M.I.G. c - Diario Judicial

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Partes: M. I. G. c/ Risso Viviana Leonor s/ cobro
honorarios profesionales
Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil
Sala/Juzgado: B
de
Fallo:
Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los 13
días del mes de mayo de dos mil diez, reunidos en Acuerdo
los Señores Jueces de la Excma. Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, Sala "B", para conocer en los
recursos interpuestos en los autos caratulados: "Martín,
Irigoyen Germán c/ Risso, Viviana Leonor s/ cobro de
honorarios profesionales", respecto de la sentencia de fs.
689/705 el Tribunal estableció la siguiente cuestión a
resolver:
)Es ajustada a derecho la sentencia apelada?
Practicado el sorteo resultó que la votación debía
efectuarse en el siguiente orden Señores Jueces Doctores:
MAURICIO LUIS MIZRAHI.- CLAUDIO RAMOS FEIJOO - GERONIMO
SANSO.A la cuestión planteada el Dr. Mizrahi, dijo:
I. Antecedentes
La sentencia de primera instancia, obrante a fs. 689/705, y
su ampliación de fs. 712, hizo lugar a la demanda promovida
por G. J. M. M. I. contra Viviana Leonor Risso. En
consecuencia, condenó a ésta al pago de una suma de dinero,
con más sus intereses y las costas del proceso.
Contra el decisum de la judicante apelaron ambas partes. La
demandada expresó agravios a fs. 744/768, los que fueron
replicados a fs. 772/785. El actor, a su turno, interpuso
sus quejas a fs. 770/771, respondidas a fs. 787/791.
La causa tiene su origen en la demanda de fs. 176/213. En
dicha oportunidad el pretensor pidió la fijación judicial
de sus honorarios "por las tareas extrajudiciales y
judiciales efectuadas" a favor de la aquí encartada. Afirma
así en su escrito inaugural: a) Que la demandada estaba
atravesando por una crisis conyugal, y temía que su esposo
podía llevar a cabo actos en fraude de sus derechos "que la
perjudicasen en su importante patrimonio" (ver fs. 176
vta.); b) Que, entonces, trabajó un año y medio "para
intentar resolver los conflictos societarios y familiares
de la Sra. Risso", suscribiendo con ésta dos convenios de
honorarios (ver fs.177/182); c) Que la accionada, "en forma
unilateral e injustificada desistió de la obra intelectual"
que le encomendara, y que le "revocó el mandato conferido",
por lo que resulta aplicable el art. 1638 del Código Civil
para que se le abone "todos los gastos, trabajos y utilidad
que podía obtener por la relación jurídica que los
vinculara" (ver fs. 177); d) Que, en fin, a raíz del
vínculo profesional anudado entre las partes desempeñó
"otros trabajos" de "diversa naturaleza", y que "integran
el pedido de determinación del estipendio" por la labor
profesional (ver fs. 182/183).
II. Fundamentos de la sentencia de primera instancia
El fallo en crisis -en lo que por ahora interesa destacar
por lo que después se dirá- esgrime en su argumentación que
el actor no ejecuta ningún convenio sino que pide la
fijación
judicial
de
honorarios
por
las
tareas
extrajudiciales cumplidas; de manera que entiende que
caracterizar o no al acuerdo celebrado entre las partes
como de cuota litis "es cuestión que no quita ni pone para
resolver" (ver fs. 693). En tal inteligencia, entiende la
judicante que como la actividad de los abogados se presume
onerosa, el prestador queda autorizado a "demandar el
precio aunque ningún precio se hubiere ajustado" ; y que en
todo caso la fijación del honorario debe ser establecida
por el juez (ver fs. 697). Agrega la sentenciante que el
resultado final de la gestión encomendada (que no llegó a
feliz término al producirse la ruptura del vínculo
profesional-cliente) no es imputable al pretensor; y que si
bien la demandada tenía derecho a no aceptar la propuesta
que le formulaba su cónyuge, "sí tiene la obligación de
pagar por una gestión que nunca pudo considerar gratuita";
sobre todo porque el letrado asumió una obligación de
medios y no de resultado.Sustentada entonces la juez en
esas consideraciones esenciales, decide fijar a favor del
actor -por sus tareas extrajudiciales en beneficio de la
accionada- la suma de $ 450.000, de la que excluyó la
cantidad de U$S 25.000 que habían sido pagados por la
encartada a la luz de otro convenio de honorarios celebrado
con posterioridad (ver fs. 705).
III. Los agravios de la parte demandada
La emplazada, en primer lugar, requiere la nulidad de la
sentencia apelada por entenderla auto contradictoria (ver
fs. 745 vta., 766 vta. y 768). A su vez, en lo que hace al
fondo del asunto, afirma que la juez en su decisión no
decretó la nulidad del pacto de cuota litis; la que tenía
que haber sido declarada por referirse a cuestiones de
familia y resultar aplicable el art. 4 de la ley 21.839.
Manifiesta
que,
de
todos
modos,
al
actor
no
le
correspondería percibir honorario alguno porque se apartó
voluntariamente de la gestión encomendada cuando ya había
cobrado U$S 25.000 de honorarios. Que el convenio suscrito
entre los aquí litigantes establecía que el accionante sólo
percibiría su remuneración en caso de éxito y "en
oportunidad del cobro efectivo de las sumas resultantes. no
contemplándose otros honorarios a cargo de la demandada que
el porcentaje referido"; y que en la especie dicho cobro no
se produjo. Que, en consecuencia, la judicante "debería
haber rechazado la demanda por falta de resultado
favorable"; a mérito que el pacto "hace participar al
abogado en los riesgos de la acción emprendida" (ver
fs.744/744 vta., 745, 745 vta.,752 vta., 765 y 766).
Postula asimismo la encartada que el vínculo profesional
con el actor se quebró por la "presión" de éste, quien la
quería "forzar" a firmar el acuerdo con su cónyuge;
agraviándose en este sentido porque la sentencia apelada
"consideró apropiada la conducta del letrado actor", quien
acudió a notificarla mediante un acta notarial . Que el
accionante no puede molestarse por la revocación del poder
especial que efectuó la Sra. Risso; y ello porque el propio
letrado lo entendía revocado si aquélla no aceptaba la
propuesta, y además porque a la demandada no le quedaba
otra alternativa que la revocación, ya que el Dr. M. I.
sabiendo del rechazo de su representada-- le notificó que
suscribiría el convenio de división de bienes y otras
cuestiones pendientes en caso de mantener ella su silencio
(ver fs. 744 vta., 749, 749 vta., 750 a 752 y 762). En base
a lo esencialmente narrado, la agraviada requiere la
"nulidad de la sentencia" y que se "rechace la demanda"
(ver fs. 768).
IV. Los agravios del actor
El actor, por su parte, sólo se agravia respecto a la tasa
de interés pasiva dispuesta por la juez; solicitando la
aplicación de la tasa activa a la luz del Plenario dictado
por esta Cámara.
V. Estudio de los agravios
Me he de ocupar primeramente de los agravios de la
demandada pues, conforme a lo que se decida en relación a
éstos, se verá si corresponde o no el tratamiento de las
quejas deducidas por el actor.
V.1. La cuestión de la nulidad de la sentencia
Ya señalamos que la encartada plantea la nulidad de la
sentencia de autos, a la que tilda de "auto contradictoria"
(ver fs.745 vta.). Más allá de que a la recurrente le pueda
o no asistir razón en su articulación de fondo, propondré
al Acuerdo que no se acceda a aquél requerimiento.
En efecto, repárese que el pronunciamiento apelado ha sido
dictado guardando las formas y solemnidades prescriptas por
la ley; vale decir, se ha sujetado a los requisitos de
tiempo, lugar y forma determinados por el Código Procesal.
Al respecto, con acierto se ha decidido que los defectos de
fundamentación como los que aquí se postulan Bque no
constituyen vicios formales de la sentencia-- no son
susceptibles de repararse mediante el recurso de nulidad,
sino a través del recurso de apelación. En definitiva, no
corresponde hacer lugar a la nulidad deducida porque los
vicios que se imputan al decisum pueden ser adecuadamente
examinados al tratarse la apelación concedida (ver esta
Sala, 6-5-1988, LL, 1990-A-294; CN Civ., Sala A, 21-112006, "Ferradas, Olga B. c/ Restaurant Turuleca", La Ley
Online; CN Com., 4-2-2008, "Diseños y Construcciones S.A.
c/ Banco Sudameris Argentina S.A." , La Ley Online; CN
Com., 5-2-1999, LL, 1999-D-193; Palacio, L. y Alvarado
Velloso, A., "Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación", t. 6, p. 197, Santa Fe, 1992; Alsina, Hugo,
"Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y
Comercial", t. II, p. 630, Buenos Aires, 1961; Fassi,
Santiago, "Código Procesal Civil y Comercial", t. I, p.
