- Instituto de Ingenieros de Minas del Perú

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“Minería Colonial del Siglo XVI - 1a Parte”
Indice del Fascículo III
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Foto Carátula: Fr
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cisco Pizarr
Fran
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Pizarroo (Retrato imaginario por Armando Pareja)
Pág.
G Rendimiento económico de la minería
21
Introducción
3
G Potosí y los primeros años
22
Autores citados
5
G Bibliografía de consulta
24
Trama de la Conquista
5
Balance de la riqueza encontrada
8
Nuestro próximo Fascículo IV:
En busca de tierras mineras
9
“ MINERÍA COLONIAL DEL SIGLO XVI - 2a PARTE”
Minas del tiempo de la Conquista
10
La necesidad de un ordenamiento
12
Técnicas mineras de la época
14
La Mita Minera
18
El trabajo en el socavón
19
Publicación bimestral del Instituto
de Ingenieros de Minas del Perú
CONSEJO EDITORIAL
Ing. Raúl Benavides Ganoza
Ing. Felipe de Lucio Pezet
Ing. Marco Fernández Concha
Ing. Carlos Soldi
INVESTIGACION Y REDACCION
Ana María Rey de Castro L.
DISEÑO GRAFICO
Nelli Escudero
PRE-PRENSA Y EDICION DIGITAL
L & L Editores S.R.L.
IMPRESION
QUEBECOR PERU S.A.
L & L EDITORES
SRL
Chinchón 830, Of. 503, San Isidro
Telefax 422-3077 - 422-2715
2
Introducción
E
l presente fascículo es el primero de los dos que la ColecOMBRE Y LOS MET
HOMBRE
METALES
ción “EL H
ALES DEL PERÚ” dedicará a la
minería peruana del siglo XVI.
Su contenido aborda las actividades mineras desarrolladas
desde que, en la tercera década del siglo 16, los españoles
inician la invasión del Tahuantinsuyo de los Incas, pasando
por el agitado período de la Conquista hasta el evento de
mediados de siglo que imprimiría un curso insólito a la minería de América del Sur: el descubrimiento del yacimiento de
plata del ‘Cerro Rico’ de Potosí y los primeros años de su exitosa explotación.
Quinientos años antes de adoptarse en el lenguaje común
el término de “globalización”, los metales del Tahuantinsuyo
se convierten en la materia esencial con la que el Perú contribuye, no sólo a la prosperidad de España, sino a los sistemas
de intercambio y comercio entre las naciones del mundo y al
engrandecimiento de otras culturas.
Los metales peruanos fueron primero “botines de guerra” y
“tesoros”, depredados con violencia y codicia. Luego se convirtieron en “recursos” buscados con urgencia y conforme pasaba el tiempo, explotados de manera racional y sistemática.
A partir del siglo XVI, la riqueza mineral del territorio del
Perú pasa a ser propiedad de la Corona Española. Esta ensaya
todas las fórmulas imaginables de usufructo y administración
para aplicarlas a sus nuevos bienes, buscando asegurarse una
acumulación continua y sostenida.
Desde las primeras normas dictadas por la Metrópoli se percibe la constante preocupación de la monarquía y de sus representantes por mantener los criterios controlistas y monopólicos. A la prioridad de la búsqueda y explotación del oro y
de la plata se dedican todos los conocimientos que hasta esa
época se tenían en la materia.
3
Pobladores nativos
en actividades
metalúrgicas.
Colección Virreinato,
I.N.C. - Expreso
Empiezan a aplicarse tecnologías que los españoles traen
de su tan antigua como rica tradición minera. En pos del
objetivo de producción no se escatiman esfuerzos y gran número de pobladores nativos son obligados a abandonar sus
actividades y a trabajar en las minas.
Se trata de una etapa de la historia que siempre motivará
el apasionado debate entre los estudiosos. A sabiendas de
que es difícil escribir sobre ella y tratar de no incurrir en
juicios o interpretaciones a posteriori, en este fascículo nos
hemos propuesto brindar una visión lo más balanceada posible de la multiplicidad de factores que contribuyeron a que el
Perú cimiente, en el siglo XVI, una posición indiscutible en
el concierto de la economía del mundo.
4
Autores Citados
L
as citas textuales del fascículo aparecen acompañadas por las siglas mayúsculas de sus respectivos autores. Presentamos aquí la nómina alfabética de los mismos, para comodidad
de nuestros lectores.
J.A.
Joseph de Acosta
S.A.R.
Susana Aldana Rivera
A.A.B.
Alvaro Alonso Barba
G.B.
Girolamo Benzoni
B.C.
Bartolomé de las Casas
P.C.L.
Pedro Cieza de León
J.E.
John Elliot
W.E.S.
Waldemar Espinosa Soriano
J.F.
Juan Fernández
J.F.C.
Jaime Fernández Concha
C.G.P.
E.G.G.
M.H.
J.M.L.
I.N.C./E.
C.P.J.
C.P.A.
G.P.G.
F.Q.C
W.R.
D.R.P.
M.S.B.
B.S.C.
P.S.H.
G.V.
Carlos Gálvez Peña
Edmundo Guillén Guillén
Marie Helmer
José María Luzón
Instituto Nacional de Cultura/Expreso
Carlos P. Jiménez
César Pérez Arauco
Georg Petersen G.
Francisco Quiroz Chueca
Walter Raleigh
Demetrio Ramos Pérez
Mario Samamé Boggio
Buenaventura de Salinas y Córdoba
Pedro Sancho de la Hoz
Garcilaso de la Vega
Trama de la Conquista
D
esde la llegada de Francisco Pizarro en 1532
y hasta 1548, se vive la etapa de introducción del sistema de dominación colonial
en el territorio peruano de entonces, caracterizada por la ocupación territorial y la conquista de las sociedades aborígenes. El desarrollo del
proceso, hasta la instauración progresiva del régimen
virreinal, está cargado de circunstancias violentas entre los dos mundos que se encontraron y, de la manera
más controversial, en el interior de cada uno de ellos.
Tres años antes de que Francisco Pizarro llegara a
Tumbes y Piura, estaba ya sentada la premisa económica que regularía el trato de España a los territorios y
pueblos que se iban a colonizar. Efectivamente, el 26
de julio de 1529, Pizarro suscribió con el trono español
la llamada “Capitulación de Toledo” en la castellana ciudad del mismo nombre.
“... Por este famoso convenio, la empresa privada de
conquista de Pizarro y de sus demás socios se transforma
en una empresa del gobierno español, para cuyo éxito
Francisco Pizarro fue encumbrado a los cargos de gobernador, capitán general y alguacil mayor, recibiendo ayuda
económica, armas y la facultad de reclutar gente para
conquistar las tierras que había visto, a nombre del “Rey
de España ...” (E.G.G.)
La cláusula décima del documento estipulaba lo siguiente: “... Concedemos a los que fueran a poblar la
dicha tierra, que en los seis primeros años siguientes desde el día de la data de ésta en adelante, del oro que se
recogiese en las minas nos paguen el diezmo; y cumplidos
los dichos años paguen el noveno, y así descendiendo en
cada un año hasta llegar al quinto. Pero del oro y de otras
cosas que se hubiesen de rescate o cavalgadas o en cualquier otra manera, desde luego nos han de pagar el quinto de todo ello ...”
Cuando el conquistador se asienta en San Miguel de
Piura, traía ya los conocimientos y la experiencia de sus
dos anteriores viajes al continente americano. “... Gra-
5
Francisco Pizarro (1478-1541), óleo de Daniel Hernández (Municipalidad de Lima)
cias a la esperanza de las minas el hombre español pudo
sentirse tentado de salvar las inmensas distancias y a dominar la dimensión inaudita del Nuevo Mundo. La tentación de las minas explica la penetración, pues de otra forma y sin la audacia soñadora de aquellas huestes, América
se hubiera limitado a una litoralización ...” (D.R.P.)
Al ritmo de las campañas militares de ocupación del
Tahuantinsuyo, los objetos, propiedades y tesoros que los
españoles encontraron en el país de los Incas fueron saqueados y, según el caso, repartidos entre los primeros
conquistadores o remesados a España. “... La facilidad y
rapidez con que se acumularon las piezas de oro y plata y
la diversidad de los objetos reunidos, alucinaron la imaginación de los españoles y todos sus afanes estuvieron dirigidos a recoger cuanto podían, en cualquier forma, destrozando desaprensivamente valiosas obras artísticas y reduciendo a preciosa chatarra, a golpe de martillo, los hermosos trabajos en metal, forjados con paciencia de siglos por
los artífices nativos ...” (M.S.B.)
