LA EXPANSIÓN AGRÍCOLA BONAERENSE Y LA CONSOLIDACIÓN DE LAS RELACIONES CAPITALISTAS A TRAVÉS DEL MATERIAL CENSAL (1890-1914) Pablo Volkind (CIEA-UBA-CONICET) El período comprendido entre 1890 y 1914 estuvo caracterizado por una gran expansión de la agricultura en nuestro país, proceso íntimamente vinculado con la plena inserción en el mercado mundial, la penetración del capital monopolista extranjero y el predominio y consolidación de las relaciones capitalistas en el agro pampeano. Dicho proceso asumió particulares características producto de la configuración económico, política y social que se fue consolidando, de las clases que lograron hegemonizarlo y de las trabas que se sucedieron para poder conformar un mercado nacional en función de un desarrollo autónomo y autosustentado. En este sentido el objetivo del trabajo es aportar elementos, planteos e interrogantes sobre esta difícil y compleja problemática a partir del análisis de los datos censales. La propuesta es poder avanzar en la cuantificación del fenómeno tomando las variables vinculadas a la maquinaria disponible y puesta en uso, la producción granífera y las relaciones sociales que se fueron desarrollando en la Provincia de Buenos Aires. Se buscará, asimismo, identificar los alcances y los límites que surgen del trabajo con el material censal y estadístico que, si bien es una imprescindible fuente de información, no deja de presentar un sinnúmero de disparidades en sus criterios de elaboración que dificultan –por momentos- el seguimiento de un proceso a lo largo de los años. LA EXPANSIÓN DEL ÁREA SEMBRADA EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Aunque la actividad no se inició en la segunda mitad del siglo XIX, fue recién en ese período cuando comenzó a darse un acentuado crecimiento del área sembrada en la región pampeana. Este proceso se vio impulsado por la colonización emprendida en Santa Fe hacia la década de 1850. Estimulada en un primer momento por el Estado Provincial rápidamente dio paso a la colonización “privada”, modificación que trajo aparejada la pérdida del impulso poblador que había adquirido en un inicio debido al aumento del precio de las parcelas y a las menores ventajas otorgadas a los nuevos colonos en función de facilitarles su afincamiento y prosperidad. Pero fue recién a partir de la segunda mitad de la década de 1890 cuando la agricultura pasó a tener un rol esencial en la estructura productiva de la región vinculada a la puesta en producción de cientos de miles de hectáreas en la Provincia de Buenos Aires. Este “boom” agrícola estuvo asociado, esencialmente, a dos procesos: la necesidad de refinar el ganado a través del mejoramiento de las pasturas y el aumento de la demanda mundial de cereales y lino. El poblamiento de las zonas rurales y la consiguiente expansión de la agricultura estuvieron signados por el predominio del arrendamiento, que se desarrolló en un proceso concatenado con las transformaciones pecuarias operadas al impulso del crecimiento y consolidación de la industria frigorífica para la exportación. Cuadro 1: Hectáreas cultivadas con trigo, maíz y lino en diversas provincias de la región pampeana en 1895 y 1914 Provincias 1895 1914 Trigo Maíz Lino Total Trigo Maíz Lino Total Buenos Aires 367.446 689.007 64.756 1.121.209 2.302.763 1.656.070 332.872 4.291.705 Santa Fe 1.030.898 185.898 266.606 1.483.402 1.009.814 1.254.966 569.542 2.834.322 Entre Ríos 292.108 72.721 19.665 384.494 321.253 85.339 396.754 803.346 Córdoba 293.700 95.217 35.877 424.794 2.003.968 608.048 439.941 3.051.957 La Pampa 370 2.765 3.135 888.258 62.380 20.673 971.311 Total 1.984.522 1.045.608 386.904 3.417.034 6.526.056 3.666.803 1.759.782 11.952.641 Argentina Total 2.049.683 1.244.182 387.324 3.681.189 6.601.744 3.963.294 1.776.334 12.341.372 Fuentes: Censos Nacionales de 1895 y 1914. En los inicios del siglo XX, Buenos Aires se transformó en la principal productora de cereales y lino, proceso que estuvo estrechamente vinculado con el desarrollo acelerado de las líneas ferroviarias, la construcción de puertos, la afluencia masiva de inmigrantes que en su gran mayoría se afincaron en la región pampeana y con la creciente importación de maquinaria agrícola, proveniente esencialmente de Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. 