issue - Hemeroteca Digital

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J3LiLLKZA
ANO II.— N.
6.— PRECIO: 20 CRNTIMO8.
© Biblioteca Nacional de España
DK
1NviKRNo
.
—
liecuuieudajla
euutca el
fj:sv.
de padre desconocido, de uno de esos vampiros
después de robar á la mujer todo su tesoro de virginidad é inocencia, arrojan en medio del arroyo á su
victima, como un trapo viejo ó un trasto inútil. Pero
al repasar mi partida de bautismo, que aquí la traigo,
era
CRON OCA
lectores estarán lo suficien-
Is
temente enterados de los festejos y solemnidades con que
se ha conmemorado el
ingenio
inmortal de Víctor Hugo, y
les conceptúo además lo sufi-
cientemente alegres para
no
gustar de que se les machaque repetidamente sobre un
mismo tema
glorioso
que ¡
por
muy
que resulte, no puede
de su carácter fúnebre y triste, como todo lo
,que significa pérdidas irreparables é insustituibles. Víctor Hugo fué; tardará, mucho tiempo en haber otro Víctor Hugo:
1por qué pensar
prescindir
en estas cosas que apenan el ánimo
y contristan los
sentimientos de los buenos patriotas ¡sobre todo cuando
escurriéndose por las puntillas de la pluma están otros
temas,
menos
nidos y
importantes
sin
duda,
pero má,s entrete-
regocijados?
Además, las condiciones en que se publica P>Rfs
ALEGRE; los trabajos que reclaman su confecci6n completa y el colorido especialmente de sus páginas; la
gran tirada que del peri6dico tiene que hacerse,—
afortunadamente!
son sumandos
que me obligan á,
—
remitir á, la
anticipación
imprenta las cuartillas de Crónica
que convierte
quien
~"'Por eso,
dejaremos
por esta vez dormir á Víctor
de los justos, y después de aplaudir
cuanto en memoria suya se ha hecho, pasaremos á ocuparnos de cierta historieta que corre 'de boca en boca
por el bulevar, y que demuestra c6mo no hay que
fiarse de las apariencias, que donde menos se
piensa
salta la liebre y que el oficio de conquistador de cora': zones y beldades tiene sus
quiebros¡ como acaba de
oburrirle al Marqués de... (
detente> pluma, y no seas
indiscreta
) gran aficionado á corresponder con un
socorrido lapin á los favores que lograba de solteras,
casadas y viudas, pues él ¡en teniendo faldas, le importa
poco'el estadó civil de la persona.
Es 'el'caso, y no va de cuento sino de
historia, que
días pasados recibió en su casa el ya nada joven aristócrata, la visita de una jovenzuela linda, esbelta y graciosa, atáviada con bastante elegancia; y'con gran desparpajo, no desprovisto de cierto rubor¡ que la hacía
más sugestiva, una vez que se encontró á solas con
nuestro hombre, se abalanz6 á él cubriéndole de besos
y abrazos y llamándole <papá! con todo el enternecedor
carino de una hija apasionada.
El marqués, que no podia ver visiones por ser en
realidad muy linda la personita que de tal manera le
asaltaba, quedó por el pronto estupefacto, y cuando
poco á poco pudo irse haciendo cargo de la situaci6n, se
creyó el protagonista de una comedia de Marcel Pre-
Hugo
-,
dice.
con una
fiambres indigestos las
recién salidas del horno,
en
m)@r,caléntitas impresiones,
:memo
el
sueno
—
—
vost.
Repuesto un tanto de la sorpresa
que creo que
cualquiera de mis lectores hubiera tenido de igual mael linajudo sefior solicitó que se le aclarara
nera,
todo aquello que para él constituia un
misterio, un
verdadero jeroglífico indescifrable.
Y la muchacha, ni corta ni
perezosa, parece que se
explicó
según el marqués relató al magistrado más
de la siguiente manera:
tarde,
—
—
—
—
—
Querido papá: hace cinco
casi todo
anos
que murió mamá, y
tiempo que vengo buscá,ndote inútilmente
hoy. Mamá,, al fallecer, me relat6, como si huese
hasta
biera sido
su
confesor, todas las vísicitudes de su vida,
amores, sus frutos y sus desenganos,. La pobrecilla,
casi con el estertor d.e la agonía, me
entregó unos papeles que, cuando pude estar un poco más consolada de
la pérdida de la que para mí lo era todo en el
mundo,
estudié con detenimiento. Yo siempre había creído
que
sus
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hija
que
he visto con gran alegría que si bien papá, quiero decir
tú, no estabas casado con mamá,, no por eso negaste tu
apellido á tu hija, es decir, á mí...
Al oir esto el marqués, pegó tal brinco que por poco
llega al techo.
hallé entre
Además
prosiguió la muchacha¡
los papeles de que antes te he hablado, esta carta en la
que la ofreces á mamá que me dejarás por heredera de
todos tus bIenes.
dice el marqués que
Pero, hija... digo, senorita
ó usted ha sido víctima de un engano que yo
replicó;
deploro> ó quiere continuar dándome una broma carnavalesca...
Pues ya ves que los papeles están bien termi—
—
—
—
—
—
—
nantes.
El marqués ley6 y releyó cuanto aquella hija que le
llovía del cielo le presentaba, y como estaba plenamente
convencido de que se le queria envolver en un asunto
de caracteres criminales, procur6 calmar los recelos
que la joven pudiera tener ¡ la ofreció que todo se arre-
la hizo creer que caía de patitas en el garlito, y
que hizo todo esto y por medio de protestas de
carifio consigui6 infundir confianza á su hija¡ (?) se
guardó aquella documentación, que en el mismo día
entreg6 á los tribunales con la correspond.iente denuncia.
Parece que los jueces han aclarado que se trata de
una estafa por todo lo alto, con usurpación de nombre ¡
estado civil y falsificaci6n d.e documentos públicos. ¡Una
friolera!
El juez está sobre la pista y ha asegurado al marqués
que ha sido víctima de una sociedad de ingeniosas timadoras de última novedad, que no sólo intentan apoderarse de unos cuantos billetes del Banco, sino el hacerse cada cual de aquellas con una familia, eligiendo ¡
como es natural, para este fin, las formadas por hombres viejos, achacosos y sobre todo ricos.
Hay que reconocer que la cosa no deja de tener
ciertos visos de modernismo elegante que, según en qué
casos¡puede dar ópimos frutos ¡porque 1quién es capaz
de asegurar rotundamente que una muchacha que se
nos entra por las puertas llamándonos papá á, boca
llena¡no puede ser en realidad de verdad. alguna hija
nuestra, de la que no nos acordemos? Yo, desde luego,
me confieso tierra abonada para esta clase de sorpresas¡
y hasta declaro paladina y anticipadamente que no sé
si tendría, en un caso semejante al del marqués de
quien hablo, valor para hacer lo que él ha hecíio ¡porque
sin duda, 6 la voz de la sangre no se ha dejado oir ó él
se ha hecho el sordo.
á, mis lectores de la
Tendré al corriente
si puedo
solución que obtenga este problema que¡6 mucho me
engano, ó debe estar planteado por alguna descontentadiza aventurera que quiere vengarse del iapin (ó del
mico, diciéndolo en argot castellano) que el marqués le
diera alguna vez, después de una noche de amor, hazana á la que parece
era, como dejo dicho al principio
de esta revistilla, muy aficionado.
Y si eso resulta, casi habría que decirlé:
Amiguito: donde las dan, las toman.
glaría;
una vez
—
—
—
CONDP VIOI
ET
El
D. Zenón había
prometido á Susana una
sorpresa para el día de su santo, y la pobrecilla estaba
inquieta, intranquila¡nerviosa, pensando en lo que
podría consistir la sorpresa tan anunciada.
