Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. SUMARIO - I.- Hacia un nuevo concepto de Administración Tributaria - 1.- La Agencia como alternativa al modelo clásico de Administración tributaria - 2.- La recaudación y la eficacia: criterios inspiradores en la creación de la Agencia - II.- La Agencia Tributaria: Problemática Jurídico-Constitucional - 1.- La naturaleza jurídica de la Agencia. Su posición en la relación jurídico-tributaria - 2.- Valoración crítica de la participación de la Agencia Tributaria en sociedades mercantiles - 3.- Especialidades del sistema de financiación de la Agencia Tributaria. Posible vulneración a la Constitución y a las Leyes - III.- Conclusión Personal Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. BIB 1994\1336 Carmen Márquez Sillero. Abogada Profesora de Derecho Financiero y Tributario Publicación: Quincena Fiscal Aranzadi num. 20/1994. Editorial Aranzadi, SA, Pamplona. 1994. I- Hacia un nuevo concepto de Administración Tributaria 1- La Agencia como alternativa al modelo clásico de Administración tributaria La Agencia Tributaria, cuya constitución efectiva tuvo lugar el 1 de enero de 1992, comenzó a fraguarse en el año 1990, cuando la Secretaría de Estado de Hacienda editó, en junio de dicho año, lo que comúnmente ha venido a llamarse «Libro Blanco de Reforma Fiscal». El objeto central de este informe estaba constituido por las propuestas de modificación de los impuestos personales sobre la renta y el patrimonio de las personas físicas, pero en su cuarta parte podemos encontrar ciertas consideraciones sobre las variaciones que deben operar en la Administración y la conexión de las mismas con la represión del fraude fiscal. Así, los redactores de aquel informe oficial llegaron a la conclusión de que las reformas sustantivas que se habían venido produciendo en relación con cada una de las figuras del sistema, debían ser acompañadas de una transformación administrativa que asegurase el cumplimiento de los objetivos de generalidad, equidad y progresividad. Aparece incluida, por tanto, en el mencionado informe, la idea de una necesaria «estrategia para la modernización de la Administración Tributaria», entre cuyas recomendaciones caben destacar, a efectos de la presente investigación, las siguientes: –Una reforma de los esquemas organizativos, especialmente en lo que a materia de recursos humanos se refiere, para conseguir una mayor flexibilización y autonomía, siendo los modelos americano e inglés de agencias administrativas, dotadas de reglas propias de funcionamiento, las más adecuadas para tal objetivo. –El establecimiento de una mayor desconcentración de los procedimientos gestores, junto a una nueva política de personal, para conseguir el funcionamiento eficiente de la organización. –Propuestas de reforma en materia de delito fiscal, que sugerían modificaciones en la organización administrativa con objeto de asemejarla a los medios personales, materiales y 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 1 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. competenciales del modelo norteamericano del Servicio de Rentas Interiores (I.R.S.). Todas estas recomendaciones tienen, como exclusiva finalidad, conseguir un mayor y mejor nivel de eficacia. Dentro de este nuevo enfoque, y sin abandonar la idea de justificar y conseguir una modernización de la Administración tributaria, la postura que podríamos llamar «oficialista» desarrolla el siguiente planteamiento. En base a los profundos cambios que se han operado en los últimos diez años tanto en el pensar como en el sentir social, se afirma que corresponde a la Administración desempeñar un nuevo papel en el marco de una sociedad moderna. Surge, así, la nueva concepción de la Administración pública, que gravita sobre dos principios básicos: 1.º) desde un punto de vista social, la Administración tiene que prestar servicios a los ciudadanos; y 2.º) desde un punto de vista organizativo, la Administración se entiende como una serie de estructuras diferenciadas que han de aplicar distintos métodos de trabajo para alcanzar sus objetivos. Ambos principios conllevan una nueva visión que supera la tradicional configuración de la Administración como detentadora de potestades y privilegios, que actúa en una organización unitaria y rígida, faltándole la debida diligencia y agilidad. Si a ello se unen las previsiones que, con carácter general, se hacen acerca de la década de los noventa, conceptuada como una etapa de cambios profundos y acelerados en el entorno social, político, económico y tecnológico, parece evidente que se irá propiciando una inestabilidad permanente y unas relaciones cada vez más complejas e interdependientes que exigen, sin duda, nuevos diseños organizativos más ágiles y flexibles, que sean capaces de responder y adaptarse rápidamente a los cambios experimentados. En este entorno cambiante y con nuevas ideas acerca de la Administración pública, se ha abordado un importante cambio organizativo creando la Agencia Tributaria; la cual pretende dotar a la Administración de un modelo más ajustado a las necesidades actuales, capaz de dar respuesta a la gestión de un sistema impositivo moderno, diseñando una estrategia global 1 que asegure la prestación de un mejor servicio a los ciudadanos . 1 Esta idea se recoge en el llamado «Documento para la Discusión del Plan estratégico de la AEAT», cuando establece: «En resumidas cuentas, la estrategia de la Agencia ha de perseguir la justificación social de la Administración tributaria mediante la calidad de su gestión y una visión dual presidida por el principio de conseguir, al mismo tiempo, un servicio a los contribuyentes y mayor profundidad en la lucha contra el incumplimiento tributario. La Agencia deberá dar respuesta a un entorno que, junto a una necesidad de modernización y de afrontar el reto de la internacionalización de la economía española, con su incorporación al Mercado Unico Europeo, incluirá una previsible demanda social generalizada tanto de simplificación tributaria en particular y de mejora de los servicios administrativos en general, como de una mayor igualdad tributaria mediante el control del incumplimiento fiscal». Documento II: Estructura de la AEAT punto 1: Ejes estratégicos de la AEAT. Desde esta perspectiva, la Agencia se constituye en una alternativa al modelo tradicional de la Administración tributaria, en un medio de superación de sus disfunciones y limitaciones, las cuales se pueden polarizar en dos sentidos: la gestión de recursos humanos y la gestión de recursos materiales e inversiones presupuestarias. En lo que respecta al primero de estos aspectos, problemas clásicos de nuestra Administración tributaria, como el alejamiento entre los núcleos de decisión y los centros gestores, el corporativismo basado en el binomio función-cuerpo y la lentitud en la adaptación a nuevas situaciones, parecen haber sido superados con la creación de la Agencia. Así, la autonomía de la Agencia Tributaria en cuestiones de personal supone un intento de aceptar la realidad profesional de los cuerpos de funcionarios, solventando tan arraigado corporativismo y adscribiendo a la misma determinados Cuerpos, Escalas y Especialidades. Además se superan compartimentaciones tradicionales y se genera lo que se ha venido a denominar «cultura común» o «nueva cultura administrativa». Desde este enfoque, la Agencia, abierta incluso a profesionales libres, podría suponer, en cierto modo, la culminación de una tendencia integradora de la Administración tributaria. 