Terrera Común Calandrella brachydactyla

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Terrera Común Calandrella brachydactyla
Terrera Común
Calandrella brachydactyla
Vulnerable; VU A2c+3c+4c
Autores: Eduardo de Juana y Francisco Suárez
Los escasos datos existentes sobre la evolución de las poblaciones y área de distribución de la Terrera Común muestran importantes descensos en los últimos diez
años, probablemente superiores al 30%. Como causa fundamental de los mismos se perfila la desaparición de su hábitat principal, los barbechos a largo plazo,
causada tanto por la intensificación generalizada del cultivo de cereal en secano y la implantación de regadíos, como por los cultivos arbóreos y bajo plástico en diferentes comarcas. El hecho de que estas tendencias agrarias continuen plenamente vigentes en la actualidad, junto a las incertidumbres derivadas del futuro de la
Política Agraria Común, hace pensar que la situación de la especie se agravará sustancialmente en los próximos años. Por todo ello, la Terrera Común se califica
como Vulnerable.
DISTRIBUCIÓN
La Terrera Común (Calandrella brachydactyla) extiende su área de
distribución por el sur del Paleártico desde la península Ibérica y
Berbería hasta las estepas centroasiáticas, donde alcanza Transbaicalia, Mongolia y el centro y norte de la China. A menudo ha
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sido considerada conespecífica de Calandrella cinerea, de distribución afrotropical (Sibley & Monroe, 1990). En el oeste del
Paleártico ocupa una franja en torno a los mares Mediterráneo y
Negro, situándose las poblaciones europeas más importantes en
Iberia, y secundariamente, el sur de Rusia (Hagemeijer & Blair,
1997; Tucker & Heath, 1994). Las aves europeas, correspondien-
Terrera Común Calandrella brachydactyla
tes a la subespecie nominal C. b. brachydactyla, invernan en África,
principalmente en el Sahel (Cramp, 1988).
España. En España la Terrera Común es un ave ampliamente distribuida, aunque ausente de los sectores norteños no mediterráneos y de las áreas de montaña en general. No está presente
en las comunidades autónomas de Galicia, Asturias, Cantabria y
el País Vasco, así como en las comarcas más septentrionales de
Navarra y Aragón y en la mayor parte de Cataluña. Falta también
en Canarias, aunque no en Baleares, donde se reproduce en las
cuatro islas principales, estando relativamente bien distribuida,
aunque no sea muy abundante (Avellá et al., 1997; Escandell,
1997). En las demás regiones es, por lo general, ave bastante repartida y común, si bien progresivamente más rara hacia el norte y
el oeste. En altitud asciende poco en líneas generales, por ejemplo
a no más de 1.000 m en Cataluña (Muntaner et al., 1983), aunque
ocasionalmente se ha encontrado criando en superficies llanas de
montañas elevadas, tanto en el sureste (hasta 2.100 m en la de Filabres, Almería; Manrique, 1996) como en el norte (a 1900-2.050
en la de La Campiña, Burgos; Román et al., 1996).
POBLACIÓN Y TENDENCIA
La cuantía de la población reproductora en España se ha estimado tentativamente en 2.200.000-2.600.000 pp. (Purroy, 1997).
Estas cifras, que en principio pueden parecer abultadas, podrían
ser correctas en cuanto a orden de magnitud si se tienen en cuenta
su amplia distribución, la gran extensión que ocupan sus hábitats
potenciales y las densidades medias que alcanza. El avance de las
superficies de cultivos y aprovechamientos para el año 2000
(MAPYA, 2001) incluye entre otros ambientes en principio favorables (véase apartado de Ecología) 3,2 millones de ha de barbechos, 1,6 millones de ha de eriales y 0,3 millones de ha de espartales, a lo que habría que sumar un porcentaje indeterminado de las
superficies de pastizal (5,2 millones de ha), de manera que la extensión de hábitat útil a la especie podría fácilmente alcanzar los
6-7 millones de ha. Además, en un amplio muestrario de localidades con presencia de la especie (n = 80) se ha podido calcular una
densidad media de 7,2 individuos/10 ha (F. Suárez, V. Garza & M.
