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X Congreso Estatal de Infancia Maltratada
Sevilla, 4, 5 y 6 de Noviembre de 2010.
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LA INSTRUMENTALIZACIÓN DEL MENOR EN LOS CONFLICTOS DE
PAREJA.
C. Pinillos Dolader1; S. Fernández Vergara2
C. Pinillos Dolader1. Associació Catalana per la Infància Maltractada (ACIM). [email protected] . Equipo de
Atención a la Infancia y la Adolescencia (Ayuntamiento Barcelona)
S. Fernández Vergara2. Associació Catalana per la Infància Maltractada (ACIM). [email protected]
RESUMEN
El objetivo del presente trabajo es presentar una pauta de actuación relativa al
abordaje de casos de menores hijos de padres envueltos en procesos de divorcio/
separación conflictivos. Las dinámicas que se establecen en este tipo de situaciones y su
afectación en lo que respecta a los menores suponen indicadores de maltrato infantil
haciéndose necesaria una intervención específica que palie y evite sus efectos en los
más pequeños.
ABSTRAC
The aim of this document is to present a pattern of intervention on the approach to
cases of children whose parents are involved in trouble divorce / separation proceedings.
The dynamics that are set out in these situations and their effects respecting to minors are
indicators of child abuse; that’s why the necessity of specific interventions needed to
offset and avoid its effects on children.
PALABRAS CLAVE
Instrumentalización/ divorcio/ separación/ conflicto/ intervención/ menores.
KEYWORDS
Instrumentalization/ divorce/ separation/ intervention/ minor.
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1. INTRODUCCIÓN
El número de separaciones en España ha ido incrementando año tras año, tras la
aprobación, en 1981 de la Ley de Divorcio, siendo éste uno de los países de la Unión
Europea con tasas más altas de separaciones.
Las rupturas conyugales no sólo afectan a los miembros de la pareja que deciden
dar por finalizada su relación, sino que constituyen, en sí mismas, una experiencia muy
estresante para los hijos, con consecuencias a corto, medio y largo plazo pudiendo
generar toda una serie de complicaciones en el menor a nivel psicológico, cognitivo,
conductual y físico.
Indudablemente, un adecuado desarrollo emocional pasa por poder contar con
la presencia de una figura materna y una paterna que compartan responsabilidades con
respecto al cuidado y la protección de los hijos y por el establecimiento de un contexto
familiar estable, seguro y rico en estímulos emocionales, de manera que se puedan
consolidar la formación de vínculos afectivos y sentimientos de seguridad y confianza en
el
menor.
De
este
modo,
las
separaciones
conyugales
pueden
tener
como
consecuencias en los hijos altos niveles de estrés y sentimientos de dolor.
La problemática se acentúa cuando los procesos de separación se dan en un
clima de conflicto (los padres pierden la perspectiva de lo que supone dejar fuera de sus
problemas a los hijos y los acaban utilizando de un modo u otro ) y de custodia exclusiva
(donde el enfrentamiento es mayor y donde la máxima es tener que convencer teniendo
los menores que dar su opinión y convirtiéndose ésta muchas veces en decisoria); en los
últimos años se ha podido constatar un alarmante aumento de la implicación de los hijos
menores en los procesos de divorcio y su utilización para obtener beneficios en regímenes
de visitas o en cuestiones patrimoniales.
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En las dinámicas establecidas en estos contextos, los niños se ven inmersos en los
conflictos de los adultos, tomando parte en ellos, pasando a formar parte de los bloques
enfrentados y reproduciendo las disputas de los mayores. En estos casos se produce, por
parte de ambos progenitores, una constelación de comportamientos que provocan una
alteración de las relaciones entre el niño y los progenitores; sus efectos en los menores
pueden ir desde sensación de shock, miedo intenso, sentimientos de profunda confusión,
culpa, abandono, rechazo, impotencia, indefensión, inseguridad, estados de ansiedad y
depresión, conductas agresivas y disruptivas hasta problemas escolares (todos ellos
incrementados si tienen que participar en actos legales). Esta instrumentalización de los
menores supone un indicador de maltrato infantil y una vulneración clara de los derechos
de los niños al no ser preservados del conflicto entre los padres.
Desde la práctica profesional, se hace necesaria una mirada crítica por parte de
los profesionales, así como el acuerdo en procesos de intervención específicos que
palien y prevengan los efectos de estas instrumentalización en los más pequeños.
