audiencia provincial

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AUDIENCIA PROVINCIAL
SECCIÓN TERCERA
ALICANTE
NIG: 03014-37-1-2007-0002710
Procedimiento: Rollo Sala (procedimiento abreviado) Nº 000041/2007- Dimana del Procedimiento Abreviado Nº 000005/2005
Del JUZGADO DE PRIMERA INSTANCIA E INSTRUCCION NUMERO 1 DE ALCOY
SENTENCIA Nº 000099/2008
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Ilmos/as. Sres/as.:
Presidente
JOSE DANIEL MIRA-PERCEVAL VERDU
Magistrados/as
Mª DOLORES OJEDA DOMINGUEZ
JOSE MARIA MERLOS FERNANDEZ
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En Alicante, a uno de abril de dos mil ocho.
VISTA en juicio oral y público, el pasado día 22, 23, 24, 29, 30, 31 de enero
de 2008 y 5, 6, 7, 12, y 13 de febrero de 2008, por la Audiencia Provincial,
Sección Tercera, de esta capital, integrada por los Iltmos. Sres. del margen, la
causa procedente del Juzgado de Instrucción de Alcoy nº uno, seguida de oficio,
por delito INSOLVENCIA PUNIBLE, DELITO SOCIETARIO Y APROPIACIÓN
INDEBIDA, contra el acusado JESUS LLOPIS FERRER, con D.N.I. nº
21.592.663X, hijo de Jesús y de María, nacido el 5-9-1.940, natural de Alcoy y
vecino de Alcoy, sin antecedentes penales, de ignorada solvencia, en libertad
provisional por esta causa, representado por la Procuradora Dª Mª del Mar López
Fanega y defendido por el Letrado D. Manuel Maza de Ayala; contra el acusado
JESUS LIDIANO LLOPIS JORDÁ, con D.N.I. nº 18.948.983L, hijo de Jesús y de
Francisca, nacido el 9-11-1.962, natural de Alcoy y vecino de Sax, sin
antecedentes penales, de ignorada solvencia, en libertad provisional por ésta
causa, representado y defendido por los mismos profesionales que el anterior;
contra la acusada MERCEDES LLOPIS CANDELA, con D.N.I. nº 21.640.533, hijo
de Ángel y de Mercedes, nacida el 6-2-1.962, natural de Alcoy y vecina de Alcoy,
sin antecedentes penales, de ignorada solvencia, en libertad provisional por ésta
causa, representada por la Procuradora Dª Mercedes Peidró Domenech y
defendida por el Letrado D. Marcos García Montes; contra el acusado ANGEL
LIDIANO LLOPIS CANDELA, con D.N.I. nº 21.634.382F, hijo de Ángel y de
Mercedes, mayor de edad, natural de Alcoy y vecino de Alcoy, sin antecedentes
penales, de ignorada solvencia, en libertad provisional por ésta causa,
representado y defendido por los mismos profesionales que la anterior; contra el
acusado MIGUEL RODRIGUEZ BORONAT, con D.N.I. nº 21.622.634N, hijo de
Enrique y Carmen Lucina, nacido el 9-3-1953, natural de Alcoy y vecino de
Cocentaina, sin antecedentes penales, de ignorada solvencia, en libertad
provisional pro ésta causa, representado por el Procurador D. Jorge Bonastre
Hernández y defendido por el Letrado D. Jorge Blanes Sastre; contra el acusado
SILVIO CORTÉS AMAT, con D.N.I. nº 21.559.321H, hijo de Jorge y de María,
nacido el 26-4-1937, natural de Alcoy y vecino de Alcoy, sin antecedentes
penales, de ignorada solvencia, en libertad provisional por ésta causa,
1
representado y defendido por los mismos profesionales que el anterior; contra el
acusado JUAN GARCÍA MONSALVE, con D.N.I. nº 21.627.386 A, hijo de Juan y
Rafaela, nacido el 8-2-1956, natural de Alcoy y vecino de Alcoy, sin antecedentes
penales, de ignorada solvencia, en libertad provisional por ésta causa,
representado y defendido por los mismos profesionales que los anteriores; contra
la acusada Mª DEL CARMEN RADUAN LOPEZ, con D.N.I. nº 21.517.085X, hija
de Jesús y de Concepción, nacida el 30-11-1935, natural de Alcoy y vecina de
Alcoy, sin antecedentes penales, de ignorada solvencia, en libertad provisional por
ésta causa, representada por la Procuradora Dª Francisca Caballero Caballero y
defendida por la Letrada Dª Consuelo Esteve Merin; contra el acusado JORGE
RODRÍGUEZ BORONAT, con D.N.I. nº 21.652.715D, hijo de Enrique y Carmina
Lucia, nacido el 12-9-1968, natural de Alcoy y vecino de Alcoy, sin antecedentes
penales, de ignorada solvencia, en libertad provisional por ésta causa,
representado por la Procuradora Dª Cristina Penades Pinilla y defendido por la
Letrado Dª Lucina Rodríguez Boronat; y contra el acusado JOSÉ BELDA
GUEROLA, con D.N.I. nº 21.593.462G, hijo de José María e Isabel, nacido el 1210-1939, natural de Beniarrés y vecino de Alcoy, sin antecedentes penales, de
ignorada solvencia, en libertad provisional por ésta causa, representado y
defendido por los mismos profesionales que el anterior. En cuya causa fue parte
acusadora el MINISTERIO FISCAL, representado por el Fiscal Iltmo. Sr. D. José
Antonio Romero Escabias de Carvajal; y ejerciendo la ACUSACIÓN
PARTICULAR Catalina López Moral y otros representados por la Procuradora
Dª Virgina Saura Estruch y defendidos por el Letrado D. Luis Ferrer Monforte;
Actuando como Ponente el Iltmo. Sr. D. José María Merlos Fernández,
Magistrado de esta Sección Tercera, que expresa el parecer de la Sala.
I - ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- Desde sus Diligencias Previas núm. 482/00 el Juzgado de
Instrucción núm. uno de Alcoy instruyó su Procedimiento Abreviado núm. 5/05, en
el que fueron acusados Jesús Llopis Ferrer, Mercedes Llopis Candela, Ángel
Lidiano Llopis Candela, Miguel Rodríguez Boronat, Silvio Cortés Amat, Mª Carmen
Raduan López, Jesús Lidiano Llopis Jordá, Juan García Monsalve, Jorge
Rodríguez Boronat y José Belda Guerola, por los delitos de quiebra fraudulenta,
insolvencia punible, delito societario y apropiación indebida, antes de que dicho
procedimiento fuera elevado a esta Audiencia Provincial para continuar la
correspondiente tramitación en el presente Rollo de Sala núm. 41/07 de esta
Sección Tercera.
SEGUNDO.- El MINISTERIO FISCAL, en sus conclusiones definitivas,
calificó los hechos procesales como constitutivos de un delito de insolvencia
punible, previsto y penado en el artículo 260.1 y 2 del Código Penal de 1995, más
favorable para los acusados, siendo responsables criminalmente los acusados
Jesús Llopis Ferrer, Mercedes Llopis Candela, Angel Lidiano Llopis Candela,
Miguel Rodríguez Boronat y Jesus Lidiano Llopis Jorda en concepto de autores,
según los artículos 28 y 31.1 del Código Penal, sin circunstancias modificativas de
la responsabilidad criminal. Solicitando se le imponga a cada uno de los acusados
la pena de 6 años de prisión, inhabilitación especial para el derecho de sufragio
pasivo durante el tiempo de la condena, inhabilitación especial para profesión u
oficio relacionado con la actividad propia de Entidades de Crédito durante el
tiempo de la condena, multa de 24 meses, con cuota diaria de 500 euros, con
aplicación del artículo 53 del Código Penal, en su caso, y costas. Los acusados
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deberán indemnizar, conjunta y solidariamente, a la masa de acreedores de la
entidad quebrada en la cantidad de 2.645.911 euros, resultando de restar a la
cantidad de 3.770.828 euros (morosidad de la Caja al tiempo de la suspensión de
pagos) la cantidad de 1.124.917 euros recuperados por la Administración de la
Quiebra; más cualquier otro perjuicio que se acredite y los correspondientes
intereses legales. El acusado, Jesús Lidiano Llopis Jorda, responderá conjunta y
solidariamente con los restantes acusados, hasta el límite de la cantidad por él
adeudada a la Caja.
TERCERO.- La ACUSACIÓN PARTICULAR, en el mismo trámite, calificó
los hechos procesales como constitutivos de un delito de quiebra fraudulenta del
artículo 520 del Código Penal anterior a 1.995 actualmente delito de insolvencia
punible del artículo 260.1 y 2 del vigente código penal, atendida la entidad del
perjuicio inferido a los acreedores, el numero de los mismo y su condición
económica; y un delito de apropiación indebida previsto y penado en el artículo
252 y siguientes del Código Penal. Los acusados D. Jesús Llopis Ferrer, Dª
Mercedes Llopis Candela, D. Ángel Lidiano Llopis Candela, D. Miguel Rodríguez
Boronat, D. Silvio Cortés Abad, Dª María del Carmen Raduán López, D. Ángel
Llopis Belda, D. Juan García Monsalve, D. Jorge Rodríguez Boronat, D. José
Belda Guerola y D. Jesús Lidiano Llopis Jordá, son responsables en concepto de
autores, conforme al artículo 28 del Código Penal como miembros todos ellos del
Consejo Rector de la Caja de Crédito de Alcoy a excepción de D. Jesús Lidiano
Llopis Jordá, Director de la Sucursal de Avda. de la Hispanidad del Delito de
quiebra fraudulenta hoy insolvencia punible prevista y penada en el artículo 260.1
y 2 del Código Penal de 1.995 por ser el más favorable para los mismos. Los
acusados D. Jesús Llopis Ferrer, Dª Mercedes Llopis Candela, D. Ángel Lidiano
Llopis Candela y Dª Mª del Carmen Raduán López, son responsables en concepto
de autores de un delito de apropiación indebida previsto y penado en el artículo
252 en relación con el artículo 249 del Código Penal de 1.995. Sin circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal. Solicitando se imponga a los
acusados D. Jesús Llopis Ferrer, Dª Mercedes Llopis Candela, D. Ángel Lidiano
Llopis Candela, D. Miguel Rodríguez Boronat, D. Silvio Cortés Abad, Dª María del
Carmen Raduán López, D. Ángel Llopis Belda, D. Juan García Monsalve, D.
Jorge Rodríguez Boronat, D. José Belda Guerola y D. Jesús Lidiano Llopis Jordá
la pena de seis años de prisión y multa de veinticuatro meses a razón de 400
euros diarios, con aplicación de lo dispuesto en el artículo 53 del código Penal,
por el delito de insolvencia punible; y a los acusados D. Jesús Llopis Ferrer, Dª
Mercedes Llopis Candela, D. Ángel Lidiano Llopis Candela y Dª Mª del Carmen
Raduán López la pena de un año de prisión por el delito de apropiación indebida;
y debiendo indemnizar todos los acusados del delito de insolvencia punible, de
forma conjunta y solidariamente a la masa de acreedores en la cantidad de
2.885.371´90 euros, cantidad resultante de minorar de la cantidad en que se tasó
la morosidad de la Caja en el momento de la quiebra (3.770.828 euros) las
cantidades que desde esa fecha se han podido recuperar por la Administración de
la quiebra y que a fecha de hoy ascienden a la cantidad de 885.456´07 euros por
principal, cantidad a la que habrá que añadir 411.990 euros en concepto de
gastos de Administración de la quiebra y gastos generados con ocasión de los
cobros parciales realizados así como los intereses devengados, sin perjuicio de
que en ejecución de Sentencia se puedan fijar otras cantidades en función de las
eventuales recuperaciones que puedan haberse efectuado; y los acusados D.
Jesús Llopis Ferrer en la cantidad de 5.715´62 euros, Dª Mercedes Llopis
Candela en la cantidad de 3.388´50 euros, D. Angel Lidiano Llopis Candela en la
cantidad de 1.324´86 euros y Dª Mª del Carmen Raduán López en la cantidad de
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4.747´99 euros respectivamente deben indemnizar a la masa de acreedores por
responsabilidades civiles dimanantes del delito de apropiación indebida; y a todos
los acusados se les debe condenar al pago de las costas procesales incluidas las
de la Acusación Particular.
CUARTO.- La DEFENSA de Jesús Llopis Ferrer y Jesús Lidiano Llopis
Jordá, en el mismo trámite, solicita la prescripción de los delitos imputados a sus
defendidos por el transcurso del plazo de 5 años que marca la ley en virtud de las
penas solicitadas por las acusaciones pública y privada. Subsidiariamente solicita
la libre absolución de sus patrocinados, teniendo en todo caso la atenuante 21.6
de dilaciones indebidas, como muy cualificada.
QUINTO.- Las DEFENSAS de Mercedes Llopis Candela, Ángel Lidiano
Llopis Candela, Miguel Rodríguez Boronat, Silvio Cortés Abad y Juan García
Monsalve, Jorge Rodríguez Boronat y José Belda Guerola, solicitaron la libre
absolución de sus patrocinados. Así como la de Mª del Carmen Raduan López,
que solicitó alternativamente, la aplicación de la atenuante de dilaciones indebidas
del artículo 21.6º del Código Penal.
I I - HECHOS PROBADOS
Son –y así expresa y terminantemente se declaran– los siguientes:
I.- Por escritura pública de 8 de Mayo de 1.987 se constituyó la Caja de
Crédito de Alcoy, Cooperativa de Crédito Valenciana, que se inscribió en el
Registro de Cooperativas de la Comunidad Valenciana con el número CV-465. Su
objeto social era el fomento y captación de ahorro, en cualquiera de sus
modalidades, para atender con sus fondos las necesidades de financiación de
sus asociados, realizando a tal fin toda clase de operaciones bancarias, salvo las
legalmente reservadas a otra clase de entidades. Su domicilio social se fijó en
Alcoy (Alicante), calle Santa Rosa nº48. El órgano colegiado de administración de
la Caja de Alcoy es su Consejo Rector, que, mediante acuerdo de 15 de Julio de
1987, de conformidad con lo dispuesto en el art. 61 de los Estatutos, por escritura
de 17 de Julio de 1987, rectificada por otra de 18 de Agosto del mismo año,
nombró director y subdirectora de la entidad, respectivamente, a los acusados
Jesús Llopis Ferrer y Mercedes Llopis Candela, ambos mayores de edad y sin
antecedentes penales, con amplia delegación de facultades, entre las que se
incluyó la de otorgar créditos hasta el límite de cuatro millones de pesetas para el
director y de tres millones para la subdirectora, límite que fue ampliado hasta doce
millones de pesetas para uno y otra por acuerdo del Consejo Rector de 12 de
Enero de 1989.
Los acusados Ángel Lidiano Llopis Candela, Miguel Rodríguez Boronat,
Silvio Cortés Abad, Maria del Carmen Raduan López, Juan García Monsalve,
Jorge Rodríguez Boronat, y José Belda Guerola, mayores de edad y sin
antecedentes penales,
formaron parte del Consejo Rector en diferentes
momentos: Ángel Lidiano Llopis Candela, desde la primera reunión del Consejo,
en 24-6-86, como vocal y desde 22-8-90 como presidente; Miguel Rodríguez
Boronat desde 22-8-90 como vocal y desde 30-8-91 como vicepresidente; Silvio
Cortés Abad desde 26-8-92 como secretario; Maria del Carmen Raduan López
desde 8-3-88 como presidenta y desde 22-8-90 como tesorera; Juan García
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Monsalve y Jorge Rodríguez Boronat desde 26-8-92 como vocales, y José Belda
Guerola desde 22-8-90 como vocal.
El acusado Jesús Lidiano Llopis Jordá, también mayor de edad y sin
antecedentes penales, hijo de Jesús Llopis Ferrer era director de la única oficina
sucursal de la Caja, sita en la Avda. de la Hispanidad, de Alcoy.
El acusado Jesús Llopis Ferrer era el verdadero jefe de la empresa. Daba
instrucciones a la subdirectora, que era sobrina suya, informaba al Consejo
Rector, cuyos miembros accedían al cargo, normalmente a su propuesta, y era la
persona más capacitada profesionalmente para la dirección de la empresa, cuya
dimensión permitía, por otro lado, un absoluto control de la práctica totalidad de
su ejercicio.
Mercedes Llopis Candela, subdirectora, recibió iguales poderes que el
director, si bien operaba bajo las instrucciones de éste, asumiendo funciones de
carácter principalmente administrativo.
Jesús Lidiano era un simple empleado, sin poderes de la entidad, que e
llevaba a cabo funciones varias, pero sin capacidad de decisión de ni de
representación de la Caja.
II.- La Caja de Crédito de Alcoy obtuvo pérdidas, según resulta de sus
propios datos contables, todos los años en que estuvo en funcionamiento, salvo
1991 (y de acuerdo con una evaluación rigurosa y realista también durante ese
ejercicio), y la actuación de sus órganos de administración fue objeto de
observaciones para su enmienda en diversos aspectos por los órganos del Banco
de España. El ejercicio de 1991 fue auditado por un profesional independiente
que fue sancionado por el Instituto de Contabilidad y Auditoria de Cuentas,
Ministerio de Economía y Hacienda, por infracciones cometidas en la auditoria
correspondiente a dicho ejercicio.
