LAS TIERRAS CREADAS DEL NOROESTE DE

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LAS TIERRAS CREADAS DEL NOROESTE DE
M ICHOACAN
C ayetano R eyes
El Colegio de Michoacán
El presente ensayo forma parte de un proyecto más
amplio sobre el noroeste de Michoacán. Aquí se presenta
solamente la parte de la colonización que se efectuó a fi­
nes del siglo XIX. Colonización que reforzó y moderni­
zó al antiguo sistema de hacienda, al establecer nuevas
haciendas y convertir a otras en unidades agrícolas en el
valle de Huaniqueo.
El noroeste de Michoacán, a fines del siglo pasado,
estaba formado por “tierras de cerro y de ciénega”. Las
ciénegas se ubicaban en los valles de Huaniqueo, Cuitzeo, Zamora, Chapala, La Magdalena y Tacázcuaro,
Tingüindín.
La parte baja del valle de Huaniqueo tenía un pan­
tano” llamado ciénega de Zacapu de más de doce mil hec­
táreas pertenecientes a muchos ribereños.1 En 1893, se in­
formó que “recorriendo todos los puntos del derredor de la
ciénega de Zacapu”, su profundidad alcanzaba “en su ma­
yor hondura a catorce metros y en otras partes irregular­
mente va disminuyendo a seis, cuatro, tres y un metro que
es en los puntos inmediatos a la orilla”.
“En el centro se encuentran pequeñas porciones de
tierra firme que se utilizan en labores de maíz, cuyos islo­
tes no llegan a ser inundados por las aguas, sin embargo de
no estar a mucha altura. Toda la extensión de la ciénega
está poblada de tule, carricillo y otra variedad de plantas
acuáticas que se desarrollan extraordinariamente y “hacen
imposible la navegación”. En algunos puntos, “quizás por
la mucha profundidad, están descubiertas las aguas, es de­
cir sin plantas”. Esta especie de lagos eran designados con
los nombres de Laguna de García, Lago de Urembécuaro,
La Patera, La Zoromuta, Laguna de los Puertos y la princi­
pal, Laguna de Zacapu.2
Las ciénegas de Zamora anualmente se unían a la de
Chapala. Estos pantanos establecieron sus reales en Sahuayo, Xiquilpan, Guarachita, San Pedro Caro, La Palma, Pue­
blo Viejo, Pajacuarán, Tanhuato, Ixtlán y Zamora. Las ciéne­
gas se originaban en la poca permeabilidad del terreno, en
un sinnúmero de manantiales que rodeaban los valles y, en
las aguas pluviales que se encharcaban en las depresiones
de los terrenos. Además, las ciénegas surgían por las inun­
daciones que realizaban, en forma anual, las corrientes de
los ríos Santiago y Duero,3 “el formador de lagunas”. Es­
tos terrenos, anegados por los ríos, quedaban en su mayo­
ría libres de agua en el período de secas.
Las “aguas de siempre” de las ciénegas daban mar­
gen a la existencia de una comarca estéril, pobre, malsana
e insalubre. Rodeada de “algunos pueblos de vida econó­
mica miserable, que vivían de la pesca y del trabajo artesanal del tule, con terrenos desaprovechados”. Areas panta­
nosas en donde se procreaban “males inmensos” por las
putrefacciones animales y vegetales.4 Además, por la exis­
tencia de las ciénegas anualmente se desperdiciaba por
evaporación una cantidad superior a “setecientos cincuen­
ta millones de metros cúbicos de agua”. En fin, las ciéne­
gas eran lugares en donde se encontraban los principales
criaderos de lirio acuático.5 Por otra parte, se observó que
los terrenos de cultivo que se hallaban rodeados de pantanos
estaban expuestos a inundaciones por aguas pluviales, tal co­
mo sucedió en Purépero (1888), Jacona (1899), Zamora
(1900), Chavinda (1900), Ixtlán (1900), perdiéndose
las cosechas de maíz y trigo.6 En cuanto a la construcción,
se afirmaba que “no era posible edificar sobre los terrenos
fangosos, ni siquiera una construcción provisional”.7
u
Los innumerables problemas que presentaban las cié­
negas, constituían un verdadero reto tanto para los habi­
tantes de la región como para los “científicos”.