2. CONTEXTUALIZACIÓN
Según los profesionales dedicados al derecho matrimonial y familiar, de la elevada
cifra de divorcios, son los contenciosos los que se logran de manera mayoritaria siendo los
temas de mayor discordia entre los cónyuges el económico y el de los hijos.
En lo que respecta al tema económico, los bienes se distribuyen según la parte
que le corresponde a cada uno de los que se divorcian. Pero en relación a los hijos, éstos
no se quedan sin padre o madre, sino que continúan siendo sus padres y las
responsabilidades han de ser compartidas.
Esto no constituye un problema cuando la pareja que se separa continúa
manteniendo relaciones cordiales y de respeto mutuo incluso cuando se establece una
guarda y custodia exclusiva para uno de ellos; cada vez son más las parejas que, en
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estos casos, son capaces de llegar a acuerdos basados en las necesidades y la
conveniencia de sus hijos, estableciendo regímenes de visitas que benefician
principalmente a los niños.
Pero cuando el divorcio tiene un lugar en contextos de alta conflictividad entre la
pareja, los intereses del menor quedan relegados a un segundo plano por debajo de las
necesidades de sus progenitores, pasando a formar parte del conflicto y viéndose
involucrados en largos y dolorosos procesos llegando en ocasiones a ser utilizados como
arma arrojadiza por parte
de uno de los progenitores como arma arrojadiza en contra
del otro.
Estas situaciones son valoradas por los profesionales del ámbito judicial y
psicosocial como situaciones de “maltrato psicológico” por el importante daño
emocional que causan en el menor. (D.Luengo y A Coca 2007) Los artículos y bibliografía
científica hacen referencia a que los efectos de las separaciones conflictivas, en especial
aquellas en las que se ven implicado los menores concluyendo que las secuelas afectan
no solo a las relaciones paterno filiales sino que se observa una relación en la exposición
a estas situaciones y diversos trastornos psicopatológicos o alteraciones en las respuestas
emocionales que persisten en la edad adulta (Gould 1998; Otto, Buffington y Eden2003).
El abordaje de estos casos por parte de los profesionales que trabajan en atención
a infancia y familia, pasa por la comprensión de los procesos psicológicos y sociales que
tienen lugar en estos contextos. A continuación, se hará un breve análisis de las
consecuencias a nivel psicosocial que tales procesos tienen en los individuos que las
padecen (tanto en los cónyuges que deciden divorciarse/separarse como en sus hijos).
2.1. Impacto psicológico de la separación en los cónyuges
Es importante poder valorar el impacto psicológico que los procesos de
divorcio/separación tienen en el individuo que se separa para poder entender por qué y
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de qué manera las actuaciones consecuentes impactan en el resto de los miembros de
la familia; en el caso que nos ocupa, hablaremos especialmente del impacto del
conflicto en los cónyuges y en los hijos de éstos.
En primer lugar definiremos el conflicto como una forma de interacción entre
personas o grupos las cuales se perciben a sí mismas como en una lucha por los recursos
o los valores sociales (J. Vander Zanden, 1986), en la medida en que no obtienen lo que
necesitan o desean para ellos mismos.
Así pues, las connotaciones subjetivas, es decir, el significado que cada individuo
le otorga al conflicto y la valoración de sus propias competencias para afrontarlo van a
determinar su magnitud y el impacto estresor del mismo. Las separaciones en sí mismas
ya suponen para los individuos involucrados uno de los procesos vitales más estresantes
(Holmes y Rates, 1967). La comprensión de las dinámicas que se establecen a partir de los
conflictos pasa por la toma de conciencia del estado emocional y las pautas
comportamentales que se establecen entre los progenitores que se separan.
Los elementos más comunes que preceden a una separación son:
-
La percepción de injusticia, donde uno de los miembros considera que las
aportaciones que realiza a la pareja no son correspondidas con las aportaciones
del otro
-
Falta de reconocimiento de los propios méritos por parte del otro miembro de la
pareja
-
Percepción de haber fracasado en las expectativas conyugales
-
Insatisfacción en el ámbito afectivo y su manifestación
Atendiendo a la frecuencia, la duración y la intensidad de los conflictos, las
consecuencias en los cónyuges pueden ir desde problemas emocionales a problemas
conductuales o sociales o ambientales; entre éstas, se dan a menudo reacciones de
cólera, desorganización mental y conductual, depresión, pérdida de autoestima,
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sentimientos de culpa, estrés ante las demandas de la nueva situación (económicas,
laborales sociales,…).
