El Municipio en Roma

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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Nº 5, 2009. ISSN 1856 – 7878. pp. 129-163
EL MUNICIPIO EN ROMA
Luis Ignacio Navarro G.*
Resumen
Los municipios son entes creados desde la aparición del hombre y su transformación,
se va llevando, desde ese momento y jurídicamente aparece en Grecia, en las primeras
polis, con un sistema incipiente, luego en Roma tiene su afianzamiento jurídico hoy
conocido, son regulados por el derecho público En ese sentido el municipio, es un
organismo creado y forma parte del Estado fin de encuentran más cerca a la población,
brindando los servicios públicos eficientes, haciendo que la comunión Estado, con la
población, en los requerimientos de la sociedad, en el espacio geográfico (territorio)
lo cual conforma al municipio. Entiéndase como entidad básica de igual modo al
municipio, como el núcleo principal de la organización del estado, es el inicio y
el principio, la base, donde se cimienta la Administración Pública de todo Estado.
Se plantea primeramente el antecedente de Grecia y su transferencia al sistema del
Derecho Romano.
Palabras clave: municipio; Roma; Derecho Romano.
THE MUNICIPALITY IN ROME
Abstract
The municipalities are beings created from the appearance del man and its
transformation, is taken, from that moment and legally it appears in Greece, in first
polis, with a incipiente system, soon in Rome has its legal reinforcement known
today, are regulated by the public right. In that sense the municipality, is a created
organism and comprises of the State, in order close find the more to the population,
offering services efficient public, doing who the comunión Been, to the population,
in the requirements of the society, the geographic space (territory) which conforms to
the municipality. Entiéndase like basic organization equally to the municipality, like
the main body of the organization of the state, is the beginning and the principle, the
base, where cimienta the Public Administration of all State. One firstly considers the
antecedent of Greece and its transference to the system of the Roman Right.
Key words: municipality; Rome; Roman Right.
Recibido: 22-5-09
Aceptado: 17-6-09
* Abogado. Especialista y Magíster en Derecho Privado de la Universidad de Guadalajara. Estudios
de Doctorado en Derechos Humanos de la Universidad Complutense, España. Egresado del Institut
Des Droits D´Homme de Estrasburgo. Francia. Docente de las Cátedras en Derechos Humanos
y Derecho Romano de la Universidad de Guadalajara. Reconocimiento de Perfil PROMEP de la
Secretaría de Educación Pública de México. [email protected]
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Luis Navarro G.
Sumario
Introducción
1. Del Régimen Municipal Romano
1.1 Antecedentes en Grecia y la visión romana
1.2 Antecedentes jurídicos del municipio en Roma
1.3 Análisis del municipio en Roma frente al Imperio Romano, como
entidad gubernamental
1.4 El Municipio y el ejército romano
1.5 El Imperio Romano y sus conquistas
1.6 Hechos jurídicos del Imperio Romano frente al Municipio
1.7 Consideraciones previas en la decadencia del Imperio Romano en
relación con el Municipio
1.8 Sobre la decadencia del Imperio Romano en relación con el
Municipio
2. Antecedentes del Municipio en México
3. Antecedentes en España y la conquista de México y época colonial
Conclusiones
Bibliografía
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Introducción
Los municipios son entes creados desde la aparición del hombre y su
transformación, se va llevando, desde ese momento y jurídicamente aparece
en Grecia, en las primeras polis, con un sistema incipiente, luego en Roma
tiene su afianzamiento jurídico hoy conocido, son regulados por el derecho
público.
En ese sentido el municipio, es un organismo creado y forma parte del
Estado, a fin de encuentran más cerca a la población, brindando los servicios
públicos eficientes, haciendo que la comunión Estado, con la población, en
los requerimientos de la sociedad, en el espacio geográfico (territorio) lo cual
conforma al municipio.
Entiéndase como entidad básica de igual modo al municipio, como el
núcleo principal de la organización del estado, es el inicio y el principio, la
base, donde se cimienta la Administración Pública de todo Estado.
Podemos señalar que el objeto del presente trabajo, es producto de
una investigación, iniciada, dentro de un cuerpo académico de “DERECHO
Y GESTION MUNICIPAL”, tiene como fin el estudio del municipio en el
derecho romano, con el fin de entender la estructura histórica de este nivel de
gobierno, a partir de su evolución, el comportamiento de las organizaciones,
el factor humano, la plantación estratégica, la gestión publica, entre otros.
Estudiar las diferentes escuelas que explican el origen del municipio y tratar
de comprender sus orígenes que puedan ser anteriores al Estado moderno.
El trabajo que hoy se presenta, no es una conclusión, sino el inicio para
establecer el intento que en Congresos Latinoamericanos de Derecho Romano,
han tenido como fin el análisis del Derecho Publico, con el fin de obtener un
mayor estudio y difusión de las diferentes áreas del Derecho Romano.
En trabajos futuros, en los próximos congresos, se continuará
presentando los avances de las investigaciones, a fin de continuar, el estudio del
tema, en el Derecho Romano, estudiando los diferentes tópicos que connota el
gobierno local los demás actos administrativos como una organización, donde
participan los alcaldes y regidores, los funcionarios y los servidores públicos,
con fines, objetivos, metas y sobre todo haciendo uso de una administración
pública, donde surge la figura del municipio
Es importante señalar, que en la parte final de este trabajo, se da una
visión general y brevísima, de los antecedentes históricos del municipio, de
México y un poco de España, por ser en antecedente de nuestra cultura, si
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bien es cierto los pueblos indígenas, desconocían la figura del municipio, lo
cierto es, que como conglomerado social tiene como fin su organización, ello
viene de la idea de que el hombre es un ser social y gregario, lo cual obliga a
su organización política.
Mientras que para el Diccionario Jurídico OMEBA, conceptualizando
puntualmente al municipio señalando: “El municipio o municipalidad es,
jurídicamente, una persona de Derecho público, constituida por una comunidad
humana, asentada en un territorio determinado, que administra sus propios
y peculiares intereses, y que depende siempre, en mayor o menor grado, de
una entidad pública superior, el Estado provincial o nacional.”(Enciclopedia
Jurídica OMEBA, Tomo XIX, MND-MUSE, Editorial Bibliográfica
Argentina, 1964.)
Como punto final hablar del municipio como parte del Estado, debemos
de entender el Derecho desde nuestras fuentes, a fin de entender al estado
moderno y sus fines como dice Bielsa: “la realización o actuación de los fines
del Estado no se concibe sin la actividad intelectual o física de personas que,
en sentido lato, son sus agentes, es decir, funcionarios o empleados según
el carácter jurídico de la actividad que realicen y según la naturaleza de la
relación jurídica que los vincule con el Estado”. (Bielsa Rafael, La Función
Pública, Buenos Aires, De Palma, 1960.).
1. Del régimen municipal romano.
1.1. Antecedentes en Grecia y la visión romana.
Las colonias griegas de Italia, organizadas según el principio de las
ciudades griegas, y planteándose en frente de pueblo su puesto al régimen del
patriarcal o la tribu, debían no solamente conservar su propia nacionalidad,
pero aún imponerlo al pueblo al medio quien se establecían. La Italia meridional
armadura que se han convertido completamente griega, si Roma no la hubiera
invadido; y la civilización griega habría ganado progresivamente el norte de
Italia y en Galia (Francia).
Pero a costa del pueblo griego vino a establecerse, en el gran Grecia en
la Sicilia, este pueblo romano que, según la expresión de Seneca (Clemencia
al Emperador Nerón Lib. 5), establece su vivienda por todas partes o él llevó
sus conquistas. Roma propagó por sus armas su derecho de ciudad, y por
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sus colonias, su nacionalidad. Dos influencias rivales se encontraron entonces
cara a cara.
El progreso de Roma detenido por todas partes o los Romanos tenían
encuentran a un pueblo griego nacional y políticamente organizado y dominado
de todo el país. Vanamente el conquistador enviaba claras las colonias griegas
un torrente de inmigrantes; había cámara magistrados, dictaba - de las leyes,
expedía - él de los ejércitos; salía bien por el constituir la individualidad del
cuerpo político, pero no definir la nación sufrida con la nación victoriosa.
Al del Golfo Adriático, esta barrera insuperable de las dos civilizaciones, la
preponderancia de la ciudad griega permaneció infranqueable. La raza griega
se había elevado sobre las razas del Este por el principio de libertad que ella
avanza y confunde la civilización teocrática del antiguo mundo. “Grecia,
dicho Montesquieu (Consideraciones sobre la grandeza y decadencia de los
romanos. Capitulo V), era temible por su situación, la fuerza, la multitud de
sus ciudades, el número sus soldados, su policía, sus costumbres, sus leyes:”
le gustaba la guerra, conocía el arte, y habría sido invencible si se hubiera
unido; se había subyugado fue asombrada por bien el primer Filipo, Alejandro
y Antemio, pero no; y los reyes de Macedonia, que podían ser reducidas a
abandonar sus pretensiones y sus esperanzas, se obstinaban al trabajarlo y
controlarlo”.
Las disensiones internas, nacidas del abuso de la libertad y el aislamiento
municipal de las ciudades griegas, fueron el instrumento la ayuda del cual los
reyes de Macedonia, extendieron poco a poco sus usurpaciones y provocar su
vuelta la invasión de las legiones romanas venidas a la ayuda de los Etolianos
(nativos de Grecia central) Vencedores de Filipo al día de los Cinocéfalos,
(monos de cola larga, consagrados a Toth, que los egipcios reverenciaban en
sus templos) los Romanos baja por toda clase de vías los Etolianos (nativos
de Grecia central) que los habían ayudado, a vencer y ordenar más que cada
ciudad griega que había estado Filipo o algún otro príncipe se controlaría en
adelante por sus propias leyes. “0 bien, dice tiene, este tema Montesquieu, que
estas pequeñas Repúblicas no lo podían ser que dependientes. Los Griegos se
liberaron con una alegría estúpida, y creyeron ser libres en efecto, prevista
que los Romanos los declaraban tal.”
Ahora bien la supuesta libertad de estas Repúblicas locales, sin
cohesión, sin unidad, y en cada una de las cuales, según la observación de
Polibio (jurista romano del 304 A. C.), los Romanos tenían el cuidado de hacer
nacer dos facciones, una defendiendo las leyes y la libertad del país; otro, cada
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vez más potente, manteniendo que él no había de ley que la voluntad de los
Romanos; esta pretendida libertad no era más que un principio de anarquía
y como consecuencia de aseverar, mientras que los Romanos, supeditando
la autonomía municipal al imperio político, encontrado en su constitución el
medio de extender y mantener su soberanía en el mundo.
