploro más porque mientras el Gobierno referido, mejor informado, no me autorice a prestar mis buenos oficios, me juzgo incapacidad de prestarlos, y creo que en la actualidad hubieran podido contribuir a facilitar que Uds. se entendieran con los dominicanos, con quienes se tienen entabladas negociaciones. Anexión-Restauración 515 Van-Halen, haciendo hincapié de que su visita no tenía «carácter alguno oficial», no se demoró en expresar su «manifiesta extrañeza de que en los documentos oficiales que se me ha leído se insista una y otra vez de que Haití desea ser y será neutral», y agregó: «Santo Domingo es una provincia española y de consiguiente aquellos de sus hijos que nos hacen guerra, ni son más que rebeldes ni se comprende que, con arreglo al derecho internacional, pueda Haití considerarlos de otra suerte ni tratar de su neutralidad como si la nación sostuviera la guerra con otra. La amistad de Haití para con España le impone entre otros deberes al de hacer que los dominicanos sufran las consecuencias de su rebeldía impidiendo que hallen en su territorio la protección y el auxilio más o menos ostensible que se les dispensa y yo creo que el saberse que en documentos oficiales se titula el Gobierno neutral, podría aumentar su protección y esta ser causa del conflicto con España que Ud. teme y yo sentiría llegara a ocurrir». El presidente Geffrard que lo escuchaba pacientemente no pudo refrenar su disconformidad de la manera como el señor coronel de ingenieros Van-Halen interpretaba y enjuiciaba su frustrado intento de mediar como árbitro aceptado por España y sobre todo del uso de la palabra neutralidad que había usado en el documento dirigido al Gobierno español. Así fue que no bien había terminado de hablar el señor VanHalen cuando exclamó Geffrard diciéndole que no debía «tomar la palabra neutralidad en el sentido que le da» porque «al usarla» «en esos despachos y en otras ocasiones no he querido ni pretendo significar otra cosa, sino mi deseo y decisión de no favorecer de cierta manera ni a Uds. ni a los sublevados […] vigilo e impido cuanto puedo que los rebeldes encuentren la protección de que Ud. se queja y sin que yo pueda negar que una parte de los haitianos simpatizan con los rebeldes, ni que falto de policía como aún está este país, hallen medio de burlar la vigilancia de las autoridades, puedo asegurar a Ud. que con bastante frecuencia, se les ha impedido que entren contrabando de guerra, que estoy cada vez más decidido a cumplir con lo que España tiene derecho a esperar, y que al mismo tiempo está en mis intereses; que en ese sentido tengo dudas de 516 César A. Herrera mis instrucciones, y que en consecuencia no debe temerse se le dé a la palabra neutralidad otra interpretación que la que yo explico, ni que produzca el resultado que Ud. ha dicho […]» Y entre otras razones dijo categóricamente «que le parecía imposible que los dominicanos se avinieran a someterse» y a conversación seguida el coronel Van-Halen se expresó en el sentido que la intervención del presidente Geffrard posiblemente había motivos para comprenderlo, que tal vez «sus gestiones con los rebeldes pudieran ayudar a decidirlos a oír la voz de la razón […]» A esta altura, tono y giros a que había llegado al diálogo y no sin parecer meditar hondamente su respuesta el Presidente se dirigió al señor cónsul y con énfasis ceremonioso le dijo: Señores: Si Uds. me dijeran que el Gobierno de S. M. Católica no lo había de llevar a mal, yo les aconsejaría a los dominicanos que pidiesen humildemente al capitán general una suspensión de armas para elevar a S. M. la Reina una exposición acogiéndose a su benevolencia y apelando a su nobleza y generosidad a fin de que le conceda su autonomía por creer sea el voto de los dominicanos cuya opinión podría consultarse. Van-Halen reiteró que no tenía ningún carácter oficial y que nada de lo que dijera podía tener al respecto, pero que entendía que el capitán general de Santo Domingo no podía tener a mal los buenos oficios que quienes quieran pudieran prestar en tanto fueran leales y agregó textualmente en su informe: […] pero yo dudo, sin que esto sea más que una apreciación mía, pues nunca he oído hablar al general sobre el particular, que, después de lo ocurrido con los enemigos, lleve su bondad a concederles la suspensión de armas, por lo mismo que tan de buena fe ha tratado con ellos bajo la base de la sumisión. Esta réplica de Van-Halen surtió en el ánimo de Geffrard una reacción de tal intensidad que no solo le contrarreplicó diciéndole: Anexión-Restauración 517 […] yo he dicho a Ud. mi opinión sobre ella y de consiguiente yo no sabría aconsejarles que se sometieran porque sería inútil intentar lo que no han de hacer aunque entre ellos hay algunos hombres ilustrados que lo hayan pretendido […] no veo otro medio más acertado que el aconsejarles lo que he manifestado. Ud. duda que el capitán general acceda a otorgar la suspensión; no lo que pierda en concederla, pero sobre todo, como con lo que yo hago no contrae compromiso ninguno si logro que se la pidan, puede negarla, concederla y romperla cuando reciba órdenes de avanzar, ó entre en su cálculo hacerlo con solo avisar algunos días antes […]. Voy a mandar un comisionado con instrucciones en el expresado sentido; sé que me ha de dar muy buen resultado; pero si así no fuera, me quedaría al menos el consuelo de haber hecho cuanto he podido y de haber obrado con la mejor fe del mundo. Con esta resolución de Geffrard terminó la referida audiencia, quedando él y el capitán general de conducirse en adelante como mejor les pareciere según la circunstancia y la fuerza de los acontecimientos. Van-Halen reflexionando que de la entrevista a su parecer, no había resultado nada en cuanto al canje de los prisioneros se resolvió a solicitar otra audiencia la cual fuele concedida y en ella comenzó por decir que los comisionados del Gobierno de Santiago se habían comprometido a llevar los prisioneros españoles al campamento para el canje; que hacía catorce días que se había cumplido el plazo que se convino para la entrega; que le había «parecido conveniente volver a molestar su atención para que fijándola en el particular pueda servirle de guía al dar sus instrucciones al comisionado que piensa enviar […]». Con esto terminó la segunda entrevista de VanHalen y sin más nada que hacer retornó a Monte Cristi el día 25 de octubre. El presidente Geffrard, procediendo de conformidad con su mejor pensamiento y como lo había expresado a Van-Halen, nombró comisionados al coronel Ernesto Roumain y a Mr. Daucet, que era representante del Gobierno haitiano en el Tribunal de Casación 518 César A. Herrera de Haití, ayudante; y como pareciese a él imbricadas inextricablemente el canje y la paz, la misión vino con el doble objeto de tratar con los insurrectos ambos asuntos según lo había pensado Geffrard cuyos planes no escapaban a la perspicacia del astuto capitán general de la Colonia. En el séptimo y octavo párrafos de las instrucciones confidenciales que recibió el coronel Ernesto Roumain para viabilizar su viaje con todos los medios indispensables que debían proveerles las autoridades en su ruta, se le precisó la manera como debía dar comienzo a la conferencia, explicando: […] la posición difícil y aún peligrosa que la insurrección dominicana ha creado al Gobierno de Haití […] las obligaciones de la neutralidad, las acusaciones y las amenazas de que el Presidente, personalmente y su Gobierno han sido objeto […] que el Presidente tiene motivos para esperar que si la iniciativa de la paz se toma por los dominicanos, esta iniciativa sería bien acogida por los españoles […] y por último, que el coronel Roumain después de convencerse de que queda aceptada la vía de la conciliación resumirá las proposiciones del Presidente en los siguientes seis artículos: 1.Los dominicanos propondrán desde luego, al capitán general, una suspensión de hostilidades, que se motivará en sus deseos de hacer una convocatoria al pueblo dominicano para saber si quiere la paz o no, y dirigir después una súplica a S. M. la Reina. 2.El canje de prisioneros seguirá inmediatamente a la suspensión de hostilidades. 3.Después del canje de prisioneros se procederá a la convocatoria del pueblo. 4.Si el plebiscito es favorable a la paz, se elevará una súplica a la Reina. 5.Las hostilidades quedarán en suspenso durante todo el tiempo de las negociaciones, cada partido permanecerá in statu Anexión-Restauración 519 quo conservando las posiciones que ocupaban al cesar las hostilidades. 6.Si el capitán general recibía órdenes de su Gobierno de tomar la ofensiva, o si el plebiscito del pueblo dominicano no es favorable a la paz, en uno y otro caso no se romperían las hostilidades hasta después de un aviso e intervalo de algunos días. Con estas instrucciones y previstas las circunstancias de que en caso de objeciones o incidencias no aceptables debían ser consultadas con el Presidente entraron en negociaciones con los insurgentes los referidos comisionados de Geffrard en la ciudad de Santiago de los Caballeros. El Gobierno Provisorio de Polanco recibió a los representantes del señor Geffrard con efusivas expresiones de sincero beneplácito y con deferente solicitud no solo aceptaron la amistosa mediación sino que con singulares demostraciones de confianza y fe en sus buenos oficios la constituyeron en «árbitro y juez» de las negociaciones, enfatiza el propio general Gándara quien ahora más exaltado por su orgullo de español, de militar y de gobernante y ya algo menospreciado, repudió la contraproposición de los comisionados que, según él, era la misma que Polanco había preparado en relación con las conversaciones que se habían celebrado en Monte Cristi. La calificó de «cosa inadmisible» porque le «pedían el desatino de que levantase el bloqueo», y porque además, «en sus poderes a favor del Presidente haitiano tomaron los jefes rebeldes el título de miembros del Gobierno Provisional de la República dominicana», cosa para él inaceptable, en una negociación donde Geffrard obraba oficiosamente y no podía reconocerles a los dominicanos otro carácter que el de individuos de una provincia española en rebelión contra el Gobierno. Las consecuencias de las observaciones y protestas del general Gándara fueron que la contraproposición dominicana fue devuelta; Roumain motejado de inhábil y, en último análisis, un tanto deteriorada la autoridad del general que los dominicanos ostensiblemente comenzaban a menospreciar y no teniéndolo en cuenta a la postre para la solución del problema de la Restauración, porque 520 César A. Herrera el cónsul español en Monte Cristi, señor Mariano Álvarez, de común acuerdo con el presidente Geffrard sacaron de las manos de Gándara el asunto de las negociaciones y lo trasladaron del terreno diplomático, pues el señor cónsul encauzó el caso dominicano hacia la Cancillería española que se apoderó de él sin ninguno de los reparos y tiquismiquis con que Pacheco había rechazado antes la amistosa, oficiosa y humanitaria intervención de Geffrard. Gándara se lamentó amargamente del giro diplomático que había tomado el asunto y calificó de torpe al cónsul, elogió a Pacheco por la entereza con que rechazó los propósitos de Geffrard de intervenir oficialmente entre España y los rebeldes para la paz: […] Llorente no imitó a Pacheco». Es inexplicable, dijo, «como un hombre de sus elevadas condiciones desconoció de esa manera los términos y circunstancias de la cuestión dominicana, fiando su acierto al criterio de nuestro cónsul y a las ofertas de M. Madiou, para caer en el lazo hábilmente tendido por los diplomáticos negros y embarazar mi acción, esterilizando el propósito que yo había seguido. Benavides, que siguió a Llorente, no fue más hábil ni más cauto y obró sobre poco más o menos como él […] Así llegábamos al triste desenlace que tuvo este problema, tan perjudicial para nuestros intereses como para nuestro buen nombre en el mundo. Van-Halen, que había salido precipitadamente para Port-auPrince, tuvo la ocasión de leer en Palacio una carta de Polanco que le mostró el presidente Geffrard en la cual el Gobierno Provisorio hizo las dos siguientes proposiciones: a) que el presidente haitiano propusiera al general en jefe del Ejército Español «el canje de los prisioneros tanto políticos como de guerra, sin consideración al número de una parte y otra» en un puerto de Haití; b) «que los dominicanos propongan al capitán general enviar a Madrid una comisión compuesta de cuatro individuos, dos nombrados por el capitán general y dos por ellos mismos. Que los dominicanos llevarían una exposición, en cuya súplica pedirían a S. M. la Reina la paz para su infortunado país, sus libertades y su independencia. Anexión-Restauración 521 Cuando Van-Halen expresó que posiblemente el capitán general no aceptaría la de los comisionados. Como así resultó los dominicanos respondieron «[…] que se establecería en nota definitiva que los dos comisionados españoles no tendrían otra misión que la de ilustrar al Gobierno de S. M. sobre la situación militar y política, y que los dos comisionados dominicanos serían exclusivamente los encargados de presentar su súplica a S. M. la Reina, y luego dijeron categóricamente que si el presidente de Haití o el general en jefe del Ejército Español no aprobaban la idea de una delegación mixta, que ellos “irían solos a Madrid”». CAPÍTULO XLII GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Efecto del informe de Van-Halen en Gándara. Noticias de España acerca de las negociaciones por las vías diplomáticas. Carta de los patriotas a S. M. la Reina. Derrocamiento del gobierno de Polanco. Plan para el canje de prisioneros. Desde que Gándara recibió esos informes de Van-Halen no tuvo momento de reposo su angustiosa espera de noticias acerca de los acontecimientos relacionados con la misión de los señores Roumain y Daucet, y fue el día 3 de enero cuando en el vapor San Quintín, que arribó a Santo Domingo, le llegó la de San Quintín, pues con Van-Halen le vinieron nuevas de España, que el comandante del barco le había transmitido al general Izquierdo y este se las hacía llegar formalmente con Van-Halen. Eran esas noticias relativas al sesgo oficial que había tenido la mediación haitiana, con la cooperación del cónsul de España en Port-au-Prince. La cosa era tan grave para la política del capitán general que este acogió las nuevas con reservas y se dispuso aguardar sumido en honda pesadumbre y atormentadoras dudas la llegada de un barco que debía llegar sin mucha demora con la ansiedad de recibir algún despacho de España que confirmase las referidas noticias; y llegó el barco, pero con una comunicación del capitán general de Cuba participándole la llegada al puerto de La Habana de la corbeta de 523 524 César A. Herrera S. M. Mazarredo con pliegos importantes del señor Álvarez. Fue entonces cuando exasperado con la ignorancia afrentosa que lo atormentaba que decidió reenviar a Port-au-Prince sin dilación a Van-Halen, acompañado de don Manuel de Jesús Galván, de reconocida lealtad a la Anexión, a fin de que, además de las instrucciones rigurosas que llevaban acerca del estado de las negociaciones, le trajeran informes circunstanciados «de la exactitud de los hechos ocurridos». Las explicaciones que el cónsul Álvarez dio acerca de su conducta a Van-Halen a su llegada a Port-au-Prince el 15 de enero de 1865 no fueron satisfactorias y entre otras cosas este le comunicó al capitán general que […] la solicitud de los rebeldes a la Reina había llegado; que el Presidente, en vez de enviársela al cónsul confidencialmente por su secretario particular como con otros documentos había hecho, estaba indicado a remitírsela de oficio para que la elevara al Ministerio de Estado, hecho que alteraría completamente el carácter de la negociación, haciéndola oficial; hecho autorizado con increíble ligereza por nuestro Ministro de Estado, que en una conferencia con el representante haitiano en Madrid Mr. Madiou le había manifestado que podían entregar o mandar la solicitud por el representante de S. M. C. en Haití. Baldíos fueron todos los esfuerzos que hizo Van-Halen para evitar que a ese asunto se le diera ese curso oficial y quedase fuera de la jurisdicción del capitán general, y no obstante todos los reclamos y las protestas de Van-Halen la carta fue remitida al Ministro de Estado por el señor cónsul prevalido de la autorización que había recibido de la cancillería española. He aquí la histórica carta. Anexión-Restauración 525 Carta de los patriotas a S. M. la Reina Santiago de los Caballeros, 3 de enero de 1865. El pueblo dominicano, señora, representado por sus gobernantes abajo firmados en cuyas manos han puesto su confianza, encomendándoles el cuidado de sus intereses y la defensa de sus derechos, con el más profundo respeto suplica a V. M. se digne echar una mirada compasiva sobre la situación desastrosa de la porción oriental de la isla de Haití o Santo Domingo. Esta tierra, patria del pueblo dominicano, era apenas hace cuatro años una República libre e independiente. Por circunstancias que V. M. ignora sin duda, y que sería en extremo penoso relatar, la libertad e independencia le fueron arrebatadas y su patria anexada a las vastas posesiones de vuestra gloriosa Monarquía. Durante tres años escasos ese mismo pueblo sobrellevó impaciente la pérdida de sus más caros y sagrados derechos; pero llegó un día en que la unánime voluntad de los dominicanos apeló a Dios y a su valor para reconquistar la patria, la libertad y la independencia. Hace más de diez y seis meses, señora, que esta pequeña porción de la tierra ofrece al orbe entero el triste espectáculo de una lucha que aflige a la humanidad. Dignaos oír, señora, la voz de todo un pueblo que se dirige a V. M. y a los sentimientos generosos de vuestro gran corazón, pidiéndoos hagáis cesar esta lucha y devolverle lo que hubo ayer perdido. La voz del pueblo es la voz de Dios, es la de la verdad. Los dominicanos con un profundo dolor dicen a V. M.: pensad, Señora, que allí donde fueron ciudades florecientes no se vea hoy más que montones de ruinas y cenizas; que sus campos llenos de una vegetación lozana no ha mucho, están yermos y desiertos; que sus riquezas han desaparecido; que por todas partes se ven devastaciones y miseria; que a la animación y la vida han sucedido la desolación y la muerte. 526 César A. Herrera El pueblo dominicano, valiente y resignado, pero sensible a estos infortunios, dice aún V. M.: en este drama homicida la sangre que corre de una y otra parte hace diez y seis meses es una sangre preciosa; es la sangre de un pueblo desgraciado e inocente, pero valiente como sus antepasados, la sangre de un pueblo hondamente experimentado, resignado a hacer toda especie de sacrificios y resuelto a sepultarse bajo las ruinas y las cenizas que se amontonan a su rededor, ante que dejar de ser libre e independiente. Es también la sangre de una nación grande, generosa y caballeresca arrastrada por fatalidad en esta lucha sin gloria y sin provecho para ella, cuyos batallones valerosos, lanzados quizás a su pesar en un suelo que no defienden sino por honor militar, caen antes de combatir, victorias de un clima mortífero. Tal es, Señora, la verdad; tal es la horrible situación sobre la cual los que suscriben, a nombre del pueblo dominicano, llaman la elevada atención de V. M. Entre este pueblo y la Nación Española no puede existir animosidad ni odio. Los dominicanos no han tenido jamás la intención de empañar el brillo de las armas españolas. Si entre dos pueblos ligados ayer por estrechas relaciones y profundas simpatías se ha empeñado hoy una lucha fatal, la culpa de ello, si culpa hay, no es del uno ni del otro. El pueblo dominicano está convencido de que la duración de la guerra no haría sino producir nuevas desgracias y desastres, y que en definitiva, a pesar de su valor, de sus heroicos esfuerzos, de sus cruentos sacrificios, la victoria como siempre, quedaría por la superioridad de la fuerza. El pueblo dominicano, en obsequio de la humanidad, se ha resuelto a elevar a la consideración de V. M. esta exposición del estado de su Patria, lleno de confianza en la magnanimidad de que V.M. ha dado altas pruebas desde que ocupa el Trono de sus mayores, por el órgano de la que suscriben suplica una vez más a V. M. se digne hacer cesar la efusión de sangre y poner término a una situación deplorable. Anexión-Restauración 527 Que V. M. quiera que la paz se haga y la paz será hecha. Que esta porción de tierra, patria de los dominicanos, sea desprendida por vuestra Real y magnánima voluntad de las vastas posesiones que forman la Monarquía Española. Esta Nación aplaudiría tan generoso proceder, porque ella no será por esto ni menos grande ni menos poderosa. Que la paz y la tranquilidad sean por vuestra Real disposición, devueltas al pueblo dominicano, y esta concesión será un acto de humanidad y de resplandeciente justicia. Gaspar Polanco, Ulises Espaillat, Manuel Rodríguez Objío, Julián B. Curiel, Silverio Delmonte, Rafael Ma. Leiba y Pablo Pujol. Con el derrocamiento del Gobierno de Polanco terminó la mediación del presidente Geffrard y ahora no quedaba sino la cuestión relativa al canje de los prisioneros para cuyo convenio nombró el presidente Pimentel una comisión integrada por Teodoro Heneken, titular de la cartera de Relaciones Exteriores, y los ministros Lafite y Reinoso, de parte del Gobierno Provisorio y Van Helen y don Manuel de Jesús Galván. Se rechazó de plano una propuesta de Teodoro Heneken según la cual debía darse prioridad como objeto principal a la evacuación de la Isla porque cursaba en las Cortes la revocación del decreto de Anexión. Sin duda la proposición estaba fuera de lugar, porque no había derecho a contratar nada al respecto toda vez que esa propuesta no pasaba de ser por el momento sino un asunto oficialmente en trámite, así que a consecuencia de las deliberaciones las comisiones acordaron que se procedería al canje de los prisioneros existentes en Santo Domingo y Puerto Rico por las dos terceras partes de los españoles que los revolucionarios tenían, «quedando el resto para ser canjeados por los dominicanos presos y desterrados en España». El día 1 de marzo se ausentaron hacia Santiago a dar cuenta de lo concertado al Gobierno Provisorio y el 11 recibió Van-Halen la respuesta informándole que el Gobierno había aceptado el canje a base de hombre por hombre, que también mereció la aceptación del capitán general. 528 César A. Herrera Pero más tarde, ya en los preliminares del canje se produjeron nuevas proposiciones del Gobierno revolucionario y siempre conforme al plan de «hombre por hombre» el canje quedó sujeto a la estimación de tres categorías de milicianos «para que los beneficios del canje alcanzaran al mayor número de individuos»; se prosiguió según el parecer de Jiménez Bueno, el de oficiales y sargentos con los de la misma clase, según las categorías de jefes, oficiales y sargentos; pero este señor, que era el gobernador de Puerto Plata, para dar más amplitud propuso el canje a base de una proporción según la cual se combinaban categorías diversas según los siguientes términos, un brigadier por dos coroneles; un coronel por dos tenientes coroneles o comandantes. El Gobierno Dominicano no aceptó el plan del referido Jiménez Bueno, pero el día 7 de abril de 1865, de conformidad con solicitud de Gándara la comisión compuesta por Melitón Valverde, Ramón Almonte y Manuel Tejada, llevaron al cabo el canje de prisioneros. Anexión-Restauración Gaspar Polanco 529 530 Pedro Antonio Pimentel César A. Herrera Anexión-Restauración Pablo Pujol 531 532 Eugenio Perdomo César A. Herrera Anexión-Restauración Manuel Rodríguez Objío 533 534 Carlos de Lora César A. Herrera Anexión-Restauración Ulises Franco Bidó 535 536 José María Cabral César A. Herrera Anexión-Restauración Benigno Filomeno de Rojas 537 538 Gregorio Luperón César A. Herrera CAPÍTULO XLIII FIN DE LA GUERRA DE LA RESTAURACIÓN SUMARIO Comisión de los generales José del Carmen Reinoso, Melitón Valverde y presbítero Miguel Quezada. Algunos artículos del convenio de El Carmelo. Razones que adujo el Gobierno para desautorizar la comisión y rechazar el convenio. Abandono de Santo Domingo. Derrocamiento de Pimentel. Comienzo de la Segunda República. Evocación simbólica del fatalismo patricida del Pueblo Dominicano. En realidad, después del canje de prisioneros ya no cabía otra cosa que las conversaciones para la paz y contratar las condiciones de la desocupación de las tropas españolas con tanta mayor razón que las Cortes habían aceptado el proyecto de ley de Narváez cuyo texto es el que sigue: Art. 1. Queda derogado el real decreto del 10 de mayo de 1861, por el cual se declaró reincorporado a la Monarquía el territorio de la República Dominicana. Art. 2. Se autoriza al Gobierno para dictar las medidas necesarias a la mejor ejecución de esta ley dando en su tiempo cuenta a las Cortes. Madrid, 7 de enero de 1865. El Duque de Valencia, Antonio Benavides, Lorenzo Arrazola, Fernando Fernández de Córdova, Manuel García Barzanallana, Francisco 539 540 César A. Herrera Armero, Luis González Bravo, Antonio Alcalá Galiano, Manuel de Seijas Lozano. Antes de cumplirse los dos meses de la famosa carta que los miembros del Gobierno Provisorio de Gaspar Polanco remitieron a S. M. C. Doña Isabel II de Castilla, las Cortes no solo tenían aprobado el proyecto, sino que S. M. lo había sancionado el día 1º de mayo de 1865. Así, pues, que en atención a una solicitud tramitada por Gándara al Gobierno por mediación de don Benigno Filomeno de Rojas el Presidente Pimentel diputó una comisión compuesta por los generales José del Carmen Reinoso, Melitón Valverde y presbítero Miguel Quezada ante el capitán general Gándara y en la residencia de este, El Carmelo, sustanciaron un convenio que no obstante las facultades de que estaban prevalidos los comisionados dominicanos mereció la reprobación y el rechazo casi unánime del Gobierno. Con objeto de que el lector quede edificado acerca de las razones en que se fundó el Gobierno para desautorizar a sus comisionados, nos vamos a permitir copiar solo cuatro cláusulas del referido «Convenio de El Carmelo» y, al leerlo, no olvide el lector cuáles fueron siempre las ideas del general Gándara, tanto en las conversaciones acerca del canje de prisioneros como para la concertación de la paz. Art. 1º, 2º, 4º y 7º del Convenio celebrado en virtud de la ley del 1º de mayo del actual, que deroga el Real Decreto de 19 de 1861 que declaró reincorporado a la Monarquía el territorio de la República Dominicana entre don José de la Gándara, general en jefe del Ejército español y el general Pedro Antonio Pimentel, presidente del Gobierno Provisional representado por los generales don José del Carmen Reinoso, don Melitón Valverde y el presbítero don Miguel Quezada, sus comisionados especiales. Art. 1º. El pueblo dominicano al recabar su independencia por un acto de magnanimidad de la Nación Española, Anexión-Restauración 541 reconoce y declara que esta obedeció a los méritos de la más alta generosidad y nobleza, cuando tuvo a bien aceptar la reincorporación de Santo Domingo a la cual prestaron las circunstancias todo carácter de la espontaneidad y del libre querer de los dominicanos, y que en esa virtud, España ha estado dentro de los límites de su buen derecho al oponerse por medio de las armas a la restauración de la República mientras pudo creer que contaba con la adhesión del país en la gran mayoría de sus habitantes, y ha procedido con su tradicional hidalguía, cuando convencida de que la mayoría de los dominicanos desean sobre todo su independencia nacional, ha suspendido el uso de la fuerza y renuncia para siempre a la posesión del territorio de Santo Domingo, dando de este modo una relevante prueba de su respeto a los legítimos derechos de cualquier pueblo, sin atender a su firmeza o a su debilidad. El pueblo dominicano declara asimismo que es su firme propósito conservar la generosa amistad de la Nación española, que le dio ser y origen, y en quien por esta misma causa espera encontrar siempre mayor benevolencia y más eficaz protección que en ningún otro pueblo. Art. 2º. Se conviene en un canje recíproco de prisioneros sin ejecución a número, calidad o categoría entregando cada parte a la otra todos los que tengan en su poder, dándose desde luego las órdenes para que se verifique la entrega respectiva en el punto más cercano a los depósitos. Art. 4º. El Gobierno dominicano se obliga a pagar al de S. M., una indemnización cuya ascendencia se estipulará en un tratado posterior […] por los gastos de la guerra del Gobierno y administración del país, por las mejoras locales que son productos del capital y administración española […] Art. 7º. El Gobierno dominicano se obliga a no enajenar el todo ni parte del territorio a ninguna nación ni pueblo, ni establecer ningún convenio que perjudique los intereses de España en sus posiciones de las Antillas, sin intervención y el consentimiento del Gobierno español. 542 César A. Herrera Sin duda alguna nuestros comisionados se extralimitaron en la potestad moral que debía respaldar los poderes que se les confirió como contratantes a nombre del Gobierno en las credenciales que llevaron para que: 9 de mayo de 1865. […] negociaran de consuno con el Comisionado o Comisionados, en las radios de la plaza de Santo Domingo, debidamente acreditados por S. M. C., o por sus representantes, sobre la desocupación del territorio, pueblos, plazas, puntos y ciudades que actualmente ocupan las armas españolas, canje de prisioneros y sobre todo lo demás que en general tenga referencia a la terminación de la guerra con España, ajustando y celebrando una convención en que se estipule la paz de la manera y en la forma que se le instruye particularmente. Y rogamos se les dé entera fe y crédito a lo que en nuestro nombre y con el de la República digan y hagan; comprometiéndose nuestro Gobierno a todo lo que nuestros enviados y comisionados especiales, generales José del Carmen Reinoso, Melitón Valverde y presbítero Miguel Quezada hicieren en virtud de estas cartas credenciales. No obstante la solemnidad y amplitud del mandato que significó esa carta-credencial y las instrucciones particulares que se les dieron a los comisionados, no tenían poderes para excederse al extremo de desvirtuar el heroísmo y los sacrificios que el pueblo dominicano había consagrado a la causa de la Restauración, y menos para introducir en ese convenio ningún postulado que implicase la mancipación explícita que aparece en el texto del artículo 7º. Los artículos citados nos explican los móviles del repudio unánime del Gobierno contra los comisionados y del rechazo del convenio suscrito con el capitán general don José de la Gándara. Recogemos toda la elocuencia de ese repudio y de ese rechazo en Anexión-Restauración 543 las palabras del decreto del día 12 de junio de 1865 firmado por el presidente Pimentel y sus ministros: Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. Pedro Antonio Pimentel, presidente de la República. A todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: Primero. Por cuanto atendiendo a las atribuciones que nos confiere el inciso 10º del artículo 83 de la Constitución en vigor, hubimos de nombrar en fecha 9 del mes de mayo último, y accediendo a los reiterados deseos que nos habían comunicado en diferentes oficios, por el señor general don José de la Gándara, a los señores generales José del Carmen Reinoso, Melitón Valverde y al señor presbítero Miguel Quezada para que en clase de Comisionados especiales nuestros y como Representantes de la República, pasasen extramuros de la ciudad de Santo Domingo a tratar con los Comisionados S. M. C. acerca de la terminación de las hostilidades entre la República Dominicana y el Gobierno de España y sobre la evacuación de nuestro territorio, por las tropas españolas que ocupan aún parte de él. Segundo. Que al efecto fueron revestidos dichos señores comisionados especiales con las competentes cartas credenciales e instrucciones escritas, precisas, claras y terminantes, para que en estricta conformidad con ellas y observando a la letra su literal sentido, pactasen y negociasen con los comisionados de S. M. C., únicamente, lo que dichas instrucciones disponían, sobre la terminación de las hostilidades y la desocupación de nuestro territorio, por las tropas españolas, como lo ordena el Real Decreto, dado por las Cortes de España, y aprobado por S. M. C. la Reina, el día 1º de mayo próximo pasado, por el cual se deroga el del 19 de mayo de 1861, que declaró incorporado a la Monarquía Española el territorio de la República Dominicana. Tercero. Que dichos señores comisionados, extralimitando sus poderes, comprometiendo gravemente la suerte del futuro de la República y violando todas las leyes y decretos vigentes, y hasta la misma Constitución en vigor, han pactado 544 César A. Herrera y negociado en fecha 6 del corriente mes de junio con el general D. José de la Gándara, un convenio constante de ocho artículos […] (Aquí el convenio de 6 de junio publicado anteriormente). Cuarto. Por tanto y habiendo el referido Convenio, en su conjunto y en sus diferentes artículos, sido ajustado por los referidos Comisionados en contradicción expresa de las instrucciones y órdenes terminantes que al efecto recibieron, con extralimitación de sus poderes y violando en dicho convenio las leyes, decretos y hasta la misma Constitución en vigor. Oído el dictamen de mi Consejo de Ministros. Oído el parecer del Consejo de Gobierno. En virtud de las facultades que nos confiere el inciso 119 de la referida Constitución en vigor, hemos venido en decretar negarle como por estas presentes le negamos, nuestro asentimiento y aprobación declarando de la manera más formal y solemne, dicho convenio, en cuanto concierne a la República Dominicana, inaceptable, nulo y de ningún valor y efecto […] A fin de que el lector conozca el grado del dispuesto y de la cólera que sobrecogieron al general Gándara ponemos, aquí los exaltados párrafos con que rechazó la nueva comisión que nombró el presidente Pimentel, constituida por los señores generales don José María Cabral y don T. S. Heneken... Entre otras cosas dijo: En consecuencia y en vista de los papeles recibidos con la carta a que contesto, que prueban una conducta en el Gobierno de Santiago, que me abstengo de calificar, pero que reprueban todos los principios del derecho, de la razón y del honor, declaro, para que puedan hacerlo saber V. V. a su Gobierno, que llevaré a cabo la evacuación del territorio hasta donde me convenga, en las circunstancias que correspondan a mis proyectos ulteriores; y que continuaré la guerra en la Anexión-Restauración 545 forma que sea más ventajosa a los intereses y al honor de la causa que represento. Debo advertir a V. V. por último que de la vida de nuestros prisioneros, durante el nuevo período, me respondan los prisioneros dominicanos que están en mi poder y todas las demás medidas que juzgue convenientes tomar contra toda violencia que se intente contra ellos […] Santo Domingo, 26 de junio de 1865. José de la Gándara. Pero su airada actitud no se limitó a los desplantes de esa carta ni a las amenazas de bloqueo de todos los puntos de la República ordenado el 5 de julio de 1865 al comandante general de la Marina señor brigadier don José Lozano, sino que, enfurecido, no solo desmontó e inutilizó toda la artillería de los fuertes de la capital sino que redujo a prisión a muchas personas honorables de la sociedad capitaleña, entre ellas algunas damas muy distinguidas por su alcurnia y su posición. El historiador García ha recogido los nombres de quienes fueron encarcelados por el señor capitán general don José de la Gándara para «garantir las vidas» de los prisioneros españoles, sin cuidarse del trato generoso y gentil a que eran acreedoras todas esas damas y caballeros de la buena sociedad dominicana y de claro linaje español muchos de ellos. Entre las sesenta y pico de personas aprehendidas, cita el ilustre historiador las siguientes: señores Pedro Pablo Bonilla, José María y Francisco Leyba Ramírez, Juan Pina, José Ma. Troncoso, Pedro María de Mena, José de Jesús Castro, Rodolfo Labour, Juan Mella, Francisco Del Monte, José Gabriel, Manuel de Jesús y Rafael María García, José María y Felipe Calero, Faustino de Hoyo, José Quezada, Teófilo Geraldino, Luis Betances hijo, Miguel Mendoza y Lezo, Miguel Garrido, Juan Fco. Travieso y Luis Alejandro Pérez. Señoras: Elisa Dubreil de Travieso, Bernarda Objío Vda. Rodríguez, Isabel Pérez, Rosa Travieso de Calero. Señoritas: Avelina y Elisa Travieso y Belén Pérez. Pero todos eso actos de fuerza eran ya baldíos porque el general Gándara no podía eludir las terminantes órdenes de desocupación 546 César A. Herrera que la Corte le había trasmitido, de ahí que el canje de prisioneros se hizo, como ya hemos dicho, los rehenes fueron puestos en libertad, y él compungido hasta exclamar: Triste situación la mía en los momentos en que se me ordenó salir de la Isla de Santo Domingo, a todo trance, y sin pretexto en contra, haciendo estériles los sacrificios de vidas y dinero aventurados en aras de la honra nacional durante dos años […] Así pues, en vista de que […] la Reina (Q. D. G.) se ha dignado sancionar en 1º de mayo la Ley que deroga el Real Decreto de 19 del mismo mes del año de 1861, impartió las órdenes a los jefes del mar y tierra a fin de que se procediese al embarque de las tropas, el cual, habiendo comenzado el día 3 de junio terminó el 11. El día 5 de junio todas las tropas de Azua y de Baní embarcaron por los puertos de Las Calderas y Tortuguero y de allí zarparon los barcos que los conducían rumbo a Guantánamo y Santiago de Cuba. Pero el batallón Cuba, de las Reservas de Azua y Baní y familias leales fueron transportados a la capital. A los embarques de Baní y Azua siguieron los de Monte Cristi en combinación con la desocupación de Puerto Plata. Estas operaciones en los puertos indicados se hicieron con el concurso de los buques de la armada, Isabel la Católica, Francisco de Asís, Pizarro, Ulloa, Hernán Cortés, León, San Quintín, Número 3, Catalina, Águila y los vapores Vasco Núñez y Hamburgo. Se fijó para el día 10 el abandono total de la plaza de Santo Domingo, de los fuertes y de los cantones de extramuros, pero fue el 11 cuando se concentraron en la Fortaleza las guarniciones de Galindo, Pajarito y El Rosario, se dio comienzo a la desocupación, se ordenó el cierre de las puertas de la plaza y a las ocho menos cuarto de la mañana la breve guarnición que había quedado en tierra al mando de Calleja para la protección de la retirada embarcó con el general Gándara en el Águila. Él fue el último en tomar la escala del barco en la retaguardia del miserable resto de su tropa deslucida y sin gloria. Anexión-Restauración 547 Había terminado el oprobioso régimen de la Anexión, de esa aventura en que embarcaron a la República las pasiones de la política, o el pavor a las invasiones haitianas, o la falta de fe en los destinos del país o tal vez todos esos móviles de consuno como anhelos de paz, de justicia y de libertad. Ha terminado la revolución contra la Anexión… «[…] acogida con júbilo por una fracción, que en ella vio el modo de medrar; recibida con indignación por otra; y aceptada sin júbilo así como sin indignación por la generalidad que en aquel hecho, tan inesperado como poco deseado, entrevió alguna compensación a lo que acaba de perder». «Lo que la universalidad de los dominicanos deseó y esperó del nuevo Gobierno como compensación, fue una buena administración de Justicia» como dijo el insigne repúblico don Ulises Francisco Espaillat. (Ideas de bien patrio, selección de Emilio Rodríguez Demorizi). Ha comenzado la era de la Segunda República con la sublevación fraguada en Santo Domingo por los generales José María Cabral, Eusebio Manzueta, Marcos Evangelista Adón, Pedro Valverde y Lara y Esteban Adames. Derrocado el presidente Pimentel fue exaltado a la presidencia de la República el general Cabral con el pomposo título de El Protector de la Patria y surgieron en el palenque de las discordias civiles las viejas banderías políticas ahora más ambiciosas, más pasionales y más intolerantes. No se han escuchado las dianas jubilosas de la redención de la patria, no han repicado a gloria las campanas de la catedral […] no han tronado los cañones del apostadero para saludar a la República rediviva […] La enigmática mueca de la Esfinge tebana, ayer como hoy […] El muro almenado de la siete puertas […] Antígona quejumbrosa en el campo desolado […] Símbolos del fratricidio fatalista a que parece estar condenado de por vida el desventurado pueblo dominicano […] ¡1863-1963! demagogias, satrapías […] guerras civiles […] «Miserere» de Enrique Henríquez […]. ¡Oh! prostituido genio de la guerra que de un ámbito a otro el duelo espacias: 548 César A. Herrera tu inicua destrucción al mundo aterra, y aun tus brutales cóleras no sacias! tus airados cañones con su intenso relámpago, no alegran generosos pendones: proclaman la igualdad, no la reintegran; ni infunden vigorosos ideales: que reconstruyan en la noche aciaga la fe de nuestros tristes inmortales: noble faro extinguido en la conciencia nacional, inerme; eco viril que el desencanto apaga gloria que el sueño de las tumbas duermes…! Y, ¡oh! genio prostituido! vas por las cumbres fulminando males. Tus impasibles manos, que inmolan, sin horror, seres humanos; y que de un tajo vengador suprimen engreídas cabezas de tiranos, acaso fanatizan, no redimen: arrebatan, deslumbran; pero un ídolo abaten y otro encumbran…! tiranicidios, el caos, el fatídico 29 de noviembre de 1916… Proclama del capitán H. S. Knapp… Tú, centuria, 1863-1963, ¿qué traes?... Confiemos nuestra fe en la cultura cívica de la juventud... Hay augurios de tiempos bonancibles... ¡Adelante, juventud! DOCUMENTOS DEL ARCHIVO GENERAL DE INDIAS Colección del Lic. César A. Herrera A. G. I., CUBA 1014 B No. 16 Plaza de Santiago Año de 1863 Comisión Militar ejecutiva Proceso Instituido contra el general don Juan Luis Franco Bidó, el coronel don Carlos de Lora, el capitán don Pedro Ignacio Espaillat y el paisano don Eugenio Perdomo, acusados de complicidad en la rebelión que estalló en esta ciudad la noche del 24 de febrero pasado. No. 180 Juez fiscal El capitán de San Marcial Don Francisco Dié gpc 551 Secretario El teniente de la Corona Don Benito Gimeno César A. Herrera 552 A. G. I. CUBA 1014 B Comisión Militar de la provincia de Santiago, fiscalía de la misma plaza Don Benito Gimeno y Pando, teniente de la Compañía de Cazadores del Segundo Batallón del Regimiento de la Corona número tres de Infantería, secretario de esta causa de la Comisión Militar ejecutiva y permanente de esta provincia de la que es fiscal el capitán del Batallón de San Marcial don Francisco Dié y Pescetto. Certifico: Que en la causa que por esta Comisión Militar y fiscalía se instruye sobre las ocurrencias que tuvieron lugar en esta ciudad en la noche del día veinte y cuatro de febrero pasado y siguientes folios 24, 85 y 86 aparece la declaración de don Eugenio Perdomo la que copiada a la su letra es como sigue. Declaración de don Eugenio Perdomo Sin levantar mano compareció ante el señor fiscal y presente secretario don Eugenio Perdomo, preso en este fuerte, el que enterado por dicho señor fiscal de que se le iba a recibir declaración ofreció decir verdad en cuanto fuere interrogado y siéndolo por su nombre y profesión dijo llamarse como queda dicho y que pertenece al comercio de esta ciudad. Preguntado: Dónde estuvo la noche del veinte y cuatro de febrero pasado y con quiénes. Dijo: Que como a las siete y media de la citada noche estuvo cenando en su casa, después de lo cual salió a dar un paseo por la calle sin dirección ni objeto y encontrándose en ella con don José María Gautier, se dirigieron por la del cementerio y al llegar frente a la casa de los señores de Porter se encontraron con un grupo de gente, unos armados con carabinas y sables y otros sin armas; y aunque dicho grupo no les dijo nada ni al declarante Anexión-Restauración 553 ni a Gautier, este se puso a hablar con ellos donde se quedó sin que lo volviese más a ver; que el que declara siguió la calle del cementerio abajo y llegando a los últimos bohíos se encontró con otro pelotón entre los que conoció a Genaro, hermano de Pedro Ignacio Espaillat, a Ramón Almonte, Domingo Curiel y Vidal Pichardo, los cuales le dijeron: «Vamos en comisión al Ayuntamiento», a lo cual contestó el que declara: «Vamos»; que en el tránsito le dijeron que iban a la casa consistorial en comisión para pedir al cabildo protección y suplicarle que se pusiese a la cabeza de dicho pronunciamiento; que llegaron al antedicho local donde por instancias de los que le acompañaban impuso al referido Ayuntamiento (no como representante, sino como mediador) del objeto de la comisión, añadiendo que dicha corporación avisase al Gobierno a fin de que, poniéndose de acuerdo ambas autoridades, tratasen de evitar la efusión de sangre y desórdenes consiguientes; que el Ayuntamiento les contestó que permaneciesen tranquilos y no armasen ningún desorden hasta que poniéndose de acuerdo con el gobernador zanjasen las dificultades y entonces les dirían lo que debían hacer; que oyendo entonces el que declara al señor Evangelista Gil que los presos habían quedado sin custodia insistiendo en que era preciso ponerles una guardia para impedir que se fugasen, salieron el señor Jacobo Rodríguez y él para ver si llegaban a tiempo de impedir la fuga de los presos; que al llegar a la plaza vieron una porción de gente, armados unos y desarmados otros, gritando: «Viva la República Dominicana», entre otras cosas; oyendo decir sin que recuerde a quién, que Juan Antonio Alix había sido el que soltó los presos; que recuerda haber visto que estaban alineando los presos en la Plaza frente a la cárcel, aunque no conoció quién era, y que recomendando el que declara a los que encontraba por la Plaza que se contuvieran, se retiró hacia su casa, y viendo que lo hacía al Ayuntamiento don Juan Luis Franco Bidó (que no sabe cuándo había llegado a la Plaza ni para qué) se fue con él y al llegar a la esquina de su casa oyó el tiroteo, por lo cual se entró en ella no volviendo a salir en toda la noche. Preguntado: Si en la noche de las ocurrencias que cita llevaba alguna arma, quién se la dio y con qué objeto la llevaba. 