Morales, datos inéditos). Sin embargo, hay que tener en cuenta
que las abundancias de esta especie varían enormemente a escala
regional y comarcal, de manera que si en algunas es muy común y
puntualmente puede alcanzar densidades elevadas, en otras resulta difícil de localizar incluso en tipos de hábitat en principio favorables (véase Ecología). Así, mientras en Almería es una de las especies más abundantes y mejor distribuidas (Manrique, 1996),
con una población que debe alcanzar sin duda cientos de miles de
parejas, en otras provincias las estimaciones llevadas a cabo apuntan efectivos muy bajos, como 3.000-5.000 pp. en Burgos (Román
et al., 1996), 3.000-6.000 pp. en Palencia (Jubete, 1997) o 450 pp.
en Navarra (Elósegui, 1985).
Las tendencias poblacionales de la especie en el conjunto de
España se desconocen con exactitud, aunque Purroy et al. (1997)
avanzan una disminución de entre el 20% y el 50% de los efectivos en 20 años (periodo 1970-1990). Los resultados del programa
SACRE de SEO/BirdLife para el periodo 1996-2001 indican una
pendiente negativa de -0,1181 ±0,0392 (P 0.0026), a pesar de su
variabilidad interanual. Asimismo, los resultados de su evolución
en las principales áreas esteparias de Cataluña muestra similar tendencia, incluso más acusada. En 1994 se calculó una población de
3.000-4.000 pp., en 1998 de 800-1.500 pp., y en 2001 de menos de
1.000 pp. (Bota, 2002), lo que equivale a un descenso del 70% o
más en sólo 8 años, el más notable entre las aves esteparias de la
región (G. Bota, com. pers.). Además, de la comparación entre los
mapas de distribución del atlas de aves nidificantes ahora en preparación (J. Estrada/ICO, in litt.) y el realizado en Cataluña a principios de los 80 (Muntaner et al., 1983) se constata una fortísima
regresión areal, habiendo desaparecido la especie de las provincias de Girona y Barcelona, así como de Tarragona, con excepción del delta del Ebro, y buena parte de Lleida. La población actual estimada para Cataluña es de 400-800 pp. (J. Estrada/ICO, in
litt.). También en el margen noroeste del área de distribución el
nuevo atlas español (Martí & Del Moral, 2003) parece evidenciar
retracción por comparación al anterior (Purroy, 1997), concretamente en el norte de las provincias de León y Palencia.
Para otras partes de Europa, siempre con poblaciones muy inferiores a las nuestras, se han señalado tendencias regresivas en
Francia, Hungría, Albania y Ucrania, al lado de aparente estabilidad en Portugal, Italia y Grecia, e incluso un aumento en Rusia
(Tucker & Heath, 1994). En Francia, con población actualmente
estimada en la horquilla 1.000-5.000 pp., la regresión numérica,
mal conocida, se supone inferior al 20% en el periodo 1970-1990,
si bien en el transcurso del siglo XX la Terrera Común ha desaparecido de regiones enteras (Maine-et-Loire, Loire-Atlantique,
Charente, Charente-Maritime, Gironde, Landes...) y ahora se encuentra prácticamente acantonada en los sectores mediterráneos,
donde destaca la población de La Crau con unas 1.000 pp. (Olioso & Cheylan, 1999).
A escala peninsular, los cambios agrarios ocurridos en la última década hacen pensar que la reducción de sus poblaciones bien
ha podido ser del orden del 30% e incluso superior (ver apartado
sobre Amenazas) ya que los datos comparativos de las superficies
de cultivo entre 1990 y el avance del año 2000 indican que la reducción del hábitat potencial por cambios de usos agrarios ha podido ser de 1,7 millones de ha, a lo que habría que añadir el cambio en la gestión de los barbechos que afectaría aproximadamente
a 2,6 millones de ha (en relación a una superficie potencial de hábitat de 6-7 millones de ha).
ECOLOGÍA
La Terrera Común es una especie característica de zonas llanas
con escasa cobertura vegetal, estando presente en eriales, matorrales de escaso porte y lindes y bordes de cultivos, preferentemente en los pisos termo, meso y supramediterráneos, aunque en
los macizos montañosos del sureste puede alcanzar puntos del
piso oromediterráneo (Pleguezuelos & Manrique, 1987). También está presente en viñedos (e.g. Urios et al., 1991).