1 LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN Hacia fines de siglo XIX se registraba la existencia en el país de un importante parque de maquinaria agrícola, que fue incrementándose en consonancia con la expansión de los cultivos. Sin embargo, una porción significativa de estas herramientas finalizaban su recorrido en Buenos Aires generando una significativa concentración en dicha provincia, especialmente de las más costosas. Es así como para 1908 podemos advertir que el 44,9% de las trilladoras y el 75% de las cosechadoras se encontraban en este distrito. Las herramientas más extendidas entre los productores agrícolas eran los arados, seguidos por las segadoras que se utilizaban para “levantar”, esencialmente, trigo y lino, dado que la juntada del maíz se hacia manualmente. Estos implementos, que eran los de menor costo, les permitían a los pequeños productores llevar adelante diversas tareas en sus explotaciones utilizando sólo mano de obra familiar -salvo en la época de cosecha-, donde generalmente se requería la contratación de trabajo asalariado. Diferente era la situación con respecto a las trilladoras y posteriormente con las cosechadoras. Estas máquinas no sólo eran mucho más costosas que las anteriores, sino que requerían una importante cantidad de trabajadores -algunos de ellos con cierto nivel de instrucción- para su puesta en producción. En su gran mayoría eran adquiridas por empresarios, grandes terratenientes o comerciantes que las ofrecían para cumplir esa tarea específica en los momentos del año en que eran requeridas. En cuanto a los implementos que requería la cosecha –momento clave del proceso productivo- se puede advertir una disminución paulatina en el número de segadoras, inversamente a lo que sucedía con las segadoras-atadoras y principalmente con las espigadoras que fueron reemplazando a la primeras en la tarea se levantar los cultivos. La explicación de este fenómeno podría vincularse con las formulaciones del agrónomo Renom, quien plantea: “hasta hace muy poco tiempo, la cosecha de los cereales de invierno (trigo, cebada, avena) se realizaba por un procedimiento único: el corte de las plantas con segadoras-atadoras. […] El precio excesivo del hilo y los salarios de los obreros influyeron en su reemplazo por la espigadora “.1 Otro aspecto está relacionado con el origen de estos implementos. Si bien existían herramientas de fabricación nacional desde fines del siglo XIX elaboradas, por ejemplo, por Schneider en la Colonia Esperanza o las producciones de Juan Istilart, quien hacia 1910 fabricaba trilladoras y la posterior construcción de cosechadoras nacionales; estas maquinarias de origen local no parecieran haber tenido un peso significativo en el mercado argentino. Por lo menos eso es lo que surge de los registros y comentarios de algunos ingenieros agrónomos que realizaban informes para el Ministerio de agricultura sobre la mecanización de la producción agrícola, donde se enfatizaba la procedencia extranjera de trilladoras, cosechadoras, segadoras o espigadoras. Los implementos utilizados en el campo mayormente pertenecían a firmas como “Crescent” o “Deering”. Tal parece haber sido el peso de las extranjeras, que en el censo de 1908, junto al término “cosechadoras” figura la palabra “australianas” dando cuenta no sólo de una denominación extendida sino también de la procedencia. En torno al incremento registrado en los censos en el rubro de maquinaria agrícola existen diversas interpretaciones que intentan dar cuenta de su causalidad. Por un lado, están aquellos que plantean que la incorporación creciente de estos instrumentos habría respondido a la necesidad de reemplazar mano de obra que resultaba cada vez más costosa producto de su escasez en relación a la alta demanda en períodos de cosecha. Por el otro, están los que enfatizan el hecho de que la agricultura nació mecanizada y que esto no se vinculaba con valor de la fuerza de