Mujeres y género en la sociedad china contemporánea

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Mujeres y género en la sociedad china
contemporánea
Amelia SÁIZ LÓPEZ
Institut d’Estudis Internacionals i Interculturals
Universitat Autònoma de Barcelona
[email protected]
La presencia de China en nuestra cotidianeidad cada vez es mayor. En la
última década ha pasado de ser un país misterioso, desconocido, atrasado,
pobre, etc., a ocupar titulares en los periódicos de mayor tirada del país casi
siempre vinculados a sus logros económicos y a su pertinaz violación de los
derechos humanos –como si fuera la única nación que los vulnera. China es
una nación dinámica que ha experimentado grandes cambios a lo largo
del siglo XX, paralelos a los que han tenido lugar en el resto del planeta. Y
sin embargo, aún son demasiado persistentes, en nuestras conversaciones y
textos divulgativos y especializados, frases como “la China milenaria”.
Al igual que otras sociedades contemporáneas, la sociedad china ha
experimentado profundos cambios sociales. En este capítulo se analizan
estos cambios en tres grandes apartados que tienen a las mujeres como
protagonistas y a la movilidad como hilo conductor. Tras perfilar los aspectos
más importantes que han afectado a la posición social de las mujeres
chinas desde la instauración de la República Popular, el apartado dedicado
al mundo laboral analiza la adaptabilidad de las trabajadoras chinas en
una economía cambiante y cada vez más cercana a las relaciones de
producción capitalistas. El ámbito familiar muestra la evolución de la familia
extensa a la nuclear, y sus consecuencias en las relaciones intrafamiliares, así
como de la posición de las mujeres en su seno, todo ello con una perspectiva
Amelia Sáiz López, adscrita al área de Estudios de Asia Oriental del Institut d’Estudis
Internacionals i Interculturals de la Universitat Autònoma de Barcelona, se ha especializado en
el estudio de la presencia asiática en el estado español con especial incidencia en Cataluña,
la interculturalidad y el papel de las mujeres en las sociedades de Asia Oriental. Ha publicado
Utopía y género. Las mujeres chinas en el siglo XX (Biblioteca de China Contemporánea, Ed.
Bellaterra) y ha editado Mujeres asiáticas. Cambio social y modernidad (Fundació Cidob).
También es autora, junto con Joaquín Beltrán, de Els xinesos a Catalunya. Família, educació
i integració (Fundació Jaume Bofill / Alta Fulla).
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multifocal en un intento de reflejar la diversidad y multiplicidad de las mujeres
chinas en la actualidad.
Finalmente nos ha parecido oportuno exponer la evolución de los Estudios
de Mujeres en China y su vinculación con la agenda internacional de
género dada la enorme importancia que las perspectivas académicas han
logrado en la dirección del activismo político internacional. Por otra parte,
la producción de conocimiento local en ocasiones se enfrenta a la visión
occidental de los términos y de las definiciones apelando a experiencias
específicas, nativas y propias.
2. Los antecedentes
El 1 de octubre de 1949 se funda la República Popular de China. El
partido comunista, con su propuesta de modernización trató de liberar al
pueblo chino de la superstición, la tradición, los linajes... y del patriarcado
confuciano. El ideario del Movimiento del Cuatro de Mayo de 1919 por fin
llegó al poder. Para transformar la estructura familiar, el gobierno decretó
en 1950 la Ley del Matrimonio. Se trataba de”democratizar” las relaciones
familiares y neutralizar la jerarquía de autoridad de acuerdo a los criterios
hasta entonces dominantes: la generación, el género y la edad. Se “liberó”
a las mujeres de “las tres obediencias” –para con el padre cuando hija,
al marido cuando esposa, al hijo cuando viuda– y a la población china
de someterse a los matrimonios concertados por los padres sin el previo
consentimiento de los cónyuges. Se facilita el divorcio a las mujeres y, por
primera vez en la historia de China, el acceso a la custodia de los hijos e hijas
una vez materializada la ruptura matrimonial. Por ley, los descendientes de
un matrimonio dejaban de pertenecer única y exclusivamente a la familia
paterna.
En la China republicana (1912-1949) ya hubo un intento de reducir el efecto
del confucianismo en la familia. Aspectos tradicionales y modernizadores
se combinaron en el Código Civil de 1930 para crear una nueva estructura
social acorde con las necesidades de la incipiente sociedad burguesa
Conocido en la historiografía oficial de China como año de la liberación: jiefang (解放).
Caracterizado por ser patriarcal, pues la máxima autoridad recae en el varón de más edad
del grupo doméstico; patrilineal, es decir, con línea de filiación masculina, y patrilocal, porque la residencia de las nuevas parejas cónyuges se establece en casa de la familia del
esposo.
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sin renunciar a las señas de identidad propias de la cultura Han. Así, se
mantiene la autoridad masculina en el seno familiar (tradición) matizada por
la obligación de fidelidad entre ambos cónyuges, derecho al divorcio para
ambos –con custodia paterna– y a la herencia familiar de las mujeres, pero
en menor cuantía que las partes correspondientes a sus hermanos varones.
A pesar de este reconocimiento, la dependencia económica de las mujeres
chinas impedía la puesta en práctica de las situaciones previstas en la ley.
Era necesario, por tanto, garantizar la autonomía financiera femenina si
verdaderamente se quería que fuesen “mujeres liberadas”. La ley de la
Reforma Agraria de 1950 les otorga derechos de propiedad sobre la tierra
en iguales condiciones que a los hombres. Por aquel entonces, la mayoría
de la población china vivía y trabajaba en zonas rurales, y la segregación de
sexos era predominante y más acusada entre los campesinos del norte del
país. Reconocer el derecho femenino a la propiedad de la tierra equivalía
a asignar una cualidad a las mujeres que hasta entonces no tenían en la
sociedad agraria china: ser trabajadoras, a pesar de que siempre habían
contribuido a la economía familiar doméstica tanto en el ámbito reproductivo
como en el productivo (Sáiz López, 2001).
