w4$g cS ~ c5 4 c5 O to cd e E e o O Q U J3LiLLKZA ANO II.— N. 6.— PRECIO: 20 CRNTIMO8. © Biblioteca Nacional de España DK 1NviKRNo . — liecuuieudajla euutca el fj:sv. de padre desconocido, de uno de esos vampiros después de robar á la mujer todo su tesoro de virginidad é inocencia, arrojan en medio del arroyo á su victima, como un trapo viejo ó un trasto inútil. Pero al repasar mi partida de bautismo, que aquí la traigo, era CRON OCA lectores estarán lo suficien- Is temente enterados de los festejos y solemnidades con que se ha conmemorado el ingenio inmortal de Víctor Hugo, y les conceptúo además lo sufi- cientemente alegres para no gustar de que se les machaque repetidamente sobre un mismo tema glorioso que ¡ por muy que resulte, no puede de su carácter fúnebre y triste, como todo lo ,que significa pérdidas irreparables é insustituibles. Víctor Hugo fué; tardará, mucho tiempo en haber otro Víctor Hugo: 1por qué pensar prescindir en estas cosas que apenan el ánimo y contristan los sentimientos de los buenos patriotas ¡sobre todo cuando escurriéndose por las puntillas de la pluma están otros temas, menos nidos y importantes sin duda, pero má,s entrete- regocijados? Además, las condiciones en que se publica P>Rfs ALEGRE; los trabajos que reclaman su confecci6n completa y el colorido especialmente de sus páginas; la gran tirada que del peri6dico tiene que hacerse,— afortunadamente! son sumandos que me obligan á, — remitir á, la anticipación imprenta las cuartillas de Crónica que convierte quien ~"'Por eso, dejaremos por esta vez dormir á Víctor de los justos, y después de aplaudir cuanto en memoria suya se ha hecho, pasaremos á ocuparnos de cierta historieta que corre 'de boca en boca por el bulevar, y que demuestra c6mo no hay que fiarse de las apariencias, que donde menos se piensa salta la liebre y que el oficio de conquistador de cora': zones y beldades tiene sus quiebros¡ como acaba de oburrirle al Marqués de... ( detente> pluma, y no seas indiscreta ) gran aficionado á corresponder con un socorrido lapin á los favores que lograba de solteras, casadas y viudas, pues él ¡en teniendo faldas, le importa poco'el estadó civil de la persona. Es 'el'caso, y no va de cuento sino de historia, que días pasados recibió en su casa el ya nada joven aristócrata, la visita de una jovenzuela linda, esbelta y graciosa, atáviada con bastante elegancia; y'con gran desparpajo, no desprovisto de cierto rubor¡ que la hacía más sugestiva, una vez que se encontró á solas con nuestro hombre, se abalanz6 á él cubriéndole de besos y abrazos y llamándole <papá! con todo el enternecedor carino de una hija apasionada. El marqués, que no podia ver visiones por ser en realidad muy linda la personita que de tal manera le asaltaba, quedó por el pronto estupefacto, y cuando poco á poco pudo irse haciendo cargo de la situaci6n, se creyó el protagonista de una comedia de Marcel Pre- Hugo -, dice. con una fiambres indigestos las recién salidas del horno, en m)@r,caléntitas impresiones, :memo el sueno — — vost. Repuesto un tanto de la sorpresa que creo que cualquiera de mis lectores hubiera tenido de igual mael linajudo sefior solicitó que se le aclarara nera, todo aquello que para él constituia un misterio, un verdadero jeroglífico indescifrable. Y la muchacha, ni corta ni perezosa, parece que se explicó según el marqués relató al magistrado más de la siguiente manera: tarde, — — — — — Querido papá: hace cinco casi todo anos que murió mamá, y tiempo que vengo buscá,ndote inútilmente hoy. Mamá,, al fallecer, me relat6, como si huese hasta biera sido su confesor, todas las vísicitudes de su vida, amores, sus frutos y sus desenganos,. La pobrecilla, casi con el estertor d.e la agonía, me entregó unos papeles que, cuando pude estar un poco más consolada de la pérdida de la que para mí lo era todo en el mundo, estudié con detenimiento. Yo siempre había creído que sus © Biblioteca Nacional de España hija que he visto con gran alegría que si bien papá, quiero decir tú, no estabas casado con mamá,, no por eso negaste tu apellido á tu hija, es decir, á mí... Al oir esto el marqués, pegó tal brinco que por poco llega al techo. hallé entre Además prosiguió la muchacha¡ los papeles de que antes te he hablado, esta carta en la que la ofreces á mamá que me dejarás por heredera de todos tus bIenes. dice el marqués que Pero, hija... digo, senorita ó usted ha sido víctima de un engano que yo replicó; deploro> ó quiere continuar dándome una broma carnavalesca... Pues ya ves que los papeles están bien termi— — — — — — — nantes. El marqués ley6 y releyó cuanto aquella hija que le llovía del cielo le presentaba, y como estaba plenamente convencido de que se le queria envolver en un asunto de caracteres criminales, procur6 calmar los recelos que la joven pudiera tener ¡ la ofreció que todo se arre- la hizo creer que caía de patitas en el garlito, y que hizo todo esto y por medio de protestas de carifio consigui6 infundir confianza á su hija¡ (?) se guardó aquella documentación, que en el mismo día entreg6 á los tribunales con la correspond.iente denuncia. Parece que los jueces han aclarado que se trata de una estafa por todo lo alto, con usurpación de nombre ¡ estado civil y falsificaci6n d.e documentos públicos. ¡Una friolera! El juez está sobre la pista y ha asegurado al marqués que ha sido víctima de una sociedad de ingeniosas timadoras de última novedad, que no sólo intentan apoderarse de unos cuantos billetes del Banco, sino el hacerse cada cual de aquellas con una familia, eligiendo ¡ como es natural, para este fin, las formadas por hombres viejos, achacosos y sobre todo ricos. Hay que reconocer que la cosa no deja de tener ciertos visos de modernismo elegante que, según en qué casos¡puede dar ópimos frutos ¡porque 1quién es capaz de asegurar rotundamente que una muchacha que se nos entra por las puertas llamándonos papá á, boca llena¡no puede ser en realidad de verdad. alguna hija nuestra, de la que no nos acordemos? Yo, desde luego, me confieso tierra abonada para esta clase de sorpresas¡ y hasta declaro paladina y anticipadamente que no sé si tendría, en un caso semejante al del marqués de quien hablo, valor para hacer lo que él ha hecíio ¡porque sin duda, 6 la voz de la sangre no se ha dejado oir ó él se ha hecho el sordo. á, mis lectores de la Tendré al corriente si puedo solución que obtenga este problema que¡6 mucho me engano, ó debe estar planteado por alguna descontentadiza aventurera que quiere vengarse del iapin (ó del mico, diciéndolo en argot castellano) que el marqués le diera alguna vez, después de una noche de amor, hazana á la que parece era, como dejo dicho al principio de esta revistilla, muy aficionado. Y si eso resulta, casi habría que decirlé: Amiguito: donde las