Dos años consecutivos vivió Cusco, la capital del Imperio, esta exacción, ”... donde hasta 1535 continuaron
marcándose considerable cantidad de barras de oro y plata
provenientes de la fundición de los objetos robados, a pe-
6
sar de que hasta esa fecha ya se habían despachado a
España cuatro o cinco naves conduciendo tesoros ...”
(C.P.J.)
Se puede afirmar que durante los primeros cuatro años
de la Conquista, entre 1532 y 1535, los españoles están
dedicados a expediciones para explorar nuevas tierras, a
otras misiones para consolidar las regiones ya ganadas y
finalmente, a no dejar una piedra sin voltear en la búsqueda de lo que todavía se pudiera encontrar de los tesoros incaicos.
En algún momento y por efecto de esta consistente
depredación, la riqueza metálica visible tuvo que ir llegando a su punto de agotamiento. Para el colonizador
surgió entonces la necesidad de buscar nuevos recursos
que le permitieran, no sólo llevar a cabo los objetivos
políticos de su misión, sino además enriquecerse localmente y cumplir con el compromiso pactado de remitir
anualmente el “Quinto Real” a la Corona Española. “... Los
recursos de la primera hora se habían extinguido y con
ellos el aura de leyenda que desataron. Nunca bastarían
los montos desigualmente repartidos y así la minería inicial adquirió paulatinamente el carácter de actividad permanente y de gestión privada para quien quisiera arries-
garse a seguir la pista de las
ricas vetas. Había que buscar
las fuentes de riqueza y empezar a darles explotación. Tendría que darse el laboreo de las
minas para respaldar los pagos al Estado ...” (C.G.P.)
El empeño de unos y otros
por el control del poder daría
lugar a una historia accidentada y sangrienta. Por el lado
de los dirigentes del invadido
Imperio Incaico, baste recordar la sucesión de guerras civiles y de fallidos gobiernos
de Manco Inca, Sairi Túpac,
Tito Cusi y Túpac Amaru entre
1535 y 1571. En el campo español, Pizarro, Almagro y
sus seguidores protagonizan durante doce años una serie de enconadas luchas intestinas en las que mueren
ambos y miembros de sus familias así como otros gobernadores e incluso el primer virrey llegado al Perú. En
una resumida secuencia consignamos los principales
hechos que marcaron este período:
Pedro de la Gasca
derrota a Gonzalo
Pizarro. Según
ilustración de
Guamán Poma
Vasos de oro prehispánicos
1532: Pizarro llega a Tumbes y San Miguel de
Piura. Entra en Cajamarca donde encuentra a Atahualpa;
N 1533: Ordena ejecutar a Atahualpa y se adueña
del “Rescate” del Inca. Llega al Cusco y inicia la
depredación;
N 1535: Funda la nueva capital en Lima;
N Ocurre la rebelión de Manco Inca y el subsiguiente
sitio de Cusco y Lima;
N 1536/38: Guerra civil entre Pizarro y Almagro;
decapitación de éste último;
N 1541: Asesinato de Pizarro; el hijo de Almagro
se proclama gobernador;
N 1542: Vaca de Castro derrota y ejecuta al joven
Almagro;
N 1544: Gonzalo Pizarro se subleva contra el rey y
este movimiento concluye con la derrota y muerte
del virrey Blasco Núñez de Vela;
N 1546: Gonzalo Pizarro se proclama emperador del
Perú;
N 1548: Es vencido y decapitado por Pedro de la
Gasca.
Este ciclo violento llega a agotarse en una relativa
calma hacia mediados de siglo, gracias a la estrategia
de pacificación de de la Gasca, enviado del emperador Carlos V.
N
7
Balance de la riqueza encontrada
L
os agitados tiempos de la Conquista favorecieron el rápido enriquecimiento de los españoles.
Gracias a los datos contenidos en las crónicas
se puede tener una idea del orden de magnitud
del tesoro prehispánico que se capturó a lo largo
y ancho del territorio, expresado en valores equivalentes de nuestros días.
“... Se sabe que cuando Hernando Pizarro llega a
Pachacámac en 1533, se queda profundamente impresionado con los adornos de oro de ese centro ceremonial y con los que le ofrendan los curacas vecinos,
juntándose noventa mil pesos de oro (414 Kg.) que
son trasladados a Cajamarca. Posteriormente es nombrado encomendero del Valle de Chincha y, habiendo
tenido noticias por los naturales que en las tumbas
de los señores de ese reino había ingentes cantidades
de oro y plata, ordena saquearlas sistemáticamente,
recolectando 100,000 marcos de plata (23,000 Kg.)
...” (J.F.C.)
Las llamadas “Relaciones”, escritas por los secretarios de los conquistadores, contenían información
sobre el volumen y el peso de las grandes cantidades
de objetos recogidos en determinados lugares, todos
ellos confeccionados en metales preciosos. Esto se
refiere más específicamente al “Rescate de Atahualpa”,
que conocemos gracias al cronista Francisco de Jerez,
y al “Tesoro del Cuzco”.
“... El primero fue de 1’326,539 pesos de oro, o
castellanos de oro, que con un valor de 4.6 gr. cada
uno, representó 6,102 Kg. de oro, que a los precios
actuales equivale a US$ 75’700,000. También habían
objetos de plata con un peso total de 51,610 marcos,
siendo el valor de cada marco igual a media libra
española, es decir 230.04 gr., lo que da un peso total
de 11,870 Kg. que, a valores actuales, equivale a US$
2’OOO,000.
El llamado ‘Tesoro del Cuzco’ fue más voluminoso y de mayor valor. Por las actas del reparto,
sabemos que fueron 588,266 pesos de oro y
228,310 marcos de plata. Lo que equivaldría a
2,706 Kg. de oro y 12,079 Kg. de plata, con valo-
8
res actuales de US$ 33’580,000 Y US$ 9’000,000
respectivamente.
Para apreciar la magnitud de este enorme tesoro,
se debe tener presente que el Perú moderno, desde que
existen estadísticas de minería iniciadas en 1903, sólo
alcanzó a producir más de 6,000 Kg. de oro anualmente a partir de 1985, con una sola excepción, en 1940,
en que se produjeron 8,748 Kg.
M EDID
A S Y MO N E D
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DA
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V IRREINALES D E PL A
(“Diccionario de la Moneda Hispano Americano”)
Barra monetaria
Barra monetaria
Marco castellano
Marco castellano
Onza
Peso ensayado o peso de minas
Peso fuerte o Real de a 8
Medio Peso fuerte o Tostón
Real de 2 o Tomín
Real
Medio Real
Cuarto Real o Cuartillo
120
2,760
230
8
28.750
40
27.064
13.532
6.766
3.333
1.691
0.858
marcos
gramos
gramos
onzas
gramos
gramos
gramos
gramos
gramos
gramos
gramos
gramos
Como comparación entre estos dos tesoros del Perú
con el de México, recogido por Cortéz en Tenochtitlán,
se establecen los siguientes valores:
N Rescate de Atahualpa
: 710 millones de maravedís
N Tesoro del Cuzco
: 736 millones de maravedís
N Tesoro de México
: 58 millones de maravedís
Es necesario aclarar que todas las medidas de esa
época se refieren al ‘Marco de Castilla’ como ponderal y
al ‘Maravedí’ como valor, que era la moneda de cuenta,
con los siguientes equivalentes:
N Marco de Castilla (oro) : 22,500 maravedís
N Marco de Plata
: 2,210 maravedís
N Peso de Oro
: 450 maravedís
N Ducado
: 375 maravedís ...” (J.F.C.)
En busca de tierras mineras
D
urante el período histórico que nos ocupa, se
llegó a perder el rastro de muchos de los yacimientos más importantes que fueron explotados por el pueblo Inca y sus antepasados,
debido a la consigna de silencio –aunque no
generalizada– de los nativos. Fueron pocos los casos en
que lograron reunir datos precisos sobre la ubicación de
los yacimientos, incluso sometiendo a los nativos a interrogatorios.