2.2. Impacto psicológico de la separación en los hijos
Así mismo, los efectos de la separación de los padres en sus hijos dependen de
varios factores, como son la personalidad del niño, el tipo de apego establecido con
cada uno de los progenitores y, especialmente relevante, la edad en tanto en cuanto
factor evolutivo.
Los niños de entre 3 a 5 años tienen, en general, manifestaciones conductuales
que atienden al miedo a perder al progenitor que continua viviendo con ellos dado que
el otro ha salido del medio familiar. Las más habituales son las rabietas, gritar,
empecinarse con el objetivo de llamar la atención del adulto; convertirse en un niño
“bueno” para no dar motivo a ser abandonado; regresiones, volver a ser “pequeño”, a
las etapas donde se sentía seguro; utilizar la fantasía para proyectar su miedo y
frustración.
Los niños de entre 9 a 12 años tienen mayor capacidad de comprensión de las
situaciones que suceden en el entorno y pueden tener reacciones contrapuestas: desde
un aumento en la actividad escolar y/o deportiva y/o social hasta alteraciones
psicosomáticas. Una de las cosas más llamativas en esta etapa es que los niños pueden
establecer relaciones de alianza con uno de los padres, lo que suele suponer el rechazo
del otro.
Entre los 13 a 18 años, los procesos de separación entre los padres suelen ser
vividos con sentimientos de pérdida y vacío soliendo presentar dificultades de
concentración, cansancio,… aunque no es exclusivo de estas situaciones; en familias
separadas las ideas de suicidio pueden agudizarse en estas edades. En algunos
adolescentes puede aparecer el síndrome de “Peter Pan”; el adolescente se niega a
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crecer y evita asumir responsabilidades y desentendiéndose de los problemas. Muchos
pueden también asumir el papel del padre ausente, preocupándose por cuestiones
económicas, etc.
Las relaciones que establecen los padres que han decidido separarse con sus hijos
son definitorias en lo que respecta a la aparición de estas problemáticas y a la
atenuación de la situación de estrés a la que se ven sometidos los niños.
En el caso de separaciones/divorcios caracterizados por una problemática de
conflicto entre los cónyuges, la valoración de la situación debe hacerse teniendo en
especial consideración, como se ha dicho, la percepción subjetiva con la que los
cónyuges están valorando sus respectivas situaciones personales. Cuando hablamos de
separaciones conflictivas, en la gran mayoría de los casos existen sentimientos de rencor,
insatisfacción y sensación de fraude por parte de uno o de ambos cónyuges con
respecto al otro. Desde esta perspectiva, las conductas subsiguientes que se llevan a
cabo están encaminadas a la consecución del resarcimiento del daño ocasionado,
consistentes en forzar al otro a sufrir el mismo dolor que se considera éste ha infligido. Uno
de los recursos frecuentemente empleados para la consecución de tal fin es la utilización
de los hijos por parte de uno o de ambos cónyuges convirtiéndose estos últimos en armas
valiosas de lucha contra el otro. A continuación se expondrán las formas más comunes
en que los hijos suelen ser utilizados por sus padres a tenor de lo expuesto anteriormente.
3. INSTRUMENTALIZACIÓN DEL MENOR EN LOS CONFLICTOS DE PAREJA
Para el abordaje de los casos con menores envueltos en una importante
conflictiva familiar es fundamental la comprensión de la conflictiva entre los cónyuges y
de qué manera ésta puede estar afectando al menor. El primer paso, pues, será la
determinación de si estamos ante un caso de instrumentalización y por parte de quién se
da esta instrumentalización para poder establecer una línea base a partir de la cual se
rijan las demás actuaciones que se llevarán a cabo durante la intervención.
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3.1. Estrategias empleadas por los progenitores
En los casos de instrumentalización por parte de los cónyuges de sus hijos suelen ser
comunes diferentes manifestaciones por parte de los primeros (nos referimos tanto a
padres como a madres e incluso ambos al mismo tiempo) referentes, fundamentalmente,
al régimen de visitas, los procesos judiciales y diferentes tipos de conductas que buscan
la manipulación emocional del menor en contra del otro progenitor.