Su densidad en los distintos medios esteparios y agrícolas españoles está estrechamente relacionada con la longitud geográfica, siendo independiente del piso bioclimático que ocupa (F. Suárez, V. Garza & M. Morales, datos inéditos). En una comparación
entre diferentes regiones cerealistas españolas se detectó en un
41,8% de las estaciones de escucha en el Valle del Ebro (n = 86),
26,1% en el Valle de Guadalquivir (n = 92) y 23,2% en la meseta
sur (n = 151), frente a sólo 7,1% en la meseta norte (n = 170) y
5,7% en Extremadura (n = 122), pareciendo, en efecto, más importantes a la hora de explicar la variación observada los factores
ligados a la geografía y el clima que los relacionados con la diversi313
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dad de usos del suelo o la intensificación de la agricultura (Martínez & De Juana, 1996).
También existen diferencias según el tipo de hábitat. Sobre la
base de los resultados de los censos realizados en localidades donde está presente la especie, abunda en las localidades con matorrales de escaso porte (media ± desviación típica: 12,8 ± 12,6
aves/10 ha, n = 35 localidades), mientras que su densidad decrece
notablemente en los diferentes sustratos agrícolas (cultivos, arados, rastrojos; 3,3 ± 4,3 aves/10 ha, n = 20) y en los pastizales semiáridos (3,9 ± 2,7, n = 5). En ciertas localidades llega a ser el
aláudido más abundante de la comunidad ornítica, con densidades tan elevadas como 54 aves/10 ha en el tomillar de Alfés, provincia de Lleida (Calvet et al., en prensa), 53 aves/10 ha en los llanos de Valeria, Cuenca (V. Garza y F. Suárez, com. pers.), 45-49
aves/10 ha en diversas localidades del valle del Ebro (Hernández
& Pelayo, 1987) y hasta 62,5 aves/10 ha en la Salada de Alcañiz,
Teruel (Sampietro et al., 1998), densidades que en parte podrían
explicarse por la costumbre, común a otros aláudidos, de nidificar
en agregados semicoloniales.
En las localidades esteparias de vegetación natural donde está
presente, la Terrera Común muestra una selección de hábitat relacionada con ciertas variables de la estructura de la vegetación (F.
Suárez, V. Garza & M. Morales, datos inéditos). La comparación
de estas variables en tramos de 100 m de transectos lineales (n =
495), en localidades distribuidas por toda España peninsular,
muestra una selección positiva de rodales con escasa cobertura de
matorral de altura superior a 50 cm (media ± desviación típica
del% de cobertura, presencia de Terrera Común: 4,7 ± 8,7; ausencia: 9,0 ±14,6), mayor cobertura de matorral de escaso porte (%
de matorral de 25-50 cm de altura, 16,1 ± 12,3 vs. 7,9 ± 11,8), escasa cobertura de pastizal (20,8 ± 24,2 vs. 36,0 ± 30,6) y escasa altura
del matorral (altura máxima de la vegetación en cm: 48,3 ± 20,3 vs.
54,5 ± 28,3). Estos datos cuantitativos concuerdan con las descripciones del hábitat de la especie que figuran en distintos atlas
regionales y de los cuales es una buena muestra el Atlas de Aragón, donde la especie es abundante: “ocupa diferentes tipos de
matorrales ralos de escasa cobertura pero siempre en planicies”
(Sampietro et al., 1998).
Dentro de los diferentes sustratos agrarios, de acuerdo con lo
señalado por Tellería et al., (1988), los cultivos son los medios que
parecen menos favorables, mientras que barbechos de larga duración, eriales y rastrojos, estos últimos especialmente después de la
cosecha, arrojan mayores densidades. Apreciaciones parecidas
abundan en la bibliografía, en particular en atlas ornitológicos regionales, y así el de la provincia de Burgos hace ver que en cultivos
intensivos de cereal la especie aparece ligada a la presencia de pequeños eriales entre fincas, de barbechos o de cañadas, si bien en
determinadas vegas parece haberse adaptado a cultivos de patata
y remolacha (Román et al., 1996).