dan, las toman. glaría; una vez — — — CONDP VIOI ET El D. Zenón había prometido á Susana una sorpresa para el día de su santo, y la pobrecilla estaba inquieta, intranquila¡nerviosa, pensando en lo que podría consistir la sorpresa tan anunciada. Su fantasía femenil había volado hasta la región viejo de lo infinito, cado en y de deducción en deducción babia sa- limpio... que no podía adivinar en qué quedarían todas aquellas misas. Y en sus ratos de ocio, se preguntaba á sí misma: 1Será un coche?... Acaso... Pero un coche tiene — el grave inconveniente de que necesita tante un miento, y no borriquito se pensamiento, chiquilla, ¡ejem! ¡caramba cluir conmigo!... con espero te gustará... horas vivir con unos de hemos mostrado nen muchos 6 Será un Pero este ha joyas, me la anunciaría que una con su Consistía de se — No pued.es calcular con prueba de lo mucho lo que va — á ser... saber que te daré en ello una Y desenvolvi6 con No todos harían lo que yo he hecho¡ lo reconozco, pero también es cierto que no todas las muje- — — las atenciones y carino que tú mereces. en presencia manojo un abulta — pensó adentros Susana. en fin... 1 A que todavía — no masculló el jete, cayéndosele acierto... soy tan torpe!... — que © Biblioteca Nacional de España no mo- lo ve- la haba. Pues mira... pausadamente el envoltorio. En todos estos papeles están escritas — anadió mis Y testó sor... merecen No... Mira, pienso en ti... Ya ves: yo cualquier día... el menos pensado... como no soy joven, estoy expuesto á un percance y quiero que siempre puedas decir que no he dejado de ser previ- res sus aciertas P había limitado á decir'. nina... Bástete Poco Pero — viejo. — 1no te- papeles. para la soluci6n del pro- se mundo, lleg6, en rega- blema que le había anunciado la marrullería del Este llega lito. — con todo suya, llevando en el bolsillo el tan esperado devanaba los sesos sin acertar como encontró se no tanta boudoir desespe- de la hora que la costumbre había fijado para sus entrevistas con la hermosa, anticipaci6n. 1Qué será entonces P... Y la pobrecilla, en las soledades de su llegar? el día ambicionado, y efectivamente, el viejo D. Zenón, antes tan- más, la con ile nía que que tie- regaladas giro co- des- raba,. llantesP... Tal vez, pero... tiene ya reloj, !inocen- vez, manecillas, sus monótono peligros. tas una que la normalidad aderezo de bri- me trueque de esperada de la lentitud. indiferencia su á teI hizo violentamente rrer que de ho- ellos, diciendo veía pasar las aun siempre tal abun- por con- delicadeza que habría deseado que el y más de cons- hablado y á asma va su santo se hubiera llegado de un salto sobre todos los demás que forzosamente tenían que transcurrir antes. Su mirada estaba en el fija hotelP... Tam- Siempre poco... teles un siglos cuantos días menos, <lancia, y tan asid.uamente. 1Será El ~ una ¡Ejem! ¡Ejem! la -duración de determine á mosca en siempre contigo... Susana, pletórica de impaciencia, que mi creo está esta tos!... Pues sí... Será entreteni- su para soltar la gasto Mi — memorias, desde que te he conocido. Susana, sin poder disimular su disgusto, con acento de amarga decepción : Ah!... Creí que sería tu testamento! le con- No se olvide usted de al jefe de la claque y darle esos cien francos de propina. Hsyque tenerlo — ver propicio. Esta bien. — — Tampoco hay que ol- vidarse de pedir al Contador los billetes necesarios para los íntimos No se me olvidará. A.h! Le ruego no se olvide de mandar encender á tiempo las bombillas de colores de la plaza del Teatro que forman mi nombre. De ninguna manera! No hsy que olvidar de ver al revistero de El Eco teatral para catequizarle. Es un hombre muy insolente. Se cumplirá. Recuérdese usted de avisar al marqués R*** que no falte esta noche al palco con sus amigos. Es una buena persona, que contribuirá al éxito. Pasaré yo mismo á verle. Hay que acordarse de decir que los periódicos me pongan en letras má,s grandes que las de las demás artistas... Indudablemente... Yno olvidarse deque estén á, punto lss antorchas pava la aaliils. Bueno. Y las palomas para cuando termine la pri— — — — — — — — — — — — caneió n. Perfectamente. Y las coronas para el flnal de la segunda. Muy bien. Y los ramos de flores mera — — — — para mi presentación. Corriente. Creo que no se me olvida nada! La «Bella Matilde> estaba en todos los toques¡ sin omitir el menor detalle de preparativos, enla noche del debut: — — LA «BELLA MATILDE» En toda la capital no se hablaba de otra cosa, y la cBella Matilde», como modestamente se califlcaba á sí misma y se hacia calificar por los empresarios en los grandes cartelones¡era el objeto de la atención general, de la curiosidad general y de la murmuración general. Estaba, pues, en sus glorias, y en tales momentos no se hubiera cambiado por la emperatriz de todas lss Rusias. Así fué que no pueden ustedes figurarse los preparativos que aquella artista del género ínflmo había hecho antes de su presentación ante el respetable público que había de juzgarla., La «Bella Matilde» tenía un decidido interés en agradar en aquel teatro donde tantas otras habian brillado, y para obtener un suceso en toda la línea, la cantante se había multiplicad.o haciendo prodigios de actividad, memoria é iniciativas. Su libro de memorias tenía que aumentarse¡ á, la fuerza¡con la relación de un éxito excepcional, rutilante, esplendoroso. No había, pues, que escatimar los medios y los recursos> de cualquier índole que fuesen y cualquier valor que tuvieran. Dos 6 tres días antes del debut, llamó á, su secretario y le dijo: © Biblioteca Nacional de España ¡qué Llegó cargos y recomendaciones! decía á su doncella ¡no se olvide us; Teresa! ted de los polvos! Ya los he traído. Acuérdese rle los lápices para los ojos Están aquí. La falda amarilla, ése acordó de trae»a. Sí, senorita : aquí está. Diga usted al electricista que no se olvide de enfocar bien el aparato. Bueno. Al Director de orquesta que recuerde bien el «e»po lento que le he recomendado. Muy bien. Ya verá, usted cómo á pesar de todas mis prerauciones¡siempre se me olvidará, algo! — — — — — — — — — — — — — Y... efectivamente. Veamos lo que después del debut dijo la prensa: o con c Anoche hizo su presentación en la c Sala China Maun éxito mediano ¡ la artista conocida por la «Befls tilden. Es guapa viste bien y tiene desenvoltura en la f escena. ¡Lastima que se la hubiera, olvidado la vo»...» Hay pocas mujeres que den calabazas á los treinta anos. cV. del Palacio. Algunas mujeres llegan á gobernar sus maridos; pero quizá no existe un marido que llegue á gobernar á su mujer. Juzgamos de una mujer según su mod.o d.e vestirse; la extravagancia de su «toílette» nos hace presumir la de su conducta. Ri rard. Con su Maneja al capa el torero bicho, Y la mujer al hombre