Generalmente,
según
se
ha
observado
en
la
práctica
clínica,
la
instrumentalización es llevada a cabo por el progenitor custodio (hasta la reforma del
código civil la guarda y custodia era otorgada en exclusiva a uno de los progenitores,
generalmente, la madre), aunque cada vez más nos encontramos con casos en que el
progenitor no custodio involucra a los niños en su particular lucha y, del mismo modo,
también cada vez son más los progenitores que tienen la guarda y custodia compartida
los que hacen uso de sus hijos en contra uno del otro).
Con respecto al régimen de visitas, uno de los progenitores intenta “castigar” al
otro interfiriendo deliberadamente en el régimen de vistas establecido previamente y
boicotean el acceso del otro progenitor al
menor. Los intentos de castigo suelen
producirse indisponiendo a los menores en contra del otro progenitor, implicando a veces
a otras personas y/o a través de un interminable proceso judicial. Una de las estrategias
empleadas es mentir al niño (por ejemplo, diciéndole que están en la miseria porque el
otro progenitor ha malgastado el dinero) (Turkat, 1995). La manipulación o implicación de
otras personas puede llegar al extremo de mentir a un terapeuta y conseguir que
testifique a su favor o manipular a otros para que se posicionen de parte y en contra de
uno de ellos. Es llamativo en estos casos, el denominado “sindrome del viernes”,
consistente en que el niño es llevado al pediatra de urgencia, generalmente por el
progenitor custodio, para que se deje constancia de que está enfermo y no podrá ir el fin
semana con el no custodio, dejando tras de sí una larga estela de informes solicitados
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por los progenitores o incluso jueces a escuelas , pediatras, psicólogos, etc.
Esta
constelación de conductas puede ser interpretada, en ocasiones, como consecuencia
de algún tipo de trastorno mental; la evaluación clínica y social, en estos casos, ha de
tener muy en cuenta el contexto.
Otro de los componentes del castigo es el recurso al litigio judicial como forma de
garantizar un continuo enfrentamiento siendo frecuente, por ejemplo, presentar
denuncias por amenazas, maltratos o incluso de paternidad.
Otra de las manifestaciones importantes que ayudan a identificar esta
instrumentalización de los hijos, es la negación de las visitas regulares e ininterrumpidas
del otro progenitor (por ejemplo, no estando en casa cuando llega para recogerlos o
planificando otras actividades que coincidan con el horario de visita), no permitir el
acceso telefónico (por ejemplo, diciendo que los niños no están en casa cuando los
llama el otro progenitor) e impedir la participación del otro en la vida escolar y las
actividades extracurriculares de los hijos (por ejemplo, negando esta información o
proporcionando información falsa).
Otro de los criterios que tendrá que ser tenido en cuenta, incluye un patrón de
actos dirigidos hacia el otro progenitor a través del propio hijo (por ejemplo, contándoles
que el padre no es realmente su padre, que no paga la manutención o que la/lo
maltrataba cuando estaban juntos).
Ante esta estela de acontecimientos, es fundamental que el profesional dirija su
atención a la problemática o dificultades que se están manifestando en el menor como
consecuencia de la situación conflictiva entre sus progenitores. Es frecuente que, en la
práctica profesional, el conflicto entre los padres, sobre todo si no es altamente evidente,
adquiera una mayor relevancia y se centren los esfuerzos en la resolución de tales
conflictos bajo la premisa de que el bienestar de los niños, en tanto en cuanto, no
pueden ser descontextualizados de su entorno, pasa por proporcionar un contexto
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estable; en estas ocasiones, es probable la recomendación de cambios en regímenes de
visitas, de guarda y custodia, multas coercitivas o incluso la intervención de puntos de
encuentro familiar. La práctica demuestra que
tales actuaciones no acaban de ser
efectivas: la conflictiva no se resuelve y el malestar entre los progenitores aumenta de
manera que el menor continua sumido en una situación que le cuesta comprender y
manejar quedando, de esta forma, desamparado y a merced de los embistes de uno de
sus padres en contra del otro.
3.2. Consecuencias en los hijos
En tales situaciones, los niños, atendiendo a la frecuencia, la duración y la
intensidad con la que hayan estado expuestos al conflicto conyugal en los términos antes
descritos, pueden desarrollar:
-
Trastornos de ansiedad, en tanto en cuanto, las respuestas de ansiedad ya no
están desempeñando una función adaptativa y se disparan de forma
incontrolada causando sufrimiento en el niño que la experimenta.
-
Trastornos del sueño: pueden presentarse alteraciones del sueño transitorias
debido al estrés emocional concreto que supone la vivencia de tales situaciones.