438, Buenos Aires, 1971).
V.2.Consideraciones acerca del pacto de cuota litis.
Ingresando en el estudio de fondo de lo que aquí se debate,
diré que Bcontrariamente a lo estimado por la juez de
grado-- considero esencial para el caso de autos precisar
jurídicamente, en primer término de una manera abstracta,
cuándo estamos ante un pacto de cuota litis y cuáles son
sus efectos; ello porque Ba mi juicio-- las consecuencias
han de variar radicalmente según este instituto se halle o
no presente en el caso; sin perjuicio de que, en verdad,
ninguna de las partes niega haber celebrado un acuerdo de
esta naturaleza. De todos modos, este análisis previo
resulta indispensable porque, una vez perfilado en qué
consisten estos pactos, y las derivaciones que de ellos
dimanan, tendremos allanado el camino para resolver los
conflictos debatidos en esta causa.
No se discute que el pacto de cuota litis está regulado en
el art. 4, primer párrafo, de la ley 21.839; que se lo
precisa como aquel en que se acuerda que el profesional ha
de
"participar"
en
el
resultado
de
los
asuntos
encomendados. Vale decir, que lo que se conviene como
"honorario" es una participación en el litigio de que se
trate; de lo que se sigue que el letrado asume los riesgos
y obligaciones inherentes a dicho convenio. Y se dice que
el profesional toma a su cargo el riesgo porque recae sobre
sí un álea, a mérito que su retribución dependerá de la
efectiva percepción por el cliente del resultado económico;
y de ahí que se lo tipifique como un contrato aleatorio.
A tenor de lo precisado, claro está que estos acuerdos son
muy vecinos a una sociedad, en atención a que el abogado
queda convertido en un socio virtua l de su cliente. En
efecto, nada ha de percibir el abogado si nada recibe su
representado o patrocinado; y en este sentido bien se
calificó a estos convenios -desde la perspectiva del
abogado- como una gestión de riesgo:al renunciar al reclamo
subsidiario a su cliente a falta de cobro, viene a cargar
con los riesgos inherentes al carácter incierto del
resultado.
Lo expuesto significa que, salvo que el convenio del que se
trate proporcione una pista diferente, el porcentaje que se
pacte a favor del abogado (de lo que efectivamente reciba
el cliente) es la única retribución que el profesional ha
de recibir por la gestión que encare; de forma tal que
tales acuerdos comportan para él -como se anticipó- una
renuncia al cobro contra su cliente de los honorarios que
se le pudieren regular. Es que precisamente quien
encomienda la labor viene a disponer de una parte del
objeto del litigio, o sea de una parte de un bien de su
pertenencia (el porcentaje que le pagará al letrado si
logra cobrar) y, como lógica contrapartida, obtiene la
seguridad y tranquilidad a la que seguramente aspira con la
suscripción de estos pactos: sólo ha de pagar si obtiene un
resultado y, desde luego, únicamente en la medida de ese
resultado.
De ahí que la mentada aleatoriedad a la que antes se hizo
referencia Bno se sabe de antemano si el profesional
cobrará o no sus honorarios-- se la haya conceptuado como
un requisito visceral de los pactos de cuota litis; porque
lo que entra en juego como elemento sustancial al
suscribirse estos contratos es el factor de especulación.La
suerte, entonces, será idéntica tanto para uno como para el
otro de los firmantes del pacto, habida cuenta que la
obligación que toma a su cargo el cliente de pagar los
honorarios lejos estará de ser pura y simple; y esta
conclusión negativa se verificará a pleno tan pronto se
compruebe que su compromiso de pago va a estar sujeto a la
condición de que obtenga el resultado económico esperado;
de lo que se desprende que ningún emolumento podrá
pretender el letrado si esa condición no se cumple.
La precedente premisa se traduce, ni más ni menos, en que
la obligación que adquiere el profesional en estos
supuestos será de medios o de resultado, según cuál sea la
perspectiva de análisis. Será de la primera especie si se
considera la gestión en sí (porque el abogado no puede
asegurar lo que será el fruto de su labor); pero también
constituirá una nítida obligación de la segunda especie Bde
resultado-- si el enfoque lo realizamos desde una óptica
que apunte a la percepción de los honorarios; sencillamente
porque estará vedado el reclamo profesional si la labor no
culminó en una efectiva percepción por parte del cliente de
todo o parte de la sumas reclamadas. En tal inteligencia,
es cierto que lo único que se tiene en cuenta en el pacto
de cuota litis -para el pago de los honorarios- no es el
trabajo mismo, sino el resultado de él.
En función de lo delineado, estimo desacertado en el caso
el criterio de la juzgadora que me precedió, cuando
pretendió sustentar la procedencia de la demanda de autos
en el principio de onerosidad de las prestaciones de los
abogados, sin analizar previamente si en la especie se
estaba o no ante un pacto de cuota litis.Es que estos
convenios, y así lo resaltó la Corte Federal, importan para
el abogado -tal como ya lo señalé- la renuncia al cobro de
los honorarios que se le puedan regular, dado que esos
acuerdos agotan todo concepto de retribución, con la única
excepción de las costas que se puedan imponer a la otra
parte. Conforme a tal criterio medular, bien se decidió por
el citado tribunal que, cuando se firma un pacto de cuota
litis, se suple la reglamentación arancelaria; esto es, se
reemplazan los parámetros de la ley de Arancel por otros,
que son precisamente los que surgen del acuerdo de
voluntades anudado por las partes. En estos casos, pues,
mal se podrá invocar el art. 3 de la ley 21.839 o el art.
1627 del Código Civil (ver CSJN, 4-5-1999, "Salvatore de
López, Amelia c/ Buenos Aires, Provincia de s/ Daños y
Perjuicios" , ED, 184-35).
Sin perjuicio del pronunciamiento de la Corte Suprema
recién mencionado, y de la envergadura del precedente por
el órgano que lo emite, pongo de relieve que la
jurisprudencia es prácticamente pacífica en cuanto a las
notas y naturaleza que reviste el pacto de cuota litis, y a
las que me he referido en las líneas anteriores (ver CN
Civ., Sala L, 18-8-2000, "González Sasso, Federico José c/
Zavalía, Eduardo Agustín Carlos s/ ordinario", Expte. Nº
56.097 (81.402/1996); CN Civ., Sala E, 24-12-1985, JA,
1986-IV-457; CN Civ., Sala C, 17-4-1985, LL, 1985-C-599; CN
Civ., Sala F, 30-5-202, "Altieri, Juan D. c/ Distéfano,
Norberto J. s/ Daños y Perjuicios", R. 345.784, elDial.com;
CN Civ., Sala K, 26-4-2000, "Kalinsky, Roberto c/ Mitre,
María
Elena
del
Rosario
s/
Cobro
de
honorarios
profesionales", Expte. Nº K070236; CN Civ., Sala C, 12-51998, "Birman, José Eduardo y Otro c/ Ventura del Sisro,
Dora s/ Homologación", Nº de Rec.C228703, elDial.com; CN
Civ., Sala L, 11-5-1992, "Dobisky, Ricardo B. y Otro c/
González del Río, Gerardo"; CN Civ., Sala C, 15-3-1990,
"Tossi, Omar G. y Otro c/ Obras Civiles S.A.", J.A., 1990III-379; CN Trab., Sala VIII, 21-12-2007, "Medina, Cristian
Hugo c/ Offal Exp. S.A. s/ Despido", S. 34701, Expte. Nº
3.993/2006, elDial.com; Cámara Segunda de Apelación en lo
Civ. y Com., La Plata, 25-9-2001, "Darretche, Gabriela
Beatríz c/ Hospital Zonal de Agudos Narciso López s/ Daños
y Perjuicios", elDial.com; CN Trab., Sala VIII, 29-5-1998,
Grau, Hebe c/ Banco Ciudad de Buenos Aires s/ Despido",
Expte. Nº 26999/97, elDial.com; CN Cont.Adm.Fed., Sala II,
11-4-2000, "Rego, Alicia Elvira y Otros c/C.P.A.C.F.",
Causa 16.602/1999, elDial.com; CN Com., Sala B, 14-12-1993,
"Clínica Marini S.A. s/ Quiebra"; CN Com., Sala E, 12-61984, "Panzita, Eva c/ Italar S.A. s/ Incidente de
verificación de crédito").
