Secretaría de Cultura y Educación de la Comuna de San Vicente Ciclo de Charlas de Sanvicentinas para Sanvicentinos Charla 3: Lo femenino desde la política Disertantes: Daniela Canello – Responsable del área social de la Comuna de San Vicente Romina Rébola – Maestría en Desarrollo Territorial Mujer en sociedad: políticas e igualdad de géneros Mujer en sociedad Antiguamente se consideraba que la mujer no poseía las capacidades mentales suficientes para emitir su opinión referente a asuntos públicos, ni mucho menos formar parte de la vida política de los países; existía la creencia generalizada de que las mujeres no eran aptas para trabajos intelectuales, solo debían dedicarse a las labores del hogar y por ello se les negaba la oportunidad de una educación. El rol de las mujeres en la sociedad se ha ido modificando a través del tiempo, los cambios sociales y políticos. Hasta la década del 60 (sociedad patriarcal) el rol de la mujer se concentraba solamente en ser esposa, madre y encargada de las tareas del hogar. Tampoco tenía pleno acceso a la educación superior, ya que se dudaba de su capacidad intelectual, de su posibilidad de interaccionar, las mujeres comenzaron a acceder a niveles universitarios a fines del siglo XIX. Primeramente sólo maestras, como prolongación del rol materno, luego se extendió a otras profesiones (medicina, enfermería, demás), en los comienzos las universidades fueron un lugar muy hostil, las mujeres debieron luchar por espacios profesionales. El acceso a la educación les permitió superar ciertos roles asignados. El proceso de modernización capitalista favoreció el ingreso de las mujeres al mercado laboral y a niveles más altos de escolaridad, trajo consigo su incorporación masiva a los movimientos sociales como el campesino, indígena, obrero, estudiantil y urbano popular, desde donde ellas expusieron sus demandas frente al Estado corporativo, autoritario y clientelar. En la actualidad, no se puede hablar de un tipo de mujer sedentaria, sino que se habla de una generación nueva de mujeres activas y autónomas, la mujer se enfrenta a realidades muy diversas según la cultura, zona geográfica o situación social en la que se encuentre. Está demás decir que estamos acostumbrados a notar una mayor presencia femenina en ámbitos laborales, políticos, etc., como se demuestra en Latinoamérica. El acceso equitativo a la educación, sumado al mayor rendimiento que manifiestan las mujeres, propicia la mayor participación de estas últimas en la educación superior. Cabe notar que, en la actualidad, poco más de la mitad del estudiantado que ingresa a la universidad está conformado por mujeres. A pesar de esto, es significativo que la presencia de mujeres y varones en las diferentes carreras universitarias siga vinculada a la definición social de lo masculino y lo femenino. Por ejemplo, en la carrera de ingeniería, de 173.040 estudiantes, 133.511 son varones. Lo opuesto ocurre en carreras como psicología y filosofía, donde las mujeres son amplia mayoría El carácter subordinado de la participación de las mujeres en la sociedad, por ejemplo, les resta la posibilidad de acceder a la propiedad y al control de los recursos económicos, sociales y políticos, su recurso económico fundamental es el trabajo remunerado, al cual acceden en condiciones de elevada desigualdad dada la actual división del trabajo por género y la persistencia de las formas tradicionales y nuevas de discriminación para el ingreso y permanencia de las mujeres en el mercado laboral. Desde la perspectiva del trabajo en el mercado laboral existen cuatro formas de exclusión que afectan de manera más severa a las mujeres: a) el desempleo; b) las formas precarias de inserción laboral; las formas de trabajo no remuneradas y la exclusión de las oportunidades para desarrollar sus potencialidades. A estas formas de exclusión se agregan las desigualdades en las ocupaciones a las que acceden (segmentación ocupacional) y la discriminación salarial en el mercado laboral. (Arriaga) La informalidad y precariedad condicionan fuertemente el ejercicio de muchos de los derechos relacionados con la inserción laboral en el sector formal. En este sentido, el acceso a licencias por maternidad, la dotación de espacios de cuidado infantil y la transferencia de recursos económicos que permitan a varones y a mujeres un piso mínimo para el desarrollo de actividades de crianza son algunas de las dimensiones particularmente vulneradas a partir de la flexibilización de las condiciones laborales. En suma, los procesos que impactaron en la transformación del mercado de trabajo afectaron de manera diferente a hombres y mujeres al tiempo que generaron profundos cambios en las relaciones sociales de género, motorizadas, en especial, por la importante salida de las mujeres al mercado de trabajo. Pese a este crecimiento, los modos de inserción de hombres y mujeres en el mercado de trabajo ponen de manifiesto la persistencia de segmentaciones horizontales (por rama y tipo de ocupación) y verticales (por niveles de jerarquía), que acentúan la desigualdad entre sexos. Por un lado, se observa que las mujeres se insertan, en general, en actividades técnicas y científico-profesionales y en actividades de baja calificación. Principalmente, se desempeñan en actividades del sector de servicios tradicionalmente consideradas femeninas, tales como la enseñanza (17,8%), las actividades comerciales (15,2%) y los servicios sociales y de salud (9,6%). Un 17,1% trabaja en el servicio doméstico, que se revela como el sector de mayor vulnerabilidad puesto que el 92,3% del total no se encuentran registradas. La sociedad y los valores culturales enfatizan la importancia de los hijos y la familia, al tiempo que los planes de erradicación de la pobreza y desarrollo económico incentivan la entrada de la mujer en la fuerza laboral. Se espera así que las mujeres deban ser madres y trabajadoras a la vez, pero poco se hace por erradicar las prácticas que hacen extraordinariamente difícil compatibilizar ambos roles. Igualdad de Género (Dani) Las diferencias son constitutivas de las sociedades y de los seres humanos. Entre éstos existen diferencias biológicas y culturales, cuya existencia no supone necesariamente discriminación, superioridad o inferioridad de ningún tipo. La diversidad por sí misma no implica que deba haber dominación de una diferencia sobre la otra y mucho menos que siempre esa diferencia debe estar en una situación de sometimiento. Pero la experiencia de las sociedades humanas es que sobre diferencias biológicas se fundamentaron y construyeron estructuras