Nota: Quedan excluidos de la publicación los Diálogos del mes de agosto sobre la ley de justicia y paz dado que: El ponente sólo paso el texto de la ley y fue imposible lograr del autor un documento que recogiera las memorias de su participación en los Diálogos. El señor arzobispo expreso su intención de no hacer una reflexión propia sobre el tema. Y de los Diálogos de noviembre la ponencia del Doctor JAIME PIEDRAHITA YEPES sobre Hambre y seguridad alimentaria ya que el autor se limito a entregar una presentación en power point que de nada servía a la recopilación de memorias para la publicación, además al ser contactado el Dr. Yepes manifestó su imposibilidad de hacer llegar un texto para su publicación. DIÁLOGOS DE LA CATEDRAL Editorial Universidad Pontificia Bolivariana Diálogos de la Catedral Vicerrectoría Pastoral UPB Gran Canciller: Mons. Alberto Giraldo Jaramillo Rector: Mons. Luís Fernando Rodríguez Velásquez Compilación: C.S. Lucia Inés Toro Jaramillo Dirección Editorial: Editorial Universidad Pontificia Bolivariana CONTENIDO Presentación……………………………………… Febrero UN HUMANISMO INTEGRAL Y SOLIDARIO………………………. POR UNA CIVILIZACIÓN DEL AMOR Ponentes: Monseñor DARÍO MÚNERA VÉLEZ Monseñor ALBERTO GIRALDO JARAMILLO Abril CALIDAD DE VIDA…………………………………………………….. Ponentes: Pbro. DIEGO ALONSO MARULANDA DÍAZ Monseñor ALBERTO GIRALDO JARAMILLO Junio ECOS DEL ENCUENTRO NACIONAL DE UNIVERSIDADES CATÓLICAS……………………………………… Ponentes: Pbro. JORGE IVÁN RAMÍREZ AGUIRRE Monseñor ALBERTO GIRALDO JARAMILLO Noviembre HAMBRE Y SEGURIDAD ALIMENTARIA……………………………. Ponentes: Doctora DORA CECILIA GUTIERREZ HERNÁNDEZ Monseñor ALBERTO GIRALDO JARAMILLO PRESENTACIÓN En el año 2005 nuestra Universidad ha celebrado 60 años de su condición de Universidad Pontificia. La comunidad universitaria se esforzó por descubrir en la enseñanza de los Pontífices que han presidido la Iglesia en la caridad, la gran orientación de su inmenso trabajo de humanismo cristiano. También en este año DIÁLOGOS DE LA CATEDRAL, obedeciendo a la orientación mencionada, procuró crear el espacio de encuentro entre diversas disciplinas para el estudio de diversos temas importantes en la misión de evangelización de la cultura. El 24 de febrero nos dedicamos a realizar una primera aproximación al COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. Orientamos nuestra reflexión a descubrir EL RETO DE LA DOCTRINA SOCIAL. Llegamos así a dar cumplimiento de lo expresado en la Exhortación Post sinodal después del Sínodo para América en 1997. ―Ante los graves problemas de orden social que, con características diversas, existen en toda América, el católico sabe que puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia la respuesta de la que partir para buscar soluciones concretas. Difundir esta doctrina constituye, pues, una verdadera prioridad pastoral‖. Unas líneas adelante agrega: Para alcanzar este objetivo sería muy útil un compendio o síntesis autorizada de la doctrina social católica, incluso un ´catecismo´, que muestre la relación existente entre ella y la nueva evangelización‖ 1. Los títulos de la Introducción “Un humanismo integral y solidario” y la Conclusión “Por una civilización del amor”, recogen todo el contenido de las reflexiones. El pasado 28 de abril procuramos hacer eco a la LECCIÓN INAUGURAL que al comienzo de este año reflexionó sobre la UNIVERSIDAD AL SERVICIO DE LA VIDA. La intención que teníamos era dedicar la reunión de DIÁLOGOS a continuar la reflexión sobre el tema hablando de la CALIDAD DE VIDA. En una carta con fecha de 19 de febrero, dirigida a Monseñor Sgreccia, Presidente de la Pontificia Academia por la Vida, con ocasión del Congreso que entonces se celebraba, ya mencionado, Juan Pablo II llamó la atención sobre «la cualidad esencial que distingue a toda criatura humana que es el haber sido hecha a imagen y semejanza del mismo Creador» (n. 3). Esta dignidad y cualidad de la persona «está presente en todos los momentos de la vida, desde el mismo momento de la concepción hasta su muerte natural», indicaba el Papa. «En consecuencia, se debería reconocer y respetar a la persona humana en cualquier situación de salud, enfermedad o discapacidad. »2 El 23 de junio tratamos de hacer ECO a nuestras celebraciones con ocasión de los 60 años de nuestra condición pontificia. Recogimos, en esa oportunidad, algunos elementos del CONGRESO NACIONAL DE UNIVERSIDADES CATÓLICAS. Hoy, más que en otros momentos de la vida de nuestra Patria, se hacen indispensables: el servicio a la VERDAD, sin ambigüedades y disimulos; la defensa clara de la VIDA HUMANA en todas las etapas de su desarrollo y con un claro reclamo por su calidad que supere las exclusiones y violencias de las que a diario somos testigos; la proclamación de la DIGNIDAD DE LAS PERSONAS, por encima de las caricaturas de bienestar que va contagiando una cultura globalizada; la convocación a constituir AUTÉNTICAS COMUNIDADES CATÓLICAS que superen el pensamiento de expresiones de una fe que no se logra ubicar; y, por encima de todo, el ANUNCIO DE JESUCRISTO, camino, verdad y vida para cada uno de los seres humanos en el tercer milenio. El 25 de agosto nos dedicamos a reflexionar sobre la LEY DE JUSTICIA Y PAZ que había sido entregada por el Congreso de la República. Desde nuestras convicciones 1 2 JUAN PABLO II, Exhortación pastoral post sinodal ECCLESIA IN AMERICA n.54 ZENITH, 12 de marzo de 2005. tratamos de ubicar la lectura de la fe en el marco de la RECONCILIACIÓN que se manifiesta en VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. La exposición y el diálogo posterior dieron elementos para comprender la difícil responsabilidad de todos frente a los procesos de desmovilización y desarme de los diversos grupos armados en el país. Finalmente, en el contexto de las grandes preocupaciones del mundo en este momento histórico, el pasado 24 de noviembre, reflexionamos sobre la SEGURIDAD ALIMENTARIA, en el contexto de un mundo que tiene hambre, de alimento y de plenitud en el mismo Señor de la vida. Culminamos un año más de nuestra historia como Universidad. Seguimos soñando en lo que debe llegar a ser nuestra Universidad, con los recursos que posee. Me atrevo a pensar en una meta hermosa y comprometedora. Estamos aquí para formar expertos en humanidad. El Papa Pablo VI se presentó ante la Asamblea de las Naciones Unidad el 4 de octubre de 1965 y entre otras cosas dijo: ―Es como ´experto en humanidad´ como aportamos a esta organización el sufragio de nuestros últimos predecesores, de todo el episcopado católico y el nuestro, convencidos como estamos de que esta organización representa el camino obligado de la civilización moderna y de la paz mundial‖3 La UPB quiere formar ―expertos en humanidad‖. Alberto Giraldo Jaramillo Arzobispo de Medellín Gran Canciller de la UPB 3 PABLO VI, Discurso a la ONU, 4 de octubre de 1965, n. 1. UN HUMANISMO INTEGRAL Y SOLIDARIO POR UNA CIVILIZACIÓN DEL AMOR Febrero Ponentes: Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo Arzobispo de Medellín Gran Canciller de la UPB Monseñor Darío Múnera Vélez Ex Rector de la Universidad Pontificia Bolivariana UN HUMANISMO INTEGRAL Y SOLIDARIO, POR UNA CIVILIZACIÓN DEL AMOR El Reto de la Doctrina Social Por: Mons. Alberto Giraldo Jaramillo Si doy un repaso a las noticias de una semana en Colombia puedo dar revista a los grandes interrogantes que nos estamos haciendo con todos nuestros compatriotas. Los campos de la justicia, de la economía, de la salud, de la educación van pasando por nuestras mentes como otros tantos desafíos a los cuales debemos responder. Si de allí, pasando por unas buenas horas de silencio, meditación y estudio, me pregunto ¿qué hacer? me encuentro con este párrafo de la Exhortación LA IGLESIA EN AMÉRICA: ―Ante los graves problemas de orden social que, con características diversas, existen en toda América, el católico sabe que puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia la respuesta de la que partir para buscar soluciones concretas. Difundir esta doctrina constituye, pues, una verdadera prioridad pastoral‖. Unas líneas adelante agrega: ―Para alcanzar este objetivo sería muy útil un compendio o síntesis autorizada de la doctrina social católica, incluso un ―catecismo‖, que muestre la relación existente entre ella y la nueva evangelización‖ 4 Muchos de los aquí presentes recordamos la visita que hizo a nuestra Universidad el Señor Cardenal Francois Xavier Nguyen Van Thuan, cuando era Presidente de la Pontifica Comisión Justitia et Pax; él estuvo al frente de la realización de este propósito; tuvo la ilusión de presentar el compendio en algún País de América. Después de su muerte la obra llega a feliz término. El pasado 25 de octubre, el Señor Cardenal Renato Martino, actual Presidente del Pontificio Consejo Justitia et pax, quien también visita nuestra Universidad, presentó el "COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA La nota de Zenith para esa ocasión resume así la noticia. ―El volumen de unas quinientas páginas consta de una introducción: "Un humanismo integral y solidario", tres partes y una conclusión titulada "Por una civilización del amor".La Primera Parte está compuesta por cuatro capítulos y trata de los presupuestos fundamentales de la doctrina social. (...) La segunda parte, compuesta de siete capítulos, aborda los contenidos y los temas clásicos de la doctrina social: la familia, el trabajo, la vida económica, la comunidad política, la comunidad internacional, el ambiente y la paz. La tercera parte, mucho más breve porque se compone sólo de un capítulo, contiene una serie de indicaciones para la utilización de la doctrina social en la praxis pastoral de la Iglesia y en la vida de los cristianos, sobre todo de los fieles laicos. El Señor Cardenal Martino, al presentar el documento dijo que el Compendio es "una herramienta para el discernimiento moral y pastoral de las complejas situaciones que caracterizan a nuestra época, una guía para inspirar (...) y una ayuda para los fieles sobre la enseñanza de la moral social". Es también, agregó, "un medio para alimentar el diálogo ecuménico e interreligioso de los católicos con todos los que desean sinceramente el bien del ser humano". El purpurado enumeró a continuación "algunos retos decisivos y de gran relieve e importancia", a los que se espera el compendio sirva de respuesta. "El primero es el reto cultural, que la doctrina social afronta sirviéndose de su dimensión interdisciplinaria constitutiva. (...) El segundo procede de la situación de indiferencia ética y religiosa y de la necesidad de una colaboración interreligiosa renovada. (...) El tercero es propiamente pastoral. El futuro de la doctrina social de la Iglesia en el mundo de hoy dependerá de la comprensión, del arraigo de la doctrina social en la misión propia de la Iglesia. (...) 4 JUAN PABLO II, Exhortación pastoral post sinodal ECCLESIA IN AMERICA n.54 Depende de la comprensión renovada de cómo esta doctrina está ligada a todos los aspectos de la vida y de la acción de la Iglesia". Hoy empezamos a conocer este COMPENDIO en la UPB. La importancia del trabajo que ahora nos corresponderá a todos se puede subrayar con otro texto de la Exhortación arriba mencionada: ―Los daños derivados de la difusión del secularismo en… ambientes, tanto políticos, como económicos, sindicales, militares, sociales o culturales, muestran la urgencia de una evangelización de los mismos, la cual debe ser alentada y guiada por los Pastores, llamados por Dios para atender a todos. Es necesario evangelizar a los dirigentes, hombres y mujeres, con renovado ardor y nuevos métodos, insistiendo en la formación de sus conciencias mediante la doctrina social de la Iglesia. Esta formación será el mejor antídoto frente a tantos casos de incoherencia y, a veces, de corrupción que afectan las estructuras sociopolíticas.‖5 Cuando la Universidad llega a los sesenta años de su condición de Universidad Pontificia es particularmente importante que reafirme la aceptación de las orientaciones que recibe para guardar su identidad como Universidad Católica. Ya contamos con el Instituto de Doctrina Social, al revisar nuestra VOCACIÓN Y MISIÓN, hemos insistido ampliamente en lo que significa nuestra opción por un HUMANISMO CRISTIANO integral como tarea para toda la familia universitaria UPB. El COMPENDIO tiene dos títulos que vale la pena subrayar. El de la Introducción: UN HUMANISMO INTEGRAL Y SOLIDARIO y el de la Conclusión POR UNA CIVILZACIÓN DEL AMOR. Soñando en lo que debe llegar a ser nuestra Universidad, con todos estos recursos, me atrevo a pensar en una meta hermosa y comprometedora. Estamos aquí para formar expertos en humanidad. El Papa Pablo VI se presentó ante la Asamblea de las Naciones Unidad el 4 de octubre de 1965 y entre otras cosas dijo: ―Es como ´experto en humanidad´ como aportamos a esta organización el sufragio de nuestros últimos predecesores, de todo el episcopado católico y el nuestro, convencidos como estamos de que esta organización representa el camino obligado de la civilización moderna y de la paz mundial‖6 Vamos a trabajar el COMPENDIO para llegar a esta meta: convertirnos en EXPERTOS EN HUMANIDAD. 5 6 ECCLESIA IN AMERICA, n. 67 PABLO VI, Discurso a la ONU, 4 de octubre de 1965, n. 1. ESTRUCTURA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. Por: Mons. Darío Múnera Vélez Presentación 1. El esperado Compendio de la Doctrina social de la Iglesia. 2. Por qué y para qué el Compendio. 3. Estructura y contenido. Introducción: humanismo integral solidario. Primera parte: fundamentos, principios y valores permanentes. Segunda parte: temas y ―cuestiones nuevas‖: * En la familia. * En el trabajo. * En la vida económica. * En la comunidad política. * En la comunidad internacional. * En el medio ambiente. * En la promoción de la paz. Tercera parte: acción eclesial. Soportes: Tres índices: referencias, analítico y general. Conclusión: ―civilización del amor”. 1. Un Compendio esperado. En el mundo eclesial se ha escuchado con frecuencia la necesidad de un ―catecismo‖ especial sobre la Doctrina social de la Iglesia. Unas veces por la necesidad de tener elementos culturales, sociales, políticos, económicos, técnicos, etc. para llevar a cabo un diálogo más preciso con las preocupaciones del mundo moderno. Otras, por la necesidad de tener una herramienta para hacerle frente a tantas y tan diversas situaciones de los hombres, mujeres y comunidades en la sociedad civil. Otras, porque no siempre se encuentra en los catecismos de doctrina cristiana suficientes elementos para una interpretación de lo que acontece en el mundo social. Otras, porque el afán de presencia irreversible de la Iglesia en el mundo moderno de las realidades terrenas requiere un instrumento más especializado. Otras, porque el actual Pontífice Juan Pablo II es un auténtico convencido y promotor de la necesidad pastoral de conocer y utilizar adecuadamente este instrumento de la doctrina social para la acción pastoral que el mundo contemporáneo necesita. En efecto, cuando uno reflexiona sobre su largo pontificado, en sus muchos y muy diversos documentos, encíclicas y otros importantes mensajes, uno se convence de que una de las principales características de su Magisterio se centra en la importancia y la necesidad pastoral de la doctrina social. De manera particular, los obispos de América, reunidos en Asamblea especial del Sínodo de Obispos para América, celebrada en el Vaticano, del 16 de noviembre al 12 de diciembre de 1997, presentaron una proposición al Papa solicitando la preparación de un catecismo de doctrina social de la Iglesia. El Papa acogió la idea y así respondió en la Exhortación Apostólica Ecclesia in America: ―Ante los graves problemas de orden social que, con características diversas, existen en toda América, el católico sabe que puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia la respuesta de la que partir para buscar soluciones concretas (…) Para alcanzar este objetivo sería muy útil un compendio o síntesis autorizada de la doctrina social católica, incluso un <<catecismo>>, que muestre la relación existente entre ella y la nueva evangelización‖.7 Finalmente, se optó por el término Compendio. El que hoy estamos presentando en Diálogos de la Catedral. 2. Por qué y para qué el Compendio. ¿Por qué el “Compendio”? Se percibe en el ambiente la necesidad de un pensamiento nuevo, coherente, sólido, maduro y útil en la vida de los hombres y mujeres, de las comunidades y pueblos. Es un hecho que en la época actual y en la sociedad civil no existe tal pensamiento: ni en lo social, ni en lo económico ni en lo político ni en lo cultural ni en lo científico y técnico. Queda la sensación de que todo lo que recibimos del mundo moderno es ―pensamiento débil”, expresión que se está usando con alguna frecuencia, o también pensamiento superficial por la mezcla de consumismo, de información de toda índole sin digerirla, de un tecnicismo a ultranza, de la publicidad agresiva contra principios y valores de profunda tradición, de los esfuerzos de las ciencias en los laboratorios, convertidos mayormente en templos de rechazo o desconocimiento de los derechos de la vida humana, de la mentalidad competitiva que se lleva por delante principios y valores, pues lo que se busca es ganar en todos los sentidos. Ahora bien, quien pierde, y mucho, por la penetración social y cultural de tal pensamiento, es la dignidad de la persona. Y, si esto es así, como lo es, estamos retrocediendo en importantes aspectos de lo que ahora llamamos ―calidad de vida humana‖, la cual no es solo material, sino también humana de verdad y más humana en sus dimensiones sociales, sicológicas, éticas, religiosas, espirituales. Si seguimos retrocediendo, nos espera un futuro oscuro, 7 Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Ecclesia in America 54, Ciudad del Vaticano, 1999. vacío de identidades, enfermo de impotencias, de fracasos, de depresiones, de soledades y de miedos. ¿Para qué el “Compendio”? ¿Para qué es útil, para qué sirve, cuál es su eficacia? Son preguntas importantes. De entrada, habría que decir que en la ―introducción‖ del Compendio, la respuesta no podía ser otra: ―Un humanismo integral y solidario”. ¿Por qué este humanismo y no otro? La historia de las ideas y del pensamiento nos ha servido buenos y malos platos culturales. Hemos conocido la filosofía de los griegos, con toda la sabiduría de pensamiento que encierra, pero se ha convertido en no gustadora ni útil en el mundo de hoy. Hemos conocido las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y ya casi nadie habla de ellos, ni en el ambiente eclesiástico y menos en el civil. Hemos estudiado a los grandes maestros de la Edad Media, en especial Tomás de Aquino y el tomismo, cuya riqueza teológica, filosófica y humanista penetró en la cultura y la mentalidad de miles de profesores, estudiantes e instituciones. Hemos conocido el humanismo racionalista de la ilustración y la edad moderna, satisfaciendo a muchos por el cultivo y la fuerza de la razón como poder capaz de todo lo humano e inhumano y hasta la necesidad de destruir lo divino por ser estorbo para el libre poder del ejercicio de la razón y del ―culto‖ a ‗esta como ―diosa‖ razón. Hemos conocido el marxismo, como materialismo dialéctico e histórico, y como economicismo, hoy ya superado. Hemos conocido el llamado pensamiento científico de la modernidad, para el que sólo cuenta la materia, la experiencia material, física, empírica, incapaz de responder a las más profundas aspiraciones del ser humano, que van más allá de lo meramente humano. ¿Para qué este humanismo? El Compendio nos ofrece la propuesta del ―humanismo integral y solidario” como hilo conductor del pensamiento social cristiano o doctrina social de la Iglesia. El humanismo que hay que rescatar y recuperar es el de la dignidad humana, a la vez, fundamento de la solidez de esta doctrina social. Ahora bien, ―a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, la Iglesia ofrece su doctrina social, como a compañeros de viaje‖.8 El hombre, que se descubre como ser amado por Dios, comprende su propia dignidad, aprende a no contentarse consigo mismo y a encontrar al otro en una red de relaciones siempre más auténticamente humanas.9 He aquí la raíz del humanismo que desarrolla la Iglesia en su doctrina social y es este mismo humanismo el que da sentido y eficacia a esta doctrina social en el diálogo con la historia, en la promoción humana y en la ―nueva evangelización‖. La unidad de único destino de la humanidad exige la aceptación de una responsabilidad común, inspirada en este humanismo, que no se encuentra en los pensamientos enunciados antes, que han buscado su inspiración en la imposición del poder de la sola razón o de la técnica o de la ciencia o de la economía o del relativismo ético y jurídico. Sin embargo, el camino común de la humanidad requiere mayor sabiduría ética o moral que oriente el camino de la historia. El progreso de tantas innovaciones tecnológicas no puede tener otra finalidad distinta a la del bien verdadero de la humanidad del presente y del futuro, bajo el sello o carácter de la dignidad humana.10 3. Estructura y contenido del Compendio. 8 Compendio DSI n. 3. Ibid. n. 4 10 Ibid. n. 6; cf. PP. 20-21. 42. 9 El Compendio presenta, de manera sintética, la enseñanza social, fruto de la reflexión sabia del Magisterio de la Iglesia acerca de las cuestiones sociales, como testimonio del encuentro del Evangelio con los problemas del hombre en la historia.11 Se propone como un instrumento de discernimiento moral y pastoral de los complejos acontecimientos que caracterizan a nuestros tiempos, de diálogo con quienes buscan el bien del hombre, y como una guía de ética social cristiana para inspirar conductas, actitudes, opciones y compromisos sociales.12 Es un documento puesto al servicio de la plena dignidad humana y plena verdad de hombres y mujeres de nuestro tiempo y de sus tareas en la naturaleza y en la sociedad.13 La estructura orgánica del Compendio se presenta, además de la introducción sobre el humanismo, en tres partes, una conclusión sobre la ―civilización del amor‖ y los diferentes índices. Todo en 528 páginas y 583 numerales. La primera parte está dedicada a los fundamentos, principios y valores de la doctrina social; la segunda parte, llamada especial, al conjunto de cuestiones y problemas sociales en los diversos campos de la actividad humana, presentados en siete capítulos: la familia célula vital de la sociedad, el trabajo humano, la vida económica, la comunidad política, la comunidad internacional, la salvaguarda del medio ambiente, y la promoción de la paz; y la tercera parte se refiere a la doctrina social y la acción eclesial; y finalmente, tres índices: de referencias, analítico y general, soportes del monumental magisterio social y muy útiles para consultas, estudios e investigaciones por parte de profesores, investigadores, estudiosos y estudiantes. El hilo conductor del Compendio. Después de la lectura del Compendio y el logro de una mirada de conjunto, se puede concluir que el eje e hilo conductor que une la estructura del mismo es el principio fundamental de la dignidad de la persona humana. Es importante descubrir esta categoría de la dignidad humana en los diferentes contenidos ofrecidos a lo largo de todos los capítulos del Compendio. La dignidad humana. Si se tiene en cuenta la historia del pensamiento, se encuentra uno con sorpresas. Toda la cultura humanista de los filósofos griegos, de los Padres de la Iglesia y de los grandes maestros de la Edad Media parecía venirse a tierra con la aparición del pensamiento racionalista de la Ilustración y de la Edad moderna, que de alguna manera dio origen al pensamiento o filosofía racionalista del siglo XIX y a sus derivados el pensamiento materialista, historicista y economicista, y más recientemente el pensamiento científico, igualmente materialista. En medio de este mar de materialismo naufragó el concepto pleno de la dignidad humana. Hay que rescatar el idealismo del muy importante filósofo alemán Emanuel Kant, para quien la subjetividad del hombre cuenta profundamente y marcó un hito en la historia de la filosofía. Su estupenda tesis de sana razón antropológica sobre el hombre entendido como fin, sigue teniendo resonancia en el pensamiento contemporáneo: el hombre no puede considerarse ni valorarse como medio sino como fin. Este pensamiento kantiano está vivo en los esfuerzos que hoy se hacen por la recuperación de la dignidad humana, como sujeto y no como objeto. La conciencia de la dignidad es una fortaleza de la doctrina social. 11 Ibid. n. 8-9. Ibid. n. 10-12. 13 Ibid. n. 13-19. 12 Todo ese mar de materialismo y racionalismo provocó una reacción de tipo personalista, encabezada por las nuevas corrientes filosóficas de idealismo, de axiología, de existencialismo y de personalismo cristiano. Las raíces del cristianismo, desconocidas en la Constitución de la Unión Europea de países, no obstante el reclamo histórico y justificado del papa Juan Pablo II y del intenso trabajo diplomático de la Santa Sede, han permanecido vivas en estas corrientes de pensamiento existencial cristiano y de pensamiento personalista. Hoy se piensa y se trabaja con esperanza en la recuperación de la dignidad humana y de sus derechos humanos, como fundamento de un nuevo personalismo ético cristiano y un nuevo humanismo integral y solidario, y en la “civilización del amor”. He aquí un tremendo desafío para la doctrina social de la Iglesia. En esta dirección el Compendio de la doctrina social tendrá un claro e importante futuro para la formación de nuevas generaciones de jóvenes, de sacerdotes, de trabajadores, de profesionales y de dirigentes de la política, la economía, la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología y de nuevos pensadores del nuevo humanismo como ya lo pedía Pablo VI en la encíclica Populorum progressio.14 3.1. Primera parte: fundamentos, principios y valores de la doctrina social. La primera parte del Compendio abarca los siguientes temas: El amor de Dios por la humanidad: Cristo Jesús realización del amor del Padre; la persona humana en el designio del amor de Dios; el designio de Dios y la misión de la Iglesia. La misión de la Iglesia y la doctrina social: evangelización y doctrina social; la naturaleza de la doctrina social; la doctrina social en nuestro tiempo: pasos históricos. La persona humana y sus derechos: doctrina social y principio personalista; la persona humana “imagen de Dios”; la persona humana y sus muchos perfiles; los derechos humanos. Los principios de la doctrina social de la Iglesia: el bien común; la destinación universal de los bienes; la subsidiaridad; la participación; la solidaridad; los valores fundamentales de la vida social: la vía de la caridad.15 Obsérvese bien cómo el tejido de esta temática de la primera parte está reforzado y caracterizado por los términos: humanidad, persona humana, derechos humanos y principio personalista. Se aprecia, pues, cómo el principio de la dignidad humana recorre los contenidos de todos los capítulos, en los que ―la dimensión teológica resulta necesaria sea para interpretar que para resolver los problemas actuales de la convivencia humana‖.16 Consideremos seis ejemplos de la centralidad humana. Primero. El capítulo sobre el designio del amor de Dios a la humanidad. Es la humanidad la que está en juego: es la humanidad que se manifiesta en la historia como la ―causa‖ de Dios; es la humanidad que recibe el don absoluto de la solidaridad de Dios en su Hijo Jesucristo, hecho humanidad en la Encarnación de la Palabra. Es la dignidad humana de la humanidad y de la persona la que cuenta en la libertad de Dios y en la liberación y salvación traídas por Cristo Jesús al hacerse 14 PP 20. Compendio DSI p. 507-512. 