En este contexto, los órganos de administración de la Caja de Crédito
realizaron actos que dieron lugar a una crisis económica cada vez más grave y a
la insolvencia de la entidad, situaciones críticas que fueron formalizadas
judicialmente mediante suspensión de pagos instada el 23 de Julio de 1993, en
cuyo expediente (número 338/93) el Juzgado de Primera Instancia número Dos
de Alcoy, con fecha 7 de Junio de 1994, dictó auto declarando a la entidad
solicitante en estado de suspensión de pagos y por auto de 6 de Julio de 1994 su
insolvencia definitiva, por ser el activo inferior al pasivo en 124.788.849 pts.,
sobreseyéndose el expediente por auto de 26 de Abril de 1995. Con fecha 11 de
Mayo de 1995 se instó la quiebra necesaria de la entidad, que fue declarada por
auto de 20 de Mayo de 1.995, confirmado por sentencia de 27 de Octubre del
mismo año, resoluciones ambas dictadas en los autos de quiebra número 233/95
del Juzgado de Primera Instancia número Dos de Alcoy. En la pieza quinta, por
sentencia de 30 de Julio de 1998 la quiebra fue calificada de fraudulenta, siendo
confirmada la sentencia por la de la Audiencia Provincial de Alicante de fecha 21
de Diciembre de 1.999.
III.- La crisis económica y la insolvencia fueron provocadas por la práctica
comercial y bancaria de los órganos de la Caja de Alcoy, que concedieron
préstamos y créditos con insuficientes garantías, concentraron riesgos en grupos
familiares o empresariales, renovaron créditos de personas que no habían pagado
5
regularmente los anteriores, no ejercitaron en muchas ocasiones acciones
judiciales para el cobro de impagados e incurrieron en diversos defectos en la
llevanza de la contabilidad. En concreto, en las renovaciones de créditos a que
más abajo se alude, hicieron figurar ingresos por el concepto de intereses que no
habían sido satisfechos, mejorando la cuenta de explotación de forma ficticia. La
insolvencia así causada dio lugar al perjuicio de los acreedores, que no han
podido cobrar sino una parte del importe de sus créditos, aproximadamente un
18% en el proceso de liquidación. En particular, llevaron a cabo las siguientes
operaciones que dieron lugar a la crisis económica y a la insolvencia:
1º. Operaciones realizadas por los acusados, en nombre de la entidad
quebrada, con D. JESUS LIDIANO LLOPIS JORDA, Director de la Urbana de la
Avda. de la Hispanidad e hijo del Director de la Caja de Crédito de Alcoy.
Por escritura de 2 de Noviembre de 1990 la Caja de Crédito de Alcoy
concede un préstamo de 7.500.000 pts. a Maria Luisa Guillén López, esposa de
Jesús Lidiano Llopis Jordá constituyendo a favor de la Caja hipoteca de una
vivienda en la localidad de Sax, tasada en 10.000.000 pts.
Siguiendo instrucciones del acusado Jesús Llopis Ferrer, Director General de
la Caja de Alcoy, la acusada Mercedes Llopis Candela, Subdirectora General, con
fecha 19 de Febrero de 1991 autorizó la concesión de un préstamo al acusado
Jesús Lidiano Llopis Jordá, hijo del primero y primo de la subdirectora, por importe
de 2.700.000 pts.. El contrato se llevó a cabo mediante póliza de 20 de Febrero.
Según documentación obrante en la causa la nómina del prestatario ascendía a
84.655 pts. netas.
Sin que conste el pago del préstamo anterior, el día 7 de julio de 1.992 la
acusada Mercedes Llopis, de acuerdo con las instrucciones de Jesús Llopis
Ferrer, autorizó un nuevo préstamo, por importe de 3.900.000 ptas y con
vencimiento a un año, manifestando expresamente en el documento interno de
autorización del préstamo la recomendación sin reservas por considerar que las
nóminas que perciben el titular y avalista eran suficientes para la concesión del
préstamo. La operación fue formalizada por póliza de la misma fecha, firmada por
Mercedes Llopis en representación de la Caja, en la que no figura ningún avalista
ni más responsable que el prestatario. No consta que la esposa de éste percibiera
rentas del trabajo, aunque en la escritura de préstamo hipotecario figura que su
profesión era la de administrativa.
Por otro lado, el día 10 de Junio de 1993, cuando la entidad tenia tales
problemas de solvencia que no pagaba a sus empleados desde varios meses
atrás, la acusada Mercedes Llopis, siguiendo instrucciones de Jesús Llopis Ferrer,
autorizó una línea de descuento comercial a Jesús Lidiano Llopis Jordá, en la
que, en dicha fecha, fueron cargados dos pagarés, librados en León el día 9 de
Junio, contra “Frigoríficos Leoneses, S.A.”, por importe de 6.000.000 pts. cada
uno, con vencimiento a 15-8-93 y 9-9-93, operación que se autorizó sin reservas
“por ser los informes del librado con muy buenas referencias (sic). No consta en el
expediente informe alguno sobre el librado. Llegada la fecha del vencimiento, los
pagarés no fueron pagados por el librado. Durante los meses de Junio y Julio de
1.993, se realizaron extracciones de la cuenta donde se habían abonado los
anteriores pagarés por importe de 6 millones de pesetas, habiéndose destinado
los otros seis a cubrir el saldo deudor que presentaba la cuenta a la fecha del
descuento. No consta que Jesús Lidiano Llopis Jordá ejerciera actividad comercial
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o industrial alguna ni que obtuviera rentas periódicas distintas de su salario como
empleado de la Caja de Alcoy con la categoría de auxiliar administrativo y un
sueldo neto de 84.655 pts.
Con fecha 22 de Julio de 1.993 (el día anterior a la presentación de la
solicitud de suspensión de pagos), el acusado Jesús Llopis Ferrer autorizó un
nuevo préstamo a favor de su hijo, esta vez por importe de 8.400.000 ptas, y
plazo de 36 meses. En el expediente interno se hizo constar la deuda anterior,
que ya ascendía a 4.544.000 pts. por otro préstamo (sin considerar la operación
con Frigoríficos Leoneses), con la nota de que se cancelaría en breve. También
en esta ocasión se autorizó sin reservas la operación por estimar suficientes las
nóminas del prestatario y la avalista, y también se formalizó mediante póliza de la
misma fecha, firmada por Jesús Llopis Ferrer, en la que no figura ningún avalista
ni fiador. Una parte del importe de este préstamo se destinó a la cancelación del
anterior, otra parte fue objeto de disposición en efectivo o mediante cheques
bancarios, y otra, que ascendía a 859.000 pts., quedó como saldo en la cuenta
corriente de Jesús Lidiano.
A la fecha de la quiebra, por préstamos impagados, pagarés devueltos y
descubiertos en la cuenta nº 2.601.01.24.7, había una deuda a cargo de D. Jesús
Lidiano Llopis Jordá, de 23.055.000 ptas.
2º. Operaciones realizadas por la entidad quebrada con D. PEDRO MAYA
VIDAL y su esposa Dª Mª JOSE CANDELA LLOPIS.
Con fecha 3-2-1990, la Caja concede a D. Pedro Maya Vidal, con el aval de
su esposa, Dª. Mª. José Candela Llopis un préstamo de 3.900.000 pts. con un
plazo de amortización de 36 meses, operación que el Sr. Llopis Ferrer recomienda
sin reservas “por conocer la buena moralidad y cumplimiento del solicitante y
avalista”. No obstante, la Caja, entre Julio de 1990 y Mayo de 1991, le envía no
menos de 8 cartas reclamando el pago de las amortizaciones devengadas y no
satisfechas.
El impago del préstamo no dio lugar a su reclamación judicial, sino a la
concesión de otro, de 3.700.000 pts. y plazo de 48 meses, informado sin reservas
el 28-8-1.991 por el Sr. Llopis Ferrer, por considerar que el negocio cubría
suficientemente la concesión del préstamo. En el expediente interno obra un
balance mecanografiado en papel común, sin mención alguna al Registro
Mercantil.
Con fecha 25 de Enero de 1993, el Director de la Caja autoriza un nuevo
préstamo, de 12.000.000 pts. y plazo de sesenta meses. En el expediente interno
consta un riesgo en curso, por el préstamo anterior, que no se había pagado
totalmente, por valor de 2.543.000 pts., con la anotación de que se cancelaría en
breve. La operación se formaliza mediante póliza de 26 de Enero de 1.993 que
firma en nombre de la Caja la subdirectora Mercedes Llopis Candela. Con el
importe de este préstamo se cancela el anterior, disponiéndose del resto.
A la fecha de la quiebra, la deuda de este prestatario y su avalista ascendía
a 15.600.000 pts.
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3º. Operaciones realizadas por la entidad quebrada con D. ANTONIO
ALFONSO LLOPIS FERRER, hermano del Director General.
El 15 de Septiembre de 1992, la subdirectora autoriza un préstamo de
1.300.000 pts. con plazo de un año, constando un riesgo en curso de 1.450.000
pts., que se formalizó mediante póliza de 15-9-1992. El prestatario no pagó las
amortizaciones que iban venciendo, adeudando a la caja, a la fecha de la quiebra,
1.500.000 pts.
4º).- Operaciones realizadas por la entidad quebrada con D. FRANCISCO
JAVALOYES ESPEJO.
D. Francisco Javaloyes tenía relación con la Caja al menos desde 27 de
Septiembre de 1.988, fecha en que suscribió un préstamo de 2.500.000 pts., con
el aval de su esposa, Doña María del Carmen Berancer Jonquera, con
vencimiento a 27-12-88. A 28-5-89 venció otro préstamo por el mismo importe. EL
15 de Enero de 1988 suscribió otro préstamo por 350.000 pts., con el mismo aval,
y con vencimiento a 15-1-89.
Constando un riesgo en curso de 3.100.000 pts. por descuentos comerciales
y otros 2.000.000 pts. por préstamo personal, cuyo cumplimiento le había sido
reclamado por carta reiterada al menos en 12 ocasiones entre 1989 y 1990, con
fecha 15 de Enero de 1991 se concedió un préstamo hipotecario por importe de
8.500.000.
Y constando un riesgo en curso de 27.704.000 pts. (19.840.000 por
descuento y 7.650.000 pendiente del préstamo hipotecario), el director de la Caja
autoriza un nuevo préstamo personal, por importe de 12.000.000 pts., con el aval
solidario de su esposa, que actúa en la póliza representada por el propio
Francisco Javaloyes Espejo.
A fecha 20 de mayo de 1.995, la deuda existente con la Caja por parte de D.
Francisco Javaloyes Espejo, ascendía, incluyendo unos efectos impagados, a la
cantidad de 28.600.000 ptas.
5º).- Operaciones realizadas por la entidad quebrada con Dª CARMEN
BERNACER JORQUERA, esposa de D. FRANCISCO JAVALOYES ESPEJO.
Constando un riesgo en curso de 1.800.000 pts. por operaciones anteriores,
con fecha 8 de Enero de 1991 el director de la Caja autoriza conceder a Doña
Carmen Bernacer un préstamo hipotecario por importe de 7.200.000 pts., que se
formaliza por escritura de 15-1-1991.
Constando un riesgo en curso de 11.480.000 pts., el director de la Caja
autoriza un nuevo préstamo por importe de 4.500.000 pts., que se formaliza
mediante póliza de 25-3-1992 en la que la Caja actúa por medio de su director y
la prestataria está representada por su esposo.
Constando un riesgo en curso de 10.980.000 pts., el director de la Caja
autoriza un nuevo préstamo personal por importe de 12.000.000 pts., con
vencimiento a 60 meses, que se formaliza mediante póliza de 30-11-1992 en la
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que la Caja está representada por la subdirectora y la prestataria por su esposo,
Sr. Javaloyes.
A la fecha de la quiebra, la deuda de la Sra. Bernacer Jorquera con la Caja
de Alcoy ascendía a 30.300.000 pts.
6º).- Operaciones realizadas por la entidad quebrada con Dª CARMEN
JAVALOYES BERNACER, hija de D. FRANCISCO JAVALOYES ESPEJO y Dª Mª
CARMEN JAVALOYES JORQUERA.
Era titular de las tiendas El Pastador, de las que deviene posteriormente la
entidad mercantil “EL PASTADOR S.L.”.
Con fecha 8 de Enero de 1991 el Director de la Caja autoriza la concesión
de un préstamo hipotecario a Maria del Carmen Javaloyes Bernacer, por importe
de 8,500.000 pts., a pesar de que constaba en el expediente interno un riesgo en
curso de 7.116.000 pts. que adeudaba en su cuenta de crédito, que se formaliza
mediante escritura de 15 de Enero de 1991.
Constando un riesgo en curso de 11.650.000 pts., el Sr. Llopis Ferrer
autorizó un nuevo préstamo personal por importe de 10.000.000 pts., que se
formalizó por póliza de 25 de Noviembre de 1.992.
Estas obligaciones, junto con las derivadas del descuento de efectos,
concedidos pese a la constancia de riesgos en curso por 12.000.000 y 11.000.000
pts., y las derivadas de un préstamo anterior, de 4.000.000 pts, formalizado por
póliza de 22-10-91, arrojaron un saldo deudor con la Caja de 33.300.000 pts.
7º).- Operaciones con “El Pastador, S.L.”
“El Pastador” era una empresa de la que era titular Dª Mª Carmen Javaloyes
Bernacer, y como tal tenía relación con la Caja desde el año 1.990.
El día 4 de Febrero de 1.993 se constituye una mercantil bajo la
denominación “El Pastador, S.L.”, con un capital social de 1.000.000 ptas., de la
que son partícipes Dª Mª Luisa Guillem López (esposa de D. Jesús Lidiano Llopis
Jordá), Dª Concepción Miralles Ballester (esposa de D. Antonio Llopis Ferrer) y –
Dª Mª Aranzazu Ferrándiz Moltó.
La nueva entidad desarrollaba su actividad en los locales y con las mismas
instalaciones, personal, etc., que la anteriormente citada Sra. Javaloyes Bernacer.
El 30 de Marzo de 1993, el Director de la Caja le autoriza un préstamo de
5.500.000 ptas., por considerar que el valor del negocio es suficiente para su
concesión, lo que se valora sobre un balance, sin referencia alguna al Registro
Mercantil, en el que figura al mes de haber iniciado su actividad, un capital líquido
de 32.660.000.ptas. (de los que 32.338.000 corresponderían a capital). La
operación se formaliza mediante póliza de 30-3-1.993.
A la fecha de la quiebra, la deuda con la Caja ascendía a 9.600.000 ptas.
9
8º).- Operaciones con “TARRAC S.L.”.Tarrac, S.L. es una mercantil domiciliada en Agost, c/ Jacinto Benavente nº
22, constituida por escritura de 12 de Marzo de 1.992, con un capital de 500.000
ptas. Sus accionistas son Dª Nuria Martínez Jover, con 99 participaciones, y D.
José Luis Llorens Server, con 1 participación. En la misma escritura se nombró
administrador de la sociedad a D. José Luis Llorens Server, esposo de Dª Virginia
Martínez Jover, que es hermana de la socia mayoritaria de la entidad.
El día 29 de Marzo de 1.992, es decir, 19 días después de su constitución,
la Caja concede los siguientes préstamos:
1º.- A “TARRAC S.L.” 10.000.000 pts., con vencimiento a seis meses, que
se formalizó por póliza de 31-3-1993, autorizado a pesar de que constaba un
riesgo en curso de 12.316.000, con la nota de que se amortizaría en breve.
2º.- a José Luis Llorens Server, 5.500.000 ptas., con vencimiento a seis
meses, autorizado por el Director, constando un riesgo en curso de 8.483.000 pts.
y formalizado por póliza suscrita por la subdirectora el 31-3-1993.
Además, el día 3 de Junio de 1.993, el Director de la Caja autorizó a
“TARRAC S.L.”, una línea de descuento comercial de 12.900.000 ptas, sin
reservas, “por considerar que la fincabilidad de la sociedad es suficiente para la
concesión de este descuento de papel comercial condicionado”, juicio de
solvencia éste que se basa en la información obrante al fol. 2.791 vto, donde se
hace constar que la prestataria es titular de un terreno urbanístico y una nave
construida en Agost, siendo el documento acreditativo del ello “verbal” (sic),
autorización ésta que no consta que estuviera previamente concedida por el
Consejo Rector, a pesar de que el importe de la operación superaba el límite de la
delegación efectuada por dicho órgano a favor del Director y la Subdirectora. En
la misma fecha, Tarrac descuenta tres efectos, aceptados por la Mercantil
“Proaltea,S.L..” de 4.300.000 ptas. cada uno, y vencimientos el 5 de julio, 5 de
agosto y 5 de septiembre de 1.993. El primero de ellos es atendido a su
vencimiento, resultando impagados los otros dos.
El importe de estos descuentos fue objeto de disposición mediante
cheques al portador de menos de 500.000 ptas., por lo que fue imposible
identificar a los perceptores del dinero.
Entre los socios de dicha mercantil Proaltea,S.L.. se hallaban D. Miguel
Rodríguez Boronat como administrador único, Dª Mercedes Llopis Candela, D.
Ángel Lidiano Llopis Candela y D. Jesús Llopis Ferrer, en calidad todos ellos de
apoderados mancomunados.
9º).- Operaciones con distintos miembros de la Familia Trias Rovira.A José Miguel Trias Rovira se le concedieron préstamos por importe de
4.200.000 pts. con vencimiento a 23-7-91, autorizando la operación el director de
la Caja con fecha 17-7-1990.
El 17 de Agosto de 1991, el Director autoriza un nuevo préstamo, éste por
importe de 5.100.000 pts., pese a que constaba un riesgo en curso (por impago
10
del anterior) de 4.200.000 pts., con la nota de que se cancelaría en breve,
préstamo que se formalizó en la póliza obrante al fol. 2.850, con vencimiento a 272-1992.
Y todavía se le concedió otro préstamo, esta vez por 4.000.000 pts, con
vencimiento a 14-1-1993.
Emilio Trias Rovira recibió asimismo un préstamo de 3.200.000 pts., con
vencimiento a 28-2-1991, que se formalizó por póliza de 31 de Agosto de 1990,
autorizada por el director de la Caja.