Con su abanico © Biblioteca Nacional de España El día más ingrato De las mujeres, á cVlle. de Ks aquel que, al espejo., Canas advierten. Somme~y. Ks difícil mujeres la edad en que las todavía jóvenes ; dura las encuentra amables y fijar son mientras se son amadas. Duyuy. Por Hay en las mujeres dad que las impele á dictamen, complacencia tro una perversipedirnos nuestener después la para de contradecirlo ¡ aunque tal vez su elecció~ hubiera sido la misma, si no hubiese sido la nuestra. feas que sean las mujeres, siempre les gusta oir que las llamen hermosas. Cerr,antes. Por la asiduidad se agrada á las y por la negligencia, se las mujeres; conserva. Richa, dson. Desnoyers. Kl llanto en las mujeres Es una alhaja ; Para usarla, la tienen Como en un arca; Abren y lloran ; La cierran, y se ríen Cuando acomoda. ZL JARRÓN 3Z CHINA Zl capitán Du Bossoir, después de haber barloventeado largo tiempo por todos los mares del globo, estimando que todos sus reumatismos perderían bastante de su intensidad si los friccionaba una mano carifiosa, realizó su fortuna coloc6 su dinero en láminas de13 por ciento y contrajo matrimonio con Laura Beaupignon. Esta, que acaso había sido de costumbres un tanto ligeras, tan pronto alcanz6 su trigésimo abril introdujo notoria regularidad en su existencia, y así pudo ser un partido casi adecuado para el bravo Du Bossoir, cuya saneada fortuna se debía por entero al trasplante de madera de ébano desde las playas africanas á las embalsamadas costas del Brasil. Zsa interesante pareja vivía, pues¡ dichosa hacia algunos anos. La casa Du Bossoir era tranquila; pero al llegar las veladas de otono, salía de su calma habitual. Algunas soirées semi-íntimas reunían entonces la sociedad de la cabeza del partido, y en casa de Mme. Du Bossoir se encontraban el intrépido general Moulavent, M. y Mme. Tube y su sobrino, M. y Mme. Béletre¡ el lindo La Gonays, el vizconde de la Turbie, antiguo mayordomo de palacio, la pizpireta Mme. de Boves y tutti quanti: la high-ti fe y la goma de Saint-Plat. La época de esas recepciones autumnales coincidía con la de vacaciones, y llevaba regularmente al hotel Du. Bossoir á un galopín de doce anos, Máximo, presentado por la senora y aceptado por el antiguo negrero como ahijado de su esposa. Por muy prudente y reservada que fuese, Mme. Du Bossoir no había resuelto sin embargo abdicar todavia, y como el capitán alcanzaba ya la edad dichosa de la abstenci6n, resultaba de esta diferencia de temperatura entre ambos esyosos, algunos nubarrones que, sin resolverse¡ obscurecían no obstante á veces el horizonte, Laura acogía los cumplimientos con amabilidad seductora y exquisita. El capitá,n refunfunaba un poco, juraba más, rompía á veces la vajilla y aporreaba á alguno que otro criado; pero como nada salía del do- © Biblioteca Nacional de España minio de su feudo, conservábase la paz¡ si bien armada hasta los dientes. Sin embargo el ex negrero, poco sufrido de suyo, y hombre cuyo carácter endulzaron poco las peripecias de su azarosa vida marítima,entregóse á cavilaciones y dió albergue en su alma á mil sospechas. Sin poder fundamentarlas concretamente, pasábase los días barruntando, husmeando la pieza, como le decía á su confidente M. Tube; y queriendo cerciorarse de que no eran imaginaciones suyas aquellos recelos¡ decidió entrar por sí mismo en campana. Al efecto, redactó é hizo escribir por un amanuense de su amigo, el presidente Tube, una serie de cartas sabiamente graduadas, con una sola inicial, X, por firma, cuyo objeto era introducir la turbación en el espíritu de su mujer é incitarla al mal. El viejo lobo supo combinarlo con diabólica destreza. No firmando sus cartas, puso en tensión perenne la imaginación de Laura, cuya curiosidad despertó hasta el punto de que Mme. Du. Bossoir, poco tiempo después, trataba ansiosa de adivinar quién podía ser ¡entre los asiduos concurrentes de su salón, el que ocultaba su nombre tras de aque) la X, verdadera incógnita del amoroso problema que comenzaba ya á, desazonarla. Es más que probable que cualquier galanteador que se hubiese presentado á ella abiertamente, hubiera sido en el acto y con severidad apead.o de sus pretensiones, porque Laura, avisada con las locuras de sus anos juveniles, conocía demasiado á su marido y apreciaba en mucho lo que arriesgaría perder, para que sin más ni más satisficiese el capricho de cualquier enamorado que por ella se despepitase. Pero el demonio de la curiosidad había hecho presa en ella¡ y, nueva Pandora, ardía en deseos de averiguar... Un día, de regreso de una visita, encontró en su manguito una esquela incendiaria en que el amartelado desconocido hablaba de obstáculos que sabría derribar, de pasión que demandaba la reciprocidad como premio de sus ardores, de irreparable desdicha y de escándalo resonante si por fin no corisentía ella en recibir á aquel adorador platónico, que andaba ya convertido en ascua. El billete terminaba así: aVuestra respuesta, adorada Laura mía, me sumirá en la desesperación m4.s espantosa, ó me llenará el alma de inefables alegrias. ¡Respondedme ¡ idolo mío! !Ojalá una palabra de vuestra divina mano me dé á conocer que consentís en tener á solas conmigo una entrevista! Me veréis llegar hasta vuestro lado sin que la sombra de una sospecha pueda acarrearos perjuicio, sin que la más leve inquietud, deba alterar vuestras facciones adoradas. Depositad <oh Laura! vuestra respuesta en el jarr6n de China que oculta el macizo de peonias de vuestro invernadero, donde sabré, durante la recepci6n de esta noche, deslizarme inadvertido, y donde cubriré de besos el papel por vuestra mano escrito, esperando impacientemente el momento en que iré á prosternarme á vuestros pies como el más rendido¡ ardiente, fiel y discreto adorador de vuestra belleza.— X.