LA EMPRESA MULTINACIONAL Y EL FENÓMENO DE LA GLOBALIZACIÓN: INFLUENCIAS RECÍPROCAS Globalización, integración europea y estrategias regionales. Claver Cortés, Enrique Quer Ramón, Diego Molina Azorín, José Francisco Marco Lajara, Bartolomé Universidad de Alicante Resumen: El objetivo del presente trabajo se centra en el estudio de dos fenómenos fuertemente interrelacionados en la actualidad, la globalización y la empresa multinacional, así como de las repercusiones que ambos tienen para la realidad empresarial de la Comunidad Valenciana. En primer lugar, intentaremos señalar los motivos que pueden incitar a una empresa a decidirse por una aventura internacional asumiendo los riesgos y obstáculos inherentes a la misma. En segundo lugar, desarrollaremos uno de esos motivos, la globalización, destacando sus influencias recíprocas sobre la empresa multinacional. Asimismo, señalaremos dos argumentaciones alternativas que pueden llevar a una empresa a convertirse en una multinacional o, en otras palabras, a decidirse por la inversión directa en detrimento de otras opciones disponibles: el paradigma ecléctico de Dunning (que señala las tres condiciones que han de concurrir para que se produzca la inversión directa en el exterior) y la teoría de las fases de desarrollo (que argumenta que la empresa, a través de una serie de etapas, acumulará la experiencia necesaria para finalmente efectuar una inversión directa en el exterior). Por último, trataremos de vislumbrar los retos que supone el fenómeno de la globalización para las empresas de la Comunidad Valenciana y las posibles estrategias regionales que se pueden articular para superarlos. LA EMPRESA MULTINACIONAL Y EL FENÓMENO DE LA GLOBALIZACIÓN: INFLUENCIAS RECÍPROCAS INTRODUCCIÓN Dos fenómenos están adquiriendo notables niveles de importancia en el entorno económico actual: la globalización y la Empresa Multinacional (EM). Tratando de destacar las interrelaciones entre ambos, así como las consecuencias que se derivan para nuestro territorio, hemos estructurado nuestro trabajo en torno a tres apartados. En el primero, señalamos los diversos factores desencadenantes del proceso de internacionalización de la empresa. En el segundo, desarrollamos uno de dichos factores, la globalización, destacando entre sus causas principales a la propia EM que, al efectuar Inversión Directa en el Exterior (IDE) y conectar distintos mercados geográficos, refuerza dicho proceso globalizador. Finalmente, relacionamos el fenómeno de la globalización con nuestra realidad más próxima, la Comunidad Valenciana, planteando el reto que supone para su tejido empresarial, dadas las características distintivas que éste presenta. DESENCADENANTES DE LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LA EMPRESA La empresa, al decidirse por abordar una estrategia de internacionalización, asume una serie de riesgos y obstáculos inherentes que pueden ser de diversa índole: financieros, comerciales, logísticos, culturales, legales y de inversión (Jarillo y Martínez, 1991, p.68)1. Por todo ello, debe existir una serie de motivos que impulsen a la empresa a decidirse a atravesar las fronteras de su país de origen. Siguiendo a Grant (1996, pp.393-394) podemos considerar que, en líneas generales, el principal impulso para la internacionalización de la empresa es doble. Por un lado, el deseo de explotar oportunidades comerciales en otros países; por otro, la intención de aprovechar oportunidades de producción mediante el establecimiento de actividades productivas allí donde puedan ser gestionadas de manera más eficiente. Pero más allá de estos impulsos generales, podemos establecer todo un conjunto de factores concretos que pueden motivar o desencadenar el proceso de internacionalización de una empresa2: Ciclo de vida del producto. Hace referencia a la evolución del mercado doméstico. Así, cuando el producto de una empresa entra en su fase de madurez en el mismo, la empresa puede buscar mercados situados en otros países donde aún quede demanda insatisfecha. Crecimiento de la demanda exterior del producto. Ello puede provocar que el producto sea vendido en el mercado exterior al poco tiempo de introducirse en el nacional, sin esperar a que éste madure. Entre las razones para ello, destacan la creciente convergencia mundial de las pautas de consumo y la disponibilidad casi simultánea de información en muchos puntos del planeta. Inexistencia de una demanda interior lo suficientemente sofisticada. En este caso la apelación al mercado exterior se fundamenta en la búsqueda de una demanda de calidad, dado que en el interior ésta, o bien es insuficiente, o no existe. Localización