El 17 de Agosto de 1991 el propio director autorizó otro préstamo, esta vez
por importe de 4.100.000, pese a que constaba un riesgo en curso de 3.609.000,
con vencimiento a 27-11-91.
Y aún se le concedió otro préstamo de 4.000.000 pts, con vencimiento a 610-1992, y otro más, de 4.350.000 pts., con vencimiento a 30-11-1992.
Maria Isabel Trías Rovira recibió igualmente prestamos de 3.000.000 pts.,
con vencimiento a 28-12-1991 y 4.000.000, con vencimiento a 6-11-1992, así
como un préstamo hipotecario de 5.300.000 pts.
Antonio Trías Rovira, recibió un préstamo hipotecario de 10.000.000 pts., y
en su calidad de administrador de la mercantil Equial otro de 5.000.000 pts,
ambos con fecha 28-10-1992.
Maria Isabel Rovira Astorga, mediante escritura de 23-8-1990 recibió un
préstamo hipotecario de 4.500.000 pts. Con fecha 3 de Marzo de 1992 se cancela
dicho préstamo, y la Caja de Alcoy, representada por director, le concede otro,
esta vez por importe de 28.000.000, con la misma garantía hipotecaria cancelada
el mismo dia y bajo el número de protocolo notarial inmediatamente anterior. En
esa fecha la prestataria tenía 69 años y la cuota semestral que debía abonar
ascendía a 2.600.000 pts., que no pagó en ninguna ocasión. En esta ocasión la
Caja interpuso demanda de ejecución hipotecaria.
Todas estas operaciones fueron autorizadas por el director de la Caja pese
a la reiteración del impago de las obligaciones previamente contraídas,
reclamadas mediante cartas que se repitieron en muchas ocasiones, sin entablar
demanda judicial, salvo en el caso de la ultima hipoteca.
Según consta en la documentación preparatoria de las anteriores
operaciones, los prestamos personales se otorgaron en consideración a la
solvencia de la fiadora, Sra. Rovira Astorga, derivada, en todas las ocasiones, de
la titularidad del mismo bien, el mismo que estaba hipotecado por su préstamo,
así como en virtud de los sueldos de los prestatarios y fiadora, empleados todos
del Banco de España, con un salario neto de unos 3.000.000 pts. netos al año la
Sra Rovira Astorga y de 1.400.000 pts. netas al año D. Emilio Trias Rovira.
IV.- De acuerdo con lo establecido en los estatutos sociales, competía al
Consejo Rector el control de las operaciones llevadas a cabo por el Director y la
Subdirectora en virtud de las delegaciones llevadas a cabo por acuerdos del
Consejo de 17 de Julio de 1.987, que incluía la de otorgar préstamos y créditos
hasta el límite de 4.000.000 pts. para el Director y 3.000.000 pts. para la
11
Subdirectora, y de 12 de Enero de 1.989, que amplió dichos límites hasta
12.000.000 para uno y otra. No obstante, el control de los actos realizados en
virtud de dichas delegaciones se realizaba de manera muy superficial, a través,
las más de las veces, de una dación de cuenta genérica por parte del Director de
las operaciones realizadas durante un determinado periodo de tiempo, agrupadas
por categorías (préstamos personales, hipotecarios y descuento comercial) sin
detalles sobre las personas interesadas, grupos a los que podían pertenecer,
solvencia, garantías etc., y ello una vez que la operación estaba perfeccionada y
consumada. En otras ocasiones ni siquiera se daba cuenta de la operación.
Finalmente, en otras hubo noticia expresa e individualizada, al menos, en cuanto
al importe de cada préstamo e identidad del prestatario, del acto realizado por
delegación.
En particular, no consta en las actas del Consejo Rector que los Sres.
Director y Subdirectora informaran al Consejo del préstamo autorizado por la
segunda a favor del hijo del primero, Jesús Lidiano Llopis Jordá el 19 de Febrero
de 1.991 y formalizado por póliza de 20 de Febrero, por importe de 2.700.000 pts.,
ni del autorizado por la Subdirectora a favor del mismo prestatario con fecha 7 de
Julio de 1.992 y formalizado por póliza de la misma fecha, ni del autorizado por el
Director a favor de su hijo el día 22 de Julio de 1.993 por importe de 8.400.000
pts. y formalizado por póliza de la misma fecha, ni de autorizado el 25 de Enero
de 1.993 a favor de Pedro Maya Vidal por importe de 12.000.000 pts., ni tampoco
el préstamo formalizado por póliza de 9-12-1.991 a favor de Emilio Trias Rovira
por importe de 4.350.000 pts.
En sesión del Consejo Rector de 24-6-1993, a la que asistieron todos los
acusados miembros del mismo, se ratificó, previa información genérica, sin detalle
de los elementos esenciales de la operación, la línea de descuento comercial
concedida a Jesús Lidiano Llopis Jordá por la Subdirectora con fecha 10-6-1993,
por importe de 12.000.000 pts., así como la línea de descuento de 12.900.000
autorizada el 3-6-1993 por el Directorio a favor de Tarrac, S.L. por importe de
12.900.000 pts. sobre la que no consta autorización previa del Consejo, a pesar
de que la operación superaba los 12.000.000 pts.
En sesión de 28-2-1990, el Consejo Rector, con asistencia de la acusada
Maria del Carmen Raduan toma cuenta y ratifica el préstamo concedido a Pedro
Maya Vidal el 3-2-1990 por el Director.
En la sesión del Consejo de 30-8-1991 a la que asistieron Ángel Lidiano
Llopis Candela, Miguel Rodríguez Boronat, Maria del Carmen Raduan y José
Belda Guerola se ratificaron, previa información genérica, los siguientes
prestamos: el autorizado por el director a favor de Pedro Maya Vidal con fecha
28-8-1.991 por importe de 3.700.000 pts., y los autorizados por el director con
fecha 17-8-1991 a favor de José Miguel Trias Rovira, por importes de 5.100.000 y
4.100.000 pts.
En sesión del Consejo Rector de 30-9-1992, al que asistieron todos los
acusados miembros, con el mismo tipo de información, fue ratificado el préstamo
autorizado por la subdirectora a favor de Antonio Alfonso Llopis Ferrer con fecha
15-9-1992 por importe de 1.500.000 pts., así como el descuento autorizado el 247-92 y 7-9-92 a Carmen Javaloyes Bernacer.
12
En sesión de 31-1-1991, a la que asistieron todos los acusados miembros
del Consejo Rector salvo Silvio Cortés Abad, Jorge Rodríguez Boronat y Juan
García Monsalve, previa información genérica fue ratificado el préstamo
hipotecario de 8.500.000 pts. concedido el 12 de Enero de 1.991 a Francisco
Javaloyes Espejo, el autorizado el 8-1-1991 a favor de Carmen Bernacer
Jorquera, esposa del anterior, por importe de 7.200.000 pts., y el autorizado el 81-1991 a favor de Carmen Javaloyes Bernacer, hija de ambos, por importe de
8.500.000 pts.
En sesión de 30-11-1992, a la que asistieron todos los acusados miembros
del Consejo excepto Silvio Cortes, Jorge Rodríguez Boronat y Juan García
Monsalve, previa dación de cuenta genérica, se ratifica el préstamo personal de
12.000.000 pts. autorizado por el Director a favor de Francisco Javaloyes Espejo
con fecha 4-6-1992 y formalizado por póliza de 12-11-1.992, así como el
autorizado el 4-6-92 y formalizado el 30-11-1.992 a favor de Carmen Bernacer
Jorquera por importe de otros 12.000.000 pts. y el concedido a Carmen Javaloyes
Bernacer por importe de 10.000.000 pts. y formalizado por póliza de 25 de
Noviembre de 1.992.
En sesión de 27-3-1992, a la que asistieron Ángel Lidiado Llopis, Maria del
Carmen Raduan, Miguel Rodríguez Boronat y José Belda, previa información
genérica, el Consejo ratifica el prestamo de 4.500.000 pts autorizado el 24-3-92 y
formalizado al día siguiente a favor de Carmen Bernacer Jorquera
En sesión de 30-1-1.993 (o bien en la de 26-2-1993), con asistencia de
todos los acusados miembros del Consejo, se da cuenta genérica del préstamo
autorizado por el Director a favor de El Pastador, S.L. con fecha 30-1-1993 por
importe de 5.500.000 pts.
El 30-3-1993, con asistencia de todos los miembros acusados, el Consejo
ratifica los préstamos concedidos con fecha 29-3-1.993 a Tarrac,S.L. y a José Luis
Llorens Server por importe de 10.000.000 pts. y 5.500.000 pts. respectivamente.
En sesión de 30-7-1990, a la que asistieron Maria del Carmen Raduan y
Ángel Lidiano Llopis Candela, con información detallada de los elementos
esenciales del acto, se ratificó expresamente el préstamo autorizado por el
director a favor de José Miguel Trias Rovira el 17-7-1990 por importe de
4.200.0000 pts.
En sesión de 11-9-1.990, a la que asistieron todos los acusados miembros
del Consejo, excepto Silvio Cortes, Juan García Monsalve y Jorge Rodríguez
Boronat, se ratificó, previa información expresa de sus elementos esenciales, el
préstamo autorizado con fecha 31-8-1.990 por importe de 3.200.000 pts.
El 29-12-1.992, previa información genérica, el Consejo Rector, con
asistencia de todos sus miembros, ratificó el préstamo hipotecario de 10.000.000
pts, concedido a Antonio Trias Rovira el día 28-10-1.992 y el concedido a Equial
en la misma fecha por importe de 5.000.000 pts.
Y el 28-2-1.992 el Consejo Rector, con asistencia de todos sus miembros
excepto Juan García Monsalve, Silvio Cortés Abad y Jorge Rodríguez Boronat, se
autoriza la concesión del préstamo hipotecario de 28.000.000 pts. a Maria Isabel
Rovira Astorga.
13
V.- Por otro lado, los acusados Jesús Llopis Ferrer, Mercedes Llopis
Candela, Ángel Lidiano Llopis Candela y Carmen Raduán López, junto con otros
miembros del Consejo Rector y la propia Caja de Crédito de Alcoy, Cooperativa
de Crédito Valenciana, fueron sancionados por resolución del Banco de España
de 26 de Marzo de 1.991. Contra dicha resolución se interpusieron diversos
recursos, tanto a nombre de la Caja de Alcoy como de los directivos y miembros
del Consejo Rector sancionados, no obstante lo cual, los honorarios de letrado y
derechos de procurador fueron abonados en su totalidad, incluidos los
correspondientes a los referidos acusados, por la Caja. La suma que la entidad
desembolsó por tal concepto asciende a 5.260.000 pts.
I I I – FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Los hechos declarados probados se basan en la prueba
practicada en el juicio oral, que, como ordena el art. 741 de la LECrim., ha sido
objeto de valoración conjunta y en conciencia. La constitución de la Caja de
Crédito de Alcoy, Cooperativa de Crédito Valenciana, su objeto, nombramiento de
director y subdirectora e incorporación del resto de los acusados –excepto Jesús
Lidiano Llopis Jordá- al Consejo Rector resulta de la escritura de constitución y
estatutos (fol. 628 y ss.) y actas del Consejo Rector (unidas a la causa al inicio del
juicio oral), así como de las declaraciones de los propios acusados. La condición
de empleado de la Caja como director de la única sucursal del acusado Llopis
Jordá resulta de su propia declaración y de la de su padre, el acusado Llopis
Ferrer. Los documentos contables e informes unidos a la causa acreditan que la
Caja obtuvo pérdidas en todos los ejercicios, salvo en 1991, lo que se confirma
por la pericial, y la resolución del Instituto de Contabilidad y Auditoria de Cuentas
obrante a los fols. 992 y ss. que la empresa auditora fue sancionada por
infracciones cometidas en la auditoría de dicho ejercicio. Los testimonios de los
expedientes de suspensión de pagos y quiebra seguidos en el Juzgado e Primera
Instancia de Alcoy acreditan la declaración de la suspensión de pagos y la
insolvencia, la declaración de quiebra y su calificación como fraudulenta, en las
fechas consignadas en los hechos probados.
Las funciones que ejercían los acusados directivos de la Caja resultan de
sus propias declaraciones y de las de los demás acusados.
La anotación contable de intereses no satisfechos resulta de la pericial en
relación con los informes de los síndicos de la quiebra y el interventor de la
suspensión de pagos.
La situación de falta de liquidez de la entidad, al menos desde finales de
1.992, en que dejó de pagar los salarios a sus empleados resulta de la
declaración de Mercedes Llopis Candela a preguntas de la defensa.
Las operaciones y documentación interna de la entidad relacionados en el
apartado III,1º de los hechos probados quedan acreditadas documentalmente a
los fols. 2.020 (escritura de préstamo hipotecario), 1.972 (valoración del inmueble
hipotecado), 1.914 (autorización del préstamo de 2.700.000 pts.), 1.925 (póliza de
dicho préstamo), 1.963 (nómina del prestatario), 1.919 y 1.905 (autorización del
préstamo de 3.900.000 pts. y su póliza), 1.974 (autorización del préstamo de
14
8.400.000 pts.) y 1.975 (su póliza), 1.982 (autorización de descuento), 1.980
(pagares descontados). La compensación parcial para cubrir descubiertos en
cuenta corriente y la disposición de las cantidades ingresadas en la cuenta por
descuento de los dos pagarés de 6.000.000 pts. resulta del informe del comisario
de la quiebra (fols. 1.296 y ss), y el importe total de la deuda de Jesús Lidiano
Llopis Jordá a la fecha de la quiebra (20 –5-1.995) del de los síndicos de la
quiebra obrante a los fols. 1.283 y ss., informes realizados sobre la base del
examen y análisis de las cuentas y ratificados ambos en el juicio y no rectificados
en estos extremos por los Sres. Brotons Ortega, Reig Berlanga y Rodes Payá
(acta de la sesión del día 6-2-2008).
Las operaciones y actos internos de la entidad relacionados en el apartado
III,2º de los hechos probados quedan acreditadas documentalmente a los fols.
2.108 (autorización del prestamo de 3.900.000 pts.), 2.112 a 2.119 (cartas
reclamando el pago), 2.101 (autorización del préstamo de 3.700.000 pts.), 2.102
(balance), 2.088 (autorización del préstamo de 12.000.000 pts.), 2.089 (alusión al
riesgo en curso), póliza (2.086). El destino de parte del préstamo al pago del
anterior y la disposición, así como el importe de la deuda a la fecha de la quiebra
resulta del informe de los síndicos (fol. 1.287)
El hecho relacionado en el apartado III,3º queda acreditado a los fols. 2.082
(concesión del préstamo), 2.080 (alusión al riesgo en curso), y 1.283 y ss (informe
de los síndicos).
Las operaciones y actos preparatorios relacionados en el apartado III,4º
resultan de los documentos obrantes a los fols. 2.311 (préstamo de 2.500.000
pts.), 2.303 (el otro préstamo por el mismo importe), 2.334 (préstamo de 350.000
pts.), 2.358 (alusión al riesgo en curso de 3.100.000 pts.), 2.289 a 2.298, 2.313 y
2.314 (cartas reclamando pagos), 2.368 (préstamo hipotecario), 2.347 (alusión a
la deuda pendiente), 2.348 (concesión del nuevo préstamo por el director), 2.344
(póliza del préstamo de 12.000.000) y 1.283 y ss. (informe de los síndicos: deuda
al momento de la quiebra).
Las del apartado III,5º de hechos probados quedan acreditadas por los
documentos obrantes a los fols. 2.452 (constancia de deuda pendiente), 2.451
(autorización del préstamo hipotecario por el Sr. Llopis Ferrer), 2.528 (escritura de
préstamo hipotecario), 2.424 (constancia del riesgo en curso de 11.480.000 pts.),
2.423 (autorización del préstamo de 4.500.000 pts.), 2.420 (póliza de dicho
préstamo), 2.416 (alusión a la deuda pendiente de 10.980.000 pts.), 2.414
(autorización de préstamo personal de 12.000.000), 2.408 (póliza de dicho
préstamo), 1283 y ss. (informe de los síndicos de la quiebra: deuda pendiente al
momento de la declaración de la quiebra).
Los actos del apartado III,6º quedan acreditados por los documentos de los
fols. 2.543 (riesgo en curso), 2.542 (autorización de préstamo hipotecario a Dª.
Carmen Javaloyes Bernacer), 2.528 (escritura del préstamo hipotecario), 2.548
(riesgo en curso de 11.650.000 pts.), 2.550 (autorización de un nuevo préstamo
de 10.000.000 pts.), 2.546 (su póliza), 2.561 y 2.565 (autorización de descuento
de efectos), 2562 y 2.566 (constancia de riesgos en curso), 1.283 y ss. (informe
de los síndicos: deuda al momento de la declaración de quiebra).
15
La operación del apartado III,7º de hechos probados queda acreditada
mediante los documentos obrantes a los fols. 2.153 (autorización del préstamo),
2.152 (balance) y 2.140 (póliza)
Las operaciones del apartado III,8º han sido probadas por los documentos
obrantes a los fols. 2.806 (escritura de constitución de la sociedad limitada,
identidad de los socios y del administrador), 2.799 (póliza de préstamo de
10.000.000 a Tarrac), 2804 (constancia de riesgo en curso), 2.786 (autorización
del préstamo a José Luis Llorens), 2787 (constancia de riesgo en curso), 2.754
(póliza), 2.794 (autorización de descuento de 12.900.000 pts.), 2.791 vto.
(manifestación sobre constancia verbal de fincabilidad).