Su fantasía femenil había volado hasta la región
viejo
de lo
infinito,
cado
en
y de deducción
en
deducción babia
sa-
limpio... que no podía adivinar en qué quedarían todas aquellas misas.
Y en sus ratos de ocio, se preguntaba á sí misma:
1Será un coche?... Acaso... Pero un coche tiene
—
el grave inconveniente de
que necesita
tante
un
miento, y no
borriquito se
pensamiento, chiquilla,
¡ejem! ¡caramba
cluir conmigo!...
con
espero te gustará...
horas
vivir
con
unos
de
hemos
mostrado
nen
muchos
6 Será
un
Pero
este
ha
joyas,
me
la anunciaría
que
una
con
su
Consistía
de
se
—
No
pued.es calcular
con
prueba de lo mucho
lo que
va
—
á
ser...
saber que te daré
en
ello
una
Y desenvolvi6
con
No todos harían lo
que yo he hecho¡ lo reconozco, pero también es cierto
que no todas las muje-
—
—
las atenciones y carino que tú
mereces.
en
presencia
manojo
un
abulta
—
pensó
adentros Susana.
en
fin...
1 A que todavía
—
no
masculló el
jete, cayéndosele
acierto... soy tan torpe!...
—
que
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no
mo-
lo
ve-
la haba.
Pues mira...
pausadamente el envoltorio.
En todos estos
papeles
están escritas
—
anadió
mis
Y
testó
sor...
merecen
No...
Mira,
pienso en ti... Ya ves: yo
cualquier día... el menos pensado... como no soy
joven, estoy expuesto á un percance y quiero que
siempre puedas decir que no he dejado de ser previ-
res
sus
aciertas P
había limitado á decir'.
nina... Bástete
Poco
Pero
—
viejo.
—
1no te-
papeles.
para
la soluci6n del pro-
se
mundo, lleg6,
en
rega-
blema que le había anunciado la marrullería del
Este
llega
lito.
—
con
todo
suya, llevando en el bolsillo el tan esperado
devanaba los sesos sin acertar
como
encontró
se
no
tanta
boudoir
desespe-
de la hora que la costumbre había fijado
para sus
entrevistas con la hermosa,
anticipaci6n.
1Qué será entonces P...
Y la pobrecilla, en las
soledades de
su
llegar? el día ambicionado, y efectivamente, el viejo D. Zenón, antes
tan-
más,
la
con
ile
nía que
que tie-
regaladas
giro
co-
des-
raba,.
llantesP... Tal vez, pero...
tiene ya
reloj,
!inocen-
vez,
manecillas,
sus
monótono
peligros.
tas
una
que la normalidad
aderezo de bri-
me
trueque de
esperada de la lentitud.
indiferencia
su
á
teI hizo violentamente
rrer
que de ho-
ellos, diciendo
veía pasar las
aun
siempre
tal abun-
por
con-
delicadeza que
habría deseado que el
y más de
cons-
hablado
y
á
asma va
su santo se hubiera
llegado de un salto sobre todos los demás que forzosamente tenían
que transcurrir antes. Su mirada estaba
en el
fija
hotelP... Tam-
Siempre
poco...
teles
un
siglos
cuantos días menos,
<lancia, y tan asid.uamente.
1Será
El
~
una
¡Ejem! ¡Ejem!
la -duración de
determine á
mosca en
siempre contigo...
Susana, pletórica de impaciencia,
que mi
creo
está
esta tos!...
Pues sí... Será
entreteni-
su
para
soltar la
gasto
Mi
—
memorias, desde que te he conocido.
Susana, sin poder disimular su disgusto,
con
acento de amarga
decepción
:
Ah!... Creí que sería tu testamento!
le
con-
No se olvide usted de
al jefe de la claque y
darle esos cien francos de
propina. Hsyque tenerlo
—
ver
propicio.
Esta bien.
—
—
Tampoco hay que ol-
vidarse de pedir al Contador los billetes necesarios para los íntimos
No se me olvidará.
A.h! Le ruego no se
olvide de mandar encender á tiempo las bombillas de colores de la plaza
del Teatro que forman
mi nombre.
De ninguna manera!
No hsy que olvidar
de ver al revistero de El
Eco teatral para catequizarle. Es un hombre muy
insolente.
Se cumplirá.
Recuérdese usted de
avisar al marqués R***
que no falte esta noche
al palco con sus amigos.
Es una buena persona,
que contribuirá al éxito.
Pasaré yo mismo á
verle.
Hay que acordarse
de decir que los periódicos me pongan en letras
má,s grandes que las de
las demás artistas...
Indudablemente...
Yno olvidarse deque
estén á, punto lss antorchas pava la aaliils.
Bueno.
Y las palomas para
cuando termine la pri—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
caneió n.
Perfectamente.
Y las coronas para
el flnal de la segunda.
Muy bien.
Y los ramos de flores
mera
—
—
—
—
para mi
presentación.
Corriente.
Creo que no se me
olvida nada!
La «Bella Matilde> estaba en todos los toques¡ sin
omitir el menor detalle
de preparativos, enla noche del debut:
—
—
LA «BELLA MATILDE»
En toda la capital no se hablaba de otra cosa, y la
cBella Matilde», como modestamente se califlcaba á sí
misma y se hacia calificar por los empresarios en los
grandes cartelones¡era el objeto de la atención general,
de la curiosidad general y de la murmuración general.
Estaba, pues, en sus glorias, y en tales momentos no se
hubiera cambiado por la emperatriz de todas lss Rusias.
Así fué que no pueden ustedes figurarse los preparativos que aquella artista del género ínflmo había hecho
antes de
su
presentación
ante el
respetable público
que
había de juzgarla.,
La «Bella Matilde» tenía un decidido interés en agradar en aquel teatro donde tantas otras habian brillado,
y para obtener un suceso en toda la línea, la cantante
se había multiplicad.o haciendo
prodigios de actividad,
memoria é iniciativas.
Su libro de memorias tenía que aumentarse¡ á, la
fuerza¡con la relación de un éxito excepcional, rutilante, esplendoroso. No había, pues, que escatimar los medios y los recursos> de cualquier índole que fuesen y
cualquier valor que tuvieran.
Dos 6 tres días antes del debut, llamó á, su secretario
y le
dijo:
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¡qué
Llegó
cargos y recomendaciones!
decía á su doncella
¡no se olvide us; Teresa!
ted de los polvos!
Ya los he traído.
Acuérdese rle los lápices para los ojos
Están aquí.
La falda amarilla, ése acordó de trae»a.
Sí, senorita : aquí está.
Diga usted al electricista que no se olvide de enfocar bien el aparato.
Bueno.
Al Director de orquesta que recuerde bien el «e»po lento que le he recomendado.
Muy bien.
Ya verá, usted cómo á pesar de todas mis prerauciones¡siempre se me olvidará, algo!
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
Y... efectivamente.
Veamos lo que después del debut dijo la prensa:
o con
c Anoche hizo su presentación en la c Sala China
Maun éxito mediano ¡ la artista conocida por la «Befls
tilden. Es guapa viste bien y tiene desenvoltura en la
f
escena. ¡Lastima que se la hubiera, olvidado la vo»...»
Hay pocas mujeres que den calabazas á los treinta anos.
cV. del Palacio.
Algunas mujeres llegan á gobernar
sus maridos;
pero quizá no existe
un marido
que llegue á gobernar á su
mujer.
Juzgamos de una mujer según su
mod.o d.e vestirse; la extravagancia de
su «toílette» nos hace
presumir la de
su conducta.
Ri rard.
Con
su
Maneja
al
capa el torero
bicho,
Y la mujer al hombre
Con su abanico
© Biblioteca Nacional de España
El día más ingrato
De las mujeres,
á
cVlle. de
Ks
aquel
que, al
espejo.,
Canas advierten.