trabajo, sino con la imposibilidad que existía de poner en producción estas enormes extensiones y atender a la demanda del mercado mundial si no se incorporaban estas herramientas a la producción granífera. Sin embargo, tanto los registros de la época como las posteriores explicaciones, poco nos dicen acerca de cómo se distribuían o quiénes las poseían. Tampoco nos brindan mayores indicios sobre la relación entre las diversas escalas de explotaciones y los grados y ritmos de tecnificación, ni de los cambios operados en la rentabilidad de las parcelas a partir de su adquisición. Concentrando nuestra atención en los campos bonaerenses, detectamos una dificultad que surge de la información censal. En los relevamientos efectuados en estos períodos no aparece detallado el origen y las características de los diversos implementos. Por lo tanto, que en 1888 figuren 54.868 arados y en 1895 65.911 -lo que resulta a razón de casi 2 arados por explotación- nada indica acerca del tipo de arado, su “modernidad” o su rendimiento “pero cabe suponer que fueran mayoritariamente de una reja y de mancera”.2 Situación similar se registra si uno divide, por ejemplo, los implementos para cosechar por la cantidad de hectáreas sembradas con lino, trigo y alfalfa en Buenos Aires. De 1 Renom, Jorge. (1913). Máquinas de cosecha. Informe presentado al Ministro de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires. La Plata: Taller de impresiones oficiales. 6. 2 Giberti, Horacio; Sesto Carmen y Affonso, Natalio (1999). Agricultura y ganadería en Pergamino 1895. I Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios, Buenos Aires. 2 esta operación se puede desprender la idea de que todos los productores poseían las herramientas necesarias para llevar adelante las labores con los óptimos implementos y en el tiempo y forma requeridos. Sin embargo, es dable suponer que si una proporción significativa eran arrendatarios, que debían trasladarse una vez finalizado su contrato y que estaban expuestos a las enormes exacciones que les efectuaban tanto los terratenientes, los comerciantes, los ferrocarriles y las casas exportadoras, difícilmente hayan logrado acumular un capital suficiente que les permitiese acceder a cierto tipo de maquinaria. 3 Entendemos, por esta razón, que elaborar interpretaciones acerca de la modernidad del agro pampeano sustentadas sólo en este elemento cuantitativo puede conducir a equívocos dado que poco indican sobre sus aspectos cualitativos. Por último, es importante señalar que del análisis de los censos emerge otro aspecto que debe ser atendido. Este se refiere al subregistro que podría existir de determinados implementos. Como sólo se contabilizaban las existencias en las explotaciones, es probable que el número de trilladoras, cosechadoras o desgranadoras estén por debajo de sus cantidades reales debido a que en su mayoría estas máquinas pertenecían a contratistas y no se encontraban en los campos. Esto se ve muy condicionado, también, por las fechas en que fueron efectuados los relevamientos y su coincidencia o no con los momentos de mayor utilización de maquinarias. El censo de 1888 se llevó a cabo en el mes de octubre, el de 1895 en mayo, el de 1908 en mayo y el de 1914 en junio. Pero como contrapeso a esta tendencia, encontramos que la cantidad de cosechadoras registradas en 1914 está sobredimensionada producto de una confusión de los encargados de “levantar en censo” entre la segadora y la corta trilla. Análisis más cuidadosos arrojan cifras significativamente menores a las presentadas en el Tercer Censo nacional. 