Los hechos del apartado III,9º resultan de los documentos obrantes a los
fols. 2.881 (póliza de 4.200.000 pts.), 2.885 (su autorización), 2.855 y 2.856
(autorización del préstamo de 5.100.000 pts. y constancia del riesgo pendiente),
2.850 (póliza), 2.896 (préstamo de 4.000.000 pts.), 3.137 (autorización del
préstamo de 3.200.000), 3.132 (su póliza), 3.099 (autorización del préstamo de
4.100.000 pts.), 3.098 (constancia del riesgo en curso), 3.100 (póliza), 3.168
(póliza del préstamo de 4.000.000 con vencimiento a 6-10-1992), 3.062 (póliza del
préstamo de 4.350.000 con vencimiento a 30-11-1992), 2.977 y 2.938 (pólizas de
prestamos de 3.000.000 y 4.000.000 con vencimientos a 28-12-1991 y 6-111992), 3.038 (préstamo hipotecario de 5.300.000 pts.), 3.366 y 3.246 (prestamos
hipotecarios de 10.000.000 y 5.000.000 pts.), 3.488 (cancelación del préstamo
hipotecario de 28-3-90), 3.500 (préstamo hipotecario de 28.000.000 pts.), 2.915
a 2.924, 2.967, 2.968, 3.048 a 3.058, 3.134, 3.163, 3.185 a 3.192, 3.311 3.316
(reclamaciones de pago de cuotas pendientes mediante cartas), 3.108 (empleo y
salario de la Sra. Rovira Astorga) 3.116 (empleo y salario de Emilio Trias Rovira).
No consta que los acusados realizaran las operaciones que las acusaciones
afirman que hicieron en relación con Eduardo Villaseñor Andrade y Mercedes
Barcala Doval. Sobre tales operaciones no se formularon preguntas en en el juicio
ni constan acreditadas en documentos incorporados a la causa.
Los hechos relatados en el apartado IV (ratificaciones del Consejo Rector,
participantes en ellas, o su ausencia) resultan de las actas del Consejo unidas a
la causa en la primera sesión del juicio oral.
El hecho relatado en el apartado V ha quedado acreditado por las
declaraciones de los acusados concernidos, que expresamente han admitido que
los honorarios devengados por su defensa fueron abonados por la entidad, junto
con los correspondientes a la defensa de la misma, en relación con la
documental obrante en la causa y el informe de los síndicos de la quiebra.
SEGUNDO.- Ley aplicable. Condición objetiva de punibilidad.- Los hechos
declarados probados fueron cometidos bajo la vigencia del Código Penal, TR. de
1.973, que en sus arts. 520 y 521 tipificaba los delitos de quiebra, mediante leyes
penales en blanco, por remisión al Código de Comercio. El Código Penal de 1.995
cambió de técnica legislativa y estableció un tipo de favorecimiento de acreedores
(art. 259), otro de falsedad contable en el concurso (art. 261) y otro de insolvencia
punible concursal, éste en el art. 260, según el cual el que fuere declarado en
quiebra, concurso o suspensión de pagos será castigado a las penas de dos a
seis años y multa de ocho a veinticuatro meses, cuando la situación de crisis
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económica o la insolvencia sea causada o agravada dolosamente por el deudor o
persona que actúe en su nombre. El texto original del C.P. de 1995 fue
modificado, a su vez, por la LO 15/2003, para adaptarlo al sistema de la Ley
22/2003, Concursal, sustituyendo la referencia a la quiebra, concurso o
suspensión de pagos por la genérica al concurso.
Se plantea de este modo el problema de determinar la ley aplicable, para lo
que, en principio, sería necesario verificar que los hechos probados son
subsumibles tanto en el tipo penal del Código de 1973, pues, si no lo fueran, la ley
posterior no podría ser aplicada, según el principio de irretroactividad de las leyes
penales proclamado en el art. 25 de la Constitución y el art. art. 2 del C.P., como
en el Código de 1.995 (dentro de éste las diferencias entre el texto original y el de
la LO 15/2003 son meramente terminológicas y no afectan a los elementos del
tipo), pues, en otro caso, por aplicación del principio de retroactividad de la ley
posterior más favorable establecido en el art. 2,2º del C.P., la conducta debería
reputarse atípica.
Ahora bien, como, por un lado, la jurisprudencia dictada en aplicación del
Código de 1973 exigió que los hechos descritos en los arts. 890, 891, 892 y 899
del Código de Comercio, tal y como estuvo vigente hasta la entrada en vigor de la
Ley Concursal, causaran la insolvencia y el perjuicio de los acreedores (Ss.TS.
25-10-1993 y 5-5-1.995, entre otras), y por otro, la jurisprudencia que aplica el
Código de 1.995, a la vista de la amplitud del tipo del art. 260, ha reclamado una
reducción de medios causantes de la insolvencia (STS. 15-3-2002 y 6-2-2006,
entre otras), puede afirmarse una aproximación sustancial del injusto tipificado en
uno y otro cuerpo legal, como la propia jurisprudencia ha declarado
expresamente: “El contenido del tipo de injusto del art. 520 del C.P. de 1973 no ha
sido modificado por el nuevo delito del art. 260 del C.P. de 1.995, pues éste sólo
ha explicitado lo que la doctrina y la jurisprudencia venían entendiendo respecto a
la conducta típica” (STS 12-2-1.997).
Se advierten, no obstante, diferencias entre ambas leyes que determinan su
mayor o menor gravedad relativa, al establecer condiciones de punibilidad y al
asignar la pena a imponer al autor del delito. En efecto, de acuerdo con el
sistema anterior (art. 1.334 de la derogada Ley de Enjuiciamiento Civil), para
poder proceder era necesario que el juez civil, en la pieza quinta de la quiebra,
declarara la quiebra fraudulenta con arreglo al Código de Comercio, requisito de
perseguibilidad que ha sido abolido por el nuevo régimen legal, que no sólo ha
derogado los preceptos que establecían el requisito, sino que expresamente
regula en el apartado 3º del art. 260
que el delito de quiebra y los delitos
singulares relacionados con él, cometidos por el deudor o por persona que haya
actuado en su nombre, podrán perseguirse sin esperar a la conclusión del
proceso civil y sin perjuicio de la continuación de éste. La condición de
declaración de quiebra fraudulenta ha sido, de este modo, sustituida por la de
declaración del concurso (o el concurso quiebra o suspensión de pagos), como
resulta del inciso inicial del art. 260,1º del Código.
Ahora bien, en el presente caso se constata que se cumplen los requisitos
que afectan a la punibilidad establecidos por una y otra ley, pues, con fecha 30-71.998 se dictó sentencia declarando la quiebra fraudulenta, que fue confirmada
por la de la A.P. de 21-12-1.999, lo que cumple la exigencia del (hoy derogado)
art. 1.344 LEC., y se dictaron autos declarando a la entidad Caja de Crédito de
Alcoy en estado de suspensión de pagos (auto de 7-6-1.994) y de insolvencia
17
definitiva (auto de 6-7-1994), y la quiebra necesaria (auto de 20-5-1.995,
confirmada esta declaración por sentencia de 27-10-1.995).
La condición de punibilidad plantea, no obstante, un problema adicional.
Ya se ha dicho que la ley vigente exige una condición de punibilidad que se
cumple con la simple declaración de concurso, y que no es necesario esperar a la
finalización del procedimiento civil para iniciar, e incluso terminar, el penal. Pero
en el código anterior era necesaria la declaración de la quiebra como fraudulenta
en el proceso civil. Ello plantea el problema de determinar si, bajo la ley anterior,
el proceso penal podía versar sobre hechos o normas distintos de los calificados
como fraudulentos en el proceso civil. La cuestión no es baladí, pues no podemos
olvidar que el hecho que aquí nos ocupa se consumó bajo la vigencia de la ley
anterior, y de la respuesta podría resultar la aplicación de uno u otro cuerpo legal.
Este escabroso problema ha sido objeto de consideración por la
jurisprudencia. La STS 13-2-2006, tras un detallado estudio de los precedentes y
de la función de las condiciones de punibilidad, concluye que, en el C.P. de 1.973,
el punto de partida del proceso penal son los hechos valorados civilmente para
calificar la quiebra y mandar proceder, y no otros diferentes, aunque hayan
surgido en la investigación penal, si bien el juez penal no está vinculado ni por la
calificación de la quiebra como fraudulenta, culpable o fortuita, ni por la
calificación de cada hecho de bancarrota. En definitiva, dice la sentencia que
comentamos “partiendo de la necesidad de una previa declaración civil de quiebra
y del acuerdo de mandar proceder del juez civil, la desvinculación del juez penal
alcanza a los hechos que el juez civil ha tenido en cuenta para calificar la quiebra,
a la prueba de los demás elementos del delito que la jurisprudencia ha
considerado necesarios para que la conducta que civilmente ha sido calificada
como quiebra culpable o fraudulenta tenga relevancia penal en cuanto resulta
tipificada en los arts. 520 y 521 del C.P. de 1973, y a la calificación final de los
hechos desde la perspectiva penal con independencia de cómo hayan sido
calificados por el juez civil, pues una quiebra calificada de fraudulenta por los
tribunales civiles puede ser calificada penalmente como meramente culpable o
incluso fortuita”.
Si tenemos en cuenta que la calificación e la quiebra no se produce en este
caso hasta la sentencia de 30-7-1998, confirmada por la de 21-12-1999,
habremos de advertir la aparente complejidad del problema, pues, desde la
entrada en vigor del C.P. de 1995 no era necesaria la declaración civil de la
quiebra, pero la ley aplicable podía ser el C.P. de 1973, si se estimara más
favorable, valoración ésta para la que no se debería prescindir de la constatación
de la condición objetiva de punibilidad propia del régimen derogado.
Sin embargo, desde la perspectiva actual, algunas dificultades se salvan,
pues la sentencia civil que declara la quiebra fraudulenta se refiere a hechos de
bancarrota en términos más generales que los de los escritos de acusación y que
nuestra declaración de hechos probados, de manera que, sin duda alguna, los
hechos objeto de calificación y los declarados probados en la presente resolución
(sustancialmente idénticos a los calificados, aunque con algún elemento de
aclaración y concretización) pueden entenderse comprendidos en aquella
sentencia civil. Esta progresiva concretización de lo más general a lo más
particular incluido en lo general, se estima respetuosa con la doctrina
jurisprudencial antes expuesta sobre el alance y función de la calificación civil de
la quiebra, como lo es del principio acusatorio, pues, de acuerdo con la
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jurisprudencia, “el principio acusatorio no impide que el Tribunal configure los
detalles del relato fáctico de la sentencia según las pruebas practicadas en el
juicio oral. Es al Tribunal y no a las partes a quien corresponde valorar la prueba
practicada, y en su consecuencia puede introducir en el relato otros elementos,
siempre que sean de carácter accesorio, que incrementen la claridad de lo que se
relata y permitan una mejor comprensión de lo que el Tribunal entiende que ha
sucedido, siempre que se respete hecho nuclear de la acusación” (STS 25-102007).
Por tanto, a igualdad sustancial del injusto típico y cumplidas las
condiciones que atañen a la punibilidad, la valoración sobre la ley más favorable
depende de la pena prevista en una y otra, y en esto no hay dudas, pues el C.P.
de 1.973 conminaba en su art. 520 con pena de prisión mayor (de seis años y un
día a doce años) y el Código actualmente vigente conmina con pena de dos a seis
años y multa al autor del delito.
Todo lo anterior permite concluir que es aplicable la ley posterior, por
estimarse más favorable que la derogada, y que no es necesario verificar la
subsunción del hecho paralelamente en los tipos establecidos en una y otra ley,
sin perjuicio de que, como más adelante se verá, hayamos de referirnos
expresamente a los hechos de bancarrota previstos en los arts. 890 y
concordantes del Código de Comercio tal y como estaban vigentes al tiempo de
los hechos para integrar el injusto típico, ni de que la doble subsunción pueda
afirmarse en el presente caso. Así pues, en lo que sigue enjuiciaremos la
conducta con arreglo a la ley actualmente vigente.
TERCERO.- Elementos del tipo. Delito especial..- Son requisitos del tipo
de insolvencia punible del art. 260,1º del C.P. los siguientes: 1º).- Que la quiebra,
concurso o suspensión de pagos –en la actualidad, tras la L.O.15/2003, se han
suprimido los términos quiebra y suspensión de pagos- haya sido declarada, sin
exigir, como antes, que hubiera recaído sentencia en la pieza quinta, pues solo es
preciso que se admita a trámite la solicitud; 2º) el Fraude, que requiere actuación
dolosa; 3º). Que esa actuación cause o agrave causalmente la situación de crisis
o de insolvencia; 4º) el perjuicio como resultado (Ss.TS 9-11-2005, 25-10-2002,
10-11-2004, 18-11-2005, 6-10-2006, 18-6-2006).
La exigencia de la declaración del concurso, presupone la condición de
deudor del sujeto activo del delito, lo que implica la pertenencia de éste a la
categoría de los delitos especiales propios, y por otro lado comporta la exigencia
de que se cumpla una condición objetiva de punibilidad, la declaración del
concurso, que no es necesario que esté comprendida en el dolo del autor, pero
cuya ausencia excluye la posibilidad de condena.
Como delito especial, se caracteriza por la delimitación legal del sujeto
activo: sólo puede ser autor en sentido propio quien ostente la calidad de deudor.
Cuando el deudor es una persona jurídica, responderán, conforme al art. 31 del
C.P., quienes actúen como administradores de hecho o de derecho, aunque no
concurra en ellos la condición (de deudor) exigida en la figura delictiva. No
obstante, esta responsabilidad no puede entenderse como una responsabilidad
objetiva o una responsabilidad por el cargo, sino que exige que el ciudadano
concreto acusado haya realizado la conducta típica u omitido la conducta debida
en la situación típica, alterándose únicamente en ambos casos el requisito de
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autoría exigido en el tipo, que se sustituye, conforme al art. 31 del C.P., por la
condición del administrador de hecho o de derecho de la persona jurídica en la
que dicho requisito concurre.
CUARTO.- Conceptos de insolvencia y crisis económica.- La conducta
típica consiste en causar o agravar la situación de insolvencia o de crisis
económica, causando un perjuicio a los acreedores, de manera que la
delimitación del ámbito de la tipicidad pivota sobre los conceptos de insolvencia y
de crisis económica.
La insolvencia viene siendo definida por la doctrina a los efectos de los
delitos de alzamiento de bienes y quiebra como el estado de desequilibrio
patrimonial entre los valores realizables y los créditos exigibles, de modo que el
acreedor no encuentra medios a su alcance para poder satisfacer su crédito en el
patrimonio del deudor, o como la situación en la que el importe de las obligaciones
exigible supera al de los bienes y derechos realizables, definiciones ambas
compatibles, aunque más precisas, con las de la Ley Concursal, que establece en
su art. 2 que se encuentra en situación de insolvencia el deudor que no puede
cumplir regularmente sus obligaciones exigibles.
El concepto de crisis económica no ha sido comprendido de manera tan
uniforme. Para una parte de la doctrina, por crisis económica debe entenderse la
amenaza de lesión para los intereses de los acreedores, o sea, como
manifestación de un peligro concreto para el bien jurídico. Otros opinan que la
inclusión de la expresión crisis económica en el art. 260 del C.P. se debe a que el
legislador estaba pensando en la suspensión de pagos, habida cuenta que la Ley
de Suspensión de Pagos de 26 de Julio de 1.922 preveía tanto la insolvencia
definitiva como la provisional. Esta diferencia ya no existe en la nueva Ley
Concursal, en cuyo sistema la idea de crisis económica queda vinculada al
concepto de insolvencia, debiendo entenderse como insolvencia inminente, que
es un supuesto de hecho legal de la solicitud de la declaración de concurso
formulada por el deudor.
En todo caso, la insolvencia y la crisis económica deben entenderse como
situaciones de hecho, resultados intermedios al de perjuicio de los acreedores,
conceptualmente distintos de la declaración judicial del concurso, quiebra o
suspensión de pagos, elementos éstos que no pueden encajar en la categoría
dogmática de resultado, sino en la de condición objetiva de punibilidad.
QUINTO.- Conducta típica.- La conducta típica del delito del art. 260,1º del
C.P. consiste en causar o agravar la insolvencia o la crisis económica.
Según la doctrina y la jurisprudencia, para afirmar la tipicidad en los delitos
de resultado no basta constatar la relación de causalidad entre la conducta del
sujeto y el resultado material, sino que es necesario, además, afirmar, mediante
valoraciones jurídicas, la imputación objetiva de éste a aquella. La imputación
objetiva exige la creación de un riesgo jurídicamente desaprobado (creación de
riesgo) que se realice el resultado (relación de riesgo).
En el delito de quiebra, donde el resultado, que sin duda afecta un bien
ajeno, pues consiste en el perjuicio de los acreedores mediante la insolvencia del
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autor (o su equivalente), la conducta recae sobre bienes propios eminentemente
disponibles, los que integran el patrimonio del deudor, la valoración de la creación
del riesgo jurídicamente desaprobado presenta caracteres especiales. Además de
los ya mencionados, afectación de un bien jurídico ajeno actuando sobre bienes
propios disponibles, debe tenerse presente, por un lado, que la insolvencia
concursal suele producirse en el curso de la actividad empresarial, que de suyo
conlleva un riesgo de obtener pérdidas y cuya libertad de realización -libertad de
empresa- es protegida por el art. 38 de la Constitución, y por otro lado, que en la
insolvencia influyen generalmente una pluralidad de causas, y que a menudo no
todas ellas serán imputables al deudor. De ahí la necesidad de una especial
atención a la imputación objetiva, pues no todo fracaso en los negocios puede
considerarse penalmente antijurídico.