Sin embargo, hay que poner especial interés en aquellas cuya duración es superior
a un mes adquiriendo con ello carácter de cronicidad. Entre éstos se puede
encontrar el negarse a ir a la cama recurriendo el niño a excusas y/o conductas
de manipulación para retrasar el momento de ir a la cama, que el progenitor que
le cuida le acompañe hasta que se duerma y conductas rituales. A través de estas
manifestaciones el niño puede obtener un suplemento de atención, así como
erigirse como dueño de la situación manipulando a quienes le rodean. También
son frecuentes los episodios de insomnio, teniendo el niño dificultades para
conciliar el sueño o despertándose durante la noche con imposibilidad de
reconciliarlo; en estas situaciones es frecuente su aparición ya que se trata de un
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acontecimiento altamente estresante que pueden actuar como factor de
predisposición a padecerlo. A la vez y dentro del transcurso del trastorno de
ansiedad pueden presentarse pesadillas donde el niño se despierta gritando y
llorando (a tener en cuenta su distinción de los terrores nocturnos).
-
Trastornos de la conducta alimentaria: los trastornos de la ingesta en niños,
especialmente en las franjas de edad anteriores a la adolescencia, puede
aparecer en estos contextos donde las relaciones con el cuidador son
problemáticas o los vínculos afectivos están deteriorados.
-
Trastornos de conducta agresivas y de evitación. Por lo que respecta a las
conductas agresivas nos referimos tanto a las físicas como a las verbales
(especialmente a partir de los 4 años de edad), y tanto a la autoagresividad como
a la agresividad hacia los demás; suelen darse como una manifestación del
exceso de tensión o angustia que no encuentra otra vía de escape.
Referente a las conductas de evitación, el niño evita el contacto con uno de los
progenitores pudiendo sentir rechazo por el mismo y resistiéndose su capacidad
de apego.
-
Puede darse, en ocasiones, debido a los mensajes que los progenitores se hacen
llegar a través de los niños, la utilización por parte de éste de un lenguaje y
expresiones adultas.
-
Dependencia emocional: sucede lo contrario que con las conductas de evitación;
el niño muestra una excesiva dependencia de uno de los progenitores al que se
vincula de manera estrecha con el consiguiente rechazo del otro progenitor.
-
Dificultades en la expresión y comprensión de las emociones. Es frecuente que el
niño tenga dificultades en comprender la dinámica familiar que se ha establecido
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y su papel en el enfrentamiento; de esta manera y situado en medio de la
conflictiva, el niño recibe mensajes por parte de uno o de ambos progenitores en
contra del otro o se encuentra inmerso en dinámicas, especialmente las judiciales,
que tienen difícil comprensión para él. Como resultado, el niño se encuentra
inmerso en un conflicto de lealtades y además se le pide un posicionamiento a
favor de uno u otro que tiene dificultades de asumir.
4. EL ABORDAJE EN CASOS DE SEPARACIONES/DIVORCIOS CONFLICTIVOS
La respuesta que se ha de dar a los conflictos que se plantean actualmente en el
ámbito jurídico y de la intervención psicosocial es complejo, ya que se ven implicados
diferentes estamentos, servicios y profesionales. Para llevar a cabo una buena práctica
en cada uno de ellos en beneficio del menor se hace necesaria una alta coordinación
entre cada uno de los intervinientes y, más allá de la propia coordinación, una
intervención en red que establezca protocolos y guías de actuación de cada uno de los
servicios desde donde se puedan compartir criterios y pautas de actuación en beneficio
de los menores afectados por estas situaciones.
En la actualidad, los juzgados disponen de mayores recursos tanto para valorar
estas situaciones como para intervenir: existen los equipos psicosociales de los juzgados
de asesoramiento al Juez, los servios de mediación en proceso de divorcio, la reforma
legislativa actual permite abordar los procesos de divorcio de una formas más razonable
social y humanamente ya que establece la posibilidad de acuerdo entre las partes
dejando los procesos judiciales para aquellas situaciones en las que no hay acuerdo, y un
reconocimiento de la mediación familiar como sistema alternativo o complementario en
la resolución de los conflictos. (Ilmo SR. Jose Luis Utrera Gutierrez).