La doctrina, a su turno, se ha expedido en el mismo sentido
(ver Ure, Carlos E. y Finkelberg, Oscar G., "Honorarios de
los Profesionales del Derecho", ps. 43, 45/47, y 51, ed.
Lexis Nexis, Buenos Aires, 2004; Passarón, Julio Federico y
Pesaresi, Guillermo Mario, "Honorarios Judiciales", ps.
423/424, 430/431 y 433/ 434, ed. Astrea, Buenos Aires,
2008;
Berizonce,
Roberto
O.
y
Méndez,
Héctor
O.,
"Honorarios de abogados y procuradores", ps. 39/42, ed.
Librería Editora Platense, La Plata, 1979; Serantes Peña,
Oscar Enrique, Palma, Jorge Francisco, y Serantes Peña,
Juan Manuel, "Aranceles de honorarios para Abogados y
Procuradores", p. 23, ed. Depalma, Buenos Aires, 1987;
Molas, Ana María, "Honorarios del Abogado", ps. 6/8, ed. El
Derecho, Buenos Aires, 1982; Amadeo, José Luis, "Honorarios
de Abogados", ps. 27/29, ed. Librería El Foro, Buenos
Aires, 1987; Pesaresi, Guillermo Mario, "Pacto de cuota
litis", ps. 1/3, 5, 19,31/32, 34/36, 110 y 112, ed.Lexis
Nexis,
Abeledo-Perrot,
Buenos
Aires,
2004;
Miguens,
Dolores, "Pacto de cuota litis: momento a partir del cual
es exigible", LL, 1992-B-518; Lovece, Graciela, "El pacto
de cuota litis. La rscisión incausada y los daños
reparables", DJ, 06-05-2009, 1164; Almeida Pons, Camilo y
Caia, Maximiliano L., "Convenio de honorarios y pacto de
cuota litis; su ejecución", en Sup. Doctrina Judicial
Procesal 2009 (octubre), 107; Fernández Bula, María A. y
Ure, Carlos Ernesto, "Convenios de honorarios y pactos de
cuota litis. Su validez en asuntos de familia", LL, 2001-E1197).
Ahora bien, desde luego que para que pueda operar el pacto
de cuota litis el trámite no tendrá que ser necesariamente
judicial; quiere decir, que la gestión bien podrá consistir
solo en trabajos extrajudiciales, como también comprender
ambas facetas. El art. 4 de la ley 21.839 hace referencia a
la actividad del abogado en "uno o más asuntos o procesos";
de modo que en la primera expresión -"asuntos"- la tarea
encomendada no descarta la extrajudicial. Por otro lado, la
misma palabra "litigio" alude -en un sentido amplio- a la
"disputa" o "contienda", aunque no tenga su ingreso en los
tribunales; lo que, por lo demás, se compadece con una
concepción más moderna del vocablo (ver Diccionario de la
Lengua Española, t. II, pág. 838, Real Academia Española,
Madrid, 1984; CN Civ., Sala C, 15-3-1990, "Tossi, Omar G. y
otro c/ Obras Civiles S.A.", JA, 1990-III-379; Moreno
Dubois, Eduardo E., "El concepto de litis a los fines del
pacto de cuota litis. Posibilidad de celebración en materia
extrajudicial", LL, 135-765).
V .3. La invocada nulidad del pacto de cuota litis.
La demandada plantea la nulidad del acuerdo que califica
como de "cuota litis"; fundada en que versa sobre asuntos
de familia y caería en la prohibición del art. 4, último
párrafo, de la ley 21.839.Propondré a mis colegas no hacer
lugar a este agravio.
Con acierto sostuvo la juez de primera instancia que la
nulidad del convenio de honorarios que instrumentaría el
pacto de cuota litis no fue formalmente planteada y
requerida al Tribunal en el responde de fs. 277/301, por
más que en su tenor se hagan referencias aisladas a la
supuesta "nulidad" del mencionado acuerdo.
Aún dejando de lado la referida falencia, corresponde
resaltar que resulta harto discutible si la prohibición del
art. 4, último párrafo, de la ley 21.839, rige en la
actualidad. Sobre el punto, se sostuvo que la apuntada
restricción no se encuentra hoy vigente en nuestro derecho
positivo a raíz de la sanción de la ley 24.432 ; en
particular sus artículos 3 y 14 . Tal interpretación surge
de la circunstancia de que el citado ordenamiento ha
retornado al sistema de la autonomía de la voluntad, con la
consecuente derogación de las normas de orden público que
se entendían vigentes en la ley de aranceles. O sea, una
fuerte corriente de nuestra doctrina postula que aquellas
prohibiciones deben considerarse implícitamente derogadas
por resultar contrarias al régimen arancelario consagrado
por la ley 24.432 (ver B ula, María A. y Ure, Carlos
Ernesto, "Convenios de honorarios y pactos de cuota litis.
Su validez en asuntos de familia", LL, 2001-E-1197; Neira,
José Carlos y Ure, Carlos Ernesto, "La nueva ley de
aranceles", LL, 1997-B-870; Pesaresi, "Pacto de cuota
litis", obra citada, ps.76 y siguientes).
Más allá de lo expuesto, y cualquiera sea la postura que se
adopte en cuanto a la vigencia actual de la prohibición, lo
cierto es que ella deviene inaplicable cuando, en
cuestiones del derecho de familia, se está ante asuntos
exclusivamente patrimoniales, como los que se refieren a la
liquidación de la sociedad conyugal; sobre todo por el
criterio sumamente estricto con el que hay que juzgar la
subsistencia de tales prohibiciones (ver CN Civ., Sala G,
7-12-1993, "H., A. c/ V. de H., J.", JA, 1994-III-665; CN
Civ., Sala C, 25-4-1990, "Q. c/ P"; Ure y Finkelberg,
"Honorarios de los profesionales del Derecho", obra citada,
p. 57; Passarón y Pesaresi, "Honorarios judiciales", obra
citada, ps. 447/449; Pesaresi, "Pacto de cuota litis", obra
citada, p. 77).
Se rechazará, en consecuencia, el planteo de nulidad del
pacto de cuota litis en tanto éste se refiera a cuestiones
que,
aunque
pertenecientes
al
derecho
de
familia,
involucren aspectos puramente patrimoniales. Es que carecen
de sentido en estos casos la imposición de vedas; ello
dicho sin perjuicio de que la efectiva disolución y
liquidación del patrimonio conyugal se halle condicionada
al dictado de una sentencia de divorcio.
V.4. El convenio de honorarios suscrito el 10-1-2003. Sus
implicancias.
Los aquí litigantes celebraron un convenio de honorarios el
10 de enero de 2003 (ver el anexo I de la documentación
reservada y la copia de fs.1 de estos autos). A la luz de
este acuerdo, la demandada le encomendó al actor "todas las
gestiones extrajudiciales y/o judiciales y/o las que
pudieren
corresponder",
respecto
de
las
sociedades
comerciales que se individualizan; y ello "con el objeto de
hacer valer los derechos que como socia oculta" (en la
sociedad "Glaciar Plus S.A.") "y en virtud del carácter
ganancial", en las restantes sociedades que allí se
identifican, le asisten y corresponden a la hoy emplazada
Viviana Leonor Risso (ver cláusula primera).
Por la cláusula segunda del mentado convenio, se establece
que la encartada "reconoce y se compromete a abonar" al
actor, "en concepto de honorarios profesionales, el
equivalente al cinco por ciento (5 %) del monto total que
la señora Viviana Leonor Risso reciba por sí y/o
interpósita persona". Sin embargo, se agrega seguidamente
que para "el supuesto que fuere necesario iniciar acciones
judiciales para la consecución de la tarea encomendada, el
porcentaje del presente acuerdo de honorarios, se elevará
al diez por ciento (10 %)".
Por la cláusula cuarta
del porcentaje de las
en forma concomitante
fueren establecidas a
Risso y en oportunidad
del acuerdo, se dispone que "el pago
sumas antes acordadas, se efectuará
con las cantidades de dinero que
favor de la señora Viviana Leonor
de su efectiva recepción".