Por ello la jurisprudencia ha insistido en que, a pesar de los amplios
términos del art. 260 del C.P., “en el delito de insolvencia es necesario que el
autor haya realizado actos con entidad para producir la insolvencia de una
manera verdaderamente injustificable desde el punto de vista de la racionalidad
mercantil. En la medida en que el texto legal vigente, a diferencia de los modelos
de derecho europeo, carece de precisión respecto de los actos concretos que
podrían configurar el tipo objetivo y simplemente se refiere a la declaración de
quiebra, concurso y cesación de pagos, es necesaria una interpretación del
mismo que tenga en cuenta, ya en el tipo objetivo, la exclusión de la prisión por
deudas y el efecto de irradiación del art. 38 CE., que garantiza la libertad de
empresa en el marco de una economía de mercado. De acuerdo con esta
hermenéutica, el tipo objetivo del delito no puede ser reducido a la simple
insolvencia, sino que requiere una reducción teleológica a los supuestos de
insolvencia con contenido criminal (...). La producción de la situación de
insolvencia debe provenir de negocios cuya reprobación jurídica sea claramente
establecida” (SsTS. 15-3-2002, 24-2-2005, 9-11-2005, 6-10-2006, 18-6-2006).
El TS. ofrece, pues, dos líneas de criterios, relacionadas entre sí, pero
todavía generales, para determinar qué conductas creadoras de riesgo (de
producir la insolvencia y el perjuicio de los acreedores) son típicas: por un lado, se
remite a la racionalidad mercantil, y por otro a la clara reprobación jurídica. La
remisión a la racionalidad mercantil permite incorporar a la valoración de las
conductas creadoras de riesgo de insolvencia el criterio de la “gestión ordenada”,
central en la regulación de los delitos concursales en otros ordenamientos, y la
apelación a la clara reprobación jurídica a los hechos de bancarrota legalmente
previstos que pueden causar la insolvencia. De este modo, podemos dejar
sentado que el delito de insolvencia punible del art. 260,1º del C.P. consiste en la
realización de hechos inadmisibles desde el punto de vista de la racionalidad
económica e indudablemente reprobados desde el punto de vista jurídico que dan
lugar a la insolvencia o a la crisis económica o que agravan alguna de estas
situaciones.
El criterio de la gestión ordenada (próximo al de orden regular y prudente
de una buena administración mercantil, en el texto, del hoy derogado art. 887 del
Co.Co.) permite perfilar el ámbito de la tipicidad, en el sentido de diferenciar las
conductas que crean un riesgo típicamente relevante de causación de insolvencia
y consiguiente perjuicio de los acreedores de las que no lo crean. Para ello deben
ponderarse, por un lado el interés de los acreedores en la protección de su
derecho de crédito, y por otro la libertad de empresa y la libertad de disposición
de su patrimonio por parte del deudor.
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La apelación a la clara reprobación jurídica puede entenderse como
remisión a los hechos de bancarrota previstos en los arts. 888 y ss. del Código de
Comercio vigente al tiempo de los hechos o al art. 164 de la vigente Ley
Concursal. Esta remisión no debe entenderse, empero, como una ley penal en
blanco, pues ni el texto del art. 260 del C.P. hace un reenvío expreso, ni la
jurisprudencia la ha calificado como tal, ni la tipicidad exige una doble infracción
en sentido estricto, sino que los casos previstos legalmente como hechos de
bancarrota deben considerarse criterios para la determinación del riesgo
permitido, que se presentan como especialmente idóneos para ello, puesto que al
mismo tiempo garantizan la unidad del ordenamiento jurídico: lo lícito según el
Derecho Mercantil no puede ser ilícito penalmente, aunque no todo ilícito
mercantil sea ilícito penal.
SEXTO.- Causación y agravación.- Entre las conductas valoradas como
inadmisibles según la racionalidad económica y como evidentemente reprobables
desde el punto de vista jurídico y la situación fáctica de insolvencia o de crisis
económica ha de poder afirmarse la relación de causalidad. Ahora bien, como la
realidad social nos muestra que las crisis económicas o las insolvencias no
suelen obedecer a una o unas pocas causas en concreto, sino que a menudo se
originan por una pluralidad de factores, algunos de los cuales escapan al control
de los administradores e incluso a todo control, el problema de la causalidad, que
reclama una verificación tajante, se dificulta. Por ello, sin perjuicio de considerar
“en su concreta configuración” el resultado cuya causalidad ha de verificarse, el
legislador ha añadido como conducta típica, a la acción de causar, la de agravar
la situación de crisis económica o de insolvencia. Agravar la insolvencia es
aumentar la diferencia entre los valores realizables y las obligaciones exigibles; y
agravar la crisis económica es incrementar el peligro de insolvencia o de mayor
insolvencia.
Aunque la jurisprudencia ha entendido la acción de agravar en términos
muy amplios (la única sentencia que se pronuncia sobre ello es la de 12-2-1997
razona que se cumple el tipo del art. 260 no sólo cuando las operaciones dolosas
han causado la quiebra, sino también cuando las mismas han agravado la
situación critica de la entidad mercantil, entendiendo por agravación el perjuicio
injustificado de la masa de acreedores), la doctrina entiende que la conducta de
agravar abarca únicamente las acciones que tienen lugar ya en una situación
fáctica de insolvencia o de crisis económica.
Para afirmar la tipicidad, es, pues, necesario que entre la conducta típica y
el resultado (intermedio) de crisis económica o de insolvencia se establezca la
relación de casualidad, verificable mediante la regla de la "conditio sine qua non",
si bien la multiplicidad de factores que a menudo coadyuvan a la producción del
resultado reclama que el elemento resultado sea entendido como resultado en su
concreta configuración; o bien que la conducta añada gravedad a la insolvencia
(que incremente la diferencia entre los valores realizables y los créditos exigibles)
o aumente el peligro de insolvencia o de mayor insolvencia.
SEPTIMO.- Tipo subjetivo.- El redactado del art. 260,1º del C.P. revela
inmediatamente que estamos ante un tipo doloso (...insolvencia causada o
agravada dolosamente...); pero también que la mención al dolo es innecesaria o
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redundante, pues el texto legal no permite pensar en modo alguno en la
incriminaron expresa de la comisión imprudente, y, de acuerdo con lo que dispone
el art. 12 del C.P., las acciones u omisiones imprudentes sólo se castigan cuando
expresamente lo disponga la ley. Ello ha dado lugar a discrepancias sobre la clase
de dolo exigido por la ley, pues, por un lado, nadie discute que el dolo eventual es
dolo ni que la conducta perpetrada con esa clase de dolo ha sido perpetrada
dolosamente; pero por otro, el principio de vigencia aconseja entender que la
mención al dolo contenida en el texto legal cumple alguna función, que no puede
ser otra que la de restringir el dolo necesario para cometer esta infracción al dolo
directo de primer grado o intención.
Así se entiende la evolución de la jurisprudencia sobre el dolo exigido en el
tipo de delito de quiebra del art. 260 del C.P.. La STS 12-2-1997, más arriba
citada a otros efectos, dice con claridad que “el dolo se debe apreciar cuando el
autor, al menos, sabe que la realización del tipo por su acción no es improbable
(STS 23-4-1992)”, y añade que “en el delito de quiebra fraudulenta el tipo está
constituido por la causación de la insolvencia que la motiva o por la agravación de
la misma, dado que sólo estos son los elementos del tipo objetivo”. La STS 29-62001 insiste, al menos "obiter dictum", para excluir la posibilidad de comisión
imprudente, en que “el elemento intencional y subjetivo se ha identificado
jurisprudencialmente con el concepto de dolo genérico”. Sin embargo, la STS 153-2002 niega el tipo subjetivo porque el autor no obró con el dolo directo que se
requiere en el tipo, razonando que “la insolvencia, dice la ley penal, debe haber
sido causada o agravada dolosamente” y que “desde una perspectiva respetuosa
en el tipo subjetivo, las mismas premisas que informan el tipo objetivo del delito
sólo cabe admitir los casos de dolo directo, pues solo estos son los que
exteriorizan una voluntad dirigida a perjudicar a los acreedores”. Sin embargo, la
STS 26-2-2004, con cita de la de 20-11-2000 (relativa ésta última al delito de
alzamiento de bienes, no al de quiebra) que “el elemento subjetivo del tipo es,
precisamente, el elemento caracterizador del tipo penal destinado a impedir una
tipicidad basada en la prisión por deudas, caracterizando la conducta típica por su
realización con el propósito de declararse en insolvencia y con el ánimo de
incumplir las obligaciones contraídas”. Las SsTS 18-11-2005 y 9-11-2005, con
cita de las anteriores, insisten en la exigencia de dolo directo. Las SsTS 6-6-2006
y 18-7-2006 infieren la exigencia de dolo directo no de la expresión
“dolosamente”, sino de la ubicación sistemática del delito de quiebra dolosa en el
capítulo VI del Libro XIII, De las Defraudaciones, exigiendo como un elemento del
tipo “el fraude, que requiere actuación dolosa, esto es, dolo directo concretado en
actos que exterioricen la voluntad de situar a la empresa en aquella situación de
insolvencia o crisis, o agravar la misma, con intención de perjudicar a los
acreedores”.
Puede, pues, afirmase que la jurisprudencia actualmente dominante exige
en el tipo subjetivo dolo directo de primer grado, al que añade un elemento
subjetivo del injusto, ánimo de perjudicar a los acreedores, que en realidad no se
distingue del propio dolo directo, pues, en efecto, como dice la STS 24-2-2005 a
propósito del tipo subjetivo de alzamiento de bienes, “desde el punto de vista
subjetivo, el tipo del alzamiento de bienes no requiere un propósito de defraudar
diverso del dolo en sí mismo, dado que el autor que conoce los elementos del tipo
objetivo ya tiene todo el conocimiento necesario para comprender que produce un
daño a sus acreedores (STS de 22-6-1999).
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OCTAVO.- Perjuicio económico de los acreedores como resultado.- Una
parte de la jurisprudencia citada (SsTS 9-11-2005, 25-10-2002, 10-11-2004, 1811-2005) pone de manifiesto el carácter polémico de la pertenencia del perjuicio
de los acreedores a la categoría de resultado del delito, si bien insiste una y otra
vez en que el criterio el Alto Tribunal es la afirmación de que dicho perjuicio
constituye resultado. Y en efecto, a diferencia del delito de alzamiento de bienes,
delito de tendencia y de peligro, en el sentido de que se consuma sin necesidad
de causar un efectivo perjuicio (lo que no excluye que lo cause), el de quiebra es
un delito de lesión, que no se consuma si la conducta típica, mediante el resultado
intermedio de insolvencia, no da lugar a un perjuicio de los acreedores. El
perjuicio de los acreedores consiste en la lesión del derecho de crédito, en su
faceta de derecho a realizarlo en el patrimonio del deudor, en virtud del principio
de responsabilidad universal del art. 1911 del C.c., derecho de realización del
crédito que se diferencia del derecho al cumplimiento de la obligación, como se
diferencian, en el lado del deudor, los conceptos de deuda y responsabilidad.
La lesión del derecho de crédito causada por la insolvencia conlleva un
perjuicio económico que se cifra en la imposibilidad de realizar el crédito en el
patrimonio del deudor. Los acreedores siguen ostentando un crédito válido
jurídicamente; pero ese crédito no tiene valor económico o tiene menos valor
económico, porque no podrá realzarse o no podrá realizarse totalmente en los
bienes del deudor. Por eso es un crédito lesionado.
La caracterización del delito de concurso doloso del art. 260,1º del C.P.
como delito de resultado es la opción por la que se ha decantado la mayoría de la
doctrina a la vista del texto legal, pues el apartado segundo de dicho precepto
establece que “se tendrá en cuenta para graduar la pena la cuantía del perjuicio
inferido a los acreedores, su número y condición económica”. Ahora bien, siendo
necesaria la acreditación de que se ha producido un perjuicio para los acreedores,
no lo es que dicho perjuicio se haya cuantificado con mayor o menor precisión. La
STS 8-10-2003 así lo dice expresamente: “el perjuicio para la masa de acreedores
consta en el procedimiento de quiebra, sin que sea imprescindible para la
sanción de la conducta delictiva su exacta cuantificación en el proceso penal”; y la
STS 23-1-2003 expresa que “la figura delictiva en que se incardina la actividad del
acusado no exige determinar o individualizar el perjuicio causado a los
acreedores, que no forma parte de la estructura típica (parece negar aquí la
pertenencia del perjuicio a la categoría dogmática de resultado), sino que es un
elemento que juega a los meros efectos de individualización de la pena”.
NOVENO.- Recapitulación.- Como se ve, los amplios términos del art.
260,1º del C.P., que en su literalidad podrían dar lugar a la criminalización de
conductas asumidas por el orden jurídico y social como aceptables, han de
interpretarse en atención al fin de la norma y a la ubicación de ésta en el Código
Penal y en el ordenamiento jurídico general, reduciendo su ámbito de aplicación
en diferentes aspectos: En primer lugar, exigiendo que las conductas causantes
de la crisis económica o la insolvencia hayan sido cometidas por el deudor o
persona que actué en su nombre; en segundo lugar que dichas conductas sean
contrarias al principio de gestión ordenada y claramente reprobables desde la
valoración jurídica; en tercer lugar, restringiendo la tipicidad de la agravación de la
crisis a los casos en que, al tiempo de la conducta agravatoria, pueda constatarse
la crisis; en cuarto lugar exigiendo que la conducta de lugar a la insolvencia o la
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crisis, o a su agravación, y además cause un perjuicio a los acreedores; y por
último, exigiendo que el sujeto actúe con dolo directo de primer grado o intención.
Sobre la base de estas premisas valoremos las conductas de los acusados.
DECIMO.- Agravación de la crisis de Caja Alcoy.- Al menos desde finales
de 1.992, la situación de la Caja de Alcoy puede calificarse de crisis económica,
pues, tras arrastrar pérdidas año tras año desde su constitución, sus problemas
de solvencia eran tales que ni siquiera podía pagar los salarios de sus empleados,
adeudando la Caja en Julio de 1993 nueve mensualidades. Esa situación se fue
agravando hasta el punto de que el 23 de Julio de 1.993 la entidad formuló
solicitud de suspensión de pagos, que fue declarada judicialmente.
Pues bien, en esa situación de crisis, el acusado Jesús Llopis Ferrer da
instrucciones a la acusada Mercedes Llopis Candela para que autorice un
descuento comercial de 12.000.000 pts. al acusado Jesús Lidiano Llopis Jordá,
hijo del primero, empleado de la Caja y sin actividad comercial regular. El motivo
de la autorización fue, según alega el Sr. Llopis Ferrer, la solvencia del librado,
Frigoríficos Leoneses,S.A., valorada mediante una información telefónica sin
ningún soporte documental y sin ningún dato concreto. Llegado el vencimiento de
los efectos descontados, ni Jesús Lidiano, ni la librada los pagaron.
El día anterior a la presentación de la suspensión de pagos, el acusado
Llopis Ferrer autorizó un préstamo a su hijo por importe de 8.400.000 pts., a pesar
de que adeudaba más de 4.500.000 pts. por otro anterior.
El 25 de Enero de 1993 el acusado Llopis Ferrer autoriza un préstamo de
12.000.000 pts. a D. Pedro Maya Vidal y su esposa Maria José Llopis Candela,
con el que se paga uno anterior, disponiéndose de la cantidad sobrante.
El 30-11-1992, fecha cercana la cesación de pagos por deudas salariales,
el director de la Caja autoriza un préstamo a Carmen Bernacer Jorquera, por
importe de 12.000.000 pts., pese a que constaba un riesgo en curso de más de
10.000.000.
Por las mismas fechas (el 25 de Noviembre de 1.992) Llopis Ferrer autorizó
un préstamo de 10.000 a Carmen Javaloyes Bernacer, pese a que ya adeudaba
11.650.000 pts.
El 30-3-1993 Llopis Ferrer autoriza un préstamo de 5.500.000 a El
Pastador, S.L., participada por su nuera y su cuñada, sobre la base de un
balance.
El 3-6-1993 a Ferrer autoriza a Tarrac, S.L. un descuento de 12.900.000
pts. sobre la base de la suficiente fincabilidad de la mercantil, que se afirma titular
de valiosos inmuebles, lo que el director verificó por un “documento verbal”
Evidentemente, estas operaciones de activo agravaron la ya critica
situación de la Caja, pues sacaron de su patrimonio elementos valiosos, dinero, a
cambio de créditos jurídicamente válidos pero escasamente valiosos desde el
punto de vista económico, pues sus posibilidades de cobro eran escasas. Como
se efectuaron sin hacer las oportunas provisiones para asegurar la solvencia de la
25
Caja en caso de impago, evidentemente afectaron a los derechos de los
acreedores cerniendo sobre ellos un peligro cada vez más grave. Cuando se
hicieron las últimas operaciones de concesión de préstamos al hijo del director, la
situación de crisis era tan aguda que al día siguiente los administradores
solicitaron la suspensión de pagos.
UNDECIMO.- Causación de la insolvencia.- Las operaciones a que nos
hemos referido en el fundamento jurídico anterior y las demás consignadas en los
hechos probados dieron lugar a la insolvencia. La relación de casualidad entre
las conductas de los acusados y la insolvencia no ofrece duda, pues, excluidas
dichas operaciones, el activo de la entidad Caja de Alcoy habría sido mucho
mayor que el resultante de las mismas, y la insolvencia no se habría producido, o
no se habría producido en la concreta configuración en que tuvo lugar. En efecto,
la salida del patrimonio social del importe de los préstamos y créditos que aquí
consideramos no fue acompañada de la entrada de un valor equivalente, de
acuerdo con el principio de subrogación real que inspira la idea misma de
patrimonio, pues el activo representado por los créditos derivados de dichas
operaciones no tenía el mismo valor económico que el de los préstamos
realizados, ya que las posibilidades de cobro eran, desde la perspectiva ex ante,
escasas, como resulta de los impagos precedentes, la insuficiencia de garantías y
concentración de riesgos, entre otros factores, y como, ex post, se ha demostrado
mediante el impago generalizado. Ello debió dar lugar a la oportuna provisión,
para asegurar la solvencia de la Caja, y/o a la consignación como saldos de difícil
o muy difícil cobro, y su consiguiente eliminación o minusvaloración contable en el
activo, de acuerdo con el principio de prudencia contable, según el cual
únicamente se contabilizarán los beneficios realizados a la fecha de cierre del
ejercicio; por el contrario, los riesgos previsibles y las perdidas eventuales con
origen en el ejercicio o en otro anterior, deberán contabilizarse tan pronto como
sean conocidos.