Herramientas
de laboreo
(“Instrumentos
mineros de la
España
Antigua”)
Pero el afán de los conquistadores por encontrar riquezas era más fuerte que todos los obstáculos y las asperezas geográficas y climáticas que pudieran oponérseles. En general se reconoce que no hay rincón del territorio donde no hayan escarbado y removido tierras buscando indicios de la presencia de minerales.
Se lanzaron a una febril actividad de pruebas. “... Llevaron sus cateos por todo el territorio, aún en las regiones
apartadas y más inaccesibles, trabajando sin descanso,
en la forma más rudimentaria, donde quiera que se presentara una muestra de mineralización. Pueden verse al
presente, por todas partes del país, vestigios de algunos
cateos y explotaciones mineras ...” (C.P.A.)
A la par de sus preocupaciones de dominio político,
estuvieron muy atentos a todas las informaciones que
pudieran recoger sobre las tierras productoras de metales
preciosos y también recordaban la referencia que Atahualpa
hiciera a la provincia del Collao. “... Llegar al ‘Cerro Rico’
de Potosí y crear la imagen histórica de la bonanza de los
minerales peruanos, no habría sido posible si las ansias
mineras no hubieran seguido la ruta de antiguos circuitos
de explotación establecidos desde tiempos prehispánicos y
transitados por los recién llegados a partir de 1532 con la
ayuda de los ‘mineros’ naturales ...” (C.G.P.)
Al principio, para lanzarse en la prospección minera,
Pizarro en el Perú –como de hecho, Cortés en México–
sólo podía contar con lo que se denominaba “... ’soldados mineros’, es decir, miembros de sus huestes que muy
poco o nada sabían de minas y que se limitaban al ‘bateado de arenas’ y a la recogida de pepitas de oro en los
ríos ...” (D.R.P.)
Con el tiempo decidieron organizar verdaderas comisiones de “exploración en el terreno”, como aquella que
Pizarro encargó a Diego de Agüero y Pedro Martínez de
Moguer entre 1533 y 1534 para hacer un reconocimiento
de dicha zona.
Interesados básicamente en encontrar yacimientos
de oro, se presume que hayan podido seguir una ruta
que los llevara del Cuzco hacia Chucuito, luego rumbo al
sureste del lago Chuquiabo y acercándose a una de las
dos cordilleras existentes, la Real o la de Apolobamba,
pero sin llegar a explorar las zonas de altas cumbres.
“... Se habrían alejado
del Cuzco una distancia
de hasta 700 km.,
aproximadamente. El
promedio de avance de
35 km. diarios durante
los 40 días de viaje significa un esfuerzo considerable, más aún si se
considera el tiempo empleado en indagaciones Bandejas para el lavado de minerales
y estudios, el transpor- (“Instrumentos mineros de la
te del hato, víveres y España Antigua”)
muestrario de tierra aurífera, así como la caminata de
los acompañantes de a pie ...” (G.P.G.)
El relato de su itinerario puede contener vaguedades
sobre las localizaciones geográficas. Pero en lo que narran a Pizarro cuando le entregan las muestras físicas de
las tierras minerales traídas del viaje, se advierte ya un
9
Moldes y
crisoles de la
actividad
metalúrgica
(“Instrumentos
mineros de
la España
Antigua”)
anuncio sobre el potencial que tendrían los yacimientos
reconocidos si es que se los explotara de una manera
más industrial. ”... Sacaron de aquellas tierras una carga
de tierra y la trajeron al Cuzco sin hacer otra cosa, la cual
fue lavada por la mano del Gobernador, habiendo tomado
antes de juramento a los españoles de si habían puesto
en ella oro, o si habían hecho otra cosa que sacarla de la
mina como la sacaban los indios que la lavaban y lavada
se sacaron de ella tres pesos de oro (es decir 13.8 grs).
Todos los que entienden de minas y de sacar oro, infor-
mados del modo con que lo sacan los naturales de la
tierra, dicen ser toda la tierra y los campos minas de oro,
que si los españoles dieran herramientas e industria a los
indios del modo cómo se ha de sacar, se sacaría mucho
oro y se cree que llegado el tiempo no habrá año que se
saque de aquí un millón (de pesos) en oro ...” (P.S.H.)
La incipiente administración colonial comenzó a distribuir y otorgar partes enteras del territorio a los españoles, bajo forma de reparticiones y encomiendas. Una
parte de ellos prefirió asentarse en tierras que ya eran
tradicionalmente de provecho agrícola y agropecuario y
otros partieron hacia la más exigente aventura del descubrimiento de minas.
Con admirable rapidez algunos se encontraron capitaneando explotaciones mineras en los dominios que se
les entregaron pero no todos los que emprendieron esta
empresa tuvieron suerte inmediata. Les tomó un tiempo
y una tenacidad que pocas veces se les reconoce. “... Muchos años pasaron sobre sus cabezas en la exploración de
lugares y más de uno y de dos de entre ellos agotaron sus
esfuerzos, sus riquezas y su vida en la busca de un reino
dorado, sin que adquiriesen otras noticias que las que ya
conocían desde su primera expedición. A pesar de ello, en
una tercera, en una cuarta y en una quinta expedición
continuaron la empresa sin desanimarse ...”(W.R.)
Minas del tiempo de la Conquista
U
no de los primeros sitios mineros de los que
tuvieron noticia los conquistadores fue Porco,
en el Alto Perú. Hasta allí llegaron Gonzalo
Pizarro y Diego Centeno, se dice que atraídos
por el nombre del cerro ‘Collque Porco’ (collque:
plata) y por haber encontrado en la zona utensilios de ese
metal. Lo cierto es que el yacimiento de Porco se trabajaba desde tiempos de los Incas. Era muy rico en pirargirita,
o ‘plata roja’ o ‘cochizo’, como la denominaban los antiguos peruanos y es posible que de allí se haya extraído la
plata que sirvió para recubrir los muros del Coricancha.
A partir de los años 1530, los tres hermanos Pizarro se
adueñaron del yacimiento y, bajo este régimen de propie-
10
dad particular, iniciaron la explotación del cerro, lo que
dada la fecha permitiría afirmar que se trata de las primeras minas trabajadas por los españoles.
La producción de Porco debió resultar muy alentadora
para los propósitos de acumulación de riqueza que animaban a estos guerreros convertidos en mineros, ya que el
yacimiento tenía “... vetas más o menos abiertas, y cuyo
rasgo principal consistía en contar en la superficie con formaciones de plata denominadas ‘bolsas’, las cuales eran
una suerte de concentrados de gran calidad y gran tamaño
como para haber sido valorados en alrededor de 8 a 10,000
pesos cada una ...” (C.G.P.)
“... En Porco, famoso mineral de los incas, se explotaba
una mina de la que extraían a manera de adobes de plata
blanca, que no se hacía sino golpearlos con una almadana
que hacía soltar una costra de piedra convertida en plancha
de plata ...” (A.A.B.)
Sobre todo antes de descubrirse y explotarse Potosí, la
producción de Porco fue muy relevante y en 1539 se hablaba
ya de un floreciente asiento minero. Sin embargo, el trabajo
de estas minas sufriría muchas interrupciones, al ritmo de
los trastornos políticos que involucraban a los Pizarro, los
Almagro y otros colonizadores, hasta que de La Gasca decidió la incorporación del yacimiento al conjunto de propiedades mineras de la Corona.
En los quince años que van desde 1530 hasta el descubrimiento del “Cerro Rico” de Potosí, la historia comienza
a registrar una sucesión de actividades mineras emergentes. Coexisten las pequeñas explotaciones indígenas con
las que lideran los españoles. Algunas regiones empezarán
a ser poco a poco reconocidas como propiamente “mineras” y en ellas se concentrarán gran cantidad de esfuerzos
para obtener los metales más buscados.
Dibujo de la mina de Porco. Siglo XVI
s
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los
de
tal
Por su progresiva importancia, los yacimientos se convierten en la razón de ser de nuevas aglomeraciones urbanas, como ocurrió en el caso de Sandia, que dio lugar a la
población de San Juan del Oro; o en los casos de Porco, de
Potosí y de La Paz. Sobre esta última, dicen las crónicas:
“... Ella se queda fundada en el asiento y aposentos del valle
del Chuquiabo, que fue donde en los años pasados se sacó
gran cantidad de oro de mineros ricos que hay en este lugar.