Se destaca, en fin, que el convenio no establece ningún
otro pago de honorarios a cargo de la Sra. Risso; pues la
única salvedad es la previsión de la cláusula quinta,
relativa al derecho del abogado "a percibir íntegramente
para sí los honorarios que se impongan a las partes
demandadas".
Así las cosas, sin ninguna dubitación, se comprueba
claramente que las partes -con el convenio de fs. 1 (anexo
I)- han celebrado un pacto de cuota litis en los términos
del art. 4, primer párrafo, de la ley 21.839, y con todas
las implicancias que dicha suscripción significa.En efecto,
el acuerdo establece un porcentaje a cobrar por el
profesional
por
gestiones
exclusivamente
de
índole
patrimonial; porcentaje que sólo se hará efectivo "en
oportunidad de la efectiva recepción" por la cliente de las
sumas pertinentes. Asimismo, dicha forma de pago es la
única retribución prevista a cargo de la Sra. Risso; dado
que sólo se establece como salvedad los honorarios que
resulten a cargo de "las partes demandadas".
Como inevitable corolario de lo hasta aquí expresado, es
obvio que será aplicable al vínculo que anudaron las partes
las reglas a las que ya hice mención en el acápite V.2. del
presente voto, y que a modo de apretada síntesis ahora
reproduzco: el actor se hizo partícipe en el resultado de
la gestión que tomó a su cargo, asumiendo los riesgos
inherentes al carácter incierto de dicho resultado. Esto
es, que el pretensor asumió sobre sí un álea, ya que al
convertirse en "socio virtual" de la Sra. Risso no se podía
saber si percibiría o no suma alguna por su gestión o, en
todo caso, de percibirse, cuál sería su monto. En otras
palabras, la suerte del Dr. M. I. estaba ligada a la suerte
de la Sra. Risso; pues aquél sólo cobraba si percibía ésta;
y de ahí la indiscutible condición a la que quedó sujeta la
efectiva percepción de los honorarios por parte del
accionante. En este sentido, y en lo que hace a esos
honorarios,
la
obligación
adquirida
fue
típica
de
resultado.
En suma, al aplicarse el art. 4 de la ley 21.839, las
partes han sustituido las restantes previsiones de la ley
de arancel por las contractuales; y es en tal virtud que se
dice que con estos pactos el abogado renuncia a percibir
honorarios de su cliente fuera de lo que establecido en las
disposiciones del convenio celebrado. De ahí que se
equivoca la juez de grado cuando pretende sustentar su
fallo en la normativa de la citada ley 21.839; como ser el
principio de onerosidad de las prestaciones profesionales y
las diferentes normas que establecen pautas para la
regulación de los honorarios profesionales. Ninguno de
estos preceptos son aquí aplicables.
Ahora bien, hasta aquí se expuso la regla general en esta
materia, que corresponde tenerla bien en cuenta porque debe
ser la guía que alumbre la decisión judicial: sin
percepción de las sumas correspondientes por parte de la
demandada, no existe derecho del actor a cobrar suma alguna
en concepto de honorarios. Entonces, como de la presente
causa no surge que la Sra. Risso haya percibido los
importes reclamados por las diferentes tareas encomendadas
(ni tampoco ello se esgrime en la demanda), parecería que
-en principio- no se hallaría habilitado el Dr. M. I. para
los reclamos dinerarios que intenta.
Sin embargo, acontecen en la vida y desarrollo de estos
acuerdos
diversas
vicisitudes
que
ameritan
una
consideración particular; y a veces las soluciones no son
tan acordes con aquella directiva general antes mencionada.
Es que el juez debe realizar una aplicación integral del
ordenamiento jurídico y, si de contratos se trata, estimo
que tiene que salvaguardar un principio fundamental que
-estoy persuadido- se aplica a la letra al presente caso:
"los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse
de buena fe y de acuerdo a lo que verosímilmente las partes
entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado o
previsión" (art. 1198, primer párrafo , del Código Civil).
Precisamente, encaminados en esa orientación, se ha dicho
con acierto que es indispensable -cuando se ventilan
cuestiones atinentes a pactos de cuota litis y acontece una
ruptura del vínculo- que la judicatura indague quién es el
responsable del quiebre de esa relación que vino a frustrar
la obtención del resultado esperado; en razón de que, claro
está, no resulta posible tolerar que una de las partes se
beneficie con su propia inconducta.En otros términos, es
necesario saber si el cese de la gestión se operó, por
ejemplo, de una manera inmotivada e intempestiva por
decisión unilateral de una de las partes; o, verbigracia,
si aparecen como palmarias conductas obstruccionistas del
cliente, etcétera; todo ello en aras de preservar la regla
cardinal de la buena fe a la que ya hice alusión (ver Ure y
Finkelberg, "Honorarios de los profesionales del derecho",
obra citada, ps. 44 y 54; Serantes Peña, Palma y Serantes
Peña,
"Aranceles
de
honorarios
para
abogados
y
procuradores", obra citada, p. 23; Pesaresi, "Pacto de
cuota litis", obra citada, ps. 45, 52 y 110).
A esta altura de mi análisis, conviene resaltar que en el
caso de autos se produce un quiebre anormal de la relación
profesional-cliente bastante antes de lo que hubiera
resultado previsible a tenor de lo propiamente convenido
por ellos. Me explico, la circunstancia de que la Sra.
Risso no aceptara en definitiva las propuestas que le
formulaba su cónyuge (ver los anexos XXXIII, XXXIV y
XXXVI)-que, como dice la juez que me precedió, no tenía la
obligación de hacerlo, ver fs. 703- de ninguna manera debió
haber significado ingresar a un punto sin retorno en la
relación, ni tampoco importaba que la encomienda quedara
agotada; pues en todo caso - y aunque se tratara
sinceramente de la última oferta del Sr. Biquard (aspecto
que no sabemos, pues los hechos o las necesidades tal vez
lo hubieran impulsado a formular otra)-- la realidad era
que, en el peor de los casos, tal estado de cosas sólo
hubiera
representado
el
fin
de
las
tratativas
extrajudiciales. Quiero decir que, dado ese supuesto, se
abría otra etapa, que era la de los reclamos por vía
judicial. Es que no debe olvidarse que el pacto de cuota
litis previó de modo expreso la instancia de los tribunales
para formular los pertinentes reclamos.Por lo dicho hasta
aquí, todo indica que la tarea que corresponde ahora
emprender es la de tratar de desentrañar a quién
corresponde atribuir la decisión de poner fin a la relación
profesional que se desenvolvió entre la Sra. Risso y el Dr.
M. I. Este punto es medular porque las soluciones son muy
diferentes según cuál sea el caso. Efectivamente, si
atribuimos la ruptura al profesional, no se presentan
discusiones -por lo que se precisó en el acápite V.2.- en
el sentido de que no le asistirá derecho al actor de
percibir suma alguna por el pacto de cuotas litis que
celebró con su cliente.
En cambio, si la responsabilidad en el quiebre del vínculo
es de la Sra. Risso, se a bren un abanico de soluciones que
ha pergeñado la jurisprudencia; que van desde reconocerle
al abogado el total de los honorarios o con las reducciones
equitativas que se dispongan, a tenor del art. 1638 del
Código Civil; la orientación que postula que lisa y
llanamente no se debe aplicar ese precepto, sino que cabe
solo remunerar al profesional los servicios efectivamente
prestados; hasta, en fin, la tesis que sostiene que se debe
acudir al citado art. 1638, pero subordinar su aplicación
hasta que se tenga por cumplida la condición a la que se
sujetó el pacto; o sea, que el abogado recién podría cobrar
cuando la demandada -por la gestión de otros letradosperciba efectivamente las sumas que le pertenecen (ver esta
Sala, mi voto en los autos "Vergara, Leandro c/ Wright,
Peter Milton s/ cobro de sumas de dinero", 20-03-2009,
expediente libre Nº 511.874, y los fallos sobre la cuestión
citados en el acápite III.2. de dicho pronunciamiento, a
los que me remito. Ver, también, CN Civ., Sala C, 15-31990, "Tossi, Omar G. y Otro c/ Obras Civiles S.A.", JA,
1990-III-379).
V.5.Análisis del cese de
existiera entre las partes
la
relación
profesional
que
En la nota cursada por el actor a la demandada, el 26 de
febrero de 2004, se hace saber que el Sr. Miguel Biquard
(cónyuge de la emplazada) trasmite "la última oferta
posible para arribar a un acuerdo" (según precisa dicho
cónyuge); que básicamente consistió en la entrega a la Sra.
