S E M A N A R I O I L U S T R A D O E N C I C L O P É D I C O Y DE B U E N H U M O R AÑO I V - N Ú M . 163 ^ = = DIPUTACIÓN, MI. BARCELONA - VALVERDE, 30 y 31. MADRID " 11 DE JUNIO DE 1932 ^ N E L AN01808,CUAND05E HALLABAfRANCIA BLOQUEADA, NAPOLEÓN, ANTE L A TALTA D E AZÚCAR QUE SE NOTABAENEL PAÍS,£STl/^ULÓ A IOS QU ÍMICOS PARA QUE ESTUDIARAN EL MODO DE EXTO A E U DE LA C^MOIACH A ESE PRODUCTO. A L A s/kZQH solo s e O B T E N Í A DE L A CANA. D E A Z Ú C ^ P . Y HOY, GUACÍ¿\:5 A L O S T R A - B A J O S D E I N V E S T I G A C I Ó N Q U E SE COMENZARON ENTONCES.SEEX~ T R A E F Á C I L M E N T E D É L A P.EMOLACHA. K i n g - Con este número cuarenta páginas de folletines p a r a la íi , ¡i.srORIA TODO l u ENCUADERNABLE 5yNDtC*rTE encuademables r a d a ) , ñas, — Cubi F E A T U R . E 5 2 4 >n en 48 páginas entre periódico y folletines REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN: Diputación, 2 1 1 . — B a r c e l o n a . SE PUBLICA LOS S Á B A D O S ALGO PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN: E * p a n a : Tras meses Ejemplar s u e l t o : 50 c é n t i m o s . 8 pesetas Id. : Sais meses . 12 Id. id. : Un aflo. . . » Id. A m é r i c a : U n aflo. . . 2t Id. SO Id. D e m á s países: U n aflo. SEMANARIO ILUSTRADO ENCICLOPÉDICO Administración d e publicidad en e s t a revista: PUBLICITAS, B A R C E L O N A : Plaza de Catalufla, 8 , 1 . " Teléfono 16406. Apartado 228. ^ S . A., Organización Moderna d e Publicidad M A D R I D : A v e n i d a Pi y Marflall, 9, ent.» Teléfono 18375. Apartado 911 Coocurso o; 34 de ALGO, coo seis relojes de premio Cada uno de estos veinticuatro dibujos repfesenta una acción que debe expresarse en una sola palabra, en gerundio, y la solución del concurso consiste en acertar las palabras exacU» que constan escritas en un plieeo bajo sobre sellado y lacrado que está siempre en nuestra Administración a disposición de los señores concursantes que quieran hacer en él una seftal que les garantice que el sobre no se abre ni se cambia. Estas palabras pueden escribirse en un papel aparte, poniendo al lado de cada una de ellas el número del dibujo a que corresponden. Debajo del primer dibujo damos la palabra entera, como ejemplo: Debajo de los demás, damos sólo la Inicial. Con cada solución debe remitirse el cupón que Insertamos al final de la primera columna de esta página. áncora de quince rubíes, en plaqué oro laminado y garantizados por diez años, que se distribuirán del modo siguiente: Si los que aciertan la solución exacta son seis, se entregará un reloj a cada uno. Si son más de seis, se sortearán los relojes entre ello» de modo que ningún concursante pueda obtei^er más de un reloj, si son menos de seis los que atiertan, se entregará a cada uno de ellos un reloj y los sobrantes se repartirán entre loa que más se acerquen a la solución exacta, por orden riguroso de aproximación. También en este caso, si el número de solucionistas premiados por aproximación es mayor que el de relojes sobrantes, se sortearán éstos entre ellos. En el caso de que nadie acierte la solución exacta, los relojes corresponderán a los que más se acerquen, siguiendo la -y.\ norma indicada.—4.' Cada lector puede mandar cuantas soluciones quiera, teniendo en cuenta que » r\ cada solución debe acom1 un cupón y un ae{>añar lo de quince céntimos. Los que no encuentren culi! «i a pones suficientes, deben remitir, en vez de un sello de quince céntimos, uno de veinticinco céntimos par cada cupón que omitan. Las soluciones que vengan sin los sellos co rrespondientes se darán por no recibidas.—R.« No entablaremos correspondencia acerca de las incidencias de este concurso. — 6.* AI pie de la solución debe figurar la firma y seibas del concursante. — 7.» En ningún caso un mismo concursante tendrá derecho a más de un premio ni a más de una papeleta en los sorteos. — 8.* Las soluciones deben remitirlas a nuestra cata de Barcelona (Diputación, núm. 211), antes del último dia del mes de Julio. Es muy conveniente poner en el sobre que contensa las soluciones: «Concurso núm. 34 de ALGO.' 11 1 i cada coBcorMiite Mie«e mandar lat wlacMaM qne qnlera A cada solución debe acompafiar, además del cupón correspondiente, un sello 4 e correos de quince céntimos. Los que quieran mandar varias soluciones / no encuentren cupones suficientes, deben remitir, e n vez de un I sello de quince céntimas, uno de veinUclnco por eada cupón que o m i t a n . REGLAS. — 1 . ' Las soluciones incompletas o Ininteligibles no entrarán en concurso. — 2.* Cada solución será juzgada por si sola, es decir, que no se tendrá en cuenta el número de aciertos que pueda haber en varias soluciones del mismo concursante, sino en cada una de ellas por separado, como si fuera única. — 3 . ' El premio consiste en seis relojes marca «Laminor», con A LOS COLECCIONISTAS DE LA ^HISTORIA DE GRECIA* CONCURSO N." 33 OE "ALGO" SORTEO DEL PREMIO FILMS SELECTOS El dia 28 de m a y o , a las diez de la mafiana, conforme estaba anunciado, se celebró este sorteo en nuestra redacción, en presencia del solucionista d o n Francisco S a l a s . R e s u l t ó agraciada D o ñ a S A L V A D O R A ALBIÑANA. de Barcelona quien tiene a su d i s p o s i c i ó n en la a d m i n i s tración de A L G O el premio que le corresp o n d e . Para recogerlo le bastará la presentación de una carta cuya firma y señas coincida con las de la s o l u c i ó n enviada al concurso. Semanario cinematográfico ilustrado y LA MEJOR = DE 30 SALE Cupón para el Concurso núm. 34 de ALGO puestos de REVISTA = céntimos TODOS D e venta en colores. 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Siendo así, es natural preguntar por qué no cae la Luna sobre la Tierra. A esto debe contestarse que la Luna gira alrededor de la Tierra con una cierta y muy grande velocidad, y que esta misma grande velocidad es la que le impide caer hacia nosotros. Cualquiera puede comprobar por sí mismo tan sencillísimo hecho. Si se ata una piedra al extremo de un cordel y se la hace dar vueltas y más vueltas con suficiente rapidez, se notará que la piedra tira fuertemente hacia fuera, y el cordel permanecerá tirante durante todo el tiempo que se haga rodar la piedra. Pero, si se disminuye gradualmente la velocidad con la cual se hace girar la piedra, llegará un momento en que se aflojará el cordel y la piedra caerá entonces hacia la mano que la hacía circular. Parece, pues, que hay dos causas que mantienen la piedra a una distancia regular durante todo el tiempo que se la hace girar. Una de ellas es la continua atracción que ejerce la mano por mediación del cordel; la otra es el continuo impulso hacia fuera, determinado por la velocidad con que gira la piedra. Cuando la velocidad de revolución de la piedra está regulada de tal modo que ambas fuerzas se equilibran exactamente, la piedra gira dando vueltas y más vueltas y no manifiesta tendencia ninguna ni a caer en el sentido de la mano ni a romper el cordel y escaparse por el aire. Esto es precisamente lo que ocurre con la Luna. La continua atracción de la gravitación terrestre hace las veces del cordel. Si la Luna diera vueltas más despacio que las da, tendería a caer hacia la Tierra; en cambio, si corriera más de prisa, tendería a escaparse por el espacio. Esta misma clase de atracción que ejerce la Tierra sobre los objetos situados en su superficie y sobre su satélite, la Luna, existe, por lo que sabemos, a través del espacio todo. Vemos que cada partícula de materia del Universo atrae a todas las demás partículas. La Luna, por ejemplo, atrae también a la Tierra; pero la fuerza reguladora reside naturalmente en la masa mucho mayor de esta liltima. Esta fuerza de la gravedad o atracción de la gravitación, como también se la llama, actúa de una manera perfectamente regular. Su potencia depende en primer lugar exactamente de la masa del cuerpo que la ejerce. La atracción del Sol, por ejemplo, alcanza a una distancia enorme, regulando acaso en sus cursos planetas no vistos todavía, que circulan más allá de la órbita de Neptuno. Además, la fuerza con que actúa la gravedad es inversamente proporcional a la distancia. Así, por ejemplo, cuanto más próximo de la Tierra se halla un objeto, tanto más fuerte es la atracción de la gravedad que ésta ejerce sobre él; cuanto más lejos se halla el objeto, más débil es la atracción ejercida. Por consiguiente, si la Luna se aproximara a la Tierra, la fuerza atractiva que nuestro planeta ejercería sobre ella sería tan considerable, que el movimiento de revolución de la Luna tendría que aumentar en la proporción debida para prevenir que nuestro satélite Con estos datos no parece posible llegar a ninguna generalización, como no sea a señalar que hay un aumento continuo en magnitud desde Mercurio hasta la Tierra y una disminución parecida desde Júpiter en adelante. Si Marte fuera más grande que la Tierra, entonces podría decirse que había un aumento hasta Júpiter y después una disminución continuada. Pero la extensa zona de pequeños planetas y la pequenez relativa de Marte hacen imposible toda tentativa por considerar las dimensiones de los planetas según un orden consecutivo. ( F o t . Techno-Photogaph. ArchiT.) F I O . 