Los ingas tuvieron por gran cosa este Chuquiabo ...” (P.C.L.)
Es muy difícil lograr total precisión sobre las fechas que se pueden
Kilómetr os
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según se hable del momento en que
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se reconoció un sitio minero, del primer o segundo descubrimiento de
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las más importantes labores miCoroma
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neras tempranas que los españoles
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Océ
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que hoy son el Perú, Bolivia y el norPotosí
BOLIVIA
Porco
te de Chile.
De 1530 a 1540 se da una activa
minería del oro en las inmediacioTarija
nes de Chuquiabo (La Paz); se desAsientos españoles
Comunidades nativas
pliegan campañas de exploración
de la región miner a altiplánica
CHILE
hacia Yauricocha (Cerro de Pasco,
(”Potosí, P atrimonio Cultural
ARGENTINA
de la Humanidad”)
1533) y hacia la provincia del Collao
(Bolivia); se explotan yacimientos de
11
oro y plata en Lucanas y Parinacochas (1537); se reconoce
el yacimiento de plata de Huantajaya en Tarapacá (1538) ;
se descubren minas de plata en Jauja y en Huancayo y de
oro en Jaén y Carabaya (1539); este metal se explota también en Sandia, Condesuyos, Azángaro y Chachapoyas; se
comienzan a trabajar las minas de Colquipucro (Cerro de
Pasco, 1540) y, en el mismo año, las de la región de Potosí;
se encuentran vetas más ricas en Porco.
Aunque no es el oro el que daría el mayor auge a la
minería colonial, es importante recordar que entre 1542
y 1543, en los yacimientos auríferos de Santa Bárbara,
en Tomebamba (Quito) y Santa Ana de Carabaya, en
Puno, empieza a manifestarse el fenómeno denominado
“fiebre minera”.
De este segundo yacimiento se dice que “... empezó a
reconocerse y explotarse hacia 1538, cuando arribó hasta allí
el conquistador Pedro de Candia, uno de los famosos ‘Trece
del Gallo’. Tras su explotación formal a partir de 1542 por el
minero Sancho Tofiño, se suscitó la primera fiebre minera
conocida, que alcanza su clímax hacia 1545. Hay que recalcar que Carabaya llegó a producir pepitas de oro de hasta
cuatro arrobas de peso ...” (C.G.P.)
Los mineros españoles tenían focalizado su interés en
la búsqueda y explotación del oro y de la plata, en desmedro de metales como el cobre y el estaño que habían sido
tan importantes en el mundo prehispánico.
“... Era natural que, en todo lo que no fuera oro o plata, la minería languideciera. Lo poco que se extrajo de otros
metales fue ocasionalmente, por encontrárseles como componentes de aquellos, ‘de lo que a vueltas del beneficio del
oro y de la plata resulta’. El cobre procede de Cerro de Pasco
y de algunas de las otras explotaciones de minerales de
plata; pero las principales explotaciones corresponden a
minas situadas en el Alto Perú, como las de Oruro, Lagauillas,
La Paz y Corocoro, o en las regiones de Copiapó y La Serena, en Chile, así como las que se descubrieron en Salta,
Argentina.
El estaño se trabajaba sobre todo en el Alto Perú, principalmente en La Paz, Oruro y Potosí. También se laboraban
las minas de Carabuco y probablemente las de Collquiri.
El plomo se extraía de casi todas las minas de plata. Las
menas de zinc apenas se explotaron en esta época. En lo que
toca al hierro, su explotación era prácticamente nula ...”
(M.S.B.)
La necesidad de un ordenamiento
T
arde o temprano, la actividad minera de los
conquistadores que hemos descrito en sus grandes rasgos, tendría que ser regulada. Al principio, ni la Corona ni sus representantes poseían
una visión del conjunto de disposiciones que se requerirían para ordenar y administrar el contexto tan distinto de las nuevas colonias y más específicamente, el ámbito
de la minería y la riqueza metálica a gran escala que se iba
a generar a través de ella.
Optar por hacer una simple réplica de las leyes vigentes
en Castilla no sería suficiente frente a la complejidad con la
que el Nuevo Mundo aparecía ante sus ojos.
Las normas se creaban a medida que se desenvolvía el
proceso de la conquista, a veces en contradicción unas con
otras, porque en ellas se trató de balancear los intereses
12
financieros, ideológicos y religiosos de la Corona y los apetitos de gran número de colonizadores entre los que se hallaban los súbditos venidos a menos del régimen español.
La regulación minera que se iba improvisando oscilaba
entre dos polos: por un lado, se inspiraba en la necesidad
de satisfacer objetivos de acumulación de capital y riqueza; y por el otro, en la de conservar un proceder mínimamente ético o protector hacia los pueblos que se había venido a cristianizar.
Entre comienzos del siglo y la llegada de Pizarro al Perú,
se dieron en la Metrópoli algunos dispositivos relacionados con búsqueda de minas, tributos y gestión de la fuerza
laboral, bajo forma de Cédulas Reales, Leyes, Provisiones y
Ordenanzas. Recordemos brevemente la esencia de algunas
de ellas.
En 1504 se da la Real Cédula que establece a favor de la
Corona el derecho de quintos sobre oro, plata y demás metales que se obtuviesen como producto de las minas. En
1512, las Leyes de Burgos intentan regular la relación con
los indios, recomendando emplear sólo cinco meses al año a
los que trabajan en las minas de oro. Al año siguiente, las
Ordenanzas de Valladolid exceptúan del trabajo minero a
las mujeres. En 1525, la Cédula de Toledo exige que los
mineros tengan licencia del gobernador local para búsquedas y descubrimientos de minas. En 1526, las Ordenanzas
de Granada prohiben obligar a los indios a trabajar en las
minas y si lo hacen voluntariamente, debe pagárseles su
trabajo y servicio. En el mismo año, una Provisión dirigida a
los gobernadores resuelve que tanto los españoles como los
indios pueden explotar las minas que hallen, sin impedimento. Una Cédula de 1533 obliga al cumplimiento del premio de libre búsqueda a favor de los conquistadores. Finalmente, las Leyes Nuevas de 1542 consagran principios de
protección de la libertad de los indios, lo que obliga a importar mano de obra de otros lugares y es así como empiezan a llegar al Perú contingentes de esclavos negros para
trabajar en las minas, entre otras, en la de Porco.
Estos dispositivos parecen razonablemente benignos
para los nativos de América y contrastan con lo que sería
en la práctica el trato al trabajador de las minas coloniales. “... En general, a causa de la distancia, las providencias
reales no siempre eran respetadas, y más aún, era frecuente
que las autoridades coloniales dictaran sus propias reglas y
que, en la aplicación de aquellas otras, acataran solamente
la parte que les convenía, prescindiendo por completo de
las normas contrarias a su interés o su capricho ...” (M.S.B.)
Ya en 1538 y desde el Cabildo de Cusco, Pizarro hacía
uso de su facultad de legislar a nivel local, dictando las
primeras ordenanzas relacionadas con la minería. Veamos
cómo se aplicaban los conceptos de propiedad, exploración y explotación de las minas.
“... Durante los primeros 40 años de la dominación española, no existió en el Perú ningún código ni pauta fija
que estableciera el régimen de la propiedad minera y señalara normas para la administración del ramo, sino una serie
de disposiciones acordadas para cada caso particular, las
que después constituían precedente para casos análogos.
Los yacimientos eran adjudicados discrecionalmente, por lo
general con su respectiva ‘encomienda’ de indios para
Distintas modalidades de descenso a la mina (“De Re Metallica”)
trabajarlos y sin más obligación que entregar una parte de
los metales que se extraían ...” (C.P.J.)
“... Los súbditos de España tenían derecho a registrar,
estacar (delimitar) y explotar minas en su condición de poseedores, mas no como propietarios. En los hechos se llamaban ‘dueños’ y se comportaban como tales pues vendían,
alquilaban, legaban las minas...” (F.Q.C.)
“... A todo descubridor de minas se le concedía la primera
veta denominada ‘Descubridora’; la siguiente veta importante le correspondía a la Corona Española. Si el descubridor no
poseía otra en una legua, tenía derecho a que se le concediera una veta más a la que se denominaba ‘La Salteada’. Si
después de diez días de descubierta una mina no era trabajada, se la declaraba ‘Despoblada’; en ese caso, cualquiera podía tomarla y ‘poblarla’. Los cateadores de minas estaban
autorizados a penetrar en tierras privadas, siempre y cuando
se avinieran a pagar los daños que hubieran causado en ellas.