La reproducción de la Terrera Común se ha estudiado en Layna, provincia de Soria (J. Herranz, com. pers.), donde el tamaño
de puesta más frecuente es de 3-4 huevos (media ± desviación típica: 3,43 ± 0,61, n = 156 nidos) y el éxito de los nidos es muy bajo
(aproximadamente el 20%, aunque variable entre zonas). Tamaños de puesta similares se han citado para Cataluña (media: 3,44
huevos, n = 9; Muntaner et al., 1983) y Mallorca (media: 3,40 huevos, n = 8; Avella et al., 1997). La mortalidad adulta y la esperanza
de vida se desconocen en esta especie, aunque la Terrera Marismeña y la Cogujada Montesina en Almería pueden alcanzar edades de al menos 3 años (M. Yanes, J. Manrique, A. Sánchez y F.
Suárez, com. pers.).
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AMENAZAS
Reducción del hábitat de reproducción. Este es el principal,
pero no único, factor de amenaza sobre la Terrera Común. Los
cambios agrarios acaecidos en las últimas décadas, que pueden
cuantificarse orientativamente, muestran que los hábitats preferentes de la especie han experimentado una reducción notable en
las últimas décadas. Estas modificaciones pueden sintetizarse en
los siguientes aspectos: a) disminución de las superficies y cambio
en la gestión del barbecho; b) incremento de las superficies de regadio y cultivos bajo plástico; c) sustitución de eriales y cultivos de
cereal en secano por cultivos arbóreos, y d) reforestación de eriales y pastos o su puesta en cultivo.
a) Las superficies de barbecho en España han pasado de aproximadamente 4 millones de ha en 1990 a 3,2 millones de ha en 2000
(MAPYA, 2001), una reducción del 20% en 10 años. A ello hay que sumar la intensificación en la gestión del barbecho ya que, tal como describe Purroy (1999), en la actualidad los barbechos son arados sucesivas
veces a lo largo del año y tratados profusamente con herbicidas, de
modo que se produce una notable disminución de la abundancia, diversidad y cobertura de plantas arvenses, así como la rarefacción de los
barbechos no arados de media o larga duración (1 a 3 años). Aunque
no se conocen datos a escala peninsular sobre este último problema,
observaciones propias indican que la extensión de este tipo de gestión
está generalizada en las zonas más productivas, pero también afecta
cada vez más a las áreas de producciones marginales.
b) El incremento de las superficies de regadío afecta a la gran
mayoría de las regiones españolas y sus cifras son casi comparables a
la disminución del barbecho: entre 1985 y 1997 las superficies en
riego aumentaron en medio millón de ha (de 3 a 3,5 millones de ha),
mientras el borrador del Plan Nacional de Regadíos prevé que en el
horizonte 2008 se pongan en riego 243.000 ha de nuevas superficies. Dinámica similar, aunque con extensiones menores, experimentan los cultivos forzados bajo pástico del sudeste semiárido costero, donde las densidades de Terrera Común en ocasiones son
elevadas (3,9 aves/10 ha, Garza y Suárez, com. pers.). En Almería se
estimaban en 1997 unas 25.000 ha de cultivos en invernadero, con
un incremento anual aproximado de un 1%. En Murcia las cifras
son algo menores, unas 5.000 ha en 1999, y la tasa de crecimiento
aproximada de 100 ha por año. Es conveniente señalar que, aunque
la Terrera Común puede estar presente en ciertos regadíos (por
ejemplo en Tierra de Campos, Díaz et al., 1993), su densidad se reduce notablemente en relación con el secano intensivo (1,60 vs. 2,60
aves/10 ha) y desaparece en las zonas con cultivos bajo plástico.
c) La sustitución de eriales y cultivos de cereal en secano por
cultivos arbóreos (principalmente olivares, almendros y frutales)
es otro cambio de uso que representa una amenaza. Aunque no
existe información sobre los usos anteriores a estas plantaciones
arbóreas, las magnitudes de las superficies afectadas en los últimos tiempos pueden dar buena idea de la amenaza: las superficies
de olivar se han incrementado desde aproximadamente 2 millones de ha en 1985 a 2,4 millones en 2000, los cítricos desde
265.000 mil ha en 1990 a 287.000 ha en 2000, y los frutales no cítricos, desde 947.000 ha en 1990 a 1.137.000 ha en 2000.
