Homicidio - Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses

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Ataque de sueño. Oleo sobre tela. 70x70 cm, 1993.
Talking head. Tintas y pastel sobre papel. 100x70 cm, 1982.
HOMICIDIO
Abstract
Resumen
Con frecuencia las autoridades de gobierno y policía señalan
que las olas de homicidios juveniles en contextos urbanos
se asocian principalmente a riñas y ajustes de cuentas entre
pandillas juveniles y bandas delincuenciales. Interesados
por la contradictoria situación reflejada, de un lado por la
“moderada” tasa de homicidios juveniles en el municipio de
Soacha (al menos en comparación con la situación en otros
centros comarcales cercanos a Bogotá) y de otro, por la
preocupación manifiesta tanto por las autoridades bogotanas
responsables de la seguridad y convivencia así como por
las ONGs y medios masivos de comunicación, durante los
meses de abril a diciembre de 2004 se llevó a cavo un estudio
con la finalidad de conocer mas a fondo el origen de las
contradicciones y denuncias, así como los señalamientos que
hacen las autoridades. En el presente artículo se presentan
algunos hallazgos de sus resultados2 y se analizan teórica y
empíricamente algunas de las respuestas que han generado
las autoridades locales junto con las acciones realizadas
1. Los autores quieren expresar su reconocimiento a Rafael Barrera, Felipe Camacho, Pilar de
La Torre, Francisco Díaz, Carolina López, Ana Isabel Martínez, Diana Roa, César Velásquez
de la facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia por el trabajo de
levantamiento y procesamiento de la base de datos a partir de la cual se elaboró el presente trabajo. El contenido de este trabajo no compromete a las entidades a las cuales
pertenecen los responsables del mismo.
2. En la actualidad se preparan los textos para una publicación completa de toda la investigación.
Frequently the authorities of government and police indicate that the waves
of juvenile homicides in urban contexts
are mainly associated to fights and adjustments of accounts between juvenile
gangs and delinquent bands. Interested in
the contradictory reflected situation; from
one side the moderate rate of juvenile homicides in the municipality of Soacha (at
least in comparison with the situation in
other urban centers near Bogota) and in
the other one, the preoccupation shown
by Bogotá’s authorities responsible for the
security and coexistence as well as by the
NGOs and mass media; during the months
of April to December of 2004 took place
a study with the purpose of knowing in
depth the origin of the contradictions and
denounces, as well as the signaling that the
authorities make .
The present article shows some findings
from their results2 and analyses theories
empirically and some of the answers that
local authorities have generated, together
with the conducted battles to control the
phenomenon of the juvenile homicides in
the municipality of Soacha. The present
data refers to the facts related to the person, time, place and circumstance, from
information available in the administrative registers raised and guarded by the
1.The authors want to express their recognition to Rafael Barrera, Felipe Camacho,
Pillar de la Torre, Francisco Diaz, Carolina
Lopez, Ana Isabel Martinez, Diana Roa, Cesar Velasquez from the faculty of Economy
of the Externado University of Colombia
for the work of rising and processing the
data base from which the present work
was elaborated. The content of this work
does not compromises the organizations
to which the people in charge of the same
one belong.
2 . At the present time the texts for a complete publication of all the investigation are
been prepared.
para controlar el fenómeno de los homicidios juveniles en el
municipio de Soacha. Los datos utilizados refieren atributos
relacionados con la persona, tiempo, lugar y circunstancia, a
partir de información disponible contenida en los protocolos
de necropsia levantados y custodiados por el Instituto Nacional
de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Adicionalmente, se
describen las fuentes utilizadas para la organización de la base
de datos creada con la finalidad de caracterizar las víctimas y
las circunstancias en que ocurrieron los homicidios de jóvenes
entre 10 y 24 años en el municipio de Soacha, Cundinamarca,
durante el período 1999 – 2003. Algunos ejercicios preliminares
realizados con la base de datos, sugieren que las autoridades
públicas podrían utilizar más intensamente los recursos
de información a su disposición para comprender mejor
fenómenos como el de los homicidios juveniles en contextos
urbanos, y afinar instrumentos y acciones para prevenir y
reducir su incidencia sobre la población juvenil.
National Institute of Legal Medicine and
Forensic Sciences (Instituto Nacional de
Medicina Legal y Ciencias Forenses ,INML
and CF). Additionally, it shows the source
of the data created, with the purpose of
characterizing the victims and the circumstances in the homicides of young
people between 10 and 24 years in the
municipality of Soacha, Cundinamarca,
during the period 1999 – 2003.
Some preliminary exercises with the data
base, suggest that the public authorities
could use more intensely the resources of
information on their reach to better understand phenomena like the juvenile homicides in urban contexts, and to sharpen
instruments and actions to come up and
to reduce their incidence on the juvenile
population3.
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3. Thanks to Group of U. Externado by database and field work.
26
Descriptores:
Soacha
servicios de gobierno local
homicidios juveniles
estigmatización
exclusión y segregación socioespacial
prevención de delincuencia juvenil
autoridades
rendición de cuentas.
La desprotección juvenil frente al homicidio en
Soacha, Cundinamarca 1999 – 2003:
Estudio de caso a partir de datos forenses
BERNARDO PÉREZ SALAZAR
Investigador Social. [email protected]
GERMÁN A. DE LA HOZ BOHÓRQUEZ
Sociólogo CRNV. Universidad Nacional de Colombia
Hacia una base de datos
a partir de información forense
Universo inicial
Se revisó la totalidad de los 923 registros encontrados tanto en el punto
de atención del INMLCF ubicado en la cabecera municipal de Soacha
como en el Centro de Referencia Nacional de la Violencia –CRNV– en
la ciudad de Bogotá: 826 fueron revisados en el punto de atención en
Soacha, y los 97 registros restantes se obtuvieron del CRNV en Bogotá.
Estos últimos registros corresponden a aquellas víctimas cuyo lugar
de defunción fue Bogotá, como consecuencia de hechos violentos
ocurridos en el municipio de Soacha .
Población estudiada
Con base en los registros restantes se organizó una base datos digital
con 319 registros correspondientes a la población de víctimas de homicidio común entre 10 y 24 años que falleció en el período comprendido entre 1999 y 2003 como consecuencia de lesiones causadas por
otro con intención de matar en hechos ocurridos dentro de los límites
territoriales del municipio de Soacha, Cundinamarca, o cuyo cadáver
fue hallado en el mismo municipio. La definición del período para el
estudio se hizo teniendo en cuenta que los registros encontrados con
anterioridad a 1999 no contienen un número importante de variables
que el SIVELCE comenzó a contemplar a partir de ese año.
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Se descartaron 604 registros correspondientes a aquellas víctimas que
al momento de su muerte no pertenecían al grupo de edad biológica
de 10 a 24 años, aquellas cuya posible manera de muerte no fuese
el homicidio común (por ejemplo, casos de suicidio o accidentes de
tránsito, entre otros), así como aquellos registros donde el lugar de los
hechos homicidas está por fuera de los límites político-administrativos
de la entidad territorial en mención.
En cuanto al grupo de edad seleccionado para el estudio, el criterio
principal que condujo su definición tiene que ver con el propósito de
27
proteger la población juvenil expuesta a la amenaza de homicidios en
Soacha. Se consideró que las medidas preventivas que eventualmente
lleguen a identificarse tendrán mayor probabilidad de éxito si se aplican
a las víctimas potenciales en edades tempranas.
De los 319 registros incluidos en la población del estudio, 271 corresponden a víctimas que fallecieron o cuyos cadáveres fueron encontrados
dentro del perímetro de la cabecera municipal de Soacha, 13 fallecieron
en la ciudad de Bogotá a donde alcanzaron a ser remitidos para recibir
atención médica, y 20 cadáveres fueron encontradas en áreas rurales
con población dispersa. Adicionalmente los registros de 10 víctimas
señalan como “por establecer” el lugar donde ocurrieron los hechos o
fue encontrado el cadáver y hay 5 registros sin información acerca del
sitio preciso de fallecimiento dentro del municipio.
En la población de estudio, apenas dos registros fueron clasificados
como “NN”, pues no fue posible establecer la identidad de los cadáveres que nadie reclamó. Para la población referida se levantó el estado
observado para 65 atributos de interés.
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Figura 1: Fuentes de las
variables estudiadas
INMLCF – CNRV
28
En el caso de los 306 registros revisados en el punto de atención de
Soacha, los datos fueron levantados a partir de los documentos encontrados en los expedientes de protocolo que reposan en esa dependencia. En la figura 1 se presenta un cuadro sinóptico en el cual
se describen los documentos fuente de donde se extrajeron los datos,
entre ellos, el acta de inspección del cadáver diligenciada por un fiscal,
el dictamen de necroscopia diligenciado por un médico forense, el
certificado de defunción diligenciado por el médico forense y el acta
de reconocimiento y entrega del cadáver, diligenciado por un auxiliar
forense. Para el caso de los 13 registros de víctimas fallecidas en Bogotá,
los datos levantados se tomaron de hojas electrónicas suministradas
por el CRNV con un número más limitado de atributos.
La clasificación de los registros por lugar de residencia de las víctimas y
sitio donde ocurrieron los hechos, se hizo utilizando dos fuentes complementarias de información: para ubicar los lugares referidos por medio de la nomenclatura urbana de la cabecera municipal de Soacha se
utilizó el plano de la cabecera municipal elaborado a escala 1:5.000 por
el Instituto Geográfico Agustín Codazzi en 1999. Para ubicar los lugares
referidos por medio de barrios o sitios localizados en la zona rural de
población dispersa perteneciente al municipio de Soacha, se utilizó la
información contenida en el informe final del Censo Experimental de
Población y Vivienda del Municipio de Soacha, la cual además permitió
clasificar el lugar de los hechos por «Comuna» para aquellos homicidios
registrados dentro del perímetro urbano de la cabecera municipal de
Soacha, y por “Área rural” para aquellos ocurridos fuera de la misma.
Para algunos registros que no se pudieron ubicar utilizando estas dos
fuentes, se recurrió a la experiencia propia de residentes conocedores
del municipio. Aún después de este procedimiento, hay 31 registros
para los cuales no fue posible establecer la ubicación del lugar de los
hechos con base en los datos encontrados. Algunos de ellos por información imprecisa en el registro del lugar de los hechos en el acta
de levantamiento del cadáver y otros por carencia del registro correspondiente.
Apenas un poco más de la mitad de los atributos observados cuentan
con un número significativo de registros para permitir la aplicación de
pruebas de análisis estadístico. Una limitante adicional para la realización
de este tipo de análisis es el hecho de disponer apenas de un único valor
observado para cada atributo, lo cual imposibilita probar la ausencia
de interacción entre las categorías de clasificación encontradas en la
organización de los datos levantados por el SIVELCE. En lo que sigue,
presentamos algunos de los principales hallazgos del estudio.