4 Cuadro 2: Existencia de maquinaria agrícola en Provincia de Buenos Aires y Argentina en 1888, 1895, 1908 y 1914 1888 1895 1908 1914 Bs. As. Arg. Bs. As. Arg. Bs. As. Arg. Bs. As. Arg. Arados 54.868 160.693 65.911 272.278 111.232 368.172 143.626 500.132 Segadoras 7.173 16.669 14.009 36.197 20.367 33.381 8.436 23.677 Sega-atadoras 16.405 25.663 Rastrillos 3.495 14.304 71.690 10.407 28.188 18.199 52.434 Trillad. a vapor 324 818 705 2.851 2.185 4.862 3.362 7.925 Cosechadoras 1.912 2.523 7.302 8.444 Rastras 21.909 63.571 165.304 84.340 223.470 Locomóviles 384 Espigadoras 9.746 32.582 15.026 49.241 Desgranadoras 7.966 21.031 17.339 43.774 Sembradoras 18.331 42.056 33.193 82.607 Fuente: Censos Provincial agrícola-ganadero de 1888 y Censos Nacionales y Agropecuarios de 1895, 1908 y 1914. LA FUERZA DE TRABAJO La información disponible nos permite realizar una aproximación a ciertas características de la fuerza de trabajo que hicieron posible la expansión agrícola. Sin embargo, es en este punto donde la disparidad en los registros de los diversos censos torna más dificultosa la tarea. Tomando como unidad de análisis a la Provincia de Buenos Aires, encontramos que en el censo de 1888 existen mayores precisiones en relación a la fuerza de trabajo rural ya que señala cantidad de trabajadores permanentes, cantidad de transitorios y cuantifica la mano de obra familiar. En cambio para 1895 no hay registro alguno sobre este tema y sólo puede lograse una aproximación a través de la distinción entre población urbana y rural. En el censo de 1908 se registraron los permanentes y transitorios, 3 Jules Huret (testigo de aquella época) comenta refiriéndose a las de origen australiano que “estas admirables máquinas presentan, sin embargo, tres inconvenientes. En primer lugar, cuestan cuatro mil francos; exigen además, para su funcionamiento, que el trigo este muy duro y muy seco, pues la menor humedad del grano hace que fermente en los sacos y se eche a perder. Por último, las piezas de recambio son caras, y difíciles de encontrar. Si una pieza se rompe o se pierde y se está lejos de todo centro comercial hay que paralizar las faenas de la recolección.” Huret, Jules. (1988). De Buenos Aires al Gran Chaco. Buenos Aires: Hyspamerica. Tomo II. 202-203. 4 Estimaciones realizadas por Eduardo Sartelli indican que la cantidad de trilladoras para 1914 podría estar alrededor de 3377 producto de que se computan muchas segadoras como cosechadoras. Sartelli, Eduardo. (1997). Rios de oro y gigantes de acero. A propósito de tecnología y clases sociales en la región pampeana (1870-1940). En Razón y Revolución 3. 3 diferenciando entre hombres, mujeres y niños, pero no se especificó si los permanentes se referían a trabajadores asalariados o familiares del arrendatario o aparcero. Y en el caso de 1914 se diferenció entre el trabajo familiar y el asalariado (peón) pero no se mencionó a los transitorios. En este sentido, emergen con mucha claridad las dificultades que surgen del trabajo con este tipo de material disponible ya que es escaso y posee poca conectividad entre un año y otro, generando una masa de información incompleta y deficiente. Estas disparidades son las que han dificultado la posibilidad de elaborar estimaciones más exactas sobre la evolución y peso del trabajo asalariado en las tareas agrícolas. Sin embargo se puede advertir que el crecimiento del área sembrada y del volumen de granos exportados requirió necesariamente una mayor cantidad de hombres destinados a las tareas de siembra, cosecha, transporte y estiba. Y estas labores fueron llevadas adelante, de manera creciente, por jornaleros u obreros mensuales, que en su gran mayoría cumplían tareas temporarias. Algunos autores han calculado que el número de trabajadores transitorios que se requerían para levantar la cosecha en la región pampeana rondaba los 300.000 hombres.5 Entendemos que estos cálculos son útiles y necesarios aunque se vean dificultados por la estacionalidad del trabajo y por la no simultaneidad de todas las labores. La cosecha requería la mayor cantidad de trabajo, pero esta a su vez variaba en tiempo y forma en función de cada tipo de cereal u oleaginosa y de la zona en la que estaba ubicado el campo. Así las tareas vinculadas a la “levantada” del trigo estaban más mecanizadas y en general se realizaban entre mediados de diciembre a mediados de enero (aunque se cosecha más temprano al norte y más tarde al sur de la provincia); mientras que en el maíz, la juntada era manual (lo que requería una mayor cantidad de mano de obra) y se realizaba entre marzo, abril y a veces también en mayo. 6 La clasificación según el sexo y