Somme~y.
Ks difícil
mujeres
la edad en que las
todavía jóvenes ; dura
las encuentra amables y
fijar
son
mientras se
son amadas.
Duyuy.
Por
Hay en las mujeres
dad que las impele á
dictamen,
complacencia
tro
una perversipedirnos nuestener después la
para
de contradecirlo ¡ aunque tal vez su elecció~ hubiera sido
la misma, si no hubiese sido la nuestra.
feas que sean las mujeres,
siempre les gusta oir que las llamen
hermosas.
Cerr,antes.
Por la asiduidad se agrada á las
y por la negligencia, se las
mujeres;
conserva.
Richa, dson.
Desnoyers.
Kl llanto en las mujeres
Es una alhaja ;
Para usarla, la tienen
Como en un arca;
Abren y lloran ;
La cierran, y se ríen
Cuando acomoda.
ZL JARRÓN 3Z CHINA
Zl capitán Du Bossoir, después de haber barloventeado largo tiempo por todos los mares del
globo, estimando que todos sus reumatismos perderían bastante
de su intensidad si los friccionaba una mano
carifiosa,
realizó su fortuna coloc6 su dinero en láminas de13 por
ciento y contrajo matrimonio con Laura Beaupignon.
Esta, que acaso había sido de costumbres un tanto
ligeras, tan pronto alcanz6 su trigésimo abril introdujo
notoria regularidad en su existencia, y así pudo ser un
partido casi adecuado para el bravo Du Bossoir, cuya
saneada fortuna se debía por entero al trasplante de
madera de ébano desde las playas africanas á las embalsamadas costas del Brasil.
Zsa interesante pareja vivía, pues¡ dichosa hacia
algunos anos. La casa Du Bossoir era tranquila; pero
al llegar las veladas de otono, salía de su calma habitual. Algunas soirées semi-íntimas reunían entonces la
sociedad de la cabeza del partido, y en casa de Mme. Du
Bossoir se encontraban el intrépido general Moulavent,
M. y Mme. Tube y su sobrino, M. y Mme. Béletre¡ el
lindo La Gonays, el vizconde de la Turbie,
antiguo
mayordomo de palacio, la pizpireta Mme. de Boves y
tutti quanti: la high-ti fe y la goma de Saint-Plat.
La época de esas recepciones autumnales coincidía
con la de vacaciones,
y llevaba regularmente al hotel
Du. Bossoir á un galopín de doce anos, Máximo, presentado por la senora y aceptado por el antiguo negrero como ahijado de su esposa.
Por muy prudente y reservada que fuese, Mme. Du
Bossoir no había resuelto sin embargo abdicar todavia,
y como el capitán alcanzaba ya la edad dichosa de la
abstenci6n, resultaba de esta diferencia de temperatura
entre ambos esyosos, algunos nubarrones que, sin resolverse¡ obscurecían no obstante á veces el horizonte,
Laura acogía los cumplimientos con amabilidad seductora y exquisita. El capitá,n refunfunaba un poco,
juraba más, rompía á veces la vajilla y aporreaba á
alguno que otro criado; pero como nada salía del do-
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minio de su feudo, conservábase la paz¡ si bien
armada hasta los dientes.
Sin embargo el ex negrero, poco sufrido de
suyo, y hombre cuyo carácter endulzaron poco las
peripecias de su azarosa vida marítima,entregóse
á cavilaciones y dió albergue en su alma á mil
sospechas. Sin poder fundamentarlas concretamente, pasábase los días barruntando, husmeando
la pieza, como le decía á su confidente M. Tube; y
queriendo cerciorarse de que no eran imaginaciones suyas aquellos recelos¡ decidió entrar por
sí mismo en campana.
Al efecto, redactó é hizo escribir por un amanuense de su amigo, el presidente Tube, una serie
de cartas sabiamente graduadas, con una sola
inicial, X, por firma, cuyo objeto era introducir
la turbación en el espíritu de su mujer é incitarla
al mal.
El viejo lobo supo combinarlo con diabólica
destreza. No firmando sus cartas, puso en tensión
perenne la imaginación de Laura, cuya curiosidad
despertó hasta el punto de que Mme. Du. Bossoir,
poco tiempo después, trataba ansiosa de adivinar
quién podía ser ¡entre los asiduos concurrentes de
su
salón, el que ocultaba su nombre tras de aque) la X, verdadera incógnita del amoroso problema
que comenzaba ya á, desazonarla.
Es más que probable que cualquier galanteador
que se hubiese presentado á ella abiertamente,
hubiera sido en el acto y con severidad apead.o de
sus pretensiones, porque Laura, avisada con las
locuras de sus anos juveniles, conocía demasiado
á su marido y apreciaba en mucho lo que arriesgaría perder, para que sin más ni más satisficiese
el capricho de cualquier enamorado que por ella
se despepitase. Pero el demonio de la curiosidad
había hecho presa en ella¡ y, nueva Pandora,
ardía en deseos de averiguar...
Un día, de regreso de una visita, encontró en
su manguito una esquela incendiaria en que el amartelado desconocido hablaba de obstáculos que sabría
derribar, de pasión que demandaba la reciprocidad
como premio de sus
ardores, de irreparable desdicha y
de escándalo resonante si por fin no corisentía ella en
recibir á aquel adorador platónico, que andaba ya convertido en ascua. El billete terminaba así: aVuestra
respuesta, adorada Laura mía, me sumirá en la desesperación m4.s espantosa, ó me llenará el alma de inefables alegrias. ¡Respondedme ¡ idolo mío! !Ojalá una palabra de vuestra divina mano me dé á conocer que consentís en tener á solas conmigo una entrevista! Me
veréis llegar hasta vuestro lado sin que la sombra de
una sospecha pueda acarrearos
perjuicio, sin que la
más leve inquietud, deba alterar vuestras facciones
adoradas. Depositad <oh Laura! vuestra respuesta en
el jarr6n de China que oculta el macizo de peonias de
vuestro invernadero, donde sabré, durante la recepci6n
de esta noche, deslizarme inadvertido, y donde cubriré
de besos el papel por vuestra mano escrito, esperando
impacientemente el momento en que iré á prosternarme
á vuestros pies como el más rendido¡ ardiente, fiel y
discreto adorador de vuestra belleza.— X.~
Laura respondió á, esta esquela con otra en que, sin
prometer nada¡ dejaba entender mucho. No ignoraba
que toda mujer que contesta, capitula; pero se creía
bastante fuerte yara no dejarse llevar sino hasta donde
le pluguiese, y, además¡ venció sus perplejidades la
fiebre de lo desconocido.
Aquella noche, efectivamente, hubo espléndido convite en casa de M. Du Bossoir. Se comió opíparamente,
se bebió de un modo magistral,
y el joven Máximo, el
ahijado de Laura, hizo honor á todo como el primero.
Tomado el café en el saloncito junto al invernadero,
se preparaban ya los invitados para el baile de rigor
que debia coronar la fiesta. Las miradas de Laura iban
de uno á, otro de sus j6venes invitados, buscando'adivinar cuá,l de ellos la amaba tan locamente.
Ayrovechando un momento en que su marido se de-
tuvo hablando
junto á una ventana con el antiguo hijo
desliz6se rápidamente en el invernadero
y
depositó en el jarrón su respuesta á, la fogosa esquela.
Luego, sin dejar de atender amablemente á todo el
mundo¡ no perdió de vista la entrada del jardin de invierno para observar quién en él se introduciría.
Zn esto, el capitán Du Bossoir llamó aparte á, M.
Tube,
y le dijo:
La he visto; ha entrado en el invernadero...;
hoy la
pillo... ¡no se escapa.