La aparición de las mujeres en la escena pública, más allá de los límites
espaciales, productivos y simbólicos de la familia extensa, puso de manifiesto
las dificultades para poner en práctica el modelo de relaciones sociales y
familiares urbanas en la China rural de la época, especialmente ante la
resistencia de los esposos y de las suegras para aceptar la nueva posición de la
esposa/nuera en el grupo doméstico y por la negativa de los maridos a permitir
que sus mujeres trabajaran fuera de su control –visual y simbólico– y junto a
otros hombres. Sin embargo, los ideólogos del partido comunista apelaban
a la participación femenina en la producción como preámbulo necesario
para la equiparación social, y para poder ejercer como trabajadoras era
necesario que su posición familiar cambiara radicalmente. En este sentido,
familia y trabajo, reproducción y producción, privado y público, componen
un continuo en la vida social de las mujeres en general, y de las chinas en
particular, que ha visto cómo desde finales del siglo XIX, ha ido configurando
diferentes escenarios paralelos a las transformaciones sociales: el fin de la
dinastía imperial, la presencia de las potencias extranjeras, la aparición
de la industria, las ciudades, la burguesía, la clase obrera, el socialismo, el
mercado, la globalización, las nuevas tecnologías...
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Con la muerte de Mao Zedong (1976) China inicia un camino que, con el
paso de los años, la ha colocado en el sistema internacional. Las Cuatro
Modernizaciones marcan el tiempo de las reformas y de la “apertura” (gaige
kaifang, 改革开放), y sumadas a la etapa anterior, dibujan un país liberado,
reformado y abierto al mundo exterior.
2. Movilidad femenina en la economía de mercado
El periodo conocido como China maoísta (1949-1976) se puede interpretar
de muy diversos modos según el aspecto que se analice. Desde el punto
de vista de la situación social de las mujeres chinas, se podría calificar de
preámbulo, introducción a la fase de economía socialista de mercado
que el gobierno mantiene. Un preámbulo porque prepara el terreno a la
productividad femenina, a la aceptación de las mujeres como fuerza
de trabajo, imprescindible en un sistema productivo necesitado de gran
cantidad de mano de obra disponible.
Las reformas económicas conllevaron la apertura de China a la inversión de
capital extranjero con las consiguientes deslocalizaciones de la producción
industrial de mano de obra intensiva. Los artículos “made in China” llegaron
a nuestras casas antes de que no los sirvieran comerciantes de rasgos
asiáticos. La demanda de trabajo intensivo en las cadenas de la industria
ligera ubicadas en el sureste del gran país asiático, por un lado, junto a
la demanda urbana de trabajadores no cualificados por otro generó el
movimiento de población de mayor volumen de los últimos años en el mundo:
la migración interna. Por primera vez en la historia de la República Popular,
las mujeres chinas se incorporan a la llamada “población flotante” (liudong
renkou, 流动 人口), es decir, aquella que de hecho “no ha migrado”, que
va y viene sin vocación de permanecer como un grupo asentado (Solinger,
1999). En realidad, la denominación está más relacionada con la vinculación
administrativa de los y las habitantes al territorio chino que con la voluntad
de permanencia de “las personas móviles” y desplazadas.
A mediados de la década de 1950 el éxodo rural masculino amenazó la
organización urbana maoísta que se articulaba en torno a las denominadas
danwei (单位) o “unidades de trabajo” como han sido traducidas.
Empresas estatales que organizan la vida laboral, social y, en cierto sentido,
afectiva de sus trabajadores y trabajadoras. La “unidad de trabajo”
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asigna al varón las viviendas que una familia va necesitando conforme
va cumpliendo el ciclo familiar ­ –en caso de divorcio, por lo general es la
mujer la que se queda sin casa–, las escuelas e institutos para sus hijos e
hijas, proporciona la atención sanitaria, los cupones para la comida,
el sistema de jubilación –sustituyendo a un trabajador por su hijo y a una
trabajadora por su hija (sistema dingti, 顶替)– y el de pensiones, entre los
principales servicios facilitados por la unidad de trabajo. Unas condiciones
laborales y de calidad de vida mejores que en las zonas rurales donde los
campesinos tienen que vender al estado su producción y no reciben ni
cupones, ni vivienda, ni ningún beneficio social como educación, asistencia
sanitaria o pensiones de jubilación. Así las cosas, el éxodo rural masculino
descompensaba el desequilibrio necesario en el modelo de desarrollo
económico maoísta entre el campo y la ciudad. Para evitarlo se creó el hukou
(户口), el “certificado de registro del grupo doméstico”, cuya peculiaridad
más señalada era la prohibición implícita de movilidad geográfica, así cada
cual debía permanecer residiendo en el lugar en el que había nacido y
se transmitía y transmite por vía materna. En la actualidad, parte de las
implicaciones de la existencia de este certificado de registro doméstico
afectan al estatus de la población flotante, pues trabaja en lugares en los
que no tiene residencia permanente.
A partir de la década de 1980, pues, la población femenina china alimenta
por primera vez los flujos de migración interna en el país, momento histórico
en el que las mujeres de distintos países asiáticos –filipinas especialmente–
y latinoamericanos –de la República Dominicana primero y luego de
Ecuador– sobre todo, protagonizan la migración y las cadenas migratorias
transnacionales. Una vez más, y como ya sucediera en el pasado, las mujeres
chinas se incorporan y participan de los movimientos y procesos sociales
que atañen a mujeres en otros lugares del mundo, conexiones existentes
con anterioridad a la presente globalización, pues el modelo social del
patriarcado ha articulado las relaciones familiares, sociales y productivas,
en gran parte de las sociedades y culturas del planeta.