~ Laura respondió á, esta esquela con otra en que, sin prometer nada¡ dejaba entender mucho. No ignoraba que toda mujer que contesta, capitula; pero se creía bastante fuerte yara no dejarse llevar sino hasta donde le pluguiese, y, además¡ venció sus perplejidades la fiebre de lo desconocido. Aquella noche, efectivamente, hubo espléndido convite en casa de M. Du Bossoir. Se comió opíparamente, se bebió de un modo magistral, y el joven Máximo, el ahijado de Laura, hizo honor á todo como el primero. Tomado el café en el saloncito junto al invernadero, se preparaban ya los invitados para el baile de rigor que debia coronar la fiesta. Las miradas de Laura iban de uno á, otro de sus j6venes invitados, buscando'adivinar cuá,l de ellos la amaba tan locamente. Ayrovechando un momento en que su marido se de- tuvo hablando junto á una ventana con el antiguo hijo desliz6se rápidamente en el invernadero y depositó en el jarrón su respuesta á, la fogosa esquela. Luego, sin dejar de atender amablemente á todo el mundo¡ no perdió de vista la entrada del jardin de invierno para observar quién en él se introduciría. Zn esto, el capitán Du Bossoir llamó aparte á, M. Tube, y le dijo: La he visto; ha entrado en el invernadero...; hoy la pillo... ¡no se escapa. A. lo que respondi6 el magistrado: Estáis cometiendo una imprudencia; en vuestro lugar¡yo no hubiera nunca arriesgado mi tranquilidad con semejante tramoya. Las mujeres son más ladinas que nosotros, amigo ¡ por mi parte, jamás me he andado en tales ardides con mi mujer; estoy convencido de que .en lugar de cazarla en mis trampas¡ hubiera sido yo el preso en ellas. de Marte, — — Venid, querido Tube, retirémonos un instante; voy á contaros esto. La pobre Laura había visto á su marido penetrar en el invernadero y temió por el resultado de su imprudencia. ¡Le habría tendido un lazo! La pobre mujer estaba consternada. Hubiera querido que la velada durase eternamente el para alejar terrible momento de las explicaciones. Y sin embargo deseaba estar sola á fin de poder reflexionar un poco y preparar sus res— puestas, El capitán comparece nuevamente. Mira á su mujer aire solapado, que á ésta le parece lleno de espantosa ironía. «! Ese me salvaje mata¡ no hay duda!», piensa la infeliz temblando y palideciendo bajo aquella mirada que la aterra. Pretextando una orden que tiene dar á, la que servidumbre, entra en su cámara y se deja caer sin aliento en un sillón. Apenas ha tenido tiempo de sentarse, Máximo se arroja á sus pies con los ojos anegados en lágrimas. ¡Ah, madrina¡ madrina mía! ¡Si no me con — Máximo con el calor producido por los vinos generosos, la abundancia de los platos y un habano que se arriesg6 á encender, empezó á, sentir graves perturbaciones en todo su frágil individuo. No tard6 en experimentar la necesidad de salir para ir á, confiar á, un asilo discreto la causa de sus angustias y el resultado de su intemperancia. Se desliza entre los grupos y gana el descansillo de la escalera para subir al piso superior. Pero aquélla estaba ocupada por varias damas en traje de soirée que iban á, arreglarse el cabello ó algún detalle de la toiíette. No pued.e ó no se atreve á pasar; da la vuelta al descansillo, y por una puerta excusada entra en el invernadero donde ningún invitado había penetrado aún, pues la puerta de acceso por el salón ni aun del todo abierta era muy grande, ni la afluencia tampoco tan considerable que se hubiese experimentado la necesidad de buscar aire y espacio. Se ve solo y busca un rinc6n apartado donde ocultar su miseria, Vaga unos instantes como alelado> hace una mueca significativa sosteniéndose el vientre ¡luego, divisando el jarr6n chinesco que conocía bien por la estima en que lo tenía el capitá,n como recuerdo de sus viajes, vacila un momento todavía¡pero otra angustia, más terrible que todas¡ acaba con sus últimos escrúpulos. Coge el malhadado jarr6n, lo planta detrás de un soberbio banano, con listos dedos hace desaparecer los últimos obstáculos, y deposita en el vaso precioso el objeto de sus meditaciones, devolviéndolo en seguida á su sitio. Al disponerse á, volver al salón¡ desde la extremidad donde se encuentra oye abrir la puerta del invernadero. Asustado, se arrebuja en un ángulo oscuro, y observa al capitán dirigirse rápidamente hacia el jarrón, introducir la mano en él y volver atrás con precipitación después de haber proferido un formidable juramento. El galopín, creyendo que le han visto y que se conocerA su desaguisado, huye miedoso á esconderse si puede bajo tierra temeroso de la tormenta que se cierne sobre sus espaldas y que descargará sobre ellas ind.efectiblemente si no encuentra medios de evitarla. Zntretanto, el joven Sin embargo, el capitán entr6 de nuevo en el sal6n la abierta mano alejada de su cuerpo, é intentando reunirse con su confidente y amigo M. Tube. Este fué á su encuentro ¡y al ver el aire radiante de Du con le Bossoir, dijo: — estás perdido?... ¡Ah¡sí, madrina; demasiado lo he visto; el capitán está, furioso. ¡Si le hubieseis oído jurar! Me habrá, visto... sabrá, que soy yo... y no me perdonará nunca... lo que he hecho! ¡Pero, explícate, desdichado! 1Qué cosa no habrá de perdonarteP — — — !Ah¡madrina!, soy yo!... en el jarrón... Habrá, encontrado... ¡Ah! qué desdicha! Los sollozos cortaban la voz del muchacho. ! CómoI en el jarrón... ¡Así eres tú, miserable chiquillo, quien... ¡Y me has perdido también á, mí!... — — ¡Pero esto es monstruoso¡ incalificable! !Habráse mocoso! ¡A esa edad! Zs verdad, madrina, que no soy má,s que ¡Pero si supieseis!... ¡Sufría tanto! — un visto nino... ¡Ah! dsíP... conque sufrías...! ;bergante! desvergonzado! ¡Sí, sí, madrina; sufría tanto... aquí y aquí! Y Máximo — — se llevaba la mago. mano al vientre y al est6- ¡Basta, basta¡ caballerito! Anda, sencia...!que no te vea jamás! — — Querida madrina... ¡os cualquiera que vete de mi pre- nunca amo tanto!... perdonadme! ; mi lugar hubiera hecho lo mismo! ¡Os juro más volveré á, hacer cosa! en semejante ¡Ya lo creo que no volverás! Ya cuidaré yo de que suceda! Pero, veamos, 1qué has visto? dqué ha hecho mi maridoP 1qué ha dichoP Pues bien, madrina; ha entrado en el invernadero y es de creer que me habrá, visto pues se ha ido derecho al jarrón... y ha puesto la mano dentro! 1Y ha sacado aquel malhadado payelP No, madrina... no habia papel...¡ pero ha introducido la mano... y la ha yuesto en... y se ha marchado — no — — — jurando... ¡Pero... hablarás claro de una vez! dd6nde ha puesto la manoP Pues... en lo que yo había hecho... en el vaso... Los sollozos volvían á ahogar la voz del pobre muchacho. Pero Mme. Du Bossoir había comprendido por fin, y al darse cuenta del lance estuvo á punto de reventar de risa. Máximo la miró estupefacto, sin comprender aquellas carcajadas intempestivas. Pero viendo que Laura se retorcía hasta ahogarse, se tranquilizó un tanto¡ y se atrevió á, preguntar: ¡Madrina... verdad que le diréis al capitán que me — — — PHabéís descubierto algoP Sí dijo el otro estrechando — ma,no amparáis, estoy perdido! pQué?... dqué dicesP.