Vigencia del decreto con Fuerza de Ley del Contrato de

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Vigencia del decreto con Fuerza de Ley del Contrato de
Seguro
Sobre el particular me permito indicarle que el Decreto con Fuerza de Ley del
Contrato de Seguro entró en vigencia a partir de su publicación en la Gaceta
Oficial de la República Bolivariana de Venezuela número 5.553 Extraordinario de
12 de noviembre de 2001; de acuerdo a lo establecido en su disposición final y en
consecuencia a partir de esa fecha las disposiciones de carácter imperativo son
aplicables a las relaciones contractuales que surjan a partir de ese momento;
adicionalmente el artículo 52 del referido texto legal establece la posibilidad de
que: "Si durante la vigencia del contrato fueren modificadas, por disposición de las
autoridades competentes, las pólizas de un determinado ramos de seguro o
algunas de sus cláusulas, el tomador podrá exigir que el contrato sea continuado
bajo las nuevas condiciones. Si en virtud de éstas se impusieren a la empresa de
seguros prestaciones mayores, el tomador deberá pagar el eventual aumento de
prima por el período a transcurrir.", las cuales pueden ser acogidas por el
asegurado.
El problema que se plantea es entonces un caso de aplicación de la Ley en el
tiempo. En efecto existen ciertas circunstancias en las cuales se puede uno
encontrar frente al problema de precisar la norma aplicable a una determinada
situación jurídica, y justamente eso puede ocurrir con la existencia de una ley
nueva. Cuando aparece una nueva norma jurídica es preciso determinar su
alcance con respecto a los hechos realizados o a las situaciones existentes antes
de su sanción. En otros términos, se hace necesario precisar el campo de
aplicación del nuevo orden jurídico: si éste rige hacia el pasado, si solamente mira
el futuro o si comprende algunas situaciones nacidas bajo la vigencia del sistema
anterior, pero que no han producido todavía sus efectos cuando el nuevo aparece.
En principio, las normas jurídicas rigen para el futuro. Si solamente son
obligatorias desde el momento en que son o pueden ser conocidas, es lógico
llegar a la conclusión de que las normas no pueden alterar o modificar los hechos
producidos antes de su vigencia, eso es lo que se llama irretroactividad de la ley.
Puede sostenerse, sin embargo, que existe un interés social en que los nuevos
preceptos jurídicos reciban la más amplia aplicación posible. Si éstos deben
suponerse mejores, más justos o adecuados al bien común, es razonable llegar a
la conclusión de que conviene asignarles vigencia para todos los casos, aun
haciendo retroceder sus efectos hacia el pasado.
Una norma jurídica puede tener efecto inmediato cuando se aplica a todos los
hechos que se produzcan después de su publicación, y a todas las consecuencias
jurídicas de los hechos anteriores, siempre que estas consecuencias aparezcan
después de estar en vigencia la norma. Pero también puede una norma jurídica
disponer que ha de aplicarse respecto de hechos ya realizados, alterando lo que
se ha ejecutado bajo el régimen anterior y esto es lo que se llama efecto
retroactivo.
El problema de la retroactividad de la ley se plantea sobre todo cuando un acto,
realizado de acuerdo al sistema vigente, va a ser juzgado o a producir efectos
después de surgido un nuevo orden jurídico.
Actualmente, esta Superintendencia de Seguros ante la entrada en vigencia de
una nueva normativa en materia de seguros, considera conveniente aclarar las
interrogantes que puedan surgir ante el problema sobre cual es la ley aplicable a
los efectos futuros de aquellos hechos que ocurrieron estando vigente la ley
anterior.
El terreno que plantea más confusiones es el relativo al recién aprobado Decreto
con Fuerza de Ley del Contrato de Seguro, el cual por tratarse de disposiciones de
orden público y de carácter imperativo, no existen dudas que los efectos jurídicos
de situaciones o hechos ocurridos con anterioridad se regirán por éste.
Tal posición es la sostenida por Joaquín Sánchez Covisa, en su obra "La Vigencia
Temporal de la Ley en el Sistema Jurídico Venezolano" , quien señala
expresamente que "...Los efectos jurídicos que se produzcan con posterioridad a
la entrada en vigor de una nueva ley y que se deriven de hechos anteriores a ella,
quedan sometidas a la nueva ley, en lo que ésta contiene normas de orden
público...", en otras palabras "Una nueva ley se aplicará o no a las relaciones en
curso, según sus preceptos sean o no de orden público, es decir, según no sean
modificables por la voluntad de los particulares.".