El carácter de la constitución romana, dicho el último escritor de
Grecia libre (Polibio Jurista Romano del 304 A. C. cap VI, 1), permitió en
Roma someterse a Italia, Sicilia, España y de emprender, Cartago vencida, la
soberanía universal.” Lo que distingue esencialmente esta constitución, esto,
se dice a Carlos Enrique Barón de Roth (El Régimen Municipal Romano,
citado por Victor Duruy en la obra historia de los romanos), no la igualdad,
pero la diversidad. Neque enim exaequari omnia debere, sed ipsa diversitate
constare imperium. Roma, entre la segunda guerra punica y el advenimiento
del imperio, aparece como la cabeza de todas las aristocracias de Europa.
Mientras que en Grecia el espíritu de facción obstruye el patriotismo,
mientras que una democracia envidiosa, suministra a los Estados griegos a
los conquistadores extranjeros, la presencia de Aníbal hace cesar en Roma
todas las divisiones políticas, el espíritu hay en toda su energía, sin nada ceder
ni el extranjero ni el espíritu de partido. El Romano respeta dioses, las leyes,
los hábitos nacionales, y está todavía presto a prestar fuerte mano la autoridad
y pagar su sangre para la patria. Sus costumbres antiguas y sus grandes
hombres, tal, se dice más viejo poeta, la doble base de su grandeza (Moribus
antiquis stat res romana virisque Quinto Ennio Poeta latino). El Romano
tiene fe en el futuro de su patria, cuenta con la abnegación y el acuerdo de
sus conciudadanos. lo saben que el enemigo no tiene ningún partidario en la
ciudad, y el, ya no se dice a Polibio (jurista romano del 304 A. C.), nunca más
a temer que cuando teme.
Este sentimiento profundo de la nacionalidad, une a un ardiente amor
de la libertad, produjo una constitución basada en una doble base: la unidad
del Estado y la libertad de los ciudadanos. Lo que admiraba él filosofo y
poeta, venido en Roma aprés la ruina de su patria, rasgada de sus propias
manos antes que conquistada por el extranjero, es este Gobierno mixto cuyo
él no sabe, dicho, si ha derechos, aristocracia o democracia, y que se basa en
la base inquebrantable del municipio.
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1.2. Antecedentes jurídicos del municipio en Roma.
La característica y parte fundamental del mundo romano era, como el
de la ciudad griega, la participación en los honores y en los servicios públicos,
por mandatarios libremente elegidos, de conciudadanos unidos entre ellos por
el vínculo de una cohabitación permanente en el mismo lugar. Pero mientras
que la ciudad griega formaba a un Estado independiente, se vinculaba
al municipio romano la metrópolis como un miembro está vinculado al
cuerpo. Que él no busca a otra parte el principio del triunfo de la ciudad y la
nacionalidad romano sobre las nacionalidades rivales.
Distintos pueblos por la lengua, los usos, las leyes y los intereses,
vivían en los diversas partes de Italia; los unos divididos en tribus y en
clanes, y unidos por vínculos políticos extremamente escasos; los otros
asociados bajo la soberanía de un patriarcado sacerdotal y militar y unidos en
confederaciones; los otros por ultimo reunidos en pequeñas republicas o en
monarquías representativas.
Al medio de este caos se sitúa Roma, que personificando en ella el
espíritu italiano, lo extiende por las armas de los Alpes el mar, y le somete la
vez a los bárbaros y a los griegos. Entonces las tribus, los clanes, los pequeños
patricios, las republicas, civilizadas las monarquías y las confederaciones, los
nacionales bárbaros y los civilizados, todo cae en ruinas, y un único edificio
social, la ciudad romana, domina toda la Península.
El municipio se convierte en el vínculo de las relaciones entre el
ciudadano y el Estado; recoge los impuestos, proporciona al culto, la policía,
la enseñanza pública, administra la justicia y reacciona a la ocasión contra la
acción del cuerpo político. En municipio reside toda la parte de la autoridad
del Estado que es compatible con la cohesión política, y la transacción entre
las grandes y pequeñas asociaciones son también en parte posible.
El municipio fue, desde Rómulo hasta la invasión de los bárbaros, la
forma esencial de la nacionalidad romana, y aunque bien diferente bajo el
despotismo de los emperadores de lo que estaba bajo la libertad monárquica
y republica, el poder de los decuriones de Valentiniano II y de Honorio no
difiere, tan sus atribuciones legales, el de los decuriones previos en el Imperio.
El derecho municipal de los Romanos, derecho quiritario, derecho latino,
derecho itálico, derecho provincial, dependía, a pesar sus diversidades, del
principio único y fundamental de la República romana; saber que correspondía
al pueblo romano pronunciar sobre la libertad sobre el derecho la ciudad
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(De jure libertatis et civitatis summ putat pop. Rom esse judicum et bene
putat CIC. In Verrem, 1). Él gusto a los dioses, dicho Tácito (Dils placitum
ut arbitrium penes Romanos maneret quit darent, vel quid adimerent, neque
alios nisi seipsos judices paterentur (Ann XIII, 56 González Gobin, Historia
de la Literatura Latina Ed. Al Andaluz, Granada España, 1892), de establecer
que corresponde a los Romanos dar o retirar a su voluntad y de encontrar de
otros jueces que ellos mismos. Recompensas, dolores, privilegios, impuestos,
inmunidades, libertades: tales eran los medios de soberanía universal que
Roma había conquistado por sal; fuerza militar, y que había hecho, decía,
un instrumento de paz general (Pax Romana Dicho por Seneca; ne pacem
turbarent Nostra turbarent dicho por Tacito; inmensa pacis nostrae majestas
dice Plinio) y de civilización.
La unidad Romana no se creó por los emperadores. Obra lenta de una
política antigua y tradicional, se había desarrollado en el curso de los siglos,
apoyada a la vez sobre la fuerza militar, sobre el ascendiente moral y sobre la
difusión de las riquezas por el perfeccionamiento incesante de las carreteras,
de la navegación y por el ejemplo progreso de la agricultura y el comercio.
Aunque llenos de respeto para las leyes y las costumbres del pueblo vencido;
aunque celosos antes de dirigir que de controlar, y ejercer una potencia superior
antes que soberano, los Romanos velaban sin embargo con una inquietud
incesante la integridad sus de conquistas y al afianzamiento de su imperio.
El mundo conocido se dividía en sus informes con ellos en mundo propenso,
τδ ένοποιόν y en mundo combinado, τό ύπεχον, y la diversidad infinita de
las condiciones administrativas y políticas de estos dos mundos era uno de
los instrumentos de soberanía el más eficaces, ya que ponía obstáculo a las
coaliciones que habrían podido debilitar el poder central. Las constituciones
del pueblo vencido solo establecido de las cartas municipales; y todos estos
senados locales, todas sus asambleas populares que Roma rompía enseguida a
lo que le parecían peligrosos, que dejaba subsistir cuando no tenía nada temer,
no ejercían poder real que en la medida y para el tiempo que le convenía.
Los derechos municipales de las ciudades de Italia y las provincias,
perpetuamente dependientes de la voluntad de los Romanos, no tenían nada,
como los derechos constitucionales de los Estados modernos, un carácter
inadmisible; pero eran protegidos mejor por la potencia de la costumbre que
no habrían podido del ser por la de las leyes.
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“Por el consejo y por la paciencia, dicen las santas Escrituras,
los Romanos se habían sometido muy alejado de provincias,
habían vencido a reyes versus de las extremidades del mundo...
habían impuesto otros un tributo... habían arruinado y habían
presentado su imperio los reinos y las islas que ellos habían
resistido, mientras que, al respeto de sus amigos y los que se
descansaban con ellos, ellos conservaban aves cuidado sus
alianzas..., y cualquiera se proponía pronunciar su nombre los
temía... Hacían reinar los a los cuales querían bien dar ayuda
para reinar, expulsaban de los contrarios aquéllos que querían
expulsar, y así se elevados a una gran potencia. Entonces, sin
embargo, uno de los Romanos solo llevaba apuntando la corona
y no solo revestía del púrpura a fin de volverse mayor otros, pero
trescientos veinte senadores tenían a consejo para el pueblo a
fin de actuar dignamente en su nombre (Maccab II3, 4, 11 - 15).
La ciudad romana, representada por su senado, sus comicios, sus
magistrados, sus legiones, prosiguieron siete siglos durante ese tiempo Io
trabajan lenta y dura de la conquista, de la pacificación, de la civilización del
mundo, es gracias a su perseverancia, inteligencia y moderado, una ciudad pasó
a ser el centro del universo, menos por la fuerza material que se experimenta
en el año 71 A. C. por este inminente ascendiente moral que se expresaba así
en boca de Céréalis, general de Vespasiano, dirigiéndose al pueblo de Bélgica:
Todo es en común entre nosotros; guste la paz y la ciudad que vencedores y
vencidos, obtenemos el mismo titulo: Omnia in communi sita sunt; proinde
pacem et urbem quam victi victoresque eodem jure obtinemus, amate et colite
(Tacito historia, lib IV CAP. 73, PAG 445 Tacito Los Anales trad. Carlos
Coloma Colecc. Nuestros Clasicos Unam Mexico 1975).
La unidad, tal fue también el objetivo final de la política de los
Emperadores; pero la unidad sin la libertad, sin las distinciones aristocráticas;
la unidad por la fuerza; la unidad por la igualdad.
De las diferencias capitales entre la monarquía que la República romana
substituye, al conservar todas sus instituciones sociales, y la monarquía que
sucedió, bajo el nombre de Imperio, la República, cuyos hechos negó con los
ejemplos tradicionales.
El poeta preferido de Cayo Cilinio Mecenas (confidente del Emperador
Augusto) (Romulum post hos Prius anquietum Pompilit rerum memorem, an
superbus Tarquini faces, an Catonis….. Nobile lethum. (Horacio, lib I oda
12) y el satírico Juvénal (Quis totidem erexit villas? Quis fercula Septem
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Secretcoenavit avus (Juv. Sat 1) Sufficiunt iunicae summis cebilibus (Juv, Sat
3) lamentan altamente bajo el Imperio a las instituciones de los derechos y de
los primeros tiempos de la República.