de poder. Por ejemplo, el concepto de raza. Las diferencias biológicas provienen de la naturaleza, en tanto que las diferencias culturales son producto de la actividad humana. El enfoque de género significa reconocer que los roles, derechos, obligaciones, recursos e intereses de mujeres y hombres se determinan cultural y socialmente, que pueden cambiar con el tiempo y que no derivan de la diferencia biológica del sexo. Esto significa que los requisitos, las prioridades, necesidades e intereses de mujeres y hombres tienen que ser considerados en la formulación de políticas, programas y proyectos, así como en todas las medidas que se implementen. La noción de género surge a partir de la idea de que lo “femenino” y lo “masculino” no son hechos naturales o biológicos sino construcciones culturales. Género es la forma en como aprendemos a ser mujer y a ser hombre en cada cultura y época, condicionado por su entorno, creencias, representaciones religiosas, políticas, económicas, de etnia y clase social. El género no es solo una cuestión de mujeres, involucra a hombres, niños, niñas, es decir a toda la sociedad. El derecho a la igualdad es más amplio que el de no discriminación y también está consagrado en todas las constituciones de la región, al igual que las constituciones europeas y la norteamericana. La mayoría de las constituciones de América Latina y del Caribe, así como las constituciones europeas consagran además explícitamente la igualdad entre hombres y mujeres, pero no así la Constitución de los EEUU. (Barreiro) La igualdad de género no debe entenderse que hombres y mujeres sean idénticos o lo mismo, sino que son pares en el status de derechos, responsabilidades, desempeño en el orden político, económico, social y cultural del desarrollo. Alude a la necesidad de desterrar las diferencias entre varones y mujeres bajo un parámetro de dignidad básica común para todos. Transcurre como un proceso político que promueve un modo de pensar y actuar mediante el cual los estereotipos sobre mujeres y varones dejan lugar a una nueva filosofía que reconozca a todas las personas, independientemente de su sexo, como imprescindibles para el cambio (PNUD) (Levin) La protección de los derechos humanos de las mujeres en las entidades del Estado es la expresión de la responsabilidad estatal respecto a la construcción de sociedades más equitativas. Kabeer concibe al género como parte de un sistema de relaciones sociales. Esta perspectiva proporciona una herramienta eficaz para dar cuenta de desigualdades de género en la distribución de recursos, responsabilidades y poder. Permite entender el modo en que las instituciones sociales organizan –de manera explícita o implícita– los vínculos entre hombres y mujeres a través de la asignación diferencial de recursos, responsabilidades y derechos. Indudablemente, afirmar que los derechos son iguales para todos no supone que las personas sean idénticas entre sí ni que tengan las mismas posibilidades para el desarrollo social y personal. Tampoco implica que las condiciones de ejercicio de estos derechos estén dadas para todos en igual medida. Ni siquiera oculta que existen barreras que hacen que algunos grupos encuentren mayores obstáculos que otros. Precisamente, o más bien justamente, la idea de igualdad –en este caso, de género– remite a la necesidad de equiparar las diferencias entre las personas y sus circunstancias bajo un parámetro de dignidad mínima, común para todos. Permite ver y cuestionar la existencia de desigualdades en el ejercicio de derechos como parte de un proceso producido social e históricamente y, por lo tanto, invita a identificar oportunidades y herramientas para la equiparación en el ejercicio de estos derechos. Al mismo tiempo, el principio de igualdad y no discriminación reconoce las diferencias entre sujetos, que surgen, por ejemplo, a partir de la diferencia sexual entre hombres y mujeres. Desde esta perspectiva, se abordan temas que, sin expresar “brechas” entre géneros, refieren específicamente a problemas de las mujeres, como aquellos relativos a su salud sexual y reproductiva, y forman parte ineludible de una agenda de protección integral de los derechos humanos en general, y de los derechos de las mujeres en particular. Junto a la noción de equidad aparece el tema de la participación, el ejercicio de los derechos y el ejercicio de la ciudadanía, de la ciudadanía activa. Las cuatro conferencias mundiales sobre la mujer convocadas por las Naciones Unidas en el último cuarto de siglo han contribuido a situar la causa de la igualdad entre los géneros en el mismo centro del temario mundial. La lucha en favor de la igualdad entre los géneros estaba aún en sus primeras etapas cuando surgieron las Naciones Unidas en 1945. De los 51 Estados Miembros originales, solo 30 permitían que las mujeres tuvieran los mismos derechos de voto que los hombres o les permitían ocupar cargos públicos. Sin embargo, los redactores de la Carta de las Naciones Unidas tuvieron la previsión de referirse deliberadamente a “la igualdad de derechos de hombres y mujeres” cuando declararon “la fe [de la Organización] en los derechos fundamentales del hombre” y ” la dignidad y el valor de la persona humana”. Ningún documento jurídico anterior había afirmado con tanta energía la igualdad de todos los seres humanos, ni se había referido al sexo como motivo de discriminación. Desde ese momento quedó en claro que los derechos de la mujer constituirían una parte central de la labor que se tenía por delante. En 1979, las Naciones Unidas aprobaron la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer –conocida como cedaw por su sigla en inglés. Este documento puede ser leído como una efectiva ampliación de la Declaración de 1948, en tanto buscó orientar disposiciones para alcanzar la igualdad entre los hombres y las mujeres en distintas esferas sociales. Sus postulados se centraron en áreas como salud, educación, justicia, trabajo y participación política, especificando las medidas necesarias para eliminar la discriminación basada en el género. Producto del importante avance académico y político que cuestionó las diferencias de género en la sociedad, esta Convención reconoció tanto la especificidad de las mujeres en relación con diferencias corporales –por eso, otorga status vinculante a la necesidad de que reciban información y atención relativa a su función reproductiva–, como las desigualdades producidas por pautas culturales que atraviesan las instituciones sociales con imágenes estereotipadas y jerárquicas, y que se filtran hacia los sistemas de la