Los vecinos empezaron a ausentarse, cuando las vías
férreas cruzaron algunas regiones del noroeste de Michoacán. En especial, en 1886, los vecinos de Jiquilpan, La
Piedad y Zamora comenzaron a “pasar a Estados Unidos
y obtener buenos productos de su trabajo”. Se observó
que “la emigración, aunque ínfima, fue la puerta de esca­
pe”8 y la que proporcionó al asalariado algunos medios eco­
nómicos para subsistir.
Los “científicos”, al contemplar los problemas deriva­
dos de los pantanos, descubrieron que las ciénegas estaban
constituidas por terrenos propicios para consolidar diver­
sos proyectos de colonización. Proyectos cuyas raíces se ex­
tendían hasta los albores de la tercera década del siglo die­
cinueve; consolidados en las últimas décadas del mismo si­
glo y continuados hasta los inicios de los años treinta del
siglo veinte.
Las raíces de las empresas de colonización se alimen­
taron en los principios de la “Ilustración”, los cuales seña­
laban que el “bien común” radicaba en la consolidación
de la propiedad privada, el incremento de la producción v
del número de propietarios. Partiendo de ese bagaje teó­
rico, los proyectos surgieron en atención al establecimien­
to del nuevo orden del Estado Mexicano,9 el “soberano
congreso general constituyente de los Estados Unidos Me­
xicanos”, por decreto de 1824, instituyó la colonización de
“aquellos terrenos de la Nación” que no fueran de “Pro­
piedad particular, ni pertenecieran a corporación alguna
o pueblo”.10
A nivel regional, los antecedentes se remontan a 1828:
en ese año, el Estado de Michoacán creó las empresas de
colonización,11 cediendo terrenos baldíos “del Estado a los
empresarios” con “el objeto de cultivarlos” y dando prefe­
rencia a los ciudadanos mexicanos. El decreto hacía espe­
cial referencia al poniente de Valladolid, pues entre las
obligaciones de los empresarios se señalaba que “con el auxi­
lio de los colonos deben desecar los pantanos, dar corrien­
te a las aguas muertas y abrir las guías y sendas convenien­
tes en los términos de cada colonia y población para comu­
nicarse entre sí”.12
El decreto de 1828 también hizo hincapié en que “los
empresarios y colonos podrán desde el día de su estable­
cimiento promover libremente todo género de industria
útil y honesta, denunciar baldíos al gobierno, obtener en
este caso una propiedad predial, promover allí nuevos es­
tablecimientos y poblaciones”. Además, el mandato esta­
tal añadía que “estos terrenos podrán en todo tiempo ser
enajenados y vendidos, quedando los compradores sujetos
a las mismas cargas de los convenios, así como gozarán de
las franquicias de los que le hubieren vendido; pero si al­
gunos terrenos fueren abandonados quedarán a beneficio
del Estado”.13
Los proyectos de colonización fueron realizados en la
segunda mitad del siglo XIX. Pretendieron alcanzar la se­
guridad, la paz, el progreso y el desarrollo de la agricultu­
ra, el incremento del comercio, de la industria y de la po­
blación.14
En el poniente de Michoacán, la colonización crista­
lizó con la “creación de tierras nuevas”, desecando las áreas
pantanosas. Las desecaciones también plantearon en for­
ma especial la consolidación de la mediana y la gran pro­
piedad. Planteamiento que se comprueba si se observa que
tanto las localidades como los empresarios se sumaron a
los proyectos decretados por el Estado. En 1888, al anali­
zar los “obstáculos” que se oponían al progreso, las locali­
dades del distrito de Zamora indicaron que la “falta de
ranchos o haciendas” impedía su prosperidad. Ya que exis­
tiendo estos tipos de propiedades tendrían en que “ocupar­
se para atender a la subsistencia de la mayor parte de los
habitantes, pues estos viven en la más triste miseria, y por
lo mismo no hay consumidores sino muy en pequeño”.15
Los empresarios se dispusieron a efectuar los proyec­
tos de colonización bajo la condición exclusiva de recibir
una parte de los terrenos que alumbraran. Además, expre­
saron su apoyo y realizaron la institucionalización de la
propiedad privada, ya que los “nuevos terrenos” se distribu­
yeron entre haciendas y algunos pueblos.16
En fin, las localidades, empresarios y funcionarios
públicos coincidieron en los proyectos de desecación. Par­
ticiparon gustosos ya que programaban cultivar terrenos
que no eran “un don de la naturaleza”, ni de “formación
natural”, sino que harían productivas nuevas tierras, crea­
das por la industria del hombre. De esa manera, ganarían
terrenos feraces, propicios para el cultivo. Además extir­
parían los males, convertirían a la comarca “en rica, sana
y fértil”. Impulsarían al México moderno con las obras ya
que aportarían beneficios tanto a la sociedad como al Es­
tado y en particular a la región. Así, en 1922, los empre­
sarios hacían hincapié en la magna obra, afirmando “lo hi­
cimos en pro de la clase indígena y por el bien y prosperi­
dad del país”...“Desenvolvimos nuevos elementos de pro­
ducción, establecimos trabajo de cooperación entre la nue­
va finca y los labradores aparceros de la comarca, con su
patrimonio propio”. Y, agregaban que ellos habían puesto
“esfuerzo y dinero en la labor de crear nueva tierra donde
no la había”17 dando solución a diversos problemas técni­
cos.