554 César A. Herrera Dijo: Que llevaba su espada, la cual sacó de su casa al salir de ella y que llevó consigo porque viendo tanta gente armada por las calles le pareció conveniente llevarla para su defensa. Preguntado: Dónde se halló desde la última vez que volvió a su casa en la noche que se cita. Dijo: Que desde las seis de la mañana siguiente hasta las once, poco más o menos, se estuvo paseando por el pueblo y habiendo oído decir que le imputaban a él la fuga de los presos, se llenó de temor por parecerle feo el delito que se le achacaba; entonces cogió su caballo y se marchó del pueblo con dirección a Gurabo, habiéndose antes afeitado completamente para desorientar a los que pudieran conocerlo; que todo aquel día y los tres siguientes los pasó en el campo sin entrar en casa alguna, al fin de los cuales se dirigió al lugar llamado San Víctor en busca de José (apellido ilegible), al que encontró en su conuco y pidiéndole que lo llevase a donde se encontraba el general don José Hungría que creía era hacia Guayubín, y dirigiéndose ambos para dicho punto y sabiendo al llegar al pueblo de La Peñuela que dicho general había ido a Monte Cristi y que el general don Gaspar Polanco, vecino de Cañeo, había prometido un indulto general a los que se presentasen voluntariamente, según debe constar por un oficio que dicho señor general ha remitido a este Gobierno y teniente coronel de San Marcial, se presentó en la tarde del día dos del presente mes desde cuyo punto fue dirigido a esta ciudad acompañado de un solo muchacho. Preguntado: Si conoce a un venezolano llamado don Ramón Díaz, si la noche del veinte y cuatro que se cita se lo encontró en la calle y si habló con él. Dijo: Que solo lo conoce de vista y que ni en la noche por que se le pregunta ni al día siguiente habló con él ni lo vio. Preguntado: Poniéndole de manifiesto una pistola de dos cañones que ha sido entregada al señor fiscal por el señor gobernador, si la reconoce como suya, cuándo la hubo y para qué. Dijo: Que sí la reconoce por ser de su pertenencia; que la cogió de su casa (donde la tenía) cuando salió al campo el día veinte y cinco y que la llevó consigo para su defensa como medida de precaución. Anexión-Restauración 555 Preguntado: Si antes de la noche del veinte y cuatro citado tuvo conocimiento de lo que iba a ocurrir, si sabe quiénes fuesen los instigadores del motín y si hubo reuniones preventivas para ello. Dijo: Que ignora completamente los tres extremos de la pregunta. Preguntado: Si fue instigado u obligado a seguir a los revoltosos por vías de fuerza o persuasión. Dijo: Que los acompañó por persuasión. Preguntado: Si alguna vez ha sido amonestado por la autoridad sobre cuestiones políticas y en qué sentido. Dijo: Que no habiéndose mezclado jamás en causas políticas, no ha dado lugar a ninguna amonestación; que es cuanto al presente puede decir y todo la verdad sin que tenga que añadir ni quitar, en lo que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su declaración, manifestando ser de edad de veinte y cinco años, y firmándolo con el señor fiscal. lo que certifico. E. Perdomo. Francisco Dié. Benito Gimeno. Asimismo certifico: Que a folios 18 y vuelto aparece en la declaración de don Jacobo Rodríguez una pregunta contestada la que copiada a la letra dice así: Preguntado: Quiénes fueron los miembros de la comisión que en nombre del pueblo se presentaron en el Ayuntamiento, según anteriormente dice. Dijo: Que entre ellos conoció a Eugenio Perdomo que llevaba la palabra, Ramón Almonte y Genaro Espaillat, los cuales iban armados de carabinas o escopetas y el Perdomo una espada, así como Espaillat una pistola. Del mismo modo certifico: Que a folios 20 y vuelto se encuentra la contestación a una pregunta en la declaración de don Máximo Grullón, la cual desglosada la parte correspondiente a estas actuaciones es como sigue. Acto continuo se presentaron el señor Manuel Tejada, Ramón Almonte y el señor Perdomo acompañados de otros varios que no recuerda, y dijo el señor Perdomo «que querían reconquistar sus derechos de dominicanos perdidos», a lo cual contestó el Ayuntamiento que se retirasen lejos de la población y no intranquilizasen los habitantes de ella. 556 César A. Herrera También certifico: Que a folios 35 y vuelto y 36 aparece en la declaración de don Belisario Curiel una pregunta contestada que exactamente dice como sigue. Preguntado: Quiénes fueron los que se presentaron en la noche del veinte y cuatro al Ayuntamiento como comisionados de los revoltosos, si iban armados y quién llevaba la palabra. Dijo: Que entre las varias comisiones que se presentaron aquella noche de parte de los revoltosos recuerda haber visto en la primera a don Eugenio Perdomo, que llevaba la palabra, y un tal Genaro que le acompañaba, cuyo apellido no recuerda; y en las demás don Ramón Almonte, don Vidal Pichardo e Isidro Jimenes, siendo este el que la llavaba en la última comisión; que iban armados de machetes y carabinas recordando aun que el Almonte estuvo cargando la suya en el mismo Ayuntamiento. De igual modo certifico: que a folios 44 y vuelto y en la declaración de don Alfredo Deetjen existe una pregunta contestada cuya es copiada literalmente y dice así. Preguntado: A quiénes conoció de los revoltosos que fueron al Ayuntamiento del río. Dijo: Que sorprendido por un acontecimiento para él tan inesperado, no fijó bien la atención tanto más cuanto que se halla sentado con las espaldas a ellos, pero que por la voz y por lo que pudo ver conoció a don Eugenio Perdomo, don Ramón Almonte, uno llamado Chuchú Ricart y otro tal Genaro, cuyo apellido ignora, con otros más que no recuerda; debiendo añadir de los que recuerda a Eusebio Gómez y de los con quienes habló al otro lado del río recuerda únicamente los nombres de Eusebio Lantigua (a) Lagaña y un tal Borbón, aunque a su mayor parte de verlos. Certifico: Asimismo, que a los folios 45 y vuelto aparece en la declaración de don Vicente Morel parte de la contestación de una pregunta la cual dice así: A pocos momentos de esto sorprendió al Cabildo un gran grupo de hombres armados con armas blancas y de fuego; entonces tomó la palabra don Eugenio Perdomo a nombre de la facción que él titulaba pueblo y manifestó al Cabildo que estaban decididos a reconquistar sus derechos y nacionalidad con Anexión-Restauración 557 otros muchos dicharachos dichos por él y varios de sus secuaces a que no puso atención y más tarde se retiraron. Certifico de igual modo, que a folios 60 y vuelto y 61 de la declaración de don Pablo Pujol aparece parte de la contestación a una pregunta la cual copiada dice así: Antes de salir Jacobo Rodríguez de la Casa Consistorial llegó una porción de gente armada y entre ella don Eugenio Perdomo que llevaba la palabra diciendo una porción de majaderías y entre ellas que querían nombrar una Junta del seno del Ayuntamiento o todo él, a lo cual contestó este por boca del señor Belisario Curiel (primero) y luego por otros, que el Ayuntamiento no desconocía su misión y que no se hallaba en el caso de traicionar un instituto. Certifico también que a folios 70 hay en la declaración de Juan de la Cruz Ureña una pregunta y parte de su contestación que copiada a la letra dice así: Preguntado: Dónde se halló la noche del veinte y cuatro de febrero último y con quién. Dijo: Que sobre las ocho de la noche que se cita, yendo el que declara por la calle del cementerio se encontró con una porción de paisanos armados entre los cuales recuerda a Ramón Almonte, Vidal Pichardo, Eugenio Perdomo, Juan Ignacio Espaillat, Juan Antonio Alix, Domingo Curiel y Ramón Pacheco, todos los cuales le dijeron que los españoles querían hacerlos esclavos, con lo cual, entusiasmándolo, consiguieron que los siguiese aunque sin darle armas por entonces (diciéndole) yéndose con ellos a la Plaza de Armas. Certifico: Del referido modo que a los folios 77 y vuelto y en la declaración de don Manuel de Jesus Ricart se halla parte de la contestación a una pregunta que dice así: El que declara, movido de curiosidad, se volvió a levantar y cogiendo un baston que es la única arma que tiene, se dirigió al Ayuntamiento donde entró en el mismo momento de llegar Eugenio Perdomo con otros varios que no recuerda, cuyo antedicho señor decía al Ayuntamiento que iba en nombre del pueblo pronunciado que quería reconquistar sus perdidos derechos, a lo cual dicha Corporación contestó que el Ayuntamiento no haría más que evitar la efusión de sangre. 558 César A. Herrera Certifico: Del mencionado modo, que a folios 71 y vuelto y 74 en la declaración de don Ramón Díaz Rojas aparece una pregunta contestada cuyo tenor es como sigue. Preguntado: Si conoce a don Eugenio Perdomo, si lo vio la noche del veinte y cuatro de febrero último y en tal caso qué habló con él. Dijo: Que conoce el sujeto por que se le pregunta (pero no tiene amistad con él) en dos veces anteriores que por asuntos mercantiles vino a esta población el que declara; que la noche que se le cita hallándose él en la casa el señor (ilegible) donde se hospedaba, en esta ocasión y como a las doce de la noche poco más o menos, sintió llamar a la puerta de la espalda de la casa, y no atreviéndose los dependientes a abrir se repitió el llamado con violencia y entonces abrieron aquellos entrando en la casa el señor Perdomo, quien venía muy agitado y armado con una espada pidiendo un vaso de agua el cual le fue servido marchándose con la misma precipitación que había llegado. Certifico: Del precitado modo que a folios 83 y vuelto y en la declaración de don José Manuel Glas se encuentra una pregunta contestada que copiada exactamente dice como sigue. Preguntado: Si sabe o a oído decir de dicho Ramón Díaz que haya tenido directa o indirectamente participación en los acontecimientos por que recientemente ha atravesado esta población. Dijo: Que ignora lo que se le pregunta y que recuerda sobre la pregunta anterior que como entre nueve y diez de la citada noche del día veinte y cuatro llamó y entró en su casa Eugenio Perdomo pidiendo un vaso de agua, el que cuando lo hubo bebido volvió a salir de su casa; que dicho Perdomo iba armado espada y que no habló nada en el poco rato que permaneció en dicha casa, más que notificarle que Gautier había perecido en el encuentro que había habido entre los insurrectos y las tropas de la Reina. Certifico: Del precitado modo, que a folios 95 y vuelto y 96 en la declaración de José Mundemón aparece una pregunta que contestada cuya copia es como sigue. Preguntado: Si los de la ronda que se encontraron o alguna otra persona les dijo a los dos que el general Polanco ofrecía indulto al que se presentase. Anexión-Restauración 559 Dijo: Que ni la ronda ni persona alguna les dijo nada de lo que se le pregunta, lo cual es tan cierto que el que declara no tuvo noticia de lo ocurrido en esta ciudad ni supo que Perdomo andaba en ello hasta después de hallarse en casa dicho general donde lo oyó a soldados que andaban por fuera. Certifico: Del susodicho modo, que a folios 108 y vuelto de la declaración de Federico Larrinaga se halla parte de una contestación que dice así: que recuerda que había uno de los revoltosos que iba y venía frecuentemente al pueblo (cree que al Ayuntamiento) armado de una espada y a caballo el cual le parece fuera el señor Perdomo. De dicho modo certifico: Que a folios 141 y vuelto y 142 en la declaración del teniente coronel de San Marcial don Joaquín Zarzuelo consta en parte de la contestación de una pregunta contestada lo que sigue. Que en este verano pasado se dio un baile a un tal Quesada por gratitud al comportamiento en Santo Domingo (según dijeron) pero con la condición expresa de que no asistiese europeo alguno o mejor dicho español, según informes que le dieron al que declara tomando un subido color político de cierta tendencia más y más marcada, el carácter revolucionario en sujetos bien determinados y en el semblante de los tildados como motores siendo uno de ellos don Eugenio Perdomo que no se recataba de manifestar su odio a los Españoles en conversaciones públicas, según le dijo al subteniente don Nicolás Mocholi y haber vestido en un baile de máscaras un traje haraposo con un letrero alusivo al gobierno español a quien atribuía la miseria de la Isla desde su anexión. Certifico: Que a folios 76 y vuelto y 77 se encuentra la declaración de don Carlos de Lora que copiada a letra dice así: Seguidamente el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Carlos de Lora el que enterado se le iba a recibir declaración sobre los particulares de que se halla ofreció decir verdad en cuanto fuese interrogado y siéndolo por su nombre y empleo, dijo llamarse como queda dicho y que es coronel de las milicias de reserva de esta Isla. 560 César A. Herrera Preguntado: Dónde se halló la noche del veinte y cuatro de febrero próximo pasado y con quién se acompañó durante toda ella. Dijo: Que desde la oración de la noche que se le cita empezó a ver algún movimiento en el pueblo lo cual notó por las salidas de las mujeres de él; que el que declara estuvo solo en su casa y que como a las siete cogió un bastoncito que es el que lleva frecuentemente y se dirigió solo también a la Plaza de Armas para la casa de la señora doña Juana Díaz Méndez que vive por detrás de la cárcel; que al llegar a dicha Plaza halló a los presos sueltos en ella y no queriéndose detener se dirigió a su casa por la calle donde vive don Alejandro Reyes, permaneciendo en dicha su casa hasta las seis de la mañana del día siguiente; que a esa hora salió de su casa dirigiéndose primero hacia su tienda y parándose en la esquina de la casa del señor Deetjen supo por don Ramón Quintero que un tal Genaro Espaillat le habían un caballo la noche anterior; que almorzó aquella mañana con el señor Alfred Ossorio; que después de esto se dirigió a su casa como a las once y media de la mañana y que en la esquina de don Juan Francisco García lo llamó el ayudante de policía don Macario Jiménez el cual lo condujo arrestado al fuerte donde se halla. Preguntado: Si antes, durante o después de las ocurrencias de la noche del veinte y cuatro del mes pasado tuvo noticias de ellas y por quién. Dijo: Que ni antes durante ni después de ellas tuvo conocimiento de semejantes ocurrencias; que solo como a las nueve y media de la noche que se le cita, oyó unos tiros desde su casa pero que no salió de ella a pesar de haberlos oído; que nunca ha preguntado el motivo de aquellos tiros ni nadie se lo ha dicho y que aún en la actualidad no sabe nada de lo ocurrido. Preguntado: Si ha sabido que en la mañana del día veinte y cinco aparecieron en la orilla izquierda del río una porción de amotinados y lo que ocurrió allí. Dijo: Que no supo nada de esto. Preguntado: Si pertenece a las reservas activas o pasivas y si cobra o no sueldo del Gobierno de S. M. Dijo: Que pertenece a las reservas activas y que cobra en efecto sueldo del Gobierno. Anexión-Restauración 561 Preguntado: Si habiendo oído los tiros de que habla y debiendo conocer por ellos que algo ocurría de particular, por qué no se presentó al señor gobernador de esta Plaza a ofrecer sus servicios como militar que era. Dijo: Que dos días antes de dicha noche se presentó al señor gobernador según aviso del mismo, poniendo su firma al pie de una lista que para el efecto había en el Gobierno y que dicho señor gobernador le dijo que, en caso de necesitarlo, se le avisaría la razón por la cual no se presentó esa noche no obstante haber oído los tiros, esperando el aviso antedicho; que nada más tiene que decir y todo la verdad, en lo que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su declaración, manifestando ser de treinta y un años de edad y firmándola con el señor fiscal de que yo, secretario, certifico. Carlos de Lora Francisco Dié Benito Gimeno Certifico: Que a folios 23 de la declaración del paisano Manuel Rancaño aparece una pregunta contestada, la que se copia integra y dice así: Preguntado: Quién era el jefe que capitaneaba los insurrectos. Dijo: Que desde que salió de la cárcel el que declara hasta el momento en que empezó el fuego era el jefe de todos el ya citado don Juan Luis Franco Bidó acompañado de don Carlos de Lora; y que en cuanto empezaron los primeros disparos el don Juan desapareció quedando de cabeza de todos don Carlos de Lora. Certifico: Que a folios 25 y vuelto y 26 se halla una pregunta contestada en la declaración de José Echavarría la que copiada a la letra dice así: Preguntado: Quién era el jefe de los insurrectos que se hallaban en la Plaza de esta ciudad la noche del veinte y cuatro. Dijo: Que los que vio disponer más y como jefes superiores fueron don Juan Luis Franco Bidó y don Carlos de Lora; así como quien los hostigaba más para que siguiesen a los insurrectos eran José Carmen Lantigua y otro a quien no conoce. 562 César A. Herrera Certifico: Que a folios 75 y en la declaración de Juan de la Cruz Ureña hay una pregunta contestada que dice así: Preguntado: Si antes de las ocho de la noche del día veinte y cuatro tuvo noticias de la reunión de la gente amotinada en el Fuerte Dios. Dijo: Que no tuvo noticia anterior, pues solamente lo supo cuando encontró a los amotinados en la calle del cementerio debiendo añadir que vio entre ellos a Carlos de Lora y que ha sabido que salieron heridos Justiniano Bonilla y Manuel Tejada, pero que no sabe dónde paran. Certifico: Que a folios 147 y en la declaración de José Ache y Zapateria (sic), aparece parte de la contestación a una pregunta que se copia así: Que al salir de la cárcel por dicha puerta encontró en ella a Pedro Ruiz, a Carlos de Lora y a José Carmen Lantigua y un poco más separados de ella como unos cincuenta hombres armados de fusiles y machetes; que al salir los presos por la puerta echaron los Ruiz, Lora y Lantigua un «Viva la República Dominicana» y «Viva el general Bidó» que contestaron los del grupo mencionado; que cuando hubieron concluido de salir de la cárcel los formaron en la Plaza y los llevaron por detrás de dicha cárcel al Fuerte Dios y llegando a él sin deternerse los volvieron hacer ir a la Plaza por la calle del cementerio; que a su llegada a aquella los formaron a la inmediación de la puerta por la espalda de la Iglesia donde llegó el general don Juan Luis Franco Bidó al que se acercaron los dichos Ruiz, Lora y Lantigua. Certifico: Que a folios 153 y vuelto de la declaración de Román Hernández aparece la contestación de una pregunta de la cual se copia a su letra lo que sigue. Que en la Plaza vio a don Juan Luis Franco Bidó, Juan de la Paz, Manuel Tomás de Vargas, José Cepeda, José María Gautier, Carlos de Lora, Vidal Pichardo, Eusebio Gómez, José Carmen Lantigua, Nicolás Toribio, Marcos Pacheco y Juan Antonio Alix recordando que este fue el que dio el grito de fuera de la cárcel todos; que también recuerda que don Juan Luis Franco Bidó dio un «Viva la República Dominicana» y les dijo que estaban en libertad, que Carlos de Lora, Manuel de Jesús de Vargas y Juan de la Paz Anexión-Restauración 563 querían que el declarante fuese con otros a romper las puertas de la Alcaldía para sacar las armas que hay allí, y que entonces en vez de ir a la Alcaldía, el que declara se fugó. Certifico: Que a folios 3, 4, 5, 6, 7 y vuelto de la causa se encuentra la declaración del general don Juan Luis Franco Bidó, alcalde ordinario de esta ciudad, la que copiada en su letra dice así: Sin levantar mano dispuso el señor fiscal compareciese ante sí y presente secretario don Juan Luis Franco Bidó, a quien previno dicho señor se le iba a tomar declaración. Preguntado su nombre y empleo dijo: llamarse como queda dicho y que es general de división en situación activa de las Reservas Provinciales de esta Isla y alcalde ordinario de esta ciudad. Que si bien recibió oficio del Excmo. capitán general Hungría y alcalde mayor salieron para Guayubín como este señor gobernador le manifestase la última noche de carnaval, que el Excmo. señor capitán general aceptaba su dimisión; pero que debería continuar en su destino hasta que se presentase el que lo había de reemplazar; por esta razon, la de estar encargado de la Alcaldía Mayor interinamente y las circunstancias que se atrevesaran creyó deber continuar hasta el regreso de ambos señores para descargarse entonces de los dos citados empleos. Preguntado: Si sabe por qué se halla preso. Dijo: Que lo ignora y que su conciencia nada le remuerde. Preguntado: Quién lo hizo preso y diga sus nombres. Dijo: Que dos salvaguardias cuyo nombre ignora lo hicieron preso de orden del señor gobernador y que a su llegada al Fuerte, en la puerta del Cuartel sin haber visto al gobernador, el señor comandante del Segundo Batallón del Regimiento de la Corona don Juan López del Campillo lo puso en la habitación en que se encuentra privado de comunicación. Preguntado: Si tiene conocimiento de quiénes son los motores de la revolución que estalló en esta ciudad la noche del veinte y cuatro del que cursa. Dijo: Que ignora quiénes hayan sido los motores de dicha revolución pues no recibió conocimiento de nadie respecto a ella, pero que habiéndose constituido el Ayuntamiento en sesión a las ocho de la noche del referido día veinte y cuatro por mandato del señor 564 César A. Herrera gobernador de la provincia, sobre las nueve de dicha noche se presentaron en comisión por parte de los sublevados varios individuos, entre ellos don Jacobo Rodríguez, procurador del Tribunal, el que manifestó al Ayuntamiento de parte de dichos sublevados, que querían ser libres y constituirse en República Dominicana; que posteriormente, y en la misma noche, se presentaron otras dos comisiones más con la misma petición, entre las cuales únicamente recuerda a don Eugenio Perdomo, don Ramón Almonte, don Vidal Pichardo y don Isidro Jimenes. Preguntado: Qué determinaciones tomó como presidente del Ayuntamiento. Dijo: Que habiéndose constituido este como queda dicho de orden del señor gobernador el que dijo tenía que comunicarle algunas cosas, permanecieron en sesión, dando conocimiento al referido gobernador de todo lo que todas las comisiones le participaban cuyos oficios deben obrar de dicho señor gobernardor; que permanecieron en sesión toda la noche hasta que en atención a no haber recibido contestación a un oficio que a las cinco de la mañana pasaron al señor gobernador preguntándole si seguían en sesión o se dilsovían, como no tuvieran contestación a dicho oficio continuaron en sesión hasta que prendieron algunos miembros del precitado Ayuntamiento a cuya hora no se encontraba en el local que ocupa este, por haberse retirado a descansar a su casa a la una de la tarde del día veinte y cinco; viniendo a saber el arresto de los demás del Ayuntamiento sobre las cuatro de la tarde que se lo dijeron en su misma casa sin que recuerde quién; así mismo a la precitada hora supo que se había publicado la ley marcial en la que se prevenía que el Ayuntamiento quedaba en permanencia con lo menos dos de sus miembros; comprendiendo entonces que como presidente lo tenía que abrir para poner a cubierto su responsabilidad, mandó buscar al portero para que trajese la llave y presentado que fue este manifestó al que narra que le había dicho el señor gobernador que no lo abriese y se guardase cubierta su responsabilidad, ofició al referido señor gobernador comunicándole lo expuesto por el portero y suplicándole le dijese lo que había sobre el particular para saber a qué atenerse a cuyo oficio no recibió contestación. Como a las nueve de Anexión-Restauración 565 la noche fue llamado por seis salvaguardias armados en ocasión que el declarante se hallaba recogido en su casa, los que le dijeron que de orden del señor gobernador les acompañase al Fuerte; que ya cerca de este se encontraron al ayudante de policía Nicario Jiménez, el que dispuso quedasen en aquel punto cinco de los referidos policias y le acompañase solamente uno, el que lo presentó al señor gobernador; que este señor lo mandó arrestado a uno de los cuartos del Fuerte pero que antes de entrar en él lo volvió a llamar poniéndolo en libertad y diciéndole que estaba satisfecho de su inocencia hasta que en el día de hoy, como al principio de esta declaración lleva dicho, se le ha vuelto arrestar del modo que se halla. Preguntado: Si en la noche del veinte y cuatro se presentó en la Plaza cuando estaban en ella los revoltosos. Dijo: Que habiendo llegado al Ayuntamiento una comisión de los sublevados manifestando que estos se encontraban en la Plaza en desorden queriendo venir al local del Ayuntamiento y no pudiéndoles contener suplicaban a esta Corporación les mandase un oficial superior para que los contuviera y estableciese el orden; el Ayuntamiento entonces, dirigiéndose al declarante como general, le dijo que debía él ir. El que habla contestó al precitado Ayuntamiento que era muy viejo para ese caso, y como persistieran en lo mismo les repitió las mismas razones añadiendo la de que era presidente y no podía abandonar aquel local; continuó dicho Ayuntamiento haciéndole reflexiones como la de que por lo mismo de que era viejo y prudente podría contenerlo y establecer el orden ofreciéndole que agregarían otro miembro de la Corporación que le acompañase, designando para esto a don Máximo Grullón; aunque con repugnancia por la parte del que habla y considerando de que si no aceptaba el encargo de que se hace mención podría resultar desgracia que en conciencia le hubiera repugnado después, aceptó el cargo con el mencionado señor Grullón marchando seguidamente a la Plaza, donde encontraron a los revoltosos como un enjambre de abejas alborotadas, sin que se entendiese lo que decían; con mucho trabajo y llamándolos repetidas veces al orden, pudo conseguir en un momento de calma entenderse con varios de ellos a los que les preguntó quiénes eran los jefes para explicarles 566 César A. Herrera el objeto de su misión; a lo que respondieron que no los había; entonces el declarante preguntó nuevamente por los que eran más caracterizados y resultando ser estos los comandantes de las milicias de reservas don Ramón Almonte y don Vidal Pichardo, les encargó a estos que hicieran callar a su gente dividiéndolos en dos bandos para manifestarles dicha misión; que estos principiaron a imponer silencio, lo que no podía lograr y solo a unos cuantos que formaron círculo les dirigió la palabra en nombre del Ayuntamiento para que no pensasen en ir al local del mismo, que entrasen en orden y se retirasen; deseando el que declara concluir aquella misión cuanto antes por salir de entre aquella turba donde se encontraban hasta los criminales de la cárcel con los mismos revoltosos que los habían sacado de ella y temía él que alguno lo asesinase porque a algunos de ellos los había procesado; y apenas concluyó de expresar estas palabras principió el tiroteo que tuvo lugar aquella noche entre las tropas de S. M. la Reina y los sublevados, desistiendo desde este momento en proseguir su cometido, retirándose solo a dar cuenta del hecho al Ayuntamiento, encontrando en el camino al señor Grullón que iba también en la misma dirección y juntos entraron en el Ayuntamiento, a quien dieron cuenta de lo ocurrido y la Corporación participó de oficio al señor gobernador el tiroteo que se deja mencionado. Preguntado: Si sabe quién puso en libertad a los presos que se hallaban en la cárcel y si tiene que añadir o quitar alguna cosa. Dijo: que no sabe quién pudo poner en libertad, pues que la noticia que recibió el Ayuntamiento fue de que los sublevados habían abierto las puertas de la cárcel ignorando quién llevó la referida noticia, como asimismo los que abrieron las puertas de dicha cárcel con respecto a sus nombres; que además de lo dicho tiene que añadir que no puede precisar el número de las comisiones que de los sublevados fueron al Ayuntamiento la noche del veinte y cuatro; asimismo tiene que añadir que cuando creyó de su deber ir al local del Ayuntamiento se dirigió a él y lo encontró cerrado, informado por una vecina donde varias veces depositaba la llave de que esta se la había llevado el portero, lo mandó a buscar para abrir el local como se deja mencionado; que es por ahora cuanto puede decir, Anexión-Restauración 567 que lo dicho es la verdad en lo que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su declaración, manifestando ser de edad de cincuenta y siete años y firmándola con el señor fiscal de que yo, secretario, certifico. Juan Luis F. Bidó Manuel Alonso Benito Gimeno Certifico: Que a folios 15 y vuelto y 16 y vuelto hay una ampliación de don Juan Luis Franco Bidó que copiada literalmente es como sigue. Incontinente el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario al señor general de división en comisión activa don Juan Luis Franco Bidó, por haber pedido dicho señor que quería ampliar la declaración que dio a tres vuelto y siguientes por lo que interrogado sobre lo que deseaba ampliar. Dijo: Que sobre lo que manifestó en la declaración que prestó en el día de hoy respecto a que el Ayuntamiento le instó a que fuese a la Plaza a imponer orden entre los sublevados, tiene que añadir por habérsele olvidado al dar dicha declaración que, además de las excusas que expuso había dado al referido Ayuntamiento para no presentarse en la Plaza con el fin indicado, lo hizo también de que el general don Juan Evangelista Gil, miembro asimismo del Ayuntamiento, podía ir a desempeñar dicha comisión en razón a ser más joven, a lo que contestó dicho señor Evangelista que él no podía desempeñarla por el motivo de encontrarse enfermo. Asimismo omitió, por habérsele olvidado cuando se le preguntó si sabía quién había puesto en libertad los presos de la cárcel, el manifestar que había sabido esta circunstancia por el síndico del Ayuntamiento don Belisario Curiel, que por haberse acordado por el susodicho Ayuntamiento si se podría tomar alguna medida para evitar la fuga de los presos ofreció dicho señor Belisario el ir personalmente a informarse y volviendo al poco rato al local del Ayuntamiento. Dijo: «que era inútil toda medida para ello porque los insurrectos les habían abierto las puertas y se encontraban fuera de la cárcel», César A. Herrera 568 a lo que expuso el declarante que sería preciso el hacerlos volver a entrar en ella, pero objetó entonces el mismo señor Curiel que eso lo creía imposible por hallarse dichos sublevados en la Plaza, por lo que comprendió el que habla que tenía razón y como él pensaba sería imposible volver a reducirlos a prisión; sucediendo todo lo que acaba de decir antes de que el que habla desempeñase su comisión de que se deja hecha mención en la Plaza. Que con respecto a la comisión del Ayuntamiento que salió en la mañana del día veinte y cinco al otro lado del río a verse con los insurrectos, solo tuvo conocimiento de su salida por haberlo hecho a su presencia en el momento de volver de la Alcaldía Mayor de hacer constar con presencia de los médicos y escribanos la muerte de varios rebeldes que perecieron en el encuentro que tuvieron con la tropa de S. M. la Reina en la noche anterior, pero que no supo el verdadero objeto de dicha comisión, aunque supone sería con el de que se entregaran los precitados rebeldes y se retiraran a sus casas; que es cuanto tiene que decir sobre estos particulares, así como que su conducta y comportamiento en su vida pública y privada es notoria en toda esta ciudad así como en la de Santo Domingo; que se somete al informe de su proceder y cualidades puedan hacer las personas notables de la primera, así como en la última el excelentísimo señor teniente general don Pedro Santana y los señores generales don Abad Alfau, don Miguel Lavastida, don Pedro Valverde y Lara, don Domingo de la Rocha, don Pedro Pablo Bonilla, don Juan Nepomuceno, así como otros señores que no menciona por no ser más difuso; concluyendo por suplicar al señor fiscal que interrogue a los demás miembros del Ayuntamiento; que no tiene más que añadir ni quitar, firmándola con el señor fiscal de que yo, el secretario certifico. J. Luis F. Bidó Francisco Dié Benito Jimeno Anexión-Restauración 569 Certifico: Que a folios 47 y siguientes se encuentra una segunda aplicación de don Juan Luis Franco Bidó que copiada dice así: El mismo día el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Juan Luis Franco Bidó, para recibirle ampliación a su anterior declaración por ser así la voluntad del señor Bidó, ofreciendo decir verdad en cuanto declarase. Preguntado: Además de cuanto tiene manifestado en su dicha declaración y primera ampliación, qué se le ofrece declarar. Dijo: Que recuerda que en la mañana del veinte y seis antes de que se le arrestase recibió una carta del señor Maximiliano Quesada, viviente en la calle del Mendero, la que le dirigió como encargado de la Alcaldía Mayor por ausencia de don Rojas, que la desempeñaba interinamente, avisando al que habla que «con lo ocurrido en la noche del veinte y cuatro de febrero en la cárcel pública lo dejaron, solo por lo que se retiró a su casa donde se halla a las órdenes de la Alcaldía». Como este individuo se halla arrestado (le parece al que declara) en el cuerpo de guardia o en el rastrillo y cree posible haya visto y conocido dicho Maximiliano a los individuos que en la noche mencionada abrieron las puertas y soltaron a él y a los demás presos, con este motivo suplica el declarante al señor fiscal, tenga la bondad de solicitar a dicho Maximiliano Quesada para que bajo de juramento declare lo que sepa sobre estos particulares. También se le puede interrogar sobre si había algunos otros arrestados en su compañía para que también lo sean sobre lo mismo. Asimismo suplicó al señor fiscal haga comparecer al guardian de la cárcel para que informe si de los presos sueltos en la noche indicada ha sido capturado o presentado alguno para que igualmente sean interrogados sobre quién los soltó. Que es cuanto puede decir sobre estos particulares, además de lo que tiene manifestado, firmándolo con el señor fiscal de lo que certifico. J. Luis F. Bidó Francisco Dié Benito Gimeno 570 César A. Herrera Certifico: Que a folios 22 vuelto y 23 en la declaración de Manuel Rancaño se encuentran dos preguntas contestadas que se copian a la letra y dicen así. Preguntado: ¿Qué ocurrió después de la hora que se cita en la prisión donde se hallaba? Dijo: Que poco después de las nueve, y habiéndose retirado antes la guardia que custodiaba la cárcel, llegaron como unos cincuenta paisanos armados de machetes, carabinas y pistolas, los cuales les franquearon las puertas diciéndoles que salieran todos fuera; que en efecto lo hicieron todos así y ya en la Plaza los formaron a todos los presos y les dijeron que estaban en libertad haciéndoles dar un «Viva la República Dominicana», estando en esto llegó don Juan Luis Franco Bidó, el cual les dijo que por él se les había puesto en libertad, que esperaba lo auxiliasen hasta perder la última gota de sangre y que iban a dar el golpe bien dado como en Guayubín sin robar, contando con hombres de espíritu y dándose el golpe de modo que no hubiese ninguno. Preguntado: Quién era el jefe que capitaneaba a los insurrectos. Dijo: Que desde que salió de la cárcel el que declara hasta el momento en que empezó el fuego era el jefe de todos el ya citado don Juan Luis Franco Bidó acompañado de don Carlos de Lora, y que en cuanto empezaron los primeros disparos el don Juan desapareció quedando de cabeza de todos don Carlos de Lora. Preguntado: Si antes de empezar el fuego vio en la Plaza alguna comisión del Ayuntamiento que llevase la misión de pacificar a los amotinados o hacerles entrar en orden. Dijo: Que no vio a ningún miembro del Ayuntamiento a excepción de don Juan Luis Franco Bidó, y que nadie trató allí de contener ni apaciguar. Preguntado: Si a él y a sus compañeros de cárcel se les dieron armas. Dijo: Que algunos de los presos las pidieron en efecto diciendo que dónde irían ellos desarmados, a lo cual les contestó don Juan Luis Franco Bidó que desde aquella hora hasta el otro día se les darían cuantas quisieran. Anexión-Restauración 571 Certifico: Que a folios 24 y vuelto, 25, 26 y vuelto se hallan en la declaración de José Echavarría cuatro preguntas contestadas que copiadas a la letra dice así. Preguntado: Qué ocurrió después de la hora que cita en la prisión donde estaba. Dijo: Que a esta hora y al salir de la cárcel (que fue uno de los que lo efectuaron después de todos) encontró en la puerta de ella al general don Juan Franco Luis Bidó, el que los arengó diciéndoles que quedaban libres para siempre todos los presos que se encontraban en dicha cárcel y que a él le debían su libertad, que por esa circunstancia se hallaban en el caso de defender la bandera dominicana hasta perder su última gota de sangre; que cuando hubo concluido el señor Bidó su arenga salió a la Plaza el que habla, donde vio unos ochenta o cien hombres armados unos con machetes y otros con carabinas. Preguntado: Quién era el jefe de los insurrectos que se hallaban en la Plaza de esta ciudad la noche del veinte y cuatro. Dijo: Que los que vio disponer más y como jefes superiores fueron don Juan Luis Franco Bidó y don Carlos de Lora, así como quien los hostigaba más para que se marchasen con los insurrectos eran José Carmen Lantigua y otro que no conoce. Preguntado: Si vio en la Plaza, mientras estuvo en ella, alguna comisión del Ayuntamiento tratando de apaciguar los ánimos o calmar los revoltosos. Dijo: Que no vio comisión de semejante especie ni individuos del Ayuntamiento a excepción del alcalde ordinario don Juan Luis Franco Bidó, el cual estuvo muy lejos de tratar de apaciguar los ánimos, según ya deja expuesto. Preguntado: Si al que declara y a sus compañeros de cárcel se les ofrecieron o dieron armas por los insurrectos. Dijo: Que no les dieron ninguna arma, pero que sí oyó decir a don Juan Luis Franco Bidó y otros que no recuerda quiénes son, que pronto tendrían armas. Certifico: Que a folios 70 y vuelto y en la declaración de Juan de la Cruz Ureña se encuentra una parte de declaración que copiada a la letra dice así: Que a poco de salir los presos de la cárcel, Vidal 572 César A. Herrera Pichardo mandó decir al Ayuntamiento por dos o tres comisionados, que tenía cuatro mil hombres a su disposición. por lo tanto que determinase, después de lo cual llegó a la Plaza don Juan Luis Franco Bidó y les dijo que se esperasen en la Plaza hasta por la mañana que el Ayuntamiento determinaría lo que había que hacerse. Certifico: Que a folios 144 y y vuelto en la declaración del teniente coronel de San Marcial hay parte de la contestación a una pregunta que copiada exactamente dice así: Que observó que los miembros del Ayuntamiento tomaban bajo de su responsabilidad y aprovaban lo dicho por el señor Curiel y que el señor alcalde, don Juan E. Gil y otros individuos de dicha Corporación razonaban siempre en ademán de apartárselas al señor gobernador. Certifico: Que a folios 147 y vuelto en la declaración de José Ache y Zapatería se encuentra parte de la contestación a una pregunta que copiada a la letra dice así: Que al salir de dichos presos por la puerta de la cárcel echaron los Ruiz (Pedro), Carlos de Lora y José del Carmen Lantigua un «Viva la República Dominicana» y «Viva el general Bidó», al que contestaron los de un grupo cercano; que cuando acabaron de salir de la cárcel los formaron en la Plaza y los llevaron por detrás de la cárcel al Fuerte Dios, y llegando a él inmediatamente los volvieron hacer ir a la Plaza por la Calle del Cementerio; que a su llegada a la Plaza los formaron a la inmediación de la puerta principal de la Iglesia, donde llegó el general don Juan Luis Franco Bidó al que se acercaron los dichos Ruiz, Lora y Lantigua y el primero le dijo a Bidó: «Mi general, aquí están los presos, pero no tienen armas»; a lo que contestó Bidó «que ya se les darían». Añadió Ruiz «que en la Alcaldía había algunas armas de fuego y muchos machetes» «y que se los podrían dar», contestando a esto el referido general Bidó «que inmediatamente cogiesen cinco o seis hombres fueran por ellas y que si las puertas estaban cerradas las echasen abajo; que seguidamente marchó Ruiz por las armas y entonces el general Bidó dijo «Viva la República Dominicana», a lo que contestó todo el grupo «Viva»; y de este salió la voz de «Viva el general Bidó» y «Viva el Ayuntamiento». Anexión-Restauración 573 Certifico: Que a folios 49 de la declaración de Juan Cabrera se halla un párrafo que copiado a la letra dice así: Que cuando salió el que declara a la Plaza, en la puerta de la cárcel vio a Juan de la Paz, Ramón Pacheco, Manuel Jesús de Vargas, Vidal Pichardo y Juan Antonio Alix; que Vidal estaba diciendo «Viva la República Dominicana» «Viva el general Bidó» y «Viva el Ayuntamiento» y que se quedaron en esta y otras cosas por el estilo cuando el declarante dijo a un tal Felipe Bidó que él se iba a escapar a casa de su querida, que si lo acompañaba y aceptando dicho Bidó la proposición se marcharon a la casa de su ya dicha querida sita en el Barrio de San Miguel y calle de la Cuesta Blanca. Certifico: Que a folios 153 y vuelto en la declaración de Ramón Hernández hay un párrafo que copiado a la letra dice así: Que en la Plaza vio a don Juan Luis Franco Bidó, Juan de la Paz, Manuel Tomás Rojas, José Cepeda, José María Gautier, Carlos de Lora, Vidal Pichardo, Emilio Gómez, José del Carmen Lantigua, Nicolás Toribio, Marcos Pacheco, Juan Antonio Alix, recordando que este es el que dio el grito de «fuera de la cárcel todos»; que también recuerda que don Juan Luis Franco Bidó dio un «Viva la República Dominicana» y les dijo que estaban en libertad. Certifico: Que a folios 154 y vuelto en la declaración de don J. Luis Luna existe un párrafo que literalmente copiado dice así: Que ya abierta la puerta de la cárcel oyó el que declara una voz que decía «fuera todos los presos», y preguntado el que declara quién era el hombre que decía aquello, le contestó Pedro Ruiz, que era el alcalde ordinario; que entonces Juan de la Paz le trajo la llave de su casa, y viendo el declarante los presos sueltos y mucha gente armada allí se marchó a su casa donde acabó de pasar la noche. Certifico: Que a folios 37, 38, 39 y 40 aparece la declaración del paisano don Pedro Ignacio Espaillat que copiada a la letra dice así: Acto continuo el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Pedro Ignacio Espaillat, preso en este Fuerte, el que enterado por dicho señor de que se le iba a recibir declaración ofreció decir verdad en cuanto se le interrogase y habiéndolo sido por su nombre y empleo dijo llamarse como queda dicho y que es capitán clasificado en activo de las milicias de reserva de esta Isla. 574 César A. Herrera Preguntado: Dónde se halló en la noche del veinte y cuatro de febrero pasado y con quién estuvo toda la noche. Dijo: Que como a las siete de la noche se encontraba parado en la esquina del señor Pou a tiempo que pasaba don José María Gautier el cual le preguntó si no iba a la reunión, a lo cual le contestó que él no tenía más reunión que la de su casa, que entonces dicho señor Gautier le contó que iba a haber una gran reunión en el Fuerte Dios y que iban a venir al pueblo gritando «Viva la República Dominicana»; que el que habla era muy conocido y que por lo tanto podría contener a los revoltosos porque acaso querrían golpear las puertas y atentar contra el fuerte; que antes de acceder a lo que se le pedía pasó por casa de don Domingo Pichardo y don Vicente Reyes, a quienes debía favores, para avisarles de lo que había comprendiendo que eran los dos más comprometidos en caso de un motín semejante por haber sido los que más cooperaron a la anexión; que después se dirigió al Fuerte Dios donde trató de ver si podía desbaratar la reunión, comprendiendo, como a ellos mismos se lo dijo, que no era más que una reunión de perdidos y borrachos; que a pesar de sus esfuerzos no lo pudo conseguir; que entonces emprendieron el movimiento hacia el pueblo diciendo el que declara a su cabeza y llegando a la Plaza se quedó allí la mayor parte y unos pocos con el que habla se dirigieron al Ayuntamiento cuando empezaron los tiros; que antes de ir al Ayuntamiento se presentaron en la Plaza don Juan Luis Franco Bidó y don Máximo Grullón encargando que se contuviesen en orden y que se esperasen hasta el día siguiente a fin de que el Ayuntamiento, por quien iban comisionados, tomase sus medidas; que estos dos mismos señores, al llegar preguntaron que quién era el Jefe de aquella genta y contestando todos que nadie, anduvieron buscando alguna persona de categoría militar y reparando en don Vidal Pichardo y don Ramón Almonte, los nombraron por jefes de toda la gente; poco después lo vieron al que habla y le dijeron que él podía ayudar a los dos jefes nombrados; que al retirarse los señores Bidó y Grullón fue cuando empezaron los tiros, y que al oírlos el que declara se dirigió al Ayuntamiento con unos cuatro que no conoce y manifestó que ya no era posible Anexión-Restauración 575 mantener el orden puesto que ya había habido tiros y la gente se había dispersado; que enseguida salió de la Casa Consistorial dirigiéndose al campo no creyendo conveniente retirarse a su casa, y en el camino se encontró con algunos de los dispersos los cuales le hicieron volver al Fuerte Dios donde le dijeron, no sabe quién, que había dicho el Ayuntamiento que se reuniese gente y que al día siguiente se podría arreglar todo; que como lo que ya quería él que declara era separarse de aquella reunión, viendo allí un caballo ensillado, se lo pidió a su dueño, Ramón Martínez, allí presente, con la excusa de ir a avisar gente; que en el caballo marchó a una estancia cerca del pueblo donde