A. lo que respondi6 el magistrado:
Estáis cometiendo una imprudencia; en vuestro
lugar¡yo no hubiera nunca arriesgado mi tranquilidad
con semejante tramoya. Las mujeres son más ladinas
que nosotros, amigo ¡ por mi parte, jamás me he andado
en tales ardides con mi
mujer; estoy convencido de que
.en lugar de cazarla en mis trampas¡ hubiera sido yo el
preso en ellas.
de
Marte,
—
—
Venid, querido
Tube, retirémonos un instante; voy
á contaros esto.
La pobre Laura había visto á su
marido penetrar en
el invernadero
y temió por el resultado de su imprudencia. ¡Le habría tendido un lazo! La
pobre mujer
estaba consternada. Hubiera
querido que la velada
durase eternamente
el
para alejar
terrible momento de
las explicaciones. Y sin
embargo deseaba estar sola á
fin de poder reflexionar un
poco y preparar sus res—
puestas,
El
capitán comparece nuevamente. Mira á su
mujer
aire solapado, que á ésta le
parece lleno de espantosa ironía. «! Ese
me
salvaje
mata¡ no hay duda!»,
piensa la infeliz temblando y palideciendo
bajo aquella
mirada que la aterra. Pretextando una orden
que tiene
dar
á,
la
que
servidumbre, entra en su cámara y se deja
caer sin aliento en un sillón.
Apenas ha tenido tiempo de sentarse, Máximo se
arroja á sus pies con los ojos anegados en lágrimas.
¡Ah, madrina¡ madrina mía! ¡Si no me
con
—
Máximo con el calor producido
por los vinos generosos, la abundancia de los platos y
un habano
que se arriesg6 á encender, empezó á, sentir
graves perturbaciones en todo su frágil individuo. No
tard6 en experimentar la necesidad de salir para ir á,
confiar á, un asilo discreto la causa de sus angustias y el
resultado de su intemperancia.
Se desliza entre los grupos y gana el descansillo de la
escalera para subir al piso superior. Pero aquélla estaba
ocupada por varias damas en traje de soirée que iban á,
arreglarse el cabello ó algún detalle de la toiíette. No
pued.e ó no se atreve á pasar; da la vuelta al descansillo,
y por una puerta excusada entra en el invernadero
donde ningún invitado había penetrado aún, pues la
puerta de acceso por el salón ni aun del todo abierta
era muy grande, ni la afluencia tampoco tan considerable que se hubiese experimentado la necesidad de
buscar aire y espacio.
Se ve solo y busca un rinc6n apartado donde ocultar
su miseria, Vaga unos instantes como
alelado> hace
una mueca
significativa sosteniéndose el vientre ¡luego,
divisando el jarr6n chinesco que conocía bien por la
estima en que lo tenía el capitá,n como recuerdo de sus
viajes, vacila un momento todavía¡pero otra angustia,
más terrible que todas¡ acaba con sus últimos escrúpulos. Coge el malhadado jarr6n, lo planta detrás de un
soberbio banano, con listos dedos hace desaparecer los
últimos obstáculos, y deposita en el vaso precioso el
objeto de sus meditaciones, devolviéndolo en seguida á
su sitio.
Al disponerse á, volver al salón¡ desde la extremidad
donde se encuentra oye abrir la puerta del invernadero.
Asustado, se arrebuja en un ángulo oscuro, y observa
al capitán dirigirse rápidamente hacia el jarrón, introducir la mano en él y volver atrás con precipitación
después de haber proferido un formidable juramento.
El galopín, creyendo que le han visto y que se conocerA su desaguisado, huye miedoso á esconderse si
puede bajo tierra temeroso de la tormenta que se
cierne sobre sus espaldas y que descargará sobre ellas
ind.efectiblemente si no encuentra medios de evitarla.
Zntretanto,
el
joven
Sin embargo, el capitán entr6 de nuevo en el sal6n
la abierta mano alejada de su cuerpo, é intentando
reunirse con su confidente y amigo M. Tube. Este fué
á su encuentro ¡y al ver el aire radiante de Du
con
le
Bossoir,
dijo:
—
estás perdido?...
¡Ah¡sí, madrina; demasiado lo he visto; el capitán
está, furioso. ¡Si le hubieseis oído
jurar! Me habrá,
visto... sabrá, que
soy yo... y no me perdonará nunca...
lo que he hecho!
¡Pero, explícate, desdichado! 1Qué cosa no habrá
de perdonarteP
—
—
—
!Ah¡madrina!, soy yo!... en el jarrón... Habrá, encontrado... ¡Ah! qué desdicha!
Los sollozos cortaban la voz del muchacho.
! CómoI en el jarrón... ¡Así eres tú, miserable chiquillo, quien... ¡Y me has perdido también á, mí!...
—
—
¡Pero
esto
es
monstruoso¡ incalificable! !Habráse
mocoso! ¡A esa edad!
Zs verdad, madrina,
que no soy má,s que
¡Pero si supieseis!... ¡Sufría tanto!
—
un
visto
nino...
¡Ah! dsíP... conque sufrías...! ;bergante! desvergonzado!
¡Sí, sí, madrina; sufría tanto... aquí y aquí!
Y Máximo
—
—
se
llevaba la
mago.
mano
al vientre y al est6-
¡Basta, basta¡ caballerito! Anda,
sencia...!que no te vea jamás!
—
—
Querida madrina... ¡os
cualquiera
que
vete de mi pre-
nunca
amo tanto!...
perdonadme! ;
mi lugar hubiera hecho lo mismo!
¡Os juro
más volveré á, hacer
cosa!
en
semejante
¡Ya lo creo que no volverás! Ya cuidaré yo de que
suceda! Pero, veamos, 1qué has visto?
dqué ha hecho
mi maridoP 1qué ha dichoP
Pues bien, madrina; ha entrado en el invernadero
y es de creer que me habrá, visto pues se ha ido derecho
al jarrón... y ha
puesto la mano dentro!
1Y ha sacado aquel malhadado payelP
No, madrina... no habia papel...¡ pero ha introducido la mano... y la ha yuesto en...
y se ha marchado
—
no
—
—
—
jurando...
¡Pero... hablarás claro de
una vez!
dd6nde ha puesto
la manoP
Pues... en lo que yo había hecho... en el vaso...
Los sollozos volvían á
ahogar la voz del pobre muchacho.
Pero Mme. Du Bossoir había
comprendido por fin, y
al darse cuenta del lance estuvo á
punto de reventar
de risa.
Máximo la miró estupefacto, sin comprender
aquellas
carcajadas intempestivas. Pero viendo que Laura se
retorcía hasta ahogarse, se tranquilizó un
tanto¡ y
se atrevió á, preguntar:
¡Madrina... verdad que le diréis al capitán que me
—
—
—
PHabéís descubierto algoP
Sí
dijo el otro estrechando
—
ma,no
amparáis,
estoy perdido!
pQué?... dqué dicesP.„que
del
magistrado,
—
y
vigorosamente
estoy contentísimo.
perdoneP
la
PQué habéis encontradoP
exclam6 ensenando su mano
d Qué? ¡Mirad!
abierta.
! Y habéis querido que participase de vuestra di
cha!
rePlic6 M. Tube contemPlando desconsoladamente su diestra que había salido contaminada del
apretón caluroso del capitá,n.
—
—
© Biblioteca Nacional de España
;Má,s que esto¡muchacho! Júrame que te
y diré que he sido yo!
—
callará,s,
Y,
efecto, cuando terminada la soirée se encontró
á, solas con el chasqueado tramyoso,
y cuando éste le
hubo manifestado que había encontrado su respuesta
un yoco fu.erte, aun tuvo la crueldad de decirle:
¡No te andes con tonterías! ¡Ya sabía que eras tú!
en
—
O'Bzzm.