Esta libertad de cateo y exploración obedecía al deseo de
proteger y auspiciar la producción minera ...” (C.P.A.)
13
Técnicas mineras de la época
E
l proceso de la Conquista tuvo también un notable
significado desde el punto de vista de la tecnología, habida cuenta de la larga trayectoria hispana
en materia de laboreo de minas, desde los años de
las sucesivas dominaciones romana, visigoda y árabe. Por lo tanto, los conocimientos, procedimientos, herramientas e insumos, en fin, todo lo que constituía la
tecnología de punta de aquella era, sería transferido a la
actividad productiva de la Colonia.
M
PROYECCI
ON H
ORIZONT
AL
PROYECCION
HORIZONT
ORIZONTAL
M
A
B
M
PROYECCION VERTICAL SOBRE A -B
M
Croquis de un lavadero de minerales
(“Instrumentos mineros de la España antigua”)
en los sucesivos recipientes. Ello explica que en el Perú
dieran una nueva dimensión a la explotación en los lavaderos de río. “... Para las operaciones de lavado se construyeron acequias de hasta seis kilómetros de largo ...” (M.S.B.)
Detalle de
la
estructura
de madera
de una
entibación
(“Instrumentos
mineros de
la España
antigua“)
Antes de revisar los principales aportes que poco a
poco se fueron haciendo, es importante señalar que los
mineros españoles incorporaron a sus faenas algunas técnicas precolombinas. Como herramienta, los cuernos de
animales para la extracción de minerales más superficiales; los “quimbaletes” para la etapa de la molienda y las
“huayras” para la fundición.
A fin de satisfacer su interés prioritario por el oro,
continuaron trabajando en las riberas de los ríos. “... El
que obtienen de los ríos es de granos grandes y pequeños
...” (G.B.) Sabían cómo separar los minerales de las arenas residuales mediante un sistema de lavaderos de mampostería, adosados unos a otros, alimentados en agua por
canales paralelos a la instalación, para permitir recuperar
las partículas de mayor densidad que se iban depositando
14
A y D: Pozos
B y C: Galerías
E: Túnel
(“De Re Metallica)
F: Boca de túnel
Sistema de escaleras en pozo de mina
(“Instrumentos Mineros
de la España antigua”)
Los españoles agregan una nueva modalidad de extracción y refinación del precioso metal. De acuerdo a un
testimonio de 1550 “.... Ubicaron oro en algunas montañas, donde excavan bajo tierra socavones sostenidos por
gruesos puntales de madera y no paran hasta dar fin en la
veta de oro. El que sacan de estas montañas es como arena
menuda y lo consiguen separándolo de la tierra mediante
mercurio ...” (G.B.) El conocimiento de este uso metalúrgico del mercurio para procesar fácilmente pequeñas cantidades de oro, se debe a que en España se explotaban
desde hacía mucho tiempo las minas de Almadén y de
Istria, que con las de China eran, hasta este momento de
la historia, las proveedoras del mercurio del mundo.
El laboreo de las minas mediante la “perforación de
túneles” es otro elemento de modernización que introducen en el Nuevo Mundo. “... A medida que se iban agotando los afloramientos de las primeras explotaciones, se comenzó a seguir los filones o vetas, introduciéndose el minero en el subsuelo a través de tiros inclinados, o semi
verticales y que paulatinamente se convirtieron en bovedones horizontales ...” (J.F.)
De muy antiguo sabían que la construcción de pozos y
de galerías, debía tener en cuenta las condiciones del
terreno. “... Al abrir un pozo en terreno duro, se hacía
siempre circular y sin consolidación de ningún tipo. Pero
otras veces lo inconsistente del terreno obligó a forrar los
pozos de madera lo cual determina su forma cuadrada a fin
de facilitar la colocación de las vigas ...” (J.M.L.)
Estas estructuras de madera, denominadas “entibados”
permitían sujetar y apuntalar cuidadosamente los pozos.
Para asegurar su solidez y seguridad, era necesario renovarlos cada cierto tiempo, cambiando la madera deteriorada por madera nueva.
En los pozos verticales de acceso a la mina, además de
usar cuerdas de sujeción, excavaban huecos en la pared
de la roca, a modo de sencillos escalones. Una vez en el
interior “... para salvar pequeños desniveles, el minero precisaba el empleo de escaleras. La más empleada consistía
en un grueso tronco de sección cuadrada, con una serie de
escotaduras a modo de sierra para apoyar los pies ...”
(J.M.L.) Cabe agregar la introducción del uso de poleas
para facilitar el ascenso y descenso a la mina.
La construcción de galerías subterráneas –necesarias
para seguir la veta, conducir los minerales extraídos hacia
el exterior del yacimiento, asegurar el tránsito de los mineros y el paso de los animales de carga, vaciar el agua
del subsuelo– tenía que hacerse, como en el caso de los
pozos, respetando los criterios de solidez y seguridad.
Las galerías que seguían el curso de un filón mineral se
llamaron “barretas” y “medias barretas”.
“... A fin de poder extraer minerales de un filón, los que
trabajaban en las galerías habían de tener sumo cuidado
en no hacer labores de arranque de una manera imprudente que pudiera dar lugar a bóvedas o huecos demasiado
grandes. Es lógico pensar que si la codicia del minero le
llevaba a extraer todo el material útil en los filones que
explotaba, podía provocar serios estados de peligro por las
probabilidades de un derrumbamiento. Por esta razón, al
hacer avanzar sus galerías, debían dejar pilares constituiAzada de
hierro con
pivote de
madera
(“Instrumentos
mineros de
la España
antigua”)
15
dos por el propio mineral que estaban extrayendo, con objeto de que se mantuviera sólida la techumbre de las galerías en el caso de que éstas, por imperativos del filón,
tuvieran que ser demasiado anchas. Unicamente en el caso
de que los minerales beneficiados fuesen muy ricos, aquellos mineros se verían tentados de sustituir los mencionados pilares por puntales de maderan...” (J.M.L.) Las galerías de las minas se apuntalaban con relajes o “pircas” de
piedras o con “tincas” de quinual.
En materia de ventilación, los españoles conocían el
método de los “pozos pareados” o pozos gemelos que
eran aberturas para airear las galerías. “... Los dos pozos
van paralelos hasta una cámara en la galería. Debajo de
uno de ellos se hace un fuego que produce tiro hacia arriba
y se lleva el aire viciado, mientras que por el otro pozo
entra en sentido inverso el aire de la superficie ...” (J.M.L.)
Versiones que se encuentran en relatos de la época mencionan el aire poco respirable del interior de las galerías,
lo que permite inferir que no todas las minas coloniales
contaron con adecuados sistemas de ventilación.
La minería subterránea implicó introducir un nuevo
tipo de herramientas más adaptadas al laboreo de los minerales duros. En la minería hispana “... eran generalmente de hierro, aunque a veces, para evitar la corrosión, se
hicieron azadas y rastrillos de bronce. El pico, la ‘punterola’
y el martillo fueron sin duda los utensilios más empleados.
Cuando el mineral era terroso y blando se le trabajaba con
el pico, pero si era duro se hacía necesario el uso de la
‘punterola’ (cogida con unas tenazas probablemente) y del
martillo ...” (J.M.L.)
Sistema de ventilación mediante pozos gemelos
(“Instrumentos de la España antigua”)
16
Molino de dos piedras que muelen el mineral sobre una piedra
más grande. Acuarela de Martínez Compañón
En las minas del Perú se empieza a trabajar con las
conocidas “barretas” de hierro, de dieciocho pulgadas
de largo y veinticinco libras de peso y con martillos de
veinte libras. Otras herramientas utilizadas fueron “...
palas y picos de metales y maderas duras, así como combas y cuñas que servían para golpear los minerales, o los
cinceles ...” (J.F.)
Los minerales eran extraídos de las galerías y transportados al exterior de la mina en grandes bolsas de cuero llamadas “capachos” que tenían una capacidad de cien libras.
Cuando se alcanzaban determinados niveles de profundidad en la explotación, el agua subterránea afloraba e
inundaba las galerías de la mina. En el caso en que no
fuera posible construir una galería de drenaje hacia el exterior, había que recurrir a la técnica de desaguar manualmente con la ayuda de los capachos.