pasó la noche sentado en una silla en compañía de varias mujeres; que a la mañana siguiente, y no queriendo que creyese el Martínez que él se había fugado con su caballo, se lo remitió con uno que pasaba hacia el pueblo; que como a las siete de la mañana vino al pueblo a ver cómo se hallaba, llegó a su casa y sabiendo por la voz pública que se estaban reuniendo fuerzas al otro lado del río y que las familias de sus vecinos se habían marchado al campo, sacó también a la suya mandándola a la estancia de un cuñado suyo para desde allí se fuese a Jacagua Alta, que él se quedó en el pueblo hasta las once de la mañana sin ánimo de salir de su casa; pero al oír que se decía que la gente revoltosa se reunía al otro lado del río, y que las tropas se disponían a bajar en contra de aquellos, el que declara, considerándose ya comprometido, se salió del pueblo dirigiéndose hacia el Palmar en donde vive un hermano suyo, pero que en el camino reflexionó que podría comprometer a su hermano y acabó de pasar el día y la noche en el campo; que al día siguiente supo que los paisanos del río se habían rendido y considerando que por esto el asunto se había hecho más sencillo, se dirigió a Jacagua a reunirse con su familia y que en el camino lo encontró el alcalde pedáneo don José Ramón Gómez, el cual lo prendió sin que el que declara hiciera resistencia y lo condujo al Fuerte de San Luis. Preguntado: Si supo por los mismos amotinados o por cualquiera otra persona quién predispuso los ánimos o los indujo a la rebelión. Dijo: Que no pudo averiguar nada puesto que aquello era una confusión en que difícilmente se entendían. César A. Herrera 576 Preguntado: Si además de don Ramón Almonte y don Vidal Pichardo vio entre los revoltosos a otras personas conocidas. Dijo: Que además de los ya citados solo recuerda haber visto a Manuel Tejada, vecino de esta ciudad, y al amo de la Panadería Mecánica cuyo nombre ignora. Preguntado: Si sabe cuándo, cómo y quién abrió las puertas de la cárcel y dio libertad a los presos. Dijo: Que lo ignora, pero que positivamente sabe que no era ninguno de los que antes de llegar a la casa que habita el comandante Campillo vieron venir los presos solos ya fugados; que al reunirse algunos en los que iban con el que declara llamaron a los presos y todos juntos volvieron a la Plaza. Preguntado: Cuántas comisiones les mandó el Ayuntamiento y cuántas mandaron ellos aquel. De qué personas constaban unas y otras y en qué sentido. Dijo: Que no tuvo conocimiento de más que de la que ya deja referida de los señores Bidó y Grullón. Preguntado: Si conoce algunos de los revoltosos que se reunieron en la mañana del veinte y cinco a la otra parte del río. Dijo: Que no conoce a ninguno de los que se le habla puesto que únicamente supo que se estaban reuniendo por lo que se decía de público en el pueblo. Preguntado: Si sabe o cree que el Ayuntamiento o alguno de sus miembros, ya con intención, ya por negligencia, coadyuvase directamente a dar margen o aumento de vida a la insurrección. Dijo: Que ni sabe semejante cosa ni a ninguno cree capaz de ello; que nada más tiene que decir que lo dicho es la verdad a cargo de su conciencia en que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su declaración, manifestando ser de edad de treinta y ocho y firmándola con el señor fiscal de que yo, secretario, certifico. Pedro Ignacio Espaillat Francisco Dié Benito Gimeno Anexión-Restauración 577 Certifico: Que a folios 70 y en la declaración de Juan de la Cruz Ureña aparece una pregunta contestada que se copia a la letra y dice así: Preguntado: Dónde se halló la noche del veinte y cuatro de febrero último y con quién. Dijo: Que sobre de la noche que se le cita yendo el que declara por la calle del Cementerio se encontró con una porción de paisanos armados entre los cuales recuerda a Ramón Almonte, Vidal Pichardo, Eugenio Perdomo, Pedro Ignacio Espaillat, Juan Antonio Alix, Domingo Curiel y Ramón Pacheco, los cuales le dijeron «que los españoles querían hacerlos esclavos» engañándolo por esto y con lo cual consiguieron que los siguiese aunque sin darle armas por entonces (diciéndole) yéndose con ellos a la Plaza de Armas. Y para que consten y obren en este proceso los efectos consiguientes se copian literalmente las declaraciones que anteceden y expido el presente testimonio compuesto de veinte y una hojas rubricadas por mí por mandato del señor fiscal que también lo firmó, en Santiago de los Caballeros, a trece de marzo de mil ochocientos sesenta y tres. Firmado: Francisco Dié Benito Gimeno Diligencia de haber recibido dos oficios del señor gobernador interino de esta provincia En el mismo día el señor fiscal recibió un pliego cerrado el que abierto que fue se vio que contenía dos oficios del señor gobernador interino de esta provincia, traslados de otros del general de las milicias de reservas don Gaspar Polanco; el primero sobre la presentación de don Eugenio Perdomo y el segundo sobre la aprensión del mismo en unión de otros, los cuales se unen a continuación para los efectos que haya lugar; y para que conste por diligencia lo firmó conmigo el señor fiscal, lo que certifico. Firmado: Francisco Dié Benito Gimeno César A. Herrera 578 A. G. I. CUBA 1014 B Gogibierno Militar de Santiago El señor general don Gaspar Polanco me dice lo que sigue. Señor don A. Michel, gobernador de la común de Santiago. Le remito los individuos Eugenio Perdomo, José Nicodemus, Francisco Ligero e Ignacio Cuba, los cuales en una ronda los he cogido; por orden del señor gobernador se los remito. Le repito me mande los fusiles y las municiones acompañadas de las piedras, estos si los hay. Así es porque el 28 del expresado mandé un propio para que me los mandara; esto fue por orden del señor gobernardor. Me hace el favor de mandármelo lo más pronto posible, pues si me encuentro en este puesto por orden del señor gobernador y me ha ofrecido en ese oficio que se lo hice a V. el 28 de mandarme provisiones de Buocho para renovar mi gente, lo cual no hemos visto nadie, en este punto tengo doscientos veinte y nueve hombres y así me encuentro lo más afligido con ellos, pienso dejar uno en mi lugar en este puesto, para yo marchar a Guayubín. La tropa que se encontraba en el paso Real de Ámina a mi llegada aquí se retiró al momento al paso Real de Mao prontamente y tomaron su destino volando y los que fue siguiendo hasta el lugar de Piloto y no se puede alcanzar, sin más de particular. El general gobernador interino: A Michel Señor fiscal Francisco Dié, capitán de San Marcial. gpc Anexión-Restauración 579 Diligencia pidiendo la lista de los subalternos presentes de la guarnición para nombramiento de defensores En esta ciudad, don Francisco Dié, juez fiscal de este proceso, en vista de lo que resulta del testimonio anterior, estando ya en el caso de proceder en plenario y tomar la confesión a los presuntos reos, dispuso se oficiase al señor gobernador de esta provincia a fin de que se sirviese mandar exacta relación de los subalternos de la guarnición que estuviesen presentes en esta Plaza y leerla a los acusados, don Eugenio Perdomo, don Juan Luis Franco Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat, para que entre ellos eligiesen sus defensores, lo que para que así conste firmó el señor fiscal de que certifico como de haber pasado al señor gobernador el referido oficio. Firmado: Francisco Dié Benito Gimeno Declaración de don Ulises Francisco Espaillat Sin levantar mano el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Ulises Francisco Espaillat el que, enterado que se le iba a recibir declaración, juró decir verdad en cuanto fuese interrogado y siéndolo de su nombre y empleo, dijo llamarse como queda dicho y que era del Ayuntamiento segundo teniente alcalde. Preguntado: Si asistió a la sesión del Ayuntamiento que tuvo lugar el día veinte y cuatro de febrero y su noche. Dijo: Que por haber recibido un oficio convocatorio del señor gobernador asistió a dicha sesión. Preguntado: Si el presidente de dicha Corporación salió de la Casa Consistorial dónde, con (qué) objeto y cuándo volvió. Dijo: Que en efecto salió dicho señor dirigiéndose a la Plaza comisionado para tratar de sostener y sermonear a los sublevados; y que volvió como al cuarto de hora poco más o menos. Preguntado: Si oyó a dicho señor alguna palabra o vio en él alguna demostración dudosa. 580 César A. Herrera Dijo: Que no vio ni oyó nada sobre lo que se le pregunta. Preguntado: Cuándo supo el Ayuntamiento la fuga de los presos y por quién. Dijo: Que lo supo después de regresar el señor Bidó de su comisión y que no recuerda si lo supo por el mismo señor o por uno de los amotinados que a cada momento iban y venían. Que nada más tiene que decir, y todo la verdad en que se afirmó y ratificó bajo el juramento prestado. Leída que le fue esta su declaración manifestando ser mayor de edad y firmándola con el señor fiscal, lo que certifico. Firmado: Ante mí: Francisco DiéU. F. Espaillat Benito Gimeno Declaración de don Pedro Curiel Acto continuo el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Pedro Curiel, el que enterado se le iba a recibir declaración juró decir verdad en cuanto fuese interrogado y siéndolo por su nombre y empleo dijo llamarse como queda dicho y que era tercer regidor del Ayuntamiento de esta ciudad. Preguntado: Si asistió a la sesión que tuvo el Ayuntamiento en el día y noche del veinte y cuatro de febrero último. Dijo: Que asistió por haber sido convocado por el señor gobernador. Preguntado: Si el presidente del Ayuntamiento, señor Bidó, salió de la casa consistorial, dónde, con qué objeto y cuando volvió. Dijo: Que por elección del Ayuntamiento salió don Juan Luis Franco Bidó acompañado (voluntariamente, según dijo, porque era bastante anciano) por don Máximo Grullón, con el objeto de que fuese a la Plaza a ver si era cierto que las tropas se habían retirado y los presos seguían en su prisión; volviendo dicho señor al Ayuntamiento diciendo que se había vuelto sin llegar a la Plaza porque habiendo oído dos tiros juzgó prudente el volverse a dicho Ayuntamiento. Preguntado: Si oyó a dicho señor alguna palabra o vio alguna demostración dudosa en él. Anexión-Restauración 581 Dijo: Que no vio nada de lo que se le pregunta. Preguntado: Cuándo supo el Ayuntamiento que se habían fugado los presos y por quién, como asimismo quiénes se presentaron al Ayuntamiento de parte de los revoltosos en comisión. Dijo: Que no recuerda a qué hora llegó la noticia al Ayuntamiento de que los presos se habían fugado ni quién fue quien la llevó, pero de lo que está seguro es de que dicha noticia llegó al Ayuntamiento después de haber vuelto de cerca de los insurrectos el señor Bidó de desempeñar su comisión, que asimismo recuerda él que varios de los que se presentaron en la Sala Consistorial en comisión de parte de los revoltosos fueron don Jacobo Rodríguez (desarmado), don Eugenio Perdomo, don Ramón Almonte, don Genaro Espaillat y don Domingo Curiel, estos cuatro últimos armados. Asimismo tiene que añadir que cuando el declarante vio aquellas comisiones armadas de hombres que no tenían que perder y camorristas (a excepción de Perdomo, a quien distingue por su amistad) pidió permiso al presidente para retirarse y lo verificó como a las nueve poco más o menos, que como a las doce de la noche lo llamaron de parte del Ayuntamiento a cuyo llamamiento no compareció y volviendo a llamarlo el Ayuntamiento diciendo que había bajado del Fuerte la comisión que del Ayuntamiento se hubiese mandado cerca del gobernador, se levantó el que habla y se llegó al Ayuntamiento y en cuanto se hubo enterado del resultado de la comisión se marchó a su casa sin que volviera a él, no obstante de que a la mañana siguiente le volvió a decir el presidente que volviese a él. Que es cuanto tiene que declarar y todo la verdad en lo que se afirmó y ratificó, leída que le fue esta su declaración, manifestando ser de cincuenta y cinco años de edad y firmándolo con el señor fiscal, lo que certifico. Firmado: Ante mí: Francisco DiéPedro Eugennio Curiel Benito Gimeno 582 César A. Herrera Declaración de don Macario de Lora Incontinente compareció ante el señor fiscal y presente secretario don Macario de Lora, el que enterado se le iba a recibir declaración juró decir verdad en cuanto fuese interrogado, y siéndolo de su nombre y empleo, dijo llamarse como queda dicho y que era regidor del Ayuntamiento de esta ciudad. Preguntado: Si asistió a la sesión que tuvo lugar en la noche del veinte y cuatro del mes pasado. Dijo: Que por convocatoria del señor gobernador asistió a la sesión por que se le pregunta, pero que como a poco de abrirse dicha sesión llegase el teniente coronel de San Marcial al local que ocupa el Ayuntamiento y dijese que si tomaba más cuerpo la insurrección se vería en el caso de retirar la guardia de la cárcel donde había setenta y tantos criminales, y de allí a poco volviese el doctor Prieto de parte de dicho señor teniente coronel diciendo que iba a avisar al Ayuntamiento de que se había retirado la guardia de la cárcel, temiendo el que declara se marchasen los presos, sin pérdida de tiempo, y empezasen a hacer desmanes por la población donde tiene su casa de comercio, un poco después de lo dicho se retiró a su casa; que como entre diez y once de aquella noche volvió al Ayuntamiento por haber oído una corneta cerca de su casa y que cuando llegó le dijeron los miembros de dicho Ayuntamiento que había habido un encuentro entre las tropas de la Reina y los insurrectos en el cual habían muerto don José María Gautier y otros dos más, y volviéndose a su casa en cuanto se hubo enterado de esta ocurrencia, de donde no volvió a salir. Preguntado: Si sabe fuesen comisionados por el Ayuntamiento al lado de los revoltosos o vio entrar en el Ayuntamiento alguna comisión de estos en el tiempo que permaneció en la sala capitular, como si tiene algo más que añadir. Dijo: Que durante el poco tiempo que se halló en la sala capitular ni fue nombrado miembro alguno del Ayuntamiento para ir donde se hallaban los revoltosos ni de estos se presentó comisión alguna. Que no tiene más que decir y todo es la verdad, en lo que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su declaración, manifestando Anexión-Restauración 583 ser de edad de cuarenta y tres años y firmándolo con el señor fiscal de que certifico. Firmado: Ante mí: Francisco Dié Macario de Lora Benito Gimeno Nombramiento de defensores En la misma Plaza, a trece de marzo del mismo año, el señor fiscal de esta causa, con asistencia de mí el secretario, pasó a los calabozos de este Fuerte donde se hallan presos don Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora, don Juan Luis Franco Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat, acusados en este proceso para recibirles su confesión, a quienes hizo saber se les iba a poner en Consejo de Guerra y previno eligiera cada cual un oficial para que pudiera defenderle en la presente causa; y por mí el secretario se les leyó la lista de todos los señores oficiales subalternos de los cuerpos de la guarnición, y habiéndole oído y bien enterados de todo nombraron don Eugenio Perdomo al abanderado de la Corona don Matías Ramos; don Carlos de Lora a don Matías Fernández, subteniente del mismo cuerpo; don Juan Luis Franco Bidó a don Ramón López y Marín, teniente del de San Marcial y don Pedro Ignacio Espaillat a don José Cuervo y Muñoz, ayudante del mismo cuerpo. Y para que conste por diligencia lo firmó dicho señor de que yo, el secretario, certifico. Firmado: Francisco Dié Benito Gimeno Confesión de don Eugenio Perdomo Inmediatamente preguntado por su nombre, edad, religión y empleo, dijo: Que se llama don Eugenio Perdomo, de edad de veinte y cinco años y natural de Santo Domingo, capital de esta Isla católica apostólica y romana, y que pertenece al comercio de esta ciudad y responde. 584 César A. Herrera Preguntado: Habiéndole leído la declaración indagatoria que tiene prestada a folios primero y siguientes, si es aquello lo que declaró, si conoce la firma que tiene puesta y si tiene algo que añadir o quitar y si se ratifica en lo que ha declarado. Dijo: Que lo que se le ha leído es lo mismo que declaró, que la firma puesta al pie es de su puño y letra, que no tiene que añadir ni quitar y que se afirma en su contenido. Preguntado: Si sabe por qué se halla preso. Dijo: Que sabe es por las ocurrencias de la noche del veinte y cuatro de febrero pasado y responde. Preguntado: Si en la noche antedicha, y además de las personas que vio entre los amotinados si conoció algunos más que recuerde. Dijo: Que recuerda haber visto en el Ayuntamiento a Manuel Tejada, Vicente Tavares y Sebastián Rodríguez y en la Plaza a Pedro Ignacio Espaillat y Álvaro Fernández, como asimismo otros muchos a quienes solo conoce de vista y responde. Reconvenido: Si Gautier se lo encontró en la calle y le dijo que se dirigía a la Sabana del Cementerio por donde casualmente iban y venían los insurrectos. Dijo: Que el echar por la calle del Cementerio fue efecto de la costumbre que tiene de ir por allí; donde tiene objetos que le llaman la atención y además por ver que por esa calle se agolpaba toda la gente y responde. Reconvenido: Puesto que los insurrectos con quienes fue al Ayuntamiento y a la puerta de este le dijeron que iban a comunicar a dicha Corporación que se habían pronunciado en favor de la República, por qué se reunió a ellos, y llevó la palabra sabiendo que iban en contra del Gobierno constituido y que hacerse eco de tales pretensiones fue constituirse voluntariamente cabeza de la revolución. Dijo: Que se reunió con los antedichos para sustraerse al compromiso de juntarse con los que se encontraban en el Fuerte Dios y que si tomó la palabra fue a instancias de los que le acompañaban, tratando de evitar mayor conflicto e ignorando el compromiso en que se ponía y responde. Reconvenido: Si como dice anteriormente se reunió a los amotinados que fueron al Ayuntamiento, por sustraerse del compromiso Anexión-Restauración 585 de reunirse con los del Fuerte Dios, por qué no se metió tranquilamente en su casa que era el medio más sencillo para evitar todo compromiso. Dijo: Que no lo hizo así, en primer lugar, porque tuvo curiosidad en todo lo que pasaba, y en segundo, porque no creía que el acompañante con aquella gente no le podría traer compromiso alguno y responde. Reconvenido: Cómo dice en su indagatoria que llevó la palabra en el Ayuntamiento en nombre de los amotinados únicamente porque estos no sabían expresarse bien, cuando consta que se excedía en las espresiones que hizo al hablar a dicha Corporación, dando lugar a que se le creyese no intérprete sino parte interesada. Dijo: Que podrá ser que se excediera, pero que seguramente sería un (ilegible) y una mala idea y responde. Reconvenido: Cómo dice que después de los tiros se retiró a su casa y no volvió a salir de ella en toda la noche, cuando en autos consta que poco después de esta ocurrencia llamó y entró en la casa de don José Manuel Glas a pedir un vaso de agua contando allí lo que les había pasado hacia esa hora. Dijo: Que en efecto sucedió lo que se le dice, lo cual se le olvidó consignar en su indagatoria y responde. Reconvenido: Si, como dice, se marchó de la Plaza al empezar los tiros, cómo supo la muerte de Gautier que refirió según consta en casa del señor Glas. Dijo: Que lo supo estando parado en la puerta de su casa por unos que pasaron por delante de ella cuyos nombres no recuerda y responde. Reconvenido: Si todo cuanto hizo aquella noche fue sin calcular el compromiso en que se ponía; si por lo tanto no se creyó culpable de complicidad en el motín, si tenía su conciencia tranquila respecto a la acusación que públicamente se le hacía de haber abierto la puerta de la cárcel, por qué no se presentó a la autoridad a rebatir semejante imputación y no solo huyó sino que se afeitó completamente para desorientar a los que le conociesen según él mismo dice en su indagatoria. 586 César A. Herrera Dijo: Que aunque con efecto no se creía culpable de complicidad en las revueltas de la noche, como un dependiente le dijo al llegar a su casa que el ayudante de policía y dos más habían estado a buscarlo, se llenó de temor y se marchó del pueblo debiendo advertir que se afeitó ya después de estar en el campo comprendiendo entonces lo mal que había hecho sin pensar la noche anterior y responde. Reconvenido: Cómo dice que se presentó al general Polanco sabiendo que dicho señor había ofrecido indulto a los que se presentasen voluntariamente, cuando consta de autos que fue aprehendido por una ronda y que su guía José Mundemón no tuvo conocimiento de semejante indulto antes de su detención. Dijo: Que en efecto supo lo del indulto después de llegar casa de dicho general, no antes, y responde. Reconvenido: Cómo dice que no vio a don Ramón Díaz en la noche del veinte y cuatro de febrero próximo pasado, según aparece en su indagatoria, cuando consta de autos que lo vio en casa del señor Glas cuando fue a pedir el vaso de agua después del tiroteo en la Plaza. Dijo: Que como no tuvo presente la circunstancia de manifestar el que había llamado a casa del señor Glas, se le olvidó asimismo que en dicha casa vio a dicho Ramón Díaz, y responde. Reconvenido: Cómo asegura que no se había mezclado jamás directa ni indirectamente en cosas de política, cuando consta que en un baile de máscaras se presentó con un traje haraposo con un letrero alusivo al Gobierno Español achacándole la ruina de la Isla desde la anexión. Dijo: Que el traje con que se presentó en el baile mencionado eran unos calzoncillos y una camiseta interior rosada encima de su ropa natural, que el letrero decía «costumbre moderna» y que uno y otro eran una crítica de dos o tres personas a quienes veía ordinariamente, veía de ese modo en la puerta de su casa, y responde. Preguntado: Si sabe las penas en que incurren los que se mezclan en asuntos políticos. Dijo: Que ignora el contenido de la pregunta por no estar enterado del Código Español, que no tiene más que añadir, que lo dicho es la verdad a cargo de su conciencia, en lo que se afirmó y Anexión-Restauración 587 ratificó leída que le fue esta su confesión, firmándola con el señor fiscal, lo que certifico. Firmado: Ante mí: Francisco DiéE. Perdomo Benito Gimeno Confesión de don Carlos de Lora Seguidamente el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Carlos de Lora, coronel de las milicias de reserva y clasificado en activo, el cual, preguntado por su nombre, edad, patria, religión y empleo. Dijo: Que se llama don Carlos de Lora, de edad de treinta y un años y natural de esta ciudad, de religión católica apostica y romana y que es coronel clasificado en activo de las milicias de reserva de esta Isla, y responde. Preguntado: Habiéndole leído la declaración indagatoria que tiene hecha a folios setenta y seis de la causa madre, si es aquello lo que declaró, si conoce la firma que tiene puesta al pie, si tiene algo que añadir o quitar y si se ratifica en lo declarado. Dijo: Que lo que se le ha leído es lo mismo que declaró, que la firma es de su puño y letra, que no tiene nada que añadir ni quitar y que se afirma en su contenido, y responde. Preguntado: Si sabe por qué se halla preso. Dijo: Que ignora la causa de su prisión, y responde. Preguntado: Si tiene conocimiento en la ordenanza y leyes penales de las milicias a que pertenece. Dijo: Que no las conoce ni las unas ni las otras, y responde. Preguntado: Cuánto tiempo estuvo en la Plaza cuando pasó por ella la noche del veinte y cuatro de febrero pasado al dirigirse a la casa de doña Juana de Dios Méndez. Dijo: Que no se detuvo nada en dicha Plaza, pues solamente la atravesó para dirigirse a dicha casa, y responde. Reconvenido: Cómo dice que no se detuvo en la Plaza y que pasó casi toda la noche en su casa desde donde, según declara, oyó el 588 César A. Herrera tiroteo, cuando de autos resulta que lo vieron en la Plaza la noche citada en compañía de los revoltosos hasta después del tiroteo. Dijo: Que niega el anterior cargo ateniéndose a lo que dijo en su indagatoria, y responde. Reconvenido: Si oyó, como dice, el tiroteo que hubo la citada noche desde su casa y comprendió que algo de extraordinario pasaba, por qué no se presentó a la autoridad militar a pesar de no haber recibido aviso puesto que debía comprender que un militar, en casos semejantes, no necesita aviso alguno para cumplir con su obligación. Dijo: Que no se presentó porque le parecía muy natural quedarse tranquilo y cerrado en su casa, y responde. Reconvenido: Si, como dijo en su indagatoria, no se presentó al gobernador la citada noche a pesar de haber oído el tiroteo esperando el aviso de dicho señor, por qué fue a la Plaza y se mezcló y aun ayudó a los amotinados, según consta de autos. Dijo: Que fue a la Plaza pero solo atravesándola con el objeto que ya ha dicho, pero que no se mezcló ni ayudó en nada a los amotinados, y responde. Reconvenido: Puesto que no se presentó en la noche del veinte y cuatro al señor gobernador, por qué no lo hizo a la mañana siguiente como debía y era natural que lo hiciese. Dijo: Que no lo hizo esperando siempre el llamamiento del gobernador, y responde. Reconvenido: Cómo dice en su indagatoria tomada siete días después de las ocurrencias que ni aun en aquella fecha sabía nada de ellas, siendo así que al día siguiente las sabía todo el pueblo y tanto más cuanto que hasta hoy ha estado entre otros arrestados por la misma causa, los cuales necesariamente habrán hablado de aquellas. Dijo: Que cuando se le hizo la pregunta en la indagatoria sin duda no la comprendió bien puesto que después de su arresto ha sabido algunas pequeñeces sobre ellas, como por ejemplo que había habido unos tiros aquella noche y cuatro o cinco muertos, y responde. Reconvenido: Cómo niega que estuvo en la Plaza con los insurrectos, cuando consta en la causa que no solo estaba con los amotinados allí sino que hasta dio un «Viva la República Dominicana». Anexión-Restauración 589 Dijo: Que es falsa la acusación que se le hace y dice. Reconvenido: Cómo repite la negativa de haber estado en la Plaza con los revoltosos, cuando consta también que él era uno de los que más figuraban entre aquellos. Dijo: Que no estuvo en la Plaza según se le acusa, y responde. Reconvenido: Cómo se obstina en seguir negando los cargos que se le hacen, cuando de autos resulta que él, Manuel Jesús de Vargas y Juan de la Paz querían que cuatro o cinco presos fuesen a la Alcaldía a romper las puertas para apoderarse de unas armas que (existían) creían había allí. Dijo: Que no es verdad la acusación que se le hace, pues él jamás podría decir una cosa semejante, y responde. Reconvenido: Cómo dice que la citada noche no llevaba más que un bastoncito y en la Plaza consta estuvo armado. Dijo: Que niega esta nueva acusación, y responde. Preguntado: Si sabe dónde se halla Ramón Almonte, en cuyo taller trabajaba el que declara, y si el día veinte y cuatro lo vio, a qué hora se separó de él. Dijo: Que no sabe dónde se halla en la actualidad y que el día veinte y cuatro se separó de él como a las cinco de la tarde según lo acostumbraba, no volviéndolo a ver más, y responde Preguntado: Si el citado día veinte y cuatro, antes de separarse de Almonte, este le dijo algo sobre el motín que habría de haber a la noche, si sabe que el Almonte haya tenido parte en él y si notó en aquel algo de sospechoso. Dijo: Que nada le comunicó Almonte, que nada tampoco sabe de él y que nada por fin le notó de sospechoso, y responde Preguntado: Si sabe la grave responsabilidad de todo militar que se mezcla en motines populares y si conoce las penas correspondientes a semejante falta. Dijo: Que no sabe la primera ni conoce la segunda porque nada sobre esto ha leído. Que es todo cuanto puede decir y toda la verdad, en lo que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su confesión, firmándola con el señor fiscal de que yo, secretario, certifico. Firmado: Francisco Die Ante mí: Benito Gimeno Carlos de Lora 590 César A. Herrera Confesión del general don Juan Luis Franco Bidó A los catorce días de mismo mes y año compareció ante el señor fiscal y presente secretario don Juan Luis Franco Bidó el cual, preguntado por su nombre, edad, patria, religión y empleo. Dijo: Llamarse como queda dicho, de edad de cincuenta y siete años, natural de esta ciudad, católico apostólico y romano y general de división clasificado en activo de las milicias, de reserva de esta Isla y es alcalde ordinario del Ayuntamiento de esta ciudad y por lo tanto cobrando sueldo del Gobierno de S. M., y responde. Preguntado: Habiéndole leído su indagatoria a folios tres y vuelto y sus dos ampliaciones, la primera a folio quince vuelto y la segunda a cuarenta y siete vuelto, si es aquello lo que declaró y amplió, si conoce las firmas puestas al pie, si tiene algo que añadir o quitar y si se ratifica en lo declarado. Dijo: Que lo que se le ha leído es lo mismo que declaró y amplió, que las firmas son de su puño y letra, que nada tiene que añadir ni quitar y que se afirma en su contenido y responde. Preguntado: Si sabe por qué se halla preso. Dijo: Que verdaderamente lo ignora, pero que cree pueda ser por ser miembro del Ayuntamiento y sobre las ocurrencias de la noche del día veinte y cuatro del pasado mes y responde. Preguntado: Si está enterado de las ordenanzas del Ejército y Milicias y si conoce las leyes penales de aquel y las generales del Reino. Dijo: Que ignora unas y otras teniendo únicamente conocimiento del libro Tercero del Código Penal Civil que trata de las faltas y el cual remitió la Real Audiencia a todos los alcaldes ordinarios por medio de su Gaceta, y responde. Reconvenido: Por qué permitió que el señor don Belisario Curiel, síndico del Ayuntamiento en la sesión del veinte y cuatro de febrero, sin su permiso y con tono insolente, se negase el primero a que dicha Corporación subiese al Fuerte a incorporarse a la autoridad militar según invitación de esta. Dijo: Que ya después de haber empezado el señor Curiel a hablar le pareció bochornoso al que declara reprochárselo, pero Anexión-Restauración 591 que seguidamente se dirigió a todos los miembros diciéndoles que podrían usar la palabra, y responde. Reconvenido: Por qué se negaron a subir al Fuerte a incorporarse al señor gobernador los miembros del Ayuntamiento, según aquel los invitó, debiendo comprender que reunidas todas las autoridades se reconcentraba toda la fuerza, teniendo por lo tanto doble vigor. Dijo: En primer lugar, el Ayuntamiento creyó no debía salir del lugar de sus sesiones ordinarias, y en segundo lugar, por considerarse una Corporación mediadora entre el pueblo y la fuerza, y responde. Reconvenido: Cómo dice que el Ayuntamiento quedó en su local como mediador del pueblo y la fuerza armada, cuando debe conocer que los amotinados no son pueblo sensato y que el Ayuntamiento, al hacerse mediador de semejante gente, se rebaja y prostituye. Dijo: Que determinó quedarse porque creía el Ayuntamiento al principio que era el pueblo, pero que al fin se convenció en que era una sublevación. Reconvenido: Cómo pudo el Ayuntamiento creer lo que dice anteriormente el que declara, cuando sabía, por habérselo dicho así el señor teniente coronel de San Marcial, que se temía una invasión de gente armada y debe conocer que el verdadero pueblo ni se reúne, ni se arma, ni trastorna una población en las tinieblas de la noche para pedir cosas justas sino que las solicita a la luz del día, por escrito y respetuosamente. Dijo: Que al Ayuntamiento no le hizo impresión el saber que la gente se había armado, por la costumbre que tiene de ver otras sublevaciones de gente armada anteriores a la anexión. Reconvenido: Si creía que el motín de esa noche era uno de tantos que había visto, qué resultados esperaba, según la experiencia que confiesa y por qué no tomó medidas preventivas, sabiendo por costumbre a qué atenerse respecto a dichas revoluciones. Dijo: Que esperaban un resultado pacífico porque creía convencer a los amotinados con sus razones, y que las medidas que tomaron fue participar lo que pasaba al gobernador, como se puede ver por la correspondencia que se le remitió, y responde. 592 César A. Herrera Reconvenido: Puesto que el Dr. Prieto les reiteró que ya se había retirado o se iba a retirar la Guardia de la cárcel y si el Ayuntamiento no tenía fuerza armada de que disponer para la custodia de los presos, por qué aquel no echó mano de algunas personas pacíficas y de confianza de las que siempre hay en todo pueblo para impedir la fuga de los presos que por fin tuvo lugar. Dijo: Que en cuanto el Ayuntamiento recibió por el señor Prieto el recado que se mandó a buscar el jefe de policía para ordenarle fuese a la cárcel con gente a guardar los presos, que no recuerda con quién se mandó este recado, pero que no encontraron al jefe ni ninguno de la policía, que entonces salió el señor Curiel (don Belisario) a adquirir noticias sobre los presos, volviendo de allá muy poco diciendo que ya era inútil toda medida puesto que los facciosos les habían abierto las puertas, y responde. Reconvenido: Cómo dice que el Ayuntamiento tuvo noticia de la fuga de los presos en la hora que cita anteriormente, cuando consta que dicha noticia se recibió en el Cabildo después que el declarante y el señor Grullón volvieron de la Plaza y aun consta que hay quien cree que este acontecimiento se supo por el mismo que declara. Dijo: Que es enteramente falso que se supo por quién y cuanto deja expuesto, y responde. Reconvenido: Siendo el que declara militar antes que alcalde, por qué no dejó al Ayuntamiento que estaba como separado de la autoridad militar al no acceder a lo que aquella le proponía de reunirse en el Fuerte, y por qué no se presentó en este a ofrecer sus servicios como soldado leal, debiendo conocer que con los revoltosos no tenían fuerza las buenas razones. Dijo: Que creyó deber seguir al Ayuntamiento como presidente de él que era, y responde. Reconvenido: Cómo en el acta que se formó en el Ayuntamiento de la Sesión de la noche del veinte y cuatro de febrero no se consignó el nombre de los revoltosos que fueron en Comisión a dicho Ayuntamiento varias veces a él, como se hizo de todas las personas que se presentaron aquella noche en la Casa Capitular como el señor teniente coronel de San Marcial, señor ayudante de ese Batallón y señor doctor Prieto. Anexión-Restauración 593 Dijo: Que la omisión que se nota en el acta debe ser una falta involuntaria la cual se hubiese remediado al poner en limpio dicho documento, y responde. Reconvenido: Cómo dice en su penúltima contestación que a consecuencia de lo que el señor Prieto dijo al Ayuntamiento de parte del teniente coronel se mandó buscar al jefe de la policía al que no se le encontró, cuando precisamente consta en el acta que el jefe de la policía se le mandó a buscar antes de la llegada de Prieto y que se le encontró. Dijo: Que de ese primer recado y respuesta no tuvo conocimiento sin duda por hallarse distraído, pero que asegura como cierto la que ya deja referido, y responde. Reconvenido: Cómo una novedad tan importante al Gobierno de S. M. y a toda sociedad como la fuga de setenta y tantos criminales de la cárcel no se hizo constar en el acta la hora que tuvo lugar esta y el que llevó la noticia al Ayuntamiento y no que se hace sin que conste circunstancia alguna, como si fuese una cosa de ningún valor. Dijo: Ignoraba esa omisión y que se hubiera remediado al haberse puesto el acta en limpio, y responde. Reconvenido: Que cómo denominan al señor gobernador de la Provincia con el epíteto de funcionario público simplemente mientras que el Ayuntamiento siempre se pone la palabra de «Ilustre». Dijo: Que esta particularidad con respecto al epíteto con que designa el señor gobernador debió ser un olvido involuntario que se hubiese subsanado al ponerse en limpio dicha acta, y responde. Reconvenido: Cómo llaman pueblo en el acta a los insurrectos antes de su completa derrota en la Plaza, cuando después de esta los denominan facciosos. Dijo: Que, como ya ha dicho en unas de sus contestaciones anteriores, al principio creyó el Ayuntamiento que la gente que andaba reunida era el pueblo verdadero y después se convenció que no era más que una completa vagabundería, de donde resulta la diferencia de lenguaje que se hace notar, y responde. Reconvenido: Cómo en otro lugar permite que en el acta se denomine a los insurrectos con el nombre de pueblo mientras que al 594 César A. Herrera ejército de S. M. la Reina lo llama (como con desprecio) la gente de tropa, antes de la derrota de los sublevados, mientras que después de esta varían este lenguaje. Dijo: Que no tuvo participación en la redacción del acta, que luego no la leyó tampoco y que sigue en la creencia de que si se hubiese puesto en limpio se hubiesen rectificado todos esos defectos, y responde. Reconvenido: Cómo dice en su indagatoria que trató de apaciguar a los revoltosos en la Plaza, cuando consta de autos que no solo no los contuvo ni trató de hacerlo, antes bien los alentó. Dijo: Que es falsa la acusación que se le hace, y responde. Reconvenido: Cómo niega el antecedente cargo, cuando consta también que arengó a los presos y les dijo que a él le debían su libertad y que esperaba por lo tanto que ayudasen a la revolución hasta perder su última gota de sangre. Dijo: Que es asimismo falsa esta nueva acusación, y responde. Reconvenido: Cómo asegura que dijo a los insurrectos de la Plaza que se retirasen a su Sabana y sobre todo que no fuesen al Ayuntamiento, cuando consta que lo que les dijo fue que se esperasen en la Plaza hasta por la mañana, que sería cuando el Ayuntamiento determinaría lo que debiera hacer. Dijo: Que repite que lo que les dijo fue lo que deja expuesto, pero nada más, y responde. Reconvenido: Cómo se comprende que fuese a la Plaza a echar de allí a los revoltosos, cuando consta que estando él en aquel punto se le dieron vivas al mismo tiempo que a la República Dominicana y al Ayuntamiento. Dijo: Que con efecto oyó vivas según se refiere, a los que contestó por temor de que lo sacrificasen, y responde. Reconvenido: Cómo se atrevió a nombrar jefes a los insurrectos, como consta de autos y aun de su misma declaración, cuando debió comprender que el medio mejor de deshacer cualquier motín es quitarle esos jefes para que se desorganice. Dijo: Que conocen mucho en esta ciudad su reputación para que se crea pueda meterse en vagabunderías semejantes y que se encargó a los comandantes don Vidal Pichardo y don Ramón Anexión-Restauración 595 Almonte que hicieran callar aquella gente fue para que se oyese la misión del Ayuntamiento, y responde. Reconvenido: Cómo trata de probar su conducta pacífica en la sesión del Ayuntamiento, cuando de autos consta que hablaba allí en tono y estilo de apostárselas al gobernador, dando con esto pie a que los demás miembros se opusiesen a una reunión pacífica con el señor gobernador, según este lo deseaba. Dijo: Que la acusación que se le hace es falsa, y responde. Reconvenido: Cómo niega su complicidad en el motín cuando de autos resulta que estando en la Plaza y diciéndole Pedro Ruiz que los presos no tenían armas, les contestó que ya se las darían. Dijo: Que también es falsa esta nueva acusación. Reconvenido: Cómo niega el antecedente cargo cuando resulta de autos que mandó fuesen a la Alcaldía donde se decía que había armas para apoderarse de ellas, añadiendo que si las puertas estaban cerradas que las echasen abajo. Dijo: Que es igualmente falsa toda la acusación, y responde. Reconvenido: Cómo insiste en negar su participación en la revuelta cuando consta que en la Plaza dio por sí mismo un Viva la República Dominicana y dijo a los presos que estaban en libertad. Dijo: Que es completamente falsa esta nueva acusación, y responde. Preguntado: Por qué del día veinte y cinco de febrero no se presentó al gobernador, como militar que es, a ofrecerle sus servicios en vez de permanecer en su casa dando pie a que se pudiera creer que no era adicto a la autoridad militar que interinamente manda esta provincia y, por lo tanto, al Gobierno de S. M. de quien recibe sueldo mensual. Dijo: Que el día veinte y cuatro, a tiempo de recibir la convocatoria para reunirse en el Ayuntamiento ya estuvo dispuesto para ir a presentarse al gobernador a ofrecerle sus servicios, pero que no lo hizo por cumplir la orden que se acababa de recibir; y que al día siguiente veinte y cinco no lo efectuó porque habiendo estado en Sesión toda la noche y mañana siguiente hasta cerca de la una, a esta hora se retiró a su casa algo indispuesto y se acostó a descansar despertándose pasadas las cuatro; que entonces supo que habían César A. Herrera 596 sido arrestados los miembros del Ayuntamiento y que pasando entonces por su calle don Federico Peralta, le suplicó dijese al gobernador de su parte que si él era uno de los arrestados se daba por tal, pero que suplicaba esperase para su comparecencia hasta la mañana siguiente, razón por la cual no se presentó, y responde. Preguntado: Por qué el Ayuntamiento estuvo la noche del veinte y cuatro de febrero contemporizando con los insurrectos, en vez de mandarles terminantemente que depusiesen las armas y se retirasen a sus casas empleando para ello la inmensa fuerza moral de toda corporación de este género sobre los individuos de la misma población. Dijo: Que el Ayuntamiento hizo cuanto estuvo de su parte para traerlos a la razón, por lo cual habiéndose sorprendido dicha corporación al saber que los amotinados se hallaban en la Plaza y pretendían ir a la Casa Consistorial, para evitarlo mandó la comisión del que declara y señor Grullón, como ya queda referido. Que es cuanto tiene que confesar y todo la verdad, en lo que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su declaración, firmándola con el señor fiscal de que yo, secretario, certifico. Firmado: Francisco Dié Ante mí: Benito Gimeno Juan Luis Franco Bidó Confesión de Pedro Ignacio Espaillat Incontinente el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Pedro Ignacio Espaillat, el que enterado se le iba a recibir su confesión ofreció decir verdad en lo que fuese interrogado y responde. Preguntado: Su nombre, patria, edad, religión y empleo. Dijo: Llamarse don Pedro Espaillat, natural de esta ciudad, edad de treinta y ocho años, religión católica apostólica y romana y capitán de las milicias de reserva de esta Isla, y responde. Preguntado: Habiéndole leído su declaración que tiene hecha a folio treinta y siete y siguiente de la causa madre, si es aquello lo Anexión-Restauración 597 que declaró, si conoce la firma que tiene puesta, si tiene algo que añadir o quitar y si se ratifica en lo declarado. Dijo: Que lo que se le ha leído es lo mismo que declaró, que la firma que aparece al pie es de su puño y letra y que no tiene que añadir ni quitar más que hacer la salvedad de que cuando vino a la Plaza del Fuerte Dios venía reunido con los amotinados, pero no en cabeza de ellos, pues quiere decir en su declaración que venía con los de delante; que en todo lo demás se afirma y ratifica y responde. Preguntado: Si sabe la causa por que se halla preso. Dijo: Que supone que es por las ocurrencias del veinte y cuatro del mes pasado, y responde. Preguntado: Si es capitán (como dice) clasificado en activo de las reservas de la isla y si como tal cobra sueldo del Gobierno de S. M. Dijo: Sí, es tal capitán y que cobra sueldo, por lo tanto, del Gobierno, y responde. Preguntado: Si tiene conocimiento de las ordenanzas del Ejército y Milicias y sabe su Código Penal. Dijo: Que no tiene conocimiento ni de las unas ni del otro, y responde. Reconvenido: Puesto que don José María Gautier le dijo, como él mismo confiesa en su indagatoria, que iban a reunirse en el Fuerte Dios y venir al pueblo gritando «Viva la República Dominicana», por qué fue a dicho Fuerte con pleno conocimiento de lo que sucedía allí. Dijo: Que fue a dicho Fuerte con la intención de ver si los podía convencer para que lo dejasen para la mañana siguiente para evitar los desastres consiguientes a una noche en revolución, y responde. Reconvenido: Si ya en el Fuerte Dios, como dice en su indagatoria, conoció que toda la gente que había allí reunida y armada no eran más que vagabundos y borrachos, por qué no se separó de ellos en aquel momento y se volvió a su casa tranquilamente. Dijo: Que no lo hizo así porque en aquellos momentos no pensaba en su bien sino en el que podía hacer a la población pensando que al otro día todo se concluiría, y responde. Reconvenido: Si, como dice en su declaración, el objeto que tuvo al ir al Fuerte Dios fue el de ver si podía influir con los amotinados 598 César A. Herrera para que se marchasen a sus casa; y si, como asegura, después no pudo conseguir dicho objeto, por qué siguió con los revoltosos, como consta de su misma declaración. Dijo: Que siguió con ellos porque supuso que el motín se reduciría a asesinatos por venganzas particulares, a robos y otros sucesos parecidos, los que creyó poder evitar y se figuró, como deja expuesto, que a la mañana siguiente todo concluiría, y responde. Reconvenido: Si, como le dijo Gautier y es la verdad, él es tan conocido y tiene tanta influencia con sus paisanos, por qué no empleó eficazmente esa nombradía y ese predominio para que se volviesen a sus casas tranquilamente y no para alentarlos con su presencia y compañía, como lo hizo. Dijo: Que cuando llegó al Fuerte Dios conoció que la gente que estaba allí reunida no era la que él se persuadía fuese, y que con la que encontró no podía tener influencia alguna, y responde. Preguntado: Qué clase de gente era la que él creía encontrar en el Fuerte Dios, según se desprende de la anterior contestación y por qué motivo lo creía así. Dijo: Que creía que la gente que estaba en el Fuerte Dios serían personas que atendiesen a buenos consejos sin que para ello tuviese más fundamento que lo que le dijo Gautier, y responde. Reconvenido: Si, como dice anteriormente, reconoció que no tenía influencia con la gente que estaba en el Fuerte, de qué