la edad de los trabajadores sugiere otros tópicos para la indagación. Tanto en 1908 como en 1914 están diferenciados los hombres, de las mujeres y los niños, ya sean estos transitorios, permanentes, familiares o peones. Sin embargo a la hora de remunerar las tareas cabe el interrogante acerca de a quiénes se les abonaba un salario y a quiénes no. Por ejemplo, ¿qué sucedía con los niños que realizaban una variada gama de actividades en el campo? En muchos casos al contratar al hombre éste se instalaba con toda su familia y de esa manera por el costo de uno el contratante se beneficiaba con el trabajo de 4 o 5 personas. Interrogantes que quedan planteados y que entendemos, merecen ser profundizados. La forma en que era remunerado el trabajo es otro factor de análisis. Si bien una parte se abonaba en dinero, otra estaba representada por la comida que se les brindaba. Esta realidad se encontraba registrada no sólo en algunos censos sino que también emergía de los pliegos de reivindicaciones en los momentos de conflicto. No sólo se exigían mayores salarios, mejoras en las condiciones de trabajo, disminución de las jornadas o reconocimiento de las organizaciones sindicales sino también una mejoría en la calidad de la alimentación brindada por el “patrón”. ¿Quiénes contrataban mano de obra asalariada? Los contratistas de maquinarias, los campesinos medios y ricos, esencialmente para las cosechas, los comerciantes cerealistas, los propietarios de carros. Las tareas que se mencionan incluyen aquellas que se realizan directamente dentro del campo y otras que estaban estrechamente vinculadas como la de los carreros y los estibadores. Pero cabe aquí una puntualización que se refiere al peso que tenía el aporte de fuerza de trabajo asalariada en cada una de las actividades mencionadas. No era lo mismo un empresario de trilladoras que contrataba más de 20 obreros por máquina y que no participaba directamente de la puesta en producción que un productor chico o mediano que encaraba junto a su familia las diversas tareas del campo y contrataba algunos trabajadores para poder hacer frente a determinadas labores. Esto nos está dando cuenta de una compleja trama de relaciones que se conjugan y dan forma a múltiples contradicciones en el campo argentino. Cuadro 3: Trabajadores en las EAPs agrícolas de la Provincia de Buenos Aires en 1888 Trabajadores % s/total Trab. Transitorios Trab. Perma familiar Trab. Perma asal s/m Trab. Perma asal c/m Total trab. Permanentes Total trabajadores 219.500 99.102 6.739 74.811 81.550 400.152 54,85 24,77 1,68 18,70 100 Fuente: Censo agrícolopecuario de la Provincia de Buenos Aires de 1888. 5 Sartelli, Eduardo. (1993). Buenos Aires: la ciudad desde la campaña de comienzos de siglo. X Jornadas de Historia de la Ciudad de Buenos Aires “Pensar la Ciudad”. 6 Montanari, Moldo (1923). Manual de Agricultura. Buenos Aires: Imprenta Felipe Gurfinquel. 212 y 345. 4 Cuadro 4: Trabajadores permanentes y transitorios en EAPs agrícolas de la Provincia de Buenos Aires en 1908 % sobre Trabajadores total Permanentes hombres 82.368 Permanentes mujeres 30.203 Permanente niños 32.979 Totales permanentes 145.550 36,81 Transitorios Hombres 226.328 Transitorios mujeres 11.647 Transitorios niños 11.903 Totales transitorios 249.878 63,19 Total trabajadores 395.428 Fuente: Censo Agropecuario Nacional de 1908. Cuadro 5: Trabajadores rurales de la Provincia de Buenos Aires en 1914 Personas que viven en la explotación Trab familiar hombre Trab familiar mujer Trab familiar niños Total Peón hombre Peón mujer Peón niño Total Totales % sobre total 111.003 97.422 164.073 372.498 105.658 22.393 34.740 162.791 535.319 69,58 30,41 100 Fuente: Tercer Censo Nacional 1914. CONSIDERACIONES FINALES ¿A qué nos referimos cuando planteamos que en la Argentina, y específicamente en el agro pampeano y bonaerense , pasaron a predominar las relaciones de producción capitalistas? Entendemos por relaciones capitalistas de producción a aquellas que se establecen entre un sujeto libre de toda coacción extraeconómica que lo obligue a trabajar para otro y desprovisto de medios de producción