de las actividades en una ubicación favorable. La competitividad puede requerir el suministro exterior (de materias primas, bienes de equipo o tecnología) e incluso el desarrollo de alguna de las fases del proceso productivo en otros países donde sea más barato, debido a menores costes laborales, fiscales, de instalación o de financiación. Estas economías de localización constituyen una de las ventajas que tienen aquellas empresas que operan internacionalmente frente a aquellas otras que se circunscriben a un ámbito puramente nacional (Hill y Jones, 1996, p.228). No obstante, esta razón para la internacionalización es matizada por Porter (1991, p.38) al señalar que la automatización flexible está reduciendo el contenido de mano de obra de muchos productos, por lo que el acceso a las tecnologías más modernas está adquiriendo más importancia que las bajas escalas salariales. De hecho, frecuentemente muchas empresas trasladan su producción hacia lugares de elevados costes salariales (para estar cerca de los mercados consumidores) y no al revés3. Obtención del tamaño mínimo eficiente. El tamaño mínimo eficiente es el volumen mínimo de unidades que hay que producir en un sector para ser competitivo4. En determinados casos el mercado nacional puede resultar pequeño, viéndose obligada la empresa a salir al exterior con el fin de poder colocar el volumen exigido de producción. La lógica que subyace en este factor no es otra, por tanto, que el logro de economías de escala a través de la expansión internacional. Posibilidad de explotar sinergias. Éste es el argumento implícito en las denominadas economías de alcance, donde ya no se busca amortizar el volumen de inversión fija como en el caso de las economías de escala, sino utilizar ciertos activos tangibles (equipos o plantas) o intangibles (prestigio o imagen de marca) en varios negocios o líneas de producto distintas. Independientemente de que nos encontremos o no ante una empresa diversificada en cuanto a su línea de productos, una empresa internacionalizada presenta una diversificación de mercados, por lo que podrá conseguir dichas economías de alcance en tanto que posea determinados activos susceptibles de ser explotados en mercados distintos. Efecto experiencia5. El volumen acumulado necesario para lograr economías de experiencia resulta lógico pensar que se podrá lograr antes si la empresa confía, no sólo en el mercado doméstico, sino además en los mercados exteriores. Rivalidad existente entre competidores. Considerando dos competidores de un mismo país, si uno de ellos decide iniciar sus operaciones internacionales, una reacción probable del otro puede ser seguir el mismo camino para no quedarse rezagado. Por otro lado, ante la amenaza de entrada en su mercado nacional por parte de un competidor extranjero, la empresa puede reaccionar de manera defensiva (tratando de proteger su mercado interior) u ofensiva (contraatacando y penetrando a su vez en el mercado de origen del competidor). Con ello, buscará obligarle a desviar recursos del país en el que intenta penetrar y a centrarse más en su mercado doméstico. Interrelaciones entre una empresa y sus proveedores y clientes. La internacionalización, ya sea de unos u otros, puede ser otra razón importante para la expansión internacional de la empresa. Este factor adquirirá mayor relevancia en aquellas actividades donde la cercanía al cliente o al proveedor resulte un factor clave de éxito. Rol que juega la alta dirección de la empresa. En ocasiones, el verdadero desencadenante del proceso de internacionalización de una empresa no es otro que la visión que de ella tiene su alta gerencia que, incluso desde el principio, trata de insuflarle un marcado carácter internacional. Diversificar los riesgos. En la medida que los distintos mercados nacionales sean independientes, será posible asegurar una mayor estabilidad en los resultados globales de la empresa. Globalización. En algunos sectores la competencia internacional se efectúa a nivel mundial. Una empresa que compita en un sector de este tipo “ya no se plantea si internacionalizarse o no, sino cómo tratar de responder mejor a ese proceso de globalización que le viene dado por el entorno” (Navas y Guerras, 1996, p.402). Este último factor, que engloba alguno de los ya mencionados, es abordado con mayor profundidad en el apartado siguiente. LA GLOBALIZACIÓN: FACTORES DETERMINANTES La palabra “globalización” se ha convertido en un vocablo de obligada referencia en el marco económico y competitivo actual. Se habla alternativamente de globalización de la economía, globalización de los mercados, globalización de la competencia, globalización