medios pensaba valerse para evitar las tropelías de que habla. Dijo: Que el medio de que se pensaba valer era engañarlos haciéndoles esperar hasta el día siguiente en el cual no tendrían apoyo alguno, y responde. Reconvenido: Si es capitán de las reservas activas y como tal cobra sueldo de S. M., por qué no se presentó la citada noche al gobernador a ofrecerle sus servicios, como era su deber natural, y en vez de esto se reunió a los amotinados haciendo, por lo tanto, causa común con ellos contra el mismo Gobierno por quien recibía sueldo. Dijo: Que hizo lo que deja manifestado porque creía ser más útil a la humanidad entre los que se reunió por los motivos que ya deja dichos, que al lado del gobernador, donde no tenía tropa que mandar, y responde. Anexión-Restauración 599 Reconvenido: Cómo dice que su intención al reunirse con los amotinados era la de apaciguarlos, cuando consta de autos que en unión de otros propaló voces subersivas como la de decir aun aquella noche que los españoles querían hacerlos esclavos y sacarlos de esta Isla y llevarlos a otras tierras, cuando demasiado le debe constar que los españoles ni quieren ni pueden hacer semejante cosa. Dijo: Que sin responder por los demás que fuesen en su compañía puede asegurar por sí mismo que no dijo ni oyó cosa semejante, y responde. Reconvenido: Cómo dice en su indagatoria que no llevaba armas algunas, cuando en autos consta lo contrario. Dijo: Que únicamente llevaba su machete y este por pura precaución, y responde. Reconvenido: Si, como dice, su intención al reunirse con los amotinados fue buena y su conciencia no le hacía cargo alguno, por qué huyó de la población siendo así que nadie lo perseguía. Dijo: Que aunque en conciencia estaba tranquilo como en realidad había estado con los amotinados, y creyó que a la autoridad no le constaba con qué objeto, temió ser arrestado y huyó por consecuencia, y responde. Preguntado: Si supo lo que pasó en la Plaza durante y después de los tiros, y por quién. Dijo: Que no lo supo, puesto que cuando empezaron los tiros fue, como deja dicho, al Ayuntamiento a notificarle esta ocurrencia e inmediatamente se marchó al campo, y responde. Preguntado: Cómo dice anteriormente y en su indagatoria, que cuando empezaron los tiros fue al Ayuntamiento a notificarle esta ocurrencia, cuando ningún miembro de dicha corporación hace mención de haberlo visto y llevar tal noticia. Dijo: Que bien pudieron no verlo puesto que no entró en el Ayuntamiento y dijo lo que refiere en su indagatoria desde la calle y sin deternerse. Preguntado: Por qué razón fue, como dice, al Ayuntamiento a llevar la noticia que lleva expresada y con qué objeto la llevó. Dijo: Que la razón que tuvo para ir al Ayuntamiento a noticiarle lo ocurrido fue porque, como ya tiene dicho, fue encargado por el César A. Herrera 600 general don Juan Luis Franco Bidó para que hiciese tener orden del Ayuntamiento. Que no tiene más que decir y todo la verdad, sin que tenga que añadir ni quitar, en lo que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su confesión, firmándola con el señor fiscal de que yo, secretario, certifico. Firmado: Francisco DiéPedro Ignacio Espaillat Ante mí: Benito Gimeno Diligencia de haber aceptado y jurado los defensores A los quince días de dicho mes y año, ante el señor fiscal y presente secretario comparecieron los subtenientes del Regimiento de la Corona don Matías Ramos y don Matías Fernández, el primero defensor de don Eugenio Perdomo y el segundo de don Carlos de Lora; asimismo comparecieron los tenientes de San Marcial don Ramón López y don José María Cuervo, defensor asimismo el primero de don Juan Luis Franco Bidó y el segundo de don Pedro Ignacio Espaillat, cuyos cuatro señores oficiales dijeron que aceptaban el cargo para que han sido nombrados por los acusados, y habiendo puesto la mano derecha tendida sobre el puño de su espada prometieron bajo de su palabra de honor defender a los antedichos acusados con verdad y arreglándose a lo que S. M. manda en sus Reales ordenanzas; para que conste por diligencia lo firmaron con el señor fiscal y secretario de que certifico. Francisco Die, José Ma. Cuervo, Ramón López, Matías Ramos, Matías Fernández. Ante mí: Benito Gimeno Diligencia de haber citado a los defensores para las ratificaciones En el mismo día, mes y año el señor fiscal mandó citar a los señores don Matías Ramos, don Matías Fernández, don Ramón López y don José María Cuervo, defensores de los acusados don Anexión-Restauración 601 Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora, don Juan Luis Franco Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat, para que a las siete y media de la mañana se hallen en el pabellón donde se encuentra establecida esta fiscalía en el Fuerte de San Luis, para que asistieran a las notificaciones de los testigos que han declarado en este proceso, a los que también se citó e hizo comparecer a la misma hora; y para que conste por diligencia lo firmó dicho señor lo que yo, el secretario, certifico. Firmado Francisco Dié, Benito Gimeno, don José Echavarría, don Ramón Rancaño, don Juan de la Cruz Ureña, don Jacobo Rodríguez, don Ulises Francisco Espaillat, don Pedro Curiel y don Macario de Lora. Ratificación de don Vicente Morel Acto seguido el señor fiscal hizo comparecer ante mí el secretario a don Vicente Morel, el que juró decir verdad en cuanto fuese interrogado y preguntado: Habiéndosele leído su declaración a folios cuarenta y ampliación al setenta y ocho vuelto si una y otra es la que prestó, si la firma que la autoriza la reconoce por suya, si tiene que añadir o quitar y si se afirma y ratifica en su contenido. Dijo: Que la declaración y ampliación que se le han leído es la que prestó, que la firma que la autoriza la conoce por suya, que tiene que añadir que cuando dice en su ampliación que Sebastián Valverde iba y venía al Cabildo sin decir nada, debe entenderse que de particular, porque alguna cosa hablaba con sus amigos lícitamente como es regular; que al nombrado Perdomo, después de que habló mucho por la facción, le dijo el que declara las palabras siguientes: «El Cabildo en sus casos sabe que debe representar por los intereses del pueblo» y dijo esto porque le molestaba oír a dicho Perdomo invocar la palabra pueblo en cambio de su débil facción, lo mismo que permitirse nombrar, como lo hizo, dos miembros del Ayuntamiento, cuyos nombres no recuerda, en Comisión representativa; como comprendería, o no, el citado Perdomo que el grupo de facinerosos 602 César A. Herrera con quien andaba y por quien hablaba no era pueblo ni tenía intereses que reclamar y que el Cabildo no podía ser su instrumento; pero valido no sabe de qué dijo entonces: «Ya no son dos miembros los que nombro, es todo el Cabildo». Este, callado un rato por prudencia según cree el que declara, dijo al grupo: «Daremos parte al señor gobernador, disípense o retírense lejos del pueblo y no provoquen las fuerzas del Gobierno». Por lo que corresponde al que declara como el último que concurrió al Cabildo con la buena fe de costumbre por tan solo obedecer a las órdenes del señor gobernador y después que se le hicieron citaciones, la primera por la Circular ya dicha y la segunda verbal por medio del portero del Ayuntamiento y cuando llegó a dicho local lo encontró reunido y en sesión abierta. Como solamente componía el que habla la décima o undécima parte de la Corporación, tuvo que permanecer allí y pasar por el voto de la mayoría que en su ausencia acordó continuar la sesión en la Sala Capitular como ya lo tenía manifestado al señor gobernador, aunque al que declara le repugnaba estar allí sorprendido y al juguete de un motín armado que iba y venía y teniendo que oír sus pretensiones criminosas, sin poderse retirar por no comprometerse con su mismo deber, ni exponerse al peligro que se corría en las calles con los facinerosos en la noche del veinte y cuatro del mes pasado, sabedores que las fuerzas del Gobierno se encontraban en el Fuerte tanto más cuanto el que declara vive en uno de los extremos del pueblo. Que no tiene más que añadir, en lo que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su ratificación y el juramento que prestó, firmándola con el señor fiscal que certifico. Firmado: Francisco DiéVicente Morel Ante mí: Benito Gimeno (Vienen a continuación las ratificaciones de don Máximo Grullón, don Belisario Curiel, don Alfred Deetjen, don Pablo Pujol, don Federico Larrinaga, don Manuel Tomás Ricart, don Ramón Díaz Rojas, don José Manuel Glas, don Joaquín Zarzuelo, todos los cuales manifiestan no tener que añadir ni quitar nada en sus anteriores declaraciones y ampliaciones y se ratifican y afirman en ellas, firmándolo con el señor fiscal y secretario.) Anexión-Restauración 603 (A continuación figura una diligencia de haber presenciado los defensores las ratificaciones anteriores.) (A continuación figuran dos diligencias para citar a los testigos y a los defensores a los careos.) Careo del testigo Manuel Rancaño con el acusado Carlos de Lora En Santiago, a diez y seis de marzo del mismo año y a las seis de su mañana, el señor fiscal de esta causa mandó traer a su presencia al acusado don Carlos de Lora para practicar el careo haciendo entrar en la habitación de este Tribunal al testigo Manuel Rancaño; y habiendo exigido a don Carlos de Lora promesa de decir verdad, hizo dicho señor levantar su mano derecha y preguntado: ¿Jurais a Dios y prometéis a la Reina decir verdad en el punto que os voy a preguntar? Dijo: Sí, juro. Preguntado: Al acusado si conoce el testigo que se le presenta, si sabe le tenga odio o mala voluntad y si le tiene por sospechoso. Dijo: Que conoce al testigo que se le presenta, que no sabe le tenga odio ni mala voluntad y que no lo tiene por sospechoso Y habiéndole leído en este estado la declaración del referido testigo que obra a folios veinte y dos de la causa madre y preguntado si es conforme con ella, dijo: que no se conforma con la declaración que se le ha leído y que a la oración de aquella noche encontró a don Vidal Pichardo, el cual dijo al que declara que si quería ir con él aunque sin decirle a qué, a lo cual no accedió. Preguntado: El testigo si conoce al que tiene presente y si es el mismo por quien ha declarado y qué se le ocurre decir a lo que el acusado reprueba de su declaración. Dijo: Que conoce al que tiene presente, que es don Carlos de Lora, el mismo por quien ha declarado y que se afirma y ratifica en su declaración y de no quedar conformes testigo y acusado en esta confrontación lo firmaron con el señor fiscal de que yo, el secretario, certifico. Francisco Dié, Carlos de Lora, Ante mí: Francisco Gimeno Manuel Rancaño César A. Herrera 604 Careo del testigo José Echevarría Carlos de Lora con el acusado don En la misma ciudad, día, mes y año, a las seis y cuarto de la mañana el señor fiscal mandó traer a su presencia al acusado don Carlos de Lora para practicar el careo, y haciendo entrar en la habitación de este Tribunal al testigo José Echevarría y habiendo exigido a don Carlos de Lora promesa de decir verdad, hizo dicho señor levantar la mano derecha al testigo y preguntado: ¿Jurais a Dios y prometéis a la Reina decir verdad en el punto os voy a preguntar? Dijo: Sí, juro. Preguntado: Al acusado si conoce al testigo que se le presenta, si sabe le tenga odio o mala voluntad y si le tiene por sospechoso. Dijo: Que conoce de vista al testigo que se le presenta, que no sabe le tenga odio ni mala voluntad ni lo tiene por sospechoso y habiéndole leído en este estado la declaración del testigo que aparece a folios veinte y cuatro y vuelto de la causa madre. Preguntado si se conforma con ella. Dijo: Que no se conforma con dicha declaración. Preguntado: El testigo conoce al que tiene presente, si es por quién declaró y qué se le ofrece decir a la no conformidad que manifiesta el acusado a su declaración. Dijo: Que conoce al que tiene presente, que es don Carlos de Lora, por quien ha declarado y que se afirma y ratifica de nuevo en lo que tiene dicho; y de no quedar conformes testigo y acusado, el primero hizo la señal de la cruz por no saber firmar, y firmándola el segundo con el señor fiscal, lo que certifico. Firmado: Francisco Dié, Carlos de Lora (hay una señal de cruz). Ante mí: Benito Gimeno Anexión-Restauración 605 Siguen a continuación los siguientes careos: De don Román Hernández con don Carlos de Lora. De don José Haché y Zapatería con don Carlos de Lora. De don Juan de la Cruz Ureña con don Carlos de Lora. De don Manuel Rancaño con don Juan Luis Franco Bidó. De don José Echavarría con don Juan Luis Franco Bidó. De don Román Hernández con don Juan Luis Franco Bidó. De don José Haché y Zapatería con don Juan Luis Franco Bidó. De don Juan de la Cruz Ureña con don Juan Luis Franco Bidó. De don Juan de la Cruz Ureña con don Pedro Ignacio Espaillat. Todos estos careos dan por resultado el que los acusados estiman como falsas las declaraciones de los testigos no quedando conformes, lo cual firman con el señor fiscal y secretario. (Figura a continuación una diligencia de haber presenciado los oficiales defensores los anteriores careos) (Seguidamente va la diligencia de remisión del proceso al presidente de la Comisión Militar Ejecutiva de la Provincia). Santiago, 16 de marzo de 1863, a las 7 de la noche. Al señor asesor de la Comisión Militar Ejecutiva para que en término de diez y seis horas manifieste si está en disposición de verse en Consejo de Guerra. El T. C. presidente de la Comisión Mr. Firmado: Luis Bustamante 606 César A. Herrera Conclusión fiscal. Don Francisco Dié y Pescetto, capitán de la Tercera Compañía del Batallón de San Marcial número dos de Infantería Vistas y examinadas detenidamente las declaraciones, cargos y confrontaciones que aparecen en este proceso contra don Eugenio Perdomo, del comercio de esta ciudad, don Carlos de Lora, don Juan Luis Franco Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat, coronel el primero de estos tres, general el segundo y capitán el tercero de milicias en activo de esta Isla y acusados de complicidad en la rebelión ocurrida en esta ciudad la noche del veinte y cuatro de febrero último y siguientes; RESULTANDO: En los varios procedimientos evacuados plena y suficientemente probado que don Eugenio Perdomo de motu propio, y sin que para ello se le hiciese ninguna violencia, tomó a su cargo el llevar la voz por los rebeldes en el Ayuntamiento como consta en las declaraciones que obran a folios tres, cuatro, cinco, seis y vuelto y aun en su misma indagatoria a folio primero; haciéndose eco y jefe de ellos según marca terminantemente el artículo ciento setenta y uno del Código Penal Civil. RESULTANDO: Que don Carlos de Lora, coronel de reservas en activo y por lo tanto cobrando sueldo del Gobierno de S. M., no solo no se presentó al señor gobernador militar de esta Plaza, como debía, a ofrecerle sus servicios como buen militar, sino que en vez de esto se asoció a los rebeldes a quienes sirvió de jefe, según consta en las declaraciones de varios testigos a folios ocho y nueve. RESULTANDO: Que don Juan Luis Franco Bidó, como alcalde fue débil y tuvo poco tino en la presidencia del Ayuntamiento en la sesión de la precitada noche y como general de Reservas activas, en vez de ponerse al lado de la autoridad militar como era de su deber, lo hizo al de los rebeldes y aun dio órdenes y vivas en contra del Gobierno de su legítima Reina, alentando la revolución con su presencia y mal ejemplo, como consta en las declaraciones de folios trece, catorce, quince, diez y seis, diez y siete y diez y ocho. RESULTANDO: En fin, que don Pedro Ignacio Espaillat, también capitán de dichas reservas y cobrando sueldo, no solo no Anexión-Restauración 607 cumplió como buen militar apoyando al señor gobernador y uniéndose a él y al Ejército sino que voluntariamente hizo causa común con los amotinados, uniéndose a ellos y propalando voces subversivas en contra de un gobierno a quien tenía la obligación de servir como militar, según consta a folios veinticinco y en la confesión de don Eugenio Perdomo y su misma indagatoria a folios veinticinco y diez y ocho. CONSIDERANDO: Que las causas o razones que don Eugenio Perdomo alega para su descargo son tan sin fundamento y sin visos de verdad que no merecen el más leve crédito, atendiendo sobre todo a su conducta pasada y antecedentes de no muy buena ley. CONSIDERANDO: Que la tenaz y ridícula negativa de don Carlos de Lora más en un cargo que lo acrimina que una razón que le salva, siendo así que no ha presentado siquiera un testigo justificativo de lo mismo que niega tan constante como incalificablemente. CONSIDERANDO: Que a pesar de la conducta tranquila, la edad avanzada y la numerosa familia de don Juan Luis Franco Bidó, este bien pudo en el momento de estar en la Plaza y entre los revoltosos, viciar su carácter, desconocer sus años y olvidar su prole arrastrado por el raudal impetuoso de la revolución. CONSIDERANDO: Que las razones que en pro de su conducta ilegal y criminosa presenta don Pedro Ignacio Espaillat, no son admisibles ni aun al criterio más nulo. CONSIDERANDO: En fin, que todos cuatro, sin razón ni derecho se hicieron reos en primer lugar de ingratitud a su antigua Madre Patria la noble y caballerosa España que después de cuarenta y tantos años de separación los vuelve a acoger en su seno olvidando el pasado, y los acaricia y considera, bien así como el padre de la parábola del hijo pródigo. CONSIDERANDO: En segundo lugar, que todos cuatro espontáneamente y sin justicia admisible se han constituido reos de traición a la gloriosa bandera española que lleva bordada en cada uno de sus pliegues una fresca hoja de laurel imperecedero; a esa bandera que es tan conocida de todos los tiempos y de todos los pueblos a la cual han mecido blanda y cariñosamente las heladas César A. Herrera 608 brisas del polo y los ardientes céfiros de la zona tórrida, y a esa bandera en fin que ellos debían tener a orgullo que ondease en los arruinados y viejos muros de sus fuertes destruidos tantas veces por las continuas guerras civiles que asolaban este mísero y desgraciado país. CONSIDERANDO: Por último, que quien voluntaria, libre y espontáneamente se hace reo de los dos más feos crímenes que tiene la humanidad, a saber, la ingratitud y la traición, no merece que se le trate como hijo y amigo, sino como paria y extraño. CONCLUYO POR LA REINA: Que don Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora, don Juan Luis Franco Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat, sean condenados a la última pena, según marca la ley desde diez y siete de abril de mil ochocientos veinte y uno, el artículo ciento setenta y ocho del Código Penal civil y demás reales órdenes vigentes. Santiago de los Caballeros, diez y siete de marzo de mil ochocientos sesenta y tres. Firmado: Francisco Dié y Pescetto Declaración de don Ulises Francisco Espaillat Diligencia de haber entregado el proceso a los defensores. Diligencia de haber devuelto el proceso a los defensores. Diligencia de haber avisado a los capitanes para el Consejo Diligencia de haberse reunido el Consejo y presentándose los reos don Juan Luis Franco Bidó y don Eugenio Perdomo Don Francisco Dié y Pescetto, capitán de la Tercera Compañía del Batallón de San Marcial número dos certifico: Que hoy veinte de marzo de mil ochocientos sesenta y tres, después de haber oído la misa del Espíritu Santo se ha juntado el Consejo en la casa del señor brigadier gobernador de esta Plaza, presidido por el señor teniente coronel de artillería don Luis Anexión-Restauración 609 Bustamante y en el cual se hallaban de jueces los capitanes del Batallón de San Quintín don Fermín Daza y don Pablo Rodríguez y Vera; los de San Marcial don Juan Delgado y don Francisco Montaner, el de la Corona don José Lapuente y el del escuadrón de Santo Domingo don José de los Ríos; y habiéndose hecho relación de este proceso y leídas las defensas de los procuradores, fueron conducidos con buena custodia los reos don Juan Luis Franco Bidó y don Eugenio Perdomo y presentados al Consejo; y habiéndoseles tomado por mí juramento de decir verdad en cuanto expusiesen o contestasen y fueron preguntados por el señor (fiscal) presidente y vocales sobre los puntos de información que sobre ellos se han expuesto, todo con asistencia de sus respectivos defensores, y no produjeron en su descargo razón que aminore su crimen; y después de haber conferenciado y visto las defensas de los defensores, se volvieron los reos con la misma custodia a la prisión pasando el Consejo a votar; para que así conste todo, se pone por diligencia que firmo fecha ut retro. Firmado: Francisco Dié Voto 6º.- Hallándose plena y terminantemente probado el delito que se persigue en los reos don Eugenio Perdomo, don Pedro Ignacio Espaillat, don Carlos de Lora y don Juan Luis Franco Bidó, de cuyo delito se hallan confesos y convictos los dos primeros y convictos los segundos, les condeno a todos cuatro a la pena de muerte pasados por las armas con arreglo al artículo primero de la ley de 17 de abril de 1821 y disposiciones vigentes. Firmado: José de los Rios En los mismos términos que el voto anterior están redactados los siguientes: Voto 5º.- Firmado por don Francisco Montaner. Voto 4º.- Firmado por don Juan Delgado. Voto 3º.- Firmado por don José Lapuente. César A. Herrera 610 Voto 2º.- Firmado por don Pablo Rodríguez Vera. Voto 1º.- Firmado por don Fermín Daza. Voto del presidente .- Firmado por don Luis Bustamante. Gpc Sentencia Visto y examinado el proceso formado por el capitán del Batallón de San Marcial don Francisco Dié y Pescetto contra el paisano don Eugenio Perdomo, el general de Reservas de esta Isla don Juan Luis Franco Bidó, el coronel de las mismas don Carlos de Lora y el capitán de las propias milicias don Pedro Ignacio Espaillat, acusados de complicidad en la rebelión ocurrida en esta ciudad la noche del veinticuatro de febrero pasado y habiendo hecho relación de todo al Consejo de Guerra celebrado en este día, comparecido en él los reos don Juan Luis Franco Bidó y don Eugenio Perdomo, donde presidía el señor teniente coronel de artillería don Luis Bustamante; todo bien examinado, con la conclusión fiscal, defensas de los procuradores y habiendo oído el parecer del señor Asesor don Alejandro Angulo y Guridi, ha condenado en Consejo y condena a los referidos don Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora, don Juan Luis Franco Bidó y don Pedro Ignacio Espaillat a la pena de ser pasados por las armas, con arreglo a la ley de diez y siete de abril de mil ochocientos veintiuno por unanimidad de votos. Santiago de los Caballeros, veinte de marzo de mil ochocientos sesenta y tres. Firmado: Luis Bustamante, Fermín Daza, José Lapuente, Francisco Montaner, Pablo Rodríguez Vera, Juan Delgado, José de los ríos. Gpc Anexión-Restauración 611 Defensa de don Eugenio Perdomo Don Matías Ramos y Martín, subteniente abanderado del Segundo Batallón del Regimiento de la Corona número tres de Infantería y defensor nombrado por don Eugenio Perdomo, acusado de ser jefe de la rebelión, hace presente al Consejo y expone en favor de su defendido lo siguiente. No pretendo negar el hecho por el cual se juzga a don Eugenio Perdomo, él mismo lo ha confesado y a mí no me queda otra cosa que hacer como su defensor que probar no su inocencia; lo debería y de hecho sería una temeridad sin fundamento, puesto que está probada hasta la evidencia su participación; solo sí que en vez de aparecer autor de rebelión como lo califica el señor fiscal, no es más que cómplice de una asonada reputada por la ley de sedición, pero antes de combatir la acusación fiscal me circunscribiré a los hechos. Desde el día 20 del próximo mes pasado se susurraba en esta ciudad que en el pueblo de Sabaneta se había desplegado el pendón de la rebelión y que Guayubín y Monte Cristi habían corrido la misma suerte; que un general de las reservas provinciales llamado Lucas Peña estaba a la cabeza de la insurrección y que se había enarbolado en aquellos pueblos la bandera de la extinguida República Dominicana; lo que dio lugar a que las autoridades, con su buen celo, se preparasen tomando las medidas oportunas y el señor general gobernador de esta ciudad saliese con tropas para sofocar la insurrección quedando esta guarnición reducida a un número bastante pequeño de tropas. Desde ese momento principiaron a sentirse los movimientos de alarma en esta ciudad, manifestándolo la salida al campo de algunas familias, y de las mujeres de los barrios, costumbre que si no estoy mal informado tenían contraídas estos pueblos con las frecuentes invasiones haitianas; a esta consecuencia la autoridad gubernativa hubo de tomar las medidas que le parecieron oportunas a fin de hallarse en estado de hacer frente a los sucesos; y en la noche del infausto día veinte y cuatro de febrero, un número considerable de amotinados principiaron a dar voces por las calles y a pronunciar vivas a la República Dominicana. Don Eugenio Perdomo, mi defendido, 612 César A. Herrera joven de carácter exaltado y sin experiencia, se lanzó a la calle con una espada en la mano, desposeído completamente del conocimiento de su acto y trascendencia y se dirige a los grupos; encuentra uno que nada le dice, encuentra a otro donde ve algunos conocidos, y estos le comunican que se dirijen al Ayuntamiento que está reunido en la Casa Consitorial donde van a reclamar sus derechos perdidos de dominicanos; se une con ellos, llegan a la sala del cabildo y, como mi defendido se expresa con más facilidad que los que le acompañaban, le ceden la palabra y él, incauto, poco experimentado en semejantes materias, pues que su nombre no figura en ninguno de los cambios políticos, porque ha pasado este infortunado país, sin el conocimiento necesario del poder, valor y fuerza, del noble Gobierno de S. M. la Reina (q. Dios g.) dirige la palabra a los concejales y les pide lo que le habían dicho sus compañeros, expone el objeto de la rebelión, y una vez contestado por el Ayuntamiento, y teniendo conocimiento de que los presos de la cárcel quedaban abandonados y serían puestos en libertad, para que tomasen parte en el movimiento, se lanza a la plaza en compañía de Jacobo Rodríguez, con objeto de evitar en lo posible semejante suceso, puesto que si bien es cierto que se mezclaba en la rebelión lo hacía en la inteligencia de reclamar los derechos que creía le asistían por su nacionalidad, como otros muchos honrados ciudadanos, y con ellos, pero nunca mezclado con criminales, que desprestigian con solo su presencia cualquier causa por buena que sea, y menos contando con semejante apoyo; mas cuando llegó ya estaban fuera de la cárcel y alineándoles no sabe quién (pues no se fijó) el disgusto que este suceso le produce le desanima y le hace retirarse a su casa; al siguiente día a las once marcha al campo, en el que fue aprehendido y conducido a esta ciudad. Estos son los hechos por los cuales, señores, se le reputa a mi defendido como cabeza de la rebelión, y por los cuales se pide en la acusación contra él la pena capital, pena que en modo alguno le corresponde puesto que, como se ve, no solo no consta fuese jefe sino que ni aun tal se le puede considerar, no hallándose incluido, por lo tanto, en el artículo del Código Anexión-Restauración 613 Penal citado por el señor fiscal, por más que respete su parecer del cual difiero. Réstame, pues, tocar la prueba de testigos con que se le acusa, y probar enseguida que don Eugenio Perdomo no es autor de la sedición que se persigue y, por tanto, tampoco es acreedor a la pena que contra él se pide. Los testigos, para que a su declaración se pueda dar entera fe y crédito, y para poder condenar sobre su aserto a la última pena, es preciso que sean personas imparciales, que no tengan interés directo, ni indirecto, en el hecho que se averigua, y que lo sean de vista u oído, con otras circunstancias que determinan las leyes y que omito para no molestar por más tiempo la atención del Consejo; pero los que deponen en la presente contra don Eugenio Perdomo no reúnen esta cualidad, son todos, o la mayor parte de ellos, coacusados en el mismo hecho por el cual se persigue a mi defendido; y aun sin estas circunstancias, ¿qué dicen en sus declaraciones? Dicen lo mismo que ha confesado mi defendido en las suyas, y que yo repito hoy porque la verdad no puede oscurecerse, y yo faltaría a la noble misión de que estoy hecho cargo viniendo a sostener con falsedades o inexactitudes ante la ilustre corporación que me escucha, dicen solo y únicamente lo que mi defendido no ha negado, que dirigió la palabra al Ayuntamiento, que le dijo él solo con buenos modos, orden y compostura lo que le mandaron dijese y lo que hubieran dicho todos a voces y en desorden; ¿pero existe acaso una sola declaración que le marque como caudillo? ¿Existe un solo testigo que le marque como el autor de la rebelión? Ya que firmase documentos de clase alguna, ya siquiera que él arengase a los demás y se hiciese el cabeza, no ya de la rebelión en general como hubiera sido preciso para hallarse comprendido en el artículo que le incluye el señor fiscal, sino ni aún a los grupos que llegaron al Ayuntamiento. No señores, no existe un solo testigo de los muchos que declaran en el sumario que le marque como tal jefe, como tal cabeza de grupo siquiera, solo dice (repito lo que él no niega) que habló, que dijo, lo que le mandaron que hablase, por más que él pudiera y lo haya hecho de muy buena voluntad pero que su mucha o poca voluntad (cosa que pertenece a la conciencia) no le acrimina más 614 César A. Herrera ni menos, puesto que no tomó por sí la iniciativa y solo fue un intérprete que repetía con palabras más o menos floridas lo que le dijeron que expusiese, lo que en manera alguna le hace estar comprendido en el artículo 171, por más que se quiera decir que está confeso puesto que si bien declara se rebeló, dice también que no como autor sino como uno de tantos, cuya declaración no puede menos de tomar en consideración, puesto que si admite la declaración del reo en la parte que le perjudica, habrá también de tomarse en cuanto a la parte que le favorece, lo contrario sería un acto de injusticia manifiesta, un acto de arbitrariedad, un abuso indefinible, que no se comprendería, que no cabe en la instrucción del tribunal, y probado queda, pues, que la prueba de testigos en nada agrava la posición de mi defendido. El artículo 171 del Código Penal dice: «En el caso de que la rebelión no hubiese llegado a organizarse con jefes conocidos, se reputarán que lo son los que de hecho dirijan a los demás, o lleven la voz por ellos, o ejercer otros actos semejantes en representación de los demás». La base, el fundamento de la acusación es que llevó la voz; ¿puede comprenderse que esto signifique que repita lo que le dicen? No señores, esta interpretación sería torcida, es más sería hasta injusta e inmoral; y la ley carece de estos defectos; la interpretación es su lógica natural; supone el caso de existir jefes conocidos, y que uno de los sublevados por sí y ante sí, sin iniciativa alguna se constituye en el cicerón, digámoslo así, de los insurrectos; y por si ante sí, pida, haga, diga y hable como cosa acordada tratada y hablada, lo que le pareciere; en tal caso le comprendería el artículo mencionado últimamente, pero no en modo alguno al que cual mi defendido repita con estas o las otras palabras lo que se le suplique; por lo tanto lógica y natural es su interpretación; sabido es de todos que lo acontecido en esta ciudad tuvo su origen en el pueblo de Sabaneta, donde los rebeldes proclamaron jefes, que oficiaban a otros pueblos (como sucedió con San José de las Matas); y si bien es verdad que don Eugenio Perdomo tomó la palabra en el Ayuntamiento, por los motivos que se expresan en la sumaria y que ya tengo el temor de haber hecho mención, no por esto debe reputársele jefe o cabeza de la rebelión, había otros que acaudillaban la Anexión-Restauración 615 facción en esta ciudad, y mi defendido no ha sido más que uno de tantos ilusos arrastrados por la impetuosidad de su carácter, y por su poca experiencia, como dije en un principio. Por lo tanto, implorando a su nombre la magnanimidad del ilustre Consejo, los sentimientos nobles y generosos de nuestra Augusta Seberana; concluyo suplicando se le declare no ser mi defendido cabeza de la rebelión y se repute para la aplicación de la pena en el caso que marcan los artículos 177, 178 del Código Penal, por encontrarlo arreglado a justicia. Santiago de los Caballeros, 20 de marzo de 1863. Firmado: Matías Ramos César A. Herrera 616 A.G.I. CUBA 1014 B Defensa de don Carlos de Lora Don Matías Fernández y Sanz, subteniente de la Tercera Compañía del Segundo Batallón del Regimiento de la Corona número tres de Infantería y defensor nombrado por el coronel de Reservas Provinciales don Carlos de Lora, acusado por los acontecimientos que tuvieron lugar en la noche del veinte y cuatro de febrero próximo pasado. Mucho podría hablar sobre los acontecimientos que han dado lugar a estas actuaciones y particularmente al tratar de la parte que se le supone en ellos a mi defendido. Sin embargo procuraré no molestar al Consejo con inútiles digresiones que no reportarían ventaja alguna a la claridad que debe llevar una defensa ni tampoco a poder ilustrar a un Consejo, que desde luego comprendo no necesita de mis cortas luces para juzgar con la conciencia y rectitud que debe caracterizar a todo tribunal. Pasaré a rebatir con razones a mi parecer claras y sucintas los cargos que el señor fiscal hace a mi defendido. Primero: en la acusación fiscal le acusa de no haberse presentado al Gobierno Superior Militar como era su deber desde el momento que oyó los tiros o vio el movimiento revolucionario; debo hacer presente al Consejo que ignorando mi defendido como la mayor parte de los de su clase, la ordenanza militar, habiendo recibido orden del señor general gobernador interino al presentarse al llamamiento de dicho señor gobernador el día anterior al que tuvieron lugar los acontecimientos y habiendo recibido orden Anexión-Restauración 617 de este señor para regresar a su casa y permanecer en ella hasta que se le llamara; es indudable que mi defendido creyó cumplir con su deber esperando el llamamiento de la autoridad militar, a la que está subordinado y a la que en mi concepto debía obedecer puntualmente. En cuanto que mi defendido se asociase a los insurrectos y les sirviera de jefe, no está a mi parecer suficientemente probado este cargo; pues si bien aparece por las declaraciones de José Haché y Rancaño también es verdad que tanto las declaraciones de estos como las de José Echavarría, Ramón Hernández y Juan de la Cruz Ureña no pueden merecer crédito suficiente para probar la parte de complicidad que el señor fiscal quiere suponer tuvo mi defendido, y si el señor fiscal hubiera examinado la conducta y los antecedentes de los cinco que deponen en contra de mi efendido, hubiese visto que el primero estaba sumariado por heridas, el segundo, tercero y cuarto por robo, y el quinto, que es el que más favorece a mi defendido, pues solo lo acusa de haberlo visto en la calle del Cementerio corroborando con este dicho lo que a mi defeniddo dice en su declaración de haber regresado a su casa por detrás de la cárcel teniendo por consiguiente que atravesar dicha calle, también se halla preso por complicidad o sospecha de haberse unido a los insurrectos, y según el artículo tercero, libro segundo, título primero, capítulo nueve, sección segunda de las Reales ordenanzas no pueden ser testigos. El segundo cargo que se hace a mi defendido es la tenaz y ridícula negativa y el no presentar ningún testigo justificativo; en cuanto a su obstinación en negar, no conoce desde luego, es el temor de la ignorancia en que está todo el que como mi defendido se ve por primera vez envuelto en un sumario; de la ignorancia de las leyes que le juzgan y del temor que tiene a estos actos que ellos no estaban acostumbrados a ver en la extinguida República. En cuanto a que no presentó ningún testigo justificativo, debe tener presente el Consejo que mi defendido vive solo; que en esa noche, después de ponerse el sol, las pocas familias que habían quedado en esta población se cerraron en sus casas; y además que siendo el vecindario donde vive mi defendido uno de los más despoblados de esta 618 César A. Herrera ciudad, nada tiene de extraño no encontrara ninguna persona que le viera entrar en su casa. Otro de los cargos que se hace a mi defendido es el trabajar en el obrador de don Ramón Almonte y no haber oído a este hablar sobre la revolución, siendo así que es uno de los que se dice se halla a la cabeza de ella; de aquí se deduce, según el parecer del señor fiscal, que mi defendido, en el mero hecho de trabajar en dicho taller debe ser de la opinión del señor Almonte y espiarle sus acciones y estar enterado de sus conversaciones con los amotinados; cosas todas ajenas a todo hombre de orden y amigo del trabajo como es mi defendido, porque ¿qué le importa a un artesano que el que le proporciona trabajo sea de la opinión que quiera? Con tal que su trabajo sea pagado puntualmente no debe atender a más. Hasta aquí creo haber llenado mi deber rebatiendo al señor fiscal sus cargos que creo no se hallan muy bien fundados; ahora me queda llenar un pequeño vacío que me queda y en el cual pienso hacer conocedor al Consejo de algunos sucesos que, además de bastar por sí solos para atenuar los cargos que se imputan a mi defendido, son de mucha mayor fuerza en atención a que no aparecen cargos vehementes contra mi defendido. Debe el Consejo tener presente que mi defendido, durante la extinguida República, fue once meses guardaalmacén del Fuerte de San Luis, destino en mi concepto que le hace aparecer como uno de los de más confianza para un gobierno; que el día que se izó el pabellón español fue como de los más entusiastas; que estando confeccionando unos fuegos artificiales para quemarlos en celebridad de tan fausto acontecimiento, se le prendió fuego a una pólvora que tenía en la mano derecha y cuya herida puede manifestar al Consejo; y por consiguiente creo que un coronel de estos antecedentes que no cuenta con influencia sobre las masas del pueblo para poderlas manejar a su antojo, que no cuenta con recursos pecuniarios para poder sostener esas mismas masas que siempre se posan de parte del que más les ofrece y cumple. No apareciendo como no aparece dicho señor en la causa con malos antecedentes y sí como hombre laborioso y tranquilo; ¿se puede creer que haya esperado el momento en que un gobierno justo y benigno rige la suerte del país para ponerse a la cabeza de Anexión-Restauración 619 una revolución tan descabellada como la que se acaba de sofocar? El Consejo tomará en cuenta estas razones que tanto dicen en favor de mi defendido. Todo lo expuesto evidencia la poca culpa de mi defendido por lo cual, pido y suplico al Consejo se sirva eximir de la pena capital al coronel don Carlos de Lora, y le señale alguna extraordinaria que sea compatible con su rectitud y conocida piedad. Santiago de los Caballeros, veinte de marzo de mil ochocientos sesenta y tres. Firmado: Matías Fernández César A. Herrera 620 A.G.I. CUBA 1014 B Defensa del general don Juan Luis Franco Bidó Don Ramón López y Marí, teniente de la Tercera Compañía del Batallón de San Marcial número 2 de Infantería y defensor nombrado por don Juan Luis Franco Bidó, general de las Reservas Provinciales de esta Isla y alcalde ordinario de esta ciudad de Santiago, acusado por los acontecimientos que tuvieron lugar en la noche del veinticuatro de febrero último. Señores presidente y vocales. Vengo a la presencia de V. SS. honorables miembros de la Comisión Militar permanente a desempeñar una misión noble y sagrada, vengo pues a defender la causa de un hombre anciano y honrado, padre de una numerosa familia y cuya conducta pública y privada está exenta de toda tacha. Don Juan Luis Franco Bidó, como miembro del Ayuntamiento, y su presidente interino, asistió a la sesión extraordinaria que en la noche del veinte y cuatro de febrero citado celebró la Corporación, y tuvo la desgracia de verse casi forzado por sus compañeros para pasar a la plaza de armas, donde existían un grupo de hombres sublevados contra el legítimo Gobierno de S. M. (q. Dios g.) con el fin laudable de hablarles a nombre del Ayuntamiento que se retirasen a sus casas, pero como sucede comunmente en tales asonadas, el tumulto y la gran vocería era tal que no pudo dirigirse al grupo y llamó a dos individuos para que impusiesen silencio y explicar a los que allí estaban el objeto de su comisión; cuando de esto se trataba, se rompió el fuego por las tropas que iban a desvanecer el tumulto y como también los Anexión-Restauración 621 insurrectos principiaron a hacer fuego, se persuadió el señor Bidó que nada podía ya hacer allí y se retiró a la Sala Capitular para dar cuenta a los demás miembros del Ayuntamiento. Pero no podía figurarse mi defendido que de una acción tan sencilla en apariencia y como el mismo la rebate, pudiera formársele una causa criminal pidiéndose contra él, por el señor acusador fiscal, la pena capital y no hay nada más cierto, pero como para apremiar las pruebas contra mi defendido es de rigurosa justicia que estas sean deducidas de las declaraciones de los testigos que contra él deponen, entro de lleno a probar quiénes son estos testigos y cuál sea su moralidad; deponen contra don Juan Luis Franco Bidó y se llaman estos Manuel Rancaño, José Echavarría, José Haché, Ramón Hernández y Juan de la Cruz Ureña. El primero está acusado y procesado criminalmente por complicidad de robo de mercancías y efectos en la casa de comercio de don Pedro Tió de esta ciudad siendo dicho individuo el que ocultaba los efectos robados en su casa. El segundo, José Echavarría, está acusado y sumariado por robo de cerdos de complicidad con otros facinerosos, que en época pasada tenían ranchería para robar cerdos en las montañas del Limón camino de Puerto Plata. El tercero, José Haché, está también encausado por heridas. El cuarto, Román Hernández, está sumariado por vago y ladrón cuatrero y el último está preso por sospechoso de hallarse en la rebelión. Los cuatro primeros estaban encarcelados y se les instruía su sumaria como lo demuestra el Oficio del señor alcalde mayor del partido que reverentemente acompaño. Concluyo suplicando a los señores del Consejo que, por lo que dejo expuesto, tengan compasión y caridad por mi defendido y por su larga familia que todos imploran por la vida de su querido padre, y se dignen indultarle de la pena capital, señalándole la que en su ilustre criterio crean más justa y llevadera. Santiago de los Caballeros, 20 de marzo de 1863. Firmado: Ramón López César A. Herrera 622 A.G.I. CUBA 1014 B Defensa de don Pedro Ignacio Espaillat Don José María Cuervo y Muñiz, teniente ayudante del Batallón de San Marcial número dos de Infantería y defensor nombrado por el capitán de reservas activas del país don Pedro Ignacio Espaillat, acusado de complicidad en las ocurrencias que tuvieron lugar en esta Capital la noche del día veinticuatro y veinticinco del mes de febrero próximo pasado. Señores presidente y vocales. DEFENSA Al presentarme por primera vez de mi vida militar ante este ilustrado Consejo a desempeñar un destino que, si bien por mi lado me honra, y me llena de la más completa satisfacción, por otro confieso que su gravedad me turba; confunde mi imaginación y hace que todo mi ser experimente un indescriptible e inusitado temor, no solo por la actitud imponente de tantos jueces cuya presencia me es tan respetable, no solo por la causa que da motivo a esta asamblea, sino también por la convicción íntima que tengo, por fuerte que sea mi conciencia y sinceros mis deseos, me acompaña a la vez para desempeñar tan difícil tarea la insuficiencia de mis luces y las flaquezas de mis fuerzas que se hacen sentir más que sensiblemente al reflexionar que de estos esfuerzos dependen la suerte de un honrado padre de familia, la felicidad de una esposa, la subsistencia, la felicidad y el Anexión-Restauración 623 porvenir de unos infelices hijos, que entregados a mi impotente habilidad, debe mi voz defender por ellos en este día, todo lo que tiene más caro el hombre sobre la tierra, la vida, la honra y la familia. Pero toda esta intranquilidad, todos estos temores, señores, desaparecen por la sola consideración que el señor presidente y vocales que componen tan Ilustre Tribunal están animados de los más bellos y nobles sentimientos que distinguen el corazón humano y de las más grandes virtudes civiles y militares que adornan a un buen magistrado, descollando, por decirlo así, entre todas aquellas que particularmente distingue a todos los españoles, y que es el más bello ornamento del hombre; quiero decir… la consideración y la clemencia. Animado, pues, de tan consoladoras convicciones y poniendo toda mi confianza en la imparcialidad de los jueces y en la causa que patrocino como en el noble instinto que la Providencia ha sembrado en el corazón de todos los hombres, como es el amor de sus semejantes, manantial fecundo de todas las buenas actuaciones, vengo, pues, animado de estos deseos a identificarme, por decirlo así, con la suerte de mi cliente, para defenderle con todo mi corazón y con todo mi entendimiento de la acusación que contra él pesa por ante VV. SS., señores presidente y vocales de esta respetable corporación. Está acusado, señor presidente y vocales, por ante VV. SS. el señor don Pedro Ignacio Espaillat, natural de esta ciudad, de estado casado, padre de siete hijos, hombre honrado y laborioso e intachable en su conducta como lo prueban todos sus antecedentes, nada menos que del crimen de rebelión, ingratitud y de traición, y pide contra él el señor fiscal nada menos también que la pena de muerte. Señores: Por grande que sea la confianza que tiene el hombre acusado de la integridad y capacidad de los señores jueces ante quienes se le hace comparecer para ser juzgado, es un derecho de que el hombre no puede prescindir de discutir, ante todo con respeto, acatamiento y reverencia, si la autoridad judicial que le interroga, que le prende, que le oye, que le condena, o que lo absuelva; es aquella que la ley ha erigido y ha revestido con autoridad suficiente y con prioridad al hecho imputado. 