Los científicos calificaron como sencillos los proble­
mas técnicos al afirmar que la solución de las ciénegas se
hallaban en una “simple canalización”, que resultaría en
la desecación inmediata de los pantanos. Los canales sólo
necesitaban una pendiente indispensable para que corrie­
ra el agua. Pero éstos tenían que ser de tres tipos: genera­
les de desagüe, colectores y drenes o sangraderas. Sin em­
bargo, las obras de desecación pasaron por diversos trances.
Varios fueron los intentos de desecar el valle de Huaniqueo pero en forma aislada y “sin plan”. En marzo de
1864, el general Felipe B. Berriozabal, Gobernador de Mi-
choacán, expidió en Uruapan un decreto, en el cual de­
terminó que la desecación de la ciénega era de 'gran uti­
lidad pública”, ya que tal obra “dará salubridad a las po­
blaciones contiguas y aumentará el valor de las propieda­
des”. Además, ordenó que los propietarios hicieran la de­
secación y en compensación declaró la exención del “pa­
go de contribuciones a las tierras alumbradas”. Pero, en
ese año, los mandatos y determinaciones decretadas que­
daron en el aire.
En 1884, el mismo Gobierno de Michoacán intentó,
“sin éxito, la desecación de la ciénega”.18 Sin embargo, en
esas fechas, don Antonio P. Carranza, propietario de las
haciendas de Zipimeo y anexas, emprendió, “mediante el
esfuerzo aislado y continuo de muchos años y la inversión
de un fuerte capital, obras de verdadera importancia, ten­
dientes a desecar los terrenos”. Trabajos que en la posteri­
dad fueron considerados como “piedra angular de toda la
magna obra”, aunque no reunieron “los requisitos de per­
fección”. Pues “era imposible que aisladamante un propie­
tario, desplegando su esfuerzo individual, llevara a cabo
obras de la magnitud necesaria”.19
Antonio P. Carranza realizó trabajos en terrenos de
su propiedad, en el extremo norte de la ciénega, en donde
‘'afluyen todas las vertientes y aguas de aquella zona”, ubi­
cando tres canales que “son verdaderos ríos por lo cauda­
losos, y se conocen con los nombres de canal Carranza, ca­
nal de la Empresa y río de la Patera”.
En 1886, “se otorgó la primera concesión de origen
federal” a Manuel Vallejo; en 1893, los propietarios comar­
canos emprendieron nuevamente labores para ejecutar la
desecación, “mas sus esfuerzos fueron infructuosos y aban­
donaron la empresa con pérdida de varios miles de pe­
sos”.20
La concesión otorgada a Manuel Vallejo fue tras­
pasada oficialmente, en 1896, a Noriega y Compañía. En
ese año, los empresarios Noriega firmaron contrato con
los “hacendados, dueños de terrenos cenagosos, para de­
secar los pantanos, aceptando como pago la tercera par­
te de las tierras alumbradas”. La Secretaría de Fomento,
Colonización e Industria, en 1899, aprobó los planos de
la obra, declarando de utilidad pública la desecación por
lo cual se iniciaron las labores. Los trabajos se prolonga­
ron por ocho años hasta en 1907.