d) En cuanto a la recuperación de la vegetación y reforestación de eriales y pastos, en el marco del programa de reforestación de tierras agrarias (R. 2078/92/CEE y R.D. 152/96), es difícil juzgar los posibles efectos sobre la especie. En principio, a
nivel nacional los principales hábitats sobre los que se ha actuado
son potencialmente favorables (cultivos herbáceos, 29%; barbechos, 17%; erial a pastos, 20%; pastizales, 16%; Gómez-Jover &
Jiménez, 1997), habiéndose acogido a este programa, hasta octubre de 1998, un total de 549.000 ha, lo cual supondría, aplicando
estos porcentajes, unas 450.000 ha de hábitat favorables a la especie. No obstante, muchas de estas repoblaciones se han efectuado
en terrenos con pendientes elevadas, no adecuadas para la Terrera
Común, por lo que es difícil estimar su repercusión real.
Una muestra ilustrativa de la incidencia conjunta de estos
cambios de uso es el estudio realizado por Yanes et al. (datos inéditos) en el sureste de Jaén, en zonas llanas de matorral bajo (tomillares, aljezares y espartales) y cultivos marginales de cereal en
secano. En esta zona, donde la Terrera Común es aún relativamente abundante, el efecto conjunto de las nuevas plantaciones
de olivar y las repoblaciones forestales ha disminuido las superficies esteparias en un 75% en los últimos 12-15 años.
Depredación. El efecto negativo de depredadores generalistas, en especial el zorro, sobre las poblaciones de otros aláudidos ha sido estudiado con relativo detalle en la Reserva de Las
Amoladeras, Almería, auque no en esta especie en concreto (Yanes & Suárez, 1996). Sin embargo, los resultados obtenidos muy
posiblemente sean extrapolables para la Terrera Común, pudiendo suponer la depredación un riesgo para su supervivencia local.
Otros factores. El efecto de otros factores relacionados con
las prácticas agrarias, como el uso indiscriminado de herbicidas, la
utilización de semillas blindadas, la desaparición de las lindes, etc.,
no ha sido estudiado en esta especie aunque se sabe que tienen
efectos negativos sobre otras aves de medios agrarios (Campbell
et al., 1997). También dentro de este grupo de otros factores hay
que añadir las infraestructuras (carreteras, aeropuertos, etc.) que
encuentran en las zonas llanas sitios idóneos para ubicarse.
MEDIDAS DE CONSERVACIÓN
Aunque no existen actuaciones concretas para la especie, se
han realizado diversos programas LIFE en zonas esteparias
que pueden contribuir a su conservación. También algunas de
las medidas agroambientales, al amparo del R. 2078/92/CEE,
pueden haber tenido una incidencia postiva, aunque no ha
sido evaluada. Quizás las principales medidas para la conservación de esta especie hayan sido la declaración de ciertos espacios protegidos donde esta especie es aún abundante: Belchite (Aragón), Mas de Melons y Alfés (Lerida) y Las
Amoladeras (Almería). A estos espacios hay que añadir también las ZEPA, aunque en este último caso la ausencia de Planes de Uso y Gestión en la mayoría de ellas puede limitar notablemente su efectividad para la especie.
MEDIDAS DE CONSERVACIÓN PROPUESTAS
Las medidas de protección de la Terrera Común están estrechamente relacionadas con los usos y prácticas agrarias y posiblemente sean difíciles de implementar, al menos a corto plazo. Todas ellas deben de estar destinadas a crear rodales más o menos
extensos de pastizal-matorral de escasa altura (caméftos principalmente, como tomillares), escasa cobertura del matorral (cercano al 16%) y un porcentaje elevado de suelo desnudo. En este
sentido, el pastoreo y la promoción del barbecho a largo plazo
son esenciales y deberían incorporarse en los distintos programas
agroambientales previstos al amparo del Reglamento de Desarrollo Rural (R. 1257/99/CE). Asimismo, existe una necesidad cada
vez más urgente de que la Red de Espacios Protegidos española
incorpore los diferentes tipos de estepas ibéricas.
Otras medidas agroambientales que limiten la tendencia de
los cambios agrarios señalados como amenaza para la especie deberían tenerse en cuenta localmente o para el conjunto del Estado
Español y deberían tener prioridad en los Planes de Uso y Gestión de los espacios protegidos por el Estado o las Comunidades
Autónomas en zonas de carácter agrario y en las ZEPA de carácter estepario.
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