La crisis mundial del empleo: el G-20 debe actuar ahora para evitar una década perdida - Artículo de opinión de Juan Somavía, Director General de la OIT El panorama mundial del empleo es terrible. El desempleo afecta a más de 200 millones de personas, y continúa aumentando. La tasa actual del crecimiento mundial del empleo, a 1 por ciento o menos anual, no permitirá que se restablezcan los 30 millones de empleos que se han perdido desde que comenzó la crisis en 2008. Sin embargo, los números del desempleo son sólo una parte de la historia. Estos ocultan el hecho de que millones de trabajadores tienen trabajos a tiempo parcial porque carecen de una alternativa mejor, posponen su entrada en el mercado laboral, o han abandonado del todo la búsqueda de trabajo. Aún antes de la crisis, la mitad del total del empleo fuera de la agricultura estaba en la economía informal, y dos de cada cinco trabajadores en el mundo vivían por debajo del umbral de la pobreza de 2 dólares al día por persona. Los jóvenes están siendo particularmente afectados: el desempleo juvenil permanece en poco menos de 80 millones, una tasa dos o tres veces superior a la de los adultos. El desempleo y la desigualdad de los ingresos son el denominador común de las protestas que se multiplican en diferentes partes del mundo. Más aún, millones de personas tienen trabajo pero carecen de los elementos básicos de la dignidad: derechos, protección social y voz. En 25 países se han llevado a cabo protestas relacionadas con el empleo. La situación podría empeorar. Con la desaceleración de la economía desde mediados de 2011, estamos al borde de una recesión mundial del empleo que podría durar toda una década. Y si ignoramos la aspiración común de una oportunidad justa de acceder a un trabajo decente, las consecuencias sociales y políticas podrían ser catastróficas. Cuando los líderes del G-20 ser reúnan esta semana en Cannes, su mayor desafío será mantenerse en contacto con sus ciudadanos y responder al creciente descontento mundial. Ellos se esforzarán por calmar los mercados financieros y asegurar que, primero la zona euro, luego Estados Unidos y finalmente Japón, resolverán de manera positiva su crisis de deuda soberana. Es urgente apagar los incendios financieros con medidas y normas de emergencia. Sin embargo, para conservar la legitimidad política, el G-20 deberá enfrentar con el mismo vigor la tragedia de los millones de desempleados y de trabajadores precarios que están pagando el precio de una crisis de la cual no son responsables. Como propusieron los ministros de Trabajo y del Empleo del G-20 en su reunión de Madrid, son indispensables medidas dirigidas a estimular directamente el crecimiento del empleo. Es probable que las cumbres de Negocios y de Trabajo del G-20 manifiesten su apoyo a esta posición. Los líderes del G-20 pueden dirigir sus esfuerzos de recuperación económica mundial hacia el camino del trabajo decente basándose en sólidas asociaciones público/privadas. Esto se traduce en cuatro medidas concretas que han demostrado su eficacia. • En primer lugar, es necesario aumentar las inversiones en infraestructura para el empleo desde el actual 5-6 por ciento del PIB, al 8-10 por ciento en los próximos cinco años. China e Indonesia han demostrado que este tipo de inversiones desempeñan un papel crucial para mantener el empleo durante una desaceleración. • En segundo lugar, garantizar que las pequeñas y medianas empresas, la principal fuente de creación de empleo, tengan acceso al financiamiento bancario y a sistemas de apoyo a la gestión, y que los créditos otorgados a las PYME crezcan, como mínimo, a la misma tasa del desembolso total. Eso han hecho Brasil y México. • En tercer lugar, concentrarse en el empleo para los jóvenes, a través de pasantías, y servicios de orientación eficaces y formación empresarial, a fin de facilitar la transición de la escuela al trabajo. Los países que han seguido esta ruta, como Alemania, Australia y Singapur, tienen tasas de desempleo juvenil más bajas. • Finalmente, debemos establecer pisos de protección social en los países con baja cobertura. Esto puede realizarse con un costo de entre 1 y 2 por ciento del PIB, dependiendo de cada país. Los esquemas de protección social financiados con dinero público en Argentina, Brasil, India, México y Sudáfrica están ayudando a millones de personas a salir de la pobreza. Si los países se concentran en estas prioridades al mismo tiempo que elaboran planes creíbles y socialmente responsables para financiar la deuda soberana y consolidar las finanzas públicas, la recuperación será más sólida. Estas medidas, que integran políticas macroeconómicas, de empleo y políticas inclusivas del mercado laboral, si son adoptadas ampliamente, impulsarán la tasa mundial de crecimiento del empleo a 1,3 por ciento, recuperando así para 2015 la tasa de empleo de la población en edad de trabajar que se registraba antes de la crisis. El respeto de los derechos fundamentales en el trabajo y la consideración de las reivindicaciones de las personas a través del diálogo social permitirán la construcción de un consenso alrededor de políticas que responden a las exigencias de ingresos, justicia y dignidad. El mundo enfrenta un urgente desafío de igualdad. La percepción de que algunos bancos son demasiado grandes para fracasar y algunas personas son demasiado pequeñas para ser tomadas en cuenta y que los intereses financieros predominan sobre la cohesión social, socavan la confianza de las personas de tener la justa opción a un empleo decente. La OIT urge a los líderes del G-20 en Cannes a colocar la economía real al mando de la economía mundial; a orientar el sector financiero hacia inversiones productivas a largo plazo en empresas sostenibles; a ratificar y aplicar las ocho normas fundamentales del trabajo de la OIT; y a perseguir el empleo, la protección social y los derechos básicos en el trabajo con la misma diligencia aplicada para controlar la inflación y equilibrar las finanzas públicas. Esto permitirá sentar las bases de una nueva era de justicia social y es la manera de restablecer la confianza de las personas.