16 Compendio de DSI p. 11; CA 55. 15 historia por la causa de los hombres, sometidos al pecado y a sus consecuencias de toda índole.17 La Creación del hombre por Dios, la Encarnación de Cristo Jesús y la misión que le confió a la Iglesia que él fundó, constituyen el fundamento teológico de la dignidad de la persona humana y de la doctrina social de la Iglesia. Segundo. En el capítulo sobre la misión de la Iglesia y la doctrina social, se le da especial e importante relevancia a la relación entre esta doctrina, la promoción humana y la evangelización.18 En el ámbito de esta relación se puede entender el triple significado del qué es y para qué sirve o es útil la doctrina social. Son las dos preguntas que definen la naturaleza de la doctrina social.19 Es útil como instrumento de diálogo con la historia y como instrumento de promoción humana y de evangelización. Pablo VI en Evangelii nuntiandi nos ha dejado preciosas y profundas enseñanzas pastorales sobre este tema. La Iglesia, como morada de Dios con los hombres, tiene la misión de fecundar y fermentar la sociedad con el Evangelio. ―Con su enseñanza social, la Iglesia intenta anunciar y actualizar el Evangelio en la compleja red de relaciones sociales‖. ―La sociedad y con ella la política, la economía, el trabajo, el derecho, la cultura no constituyen un ámbito meramente secular y mundano y, por esto, extraño al mensaje y a la economía de la salvación. De hecho, la sociedad con todo lo que en ella se realiza, interesa al hombre. La sociedad es la sociedad de los hombres que son el primero y fundamental camino de la Iglesia.‖20 Tercero. Para mostrar cómo la doctrina social es instrumento de diálogo con la historia, el Compendio presenta una brevísima relación histórica de los papas de la doctrina social desde León XIII hasta Juan Pablo II.21 Tal vez en este aspecto el Compendio se quedó corto, sobre todo porque la dimensión histórica de la doctrina social es tan importante como las otras dos dimensiones: la teórica de los contenidos y la práctica pastoral de la acción eclesial. Obviamente, la justificación histórica de cada una de las encíclicas y los otros documentos sociales es la que muestra el dinamismo y la renovación de la doctrina social y, por tanto, la sensibilidad de la Iglesia en las diversas etapas de la historia, contra el ―fijismo‖ criticado, sin razones fuertes, por algunos. Sin embargo, aunque breve, la síntesis es práctica e importante e inspira los elementos éticos que aparecen en los temas concretos y problema de la segunda parte. Además, con esta síntesis de ciento catorce años de historia, 1891-2005, se muestra la apertura de un camino nuevo22 y desarrollo de la enseñanza social, a partir, claro está, de las raíces de la misma en la Sagrada Escritura, en los Profetas, y especialmente en el Evangelio y los escritos apostólicos, que empieza a tomar forma en la época de los Padres de la Iglesia y en los grandes maestros de la Edad Media. Y se consolida como cuerpo doctrinal en el Magisterio de los papas desde León XIII hasta Juan Pablo II. Cuarto. La Constitución pastoral Gaudium et spes, constituye una respuesta importante y significativa de la Iglesia a las aspiraciones del mundo contemporáneo, en sintonía con la renovación de ella y su apertura al mundo moderno. Es un 17 Ibid. 20-48. Ibid. 60-71. 19 Ibid. 72-85. 20 Ibid. 62; cf. RH 14. 21 Ibid. 87-104. 22 Ibid. 87-88. 18 documento que trata de manera orgánica temas económicos, sociales, políticos, culturales, de la comunidad internacional, de la paz, de la familia. Esta temática se retoma en la segunda parte del Compendio dedicada a los temas especiales. Otro documento importante del Vaticano II es el del derecho a la libertad religiosa, como un derecho humano. Y es esta constitución pastoral ―Gaudium et spes‖ la que inspira a los papas del Concilio Pablo VI y Juan Pablo II en la publicación de las grandes encíclicas sociales de la época contemporánea, que constituyen un auténtico pensamiento ético-social cristiano, con la consistencia y fuerza necesarias para confrontar con otros pensamientos desconectados de la dignidad de la persona humana. Quinto. La persona humana y sus derechos humanos. Este es el tema del capítulo tercero, donde se fortalece aún más la misma centralidad de la dignidad de la persona.23 En este ámbito, se refiere, en primer lugar, al principio personalista de la doctrina social;24 en segundo lugar, a la persona como ―imagen de Dios”;25 en tercer lugar, a la persona humana y sus múltiples perfiles;26 y en cuarto lugar, a los derechos humanos.27 La identificación y proclamación de los derechos humanos ya son un reconocimiento de la dignidad humana, la cual es la raíz y da la medida de qué es lo que pertenece a cada ser humano. Por ello, la fuente última de los derechos humanos no se sitúa en la mera voluntad de los seres humanos, ni en la realidad del Estado, ni en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios Creador. Son derechos que tienen que ser defendidos y tutelados. La especificación de estos derechos nos lleva a las enseñanzas de Juan XXIII en Pacem in terris, al Vaticano II, en Gaudium et spes,28 a Pablo VI.29 Y Juan Pablo II ofrece un elenco de ellos en Centesimus annus,30 siendo el primero el derecho a la vida, desde su concepción hasta la muerte, y en el Discurso a la ONU, el 2 de octubre de 1979.31 Especial es el derecho a la libertad religiosa. Todos estos derechos del hombre se extienden en los derechos de los pueblos y las Naciones. Con estos derechos se colma la distancia que se da entre la letra y el espíritu. Sexto. Los principios y valores de la Doctrina social.32 El capítulo cuarto del Compendio sobre los principios y valores permanentes de la doctrina social es otro capítulo vertebral. Es también otro acierto del Compendio, ya que los criterios de juicio histórico sobre problemas y situaciones y las orientaciones para la acción social parten de la aplicación de los principios y los valores. Ante todo, se trata del principio de la dignidad humana, tratado en el capítulo tercero, en el cual encuentran fundamento los otros principios y valores, todos relacionados con la realidad social en su conjunto, con las relaciones interpersonales, tanto las cercanas e inmediatas como las mediatas: la política, la economía, el derecho; con las relaciones entre comunidades o grupos y las relaciones entre pueblos y naciones. Todos estos 23 Ibid. 105-159. Ibid. 105-107. 25 Ibid. 108-123. 26 Ibid. 124-151. 27 Ibid. 152-159. 28 GS 26. 29 Discurso a la ONU 10, el 4 de octubre de 1965. 30 CA 47. 31 Discurso a la ON 13. 32 Compendio 160-208. Cf. Congregación para la educación católica, Orientaciones… 29-42. 24 principios constituyen la primera articulación de la verdad de la sociedad, y tienen un significado profundamente moral o ético porque son los fundamentos últimos y ordenadores de la vida social. El compendio presenta los siguientes principios: 1. El bien común, que deriva de la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas, y al cual deben referirse todos los aspectos de la vida social, donde encuentran su significado.33 Remite también a la responsabilidad de todos por el bien común y a los deberes de la comunidad política, de las personas y del Estado, pues el bien común es la razón de ser del Estado en el ejercicio de todas las actividades de la vida social., para asegurarlo el gobierno de cada país tiene la tarea y el debe de armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales. 2. La destinación universal de los bienes.34 Este principio es como una primera implicación y realización del bien común; además, está en la base del derecho universal al uso de los bienes, pues todo hombre debe tener la posibilidad del bienestar necesario para su desarrollo personal. Por lo tanto, es el primer principio de todo el ordenamiento ético-social. Marca también la relación universal entre bienes y propiedad privada. Por ello, mediante el trabajo el hombre puede conseguir el domino y asegurarse digna morada. Para la tradición cristiana el derecho a la propiedad nunca ha sido absoluto ni intocable. Así, la propiedad privada es sólo un instrumento para el respeto del principio de la destinación universal de los bienes. Esta es la razón que tiene la doctrina social para pedir la función social de cualquier forma de posesión privada. 3. El principio de subsidiariedad.35 La subsidiariedad está entre las más constantes y características orientaciones de la doctrina social, desde Rerum novarum hasta hoy. Es imposible promover la dignidad de la persona humana sin considerar las instituciones intermedias: la familia, grupos, asociaciones, realidades territoriales locales, de tipo económico, social, cultural, deportivo, recreativo, profesional, político. Este es el ámbito de la sociedad civil, entendida como conjunto de relaciones entre individuos y entre sociedades o entidades intermedias, que forman el tejido social y constituyen la base de una verdadera comunidad de personas. 4. Cuarto. La participación.36 Es una consecuencia de la subsidiariedad. No se puede delimitar o restringir a algún contenido o aspecto de la vida social, dada su importancia para el crecimiento humano, en los ámbitos del trabajo y las actividades económica, información y cultura, vida social y política; y en la colaboración de todos los pueblos para la edificación de una comunidad internacional solidaria. En el ámbito de este principio se entiende mejor la relación con la democracia, como uno de los pilares de los ordenamientos democráticos y una de las mayores garantías de la permanencia de la democracia. Toda democracia debe ser participativa. Participación en todas las posibles relaciones entre el ciudadano y las instituciones, según los contextos sociales e históricos donde debe realizarse. 33 Ibid. 164-170. Ibid. 171-184. 35 Ibid. 185-188. 36 Ibid. 189-191. 34 5. La solidaridad.37 Ésta confiere particular relevancia a la sociabilidad intrínseca de la persona humana, a la igualdad de todos en dignidad y derechos, al camino común de los hombres y de los pueblos hacia una mayor y convencida unidad. Nunca antes se había difundido tanto el vínculo consciente de interdependencia entre los hombres y los pueblos en cualquier nivel, debido a la rapidísima multiplicación de los medios de comunicación telemáticos, los progresos de la informática, el aumento de volumen de los intercambios comerciales y de las informaciones. Sin embargo, frente al fenómeno de la interdependencia y su constante expansión, persisten grandes desigualdades entre países desarrollados y países en vías de desarrollo, alimentadas también con formas de explotación, de opresión y de corrupción que influyen negativamente en la vida internacional de muchos Estados. Tal proceso de interdependencia debe estar acompañado de un compromiso ético-social intenso para evitar nefastas consecuencias. La solidaridad como principio social y valor moral ético constituye la inspiración de la ética social, ordenadora de las instituciones y capaz de influir en la transformación de las ―estructuras de pecado‖ en ―estructuras de solidaridad‖, mediante la creación u oportuna modificación de leyes, reglas o normas de mercado y ordenamientos. 6. Valores fundamentales de la vida social.38 El Compendio vincula a los anteriores principios permanentes un grupo de valores también fundamentales, enfatizando la estrecha relación de reciprocidad entre unos y otros, para la edificación de una sociedad digna del hombre. Son valores inherentes a la dignidad de la persona humana y favorecen al desarrollo auténtico: la verdad, la libertad, la justicia, el amor. 3.2. Segunda parte: temas y “cuestiones nuevas”. En cada uno de los siete temas que ofrece el Compendio en la segunda parte, encontramos las misma estructura: aspectos bíblicos, aspectos éticos, y aspectos o “cuestiones nuevas”. El Compendio considera temas especiales y los problemas actuales o emergentes en cada uno de ellos, todos unidos al hilo conductor que une todos los capítulos: la dignidad de la persona humana. Son siete los capítulos del Compendio en la segunda parte: la familia, célula vital de la sociedad; el trabajo humano; la vida económica; la comunidad política; la comunidad internacional; la salvaguarda del ambiente; la promoción de la paz.39 Ahora bien, si destacamos los importantes y significativos elementos éticos, presentes en las múltiples referencias o citas de textos pontificios presentes en cada uno de estos temas, podemos concluir que se puede articular con ellos una ética de la familia, del trabajo, de la vida económica, de la comunidad política, de la comunidad internacional, del medio ambiente, de la cultura y educación, de la ciencia y la técnica y una ética de la paz. Si le quisiéramos poner un nombre a esta ética no hay otro mejor que el de ética social cristiana inspirada en el Magisterio social de la Iglesia. ¿Cuánto desearía desarrollar este proyecto? 3.2.1. La familia célula vital de la sociedad. 1. Aspectos bíblicos. 37 Ibid. 192-196. Ibid. 197-208. 39 Compendio, p. 512-518. 38 La familia, primera sociedad natural.40 Así comienza el Compendio a desarrollar el contenido de la segunda parte. ¿Y por qué la familia? Porque es la célula natural y vital de la sociedad. Ahora bien, la importancia y la centralidad de la familia, en orden a la persona humana y la sociedad, está repetidamente subrayada en la Sagrada Escritura. ―No está bien que el hombre esté sólo‖.41 Desde la creación del hombre y la mujer emerge el designio de Dios sobre la pareja como ―primera forma de comunión de personas‖.42 De este origen se desprende una conclusión: la familia se delinea como ―el lugar primario de la ‗humanización‘ de la persona y de la sociedad‖ y ―cuna de la vida y del amor‖.43 La Iglesia considera la familia como primera sociedad natural, titular de derechos propios y originarios, y la pone en el centro de la vida social.44 Y refiriéndose al matrimonio, el Compendio es igualmente explícito: la familia tiene su fundamento en la libre voluntad de los cónyuges de unirse en matrimonio, en el respeto de los significados y los valores propios de esta institución, que no depende del hombre, sino de Dios mismo. 2. Aspectos éticos. Una segunda enseñanza es la subjetividad social de la familia. Contra la identidad de género, la familia se propone como espacio de la comunión de personas, gracias al dinamismo del amor que es la dimensión fundamental de la experiencia humana, que encuentra en la familia un lugar privilegiado para manifestarse. Gracias al amor, cada persona, hombre o mujer, es reconocida, acogida y respetada en su dignidad humana. El ser humano está hecho para amar, y sin amor no puede vivir, respetando la propia identidad sexual, en contra de las teorías que consideran la identidad de género como producto cultural y social derivado de la interacción entre comunidad e individuo, prescindiendo de la identidad sexual personal y sin alguna referencia al verdadero significado de la sexualidad. Ahora bien, la diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales están orientadas al bien del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar.45 Además, la naturaleza del amor conyugal exige la estabilidad de la relación matrimonial y su indisolubilidad. Por ello, la introducción del divorcio en las legislaciones civiles ha alimentado una visión relativista del vínculo conyugal, manifestada como una ―plaga social‖. 3. Cuatro problemas. 1. Las uniones de hecho y el reconocimiento de las uniones de homosexuales. Las uniones de hecho se fundan en una falsa concepción de la libertad de opción de los individuos y sobre una impostación privatista del matrimonio y de la familia. De tal manera que la eventual equiparación legislativa entre la familia y las ―uniones de hecho‖ se traduciría en un descrédito de la familia. Además, un problema particular vinculado a las uniones de hecho es el de la petición del reconocimiento jurídico de las uniones homosexuales, cada vez más objeto de debate público. Sólo una antropología de la plena verdad del hombre puede dar una respuesta apropiada al problema, que presenta diversos aspectos sea en el plano social sea en el 40 Compendio 209-214. Gen 2, 18. 42 G S 12. 43 Juan Pablo II, Christifideles laici 40; cf. Compendio 209. 44 Compendio 211. Juan Pablo II, Carta a las familias, 1994. Cf. Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, Carta de los derechos de la familia. Ciudad del Vaticano. 45 Ibid. 224-225. 41 eclesiástico. A la luz de esta antropología se revela la contradicción de la pretensión de atribuir una ―realidad‖ conyugal a la unión entre personas del mismo sexo, debido a la imposibilidad de la transmisión de la vida, a la existencia de obstáculos a la complementariedad interpersonal natural de los sexos, tanto en el plano físicobiológico como en el psicológico, entre el macho y la hembra.46 2. La familia es el santuario de la vida.47 El amor conyugal, por naturaleza, está abierto a la acogida de la vida. Ahora bien, la procreación expresa la subjetividad social de la familia y genera un dinamismo de amor y de solidaridad entre las generaciones que está en la base de la sociedad. La familia fundada sobre el matrimonio es verdadero santuario de la vida, y es determinante e insustituible realidad para la promoción y la construcción de la cultura de la vida contra la difusión de una ―anti-civilización‖ destructiva. De ahí la responsabilidad de las familias cristianas de anunciar el evangelio de la vida, contribuyendo al bien social mediante la paternidad y la maternidad responsables, rechazando como moralmente ilícitos sea la esterilización sea el aborto, éste por ser delito y abominable desorden. Se rechaza también el recurso a los medios contraceptivos en las diversas formas.48 3. Las técnicas reproductivas. El deseo de maternidad o paternidad no justifica algún ―derecho al hijo‖; mientras, al contrario, son evidentes los derechos del ―nascituro‖, como la garantía de las condiciones óptimas de existencia, mediante la estabilidad de la familia fundada sobre el matrimonio y la complementariedad de las dos figuras paterna y materna. El rápido desarrollo de la búsqueda y de las aplicaciones técnicas en la esfera de la reproducción, pone nuevas y delicadas cuestiones y problemas a la sociedad y a la convivencia humana. Por lo tanto, no son moralmente aceptables todas las técnicas reproductivas…49 4. La clonación humana. Es la reproducción de una entidad biológica genéticamente idéntica a aquella de origen. Al respecto, son múltiples y graves implicaciones morales las que presenta esta cuestión relevante social y culturalmente. Es innegable que la clonación ha tomado, en el pensamiento moderno y en la praxis experimental, diversos significados, que supone procedimientos diversos, desde el punto de vista de las modalidades técnicas de realización, y finalidades diferentes. Puede significar la simple replicación en laboratorio de células o de porciones de DNA. Pero específicamente hoy se entiende la reproducción de individuos, en estado de embrión con modalidades diversas de la fecundación natural y de modo que sean genéticamente idénticos al individuo de origen…50 “Desde el punto de vista ético la simple replicación de células normales o de porciones de DNA no presenta problemas éticos particulares. Pero es distinto el juicio del Magisterio sobre la clonación propiamente dicha. Primero, porque es contraria a la dignidad de la procreación humana, porque se realiza con ausencia total del acto de amor personal entre los esposos, siendo una reproducción agámica y asexual. Segundo, porque este tipo de reproducción representa una forma de dominio total sobre el individuo reproducido por parte de quien lo reproduce. El hecho de que la clonación se haga para terapia no atenúa la gravedad moral, 46 Ibid. 227-228. Ibid. 230-237. 48 Ibid. 230-233. 49 Ibid. 235. 50 Ibid. 236. 47 también porque para tomar tales células el embrión deber ser producido antes y después suprimido‖.51 3.2.2. El trabajo humano. 1. Aspectos bíblicos y éticos. Este es el tema del capítulo sexto del Compendio. A partir de los aspectos bíblicos y el modelo Jesús hombre del trabajo,52 el Compendio pone el tema del valor profético de la Rerum novarum en la relación trabajo-capital y en la dignidad del trabajo en el pensamiento de Juan Pablo II en la encíclica Laborem exercens, en la misma relación trabajo-capital, dando relevancia al trabajo como título de participación de los trabajadores en la propiedad privada, en la gestión y en los beneficios.53 La misma relevancia o importancia le da al tema del derecho fundamental al trabajo y al derecho de los trabajadores, en virtud de la dignidad humana. En este ámbito se toca también los puntos básicos de la necesidad del trabajo, del papel del Estado y de la sociedad civil, de la familia y el derecho al trabajo, de las mujeres y el derecho al trabajo, del trabajo de los menores.54 En cuanto los derechos de los trabajadores resalta: la dignidad de los trabajadores y el respeto de sus derechos, el derecho de igual remuneración y distribución de los beneficios y el derecho de huelga,55 además, el tema de la solidaridad entre los trabajadores, señalando el papel fundamental de los sindicatos por su derecho de formar asociaciones o uniones para defender sus intereses o derechos. En este contexto, sin embargo, el Compendio expresa, por una parte, que el odio y la lucha por eliminar al otro constituyen métodos inaceptable, y, por otra, los sindicatos son propiamente los promotores de la lucha por la justicia social, por los derechos de los hombres del trabajo, es una lucha ―por‖ el bien justo y no una lucha ―contra‖ ―los otros‖. En todo caso, al sindicato, además de las funciones de defensa y reivindicación, le competen la representación en orden a organizar en el justo orden la vida económica y la educación de la conciencia social de los trabajadores.56 Por ello, son importantes las nuevas formas de solidaridad entre los trabajadores... Pues el contexto socio-económico actual, caracterizado por procesos de globalización económico-financiera cada vez más rápidos, impulsa los sindicatos a renovarse para actuar en formas nuevas, ampliando el círculo de la acción de solidaridad de modo que sean tutelados los riesgos de los trabajadores de distintas categorías. Consiguiendo nuevas formas de solidaridad, las asociaciones de los trabajadores deben orientarse hacia la aceptación de mayores responsabilidades respecto a la producción de la riqueza, la creación de condiciones sociales, políticas y culturales propias del derecho de trabajo digno.57 2. Problemas actuales y nuevos. 51 Ibid. 236 Ibid. 255-266. 53 Ibid. 270-286. 54 Ibid. 287-300. 55 Ibid. 301-304. 56 Ibid. 301-302. 57 Ibid. 305-309. 52 1. El fenómeno de la globalización. Este es uno de los estímulos más significativos en el campo actual de la organización del trabajo, que experimenta nuevas formas de producción en las diversas áreas diferentes de aquellas donde se toman las decisiones estratégicas y lejanas de los mercados de consumo. Dos son los factores que le dan impulso a este fenómeno de la globalización: la extraordinaria velocidad de comunicación sin límites de espacio y tiempo y la relativa facilidad de transportar mercancías y personas de una parta a otra del globo. Esto implica una consecuencia fundamental sobre los procesos productivos: la propiedad está siempre más lejana, con frecuencia indiferente a los efectos sociales de las opciones que cumple. Por otra parte, si la globalización no es buena ni mala en sí misma, pues depende del uso que el hombre hace de ella, se debe afirmar que es necesaria una globalización de las tutelas, de los derechos mínimos esenciales, de la equidad.58 Una de las características más relevantes de la nueva organización del trabajo es la fundamentación física del ciclo productivo, promovida para conseguir una mayor eficiencia y mayores beneficios. Las transformaciones producen cambios en la estructura misma del trabajo, con consecuencias en la vida de las personas y de las comunidades en las condiciones materiales, culturales y de valores. Esta realidad aglutina a millones de seres humanaos, independientemente de las condiciones profesionales, sociales o culturales.59 Por tanto, la globalización de la economía, con la liberación de los mercados, mayor concurrencia y más empresas de productos y servicios, requiere mayor flexibilidad en el mercado del trabajo y en la organización y gestión de los procesos productivos.60 Otras características de época. El trabajo, sobre todo, en los países más desarrollados atraviesa una fase de paso de una economía de tipo industrial a una centrada en servicios e innovación tecnológica… Gracias a estas innovaciones, el mundo del trabajo se enriquece con profesiones nuevas, mientras otras desaparecen.61 Se da el paso del trabajo dependiente indeterminado, puesto fijo, a un trabajo caracterizado por la pluralidad de actividades lucrativas…. Se plantean problemas de continuidad en el trabajo, de derechos, de inseguridad y precariedad, cambio de condiciones de diversa índole, etc.62 Además, En los países en vías de desarrollo surgen la pequeñas empresas, como también las actividades de ―economía informal‖, no sin problemas éticos y jurídicos.63 2. Consecuencias nuevas de la globalización del trabajo. Frente a los problemas o “cosas nuevas” del mundo del trabajo, la doctrina social de la Iglesia recomienda:64 1. Evitar el error de pensar que los cambios proceden de manera determinista. Es importante asumir la dimensión subjetiva del trabajo, cuya absoluta prioridad es la 58 Ibid. 310 Ibid. 311 60 Ibid. 312-316. 61 Ibid. 313 62 Ibid. 314. 63 Ibid. 315-316. 64 Ibid. 317-322. 59 razón de la dignidad del mismo. 2. Las interpretaciones de tipo mecanicista o economicista de la actividad productiva, aunque importantes e influyentes, resultan superadas por el mismo análisis científico de los problemas vinculados con el trabajo. La dignidad humana del hombre no se limita al ―tener‖, pues su naturaleza y vocación están vinculadas con lo Trascendente, ya que junto a las necesidades materiales están las interiores. 3. Cambian las formas históricas de la expresión del trabajo humano, pero no deben cambiar las exigencias permanentes, que se resumen en el respeto de los derechos inalienables del hombre que trabaja. De ahí, la necesidad de las nuevas formas de solidaridad y el compromiso de tutelar la dignidad del trabajo. 4. Para la solución justa de los complejos problemas del trabajo, los científicos y hombres de cultura están llamados a ofrecer su contribución especial, leyendo e interpretando los fenómenos sociales con inteligencia y amor a la verdad, sin intereses de grupos o personales. 5. Los escenarios actuales de la profunda transformación del trabajo humano hacen más urgente un desarrollo global y solidario, que involucre todas las zonas del mundo, creando nuevos puestos de trabajo y ―globalizando la solidaridad‖. 