En torno al comportamiento de los homicidios en el ámbito urbano
colombiano, el caso de la ciudad de Bogotá ha sido discutido con interés particular en años recientes, debido a una visible reducción en el
número de homicidios registrados. Así, mientras en 1993 Bogotá registró
4.352 homicidios, equivalente a una tasa de 80 víctimas por cada 100.000
habitantes, en 2003 registró 1.744 homicidios, lo que en términos relativos representa una tasa de 25 víctimas por cada 100.000 habitantes.
Se destacan las acciones adelantadas por las tres administraciones
de la ciudad anteriores a 2004, entre otras, el desarrollo de estudios y
diagnósticos de violencia e inseguridad en la ciudad, la concreción de
planes de seguridad y convivencia de acuerdo con los resultados de
los diagnósticos, la destinación de montos significativos de recursos
para el desarrollo de los programas de seguridad preventivos y coer-
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Algo está sucediendo
29
citivos a través del Fondo de Vigilancia y Seguridad, la creación de una
Subsecretaria de Convivencia y Seguridad Ciudadana encargada del
seguimiento a la política de seguridad y convivencia, la difusión de los
planes de seguridad en toda la ciudad y la integración de autoridades
y ciudadanía en la solución activa de diferentes problemas y la formalización de escenarios de análisis y toma de decisiones coordinadas
en materia de seguridad y convivencia, como el Comité de Vigilancia
Epidemiológica de Lesiones de Causa Externa y el Consejo Distrital de
Seguridad.4
Aparte de la reducción en el número de homicidios en Bogotá durante
los últimos 10 años, la ciudad ha mostrado resultados importantes en
la disminución de delitos contra el patrimonio económico en lugares
como el centro de la ciudad a través de acciones de recuperación de
espacio público invadido por casetas, carros y ventas ambulantes y la
generación de “espacios de orden”. Pero simultáneamente con estas
transformaciones han comenzado a hacerse más visibles focos de criminalidad en áreas periféricas de la ciudad y particularmente en aquellos
barrios del sur de la ciudad que están físicamente conectadas con el
casco urbano del municipio de Soacha.
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El municipio de Soacha (187 km2) pertenece al departamento de Cundinamarca. De este se segregó el hoy municipio de Sibaté (120 km2)
en 1967, y en 1995 el municipio de Granada (60 km2). La conurbación
de Soacha y Bogotá ha sido un fenómeno que ocurrió de manera
acelerada en los últimos 25 años, y coincidió con la llegada de grandes contingentes de migrantes y desplazados al centro del país. Estas
dinámicas urbanísticas y poblacionales le han significado al municipio
una estigmatización múltiple: ora como “ciudad dormitorio”, ora como
“administración municipal clientelista”, ora como “nido de organizaciones
criminales y grupos armados ilegales”. Por esta razón, en el “imaginario”
de las autoridades encargadas de la convivencia y seguridad de Bogotá,
Soacha significa uno de sus principales problemas de seguridad.
No obstante, el comportamiento de los homicidios en el municipio de
Soacha visto en el concierto regional no muestra tasas que puedan considerarse alarmantes. En 2003 Soacha registró 48 homicidios por cada
100.000 habitantes, inferior a la tasa de otros centros comarcales dentro
del área de influencia de Bogotá como Fusagasugá (158 por 100.000) y
Facatativá (91 por 100.000). Sin embargo, en 2004, la tasa de homicidios
para Soacha fue de 55 casos por cada 100 mil habitantes, incremento
considerable (7 puntos) que, como veremos más adelante, hace pensar
que en el municipio, efectivamente, “algo raro está sucediendo”.
En contraste, las denuncias realizadas desde el año 2002 por organizaciones sociales y medios de comunicación alertaron a las autoridades
4. Ver Acero, H. 2003. Violencia y delincuencia en contextos urbanos. La experiencia de Bogotá en la
reducción de la criminalidad 1994 -2002. Bogotá: SUIVD.
30
que algo anormal estaba sucediendo en Soacha en relación con los
homicidios juveniles. Organizaciones como la Fundación para la Educación y el Desarrollo FEDES, Infancia y Desarrollo, SHIMANA, Fundación
APOYAR, Fundación DOS MUNDOS, VISIÓN MUNDIAL, ILSA, Fundación
MENCOLDES, Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, Corporación AVRE, RED DOLMEN, ASODA, Aldeas Infantiles SOS
Colombia, Asociación Defensa de Niñas y Niños Internacional, y DNI
– Colombia, entre otras, denunciaron ante la Defensoría del Pueblo
Regional de Cundinamarca una ola de homicidios de jóvenes en las
comunas orientales de la cabecera urbana de Soacha, que limita con
áreas urbanas periféricas de Bogotá.
En su gran mayoría los barrios pertenecientes a la Comuna 45 están
ubicados en laderas inestables, altamente vulnerables a la actividad
sísmica asociada con los ramales pertenecientes al sistema de la falla
de Guaicáramo en el Piedemonte Llanero. Esta es la falla tectónica que
originó los tres sismos que destruyeron parcialmente a Bogotá en el
período comprendido entre 1785 y el presente. Además, las canteras
que fueron explotadas hasta hace poco en el área de Altos de Cazuca,
así como la disposición superficial de las aguas servidas de las viviendas ubicadas allí, son un detonante potencial de grandes procesos de
remoción en masa.
Las denuncias hechas por organizaciones sociales y medios de comunicación alertaron a las autoridades sobre la situación de Soacha
en relación con los homicidios juveniles y motivaron la expedición en
agosto de 2002 de una Resolución Defensorial Regional que se ocupó
de documentar la difícil situación afrontada por familias en situación
de desplazamiento asentadas en la Comuna 4 de Soacha, particularmente en el conjunto de barrios conocidos como Altos de Cazuca y
Ciudadela Sucre.
5. Vale la pena destacar aquí que el censo experimental de Soacha realizado por el DANE en mayo de 2003,
estableció la existencia de 17.531 personas inmigradas al municipio por desplazamiento, de los cuales
7.718, ó el 43%, estaban asentadas en la Comuna 4. Precisamente a raíz de la presencia de la pregunta
acerca de la situación de desplazamiento forzado en el formulario del censo (Casilla 49: ¿Alguna vez….
tuvo que abandonar el lugar donde vivía por causa del Conflicto Armado Interno? ¿Cuándo? ¿De dónde
salió?), algunos líderes comunitarios de la Comuna 4 manifiestan que hubo un subregistro de personas
en esa situación, por temor a que esta información diera lugar a persecuciones en su contra, como las
que efectivamente tuvieron lugar a partir de Octubre de 2003 según informes de organizaciones sociales
y organismos oficiales. Médicos Sin Fronteras, organización que ejecuta programas de salud en el sector
de Altos de Cazuca desde antes del censo del DANE, señala que en 2002 los 30 barrios de este sector
albergaban 53.826 habitantes. Ver Pérez, E. 2004. Territorio y desplazamiento. El caso de Altos de Cazucá,
Municipio de Soacha, Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, p. 47. De otra parte, líderes comunitarios
afirman que en el sector de Ciudadela Sucre, que integra otro conjunto de barrios localizados en el
extremo sur de la Comuna 4, hay una población de 45.000 habitantes, según ellos, de acuerdo con el
censo realizado recientemente por la empresa de acueducto en ese sector. De ser así, la población de
la Comuna 4 sería del orden de 100.000 habitantes.
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Entre otras circunstancias, el documento suscrito por el entonces Defensor del Pueblo, Eduardo Cifuentes Muñoz, menciona:
31
•
•
•
•
La muerte violenta de varios líderes de desplazados, líderes comunales y jóvenes residentes en el sector de Altos de Cazuca, producidas entre enero de 2000 y febrero de 2001, período en el que se
presentaron 59 asesinatos de jóvenes.
Las familias desplazadas han sido víctimas de un segundo desplazamiento generado por actores armados al margen de la ley.
En algunos casos, las milicias urbanas de las FARC, en otros, miembros del grupo Capital de las Autodefensas Unidas de Colombia,
obligan a los pobladores de estos barrios a abandonar su lugar de
asentamiento.
Los jóvenes han denunciado la presencia de grupos de encapuchados en la zona que realizan limpieza social y distribuyen “listas
negras” entre la población.6
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Los hechos relacionados en la Resolución
Defensorial coinciden con aquellos
documentados por el Observatorio del
Programa Presidencial de Derechos
Humanos y DIH con relación a la
intensificación de homicidios en
centros urbanos, atribuidos a grupos
paramilitares a partir de la segunda
mitad de 2000. Fue entonces cuando
las Autodefensas Unidas de Colombia,
AUC, iniciaron campañas para controlar
varias cabeceras urbanas, entre ellas
Barrancabermeja, Cúcuta, Fusagasugá,
Chía, Soacha y Bogotá por medio del
exterminio de milicianos vinculados a
las FARC y el ELN, al igual que mediante
la subordinación de bandas criminales
locales en esas ciudades.
32
Los hechos relacionados en la Resolución Defensorial
coinciden con aquellos documentados por el Observatorio del Programa Presidencial de Derechos
Humanos y DIH con relación a la intensificación de
homicidios en centros urbanos, atribuidos a grupos
paramilitares a partir de la segunda mitad de 2000.
Fue entonces cuando las Autodefensas Unidas de
Colombia, AUC, iniciaron campañas para controlar
varias cabeceras urbanas, entre ellas Barrancabermeja, Cúcuta, Fusagasugá, Chía, Soacha y Bogotá por
medio del exterminio de milicianos vinculados a las
FARC y el ELN, al igual que mediante la subordinación
de bandas criminales locales en esas ciudades7.
La parte resolutiva del documento expedido por la
Defensoría del Pueblo hizo numerosas recomendaciones, a igual número de entidades públicas para
activar los mecanismos previstos y garantizar la atención de emergencia humanitaria de la población en
situación de desplazamiento. Pero curiosamente no
hizo solicitud alguna con relación a la protección de
la población local frente a la ola de homicidios.
