Ver PDF - Unican.es

Anuncio
Infraestructuras e instalaciones portuarias, fluviales e hídricas en las villas del norte peninsular a finales de la Edad Media: las obras públicas como instrumentos del poder Jesús Ángel SOL6RZANO TELECHEA
y Javier AÑÍBARRO RODRÍGUEZ
Universidad de Cantabria
AGUA y VILLAS EN EL LITORAL CANTÁBRICO
1H ombre medieval percibía el ag ua -y el resto de la naturaleza- como u
creación divina que estaba bajo su señorío, una idea sustentada en el antr
pocentrismo bíblico!, que otorgaba a los seres human os una posición ce
tral en la creación 2 . Así lo señalan, e n 1468, las Ordenanzas d e m areantes
navegant es de la villa y puerto d e Luarca en su preámbulo: «ca la boluntad div i
fizo al ame, e a la tierra seca, e sus riberas, el aire, e los ríos e las aguas de la mi
con todas sus cosas e animalias e segund se dize en la escrip turas, e siempre fue a
que los ames fu essen seniores de todas las dichas cosas de este mundo e de
dichas animalias, otrosí los ames son tenudos de andar livremente por las die.
riberas del agua e nabegar r;afos por las dichas aguas»3. Es decir, el H o mbre te
plena libertad para u sar el agua.
H'¡g<l1110S al hombre a I1II I!H r,¡ imagen, según /llIl'stra prupi./ sem"j.mztl. D omine ¡ubre los /'
del m,I)', solne las av es del cielo, sobre los ganados, 50b"e ItI ; [iehts wmpl!Sl1"es )' sobrt' los repl
de /tI lierra . Génes.is 1,26.
M:' I. DEL V AL V A U)jl'lFSO, Aglllt )' podel' en /" C ls/dl,l j"liomedieval. El papel del .1gua e
ejercicio del poder col'l cl!jil a filiales de /11 Edad M edi.l. JlIll t.l de C.lst ¡!la y L dm, V.IJ1 ¡¡do]i d, 2
v. F LJMAG \U 1, Las piedras ",io¡,·as. Ciudad y lIatllr,dl!LtI en 1,/ Ed'l d Media. Nerea, Madri,l, 1
I\\. J. SUA 1U2 A l VJ\KEL, "O rden anzas del no " illsimo gre mio d e marea lltes y Jlave~~n r.;s [i
Jalgo d e la "¡!la)' pUCHO de LU 3rca y ti erra de Va ldc:s, d el aiio 14M! ", Aslllrimsia .Iledie;;dú
1975, p. 25 L
============}=e=
s/=í,='=.'1='~=
Ip'e'-Solórza l1o Te/echea y Ja vier A l'i.fba rro }?odrí¡{lI ez
A principios del s. XII, cuando en las costa cantábrica sólo había peq ueñas
~as ribereñas, denominadas porti/monasteri, o simplemente no existían, las
as continentales y marítimas eran percibidas como obstáculos a salvar, lo que
ía de estas tierras lugares inhóspitos. Esa es la imagen que nos ha transmitido
go, obispo de Oporto de origen francés, quien a su paso por la costa cantá­
:a la describía de la siguiente manera: «el mar había extendido aLLí sus brazos
a separar las prov incias y los que hacen el camino por aLLí se encuentran con
ndes acantilados ... sin temor a la aspereza de estos lugares ni a la atrocidad d e
habitantes ni a la furia encrespada d e los brazos del Océano, que se extiende
ededor, confiado en la ayuda del apóstol Santiago, Llegó hasta Carrión por
1rtados montes, valles y mares »4. Tres siglos después, en la costa asturiana y
ltabra se habían desarrollado un total de diecisiete puertos, cuatro en Canta­
ia y trece en Asturias, cuyo éxito dependió en gran medida del control del agua,
fuera marítima o continental 5 (Fig. 1).
l NFRA ESTRl' CTl iRI\ S E IN STA LACIO NES I'O RTUAlUA S. fU VIA LES E I n DRI CAY .
277
cercanías de cursos f1uviales 8 • junto a Santander, San Vicente de la Barquera,
Laredo y Castro Urdiales discurrían los arroyos de Becedo, Escudo, Bario y
Aranzal, respectivamente. En el nutrido elenco de las villas marítimas asturianas
son las características locales de la fachada costera las que imponen a la nueva
aglomeración urbana un contorno peculiar9 . En Villaviciosa, el arroyo de la Fon­
tanina protege la cerca de la villa por su parte Este y delimita el crecimiento del
casco urbano; en Avilés, la villa se ubicaba junto a los ríos San Martín y Magda­
lena; en Luarca, sus calles presentan las curvaturas resultantes de la doble influen­
cia de las inflexiones del cauce del río que atravies a su caserío, y del reli eve del
puerto natural -tajado sobre la costa- donde aquél desagua; Navia ocupaba un
pequeño promontorio situado al abrigo de las corrientes del abra, aquí tambi én
se manifiesta claramente la acción envolvente de la ría, que ciñe buena parte del
perímetro urbano 10; Luanco, con dos calles principales que se cortan en ángulo
recto, se adapta igualmente a las características de la concha; Castropol, de acu ­
sada planta triangular, con vértice en la punta del promontorio sobre el que se
levanta la puebla, a la que da nombre, etc. Así pues, las villas de la orla estaban
determinadas por su cercanía al agua, pero su control dependió de las técnicas
puestas en marcha para su aprovechamiento I l.
Principado Astunas
INFRAESTRUCTURAS MARÍTIMAS Y FLUVIALES
6(.
tOO km
.1. Villas portuarias en Asturias y Cantobria r©Salórzana)
El asentamiento de las villas portu arias de Cantabria y Asturias parece res­
lDder fielmente a lo dispuesto en las Partidas: «ca bien assi como es de catar el
sar do quieren fazer alguna buena 'v iLLa, qu e sea sano e fuerte, e aban dado de
ua, e de otras cosas que fueren menest ep 6. En todos estos centros portuarios
edomina un mismo tipo de emplazamiento: asentados en la línea del litoral en
tu arios más o menos seguros, rodeados por el mar 7 , y atravesados o en las
E . r ALQUI: Rr y (eJ .), H islOlia Compostelana. Akal , Madrid , 1994, p . 338 .
A . U ,\VI S, The )ea; ({mI l.[edieval Civ ilúilFion . Variü ru m R~ prints , Lond res, 19 78 .
Pa rtüi,t ¡ 1, tÍtLll o XX III , le)' XIX. Sobre el fc nóm eno urbano m eJ ieva l en As turi as \. CaOl abria, véase los trabajos d e Rui 7. de la Peña r So ló rzano Td ec hea ~n J . A. SO L()HZANO T EUÚ:l lLA y B. AR izAGA 13üLU~lliUR LJ (cds .), El f enJ­
m en o urban o medieval en/ re el Ca ntáurico y el D uero. AJI f e , Santa nder, 2001 . B . ARfi'"\(,t\ Bo r UMBU IU I y 1,,1. BOClIACA, «Caractetes gé nércau x dc~ villes portu aires du !lo rd d e la P éninsule Jb ériquc» , ['ons Marltimes 1'/ por/, flt,·.·i.1!tX ,(/, Mo)'en Age. La So rbonnc, P~rís, 200 5, p p. 63-78. En las Partidas, se entiende que puerto es dicho «lugar en la ribera del mar,
donde se cargan o descargan las naos o los otros navíos. Otro tal sería todo lugar
do la nave pudiese invernar estando sobre ancoras, mas los otros lugares do pue­
den ancorar, e non se podrían defender de gran tormenta son dichos playa o pié­
lago » 12. En efecto, como nos recuerda el código alfonsino, hablar de puertos no
significa hacerlo de una realidad material, puesto que fueron muy pocos los cen­
tros urbanos que llegaron a tener unas instalaciones portuarias sólidas y, en la
10
11
I~
M ." 1. DE L VAL VAL DIVI FSU (coord.), FI ag¡(,( en la, dudade, casccfl,lIh/) el,mm/e /,/ Edad ,I,h t!itl.
Fllent es paTa ,' U estudio. U ni versiJaJ d e V~lladol iJ, Vallado lid , 1998.
J. l. RU II. DE LA P E:>JA , La, "po/as» astuTia!7(!S en la Edad l/ditl . Esruclin y Diploma/lirio . Ur ll ­
vers iJ ad d e O vieJ o, O vieJ o , 198 1.
E. ( ,A RCEA I' ERNAND r: Z, «La estru ctura urbana de [as pob l.\ci ollcS asturi:11las )' ell' lanea1l1icl1lO
¡" , BlD EA, 95, 1978, pp. 755- S17.
R.] . M AGl\ lJS'iON , W(/(er- teclmology in the illiddlc Age,: ciCleS, m ona5leries .tlld li,.ilcr¡;·orJ,::
afi e,. ti,,: R OI1l({n Empire . J o h ns H o pkin s, Balt i1l1o rc, 2001. IVI. AIV'Jl' UX v P. ¡\!t)N"FI
(J ir s.), Le lec/micien ¿,triS la cité 1'11 [(( rop e occidC'ntall', 12 50- .1 650 . E cul c fra n~:li,c d<
R 0 1n e, R o ma, 2004.
L.<> Sic/e j'artid<ls. Edi ció n J e José Sáll chez A rcilla . MaJriJ, 2004 . P'l rri dJ VIl, tltu l, ) ~3 , le )' S.
218 Jesús ÁngeLSolórzano Telechea y Javier A JiíbalTO Rodríguez
-----
INfRA ESTHlJCTURA$ E
nayor parte de los casos, tuvieron que conformarse con unas instalaciones muy
precarias, cuando no inexistentes al menos hasta la segunda mitad del siglo xv 13 .
En la mayor parte de los centros urbanos del Principado de Asturias no
existió infraestructura portuaria alguna hasta entrado el siglo XVI I4 . Sólo la villa
asturiana de Avilés contó con unas instalaciones portuarias desarrolladas a fina­
les de la Edad Media parangonables a otras villas del Cantábrico. Situada sobre
la ría, junto al paso de un camino que procedente del Este cortaba el río, lo sal­
vaba por medio de un puente, qu e hacía las veces de muelle para las embarcacio­
nes de menor calado. Este puente-muelle se tendía a lo ancho de una calzada y
era una cons trucción de madera apoyada en pilares de piedra. Las primeras noti­
cias del puente de Pilares datan de 1487, cuando el concejo impuso la pena de 600
maravedís a los que no respetasen la prohibición de vender vino en sus casas y
una sisa durante un año, destinada a la reparación del puente y la pedrera de los
Pilares 1s . Además del puente de los Pilares, la villa contaba con un «cay que tenía
de tiempo inmemoriaL» para las embarcaciones de mayor calado. Este cay había
quedado inservible en 1488, ya que la barra y canal se habían cegado por la arena.
Por este motivo, ese año, los Reyes Católicos tuvieron que dar licencia al concejo
para echar otra sisa, y a que según expone el concejo, la otorgada el año anterior
no cubría la décima parte de los gastosl 6 . Esta zo na de Avilés tuvo muchos pro­
blemas debido a que el fondo del puerto siempre necesitó de reparaciones. El
flujo y reflujo de las mareas reducían el calado necesario para que entrase n las
naos, tal como nos vuelve a informar, en 1493, el concejo cuando se dirigió a los
monarcas esgrimiendo que a su puerto llegaban muchas naos con mercancías,
pero que no podían entrar por no tener agua suficiente y estar cerrado de arena.
Pocos arreglos se debieron hacer, pues en los años siguientes, el concejo siguió
demandando ayudas para reparar y reconstruir el cay y el puente de los Pilares,
es decir, sus dos infraestructuras portuarias básicas. En 1527, el concejo comenzó
a levantar otro cay en el puente de los Pilares, motivo por el cual solicitó licencia
para echar una sisa de 1.000 ducados sobre el pescado.
15 16
Vid , J. H lNOJOSA MON"IJ\LVO, «Ciudades portuarias y pue rtos sin ciudad es a fines de la Edad
Media en el M cdi terd neo occid ental ", Tecnología)' sociedad: las grande, obras ptÍblicas erl 1.1
EU" opa Medieval. XXi 1 SenMntl de Estudios medievales de F.slella, G o bierno de N avarra, Pam­
p lona, 1996, pp, 263-287,
Una aproximación a los p uertos asrurianos, véase 1. 1\ fJ 11 RO R UlZ, El puerto de Gijón y otros puer­
tos asturian os, Cá mara O ficial de Co meróo, Indu strla y Nav egación de G ij ón, G ijó n, 1976, J. 1.