3 2 3 . — Sala del Museo Astronómico de Treptow^' (Berlín), en la quePpueden verse cuadros con los tamaños comparados de los planetas. Por lo que se refiere a las distancias relativas de los planetas al Sol, diremos que Venus circula casi dos veces más lejos de él que Mercurio; la Tierra casi tres veces más lejos y Marte cerca de cuatro veces. Después, del mismo modo que encontramos un considerable aumento en tamaño, observamos un atunento también considerable en las distancias. Júpiter, por ejemplo, está unas trece veces más lejos que Mercurio; Saturno, unas veinticinco veces; Urano, como cuarenta y nueve veces; Neptuno, unas setenta y siete, y Plutón a mayor distancia todavía (fig. 324). Ahora se comprenderá lo mucho que se extendieron los límites del sistema solar con el descubrimiento de los planetas más lejanos. Con el descubrimiento de Urano, casi se duplicó su amplitud; y el descubrimiento de Neptuno lo ensanchó nuevamente en más de la mitad. Para hacerse cargo de la importancia de HISTORIA WATUBAL, 11. 31 434 HISTORIA NATURAL EL estos dos grandes descubrimientos, nada mejor que tomar un compás y trazar aproximadamente los cursos más arriba indicados, en una serie de círculos concéntricos, sobre una hoja grande de papel, y considerar después que el curso de Saturno formaba el límite supuesto de nuestro sistema solar antes del año 1781. Ya hemos visto que la forma de los cuerpos celestes es la esférica. ¿De qué forma son sus cursos u órbitas? Al primer impulso uno diría que deben de ser circulares; pero no es así. Son óvalos, o, para decirlo en términos técnicos, elipses. (Fut. B o y e ) F I G . 324. — Primitivo planetario de Vuilly de Candolle, para el estudio de las distancias relativas de los planetas y de los satélites de;,éslos. según descubrió hace muchos años el célebre astrónomo alemán Kepler o Keplero (fig. 325). Sin embargo, su forma ovalada o elíptica no ofrece ni con mucho el mismo grado de curvatura en todos los casos. Algunas órbitas, por ejemplo la de la Tierra, se diferencian apenas de un círculo; mientras que otras, como las de Marte y Mercurio, son marcadamente elípticas. La órbita del pequeño planeta Eros es, no obstante, y con mucho, la más elíptica de todas, como veremos al tratar con más detalle de este reducido planeta. Ya hemos dicho que el Sol y los planetas se hallan en continuo movimiento de rotación. Sin embargo, las distintas velocidades a que giran se apreciarán mejor comparándolas con la velocidad del movimiento de rotación de la Tierra misma. UNIVERSO 439 como si estuviera compuesta enteramente de agua. Sigue Venus, después Marte, y luego Mercurio. Los cuerpos restantes, en cambio, son de materiales relativamente ligeros. Saturno es el menos denso de todos, menos aún que el agua. La densidad del Sol es sólo un poco mayor que la del agua. Este método de cálculo o apreciación merece, no obstante, ser aclarado. Debe tenerse en c u e n t a que al d e c i r , por ejemplo, que el Sol es sólo un poco más denso que el agua, lo consideramos tomado en conjunto, o sea partiendo de la base de un término medio. En realidad, algunas partes del Sol son mucho más densas que el agua; son las partes situadas en el centro. Otras, por ejemplo las exteriores, son mucho menos densas. Se comprenderá fácilmente que en estos cuerpos la porción más densa o compacta debe hallarse hacia el centro, mientras que las partes próximas al exterior, como están ( i o t . Boyer) 6 4 2 - 1 7 2 7 ) , descubridor de la ley de la gravimenos comprimidas, F I G . ' 3 2 6 . — Isaac Newton ( 1tación universal. son menos densas. Llegamos ahora a un punto muy importante: el de la gravitación. La gror vitación, o la gravedad, que es como se la llama muchas veces, es la fuerza atractiva que determina, por ejemplo, que los cuerpos caigan hacia la Tierra. Parece algo raro decir que las cosas caen hacia la Tierra obligadas por una fuerza determinada. Nos parece que todos los cuerpos caen, como si dijéramos, por su propia voluntad, como si fuera algo absolut'amente natural, o, mejor dicho, como si fuera algo inexplicable que no cayeran. Dícese que movió al ilustre sir Isaac Newton (fig. 326) a considerar este 456 HISTORIA NATURAL £1 daderas dimensiones, para que presente este tamaño a la distancia a que se encuentra. Del mismo modo podemos determinar las verdaderas dimensiones del Sol. Parece, a primera vista, que ha de haber dificultad en calcular las distancias de los planetas, que se nos representan como unos puntos luminosos, pero, con la ayuda del telescopio, podemos aproximarnos, por decirlo así, hasta una distancia tal que pueda observarse su superficie. Sin embargo, este método fracasa por lo que se refiere a las estrellas, ya que éstas se hallan a tan gran distancia y apa- (Pot. Techno-Phofodraph. Ari-hiv.) FiG. 337. — Observatorio astronómico instalado en la Jungfrau (Suiza). recen como puntos de luz tan pequeños, que ni aun nuestros telescopios más potentes pueden agrandarlas lo suficiente para que muestren ni el menor asomo de superficie. En vez de decir de estos cuerpos celestes que aparentan tener el ancho de tantos centímetros o decímetros, afirmación que en realidad no significaría nada, los astrónomos dicen de ellos que miden un cierto ángulo. Estos ángulos se miden por lo que se llama "grados de arco"; cada grado está dividido en sesenta minutos, y cada minuto, a su vez, en sesenta segundos. A simple vista, el Sol y la Luna aparentan tener aproximadamente el mismo tamaño, o, como dirían los astrónomos, miden poco más o menos el mismo ángulo. Este ángulo es apro- UNIVERSO 4411 se arrojara sobre la Tierra. Finalmente, diremos que el punto de un cuerpo desde el cual actúa la atracción de la gravedad no es necesariamente el centro geométrico de aquel cuerpo, sino el que se denomina su centro de gravedad, es decir, el punto medio de toda la materia que contiene el cuerpo. Debe advertirse también que la Luna no gira precisamente alrededor del centro de gravedad de la Tierra. Lo que en realidad ocurre es que ambos cuerpos giran alrededor de su centro común de gravedad, que es un punto situado^ F I O . 327. — Edificio en el que está instalado el planetario Zeiss, de Hamburgo, cuya cúpula de cobre tienefmás de 20 metros de diámetro. dentro del cuerpo de la Tierra, a unos cinco mil kilómetros de su centro. Del mismo modo los planetas y el Sol giran alrededor del centro de gravedad del sistema solar, que es un punto situado dentro del cuerpo del Sol. Estos movimientos tan concertados de los planetas alrededor del Sol y de los satélites alrededor de sus planetas respectivos, se ve, pues, que resultan de un perfecto equilibrio entre la fuerza de la gravitación y la velocidad del movimiento. Se ha establecido que la masa de la Tierra es unas ochenta veces mayor que la de la Luna. Venimos en conocimiento de la masa de un planeta comparando las revoluciones de sus satélites o de su satélite alrededor de él con la de la Luna en torno de la Tierra. De este modo podemos deducir lo que seria la HISTORIA NATURAL, I I . 32 442 HISTORIA EL NATURAL masa del planeta comparada con la de la Tierra; es decir, que el estudio, por ejemplo, del sistema de satélites de Júpiter, nos demuestra que éste ha de tener una masa cerca de trescientas diez y ocho veces mayor que la de la Tierra. Del mismo modo, podemos deducir la masa del Sol por los movimientos de los planetas y de otros cuerpos del sistema alrededor de él. No obstante, por lo que se refiere a Venus y a Mercurio, el problema no es, ni con mucho, tan fácil, por carecer estos cuerpos de satélites. En estos casos, hemos de basar nuestros cálcu- (Fot. Tectmo-Photoffrapfa. Archlr.) F I G . 328. — Aspecto exterior del planetario de Estocolmo, de 25 m. de diámetro, erigido en 1930. los en datos tan inseguros como son, por ejemplo, las pequeñas perturbaciones que determinan estos planetas en el movimiento de la Tierra cuando pasan lo más cerca de nosotros, o bien los efectos observados sobre los movimientos de los cometas que aciertan a pasar próximos a ellos. La masa y el peso, aunque suele hablarse de ellos como si fueran una sola y misma cosa, no lo son ni mucho menos. La masa, como ya hemos visto, significa solamente la cantidad de materia que contiene un cuerpo. El peso de un cuerpo, en cambio, depende por completo de la fuerza atractiva a la que está sometido. Por ejemplo, la fuerza de la gravedad en la superficie de la Tierra es unas seis veces mayor que en la superficie de la Luna. Por consiguiente, todos los cuerpos pesan en la Tierra como seis veces más de lo que pesarían en nuestro UNIVERSO!, 4.53 Esto nos permite comprender en qué condiciones tan desfavorables estaban los antiguos. Los instrumentos de medición de que disponían eran completamente inadecuados para revelar tan pequeñas alteraciones. Estaba reservado al telescopio revelarlas; y aun así, se requieren los grandes telescopios modernísimos para observar los pequeños cambios en la posición de las estrellas más próximas, cambios determinados por la situación de la Tierra una vez en un extremo de su órbita, y en el otro extremo seis meses más tarde, puntos de vista s e p a r a d o s por la enorme distancia de unos trescientos millones de kilómetros (figs. 333 a 337). Una vez determinada así la verdadera distancia de los cuerpos celestes, no presenta gran dificultad la determinación del verdadero tamaño de los que pueden medirse. La {Fot. Tpchno Photopraph. Archiv.