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 2 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. En relación a los recursos materiales e inversiones presupuestarias, la Agencia Tributaria parece presentarse como el nuevo modelo gestor que, reorganizando la antigua Secretaría General de Hacienda, va a permitir, en líneas generales: un alto grado de autonomía en los temas de personal y recursos materiales; una amplia descentralización y agilidad en la toma de decisiones; y un sistema de control por objetivos que implique un cambio profundo en los métodos de trabajo. La Agencia Tributaria surge, frente a una antigua Administración tributaria de gestión lenta y complicada, como un amplio proceso de reorganización de la Administración del Estado, diseñado por el Ministerio para las Administraciones Públicas, tendente a dotar a la Administración española de nuevos modelos organizativos y sistemas de trabajo que permitan su modernización, con el objetivo de conseguir una mejor prestación de servicios a los ciudadanos dentro de mayores niveles de eficacia y eficiencia. 2- La recaudación y la eficacia: criterios inspiradores en la creación de la Agencia Los dos valores fundamentales que se han tenido en cuenta a la hora de crear la Agencia Tributaria son, a nuestro juicio, un aumento de la recaudación y una mejora de la eficacia. Resulta evidente que la recaudación, como valor abstracto es aceptable, y su concretización en el ámbito tributario tiene una gran importancia para el correcto funcionamiento del sistema. Por ello, parece posible afirmar que una potenciación de la recaudación, y su consiguiente aumento cuantitativo, son fines deseables. Ahora bien, la recaudación no debe desentenderse del deber de contribuir que recoge nuestra Constitución. Para que las sumas recaudadas lo hayan sido de forma justa, es necesario que cada sujeto pasivo contribuya en base a su capacidad económica, por medio de un sistema tributario justo, ordenado por leyes que tengan en cuenta las condiciones reales de desigualdad en que se desenvuelven los ciudadanos y los grupos sociales en que se integran, y con impuestos que sean progresivos, al menos en lo que respecta a los de principal potencia recaudatoria. La recaudación, por tanto, será más o menos justa en función de lo mucho o poco que el Ordenamiento tributario concreto tenga en cuenta los principios constitucionales informadores de la forma en que ha de operar el reparto de la carga tributaria. Por otro lado, los creadores de la Agencia presentan la eficacia como valor supremo de la nueva organización administrativa. Esto es, ante un modelo administrativo tributario inadaptado a la nueva realidad social y, por tanto, ineficaz, surge la Agencia Tributaria como solución perfecta y superadora de concepciones administrativas arcaicas. Aparece un nuevo credo, el de la privatización, que nos llevará al objetivo, por todos deseado, de la modernización de la Administración tributaria y de la mejora de servicios públicos. 2 Con este planteamiento se está identificando privatización y eficacia hasta el punto de constituir un binomio inseparable, lo cual no parece admisible en el ámbito de la Hacienda Pública y de su gobierno, la Administración Financiera. 2 Sobre privatización y eficacia, vid. JUAN LOZANO, A. M.ª: La Inspección de Hacienda ante la Constitución, IEF-Marcial Pons, Madrid, 1993, pgs. 29-34. La autora alude a la incidencia de la creación de la Agencia Estatal de la Administración Tributaria en la privatización de la gestión tributaria para lograr la pretendida eficacia, así como, a las vicisitudes constitucionales de su creación desde la perspectiva del Derecho administrativo. Además, conviene tener muy en cuenta que este fenómeno de la privatización no supone 3 un cambio en la titularidad de la función, que sigue correspondiendo al Estado , sino una transformación de su status jurídico para escapar del Derecho público y pasar a regirse por el Derecho privado. La creación de la Agencia Tributaria, como respuesta a la necesidad de someter al Derecho privado una de las actividades básicas del Estado –la de gestionar, liquidar y recaudar tributos–, no hace sino confirmar la línea expuesta. 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 3 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. 3 Siguiendo al profesor MUÑOZ MACHADO, podría afirmarse que el proceso que ha llevado a la actual crisis de la Administración en las materias de gestión y eficacia es el siguiente. La Administración ha ido tomando a su cargo nuevas misiones respecto a la sociedad y ha pretendido atenderlas levantando nuevos pisos sobre las estructuras de su viejo edificio, resistiéndose a despojarse de poder y estructurando sus mecanismos de acción a base de estructuras rígidamente jerarquizadas y centralizadas, hasta que la sobrecarga de funciones ha hecho ceder los cimientos del sistema.Para solventar este problema se trata de fortalecer la idea de participación. En este sentido, CHEVALLIER afirma que la noción del interés general, que ha servido de principio de legitimación al aparato de coacción pública, debe ser renovada por la «ideología de la participación», que consiste en requerir por la Administración el auxilio de los particulares en las tareas de gestión, sin que ello baya supuesto una dejación de sus funciones o una ruptura de posiciones monopolísticas, sino una utilización de los particulares como colaboradores suyos, dotándoles de prerrogativas y medios jurídicos que, en principio, sólo a la Administración pertenecen para que su gestión pueda ser eficaz. Vid. MUÑOZ MACHADO, S.: «Las concepciones del Derecho administrativo y la idea de participación en la Administración», RAP, núm. 84, septiembre-diciembre, 1977, pgs. 519-535. Personalmente, opinamos que tanto la recaudación como la eficacia en el servicio son dos principios absolutamente válidos y legítimos para fundamentar una nueva organización administrativo-tributaria. Pero, si bien pueden calificarse de criterios válidos, en ningún caso pueden ser únicos. Es decir, resulta imprescindible la concurrencia y la coordinación con otra serie de principios inspiradores de una estructura tributaria justa, como son la capacidad 4 económica, la igualdad, la progresividad, la generalidad y la seguridad jurídica del contribuyente, para legitimar una modificación tributaria, que, en este caso, es organizativa. 