R UlZ DE LA P EÑA. Las polas asturianas en la edad medié/. U nivers idad de Oviedo, O vicd o , 198 1,
J. U RiA Riu, ESlltdios sobre la Baja Eda d Mediel aslJ! riarla (A slllrias siglos X/II al XI'!), Bibli oteca
Popular as turiana, Ov ied o, 1979, p , 319,
E, BF NITO RUI\:\l o , "Catálogo de perg3J1linos del archivo municip a l de Avilés,> , Bolelí/l dellns­
tirlllO de Estudios astu n'tlIlOS, 86, 1975, pp , 619-650,
279
En las Cuatro ViLLas de La Costa de La M ar, e! medio natural no ofrecía
grandes posibilidades de crear emplazamientos de referencia para el comercio o la
pesca, debido al predominio de la costa alta, salvo en puntos concretos de playas
y ensenadas: Castro Urdiales, Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera 22 .
Sus emplazamientos naturales, con significar algún resguardo, mantienen su
carácter de puertos abiertos y peligrosos. La ausencia de estructuras portuarias es
17
1-1 Hí DH ICi\S"
El resto de los puertos medievales asturianos eran embarcaderos primiti­
vos, ubicados en las play as, que se solían incurvar para crear un abrigo parcial
frente a los temporales más intensos. Los barcos se inmovilizaban por fondeo
mediante ancla, sin amarrarse a ningún mu elle y los bateles actuaban de interme­
diarios entre el barco y la villa. Esta fue la tónica de los puertos asturianos hasta
el siglo XVI l7 , cuando parece que debió incrementarse e! volumen de mercancías
a mover y se imponía la necesidad de construcción de obras d e atraque. Así, a
principios del siglo XV I, se detecta alguna iniciativa para levantar muelles en cier­
tos lugares de la costa. En Ribadesella, el puerto se hallaba situado a los pies de
su escaso caserío, a lo largo de lo que se conoce como Calle Oscura. Allí atraca­
ban desde tiempo inmemorial los vecinos del Portiellu, de la Plaza y de la Calle
de Abaxo sus bateles de pesca, sirviendo de amarradero de barcos mayores, gra­
cias a un saliente natural que permitía que las embarcaciones se resguardasen de
las riadas del río Sella. En 1511, se hizo una pesqu isa para hacer un repartimiento
entre los vecinos para construir un muelle, pero no tenemos más noticias sobre
obras portuarias hasta mediados de! siglo xvr J8 . Villaviciosa, situada al final de la
ría que lleva su nombre, tenía un pequeño puerto en Tazones l 9 , en cuya rada los
barcos aguardaban la marea para acceder a la ría. Los barcos de mediano porte
descargaban sus mercancías en la barra de la ría, en e! fondeadero de El Puntal,
e! resto podían llegar hasta el atracadero fluvi al de Buetes, casi a las puertas de
vill a20 • Algo más modernas son las iniciativas en las villas de Gijón, Llanes y
Lastres 21 .
JS
1.1 I N ~lALAClONF.S PORTCARlAS, FLUVlAl.ES E
- --
19
le
11 ~!
A rchim Gen eral de ~ i J1l ancas, Cons ejo Real de Cas tilla, 658 . .1.
Pf.REZ VALL F, ,,[1 nob le gremio d e mar de la villa y pu erto de R ibad cse ll a», en Bo/el/1'
real InstiIJllo de Estu dios Asturianos, 148,1996, p. 133,
J. UlziA R fU , «i\p untes para la histo ri a de Villaviciosa», ESl l/ dios sobn: 1<1 B'lia Ed.td A!edltl AmI·'
rianc!. I:\ib lioteca p o p uh r de Asturias, O vied0 , p , 396,
J. P I:D RAYI:S O BAYA , " Un a p a la asturian a en el fo nd o de un a ría: Villavicios3», Lil or,'¡ AtI,mliw ,
Monográfico Vtl/as al mm: ClI/dades meclievales, n.O 3, 200 1, pp , 11 5-12 l.
M , A . ARAM Bl. RU-ZAII,\.Lt\ }-l IGUF lv\ y B, ALONSO R UIZ, 5rtnlander: mi puerto del Rcnl1CJ­
miem o, A uto ridad Ponua ri,¡ de Santand er, Sant an der, 1994, pp. 51- 53 . L SAMP!:.()!\O RlllO)\;J)( ',
Sobre el Cay, Libro 20 , Libro de A clas del AYl/1Iumliento de Gijón (1560- 1577). Ay untamiento
de Gijón, O vit:do, 2005.
J, A , SO I.C.) RZ¡\NO T ELI:Cl-tE A, ,, [1 fen ó ln cn o urb ano med ie"a l e n C aIHabr ia,,> ["{ / enómolO
ti'"
J. J.
I(rbano medieval entre el Cantábrico y el D uero: esta do ele la cuestión y
rllIFvd S
propuesta; dt
280 j esús Angel Solórzano Telecbea y Javier Añ íba rro Rodr(f{u ez
generalizada hasta bien entrado el siglo xv. Los vecinos de estas villas apenas
interrumpieron las naturales disposiciones de la costa con frágiles trabajos de
acondicionamiento en los varaderos. Por este motivo, los informes sobre los
efectos del mar en la costa son dramáticos y ayudarán a razonar la necesidad de
construir muelles en las villas a pesar de que los vecinos deban afrontar pagos
extraordinarios, justificándolos como obras de utilidad pública.
De las Cuatro Villas de la Costa, el puerto medieval que mejor conocemos
es el de Santander. Esta villa contaba con un "puerto interior», de unos 4.000
metros cuadrados, situado en la desembocadura de la ría de Becedo, que dividía
la villa en dos partes. A ambos lados de la entrada, llamada Boquerón, había sen­
das torres, que cerraban el acceso al puerto interior con una cadena. Al fondo de
la ría de Becedo se ubicaron las Atarazanas. Su creación, a finales del siglo XIV (la
primera cita documental data de 1396)23, debió de obligar a las pequeñas barcas a
abandonar esta zona como lugar de atraque, pues era necesario mantener despe­
jada la entrada de la ría para permitir el paso de los navíos allí construidos 24 . El
lateral norte de la ría recibía el nombre de la «Cae de los Toneleros», que servía
para el atraque de pequeñas embarcaciones, documentando desde 1428 25 (Fig. 2).
El resto del espacio de la bahía utilizado por Santander como puerto, es lo
que se ha llamado la «dárs ena exterior», que sería el puerto propiamente dicho de
la villa. A él tenían acceso las embarcaciones de poco calado. Al oeste se hallaba
el Muelle del Cay, que como los muelles del interior estaba sostenido por estruc­
turas de madera; el flanco norte era una playa, localizado junto a la primera línea
de casas del Arrabal del Mar, donde los pescadores varaban sus bateles, y al sur,
el Cay de las Naos, construido de sillería y rematado por garitas. Este cay arran­
caba de las inmediaciones del castillo, como prolongación de la calle de Somorros­
tro, existiendo una puerta de la muralla que permitía el acceso directo hasta ese
IN fl<AESTR u .;r U](AS L INSTA1A CIOI'IES POJl.T LI¡\j{J!AS. FLUVIA LES E HíDRlCA S. .
punto . Este cay y la bastida estaban cons­
truidos ya en 1434 2 6 , aunque se trataba
de unas instalaciones poco sólidas, pues
en 1453 el concejo se queja del mal
estado en que están, lo que le obliga a
imponer un tributo de un maravedí por
cada saca de lana burgalesa que saliera
por el puerto de la villa, según un acuerdo
entre el concejo de Santander y los mer­
caderes de Burgos 27 • Por su parte, los
navíos de gran porte debían permanecer
fondeados en la propia bahía, mientras
que las mercancías eran transportadas
hasta la villa en pequeñas gabarras. Todas
estas infraestructuras estaban en un
estado ruinoso en el año 1504 28 , pero el
concejo de Santander no se decidió a rea­
lizar obras de mejora y acondiciona­
miento general del puerto hasta el año
1542 29 , cuando se proyecta levantar «un
muelle y contramuelle que comienze en
la iglesia de los Cuerpo s Santos hasta las
Peñas de Herbosa, que podría haber 400
brazas [650 m}>30. Sin embargo, este
ambicioso plan para construir un gran
puerto se fue fragmentando hasta me­
diados de los años sesenta del s. XV I.
28
Fig. 2. Santander a finales deis. XI
Detalle de la puerta de relicana can vista dé
puerta, la ría y las atarazanas al fand
(©Museo Marítima del Can tábricc
Otras de las infraestructuras vitales con relación al agua de mar era e
puente que unía la Puebla Nueva con la Puebla Vieja, salvando el arroyo qw
AJ H C , Sant<Ulder. 2002 , pp . 2-1 1-307. J A.. Snl ( lIQ I\"lU T I:LEUIEA, «b fu nd ación)'
promoción de l.IS '" il bs Il I.JC\·JS · er> li rora l Arl álllico del None pcn Ll1Sular dura nle él n ;inado de
Alfonso X", El ml/nclo w'bano en la C.'5tdla del siglo XIlI. 750 .4.lIIvers.,riu de la Frmd,tcióll
de CiJ/dad Re,,/. l letas elel Congreso . Ayunl<1111 jell w de Ciudad Re~ I /Un i" ~l's i dacl dL' Sevilla,
C iudad Real, 2006. pp. 3 15-328.
1; L. F EkNANI lEI. Gl \NL_-\LU, A rchhm de k. catednd de .~amallClt'r (>ig!os SII-.\ \ 1). !- undac ión \-L
B,lt Ín, S.1nlandcr. ! 'J94, joc. 1 5~. E ste prime.r cdil Klo d e Ln atar.lzana, se qucm{. en 1-+1 5.
cU:lndo un inc t'ndíl\ ;¡ ~ o l ó la "ilb , rr:ls lo cual se CO;l¡;truyó otro m;Ís grJudc en el m isl11 0 clll pb­
zamiento y apro"echando $o lan:s akdafl os. J. F RtsNc.OO DI;. LA C ALZA DA, SllIll,//U/¡T)' Sil /'/"() ­
'¡,I/·lI r ia. Libn:ría Mo d ern a, Sal1t;\ndcr, 1'.J2f" p. 87.
H
L. FERN-\N JlFI G(' Ni'.A r LZ, Stlr/l,mrle¡; /(//(1 úudm{ mr:dre'rJ<11. Lib reri" FStllLli,l, SJnr.1l1cln, 2002 .
25
j un/as mn l.a Calrad/Illl q/I(' "e~'¡ende d
nbera e C',,¡: de lo ~ TIJI,dn"O" L. F FRI':ANDI z e O')
ZIiLF Z, A rchivo de 1,1 C lltt'clnzl J(; S,nrrallCl",r: S, . \"11-.\ \'1 . h llldaci ún M. HmÍn. Sanlmdcr, 19'1-1,
dllc. 2 12.
tlflldlú.
] 1, 1. 2') 'ti
,.)
J. A. 50H)RZANO T ll.F G iI \) L. Fl.RNA '1Dl'1: G ONzAU:Z, CmljIiClos l/ll'i,dicáullales en/n° ~i
villa de r.;,mrandcr)' ,./ Harquesac/o de Santilhma en el s. \'\'. Fun,IaLl ÓJl M . [h1l1l1. SJIII;l11J('1
1996. r k iw l.
J. A. SU l.URl.¡\;-JU T l.Ll:.U ILA . Pa trim onio dÚCllmenta! de Santander {'l/los Are/mi"; de CrI/!'
bria. D()cllm~/Jt"lcióll medieval (i 2 53-1 5 J5). G'lbierno de C1I1ta bria. SJlllander, 1998. duc. 53
J. A. SOI.Ó l\ ZAN \) Trr Ee l [EA, Colecuón c/ip/um'¡úca del Archivo M un/tipa! Je S,/1IlIlmll'l: Duo,
ITI f nttlwín ml!c/¡I!'tlal. Fundac ión }.<\. Botín, S~ nrJ n der, 1'J'Js, doc. 255 .