Unas y otras operaciones, contrarias a la racionalidad del negocio y
jurídicamente reprobables, como a continuación veremos, dieron lugar a la crisis y
a la insolvencia. En realidad los conceptos de crisis económica y de insolvencia
son secuenciales, pues la primera precede inmediatamente a la segunda que,
con relación a aquélla, se presenta como inminente, y de ordinario, las causas
que agravan la crisis, si la insolvencia llega a producirse, serán determinantes de
ésta en su concreta configuración.
La relación de causalidad así establecida resulta también de la prueba
pericial practicada en el juicio oral, donde los peritos ratificaron sus informes y
estimaron que las operaciones en cuestión causaron la insolvencia, apreciación
ésta que no ha sido contradicha y cuestionada por las defensas, que abundaron
en sus críticas a la actuación de los informantes en su papel de liquidadores, pero
no opusieron razones a su criterio como técnicos en economía y contabilidad en
lo tocante a la causa de la insolvencia.
DUODECIMO.- Conductas contrarias a la racionalidad económica. Las
conductas relatadas en los hechos probados, que dieron lugar a la crisis y a la
insolvencia, individualmente consideradas, pero mucho más en su conjunto, se
oponen a la gestión ordenada del negocio. Los créditos y prestamos concedidos
a Jesús Lidiano Llopis Jordá sobre la base de una solvencia, la de Frigoríficos
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Leoneses, que no fue objeto de una mínima investigación que merezca el nombre
de tal, y sobre la del prestatario, basada en su salario, pese a que los plazos de
amortización del préstamo obligaban a abonar cuotas mensuales que triplican
sobradamente dicho salario, no pueden valorarse sino como contrarias a
cualquier racionalidad comercial y al principio de gestión ordenada. La concesión
de préstamos a distintos clientes, algunas veces vinculados entre sí, para el pago
de otros anteriores que no habían sido pagados a su debido tiempo, añadiendo
al importe de la deuda anterior una cantidad adicional para la disposición del
deudor, sin mejorar las garantías e ignorando la escasa solvencia y/o voluntad de
pago del prestatario, y estimando la solvencia mediante informaciones verbales,
sin constatación de datos sobre el patrimonio del deudor y sus posibles
afectaciones, debe estimarse igualmente contraria a la ordenada gestión del
negocio de la Caja de Crédito.
Más arriba se ha dicho que para valorar la acomodación de una o varias
conductas al principio de gestión ordenada deben ponderarse, por un lado el
interés de los acreedores en la protección de su derecho de crédito, y por otro la
libertad de empresa y la libertad de disposición de su patrimonio por parte del
deudor. Pues bien, en los casos que ahora nos ocupan el interés de los
acreedores es claramente preponderante, pues el interés del deudor (otra cosa es
el interés de los propios acusados o de las personas por ellos favorecidas) no se
satisfizo ni se pudo satisfacer mediante las conductas llevadas a cabo por los
acusados. En efecto, éstos, mediante las conductas de que ahora tratamos, no
sólo no favorecieron al deudor (Caja Alcoy), sino que lo despatrimonializaron y
dieron lugar a la cesación de su actividad y extinción, originando además graves y
directos perjuicios a los socios de la entidad, que perdieron sus inversiones en
participaciones sociales. Al prestar dinero con grave riesgo de no recuperarlo, los
acusados no solo perjudicaron a los acreedores, sino también a la Caja y a sus
socios. Por ello, con el perjuicio causado a los acreedores los acusados no
satisficieron interés ni necesidad social alguna. De la ponderación de intereses se
obtiene, pues, la conclusión de que las conductas de los acusados que estamos
analizando se oponen frontalmente al principio de gestión ordenada.
DECIMO TERCERO.- Conductas jurídicamente reprobables.- Las
conductas relatadas en los hechos probados constituyen alzamiento de bienes,
primer caso de hechos de bancarrota previsto en el art. 890 del C.P. de 1885 y
cuarto del art. 164 de la vigente Ley Concursal. El alzamiento de bienes consiste
en sustraer los bienes que constituyen el activo de un deudor a la función de
garantía que resulta del art. (911 del Código civil). La dinámica comisiva puede
adoptar distintas formas, de actos de enajenación, actos de constitución de
gravamen, la destrucción material o la ficción o simulación de actos de disposición
o de gravamen (STS 10-11-2006). En el presente caso importantes sumas de
dinero fueron sustraídas a su función de soporte de la responsabilidad patrimonial
universal mediante negocios jurídicos, los contratos de préstamo, de crédito y
descuento, a través de los cuales se transfirieron a determinadas personas,
algunas de ellas estrechamente vinculadas a los administradores de la caja, sin
que en contraprestación entrara un valor equivalente en el patrimonio social,
como ya se ha razonado en el fundamento jurídico undécimo. Por eso se afirma
que objetivamente dichas sumas de dinero fueron sustraídas a la eventual acción
de los acreedores y se califica el hecho como alzamiento de bienes.
27
La contabilización de ingresos por el concepto de intereses en las
concesiones de préstamos para el pago de otras anteriores, sin que dichos
intereses se liquidaran ni abonaran realmente, es incardinable en el supuesto
segundo de bancarrota del art. 890 del Co.Co.: incluir en el balance, memoria,
libros y otros documentos relativos a su giro o negociaciones bienes créditos,
deudas, perdidas o gastos supuestos. Y ello al margen de que la contabilización
en el activo del principal de los prestamos dados en condiciones tales que
difícilmente se cobrarían, contra el principio contable de prudencia, no deba
calificarse como crédito supuesto, a fin de no incurrir en interpretación extensiva
de la norma sancionadora.
De acuerdo con el criterio de los peritos, los libros de comercio de la
entidad quebrada no reflejaban la verdadera situación de la misma, lo que
permite la calificación de la quiebra como fraudulenta según el art. 891 del Co.Co.
Ciertamente, las cuentas de la entidad habían sido auditadas sin salvedades;
pero las auditorias se practicaron de tal manera que no podían detectar las
disfunciones de la contabilidad en orden a reflejar la verdadera situación de la
empresa. En efecto, las auditarías fueron realizadas por una sociedad cuyo objeto
era tal prestación profesional, y debe entenderse que los criterios profesionales
utilizados en cada auditoria no variaron sustancialmente. Pero tales criterios no
eran correctos, como resulta de la resolución de 28-7-1994 del Instituto de
Contabilidad y Auditoria de Cuentas, del Ministerio de Economía y Comercio, que
sanciona al auditor por la auditoria correspondiente al ejercicio 1.992, practicada,
según se ha razonado, presumiblemente del mismo modo que las anteriores. La
resolución pone de manifiesto diversas practicas deficientes en la auditoria: a)
inadecuada determinación de las muestras; b) inadecuada investigación para
detectar la renovación de riesgos problemáticos, con posiciones vencidas a
nombre del mismo titular o de terceros relacionados; c) deficiente evaluación de la
eficacia de las garantías; d) deficiente técnica de evaluación de la capacidad real
de pago de los deudores; e) deficiente técnica para determinar los retrasos
generalizados y los descubiertos recurrentes; f) deficiente técnica para evaluar la
existencia de litigios o embargos; g) deficiente evaluación de las segundas o
ulteriores hipotecas; h ) inexistencia de investigación de los procedimientos de la
entidad auditada i) omisión de toda referencia o salvedad sobre la no pertenencia
de la Caja al Fondo de Garantía de Depósitos.
Este cúmulo de deficiencias de la auditoria indica con claridad que las
cuentas auditadas sin salvedad ni objeción alguna no se correspondían, no
obstante, con la realidad empresarial. Y ello, tratándose de una empresa
dedicada a las finanzas y sujeta a controles específicos, tiene eficacia causal en
la insolvencia, pues el fiel reflejo de la situación real de la Caja en sus libros
habría dado lugar a la corrección de su práctica, bien instancia de las autoridades
competentes, bien de los órganos superiores de administración de la propia
entidad. La simulación contable tuvo, pues, cierta eficacia causal sobre la crisis
económica y la insolvencia.
Por tanto, las conductas enjuiciadas no sólo son contrarias a la gestión
ordenada, sino reprobables jurídicamente. Con ello, afirmada como ha sido la
relación de causalidad entre las mismas y la crisis económica y la insolvencia y
constituyendo estas situaciones la realización del riesgo creado por dichas
conductas, se completa la imputación objetiva de las mismas.
28
DECIMO CUARTO.- Imputación subjetiva y autoría.- Ya se dijo que el delito
del art. 260,1º del C.P., como delito especial, se caracteriza por la delimitación
legal del sujeto activo: sólo puede ser autor en sentido propio quien ostente la
calidad de deudor. Cuando el deudor es una persona jurídica, responderán,
conforme al art. 31 del C.P., quienes actúen como administradores de hecho o de
derecho, aunque no concurra en ellos la condición (de deudor) exigida en la figura
delictiva. No obstante, esta responsabilidad no puede entenderse en ningún caso
como una responsabilidad objetiva o una responsabilidad por el cargo, sino que
exige en todo caso que el ciudadano concreto acusado haya realizado la
conducta típica u omitido la conducta debida en la situación típica, alterándose
únicamente en ambos casos el requisito de autoría exigido en el tipo, que se
sustituye, conforme al art. 31 del C.P. por la condición del administrador de hecho
o de derecho de la persona jurídica en la que dicho requisito concurre. Por tanto,
para afirmar la responsabilidad penal a título de autor de cada acusado deben
verificarse dos requisitos: a) que es administrador de hecho o de derecho; b) que
actuando como tal ha realizado la conducta típica.
El primer requisito no concurre en el acusado Jesús Lidiano Llopis Jordá,
que no es administrador de hecho ni de derecho de la entidad quebrada, por lo
que no puede ser autor en sentido propio, sin perjuicio de que pueda ser
responsable a título de cooperador o de inductor.
Se constata, sin embargo que los acusados Jesús Llopis Ferrer y Mercedes
Llopis Candela, director y subdirectora de la Caja de Crédito, eran
administradores, pues ejercían cargos previstos estatutariamente y recibieron
amplia delegación de funciones del Consejo Rector, equivalentes a las que en las
sociedades ejerce el director gerente.
Los otros acusados, como miembros
coadministradores originarios de la entidad.
del
Consejo
Rector,
son
Antes de examinar la actuación de cada acusado es necesario hacer
alguna precisión sobre las relaciones entre los distintos administradores
acusados. El órgano originario de administración de la entidad es el Consejo
Rector, y las facultades del director y la subdirectora son facultades delegadas por
dicho órgano. El empresario o el administrador de la empresa social ocupa una
posición principal de garantía, en la medida en que crea una organización para la
producción y distribución de bienes o para la realización de servicios, y esta
organización conlleva la asunción del compromiso de que de la misma no resulten
hechos lesivos de bienes jurídicos de terceros. La delegación, fenómeno normal
e incluso necesario en la actividad empresarial, supone la transferencia de
facultades y de responsabilidad, pero no de todas las facultades ni toda la
responsabilidad del delegante. Si, como ocurre en el caso, la delegación se hace
a favor de persona capacitada, como lo eran el director y la subdirectora, con
experiencia y formación profesional en materia de dirección y gestión bancaria, y
va acompañada de los medios necesarios para el normal desempeño de la
función, como también es el caso, el delegante se exonera del deber material de
evitar resultados en referencia a la competencia delegada, reteniendo, no
obstante, el deber de vigilar la actuación del delegado en el ejercicio de las
funciones transferidas, además de mantener algunas otras funciones no
delegadas o delegables. La delegación de funciones válida y asumida
plenamente por el delegado, hace que desde ese momento opere el principio de
confianza, en virtud del cual el superior puede confiar en que sus instrucciones
29
serán cumplidas por el inferior, lo que no le exime del deber de control,
supervisión y vigilancia.
DECIMO QUINTO.- Imputación subjetiva y autoría del director y la
subdirectora de la Caja de Crédito.El director y la subdirectora del Caja reúnen los dos requisitos antes
señalados, pues son representantes de la entidad y delegados de su Consejo, y,
obrando como tales, autorizaron y concedieron los préstamos y demás
operaciones que dieron lugar a la crisis y a la insolvencia.
Sobre la actuación del director ni siquiera se ha planteado que no sea
responsable de los actos que se enjuician. Él mismo y su defensa niegan que
tales actos sean delictivos, pero no que se le puedan atribuir como propios.
En cambio, la acusada Mercedes Llopis sostiene que ella se limitó a
cumplir órdenes de su superior, y es cierto que éste le dio instrucciones para que
realizara las operaciones en que intervino. Esta situación conduce a la
imputación de dichas operaciones al director, pero no exonera de responsabilidad
a la subdirectora, pues pudo y debió negarse a realizar tales conductas. En
efecto, su posición no era la de un empleado de los escalones inferiores en una
organización compleja, sino la de subdirectora de la entidad, con iguales poderes
que el director. Por otro lado, no era un sujeto fungible, en el sentido de que no
era sustituible por cualquier otro empleado (de entre muchos que hubiera habido)
para llevar a cabo la conducta, sino que sólo ella tenia poderes para actuar. Por
último no había motivo para temer graves consecuencias de su negativa, sino
sólo las que de ordinario suceden en la vida social, como se demostró cuando se
negó a intervenir en las últimas operaciones con el hijo del director. Como
además, la acusada Llopis Candela conocía suficientemente el sentido de la
conducta que realizaba, pues no se limitó a firmar las pólizas o escrituras
siguiendo instrucciones del director, sino que en algunos casos autorizó las
operaciones y firmó expedientes internos en los que constaban los datos
(préstamos a devolver mediante cuotas que triplican la renta del prestatario,
préstamos concedidos sobre la base balances sin verificación adicional alguna,
créditos concedidos sobre la base de una solvencia informada telefónicamente y
sin más verificación, etc.), cuyo conocimiento implica el del carácter perjudicial de
las operaciones para los acreedores, pese a lo cual perpetró las repetidas
operaciones.
El dolo de estos dos acusados se infiere sin dificultad de las características
y circunstancias de sus actos, pues, ciertamente, la acción de dar dinero en
préstamo a personas de las que ya se sabe que no están pagando sus
obligaciones con el mismo sujeto, es una forma claramente idónea de producir la
insolvencia del prestador y el perjuicio de sus acreedores. Si ello, además, se
hace a favor de familiares y otras personas relacionadas con los acusados,
escamoteando el control previo del Consejo mediante la disgregación de
operaciones para que el importe de cada una de ellas no supere los 12.000.000
pts., y llevando una irregular contabilidad de la actividad empresarial, el dolo que
ya se infería con certeza, se confirma con más rotundidad.
El director de la Caja, Sr. Llopis Ferrer, que llevó a cabo personalmente
gran parte de las operaciones que dieron lugar a la insolvencia, y la subdirectora,
30
Sra. Llopis Candela, que tomó parte de algunas de ellas, formalizando los
contratos en nombre de la Caja de Crédito, y autorizó otros, de acuerdo con las
instrucciones recibidas del primero, son responsables a título de coautores, pues,
mediante acuerdo entre ambos (uno da instrucciones y otra las cumple) y división
técnica de funciones, llevaron a cabo las conductas ilícitas que se enjuician y
causaron el resultado de perjuicio de los acreedores de la Caja.
DECIMO SEXTO.- Imputación subjetiva y autoría de los miembros del
Consejo Rector. Vigilancia de las operaciones de activo.
De acuerdo con lo expuesto en el fundamento jurídico décimo cuarto sobre
la delegación de funciones en la activad empresarial, el incumplimiento del deber
de vigilancia sobre la actuación de los delegados puede dar lugar a
responsabilidad por su comportamiento omisivo, esto es, por no evitar el resultado
lesivo a través de dicha vigilancia, lo que remite a la estructura de la comisión por
omisión, que exige, en el tipo objetivo: a) La situación típica de la que surge el
deber de realizar una determinada acción para quien se encuentra en posición de
garante, es decir para quien ocupa una específica función de protección de un
bien jurídico o de control de una fuente de peligro; b) La ausencia de la conducta
debida; c) la capacidad real de realizar aquélla acción. El tipo subjetivo,
tratándose, como aquí se trata, de un delito doloso con dolo directo de primer
grado, exige la intención de obrar en perjuicio de los acreedores.
Los miembros del Consejo Rector ocupaban una posición originaria de
garantía, como más arriba se ha expuesto. La acción debida para evitar el
resultado era el control de la actuación de los delegados, que, según los estatutos
sociales, debía ejercerse de diversas formas: en relación con operaciones de
activo de más de 12.000.000 pts., mediante la autorización previa a su
formalización y consumación; en relación con operaciones de menos de ese
importe mediante la toma de cuenta y supervisón. Subsiguiente al control era
conducta debida, eventualmente, la rectificación de operaciones, la
desautorización y la remoción de los delegados. La capacidad de acción en este
caso es relativa, habida cuenta de los limitados conocimientos bancarios de los
miembros el Consejo Rector y de su relativa dependencia respecto del director de
la Caja, tanto en orden al conocimiento técnico, como en orden a la información
sobre los detalles de las operaciones.
De este modo, puede ya afirmarse que no era conducta debida por los
miembros del Consejo Rector la evitación de cada una de las operaciones de
activo de menos de 12.000.000 pts. cuando eran informados de las mismas una
vez consumadas, ni los consejeros tenían capacidad de acción para evitarlas. Era
debida, en cambio, la conducta consistente en evaluar racionalmente las
operaciones y la de pedir información sobre ellas, a fin de corregir las malas
prácticas que se detectaran. Y como ninguno de los acusados llevó a cabo tales
deberes de supervisión e inspección de modo adecuado al fin de control de la
fuente de peligro que comportaba la actividad empresarial de la sociedad, puede
decirse que no realizaron la conducta a que estaban obligados en posición de
garantes.
