Con Chile en la sangre

Anuncio
44
Deportes
Eliminatorias Rusia 2018
LATERCERA Domingo 13 de marzo de 2016
RR Marcelo Larrondo y su
padre Marino, natural de
Combarbalá, en una imagen
reciente. FOTO: INSTAGRAM.
L
Larrondo vestirá la Roja por convicción, pero también por
derecho sanguíneo. Éste es el camino a los orígenes de los tres
últimos extranjeros nacionalizados por Chile. Un regreso al
pasado con escala en Combarbalá, Coquimbo y Valparaíso.
Por Denís Fernández
Con Chile en la sangre
ino Larrondo tiene
82 años y la memoria, dice , empieza a
fallarle un poco.
Pero hay recuerdos
que, sin embargo,
no le abandonan.
Como el de aquella tarde de 1987
en la que Marino se marchó de
casa. Tenía sólo 19 años. “Lo que
recuerdo es cuando mi hijo se fue
a la Argentina. Es difícil olvidar
eso. Marcelo nació allá. Después
vino con el papá y con la esposa
a Combarbalá. Mucho después.
Vinieron todos”, explica el anciano, con palabras lentas y certeras, como el paso del tiempo.
Marcelo, el niño del relato nacido al otro lado de Los Andes, es el
nuevo goleador reclutado por
Juan Antonio Pizzi para la Roja; y
Marino, el responsable directo de
dicha nominación. Derecho de
sangre, le llaman, aunque podrían
llamarle sencillamente libertad
de decisión. Porque por las venas
del espigado delantero, nacido
hace 27 años en Tunuyán (Mendoza), corre sangre de exiliado combarbalino. “Combarbalá es nuestro lugar. Aquí es donde nacimos
todos”, proclama. en todo reivindicativo, Lino Larrondo, el abuelo del jugador, quien hoy se encuentra retirado tras “trabajar en
la casa todos los días y en el agua
potable durante 28 años”.
Pero Marino, el padre del nuevo seleccionado chileno, no fue el
único miembro de la familia Larrondo Bruna en abandonar la
provincia de Limarí, ubicada en
el corazón de la IV Región, en
busca de mejores perspectivas laborales. “El resto también se marchó. Por aquí había poca pega, así
que se acabaron yendo todos al
norte. Y se quedaron allá”, rememora con cierto pesar Lino,
quien asegura que le gustaría seguir de cerca las evoluciones de
su nieto, pero no puede porque no
tiene cable y “así es imposible ver
el torneo argentino”.
“Por lo que me cuentan, se debe
estar portando bien el Marcelo”,
agrega, jugando al despiste, antes
de revelar de donde le viene al artillero de Rosario Central su ADN
futbolístico: “Alguno de los tíos
de Marcelo sí que jugaba, pero
yo al papá, al Marino, no lo vi jugar nunca. Después estaba yo,
que era delantero también, y no
era nada malo tampoco”, manifiesta, y una leve sonrisa comienza a recorrer su semblante.
A Marino no le gustaba demasiado el fútbol, pero a su hermano Jaime, en cambio, le volvía loco: “Yo
era el único que jugaba fútbol. En
la selección del pueblo, en Combarbalá, pero jugaba. Mi hermano
nada, él no jugaba ni a la pallalla”,
confiesa el tío Marcelo, contratista afincado en Arica desde hace ya
14 años, antes de responder a la
obligada pregunta con otro interrogante: “¿A quién no le gustaría
ver a su sobrino jugando por Chile?. Además, puede ser el nueve
que le falta a la Roja”.
Puede ser. Y puede incluso que,
si las cosas marchan bien, los
poco más de 10.000 vecinos que
habitan la inshóspita Combarbalá, una localidad que, según el
tío del jugador, “Marcelo visitó
por última vez hace dos años”,
puedan disfrutar también de los
goles del Samurái con la casaquilla roja de Chile. Y hasta que el
abuelo Lino pueda presenciarlo
sin la necesidad de tener que contratar cable.
De Coquimbo a Tucumán
Viajando desde Combarbalá con
rumbo al Océano Pacífico, es posible hacer escala en el puerto de
Coquimbo. De allí provienen los
antepasados de otro de los últimos jugadores extranjeros llamados recientemente a filas en la
selección chilena, el también argentino Pedro Pablo Hernández.
“Mi madre, Adriana Elvira Vidal
Plaza, y mi abuela, Mariana Vidal,
eran de Coquimbo. Mi madre trabaja en el puerto, pero después se
marcharon a vivir a Chuquicamata porque mi abuelo, José Eugenio García, trabajaba en esa época arreglando zapatos allí. Tenía
algo parecido a una zapatería en
Descargar