Por cl Dr. Emilio O. RABASA, Profesor de la Facultad de

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FORMAS DE ESTADO
Por cl Dr. Emilio O . R A B A S A ,
Profesor de la Facultad de Derecho.
UNODE LOS MÁS VIEJOS y debatidos problemas de la Ciencia Política es el
relativo a las formas de Estado. Pero, nótese bien, hablamos de "Ciencia
Política", es decir, aquella más amplia y generosa rama drl conocimiento
quc no sólo agota esa entidad cultural y normativa que se conoce como
Estado, sino se refiere a lo político latu sensu y, con ello, estudia el origen
y desenvolvimiento, en el tiempo y en el espacio, de todas las formas de
rrganización política, incurriendo también en juicios de valoración. En esas
condiciones la palabra "Estado" se coloca sin titubeos desdc las organizaciones políticas de la antigüedad hasta el moderno y recién constituido Estado de Israel. La poli1 griega, la ciuitas romana, la land medieval, merecen entonces, sin mayor aclaración, el nombre de Estado, no obstante que
en las dos primeras la demarcación territorial no contaba como elemento estatal indispensable (aun cuando autores, coino Anstóteles, pensaran en determinada extensión geográfica para el Estado-Ciudad griego), y cn la
última, precisamente a la inversa, la porción territorial propiedad del señor
feudal, era necesariamente el elcrncnto primario de la organización política.
Así, la monarquía o tiranía griegas, la república o el imperium romanum,
las baronías feudales, adquiérenlas, y se estudian, como formas de Estado.
Pero contra este abuso, no sólo cn la tertninologia, sino en los conceptos, habrá de pensarse en lo siguiente: a ) como es de sobra conocido la
palabra "Estado" ( S t a t o ) no aparecc, en tkrminos generales sino a finales
de la Edad Media y principios dcl Renacimiento, otorgándosele la paternidad, quizá con el afán de precisar fechas, a Maquiavelo ("Cuantos Estados, cuantas dominaciones ejercieron y ejercen todavía una autoridad soberana sobre los hombres, fueron y son Repúblicas o Principados;" ' b ) en
aquellos tiempos, al irse forjando las unidades nacionales, van apareciendo
los primeros Estados, es decir, la organización política con la totalidad de
El Príncipe
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EMILIO O. RABASA
los elementos estatales, con una unidad de mando sobre ello; ejercida y con
una plena conciencia jurídica y política de lo uno y lo otro. La unidad
nacional, el monopolio del poder, la facultad exclusiva de promulgar y
aplicar leyes en un determinado territorio y pueblo, el ejército nacional,
etc., van caracterizando al Estado moderno; c) precisamente el criterio
diferenciador, aquél que es necesario para poder hablar de formas de gobierno y de formas de Estado, se fundamenta en la apreciación consciente
de todos los elementos estatales y de sus relaciones, y no meramente, como
basta entonces, en la simple estructuración de los órganos públicos.
De lo anterior se infiere que históricamente ya existe un criterio que
permita la distinción entre las formas de Estado y las formas de Gobierno.
Aristóteles, en su célebre y trascendente clasificación en puras o impuras
(según que se trabajara por el bien de la comunidad o en provecho propio) y conforme el poder fuera ejercido por uno (monarquía o tiranía),
varios (aristocracia u oligarquía) o por todos (república o demagogia), se
refirió, tuvo que haberse referido, a las formas de Gobierno. Sin embargo,
la literatura política posterior, prostituyendo la terminología y atribuyendo
categorías relativamente modernas a modelos antiguos, atribuye el nombre
de Estado a toda organización política más o menos estable. Los propios
tratadistas, que al tocar el tema hacen esfuerzos inauditos por lograr la
nítida separación, no tienen empacho en olvidarla, aplicando el término
Estado en cualquier otro capítulo de nuestra disciplina.
La exageración llega a más, pues ya no es simplemente la confusión
en el empleo de la palabra, sino incluso de las categorías y los conceptos.