órbita escolar, sanitario, laboral, judicial, familiar y político. Durante los tres primeros decenios, la labor de las Naciones Unidas en beneficio de la mujer se centró ante todo en la codificación de los derechos jurídicos y civiles de la mujer, y la reunión de datos sobre la condición jurídica y social de la mujer en todo el mundo. Con el decursar del tiempo, sin embargo, se hizo cada vez más evidente que las leyes, en sí y de por sí mismas, no bastaban para garantizar la igualdad de derechos de la mujer. En Copenhague en 1980 – problemática planteada en 1975 en México DF - el debate sobre los derechos iguales para hombres y mujeres y la dificultad real para el ejercicio de los mismos para las mujeres, El Programa de Acción de Copenhague exhortó, entre otras cosas, a que se adoptaran medidas nacionales más enérgicas para garantizar el derecho de la mujer a la propiedad y el control de los bienes, así como mejoras en los derechos de la mujer a la herencia, la patria potestad y la pérdida de la nacionalidad. Los delegados a la Conferencia también exhortaron a que se pusiera fin a las actitudes estereotipadas en relación con la mujer. El movimiento en favor de la igualdad entre los géneros había alcanzado un reconocimiento verdaderamente mundial cuando se convocó en Nairobi la tercera conferencia mundial sobre la mujer, la Conferencia Mundial para el Examen y la Evaluación de los Logros del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer: Igualdad, Desarrollo y Paz, en 1985. Los datos reunidos por las Naciones Unidas revelaban que las mejoras en la situación jurídica y social de la mujer y los esfuerzos para reducir la discriminación habían beneficiado únicamente a una pequeña minoría de mujeres. Las medidas recomendadas en las Estrategias de Nairobi orientadas hacia el futuro abarcaban una amplia gama de temas, desde el empleo, la salud, la educación y los servicios sociales hasta la industria, la ciencia, las comunicaciones y el medio ambiente. Además, se propusieron directrices para la adopción de medidas a escala nacional con miras a fomentar la participación de la mujer en la promoción de la paz, así como a prestar asistencia a la mujer en situaciones especiales de peligro. Se reconocía ahora que la igualdad de la mujer, lejos de ser una cuestión aislada, abarcaba toda la esfera de la actividad humana. Por consiguiente, para lograr las metas y los objetivos del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer era fundamental contar con la perspectiva y la participación activa de la mujer en todas las cuestiones, no solo en las cuestiones relativas a la mujer. En todas las conferencias se había subrayado la importancia de que la mujer participara plenamente en la adopción de decisiones, y los puntos de vista de la mujer se incorporaron en las deliberaciones y los documentos que fueron aprobados. La transformación fundamental que se produjo en Beijing fue el reconocimiento de la necesidad de trasladar el centro de la atención de la mujer al concepto de género, reconociendo que toda la estructura de la sociedad, y todas las relaciones entre los hombres y las mujeres en el interior de esa estructura, tenían que ser reevaluadas La introducción de la incorporación de una perspectiva de género exigía que se examinara nuevamente la sociedad en su totalidad y su estructura básica de desigualdad. Por consiguiente, la atención no se centraba únicamente en la mujer y su condición jurídica y social, sino que se dirigía a reestructurar las instituciones y la adopción de decisiones políticas y económicas en la sociedad en su conjunto. El compromiso del pnud con la igualdad de género está estrechamente vinculado con su intensa labor en torno a la consecución de los derechos humanos desde el paradigma de Desarrollo Humano: “El desarrollo humano es el proceso de expansión de las libertades reales de las que disfrutan las personas[…] Pero las libertades también dependen de otros determinantes, como las instituciones sociales y económicas (por ejemplo, los servicios de educación y de atención médica), así como lo derechos políticos y humanos.” Así, la participación y el empoderamiento de las personas se convierten en factores clave para el desarrollo y la mejora de las condiciones de vida de las comunidades. Participación: mujeres entre el feminismo y la igualdad de géneros Primeras reivindicaciones socioeconómicas (laborales) – principios del siglo XX (socialismo, anarquismo) Un 8 de marzo de 1857, un grupo de obreras textiles tomó la decisión de salir a las calles de Nueva York a protestar por las míseras condiciones en las que trabajaban. Distintos movimientos se sucedieron a partir de esa fecha. El 5 de marzo de 1908, Nueva York fue escenario de nuevo de una huelga polémica para aquellos tiempos. Un grupo de mujeres reclamaba la igualdad salarial, la disminución de la jornada laboral a 10 horas y un tiempo para poder dar de mamar a sus hijos. En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras celebrada en Copenhague (Dinamarca) más de 100 mujeres aprobaron declarar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Reivindicaciones civiles y políticas, derecho al sufragio – mediados del siglo XX (socialismo, peronismo en argentina) Movimiento feminista – años 60. Visión desde lo reproductivo, lo sexual y lo corporal, libertades y derechos de la mujer. Liberalización de la mujer. Mujeres en democracia – igualdad real de géneros. La participación de la mujer en la política es relativamente reciente en la historia moderna. El hecho más significativo lo encontramos en el año de 1966 con la llegada de Indira Gandhi a la Jefatura de Gobierno de su país, India, y que más tarde se convertiría en la Principal ligereza política del Tercer Mundo. En los contextos de redemocratización, las organizaciones de mujeres han constituido un importante factor de cambio social e institucional. Sus concepciones, demandas y quehacer han influido los comportamientos de otros actores sociales, han permitido la inclusión de nuevos temas en las agendas y enriquecido las modalidades de hacer política. Han estimulado también la creación de nuevas instituciones en el Estado. La acción de organizaciones encargadas de defender los derechos de las mujeres, como por ejemplo la Comisión Interamericana de la Mujer (CIM), han logrado intervenir en los planes de acción de los Estados, presionándolos para que se cree un marco legal que proteja y le garantice cierta cuota de participación dentro de los organismos estatales. En forma creciente, las organizaciones de mujeres participan también de acciones