Los empresarios para realizar las obras modernizaron
los instrumentos de trabajo e importaron dragas para
abrir los canales en terrenos blandos. Los instrumentos
significaron una gran novedad y avance hacia el progre­
so, de una “región lejana de lugares industriales”. Pero,
resultaron “difíciles y costosas las reparaciones” que ocu­
rrían a diario. Otra novedad importante de la colonización
fue el establecimiento de una vía férrea en 1901, que
atravesó la región en una extensión de ciento treinta ki­
lómetros, terminó con el “aislamiento en que por largos
años vivieron los vecinos de Zacapu y sus contornos”21
y los comunicó tanto con el interior del país como con los
Estados Unidos.
El alumbramiento de las tierras requirió la importa­
ción de instrumentos de trabajo, mismo que dependía de
la llegada del “capital de fuera” —foráneo o extranjero—,
con ese capital los empresarios invirtieron en total tres
millones de pesos oro.22
Las obras de desecación consistieron en “dar salida al
agua que llenaba el antiguo vaso de la ciénega conducién­
dola para que afluyera el río Angulo”. Si se analiza la obra
se observa que tenía una tupida red, “siendo su desarro­
llo de cuarenta kilómetros, aproximadamente, por lo que
toca a canales generales de desagüe, y de más de cincuen­
ta kilómetros por lo que se refiere a los canales colecto­
res; sin comprender los drenes, “cuya longitud total as­
cendía a varios cientos de kilómetros”.
Los canales principales fueron cinco:
l)e l C a n a l G e n e r a l d e D e s a g ü e que partió del “pue­
blo de Tarejero al Vado de Aguilar, hoy Villa Jiménez,
y mide una longitud de quince mil doscientos metros. En
Villa Jiménez, “en una longitud de mil doscientos me­
tros el canal está abierto en roca basáltica, que es la for­
mación del estribo de uno de los cerros a cuyo pie corre
el río Angulo, al cual afluyen todas las aguas de la Cié­
nega”. Del resto del canal, una longitud de un kilóme­
tro se abrió en tepetate y la otra porción en tierra blanda.
Como su nombre lo indica, sirve para dar salida a todas
las aguas de la cuenca.
“Este canal tiene secciones distintas de capacidad, en
los dos primeros kilómetros o sea a inmediación del pueblo
de Tarejero, tiene doce metros de ancho y una pendien­
te de veinte centímetros por kilómetro; en los cinco kiló­
metros siguientes, la pendiente es la misma, la profundi­
dad varía de cuatro a cuatro y medio metros y el ancho
es de catorce metros.
E l C a n a l d e Y er b a b l t e n a “tiene un desarrollo de
ocho kilómetros”, una pendiente de veinte centímetros
por kilómetro, su profundidad varía de dos a tres y me­
dio metros y su anchura es de diez metros en toda su
longitud. “Sirve en parte de lindero entre las hacien­
das de Copándaro y Bellas Fuentes y recibe las aguas
del río de la Patera y de las vertientes de Bellas Fuentes .
2)
3 ) E l C a n a l d e N a r a n j a “parte del Ojo de Agua de
la Congregación”, ubicado en la parte norte inmediata
al pueblo de Naranja, pasa por el pie del Cerrito Colo­
rado y después de unirse al Canal de Zacapu “al norte
del pueblo de Tarejero” forma el principio del Canal
General de Desagüe. Su longitud es de seis mil ocho-'
cientos cincuenta metros, tiene dos metros de profundi­
dad por ocho de ancho, como término medio. Presenta
una pendiente de treinta centímetros por kilómetro. “Sir­
ve para encauzar las aguas de los manantiales de N a­
ranja, Buena Vista y El Cortijo, así como las aguas de las
vertientes del Sur”.
4) E l C a n a l d e Z a c a p u “parte de la pequeña laguna
formada a inmediaciones de la Villa de Zacapu, recoge
las aguas de la vertiente Sur Oeste de la cuenca, las de
los manantiales de Zacapu y las pluviales de las lomas
de Jauja, propiedad anexa a la Hacienda de Cantabria. La
anchura del canal varía, pues tiene ocho metros en los dos
primeros kilómetros partiendo de Zacapu, canal abajo,
rumbo a Tarejero, nueve en los dos siguientes, y diez en
el resto del canal. Su longitud es de seis mil cuatrocientos
metros”.