«Por cerezas garrafales
Ibamos juntos al huerto ~,
Como dijo Víctor Hugo
Zn unos célebres versos.
A los árboles subíamos
«Que se inclinaban al peso~,
Amantes nos arrullábamos
Saciando nuestros deseos.
Y
Cierto cazador furtivo>
Con un tino sin ejemplo,
pasábamos
el rato
Tan
En
alegres y contentos.
la altura> entre las ramas
Cual dos
jilguerillos
© Biblioteca Nacional de España
tiernos
Pero
tarde ¡oh qué tarde!
la recuerdan mis huesos!
Zn el instante ardoroso
De más cariños y besos,
una
¡Aun
!Nos di6 una perdigonada
Capaz„de>!matar al Verbo!
DELEITACIONES ÍNTIMAS
© Biblioteca Nacional de España
presión de un armónico conjunto preside una lógica
divina.
Como y o l o sintieron todos los maestros,
Leonardo lo mismo que
Rubens, inexorables intérpretes de los defectos, apa-
rentes
delos.
—
el
!
también¡de
Paradoja!
sus
mo-
murmuró
—
capitán Mistouille.
¡No, capitán; no es paradoja del todo! 1Consideráis
acaso así la
ley tan mara—
villosamente observada por
Lavater¡ la cual establece
una correlación verdadera
entre las senales ó marcas
que una misma mujer lleva
en las diferentes partes de
su cuerpo? Omitir una de
esas senales en una
figura
desnuda verdaderamente
copiada del natural, es un
crimen de lesa sinceridad,
primero, y luego una monstruosidad¡algo así como una
falta garrafal de ortografía!
—
Bien
se ve
que sois
a, Aubr y
na-
el
vaciando
su copa de chartreuse.
Al contrario, fogosamente idealista
prosiguió
el pintor con entusiasmo.—
He tomado por lema este
inmortal verso de Hugo:
—
banquero Pigemol
dijo
—
—
;Oh
carne
de la hembra! !Ideal
[arcilla! ¡
y lo considero tan perfecto
todo en esta obra maestra,
que juzgo sacrilegio cualquier alteraci6n que en ella
pretenda hacerse. La forma
femenina es á la vez que el
último, el m á, s sublime
verso del gran poema de la
Creación; la misma Biblia
nos manifiesta que Dios nada nuevo quiso crear después de la mujer¡ desesperando de hacer otra cosa
Tnejor...
0 peor
interrumpi6
el notario Cornensac, escéptico á, macha martillo.
Y aproximándose á, Má,ximo, el tabelión continu6 en
voz más baja:
—
—
—
Querido artista,
en vez
de estaros aqui discutiendo,
mejor haríais sacando á, bailar á, mi mujer, que quedará,
complacida viéndose
obsequiada por un hombre
tan ilustre como vos.!Inocente vanidad de provinciana que aun cree en las glorias parisienses é imagina,' que fulguran en torno de
muy
EL LUNAR
Pues sí, aenores
dijo el pintor Máximo Aubry
retirando á, un rincón del velador su taza de café para
dar mayor libertad á su mímica apasionada;
opino
que la belleza de una mujer verdaderamente hermosa
no consiste tan a6lo en cierto
esplendor de líneas y armoniosos tonos de la carne, sino también en una misteriosa relaci6n entre sus hechizos; de manera que al
artista no le es permitido omitir ningún detalle, ni aun
aquel que pudiera ser considerado como el más insignificante del mundo por los mentecatos á quienes nada
se les alcanza de
arte, y que no sospechan que en la ex—
—
ellas sobre los que se les aproximan!
Máximo Aubry no se lo hizo decir dos
veces.
—
© Biblioteca Nacional de España
Pese al ridículo apellido de su esposo, Mme. Cornenera sin embargo una belleza
aristocrática, y su
gracia altiva hubiera resplandecido dignamente en la
apoteosis de cualquier herá,ldica. De talle esbelto y
elevado, de finísimo y blanco cutis que azulaban las
sombras, entreabría constantemente sus labios una
sonrisa tentadora, que armonizaba con ls expresi6n
arrogante á, la vez que seductora de au mirada y con el
sac
desdén de sus claros ojos surcados de centellas.
Su negra y profusa cabellera formaba esculturales revueltas en la nuca, y en la frente las majestuosas ondulaciones del mar tranquilo lamiendo la playa. Pero,
más que todo, era el conjunto de su persona el que
imponía por su plasticidad extraordinaria y visible
bajo la impostura de las ropas. Un mármol viviente
modelaba deliciosamente los pliegues de su vestido
como en las estatuas helénicas.
Como el presente caso, se dan muchos en que vulgares leguleyos poseen harto impropiamente para su uso
conyugal, criaturas ante las cuales hubieran caído de
rodills,s en férvida adoraci6n lidias y Apeles.
Inútil es decir que Máximo Aubry profesaba hacia
Mme. Cornensac una admiración en que casi andaba
mezclado el terror. Asi se comprende que le ofreciera
semi-temblando el brazo para el primer vals¡ y que
experimentase desvanecimientos entre el torbellino á,
que la arrastraba en sus brazos, respirando los cálidos
perfumes de la mística flor que toda mujer lleva en si,
Luego, cobrando intrepidez, sentóse cerca de ella,
prisionero del aire que respiraba. Y como permaneciese
silencioso:
1En qué pensáis? le pregunt6 Mme, de Cornensac.
Contemplaba respondi6 pausadamente el artista
el precioso lunar que tenéis en el nacimiento del hombro derecho.
¡Ah, Dios mío! ¡Qué exagerado escote! 6Habéis
notado...?
Y pensaba en el que tenéis más abajo¡en el otro
lado...
El rubor tinó las mejillas de Mme. de Cornensac.
! Qué d.ecís ! ! No me haréis creer que hasta alli
llegue el escote...! gCómo sabéis...?
¡Lavater, señora, Lavater!
Y añadió bajito, con aire de triunfo viendo confirmada
la teoría cieñtífica :
6Eñ la regi6n lumbar, á izquierda, no es cierto?
Mme. de Cornensac se cubrió la cara con el abanico.
Tras un momento de silencio en que el pintor parecía
divagar contemplando el techo, exclamó como anteriormente :
olímpico
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
6Eñ qué pensáis?
Pienso, senora, en
los tiempos en que las princesas
de la sangre no dssdenaban servir de modelo á los grandes artistas de su época¡en todo el esplendor de su desnudez victoriosa.
¡Qué horror!
No, senora¡era un sentimiento de arte, más apasionad.o que el de hoy y má,s elevado al mismo tiempo.
6Por qué un pudor imbécil ha de oponerse á, la creación
de una obra maestra?! Ah, si vos quisierais...!
No hablemos más de esto, caballero.
Y Mme. de Cornensac levantóse para ir á, tomar el
brazo de su marido.
—
—
—
—
gen... Asi, me parece más decente. Pero antes, habéis
de jurarme que no volveréis el rostro del otro lado...
Y como Máximo la contemplase con
ojos llenos de
gratitud inquieta, anadió :
¡Creo que estaría mal hecho privaros
de ejecutar
obra maestra!
Tenéis razón, señora
dijo por fin Aubry recobrando la palabra ;
más que esto, seria un crimen.
Y comenzó la primera sesión al día
siguiente¡ sin
temor de que se enterase M. de
Cornensac, que no dejaba su despacho en todo el día.
—
una
—
—
—
Era la sesión vigésima... ¡la última ya!, pensaba tristemente el pintor. A. pesar de las voluntarias
y penelopianas lentitudes, el estudio tocaba á su término. No
faltaba sino pintar en las gloriosas carnes de Mme. de
Cornensac refiejadas por el espejo y de allí trasladadas
á, la tela, el famoso lunar que en efecto ostentaba la
hermosa dama en el sitio en que tan bien lo adivinara
el artista. S61o que para Máximo, que únicamente veia
en
imagen á, su modelo, aparecía la sefial á, derecha, y
allí la pint6 con arreglo á, su concienzuda teoría.