de lobby y de vigilancia al parlamento y los gobiernos y en la elaboración de propuestas de políticas dirigidas a distintos sectores del Estado que se orienten tanto a la redistribución de recursos y oportunidades como al reconocimiento de las mujeres como interlocutoras legítimas en esos espacios de decisión. Asimismo, ellas dan seguimiento al cumplimiento de los acuerdos asumidos en las Conferencias y Convenciones Internacionales en favor de la igualdad de género, en particular a lo referido a la Conferencia de Población y Desarrollo en el Cairo (1994) y la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, Beijing (1995). Las mujeres han sido especialmente activas en avanzar propuestas legislativas que eliminen las normas discriminatorias que persisten en los textos legales y que aprueben acciones de carácter positivo como las leyes de cuotas, para favorecer su participación social y política. En el Estado existen instituciones de género que defienden los derechos de las mujeres como las Defensorías de la Mujer o de Género dentro de las Defensorías del Pueblo (Argentina, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, Perú, entre otros países), que promueven iniciativas legislativas antidiscriminatorias y nuevas legislaciones favorables a la equidad de género en el parlamento. Las transformaciones que los mecanismos han logrado incluir en la administración pública significan un avance en el sentido de producir un conocimiento de la realidad diferenciada de hombres y mujeres en los ámbitos de responsabilidad de las políticas, un mayor equilibrio genérico entre funcionarios y funcionarias y a una redistribución de oportunidades hacia los grupos más vulnerables (crédito, becas). Uno de los sistemas adoptados para garantizar la participación de la mujer, es el sistema de cuotas, que establece un mínimo de participación de la mujer en cargos de representación. Los simpatizantes de este sistema declaran que este es uno de los medios más adecuados para hacer efectivo el principio de la igualdad ante la Ley, ya que garantizan una presencia a mediano plazo en cargos de responsabilidad. Además, permite que las mujeres representen los intereses del electorado femenino ya que se encuentran más capacitadas para hacerlo, puede introducir una perspectiva de género en las políticas públicas y contribuye a acrecentar las oportunidades de otras mujeres en la sociedad. Los sistemas de cuotas pueden representar un punto de partida, pero de ningún modo garantizan el acceso al poder. Para ello, se deben acompañar de otras medidas, entre ellas un mejor financiamiento y mayor publicidad para las campañas electorales. Se debe superar las distinciones partidarias y de género para que el sistema sea realmente efectivo. Cuando se habla de este tema generalmente se piensa que la participación de la mujer en la Política es mayor en los países desarrollados, pero no es así, esto no depende de la riqueza o la pobreza. Por ejemplo, en algunas de las naciones más ricas del mundo como Estados Unidos, Francia o Japón, la representación femenina en los parlamentos es de apenas entre un 10 y 12 por ciento, mientras que en varios países de África el porcentaje es de 25 a 27 por ciento. En todo el mundo, solo 11 países han alcanzado el 30 por ciento de participación de las mujeres en la política: Suecia, Dinamarca, Alemania, Finlandia, Noruega, Islandia, Países Bajos, Sudáfrica, Costa Rica, Argentina y Mozambique. Hay que señalar que la participación femenina en política se ha incrementado, pero continúa siendo desproporcionadamente baja. Los obstáculos para la plena participación de la mujer en las democracias de América Latina se origina en la debilitada posición social de la mujer, en una visión tradicionalista de los roles de género, en los prejuicios y estereotipos culturales que se tejen en torno a ellos, y en la discriminación abierta. EN ARGENTINA Historia de mujeres, mujeres con historia http://www.youtube.com/watch?v=ssPnurXlVNI Feminismo, participación política y reivindicación de derechos en Argentina Alicia Moreau de Justo (1885-1986) Es la precursora del feminismo en Argentina. Entre sus muchos logros se encuentran el apoyo y obtención de la legalización del voto femenino en el país, así como la ley de divorcio, la reforma de la enseñanza que incluiría instrucción laica, gratuita y obligatoria, la igualdad civil para ambos sexos y para hijos legítimos e ilegítimos, la reducción de la jornada laboral a ocho horas diarias, etc. En 1918 funda la Unión Feminista Nacional y promueve en el Congreso de la Nación el voto femenino. En 1925, las feministas obtienen la reglamentación del trabajo de mujeres y niños. En 1926 se sancionaron los derechos civiles de la mujer. Alicia constituyó las agrupaciones Femeninas en los Centros Socialistas con el objetivo de incrementar la participación política de la mujer. En 1945 publica La Mujer en la Democracia, un libro donde relata las luchas de las mujeres argentinas para obtener el sufragio. A los 90 años, se inscribió como miembro fundadora de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. Acompañaba a las madres de plaza de Mayo en las rondas y firmaba solicitadas y petitorios acerca del paradero de los desaparecidos. Fue una de las pocas figuras políticas que se opuso frontalmente a la guerra de Malvinas, en 1982. Los proyectos del Dr. Alfredo L. Palacios en 1915, basado en estudios de la Dra. Dellepiane, de la agrupación femenina "Juana Manuela Gorriti", solicitando los derechos civiles de la mujer, y los de 1919, 1922, 1925 y 1929. En 1926, la sanción de la ley 11357 derogó las disposiciones de las Siete Partidas y las Leyes de Toro, impuestas en el Nuevo Mundo por los españoles y que habían reglado durante cuatrocientos años las relaciones entre los sexos. Gracias a esta ley, se empezó a homologar en el terreno jurídico la situación de la mujer respecto del hombre, y se dictaminó que las mujeres solteras, casadas o viudas quedaban habilitadas para los actos de la vida civil e igualaban sus derechos con los de sus padres, hermanos, maridos e hijos. Había existido, en 1927, en San Juan, durante la gobernación del Dr. Cantoni, una ley que otorgaba el voto femenino y gracias a la cual, en 1934, la Dra. Ema Acosta había logrado acceder a una diputación. En 1932 , en Argentina, surgen la Asociación Argentina del Sufragio Femenino y la de Damas Patricias, que consiguen reunir más de cien mil firmas de adhesión a su pedido, pero sin alcanzar la meta buscada, así como tampoco lo consigue el Consejo de Mujeres de la República Argentina. Las feministas