Las formas que corresponden al Estado y sólo a él, se atribuyen con ligereza a la antigüedad. Estimase entonces grosso modo, que gobiernos federales son aquellos que agrupan ciudades o distritos que renuncian a toda
actividad o política extranjera, en favor de un gobierno central compuesto por un "cuerpo deliberante y electivo y un solo ejecutivo para la discusión, control y conducta de los negocios externos, una corte común de
justicia para las ofensas cometidas contra la asociación, o cuando menos
un control central sobre las cortes locales al decidir esas materias, un poder de levantar y mantener contingentes militares comunes, e indistintamente un poder común de imposición fiscal, o cuando menos, algún control destinado a mantener la acción conjunta de la federación." Con tan
' Política.
' A.H.J. GREENIDOE,Handbook
ducción propia.
of
Greek Constittitional Hirto-,
pjg. 220. Tra-
FORMAS D E ESTADO
73
amplia y generosa definición, puede entonces hahlarse libremente de las
federaciones y confederaciones de Estados en Grecia. Con esa categoría
se trata a los gobiernos de Tesalia, Beocia, Arcadia, Etolia, Aquea y Licea.
Basta así que un caudillo militar ejerciera "cierta" hegemonía sobre algunos pueblos para que en él ee reconozca al ejecutivo; que "cualquier"
cuerpo deliberante dictara medidas más o menos aplicadas, para suponer
que se trata de un Parlamento u órgano legislativo, y qiie al;uno o algunos resolvieran sobre "algo" para que se reconozca una corte común, que
habría de dirimir las controversias entre las partes federadas o las ciudades
confederadas. Con términos tan holgados, con el empleo de niodernas categorías jurídico-políticas a instituciones donde precisamente lo jurídico y
lo político se confundían, con la creencia de que el Estado es cualquiera
y toda organización política, ya no sólo siempre ha cxistido el Estado, sino
que también sus formas se han presentado en todas las ncasionei.
Pero resulta que el ttrmino soberanía ni se empleaba, ni tenía en
forma definitiva un equivalente que conscientemente se reconociera como
propio en la organización política antigua; que el territorio no era un
elemento indispensable en el Estado, sino simple asiento de una comunidad; que el pueblo se confundía en mucho con la población, que no había
ni unidad ni conciencia de esos elementos; ni un poder perfectamente
definido en el orden interno y en el internacional, basados sobre estructuras jurídicas previas. ¿No es entonces m i s legitimo hablar simpkmente
de sociedades o ligas de ciudades, que de federaciones o confederaciones
de Estado?
Más aún, "con facilidad se pasa dc una forma de Gobierno a otra,
pero un cambio de forma de Estado lleva anejo un cambio en la psicología y en las relaciones de los elementos de la población: toda una nueva mentalidad histórica". . . "En esta última ciiestión (formas de Estad o ) , a diferencia de las prirrieras (formas de Gobierno), van envueltas
muchas cosas íntimas: el amor a la tierra nativa y la diferenciación geogrifica; lo? recuerdos históricos y la diferenciación espiritual; modalidades de cultura y probablemente ciiestiones idiomáticas y religiosas; la lihertad y el deseo dc retener el xobierno propio." '
Tan es cirrto lo anterior, qur muy a la mano tenemos un ejemplo que
mucho nos interesa: el de la Constitución Mexicana de 1824. Tres siglos
de dominación hispana bajo la forma monárquica, debieron haber educado
' Cani.os Ruiz oeL C a s ~ r ~ r oXota
.
a la p á ~ .357 dr la obra de M ~ u n i c ~
Hai~nrou,Principios de Derecho Público y Constitticionol.