4 Recogidos en el art. 31.1 de la Constitución. Lo cierto es que, en los últimos años, la acción legislativa y de gobierno han postergado en muchas ocasiones los principios a los que se acaba de hacer referencia, exaltando otros con un contenido más o menos difuso, que podrían calificarse de utilitaristas. Esta tendencia culmina, a nuestro entender, con la creación de la Agencia Tributaria, que supone el atropello del ordenamiento jurídico existente, la más absoluta vulneración de los principios inspiradores del sistema financiero y tributario y la anteposición de «pseudovalores», tales como la eficacia, la eficiencia y la recaudación, que se convierten en ejes centrales de una nueva organización de la Administración tributaria carente de adecuación a la Constitución y al Derecho II- La Agencia Tributaria: Problemática Jurídico-Constitucional 1- La naturaleza jurídica de la Agencia. Su posición en la relación jurídico-tributaria La agencia se crea como Ente de Derecho público de los previstos en el artículo 6.5 de la 5 Ley General Presupuestaria , integrado en las Administraciones Públicas Centrales, con personalidad jurídica propia y plena capacidad pública y privada. 5 LGP, art. 6.5: «El resto de Entes del Sector público estatal no incluidos en este artículo ni en los anteriores, se regirá por su normativa específica.En todo caso se aplicarán a los citados Entes las disposiciones de la presente Ley que expresamente se refieran a los mismos y, con carácter supletorio, las relativas a materias no reguladas en sus normas específicas». Esta definición, dada por quienes se muestran partidarios de la Agencia, es susceptible, a nuestro juicio, de interesantes críticas. En primer lugar, debe tenerse en cuenta que, si bien la Ley de creación de la Agencia pretende adscribirla al grupo de las Entidades públicas «incalificables» del artículo 6.5 de la LGP, dicho Ente parece responder mejor a los caracteres típicos de las Sociedades Estatales no mercantiles, esto es, a «las Entidades de Derecho público, con personalidad jurídica, que 6 por Ley han de ajustar sus actividades al ordenamiento jurídico privado» . La diferencia fundamental entre este tipo de Entidades y la Agencia es que las primeras tienen atribuidas ciertas prerrogativas públicas, además de desarrollar actividades propias del sector empresarial, mientras que la Agencia Tributaria ha sido creada con la única finalidad de 7 desempeñar funciones públicas –gestión, inspección y recaudación de los tributos– . 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 4 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. 6 LGP, art. 6.1.b). 7 Sobre la Agencia como Institución Pública encajable en las Sociedades Estatales, vid. BAENA AGUILAR, A.; HERRERA MOLINA, P. M. y SERRANO ANTÓN, F.: La Agencia Tributaria frente al contribuyente: régimen jurídico y problemas de constitucionalidad, Comares, Granada, 1993, pgs. 18-20. Algún sector doctrinal, tomando como fundamento precisamente estas funciones públicas que la Agencia desarrolla, la encuentran incardinable dentro de los Organismos Autónomos 8 . 8 En este sentido se posiciona el profesor FERREIRO LAPATZA, J. J. en su artículo «Nota sobre la Agencia Estatal de la Administración Tributaria», Civitas, REDF, núm. 71, 1991, pg. 401. Este autor afirma que la Agencia es técnicamente un organismo autónomo al que se quiere excluir de la normativa propia de éstos. 9 Ahora bien, debemos tener presente que gran parte de la doctrina más autorizada definen los Organismos Autónomos como una parte de la Administración pública, desgajada de la misma por razones técnicas que aconsejan confiar el ejercicio de determinadas actividades estatales a verdaderas fundaciones públicas personificadas. Es la idea de la descentralización funcional o por servicios la que está en la base de estos Organismos, los cuales constituyen por esencia Administraciones Públicas descentralizadas. 9 VICENTE-ARCHE DOMINGO, F.: «Hacienda Pública y Administración Pública», HPF, IEF, núm. 26, 1974, pg. 106. Esta concepción choca con la Agencia Tributaria, en cuanto que ésta aparece dotada de «plena capacidad privada», resultando por ello inadecuado el esquema propio del Organismo Autónomo y surgiendo, como posible alternativa, la figura de la Sociedad Estatal institucional, a la que ya se ha hecho referencia. Como conclusión de lo expuesto hasta el momento en relación con la naturaleza jurídica de la Agencia Tributaria, parece que lo más correcto sería el calificarla de Ente institucional con personalidad jurídica distinta a la del Estado, pues, dadas las particularidades que presenta, no resulta del todo encajable en las figuras actualmente conocidas. Por este motivo se ha recurrido al «cajón de sastre» que constituye el artículo 6.5 de la LGP como única forma de posibilitar su incardinación en el ordenamiento jurídico. Debido a la falta de claridad con que queda delimitada la naturaleza jurídica de la Agencia, su posición en la relación jurídico-tributaria resulta igualmente confusa e inadecuada. 10 La Hacienda Pública puede definirse, siguiendo al profesor VICENTE-ARCHE , como una organización establecida dentro del Estado para la realización de determinadas funciones estatales. 10 Vid. VICENTE-ARCHE DOMINGO, F.: «Hacienda...», op. cit., pg. 101. Según el mencionado profesor, existe una forma de organización y manifestación del Estado que sería el Estado-Hacienda o Hacienda Pública, la cual coexiste con otra forma de organización y manifestación que es la Administración Pública, de manera que ambos ordenamientos jurídicos se encuentran integrados en otro más amplio y complejo que es el Estado. El Estado tiene su Hacienda, pero la Hacienda Pública no es la Administración Pública, aunque ambas se encuentren íntimamente relacionadas. La relación a que acabamos de referirnos se resume en los siguientes términos. La Hacienda Pública, en cuanto ordenamiento jurídico, establece la disposición de los recursos que la integran para cumplir el fin al que están destinados. Esta disposición exige una ejecución práctica, a partir de la cual materializarse en realidades concretas, y es precisamente en este momento cuando surge la conexión entre ambas instituciones, pues la administración de la Hacienda Pública es confiada a la Administración Pública. Es decir, la Hacienda Pública, en cuanto ordenamiento jurídico independiente que se integra en el Estado, utiliza otro ordenamiento jurídico, también integrado en el Estado, la Administración Pública, como medio de actuación, por lo que ambos ordenamientos aparecen coordinados 11 . 