de las estrategias empresariales, etc. Además, el calificativo “global” es utilizado algunas veces como sinónimo de “mundial” en contraposición a “local”, y otras para referirse a la existencia de interdependencias entre los distintos mercados nacionales. Entre los autores que tratan de conceptuar los sectores y la competencia globales destaca Porter (1986, pp.18-19), para quien una industria global es aquella “en la que la posición competitiva de la empresa en determinado país está afectada significativamente por su posición en otros países y viceversa” y donde “existe alguna ventaja competitiva al integrar las actividades sobre una base mundial”. Para Levitt (1983) los que se globalizan son los mercados, dada la tendencia creciente a la homogeneización de las necesidades en todo el mundo, debiendo las empresas aprovechar dicha situación mediante la oferta de productos estandarizados a nivel mundial. Pero la globalización debe contemplarse no sólo desde la vertiente de la demanda, sino también desde la oferta. Como apuntan Hill y Jones (1996, pp.93- 94), paralelamente a esta globalización de los mercados, el mundo es testigo de la globalización de la producción, ya que numerosas empresas individuales están dispersando partes de sus procesos productivos a diversos lugares del mundo para sacar ventaja de las diferencias nacionales en el coste y la calidad de los factores de producción. Recogiendo algunas de las ideas anteriores, Durán Herrera (1996, p.26) apunta que “la globalización puede entenderse como la unificación del mercado de dos o más países a los efectos prácticos de intercambio comercial y de establecimiento empresarial. Es decir, una perspectiva global de mercados integrados se produce, aunque persista cierta desigualdad o diferencias en el grado de liberalización entre las economías respectivas, si a efectos prácticos y de forma significativa se puede considerar que las fronteras nacionales están suprimidas. La economía de dichos países se encuentra integrada de forma que puede ser considerada como un mercado único”. Una vez que hemos tratado de acotar el concepto, vamos a exponer a continuación una serie de aspectos explicativos del fenómeno de la globalización, agrupándolos en torno a cuatro grandes grupos: técnico-económicos, de mercado, político-gubernamentales y empresariales: Factores técnico-económicos. En este contexto destacan: 1) La innovación tecnológica, cuyas repercusiones podemos sintetizar en tres ámbitos: permite ampliar y homogeneizar la demanda a nivel mundial (Levitt, 1983, p.49), hace necesario operar a gran escala para amortizar las grandes inversiones y posibilita la mejora de los sistemas de transporte y comunicación (Porter, 1986, pp.42-44); 2) La internacionalización del capital ya que, a partir de los años sesenta, se ha acelerado la globalización del sector financiero y de los mercados financieros (Canals, 1994, pp.8-9); 3) La apertura internacional e interdependencia económica entre países, con naciones como Japón, Corea o Alemania que han basado su éxito en un enfoque intrínsecamente internacional de sus economías (Jarillo y Martínez, 1991, p.3); 3) Las presiones de coste en algunos sectores, tales como: la existencia de economías de escala, alcance o experiencia, necesidades de abastecimiento en determinados lugares, una logística favorable, diferencias en coste entre países o un alto coste de desarrollo de productos (Prahalad y Doz, 1987, pp. 19-20 y Yip, 1995, pp. 48-56). Factores de mercado o relacionados con la demanda. Dentro de este bloque encontramos: 1) La expansión del comercio internacional, sin precedentes desde el final de la II Guerra Mundial (Canals, 1994, p.10); 2) La reducción del ciclo de vida de muchos productos propiciada por el desarrollo tecnológico de los últimos años (Strategor, 1995, p. 158); 3) Las presiones de mercado en determinados sectores, tales como: la homogeneización de las pautas de consumo, la importancia de clientes y canales de distribución globales o la existencia de un marketing transferible entre países (Yip, 1995, pp.35-48). Factores político-gubernamentales. En este ámbito destacan: 1) El proceso de desregulación en que se está viendo inmersa la economía en los últimos años (Canals, 1994, p.10); 2) Los procesos de integración económica de grandes zonas geográficas como la Unión Europea, que han creado mercados subglobales o intermedios donde el comercio ya no es tanto entre países como entre regiones económicas (Bueno, 1993, p.69), es decir, “el comercio internacional no sólo se concentra en estos bloques, sino entre estos bloques” (Canals, 1994, p.14)6; 3) Las presiones gubernamentales en