En vista de la contradictoria situación reflejada, de un lado, por la “moderada” tasa de homicidios juveniles en el municipio (por lo menos, en
comparación con la situación en otros centros comarcales cercanos a
Bogotá), y de otro lado, por la preocupación manifestada tanto por las
autoridades bogotanas responsables de la seguridad y convivencia así
como por las ONGs y medios masivos de comunicación, en este artículo
se exploran las respuestas que han dado las autoridades locales junto
6. Ver en: “Resolución Defensorial Regional 003 de Agosto 14, 2002”, Bogotá: Defensoría del Pueblo, en
http//www.disaster-info.net/desplazados
7. Ver Pinzón de Lewin, P. (Ed.). 2002. Colombia, conflicto armado, regiones, derechos humanos y DIH 1998
– 2002. Bogotá: Vicepresidencia de la República – Observatorio del Programa Presidencial de Derechos
Humanos y DIH, pp. 52 - 53.
con las acciones realizadas para controlar el fenómeno de los homicidios
juveniles en el municipio de Soacha. Los datos utilizados para hacerlo
provienen del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses
y se refieren a atributos relacionados con la persona, tiempo, lugar y
circunstancia registrada para los homicidios que involucraron víctimas
de homicidio entre 10 y 24 años que murieron como consecuencia
de hechos que presumiblemente tuvieron lugar dentro del los límites
político administrativos del municipio de Soacha durante el período
comprendido entre enero de 1999 y diciembre de 2003.
Un marco conceptual para explicar lo que está sucediendo
Particularmente en ámbitos con altas tasas de criminalidad donde hay
marcada desigualdad de ingresos, de oportunidades económicas y de
protección policial, el riesgo relativo de victimización tiende a ser mayor.
El riesgo absoluto se refiere a las probabilidades de ser víctima de acciones criminales, atribuibles a las tendencias inherentes al estilo de vida
urbano contemporáneo (la profundización de las interacciones sociales
que exponen al individuo a situaciones de ámbito público y privado
de proximidad y vulnerabilidad a agresores potenciales). Por su parte,
el riesgo relativo de victimización, se refiere a las probabilidades de sufrir
daños que exceden el nivel medio de la sociedad en cuestión y que
afecta de manera diferente a determinados grupos sociales.
Por consiguiente, los estudios han encontrado un riesgo significativamente mayor de victimización para jóvenes empleados en comunidades con bajas oportunidades de actividad económica. De la misma
manera, las personas que presentan conductas agresivas y criminales
aumentan acentuadamente sus posibilidades de ser victimadas, particularmente en contextos en donde la familia ofrece precarias condiciones
de protección de los individuos (alta violencia intrafamiliar) y hay baja
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La anterior relación de hechos se puede interpretar a la luz de algunas
teorías sobre criminalidad y delincuencia juvenil que prevén este tipo
de sucesos. Numerosos estudios de caso sobre áreas con altas tasas de
criminalidad, coinciden en que la actividad criminal tiende a mostrar un
comportamiento inercial: una vez la tasa de crimen aumenta, resulta
mucho más complejo reducirla a su nivel inicial con eliminar apenas los
factores que contribuyeron a su incremento. En este tipo de contextos es
frecuente el surgimiento de actividades ilegales como las drogas, la extorsión y los mercados de violencia, que a su vez, están asociadas muy de
cerca con una mayor disponibilidad de armas de fuego ilegales y facilidad
de adquisición de destrezas para su manejo, así como para la operación
permanente de pandillas y bandas delictivas estructuradas.8
8. Ver Fajnzylber, P., D. Lederman y N. Loayza (Ed.) 2001 Crimen y violencia en América Latina, Bogotá: Banco
Mundial - Alfaomega.
33
capacidad de protección policial en espacios públicos. Los riesgos de
victimización se incrementan también por factores que crean polaridades artificiales entre víctimas y agresores, entre ellos, la participación
activa en política, el esparcimiento en sitios de recreación y la diversidad
de orígenes étnicos, culturales y sociales. El consumo de alcohol tiende
también a reducir la capacidad de resistir de la víctima y hacerla más
atractiva para el agresor.9
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Con base en estos argumentos, con frecuencia operadores de justicia
y algunos académicos sostienen que la violencia homicida es un fenómeno relativamente inmune a los esfuerzos de la policía para evitar
su ocurrencia. De acuerdo con esta línea de razonamiento, las tasas de
homicidio son manifestaciones de procesos e interacciones sociales
–como la distribución desigual del ingreso, el desempleo, el consumismo y familias disfuncionales, entre muchos otros– sobre los cuales
la policía tiene poco o ningún control10. Y ante fenómenos reiterados
como la delincuencia juvenil –hay que recordar que las autoridades
identifican al grupo de edad comprendido entre los 15 y los 29 años
como el responsable de una porción importante de los delitos que
se cometen– es frecuente que lamenten la “limpieza social” pero la
justifiquen como la única manera de librar a la sociedad de elementos
“descompuestos”.
34
En muchas oportunidades los medios de comunicación registran
“limpiezas sociales” haciendo aparecer a los sectores marginales –y en
particular a los jóvenes– como responsables directos de la inseguridad
de las ciudades: las víctimas de la “limpieza social” se presentan al público como chivos expiatorios con los cuales se pretende “restaurar en
la sociedad la sensación que el mal se está extirpando” y por ello son
necesarios el hostigamiento y la represión. Por esta vía, la rebeldía propia
de la juventud cuando intenta irrumpir en el mundo de los adultos y de
lo público, se transforma en “peligrosidad” en el imaginario social. Ante
esta “amenaza”, la respuesta de las autoridades es hacer caso omiso de
los matices y las diferencias entre los jóvenes y sus grupos. Con frecuencia las autoridades estigmatizan en público a la mayoría de los jóvenes
refiriéndose a ellos indiscriminadamente como “sicarios” o “pandilleros”,
con lo cual alimentan el miedo generalizado a una generación que
parece crecer sin temor a la muerte.11
9. Ibid
10. Ver por ejemplo Mercy, J. and W. R. Hammond. 1999.“Preventing Homicide: A Public Health Perspective”
en Smith, M. and M. Zahn (Eds) Studying and Preventing Homicide: issues and challenges. Thousand
Oaks, CA: Sage. Pp. 297 – 310.
11. Ver Quintero, F. 2003.“Cuerpo – sujeto joven y estrategias de vida. Una mirada biopolítica de los cuerpos
juveniles” en E. Salazar (Coord.) Jóvenes qué dicen... Bogotá: Alcaldía Municipal de Soacha – ESAP. pp.
39 – 62. Ver también, Reguillo, R. 2000. Emergencia de Culturas Juveniles: estrategias del desencanto.
Bogotá: Norma
“…Como la sensación de inseguridad se incrementa por la ineficacia policial y la calle se proscribe como un sitio peligroso,
el ciudadano común y corriente canaliza su desconfianza hacia
las manifestaciones irregulares… La diversidad estética y las
actitudes irreverentes y rebeldes de los jóvenes se leen como
trasgresión. Los mecanismos de control y sanción social convierten en sospechoso a cualquier joven parchado en una esquina
o apropiado de un territorio. La ritualización del consumo de
drogas y el frecuente recurso a la violencia para garantizar su
adquisición, son razones suficientes para colocar al grupo juvenil
en la mira de justicieros privados o de la acción policial.” 12
Procesos de esta naturaleza, que eventualmente pueden derivar en la
criminalización de las manifestaciones de autonomía de la juventud,
contribuyen a la radicalización de los grupos agredidos y la adaptación
de respuestas a la “limpieza social” mediante comportamientos armamentistas, la adopción de tácticas de encubrimiento y la profesionalización y militarización de sus prácticas delictivas13. Por consiguiente, en
contextos donde las actividades como la extorsión y los mercados de
violencia favorecen la proliferación de pandillas y bandas delincuenciales, la “limpieza social” sólo podrá generar escaladas de violencia.
La respuesta de las autoridades:
Desmantelamiento periódico de bandas delincuenciales
Las denuncias de las ONG y medios masivos de comunicación referidas
anteriormente con relación a la Comuna 4 de Soacha, dieron lugar a
una investigación por parte de la Unidad de Derechos Humanos de la
Fiscalía: entre diciembre de 2002 y enero de 2003, Policía y Fiscalía detuvieron a 19 personas, vinculadas como responsables de decenas de
homicidios. Las autoridades relacionaron los detenidos con grupos de
limpieza social, presuntamente financiados por comerciantes locales,
vinculados con paramilitares y bandas criminales. Luego de las capturas
realizadas, cedieron los asesinatos selectivos, las masacres y las amenazas,
registrándose un período de relativa calma durante el primer semestre
de 2003. El apaciguamiento coincidió con el período de preparación
y ejecución del operativo del censo experimental de Soacha realizado
por el DANE en mayo de 2003.
Con base en estos
argumentos, con
frecuencia operadores
de justicia y algunos
académicos
sostienen que la
violencia homicida
es un fenómeno
relativamente inmune
a los esfuerzos de la
policía para evitar
su ocurrencia. De
acuerdo con esta línea
de razonamiento, las
tasas de homicidio
son manifestaciones
de procesos e
interacciones
sociales–como
la distribución
desigual del ingreso,
el desempleo,
el consumismo
y familias
disfuncionales, entre
muchos otros– sobre
los cuales la policía
tiene poco o ningún
control.
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La dinámica perversa que genera la estigmatización de los jóvenes
por parte de autoridades y medios de comunicación cuando refieren
sucesos de “limpieza social”, es descrita con mucha claridad en la investigación sobre imaginarios, presencias y conflictos entre jóvenes de
Bogotá, coordinada en 1997 por Alonso Salazar:
12. Ver Salazar, A. (Coord), 1998. Imaginarios, presencias y conflictos entre los jóvenes de Bogotá. Bogotá:
Instituto Distrital de Cultura y Turismo – Observatorio de Cultura Urbana – CEUCA.
13. Ibid.
35
Sin embargo, a partir del mes de junio de 2003 la Defensoría Regional
de Cundinamarca registró una nueva erupción de homicidios juveniles
que tuvo lugar en barrios de la localidad de Ciudad Bolívar en Bogotá
y de la Comuna 4 de Soacha. En agosto los dueños de negocios fueron víctimas de extorsión supuestamente para financiar un “grupo de
seguridad” en la Comuna 4, y el día 20 de ese mes ocurrió una masacre
contra 5 jóvenes que se encontraban en un establecimiento comercial
en el barrio Villa Mercedes de esa Comuna. En adelante, el sector de
Altos de Cazuca presenció una nueva escalada de asesinatos selectivos
y amenazas contra jóvenes y familias en situación de desplazamiento.
(ver figura 2)
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Figura N°2: Comportamiento de homicidios juveniles luego del desmantelamiento de bandas organizadas en el municipio de Soacha.
Enero – Diciembre 2003.
Fuente: INMLCF y cálculos propios
36
Nuevamente en octubre de 2003, la Policía de Cundinamarca anunció
el desmantelamiento de una banda delincuencial conocida como Los
Paracos, presuntamente vinculada con el Bloque Capital de Miguel
Arroyave, que se dedicaba desde hacía un año al asesinato de jóvenes
que habitaban en el sector de Altos de Cazuca (Comuna 4), así como
en los barrios León XIII y La María (Comuna 3) y San Mateo (Comuna 5).