> Montaje del tubo para el tele=copÍJ instalado en Lembang experiencia de todos Fio. 336. — (Java), en 1929 y cuyo peso total es de 14 toneladas. los días nos dice que el tamaño aparente de un objeto depende con toda exactitud de la distancia a que de nosotros se halla. Cuanto más lejano está, tanto más pequeño parece, y cua-nto más próximo, tanto mayor. Así, pues, si un objeto que se halla a una distancia conocida aparece de tal o cual tamaño, podemos conocer naturalmente sus verdaderas dimensiones. Tomemos, por ejemplo, la Luna. Como ya hemos visto, podemos determinar su distancia. También observamos que aparenta un tamaño determinado. Es, pues, sólo una cuestión de cálculo el hallar cuáles han de ser sus ver- 454 HISTORIA NATURAL cados muy próximos a la línea, parecen pasar como volando en dirección contraria a la nuestra; los árboles, las casas y otros objetos más lejanos, también se van quedando atrás, pero no tan de prisa; los objetos que se hallan a distancias bastante mayores se van corriendo lentamente; mientras que algún campanario u otra prominencia cualquiera muy lejana, permanecen como fijos durante un tiempo relativamente largo. Se ve, pues, que nuestro cambio de posición va acompañado invariablemente de un cambio de posición aparente de los objetos que nos rodean, y este cambio aparente de posición como resultado de nuestro cambio de posición verdadero, se denomina paralaje. L,a relación entre ambos es matemáticamente exacta, tanto, que si conocemos la cantidad de nuestro cambio de lugar y observamos la cantidad del cambio consiguiente de un objeto cualquiera, podemos calcular la distancia precisa a que éste se halla de nosotros. Esto nos permite medir las distancias sin necesidad de recorrerlas; y, gracias a estos medios, hallamos, por ejemplo, la anchura de un río o la distancia a que se halla un buque mar adentro. Aplicando este principio al campo de observación mucho más amplio que nos proporciona el firmamento, hemos podido calcular las distancias de los cuerpos celestes. Hemos observado que se requiere un cambio de lugar considerable por nuestra parte para que varíe la posición de algún objeto situado a mucha distancia. A dos personas situadas a pocos cientos de metros una de otra, un buque que se halla en el horizonte les parecerá colocado casi en el mismo punto ; ambos observadores tendrían que estar en realidad mucho más apartados uno de otro para que el cambio aparente fuera .suficiente y se pudiera calcular la distancia a que se hallaba el barco. Lo mismo ocurre con la Luna: dos observadores situados en distintos puntos de la Tierra pendran que estar a varios miles de kilómetros uno de otro para que la posición de nuestro satélite se presente lo suficientemente alterada respecto al fondo del cielo para proporcionarles datos suficientes sobre los cuales basar sus cálculos. El cambio de posición que permite a un tiempo un lado de la superficie terrestre, no es suficiente, sin embargo, para observar alteraciones sino en los cuerpos celestes más próximos. Para la medición de mayores distancias es preciso buscar el cambio de lugar mucho mayor que nos proporciona el movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Las observaciones tomadas con algunos días de diferencia nos muestran el efecto del cambio de lugar de la Tierra, en este tiempo, sobre las posiciones de los demás cuerpos de nuestro sistema. Mas cuando deseamos sondear la profundidad del espacio más lejano y llegar a medir la distancia de la estrella más próxima, nos vemos obligados a recurrir al mayor cambio de lugar que nos sea permitido; y es el que nos proporciona el largo viaje de muchos millones de kilómetros que verifica la Tierra alrededor del Sol en el curso de cada año. Pero aun este cambio de lugar, por muy grande que , parezca comparado con las medidas terrestres, apenas si basta para mostrar pequeñísimas alteraciones o movimientos paralácticos en un número reducido de estrellas. EL UNIVERSO: 443í satélite; o, mejor dicho, un cuerpo transportado a la superficie de la Luna pesaría solamente una sexta parte de su peso en la superficie terrestre. Se ve, pues, que si colocáramos sucesivamente en los diversos planetas un cuerpo de masa determinada, su peso iría variando según la fuerza de gravedad ejercida por cada uno de los planetas en su superficie. - . , _ • • i s. 1 La gravitación " ,\ " * es verdaderamente uno de los grandes misterios de la naturaleza. Lo que sea, los medios como actúa, la razón misma de su existencia, son cuestiones para las que no hemos encontrado hasta ahora ni el menor asomo de respuesta. Su acción a través del espacio es sensiblemente instantánea. En términos matemáticos se dice que la intensidad de la gravitación es "inversamente proporcional al cuadrado de la distancia". Esto significa que a una distancia doble la atracción será solamente de un cuarto, y no de la mitad, como podría supo( F o t Techno Photograph. Archiv.) F I G . 329. — Aparato de proyección del planetario Zeiss. nerse. A una distancia cuatro veces mayor, por consiguiente, será un dieciseisavo. En la superficie de la Tierra un cuerpo es atraído por la gravitación terrestre, o "cae", como solemos decir, a razón de unos cinco metros en el primer segundo de tiempo; mientras que a la distartcia a que se halla la Luna la atracción de la Tierra está tan debilitada, que un cuerpo emplearía nada menos que un minuto para caer recorriendo este mismo espacio. 4441 HISTORIA NATURAL Newton demostró con sus investigaciones que si se colocara un cuerpo en reposo en el espacio, apartado completamente de la atracción de otro cuerpo cualquiera, permanecería para siempre inmóvil, ya que no tendría motivo para moverse en una dirección más bien que en otra. Y del mismo modo, si se lanzara un cuerpo en una cierta dirección y a una velocidad determinada, correría siempre en la misma dirección y con la misma veloci- atractiva de o t r o iuerpo. Mucho antes de los tiempos de Newton, los astrónomos concibieron ya la posibilidad de una acción recíproca entre las órbitas celestes; por ejemplo, en el siglo I X el árabe Musa-ben-Shakir, Camillus Agrippa en 1553, y Kepler, que sospechó su existencia con la observación de las mareas. También Horrox escribía, en 1635, que la Luna era movida (Fot. Techno-Photograph. Archiv.) por una emanación F I G . 330.— Detalle del aparato de proyección del planetario. p r o c e d e n t e de la Tierra. Pero nadie antes que Mewton trató de examinar esta cuestión desde un punto de vista matemático. A pesar de la verdad reconocida y del alcance considerable de la ley de la gravitación—ya que hallamos ejemplos de sus efectos en cualquier parte del Universo—, hay, sin embargo, algunos pequeños movimientos que nadie acierta a explicar. Por ejemplo, existen pequeñas irregularidades en el movimiento de Mercurio que no pueden explicarse por la influencia de posibles planetas intramer- EL UNIVERSO', 453, pequeños de lo que son; y deduciendo de ello que estaban relativamente cerca, \ atribuíales una continua relación con los asuntos terrestres. Así nacieron las creencias falsas y artificiosas de la Astrologia, segiin las cuales los sucesos que ocurrían sobre la Tierra se consideraban como d e p e n dientes de la posición en que se hallaban, por ejemplo, de vez en cuando los planetas. Debe reconocerse, no obstante, que el estudio de la Astrologia, p o r muy e q u i v o c a d a s que fueran sus conclusiones, proporcionó indirectamente grandes servicios a la Astronomía, gracias a las detenidas observaciones y al diligente estudio a que fueron sometidas las estrellas. Veamos a h o r a cómo se ha llegado al conocimiento de las distancias y los tamaños de los or( F o t . Teclmo.Photograph. Archiv.) bes celestes. F I O . 335. — Extremo del tubo para el telescopio construido por la casa Zeiss. Hay dos métodos distintas p a r a hallar a qué distancia de nosotros se encuentra un objeto cualquiera. Uno consiste en la verdadera medición de la distancia; el otro, en moverse el observador un poco hacia la derecha o hacia la izquierda y ver si la posición del objeto distante ofrece alguna alteración debida al cambio consiguiente de lugar. Uno de los mejores ejemplos de este cambio relativo en la posición de los objetos como resultado de nuestro propio cambio de lugar, nos lo proporciona la observación del paisaje desde la ventanilla de un tren en marcha. A medida que pasamos a toda velocidad, vemos que los postes telegráficos, que están colo- Para amenizar más csla seccii'm. leeremos todos los chistes, anécdotas y rasgos de ingenio que se nos remitan y publicaremos los que nos parezcan mejores y menos sobarlos. Entre los que publiquemos en rada número distribuiremos tres premios: uno de lilEZ PESETAS al chiste, anécdota o rasifo (Ir ingenio que nos parezca más original tt menos conocido, y dos de CISCO PESETAS a los que creamos que le siguen en mérito. Los colaboradores premiados driten escribir siempre reclamando el premio y dimdo sil dirección, aun cuando la hayan dado ya al mandar el rasgo de ingenio premiado. Como medio de idcntijicación, es muy conveniente que esta caria venga escrita con la misma letra y con la misma firma que el original que mandaron. Cuando D i o s a n d a b a por el uiundo, fueron a verlo l o s curas. I.ies preguntó:— ¿Oué queréis"'— ¡Dinero! dijeron.