6. Los desequilibrios económicos y sociales existentes en el mundo del trabajo se enfrentan restableciendo la justa jerarquía de valores, poniendo en el primer puesto la dignidad de la persona que trabaja. Jamás la nueva realidad de la globalización de las finanzas, de la economía, del comercio y del trabajo, debe violar la dignidad y la centralidad de la persona humana ni la libertad y la democracia de los pueblos. La solidaridad, la participación y la posibilidad de gobernar estos cambios radicales constituyen, si no la solución, ciertamente la necesaria garantía ética a fin de que ni las personas ni los pueblos no lleguen a ser instrumentos, sino protagonistas de su futuro. 7. Resulta siempre más necesaria la consideración de la nueva situación del trabajo en el actual contexto de la globalización, en una prospectiva que valore la natural inclinación de los hombres a establecer relaciones. La técnica puede ser la causa instrumental de la globalización, pero la causa última es la universalidad de la familia humana y la dignidad de ella. De hecho, las técnicas, especialmente las electrónicas, han permitido dilatar tal aspecto relacional del trabajo a todo el planeta, imprimiendo a la globalización un ritmo acelerado; sin embargo, el fundamento último de este dinamismo es el hombre que trabaja, es siempre el elemento subjetivo y no el objetivo. Los aspectos negativos de la globalización del trabajo no deben mortificar las posibilidades de dar expresión a un humanismo del trabajo en el nivel planetario, a una solidaridad del mundo del trabajo en este nivel, para que el hombre comprenda siempre más su vocación unitaria y solidaria. 3.2.3. La vida económica. En el capítulo séptimo, sobre la vida económica, el Compendio repite el mismo esquema: aspectos bíblicos, elementos éticos de la economía y los problemas o ―cosas nuevas‖ en economía.65 1. Aspectos bíblicos. La relación hombre, pobreza y riqueza. Es importante en el A. Testamento la consideración de la doble actitud frente a los bienes económicos y la riqueza: de un lado, el aprecio de la disponibilidad de los 65 Ibid. 323-376. bienes materiales considerados necesarios para la vida: la abundancia, mas no la riqueza o el lujo, es vista como una bendición de Dios; de otro lado, los bienes económicos y la riqueza no son condenados por sí mismo, sino por el mal uso de ellos. Y quien reconozca la propia pobreza delante de Dios, en cualquiera situación que viva, es objeto de atención particular de parte de Dios.66 Mientras que en el Nuevo Testamento, Jesús asume la entera tradición del Antiguo sobre los bienes económicos, la riqueza y la pobreza, pero con mayor claridad y plenitud. A la luz de la Revelación, la actividad económica es considerada como respuesta a la vocación que Dios reserva a cada uno. 2. Ocho elementos éticos en la vida económica. La doctrina social insiste sobre la connotación moral o ética de la economía. Existe una relación intrínseca y necesaria, pues actividad económica y comportamiento moral se compenetran íntimamente. Un primer elemento. La actividad económica y el progreso material se deben poner al servicio del hombre y del bien común de la sociedad, teniendo en cuenta que la fe en Cristo Jesús permite una correcta comprensión del desarrollo social, en el contexto de un humanismo integral y solidario.67 Por ello, la riqueza existe para ser compartida. Los bienes, aunque legítimamente poseídos, mantienen siempre una destinación universal. Es inmoral toda forma de indebida acumulación, porque está en abierta contradicción con la destinación universal asignada por Dios Creador a todos los bienes. En efecto, las riquezas realizan su función al servicio del hombre cuando son destinadas a producir beneficios para los otros y la sociedad.68 Segundo elemento. La iniciativa privada y empresa. La doctrina social de la Iglesia considera la libertad de la persona en campo económico un valor fundamental y un derecho inalienable de promover y tutelar. Se respeta el derecho de la iniciativa económica, la subjetividad y actitud creativa del ciudadano como un elemento esencial del obrar humano, también en el campo empresarial.69 Tercer elemento. Se trata de los fines de la empresa. La empresa debe caracterizarse por la capacidad de servir el bien común de la sociedad mediante la producción de bienes y servicios útiles. Además de esta función económica de la empresa, también tiene la función social, creando oportunidades de encuentro, de colaboración, de valoración de la capacidad de las personas involucradas. Sólo así se construye una economía al servicio del hombre y proyectos de cooperación entre las partes sociales. Un ejemplo muy significativo en esta dirección es la actividad de las empresas cooperativas, las pequeñas y medianas empresas, las empresas familiares y agrícolas de dimensión familiar. Cuarto elemento. La doctrina social reconoce la justa función de la ganancia, como primer indicador del buen manejo de la empresa, pero es indispensable que al interior de la empresa, la legítima ganancia se armonice con la irrenunciable tutela de la dignidad de las personas que, con diverso título, operan en la empresa. Por otra parte, el recurso a la usura es condenable en la actividad financiera y 66 Ibid. 323-324. Ibid. 325-327. 68 Ibid. 328-335. 69 Ibid. 336-337. 67 económica; también en las relaciones económicas internacionales, especialmente por lo que respecta a los países pobres.70 Quinto elemento. El papel de emprendedor y del dirigente de empresa. Las tareas del emprendedor y del dirigente revisten una importancia central desde el punto de vista social, pues se colocan en el corazón de la red de vínculos técnicos, comerciales, financieros, culturales que caracterizan la realidad moderna de la empresa. De ahí que no puedan tener exclusivamente en la cuenta el objetivo económico de la empresa, los criterios de eficiencia económica, las exigencias del cuidado del ―capital‖ como conjunto de medios de producción, pues es su deber preciso también el respeto concreto de la dignidad de la persona de los trabajadores que operan en la empresa.71 Sexto elemento. Instituciones económicas al servicio del hombre. Una de las cuestiones prioritarias en economía es el empleo de los recursos, es decir, de todos aquellos bienes y servicios a que los sujetos económicos, productores y consumidores privados y públicos, atribuyen un valor por la utilidad inherente a ellos en los campos de la producción y del consumo. De ahí que el papel del mercado libre es el de ser una institución socialmente importante por su capacidad de garantizar resultaos eficientes en la producción de bienes y servicios. Tal mercado es un instrumento eficaz para conseguir importantes objetivos de justicia: moderar excesos de ganancia, responder a las exigencias, realizar mejor utilización y ahorro de los recursos, premiar los esfuerzos empresariales y la habilidad de innovación, la circulación de información, en un contexto de sana concurrencia. Por lo tanto, el mercado asume una función social relevante en la sociedad contemporánea.72 Séptimo elemento. La acción del Estado y la de los poderes públicos deben conformarse al principio de subsidiariedad y crear situaciones favorables al ejercicio libre de la actividad económica; también debe inspirarse en el principio de solidaridad y establecer límites a la autonomía de las partes para defender la más débil. La solidaridad sin subsidiariedad puede degenerar en asistencialismo, mientras que la subsidiariedad sin solidaridad peligra alimentar formas locales egoístas. El deber fundamental del Estado en el ámbito económico es el de definir un cuadro jurídico apto para regular las relaciones económicas.73 Octavo elemento. El papel de los cuerpos intermedios. El sistema económico social debe caracterizarse por la copresencia de la acción pública y privada. Así se configura una pluralidad de centros de decisión y de lógicas de acción.74 3. Cuatro problemas actuales y “cosas nuevas” en economía. 1. La globalización: oportunidades y riesgos o peligros. ―Una característica de nuestro tiempo es el fenómeno complejo de la globalización económico-financiera, es decir, un proceso de integración creciente de las economías nacionales, en el plano del comercio de bienes y servicios y de las 70 Ibid. 338-342. Ibid. 343-345. 72 Ibid. 347-350. 73 Ibid. 351-355. 74 Ibid. 356-360. 71 transacciones financieras, en el que un número siempre mayor de operadores asume un horizonte global para las opciones que debe operar en función de las oportunidades de crecimiento y de ganancia.‖ Y todo, a una velocidad impresionante en ―tiempo real‖, permitiendo el desplazamiento, de una parte a la otra del globo, de grandes cantidades. La globalización alimenta nuevas esperanzas, pero origina también interrogantes inquietantes. Por una parte, puede producir efectos potencialmente benéficos para la humanidad entera: interactuando con el desarrollo impetuoso de las comunicaciones, el crecimiento de relaciones económicas y financieras que fomentan un notable desarrollo de las comunicaciones y de las nuevas tecnologías, y una aceleración del proceso de extensión en la escala planetaria de los intercambios comerciales y de las transacciones financieras. En resumen: los dos fenómenos globalización económico-financiera y progreso tecnológico, se refuerzan mutuamente, volviendo extremadamente rápida la dinámica compleja de la actual fase económica. Sin embargo, analizando el contexto actual, además de individuar las oportunidades que se abren en la era de la economía global, aparecen también riesgos o peligros unidos a las nuevas dimensiones de las relaciones comerciales y financieras. Por ejemplo, la tendencia al aumento de las desigualdades, sea entre Países avanzados y Países en vías de desarrollo, sea al interior de los países industrializados. A la creciente riqueza económica la acompaña un crecimiento de la pobreza relativa. El cuidado del bien común impone tomar las nuevas ocasiones de redistribución de riqueza entre las diversas áreas del planeta, prefiriendo aquellas más desfavorecidas y hasta ahora excluidas o al margen del progreso social y económico. ―El desafío está en asegurar una globalización de la solidaridad, una globalización sin marginación‖. El comercio representa un componente fundamental de las relaciones económicas internacionales, contribuyendo de manera determinante a la especialización productiva y al crecimiento económico de los diversos Países. Existen criterios éticos para orientar las relaciones económicas internacionales: la consecución del bien común, y la destinación universal de los bienes; la equidad en las relaciones comerciales; la atención a los derechos y necesidades de los más pobres en las políticas comerciales y de cooperación internacional. Diversamente, ―los pobres permanecen más pobres, mientras los ricos llegan a ser siempre más ricos‖. Una solidaridad adecuada a la era de la globalización reclama la defensa de los derechos humanos fundamentales. La extensión de la globalización debe acompañarse de una madura toma de conciencia, por parte de las organizaciones de la sociedad civil, de nuevos deberes a que son llamadas a nivel mundial. ―La libertad de los intercambios no es igual sino subordinada a las exigencias de la justicia social‖. Particular atención debe prestarse a las especificidades locales y a las diversidades culturales, que peligran ser comprometidas en los procesos económico-financieros en acto. ―La globalización no debe ser un nuevo tipo de colonialismo…‖.En la época de la globalización hay que subrayar con fuerza la solidaridad entre las generaciones.75 75 Ibid. 361-367. 2. El sistema financiero internacional. Los mercados financieros no son una novedad de nuestra época. Desde mucho tiempo antes se hacían cargo de responder a la exigencia de financiar la actividad productiva. La historia muestra que sin sistemas financieros adecuados no se habría tenido crecimiento económico. Una economía financiera encerrada en sí misma, está destinada a contradecir sus finalidades, porque se priva de las propias raíces y de la propia razón constitutiva, o sea de su rol originario y esencial de servicio a la economía real y, en definitiva, de desarrollo de las personas y de las comunidades humanas. La aceleración de los procesos financieros, conllevan preocupaciones graves de naturaleza ética.76 El papel de la comunidad internacional en la época de la economía global. La pérdida de centralidad por parte de los actores estatales debe coincidir con un mayor compromiso de la comunidad internacional en el ejerció de un decidido papel de orientación económica y financiera. De hecho, una consecuencia importante del proceso de globalización consiste en la pérdida gradual de eficacia del Estado nación en la guía de las dinámicas económico-financieras nacionales. Por ello, cuanto más el sistema económico-financiero mundial alcanza niveles elevados de complejidad organizativa y funcional, tanto más se pone como prioritario el deber de regular tales procesos, en función del bien común de la familia humana. Emerge, concretamente, la exigencia de que, más allá de los Estados nacionales, sea la misma comunidad internacional la que asuma esta delicada función, con instrumentos políticos y jurídicos adecuados y eficaces. En los Organismos internacionales deben estar igualmente representados los intereses de la entera familia humana.77 3. Un desarrollo integral y solidario y una obra educativa y cultural. Uno de los deberes fundamentales de los actores de la economía internacional es alcanzar este desarrollo para la humanidad, ―la promoción de cada hombre y de todo el hombre‖. Tal deber requiere una concepción de la economía que garantice, a nivel internacional, la igual distribución de los recursos y responda a la conciencia de la interdependencia – económica, política y cultural – que una definidamente los pueblos entre sí mismos y los haga sentir unidos a un único destino. Los problemas sociales asumen cada vez más una dimensión planetaria. Un desarrollo más humano y solidario también ayudará a los mismos Países ricos, con frecuencia incapaces de vivir y de gozar rectamente el sentido de la vida, aún en medio de la abundancia de bienes materiales.78 Se impone pues, la necesidad de una grande obra educativa y cultural, ya que para la doctrina social, la economía es sólo un aspecto y una dimensión de la compleja actividad humana. No se la puede convertir en el centro de la vida social ni en el único valor de la sociedad.79 3.2.4. La comunidad política. 76 Ibid. 368-369. Ibid. 370-372. 78 Ibid. 373-374. 79 Ibid. 375-376. 77 También en este capítulo se repite el mismo esquema: aspectos bíblicos, aspectos éticos y problemas emergentes o ―cosas nuevas‖. 1. Aspectos bíblicos. Jesús y la autoridad política. Después de algunas citas sobre el señorío de Dios, el Compendio se refiere a Jesús y la autoridad política y a las primeras comunidades cristianas. Ante todo, Jesús rechaza el poder opresivo y despótico de los jefes de las Naciones y su pretensión de hacerse llamar benefactores, mas no contesta la autoridad de su tiempo. Hay que dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es el César. Jesús no considera injusto el tributo al César. Por otra parte, Jesús, el Mesías prometido, ha combatido y derrotado la tentación de un mesianismo político, caracterizado por el dominio sobre las Naciones. El ―ha venido a servir y a dar la propia vida‖. El entero mensaje bíblico inspira el pensamiento cristiano sobre el poder político, recordando que brota de Dios y es parte integrante del orden creado por el Él mismo. Tal orden es percibido por las conciencias bien formadas y se realiza en la vida social mediante la verdad, la justicia, la libertad y la solidaridad que procuran la paz.80 2. Elementos éticos. Primero. El fundamento y el fin de la comunidad política en la relación comunidad política, persona humana y pueblo. De nuevo, la dignidad de la persona humana se pone como fundamento y fin de la convivencia política. La comunidad política brota de la naturaleza de las personas, cuya conciencia ―revela y ordena a seguir esculpido por Dios en todas sus criaturas: un orden ético-religioso, que debe ser gradualmente descubierto y desarrollado por la humanidad. La comunidad política encuentra su auténtica dimensión en la referencia al pueblo. ―Ella debe ser la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo‖. Lo que caracteriza, en primer lugar, a un pueblo es la participación de vida y de valores, que es fuente de comunión espiritual y moral. La convivencia humana es, ante todo, un hecho espiritual y moral, en cuanta comunicación de conocimientos de la verdad, ejercicios de derechos y deberes y gozo común de lo bello en todas sus expresiones.81 De ahí el deber de tutelar y promover los derechos humanos. Considerar la persona humana como fundamento y fin de la comunidad política significa disponerse para el reconocimiento y el respeto de su dignidad mediante la tutela y la promoción de los derechos fundamentales e inalienables del hombre. En esto radica el bien común, que persigue la comunidad política actuando a favor de la creación de un ambiente humano en el que a los ciudadanos se les ofrezca la posibilidad de un ejercicio real de los derechos humanos, y de un pleno cumplimiento de los deberes correlativos.82 Segundo. El significado profundo de la convivencia civil y política no emerge inmediatamente del elenco de los derechos y deberes de la persona. Tal convivencia adquiere todo su significado si se basa en la amistad civil y en la fraternidad. La amistad civil es la actuación más auténtica del principio de fraternidad, inseparable de la libertad y de la igualdad. Es un principio que no existe en las sociedades políticas modernas y contemporáneas, a causa del influjo de las ideologías 80 Ibid. 377-383. Ibid. 384-387. 82 Ibid. 388-389. 81 individualistas o colectivistas. Una comunidad está sólidamente fundada cuando tiende a la promoción integral de la persona y del bien común.83 Tercero. El fundamento de la autoridad política. La Iglesia se ha confrontado con diversas concepciones de la autoridad, teniendo siempre el cuidado de defender y proponer un modelo fundado en la naturaleza social de las personas. La autoridad política es pues necesaria, por razón de los deberes que se le atribuyen y del componente positivo e insustituible de la convivencia civil. Esta autoridad política debe garantizar la vida ordenada y recta de la comunidad, sin sustituirse por la libre actividad de los individuos y de los grupos, sino disciplinándola y orientándola, en el respeto y en la tutela de la independencia de los sujetos individuales y sociales, hacia la realización del bien común. El sujeto de la autoridad política es el pueblo, considerado en la totalidad como sujeto de la soberanía. Sin que sea el único posible, el sistema de la democracia, gracias a sus procedimientos de control, permite y garantiza la mejor actuación de la soberanía.84 Cuarto. La autoridad como fuerza moral. La autoridad debe dejarse guiar por la ley moral: toda su dignidad deriva del desenvolverse en el ámbito del orden moral, el cual ―se funda en Dios que es el primer principio y el último fin‖. Por ello, la autoridad no puede entenderse como una fuerza determinada por criterios de carácter puramente sociológico e histórico. La autoridad debe reconocer, respetar y promover los valores humanos y morales o éticos esenciales. Estos no encuentran fundamento en provisorias y cambiantes ―mayorías‖ de opinión, sino que deben ser simplemente reconocidos, respetados y promovidos como elementos de una ley moral objetiva, ley natural escrita en el corazón del hombre, y punto de referencia normativa de la misma ley civil. La autoridad debe producir leyes justas, es decir, conformes a la dignidad de la persona humana y a los dictámenes de la recta razón.85 3. Problemas o “cosas nuevas”. Primero. El derecho a la objeción de conciencia. El ciudadano no está obligado en conciencia a seguir las prescripciones de las autoridades civiles si son contrarias a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio. Las leyes injustas ponen a los hombres moralmente rectos frente a dramáticos problemas de conciencia: cuando son llamados a colaborar en acciones moralmente malas, tienen la obligación de negarse. Es un grave deber de conciencia no prestar colaboración, tampoco formal, a aquellas prácticas que, aunque admitidas por la legislación civil, son contrarias a la Ley de Dios.86 Segundo. El derecho de resistir. Reconocer que el derecho natural funda y limita el derecho positivo significa admitir que es legítimo resistir a la autoridad cuando ésta viole grave y repetidamente los principios del derecho natural. La resistencia a la autoridad tiende a rechazar la validez de una visión diferente de las cosas. La doctrina social indica los criterios para el ejercicio del derecho de resistir: La resistencia a la opresión del poder público no recurre legítimamente a las armas, 83 Ibid. 390-392. Ibid. 393-395. 85 Ibid. 396-398. 86 Ibid. 399 84 salvo cuando se dan todas juntas las siguientes condiciones: 1. en caso de violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; 2. después de que se hayan intentado todas las otras vías; 3. sin que se provoquen desórdenes peores; 4. cuando se dé una fundada esperanza de buen resultado; 5. si es imposible entrever racionalmente soluciones mejores. La lucha armada es un remedio extremo para poner fin a un a tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente contra los derechos fundamentales de la persona y dañase gravemente el bien común de un país. La gravedad de los peligros que conlleva el recurso a la violencia hace retener y preferible el camino de la resistencia pasiva, más conforme con los principios morales y no menos prometedora de éxito.87 Tercero. Infligir las penas. Para tutelar el bien común, la legítima autoridad pública tiene el derecho y el deber de conminar penas proporcionadas a la gravedad de los delitos. El Estado tiene el doble deber de reprimir los comportamientos lesivos de los derechos del hombre y de las reglas fundamentales de la convivencia civil, y también de remediar, a través del sistema de penas, al desorden causado por la acción delictuosa. La pena no sirve sólo para defender el orden público y garantizar la seguridad de las personas, sino que, además, es un instrumento para la corrección del culpable, que asume el valor moral de expiación cuando el culpable acepta voluntariamente la pena. La finalidad es pues doble: de un lado, favorecer la reinserción de las personas condenadas; y de otro lado, promover una justicia reconciliadora, capaz de restaurar las relaciones de convivencia armónica rota por el acto criminal.88 Se debe tender a la rigurosa búsqueda de la verdad y al pleno respeto de la dignidad y de los derechos del culpable como del inocente. No se puede aceptar la práctica de la tortura, aún en los casos más graves. La Iglesia ve como un signo de esperanza la siempre más difundida aversión de la opinión pública a la pena de muerte.89 Cuarto. El sistema de la democracia. Un juicio explícito y articulado sobre la democracia lo hace la Centesimus annus, en el que expresa que la Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en cuanto que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados de elegir y controlar a los propios gobernantes, y sustituirlos de manera pacífica…. Una auténtica democracia sólo es posible en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la dignidad de la persona humana.90 Una auténtica democracia es el fruto de una aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de cada persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la aceptación del bien común como fin y criterio regulador de la vida pública, la justicia social o equitativa distribución de bienes y servicios, respeto de la diferencia y la diversidad. La doctrina social señala uno de los riesgos o peligros mayores para las actuales democracias en el relativismo ético, que induce a sostener inexistente un criterio objetivo y universal para establecer el fundamento y la correcta jerarquía de los valores. Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la actitud fundamental que responde a las formas políticas democráticas, y que cuantos están convencidos de conocer la verdad y adhieren con firmeza a ella no son confiables desde el punto de vista democrático, porque no aceptan que la verdad sea determinada por la mayoría o sea variable según los 87 Ibid. 400-401. Ibid. 402-403. 89 Ibid. 404-405. 90 Ibid. 406 88 diversos equilibrios políticos… Una democracia sin valores se convierte fácilmente en un totalitarismo abierto, como lo demuestra la historia…91 Entre las deformaciones del espíritu democrático, la corrupción política es una de las más graves, porque traiciona al mismo tiempo los principios de la moral o ética y las normas de la justicia social.; compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en las relaciones entre gobernante y gobernados; introduce una creciente desconfianza respecto de las instituciones públicas, causando un progresivo alejamiento de los ciudadanos de la política y de sus representantes, con la consecuencia del debilitamiento de las instituciones… La administración pública, en cualquiera de los niveles –nacional, regional, comunal-, como instrumento del Estado, tiene la finalidad de servir a los ciudadanos.92 Quinto. La información está entre los principales instrumentos de participación democrática. No es pensable alguna participación sin el conocimiento de los problemas de la comunidad política, de los datos y de las propuestas de solución. En este delicado ámbito de la vida social se requiere un pluralismo real, garantizando la diversidad de formas e instrumentos en el campo de la información y de la comunicación y agilizando las condiciones de igualdad en la posesión y el uso de tales instrumentos mediante leyes apropiadas. Existe el peligro de las concentraciones editoriales y televisivas, con peligrosos efectos para el sistema democrático cuando hay vínculos estrechos entre la actividad de gobierno, los poderes financieros y la información. ―La información a través de los mass-media está al servicio del bien común. La sociedad tiene el derecho a una información fundada en la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad‖. En el mundo de los medios de comunicación social las dificultades intrínsecas de la comunicación con frecuencia están penetradas de ideología, del deseo del provecho y el control político, de rivalidad y conflicto entre grupos, y de otros males sociales. Los valores y los principios morales valen también para el sector de los medios de comunicación social… En todo está el principio moral o ético fundamental: la persona y la comunidad humana son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación social. Un segundo principio, complementario del primero, es el bien de las personas el cual no se puede realizar independientemente del bien común de las comunidades a las cuales pertenecen las personas.93 Sexto. El valor y el primado de la sociedad civil. La comunidad política está constituida para estar al servicio de la sociedad civil, de la cual deriva. El primado lo tiene la sociedad civil. La comunidad política y la sociedad civil, aunque recíprocamente vinculadas e interdependientes no son iguales en la jerarquía de los fines. La comunidad política está esencialmente al servicio de la sociedad civil y, en último término, de las personas y de los grupos que la componen. Por lo tanto, la sociedad civil no puede ser considerada un apéndice o una variable de la comunidad política; al contrario, ella tiene la preeminencia porque en la misma sociedad civil encuentra justificación la existencia de la comunidad política. Por ello, el Estado debe favorecer un marco jurídico adecuado al libre ejercicio de las actividades de los sujetos sociales y estar listo a intervenir, cuando sea necesario y respetando el 91 Ibid. 407 Ibid. 410-112 93 Ibid. 414-416. 