argentinas, cuya lucha arranca desde algunas mujeres esclarecidas del siglo anterior, tales como Juana Manuela Gorriti, Eduarda Mansilla, Albina Van Praet de Sala y otras, no toman la rigidez victoriana de sus congéneres inglesas, ni rechazan la figura del hombre, en quien ven un igual y un complemento, pero no un adversario y un enemigo. Pero "nunca alcanza a tener fuerza porque mueve a unas pocas mujeres de clase media y alta, que no encuentran eco en las argentinas de condición humilde". Por otra parte, junto con el incremento de sus reclamos, la década del ’30 les trae aparejados formidables contrincantes con la aparición y divulgación, primero de la radiofonía y luego del cinematógrafo, los que a través de los radioteatros y las películas consumidos por gran parte de la población femenina, colaboran en su "educación sentimental tradicional" y en la conservación de los valores morales y públicos vigentes. "En 1936, (…) Victoria Ocampo encabeza la flamante Unión de Mujeres Argentinas, junto a María Rosa Oliver y Susana Larguía, pero el desacuerdo con las comunistas va a determinar su dimisión en 1938. Mientras que éstas creen que la causa de las mujeres debe estar articulada con la lucha de clases, Victoria asegura que la política debe estar al servicio de la lucha feminista, y no al revés. Victoria es, entre las escritoras argentinas, la más ortodoxa en su feminismo". Victoria Ocampo es una transgresora a sabiendas: se muestra libre en su vida amorosa, funda la más importante revista literaria argentina "Sur" en 1931, se convierte en un referente inevitable de la mujer "liberada". Ella es la que dice: "Para encontrarnos a nosotras mismas y ocupar el lugar que nos pertenece no debemos esperar la ayuda de los hombres. No puede ocurrírseles la idea de reivindicar para nosotros los derechos de que no se sienten privados. Nunca son los opresores quienes se rebelan contra los oprimidos. No sólo no podemos lógicamente esperar por el momento la ayuda de los hombres o mejor su iniciativa en esas cuestiones, sino que también debemos estar preparadas para encontrar resistencia o indiferencia (lo que descorazona aún más) de parte de gran número de mujeres". El acceso de la mujer a la política comenzó a mediados, cuando las mujeres ganaron la batalla por el derecho al voto. En Argentina, uno de los primeros Estados, se introduce el sufragio femenino en 1947. El hecho que suele aparecer como punto de inflexión y que marca una modificación substancial en la inserción de la mujer en la vida institucional argentina es la obtención del voto femenino, a partir de la sanción de la ley 13010. No se le ocultó a nadie que al contar con el sufragio femenino, Perón ampliaba pasmosamente su caudal electoral. El presidente contaba con un vasto apoyo, principalmente entre las clases obreras y media baja, que merced a sus medidas habían visto facilitado su acceso a beneficios hasta entonces negados, y a los que se les había abierto una puerta hacia el ascenso social para ellos y para sus hijos. Respecto de las mujeres, la concurrencia a las urnas fue decidida por dos factores igualmente determinantes: por un lado, la formidable adhesión que despertaba la figura de Evita con quien muchas trabajadoras se identificaban masivamente: la muchacha de pueblo, de escasa o nula instrucción, obligada quizás a degradarse para sobrevivir, y que conseguía erguirse sobre la adversidad y coronarse a sí misma como reina, sin que su lenguaje perdiese espontaneidad y sin que mostrara olvidar sus orígenes. Por otra parte, la falta de una gimnasia política, y la costumbre ancestral de estar subordinadas al hombre, las llevaba ahora, que podían ejercer libremente sus derechos, a pedir consejo y a obedecer las órdenes, que en forma más o menos velada les llegaban desde sus personajes referenciales. El Partido Peronista Femenino surgió a partir de la importancia del número de mujeres en el padrón electoral, y de la necesidad de disponer de un organismo que las aglutinara. En principio se pensó en que una comisión femenina dentro del Partido Peronista masculino se encargaría de esa tarea", pero Eva Perón tenía otra concepción. Para ella existía la necesidad imperiosa de crear un organismo autónomo, de mujeres y para mujeres". Su empeño obtuvo los frutos buscados, y el Partido Femenino fue creado oficialmente el 26 de julio de 1949. A mediados de 1950, por iniciativa de Eva Perón, surgió un nuevo medio de aglutinar a las mujeres, esta vez centrado en las grandes estrellas del ambiente artístico, para ofrecerles posibilidades de desarrollar actividades relacionadas, y a la vez ajenas, a su quehacer específico: El Ateneo Cultural Eva Perón. Pese a su marcado carácter partidario, el Ateneo Cultural sirvió como otra forma de toma de conciencia, quizás no tanto para sus integrantes como para la mujer común, receptora de los diarios y revistas donde se consignaba la actividad política de sus actrices favoritas. Cuando la revolución de septiembre de 1955 puso fin al primer período peronista, también pareció caer en el olvido la actividad política partidista de las mujeres. El gobierno volvía quedar en manos conservadoras. En 1956 se creó la Asociación por los Derechos de la Mujer, constituida por profesionales, intelectuales, amas de casa, obreras y educadoras que bregan por una equiparación efectiva del sexo femenino en el orden político, económico, social y cultural, de acuerdo al Artículo 55 de la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Durante el gobierno de Frondizi se crea, en agosto de 1958, la Dirección Nacional de Seguridad y Protección Social de la Mujer, dentro del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, bajo la dirección de Blanca Stábile, cuya misión era "el estudio de los problemas que afectan a la mujer trabajadora y la promoción de todas las medidas que tiendan a mejorar sus condiciones laborales y familiares. Era un organismo técnico y su misión no podía hacer otra cosas que desplazar los problemas individuales a otras reparticiones o entidades y controlar las soluciones brindadas". También se lleva a cabo una encuesta "sobre la participación de la mujer en la docencia, en la administración pública, en las profesiones liberales, en el periodismo, en las diversas esferas de la industria y el comercio, etc." En 1968 se sanciona la ley 17711, que establece que es necesario el consentimiento de ambos cónyuges para disponer o gravar los derechos gananciales. En época inmediatamente posterior existió el resultado de una mujer ocupando la Presidencia de la Nación –María Estela Martínez de