74
EMILIO O. RABASA
la conciencia política del pueblo colonial de la Nueva España para que,
al tratar de darse su propia organización constitucional, sólo mediante
grandes luchas pudiera haberse cambiado súbitamente, a la forma republicana de gobierno. Sin embargo, la República que cita el Artículo 50.
del Acta Constitutiva y que aparece en el 40. de la Constitución, no merecieron mayor comentario en el Constituyente, siendo aprobada por unanimidad, en su nombre y en sus consecuencias, ingresando así a nuestra
vida política institucional sin controversias senas, a pesar de que representaba toda una nueva teoría política. Lo "federal", no tanto, por supuesto,
el término, sino lo que entrañaba, que encontró su desarrollo en el Artículo 60. del Acta por el que se prescribe la soberanía de los Estados, y
su caracterización a través de todo el demás articulado del Acta y la Constitución, resultó ser el problema de problemas, la gran cuestión, punto
crucial donde todavía hoy se debaten las grandes corrientes ideológicas que
han alimentado nuestra vida política y caracterizado, con breves intervalos, nuestro sistema constitucional. La obra del Constituyente de 1824
enardeció los ánimos y aún mantiene viva la discordia, no por haber votado una distinta forma de Gobierno (la republicana) a la tradicional, sino
por haber instituido una nueva forma de Estado (el Federal).
Hasta aquí creo haber demostrado que, con propiedad, sólo puede
hablarse de las formas de Estado, a partir del verdadero siirgimiento de
este (en su denominación y en su contenido), cuando se formaron las
unidades nacionales provistas de un territorio y pueblo determinados y
definidos, y con las otras características que apuntamos. También supongo
haber demostrado la inconsecuencia que se comete al calificar de Estado
a cualquier forma de organización política o de sociedad organizada, esto
es, como histórdcamenfe no es admisible hacer la confusión entre formas
de Gobierno y formas de Estado. Asimismo, quise hacer la diferenciación
desde el punto de vista político-social entre ambas categorías, manifestando cómo un cambio en la forma de Estado implica una nueva mentalidad
histórica, psicológica y cultural, como en el caso de la Constitución Mexicana de 1824. Queda ahora, para cubrir las principales dimensiones
(histórica, social, política y jurídica) con que habrán de medirse los problemas de quien pretende estudiar una Doctrina o Teoría General del Estado, estudiar jurídicamente la diferenciación entre formas de Gobierno
y formas de Estado. Ambas caen, por supuesto, dentro del título más
genérico de formas de organización política.
FORMAS DE ESTADO
75
Con Hauriou afirmamos que la cuestión de la forma del Estado
supone resuelta previamente la de diferenciar a un Estado de una sociedad que no sea Estado, materia que interesa por igual al Derecho Internacional Público y al Derecho Político. Imposible, en un trabajo de la
breve extensión de éste, entrar en consideraciones sobre la naturaleza del
Estado. No pudiendo, ni queriendo iniciar la casi imposible tarea de definir al Estado, baste admitir con sencillez y para lo que al tema interesa,
que se trata de un ente cultural al que tradicionalmente (salvo Kelsen,
por ~ u ~ ~ u e s tse
o ) le
, han reconocido elementos específicos y que, por lo
ceneral, sc estiman sean los siguientes: pueb!o, territorio, poder y fin. Ahora bien, estos elementos forman una unidad, unidad que se logra mcdiante
el derecho, a pesar de diferenciaciones históricas, sociológicas o políticas.
He aquí entonces que la forma de Estado se refiere a la unidad total. En
cambio, la forma de Gobierno se refiere al ejercicio y condiciones de uno
de sus elemcntos: el ~ o d e r El
. Estado representa el todo; el Gobierno, una
parte suya. La forma de Estado se refiere a la organización especial de
todos sus elementos; la forma de Gobierno a la estructiiración y ejercicio
de sus órganos principales. El Gobierno implica, fundamentalmente, el poder ejecutivo; el Estado, implica los tres poderes: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. El Estado está formado por elementos y órganos; el Gobierno sólo por órcanos. Puede llegarse incluso, quizá, al caso de que un
Estado pueda mantener una dualidad de gobiernos, como Francia durante
la Guerra Mundial pasada.
Contra Hauriou diremos que la Constitución lato sensu condiciona la
forma de Estado y no, como pretende el autor mencionado, a la inversa.
Trataremos niis adelante este problema de las formas de Estado y el constitucionalismo.
Hecha la distinción social, política, histórica y jurídica de las formas
del Estado frente a las del Gobierno con las que suelen confundirseles,
es decir, señalados los límites de nuestro objeto pasamos, a continuación, a
considerarlo en mayor detalle.