Más de 70 asesinatos se le atribuyeron a la banda que actuaba bajo las
órdenes de José Oliver Rodríguez Díaz, alias “José Muelas”, cuyos integrantes fueron puestos a disposición de la Fiscalía. Según el Semanario
Cundinamarca del diario El Tiempo (5 - 11 de octubre de 2003), los
asesinatos hacían parte de una “limpieza social” y
“…Cabe anotar que las víctimas habían sido ultimadas en condiciones similares y tenían antecedentes delincuenciales y de
consumo de estupefacientes.”
Pero a pesar de estas capturas, a partir de octubre de 2003, mes que
coincide con el inicio de los sangrientos enfrentamientos en los Departamentos de Meta y Casanare entre el Bloque Centauros de Miguel
Arroyave y las Autodefensas Campesinas del Casanare de Martín Llanos,
se arreciaron las amenazas de muerte, las listas y graffiti declarando
objetivo militar a cientos de jóvenes residentes en Altos de Cazuca
por marihuaneros, sapos y guerrilleros, los asesinatos durante el día, la
persecución y asesinato de afiliados a una organización de desplazados
y el segundo desplazamiento forzado de sus familias, las extorsiones y
ejecuciones macabras con la exhibición de cadáveres descuartizados
en sitios de tránsito intenso por parte de pobladores locales.14
El comportamiento territorial del
homicidio juvenil en Soacha
14. Posteriormente, en febrero de 2004, la Policía de Cundinamarca volvió a capturar a siete personas
acusadas de pertenecer a la banda “Los Paracos”, sindicada del asesinato de 25 jóvenes habitantes de
diferentes barrios del municipio de Soacha y el sur de Bogotá. No obstante, las capturas no redujeron
las amenazas, los homicidios, la persecución a desplazados ni las masacres: la noche del 19 de agosto
de 2004, el día en que se celebró en el Salón Elíptico del Congreso de la República en Bogotá una
audiencia pública de seguimiento a los requerimientos, solicitudes y recomendaciones de la Resolución
Defensorial de agosto de 2002, hubo una nueva masacre de jóvenes en el sector de Altos de Cazuca.
15. El número total de homicidios durante el período 1999 - 2003 se sitúa alrededor de los 40 eventos
por lugar, fluctuando con un 95% de probabilidad entre los 33 y los 46 episodios. Para el análisis del
comportamiento territorial de los homicidios juveniles en Soacha durante el período en referencia la
categoría «Lugar» se definió en términos operacionales utilizando la «Comuna» y el «Área rural» como
unidades de agregación estadística, diferenciando seis “Comunas” dentro el perímetro urbano de la
cabecera municipal, y, un “Área rural” bajo la cual se agregaron catorce veredas comprendidas en dos
corregimientos. Uno de estos corregimientos correspondiente al área de la Sabana (seis veredas) y
otro a la de la vertiente de montaña (ocho veredas). Hubo necesidad de incluir una categoría adicional
denominada «sin ubicar» para dar cuenta de aquellas víctimas cuyos registros no permiten especificar
el sitio donde ocurrieron los hechos o no pudo localizarse el sitio específico donde se encontró el
cadáver, más allá de que fue en el municipio de Soacha. Cerca del 10% de las muertes registradas en
la base de datos corresponde a esta categoría.
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La secuencia de eventos descrita al final de la sección anterior contrasta
con los resultados obtenidos por las autoridades con el desmantelamiento de la pandilla "los Pancoquis" en la Comuna 1 de Soacha. Según
los registros de homicidios juveniles para el período 1999 – 2003, la
Comuna 1 –dónde se encuentran proyectos masivos de vivienda de
interés social, como la urbanización Compartir que expandió el perímetro urbano de Soacha hacia terrenos aledaños al río Bogotá– es el
otro lugar donde el fenómeno de los homicidios juveniles mostró una
actividad intensa durante el período de estudio. El número total de
homicidios juveniles en las Comunas 1 y 4 se encuentran por encima
del intervalo de confianza con 95% de confiabilidad alrededor de la
media de víctimas por lugar15 (ver figura 3).
37
Figura 3: Distribución de víctimas de homicidio entre 10 y 24 años por
lugar donde ocurrieron los hechos ó donde se encontró el cadáver
1999 – 2003
Fuente: INMLCF y cálculos propios.
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Sin embargo, la acción de desmantelamiento de la mencionada pandilla
en la Comuna 1 redujo la participación de los homicidios juveniles en
esa Comuna del 34% del total del municipio en 1999, al 17% en 2003. En
contraste, las numerosas acciones de desmantelamiento de bandas realizadas por las autoridades en la Comuna 4 arrojó resultados diferentes:
la participación de los homicidios juveniles ocurridos en esta Comuna
pasó de 12% del total municipal en 1999 a 31% en 2003.
38
En el anexo A1 se presenta el mapograma de la cabecera municipal de
Soacha, en el cual se puede apreciar como las dos comunas más afectadas por el homicidio se encuentran localizadas en extremos opuestos
de la cabecera municipal de Soacha. Además, se puede apreciar los
rangos de densidad de población por km² encontradas en el Censo
Experimental de mayo de 2003. Sobre ese plano está superpuesta la
ubicación y frecuencia de víctimas de homicidio entre 10 y 24 años
observadas por barrio y por Comuna durante 1999 - 200316. Hay dos
aspectos que vale la pena destacar con base en esta figura. La primera,
16. En forma complementaria, los barrios clasificados de acuerdo con la frecuencia absoluta de homicidios
juveniles y cadáveres cuyo hallazgo fue registrado en ellos durante el período mencionado. Llama la
atención que los barrios que registran un número mayor a 10 víctimas juveniles de homicidio durante
el período de estudio, entre ellos, Compartir (30 víctimas); Ciudadela Sucre (16 víctimas), San Mateo (16
víctimas), Altos de Cazuca (14 víctimas), Julio Rincón (11 victimas), Los Olivos (11 víctimas), Casaloma (10
víctimas), León XIII (10 víctimas) y Villa Mercedes (10 víctimas) no son estrictamente comparables en
términos de densidad de población por km², debido a que tienen estructuras físicas completamente
diferentes. Quizás el elemento en común que presentan estos barrios es el hecho de ser utilizados
en los registros como referentes genéricos para designar ciertas áreas de la cabecera municipal de
Soacha. De ese modo, esas denominaciones abarcan hechos que probablemente tuvieron lugar no
solamente allí sino también en los barrios aledaños.
el hecho que la distribución territorial de los homicidios juveniles no
necesariamente corresponde a la distribución de la densidad poblacional en la cabecera municipal. La segunda, que el fenómeno de los
homicidios juveniles en la la cabecera municipal de Soacha durante el
período presentó un comportamiento territorial segregado.
Algunos elementos para repensar
la seguridad juvenil en Soacha
Las autoridades públicas encargadas de proteger la vida y la integridad
de los jóvenes en Soacha, tienen en el presente un doble desafío. El
primero es evitar que continúe creciendo el número de adolescentes
víctimas de homicidio en el municipio. Y el segundo, crear un dispositivo
institucionalizado en el cual se involucre a los pobladores del municipio, en particular a los jóvenes, para repensar de manera permanente
y conjunta el modo como se conciben las amenazas y la seguridad en
Soacha, y las alternativas que hay para responder frente a ellas.
Los hallazgos presentados en la sección anterior permiten destacar un
fenómeno que a veces se pasa por alto. La dinámica de la violencia tiene particularidades muy localizadas por lo cual las medidas de control
que dan resultado en un lugar, pueden surtir efectos completamente
opuestos en un vecindario cercano. A continuación ofrecemos algunos
elementos para pensar el problema de la situación de desprotección
juvenil ante el homicidio en los barrios pertenecientes a la Comuna 4
de Soacha.
En forma simplificada, la amenaza (A) se puede expresar como el producto de la energía potencial de la masa que podría verse involucrada
al desencadenarse el fenómeno (PM), multiplicado por la susceptibilidad
de esa masa de desencadenar el fenómeno (SM) y por la magnitud de
un evento detonante tal que sea capaz de desencadenar el fenómeno
peligroso (D):
A= PM x SM x D
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Conviene en primera instancia considerar la noción de la dinámica de
violencia que afecta a los jóvenes en esta Comuna como una «amenaza». Una amenaza puede concebirse como la magnitud probable de
un fenómeno que por su potencial destructivo es peligroso para una
población, sus actividades, sus activos y su entorno de vida17.
17. Ver Cárdenas, C. y A. González 1996. “Las obras de ingeniería y sus riesgos”. Bogotá: Cooprever, mimeo,
p. 4, citado en Pérez, F (Coord.). 2002. Familias colombianas: estrategias frente al riesgo, Bogotá: DNP
– PNUD – ICBF – Misión Social. p.151).
39
Para el efecto de analizar la amenaza representada por los homicidios
juveniles en Soacha, la energía potencial que debe estimarse es aquella
representada por las bandas de “justicieros privados” dispuestos a ejecutar homicidios selectivos de jóvenes estigmatizados por las autoridades y los pobladores locales como los responsables de la “inseguridad
de las calles”. Estas “bandas en ciernes” estarían siempre interesadas en
ocupar la posición privilegiada de regular localmente la violencia. Paradójicamente, estas bandas que comúnmente operan en los mercados
locales de “protección privada” y la eliminación de
los “factores de inseguridad”, serían las que ofrecen
oportunidades a los jóvenes en búsqueda de fuentes
de ingreso, al vincularlos en acciones “depredadoras”
El análisis de la pirámide demográfica
contra otros jóvenes.
por grupos etáreos en Soacha, revela
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una población fecunda y en proceso
de expansión. Ello significa que hacia
el futuro se puede esperar que la
cohorte de adolescentes expuestos
a la amenaza de la estigmatización y
el homicidio juvenil, mantendrá sus
dimensiones actuales y podría incluso
incrementarse. El aumento de la tasa
de homicidios en Soacha entre 2003 y
2004 es una alerta para las autoridades.
Otro tanto sucede con Cuidad Bolívar
donde, según la Policía Nacional,
después de un periodo de descenso en
la criminalidad, nuevamente se están
reactivando estas tendencias.
La susceptibilidad de que se desencadene la energía
potencial representada por estas “bandas en ciernes”,
depende de que localmente opere el mecanismo de
la “estigmatización” de los jóvenes como una amenaza a la seguridad de las calles y que, además, la Fuerza
Pública sólo haga presencia esporádica y puntual.