En 1533. el COUl'C jO >alll.lnd~ r ¡n () hubo de pennilil' la Jesl';ub,l d ~ L'\lrnC <:11 el PUlll<t1, un aren
~ i tu ~do e l1 medio de la lu hí,l, de bido al m ..1 estado de b mar. R. BLA~Cll M \I\TI~L/, Los liln
de ,'mert!o, nllwiáp.des dl' .\w7/1,mdtl. Siglo '\\01. Ay\lnr;lIn icl1to de S~Ill.lncl ...1". S.WI.ullkr. 1'N
P 230.
A n hiv ,) MUlIil'i p'll de S,llll,lIl d ~ r. legaj o A, n ." 28, Fúls. (; - lO .
282
Jesús Ángel Soló¡-zano Telechea y Javier Añíbarro Rodríguez
lN FH.AESTHUCT URAS E INSTALACIONlcS PO RTIJARlAS, FLUVIALES E HÍDRl Ci\S.
283
:lescendía desde la Mies del Valle en cuya desembocadura se formaba la ría de
Becedo. La anchura de esta ría rondaba los 18-20 metros. Es posible que el
puente más antiguo pueda datarse a mediados del s. XIII, ya que a finales de esa
::enturia se había formado una calle que recibía el nombre de La Puente}l. Tras la
::onstrucción de las Atarazanas a finales del s. XIV, debió de levantarse otro
puente de madera sobre pilares de cantería, que permitiera el paso a las Ataraza­
nas. Estas obras resultaban muy costosas para las arcas concejiles y, en 1438, el
concejo se queja de que necesita que la Iglesia contribuya a su reparación 32 . En
1504, según se desprende de un interrogatorio hecho a los vecinos sobre el estado
de la villa, todos afirman que el puente, al igual que el resto de infraestructuras,
está medio caído.
El concejo de Santander se encargaba también del mantenimiento de los
puentes, situados fuera de su término jurisdiccional, sobre la ría de Solía y el río
Pas, en Puente Arce a quince kilómetros de la villa. Este último, cons tru ido en
sillería a finales del s. XV, le costó al concejo no sólo el dinero de su construcción,
sino también el de los pleitos con los maestros canteros. En 1500, una crecida del
río Pas lo quebró y el concejo pidió una indemnización de 2.000 reales de plata a
los responsables: Fernando de Rosillo y Juan Fernández de Palacio, encargados
de la obra, y a Sancho Gutiérrez de Barcenilla, su fiador, quienes se habían com­
prometido a que el puente se mantuviera en pie veinticinco años, presentando
para ello una fianza de 8.210 maravedís 33 . E l otro puente que unía Santander con
el comercio castellano era el que salvaba la ría de Solía, cuya construcción y man­
tenimiento corrió a cargo de Santander, según aparece en los acuerdos entre el
concejo de Santander y la Universidad de Burgos de 1542 34 • El interés del con­
cejo por los puentes fuera de su jurisdicción radicaba en que era una forma de
extender su poder y autoridad más allá de sus límites jurisdiccionales y con ello
de percibir rentas que aumentaban sus recursos 35 (Fig. 3).
JI
J2
JJ
).
L. FE RNANIJEZ GO"lZÁJ 1-2, Arehi·vo de 1,/ c,¡/edral dL' Samander (ss. XII -.\'I'/). Fundación M.
Bot ín, Santander, 1994, d oc. 29.
J. A . SO LORZANO T ELECHEA, Colección .. ., 0 1' . cit., d oc. 86.
J. A . SOI.()RZANO T UECHI·.A, ColeccirJl' ... , op . cir., d ocs. 216, 2 18, 12
iten, que la dich(l vill'J de Santander e cOI1~'ejo, JllsIÍl;ia, e Re.'<,irniento, e hiJo sdll/go de elltl sellll
obliga dos e se obliguen de hacer los caminos que están por hacer en la jlfrúlll;iór¡ de es/a dicha
Sil costa e
mensión, e que estén bien hecho5 e repllrados)' promr,¡r qu e estén (tdere'7ados los Olros caminos
de,de la dicha villa hast.tl,t die/Ja p l/en/L' de Solí" de m,/1/er,zql,e los dichos canos de bueis e aLe­
milas que m etieren las dichas S,lU1S en /a dicha ""il/a de SarJ/dl1der e sacaren de el/..t 105 dichos PdS­
teles puedall ir y verló por los di,hos e,lIlIinos y m/zadds librem ente por bllen camino . Arch iv o
vill,.( J' en:palm' Ji aderezm- lo5 qu e esttÍn por n'p"r,¡r e .lderezar rn el dicho ca mili o iI
J5
Fig. 3. Principios del S. XVII. Puente de cantería sobre el río Pos en Puente Arce (Pub. La imagen de
Cantabria en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Fundación Santillana, Madrid , 1997, p. 70)
En Laredo, las obras de acondicionamiento del puerto no comenzaron
hasta el año 1448, cuando se proyectó la construcción de un cay para solventar
las inundaciones que provocaba el mar, aunque estas obras estu vieron paraliza­
das hasta 1460. Ese año, Enrique IV dio permiso al concejo para retomar la obra
del muell e, pero en el año 1474 se interrumpieron, según expuso Pedro Ruiz de
Cachopín, ello se debió a «que por su muerte e faLLecimiento [Enrique IV] e por
la grand mortandad que en esta viLLa vino, cesó el trato e el edificio del dicho mue­
LLe»36 . En 1489, el concejo de Laredo decidió retomar el proyecto del cay, En su
exposición de motivos aduce: «que en el p uerto se faz ían cargas y descargas de
mercaderías que cal'gaban los mercaderes de Burgos y de otras cibdades de Casti­
LLa para los rey nos de Fran cia e Inglaterra y se descargavan las que de aLLá v enían
en retorno de la q ue LLevav an por ser tal puerto se recogían en él las fl otas q uando
avían de partú' y asimismo quando los reyes antepasados y sus altezas mandavan
hazer algunas armadas en el dicho puerto se recogían, por ser puerto ab ie¡-to, y
caben en él muchas fustas de qualquier grandor que sean », Con este optimismo
pretendían levantar un cay «el mejor que aya en toda la costa y que tiene para eLLo
aparejos, de aver pennas e piedras lo que sea n ecesario y muy buen cimiento sobre
que se pueda fu ndar e que así fecho puedan estm' dentro de él do2Íentas fustas y
más, para se poder reparar a todas las fortu nas e mu.y buen lugar para despu és de
de la Fa m il ia G on zález Camino, sin dasifi car, Carpet,l Ai'u l. C o ncordia Jo: 15'¡2 .
D rI. V-\L VAWI\'IES<l, Agua y pocler ... , np. cil" pp . 177- 183 .
M' 1.
J6
A rchi vo [ lisrórico P ro vinc ial Je C antabria , L.treJ o, leg. 6 ¡ -2.
284
jesús Ángel Solórzcmo Telechea y Javier Añíbarro Rodríguez
fecho se conservar para adelante »37 . Cinco años después, el motivo que impul­
saba al concej o a retomar las obras d el cay ya no era económico, sino qu e con­
sistía en frenar los estragos que causaban las tormentas sobre el caserío urbano,
debido al escaso abrigo que ofrecía el puerto: «el puerto de la villa es abierto, e
tanto puesto en el abra de la mar, que los navíos que allí posan, muchas veces no
pueden salir en tierra, e los pequeños navíos anegan e peligran muchos hombres,
e que los quieren poner los navíos pequeños en tierra segura, pasan muchos tra­
bajos e peligros, e que la mar a derribado gran de parte de la cerca de la villa»38.
Sorprende que frente a las pretensiones de 1489, el contrato de obra de 1498 no
aspire a más que un escaso muelle de treinta brazas, que ha de ser constmido en
tres años. Los gastos extraordinarios fueron sufragados por los vecinos de
Laredo en concepto de sisa y conocemos que la piedra se tomó de la Peña de San­
toña por licencia dada en 1498 39 . Pero estas obras seguían siendo muy vulnera­
bles ante las tempestades, que daban lugar a nuevas reparaciones muy costosas,
en las que los contratistas estafan al concejo. En 1501, el concejo pagó 15.000
maravedís a Martín Sánchez de Ampu ero, cantero, maestro de obras y vecino de
San Sebastián, quien les engañó al no guardar las calidades y tu vo que detener la
obra para se r revisada por una comisión de maestros de cantería, con lo cual ter­
minaba el primer capítulo de la reanudación d e las obras del cay de Lared0 40 . Tras
esto, el concejo encargaba la obra a dos vecinos de Laredo, pero en 1504 llegó un
cantero extranjero con la oferta d e un contrato más barato, justo en un momento
de crisis económica profunda en la villa. El concejo determinó qu e se unier a a los
canteros lared anos para proseguir la obra, pero los tres se lamentaban d e que la
obra del cay «no se puede fa ser tan presto como era menester» ya qu e el dinero
era destinado por los oficiales del concejo <<-para otras que ellos quieren »41. Las
obras duraron hasta 1523, dando lugar a lo que se llamó «el cay viejo »42. Con
todo, no se construyó un puerto suficiente como para poder acoger los barcos de
gran tonelaje, sino una protección para la vill a. En 1557, un viajero las califica
como «murallas en el mar para fortificación de la tierra, con aberturas por las cua­
les puede entrar algún p equeño navío, pero no las naos»43 (Fig. 4).
El valor de la orientación del puerto de Castro U rdiales tampoco lo sal­
vaba de los golpes de la mar en m omentos de temporal, por lo que el concejo a
principios del siglo XVI comenzó la construcción de un cayo Con anterioridad, Jos
37
)8
)9
40
41
42
4)
AGS, C~m~ ra Cas tilla, Memoriales, fols. 148 -9.
AGS, RGS, vo l. XI, fal. 353.
AG S, RGS, vol. XV, fol. 6.
A BPC, Laredo, legajo 5, documcnto 1.
AGS, RGS, 1503 , 11 ,09.
A HP C , Lar.:do, leg. 10-3, fols. 23 y 24.
Apud ;\ RAMU URU Z AGA LA, Santan der .. ,op. cit., p. 54.
INFll...AESTHUCTUHAS 1'. INS'IALACIOl\'ES PORT lIAlUAS. f LUVlALES F HÍOIUCAS ..
28
-'
pescadores y marinos dejaban sus barcos y pinazas en los «solares e ymeas» del puente de
piedra, junto a las plaza, que hacía las veces
de muelle 44 . En 1508, las obras ya estaban en
marcha, según conocemos por una carta de
obligación de Juan de la Rea y Lope de Are­
nillas por la qu e se comprometían a entregar
al concejo 200 cargas de cal buena e mar­
Fig . 4. Puerta de Lareda, S.
chante «para las obras del cay de la pIara e de
(Pub.
La imagen ... , op. cit. , p. 7
la puente que el conrejo a de hazer debaxo
de la casa de Ju an de Otañes» por una canti­
dad de 7.100 maravedís 45 . El concejo, ago­
biado por los gastos, acudió a los reyes en 1511, aduciendo que «necesita un c.
para el reparo d e la villa porque la mar la destruye », tal como hab ía he c
Laredo, pocos años antes. En 1512, con el mismo procedimiento de la sis
aborda una obra mayor que la de Laredo, con una necesidad en principio
200.000 m aravedís, durante los cuatro primeros años 46; sin embargo, la obra, q
H
4S B. ARl'l AGA BOLUI\11l lJRU )' J. L. C ARe( A, Castro Urdia les en la Ed,¡d Alc:dÍtI: [" imagen ti
'Villa. Sa nta nder, 2001, p. 53. B. AR1Z /\G A BOLUMI3URU, "Castro U rdiales en la Edad ~1edia
esp acio urbano », Castro Urdia les )' las Cu atro Villas de le! costa de la mar el! La hi,
Tia. Un iv ersidad de Cantabria, Santand er, 2002, p. 65.
E. BLANCO CiV"u'OS, E. Á LVAREZ LLOP1S y J. A. G ¡\RC{A DE CO ¡u-AZAR, Lib ro del concejO (1 4
1522) Y ducumentos medievaLes del Archivo ¡\!IlmicipaL de entro UrdiaLes. S.1I1[3nder, 1996,
388-389.
46
Sel'a des ql./e Juan de Francos, en nombre de La dicha v illa de Ca5U'0 de Urdiali.'s me lizo rela
por su petición desiendo que por nI)' m"tndado porque complía al ',;)'en e pro comlÍn de ItI al
'l-'illa fes)'e run /In Ctty para "cparo de la dhha ",'illa, a do nde se acogen los Y/abíos e /lú/.lr as ql
La dicha villa 'l-'iniesen e que para f azer eLdicho cay e contra('((y e ,·('/.,.<I ,·lu5 arcos que di,er.