Perón, "Isabelita"- quien había sido electa vicepresidenta en las elecciones de septiembre de 1973, ganadas por Juan Domingo Perón, y que le significarían recuperar el poder para un breve tercer período, truncado por su muerte el 1º de julio de 1974. Su período fue una suma de desaciertos, agravados por el terror que despertaban los ataques subversivos de los distintos grupos guerrilleros –Montoneros, ERP, FAR- así como las amenazas y los atentados de la ultraderechista "Triple A". El surgimiento de movimientos de masas de mujeres en los años setenta y ochenta y su destacado papel en la lucha contra los regímenes autoritarios del continente crearon grandes expectativas de mejores oportunidades para la mujer una vez producido el retorno a la democracia. A finales del proceso de reorganización nacional, surgiría el primer, y durante varios años único movimiento de resistencia contra el mismo. Se trató de un grupo de mujeres, la mayoría sin preparación política previa, cuyos hijos habían desaparecido durante los primeros tiempos de la represión. Comenzaron a recorrer despachos oficiales e institucionales, incluidos los eclesiásticos, en busca de una ayuda o una respuesta respecto del paradero de sus hijos. En determinado momento coincidieron en la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, de donde fueron expulsadas bajo la orden de "Circulen", con la cual se evitaban las reuniones prohibidas por el estado de sitio. En aparente obediencia a dicha orden, comenzaron a caminar en círculo por el perímetro de la plaza, y decidieron repetir la experiencia en las semanas subsiguientes hasta obtener una respuesta. Era el 30 de abril de 1977, y acababan de formarse "las Madres de Plaza de Mayo". Este movimiento representó el quiebre más importante en el rol de la mujer en las últimas décadas. Mujeres de hogar, simples amas de casa, encabezaban un frente de oposición silencioso y pertinaz, detrás del cual se encolumnaron paulatinamente políticos, intelectuales y personalidades del país y del exterior. La llamada segunda oleada del movimiento feminista y de mujeres se sustentó y creció a partir de la década de los ochenta, en la interacción de mujeres provenientes de distintas experiencias organizativas: partidos políticos, ilegalizados bajo las dictaduras en varios países de la región, medios intelectuales y sectores de mujeres de origen popular, organizadas en torno a la sobrevivencia material y la defensa de los derechos humanos (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay). Junto con otros movimientos sociales, el movimiento feminista y de mujeres aporta decisivamente a la recuperación de la democracia y al fortalecimiento de la sociedad civil, a la diferenciación de actores y demandas sociales y al cuestionamiento de las normas y reglas que regulan las relaciones entre el Estado y la sociedad.(Guzman) La llegada de la democracia acrecentó esta participación. Los distintos partidos políticos incluyeron mujeres en cargos legislativos e institucionales. Cuando el presidente Raúl Alfonsín creó la CONADEP (Comisión Nacional por la Desaparición de Personas), organismo encargado de recibir las denuncias de los familiares de desaparecidos, previo al juicio al que se sometió a los responsables de las Juntas Militares, incluyó entre el grupo de notables que lo integraban, encabezados por el escritor Ernesto Sábato, a mujeres tales como la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú y la profesora Graciela Fernández Meijide, cuyo hijo integraba la nómina de desaparecidos. La primera se transformó en un referente de opinión para gran parte de la población, y la segunda inició una carrera política cuya parábola merece comentario aparte. Es relevante mencionar que la primera oficina nacional de la mujer fue creada en el país en 1987, ocho años antes que la Conferencia Mundial de la Mujer realizada en Beijing recomendara esta institucionalidad a todos los países del mundo. Este organismo, que detentaba rango de subsecretaría, fue reemplazado en el año 1992 por el actual Consejo Nacional de la Mujer (cnm), ente estatal cuya misión consiste en promover y abogar por el cumplimiento de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (cedaw). Desde el año 2003, el cnm se encuentra bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social. Con la sanción de la Ley Nacional de Cupos Nº 24.012/91, Argentina se convirtió en el primer país del mundo en adoptar las cuotas mínimas como medida de acción positiva para asegurar la participación de las mujeres en los cargos electivos del Poder Legislativo. En la actualidad, la ley de cupos ha sido replicada en la mayoría de las jurisdicciones provinciales. Sólo resta que Jujuy y Entre Ríos promulguen sus respectivas leyes para garantizar que al menos el 30% de las bancas legislativas, nacionales y provinciales, sean ocupadas por mujeres. Durante la Convención constituyente de 1994, movilización de organizaciones de mujeres, en favor de la igualdad de género, gran debate sobre el aborto. Surge el Movimiento de Mujeres Autoconvocadas por el Derecho a Elegir en Libertad, que reúne a 109 ONG e incluye a mujeres de todos los sectores partidarios, para hacer lobby con los constituyentes. El Instituto Social y Político de la Mujer, entre otras ONG, juega un importante papel en la recolección de firmas para la incorporación de los derechos de las mujeres en la Constitución. Se incorporan a la Constitución los Tratados de Derechos Humanos, firmados y ratificados por el país, entre ellos, la CEDAW. Se garantiza el pleno ejercicio de los derechos políticos y la voluntad de emprender acciones positivas para su realización plena. También se garantiza la promoción de acciones positivas para la igualdad de trato y oportunidades entre hombres y mujeres. No se incluye ninguna cláusula referida a la despenalización del aborto A nivel institucional, uno de los logros importantes de los movimientos de mujeres es su contribución decisiva a la creación de mecanismos de género en el poder ejecutivo encargados de formular y coordinar políticas en favor de la equidad de género. Asimismo, la demanda de participación ciudadana en las políticas de gobierno ha promovido la integración de mujeres en las estructuras institucionales que intermedian entre el Estado y la sociedad, y/o a la creación de nuevas estructuras de intermediación. Ejemplos ya clásicos son las mesas de trabajo en el Estado, los consejos de salud, las mesas rurales y las redes de tratamiento de la violencia intrafamiliar. Por primera vez, Argentina ha elegido a una mujer para desempeñar