En la obra de Zhang Jie, Galera, se narra la historia de tres mujeres en la cuarentena que por
distintas circunstancias, incluida la del divorcio, comparten un piso. La historia transcurre a
comienzo de la década de 1980.
Sobre la participación de las mujeres chinas en los movimientos sociales que contribuyeron
a visibilizarlas y a cambiar sus estatus familiar y social, un proceso paralelo al experimentado
en Europa, véase Sáiz López, 2001.
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La mano de obra femenina integrada en la población flotante ha cubierto
sobre todo puestos de trabajo de nueva creación, posibles gracias al impulso
productivo de las medidas adoptadas en las reformas económicas, que se
caracterizan en su mayor parte por unas condiciones laborales más precarias
que las facilitadas por las empresas estatales. La imperiosa necesidad de
rentabilizar las “unidades de trabajo” ocasionó efectos perversos en el ámbito
laboral, notorios de manera casi inmediata para las mujeres y efectivos casi
una década después en los trabajadores, pues la contratación de mujeres
resultaba más cara para una danwei que la masculina. Las leyes, como la
de Protección Laboral de 1988 o las regulaciones del Cuidado de la Salud
(Woo, 1994), estipulaban permisos de baja y descansos laborales para los
periodos críticos de las mujeres –menstruación, lactancia de los hijos e hijas,
embarazo y permiso de maternidad– además de obligar a las empresas a
crear la infraestructura necesaria para la crianza de los hijos y las hijas. En
definitiva, mantener activas a las mujeres resultaba más caro que disponerlas
en reserva, es decir, de baja permanente, pues la ventaja de trabajar en las
empresas estatales estaba en las condiciones y beneficios sociales añadidos,
no en el sueldo. Primero fue la baja permanente, luego la no contratación de
nuevas mujeres, después el despido de ellas y acabar con el de ellos; así ha
sido el itinerario seguido por muchas danwei hasta acabar desapareciendo
o transformándose.
En los años ochenta, y coincidiendo con este proceso de reajuste estructural
económico, se dejaron oír voces en favor de “la vuelta al hogar” de las
mujeres. Esta propuesta (re)negaba de alguna manera la etapa anterior
cuando las mujeres trabajaban en los campos de las familias y de las
comunas, en las fábricas y en las denominadas “industrias de la calle” de
las zonas urbanas, a pesar de que los salarios no eran elevados o nunca
llegaban a sus manos, dada la permanencia ideológica y práctica de la
figura del cabeza de familia, el varón representante de las mujeres de la
familia en el ámbito laboral y social, una solución intermedia para terminar
con la institucional segregación entre los sexos de la sociedad china. “La
vuelta al hogar” de las mujeres no se hizo efectiva de manera obligatoria:
algunas, las más mayores, las más cansadas, las que tenían familiares a los
que cuidar..., sí que decidieron abandonar el trabajo; otras se resistieron y lo
defendieron con los argumentos del partido comunista y con sus promesas
de igualdad social para hombres y mujeres. Así, las mujeres no volvieron
al hogar en masa pero sí fueron cambiando los espacios y ubicaciones
laborales, de las empresas estatales a otras semiprivadas, de propiedad
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cooperativa, privadas y extranjeras, del campo a las ciudades, del norte al
sur del país.
La salida de las trabajadoras de los puestos laborales con mejores condiciones
propició sus iniciativas empresariales privadas. Las empresarias, con una
presencia tímida en los ochenta, demostraron a la nueva sociedad china que
estaban preparadas para contribuir al enriquecimiento del país, consigna
patriótica china por excelencia de la década de 1990. En el campo y en las
ciudades, las mujeres diseñaron y trabajaron para rentabilizar sus proyectos
económicos utilizando sus recursos, conocimientos y apoyo logístico de las
redes de mujeres lideradas por las agrupaciones locales de la Federación
de Mujeres, organización del partido comunista para el “trabajo político” de
y para las mujeres chinas.
La Federación de Mujeres (Funü lianhehui, 妇女 联合会) es la mayor
asociación femenina de China. Está presente en todo el territorio y cuenta
con un infraestructura económica, académica, de recursos humanos
y de propaganda importante, un conjunto que la coloca en una de
las organizaciones más completas del país, destino obligado en China
para cualquier activista o estudiosa sobre sus mujeres. La Federación ha
liderado todas las campañas en la promoción de las leyes para proteger
los derechos de las mujeres como “Prohibición de la Prostitución y de las
Actividades de Prostitución” (1991), “Ley de Seguridad para los Derechos e
Intereses de las Mujeres” (1992), “Reglamentos de Protección Laboral para las
Mujeres Trabajadoras” (1994), “Prueba para el Seguro de Maternidad de las
Empleadas” (1995) y “Ley para la Atención Sanitaria a la Madre y a sus Hijos”
(1995). En 1996, el Estado y la Federación de Mujeres se comprometieron
a crear 800.000 puestos de trabajo para las mujeres desempleadas. En el
campo se ponen en marcha programas de formación para elevar el nivel
de cualificación de aquellas mujeres con más dificultades para hacer frente
a la modernización y los requisitos del mercado (Li, 2006). A nivel urbano,
desde 1999 la delegación de la Federación de Mujeres de Tianjn desarrolla
un programa de micro-créditos para trabajadoras despedidas. En la
actualidad se está desarrollando la Directiva para el Desarrollo de la Mujer
“La Federación de Mujeres fue fundada el 3 de abril de 1949. Es una organización que
promueve el avance de las mujeres chinas de todas las nacionalidades y en todos los
aspectos de la vida. Su misión es representar a las mujeres, proteger sus derechos e intereses
y promover la igualdad de género entre hombres y mujeres”, Libro de referencia de las
Mujeres de China. Recopilación de la Federación de Mujeres.