Una vez depositados en el exterior o “cancha” del yacimiento, los minerales eran “... ‘pallaqueados’ para separar
las partes notoriamente estériles y eran conducidos en llamas a los ingenios o haciendas de beneficio. La primera
operación era la molienda, que se hacía en batanes o moli-
nos de piedra que presentaban pequeñas variantes de forma y recibían distintas denominaciones, según las localidades. Así los nombres de ‘maray’, ‘quimbalete’, ‘titín’, ‘piruro’, ‘boliche’, ‘sutil’, ‘canacho’, ‘cárcamo’, ‘tabladillo’, ‘rastra’, etc., corresponden a dispositivos semejantes, todos
los cuales se componían de una piedra fija horizontal o
solera y una o dos piedras movibles.
En los molinos pequeños del tipo de los boliches o
quimbaletes, la piedra movible era de la forma de un batán, al que imprimía movimiento un operario parado en un
travesaño sujeto encima de ella o bien dos hombres a los
costados que accionaban alternativamente los extremos
de dicho travesaño.
En los más grandes, la piedra molar, llamada ‘voladora’
en algunos tipos era de forma circular, atravesada en su
centro por un eje horizontal, conectado a otro eje vertical
que pasaba por el centro de la solera. El eje de la piedra
molar avanzaba hacia fuera para ser accionado por hombres o caballos, salvo cuando se utilizaba la fuerza hidráulica, como en el Cerro de Pasco, en cuyo caso era el eje
vertical el que se prolongaba debajo de la solera y llevaba
acoplada una rueda de paletas movida por algún curso de
agua. En el tipo ‘rastra’ habían dos grandes piedras colgantes de las extremidades de la viga que atravesaba el
árbol vertical, por medio de cables de cuero o cadenas.
La molienda se hacía unas veces en seco y otras veces
con agua, siendo este último método llamado por ‘sutil’, el
más usado. El mineral en polvo era arrastrado por el agua
a las ‘cochas’ o pozos de sedimentación ...” (C.P.J.)
Como se puede apreciar, la tecnificación de la fuerza
Horno de ensayo rectangular (“De Re Metallica”)
Ilustración de partes de fuelles (“De Re Metallica”)
generada por el agua y los caballos es otro de los importantes aportes hispanos a la minería del Perú.
En el terreno de la metalurgia se sabe que los españoles empezaron a utilizar un tipo de horno que era
una variante de la ya conocida ‘huayra’ y sobre todo,
incorporaron el uso de fuelles al proceso de fundición.
“... Los hornos ‘castellanos’ de los españoles eran semejantes a las guairas, tanto en su pequeño tamaño (más
o menos un metro de altura) cuanto en su forma ensanchada hacia arriba; pero su sección, en vez de circular,
era rectangular o elíptica. Se diferenciaban además en
que no eran moldeados de una pieza como las guairas,
sino hechos de ladrillos y principalmente, en que la alimentación del aire se hacía por medio de fuelles o máquinas soplantes accionadas por molinos de viento o ruedas haladas por caballos. Con esto se pretendió activar el
17
procedimiento y hacerlo menos laborioso, alcanzándose éxito con los minerales de Porco. La copelación (método de uso del plomo para remover los metales no
nobles) se hacía en pequeñas muflas semejantes a las
ya descritas, las mismas que servían para la refinación
del oro ...” (C.P.J.)
Aunque los españoles comenzaron a aplicar en el
Perú la tecnología hasta ese momento conocida y aún
contando con el interés y el apoyo de la Corona para
disponer de mayores recursos, los mineros encontraron
algunos problemas que les fue difícil superar.
Una situación que se hizo patente fue, por ejemplo, “... el agotamiento de los minerales fríos o sea de
sus óxidos y demás minerales superficiales, fácilmente
beneficiables por los procedimientos de la época, y la
dificultad de entrar los avances de la mina en las zonas de
los sulfuros complejos y los minerales rebeldes ...” (C.P.A.)
Considerado como “el peor enemigo de las explotaciones”, el afloramiento del agua subterránea fue otro de los
grandes obstáculos encontrados ya que, cómo hemos visto, a veces sólo se podía enfrentar en pequeña escala con
el modesto recurso de los capachos.
Por la premura en el ritmo de explotación, en algunas
minas no se cumplieron rigurosamente los procedimientos de construcción de galerías y como resultado de ello,
el yacimiento podía ser una obra de tunelería intrincada y
peligrosa, sujeta a derrumbes.
Una vez ocurrido el derrumbe o la inundación en las
galerías de la mina, no había respuesta o salida técnica al
problema y era preciso abandonar la explotación.
La Mita Minera
N
o bastaría la tecnología para satisfacer los objetivos de producción fijados por la Corona ni para
hacer de la actividad minera el soporte de la
economía colonial. Uno de los más importantes
mecanismos fue la manera en que se conformó y
administró la fuerza laboral en esta primera mitad del
siglo XVI.
Tendría que aprovecharse el contingente de mano de
obra cautiva que representaban los pueblos conquistados, reclutando el mayor número de nativos para que
laborasen en yacimientos explotados de manera intensiva. El criterio maximizador que se aplicó al desempeño y
al rendimiento de los hombres –de hecho muy coherente
con los estándares de la época– hizo que el régimen y
las condiciones de trabajo en las minas fueran sumamente duros y que fuera frecuente el abuso.
Los españoles encontraron muy conveniente que ya
existiera en las sociedades conquistadas un sistema laboral obligatorio, la mita, en virtud de la cual los hombres comprendidos entre los 18 y los 50 años debían
aportar su capacidad de trabajo y energía allí donde lo
18
requirieran las obras públicas y el interés común.
Una de las primeras estrategias de los colonizadores
fue no desalentar el sistema de trabajo vigente. “... La
mita fue pues mantenida e intensificada en beneficio de
los invasores extranjeros, quienes en los primeros años no
vieron la necesidad de remunerarla. El trabajo era indiscutiblemente un trabajo forzado, regulado y coactivo. La
mita comprendía a los ‘indios de cédula’ que eran los que
compulsivamente tenían que concurrir a trabajar a los
lugares señalados ...” (W.E.S.)
Se establecieron categorías genéricas para la minería, según el status, remunerado o no del trabajador, y
el tipo de labor desempeñada: “... a) el mitayo, como
mano de obra cautiva (el indígena que cada comunidad
tenía que aportar de acuerdo a su población); b) el
‘minga’ o ‘alquila’, como mano de obra asalariada; c) el
‘huayrador’ o trabajador de los hornos nativos de producción de metal; y d) el ‘repasiris’ que era el indígena
que revisaba el mineral abandonado para recoger para
sí y por su cuenta ...” (S.A.R.)
No es muy difícil imaginar que, de acuerdo a los pla-
nes de enriquecimiento de los españoles, la mita minera
fuera de lejos más importante que las mitas de la agricultura o de los obrajes textiles y, por preservarla se
llegaba a desacatar las normas dictadas en la Metrópoli.
Por ejemplo, aquella que impedía que los nativos
fueran enviados a trabajar en regiones ajenas a las suyas. En la práctica miles de pobladores fueron arrancados a sus familias, tierras y comunidades. “... Era un
cuadro muy doloroso ver una romería de indígenas en
camino a los asientos mineros. Eran caravanas de familias procedentes de todos los pueblos afectados. Hubo
mitayos que demoraban dos meses en llegar, atravesando
punas y cerros inmensos, padeciendo fríos penetrantes,
bebiendo aguas encharcadas ...” (W.E.S.)
Recordemos que los reyes de España mandaban no
obligar a los nativos a trabajar en las minas si así no lo
querían. Pero la lectura que se hizo de este mandato fue
totalmente la opuesta ya que según las crónicas, “... Al
tiempo de las mitas era lástima ver a los indios de cincuenta en cincuenta, y de ciento en ciento, ensartados como
malhechores en ramales y argolletas de hierro ...” (B.S.C.)