Sin embargo, no puede afirmarse el dolo de estos acusados, pues su
omisión determinó, precisamente, su falta de conocimiento de las características
de las operaciones que se enjuician y su carácter peligroso para los acreedores,
31
lo que implica la negación del dolo, y más aun del dolo directo de primer grado,
por lo que no pueden reputarse autores del delito que se les imputa. Ello sin
perjuicio de las responsabilidades a que pudiera haber lugar a deducir ante el
orden civil.
DECIMO SÉPTIMO.- Imputación subjetiva y autoría de determinados
miembros del Consejo Rector en relación con las operaciones de crédito
concedidas a Tarrac, S.L.
El Ministerio Fiscal no acusó a todos los miembros el Consejo Rector, sino
sólo a Ángel Lidiano Llopis Candela y a Miguel Rodríguez Boronat, pues éstos
conocían las características y circunstancias de las operaciones de crédito
concedidas a la mercantil Terrac, S.L. Y en efecto, como miembros de la mercantil
Proaltea, aceptante de los efectos descontados en una de las operaciones que se
enjuician, tuvieron conocimiento del descuento, incluso antes de que se
formalizara. Ello no implica, sin embargo, el del riesgo para los acreedores de la
Caja, ni, menos aún, la intención de causarlo, pues habiéndose obligado ellos
personalmente al pago de los efectos descontados cuando se produjera el
vencimiento, no consta que tuvieran el propósito de no cumplir su obligación.
Antes bien, la realidad del pago del vencido en primer lugar indica que su
propósito era el de pagar su deuda, y la disponibilidad de fondos en poder de la
Caja para el segundo vencimiento confirma esa apreciación.
Ello no niega que, desde la perspectiva “ex ante”, la operación concedida
por la Caja fuera objetivamente contraria al principio de gestión ordenada, ni que
el director y subdirectora de la entidad obraran con dolo en relación con esta
operación, pues el riesgo para los acreedores que resultaba de sus elementos
objetivos era conocido por ellos. La diferencia en el elemento subjetivo del actuar
de unos y otros se basa en los conocimientos especiales de los acusados Llopis
Candela y Rodríguez Boronat, que sabían lo que los otros no podían saber, pues
no se desprendía de los hechos objetivos: que iban a pagar los efectos a su
vencimiento.
DECIMO OCTAVO.- Imputación subjetiva y autoría de las irregularidades
contables.
El art. 20,2 de los Estatutos sociales establece: La contabilidad quedará
bajo la posesión, vigilancia y responsabilidad del Consejo Rector, el cual la llevará
por sí mismo o por otras personas, pero siempre bajo su responsabilidad y
conservará los libros y los justificantes.
La contabilidad es, pues una competencia del Consejo, pero una
competencia delegable. En realidad, sería sumamente disfuncional que todos los
miembros del Consejo tuvieran que controlar pormenorizadamente la contabilidad
de la empresa. Por ello se admite la delegación de la llevanza de los libros en la
dirección de la empresa, en un empleado o en asesores contables externos.
Dicha delegación, si se hace a favor de persona capaz y va acompañada de los
medios necesarios, exonera de responsabilidad por la llevanza material de los
libros, pero no de la competencia residual de inspección y vigilancia del delegado.
32
Sin embargo, la capacidad real de acción para rectificar las anomalías
contables aludidas en los hechos probados es prácticamente nula, pues ni los
consejeros tenían conocimientos de contabilidad, ni su función puede
considerarse comprensiva del estudio y examen pormenorizado de todos los
apuntes contables. Así, con referencia a una infracción administrativa pero con
criterio aplicable “a fortiori” a la responsabilidad penal, la STS Cataluña de 8-21.999, a propósito de la responsabilidad por irregularidades contables, razonó que
“la simple pertenencia al Consejo de Administración de una sociedad anónima
podrá generar responsabilidad para sus miembros que no hayan disentido del
voto mayoritario cuando los hechos infractores se tomen por dicho órgano
colegiado, pero no cuando tales actos ilegales son adoptados por otros órganos
directivos sin participación de aquel Consejo, si, como ocurre en el presente caso,
se trata de conductas que, por su naturaleza -simulación, falsedad y otrastienden a enmascararse u ocultarse y sustraerse al conocimiento de los miembros
de aquél por los que verdaderamente son los autores.”
En nuestro caso, el director y especialmente la subdirectora, bajo las
instrucciones de aquél, se encargaban de la contabilidad de la empresa mediante
delegación del Consejo, cuyos miembros ni conocieron ni pudieron
razonablemente conocer la anotación en los libros contables del cobro de
intereses que en realidad no habían sido percibidos. Por ello, la responsabilidad
penal sobre esta faceta de la infracción ha de recaer exclusivamente sobre los
directivos que realmente habían asumido la función de llevanza de la contabilidad,
y no sobre los acusado miembros del Consejo.
DECIMO NOVENO.- La valoración de la conducta de Jesús Lidiano Llopis
presenta caracteres específicos, pues, a pesar de ser empelado de la entidad
quebrada, sus funciones no incluían las propias del administrador, por lo que no
puede ser autor propiamente dicho del delito. Ello no impide que, como extraneus
en el delito especial propio, pueda ser responsable a título de cooperador
necesario o de cómplice. Pero aquí la sucesión de leyes en el tiempo complica la
cuestión, puesto que el C.P. de 1973 contenía un tipo específico de complicidad
en la quiebra fraudulenta, excepcional y asistemático, que, no obstante ello, no
puede dejar de ser tenido en cuenta, pues era la ley vigente al tiempo de los
hechos. Debemos, por tanto, valorar si la conducta del acusado Jesús Lidiano
Llopis es subsumible en dicho tipo de complicidad y, en su caso, si lo es en algún
titulo de responsabilidad criminal respecto al delito del art. 260,1º del C.P. de
1995, a fin de determinar cual es la ley más favorable. Para ello deberemos
comparar las consecuencias penales derivadas de la aplicación de uno u otro
código en su conjunto, incluido el instituto de la prescripción, sin que nos sea
dada la posibilidad de formar una tercera ley con fragmentos de ambos.
El art. 522 del C.P. de 1973 establecía: Serán penados como cómplices del
delito de insolvencia fraudulenta los que ejecutaren cualesquiera de los actos que
se determinan en el art. 893 del Código de Comercio. Y este artículo establecía:
Serán considerados cómplices de las quiebras fraudulentas: 1º, - Los que auxilien
el alzamiento de bienes del quebrado.
La conducta del acusado Jesús Lidiano, al efectuar las operaciones de
descuento y de préstamo que llevó a cabo cuando la Caja de Alcoy estaba en
crisis económica, a fin de sacar elementos patrimoniales de la misma con el
consiguiente perjuicio de sus acreedores, puede calificarse, sin duda, como
33
cooperación al alzamiento de bienes (del que sería autor en sentido propio el
acusado Jesús Llopis Ferrer). Ahora bien, esta conducta, que en relación con el
tipo de alzamiento de bienes del art. 519 del C.P. de 1973 y 257,1º del C.P. de
1.995, como delito autónomo, podría calificarse como cooperación necesaria,
estaba específicamente calificada como complicidad el art. 522 del C.P. de 1.973
en relación con el 893,º1º del Código de Comercio, por lo que, con independencia
de los varios problemas que plantea el precepto en cuestión, es lo cierto que,
como ley especial, debe aplicarse con preferencia al art. 14,3º del C.p. de 1973,
que se refiere a la cooperación necesaria.
Siendo ello así, la pena imponible sería la inferior en grado a la legalmente
prevista para el autor (art. 53 del C.P. de 1973), esto es la de prisión menor, de
seis meses y un día a seis años. Ahora bien los delitos conminados con penas de
hasta seis años prescriben a los cinco años, de conformidad con lo que establece
el art. 113 del C.P. de 1973. El "dies a quo" para el cómputo de dicho plazo es el
de declaración de quiebra (SsTS 25-10-2002, 10-11-2004), que en nuestro caso
se produjo por sentencia de 25 de Octubre de 1.995. Y como el procedimiento
penal se dirigió contra el acusado Jesús Lidiano en fecha 4 de Febrero de 2003
(fecha de presentación de la ampliación de la querella) o el 7 de Marzo de 2003
(fecha de admisión de la ampliación de la querella), es claro que transcurrió el
plazo de prescripción legalmente establecido, por lo que su responsabilidad
criminal debe declararse extinguida por prescripción del delito.
El anterior razonamiento requiere algunas precisiones.
En primer lugar, sentado conforme a la jurisprudencia citada que el "dies a
quo" para el cómputo del plazo de prescripción del delito es el de declaración de
quiebra, hemos de añadir que la tramitación de la pieza de calificación en el
proceso civil no interrumpe la prescripción, según doctrina jurisprudencial expresa
en STS 22-6-2005, que corrige el criterio sostenido en la STS 20-12-2000.
En segundo lugar que respecto a la pena a considerar para establecer la
gravedad del delito en orden a la aplicación de la prescripción del delito, al
presente hay un sólido cuerpo de doctrina jurisprudencial. Como razona la STS
13-6-2007, durante tiempo se polemizó en la jurisprudencia si había que
considerar la pena en concreto, es decir, después de superadas todas las
vicisitudes de la causa o bien era suficiente con estimar la pena en abstracto. Ello
dio lugar a un Acuerdo General del Pleno de la Sala Segunda del TS de 29-4-97,
en el que se estableció como principio, que los plazos señalados para la
prescripción de los delitos, en función de las penas que pudieran corresponderles,
venían determinados por las penas señaladas en abstracto, teniendo en cuenta
las posibilidades punitivas que nos presenta cada caso concreto (STS. 27-32002, 14-4-2000, 22-10-2001, 7-2-2001, y otras). Esta doctrina fue objeto de una
doble matización. La primera matización se refiere a que el concepto de pena en
abstracto debe de relacionarse necesariamente con los grados de ejecución o
título de participación concreta que se den en el supuesto enjuiciado, y por tanto,
con apartamento del tipo penal genéricamente descrito, que se hacía coincidente
con la participación a título de autor y en delito consumado. Ello supone que si el
delito está en grado de frustración, o la participación lo es a título de cómplice, el
concepto de pena en abstracto debe enmarcarse en esas concretas coordenadas
porque existe una delimitación "ex lege" que no puede ser obviada (STS. 3-122004).La segunda matización se refiere a que la pena en abstracto, así delimitada
debe estimarse en toda su extensión y por tanto en su concepción de pena
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máxima que pueda serle impuesta, siendo desde esta perspectiva que debe
interpretarse el término "pena máxima" señalada al delito, que se contiene en el
artículo 131 del actual Código Penal, es decir, pena en abstracto máxima posible
legalmente, teniendo en cuenta las exasperaciones punitivas que pudieran operar
por la aplicación de algún subtipo agravado, o por la continuidad delictiva (STS.
15-5-2002).
Así pues, auque de acuerdo con el vigente Código la responsabilidad del
acusado Jesús Lidiano pudiera calificarse como cooperación necesaria del
"extraneus", pues no contiene un precepto semejante al art. 522 del C.P. de 1973
que pueda estimarse ley especial, el Código actualmente vigente no debe
aplicarse retroactivamente al hecho cometido bajo la vigencia de una ley más
favorable, de acuerdo con el principio de irretroactividad de las leyes penales
proclamado en el art. 25 dela Constitución y 2 del C.P. Por tanto, la
responsabilidad criminal del acusado Jesús Lidiano Llopis Jordá debe declararse
extinguida por prescripción del delito.
VIGÉSIMO.- Por el contrario, en ningún caso puede estimarse prescrita la
responsabilidad criminal de los acusados Jesús Llopis Ferrer y Mercedes Llopis
Candela. En el C.P. de 1.973 el plazo de prescripción del delito de quiebra
fraudulenta, conminado con pena de prisión mayor es de diez años (art. 113). El
dies a quo sería el de declaración de la quiebra (25-10-1995) y dicho plazo quedó
interrumpido por la presentación (17-5-2000) o la admisión de la querella (22-52000). No transcurrió el plazo de prescripción. Igualmente, aplicando el C.P. de
1995, el plazo de prescripción del delito seria el de 10 años (art. 131), el dies a
quo, el 25-10-1.005 y la interrupción el 17 o el 22-5-2000, por lo que tampoco
transcurrió el plazo de prescripción del delito.
VIGÉSIMO PRIMERO.- Prescripción del delito de apropiación indebida.La acusación particular formula acusación contra Jesús Llopis Ferrer, Mercedes
Llopis Candela , Ángel Lidiano Llopis Candela y Maria del Carmen Raduan López
por delito de apropiación indebida del art. 252 del C.P., que hace consistir en el
pago por cuenta de la Caja de Alcoy de los honorarios de abogado y derechos de
procurador correspondientes a los recursos interpuestos contra una resolución
administrativa que sancionaba a la Caja y los referidos acusados. Por cuenta de
la Caja se pagaron los honorarios y derechos totales correspondientes a los
recursos interpuestos contra la resolución sancionadora, tanto en lo que se refería
a la propia Caja, como a los acusados concernidos.
Aunque no consta con precisión la fecha de dicho pago, hubo de ser
necesariamente anterior a la fecha de la suspensión de pagos, pues fue tenido
en cuenta en el informe del interventor. Así pues, el delito habría quedado
consumado, como muy tarde, el 6 de Junio de 1.994. Esa fecha puede servir de
base para el cómputo del plazo de prescripción, que es el de tres años fijado en el
art. 131 del C.P. para los delitos menos graves, a cuya categoría pertenece el tipo
básico de apropiación indebida, conminado con pena de seis meses a tres años
de prisión.
Ahora bien, la querella se interpuso el 17 de Marzo de 2000,y fue admitida
el 22 de Mayo del mismo año. Cuando se produce el acto interruptivo de la
prescripción, el plazo había transcurrido con exceso. Por ello, sin necesidad de
35
valorar si concurren en el hecho todos los elementos objetivos y subjetivos del
delito de apropiación indebida, debemos dictar sentencia absolutoria en relación
con esta faceta de la acusación.
VIGÉSIMO SEGUNDO.- Dilaciones indebidas.- Como dice la STS 6-72007, el derecho fundamental a un proceso sin dilaciones indebidas, que aparece
expresamente en el artículo 24.2 de la Constitución no es identificable con el
derecho al cumplimiento de los plazos establecidos en las leyes procesales, pero
impone a los órganos jurisdiccionales la obligación de resolver las cuestiones que
les sean sometidas, y también la de ejecutar lo resuelto, en un tiempo razonable.
El artículo 6.1 del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales, se refiere expresamente al derecho de toda persona a
que su causa sea oída dentro de un plazo razonable. Se trata de un concepto
indeterminado cuya concreción se encomienda a los Tribunales. Para ello es
preciso el examen de las actuaciones concretas, a fin de comprobar en cada caso
si efectivamente ha existido un retraso en la tramitación de la causa que no
aparezca suficientemente justificado por su complejidad o por otras razones, y
que sea imputable al órgano jurisdiccional y que no haya sido provocado por la
actuación del propio acusado. En particular debe valorarse la complejidad de la
causa, el comportamiento del interesado y la actuación de las autoridades
competentes (SsTEDH de 28 de octubre de 2003, Caso González Doria Durán de
Quiroga c. España, y 28 de octubre de 2003, Caso López Sole y Martín de
Vargas c. España, y las que en ellas se citan). En el examen de las circunstancias
de la causa también el TEDH ha señalado que el periodo a tomar en
consideración en relación al artículo 6.1 del Convenio empieza desde el momento
en que una persona se encuentra formalmente acusada o cuando las sospechas
de las que es objeto tienen repercusiones importantes en su situación, en razón a
las medidas adoptadas por las autoridades encargadas de perseguir los delitos.
(STEDH de 28 de octubre de 2003, Caso López Sole y Martín de Vargas c.
España). No obstante, en múltiples sentencias, el TS tiene en cuenta no los
periodos de paralización y la fecha de la imputación, sino el tiempo total
trascurrido entre la comisión del hecho y la sentencia (así, por ejemplo, STS 16-62007 y 18-5-2007, entre otras).
En cuanto a sus efectos, la jurisprudencia, sobre todo a partir del Pleno no
Jurisdiccional de 21-5-1.999, ha admitido la posibilidad de proceder a una
reparación del derecho vulnerado mediante una disminución proporcionada de la
pena en el momento de la individualización, para lo que habrá de atender a la
entidad de la dilación. El fundamento de esta decisión radica en que la lesión
causada injustificadamente en el derecho fundamental como consecuencia de la
dilación irregular del proceso, debe ser valorada al efecto de compensar una parte
de la culpabilidad por el hecho, de forma análoga a los efectos atenuatorios que
producen los hechos posteriores al delito recogidos en las atenuantes 4ª y 5ª del
artículo 21 del Código Penal. Precisamente en relación con estas causas de
atenuación, las dilaciones indebidas deben reconducirse a la atenuante analógica
del artículo 21.6ª del Código Penal EDL.
En el acuerdo del Plenario citado se exigió que la parte hubiera denunciado
la dilación oportunamente, para que el órgano jurisdiccional pudiera ponerle fin.
Sin embargo, en sentencias posteriores (SsTS. 23-12-2002, 18-5-2007) estimó
que en esta materia no se debe extremar el formalismo, porque en el proceso
penal, en la instrucción sobre todo, el deber de impulso corresponde al órgano
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competente, y porque el inculpado no puede ser obligado a renunciar a
beneficiarse de una posible prescripción.