Cicerón deplora la caída de esta admirable constitución de Rómulo, que
había conservado, dicho, toda su solidez durante dos ciento cuarenta años, y
felicita el senado, aprés la expulsión de los reyes, ha mantenido la República
en una situación como, en un pueblo libre, pocas cosas casi se hacían por
el pueblo, y muy por su propia influencia, por su política y sus precedentes,
y el poder de los cónsules, anual en su duración, era monárquico por su
naturaleza y por sus derechos (Tenult Igitur hoc. in statu senatus rempublicam
temporibus illis, ut in populo libero pauta per populum, plenaque senatus
auctoritate, instituto ac gererentur atque uti consules potestatem haberent
tempore duntaxat annuam, genere ipso ac jure regiam. (Cic, de Republ., II,
XXI y XXII.).
Tácito condena sin distinción de origen todos los afectados a las leyes
y a las costumbres antiguas por los Griegos y los Saturninos (tribunos del
cuerpo político de Lucio Apuleyo), estos proyectos del pueblo (Hinc Gracchi
et Saturnini turbatores plebis. (Tacito, Ann., III, 27); por Lucio Cornelio Sila,
dictador que suprime o enunciados en leyes ancianas (Sulla dictator abolitis
vel conversis prioribus legibus. (Ibid.); por Lepido (cónsul romano que fue
enviado a Egipto), que extendió sus propuestas turbulentas; por los oradores
que recubre el poder de agitar el pueblo en este tiempo o se hacían leyes
no para todos, pero para cada particular, y oíd más el Estado se corrompía,
más las leyes se multiplicaban (Statim turbidis Lepidi rogationibus neque
multo post tribunis reddita licentia, quoque vellent populum agitandi
jamque non modo in commune, sed in singulos homines latae quaestiones, et
corruptissima republica plurimae leges. (Ibid.); por Pompeyo, que, elegido,
su tercer consulado, para reformar las costumbres, ofreció remedios más
intolerables que el mal, y que, autor e infractor ellos mismos de sus propias
leyes, perdidos por las armas lo que defendía por las armas; finalmente por
César Augusto, que, asegurado de su potencia, suprime quien había pedido en
su triunvirato, y establece instituciones que ofrecen a la vez en Roma la paz
y propiedades (Sexto demum consulatu Caesar Augustus potentiea securus
quae triumviratu jusserat abolevit, deditque jura queis pace et principe
uteremur. (Ibid, XXVIII).
Un historiador contemporáneo de Tácito, Floriano, juzga del con los
mismos ojos que las transformaciones sucesivas de las leyes y costumbres
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romanas. “Todas las sediciones, dicho (Flori epitome rerum Romanorum,
lib.” III, XIII), tuvieron por principio la potencia de los oradores;” coloreando
su ambición del pretexto de proteger el pueblo cuya defensa se les confiaba,
las recogían el afecto y el favor de la multitud por leyes sobre la división de las
tierras, la distribución de los granos y la administración de la justicia. Tenían
una toda aparición de equidad. ¿Qué de más equitativo, en efecto, que de volver
plebeyos a los sus antiguos derechos usurpados por los patricios, e impedir a
un pueblo, vencedor de las naciones y propietario del universo, de ser exiliado
lejos de los altares y casas paternas? ¿Este pueblo que se ha convertido en
pobre, ¿no era justo que subsistiera a los gastos del tesoro público? ¿Qué
de más consustancial establecer la igualdad que de equilibrar la autoridad
adquirida a los senadores por el Gobierno de las provincias, sometiendo el
orden ecuestre la brillante prerrogativa de juzgar sin llamada? Sin embargo
estas reformas tuvieron resultados funestos, y la infeliz República debía ser
ella misma y pagar el precio y el salario de su ruina. En efecto, el derecho a
juzgar, transportado de los senadores a los caballeros, destruye los tributos,
esto es a decir el patrimonio del imperio, y la compra de los granos por cuenta
del Estado agotaba el tesoro, este nervio de la República. ¿Por último, se
podía restablecer al pueblo en sus ámbitos sin arruinar a los dueños actuales,
que formaban también parte del pueblo y que, teniendo estos bienes sus de
ancestros, ha habido por prescripción un derecho hereditario?”
Así hablaban, agitados y han adquirido por presentimientos siniestros,
de los escribanos que en el reinado de Trajano, ellos mismos no habían
podido seducir, y el que gran Jacobo Bossuet (político Frances del siglo
XVIII citado por Vicente Duruy en Historia de los Romanos) reprodujo los
pensamientos, cuando, mostrando a su real alumno Roma al principio en un
estado monárquico establecido según sus leyes primitivas, a continuación en
su libertad, y finalmente sujeto aún una vez al gobierno monárquico, pero
por fuerza violenta, él seguido entre los dos tiempos esta diferencia, que en
la una, el amor de la patria y las leyes retenía los espíritus, mientras que en
otro, todo se decidía por el interés y por la fuerza (Quien puede poner en
el espíritu del pueblo la gloria, la paciencia en los trabajos, el tamaño de
producir a grandes hombres. Son, seguramente, los grandes hombres que
hacen la fuerza de un imperio. Si Roma llevó más que ninguna ciudad que
tuvo verano antes ella, no estuvo por casualidad, pero parca que el Estado
romano estaba, para así para hablar, del temperamento que debía ser el más
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fértil en héroe. (Discurso sobre la historia universal, 3 parte. Revoluciones
de los imperios. Citado por Vicente Duruy en Historia de los Romanos).
Montesquieu ve, como Bossuet, señala la principal causa del tamaño
de Roma en la consecuencia no parada de hombres de del senado a las leyes
y a las costumbres antiguas (Consideraciones sobre la grandeza y decadencia
de los romanos. Capitulo I y IV Montesquieu Charles Louis de Secoundant
Barón de compendio de obras completas Consideraciones sobre la grandeza
y decadencia de los romanos Cambridge University Press 1990).
1.3. Análisis del municipio en Roma frente al Imperio Romano, como
entidad gubernamental.
Algunos juristas contemporáneos se elevan sin embargo contra la
tradición de los siglos, y, detractores del tiempo monárquico y aristocrático de
Roma, al mismo tiempo que admiradores de la democracia imperial, ven en el
advenimiento del Imperio el triunfo del pueblo soberano sobre los privilegios
injustos y tiránicos del patriarcado, el final de las discordias civiles y la
inauguración de un Gobierno fuerte uno y, que, por su orden administrativo,
su centralización potente, y la unión íntima de la sociedad con el cristianismo
preparó las bases inmortales de la soberanía cristiana.
El advenimiento del imperio Roma tuvo seguramente su razón de ser,
y el principio de autoridad, del exagerado que estaba en él, mismo y algo
monstruosos que hayan sido los abusos, eran pueden ser hechos necesarios
por las guerras de las facciones en el último tiempo de la República.
El orgullo del patriarcado recibió una lección merecida en el desenlace
fatal sus a privilegios de la lucha de varios siglos que sostuvo contra los
plebeyos. La aristocracia de los nobles y de los caballeros que sucedió, después
de su derrota, a la de los patricios, expía por su propia ruina sus usurpación
de la cosa publica, de sus desgastes, sus latifundios, de la corrupción de sus
magistrados, de la tiranía de sus procónsules, las exacciones de sus publicanos,
todas las distintas causas de la decadencia de la agricultura, de las miserias
del colonato, de la despoblación de las campañas. La división de los órdenes,
primer fuente de todos estos males, del Cesar, según la observación de
Cicerón (toman guarda, decían los auspiciantes, interpretados por Cicerón
(de Aruspicum responsis, 19, 25), toman guardia que las discordias de los
grandes no terminan por dar el imperio a uno sólo), por la autoridad de un
amo absoluto; pero como la República tenía su escaso inevitable, es decir la
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envidia entre el pueblo y el senado, la monarquía del César tenía también el
suyo, y escaso era la licencia de los soldados que lo habían hecho (Bossuet,
Discurso sobre la historia universal, 3 parte citado por Víctor Duruy en su
obra Historia de los Romanos).
Un Estado puede cambiar de dos maneras: o porque la constitución
se corrige, o vaya que se corrompe. Si conservó sus principios, y que la
constitución cambia, es que se corrige: si perdió sus principios, cuando la
constitución viene a cambiar, es que se corrompe (Montesquieu El espíritu de
las leyes lib. XI cap. XII Montesquieu Charles Louis de Secoundant Barón de
compendio de obras completas El espíritu de las leyes Cambridge University
Press 1990).
El principio democrático y unitario de la igualdad, que, substituido a las
distinciones aristocráticas, fue el carácter esencial de la revolución operada
por los emperadores en las leyes de Roma (Fecisti patriam diversis gentibus
unam Proficit injustis te dominante capi. Dumque offere vietis proprii
consortia juris, Urbem fecisti quod prius orbis erat. (Ruth Num citado por
Víctor Duruy en su obra Historia de los Romanos), precipitó, lejos detenerlo,
la decadencia de las leyes y costumbres.
Es lo que revela la historia de esta administración romana cuyo
jurisconsulto del último siglo nos representa el símbolo primitivo en estas
dos estatuas del Capitolio, el Tamaño y la Felicidad entrelazado, y teniendo
entrelazados a sus pies los intereses, las pasiones, los prejuicios, las leyes, las
costumbres mismas, y de la que la fórmula bajo los emperadores se redujo a
hacer caprichos, a veces monstruosos de un hombre, la única ley del mundo
romano.
Los panegiristas (orador que pronuncia el panegírico discurso que
reconoce a los héroes de la patria) de las instituciones imperiales de Roma
elogian sobre todo la sabiduría administrativa del Alto Imperio.
“Esto de este tiempo, dice el Sr. Amadeo Thierry historiador Frances
posterior a la revolución francesa (Une mémoire sur l’administration centrale
dans l’empire romain Memoria sobre las administración central en el imperio
romano. Une revue de législation. Revista de legislación, Institut des Driots et
Lois, Paris Francia Septiembre de 1843 P. 701 6 Edic. 1864), que aparecen en
el mundo romano la administración regular y sabia.” Los principios suceden
entonces al antiguo, al arbitrario, al ilimitado; y de las leyes verdaderas,
fundadas sobre la inteligencia de las necesidades públicas y sobre la equidad,
vienen a sustituir, en la gestión de los asuntos provinciales, expedientes de un
141
El Municipio en Roma.