624 César A. Herrera Es un principio de la constitución que nos rige (Art. 9º.) que ningún español puede ser procesado ni sentenciado sino por el juez o tribunal competente en virtud de leyes anteriores al delito y en la forma que estas prescriben; dispone también el artículo 19 del Código Penal, que no será castigado ningún delito ni las faltas de que solo pueden conocer los tribunales con pena que no se halle previamente establecida por la ley, ordenanza o mandato de la autoridad a la cual estuviese conferida esta facultad. Es otro principio universal de jurisprudencia que ninguna ley tiene efecto retroactivo. ¿Si esto es cierto como ser atributivo de la jurisdicción militar hechos que, si bien existiesen, no lo serían nunca más que de la jurisdicción real ordinaria? La publicación de la Ley Marcial, la declaración del estado de sitio por la autoridad competente no sustraen en ningún caso a los súbditos de S. M. la Reina (q. Dios g.) de las garantías que la carta constitucional les confiere, por los errores que cometiesen en el estado normal de la sociedad, por la promulgación posterior, en vista de circunstancias apremiantes, de fórmulas protectoras y de jurisdicciones en que tiene el hombre garantizados sus derechos por la amplitud de la defensa y por la madurez del juicio. Si las medidas enérgicas y necesarias que puede y debe tomar la autoridad en casos dados y urgentes implicasen el principio que sus efectos se extendiesen retroactivamente a lo pasado, y no exclusivamente al porvenir ¿a dónde iría a tener la sociedad? La ley de diez y siete de abril de mil ochocientos veinte y cinco puesta en vigor por el bando del Excmo. señor capitán general de esta Isla, como también los artículos 167 y seguidos del Código Penal, sostiene idénticamente las mismas salvaguardias; el primero siquiera para establecer y definir jurisdicción, la publicación de un bando fijando un término corto a los habitantes revoltosos para que se retiren a sus hogares domésticos y, por consiguiente al orden; por el segundo, la autoridad gubernativa intimará hasta dos veces a los sublevados para que se disuelva; es esta intimación en uno y otro caso la que fija y determina la jurisdicción a que pertenece cada reo, el que después de ella, sea civil o militar, remite a la fuerza armada Anexión-Restauración 625 o hace resistencia a la tropa o milicia que le prende, pertenece al Consejo de Guerra. El que no resiste al prenderle la autoridad civil pertenece a los tribunales ordinarios, ya sea militar ya sea civil; en este último caso se encuentra mi defendido Pedro Ignacio Espaillat dejando sin embargo el sano criterio de VV. SS. la apreciación de estas razones que expongo como un deber de que no puedo prescindir en obsequio de mi cliente. Entrando en materia, diré ¿qué pruebas hay en el proceso para apoyar tan grave esta acusación? No hay otras que la de haberle visto aquella noche un testigo en la Calle del Cementerio y otro en el Ayuntamiento, ninguno de ellos dice que mi defendido llevase armas ni que vociferara en sentido subversivo. A las siete de la noche del veinte y cuatro del mes próximo pasado se encontraba mi cliente en manga de camisa en la esquina de la casa de don Gaspar Pou, inmediaciones donde el reo a quien defiendo tiene su pulpería y familia, circunstancia que prueba algún tanto que Pedro Ignacio no pensaba en aquellos momentos más que en sus asuntos domésticos, si más después se unió a la multitud revolucionaria, también se ve en el proceso formado que mi defendido, después de los primeros tiros en la Plaza de esta Capital, se retiró a pasar la noche en una estancia en las inmediaciones de la ciudad, volviendo a ella a las primeras horas del siguiente día veinticinco para disponer la salida de su esposa e hijos al poblado con el nombre de Jacagua; lo que así ha verificado, marchándose él después en dirección al Palmar donde tiene un hermano, lo que verificó poniéndose en el camino para salvar este pensamiento, habiendo desistido de esta idea sobre su marcha, por haber pensado que la hospitalidad que iba a pedir a su hermano podía, en vista de las actuales circunstancias, comprometerle; causa que le obligó a retroceder y a dirigirse al punto de Jacagua donde tenía su esposa y demás familia, no pudiendo tampoco realizar este pensamiento, pues en el camino fue preso por el alcalde pedáneo José Ramón Gómez, cuya declaración de dicho pedáneo falta en el proceso instruido, para con ella dar mayor fuerza a la circunstancia de haberse entregado sin la menor resistencia a dicha autoridad conduciéndole a este Fuerte de San Luis donde se encuentra. 626 César A. Herrera Estos son, señores, los hechos; y de ellos se desprende más que evidentemente la no tan grave culpabilidad de mi defendido, la falta de premeditación de conspirar, y finalmente la de no haber tenido predisposición alguna para declararse contra la autoridad de nuestra Augusta Soberana, puesto que hasta el momento de la ocurrencia, durante ella y después nada hay que pruebe intención hostil de rebelarse. No será superfluo llamar insistentemente la atención del Ilustre Consejo sobre los hechos ocurridos en la noche del veinte y cuatro, me limitaré tan solo a decir que tan pronto como nuestros soldados se dispusieron a la defensa y después de unos cuantos disparos y cargas a la bayoneta, consiguieron ver dispersa la nube que por un instante oscureciera el horizonte de esta tranquila población. Si desgraciadamente todo lo que he expuesto no pesase en la mente de este respetable tribunal para exonerar a mi defendido de la grave acusación que contra él se presenta, si los argumentos que he creído de mi deber presentar en defensa del acusado fuesen insuficientes para escudarlo algún tanto de aquella, ¡ay! entonces vosotros que estais constituidos como jueces, árbitros del destino de este infeliz padre de familia, de este honrado ciudadano que sois hábiles para absolverle o condenarle, dejaos penetrar anticipadamente del cuadro desolador que presentaría una viuda cargada con el abrumante peso de siete hijos todos de tierna infancia anegada en llanto y con todo el miserable prospecto de la necesidad, y de la pobreza. Sed, pues, señores, benévolos y clementes jueces para todas estas infelices criaturas, mirad Vs. Vs., señor presidente y vocales, algún tanto con consideración al infortunado padre de aquellas; no les quiteis de un golpe su consuelo, su apoyo y toda su felicidad dejándolas en la más desamparada orfandad; por todo lo cual pido y suplico a este respetable Consejo se digne eximir de la pena de muerte que por el fiscal se pide, y castigarle con la pena inmediata con arreglo a las ordenanzas militares, por el crimen que se le imputa a mi cliente, Pedro Ignacio Espaillat. Santiago de los Caballeros, veinte de marzo de mil ochocientos sesenta y tres. Firmado: José Ma. Cuervo Anexión-Restauración 627 A.G.I. Cuba 1014 B Se consignan inmediatamente las siguientes diligencias: De hacer entrega del proceso al teniente coronel presidente de la Comisión Militar. Un decreto del presidente de la Comisión Militar para que se pase el proceso al señor capitán general de la Isla. Un decreto del señor capitán general de la Isla pasando el proceso al magistrado auditor de la Capitanía General. Dictamen del magistrado auditor He examinado con detención suma el proceso instruido contra don Juan Luis Franco Bidó, don Carlos Lora, don Pedro Ignacio Espaillat y don Eugenio Perdomo, condenados a la pena de ser pasados por las armas por unanimidad de votos por el Consejo de Guerra creado en virtud del estado excepcional, publicado en el Bando de V. E. de 26 de febrero último, reconociendo por fundamentos de la sentencia el hallar confesos a los unos y a todos convictos del delito de rebelión determinado en el Art. primero de la ley de 17 de abril de 1821. El auditor no vacilaría en manifestar a V. E. que hallando arreglada la enunciada sentencia a los méritos del proceso se sirviera prestarle su aprobación. No la propondremos, sin embargo, tan incondicionalmente, mientras no se corrijan y subsanen algunos defectos, que no por afectar más bien a la forma y situalidad del proceso que a su esencia, deben pasar desapercibidos. 628 César A. Herrera Nos referimos principalmente a la sentencia (folio 61) cuya redacción no está ajustada a los términos mismos de los votos de los vocales del Consejo, constituyendo una diferencia notable y fundamental. En los votos aparecen Eugenio Perdomo y consortes condenados como reos del delito de rebelión con arreglo al artículo primero de la de 17 de abril; en la sentencia se dice «acusados de complicidad en la rebelión» y condenados en virtud de la misma ley de 17 de abril pero sin determinar el artículo. Entre la complicidad y el grado de criminalidad que comprende el artículo primero de la citada ley puede decirse que existe un abismo. Los testimonios que se diesen de esta sentencia se hallarían en contradicción con la sentencia misma, o sea con el voto de los jueces; y además no parecería equitativo ni justo considerar a los cómplices en la rebelión comprendidos en el artículo primero y escala máxima de la penalidad. Los reos han sido acusados y condenados por haber conspirado directamente y de hecho a trastornar o destruir o alterar la constitución política de la Monarquía Española, según el texto expreso del artículo primero de la ley excepcional; han sido acusados y condenados por haber inducido, determinado, promovido o sostenido la rebelión o ser sus principales caudillos, según la letra y espíritu del Artículo 168 del Código Civil; han sido condenados o podido serlo por conjuración contra el comandante militar, oficiales o tropa en cualquier modo que se intente o ejecute, Art. 4º., título 3º. de las ordenanzas militares; o por conspiración sedición o motín contra el Real Servicio, seguridad de las Plazas y países pertenecientes al Reino Español o contra la tropa su comandante u oficiales según el artículo 26, título 1º, tratado 8 de las mismas ordenanzas, pero de ningún modo cómplices o meros ejecutores, que es el carácter y calificación que podría darse a los reos por la sola lectura del testimonio de la sentencia. De otra omisión vamos también a hacer mérito, aunque fácil de separación. Todo proceso o sumaria empieza por su razón de ser, por el auto de oficio o parte en que se refieren los hechos más o menos graves y criminales que han de ser objeto de la investigación judicial. En los delitos de rebelión que actualmente se persigue es aun de mayor necesidad este encabezamiento del proceso. El Anexión-Restauración 629 Código Penal, en el número 1 del artículo 169 establece que si los reos estuviesen constituidos en autoridad, o hubiese habido combate entre los rebeldes y la fuerza pública fiel al Gobierno o se hubiesen causado estragos que hayan puesto en peligro las vidas de las personas, sufran la pena de cadena perpetua a la de muerte. El artículo 167 del mismo Código impone la pena de muerte a los reos de rebelión que se abran públicamente y en abierta hostilidad contra el Gobierno; para destronar al Rey; para usar, ejercer o despojarle de las prerrogativas que la Constitución le concede; para sustraer el Reino o parte de él, o algún cuerpo de tropas, de la obediencia al Supremo Gobierno. Pues bien, en la causa de que nos vamos ocupando no existe este parte oficial que tanto se recomienda por su importancia; y aquí, donde tan sencillo ha debido ser allegar pruebas y documentos escritos y oficiales no resultan otros que las confesiones de los reos y el testimonio de los testigos más o menos complicados en los sucesos de la noche del veinte y cuatro de febrero último. Suponemos, con bastante fundamento, que el parte oficial obrará en la causa principal, y que el general gobernador y demás autoridades militares o civiles habrán dado o se les habrá pedido las correspondientes certificaciones o informes. Suponemos igualmente que obrarán en la causa principal testimonios del acta de la sesión celebrada por el Ayuntamiento de Santiago de los Caballeros en la noche del veinte y cuatro de febrero y de las diferentes comunicaciones que esta Corporación dirigió al señor gobernador exponiendo las razones para no estar en tan difíciles circunstancias al lado de la primera autoridad militar y civil, constituyéndose sin su permiso, probablemente contra el mandato de esta en sesión permanente y hasta que a las cinco de la mañana del día siguiente empezaron a arrestar a algunos de los concejales. La circunstancia de haberse formado piezas separadas respecto de los reos que resultaban convictos o confesos para no interrumpir el curso de las primeras actuaciones y no demorar la sentencia y su ejecución, con arreglo a lo dispuesto en el artículo 12 de la ley de procedimiento de 17 de abril, no impedía ni ha debido ser obstáculo para la unión a este proceso de los testimonios enunciados, y el asesor don Alejandro Angulo Guridi, que no previno la falta en el 630 César A. Herrera dictamen de 27 de marzo y que asistiendo a la reunión del Consejo no advirtió las diferencias que resultaban de la redacción de la sentencia con los votos de los vocales, ha incurrido en la censura que el auditor no podría excusar y que V. E. hará efectiva en el modo y forma que tenga por más conveniente. En cuanto al fondo de la sentencia dictada por el Consejo repetimos que la hallamos justa y arreglada a la resultancia de lo actuado. Don Juan Luis F. Bidó es triplemente culpable; como particular induciendo, determinando, promoviendo y sosteniendo la rebelión y contribuyendo en mucho a que llegara a consumarse, prestando su nombre a la muchedumbre que le aclamaba; consintiendo que penetrasen, sin protestar, en el local donde celebraba el Ayuntamiento sesión y oyendo a diferentes comisiones de hombres armados que en nombre del pueblo se declaraban en abierta hostilidad y rebelión contra el Gobierno de la Reina de España y la integridad de su territorio; es culpable como alcalde mayor y ordinario y, por consiguiente, constituido en autoridad civil, por haber cedido más o menos voluntariamente a las intimaciones y planes de los rebeldes e insurrectos consintiendo en que el Ayuntamiento se pusiese un jefe superior que le organizase y dirigiera por vías que nunca podían ser legales y sí muy expuestas a graves trastornos y lamentables desgracias; es culpable por no haberse negado y resistido, cuando tantos deberes y altas razones de un orden superior se le aconsejaban, a ser reconocido por la persona más caracterizada para representar al Ayuntamiento entre los revoltosos, mezclándose con ellos, preguntando por sus caudillos, escogiendo los más adictos al movimiento insurreccional y aguardando del llamado pueblo la confirmación y aprobación del nombramiento. Don Juan Luis F. Bidó es culpable, por confesión propia, de haber dado «Vivas» a la República Dominicana «Por el temor de que lo sacrificasen» y de haberse constituido con el Ayuntamiento como «mediador entre el pueblo y la fuerza». Y es por último culpable, prescindiendo de otros muchos cargos que contra el mismo resultan, como general y percibiendo sueldo del Gobierno, de haber estado en correspondencia con los ya Anexión-Restauración 631 declarados enemigos sin orden del gobernador militar bajo cuyas órdenes estaba, mezclándose en materias en inmediata conexión con el Real servicio, incurriendo por lo tanto en la pena de muerte prescrita en el artículo 5º., título 7º., tratado 8º. de las Reales ordenanzas militares, igualmente que en lo que se determina contra los que emprendiesen o indujesen a cometer cualquier sedición, conspiración o motín en el artículo 26, título 1º del mismo tratado. Las únicas excusas que ofrece contra tan tremendas acusaciones, es lo sano de su intención y la ignorancia de las leyes, ordenanzas militares y Código Penal Civil. Don Carlos de Lora, coronel de las Reservas y percibiendo sueldo como los demás reos en situación activa, es el único de los cuatro que no está confeso, pero sí plenamente convicto por el testimonio de varios testigos de haber sido unos de los jefes de la rebelión y de haber vitoreado a la República Dominicana y al general Bidó. También ignora las ordenanzas militares y leyes penales civiles, y al ser reconvenido por no haberse presentado la noche del 24 y día siguiente al señor gobernador de la Plaza contesta que le pareció muy natural quedarse tranquilo en su casa. Don Pedro Ignacio Espaillat, capitán de las Reservas, confiesa haberse unido a los insurrectos del Fuerte Dios, que pensaban aclamar la República y que emprendió con ellos el movimiento hacia el pueblo yendo él a la cabeza. Que en la Plaza al presentarse don Juan L. Franco Bidó le nombraron jefe con don Vidal Pichardo y don A. Almonte para que les ayudase; pero que a continuación se oyeron los tiros y se dirigió al campo y Fuerte de Dios donde le hicieron creer que al día siguiente se arreglaría todo; que por la mañana volvió al pueblo, se consideró comprometido y huyó arrestándole en el camino el pedáneo don José Ramón Gómez; que no se presentó al señor gobernador por creerse más útil a la humanidad entre los que se reunió para evitar desgracias y efusión de sangre, que al lado de aquel donde no tenía tropas que mandar. Ante estas confesiones no hay otra excusa y defensa que el testimonio de la conciencia tranquila y buena intención que nos dice abrigaba el sumariado. Don Eugenio Perdomo, paisano; confiesa haberse incorporado a un grupo de hombres armados que iban a pedir al Ayuntamiento 632 César A. Herrera protección y el que se pusiera a la cabeza del pronunciamiento; que él como mediador tomó la palabra para que la Corporación avisase al gobernador y se pusieran ambas autoridades de acuerdo evitando de este modo la efusión de sangre y desgracias consiguientes; que el Ayuntamiento les contestó que se estuvieran quietos sin armar desórdenes hasta que poniéndose de acuerdo con el gobernador de la Plaza se zanjaran las dificultades y entonces les dirían lo que deberían hacer; que habiendo oído decir se le achacaba la fuga de los presos se llenó de temor por parecerle feo el delito, y salió del pueblo a caballo afeitándose antes para que no le conociesen y, por último, que acompañó a los revoltosos por persuasión. A esta declaración propia hay que añadir la de diferentes individuos del Ayuntamiento que convienen que el Perdomo se presentó armado diciendo que querían y estaban decididos a reconquistar sus derechos de nacionalidad y de dominicanos libres. El ejemplo y prueba de la alucinación fatal de que ha sido presa el Perdomo, nos los suministran las revelaciones del teniente coronel del Batallón de San Marcial, don Joaquín Zarzuelo, y el regidor don Vicente Morel, folios 13 y 43 vuelto. De todo lo cual se deduce que el alzamiento de Santiago de los Caballeros en combinación con los de otros puntos de la misma Provincia se verificó públicamente, en abierta hostilidad contra el Gobierno y de un modo violento y arbitrario, y que si en todos sus autores y principales promovedores no se reconoce un principio de perversidad y de corrupción, han entrado por mucho en su realización ambiciones ilegítimas e innobles de gentes turbulentas y pérfidas. Ambiciones a las que es preciso poner un freno eficaz y poderoso, si la autoridad y el Gobierno han de responder a sus fines de orden y se ha de desenvolver en esta Isla el principio y germen de progreso, civilización y de paz en el cual se encierra todo su porvenir. Algo valen para un país sus instituciones políticas y la base fundamental de la Monarquía en que descansan las nuestras, para permitir a un puñado de hombres revoltosos el cambiarlas en república o en la forma que mejor cuadre a sus culpables intentos o retrógrados instintos. Pocos días hace se celebró en la Isla el segundo aniversario de su reincorporación a España. Anexión-Restauración 633 Actos legítimos y de derecho internacional han sancionado y revalidado después un acontecimiento provocado en su origen por el solo impulso e interés del Gobierno que legítimamente la representaba. Desde entonces la Isla y Provincia de Santo Domingo, como la de Puerto Rico y Cuba, pertenece de hecho y de derecho a la integridad de los dominios de España; y el dominicano como el castellano o andaluz que se alza en rebelión abierta contra el Gobierno proclamando la república y provocando combates con la fuerza pública se hace reo de un delito que las leyes excepcionales militares, políticas y civiles señalan con la última pena. Expiación dolorosa y terrible, pero justa y necesaria, para que sea una amenaza viva y perenne contra el rebelde y una prenda segura de paz y de concordia entre los ciudadanos honrados, sin distinción de colores y de matices. En conclusión: propongo y someto a la consideración de V. E.: 1º. Que se una a la presente causa testimonio del parte oficial que debe obrar en cabeza de la principal, o en otro caso copia debidamente autorizada de la comunicación remitida a V. E. por el señor gobernador de la Plaza de Santiago con fecha 25 de febrero último, referente a los sucesos que tuvieron lugar en la misma la noche del día anterior. 2º.Otro testimonio del acta de la sesión celebrada por el Ayuntamiento la noche del 24, en razón a haber servido de fundamento a varios de los cargos hechos a don Juan L. Franco Bidó. También sería conveniente, aunque no les recomendamos rigurosamente y necesariamente, los relativos a las comunicaciones que se dicen remitidas por el alcalde, en representación de la municipalidad, al señor gobernador de la Plaza, en las que se daba cuenta de las pretensiones de los insurrectos, estado de los ánimos, y probablemente consejos y pareceres sobre las medidas que debieran adoptarse en vista de los acontecimientos que se preparaban y se realizaron. Las actuaciones adjuntas, aunque aparecen ramo desprendido del tronco principal son, por la gravedad de la pena impuesta y reos a quienes alcanza, de una importancia histórica judicial y debe procurarse que resalte en ellas y resplandezca la luz y clara verdad de la justicia. César A. Herrera 634 3º Igualmente deberá unirse a la causa un ejemplar del Bando en que se publicó la ley marcial por el señor gobernador de la Plaza con expresión de la hora de su publicación por medio de diligencia. Y 4º. Que se redacte por el final nueva sentencia que firmarán los SS. vocales y presidente del Consejo de Guerra arreglándose en ella a los testimonios precisos de los votos que la anteceden, según lo tienen previsto las ordenanzas y es de justicia. De haber dado cumplimiento a los cuatro puntos que abraza la conclusión de nuestro dictamen deberá dar conocimiento a V. E. el presidente de la Comisión Militar, procediendo después y sin necesidad de nueva consulta a la autoridad de V. E., a la ejecución de la precitada sentencia, salvo que con más elevado criterio tenga a bien resolver V. E. lo que mejor corresponda a los altos fines del mando Superior que tan dignamente ejerce. Santo Domingo, 3 de abril de 1863. Firmado: Mauricio Hernando Navas (Hay un sello en tinta que dice: «Capitanía General de Santo Domingo, E. M.»). Santo Domingo, 9 de abril de 1863. De conformidad con el precedente dictamen apruebo la sentencia pronunciada por la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente contra el general de las Reservas Provinciales don Juan Luis Franco Bidó, alcalde ordinario de Santiago de los Caballeros, el coronel de las propias Reservas don Carlos de Lora, el capitán de las mismas don Pedro Ignacio Espaillat y el paisano don Eugenio Perdomo; ejecútese previa unión a este proceso de los documentos que expresa el anterior dictamen con las circunstancias que respecto a ellos se manifiestan, redacción de sentencia de que se hace mérito con lo demás que indica el señor auditor de guerra. Vuelva esta proceso Anexión-Restauración 635 al señor presidente de la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente para los fines que son consiguientes. Santiago, enmendado, vale. Santiago, 15 de abril de 1863. Pase al señor fiscal para que llene los extremos que abraza el mandato del Excmo. señor capitán general a fin de reunir el Consejo de Guerra, para la redacción, que se previene, de la sentencia. El T. C. presidente de la C. Mr. Firmado: Luis Bustamante Diligencia de haber recibido la causa del T. G. Jefe de la Comisión En la ciudad de Santiago, a los quince días del mes de abril del mismo año, el señor fiscal recibió del teniente coronel de artillería jefe de la Comisión Militar don Luis Bustamante esta causa; y para que conste por diligencia lo firmó dicho señor fiscal de que yo, el secretario, certifico. Firmado: Dié Benito Gimeno Diligencia de unir a esta causa un testimonio En el mismo día dispuso el señor fiscal se uniese a esta causa un testimonio de los dos oficios del señor gobernador interino de esta ciudad, el acta del Ayuntamiento y otro oficio de este no haciéndose de la copia del oficio que dicho señor general remitió al Excmo. señor capitán general de la Isla con fecha veinte y cinco de febrero pasado, ni la del Bando de publicación de la Ley Marcial de igual fecha, por no haberse encontrado dichas copias en el Gobierno de César A. Herrera 636 esta ciudad, como se ve por el oficio de la misma que se une a continuación; y para que conste por diligencia lo firmó dicho señor fiscal lo que certifico. Firmado: Dié Benito Gimeno Figuran a continuación las copias de los oficios mencionados en la diligencia anterior y la del acta del Ayuntamiento en la sesión de la noche del 24 de febrero de 1863, así como copias de los oficios cursados en esa noche al general gobernador interino, documentos ya reproducidos en otra Sumaria copiada. Anexión-Restauración 637 A.G.I. Cuba 1014 B Gobierno Militar de Santiago No me es posible remitir a V. S. la copia de la comunicación que el general gobernador interino don A. Michel pasó al Excmo. señor capitán general en 25 de febrero último con motivo de las ocurrencias de esta Capital, que V. S. solicita en su atento oficio de esta fecha, como igualmente el mismo documento del Bando con que se publicó la Ley Marcial a consecuencia de los referidos sucesos, por no encontrarse en la correspondencia archivada de este Gobierno; no pudiendo dar explicaciones el referido general Michel acerca del particular por hallarse en la Villa de Moca, pero lo verificará tan pronto regrese a este punto. Dios guarde V. muchos años. Santiago, 15 de abril de 1863. El general Gob. Firmado: José Hungría Señor presidente de la Comisión Militar. Al margen dice: Santiago, 15 de abril de 1863. Al señor fiscal para que se una a la causa haciendo constar por diligencia la imposibilidad de unir los documentos que expresa el oficio. El T.C. presidente de la Comisión Militar. Firmado: Luis Bustamante César A. Herrera 638 Deiligencia de haber recibido un oficio del señor presidente de la Comisión En el mismo día, mes y año el señor fiscal recibió un oficio del señor general gobernador transmitido por el señor teniente coronel presidente de la Comisión Militar con la autorización de dicho señor general para reunir de nuevo el Consejo de Guerra que vio y falló esta causa, a los fines que se mencionan en el dictamen del señor auditor de guerra y aprobación del Excmo. señor capitán general que aparece a folios sesenta y dos y siguientes de esta causa; y para que conste por diligencia se une dicho oficio y lo firmó el señor fiscal de que certifico. Firmado: Dié Benito Gimeno Gobierno Militar de Santiago Contestando a su atenta comunicación de esta fecha puede V. S. desde luego reunir a los S. S. vocales de la Comisión que tan dignamente preside para evacuar asuntos de su pertenencia, debiendo advertirle que el capitán de caballería don José de los Ríos salió para Santo Domingo con una comisión reservada del servicio. Dios guarde a V. muchos años. Santiago, 15 de abril de 1863. El general gobernador Firmado: José Hungría Señor presidente de la Comisión Militar. Al margen dice: Santiago, 15 de abril de 1863. Al señor fiscal para los efectos consiguientes. El T. C. presidente de la Comisión Militar. Firmado: Luis Bustamante Anexión-Restauración 639 Siguen después las siguientes diligencias: Diligencias de haber avisado a los vocales y suplentes para el Consejo de Guerra. Diligencia de haberse reunido de nuevo el Consejo Sentencia Visto y examinado el proceso formado por el capitán del Batallón de San Marcial don Francisco Dié y Pescetto, contra el paisano don Eugenio Perdomo, el general de milicias de reserva de esta Isla don Juan Luis Franco Bidó, el coronel de las mismas don Carlos de Lora y el capitán de las propias reservas don Pedro Ignacio Espaillat, reos del motín que tuvo efecto en esta ciudad la noche del veinticuatro de febrero pasado, y habiendo hecho relación de todo al Consejo de Guerra presidido por el señor teniente coronel de artillería don Luis Bustamante, y comparecido en el ya dicho Consejo de los reos don Juan Luis Franco Bidó y don Eugenio Perdomo; todo bien examinado con la conclusión fiscal, defensas de los procuradores, y oído el parecer del asesor don Alejandro Angulo Guridi, ha condenado y condena el Consejo de Guerra a don Eugenio Perdomo, don Juan Luis Franco Bidó, don Carlos de Lora y don Pedro Ignacio Espaillat a ser pasados por las armas con arreglo al artículo primero de la ley de diez y siete de abril de mil ochocientos veintiuno, por unanimidad de votos. Santiago de los Caballeros, veinte de marzo de mil ochocientos sesenta y tres. Firmado: Luis Bustamante y Campaner, Fermín Daza, José Lapuente, Juan Delgado, Pablo Rodríguez Vera, Ignacio Ulrich, Francisco Montaner. César A. Herrera 640 Notificación de la sentencia En la Plaza de Santiago, a los diez y seis días del mes de abril del mismo año, el señor don Francisco Dié y Pescetto, capitán del Batallón de San Marcial y fiscal de la Comisión Militar de esta ciudad, en virtud de la sentencia dada por el Consejo de oficiales y aprobada por el Excmo. señor capitán general de esta Isla, pasó con asistencia de mí el secretario de la cárcel de esta ciudad, donde se hallan el paisano don Eugenio Perdomo, el general de reservas de esta Isla don Juan Luis F. Bidó, el coronel de las mismas don Carlos de Lora y el capitán de las propias reservas don Pedro Ignacio Espaillat, reos en este proceso a efectos de notificársela; y habiéndoles hecho poner de rodillas, les leí la sentencia de ser pasados por las armas en virtud de la cual se llamó a los confesores hábiles de esta población, para que se prepararan cristianamente; y para que conste por diligencia lo firmó dicho señor, lo que certifico. Firmado: Francisco Dié Benito Gimeno Diligencia de haber recibido un oficio y unirlo a estas actuaciones Seguidamente el señor fiscal hizo salir del calabozo para la capilla a los tres reos don Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora y don Pedro Ignacio Espaillat y leyó a don Juan Luis Franco Bidó el oficio que se recibió el día anterior del señor brigadier comandante general de esta Provincia, por el que se le indulta de la pena capital el cual se une a continuación; y para que conste por diligencia lo firmó dicho señor de que yo, el secretario, certifico. Firmado: Dié Benito Gimeno Anexión-Restauración 641 Comandancia General del Cibao El excmo. señor capitán general, con fecha 11 del actual mes, dice lo siguiente: Por consecuencia de los últimos sucesos ocurridos en esa Provincia han sido juzgados por la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente el general de las Reservas Provinciales don Juan Luis Franco Bidó, alcalde ordinario de dicha ciudad, el coronel de las propias reservas don Carlos de Lora, el capitán de las mismas don Pedro Ignacio Espaillat y el paisano don Eugenio Perdomo y sentenciados todos cuatro con fecha 20 del mes pasado a la pena de ser pasados por las armas. Cuya sentencia ha sido aprobada por mí con fecha 9 del que rige, previo dictamen de mi auditor de guerra. En este estado las cosas solo restaba ya ejecutar la sentencia, pero deseando a la par que hacer patente la justicia que castiga al delicuente, dar una prueba de los sentimientos piadosos de S. M. la Reina (q. Dios g.), en vista de las facultades que me concede la Real orden de 29 de mayo de 1855 y previo los informes de mi referido auditor de guerra y el voto consultivo del Real Acuerdo que previene la disposición 2ª de la mencionada Rea1 orden de 29 de mayo, vengo en nombre de la Reina en indultar de la última pena conmutándola en la inmediata que deberá cumplir en el presidio de Ceuta, al precitado don Juan Luis Franco Bidó, cumpliendo la sentencia por lo que respecta a los otros tres reos y en la forma decretada por mí en la causa de que llevo hecho mérito. En su virtud entregará V. E. al presidente de la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente la precitada causa con traslado de este oficio, para el cumplimiento de lo resuelto por mí en aquella, con la modificación que corresponde por el presente indulto, previniendo el referido presidente remita después a esta Capitanía General testimonio de la causa contra don Juan Luis Franco Bidó y correos, para acompañarla al dar cuenta de este indulto para la soberana aprobación. Lo que traslado a V. para su conocimiento y que a la posible brevedad disponga tenga puntual cumplimiento lo preceptuado César A. Herrera 642 por la Autoridad Superior de la Isla reclamando de esta Comandancia General cuantos auxilios considere necesarios. Dios guarde a V. muchos años. Santiago de los Caballeros, 15 de abril de 1863. El brigadier Comte. Gral. Firmado: Manuel Buceta Sr. presidente de la Comisión Militar de esta Plaza. Anexión-Restauración 643 A.G.I. CUBA 1014 B Diligencia de haberse ejecutado la sentencia En la misma Plaza de Santiago y a los diez y siete días del referido mes y año, yo, el infrascrito secretario, certifico: que en virtud de la sentencia de ser pasados por las armas, dada por el Consejo Ordinario de la Comisión Militar, a don Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora, coronel de las milicias de reserva de esta Isla y don Pedro Ignacio Espaillat, capitán de las mismas, y aprobada por el Excmo. señor capitán general de esta Isla, se les condujo en buena custodia dicho día y hora de las siete de la mañana a la explanada frente del cementerio de esta ciudad, donde se hallaba el capitán don Francisco Dié, fiscal de esta causa, y estaban formadas las tropas de la guarnición para la ejecución de la sentencia; y habiéndose publicado el Bando por el sargento mayor interino de esta Plaza según previene S. M. en sus Reales ordenanzas, se pasó por las armas a los dichos don Eugenio Perdomo, don Carlos de Lora y don Pedro Ignacio Espaillat en cumplimiento de ella, delante de cuyos cadáveres desfilaron en columna inmediatamente las tropas de la guarnición que se hallaban presentes, llevándolos luego a enterrar las personas al efecto nombradas acompañándoles al cementerio, donde quedan enterrados; y para que conste por diligencia lo firmó dicho señor de que yo, el secretario, certifico. Firmado: Francisco Dié Benito Gimeno César A. Herrera 644 Diligencia de entregar este proceso al señor presidente con tres testimonios de condena de don Juan Bidó En la referida ciudad de Santiago, a los quince días del mes de mayo del indicado año, el señor juez fiscal pasó acompañado de mí el secretario, a la casa morada del señor teniente coronel de artillería presidente de la Comisión Militar para hacerle entrega de este proceso y al mismo tiempo de tres testimonios de condena contra don Juan Luis Franco Bidó, indultado de la pena capital por el Excmo. señor capitán general de esta Isla y destinado a Ceuta por diez años, lo cual efectuado se puso por diligencia que firmó el señor fiscal y yo, el secretario, certifico. Firmado: Dié José Martínez Santo Domingo, 26 de junio de 1863 Pase al señor gobernador militar interino de esta Plaza, para que nombre un jefe y oficial de los de la guarnición de la misma, que actuando respectivamente como fiscal y secretario procedan a poner en libertad al general don Juan Luis Franco Bidó, comprendido en esta causa de conformidad con lo dispuesto por S. M. en su Real Decreto de 27 de mayo último y en los términos prevenidos en mi circular de esta fecha. Firmado: Ribero Anexión-Restauración 645 A.G.I. CUBA 1014 B Gobierno Militar de la Plaza Provincia de Santo Domingo y En virtud del Decreto del Excmo. señor capitán general de esta Isla de fecha de hoy en el proceso formado por la Comisión Militar de la Provincia de Santiago contra don Juan Luis Franco Bidó, general de las reservas provinciales y alcalde ordinario de dicha ciudad, nombro a V. fiscal para que actuando con el teniente del Batallón de San Quintín don Mariano Botia como secretario, se proceda a poner en libertad al citado don Juan Luis Franco Bidó, comprendido en dicho proceso, de conformidad con lo dispuesto por S. M. en su Real decreto de amnistía de 27 de mayo último y en los términos prevenidos en la circular del Excmo. señor capitán general de esta fecha. Dios guarde a V. muchos años. Santo Domingo, 26 de junio de 1863. Firmado: José P. Malo Señor 2º. comandante don Francisco Catalá y Alonso, del Batallón de Cazadores de Bailén. César A. Herrera 646 A.G.I. CUBA 1014 B Francisco Catalá y Alonso de Medina, Caballero de las Reales Órdenes de San Fernando de primera clase y de la de San Hermenegildo, Benemérito de la Patria y condecorado con la medalla de África, primer comandante graduado y segundo efectivo del Batallón de Cazadores de Bailén, etc. Nombramiento de secretario CERTIFICO: que habiendo sido nombrado por el señor gobernador interino de esta Plaza en su oficio anterior, para poner en libertad al señor general de las Reservas Provinciales don Juan Luis Francisco Bidó, previo juramento de fidelidad de S. M. la Reina nuestra señora (q. Dios g.) y hacerlo constar en el presente proceso formado a dicho señor general por la rebelión ocurrida la noche del veinte y cuatro de febrero del corriente año en Santiago de los Caballeros, hice comparecer a mi presencia al teniente del Batallón de San Quintín don Mariano Botia y García, secretario nombrado para las presentes diligencias; el cual enterado de su cometido acepta, jura y promete guardar sigilo y fidelidad en cuanto actúe; y para que conste lo firmó conmigo en la Plaza de Santo Domingo y veinte y seis de junio de mil ochocientos sesenta y tres. Firmado: Francisco CataláMariano Botia Anexión-Restauración 647 Diligencia de prestar juramento de fidelidad el general don Juan Luis Francisco Bidó Seguidamente el señor fiscal pasó acompañado de mí el presente secretario a la Torre del Homenaje, de esta Plaza, donde compareció a su presencia el señor general de las Reservas provinciales don Juan Luis Francisco Bidó, preso en dicha Torre, quien fue enterado por el señor fiscal del Real Decreto de indulto de veinte y siete de mayo del corriente año y disposiciones dadas por el Excmo. señor capitán general de esta Isla para su aplicación, después de lo cual el señor fiscal procedió a tomarle juramento según forma por el cual prometió decir verdad en cuanto fuese interrogado. Preguntado: Si jura a Dios y promete fidelidad a la Reina nuestra señora (q. Dios g.) y no atentar jamás contra la tranquilidad pública de este país o de cualquiera otro español y de guardar las leyes establecidas o que en lo sucesivo pudiese mandar observar el Gobierno y si antes por el contrario sostendrá dichas superiores disposiciones con su fuerza moral y materialmente si las circunstancias lo exigiesen, como es deber de todo ciudadano y más que todos los que como el declarante están investidos del carácter militar. Dijo: Que jura y promete fidelidad a S. M. la Reina nuestra señora (q. Dios g.) y observar con toda religiosidad todas las leyes que se publiquen y estén vigentes por el Gobierno en esta Isla o cualquier otro país español, y sostenerlas por todos los medios a su alcance si desgraciadamente ocurriese algún contratiempo político en el país español que habite; y para que conste por diligencia lo firmó con el señor fiscal leída que hubo esta su manifestación y con el presente secretario de que certifico. Firmado: Francisco Catalá Ante mí: Mariano Botia J. Luis F. Bidó César A. Herrera 648 a don Juan Diligencia de poner en libertad Luis Franco Bidó, general de las Reservas Acto continuo el señor fiscal, previa la venia del señor gobernador de esta Torre del Homenaje y orden al señor oficial de guardia que custodia al señor general de las Reservas provinciales don Juan Franco Luis Bidó, puso a este señor en libertad pudiendo desde luego abandonar la prisión; y para que conste por diligencia, lo firmó el señor fiscal con el presente secretario de que certifico. Firmado: CataláMariano Botia Diligencia de entrega Seguidamente el señor fiscal pasó acompañado de mí el presente secretario al Estado Mayor de esta Capitanía General y entregó este proceso que consta de ochenta y siete hojas, sin la cubierta; y para que conste por diligencia lo firmó el señor fiscal con el presente secretario que certifico. Firmado: CataláMariano Botia Santo Domingo, 28 de junio de 1863. Puesto en libertad el general de las Reservas Provinciales don Juan Luis Franco Bidó, pase al señor auditor para que manifieste si se encuentra conclusa esta causa. Firmado: Ribero Anexión-Restauración 649 Excmo. señor: Habiendo prestado el juramento a S. M. y las leyes del Estado que determina el Art. 2º. del Real decreto de amnistía, y puesto en libertad don Juan Luis F. Bidó, comprendido en esta causa, entiendo que es de archivar en la Capitanía General declaración conclusa en todas sus partes por consecuencia del Real decreto de 27 de mayo último o lo que V. E. considere más conveniente. Santo Domingo, 30 de junio de 1863. B.S. Firmado: Mauricio Hernando Navas. Santo Domingo, 7 de julio de 1863. Conforme, archívese, acusando recibo al presidente de la Comisión Militar. Firmado: Ribero (Hay un sello en tinta que dice «Capitanía General de Santo Domingo» –Estado Mayor–) César A. Herrera 650 Archivo General de Indias -SevillaLegajo: Cuba 1014 Gpc Cuba 2226 Copia Pedro Santana, presidente de la República Dominicana, a S. M. la Reina de España &&. Mi grande y buena amiga: Después que la Divina Providencia se dignó prestarme su poderosa mano para poner paz sobre este pueblo, destrozado por la guerra civil, cuando con la misma protección había conseguido recuperar los sentimientos amistosos de otras naciones, alejados por el mal gobierno que por sorpresa se apoderó del mando, concluida al fin una tregua de cinco años con el enemigo que perturba nuestro sosiego, he debido preocuparme de lo que faltaba a ese mismo pueblo para ser feliz, la confianza en el provenir. Diez y siete años de inquietud continua nos han enseñado que nuestra situación política nos condenaría a pasar por la larga serie de pruebas por donde van pasando nuestras hermanas del continente sudamericano, si antes no somos arrebatados por algún Estado poderoso que nos codicie. Semejante situación aleja la confianza que pudiera prestar un gobierno fuerte y justiciero, destruye toda esperanza de aprovechar las riquezas naturales de nuestro suelo, que tanto prometerían en circunstancias más favorables y obligan al que hoy es responsable de la felicidad del pueblo a buscar mejor porvenir en Anexión-Restauración 651 un orden de cosas más estable y duradero. Nuestro origen, nuestro idioma, nuestra religión, nuestras costumbres, nuestras simpatías, en fin nos inclinan a desear encontrar esa estabilidad en una más perfecta unión con la que fue nuestra Madre, que la que existe, y seguramente no se presentará jamas mejor oportunidad que la que nos ofrecen hoy las circunstancias. Los sentimientos de amor hacia la Nación Española harto debilitados hacía algún tiempo por los arteros manejos del agente que interpretando a su conveniencia las intenciones del Gobierno de V. M. sembró en los ánimos la desconfianza, han revivido gracias a la conducta noble y generosa que este ha observado con nosotros y la lealtad con que el de la República ha sabido despertarlos. Por otra parte, el prestigio con que el cielo me ha favorecido sobre un pueblo que durante diez y siete años he conducido a la victoria, ha tomado más fuerzas con la paz que le he traído en las convulsiones que ni directa ni indirectamente había promovido. ¿No sería pues este, señora, el momento oportuno para estrechar más los lazos que unen ambos pueblos? Si pasada esta oportunidad viniese una de esas convulsiones políticas a que se hallan tan expuestas las nuevas Repúblicas, si los estragos de la guerra civil enervasen el vigor del brazo que siempre ha vencido a los haitianos, si amenazados por estos, una nación poderosa que desde el Norte no aparta su mirada de águila sobre este codiciado país, si quisiese aprovechar de aquella situación, ¿cuál sería entonces el resultado de esa reunión de circunstancias cuando tal vez mi edad sexagenaria, mis dolencias y aun la misma muerte me hubieran privado de prestarle mis servicios a la República? Sus funestas consecuencias que serían un mal grave para la Antilla dominicana, por cuanto amenazaba sus pobladores, no lo serían menos para las dos españolas que la tocan por sus extremos y deben sin duda llamar la atención de ambos Gobiernos. Si el de España, pues, tiene, como me persuado, interés en evitarlas, Yo y la gran mayoría de la Nación estamos dispuestos a aceptar la medida que sea conveniente para asegurar la felicidad del pueblo dominicano y los intereses de España, en sus posesiones americanas. El cónsul que V. M. se ha servido mandar a esta República se ha hecho acreedor, por su digna conducta, a mi aprecio y estimación y César A. Herrera 