„que del magistrado, — y vigorosamente estoy contentísimo. perdoneP la PQué habéis encontradoP exclam6 ensenando su mano d Qué? ¡Mirad! abierta. ! Y habéis querido que participase de vuestra di cha! rePlic6 M. Tube contemPlando desconsoladamente su diestra que había salido contaminada del apretón caluroso del capitá,n. — — © Biblioteca Nacional de España ;Má,s que esto¡muchacho! Júrame que te y diré que he sido yo! — callará,s, Y, efecto, cuando terminada la soirée se encontró á, solas con el chasqueado tramyoso, y cuando éste le hubo manifestado que había encontrado su respuesta un yoco fu.erte, aun tuvo la crueldad de decirle: ¡No te andes con tonterías! ¡Ya sabía que eras tú! en — O'Bzzm. «Por cerezas garrafales Ibamos juntos al huerto ~, Como dijo Víctor Hugo Zn unos célebres versos. A los árboles subíamos «Que se inclinaban al peso~, Amantes nos arrullábamos Saciando nuestros deseos. Y Cierto cazador furtivo> Con un tino sin ejemplo, pasábamos el rato Tan En alegres y contentos. la altura> entre las ramas Cual dos jilguerillos © Biblioteca Nacional de España tiernos Pero tarde ¡oh qué tarde! la recuerdan mis huesos! Zn el instante ardoroso De más cariños y besos, una ¡Aun !Nos di6 una perdigonada Capaz„de>!matar al Verbo! DELEITACIONES ÍNTIMAS © Biblioteca Nacional de España presión de un armónico conjunto preside una lógica divina. Como y o l o sintieron todos los maestros, Leonardo lo mismo que Rubens, inexorables intérpretes de los defectos, apa- rentes delos. — el ! también¡de Paradoja! sus mo- murmuró — capitán Mistouille. ¡No, capitán; no es paradoja del todo! 1Consideráis acaso así la ley tan mara— villosamente observada por Lavater¡ la cual establece una correlación verdadera entre las senales ó marcas que una misma mujer lleva en las diferentes partes de su cuerpo? Omitir una de esas senales en una figura desnuda verdaderamente copiada del natural, es un crimen de lesa sinceridad, primero, y luego una monstruosidad¡algo así como una falta garrafal de ortografía! — Bien se ve que sois a, Aubr y na- el vaciando su copa de chartreuse. Al contrario, fogosamente idealista prosiguió el pintor con entusiasmo.— He tomado por lema este inmortal verso de Hugo: — banquero Pigemol dijo — — ;Oh carne de la hembra! !Ideal [arcilla! ¡ y lo considero tan perfecto todo en esta obra maestra, que juzgo sacrilegio cualquier alteraci6n que en ella pretenda hacerse. La forma femenina es á la vez que el último, el m á, s sublime verso del gran poema de la Creación; la misma Biblia nos manifiesta que Dios nada nuevo quiso crear después de la mujer¡ desesperando de hacer otra cosa Tnejor... 0 peor interrumpi6 el notario Cornensac, escéptico á, macha martillo. Y aproximándose á, Má,ximo, el tabelión continu6 en voz más baja: — — — Querido artista, en vez de estaros aqui discutiendo, mejor haríais sacando á, bailar á, mi mujer, que quedará, complacida viéndose obsequiada por un hombre tan ilustre como vos.!Inocente vanidad de provinciana que aun cree en las glorias parisienses é imagina,' que fulguran en torno de muy EL LUNAR Pues sí, aenores dijo el pintor Máximo Aubry retirando á, un rincón del velador su taza de café para dar mayor libertad á su mímica apasionada; opino que la belleza de una mujer verdaderamente hermosa no consiste tan a6lo en cierto esplendor de líneas y armoniosos tonos de la carne, sino también en una misteriosa relaci6n entre sus hechizos; de manera que al artista no le es permitido omitir ningún detalle, ni aun aquel que pudiera ser considerado como el más insignificante del mundo por los mentecatos á quienes nada se les alcanza de arte, y que no sospechan que en la ex— — ellas sobre los que se les aproximan! Máximo Aubry no se lo hizo decir dos veces. — © Biblioteca Nacional de España Pese al ridículo apellido de su esposo, Mme. Cornenera sin embargo una belleza aristocrática, y su gracia altiva hubiera resplandecido dignamente en la apoteosis de cualquier herá,ldica. De talle esbelto y elevado, de finísimo y blanco cutis que azulaban las sombras, entreabría constantemente sus labios una sonrisa tentadora, que armonizaba con ls expresi6n arrogante á, la vez que seductora de au mirada y con el sac desdén de sus claros ojos surcados de centellas. Su negra y profusa cabellera formaba esculturales revueltas en la nuca, y en la frente las majestuosas ondulaciones del mar tranquilo lamiendo la playa. Pero, más que todo, era el conjunto de su persona el que imponía por su plasticidad extraordinaria y visible bajo la impostura de las ropas. Un mármol viviente modelaba deliciosamente los pliegues de su vestido como en las estatuas helénicas. Como el presente caso, se dan muchos en que vulgares leguleyos poseen harto impropiamente para su uso conyugal, criaturas ante las cuales hubieran caído de rodills,s en férvida adoraci6n lidias y Apeles. Inútil es decir que Máximo Aubry profesaba hacia Mme. Cornensac una admiración en que casi andaba mezclado el terror. Asi se comprende que le ofreciera semi-temblando el brazo para el primer vals¡ y que experimentase desvanecimientos entre el torbellino á, que la arrastraba en sus brazos, respirando los cálidos perfumes de la mística flor que toda mujer lleva en si, Luego, cobrando intrepidez, sentóse cerca de ella, prisionero del aire que respiraba. Y como permaneciese silencioso: 1En qué pensáis? le pregunt6 Mme, de Cornensac. Contemplaba respondi6 pausadamente el artista el precioso lunar que tenéis en el nacimiento del hombro derecho. ¡Ah, Dios mío! ¡Qué exagerado escote! 6Habéis notado...? Y pensaba en el que tenéis más abajo¡en el otro lado... El rubor tinó las mejillas de Mme. de Cornensac. ! Qué d.ecís ! ! No me haréis creer que hasta alli llegue el escote...! gCómo sabéis...? ¡Lavater, señora, Lavater! Y añadió bajito, con aire de triunfo viendo confirmada la teoría cieñtífica : 6Eñ la regi6n lumbar, á izquierda, no es cierto? Mme. de Cornensac se cubrió la cara con el abanico. Tras un momento de silencio en que el pintor parecía divagar contemplando el techo, exclamó como anteriormente : olímpico — — — — — — — — — — 6Eñ qué pensáis? Pienso, senora, en los tiempos en que las princesas de la sangre no dssdenaban servir de modelo á los grandes artistas de su época¡en todo el esplendor de su desnudez victoriosa. ¡Qué horror! No, senora¡era un sentimiento de arte, más apasionad.o que el de hoy y má,s elevado al mismo tiempo. 6Por qué un pudor imbécil ha de oponerse á, la creación de una obra maestra?! Ah, si vos quisierais...! No hablemos más de esto, caballero. Y Mme. de Cornensac levantóse para ir á, tomar el brazo de su marido. — — — — gen... Asi, me parece más decente. Pero antes, habéis de jurarme que no volveréis el rostro del otro lado... Y como Máximo la contemplase con ojos llenos de gratitud inquieta, anadió : ¡Creo que estaría mal hecho privaros de ejecutar obra maestra! Tenéis razón, señora dijo por fin Aubry recobrando la palabra ; más que esto, seria un crimen. Y comenzó la primera sesión al día siguiente¡ sin temor de que se enterase M. de Cornensac, que no dejaba su despacho en todo el día. — una — — — Era la sesión vigésima... ¡la última ya!, pensaba tristemente el pintor. A. pesar de las voluntarias y penelopianas lentitudes, el estudio tocaba á su término. No faltaba sino pintar en las gloriosas carnes de Mme. de Cornensac refiejadas por el espejo y de allí trasladadas á, la tela, el famoso lunar que en efecto ostentaba la hermosa dama en el sitio en que tan bien lo adivinara el artista. S61o que para Máximo, que únicamente veia en imagen á, su modelo, aparecía la sefial á, derecha, y allí la pint6 con arreglo á, su concienzuda teoría. Hasta aquel momento las convenciones habian sido escrupulosamente observadas. Resistiendo á mil tentaciones, Máximo no arriesg6 jamás ni una mirada oblicua, y por su parte Mme. de Cornensac sólo había presentado al espejo el intervalo comprendido entre su nuca de refiejos de ámbar y sus talones nacarados. ; Ya...! dijo el artista aplicando ligeramente la punta de su pincel mojada en negro, en el punto del cuadro donde debía hallarse el lunar famoso. Muerta de curiosidad y de deseos por ver su imagen acabada, Mme. de Cornensac se volvió, y el pintor hizo lo mismo al propio tiempo olvidando su promesa. Asi se encontraron frente á, frente ¡los ojos en los ojos...'