Luis Navarro G.
Gobierno de conquista y explotación. El progreso de la unidad administrativa
siguió el progreso de la unidad política, y se vive organizarse, parte a parte,
en nuevas condiciones muy para la humanidad, la centralización más hábil
quizá, pero ciertamente la más extensa que era nunca.
“Es necesario distinguir lo que confunde en un elogio común el
historiador de la administración del imperio romano, para hacer imparcialmente
a los hombres y las instituciones la parte de elogio y censura a quien les se
debe.”
“El Gobierno monárquico, dicho Montesquieu (Montesquieu El espíritu
de las leyes lib. V cap. II), tiene una gran ventaja sobre el despótico.” Como
es de su naturaleza que haya bajo el príncipe varios órdenes que tienen a
la constitución, el Estado es más fijo, la constitución más inquebrantable, la
persona de los que controlan a más asegurada.
“Tal era el Estado de Roma monárquica y republicana con sus tres
órdenes, con sus comicios, con su régimen municipal, o los honores, las
magistraturas, las cargas multiplicadas mantenía la cosa pública en un
equilibrio que las sediciones, las guerras civiles, perturbaban a veces, pero que
se restablecía de sí mismo, gracias a del poder del patriotismo que animaba
todo el tipo, todos los cuerpos, todos los ciudadanos.”
Con la República desaparecen los inconvenientes de la libertad: más
rivalidades y divisiones interiores de los órdenes y sociedades, las más intrigas
electorales, más abusos de poder de los hombres potentes hacia el pueblo. La
paz, el orden, suceden a las agitaciones y a los desordenes. Pero esta paz, es la
servidumbre (Servitutem faciunt pacem appellant. (Tácito).
1.4. El Municipio y el ejército romano.
El pueblo y el ejército son, a partir del triunfo de César, las dos solas
potencias permanecidas de pie con el suyo. El símbolo esta revolución social
aparte de este banquete de l98,000 huéspedes reunidos por el vencedor
de Calabria alrededor de 22,000 mesas, a las cuales el vino de Falerno es
distribuido por ánforas, y el vino de Quío por barriles. ¡”Está el imperio bien
que comienza!” se limpia el historiador del Césares. Estas magnificencias
siempre mezcladas de sangre, incluso bajo el dominador más suave, esta
depreciación de la vieja Roma, esta prostitución de su nobleza, este descenso
de sus dignidades, estas caricias mezcladas de temor para el pueblo y para
el ejército, esta acumulación de adulaciones sobre un único hombre, esta
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deificación del soberano, este importante del familiares del palacio, incluso bajo
la soberanía del César: aquí bien todos los síntomas del tiempo imperial.”
“Estos síntomas se debilitaron bajo el reino de Augusto. El feliz
triunvirato que, después de haber triunfado de los homicidios fatales de César,
pacificado Italia y remoto por sus conquistas los límites del norte y el este del
imperio, por una parte cerca a Zuyderzée (región del mar del norte en los
Países Bajos), del otros hasta las arenas de Arabia, se aplicaron con éxito a
curar las heridas de la República. Augusto buscó sus medios de organización
en las tradiciones de la vieja Roma más que en las nuevas ideas. “Declare la
unidad del mundo, le decía Epicuro Cayo Cilinio Mecenas (confidente del
Emperador Augusto), este aristócrata convertido al principio de un poder
único, democrático e igualitario; llame todos los hombres libres al derecho
de ciudad, el notables de todas las provincias a el orden ecuestre y al senado.
Borre bajo este gran nivel estas diferencias infinitas de leyes, usos, Gobierno
local. De esta agregación de pequeñas Repúblicas, hechas una monarquía una
y potente, establecen la unidad de los pesos, de las monedas, de las medidas,
un único impuesto igual para todos, aplicable a todos. Venda este extensos y
poco productivos ámbitos que el Estado posee en las provincias; constituya un
banco que apoyará por sus préstamos la industria y la agricultura (Letre sur
le valeurs historique de Dion Cassius. Letras sobre los valores históricos de
Dion Casio Engelmann Pres, Paris, Francia 1860, Iib. XII, p. 647).
“El sistema de la y artificial unidad preconizado por Cayo Cilinio
Mecenas (confidente del Emperador Augusto) inmediatamente no fue llevado
a cabo por Augusto, que se aplicó al contrario a conserven, purificándolos, las
distinciones de la vieja Roma, pero que no triunfa mejor por la suavidad, en
la realización de esta obra, que Lucio Cornelio Sila no había por la violencia.”
El senado se reformó, se excluyeron los menos dignos y los más pobres, las
leyes contra los casamientos de los senadores y se renovó a hijos de senadores,
las prácticas usurarias de los caballeros se reprimieron (Suetonio Tranquilino
Cayo, 35, .38 y 41 - Lex Julia De maritandis ordinibus), la disciplina militar se
restableció, se garantizaron las prerrogativas del derecho de ciudad. Augusto
se negó a prodigarlos, pensando, dice a Suetonio Tranquilino Cayo, que la
noble sangre del pueblo romana no debía ser corrompida por la mezcla de la
sangre extranjera y servil (Magni existimans sincerum atque ab omni colluvie
perigrini ac servilis sanguinis incorruptum sudore populum. (Suetonio
Tranquilino Cayo. 40). El poder de liberar, hacer de un esclavo a un Romano,
se sometió a restricciones y sujeto pasivo a las antiguas formas (Lex Fuzia
143
El Municipio en Roma.
Luis Navarro G.
Canina, Lex AElia Sentia). La antigüedad citado patricia resucitó con todas
sus insignias, con sus lugares reservados en los lugares públicos, con sus trajes,
con sus costumbres enemigas del lujo y los latifundios. (Laudato ingentia
rura, exiguum colito), con sus estímulos a la agricultura, a las numerosas
familias, a la indisolubilidad y a la pureza del matrimonio (Lex Julia De
Adulteris et de Pudiciata, Lex Pappia Poppea). Propuso a la República, decía
a Augusto (Exempla majorum exolescentia jam ex nostra republica imitanda
proposui), los ejemplos olvidados nuestros de antepasados. Augusto no temía
los recuerdos de la libertad. Horacio y Virgilio alquilaban impunemente ante él
al republicano Catón (Et Catonis... nobile lethum et cuncta Terrarum subacta
praeter atrocem animum Catonis (Horacio), y criticaban a Lucio Sergio
Catilina (conspirador romano), el enemigo de la República (Et te, Catilina
minaci, Pendentem scopulo. (Virigil.. Eneid.). Tito - Livio elogiaba la libertad
aristocrática de la antigua Roma, y su dueño se reía llamándolo Pompeyo. La
literatura del siglo de Augusto toda impregnación del espíritu de las primeras
edades de Roma. Su sucesor restableció el derecho de sufragio, este paradigma
de la libertad al cual Julio César había afectado para la dictadura perpetua que
meditaba, en sus condiciones primitivas (D. Augustus comitiorum pristinum
jus restituit (ant. jur. civ. Rom., lib. 1.).
Pero el dictamen de Cayo Cilinio Mecenas (confidente del Emperador
Augusto) prevaleció sobre un punto capital la privación de los ciudadanos
y temas de Roma del derecho a llevar las armas, y la sustitución de los
cuerpos de tropas sobornadas a los militares de las ciudades. Hubo bajo este
informe, dicho el historiador Dion Casio (Historiador Griego) (Maecenatis
consilium praetulit; non tamen omnia statimque la suasisset agere instituit...
Ideoque alia confestim mutavit, alia postea temporis: nonnulla etiam
sequentibus imperatoribus perficienda reliquit (extracto de la Letre sur le
valeurs historique de Dion Cassius. Letras sobre los valores históricos de
Dion Casio Engelmann Pres, Paris, Francia 1860 lib. III P. 647), cambios
hechos inmediatamente por Augusto, de otro al cabo de algún tiempo, de
otros finalmente que solo se realizaron bajo sus sucesores.
A partir del reino de Augusto las cohortes pretorianas, elegidas
preferiblemente entre los ciudadanos más pobres y por lo tanto en las últimas
clases, con tal que los soldados tuvieran la fuerza y la edad requerida (ltaque
haec mea est sententia, do robustissimi omnes, quique sibi alendis quam
minúsculo sufficiunt, en exercitus conscribantur, ac in armis exerceantur,
reliqui omnes ab armis et re bellica vacent. (Extracto de la Letre sur le valeurs
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historique de Dion Cassius. Letras sobre los valores históricos de Dion Casio
Engelmann Pres, Paris, Francia 1860), se reclutó para dieciséis años y las
legiones por veinte años. Los soldados sobornados por los emperadores duran
pasar todo su tiempo de servicio en los campos bajo la disciplina militar,
y, después de este tiempo realizado, duran recibir, cada pretoriano 20,000
unidades monetarias de la época, de recompensa, y cada legionario 12,000.
Al culto apagado de los derechos, Augusto hizo suceder el de la fuerza,
simbolizado en las cohortes pretorianas.
La alteración progresiva y la destrucción del derecho de ciudad, es
decir, de la dignidad romana, el patriotismo, las costumbres antiguas; el
nivel de la igualdad democrática que se corta indistintamente sobre todas las
superioridades sociales, e inaugurando un tiempo de aplastamiento por todo
el valor personal, de humillación para toda la inteligencia, muy consciente,
toda fe, así como para toda la gloria, toda ambición, toda nobleza; los paters
familias que dejaban la guadaña y el arado para correr a los teatros de Roma
aceite se agradaban más, dicho a Varron Terencio (General Romano del siglo
III A. C.) (Igitur quid nunc intra murum fere patres familias correpserunt,
relictis falce et aratro, et manus movere maluerunt in theatro ac circo quam
in segetibus et vinetis. (Varro, de Re rustica; Junio Moderato Columelle lib.
1, Préf. González Gobin, Historia de la Literatura Latina Ed. Al Andaluz,
Granada España, 1892), que en medio de las cosechas y las vides; el número y
la fecundidad de los matrimonios que disminuyen cada día aves la población
de las campañas, a pesar de las leyes Julia y Pappia Poppea; el lujo, esta lepra
de los Estados como de los particulares, tomando proporciones colosales: aquí
lo que llevaba en el sus planes advenimiento al imperio del príncipe deificado
por la adulación de los cortesanos; veía este a su envejecimiento preveían a
los que resistían en desesperación de causa a una necesidad que a él les eran
imposibles no ver, y que la generación anterior se había propuesto predecir
por el orador Antonino.