652 sin duda habrá informado al Gobierno de V. M. de los sentimientos de que nos hallamos animados hacia Vuestra Real Persona todos los dominicanos. Yo, señora, su representante y la personificación de esos sentimientos, he enviado a la Corte de V. M. un plenipotenciario para que os lo manifieste con más fidelidad. Estas sinceras demostraciones de nuestro respetuoso afecto, esas pruebas de nuestra inequívoca simpatía, inclinarán, no lo dudo, señora, Vuestro Real Ánimo, a favor de los que fueron vuestros hijos. En tal confianza formo sinceros votos por vuestra prosperidad y por la del Reino, cuya gobernación os está confiada, reiterandoos la expresión de los sentimientos de aprecio con que soy, mi grande y buena amiga, vuestro buen amigo. Firmado: Pedro Santana En el Palacio de Santo Domingo, el 27 de abril de 1860. Firmado: Pedro Ricart y Torres Anexión-Restauración 653 A.G.I. CUBA 2266 Santo Domingo, 20 de octubre de 1860. Excmo señor don Francisco Serrano Gobernador y capitán general de la isla de Cuba Excmo. señor: Mi amigo don Pedro Ricart y Torres, ministro de Relaciones Exteriores, de Hacienda y Comercio de la República, va a esa Isla del mando de V. E. con una misión oficial que importa sobremanera al bien de este país. Aparte de esto, las estimables prendas personales que le adornan, su patriotismo, caballerosidad y el decidido que ha puesto en el manejo de los negocios extranjeros de la República, para encaminarles por la halagüeña senda por donde hoy marchan, son circunstancias todas que le hacen altamente acreedor a todo mi aprecio y buen afecto, como hombre público y como particular. Por consiguiente, si mi recomendación puede influir en el ánimo de V. E. para que se sirva acogerle benévolamente, yo la hago a V. E. tan encarecida, como puede suponer, si atiende a los tantos títulos que el mencionado don Pedro Ricart tiene para merecerla. Me abstendré de hacer referencia especial a su amable señora esposa, que le acompaña, pues temería hacer ofensa a los acreditados sentimientos de V. E. como noble español y como cumplido caballero; pero no juzgo de más poner en su conocimiento que me 654 César A. Herrera he tomado la libertad de darle el encargo de ofrecer la expresión de mi profundo respeto a la Excma. Sra. Condesa de San Antonio. Acepte V. E. las nuevas seguridades de mi más alta y afectuosa consideración. Firmado: Antonio A. Alfau Anexión-Restauración 655 A.G.I. CUBA 2266 De Serrano al embajador español en EE.UU. GOBIERNO No. 3 Muy reservado. La Habana, 5 de noviembre de 1860. Excmo señor enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de S. M. en Washington. Excmo. señor: Se ha presentado en esta ciudad el Sr. don Pedro Ricart, ministro de Hacienda y de Relaciones Exteriores de la vecina República de Santo Domingo, encargado por aquel Gobierno de proponer por mi conducto al de S. M. la Reina la decisiva resolución de los dominicanos de ponerse bajo el protectorado de España o bien incorporarse completamente a la monarquía como parte integrante de su territorio. V. E. comprenderá, desde luego, toda la gravedad que semejante paso lleva consigo y cuán seriamente debe fijar la atención del Gobierno de S. M. Ya V. E. tiene conocimiento de algunos antecedentes de este importante asunto por la comunicación que redactada en cifra le 656 César A. Herrera dirigí en 7 de julio último. En ella manifesté a V. E. mi modo de ver esta cuestión, con el cual estaba V. E. de acuerdo según se sirvió decirme posteriormente. No creía yo, sin embargo, entonces que las cosas se precipitasen de tal modo que viniese Santo Domingo a complicar en este momento nuestras dificultades, atendida la situación de Europa y la de este continente. Conozco todos los peligros que la ocupación, el protectorado o la incorporación de Santo Domingo puede acarrearnos; pero conozco también que ciertos peligros no se evitan esquivándolos. Digo esto porque el enviado de aquella República me ha manifestado sin rebozo que ha llegado ya para el país la hora crítica; que ya no pueden aguardar más; que no pueden sostenerse sin la ayuda de la España. Para ellos es cuestión de vida o muerte; de ser o de no ser, de caer en poder de los negros o de los norteamericanos o de ser españoles. El conflicto para nosotros no puede ser más grave. Yo conozco que si la España acepta la proposición de Santo Domingo corre inevitable peligro de la guerra con los Estados Unidos; pero también conozco, y esto no se ocultará a la ilustración de V. E., que igual o mayor peligro corremos si los norteamericanos se apoderan de aquel país; ellos no pueden consentir que nosotros pongamos el pie en aquel territorio; pero menos podemos consentir nosotros que ellos se nos adelanten. Ahora mismo, y esto es cosa que debe tenerla en cuenta, se hallan posesionados, so pretexto de explotar el guano, de un islote adyacente a Santo Domingo (Alto Velo) territorio de la república. El Gobierno dominicano ha enviado fuerzas para lanzarlos de allí y quién sabe las eventualidades que de aquí pueden surgir. En tan graves circunstancias, ¿qué partido tomar? Yo, por mi parte, me propongo someter al Gobierno de S. M. la cuestión por el próximo correo y esperar su resolución definitiva. Los dominicanos, en medio de la crisis por que están pasando, imposibilitados de consolidar su nacionalidad, vuelven la vista impulsados del instinto de conservación hacia la madre España, que ha resucitado al mundo después de la campaña de Marruecos. Anexión-Restauración 657 El Gobierno español les ha alentado en cierto modo enviándoles auxilios que después de todo no son eficaces. De aquí el origen de la gran dificultad presente. Una vez presentada la cuestión de una manera que parece indeclinable, y teniendo en cuenta que en cualquier temperamento que se adopte hay verdadero peligro, yo preferiría siempre al protectorado, la incorporación. Si al fin hemos de luchar, si hemos de tomar alguna vez la iniciativa, este es el verdadero teatro donde deberíamos ensayar nuestras fuerzas; aquí deberíamos arriesgar algo, porque hay mucho que ganar en lo presente y lo futuro. Mi opinión y mi deseo era que esta cuestión se aplazase, pero contra mi voluntad se ha venido encima y es preciso resolverla de alguna manera. El Gobierno de S. M. decidirá. Acerca de estos asuntos de (lleva) guarda la mayor reserva, y yo aprovecho la circunstancia de la salida de la Berenguela, para ese país, confiando a su comandante esta comunicación que hará llegar a manos de V. E. por medio de uno de sus oficiales. El comisionado de Santo Domingo disfraza su pensamiento con la negociación de un empréstito de $500,000, objeto ostensible de su venida. Con él ha llegado también a esta ciudad el cónsul general de España en la República, don Mariano Álvarez. El Sr. Ricart se ocupa en redactar la proposición que ha de hacerme en nombre de su gobierno; de este documento y de la comunicación que me ha dirigido el presidente Santana, remitiré a V. E. copia en la primera oportunidad. Dios, etc. César A. Herrera 658 A.G.I. CUBA 2266 La Habana, 29 de noviembre de 1860. Excmo. Sr. don Pedro Santana presidente de la República de Santo Domingo. Excmo. señor: El Sr. don Pedro Ricart y Torres, ministro de Hacienda y de Relaciones Exteriores de esa república, me entregó la muy atenta comunicación que se ha servido dirigirme V. E. con fecha 11 del mes de octubre último y me ha manifestado extensamente el objeto de la comisión que le ha traído a esta ciudad. Como a V. E. no puede ocultarse, dicho asunto es de la más alta importancia y transcendencia para los dos países y no me era dado acerca de él tomar otra resolución que elevarlo al supremo gobierno de S. M., como lo hice por el Vapor correo que salió de este puerto el 12 del mes anterior. Entretanto recae la decisión soberana, me complazco en aceptar con la distinción debida la expresión de los nobles sentimientos de V. E. siempre encaminados a estrechar más y más los vínculos de unión y simpatía de dos pueblos hermanos. Y para tal objeto, como para ser digno intérprete de V. E., nadie pudiera haber elegido más apropósito que al Sr. de Ricart y Torres, cuyas excelentes prendas de carácter e inteligencia, juntamente con su acreditada simpatía hacia la nación española, le hacen muy acreedor a las señaladas pruebas de afecto que he tenido el gusto de tributarle. Anexión-Restauración 659 Aprovecho esta ocasión de ofrecer a V. E. mi más afectuosa amistad, como también el testimonio de toda mi consideración y respeto. Excmo. señor Fdo. 660 César A. Herrera A.G.I. CUBA 2266 Al. Excmo. señor don Antonio Abad Alfau 7 de diciembre de 1860. Excmo señor: El Sr. don Pedro Ricart y Torres, ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda de esa República, me ha entregado la atenta carta de V. E, por la que me lo recomienda muy particularmente. Las prendas personales de este caballero y de su digna y amable esposa los hacen muy acreedores a que yo haya tenido el gusto de deferir a la recomendación de V. E., atendiéndolos y obsequiándolos como se merecen y de la manera que me ha sido posible. En esto, como en todo, me complazco en aceptar lo que me viene de V. E. con la afectuosa estimación que le profeso. Soy siempre de V. E. atento servidor y amigo q. s. m. b. Fdo. Anexión-Restauración 661 A.G.I. CUBA 2266 Primera Secretaría de Estado Dirección Política Madrid, 9 de diciembre de 1860. Sr. gobernador y capitán general de la Isla de Cuba. Excmo. señor: Queda V. E. autorizado para dar al Sr. Ricart una idea de las instrucciones muy reservadas que con esta fecha se transmiten a V. E.. pero cuidando al mismo tiempo de no dejarle sacar copia de ellas, ni permitirle la lectura de los párrafos referentes al general Santana y sus consejeros. De Real orden comunicada por el Sr. Ministro de Estado, lo digo a V. E. para su inteligencia. Dios guarde a V. E. muchos años, El subsecretario Juan S. Comyn Gpc César A. Herrera 662 A.G.I. CUBA 2266 De Serrano al ministro de Estado Habana, 11 de noviembre de 1860. Excmo. señor ministro de Estado. Excmo. señor: Por los documentos Nos. 1, 2 y 3 cuyos originales tengo el honor de acompañarle, conocerá V. E. la proposición que por mi conducto hace al Gobierno de S. M. la Reina el de la República de Santo Domingo. A primera vista se comprende toda la gravedad que envuelve un hecho semejante y cuán seriamente debe fijar la atención de los consejeros de S. M. no solo por la trascendencia que lleva de suyo un suceso de esta naturaleza, sino por la que pueda tener para España el que nos ocupa, atendida su posición especial en estas regiones, cualquiera que sea la resolución que se adopte. Hace tiempo que el Gobierno de S. M. ha mirado con singular interés todo lo que se refería a la República Dominicana, según se ha servido manifestarme en diferentes Reales órdenes motivadas por comunicaciones mías en que me había permitido llamar su atención superior sobre el estado de aquel vecino territorio, cuyos habitantes se envanecen de no haber dejado de ser nunca españoles. Prueba de este mismo interés son los auxilios que ha enviado al gobierno de la República y los que se propone seguirle proporcionando con el designio de tener una mano generosa y ayudarla a Anexión-Restauración 663 consolidar una nacionalidad por tan contrarios elementos combatida; auxilios que le han avivado entre los dominicanos el deseo de confundirse con nosotros. Ni podía ser de otra manera, pues al ilustrado Gobierno de la Reina no debía ocultarse el gran y permanente peligro que ofrece para las posesiones españolas de este lado de los mares, que un territorio enclavado entre nuestras dos ricas Antillas, que casi se toca con ellas, se vea puesto por la propia debilidad a ser presa de los eternos enemigos de nuestro poder y de nuestra raza en este continente. V. E. sabe muy bien que semejante peligro no es ilusorio y mucho menos exagerado. Si los haitianos dominaran otra vez a Santo Domingo como en los días de nuestra decadencia; si la raza negra subyugara en aquel país a ese puñado de españoles que peleando heroicamente hace 16 años e implorando nuestro socorro sucumbirían por no haberle dado la España una mano generosa, ¿qué se diría de nosotros? ¿Y qué ejemplo para Cuba y Puerto Rico el espectáculo de una nacionalidad negra, establecida entre las dos islas y subyugadora de la raza blanca? Si los norteamericanos se apoderasen del país qué asechanza tan continua contra la seguridad de nuestros dominios. Rota esa cadena que la misma naturaleza ha establecido para formar un todo indivisible, no solo tendríamos que renunciar a todo engrandecimiento futuro sino que desde el momento en que tal cosa aconteciese nos veríamos obligados a ponernos a la defensiva y en guardia con un enemigo situado casi en nuestra casa; cuanto más que aun cuando así no fuese, nos suscitaría indudablemente una competencia peligrosísima para nuestra industria y comercio. Santo Domingo yankee o haitiano es un dilema terrible; cualquiera de sus extremos no puede ser más funesto para España. Tal ha sido siempre mi convicción, más fortificada todavía desde que el cónsul de S. M. en aquella República y el general Alfau en comunicaciones que ya V. E. conoce me hicieron ver hace algunos meses la inminencia de este doble peligro cuando los disturbios de las fronteras promovidos por las intrigas de los negros vecinos. Así tuve el honor de manifestarlo a V. E. en mi despacho No. 3 fecha 12 de julio último al exponer las varias consideraciones acerca de esta cuestión tan delicada. Yo creía entonces y creo ahora que 664 César A. Herrera lo más conveniente para España sería que la República de Santo Domingo, auxiliada eficazmente, pero de una manera indirecta por nuestro Gobierno, se fuese consolidando, y aplazar para tiempos mejores la realización de una unión indudablemente que reclama el mutuo interés de los dos países y el constante deseo de los dominicanos. Pero hay dificultades que se vienen por sí mismas, sin que haya fuerza humana que pueda evitarlas, y cuya gravedad no disminuye por más empeño que se ponga en evadirlas. De tal naturaleza es el que nos suscita el Gobierno de Santo Domingo al proponer al de S. M. incorporación de la República en la Monarquía Española o un protectorado de parte de la España que la asegure en lo sucesivo de los peligros de que aquella se ve amenazada, en la forma y bajo las condiciones que verá V. E. por el documento No. 3 ya citado. Dicho documento, que por su importancia acompaño original a V. E., está suscrito por el Sr. Ricart y Torres, ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda de la República, el cual ha llegado a esta ciudad acompañado del Sr. cónsul general de España en la misma, siendo conducidos ambos por el Vapor de S. M. Don Juan de Austria. Con ellos vino accidentalmente el Sr. brigadier de estado mayor don Antonio Peláez, enviado por mí a Santo Domingo en el mes de septiembre para resolver una cuestion de disciplina con motivo de la publicación de cierto periódico en que tomaba parte un oficial del ejército español. Al indicarme el Sr. Ricart el objeto de su venida en la primera conferencia que tuve con él, le manifesté desde luego que por más gratos que me fuesen los sentimientos de españolismo del pueblo dominicano y por más convencido que estuviese de las mutuas ventajas que de su incorporación a la nación española, careciendo de instrucciones del Gobierno de S. M. para un caso de tal naturaleza y de tamaña transcendencia, era mi deber darle cuenta y someterle la cuestión como único competente para resolverla. Recomendé al propio tiempo al expresado Sr. ministro la mayor reserva respecto del asunto, la que me fue prometida, indicándome haber tomado como pretexto y objeto ostensible de su venida la misión de negociar un empréstito en la plaza de La Habana, para Anexión-Restauración 665 la cual por otra parte tiene encargo y autorización de su Gobierno. Igual recomendación hice al cónsul Sr. Álvarez que vuelve inmediatamente a Santo Domingo decidido a emplear todo su influjo en evitar cualquier manifestación inoportuna que es muy de temer, atendido el impaciente deseo de aquellas gentes de izar la bandera española según el general testimonio. En cuanto al Sr. Ricart, me ha manifestado que permanecerá aquí hasta tanto que resuelva sobre su misión el gobierno de la Reina. Sorprendido yo, Excmo. señor, por un suceso que sé bien se veía venir de lejos, no lo esperaba en algún tiempo, he reflexionado seriamente sobre él considerándolo bajo sus diversas fases, pensando las ventajas y los inconvenientes que puede haber así en aceptar como en rechazar la proposición de los dominicanos. Es innegable y de esta opinión participará sin duda el Gobierno de S. M., que a España le conviene bajo todos conceptos, así para la seguridad de sus Antillas, como para el aumento de su poder marítimo en estas regiones, condición indispensable de su prosperidad y engrandecimiento futuro, la posesión de Santo Domingo. La situación geográfica, la feracidad de su extenso territorio, lo vario y benigno de su clima, la abundancia de sus maderas de construcción, sus minas carboníferas, las de oro, plata y otros metales y la impoderable bahía de Samaná, todas estas circunstancias demuestran el ancho campo que nuestro comercio, industria y marina, hoy día en camino de florecer, podrían encontrar en esa isla que unida a Cuba y Puerto Rico, constituirían las tres un verdadero imperio, haciendo a la España invulnerable en sus dominios trasatlánticos. Acerca de este particular, suministra datos y consideraciones muy apreciables el escrito del Sr. brigadier Peláez al darme cuenta del desempeño de la comisión ya expresada, que en copia es adjunto (documento No. 4) y sobre el cual llamo la atención de V. E. Otra de las circunstancias que debe hacer más grata para la España la incorporación de Santo Domingo y avalorar la conveniencia de este suceso es el sentimiento de españolismo que rebosa en los pechos de aquellos habitantes, así blancos como de color, sentimientos que lejos de debilitarse con las tristes vicisitudes por que han pasado, se ha ido robusteciendo cada vez más y espía el 666 César A. Herrera momento de explanarse. Así tuvo ocasión de observar el Excmo. señor comandante general de Marina, cuando viniendo de la Península tocó en aquellas aguas con el Vapor Pizarro; ahora ha podido notarlo el brigadier Peláez durante su excursión reciente. En Santo Domingo, la vista de un buque, de una bandera, de un uniforme español es siempre prextesto para proclamar a España. Con semejante adhesión y fidelidad que, sea dicho de paso, y con la franqueza que me es propia, no es fácil encontrar en nuestras mismas Antillas; con los miles de soldados, sobrios, valientes y leales que allí tiene a mano el Gobierno español, soldados que han peleado y vencido uno por cada diez, con los negros y que, una vez instruidos y disciplinados podrán combatir con los de cualquier otra nación europea; con tales elementos, Excmo. señor, no es difícil probar la importancia que tendría para España, bajo el punto de vista de su poder y seguridad, la posesión de Santo Domingo. Pero hay que tener en cuenta al mismo tiempo los graves inconvenientes que acarrearía desde luego la realización del proyecto del Gobierno dominicano, bien se llevase a cabo la incorporación, bien el protectorado, pues en mi sentir iguales dificultades ocasionarían las dos cosas, cuando no fuesen mayores las que ofrecería la última. Estos inconvenientes provendrían por una parte de las potencias europeas, y por otra de los Estados Unidos. De lo primero, el gobierno de S. M. es el que está en el caso de poder juzgar con pleno conocimiento de causa; en cuanto a lo segundo, sería demasiado aventurado suponer que la Unión Americana nos viese impasible posesionarnos de Santo Domingo. Bien es verdad que nuestro derecho en este caso sería perfecto, toda vez que los mismos dominicanos confiesan haber reconquistado su país para guardárselo a la España como un sagrado depósito y devolverlo en la ocasión oportuna; bien es verdad que su casi unánime deseo de unirse con nosotros prestaría nueva fuerza a nuestro derecho, puesto que hechos consumados recientemente en la Europa van estableciendo la doctrina de las anexiones voluntarias. Sin embargo, como todas estas cuestiones en que se disputan grandes intereses no suelen ser en último resultado más que cuestiones de Anexión-Restauración 667 fuerza, hay motivos para creer que los Estados Unidos tomarían respecto de España una actitud que probablemente vendría a parar en la guerra si nos incorporásemos el territorio dominicano. Y esto no obstante que la Unión es muy adicta a las anexiones y ha dado ya el ejemplo de intentar anexarse de hecho otros pueblos de distinta religión y raza sin más derecho que la fuerza. Yo creo, pues, probable una guerra con los norteamericanos en el caso de que ocupemos a Santo Domingo, y a ella debe apercibirse el Gobierno de S. M. si se decide a llevar a cabo la empresa. Pero también hay grave peligro y este es el lado más delicado de la cuestión y sobre el que llamo muy particularmente la atención de V. E.; hay grave peligro en desaprovechar la ocasión que se nos ofrece, si de resultado de nuestra repulsa los dominicanos que consideran asunto de vida o muerte para ellos la unión con España, se arrojan a impulsos del desaliento o del despecho en brazos de los Estados Unidos, que como V. E. sabe les vienen, de tiempo atrás, poniendo acechanzas con torcido designio. En este caso no se ocultará a la ilustración de V. E. que nos veríamos obligados a recurrir a las armas tal vez para defender la integridad de nuestros territorios. Si los norteamericanos se posesionasen de Santo Domingo, tendríamos que intentar el arrojarlos de allí, lo que sería más arriesgado y difícil que defendernos, si llegamos allí primero con mejor y más claro derecho. Por los demás, Excmo. señor, tarde o temprano, hemos de correr los azares de esta guerra por la misma fuerza de las cosas, según he tenido la honra de exponer a V. E. repetidas veces. Esta guerra será inevitable desde el momento que España intente tomar en los asuntos de este continente la poderosa iniciativa a que sin duda está llamada, a no ser que se acerque para la Unión Americana la hora de su decadencia y descomposición que algunos creen ya llegada con motivo de la actual crisis presidencial. Yo, por mi parte, sin prejuzgar la gravísima cuestión que es objeto del presente escrito, me creo en el deber de exponer a V. E. estas consideraciones por si el Gobierno de S. M. se sirve tenerlas en cuenta, al resolverlas del modo más conveniente, para lo cual posee su elevado criterio y el conocimiento exacto del estado de las 668 César A. Herrera relaciones de España con las otras potencias y de la actual situación de la Europa. No vacilo, sin embargo, en manifestar a V. E. que creo llegada la hora de correr los riesgos de una empresa de la cual depende que nuestra España llegue a ser un poder en América. En el caso de que el Gobierno de la Reina se decida a prestar oídos a la proposición de Santo Domingo, yo me atrevería a indicar mi opinión acerca de la preferencia que debiera darse a uno de los medios propuestos. El Gobierno conoce a fondo cuáles son nuestros intereses en América y el estado de las cuestiones pendientes y lo que debemos esperar de los Estados Unidos. También posee datos exactos de los medios de fuerza de mar y tierra con que contamos y, por lo tanto, se encuentra en posición de calcular los refuerzos de buques, tropas, cañones y pertrechos de todas clases que son indispensables para el buen éxito de la empresa, si es que ha de acometerse. Una cosa sí le ruego a V. E., y es que me comunique en el plazo más breve posible instrucciones terminantes para la eventualidad de que sospechando los norteamericanos algo de este asunto o por cualquier otro motivo, se apoderasen de la bahía de Samaná o de otro punto de la Isla de Santo Domingo antes de que recaiga la resolución de S. M. Si llega este caso y me encuentro sin instrucciones me veré en un conflicto y tales pueden ser las circunstancias que me vea obligado a obrar, optando por la incorporación que, con más ventajas, ofrece menos inconvenientes que el protectorado. Y si tal es la resolución de la Reina (q. Dios g.) espero que V. E. me envíe instrucciones precisas y que incline el ánimo del Gobierno de S. M. para que se me provea de los medios necesarios para el intento. La cuestión dominicana es, Excmo. señor, la más vital que tiene la España en estas regiones; ante ella todas las otras desaparecen. No ha venido tal como ahora se presenta por la voluntad de nadie. La han traído la marcha misma de los acontecimientos y la nueva posición que España ocupa desde la gloriosa campaña de África. Quién sabe si nos la depara la Providencia para que nuestra Patria principie a cumplir los destinos que le están reservados en América. Anexión-Restauración 669 No se me oculta, y debo decírselo claramente al Gobierno de S. M., que la anexión de Santo Domingo ha de imponer por lo pronto a nuestra patria grandes sacrificios, además de los riesgos consiguientes a tal empresa. Pero también es cierto que cuando hay mucho que ganar no es locura arriesgarse. Aquí termino la presente comunicación en la que he procurado poner la menos pasión posible, atendida la naturaleza del asunto; que no es fácil empeño ocultar la voz del sentimiento y contener la explosión de un patriótico entusiasmo, al ver a nobles pero desgraciados hermanos nuestros acogerse al amparo de la madre común e invocar el nombre de Isabel Primera al pretender engarzar en la Corona de Isabel Segunda otra perla más de las Antillas. Dios, etc. César A. Herrera 670 A.G. I. CUBA 2266 GOBIERNO, CAPITANÍA GENERAL Y SUPERINTENDENCIA DELEGADA DE HACIENDA DE LA SIEMPRE FIEL ISLA DE CUBA De Ricart y Torres a Serrano Habana, noviembre de 1860 Excmo señor gobernador y capitán general de la isla de Cuba. Excmo. señor: El que suscribe, ministro de Estado en los Despachos de Hacienda, Comercio y Relaciones Esteriores de la República Dominicana, ha recibido especial encargo de su gobierno para trasladarse a esta Isla y poner de manifiesto al Excmo. Sr. gobernador y capitán general don Francisco Serrano las consideraciones que tiene la honra de transcribir a continuación para que, si lo tiene por conveniente, se sirva elevarlas al conocimiento del Gobierno de S. M. C., quien sin duda alguna tomará con prontitud aquella resolución que crea oportuna para poner a cubierto de una vez para siempre los intereses de España en Santo Domingo. Penetrado el Presidente de la República de la convicción profunda de que en las condiciones en que se encuentra esta, con los elementos que encierra y las circunstancias que la rodean, no es posible evitar que marche de día en día a su ruina y vaya a ser presa de una raza que ni hable Anexión-Restauración 671 nuestra lengua, ni profese religión alguna ni tolere en fin sobre el suelo dominicano la existencia de lo que llevara este nombre, desea asegurar la felicidad de la Patria, poniéndola a la sombra protectora de otra nación, cuyos usos, costumbres, lenguaje y religión son los nuestros y cree conveniente, para el logro de este deseo, proponer las bases de que semejante unión podría realizarse. Si esta se hiciese por anexión, S. E. el presidente pediría: 1º. Que se conserve la libertad individual sin que jamás pueda restablecerse la esclavitud en el territorio dominicano. 2º. Que la República Dominicana sea considerada como una provincia de España y disfrute como tal de los mismos derechos. 3º. Que se utilicen los servicios del mayor número posible de aquellos hombres que los han prestado a la Patria desde 1844, especialmente en el ejército, y que puedan prestarlos en lo sucesivo a S. M. 4º. Que como una de las primeras medidas mande S. M. amortizar el papel actualmente circulante en la República. 5º. Que reconozca como válidos los actos de los Gobiernos que se han sucedido en la República Dominicana desde su nacimiento en 1844. En el caso en que a la política de España no conviniese y prefiriese el Protectorado, el presidente pediría: 1º. Que S. M. garantizase el territorio de la República, cuyos límites son los que fija la constitución del Estado, esto es, los reconocidos por el tratado definitivo entre España y Francia, firmado en Aranjuez el 3 de junio de 1777. 2º. Que asimismo garantice S. M. C. la independencia y soberanía de la nación dominicana y le facilite armamentos, pertrechos, buques de guerra y tropas si las necesitase, en el caso que la República sea amenazada por una invasión haitiana u otra, como igualmente interponer sus buenos oficios, autoridad e influencia en cualesquiera dificultad que pueda ocurrir entre el Gobierno Dominicano y los de otras potencias. César A. Herrera 672 3º. Que S. M. consienta que vengan de la Península, Cuba o Puerto Rico, sargentos y oficiales del ejército como hasta ahora para la formación e instrucción del dominicano. 4º. Que S. M. consienta en que se establezca una corriente de inmigración de las Islas Canarias o de otros puntos de la Península, costeada por ella misma, reconociendo la República una deuda nacional por la suma a que ascienda esta operación. Por nuestra parte nos obligamos a: 1º. Que la República no celebrará tratados de alianzas ni convenios especiales de guerra ofensiva sino de acuerdo con España. 2º. Que no celebrará tratados con ninguna otra nación contrarios a la política y a los intereses de España. 3º. Que del mismo modo no arrendará puertos ni bahías ni hará concesiones temporales de ellos, ni de terrenos, bosques, minas y vías fluviales a ningún otro Gobierno. 4º. Que los oficiales y sargentos instructores, a su llegada a la República, si tal fuese el beneplácito de S. M. C., se les dará el grado de ascenso inmediato. 5º. Que los puertos y buques de la República se franquearán para el servicio de la Marina española. Estas dos son las proposiciones que el infrascrito tiene encargo de someter a la consideración del Excmo. señor capitán general, vuelvo empero a manifestarle que el deseo preferente de S. E. el presidente, de su Gobierno y de la mayoría de la nación dominicana sería que el Gobierno de S. M. C. admitiese la anexión, como medio más útil y provechoso para ambos paíes. Y en apoyo de este pensamiento presentará el infrascrito algunas de las razones en que funda su parecer. Si se estudia con atención e interés la posición geográfica de Santo Domingo, colocada en el centro de las Antillas españolas; si se consideran las riquezas naturales de su suelo privilegiado; si se tienen en cuenta las virtudes patrias de ese pueblo de valientes que con tantos sacrificios han combatido contra los enemigos de su reposo y tranquilidad, rechazando con Anexión-Restauración 673 no menos nobleza las sugestiones extranjeras con que constantemente lo asedian; si se registran en fin los anales gloriosos de su historia desde su descubrimiento que presentan tantos ejemplos de heroísmo y fidelidad a la madre patria, siendo uno de ellos y de los más notables la reconquista hecha de su territorio en 1808 por el esforzado dominicano don Juan Sánchez Ramírez, quien al frente de un puñado de labriegos derrotó a los franceses en Palo Hincado y se apoderó de la Capital después de un sitio de nueve meses; fácilmente se comprenderá que el interés bien entendido de la España, la alta misión que la Providencia, sin duda, le tiene reservada en la suerte futura de las Américas, la obligan necesariamente a unir de una manera indisoluble los destinos de Santo Domingo con los suyos, sirviendo para el perfecto enlace de ambos pueblos, su igualdad de origen, de usos, costumbres de religión y de sentimientos. Hoy, Excmo. señor, el pueblo dominicano dirige su voz a España y le dice: Hijos de aquella raza de valientes que asombró el mundo con su arrojo e hidalguía, conservamos religiosamente en el fondo de nuestros corazones, junto con el orgullo de nuestra raza, el recuerdo de la grata Administración que durante 328 años esparció el bienestar y felicidad en nuestra patria. Bajo la enseña gloriosa de Castilla hemos derramado copiosamente nuestra sangre, rechazado invasiones extranjeras y en los 17 años de lucha continua que sostenemos con nuestros enemigos, cruentos y dolorosos sacrificios hemos tenido que ofrecer en aras de la Patria para conservar incólume el suelo que nos legaron nuestros mayores. Pero los males de esta han subido de punto, Excmo. señor, y ha llegado por fin el momento en que se ha de decidir la suerte futura de Santo Domingo y el ministro que suscribe abriga la esperanza de que la Augusta señora, que tan dignamente ocupa el solio de las España, la que tan generosamente ofrecía sus joyas para atender a las necesidades de su ejército de África, acogerá benigna nuestras súplicas y no desdeñará de engarzar en la noble corona que ciñe su Augusta frente, la más hermosa de las Antillas a fin de que las generaciones venideras sepan algún día con asombro y admiración que bajo el glorioso reinado de Isabel Segunda, por la libre y espontánea voluntad del pueblo dominicano, volvió a ser parte de los dominios españoles 674 César A. Herrera la primada de las Indias, la Isla predilecta de Isabel Primera. La verdad de los hechos expuestos, su importancia trascendental, las explicaciones verbales que el interesado ha tenido la honra de dar al Excmo. señor capitán general en las conferencias que han tenido, le hacen esperar que el ilustre general Serrano aprovechará esta ocasión para prestar un poderoso apoyo a una empresa de tan altas aspiraciones y que se encuentra tan en armonía con su noble carácter y elevada inteligencia. Resta al infrascrito congratularse por ser el órgano de estos sentimientos de amor y fidelidad hacia la Nación española de quien desciende, y reitera al Excmo. señor general Serrano las protestas de su muy distinguida consideración. Pedro Ricart y Torres. Está conforme. El secretario del Gobierno Superior Civil, Miguel Suárez Vigil. Conforme. Anexión-Restauración 675 A.G.I. CUBA 2266 Primera Secretaría de Estado Dirección Política Del Ministro O’Donnell a Serrano Reservado Madrid, 8 de diciembre de 1860. Sr. gobernador y capitán general de la Isla de Cuba. Excmo. señor: S. M. se ha enterado con vivo interés del Despacho en que V. E. da cuenta de la Misión que ha llevado a La Habana el Sr. Ricart, ministro de Relaciones Exteriores de la República Dominicana. Aunque el Gobierno de la Reina (q. Dios g.) tenía noticia hace ya tiempo del estado de los ánimos en aquel país, de las dificultades que se oponían a la consolidación del orden establecido, y del sentimiento que abrigan hacia España los hombres que se hallan al frente de sus negocios, no creía, sin embargo, tan cercano el momento en que se decidiesen resueltamente a volver a formar parte de la nacionalidad española. El Gobierno de S. M. preveía el suceso que motiva el Despacho de V. E., pero es forzoso convenir en que las circunstancias actuales no son las más a propósito para que la Nación española tome sobre 676 César A. Herrera sí la grave responsabilidad de aceptar la incorporación a sus dominios del territorio que hoy constituye la República Dominicana. V. E. sabe perfectamente cuáles eran las miras del Gobierno de S. M. acerca de un punto tan importante como delicado. Su política en América tiende a prestar, cuantas veces le sea posible, una mano amiga a las Repúblicas de origen español; y si a este fin se dirigen sus gestiones en general, V. E. no ignora cuán grande es en particular la solicitud con que en España se miran los asuntos de la banda oriental de la isla de Santo Domingo. La situación especial de ese territorio, el modo tranquilo con que allí se verificó la independencia, las pruebas de amistad que en todas ocasiones ha dado a la Metrópoli, no podían pasar desapercibidas en la Península; pero si esas consideraciones pesaban mucho en los consejos del Gobierno de S. M., no es menor la influencia que en él ejercen miras de alta política, que hacen de Santo Domingo una perla preciosa en poder de la Nación que posee en el mar de las Antillas las islas de Cuba y Puerto Rico. La tres islas reunidas forman efectivamente un Imperio de inestimable valía, que reúne todos los elementos necesarios para que la España, sin pretender recuperar ninguna parte, pequeña ni grande, de los países de Tierra Firme no pueda nunca abandonar los intereses actuales y el porvenir de la República Dominicana. Por eso se ha adelantado a fomentar en aquella Isla la inmigración de industriales españoles y a conceder todos los auxilios que han necesitado los súbditos de S. M. que, huyendo de las persecuciones de Venezuela, han querido fijarse en Santo Domingo con preferencia a las posesiones de España. No se ha contentado con esos pasos el Gobierno de S. M.: ha ido más allá, prestándose a que oficiales españoles se colocasen a las órdenes del Dominicano, sin perder por esa circunstancia sus derechos y preeminencias en el Ejército de la Reina, y auxiliando a la República Dominicana con cañones y pertrechos de todo género. Lejos de arrepentirse de haber seguido esta línea de conducta, desea perseverar en ella, pero antes de aceptar la incorporación que pretende el Gobierno Dominicano, conviene examinar muy detenidamente todas las razones que lidian en pro y en contra de una cuestión de tanta gravedad. Anexión-Restauración 677 La aceptación del Protectorado reúne, como dice V. E. muy bien, todos los inconvenientes de la anexión, sin ninguna de sus ventajas. Descartada esta hipótesis, forzoso es confesar que la incorporación inmediata no sería hoy ni prudente ni acertada, y que llevada a cabo sin ningún género de complicaciones exteriores, que es el caso más favorable posible, todavía habría que tener presente la influencia que un acto de esa naturaleza ejercería en las demás Repúblicas hispanoamericanas y en la misma isla de Santo Domingo. Por más que el general Santana y sus consejeros opinen que el país entero es favorable a la reunión a España, por más que fundados en esa creencia hayan tomado la iniciativa para ejecutarla, el Gobierno de S. M. no se halla todavía plenamente convencido, de que al realizarse lo que se pretende, no surgirán dificultades interiores que colocarán a la España en una situación sumamente embarazosa. Si el partido opuesto a la administración del general Santana levantase la voz contra la medida que se propone, si no hubiese una completa unanimidad, no solo se defraudarían las esperanzas del Gobierno, sino que se aplazaría indefinidamente la consecución del objeto apetecido. Un Gobierno puede arrostrar los peligros de una situación creada por su política, cualesquiera que sean los obstáculos que tenga que vencer; pero oponerse gratuitamente a que no coronando el éxito sus esfuerzos pueda todavía propagarse la opinión, de que los sucesos ocurridos son obra exclusivamente suya, sería una falta imperdonable, sería un error que el Gobierno de S. M. no puede cometer de ningún modo. El mal éxito de la empresa o la resistencia que en el caso contrario opusieran a la incorporación parcialidades del mismo país cuya unanimidad de miras debe ser el principal fundamento de la actitud de la España, crearía al Gobierno de S. M. una posición sumamente falsa, relativamente a las demás naciones del Nuevo Mundo. La España no es hoy bastante fuerte para que México, Venezuela y todas las Repúblicas de América comprendan la sinceridad de su política, ni ha llegado aún el momento de que apoyándose en la autoridad que vuelve a alcanzar en todas partes, pueda el Gobierno de la Reina ejercer sobre aquellos países una influencia eficaz. 678 César A. Herrera Para conseguir ese objeto es necesario que la República del Norte, que hasta el día se ha presentado a sus ojos como el único Gobierno cuya política era, bajo todos conceptos, si no enteramente igual al menos muy análoga a la suya, pierda, por efecto de los acontecimientos que han empezado allí a verificarse y que en un plazo no lejano adquirirán toda la gravedad que en sí encierran, el prestigio inmenso que arrastra consigo el ejemplo de un país que ha recorrido victoriosamente sin sufrir el más ligero revés los primeros ochenta años de existencia como nación independiente. La cuestión del tiempo es, por lo tanto, de inmensa transcendencia para la España. Sus medios de acción crecen de día en día y pronto podrá disponer de una escuadra respetable, mientras que llegado el momento en que se divida en dos Estados de intereses opuestos la Confederación Norteamericana, uno de ellos será aliado natural de la España en todas las contiendas que se vea obligada a sostener en América. La reunión de Santo Domingo, ejecutada de un modo que diese lugar a sospechas no destituidas de fundamento siquiera fuese aparentemente, no solo haría volver la vista atemorizada hacia los Estados Unidos a todas las Repúblicas de origen español, destruyéndose por esa misma desconfianza la base de nuestra política en América, que debe ser siempre el sostenimiento de la unidad de nuestra raza, sino que dando quizá al olvido por un instante sus discordias interiores los partidos militantes en Norteamérica se agruparían todos alrededor de la Doctrina de Monroe, principio que hoy aceptan sin reserva, lo mismo los territorios de esclavos que aquellos en donde impera el trabajo libre. Las críticas circunstancias que está atravesando la Europa son también parte muy principal para que el Gobierno de S. M. no deba correr en esos lejanos mares, compromisos que distraerían las fuerzas que hoy necesita tener agrupadas para hacer frente a las eventualidades del porvenir. He presentado a V. E. todas las consideraciones que el Gobierno de S. M. ha tenido en cuenta al redactar estas instrucciones. En ellas encontrará V. E. explicados sucintamente los principios que le guían en la cuestión de Santo Domingo. Forzoso es, sin embargo, Anexión-Restauración 679 preveer todas las complicaciones que el estado de aquel país, y el paso dado por su Gobierno, puedan producir en la actualidad. El Gobierno de S. M. desea, por las razones expuestas, que se aplace la incorporación a España de la República Dominicana, y a ese objeto deben encaminarse todos los esfuerzos de V. E.; pero la Reina desea al mismo tiempo prestar al Gobierno del general Santana y a cualquiera otro que esté impulsado por méritos idénticos todos los auxilios de que pueda disponer. Queda autorizado V. E., por lo tanto, para facilitar al Sr. Ricart la contratación del empréstito que se propone levantar en Cuba apoyando sus gestiones de una manera eficaz, pero sin comprometer la autoridad de V. E. ni la del Gobierno de S. M. Si los haitianos intentasen atacar de nuevo las fronteras de la República Dominicana, dará V. E. al Gobierno establecido en este último Estado los auxilios de armas y pertrechos que necesite para rechazar la invasión, ayudándole, llegado el caso, con un subsidio de medio millón de reales. Igual auxilio prestará V. E. al Gobierno Dominicano, si una o más partidas de filibusteros de Norteamérica intentasen apoderarse de cualquier punto de su territorio. Si las atenciones que tiene que cubrir la Marina de ese Apostadero permitiesen a V. E. enviar a las aguas de Santo Domingo uno o más buques de guerra que visitasen sus costas y se estacionasen en varios puertos de la Isla, deberá V. E. hacerlo a la mayor brevedad posible. Servirán para proteger las personas y propiedades de los súbditos de S. M. y darán aliento al mismo tiempo a todos cuantos prefieren en la República Dominicana la influencia de la España a la de las naciones extranjeras. Todas estas medidas llevadas a cabo con la prudencia y tacto que distinguen a V. E., prepararán convenientemente el terreno, a fin de que, llegado el momento oportuno, tome el Gobierno de S. M. en Santo Domingo una resuelta que corresponda a la importancia que da a la cuestión, y al porvenir que cifra en una solución española de las dificultades existentes en aquella Antilla. Una eventualidad debe tomarse en seria consideración en los asuntos de Santo Domingo. Pudiera muy bien suceder que la 680 César A. Herrera iniciativa tomada por el general Santana estuviese realmente en consonancia con los deseos unánimes del país y que lejos de ser consecuencia de temores exagerados, de aspiraciones personales, o de otra cualquier causa, fuese resultado de una situación insostenible que no pudiera prolongarse, y que así lo reconociesen todos los dominicanos. Si efectivamente fuese imposible aplazar la incorporación que se pretende, y después de meditar V. E. detenidamente todas las circunstancias del caso, y teniendo a la vista cuantos datos pueda reunir para esclarecer la cuestión se convenciese V. E. de que la no aceptación por parte de la España de la oferta del general Santana daría lugar a que los Estados Unidos les ofreciesen su apoyo y se apoderasen del algún punto importante de la Isla, como por ejemplo la bahía de Samaná, deberá V. E., para evitarlo, usar de todos los medios que tiene a su disposición. La España no puede consentir jamás que los norteamericanos se apoderen de ninguna parte del territorio de Santo Domingo. Si ese acontecimiento se verificase, colocada la República federal entre las islas de Cuba y Puerto Rico, pondría en grave peligro su seguridad, y no solo cortaría las comunicaciones de la Metrópoli con la primera de aquellas posesiones, sino que dejaría aislado a Puerto Rico, el día de un conflicto, respecto de la isla que en América le sirva de segunda madre patria. Ante una perspectiva de esa naturaleza, no es posible vacilar y V. E. queda autorizada para impedir que llegue a realizarse, ya se trate de ejecutar la anexión a Norteamérica de una parte o de todo el territorio dominicano con el auxilio de bandas de filibusteros, o con fuerzas regulares del Gobierno de Washington. El de S. M. comprende la trascendencia de un acto de esa naturaleza y arrostraría, para evitarlo, los peligros de una lucha con la Unión. En todo caso deberá V. E. hacer presente al Gobierno Dominicano, en nombre de S. M. que, el día en que V. E. se convenza de que la incorporación es una necesidad perentoria, que no admite dilación de ningún género, es condición indispensable para llevarla a cabo, que el acto debe ser y parecer completamente espontáneo, Anexión-Restauración 681 para dejar a salvo la responsabilidad moral de la España; y que las tropas de la Reina no ocuparán anticipadamente ningún punto de la Isla hasta tanto que las autoridades y el pueblo hagan la proclamación de una manera unánime y solemne. Insisto tanto en la palabra unánime dándole el sentido de una generalidad que evite todo compromiso, porque V. E. no ignora que el mal éxito de la expedición de Barradas tuvo su origen en la confianza que abrigaba el Gobierno de aquella época, de que los mexicanos no opondrían la más ligera resistencia a la reunión que entonces se proyectaba en la República de México. La mala semilla que aquella tentativa sembró en toda América debe hacernos más cautos en lo sucesivo. S. M. desea que V. E. inculque en el ánimo del Sr. Ricart la conveniencia de que guarde una reserva absoluta acerca de estas delicadas (cuestiones) negociaciones, pues solo así podrán realizarse los deseos del pueblo dominicano, y cumplirse los votos que hace la España por la prosperidad de sus hijos. Sírvase V. E. abrir igualmente una cuenta donde consten los anticipos de cualquier género que en virtud de esta Despacho haga V. E. al Gobierno Dominicano, a fin de que la Nación pueda reintegrarse en su día, de las sumas y pertrechos que se pongan a disposición de aquella República. Reasumiendo; es la voluntad de la Reina, de acuerdo con el parecer de su Consejo de Ministros, que V. E. manifieste al Gobierno de Santo Domingo la satisfacción con que mira sus deseos de volver a formar parte de esta monarquía; que conviene aplazarlos, sin embargo, en interés de tan noble empresa por el término, al menos, de un año; tiempo suficiente para que el Gobierno pueda prepararse para todas las eventualidades; y que solo faltaría a su propósito de diferir la realización del proyecto con que se le brinda, en caso extremo, antes expresado de que los Estados Unidos intentasen apoderarse a viva fuerza de alguna parte del territorio de la República. Al tacto y a la inteligencia de V. E. encomienda el Gobierno de S. M. la prosecución de sus miras y sentimientos en esta importantísima cuestión que puede llegar a formar una página gloriosa en la 682 César A. Herrera historia del reinado de nuestra amada Soberana, así como en la del mando superior de V. E. en esa Isla. De Real orden lo digo a V. E. para su conocimiento y efectos consiguientes. Dios guarde a V. E. muchos años. Leopoldo O’Donnell Anexión-Restauración 683 A.G.I. CUBA 2266 Ricart y Torres a Serrano Santo Domingo, 7 de marzo de 1861. Excmo. señor don Francisco Serrano, gobernador y capitán general de la isla de Cuba. Excmo. señor: Desde el día 22 del último mes llegué a esta ciudad donde mi primer cuidado fue cumplir con el encargo que V. E. se sirvió hacerme de saludar en nombre suyo y dar seguridades de sus sentimientos de afecto y estimación al general presidente de la República. S. E. ha recibido con la mayor satisfacción estas seguridades, manifestando al mismo tiempo, cuán agradecido está a V. E. del interés que da tan positivas pruebas hacia este país y su porvenir y fía en la continuación del noble empeño de V. E. para llegar pronto y felizmente al deseado fin que todos nos hemos propuesto. Sin pérdida de tiempo me ha impuesto también desde mi llegada de los sucesos más importantes ocurridos últimamente en este suelo y que tienen conexión con el asunto capital que nos ocupa, a fin de poder informar a V. E. conforme a la recomendación con que se sirvió honrarme a mi despedida de La Habana. Dos incidentes de suma gravedad he encontrado en nuestra política que pueden influir siniestramente en la marcha de los asuntos, el primero ha sido la llegada a esta ciudad de Mr. Patterson, que V. E. recordará pasó por La Habana y se embarcó para esta ciudad a bordo del 684 César A. Herrera Vapor Cuba. El objeto de esta venida que supusimos sería alguna reclamación sobre el negocio del guano de Alto Velo, es de un carácter mucho más trascendental. Este señor, junto con el general Cazneau y el coronel Febens, me hablaron primero y después propusieron en una conferencia que tuvieron con el Presidente de la República, los puntos siguientes: 1º. Acordar un empréstito al Gobierno por la suma de $500,000 pagando un interés módico y con un plazo dilatado cuya suma desde luego se pondría a disposición de la República. 