. Fué como una corriente eléctrica que empuj6 á ambos hasta arrojar á, uno en brazos de otro... — — ~ Abrid, en nombre de la ley! Era el malhadado notario Cornensac, escoltado por un comisario. Advertido de las visitas de su mujer al pintor, dió con el momento psicológico... Mme. de Cornensac y sus vestidos desaparecieron — por encanto, y Máximo Aubry abrió la puerta decidido á, afrontar la situación. ¡Tenéis una mujer aquí, caballero! dijo el comi- como — — sario. ¡La mía, pillastrón! anadi6 el notario furioso. Y mirando el cuadro sobre el caballete, que el artista no había tenido tiempo de ocultar : ¡No lo negaréis! Reconozco á Mme. de Cornensac. 1 Y en qué lo conocéis, si os place? En ese lunar que habéis servilmente copiado con arreglo á, vuestros principios. Os engañáis ¡ caballero dijo severamente el pintor y calumniáis á, una mujer honrada. Este lunar está, á, derecha, cuando Mme. de Cornensac ya sabéis que lo tiene á izquierda. 6Lo ois, senor comisario? au116 el ultrajado marido. 1Cómo sabría él... si no...? continu6 Aubry ¡Lavater ¡ caballero, Lavater! desapiadadamente, mostrando la senal del hombro. M. de Cornensac se di6 una palmada en la frente después de refiexionar un momento, y luego¡con tono de hombre que recuerda : Es verdad dijo lentamente; sí... está á, izquierda el lunar... Y tendiendo la mano al pintor : Tened la bondad de dispensarme hadijo; < me bian enganado!... ¡Y nada más cierto! Imbécil! ¡como todos! refunfunó entre dientes el comisario, incomodado de no haber podido hacer — — — — — — — ó mejor dos noches en el baile Dos días después, de la condesa de Hautebringue, Máximo no se atrevía á acercarse á, la hermosa notaria¡ á, quien creía haber groseramente ofendido. Mal juzgaba 'el pintor de la curiosidad femenina. En el fondo¡ Mme. de Cornensac había quedado en extremo lisoájeada de los deseos que inspiraba su belleza. Advirtiendo que el artista tomaba un sorbete al kirsh solo en una mesa acercóse á, él y le dijo casi al oído : Me parece que he encontrado un medro... Máxirao la contempló sorprendido. Ella continuó, con encantadora volubilidad de mujer que quiere decir mucho en pocas palabras : g Tendréis un espejo en vuestro taller...? Un XVI, psyché, del mejor 6 Y consentiríais en hacerme sólo de espaldas? del artista iba en aumento. Ella prosiLa sorpresa guió voluble y rá,pidamente, dejando pasar por sus labios las palabras como trinos de pájaro : Entonces podría yo desnudarme, fuera de vuestra presencia, detrás de una colgadura... y luego, para ir á, la pose¡ caminar hacia atrás... Entre el espejo y yo, ponéis el caballete... y entonces sólo copiaríais mi ima— — — — magnífico, — © Biblioteca Nacional de España estilo'Luis — — — — — — — — — — — — — presa. Así el artificio inventado por el dama¡sirvió para la glorificación ¡Sírvales de ejemplo á, todas! pudor de su de una honesta virtud. ARMANDO SILVESTRE. PARÍS LOS PLACERES DE U N PASEO POR EL SE&A desde 1G62. San Kl puerto Bernardo de los más es uno antiguos de París. Kn esta . prendida te de Sully, porción com- entre el puen- Austerlitz y el de abríase en tiem- pos medioevales el apacible arrabal de San Víctor, poblado de Mo- nasterios y de abadías, á la entrada del va,lle pinto- del Bievre, muy entonces y canalizado en nuestros días. resco Pasado el puente de S ully atravesamos el de l a T ourn el le, don d e comienza el malecón de igual nombre, antigua extremidad. oriental del de recinto Felipe Au- el que ejercía mando la fortaleza de gusto en la Tournelle. Kl vaporcito pasa por delante del brazo de río frecuentado tan sólo por la ílotilla y contornea ahora la isla de la Cité. lejos A lo se divisa pronto, por encima de las casas de la isla, de el presbiterio Dame,' con de Notre- sus contra- articulados, pequeño y como amontonado, parecido al caíuertes parazón vacío de un cangrejo grisáceo. Kl barco sigue á lo largo de--la Morgue, y ante la altura del para- edlíício ORILLA la popa de un colosal navío. Kn efecto, la isla de la Cité se presenta como uu gigantesco barco varado en medio del Sena. Esta forma de buque llamó ya IZQUIERDA Lo primero que se ofrece á la vista es el Jardín de Plantas y el malecón de San Bernardo. En el ribazo se distingue los Almacenes de depósito de los molinos de Orleans el Corbeil, y el trazado del ferrocarril de hasta el corazón de París. En prolongado malecón¡ pasado el se alza el este paraje Jardín de Plantas, Mercado de los Vinos, establecido © Biblioteca Nacional de España imaginaréis peto que domina este en frágil esquiíe pasar rozando en sin duda la atención de los escritores heráldicos, y en ella tal vez deba verse el origen del navío que antiguo escudo de París. Kn tan estrecho alza, pues, la Cité, la cual, en la Edad media, no encerraba siu embargo menos de veintiuna iglesias de todos los estilos, y de las cuales sólo quedan dos: Notre-Dame y la Sainte-Chapelle. decora el recinto se más hacia el norte, sobre el florido malecón, levantaba una casa ilustrada por Eloísa y Abe- Algo se lardo. Llegamos al de Arcole y tras de él puente en su vasta y luminosa aparece el Hotel-Dieu que construcción moderna recuerda poco lo que fué ancuando levantaba, en el costado sud de tiguamente, fachada rugosa, negra, la isla, de leprosidades. una Kn el malecón de las las elegantes flores, en como el rle la cubierta Cité, y bajo flores, en techumbres del Mercado de ciertos días de la puede semana verse un desborda- de rosas, de crisantemas, de violetas, de verdes arbustos y plantas raras, que ofrecen por la manana vivas y alegres notas, reemplazadas los domiento mingos por ambulantes y vocingleras colecciones de pájaros, arrlillas, conejos ¡perrillos y ratones blancos. Al lado de este mercado de flores, se alza el Tribunal Después Pont-au-Change, cuyo nombre proviene de los cambistas que allí habían instalado sus tiendas en los siglos medios, llegamos frente al Palacio de Justicia y la Conserjeria, que