Sin embargo estas reformas no han conseguido disminuir los casos de divorcios
contenciosos; según el Consejo General del poder Judicial en 2008 de las 141.108
separaciones y divorcios tramitados durante el 2007 el 61.78% fueron tramitados de forma
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contenciosa. Más de la mitad de familias
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regularon su ruptura de forma contenciosa y
probablemente muchos de ellos disputaron también de forma contenciosa la custodia
de sus hijos (M. Arch. UB. 2010).
El colapso de los equipos psicosociales de los juzgados testimonia la alta
incidencia de los conflictos en los procesos de guarda y custodia de los hijos y regimenes
de visitas. En el año 2008 en las Jornadas sobre “Problemas emergentes entorno a los
menores i las familias en el ámbito civil”, celebradas en Barcelona se abordó esta
cuestión, quedando patente en ellas cómo en los procesos judiciales no sólo se ven
implicados los menores y su padres, sino que en el litigio se solicita, en la mayoría de las
ocasiones, la intervención de los pediatras, profesores, psicólogos, etc. Por su parte, los
Equipos Psicosociales de los Juzgados de forma rutinaria solicitan también información a
estos servicios que dependiendo de la preparación/información sobre estos temas se
implican de forma adecuada o no, sufriendo a su vez un cierto estrés por las
repercusiones que su aportación pueda tener tanto para el bienestar del menor como
para su situación laboral (presencia en juicios, solicitud de informes, etc.)
Con mayor frecuencia , a pesar de las reformas judiciales y del aumento de
recursos
dentro del ámbito judicial , una parte de estas situaciones
sobrepasan la
capacidad de resolución y de intervención de los Servicios de Mediación de los Equipos
Psicosociales. Por su parte, los Jueces de Familia, ante el reiterado incumplimiento de las
sentencias o indicaciones por las partes, viendo vulnerados los derechos de los menores
y en situaciones de “maltrato psicológico” como consecuencia de la actuación de los
padres, acaban dirigiendo la intervención sobre estos casos a los Servicios de protección
de Menores que cada vez reciben más situaciones de separaciones conflictivas.
Se hace necesaria, pues, una intervención en red desde los diferentes Servicios,
unos protocolos a los que tengan acceso desde las escuelas, hasta los psicólogos y
terapeutas privados, los pediatras y servicios de salud mental públicos para minimizar las
intervenciones que por diferentes motivos ,( convicción profesional, implicación con el
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menor, desconocimiento y falta de información,
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etc) puedan contribuir a formar parte
de este conflicto y perjudique a los menores afectados.
Atendiendo
a esto, es fundamental que los profesionales puedan
hacer una
valoración adecuada de la situación para ajustar su actuación a la problemática
concreta a la que se enfrenta, teniendo en cuenta, en primera instancia, la preservación
del bienestar del menor. A continuación, proponemos una serie de pautas de actuación
coordinada entre los diferentes profesionales para prevenir y paliar los efectos de la
conflictiva conyugal en los hijos de los padres que se separan/divorcian.
4.1. Evaluación
El objetivo fundamental de la evaluación será el establecimiento de los criterios
preventivos que conlleven al bienestar del menor. Para ello, en primer lugar, deberán
valorarse los conflictos familiares desde una perspectiva no jurídica, es decir,
considerando los vínculos emocionales establecidos entre el menor y los progenitores, las
dinámicas comunicativas en la familia y los roles familiares.
En la práctica habitual, el abordaje de las situaciones conflictivas comienza con
una primera entrevista conjunta con los padres, intentando un acuerdo entre ambos. La
consecución de ello supone, por una parte, que se pueda acortar la duración del
proceso en caso de que se trate de un procedimiento judicial y, por otra, disminuir o no
aumentar los niveles de estrés y ansiedad tanto de los padres como de los hijos,
consecuentemente.
A pesar de los esfuerzos de los profesionales, en raras ocasiones es posible llegar a
efectuar un acuerdo más allá de las cuestiones referentes a la guarda y custodia y las
comunicaciones con los hijos. Es entonces, cuando se hace necesario mantener, en esta
entrevista conjunta, la situación de evaluación, de manera que las versiones de ambos
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progenitores en disputa puedan ser confrontadas y permitan al profesional comprender
de manera integral y desde ambos puntos de vista la situación a la que se enfrenta.
El segundo paso, sería una entrevista individual, con cada uno de los progenitores.