que le permitan subsistir. Lo único que posee es su fuerza de trabajo que la ofrece en el mercado a cambio de un salario -por un tiempo determinado- a un capitalista con el fin de poder reproducir su existencia. Cuando este tipo de relaciones pasan a predominar a escala social, lo que no excluye la existencia de otro tipo de relaciones, se puede hablar de que existe una formación económico social capitalista. Aunque este aspecto es el esencial, deben atenderse al hecho de que las propias relaciones capitalistas se corresponden también con un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas ligadas con la industria, tanto en lo que se refiere a los medios de producción como a las características de la fuerza de trabajo (habilidades y capacidades de los hombres). En función de esta guía teórica, encontramos que en el campo Argentino fueron predominando este tipo de relaciones vinculadas a la creciente necesidad de trabajadores transitorios, carreros, estibadores, obreros de trilladoras y cosechadoras hacia 1900. Sin embargo, presentaron ciertas particularidades que se relacionaron con la forma y las características en que se fueron desarrollando. Todavía para 1888 el censo registraba la existencia de una enorme cantidad de trabajadores asalariados con manutención, elemento que podría estar evidenciando “que las relaciones salariales-capitalistas no se hallaban exentas de la influencia de antiguas modalidades tradicionales del peonaje rioplatense -como el pago en especie de buena parte de los conchabos-, en las que se proyectaba la sombra de la todavía relativamente cercana herencia colonial precapitalista”.7 A su vez, las libertades con las que contaban no sólo los obreros sino también los pequeños y medianos arrendatarios se encontraban recortadas por las imposiciones ejercidas por los terratenientes, grandes empresarios de maquinaria, comerciantes de campaña y grandes monopolios del transporte y la comercialización. Esto tuvo su correlato en la significativa heterogeneidad con que se dio el proceso de incorporación tecnológica en la agricultura pampeana, en especial de las máquinas y herramientas más modernas, condicionada por un conjunto de factores socioeconómicos que llevaron a que se realice en formas y tiempos diferenciados según las distintas clases y sectores agrarios. Esto determinó fuertes asimetrías en las formas, tiempos y resultados de los respectivos procesos de trabajo y producción. Esto a su vez, se presentaba en muchos casos entrelazado con un bajo nivel de capacitación e 7 Azcuy Ameghino, Eduardo. (2006). Pergamino y Iowa según los censos agropecuarios de 1888-1890: ideas y debates en clave comparativa. Manuscrito no publicado. Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios. Facultad de Ciencias Económicas. 5 incluso de interés por las cuestiones técnico-científicas inherentes al funcionamiento de máquinas y herramientas, señalando algunos aspectos del grado de desarrollo de las fuerzas productivas que existía en nuestro país. Pero esto no puede ser adjudicado a conductas individuales sino que eran expresión de las relaciones económico-sociales de las que brotaban y que las reproducían; incluyendo la estructura de la propiedad territorial, el dominio del capital extranjero e intermediario sobre la comercialización, el transporte, los precios y la exportación, y el papel del Estado y el aparato educativo; instrumentos, en última instancia, a través de los cuales se iba garantizando la reproducción d el orden socioeconómico establecido. En definitiva, este período estuvo caracterizado por la expansión y protagonismo de las relaciones salariales en el campo en combinación y contradicción con la proliferación de diversos estratos de campesinos, terratenientes y contratistas propietarios de las maquinarias más costosas, que fueron configurando, en el ámbito rural pampeano, una estructura de clases predominantemente capitalista. Este cambio cualitativo y cuantitativo se dio, a su vez, estrechamente ligado a la penetración del capital monopolista extranjero y a la transformación de la Argentina en un país dependiente. 6