reflejan á orillas la gran torre cuadradel agua su grupo de torres, da del Reloj, en el ángulo del malecón y del bulevar, dominadas por la esbely las dos torres redondas, ta y ligera aguja de la Sainte-Chapelle. — — llegados á la proa del navío de la Cité, decorado como un antiguo trirreme con la legendaria estatua de Enrique IV, y ante la cual avanza, como espolón florido, el terraplén del Puente Nuevo. Del otro lado de la Cité hemos dejado, á lo largo Vednos del brazo del río, las riber" se con San Severino sidad y su sus arcos con sus terreno del s iglesias alzan las venerables Pauvre, país latino, donde de Saint Julien-le- de medio punto, y ojivas, la vieja Univer- romanos góticas montuoso, la calle de Saint-Jac- ques, que continúa siendo, como antiguamente, la «calle pedantesca», pero pronto, detrás de la exclusa que cierra el brazo al occidente, divisamos la Fábrica de Moneda y á continuación el Instituto, edifi- cados les, tan garita el en emplazamiento del antiguo Hotel de Nes- célebre por los crímenes afribuídos á MarBorgona, popularizados por el drama y la de novela. Después Malaquais cón de del Puente de las Artes con sigue la Escuela de Bellas jadas Artes¡el male- Voltaire, antiguamente habitado por el filósofo y hoy día poblado de anticuarios. Kn el Puente Real da comienzo el malecón de Or. antiguo Tribunal de Cuentas, LAS carreras constituyen uno de los mayores plaparisienses, uno de los principales atractivos de la primavera, del verano y del otono, y no solamente son muy populares y concurridas, no solamente constituyen uno de los grandes acontecimientos de la capital, como por ejemplo el día del Gv'and Ptix¡que Las © Biblioteca Nacional de España de anos abandono, eon en una por el fuego, digna de decoración se había conlos cuentos de Hoffmann, acaba de surgir como por encanto la nueva estación de Orleans, cuya fachada muestra, á través de las arcadas aun vacías, la inmensa armazón férrea de Más sus interiores. detrás de los aristocráticos edificios del malecón, que recuerdan la vieja nobleza del arrabal Saint.Germain, se entrevén las flechas de Santa Clo- lejos, tilde, y en el ángulo de la calle de Solferino, el palacio de la Legión de Honor. Luego el malecón toma aspecto todavía más pomposo y severo, engalanándose el edificio del con Cuerpo Legislativo, trás del Puente de la Concordia destaca en que deel azul de perfil templo griego. Concordia, admiramos la magnificencia, la elegancia, la audacia del nuevo puente Alejandro III, cuya primera piedra colocaron en su Pasado el de la l896 Félix Faure y Nicolás II de Rusia. Kn el puente de Jena se embellece el y á poco trecho de la orilla Marte, se Campo de alza la Torre Kiffel. Tras los contrafuertes de asperón que bordean el Sena al nivel del puente de tablas de Passy, se ha levantado la nueva estación del de Campo que conduce directamente los viajeros por línea de la estación de San Lázaro. Entre el nelle, la puentecillo de Passy y el puente de GreCisnes, de aspecto harto pobre y isla de los desprovista de derada más bien jardin, atractivos, como un blecimientos con sus mil de fundiciones, industriales, donde salen la mayor parte Al la cual dique puede ser consipiedra que como senala el malecón de Grenelle interesante, hora Marte, una nueva en su sus parte más grandes esta- y los talleres Cail, de de nuestras locomotoras. la noche se puede regresar á París, á la que las orillas del Sena se iluminan reflejando caer en girándulas de mecheros de gas en sus aguas, cruzándose por ellas las embarcaciones como en una fiesta veneciana. El río ofrece maravilloso; entonces créese uno un aspecto fantástico y transportado á otro mundo ensancha pasado el puente y á otro continente. Se de Grenelle, las orillas descienden, y en el horizonte detrás del viaducto de Auteuil, las verdegueantes laderas de Meudon. se dibujan netamente, CAR R KR A.S ceres el de consagración de la moda de verano, de veintiséis ennegrecidas y vertido el malecón Ferney, say. De las ruinas del es después enmaranamientos de lianas y de plantas parasitarias creciendo en medio de las paredes resquebrasus ambiente de Comercio. del que, en que mondaines y demi-mondrrines inauguran las toilettes más ó menos chillonas salidas de los talleres de los grandes modistos, y dan el tono de la elegancia, consagración hecha oficial por la presencia del presidente de la República, regocijada por la exhibición de todas las celebridades del día, ministros, diplomáticos, chantases y cocottes de alto rumbo, sino — 14 cbases, el último asilo de los Bucéfalos., Longchamp ha quedado como lugar de preparación, reservado á las «poules» ostentosas, á los compromisos sensacionales, donde el inglés entra realmente en competencia con los criadores franceses, y el Grand Prix puede ser considerado como el tipo de todas las demás carreras: es la prueba que da mejor idea de lo pintoresco, 'de lo animado, mundo de la devorante actividad del sportivo. El Grand Prix se corre siempre el segundo domingo después del Derby de Epsom¡corrido el miércoles antes de Pentecostés. Los compromisos se hacen anticipación con algunos tiempo deben considerarse internacional, que reune en el turf currentes de todos los con- países. Zs la única autorizada por la ley. descriptible se taquillas especiales detrás de las tribunas. Hay puestas de 500, 100, 50, 20, 10 y 5 francos. Se apuesta desde la pregonación de los caballos hasta en que suena el timbre eléctrico anunciando la Zl número de caballos que corren lo indican cuadros negros. partida. grandes ZL «GRAND PRIX» Si inglesas tumulto y que andan Chantilly es la metrópoli del turf, el «Newmarke el gran centro de adiestramiento, MaisonsLaffite una escuela seria, y Auteuil con sus Francés», steeyle- EPIO-R,A M A S Murió Tan Fermín¡y presto á Simón su se esposa unió Que se duda si enviudó, Tanto adora al que reposa. Tan acelerada unión Bien da á entender, á fe mía., Que cuando Fermín vivía, Ya era Preguntó Con nino á un su ansia, Podría llamarle Y En madre, pues lo ignoraba, A cuál de dos que miraba t Por padre. Le ella, dudosa cual él, Por no enganarle, le dijo: Tu padre no lo sé, hijo; una Mas mi marido es panadería Entró Juan el otro día, Y á la duena Salomé, no dijo: estar el dependiente, Démelo usté, Si lo tiene usté caliente. — Manuel, del Palacio. — marido Simón. aquél. J; P. Eorner. Zn Juana Y yo me juzgué Dióme otra, una que no pisada, era acaso ; tan paso, Tampoco dije nada. Íbame á dar la tercera, Yo la dije: ¡Tente, Juana, le — Que si yo tuviera gana, Bastaba con J; vano force~eaba Dona Carmen Garabato dió © Biblioteca Nacional de España una vez y otra exclamaba: ! Quién me estrena, quién me esY oyéndola así gritar, [trena! Dijo ¡Para un chusco : — ¡Brava idea! el tonto, que la crea Que está, aún sin