92 principio de subsidiariedad. La comunidad política debe regular sus relaciones con la sociedad civil según este principio.94 Séptimo. La libertad religiosa, un derecho humano fundamental. El Concilio Vaticano II, en la Declaración Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, ha comprometido a la Iglesia en la promoción de la libertad religiosa como derecho de la persona y la comunidad de la libertad social y civil en el campo religioso, exigida por la dignidad de la persona humana y la búsqueda de Dios. La libertad de conciencia y religión pertenece al hombre individual y socialmente. Por ello, el derecho a la libertad religiosa debe ser reconocido en el ordenamiento jurídico y sancionado como derecho civil. Una comunidad religiosa puede recibir un especial reconocimiento por el Estado, sin que genere alguna discriminación de orden civil o social para otros grupos religiosos.95 Autonomía, independencia y colaboración. La autonomía recíproca de la Iglesia y de la comunidad política no implica una separación que excluya la colaboración. Ambas están al servicio de la vocación personal y social de los mismos hombres. La Iglesia tiene el derecho del reconocimiento jurídico de la propia identidad, porque su misión abarca toda la realidad humana y es solidaria con la humanidad. Por eso, reclama libertad de expresión, de enseñanza, de evangelización, de culto público, de organizarse, de opción, de educación, de nombramiento de sus ministros, de construir sus edificios religiosos y poseer bienes para sus actividades y libertad de asociación para diversos fines.96 3.2.5. La Comunidad Internacional. 1. Aspectos bíblicos. Ante todo, la unidad de la familia humana. Los relatos bíblicos sobre los orígenes muestran la unidad del género humano y enseñan que el Dios de Israel es el Señor de la historia y del cosmos. La decisión de Dios de crear al hombre a su imagen y semejanza le confiere una unidad única que se extiende a todas las generaciones. El libro del Génesis señala que el hombre fue creado solidario con su compañera la mujer. Esta unidad de la familia humana se descubre también en la alianza de Dios con Noé y con Abrahán. Y en el Nuevo Testamento, Cristo Jesús es el prototipo y fundamento de la nueva humanidad. Y gracias al Espíritu Santo la Iglesia conoce el designio de Dios que abraza al entero género humano. Ahora bien, se entiende entonces por qué la vocación universal del cristianismo, cuyo mensaje ofrece una visión universal de los hombres y de los pueblos sobre la tierra, que hace comprender la unidad de la familia humana.97 2. Elementos éticos. 94 Ibid. 417-420. Ibid. 421-423. 96 Ibid. 424-427. 97 Ibid. 428-432. 95 Entre las reglas o normas fundamentales de la Comunidad internacional, el Compendio señala las siguientes: 1. Los valores de la Comunidad internacional. La centralidad de la persona humana y la actitud natural de las personas y los pueblos a estrechar relaciones entre ellos son los elementos fundamentales para construir una verdadera Comunidad internacional, cuya organización debe tender al efectivo bien común universal. Tal finalidad se ve obstaculizada por ideologías materialistas y nacionalistas que niegan los valores propios de la persona humana considerada integralmente, en todas sus dimensiones, material y espiritual, individual y comunitaria. De ahí la razón para rechazar, por inaceptable moralmente, toda teoría o comportamiento racista o de discriminación racial. La convivencia entre las Naciones está fundada sobre los mismos valores que deben orientar la misma entre los seres humanos: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad.98 2. El derecho se pone como instrumento de garantía del orden internacional y de la convivencia entre las comunidades políticas que persiguen el bien común, manteniendo la soberanía y la independencia, concebidas como expresión de la libertad que debe regular las relaciones entre los Estados. La soberanía representa la subjetividad de una Nación en lo político, económico, social y cultural. Sin embargo, la soberanía no es un absoluto. Las Naciones pueden renunciar libremente al ejercicio de algunos de sus derechos con miras a un objetivo común.99 Relaciones fundadas en la armonía entre el orden jurídico y el orden moral. Para realizar y consolidar un orden internacional que garantice eficazmente la convivencia pacífica entre los pueblos, la misma ley moral que rige la vida de los hombres debe regular también las relaciones entre los Estados. Además, el respeto universal de los principios que inspiran un ordenamiento jurídico en armonía con el orden moral, es una condición necesaria para la estabilidad de la vida internacional. La reflexión jurídica y teológica, a partir del derecho natural, ha formulado principios universales anteriores y superiores al derecho interno de los Estados, como la unidad del género humano, la igualdad en dignidad de todo pueblo, el rechazo de la guerra para superar los conflictos, la obligación de cooperar al bien común, la exigencia de mantener los pactos suscritos, para preferir la fuerza del derecho sobre el derecho a la fuerza. Para consolidar el primado del derecho, se impone, ante todo, el principio de la confianza recíproca.100 3. El valor de la organización de la Comunidad internacional. La Iglesia ha acompañado el camino hacia una auténtica comunidad internacional, bajo la dirección de la institución de la Organización de las Naciones Unidas en 1945. La doctrina social recomienda que los Organismos internacionales respondan a las necesidades humanas en la vida social, y para la pacífica y ordenada convivencia de las Naciones y los pueblos. De ahí la necesidad de instituir una autoridad pública universal, reconocida por todos, que goce de un poder efectivo para garantizar a todos sea la seguridad sea la observancia de la justicia sea el respeto de los derechos, sin que se considere ―un super-estado-global‖. Tal autoridad política debe ser regulada por el derecho, ordenada al bien común y respetuosa del principio de subsidiariedad. Es también una política internacional orientada a los objetivos de la 98 Ibid. 433. Ibid. 434-435. 100 Ibid. 436-439. 99 paz y del desarrollo, cada vez más necesaria por la globalización de los problemas. En este ámbito, se auspicia una revisión de los Organismos Internacionales, lejos de rivalidades políticas y de voluntad de instrumentalizar, con el fin de conseguir ―un grado superior de ordenamiento internacional‖ y garantizar la igualdad que es el fundamento del derecho de todos a la participación en el proceso del pleno desarrollo y en el respeto de las legítimas diferencias. La Iglesia valora positivamente el papel de las agrupaciones que se forman en la sociedad civil para ejercer una función importante de sensibilización de la opinión pública en los diversos aspectos de la vida internacional, en especial el respeto de los derechos del hombre, con la colaboración de tantas personas vinculadas en las Organizaciones no Gubernamentales y en los Movimientos por los estos derechos, con gestos concretos de solidaridad y de paz.101 4. La cooperación internacional para garantizar el derecho del desarrollo. Éste no es sólo una aspiración, sino un derecho que implica una obligación de las comunidades políticas. Es el derecho fundado en los principios de la unidad de origen y común destino, igualdad entre las personas y entre las comunidades, el destino universal de los bienes, la integralidad de la noción de desarrollo, la centralidad de la persona humana y la solidaridad. Por esto, la doctrina social estimula formas de cooperación capaces de incentivar el acceso al mercado internacional de los Países pobres y subdesarrollados, por razones de solidaridad, de justicia social y de caridad universal. La lucha contra la pobreza generalizada es la cuestión que más que cualquiera otra interpela nuestra conciencia humana y cristiana. Tal pobreza vuelve imposible la realización del humanismo planetario que pide la Iglesia en su opción preferencial por los pobres. Este derecho del desarrollo se debe tener presente en las cuestiones ligadas a la crisis de la deuda externa de muchos Países pobres.102 3.2.6. Salvaguardar el medio ambiente. 1. Aspectos bíblicos. La experiencia viva de la presencia de Dios en la historia es el fundamento de la fe de su pueblo que vive en el tiempo y en el espacio de este mundo, lugar y proyecto confiado a la guía responsable y activa del hombre. Por ello, la relación del hombre con el mundo es un elemento constitutivo de la identidad humana. Es una relación que nace como fruto de otra relación más profunda del hombre con Dios. Aún más, la salvación definitiva que Dios ofrece a toda la humanidad mediante el don de su Hijo no se hace fuera de este mundo. Cristo Jesús en su ministerio público valora los elementos naturales y la entera creación se renueva por la Pascua del Señor.103 2. Aspectos éticos. 1. En la relación entre el hombre y el universo de las cosas, la visión bíblica inspira los comportamientos de los cristianos respecto al uso de la tierra, al desarrollo de la ciencia y de la técnica. Los resultados de éstas son, en sí mismos, positivos. Las 101 440-443. 446-450. 103 Ibid. 451-455. 102 consideraciones del Magisterio sobre la ciencia y la tecnología en general valen también para sus aplicaciones al ambiente natural y a la agricultura. Sin embargo, el punto de referencia central en cada aplicación científica y técnica es el respeto del hombre, que debe prestarse a una actitud de respeto frente a las otras criaturas vivas. En este sentido, las formidables posibilidades de la investigación biológica suscitan profundas inquietudes, en cuanto no se está en grado de medir los daños inducidos a la naturaleza por una indiscriminada manipulación genética y por el desarrollo desconsiderado de nuevas especies de plantas y formas de vida animal, para no hablar de inaceptables intervenciones sobre los orígenes de la misma vida humana.104 2. La crisis en la relación entre hombre y ambiente, encuentra en el mensaje bíblico y el Magisterio de la Iglesia los puntos de referencia esenciales para valorar los problemas que surgen de esta crisis. La tendencia a la explotación desconsiderada de los recursos de la creación es el resultado de un largo proceso histórico y cultural. La época moderna ha demostrado una creciente capacidad de intervención transformadora por parte del hombre. A causa de los poderosos medios de transformación propios de la civilización tecnológica parece que el equilibrio hombreambiente haya alcanzado un punto crítico. La naturaleza aparece como un instrumento en las manos del hombre que la manipulan, especialmente mediante la tecnología. De tal presupuesto resulta una concepción reductiva que lee el mundo natural en clave mecanicista y el desarrollo en clave consumista. De ahí que el primado del hacer y el tener sobre el ser causan graves formas de alienación humana. Semejante actitud no deriva de la investigación científica y tecnológica, sino de una ideología cientifista y tecnócrata que tiende a condicionarla. Una correcta concepción del ambiente no puede reducir utilitariamente la naturaleza a mero objeto de manipulación y explotación, y tampoco absolutizarla y sobreponerla en dignidad a la misma persona humana, como se percibe en algunos movimientos ecologistas. Una concepción del ambiente inspirada en el ecocentrismo y el biocentrismo tienden a eliminar la diferencia ontológica y axiológica entre el hombre y los otros seres vivientes, considerando la biosfera como una unidad biótica de valor indiferenciado, eliminando así la responsabilidad superior del hombre a favor de una consideración de igualitarismo de la dignidad de todos los seres vivientes. Por lo tanto, una visión del hombre y de las cosas desligada de toda referencia a la trascendencia ha llevado a rechazar el concepto de creación y atribuir al hombre y a la naturaleza una existencia completamente autónoma.105 3. Una responsabilidad común. La tutela del ambiente constituye un desafío para la humanidad entera: se trata del deber, común y universal, de respetar el bien colectivo del ambiente, destinado a todos, impidiendo que se pueda hacer impunemente uso de las diversas categorías de seres vivientes o inanimados. Una extraordinaria riqueza para toda la humanidad es el respeto del valor ambiental de la biodiversidad. La responsabilidad hacia el ambiente se extiende no sólo a las exigencias del presente, sino también a aquellas del futuro. Se trata de una responsabilidad que las generaciones presentes tienen frente a aquellas futuras, una responsabilidad que pertenece también a los Estados y a la Comunidad internacional. Tal responsabilidad hacia el ambiente debe encontrar una traducción adecuada en el plano jurídico, que asegure el derecho de un ambiente sano y 104 105 Ibid. 456-460. Ibid. 461-465. seguro. Por ello, la programación del desarrollo económico y tecnológico debe considerar atentamente ―la necesidad de respetar la integridad y los ritmos de la naturaleza‖, porque los recursos son limitados y algunos no son renovables. 106 3. Problemas y “cosas nuevas”. La responsabilidad en el uso de las biotecnologías. En los últimos años se ha impuesto con fuerza la cuestión del uso de las nuevas tecnologías para fines ligados a la agricultura, la zootecnia, la medicina y la protección del medio ambiente. Las nuevas posibilidades ofrecidas por las actuales técnicas biológicas y biogenéticas suscitan, de un lado, esperanzas y entusiasmos, de otro lado, alarmas y hostilidad. La visión cristiana de la creación comporta un juicio positivo sobre la licitud de las intervenciones del hombre sobre la naturaleza, incluidos los otros seres vivientes, y, al mismo tiempo, una fuerte llamada al sentido de la responsabilidad, considerando que la licitud del uso de las técnicas biológicas y biogenéticas no agota toda la problemática ética. Las modernas tecnologías tienen un fuerte impacto social, económico y político, en el plano local, nacional e internacional: son evaluadas según los criterios éticos que deben orientar siempre la actividad y las relaciones humanas en el ámbito socio-económico y político. Es necesario tener presentes sobre todo los criterios de justicia y solidaridad. Con un espíritu de solidaridad internacional, pueden ser usadas diversas medidas con relación al uso de las nuevas biotecnologías, mediante el intercambio comercial igual, libre de vínculos injustos, la exigencia de la madurez de una necesaria autonomía científica y tecnológica de los pueblos, promoviendo los intercambios de conocimientos científicos y tecnológicos y la transferencia de tecnologías hacia los Países en vías de desarrollo, los cuales también tienen su responsabilidad, en particular, sus autoridades políticas, de promover una política comercial favorable a sus pueblos y al intercambio de tecnologías aptas para mejorar las condiciones alimenticias y sanitarias. La responsabilidad la tienen también los científicos y técnicos empeñados en el sector de las biotecnologías, llamados a trabajar con inteligencia y perseverancia en la búsqueda de las mejores soluciones para los graves y urgentes problemas de la alimentación y de la salud. Los empresarios y los responsables de los entes públicos que se ocupan de la investigación, de la producción y del comercio de los productos derivados de las nuevas tecnologías deben tener cuenta no sólo del legítimo beneficio, sino también del bien común. Los políticos, los legisladores y los administradores públicos tienen la responsabilidad de valorar la potencialidad, las ventajas y los eventuales riesgos conectados al uso de las biotecnologías. También los responsables de la información tienen su tarea que hacer en la información completa y objetiva que ayude a los ciudadanos a formarse opinión correcta sobre los productos tecnológicos.107 Ambiente y participación de los bienes. En el campo de la ecología, la doctrina social invita a tener presente que los bienes son creados por Dios para ser usados sabiamente por todos, según la justicia y la caridad. Los actuales problemas 106 107 Ibid. 466-471. Ibid. 472-480. ecológicos, de carácter planetario, pueden ser afrontados eficazmente gracias a una cooperación internacional capaz de garantizar una mayor coordinación del uso de los recursos de la tierra. El principio del destino universal de los bienes ofrece una orientación fundamental, moral y cultural, para soltar el complejo y dramático nudo que une crisis ambiental y pobreza. También este mismo principio se aplica naturalmente al agua, que no puede ser tratada como mera mercancía entre las otras y su uso debe ser racional y solidario. Por lo tanto, los graves problemas ecológicos piden un cambio efectivo de mentalidad que lleve a adoptar nuevos estilos de vida, en los cuales la búsqueda de lo verdadero, lo bello y lo bueno y la comunión con los otros hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones de los consumos, los ahorros y las inversiones. Tales estilos deben ser inspirados en los valores de la sobriedad, de la temperancia, de la autodisciplina, en el plano personal y social.108 3.2.7. La promoción de la paz. 1. Aspectos bíblicos. La paz: atributo esencial de Dios y don suyo al hombre, y proyecto humano conforme al designio divino. En la Revelación bíblica, la paz es mucho más que la mera ausencia de guerra: ella representa el conjunto de bienes que procura la plenitud de la vida, lejos de ser una simple construcción humana. Ahora bien, la promesa de la paz, que atraviesa todo el Antiguo Testamento, encuentra su realización en la persona de Cristo Jesús. En efecto, la paz es el bien mesiánico por excelencia, en el cual se comprenden todos los otros bienes salvíficos. La paz de Cristo es reconciliación con el Padre, que se lleva a cabo mediante la misión apostólica confiada por Jesús a sus discípulos, que se inicia con el anuncio de la ―paz a esta casa‖. Y es reconciliación con los hermanos. Con esta doble reconciliación el cristiano puede llegar a ser artífice de paz y partícipe del Reino de Dios. Por lo tanto, la acción por la paz no se puede separar del anuncio del Evangelio que es obviamente ―la buena noticia de la paz‖ dirigida a todos los hombres.109 2. Aspectos éticos. 1. La paz: fruto de la justicia y de la caridad. La paz es un valor y un deber universal y encuentra su fundamento en el orden racional y moral de la sociedad que tiene sus raíces en Dios mismo. Se funda en una correcta concepción de la dignidad de la persona humana y reclama la edificación de un orden social según la justicia, la solidaridad y la caridad. Es fruto de la justicia, entendida ampliamente como el respeto del equilibrio de todas las dimensiones de la persona humana, y remueve todos los impedimentos de la paz: la ofensa y el daño. Y es fruto del amor porque es acto propio y específico de caridad. La paz se construye día tras día en la búsqueda del orden querido por Dios y sólo florece cuando todos reconocen solidariamente las propias responsabilidades en la promoción de ella. Por lo tanto, la violencia jamás constituye una respuesta justa.110 108 Ibid. 481-487. Ibid. 488-493. 110 Ibid. 494-496. 109 2. El fracaso de la paz: la guerra. La Iglesia condena ―la enormidad de la guerra‖ y pide que se la considere con una visión completamente nueva. No se puede considerar la guerra, que es un flagelo, como un instrumento de justicia, y jamás representa un medio idóneo para resolver los problemas que surgen entre las Naciones. La búsqueda de soluciones alternativas a la guerra para resolver los conflictos internacionales tiene hoy un carácter de urgencia dramática, ante la terrible potencia de los medios de destrucción. Sin embargo, es esencial la búsqueda de las causas que originan un conflicto bélico, ante todo las vinculadas a situaciones estructurales de injusticia, de miseria, de explotación, de corrupción sobre las que hay que intervenir para removerlas. Por esto, el otro nombre de la paz es el desarrollo cuya responsabilidad es colectiva. Ante la impotencia de los Estados para promoverla eficazmente, por falta de instrumentos adecuados, surge la necesidad y la importancia de las Organizaciones internacionales y regionales.111 3. Problemas o “cosas nuevas”. 1. La legítima defensa. Una guerra de agresión es intrínsecamente inmoral. En el caso trágico de que se desencadene, los responsables de un Estado agredido tienen el derecho y el deber de organizar la defensa aún usando la fuerza de las armas, respondiendo a algunas condiciones rigurosas. La hoy llamada ―guerra preventiva‖, lanzada sin pruebas evidentes de que sea evidente una agresión, no deja de levantar graves interrogantes bajo el perfil moral y jurídico. Por lo tanto, se requiere la decisión de competentes organismos con razones rigurosas y fundadas motivaciones. Las exigencias de la legítima defensa justifican la existencia de las fuerzas armadas, cuya acción debe ser puesta al servicio de la paz, y oponerse con obligación moral a las órdenes que incitan a cumplir crímenes contra el derecho de las gentes y sus principios universales. Tales actos no se pueden justificar con el motivo de la obediencia a órdenes superiores. El derecho al uso de la fuerza por fines de legítima defensa está asociado al deber de proteger y ayudar las víctimas inocentes que no pueden defenderse de la agresión. En los conflictos de la era moderna, dentro de un Estado, se deben respetar plenamente las disposiciones del derecho internacional humanitario. Y por principio humanitario se debe mantener aparte la población civil de los efectos de la guerra. La Comunidad internacional tiene la obligación moral de defender los grupos nacionales, étnicos, religiosos o lingüísticos, cuya supervivencia está amenazada y se les han violado masivamente sus derechos fundamentales.112 2. El desarme. La doctrina social propone la meta de un ―desarme general, equilibrado y controlado‖. El enorme aumento de las armas representa una amenaza grave para la estabilidad y la paz. Las armas de destrucción masiva –biológicas, químicas, nucleares – representan una amenaza particularmente grave. El desarme debe extenderse a la prohibición de armas que infligen efectos traumáticos excesivos o que golpean indiscriminadamente, por ejemplo las minas antipersonales. Además, son necesarias las medidas para controlar la producción, la venta, la importación y la exportación de armas ligeras e individuales, que facilitan muchas manifestaciones de violencia.113 111 Ibid. 497-499. Ibid. 500-507. 113 Ibid. 508-512. 112 3. La condena del terrorismo. Es una de las formas más brutales de la violencia que hoy sacude la Comunidad internacional: siembra odio, muerte, deseo de venganza y de represalia. De estrategia subversiva típica sólo de algunas organizaciones extremistas, encaminada a la destrucción de las cosas y al asesinato de las personas, el terrorismo se ha transformado en una red oscura de complicidad política, que utiliza también medios técnicos sofisticados, con inmensos recursos financieros y elaboración de estrategias de amplia escala, golpeando personas inocentes, víctimas casuales de las acciones terroristas. Por ello, el terrorismo hay que condenarlo de la manera más absoluta: porque manifiesta un desprecio total de la vida humana y ninguna motivación puede justificarlo. Existe, pues, un derecho a defenderse del terrorismo. Pero la colaboración internacional contra la actividad terrorista ―no puede agotarse sólo en operaciones represivas y punitivas‖. Es necesario que el recurso a la fuerza vaya acompañado del análisis de las motivaciones subyacentes a los ataques terroristas. Es necesario también un compromiso en el plano ―político y pedagógico‖ para resolver los problemas que, en alguna situación dramática, pueden alimentar el terrorismo.114 4. La contribución de la Iglesia a la paz. La promoción de la paz en el mundo es parte integrante de la misión de la Iglesia, pues como ―sacramento‖ es signo e instrumento de la paz en el mundo y para el mundo. La Iglesia enseña que una verdadera paz sólo es posible por el perdón y la reconciliación. Sin embargo, el perdón recíproco no debe anular las exigencias de la justicia ni menos cerrar el camino que lleva a la verdad: justicia y verdad representan los requisitos concretos de la reconciliación. Pablo VI, en 1968, estableció la Jornada Mundial de la Paz, para orar por ésta y por el compromiso de construir un mundo de paz. Los grandes Mensajes pontificios anuales constituyen una fuente muy rica para la renovación y el desarrollo de la doctrina social en el tema y el compromiso por la paz. 3.3. Tercera parte: Doctrina social y acción eclesial. 3.3.1. La acción pastoral en el ámbito social. El Compendio se refiere, en esta parte, a cinco puntos: la doctrina social e inculturación de la fe; doctrina social y pastoral social; doctrina social y formación; doctrina social y promoción del diálogo; los sujetos de la pastoral social. 1. Doctrina social e inculturación de la fe. La Iglesia ofrece esta enseñanza para la construcción de la comunidad de los hombres, mostrando el significado social del Evangelio y la fuerza renovadora del cristianismo frente a la cultura y la realidad social. Ofrece también en ella una visión integral y una plena comprensión del hombre, en su dimensión personal y social y en su actividad en los diferentes campos: laboral, la economía, la política, la cultura, etc. La antropología cristiana de la doctrina social anima y sostiene la obra pastoral de inculturación de la fe, tendiente a renovar desde dentro, con la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los valores determinantes, las líneas de pensamiento y los modelos de vida del hombre contemporáneo.115 114 115 Ibid. 513-515. Ibid. 521-523. 