Ya es conclusión, casi dogma, en La doctrina, aceptar que existen dos
formas de Estados:
1. Simples o iinitarios.
2. Compuestos o complejos.
MAURICE
HAUKIOU,
Principios de Derecho Público y Conititucionol, pág. 356.
76
EMILIO O. RABASA
Desde luego la nomenclatura deja mucho que desear. Si se entiende a
lo simple como sinónimo de lo sencillo, el absurdo es obvio: el Estado más
rudimentario (valga el contrasentido) es, hoy día, de lo más complejo. Incluso puede ser iin Estado simple, más complejo que los llamados complejos. La organización político-constitucional de Francia, calificado de
Estado simple, se nos antoja más complicada qur la de los Estados Unidos, reputado como Estado complejo. Si el vocablo se entiende como contrario a lo compuesto, según parece ser la idea, la vaguedad no es menor,
ya que, para seguir nuestro ejemplo: "Francia forma con los pueblos de
Ultramar una unión fundada en la igualdad de derechos y deberes, sin
distinción de raza ni de religión. . . compuesta de naciones y pueblos que
ponen en común o coordinan sus recursos y sus esfuerzos para desenvolver
sus civilizaciones respectivas, acrecentar su bienestar y afirmar su seguridad." " Y una unión, cualquier unión, está formada por más de un ente,
es decir, no es simple, sino compuesta.
A contl-ariosensu, otro tanto acaece con las denominaciones "compuestos o complejos". Ya dijimos que todo Estado es, sin duda, de lo más
complicado, si eso es lo que se quiere dar a entender. Por otro lado, miramos, "sentimos" una mayor unidad en el Estado Norteamericano (sobre
todo por el principio de la supremacía constitucional) que se califica como
Estado compuesto y no obstante las diferentes entidades federativas que lo
componen, que el Estado Francés, unitario, que presenta metrópolis y
pueblos coloniales, Francia europea y países de Ultramar. El ejemplo de
Argelia es harto revelador de que las partes constitutivas de la Unión Francesa se consideran casi independientes del gobierno central. Es así como
se ha querido clasificar a Francia como una especie de Commonwealth, a
la manera británica.
Ya no la simple terminología, sino inslusive los conceptos, no hacen
plenamente válidas las distinciones tradicionalmente aceptadas. Estado simple o unitario "es aquél en que hay una sola soberanía, sobre u n solo pucblo y un solo territorio." ' Aparte de que si es legítimo hablar de más de
una soberanía, en la connotación clásica del vocablo, problema aún no
resuelto satisfactoriamente, el poder estatal, el poder del Estado siempre es
único, puesto que los demás (inclusive en los Estados Federales) son derivaciones de ese poder, otros grados del mismo aplicados en razón de la
materia o del territorio, competencias o facultades de las partes compo-
' Preámbulo de la Constitución Francesa
' ALESSANDROGROPPALI,
pág. 21 1.
de
1956.
FORMAS DE ESTADO
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nentes, pero en todo caso el poder del Estado, unidad por excelencia según quisimos caracterizarlo más arriba. El Estado unitario significa, por
supuesto una unidad de poder, pero también lo implica, necesariamente el
Estado complejo, pues, según afirma Carré de Malberg "uno dc los zignos característicos del Estado Federal es que su potestad de Estado le permite mandar directa e inmediatamente sobre los territorios y a los súhditos
de los Est-dos confederados. . ." Por su parte, Carl J. Friedrich, sostiene
que "el Gobierno Federal se está transformando en iinitario."