algunos sectores, tales como: una política comercial favorable para un sector concreto, la existencia de normas técnicas o de marketing compatibles entre países, la presencia de competidores oficiales y la ausencia de clientes oficiales o de intereses en el sector por parte del gobierno huésped (Yip, 1995, pp.56-63). Factores empresariales. La propia empresa, que puede haberse internacionalizado debido a la globalización, puede reforzar este fenómeno al convertirse en una EM7. Si la empresa realiza IDE, constituyendo filiales en distintos países y conectando distintos mercados geográficos, está contribuyendo a una mayor integración de los mismos a nivel internacional. En efecto, la masiva aparición tras la II Guerra Mundial de la EM, y su consolidación como principal agente en el comercio y el desarrollo económico internacional, ponen de manifiesto la irreversibilidad de un fenómeno típico actual del sistema económico mundial: su interrelación a escala mundial (Navas y Guerras, 1996, p.421)8. Entre las diferentes aportaciones que tratan de explicar el fenómeno de la IDE y, por ende, el de la EM, destacan dos planteamientos. El primero es el denominado paradigma ecléctico a través del cual su promotor, Dunning (1979, 1981), trató de aglutinar las diversas explicaciones parciales existentes en torno a tres condiciones que deben satisfacerse para que la empresa se comprometa en la IDE (Dunning, 1979, p.275): 1) La empresa debe poseer ventajas en propiedad sobre las empresas de otros países, que generalmente toman la forma de posesión de activos intangibles; 2) Asumiendo que se satisface la primera condición, deben existir ventajas de internalización, esto es, beneficios para la empresa si explota internamente sus ventajas en lugar de cederlas a terceros a través de licencias u otros acuerdos; 3) Suponiendo que las dos condiciones anteriores se satisfacen, debe existir alguna ventaja de localización que haga para la empresa más beneficioso utilizar las anteriores ventajas conjuntamente con algún factor situado en el país de destino, ya que si no, podría optar por la exportación en lugar de por la IDE. La segunda de las aportaciones tuvo su origen en los estudios efectuados en la Universidad de Uppsala con algunas empresas suecas. Plantea la internacionalización como un proceso evolutivo en sucesivas fases a través de las cuales la empresa desarrolla los conocimientos necesarios que le permiten incrementar su compromiso con los mercados exteriores. Johanson y Vahlne (1977, p.24) argumentan que “típicamente, las empresas empiezan exportando a un país vía algún agente, más tarde establecen una subsidiaria de ventas, y finalmente, en algunos casos, comienzan a producir en el país de destino”. LA EMPRESA DE LA COMUNIDAD VALENCIANA ANTE EL RETO DE LA GLOBALIZACIÓN Como señalan Dalmau, De Miguel y Miquel (1993, p.15) “la industria de la Comunidad Valenciana se caracteriza por la escasa dimensión de las empresas”9. (...) “En consecuencia, su capacidad para competir en mercados globales es limitada, y sólo el ingenio y el espíritu emprendedor justifican una posición exportadora bastante aceptable”. Pese a esta realidad, nuestro tejido empresarial no debe ser ajeno al fenómeno de la globalización que hemos esbozado en los apartados anteriores. Si bien encontramos en nuestra Comunidad algunos ejemplos de empresas que se han comprometido con la IDE, una gran parte de ellas son PYMES que, aunque con tradición exportadora, lógicamente encuentran dificultades para una mayor apertura internacional. Como afirma Castañer (1994, p.5), “la internacionalización comporta la creación de un equipo de representantes, la presencia en ferias e inversiones en publicidad que, en conjunto, suponen una inversión económica inalcanzable para las PYMES”10. No obstante, coincidimos con Alonso y Donoso (1996a, p.193) cuando aseguran que “la internacionalización ha dejado de ser una estrategia reservada a las grandes unidades multinacionales, para convertirse en una estrategia accesible para un amplio segmento de las PYMES, que pueden modular más fácilmente sus niveles de compromiso internacional de acuerdo con las capacidades y recursos que les son propios”11 . En este sentido, Churruca, Barrutia y Landeta (1995, pp.31-32) destacan algunas potencialidades de la PYME que le pueden permitir desenvolverse con éxito en el nuevo entorno global: su elevado grado de flexibilidad, el acceso a nuevas formas de distribución en el exterior (acuerdos contractuales, infraestructuras de asociaciones sectoriales y alianzas) y la motivación e ingenio que son capaces de desplegar ante su limitación de recursos y la presión competitiva. La