Por nuestras madres y familias Sección: Recursos Pastorales Autor: Jorge A. Blanco Depto. de Audiovisuales Editorial SAN PABLO [email protected] Mientras culmina la “Tercera Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos”, cuyo lema es Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización, en Argentina celebramos, el tercer domingo de octubre, el día de la madre y de la familia. Para estar en sintonía con ambos acontecimientos, les propongo compartir una dinámica a modo de encuentro, del padre Benito Spoletini, titulada “María en Nazaret: madre de una familia diferente”, de su libro “María, madre de nuestra esperanza” (SAN PABLO). Inicio y saludo: “Saludamos a María como madre de la familia de Nazaret, una familia diferente, y le pedimos por todas las madres y familias del mundo; que sean merecedoras de amor y veneración y que con su vida reflejen la comprensión y dulzura de María”. Hagámoslo a través de una oración espontánea, personal o grupal, con nuestras propias palabras. Lectura: Leemos Lc 2, 41-52 Reflexión: “Una de las mayores preocupaciones actuales, sobretodo en la Iglesia, es sin duda la familia. Los cambios socioculturales la han afectado negativamente más que a cualquier otra institución. Con la entrada masiva de la mujer en el campo laboral, se han generado problemas sin fin, difíciles de resolver y asimilarse, como son la limitación de los nacimientos, el aborto legalizado, el dejar solos a los hijos durante muchas horas del día, el deterioro de los vínculos familiares, con sus secuelas de separaciones y divorcios, sin olvidar la proliferación de familias “mononucleares”, y eso no es todo… En un contexto cultural tan cambiado se hace difícil ubicar a la Familia de Nazaret y a la misma Virgen María en su rol de madre y, menos aún, proponer a ambas como puntos de referencia para la actualidad. La Iglesia, a través de las enseñanzas de los papas, se ha interesado mucho por esta situación, producida por los cambios que ha experimentado la sociedad. Con esto y con todo, la Iglesia sigue indicando a la Familia de Nazaret como un gran desafío para las familias de hoy. Y no ha dejado de proponer a Maria como mujer y madre discreta y decidida, ejemplo concreto también para las mujeres y madres de hoy. La Familia de Nazaret es una comunidad de personas ¡y qué personas! Hay en ella amor y ternura. Hay fidelidad ¡y qué fidelidad! Se acoge en ella a la vida ¡y qué vida!, está al servicio de la comunidad ¡y qué servicio! Es verdad que la familia de Jesús es muy particular, sin embargo, es una verdadera familia que puede iluminar a todas las familias en muchos aspectos de su vocación. Quisiera tomar algunos rasgos reveladores de una familia según los designios de Dios: ¡Qué grandeza espiritual la de José para asumir su vocación y dejar su lugar a Dios en la carne y en el corazón de María con ternura y amor! Todo esto puede iluminar a los maridos y padres de hoy. Ellos también deben ser sólidos, amantes, castos y suficientemente maduros para seguir su propia vocación y, al mismo tiempo, dejar espacio para la vocación de su esposa e hijos. María, por su lado, vivió lo que viven muchas madres. La realización de una maternidad consiste, entre otras cosas, en aceptar que sus hijos se alejen de ella y se hagan progresivamente autónomos. Una madre verdadera se pasa la vida renunciando para que triunfe la vida que ella ha dado… Esta permanente renuncia es una ley de la vida y del amor, una ley del evangelio. María, como Madre modelo, no conservó a su hijo para ella. Aprendió a entregarlo, a darlo a luz espiritualmente, desde la Natividad, a la presentación del Templo, con la dolorosa profecía de Simeón. Ella no entendió su fuga a Jerusalén: “¿no saben que tengo que estar donde está mi Padre?” (LC 2, 49). Logró revitalizar su maternidad carnal: “¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?” (Mt 12, 48). En las bodas de Caná, sintió el reproche: “¿Mujer, cómo se te ocurre?” (Jn 2, 4). Y cuando llegó la hora de sellar con su Esposa, la Iglesia, la Alianza nueva y eterna en la sangre, ella tuvo que renunciar a su hijo y aceptar su muerte después de haber escuchado la palabras de Jesús: “Mujer ahí tienes a tu Hijo” (Jn 19, 26). ¿No es éste el mismo recorrido que toda madre que juega el juego de su vida? ¿No dicen todas, de una u otra manera: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi lo que has dicho”? (Lc 1, 38). De Jesús, sólo quiero destacar un rasgo, tan poco actual y, sin embargo, tan revelador de su misterio: la obediencia. El impulso profundo de su Ser, la disponibilidad total al Padre… obedeciendo al Padre de los cielos, se hizo obediente a María y José. Sabiendo quién era, se sometió. Esta obediencia de Jesús niño anuncia ya la insondable humanidad manifestada por Cristo en el lavatorio de los pies… Esta obediencia y humildad de Jesús nos iluminan para ayudar a crecer a los niños en la verdad de todos los tiempos y quizás, aún más para los niños de hoy. Decididamente la familia de Nazaret nos habla de la de Nazaret, están marcadas por ella… La conciencia renovada de esta gracia les permite, no solamente entender mejor las exigencias de esta santidad, sino también vivirlas, en forma gradual y progresiva, para su propia felicidad y la de toda la humanidad, la gran familia de Dios”. Nos preguntamos: -¿Coincidimos en la reflexión del padre Benito? ¿Estamos de acuerdo o disentimos con él? ¿Por qué o en qué? -¿Cómo son “nuestras” familias –la nuestra, las de nuestro grupo, las del barrio o ciudad donde vivimos, etc.- en relación a la familia de Nazaret? -¿Conocemos familias que se encuentran en situaciones difíciles, problemáticas, etc.? ¿Qué hacemos o podemos hacer para ayudarlas? -¿Tratamos de vivir en paz armonizando los roles –trabajos domésticos, profesionales, tiempos de estar juntos, dialogar, etc.? ¿Somos competitivos, o buscamos el bien de todos? -¿Sabemos que “la familia que reza unida permanece unida”?, ¿Cómo es nuestra vida de oración familiar? -¿Y qué lugar ocupan la Palabra de Dios y la liturgia en nuestra vida familiar? ¿Leemos la Biblia en familia? ¿Concurrimos a la misa dominical familiarmente juntos? Nos proponemos: Asumir un compromiso concreto, por ejemplo: -ayudar a las familias de nuestro entorno parroquial, barrial, ciudadano, etc., especialmente, a las más necesitadas: darles asistencia, formación, ayuda, etc. -colaborar concretamente con las instituciones y grupos que se dedican a preparar a las familias, novios, etc., para que constituyan familias dignas y estables. Cierre: Concluimos este encuentro reflexivo poniendo en manos de Jesús y María a todas nuestras madres y familias, y pidiéndole a nuestro Padre Bueno que se haga realidad el anhelo de san Juan Pablo II, gran promotor de la familia, cuando imploraba: “Sagrada Familia de Nazaret, haz que todas las familias del mundo se parezcan a ti”. -Concluir con una oración espontánea, como fruto de lo trabajado, o bien con otra plegaria acorde, como por ejemplo, la oración a la Santa Familia del mencionado Sínodo: Jesús, María y José en vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor, a vosotros, confiados, nos dirigimos. Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas. Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado. Santa Familia de Nazaret, que el próximo Sínodo de los Obispos haga tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios. Jesús, María y José, escuchad, acoged nuestra súplica. Amén (Tomada y adaptada de María, madre de nuestra esperanza, 30 encuentros marianos para reflexionar orando y orar reflexionando, Benito Spoletini ssp, SAN PABLO, 2000).