2. Doctrina social y pastoral social. La referencia esencial a la doctrina social da razón de la naturaleza, la impostación, la articulación y los desarrollos de la pastoral social. Ella es la expresión del ministerio de evangelización social, tendiente a iluminar, estimular y asistir la promoción integral del hombre mediante la praxis de la liberación cristiana, en su doble prospectiva terrena y trascendente. De hecho, el mensaje social del Evangelio debe orientar la Iglesia a desarrollar una doble tarea pastoral: primero, ayudar a los hombres a descubrir la verdad y a escoger la vía o el camino a seguir; y segundo, animar el compromiso de los cristianos a testimoniar, con actitud de servicio, el Evangelio en el campo de la realidad social. Por lo tanto, la doctrina social dicta los criterios fundamentales de la acción pastoral en este campo: anunciar el Evangelio; confrontar el mensaje evangélico con la realidad social; proyectar acciones orientadas a renovar tales realidades, conformándolas a las exigencias de la moral cristiana. De ahí que la acción pastoral de la Iglesia en el ámbito social deba testimoniar ante todo la verdad sobre el hombre. Y la acción social de los cristianos debe inspirarse en el principio fundamental de la centralidad del hombre y su dignidad de persona humana.116 3. Doctrina social y formación. La doctrina social es un punto de referencia indispensable para una formación cristiana completa. Sin embargo, tal patrimonio doctrinal no es enseñado y conocido adecuadamente; por esta razón no se traduce en comportamientos concretos. Para este conocimiento es útil la actividad catequística en la que se enseña de modo orgánico y sistemático la doctrina cristiana. En este ámbito de la catequesis es importante que la enseñanza de la doctrina social sea orientada a motivar la acción para la evangelización y la humanización de las realidades temporales, y se ponga en la base de una formación intensa y constante, sobre todo, la que se hace con los laicos para el compromiso de éstos en la vida civil, para que sean capaces de afrontar eficazmente los deberes cotidianos en los ámbitos culturales, sociales, económicos y políticos, y para que la formación de la conciencia política prepare laicos cristianos al ejercicio del poder político. Las instituciones educativas católicas pueden y deben llevar a cabo un servicio formativo importante. Un importante ejemplo de instituciones formativas está representado por las ―Semanas Sociales‖ de los católicos que el Magisterio ha estimulado siempre. No menos relevante debe ser el compromiso de utilizar la doctrina social en la formación de los presbíteros y de los candidatos al sacerdocio, quienes están llamados a madurar un conocimiento cualificado de la enseñanza y de la acción pastoral de la Iglesia en el campo social y un vivo interés frente a las cuestiones sociales de la época. El documento de la Congregación para la Educación Católica, ―Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la doctrina social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes‖, ofrece puntuales indicaciones y disposiciones para una correcta y adecuada impostación de los estudios.117 4. Doctrina social y promoción del diálogo. La doctrina social es un eficaz instrumento de diálogo entre las comunidades cristianas y la comunidad civil y política, y es un terreno fecundo para el cultivo del diálogo y de la colaboración en el campo ecuménico, que se realizan en diversos ámbitos y amplia escala: en la defensa de la dignidad de las personas humanas; en la promoción de la paz; en la lucha concreta y eficaz contra las miserias de nuestro tiempo, como el hambre y la indigencia, el analfabetismo, la desigual distribución de bienes y la falta de vivienda 116 117 Ibid. 524-527. Ibid. 528-533. digna. Se caracteriza también la doctrina social por un constante llamado al diálogo con los hermanos hebreos y entre todos los creyentes de las religiones del mundo.118 5. Sujetos de la pastoral social. En primer término, todo el pueblo de Dios; todos los cristianos están llamados a ser sujetos de la doctrina social. En la Iglesia particular, el primer responsable de la tarea pastoral de la evangelización de lo social es el Obispo, con la colaboración de los sacerdotes, los religiosos y religiosas y los laicos. Con especial referencia a la realidad social, el Obispo tiene la responsabilidad de promover la enseñanza y la difusión de la doctrina social, mediante instituciones apropiadas.119 3.3.2. Doctrina social y compromiso de los fieles laicos. 1. Además de la identidad cristiana del fiel laico, de su espiritualidad y de su prudencia en el obrar, el Compendio le ofrece la doctrina social y la experiencia asociativa. Ahora bien, la doctrina social debe entrar, como parte integrante, en el camino formativo de los fieles laicos. La experiencia demuestra que el trabajo de formación es posible al interior de las asociaciones laicales eclesiales, que respondan a precisos criterios de eclesialidad. La doctrina social es importantísima para las asociaciones eclesiales que tienen como objetivo de su compromiso la acción pastoral en ámbito social, cultural, profesional.120 2. El servicio en los diversos ámbitos de la vida social. Ante todo el servicio a la persona humana: la promoción de la dignidad de toda persona, la cual implica, en primer término, la afirmación del inviolable derecho de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, el primero entre todos y condición para todos los otros derechos de la persona.121. El servicio a la cultura. La cultura es un campo privilegiado de presencia y de compromiso de la Iglesia y de cada uno de los cristianos. Un campo particular de compromiso de los fieles laicos debe ser el cultivo de una cultura social y política inspirada en el Evangelio. La perfección integral de la persona y el bien de toda la sociedad son los fines esenciales ce la cultura. De ahí que la dimensión ética de la cultura sea una prioridad en la acción social y política de los fieles laicos. El compromiso social y político del fiel laico en el ámbito cultural asume hoy algunas direcciones precisas: la primera busca garantizar a cada uno el derecho de todos a una cultura humana y civil conforme a la dignidad de la persona humana sin discriminación alguna. Son los derechos culturales. La segunda mira al contenido de la cultura, o sea la verdad. Sin embargo, los cristianos deben dar la plena valoración a la dimensión religiosa de la cultura, objetivo importante y urgente para la calidad de la vida humana, en el nivel personal y social. En la promoción de una auténtica cultura, los fieles laicos darán gran relevancia a los medios de comunicación social, considerando, sobre todo, los contenidos de las innumerables opciones hechas por las personas. Tales medios de masa se pueden considerar como posibles y potentes instrumentos de solidaridad.122 118 Ibid. 534-537. Ibid. 538-540. 120 Ibid. 541-550. 121 Ibid. 551-552. 122 Ibid. 554-562. 119 El servicio a la economía. Ante la complejidad del contexto económico contemporáneo, el fiel laico se dejará guiar en su acción por los principios del magisterio social, haciendo, a la vez, un discernimiento respecto a los actuales modelos de desarrollo económico-social. En todos los agentes de la economía es urgente repensar la economía ante la dramática pobreza de millones de personas, y ante la necesidad de que ―las actuales estructuras económicas, sociales y culturales se hagan cargo de las exigencias de un auténtico desarrollo‖.123 El servicio a la política. Para los fieles laicos el compromiso político es una expresión cualificada y exigente del compromiso cristiano al servicio de los otros, mediante la justicia social, el respeto de las autonomías terrenas, el principio de subsidiariedad, la promoción del diálogo, de la paz y de la solidaridad. Los deberes de responsabilidad en las instituciones sociales y políticas exigen un compromiso severo, sólido y articulado en el debate político y las opciones operativas, con la absoluta necesidad de la visión moral de la vida social y política. Se requiere una preparación cuidadosa para el ejercicio del poder en representación de los ciudadanos, según las reglas democráticas. Ante opciones legislativas y políticas contrarias a los principios y los valores cristianos, el Magisterio enseña que ―la conciencia cristiana bien formada no permite a ninguno favorecer con su voto la actuación de un programa político o de una ley particular en la que los contenidos de la fe y de la moral sean rechazados por la presentación de propuestas alternativas o contrarias a tales contenidos‖.124 3. El problema de la “laicidad”. El compromiso político de los católicos se pone con frecuencia en relación a la “laicidad”, o sea la distinción entre la esfera política y la religiosa. Tal distinción es un valor adquirido y reconocido por la Iglesia y pertenece al patrimonio de civilidad logrado. Sin embargo, la moral católica excluye la prospectiva de una laicidad entendida como autonomía de la ley moral. La ―laicidad, en efecto, indica en primer término la actitud de quien respeta las verdades que brotan del conocimiento natural sobre el hombre que vive en sociedad, también si tales verdades son enseñadas por una religión específica, porque la verdad es una. Cuando el Magisterio de la Iglesia interviene sobre cuestiones inherentes a la vida social y política, no vienen a menos las exigencias de una correcta interpretación de la laicidad. El principio de laicidad comporta el respeto de toda confesión religiosa por parte del Estado, ―que asegura el libre ejercicio de las actividades del culto, espirituales, culturales y caritativa de la comunidad de creyentes. En una sociedad pluralista, la laicidad es un lugar de comunicación entre las diversas tradiciones espirituales y la nación‖. Por desgracia, permanecen también en las sociedades democráticas, expresiones de laicismo intolerante, que obstaculizan toda forma de relevancia política y cultural de la fe, buscando descalificar el compromiso social y político de los cristianos, porque se reconocen en las verdades enseñadas por la Iglesia y obedecen al deber moral de ser coherentes con la propia conciencia; se llega también y más radicalmente a negar la misma ética natural. Se produce la ―marginación del cristianismo‖.125 4. Índices 123 Ibid. 563-564. Ibid. 565-570. 125 Ibid. 571-574. 124 Una cuarta parte especial del Compendio está constituida por los tres tipos de índices. El primer tipo es el de las referencias: Sagrada Escritura, Concilios ecuménicos, Documentos pontificios, Documentos eclesiales, Congregaciones, Pontificios Consejos, Santa Sede, Escritores eclesiásticos, Referencias del Derecho internacional (p. 323-348). El segundo, el analítico (p.349-505). El tercero, el general (p. 507-529). Este material constituye una excelente fuente de consulta, estudio, investigación e información. 5. Conclusión. Por una “civilización del amor”. Con la ayuda de la Iglesia al hombre contemporáneo, una necesidad nueva de sentido se advierte difusamente y se vive en la sociedad contemporánea: el hombre desea saber cuál es el significado de su vida, de su trabajo y de su muerte. A tales interrogantes la Iglesia responde con el Evangelio de Cristo Jesús, que rescata la dignidad de la persona humana del vaivén de las opiniones, asegurando la libertad del hombre como no lo puede hacer ninguna ley humana. Por otra parte, la fe en Dios y en Cristo Jesús ilumina los principios morales que son ―el único e insustituible fundamento de aquella estabilidad y tranquilidad, de aquel orden interno y externo, privado y público, que sólo puede generar y salvaguardar la prosperidad de los Estado‖. La Iglesia enseña al hombre que Dios le ofrece las posibilidades reales de superar el mal y alcanzar el bien. La esperanza cristiana imprime un gran impulso al compromiso social, infundiendo confianza en las posibilidades de construir un mundo mejor, en la conciencia de que no puede existir un ―paraíso en la tierra‖. Construir la “civilización del amor”. Finalidad inmediata de la doctrina social es proponer los principios y los valores que pueden costruir una sociedad digna del hombre. Entre estos principios, el de la solidaridad en alguna medida comprende todos los otros, para la concepción cristiana de la organización social y política. Principio que está iluminado por el primado de la caridad. El amor debe estar presente y penetrar todas las relaciones sociales. Sin absolutizar la vida social como ocurre en lecturas exclusivamente sociológicas, el ―amor social‖ es el antídoto para el egoísmo y el individualismo. Para hacer la sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revaluar el amor en la vida social – a nivel político, económico, cultural – haciendo de él la norma constante y suprema del actuar. Sólo la caridad puede cambiar completamente al hombre, sin que esto signifique anulación de la dimensión terrena en una espiritualidad desencarnada.126 ¡Feliz coincidencia! Esta finalidad de la doctrina social, la ―civilización del amor”, coincide con la propuesta inicial, en la introducción del Compendio: hacia un humanismo integral y solidario. Son las dos finalidades y los dos compromisos éticos y espirituales de la doctrina social de la Iglesia. 126 Ibid. 575-583. CALIDAD DE VIDA Abril Ponentes: Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo Arzobispo de Medellín Gran Canciller de la UPB Pbro. Diego Alonso Marulanda Díaz Rector Seminario San José, Docente UPB. Prof. Carlos Enrique Londoño Rendón Docente UPB. Magíster en Psicopedagogía de la Universidad de Antioquia AL SERVICIO DE LA VERDAD Y LA VIDA Por: Mons. Alberto Giraldo Jaramillo Introducción Al inicio de este año orientamos la LECCIÓN INAUGURAL a reflexionar sobre la UNIVERSIDAD AL SERVICIO DE LA VIDA. La intención que teníamos era dedicar esta primera reunión de DIÁLOGOS a continuar la reflexión dedicando la sesión de hoy a la CALIDAD DE VIDA. Nuestra Universidad, situada en el corazón de la Iglesia, ha sentido dolor por la muerte del Santo Padre Juan Pablo II, con profunda devoción procura recoger su herencia espiritual y doctrinal. Igualmente mira con profunda fe, grande esperanza e inmenso amor el inicio del Pontificado del Papa Benedicto XVI. En este contexto nos atrevemos a dar a nuestra intervención un título más amplio: UNIVERSIDAD AL SERVICIO DE LA VERDAD Y DE LA VIDA. 1.- EL SERVICIO A LA VERDAD.Nos parece que hay una bellísima coincidencia que une estos dos Pontífices: la ―pasión por la verdad‖, la expresión ha sido del Señor Cardenal Ratzinger en una intervención dirigida a los seminaristas.127 Muchos de los presentes recordarán que, cuando celebramos el vigésimo quinto aniversario del servicio apostólico del Papa, recientemente fallecido, dedicamos una sesión de nuestros DIÁLOGOS a este venerado Pontífice. El título fue LA DIACONÍA DE LA VERDAD. Tuvimos como punto de partida un texto de la Encíclica Fe y Razón: ―Entre los diversos servicios que la Iglesia ha de ofrecer a la humanidad, hay uno del cual es responsable de un modo particular: la diaconía de la verdad. Por una parte, esta misión hace de la comunidad creyente partícipe del esfuerzo común que la humanidad lleva a cabo para alcanzar la verdad; y, por otra, la obliga a responsabilizarse del anuncio de las certezas adquiridas, incluso desde la conciencia de que toda verdad alcanzada es sólo una etapa hacia aquella verdad total que se manifestaré en la revelación última de Dios...‖ 128 127 Cfr. RATZINGER, Card. Joseph, AL SERVICIO DEL EVANGELIO, Vida y Espiritualidad, Medellín, 2003, p. 223. 128 JUAN PABLO II, Encíclica FIDES ET RATIO, n. 2 El “servicio de la verdad” tiene dos aspectos señalados por el santo Padre: se trata de unirse a una humanidad que busca la verdad y, además, se busca anunciar las certezas adquiridas. En aquellos DIÁLOGOS realizamos un recorrido por la vida y las enseñanzas del Papa y subrayamos la perfecta coherencia con estos dos propósitos. Juan Pablo II y Benedicto XVI se encuentran muy cercanos en esta DIACONÍA. En la Carta para felicitarlo por los cincuenta años de sacerdocio (29 de junio de 2001), escribió Juan Pablo II al Señor Cardenal Ratzinger: ―El propósito que siempre te ha guiado en tus estudios y labores académicas está bellamente expresado en el lema que elegiste con ocasión de tu nombramiento episcopal ´Cooperatores veritatis´. El objetivo que has perseguido siempre, ya desde los primeros años de tu sacerdocio, ha sido el de servir a la Verdad, buscando conocerla cada vez más a fondo y que sea cada vez más ampliamente conocida‖129. Las reacciones un tanto duras que han aparecido en estos días por la elección del Nuevo Pontífice señalan muy bien que su claridad de doctrina y su decisión para afirmar la verdad no han sido del agrado de muchos. ¿Cuál es el motivo de estas actitudes? Señalemos, a manera de ejemplo dos hechos. El año pasado, cuando preparaba la presentación del libro AL SERVICIO DEL EVANGELIO.- Meditaciones sobre el sacerdocio de la Iglesia, con escritos del Señor Cardenal editado por VIDA Y ESPIRITUALIDAD, encontré unos apuntes en los que el mismo Señor Cardenal analiza el actual desprecio de la ética y la búsqueda de refugio en el pragmatismo. El Señor Cardenal considera que los años 1968 (el año la revolución estudiantil) y 1989 (en el que tuvo lugar la caída del régimen soviético) constituyen una clave de interpretación para comprender lo que sucedió en las últimas décadas del siglo que acaba de concluir. ―«El año 1968 está ligado al surgimiento de una nueva generación, que no sólo consideró inadecuada, llena de injusticia, de egoísmo y afán de posesión, la obra de reconstrucción tras la segunda guerra mundial, sino que concibió toda la evolución de la historia, comenzando por la época del triunfo del cristianismo, como un error y un fracaso».«Queriendo mejorar la historia, crear un mundo de libertad, de igualdad y de justicia, estos jóvenes creyeron que habían encontrado el mejor camino en la gran corriente del pensamiento marxista». «El año 1989 asistió al sorprendente derrumbe de los regímenes socialistas en Europa, que dejaron tras de sí una triste huella de tierras y almas destruidas». El marxismo se había concebido en estos términos: una corriente que auspiciaba justicia para todos, la llegada de la paz, la abolición de las injustificadas relaciones de predominio del hombre sobre el hombre, etc.». «Para alcanzar estos nobles objetivos se pensó en que había que renunciar a los principios éticos y que se podía utilizar el terror como instrumento del bien. En el momento en el que todos pudieron ver, aunque sólo fuera en su superficie, las ruinas provocadas en la humanidad por esta idea, la gente prefirió refugiarse en la vida pragmática y profesar públicamente el desprecio por la ética» esto es, pragmatismo130.. «¿Dónde ha quedado, en todos estos años, la voz de la fe cristiana?», se preguntaba el Cardenal Ratzinger, la respuesta a la pregunta constituye el centro del desafío cristiano del momento. 129 Ver el texto en RATZINGER, Card. J., AL SERVICIO DEL EVANGELIO – Meditaciones sobre el sacerdocio de la Iglesia, Medellín, 2003, p. 12 130 Sacado de ZENITH, 19 de febrero de 2004 Entre los muchos textos del Señor Cardenal publicados en estos días, me he encontrado con estas frases de una entrevista que el Señor Cardenal ofreció a una Universidad Chilena en el 2001. ―El bien y la verdad son inseparables entre sí. Es un hecho que sólo hacemos el bien cuando estamos en armonía con la lógica interna de la realidad y de nuestro propio ser. Actuamos bien, cuando el sentido de nuestra acción es congruente con el sentido de nuestro ser, es decir, cuando hallamos la verdad y la realizamos. En consecuencia, hacer el bien conduce necesariamente al conocimiento de la verdad. Quien no hace el bien, se ciega también a la verdad. A la inversa, el mal se genera a través del enfrentamiento de mi yo contra la exigencia del ser, de la realidad. Esto es, el abandono de la verdad. Es por eso que hacer el mal no conduce al conocimiento, sino a la ofuscación. Ya no puedo —ni quiero— ver lo que es malo; el sentido del bien y del mal queda embotado.131‖ En el aniversario de la inauguración de un seminario en Alemania, el Card. Ratzinger se pregunta: para qué un Seminario. Habla, como ya lo hemos dicho, de ―la pasión por la verdad‖ como nota característica del Seminario. Ampliamente se refiere a ―la educación para la verdad‖. ―Muchas veces, la verdad le resulta incómoda al hombre, pero es la guía más poderosa para el desprendimiento, para la verdadera libertad‖…―Yo no dudo en afirmar que la gran enfermedad de nuestro tiempo es su déficit de verdad…. ―En el seminario sacerdotal, en la formación sacerdotal, no integramos un grupo cualquiera. De hacerlo, corremos el peligro de que la pasión del ajuste consista en a mera acomodación al grupo, y sacrificamos a ella nuestra verdad. No construimos con arreglo a un paradigma autofabricado. Nos dejamos construir por aquel que es paradigma y meta de todos nosotros, el segundo Adán, al que Pablo llama Espíritu de vida (1Cor 15,45). Este plan constructivo justifica el esfuerzo de las purificaciones y nos garantiza que son purificaciones y no destrucciones. En esta construcción crecemos internamente, dispuestos a asimilar ´todo lo que sea verdadero, noble, justo, puro, amable, honorable, todo lo que sea virtud y cosa digna de elogio´(Flp 4,8). La verdad nos hace idóneos para tal construcción. Cuando se alcanza esta meta, el seminario llega a ser un hogar. Sin este proceso común, es una serie de habitaciones en una residencia de estudiantes cuyos moradores permanecen encerrados en sí mismos. Precisamente la prontitud de ánimo para la purificación garantiza el buen humor y la alegría de esa casa. Si no hay tal disposición, la crítica y el hastío de todo y de uno mismo crean un ambiente donde los días son grises y la alegría no cunde porque le falta el sol que necesita para crecer.‖132 Es muy útil recordar las palabras con las cuales llegábamos a la conclusión en el mencionado homenaje al Papa Juan Pablo II. Recordamos que la misión de la Universidad es: ―ser instrumento cada vez más eficaz de progreso cultural tanto para las personas como para la sociedad. Sus actividades de investigación incluirán, por tanto, el estudio de los graves problemas contemporáneos tales como, la dignidad de la vida humana, la promoción de la justicia para todos, la calidad de vida personal y familiar, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la paz y de la estabilidad política, una distribución más equitativa de los recursos del mundo y un nuevo ordenamiento económico y político que sirva mejor a la comunidad humana a nivel nacional e internacional...Si es necesario, la Universidad Católica deberá tener la valentía de expresar verdades incómodas, verdades que no halagan a la opinión 131 132 Citado en ZENITH, 20 abril 2005. Op. Cit. , p. 223 – 227 pública, pero que son también necesarias para salvaguardar el bien auténtico de la sociedad.‖133 2.- EL SERVICIO A LA VIDA Recordemos que con la LECTIO INAUGURALIS quisimos situarnos en línea de respuesta al llamado que nos hizo el Papa Juan Pablo II hace diez años: ―En el contexto de la sociedad actual, marcado por una lucha dramática entre la ´cultura de la vida´y la ´cultura de la muerte´, debe madurar un fuerte sentido crítico, capaz de discernir los verdaderos valores y las auténticas exigencias. Es urgente una movilización general de las conciencias y un común esfuerzo ético, para poner en práctica una gran estrategia a favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la vida‖134 En aquella oportunidad señalamos cómo este servicio debía mirar la ―calidad de vida‖, con todo el alcance insinuado en la Encíclica Pontificia y trabajado en el encuentro de la Pontificia Academia por la Vida del pasado mes de febrero. La asamblea general de este organismo vaticano, del 21 al 23 de febrero, convocó a eclesiásticos, junto con expertos en medicina y bioética, para reflexionar sobre el tema «Calidad de Vida y Ética de la Salud»135. 2.1-Calidad de vida En su presentación, el presidente de la academia, el obispo Elio Sgreccia, observaba que los términos «calidad de vida» y «salud» se han convertido en algo absoluto, «que se ha de perseguir hasta el punto que se diviniza la salud» Estos términos, indicaba, reflejan una fuerte influencia de la filosofía utilitarista tan extendida en las sociedades anglófonas. Esto ha conducido a que se propague la creencia de que «los seres humanos que no poseen la deseada ‗calidad‘ mínima no merecen que se les mantenga vivos – de ahí, la propuesta de parámetros eugenésicos con el fin de seleccionar a los que merecen ser aceptados o mantenidos vivos y a los que se debe abandonar o suprimir a través de la eutanasia». Un intento de comprender lo que significa el concepto de calidad de vida fue abordado por A. Gómez-Lobo, profesor de metafísica y de filosofía moral en la Universidad de Georgetown, en Washington. La idea de que la vida se debe juzgar por su calidad nos retrotrae a los antiguos filósofos griegos, observaba. Es un concepto que abarca diversas dimensiones de la vida, pero en el área de la salud la expectativa de una baja calidad de vida se ha convertido en una racionalización estándar para justificar la eutanasia, explicaba Gómez-Lobo. Sin embargo, proclamar que se beneficia a una persona matando a alguien con una baja calidad de vida es «profundamente malo», defendía. Una persona que sufre de problemas de salud «está gozando todavía del bien básico de la vida, un bien que se distingue de cualquier mal que la persona pueda experimentar», afirmaba el profesor. Además, es «una presunción intolerable» para un observador externo el juzgar que la vida del paciente «no es digna de vivirse», añadía. La prohibición de matar a la persona inocente, continuaba Gómez-Lobo, se basa en el respeto por la dignidad de la persona, «y la dignidad humana es lógicamente independiente de y no reducible a la calidad de vida de una persona porque la dignidad es una propiedad intrínseca que no admite grados». De hecho, añadía, «el que sufre y el débil nos reclaman una 133 JUAN PABLO II, Constitución apostólica EX CORDE ECCLESIAE, 15 agosto 1990, n. 32 JUAN PABLO II, Encíclica EVANGELIUM VITAE, n.95 135 Los apuntes que enseguida entregamos han sido publicados por ZENITH, 12 de marzo de 2005 134 atención especial». Y la calidad de vida del paciente no debería afectar a esta obligación. 2.2.- «Estado vegetativo» La cuestión de qué hacer con las personas que están en un estado vegetativo fue abordada por Gian Luigi Gigli y Mariarosaria Valente. Respectivamente, presidente de la Federación Mundial de Asociaciones Médicas Católicas y directora del Departamento de Neurociencias en el Hospital Santa Maria della Misericordia en Udine, Italia. Analizando la situación actual observaban: «Se combinan la fe en el poder omnipotente de la tecnología de que es capaz de mejorar la calidad de vida y la falta de principios morales». Esta postura tecnológica considera que toda acción es ética si es el resultado de una elección libre, y toda acción es legítima, si es socialmente útil. En cuanto al estado vegetativo, explicaban: «Este estado todavía se ve afectado por importantes incertidumbres clínicas, que conducen a frecuentes errores de diagnosis». Es difícil distinguir entre el estado vegetativo, y el estado vegetativo persistente, también llamado permanente. En el último caso no se espera recuperación, pero no está claro el punto de división entre ambos. Añadían que existen casos bien documentados de pacientes que han recuperado la conciencia incluso tras cumplir los criterios del estado vegetativo permanente. Quienes defienden el así llamado derecho a morir sostienen que una vez que se diagnostica como permanente debe haber una presunción en contra de la alimentación asistida. Además, se redefine el proporcionar alimento y agua como un tratamiento médico, más que como proveer a las necesidades básicas. «Según este punto de vista, la muerte sobrevenida por deshidratación y hambre se considera muerte natural», escribían Gigli y Valente. Sin embargo, explican, los pacientes en esta situación no mueren debido a su estado vegetativo, sino de malnutrición y fallo renal. «El resultado (la muerte) es totalmente intencionado». Los dos explican que la comprensión de cómo hemos llegado a procurar la muerte de alguien en este estado está ligada a consideraciones sobre la calidad de vida. Con frecuencia, al medir la calidad de vida, el concepto se reduce a la habilidad para producir y ser útil. Esto trae como consecuencia, por tanto, que se considere un derroche utilizar recursos sanitarios para personas que no pueden volver a la vida productiva. El retirar la nutrición y el agua a personas en estado vegetativo permanente puede llevar a una peligrosa actitud en la profesión médica, advertían Gigli y Valente. «El retirar la nutrición y la hidratación podría ser la llave que abriera las fuertes barreras todavía existentes que se oponen a la legalización de la eutanasia en la mayoría de los países», añadían. Asimismo, a largo plazo, el tener doctores que aceleran la muerte podría destruir la relación de confianza entre médico y paciente. 