L a definición de Estado unitario qiie estamos analizando y que, con
más 0 menos variantes, es la comúnmente aceptada, requiere que la soberanía sca ejercida sobre un s o ! ~piieblo y sobre un solo territorio. Si los
tcrminos "Pueblo" y "Territorio" son aplicados aquí en su connotación
jurídica, es decir, si el primero se refiere al conjunto de individuos que se
unifican bajo un orden normativo, orden que señala las cualidades para
pertenecer o intervenir en la \-ida pública (nacionalidad y ciudadanía) a
la vez qiie rcgiarnenta coactivamente la conducta humana; y si el segiindo, el territorio, es el ámbito geogrifico donde tiene validez o vigencia
el orden jurídico o e1 poder del Estado, cntonces la definición también
cabe para los Estados llamados complejos, especialmrnte en el Estado Fecieral. Si "iin solo puehlo" si: rcfiere a su acepción sociológica, mal, muy
mal, aplicado cstá a los llamados Estados iinitarios que, como Francia y
según lo reconoce el propio preámbiilo de su Conztitución, esti compuesta
de naciones y pueblos. Y peor equivocación se comete si "un solo territorio" quiera refcrirse a la porción geográfica inmidiata donde tiencn sil
asiento los poderes generales o centrales (absurdo en el que seguramente
no sc quiso incurrir, pero que debemos de tratar para agotar todas las
l>oiibilidadcsj, pues los llamados Estados iinitarios tienen, por lo general,
rrietrópoli y colonias. 'O
Tampoco es cierto, aun cuando también se acepte doctrinalmente, que
los Estados complejos o compuestos, sean un Estado de Estados. No lo
es con respecto a ninguno de los dos grupos en que acostunibradamente
se les divide, esto es, Estados Federale; y Uniones o Confedcracioncs de
Estados.
En tí-rminos generales el Estado Federal se forma por uno de estos
dos procedimientos de dinámica política: a ) las entidades anteriores al
"
"
'O
Teoria General del Ilrtodo, pág. 102.
Tearin g Realidad d e la Organización Conititticionol Dernocrdiica, pág. 207.
Francia y Bélgica.
78
EMILIO O. RABASA
Estado gozaban de cierta autonomía y, uniéndose, formaron el nuevo
Estado (caso de los Estados Unidos dc Norteamérica) ; b) las entidades
anteriores no gozaban de ninguna o casi ninguna autonomía, siendo erigidas como Estados por el poder central constituyente (caso de México).
En otras palabras, el poder fue de los Estados a la Federación o de ésta
a aquéllos. Pues bien, ni aun en el caso primero, que parecería ser el
más obvio, no obstante que las primitivas colonias norteamericanas tenían
constituciones propias, gozaban de bastante autonomía, no fueron Estados
en el sentido integral y completo del término. Y no lo fueron por una
razón muy sencilla: porque el concepto de Estado, el verdadero y exhaustivo, no se obtiene política y jurídicamente, ni se ha logrado históricamente,
solamente dentro del Derecho Público Interno, es necesario forjarlo también dentro del Derecho Público Internacional. Aun cuando desaparecieran de improviso todos los gobiernos locales, se mantendría el Estado.
Dígase lo que se quiera pero sólo han sido y son Estados, los así reconocidos por la comunidad internacional, o si se quiere seguir una corriente
puramente formalista, cuando el orden jurídico internacional reconoce eficacia total a un orden jurídico nacional. Por eso también, a la Doctrina
de Bodino, que principalmente se refiere al aspecto interno de la soberanía, hubo de seguir la de Hugo Grocio que fundamentalmente trata del
aspecto externo de la misma, o sea, la relación de un Estado con los
demás Estados.
Donde nuestra tesis parece debilitarse notoriamente es con respecto al
segundo grupo de los llamados Estados complejos: las Uniones o Confederaciones de Estados. La simple nomenclatura aparenta contener una rotunda negativa a nuestras ideas. Sin embargo, "esta sola diferencia de
lenguaje (la existente entre Confederación de Estados y Estado Federal)
basta para revelar que la oposición entre Confederación y Estado Federal
consisten esencialmente en que la una no es más que una sociedad entre
Estados que se han unido para administrar en común algunos asuntos en
los cuales están interesados de una manera común, mientras que la otra
formación realiza, por encima de los Estados Confederados, una unidad
estatal distinta, de la que nace un nuevo Estado, el Estado Federal", dice
Carré de Malherg ". Más adelante añade: "Así, la organización misma
de la Confederación implica que Gsta no es en definitiva más que una
unión de Estados que quieren y actúan en común ciertamente, pero per-
FORMAS DE ESTADO
79
sonal y directamente por sí mismos" ''. Este mismo autor se esfuerza,
como muchos otros, en encontrar las distinciones entre el Estado Federal
y las Confederaciones de Estados, encontrando que el primero se funda
en una constitución y las segundas en un tratado, que aquél tiene una
relación de derecho interno y aquéllas de derecho internacional, etc., pero
concluye afirmando, siendo esto lo que interesa para nuestras tesis, que:
"en cuanto a la Confederación, Csta no es soberana; es mis, no tiene potestad estatal propia y no es un Estado" l a .