Se quiere rehabilitar hoy día lo que Catón condenó dándose la muerte,
aunque no se hizo ilusión sobre la libertad que él llamaba a una inútil sombra
(et inanem prosequor umbram.); lo que Cicerón había previsto desde hace
catorce años, pero negándose a aceptarlo; lo que Salustio (filosofo Griego del
siglo IV A. C.) criticó a pesar del beneficio que retiraba para abastecer sus
desórdenes; lo que César y Augusto intentaron, pero en vano, de corregir al
hacer revivir, tanto que lo pudieron, las leyes y las costumbres de los antiguos
Romanos. Se acusa a Cicerón, Horacio, Floriano, Tito Livio, de un estrecho
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El Municipio en Roma.
Luis Navarro G.
patriotismo. Se acusa Tácito a una misantropía (aversión a los hombres de
sociedad) apasionada, una inteligencia limitada del espíritu filosófico del
tiempo o vivió; estas acusaciones son inmerecidas.
1.5. El Imperio Romano y sus conquistas.
Las tendencias del imperio romano, disimuladas, combatidas incluso a
algunos aspectos por Augusto, estallaron libremente bajo Tiberio. Consultado
sobre la cuestión si la ley Julia, vuelta contra los que habían disminuido la
majestad del pueblo, se aplicara al crimen de lesa majestad del emperador,
respondió fríamente: Observe las leyes. La única ley fundamental. Este
tiempo, es el divinidad del hombre quien el miedo se dio para dominio; es el
despotismo simple y brutal apoyado en el egoísmo y en la inmoralidad de un
senado que se ha convertido en, por los motivos más baratos, el instrumento
de la tiranía de un pueblo quien suficiente de divertir y alimentar ( Ego
efficiam ne sit aliqua sollicitudo Romana; vacate ludis, vacate circensibus,
nos publicae necessitates teneant, vos occupent voluptates. (Extracto de la
Vida de Firmus, por Vorisque ) de pretorianos siempre listos para matar los
que habían elevado al trono.
A la vista de estos hombres que un poder demasiado envidiado precipita
en del abismo, y cuyos honores acumulados sobre sus cabezas aceleran el
naufragio (Quosdam praecipitat subjecta potentia magnae invidiae; mergit
longa atque Insignis honorum pagina.), Juvenal se limpian con una virtuosa
indignación: Desde que no se compran ya nuestros sufragios, nada nos afecta.
Estos Romanos que distribuían al mismo tiempo los haces, las legiones, todos
los honores finalmente, lánguidos hoy en un avergonzado descanso: el pan y
los juegos de circo, ser el único objeto de sus deseos impacientes (Jampridem
ex quo suffragia nulli vendimus, effudit curas; nam qui dabat olim imperium,
fasces, legiones, omnia, nunc se continet, atque duas tantum res anxius optat,
panem et circenses. (Juvenal, sat. X González Gobin, Historia de la Literatura
Latina Ed. Al Andaluz, Granada España, 1892).
La propia guerra civil ella misma es más para este pueblo ablandado y
corrompido por el despotismo que un espectáculo. Los combatientes, dicho
Tácito, en enconados luchan comprometida en Roma entre Antoine, general
de Vespasiano, y los soldados de Vitelio, tenían para espectadores pueblan
que, como a los juegos de circo, los fomentaba a su vez por sus crisis y es por
sus aplausos. Si uno de los partidos doblaba, si soldados se ocultaban en las
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tiendas se refugiaban en alguna casa, el populacho venía a rogar con instancia
arrancarlos y los degollaba, y se apoderaba de la mayor parte de sus despojos;
ya que, mientras que el soldado estaba ocupado a destrozar y pagar la sangre,
el pueblo retiraba el botín... Ya ejércitos habían combatido en nuestra ciudad,
dos veces cuando Lucio Cornelio Sila y una vez cuando Cinna Cayo Helvio
(tribuno plebeyo 44 A. C.) fueron victoriosos, y entonces no había menos
crueldad; pero ahora no se paró había la más inhumana indiferencia no un
único momento los placeres; eran como alegrías añadidas a estos días festivos;
saltaban, gozaban, feliz de las desdichas públicas y sin nula preocupación
de los partidos rivales (de Aderat pugnantibus spectator populus, atque in
ludiero certamine hos, rursus illos clamore et plausu fovebat. Quotiens pars
altera inclinasset, abditos in tabernis, aut, si quam in demum perfugerant,
erui jugularique expostulantes, parte majore praedae potiebantur: nam milite
ad sanguinem et caedes obverso spolia in vulgus cadebant... Conflixerant
ante armati exercitus in urbe, bis L. Sulla, semel Cinna victoribus, nec tum
minus crudelitatis: nunc inhumana securitas, et ne minimo quidem temporis
voluptates intermissae: velut festis diebus id quoque gaudium accederet,
exsultabant, fruebantur; nulla partium cura malis publicis Lahti (Tacito,
Hist. lib. III, n° 83 Tacito Los Anales trad. Carlos Coloma Colecc. Nuestros
Clasicos UNAM Mexico 1975).
Para este pueblo degradado, Calígula, Claudio, Nerón, no solo obtuvieron
más el favor César y Augusto. El secreto de su renombre, es la proscripción de
las razas, de las instituciones y costumbres antiguas; es la destrucción de los
últimos restos del derecho de ciudad en favor de la raza servil, y del derecho
propiedad en favor de los delatores y preferidos del palacio.
Los de Trajano, los de Tito, los de Antonino no tuvo sino el mérito
de corregir los defectos de esta constitución despótica por la suavidad y la
equidad de su Gobierno personal; tienen, como lo observa restablecido el
jurista que mejor analizó el régimen municipal de los Romanos, tanto como
no lo pudo, en las condiciones políticas de su tiempo, las prerrogativas del
derecho de ciudad.
Tras lamentar afectado a la libertad y a la dignidad municipal por
la confiscación del derecho de sufragio, este principal atributo del derecho
de ciudad, así como de la mayoría de los privilegios de los que gozaban los
munícipes antes que se confundían todas las ciudades del imperio bajo el
nivel de la igualdad, Carlos Enrique Barón de Roth (Del Régimen Municipal
Romano citado por Victor Duruy en la obra historia de los romanos) encuentra
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El Municipio en Roma.
Luis Navarro G.
una clase de compensación de la pérdida de la República en los cuidados
que reflejaron los buenos emperadores que deben constituirse, embellecer,
administrar a las ciudades. Los príncipes que sucedieron inmediatamente a
Augusto, solamente ocupados a destruir a las viejas instituciones, no pudieron,
dicho él, restablecer el orden municipal. Pero Trajano y sus sucesores, Adriano
y Antonino, se aplicaron con cuidado no solamente recurrían al derecho
público y el derecho civil, pero aún a imprimir a los asuntos municipales un
carácter cuya sabiduría y tamaño son impresiones a la vez en monumentos
cuyas ruinas excitan aún la admiración del mundo, y en leyes cuya autoridad
es tan imperecedera que la de la razón.
Los siglos que siguieron estos reinos beneficiaron recogiendo los
frutos, y mientras que los bárbaros ya amenazaban al imperio, y que una
consecuencia de malos príncipes parecía hostigarse a su ruina, todo estaba
tranquilo al interior, gracias a la excelencia de las constituciones locales. Los
tributos se cubrían con facilidad; los asuntos se hacían, y todo florecía como en
plena paz. Los emperadores que sucedieron a Antonino el Filósofo publicaron
un bastante grande número de leyes sobre las materias municipales, y algún
eruditos supusieron incluso que el se volvió una ley municipal general.
Adriano aumentó la dignidad de los decuriones.
Antonino volvieron un gran número de edictos para confirmar los
derechos de las ciudades.
La prosperidad del imperio, bajo el reino de los buenos príncipes, se
extendió a las ciudades, o más bien es por la buena administración de las
ciudades que la del imperio estuvo garantizada. Los tributos, que no eran
excesivos, se destinaban a las necesidades comunes, y especialmente, como
en los primeros tiempos de Roma, al servicio militar. Era por las rentas de
las ciudades, y no por impuestos tomados sobre los ciudadanos, quienes se
proporcionaban a la administración. Los edificios públicos, las murallas,
los caminos, los acueductos, los juegos mismos no agotaban el tesoro: las
ciudades se habían proporcionado de muy en el tiempo antiguo; los buenos
emperadores velaban por que no se disiparan sus bienes. No era necesidad
de impuestos para hacer las obras públicas, los munícipes, los hacían ellos
mismos. Nadie se convertía en decurión a pesar sí. Era a veces necesario
recordar en los curias administradores que los abandonaban, pero eran casos
excepcionales: las leyes 2, .3, .5 y 13 del Digesto de Decurionibus, prueban
que en esta época la carga de decuriones se buscaba como un honor.
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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Nº 5, 2009. ISSN 1856 – 7878. pp. 129-163
1.6. Hechos juridicos del Imperio Romano frente al Municipio.
Una tarea aún más elevada fue asignada por la Providencia a Constantino
y a los otros emperadores que tuvieron la gloria de asociar el cristianismo al
imperio.
Eduard Gibbon (historiador Ingles del Siglo XVIII) (De decadencia
del imperio romano. Tit, III p. 24 Montesquieu Charles Louis de Secoundant
Barón de compendio de obras completas Consideraciones sobre la grandeza
y decadencia de los romanos Cambridge University Press 1990) y Carlos
Enrique Barón de Roth (Del Régimen Municipal Romano Lib I citado por
Victor Duruy en la obra historia de los romanos), tan severos por otra parte
hacia Constantino, que acusan han hecho servir las riquezas públicas a sus
pasiones personales y a su lujo asiático, de suprimir las rentas de las ciudades
y haber aumentado sus gastos, de destruir por la profusión de las inmunidades
la igualdad de la distribución de los cargos públicos, de causar la fuga de los
decuriones, la devastación de las ciudades y su impotencia a resistir a los
ataques del enemigo, recuerdan ellos mismos los beneficios cuyas ciudades
son endeudadas a Constantino. Defendió de admitir a los decuriones en las
órdenes sagradas (L. 3 y 6 Cod. Théodos., De episcop. et cler.). Autorizó las
ciudades a proseguir el pago de sus créditos contra los tenedores de los bienes
de sus deudores (L. 2 Cod., de debil civit.). Autorizó las curias a heredar de
los decuriones que no habían dejado ni herederos legítimos ni testamento (L.