— B u e n o . lyo tendréis. De.spués Uegaron los frailes y también les p r e g u n t ó : — ¿Qué queréis? — Dinero, Señor. — Llegáis tarde, p u e s y a .se lo llevaron los curas. — ¡Qué se le ha d e hacer! ¡Tendremos p a c i e n c i a ! — Paciencia t e n dréis. L u e g o \ i n i e r o n l o s escribanos. — ¿Qué queréis? — ¡Dinero! — N o p u e d e ser, y a se l o llevaron los curas. — P u e s . . . pacien cia. — I.^ llevaron los frailes.— ¡Vaya UU enredo! — E s o tendréis, enredos. lín seguida se pre.seutaron los g i t a n o s . — ¿Qué q u e r é i s ' — díjoles X u e s t r o Señor. —r- Q u e r e m o s d i n e r o . •— Hs tarde, '^e lo llevaron los curas. — P a c i e n c i a . — La llevaron los frailes. — ¡Es buen enredo e s t e ! — Los e n r e d o s .se los di a los escrib a n o s . — ¡Vaya un robo! — P u e s . . . d e e s o viviréis. V de.sde e n t o n c e s , el dinero e s de los curas, la paciencia d e los frailes, los e s c r i b a n o s v i v e n d e los e n r e d o s y los git a n o s d e l robo. R e m i t e n t e : Ftorindu .\iell;. I I t f I del número anterior | D e 10 pe.setas: W rasgo de i n g e n i o e n v i a d o por D . F. T., Iriín. De .5 pesetas: . \ los r e m i t i d o s por Frasquito, La Coruña, y J. ReLses. | I * | Vor.TAiRK H e m i t e n t e : ..Aitlonif, (liiinilit, Madrid. m E l q u e u n a v e z fué ca.sado y otra .se v u e l v e a casar, ése v u e l v e a n a v e g a r , de.spués d e haber naufragado. JUAN R i i n i l i n l i : ./. D E TRIARTE I'rre: ii l'ieez. I'norto la I.uz. lt.iri'eIona. JARDIIÍI, PONCEI-A :f: >Si orgullo.so te e n v a n e c e s d e i n g e n i o o n o m b r e preclaros, m á s que a reprimir tu orgullo a.spira a justificarlo. JAVIER TCARTE •* — ¿En q u é se parece un par d e z a p a t o s que aprieta a l a s carteras? — Ivn que l a s - t i m a n . lioniitonle: l'criini:. 1 nrees .{Ir'irrz. Ilij/.a. +•' m La tínica diferencia entre un capricho y una pasión eterna, e s que el capricho p u e d e durar. Wir^DE m El que muere, parece q u e e s t á si e s hombre sin si e s liombre d e ENRIQUIÍ lleniiltMite: ./. Sevilla. OSCAR m L a s c a s a s d e los d e n t i s t a s y los t e a t r o s d e variedades .se parecen en que l a s e s trellas se ven al final. Kn el t e a t r o O..., d e s p u é s d e oír a la tiple F . C : — ¡Qué v o z tan d e s a g r a d a b l e tiene esa arti.sta! — N o : lo q u e sucede e s que tiene una voz singular. — ¡Suerte d e e.so, porque .si la llega a tener plural!... ¿Qué le d u e l e a u s t e d ? Toda la d e n t a d u r a . —- V o y a ir a ca.sa d e l médico. E n c u e n tro que tni mujer n o e s t á bien. — P u e s v o y c o n t i g o . . . Y o n o he e n c o n t r a d o n u n c a bien a la mía t a m p o c o . Arls, Remitente: /'.7 q i u b , i l i j o . El amor e s un c a ñ a m a z o d a d o por la nattiraleza v bordado por la i m a g i n a c i ó n . .« Remitente: Damián — H o m b r e , y a podía u s t e d poner e su v e n t a n a u n o s vi.sillos m á s t u p i d o s . Anoche le vi a usted besando a su mujer. — Caramba, n o bromee u.sted..., que a n o c h e n o e.staba yo en mi c a s a . con s u s ojos diciendo: fe: \Hasta nuncal fe: \Hasta lue gol VlCNTURA R u i Z .\GUIT.ERA —• ¡Pero si n o tiene usted m á s que un diente! — Por e.so le d i g o que m e duele toda. Hemitente: F. líaenu, lladajo/.. m El comerciante J. F . da i n s t r u c c i o n e s a un joven comisionista a quien a c a b j . d e oolocar e n su c a s a : — T o m a u.sted el tren a laír seis d e la m a ñ a n a ; llega a l a s n u e v e ; t o m a café con leche en la m i s m a estación y, .sin d e t e - H e i n e dijo d e cierta .señora: «Se parece en m u c l i a s cosas a la Venus de Afilo. Como ella, e s e x t r a o r d i n a r i a m e n t e vieja, n o tiene d i e n t e s y ])resenta a l g u n a s m a n c h a s blancfis en la amarillenta s u perficie d e su cuerpo.» Remitente: T. ('.. e n c u e n t r a en la calle a un cal)a llero que le d e t i e n e , saludándole cordialmente. — ¿Es posible que n o m e reconozca u.sted?... Pero n o tiene nada d e particular, porque hace v e i n t i c i n c o años ([ue uo nos h e m o s v i s t o . Y o soy aquel con (luien t u v o usted un desafío a pistola por una liailarina. — - ¡Es verdad! H a b í a o l v i d a d o por comp l e t o e.sa a v e n t u r a . Y o n o , porque pa.sé e n t o n c e s un m i e d o terrible. Oí pasar la bala d e usted silbando por j u n t o a mi oreja. — ¡Cómo mi bala! ¿Pero l a s pistolas e s t a b a n cargadas? — ¡Naturalmente! — ¡Infames padrinos! V m e habían ju- Hetnisor. Del c a t e d r á t i c o J . S. d e T. se c u e n t a que, d e b i e n d o llegar d e viaje, .su mujer, que le esperaba, recibió el si,guiente telegrama: «Perdido tren. .Saldré m a ñ a n a a la m i s ma hora. Pepe.» V la e.sposa, que n o e s catedrática, .se apresuró a contestarle: «>Si sales a la m i s m a hora, volverás a perder tren. .Margarita.» R e m i t e n t e : Centrdo nerse, va a laca.sa «Hernández Hermanos». Cualquier cosa que le ocurra, telegrafíe. .\l día siguiente recibe el comerciante e.ste t e l e g r a m a : «En la e s t a c i ó n n o h a y leche. ¿Qué hago?* Remitente: F.l Ih.eU.e Cellishi, — ¿Tiene u.sted perras, d o n Procopio? — La itltima que tenía se m e murió el mes pasado. D i g o que si tiene u s t e d cuartos. - E l líltimo lo alquilé a y e r . - ¡No quiero decir e s o ! ' — ¡Ni y o lo otro! Pemitente: J. M. fl. ALBO.—163 Asensio, Itarai-aldo. Ciego eres, .Amor, y n o porque l o s ojos te f a l t a n , s i n o porque a t o d o s c u e s t a s , hov, los ojos de la c a r a . rado que n o tenían m á s que pólvora. ¿De m a n e r a q u e pu<le morir?... V cae desmayado. lícinitente: l'.leile i:e¡,unlo. OtlíVEDO lU'niitt'ntrs: ./. I',, y .!. I\ M; i i i n . i i l a . — Mi padre está m u y d i s g u s t a d o , porque el día d e su s a n t o le regalaron tin reloj y n o lo puede llevar. ¡Y eso que vale m á s d e c i n c u e n t a duros! •— ¿ Y por q u é n o lo puede llevar? — P u e s hombre, n o puede porque e s un reloj d e p a r e d . R e m i t e n t e : Tn servidor, Rarii-lona. Cuando d e c i m o s : ¡Qué a n t i p á t i c o es F u lano! casi siempre será m á s a c e r t a d o d e cir: ¡Qué a n t i p á t i c o s le somos! JACINTO BENAVENTE La vida e s c o m o un c a b a l l o al que se embrida y se enfrena; sin el freno y sin la brida, se d e s b o c a y n o s estrella. J. ORUIÍTE VERNE Hl r i n n c r r o n l c y ul nnn son ( \ , L í e n l e s iimisios. S iemi'i-e .nuliui ,innto« por l.i rtorniir. riintulo lie»;;) la hol'a d •1 (l.'sranso noi'tiinio. se P C I K I I I . ¡ l l n l o ^ ,i \ o ' \ : ^ ^ l a s iriol.i'ias de Hios t i e n e n pareciVed a e s l a e r l a do ¡nimn d u r m i c m i o : asi. con cslii i l i i l / i i r a . dviermen los n i ñ o s . l - n 1.1 ii¡l.n.. dos ÍMSos|.,Tl„„l»-. i \, Ouy el terrible El tablero magnético N el a ñ o 1600 se preparó en Inglaterra un a t e n t a d o contra el gobierno de a c o b o primero. E l cabecilla del complot, iuy Pawkes, hizo colocar treinta barri- q u e m a de m u ñ e c o s que representan a G u y Pawkes. Los niños se divierten e x traordinariamente. Ved en la foto un grupo d e ellos que y a tiene preparado su W e s d e pólvora bajo el edificio prcsidecial. B1 a t e n t a d o n o llegó a realizarse porque se descubrió a t i e m p o . Ocurrió e.sto el día 5 de n o v i e m b r e de dicho a ñ o y, d e s d e entonces, se celebra a n u a l m e n t e en Inglaterra una fiesta consistente en la m u ñ e c o para este año. Como se ve, la fiesta tiene semejanza con las fallas valencianas, n o sólo porque al fin la figura se q u e m a con gran algazara de los espectadores, sino porque, así como lo de Valencia e s falla, el complot de G u y falló. El árbol mayor del mundo para el desarrollo perfecto de l a s p l a n t a s . Para subsanar esta deficiencia, el propietario n o tiene m á s que colocar una p l a n cha de hojalata o de madera pintada con pintura de esmalte de m o d o que los r a y o s del sol se proyecten, por reflejo, en los lugares que n o los reciben. A u n q u e n o s E Í X ingeniero londinense ha i n v e n t a d o J el tablero de ajedrez m a g n é t i c o . T a n to el tablero c o m o las piezas están i m a n tados, d e m o d o que n o h a y m i e d o d e que éstas