Santa Ana, e que ellos con vuestro acuerdo e consentimiento echaron en s)'sa dosiClIlas
mara'vedíes en Los mantemmientos. Archivo Gencral de Simancas. Cámara C.\sri lJa. PUl'
fol. 2.f3. EL licenciado O tt.ll1 nes, en nombre de la v iLLa de Castro de Urdiales, digu que l,1 d
'Villa por mandado de 'Vllestra aLceza haz e un ca)' en . . la concha de la dIcha viIL,l, e para le h
vu estra alteza Le dio licencia e facul tad para que por (ju.w lO a nos po diese ecb,n sysas confu
a Las condiriones puestas por Fral'lI;isco Bázqucz de C;cpeda, co/Tegido r que a La saz ón hera
Las dichas sysas son co n"ydos los tres annos e corre eLcuarto. ¡-Ium)'lmente pido e suplico ti ~
t"a altesa mande prorrogar La dicha p,-ovisión para Las dichas sysas pa)'{l el hedeji'po ¡;I.sta I
que SI' acabe el dicho cay e contra cay e ~eli(,i de arcos porque del dicho cay ya están Jáhas v
b ra~as e la obra es provecho para La dicha villa e para las ItcWS entibias qlle allá vienen e P i!
servi~io de vlleslr" altesa e para eLacrecen tamiento de sus renle/s e patrimonio real, e en Lo
beer t!s)' 'Vuestra alteza hará se ro.lipo a Dios e a La dicha v illa hyen e m erced. Asimismo, lUf'
vuestl"a all esa que porque la dicha obra es muy g/"ande e muy coslOsa e aren to el scr¡¡ú;:iu de
cra altesa mande faser merced a la dicha villa de aLgunas quall/)'as ele mart/.vedícs pMa ayu
le acabar porque as)' lo ha hecho vu estra a!tesa a la ' ''il/a de Laredo para en el C.1)' que ,15)' /TI
en eLLa se ha fecho e hau. A rchivo Ceneral de Simancas. Cá mara Castilla. PLl~blos. ['01. 3
86
j esús An¿,;el SoLórz (tn o TeLecb ea y !.aUíe::..::.JJl!.bmTO Nodn;f!,1fez
IN fHll.ESTIW CTLlltAS E INSTALAC IO NES PO RT UARI AS . FLUV IA LES E 1·¡¡ U IU l.A. :> . ..
=-=­
(ría de! Peral) y cuyas antiguas estructuras aún son visibles cuando baja la marea .
siendo accesible desde la puerta norte (Fig. 5). Las mercancías se subían al casti ·
110, que también servía como aduana. En e! arrabal de la Ribera se ubicaba el ca)
viejo de piedra. Se trata de la única infraestructura marítima de villa que existí;
en el año 1500, de unas 50 brazas (84m) que fue destruido en 1506, para cuy;
reconstrucción el concejo fijó una cantidad de 50.000 maravedís anuales'o. N c
obstante, esta villa no se decidió a comenzar la construcción de un nuevo muell,
de mampostería, como hicieron e! resto de las villas de! corregimiento, debido '
su franca decadencia durante e! siglo XVI y a que las cuantías económicas eran des
viadas a los puentes, verdadera pesadilla de esta villa en los tiempos medievales.
Fig . 5. Restos del coy a 105 pies del Castillo (© Solórzano)
va a durar hasta 1528, costó 14.000 ducados, con numerosos pleitos entre e! con­
cejo y los maestres de las obras, como el mantenido entre Diego de Amedo,
regidor, CO ntr
a Miguel de Santacelain, maestre del contracay, vecinos de
47
San Sebastián . Aún en 1561, se tu vieron que emprender obras de reparación en
sus muelles, muy maltratados por las tOrmentas, que son descritos Como los cays
y muelles de Santana.
Cercano a la villa, se encontraba el puente del río Brazomar, que fue des­
truido por avenidas de aguas y lluvias en 1494 y de cuya reconstrucción se
encargó el concej 0 48. La obra duró varios años, ya que e! concejo no disponía del
dinero suficiente y trataba de implicar a otros lu gares, que se negaban a contri­
buir económicamente. Finalmente, las obras comenzaron en 1509 tras un inte­
rrogatorio de testigos sobre la necesidad de reconstruir el puente, gracias a que la
reina doña Juana otorgó licencia al concejo para realizar un repartimiento entre
los vecinos de 340.000 maravedís para pagar los salarios y las obras 49 .
San Vicente de la Barquera COntó en época medieval con un fondeadero y
un cay. El primero estaba situado a los pies del castillo, en la parte norte de la vi lla
·'7
¡~
• 'J
Archi vo Real C hanci lle ría Valladolid. Pl eiros Ci viles. Escr ib allía M asas. C ap 3393/ 2, L 2.
A GS, RG S, voL XI!, fo l. 265.
A GS, Cá mara de Castilla. Leg. 5, d oc . 314 .
San Vicente de la Barquera estaba separado de tierra firme por dos brazo
de mar, que eran salvados por sendos puentes de madera. Hasta e! siglo X \ ', l
villa de San Vicente no estuvo en condiciones de tender puentes sobre esas dc
rías . El acceso a la vi ll a desde el este se realizaba por medio de un pasaje de baJ
cas que llegaba al arena l de la villa, y una vez atravesada ésta, la ruta hacia,
oeste debía vadear o pasar en barca la ría de! Peral. En 1453, el puente de la Mai
ya había empezado a construirse, resultando una empresa excesiva para los recu
sos económicos de! concejo, lo cual desde el principio ocasionó graves probl,
mas de financiación a la villa por lo que periódicamente hubo de solicitar ayud :
a la corona". Las solicitudes de servicios extraordinarios son constantes, en 14(
los Reyes Católicos tras las informaciones enviadas por el Corregidor, dan pe
miso al concejo para repartir en forma de sisas 200.000 maravedís con los ql
poder continuar la obra del puente de la Maza s2 . También el puente de! Pe)
había comenzado a levantarse en ese siglo, y aunq ue su construcción plantea
menos problemas que e! de la Maza, siempre estuvo necesitado de costosos an
glos. Anualmente, los repartos de cantidades importantes de maravedís entre \
vecin os en la forma de sisas se suceden para poder continuar con las obras púr
caso En 1512, el concejo disponía un gasto anual fijo para que se construyc ~
sendos pilares de piedra en los puentes de! Peral y La Maza, de! que ya estal
construidos los primeros ocho ojosS3. Dos años después, los puentes de mad
tenían ya una extensión considerab le, el puente del Peral con 200 brazas y e'
la Maza con 250 brazas, pero era necesario un mantenimientO continuo,
requería un gastO ordinario del concejo de 60.000 maravedís anuales 54 ,
' 0 AGS, Cí mara d e Casrilla. Leg, 17, doc. 348, 51
13. A RIZt\G A B UI U~. If\U R U , "Sa n Vicenrc de la Barquera: la fumhc iúll Je
f1u sl r ..rciul/(>s
'l
'.'
"
Cántabras. ESludius histúrl cas
a l hom e1Ulje
u n,l
\'i lb Il1cdicva a P<ltrin o Gll ain 8.. 115. D il'u l
Pro\' inc ial d e Sanrandcr. Santa nd er, 198<J, pp. 223-236.
AGS, R GS , vol. X l[, fo l. 11 7; 1495, 12, 13 .
F. So1Wo, .)(111 Via llte de la Barquera l..ih rnb Babel, Sanrandn, 1')90, p. 25 ; j ~ 1 2. 05,1
A GS, Cáma ra d e C astilla , Pu eblos. L ~g . 17, d oc. 324.
jesús Ángel Solórzano Telechea vjauie,' A'1íbarro Rodr(Q, uez
;RAESTRUCTURAS y CONDUCCIONES DE ABASTECIMIENTO DE AGUA
abastecimiento de agua a las villas sufrió una transformación en la segunda
ad del siglo xv, pasando de ser una necesidad comunal para la vida diaria en
tiemp os cercanos a la fundación, que cada vecino cubría libremente, a con­
tirse en una preocupación concejil de primer orden, lo que fo rma parte de un
Jbio de actitud del poder urbano ante e! urbanismo, el cual cada vez interviene
s de una manera decididass . Surge, así, una percepción nueva de! agua, cuyas
raestructuras de abastecimiento de la población res ultan imprescindibles para
lOrmal des arrollo y prosperidad de! centro urbano, por lo que forman parte
las preocupaciones constantes del concejo. Los go biern os urbanos comenza­
1 en tonces a gastar cantidades realmente altas en la construcción de conduc­
nes y obras de mantenimiento -e incluso engalana mi ento- de todo e! sistema
nu y a menudo, han de acudir a recaudaciones extraordinarias para tal fin.
I NFRA ESTRUCTURAS E INSTALACIONES PORTUAIUAS, FLU V IALES E f-IÍOlUw \S..
jOtElIUL.¡
\·Ollnl~
.\t.
Yb/ ~",
-,~~ ¡ft'1~{lv'
',"
"'1'''.'"
¡u:-H -x--:'
/
1.
2.
.3 .
4. 5. El abastecimiento de aguas se puede dividir en tres fases perfectamente
erenciadas: la traída del fluido hasta el núcl eo, su distribución entre la pobla­
n y la evacuación del caudal sobrante 56 .
6. 7. 8. 9. 10. Fig . 6. Plano de Avilés según Uria Riu
traída y distribución del agua
r lo que respecta a las redes de abastecimiento de agua de las villas del Princi­
:lo d e Asturias, poco sabemos, salvo de la ubicación de los lu gares de suminis­
'. En Avilés, había tres fuentes , una intramuros, en la plaza de San Bernardo y
s en los arrabales ex tramuros, en e! barrio de Sabugo S7 (Fig. 6). Villaviciosa,
:ntada en la depres ión de río de Linares, estaba rodeada por e! arroyo de la
ntanina. La presencia de! agua en la villa ha dejado su testimonio en la toponi­
a. Extramuros, en la parte sur, se encontraba el arrabal del Caño, e! mismo
mbre llevaba la pu erta de acceso y la calle central se llamaba la Calle del A gua
19. 7). Contrastan estas escasas noticias documentales con los conocimientos
e tenemos sobre el sistema medieval de conducciones d e Cimadevilla en la
Así lo ha n señalado aurores como Jua n Anto nio Bonachía Herna:ldo y José M aría Sánchez
Beniro.]. A. B ONACH IA HEN ANDO, «El espacio urbano medieva l de Burgos", El espacio urbano
en la Europa medieval. Nájera. En cuentro, [nterrulcio nales del medievo (2005). Instituro de
Estuuios Riojanos, L og roño, 2006, pp. 273-296.]. M:' Sil "JCHEZ B ENITO , El espacio u1·bano de
¡,enea cu el siglo XII. D iputación d e Cue nca, C uenca, 1997.
M ." 1. DEL VAL VALDl VJESO , «L'approv isionnemenr en eau dans les vi lles castillanes au bas
M oye n A'f,e», Le Moyen Age, CIV, 1998, n ." 1, pp. 73-90.
J. Ugí A R lu , E511tdios . .. , op. cit., p. 3 17 )' ss.
289
'
,/
Coh- del upodc lÍ
CQ1~ di! oQUC
Cad. del Sol
looo dande !:t ~u:lor(ok r6 el ottClbQ.l del MercluJ V~~
Puerto del. p~ l"ltc a del RÍQ
Puerto de tos Carnicería.
pucr\o dcl Col\1J
Ig!CtlG de Sto . Molio 6d ConC"tyu
Ronda!
i.l.uro llo
Fig . 7. Plano medieval de Villa viciosa (Pub.
Pedrayes Obaya, J. "Una pala asturi ana en el
fondo de una ría: Ví Ilavíciosa», Litoral Atlántico,
Monográfico Villas al mor. Ciudades medievales,
n.O3, 2001, p. 119)
ciudad de Oviedo, qu e ha sido objeto de estudios arqueológicos a lo largo de la
pasada d écada s8 .