En cuanto a su concurrencia como muy cualificada, la cualificación en la
atenuante ha de apreciarse cuando el elemento que justifica la atenuación
aparezca en el caso concreto con una especial intensidad, superior a la
correspondiente a la atenuante ordinaria. Así, en la STS núm. 1547/2001, de 31
de julio se decía que "la cualificación debe estimarse en aquellos casos en que
concurra una superior intensidad comparada con la normal o no cualificada,
teniendo a tal fin en cuenta las condiciones del culpable, los antecedentes o
circunstancias del hecho o cuantos otros elementos puedan revelar especiales
merecimientos en la conducta del inculpado, debiendo tenerse en cuenta que es
necesario que los ingredientes de dicha cualificación se declaren expresamente
en la sentencia o se deduzcan de los hechos declarados probados. En el mismo
sentido nos hemos pronunciado en otras resoluciones (STS núm. 1978/2002, de
26 de noviembre y STS núm. 493/2003, de 4 de abril)”.
El criterio temporal más amplio para la aplicación de la atenuante
considera no sólo los periodos de paralización, sino también el tiempo total
transcurrido entre la comisión del delito y la sentencia. En este caso entre Julio de
1.993 y el presente. La validez de este criterio no significa, sin embargo, la
exclusión de la valoración del carácter injustificado de la demora. Esta valoración
no puede ignorar que el hecho fue cometido bajo el Código anterior, que exigía la
declaración civil de la quiebra fraudulenta, que no se produjo hasta la sentencia
de 30 de Julio de 1998, confirmada por la de 21-12-1.999. Ciertamente, desde la
perspectiva actual puede decirse que desde la entrada en vigor del C.P. de 1995,
Junio de 1.996, pudo interponerse la querella; pero, situándonos en posición
imparcial y objetiva en aquellos momentos, no podremos calificar de indebida la
espera al cumplimiento de la condición de punibilidad del viejo código. En efecto,
la jurisprudencia a la sazón estimaba que el procedimiento civil, en la pieza quinta
de la quiebra, investiga al quebrado a efectos de una posible responsabilidad
penal ( STS 20-12-2.000) y por ello interrumpía la prescripción del delito, criterio
este que no fue modificado hasta la STS 22-6-2005. Pues bien, si hay un
procedimiento de investigación con efectos penales que, además interrumpe la
prescripción del delito, parece adecuado que los acusadores esperen a su
conclusión para formular la querella. Por tanto, la dilación producida hasta
Diciembre de 1.999 no es indebida. Al mismo resultado se llega a partir del criterio
expreso en STEDH de 28 de octubre de 2003, según el cual el periodo de
dilación a tener en cuenta es el que se prolonga a partir de la imputación. Y a la
misma conclusión hemos de llegar desde una interpretación literal, pues las
dilaciones del proceso son las que se producen durante la tramitación del
proceso, no las extraprocesales que pudieran tener lugar antes de su inocación.
Por tanto, sólo puede hablarse de dilación del proceso desde que fue
presentada la querella, en Mayo del año 2.000. Para valorar su carácter justificado
o injustificado hemos de atenernos, en primer lugar, a la complejidad del asunto.
Se trata de un delito de quiebra de una entidad de Crédito con once acusados,
cuyo volumen, que no es determinante, pero sí indicativo de su complejidad, es,
sin duda, extraordinario: más de 23.000 folios de actuaciones judiciales y 18 cajas
archivadores de documentación contable. A estas alturas puede comprenderse
que una parte de las actuaciones así documentadas tiene poca relevancia; pero
ello no excluye el deber de los sujetos procesales de conocerlas y valorarlas,
pues el juicio sobre su relevancia no puede hacerse sin el conocimiento previo.
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Ello explica algunas de las paralizaciones concretas que se produjeron, como la
que se prolongó entre Febrero de 2.005 y Febrero de 2.006 para calificación del
Fiscal. Esta demora es excesiva, pero está parcialmente justificada, pues el
estudio de la causa requirió un tiempo extraordinario.
En suma, teniendo en cuenta la complejidad de la causa, su volumen y
número de acusados, considerando que las dilaciones no se produjeron hasta la
incoación del procedimiento en el año 2.000 y estimando que la jurisprudencia ha
reservado la apreciación de la atenuante como muy cualificada a los casos de
dilaciones más prolongadas en causas de menos complejidad que la presente,
valoramos prudencialmente la concurrencia de la circunstancia atenuante del art.
21,6º del C.P., de dilaciones indebidas, análoga a las de reparación del daño y
confesión de la infracción, pero no como muy cualificada, con la consecuencia
prevista en el art. 66,1,1º del C.P. de aplicar la pena fijada en la ley en su mitad
inferior.
Esta valoración parece coherente con las del Tribunal Supremo, que ha
aplicado la atenuante de dilaciones indebidas, desde la entrada en vigor del C.P.
de 1995, tratándose de delito de quiebra, en los siguientes casos casos: a)- STS
14-5-2004: Una demora de nueve años entre hecho y sentencia, sin ninguna
justificación (las sentencia así lo dice expresamente) sólo mereció la apreciación
de la atenuante simple, sin cualificación. b) STS 2-4-2004: El mismo tiempo de
demora, nueve años, no dio lugar a atenuación alguna. c).- STS 10-11-2004:
Como atenuante simple se apreció la demora injustificada, con una prolongación
de unos diez años (no consta con precisión). d) STS 3-5-2005: Confirma la
apreciación de la atenuante como muy cualificada (que no se impugnó), pero
razona expresamente que tal apreciación se estima benévola y que es poco
frecuente. Por el contrario, el TS ha apreciado la atenuante como muy cualificada
en casos tales como la paralización (no de duración total del proceso) por más de
ocho años seguidos (STS 16-6-2007).
La necesidad de proporcionalidad en la aplicación del Derecho Penal
aconseja, a la vista de todo ello, estimar la atenuante, pero no su cualificación
especial.
VIGÉSIMO TERCERO.- De conformidad con lo que establece el art. 260,2º
del C.P., se tendrá en cuenta para graduar la pena la cuantía del perjuicio inferido
a los acreedores, su número y condición económica. El margen de
discrecionalidad para la concreción judicial de la pena, una vez apreciada la
circunstancia atenuante de dilaciones indebidas es la mitad inferior de la fijada en
la ley (art. 66,1º C.P.), esto es de dos años a tres años, once meses y veintinueve
días. Para concretar la pena a imponer a cada autor del delito hemos de
considerar, conforme al citado precepto, que el número de perjudicados, mas de
mil acreedores (fols. 15.863 y ss.), su situación económica (de toda clase y
condición, incluidos humildes ahorradores de subvenciones de desempleo,
jubilados y similares según resulta de la testifical practicada en el juicio oral) y el
montante total del perjuicio sitúan la pena a imponer en su límite superior. Pero la
necesidad de proporcionalidad en la aplicación de las penas impone la de
distinguir según la gravedad de la conducta realizada por cada responsable, su
importancia relativa en el plan criminal. Y así fácilmente se comprende que la
conducta del acusado Jesús Llopis Ferrer es más grave que la de Mercedes
Llopis Candela, pues el primeo fue el verdadero muñidor de los hechos delictivos,
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el que dominó en todo momento el vaciamiento de la entidad de crédito y el que
embaucó a la otra acusada en la operación delictiva. La gravedad de la conducta
de Mercedes es menor que la del director, pues, ciertamente, debió negarse a
participar en las operaciones fraudulentas, pero su papel fue, aunque necesario,
secundario, y condicionado por su posición subordinada a Jesús Llopis. En
atención a todo ello fijamos en el límite superior de la extensión de la pena, una
vez apreciada a la atenuante, la que debe imponerse a Jesús Llopis Ferrer, que
se concreta así en tres años, once meses y veintinueve días de prisión, y en el
punto intermedio del mismo margen la correspondiente a Mercedes Llopis
Candela, que se concreta así en dos años, once meses y veintinueve días de
prisión.
De conformidad con el mismo criterio, se fija la pena de multa que debe
imponerse a Jesus Llopis Ferrer en 15 meses y 29 días, y en 11 meses y 29 días
la que debe imponerse a Mercedes Llopis Candela, en ambos casos a una cuota
diaria de 6 euros, que se fija en esa cifra a falta de mayor información sobre su
capacidad económica actual.
De conformidad con lo que interesa el Ministerio Fiscal, procede imponer a
ambos acusados la inhabilitación especial para ejercer profesión o ejercicio
relacionado con la actividad propia de Entidades de Crédito durante el tiempo de
la condena, pues ciertamente tal ejercicio profesional ha tenido una relación
directa e inmediata con el delito cometido, hasta tal punto de que no se
comprende la comisión del delito al margen de la actividad profesional. Esta pena
accesoria es compatible con la de inhabilitación para el ejercicio del derecho de
sufragio pasivo, pues el artículo 56 del Código Penal se refiere expresamente a
“alguna o algunas” de las penas que a continuación enumera. La procedencia de
esta segunda pena accesoria deriva de la necesidad de impedir que quien ha
defraudado las expectativas sociales de los depositantes en la entidad de Crédito
y de sus socios puedan gozar del honor que la elección supone, y de evitar que
puedan volver a cometer defraudaciones semejantes.
VIGESIMO CUARTO.- Todo responsable criminalmente de un delito o
falta lo es también civilmente, según lo arts. 109 y 116 del C.P., en la medida y por
los conceptos a que se refieren los arts. 110 y ss. de la misma ley, que en
presente caso, se concreta en la indemnización de la cantidad total adeudada a la
masa de la quiebra, a la que se incorporará, de acuerdo con lo que establece el
art. 260,3º del C.P.
Para la determinación de dicho importe ha de deducirse de la suma total de
los créditos reconocidos, 3.770.828 euros, las cantidades recuperadas por la
administración de la quiebra. Como, según han informado los síndicos, al
presente todavía quedan bienes (algunos de ellos inmuebles) por liquidar, la
determinación del importe de la responsabilidad civil se deja al tramite de
ejecución de sentencia, sobre las siguientes bases. La suma de los créditos
reconocidos asciende a 3.770.828 euros, y de ella se deducirán todos los valores
recuperados por la administración, computándose los que hayan sido liquidados
en el valor del dinero líquido, y los que aún no lo hayan sido en su valor de
mercado según tasación pericial que se practique conforme al art. 794 de la
Lecrim. La diferencia que así se obtenga será el importe la responsabilidad civil a
incluir en la masa de la quiebra conforme al art. 260,3º del C.P.
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No se deducirá como cantidad recuperada el importe de las subvenciones
abonadas por organismos públicos a los acreedores o algunos de ellos, pues la
transferencia de crédito no proviene de la entidad quebrada ni de los acusados,
cuya conducta delictiva resultaría premiada por los poderes públicos si, como
ellos pretenden, su responsabilidad civil quedara parcialmente asumida, sean o
no insolventes, por organismos oficiales.
En ningún caso, por exigencia del principio dispositivo que rige la acción
civil, también en el proceso penal, la cantidad a liquidar podrá superar la mayor
de las sumas demandadas por las acusaciones, esto es, 2.885.371 euros.
En tanto la condena no sea líquida no generará intereses, Desde su
liquidación, conforme establece el art. 576 de la LEC, generará a favor del
acreedor un interés anula igual al interés legal del dinero incrementado en dos
puntos.
VIGÉSIMO QUINTO.- Solicita la acusación particular la indemnización por
gastos de administración de la quiebra, así como de gastos generados con
ocasión de los cobros realizados, y propone como cantidad a que ascienden tales
gatos la de 411.990 euros. Sin embargo, no se ha probado en el juicio ni directa
ni indirectamente que la suma de gastos sea esa y no otra, ni que la suma de los
efectuados hasta el presente sea esa, sin perjuicio de los que pudieran hacerse
en el futuro. Pero no procede dejar la determinación de estos gastos al tramite de
ejecución de sentencia, en primer lugar porque nada indica que durante la
preparación del juicio o en el juicio haya sido más difícil proceder a esa
valoración que lo será en el futuro; y por otro lado porque la posibilidad que brinda
el art. 794 no debe entenderse como una facultad de las partes, una vez
ejercitada la acción civil, de proponer y practicar o no en el juicio la prueba
pertinente, sino que dicha oportunidad es excepcional y ha de estar justificada.
Este criterio se deriva de lo que establece el art. 120 de la Constitución sobre el
principio de oralidad y de la regulación de la Ley de Enjuiciamiento Civil, de
aplicación supletoria y con expresa y manifiesta vocación de ley Procesal Común
a todos los órdenes y procesos, en sus arts. 209 y 219. Por tanto, debe
desestimarse la pretensión de abono de los gastos de administración y de los
efectuados con ocasión de cobros parciales.
Lo anterior no contradice la delación del principal a ejecución de sentencia,
pues en ese caso el importe de la obligación estaba, en el momento del juicio,
indeterminado, toda vez había bienes pendientes de realización y, según los
liquidadores, era previsible la recuperación de más cantidades. Como la
operación de liquidación consiste en una resta (deuda reconocida menos valores
recuperados) y el factor indeterminado es el sustraendo, no es posible ni la
determinación completa de la obligación, ni su liquidación parcial, pues la
deducción de las sumas ya recuperadas arrojaría un saldo mayor que el definitivo.
Por el contrario, en relación con los gastos de administración hubiera sido posible
la liquidación parcial, pues los gastos que se generen en el futuro deberían
adicionarse (no restarse) a la cantidad liquida de gastos a la fecha del juicio que
se podría haber obtenido de haberse practicado la prueba adecuada a tal fin.
VIGÉSIMO SEXTO.- De conformidad con lo que establece el art. 123 del
C.P. y 238 a 240 de las LECrim., las costas procesales han de imponerse a los
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acusados que han sido condenados, y se declararán de oficio las
correspondientes a los pronunciamientos absolutorios. En el presente caso se
formuló acusación por delito de apropiación indebida contra cuatro personas, y
por delito de quiebra contra diez personas. La sentencia condena a dos acusados
por delito de quiebra, y absuelve en todo lo demás, por lo que procede la condena
a una catorceava parte de las costas procesales a cada uno de los acusados
condenados. Dicha condena en costas incluye, en los términos expuestos, las de
la acusación particular, cuya actuación a lo largo del proceso ha sido relevante,
comenzando con la interposición de la querella, pasando por la proposición de
diversas diligencias a lo largo de la instrucción, hasta la intervención activa en el
juicio oral.
VISTOS, además de los preceptos citados, otros de pertinente aplicación
del mismo Código Penal y los artículos 141, 142, 239, 240, 741 y 742 y demás de
general aplicación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
I V - PARTE DISPOSITIVA
FALLAMOS : Que debemos condenar y CONDENAMOS a JESÚS LLOPIS
FERRER y a MERCEDES LLOPIS CANDELA como responsables en concepto a
de autores de un delito de insolvencia concursal punible del art. 260 del C.P.,
con la circunstancia atenuante de dilaciones indebidas, del art. 21,6º, por analogía
a las del art. 21, 4º y 5º del C.P., a la pena de TRES AÑOS, ONCE MESES Y
VEINTINUEVE DÍAS DE PRISIÓN, con sus accesorias de inhabilitación especial
para el derecho de sufragio pasivo y para el ejercicio de profesión u oficio
relacionado con las Entidades de Crédito durante el tiempo de la condena, y multa
de 15 meses y 29 días a una cuota diaria de 6 euros a JESÚS LLOPIS FERRER;
y a la pena de DOS AÑOS, ONCE MESES Y VEINTINUEVE DÍAS DE PRISIÓN,
con sus accesorias de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo y
para el ejercicio de profesión u oficio relacionado con las Entidades de Crédito
durante el tiempo de la condena, y multa de 11 meses y 29 días a una cuota diaria
de 6 euros a MERCEDES LLOPIS CANDELA; al pago de una catorceava parte
de las costas procesales, incluidas las de la acusación particular, a cada uno de
ellos, y en concepto de responsabilidad civil, a indemnizar a la masa de
acreedores la entidad Caja de Crédito de Alcoy, Cooperativa de Crédito
Valenciana, en el procedimiento de quiebra 233/1.995 del Juzgado de Primera
Instancia número Dos de Alcoy la cantidad que se determine en ejecución de
sentencia sobre las bases establecidas en el fundamento jurídico vigésimo cuarto
de esta sentencia.
Que debemos absolver y ABSOLVEMOS a JESÚS LLOPIS FERRER y a
MERCEDES LLOPIS CANDELA del delito de apropiación indebida del que
vienen acusados.
Que debemos absolver y ABSOLVEMOS a los acusados en esta causa
JESUS LIDIANO LLOPIS JORDA, ANGEL LIDIANO LLOPIS CANDELA,
MIGUEL RODRIGUEZ BORONAT, SILVIO CORTÉS ABAD, JUAN GARCÍA
MONSALVE, Mª DEL CARMEN RADUAN LOPEZ, JORGE RODRIGUEZ
BORONAT y JOSÉ BELDA GUEROLA de los delitos de los que venían siendo
acusados, declarando de oficio el resto de las costas procesales.
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Abonamos a dichos acusados todo el tiempo de privación de libertad sufrida
por esta causa para el cumplimiento de la expresada pena de privación de
libertad.
Reclámese del Juzgado Instructor –previa formación, en su caso, por el
mismo– la pieza de responsabilidad civil de esta causa penal.
Notifíquese esta resolución conforme lo establecido en el artículo 248-4º de
la Ley Orgánica del Poder Judicial.
Conforme al artículo 789-4 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, notifíquese
la presente resolución a los ofendidos y perjudicados por el delito aunque no se
hayan mostrado parte en la causa.
Así, por esta nuestra sentencia, de la que se unirá certificación al Rollo de
Sala, definitivamente juzgando, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.- D. José
Daniel Mira-Perceval.- Dª Dolores Ojeda.- D. José María Merlos.- RUBRICADO.
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