Hasta aquel momento las convenciones habian sido
escrupulosamente observadas. Resistiendo á mil tentaciones, Máximo no arriesg6 jamás ni una mirada
oblicua, y por su parte Mme. de Cornensac sólo había
presentado al espejo el intervalo comprendido entre su
nuca de refiejos de ámbar
y sus talones nacarados.
; Ya...!
dijo el artista aplicando ligeramente la
punta de su pincel mojada en negro, en el punto del
cuadro donde debía hallarse el lunar famoso.
Muerta de curiosidad y de deseos por ver su imagen
acabada, Mme. de Cornensac se volvió, y el pintor hizo
lo mismo al propio tiempo olvidando su promesa. Asi
se encontraron frente á, frente
¡los ojos en los ojos...'.
Fué como una corriente eléctrica que
empuj6 á ambos
hasta arrojar á, uno en brazos de otro...
—
—
~ Abrid, en nombre de la ley!
Era el malhadado notario Cornensac, escoltado por
un comisario. Advertido de las visitas de su
mujer al
pintor, dió con el momento psicológico...
Mme. de Cornensac y sus vestidos desaparecieron
—
por encanto, y Máximo Aubry abrió la puerta
decidido á, afrontar la situación.
¡Tenéis una mujer aquí, caballero! dijo el comi-
como
—
—
sario.
¡La mía, pillastrón! anadi6 el notario furioso.
Y mirando el cuadro sobre el
caballete, que el artista
no había tenido
tiempo de ocultar :
¡No lo negaréis! Reconozco á Mme. de Cornensac.
1 Y en qué lo conocéis, si os place?
En ese lunar que habéis servilmente copiado con
arreglo á, vuestros principios.
Os engañáis ¡ caballero dijo severamente el pintor
y calumniáis á, una mujer honrada. Este lunar está,
á, derecha, cuando Mme. de Cornensac
ya sabéis que lo
tiene á izquierda.
6Lo ois, senor comisario? au116 el ultrajado marido.
1Cómo sabría él... si no...?
continu6 Aubry
¡Lavater ¡ caballero, Lavater!
desapiadadamente, mostrando la senal del hombro.
M. de Cornensac se di6 una palmada en la frente
después de refiexionar un momento, y luego¡con tono
de hombre que recuerda :
Es verdad dijo lentamente;
sí... está á, izquierda
el lunar...
Y tendiendo la mano al pintor :
Tened la bondad de dispensarme
hadijo;
< me
bian enganado!...
¡Y nada más cierto!
Imbécil! ¡como todos!
refunfunó entre dientes
el comisario, incomodado de no haber podido hacer
—
—
—
—
—
—
—
ó mejor dos noches
en el baile
Dos días después,
de la condesa de Hautebringue, Máximo no se atrevía
á acercarse á, la hermosa notaria¡ á, quien creía haber
groseramente ofendido. Mal juzgaba 'el pintor de la curiosidad femenina. En el fondo¡ Mme. de Cornensac
había quedado en extremo lisoájeada de los deseos que
inspiraba su belleza. Advirtiendo que el artista tomaba
un sorbete al kirsh solo en una mesa acercóse á, él
y le
dijo casi al oído :
Me parece que he encontrado un medro...
Máxirao la contempló sorprendido. Ella continuó, con
encantadora volubilidad de mujer que quiere decir
mucho en pocas palabras :
g Tendréis un espejo en vuestro taller...?
Un
XVI,
psyché, del mejor
6 Y consentiríais en hacerme sólo de espaldas?
del
artista
iba en aumento. Ella prosiLa sorpresa
guió voluble y rá,pidamente, dejando pasar por sus
labios las palabras como trinos de pájaro :
Entonces podría yo desnudarme, fuera de vuestra
presencia, detrás de una colgadura... y luego, para ir
á, la pose¡ caminar hacia atrás... Entre el espejo y yo,
ponéis el caballete... y entonces sólo copiaríais mi ima—
—
—
—
magnífico,
—
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estilo'Luis
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
presa.
Así el artificio inventado por el
dama¡sirvió para la glorificación
¡Sírvales de ejemplo á, todas!
pudor
de
su
de una honesta
virtud.
ARMANDO SILVESTRE.
PARÍS
LOS PLACERES DE
U N
PASEO
POR EL
SE&A
desde 1G62.
San
Kl puerto
Bernardo
de los más
es
uno
antiguos
de
París.
Kn esta
.
prendida
te de
Sully,
porción
com-
entre el puen-
Austerlitz y el de
abríase en tiem-
pos medioevales el apacible arrabal de San
Víctor,
poblado
de Mo-
nasterios y de abadías,
á la entrada del va,lle
pinto-
del Bievre, muy
entonces y canalizado en nuestros días.
resco
Pasado el puente de
S ully
atravesamos
el
de l a T ourn el le, don d e
comienza el malecón de
igual nombre, antigua
extremidad. oriental del
de
recinto
Felipe
Au-
el que ejercía
mando la fortaleza de
gusto
en
la Tournelle. Kl vaporcito pasa por delante
del brazo de río frecuentado tan sólo por la ílotilla y contornea ahora
la isla de la Cité.
lejos
A lo
se
divisa
pronto, por encima
de las casas de la isla,
de
el
presbiterio
Dame,'
con
de Notre-
sus
contra-
articulados,
pequeño y como amontonado, parecido al caíuertes
parazón vacío de un
cangrejo grisáceo.
Kl barco sigue á lo
largo de--la Morgue, y
ante la altura del para-
edlíício
ORILLA
la popa de un colosal navío. Kn efecto, la isla de la
Cité se presenta como uu gigantesco barco varado
en medio del Sena. Esta forma de buque llamó ya
IZQUIERDA
Lo primero que se ofrece á la vista es el Jardín
de Plantas y el malecón de San Bernardo. En el ribazo se distingue los Almacenes de depósito de los
molinos de
Orleans
el
Corbeil,
y el trazado del ferrocarril de
hasta el corazón de París. En
prolongado
malecón¡ pasado el
se
alza el
este
paraje
Jardín de Plantas,
Mercado de los Vinos, establecido
© Biblioteca Nacional de España
imaginaréis
peto que domina este
en frágil esquiíe
pasar rozando
en
sin duda la atención de los escritores heráldicos, y
en ella tal vez deba verse el origen del navío que
antiguo escudo de París. Kn tan estrecho
alza, pues, la Cité, la cual, en la Edad
media, no encerraba siu embargo menos de veintiuna iglesias de todos los estilos, y de las cuales sólo
quedan dos: Notre-Dame y la Sainte-Chapelle.
decora el
recinto
se
más hacia el norte, sobre el florido malecón,
levantaba una casa ilustrada por Eloísa y Abe-
Algo
se
lardo.
Llegamos
al
de Arcole y tras de él
puente
en su vasta y luminosa
aparece el Hotel-Dieu que
construcción moderna recuerda poco lo que fué ancuando levantaba, en el costado sud de
tiguamente,
fachada rugosa, negra,
la
isla,
de
leprosidades.
una
Kn el malecón de las
las
elegantes
flores,
en
como
el rle la
cubierta
Cité, y bajo
flores, en
techumbres del Mercado de
ciertos días de la
puede
semana
verse un
desborda-
de rosas, de crisantemas, de violetas, de
verdes arbustos y plantas raras, que ofrecen por la
manana vivas y alegres notas, reemplazadas los domiento
mingos por ambulantes y vocingleras colecciones de
pájaros, arrlillas, conejos ¡perrillos y ratones blancos.