1. Cod. Théod., de orden decur.). Pero Constantino, preocupado sobre todo
de garantizar a Ia unidad religiosa y política del mundo, reino no concedió a
las libertades municipales toda la protección que les se debía. Constancia fue
la más favorable que su padre. El se apoderó de los bienes de las ciudades y
dio una gran parte al clero; fue fácil para los que abandonaban las curias, y
prodiga de inmunidades; defendió a los decuriones de asignar a quienes que
el este fijo salario sin su permiso (L. 1. C, de preab. salav).
“Juliano, que le sucedió, volvió a las ciudades y devolvió a los usos
públicos los bienes que se les habían retirado;” el castiga los desertores de los
curies (L. 1 C. Théod., de decur.), suprimió la mayoría de las inmunidades (L.
10 C. De Th, de extraord. mun.), y sometió a cargos curiales cualquiera allí
era conveniente; defendió de exigir de las curias el impuesto conocido bajo
el nombre de lustralis collatio (L. 6 C. Th, de lustralis. collat.); intentó, en
una palabra, restablecer las ciudades, al igual que el imperio, en condiciones
normales, pero su muerte prematura le impidió realizar sus intenciones.
149
El Municipio en Roma.
Luis Navarro G.
Valentiniano restablece las inmunidades derogadas por su antecesor
(L. 18 C. Th, de episc.), obligó a los decuriones al tributo conocido bajo el
nombre de oro coronario (L. 3 C. Th, de auro coron.), y ellos defendió de nada
adquirir como venta o donación durante la duración de sus cargas (L. Omnia
C. Th, de his quae administrant.).
El fue el primero en deshonorar hasta cierto punto los órdenes de las
ciudades, rechazando los hijos de los veteranos que se habían expulsado de
la milicia (1) L. 5. C. Th, de re militari.). El colega de Valentiniano, Valente,
volvió al contrario una ley en virtud de la cual los decuriones que se eran
hechos monjes debían ser traídos en la curia (L. 130 C. Théod., de decur.).
Teodosio el Grande indicó su reino por algunos beneficios hacia las
ciudades. No permitió a los decuriones convertirse en ni senadores ni a
sacerdotes, si no dejaran todos sus bienes a las ciudades (L. 130 C. Th, de
decur.). él defendido de introducir que fue, como dolor, en las curias (4 L. 38
C., De decur.); encargó todos los el que poseía los bienes de los decuriones
con carácter lucrativo de un impuesto hacia la curia (L. 107, 1. 123 C. Th, de
decur.), y pidió que se inscribieran, excepto excusa, en la curia (L. 136 C. Th,
de decur.); defendió por una ley famosa de vender, sin un decreto del príncipe,
los bienes de los curiales (L. 1 C., De praed. cur no alíen); confirmó por
nuevos edictos las constituciones antiguas favorables a las ciudades.
Arcadio, hijo de Teodosio, decretó que los munícipes proporcionarían,
por subvenciones pecuniarias, al restablecimiento de las obras públicas,
prevista que se habían disipado los bienes de un gran número de ciudades.
Antes, dicho la ley 3. Cod. De civit. praed., el tercio de las rentas de las
ciudades tendría sufrir a estos gastos.
Teodosio el Joven trabajó también con el ardor de muchas ciudades;
les devolvió los bienes que les habían retirado Constantino (Nov. Th. XXX.);
entregó en vigor las leyes que defendían de vender sus bienes sin un decreto
del príncipe; él suprime las inmunidades concedidas a las iglesias; abandonó
a las ciudades al tercio de los impuestos (L. 13, Cod de Vecig.).
Valentiniano III honró su reino por algunas disposiciones favorables
a las ciudades. Majencio es el último de los emperadores de Occidente que
haya hecho esfuerzos serios para extraerlos del estado de impotencia o el
despotismo de sus predecesores las había reducido.
A partir de su primer consulado, escribe a los gobernadores provincias
que reflexionando sobre la escasez ciudades municicipales establecidas
en todas las provincias, prevista que sus habitantes se son huyen, privados
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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Nº 5, 2009. ISSN 1856 – 7878. pp. 129-163
que estaban de la ayuda de los partidarios que tenían hábito de defender los
ciudadanos contra la insolencia y los ataques de los malévolos, él ha creído
deber restablecer esta antigüedad hábito, que hombres honestos, honorables,
previsores, elegidos por el sufragio de los ciudadanos (universitatis)
reconvienen el poder de proteger el pueblo en las ciudades (auctoritatem
tuendae in civilatibus suis plebis accipiant). Io ordenado en consecuencia a
todas las ciudades aún pobladas (quae sunt inhabitantium frequentia celebres)
de formar a una asamblea de los honrados y del pueblo, y acelerarse nombrar
a un partidario para hacer llegar al emperador los deseos de los munícipes
formular por la elección, para que confirme a los partidarios elegidos sin
artimañas y dignos de tal honor (Majoriani et Leonis nov. De defensoribus
civitatum (C. Th T. V).
La carta del mismo emperador a Basilio, prefecto del pretor, expresa
otro pensamiento. Es la del restablecimiento del senado de los curiales.
“Nadie ignora, dice que los curiales, a cuyo senado en asamblea se requería
justificablemente por la antigüedad pequeño (minor senatus), son los nervios
de la República y las vísceras de las ciudades.” La iniquidad de los jueces y la
culpable venalidad de los colectores de impuestos los redujeron a tal estado que
un gran número, abandonaron su patria, olvidando el esplendor de su origen,
eligió para residencia de las jubilaciones ocultadas y viviendas para precio de
las cuales enajenaron su libertad. A esta puesta que añadía una deshonra mayor
aún, para poder recurrir al patrocinio de los pudientes, se contaminaron por
la unión contratada con mujeres que pertenecían a la condición de los colonos
y esclavos; por eso sucedió que los órdenes de los munícipes fallecieron, y
que algunos unos perdieron su libertad por la mancha de los matrimonios
contratados de las mujeres de baja condición. Siguen numerosas condiciones
que tienden a la disolución de las uniones legítimas, al recordatorio del
curiales en las ciudades despobladas y privadas de magistrados; condiciones
bien intencionadas, pero impotentes para restaurar las libertades municipales
antes de que las provincias de los emperadores de Occidente, agotadas por el
abuso de la centralización imperial, no fueron regeneradas por el hierro y el
fuego de los bárbaros, y reorganizadas bajo el doble y saludable influye de la
libertad cristiana y las franquicias germánicas.
Los destinos del imperio de oriente de Este fueron más infelices aún; ya
que después de algunas alternativas de protección y opresión de las ciudades
por los príncipes que siguieron el despotismo que reina aún, se entendió, al
lugar “un grito de esperanza y resurrección, tal como el que había empujado
151
El Municipio en Roma.
Luis Navarro G.
el emperador Máximo, una condena definitiva e irrevocable de las libertades
municipales por la novela 46 de León el Filósofo.” del mismo modo, dicho el
emperador, quien en las cosas que sirven al uso de’ la vida común, consideramos
los que son convenientes y de una utilidad cualquiera, y despreciamos los que
no son de ninguna utilidad, así nosotros deben hacer respecto a las leyes.
Las que son de algún uso, que obtienen algún bien a la República, deben
mantenerse y honrarse; en cuanto a las cuyo mantenimiento es molesto y
sin importante, no solamente no es necesario tener ninguna en cuenta, sino
se debe rechazarlos del cuerpo de las leyes. Ahora bien, decimos que en las
leyes antiguas, vueltas sobre las curias y los decuriones, es que imponen a los
decuriones cargas intolerables, y confiere a las curias el derecho a nombrar
algunos magistrados y a controlar las ciudades por su propia autoridad. Ahora
que los asuntos civiles tomaron otra forma, y que todas las cosas dependen
solamente de la solicitud y la administración de la majestad imperial, estas
leyes yerran hasta cierto punto vanamente y sin objeto en torno al suelo legal.
Los suprimimos por el presente decreto.”
Lo que ha sido suprimido por León el Filosofo no se restableció nunca
en el Oriente; el deseo de mayoría para la restauración de los munícipes se
concedió al contrario en los Estados de Europa basados en las ruinas del
imperio de Occidente. Que no se comparan de buena fe las dos civilizaciones,
y que se juzga.
1.7. Consideraciones previas en la decadencia del Imperio Romano en
relacion con el Municipio.
Sólo ser justos mitad que de asignar exclusivamente a los tiranos
estúpidos y sanguinarios que se sucedieron sobre el trono, la ruina del
imperio romano y los gérmenes de muerte que su despotismo administrativo
depositaron en el mundo.
Alguna exagerada que sea la memoria de Nerón y Calígula,
responsabilidad de sus actos pesa en parte sobre el principio que los había
hecho los amos del imperio romano. Este principio, esto estila lex Regia,
que delegó al emperador la soberanía del pueblo, y que transformó en divus
imperator el Dea Roma;’ es la lex Julia, por la cual Augusto privó de al pueblo
romano el uso armas (Lege Julia de vi publica tenetur qui arma, tela domi
suae, agrove in villa praeter usum venatonis… vel itineris coegeris. (Dig., lib.
XLVIII, tit. VI, n’ 1, - Hérodien lib. II.); es yo edicto por el cual Tiberio suprimió
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a los comicios (Post imperium a Tiberio Initum ita defuerunt fieri comitia ut
nunquam postea populo restituta sint. (Tacito, Annal; V. también Suetonio
Tranquilino Cayo, Vida de Caligula), prevista que, dice el jurisconsulto
Modestino Modestino, es a los cuidados del solo príncipe que le es confiado
hoy día (Quia ad curara principis hodie omnia pertinent (Modestino, lib. Unic
ff. ad leg. Jul. de Amb.). Son todas estas leyes que, acercadas por su fecha del
advenimiento del imperio, contenía en germen la tiranía consagrada varios
siglos más tarde por esta máxima de Justiniano: Sed et quod principi placuit
legis habet vigorem, cum de lege regia quae; de ejus imperio lata est, populus
ei et in eum omne imperium suum et posestatem concessit.
