DARWIN Y LAS SAGRADAS ESCRITURAS Introducción. En primer lugar hay que señalar que me referiré a las sagradas escrituras de la tradición judeo-cristiana, leídas desde la Iglesia Católica. Hay también otras muchas escrituras sagradas (como las de los pueblos originarios, o el Corán u otros libros sagrados) que no serán objeto de mi atención en estas reflexiones. Esta lectura desde la teología, intentará una aproximación a los textos desde los que se ha fundado la doctrina judeocristiana de la Creación. Doctrina que en su momento se consideró como opuesta o contrariada por la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin Vamos a intentar una lectura de los mitos de origen que para las tres religiones monoteístas, sustentan que la creación es un acto de la divinidad. Vamos a analizar los textos de los capítulos 1 y 2 del libo del Génesis y vamos luego a intentar desentrañar en qué sentido pueden se releídos y cuál es en realidad su mensaje. Ensayaremos, finalmente, algunas consideraciones sobre la relación Ciencia – Fe. Una primera aclaración: La Biblia (libros, en plural), como llega a nosotros, es el resultado de un largo proceso de redacción y de interpretación. Es un conjunto de textos en el que se encuentran diversos géneros literarios (poemas, máximas de sabiduría, crónicas reales, Apocalipsis, cartas, relatos, fábulas, etc). Estudios literarios, antropológicos, paleontológicos e históricos han ido haciéndonos comprender, de algún modo, las formas como surgieron primero, relatos orales, que luego fueron puestos por escrito en breves narraciones o “perícopas” y –finalmente- por obra de algunas escuelas de redactores, han sido reunidos en unidades de sentido más amplias que conocemos como “libros” o partes de libros. 1 Algunos ejemplos: el libro de Isaías que durante siglos se creyó una unidad monolítica de un sólo autor, son tres libros diferentes, con tres autores diferentes que refieren a más de doscientos años de historia. Con los libros del Pentateuco sucede algo semejante. También con los salmos que fueron primero recolectados en colecciones independientes que luego se han ido superponiendo (hay salmos que se repiten por ejemplo, el 14 y el 53). Algunas inclusiones en diversos textos, muestra la tarea de redactores posteriores que han ido “mejorando” los textos; por ejemplo en la saga de Jonás, un profeta (ficticio) del reino del Norte, Israel, tiene un añadido de oración, en el vientre del pez, que refiere al Templo de Jerusalén (que está en Judá, el reino del Sur). Dicho esto, podemos comenzar afirmando –en honor al tema que nos convoca- que ha habido un proceso evolutivo en la redacción de la Biblia (los primeros escritos son del siglo X aC y los últimos al finalizar el siglo I dC) y también –lo desarrollaremos al finalun proceso evolutivo en su comprensión e interpretación. Dos mitos de origen. Nos vamos a abocar, primero, al análisis de dos textos que pertenecen al género literario de mitos de origen, provenientes – como veremos- de tradiciones y siglos diferentes, en los que se ha fundado la proposición de que Dios es el creador de todo desde la nada. Dijimos que estos dos textos (capitulo 1 y 2 del libro del Génesis) son mitos de origen. Cualquier teólogo o exegeta serio reconoce esto. Los estudios realizados son incontrastables, desde la antropología, la paleontología, la historia y desde la crítica literaria. Bibliografía abunda (Desde Loisy, en el siglo XIX hasta 2 Rudolf Bultmann, o autores más recientes como Schnackenburg, Sicre, Moltmann). Estos textos no pretenden ser nunca relatos históricos (al menos en el sentido positivista del término) ni afirmaciones científicas, sino más bien afirmaciones teológicas realizadas con los elementos disponibles, culturales, humanos y religiosos de cada época. Son textos, además, que tienen semejanzas notables con otros mitos originarios de culturas más desarrolladas en el entorno geográfico. Por ejemplo el relato Gilgamesh o el mito Babilonio de Hatra Hasis. Este relato es del siglo XVI aC. El relato del capítulo 2 –que tiene semejanzas con este del siglo XVI- es del siglo X. El relato del capítulo 1 es posterior (probablemente del siglo V). ¿Qué dicen estos textos? Al comenzar ya tenemos una sorpresa: se pretende