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China (2001-2010), un programa de acción nacional dirigido a implementar
la Plataforma de Acción aprobada en Pekín en 1995.
El programa de la “economía de patio” iniciado en los años ochenta aún
tiene vigencia en zonas rurales de China y se mantiene con los mismos
objetivos que en sus orígenes: comercializar los artículos que las mujeres
puedan elaborar en el patio de su casa, bien sean artesanías, productos
de la huerta, crianza de animales, etc. Para ello, se facilitan créditos con
intereses bajos y el acceso a redes de comercialización, una manera de
crear autoempleo femenino en las zonas de menor desarrollo industrial y de
fomentar el espíritu emprendedor femenino. El programa de “Aprendizaje
dual y competencia dual” iniciado por la Federación de Mujeres de la
provincia de Hunan, también está encaminado a facilitar el desarrollo de las
zonas rurales y luchar contra la pobreza femenina en China. Según los datos
de la propia Federación, en diez años (1994-2004) se ha reducido en casi 28
millones el número de pobres del país, la mayoría de los cuales son mujeres,
para un total de 26,1 millones en 2004.
De otro lado, del urbano, las empresarias han facilitado puestos de trabajo a
las despedidas de las compañías estatales. El éxito conseguido por algunas
empresarias se ha visto reflejado en la proliferación y normalización de la
imagen de las mujeres ejecutivas en revistas y periódicos, metáfora del
acierto en la implementación de las políticas económicas del gobierno chino
a partir de las Cuatro Modernizaciones cuyo resultado es el de disponer de
una nación joven, dinámica, preparada y competitiva (Sáiz López, 2006).
La juventud femenina china también representa otro aspecto de la
economía de mercado compuesta por las jornadas interminables, la
producción a destajo, salarios sin beneficios sociales y escasos derechos
laborales, despidos improcedentes, disponibilidad y movilidad de la gran
cantidad de mano de obra femenina joven, no cualificada y migrante del
país asiático. Sin embargo, no son estas jóvenes dagongmei (打工妹), las
mujeres más vulnerables del panorama femenino chino. La vulnerabilidad,
como sucede en otros puntos de esta aldea global, está vinculada a la
pobreza, marginalidad y violencia familiar.
Citado en el folleto de la Oficina de Información del Estado de la República Popular China
“Igualdad de género y desarrollo de la mujer en China”, Beijing, 2005.
Las estadísticas oficiales chinas señalan que hay más población femenina migrante en el
grupo de edad de 15-39 años, concretamente el 75,3% mujeres y el 69,2% hombres.
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La Ley del Trabajo en China sitúa la edad laboral entre los 16 y los 54 años para
las mujeres y hasta los 59 para los hombres. En casos especiales –funcionarios,
por ejemplo– la jubilación llega a partir de los sesenta años. Además no
permite la discriminación de género ni en el trabajo, ni en el salario, ni en
la promoción. Pero el salario femenino es menor que el masculino tanto en
las ciudades –70% del de los hombres– como en las zonas rurales. En 2006
China disponía de una población activa de 764 millones de trabajadores,
347 millones mujeres, es decir, el 45,4% de la fuerza de trabajo china es
femenina, 70 millones menos que hombres. El 24,7% de las mujeres empleadas
lo están en las zonas urbanas y el 38,1% en las rurales. La población femenina
desempleada es el 37,2%.
3. Mutabilidad y relaciones familiares
La población china está envejeciendo. Es una afirmación tajante para una
tendencia relativamente reciente en el panorama demográfico chino,
pero cuyas consecuencias se están empezando a sentir, por ejemplo en la
tasa de matrimonios que de un 12,2 por mil en el año 2000 se ha reducido
hasta el 7 por mil en el año 2006.
La última ley de matrimonio de la República Popular de China data de
2001 y, a juicio de algunas académicas, constituye “una victoria de las
organizaciones de mujeres y de las activistas de China” (Pochagina, 2002),
sobre todo, y entre otros aspectos, por la prohibición expresa de la bigamia,
de las relaciones extramaritales, y de la violencia familiar (artículo 3 de
la ley). La (re)aparición en la ley de formas de relación afectivo-sexual
extramatrimoniales ya prohibidas en la primera ley de matrimonio (1950),
nos habla de la dificultad para combinar relaciones familiares equitativas
entre hombres y mujeres en una sociedad económicamente emergente
con comportamientos de género patriarcal. En China, la ecuación hombres
ricos = disponibilidad sexual femenina, no es nueva –tampoco es ajena a la
cultura occidental. Sin embargo, los intentos por democratizar las relaciones
familiares de la etapa anterior dejaron la impresión de haber terminado con
El anuario estadístico chino de 2007 cifra en 1314,48 millones de personas la población del
país, de las cuales 637,2 millones son mujeres (48,48%) y 677,28 millones hombres. El grupo de
jóvenes menores de 17 años es en la actualidad el 25,09% de la población (11,61% mujeres y
13,48% hombres), un 2,7% menos que para el mismo grupo de edad en al año 2000 (Oficina
Nacional de Estadística, 2007).
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ese pasado ignominioso para las mujeres chinas. En este sentido, podemos
definir el periodo maoísta no como preámbulo –como se calificó más arriba
en relación con el ámbito productivo– sino como intermedio.