5 ) E l C a n a l d e C h a p i t i r o tiene dos tramos. “El primero,
que recoge las aguas del arroyo de La Cal, en terrenos de
la Hacienda de Copándaro, y parte de las aguas del río
de La Patera”. Tiene ocho metros de ancho y dos de pro­
fundidad, una longitud de mil trescientos metros, ocho­
cientos de los cuales sirvieron para canalizar el arroyo de
La Garita, y el resto fue abierto en su totalidad. El segun­
do tramo es de dos kilómetros de longitud con una pen­
diente de treinta y cinco centímetros por kilómetro. Tie­
ne diez metros de anchura y de dos a tres de profundi­
dad, recibe las aguas pluviales de las haciendas de El
Cuatro y Copándaro, que forman el Nor-Este de la Cuenyy
ca .
Los canales secundarios que se construyeron en total
fueron nueve:
1) E l C a n a l d e l P e s c a d e r o está dirigido de Poniente
a Oriente, con una longitud de tres mil quinientos me­
tros, uno de profundidad y tres de ancho. Sirve de linde­
ro a las haciendas de Copándaro y Cantabria.
2 ) E l C a n a l d e B e l l a s F u e n t e s tiene “tres y medio
metros de ancho, desemboca en el canal de Yerbabuena
y recoge las aguas de los manantiales que brotan en la
hacienda de este nombre”.
3) Los C a n a l e s C u a t e s son “así llamados por correr pa­
ralelos a diez metros de distancia uno de otro, dirigidos
de Poniente a Oriente”. “Sirven de lindero entre Canta­
bria y Buena Vista y son tributarios del canal de Naran­
ja”. Cada uno presenta una longitud de dos mil sesenta
metros.
4) E l C a n a l G e n e r a l d e C i r c u n v a l a c i ó n como su
nombre lo indica delimita —rodea— la ciénega, al mismo
tiempo sirve para proteger de inundaciones a las labores
que se ejecutan dentro del vaso. Define el lindero entre
Cantabria y los pueblos de Naranja, Tirindaro, Tarejero; entre Cantabria las haciendas de Buena Vista y el
Cortijo. Recibe aguas pluviales y de canales colectores.
Tiene una anchura de dos y medio metros, un desarro­
llo longitudinal de veintiún mil setecientos metros.
5-9) Los canales de las haciendas de E l C o r t i j o , Be­
l l a s F u e n t e s , T a r i a c u r i , Los E s p i n o s y Z i p i m e o
tie­
nen una función de desaguadores y sirven de linderos en­
tre dos haciendas colindantes.
Los canales colectores funcionaron “para recoger las
aguas de la red de drenes, que se abrieron en toda el área
de los terrenos desecados. En general, estos canales se
abrieron en tramos de quinientos metros aproximadamente;
en la mayoría de los casos fueron prolongados a lo largo
de los canales principales, porque atentaban contra su
pendiente, “funcionando entonces como contravallados”.
Por esa razón no se unieron a los canales principales pa­
ra que no impidieran su corriente. Los colectores tenían
una anchura que variaba entre dos y tres y medio metros.
La longitud de los canales que se encontraban en los po­
treros llamados de Naranja, Tirindaro, de Alfonso XII,
María Cristina y de San Juan, fue de dieciocho mil ocho­
cientos ochenta metros.
Los drenes o sangraderas tenían una anchura media
en el fondo de cincuenta centímetros, profundidades dis­
tintas y longitudes variables, según las necesidades del
terreno en cada una de las fincas. En la Hacienda de
Cantabria los drenes se ubicaron a cien metros de dis­
tancia.