2.3.-El recién nacido Otra serie de cuestiones tiene que ver con la calidad de vida de los bebés recién nacidos. Esto se trató en el trabajo presentado por Patricio Ventura-Juncá, director del Centro de Bioética de la Universidad Pontificia de Santiago de Chile. Los bebés recién nacidos son altamente vulnerables así como absolutamente incapaces de evaluar su situación o expresar preferencias. En las últimas décadas, el cuidado neonatal ha hecho progresos enormes, explicaba Ventura-Juncá. Muchas de las funciones inmaduras de los niños nacidos prematuros pueden reemplazarse temporalmente por medios mecánicos. Pero el problema ético existente es juzgar si retirar o continuar con el tratamiento. Explicaba que muchos padres encuentran dificultades para comprender la información médica que se les da y tomar una decisión. En general, sin embargo, los padres están más a favor de intervenir para salvar al niño de lo que están los profesionales de la salud. En esta situación la opinión y los valores del médico a cargo tienen una gran influencia en los padres. 2.4 Minusvalías mentales.- La situación de personas que sufren minusvalías mentales fue tratada por la profesora Wanda Poltawska, psiquiatra de la escuela de teología de la Universidad de Cracovia, Polonia. «Un ser humano es siempre un ser humano independientemente de su estado de desarrollo físico o mental», indicaba. Las familias que soportan la carga de una persona enferma mental suelen dividirse sobre cuál es la mejor forma de afrontar este problema. Para afrontar la carga, los miembros de la familia necesitan una comprensión profunda del sentido del sufrimiento.Para decidir qué hacer cuando se hace frente a esta situación, Poltawska indicaba: «La vida de un ser humano, su principio y su fin, están en manos del Creador – cuando tratamos de manipular la concepción humana o la muerte humana, transgredimos nuestra autoridad» Las personas discapacitadas son un desafío para la sociedad, añadía, y se puede determinar nuestro propio valor como personas examinando nuestras actitudes hacia el enfermo, el anciano y el discapacitado. Las personas discapacitadas son un desafío para la sociedad, añadía, y se puede determinar nuestro propio valor como personas examinando nuestras actitudes hacia el enfermo, el anciano y el discapacitado. Conclusión Los planteamientos mencionados sobre ―calidad de vida‖ y otros más que pudiéramos hacer quienes conocemos la Doctrina Social de la Iglesia, nos llevan a afirmar: un trabajo por la ―calidad de vida‖, debe hacerse con cada persona y todas las personas. Hay desafíos particularmente urgentes entre nosotros como la respuesta a la pobreza que ha crecido, la salud, la educación, la vivienda; la respuesta a esta situación grande de exclusión, que tiene tantas manifestaciones entre nosotros, exige compromisos muy concretos. Comprendemos que nuestro trabajo ha de ser interdisciplinar: es toda la Universidad la que tiene la responsabilidad por la calidad de vida. En una carta con fecha de 19 de febrero, dirigida a Monseñor Sgreccia, Presidente de la Pontificia Academia por la vida, con ocasión del Congreso ya mencionado, Juan Pablo II llamaba la atención sobre «la cualidad esencial que distingue a toda criatura humana que es el haber sido hecha a imagen y semejanza del mismo Creador» (n. 3). Esta dignidad y cualidad de la persona «está presente en todos los momentos de la vida, desde el mismo momento de la concepción hasta su muerte natural», indicaba el Papa. «En consecuencia, se debería reconocer y respetar a la persona humana en cualquier situación de salud, enfermedad o discapacidad. »136 Por los días del Jubileo del año 2000 se presentó un nuevo libro del Cardenal Ratzinger. En la segunda parte, al hablar de Cristo, tiene unas páginas sobre la vida. Me parece que allí podríamos encontrar una descripción de lo que ha de ser la vida con calidad. La concepción cristiana de Dios tiene mucho que ver con la descripción de la vida. Volvemos a encontrarnos con la meta de una vida que es, ni más ni menos, la vida en santidad137. 136 ZENITH, 12 de marzo de 2005. RATZINGER, Card. J., DIO E IL MUNDO, Essere cristiani nel nuevo millenio, Ed. San Paolo, 2001, p. 250 – 265. 137 ¿CALIDAD DE VIDA O PLENITUD DE VIDA? En perspectiva teológica Por: Pbro. Diego Alonso Marulanda Díaz 1. Introducción: Luego de escuchar la ponencia del señor arzobispo Alberto Girado Jaramillo en la Letio Inauguralis 2005: una universidad al servicio de la vida, quiero subrayar algunos de los elementos de su exposición, que me permiten orientar esta sencilla reflexión teológica. El Evangelio de la vida no es un simple título, sino la más exacta forma genitiva del Evangelio, porque es Evangelio de la vida y no de otra cosa. Así, la teología que se nutre de la fuente de la Palabra de Dios, tiene en sí misma un misión pública, cuando se trata de aclarar y defender la verdad del misterio del hombre, y lo hace sobre todo, en tiempos de ―deshumanización de la medicina‖, en los que el hombre viene tratado como individuo y no como persona. Nosotros como comunidad académica católica nos preguntamos, si el concepto de ―calidad de vida‖ se ajusta o no a la gramática del Evangelio. El anterior concepto está a la base del problema de la exclusión humana (fenómeno de la globalización). Aquí, intentaremos delimitar unas líneas de respuesta a partir del misterio de Cristo: verdadero hombre. 2. El Problema: La Encíclica Evagelium vitae está dedicada al señalamiento de las amenazas contra la vida. Hoy sabemos que nunca antes en la historia humana se había alcanzado una conciencia tan desarrollada acerca de la dignidad de la persona humana, pero al mismo tiempo, sabemos que se extiende la condescendencia con una lógica que excluye de la dignidad a los sectores más vulnerables de la sociedad. Hoy por hoy la cuestión es esta: lo que está en juego en la sociedad actual es la pérdida de la verdad acerca del hombre, o ―más profundamente todavía, está en juego el significado mismo del hombre‖ (Cf. Letio Inauguralis UPB 2005). El concepto de ―calidad de vida‖ parece ser la medida de dicho significado; sobre todo, cuando se entiende “por calidad de vida el grado de autonomía psico-física, de las cualidades cognoscitivas, la capacidad de trabajo residuo, la capacidad de recuperar las relaciones con la sociedad, con la familia y con el mundo del trabajo[…]los bienes de consumo de los cuales goza la sociedad de hoy[…]las condiciones ambientales[…] Al lado de estas concepciones, progresivamente ha emergido otro significado bien diverso, de carácter específicamente reductivo, porque refiriéndose prioritariamente al bienestar físico de la persona entendido en sentido ‗selectivo‘, en base a eso, de hecho, se afirma que allí donde no exista un nivel aceptable de calidad de vida, la vida misma pierde valor y no merece ser vivida. Por consiguiente, en esta perspectiva, el concepto ―calidad de vida‖ asume un carácter opuesto a aquél de ‗vida sagrada‘: en definitiva, se absolutiza la calidad y se relativiza la sacrilidad. Aún más, se da al concepto de sacralidad también un significado negativo como aquel de un ‗vitalismo‘ injustificado‖138. Detrás del concepto de ―calidad de vida‖, en los ambientes donde se maneja la salud, la ―razón funcional‖ y una ―moral autónoma‖ tienden a comprender al hombre como una cosa o como algo extraño sobre quien se puede hacer un juicio para determinar su ―calidad de vida‖. Esto crea profundos índices de exclusión en todos los niveles. 3. Provocación: Para abordar este problema a la luz de la inteligencia de la fe cristiana me parece oportuno brindar dos principios que están a la base de la gramática del Evangelio, que nos sirven de apoyo para pensar una respuesta objetiva al tema en cuestión. Cuando el señor arzobispo nos hacía un llamado enérgico a ser fieles a nuestra identidad universitaria, subrayó nuevamente la dimensión de lo católico, como aquello que busca y defiende la verdad de la vida humana. Aquí hay algo importante, porque la catolicidad que nos identifica es el lente con el que aprehendemos toda la realidad y toda la vida humana, y al mismo tiempo, es la fuerza con la que concursamos en el debate abierto sobre la dignidad de la persona. Vamos entendiendo que la vida humana no es un ―tema‖ sobre el cual caben todas las definiciones, sino el lugar existencial del misterio del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres. Hoy más que nunca caemos en la cuenta del valor del siguiente pensamiento: ―los acontecimientos son nuestros maestros‖ (Blas Pascal). Últimamente hemos aprendido, a partir de la pascua de Juan Pablo II, quien nos dejó como herencia una página de humanidad escrita, que la plenitud de vida es la vocación a la que todo hombre está llamado. El Papa entendió y nos enseñó que ser católico es, ante todo, aceptar y respetar todos los rostros humanos como personas hechas a imagen y semejanza de Dios. Su testimonio pastoral y la manera como abrazó su vida y la de los demás, explicitó categóricamente que Jesucristo es quien ―da al hombre la posibilidad de conocer toda la verdad sobre el valor de la vida humana‖ (EV 29). Veamos ahora los dos principios que aporta un teólogo. 3.1 católico: significa comprender todo, no dejar nada fuera139. Este principio hace las veces de hermenéutica cristiana y nos da luces para afrontar y resolver los problemas propios de hoy sobre la vida del hombre, que ―se haya confundido, desorientado y descontento por haber intentado poseer verdades en vez de dejarse poseer por la verdad140”. El sentido de la vida del hombre depende del concepto de verdad que éste tenga de Dios, del mundo, de los demás hombres y de sí mismo. Para nosotros es importante esta visión católica de la verdad, porque ella nos capacita para dar respuesta al caso serio de la exclusión humana. Comprender a todos y no dejar a nadie por fuera significa el más alto nivel de plenitud de vida humana. Dentro de la visión católica del hombre no cabe el concepto de ―calidad de 138 Cf. http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdlife/documents/rc_pontacd_life_doc_20050217_etica-salute_it.html (consultado 22 de abril de 2005) 139 Cf. Hans Urs von Balthasar, Católico, Encuentro, Madrid, 1998, 21. 140 Cf. López Quintás Alfonso, La cultura y el sentido de la vida, PPC, Madrid, 1993, 109. vida‖, porque ya en sí mismo es excluyente. El núcleo de lo católico consiste en que ―se debe tener en cuenta lo contrario si queremos ver el todo correctamente‖ (von Balthasar). El Evangelio es la visión incluyente de todos los hombres en una sola verdad. La dignidad del hombre no es un derecho sólo para algunos, porque ―el Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres […] él modeló cada corazón‖ (Salmo 31). El escándalo de nuestro mundo es que muchos se han acostumbrado a medir el valor de la verdad del hombre por el tamaño de las estadísticas. Se escandalizan no por la víctima como persona, sino por el número de las víctimas. La ―cantidad‖ es la que hace noticia. Para nosotros, que hemos aprendido el valor de la vida en la escuela del Evangelio, sabemos que la lógica matemática de Dios es distinta, porque para Él tiene el mismo valor uno que noventa y nueve. ―¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños‖ (Cf. Mt, 18,12-14). Para Jesús en lo uno se da el valor del todo. E. Kant dirá que ―hay que respetar a la humanidad entera en cada ser humano‖. 3.2. La verdad no es una cosa ni un sistema, es Uno141 Este principio nos ayuda a superar el gran error de quienes entienden al hombre a partir de verdades genéricas, es decir, que se basan en consensos de pequeños grupos autónomos que se atreven a delimitar la dignidad humana. La Iglesia, experta en humanidad, se interesa y defiende la singularidad de cada hombre concreto, y sabe, por la inteligencia de la revelación, que la verdad del hombre se da únicamente allí donde todos los hombres se “encuentran” para respetar y disfrutar de la vida como don de Dios. Así, la vida es el lugar de la verdad. En este sentido, me parece interesante que pensemos en la pascua de Cristo como el evento histórico de la verdad humana. Dios desde la cruz aplaudió la vida de todos los hombres con las manos de su Hijo. Esta manera de mirar al hombre que nos viene de Cristo, nos anima como universidad católica para apropiarnos de las palabras del apóstol Juan, y testimoniar a todos que: ―lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de la vida… os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros‖ (1Jn 1,1.3). El Evangelio proclama la urgencia de operar una conversación constante hacia la divinidad de toda persona, porque la imagen de todo hombre es Cristo, el hombre perfecto. 4. Una respuesta en perspectiva cristiana: La tesis central de la antropología cristológica del magisterio es la siguiente: ―Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… Cristo… manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación‖ (GS 22). En Cristo puede el hombre conocer la verdad plena sobre su vida porque sólo en él se nos revela su protología eterna y su destino definitivo; es decir, que la dignidad de la vida humana está ligada a su procedencia divina y a su destino de comunión con Dios Padre por el conocimiento y el amor, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu (EV 1,38). La pascua cristiana, nos ayuda a tener una mirada contemplativa del hombre que nos permite ir más allá de las apariencias (biológicas, estéticas, 141 Cf. Hans Urs von Balthasar, La verdad es sinfónica, Encuentro, Madrid, 1979, 15. económicas, políticas y socio – culturales) y descubrir a Dios en toda vida, y a toda vida como don de Dios (EV 83). La vida ―así como la entiende el apóstol Juan, no es simplemente existir, respirar, sino plenitud del ser, existir con una totalidad que supera todos los deseos y todas las expectativas, es existir en una plenitud semejante a la de Dios‖142 .La vida que Jesús representa es una plenitud victoriosa sobe toda potencia adversa, y no simplemente una plenitud positiva del ser. Es por esto que ―mirando el espectáculo de la cruz (cf. Lc 23,48) descubrimos en este árbol glorioso el cumplimiento y la plena revelación de todo el Evangelio de la vida.(EV 50). A partir del misterio pascual el creyente es consciente de que todos los hombres somos hijos de la resurrección, porque Cristo ha incluido a todos en su misterio pascual, aunque no todos lo sepan como afirman los Padres conciliares. En este sentido entendemos la pascua de Cristo, como el más completo concepto de catolicidad, porque favorece la plenitud de vida de todos los hombres: ―yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia‖ (Jn 10,10) 5. ¿Calidad de vida? o ¿plenitud de vida? Nos encontramos frente a dos perspectivas muy diversas. La primera nace de una mentalidad inmanentista, la segunda comprende al hombre como un ser único constituido de cuerpo, alma y espíritu. Su capacidad para la trascendencia es una dimensión importante a la hora de definir o de decidir sobre el hombre. El ser humano necesita una antropología que le hable del destino, porque ―no es posible indagar sobre el hombre en su necesidad de vivir por un sentido auténtico, sin asumir el tema de la verdad última de Dios y del mundo; como no es posible poner el problema de la verdad sin llegar al drama del hombre que esta verdad debe reconocer y acoger‖143. El concepto ―calidad de vida‖, que tiene un espacio particular en el ambiente socioeconómico, filosófico hedonista, y sobre todo, dentro de la tecno-medicina; no es claro en su contenido y en sus parámetros. El concepto en sí mismo es problema cuando se vuelve una pregunta casi absoluta en ambientes donde se cosifica la vida una humana: ¿cuál es el nivel de vida que se conserva en el paciente? Esta pregunta que se escucha, en ambientes hospitalarios es incorrecta, aún, partiendo del principio que la salud es un bien, pero no absoluto. Decir ―calidad de vida‖ es desconocer la dignidad de toda persona, y significa la opción por un lugar excluyente. ―Surge así la tendencia a convertir a la humanidad en un club que se reserva el derecho de admisión, a determinar qué es o no es un ser humano, o incluso a determinar el momento en el que todavía no lo es o el momento en que dejar de ser. La tendencia a excluir del concepto de ser humano a quienes suponen una amenaza, a los minusválidos o a quienes presentan cualquier limitación, se incrementa precisamente allí donde, a la pendiente reivindicación de la dignidad de quienes son excluidos por razones de raza, religión, clase social o sexo, se le añaden otras formas de exclusión‖144. Es por esto, que se hace necesario una visón correctiva y un horizonte diverso de esperanza frente a la actual conjunción de los siguientes factores: ― […] a) el bien está reducido a la búsqueda del placer y al rechazo del dolor […] b) no existe el más allá, no existe la eternidad bienaventurada, ni tiene sentido el dolor, aquello que 142 Cf. Carlo Maria Matini, Cristo es todo para nosotros, San pablo, Milano, 2003, 56 Cf. Paolo Martinelli, La testimonianza: verità di Dio e libertà dell uomo, Paoline, 2002, 66. 144 Regina Ammicht-Quinn, ¿Es sagrada la dignidad? El ser humano, la máquina y el debate sobre la dignidad, en: “Concilium”, No. 300, Abril 2003. p. 225. 143 cuenta es el espacio terreno del bienestar […] c) la disponibilidad verdadera o presunta del bienestar económico – social que es el fin de la política mundial‖145. La inteligencia de la fe cristiana, cuando elabora su discurso antropológico, nunca se permite excluir a ningún hombre porque sabe que cada hombre, por pequeño, pobre o viejo que sea es imagen y semejanza de Dios. El Evangelio no admite estándares de calidad de vida porque, en definitiva, nunca se podrían medir la libertad, la identidad, el destino, la esperanza y la capacidad imaginativa de cada hombre, aún en circunstancias limites como el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la pobreza. A partir de la Encíclica Evangelium vitae, reafirmamos nuestra convicción de que "el hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. [...] El evangelio del amor de Dios al hombre, el evangelio de la dignidad de la persona y el evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio" (n. 2). Tendríamos que invitar a un exegeta para que nos ayude a comprender mejor el siguiente texto, que creo sea fundamental para ampliar el tema, ―os he dicho estas cosas, para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud‖ (Cf. Jn 15,11) 6. La calidad de vida: visión de un medico cristiano. ―Si alguna profesión debe convivir con este término calidad de vida es la medicina, porque todos los días los médicos tomamos decisiones sobre la vida. Por eso es útil aclarar, que el médico es la persona a quien el enfermo le confía su existencia y su historia, pensando en que su vida pueda llegar a ser la de antes. Claro está que, esto no siempre se puede lograr y la vida muchas veces indefectiblemente cambia o es la enfermedad el preludio de la agonía y la muerte, convirtiéndose la vida en la gran pregunta y se cae en la tentación de poderla calificar, estandarizar o dar unos cánones de su calidad, perdiendo así automáticamente el concepto sagrado de la vida, que se define desde el momento de la concepción hasta la muerte. El hacer y el deber ser del médico están orientados a dignificar la vida del paciente por compleja y dura que se presente; de tal manera que nunca puede medirla o compararla, debido al principio de unicidad e irrepetibilidad de cada vida humana. Un médico debe propender por la plenitud de la vida y el bienestar de cada paciente pero nunca debe juzgar las circunstancias de la vida para declararla digna o no de ser vivida, porque ella no es un objeto de estandarización o un fenómeno estadístico, sino la singularidad de un ser sagrado que, al mismo tiempo, le da sentido y significado al quehacer del médico. Mi propuesta sería la de propender por la plenitud de la vida en la búsqueda del sentido de cada persona‖ (Dr. Juan Fernando Velásquez Escobar – U.P.B). 145 Cf. http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdlife/documents/rc_pontacd_life_doc_20050217_etica-salute_it.html (consultado 22 de abril de 2005) CULTURA DEL RECONOCIMIENTO Y VIDA DIGNA146 Por Carlos Enrique Londoño Rendón 1. Una tarea por la vida desde la Universidad En la Lección Inaugural del presente semestre: Una Universidad al servicio de la vida, Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo nos ha ratificado y, sobre todo, nos ha comprometido aún más en la tarea que, como Universidad, tenemos con la búsqueda y definición de las condiciones necesarias y suficientes para el logro de una vida buena, de una vida digna en todos y cada uno de los colombianos. En las diferentes áreas que conforman el proceso de formación humana, sobre la base de ésta como un fundamental objetivo, pero desde una gran diversidad de miradas, sabemos de las dificultades que tenemos que afrontar en el camino para la creación y desarrollo de una conciencia sobre las condiciones que requerimos los colombianos para vivir con dignidad humana. Históricamente, dichas condiciones no han estado presentes en el devenir vital de la mayoría de las personas en este país; para el pueblo colombiano lo han estado, más bien, el desconocimiento y la exclusión. Para muchos sectores de nuestra sociedad, la vida de los seres humanos no es vista como un fin en sí misma, como un proyecto único e insustituible, sino como un mero medio o instrumento al servicio de fines determinados por el poder político, o por el poder económico, o por el poder social, y que una vez conseguidos, convierten a masas enteras de personas en seres desechables, despojados del más mínimo sentido de humanidad. Entre muchas otras razones de causalidad para la comprensión o explicación de la compleja realidad de la crisis colombiana, en el entendimiento de sus raíces y procesos, sin desconocer la necesidad e importancia de otras variables de carácter social, económico o político, se han delimitado argumentos para pensar que los problemas de nuestro país son producidos por la incapacidad que históricamente 146 Conferencia presentada a los profesores del Centro de Humanidades de la Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades de la UPB, en marzo de 2005. También presentada en el encuentro mensual Diálogos de la Catedral. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, abril 29 de 2005. hemos demostrado para reconocernos como seres iguales en dignidad, desde la perspectiva de nuestra naturaleza humana. La condición colombiana, y no sólo la de ahora, tiene un epicentro muy fuerte en problemas de reconocimiento como personas con igualdad de derechos en todas aquellas condiciones que hacen posible la construcción de la vida de cada uno en su vocación como una vida plenamente digna. La gran olvidada y excluída de nuestro proceso de construcción como nación ha sido la dignidad humana. Y cuando un solo colombiano, así sea solo uno, no es dimensionado como un ser igual en dignidad, es nuestra esencialidad humana, la de todos, la que está siendo puesta en peligro; es la vida humana, es toda vida humana, la que está siendo reducida de su condición de fin en sí misma, a una condición de instrumento útil, de medio para otros fines, fácilmente desechable cuando éstos ya han sido conseguidos. Este ha sido el horizonte que ha dado contexto a la tarea de una formación humana, de una formación de la conciencia de la vida como el máximo don entregado al hombre por Dios, pero con la responsabilidad de todos como comunidad, como sociedad. Lo humano, la vida humana no se realiza en la individualidad, sino en la relación con y desde el otro, en el desarrollo de una cultura que brinde condiciones a favor de la dignidad de la vida de cada ser humano; condiciones que nos lleven a situar a cada persona como merecedora de respeto, tolerancia y solidaridad; como un ser sujeto de libertad y llamado a la trascendencia espiritual. Al crear conciencia crítica y rigurosa sobre la realidad del país, formamos humanamente, ya que nos ubicamos en la comprensión y en las posibilidades de transformación de los distintos procesos estructurantes de dicha realidad, para llegar a la consecución de unas condiciones de equidad y dignidad para todos los colombianos, sin exclusión por condición étnica, religiosa, de pensamiento o sexual, o exclusión por condición social, política o económica. Buscamos, así, crear en cada persona un compromiso de responsabilidad con la construcción de una nueva Colombia; con la construcción de una sociedad más digna, equitativa y justa; de una sociedad capaz de desarrollar condiciones para la convivencia pacífica, en un marco Ético-Político derivado del conocimiento del Estado Social de Derecho, y del respeto y vivencia de los Derechos Humanos, fundamentos de una vida digna147. 2. El desconocimiento y la exclusión en el centro de la problemática colombiana Desconocimiento y exclusión para las mayorías de colombianos, han sido dos elementos de una constante estructural presente a lo largo de nuestra historia. Un intento significativo por romper esta constante, nace y muere en los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Era la propuesta de una Colombia moderna, mediante la construcción social, económica y política del país en un contexto de democracia liberal y social, una propuesta incluyente de las mayorías, cuyos desarrollos en los 147 Londoño Rendón, Carlos Enrique. El curso de Problemas Colombianos: Un proceso de formación humana para crear cultura de paz. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, marzo de 2000. Texto presentado en el congreso de la Red de Universidades por la Paz –REDUNIPAZ-, realizado en Santa Marta, marzo de 2000. diferentes campos estuvieran al servicio de todos y no de unos pocos, no de la sola élite situada en la cúspide de la pirámide social, sin capacidad de reconocimiento e inclusión de las bases sostenedoras de la misma pirámide. Con la muerte de Gaitán, también muere la posibilidad de entender la realidad del país, no desde la lógica del sectarismo partidista entre liberales y conservadores, sino desde la perspectiva social, en tanto las grandes masas de excluidos: campesinos, obreros y sectores medios, debían ser parte real del desarrollo del país y, por consiguiente, partícipes de sus beneficios como sujetos socio-económicos y políticos148. Desde la Colonia Española, heredamos una estructura social verticalista, autoritaria y dogmática, donde más allá del reconocimiento con base en el afecto y la religión, o en el poder que daba lo económico, lo social y lo político, no había espacio para un reconocimiento de la persona desde la esencial dignidad humana; no había lugar a la dialéctica entre diversos, entre visiones plurales de la realidad, entre humanos con derecho a pensamientos divergentes, sobre la base del derecho de la libertad para hablar –parresía- y derecho a la igualdad en el uso de la palabra –isegoría-149. La visión unilateral y desde arriba, no hacía posible la comprensión del sentido del mundo, sino su imposición por parte de unos pocos y la aceptación sumisa de los más, entendidos como individuos incapaces de racionalidad para la participación en los procesos constructores de la realidad social. Ya, en La Carta de Jamaica, una de las preocupaciones máximas de Bolívar, más allá de la posibilidad de librarnos del yugo español, era la de cómo construir una sociedad libre, cuando las mayorías eran incapaces de pensamiento libre y responsable, no eran sujetos políticos. No haber realizado esta tarea de formación de las masas campesinas indígenas, negras y mestizas, como sujetos de racionalidad política, a lo largo de nuestra historia independiente, permitió, lograda la independencia, introducir y mantener una institucionalidad, no construida desde abajo, desde las bases sociales, sino desde arriba, desde y para el interés particular de las élites herederas del poder español. De ahí que, en parte, sea comprensible que cualquier proyecto modernizador del país, como el planteado en los años treinta del pasado siglo, que pretendiera poner en discusión los intereses de sectores sociales reducidos, casi pudiera estar muerto, aún antes de nacer. Y que sus consecuencias se tradujeran en el primer gran desangre del país en el siglo XX, no entre liberales y conservadores, sino entre masas campesinas de liberales pobres y conservadores pobres, como lo señala William Ospina, en su texto de La Franja Amarilla150. El Pacto del Frente Nacional, entre la élite liberal y la élite conservadora, evita, por un lado, el peligro que se cernía sobre la continuidad del Estado Liberal de Derecho y, por el otro, sobre la continuidad de los privilegios socio-económicos del sector élite del país. Ante las aceleradas transformaciones del país, derivadas de la ampliación del desarrollo industrial y agroindustrial, y de la transformación urbana debida a la masiva migración, el Frente Nacional significó un cerramiento del sistema a las demandas de los sectores campesinos y de los nuevos sectores sociales urbanos. 148 Londoño Rendón, Carlos Enrique. Hacia un proyecto humano para la paz en Colombia. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, abril de 2000. 149 Suárez Molano, José Olimpo. Syllabus sobre Filosofía Política. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, 2004. P. 27 150 Ospina, William. ¿Dónde está la franja amarilla? Bogotá, Ed. Norma, 1997. Las necesidades y problemas de las grandes masas sociales populares no encontraron respuesta desde el Estado. O, más bien, las respuestas fueron totalmente contrarias a las soluciones requeridas por la población. Por un lado, la Doctrina de la Seguridad Nacional impuesta en América Latina durante el Orden Mundial de la Guerra Fría, llevará a nuestros gobiernos a leer los problemas propios de las nuevas realidades socio-económicas y políticas como síntomas de la penetración del enemigo, el comunismo, y no como consecuencias de las transformaciones del contexto nacional y latinoamericano. Sólo durante el gobierno de Belisario Betancur se reconocerá, de manera oficial, lo contrario. Los problemas, entonces, no se entendieron y solucionaron; se reprimieron y acumularon como en una especie de olla a presión que, sin válvula de escape, termina por estallar en diversas formas de crisis sociales y violencias a partir de la década de los años ochenta. Por otro lado, el Pacto, al asegurar el poder y la burocracia para los dos partidos tradicionales, en primer lugar, cerró el escenario institucional para la lucha por el poder a ideas diferentes a las de la alianza liberal-conservadora. El Frente Nacional cerró toda posibilidad a la oposición política, abriéndola, así, al nacimiento y desarrollo de una oposición armada en su expresión a través de los diferentes grupos subversivos. En segundo lugar, deslegitimó el papel de los partidos en cuanto que al asegurar el poder de antemano, éstos no necesitaron construirse y diferenciarse ideológica y políticamente y menos a partir de la estructuración y propuesta de proyectos de transformación socio-económica, como resultado de la lectura y entendimiento de las múltiples realidades problemáticas del país. Se da, pues, así, lugar a la definición de un país formal a favor de unas minorías, en constante tensión con la Colombia real de las inmensas mayorías sociales, excluidas de las posibilidades del poder y de las definiciones de los rumbos que debía seguir el desarrollo del país, rumbos de los que seguían excluídas las propuestas de solución a sus múltiples problemas. Si bien, el Frente Nacional propició por arriba un orden moderno, de entendimiento racional y calculado de los procesos políticos y económicos, abajo permaneció la gran mayoría excluida de los beneficios de la modernización, sin condiciones ni posibilidades para constituirse en sujetos sociales, políticos y económicos, sometidos a la verticalidad y autoritarismo de un régimen que hizo del Estado, no un espacio para la expresión de intereses diversos, sino una plataforma para la potenciación de los intereses privados, por encima y a costa de los intereses colectivos. El contexto ético, entonces, fue el del reconocimiento entre unos pocos sobre la base del desconocimiento de todos los demás. Vacío de Estado y negación de la diferencia y de la diversidad servirán como premisas para establecer la eliminación del otro, cuando éste se comporte como alguien diferente. Deslegitimados los partidos políticos ante su no necesidad e incapacidad para reconocer y escuchar los problemas en todos los rincones del país; al dejar de ser ese "cordón umbilical" entre la realidad de la mayor parte de la población colombiana y el ejercicio del poder, el clientelismo, en el que queda cobijado sólo un sector reducido de colombianos, aparece como la única forma de legitimación de los partidos. Como negocio, al privatizar lo público y lo colectivo, el clientelismo termina desatando una de las causas más explicativas de la actual crisis de la sociedad colombiana: la corrupción a todos los niveles. Tiene mayor capacidad de daño al país el clientelismo y la corrupción que los mismos movimientos subversivos, dirá en su momento, como comandante del ejército, el general Bonet. El clientelismo implica desconocimiento y exclusión en un doble sentido: primero, porque todos los colombianos no pueden ser cobijados por los favores del sistema clientelista; segundo, porque los recursos públicos son apropiados de manera particular entre unos pocos, excluyendo a las mayorías de los beneficios que podrían resultar si los mismos fueran invertidos socialmente. En alguno de los cursos, una de nuestras compañeras realizaba con sus estudiantes un simple ejercicio de suma a partir de los titulares de prensa en los que se daban a conocer situaciones de pérdida de dinero por corrupción. El resultado fue alarmante. Con el total obtenido al cabo de las tres semanas del curso bastaría y sobraría para tener el mejor sistema educativo y de salud en Colombia, y sobraría plata. Sin capacidad de reconocimiento entre unos y otros, entre múltiples y diferentes, la política no puede ser el espacio para la construcción de lo público, del entendimiento y desarrollo de los intereses colectivos, no puede haber vida digna. El poder deja de estar al servicio de lo público, en cuanto permite privatizar los beneficios de dicho ejercicio, en favor de unos pocos. Desde finales de los años setenta, se hace evidente la crisis del Estado colombiano en una triple dimensión: como crisis de representatividad en cuanto que los partidos políticos en el poder no eran la expresión de los intereses de la colectividad nacional. Lo que conduce necesariamente a una crisis de legitimidad entendida como ese mínimo de obediencia y reconocimiento de validez a las diferentes instituciones y acciones de los representantes del pueblo en el poder. ―En nuestro caso, la desideologización de los partidos liberal y conservador, el alto grado de abstencionismo, indicador de la crisis de representatividad, la excesiva y casi permanente utilización del estado de sitio y, consecuentemente, el tratamiento de orden público a las más elementales demandas ciudadanas, lo mismo que el desconocimiento reiterado de los derechos civiles y políticos y un reducidísimo control civil sobre las fuerzas armadas, son algunas de las circunstancias que explican y alimentan la crisis de legitimidad del sistema colombiano‖151. Todo lo anterior confluirá en la crisis de gobernabilidad como ―la incapacidad del sistema político y del conjunto de la sociedad para darle respuesta a las demandas sociales y políticas en la perspectiva de construir soluciones estratégicas que le den salida viable a los conflictos‖152. El cierre del sistema político y la crisis de gobernabilidad, explican necesariamente los caminos no institucionales que son construidos en todo este período, como salidas o respuestas a los problemas no resueltos dentro de la institucionalidad del Estado. De ahí que sectores de colombianos vean en la subversión del Estado existente la única salida posible. El desconocimiento desde las élites recibe como respuesta la no posibilidad de reconocimiento alguno desde la subversión y viceversa. Resultado: guerra a muerte entre enemigos, en cuya confrontación ha sido la posibilidad de una vida digna la gran perdedora, ante una mayor 151 Granda Marín, Alberto. “Asamblea Nacional Constituyente y constitución política de 1991”. Rev. Pensamiento Humanista, No. 2. Escuela de Humanidades-Universidad Pontificia Bolivariana, 1994. P. 85 152 Idem profundización y degradación del conflicto. Ni siquiera hemos aprendido a respetar y practicar unas mínimas reglas de humanidad como las que nos propone el Derecho Internacional Humanitario. La dignidad de las víctimas poco o nada cuenta en este país. No sería exagerado afirmar que los actuales proyectos de Justicia y Paz en discusión en el Congreso, premian a los victimarios y desconocen la tragedia de las víctimas. La debilidad y, por consiguiente, la ausencia del Estado han dado lugar a que muchos colombianos hayan tenido que crear condiciones para su propia defensa, dando lugar al nacimiento de fuerzas contrainsurgentes. Y en medio del caos ha florecido con todas las garantías el negocio del narcotráfico, alimentando a uno y otro actor y, en definitiva, a toda la sociedad colombiana. Así mismo, la exclusión y desconocimiento han dado lugar a que en nuestros espacios urbanos se haya enseñoreado todo tipo de violencias, desde las acicateadas por las fuerzas subversivas y antisubversivas, hasta las nacidas como bandas a la sombra de la pobreza y la miseria. El clímax de autodestrucción al que habíamos llegado al comenzar los años noventa; la tragedia generalizada contra la dignidad de la vida en todos los sentidos, hacen pensar a los colombianos en la necesidad de un nuevo acuerdo, en un nuevo pacto para crear caminos de inclusión e igualdad, sobre la base del respeto y reconocimiento entre diferentes. La ilusión que crea la nueva Constitución con las múltiples formas de participación que se institucionalizan en el campo de lo político, sobre una definición esencial del Estado como Estado Social de derecho, garante de la dignidad de todo colombiano, más allá de cualquier diferencia, se ve frustrada por la permanencia y acentuación de un modelo económico neoliberal, que deja en la más absoluta indefensión a millones de colombianos, ante las promesas de redención que se darían con el crecimiento del mercado. Frustración que se incrementa ante las casi dos decenas de reformas que en gran parte han buscado disminuir o eliminar aquellas condiciones propiciadoras de alguna protección social. Los propósitos constitucionales han sufrido un camino tortuoso para su puesta en obra ante la ausencia de una conciencia y cultura política que nos permita el reconocimiento del otro en un contexto de pluralidad, la apropiación de los espacios de participación ciudadana para la construcción de lo público y lo colectivo por encima de los intereses particulares y privatizadores, la eliminación de los obstáculos provenientes de las élites tradicionales que permitan hacer real y efectiva esta participación sobre una base de justicia social. En otras palabras, la propuesta de la Constitución hacia la construcción de formas y estrategias de poder centrados en la sociedad civil, choca con la tradición autoritaria y verticalista protectora de los intereses de unos cuantos y excluyente de los de la mayoría, choca con los principios de un modelo económico que pregona la competencia individual salvaje y el crecimiento económico como fundamentos del ordenamiento social, en el cual las mayorías más débiles aparecen cada vez más desprotegidas y abandonadas, tal como nos lo enseña Monseñor Alberto Giraldo al recordarnos algunas estadísticas de América Latina y de Antioquia sobre pobreza y desnutrición153, en la Lección Inaugural a la que aludimos antes. 153 Giraldo Jaramillo, Monseñor Alberto. Lectio Inauguralis 2005: Una universidad al servicio de la vida. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, febrero de 2005. P. 2. Las bondades de la letra constitucional poco han podido hacerse realidad ante los obstáculos nacidos de la incapacidad de reconocimiento entre todos los colombianos como personas iguales en dignidad humana. 3. La cultura del reconocimiento: reiteración y profundización de un compromiso sagrado con y por la vida Con Ortega y Gasset 154 hemos de afirmar que ―el enorme esfuerzo que es la guerra sólo puede evitarse si se entiende por paz un esfuerzo aún mayor.... Si la guerra es una cosa que se hace, también la paz, es una cosa que hay que hacer, que hay que fabricar‖. Tenemos la responsabilidad de contribuir con la construcción de un proyecto humano que sea el núcleo esencial de una sociedad democrática, en la que el eje y el fundamento sea una vida digna para cada colombiano, para todos los colombianos. Pero esta democracia, entendida de manera esencial, como el sistema político de la paz, constituido por personas iguales desde la perspectiva de la dignidad humana, no podrá ser conseguido a partir de la mera redistribución de cosas, riquezas o poder, sin antes, o al mismo tiempo, haber construido las bases de una cultura del reconocimiento del otro como un proyecto de libertad, de vida digna, sin el cual no es viable la realización de mi proyecto de libertad y vida digna; sin antes haber construido las bases de una cultura del respeto hacia el otro y desde el otro, es decir, sin haber comprendido la paradoja de la igualdad frente a los demás, sobre la base de aceptar y comprender al otro como diferente y único; es la necesidad de una cultura de la tolerancia; es la idea que sustenta el credo democrático según el cual ―todos los seres humanos somos iguales, racionales, inteligentes y perfectibles‖155; igualdad que ―se establece como igualdad ante la ley y reconocimiento, igualmente, del derecho a poseer derechos iguales para todos‖156. La vida digna, la dignidad humana no son logrables en la soledad del individuo sino en la comunión entre quienes desarrollan la capacidad de reconocerse como iguales y al mismo tiempo como diferentes, entre quienes van logrando superar las fronteras de la reificación y la animalidad, para entender que sólo desde el reconocimiento de la esencia humana del otro, yo puedo hacerme más humano, que sólo desde el reconocimiento del otro como ser de libertad yo puedo realizarme como un ser libre. Yo soy el eje de mi libertad pero la misma es plenamente posible en cuanto reconozco y acepto al otro en libertad. Angelo Papachini, recogiendo el enfoque hegeliano, nos enseña que ―habría una pulsión más originaria y universal, más poderosa que la búsqueda de felicidad o la necesidad de supervivencia, y más abarcadora que la misma sed de poder: la demanda de reconocimiento‖157. Ésta ―acaba por desplazar a las pulsiones, aparentemente más poderosas, ligadas con la supervivencia y la reproducción‖158. Estas pulsiones demandan una satisfacción inmediata y constante, que una vez lograda da lugar de nuevo al ciclo de deseo – necesidad de satisfacción, mostrando 154 Citado por Fisas, Vicent. Cultura de paz y gestión de conflictos. Barcelona, Icaria-Unesco. 1998. P. 9 Suárez Molano, José Olimpo. Syllabus sobre Filosofía Política. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, 2004. P. 142 156 Ibid. P. 143 157 Papachini, Angelo. Filosofía y Derechos Humanos. Cali, Editorial Universidad del Valle, 1997. p. 15. 158 Ibid. P.16. 155 así un límite en cuanto es una pulsión nunca resuelta del todo. ―Si el ser humano quedase atrapado en la lógica de la pulsión, acabaría por desgastar sus energías vitales en una tarea que beneficia exclusivamente los intereses del género, y no quedaría rasgo de su destino vital como sujeto individual. Gracias a la toma de conciencia de los límites de la gratificación inmediata, el individuo va descubriendo otra faceta de su carencia, ligada con la necesidad imperiosa de otro ser libre que reconozca su libertad: más allá de la pulsión de supervivencia, él advierte, al inicio de manera oscura, la necesidad imperiosa de ser apreciado y valorado como un ente distinto de los demás seres vivientes, como un proyecto de libertad‖159. Cuando soy reconocido por otro como un ser diferente de los demás, se abre un espacio de relación desde el cual entro en capacidad de comprender que mi individualidad humana sólo es posible en y a través de la relación que se puede establecer con el otro. Somos sólo en cuanto hay una reciprocidad dada en el encuentro entre seres iguales pero diferentes. La muerte del otro, o su subordinación, para apropiarme y defender los bienes necesarios para la satisfacción de las pulsiones primarias, llevará al hombre a comprender, en un proceso histórico muy lento, que de un cadáver no puedo obtener reconocimiento, ―que la vida constituye el soporte indispensable para el reconocimiento y la libertad‖160; sin la vida del otro, la mía no podría pasar de los límites que establece el ser simplemente animal, mero instinto. Sólo desde la conservación de la vida del otro, la mía puede constituirse en una vida humana, con capacidad de trascender los límites que impone la inmediatez de la naturaleza animal. ―El reconocimiento en términos de reciprocidad no es una fulguración inmediata, sino el logro de un proceso, que empieza con la experiencia de la alteridad radical entre seres que deberían encontrar, cada uno en la figura del otro, la clave para poder descifrar el sentido de su existencia‖161. Y si el otro es asumido como indispensable para la formación y conservación del propio ser, de mi vida digna, se habrá llegado a un campo en el que es más posible entender que la búsqueda unilateral del poder, que las consecuciones con base en la violencia, son contradictorias y destructoras de mi propia posibilidad de una vida digna. ―La dignidad del otro se transforma en la condición indispensable para nuestra propia libertad. …Incluso la autonomía moral, el bien del que el sujeto se siente más orgulloso, constituye en realidad el resultado de una interacción social, de un intercambio y diálogo permanentes con los demás: en el individuo la existencia como ser para sí, no puede desligarse en ningún momento de su ser para otros‖162. Al asumir la vida digna en cada ser humano como un don divino, no hemos recibido un don terminado. Asumimos la responsabilidad de vivirla como tal a partir de una relación de encuentro y reconocimiento de los demás y desde los demás. En esta perspectiva, creemos que estamos madurando el fuerte sentido crítico, de que nos habla Monseñor Alberto Giraldo, un sentido ―capaz de discernir los verdaderos valores y las auténticas exigencias‖. Un sentido crítico que nos lleve urgentemente a una movilización general de las conciencias y a un común esfuerzo ético, para poner en práctica una gran estrategia en favor de la vida, en la que todos 159 Ibid. P. 17. Ibid. P. 20 161 Ibid. P.19 162 Ibid. P. 21-22. 160 juntos construyamos una nueva cultura de la vida163, convirtiendo en realidad tanto el don sagrado de la vida, como el mandato constitucional con base en el principio de ―conformar una sociedad pluralista, fundada en el respeto a la dignidad humana‖164. Sólo sobre este fundamento esencial será posible pensar las condiciones para la construcción de la paz, donde la diversidad y la pluralidad se convierten en posibilidad de encuentro para negociar las diferencias y no para eliminar al diferente. El reconocimiento de mi dignidad y la de los demás y, al mismo tiempo, de mi responsabilidad frente a ellos, explicaría por qué, si no únicamente, sí esencialmente, tenemos, desde nuestro proyecto pedagógico, un desafío éticopolítico para hacer posible en Colombia una paz para todos, contexto esencial para una cultura de la vida digna. 163 Cfr. Giraldo Jaramillo, Monseñor Alberto. Op. Cit. P. 1. Gaviria Díaz, Carlos. “Ética y Constitución”. Periódico Debates, No. 18. Medellín, Universidad de Antioquia, Julio de 1996. P. 9. 164 ECOS DEL ENCUENTRO NACIONAL DE UNIVERSIDADES CATÓLICAS Junio Ponentes: Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo Arzobispo de Medellín Gran Canciller de la UPB Pbro. Jorge Iván Ramírez Aguirre Ex Vicerrector Académico UPB LA UNIVERSIDAD: “SER PARA SERVIR” Ecos de una celebración “Encuentro Nacional de Universidades Católicas” Por: Mons. Alberto Giraldo Jaramillo El Reverendo Padre Luis Alberto Roballo, Rector de la Fundación Universitaria San Alfonso de Bogotá, ha tenido la atención de enviarnos un registro fotográfico de nuestras celebraciones del 26 y 27 de mayo pasados con este título UPB 60 AÑOS DE SELLO PONTIFICIO. Nos ha parecido importante dedicar esta sesión de DIÁLOGOS DE LA CATEDRAL a este acontecimiento. Me atrevo a pensar que ha sido un momento histórico muy importante para las Universidades Católicas de Colombia, en las circunstancias concretas, sociales, económicas, políticas, y, desde luego, culturales y religiosas que vive el País. Se nos entregará hoy una síntesis de los principales temas tratados y se nos invitará a elaborar, entre todos nosotros, unas conclusiones del CONGRESO realizado en la fecha mencionada. Sirvan estas líneas para llamar la atención sobre un detalle que ciertamente considero fundamental: nuestra celebración ha sido la conmemoración de 60 AÑOS DE SELLO PONTIFICIO. En las circunstancias de la vida de la Iglesia tales como se han manifestado con la muerte del Papa Juan Pablo II y el inicio del Pontificado de Benedicto XVI, nos parece que el título de Pontificia que tiene nuestra Universidad, la ubica en una línea de opciones que debemos proclamar con fe, decisión e inmensa esperanza. En este contexto logramos comprender el por qué del título LA UNIVERSIDAD “SER PARA SERVIR” ¿Para qué y cómo sirve hoy la Universidad? Una mirada muy concreta a Antioquia y Colombia nos permite encontrar la respuesta. Hoy, más que en otros momentos de la vida de nuestra Patria, se hacen indispensables una tareas que nos permitimos sintetizar en estos siete sencillos enunciados: El servicio a la VERDAD, sin ambigüedades ni disimulos. La defensa clara de la VIDA HUMANA en todas las etapas de su desarrollo y con un claro reclamo por su calidad que supere las exclusiones y violencias de las que a diario somos testigos La proclamación de la DIGNIDAD DE LAS PERSONAS, por encima de las caricaturas de bienestar que va contagiando una cultura globalizadaEl compromiso de TRABAJO POR LA PAZ que ha de ser el fruto de la justicia, la reconciliación, el perdón, la reparación. La FORMACIÓN DE UN LAICADO constituido por hombres y mujeres, que han hecho de la coherencia de su vida y de su opción por la santidad, el gran motor de todas sus decisiones personales, familiares y sociales. La convocación a constituir AUTÉNTICAS COMUNIDADES CATÓLICAS que no estén a la deriva impulsadas por una manera de pensar esclava de expresiones de una fe que no se logra ubicar. Por encima de todo, el servicio del ANUNCIO DE JESUCRISTO, camino, verdad y vida para cada uno de los seres humanos en el tercer milenio. La herencia espiritual y doctrinal de Juan Pablo II, los horizontes que ya hemos conocido en el Cardenal Ratzinger y que siguen muy actuales en el Papa Benedicto XVI son la orientación fundamental de esta Universidad para servir con un auténtico SELLO PONTIFICIO. El encuentro de hoy nos permite reflexionar sobre nuestro servicio poniendo en marcha la ciencia y la sabiduría, la razón y la fe de quienes aquí estamos para ser fieles al momento histórico que vive la UPB. CONCLUSIONES Por: Pbro. Jorge Iván Ramírez Aguirre165 “La Universidad debe servir al país en el esfuerzo común por construir una sociedad nueva, libre, responsable, consciente del propio patrimonio cultural, justa, fraterna, participativa, donde el hombre, integralmente considerado, sea siempre la medida del progreso…” Juan Pablo II. Medellín, 5 de Julio de 1986. Mi tarea es la de hacer evidentes, en una gran síntesis, los ecos del Encuentro Nacional de Universidades católicas que se convocó con el tema de La Universidad Católica: su identidad y misión en el nuevo milenio. Advertir los ecos; eso requiere de aguzar el oído para escucharlos y volverlos materia de nuestro diálogo, razón suficiente, luz de orientación de nuestro quehacer. Es así como llega a nuestras conversaciones la lucidez de un momento primordial, como lo son todos aquellos en los cuales ponemos en evidencia el interior, cuando sacamos afuera nuestra dimensión esencial y propiciamos la auto comprensión del hombre. Nos reunía la necesidad de preguntar en comunidad por el estado del carácter católico vuelto misión, un estado que llama con vehemencia a la identidad; por eso la pregunta por la catolicidad es la pregunta por lo que nos identifica, substancia que soporta los accidentes, dimensión básica que permite las aplicaciones; eso configuró trascendentalmente un momento único de comprensión solidaria, en el cual los diálogos iban tras una meta que ya la voluntad acepta sin ambages: el pensar sobre nuestra condición nos hace a los que los hacemos, de suyo, solidarios en el pensar. Es el momento de la racionalidad universitaria como racionalidad humana de su propia identidad; es, a mi manera de ver en Raimon Panikkar, el evento racional que inicia, para nuestro efecto, el momento católico o cosmoteándrico, la revisión conceptual de la universalización como principio y la adopción de una nueva forma de ver desde Dios, el cosmos y el hombre modelada en Jesucristo. 