Estas dos condiciones posibilitan que las “bandas en
ciernes” que buscan ganar la reputación de ser las
reguladoras locales de la violencia estén en disposición a depredar a los jóvenes asesinándolos en las
calles con el pretexto de “restablecer la seguridad”. La
irrestricta disponibilidad de armas de fuego ilegales
así como las facilidades de adquisición de destrezas
para su manejo son condiciones adicionales que favorecen la susceptibilidad de que se desencadenen
los homicidios juveniles.
Y el evento detonante que efectivamente desencadena las olas de
homicidios juveniles es aquel que logre desestabilizar la banda que
jerárquicamente regula la violencia localmente, dando lugar a que se
inicien las disputas por ocupar su lugar18 entre las bandas en ciernes.
Un evento de esta naturaleza puede ser el resultado tanto de la acción
policial como por la llegada de otra organización ilegal de mayor jerarquía que las locales.
El anterior modelo de la amenaza de homicidios juveniles, sugiere que
tanto las autoridades como los pobladores deberían centrar sus esfuerzos en evitar que se creen “vacíos” en la regulación local de la violencia
en aquellos lugares donde con mayor frecuencia se presentan las olas
de homicidios juveniles y, a la vez, proteger a los jóvenes de los perjuicios de la estigmatización. Para este segundo propósito puede ser de
utilidad considerar la vulnerabilidad también como una magnitud.
18. Básicamente el resultado de estas acciones de recomposición de espacios (territorios) es lo que se
conoce como desterritorialización.
40
La vulnerabilidad es la susceptibilidad de una población o conjunto
de elementos a sufrir daños ante la eventualidad de la ocurrencia de
un fenómeno amenazante que por su magnitud es potencialmente
destructivo o desestabilizador. La vulnerabilidad (V) se descompone
en exposición (E) y resistencia (S) de la población o el conjunto de elementos, ante la eventual ocurrencia del fenómeno amenazante. Cuanta
mayor exposición y menor resistencia19 de una población o conjunto
de elementos, mayor la vulnerabilidad.
V= E/S
Con relación al fenómeno de los homicidios juveniles en Soacha, la
exposición estaría dada por el tamaño de la cohorte de jóvenes y la
cantidad de tiempo durante el cual se exponen en espacios públicos.
Por su parte, la resistencia estaría dada por el repertorio de comportamientos y espacios protectores que tengan los jóvenes a su disposición
para protegerse de la amenaza representada por bandas de “justicieros
privados” comprometidos con acciones de “limpieza social”.
De otra parte, las autoridades públicas no hacen todo lo que está a su
alcance para combatir la estigmatización de los jóvenes. La información
de registros administrativos disponible en fuentes policiales, forenses
y judiciales acerca de las características que comparten el común de
los adolescentes que mueren víctimas de homicidio, es un recurso
que tienen a su disposición y podrían utilizar más intensamente para
comprender la situación en la cual se encuentran estos adolescentes
y protegerlos mejor20.
19. Entonces, fortalecer la resistencia de la población o el conjunto de elementos a través de mecanismos
socioinstitucionales (comunidad – autoridades), reduce directamente la vulnerabilidad, a la vez que la
amenaza potencial.
20. Algunas consideraciones adicionales que se desprenden de los hallazgos del análisis estadístico acerca
del comportamiento de los homicidios por grupos de edad pueden arrojar más luces sobre la situación
de los adolescentes en Soacha. En primer lugar, los puntos de quiebre que el análisis estadístico marca
entre los “adolescentes tempranos” y los “adolescentes en tránsito”, corresponden a momentos claves de
transición en los ciclos de vida juveniles. Entre otros, un aspecto importante a destacar es que el paso del
adolescente “temprano” a la siguiente etapa de adolescencia coincide con la edad en que se generaliza
el descenso en la asistencia escolar debido a la deserción definitiva del sistema educativo.
Tanto el abandono del sistema escolar por deserción entre los 14 y los 17 años como la presión de
generar ingresos para ayudar a cubrir los gastos familiares a partir de ese momento, tienden a ser mucho
más marcados entre las familias de ingresos más bajos. En estas familias, ante eventos críticos como la
pérdida de la fuente de ingresos del jefe del hogar o la necesidad de cubrir algún gasto inaplazable
–como puede ser aquel ocasionado por problemas graves de salud o la muerte de un integrante de
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El análisis de la pirámide demográfica por grupos etáreos en Soacha,
revela una población fecunda y en proceso de expansión. Ello significa
que hacia el futuro se puede esperar que la cohorte de adolescentes
expuestos a la amenaza de la estigmatización y el homicidio juvenil,
mantendrá sus dimensiones actuales y podría incluso incrementarse.
El aumento de la tasa de homicidios en Soacha entre 2003 y 2004 es
una alerta para las autoridades. Otro tanto sucede con Cuidad Bolívar
donde, según la Policía Nacional, después de un periodo de descenso en
la criminalidad, nuevamente se están reactivando estas tendencias.
41
Por ello es conveniente destacar aquí los rasgos comunes que con
mayor frecuencia se encuentran entre los adolescentes que fueron
víctimas de homicidio registradas por el INML y CF en Soacha durante
el período 1999 - 200321. Eran jóvenes nacidos en Bogotá o Soacha entre 1980 y 1987, debidamente documentados con tarjeta de identidad,
desempleados o estudiantes con último año de escolaridad en el nivel
secundaria, solteros que fueron víctimas de homicidio en o cerca de sus
barrios de residencia (con mayor frecuencia en Altos de Cazuca en la
Comuna 4 ó Compartir en la Comuna 1), un viernes, sábado ó domingo
en la vía pública a una hora que las autoridades no pueden especificar,
con arma de fuego. En presencia de pruebas de posesión de sustancias
tóxicas para alcohol, marihuana, hachísh y cocaináceos (bazuco, cocaína),
pero en la gran mayoría de los casos estas pruebas toxicológicas arrojan resultados negativos; el posible móvil del homicidio fue una riña, y
la autoridades no registran información acerca del móvil ni acerca de
presuntos sindicados. La persona que con mayor frecuencia acudió a
reclamar el cadáver de víctimas pertenecientes a este grupo de edad
fue la madre, el padre ó un hermano, en ese orden.
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Sin desconocer que dentro de los casos revisados de adolescentes
víctimas de homicidio pertenecientes al grupo en transito a vida económicamente activa hay un subconjunto para el cual se registran indicios
del consumo abusivo y habitual de drogas así como de su reconocida
actividad delictiva, los rasgos más comunes encontrados entre la mayoría de las víctimas pertenecientes a este grupo de adolescentes no
permite caracterizarlos como personas peligrosas “con antecedentes
delincuenciales y de consumo de estupefacientes”.
42
la familia–, respuestas como el trabajo del hijo mayor de 12 años, con el consecuente abandono del
sistema escolar, resultan ser frecuentes.
Los datos suministrados por el Censo Experimental de Población realizado por el DANE en 2003 en
Soacha señalan que las cifras agregadas para el municipio en relación con la asistencia escolar por
edades simples muestra que la tasa entre los jóvenes de 14 años en 2003 era de 81%, y desciende al
51% a los 17 años. Los datos desagregados para la Comuna 4 –la más deprimida en el municipio en
términos de ingresos– arrojaron una tasa de asistencia escolar del 72% entre los jóvenes de 14 años y
de 41% entre los de 17 años. Ver DANE. 2003. Op. cit...
A su vez, el paso de la adolescencia a la condición de “adulto joven” coincide con el momento de
abandono del status de dependiente, para formar un hogar independiente. La situación descrita por
los datos del DANE acerca de la actividad económica por grupos de edad, que desafortunadamente no
se presentan desagregados por comuna, es consistente con lo anterior. Mientras la tasa de población
económicamente activa en el grupo de 12 a 14 años era de 5%, en el grupo de 15 a 19 años pasó a
ser 28%. Los datos sobre la relación de parentesco con el jefe de hogar de la población distribuida por
grupo de edad también muestra una tendencia interesante: mientras el 84% de la población entre 14
y 19 años eran hijos o hijastros del jefe del hogar en que vivían, en el grupo de 20 a 24 años la participación de la población en esa condición bajó al 59%. De modo congruente, mientras en el grupo de 14
a 19 años el 5% de la población se encontraba desempeñando el papel de jefe de hogar o esposo(a)
/ compañero(a), en el grupo de 20 a 24 años la población que se encontraba en alguna de esas dos
condiciones era del 28%. Ver DANE. 2003. Op. cit.
21. La caracterización descrita se hizo con base en la revisión de 4 casos de víctimas de homicidio femeninas entre 16 y 18 años de edad y 67 casos de víctimas masculinas pertenecientes al mismo grupo
de edad al momento de su muerte. Los atributos descritos corresponden a aquellos observados con
mayor frecuencia absoluta en esta población.
Conclusiones:
¿Prevenir homicidios juveniles, un imposible o
una responsabilidad crítica de policía?
Los hallazgos presentados y discusiones propuestas hasta aquí, son
apenas ejemplos de lecturas posibles a partir de los datos organizados
en el estudio realizado para caracterizar los homicidios juveniles en el
municipio de Soacha durante el período 1999 – 2003. De este modo,
queda una invitación abierta a otros investigadores al igual que a las
mismas autoridades públicas para que hagan uso de la base de datos
construida para tal propósito y exploren otras lecturas posibles que
aporten conocimientos para el diseño de medidas que contribuyan a
prevenir y proteger a la población juvenil de Soacha frente a la grave
amenaza representada por los homicidios22.
Es claro que la situación general de seguridad de los pobladores en
Soacha, no depende exclusivamente de lo que hagan o dejen de hacer
las autoridades locales con funciones de policía. Sin embargo, en tanto
las autoridades locales reconozcan que la prevención de homicidios
es una responsabilidad crítica de policía, hay elementos que pueden
contribuir a mejorar el diseño de las medidas para proteger y garantizar
seguridad a sitios o grupos sensibles a los homicidios. La identificación y
análisis de las trayectorias que frecuentemente conducen a este delito
en cada lugar, por ejemplo, es uno de esos elementos23. Las medidas
protectoras eficaces serán aquellas que sirvan para detener estas trayectorias mediante intervenciones tempranas.
•
En el nivel primario de prevención, se actúa sobre los contextos sociales y situacionales para modificar las condiciones propicias para la
delincuencia y consolidar aquellas que favorecen comportamientos
protectores por parte de los grupos más vulnerables. Para el caso
de Soacha, por ejemplo, si los homicidios perpetrados por grupos
de “limpieza social” son cometidos en su mayoría en la vía pública,
con arma de fuego, en horas de la tarde y antes de medianoche en
ciertos barrios claramente identificados, y sus víctimas son jóvenes
que exhiben cierto grado de territorialidad sin ser viciosos, delin22. La base de datos digital está disponible en formato .xls y puede solicitarse por correo electrónico a las
siguientes direcciónes: [email protected] ó [email protected]
23. Con esto también queremos referirnos al tipo de análisis espaciales que van más allá de la elaboración
de mapas de localización de actividades criminales. En estos análisis, para llegar al origen del problema
(que puede estar detrás de las causas o etiología), los mapas conceptuales pensados a partir del conocimiento crítico de un fenómeno, son un avance en la comprensión y manejo del mismo.