El objetivo de las mismas es evaluar las demandas que cada uno de los progenitores
plantea y sus razones para tales demandas, las ventajas que son percibidas desde las
distintas opciones, las alternativas que son capaces de ofrecer, la expectativas referentes
a la nueva situación de separado/divorciado o, en caso de proceso de judicial no
resulto, sobre un resultado contrario , su historia de relación con los menores (por ejemplo,
atenciones y cuidados, juegos y actividades compartidas,…) de forma que se pueda
hacer una estimación del apego y pueda obtenerse información sobre la repercusión de
la separación en los hijos, la relación cotidiana actual que tienen con los menores
referente a estilos educativos y su adecuación a las características y demandas del niño,
descripción de los hijos en tanto en cuanto el grado de conocimiento que tienen de los
menores y la percepción de sus características, deseos y necesidades; la información
que han proporcionado a los menores sobre la situación familiar (adecuación, distorsión,
imagen del otro,…); la red de apoyo social con la que cuentan en la medida en la que
otras personas están implicadas en la relación con los menores y los tipos de apoyo que
se perciben (delegación inadecuada de funciones, discriminación al otro progenitor,
conveniencia para los hijos de los apoyos planteados, ruptura de su estilo de vida y
continuidad,…) y su actividad laboral y de otro tipo.
Más allá de una valoración sobre las adecuadas habilidades parentales que
puedan tener los progenitores, se trata de establecer hasta qué punto las percepciones
de los progenitores sobre su situación pueden afectar a los niños y de qué manera estos
últimos pueden ser venerables de estar sufriendo o llegar a sufrir una instrumentalización
por parte de sus progenitores atendiendo a las características de las relaciones paterno
filiales, las características personales de cada uno de los progenitores y sus percepciones
subjetivas con respecto a las causas de la separación.
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Es importante también la recogida de información de terceras personas
significativas vinculadas a la familia teniendo en cuenta sus relaciones con los menores,
su percepción de la situación actual y en qué medida pueden estar contribuyendo al
cuidado y la educación de los menores. Las redes sociales de apoyo pueden suponer un
recurso importante relativo a la protección y preservación de los menores.
Un tema especialmente relevante lo constituye la entrevista con el menor. En un
primer momento se debe recoger información sobre lo que el menor sabe a cerca de la
separación de los padres. A partir de aquí se tendrán en cuenta aspectos como su
adaptación escolar, el ámbito relacional y de ocio (los problemas en estos ámbitos
suelen ser significativos para determinar la importancia de la afectación de los conflictos
familiares, descartados otros factores causantes) y, finalmente, el ámbito familiar.
Respecto a esto último, se prestará especial atención a la adaptación del menor a la
organización cotidiana familiar, las posibles influencias sobre la imagen del otro padre (si
se le está proporcionando una imagen negativa, si se le critica o minusvalía) y de qué
manera eran y son las interacciones con cada uno de ellos.
Además de lo expuesto, sería conveniente sesiones de observación de las
interacciones que se llevan a cabo entre el menor y los progenitores. Una de las
alteraciones conductuales frecuentes, producidas por el conflicto de lealtades al que se
ve sometido el menor en estos casos y que se ha apuntado anteriormente, consiste en
mostrar conductas diferentes en relación con el progenitor con el que se está
relacionando en el momento de la observación (por ejemplo, se ha observado en
puntos de encuentro familiares que el menor ante uno de los progenitores da muestras
de faceto, comparte actividades lúdicas con él,… pero en presencia del otro progenitor
verbaliza su desagrado por las actividades desarrolladas o su negativa a volver a
encontrarse con éste de nuevo aunque anteriormente haya verbalizado que el
encuentro le había resultado satisfactorio).
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Una evaluación más exhaustiva del menor, en caso de que se sospeche de
alteraciones graves del comportamiento que puedan trascender en un posible trastorno
de carácter psicológico, deberá llevarse a cabo a través de pruebas psicométricas
especializadas (tests, cuestionarios o escalas,…). Los aspectos fundamentales a evaluar
serán: aspectos cognitivos, emocionales y comportamentales; adaptación personal,
autoconcepto, autoestima; adaptación familiar; adaptación escolar; adaptación social.
4.2. Intervención en situaciones de separación con hijos
Una de las principales características de estas situaciones es que los hijos se ven
inmersos en proceso de valoración y terapéuticos como consecuencia del conflicto. En
la medida que sea posible la intervención en estos casos debe excluir a los menores y
centrarse en los padres. Con frecuencia, tanto en los servicios de valoración como
terapéuticos, los niños, cuando tienen una cierta edad, transmiten la sensación de estar
sufriendo el proceso de valoración o de tratamiento como si fueran los culpables de la
situación, cuando en realidad la intervención supone una revictimización de la situación
que están viviendo, los niños inmersos en estos procesos en muchos casos llevan ya una
larga trayectoria de visitas psicológicas, pediátricas, a servicios de urgencias, etc.