pierdan la estabilidad. Para los ajedrecistas irascibles, el tablero m a g n é t i c o es la gran cosa. Si, al ver perdida la partida n o pueden reprimirse y descargan en la mesa un p u ñ e t a z o , las piezas n o c a e rán y se confundirán como ocurría a n t e s . Aunque, bien mirado, precisamente lo que le conviene a u n o c u a n d o sabe que v a a perder es provocar u n lío irreparable. Contra la verborrea E N el Sequoia National Park, de los E s t a d o s Unidos, está creciendo desde h a c e algunos cientos de años este árbol N O de los fakires que más i m p r e s i o U nan a los públicos europeos ante los cuales se e x h i b e a c t u a l m e n t e , es éste del grabado, el cual, sin trampa ni cartón, se atraviesa la lengua con un c l a v o de grandes d i m e n s i o n e s sin acusar la menor molestia. (Lástima que nuestra portera n o se sienta fakir! ¡Con lo bien que estaría su lengxia clavada en el quicio de una puerta I colosal, c u y o tronco es tan grueso que v e i n t e hombres con l a s m a n o s enlazadas no bastan para abrazarlo. Brindamos esta f o t o a los a m a n t e s de las maravillas del m u n d o vegetal, ya que de otro m o d o les v a a ser difícil conocer a este prodigio de corpulencia,' a m e n o s que hagan un viaje a los E s t a d o s U n i d o s . Porque sería una locura pretender plantar uno igual en las m a c e t a s del balcón. El sol e s vida E N casi t o d o s los jardines h a y rincones a los que n o llegan los r a y o s del s o l , que, c o m o es sabido, son imprescindibles parece que la explicación está tan clara c o m o el sol, el lector n o pierde nada con dirigir una mirada al g r a b a d o . Pigmeos El hombre p u e r c o espin Stanley, el famoso explorador de África, fué el primero en afirmar que liabia visto una raza d e enanos, dando un m e n t í ; a los que creían que tales pueblos sólo e x i s tían en la fantasía de algunos hombres. Más tarde otro explorador, Thornliecke, e n c o n t r ó cerca del Camervin un pueblo de pigmeos que n o medían m á s d e 1.40 metro d é e s tatura, y, en las proximidades d e N u e v a Guinea, otra tribu de enanos m á s pequeños aún, puesto que .sólo alcanzaban 1.2 metro de estatura. Hace ocho o diez años, .-Vdler encontró pigmeos todavía m á s d i m i n u t o s en las selváticas profundidades d e l Congo. listos pigmeos son extremadamente n ó m a d a s y u o viven nunca m á s de una semana en el mismo sitio. Más que hombres parecen gorilas o chimpancés humanizados. Sólo cuando encuentran un paraje rico en frutos o en caza mayor se detienen y levantan una especie de primitivo c a m p a m e n t o . E l doctor WoUaston encontró otra raza de enanos en las inmediaciones del Lago .Mberto. E s t o s .seres viven d e un modo completamente primitivo. Desconocen el trabajo y están casi a l nivel de las fieras c u y a caza e s su único medio de vida. La región donde residen e s m u y rica en miel y d e olla se alimentan. Sólo cuando é.sta escasea recurren a la caza. V auu existen otros pueblos d e pigmeos que prueban la existencia d e l a s razas d e enanos, considerada durante m u c h o tiempo como fabulosa. La emoción de la caza mayor atrae a los e.spíritus aventureros. Pero otros, m á s prácticos y menos deportistas, han procurado pract'car esta distracción evitando sus peligros. Hace a'gunos años uu n a t u ral'sta se internó en .\frica, h.iriendo transportar con su equipaje una gran jaula de sólidos barrotes, encerrado en la cual, disparó contra los leones, leopardos y otras fieras que a c u dían al lado de la jaula al olor de la presa. Más ^ tarde e l a m e r i c a ^ n o Stanley Carison e m p l e ó otro sistema m á s c u rioso y práctico aún. Se hizo construir un traje de cuero m u y grueso, protegido por púas de acero de tres centímetros d e longitud. E n la cabeza .se puso un casco del mismo material v con idénticas p ú a s y d o s gruesos cristales a la altura de los ojos. Vestido así y provisto de vui hacha, Carlston se dirigió a las llanuras del Canadá, donde obtuvo gran n ú mero de ricas pieles. Se instalaba eu el centro d e ima llanura y esperaba a que lobos, zorros y demás animales de a q u e llas regiones acudieran al olor de la presa. Entonces, el cazador se abalanzaba, sobre ellos y los m a t a b a a hachazos sin que IOS dientes de l a s fieras, con las cuales entablaba generalmente encarnizadas lu chas, 'ograran atravesar .su grueso t a j e • guarnecido d e púas. La c a z a dei h i p o p ó t a m o La caza del hipopótamo se ha descrito m u c h a s veces como una empresa peligrosísima, y se achaca a e.ste animal la facultad de comer.se a tina per.sona con la misma facilidad con q u e no.sotros n o s com e m o s un pastel. Nada m á s falso. Toda la dificultad de esta caza está en que el cazador acierte a hacer blanco con su rifle en la frente o en el oído del hipop ó t a m o . También es nuiy difícil encontrarlo. Este animal acostumbra a vivir en las aguas tranquilas de los rios, cerca de alguna isleta. 1,0 mejor para acercarse a él sin ahuyentarlo, es revestir una barcaza de m a leza de modo que semeje una p e queña isla. Puede dar.se el ca.so de que, al ver sitcumbir a un h i popótamo, el resto de la manada se enfurezca y a t a q u e a la barcaza que quedaría destrozada irremisiblemente. Pero esto n o suele ocurrir. Los hipopótamos, al oír el disparo, desaparecen debajo d e l agua. y . d e s p u é s , atraídos por la curiosidad, vuelven a salir a flote- y se acercan a la barcaza, ofreciendo nuevos y magníficos blaticos al cazador. El Invento de la semana • Vocabulario de palabras que, siendo perfectamente castellanas, por desconocerlas, no usa casi nadie. ( Continitacíán) Saltabanco y Saltabancos, m. Saltimbanqui. Salvamano. «A salvamano», m o d o adverbial. A m a n s a l v a . Sanfrancia, f. Pendencia, trifulca. Saquilada, f. Cantidad que cabe o se lleva e n u n s a c o n o lleno. Sarrillo, m. Estertor del moribundo. Sativo, va, a d j . Que se c u l t i v a . E n oposición a lo silvestre y n o cultivado. Sáxeo, a, a d j . D e piedra. Secatón, na, a d j . S i n gracia, s o s o . Seceso, m.. Deposición de vientre. Selenosis, f. Mentira, manchita blanca e n l a s u ñ a s . Sepancuantos, m . Castigo, reprensión, zurra. Sergas, f. pl. Proezas, h a z a ñ a s . Sírico, ca, a d j . D e seda. Serraduras, f. pl. Serrín. Servilla, f. Zapatilla. Sesear. Pronunciar la c c o m o s. Sialismo, m . S a l i v a c i ó n . Sicofante, m. Impostor, calumniador. Sieteñal, a d j . Que tiene s i e t e a ñ o s . Sifosis, f. Corcova, joroba. Silabo, m . í n d i c e , c a t á l o g o . (Confínuará) LA CABINA tpi- IRROMPIBLE ingeniero francés Andrés Sauvant ha inventado, después de largos y tenaces estudios, una cabina de 'seguridad para aviones. En caso de accidente, los viajeros y tripu'antes no sufrirán grave daño, debido a que la cabina resiste, sin romperse, los choques más violentos. La cabina de seguridad va encerrada en otra, de la cual la separa una gran cantidad de parachoques llenos de aceite que atenúan los efectos del encontronazo para los que están dentro. El inventor ha hecho las pruebas arrojándose desde una altura de 120 metros en un avión dotado de su cabina de seguridad. Todo el avión quedó destrozado menos la cabina, de la cual salió Andrés Sauvant sin la menor rozadura. •t5-2 HISTORIA SATURAL estrella desapareciera de pronto del Universo, continuaríamos viéndola en su lugar del cielo durante cuatro años más, después de su desaparición repentina. Los rayos que ya hubieran emprendido su viaje hacia nuestra Tierra seguirían naturalmente recorriendo el espacio y nos alcanzarían uno tras otro, hasta el último. Nos hemos referido a la estrella alfa del Centauro por ser la más próxima a nosotros. La mayoría de las demás está muchísimo más lejos. De muchas de ellas sólo podemos conjeturar el tiempo que emplea su luz para llegar hasta nuestro globo. Suponed, por ejemplo, que observamos un cambio súbito en el brillo de alguna de estas remotas estrellas. Nos preguntamos cuándo debió de ocurrir en realidad el cambio: si fué en tiempo de Felipe II o durante la Reconquista, o bien si fué cuando Roma se hallaba en el apogeo de su gloria o acaso antes de que se construyeran las pirámides de Egipto. Ni siquiera la última de estas suposiciones puede tratarse a la ligera; en reaHdad, desconocemos a qué distancia de nosotros se hallan esas estrellas que nuestros telescopios gigantes han sacado a la luz de lo profundo de los espacios celestes. En estos últimos años se ha generalizado el empleo de otra medida celeste, el pafsec, contracción de paralaje-segundo, que equivale a ^'26 años de luz o 31 billones de kilómetros. A no ser por la invención del telescopio, nuestros conocimientos astronómicos serían muy reducidos. Todo lo que los hombres conocían del cielo estrellado antes del año 1610, en que Galileo apuntó por primera vez hacia lo alto el instrumento recién inventado, debíase a la observación a simple vista, sin la intervención de ningún medio artificial. Para hacer observaciones en esta forma estaban en situación