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La viabilidad del enfoque preventivo dependerá, primero, de que el
proceso de identificación y análisis de las trayectorias a controlar sea
realizado conjuntamente entre autoridades, sector privado y habitantes
del lugar, y segundo, del compromiso que demuestren autoridades y
comunidad local en su aplicación práctica. Hay tres niveles de prevención para los cuales deben contemplarse acciones y medidas:
43
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cuentes o guerrilleros, la pregunta que debe resolverse con relación
al nivel primario de prevención será: ¿qué medidas de policía, qué
acciones de control social y qué modificaciones físicas del entorno
pueden disuadir a los sicarios y proteger a los grupos de jóvenes
más expuestos a ser victimizados?
•
En un nivel de prevención secundaria, se realizan acciones dirigidas a evitar que se cometan las infracciones o delitos específicos.
Nuevamente, para el caso de Soacha, si la experiencia señala que
las capturas y desmantelamientos de bandas responsables de
asesinatos selectivos de jóvenes y desplazados son seguidas de
inmediato por erupciones de amenazas, extorsiones, homicidios y
terror general a cargo de las bandas que entran a ocupar el espacio
dejado por la que fue desmantelada, la pegunta que debe resolverse
con relación al nivel secundario de prevención será: ¿qué medidas
de policía pueden tomarse para que estos episodios no vuelvan a
repetirse en la eventualidad de un nuevo operativo de captura y
desmantelamiento de bandas de delincuentes?
•
En un tercer nivel de prevención, las acciones se dirigen a evitar la
reincidencia por parte de los autores de acciones delictivas. Una vez
más, para el caso de Soacha, si se disponen de los perfiles, tiempos y
movimientos de los criminales que cometen homicidios selectivos,
así como los de sus potenciales víctimas más vulnerables, la pregunta que debe resolverse en el tercer nivel de prevención será: ¿qué
operaciones generales y específicas de policía pueden ejecutarse
para disminuir la frecuencia de estos delitos y mejorar la situación
de protección de las potenciales víctimas?24
Sin embargo planteamientos teóricos como los anteriores son más
fácilmente enunciados que puestos en práctica, particularmente en
comunidades desintegradas en contextos de alta movilidad, desarraigo
y temor como los que se viven en la Comuna 4 de Soacha. Es frecuente escuchar en foros públicos reiteradas expresiones de desconfianza
entre los pobladores de áreas en las que los jóvenes son azotados por
la violencia homicida, ante la indiferencia de las autoridades frente a
las “listas negras” que hacen circular las bandas de “limpieza social”. Así
mismo rechazan la complicidad de algunos agentes de la Policía Nacional en el mantenimiento del clima permanente de terror; específicamente en Altos de Cazuca se refieren casos de anexión de pruebas
y acusaciones falsas, y de expresiones amenazantes por agentes de la
Fuerza Pública tales como:
“¿Qué hacen en la calle? ¿Acaso ya tienen comprado el ataúd?”.
24. Ver por ejemplo, Baratta, A. 1997 “Política criminal: entre la política de seguridad y la política social” en
E. Carranza (Coord.) Delito y seguridad de los habitantes. México: Siglo XXI Editores – Programa Sistema
Penal y Derechos Humanos ILANUD / Comisión Europea, pp. 80 – 95.
44
Abusos de autoridad como estos, unidos a la sensible inseguridad que
viven los habitantes en numerosos barrios de Soacha, son condiciones
que permanentemente alimentan la desconfianza de la comunidad
hacia las autoridades públicas y contribuyen a reproducir la situación
de terror en que viven los pobladores de estos barrios por la desprotección ante la violencia homicida.
Sin embargo hay experiencias documentadas acerca de casos en
los cuales prácticas preventivas de policía han contribuido a reducir
significativamente la prevalencia de homicidios, aún en comunidades
azotadas por escaladas de violencia homicida. Se trata de experiencias
basadas en una filosofía orientada a atacar problemas específicos de
policía con base en el conocimiento de la realidad y el contexto de los
conflictos, al igual que con base en la participación de la comunidad
en la definición de las políticas de seguridad local.
En la medida en que para garantizar un servicio de seguridad local
efectivo se requiere un dinamismo social intenso, una condición necesaria para la operación del mismo es que la comunidad local sienta
que tienen pleno control de su territorio. También es necesaria la
conciencia colectiva de que la permanencia de la comunidad como
tal depende de la autonomía y responsabilidad con que sea capaz de
articular respuestas institucionalizadas alrededor de objetivos y metas
de seguridad, tanto en relación con sitios de inseguridad sensible, como
con poblaciones o grupos que resultan víctimas frecuentes y el control
de presuntas las amenazas que afectan a estas víctimas, en el marco de
unas relaciones constructivas con la sociedad más amplia del país.
Lo anterior significa que en la práctica debe haber confianza entre
los habitantes y las autoridades locales. Sobre esa confianza es como
se consolida el compromiso mutuo acerca de los objetivos y metas
de seguridad que se pretenden alcanzar de manera coordinada. La
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Esta particular doctrina de policía reconoce la seguridad como una
situación en donde hay dispositivos institucionalizados para proteger
localmente a las personas al igual que su libertad, integridad, patrimonio
y activos frente a amenazas como enfermedades, crisis económicas,
inestabilidad política, desastres naturales y actos violentos por medio de
la promoción de respuestas organizadas que fortalezcan la capacidad
local de resistir activamente a estos eventos ante la posibilidad de su
ocurrencia. Por consiguiente, la seguridad es un servicio público que
se produce y se consume localmente a través de coaliciones locales
entre los habitantes de un lugar, las autoridades públicas y el sector
privado. Ante las fallas del servicio público de seguridad, la cohesión y
autonomía local dependen de la capacidad de este tipo de coaliciones
para proveer a las víctimas de asistencia (atención médica y terapéutica), protección (detener el proceso de victimización) y compensación
económica por el daño padecido.
45
disposición y posibilidad de analizar conjuntamente información sistemáticamente organizada proveniente de diversas fuentes sobre sitios
sensibles a la inseguridad, poblaciones o grupos que resultan víctimas
frecuentes y autores reincidentes de actos delictivos, puede ser de gran
utilidad para propiciar el acercamiento entre las partes que se proponen
integrar la coalición. El uso de una única fuente de información –la de
las autoridades de policía– para evaluar o dar cuenta de la situación de
seguridad de un sitio o un grupo, genera asimetrías en la apreciación
y relaciones verticales que no favorecen la confianza, la colaboración
ni la cooperación.
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Un cambio por parte de las autoridades de actitudes y comportamientos frente al problema de los homicidios juveniles, así como un mayor
interés y compromiso de las mismas en relación con la protección de
los jóvenes, podría ser el punto de partida para iniciar la construcción
de coaliciones locales que articulen objetivos y metas comunes de
seguridad local en Soacha. Una oportunidad concreta para demostrar
a la comunidad la voluntad de cambio de las autoridades sería la convocatoria tanto a líderes de organizaciones comunitarias como ONGs
y empresarios reconocidos por los habitantes locales de barrios donde
los jóvenes han sufrido más intensamente amenazas, persecuciones,
hostigamientos y homicidios, con el propósito de revisar, complementar
y analizar información organizada sobre sitios de inseguridad sensible,
grupos de jóvenes potencialmente víctimas de homicidios y el control
de presuntos autores de responsables de los mismos.
46
La seguridad es un servicio
público que se produce y se
consume localmente a través
de coaliciones locales entre
los habitantes de un lugar, las
autoridades públicas y el sector privado. Ante las fallas del
servicio público de seguridad,
la cohesión y autonomía local
dependen de la capacidad de
este tipo de coaliciones para
proveer a las víctimas de asistencia (atención médica y terapéutica), protección (detener
el proceso de victimización) y
compensación económica por
el daño padecido.
Naturalmente, el fortalecimiento de la confianza
y los intercambios estables y productivos entre
pobladores y autoridades enfrentan mayores dificultades en comunidades socialmente fragmentadas y donde hay una alta movilidad residencial.
La suspicacia y la desconfianza mutua entre los
pobladores en este tipo de contextos, no permiten
que las redes de apoyo entre vecinos y amigos
locales se extiendan a todo el barrio. Sin embargo,
hay numerosas alternativas para tratar de superar
los efectos de la segregación socioespacial, la fragmentación social y alta movilidad, entre ellos, la
creación de “acuerdos locales de desescalamiento
de la violencia”, la adecuación de “espacios públicos
defendibles” por la comunidad local, el mejoramiento de la seguridad de las viviendas, programas
de limpieza y mantenimiento de zonas comunes
y, en general, la promoción de escenarios en los
cuales los habitantes tengan la oportunidad de
percibir que tienen influencia personal sobre los
acontecimientos del barrio en que viven.
Epílogo:
¿Un cuerpo de policía especializado en protección juvenil?
Los jóvenes expresan su identidad grupal en forma territorial. El territorio,
más que un espacio físico, delimitado política y administrativamente, es
un lugar donde se crean vínculos: el parche, la gallada, la tribu. Pero así
como hay tribus “buenas”, dedicadas a construir espacios de inclusión a
partir del trabajo, el deporte y la cultura, también las hay “malas” (pandillas
y bandas) que fundamentan su acción en la construcción de vínculos,
conexiones y resortes con la delincuencia, la criminalidad y grupos
armados ilegales. Estas últimas son las que se asocian al consumo de
drogas ilegales y a redes delincuenciales.
El problema para las autoridades es que, circunstancialmente, no disponen de mecanismos efectivos para identificar - discriminar positivamente estas tribus y encaminar acciones para proteger la vida y los
espacios de identidad grupal. La desterritorialización deviene de acciones, generalmente violentas, que desestructuran social y culturalmente
los espacios en donde se construyen procesos de identidad. Como es
de esperarse y se ha visto a lo largo de este artículo, los fenómenos
violentos también manifiestan una actividad territorial, que encubre la
lucha por el control social.
Referencias Bibliográficas
Acero, H. 2003. Violencia y delincuencia en contextos urbanos. La experiencia de
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Legal y Ciencias Forenses - Centro de Referencia Nacional sobre Violencia.
Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses - CRNV
En razón a complejidad de fenómeno, el campo de la seguridad juvenil
parece ser uno en el cual se podría obtener beneficios a partir del uso
más intensivo de los recursos de información disponibles para comprender mejor el fenómeno de los homicidios juveniles en contextos
urbanos, y afinar tácticas y estrategias para prevenir y reducir su incidencia sobre la población juvenil. ¿La protección juvenil frente al homicidio
justificaría pensar en la posibilidad de crear un cuerpo especializado de
policía con capacidad de manejo y análisis intensivo de información
para entender esta responsabilidad de policía?
47
Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses - CRNV
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ANEXO
Anexo A1 (mapograma) Soacha, Frecuencia de homicidios de
víctimas de 10 a 24 años por barrio o vereda 1999-2003.
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Fuente: DANE, INMLCF y cálculos propios
49
Análisis de datos de Homicidios
Resumen
Dado que el fenómeno de homicidios en Colombia tiene una dinámica
tan compleja y ligada a factores de naturaleza local, resulta difícil hacer
apreciaciones más allá de las que se presentan a continuación para
caracterizar datos forenses acopiados y organizados por el Instituto de
Medicina Legal y Ciencias Forenses durante el año 2004.
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En relación con los demás atributos contemplados en las distribuciones estadísticamente construidas con los registros forenses referidos
al homicidio, hay continuidades con el comportamiento reflejado por
las series de años anteriores: la incidencia del homicidio tiene una distribución entre áreas urbanas y rurales similar a la de la población para
el conjunto del país, el mecanismo utilizado para infligir la lesión que
causó la muerte fue un arma de fuego en más del 80% de los casos,
el lugar dónde ocurrieron los hechos fue la vía pública en más de la
mitad de los casos al igual que lo son los homicidios en los cuales las
circunstancias en que sucedieron son desconocidas, y la ocupación más
expuesta al riesgo de ser víctimas de homicidios es la del comerciante,
aun cuando resulta sorprendente la frecuencia con que las víctimas
de homicidios son miembros retirados de la Fuerza Pública. Además
de manera similar a lo registrado en años anteriores, los campesinos
son el grupo vulnerable más afectado por la violencia homicida, por
encima de los presuntos integrantes de grupos armados ilegales, de
los indigentes / recicladores y de los drogadictos.
50
El intento de ofrecer un marco interpretativo de cualquiera de estas
distribuciones generales de la violencia homicida en Colombia requiere
de estudios focalizados en factores como el tiempo, lugar y edad biológica para ofrecer elementos que aporten a la comprensión efectiva
del fenómeno en cada contexto.
Tasa nacional de homicidios
La tasa nacional de homicidios en Colombia para el 2004 se ubicó en
42 casos por cada 100 mil habitantes. Esto significa una reducción de
8 puntos frente a los 50 casos por cada 100 mil habitantes registrada
en 2003 y la más baja en los últimos 10 años como se aprecia en la
figura 1.
Figura 1. Tasa de homicidio
Colombia 2004
En la figura 2 presentamos la tendencia del comportamiento de los
homicidios en un período de tiempo más amplio y contrastada con
datos de la Policía Nacional, DIJIN.
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Figura 2. Homicidios en Colombia
1985-2004
51
Lo anterior puede interpretarse de varias maneras y con algunas reservas. En primer lugar como el resultado de la continuación de la
política de seguridad democrática implementada por el gobierno del
presidente Uribe. Bajo este escenario se puede atribuir al Estado y a
sus organismos de control y vigilancia el acorralamiento de los grupos
armados ilegales y de la delincuencia.
En segundo lugar se puede explicar la reducción de la tasa de homicidios como consecuencia de la lucha por el control social y territorial
desplegada por parte de los grupos armados. En este escenario se
puede pensar que los homicidios no se cometen de manera indiscriminada sino selectivamente para presionar sobre poblaciones y territorios específicos con la finalidad única de obtener ventajas estratégicas.
Estas pueden ser económicas o políticas. Al localizarse las acciones es
posible que se incrementen las ejecuciones colectivas (masacres) pero
se reduzcan los homicidios que deja la confrontación violenta.
Un tercer escenario se plantea desde la acción comunitaria que ante la
confrontación armada y la delincuencia ha desarrollado mecanismos de
defensa. Un ejemplo de esto son los “territorios de paz” en las zonas rurales, promovidos por grupos indígenas y con el apoyo de organizaciones
del sector social y organismos internaciones de Derechos Humanos. En
los centros urbanos puede ser el resultado de la difusión y ejecución de
planes de seguridad y convivencia que integran a la ciudadanía con las
autoridades en la solución activa de los diferentes problemas.
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Adicionalmente es necesario reconocer que en Colombia la violencia es
un fenómeno complejo, que difícilmente se pueda comprender exclusivamente como resultado de factores generales ó sobrecogedores. La
mera constatación de que la reducción de los homicidios registrada no
se ha dado de modo homogéneo sobre todo el territorio, sino que se
ha concentrado en ciertos puntos discretos, sugiere que el homicidio
en Colombia responde a dinámicas locales discretas.
52
Distribución departamental de los homicidios
Como es de esperarse, la tasa de homicidios a nivel departamental se
redujo. Pero básicamente la tendencia de los departamentos donde más
homicidios ocurren se mantiene en relación con años anteriores. En la
tabla siguiente se presentan las cifras obtenidas durante el año 2004.
No obstante, al revisar las cifras de años anteriores llama la atención
como en apenas dos años algunos departamentos rompen la tendencia
al decremento de las tasas de homicidios. Es el caso del departamento
del Casanare que en apenas dos años a duplicado prácticamente su
tasa de homicidios (de 63 en 2002 paso a 111 en 2004). Aunque menos
drásticamente, también aumentaron sus tasas los departamentos de la
Guajira, Huila, San Andrés, y Amazonas.
En el caso contrario, los departamentos que han logrado mayor éxito en
la reducción de sus tasas de homicidio son, Arauca, Antioquía, Caqueta,
Caldas y Norte de Santander. Un mayor número de departamentos
(21) se encuentran por debajo de la tasa nacional; 11 departamentos
la superan, pero de estos la mayoría han logrado exitosamente reducir
sus tasas. Algunos de los departamentos que años atrás contaban con
fuerte presencia de grupos armados ilegales como Arauca y Caquetá
hoy día se benefician de tasas de homicidios más bajas.
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Cuadro 1. Homicidios por departamento
Colombia 2004
53
Otro aspecto que llama la atención al considerar los registros de las tasas
de homicidio agregadas por departamento para 2004, es el comportamiento cercano a la tasa nacional de homicidios del departamento
de Antioquia, particularmente por que en el pasado reciente las tasas
correspondientes registraban valores muy superiores al promedio nacional. También se destacan las tasas sorpresivamente bajas registradas
en relación con la tasa promedio nacional en el caso de Departamentos como Chocó, Putumayo y Guanía, entre otros, que también fueron
teatros de guerra principales durante el año 2004 entre las Fuerzas Militares, la guerrilla y los grupos paramilitares. Frente al comportamiento
inesperado de los homicidios en estos territorios, no puede descartarse
la posibilidad de que una parte de la reducción de los homicidios en
relación con años anteriores se deba al sub-registro en estas regiones
apartadas y de difícil acceso.
Distribución municipal del homicidio
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La comparación de la distribución de homicidios entre 2003 y 2004
con base en los registros de INMLCF no puede hacerse de manera
sistemática, debido a que hasta 2003 los datos se organizaban de
conformidad como eran producidos en 126 puntos de atención que
tiene el Instituto distribuidos en el país. A partir de 2004, los datos se
presentan organizados de acuerdo con el municipio donde tuvieron
lugar los hechos que condujeron a la muerte des la víctimas de homicidio. Por lo tanto para este año, los registros están distribuidos en 645
municipios donde ocurrieron 17.556 homicidios para los cuales el lugar
de los hechos pudo establecerse directamente. La diferencia con el
total de 18.888, es decir 1.332 homicidios, no aparece relacionadas por
municipio debido a que por diversas razones no logró establecerse el
municipio donde ocurrieron los hechos. Por consiguiente, en adelante
la discusión de los datos de homicidios se hará en relación con el total
de 17.566 homicidios.
A pesar de la dificultad anterior, es posible hacer algunas observaciones
acerca de la distribución de los homicidios por lugar de los hechos en
2004. En primer lugar hay que destacar que prácticamente dos terceras
partes de la reducción en homicidios registrados en 2004 frente a 2003,
tuvo lugar en las grandes ciudades. Son notables los decrementos en
Medellín, Cúcuta y Barranquilla.
El comportamiento de los homicidios en las principales ciudades se
presenta en el cuadro siguiente1.
1. La distribución completa de homicidios por muni-cipio se presenta anexa al final del
presente análisis
54
Cuadro 2. Homicidio en algunas capitales de departamento
Colombia 2004
Distribución del homicidio por grupos de edad y sexo
Al considerar comparativamente el comportamiento de los homicidios por grupos de edad entre 2003 y 2004, se puede observar que las
tasas de homicidio muestran un patrón similar como se observa en la
figura 3. Debido al menor número de registros para el 2004, las tasas
de homicidio resultan de menor magnitud, aun cuando guardan las
proporciones correspondientes a cada grupo de edad. La mayor diferencia entre las tasas es del orden del 50% y se presenta en el grupo de
15 a 17 años. De acuerdo con esta lectura, sería en este grupo de edad
donde tuvo lugar el mayor decremento en el impacto causado por los
homicidios. Alternativamente, también podría ser posible sugerir que
en el caso de que haya habido sub-registros, sería este el grupo de edad
más sub-representado.
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Figura 3. Comparativo de tasas de homicidio por grupo de edad
Soacha 2003-2004
55
Por edad y género la tendencia se mantiene. Pero mientras que en los
hombres la edad crítica de victimización comienza en el grupo de los
15 a 17 años,y termina en el grupo de 45 a 59, en las mujeres la victimización comienza a una edad más temprana, entre los 10 y 14. La gráficas
siguiente y su correspondiente tabla, ilustran la tendencia. El promedio
de edad de los hombres asesinados es de 39 años, mientras que el de
las mujeres es de 40.
Figura 4. Homicidio según edad y sexo
Colombia 2004
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Figura 5. Tasa de homicidio por edad y sexo
Colombia 2004
56
Cuadro 3. Homicidios por edad y sexo
Colombia 2004
Otro aspecto que podemos destacar es el número de años de vida potencialmente perdidos (AVPP). Según se aprecia en la tabla, el grupo de
edad entre 18 y 34 años representa el 59.5% de los casos de homicidios
de hombres y mujeres. Por esta manera de muerte en este grupo se
pierden 460.189 años. La relación, años de vida perdida por homicidios
y población económicamente activa puede ser desastrosa en términos
del país que a futuro queremos construir y de los costos sociales que
esto implica si son nuestros jóvenes los que siguen asesinando.