La influencia de las reformas económicas en la situación familiar también
es diversa. La afluencia ha facilitado a muchos hombres urbanos y algunos
rurales el contacto y la relación permanente con otras mujeres dejando a
las esposas en una situación de precariedad económica y social. En esto
casos, los derechos legales de las esposas ante la figura de “la tercera
parte” dejaban escaso margen de actuación debido a la mala situación
financiera y personal de la mujer después de un divorcio. De ahí la lucha de
las mujeres activistas para elevar al rango de prohibición legal las relaciones
extramaritales y la regulación del reparto de los bienes matrimoniales en
caso de divorcio, aspecto que también recoge la ley de 2001.10
De todos modos, es la violencia familiar la auténtica protagonista de la
ley 2001 y de otras que han acompañado a su definición legal: el Código
Penal, el Código de Procedimiento Penal, los reglamentos Generales del
Código Civil y la ley sobre la Protección de los Derechos e Intereses de las
Mujeres. Aunque China aún no cuenta con una ley específica contra la
violencia de género,11 sin embargo su inclusión en estas leyes la sitúa en al
ámbito de lo público y por tanto justifica la intervención –legal– del estado y
de los mecanismos judiciales pertinentes. No sólo se estipula que la persona
maltratada tiene derecho al divorcio sino también la imposición de penas
de arresto administrativo (artículo 43) e indemnizaciones (artículo 46).
Castigos administrativos con poco valor disuasorio para una de las mayores
causas de divorcio en los años siguientes a la promulgación de la ley (60%)
y la manifestación violenta de las relaciones de poder, vigente en el 30% de
las familias chinas (Pochagina, 2002). En 2006 la tasa de divorcio es de 1,5
por mil, medio punto porcentual más que en el período 2000-2005 (Oficina
Nacional de Estadística, 2007).
A pesar de todo –de la violencia doméstica, de la existencia de “la tercera
parte”...)–, podemos señalar que uno de los mayores cambios que se han
10Artículo 39: “Al divorciarse ambas partes arreglan los bienes comunes. [...] si una parte
ha asumido más obligaciones en el mantenimiento de los hijos, el cuidado de ancianos
y en la prestación de asistencia a la otra parte, tiene el derecho al divorciarse, de pedir
compensación a esta última, la cual debe pagarla.”
11El borrador existe desde 2003 y se estima que no será hasta después del 2010 cuando se
apruebe esta ley (Milwertz y Bu, 2007).
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dado en las relaciones familiares desde 1949, sobre todo en las rurales, es la
redefinición de los roles entre los hombres y las mujeres. En general, el estatus
de la esposa ha aumentado en la esfera doméstica, uno de los aspectos
claves de las relaciones conyugales, lo que se constata en el aumento en la
toma de decisiones consensuadas entre los esposos, reconocimiento implícito
del mayor peso específico de la mujer en los asuntos familiares, en algunos
casos por ausencia de los hombres del grupo doméstico, integrantes de la
población flotante china y trabajadores temporales en las zonas urbanas
(Li, 2008). El desarrollo industrial y urbano producido en los últimos años en
China ha tenido como efecto la reducción del tamaño de la familia (Gao
1994; Yan 2003).
De las políticas de la reforma, seguramente la más famosa es la de hijo
único de 1979. El control de natalidad también ha sido utilizado como un
argumento más en el discurso del progreso de la nación. Para ello parecía
necesario que el crecimiento de la producción humana (reproducción de
la población) disminuyera provocando el incremento de la producción
económica y social –bienes y servicios–, garantía para asegurar una
“población de calidad” en un sistema socialista, basado en la planificación
–económica, política y demográfica– y no en el individualismo. Pero esta
política resultó ser muy impopular en las zonas rurales ya que perseguía la
reducción del tamaño de la familia, lo cual significaba que a menor número
de miembros del grupo doméstico, menor cantidad de terreno cultivable
correspondía. Razón por la que la población rural mantuvo una resistencia
activa destinada a no respetar la normativa legal y contravenir los deseos
del partido.
Las estadísticas de comienzos de los años 1980 reflejaban bien la resistencia
de la población, había más nacimientos de los esperados y ello condujo a
endurecer el control sobre la planificación de la población. Sin embargo,
en fecha tan temprana como 1984 el gobierno reconocía que la coacción
no era la mejor forma de implementar la ley y se aconsejó a los cuadros
responsables de la misma una mayor flexibilidad en su tarea de control
reproductivo. Incluso se permitieron dos hijos si el primero era niña para
evitar los terceros nacimientos en las familias rurales. En general, fueron
las familias urbanas las que mejor respondieron a las nuevas pautas
de fertilidad nacional, y especialmente las madres trabajadoras de las
empresas estatales o danwei, precisamente las más sometidas al control y al
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cuidado reproductivo de los departamentos de planificación. Y las madres
de la población flotante (migrantes sin hukou urbano), las madres rurales
y las esposas de los empresarios autónomos, han sido las que menos han
secundado la política de hijo único (Sáiz López, 2001). La nueva Ley de
Población y Planificación Familiar de 2002 estipula que el esposo y la esposa
son responsables de la planificación familiar, aunque sean ellas las que más
se implican en la adopción de medidas anticonceptivas. En 2006, el 48% de
las mujeres en edad fértil utiliza el DIU y sólo el 15,33% de las parejas utiliza
métodos de anticoncepción masculinos (Oficina Nacional de Estadística,
2007).
Otro elemento que ha incidido en el cambio de roles familiares se debe a
que el aumento del nivel de vida ha facilitado la expansión de los medios
de comunicación de masas. Entre ellos, la televisión es el principal canal
de trasmisión de los nuevos valores de la sociedad “socialista de mercado”
china entre los que, al menos teóricamente, se valora la capacidad con
independencia del sexo (Gao, 1994).
La familia rural china del siglo XXI se caracteriza por ser nuclear y conyugal.