Por el contrario, las fuentes documentales de las Cuatro Villas de la Costa
de la Mar son un poco más ricas. En Santander son varias las fuentes existentes a
finales del periodo medieval. Dentro del recinto amurallado había dos: una en la
Plaza de la Llana y otra cercana al monasterio de Santa Clara, y para mediad os
de! XV I e! número de fuentes de! recinto ur bano llegaba hasta seis. Georg Braun
des cribía las fuent es de Santand er en 1575: «D isfruta este p~teblo de saludable
temperatura. Posee seis ricas fuentes, unas dentro, otras fuera , cerca de las mura­
llas, de perpetuas y limpidísimas corrientes, que dan a los ciudadanos cuanta agua
necesitan para la necesidad o el recreo. En las misma plaza hay dos, la de Santa
;R J. C HAO AR ANA, «Excavaciones arq ueo lógicas en la call e de Cimadevi­
lla (1992). Co nl rib ució n al esrudio de las red~s de surnini,tro de .\'f,u:t potable de época I11cdie­
\ .,1y modern a en la ciudad de Ov icdo», Boletín del Re,rl Instituto de Estudios Aswrian o5,150,
S. R íos GONZÁI F.Z y F.
1007, pp . 75-99.
290
Jesús ÁngeLSoLórzano TeLecbea y Javier Aliíbarro Rodríguez
Clara y la de la Ciudad. Fuera, cerca de la iglesia de San Nicolás, brota de un ele­
vado peñasco la más abundante y célebre de todas, llamada vulgarmente la
fuente de Becedo. De ésta beben la mayor parte de los habitantes, así nobles como
plebeyos, por la fama de sus excelentes y maravillosas virtudes. Pues aseguran que
en el invierno está muy caliente y muy fría en verano. La cuarta está cerca de San
Francisco y la llaman fuente de la Bóveda. Dicen a la quinta entre ellos del Río de
la Pila, ya la sexta llaman fuente de Molinedo. Estas dos últimas son las que usan
especialmente los moradores del barrio marino llamado la calle de la M ap 59. El
agua hasta las dos fuentes del recinto urbano provenía del exterior de la villa y era
traída por medio de caños de madera. Precisamente, en Santander hallamos la
primera mención a los caños en un centro portuario, cuando en 1397, se citan los
caños de madera que suministraban agua al monasterio de San Francisco situa­
dos en Sierra, lugar extramuros de la villa 60 . La preocupación del concejo por el
buen estado de las fuentes comienza en los años 30 del s. xv, pues en 1438, el con­
cejo firmó una concordia con el cabildo de la Iglesia de los Cuerpos Santos por
la que se eximía del pago de la sisa al clero de la villa, salvo cuando se tratare para
el reparo de las fuentes y los puentes. Según parece la iglesia se había negado a
contribuir económicamente, pero tal como recordó el concejo, el dinero que se
gastaba por este concepto era <<pro común de toda la villa, asy legos commo cléri­
goS»61. Comienza a percibirse claramente que el agua es un medio de extender la
autoridad del poder concejil a todos los sectores de la población bajo la justifica­
ción de que se trata de un bien de utilidad pública, mismo argumento que se repe­
tirá cada vez con mayor frecuencia. Los gastos anuales que el concejo fija en sus
cuentas comienzan a aparecer en el ídtimo cuarto del s. xv. En 1476, el concejo
pagó, a diversos canteros y a un platero, 4.671 maravedís por reparar y adecentar
las fuentes, montante de dinero que supera, incluso, lo que gastó, ese año, para
traer trigo y centeno a la villa 62 • A pesar de las cuantías destinadas anualmente,
según un informe sobre el estado de la villa de 1504, las fuentes estaban caídas, y
todos los años se destinarán recursos para su reparo, si bien ésta es la villa por­
tuaria que menos dinero invirtió en sus infraestructuras de abastecimiento de
agua a los vecinos (Fig. 8).
La villa de Laredo se asienta en la zona más baja del Valle de Valverde, cuyo
fondo está recorrido por el río Bari0 63 . El cauce de este arroyo, que discurría entre
59
60
ól
62
(,3
J.1990,
L. C I\SA DO SOTO, Santan der una vil/a "'drinera en el Siglo xvr. LibreríJ Es tudio, Santander,
p. 5l.
Archivo Histórico N acional , Clero, carpo 1951, n. o 7.
J. A. SOLÓRZANO T ELECI-)ü\ , Colección ... , op. cit. , doc. 86.
J. A. SOLÓ RZANO T FL.l:. CllloA , Colección ... , op. cit., docs. 133 )' 135.
J. A BAD BARRASUS, Puebla Vieja de Laredo e Igles ÍtI de NI¡eslra Señora de la A sunción. L. aredo,
J 980 . S. N!J\ HTINL Z M AR I'INLZ y P. SA!':D O VAL LOr EZ, Los elel/lem os medi~vales dI! la vill" de
INFRAESTR1X ;TUR AS E INSTALACIONES PORT UARIAS, FLUVIALES E HíDRICAS ..
291
mrs.
oV e
v
v
Santander
laredo
r
Castro Urdiales
San Vicente
Fig. 8. Gasto medio anual en infraestructuras del agua (1476-1513)
la Puebla Vieja y el Arrabal, fue canalizado a la altura de la calle de Espíritu Santo
con una alcantarilla abovedada, construida a principios del s. XV¡64. La fuente más
antigua de la que tenemos constancia documental aparece en 1068, ubicada junto
a la iglesia de San Martín, que recibiría el nombre de Fuente de los Moros 65 . En
la Puebla Vieja y Arrabal, había cuatro fuentes: en la Plaza de la villa -la llamada
Fuente Vieja-, en la Iglesia de Santa María, en la Puerta Blanca y en la Rua de los
Cordoneros, en el arrabal de la villa. A su mantenimiento, le dedican las cuentas
de Laredo anualmente fuertes sumas de dinero. En 1497, el concejo comienza a
pedir ayudas a los monarcas para la reparación de las fuentes 66 . En 1501, se des­
tinan un total 7.808 maravedís para aderezar las fuentes, traer las maderas para
64
6;
(,',
Laredo. San tan der, 1999 .]. ~11. REM O LI NA SEIV;\NL, " La ciud ad históric a de L.uedü », en Lito,-al
A ¡(cin tico, n.O 3,2001, p. 98.
P. R J\SlNl:.S DEL Río y R. BOHI GAS ROLD AN , « Un~ ap ort <1 ci ó l1 al conoci mi cllto dd alnsLCc i­
mi ento históri co el e '\ gua a la villa de Lan~ do : el acuedu cto de La R eina », en Tra bajos de
Arq/l fulogítt en Carlltl bria, V, 2002, pp . 163 - 170.
Ad ¡lIa ju nte Sancti Ma rtini. J. ABAD B Aj(RASUS, El m onMlerio de Santa M,lda de Puerto (,S'an­
toña ). D iputación r egional d e C amabria, Santander, 1985, p. 292. J 068, 02, 18.
AGS, C áma ra de C a'tilla. Pueblos, lego 10, fa!. 3.
292 Jesús Á rigel Solórzano Telechca y Jauier Añíbarro Rudríguez
293
IN FRAESTRUCTURAS E INSTALACIONES PORTUARIAS, FLUVIALES E HÍDRICAS.
L:-­
L)
los caños y pagar a los oficiales. El gasto se redujo a 138 maravedís al año
siguiente, ya que el concejo sólo pagó el mantenimiento básico de la fuente, es
decir, aderezarla, limpiarla y quitar las piedras y la cal, pero en 1503, volvía a
ascender hasta 3.000 maravedís que se pagaron a Juan de Balles por aderezar las
fuentes 67 y parece que todos los años debió destinarse cantidades parecidas, pues
en las cuentas concejiles de 1506 aparecen 3.500 maravedís a tal efect0 68 . Es decir,
nos hallamos ante un gasto constante del concejo todos los años, que desde luego
no da sus frutos. Por su parte, en la zona de huertas colindante con la cerca de la
villa había otras cuatro fuentes: una junto al Cementerio, dos en Fonseca y
la Fuente de los Moros junto a la iglesia de San Martín, a la que antes hemos refe­
rido como la más antigua.
,¡,f
n~=- -,
'L,-¡;'o·
J
,
'-1
,
_-= . ~.
~ (¡j ,ul{~!1If {¡
~-----;-,-.,-,
. i
[ ....71PoY'•••.
.......... ­
--=.u \~¡
~_.,.-:?IL..-:-n
'j lid. m ¡lt l "Y,IJI¡!I
UfJiIl
l'Ú
Gracias a una información con testigos, hecha en 1507, conocemos el
pésimo estado de la red de suministro de agua de Laredo y el motivo de los dis­
pendios concejiles anuales 69 . Ese año, el concejo se queja a la reina Juana de que
la villa no tiene agua en verano y que la disponible en invierno viene muy turbia
y sucia, a causa de lo cual muchas personas enferman, pues es de mala calidad 70 .
Según declaraciones esto llevaba pasando desde la visita de la reina Isabel en 1496.
El motivo principal es, primer lugar, la sequía que sufre la tierra 71 , y la otra con­
siste en que el suministro de agua a las fuentes de Laredo es pésimo e insuficiente,
debido a que los cañ.os de madera están rotos y podridos y entran en ellos otras
aguas de arroyos y de lluvia. Por este motivo, los residentes se ven obligados a
proveerse de agua en lugares apartados, lo que supone un gran esfuerzo para
todos ellos (Fig. 9).
~;·/( .""iJ)({ t",U"'~J. C"'J"'p.. l-7r~ ..·_
P.
"
_
lIt '!t6?/ltdL-
I',/ I
t
/'
~
I
~
íl
lo-
....
<---'
-0 .
.
'J
~
Fig. 9. Laredo 1722. Casas en la Rúa del Espíritu Santo sobre el río Bario
(ARCHV. Planos y dibujos, 331)
La provisión de agua a Laredo, descrita en ese pliego de quejas de 1507, se
realizaba trayéndola desde un manantial alejado de la villa, en el lugar de
67 6S 69
70
71 Archivo Histórico Provincial de Can t.-¡ bria, sección Laredo, legajo 5, d ocumento 1.
Que dio al g(15to e ¡'epara de las fue n tes en las uezes qu e {as fuemn a repc¡ra r con lo qMe costaron
los calmos, seglm d lodo lo dIeron po r menudo, mo nt ó el dicho gema tres m y ll y q uin ientos )'
treínla)' q-in co mrs. AHPC , Larcdo, lego 5-2; 1506.
Archi vo General d e Simancas . Cá mara C astilla. P ue bl os, leg. 10-4 9.
J. TEYSSOT, " Leau p ropre, I'cal! sale a la fin du Moyen A ge. Le cas d es égo ut s de Riolll en
Auvergne», Cahiers d'histo /?'e, X XXVU, 1962, pp. 103-120.
En tre 1498 y 1504, Europa O ccidental viv ió varios años de sequías con ul1uad as. En con creto,
1504 fue Ul10 de los doce años m,ís calurosos de los úl ti mo s 500 anos, E. LE Rcw LADUR IL, H is­
toire IJ/tTlltl il1e et co mparée du clim al. 1. raniCl~ /es el g/aciers (X IJ/<-X VI/I" sii:cle). Fayard, París,
2004, p . 163. En 1517, Las Cuatro Vill as vo lvinon a se ntir los efectos de la sequía, u l como se
gllcjaba Ju an d e Cariga, vecino d el término de Laredo, a CJu ien le ocasionó la ruina de su nego ­
cio de ferrerías, AG S, Cí mara C asti lla, Pueblos. 123-9; 1517,06, 22. Vid. J. B FlU lOZ, C a I LlS­
troph es n alurelles el calaml [ '¿, 1111 Mu)'en Age. Sismcl, 1998.
La Reinan, por medio de un caño principal de madera, que alimentaba un «arca »,
«arqueta», de la que arrancaban dos caños, se distribuía e! agua a las fuentes. Lo
que sucedía es que los caños que conectaban e! arca con la fuente principal esta­
ban podridos, mal reparados y al descubierto, por lo que cuando llegaba agua en
invierno, ésta venía muy sucia. El concejo comenta que la culpa la habían tenido
los justicias de años anteriores, que no habían sido diligentes en la reparación
de los caños, lo que nos informa de! fraude que se producía en las obras públicas
y que también hemos detectado en otras villas. Otro aspecto interesante del docu­
mento es la necesidad que se plantea de aderezar o engalanar las fuentes y reparar
los caños y proveer de agua a la población, tanto residente como extranjera, en
72 P. R .'\SI NES DEL Rlo y R. BOHJ G AS ROLDÁN, «Una aportaci ó n al conocimiento del ab asteci ­
mie nto histórico d e agua a la villa de Laredo: el acueducto de La Reina », en Tra baj OS de
Arqueolugía en Ca ntabria, V, 2002, pp. 163 -1 70.