Se elogia la potencia colosal del imperio romano, podía hacer de
una ciudad, el centro del universo, de un hombre el depositario de todas
las magistraturas pontifical, del, proconsular (Vea, sobre el cúmulo de las
magistraturas por los emperadores Tácito, Anales, lib. 1, cap. II; Dion, LIII
LIV1, LIV; Montesquieu, Consideraciones sobre la grandeza y decadencia
de los romanos. Capitulo IV Montesquieu Charles Louis de Secoundant
Barón de compendio de obras completas Consideraciones sobre la grandeza
y decadencia de los romanos Cambridge University Press 1990), del amo
absoluto de las riquezas sembradas entre todo el pueblo y de la contribución
de todo un mundo (….Jam creditur uni Sanctorum digestus opum, sparsaeque
per omnes Divitiae populos, magnique impendia mundi. (Sixt, Silv., III, 3.).
No se sabría contestar, en efecto, esta formidable potencia; pero lo que se
puede impugnar, es la legitimidad de su origen, es la moralidad de sus actos,
son sobretodo sus beneficios.
1.8. Sobre la decadencia del Imperio Romano en relación con el
Municipio.
El poder del César derivaba, se dice, en el pueblo, que había transferido
regularmente toda su potencia en sus personas
¿Decirse lo que debe y que importan aquí los complacientes máxime de
estos jurisconsultos romanos prosternados ante los caprichos de los príncipes
que los enriquecían? Es que, debido al pueblo de Roma, Antonino tenía el
derecho a decir: “Soy el soberano del mundo (Mundi dominus. Antonin.
Rescrip. ad Eudem. Nicom.);” “y Severo:” “Soy todo (Omniafui huido. Spart.
Sev.);” “y Calígula:” y todo me está permitido contra todos (Memento omnia
mihi et in omnes licere. (Suetonio Tranquilino Cayo. Calígula 29). ¿”Es que
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El Municipio en Roma.
Luis Navarro G.
la turba que vendía sus sufragios, y que recibía en intercambio de la tarjeta
frumentaria (relativo al abastecimiento de cereales y el tonto, podía hacer
que todo elevado hombre al imperio ve sus actos volver santos (Sacrasque
occupationes (Suetonio Tranquilino Cayo, Tiber., 27), sus empleos divinos
(Divinas (Tacito., Annal., II, 87), su majestad consagrada (Suetonio Tranquilino
Cayo, Agos., 24), su persona ella misma dios (Suetonio Tranquilino Cayo,
Claude, 27 y sig.)?”
En los bonitos días de la República, Roma y combinadas las ciudades
libres, municipales, que, con los distintos títulos, se guardaban bajo su
imperio, competían por el patriotismo, por el culto de la religión y las mismas
tradiciones. Dignos auxiliares de la Ciudad Eterna, los munícipes asociados
a todas sus glorias, y Cicerón decía, a la vuelta de su exilio: “no, el pueblo
romano no es este populacho” que Claudio arma y que paga. Los ciudadanos
de los munícipes, he aquí el verdadero pueblo, el dominio de reyes y naciones.
“El tiempo de la libertad, en Roma, es el de las costumbres austeras y de
la dedicación a los dioses, a la patria y a sea.” Roma no es aún más que un
lugar, y ya sus murallas consagradas por la religión, sus edificios públicos,
contrastando por su magnificencia la simplicidad de las casas particulares;
sus comicios, sus órdenes distintos de senadores, caballeros, decuriones, de
flamines (sacerdotes romanos de origen sabino instituidos por Rómulo, según
unos y por Numa Pompilio, según otros); los derechos y los honores vinculados
de conformidad con ciudadano romano, presentir todo hacen el tamaño futuro
de este imperio naciente. Los progresos al interior y las conquistas a la fuerza,
van, en efecto, de un paso igual, durante una larga consecuencia de siglos; y
si, de vez en cuando, los destinos de la Ciudad Eterna parecen comprometidos,
es todavía tras un eclipse de su libertad.
Pero cuando Roma se desplomó bajo el peso de su propio tamaño, y
que las provincias conquistadas a lejos por sus armas victoriosas no sirvieron
ya que alimentar el lujo de sus procónsules; cuando el derecho de ciudad se
extendió sucesivamente a los liberados, a los extranjeros, a viviendo de todo
el imperio, y que las libertades antiguas, aunque pendiente en derecho, se
sustituyeron en realidad por la tiranía los pretores, ahora lo duplica herida él
la miseria y de la inmoralidad se extendió rápidamente sobre todas las partes
del imperio.
Roma, bajo los emperadores, esto, se dice a un jurista (M. Chabrit.
De la monarquía francesa y de sus leyes, De la monarchie française et de
ses lois lib I cap III Romano citado por Victor Duruy en la obra historia de
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los romanos), un pueblo incluido el jefe, casi siempre declarado por tiranos y
reconocido por esclavos, esclavo o tirano el mismo, a la voluntad de la fortuna,
es casi también incierto de sus derechos que de sus deberes, y no puede, si es
permitido expresarse así, ni mandar ni servir sin derogar a la libertad pública
(Vea las tres disertaciones del abad del Bleterie, sobre la potencia imperial
en los Romanos. les trois dissertations de l’abad du Bleterie, sur la puissance
impériale chez les Romains T. 31 del Mém. De la Academia de la literatura
y letras 12 edic Romano citado por Victor Duruy en la obra historia de los
romanos).
En estas revoluciones incesantes del régimen municipal romano bajo
los emperadores, sería injusto de no tener en cuenta a los buenos príncipes
del celo que pusieron a defender, contra las consecuencias del mal principio
que los minaba, estas ciudades antes tan florecientes. Pero tal es la inevitable
potencia el mal principio político, que el límite siempre por triunfar de la
resistencia que se le oponen las buenas intenciones de los hombres.
Que estudian en efecto las transformaciones de la legislación romana,
Augusto a Diocleciano y Dioclesiano a Justiniano, y se verá hasta qué punto
la extensión del Imperio, la confiscación de los órganos jurisdiccionales
locales, la jerarquía despótica de los funcionarios del imperio, la confusión
de las dos potencias civil y religiosa, los abusos del ámbito eminente, todas
estas conquistas sucesivas del poder de único sobre - el derecho de todos, fue
inevitable a la civilización del mundo.
El científico y liberal historiador del derecho municipal (M. Raynouard,
histoire des droit municipal en la France, Historia del derecho municipal,
lib. 1, cap. XXXII edit Athenea Paris Francia 1849) no parece tomarnos a
la sombra para la realidad, cuando dice que asociando el mundo entero a
sus instituciones, los Romanos habían legitimado la victoria que lo había
sometido. ¿Lo que es lo que esta pretendidas asociación de las provincias al
decuria romano, si no un instrumento la fiscalidad y de tiranía?
“El permiso, dice Francisco Justo María Raynouard (político
Frances del Siglo XVIII), lamentar que Tito, Trajano, Antonino los Pilares,
Marco Aurelio, hayan dejado a un Caracalla el honor de declarar esta ley
generosamente política que requirió a los derechos de ciudadano todos los
temas del imperio (In orbe Romano qui sunt, ex Constitutione imperatoris
Autonini, cives Romani effecti sunt, (L. XVII ff; De statu hominum.),” y el
científico historiador cita tiene el apoyo (este pensamiento un texto de San
Agustín que consideraba como una conquista de la humanidad la reunión
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El Municipio en Roma.
Luis Navarro G.
de todos los hombres en una única sociedad ( Humanissime Facttum est ut
omnes ad Romanum imperium pertinente societatem acciperent civitatis et
Romani cives essent.” (S. Aug., de Civitate Dei, lib. V, cap. XVII.), y un paso
del panegiristas (orador que pronuncia el panegírico discurso que reconoce a
los héroes de la patria) de Origen, por Gregorio el Taumaturgo, que designaba
así a las instituciones romanas: “las leyes admirables de nuestros sabios por
las cuales se regulan los derechos” de todos los hombres que obedecen al
imperio romano (Mirifice sapientium nostrorum leges quibus omnium nunc
ui Romano imperio parent hominum res regentur. (Greg. Thaumat., Panegyr.
in Origen., p. 17.). “luego se limpia con el poeta Rutilo Numancia:” Todas las
naciones tienen una única patria; tu hijo del mundo entero una sola ciudad
(Fecisti patriam diversis gentibus unam; Urbem fecisti quod prius orbis erat.
(itiner., 1, v. 63.); y con Claudio:
Estos niños adoptivos quienes dieron la victoria comparten
vencedores y los derechos y la gloria; Sí, todo pueblo se admite
de conformidad los romanos; Un solo nombre, en adelante, basta
al género humano
(Haec est in gremio vicios quae sola recepit, Humanumque
genus communi nomine fovit Matris non dominae ritu, civesque
vocavit Quos domuit. (Claudien, Paneg. 3.).
Pero el entusiasmo de los panegiristas (orador que pronuncia el panegírico
discurso que reconoce a los héroes de la patria) y poetas del tiempo en favor
del falso tamaño y la libertad (Hoc est enim inter reges gentium imperatorem
Romanorum distat, quia reges gentium domini servorum sunt, imperator vero
Romanorum dominus liberorum. (Vida de San Gregorio papa, Act.88.) Del
Bajo Imperio es reducido a su justo valor por Montesquieu (Consideraciones
sobre la grandeza y decadencia de los romanos. Montesquieu Charles Louis
de Secoundant Barón de compendio de obras completas Consideraciones
sobre la grandeza y decadencia de los romanos Cambridge University Press
1990). “Del día, dicho el jurista, aceite todo viviendo habitante del mundo se
convirtió en ciudadano de Roma, Roma no fue ya esta ciudad cuyo pueblo
no solo había tenido un mismo espíritu, un mismo amor para la libertad,
un mismo odio contra la tiranía; o estos celos del poder del senado y las
prerrogativas del grandes, siempre mezclados de respeto, no eran más que un
amor de la igualdad. El pueblo de Italia que se han convertido en ciudadanos,
cada hubo su ingeniería, sus intereses particulares y su dependencia de
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algún gran guardia. La ciudad rasgada forma uno todos conjuntos; y como
se era ciudadano por una especie de ficción, que no se tenían ya los mismos
magistrados, las mismas murallas, los mismos dioses, los mismos templos,
no se vive ya Roma de los mismos ojos, no se tuvo ya el mismo amor para la
patria, y los sentimientos romanos no fueron ya.”