Risso de la cantidad de U$S 2.600.000, "netos, libres de
toda retención, impuestos, tasas y contribuciones", una vez
notificada y consentida la sentencia de divorcio vincular
que se dictara entre los cónyuges. Un ejemplar de dicha
nota se suscribió por la demandada, en "prueba de
conformidad" de haber recibido el original (ver anexo
XXXIII, y copia obrante a fs. 129/131) . El mismo día, a su
vez, el pretensor le cursa una nueva carta a la Sra. Risso
en la cual se deja constancia que la mentada propuesta
"tiene una validez de 24 horas", o sea que "fenece a las 16
horas del día 27 de febrero del año 2004". Esta
comunicación también fue firmada en un ejemplar por la
encartada (ver anexo XXXIV, y copia de fs. 132).
Ante el supuesto silencio de la Sra. Viviana Leonor Risso,
y la consiguiente caída de la oferta por el vencimiento del
plazo, el actor acude a un Escribano Público para que
mediante "acta notarial" notifique a aquélla una tercera
carta fechada el 1º de marzo de 2004-también emitida por el
mismo accionante- en la cual, en lo que aquí interesa, le
hace saber a la demandada:a) que el mandato especial que le
había otorgado la cliente el 6 de febrero de 2004 (para que
la represente "en todas las negociaciones tendientes a
resolver las cuestiones vinculadas con los bienes de la
sociedad conyugal", ver el anexo XXVIII) vencía Ael próximo
6 de marzo de 2004"; b) Que era "necesario actuar con suma
urgencia" para "impedir la caducidad de la propuesta"; que
había conseguido "se extendiera hasta el día de hoy" (sic);
c) Que la finalidad de ese accionar era "evitarte padecer
perjuicios innecesarios en caso de no concretarse la firma
de los acuerdos", lo cual "llevaría a que sufras un daño
enorme por la no percepción del patrimonio conyugal que te
corresponde" (sic); d) Que al mismo tiempo se trata de
"evitarme incurrir en las responsabilidades que me pudieran
caber en razón de las obligaciones que asumí como
mandatario", "contenidas en el artículo 1904
del Código
Civil" (sic); e) Que, en consecuencia, "te hago saber lo
siguiente: salvo que en el mismo acto de esta notificación,
me indiques lo contrario, es decir, que me abstenga de
cumplir el mandato otorgado, lo que será interpretado como
una clara demostración de la revocación del Poder Especial
que me otorgaste . ; en uso de las facultades que me
conferiste suscribiré todos los escritos y cada uno de los
acuerdos tendientes a disolver tu sociedad conyugal con
Miguel Biquard . Tu silencio será interpretado como la
aceptación a la propuesta que me ocupa" (sic) (ver anexo
XXXVI, y copia de fs. 136/137).
El 3 de marzo de 2004, conforme a la escritura que obra en
el anexo XXXVII, y copia de fs. 138, la demandada hace
específica mención al "Poder Especial" que había otorgado
al actor, al que antes hice referencia, y declara que
"viene a revocar dicho mandato". En otra acta del mismo
día, la Sra.Risso solicita del notario la notificación de
la referida revocación y, al par, manifiesta que "ratifica
lo que ella le manifestó (al actor) en el día de ayer ., en
la cual se negó a firmar la escritura . y rechazó el
convenio de transacción propuesto en relación al conflicto
con su cónyuge, señor Biquard; y también de que se abstenga
de realizar gestión alguna en base al Poder otorgado por
ella a su favor y que se reserva los derechos que pudieran
corresponderle en orden a su actuación profesional" (sic)
(ver anexo XXXVIII y copia de fs. 139).
A raíz de lo que se acaba de detallar, el pretensor le
remite a la emplazada una carta documento -de fecha 9-32004- donde, en lo que entiendo destacable, le manifiesta a
ésta que "toda vez que la revocación efectuada (por la Sra.
Risso) se refiere al poder especial del 6 de febrero de
2004, le notifico por esta vía -en mi calidad de único
aceptante del mandato a la fecha- que renuncio al poder
general para asuntos judiciales otorgado . de fecha 10/1/03
. Por otra parte, habiendo cesado mi actuación profesional
por decisión exclusiva suya, le intimo por esta vía el pago
dentro de las 48 horas de recibida la presente de mis
honorarios
profesionales
y
gastos
por
tareas
extrajudiciales y judiciales . que estimo en el 10 % del
monto de la última propuesta efectuada por Miguel
Biquard"(sic) (ver anexo XL, y copia de fs. 144).
La encartada, por su lado, le responde al actor mediante la
carta documento impuesta el 17-3-2004, en la cual señala:
1. Que en el encuentro que había combinado con el letrado
Bel 2-3-2004-- , a los "fines de debatir una propuesta de
transacción", "cuando llegué, fui sorprendida por la
presencia de un escribano público, el cual me notificó una
intimación suya de máxima perentoriedad, ya que en el acto
mismo de la notificación debía contestar si aceptaba una
oferta de mi cónyuge" (sic). 2. Que "Ud.sabía previamente a
la reunión, que la propuesta no resultaba satisfactoria, y
que mi intención era presentar una contrapropuesta" (sic).
3. Que "Ud. me intimó a aceptar la propuesta de la otra
parte bajo apercibimiento de: a) sufrir graves daños. b)
Renunciar al mandato, apartándose del asunto encomendado.
c) En caso de silencio aceptar en mi nombre la oferta
cuestionada" (sic). 4. Que "no deseaba cambiar de abogado
en
medio
de
la
negociación, ni
me conformaba
la
propuesta, . aclarando que la negociación debía continuar"
(sic). 5. Que "su actitud para presionarme me había
confundido, dudaba si Ud. era mi abogado o había dejado de
serlo, tanto por su amenaza de renuncia, como por su
identificación
con
la
propuesta
de
la
parte
contraria"(sic). 6. Que "tuve fundado temor de que actuara
contra mi voluntad y revoqué el poder otorgado a ese efecto
el 06-02-2004" (sic). 7. Que "Ud. renuncia en la carta
referida al mandato otorgado para el trámite del juicio de
divorcio, que no le había revocado"(sic). 8. Que Ael poder
revocado fue solamente aquel que lo facultaba a otorgar
convenios transaccionales con la contraparte, y este poder
estaba tácitamente renunciado, según su apercibimiento en
el acta notarial" (sic). 9. Que "la relación profesional
terminó
por
su
propia
voluntad,
expresada
en
el
apercibimiento del acta notarial y en su renuncia expresa
al poder general para asuntos judiciales" (sic). (ver el
anexo XLI, y copia de fs. 146).
El aquí actor, el 23-03-2004, replica la recién detallada
carta documento de la accionada. En su esencia sostiene que
no tenía conocimiento previo de la negativa de la Sra.Risso
a aceptar la propuesta; que la notificación notarial la
efectuó para resguardar su "propia responsabilidad", y para
evitar "reclamos sobre mi gestión"; que ante el silencio de
la emplazada, y la falta de sus instrucciones, "solamente
podía interpretarse como revocación del mandato que estaba
vigente"; que la pérdida de confianza al profesional,
derivada de la revocación del poder especial, "importó la
necesaria conclusión del poder general judicial", "dado que
era incompatible el mantenimiento del poder general
judicial si se revocó el especial"; que la Sra. Risso tuvo
una "actitud revocatoria por su silencio, las dilaciones
previas, y su falta de instrucciones precisas ( ver anexo
XLII y copia de fs. 149/150).
La demandada, representada por el Dr. Rodrigo Toranzo, ante
la carta documento recién mencionada, envía otra el 31-32004 sosteniendo: Que el mandato especial vencía recién el
7-3-2004 y el actor levantó el acta notarial el 2-3-2004,
por lo que no existía un vencimiento que justificara la
intimación notificada; que el Dr. M. I. conocía que la Sra.
Risso no aceptaba la propuesta; y que levantar el acta
notarial es "una actitud inusual en las relaciones entre un
abogado y su cliente" que comportaba una "presión" para
aceptar la propuesta; que la relación profesional finalizó
por la renuncia del propio actor (ver anexo XLIII y copia
de fs. 154).