294
Jesús Ángel Solórzano Telechea yJauier Añíbarro Rodríguez
términos de honra y fama pública de la villa. La categoría de Laredo exige que
esté bien provista de agua, ya que es una «vergüenza» que una villa donde hay
tantos vecinos y extranjeros esté sin agua en verano y, en invierno, con poco agua
y además sucia. Por otra parte, como es habitual, Laredo plantea a la reina una
petición económica que asciende a 200.000 maravedís, cifra calculada por los
«maestres de fuentes», y lo hace en términos de provecho común. Desconocemos
qué hizo el concejo con el dinero o la calidad de las obras, pues dos años después,
la corporación se gastaba en reparar las fuentes y los caños rotos 3.535 marave­
dís 73 • Años después, el mantenimiento de las fuentes va a requerir el auxilio de un
profesional especializado, contratado por el concejo. En 1525, el regimiento
acordó que se aderezasen las arcas para que vertiesen agua a la fuente y que se
contratase a una persona, con carácter permanente, para que limpiase dos veces
al año las arquetas y el «pilan> de la fuente. La tarea de la limpieza recayó sobre
García de Escalante y le dieron un plazo de diez días para que aderezase y lim­
piase la fuente so pena de 500 maravedís 74 .
A finales del siglo xv, la población de Castro Urdiales se surtía de agua en
dos fuentes; una instalada en la Puebla de Arriba, en la Plaza, y otra, en la Calle
de Aguascalientes, en la Puebla de Abajo. Las dos fuentes recibían el agua del
exterior de la villa -desde los arroyos de Aranzal y Campijo- a través de caños
de plomo, en cuya reparación el concejo se gastó 5.000 maravedís en 1509 75 • Asi­
mismo, ese mismo año, está estimado el gasto de mantenimiento de las fuentes,
en buenas condiciones, en unos 4.000 maravedís, por lo que el concejo se gastó
9.000 maravedís en un solo año. No obstante, pocos años después, en 1513, el
concejo se gastó 15.000 maravedís en hacer de nuevo algunas fuentes de la villa,
a lo que se sumó el costo de 17.500 maravedís del plomo que se trajo desde Bil­
bao, más 8.033 maravedís del salario del constructor de las fuentes, llamado
Felipe Morro, en total 40.533 maravedís 76 . Se trata de la villa que más dinero
gastó en suministrar agua potable a su población en el período 1476-1513, lo que
puede ser explicado por el empleo del plomo como material utilizado para la
construcción de la canalización del agua, a diferencia de lo que sucedía en el resto
de villas, donde los caños eran de madera.
La villa que contó con más problemas para el abastecimiento de agua a sus
vecinos fue San Vicente de la Barquera, pues carecía de fuentes cercanas al recinto
73
"
75
'"
Archivo General de Simancas. Cámara Castilla. Pueblos, legs. 10-49. Archivo Histórico Provil1cial de Camabria, Lared o, legs. 78- 19. E. B LA NCO C AMPOS, E. ÁLVAREZ LLOPIS y J. A. GARC iA D E CORT/\ZA R, Libro del Concejo (J 492-15 22) Y documentos medievrdes del Archivo M unicipal de Castro Urdúdes. Fundaciól1 M.
Botín, Samand er, 1996, p. 42 8.
Libro del concejo (1492-1522) ... , op. cit., pp. 431, 439, 440, 463, 467.
INl'RAESTRUCl'URAS E lN STALACIONES PORTUAlUAS , FLUVIALES E HÍDRICAS.
295
intramuros, salvo los pozos del Barrio de las Viñas (en el arrabal) y del hospital
de la Misericordia. El manantial que abastecía de agua a San Vicente de la Bar­
quera se encontraba a una legua de distancia, en Fuenlareina, en el lugar del Hor­
tigal. Tras el incendio sufrido por la villa en 1483, la valoración de disponer de
agua suficiente en el recinto urbano aumentó, lo que llevó al concejo a solicitar
ayudas económicas a los reyes para sufragar los gastos de construcción de la
canalización del agua. Entre 1490 y 1491, la liberalidad regia ordenó la ejecución
de un pago a favor de estas obras que ascendía a 269.285 maravedís en con­
cepto de «traer a la villa una fuente de agua»77. N o obstante, aquel dinero no fue
suficiente, pues años después, en 1506, el concejo ordenaba hacer una pesquisa
con testigos para enviar un informe a la reina Juana que apoyase la necesidad que
tenían de reparar las fuentes y los caños que surtían de agua a la villa. Según se
expone, los caños de madera que traían agua desde Fuenlarreina estaban mal
hechos, ya que los maestros de fuentes ordenaron que los enterrasen demasiado,
por lo que cuando se rompían, el gasto de su reparación era elevado. El coste total
del reparo de los caños de madera se calculaba en 50.000 maravedís. El informe
presentado detalla la existencia de 800 tramos de caños de madera, de una longi­
tud media de 1,25 metros, que discurrían bajo tierra, cada uno de los cuales valía
medio real. Por su parte, la manO de obra de enterrarlos costaba 5 maravedís cada
caño, y la dirección de las obras por parte del maestro de los caños, 9.000 mara­
vedís. El dinero obtenido con el permiso real en 1506 no fue suficiente, pues las
78
solicitudes se extienden a los años de 1507, 1513 Y 1524 . El concejo tenía un
encargado del mantenimiento de los caños que traían el agua a las fuentes al que
79
pagaba anualmente 10.000 maravedís •
Desde el incendio sufrido por la villa en 1483, el concejo tomó conciencia
de la necesidad de que la villa estuviera suficientemente abastecida de agua, lo que
le llevó a cortar el suministro al monasterio de San Luis, apartado de la villa. El
monasterio se surtía de agua de la misma fuente y exigía que el concejo les sumi­
nistrase agua, a lo cual el concejo alegaba que de suministrarse agua al monaste­
rio, la población intramuros de san Vicente se marcharía, ya que como la traían
desde lejos, era frecuente que los caños se rompiesen y el agua no tuviera fuerza
para llegar hasta las fuentes de la villa, por lo que si necesitaban agua, les reco­
mienda que la tomen de otra fuente. A esto añadían, que necesitaban el agua por si
acaso la villa se viera envuelta en otro incendio. El pleito entre ambas instituciones
se alargó durante casi treinta años, entre 1491 Y 1524. Como se ve, los concejos
procuran proteger los intereses de los vecinos, amparados siempre en la defensa
77
7ij
79
AGS, Cámara de Castilla. M emoriales. Leg. 167, doc. 69.
AGS, Cám ;\ I';¡ de C:lstill:t. Pueblos . Leg. 17, do c. 29 4.
AGS, Cámara de Costilla. Pueblos. Leg. 17, docs. 324 y 352.
296
jesús ÁngelSolórzcmo Telechea y javier Añíbarro Rodríguez
IN FRAESTRUcrURAS E INSTALACIO NES PORT UARIAS, FLUVIAlES E ¡-¡ÍDHlCAS
297
La evacuación del agua
1
~>
;­
\
Fig. 10. La((~do 7777. 7557. Vista del convento de Santa Clara de Castro Urdiales
(ARCHV, Planos y dibujos 250)
del bien común. Lo que se pretende con estas actuaciones en beneficio de la
colectividad consiste en que la población gobernada perciba que el gobierno con­
cejil actúa en su beneficio.
En otro orden de cosas, además de las fuentes comunales, los vecinos
podían libremente hacer pozos y fu entes en sus propiedades, siempre que no per­
judicaran los intereses comunes o a otros vecinos colindantes, de ahí que el
acceso al agua fuera también un elemento de diferenciación social entre los veci­
nos. El sistema privado de abastecimiento estaba reservado a unas pocas familias
ya las instituciones eclesiásticas. Los miembros de las oligarquías tenían sus pro­
pios accesos a través de pozos y fuentes privados, al igual que ocurre en algunos
monasterios francisc anos, co mo el de Clarisas de Castro Urdiales, o el Hospital
de la Misericordia de San Vicente de la Barquera (Fig. 10).
La evacuación del agu a sucia y el caudal
sobrante es el aspecto más frágil del sis­
tema: las villas carecían de alcantarillas,
las aguas sobrantes corrían libremente
por las calles, mezclándose con los
d esagües incontrolados, los desperdicios
y los animales que transitaban por ellas,
lo que hacía de estos puertos lugares
muy insalubres. Las primeras actuacio ­
nes para controlar este paisaje consistie­
ron en la construcción de un regato
central a un nivel inferior al resto de la
vía, por el que discurrieran las aguas
canalizadas (vanela)80 (Fig. 11). Si la villa quedaba atravesada por un cauce (Santander y Laredo), las aguas sucias y el conjunto de desechos urbanos se ver­ tían directamente sobre él, con lo que esa agua sucia contaminaba la red de sumi­ nistro de agua de los pozos y fuentes. Así pues, la evacuación del agua suponía un problema para las villas, aunque los concejos no parecen ser conscientes de ello hasta la segunda mitad del s. xv . Fig. 11. Laredo, puerto de San Martín.
Calle empedrada con canalización del agua
Laredo es una de las primeras villas portuarias cuya documentación refleja
la preocupación de las autoridades, si bien se percibe que el concejo no planifi­
caba el urbanismo, sino que se limitaba a intervenir cuando las actuaciones de los
vecinos contravenían la normativa o resultaban molestas. En 1461, surge un
pleito entre el dueño de unas bodegas en el Arrabal y los vecinos que vivían
encima a causa del vertido de aguas sucias en las traseras de las casas. Según se
menciona, los vecinos tenían prohibido echar agua sucia, aunque no agua limpia,
por el aguavierte de las casas y estaban obligados a limpiar el corral del aguavierte,
bajo penas económicas de 600 maravedís 81 (Fig. 12). Otro de los problemas que se
~o 81 B. AR1ZAGA B01L U MB lJ RU, «El agua en la documentaci ó n urb ana del nordeste peninsular», Iv1.:'
1. DEL VAL VAI.DlV ILSO (coord. ), El agua en las nudades castellanas durant e la Edad ,\1edía.
Fuentes para su esm dio. U nivesi dad de Valladolid , Valla do lid, 1998, pp . 7 1-96.
V. C UÑAT CISCA R, Dowmentaóón medieval de la v illa de Laredo, 1200--/500. Fundació n Nbr ­
celino Botín , S ~[1tander, 1998, do c. 96.
298
jesús Ángel Solórzano Telechea y javier A iiíbarTO Rodrí,guez
IN FHAt:"<;T!WCTlI RA,S E INSTA I.ACIONES I'OHTUAlUl\ S. FLUVIALES F J-iÍOj{jCAS . .
su propiedad mediante cartas de dona­
plantea el concejo de Laredo es la
ción y compraventa, que daba paso a una
necesidad de empedrar las calles,
«escalera junto con las nefesarias por do
para que el agua de mar y del «cielo»
desiende a la map83 (Fig. 13).
no arrastre el suelo de las calles, con
peligro de derrumbamiento de las
Las ordenanzas municipales de
casas. Por último, un problema aña­
comienzos del siglo XVI evidencian la
dido en Laredo consistía en que el
preocupación de los concejos, especial­
mar en tiempo de temporal inun­
mente sensibilizados por las tremendas
daba la villa y el agua quedaba
consecuencias de las oleadas de peste de
C'~'\llt dt fA' C..1.'r IlI ,u L '.\ 1 ,4..t"a.t:
estancada formando balsas de agua
esos años. En 1532, unas ordenanzas
sucia, ya que no existía una vía de
concejiles de Santander obligaron a que
evacuación. En 1527, el concejo se
todos los vecinos sustituyeran los pri­
queja
de
ello:
«que
dentro
del
con­
vados
de madera por otros de piedra,
Fig. 12, Laredo 1711. Alzado de Casas en la Rúa
tracay
e
mueLLe
de
la
dicha
viLLa
esta
y
los
limpiasen
mensualmente, y les
Mayor, donde se advierte el corral de agua viertes
una
balsa
muy
pertyfera
de
la
qual
recordaban
la
obligación
de vaciar los
común (ARCHV, Planos y dibujos 454)
sale mal olor e que al tiempo de la
bacines y baciniLLas en el mar, con la
mar se habaza ninguna persona
finalidad de evitar los malos olores,
hosa andar por la plafa desta dicha viLLa, .. e por quitar el mal contagioso les que­
aunque prohibieron que arrojasen las
re)'s quietar e Limpiar, e que las caLLes desta dicha viLLa estan desempedradas e tie­inmundicias en la zona del cay84.
nen necesidad de se empedrar e aderefar porque no se pueden andar especialmente
en tyenpo de invierno»82.