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 5 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. 11 Vid. VICENTE-ARCHE DOMINGO, F.: «Hacienda...», op. cit., pgs. 101-105. Tomando como cierto este planteamiento, plenamente vigente y respaldado por nuestra 12 legislación , la creación de la Agencia Tributaria como órgano de gestión ha creado importantes problemas: 1.º) Si la Hacienda Pública utiliza la Administración Pública como instrumento de gestión, ¿es la Agencia Tributaria, en cuanto que parece estar integrada en las Administraciones Públicas Centrales, la administración de la Hacienda Pública? 2.º) Por otro lado, debemos considerar que la Hacienda Pública es un todo en el que no parecen tener cabida escisiones o particiones –LGP, art. 2–, y lo mismo sucede con la administración de la Hacienda Pública –LGP art. 3–; ante esta circunstancia, ¿es la Agencia toda la Administración Pública encargada de gestionar toda la Hacienda Pública?, ¿puede haber varias Administraciones públicas que gestionen distintos sectores de la Hacienda Pública? 3.º) Incluso podríamos cuestionarnos si la Agencia Tributaria es Administración Pública o no. 12 La LGP parece ratificar el planteamiento al que nos acabamos de referir en sus artículos 2 y 3. Así, el artículo 2 establece que: «La Hacienda Pública, a los efectos de esta Ley, está constituida por el conjunto de derechos y obligaciones de contenido económico cuya titularidad corresponde al Estado o a sus Organismos Autónomos»; mientras que es el artículo 3 el que habla de la administración de la Hacienda Pública, de una sola y única administración de la Hacienda Pública, la cual «cumplirá las obligaciones económicas del Estado y de sus Organismos Autónomos, mediante la gestión y aplicación de su haber conforme a las disposiciones del ordenamiento jurídico y, además, promoverá el adecuado funcionamiento de los sistemas financiero y monetario, según las medidas de política económica que se establezcan». En un intento de dar respuesta al primero de estos interrogantes, estimamos conveniente analizar la finalidad de los Entes públicos institucionales, entre los que se encuentra la Agencia Tributaria. Los Entes públicos institucionales han estado tradicionalmente encargados, bien de gestionar mejor determinados servicios, bien de intervenir en el mercado como un agente económico. Resulta evidente que la finalidad de la Agencia no es, desde luego, intervenir en el mercado, sino que, por el contrario, entra directamente en aspectos propios de gestión, en concreto se ocupa de la gestión tributaria, Pues bien, es aquí, precisamente, donde surge el problema. Si bien podría calificarse a la gestión tributaria, en un sentido muy amplio de servicio público, parece encajar mejor en el ámbito de las funciones públicas, pues consiste en la aplicación de un poder, el tributario, que deriva directamente de la soberanía popular, lo que exige la presencia del Derecho administrativo. Por tanto, estimamos que aplicar la técnica de la descentralización por servicios a una función pública, no sólo es un hito novedoso en nuestro ordenamiento, sino de difícil incardinación en el mismo; y mucho más si se considera la auténtica descentralización administrativa que supone la Agencia, en cuanto que goza de verdadera autonomía en materias tan trascendentes como la gestión de personal, patrimonio y presupuesto. En un segundo orden de consideraciones, y respecto a la posibilidad de que existan varias Administraciones Públicas que gestionen distintos sectores de la Hacienda Pública, es de obligado cumplimiento insistir sobre la configuración de la Hacienda Pública como una unidad Independiente incardinada dentro del Estado y gestionada por una única Administración Pública. Desde esta perspectiva, la Hacienda Pública aparece constituida por un conjunto de recursos heterogéneos que se organizan para el cumplimiento de la actividad administrativa típica. La organización de los recursos para este fin significa, jurídicamente, la organización de su obtención, administración y empleo. Por tanto, las funciones financieras consisten en la realización de los actos mediante los cuales se obtienen, administran y emplean los recursos financieros. Ahora bien, conviene tener muy en cuenta que los recursos financieros que integran la Hacienda Pública no son sólo los monetarios o en dinero. Es cierto que estos últimos tienen mayor relevancia que los demás y que su organización –obtención y administración– 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 6 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. representa una pieza sustancial del sistema jurídico-financiero, pero la Hacienda Pública no se agota en los recursos pecuniarios. Existe una gran diversidad de derechos de contenido económico que pertenecen al Estado, y, por tanto, no cabe limitar sus funciones financieras a la gestión de los recursos monetarios, sino que necesariamente comprenden también la gestión de los demás recursos. Así, son funciones financieras las que la Administración Pública realiza en relación con el Patrimonio del Estado y con el dominio público, por ejemplo 13. 13 Este razonamiento aparece recogido por el profesor VICENTE-ARCHE DOMINGO, F. en su artículo «Hacienda...», op. cit., pgs. 126 y 127. Los creadores de la Agencia Tributaria parecen haber olvidado, a nuestro juicio, todo el planteamiento que se acaba de exponer. Separan e individualizan tajantemente la gestión de los recursos monetarios, como si de un sector aislado se tratara dentro de la unidad conceptual que supone la Hacienda Pública. Así, la Agencia Tributaria se va a ocupar, en aras de una mayor y mejor eficacia recaudatoria, de todo lo relativo a tributos, sin abordar, en ningún momento, el Tesoro, el Patrimonio del Estado, la Deuda Pública, y demás institutos jurídicos integradores de la Hacienda Pública. Ante esta situación parece posible hablar de una «escisión» de la Administración Pública –Ministerio de Economía y Hacienda y Agencia Tributaria– para la gestión de una Hacienda Pública dividida –tributos y el resto de sus institutos jurídicos–. Puede hablarse de una duplicidad de la administración de la Hacienda Pública, lo cual rompe totalmente el esquema clásico, y, a nuestro entender más correcto, de una sola Administración Pública que se encarga de la gestión de una única Hacienda Pública. La ruptura de esta concepción no parece admisible en nuestro Ordenamiento. Y