Patrimonio Nacional y el Museo del Prado colaboran en

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Obra maestra de la colección real que se conserva en El Escorial
Patrimonio Nacional y el Museo del Prado colaboran en el
estudio y restauración de El Calvario de Van der Weyden
Patrimonio Nacional y el Museo Nacional del Prado han suscrito hoy un
convenio de colaboración que permitirá a la pinacoteca acometer los trabajos de
restauración de El Calvario de Rogier van der Weyden. La intervención sobre
esta obra maestra de la pintura flamenca del siglo XV, especialmente vinculada
a la historia de España y de su monarquía, se llevará a cabo en el marco del
programa de restauración del Museo, patrocinado por la Fundación Iberdrola.
El Museo del Prado y Patrimonio Nacional han suscrito hoy un
convenio de colaboración para el estudio técnico y la restauración, en los talleres del
Museo, de El Calvario de Rogier van der Weyden, una de las grandes obras de la
prestigiosa colección de pintura flamenca atesorada por Felipe II, que se conserva
desde 1574 en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y que, junto a El
Descendimiento, hoy en el Museo del Prado, forman la más alta representación de
ejemplos del maestro de Tournai en España. Este proyecto se incorpora al programa
de restauración del Museo del Prado que cuenta con el patrocinio de la Fundación
Iberdrola desde el pasado año 2010.
Madrid, 23 de mayo de 2011.-
Rogier Van der Weyden (Tournai 1399/1400-Bruselas 1464) fue, junto a Jan van Eyck, el
pintor más importante de los Países Bajos durante los años centrales del siglo XV y su
influencia se hizo sentir de forma decisiva en numerosos artistas del momento e incluso
hasta bien entrado el siglo XVI. La maestría de sus composiciones, la elegancia en las
actitudes y proporciones de sus figuras, y el profundo dramatismo de sus gestos, son
algunas de las características que han permitido consagrarle como uno de los grandes
maestros de la pintura universal.
Rogier realizó El Calvario probablemente en torno a 1460, cuatro años antes de su
muerte, para la Cartuja de Scheut, próxima a Bruselas, institución a la que estuvo muy
estrechamente ligado. La obra fue vendida por la Cartuja en 1555, según figura en los
documentos de sus archivos, pero se desconoce exactamente quien fue su comprador.
Se sospecha que fuera la Gobernadora de los Países Bajos, María de Austria, más
conocida como María de Hungría, la que la adquirió, antes de su partida definitiva a
España en 1556, acompañando a su hermano, el emperador Carlos V. Aunque
también pudo ser directamente su sobrino Felipe II, quien estuvo también en ese año
de 1555 (desde agosto) en la ciudad de Bruselas. Sea de una forma u otra, la obra entra
en las colecciones reales españolas a partir de este momento.
Los diversos avatares por los que ha pasado esta magnífica obra en el Monasterio de El
Escorial –los distintos cambios de ubicación dentro del edificio, el traslado forzoso a
Madrid durante la invasión napoleónica, etc.- tuvieron consecuencias sobre el estado de
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conservación de esta excepcional tabla de madera de roble compuesta de trece paneles
de fino grosor, como es habitual en este tipo de tablas flamencas del siglo XV, cuyas
grandes dimensiones la hacen ser realmente única en su momento.
El estudio y posterior restauración de El Calvario de Weyden será llevada a cabo por el
equipo de restauración del Museo del Prado en colaboración con los técnicos de
Patrimonio Nacional, para lo cual el Museo pone al servicio del proyecto los medios
técnicos y la experiencia adquirida en la restauración de obras sobre tabla en las últimas
décadas, incluida la de El Descendimiento, del mismo autor, intervenida en 1993. El
proyecto contempla, en un largo proceso de trabajo, un estudio complejo y completo
de la obra para poder alcanzar la mejor solución para el tratamiento de conservación y
restauración que requiere, cuya complejidad representará sin duda un nuevo hito para
las dos instituciones y un acontecimiento de singular importancia en el campo de la
historia del arte y de la conservación artística.
El acuerdo suscrito hoy por las dos instituciones públicas, que conservan
conjuntamente la mayor parte de las obras procedentes de las colecciones reales
españolas, da prueba de su alto grado de compromiso en la preservación del
patrimonio artístico y de la activa colaboración que mantienen en estos últimos años.
La duración de la restauración de El Calvario será de, aproximadamente, dos años y, una
vez finalizada, se expondrá durante un período de tres meses en el Museo del Prado
antes de su regreso al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
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El Calvario de Rogier van der Weyden, Real Monasterio de San Lorenzo de
El Escorial
De la tres únicas obras de Rogier van der Weyden que han podido ser documentadas
en las fuentes historiográficas, España tiene la fortuna de contar con dos, ambas
propiedad de Patrimonio Nacional: El Descendimiento de la Cruz (Hacia 1435), en
depósito en el Museo Nacional del Prado, y la Crucifixión (Hacia 1456-1460) del
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. La tercera, el Retablo de la Cartuja de
Miraflores, que fue regalo del rey Juan II de Castilla a la misma en 1445, se encuentra
hoy en la Gemaldegalerie de Berlín.
En cuanto a la historia de El Calvario a partir de su llegada a España, en un primer
momento Felipe II decide su instalación en la capilla del Palacio del Valsaín (cerca de
Segovia), antes de su traslado definitivo a su recién creado Monasterio de San Lorenzo
de El Escorial, donde figura entregado oficialmente en 1574, instalada en el altar mayor
de la Sacristía de El Escorial. Allí permaneció hasta la reorganización decorativa de la
sala por parte de Diego Velázquez en 1656, pasando a presidir la Librería del Coro,
hasta que a finales del siglo XIX, se redescubrió su importancia y se trasladó a la zona
de visita del Monasterio de El Escorial, para poder ser admirarlo en toda su
grandiosidad.