~
.
2
.~
•... "'" "n-¡j·-e1 '1'''/71tr"1. ¡ ,\
J
~\\: ' \\;\'\\-t~ \\
En el siglo XV, algunos vecinos comenzaron a construirse sus propias nece­
sarias en la parte trasera de las casas, para mejorar la salubridad interna de sus
viviendas. Teniendo en cuenta la ausencia de vías de desagüe del agua y la estruc­
tura de las casas, la necesaria mejoraba la situación interna de la vivienda, pero
contribuía a empeorar la de las calles, ya que a menudo se levantaban sobre suelo
público, fuera de la vivienda. Quizás una sentencia de 1490 sea el documento más
interesante que nos ha llegado en relación con este tema. En ese año, Diego Sán­
chez Calderón y Martín Fernández de Liencres, alcaldes ordinarios de Santander,
dieron sentencia en un pleito que el concejo venía manteniendo, desde hacía algu­
nos años, con diversos vecinos, por la ocupación de suelo público. El concejo, por
medio de estas medidas, pretendía que los ocupantes devolviesen el espacio pú blico
para que los vecinos pudieran pasar como de costumbre, la dejasen empedrada con
una anchura semejante a las calles contiguas, derribasen las necesarias y que el
camino de ronda quedase «desembargado para velar e rondar». Así, a Juan Fer­
nández de Penagos le obliga a que «quyte la nesfesaria que está puesta en la dicha
caLLe pública contra rasón». Sólo en uno de los casos, el concejo permitió que los
vecinos se quedaran con el suelo ocupado, puesto que los demandados justificaron
SJ Arc h i\ <J Histórico Prol'in c ial de Can labri cl, Larcdo , legs , 78 - 19.
Fig. 13. Paso de ronda en Laredo (©Solórzan
AGUA, SOCIEDAD Y PODER CONCE]IL
El análisis de las infraestructuras del agua no se puede separar del contexto soci
político. Los poderes públicos -monarquía y concejos- concibieron la planific<
ción y control de este aspecto del urbanismo medieval en atención a cómo pod
mejorar la vida y el trabajo de los vecinos 85 . Las infraestructuras del agua en L
villas portuarias eran elementos urbanísticos de vital importancia, de ahí la pre<
cupación de los gobiernos urbanos por disponer de ellas, mantenerlas y mejora
las. Las infraestructuras marítimas y fluviales eran esenciales para el desarrol.
socio-económico, e incluso para la misma supervivencia de los vecinos. De ot
el abastecimiento de agua a las villas era vital para el quehacer cotidiano de
comunidad 86 .
~) SOL(JRZ¡\¡-':O TF LECJ-I U , Colección .. " op. c it. ,
s, R. BLASCO M MUINE/., Los libros de acue rdo s
~5 "6
doc. 158; 1490,05,05 .
m umcipales de Sal1uillder. S.
,1' 1. f\yuntam i" l
de Santand er, Santander, 1998, p. 217.
J, W. K ON VITZ, CiLies & ¡h e Sea, Port city pL,wn illg in Earl)' ¡l[odcm [urape, J o hn Hopki
UniversilY Press, Lond r es, 1978 , p. 73.
M. M OL LI\T, La v ie If ltutidiellne des gens de m er en A //,mtique (l.\~- XVI'· 5.) , Hach~rt c, P;1 rís, 191
300
j esús Ángel Solórzano Telechea y j avier A 11íbaI'ro Rodríguez
La accesibilidad al mar era de capital importancia para la subsistencia de
los habitantes, ya que permitía trabajar y alímentarse a una gran parte de la
población 87 , El puerto daba vida a varias industrias (comercial, de servicios, de
transporte, pesquera, artesanal y constructora) que se desarrollaron gracias a su
actividad, directa o indirectamente 88 , En primer lugar, hay que citar la amplia
gama de oficios que p articip aba de la transacció n mercantil: mercaderes, que
compraban y vendían productos (sal, pescado, hierro . . ,); además de los factores,
los escribanos y notarios que certificaban los actos de transacciones, los trans­
portistas que movían las mercancías de un puerto a otro (maestres y marinos), los
cobradores de impuestos, los gabarreros, remeros y barqueros que transportaban
las mercancías hasta los barcos de gran porte; los mulateros, carreteros y arrie­
ros, que llevaban las mercancías desde los barcos hasta las lonjas. También hay
que mencionar los hosteleros, que dab an alojamiento y alimentos en sus posadas
a los mercaderes, y a los traperos, merceros, plateros y tenderos, que vendían las
mercancías en sus tiendas, En segundo lugar, se hallaban los hombres que vivían
de la mar, el imp ortante sector social de los pescadores, origen de las importan­
tes cofradías de pescadores 89 , que se desarrollaron en estos centros urbanos y que
desempeñaron un papel destacado en la consolidación d e la identidad del Común
en estas villas 90. En las villas portuarias de Cantabria y Asturias, las cofradías no
sólo estaban integradas por pescadores, sino que llegaron a ab arcar a todo el sec­
tor del Común, algunos de cuyos integrantes ejercían oficios considerados viles
y bajos, En 1512, el concejo de Laredo prohibió p or medio de una ordenanza
concejil que pudieran representar a la confradía en el concejo aquellos «que noto­
riamente biben de ofú;ios de sastres o de pellegeros, o carpenteros, o p edreros, o
terreros e tundidores, o barberos, o esper;ieros e regatones o r;apateros, nin otras
personas que usan de otros ofir;ios baxos e viles (., ,) e los herreros e mesoneros de
~7 M. 1. VAL VALD IVIESO (ed.), VivI r del agua en las ciudades mediev ales. Uni ve rsidad de Vall ado­
lid, Valladolid, 2006.
B. ARíZA G,\ BO LLJMBl' RU, «Las acti v idades eco nómicas d e las villas m arítimas d el no rre penin­
sul ar", XXIX Semana de estudios M edievales de estella. G o biern o de N ava rra, Pamplona, 2003,
pp. 195-243.
89 B. A RíZA GA BOLUMB URU, «La p esca en el País Vasco en la Edad Media», lLsas Memuria-Revista
de Estttdios Marítimos del País Vasco, n.O 3, 2000, p p. 13-29. S. T FN A G .\RC¡'\ , «Comp os ición
social y articulación intern a d e las cofradías de p escadores y ma reantes. (Un análisis de la
explotación d e los rec ursos m arítimos en la Marill ~ de Cas tilla durante la Baja Ed ad M edia)",
Espacio, Tiempo y Forma. Historia Me dieval, Se rie !TI, 8 (1995 l, pp . ] 11-134. E. G ARc(A Fuz­
NANDEZ, «Las cofradías de oficios en el P aís Vasco durante la Edad M edia", Studia Historica.
His lOúa Medieval, 15, 1997, pp. 11-40.
~o J. A . SOLÓRZANO T t LECHEA, «D e ' rodos lo s más del pu eblo' a la 're públi ca e comun ida d ': el
d esarroll o y la conso lid ac ión de la id entid ad del Común de La red o <':11 los si glos XIV y XV",
AM EA. Anales de historia medieval de la Europr{ Atlántica, n.o 1, 2006, pp. 6 j -1 06.
S8 INT'RAESTRUCfURAS E lNSTALACJONES PORTUARIAS, FLU VIALES E HÍDRlCAS
301
derecho non pueden ser regidores, ni fieles, ni ofir;iales de esta dicha villa,,91, En
efecto, el puerto daba vida a un sinfín de oficios relacionados con las actividades
artesanas de la lana, el cuero, la piel, el hierro, la construcción y los servicios,
como los tundidores, que debían repacar las sacas d e lana; los cordoneros, que
trabajaban el cáñamo y el esparto para hacer cuerdas, imprescindibles para los
barcos; los costureros de velas, los ancoreros, los toneleros, dedicados a la fabri­
cación de pipas y toneles, que servían para transportar y almacenar los vinos, el
pescado y otraS mercancías; los oficios dedicados a la manufactura del hierro:
armeros, ballesteros, herreros, caldereros y cuchilleros; los que se dedicaban a la
construcción y el mantenimiento de los barcos: carpinteros y calafates; y los que
d aban servicios concretos a vecinos y extranjeros : regatones, especieros, barbe­
ros, zapateros, .. 92,
Mientras que el mar produjo una especialización del trabajo, los oficios del
agua documentados en las villas portuarias son muy escasos o casi nulos. En la
documentación medieval, no aparecen los relacionados con el transporte del agua
hasta las casas o con la limpieza de la ropa (aguadores, lav anderas), como en otro s
centros urbanos castellanos, lo que viene explicado porque el trabajo de la mujer
estaba invisibilizado. La obligación de las mujeres consistía en tener la casa abas­
tecida de alimentos y, adem ás, de agua para consumo y para el resto de las nece ­
sidades. Esta labor era concebida como una tarea propia de la mujer y no como
un trabajo. Tampoco se hallan presentes aquellos oficios relacionados con la eli-,
minación d e las aguas residuales, como poceros o albañaleros, debido al us o:,
generalizado de tirar las agu as sucias directamente a las rúas, hasta que las orde
nanzas municipales prohíban esta costumbre ya en el sigl o XVI.
Por su parte, las obras de infraestructuras generaban en las villas toda un
estructura socio-profesional93 , En las obras de los puertos, los maestros fijaba
los gastos, los albañiles jefes dirigían las obras y a todo un mundo profesiona
muy especializado de canteros (pedreros) y talladores, carpinteros, colocadore
de piedras, ay udados p o r los obreros, encargados de las tareas más básicas. Igual
mente, en la documentación aparecen oficios relacionados con la construcció
mantenimiento y aderezo de caños y fuentes: los encargados esp eciales para el man
tenimiento de los caños, los m aestros de las fuente s, los maestros de los caños, lo
obreros que cavan la tierra para enterrar los caños, los carpinteros que fabrica
los caños; los plateros y herreros, que aderezan las fuentes. El modo de remuneració
91
ARCI-IV RR E E , c 286-32 . n
J. l\ . SOL(lIZZ,\NO TELECH I:.A, Santan der en la Edad Media: pat rimonio, pannlesco y poder. U n' 93
versidad de C antabri a, Sant'1I1de r, 2002, pp. 112-116. R. CÓM EZ, Los constructores de la España medieval. Un ive rsid ad d e Sevill a, Sevi ll a, 2001 . 302
Jesús Ángel Solórzano Telechea y Javier Añíharro Rodríguez
de todos ellos fue muy variado: trato con e! maestro de obras, pago según tarea
(hacer caños, enterrarlos ... ), pago por jornada.
Además de dar trabajo, el tener unas buenas infraestructuras de! agua fue
percibido por e! poder concejil como un medio para que las villas fueran más
prósperas y creciese el número de habitantes. Cuando, en 1542, el concejo de
Santander quiso comprometer económicamente al cabildo de la Iglesia de los
Cuerpos Santos en la construcción del muelle de Santander, imitando a otros
cabildos e iglesias como las de Laredo, Castro, Portugalete, Bilbao y San Sebas­
tián, entre las razones que adujo se hallaba una fundamental, e! muelle incre­
mentaría la población de la villa, y, de este modo, e! cabildo vería aumentar el
número de misas, de aniversarios, de quintas, de limosnas y de memorias perpe­
tuas, lo cual redundaría en provecho de la propia iglesia: «En cuanto a las sisas del
muelle. La villa dize que los sennores del cabildo son obligados a las consentir en
ellas commo los otros vesinos y estrangeros, y commo lo an hecho los eclesiásticos
de Laredo, y Castro y Portugalete y Bilbao y Bermeo y San Sebastián en los mue­
lles que an hecho, porque el muelle que esta villa haze es cosa muy nes~esaria y
provechosa a los eclesiásticos y vesinos y estrageros (. ..) por cavsa de la contra­
tapón y de la pesquería se acre~ientan los vesinos, los quales pagan diezmos a los
sennores del cabildo, dizen misas, aniversarios, paganquyntas y déxanles memo­
rias perpetuas quando se mueren »94. Además, estas infraestructuras servían al
«bien común », es decir, eran útiles para el conjunto de la comunidad urbana. En
1438, e! mismo concejo de Santander firmó un convenio para que la Iglesia par­
ticipase económicamente de los gastos que generaban la construcción y reparo de
las infraestructuras, justificándolo en que no sólo eran beneficiosas para los lai­
cos, sino también para el estamento eclesiástic095.