el cargo de presidenta de la Nación. Otro avance significativo es que tres ministerios –Desarrollo Social, Economía y Defensa– estén encabezados por mujeres. Por su parte, la vicepresidencia y la mayor parte de las secretarías y subsecretarías de Estado se encuentran a cargo de varones. En los poderes ejecutivos provinciales también fue elegida por primera vez una gobernadora. Aun así, hasta la fecha, sólo cuatro mujeres ocupan la vicegobernación en las provincias de Buenos Aires, San Luis, La Pampa y Santa Fe. En el ámbito municipal, de los 2172 municipios del país, unicamente 185 están a cargo de una mujer, es decir un 8,5%. Desde el año 2004 dos mujeres integran la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En el nivel nacional, otro organismo importante para el adelanto de las mujeres es la Representación Especial para los Temas de la Mujer en el Ámbito Internacional dependiente de la Secretaría de Relaciones Exteriores del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto. La misma desarrolla políticas y programas vinculados a la situación de la mujer dentro del ámbito de la política exterior. En este marco, participa en actividades impulsadas por el Sistema de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos, el Mercosur y otros foros regionales y subregionales. El marco jurídico del país coloca a la Argentina en una situación óptima para fortalecer sus instituciones y adelantar políticas que, desde los distintos sectores y en cada una de las jurisdicciones del territorio nacional, persigan la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres. El Estado argentino cuenta con oficinas de la mujer de carácter nacional, provincial y municipal y con algunas políticas públicas específicas desarrolladas por diferentes ministerios, o bien aplicadas a partir de leyes de acción afirmativa (como el cupo femenino en los parlamentos). Por su parte, todas las provincias cuentan con áreas destinadas a la promoción de los derechos de las mujeres y son más de 100 los municipios que abordan este tema a partir de áreas específicas. Políticas sociales – Políticas de género Lograr los derechos políticos y la inclusión en la igualdad legal, no siempre condujo a la igualdad real, a menos que se tuviese el poder de desarrollar políticas que permitiesen la ampliación de derechos y el uso de derechos por parte del colectivo que conquistó esa igualdad legal. Las relaciones sociales de género, la forma en que nos vinculamos varones y mujeres, generan desigualdades en los distintos ámbitos, por lo que surge la necesidad de hacer políticas de género. Es una necesidad de cualquier gobierno que se considere democrático, justo, equitativo. La institucionalización de la igualdad de género está vinculada directamente a la democracia, en tanto que surge durante el proceso de redemocratización. Las políticas públicas tienen una gran incidencia en la modificación de situaciones de desigualdad. Los principales desafíos en materia de igualdad social y superación de la pobreza que el país enfrenta deben articularse adecuadamente con políticas de igualdad de género sostenibles, que conciban el problema en forma integral. Los tratados internacionales cumplen una función relevante ya que consagran nuevos derechos y garantías que el Estado argentino debe promover y proteger y al mismo tiempo, habilitan a la ciudadanía a recurrir al fuero judicial en caso que esto no ocurra. Dar cumplimiento a estos compromisos requiere importantes esfuerzos en término de políticas públicas. Además, implica una transformación de las pautas culturales que, al naturalizar las diferencias entre hombres y mujeres, afectan tanto a las instituciones sociales como al mismo diseño, implementación y evaluación de las políticas públicas. Entre las políticas orientadas a eliminar las desigualdades basadas en el género se encuentran, a su vez, dos conjuntos importantes de políticas: las de reconocimiento de la diferencia y las políticas de redistribución entre las que se encuentran las de igualdad de oportunidades (Fraser, 1998, 2000). Las políticas de reconocimiento que Fraser denomina modelo de la identidad se refieren a las políticas de reconocimiento de identidades injustamente desvalorizadas, las de redistribución, en cambio, son aquellas que buscan una transformación o reforma socioeconómica para la solución de las injusticias de género y racial-étnica. Las políticas públicas que han respondido a las demandas de igualdad de género en América Latina se pueden dividir en dos grandes grupos: 1) Políticas de igualdad de oportunidades, que consisten, principalmente, en medidas para corregir las desigualdades en cuanto al acceso a los ámbitos en los que las mujeres están subrepresentadas, sobre todo la educación. Estas han incluido la eliminación de las formas más directas de discriminación legal. Las principales herramientas han sido los planes de igualdad de oportunidades y el fortalecimiento de los mecanismos nacionales para el adelanto de la mujer, como entes normativos y coordinadores de las políticas públicas. Desde el punto de vista jurídico, se ha apoyado la búsqueda de la igualdad formal de las mujeres. 2) Políticas de acción positiva, como las leyes contra la violencia, el acoso sexual y las leyes de cuotas, orientadas a producir transformaciones y dar lugar a relaciones equitativas entre hombres y mujeres. Estas políticas, aún escasas, son las únicas que, en rigor, se pueden considerar políticas de género en el sentido de igualdad real, que difiere de la igualdad formal. Muchas veces la retórica del discurso político favorable a la igualdad de género o a la promoción de derechos de las mujeres ha agotado la instancia de intervención pública sin llegar a traducirse en políticas concretas (Levin) La CEPAL considera que la principal estrategia aplicada ha sido la transversalización de la perspectiva de género en las políticas públicas, lo que se reflejó en la creación de instancias de género en distintos sectores y oficinas de carácter regional, así como en la formulación de nuevos lineamientos de políticas. Plantea la integración sistémica. Los mecanismos para la igualdad de las mujeres han propuesto pactos sociales de manera de comprometer tanto a la sociedad organizada como a las instituciones públicas. Ha mostrado el establecimiento de una trama institucional, un campo de diálogo que se "amplía e incorpora a la sociedad civil, los sectores académicos, los foros sociales y políticos y, en algunos casos, a la actividad privada las diferencias se traducen en desigualdades y es entonces que pasan a ser objeto