Posteriormente, el actor vuelve a replicar según la carta
documento del 15-4-2004, y el Dr. Toranzo Bpor la
accionada-- a responder la misiva el 29-4-2004; y en ambas
se reafirma las articulaciones que cada uno había sostenido
en sus respectivos despachos (ver anexos XLIV y XLV, copias
de fs. 156 y 157).
La detenida lectura de las vicisitudes acaecidas entre las
partes, que he detallado deliberadamente para lograr una
mayor claridad expositiva en el presente voto, me convence
sin la menor dubitación que hay que atribuir al actor la
exclusiva responsabilidad por la ruptura del vínculo
profesional que tenía con la demandada.En efecto, el
pretensor no podía ignorar la severa complejidad de la
tarea que se le había encom endado; sobre todo por estar
involucrados -junto con las cuestiones patrimonialesasuntos de índole personal y muy íntimos, como son los
atinentes a las relaciones matrimoniales y familiares en
general. Es que el propio accionante los precisa en la
demanda cuando hace notar el "avance de la crisis conyugal"
(ver fs. 178); que "el conflicto conyugal recrudecía" (ver
fs. 179) por los graves incidentes familiares, y de que fue
necesario una gran "continencia profesional" (ver fs. 180
vta.); pues -como dice el testigo Wortman Jofré- la
demandada (como suele ser natural en estos casos) tenía
"actitudes sanguíneas" (ver fs. 426), ya que en sus
decisiones intervenían mucho las cuestiones "emocionales"
(ver fs. 428).
Dentro del panorama referido, parece a todas luces
inadmisible la conducta que tuvo el Dr. M. I. con la Sra.
Risso; fruto tal vez de la pérdida de paciencia ante las
naturales idas y vueltas; paciencia y prudencia que
constituyen requisitos imprescindibles para un adecuado
desempeño profesional en los asuntos de familia; y que
-todo así lo indica- le faltó al actor en este caso
concreto. Es que aún dando por cierto lo que dice el
pretensor en su escrito inaugural Ben el sentido de que
notaba a la encartada "más distante y reacia al acuerdo"
(ver fs. 189) y "muy extraña en su comportamiento" (ver fs.
196 vta.) e, incluso, que sospechara con visos de seriedad
que su cliente estaba realizando consultas paralelas con
otros abogados y que en los hechos no recibía de ella
instrucciones y permanecía en silencio- no se justifican de
ningún modo conductas como las que tuvo. Insisto, si la
situación era como el actor la vislumbraba, tenía que haber
esperado a que el proceso se decante solo, o acudir a otros
procedimientos más acordes al vínculo de confianza que es
de la esencia de la relación.El apresuramiento del actor
-rompiendo con todas las prácticas de estilo que son
propias en estos casos- impidió quizás que la realidad
exhibiera sus aristas y se operara entonces una definición
natural; y no de un modo tan abrupto como el que
desencadenó el accionante.
Claro está, y creo que esta reflexión es ilevantable, no
puede tolerarse que un profesional del derecho, que se
supone avezado, con experiencia, y que actúa de buena fe,
acuda a las herramientas que utilizó el Dr. M. I., nada
menos que con su propio cliente; y en este sentido asiste
razón a la demandada cuando señala que fue "sorprendida"
por la presencia de un escribano público y que esa
situación la había "confundido", y que "dudaba si era mi
abogado o había dejado de serlo" (ver fs. 146, anexo XLI).
No era para menos, sin duda, pues cabe preguntarse) qué
cliente se puede imaginar que su propio letrado y apoderado
le va a realizar comunicaciones notariales y, para colmo,
de la perentoriedad y gravedad como la que hizo el actor?
Pero más allá de las formas -de por sí muy graves y que
desde luego justificó plenamente el proceder que tuvo la
Sra. Risso- las constancias de autos demuestran a las
claras que, como mínimo, el actor tenía muy fundadas
sospechas de que la accionada no aceptaría la supuesta
"última" propuesta del Sr. Biquard; por lo que pareciera
que no responde a la verdad la articulación del pretensor,
en sus despachos a la demandada, cuando dice que ignoraba
cuál podía ser su decisión. Repárese que en la demanda se
denuncia que "inopinadamente todo lo conseguido y contenido
en la última oferta le parecía exiguo" (sic) (ver fs. 189);
y que "comencé a vaticinar que la influencia de su hermano
haría que su ex-cliente volviese a rechazar la propuesta"
(sic)
(ver
fs.
190)
)cómo entonces
se cursa
una
comunicación notarial a la demandada donde se le dice que
el
silencio
se
interpretará
como
aceptación
a
la
propuesta?)acaso firmaría el actor por su cliente teniendo
el "vaticinio" de que ésta no lo aceptaría? Inexplicable;
sobre todo por las pruebas de la causa referidas a la
importancia que tenía ese hermano en la vida de la
accionada; a quien se lo califica como un "referente" y
"asesor" de la Sra. Risso (ver declaraciones de Pellegrini,
a fs. 452 y de Iturralde, a fs. 461).
No menos inexplicable es la cuestión del poder especial.
Éste
cumplía
una
función
meramente
secundaria
e
instrumental y se otorgó porque la demandada afirmaba "que
no estaba en condiciones anímicas de continuar esas duras
negociaciones", por lo que le solicitó al actor que
"actuase en su nombre como apoderado especial" (ver la
demanda, a fs. 187 vta.); y de ahí que se confirió el
mandato para que el Dr. M. I. represente a la Sra. Risso
"en todas las negociaciones vinculadas con los bienes de la
sociedad conyugal" (ver el anexo XXVIIII, copia de fs.
123). Es por eso que tampoco responde al sentido común que
el actor le comunique a la accionada -en la ya referida
acta notarial- que la no aceptación del acuerdo "será
interpretado como una clara demostración de la revocación
del Poder Especial"; como si ese poder sólo estuviere
destinado para firmar la última oferta del Sr. Biquard, y
no otra. O sea, para decirlo en pocas palabras, toda la
ideología que trasunta el acta notarial parece que responde
a la premisa de que, o se firmaba la última oferta de
Biquard, o el actor cesaba como abogado de la demandada, lo
cual era por demás insólito y no se compadecía con el pacto
de cuota litis que los ligaba.
Reafirma el precedente aserto la conducta que adoptó el
actor cuando la accionada revoca el Poder Especial. Éste se
deja sin efecto porque la Sra.Risso no estaba conforme con
la oferta que se le trasmitía y para evitar la suscripción
de los acuerdos por el apoderado, pero dicha revocación no
comportaba poner fin al vínculo profesional; pues esa
relación tenía vigencia con o sin poder especial. Es aquí
donde el actor comete un nuevo apresuramiento y se aparta
de la asistencia a la accionada renunciando al poder
general judicial. En verdad, para decirlo más claramente,
las constancias del proceso comprueban que el actor
renuncia al poder general -o, dicho de una manera más
amplia, se aparta como abogado de la emplazada- no porque
la Sra. Risso le revocó el poder especial, sino en razón
que ésta no aceptaba la propuesta del Sr. Biquard. A no
otra conclusión puede arribarse cuando en el mencionado
instrumento notarial el pretensor le comunica a su
representada que si ésta decide no aceptar la fórmula de
acuerdo que se le proponía, "será interpretado como una
clara demostración de la revocación del Poder Especial que
me otorgaste" (sic) (ver el anexo XXXVI). El mensaje del
pretensor, en síntesis, fue éste: si no aceptás el acuerdo
que te propone tu cónyuge, renuncio y dejo de ser tu
abogado. Sin hesitación, se trata de un obrar injustificado
e improcedente que resultaba contrario a las previsiones
del pacto de cuota litis que habían firmado.
Es cierto que la Sra. Risso, cuando revoca el poder
especial, realiza las reservas del caso por la conducta
asumida por el accionante; lo que demuestra de qué manera
se había resentido la relación profesional-cliente. Empero,
de ningún modo se puede atribuir este deterioro Bal menos
en el aspecto explícito de los elementos documentales-- al
accionar de la demandada. Fue el actor quien -con su
proceder- ha dado lugar a los eventos posteriores que
acaecieron.