ello, porque se estaría vulnerando el contenido de los artículos 2 y 3 de la LGP, los cuales hablan, respectivamente, de una Hacienda Pública constituida por el conjunto de derechos y obligaciones de contenido económico cuya titularidad corresponde al Estado, y de una administración de la Hacienda Pública encargada de cumplir las obligaciones del Estado y de sus Organismos Autónomos, mediante la gestión y aplicación de su haber. Finalmente cabe hacer una reflexión acerca de un problema que estimamos altamente interesante: ¿Puede afirmarse que la Agencia Tributaria es Administración Pública? Su Ley de creación la considera «integrada en las Administraciones Públicas Centrales», pero ello no parece ser fundamento suficiente para afirmar que la Agencia Tributaria sea Administración Pública. Tomando como punto de partida el tema de la personalidad jurídica, resulta evidente que la Administración Pública, como instrumento de gestión de la Hacienda Pública, tiene la misma personalidad jurídica que la del Estado; mientras que la Agencia se configura como un Ente institucional con personalidad jurídica independiente de la personalidad jurídica del Estado. Desde esta perspectiva, para algunos autores resulta del todo contradictorio que un Ente «integrado» en la Administración pueda estar dotado de personalidad jurídica propia, con lo cual la Agencia Tributaria no debería de formar parte de la Administración de la Hacienda 14 Pública . 14 En este sentido se posiciona MORA HIDALGO, M.: «La Agencia Estatal de la Administración Tributaria», texto de la conferencia pronunciada con motivo del seminario relativo a la Agencia Tributaria celebrado en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, abril, 1993. Si, efectivamente, la Agencia no está integrada en la Administración de la Hacienda Pública, opinión que compartimos plenamente, la consecuencia inmediata es su inadecuación para gestionar la Hacienda Pública y la carencia absoluta de sentido de dicho Ente, que quedaría totalmente vacío de contenido al resultar inhabilitado para desarrollar la finalidad que tiene atribuida. La conclusión con la que se ha terminado el razonamiento anterior nos lleva a una cuestión 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 7 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. muy delicada en el análisis crítico de la Agencia: su posición como sujeto activo en la relación jurídico-tributaria. En una relación jurídico-tributaria se diferencian dos sujetos: el sujeto pasivo y el sujeto activo. El sujeto activo es el Estado, el cual se constituye en titular del derecho de crédito que nace de dicha relación, y a quien el contribuyente debe el tributo. Sin embargo, es la Agencia, en cuanto que se crea con tal finalidad, la encargada de la gestión de los tributos; por tanto la pregunta inmediata es la siguiente: ¿es que la Agencia Tributaria es Estado? La respuesta debe ser, sin lugar a dudas, negativa. La Agencia Tributaria no es Estado. Por tanto, tampoco es, ni podrá ser, sujeto activo de la relación jurídico-tributaria. Las consecuencias de esta afirmación son sumamente graves, puesto que, hoy por hoy, los tributos están siendo exigidos y abonados a un Ente cuya competencia para desarrollar tal función puede ponerse en tela de juicio. Para salvar tan problemática situación se dice que la Agencia actúa «en nombre y por cuenta del Estado». Pero tal afirmación no hace sino empeorar el estado de la cuestión, pues no parece posible que se pueda actuar en nombre y por cuenta del Estado. Como conclusión, podemos afirmar que, con la creación de la Agencia como órgano encargado de la gestión tributaria se está rompiendo uno de los fundamentos básicos de nuestro Ordenamiento jurídico público, según el cual el ejercicio de funciones públicas no 15 puede atribuirse más que al Estado y a sus Organismos Autónomos . En este sentido, parece evidente que la función pública tributaria corresponde a la Administración de la Hacienda Pública, en cuanto organización integrada en el Estado. Pero la Agencia no forma parte de la Administración de la Hacienda Pública, porque está dotada de personalidad jurídica propia. Por tanto, la Agencia Tributaria se coloca en una posición muy problemática, dado que, tal y como está configurada en la actualidad, no parece que pueda ejercer funciones públicas dentro del marco de nuestro Ordenamiento jurídico. 15 Así lo establece la LGP cuando, en su artículo 9.d), atribuye al Ministro de Economía y Hacienda «la administración, gestión y recaudación de los derechos económicos de la Hacienda del Estado, mediante los órganos centrales y territoriales del Departamento». 2- Valoración crítica de la participación de la Agencia Tributaria en sociedades mercantiles La Agencia Tributaria queda facultada, en virtud de su Ley de creación, para «constituir o participar en el capital de toda clase de entidades que adopten la forma de sociedad mercantil 16 y cuyo objeto social esté vinculado con los fines y objetivos de aquélla» . 16 Ley 31/1990, de 27 diciembre, de Presupuestos Generales del Estado para 1991, art. 103.2.3. El problema que deriva de este precepto legal consiste en la no delimitación de la naturaleza, pública o privada, de las actividades que dichas sociedades van a desempeñar. Mientras que las actividades desarrolladas sean exclusivamente privadas, no hay dificultad alguna. Pero, en el momento en que tales actividades tengan naturaleza pública, estimamos que se estaría produciendo una de las mayores quiebras del Derecho público y un atentado frontal al artículo 103.1 de la Constitución. Según el precepto constitucional «la Administración Pública sirve con objetividad los intereses generales». A nuestro juicio, resulta muy difícil garantizar dicho mandato cuando la gestión de funciones públicas pudiera encomendarse a entidades en las que exista una confusión de intereses públicos y privados; a esto debemos añadir la ruptura del sistema que, desde la perspectiva del Derecho público, significaría que entes sujetos al Derecho privado puedan ejercitar potestades públicas. Por todos estos motivos, y para una mejor adecuación constitucional, parece necesario 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 8 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. interpretar el texto legal antes reseñado restrictivamente, de modo que las sociedades a las que se refiere sólo desempeñen tareas auxiliares. 3- Especialidades del sistema de financiación de la Agencia Tributaria. Posible vulneración a la Constitución y a las Leyes Los mecanismos técnico-jurídicos a partir de los cuales la Agencia Tributaria obtiene ingresos con los que sufragar sus gastos, presenta una interesante problemática que se puede polarizar en dos direcciones: el presupuesto de la Agencia y el recurso porcentual 17 . 