Aunque en la legislación hubiesen rasgos de paternalismo, los colonos se daban maña para cometer ar-
bitrariedades en la reglamentación local de la mita. Una
de ellas fue la relacionada con las temporadas de trabajo
y de receso, en principio fijadas para que las labores agrícolas no quedaran en abandono. Entre turno y turno de la
mina, los españoles acortaban la temporada de descanso
del mitayo o bien lo contrataban como ‘minga’, de manera a obtener el mejor partido productivo del trabajador e
impedirle el regreso a sus tierras y la eventual tentación
de no retornar a la mina.
La remuneración por el trabajo realizado era uno de
los aspectos en los que se dieron más abusos. “... La ley
prescribía que los mitayos debían recibir un salario según
sus necesidades, el cual era abonado en plata o en productos para el largo viaje hasta las minas. Los pagos, no obstante, estaban sujetos a la voluntad del empresario minero, quien se aprovechaba del indio pagándole menos de lo
acordado ...” (I.N.C./E.)
Los excesos cometidos en la administración de la mita
minera fueron tema de preocupación en los informes de
visitadores y cronistas de estos años. El hecho de que se
agravara el incumplimiento de las disposiciones reales conducirá a que en la segunda parte del siglo XVI se proceda
a un nuevo gran ordenamiento de la actividad minera.
El trabajo en el socavón
E
n las minas de los inicios de la Colonia había tres
tipos de tareas básicas bien diferenciadas:
la de extraer el metal a fuerza de golpes, a cargo de los “barreteros”;
la de trasladar el mineral obtenido fuera de la
mina, a cargo de los “capacheros”; y
la limpieza de túneles, socavones y accesos, después de la labor extractiva.
El turno de trabajo duraba doce horas. Los mitayos
descendían hasta las galerías que se encontraban a “cien
estados” de profundidad, es decir, cien veces la altura de
un hombre o aproximadamente 180 metros.
El uso de tal o cual herramienta determinaba las cate-
Esportilla de esparto
y madera para
trasladar minerales
(“Instrumentos
mineros de la
España antigua”)
0
10
20 cm
gorías en que se dividió a la mano de obra. “... El grupo
que laboraba en la mina estaba integrado por doce hombres. Delante iban los ‘barreteros’. Ellos estaban encargados de romper los minerales a pulso ...” (C.P.A.)
19
Si la iluminación y la ventilación eran deficientes, las galerías eran oscuras y de atmósfera enrarecida. El polvillo
de los minerales fraccionados, el olor de combustión de
las velas de sebo, la transpiración por las altas temperaturas del interior de la montaña y el esfuerzo sostenido,
el desbalance térmico para el cuerpo cuando se salía del
yacimiento, eran los principales factores que afectaban a
los trabajadores del socavón.
Si agregamos la escasa alimentación, el descanso insuficiente y la poca o nula atención que se les prestaba,
fácilmente se comprenderá el deterioro progresivo de la
salud de los mitayos, la necesidad de reemplazarlos y la
Herramientas mineras: (A) Pico; (B) Azada; (C) Pala.
(“De Re Metallica”)
Con un pico o con una barreta “descuajaban” el cuarzo aurífero y los metales argentíferos. “... Los picapedreros eran distribuidos en equipos de a tres. Uno trabajaba
mientras el otro comía y el tercero dormía tras suyo, en la
misma mina. Los turnos eran medidos por velas; cuando se
apagaban, era señal de cambio ...” (W.E.S.)
“... Más tarde entraban los ‘capacheros’ a los que en las
minas de la Colonia se les conocía también como los ‘japiris’
o ‘apires’. Estos eran los encargados de sacar los minerales.
Estaban premunidos de un grueso gorro de lana de llama
en el que iba atado una vela de sebo para alumbrar las
galerías; las piernas forradas de gruesas rodilleras de cuero
de carnero que les permitían trabajar de rodillas en el llenado de los capachos utilizando las paletas de mulas a
guisa de palas ...” (C.P.A.)
“... Para sacar el mineral a la superficie, los apires se
ataban los capachos a la espalda con una manta, subiendo
a gatas por los vericuetos de la mina. Subían o bajaban de
a dos en dos o tres en tres para ahorrar luz. Cuando la
profundidad era grande y las lumbreras muy paradas, tenían que trepar por escaleras de cuero trenzado, interrumpidas cada ocho o diez varas por pequeñas plataformas
que servían de descanso ...” (C.P.J.) La tarea de sacar la
carga de los capachos hasta depositarla en los quimbaletes
o ingenios podía demorar cuatro o cinco horas.
El prolongado trabajo obligatorio en el socavón era
muy temido porque conllevaba riesgos. En las minas del
Perú, al igual que en las de otras partes del mundo, se
enfrentaban condiciones ambientales internas difíciles.
20
Capacheros cargando mineral. Acuarela de Martínez Compañón
alta rotación observada en el contingente de mano de
obra de las minas.
No era extraño incluso que se bautizara con el nombre
de la mina a los males que aquejaban a quienes laboraban
en ella. Estos problemas fueron relatados en las crónicas
de la época y hoy resultarían difíciles de imaginar por los
avances en materia de higiene y seguridad ambiental del
trabajo minero.
Rendimiento económico de la minería
A
ntes de cumplirse la primera mitad del siglo XVI,
cuando aún no se conocían las minas de Potosí, la
producción minera empezó a experimentar un significativo crecimiento.
Para ello se conjugaron, como hemos visto, los múltiples factores de la riqueza geológica poco a poco descubierta, la presión de las expectativas económicas de la Corona española y la modalidad intensiva de explotación gracias a un significativo contingente de mano de obra.
Aunque no sea posible reunir datos consistentes sobre la producción y las ganancias de la actividad minera
en esta época, los testimonios y crónicas arrojan algunos
indicadores que ilustran sobre su rentabilidad.
En lo que respecta a la minería del oro, se sabe que de
Santa Ana de Carabaya y hasta 1550, “... se sacaron más
de 1’700,000 pesos de oro, tan fino que subía de la ley; a
muchos en una sola batea les daba 500 a mil pesos,
sacándose de este río más de un millón trescientos mil
pesos ...” (P.C.L.)
El oro beneficiado tenía una ley de 23 quilates. Casi
similares rendimientos pudieron ser obtenidos en los lavaderos de Oruro, Asillo y Azángaro. De los yacimientos
de Sandia, se conoce que en la época de su apogeo, el
volumen de oro extraído llegó a valorizarse en más de 33
millones de pesos.
En lo que se refiere a las remesas de oro y plata a
España, es interesante comparar lo que ocurre antes y
después de la conquista del Perú. Entre 1503 y 1520 el
oro constituye el 100% del total de la riqueza metálica
enviada desde distintos puntos de América hacia la Metrópoli. En cambio, en la década que va de 1531 a 1540,
la plata empieza a ocupar una posición preponderante y
representa el 87.5% del total de la remesa. Estas cifras
traducen el fenómeno de intensificación del beneficio de
la plata en varios yacimientos, entre los cuales, Porco, en
manos de los Pizarro. “... Agora se está limpiando una
mina del Capitán Hernando Pizarro: que afirman le valdrá
por año las anseldradas que della sacarán más de dozientos
mill pesos de oro ...” (P.C.L.)
“... Alguna evidencia de lo allí extraído trae, sin embargo, la noticia de que al Licenciado Vaca de Castro se le
acusara de haber retenido los ingresos de estas minas durante tres años. La suma ascendía a 60,000 pesos, que
representa ingresos aproximados de 20,000 pesos netos por
año, más reales quizá que la cifra de la crónica de Cieza de
León ...” (C.G.P.)
A partir de las remesas de metales preciosos, se ha
logrado establecer un estimado de los ingresos de la Corona y de los mineros particulares, el que para los años de
la Conquista hasta el descubrimiento de Potosí, arroja las
siguientes cifras, expresadas en ducados de 375 maravedís:
“... Período
Corona Particulares
1531-1535
518,833
1’461,445
1536-1540
1’621,062
3’104,408
1541-1545
909,346
5’035,460 ...” (J.E.)
Como se podrá apreciar, los beneficios que la Corona
obtenía de la explotación de las minas encuentran su proporción ajustada al Quinto Real en el último quinquenio,
justo antes de descubrirse el yacimiento de Potosí.
La importancia de éste empezará a aparecer en las
cifras del umbral de la segunda mitad del siglo. Efectivamente, el valor de la producción de los metales preciosos “... entre 1546 y 1550, en cifras basadas en el
cobro del Quinto Real, era de 902,493 pesos ensayados
en el caso del oro y 9’713,151 pesos ensayados en el caso
de la plata ...” (F.Q.C.)