El sistema de mantenimiento que sostuvo al gran
aparato dendrítico tuvo que ser ágil y práctico. La ciéne­
ga estaba rodeada de manantiales y era preciso dar salida
al agua. Por otra parte, los canales principales eran de
una “pendiente demasiado pequeña, apenas la indispensa­
ble para que corriera el agua”; en consecuencia el menor
estorbo que encontrara, el menor desperfecto de cualquie­
ra de ellos era suficiente para hacer rebalsar el agua a
distancias considerables. Los obstáculos podían ser la ve­
getación acuática, “tan abundante en estos canales”, o
bien los derrumbes de sus taludes, “muy frecuentes por
ser el terreno exclusivamente deleznables;
o el azolve
que las aguas pluviales arrastran en todas las cuencas y
que necesariamente tenían que depositarse en el fondo
por la corta velocidad de la corriente. Se observó que to­
dos los canales eran una unidad, definidos por una red
sistemática “de manera que unos con otros estaban ínti­
mamente ligados y el mal funcionamiento de uno de
ellos se reflejaba en todos los demás”. Así que, un dren
en “mal estado y por consiguiente no funcionando con
regularidad, dejaba de drenar la zona a que estaba des­
tinado; y un canal colector en malas condiciones afectaba
todo el terreno cruzado por los drenes que en él desembo­
caban; y un canal general en mal estado perjudicaba todo
el terreno surcado por los drenes y colectores que le eran
tributarios”.
De ahí que surgiera un sistema de mantenimiento
ágil y práctico: de no mantenerse todos los canales de la
ciénega en perfecto funcionamiento, los terrenos gana­
dos por la desecación volverían a convertirse en pantanos.
Las tierras creadas del valle de Huaniqueo en total
sumaron doce mil doscientos sesenta y un hectáreas. Es­
tas consolidaron y revitalizaron el sistema de hacienda,
pues dieron origen a la hacienda de Cantabria con tres
mil novecientos ochenta y ocho hectáreas y ampliaron la
tenencia de las fincas circunvecinas. La hacienda Tariacuri recibió mil ochocientos cincuenta hectáreas, Zipi-
meo setecientas treinta, los Espinos setecientas cincuenta
y cinco, Copándaro mil novecientas treinta y tres, Bellas
Fuentes mil doscientas sesenta y cinco, El Cortijo qui­
nientos treinta y seis, Buena Vista cuatrocientos ochenta
y una hectárea. Además, incrementaron la pequeña pro­
piedad, aportando cuatrocientos cinco hectáreas a “varios
pueblos y fracciones” (veáse cuadro 1).
Las obras realizadas de 1864 a 1907 modernizaron la
hacienda tradicional, por lo tanto, los empresarios deno­
minaron a sus nuevos establecimientos unidades agríco­
las, fincas industrial-agrícolas23 o modernas fincas.24 Los
inversionistas indicaron que, por una parte, la nueva ha­
cienda fortaleció al gobierno federal y del Estado, pues
percibieron desde entonces, impuestos muy cuantiosos so­
bre lo que antes nada les producía, “antes se pagaban, so­
bre un valor fiscal de poco mas de doscientos cincuenta
mil pesos en toda la comarca, ahora se causan sobre ese
mismo valor fiscal elevado a C inoo M illo n e s y T e r c io
de pesos ( ...) El comercio se desarrolló en la misma por­
ción y la Renta del timbre supone considerable aumento
debido todo a esta transformación”.25 Por otra parte se
ñalaron que las unidades agrícolas hicieron desaparecer
los focos de infección que perjudicaban la comarca y que
en “donde nada se producía, surgieron terrenos fértiles”
que proporcionaron ocupaciones y bienes a la población
trabajadora; aumentaron los salarios, “desde el principio
de la obra”, de diez y ocho a veinticinco centavos diarios26.
Las cosechas de maíz fueron incrementadas “pudiendo de­
cirse, sin que sea hiperbólica, que Michoacán es, hoy
día, gracias a esos trabajos de tanta magnitud, un grane­
ro de la República”.27 La producción de granos se combi­
nó con la cría y engorda de ganado. En 1924, la Compa­
ñía Noriega dispuso sacar al mercado mil trescientos vein­
titrés toros y novillos. Además, en la Hacienda de Canta­
bria pastaban “toros de la propiedad de Plutarco Elias
Calles”.28
CIENEGA DE ZACAPU
Desecación
Cuadro 1
D i s t r i b u c i ó n d e P r o p ie d a d e s y V a l o r e s F is c a l e s
C om parados
FINCAS
Hda de Copándaro.
” BeUasfuentes
” El Cortijo.
” Buenavista.
” Tariácuri 1854.15
” El Brinco 311.76
” Zipimeo
730.00
” Los Espinos.