sumamente desventajosa. En su opinión, el Sol y la Luna eran sin duda los cuerpos más grandes de los cielos, por el sencillo motivo de que lo parecían. Las enormes manifestaciones solares, que nosotros consideramos tan corrientes, ellos ni las soñaban siquiera. La Luna presentaba una superficie manchada, y esto era todo; sus cráteres y sus circos montañosos eran sorpresas que se le reservaban al hombre. Naturalmente que nada se conocía acerca de la superficie de los planetas. Estos objetos no presentaban en verdad caracteres particulares que los distinguieran de la multitud de estrellas, excepto que su posición en el cielo cambiaba continuamente, mientras que las otras permanecían inmóviles. Las mismas estrellas se consideraban como fijas e inalterables sobre la bóveda celeste. El Sol, la Luna y los planetas se movían en apariencia en el espacio intermedio, sostenidos en su carrera por raros y sorprendentes artificios. La existencia de los satélites era completamente desconocida. Los cometas se consideraban como maravillas celestes, y los aerolitos como pequeñas conflagraciones que se verificaban en las regiones superiores de la atmósfera. Como el hombre no tenía el menor conocimiento de los verdaderos tamaños y distancias de los distintos cuerpos celestes, considerábalos naturalmente más, EL 446 UNIVERSO curiales, y del mismo modo, observamos desviaciones inexplicables en los movimientos de nuestra vecina, la Luna. Al tratar del mecanismo celeste no es posible pasar por alto el ingenioso dispositivo ideado por el alemán doctor Banersfeld y construido por la casa Zeiss, de Jena, para proyectar sobre la parte interior de una gran bóveda que representa el firmamento, imágenes del Sol, de la Luna, de los planetas, de las estrellas, de las nebulosas, etc., los cuales hacen en pocos minutos, para ense- (Fot. Boyer) F I G . 3 3 1 . — S e s i ó n a s t r o n ó m i c a e n el A u d i t o r i í J m de M u n i c h . ñanza del público, recorridos en los que los astros de verdad emplean a veces 1 millares de años. i Varias ciudades de Alemania y de otros países progresivos poseen ya mag- j níficos "planetarios", nombre con que se designa a esos "teatros de los astros", j cuyo elemento principal es el maravilloso aparato en el que se reúnen nada me- j nos que ciento veinte aparatos de proyección (figs. 327 a 331). i Gracias a los planetarios los habitantes del hemisferio septentrional pueden s admirar el firmamento del hemisferio sur tal como lo ven sus antípodas. Dentro^ de la espaciosa sala circular el tiempo vuela verdaderamente y el espectador se i convierte en un ser excepcional cuyos segundos equivalen a veces a un año, a] veces a un siglo, y ante el cual repiten dócilmente los astros sus complicados': movimientos v sus misteriosos recorridos. í EL DISTANCIAS Y MEDIDAS CELESTES Hasta aquí hemos considerado solamente una vista general del sistema solar, una vista de pájaro, como si dijéramos, tomada desde el espacio. En el curso de nuestras explicaciones hemos mencionado aproximadamente las distancias relativas a que se mueven los distintos planetas alrededor del Sol. Pero no hemos establecido todavía lo que son en realidad estas distancias, por lo que bueno será ahora que consagremos nuestra atención a tan importante materia. Todos sabemos lo que es un kilómetro. Es, por ejemplo, el camino que se recorre en diez minutos de buena marcha; también sabemos que tal población o edificio se halla a tantos o cuantos kilómetros de distancia. Las medidas que hemos dado hasta ahora de los diámetros de los varios cuerpos del sistema solar nos parecen muy grandes si tenemos en cuenta el cansancio que nos ocasiona el recorrido de algunos kilómetros; pero no son nada en comparación con las distancias a que circulan los planetas en sus órbitas alrededor del Sol. La lista que damos a continuación expresa tales distancias en números redondos. Estas medidas son lo que se llaman distancias "medias"; porque, como las órbitas son elípticas, la distancia de los planetas al Sol es variable, y, por consiguiente, nos vemos obligados en cada caso a calcular una especie de término medio. Mercurio. Venus, La Tierra. Marte, Júpiter, Saturno. Urano, Neptuno. unos 57.924.000 kilómetros 108.125.000 149.476.000 227.673.000 777.630.000 r425-574-000 2.867.077.000 4.491.684.000 Se ve por estas cifras que hemos entrado a considerar distancias mucho mayores que las que encontramos al tratar de los diámetros de los varios cuer- UNIVERSO 4SÍ\ tas y más vueltas, como una ardilla en su jaula giratoria. Disponemos, sin embargo, de una ilustración muy útil, que es la que suelen emplear los astrónomos al tratar de las distancias de las estrellas. Está tomada de la velocidad de la luz. La luz corre a la velocidad enorme de unos 300.000 kilómetros por segundo. Emplea, p u e s , solamente como un segundo y cuarto p a ra llegar hasta nosotros desde la Luna. R e c o r r e en u n o s ocho m i n u t o s los 149.000.000 de kilómetros que nos separan del Sol; y va desde el Sol hasta Neptuno en u n a s cuatro horas, lo que significa que recorrería de p a r t e a parte del sistema solar en ocho horas, i Sin embargo, para recorrer la distancia que nos separa de la estrella alfa del Centauro, emplea nada menos que unos cuatro años y cuarto! Así, pues, 1 o s i P o t . TeoJmo-Photogniph. ArchiT.) astrónomos convieF i F . 3 3 4 . — Mo^taje del objetivo para el telescopio de Lembang. nen en . estimar las distancias de las estrellas considerando el tiempo que emplea la luz en llegar desde ellas hasta nosotros. La distancia que la luz recorre en un año la denomina un año de luz y equivale a 9*5 billones de kilómetros. Según esto, se dice que la estrella alfa de! Centauro dista de nosotros cuatro años y cuarto de luz. Ahora bien: como los rayos de luz procedentes de aquella estrella se siguen incesantemente unos a otros a través del espacio, y como cada rayo sale de la estrella unos cuatro años antes de llegar a nosotros, nuestra visión de la estrella, por consiguiente, estará siempre en un retraso de más de cuatro años. Si aquell.i 4S0 HISTORIA NATURAL sobre el fondo del firmamento. En realidad, no existe tal fondo. Estos cuerpos brillantes están por todo el espacio alrededor de nosotros, y cada uno de ellos a distancias distintas de nosotros y de cada uno de los demás; y podemos ver entre ellos toda la negrura del vacío, que tal vez continúe extendiéndose incesantemente hasta mucho más allá de los límites extremos del universo estelar. ¿Lanzaremos, pues, una vez más por el espacio nuestro expreso imaginario y le enviaremos hacia la estrella más próxima? Sería inútil; nuestro método de medir el espacio con la velocidad de un expreso fracasaría miserablemente, si intentásemos de este modo hacernos cargo del abismo inmenso frente al cual nos hallamos ahora. Hagamos alto por un momento y recapitulemos los órdenes de distancias de que hemos hablado hasta lo presente. En primer lugar, tratamos con miles de kilómetros. Comprendimos después la insignificancia de estas medidas cuando entramos a considerar las que se cuentan por millones. Vimos, en efecto, que nuestro tren, corriendo sin cesar a cien kilómetros por hora, emplearía un tiempo casi igual a los tiempos históricos en un viaje desde el Sol hasta Neptuno. En los espacios situados más allá del sistema solar nos encontramos con un nuevo orden de distancias. Las que median entre el Sol y los planetas se miden por millones de kilómetros; pero las que separan un sol de otro sol, únimil veces mil. ; Y qué es un billón? Es un millón de millones. Consideremos esto significa? Mucho me temo que no; porque la palabra "billón" se pronuncia tan fácilmente como "millón", y ambas son tan difíciles de concebir, que apenas si nos hacemos cargo de la verdadera diferencia que entre ellas existe. Hagamos, no obstante, una comparación detenida. ¿Qué es un millón? Es mil veces mil. ¿Y qué es un billón. Es un millón de millones. Consideremos esto bien: un millón de millones. Esto significa un millón cuyas unidades son a su vez millones; o sea que cada uno de los " i " que componen este millón es también un millón. He aquí una manera de probar de hacerse cargo de esta cifra gigantesca. Un millón de segundos no hace más que once días y medio; pero un billón de segundos hace en realidad ¡ más de treinta mil años! Esto sentado, veamos de emplear nuestro tren expreso para medir, si es posible, el abismo que se extiende ante nosotros. A la velocidad ya conocida, tardaría casi un año y cuarto en recorrer un millón de kilómetros. Para cubrir un billón de kilómetros, es decir, una distancia un millón de veces mayor, emplearía naturalmente como un millón doscientos mil años. La estrella alfa del Centauro, que es de las estrellas perceptibles a simple vista la más próxima a la i Tierra, dista de nosotros unos cuarenta billones de kilómetros. ¡ Nuestro tren expreso emplearía, pues, unos cuarenta millones de años para llegar hasta ella! Esto demuestra que nuestro sistema de medida, que parecía apropiado páralos espacios interplanetarios, resulta completamente inútil cuando lo aplicamos a los espacios interestelares. No hace sino darnos millones en vez de billones con lo que nuestra inteligencia, vuelta sobre sí misma, no hace más que dar .vu?l- EL UNIVERSO 447 pos del sistema. En aquel caso se limitaban las distancias a millares de kilómetros, y en éste se trata de millones. ¿ Cómo podremos formarnos una idea de tales distancias, cuando aquellas a que estamos acostumbrados—un paseo de algunos kilómetros, la pequeña faja de tierra o de mar que nos rodea—son tan insignificantes comparadas con ellas? La verdad es que el hombre, aun cuando crea que puede representarse distancias tan enormes, es el caso que no puede concebirlas. En estas cuestiones empleamos inconscientemente algún convencionalismo y calculamos que una cosa AVtfJfA/O F I G . ,3.32.'