Pero hurguemos más en cl tema. Busquemoi qué es lo que caracteriza a las Confederaciones de Estados. El citado Carl. J. Frii:drich "
contiene una exposición sencilla al respecto que puede auxiliarnos. Afirina que en la Liga Aquea, la Hansa, pasando por las Confederaciones Norteamericana, Alemana y Suiza, hasta llegar a la Sociedad de Naciones (podríamos nosotros incluir a la O.N.U. reconociendo las diferencias cluc
guarda con cl último de los organismos citados), siempre se encuentra
una carta o acuerdo que encarna tres elementos de organización: 1 ) Una
asamblea de representantes de los miembros elaboradores de la Carta;
2 ) Un órgano ejecutivo de alguna especie establecido por los miembros
y que lleva a la práctica las decisiones de la asamblea de representantes;
3 ) Un cuerpo arbitral o judicial que interpreta la Carta.
1 ) .-Asamblea de Representanter.-El título es suficientemente holaado para que pueda encubrir cualquier reunión, pero Cstas, como el propio autor que seguimos lo reconoce, tuvieron (Liga Aqiiea. la Hanqa, Confederación Suiza) "con frecuencia una curiosa falta de regularidad formal",
o no perduraron (liga de la3 Ciudades Romanas) o tenían una organización vaga (confederación Suiza). Mis que una asamblea de reprcsentantcs, mis que un órgano estatal, eran conferencias intcrnacionales.
2 ) .-E1 Ejecutivo Común.-Las más veces se trataba de un jefe o coordinador militar. i Q u é en un Estado la función del ejecutivo se agota
en el aspecto militar?
3 ) .-Estructura judicial o Arbitral.-Este aspecto de la Confederación
habría de resolver las disputas entre los micmbros de ella o las de uno de
ellos con la Confederación. Sin embargo, jcómo iban a zanjarse estas
disputas si (como en la Confederación Suiza) había toda clase de gobier"
Op.
'"p.
cit., pág. 101.
Op. cit., págs. 189 y s
''
cit., pág. 101.
80
EMILIO O . RABAAA
nos, "desde las democracias externas de los cantones forestales hasta la
arbitraria oligarquía de la ciudad de Berna? La Liga Aquea se abstenía
también de ir más allá dc la prohibición de la tiranía.
En cuanto a la Sociedad de Naciones y la O.N.U. que a propósito
hemos dejado fuera del anterior análisis, aun cuando en iin sentido genérico se les incluya en las Confederaciones de Estados, una cosa ei evidente:
la primera no fue, ni la segunda es, un Estado.
Para concluir, los llamados Estados complejos, en su subdivisión, de
Confederación de Estados, tampoco son E~tadosde Estados, puesto que no
pueden escapar de esta disyuntiva, o son verdaderos Estados con una
simple alianza militar, económica, etc., que no han creado un nuevo Estado, o se ha creado un nuevo Estado, que comprenda a todos los anteriores, pero que tampoco es un Estado de Estados, aun cuando adquiera
la forma de Estado Federal.
Hemos realizado la crítica de las formas tradicionalmente propuestas
y de sus subdivisiones para ser congruentes con nuestra idea de que la
unidad de los elementos del Estado es lo que lo distingue de una mera forma
de Gobierno y, sobre todo, para afirmar decididamente que todos los Estados son unitarios. Ahora bien, después de toda crítica, debe presentarse
un substituto, derivado precisamente de esa crítica. La brevedad de este
trabajo no nos permite presentar una nueva tesis al respecto, pero trataremos, no obstante, de formular algunos juicios que deberán sujetarse a
una reflexión más cuidadosa.