afirmación anterior ha sido corroborada recientemente por Cazorla (1996, p.97) quien, a partir de un estudio empírico sobre la IDE en países en vías de desarrollo realizada por una serie de empresas españolas de reducida dimensión12 , llega a la conclusión de que “la inversión directa constituye una opción estratégica al alcance de la pequeña y mediana empresa industrial española”. De este trabajo se extrajeron además dos interesantes conclusiones adicionales. Por un lado, se trataba mayoritariamente de empresas líderes en su sector, que habían basado su éxito internacional en muchos años de experiencia en el mercado doméstico. Por otro, muchas de ellas habían logrado su dimensión internacional de forma gradual, es decir, adoptando con el tiempo y en función de su experiencia acumulada, fórmulas institucionales cada vez más complejas, aunque sin seguir sucesivamente las distintas etapas sugeridas por la teoría de las fases de desarrollo. Este mayor protagonismo de las PYMES en los procesos de internacionalización puede verse favorecido por tres cambios importantes del entorno (Alonso y Donoso, 1996a, pp.193194): 1) Las nuevas condiciones competitivas que exigen a la empresa, con independencia de su tamaño, una consideración estratégica del entorno internacional; 2) La proliferación de nuevas formas de acceso a los mercados internacionales, fundamentalmente mixtas y contractuales, que permiten desplegar las capacidades competitivas de un modo más ágil y flexible; 3) De acuerdo con lo anterior, el proceso de internacionalización ya no se sustenta, en exclusiva, en los recursos y capacidades propios de cada empresa, por lo que las vías directas de proyección internacional han dejado paso a nuevos métodos de cooperación que permiten conseguir los recursos necesarios. Somos conscientes de que la alternativa de la exportación, aunque presenta un menor grado de control sobre las operaciones extranjeras y un menor potencial de beneficios, supone un menor compromiso de recursos y riesgos que otras estrategias de entrada (Jarillo y Martínez, 1991, p.92), por lo que es más apropiada para las empresas de menor dimensión. No obstante, la globalización económica que hemos planteado en este trabajo conlleva tanto una serie de oportunidades potenciales en otros países como la amenaza de competidores -en muchos casos empresas multinacionales- procedentes de otras localizaciones más favorables. Por ello, a la empresa le puede resultar conveniente mirar al exterior con un horizonte temporal más largo que el que denota una orientación meramente exportadora. En dicho proceso, dadas las características peculiares de nuestras empresas, el papel de las estrategias regionales puede ser de vital importancia. En este sentido, para Alonso y Donoso (1996b, p.138) cualquier programa de apoyo a la actividad exterior de la empresa debe perseguir siete objetivos: 1) Incrementar la probabilidad de exportar de aquellas empresas con potencial que todavía no lo hacen; 2) Aumentar la regularidad exportadora de las que ya exportan, para que doten a sus operaciones exteriores de un carácter más permanente; 3) Elevar el nivel de compromiso de las empresas que ya han iniciado su proceso de internacionalización; 4) Estimular las adaptaciones organizativas de la empresa; 5) Promover un cambio de actitudes y aptitudes del management, potenciando los aspectos relacionados con el exterior; 6) Prestar especial atención a las PYMES, y; 7) Fomentar una imagen del país (en nuestro contexto región) adecuada, en aras de fortalecer la competitividad de sus empresas en los sectores más dinámicos y complejos. Al respecto, las estrategias territoriales deben avanzar en el tercero de los anteriores objetivos, potenciando todas aquellas medidas tendentes a incentivar la internacionalización de las empresas, no sólo desde el punto de vista comercial, sino también de sus actividades productivas. Entre ellas destacan: ayudas financieras para el establecimiento en el exterior, ya sea de manera individual o conjunta; medidas fiscales que eliminen obstáculos a la IDE y que traten de equipararla a la inversión doméstica; asesoramiento e información sobre los potenciales países de destino; programas de formación que capaciten al capital humano para desenvolverse en el exterior; etc. CONCLUSIONES Entre las distintas causas que pueden llevar a la internacionalización de la empresa encontramos el acentuado proceso de globalización en el que se están viendo inmersos muchos sectores económicos. Este fenómeno se ve reforzado por la propia empresa si, al realizar IDE, se convierte en una EM. La globalización tiene importantes consecuencias para