Igualmente, las infraestructuras portuarias servían de defensa contra los
peligros procedentes del mar: tormentas e invasiones. Las galernas y tormentas
del Cantábrico provocaban inundaciones, que destruían el caserío y las calles, así
como las naves que apostaban en el puerto. Las obras de acondicionamiento del
cay de Laredo de 1448 se proyectan como una medida para evitar las inundacio­
nes que provoca el mar y lo mismo sucede en el resto villas del Cantábrico .
Asimismo, la percepción de los puertos del norte peninsular como espacios fron­
terizos del reino de Castilla, necesitados de medidas protectoras y potenciadoras
tanto en tiempos de guerra, como de paz, tuvo un largo desarrollo. A finales de la
Edad Media, Santander elevaba a los Reyes Católicos una petición por la que soli­
citaba una ayuda económica para reconstruir parte de sus infraestructuras por­
tuarias, ya que la villa era la <frontera de estos reynos» con Francia y Bretaña, por
INFRAESTRUcrURAS E l.i'iSTALAC10I\'ES PORTUARIAS, FLl;VIALES E HÍDRICAS .
lo que de no atenderse su petición, Castilla quedaría desprotegida y las rentas rea
les sufrirían un gran descalabro 96 . Con relación a las infraestructuras relacionada
con las aguas continentales, el abastecimiento de agua a la población era percibid
como algo fundamental, vital para el buen estado de salud de los habitantes
extranj eros, y que servía también para ofrecer una visión de la importancia de la.
villas de cara al exterior, la fama pública de la villa. Por todo ello, los concejo
manifiestan una preocupación constante por mantener en buen estado o por cons
truir nuevas infraestructuras del agua, a pesar de lo gravoso qu e suponen est
empresas para las arcas municipales 97 • En el siglo xv, las infraestructuras portu,
rias y las de abastecimiento de agua se consolidan, se intenta mejorar su diseñ
arquitectónico, se hacen más duraderas, ganan protagonismo en e! conjunto
obras municipales, lo cual requiere fuertes inversiones concejiles.
Hasta e! siglo xv, el poder urbano no se preocupó por intervenir en
desarrollo urbano, ya que existía la idea de que ese aspecto era una tarea propia
los vecinos y los concejos sólo se reservaban el derecho de intervención en e! ca
de que se produjera un agravio. En las Partidas, no obstante, e! legislador comen
que hay ciertos elementos urbanísticos en los que la autoridad pública debía inte
venir, como era e! mantenimiento de las murallas, en cuya labor, todos los vecin
debían cooperar, ya fuera con su trabajo o con dinero: «ca pues que la pro dest
lavares pertenece comunalmente a todos, guisado e derecho es, que cada uno fa
aquella ayuda que pudiere»98. Las calles y plazas públicas también son element
primordiales en la vida urbana. Entre los bienes comunal es tienen una relevanc
especial las conducciones de aguas, canales, atarjeas, canalones «las fuentes...
todo ame que fuere y morador, puede usar de todas estas cosas sobre dichas; s
comunes a todos, también a los pobres como a los ricos»; pero la responsabilid
del concejo era limitada y la iniciativa privada primaba sobre cualquier otra. A
los vecinos tenían la responsabilidad de! mantenimiento y limpieza de las cañerÍ
«reparando o alimpiando alguno me los caños, e las acequias do se acogen las agu
de sus casas o de sus heredades: maguer alguno de sus vecinos se tuviese por agr,
viada de tal lavar como esta, por enojo que recibiese de mal olor, o porque echas
en la calle, o en el suelo de alguno que estuviese cerca de los caños, piedra, o lad
Uos, o tierra, o alguno otra cosa de las que fuesen menester a aquella lavar, o at
vesase las calles en abriendo los caños con madera, o de otra guisa, fasta que ovi
acabado la lavar: con todo non se le puede vedar ninguno... porque es gran pr
gran guarda de las casas, e aun aprovecha mucho en salud de los ames, de ser
%
')7
9.
?5
AI\ltS, Leg, B izdo, 306, S, F (med iados del siglo X VI) , n,o 32 ,
T¡'J-lu 11'.,\ , Colección ... , op, cit. , doc. 86,
J. A, S OL(lRZ;\ "' 0
30
98
lA, SO L6 RZAN O T ELEC HhA, Co lección diplomática del A rchiv o MlI11lcilla/ de S,mlamler. " ,
Cit. doc. 255,
La dette publique d'lns I'histoire: L es Joumée, du C enO-e de R echenhes H¡s/tn iqll('s ,
pom L'H istoire Econo mique , Pa rís , 2006,
P{( rlida 1Il, título X XXll, ley XXl ,
COI
304
j esús Á ngel Solórzcmo Telechea y javier A ñíbarro Rodríguez
caños bien reparados, e alimpiados. Ca si de otra guisa estuviesen podría acaecer
que se perderían, e se derribarían muchas casas ende»99.
De esta concepción no intervencionista de finales del siglo XIII, se va a
pasar a un cambio de mentalidad en el siglo xv, en la que los concejos se convir­
tieron en los impulsores del urbanismo. La consideración de bien común es el
punto de partida que va a motivar la acción concejiPoo. El poder urbano inter­
viene en este tipo de infraestructuras ante la toma de conciencia de que eran ele­
mentos esenciales e imprescindibles para la vida urbana, pues se trataba de un
bien público que beneficiaba al conjunto de la comunidad urbana. Al pertenecer
estas infraestructuras al dominio de lo público, los concejos podían centrar su
acción política en ellas, o lo que es lo mismo, las élites urbanas que ostentaban los
cargos concejiles 10I . En 1512, Juan de Francos, en nombre de la dicha villa de
Castro de Urdiales, se dirigió a la reina doña Juana diciendo que porque «com­
plía al vyen e pro común de la dicha villa fesyeron un cay para reparo de la dicha
villa, a donde se acogen los nabíos e pina~as que a la dicha v illa viniesen e
que para fazer el dicho cay e contracay e ~errar los arcos que disen de Santa Ana,
e que ellos con vuestro acuerdo e consentimiento echaron en sysa dosientas myll
maravedís en los mantenimientos» 102. Como se aprecia en esta petición, la cons­
trucción de infraestructuras portuarias vino precedida por el argumento del buen
gobierno, como garante del ideal de justicia sociapo3. Lo mismo hizo Laredo para
justificar su solicitud de ayuda económica para el reparo de las fuentes y los
~9
Pcmida II!, títul o XXX II, ley ViL
100
J. A. BONA CHfA HERNANOO, <<'Más ho nrada que ciudad de mis Reinos ... ': la nobleza y el ho nor
en el imaginario urbanos (Burgos en la Baja Edad Media)>> , J. A. BO NAcH tl\ H ERNAN DO (ed. ),
La ciudad medieval. Aspectos de la v ida urbana en la CtlSÚlla bajo1lu!diev al. Un iversidaJ de
Val bJolid, Vall adolid , 1996, p. 192. D. BM.ESTR ACC1, «La politica dell e acque urbane nc ll'lt:tli a
communale» , Méltmges de l'École Frant,a ise de Rome. Moyen Age, n.O 104, 1992, p p. 431 -479.
J. A. BONACllf:\ H ERNANDO, "El espacio urbano med ieval de Burgos», B. AIUZAGJ\ BOI.UM ­
BURU y J. A. SOLORZANO T U.ECIIEI\ (eds.), El espacio /t í"bano en la Europa mediev"Tl, N ájera
Encu entros I ntern ac ionales del Me dievo. ¡ER, Logroño, 2006, pp. 273-296.
101 M .. 1. DE L VAL Vt\illl Vll:SO, «Consideraciones en to rno;:¡ la relación entre el control del a¡;lla V el
ejercicio del poder en la Baj a Edad Media», CI/a demo> de H istoria de l::sparía, LXXVlI, 2001-2002,
pp. 71 -88 . !. VA r. VALj)[VI ESO, Agu,¡ J' pode,. en la Casúlla bajomediev al .., op. cit., pp. 60-66.
J02 AGS, Cám ara Casull a, Pueblos, fol. 243.
Jn~ Sohre el Bien Com ún: P. B UCKl, «.E l princi pio del ' bien co mún' co mo norma para la act i" idad
polític a. La ap ortac ión de ca mpesin os y b urgu eses al desarrollo de l Estad o mod ern o (éJl1 pranO
en E urop a cen tra),), Edad Ideclin. R evista de Historia, 1. 1998, pp. 46. J. M . NIL ro SOIU'\, «Frag­
mentos de ideología política urbana en la Cas tilla Sajomedicval.., Aria/es de la Um v ersidacl de
Alicante. Historia Medieval, 13, 2000-2002. A. ANTELO l CI ESIAS, . La ciudad ideal según Fran­
cese ELximcnis )' Ro d rigo S,ínchez de A rci valo", La cilfC{ac/ hisptÍmú dU r (mL e los siglos XIII al
X VI . Madrid, 1985, vol. 1, pp. 19 50. N . Gl GLlr: L.\il y A. RucQuor (coords.), El disCl<J"So polí­
tico en la Edad ¡V/cdia. Buenos Ai res, 1995, pp. 233· 255.
lNFRAESTRUC flI lL<\ S F. U\STAlAClO NES PORT UARIAS , FLl NTALES E HíDRlCAS .
305
=
caños, pues era al «pro e vien común de la dicha villa". O la misma argumenta­
ción fue utilizada por el concejo de San Vicente de la Barquera para negar al
monasterio de San Luis el desvío de agua que le pedía, ya que ello iba contra el
bien común.
El ejercicio del poder por parte de las elites urbanas se realizaba en nom­
bre del «bien común » de los vecinos de las villas, lo cual legitimaba el gobierno
de las oligarquías al frente de los concejosl04 . Las oligarquías de las villas portua­
rias se nos presentan, así, ejerciendo sus obligaciones de buenos gobernantes
dentro de su ámbito de competencias lO5 . Las actuaciones concejiles con rela­
ción a las infraestructuras aparecen supeditadas a los intereses de la comunidad,
aunque en realidad ello permitirá a las elites dirigentes controlar las activida­
des económicas, detraer recursos económicos de la vecindad en su propio
beneficio y legitimar su acción de gobierno 106. Así, es posible entender la pre­
ocupación concejil por la construcción y mantenimiento de infraestructuras
portuarias, fluviales y canalizaciones de agua, lo que convirtió las obras públi­
cas en instrumentos para el ejercicio del poder de las oligarquías en los centros
urbanos de la costa.
10·' E. CRO U7.ET- PWAN , <<' P om le bien COJl1 J1lu n .. .' . A propos des politiq ll cs urbJ.ines d,1I1S ['halie
cOl11nJuna le» , POllvoir et édiliLé. Les gr,mds (h,m út'rs ddllS I'l /alie co m1JJl/l7alc et )('ig/H'Hri.t1e.
Ro ma, 2003, pp. 11-40.
DH VAl VAUJ [V1ESO, «Agua \' org:lIlizaóón social de l espacio urb ano », Usos socú¡f('s d('I,/glI(/
en las ciudades hispá.nims de ItI Edad Media. Vall,tdo liJ . 2001 , pp . 13 -4 1. 1. Diól VAL VAW IVlESu.
le< l.
10',
Agua )' poder en l/l Castil/a baJornedicval. El papel del agl/a en el ejerCicio del poder concejil a
¡mes ele 1,1 Edad .'vIeditt. Vall adolid, 2003, FP' 39-66.
D . BAU:Sll~ACC'l, «ll control lo dell e ac qu e nd territorio scncse tra 1'111 (' xv sccolo" , E. CHOII ­
Z;lT- P AVAN (cd.), Pouvoir ('L ';dilité. Les [!,T,mds ciJalltiers d d t1 S /"l r,¡lic: carrll/l/m.tI/: e l sr'/\!lIel/rialt'.
Eeole fr:1l1~ a i se ele Ro me, R() IIl ~, 2003, pp. 4 ¡ 9-438.
Descargar