Como se puede observar en la tabla, el uso de armas de fuego sigue
ocupando el primer lugar de preferencia por parte de los homicidas.
Con respecto al año anterior, el porcentaje de uso de este mecanismo
disminuyó muy poco: de 83.5% pasó a 82.85%, pero el uso de armas
cortopunzantes ascendió respecto al año anterior: De 9.4% en 2003,
pasó a 10.59% en 2004. De las cifras anteriores surge una pregunta que
valdría la pena indagar: ¿qué factores culturales (psicosociales), naturales
(biólogicos, genéticos) hacen que la violencia homicida o interpersonal, sea un fenómeno que en su gran mayoría termina afectando a los
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Cuadro 4. Homicidios según tipo de arma o mecanismo
Colombia 2004
57
hombres y excluye a las mujeres? De la identificación de estos factores
podríamos aprender mucho para neutralizar tanto las causas como los
efectos de la violencia. En la gráfica siguiente se visualiza mejor este
fenómeno.
Figura 6. Homicidio según arma o mecanismo
Colombia 2004
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Distribución del homicidio
según nivel de escolaridad de las víctimas
58
La tabla que acompaña la gráfica revela información que bien vista
es muy preocupante: en primer lugar el alto porcentaje de personas
asesinadas con algún nivel de educación básica primaria y secundaria
(43%). El segundo, y esto se puede evidenciar en los hallazgos de la
investigación que acompaña el presente análisis de datos, es que ni el
sistema forense, ni el sistema judicial pueden capturar satisfactoriamente
la información de las víctimas de hechos violentos. Para esta distribución
según manera de muerte, el porcentaje de víctimas sin información es
46.7%. En otras distribuciones, aunque en menor grado, la falta de información sobre las víctimas dificulta tanto la investigación judicial, como
la investigación social a partir de datos forenses. No obstante, es mucho
lo que hemos avanzado al respecto. ¿Qué factores impiden un mayor
nivel de recolección de datos forenses y judiciales sobre las víctimas?
Cuadro 5. Homicidios por escolaridad
Colombia 2004
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Figura 7. Homicidio según escolaridad
Colombia 2004
59
Distribución del homicidio según agresor
La información estadística que da origen a la gráfica anterior, que por
si misma habla, puede resultar muy polémica para un análisis sin más
fuentes de información y sin series de tiempo más extensas.
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Figura 8. Homicidio según agresor
Colombia 2004
60
De momento, dejamos a disposición del lector la tabla que acompaña
la gráfica para que haga su propia opinión.
Cuadro 6. Homicidios según agresor
Colombia 2004
Distribución de los homicidios según
ubicación topográfica de la lesión
Del total de homicidios 13.783, es decir, el 78.4% de las víctimas mueren
por lesiones en varias partes del cuerpo: politrauma, 32.1%, lesiones
causadas en el cráneo 31.9% y torax 14.4%, lo cual indica un alto nivel
de especialización en la acción de matar.
Cuadro 7. Homicidios según diagnóstico topográfico
Colombia 2004
Distribución del homicidio según
circunstancias o motivo del hecho
Cuadro 8. Homicidios según circunstancia o motivo del hecho
Colombia 2004
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Si esta información se cruza con el tipo de arma o mecanismo causal
utilizado para asesinar, podríamos conocer más acerca de la intención y
motivación de los homicidas. Pero aun más. Si a lo anterior le agregamos
la distribución geográfica y el agresor, podríamos obtener mayor conocimiento del fenómeno. Este tipo de correlaciones a partir de bases de
datos contrastadas con otras fuentes de información estadística como
la de la SIJIN, darían como resultado no solamente un mejor nivel de
conceptualización y conocimiento de las acciones violentas, sino que
estarían en la base de acciones y estrategias de las autoridades para
reducir el delito y la criminalidad.
61
Las circunstancias sociales motivaron el 29.1% de los homicidios, que
en términos absolutos representa un decremento de 1.574 homicidios
con respecto al año anterior. El conflicto armado disminuyo su participación absoluta y porcentual: de 28.2% (3.724 casos) en 2003, pasó a
15.1% (2.649 casos), para una reducción de 1075 casos. Lo anterior, una
vez más, debe interpretarse con mucha reserva por cuanto el número
de casos sin información durante 2004 (sin dato en la tabla) tiene un
peso que arrastra y sesga todo análisis posible.
Figura 9. Homicidio según circunstancia del hecho
Colombia 2004
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Distribución de los homicidios
según zona y escenario del hecho
62
En cuanto a la tendencia de esta distribución se presentó un leve, pero
significativo incremento en la frecuencia: las zonas urbanas reportan el
mayor número de casos por homicidio con un 68.7% para un total de
12.068 eventos frente al 29.4% de las zonas rurales con 5.167 casos. Durante el año 2003 el 67.1% correspondió a las zonas urbanas y el 32.9%
a las rurales. Si la población rural desciende, como de hecho sucede,
es claro que las tasas en términos relativos aumentan. Pero esto no
explica el comportamiento de las zonas urbanas donde la población
aumenta y las tasas bajan aun cuando el número de eventos, como es
de esperarse, aumenten. Además, como se dijo al inicio de este capítulo,
la concentración espacial de la violencia en regiones y centros urbanos específicos sobre los cuales la información es deficiente, dificulta el
análisis objetivo de este fenómeno. En la gráfica siguiente se muestra
su comportamiento.
Figura 10. Homicidio según escenario del hecho
Colombia 2004
Distribución de los homicidios según actividad
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Figura 11. Homicidio según actividad
Colombia 2004
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Cuadro 9. Homicidios según actividad durante el hecho
Colombia 2004
Una vez más el 47.23% de los casos de homicidio no registran infor-
mación sobre la actividad que realizaba la persona al momento de ser
asesinado. El 17.79% reporta otras actividades. El 14.7% se encontraba en
actividades de recreación. Las actividades remuneradas y no remuneradas significan el 15.32%; el restante 5.9% se encontraba en actividades
de descanso o deportivas. Los datos anteriores, como lo muestran la
tabla y gráfica adjunta, llaman a una pregunta: ¿qué tipo de trabajos
(en términos de trabajo digno) y actividades (en términos de actividades sanas) realizan los colombianos para que sean asesinados de esta
manera? Seguramente el 47.23% sin datos cambiaría esta distribución
y nos aproximaría a una respuesta igualmente alarmante.
Distribución de los homicidios por grupos vulnerables
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La existencia en Colombia de grupos vulnerables implica de facto que
nuestra sociedad presenta formas de segregación social, espacial y étnica injustificables. Pero que sean nuestros campesinos quienes entreguen el mayor número de víctimas (36.3%), evidencia la resonancia en
zonas rurales de un conflicto que, como quieran llamarlo, los envuelve
y amenaza con aumentar la población de desplazados hacia centros
urbanos donde el riesgo de victimización es mayor.
64
Cuadro 10. Homicidios según pertenencia a
grupos vulnerables
Colombia 2004
Distribución temporal de homicidio
En la gráfica siguiente el lector encontrará las gráficas que describen
el comportamiento mensual y horas mas frecuentes en que ocurren
los homicidios.
Figura 12. Homicidio según hora del hecho
Colombia 2004
Como se puede ver claramente, el mes del año en que ocurren mayor
número de homicidios es mayo (al igual que años anteriores). ¿Tiene algo
que ver esto con la celebración del día de la madre? Lo del incremento durante los meses de diciembre a enero se explica mediante una racionalidad
económica que activa la violencia instrumental con fines económicos. La
gráfica que muestra la hora del hecho no reviste problema de interpretación:
la hora de mayor peligro sigue siendo entre las 6 P.M. y las 12 de la noche
(28.2% de los homicidios)
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Figura 13. Homicidio según mes del hecho
Colombia 2004
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Cuadro 11. Homicidios según distribución geográfica por departamentos y municipios
Colombia 2004
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Cuadro 11. Homicidios según distribución geográfica por departamentos y municipios
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.
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Cuadro 11. Homicidios según distribución geográfica por departamentos y municipios
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Cuadro 11. Homicidios según distribución geográfica por departamentos y municipios
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Cuadro 11. Homicidios según distribución geográfica por departamentos y municipios
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Conclusiones
70
Todas las conclusiones y recomendaciones que hemos venido planteando durante los últimos años en nuestro Forensis hay que reiterarlas
y persistir en ellas para que hagan eco en las conciencias de autoridades
políticas, administrativas de policía y de justicia sobre todo si se tiene
en cuenta que evitar una muerte es mucho más rentable social y económicamente para el país. Sea esta la mayor recomendación:“proteger
la vida de nuestros conciudadanos”. Sin embargo, a las ya planteadas
agregamos algunas que esperamos sean útiles para las autoridades
señaladas y para todos los colombianos.
Hemos avanzado notoriamente en la recolección, consolidación y mejoramiento de nuestro sistema de información derivado de la práctica
forense. No obstante, aun se presentan enormes vacíos en la recolección
de datos por parte de las autoridades judiciales y forenses lo cual se
evidencia en el gran número de eventos que aparecen “sin dato” en las
diferentes distribuciones analizadas.
El intento de ofrecer un marco interpretativo de cualquiera de los rasgos
generales de la violencia homicida en Colombia requiere de estudios
focalizados en factores como el tiempo, lugar y edad biológica, relacionados con factores como actividad, escolaridad y distribución geográfica, por ejemplo, para ofrecer elementos que aporten a la comprensión
efectiva del fenómeno en cada contexto.
En cuanto al fenómeno del homicidio como manera de muerte, hay
continuidades en el comportamiento reflejado por las series de años
anteriores que permiten identificar tendencias que puedan anticipar
acciones preventivas mediante “políticas de Estado” en materia de reducción de homicidio y la criminalidad en general.
Los atributos “sin dato” sumados al uso de tasas calculadas con proyecciones de población sin factor de corrección por aumento o disminución
de la población, pueden estar generando un sub registro que no deja
apreciar la magnitud de los homicidios en su real dimensión.
Recomendaciones
Para mejorar los análisis sobre el homicidio, y la criminalidad en general,
se requiere comenzar a contrastar la información forense disponible (que
incluye protocolos, dictámenes y otros registros) con otras fuentes de
información de policía judicial, como el CIC3 por ejemplo.
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Promover en las autoridades judiciales y forenses la idea de mejorar la
recolección de la información que los dos sistemas producen con beneficio de inventario para la investigación social y judicial, en busca de
nuevos horizontes paz y seguridad nacional.
3. Centro de Investigación Criminalistica de la Policía Nacional
71
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