relatar la creación de todo lo que existe y no hay uno, sino dos relatos ¡y son bastante diferentes! (y hasta contradictorios) Y sin embargo están los dos en la Biblia como textos canónicos. El primer relato va describiendo un proceso ordenado en siete días, en el que desde la luz en adelante van siendo creadas todas las cosas. El segundo relato comienza con la creación del hombre en un mundo ya dado, en un lugar geográfico particular, y desde ahí se crean todas las cosas. Aquí ya hay algo que “no funciona”. ¿Cómo fue, entonces, la creación? ¿Cómo la relata el capítulo uno o como lo relata el capitulo dos? Se ve que al autor bíblico esa aparente contradicción no le interesa, justamente porque tiene en claro que no está haciendo una narración histórica. Es un midrash, un cuento, un mito de origen que tiene un mensaje poderoso de fondo, para el creyente: Dios es el creador, somos su criatura, participamos de su espíritu y de su semejanza. Desde el principio el ser humano fue amigo de Dios. 3 Gn. 1. Si bien se lee el relato empieza con la creación de la luz y sin embargo en el cuarto día se crea el sol y la luna. Estas eran divinidades para los pueblos vecinos (en particular los cananeos) por eso el autor las pone como una creación más en el medio de la Creación. Es ilógico que se cree la luz y no se cree el sol. (Se repite: “Y pasó la tarde y la mañana …” El día, para la cultura hebrea en donde se redacta la Biblia, comienza con la salida de la primera estrella. La vida realmente humana comienza cuando finalizan los afanes del trabajo, cuando el ser humano se recoge, cuando viene el momento de reflexionar sobre lo importante, luego del trabajo, allí comienza el día). En este relato, Dios crea con su palabra, no interviene de maneras más materiales, es trascendente a su creación.”Y dijo Dios…” es el distintivo. Aquí el acto más importante no es la creación del ser humano (el hombre –varón y mujer- es creado en el sexto día junto con los animales), sino el día de descanso, el Shabat. Lo más importante de la creación es el día de descanso, que es el día del culto para el pueblo judío. “El séptimo día Dios descansó, y bendijo ese día”. El escritor indudablemente está tratando de dar fundamento a la santificación del día de culto; es alguien ligado al culto. Lo más grande es el sábado, porque es el día de descanso de Dios. Aquí a Dios se lo llama “Elohim” (el altísimo) nunca se lo llama YHWH. Este primer relato pertenece a una tradición tardía, ya supone un pueblo organizado y con una religión centrada en el culto. El sábado es el centro de la creación. Lo mejor que Dios ha hecho. Porque es el centro de la vida del pueblo... Gn. 2, 4b - 25. Este relato comienza con la creación del hombre. Sitúa además la creación en un lugar geográfico determinado: la medialuna fértil 4 de Babilonia (menciona cuatro ríos, entre ellos el Eufrates y el Tigris); tierra de la que –según esta tradición- proviene Abraham, el padre del pueblo judío. El primer creyente en el Dios de Israel. Dios, además, aparece antropomorfizado. Hace barro como un alfarero, opera al hombre como un cirujano, camina por el jardín, sopla sobre el hombre, dialoga con él. Aquí hay elementos más primitivos (el relato es del siglo X a. C) y a Dios se lo llama con el tetragrama YHWH (el que es, o el que está y estará). Estas diferencias con el primer relato no son accidentales. El autor está desarrollando otra teología. Lo más importante no es el culto sino el ser humano que es imagen y semejanza del Creador, porque está hecho por él de la adamá (tierra colorada, de ahí el nombre Adám: hombres –plural-) y lleno de vida (Eva, significa vida, o viviente). El ser humano tiene su espíritu (ruhaj: femenino) y es amigo de Dios. El texto está diciendo que desde el comienzo había hombres y vida. Y eso es lo querido por Dios. Dios se ha empleado a fondo porque ha trabajado él en la creación. Un Dios más comprometido en su creación a diferencia del Dios más trascendente del relato del capítulo uno. Dos relatos dos teologías, por eso dos modos de denominar a Dios. De aquí se ve con claridad que los relatos pretenden ser otra cosa muy distinta a lo que se imaginó durante mucho tiempo. Son dos teologías de la creación, dos miradas sobre Dios y