La puesta en vigor de una norma de orden público significa que un nuevo
concepto objetivo de justicia es exigencia imperiosa de la colectividad en un
determinado sector de la vida social, lo que trae como consecuencia que las
relaciones existentes se vean afectadas en sus efectos futuros, en virtud de que lo
objetivamente justo no puede dejarse de aplicar porque trastorne los cálculos
actuales o pasados de las voluntades de los particulares, ya que por ser una
expresión del interés colectivo debe regir de forma absoluta.
Con ello lo que se pretende aclarar es que aquellas leyes que tengan carácter de
orden público deben aplicarse inmediatamente, sin que ello implique una violación
del principio de irretroactividad de la ley.
Otra de las teorías que más se ha difundido debido a que se aboca a estudiar el
problema que nos ocupa es la llamada "de los derechos adquiridos" atribuido a
Blondeau y Merlín, expuestos fundamentalmente por Demolombe y luego
reelaborada por distintos autores. De acuerdo con esta teoría, la aplicación de una
ley es retroactiva cuando con ella se lesionan los derechos adquiridos. Parte de
una distinción entre Derechos Adquiridos y Expectativas de Derechos. Los
primeros son aquellos que han entrado definitivamente a formar parte del
patrimonio del sujeto, o han dado origen a una situación jurídica definitivamente
consolidada, mientras que las expectativas son simples esperanzas de que se
produzca un determinado efecto jurídico. De acuerdo con esta teoría, las leyes
que afectan a los derechos adquiridos son retroactivas, mientras que no lo son
cuando inciden sobre simples expectativas o esperanzas de derechos. El ejemplo
clásico es el de la herencia: una ley puede modificar el orden sucesorio cuando no
ha muerto todavía el causante, pues sus presuntos herederos no tendrían sino
una esperanza de sucederle; pero no podría, en cambio, sin ser retroactiva, alterar
los efectos de una sucesión ya abierta.
En ese orden de ideas, para que no exista retroactividad en el sentido de que la
nueva ley puede afectar la existencia de los supuestos de hecho verificados con
anterioridad a su entrada en vigencia, bastará analizar el momento en que se
verifica el supuesto de hecho (hecho, acto o negocio jurídico) o en que se verifica
el último elemento constitutivo del supuesto de hecho. Según sea tal momento
anterior o posterior a la vigencia de una nueva ley, regirá, para juzgar la existencia
jurídica del hecho, la ley anterior o la ley posterior. La nueva ley se encuentra en
un caso frente a una simple expectativa de derecho y en otro caso frente a un
auténtico derecho adquirido, que debe respetar forzosamente si no quiere incurrir
en retroactividad (Sánchez Covisa Joaquín, La Vigencia Temporal de la Ley en el
Sistema Jurídico Venezolano).
Para la determinación del tiempo en que han tenido lugar tales actos o supuestos
de hecho (lo que es necesario para deducir la ley aplicable) es preciso atender al
instante en que se ha verificado el último elemento constitutivo. Si todos los
elementos constitutivos se han verificado en momentos sucesivos se tomará en
cuenta para su validez el momento en que se ha producido el último de ellos.
Pues bien, una nueva ley incide en los efectos contractuales y, además, a los
efectos más directamente previstos por las partes. Si imaginamos que la ley nueva
no se aplicará en ningún caso a los efectos futuros de los contratos anteriores a su
vigencia, habríamos de llegar a la conclusión inaceptable de que la voluntad de los
particulares, celebrando contratos de larga duración, podría burlar la aplicación de
leyes que se promulguen en el futuro y que respondan a una convicción general
de justicia o a un urgente interés nacional. Ello equivaldría a utilizar el derecho
adquirido como un refugio del egoísmo individual frente a las exigencias del
interés colectivo. El derecho adquirido no sería el respeto a la legalidad pasada,
sino una hipoteca sobre la voluntad del legislador futuro.
Por otro lado, es pertinente señalar que el Decreto con Fuerza de Ley del Contrato
de Seguros es claro al indicar que la obligatoriedad del mismo se derivará de su
publicación en Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, no
estableciendo ninguna excepción que retarde su vigencia, lo cual es característico
de nuestro sistema positivo que identifica el momento de la publicación con el de
la vigencia, por lo tanto en vista de que el legislador no dispuso ninguna
disposición transitoria que estableciera una vacación legislativa específica, este
marco normativo pasa a ser conocido por todos y entra a regular en forma
inmediata las relaciones en curso y las que se formen en lo sucesivo.
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