21
SUCRE (Chuquisaca)
Yotala
Quito
ayo
com
Tarap
Colavi
Siporo
Miraflores
Tarapaya
Chulchucani
Huari Huari
Don Diego
Cerda
POTOSI
Lima
Otuyo
Mojotorillo
POTOSI
Mataca
aya R
.
Pil
POTOSI
Santiago
Buenos
Aires
Milcupaya
Miculpaya
Porco
Kuchu Ingenio
La lava
Asientos argentíferos del entorno de Potosí
(Tomado de “The Mining Society of Potosí”)
Potosí y los primeros años
E
n 1545, en medio de las crisis políticas que dividían a los conquistadores, se produce el hecho más
significativo de la historia minera en los tres siglos de la Colonia, como es el descubrimiento de
las minas del cerro de Potosí, cercanas a Porco, en
el altiplano boliviano. En poco tiempo, Potosí estaría
llamado a convertirse en el más grande, rico y célebre
yacimiento de plata del Reino.
Entremezcladas de leyenda, existen varias versiones
sobre la manera en que ocurrió este descubrimiento. Son
concordantes en atribuir al indio Diego Gualpa (o Huallpa
o Gualco), natural de Chumbivilcas (Cusco) y a la sazón
trabajador del asiento minero de Porco, el primer contacto con el mineral del cerro.
Si detectó accidentalmente la presencia de trazas o
de vetas de plata mientras llevaba cargas de maíz hacia
Porco, perseguía venados, pastoreaba sus llamas, avivaba una fogata o despertaba de una noche en el monte,
es algo que nunca se sabrá con exactitud.
Las versiones coinciden en que muy pronto verificó
22
la calidad del mineral encontrado y que posteriormente
compartió la información de su hallazgo con otro indio,
su vecino de nombre Guanca (o Chalco), natural de Jauja. Durante un tiempo, ambos se habrían beneficiado
extrayendo plata en pequeña escala hasta el momento
en que el hecho hubiera trascendido al conocimiento de
los españoles patrones de minas de la región.
“... Es de saber que las minas del cerro de Potocsi las
descubrieron ciertos indios criados de los españoles, que
en su lenguaje llaman yanacuna, los cuales, debajo de
secreto, en amistad y buena compañía, gozaron algunos
días de la primera veta que hallaron; mas como era tanta
la riqueza y ella sea mal de encubrir, no pudieron o no
quisieron encubrirla de sus amos y así las descubrieron a
ellos y registraron la veta primera, por la cual se descubrieron las demás ...” (G.V.)
Los dos indios yanaconas habrían laboreado inicialmente dos vetas de mucho potencial que después fueron
denominadas “La Rica” y la de “Centeno”.
Fue el amo del indio Guanca, “... el capitán español
Juan de Villarroel, residente en Porco, quien hizo un reconocimiento de la mina, la estacó, inscribiéndola a su nombre el 21 de abril de 1545, bajo el nombre de ‘Descubridora’. Posteriormente se encontraron otras vetas, la de
Mendieta, de Oñate y muchas más ...” (M.S.B.)
Desde el momento en que se hizo el denuncio, el
cerro de Potosí atrajo la atención, la codicia y el vivo
interés empresarial de todos cuantos tuvieron noticias
de él. Su prometedora riqueza inspiró las descripciones
más floridas y generosas de las crónicas, las que contribuyeron a crear su imagen y a transmitirla. “... La color
de este cerro (coronado por pórfidos) tira a rojo obscuro;
tiene una graciosísima vista, a modo de pabellón igual a
un pan de azúcar. Empínase y señorea todos los otros
cerros que hay en su contorno. Su subida es agra aunque
se anda toda a caballo; remátase en punta
en forma redonda; tiene de boj y contorno
una legua por su falda; hay desde la cumbre de este cerro, hasta su pie y planta, mil
y seiscientos y veinte y cuatro varas de las
comunes ...” (J.A.)
La constatación de la riqueza del yacimiento hizo que se le bautizara con el nombre de “Cerro Rico” de Potosí y ha pasado
a la historia conocido como tal.
Muy rápidamente se configuró un sistema que propiedad que en la época sería
particular a Potosí. “... El control de la mina
recaía en manos de la persona que la denunciaba. Cumplido este primer requisito,
el nuevo propietario podía explotar la mina
por sí mismo, usando la mano de obra de
mitayos enviados por un encomendero. También podía alquilarla a indios libres. Estos
recibían un espacio medido en varas, el que
explotaban con trabajadores contratados.
Estos arrendatarios fueron llamados ‘indios
varas’ ...” (I.N.C./E.)
El sistema de propiedad aplicado en Potosí, a partir
de su hallazgo en 1545, revela que la extracción misma
siempre queda a cargo de los pobladores indígenas, pero
el proceso minero en su conjunto pasó a tener un nuevo
modo de organización dirigido por los españoles.
Por las crónicas se sabe que durante los primeros
años del ciclo de producción, los indios varas continuaron trabajando con las huayras como método de refinación
y ello tenía lógica, en parte por tratarse de su tradición
andina y porque lo primero que extrajeron fue el mineral
de la superficie del yacimiento, más rico en plata.
Mientras que en el contexto político persistían las
luchas de la conquista y los enfrentamientos internos, el
“Cerro Rico” ostentaba un ritmo sostenido de producción. “... A pesar de las guerras civiles, en los años 1545
a 1550 el yacimiento mineralizado de Potosí produjo diariamente más de una tonelada de plata. El promedio de
la producción anual de plata al comienzo de la dominación española puede estimarse en unas 200 toneladas
que corresponden al 68% de la producción de plata mundial ...” (M.H.)
Primer grabado impreso del Cerro y la Villa de Potosí.
Dibujo anónimo, Londres, 1581
El presente fascículo concluye con la imagen y el
mensaje de este enorme potencial de riqueza cuyas
bases, Potosí y otras muchas minas, estaban ya sentadas en 1550. Durante dos siglos más, la riqueza del
suelo minero y el trabajo del hombre peruano impulsarán los mecanismos de la economía y de los mercados mundiales.
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Bibliografía de consulta:
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Mario Samamé Boggio
Instituto Científico
y Tecnológico Minero
Lima, 1979
N SINTESIS DE LA MINERIA PERUANA
EN EL CENTENARIO DE AYACUCHO
Reseña Histórica de la Minería en el Perú
Carlos P. Jiménez
Ministerio de Fomento, Lima, 1924
N LA IMPORTANCIA ECONOMICA
DE LA MINERIA EN EL PERU
Instituto de Estudios Económicos
Mineros IDEM
Primera edición, Lima, enero 1991
N COLECCION VIRREINATO
N CERRO DE PASCO
Instituto Nacional de Cultura/Expreso
Adobe Editores S.A., Lima, 1999
César Pérez Arauco
INC, Pasco, 1996
N HISTORIA DEL PERU
N MINERIA PREHISPANICA
PERU COLONIAL – Tomo IV
Waldemar Espinoza Soriano,
Edmundo Guillén Guillén
Editorial Juan Mejía Baca, Barcelona, 1981
Jaime Fernández Concha
GeoNoticias
Lima, noviembre 1995
N POTOSI, PATRIMONIO CULTURAL
N LA MINERIA HISPANA
E IBEROAMERICANA
Ordenación de la Minería
Hispanoamericana
Demetrio Ramos Pérez
VIº Congreso Internacional de Minería
Cátedra de San Isidoro, León, España, 1970
DE LA HUMANIDAD
Compañía Minera del Sur S.A., Bolivia
N DE RE METALLICA
Georgius Agrícola
Dover Publications Inc.,
New York, 1950
N CENTENARIO DEL DR. GEORG PETERSEN G.
Volumen Jubilar
Sociedad Geológica del Perú
Lima, diciembre 1998
La realización de este fascículo ha sido
posible gracias al auspicio de:
N HISTORIA DE LA MINERIA EN EL PERU
A cargo de José Antonio del Busto,
Carlos Gálvez Peña, Susana Aldana
Rivera, Francisco Quiroz Chueca
Compañía Minera Milpo S.A., Lima,
noviembre 1999
Cobre trabajando por el Peru
Campana de plata
con escena de la
Anunciación. Jan Van
den Eynde, 1550
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