todas las empresas, independientemente de su tamaño. En este sentido, las empresas de la Comunidad Valenciana no pueden ser ajenas al mismo, debiendo replantear sus procesos de internacionalización en busca de fórmulas que vayan más allá de los simples vínculos comerciales. Dada la importancia que las PYMES tienen en nuestro entramado empresarial, y sus dificultades inherentes, las estrategias regionales deben hacer más hincapié en todas aquellas medidas tendentes a incentivar su proyección internacional, especialmente las destinadas a fomentar, en la medida en que las condiciones de cada empresa lo permitan, estrategias de entrada que trasciendan de la mera exportación. La IDE no es inalcanzable para este tipo de empresas si, por ejemplo, se realiza en forma conjunta, va dirigida a países con un menor nivel de desarrollo y se llega a ella a través de un proceso gradual. BIBLIOGRAFÍA Alonso, J. A. y Donoso, V. 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NOTAS FINALES 1 Los dos últimos (restricciones legales y obstáculos a la IDE) integran el denominado riesgo político. Haciendo abstracción de la estrategia de entrada elegida por la empresa (ya que algunos de ellos son causantes de la modalidad concreta de IDE), nos apoyaremos en las propuestas de Canals (1991, pp.138-143), Menguzzato y Renau (1991, pp.275-276), Jarillo y Martínez (1991, pp.63-67) y Ventura (1994, pp.236-240). 3 Al respecto, Durán Herrera (1977, pp.50-51) señala que una localización cercana a los consumidores proporciona flexibilidad a la empresa ante cambios en la demanda, garantiza seguridad de suministro a aquéllos y evita la pérdida de oportunidades frente a los competidores. 4 Como apunta Jarillo (1992, p.12), “no se puede competir en un mercado por debajo del tamaño mínimo eficiente, a no ser que se tenga alguna otra característica especial (diferenciación, etc.)”. 5 El efecto experiencia constituye una generalización del efecto aprendizaje y se refiere, siguiendo a Fernández (1993, p.176), a una reducción de los costes unitarios de producción conforme aumenta el volumen de producción acumulada. Como señalan Claver et al. (1996, p.140), esta reducción “no corresponde sólo al área de producción, sino a las restantes áreas empresariales generadoras de valor añadido”. 6 En este contexto se sitúa lo que Ohmae (1991) denomina “el poder de la Triada” para hacer referencia al triple epicentro de la economía mundial: EE.UU., Europa y Japón. 7 Durán Herrera (1984, p.9) señala que una EM es aquella “que gestiona y controla actividades (de producción, comercialización-distribución y financiación) en más de un país, es decir, aquella empresa involucrada en la producción de bienes y servicios en el exterior y que, en consecuencia, opera en los mercados de factores y de productos en varios países”. Por tanto, asumiremos que una empresa se comportará como una verdadera multinacional cuando haya optado por la IDE como estrategia de entrada en los mercados exteriores, en detrimento de otras alternativas como la exportación o el establecimiento de acuerdos contractuales. 8 Por otro lado, la estrategia de operación que siga una empresa en el ámbito internacional también puede favorecer la globalización. En este sentido, el seguimiento de una estrategia global, en lugar de una multidoméstica, contribuirá al proceso globalizador. Por ello, como afirma Porter (1986, p.44), “las fuerzas subyacentes en la globalización se han reforzado a sí mismas. La globalización de la estrategia de las empresas ha contribuido a la homogeneización de las necesidades de los compradores y de las prácticas de los negocios”. 9 Según datos del INE (1996, pp.264-265), de las 250.250 empresas existentes en la Comunidad Valenciana en el año 1996, sólo 1.725 tenían más de 50 empleados. 10 Otros obstáculos para la adaptación de las PYMES al nuevo entorno económico pueden ser: un estilo de dirección enfocado al corto plazo, la insuficiente incorporación de nuevas tecnologías, unas inadecuadas estructuras financieras, una baja cualificación del personal, una escasa atención a los mercados internacionales, etc. (Soto, 1994, p.71). 11 Por su parte, Solberg (1991, p.9) también defiende que el tamaño no es un obstáculo insalvable para salir al exterior, llegando a afirmar incluso que “las organizaciones más flexibles y pequeñas de las PYMES favorecen el libre flujo de información y facilitan la incorporación de actitudes internacionales productivas en la organización”. 12 En este trabajo fue estudiada una muestra de empresas transformadoras españolas con un número de trabajadores igual o inferior a 500, de las cuales un 36 por cien tenía menos de 50. 2