Al lado de este mercado de flores, se alza el Tribunal
Después
Pont-au-Change, cuyo
nombre
proviene
de los cambistas que allí habían instalado sus tiendas en los siglos medios, llegamos frente al Palacio
de Justicia y la Conserjeria, que reflejan á orillas
la gran torre cuadradel agua su grupo de torres,
da del Reloj, en el ángulo del malecón y del bulevar,
dominadas por la esbely las dos torres redondas,
ta y ligera aguja de la Sainte-Chapelle.
—
—
llegados á la proa del navío de la Cité,
decorado como un antiguo trirreme con la legendaria
estatua de Enrique IV, y ante la cual avanza, como
espolón florido, el terraplén del Puente Nuevo.
Del otro lado de la Cité hemos dejado, á lo largo
Vednos
del brazo del río, las riber"
se
con
San Severino
sidad y
su
sus
arcos
con sus
terreno
del
s
iglesias
alzan las venerables
Pauvre,
país latino, donde
de Saint Julien-le-
de medio punto, y
ojivas, la vieja Univer-
romanos
góticas
montuoso, la calle de Saint-Jac-
ques, que continúa siendo, como antiguamente, la
«calle pedantesca», pero pronto, detrás de la exclusa
que cierra el brazo al occidente, divisamos la Fábrica de Moneda
y á continuación el Instituto, edifi-
cados
les,
tan
garita
el
en
emplazamiento
del
antiguo
Hotel de Nes-
célebre por los crímenes afribuídos á MarBorgona, popularizados por el drama y la
de
novela.
Después
Malaquais
cón
de
del Puente de las Artes
con
sigue
la Escuela de Bellas
jadas
Artes¡el
male-
Voltaire, antiguamente habitado por el filósofo
y hoy día poblado de anticuarios.
Kn el Puente Real da comienzo el malecón de Or.
antiguo
Tribunal de
Cuentas,
LAS
carreras
constituyen uno de los mayores plaparisienses, uno de los principales atractivos
de la primavera, del verano y del otono,
y no solamente son muy populares y
concurridas, no solamente
constituyen uno de los grandes acontecimientos de la
capital, como por ejemplo el día del Gv'and Ptix¡que
Las
© Biblioteca Nacional de España
de
anos
abandono,
eon
en
una
por el
fuego,
digna de
decoración
se había conlos cuentos de
Hoffmann, acaba de surgir como por encanto la nueva
estación de Orleans, cuya fachada
muestra, á
través de las arcadas aun vacías, la inmensa armazón
férrea de
Más
sus
interiores.
detrás de los aristocráticos edificios del
malecón, que recuerdan la vieja nobleza del arrabal
Saint.Germain, se entrevén las flechas de Santa Clo-
lejos,
tilde,
y en el ángulo de la calle de Solferino, el palacio de la Legión de Honor.
Luego el malecón toma
aspecto todavía más pomposo y severo, engalanándose
el edificio del
con
Cuerpo Legislativo,
trás del Puente de la Concordia destaca
en
que deel azul
de
perfil
templo griego.
Concordia, admiramos la magnificencia, la elegancia, la audacia del nuevo puente
Alejandro III, cuya primera piedra colocaron en
su
Pasado el de la
l896 Félix Faure y Nicolás II de Rusia.
Kn el puente de Jena se embellece el
y á poco trecho de la orilla
Marte,
se
Campo de
alza la Torre
Kiffel.
Tras los contrafuertes de asperón
que bordean el
Sena al nivel del puente de tablas de
Passy, se ha
levantado la nueva estación del
de
Campo
que conduce directamente los viajeros por
línea de la estación de San Lázaro.
Entre el
nelle, la
puentecillo de Passy y el puente de GreCisnes, de aspecto harto pobre y
isla de los
desprovista
de
derada más bien
jardin,
atractivos,
como
un
blecimientos
con
sus
mil
de
fundiciones,
industriales,
donde salen la mayor parte
Al
la cual
dique
puede ser consipiedra que como
senala el malecón de Grenelle
interesante,
hora
Marte,
una nueva
en su
sus
parte más
grandes
esta-
y los talleres Cail, de
de nuestras locomotoras.
la noche se puede regresar á
París, á la
que las orillas del Sena se iluminan reflejando
caer
en
girándulas de mecheros de gas en sus aguas,
cruzándose por ellas las embarcaciones como en una
fiesta veneciana.
El
río
ofrece
maravilloso;
entonces
créese
uno
un
aspecto fantástico
y
transportado á otro mundo
ensancha pasado el puente
y á otro continente. Se
de Grenelle, las orillas descienden, y
en el horizonte
detrás del viaducto de Auteuil,
las verdegueantes laderas de Meudon.
se
dibujan netamente,
CAR R KR A.S
ceres
el de consagración de la moda de verano,
de veintiséis
ennegrecidas
y
vertido
el malecón
Ferney,
say. De las ruinas del
es
después
enmaranamientos de lianas y de plantas parasitarias creciendo en medio de las paredes
resquebrasus
ambiente
de Comercio.
del
que,
en
que
mondaines y demi-mondrrines inauguran las toilettes
más ó menos chillonas salidas de los talleres de los
grandes modistos, y dan el tono de la elegancia, consagración hecha oficial por la presencia del presidente de la República, regocijada por la exhibición
de todas las celebridades del día, ministros,
diplomáticos, chantases y cocottes de alto rumbo,
sino
—
14
cbases, el
último asilo de los
Bucéfalos.,
Longchamp ha quedado como lugar de
preparación, reservado á las «poules»
ostentosas, á los compromisos sensacionales, donde el inglés entra realmente en competencia con los criadores franceses,
y el Grand Prix puede
ser considerado como el
tipo de todas
las demás carreras: es la prueba que
da mejor idea de lo pintoresco, 'de lo
animado,
mundo
de la devorante actividad del
sportivo.
El Grand Prix
se
corre
siempre
el
segundo domingo después del Derby de
Epsom¡corrido el miércoles antes de
Pentecostés. Los compromisos se hacen
anticipación
con
algunos
tiempo deben considerarse
internacional, que reune en el turf
currentes de todos los
con-
países.
Zs la única autorizada por la
ley.
descriptible
se
taquillas especiales detrás de las tribunas.
Hay puestas de 500, 100, 50, 20, 10 y 5 francos. Se
apuesta desde la pregonación de los caballos hasta
en
que suena el timbre eléctrico anunciando la
Zl número de caballos que corren lo indican
cuadros negros.
partida.
grandes
ZL «GRAND PRIX»
Si
inglesas
tumulto y
que andan
Chantilly es
la metrópoli del turf, el «Newmarke
el gran centro de
adiestramiento, MaisonsLaffite una escuela seria, y Auteuil con sus
Francés»,
steeyle-
EPIO-R,A M A S
Murió
Tan
Fermín¡y
presto
á Simón
su
se
esposa
unió
Que se duda si enviudó,
Tanto adora al que reposa.
Tan acelerada unión
Bien da á
entender,
á fe
mía.,
Que cuando Fermín vivía,
Ya
era
Preguntó
Con
nino á
un
su
ansia,
Podría llamarle
Y
En
madre,
pues lo ignoraba,
A cuál de dos que miraba
t
Por
padre.
Le
ella, dudosa cual él,
Por no enganarle, le dijo:
Tu padre no lo sé, hijo;
una
Mas mi marido
es
panadería
Entró Juan el otro día,
Y á la duena Salomé,
no
dijo:
estar el
dependiente,
Démelo usté,
Si lo tiene usté caliente.
—
Manuel, del Palacio.
—
marido Simón.
aquél.
J; P. Eorner.
Zn
Juana
Y yo
me
juzgué
Dióme otra,
una
que
no
pisada,
era acaso
;
tan paso,
Tampoco
dije nada.