En ella los esposos desarrollan relaciones de mayor intimidad y afectividad
que sus padres, los hombres reconocen la contribución de sus esposas en
el trabajo doméstico, el cuidado de las personas y el trabajo productivo. La
existencia de familias rurales extensas (padres viviendo con hijos casados y su
prole) persisten en el campo chino y se debe a una estrategia familiar para
mantener el poder económico y político allí donde residan, o para hacer
frente a la pobreza. En ambos casos parece más conveniente mantener la
estructura de la familia extensa que dividirse en varias familias nucleares. En
la actualidad, los padres suelen tener en consideración las opiniones de los
hijos casados sobre los asuntos familiares. En caso de disputa entre el suegro
y la nuera, el hijo/esposo no da la razón sistemáticamente a sus padres –una
de las expresiones máximas de piedad filial– sino que apoya a quien desde
su punto de vista tiene razón. Así lo resume Yan (2003: 156): “La ideología
familiar correcta en los tiempos presentes prima en una familia extensa la
relación entre esposos más que la que se da entre padres e hijos”.
Pero quizás lo más reseñable de los cambios habidos en las relaciones
intrafamiliares es la importancia que tiene mantener unas buenas relaciones
con las hijas casadas, estrategia consciente de los padres para su edad
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madura. Y así, muchos padres permiten que sus hijas conserven sus ingresos
intactos si trabajan fueran del ámbito doméstico con el fin de proporcionarles
una buena dote cuando se casen, un buen gesto también para con el
yerno, detalles destinados a que las hijas casadas sigan manteniendo una
relación con la familia natal. Estas relaciones cobran más importancia si
las mantenidas con los hijos casados –y con las nueras– no son muy fluidas,
situaciones normales en la mayor parte de la China rural actual, habida
cuenta del peso de la conyugalidad en buena parte de las familias chinas.
La clave en el aumento de la importancia de las hijas casadas radica en
el aumento del poder de la nuera en la vida familiar: una hija casada no
puede cuidar de sus propios padres si permanece siendo una nuera sumisa
(Yan, 2003).
De otro lado, y según ponen de manifiesto diversos estudios (Ming y Rich,
2002), en las familias urbanas contemporáneas no se aprecian las diferencias
de género en relación con la educación entre los hijos y las hijas únicos.
Tampoco se aprecian diferencias en las aspiraciones educativas ni en la
competencia intelectual entre las chicas y los chicos de las familias con un
solo hijo. Esta circunstancia valora los niveles educativos de los jóvenes del
siglo XXI como una consecuencia directa de la política de planificación
familiar que ha propiciado la generación de mujeres con las mejores
condiciones económicas en China desde 1950.
La reducción del tamaño del grupo doméstico junto con el incremento del
nivel de vida ha permitido a las familias urbanas invertir en la educación de
su único vástago, con independencia del sexo. Se ha elevado el número de
mujeres con estudios universitarios de primer ciclo y en la actualidad China
cuenta con más licenciadas en ingeniería y otras disciplinas de ciencias que
Estados Unidos. Teniendo en cuenta que la educación es una de las vías
de movilidad social más importante, es de prever que estamos ante una
generación de mujeres chinas con muy buenas perspectivas de un futuro
laboral cualificado y una mejor posición social.
En resumen: una de las mayores transformaciones familiares en China a lo
largo del siglo XX es el lugar que ocupan las hijas en las familias natales.
Tanto en el ámbito urbano como en el rural, las hijas han pasado de ser las
“extrañas”, destinadas a dar hijos a otra familia, a desempeñar un papel
central en la vida madura de los padres. Si antes de la “liberación” madre
y suegra formaban un continuum en la estructura patriarcal, en estos
181
Amelia Sáiz López
momentos son las hijas y nueras las que conforman una unidad ya que el
matrimonio no obliga a romper las relaciones con la familia natal y las hijas
ahora se ocupan de sus padres tanto o más que de los suegros.
Y sin embargo, en 2003 la Federación de Mujeres comenzó la “Campaña
de cuidados a la niña” con el fin de “erradicar la discriminación de
género desde el embarazo e inculcar la igualdad de género desde la
infancia”, 12 sumando otra disposición más a la ya paradójica posición de las
hijas y de las mujeres en las familias chinas. La gran diversidad, complejidad
y multiplicidad de las mujeres en China es, segura y paradójicamente, la
característica común a todas ellas.
4. A vueltas con el género
1995 es un fecha histórica para el género, las académicas, las activistas,
las políticas y el movimiento de mujeres en China. Previamente a la
realización de la IV Conferencia Mundial de las Mujeres, las encargadas
chinas de preparar el evento –pertenecientes a la Federación de Mujeres
y otras cuadros del partido– tuvieron ocasión de dialogar e intercambiar
opiniones y experiencias con otras colegas no chinas sobre la situación de
las mujeres y las nuevas perspectivas de análisis utilizadas en la academia
occidental en lo que a las relaciones de género se refiere. Un término, el
de género, que nació con vocación inclusiva para tratar de superar tanto
la supremacía intelectual de la producción de conocimiento feminista de
corte occidental, elaborado por mujeres blancas y en la academia de
Estados Unidos principalmente, como de sus aportaciones teóricas sobre la
dominación masculina, no aplicables a las distintas sociedades y situaciones
de todas las mujeres.
El término género proponía un análisis basado en las relaciones de poder
entre los hombres y las mujeres y su reproducción gracias a las instituciones
sociales encargadas de transmitir y legitimar los valores y las representaciones
que permiten perpetuar las prácticas sociales de discriminación, poder
y subordinación. Este planteamiento abría la investigación, análisis y el
movimiento de activistas por la igualdad social, a otros espacios que con
12Oficina de Información del Estado de la República Popular China “Igualdad de género y
desarrollo de la mujer en China”, Beijing, 2005.
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Mujeres y género en la sociedad china contemporánea
anterioridad no eran tenidos en cuenta, ya fueran geográficos, intelectuales
y/o sociales. Unido al fin del paradigma estructuralista en las ciencias sociales,
los estudios feministas, con el antecedente de los estudios de mujeres, se
amplían a los estudios de género en los que se incorporan nuevas miradas y
sujetos de análisis: postcolonialismo, identidades, estudios culturales...