Un hombre de estado juzga como Montesquieu la igualdad democrática
fundada por el imperio romano.
“Como el señuelo del despotismo que comienza, dice Francisco Pedro,
Guillermo Guizot (Historiador Frances) (del régimen municipal en el imperio
romano, p, 16. citado por Victor Duruy en su obra Historia de los Romanos),
es todavía ofrecer a los hombres las ventajas de una falsa igualdad, se concedió
indistintamente el derecho de ciudad romana a todo el mundo romano.” Este
derecho no era ya riera en el orden político; no confería a los que lo recibía
ningún importante real; y sin embargo esta concesión retiraba a aquéllos que
confundía en la muchedumbre la importancia que podía aún permanecerles.
Procede creer que esta medida fue antes bien el efecto de una especulación
financiera que de un sabio combinación despótico. Pero el despotismo, incluso
en su conducta más privada “la ciencia, tiene instintos que no la equivocan
no. Era por otra parte el curso de las cosas. Lo es necesario que el pueblo
degradado sufra su destino. Todo no debe imputarse al amo del rebaño, y el
odio que merece la tiranía no salva no del menosprecio las naciones incapaces
de la libertad.”
2. Antecedentes del Municipio en México.
El gobernante de los aztecas era el rey o “uei tlatoani”, termino que
significa uno que habla. Era elegido, por lo que su gobierno se puede llamar
una monarquía electiva; por otra parte, no era un monarca absoluto, ya que no
reclamaba para sí la posesión de las tierras ni del pueblo, y su administración
era considerada una democracia (Burgoa Orihuela, Ignacio, Derecho
Constitucional Mexicano, Porrúa S.A., 15ava. Edición; México, 2002.)
Cada familia era un miembro de una comunidad agrícola. Un grupo de
estas familias formaba un clan, y veinte clanes constituían una tribu, llamada
tribu de tenochas.
Cada clan tenía su propio Consejo y un jefe electo. (Distinto al Consejo
de Administración de Justicia). A los que se consideraba con más experiencia,
y a más sabios o más ancianos, se les elegía para formar un consejo inter
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El Municipio en Roma.
Luis Navarro G.
clánico, que era un eslabón de unión entre los clanes y el cuerpo gobernante
de la tribu. Este consejo, a la vez, elegía entre sus miembros a los cuatro
principales, o tlatoani, que eran consejeros del jefe de estado y, al mismo
tiempo, electores del rey.
Los reyes no tenían esta categoría por derecho de primogenitura (es
decir ser el hijo mayor del gobernante) sino que eran elegidos por los tlatoani
de entre los hermanos del soberano anterior, o bien entre sus sobrinos en caso
de que no tuviera hermanos. Estos tlatoani eran la figura clave del gobierno
azteca. Escogían el “noble” descendiente, que a juicio de ellos, era el que mas
se distinguía por su valor y conocimientos.
Administración: la base de la sociedad era una agrupación de familias
organizadas en clanes, llamados calpullis. Cada clan tenía cierta autonomía:
poseía sus tierras, sus dioses, sus templos y una administración. Eran dirigidos
por un jefe elegido por el consejo de ancianos, y enviaban un delegado al
consejo supremo de tenochtitlán. Este consejo elegía cuatro jefes militares,
los que a su vez elegían al jefe de hombres, como se designaba al emperador
azteca. De éste modo, éste no era un cargo hereditario ni otorgado por poder
divino, sino elegido democráticamente. A la llegada de los españoles gobernaba
el poderoso Moctezuma. (Díaz del Catillo Bernal, Historia verdadera de la
conquista de la Nueva España, Edit Porrua, México 1968 Pág. 120)
Calpulli (del náhuatl calpulle ‘casa grande’ o ‘caserío’), territorio y
unidad social cuyos miembros estaban emparentados entre sí; también, base de
la estructura política, económica, social, religiosa y militar dentro de la nación
azteca. Los miembros de un calpulli poseían la tierra en forma colectiva con
derechos individuales de uso, y todo adulto casado tenía derecho a recibir una
parcela y cultivarla. Para ello, el administrador de los bienes inscribía en sus
registros a todo varón desde el momento de su matrimonio. A quien no hubiere
heredado de su padre una parcela, el calpulli tenía obligación de otorgársela.
El derecho se perdía cuando una familia lo abandonaba, se extinguía sin
dejar sucesión o no lo cultivaba en un lapso de tres años consecutivos. Con
el transcurso del tiempo estas reglas sufrieron numerosas excepciones. Los
dignatarios, funcionarios, sacerdotes, comerciantes y artesanos no cultivaban
la tierra. Los cuatro territorios o calpullis en los que se dividió originalmente
Tenochtitlan fueron Mayotla, Teopan, Cuepopan y Atzacualco. (Ob. Cit. P.
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Los antecedentes del municipio en la cultura mexica los encontramos
en los calpullis, cuyo gobierno estaba formado por el consejo de ancianos.
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El calpulli era una organización social y territorial autosuficiente,
las familias integrantes producían bienes necesarios y suficientes para su
subsistencia.
Organización del calpulli:
El tecuhtli, responsable de la milicia, adiestraba a los jóvenes y dirigía
las tropas en caso de guerra.
Los tequitlatos, dirigían los trabajos comunales.
Los calpizques, recaudaban los tributos.
Los tlacuilos, eran los cronistas de la época.
Sacerdotes y médicos hechiceros, estaban al cuidado del calpulli. (Ob.
Cit. 138)
3. Antecedentes en España y la conquista de México y época colonial.
La colonización en América se justificó jurídicamente a través de la
institución municipal.
Con la fundación del primer ayuntamiento, instalado en la Villa Rica
de la Veracruz el 22 de abril de 1519, se dio el primer paso a la organización
de este cuerpo político y jurídico en el Continente Americano.
En un principio se realizo la división, por medio de los señoríos ya
existentes y en las extensiones territoriales donde no existía tal división, la
milicia se encargaba de ello por medio de las capitulaciones reales, es decir
por contratos realizados por la corona. Más tarde la división territorial se
organizo en provincias, que se conformaban por pueblos, los que debían tener
una cabecera llamada alcaldía mayor, siendo obligatorio establecer un cabildo
o concejo municipal. (Ots Lapdequi José María Manual de historia del derecho
Español Inst. de Historia del Derecho Argentino 1943 T. II P. 163 – 166)
Los cabildos de indígenas o repúblicas de indios tenían diferentes
funciones como:
A.- Recaudar y entregar los tributos a los españoles.
B.- Distribuir el trabajo para construcciones o tareas agrícolas.
C.- Cooperar en el proceso de evangelización.
Además tenían facultad en materia penal (aprehender a los delincuentes
y consignarlos).
Las funciones de los cabildos de españoles consistían en: Ejecución de
justicia; los alcaldes ordinarios abocados a la administración; los regidores a
las obras públicas.
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El Municipio en Roma.
Luis Navarro G.
El ayuntamiento era la autoridad competente para reglamentar las
actividades de los trabajadores artesanales.
El municipio que se trasplanta de España recoge 3 corrientes que son:
la visigótica, con el concilium; la romana con el régimen edilicio; y la árabe
con la figura del alcalde.
Respecto a la división del territorio, los españoles tomaron como
antecedente ciertas entidades precortesianas, la llamada división antigua, a las
que se añadieron las conquistas militares realizadas a través de las llamadas
capitulaciones reales.
Finalmente se hizo la división en provincias internas de oriente y
occidente y de las 12 intendencias las cuales se crearon en 1786 mediante
la ley que la constituyó como organización territorial de la administración
colonial. (Leyes de Indias Instituto de Cooperación Iberoamericano Madrid
España, 1988 Vols. I y II)
Durante casi todo el periodo colonial el ayuntamiento estuvo
subordinado al Estado Español, a fines del siglo XVIII y principios del XIX,
tomó parte activa en el proceso de emancipación política.
Es importante señalar que aun “en el régimen árabe durante la
dominación que hace en España, se rescata del derecho romano los elementos
de la asamblea de vecinos o consejo abierto, que elegía a sus representantes”
(José de Jesus Covarrubias Dueñas. La autonomia municipal en México, pág.
18 Edit. Porrúa. México. 2ª edición 2004)
4. Conclusiones.
El municipio es conocido como tal desde la aparición del hombre y su
transformación, ello se va llevando, desde el momento en el cual el hombre
como ser político da principio, con su deseo de organizarse dentro de la
colectividad y jurídicamente aparece en Grecia, en las primeras polis, con
un sistema incipiente, luego en Roma tiene su afianzamiento jurídico hoy
conocido, son regulados por el derecho público.
El municipio, es un organismo se crea y forma parte del Estado, como
un elemento más, del mismo con el fin de estar más cerca a la población, la
prestación de los servicios públicos eficientes, requeridos por la población,
haciendo que la comunión Estado, con la población, en los requerimientos de la
sociedad, en el espacio geográfico (territorio) lo cual conforma al municipio.
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Entiéndase como entidad básica de igual modo al municipio, como el
núcleo principal de la organización del estado, es el inicio y el principio, la
base, donde se cimienta la Administración Pública de todo Estado.
El origen del municipio en nuestro país y en España, no se aparta en
nada del sentido de organización del hombre en la formación de los diversos
órganos del Estado, aunque de manera breve y no con la misma forma dada
en Roma, si con rasgos parecidos, pues los pueblos indígenas, desconocían la
figura del municipio, lo cierto es, que como conglomerado social tiene como
fin su organización, ello viene de la idea de que el hombre es un ser social y
gregario, lo cual obliga a su organización política.
Como punto final hablar del municipio como parte del Estado, debemos
de entender el Derecho desde nuestras fuentes, a fin de entender al estado
moderno y sus fines como dice Bielsa: “la realización o actuación de los fines
del Estado no se concibe sin la actividad intelectual o física de personas que,
en sentido lato, son sus agentes, es decir, funcionarios o empleados según el
carácter jurídico de la actividad que realicen y según la naturaleza de la relación
jurídica que los vincule con el Estado”. (Bielsa Rafael, La Función Pública,
Buenos Aires, De Palma, 1960.), entender la historia, para comprender nuestra
realidad nos lleva a no volver a cometer errores del pasado, entendiendo la
historia, errores del pasado impedirán cometamos los mismos errores, con el
mismo coste social.
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