17 Ambas cuestiones son tratadas por los profesores BAENA AGUILAR, A.; HERRERA MOLINA P. M. y SERRANO ANTÓN, F., en su obra La Agencia Tributaria..., op. cit., pgs. 71-82; 91-98 y 118-121. Una de las características esenciales de la actual Agencia Tributaria es su autonomía presupuestaria. De hecho, entre las razones fundamentales que en su día alentaron la creación de la Agencia se encuentra, precisamente, la consecución efectiva de dicha autonomía. Muestra de ello es la inclusión de la Agencia en el heterogéneo artículo 6.5 de la LGP, en cuanto que supone una clara escapada a los principios y procedimientos presupuestarios más rigurosos a los que están sometidos los Organismos Autónomos o las Sociedades Estatales. En cuanto que la Agencia goza de autonomía presupuestaria, elabora su propio 18 presupuesto , el cual se puede definir como el acto a través del cual se señala la cifra provisional que dicho Ente está autorizado a gastar en el ejercicio, así como la previsión de ingresos. 18 En este sentido la Ley de creación de la Agencia –Ley 31/1990, de 27 diciembre, de Presupuestos Generales del Estado para 1991– establece, en su artículo 103.6.l, que «La Agencia elaborará anualmente un anteproyecto de presupuesto que refleja los costes necesarios para la consecución de sus objetivos, con la estructura que señale el Ministro de Economía y Hacienda, y lo remitirá a éste para su elevación al acuerdo del Gobierno, y posterior remisión a las Cortes Generales del Estado y consolidándose con los de las Administraciones Públicas Centrales».La Subdirección General de Presupuestos e Información de Gestión económico-financiera, dependiente del Director General de la Agencia, es la encargada de elaborar el anteproyecto de presupuesto de ingresos y gastos de la Agencia. La ejecución del presupuesto presenta ciertas especialidades, porque el esquema tradicional que divide la ejecución del gasto en dos fases –declarativo y ejecutiva– se difumina notablemente en el caso de la Agencia, ya que ésta no se encuentra sometida a la LGP y sí a su normativa específica. Además, la Agencia queda facultada para contratar en régimen de Derecho privado y no existe intervención previa sobre sus actuaciones económicas. Pero, quizás, la cuestión más interesante en lo que respecta al presupuesto de la Agencia sea el incumplimiento del principio presupuestario de especialidad en su doble vertiente, 19 cuantitativa y cualitativa . 19 El principio de especialidad de los créditos presupuestarios propugna que la autorización parlamentaria de los gastos no se dé de una manera global, sino de una manera detallada para cada crédito. Por consiguiente, el crédito autorizado para un gasto determinado no puede utilizarse más que para cubrir este gasto.La justificación del principio tiene carácter político. Es claro que si el voto parlamentario fuese de carácter general para un montante determinado de gastos, quedaría a la elección no ya sólo del Gobierno, sino incluso de un ministro, la aplicación de los créditos para realizar los gastos que ellos determinasen. Las Cámaras legislativas deben descender en su aprobación al máximo de concreción. De esta manera quedará limitado el Gobierno a su verdadera función, que es la de ejecutor del Presupuesto.El principio tiene dos aspectos: cualitativo y cuantitativo. Ambos están recogidos en la LGP.En lo que se refiere al principio de especialidad cualitativa, el artículo 59.1 dispone: «Los créditos para gastos se destinarán exclusivamente a la finalidad específica para la que hayan sido autorizados por la Ley de Presupuestos o por las modificaciones aprobadas conforme a esta ley».El principio de especialidad cuantitativa se recoge en los artículos 59.2 y 60, según los cuales «los créditos autorizados en los programas de gastos tienen carácter limitativo» y, por tanto, «no podrán adquiriese compromisos de gasto por cuantía superior al importe de los créditos autorizados en los estados de gastos, siendo nulos de pleno derecho los actos administrativos y las disposiciones generales con rango inferior a Ley que infrinjan la expresada norma, sin perjuicio de las responsabilidades a las que haya lugar». Vid. SÁINZ DE BUJANDA, F.: Lecciones de Derecho financiero, 10.ª edición, Servicio de Publicaciones de la Facultad de 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 9 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1993, pgs. 479 y 480. En lo que respecta al aspecto cuantitativo, la vulneración se produce por dos motivos. En primer lugar, porque, si bien teóricamente el presupuesto de la Agencia tiene carácter limitativo por su importe global, el Gobierno puede variar dicha cuantía sin límite alguno. Y, en segundo, porque la participación en las sumas recaudadas que exceda de las previsiones iniciales incrementará, de modo automático, los créditos del presupuesto de gastos. Desde la perspectiva cualitativa, el principio de especialidad es transgredido en cuanto que la clasificación económica de los créditos es meramente estimativa, y el Presidente de la Agencia puede acordar variaciones internas siempre que no alteren la cuantía global del presupuesto. Por todo ello, la eficacia jurídica de tal presupuesto resulta muy limitada. Un segundo aspecto que resulta criticable en relación a la financiación de la Agencia Tributaria es el recurso porcentual. Aunque formalmente la Ley de creación de la Agencia ha sido modificada por la Ley 18/1991, de 6 junio, del IRPF, se sigue cometiendo el mismo error la afectación de una parte de los ingresos tributarios a la financiación de la Agencia, a fijar cada año en la Ley de Presupuestos como un porcentaje de la recaudación derivada de los actos de liquidación y de 20 gestión tributaria que realice . 20 Vid. El art. 103.5.b) de la LPGE para 1991, en su nueva redacción dada por la Disp. Adic. 17.ª.12 Este sistema atenta contra la Constitución en, sus artículos 134.1 y 103.1, así como, contra la LGP, artículo 51. En virtud del artículo 134.1 de la Constitución, «corresponde a las Cortes Generales el examen, enmienda y aprobación de los Presupuestos Generales del Estado». Estimamos que dicho precepto no se respeta, al menos en sentido estricto, si un gasto presupuestario, como es la financiación de la Agencia a través de un porcentaje de participación a los ingresos recaudados, no se determina exactamente por el Parlamento, sino que se fijará automáticamente en función de volumen de ingresos tributarios producidos. En este mismo orden de consideraciones, parece difícil dar cumplimiento al mandato recogido en el artículo 103.1 de la Constitución –«la Administración pública sirve con objetividad a los intereses generales»–, mientras que la base de cálculo del recurso porcentual esté exclusivamente 21 conseguida . Esto es, la Agencia no obtendrá cantidad alguna por prestar un mejor servicio a los ciudadanos; ni la información ni el auxilio al contribuyente, ni el reconocimiento de exenciones, ni las devoluciones de tributos e ingresos indebidos, ni otras actuaciones similares, se tienen en cuenta para determinar la base de cálculo del recurso porcentual. 