*— Tieiui tren imaginario ^en recorrer las dístaní de algunos astros. que nos separan es dos, o tres, o más veces mayor que otra; pero no podemos hacer más. Por ejemplo, nuestra experiencia ordinaria de lo que es un kilómetro nos permite juzgar en cierto modo una extensión de varios kilómetros, que es lo que se puede abarcar con una mirada; pero al apreciar mil kilómetros, y aun ciento, tenemos que recurrir, por decirlo así, a un escamoteo mental. En nuestros esfuerzos por concebir distancias tan inmensas como las que se dan en el sistema solar, nos vemos obligados a recurrir a comparaciones con otros hechos más sencillos, aunque con esto no hacemos más que engañarnos a nosotros mismos. La comparación que parece más indicada para el caso, y la que más emplean los escritores, es la tomada de la velocidad con que corre un tren expreso. Imaginemos, por ejemplo, un expreso que pueda correr en cualquier direc- 448 HISTORIA NATURAL ción, que no se pare nunca, que no necesite hacer carbón y vaya siempre a razón de unos lOO kilómetros por hora. Supongamos que empezamos empleándolo para medir el tamaño de nuestro planeta, y que le hacemos correr por el Ecuador, cuya longitud es de unos 40.000 kilómetros., A razón de 100 kilómetros por hora, emplearía en el viaje cerca de diez y siete días. Enviémosle después de la Tierra a la Luna. Como la distancia es de unos 384.000 kilómetros, o sea cerca de diez veces mayor que la anterior, empleará naturalmente cerca de diez veces más en el recorrido, es decir, sobre ciento sesenta días; algo más de cinco meses. Enviémosle ahora aun más allá, hasta el Sol, por ejemplo. Este viaje ya no puede medirse por miles de kilómetros, sino por millones. La distancia de la Tierra al Sol, como ya vimos en la tabla anterior, es de algo más de 149.000.000 de kilómetros; nuestro tren expreso emplearía, pues, unos ciento setenta y siete años en salvar tan enorme distancia. Una vez llegado al Sol, supongamos que nuestro expreso dé la vuelta alrededor de aquel astro: emplearía en ello más de cinco años. Supongamos, finalmente, que el tren partiendo del Sol, marchara en línea recta hasta el límite conocido del sistema solar, es decir, hasta alcanzar la órbita de Neptuno: emplearía más de cinco mil años para recorrer esta distancia (figura 332). Los que hayan visto pasar un expreso a toda velocidad desde una pequeña estación o en campo raso, reconocerán que cien kilómetros por hora es una velocidad considerable. ¿ No es, pues, algo abrumador el contemplar la inmensidad del espacio, cuando se considera que un cuerpo, corriendo sin cesar a una velocidad tan respetable, emplearía nada menos que diez mil años para recorrer solamente nuestro sistema solar de un extremo a otro ? 1 Diez mil años! Intentad imaginaros este espacio de tiempo. Hace solamente algo más de la mitad de este tiempo que se construyeron las pirámides, hecho que señala para nosotros en cierto modo el principio de la historia. Y, desde entonces, ¡cuántos imperios poderosos se han fundado y han desaparecido! Terminada nuestra ojeada a la apariencia y las dimensiones del sistema solar, veamos ahora de averiguar su posición y su tamaño, en relación con lo que llamamos el Universo. Una simple mirada al cielo de la noche, cuando está limpio de nubes, nos muestra que hay estrellas en todas direcciones; y lo mismo ocurre en cualquier parte del globo. En realidad, las estrellas están en el cielo lo mismo de día que de noche, sólo que durante el día no podemos verlas, porque su luz queda eclipsada o anulada por la mucho más deslumbradora del Sol. Así, llegamos a la conclusión de que nuestra Tierra, y de hecho todo nuestro sistema solar, está sumergida entre una confusión enorme de estrellas. ¿Qué posición ocupamos, pues, en esta aglomeración? ¿Estamos situados en el centro, o cerca del centro, o en qué otra parte ? Está suficientemente demostrado por las observaciones astronómicas que EL UNIVERSO 449 las estrellas son cuerpos dotados de luz propia, lo mismo que nuestro Sol; en realidad, son otros tantos soles, y el nuestro es solamente uno de ellos, acaso uno de los miembros menos importantes de este gran universo de estrellas. Cada una de dichas estrellas o soles, puede ser a su vez el centro de un sistema análogo al que llamamos nuestro sistema s o l a r , comprendiendo planetas y satélites, cometas y meteoritos; o acaso, también, alguna otra v a r i e d a d de cuerpos secundarios de la que no existe ejemplo en nuestro pequeño rincón de espacio. Sin embargo, no tenemos hasta a h o r a ninguna prueba de que semejante conjetura sea cierta. Ningún telescopio nos ha mostrado aún n i n g ú n planeta que circule alrededor de alguno de estos soles distantes; p o r q u e t a l e s cuerpos, aun si existen en realidad, es(Fot. Tedmo-Photograph. Archlv.1 t á n completamente F I G . 333. — Doble retractómetro de 6 0 cms. para el observatorio de Lembang (Java) en la sala de pruebas de la casa Zeiss, de Jena. fuera del alcance de nuestros más potentes instrumentos. ¿En qué nos fundamos, pues, para hacer tal suposición? Únicamente en la analogía; en la deducción, casi de sentido común, de que si los caracteres esenciales de las estrellas son análogos a los de nuestra estrella propia, que es el Sol, parece que sería muy raro que éste fuera el único de semejantes cuerpos rodeado de un sistema planetario. Las "estrellas", para emplear esta expresión en su sentido más general, no se encuentran a una distancia determinada de nosotros, distribuidas aquí y allá 438 HISTORIA NATURAL rior a la de Mercurio. La mayor corresponde al que lleva el número 944, y que es de 43°Como ya hemos dicho, los sistemas de satélites que giran alrededor de sus primarios respectivos son en realidad reproducciones en miniatura del sistema solar; del mismo modo, las consideraciones hasta aquí mencionadas, que regulan la conducta de los planetas en sus relaciones con el Sol, deberán aplicarse necesariamente a los satélites. No obstante, un sistema de satélites se diferencia de un sistema de planetas en que el cuerpo central alrededor del cual giran éstos tiene luz propia, mientras que el cuerpo planetario en torno del cual circulan los satélites no la tiene. Cierto es que los planetas brillan, y aun con mucho resplandor, como, por ejemplo. Venus y Júpiter. Pero no irradian su propia luz, como hace el Sol, sino que se limitan a reflejar la luz que del Sol reciben. Esto aparte, es notable la analogía que presentan el sistema planetario y un sistema de satélites. Los satélites son de forma esférica y de tamaños muy distintos; giran sobre sí mismos, por lo que hasta ahora sabemos, en tiempos variados; circulan alrededor de sus planetas respectivos según órbitas que no son circulares, sino elípticas; y, además, estas órbitas no están necesariamente en un mismo plano. Por último, los satélites giran alrededor de sus primarios con velocidades que pueden compararse directamente con las de los planetas que giran alrededor del Sol, ya que se cumple con toda exactitud la regla de que, cuanto más próximo se halla un satélite de su primario, tanto más rápidamente circula. Al comparar detenidamente la condición verdadera de los varios miembros que componen el sistema solar, nos llama en seguida la atención el que estos cuerpos pueden considerarse desde dos puntos de vista completamente distintos. Podemos apreciarlos tanto por lo que respecta a su volumen, es decir, el espacio que ocupan, como por lo que respecta a su masa, o sea la cantidad de materia que contienen. Imaginemos dos globos de igual volumen; en otras palabras: que ocupen el mismo espacio. Uno de estos globos, sin embargo, puede estar compuesto de material mucho más compacto que el otro, o, como se dice, puede tener mayor densidad. Diremos de este globo que es el que tiene más masa de los dos. Si pudieran pesarse ambos globos en una balanza, colocando uno de ellos en cada platillo, veríamos al momento, por su mayor peso, cuál de los dos se compone de materiales más compactos; y, en términos astronómicos, podríamos decir de él que tiene una masa mayor. Siendo la palabra "volumen" un simple sinónimo de tamaño, el orden de los miembros del sistema solar, por lo que a sus volúmenes se refiere, es