sobre el hombre, pero nunca pretenden ser una palabra científica definitiva, ni nada por el estilo. Reflexiones acerca de la interpretación bíblica y la ciencia. Los textos no pretenden ser textos científicos y menos en el sentido positivista de ciencia que poseemos hoy. Pretender eso sería un anacronismo. No pretenden ser relatos históricos en el 5 sentido que comprendemos la historia hoy. Si leemos el Talmud1 veremos que hay muchos relatos y midrash que recrean la historia sagrada, sirven como enseñanza y a nadie se le ocurre plantear su historicidad. Los libros de la Biblia son libros de teología, es decir libros que contienen afirmaciones acerca de Dios, y en ese sentido son considerados verdaderos por los creyentes, pero no son, ni pretendieron ser nunca, libros científicos o históricos en el sentido en que comprendemos actualmente la ciencia histórica. Comprenderlos así ha sido un serio error de las Iglesias (no sólo de la Iglesia Católica) y de las religiones en su versión más fundamentalista. Hoy mismo asistimos –en los Estados Unidos- al absurdo debate entre evolucionismo y “diseño inteligente”. La teoría del “Diseño Inteligente” que viene a ser una suerte de versión “actualizada” de las vías de Santo Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios, puede ser en todo caso, un intento de explicación filosófica, metafísica, pero no una teoría científica en el estricto sentido de la palabra, dado que –siguiendo el planteo del gran deconstructor de la metafísica: Emmanuel Kant- no es posible hacer ciencia de aquello –Dios, en este casoque no puede ser constatado empíricamente, aquello a lo que no se le puede aplicar las formas a priori de la sensibilidad (espacio y tiempo). Si leemos los mitos de origen desde esta perspectiva que he expuesto aquí, y que es en el fondo una sucinta síntesis de lo que la exégesis actual –católica y protestante- afirma, no podemos encontrar de ninguna manera fundamento para afirmar que la creación fue así, en esa sucesión. 1 El Talmud es una obra que recoge as discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones e historias. Es el comentario de la Torá. Es considerado como la tradición oral, que explica la tradición escrita (la Toráh). Se caracteriza por preservar la multiplicidad de opiniones, muchas veces contradictorias. Es una construcción colectiva 6 No hay argumento, desde esta perspectiva, para negar un proceso de evolución que ha ido dando origen a la vida y las diferentes especies. No hay fundamento para negar, por ejemplo, el Big bang, como tampoco habría contradicción en que ese proceso de origen del big bang y el proceso evolutivo, sean el modo en el que Dios va creando un mundo en evolución, un mundo que sigue evolucionando. Ya Pierre Teilhard de Chardin, sj, lo afirmó en su libro “El Medio Divino” y otras obras suyas. La Iglesia, que en un principio reaccionó con prevención respecto de sus ideas, posteriormente lo ha rehabilitado. Juan Pablo II ha hablado ya de los mitos de origen y de la teoría de la evolución como más que una hipótesis. Desde la teología de la creación se puede afirmar que Dios va obrando en las causas naturales, a través de ellas de manera misteriosa pero real, de modo trascendente, en y más allá de la historia. El plano de la acción de Dios puede ser comprendido desde la Fe, y sin embargo no es irracional. Es, al menos, una explicación razonable. Los textos de origen en el fondo dicen, que Dios es creador que sostiene el universo con su Palabra, es decir con su Logos, su sabiduría en acción (explicar lo del Logos en Juan: acción dinámica, fundamento). Que ese proceso de creación tiene como punto culminante el hombre y la mujer porque participan de su aliento (su espíritu). Si el tiempo del mito es justamente intemporal; entonces es posible afirmar que según la Biblia, Dios continúa creando el mundo (es importante señalar el gerundio: “creando”, que implica una acción continuada en el tiempo). Constantemente, entonces, somos sacados del barro, el soplo de Su Espíritu nos inspira y podemos ser amigos de Dios y de todo lo creado. Al repetir el relato, al leerlo desde a fe, accedemos a la convicción de que Dios no está formando, soplando en nosotros el aliento vital, somos sostenidos en el ser y en la alegría, como sus amigos. 