La importante restauración llevada a cabo por el Museo Nacional del Prado entre 1945
y 1947, contribuyó a cambiar la opinión generalizada de la crítica especializada en
Rogier Van der Weyden, quienes consideraban que su estado de conservación era tan
precario que la obra estaba casi perdida. Pero la eliminación de los numerosos repintes,
algunos de ellos escandalosamente levantados y que enmascaraban la mayor parte de su
superficie pictórica, permitió valorar las relativas buenas condiciones en que se
encontraba la obra en las partes principales de la escena y recuperar su impresionante
belleza artística y maestría técnica.
Esta nueva intervención a la que se va a someter la Crucifixión, en el marco de
colaboración del Museo Nacional del Prado y Patrimonio Nacional, va a permitir
extraer una serie de conclusiones muy importantes para el conocimiento de esta obra
fundamental de la pintura, así como devolverle su verdadero aspecto. El estudio
técnico previo a la restauración nos dará las pautas fundamentales sobre el estado físico
real de la obra y sobre el proceso de intervención a llevar a cabo por parte de los
restauradores. Para ello, se contará con la aplicación de las más nuevas tecnologías de
laboratorio aplicadas a la intervención de obras de arte en la actualidad –
macrofotografías, reflectografías infrarrojas, radiografías, análisis estratigráficos. Tras
esta primera fase técnica, que durará varios meses, se pasará al tratamiento de su
complicado soporte de madera y a la restauración propiamente dicha, en la que
intervendrán personal especializado, tanto del Museo Nacional del Prado como de
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Patrimonio Nacional. También será fundamental el asesoramiento científico del
equipo de conservadores de ambas instituciones, que aportará la información
historiográfica y documental más estrechamente ligada a la obra.
Carmen García Frías, Conservadora de pintura de Patrimonio Nacional
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Informe sobre el estado de conservación de El Calvario
El Calvario de Rogier van der Weyden es un cuadro de grandes dimensiones (244 cm x
193 cm) que está configurado por trece paneles de roble sobre los que se asienta la
preparación y la capa pictórica. Por lo tanto, y como sucedió con la reciente
intervención en las tablas de Adán y Eva de Durero, el planteamiento de soluciones es
una tarea conjunta entre el restaurador de soporte y el restaurador de la superficie
pictórica.
Tras la realización de los estudios técnicos y análisis necesarios, cuyo objetivo es
incrementar la documentación técnica de la obra y ofrecer apoyo a los trabajos de
restauración, se procederá como primera medida al tratamiento del soporte.
Soporte
Un soporte de estas dimensiones, fabricado con tablas en sentido horizontal, es por sí
mismo estructuralmente frágil, ya que todo el peso de los tablones recae sobre el
inmediatamente inferior, acumulándose grandes tensiones que han provocado, entre
otras cosas, deformaciones en forma de teja en el cuadro.
En cuanto a roturas en el soporte, aunque en una primera impresión sólo se aprecia
una grieta que divide el cuadro en dos mitades, tras un estudio más profundo se
aprecian multitud de fisuras, muchas de las cuales son coincidentes con las juntas de
panel. Estas roturas han sido causadas por el bastidor de pino en retícula, un incorrecto
sistema de sujeción con el que se trató de aplanar el soporte y conseguir una superficie
uniforme de la pintura. Desafortunadamente, estos barrotes no permiten el
movimiento natural de la madera, y las enormes tensiones creadas han provocado la
separación de los paneles y la aparición de grietas y aberturas, muchas de las cuales
estas ya fueron tratadas, al menos una vez, tal y como se aprecia en los repintes y
perdidas que son visibles en la capa pictórica.
La colocación de esta “cárcel” de madera y el encajar la estructura a modo de cuarterón
dentro del marco, propició la transformación de una curvatura regular y natural de la
madera a tres “tejas” que se marcan claramente sobre la superficie y que distorsionan la
lectura de la escena.
Capa pictórica
Se observan grietas, pérdidas y desgastes, daños que han sido agudizados por las
distintas limpiezas llevadas a cabo en sucesivos tratamientos. El deterioro más
importante de la superficie pictórica parece concentrarse en la mitad inferior de la obra,
la más próxima al espectador; la recuperación de la unidad de esta zona es de gran
importancia, ya que sugiere la profundidad de la escena y desde aquí se elevan y
asientan las tres figuras que forman la composición.
Toda la superficie presenta grandes repintes que se han alterado con el paso del tiempo,
produciendo numerosas manchas opacas. Son discernibles a simple vista los densos
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repintes amarillentos que cubren tanto las pérdidas y como la pintura original alterando,
por ejemplo, la textura y las frías tonalidades de la piedra, en la base de la cruz o los
tonos oscuros de la madera de la cruz, ahora de aspecto opaco y denso, escondiendo
las calidades y transparencias propias de las pinturas de Van der Weyden.
En los ropajes blancos es donde mejor se aprecian los desperfectos producidos por los
retoques: grandes superficies de repintes, extienden su tono azulado más allá de las
pérdidas, invadiendo la pintura original, rompiendo las formas y alterando los
volúmenes.
Aunque es en las carnaciones de las figuras donde encontramos la pintura mejor
conservada, también aquí se aprecian numerosos daños y repintes, especialmente en el
cuerpo de Cristo, donde existen fuertes desgastes de las sombras originales en las
piernas y manchas azuladas de retoques alterados, que rompen todo el efecto de peso y
volumen.
(Resumen del informe realizado por el equipo del Área de Restauración del Museo
del Prado, bajo la supervisión de Gabriele Finaldi, Director Adjunto de
Conservación e Investigación del Museo)
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