Desde otra perspectiva, también es inadmisible la mentada
acta del 2 de marzo de 2004, donde -como dijimos- el actor
le comunica a la demandada su carta del 1º de marzo del
mismo año.Por un lado, son por demás llamativos los "plazos
de guerra" con que se desenvolvieron las negociaciones; que
aunque supuestamente eran impuestos por el Sr. Biquard, no
es menos veraz que también -sin aparente causa razonablefueron aceptados por el Dr. M. I.; quien conocía en detalle
las complicaciones de la relación matrimonial y las
explicables dubitaciones, marchas y contramarchas de la
Sra. Risso. Al fin y al cabo el Sr. Biquard no estaba
otorgando ninguna liberalidad, y el mismo actor reconoce
que
aquél
quería
concluir
el
problema
porque
era
"consciente de la inminencia de un conflicto judicial en su
contra, y que al mismo tiempo perjudicaría la imagen de Los
Notros" (ver fs. 187 vta. de la demanda); por lo que no se
justificaría la exigencia de respuestas "en el día" o "a
las 24 horas", con las que acá tuvieron lugar.
Asimismo, son también llamativas expresiones contenidas en
la citada carta tales como "el daño enorme (que se le
ocasionaría a la emplazada) por la no percepción de parte
del patrimonio conyugal"; con lo que se da la idea de que,
o se firma el convenio, o sobreviene el caos. Y por
supuesto que no debería ser así; porque la demandada no
sólo le encomendó al actor tareas extrajudiciales, sino
igualmente las judiciales, de manera que en todo caso el
fin de la primera etapa -como antes lo explicité- a lo sumo
marcaba el comienzo de la segunda: la continuación del
divorcio contradictorio, medidas cautelares fuertes sobre
los bienes, designación de interventores judiciales,
eventuales querellas criminales, etcétera; tal vez acciones
más dolorosas, pero a lo mejor necesarias, al no haber
alcanzado
marido
y
mujer
el
punto
de
maduración
indispensable para celebrar acuerdos razonables. Quiero
decir, en suma, que todo indicaría que el Dr. M. I. se
"olvidó" que también se le había encomendado una labor
judicial; pues interpretó que al devenir truncos los
acuerdos
extrajudiciales
debía
gestión.He aquí su severo error.
quedar
finalizada
su
Por otro lado, es también inaudible que el actor invoque el
art. 1904 del Código Civil para justificar acudir al acta
notarial y a una carta con el contenido que tuvo la
remitida el 1-3-2004; ya que ni por asomo puede entenderse
que dicho profesional se hallaba en una situación
"sumamente riesgosa, delicada e incómoda", como dice (ver
fs. 190 de la demanda). Reitero que el mandato especial no
fue para firmar una oferta específica del Sr. Biquard, sino
solo "para que la represente (a la demandada) en todas las
negociaciones", sin indicarse que necesariamente debería
arribarse a un acuerdo, y mucho menos por un monto
específico o determinado. Por lo tanto, para nada cambiaba
la cuestión en lo sustancial con el vencimiento del poder.
Bien podía continuar trabajando el actor sin el mandato
(como lo hizo hasta el 6 de febrero de 2004) y seguir
siendo un interlocutor válido; o bien extenderse -si era el
deseo de la Sra. Risso- un nuevo poder especial; o, en fin,
actuar con moderación y prudencia hasta que naturalmente se
desencadenen los acontecimientos. En todo caso, ese Poder
Especial- sin duda- era un tema claramente secundario,
porque el Dr. M. I. no incurría en ningún incumplimiento si
no se firmaban los convenios; sobre todo porque dicho
letrado había tomado el recaudo de hacerle firmar a la Sra.
Risso la constancia de la recepción de las notas del 26-22004 (ver anexos XXXIII y XXXIV, copias de fs. 129/132); de
modo que, al no tener el profesional una constancia de la
aceptación de la propuesta, se hallaba totalmente liberado
ante eventuales reclamos de su cliente.
De todos modos, y a mayor abundamiento, y dado que se
acercaba el vencimiento del citado poder especial, si tanta
inquietud tenía el actor (injustificada para mi criterio),
podía haber entregado a la Sra.Risso (obteniendo la
suscripción de una copia) una nota donde sencillamente le
hacía saber del próximo vencimiento del mandato, y que su
silencio importaba el rechazo de la propuesta (como hubiera
correspondido), y no echar mano a una fulminante acta
notarial -impropia de una relación entre el abogado y su
cliente- en la que, para colmo, se le dice que esos
convenios iban a ser efectivamente firmados en caso de
silencio (conociendo el abogado la resistencia de la Sra.
Risso).
V.6. Conclusión en lo que hace al vínculo profesional entre
las partes
Como colofón de lo delineado en el acápite anterior, se
concluye que la ruptura del vínculo profesional entre las
partes se debe de manera exclusiva a una decisión incausada
del actor; quien deberá asumir las consecuencias de que la
gestión encomendada por el pacto de cuota litis del 10 de
enero de 2003 (anexo I, copia de fs. 1) no haya llegado a
su fin con las percepción de las sumas correspondientes por
parte de la emplazada. En su mérito, y en atención al
riesgo que tomó a su cargo el profesional, corresponde
decidir que no le corresponde a éste emolumento alguno a
raíz de las labores asignadas en el referido pacto.
V.7. Análisis de las otras labores llevadas a cabo por el
actor
El actor, a fs. 182/183 de su demanda (ver el punto 6),
hace referencia a otros trabajos prestados en favor de la
demandada, y que estarían fuera del pacto de cuota litis
celebrado entre las partes. Se menciona así la intervención
del Estudio en el asesoramiento para la adquisición de unas
mesas
para
la
hostería
"Los
Notros";
labores
extrajudiciales realizadas por el trámite de la sucesión
del padre de la encartada; trabajos relativos en la
boutique existente en la mencionada hostería; contrato de
locación de otra boutique a instalar en el Hotel Caesar
Park (por la que la demandada acudiría a una prestanombre);
un contrato de asesoría; etcétera.Al respecto, el pretensor
afirma "que por estas tareas nada se pagó al suscripto en
concepto de honorarios, por lo que también integran el
pedido de determinación del estipendio profesional" (ver
fs. 183, punto 6, parte final).
Obviamente, también estarían al margen del pacto de cuota
litis firmado el 10 de enero de 2003 (ver anexo I, copia de
fs. 1), la labor desplegada por el actor en todas la
cuestiones extrapatrimoniales de familia; vale decir, lo
que hace al divorcio en sí (el accionante intervino en la
etapa previa que tuvo lugar en los tribunales de la
Provincia de Buenos Aires), y las cuestiones conexas; como
ser la tenencia de los hijos, el régimen de visitas y los
alimentos.
Ahora bien, la demandada se opone a la fijación de
honorario alguno a favor del actor sustentada en que éste
ya ha percibido de aquélla la cantidad de U$S 25.000, y que
no imputar dicha suma a los trabajos señalados por el
accionante es una "burla a la razón" (ver fs. 753 vta.) El
pretensor, por su lado, no niega esta cobranza, pero
postula que corresponde su imputación a las "cuestiones de
familia"; esto es, a los trabajos relativos a la "cuota
alimentaria, régimen de visitas, entre otros, y para la
iniciación de las acciones de divorcio, e incidentes
vinculados" (ver fs. 180, segundo párrafo, de la demanda).
Veamos los antecedentes. El 9 de junio de 2003 las partes
suscribieron un nuevo convenio de honorarios (ver anexo IX,
copia de fs. 42). Conforme a este instrumento, se establece
el pago por parte de la Sra.Risso de la antes citada
cantidad de U$S 25.000, "en concepto de adelanto de
honorarios profesionales convenidos", y por el "trabajo de
asesoramiento ya prestado y para la iniciación de las
acciones de divorcio, e incidentes vinculados a iniciarse
en sede judicial" (ver cláusula segunda).
A la luz entonces de la previsión transcripta surgiría, por
una parte, que el honorario percibido ha sido un
"adelanto", lo que comporta un "anticipo", o sea, lo que se
entrega "antes del tiempo regular o señalado" (ver
Diccionario de la Real Academia Española, vigésima edición,
t. I, ps. 27 y 100); empero, por otra parte, también el
honorario se abonaba "por el trabajo de asesoramiento ya
prestado". Ello significa, entonces, que el pago se realiza
por trabajos hechos y por labores futuras. A su vez, el
convenio dispone que con esa entrega dineraria se
atenderían honorarios por los trámites judiciales de
familia de naturaleza extrapatrimonial; como ser la acción
de divorcio e "incidentes vinculados".
En resumidas cuentas, los U$S 25.000 de honorarios tienen
una imputación específica y otra muy genérica.Una, es la
aplicación
a
trabajos
judiciales
de
familia
extrapatrimoniales ya individualizados; la otra, aplicable
a todas la labores extrajudiciales de "asesoramiento
jurídico" que venía prestando y prestará en el futuro el
Estudio Jurídico (nótese que se emplea la palabra
"adelanto").