7 Otras Evoluciones… Así como se habla de evolución en el proceso de selección de las especies, también puede hablarse con claridad de una evolución en cuanto a la comprensión del misterio de Dios, del ser humano y del mundo, a lo largo de los libros de la Biblia. Por ejemplo, la afirmación de monolatría que se encuentra en algunos escritos (incluso los primeros capítulos del Génesis dan a pensar que hay cierto politeísmo) pasan en tiempo de los profetas a ser afirmaciones de monoteísmo. Recién en el siglo VI se comienza afirmar con fuerza que YHWH es el único Dios y no hay otro2. Luego ese Dios que es justo y castiga por tres y cuatro generaciones, pero es misericordioso por mil (en los profetas), se transforma en el Dios que manda no devolver mal por mal, y que se define como Dios – Amor en la primera carta de Juan. Así también la institución Iglesia Católica, a la que pertenezco, ha hecho un largo camino para llegar a formular “la evolución del dogma” (que es el título del libro más importante de José Luis Ladaria, sj; actual secretario de la congregación de la fe), esto significa incorporar la incidencia histórica a la hora de comprender determinadas definiciones dogmáticas y doctrinales. Esto implica que las ciencias, la cultura, el devenir histórico nos va ayudando a lograr una comprensión diversa de las formulaciones dogmáticas que fueron hechas en un tiempo y una situación histórica determinadas. Diversos dogmas pueden ser leídos en una perspectiva nueva, desde nuevas perspectivas históricas y socio-culturales. 2 Es claro para los exegetas, que las primeros clanes que darían origen a Israel, tenían diversos dioses; con preeminencia de un dios familiar al que se le rendía especial culto. Yahveh, era el dios de uno de estos grupos, que luego fue imponiéndose como el dios nacional. Cfr. “Teología del Antiguo Testamento”; Vol I; Gerhard Von Rad 8 Concluyendo La polémica por largo tiempo cultivada entre darwinistas y biblistas, nos remite en realidad a una cuestión más grande y es la relación entre la fe y la ciencia, que como vemos, si bien se mira –es decir sin fundamentalismos de ninguno de los dos lados- es factible el diálogo y una mejor comprensión no excluyente. Pero yendo más atrás aún, es un tema entre instituciones: la institución científica y la institución eclesial. Dicho en otras palabras, también es una cuestión de poder. Durante mucho tiempo las serias dificultades que la Iglesia Católica ha tenido con los científicos (baste mencionar el archinombrado caso Galileo) ha tenido su raíz en la lucha por el poder: quién es el dueño del relato que se considera verdadero. Quién es el que tiene la autoridad de la verdad. En esto mi Iglesia no se ha privado de nada: excomuniones, destierros, y –a vecesejecuciones. Ciertamente –en honor a la verdad- no todo fue confrontación y rechazo de parte de la Iglesia Católica: ya en 1603 se crea la “Linceorum Academia”, que fue la precursora de la “Pontifica Academia de las Ciencias”3 y en 1891, León XIII crea la “Speccola Vaticana” (el Observatorio Vaticano) que hasta el día de hoy está en manos de la Compañía de Jesús (el actual director, el padre José Gabriel Funes, sj, es cordobés). Esto da muestra de intentos (no siempre muy felices) de comprensión y diálogo. De todos modos, es verdad que la modernidad puso definitivamente en crisis –política, científica y culturalmente- el modelo de “cristiandad” en el que la Iglesia había fundado su pretensión de autoridad incuestionable. La Iglesia se resistió y a fuerza de condenas al “modernismo”, excomuniones y encerramiento se anquilosó en un modelo y se 3 Pío IX la rebautizó como “Pontifica Academia dei Nuovi Lincei” en 1847. León XIII la amplió en 1887, y Pío XI le dio el nombre actual en 1936. 