Reportaje Danza_Pret a Porter

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DANZA PRÊT-À-PORTER
Por: Janina Pérez Arias
Con Coco Chanel se inició una colaboración que perduraría durante años.
Bailarina: Alison McWhinney del English National Ballet. Diseñador: Kinder Aggugini.
Fotógrafo: John Davis. Estilista: Fabio Immediato
La moda se mueve no solamente en la pasarela, sino también en el teatro.
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¿Se imagina usted bailando con unos
largos aretes de perlas? Lo que a Coco
Chanel se le antojó chic y “muy ella”,
a la bailarina que tuvo que llevarlos
no le hizo mucha gracia. Corría el año
1924 cuando el gran Sergei Diaghilev le
encomendó a la diseñadora francesa
el vestuario de Le Train Bleu. Era
claramente la primera vez que la moda
– entendida tal como hoy en día- se
introducía en un terreno ya explorado
por artistas plásticos.
El ballet no le era nada extraño a Coco
Chanel, quien lo atesoraba como uno
de sus pocas vías de escape, y se le
agradeció el hecho de no hacer “rociar”
con Chanel N° 5 a los bailarines de los
Ballets Rusos.
Muchos años más tarde el “heredero”
de Chanel, Karl Lagerfeld, retomaría
el trabajo de la fundadora de una de
las casas de moda más famosas del
mundo. A petición del English National
Ballet, el modisto alemán se hizo cargo
del vestuario de Agnes Oaks y Thomas
Edur quienes interpretaron el Apolo del
programa Ballet Russes en la temporada
de 2009. Con esa presentación Oaks y
Edur pondrían punto final a una carrera
concluida como las primeras figuras de
la compañía inglesa.
Una cronista invitada a París para la
prueba de vestuario cuenta que la prima
ballerina no se mostró muy convencida
con el “vaporoso, pálido y traslúcido”
trajecillo creado por el Kaiser de la
moda. Muy Lagerfeld y todo lo que se
quiera, pero a gusto ella no se iba a
sentir en el escenario con miles de ojos
puestos no en sus puntas, mas sí en sus
atributos. Al parecer Lagerfeld – en un
tal vez escenificado trance- no le hizo
mucho caso y al final, ante la insistencia
de Agnes Oaks, accedería a “subirle el
tono” a la túnica.
Más o menos la misma suerte corrió el
tutú creado en 2009 por el alemán para
Elena Glurdjidze en su interpretación en
La muerte del cisne del English National
Ballet, ya que a juicio de los críticos, más
que resaltar, logró opacar las destrezas
de la bailarina.
Sergei Diaghilev revolucionó en los locos
20 del siglo pasado con su compañía,
pero tal vez sin saberlo, le abrió las
puertas del teatro a la moda. En 2010
en los salones del Albert and Victoria
Museum de Londres, y bajo el título
Diaghilev and the Golden Age of the
Ballets Russes, se pudo apreciar bien
de cerca una significativa parte del
vestuario de esta compañía que sentó
precedentes en un tipo de colaboración
que ha perdurado y se ha fortalecido
hasta hoy.
En puntas por la pasarela
Cuando los grandes monstruos de la
moda colaboran con compañías de
ballet o danza tal vez se olvidan de
pequeños detalles: el bailarín se tiene
que mover dentro y con ese traje,
y ese moverse no es precisamente
caminar por una larga pasarela;
además, se debe pensar que el traje
tiene que “aguantar” no solo el
estreno, sino también las sucesivas
presentaciones.
Abundan las anécdotas de vestuarios
que al transcurrir los minutos, entre
piruetas y jetés, iban perdiendo su
estado original hasta convertirse en
la sombra de lo que fueron recién
salidos del atelier de su creador.
Ese no fue el caso de Alexander
McQueen, que le dedicó una
considerable cuota de tiempo a Sylvie
Guillem, quien al momento de la preproducción de Eonnagata, en 2008, tuvo
en mente sólo el nombre del fallecido
diseñador. McQueen le puso tanto
empeño a este encargo que se cuenta
sobre su presencia en los ensayos
para verificar que el vestuario estaba
en completa y total armonía con las
necesidades de los bailarines.