Si consideramos que no podríamos imputar los U$S 25.000 a
toda la ardua tarea que desempeñó el actor en las
cuestiones societarias y las relativas a la liquidación de
la sociedad conyugal (porque estas labores se remuneraban
con un porcentaje de lo que efectivamente recibiría la
demandada), no queda otra alternativa que imputar la
mencionada
suma
a
todas
las
restantes
actividades
profesionales
que
desempeñó
el
actor;
llámese
el
asesoramiento y trabajos extrajudiciales en temas de
familia
extrapatrimoniales;
los
trámites
judiciales
emprendidos (etapa previa en el divorcio); y, en fin, el
desempeño del pretensor en todas las cuestiones de índole
patrimonial no conectadas específicamente con lo que hace a
la sociedad conyugal y sociedades comerciales vinculadas;
como ser la intervención que le cupo al profesional en la
redacción de contratos, proyectos, etcétera; que fueron
mencionados en el encabezamiento de este acápite.
De acuerdo a la directiva precedente, de ninguna manera
podríamos imputar los U$S 25.000 solo a temas de índole
familiar
extrapatrimonial;
como
erróneamente
lo
ha
interpretado la magistrada de grado; pues tal conclusión no
surge de lo pactado entre las partes y Bademás-- porque
excedería holgadamente los parámetros habituales que tienen
en cuenta los tribunales para la regulación de honorarios
por los trabajos de la naturaleza como los apuntados.
Sin embargo, más allá de la referida desproporción entre la
labor y su remuneración que conllevaría aplicar el criterio
de marras, lo decisivo es que Ben caso de plantearse dudas
interpretativas-- esa incertidumbre por la falta de
precisión de los términos del acuerdo, no puede sino
favorecer a la demandada. En efecto, en la celebración de
contratos como los de autos, las partes no se hallan en un
pie de igualdad.Es que, por más empresaria y mujer de
negocios que se atribuya a la Sra. Risso, la realidad es
que constituye una profana; y precisamente por ello no se
la puede considerar un experta en el área jurídica. En
cambio, en la otra punta del vínculo contractual, nos
hallamos con un profesional del derecho, que tiene la
especialidad propia de su actividad. Así las cosas, parece
evidente que la superioridad técnica de uno, genera
inevitablemente una situación de inferioridad jurídica de
la otra (ver Alterini, Atilio Aníbal y López Cabana,
Roberto M., "Responsabilidad profesional: el experto frente
al profano", LL, 1989-E-847).
En consecuencia, la falta de claridad de las cláusulas
contractuales, sus expresiones ambiguas o la falta de
precisión en las palabras que se utilizan, claro está que
no puede perjudicar a la profana, a la lega, sino al
profesional; quien tenía a su cargo -por sus dotes
técnicas- emplear todos sus recursos intelectuales para
plasmar
en
los
pactos
que
celebre
todas
las
especificaciones
del
caso
para
no
generar
debates
interpretativos como los que aquí podrían acontecer.
Tal como está planteada la situación, pues, y tras un
análisis pormenorizado de todas y cada una de las
articulaciones del actor y de los documentos glosados en la
causa, estimo que los U$S 25.000 percibidos por el Dr. M.
I. (equivalentes hoy a la cantidad aproximada de $ 97.500)
cubren
satisfactoriamente
todas
las
prestaciones
profesionales del pretensor (judiciales y extrajudiciales)
a favor de la Sra. Risso. Para así decidir, desde luego que
excluyo la compleja y difícil tarea que desempeñó el
profesional a raíz de las labores encomendadas por el pacto
de cuota litis del 10-1-2003 que, como fue ya dicho, ha
quedado trunco
demandada.
por
razones que no son imputables a la
Colofón inevitable de lo que se acaba de concluir, es la
desestimación del reclamo del accionante para que se le
regulen
honorarios
profesionales
por
los
trabajos
denunciados en autos.
V. 8.Prescindencia de analizar los agravios del actor
La admisión de los agravios de la emplazada, que conlleva a
desestimar la demanda deducida por el pretensor, tor na
abstracta la consideración de los agravios de éste acerca
de la tasa de interés que había establecido la sentencia de
primera instancia; lo que así se declara.
VI. Las costas
Tras el estudio de la presente causa, su corolario ha de
ser -como se acaba de anticipar- el rechazo de la demanda.
Acerca de la cuestión de las costas, es sabido que la
condena en costas al vencido es la regla y su dispensa la
excepción, de modo que el apartamiento de tal principio
sólo debe acordarse cuando median razones muy fundadas,
pues la exención debe apreciarse con criterio restrictivo.
Ello es así por cuanto domina en la materia el concepto
objetivo y, por lo tanto, la distribución de las cargas
procesales debe resolverse al margen de toda idea subjetiva
de buena o mala fe en las partes (cfr. Morello, Augusto M.,
"Códigos Procesales.", T. II-B, p. 116 y jurisprudencia
allí citada). Se ha decidido al respecto que las
erogaciones causídicas son un corolario del vencimiento, y
tienden a resarcir al vencedor de los gastos de justicia en
que
debió
incurrir
para
obtener
ante
el
órgano
jurisdiccional la satisfacción de su derecho. Por lo tanto,
deber ser reembolsadas por el vencido con prescindencia,
como ya se dijo, de la buena fe, de su mayor o menor razón
para litigar y de todo concepto de culpa, negligencia,
imprudencia o riesgo, como así también de la eventual
malicia o temeridad de su contrario (cfr.CNCiv, Sala A, ED
90-504; íd., Sala D, LL, 1977-A-433; íd., Sala F, JA, 1982I-173; íd., Sala H, 14/06/1994, AArena María c/ Empresa
Línea de Microómnibus 47 s/ daños y perjuicios).
Sin embargo, por supuesto que el principio objetivo de la
derrota en materia de costas no es absoluto, pues el propio
Código Procesal contempla distintas excepciones, algunas
impuestas por la ley y otras libradas al arbitrio judicial,
tal como lo establece el art. 68 de la ley del rito en su
párrafo segundo, en el que se atenúa el principio general
al acordar a los jueces un adecuado arbitrio que deberá ser
ponderado en cada caso en particular y siempre que resulte
justificada tal exención (cfr. CNCiv, Sala A, 21/12/98,
"Lopatin, Ignacio y otro c/ Frías Ayerza de López, Susana",
LL, 1999-B-92; íd., íd., ASabatino, Mabel B. y otro c/
Centro Médico Semeprin SRL, Rev. La Ley del 7-4-99, p. 15).
La mentada situación excepcional, precisamente, considero
que se presenta en autos; dadas las características
peculiares y dificultades que presentaba el asunto; a tal
punto que se estima que el vencido pudo haber actuado sobre
la base de una convicción razonable acerca de la justeza de
su reclamo, más allá de una pura creencia subjetiva (ver
Morello, "Códigos Procesales .", obra citada, t. II-B, p.
121; CN Civ., Sala E, 26-12-1997, ED, 180-588).
En base a los fundamentos mencionados, pues, he de proponer
al Acuerdo que las costas de ambas instancias se impongan
en el orden causado.
VII. Conclusión
A mérito de las razones fácticas y jurídicas desplegadas a
lo largo del presente voto, propongo al Acuerdo revocar la
sentencia de autos y, consecuentemente, rechazar la demanda
interpuesta por el actor. Las costas de ambas instancias se
imponen en el orden causado.
Los Dres. Ramos Feijóo y Sansó, por análogas razones a las
aducidas por el Dr. Mizrahi, votaron en el mismo sentido a
la cuestión propuesta.
Con lo que terminó el acto:
MAURICIO LUIS MIZRAHI.
CLAUDIO RAMOS FEIJOO.
GERONIMO SANSO.
Es copia fiel del Acuerdo que obra en la Pág. nº a nº del
Libro de Acuerdos de esta Sala "B" de la Excma. Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil.Buenos Aires, mayo 13 de 2010.Y VISTOS: Por lo que resulta de la votación que instruye el
Acuerdo que antecede, se resuelve revocar la sentencia de
autos y, consecuentemente, rechazar la demanda interpuesta
por el actor. Las costas de ambas instancias se imponen en
el orden causado.
Notifíquese y devuélvase.Fallo provisto por Microjuris
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