165 Profesor titular de la facultad de Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana, Filósofo, Magíster en Teología. Actual vicerrector académico de la misma. Este evento, que supera la estrecha agenda de diálogos y conferencias fue, pues, la base de este momento católico que puede marcar la historia futura de las tareas universitarias, en la cual las nuestras universidades en el país, mucho más entendidas de esta nueva experiencia que reorienta su visión, se repiensen desde esta triada que puede orientar su conciencia. Viene a mi memoria, igualmente, el principio agustiniano que se vio reflejado, como si fueran los rasgos de una personalidad o una ética para la comprensión entre todos, en las relaciones y en el compartir de hermanos que alcanzamos a vivir en el evento y que, ahora, nos llena de confianza : “in necesariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus charitas”, ―unidad en lo necesario, libertad en la duda y en todo caridad‖. Expondré, entonces los ecos desde el pensar como nueva posición en el mundo para los nuevos tiempos; desde el servir como decisión del obrar por lo más humano, y desde el educar como el rasgo futuro más importante para una auténtica preservación de nuestra condición humano-trascendental. 1. DESDE EL PENSAR La Universidad de hoy debe sentar las bases de un auténtico pensamiento que dirija sus destinos y modele su relación con el contexto social. Sobre todo la universidad ―…católica, está vinculada a la cultura de cada tiempo y lugar. Pero al mismo tiempo es transmisora de los saberes y de la Buena Nueva que la hace esencialmente distinta de las demás; de ahí que debe preservarse, adaptarse a los desafíos y sobrepasar los escollos de las circunstancias de hoy. De este modo, la universidad católica debe dar respuesta desde el humanismo cristiano a la sociedad que le da vida en cada momento y espacio‖ 166. Los fundamentos de este pensar, entendidos como presupuestos ideológicos para la consolidación de un pensamiento universitario católico, fueron expresados como alternativa a una tendencia simplificadora del pensar a partir de la cual de anulan las posibilidades de crecimiento, se infravalora la educación del hombre y conlleva en muchos casos a su reducción y exterminio. No obstante, el desarrollo del pensar de hoy se da en condiciones de crisis que, a su vez, aceleran la crisis de la educación y, por ende, la crisis sobre los supuestos humanos. El desarrollo universitario se da en contextos de crisis inevitables y la comprensión sobre ellas hace parte del legado de formación y del compromiso institucional universitario. Esto hace pensar que la crisis sea, no un mundo de problemas sino, más bien, un mundo de posibilidades de las cuales hay que hacer discernimiento. La crisis actual del pensamiento se refleja en los rasgos más característicos del mundo moderno: el pluralismo indiferenciado que está en condición de contradicción con la verdad, la definición antropológica desde lo provisional y fugaz de no buscar el sentido, llevando a un exacerbado inmanentismo; la separación de la razón y la fe que lleva a la aparición de nuevas religiones, totalitarismos y radicalismos; el eclipse del sentido de Dios y del sentido del hombre, generando una sustitución de valores y una transvaloración; el influjo de alguna mentalidad cientifista donde lo técnicamente realizable es moralmente admisible; la 166 Presentación del Encuentro Nacional de Universidades Católicas. adopción de las prácticas de una libertad absoluta desde un juicio moral sin verdad con la consecuencias de una ética subjetiva e individualista; el establecimiento de una relación entre democracia y relativismo ético en la cual las grandes decisiones morales se dan a partir de las mayorías parlamentarias. Estos son, los presupuestos ideológicos que pueden sustentar un pensamiento universitario de raigambre católica: La constante pregunta por su esencia católica, que es un aspecto básico de la racionalidad universitaria como constante dinámica entre identidad y catolicidad; identidad como catolicidad y catolicidad como identidad. La pregunta por su identidad católica conduce en todas sus formas al hombre, concebido como integrado en cuerpo, alma y espíritu, razón y fundamento de la tarea educativa; a su dimensión indivisible, superando las divisiones que conducen a la violencia de sus derechos y deberes; a su dignidad y a su libertad; de ahí la importancia de hacer constantemente la pregunta como acción universitaria. Los principios que consolidan la identidad de la universidad católica piden una vuelta a la verdad objetiva sobre lo humano, sobre su educación y su formación, sobre sus dimensiones integradas que lo hacen persona y sobre su vida y su bienestar. Identidad para servir, educar y transformarse. La formación integral comprendida como razón transversal universitaria a partir del humanismo cristiano, la evangelización de la cultura y la búsqueda de la verdad. Sin renunciar a la identidad, la Universidad se abre al hombre sin discriminación alguna y le ofrece las riquezas de la sabiduría cristiana. La búsqueda desinteresada de la verdad, que caracteriza nuestra condición; en la cual una universidad de inspiración cristiana debe propender por una incesante reflexión del tesoro del conocimiento humano a la luz de la fe, la fidelidad al mensaje cristiano como lo presenta la Iglesia y el servicio a la humanidad como trascendencia y servicio a la vida, ya que somos cooperadores y facilitadores de la verdad, no poseedores de ella. La integración del saber con la ayuda de la Filosofía y la Teología configurando una visión orgánica del mundo y del hombre contra los análisis sectoriales reduccionistas. El diálogo fe y razón desde la integración del saber, la investigación metódica y pertinente con rigor tanto científico como moral. La preocupación ética que ayude a conservar la trascendencia sobre el mundo y proteja el entorno socio-humano. El diálogo cultural, como diálogo entre el Evangelio y la cultura, contra una fe decapitada o en proceso de auto anulación, y como la incorporación de los valores en el patrimonio de las culturas. La evangelización de la cultura puede tener entre sus fundamentos el crear vínculos, no posiciones irreconciliables, para escapar de los modelos rígidos y los radicalismos. La soluciones a los problemas socio humanos son integradas y la universidad aporta desde su quehacer como voz crítica, con el desarrollo intelectual y desde el poder de la pregunta. La dedicación a la educación, que es un rasgo superior de cualquier cultura que mira cómo su desarrollo exige un hombre educado y en el centro del desarrollo de la persona por la vía de la educación está dado desde el pensar: su autocomprensión, la heterocomprensión para el otro, la teocomprensión. El recurso a los bienes del espíritu, espiritualidad para una sociedad desprovista de entusiasmo y valor. Una espiritualidad que ayude a sanar las heridas del ser humano sobre la tierra, las de la violencia, la corrupción, la inequidad y demás; ―…una espiritualidad que sanaría otra herida abierta del hombre moderno: el abismo entre lo material y lo espiritual y, con esto, entre lo secular y lo sagrado, lo interior y lo exterior, lo temporal y lo eterno. No es cuestión de difuminar las diferencias, sino de darse cuenta de las interrelaciones y hacerse consciente de las interdependencias y correlaciones. El hombre no tiene una doble ciudadanía, por decirlo así, una aquí abajo y otra arriba, o para después. Él o ella es, aquí y ahora, habitante de una realidad auténtica que tiene muchas mansiones y presenta muchas dimensiones, pero que no parte la vida humana en secciones, sean en el tiempo o en el espacio, para el individuo o la sociedad. El servicio a la Tierra es un servicio divino, así como el amor de Dios es amor humano. Todo lo que nos queda es expresarlo en nuestras propias vidas.‖167 La vocación a la excelencia y la pertinencia, en donde ―cualquier tipo de mediocridad traicionaría las expectativas de la Iglesia y de los mismos beneficiarios de la educación. Las generaciones jóvenes y todos aquellos y aquellas que frecuentan sus instituciones tienen derecho a recibir lo mejor; el servicio que la Iglesia promete a los padres, a la sociedad y a las naciones no sería un verdadero servicio digno de este nombre si no fuera el mejor del que está en condiciones de ofrecer.‖ 2. DESDE EL SERVIR ―Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar‖. 167 PANIKKAR, Raimon. La intuición cosmoteándrica: las tres dimensiones de la realidad. Madrid, Trotta 1999. p 180. ¿SERVICIO A QUÉ? A la humanidad. Como lo dice la Veritatis Splendor: ―La Iglesia, a través de la educación, quiere proporcionar un servicio altruista a la humanidad entera, a todos los pueblos y naciones; más aún, a través de este servicio, desea formar a hombres y mujeres dispuestos a servir. La educación cristiana, la misión y las funciones de las instituciones de enseñanza católicas…son expresión de la caridad auténticamente fraternal a imagen de Cristo, que vino a servir a los pobres y menesterosos; todos los medios de la educación deben sustentar su acción en el servicio desinteresado a la humanidad.‖168 Servicio a la humanidad que le indica cuáles son los fundamentos de su acción y de sus tareas más importantes: la dignidad de la persona humana como el punto más alto de su esencia, desde el cual se puede construir una civilización que no olvide fácilmente los valores que la constituyen desde el ser humano. Servicio a la vida, comprendiendo que la vida es el valor supremo en el camino de humanización de la cultura y del entorno, mínimo y máximo de cualquier valoración o escala moral y ética; una vida perneada de los valores supremos del Evangelio y convertida en Evangelio de los hombres, Evangelio de la vida (Evangelium Vitae); con propuestas claras, proyectos y programas específicos para su defensa y para elevar su calidad en todos los ambientes, servicio para la defensa de la vida, servicio para una alta calidad de vida Servicio a la cultura local, regional y nacional. Una universidad que concretice los fines de la educación desde el análisis de los contextos y entornos en los cuales se encuentre, con currículos adaptados y adaptables a los cambios sociales, económicos y culturales; constructora de comunidades que permitan la cohesión social y la identificación de ideales comunes en la política; que reúna en su propuesta educadora las iniciativas, anhelos y prácticas de la vida de todos los pueblos. A la Iglesia, en su dimensión de comunidad de fe, emprendiendo junto a todos el camino cristiano de perfección humana, para una sociedad en permanente construcción y no para una sociedad perfecta; servicio en la investigación para leer y comprender la sabiduría del conocimiento cristiano y para alimentar su cuerpo doctrinal; cooperadora en la función pastoral de cuidar de los otros por medio de la proyección social eficaz y, con el aporte de las disciplinas sociales y humanas, en la sistematización de la experiencia pastoral de la Iglesia en el mundo social y del trabajo. Servicio en la formación de todos los creyentes y en la construcción de auténticas comunidades católicas. Servicio a la familia, desde la unidad y la integración, buscando el diálogo y la comprensión, propiciando el desarrollo de sus potencialidades como cohesionadora de la sociedad y como cuna privilegiada para el desarrollo adecuado de la persona. 168 Gravissimum Educationis Momentum. Por último, a la unidad, contra el egoísmo y el individualismo, las discriminaciones, la segregación y el odio. Cada vez más las vivencias de quienes se forman en la universidad deben orientarse y fundarse en el respeto por las diferencias, en la búsqueda de metas comunes y en la valoración de las individualidades, las autonomías y las identidades. 3. DESDE EL EDUCAR Los ecos desde el educar llegan diciéndonos que ―la persona humana debe ser rodeada y preservada; la sociedad humana merece renovarse. Esta preservación y esta renovación constituyen los grandes desafíos que se le presentan hoy a la educación, una educación que debe apuntar siempre de manera prioritaria a formar la persona humana‖169 ¿EDUCAR PARA QUÉ? ¿Educar para qué?, esa es la pregunta privilegiada en el trayecto de desarrollo de los pueblos; seguramente, ninguna otra tarea humana puede tener mayor fuerza que esta para preservar las dimensiones más importantes de la condición humana; con la educación se preserva el valor fundante de la vida y, por supuesto, todo aquello que nos hace aún más personas; educar es importante para renovar las estructuras actuales creadas por el mismo hombre, en constante renovación si las preguntas se hacen desde todos los contextos de enseñanza y aprendizaje a lo largo de toda la vida. Por lo mismo, la educación se presenta como el rasgo futuro más importante para una auténtica preservación de nuestra condición humano-trascendental; la de la condición humana y la de la trascendencia desde si mismo y hacia Dios. De esta forma podemos justificar con éstas y más, la preponderancia de la educación como razón original de la Universidad. Universidades para el fomento de la educación y para asegurar el desarrollo del hombre en entornos diversos. Para esto debemos educar, en cada una de éstas y en las necesarias en el futuro. Debemos educar para ser, para la verdad, para el discernimiento moral, para vivir con sabiduría, para encontrar el sentido de la existencia, para el progreso humano y cultural, para la formación del carácter y la conciencia, para la paz y la convivencia, para la construcción del tejido social, para respetar la vida, para la comprensión del momento y del devenir histórico, para trascender. En definitiva, para ser más humano. 169 Ibid, 1. HAMBRE Y SEGURIDAD ALIMENTARIA Noviembre Ponentes: Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo Arzobispo de Medellín Gran Canciller de la UPB Dra. Dora Cecilia Gutiérrez Hernández Gerente Plan de Mejoramiento Alimentario y Nutricional de Antioquia MANA- HAMBRE DEL MUNDO HAMBRE DE DIOS Por: Mons. Alberto Giraldo Jaramillo 1.- Nos encontrábamos en Roma durante el pasado Sínodo de los cuando se celebró la Jornada Mundial de la Alimentación el pasado 16 de octubre. El titular de L´Osservatore Romano fue impresioante: ―El hambre mata un ser humano cada segundo‖ y agregaba ― En el año 2004 las personas sin alimento eran 852.000.000, once millones más que en el año precedente. En ese mismo periódico se entregó el mensaje del Papa Benedicto XVI al Señor Jacques Diouf, Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura- FAO.. Entre otras cosas dice el Papa: ―Los millones de personas que están amenazadas en su existencia misma, porque están privadas del mínimo de alimento necesario, exigen la atención de la Comunidad internacional, porque todos tenemos el deber de cuidar a nuestros hermanos. En efecto, el hambre no depende únicamente de situaciones geográficas y climáticas o de circunstancias desfavorables ligadas a las cosechas. Es también provocado por el hombre mismo y por su egoísmo que se traduce en carencias de la organización social, en la rigidez de estructuras económicas muy frecuentemente dedicadas solo a la ganancia y aún en prácticas contra la vida humana y por sistemas ideológicos que reducen la persona humana, privada de su dignidad fundamental, a un mero instrumento‖. El mismo Papa subraya luego la importancia del lema escogido para esa jornada ―Agricultura y diálogo de las culturas‖. Entre otras cosas afirma luego: ―El progreso técnico no sería realmente eficaz sino cuando encuentra su lugar en una perspectiva más amplia, en la cual el hombre ocupa el centro, con el afán de tener en cuenta sus necesidades y aspiraciones‖ 2.- Ayer, 23 de noviembre, la prensa mundial entregó los ecos del informe que fue presentado por el citado Señor Diouf. El Título ya es diciente: EL ESTADO DE LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA EN EL MUNDO 2005. Los comentarios de prensa fueron dicientes: ―El hambre: una zancadilla para el desarrollo‖. Parece imposible que se logren las metas de la disminución del hambre en el mundo, para el 2015. En este encuentro de hoy podríamos mirar cifras, buscar causas y llegar a conclusiones. 3.- Mencionemos una exigencia de nuestra fe. Acabamos de celebrar el Sínodo Mundial sobre la Eucaristía. Quien ha meditado el sentido de la Eucaristía se encuentra con palabras centrales del mensaje cristiano. En el Evangelio de San Juan está el pasaje de la multiplicación de los panes por parte de Jesús. El mismo Señor, en una amplia catequesis explica el sentido de su acción. ―El pan de Dios es que baja del cielo y da vida al mundo. Entonces le dijeron: Señor danos siempre de ese pan‖ (Jn 6,33-34). ―Yo soy el pan de la vida… Yo soy el pan vivo bajado del cielo…‖ (Jn 6,48.51). A partir de la meditación de estos pasajes quienes se acercan a la Eucaristía reciben al Señor y, desde encuentro vivo con Él, emprenden un camino de auténtica solidaridad. Comulgar, sin sentir como nuestras las necesidades de tantas personas con hambre, es perder el sentido auténtico de este sacramento. Al acercarnos a la Eucaristía se ha de generar poco a poco en nosotros lo que hemos de llamar una ―cultura eucarística‖. Quienes comulgan tienen actitudes nuevas en sus relaciones ordinarias con los demás. Ellos mismos pueden llegar a entender que el hambre de pan que muchos tienen, es hambre de un Dios lleno de misericordia y caridad para con todos. Aquí se puede llegar a desarrollar lo que hemos escuchado tantas veces en el Evangelio: ―Ven bendito de mi Padre… tuve hambre y me diste de comer‖ Entre nosotros existen esfuerzos de muchas personas que tratan de apoyar a quienes carecen del alimento fundamental para sus vidas. Sirva este encuentro de hoy para reconocer sus esfuerzos, estimular sus trabajos y encontrar nuevos colaboradores que permitan crecer en respuestas cada vez más adecuadas a estas necesidades. UNA ALTERNATIVA DESDE EL ESTADO MÁS ALLA DEL HAMBRE– MANA Con el propósito de contribuir a mejorar dicha situación de la población antioqueña, en especial de la más pobre y vulnerable, la Gobernación de Antioquia, durante el periodo de gobierno 2001-2003, formuló el PLAN DE MEJORAMIENTO ALIMENTARIO Y NUTRICIONAL DE ANTIOQUIA –MANA-, el cual plantea como objetivo mejorar la situación alimentaria y nutricional de la población más vulnerable o en alto riesgo nutricional, a través de una estrategia integral de organización y participación social para el desarrollo. Así, el Plan Departamental de Seguridad Alimentaria y Nutricional fue creado para dar solución a las principales causas de inseguridad alimentaria y nutricional en Antioquia. Partiendo de la necesidad de brindarle a la niñez del Departamento oportunidades de desarrollo integrales, la Asamblea Departamental fijó, mediante Ordenanza No. 27 del 16 de diciembre de 2003, ―…políticas públicas para el desarrollo integral, sostenible y equitativo de la niñez en el departamento de Antioquia‖ en la que se reconoce abiertamente al Plan MANA como la política pública que en materia de seguridad alimentaria y nutricional funda la Dirección. El objetivo general del programa es contribuir al mejoramiento de la situación alimentaria y nutricional de los menores de 14 años y sus familias en el departamento de Antioquia, a través del modelo de Seguridad Alimentaria propuesto por el Plan. ESTRATEGIAS DEL MANA Elaboración de planes locales de seguridad alimentaria y nutricional en asocio con las administraciones municipales, Bienestar Familiar, grupos organizados, empresa privada, ONG, instituciones académicas para la ejecución del Plan en cada municipio. Capacitación, educación e información en hábitos alimentarios, estilos de vida saludable, nutrición con buen trato, detección oportuna de niños con problemas de desnutrición, técnicas agropecuarias, producción más limpia, gestión empresarial, formación en integración curricular con énfasis en seguridad alimentaria, buenas prácticas alimentarias. Coordinación interinstitucional con entidades gubernamentales, privadas y agencias de cooperación internacional. En coordinación con las administraciones municipales se implementan acciones pedagógicas sobre derechos de la infancia con énfasis en el afecto y la alimentación, dirigido a líderes municipales multiplicadores, tales como: docentes, padres, jóvenes y miembros de organizaciones comunitarias, los cuales desarrollaran talleres con otros grupos vinculados al Plan. Conformación de comités a nivel departamental y municipal para el diseño e implementación del SISVAN que permita vigilar y conocer aspectos relacionados con la seguridad alimentaria tales como: disponibilidad, acceso, consumo y utilización de los alimentos; lo anterior con el fin de facilitar la toma de decisiones en las diferentes localidades. Además, se cuenta con Sistema de Vigilancia de la muerte por desnutrición. Fortalecimiento y establecimiento de sistemas productivos familiares y comunitarios, que permitan el autoconsumo de alimentos fuentes de proteína de alto valor biológico que se adapten a las necesidades locales de los grupos familiares. IMPACTO REAL EN LA INFANCIA EN SITUACIÓN DE POBREZA Y EXCLUSIÓN. Cobertura del 90% de los menores de cinco (5) años pertenecientes al SISBEN 1 y 2 del Departamento con algún programa de complementación, destacándose la atención por parte del ICBF y el Plan a 200.000 niños con complemento durante 250 días consecutivos y 90 días con una mezcla nutricional. Este complemento, conformado por leche y galletas, es fortificado con 10 vitaminas y 15 minerales, aumentando el consumo de productos lácteos en la primera infancia. Se han capacitado 120.000 padres, madres o adultos cuidadores de los niños que se encuentran en los programas de complementación alimentaria, con información sobre hábitos alimentarios a través de talleres y programas radiales, contribuyendo así a modificar y mejorar prácticas alimentarias inadecuadas. Así mismo, se atienden 7.000 gestantes y sus familias con una estrategia integral de capacitación y la entrega de un complemento alimentario contribuyendo así a disminuir el bajo peso al nacer. Contamos con 32 centros de recuperación nutricional clínica funcionando que atienden el 100% de los niños con desnutrición aguda. A la fecha se han atendido 429 menores, con marasmo y kwashiokor, evitándose así la muerte por desnutrición y se ha realizado seguimiento en el Programa de Recuperación Nutricional Ambulatoria al 90% de los niños con desnutrición aguda. Se cuenta con programas de lactancia materna en los 125 municipios con 2.500 personas capacitadas, una Institución Amiga de la Mujer y de la Infancia (IIAMI) certificada y 30 más se encuentran en proceso de certificación. En el Programa de Crecimiento y Desarrollo se cuenta con el 80% de los niños que reciben el complemento fortaleciendo así la atención integral a los niños en su primera infancia. Se cuenta con una estrategia de comunicación, información y capacitación en seguridad alimentaria, derechos y deberes en salud, detección precoz de niños con desnutrición, en los 125 municipios del Departamento a través de 150 programas microradiales ―MANA en su casa‖, contribuyendo a la detección oportuna de casos de desnutrición severa. Se cuenta con un equipo de 3.700 multiplicadores en nutrición con buen trato; 77.800 padres y madres en proceso de capacitación en promoción del buen trato, fortaleciendo los valores y la convivencia familiar con énfasis en los derechos de los niños. Además, contamos con 70 campañas educativas en la promoción de los derechos de los niños; 52 Jornadas simbólicas de vacunación; niños y niñas escuchados en 149 eventos lúdicos; campañas de Proyección Comunitaria y Estrategias Comunicativas en los 125 municipios (programas y series radiales, programas de televisión y divulgación en prensa); concertación interinstitucional, conversatorios sobre Infancia y Seguridad Alimentaria en 97 municipios y 13 eventos académicos de Seguridad Alimentaria y Nutricional. Las familias ejercen su derecho al buen trato, denunciando ante las instituciones competentes, los casos de violencia intrafamiliar, la cual se ha podido corroborar con el trabajo articulado con las comisarías de familia. Se tienen los 125 municipios del Departamento capacitados y fortalecidos en Seguridad Alimentaria con Concejos de Política Social; con Comités Coordinadores Locales conformados para el desarrollo de Planes Municipales de Seguridad Alimentaria y Nutricional. El 100% de los municipios reportando información acerca de la vigilancia alimentaria y nutricional. Actualmente tenemos 86.539 menores de 5 años 11 meses con vigilancia nutricional para los indicadores peso edad, talla edad y peso talla; se cuenta con 120.520 menores en vigilancia. Inicialmente se contó con una prevalencia de desnutrición aguda de 32,7%, cifra que se ha logrado reducir al 29,0% en la vigilancia actual; no obstante, haciendo seguimiento a una cohorte de menores se encontró que la prevalencia de desnutrición aguda es del 26,0%, lo cual muestra una reducción de 6,7% en el grupo estudiado. Asimismo, se ha logrado disminuir la muerte por desnutrición en los últimos tres años así: en el año 2001 la tasa de mortalidad era del 31,6 y se redujo al 8,4 al año 2004. Todo esto gracias a la intervención oportuna y a la estrategia de Centros de Recuperación Nutricional, no solo ambulatorios sino también clínicos, en donde se ha logrado atender a julio 31 de 2005 429 niños en recuperación nutricional clínica y 325 en seguimiento nutricional ambulatorio. Se cuenta con 11.359 sistemas productivos, se han beneficiado 82.000 menores de 14 años y se han capacitado 29.300 personas en técnicas agropecuarias, gestión empresarial y desarrollo comunitario. Se ha logrado que el 60% de lo producido sea para el autoconsumo de las familias fortaleciéndose así la disponibilidad de alimentos en los hogares. Se han actualizado 636 Proyectos Educativos Institucionales con la inclusión de saberes de Seguridad Alimentaria a través de la formación en integración curricular, técnicas agropecuarias, gestión empresarial, hábitos alimentarios y estilos de vida saludable a 6.348 docentes y demás agentes educativos, al igual que la capacitación a 8.590 padres de familia. Se cuenta con una intervención en 1.398 Centros Educativos Rurales con un 80% de Proyectos Educativos Institucionales mejorados con la inclusión de elementos de seguridad alimentaria. De 570 Proyectos Pedagógicos Productivos instalados al 2004, se cuenta con 420 fortaleciendo los restaurantes escolares. Se cuenta con 85.739 escolares en los proyectos productivos pedagógicos. Se han movilizado capitales alternativos en las comunidades haciéndolas parte de la solución del problema. Actualización Guía de Atención niño desnutrido. De acuerdo con una investigación realizada durante el 2004, en el departamento de Antioquia, el 76% de las comunidades ha identificado el Plan MANA como una forma de combatir la pobreza. (ZULUAGA N., Evaluación de la Política de Seguridad Alimentaria, Universidad Pontificia Bolivariana, 2004). Nota: Quedan excluidos de la publicación los Diálogos del mes de agosto sobre la ley de justicia y paz y de los Diálogos de noviembre la ponencia del Doctor JAIME PIEDRAHITA YEPES sobre Hambre y seguridad alimentaria.