Sin duda alguna, para los modistos que
facturan millones de euros alrededor
del mundo, colaborar con las artes
escénicas no solamente representa un
cambio en la rutina de colecciones de
temporada, sino también un auténtico
reto.
Tal como lo fue para el cubanoamericano Narciso Rodríguez en 2007,
quien creó para la recién fundada
compañía de Christopher Wheeldon el
vestuario para las coreografías Prokofiev
Pas de Deux y Fools’ Paradise.
En Estados Unidos se pueden encontrar
muchos ejemplos como el de Rodríguez,
y llama aún más la atención cuando se
trata de grandes figuras de la moda, con
páginas y cátedras dedicadas a ellos, los
que se embarcan en colaboraciones con
coreógrafos que ya son leyendas.
Donna Karan, Oscar de la Renta y Calvin
Klein se cuentan entre los famosos
que han diseñado para Martha Graham
para conmemorar el 85 aniversario de
la compañía de la pionera de la danza
moderna, celebrado este año. Donna
Karan se encargó de Snow on the
Mesa (de Robert Wilson), a Oscar de la
Renta le encomendaron el vestuario
de la legendaria Deaths and Entrances,
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Casos propios
En España se pueden resaltar varios
ejemplos, como las creaciones de
David Delfín para Chapter 10 de Gustavo
Ramírez, interpretada por la Compañía
Nacional de Danza. Era la segunda vez que
Delfín se sumergía en las artes escénicas.
Al contrario que Jesús del Pozo, en cuya
dilatada carrera faltan los dedos de las
manos para contar las colaboraciones
con diferentes coreografías de ballet y
danza, entre las que destaca Las Cuatro
Estaciones (1998) del Ballet Nacional de
Cuba dirigido por Alicia Alonso.
También con la legendaria cubana y su
troupe el valenciano Francis Montesinos
se anotó un gran éxito con los diseños
para el estreno mundial de El lago de
los cisnes, consiguiendo en 2001 el
premio de las Artes Escénicas al Mejor
Vestuario.
A otra generación y estilo pertenece
Amaya Arzuaga, quien entre el ajetreo de
los desfiles de prêt-à-porter en todo el
mundo creó los trajes de Rafael Amargo
para el espectáculo Tiempo muerto,
así como para la compañía de danza
contemporánea Hojarasca.
Estos son algunos ejemplos de cómo la
moda ha ido de la mano con la danza,
el ballet o el flamenco. Sin embargo, tal
vez entre todos los modistos nombrados,
sea Jean-Paul Gaultier el que lo tuvo
más fácil, ya que a partir de sus diseños,
la francesa Regine Chopinot creó 12
coreografías entre 1983 y 1994; un caso
aislado que a muchos les hará pensar:
“¡Claro, tenía que ser Gaultier!”
Compañía Nacional de Danza en Chapter 10 de Gustavo Ramírez con diseños de Delfín.
Foto: Fernando Marcos
Creaciones de Coco Chanel para Les Ballets Russes, Le Train bleu . Foto: Victoria & Albert Museum de Londres
El diseñador Alexander McQueen para Eonnagata de Russell Maliphant Foto: Erick Labbe
Cayetana, su pasión de Cecilia Gómez con diseño de vestuario de Victorio&Lucchino
Foto: Luis Malibrán y Víctor Cucart
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mientras que Calvin Klein –quien ya
había trabajado con Graham- se volcó a
la conocida Maple Leaf Rag.
Todas esas creaciones se vieron en
el escenario, sin embargo al English
National Ballet para este verano – y tal
vez recordando el “caso Lagerfeld”- se
le ocurrió pedirles tutús a Moschino,
Erdem, Giles Deacon y Bruce Oldfield,
para ser desfilados en una gala benéfica
uniendo moda y ballet.
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