2º. Establecer una corriente de inmigración para poblar la peninsula de Samaná costeada por ellos mismos. 3º. En cambio de estas ventajas ofrecidas al Gobierno le piden privilegios exclusivos para abrir la navegación de los ríos Yuna y Yaque (los dos principales de la Isla), facultad para establecer un astillero por parte de los immigrados americanos; explotación de las minas de carbón y todas las demás de la República, y la concesión de algunas leguas de terrenos agrícolas en las riberas de los mismos ríos Yuna y Yaque para el establecimiento de colonias agricultoras. Uno de estos señores me dijo que hoy más que nunca los Estados Unidos estaban dispuestos a empreder negociaciones con Santo Domingo, cuya suerte podía ser la más próspera si accedíamos a sus deseos. El Presidente les dijo que convenía sobremanera que sus proposiciones fuese formuladas por escrito, a fin de poderlas someter a la consideación de su Gobierno y discutirlas con la madurez que un negocio de tal cuantía requiere. Contestaron que presentase el mismo Gobierno las bases que les fueran más aceptables para el contrato a lo que, naturalmente, no quiso prestarse el presidente. Me parece inútil decir a V. E, que al trasmitirle estas proposiciones no he tenido otro objeto que el de poner a su vista el pertinaz empeño con que los americanos codician este suelo a fin de poder extender su dominación en las Antillas, para compensarse del desmembramiento que acaba de tener la Unión Americana. Anexión-Restauración 685 El segundo punto de que cumple a mis deseos informar a V. E. es la actitud tomada por nuestros enemigos los haitianos en estos últimos días. Comprendiendo sin duda que la senda política por donde ha entrado el Gobierno Dominicano conduce este país a un puerto de seguridad, donde ni podrían conservar esperanzas siquiera de inquietarnos, están preparándose de una manera formidable, según las noticias fidedignas que hemos tenido, tanto de nuestros agentes en Saint Thomas y Curacao, cuanto de nuestros espías de la frontera. Pretenden, por lo visto, impedir con un golpe decisivo la consecución de los planes que se trata de llevar a efecto y que sin duda han podido traslucir. Cuánto hay de cierto es que sus esfuerzos son supremos y que cuentan hoy con elementos de que antes habían carecido. Por estas razones estoy enteramente persuadido de que es de suma importancia que el Gobierno de S. M. acorte el plazo fijado para la realización de nuestros deseos, de lo contrario el país, sin abrigo de los embates de diferente género a que está expuesto, tal vez no pudiera resistirlas por el tiempo señalado como plazo su incorporación a la Monarquía Española. Por otro lado, S. E. el Presidente recibe todos los días excitaciones de los pueblos para alcanzar un objeto tan apetecido, siendo de mi deber manifestar a V. E. que muchas de las personas que no estaban enteramente acordes con el pensamiento del Gobierno, mejor instruidas de lo que se pretende, aceptan el proyecto con júbilo y entusiasmo manifestando esa misma impaciencia que los demás por su realización. Todas las autoridades, así civiles como militares, y las personas influyentes y de más representación del país, están impuestas de lo que se trata y acordes en cooperar ardientemente en llevarlo a cabo. Por lo tanto me parece peligroso prolongar demasiado tiempo una situación que podría hacerse comprometedora y me lisonjeo con la esperanza de que V. E. tomará a empeño que la grande obra que nos ocupa se lleve a cabo con toda felicidad sin dar lugar a que se susciten más luego dificultades insuperables que alejen para siempre la probabilidad de realizarla. Es de mi deber manifestar a V. E., igualmente, que los pueblos, en su impaciencia de ver colmados sus más ardientes deseos, tal vez no se atengan estrictamente a las prescripciones 686 César A. Herrera del Gobierno y, por lo tanto, sería oportuno estar preparados para cualquier eventualidad. El señor ministro Lavastida ha pasado a las Provincias del Cibao en Comisión del Gobierno, con el objeto ostensible de residenciar aquellas administraciones, pero con la misión oficial de atender a la seguridad de aquellos lugares amenazados, según noticias fidedignas, por una nueva invasión haitiana, y también para ocuparse del asunto consabido. Por fin los americanos me han comunicado junto con una carta sus proposiciones, de las cuales tengo el honor de acompañar copias a V. E. traducidas literalmente del inglés por don Manuel de Cruzat. Por su lectura verá V. E. la confirmación del pensamiento que ya he expresado a V. E. en diferentes ocasiones de que sus planes son de colonizar la península de Samaná, haciéndose dueños de la manera que siempre han practicado, es decir, por inmigraciones sucesivas fundadas en alguna concesión de las principales riquezas de la Isla; pero es necesario no perder de vista que, si bien los americanos procuran halagarnos y guardar todas las fórmulas de la política para conseguir sus fines, más luego cuando trasluzcan nuestros propósitos o desesperen de obtener el resultado de sus gestiones, o se decidan a usar de la violencia bajo cualquier pretexto, e invadirnos con una partida de filibusteros, que se posesionen de Samaná o de otros puntos. He creído conveniente dar conocimiento oficiosamente de las proposiciones presentadas a los cónsules francés e inglés, para que en el Correo que salió el día 6 informasen a sus Gobiernos. El primero de estos señores me dijo en presencia de don Mariano Álvarez que sus instrucciones se reducían a evitar por todos los medios posibles hasta favorecer ostensiblemente a los haitianos, que los americanos directa o indirectamente tomasen pie en este suelo, que por otra parte comprendía los peligros inminentes que corría este país y veía como una cosa natural que los dominicanos solicitasen amparo, protección y seguridad en una nación poderosa que tuviese interés y simpatías en el país. En el mismo sentido está el cónsul inglés. Anexión-Restauración 687 Estas consideraciones y las que exponga verbalmente a V. E. el señor don Mariano Álvarez, que pasa a La Habana con ese fin, no dudo moverán el esclarecido ánimo de V. E. a tomar la resolución que deseamos y que pondrá término feliz a una cuestión que es de tanto interés para España y Santo Domingo, resolver a la mayor brevedad. Mi señora me ha encargado ruegue a V. E. se sirva hacer a la Sra. Condesa la manifestación de sus sentimientos de aprecio y consideración, deseando ambos que la niñita siga tan linda y en tan buena salud, como la dejamos a nuestra salida, y esperando que la ejecución de nuestros planes nos proporcione la ocasión de tener a V. E. entre nosotros, para bien de nuestro país, y para demostrale la sincera amistad y profunda gratitud que le profesamos. Con estos sentimientos quedo de V. E. Su atento servidor q. b. s. m. 688 César A. Herrera A.G.I. CUBA 226 Habana, 14 de febrero de 1861 Excmo. señor Ministro de Estado. Excmo. señor: Según tuve el honor de ofrecer a V. E. en mi anterior despacho relativo a los asuntos de Santo Domingo, fechado el 5 de enero ultimo y señalado con el No. 59, comuniqué al Sr. Ricart la resolución del Gobierno de S. M. contenida en la R. O. muy reservada de 8 de diciembre, no acompañando copia de mi comunicación a V. E. porque la encontrará unida a varios otros documentos concernientes al mismo asunto que le remite por el presente correo el Sr. cónsul general de España en aquella República. Entre ellos verá también V. E. copia de la contestación que en 26 de enero me dirigió el Sr. Ricart, juntamente con su nuevo escrito de 6 de este mes que por la misma razón juzgo excusado reiterar a V. E. Al propio tiempo que estas comunicaciones llegaban a mis manos otras dos del presidente Santana, que en copia van adjuntas (Nos. 1 y 2) noticiándome los apuros y peligro de su administración por efectos de combinados manejos entre haitianos, baecistas y filibusteros, contra la existencia de la nacionalidad dominicana. Estas mismas noticias me eran comunicadas igualmente por el Sr. López Molinero, que desempeña interinamente el Consulado de España en aquel territorio y que ya habrá informado a V. E. de todos estos particulares. Anexión-Restauración 689 Por lo que de tales hechos y documentos se desprende verá V. E. que el gobierno dominicano, desesperando de poder atravesar con éxito las crecientes dificultades de su angustiosa situación sin auxilios más directos y eficaces que los que hasta ahora ha recibido de España, ha solicitado del de S. M. más eficaz ayuda formulando su demanda el Sr. Ricart de la manera siguiente: Primero: Que se le facilite a la República un empréstito de $240,000, suministrados por cantidades mensuales de a $20,000, hipotecando aquella la cuarta parte de las rentas de sus Aduanas, que anualmente se elevan a $500,000 en la forma y bajo las condiciones que a su tiempo se acuerden con el Gobierno de S. M. Segundo: El inmediato auxilio de $25,000 para atender a necesidades apremiantes que reclama el estado presente de las cosas. Tercero: Que se acorte el plazo de un año fijado por el Gobierno de S. M. para la definitiva resolución de la cuestión pendiente, y entretanto, el reclutamiento en esta isla de uno o más batallones de voluntarios pagados por las cajas reales, pero con cargo a la deuda contraída por la República. Una vez formuladas de esta suerte las demandas del Gobierno Dominicano, el deber y la prudencia me aconsejaban de consuno distinguir entre ellas las que según el espíritu y letra de las soberanas instrucciones de 8 de diciembre podía yo resolver desde luego, de las que por su carácter y gravedad eran de someterse a la resolución del gobierno supremo. En el primer caso se encontraba la petición del auxilio de los $25,000. Así pues, no sin reflexionarlo detenidamente y después de oído en conferencia verbal el respetable voto de los Sres. comandante general de Marina e intendente de Hacienda, quienes estuvieron de acuerdo en la conveniencia de la medida, determinó facilitar al Gobierno Dominicano la expresada suma de $25,000, la cual, puesta a mi disposición por el Sr. intendente general, ha sido entregada al Sr. Ricart, bajo el competente recibo que en copia (No. 3) incluyo a V. E. poniéndolo en conocimiento del cónsul general de España para que ejerza en la aplicación de estos fondos igual intervención y vigilancia que en la de otros auxilios prestados anteriormente a la república. Durante todo el 690 César A. Herrera curso del negocio se ha guardado la mayor reserva por cuantas personas han intervenido en él. Al adoptar esta medida, Excmo. señor, que ruego al Gobierno de S. M. se sirva aprobar, he tenido presente no solo los términos de la R. O. de 8 de diciembre ya citada sino también muy graves consideraciones. Si por haberle negado este corto auxilio al Gobierno Dominicano se viese imposibilitado de hacer frente a las dificultades que le rodean y expuesto a sucumbir ante los haitianos que ya no solo se proponen atacar la frontera, sino que intentan atizar la rebelión en el interior del país, grave responsabilidad sería la mía al comprometer por un exceso de parsimonia intereses de mucha monta, frustrar las ulteriores miras del Gobierno de S. M. sobre Santo Domingo y esterilizar los costosos esfuerzos que está haciendo para sostener aquella nacionalidad. Autorizado yo para auxiliar a la República con dinero y otros auxilios en el caso de que los haitianos ataquen la frontera, o de que bandas armadas de filibusteros ocupen alguna parte de su territorio, no he debido vacilar en facilitar parte de esos subsidios con que podrán evitarse los conflictos, hoy día que filibusteros, haitianos y sediciosos, alentados por la falta de recursos del gobierno de Santo Domingo y sobreexcitados tal vez por haberse transpirado algo de nuestros proyectos, parece que se unen con el designio de embarazarlos. Sometidos los otros puntos a la resolución del Gobierno de S. M., tócame solo hacer a V. E. algunas observaciones acerca de cada uno de ellos. Respecto del empréstito de $240,000, o sea un subsidio mensual de 20,000 por el término de un año, al Gobierno de Santo Domingo, creo que sería conveniente ministrar dicho auxilio toda vez que se reconoce indispensable para sostener la situación en aquel país durante el plazo señalado por el gobierno español para la incorporación del territorio de la república en la Monarquía española. Por lo demás, si esta suma ha de invertirse en la amortización del papel moneda, que es el cáncer que devora aquella administración despojándole de crédito y recursos, el prestarla en la actualidad sería anticipar un gasto imprescindible, supuesto que el primer acto del Gobierno Anexión-Restauración 691 español al realizarse la incorporación ha de ser forzosamente la extinción instantánea de aquel miserable suplemento de moneda. En buenas y rectas intenciones, hasta ahora no desmentidas, del general Santana y sus consejeros y en la celosa intervención del Sr. Álvarez puede encontrar el Gobierno de S. M. una garantía de que la inversión de la suma que anticipe ha de corresponder a un objeto nacional. No sería tal vez difícil el reclutamiento en esta isla de un batallón de voluntarios que, por ahora y mientras no llegase el desenlace de la cuestión, apareciesen como al servicio de la República. Pero creo deber indicar a V. E. inconvenientes que llevaría consigo la adopción de un medio que, no pudiendo llevarse en secreto, ha de suscitar dificultades y conflictos sin dar por resuelta la cuestión. Resta el último punto cual es la pretensión de que se acorte el plazo de un año señalado para que se realice la incorporación. Respecto de este grave particular, no me determinaré a inclinar el ánimo del Gobierno de S. M. Reina, ni es facil, atendido el estado de los negocios, del mundo, decidir cuál partido será el más acertado. Según que las cuestiones de Europa y de América se desenlacen, así será más o menos difícil nuestra empresa en Santo Domingo. Dentro de tres meses podrá ser más fácil que dentro de un año o viceversa, según sea la marcha de los sucesos. Permítame V. E., sin embargo, que le indique que en mi sentir, si el Gobierno de S. M. se decide a obrar militarmente sobre México, con motivo de los últimos graves acontecimientos, debería resolverse antes de llevar a cabo empresa de aquel género la cuestión de Santo Domingo, con tanto más motivo cuanto que los meses junio y julio son los más apropósito para operar en las aguas de aquella Isla, porque los rigores del clima alejan en esta época las expediciones de los norteamericanos, al paso que más adelante los huracanes reinantes al Sur de las Antillas serían un serio obstáculo para el empleo de nuestros buques. El Gobierno de S. M. decidirá lo más conveniente. Entretanto me atendré estrictamente a las instrucciones recibidas procediendo conforme a su genuino espíritu. 692 César A. Herrera En el mismo sentido las he dado al Sr. cónsul general, como verá V. E. por la copia de ellas que dicho funcionario le remite, y tanto a él como al Sr. Ricart he recomendado verbalmente, con el mayor empeño e insistencia, la conveniencia de que no se dé ningún paso que no sea de acuerdo con las miras y el pensamiento del Gobierno de S. M. Concluyo participando a V. E. que en el día de mañana salen para Santo Domingo los expresados señores a bordo del Vapor de guerra Pizarro que envío a aquellas aguas en cumplimiento de lo que V. E. de orden de S. M. me tiene recomendado. Dios, etc. Excmo. señor. Gpc Anexión-Restauración 693 A.G.I. CUBA 2266 La Habana, 21 de febrero de 1861. Muy Sr. mío: Acogidos por el Gobierno de S. M. la Reina como V. E. sabe, los votos y deseos del noble y generoso pueblo dominicano, y mientras llega el momento deseado que por mi parte procuraré acelerar, dando cuenta a S. M. de las ventajas mutuas que encierra la realización de tan grandioso pensamiento, debido en gran parte a la poderosa iniciativa de V. E., desearía conocer para estudiarlo y proponerlo oportunamente, los medios que crea V. E. necesarios para la ejecución, tanto en el número de tropas de todas clases, como de material y pertrechos de todo género, buques, distribución de las fuerzas, puntos de desembarco y de concentración, recursos de todo género y cuanto pueda convenir y deba preveerse. Al mismo tiempo reitero a V. E. la necesidad de emplear la mayor circunspección y reserva hasta la resolución de la Reina, tratando de desvanecer la alarma que cunde y las exactas noticias que tienen ya por alguna indiscreción y por las sospechas que estos pasos difíciles hayan podido hacer nacer. Fdo. E. S. don Pedro Santana, presidente de la República Dominicana. Gpc César A. Herrera 694 A.G.I. CUBA 2266 Pedro Santana a Francisco Serrano Santo Domingo, 18 de marzo de 1861. Excmo. señor don Francisco Serrano, gobernador y capitán general de la isla de Cuba. Excmo. señor: Tengo el honor y al mismo tiempo la gratísima satisfacción de comunicar a V. E. que desde hoy tremola en nuestros muros y fortalezas el glorioso estandarte de Castilla, y acompaño a V. E. la carta que con este motivo dirijo a S. M. la Reina para que llegue a sus manos por el noble conducto de V. E., así como una copia por la cual podrá enterarse V. E. de su contenido. Por inesperado que pudiera parecer tan grave y trascendental suceso, el más importante de cuantos registra la historia moderna de estos países, no debe sorprender a V. E. a quien ya antes de ahora y muy particularmente en mi última comunicación, di alguna idea del entusiasmo, con que los dominicanos se habían espontaneado para unir sus destinos a los de su antigua madre patria y de la natural impaciencia con que deseaban realizar el cambio político que bajo tan equitativas bases y con tanta generosidad e hidalguía, se dignó aceptar a propuesta nuestra, el Gobierno de S. M. (q. Dios g.) Ni era ya posible, Excmo. señor, contener esos nobles arranques del pueblo dominicano, siempre adicto y jamás hostil, ni Anexión-Restauración 695 siquiera indiferente, a su primitiva nacionalidad, sin arriesgar ni comprometer el prestigio del Gobierno de la República, su autoridad protectora y los mismos sagrados intereses que con tan peligrosa conducta hubieran querido ponerse a salvo. Las infinitas representaciones de los pueblos del interior y la franca decisión que manifestaban a verificar por sí y ante sí los pronunciamientos llegaron a constituir un gravísimo embarazo para el Gobierno que procuró, en vano, persuadir a esos habitantes de la conveniencia que había en retardar algo más su resolución. Forzado ya aquel por las circunstancias se ha visto en la imperiosa necesidad de deferir a tan justos deseos, y por consiguiente ha quedado desde esta fecha Santo Domingo bajo la ilustrada y fuerte y eficaz protección del Gobierno de S. M. C. reanudando así, por la libre voluntad de sus hijos, los antiguos vínculos que por más de tres siglos los ligaran a la noble España. Al participar a V. E. tan grande acontecimiento, glorioso para este país y no menos fausto para el Gobierno de S. M. C. siento un dulcísimo placer en dar a V. E. las más expresivas gracias por la activa y decidida cooperación que se ha dignado prestar al Gobierno de la República para que, cediendo a los deseos y conformándose con los sentimientos de los dominicanos, pudiese arreglar con el de S. M. los términos de una negociación tan interesante. A. V. E. deben en mucha parte los hijos de este país el logro de sus nobles aspiraciones y este servicio importantísimo no solo empeñará nuestra gratitud, sino que llenará una de las páginas más brillantes de la historia política de V. E. Mucho sería, Excmo. señor, nuestro contento si se dignase V. E. venir en persona a tomar posesión de estos dominios en nombre de S. M. Los portadores de esta comunicación serán los licenciados señores don Apolinar de Castro y don Manuel de J. Heredia, a quienes envío directamente a esa capital, el objeto de que llegue cuanto antes a noticia de V. E. la novedad ocurrida y no se retarden los auxilios que me prometo de V. E. como representante el más autorizado en estos dominios de S. M. También he considerado oportuno y conveniente mandar otra persona a Puerto Rico, para participar al capitán general de aquella Isla el acontecimiento y no 696 César A. Herrera dudo que si las circunstancias de aquel país permitieren al Excmo. señor general Echagüe proporcionarnos algunas fuerzas, lo hará muy gustoso tan digno jefe, propendiendo también, por su parte, a que quede bien puesto entre nosotros el estandarte que ya tremola y a que ni por un momento siquiera falte a estos nuevos súbditos de la magnánima Isabel, el apoyo, amparo y protección eficaz que de ella esperamos todos. Con sentimiento de alta consideración, quedo de V. E. Atento y seguro servidor, q. b. s. m. Firmado: Pedro Santana Anexión-Restauración 697 A.G.I. CUBA 2266 Santo Domingo, 18 de marzo de 1861. Excmo. señor don Francisco Serrano. Muy estimado señor y amigo Por fin tuvo lugar el fausto acontecimiento que había anunciado a V. E. a pesar de los esfuerzos que ha hecho el Gobierno para contenerlo por el espacio de tiempo que deseaba el Gabinete de Madrid. El pabellón español ondea ya sobre nuestras fortalezas. De todas partes clamaban por la realización, y por fin empezaron los pueblos del Maniel y otros a pronunciarse, y hubimos de hacerlo aquí. Nuestra obra está terminada, ahora empieza la de V. E. y sería de desear que la principiara cuanto antes. Yo felicito a V. E. por la parte que ha tenido en tan deseado acontecimiento y felicito también al pueblo dominicano por la Era venturosa que les espera. Acepte V. E. los sentimientos de la más alta consideración con que tengo el honor de ser de V. E. Atento y seguro servidor q. b. l. m. de V. E. Firmado: Antonio A. Alfau César A. Herrera 698 A. G. I. CUBA 2266 Santo Domingo, 18 de marzo de 1861 Excelentisimo señor don Francisco Serrano. Muy señor mío querido y respetable amigo: Aunque son breves los momentos de que puedo disponer, y el Sr. general Santana participa a V. E. con esta fecha, y en la misma ocasión, el fausto y glorioso acontecimiento que a las 8 de la mañana de hoy se ha consumado en esta capital, no quiero privarme del indecible gusto de comunicarlo a V. particularmente para felicitarle y felicitarme a mí mismo, no ya solo por la importancia del suceso, sino por la solemnidad, el orden, compostura y vivísimo entusiasmo con que por toda la población se ha celebrado. El general Santana dirá a V. los justos motivos que vinieron a festinar el pronunciamiento, precedido como fue de otros muchos en el interior de la República, cuya importancia era fuera de límites, y así excusaré repetir a V. esos pormenores, por innecesarios, aparte de que la cortedad del tiempo y las graves ocupaciones que actualmente me rodean apenas me permitirían molestar la atención de V. con su referencia. Acaba de hablar con el general Santana y nosotros, el cónsul francés en esta, y satisfecho de la espontaneidad con que el pueblo votó y proclamó unánimemente su incorporación a España, nos ha dado tal seguridad de que su Gobierno, lejos de contrariarla ni oponerse a ella, la sabrá con gusto mediante las buenas relaciones que lo ligan con el de S. M. C. Fáltame solo dar a V. como Anexión-Restauración 699 dominicano y como buen español, las más expresivas gracias por la activa y eficacísima cooperación que V. ha prestado para que se llevara a feliz término este importante asunto; por las cordiales simpatías que le debemos todos los hijos de este suelo y por los nobles y buenos deseos que ha mostrado siempre en favor de la paz, bienestar y felicidad nuestra. Dios querrá que se vean cumplidamente satisfechas, para lo cual ruego a V. se digne enviarnos lo más pronto que sea posible los auxilios que necesitamos, lisonjeándome al mismo tiempo la idea de que el glorioso suceso que actualmente celebramos me proporcione a mí en particular y a todos los dominicanos generalmente la dulce satisfacción de abrazar y tener entre nosotros al dignísimo Jefe a quien somos en gran parte deudores de tan señalado beneficio. Ruego a V. se sirva ponerme a los pies de la señora condesa (C. P. B.) deseando que tanto ella como la linda Conchita, gocen de perfecta salud. Pepa me encarga que exprese a VV. esos mismos sentimientos y ambos nos reiteramos de usted seguro servidor y amigo q. b. s. m. Firmado: Pedro Ricart y Torres César A. Herrera 700 A.G.I. CUBA 2266 Consulado General y Encargaduría de Negocios de España en la República Dominicana Santo Domingo 18 de marzo de 1861. Excmo. señor gobernador y capitán general de la isla de Cuba. Muy señor mío: La bandera española acaba de ser izada hoy en los muros de Santo Domingo. El fausto acontecimiento que tengo la honra de poner en conocimiento de V. E. se ha llevado a cabo libre, espontánea y pacíficamente, tal como lo deseaba el Gobierno de S. M. la Reina (q. Dios g.) Incesantemente llegan a esta Capital las manifestaciones y actas que los pueblos de la nueva provincia española se apresuran a dirigir al Excmo. señor don Pedro Santana, única autoridad que, en nombre de S. M., queda al frente de los negocios públicos. Este Consulado General, sin instrucciones a que poder atenerse, sin precedentes que le sirvan de norma, por ser tal vez único caso como el en que se encuentra, juzgó conveniente que así que se le participara de una manera oficial el acto que tengo el honor de poner en conocimiento de V. E. se consideraba ya como concluida su misión, y que después de participarlo por su parte al Gobierno de S. M., como lo hará inmediatamente, debía aguardar sus órdenes, y el infrascrito además, las instrucciones de su digno e inmediato jefe señor Álvarez. Anexión-Restauración 701 La actitud decidida de los pueblos, las continuas e incesantes manifestaciones y actas de adhesión que se han anticipado a dirigir al Excmo. señor don Pedro Santana, han puesto a tan ilustre caudillo en la imperiosa necesidad de adelantar los acontecimientos; y considerando que sería muy conveniente que hubiese cuanto antes en el nuevo territorio español alguna fuerza militar que patentizara la seguridad y garantía que, en lo sucesivo han de disfrutar los leales dominicanos, el general Santana se dirige en esta misma fecha al Excmo. señor capitán general de Puerto Rico, rogándole se sirva enviar, ya que tan próxima se halla la isla de su mando, quinientos o seiscientos hombres solamente. Esta pequeña fuerza, que es probable se halle en Santo Domingo, antes que V. E. se digne disponer el envío de las más numerosas que últimamente se pidieron con fecha 10 del corriente, será lo bastante para llenar los fines que apetece el general Santana. Dos goletas, ya con bandera española, saldrán esta tarde, llevando la una los presentes pliegos que en manos de V. E. pondrá el señor don Apolinar de Castro hijo del último Ministerio de Gracia y Justicia. La otra sale para Puerto Rico, conduciendo al señor don Manuel Delmonte, portador igualmente de pliegos para el Excmo. señor capitán general de aquella isla. España tiene aseguradas sus Antillas; mayor influencia política en estas regiones; mayor su preponderancia en Europa; y si es cierto que hoy ha de hacer algunos sacrificios, pequeños son sin duda a los inmensos bienes que la posesión de este territorio ha de reportarle. Rica y esplendorosa brilla hoy la Corona de Castilla que al ser colocada en las augustas sienes de quien hoy la ciñe, no parece sino que la Providencia manifiesta derramar sus dones sobre tan excelsa señora, cual los derramó sobre la Primera Isabel. Réstame felicitar respetuosamente a V. E. por la gran parte que en esta empresa le pertenece; timbre será tal vez el más preciado de cuantos ostentare la vida militar y política de V. E. Dios guarde a V. E. muchos años. Besa la mano de vuestra excelencia, su atento seguro servidor. Firmado: Eugenio Gómez Molinero Gpc César A. Herrera 702 A.G.I. CUBA 2266 El cónsul español a Francisco Serrano Santo Domingo, 26 de marzo de 1861. Excmo. señor gobernador y capitán general de la Isla de Cuba La Habana. Muy señor mío: Al Excmo. señor primer secretario de Estado dije en 20 del corriente lo que sigue. «Me cabe la honra de poner en el superior conocimiento de V. E. que el Pabellón de Castilla ondea en los muros de Santo Domingo. Ya hoy la antigua Primada de las Indias vuelve a formar parte de la gran Monarquía Española. La República Dominicana, libre, espontánea y pacíficamente deposita su soberanía en la que fue su Metrópoli. Muy elevadas consideraciones se agolparán a la ilustrada mente de V. E.; tal vez dará origen a encontrados sentimientos, la fausta nueva que me estaba reservado participar; tal vez la anexión de Santo Domingo alterará las combinaciones de alta política que abrigará el Gobierno de S. M., pero un pueblo que sin excitación de ningún género se lanza a enarbolar nuevamente la bandera que casi siempre vio tremolar en sus ciudades, en sus fortalezas y en sus bajeles; que renuncia a su existencia, precaria sí, pero propia y exclusiva y que la hacía figurar en el número de las naciones civilizadas, Anexión-Restauración 703 un pueblo que siempre se ha envanecido de su origen y cuyos timbres ha mantenido como el mejor ornato de sus altares; un pueblo en fin que se adelanta a la voz del hombre que cien veces le ha conducido a la victoria y apremia cuanto puede acto tan solemne; ese pueblo, digno es, a mi juicio, de recibir cuanto antes las garantías de seguridad y paz a que se ha hecho acreedor; dignas son de respeto y grande estima su consecuencia y lealtad. No son digresiones de este género las que deben figurar en Despachos que se han de dirigir a una Primera Secretaría Estado, harto lo sabe el infrascrito, pero siendo ellas las que significan la verdadera causa que ha precipitado tan grave cuestión, justo debe ser el consignarlas. Numerosas manifestaciones, actas públicas con multitud de firmas de personas de condición diversa han sido dirigidas al general Libertador; dignos son muchos de estos documentos de elevarse al conocimiento de V. E., pero la publicación que tendrán en la Gaceta Dominicana me eximirá de este trabajo. Paso a dar a V. E. una ligera reseña del acto de la proclamación tal como se me ha referido por persona encargada al efecto. El día antes de la proclamación, esto es el 17, se tiraron multitud de paletas impresas y distribuidas por toda la población; al día siguiente se hallaba la Plaza de Armas invadida por un gentío inmenso, no solo de la ciudad sino de los campos. El general Santana, acompañado de los ministros, senadores, gobernador civil, comandante de armas, Estado Mayor General y las corporaciones del estado civil, el clero y autoridades subalternas, subió al Palacio de Justicia, desde cuya galería, uno de los ayudantes leyó el Manifiesto, del cual es adjunto un ejemplar. «Al grito de viva Da. Isabel 2ª, pronunciado por el general Santana, la bandera española fue izada en la Torre del Homenaje, prisión del gran Colón y saludada con 101 cañonazos; todo el día permanecieron izados los dos pabellones y a la postura del sol se bajó el dominicano al son de otros 101 cañonazos y será colocado, entrelazado con el de Castilla, debajo del Escudo de las Armas de España en el Altar Mayor de la Catedral. Los vivas que aparecen en el manifiesto fueron repetidos con entusiasmo 704 César A. Herrera por la multitud y retirado el general Santana a su morada, el pueblo se entregó con expansión sincera a todo género de manifestaciones sin que el incidente más leve haya turbado la alegría de los dominicanos. Poco tiempo después de concluido tan solemne acto, se notificó al cuerpo consular, oficialmente e inmediatamente se presentó en esta Legación el Sr. Cónsul de Francia Mr. De Zeltner. Manifestóme desde luego que sus intrucciones no se reducían sino a impedir que la República Dominicana formara parte de los Estados Unidos y que, por tanto, casi podía asegurar que el Emperador reconocería inmediatamente la anexión. Se mostró hasta resentido por no haber sido invitado al acto que acababa de celebrarse, a lo que me pareció deber contestar que siendo ese acto exclusivo del pueblo dominicano y de tal naturaleza que aún nuestros cargos quedarían en suspenso hasta recibir instrucciones de nuestros respectivos Gobiernos, no parecía que el de Santo Domingo debía invitar el cuerpo consular que tendrá que recibir un nuevo Exequátur, si por las potencias extranjeras se reconoce la anexión. Pasó después a hablar del modo con que había de contestar a la nota que el general Santana dirigió a todos los cónsules, pues estaba firmada únicamente con su apellido. Duda era de la que podía sacarle, pues sabía que el general Santana, con una modestia que tanto le honra, solo ejercería su autoridad y hasta que el Gobierno de S. M. determinase lo que tuviere por conveniente, despojándose de cuantos títulos y honores ha gozado hasta aquí; adoptando la sencilla fórmula de Pedro Santana en nombre de Da. Isabel 2ª. Reina de España; nuevo rasgo que realza la noble figura del anciano vencedor de Las Carreras; propuse a Mr. De Zeltner que fuéramos al Palacio del Gobierno; allí mediaron satisfacciones mutuas al ver la buena disposición de la Francia en esta grave cuestión. La manifestación del Mr. De Zeltner, tanto en esta Legación como la hecha al general Santana, no exigida por nadie, y sí libre y espontánea, ha confirmado ser sinceras las que en varias ocasiones ha hecho. «Muy distinta ha sido la conducta de Mr. M. Hood, cónsul inglés. En buena armonía, en cuanto al trato particular, ni una Anexión-Restauración 705 sola palabra me ha dirigido que tenga relación con el acto de la anexión. Estudiando silencio pero en el que obra, a mi juicio, más el despecho y animosidad contra los dominicanos que oposición directa y oficial; sin embargo que no deja de esparcir frases intencionadas entre las gentes de color que afortunadamente hasta ahora no producen efecto alguno. El día 1 del corriente llegó a esta rada la corbeta inglesa de Vapor Racer, dio la vela el 14 sin saberse fijamente su dirección, sin embargo de que es presumible haya ido con pliegos para el Cónsul inglés en Haití. El Vapor Pizarro de la Marina de S. M. fondeado hasta ahora en la próxima bahía de Ocoa, donde ha prestado un grande servicio, dando, con su presencia, fuerza moral a los pueblos de la frontera, algo inquietos por la noticia de una pronta invasión, volverá a esta rada mañana mismo; su digno comandante don Jacobo MacMahon ha ofrecido al general Santana cuantos auxilios pudiera prestarle el buque de su mando en estos momentos y puesto que se halla colocado el pendón de Castilla en esta nueva provincia española, se ha creído muy conveniente que parte de la dotación del Pizarro preste algún servicio militar en la ciudad, cubriendo las guardias que se les designe, alternando con el ejército dominicano. Habré molestado sin duda alguna la alta atención de V. E. con tan extenso Despacho; requiérelo, sin embargo, el grave acontecimiento que tengo el honor de participar a V. E. la anexión de Santo Domingo a la que fue su Metrópoli y del modo con que se ha hecho, consignada será en los anales de la Historia, elevando a nuestra patria a inmensa altura; su política de otros tiempos y la que hoy sigue en estas regiones apreciada será más justamente que lo que hasta hoy lo fue; el reinado de la Segunda Isabel, nueva analogía tendrá con el de la Primera, tan admirado en todas épocas y por el mundo todo; y la vida política de V. E. contará también con una página más y más gloriosa que ninguna. Dígnese V. E. con tal motivo, y si lo estima conveniente, elevar hasta las gradas del Trono mis humildes testimonios de adhesión y respeto. Dígnese también admitir la más sincera felicitación por tan fausto acontecimiento, cuyo éxito en tanto grado pertenece a V. E.» 706 César A. Herrera Lo que tengo el honor de trasladar a V. E. en cumplimiento de mi deber, participándole al mismo tiempo que siguen recibiéndose continuamente las actas de la proclamación de la anexión de todos los pueblos de la Isla, sin que en ninguna parte se haya alterado el orden y la tranquilidad. Dios guarde a V. E. muchos años. Besa la mano de V. E. su atento seguro servidor. Firmado: Eugenio Gómez Molinero Anexión-Restauración 707 A.G.I. CUBA 2266 (Texto impreso) Pedro Santana En nombre de S. M. la Reina Doña Isabel II Santo Domingo, 30 de marzo de 1861. Al Excmo. señor gobernador y capitán general de la Isla de Cuba. Excmo. señor: Tengo la satisfacción de comunicar a V. E. que por todas partes resuena el grito que la lealtad dominicana ha lanzado proclamando por su Reina y Soberana a la excelsa Princesa Doña Isabel 2ª. En nuestro poder obran ya los pronunciamientos de las provincias de Santo Domingo, El Seibo, Azua, La Vega y Santiago, y en todas ellas ondea el pabellón que asegura nuestras libertades. Acepte V. E., pues, las felicitaciones que debemos hacernos mutuamente por la parte que cada uno de nosotros toma en el júbilo general que experimentan los pueblos al ver asegurado su porvenir. Dios guarde a V. E. muchos años. Firmado: Santana Gpc 708 César A. Herrera A.G.I. CUBA 2266 La Habana, 16 de abril de 1861. Excmo. señor ministro de Estado. Excmo. señor: En el despacho muy reservado de 26 del mes anterior, relativo a los asuntos de Santo Domingo y que habrá puesto en manos de V. E. mi primer ayudante el Sr. García Pirx tuve el honor de dar cuenta a V. E. de todo el curso de esta importante cuestión hasta aquella fecha desde que con la vuelta del Sr. Álvarez a esta ciudad hubo motivos para creer que en aquella isla iban a precipitarse graves sucesos. Asimismo puse en conocimiento de V. E. las medidas que después de un maduro examen me había creído en el imprescindible deber de tomar y las que me proponía adoptar en lo sucesivo en el caso de que la hipótesis entonces probable de la proclamación de España y alzamiento de la bandera española, en Santo Domingo, llegase a ser un hecho irrevocablemente consumado. Dos días después de escrito mi citado despacho, el 28 del pasado marzo, la llegada de los Sres. don Apolinar de Castro y don Manuel de Jesús Heredia, comisionados al efecto, vino a sacarme de dudas con la evidencia de que el 18 del propio mes se había realizado con toda solemnidad y entusiasmo aquel notable acontecimiento. Los expresados comisionados me trajeron los despachos de los generales Santana y Alfau del Sr. Ricart y del Consulado español que en copia son adjuntos (documentos 1, 2, 3 y 4). También pusieron en mis manos una exposición en pliego cerrado dirigido a S. M. la Anexión-Restauración 709 Reina Nuestra señora, documento que por razón de su naturaleza ha creído deber confiar a un comisionado especial que lo ponga en manos del Excmo. señor presidente del Consejo de Ministros. Colocado de esta suerte en presencia de un hecho consumado, y a todas luces irremediable, forzoso era, Excmo. señor, llevar a cabo las medidas que me había decidido a tomar el primer anuncio de su inminente realización, y de que di cuenta a V. E. en mi despacho de 26 de marzo ya referido, en el cual expuse muy detenidamente las graves consideraciones que me determinaban a echar sobre mí la responsabilidad de un paso bien riesgoso, pero no impremeditado. Aprestados, pues, todos los medios que se creyeron necesarios para la expedición, y dadas las instrucciones competentes (copia No. 5) al Excmo. señor general Rubalcaba, jefe superior de la misma, dicté la orden de embarque y salida de este puerto para el 30 de marzo. No juzgo necesario informar a V. E. de los pormenores técnicos y puramente militares relativos a las tropas expedicionarias, pues de ellos doy extensa cuenta por el conducto competente al departamento de la guerra. Tengo, sin embargo, la satisfacción de participar a V. E. que en menos de cuatro días, sin más recursos que los ordinarios, de esta isla, y sin ningún género de ostentoso alarde y sin violentar la marcha natural de las cosas, se ha visto perfectamente equipada y abastecida de todo lo necesario, víveres, municiones, utensilios, hospitales, etc., y puesto a bordo de los buques de guerra una brillante brigada de todas armas. Este resultado que honra mucho a nuestra organización militar y que enaltece el excelente espíritu de nuestro ejército, se ha debido en gran parte al encomiable celo y patriótico entusiasmo de que han estado animados cuantos han tenido que secundarme en las presentes circunstancias. Como los preparativos militares no podrán ser un misterio, y el hecho que los motivaba era ya del dominio del público, creí conveniente que con la salida de las tropas coincidiese una manifestación, si no oficial porque a ello se oponía la circunspecta y reservada conducta que me he impuesto desde un principio semi-oficial al menos, que fijase el verdadero carácter de la empresa, rectificando errores y equivocadas apreciaciones hijas de la ignorancia o de la 710 César A. Herrera mala fe que pudieran presentar los hechos desfigurados y bajo un aspecto desfavorable a los ojos de las naciones extrañas, con especialidad los Estados Unidos, cuyos agentes consulares en esta ciudad no podían ignorar lo que pasaba ante sus ojos. En su virtud la Gaceta del 29 publicó el artículo que verá V. E. en el ejemplar que tengo el honor de acompañarle (documento No. 6). De esta suerte explicaba la genuina significación de una empresa con la cual desde un principio no me he propuesto otra cosa que asegurar los grandes intereses de España y dejar más expedita la libertad de acción del Gobierno de S. M. en la resolución definitiva del asunto. Aquí