Centrándonos en China, los Estudios de Mujeres se remontan a la década
de 1980. En la segunda década del siglo XX, en la era del Cuatro de Mayo
(1915-1925), es cuando por primera vez el tema de la posición social de las
mujeres en la sociedad se integra en el movimiento que pretende rejuvenecer
la nación, en parte gracias a la introducción de la ideología occidental.
Curiosamente, en este periodo la cuestión de las mujeres fue promovida por
hombres estudiosos y académicos. La corriente actual proviene de mediados
de la década de 1980 y se asienta en el entonces emergente movimiento
de mujeres urbanas que pretendía responder a los viejos y nuevos problemas
concernientes a las mujeres en esta nueva etapa de China. Se caracterizó
por un incremento en la conciencia de las mujeres y de su situación social,
la formación de organizaciones de mujeres y la creación de nuevas formas
de activismo para proteger sus derechos e intereses con el fin de obtener
un discurso nuevo. Esta corriente contemporánea se inicia y se mantiene
básicamente por mujeres, gracias a los esfuerzos de las “de abajo”, no de las
de “arriba”, es decir, las que tienen un cierto poder político y social en China.
Se ha centrado en el tema de la identidad de las mujeres y sus intereses como
grupo social, y se ha establecido como disciplina académica, desafiando
el conocimiento tradicional sobre las mujeres y su mundo social. (Chow,
Ngan-ling, Zhang y Wang, 2004). Por lo que respecta a la investigación sobre
las mujeres, algunas autoras señalan que fue la Federación de Mujeres la
principal sustentadora de esta actividad y resurgimiento, después de su
prohibición en los años de la Revolución Cultural (1966-1976) (Wang, 2005).
Women´s Studies, Estudios de Mujeres, es un término de principios de los
años ochenta y se tradujo en China por Funüxue (妇女 学), el más utilizado
en el ámbito académico, Nüxingxue (女 性学, estudios femeninos), ambos
neologismos, y Funü yanjiu (妇女 研究, Investigación en temas de mujeres),
el más nativo, que no sugiere una relación directa con las instituciones
académicas, como sí es el caso de Estudios de Mujeres en las universidades
occidentales. De todos modos, Funüxue suscitó el interés tanto de
las académicas como de la Federación de Mujeres porque no tenía
183
Amelia Sáiz López
connotaciones políticas13 y por tanto prometía un acercamiento moderno y
científico al estudio de las mujeres en China (Wang, 2005).
Dado el carácter occidental de los “Estudios de Mujeres”, algunas académicas
han reivindicado la producción de un conocimiento no centrado en los
fundamentos eurocéntricos para reconocer la heterogeneidad de las
experiencias de mujeres facilitando el diálogo y aprendizaje mutuo en el
encuentro intercultural. Li Xiaojiang (2006) sostiene que el mismo concepto
teórico puede significar diferentes cosas y se puede aplicar de diferentes
maneras en Oriente y en Occidente porque todo conocimiento tiene una
elaboración histórica, lo que se traduce en un contenido y aplicación
limitados, en la medida en que el significado siempre se produce en contextos
socio-históricos. No se trata de rechazar el conocimiento que proviene
de fuera sino de adecuarlo para garantizar la subjetividad de las mujeres
chinas, mantener su propio punto de vista en el proceso de intercambio
de conocimiento entre chinas y occidentales en la era de la globalización
económica. Y es necesario porque, según denuncia, las mujeres chinas han
sido más objetos que sujetos: objeto tanto de las feministas occidentales
como del Estado chino (Li, 2006),14 así como del mercado surgido a partir
de las reformas económicas (Wang, 2005; Sáiz López, 2006; Evans, 2008). No
obstante, los Estudios de Mujeres permitieron en China superar la tendencia
dominante en la era maoísta de someter las categorías de mujeres y de
género a la de clase social, variable vertebradora del pensamiento y acción
del partido comunista, y a ello contribuyeron tanto las investigadoras de la
Federación de Mujeres como las de las académicas independientes.
A partir de la IV Conferencia de 1995, la perspectiva de género fue
oficialmente incorporada a los estudios llevados a cabo por la Federación
de Mujeres y los centros universitarios apareciendo en discusiones públicas
mantenidas en publicaciones especializadas y estableciendo una nueva
fase en el desarrollo del trabajo de las mujeres:
13A partir de 1949, en China no se utiliza el término feminismo, nünquan zhuyi (女 全主义), literalmente el “ismo” de los derechos de las mujeres, por tener connotaciones burguesas.
14Para una revisión de los trabajos sobre las mujeres chinas realizados desde la academia
occidental véase Gail Hershatter Women in China’s Long Twentieth Century, University of
California Press, 2007. En España, además de las obras ya citadas de Amelia Sáiz López (2001,
2006), se puede consultar el trabajo de Gladys Nieto “Los límites a los ‘valores asiáticos’:
derechos humanos y equidad de género en China”, en Virginia Maqueira (eda.) Mujeres,
globalización y derechos humanos, 2006.
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Mujeres y género en la sociedad china contemporánea
“Si en los años ochenta las intelectuales se esforzaron por separar a las mujeres de
la omnipresente categoría de clase social apelando a la feminidad, en los noventa
utilizaron el concepto de género para teorizar los problemas de las mujeres. Este nuevo
foco intelectual promete el desarrollo del discurso de género feminista en China.”