” Cantabria.
Varios Pueblos y
que correspondió a cada
finca.
Valoi
antes de la
desecación.
Valor fiscal actual.
cada fine?..
1,933.98 Hectáreas.
1,265.30
536.41
481.43
$ 120,000.00
” 12,740.00
” 10,000.00
” 12,700.00
$ 1,037,300.00
” 500,000.00
” 379,220.00
” 350,000.00
9,100.54 Hectáreas
2.500.00
912.00
4.591.00
2,895.91
755.00
3,988.08
” 100,000.00
” 1,150,620.00
” 430,000.00
” 1.510,600.00
8,806.00
3,616.15
4,564.00
405.42
400.00
12,261.53 Hectáreas.
$ 255,840.00
405.42
$ 5,357.740.00
34,495.11 Hectáreas
NOTA.—Las obras y demás gastos totales de la Desecación importaron TRES MILLONES DE PESOS para la
Empresa, a la cual le resultaron las 3,988.08 hectáreas de Cantabria a $ 752.00 la hectárea. Las
8,273.45 hectáreas de Ciénega distribuidas entre los demás propietarios, incluyendo la totalidad del
terreno de sus fincas, les resultan a un costo aproximado de $ 8.00 la hectárea, tomando en cuen­
ta el valor de adquisición o fiscal anterior.
Al pueblo de Tarejero se le desecó su parte de ciénega sin ningún costo.
No tenemos datos del valor fiscal actual de los Pueblos y Fracciones.
La aparcería fue inherente a las nuevas unidades
agrícolas. Sin embargo, los empresarios hacían hincapié en
que, en esas fechas, desenvolvieron “nuevos elementos
de producción” y establecieron “trabajo de cooperación
entre la nueva finca de Cantabria, que allí formamos, y
los labradores aparceros de la comarca la disfrutan des­
de entonces”. Es decir, la aparcería significó un moderno
sistema “de propiedad usufructuaria”, en el cual el “peón
emancipado”, ya no trabajaba como jornalero, sino como
aparcero. Señalaban que el aparcero era “socio de los pro­
pietarios”, pues recibió cooperación bajo diversas formas:
semillas, habitaciones, aperos, bueyes, arados y útiles de
labranza, 3e numerario —dinero— cuando lo necesitaban,
sin ningún interés y que cultivaba la tierra libremente
para ganar, no un jornal mezquino sino una parte pro­
porcional de las utilidades, sin ir a pérdidas. Por lo cual,
muchos aparceros contaban ya con su patrimonio pro­
pio.29
Por otra parte, los trabajadores señalaron que era
bueno hacer constar las bases altamente liberales, pues
“la costumbre general aceptada en todo el Estado que el
aparcero pague, siempre, la cantidad de dos hectolitros de
maíz, pero poniendo de propia cuenta, arados, aperos y
útiles de labranza”, en cambio Cantabria, “abandonando
esa costumbre, no exige renta alguna por los semovientes
que presta a los medieros, facilita así grandemente el cul­
tivo de las tierras”.30 Además, los aparceros agregaban que
los gastos de cosecha eran por cuenta exclusiva de la ha­
cienda. “El aparcero recibe el producto de su cosecha en
el lugar mas próximo a su casa y no en el campo como
es costumbre en todas partes. La hacienda facilita al apar­
cero durante toda la época de la labor habilitación y di­
nero necesario para su sostenimiento y el de su familia,
sin cobrar interés ni recargo alguno. Quedaba a cargo ex­
clusivo de la hacienda el sostenimiento del drenaje gene­
ral, pago de veladores y demás gastos de administra­
ción”.31
Los críticos de la hacienda observaban que la aparce­
ría se heredaba de padres a hijos y que al existir una mala
cosecha las deudas recaían únicamente en el trabajador.