toca llamar la atención de V. E. acerca del contenido de las copias (Nos. 7 y 8) de las instrucciones dadas al cónsul de S. M. en Haití con el objeto de que explicase a aquel Gobierno el verdadero objeto de la ocupación de Santo Domingo. Así las cosas, en la mañana del 30 de marzo zarpó del puerto la expedición conducida por el general Rubalcaba en los vapores de guerra Isabel la Católica y Velasco y fragata de hélice Berenguela con otros varios transportes, no sin excitar el más vivo entusiasmo del pueblo aglomerado en los muelles, que en aquellos momentos solemnes cedía al influjo de un noble sentimiento, superior en determinados casos a los consejos de la prudencia. Yo mismo, Excmo. señor, sentí latir fuertemente mi corazón al ver salir nuestras naves cubiertas de soldados a no acostumbradas empresas de muchos años acá, abriéndose un camino que puede ser muy fecundo para la patria. Pero al propio tiempo debo confesar a V. E. que me agobiaban muy graves cuidados, no solo por los riesgos y dificultades que siempre he encontrado en la prosecución de este arduo asunto, y cuya importancia no he disminuido al Gobierno de S. M., sino por el recelo de que en el tiempo transcurrido desde el 18 de marzo hasta el día de la llegada de nuestras tropas a Santo Domingo sobrevinieren en aquel país turbaciones y disidencias, que despojando al movimiento de su espontaneidad y unanimidad, diesen pretextos a la malevolencia para suponer que no había sido más que una intriga capaz de comprometer ante los otros pueblos el carácter moral de España. Bien es verdad que como V. E. sabe, yo había precavido en parte este inconveniente recomendando y Anexión-Restauración 711 previniendo explícitamente en todas mis instrucciones que no se desembarcase un solo soldado, sin la previa seguridad de que reinaba la paz en el país, y de que la nueva situación no había encontrado opositores. Mas así y todo no podía ocultárseme cuán desairado papel hubieran representado nuestras tropas, retirándose a esta isla sin acabar la empresa, presenciando desde los buques las luchas de las facciones con motivo de nuestra bandera. De tales dudas, que V. E. comprenderá lo angustiosas que deben ser, cuando se está bajo el peso de graves responsabilidades, vino a sacarme la llegada del vapor mercante Pelayo, que entró en este puerto el 9 del presente habiendo salido el 4 de Santo Domingo, y que había sido enviado anteriormente a la venida de los comisionados para traernos noticias del estado de las cosas en aquel país. Las noticias no podían ser más satisfactorias, según verá V. E. por las comunicaciones del encargado del Consulado y del comandante del Pizarro (copias Nos. 9 y 10) y los impresos señalados con los numeros 11, 12, 13, 14, 15 y 16 que son adjuntos. Con semejantes datos fidedignos quedaba fuera de duda que la proclamación de la Reina de España en Santo Domingo había sido un acto espontáneo y unánime de la voluntad nacional, cuando a los 18 días de ignaugurar la situación del 18 de marzo, no se había presentado ni el más leve síntoma de resistencia. Con estas noticias coincidieron otras de diversa índole y que vinieron a suscitarme nuevos cuidados, pues no parece sino que la cuestión dominicana está destinada a tener de continuo en suspenso mi ánimo, mientras no reciba las precisas instrucciones del Gobierno de S. M. Las nuevas alarmas se referían a la impresión causada en los Estados Unidos por el primer anuncio del suceso de Santo Domingo, y de lo que no me detengo a dar cuenta a V. E., pues, según he sabido posteriormente, ha sido informado V. E. con toda copia de datos por el celoso ministro de S. M. en Washington. Por más que yo tuviese ya experiencia de lo ruidosa que suele ser, en determinados casos, la manifestación de la opinión pública entre nuestros vecinos, y por más que la comunicación del señor Álvarez, fechada el 5 en Nueva York (copia No. 17) me tranquilizace en parte acerca del objeto de los armamentos y aprestos que 712 César A. Herrera se hacían a toda prisa en aquella ciudad, no podía sin embargo desentenderme de la posible eventualidad de un golpe de mano que es siempre de tener aquellas gentes como tenga proporción y fuerza suficientes para darlo; cuanto más que se anunciaba por diferentes conductos confidenciales y aun se escribía de Nueva York que los aprestos de buques y de hombres se dirigían contra Santo Domingo. En este caso juzgué prudente reforzar la expedición española con la fragata Princesa de Asturias recien llegada de la Península, que se dio a la vela el 13 del presente, y dirigí al general Rubalcaba con la misma fecha las instrucciones que verá V. E. en la copia No. 18 con el objeto de no perdonar medio de evitar un conflicto que pudiera servir de obstáculo a la desembarazada acción del Gobierno de S. M. Asimismo, aunque confidencialmente, he recomendado a dicho general la conveniencia de que se establezcan comunicaciones terrestres entre Samaná y Santo Domingo, previniéndole que advierto al general Santana la necesidad inmediata de establecer postas, interín puede utilizarse la línea telegráfica y de que, desde luego, se comience a abrir un camino capaz para el tránsito de la artillería. Siguiendo el hilo de esta larga pero importante narración diré a V. E. que al día siguiente de la salida de la Princesa, llegó el vapor Velasco, despachado el 8 desde Santo Domingo con pliegos en que se me comunicaba el feliz arribo y desembarco de la expedición, verificado el día anterior y recibida en el país como si de largas tierras hubiese llegado a una provincia española. La importante comunicación del general Rubalcaba (copia No. 19) y la carta del brigadier Peláez (No. 20) que no obstante su carácter privado creo oportuno trasladarle, informarán plenamente a V. E. de todos estos sucesos, sin que tenga necesidad de añadir nada al relato de los expresados documentos acerca de los cuales llamo muy particularmente la atención de V. E. La natural satisfacción que han producido en mí tan gratas noticias no ha dejado de aumentarse con otras que acabo de recibir de Washington y Nueva York, que disipan los temores que podían hacer concebir los anteriores anuncios relativos al destino de los armamentos que se llevan a cabo en los Estados del Norte. Según Anexión-Restauración 713 asegura el Sr. Álvarez en su despacho del 7 (copia No. 21), dichos aprestos se dirigen contra los disidentes del Sur; tal opina el Sr. Tassara y tal es el unánime testimonio de las últimas noticias que tenemos. Las declaraciones terminantes hechas por el Gobierno de Washington al representante del Gobierno español parece también que no deben dejar duda acerca de esto mismo, que por otra parte se halla corroborado por el estado crítico de los negocios de la Unión. Respecto de todos estos particulares, juzgo ocioso detenerme a dar a V. E. más pormenores, pues V. E. se halla plenamente informado por varios despachos del Sr. Tassara y en particular por el de 5 del presente mes, que dicho señor se ha servido comunicarme; cuanto más que el Sr. Álvarez los habrá dado de palabra más extensos y auténticos antes de que esta comunicación llegue a las superiores manos de V. E. Hasta aquí, Excmo. señor, cuanto puedo informar a V. E. acerca de los incidentes de esta cuestión gravísima desde mi último despacho relativo a la misma de 26 de marzo anterior. Durante este corto período de 20 días se ha equipado y armado una brillante expedición militar, ha desembarcado a trescientas leguas del punto de su partida y ocupa actualmente un territorio importante donde, en virtud de un suceso extraordinario, quizás único en los anales de los pueblos, se ha tremolado la gloriosa bandera de España. Y todo esto se ha realizado bajo los más favorables auspicios, sin tener el más leve accidente que deplorar y al parecer, conjurados los peligros inmediatos que, con razón, pudieran temerse desde el momento de someter la empresa, de manera que hay motivos para esperar que no sobrevenga ningún conflicto antes de que el Gobierno de S. M. esté en situación de poderlo prevenir o de que esté apercibido para arrostrarlo. Tal era mi deseo y confieso que hasta ahora ha sido ayudado por la fortuna. No es fuera de propósito, tributar en este lugar el debido elogio a la eficaz cooperación prestada con singular celo por el dignísimo capitán general de Puerto Rico, don Rafael Echagüe, al enviar un batallón de aquel reducido ejército, primeras fuerzas que, por razón de la proximidad, pisaron al suelo dominicano. 714 César A. Herrera Por lo que respecta al suceso principal que nos ha creado la presente situación, forzoso es convenir en que han pasado las cosas de manera que nadie podrá con justicia echar en cara a la España, la menor responsabilidad en el acontecimiento del 18 de marzo, ni menos disputarle un derecho que se presenta revestido de todos los caracteres de la legitimidad. La circunstancia de haber proclamado los dominicanos sin la ayuda de nadie su incorporación a la monarquía, contra la voluntad expresa del Gobierno español, lo cual no era de ellos ignorada, y el hecho inconcluso al par que significativo de haber sabido conservar la tranquilidad más completa durante veinte días que transcurrieron desde el pronunciamiento hasta el desembarco de las tropas expedicionarias estas circunstancias bien notables por cierto, ponen a cubierto, como ya he dicho antes, de toda maligna interpretación, el carácter moral de la nación española, y prestan a la intentada anexión de Santo Domingo un sello de nobleza y espontaneidad que no es fácil encontrar en otros sucesos análogos que acaban de pasar de nuestros ojos y que casi han recibido la sanción de Europa. Bajo este respecto, al Gobierno de la Reina le sobran datos para contestar victoriosamente a toda clase de razonamientos. Y tan es así que el Gobierno de Washington para cohonestar sus representaciones ha tenido necesidad de desfigurar los hechos y suponer quiméricos planes de reconquista en que él mismo no cree. El Gobierno, pues, de S. M. se encuentra en una posición desembarazada y ventajosísima para resolver esta cuestión de la manera que juzgue más conveniente, que siempre será lo más conforme al honor y verdaderos intereses de la España. Por lo que toca a la línea de conducta que me he visto en la necesidad de adoptar y acerca de la cual espero el fallo del Gobierno Supremo, cada vez estoy más convencido de que, una vez consumado el hecho, de la manera inopinada como se llevó a cabo, los grandes intereses del país, los particulares de esta Antilla, el honor de la bandera y del nombre español y el espíritu y letra de las instrucciones de 8 de diciembre, me imponían el riguroso deber de hacer lo que he hecho. Obrando de otra Anexión-Restauración 715 suerte no solo hubiera comprometido muy altos intereses, sino que tal vez a la hora esta se nos hubieran presentado muy arduas dificultades. No necesito, Excmo. señor, detenerme a demostrar aquí que los sucesos de Santo Domingo, ni han sido provocados por mí, ni se han realizado con mi consentimiento. V. E. que ha seguido atentamente todo el curso del asunto y a quien he comunicado todos los antecedentes así oficiales como confidenciales que se refieren a él, no ocultándole tampoco mis opiniones y leal parecer, se habrá convencido de que he hecho cuanto estaba en lo posible para impedir un desenlace que antes y después he juzgado prematuro. Los sucesos han venido sin embargo a sorprenderme por culpa de los hombres o por causas superiores a su voluntad; y en semejante coyuntura no he tenido entre qué escoger, he carecido de albedrío y me he visto obligado a echar sobre mí una grave responsabilidad para alejarla del Gobierno de la Reina. Aquí terminaba naturalmente este larguísimo despacho, si no me creyera en el deber de exponer brevemente a V. E. mi firme convicción de que no es posible retroceder en el camino comenzado. El prestigio de nuestras armas tan justamente levantado después de la campaña de Marruecos, la importancia que hemos adquirido en este continente de algunos años a esta parte, las esperanzas que los pueblos americanos de nuestra raza van fiando en nosotros, hoy día que nuestro gran antagonista se debilita y decae, todo esto, Excmo. señor, quedaría visiblemente menoscabado si abandonásemos la posición tomada, y su próxima e inevitable consecuencia sería la inseguridad de nuestros intereses y aun de nuestras posesiones en esta parte del mundo. Yo creo que es preciso ir adelante y me afirmo tanto más en mi juicio, cuanto que la respetabilísima opinión del ministro de S. M. en Washington coincide con la mía, no obstante encontrarse en el foco de donde puede venirnos el mayor y más próximo peligro. Con todo, Excmo. señor, si el Gobierno de S. M. la Reina en vista del amenazador aspecto de las cosas de Europa o de sucesos y complicaciones que aquí no pueden preveerse, juzga 716 César A. Herrera imprescindible la resolución contraria por exigirlo así el supremo interés de la patria, no debe servirle de óbice lo ejecutado por mí en esta circunstancias. Ante tan vitales consideraciones es bien poca cosa el sacrificio personal y no le faltará la abnegación necesaria para aceptarlo, a quien la ha tenido sobrada para cumplir lo que ha creído su deber. Dios, etc. BIBLIOGRAFÍA ALFAU DURÁN, Vetilio. «Weyler en Santo Domingo», Clío, año XXIII, No. 104 (julio-septiembre de 1955). ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, Colección Herrera. ESPAILLAT, Ulises Francisco, Ideas de bien pátrio, selección de Emilio Rodríguez Demorizi, Santo Domingo, Editora del Caribe, 1963. FLAGG BEMIS, Samuel, La diplomacia de Estados Unidos en la América Latina, México, Fondo de Cultura Económica, 1944. 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Índice onomástico A B Adames, Esteban 547 Adón, Marcos Evangelista 417, 488, 547 Alburquerque, Marcelo 485 Alcalá Galiano, Antonio 540 Alfau, Antonio Abad 421, 568, 654, 663, 797, 708 Alfau, Julián 485 Alfau Durán, Vetilio 717 Alix, Juan Antonio 553, 557, 562, 573, 577 Almonte, Ramón 528, 553, 555557, 564, 566, 574, 576-577, 581, 589, 595, 618, 631 Alonso, Manuel 567, 645 Álvarez, Mariano 513-514, 520, 524, 657, 665, 686-687, 691, 700, 708, 711, 713 Angulo Guridi, Alejandro 610, 629, 639 Armero, Francisco 539-540 Arrazola, Lorenzo 539 Batista, J. A. 485 Benavides, Antonio (Duque de Valencia) 539 Bernal, José R. 485 Bernal, Pedro 485 Betances hijo, Luis 545 Billini, José Antonio 485 Bonilla, Justiniano 562 Bonilla, Pedro Pablo de 485, 545, 568 Bonó, Pedro Francisco 429, 431, 485, 512 Botia y Garcí, Mariano 645-648 Brea, José A. 485 Buceta, Manuel 642 Bustamante y Campaner, Luis 601, 605, 608, 610, 635, 637-639 C Cabral, José María 408, 419-420, 487, 512, 536, 544, 547 Cabrera, José 408 719 César A. Herrera 720 Cabrera, Juan 573 Calero, Felipe 545 Calero, José María 545 Calleja, Baldomero 420-422, 546 Castillo, A. 484 Castro, José de Jesús 545 Catalá Alonso de Molina, Francisco 420, 645-648 Cepeda, José 562, 573 Comyn, Juan S. 661 Concha, Wenceslao de la 485 Cordero, Casimiro 485 Cruz Ureña, Juan de la 557, 562, 571, 577, 601, 605, 617, 621 Cruzat, Manuel de 686 Cuba, Ignacio 578 Cuervo y Muñoz, José María 583, 600, 622, 626 Curiel, Domingo 557, 577, 581 Curiel, Julián Belisario 407, 411, 417, 426-428, 430, 441, 449, 485, 497, 527, 553, 556-557, 567-568, 572, 590, 592, 602 Curiel, Pedro Eugenio 580-581, 601 D Daza, Fermín 609-610, 639 Deetjen, Alfredo 411, 485, 497, 556, 560, 602 Delgado, José 639 Delgado, Juan 601-610 Delmonte, Manuel 701 Delmonte, Severino 449, 527 Díaz, Ramón 554, 558, 586, 602 Díaz Méndez, Juana 560 Díaz Rojas, Ramón 558, 602 Dié y Pescetto, Francisco 551-552, 555, 561, 568-569, 576-581, 583-584, 587, 589, 596, 600-605, 608-610, 635-636, 638-640, 643644 Doucet (Mr.) 509, 518, 523 Duarte de Beger, Vicente Celestino 485 Dubreil de Travieso, Elisa 545 E Echavarría, José 561, 571, 601, 605, 617, 621 Echinagusia, Federico 412, 489 Elie, Augusto 512 Espaillat, Genaro 555, 560, 580 Espaillat, Juan Ignacio 557 Espaillat, Pedro Ignacio 551, 553, 555, 573, 576-577, 579-580, 583-584, 596, 600-601, 605-610, 622-623, 625-627, 631, 634, 639-641, 643 Espaillat, Ulises Francisco 407, 415, 417, 430-431, 446, 449, 527, 547, 579, 608, 717 F Fauleau, Francisco Javier 485 Fernández, Álvaro 584 Fernández de Córdova, Fernando 539 Fernández y Sanz, Matías 616 Flagg Bemis, Samuel 717 Franco Bidó, Ulises 535, 551, 553, 561-563, 567, 569-574, 579-580, Anexión-Restauración 583, 590, 596, 600, 605-610, 620621, 627, 631, 633-634, 639-641, 644-645, 648 G Galván, Manuel de Jesús 524, 527 Gándara, José de la 401, 404-405, 408-409, 411-413, 420-422, 488-489, 491, 493-497, 500-507, 509, 511-514, 519-520, 523, 540, 542-546, 717 García, Federico de Jesús 405, 408, 412, 426, 429, 435, 437, 441, 443 García, José Gabriel 445, 717 García, Juan Francisco 460 García, Manuel de Jesús 545 García, Rafael María 445, 545 García Barzanallana, Manuel 539 García Barzanallana, Manuel 539 García Lluberes, Leonidas 717 García Pirx (señor) 708 Garrido, Miguel 545 Gautier, José María 552-553, 558, 562, 573-574, 582, 584-585, 597-598 Gazón, A. E. 450 Geffrard, Fabré 423, 488, 503, 511-513, 515-520, 527 Geraldino, Teófilo 545 Gibbes, Lucas 484 Gil, Juan Evangelista 553, 567 Gimeno y Pando, Benito 551-552, 555, 561, 567, 569, 576-577, 479-581, 583, 587, 589, 596, 600-604, 635-636, 638, 640, 643 Glas, José Manuel 558, 585-586, 602 Gómez, Emilio 573 721 Gómez, Eusebio 556, 562 Gómez, José Ramón 575, 625, 631 Gómez, Manuel Ubaldo 717 Gómez Molinero, Eugenio 701, 706 González, Florentino 421 González, Luis 540 González Bravo, Luis 540 González Tablas, Ramón 420, 496, 717 Gracián, Baltasar 445 Grullón, Máximo 407, 417, 555, 565-666, 574, 576, 580, 592, 596, 602 Guzmán, José Ma. 485 Guzmán, Ramón 484 H Haché y Zapatería, José 605, 617, 621 Heneken, Teodoro Stanley 440441, 444, 446, 487, 525, 527, 544 Henríquez, Enrique 547 Heredia, Manuel de J. 695, 708 Hernández, J. Eufemio 485 Hood, M. 704 Hoyo, Faustino de 545 Hungría, José 493, 495, 554, 563, 637-638 I Isabel Primera de Castilla 669, 701, 703 Isabel Segunda de Castilla 540, 673-674, 696, 704-705, 707, 710 César A. Herrera 722 J Jimenes, Isidro 556, 564 José Gabriel 545 Jovellar 511 K Knapp, Harry S. 548 Knight, Melvin M. 717 L Labour, Rodolfo 545 Lafite, Juan 527 Lantigua, Eusebio 556 Lantigua, José del Carmen 561562, 571-573 Lapuente, Fermín 609-610, 639 Larrinaga, Federico 559, 602 Lavastida, Miguel 568, 686 Lebrón, José 425 León, Francisco de 484 Leyba, Rafael María 407, 417, 431, 449 Leyba Ramírez, Francisco 545 Leyba Ramírez, José María 545 Ligero, Francisco 578 Limardo, F. A. 485 López del Campillo, Juan López y Marín, Ramón 583 Lora, Carlos de 534, 551, 559, 561562, 570-572, 582-583, 587, 589, 600-601, 603-610, 615-616, 619, 627, 631, 634, 639-641, 643 Lora, Macario de 485, 582 Lovelace, Manuel 441, 443 Lugo Lovatón, Ramón 717 Luperón, Gregorio 402-404, 408, 424-431, 433-434, 441, 444-445, 449, 538, 718 M Maceo, Antonio 429 Madiou, Thomas 503, 520, 524 Maldonado, Blas 419 Malo, José P. 645 Manzueta, Eusebio 408, 417-419, 440, 488, 547 Martí, José 423 Martínez, José 644 Martínez, Pedro 423-425, 440-441 Martínez, Ramón 575 Masagó, Agustín 404 Medrano, Candelario 426, 449 Mella, Juan 545 Mena, Pedro María de 545 Méndez, Juan de Dios 587 Mendoza y Lezo, Miguel 545 Michel, Achiles 637 Miches, Eugeno 421 Mocholi, Nicolás 559 Molina, A. R. D. 485 Mon, Alejandro 502 Monción, Benito 405, 408, 426, 428, 435, 437, 441, 443, 488, 510 Montaner, Francisco 609-610, 639 Monte, Francisco del 545 Monte, Silverio del 407 Morales, José María 485 Morel, Vicente 440-441, 450, 487, 556, 601-602, 632 Moya, Cristóbal José de 484 Moya, D. V. de Anexión-Restauración Mundemón, José 558, 586 Musa o Mazas, Miguel 495-496 N Narváez, Ramón María 409, 413, 502-504, 539 Navas, Mauricio Hernando 634, 649 Nicodemus, José 578 O O’Donnel, Leopoldo 502, 675, 682 Objío Vda. Rodríguez, Bernarda 545 Oquendo, Candelario 407, 449 Oquendo, Candelario 407, 449 Ortiz, Félix 484 Ortiz, M. 485 Ossorio, Alfred 560 P Pacheco, Marcos 514, 520, 557, 562, 573 Pacheco, Ramón 404, 514, 520, 557, 573, 577 Padilla, Julián 484 Patterson (Mr.) 683 Paz, Juan de la 562, 573, 589 Peláez de Campomanes, Antonio 664-666, 712 Peña, Lucas 611 Peña Batlle, Manuel Arturo 718 Peralta, Federico 596 Perdomo, Eugenio 532, 551-552, 723 555-559, 577-579, 581, 583, 587, 600-601, 606-611, 613-614, 627628, 631-632, 634, 639-641, 643 Pereyra, Eusebio Pereyra 440-441 Pérez, Belén 545 Pérez, Isabel 545 Pérez, J. M. 485 Pérez, Luis Alejandro 545 Pichardo, Bernardo 718 Pichardo, Domingo 574 Pichardo, Vidal 553, 556-557, 562, 564, 566, 571-574, 576-577, 594, 603, 631 Pimentel, Casimiro 484 Pimentel, Pedro Antonio 402, 405, 408, 411, 423-424, 426, 428, 435, 437, 441, 443-446, 449, 484, 487-488, 496-497, 527, 530, 540, 543-544, 547 Pina, Juan 545 Pineda, Pedro 485 Polanco, Gaspar 402-409, 412-414, 416-417, 423-424, 426-430, 434, 436, 440, 444-446, 449, 487-488, 503-506, 510-511, 519-520, 527, 529, 540, 554, 558, 577-578, 586 Polanco, Juan Antonio 405, 427428 Ponserrate, Sebastián 440-441 Portes, Joaquín de 485 Pou, Gaspar, 574, 625 Prieto (doctor) 582, 592-593 Primo de Rivera, Miguel 505 Prud’homme, Pedro 440-441 Pujol, Pablo 407, 411-413, 417, 441, 446, 449, 489, 491, 493-497, 504, 527, 531, 557, 602 Pujols, S. 485 César A. Herrera 724 Q Quesada, Maximiliano 559, 569 Quezada, José 545 Quezada, Miguel 539 Quintero, Ramón 560 R Ramos y Martín, Matías 583, 600, 611, 615 Rancaño, Manuel 561, 570, 601, 603, 605, 617, 621 Reinoso, José del Carmen 527, 539-540, 542-543 Reyes, Alejandro 560 Reyes, Pablo 408 Reyes, Vicente 574 Reyes Marión, Luis 425 Reynoso, Juan 485 Ribero y Lemoine, Felipe Ricart, Manuel de Jesús (Chuchú) 556-557 Ricart y Torres, Pedro 562-563, 655, 657-658, 660-661, 664-665, 674-675, 679, 681, 688-689, 692, 699, 708 Ríos, José de los 609-610, 638 Riva, Gregorio 485 Rocha, Domingo de la 568 Rodríguez, Domingo A. 485 Rodríguez, Jacobo 553, 555, 557, 564, 581, 601, 612 Rodríguez, José María 485 Rodríguez, Manuel (Chivo) 405 Rodríguez, Miguel A. 450 Rodríguez, Santiago 408 Rodríguez, Sebastián 584 Rodríguez Demorizi, Emilio 497, 717-718 Rodríguez Objío, Manuel 407, 415, 417, 444, 449, 497, 506, 527, 533 Rodríguez y Vera, Pablo 609-610, 539 Rojas, Benigno Filomeno de 434, 440-441, 444, 446, 450, 484, 537, 540, 563 Rojas, Manuel Tomás 573 Roumain, Ernesto 518, 520, 523 Roxas, Carlos 484 Ruiz (los) 562, 572 Ruiz, Pedro 562, 572-573, 595 S Salcedo, Federico 485 Salcedo, José Antonio (Pepillo) 402-406, 408-417, 423, 426, 428-428, 434-436, 444-445, 485, 493-494, 496-497, 503-505 Sánchez Ramírez, Juan 673 Santana, Pedro 568, 652, 657, 661, 677, 679-680, 688, 691, 693, 696, 698, 700-705, 707-708, 712 Santana, Rafael 421 Santín, J. 485 Santos, Martín 467 Seijas Lozano, Manuel de 540 Serrano, Francisco 653, 655, 662, 670, 674675, 683, 694, 697-698, 702 Silvestre, Santiago 417 Sucre, Antonio José de 406 Anexión-Restauración T Tabera, J. C. 485 Tavares, Vicente 584 Tejada, Manuel 528, 555, 562, 576, 584 Tejera, Juan Nepomuceno 568 Tolentino, Juan Pablo 408 Toribio, Nicolás 562, 573 Travieso, Avelina 545 Travieso, Elisa 545 Travieso, Juan Francisco 545 Travieso de Calero, Rosa 545 Troncoso, José María 545 U Ulrich, Ignacio 639 Ureña, Juan Enemencio V Valverde, Manuel María 429, 431, 485 725 Valverde, Melitón 528, 540, 542543 Valverde, Pedro María 547 Valverde, Sebastián 601 Valverde y Lara, Pedro 568 Van Halen, Francisco 527 Vargas, Tomás de 562 Vargas, Manuel de Jesús 562 Vargas, Manuel de Jesús de 573, 589 Vargas, Manuel Tomás de 562 Velazco (coronel) 496-497 Villanueva, Toribio L. 484 W Welles, Sumner 718 Z Zarzuelo, Joaquín 422, 559, 602, 632 Zeltner, Mr. De 704 Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. I Vol. II Vol. III Vol. IV Vol. V Vol. VI Vol. VII Vol. VIII Vol. IX Vol. X Vol. XI Vol. XII Vol. XIII Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846. Edición y notas de E. 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Exquemelin, traducida de una famosa edición francesa de La Sirene-París, 1920, por C. A. Rodríguez; introducción y bosquejo biográfico del traductor R. Lugo Lovatón, C. T., 1953. Obras de Trujillo. Introducción de R. Lugo Lovatón, C. T., 1956. Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1957. 727 728 Vol. XIV César A. Herrera Cesión de Santo Domingo a Francia. Correspondencia de Godoy, García Roume, Hedouville, Louverture, Rigaud y otros. 1795-1802. Edición de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959. Vol. XV Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959. Vol. XVI Escritos dispersos. (Tomo I: 1896-1908). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XVII Escritos dispersos. (Tomo II: 1909-1916). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XVIII Escritos dispersos. (Tomo III: 1917-1922). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XIX Máximo Gómez a cien años de su fallecimiento, 1905-2005. Edición de E. Cordero Michel, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XX Lilí, el sanguinario machetero dominicano. Juan Vicente Flores, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXI Escritos selectos. Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXII Obras escogidas 1. Artículos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXIII Obras escogidas 2. Ensayos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXIV Obras escogidas 3. Epistolario. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXV La colonización de la frontera dominicana 1680-1796. Manuel Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXVI Fabio Fiallo en La Bandera Libre. Compilación de Rafael Darío Herrera, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXVII Expansión fundacional y crecimiento en el norte dominicano (16801795). El Cibao y la bahía de Samaná. Manuel Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXVIII Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXIX Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXX Iglesia, espacio y poder: Santo Domingo (1498-1521), experiencia fundacional del Nuevo Mundo. Miguel D. Mena, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXI Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. I: 1492-1501. Fray Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo I: Hechos sobresalientes en la provincia). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007. Anexión-Restauración 729 Vol. XXXIII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo II: Reorganización de la provincia post Restauración). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXIV Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo XVII. Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXV Memorias del Primer Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXVI Actas de los primeros congresos obreros dominicanos, 1920 y 1922. Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXVII Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894). Tomo I. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXVIII Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894). Tomo II. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXIX Una carta a Maritain. Andrés Avelino, traducción al castellano e introducción del P. Jesús Hernández, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XL Manual de indización para archivos, en coedición con el Archivo Nacional de la República de Cuba. Marisol Mesa, Elvira Corbelle Sanjurjo, Alba Gilda Dreke de Alfonso, Miriam Ruiz Meriño, Jorge Macle Cruz, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLI Apuntes históricos sobre Santo Domingo. Dr. Alejandro Llenas. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLII Ensayos y apuntes diversos. Dr. Alejandro Llenas. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLIII La educación científica de la mujer. Eugenio María de Hostos, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLIV Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1530-1546). Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLV Américo Lugo en Patria. Selección. Compilación de Rafael Darío Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLVI Años imborrables. Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLVII Censos municipales del siglo xix y otras estadísticas de población. Alejandro Paulino Ramos, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLVIII Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo I. Compilación de José Luis Saez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLIX Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo II, Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. L Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo III. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. 730 Vol. LI Vol. LII Vol. LIII Vol. LIV Vol. LV Vol. LVI Vol. LVII Vol. LVIII Vol. LIX Vol. LX Vol. LXI Vol. LXII Vol. LXIII Vol. LXIV Vol. LXV Vol. LXVI Vol. LXVII Vol. LXVIII César A. Herrera Prosas polémicas 1. Primeros escritos, textos marginales, Yanquilinarias. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Prosas polémicas 2. Textos educativos y Discursos. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Prosas polémicas 3. Ensayos. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008. Autoridad para educar. La historia de la escuela católica dominicana. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Relatos de Rodrigo de Bastidas. Antonio Sánchez Hernández, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 1. Escritos políticos iniciales. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 2. Ensayos. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 3. Artículos y Controversia histórica. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 4. Cartas, Ministerios y misiones diplomáticas. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008. La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). Tomo I. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). Tomo II. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Legislación archivística dominicana, 1847-2007. Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2008. Libro de bautismos de esclavos (1636-1670). Transcripción de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Los gavilleros (1904-1916). María Filomena González Canalda, Santo Domingo, D. N., 2008. El sur dominicano (1680-1795). Cambios sociales y transformaciones económicas. Manuel Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2008. Cuadros históricos dominicanos. César A. Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008. Escritos 1. Cosas, cartas y... otras cosas. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Escritos 2. Ensayos. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Anexión-Restauración Vol. LXIX 731 Memorias, informes y noticias dominicanas. H. Thomasset. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXX Manual de procedimientos para el tratamiento documental. Olga Pedierro, et. al., Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXXI Escritos desde aquí y desde allá. Juan Vicente Flores. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXXII De la calle a los estrados por justicia y libertad. Ramón Antonio Veras (Negro), Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXXIII Escritos y apuntes históricos. Vetilio Alfau Durán, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXIV Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista. Salvador E. Morales Pérez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXV Escritos. 1. Cartas insurgentes y otras misivas. Mariano A. Cestero. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXVI Escritos. 2. Artículos y ensayos. Mariano A. Cestero. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXVII Más que un eco de la opinión. 1. Ensayos, y memorias ministeriales. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXVIII Más que un eco de la opinión. 2. Escritos, 1879-1885. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXIX Más que un eco de la opinión. 3. Escritos, 1886-1889. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXX Más que un eco de la opinión. 4. Escritos, 1890-1897. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXI Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano. Angel Moreta, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXIII Perlas de la pluma de los Garrido. Emigdio Osvaldo Garrido, Víctor Garrido y Edna Garrido de Boggs. Edición de Edgar Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXIV Gestión de riesgos para la prevención y mitigación de desastres en el patrimonio documental. Sofía Borrego, Maritza Dorta, Ana Pérez, Maritza Mirabal, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXV Obras, tomo I. Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXVI Obras, tomo II. Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXVIIHistoria de la Concepción de La Vega. Guido Despradel Batista, Santo Domingo, D. N., 2009. 732 César A. Herrera Vol. LXXXIX Una pluma en el exilio. Los artículos publicados por Constancio Bernaldo de Quirós en República Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XC Ideas y doctrinas políticas contemporáneas. Juan Isidro Jimenes Grullón, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCI Metodología de la investigación histórica. Hernán Venegas Delgado, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCIII Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo I. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCIV Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo II. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCV Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo III. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCVI Los Panfleteros de Santiago: torturas y desaparición. Ramón Antonio, (Negro) Veras, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCVII Escritos reunidos. 1. Ensayos, 1887-1907. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCVIII Escritos reunidos. 2. Ensayos, 1908-1932. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCIX Escritos reunidos. 3. Artículos, 1888-1931. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. C Escritos históricos. Américo Lugo, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. CI Vindicaciones y apologías. Bernardo Correa y Cidrón. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. CII Historia, diplomática y archivística. Contribuciones dominicanas. María Ugarte, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. CIII Escritos diversos. Emiliano Tejera, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CIV Tierra adentro. José María Pichardo, segunda edición, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CV Cuatro aspectos sobre la literatura de Juan Bosch. Diógenes Valdez, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CVI Javier Malagón Barceló, el Derecho Indiano y su exilio en la República Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CVII Cristóbal Colón y la construcción de un mundo nuevo. Estudios, 19832008. Consuelo Varela, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Anexión-Restauración Vol. CVIII 733 República Dominicana. Identidad y herencias etnoculturales indígenas. J. Jesús María Serna Moreno, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CIX Escritos pedagógicos. Malaquías Gil Arantegui. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CX Cuentos y escritos de Vicenç Riera Llorca en La Nación. Compilación de Natalia González, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXI Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra el régimen de Trujillo en el exterior. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXII Ensayos y apuntes pedagógicos. Gregorio B. Palacín Iglesias. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXIII El exilio republicano español en la sociedad dominicana (Ponencias del Seminario Internacional, 4 y 5 de marzo de 2010). Reina C. Rosario Fernández (Coord.), edición conjunta de la Academia Dominicana de la Historia, la Comisión Permanente de Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXIV Pedro Henríquez Ureña. Historia cultural, historiografía y crítica literaria. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXV Antología. José Gabriel García. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXVI Paisaje y acento. Impresiones de un español en la República Dominicana. José Forné Farreres. Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXVII Historia e ideología. Mujeres dominicanas, 1880-1950. Carmen Durán. Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXVIII Historia dominicana: desde los aborígenes hasta la Guerra de Abril. Augusto Sención (Coord.), Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXIX Historia pendiente: Moca 2 de mayo de 1861. Juan José Ayuso, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXX Raíces de una hermandad. Rafael Báez Pérez e Ysabel A. Paulino, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXI Miches: historia y tradición. Ceferino Moní Reyes, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo I. Octavio A. Acevedo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXIII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo II. Octavio A. Acevedo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXIV Apuntes de un normalista. Eugenio María de Hostos. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXV Recuerdos de la Revolución Moyista (Memoria, apuntes y documentos). Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. 734 César A. Herrera Vol. CXXVI Años imborrables (2da ed.) Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, edición conjunta de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXVII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura de Trujillo. Tomo I. Compilación de Alejandro Paulino Ramos, edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXVIII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura de Trujillo. Tomo II. Compilación de Alejandro Paulino Ramos, edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXIX Memorias del Segundo Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXX Relaciones cubano-dominicanas, su escenario hemisférico (1944-1948). Jorge Renato Ibarra Guitart, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXXI Obras selectas. Tomo I, Antonio Zaglul, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXII Obras selectas. Tomo II. Antonio Zaglul, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIII África y el Caribe: Destinos cruzados. Siglos xv-xix, Zakari DramaniIssifou, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIV Modernidad e ilustración en Santo Domingo. Rafael Morla, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXV La guerra silenciosa: Las luchas sociales en la ruralía dominicana. Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVI AGN: bibliohemerografía archivística. Un aporte (1867-2011). Luis Alfonso Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVIILa caña da para todo. Un estudio histórico-cuantitativo del desarrollo azucarero dominicano. (1500-1930). Arturo Martínez Moya, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVIII El Ecuador en la Historia. Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIX La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia, 1849-1856. Wenceslao Vega B., Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXL Max Henríquez Ureña. Las rutas de una vida intelectual. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLI Yo también acuso. Carmita Landestoy, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLIII Más escritos dispersos. Tomo I. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Anexión-Restauración Vol. CXLIV 735 Más escritos dispersos. Tomo II. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLV Más escritos dispersos. Tomo III. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLVI Manuel de Jesús de Peña y Reinoso: Dos patrias y un ideal. Jorge Berenguer Cala, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLVII Rebelión de los capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLVIII De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo colonial. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLIX Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1547-1575). Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CL Ramón –Van Elder– Espinal. Una vida intelectual comprometida. Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CLI El alzamiento de Neiba: Los acontecimientos y los documentos (febrero de 1863). José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CLII Meditaciones de cultura. Laberintos de la dominicanidad. Carlos Andújar Persinal, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CLIII El Ecuador en la Historia (2da ed.) Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLIV Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe (1789-1854). José Luciano Franco, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLV El Salvador: historia mínima. Varios autores, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLVI Didáctica de la geografía para profesores de Sociales. Amparo Chantada, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLVII La telaraña cubana de Trujillo. Tomo I. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLVIII Cedulario de la isla de Santo Domingo, 1501-1509. Vol. II, Fray Vicente Rubio, O. 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Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXVI Antología. Eugenio Deschamps. Edición de Roberto Cassá, Betty Almonte y Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXVII Diccionario geográfico-histórico dominicano. Temístocles A. Ravelo. Revisión, anotación y ensayo introductorio Marcos A. Morales, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXVIII Drama de Trujillo. Cronología comentada. Alonso Rodríguez Demorizi. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXIX La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I, volumen 1. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXX Drama de Trujillo. Nueva Canosa. Alonso Rodríguez Demorizi. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012 Vol. CLXXI El Tratado de Ryswick y otros temas. Julio Andrés Montolío. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXII La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I, volumen 2. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXIII La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III, volumen 5. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXIV La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III, volumen 6. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXV Cinco ensayos sobre el Caribe hispano en el siglo xix: República Dominicana, Cuba y Puerto Rico 1861-1898. Luis Álvarez-López, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVI Correspondencia consular inglesa sobre la Anexión de Santo Domingo a España. Roberto Marte, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVII ¿Por qué lucha el pueblo dominicano? Imperialismo y dictadura en América Latina. Dato Pagán Perdomo, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVIII Visión de Hostos sobre Duarte. Eugenio María de Hostos. Compilación y edición de Miguel Collado, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXIX Campesinos del Cibao: Economía de mercado y transformación agraria en la República Dominicana, 1880-1960. Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXX La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II, volumen 3. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXI La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II, volumen 4. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Anexión-Restauración 737 Vol. CLXXXII De súbditos a ciudadanos (siglos xvii-xix): el proceso de formación de las comunidades criollas del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo). Jorge Ibarra Cuesta, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXIII La dictadura de Trujillo (1930-1961). Augusto Sención Villalona, San Salvador-Santo Domingo, 2012. Vol. CLXXXIV Anexión-Restauración. Parte 1. César A. Herrera, edición conjunta entre el Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2012. Colección Juvenil Vol. I Vol. II Vol. III Vol. IV Vol. V Vol. VI Vol. VII Vol. VIII Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007. Heroínas nacionales. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2007. Vida y obra de Ercilia Pepín. Alejandro Paulino Ramos. Santo Domingo, D. N., 2007. Dictadores dominicanos del siglo xix. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008. Padres de la Patria. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008. Pensadores criollos. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008. Héroes restauradores. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2009. Dominicanos de pensamiento liberal: Espaillat, Bonó, Deschamps (siglo xix). Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2010. Colección Cuadernos Populares Vol. 1 La Ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte. Juan Isidro Jimenes Grullón. Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. 2 Mujeres de la Independencia. Vetilio Alfau Durán. Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. 3 Voces de bohío. Vocabulario de la cultura taína. Rafael García Bidó.Santo Domingo, D. N., 2010. Colección Referencias Vol. 1 Archivo General de la Nación. Guía breve. Ana Féliz Lafontaine y Raymundo González. Santo Domingo, D. N., 2011. 738 Vol. 2 Vol. 3 César A. Herrera Guía de los fondos del Archivo General de la Nación. Departamentos de Descripción y Referencias. Santo Domingo, D. N., 2012. Directorio básico de archivos dominicanos. Departamento de Sistema Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2012. Anexión-Restauración, parte 2, de César A. Herrera, se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Editora Búho, S. R. L., en junio de 2013, Santo Domingo, R. D., con una tirada de 1,000 ejemplares.