21 En este sentido se posiciona FERREIRO LAPATZA, J.J.: «Nota sobre la Agencia...», op.cit., pg. 403. En definitiva, el recurso porcentual no incentiva la mejor atención del contribuyente que cumple de modo espontáneo sus deberes y obligaciones. En cambio genera unos intereses particulares que pueden incidir negativamente sobre la imparcialidad de las liquidaciones tributarias giradas por la Inspección. Por su parte, la LGP resulta vulnerada en cuanto que su artículo 51 exige que los gastos se establezcan con la debida especificación, lo cual no sucede en el caso del recurso porcentual. Finalmente, hacer una breve referencia a la naturaleza de este recurso porcentual. En este sentido, parece oportuno dejar claro que, a nuestro juicio, se trata de un ingreso tributario parafiscal, pues se gestiona al margen de los mecanismos ordinarios, constituye un ingreso afecto al presupuesto de una entidad autónoma y su utilización queda exonerada, en cierto sentido, de limitaciones presupuestarias. Ahora bien, lo cierto es que no hay homogeneidad 22 doctrinal de criterio en lo que a esta cuestión respecta . 22 La naturaleza del recurso porcentual ha sido tratada por los profesores BAENA AGUILAR, A.; HERRERA MOLINA P.M. y SERRANO ANTÓN,F.: La Agencia Tributaria..., op.cit.pgs. 92 y 93. 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 10 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. La creación y modificación de la Agencia a través de las Leyes de Presupuestos para 1991 23 y 1992 puede reputarse inconstitucional . 23 En este mismo sentido se posicionan BAENA AGUILAR A.; HERRERA MOLINA, P.M. y SERRANO ANTÓN, F.: La Agencia Tributaria..., op.cit.,pgs. 105-110.CAZORLA PRIETO, L.M. también se posiciona a favor de esta opinión, y así lo puso de manifiesto en la conferencia pronunciada con motivo del seminario relativo a la Agencia Tributaria celebrado en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, abril, 1993. Las normas en que se aprueban lo Presupuestos anuales del Estado son leyes en cuanto a su naturaleza, pero presentan importantes especialidades en cuanto a su contenido –ya que cumplen una función concreta y distinta de la de crear Derecho propia de las demás leyes– y tramitación parlamentaria –mucho más abreviada–. Es precisamente por estas peculiaridades por lo que las Leyes de Presupuestos no deben convertirse en auténticos «cajones de sastre», en los cuales pueda tener cabida la regulación de las más variadas materias. El principal punto de apoyo de la inconstitucionalidad de las Leyes de Presupuestos como instrumentos de creación de la Agencia Tributaria, se encuentra en la Sentencia del Tribunal Constitucional de 14 mayo 1992. Una vez que se ha analizado de forma detallada el contenido de la mencionada Sentencia, parece posible llegar a la conclusión de que la Agencia no cumple ninguno de los dos requisitos que el Alto Tribunal exige para que una materia concreta pueda regularse o 24 modificarse por las Leyes de Presupuestos . Así, la Agencia si bien puede guardar cierta conexión con los ingresos, es evidente que no tiene relación directa alguna con las previsiones de Ingresos y Las autorizaciones de gastos; y tampoco puede considerarse necesaria para la ejecución de los Presupuestos de 1991, pues su constitución efectiva se demoró hasta el 1 de enero de 1992. 24 El Tribunal Constitucional, en su Sentencia de 14 mayo 1992, establece como requisitos imprescindibles para que una materia pueda ser regulada por una Ley de Presupuestos los siguientes: 1.º)«que esa materia tenga relación directa con los gastos e ingresos que integran el Presupuesto o con los criterios de política económica de la que ese Presupuesto es el instrumento»; y 2.º) «que, además, su inclusión en dicha ley esté justificada, en el sentido de que sea un complemento necesario para la mayor inteligencia y para la mejor y más eficaz ejecución del Presupuesto y, en general, de la política económica del Gobierno». Por todo lo dicho, la inclusión de la Agencia en la Ley de Presupuestos Generales del Estado para 1991 no es más que otra manifestación de la frecuencia con que se utilizan tales Leyes para regular materias que no son propias de su contenido. Y, además, parece responder también al propósito de hurtar el profundo debate parlamentario del que debería haber sido objeto un Ente tan polémico como la Agencia Tributaria. Ante esta situación, el único cauce correcto para la creación de la Agencia habría sido una ley concreta y específica relativa a la misma, presentada en proyecto de ley a las Cortes y sometida al sistema normal de tramitación parlamentaria. Con posterioridad, la Ley de creación de la Agencia fue objeto de modificaciones, realizadas en las Disposiciones Adicionales 17.ª y 23.ª de la Ley 18/1991 relativa al IRPF. Tales modificaciones son tan incorrectas como la norma de creación, aunque no pueden calificarse de inconstitucionales. Ambas Disposiciones Adicionales fueron introducidas directamente durante la tramitación parlamentaria en el Senado, con lo cual se eludió el derecho de enmienda del Congreso en una materia totalmente ajena al proyecto de ley que había sido debatido por dicha Cámara. Por tanto, parece posible afirmar que las modificaciones contenidas en las Disposiciones Adicionales 17.ª y 23.ª de la Ley 18/1991 del IRPF fueron el resultado de un debate parlamentario mutilado. Esto no hace que la Ley del IRPF sea inconstitucional, pero manifiesta la irregularidad del sistema de creación y modificación de la Agencia, así como la debilidad de las Cámaras. Ahora bien, no sólo las normas de creación y modificación de la Agencia Tributaria plantean problemas jurídico-constitucionales. También las normas de desarrollo dictadas por 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 11 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. el Presidente de la Agencia dan lugar a una interesante crítica. Veamos en qué términos. El Ordenamiento financiero, en cuanto Ordenamiento jurídico de la Hacienda Pública, aparece estructurado en dos niveles. En un primer nivel se sitúa la Constitución, que establece las líneas maestras del Ordenamiento financiero y es donde encuentra su origen el denominado poder financiero. Por tanto, y en una consideración conceptual previa a su ejercicio, el poder financiero, en cuanto poder legislativo en materia tributaria, es uno de los elementos que integran el Ordenamiento financiero. Posteriormente, y situándonos ya en lo que constituiría un segundo nivel, se encuentran las normas derivadas del poder financiero, que completan la organización financiera básica establecida en la Constitución. Es aquí donde se desarrolla la organización de los institutos financieros, materia estrictamente jurídica y elemento sustancial del Ordenamiento financiero. En este sentido, resulta Inaceptable en el orden jurídico la sustracción al poder financiero de 25 la materia organizativa estrictamente hacendística . 