como sigue, empezando por el mayor; el Sol, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, la Tierra, Venus, Marte y Mercurio. En lo que concierne a la masa, da la casualidad que ocupan el mismo orden. Sin embargo, las densidades de estos cuerpos son muy distintas. El más denso o compacto de todos es la Tierra, que es unas cinco veces y media tan densa EL UNIVERSO 435 Pero, en primer lugar, veamos qué motivos tenemos, si es que los hay, para asegurar que la Tierra está dotada de un movimiento de rotación. Si examinamos atentamente el cielo, observaremos que su fondo, con todos los objetos que en él brillan, parece girar en torno de nosotros en el espacio de unas v e i n t i c u a t r o horas, y que el eje alrededor del cual se verifica este movimiento está situado muy próximo a la que designamos con el nombre de estrella Polar. Este fué uno de los primeros fenómenos que se observaron en el firmamento; y, p a r a los hombres de la antigüedad, era como si los cielos y todo lo que en ellos se encuentra estuvieran girando c o n t i n u a mente alrededor de la Tierra. Era natural que así pensaran, ya que no tenían la menor idea de las inmensas distancias a que se hallan los cuerpos celestes, e, i g n o r á n d o l o , sen^ycirntum, faxie» ctauj in. ccrc mixatz tíanse naturalmente inclinados a imagi(Fot. Boyer) narlos relativamente próximos. N o fué F I O . 325.—Juan Kepler ( 1 6 7 1 - 1 6 3 0 ) , que descubrió el mecanismo celeste. hasta transcurridos muchos siglos cuando el hombre comprendió al fin el enorme abismo que le separa aún de los objetos más próximos en el firmamento, y entonces empezó a formarse una opinión más razonable. Vióse a la sazón que este movimiento de revolución de los cielos alrededor de la Tierra podía explicarse más satisfactoriamente con sólo suponer que la Tierra giraba alrededor de un eje fijo apuntando en la dirección de la estrella Polar. La probabilidad de que la Tierra 436 HISTORIA NATURAL estuviera dotada de un movimiento de rotación quedó confirmada por las observaciones hechas con el telescopio. Cuando se estudió detenidamente la superficie del Sol y de los planetas, se vio que también ellos giraban. Siendo así, no había para qué dejar de suponer que la Tierra hiciera lo mismo; mayormente cuando de este modo se explica de una manera tan sencilla el movimiento diario de los cielos y puede dejarse a un lado la creencia completamente absurda de que toda la inmensa bóveda celeste gire alrededor de nosotros en veinticuatro horas solamente. Observando metódicamente el Sol con un telescopio, se desprende poco a poco del lento movimiento de sus manchas por su superficie, de su desaparición por un borde y de su nueva aparición por el otro, que el Sol gira alrededor de un eje en el período de unos veintiséis días. También el movimiento de algunas señales muy conocidas sobre las superficies de los planetas Marte, Júpiter y Saturno, nos demuestra que estos cuerpos giran sobre sí mismos en períodos que son de unas veinticuatro horas para el primero y de unas diez horas para cada uno de los otros dos. En cuanto a Urano y a Neptuno, reina mucha más inseguridad, pues estos planetas se hallan a tan gran distancia, que aun los mejores telescopios no nos proporcionan sino una visión muy confusa de las manchas que aquéllos ostentan; no obstante, se considera también que giran sobre sí mismos en unas diez a doce horas. Además, el resplandor constante del Sol en la proximidad de Mercurio y de Venus dificulta igualmente las observaciones de los astrónomos en este sentido. Los antiguos observadores consideraban que el período de rotación de estos dos planetas era poco más o menos igual al de la Tierra; pero recientemente va ganando terreno la opinión de que giran alrededor de sus ejes exactamente en el mismo tiempo que emplean para circular alrededor del Sol. Pero esta es una cuestión muy dudosa, y volveremos sobre ella más adelante; sin embargo, axmque la dejemos de lado, se ve, por lo que llevamos dicho, que los períodos de rotación de los otros planetas de nuestro sistema suelen ser de unas veinticuatro horas o menos. El hecho de que el período de rotación del Sol alcance varios días no parecerá extraordinario si se considera su enorme tamaño. Otro punto que debemos considerar es el tiempo que emplean los varios planetas en girar alrededor del Sol. Aquí también será conveniente tomar como punto de partida el período de revolución de la Tierra y ver el tiempo que emplean los otros planetas, comparándolo con aquél. Emplea la Tierra unos trescientos sesenta y cinco días y cuarto para dar la vuelta en tomo del Sol. Este espacio es lo que llamamos un "año". La lista siguiente muestra en días y años los períodos aproximados que emplea cada uno de los otros planetas en dar una vuelta completa alrededor del Sol. EL UNIVERSO Mercurio Venus Marte Júpiter Saturno Urano Neptuno 487 1 II 84 29 164 año " " " " y y y y y 88 días 226 321 " 313 " 7 " 167 " 284 " De la comparación de estos períodos se desprende un hecho importante, y es que, cuanto más cerca del Sol está un planeta, tanto más de prisa circula. En comparación con uno de nuestros años, i qué largo parece el año de Urano o de Neptuno! Por ejemplo, si hubiese empezado un año en Neptuno al nacer Napoleón (1769), este año estaría ahora tocando a su fin; pues aquel planeta está próximo a volverse a encontrar respecto del Sol en la posición que entonces ocupaba. Tampoco Urano ha completado dos de sus años desde que lo descubrió Herschel. Una vez admitido que los planetas giran alrededor del Sol, el punto que conviene ahora averiguar es cuál sea la posición de sus órbitas o cursos unos respecto de otros. Supongamos, por ejemplo, que representamos las órbitas de los distintos planetas por varios círculos metálicos de diferentes tamaños, colocados unos dentro de otros, y que representamos el Sol por una pelota pequeña colocada en el centro. ¿En qué posición tendrían que colocarse estos círculos para imitar con la mayor exactitud posible la verdadera condición de las cosas? En primer lugar, supongamos que todo junto, pelota y círculos, están, por decirlo así, a un mismo nivel. Esto se consigue fácilmente imaginando que los círculos flotan unos dentro de otros, con la pelota en medio, sobre la superficie de un estanque tranquilo. Esta distribución se diría, en términos astronómicos, que se halla situada en el mismo plano. Supongamos ahora que alguno ck dichos círculos flotantes está inclinado con respecto a los demás, de modo que la mitad del círculo se levanta sobre el agua y la otra mitad, en consecuencia, está bajo la superficie. Esto es lo que ocurre en realidad con las órbitas de los planetas; no están situadas todas ellas en un mismo plano. Cada una ocupa una posición ligeramente oblicua o inclinada respecto del plano de la órbita de la Tierra, llamado eclíptica, que los astrónomos, para su conveniencia, consideran como el nivel del sistema solar. La mayor oblicuidad o "inclinación" en las órbitas de los grandes planetas corresponde a la de Mercurio; la menor, a la de Urano. La órbita de Mercurio forma con la de la Tierra un ángulo de unos 7°; la de Venus, un poco más de 3°; la de Saturno, 2'$"; en las de Marte, Neptuno y Júpiter, la inclinación respecto de la eclíptica es menor de 2». Pero la mayor es la inclinación de la órbita del pequeño planeta Eros, que se aproxima a los ii". Casi la mitad de los asteroides conocidos presentan en sus órbitas una inclinación supe- UNA M A G N I F I C A NOVELA B E R T A POR R U C K (Autora de «La muchacha que se declaró») ALGUNOS TÍTULOS DE LOS CAPÍTULOS DE ESTA GRAN NOVELA Un v o l u m e n lujosamente ancuadernaclo 5'BO p t a s . <E1 joven de nuestroa tiempos ¿es dlitiio de la muchacha modema?>. «Cómo nace una novela en el tren». Los g r a o J e s éxitos J e BEBTA RlItU 593 HOGAR», EN tela H 22 363 «La que toda mn)er desea». NOVIA OFICIAL «NUEVA HOGAR», en TELA . . . 5'50 LA DONCELLA DE MISS MILLION «OBRAS 3'90 MAESTRAS», EN TELA MAESTRAS», EN TELA ^211 «OBRAS 188 BOLerlM 3'90 LA JAULA DORADA «ROSA EXTRAORDINARIA» . . . 2 ' A TERRIZAfE fORZOSO «ROSA EXTRAORDINARIA» . . 2' CORAZOmS QUE NO SE ENCUENTRAN «ROSA EXTRAORDINARIA» 2' — LAS DUDAS DE MILLICEN «ROSA EXTRAORDINARIA» 179 «Por la via aérea». OFERTA DE MATRIMONIO números LA NOVIA QUE SE ESCAPÓ «LA NOVELA ROSA. . 1'50 LA ENFERMERA «LA NOVELA ROSA» 1'50 I T O R I A L J U D I B A R C E L O N A I V E N T U I A P A R T A D O 3 | I p las novelas señaladas con loa \ 2' — I D DE PEDIDO Le ruego me remita la obra de ' Berta Ruck I I El importe total de ptas lo remito por deseo pagarlo a Nombre E t 3'90 LA MUCHACHA QUE SE DECLARÓ 3505 E 227 j ««Después...» el club noctnmo». EN BUSCA DE LA MÁS HERMOSA «OBRAS 365 E 248 «En el salón de bellesa». i «Hay dos maneras de mirar y llevar loa^ nuevos vestidos». | 5*50 MAESTRAS», EN TELA E 251 í LA JOVEN VENUS «NUEVA HOGAR», EN tela 5'50 LA MUCHACHA DESAPARECIDA «NUEVA 528 \ Señas Fecha reembolso. SeCICCAD CENCPAL DECR/VNDES AVENTIRAS Episodio X X X I i . - L O S C A Z A D O R E S DE CABELLERAS