estrenar! la primera! Iglesias de Zn cierto mercado, Elena Rábanos vendiendo estaba, Y la Casa De batahola, multitud compleja barajados pick-pockets y rateros. Y entretanto, á lo largo de los Campos Zlíseos, en las avenidas del Bosque de Bolonia se oprime y se desplega la interminable cola de landós donde se repantigan las bellezas del día, las horizontales de más renombre, mondaines audaces y avisadísimas, frisando con la cocotte, que se dejan chicolear y tutear á veces por nuestros diplomáticos y personajes oficiales, los cuales desarrugan el ceno y echan una cana al aire en ese día de ftirt internacional. en La puesta anos. ! Y qué memorable fecha en los fastos parisienses la del Grand Prix! Desde medio día, el gentío se estruja en las taquillas de las apuestas mutuas, en in- como una á los LA APUESTA MUTUA efectúa de dos parte, las caballerizas francesas hacen frente á las de una manera notable. que al mismo revista á esta Liborio Porset. Para meterse el Pues la tela zapato, rasgaba. mares sudaba, se Viendo que á Dijo al torpe zapatero : ¡Siempre tan poco certero! Acérquese usted, á ver Si me lo puede meter, Sin abrir más agujero. — 15 CARTAS A MARGARITA Mi inolvidable ingrata: Empiezo por llamarte así, porque no creo que mereces otro caliíicativo. Me ofreciste venir á pasar la primavera conmigo en Barcelona y veo que te arrepientes del ofrecimiento. Comprendo que tuvieras tu poquito de temor cuando los sucesos andaluz ¡ en el que la acompana con la guitarra el Sr. Lara. También ha reaparecido la estrella Mlle. Sperata y tengo entendido que se propone la dirección ofrecer nuevos y sorprendentes debuts. Ya te daré cuenta de ellos. Zl teatro Gran-Vía continúa viéndose muy favorecido por el público y merecidamente. Vinas es un buen como lo éxito actor, prueba el que ha logrado en Dotoretes, á, pesar de tener que luchar con los recientes recuerdos de otro artista á, quien la gente se había ya acostumbrado á, ver aquella obra, y además la empresa entendido á va reforzar la tengo que companía contratando á, Lolita Mendoza¡que cada día está, más guapa y má,s artista. Lamento la determinación por el público de Castellón, donde la Mendoza habia, como vulgarmente se dice, caído de pie; pero me alegro por nero profesor pasados; pero ya que no ocurre nada¡ debes determitu promesa. Como dice el «tío Simón» en la zarzuela célebre, narte á, cumplir Alegre vuelve la calma Después de la tempestad la tempestad ha pasado¡merced á transide unos¡ganas de trabajar de otros y los buenos oíicios de las autoridades entre ellos. Y que la tranquilidad. ha renacido lo prueba más q ue nad.a la animación que se nota de nuevo en los teatros. Zn el Principal, Larra y Balaguer están haciendo una labor meritísima y puedo decirte que perfecta. Todo lo que estos distinguidos artistas representan, es culto, ameno y y ya el gencias éeme, nosotros y porque creo que el teatro de la calle de Cortes hace una buena adquisición. Zn Novedades se ha estrenado Et campanero de Nuestra Senora de Paris, drama de gran espectáculo está, haciendo las deque licias de los aíicionados á, ir al teatro á quedarse con el corazón convertido en un guisante. La obra está, muy bien presentada y para ella se han pintado nada menos que trece decoraciones, se ha construído un gran vestua- regocijado. Entre las obras han dado á que nuevas conocer últimamente, figura una preciosa comedia en un acto, titulada DuLces me- mori as ¡de Eusebio Blasco. Zs un primor, un verdadero primor en un acto que, ó es muy corto ó sabe á poco. Larra hizo un cr rio, etc., viejo general que se rejual recordar ante la que fué objeto de su pasión en sus mocedades las «dulces memorias~ ¡que no había más que pedir. No dejes de ver esta obrita si tienes ocasión. Zn el Liceo se están venece sucediendo unos cuantos conciertos que se ven mu y concurridos y son caliíicados, por los mismos que los ejecutan, de solemnidades musicales. Yo, que aun cuando no á llego creer, como Napoleón, que la música es el menos ingrato de los ruidos, no tengo sin duda el gusto depurado para que se en MLLz. PAULR REYNR, del todo su, valor estas marala herejía y perdóname y no se lo digas á nadie , que paso mejor rato que con unwa d-Rosenthal vi , viendo y riéndome a carcajada impia con el Q Quo Vad' Vadis., g, por ejemplo, que se representa con éxito creci eciente en Eldorado y que á pesar e ser un dis 'n de p aratón d tomo y lomo, bien mirado tiene su poquito de intrín inc usive.Sinesio 'ngulis y resulta hasta tendencioso Del ga ado 07 que como sabes vale mucho~ 11 «urrinche ¡aun cuando se lo proponga! a,ega Zl ódi8o Penal es otra ra obrita, también del Zldoo, que aun cuando muy de brocha gorda, entre tiene te e d diré — — t agradablemente. Dzmr-Vrzzez, Z<n el o etc. En el E<dén Concert, los debuts se suceden con la misma facilidad que se enredan las cerezas. Raro '~é es el día en que el director de dicho popular teatro, no nos ofrece una novedad.. Por supuesto, que así se hacen las cosas cuando se quiere hacerlas bien¡y de este aluvión de debuts de gente nueva¡ el primero que resulta favorecido es el propio cosechero. Entre otras muchas que no recuerdo necesitaría tener para ello la memoria de Menéndez Pelayo,— Eden Concert, de Barcelona trabajan actualmente en el concierto de la calle del on e del Conde e Asalto sa o Miles. i es. R oxane, Souquieres, De Vries, Peltier Marl y~ d'Halamb ra, Lavalliéres, Delvar, Faureska Rey Loulon Mion ne Zeal ¡ Cocot, Saint-Bast el, ¡ Paule Reyne de quien es el retrato que adjunto te envío Bertyl etc. ! Una frio lera! Zn el Alcázar Zspanol está cortando et bacalao, Antonia Espinosa que antes actuaba en el Ambigú Barcelonés y que con su gra cia y simpatías «disloca» al respetable público Tambi én es muy aplaudida la simpática paca (a) la China. A cada cual lo suyo, y para ti un beso muy apretado d e tu invariable amiga, — necesita poder apreciar villas sinfónicas ' Trianon on, continúa Mercedes Amorós (née Solis) teniendo much uchos aplausos con su repertorio de gé- © Biblioteca Nacional de España I~e. H<ii<aics v Coxr.' — Bascosa ADMINISTRACI6N: PVERTA PA.R I S ALEGRE. DEL ANSEL) BARCELONA. 15 Y.17. No Canas mas AGUA SALLES Esta asna vtrr rtvat, progre ó insta»tunea. d» vuelve á los siva S,'abettu» btavvru~ y Zsarba su COLOR PRIMiTIVO: Rubio, Castaho, Moreno ó Negro. Bastan una ó dos aplicaciones sin lavado ni preparación. PRODUCTO TNOPENEIVO.— RESULTADO GARANTIZADO SALLES, yils¡73, 8. Turbrgo, Pariz. Teuóese: Pvrfumenas y Peluqucriaz Itareeluiva ~ 'ur vea vuri 4;ebrian y S:.' — — obtienennHERMOSO PECHO medio de las or PILULES ORIEIYTAEES desarrollan y endurecen á los senos,hacen parercr las sali las huesosas de los hombros y dan al Busto unz graciosa lozania. 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