25 El planteamiento desarrollado en el texto lo recoge el profesor VICENTE-ARCHE DOMINGO en su artículo «Hacienda Pública...», op. cit., pg. 105. En base a este razonamiento, son inadmisibles, no sólo la creación de la Agencia Tributaria mediante una Ley de Presupuestos, sino todas las normas de desarrollo dictadas por el Presidente de la Agencia, porque suponen un notorio arrebatamiento al poder financiero de 26 una materia cuyo desarrollo le corresponde . No debemos olvidar que las resoluciones de desarrollo que dicta el Presidente no son meras disposiciones de organización interna de la Agencia, sino auténticas resoluciones normativas, evidentemente ilegales, y cuya publicación en el BOE, en un intento de eliminar dicha ilegalidad, no hace sino acrecentarla. 26 El poder financiero establece, además, lo que podrían denominarse normas de relación, es decir, las normas que regulan las relaciones sociales existentes entre los ciudadanos-contribuyentes y la Hacienda Pública, que interviene a través de la Administración del Estado. Pues bien, si dichas relaciones pasan a ser establecidas, por no decir reguladas, por un órgano de la Agencia –su Presidente–, incidiendo directamente en la esfera jurídica de los particulares, incluso en sus derechos fundamentales, de nuevo se está atentando contra el poder financiero, pues aspectos regulables exclusivamente dentro del ámbito de dicho poder, son regulados por órganos no pertenecientes a dicho ámbito y por tanto inadecuados para llevar a cabo tan delicada labor. Desde esta perspectiva, se debe hacer una profunda crítica al artículo 103 de la Ley de Presupuestos para 1991, que, en su apartado once, número 5, párrafo 6.º, permite al Ministro de Economía y Hacienda habilitar al Presidente de la Agencia para dictar resoluciones normativas. Lo primero que debe tenerse en cuenta es que el Ministro no puede habilitar; y, lo segundo, que el dictar resoluciones normativas supone dictar disposiciones generales, auténticas normas jurídicas, y no disposiciones de instrucción en las que, por su propia naturaleza, debería recogerse, única y exclusivamente, la organización interna de la Agencia. Como punto final a la crítica aquí recogida, parece poder afirmarse que la técnica de la habilitación legal a favor del Presidente de la Agencia para dictar resoluciones normativas implica la atribución de la potestad reglamentaria a un órgano que no la puede ostentar. La potestad reglamentaria corresponde, según el artículo 97 de la Constitución, al Gobierno. Ha supuesto un gran esfuerzo justificar la potestad reglamentaria del Ministro, siempre desarrollada en el ámbito doméstico, pero lo que ya resulta del todo imposible de justificar es el hecho de que el Presidente de la Agencia, que viene a ser el presidente de un consejo de administración, pueda dictar resoluciones normativas. En definitiva y como conclusión, consideramos perfectamente posible afirmar que los mecanismos de desarrollo de la Agencia son inconstitucionales, porque vulneran la Constitución en su artículo 97 relativo a la potestad reglamentaria, e ilegales, porque la materia de la que se ocupan únicamente puede ser tratada por el poder financiero, en cuanto poder legislativo. III- Conclusión Personal 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 12 Reflexiones jurídico-constitucionales en torno a la Agencia tributaria. Es un hecho evidente que la Administración tributaria constituye, en la actualidad, un elemento crucial para la legitimidad del poder político, y que, bajo ese prisma, debe ser un instrumento al servicio de la seguridad jurídica y de la aplicación objetiva de las normas. Asimismo, hay que ser conscientes de que detraer recursos de la economía privada para suministrarlos al poder público, es una actividad delicada y conflictiva que no se acepta fácilmente por la sociedad en su conjunto. Por todo ello, el conseguir una organización capaz de asegurar la correcta aplicación de las normas fiscales, para mejorar la relación entre la Administración tributaria y la sociedad que demanda la prestación de servicios públicos, es un objetivo, a nuestro juicio, loable y deseable. Pero siempre que dicha meta se consiga con absoluta adecuación y respeto al Ordenamiento jurídico existente, sin anteponer el fin a los medios y sin disfrazar, bajo el falso manto de una necesaria modernización administrativa, los auténticos objetivos que se pretenden conseguir, esto es, una absoluta autonomía en materia presupuestaria, de recursos y de personal para obtener un considerable aumento recaudatorio, sacrificando valores tan esenciales como la seguridad jurídica, legalidad, objetividad, capacidad contributiva o generalidad ante otros meramente instrumentales como la eficacia. Pero la Agencia Tributaria no sólo supone una vulneración del Derecho en su vertiente material, sino que también ha resultado gravemente transgredido su aspecto formal. Dicha transgresión encuentra su fundamento en los mecanismos de creación y desarrollo de la Agencia, los cuales representan una total omisión de los cauces legales que debieran haberse seguido para el establecimiento y regulación de un Ente tan complejo como la Agencia Tributaria. Se han acudido a Leyes de Presupuestos, e, incluso, a leyes relativas a impuestos concretos y específicos, como la Ley 18/1991 del IRPF, que, siempre en tramitación parlamentaria ya abreviada –Leyes de Presupuestos–, ya mutilada –Disposiciones Adicionales 17.ª y 23.ª Ley IRPF–, son las que han dado esencia y forma al Ente que ha sido objeto de análisis en la presente investigación. En definitiva, la situación que se ha generado a partir de la efectiva constitución de la Agencia resulta tremendamente perjudicial para la seguridad jurídica de los contribuyentes, los cuales se encuentran a merced de los criterios discrecionales y arbitrarios de un órgano, la Agencia Tributaria, preocupado más por un aumento de la recaudación en aras de una supuesta eficacia que por el respeto a los valores fundamentales de nuestro Ordenamiento jurídico-tributario. 28 de agosto de 2008 © Thomson Aranzadi 13