En la mayoría de los casos las intervenciones directas sobre ellos son poco
eficientes y redundan en el problema por lo que es más adecuada la intervención sobre
los padres y cuando sea posible con cada uno de padres y los hijos.
La situación actual de los padres y el desequilibrio emocional de los mismos en
estos procesos, como se ha dicho, afectarán de manera negativa a la hijos; por lo tanto,
se hace necesaria una intervención con los progenitores de manera que se les pueda
proporcionar el apoyo y los recursos emocionales adecuados para adaptarse a la
situación. Por lo tanto, los programas de intervención con padres separados se deben
centrar en las prácticas de crianza proporcionándoles información sobre el desarrollo
evolutivo de los menores; la naturaleza de los cambios en las relaciones familiares; el
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estilo de la toma de decisiones; las técnicas de supervisión y las estrategias de supervisión;
aclaración sobre los estereotipos negativos sobre los hijos de padres deparados; enseñar
a adaptar a la realidad las normas y expectativas respecto a sus hijos prole; así como
técnicas de autocontrol (Barber, 1995).
El trabajo con los menores, a parte de la intervención especializada que requieran
en caso de manifestarse algún trastorno específico, debe intentarse a través de los
progenitores: es crucial que los padres comprendan de qué manera la situación puede
estar afectando al hijo. A partir de esta premisa el trabajo con los padres deberá seguir
las pautas que se presentan a continuación.
Lo fundamental es mantener una actitud abierta y clara por parte de los padres,
dar explicaciones (omitiendo los detalles que pudieran resultar dolorosos) sobre lo que
está pasando y por qué está pasando evitando en todo momento la culpabilización (en
lo que respecta al propio niño como al otro progenitor). Es importante la estimulación de
preguntas por parte del niño sobre cualquier duda que tenga al respecto de las
explicaciones proporcionadas teniendo en cuenta su madurez cognitiva y, por ende, su
capacidad de comprensión. Es fundamental adecuar el lenguaje al lenguaje del propio
niño para que la comprensión pueda ser efectiva.
Es importante también, la expresión
de las emociones por parte de los
progenitores en la línea de lo comentado anteriormente.
Es importante que los progenitores lleguen al punto de comprender que los niños
tienen el derecho de verles y estar con ellos y su prohibición puede tener efectos muy
negativos. En este punto se hace necesario que acuerden de manera mutua las normas
que regirán en ambos hogares después de la separación de manera que no haya lugar
a confusiones por parte del niño.
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Es importante tener en cuenta la no conveniencia de transmitir al menor la experiencia
negativa que pueda haber vivido con respecto a las relaciones de pareja evitando que
se pueda predisponer al menor al fracaso en las relaciones emocionales.
Finalmente, es imprescindible que los padres sean capaces de transmitir afecto y
proporcionar apoyo emocional a sus hijos de manera que puedan combatir el
sentimiento de abandono que pueda llegar a sentir el menor.
5. CONCLUSIONES
El divorcio de los padres, tal y como se ha dicho en líneas anteriores, supone un
efecto negativo en los hijos, tonto más cuanto más conflictiva es la situación que
acompaña a la separación de los primeros. Los programas de intervención deben ir
encaminados a la ayuda, fundamentalmente, de los menores de manera que la
situación pueda ser superada por estos de la mejor manera posible evitando problemas
emocionales y conductuales que puedan repercutir de manera negativa en un futuro.
Esto se consigue a través de una intervención centrada en los progenitores de manera
que puedan recuperar el equilibrio emocional perdido por la problemática vivida y
puedan adaptarse de manera óptima a la situación de separación redundando en una
mejora de la relaciones paterno filiales y en el bienestar emocional de los hijos.
La consecución de esta tarea pasa por un abordaje en red entre los diferentes
profesionales
y
estamentos
involucrados
de
manera
que
pueda
evitarse
la
revictimización de los menores y se agrave la situación conflictiva familiar. En este punto,
los profesionales deben estar de acuerdo en el establecimiento de pautas de actuación
coordinadas que ayuden a mejorar las relaciones paterno filiales con vistas a la
preservación del bienestar del menor.
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