de políticas públicas. Surge también la necesidad de incorporar la perspectiva de la equidad de género en todas las políticas y los mecanismos que se desarrollan a nivel del Estado. Un elemento fundamental es el cambio de la mentalidad de las autoridades y de los funcionarios. La voluntad política es un elemento central sin duda pero no es suficiente para el éxito de las políticas que se desean implementar. Las políticas de género tienen como objetivo promover la igualdad de condiciones en los diversos ámbitos donde se desarrolla la vida cotidiana de éstos colectivos. Son políticas sociales con una mirada que no sólo incorpore a las mujeres sin que rompa con las pautas culturales que les otorgan un lugar de desigualdad que se manifiesta en violencia de género, menor salario por igual trabajo, embarazos no deseados, etc. Que cada mujer conozca sus derechos políticos y sociales para ejercerlos en libertad y ser parte de la transformación de nuestra sociedad. Resulta fundamental reconocer que la igualdad de género exige que las políticas públicas en general y la política social, trabajen teniendo en cuenta los derechos y participación de las mujeres incluyéndolas en la elaboración de las mismas, que haya mujeres presentes en las etapas de diseño, ejecución y control. Pero no alcanza solamente que sean mujeres – lo cual ya es un paso adelante-, sino que además necesitamos que sean mujeres que tengan sensibilidad hacia las cuestiones de género o que hayan pasado por instancias de capacitación o sensibilización en torno a estos temas. También debe tomarse en cuenta la agenda pública de la sociedad civil y los reclamos de la sociedad civil, los temas que se están trabajando desde los movimientos de mujeres, trabajando de manera articulada con los actores a nivel del gobierno que están diseñando estas políticas. Finalmente, otro elemento a considerar es el avance del conocimiento El Enfoque de empoderamiento, de ejercicio de la ciudadanía social y de toma de decisiones. Este enfoque relativamente reciente supone que para el mejor desarrollo y eficiencia de los programas dirigidos hacia las mujeres y otros grupos (etnias, clases) se requiere comprometer en la elaboración y en la ejecución de los programas a los propios afectados, fortaleciendo sus capacidades por medio de la organización, el aumento de la autoestima, el acceso a los recursos materiales y el fortalecimiento de sus redes sociales, para el ejercicio pleno de ciudadanía y para la toma de decisiones en los diversos planos individual, familiar y social (Arriagada) Mujer en la sociedad local En nuestro país contamos a nivel nacional con el Consejo Nacional de Mujeres. Cuyo objetivo fundamental es promover una transformación socio-cultural basada en la plena e igualitaria participación de las mujeres en la vida social, política, económica y cultural del país. Cuenta con diferentes áreas de intervención donde se involucren mujeres y con distintos programas, principalmente de prevención y fortalecimiento. Nuestra provincia cuenta con una Dirección Pcial. De Políticas de Género, para lograr el cumplimiento de las leyes, convenios y tratados internacionales que contemplan los derechos de la mujeres y de grupos de diversidad sexual. Cuentan con dos equipos de trabajo: - Equipo interdisciplinario de violencia familiar - Equipo de promoción de derechos Y diferentes programas: Capacitación para trabajadores de gobiernos locales (pueblos originarios y género, derechos sexuales y reproductivos, trabajo digno y género) - Plan de igualdad de oportunidades y derechos A nivel local, no se ha creado el área de la mujer, pero el Área Social aborda las diferentes demandas y ante alguna problemática familiar o de violencia de género, interviene el Equipo de Protección local de Niñez, Adolescencia y Familia. Reflexión final ¿Qué rol tenemos hoy como mujeres en nuestra sociedad? Si bien resultan innegables los avances logrados por la mujer en el plano profesional y de la vida pública, aun cuando su voz se hace oír en política y alcanza a perfilarse, ya sea momentáneamente, como una opción, no ha logrado todavía un plano de paridad con el hombre. Es bien conocida la diferencia salarial que se produce entre hombres y mujeres que ocupan cargos de responsabilidad en las empresas, en detrimento de las últimas. Se sigue considerando que su misión primordial es el cuidado del hogar y de los hijos, y se mira con suspicacia a aquellas que desarrollan una carrera profesional de trascendencia, presuponiéndose que lo hacen a expensas de sus obligaciones primarias. Se continúa rechazando en puestos de trabajo a mujeres recién casadas, pues su posible maternidad constituye una amenaza latente para su eficiencia en su labor, en suma, la mujer argentina, especialmente la de las clases más bajas, continúa luchando denodadamente para ser reconocida y obtener dignidad. Las causas pueden ser múltiples, desde la tradición heredada de nuestros mayores hasta el prejuicio. Resta por establecer de qué manera podrá, en los próximos años, resolverse este conflicto, y sobre todo, proponerse una nueva inquietud: si existe, en la sociedad argentina de hoy, una verdadera voluntad de hacerlo. ¿Ha logrado realmente la mujer, más allá de los innegables avances obtenidos, conquistar un espacio propio y diferenciado dentro del entramado social? Y, sobre todo ¿existe en el imaginario popular una verdadera conciencia de ese cambio de rol, o se la sigue viendo adherida a las conductas y actitudes que secularmente han sido consideradas como "propias de su sexo"?. ¿Realmente se está aplicando en todas las acciones que están llevando adelante una visión de género? ¿se está teniendo en cuenta la equivalencia de las actividades realizadas por varones y mujeres, por ejemplo? El desarrollo humano trata de las personas y de ampliar sus oportunidades de llevar una vida plena y creativa con libertad y dignidad. El crecimiento económico, el incremento del comercio y de las inversiones y los avances tecnológicos son muy importantes, pero son medios y no fines en sí mismos. Para ampliar esas oportunidades, es fundamental desarrollar las capacidades humanas, es decir, la variedad de cosas que las personas pueden llegar a ser. Las capacidades más elementales del desarrollo humano son tener una vida larga y saludable, recibir una educación, tener un nivel de vida digno y disfrutar de una libertad civil y política que permita participar en la vida de la comunidad a la que se pertenece. Igualdad legal – Igualdad Real Participación activa Transversalización de la igualdad de géneros en las políticas