(Wang, 2005: 160)
En los estudios culturales que analizan la identidad, la sexualidad y el cuerpo,
incorporan la categoría de género como construcción social y cultural de
la masculinidad y de la feminidad y buscan desvelar las relaciones de poder
entre las sexualidades dominantes y las periféricas. En este sentido, Harriet
Evans (2008) señala que la sexualidad –entendida como representaciones
y prácticas en torno al cuerpo sexuado– no ha sido considerada en el
discurso público chino sobre las relaciones de género; ausencia que, a
su juicio, es urgente subsanar, dada su importancia como expresión de la
identidad individual en China a partir de la aparición del mercado y de
la comercialización de la feminidad, pues la tolerancia o aceptación de
prácticas sexuales alejadas de la norma heterosexual no va acompañada
de una nueva definición de género.
Género es el denominador común que utilizan todas las disciplinas que
estudian y analizan en China aspectos relacionados con las mujeres aunque
las implicaciones y los significantes no sean los mismos. Las dificultades de
traducción al chino hay que situarlas en las características propias de la
cosmología y de la lengua chinas. De un lado, en la lengua china no hay
una diferenciación morfológica por el género –entre masculino y femenino–,
el número –entre el singular y el plural– y el tiempo –entre presente, pasado
y futuro. Cuenta con un pronombre para designar la tercera persona, que
se diferencia a nivel escrito desde la década de 1930, cuando Liu Baolong
creó un nuevo carácter reemplazando el radical de humano 亻en el
pronombre ta 他 (él), por el de mujer 女 y obtener un nuevo pronombre de
igual pronunciación, 她 (ella), motivo por el que en general a las personas
chinas les cuesta incorporar el género gramatical cuando estudian y hablan
lenguas europeas. De otro lado, los principios yin 阴 y yang 阳 designan
funciones más que caracteres y se establece entre ambos principios una
relación recíproca e interdependiente, en una palabra, dinámica. Así lo que
en un primer momento es tierra, luna, sombra... se torna cielo, sol, luz..., en
una continuidad que integra la diferencia. Funciones cosmogónicas que
impregnan el pensamiento y la concepción del mundo. Sea desde el punto
de vista gramatical o desde el punto de vista de la mentalidad cultural,
el término género crea ciertas dificultades para una traducción literal al
chino.
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Amelia Sáiz López
En la academia china se ha optado por el uso de shehui xingbie, 社会性别. Xing
es el sexo fisiológico y bie diferencia, así literalmente xingbie es diferenciación
sexual. Si xing, remite al sexo corporal, xingbie expresa la identidad social
del sexo, corroborado en la combinación que propone shehui, sociedad.
De todo ello resulta que el significado literal en chino de género, es de la
diferenciación social de los sexos (Li, 2004).15 La primera vez que se introduce
formalmente género en los estudios académicos de mujeres en China es
en 1993, durante la primera sesión del “Simposio sobre Mujeres y Desarrollo
en China”, organizado en la Universidad Normal de Tianjin por la Sociedad
China en el Extranjero de Estudios de Mujeres (Wang, 2005).
Por su parte, la Federación de Mujeres utiliza nannü pingdeng (男女平等),
literalmente ‘igualdad entre hombres y mujeres’, para referirse al concepto
de género en una dimensión descriptiva más que analítica, y su uso
supone la innegable evolución teórica y el recorrido de esta organización
y sus integrantes. En la época maoísta la Federación era la encargada
de llevar a cabo funü gongzuo, 妇女 工作, literalmente “trabajo- (de/con)
mujer”, y englobaba tanto a las mujeres en conjunto como los aspectos
políticos y sociales relacionados con ellas, así como toda clase de servicios,
y el activismo relacionado con las mujeres en China. Ahora, la Federación
incorpora el lenguaje del feminismo occidental en sus recomendaciones
legislativas al gobierno así como en sus estudios y análisis, a pesar de su
rechazo en la década de 1990. Sin embargo, mantiene su uso particular de
la categoría de género por ser la igualdad entre los hombres y las mujeres
chinas un objetivo del partido comunista y del estado socialista chino.
El género, al igual que otros términos como derechos humanos, pobreza,
desarrollo, medio ambiente, etc., aplicados a la situación de las mujeres en
China, supone la internacionalización de una agenda gubernamental que
formalmente homogeniza a los países en el uso de un lenguaje común. Pero
lo hace desde el lado de las mujeres, es decir, tomando a los hombres como
el referente de igualdad, los sujetos sociales de cualidad en la sociedad
china. La desigualdad entre hombres y mujeres, por tanto, radica en la
excelencia y en la medida en que las mujeres chinas son las que ocupan
el lado de la desigualdad, la conclusión es que ellas tienen menor cualidad
15El uso de los términos en chino y su componente ideológica se ha analizado en varios
ensayos, como por ejemplo Barlow, Tani B. (1994), “Theorizing Woman: Funü, Guojia, Jiating
(Chinese Women, Chinese State, Chinese Family)” en A. Zito y T. Barlow (edas.), Body, Subject
& Power in China- Chicago: University of Chicago Press, 253-289; Wang Zheng (2001), “Call
me Qingnian but not Funü: A Maoist Youth in Retrospect”, Feminist Studies, 9-34.
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Mujeres y género en la sociedad china contemporánea
que sus compatriotas varones, olvidando que las razones de la desigualdad
entre los sexos se da en la estructura social basada en el poder masculino,
no en su cualidad.
Es urgente, pues, que los estudios, análisis, investigaciones y activismo se
fundamenten en una perspectiva de género, es decir, poniendo énfasis en el
análisis de los aspectos que fomentan y perpetúan la desigualdad, así como
en las políticas encaminadas a reducirla y eliminarla, pues el esfuerzo y la
dedicación de las activistas chinas integradas en la Federación de Mujeres
desde 1950 evidencian que, tras más de 50 años de socialismo igualitario, las
mujeres chinas sostienen la mitad del cielo, pero aún no lo ocupan.16
16“Las mujeres sujetan la mitad del cielo” es un eslogan famoso de la etapa maoísta y resume
la política del partido comunista en relación con las mujeres chinas.
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Amelia Sáiz López
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