Además añadieron que la hacienda no permitía a los tra­
bajadores “criar algunos animales domésticos, como un me­
dio de ahorro, pues si criaban cerdos, se los permitían só­
lo con la condición de venderlos a la hacienda y esto
ocurría en 1920”.32 Los observadores agregaban que la
hacienda, hizo continuar “el mismo régimen, con igual
s’tuación social y económica de los campesinos, sobre los
cuales vino a gravitar un nuevo grupo parasitario”, el sis­
tema bancario el cual “vino a dar participación al ca­
pital extranjero en las riquezas nacionales”. Se hacía hin­
capié en que este último vino a explotar no sólo a los hu­
mildes sino también a los propietarios de haciendas por
medio de fáciles hipotecas que gravaron muy pronto a un
número considerable de fincas (...) de haber continuado
veinte años más el régimen bancario porfirista, el 75%
de las haciendas michoacanas habría ido a parar a manos
de los bancos”. “Estas nuevas condiciones agravaron aún
más la situación de la gente campesina, puesto que si an­
tes había tenido que trabajar para los mayordomos, el ad­
ministrador, el dueño, el clero y el gobierno dictatorial,
después tuvo que añadir a estos parásitos los capitalistas
extranjeros”. Además, se agregaba que “los mayordomos
y los administradores siguieron como antes guardando sus
‘ahorros’, pero los ‘amos’ encontraron en las fáciles y
cuantiosas hipotecas fuentes de dispendio y de desequi­
librio económico con todas las exigencias q ue‘la gran pros­
peridad nacionar impuso como un deber social para las
clases acomodadas. Los primeros gravámenes fueron se­
guidos de otros mayores, se abría un pozo para tapar
otro’, y así se estableció una situación de desequilibrio
económico.33
1 AGMN. Obregón-Callles. Exp. 818-N-12
2 Noriega y Cía. 1923. La desecación de la ciénega de Zacapu y las
leyes agrarias. Caso especial único en el país, S/p .i., pág. 7
3 AGMN. Obregón-Caíles. 818-CH-17
4 Idem. 818-N-12 Ramo Fomento Desagüe. Vol. 11, exp. 192.
5 AGMN Obregón-Calles. 818Cg-17.3
6 Arch. Ayuntamiento Zamora. Ramo Fomento. 1888, Leg. 2, f. 5.
1899. Leg,L2, 18. 1900, Leg. fs. 14, 17, 18.
7 Noriega y Cía. 1923, pág. 10.
8 Oviedo Mota, A. 1933 La organización social en Michoacán. Mes.
AGNM.R. Presidentes: Cárdenas, Comisión d^ estudios No. 20,
pág. 8.
9 Gfr. Moreno, Heribqrto, 1980. “Ciudadanía y propiedad en el
pensamiento histórico de, Lorenzo Zavala”. Relaciones. Estudios
de historia y sociedad} México. El Colegio de. Michoacán, Vol. I,
núm. 4, pp. 112-138.
10 Dublan, Manuel, 1876, Decreto del 18 de Agosto de 1824.,
11 AGNM. Ramo Gobernación. Leg. 73. Decrejto del 19 de junio de
18(28.
12 Ibidem, Art. 25 Inciso VI.
13 Ibidem. Art. 20, 22
14 Memoria que presenta el secretario de Estado y del despacho de
fomento, colonización, industria y comercio de la República Mexi­
cana. Año de 1869. México. Impr. del gobierno, p. 70
15 Arch. Mpali. Zamora. Ramo Fomento. 1888. Leg. 1, Exp. 5
16 Noriega y Cíia. 1923, p. 10
17 Idem. pág. 17-18. AGNM. Obregón-Calles Exp. 818-N-12, p.5—6,
64.
18 Ibidem, pág. 8.
19 AGNM. Obregón-Calles. Exp. 818-N-12, pp. 50-53
20 Noriega y Cía. 1923. p. 8.
21 Ibidem, ip. 12, 22.
22 Ibidem. Todos los datos de los canales quq utilizamos a continua­
ción proceden de epta fuente.
23 AGNM. Obregón-Caíles, exp. S18-N-12, p. 15.
24 Noriegaj y 'Cía, 1923. p. 25
25 Ibídpm, p. 18
26 Ibidem, p. 27
27 Ib. p. 36. AGNM. Obregón-Calles Exp. 818-N-12, p. 51.
28 AGNM. Obregón-Calles. Exp. 101-R2-31
29 Ibidem, Exp. 818-N-12. p. 40
30 Noriega y Cía. 1923, p. 15
31 Ibidem, p. 25
32 AGNM. Obregón-Calles. Exp. 818-C-211.
33 Oviedo Mota, A. 1933. pp. 6-7
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