Nos parece más conforme con la realidad hablar de Estados Centrales
y Estados Federales. En los primeros cabrían los que comúnmente se consideran como simples o unitarios. En los segundos el Estado Federal, dejando fuera las Confederaciones de Estados por las razones apuntadas y
porque, en todas formas, creemos ya no se presentarán en lo futuro.
En los Estados Centrales estimamos que existe un solo poder que se ejerce directamente sobre su pueblo y territorio. En los Estados Federales también existe un solo poder que se ejerce directamente sobre su pueblo y territorio (todo lo concerniente a la Federación o la Constitución general).
Ahora bien, y he aquí la diferencia, ese poder no se enfrenta a otros
(el de los gobiernos locales) pues eso, dentro de la lógica pura, sería
contradictorio y, en el campo del Derecho, sería caer en la desprestigiada
doctrina de las dos soberanías. Es el mismo y único poder, sólo que tiene
dos aplicaciones distintas: la federal y la local. Estas aplicaciones o, si
se quiere, competencias, se realizan en razón de la materia y en razón del
FORMAS DE ESTADO
81
territorio. Quien fija una y el otro es, naturalmente, la Constitución Federal y quien dirime las posibles controversias es la justicia federal.
Llegamos, con lo anterior, a un punto interesante dentro del desenvolvimiento del Estado contemporáneo: la relación del federalismo con el constitucionalismo. Sea cual fuere el proceso de formación del Estado Federal, lo cierto es que, aun cuando los Estados locales tienen la facultad de
elaborar su propia constitución, ésta, forzosa e ineludiblemente debe seguir
los lineamientos de la Constitución Federal. Es más, tiene que aceptar la
forma de Gobierno prescrita en la constitución general, la establecida para
el Estado Federal (Artículo 115 de la Constitución Mexicana y Sección 4
Articulo IV de la Constitución Norteamericana). Las leyes dc los Estados
locales tambi6n deben estar ajustados a la Constitución Federal. ;Y qué
significa todo esto dentro del campo de la doctrina política? ¿Con base
en qui. se resuelven las controversias federales-locales? La justicia federal
al resolver simplemente se fundamenta en una cuestión de competencias
de grados en el poder público: cn resolver escuetamcnte si la ley local está o no acorde con la Constitución Federal. Si hubiere dos poderes (el del
Estado y el de sus entidades) o dos soberanías, según se Iin pretendido,
si fueran fuerzas de igual magnitud, se alternarían en victorias y derrotas, según quien, por ejemplo, tiivicra la razón desde el punto de vista
de la justicia. Cuando se presenta el conflicto mencionado en el Estado
Federal, no se trata de averiguar quien tiene la razón o quién logra un mayor beneficio para la colecti\+dad (pl ordenamiento federal o el local),
verbi gracia: se trata simplemente de declarar si la ley local se ajusta o
contradice la Constitución o leyes federales, sin importar la utilidad o interés social de los ordenamicntos en disputa. Pero ademis, y he aquí lo
fundamental, declarada la anticonstitucionalidad de un ordenamiento local
sieinpre predomina el ordenamiento federal, es decir, nunca existe la posibilidad de que se mantenga el ordenamiento local. iI>óndc están pues
los dos o más poderes, si el mero hecho de que uno contradiga al otro (al
federal), aparte de cualquier otra consideración de índole social, política,
valorativa, etc., el federal siempre será el poder Único?
Si lo antes expuesto es cicrto debemos concluir que la supremacía constitucional es de enormes con:cciicncias para fijar, o al menos reconsiderar
el problema del Estado Federal, asentando nuevamente que el poder del
Estado, de cualquier estado (unitarios o complejos), es único en el orden
interno y en el internacional. En otras palabras, todos los Estados en
cuanto Estados totales, son unitarios. LTnicamente qur, en el caso del Estado Federal, se trata de una materia de aplicaciones o de competencias.
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Además, las formas del Estado contemporáneo van muy unidas al desarrollo del constitucionalismo.