Íbame á dar la tercera,
Yo la dije:
¡Tente, Juana,
le
—
Que si yo tuviera gana,
Bastaba
con
J;
vano
force~eaba
Dona Carmen Garabato
dió
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una vez
y otra exclamaba:
! Quién me estrena, quién me esY oyéndola así gritar,
[trena!
Dijo
¡Para
un
chusco
:
—
¡Brava
idea!
el tonto, que la crea
Que está, aún sin estrenar!
la
primera!
Iglesias de
Zn cierto mercado, Elena
Rábanos vendiendo estaba,
Y
la Casa
De
batahola, multitud compleja
barajados pick-pockets y rateros. Y
entretanto, á lo largo de los Campos Zlíseos, en las
avenidas del Bosque de Bolonia se oprime y se desplega la interminable cola de landós donde se repantigan las bellezas del día, las horizontales de más
renombre, mondaines audaces y avisadísimas, frisando con la cocotte, que se dejan chicolear
y tutear
á veces por nuestros diplomáticos
y personajes oficiales, los cuales desarrugan el ceno y echan una
cana al aire en ese día de
ftirt internacional.
en
La puesta
anos.
! Y qué memorable fecha en los fastos parisienses
la del Grand Prix! Desde medio
día, el gentío se estruja en las taquillas de las apuestas mutuas, en in-
como una
á los
LA APUESTA MUTUA
efectúa
de dos
parte, las caballerizas
francesas hacen frente á las
de una manera notable.
que al mismo
revista
á esta
Liborio Porset.
Para meterse el
Pues la tela
zapato,
rasgaba.
mares sudaba,
se
Viendo que á
Dijo al torpe zapatero :
¡Siempre tan poco certero!
Acérquese usted, á ver
Si me lo puede meter,
Sin abrir más agujero.
—
15
CARTAS A MARGARITA
Mi inolvidable ingrata: Empiezo por llamarte
así,
porque no creo que mereces otro caliíicativo. Me ofreciste venir á pasar la primavera conmigo en Barcelona
y veo que te arrepientes del ofrecimiento. Comprendo
que tuvieras tu poquito de temor cuando los sucesos
andaluz ¡ en el que la acompana con la
guitarra el
Sr. Lara. También ha reaparecido la estrella Mlle. Sperata y tengo entendido que se
propone la
dirección ofrecer nuevos y sorprendentes debuts. Ya
te daré cuenta de ellos.
Zl teatro Gran-Vía continúa viéndose
muy favorecido por el público y merecidamente. Vinas es un buen
como
lo
éxito
actor,
prueba el
que ha logrado en Dotoretes, á, pesar de tener que luchar con los recientes recuerdos de otro artista á, quien la gente se había
ya
acostumbrado á, ver aquella obra, y además la
empresa
entendido
á
va
reforzar
la
tengo
que
companía contratando á, Lolita Mendoza¡que cada día está, más
guapa
y má,s artista. Lamento la
determinación por el público de Castellón, donde
la Mendoza habia, como
vulgarmente se dice, caído
de pie; pero me alegro por
nero
profesor
pasados;
pero ya que no ocurre nada¡ debes determitu promesa.
Como dice el «tío Simón» en la zarzuela
célebre,
narte á,
cumplir
Alegre vuelve la calma
Después de la tempestad
la tempestad ha pasado¡merced á transide unos¡ganas de
trabajar de otros y los buenos oíicios de las autoridades entre ellos.
Y que la tranquilidad.
ha renacido lo prueba más
q ue nad.a la animación
que se nota de nuevo en
los teatros.
Zn el Principal, Larra y
Balaguer están haciendo
una
labor meritísima y
puedo decirte que perfecta. Todo lo que estos distinguidos artistas representan, es culto, ameno y
y ya
el
gencias
éeme,
nosotros y porque creo
que el teatro de la calle
de Cortes hace una buena
adquisición.
Zn Novedades se ha estrenado Et campanero de
Nuestra Senora de
Paris,
drama de gran espectáculo
está,
haciendo
las deque
licias de los aíicionados á,
ir al teatro á quedarse
con el corazón convertido
en un
guisante. La obra
está, muy bien presentada
y para ella se han pintado
nada menos que trece decoraciones, se ha construído un gran vestua-
regocijado.
Entre las obras
han dado á
que
nuevas
conocer
últimamente, figura
una
preciosa comedia en un
acto, titulada DuLces me-
mori as ¡de Eusebio Blasco.
Zs un primor, un verdadero primor en un acto
que, ó es muy corto ó sabe
á poco. Larra hizo un
cr
rio, etc.,
viejo general
que se rejual recordar ante la
que fué objeto de su pasión en sus mocedades las
«dulces memorias~ ¡que no
había más que pedir. No
dejes de ver esta obrita si
tienes ocasión.
Zn el Liceo se están
venece
sucediendo unos cuantos
conciertos que se ven mu
y
concurridos y son caliíicados, por los mismos que
los ejecutan, de solemnidades musicales.
Yo, que
aun
cuando no
á
llego
creer, como Napoleón, que
la música es el menos ingrato de los ruidos, no
tengo sin duda el gusto
depurado
para
que
se
en
MLLz. PAULR
REYNR,
del
todo
su, valor
estas marala herejía y
perdóname
y
no se lo
digas á nadie ,
que paso mejor rato que con
unwa d-Rosenthal
vi
,
viendo y riéndome a carcajada
impia con el Q
Quo Vad'
Vadis.,
g, por ejemplo, que se representa con éxito creci
eciente en Eldorado y que á pesar
e ser un dis
'n de
p aratón
d tomo
y lomo, bien mirado tiene
su
poquito de intrín
inc usive.Sinesio 'ngulis y resulta hasta tendencioso
Del ga
ado
07 que como sabes vale mucho~
11
«urrinche ¡aun cuando se lo proponga!
a,ega
Zl
ódi8o Penal es otra
ra
obrita, también del Zldoo, que aun cuando
muy de brocha gorda, entre
tiene
te
e d
diré
—
—
t
agradablemente.
Dzmr-Vrzzez,
Z<n el
o
etc.
En el E<dén Concert, los
debuts se suceden con la
misma facilidad que se
enredan las cerezas. Raro
'~é
es el día en
que el director
de dicho popular
teatro,
no nos ofrece
una novedad.. Por supuesto, que así
se hacen las cosas cuando
se quiere hacerlas
bien¡y
de este aluvión de debuts
de gente nueva¡ el primero que resulta favorecido es el propio cosechero.
Entre otras muchas que
no recuerdo
necesitaría
tener para ello la memoria
de Menéndez Pelayo,—
Eden Concert, de Barcelona
trabajan actualmente en
el concierto de la calle del
on e del
Conde
e Asalto
sa
o Miles.
i
es. R oxane, Souquieres, De Vries,
Peltier Marl y~ d'Halamb ra, Lavalliéres, Delvar, Faureska Rey Loulon Mion ne Zeal ¡ Cocot, Saint-Bast
el,
¡
Paule Reyne de quien es el retrato que
adjunto te envío Bertyl etc. ! Una frio lera!
Zn el Alcázar Zspanol está cortando et bacalao, Antonia Espinosa que antes actuaba en el
Ambigú Barcelonés y que con su gra cia y simpatías «disloca» al
respetable público Tambi én es muy aplaudida la simpática paca (a) la China. A cada cual lo suyo, y para
ti un beso muy apretado d e tu invariable
amiga,
—
necesita
poder apreciar
villas sinfónicas
'
Trianon
on, continúa Mercedes Amorós
(née Solis)
teniendo much
uchos aplausos con su
repertorio de gé-
© Biblioteca Nacional de España
I~e. H<ii<aics
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Bascosa
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