9 aisló. La Iglesia se sintió amenazada en sus prerrogativas. De ahí se explica algunas reacciones contra algunos avances y afirmaciones de las ciencias y finalmente, en el siglo XIX, el concilio Vaticano I en el que se define el dogma de la infalibilidad papal. Este dogma debe comprenderse en el contexto de una Iglesia que se siente acorralada políticamente (de hecho el Concilio se suspende por problemas políticos), y culturalmente. Las ciencias ponen en cuestión las enseñanzas de la Institución. De ahí se entiende la –cuestionada- sanción del dogma de la Infalibilidad: fue algo así como decirle al mundo secular: “Ustedes tienen el poder temporal, yo me reservo el poder espiritual”. La Iglesia se reserva la infalibilidad para sancionar la verdad, ante un mundo que pone en tela de juicio las verdades proclamadas por la Iglesia. Le ha costado a la Iglesia institucional superar este trauma. Tarde, por ejemplo, la Iglesia ha reconocido el valor de la democracia como sistema de gobierno y de vida. No es practicada hacia adentro de la Institución, pero al menos después de mucho tiempo se la defiende como un valor. Tarde la Iglesia se ha ido reconciliando con la secularización, con la separación de Iglesia y Estado, con las autonomías de los saberes. Bien dijo K. Rahner: “La historia de la Iglesia nos enseña que (la Iglesia) ha defendido muchas veces posiciones que intentaba mantener a toda costa y con perjuicio de su misión última e ineludible, protestando contra los poderes que pretendían expulsarle de esas posiciones, y que sólo cuando se las habían quitado por la fuerza se daba cuenta y admitía que no tenía por qué defenderlas necesariamente e incluso que esa defensa anacrónica sólo le había traído perjuicio a ella y su auténtica misión.”4 El concilio Vaticano II significó un cambio revolucionario en la Iglesia y su relación con el mundo y con la vida social y política. Se proclama el diálogo, la apertura y la colaboración con un 4 RAHNER, Karl; “Cambio estructural de la Iglesia”, Madrid 1974, 59 10 mundo secular en el que Dios habita y obra, a través del progreso de las ciencias y del conocimiento, en las diversas culturas y cultos, en las diversas expresiones religiosas. La Iglesia, al menos teóricamente, renuncia a su pretensión de autoridad única en materia espiritual y reconoce a otros interlocutores. No tengo suficiente conocimiento para hablar del mundo científico, pero sospecho que las luchas de poder también afectan a las comunidades científicas. No ha sido tampoco menos severo el castigo a los heresiarcas en algunas comunidades científicas. Las luchas por el poder son crueles siempre. Y el mundo científico, imagino, no escapa a las contradicciones humanas. Resumiendo Mi intención en esta exposición, más que querer “amigar” Fe y Ciencia, ha sido ayudar a una mejor comprensión los textos de las Sagradas Escrituras de la tradición judeo-cristiana en torno a la creación. También, he intentado dejar en claro que esta lectura no intenta superponer planos, y que esa superposición –cuando se da- tiene siempre en el fondo un intento de absolutización de perspectivas; perspectivas que están enraizadas –muchas veces- en luchas de poder entre instituciones y “autoridades” de diversa índole. Ciertamente los planos de la religión y de las ciencias son diversos. Algunos han afirmado que a la ciencia le pertenece el plano del fenómeno, mientras que la religión puede decir una palabra en cuanto al sentido del mundo y del vivir (si es posible darle sentido alguno); no muy lejos de la distinción que hiciera Kant entre lo que es propio a la Razón Pura y lo que le compete a la Razón Práctica. Tal vez en este punto sí pueda ser iluminadora la frase de León Tolstoi que afirmaba que el problema de la ciencia es “que no da 11 respuesta para los únicos problemas que nos conciernen: qué debemos hacer y cómo debemos vivir”. Cuando llega el momento en el que se silencian los afanes del trabajo (“en la hora de angustia y de luz vaga”, según Borges), al comenzar el día del ser humano, según la Biblia, es el momento de las preguntas sobre el sentido de todo. Y en eso cada uno camina a tientas, con las luces que le son dadas. Ese camino, de la búsqueda del sentido que tiene todo este mundo en evolución, y nuestros mundos y biografías particulares, es una búsqueda personal, en la que se avanza de noche, con escasas certezas, con los retazos de luz que la razón o la fe, nos proporcionen. Aunque si no nos hacemos trampas, debemos reconocer que creyentes y no creyentes, científicos y no científicos, caminamos a tientas, en penumbras, anhelando –como Goethe en sus últimos días – “¡Luz, más Luz! Lic. Rafael Velasco, sj Rector de la universidad Católica de Córdoba 12