Nuestro punto de vista inmediatamente anterior no implica, dentro del
campo ideológico, que nos inclinemos por un Estado Federal "centralizado"
o "centralizador". Simplemente hemos tratado de realizar una vivisección
real del Estado Federal contemporáneo. Quiérase que no, cada día más
lo local se está convirtiendo en federal. Esto es sobre todo debido al elemento económico, al que pasamos a considerar.
Hasta este momento hemos manejado categorías políticas, jurídicas,
históricas y sociales con relación a nuestro tema y, ipara qué negarlo?,
sobre todo nos hemos fijado en el Estado occidental tipo liberal-burgués
que, con algunas concesiones de carácter social, se mantiene aún hoy en
vigor. Interesa pues incurrir brevemente en el otro gran tipo de Estado
que se enfrenta hoy día al que hemos analizado, en relación con el federalismo y para también ver el elemento económico: el Estado Federal Soviético.
Su constitución define a la U.R.S.S. como "un Estado Federal fundado en la unión voluntaria de las Repúblicas socialistas-soviéticas, iguales
en derecho" (Artículo 13).
A primera vista parecería que los ideólogos del socialismo se opusieron
al federalismo bajo la consideración genérica de que éste había florecido
en Estados tipicamente capitalistas como, por ejemplo, los Estados Unidos.
Pero antes que esa consideración, existía otro hecho de mayor significación
que seguramente preocupó con mayor intensidad a los pensadores socialistas y comunistas: Que la Revolución Francesa de 1789 había creado el
tipo clásico del Estado unitario burgués. La primera constitución francesa
(1791) prescribía que el Reino Francés era uno e indivisible. Entre las dos
alternativas, el socialismo se inclinó por el Estado Federal estimándolo ( ? )
no unitario.
Según Vyshinsky,15 Marx y Engels se opusieron a la federación burguesa, "considerándola una supervivencia del fraccionamiento feudal y un
rompimiento en el desarrollo económico y cultural". Pero "aun bajo el
capitalismo, sin embargo, Marx y Engels admitieron la federación en la
condición de un Estado multinacional". El propio autor informa como
Lenin y Stalin desarrollaron la postura marxista en relación con el federalismo, creando (según cree) un nuevo tipo de Estado Federal: el Soviético, radicalmente diferente al tipo burgués.
' Ta Lnw
of
thr Soviet Stntc. Traducción propia.
FORMAS DE ESTADO
83
"La esencia de la Federación Soviética consiste en que los individuos
son reunidos en una unión de un solo Estado sobre la base de interesps
comunes de reorganización social socialista, y la espontaneidad e igualdad
de las partes constituyentes. He aquí la fundamental distinción entre el
Estado Soviético (como una federación de repúblicas nacionales) y cl
Estado burgués multinacional (bajo el cual esa federación es imposible
por la razón del carácter esencialmente opresivo del Estado y su estructura nacionalista y burocrática) " l e .
?Qué tan diferente es el Estado Federal Soviético? Como cn el tipo
occidental de Estado Federal, las competencias y atribuciones no otnrgadas a la Federación se entienden reservadas a las Repúblicas fedcradas;
éstas y otras entidades administrativas intervienen en la formación de la
voluntad federal como en los Estados occidentales. Las diferencias estriban
en qur la Constitución puede ser reformada sin intervención de los Estados miembros y el derrcho de éstos a separarse.
Tomando en cuenta las anteriores similitudes y diferencias podcmos
declarar que también el Estado sovi&tico, no obstante su horror al Estado francés surgicnte de la Revolución, es unitario. La modificación de
la Constitución sin necesidad de la intervención de los Estados miembros
le hace más unitario que el tipo occidental. Cierto que se admite el derecho de secesión, de las Repúblicas federadas, pero además de que está
sumamente limitado (no estar rodeado por otros territorios de la unión,
cierto número, etc.), la realidad es muy otra y digalo si no el caso, no ya
de las Repúblicas federadas, sino el de los países bajo el dominio ruso.
La diferencia estriba en que mientras, en el Estado federal tipo occidental se mantiene la unidad o la acción centralizadora del poder en virtud
de la supremacía constitucional, en el Estado Federal tipo soviético se
mantiene esa misma acción en virtud de un centralismo económico.
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